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Paranoia aumentada

Muchas vidas caen sobre el plato del jefe pero no es suficiente para llenar su apetito. En
las mañanas, todos te dicen que deberías estar agradecido con tu suerte; podrías ser un
niño africano moribundo arrastrándose sobre su vientre.

La paranoia aumentada llevaba al máximo posible el latido de las sensaciones mortales


en aquellos días oscuros del desempleo. Me ponía el chip cortical por 10 horas seguidas, a
veces ni me lo quitaba para dormir, y era terriblemente efectivo para alucinar con
pesadillas dementes y sucias. Pura adrenalina. Adrenalina cruel pero excitante. Como
cabalgar en un caballo desbocado o precipitarse desde un edificio en llamas. Despertabas
lleno de sudor y cualquier cosa te ponía a gritar, así fuera una pared blanca, o el ronroneo
de un gato.

Sentirse humillado y perseguido es la mejor manera de estrellarse contra el espejo de la


realidad consciente. Escuchas voces. Escuchas los juicios más duros que te has hecho a ti
mismo cuando eres realmente sincero. ¡Puto maricón! ¡Gonorrea! ¡Perdedor! … Una
catarata de humillaciones y miedo estallaba en tu pecho húmedo. Te acurrucabas en la
cama y llorabas.

Aquello se había puesto de moda luego del tedio indescriptible que produjeron los
androides sexuales y los neurosoftwares de parafílias en la juventud post-millenial.
Estábamos asqueados de sexo en aquel entonces. Era demasiado fácil y repetitivo. Entrar-
salir-moverse y soltarlo. Hasta el sadomaso, lo único que producía era bostezos. Y no era
solo para mí; golpear a mujercitas o chicos delgados vestidos de cuero ya era un mero
ejercicio de reciclaje cultural.

No era recomendable salir a la calle conectado, si bien el software tiene protocolos de


seguridad. Recuerdo el caso de Laura Martínez la profesora de yoga. Su neurochip se
activó accidentalmente por un descuido imperdonable y confundió a su novio con un
violador. El tipo terminó con un lapicero clavado en el ojo y ahora Laura pasa sus noches
en el psiquiatríco con varios gramos de clonazepam como postre.

Fue peor el caso del general Japonés el año pasado. Cinco minutos de paranoia lo
convencieron de lanzar un ataque con drones sobre Pyongyang que afortunadamente fueron
detectados antes de llegar a la costa norcoreana. Lo condenaron a cadena perpetua, junto a
sus descuidados asistentes. Los desarrolladores dijeron que se trató de un bug en la versión
beta de la aplicación. Cabrones. En esa ocasión corrieron sobornos por las cortas
internacionales y rápidamente se silenció el asunto. La versión 3.0 dijeron, era a prueba de
fallos y desde entonces, no se volvieron a escuchar más historias.
Nunca me importaron las noticias hasta aquella noche. Conectarse y estallar en alaridos era
lo único que me importaba. Olvide a mi madre. Guardé a Agatha en el closet. Dos meses
después perdí mi trabajo en la compañía Avalon. No me importó. Con las cesantías y el
seguro de desempleo podría sobrevivir todo un año.

Seguí conectándome todos los días.

****

Nueve de la noche en una sucia habitación de alquiler sin ventilación. Mañana debes
madrugar a trabajar igual que todos los días. Los jefes deciden nuevas formas de absorber
tu tiempo libre. Ordenan toneladas de informes, explican la caída de las acciones de la
empresa y buscan culpables. Enciendes el televisor para detener el flujo de la melancolía
nocturna. Un ejército de zombies marcha por las calles principales atrapando y
mordiendo a cualquier transeúnte desprevenido. Oyes los ruidos de una puerta al
desplomarse en el piso inferior. Los inquilinos gritan mientras una mano sangrienta te
arranca los ojos.

Cada historia es distinta. Con matices sensoriales precisos e inusuales: vómito, sudor, tós
irrefrenable, mutilaciones… Mi corazón palpitaba con fuerza tras cada sesión. Nunca
volveré a conocer la aburrición de los infelices que llenan las oficinas.

