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La Voluntad de Poder

Jesús Puerta
La Voluntad de Poder
Jesús Puerta
Primera edición: 2014

ISBN 978-980-XX-XXX-X
Depósito Legal: lfXXXXXXXXXXX

Diseño de la portada: Trotsky Vargas


Autoedición: Orlando Zabaleta
Impresión: Signos Comunicaciones, Valencia, Edo. Carabobo
Impreso en Valencia
Printed in Valencia - Venezuela
Agradecimiento

A
La Voluntad de Poder

“Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación.


Y yo miro hacia abajo porque estoy en las alturas”
Friedrich Nietzsche

“Había alcanzado una altura a la que yo no me atrevería a aspirar.


El punto desde el que se mira hacia la cumbre
porque da miedo mirar hacia abajo”
Lawrence Durrel

“El poder es el Mal Absoluto”


Rodrigo Borgia, Papa Alejandro VI
Mario Puzo

“A mí el vértigo me ha impedido escalar posiciones”


Horacio Oliveira. Rayuela.
Julio Cortázar

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PRIMERA PARTE:

LOS SUPERHOMBRES

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Jesús Puerta La Voluntad de Poder

CAPÍTULO I

El Fantasma

Poco a poco identifico de quién es el cuerpo que ahora poseo: per-


tenece a un tipo joven. Trato de recordar. Se llama Roberto Bracamon-
te. Le dicen Braquita. ¡Claro! Por eso me parecía familiar. Debe ser
descendiente de aquel Bracamonte que ayudó al Cojo, haciéndole el
trabajo sucio con los comunistas. El que aprendió a leer con Antonieta.
Lo he poseído. Ese es mi poder como fantasma, tomo posesión de los
cuerpos de cualquiera. La cuestión es que mi destino no lo decido yo.
Es el puro azar. O el recuerdo del poema.
Cosa curiosa: ¿esta bestia ha leído “La Bestia”? Es irrisoria la
circunstancia. Supongo que durante algún trabajo, cuando sirvió de
guardaespaldas a alguno de los hermanitos Nébula, escuchó o hasta
leyó el poema del tío de sus jefes. Caigo en la cuenta: ese es el Jue-
go. Quien lee el poema, lo despierta dentro de sí. Porque los poseídos
tienen ya el poema adentro, en hueco. Yo disfruto el trabajo de esta
víctima. Consiste en destruir, poner bombas, golpear. Es incansable.
El poema le caló hondo. Posiblemente su papá se lo leyó. O lo leyeron
cuando lo enterraron, en medio de los honores que todos los malandros
de la ciudad le rindieron en el cementerio, con fondo de salsa. Llega-
ron y dispararon las ametralladoras, las uzis y fal hacia el cielo. O en
realidad, ya el poema lo tenía adentro, pero como en hueco. Sólo aque-
llos que ya tienen esa marca, pueden llenarse con esos versos, pueden
encenderlos dentro de sí.
El poema (así le dicen) es este:
Yo soy la bestia, el monstruo triste e iracundo
que destroza la cristalería amada
con sólo un ademán de su garra o un giro infeliz
de su cola.
Tiene, en vez de piel, puñales que impiden cualquier caricia,
entre ellos se han depositado inmundicias que insultan
con su hedor a quien se acerca.

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de sus horribles fauces sobresalen filosas espadas Cada vez que alguien lo lee, Yo tomo posesión de su cuerpo. Esto
de sucio esmalte, se derrama baba apestosa, lenta, corrosiva, lo descubrí hace tiempo ya. Y digo bien, con la precisión del poeta: el
cuerpo de la víctima es lo que poseo. Lo sé muy bien. Siento, sobre todo
un asco incontrolable se apodera de quien observa
sus vísceras. Me percato de los meandros de su carácter por las curvas
ese fluido viscoso que ha disuelto las basuras intrincadas y el contenido atroz de sus tripas, por el ritmo entrecortado
que engulle con una fiereza, una desesperación, una fruición del músculo central, por la perspectiva espacial que dan sus sentidos
que revuelve el estómago del más insensible. limitados. Otra precisión: por víctima entiendo aquel que llega a ser
lo que es, a saber: la bestia. Y se siente poseído por este poema (eso
se acurruca en su cueva resoplando llamaradas y vapores
le dicen). La culpa de esto, en verdad, una culpa que habrá que pagar
sulfurosos, francamente insufribles. no sé cómo, aunque ya habrá Alguien que se encargue, es del que lo
destroza y destruye sin cesar: así es de brusco, violento, leyó por primera vez y decidió, no por amistad, sino por un vago des-
sanguinario. asosiego que tomó por placer estético, que debía conservarse en un
libro y después en una antología. Nunca pude revisar ese texto. Nunca
grita y ensordece con esos inenarrables ruidos
lo corregí. Por eso, los errores en él abundan. Ese editor bien inten-
que aturdieran o aterrorizaran si no fuesen tan risibles, cionado, al publicar un libro así, tan descuidado en su gramática, su
tan ridículos y grotescos. léxico, sus ritmos poéticos, en su ortografía inclusive, provocó varios
su trasero no cesa de exhalar truenos inmundos, acontecimientos sin siquiera imaginárselos ni mucho menos quererlos.
Primero, evitó el descanso de un muerto, me constituyó en fantasma.
no respeta amor ni piedad ni simpatía; Segundo, hizo circular una llave que puede entrar en abundantes ce-
lo destroza todo, rraduras, mover su mecanismo, y abrir para que salga, efectivamente,
todo lo ensucia, esa bestia que parece, al final del poema, sublimarse al encontrarse
todo lo daña. con esa muchacha tan virginal y pura que enmascara su verdad de
seductora. Pero sobre todo, los culpables son los de mi familia, los po-
Es maldito desde siempre, desde que lo echaron del empíreo, derosos Nébula. Los que han convertido ese íngrimo poema horrible en
desde que quiso ser rey y gobernar aplastando, motivo de orgullo familiar, primero, y después, cuando el poder al fin
mintiendo, hiriendo. llegó a sus manos, en orgullo de una ciudad: Valeria. Y de toda una re-
deshace todo lo que toca, gión: Baracoa. Al país no lo nombro, porque no es necesario. Los hijos
de mi primo y su madre no reunieron suficiente poder. Se conformaron
rasguña y mata todo cuando sus garras se deslizan con aquella ciudad y esos pueblos destrozados poco a poco con una
en un feo gesto de agresión. migración miserable de campesinos devenidos obreros y malandros,
yo soy el monstruo, la bestia fea, triste, iracunda, atraídos por unas fábricas horrísonas. Es decir, que el texto con tantos
errores, que divulgó aquel editor (más bien humilde tipógrafo de una
desesperada y peligrosa.
pequeña ciudad de provincia), se convirtió en libro consagrado de una
no te acerques sin armarte de un mágico cariño. gloria de la literatura de la región. Ante esas circunstancias, yo no
solo tú, muchacha, mujer, tienes el poder para transformarla podía ser nada menos que el fantasma que soy. No puedo descansar, di-
y tornar su horroroso aspecto en pesadilla que ya luirme en el recuerdo, apagarme la vigilia, mientras tenga que corregir
tantos errores, tantas casualidades que se encadenan como si tuvieran
ya terminó.

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algún sentido. Estoy condenado. Debo corregir, corregir, corregir. No Cállate, mariquito. Ya ni refunfuña. Soltó el llanto. Otro coñazo y
sé hasta cuándo. le sacaste el aliento, y le siguen saliendo unos lagrimones. Le doy otro
rolazo y le grito en la oreja: ¡Muévete, carajo! Ahora, sí, la sangre. La
El cuerpo que he poseído es el de uno de los simios que ha apaleado cabeza es escandalosa. Llena el rostro de sangre. Le gotea. ¡A la nave!
a ese muchachito que llora. ¡Vamos! Se le escapa un quejidito. Mariquito.
Lo metimos en esta celda sucia, pequeñísima, llena de tierra, con un ¿Y la camioneta?
canalete hediondo a orina y mierda, llena de moscas danzantes. Tiene la Cállate, huevón. ¿Conque te preocupa la nave? Nos la llevamos.
cabeza llena de sangre. El pantalón empapado. Le duele el mentón, la
Recupera con dificultad el aliento.
mandíbula completa, los pómulos, el cráneo. ¿Por qué lo trajimos aquí?
Viste una franela de marca, de buen tejido. Igual los pantalones. Y las
El carajito que hemos apaleado mi compañero y yo sigue llorando;
sandalias son evidentemente caras. Lo lanzamos aquí con grandes car-
habla de su mamá, de su papá. Va a pasar la noche aquí y lo sacaremos
cajadas. Decía algo del gobernador. Le dijimos: “¡Mariquito, niñita!”.
de madrugada. Seguro ellos hablan entre sí, llenos de angustia. Ha-
El hedor es fuerte. Pero no le va a pasar nada. Sólo se va a asustar. Sólo
ciendo pucheros. Puedo escuchar su angustia. Dicen:
es eso: que se asuste. Tiene la cara igual empapada de sudor.
¡Lo metieron preso!
Pegó un gritico.
No.
¡Yo soy Ricardo Acevedo!
Sí, lo metieron preso.
¿Y qué, huevón? Yo soy Braquita, hijo menor de Bracamonte, mejor
conocido como el Braca. Soy conocido, querido y respetado en todo el Pero bueno qué hacía.
barrio 14 de noviembre por mis hazañas y por las de mi padre. Si ni Nada, no hacía nada; venía de donde Esther, la novia, y lo pararon y
siquiera sabes quién es Braca. ¿Y sabes por qué no lo sabes? Porque está en la comandancia.
nunca ni te has acercado a los barrios de esta ciudad, mariquito. En No puede ser.
cualquiera te hubieran informado quién es Braca y a quién es leal: a mi
barrio y al Profesor Nébula. ¡Contra la pared! ¡Las manos en la nuca! Que sí.
Las patadas en las piernas acompañan cada uno de nuestros ladridos. No.
El carajito, de par en par los ojos incrédulos y asustados. Le parece Sí, que sí está preso: tienes que hacer algo; llama al Profesor.
increíble lo que está pasando… ¡y duele!
¡Pero si yo soy el gobernador, carajo!
Eficaces los golpes que te estamos dando, carajito bobo, que te van Ya no.
a hacer orinar y llorar como un bebé. Me llamaron: mira, Braquita, Pero mientras no designen el sustituto…
hay que hacer unos trabajitos ahí. Dígalo ahí, jefe. ¿Qué hay que ha- ¿Y crees que no lo designaron ya? ¡Lo metieron preso, entiende!
cer? Apenas dieron la orden, eficientemente salimos a cumplirlas. La
¿Cómo lo van a meter preso? Esta es una locura ¡Un atropello!
orden vino de arriba. Somos de los primeros en enterarnos. Nos entera-
mos esta tarde y ya le cumplimos la orden al Profesor. Misión cumplida. Toca tierra, por favor. Llama al Profesor; reacciona.
A esta hora de la noche ya toda esta mierda de ciudad lo sabe, menos Repica el teléfono. La mujer atiende.
tú, huevoncito, con tu camioneta de cauchos grandotes. Venía de donde Aló. ¿Qué pasó?… Jáuregui dice que metieron preso a Ricardito.
la novia el niño. Ya era tarde, niñito. Muy de noche.

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¿Qué? de la cocina se cayó, así fue el carajazo de la explosión, bajó las esca-
Que lo metieron preso. leras como loco, la mujer pegando gritos histérica en el baño, qué es
eso, mi amor; los fragmentos del parabrisas del carro reventaron tam-
No.
bién los vidrios de la ventana que dan hacia afuera, hacia el garaje, un
Sí. incendio, estalló el carro en el garaje, le duele el pecho, se le anuncia
Que no puede ser. el golpe en el corazón, respira hondo. Cazorla no te vayas a morir, tú
Pero, ¿no te decía que estaba preso? Se me ponía que el Profesor se suponías que pasaría algo así, la ira del Profesor la veías venir. Se que-
la iba a dedicar. ¡Ahí está! Jáuregui me lo confirma: eso es lo que me dó viendo las llamas, como hechizado, al fin reacciona, va al teléfono,
está diciendo. Es el Profesor. Vas a tener que llamarlo; esto es inacep- llama al gobernador Acevedo, está ocupado.
table. Llámalo. El Padre, el Hijo y, ahora, el Espíritu Santo. ¡Waaashhh! Sonó el
Bueno; pero cálmate: ya lo voy a llamar. chorro de pintura en la valla, dejando una inmensa mancha de pintura
azul sobre el rostro de Acevedo cargando un muchachito. ¡Suuuoooosh!
Y ahí están esos periodistas. Otro montón de pintura roja sobre Acevedo, esta vez con una niñita en
Coño; qué hacen aquí. las piernas. Las vallas están listas, destrozadas, llenas de pinturas, al-
Quieren verte. gunas quemadas. El Padre ya está fuera, muerto, nihil. De él se encar-
gó mi familia querida. Del hijo, disfruté sus lagrimitas, sus maricuras
Zamuros.
de niñito bien. Del Espíritu Santo, me encargaré ahora, aquí, poseyen-
Bueno; pero todavía eres el gobernador. Que todavía eres el gober- do a Braquita. Vamos echando pintura en cada una de las vallas del
nador; qué te pasa. ¡Reacciona! ya ex gobernador. Las colocó en una semana. Ahora, en una noche, las
Voy a tener que llamarlo. arruinaremos. Qué trabajo tan intenso el mío. Hemos pasado toda la
Llámalo por favor, no pueden tener a Ricardito preso. Si no hizo noche en esto. Primero, el chamo. Luego, las bombitas. Ahora, esto.
nada. Es agradable, aunque forzado. Espero que nos paguen bien. Aunque lo
importante es la lealtad. Una lealtad que se hereda de padre a hijo, de
Aló, aló; con César Nébula, por favor. De parte del gobernador. hijo a nieto. Los Bracamonte con los Nébula. Para siempre. Acompa-
¡Que es de parte del gobernador! De Ricardo Acevedo. ¡El mismo! ¿No ñaré también al flaco Michelena cuando tome posesión de la oficina de
está? ¿Cómo que no está? No está. la Dirección. Así lo vería la secretaria:
Se te está negando. Llegaron temprano a la oficina del director, Michelena, de corbata y
Cálmate; algo tenemos que hacer. chaqueta negra, flanqueado por dos guardaespaldas. Pero, ¿y ese no es
Sí; algo tienes que hacer. Esto no puede ser; eres el gobernador to- el periodista? Pero no viene en plan de rueda de prensa. Mira el gesto.
davía. Y la compañía. Pronto se regó la voz en la dirección. Sale Alfredo. En-
tra Michelena. Llegó el flaco Michelena con dos tipos altos, fornidos,
Llamaré al presidente... No responde. No responde.
barrigones. Creo que uno de ellos es el que llaman Braquita. Directo a
Sigue llamando. la oficina. No saludó ni nada. Con arrogancia. Subieron rápidamente
¡No responde! las escaleras. Todos salimos a ver la que se iba a armar. Todavía la re-
Cazorla casi se desmayó al sentir la explosión tempranito en la ma- cepcionista, una muchacha blanquita ella, bajita, no me acuerdo cómo
ñana, que hizo temblar toda la casa, hasta la placa de acero inoxidable se llama, trató de detenerlos. Se burlaron de ella. Se la llevaron por
delante y abrieron la puerta. Adentro estaba Alfredo con Miriam. Esta-

