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Muchas vidas caen sobre el plato del jefe pero no es suficiente para llenar su apetito. En
las mañanas, todos te dicen que deberías estar agradecido con tu suerte; podrías ser un
niño africano moribundo arrastrándose sobre su vientre.
Aquello se había puesto de moda luego del tedio indescriptible que produjeron los
androides sexuales y los neurosoftwares de parafílias en la juventud post-millenial.
Estábamos asqueados de sexo en aquel entonces. Era demasiado fácil y repetitivo. Entrar-
salir-moverse y soltarlo. Hasta el sadomaso, lo único que producía era bostezos. Y no era
solo para mí; golpear a mujercitas o chicos delgados vestidos de cuero ya era un mero
ejercicio de reciclaje cultural.
Fue peor el caso del general Japonés el año pasado. Cinco minutos de paranoia lo
convencieron de lanzar un ataque con drones sobre Pyongyang que afortunadamente fueron
detectados antes de llegar a la costa norcoreana. Lo condenaron a cadena perpetua, junto a
sus descuidados asistentes. Los desarrolladores dijeron que se trató de un bug en la versión
beta de la aplicación. Cabrones. En esa ocasión corrieron sobornos por las cortas
internacionales y rápidamente se silenció el asunto. La versión 3.0 dijeron, era a prueba de
fallos y desde entonces, no se volvieron a escuchar más historias.
Nunca me importaron las noticias hasta aquella noche. Conectarse y estallar en alaridos era
lo único que me importaba. Olvide a mi madre. Guardé a Agatha en el closet. Dos meses
después perdí mi trabajo en la compañía Avalon. No me importó. Con las cesantías y el
seguro de desempleo podría sobrevivir todo un año.
****
Nueve de la noche en una sucia habitación de alquiler sin ventilación. Mañana debes
madrugar a trabajar igual que todos los días. Los jefes deciden nuevas formas de absorber
tu tiempo libre. Ordenan toneladas de informes, explican la caída de las acciones de la
empresa y buscan culpables. Enciendes el televisor para detener el flujo de la melancolía
nocturna. Un ejército de zombies marcha por las calles principales atrapando y
mordiendo a cualquier transeúnte desprevenido. Oyes los ruidos de una puerta al
desplomarse en el piso inferior. Los inquilinos gritan mientras una mano sangrienta te
arranca los ojos.
Cada historia es distinta. Con matices sensoriales precisos e inusuales: vómito, sudor, tós
irrefrenable, mutilaciones… Mi corazón palpitaba con fuerza tras cada sesión. Nunca
volveré a conocer la aburrición de los infelices que llenan las oficinas.
Mientras madre prepara la comida salgo a la calle, pues no debo conectarme hasta mañana
para permitir una depolarización general de mi sistema nervioso ya que podría sufrir daños
permanentes. Camino hacia el bar de Gangrena a unas cuadras de mi casa. Empleados con
uniformes corporativos intentan sonreír, contemplando una tarde de mierda entre el smog y
el tráfico interminable. Cae un poco de lluvia sobre las máscaras de gas. Camino fastidiado
entre la gente, tropiezo con las personas y las rajaduras del asfalto. Un anciano tullido se
queda mirando el holograma de una modelo que muestra sus enormes tetas y se lleva la
mano a la entrepierna. Necesito conectarme. Esta irrealidad es sosa y frágil como la seda.
Necesito la paranoia.
-¿Recuerdas al Cyborg?
-¿Estaba conectado?
-Al parecer no, o al menos eso es lo que dicen los médicos y los de la aseguradora.
No tenía mucho sentido, el Cyborg adoraba a su familia. Era su única cualidad. En todo lo
demás era un tipo desagradable, pendenciero y obtuso. En sus momentos de rabia ( que no
eran pocos) destrozaba las pantallas con sus puños y escupía a sus colegas. Lo llamábamos
el cyborg pues se había implantado una pija de nanocarbono para aumentar su performance
con Kira, su hedoandroide. Luego se aficionó al PSB, a la mezcalina y a los extractos de
hongos modificados. Nunca le interesó la paranoia, que yo supiera.
***
Cuando regreso a casa veo a Agatha en ropa interior, con un cuchillo sobre su cuello. Su
respiración es entrecortada, sus senos pequeños suben y bajan . Residuos de un deseo
conocido se acumulan en mi vientre.
Vuelvo a guardarla en el closet. Madre me mira con ojos tristes y dice que me parezco a mi
padre. Él nos dejó hace muchos años y se fue a vivir con una modelo regenerativa. No le
hago caso y le pido de comer. Me sirve un plato de albóndigas y un postre de algas. Como
sin mucho entusiasmo y me acuesto sin despedirme de ella.
Son las ocho de la mañana de un día gris y lluvioso . Mis padres discuten en la cocina.
Padre tiene el rostro de un niño pequeño, ofendido. Mechones grises en su cabello.
Amenaza a mi madre con un plato. Madre es un zombie balbuceante, inerme. Su cuerpo
débil, Sus arrugas se crispan en una rabia asesina. Para distraerme un rato enciendo el
computador y juego ¨Xenogenocidio en Alpha 13¨. Madre llega a la sala con una risita
nerviosa. En sus manos sostiene unos intestinos humanos. ¨Cariño¨ me dice ¨Es hora de
desayunar¨.
****
****
Es Domingo. Un día paria en el que las puertas cerradas de los establecimientos preceden
el rumbo de las familias felices. En una calle atestada de transeúntes observo como
Agatha le sonrie lascivamente a un grupo de jóvenes descerebrados. Toman su cintura y
bailan con ella. Ella lo permite, lo disfruta. Las manos de los jóvenes bajan por su vestido
de lino hasta los muslos. Ella se excita mientras comienzan a desvestirla. La voz de mamá
resuena por un altavoz ¨ debes castigarla¨, dice. Entonces pierdo el control, aunque creía
que ella no me importaba y golpeo a los desgraciados que la rodean.
En mis manos encuentro a Agatha, desnuda y con uno de sus ojos arrancados. Su rostro se
crispa en un gesto de rabia cuando consigo apagarla.
***
Muchos convulsionaban en las calles, aterrorizados por demonios, seres de luz, tenebrosos
fantasmas y aliens variopintos. En sótanos oscuros se descubrían cadáveres de suicidas
conectados a sus pantallas de RV infestadas de malware, mientras sintonizaban noticias
sobre la caída de la bolsa y la amenaza de una pandemia inminente. Un comando
ecoterrorista de Oregon, intentó destruir la estación de microfisión del desierto de Nevada,
para proteger –según dijeron- al espíritu de la tierra. Sus integrantes babeaban
espásticamente al ser capturados por la policía. Tenían grandes llagas sangrantes en sus
cráneos rapados. Numerosos artistas se automutilaron realizando performances
Judios ortodoxos apedrean a los manifestantes de la marcha del orgullo gay en Jerusalem.
Los misiles caían sobre las calles. Las imágenes mostraban a Sukhois venezolanos que
realizaban un ataque preventivo contra ¨ los agentes del imperialismo capitalista que
amenazaba con destruir a la revolución.¨ Vi como se derrumbaba la torre Colpatria entre
ruidos de alarmas y sirenas de ambulancia. Luego solo estática. Una pantalla tan gris como
el cielo de invierno. Corrí a casa pues mamá no contesto mi llamada.
Estallé en carcajadas.