Cuando me desconecto el chip, el mundo se vuelve plano e insípido. Todo es grís y


nauseabundo. Vuelvo a pensar en la falta de dinero, en la calvicie y en la enfermedad de
mamá. Ella es una señora muy dulce pero también muy aburrida, todo el día en su cama
viendo novelas espaciales que la llenan con una angustia ficticia. Me dice que busque
trabajo y una buena novia. Luego de fornicar con Agatha, no quiero saber nada de las
hembras humanas. Igual como dije antes, Agatha ya no me interesaba de la misma manera.

Mientras madre prepara la comida salgo a la calle, pues no debo conectarme hasta mañana
para permitir una depolarización general de mi sistema nervioso ya que podría sufrir daños
permanentes. Camino hacia el bar de Gangrena a unas cuadras de mi casa. Empleados con
uniformes corporativos intentan sonreír, contemplando una tarde de mierda entre el smog y
el tráfico interminable. Cae un poco de lluvia sobre las máscaras de gas. Camino fastidiado
entre la gente, tropiezo con las personas y las rajaduras del asfalto. Un anciano tullido se
queda mirando el holograma de una modelo que muestra sus enormes tetas y se lleva la
mano a la entrepierna. Necesito conectarme. Esta irrealidad es sosa y frágil como la seda.

Necesito la paranoia.

En el Gangrena me encuentro con Hector y Juan Carlos, viejos amigos de la universidad,


los cuales se habían aficionado a manías cutres como el el data management del
multiverso Marvel/DC. Hablamos de las mismas mierdas de siempre, política y tetas, la
falta de plata y de oportunidades. Cuando íbamos en la tercera cerveza Juan Carlos dijo un
tanto vacilante:

-¿Recuerdas al Cyborg?

-Claro, un maldito desgraciado ¿Qué le ocurrió?

Carraspeando Juan Carlos me contó que habían encontrado a Norberto babeando en el


inodoro luego de haber asesinado a su padre.

-¿Estaba conectado?

-Al parecer no, o al menos eso es lo que dicen los médicos y los de la aseguradora.

No tenía mucho sentido, el Cyborg adoraba a su familia. Era su única cualidad. En todo lo
demás era un tipo desagradable, pendenciero y obtuso. En sus momentos de rabia ( que no
eran pocos) destrozaba las pantallas con sus puños y escupía a sus colegas. Lo llamábamos
el cyborg pues se había implantado una pija de nanocarbono para aumentar su performance
con Kira, su hedoandroide. Luego se aficionó al PSB, a la mezcalina y a los extractos de
hongos modificados. Nunca le interesó la paranoia, que yo supiera.

***

Cuando regreso a casa veo a Agatha en ropa interior, con un cuchillo sobre su cuello. Su
respiración es entrecortada, sus senos pequeños suben y bajan . Residuos de un deseo
conocido se acumulan en mi vientre.

-¿Amor, por qué ya no me quieres?

Es un ataque de melodrama que hace parte de su programación.

-Baja el cuchillo Agatha, podemos hablar.

Deja el cuchillo en la cama y nos abrazamos. Aprovecho para apagar el interruptor en su


espalda. La energía residual de sus conductos debe haber reiniciado su sistema, pienso.

Vuelvo a guardarla en el closet. Madre me mira con ojos tristes y dice que me parezco a mi
padre. Él nos dejó hace muchos años y se fue a vivir con una modelo regenerativa. No le
hago caso y le pido de comer. Me sirve un plato de albóndigas y un postre de algas. Como
sin mucho entusiasmo y me acuesto sin despedirme de ella.

En el otro cuarto se escucha un llanto seguido de una risita nerviosa.

Duermo toda la noche.


****

Son las ocho de la mañana de un día gris y lluvioso . Mis padres discuten en la cocina.
Padre tiene el rostro de un niño pequeño, ofendido. Mechones grises en su cabello.
Amenaza a mi madre con un plato. Madre es un zombie balbuceante, inerme. Su cuerpo
débil, Sus arrugas se crispan en una rabia asesina. Para distraerme un rato enciendo el
computador y juego ¨Xenogenocidio en Alpha 13¨. Madre llega a la sala con una risita
nerviosa. En sus manos sostiene unos intestinos humanos. ¨Cariño¨ me dice ¨Es hora de
desayunar¨.

Me desconecto con nauseas.