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ban revisando unos papeles o algo así. Alfredo se levantó del escritorio ¡Por supuesto que no voy a escribir eso!, concluyó el periodista.
sorprendido. “¡Sal de aquí! ¡Vamos, vamos, vamos!”, dijo Michelena. A Esta mujer sí le gusta el chisme. Y como soy el periodista, supone que
la sorpresa sucedió la indignación. “¿Qué vaina es esta?”. “¡Que salga a mí me gusta también. ¡Qué vaina con la gente! Pero el cuento es
de aquí!, ¿no entendió?”, reiteró uno de los tipos y empujó a Miriam. bueno saberlo. Ya me lo advertía el Mocho: esos carajos van a llegar
Alfredo intentó responderle al carajo, pero el otro, el que le dicen Bra- maltratando. Da vergüenza las formas cochinas que adquiere la política.
quita, lo agarró. “¡Dame acá!”, dijo Michelena y lo empujó a su vez. Me da asco. Pero, por otra parte, todos son iguales. Impresiona cada
Tomó algunos papeles y carpetas del escritorio y empezó a escrutarlas. vez que ocurre, pero es porque se pierde la perspectiva de la historia
Miriam gemía suavecito sujetándose la muñeca. Le duele. “¿Qué vaina completa. Porque si hoy estos son crueles y despiadados con aquellos,
es esta?”, insistió rojo de la ira Alfredo. “Bueno, vale, que te vas yendo es porque le están cobrando una factura anterior. Humillaciones, mal-
ya. Hazme el favor” y chasqueó los labios varias veces el tipo de camisa tratos, violencia. Todos los políticos son iguales. Cuando ocurren bar-
rosada. Acto seguido el otro (el de camisa a cuadros y chaqueta gris, sí: baridades como estas, cuando asaltan a un sindicato o matan a un pobre
Braquita) lo agarró del hombro y lo haló bruscamente para sacarlo de obrero o a un estudiante, se me revuelve el estómago ir después a reco-
detrás del escritorio, permitiéndole a su jefe sentarse en el sillón negro, gerle las declaraciones a un hijo ´e puta diputado o jefe de partido. Pero
en el cual empezó a girar como jugando. Los dos malandros, uno con esas son las exigencias de la pauta; gajes del oficio. Sólo en contadas
Miriam, el otro con Alfredo, los sacaron a empujones de la oficina, sin ocasiones la fuente política adquiere un aspecto similar al de un juego
pararle a los gritos de ambos. Todo el mundo subió las escaleras para de ajedrez y es placentero descifrar estrategias, jugadas sorprendentes,
ver el espectáculo de la humillación de Alfredo y Miriam. Nadie se astutos enmascaramientos, dobles y triples intenciones. En esos mo-
atrevió a decir o a hacer nada. Los llevaron del brazo para abajo, hasta mentos, la política adquiere el encanto del suspenso policial. Pero esas
la puerta de salida. Y cuando los dos sometidos fueron echados de las son las excepciones. La mayor parte del tiempo los políticos se la pasan
instalaciones a empujones, todos se devolvieron callados a sus pues- urdiendo asquerosas intrigas o comandando ataques, asaltos, batallas
tos, temblando. Michelena reía, mientras revisaba carpeta tras carpeta. desiguales contra los más débiles o el árbol ya caído. Sin máscaras, sin
Tomó el teléfono. astucia: la pura fuerza bruta. Descarados. Por eso, cuando ocurren cosas
En la dirección de infraestructura, el nuevo jefe de acento italiano, como éstas, pienso: ¡Que se la calen! ¡Ustedes hicieron lo mismo o peor
también vino con dos guardaespaldas, con sendas pistolas ostentadas en en la jugada anterior! Simplemente les tocó el turno.
el cinturón, pero se les unieron también los vigilantes de la instalación. “Muchas gracias por la información”, y el periodista colgó. “¡Se jo-
La “fuente” hizo catarsis por teléfono con el periodista: “Tumbaron dió Acevedo!”, grité. Bulldog, desde la jefatura de redacción, me miró
a patadas la puerta de la administración y hasta le torcieron la muñeca a con ojillos maliciosos. “¡Los nuevos directores tomaron por la fuerza
una de las muchachas secretarias. A otra le golpearon el hombro. Las mu- varias oficinas!”, le completé. Los mofletes le caían. Creo que bufó.
jeres empezaron a pegar gritos y llorar. ¿Usted lo puede creer, licenciado? Como bufa cuando hace alguna de sus gracias, como insultar a los re-
¡Ese hombre, Bonanno, tan patán! ¡Si es de una familia distinguida! ¡Qué porteros gráficos y a los redactores. Como cuando le dan esas crisis de
barbaridad! ¿Y qué irá a pasar ahora? ¿Usted va a escribir sobre eso, ver- ira y rompe papeles y tira patadas a los escritorios y grita como loco
dad?”. Llamó también Miriam Fletscher. “Es horrible, bochornoso”, dijo llamando al encargado de la diagramación o de las máquinas.
y me repitió el cuento, pero con menos detalles y mejor construido. Me
dijo que sí, que habían maltratado a unas secretarias, y tumbado puertas.
Y los habían humillado sin ninguna consideración, como unos bárbaros.
“Esto es horrible”, insistió sombría. Creo que lloraba porque se quedó
callada. Finalmente el periodista se despidió y colgó.

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CAPÍTULO II

Restauración en Valeria

Algún colega supuso que Acevedo estaría despechado por la destitu-


ción. La humillante, violenta, dolorosa patada por el trasero que lo lanzó
bien lejos de la gobernación. El mismo, u otro, vincularon despecho con
caña. Whisky dieciocho años. Porque el recién destituido no beberá a
esta hora de la tarde, sumido en la depresión y el dolor tan solo un ron,
una cerveza o un plebeyo aguardiente. Paladeará un buen escocés. Por
supuesto, no querrá beber íngrimo y solo el ex gobernador, continuó in-
firiendo el mismo, el segundo o un tercer colega periodista. Seguramente
deseará manifestar sus sentimientos con nosotros, los periodistas, sus
amigos de siempre, anticipará el cuarto. Nosotros lo tratamos muy bien,
apreciará el quinto. Y yo, el sexto, recordaré, con mi tonito sentimental,
que él también nos trató bien. Es una persona muy decente y amable.
Nada que ver con los matones del Profesor Nébula. Claro que esto lo
digo en mi fuero interno, donde nadie escucha, pero al final se nota, se
nota. Pero ya, a estas alturas, el séptimo estará pensando que el mejor
whisky se bebe en la casa del ganador, del nuevo gobernador. Al final ése
es el gobernador de verdad, sentencia el octavo. Y nos rayamos si vamos
a beber justo ahora con el perdedor, el destituido, concluyó el noveno.
En todo caso fue emocionante llegar al magnífico edificio de cuatro
plantas, inmenso jardín que ocupa una manzana, murallas de lajas de
piedra, flores gigantes que se ven desde una cuadra de distancia, que
llaman “La casa del gobernador”, construida por el Cojo Nébula en sus
tiempos, y que ya pronto cambiará de residente, donde, lo sabía, los co-
legas periodistas ya despedían al adolorido despedido del poder y bebían
un mayor de edad, un whisky 18 años. El hecho era vulgar en sí mismo,
pero quién sabe si adquiriría lustre histórico si a alguien se le ocurrie-
ra escribirlo. Estaban los automóviles de González, Arciniegas, Mujica,
Fernando y Melisa. Van por el segundo trago. No estaba Danielito, natu-
ralmente. Podía apostar que ya a esa hora estaba sentado en la mecedora
frente a la señora Antonieta, haciéndose ver por Lucio, el obeso hermano
menor, conversando sobre las matas, pero también de la brillante juga-
da política que en la capital su hijo mayor había realizado. Seguro fue

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Danielito el séptimo periodista aquel que infirió, dedujo, concluyó, con la mejilla, escuchando de pronto, de pronto gritando algo, arrancando
una racionalidad impresionante para dar el siguiente paso en la lógica. de nuevo en lo que parece a veces un reclamo, un discurso, una excusa,
Ambivalente, Danielito, con sus nalguitas redondas. Aunque no tanto: le un llanto, un gran disgusto, por supuesto. La mujer que nos sirve nos
gusta el poder, el dinero, la violencia descarada que se impone. confía: el niño apareció. Ya le digo. Y cuando regresa, con el enésimo
Ambivalentes son más bien mis sentimientos: vergüenza, un poqui- vaso, nos confía que no, que no aparece, que están llamando a todas
to, por la vulgaridad de los colegas; piedad hacia el destituido; temor partes, no vaya a ser que aparezca en un terreno por Lanalum con un
por el posible malentendido porque, no sólo podía pasar yo por ser otro mosquero. ¡Dios mío! Bueno, sólo han pasado unas horas. Típica ac-
miserable lambucio más en esa casa donde servían whisky con ambien- ción amedrentadora. Melisa me dice: si esto es con el hijo algo le deben
te de velorio, además de que yo también abandonaría pronto el barco, estar haciendo a los demás. Ya tenemos un adelanto: el atentado de
una vez campaneado el trago, uno no más, sino que quedaría como un Cazorla, la entrada triunfal en las dependencias. Señal para salir todos a
redomado hipócrita pues tenía que evitar que se fuera a pensar que iba averiguar. Seguir aquí es suicida. Buenas noches.
a acompañar al saliente y que no iría a festejar al Profesor Nébula, el En redacción, al día siguiente en la mañana, Giselle tenía la infor-
nuevo gobernador, y entonces debía salir disparado a su casa, a la de su mación del muchacho. Pásamela, por favor. Se les presentó en la ma-
mamá, la señora Antonieta, quien ya le habría preguntado a Danielito drugada a un par de buhoneros que se dirigían con sus bártulos a su sitio
por mí, que esa casa vieja, de patio interno lleno de matas es lo mismo, de trabajo, en el centro de la ciudad. Ellos viven en uno de esos barrios
un centro del poder, o a la del Partido si es que hicieron open house, y perdidos por allá lejos, donde echan la basura de Valeria. El muchacho
quedar así como otro adulante, aunque se entienda que por profesión parecía un mendigo y se presentó como un Cristo con olor a demonios:
tengo que estar en la casa del que quedó y no del que se fue porque no “Yo soy Ricardo Acevedo”. Los buhoneros no sabían si reír o preocu-
hace falta, hace falta el que vendrá. parse, porque lucía zarrapastroso, hediondo a mierda y orine, manchado
Entró y el ambiente efectivamente era de velorio. No es para menos. de inmundicia, pero ataviado con ropa cara. Por fin, se apiadaron de él.
Melisa me hace gestos y agita la mano, invitándome a que tome asien- Lo llevaron adonde manaba agua de un tubo roto. Allí el muchacho se
to. La mujer de servicio me sirve el whisky correspondiente. “Están lavó la cara y el pantalón y botó la ropa interior. Después lo acompaña-
llamando”. “Adónde, qué pasó”. “Algo pasó porque Acevedo salió del ron hasta la parada de las camionetas del sector que lo llevaría al centro
recibo y no regresa de donde está. De todos modos, desde aquí se le de Valeria. Sorprendentemente, tenía dinero para el pasaje. Dicen que
ve por el resquicio que deja la puerta abierta. Además la señora que dijo que se lo habían dado sus captores. Ya llegó a la casa de Acevedo.
nos atiende hace comentarios a cada momento. Da vueltas y vueltas, Supongo que la familia está por marcharse de nuestra grata ciudad.
agitando las manos, hablando por teléfono. Desde que llegamos. No El día fue de carreras y emociones encontradas: ires y venires; flu-
ha salido a atendernos. Algo grave”. “Qué se sabe”. “No sé”. “Bueno, jos y reflujos. De casa en casa: de la del gobierno a la del Partido, de
pasaron algunas cosas en las dependencias de la gobernación. Parece ésta a aquélla y de aquélla a la de la señora Antonieta, y de ahí de nue-
que hay cambio de directores y llegaron forzando puertas, empujando a vo a la calle, a la redacción. Llamar y recibir llamadas. Me llamaron
los empleados, doblando las muñecas a las secretarias”. “Hay algo más: doña Santita, Berenice, Coimbra: las dulces viejitas del Ateneo. Sí, es
detuvieron al hijo de Acevedo”. “¿Cómo dice, señora?”. “Que detuvie- verdad: destituyeron a Acevedo y montaron al Profesor Nébula. Eso es
ron al hijo. Y parece que le hicieron un atentado al secretario Cazorla lo que se dice. El periódico confirmó en la capital. No, en el Ateneo,
también”. “Llama a redacción, Rafael”. no. No sé si hay movimiento. Además, esa institución es autónoma,
Acevedo se sienta y se levanta, casi temblando, y lo vemos agitando sólo recibe un subsidio por esa vía. Apenas lo dije, me di cuenta de la
las manos, se detiene, arranca de nuevo a caminar con el auricular en estupidez que decía. “Gracias, señora Santita. Siempre usted tan dulce”.

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En la redacción me llama también la señora que trabaja en la casa porque fue de madrugada, y eso no lo pagan las empresas editoras a
del gobernador, la que nos sirvió el whisky. ¡Coño!, ¿cómo se llama? sus periodistas. Además, eso nadie lo publicaría. Él no lo va a publicar.
“Sí, gracias, señora, por la información”. “Ay, señor periodista, si usted Seguro ya lo llamaron los dueños, los hermanos Bárcenas. Nadie lo
lo hubiera visto, igual le da dolor como a mí y a todos los que trabaja- supo; nadie sabrá. O mejor, algunos lo supieron, pero nadie tiene que
mos ahí. Viera usted a ese hombre, ahí, sentado, mirando las maletas. saberlo. Siempre gruñe el Bulldog. Otras veces, humilla a los nuevos.
La mujer lloraba de la indignación y el disgusto. Pero él estaba callado, En una ocasión le rompió las cuartillas a Odalis. La boba se puso a llo-
aunque se le notaba que estaba descompuesto. Tenía los ojos rojos. Se- rar. Danielito no aguantó la presión y se fue al otro periódico. Estúpido.
guro había llorado también. De pronto se paró y empezó a decir unas Me empezó a decir: “Tú te lo calas porque eres más loca que yo”. La
palabras. Todos los que trabajamos ahí entendimos que se dirigía a no- ira la contuve a duras penas. Cuento hasta veinte y acompaso la res-
sotros y nos acercamos desde diferentes lugares de la casa. Empezó piración a la numeración. Ahora Bulldog gruñe un poco diferente. Se
a decir que cuando había llegado a estas soleadas tierras de Baracoa calmó. Gruñidos ambivalentes. Toda la ambivalencia de esta ciudad, de
no se había hecho muchas ilusiones puesto que sabía que esos cargos la situación, del pasaje del poder, se concentra, se revuelve, se agita, en
de gobierno duraban poco y además le constaba que su designación el saco de gatos de su figura de jefe de información clásico, neurótico,
había sido fruto de una circunstancia muy excepcional, un equilibrio asqueroso, borracho, amargo, horrible, Bulldog, en fin. Ha impuesto su
muy inestable de fuerzas, así dijo. Pensó que no podría hacer mucho, yugo a punta de humillaciones sobre los nuevos redactores. A mí no. A
pero que de todos modos, él siempre había estado dispuesto a ser útil a mí me respeta. Tengo casi tantos años como él, en el periodismo. En el
su Partido y a la Patria, así dijo, pero que cuando comenzó a conocer a periódico casi lo mismo. Los dueños son amigos del padre Pernía y el
la gente, y adentrarse en sus problemas y aspiraciones, y a encariñarse padre Guinand. Le brillaron los ojos al señor Pablo cuando vio la reco-
con el pueblo, con usted fulanita, y usted menganito, y le daba la mano mendación. La señora Coromoto también se impresionó porque hasta
a la otra señora que trabaja ahí, y al chofer, comenzó a forjar muchos confirmó con el señor obispo. El Bulldog no me va a venir con pende-
planes en su cabeza, que esperaba fueran la realización de los sueños jadas. Él sabe con quién meterse.
del pueblo de esta región tan rica y tan hermosa. Que ahora, cuando Sé manejarme en situaciones de crisis. Igual que cuando mataron a
contemplaba todas esas maletas, le dolía el corazón porque sentía que aquel estudiante y salieron las multitudinarias marchas por la avenida
no había logrado realizar nada, ni lo más mínimo. Que muchas cosas principal, y hasta el periódico, rompiendo su línea de respeto a los po-
quedaban sin hacer, sin siquiera haber comenzado por el principio, Que deres de este mundo y del otro, pidió explicaciones al gobierno. Igual
no lo habían dejado ni hacer el proyecto de muchas obras que habrían que cuando se descubrió lo de Jiménez, el compadre del dueño, y el dia-
resuelto problemas como la vivienda, la vialidad, la salud, el agua y rio tuvo que publicarlo, eso sí, por el fondo de la chimenea, y poniendo
los servicios. Que las intrigas, las malditas intrigas, eso dijo, habían en duda al juez y al fiscal porque, tú sabes, en este país cómo está de
destruido las posibilidades de realización de sus planes, que eran tam- deteriorado el Poder Judicial. Y antes, cuando terminó el “reinado” del
bién las más auténticas aspiraciones del pueblo de Baracoa. Hizo un Mocho Hermoso. Yo me dije: ese es un hombre de muchos recursos. Y
gesto así, como si le hubiera gustado darle un puñetazo a alguien. ¡Era por supuesto que no me refiero al dinero. Eso es demasiado conocido.
impresionante! ¡Yo…yo me puse a llorar como una boba! Que ahora el Casi todos los primeros centros comerciales de la ciudad le pertenecen.
pueblo de Baracoa caía en unas manos perversas, que ni nos imaginá- Los que se nuclean en torno a una pizzería-panadería. Supo invertir
bamos… ¿Qué le parece, señor periodista?” bien el dinero y fue un buen gobernador. El Mocho Hermoso es de los
Y el Bulldog gruñendo. Ha gritado varias veces. Por supuesto, no que hace de la política una simultánea de ajedrez. Michelena lanzó el
es conmigo: “¡Coño! ¿Y no pudieron quedarse a ver cómo llegaba el rumor de que yo era algo así como su ahijado. Bueno, en realidad, era
chamo a su casa?”. Pero él sabe que nadie iba a cubrir esa información de total confianza dentro de su equipo. Me ayudó mucho. Si no hubiera

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sido por él, no viajo a Italia a hacer la maestría de Arte. Desde entonces que es siempre lo que ves hacer a los habitantes propios del lugar. Eso
puedo ser curador en el ateneo de la ciudad. Fue pendejera mía no entrar fue lo que yo hice y me salió tan bien que hoy represento la voz de lo
a la Universidad como una vez me lo recomendó Orfila, quien aspira a más granado de esta ciudad, defiendo los valores de las más antiguas y
ser la reina del Ateneo de Valeria, agazapado, esperando que se mueran auténticas familias de aquí, esas que siempre han defendido los valores
todas esas viejitas centenarias. Ahí se quedará esperando, envejeciendo de la familia, de la ponderación y el equilibrio, de la misa los domingos,
él también. Va a terminar siendo una señora como las ancianas de la la sensatez, el decoro, los honores de los próceres nacidos o actuantes
directiva. aquí, ciudad de conspiraciones durante la independencia y la separación
Pero, volviendo al Mocho Hermoso, él me recomendó. Bueno, fue de la Gran Colombia.
uno de los que me recomendó para esa beca. Y hasta creo que habló con Por eso no se sabe, no sé muy bien qué podría haber significado eso,
los Bárcenas, los propietarios del periódico, porque eso de irse un par esa constatación, esa ingenua descripción, de que los periodistas ha-
de años a estudiar y regresar todavía con trabajo en el diario, y hasta bíamos tratado bien a Acevedo durante su estancia en la gobernación y,
manteniendo la principal columna cultural y sobre la ciudad, es una repito, en la ciudad. Nuestra ciudad, ésa a la cual, modestia aparte, he
gran distinción. Todo eso se lo debo a él. Bueno, no puedo quejarme de contribuido a inventar. Digamos que los periodistas habíamos amor-
mis padrinos. He tenido mucho amor sosteniéndome en los momentos tiguado toda aquella reacción ensoberbecida que en realidad era una
más difíciles. exageración, una pantalla para que el otro viera, el otro, el que debía
Esta nueva “crisis” (y las comillas son todo un recurso retórico en ser y ahora terminó siendo, porque lo que es del cura va para la Igle-
este caso) no es menos, pero no es más. Por lo demás, ya me lo supo- sia y me perdonan el lugar común, que qué más vamos a escribir los
nía, yo, que he inventado a esta ciudad. Yo, que todos los domingos periodistas, si cuando nos metemos a literatos no salimos de invertir
publico la columna más importante, la que identifica al terruño, la que algún lugar común en cualquier negocio retórico. Pero, ¡vale! Porque
ha inventado toda una ideología de la ciudad, como dijo el profesorcito esa reacción, esa soberbia, se encubrió, la encubrimos con una miel
aquel, Franco el simpático, como lo bautizó Danielito, el que estafa a la envenenada, una proeza de camaleón de terciopelo, una cortesía que
academia porque saca sus reales de escribirle las tesis a los estudiantes no quitaba lo valiente, una admiración afectada, un respeto y hasta una
de postgrado, él dijo que represento a toda la gente decente, próspera, amistad falsa, barata; porque no por adular y respetar o temer al otro
responsable, católica, apostólica y romana, familiar, sensata y equili- hay que irrespetar a este que a fin de cuentas fue el que fue designado
brada, la de esta ciudad, que me cobijó tan bien y tan pronto, todas esas contra todo pronóstico. Nuestro pronóstico de paso, siendo sinceros. Y
señoras tan buenas, tan distinguidas. Hay otras columnas, como la del aunque habíamos preparado, nosotros, las fuerzas vivas de la ciudad,
negro Pancho. Pero la mía es la de la gente importante y culta. La que todo un aparato viscoso de alabanzas y detalles simpáticos, como el del
razona con todos nuestros siglos de civilidad. hijito lindo de camioneta con cauchos inmensos, y sonrisitas al que iba
a ser y no fue pero después al fin quedó, nosotros, digo, yo entre noso-
Los periodistas habíamos tratado bien a Acevedo durante su breve
tros, tuvimos que aceptar, comprender, reconocer, apreciar, admirar y
estancia en la gobernación y en la ciudad. En esta ciudad de cortesías,
hasta querer, en un transporte de emociones y afectos tan lubricado que
diplomacias, hipocresías y traiciones, que de una a otra cosa se pasa con
ni se siente cuando entra ni cuando sale, pero que se disfruta cuando
una facilidad pasmosa, pues los límites se diluyen y no se pasa de una
está adentro, funcionando. Cuando apenas el rumor se esparcía, crecía
actitud a otra, sino que se hacen las dos o tres vainas al mismo tiempo.
como una mancha de orine en el pantalón de un muchacho y, mira qué
Se acaricia con puñaladas o se apuñala con caricias, en una borrosidad
imagen se me ocurre, empapaba; y después confirmamos, que Aceve-
viscosa, gelatinosa, que da náuseas a veces, pero qué se le va a hacer
do salía de la Casa de Gobierno para no volver más, porque el nuevo
sino desarrollar una dura costra donde antes había piel y hacer lo propio
gobernador era nada menos y nada más que el Profesor, César Nébula,

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el segundo de la saga, el Comandante, hijo del gran alcalde de la in- CAPÍTULO III
dustrialización y la modernización de esta ciudad. Y la conclusión se
respiró, circuló, vibró.
El Cojo Nébula,
Porque cuando todo fue al fin corregido y sucedió como debía ser el alcalde que modernizó a Valeria
desde el principio, nosotros, la ciudad, la gente decente, soltamos li-
berados al fin el aliento que habíamos retenido durante unos meses,
meses de caricias y puñaladas, de protocolos, cortesías, diplomacias, Por Armando Vila
agresiones aterciopeladas, soberbia acezante, y dirigimos al fin nuestra
artillería de alabanzas, reconocimientos, adulancias a quien debía ser CUANDO AÚN NO ERA
desde siempre el Gobernador: César Nébula. Era el hermano del me- El viejo cojo (entonces no era viejo; aunque sí algo cojo; pero de-
dio. En la capital, estaba el mayor, Humberto, en la Dirección Nacional finitivamente no era todavía “el viejo cojo”) llegó a nuestro país junto
del Partido. Un puesto que, algunos comentaban en los pasillos, había a aquel contingente de italianos, portugueses y españoles que huyeron
sido heredado del padre. El viejo cojo. El duro. El que organizó la re- de Mussolini, de Salazar y de Franco, pero, sobre todo, del hambre y la
sistencia, una resistencia muy peculiar, suave, discreta, que no mojaba muerte asociada a la guerra en sus respectivas y dolorosas patrias. Varios
pero empapaba en esta ciudad de mentiras. Acevedo debía volver a su de ellos recibieron del bondadoso gobierno de aquí, tierras y facilidades
tierra. Esta no lo es. ¡Vete, Acevedo!, pronto le dijo esta ciudad inven- crediticias para instalar sus fincas y sus negocios. El plan oficial, como
tada, aunque parecida a otras, de gente decente, amante de la familia, siempre, como en el siglo anterior, fue “blanquear” estas regiones. En-
cultora de la urbanidad y las buenas costumbres, moral y asidua a las tonces, el mismo plan civilizador, racista, seamos claros, por aquello de
misas del domingo. “blanquear” a esta población, tenía un barniz democrático, porque aque-
Mañana seguro va la rueda de prensa donde el Profesor anunciará, llas eran las víctimas del fascismo, y el general de turno, como apoyaba
espléndido, el decreto que llegará de la capital. Bulldog ya sabe. Yo sé la causa de los aliados por lo menos declarativamente, era todo un caba-
que él sabe. Mañana no paso por redacción. La pauta está clara. llero, paseaba por la calle sin escoltas, saludaba a las damas besándoles
las manos y hasta con los comunistas se la llevaba bien.
En aquel momento, como señalamos, él no era aún el viejo cojo,
pero sí arrastraba la pierna izquierda en una cojera que tenía que ver con
una caída, un escape, una historia que tal vez algún hijo habría aludido
vagamente a los periodistas que lo admiraban tanto.
Parece ser que los fascistas habían llegado a la placita central de la
escondida aldea donde sus padres se mantenían en vida con el régimen
simple de trabajar la tierra, pagarle su uso a la familia noble propietaria
del lugar e ir a misa todos los domingos. Allí establecieron los escan-
dalosos camisas pardas su centro de operaciones, con todo y discursos
apabullantes, altavoces con himnos y transmisiones de radio, banderas
y rígidos saludos con el brazo erguido. Convocaron a todos los mucha-
chos de 15 años para arriba, para alistarlos en el glorioso ejército con
el cual el Duce se proponía restaurar el honor del Imperio Romano. La