****

Al día siguiente vamos con Hector a la convención anual de comics en el centro de


convenciones de la Candelaria. Multitudes de jovencitos disfrazados correteaban por los
corredores y salones. Vemos modelos regenerativas con sus implantes teloméricos,
luciendo trajes victorianos de terciopelo y fanáticos sectarios del universo Warcraft, con
espadas y escudos de duraluminio. En uno de los salones había un desfile de androides
cosplayers, que nos llamó la atención. Hector señalaba los defectos de un falso Thor, el cual
no se plegaban a los canones de Marvel. A su lado posaban caballeros Jedi, Mujeres
maravilla y princesas de Disney. Súbitamente, una joven del público con gafas oscuras
vestida de cuero se lanza contra las modelos, aferrando el cuello dorado de un falso C3PO.
¨Hay que destruir a la Matrix¨ barboteaba, mientras los del equipo de seguridad se la
llevaban. Me pareció ver que un pequeño disco plateado sobresalía de sus negros
mechones.

Algunos minutos después, un grupo de amigos convulsionaron en el suelo luego de ver a un


enorme gorila vestido de Thanos. Gritaban que su cuerpo desaparecía por el poder de las
gemas del infinito. Me fui con Hector mientras los paramédicos los atendían.

****

Es Domingo. Un día paria en el que las puertas cerradas de los establecimientos preceden
el rumbo de las familias felices. En una calle atestada de transeúntes observo como
Agatha le sonrie lascivamente a un grupo de jóvenes descerebrados. Toman su cintura y
bailan con ella. Ella lo permite, lo disfruta. Las manos de los jóvenes bajan por su vestido
de lino hasta los muslos. Ella se excita mientras comienzan a desvestirla. La voz de mamá
resuena por un altavoz ¨ debes castigarla¨, dice. Entonces pierdo el control, aunque creía
que ella no me importaba y golpeo a los desgraciados que la rodean.
En mis manos encuentro a Agatha, desnuda y con uno de sus ojos arrancados. Su rostro se
crispa en un gesto de rabia cuando consigo apagarla.

***

En los siguientes días se escucharon rumores sobre numerosos eventos de histeria


colectiva, aparentemente desconectados.

Muchos convulsionaban en las calles, aterrorizados por demonios, seres de luz, tenebrosos
fantasmas y aliens variopintos. En sótanos oscuros se descubrían cadáveres de suicidas
conectados a sus pantallas de RV infestadas de malware, mientras sintonizaban noticias
sobre la caída de la bolsa y la amenaza de una pandemia inminente. Un comando
ecoterrorista de Oregon, intentó destruir la estación de microfisión del desierto de Nevada,
para proteger –según dijeron- al espíritu de la tierra. Sus integrantes babeaban
espásticamente al ser capturados por la policía. Tenían grandes llagas sangrantes en sus
cráneos rapados. Numerosos artistas se automutilaron realizando performances

La policía antimotin gaseaba a los manifestantes con antipsicóticos.

Extraños agentes se llevaban a las víctimas y asaltantes. legion

sectas de paranoides suicidas que se reunían en sótanos oscuros y se conectában al


tiempo. En el piso dejaban navajas y pistolas cargadas.

Gente que convulsionaba en las calles

Un comando ecoterrorista de Oregon, intentó destruir una estación de fisión en el desierto


de Nevada, para proteger al espíritu de la tierra. Sus integrantes babeaban espásticamente al
ser capturados por la policía. Tenían grandes llagas sangrantes en sus cráneos rapados.

Judios ortodoxos apedrean a los manifestantes de la marcha del orgullo gay en Jerusalem.

Ecoterroristas destruyeron una planta de Fision en el desierto de Nevada

Un grupo de peregrinos cristianos se precipitó contra una

Tomando el cuchillo entre sus manos,

Los misiles caían sobre las calles. Las imágenes mostraban a Sukhois venezolanos que
realizaban un ataque preventivo contra ¨ los agentes del imperialismo capitalista que
amenazaba con destruir a la revolución.¨ Vi como se derrumbaba la torre Colpatria entre
ruidos de alarmas y sirenas de ambulancia. Luego solo estática. Una pantalla tan gris como
el cielo de invierno. Corrí a casa pues mamá no contesto mi llamada.

La encontré en su habitación con la garganta cortada. A su lado estaba Agatha, con el


neurochip de Paranoia incrustado en sus pómulos cromados. Tenía la vista un poco
vidriosa y las manos convulsas.

Estallé en carcajadas.

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