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reacción de la gente, aparte de la ansiedad que, no hay que olvidarlo, cho. No lo incorporaron al glorioso ejército del Duce; al contrario, lo
es un terror difuso que no ha definido el motivo de su estremecimiento, dejaron suelto, después de pasearlo por varios sitios, por las calles de
tenía componentes contradictorios, porque era ese mismo Duce quien Florencia, desde donde, por bienaventuranzas divinas, supo de estrate-
había impulsado cosas que sonaban bien, como obligar a los mucha- gias de supervivencia, logró hacer contactos con un familiar lejano, un
chos a estudiar, poner orden en el caos en que se había convertido esa socio de algún alto mando fascista, el mismo que había ayudado a su
Italia que todavía no encajaba bien sus partes, levantar el orgullo de la hermano Mauro y a su primo Anselmo a salir de aquel atolladero poco
Patria, ahora aspirante a Imperio. Pero también proponía la guerra, y antes, hasta poder escapar del alcance de Mussolini, dejar la frontera
cada generación de los que viven ahí sabe lo que es una guerra: hambre, atrás, atravesar líneas imaginarias y no tanto, porque estaban erizadas
sufrimiento, la muerte de los muchachos que llegan hechos cadáveres de cañones, hasta llegar al fin a París, donde pudo enterarse de la oferta
todas las semanas. Ante eso, los discursos inflamados valen poca cosa, de América, el gran sueño, y saber de un lejano país, donde en lugar de
a menos que te contagies con el odio, y te sientas fluyendo en las venas árboles, había torres extractoras de petróleo. Ofrecían hasta el pasaje.
el mismo veneno sanguinario. Parece que el régimen bondadoso de aquella nación, que él ni siquiera
El primer fascista del poblado, quien no sabía ni hablar antes de sabía dónde ubicar en el mapa, derrochaba recursos para llevarse a to-
toda aquella algarabía y hasta idiota las señoras del pueblo creían que dos los europeos dispuestos a emprender una nueva vida. Una cosa lle-
era, pero que descubrió la eficacia política de sus gritos y balbuceos sin vó a la otra y junto a otros compatriotas, inspirados en el mismo sueño,
sentido, y participó en la acción dura contra los comunistas y demás tomaron el camino del mar hacia la América del Sur, granero, campo
agitadores, le informó a los recién venidos acerca de la existencia de petrolero, Tierra Prometida, de aquellos que no querían involucrarse en
unos muchachos fuertes y rozagantes, los mismos que se burlaban de el delirio de la voluntad de poder.
él antes, cuando no estaba en el poder, y que ahora, de pronto, habían Decía el gobierno bonachón de aquella república, que los europeos
desaparecido, para dar a entender, con los silencios y las expresiones eran trabajadores y emprendedores, responsables y prósperos, no como
elusivas de sus padres y tíos, que sólo había viejos y gente madura, en los nativos que eran flojos, negligentes, irresponsables, improvisado-
el mejor de los casos, en esas tierras. res, borrachos y jugadores, rasgos morales y físicos derivados de estos
El futuro viejo cojo Nébula había escapado hacia las colinas, junto calorones tropicales y de esos lamentables orígenes raciales en África
a su hermano Mauro y su primo Anselmo, y otros doce muchachos, y la misma América, donde los indígenas se la pasaban echados en una
con tan mala suerte que se cayó de un risco, partiéndosele algo en el hamaca, aprovechando la benignidad del clima, la esplendidez de los
pie. Mauro intentó socorrerlo, pero, en gesto inolvidable y que forma frutos de la tierra, la riqueza de los ríos y playas, y la diligente actividad
parte de su leyenda, el futuro viejo cojo rechazó enérgicamente la ayu- de las hembras, encargadas tanto de las actividades productivas como
da para impedir que atraparan a los otros jóvenes que, efectivamente de las reproductivas y amorosas. Los europeos, en cambio, portaban la
consiguieron burlar por un momento a los fascistas, llegaron hasta la gran cultura de su venerable continente. Eran blancos y ellas, blancas,
ciudad, donde hicieron contacto con algunas buenas familias que, en finas, rubias o de cabello azabache, todo lo cual contrastaba con la her-
seguida, hallaron la manera de enviarlos fuera de aquella guerra anun- mosura demasiado frutal de las criollas, especialmente notable en los
ciada, de aquel país, de los gritos de Mussolini; mientras que al futuro equipajes trasero y delantero, sin hablar de los rostros pícaros o alegres,
viejo cojo (no he escrito aún su nombre: Humberto) y otros cinco, al que atrapaban las miradas con fuerzas magnéticas irresistibles para los
final los localizaron y los llevaron ante la autoridad militar competente buenos europeos, maravillados como siempre de tanta riqueza junta y
para incorporarlos a las glorias del Duce. Quiso la fortuna (Sed quo con ganas, como siempre, de saquearla. Llegaron pues los italianos a
fata trahunt virtus secura sequetur: es de Lucano, el historiador: “lo trabajar la tierra, a hacerla prosperar, a conformar comunidades cuyos
que da la fortuna, la virtud asegura”) que la lesión salvara al mucha- jóvenes se casaban entre ellos mismos, y hasta mantenían tales relacio-

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nes con la Madre Patria, que mandaban a los jóvenes adolescentes a italianos eran coaccionados por sus padres a buscar parejas dentro de la
estudiar allá, a llenarse y traer toda esa cultura para acá. misma comunidad. Eso no fue óbice para una que otra historia de virgos
rotos, mulatas codiciadas y conquistadas, deliciosas fiestas del cuerpo,
BIENVENIDOS A ESTA TIERRA delicias de la piel canela mezclada con la de color de leche. Pero eso era
El viejo cojo (todavía no era viejo ni mucho menos “el viejo cojo”) sólo la diversión. Cuando se trataba de determinar el núcleo económico,
también se instaló gracias a las facilidades y ventajas ofrecidas por el la descendencia que heredaría las propiedades que, entre tanto, fructifi-
gobierno civilizador y blanqueador, y pronto se hizo un próspero y jo- caban y crecían, las uniones conyugales debían ser entre los miembros
ven agricultor de papas, en la zona alta de la región. Un par de años de la comunidad. Y allí estaban las familias, las mamás, hasta las nonas,
después montó una tienda que inicialmente expendía aperos agrícolas, que nadie entendía de dónde y cómo llegaban, a través del océano, a
lencería, platos, cerámica e innovaciones modernas variadas, y pronto determinar la vida y las propiedades de sus hijos y nietos.
diversificó sus productos mediante proveedores árabes de ropa y acce- Supongamos que este hombre joven, prometedor agricultor y comer-
sorios femeninos en la capital de la provincia, nuestra bella ciudad de ciante, también tuvo sus suspiros por alguna morena de esta ciudad que
Valeria, la que hemos inventado con todo y su conservadurismo católi- ofrecía a sus mujeres y celebraba cuando ellas lograban enloquecer de
co, apostólico y romano, familias grandes y unidas, asistentes asiduas a deseo a alguno de los codiciados buenos partidos europeos. No olvide-
la misa de domingo. mos que se trataba de “mejorar la raza”, blanquear la población. Supon-
Justo entonces llegaban las informaciones confusas de la capital, gamos que ella sonreía, era simpática, con mucha picardía, rasgos que
donde se sucedían los golpes de estado y hasta los asesinatos haciendo pusieron de cabeza al cojito italiano. Supongamos que se llamaba María,
pasar el protagonismo de general a general, de gordito a gordito, de pre- para no forzar demasiado las cosas. Es más, agreguémosle una Eugenia;
sidente a presidente, sin que el joven italiano pudiera fijar algún rostro se llamaba en fin María Eugenia. Varias fuentes consultadas coinciden.
definitivo en el espacio del poder. Todo como que pasaba muy rápido Supongamos que él, al fin, se atrevió a acercársele, no sin temor, no sin
en estas latitudes tan cálidas y sensuales; aunque cualquiera pudiera re- cierta timidez aún palpitante, llevando su rostro hasta el alcance de su
cordarle la multitud de revueltas italianas que se empujaron unas a otras aliento, y ella se estuvo quieta, aguardando a que él terminara de atre-
durante muchísimos años sólo para terminar en ese hombre gritón de verse a juntar sus labios con los de ella, y entonces disfrutar acariciando
grandes mandíbulas e ínfulas. Pero, vamos, este muchacho entonces no su labio con la punta de su lengua, y él no pudiendo evitar el suspiro,
se interesaba demasiado por la historia de Italia. En todo caso, le gusta- y el impulso a encimársele, de meter toda la lengua en aquella dulce
ba este país y empezó a tomarle cariño a esos sabrosos enredos políticos cavidad, donde otro animalito mojado le rozaba insistentemente; y ella
criollos que algo tenían de mediterráneos y maquiavélicos. abrazándolo por sus hombros, hasta sentir su peso sobre sus pechos de
ella, hasta sentir su calor, sus fuertes brazos, forjados en el trabajo de la
La ciudad se abrió de par en par a los europeos. Si hubiera sido una
tierra. Él chupando (iba a escribir “sorbiendo”, pero no debo suavizar la
mujer, diríamos que les abrió las piernas, aunque la metáfora resulta
escena, sino mostrarla desde los mismos personajes) aquellos labios, una
demasiado vulgar. Con ellos, no hubo bolas negras. Todos en la Socie-
carne sabrosa, sencillamente sabrosa, que sacaba de todos los interiores
dad de Amigos de la Ciudad querían blanquear su familia. La ciudad
del cuerpo ciertas segregaciones lentas, una jalea exquisita.
comenzó a invitarlos a sus agasajos, a sus cumpleaños y a sus bodas,
oportunidades para mostrarse en apariciones que confirmaran su bri- Ese amor fue verdadero, pero fue cobarde. O sea, se malogró, se
llante reputación. Los jóvenes fueron considerados muy buenos parti- pudrió y supongo (sigo suponiendo) que le amargaría muchas veces
dos por las damiselas de estos lados. Los varones criollos, desplazados la vida que finalmente Humberto tuvo que hacer en común con otra
en el mercado amatorio, comenzaron con la mamadera de gallo con los muchacha italiana, Antonieta, escogida por su madre, aceptada por la
musiúes. Pero no faltaban las decepciones, porque los rubios y bellos comunidad y hasta por el hermano y el primo quienes, a todas estas,

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aparecen de nuevo en la historia. De alguna manera los humanos so- montaña que tenía un bello jardín en la parte de atrás, donde caminaban
mos libres, pero no todopoderosos, y al final nos sometemos cada día, abrazados, conversando tranquilos. Antonieta se había sometido a su
cada instante, un poquito más, hasta ser esclavos de las convenciones y rol de apaciguadora de los deseos de su marido, así como éste se había
de nuestra propia estupidez y cobardía. Es decir, Humberto decidió no amoldado a lo que se esperaba de él. No era tan terrible, en realidad.
seguir lo de María Eugenia y aceptó casarse con Antonieta, tragándose De noche los dos cumplían con sus tres minutos y medio de pasión
el argumento contundente de que era italiana. Digamos que decidió ser acordada.
imbécil y cobarde. Ni siquiera se lo dijo en la cara a María Eugenia. A los pocos días, retornaron a una rutina que parecía venir de mu-
Sólo desapareció de su vida. Pero estas decisiones no se toman sin de- chos años por lo mullida. Humberto se absorbió en sus actividades de
jar heridas. Una rabia feroz contra sí mismo quedó allí sembrada allí hacendado y comerciante con una dedicación ejemplar. Trabajaba codo
mismo, donde antes había cierta ternura, cierta alegría. Esa ira difusa a codo con sus peones. Nunca faltaba el ojo del dueño en la tienda. Pero
fluía cuando trabajaba, cuando golpeaba la tierra, cuando torturaba los esta tranquila y próspera vida de burgués de provincia no explica toda la
libros de contabilidad, cuando hacía sufrir los animales de carga. Pero leyenda que varias décadas después se tejió. ¿Cómo fue posible que el
se le devolvía siempre. La amargura era algo más que un mal sabor en musiú hubiese asumido con tanta soltura y propiedad, los sufrimientos
su paladar y su garganta. y los sueños de esta tierra, hasta ganarse la altura del jefe?
Y sin embargo, toda esa rabia se contuvo y tan sólo profundizó su El ejemplo de Vita es una referencia inevitable. De raso a general
mansedumbre. Como se dirigía al final hacia sí mismo, haciéndole sen- fue ascendido porque sabía que los cañones debían levantarse boca al
tir pequeño, terminó aceptando su mengua. La ceremonia del matrimo- cielo para que el obús describiera una eficaz elipsis y diera cuenta del
nio transcurrió sin novedad. Fue una ceremonia grandiosa. Las familias objetivo. Los compañeros hicieron mofa de él. ¡Guá! ¡El musiú quiere
no escatimaron lujos, comidas, detalles. Dos orquestas, las más popu- matar pajaritos! Pero el saber se impuso, rotundo como la voz de la
lares del país, amenizaron la fiesta en la sede de la Sociedad de Amigos pólvora. ¿Así se impondría el Cojo? Aun con su acento, su español irri-
de Valeria. El traje de la novia era un derroche deslumbrante de lujo sorio, venciendo nostalgias frescas porque se alimentaban de su niñez
y buen gusto, así como el collar de perlas y otros exquisitos detalles y su adolescencia en la escuela italiana, en los libros, calles y paisa-
brillantes. Ocurrieron circunstancias un poquitín extrañas. Una prima jes. Se habría requerido de una universalidad grande, que salvara las
comentó que Antonieta se había puesto a llorar cuando se vio en el distancias. Universalidad para aceptar al extraño con cariño y respeto.
espejo. En realidad, eso no era nada extraño. Era demasiada emoción, Universalidad para aguantar el chaparrón de burlas, sonreír y, con una
podríamos decir. El matrimonio es un paso en la vida que da mucho firmeza emanada de las mismas ideas y no del tono de la voz, establecer
miedo. Irrumpen las dudas, los temores y aprensiones, y más entre dos verdades útiles a la vida. Habría que imaginar un tiempo mítico donde
jóvenes que apenas se conocen, que apenas si simpatizan. la grandeza fuera cotidiana. Nos tienta la épica, aun en las hazañas del
Los deseos se amoldaron a las posibilidades y constreñimientos de enemigo. Unos hombres enteros, familiares, universales, vencedores de
los mandatos sociales. Antonieta, después de todo, era agradable. Como la nostalgia y la diferencia. ¿Eran así? ¿Acaso alguna mezquindad o
en la cancioncita infantil de la viudita: sabía coser, sabía limpiar, ponía miseria no estaría detrás? Tal vez una voluntad inmensa de poder o
la mesa en su santo lugar. Asistieron a la boda la comunidad italiana una rabia que inadvertidamente, de reacción en reacción, construía una
en pleno, media Sociedad de Amigos de la Ciudad, el cura hasta se atalaya. No sé: es posible que la dictadura hubiera tocado el nervio de
alegró demasiado con el vino. Antonieta lanzó el ramo hacia atrás y la familia o de la colonia italiana, obligando, con sus torpezas, a la toma
quiso el destino y quizás una oportuna ubicación que cayera en manos de posición, y de ahí, en una lógica ineluctable, a esa grandeza o por lo
de una prima de María Eugenia. Ella no fue, por supuesto. Humberto menos a esa beligerancia que hoy tenemos que explicar.
dio gracias a Dios por su discreción. Salieron esa noche a un hotel de

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De los italianos conocemos su moral de trabajo, su preparación, tadas, asunto que casi seguro es simple invento porque no hay manera
su talante meridional, su burlona alegría que bien concordaba con la de confirmarlo ni relacionarlo, en una sana interpretación de atar cabos,
también campesina y cariñosa mofa criolla. Pero tenía que haber otro con los otros rasgos de la personalidad del individuo. Sus gustos eran
elemento: una convicción, unas palabras vibrantes que dieran sentido a comentados ampliamente, pero de tal manera que nadie mostraba la
los sacrificios. Posiblemente, el espíritu grave y pueril de la aventura. mano con la que habían arrancado el pelo del perro ni la que habían
En fin, una modalidad de romanticismo siempre es necesaria. ¿Habría usado para lanzar la piedra. Por otra parte, el musiú era simplemente
conocido el anarquismo o el socialismo? Un europeo en estas tierras un hombre, otro hombre más, y a tirar con las putas iban incluso los de
tiene la fuerza del original en contraste con la chambonería de la co- la respetable Sociedad de Amigos de la Ciudad, eso sí, con la mayor
pia. Su condición obligaba. Al final, nosotros somos copias bastardas, discreción y hasta el secreto que le es propio.
mezcladas, degradadas, de su civilización, de la civilización romana, Cuentan que en alguna de esas exploraciones conoció al viejo Bra-
cristiana y occidental. camonte. No se entiende muy bien por qué se hicieron amigos. Es posi-
Venía justamente de su pueblo, de ninguna otra parte. No de una ble que Braca (que así terminaron conociéndole) necesitara dinero por-
nación. Todo el territorio que podía llamar su patria lo abarcaba con que acababa de salir de la cárcel por algún pequeño asalto. Esos asaltos
la mirada extasiada, de niño, en aquellos momentos raros de descanso que le construyeron una gran fama en su barrio, el 14 de noviembre,
entre los juegos y el trabajo agobiante. Cuando respiraba, recogía todos donde llegaron a quererlo y respetarlo, porque repartía el fruto de sus
los olores y energías que insuflaban su amor a aquella tierra. Más allá saqueos entre los más necesitados de la comunidad. Lo curioso es que,
del horizonte no había una nación, sino propiedades. Más patria había como se verá, esa amistad continuará con Antonieta, la esposa de Né-
en las palabras que en aquellas extensiones ajenas. bula, y con sus hijos, hacia quienes los Bracamonte siempre sintieron
Pero continuemos con este ensayo de relato de crecimiento. Mencio- una profunda lealtad.
namos líneas arriba su amargura, su frustración aún más insoportable La otra información es más difícil de confirmar porque toca una inti-
porque era con él mismo, aunque él mismo lograra desplazarla, cada midad casi santa: la de las regiones más secretas del cuerpo. Dícese que
vez con mayor facilidad, hacia los demás, hacia Antonieta, su mamá, el Cojo cogió una venérea. A lo mejor fue simplemente un hongo. Lo
su familia entera. Y la única manera de calmar esos ardores la terminó cierto es que estuvo asistiendo religiosamente al consultorio del doctor
consiguiendo en cierta calle donde le aguardaban las mujeres de canela, Figueres cuya especialidad todos sabemos, al tiempo que sus pasadi-
de rica especie, de insuperables delicias y batientes gimnasias. Hasta tas por aquella calle se fueron espaciando, hasta que Antonieta declaró
allá le acompañaba su primo Anselmo, el poeta, junto a otros camaradas formalmente a la familia que estaba embarazada y el musiú tuvo que
de bohemia. desempeñar su papel con mayor convicción, de cabeza de matrimonio
con heredero. Las propiedades lo demandaban, la comunidad lo exigía,
BREVE DESVÍO EN EL CAMINO la Ciudad lo agradecería. Ya el musiú disponía de varias hectáreas para
Mis fuentes no las revelo, pero se pueden presumir. Dicen que el la producción pecuaria y algunas para la siembra de naranjas y papa.
Cojo se hizo asiduo de la zona roja, de aquella calleja llena de prostí- Su tienda era ya una cadena: dos en Valeria, otras tres en los pueblos
bulos, y las prostitutas que prefería eran las negras, de inmensas nalgas aledaños. Además, asistían él y su flamante esposa a las distintas reu-
y tetas, de dientes blancos y fuertes, de labios grandes y jugosos. Ya se niones sociales, tanto de los italianos como de los criollos. Una barriga
había casado con Antonieta (¿no lo he dicho?); por ello mismo eran más era asunto de mujeres, pero en algo afecta la vida de los hombres, sobre
celebradas sus excursiones en aquella región de tolerancia, sus borra- todo en este escenario de apariencias que es el poder en una ciudad
cheras y sus gustos un tanto retorcidos, como entrar en las habitaciones como la que hemos inventado.
con más de una mujer a la vez o ponerse la ropa interior de sus contra-
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De modo que barriga y venérea eficazmente tratada, determinaron tituía su mundo. Como no sabía que la frase no le pertenecía a su primo,
una conducta más adecuada en este burgués naciente, personalidad que crecía a la vez su admiración y su envidia, el dolor de su herida en el
ya estaba destacándose en la región. Ya no más escándalos, extrañas amor propio. Lo que nunca supo, ni lo hubiera creído, era que su primo
costumbres, gustos inadecuados, prácticas criticables, así fuera de los poeta y periodista envidiaba a su vez las propiedades, el prestigio social
dientes para dentro. y hasta la mujer que había cosechado el bueno del Cojo.
El caso es que un buen día el primo poeta se le presentó en la casa
APARECEN UNOS DESCONOCIDOS y, en la amplia sala de grandes ventanales de la finca principal, le pidió
Fue en esa etapa de la vida del Cojo cuando entró en contacto con un favor. ¿Más dinero para el semanario? No. Y vino una confesión
unos peculiares amigos de su primo, el poeta Anselmo Monti. Había una en voz baja que fue calentándole las sienes al terrateniente. Anselmo
compleja mezcla de sentimientos en la relación entre estos dos hom- estaba metido en política, pero no la que se basaba en adulancias a los
bres. Más allá de la afectada intimidad a la que obliga la condición de gobernantes de turno de la provincia, mucho menos al gordito que enca-
familiar, había a la vez hostilidad, una pizca de envidia y unas gotas de bezaba aquel régimen militar del país, instalado después de tantos y tan
admiración. En el fondo quizás una identificación mutua reprimida. Una confusos cambios, que obligaba a los presos a trabajar en las carreteras
amistad herida, frustrada. Quiero decir, alguna vez quisieron ser amigos, y del que se comentaba, en voz baja, la misma que estaba utilizando en
pero hubo decepciones involuntarias que los alejaron. Anselmo no sólo ese momento Anselmo, que torturaba a los perseguidos políticos, a los
continuó la bohemia a la que Humberto renunció, sino que la comple- subversivos. ¿Tú eres uno de ellos?, murmuró entre asustado y deslum-
taba con la escritura. Fue adquiriendo cada vez más fuerza su aureola brado Humberto. Anselmo desvió la pregunta y siguió hablando de la
de poeta, de genio extravagante, de sabio de libros de diversos idiomas. necesidad urgente de sus amigos de permanecer un tiempo escondidos
Mientras, Humberto ganaba en respetabilidad social, Anselmo se hacía en una casa de la cual nadie sospecharía, porque era la de uno de los
periodista. Publicaba en un semanario, crónicas de la cotidianidad de la hacendados y comerciantes más prósperos y respetados de toda Valeria
ciudad, así como recensiones de libros extranjeros, poemas y cuentos y aún de toda la provincia de Baracoa. La quijada de Humberto cayó.
fantásticos. Casi toda la publicación la llenaba él con sus escritos. En Sus ojos parecían haber visto a Cristo en persona.
tres o cuatro ocasiones le solicitó préstamos a su primo para mantener Por supuesto que era un hombre sensible ante la pobreza de los cam-
circulando aquel pasquín que iba engordando con cada mes. Humberto pesinos que trabajaban en sus tierras. Los ayudaba con las medicinas
se los daba, consciente de que ese dinero nunca sería devuelto, pero cuando en sus familias se instalaban las enfermedades propias de la
secretamente feliz de que aquellas contribuciones le mantuvieran en miseria: diarreas incontrolables, encías sangrantes, gripes y neumonías.
contacto con el interesante mundo de las letras de su primo. Al mismo En las navidades hasta de vez en cuando les regalaba algunos confites y
tiempo, y para esconder su admiración, Humberto lanzaba ironías acer- jugueticos a los hijos de sus peones. Igual se mostraba abierto a las pe-
ca de la supuesta ineptitud de los poetas para resolver los asuntos de la ticiones de ayuda de sus empleados en las tiendas. Les prestaba con un
vida cotidiana. Anselmo callaba o cambiaba de tema, hasta que un día módico interés. Incluso aceptaba ser padrino de uno que otro bautizo.
le contestó algo acerca de que ganar dinero y respeto en la sociedad de Digamos que le daba pereza ser despótico con el personal a su cargo,
hipócritas de Valeria no era una vida, sino una “vidorria”, una estupidez, aunque también había la inteligencia de que, con esos modos, la gente
un sucedáneo de vida, un vacío que nunca se llenaba porque era como un le rendía más y crecía su buena reputación en la zona. Incluso, en esa
bolsillo roto. Más que vidorria era una simple supervivencia en medio de imagen de buen hombre, entraba su amistad con ese hombre, Braca-
la mentira y de una vanidad de “nulidades engreídas”, frase que golpeó monte, conocido por sus delitos, sus robos, cuyos frutos a veces repartía
mucho a Humberto precisamente por su rigurosa exactitud y propiedad entre la comunidad. Nébula lo sacó de la cárcel con sus buenos oficios
para describir lo que percibía que cada vez con mayor intensidad cons- y sus contactos, dos o tres veces.

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De política, nunca hablaba, más allá de celebrar discretamente los la retórica dedicada a un cura. El médico intentó tranquilizarlo. No, el
chistes que la gente ponía a circular acerca del gobernante de la provin- síndrome con el que había nacido su hijo no tenía nada que ver con el
cia y hasta del gordito mandante de la capital. Por lo demás, iba a misa hongo o la venérea que había contraído con las putas. Es algo genético.
todos los domingos desde que había abandonado la bohemia y Anto- Y vino un monólogo que pretendía ser una explicación científica. Hum-
nieta había quedado preñada. Conocía de vista y de saludo al alcalde berto no entendió nada, por supuesto. Captó que el doctor, de buena
de la ciudad y hasta al gobernador, los del anterior gobierno, y los del gente, pretendía liberarlo de la culpa, y se lo agradeció en el alma. Puso
otro también, que también asistían de vez en cuando a esas misas y esas de su parte para convencerse a sí mismo con los argumentos que le
reuniones familiares de los Amigos de la Ciudad. Estos de ahora, pues brindaba el médico. Éste ofreció dárselos también a Antonieta cuando
recién los habían cambiado de nuevo, también se integraban a la misma estuviese más calmada. Humberto se lo rogó. De inmediato emprendió
rutina social. Tantos cambios de personajes se debían, por supuesto, la huida: decidió irse a la finca, precisamente a aquella donde estaban
a los acontecimientos importantes y hasta históricos, como decían las escondidos los amigos subversivos de su primo. Éste no había apareci-
crónicas del semanario de Anselmo, en la capital de la república. Se do aún. Humberto estaba resentido otra vez con Anselmo.
produjeron uno y hasta dos derrocamientos; después un asesinato, nada Hace rato que estamos haciendo especulaciones psicológicas. No hay
menos y nada más que del Jefe de la Junta de Gobierno que recién se que tener un talento desbordante de narrador para imaginar que Antonie-
había montado en el poder. Ya a Antonieta le faltaba poco, muy poco, ta, a pesar de las explicaciones del médico, sí le atribuyó a aquel hongo o
escasas semanas para parir, de modo que se estaba preparando para la venérea la causa del maldito síndrome con que su pobre niño Juancito ha-
aparición de su primer heredero. Y ahora esta petición de su primo, lo bía nacido. Este rencor sordo de Antonieta no es descabellado suponerlo
había dejado estupefacto. porque hace falta para explicar un cambio en sus papeles en esta historia.
Aceptó. No sabía muy bien por qué y no pudo dormir tranquilo du- Hubo conversaciones doctrinarias con los escondidos en la finca.
rante los días siguientes, disfrazando su inquietud atribuyéndola a la Por supuesto que ahora Humberto se permitía algunos comentarios áci-
inminencia del nacimiento de su primogénito. A la semana, llegaron dos acerca del gordito en el poder, incluso en las amenas reuniones y
los dos amigos de Anselmo. Uno era un individuo bajo, de mirada pe- tertulias de la Sociedad de Amigos de la Ciudad. También aportó más
netrante y una incipiente calva, de voz desagradable, ciertamente, que recursos al semanario de Anselmo, que ya estaba abandonando su línea
parecía tener una gran autoridad sobre el otro, su compañero, flaco y de simple divulgador de novedades intelectuales de Europa y adquiría
alto, que apenas hablaba y se mostraba pendiente de todo lo que dijera cada vez más espacio a ciertas críticas a las ejecutorias del gobierno.
el primero. Se alojaron en una habitación al fondo de la gran casona de Pero también la señora Antonieta se notaba más en la vida pública, ha-
la finca principal. Antonieta, concentrada en su papel, sólo se enteró bía abandonado su discreto espacio en el rincón de las mujeres que no
varias semanas después del nacimiento, lo cual intensificó su proble- saben de libros ni opinan de política por ser asuntos de hombres. Le
mático estado de ánimo. dejaba el niño a sus criadas y salía a las charlas y las conferencias en el
Porque resulta que el bebé que nació aquella soleada mañana de ju- naciente ateneo. Pasaron escasos tres meses, justo la cuarentena, y se
lio, en su casa del centro de la ciudad, tenía los ojos rasgados y la lengua anunció el nuevo embarazo, pero ello no determinó una nueva reclusión
enorme. Antonieta se deshizo en llanto. El doctor tomó por el brazo a un en casa, al contrario. Hasta se integró a los cafés que organizaban otras
atónito Humberto y se lo llevó al pasillo de la casa en Valeria. No había damas para impulsar el Ateneo de Valeria. Hasta se le vio un libro en
nada qué hacer. Tenía que asumirlo con paciencia y fe en dios. El sín- sus manos. No sólo acontecía que acompañaba con mayor regularidad
drome era evidente, indiscutible. El musiú se deshizo en llanto. Se cal- a su marido a la casa de la finca, sino que incluso se iba ella sola. Allá,
mó en unos instantes y agarró fuertemente al médico del brazo. Aquella se supone, conversaba largamente con los escondidos que, a las pocas
escena fue patética. Demasiado drama. Una confesión construida con semanas, salieron de allí a otro escondite. Algunas fuentes afirman que

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fue especialmente con Suárez con quien profundizó una bella e intensa construían las nuevas urbanizaciones e inmensos establecimientos co-
amistad. El escondido la acompañaba hasta tarde en el pasillo exterior merciales. Al Cojo le dio por revisar acuciosamente los planes de los
de la casa de la finca, donde veían el atardecer y luego las constelacio- nuevos desarrollos arquitectónicos modernos que, en muy pocos años,
nes que en el campo se ven con mayor claridad. Intercambiaban lec- habían convertido a la capital, y se le ocurrió plantear la posibilidad de
turas. Él le recomendaba libros de poesía y novelas. Hubo algo más: aprovechar las ventajas de la ubicación geográfica de Valeria, cerca de
Antonieta decidió enseñar a leer y escribir ella misma a aquel dudoso un puerto natural y encrucijada tradicional de los caminos que unen el
amigo de su marido: Bracamonte. Esto fue la comidilla de las señoras oriente y el occidente del país con el centro, para crear un emporio in-
de la Sociedad de Amigos. Pero estas clases también le servirían a su dustrial. En las conversaciones de la Sociedad de Amigos de la ciudad
marido para sellar un pacto de lealtad con esa familia. fue madurando la idea de convertir su ciudad en el centro industrial
del país. Así como queremos una universidad, queremos el progreso
LOS TRES HIJOS… Y MEDIO en general para la región, decía, por ejemplo, don Faustino Quijada,
Los tres hijos siguientes llegaron pronto, seguidos. Como me gusta uno de los más respetados miembros. El gobierno tenía los recursos,
atar cabos sueltos, este dato, los embarazos concatenados, pudieran te- las familias distinguidas tenían el emprendimiento y la capacidad, sólo
ner que ver con las discusiones entre los primos que se hicieron más y faltaba la decisión política. Los otros miembros animaron al Cojo a
más agrias, al mismo tiempo que la preñadita leía más libros y conver- sistematizar sus ideas y presentárselas al gobernador. Hubo intentos.
saba más de ellos con Anselmo y Suárez. El tema de aquellas charlas Solicitaron hasta tres veces una audiencia. Al final se dio; pero el gober-
iba desde la novela recién leída hasta posibles proyectos para el país y nador parecía en otro planeta. Tenía otras preocupaciones, como todos
el análisis de las coyunturas políticas, las cuales, por cierto, se hacían los funcionarios de aquel gobierno: mantenerse en el poder en medio de
crecientemente complicadas. Se comentaba de una intensificación de la las salvajes intrigas palaciegas que se sucedían rápidamente.
represión, de escritores presos o camino al destierro, de descontentos en Ocurrió que toda aquella represión contra los subversivos no dio de-
el ejército. El propio Anselmo llegó una tarde a despedirse de su primo masiados resultados, porque en la capital los estudiantes hicieron unas
y su mujer pues se proponía “pasear” por Europa, posiblemente visitar manifestaciones masivas y se enfrentaron a la policía del régimen como
a los familiares en Italia y tocar a París con los ojos. si no tuvieran miedo. Hubo un periódico que hasta publicó una procla-
El Cojo repetía obsesivamente los mismos planteamientos que ha- ma. Los rumores de descontento militar crecían.
bía escuchado una vez al bajito de los escondidos. Pero resulta que sus No es necesario que novele tanto, ya los hechos se saben y se dicen
palabras no resultaban ni extrañas ni particularmente escandalosas a los y hasta se celebran en la escuela como efemérides: un primer levanta-
miembros de la Sociedad de Amigos de la Ciudad. Decía que el país miento militar, la huelga estudiantil que pronto se convirtió en general,
debía aprovechar la inmensa riqueza que Dios le había colocado en el la caída del dictador, la vuelta de los exiliados. En la vida de Humberto
subsuelo para promover la industria, el comercio y la agricultura. Debía y Antonieta todo ello se concretó en dos grandes acontecimientos: la
haber un gobierno que no sólo construyera carreteras como el general, vuelta de Anselmo y el nombramiento del tranquilo terrateniente como
sino que también diera créditos cómodos a la gente emprendedora de la alcalde, una oportunidad de oro para realizar todos los proyectos de la
nación para desarrollar las industrias y hacer crecer aquellas ciudades crema y nata de la ciudad. Resulta que uno de los escondidos años atrás,
que apenas llegaban hasta las decenas de miles de habitantes, a diferen- el bajito de voz carrasposa, ahora se perfilaba como gran jefe político y
cia de la capital, donde se concentraba toda la riqueza y la gente. lo recomendó para el cargo. Tenía los planes, tenía la voluntad y, ahora,
La familia, por supuesto, iba a las galas del Teatro Municipal en la la oportunidad. Es de aquella oportunidad que surgió la moderna Vale-
capital, y asistía a las fiestas de las distinguidas familias que se per- ria, la Valeria industrial, nuestra gran ciudad, cuya modernidad no niega
filaban como las más ricas, por el negocio de los terrenos donde se su talante sereno, familiar, decente y católico.

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Bueno: ahora es cuestión de que dejes descansar el texto una semana designados en las oficinas. Usted es un político. Sabía lo que se les ave-
o dos más para ver qué haces con él, Armando Vila. Ni te pasa por la cinaba. ¡Por favor! ¡Si son bestias del mismo charco! Usted tiene años
cabeza que el impulso que te llevó a escribirlo es un fantasma que posee peleando y a veces aliándose con el profesor Nébula. ¿No me dirá que
a la gente en Valeria. Mucho menos que ese fantasma es el del poeta de no conocía sus métodos? En el medio sindical abundan los asesinatos
la ciudad. No necesita sino algunos pocos retoques. Ya se los haré. Lo y las palizas de advertencia. Cada vez que hay procesos internos, hay
revisaré un par de veces y corregiré los errores. En los textos siempre se tiros y muchos heridos por armas contundentes. Nada de eso sale por
cuelan los gazapos. Por ahora, es bueno que lo lea el Mocho Hermoso. aquí. Sólo cuando el sol no puede taparse con este dedo –y Bulldog
Seguro le gusta. Además esa habría sido la reacción más probable en mostró su índice gordo y escamoso.
este poseído. Un cerro de favores lo atan al Mocho Hermoso. También –Entonces, está aplicando censura…
me gustaría saber la opinión del profesorcito Franco Robles.
–Yo no: los dueños. Mire: si quiere hable directamente con ellos. Le
¡Pero, mira a quién tenemos aquí en la redacción! ¡Cazorla, el ex dirán lo mismo que yo. No hago más que repetir lo que me indicaron.
secretario de gobierno de Acevedo, viene de la oficina del Bulldog! Y
–¡Voy a ir a la policía! Y usted, Ramírez, pagará las consecuencias…
viene con mucho disgusto en la cara. ¿Será que…? Estuvo buena la
jornada de estos días. –¡Ah, no! No la agarre conmigo. Yo soy el más pendejo de todo
esto. Ustedes son políticos. Ustedes viven en eso y de eso. Yo sólo soy
–Estuvimos en peligro de muerte, mi esposa y yo. Imagínese si hu-
un viejo periodista que vive de este sueldito. Y quien me paga son los
biésemos bajado al garaje para sacar los automóviles. Eso fue un inten-
dueños, y no usted. Entiendo su disgusto, Cazorla. Somos amigos, ¿no?
to de homicidio. Y lo que hicieron con el muchacho es imperdonable…
Pero entiéndame usted a mí.
–Yo te entiendo, Cazorla. Pero te digo que este no es el momento de
Cazorla se paró gruñendo y se fue. El Bulldog parecía él mismo.
tratar esos problemas.
–¡Pero si ocurrió hace sólo unos días! No había habido ningún anun-
cio oficial. El presidente de la República ni siquiera había informado a
la nación o al Partido; ni el ministro de la Secretaría había dado ninguna
pista a los periódicos acerca de la destitución de Acevedo. Agarraron
al muchacho esa noche y lo torturaron; y no lo soltaron sino hasta la
madrugada. Al mismo tiempo pusieron esas bombas en el garaje de
mi casa. ¿Cómo es posible que se cometan esos abusos y ni siquiera se
pueda informar a la ciudadanía? ¡Estás faltándole a la ética profesional,
Ramírez!
El Bulldog levantó los ojitos rojos para comerse al hombrecito calvo
que le gesticulaba enfrente: era Cazorla, que se decía un amigo suyo;
pero también era el ex secretario de gobierno de Acevedo. Los cerró y
suspiró. Es tan solo un ex.
–No se trata de ética, sino de política. Mire: el dueño está comple-
tamente informado. Apenas usted me llamó, yo le conté todo lo que
usted me narró: las bombas en el garaje de su casa, las vallas destruidas
o llenas de pintura, lo del hijo de Acevedo, la grosería de los nuevos

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CAPÍTULO IV

Nébula Gobernador

Michelena apenas cabe en el forro de carne de su esqueleto.


–¡Adelante! –Su voz resume satisfacción, un toque de euforia. Está
de pie, firme, como un mayordomo a la puerta de la casa del Partido,
con la gente de bote en bote, la muchedumbre que llena la calle donde
corre la cerveza y sacuden los gritos y los aplausos. “¡Felicitaciones!
Seguro vas a un buen cargo, ¿Jefe de prensa de la Gobernación?”, le
dice Vila. Aprieta su mano y asiente dulcemente, entrecerrando los ojos.
Esa expresión tan angelical contradice lo que se corrió por la ciudad
acerca de su entrada triunfal en las oficinas de su dirección: los empu-
jones, los guardaespaldas matones, la muñeca doblada de la secretaria.
Ya decía todo el mundo que la renuncia del flaco Michelena al periódico
“Al día” era un síntoma de lo que vendría.
Llegó Armando Vila. Es uno de los más importantes de la lista. El
ahijado del Mocho Hermoso. Ahora viene para acá a pedir cacao, a
adular. Con él, Michelena muestra que sus jefes tienen el apoyo de lo
más rancio y tradicional de la ciudad: la Sociedad de Amigos de Vale-
ria, aunque popularmente es conocida como “La Sociedad de la Bola
Negra”, la misma que, se dice, reunía a su directiva de 13 miembros
para decidir si el nuevo vecino del centro era digno de pertenecer a la
“sociedad”, de ser invitado a sus fiestas, de ser considerado a la hora
de las celebraciones, de ser saludado en las misas, de que sus hijas fue-
sen tomadas en cuenta por los solteros de las buenas familias decentes,
propietarias, católicas. Para ello se convocaba a una reunión a las 7
de la noche, en traje formal de riguroso negro, de la directiva, en el
gran salón de la Sociedad; a cada uno de los miembros se le entregaba
dos bolas de madera, pequeñas, que cupieran en el puño: una negra,
la otra blanca. Acto seguido el presidente de la Sociedad pasaba una
bolsa de terciopelo negro a los convocados, para que cada uno depo-
sitara en ella su opinión. La bola blanca representaba un sí. La negra,
un no. Bastaba una sola bola negra para rechazar en el selecto club
al nuevo, al advenedizo. La idea era que nadie supiera jamás quién la
había introducido en la bolsa de terciopelo. Con Vila, ya tenemos lo

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más granado de esa Sociedad de la Bola Negra. Hay quien dice que bendición, Padre! El Profesor se levanta y le besa el anillo). Las vieji-
esa Sociedad viene desde la conspiración contra el Libertador. Otros, tas y los maricos del Ateneo. Estamos completos, al parecer.
que es una derivación de la masonería. Incluso hay la hipótesis de que Michelena sabe que tiene que poner lo mejor de sí, esforzarse, por-
sí, que viene desde la colonia, pero más bien agrupaba a todos los rea- que este puesto es clave. Tiene que lidiar con estos carajos, porque
listas que a última hora se pasaron a la República para tener un puesto todos los periodistas son unos carajos. Y con los jefes. Bueno, con el
en el gobierno. Vila, por supuesto, ha negado en su columna lo de la respaldo directo del Comandante Profesor. Lo ha apoyado desde siem-
ceremonia de la bola negra. Más bien se explaya en las virtudes de la pre. Él lo necesita, está convencido Michelena. Pero cuando el presi-
Sociedad de Amigos como el espacio donde se han concebido los gran- dente designó al otro, dejando al Profesor y a sus seguidores echando
des proyectos de progreso para la ciudad y la región. Allí han estado espuma por la boca, no tuvo otra que presentársele y decirle que seguía
los gobernadores y alcaldes más respetados y progresistas. Los obispos estando con él. Era cuestión de tiempo. Lo sabía. Acevedo no duraría
y los académicos más eruditos. Eso dice Vila. Pero todos sabemos que mucho. Justo lo necesario para que encajaran todas las piezas Y ¡aquí
él inventa esas vainas. Claro: inventa sobre un fondo de historia. Es está! Y yo, al fin salí de ese periódico, de la humillante jefatura del
cierto, por ejemplo, que el Cojo Nébula expuso sus planes de indus- Bulldog, y ahora soy el jefe de prensa de la Gobernación.
trializar a Valeria en el patio de la Sociedad de Amigos, y que entonces
Eso le valió una agria discusión con su mujer Adelaida. Le dijo:
recibió un nutrido aplauso. Y antes, cuando sólo era un hacendado
¿Viste Adelaida que sí tengo inteligencia y astucia para estas vainas
y comerciante de origen italiano, seguro fue premiado con las bolas
políticas? Recuerdo cuando me formaste aquel peo porque pensabas
blancas de la aceptación.
que el presidente había traicionado del todo al profesor Nébula. Tú
La rueda de prensa con el Profesor es todo un éxito. El efecto que pensabas que el presidente necesitaba un equilibrio, sobre todo con
buscaba Michelena lo está logrando. El Profesor quería la presencia los empresarios. Que la base de apoyo de los Nébula, principalmente
de todos los que representaran lo mejor de todos los mundos de esta sindicalistas que, peor para ellos, habían pasado por la división de la
ciudad de mierda. De los empresarios, allí están los industriales. El de izquierda, era frágil. Que eso no correspondía con las características
la Asociación de Ejecutivos, el del bigotito, me comentaron que estaba de la sociedad de Valeria, tan burguesa, tan empresaria y ejecutiva.
reacio; él ha tenido problemas con los sindicalistas del Partido, una Que, si bien Nébula, empleando todos los métodos reglamentarios, in-
vez apoyó al “Pollo” Hassan, pero al final se la tiene que tragar; el cluidas las ametralladoras, había logrado derrotar en toda la línea al
de la corbatica es el de la Cámara de Comercio, un gran adulante, “Pollo” Hassan, tan del gusto de los ejecutivos de la región, su estilo
bien sé yo que se la pasaba halagando al anterior y al anterior, pero no tenía nada que ver con lo que el presidente esperaba de Valeria. La
siempre logra agarrar la bola adecuada; aquí está pues la alcurnia; economía, estúpido, la economía, me decías, Adelaida, y lo recalcabas.
los sindicalistas están casi todos, ha costado un poco porque querían No, mi amor, yo no me equivoqué. La lealtad paga. Déjame explicarte.
la alcaldía de Valeria, pero era mejor, como dice el Comandante, que
Y qué me vas a explicar, yo también sé de política, me dijo Adelaida,
ahí estuviera un abogado, así fuera la vieja Montero, y no estos carajos
con los mismos ojos del abuelo, del “cabo” Reyes, el sindicalista; y la
que lo único que saben es caerle a cabillazos a los comunistas y sacarle
misma arrogancia. Porque con eso me jode siempre: con el prestigio del
unas jugosas costas a los patronos cuando culminan en la paz laboral
abuelo difunto. Pero, coño, eso me arrecha, porque yo le puedo soltar
de las negociaciones de las contrataciones colectivas. Están los polí-
el prestigio de mi tío, “El Jefe”, como le llaman allá, en sus haciendas.
ticos, los académicos, el Rector de la Universidad, Edmundo Cabañas
(hoy parece sobrio, que no ha bebido tanto como otros días… recuerdo El Gran Tío. Ese sí que le ha echado bolas a la lucha. Organizó
cuando llegó a la apertura del Salón de Artes con una soberana pea…), varias expediciones para derrocar a aquel hacendado que gobernó
los curas (falta el Obispo, ¡por Dios!...¡Qué bueno! ¡Ahora llega! ¡La con mano de hierro a este país, a nombre del progreso, y sí construyó

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carreteras por todo lo ancho del territorio nacional, pero aplastaba llena de mierda y tomaban grandes bocanadas de aquellos aromas que
toda voz democrática apropiándose de la figura del Libertador. El eran el olor del Poder Absoluto. ¿Qué ganaban con eso? ¿Cargos?
Gran Tío pasó toda la vida conspirando. No sé qué tiempo le queda- ¿Que les perdonaran la vida?
ba para hacerse de todas esas tierras que tiene. O dejaba a los hijos, Bueno, Miche, estoy usando el “Poder-Joder” de tu tío para expli-
tal vez. Lo cierto es que si alguien es un sabio en estos asuntos de carte, flaco. El profesor Fernández una vez me explicaba que era un
política es él. honor ver al rey cagar. Y las pocetas antes tenían unas poncheras sobre
Él siempre me ha recomendado: tú sabes que el proyecto princi- las cuales posaba sus nalgas el monarca. Esas poncheras las recogían
pal es el Partido, El Partido es lo más importante. Incluso, es más los cortesanos más cercanos. Tenías más poder mientras más cerca
importante que el gobierno. Porque el Partido es en realidad el quién estuvieras de la mierda del soberano. Aspiraban cerca de la Mierda
de todo esto, el Sujeto, la Voluntad y la Mente. El Partido se pone Real. Se llenaban las narices con su Olor. Mira, Miche, el verdadero
de acuerdo con el otro. El secreto es el pacto entre los dos partidos Luis XIV del Partido ya se murió. Él sí podía decir: el Poder soy yo, o
principales, que se turnan, se coordinan, hacen como si pelearan, se mejor, el Partido soy yo.
pasan datos, confabulan. Por eso nunca pierden el poder. Mantienen Claro, claro: estoy de acuerdo. Y en esa escuela se formó el viejo
el sistema alrededor de ciertos núcleos de decisión. Siempre son los Cojo y sus hijos, el Profesor y sus hermanos. Ellos son los que represen-
mismos los que deciden, los que hacen que los demás hagan lo que tan con más fidelidad eso. Lo interesante y profundo es el pensamiento
ellos quieren. Incluso, pueden dañar a cualquiera, que esa es la clave del Gran Tío…
del poder: el Poder-Joder como le dice el Gran Tío, que es diferente al
¿Vas a seguir con el Gran Tío?
Poder-Hacer. Y me comunicaba su sabiduría con unas reflexiones. No
te rías, Adelaida. Yo tomaba nota. No, no tenía la libreta ni la graba- Él seguía diciendo que el Poder no es una cosa, aunque a veces pa-
dora en ese momento. “Porque a ti siempre se te escapa lo principal”. rece materializarse. Impregna las cosas con deseo. El individuo jamás
¡Ah, vaina, Adelaida! Pero era importante. Mira, decía lo siguiente es otra cosa que el signo frágil de ese tejido de fuerzas y conflictos que
(lo recuerdo a la perfección): El Poder es que puedas joder a alguien. justamente por excederlo, le abren la puerta a la trascendencia. Hay
También puedes hacer algunas cosas, proyectos y programas y dine- que permanecer con el Partido, con el Profesor, porque el presidente
ro. Pero si no logras hacerte respetar... No; ¿qué digo? Si no logras está comprometido.
hacerte temer, que te tengan un miedo, un terror insoportable, que te Pero tiene que soltar por algún lado, insiste Adelaida, porque los
tiemblen, no podrás hacer nada. El Poder entonces sirve para joder, burgueses piden y exigen y en esta ciudad y en este país de mierda, los
para demostrar que puedes hacer daño, hacer sufrir, despedir, hacer ricos mandan. El “sistema”, como le dice tu tío, no son sólo esos dos
trizas a la gente, triturarlos, para que te teman, te respeten y sepan que partidos, sino también los curas, los abogados, los ricos, los generales
tú eres quien manda. y hasta los sindicalistas malandros, tanto los que manda el Profesor,
El Poder no es un lugar, aunque a veces se sitúa en un edificio, como los que manda el “Pollo Viejo” Hassan. ¡Ah, y se me olvidaba!
una ciudad o una calle. A veces, lo porta encima un hombre, como un ¡También mandan los que trafican! Todos esos impedirán que el Profe-
magnetismo o un olor. Atrae las miradas y la admiración, o suscita una sor cumpla con el designio del Cojo.
maldición. Luis XIV decía que el centro de la fiesta se ubicaba donde él No, mi amor, los ricos saben que al final el Profesor gana la apuesta
estaba y lo comprobaba colocándose en un rincón o en un pasillo. De porque es el Partido. El Partido es él. Es su hermano, su papá, su her-
inmediato, todo el mundo lo rodeaba. ¿En el baño? Bueno, Adelaida, manito, su mamá. La lealtad paga, ya vas a ver, mi amor. Y Nébula es
no jodas tanto. Sí, debió ocurrir también cuando cagaba. No sabía eso generoso para con sus leales. Y es así.
que me cuentas, que había unos adulantes que recogían la ponchera

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Ella me contesta: ese coñoemadre está usando al Partido. de todos los empresarios de aquí. Fíjate que no colocó a ninguno de los
Pero no sólo es él, Adelaida. Todos los presidentes lo han usado. constructores en las direcciones. Ni siquiera en la de obras, que les toca
Fíjate que lo primero que hacen es solicitar la suspensión de la mi- tradicionalmente, desde los tiempos del Cojo. Más bien es cuñado de uno
litancia, para poder nombrar los ministros, especialmente los que se de los directivos de la Asociación de Ejecutivos, de Antúnez. La Gober-
refieren a la economía (¿ves? Me tienes que dar la razón. Esos ministe- nación tiene que llegar a las manos donde siempre ha tenido que estar. Y
rios siempre los piden y se los dan a los millonarios. Ellos son los que yo estaré allí, cuando el Profesor tome el poder. Y aquí estoy.
mandan). Ese nombramiento a Acevedo fue una concesión a los ricos Ayer en la mañana, cuando salí a cumplir las órdenes del Profesor
y dejaron a los sindicalistas en la estacada. Ni siquiera les dieron la de tomar posesión de las oficinas de la dirección, de sorprenderlos con
presidencia del Concejo Municipal. las manos en la masa, de revisar de inmediato la documentación que
Te anotaste mal, me decía Adelaida. No nombraron al Profesor go- esos tipos tenían ahí, estabas contenta, Adelaida. Te brillaban los oji-
bernador y el Pollo Viejo Hassan se ve de lo más fortalecido. Y me tos. La noche anterior había llegado muy tarde. Estabas dormida. Y
castigaba Adelaida, sin dármela durante semanas. Eso me arrechaba aun así, me diste un beso al despertarte. No te molestó el olor a cerve-
mucho y me ponía triste, irritable. za, como otras veces. Ya te habían llegado las informaciones. Tienes las
antenas bien puestas. Con voz de gatita me felicitaste, Adelaida. ¿Ves
Pero eso es por ahora, mi amor, le contestaba yo. Pollo Viejo cree
que sirvo para esto? ¿Ves que tenía razón? Todas aquellas reuniones,
que se hizo del Partido porque logró que lo intervinieran a nivel regio-
aquellos desvelos. Porque aunque estaba absorbido por la actividad,
nal, después que nosotros ganamos el proceso interno. Pero fuerza es
aunque me ponía firme delante del Profesor y tú me criticabas, Ade-
fuerza. Los sindicalistas nos apoyan y al final se van a plegar los otros.
laida, porque sólo lo veías como si fuera zalamería, adulancia, era un
Fue de la siguiente manera: todos esperaban que cuando el presidente
signo de mi lealtad. Y la lealtad paga, mi amor. Y nunca descuidé mi fa-
designara a los nuevos gobernadores, el de aquí iba a ser, tenía que ser,
milia. Incluso en esos momentos de intensas discusiones, yo pensaba en
el Profesor. Tenía que compensar la intervención que ocasionó tantos
ti y en los muchachos. Las enseñanzas de mi tío y las de tu papá, pueden
problemas.
ayudarnos si las unimos, mi amor. Yo no voy a pelear contigo, mi amor.
¿Problemas? Tú siempre tan poético. Hasta muertos hubo…
Bueno. Para sorpresa mía y de todos, no fue designado el Profesor Ya está Danielito sentado frente a la mesa. El Comandante Nébula
Nébula. Algo había pasado, porque hasta la señora Antonieta estaba del otro lado; a su izquierda y a su derecha, atrás, los dirigentes de su
sorprendida y había entrado en cólera. Pensé: se trata de una manio- partido: su hermano menor Lucio, Calixto Vega de la Federación de
bra. Efectivamente, cuando aquella tarde me deslicé del periódico don- Trabajadores; más allá, el hijo de Roberto Bracamonte, Braquita, efec-
de trabajaba a la casa del Partido, allí me informaron y explicaron. tivo guardaespaldas, narco y jefe de las bandas armadas, las dirigentes
“Se atravesaron los sindicalistas. Son una carga en este momento para locales y municipales Rutilio Hernández, María Sigala, Vásquez Carri-
Nébula. Es una cuenta vieja que el presidente debe pagarle a los indus- zo, Oronoz, Márquez, Diva Freites. La sala de bote en bote de activis-
triales… mientras tanto”. Cuenta vieja, un coño. ¡Esta vaina es una tas, dirigentes, malandros.
traición! ¡Claro que era una traición! Danielito le sonríe a Vila y le extiende apenas sus dedos regordetes.
Pero espérate, Adelaida. Fue sólo un traspié, un momento de duda. Ya –¡Hasta que llegaste, Armando! –levantó la columna de su voz el
el Profesor había previsto todo esto, continué, como discutiendo conmigo Profesor Nébula.
mismo y no con Adelaida, la hija del “Cabo”. Los sindicalistas están de
Había interrumpido el cuchicheo con Danielito, cuando éste lo dis-
este lado. Los del sur y los de acá. Tiene que ser una medida provisional.
tinguió. El Jefe se levanta y le sacude el cuerpo al apretarle rudamente
Además, ese mariquito que nombraron tampoco goza de la confianza

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la mano; los otros se levantan. Chocan los tacones. La señal para ini- ridades. Empezando por la detención del hijo de Acevedo y terminando
ciar la rueda de prensa. con la bomba en el carro de Cazorla.
Acababa el Comandante (también le dicen así al Profesor) de lle- Confirmado
gar de la capital. Amaneció allá bregando la decisión que lo ha llevado CÉSAR NÉBULA GOBERNADOR
al fin al poder. En la capital, la discusión ya tenía más de un mes. El
En rueda de prensa, la dirección regional del partido de gobierno dio
hermano mayor, Humberto, había logrado consolidar una alianza estra-
la primicia, mientras esperaba en su casa el gobernador saliente
tégica con los sindicalistas. Era la continuación de la misma pugna, no
con la facción de los tercermundistas, sino con el otro grupo, el de los
acompasados. Parece mentira; pero esa fricción en el Partido no había Fíjense en este titular del periódico. Lo primero que hay que notar
tenido mayor relieve, pero es clave para entender no pocas de las deci- es que ha desaparecido el nombre del gobernador saliente. No aparece
siones recientes, entre ellas ésta, la de destituir a Acevedo. por ninguna parte el nombre de Acevedo. Ni en el titular ni en el cuerpo
de la información. Yo lo borré. El estúpido redactor no entiende que
Por lo demás, esto correspondía a la línea establecida por el pre- la falta de una palabra es algo más que una ausencia, así como los
sidente con la dirección del Partido. No podía permitirse nuevamen- silencios pueden ser escandalosos. Además, el “saliente” (y silente)
te que el gobierno fuera para un lado y el Partido para el otro. Las tan solo “esperaba”. No realiza otra acción que esperar. ¡Qué pací-
gobernaciones les tocaban a los secretarios generales de cada entidad fica, tranquila, sin nervios, ataráxica, esa espera! Casi es una “dulce
federal. O sea, en este caso, al Profesor. Todo eso bien que lo había espera” como la de las mujeres preñadas. En ese pasivo esperar no
explicado, repetidas veces, Michelena. En la casa de los Nébula, aquí, trasunta la rabia, la frustración, el desconcierto y hasta la angustia
en esta ciudad embustera, aguardaba el tercer hermano, Lucio, bebien- que el pacífico verbo que he escrito, que, en mi paso por los talleres del
do una tras otra las tazas diminutas de café que la señora Antonieta periódico, escogí. Además, ese “esperar” casi suena a “esperanza”, lo
(¡gracias, mamá!) le llevaba cada minuto, solícita, atenta, poderosa. último que aguardó para salir desde el fondo de la caja de Pandora.
En la capital, César y Humberto se batían. Llevaban una semana ba- El gobernador saliente, el brevísimo funcionario despedido, solamente
tiéndose contra sus enemigos, hasta que la Dirección Nacional decidió, “espera”, como la ciudad, la región, hasta el pueblo, “espera” siempre
presionada por el buró sindical del Partido, una constelación de fuerzas lo mejor, no suelta la “esperanza” aunque esté al rojo vivo y queme la
que ya estaba marcando la pauta de las resoluciones desde hacía unas palma de la mano.
semanas.
Otro detalle interesante es que es la dirección del Partido la que
César intercambió rápidas miradas con su hermano. da la información. No se trata, rigurosamente, de una notificación
–¡Bueno! Comencemos la rueda de prensa… oficial, porque no se notifica un decreto ni un anuncio de los labios
En eso llegaron Melisa, Mujica y Fernando. Ahora sí estamos todos. del presidente, el único que legal y constitucionalmente designa aquí
Anoche habíamos volado, de la casa de Acevedo, a la casa de doña An- a los jefes regionales. En el cuerpo de la nota informativa se indica
tonieta. Pero las puertas estaban cerradas. Las luces apagadas. La media únicamente que las fuentes en la capital confirmaron lo que ya el pe-
docena de guardaespaldas que resguardaban a la Madre Santísima los riodista sabía por sus fuentes en el Partido. Así, parece que el poder
saludaron amables y sonrientes. Aquello estaba inundado de gente, pero emana del Partido, más específicamente, de la Dirección Regional,
de la dirección sólo estaban Octavio Peña y María Sigala. Confirmaron la cual luce como si no requiriera la aprobación de ninguna otra
la noticia. Tal vez si no nos hubiésemos quedado tanto tiempo donde parte. Por supuesto, Dirección Regional es un eufemismo. Todos en-
Acevedo… Pero a mí me dio pena irme tan pronto de aquel ambiente de tienden que allí se lee “los hermanos Nébula”. Algunos hasta leerán
velorio. Sobre todo porque llamaron y avisaron de todas aquellas barba- “Antonieta”.

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Nótese el antetítulo. No hay necesidad de leer las primeras planas de Se han congregado aquí para recordarme. Eso dicen. La muerte me
los tres días anteriores para afirmar que se trata de una noticia que venía ha llevado al caos o a la nada de los recuerdos. Una creación inver-
circulando desde hacía por lo menos dos semanas. Primero, de boca a tida. Mi muerte es ahora tristemente estos recuerdos oficiales, estos
oreja; después, en las columnas de chismes políticos. Posteriormente, en discursos conmemorativos. Mi vida oficial es el recuerdo protocolario.
manifestaciones de dirigentes del Partido y segundones del gobernador Mi muerte reducida a mala poesía. A la ignorancia de la vida de las
saliente, unos haciendo ruidos de piedra en el río, los otros desmintiendo palabras, a la peste de las frases, al hedor de la retórica. Un adorno
inútilmente. De modo que fue una expectativa pública creciente, trabaja- excesivo, amanerado, como una guinda. El énfasis del gobernador,
da, orquestada. Un crescendo preparado con premeditación y alevosía. el poderoso hijo de mi primo, que hala el tejido de las influencias de
Y este breve análisis, aunque no llega a las sutilezas y a las barba- modo tan excesivo, que dibuja una línea en la superficie, una vena en
ridades de reduccionismo lógico de la semiótica, apunta a dos o tres la piel del aire. Las miradas instaurando el orden, la voz. La atención
cosas fundamentales, a entender en la política de esta ciudad, de esta presa de una red tensa. Habla el poder. La araña misma que tira del
región. Una: el Partido manda (y quien manda en el Partido, por lo hilo pegajoso. La víctima se debate en una resistencia inútil. Porque
menos en esta región, es César Nébula); dos, la ciudad, esta nuestra habla el gobernador, el segundo de los Nébula. Y el poder estira la
ciudad inventada, decente, moral y religiosa, es el amplificador de to- tela, condensa el espíritu, el vigor de los recuerdos, los olvidos, las
dos los chismes y los transmuta en hechos, en una versión diabólica del referencias, las pocas lecturas, hasta las ganancias envanecidas, que
lugar común “la voz del pueblo, la voz de Dios”; tercero: el rey muerto de eso hay mucho aquí en esta sala donde se conmemora una año más
no existe, nunca existió, nadie se retrató con él, nadie lo aduló, nadie de la muerte del poeta Anselmo Monti, el fantasma, el relámpago en
se acuerda cómo era que se llamaba, y quién era ése. El rey muerto, persona que os habla, con el tono justo que impone la existencia, que
al desnudarse, se ha disipado en el aire. Lo más que hace es esperar, vuelve de la muerte con el espectáculo de una creación, del caos o de
como una mujer preñada. Como la región o la ciudad misma. ¡Qué la nada.
síntesis tan poética! ¡Casi onírica! Pero hay una razón por la que estoy aquí de nuevo, para que sea
Se había impuesto, desde la trascendencia, el viejo cojo. Esta era el fantasma que dota de una cualidad siniestra a todo este escenario.
otra interpretación. El que, se dice, organizó la resistencia, una resis- Leen mis poemas y allí están los errores que el maldito editor nunca co-
tencia muy peculiar, suave, discreta, que no mojaba pero empapaba en rrigió, que nunca permitió que yo corrigiese. Que ahora, con esta con-
esta ciudad de mentira. sagración como poeta de la región, se elevan a objeto de culto. Errores
gramaticales, léxicos, sintácticos. Verbos mal conjugados. ¡Por Dios!
Broté hace un segundo, en el centro de estas gentes que chocan
Nunca debieron sacar de esos papelitos envueltos en cintas de colores,
entre sí como las moléculas de un gas. Este advenimiento no es extraor-
esos poemas sin corregir. Nunca tendré descanso, nunca me disolveré
dinario. Del caos o de la nada son creados los universos. Por obra de
en la nada, mientras no se corrijan.
una voluntad todopoderosa o por la acumulación de tensiones es que
estalla un rayo. Basta que se junten las condiciones, que se acumulen Pero, vamos a ver, acá hay de todo. Verduras y carnes. Unas piernas
los pensamientos, para que se torne insoportable el vacío y se ordene estupendas, muchachas a quienes me gustaría enloquecer, cabalgar,
un cosmos. Las imágenes, las formas, las ideas, se estiran en campos de servir de bestia. Por ellas ser hermoso, tener cabellera de bandera,
fuerza. Cargan el aire de vínculos tensos, hasta hacerlo sonoro como cola de arcoíris, cascos de acero. Hay también cráneos. Y años relu-
el cuero de un tambor o una cuerda a punto de saltar. Del caos o de la cientes. Arrugas de reptil. Respetos en picada. Picos ensangrentados.
nada. Así aparece de pronto un rayo con modos de hombre. Un relám- Cristales que incendian el papel de arroz. Seres pérfidos. Basurero de
pago en medio de esta algarabía de corbatas, faldas y calvicies. la ética, jardín de la política. ¿Qué han pensado? ¿Qué saben? ¿Qué
hacen aquí sino lanzarse unos contra otros, escupirse a sí mismos,

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arrastrar su engreimiento? ¿Era esto el Poder? ¿Es esto el Poder? CAPÍTULO V


¿Hablar, tirar de la cuerda, arrastrar cadáveres? Mandar es enterrar
despojos. El poderoso muestra su vocación de sepulturero. Le sirve a
Anselmo o el tiempo del verbo
la muerte porque vive de ella. De chuparle ese líquido amarillo y lento
que gotea de su ojo. ¿Es esto el Poder?
Por Franco Robles
Comenzó la lluvia a taconear en los techos de la ciudad y me levanté
catapultado de la silla del rincón donde me había refugiado de aquella
algarabía, observaba a cada asistente en el acto moviendo su cabeza
picoteando de un lado para otro, atendiendo a las nimiedades que dicen
sus vecinos y agregando las propias a aquel revoltillo de baba, humo
de cigarrillos, cerveza y discursos conmemorativos que empegostan la
tarde con elogios necios y grandilocuentes, pastosos, como muñecos
de cuerda que hicieran rotar su cuello de plástico en ese movimiento
oscilante como de limpiaparabrisas diciendo no no no, producido por
algún resorte.
Había terminado –¡al fin!– la fastidiosa reunión. Las esposas acomo-
daban en alguna parte sus miradas, frunciendo los labios, ostentando la
molesta impresión de estar sobrando que sólo se adormece dejando va-
gar los pensamientos por algún lugar trajinado por la rutina; aburridas,
se encontraban allí únicamente vigilando a sus ebrios maridos, extra-
ñando aventuras, adulterios excitantes que podía adivinar perfectamen-
te, indulgentemente. Sólo se encontraba de lindo en el lugar, soportando
la oligofrenia ambiente masiva de estos vejestorios agriados que por
haber escrito alguna pazguatada en el suplemento cultural del diario de
este pueblo se creen escritores, dos muchachas frescas de carnes firmes,
de tetas y culos rosados y jugosos que claman por liberarse del vestido
o de los pantalones y ofrecerse felices a los mordiscos y demás retozos
del acto sexual que se afilan en mi imaginación. Ya había estudiado sus
sonrientes picardías enmarcadas por unas melenas espesas y revueltas,
pintadas a la moda, crespas, con rayitos dorados y de plata, como para
halárselas y hacerlas chillar enloquecidas en el momento supremo de la
penetración por detrás.
Ellas eran lo único amable, bonito, en el cerro de desechos, si no de
edad, de intención, reunido en este establecimiento, bar o restaurant,
que pretende conservar el ambiente de otros años o tal vez de otro país,

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que han escogido para montar este homenaje, este show bostezante, Vuelvo a acomodarme, vuelco mi gruesa humanidad en la otra nal-
para vomitar sus discursos que no llegan a ingeniosos, ni a curiosos, ga, igual a la de la vieja de Voltaire, la que tenía una sola pues la otra
mucho menos a ventajosos. se la había quemado en circunstancias ampliamente irrisorias, cruzo las
Me revolví, mortalmente fastidiado e incómodo, como en una jau- piernas, cambio de postura, pero no: ahora me levanto, no soporto más,
la estrechísima, en esta silla, dura además, de tormento, como piedra, además las canillas se me han dormido, doy patadas al piso para que
que me ha provocado este vulgar dolorcito en el coxis, dolencia típica de cese el hormigueo insufrible. Cuando levanto la mirada descubro que
huesos cansados, de vida cansada, de actividad escribiente y sedentaria me rodean. Preguntan qué me pasa. Oportunidad que no dejo pasar para
durante años y años, después de vivir, lapso feliz y siempre en nostal- manifestar mi molestia, el deseo de irme a casa, de escapar, esfumarme,
gias envuelto, vagando por Europa, recordatorio ingrato de otros dolores, desaparecer de este ambiente.
agudos, éstos sí, insoportables, terribles, de las hemorroides que, gracias El muchacho del ensayo sobre las disyunciones se ha ofrecido. El
a quién sabe quién, me han operado y extirpado, con la felicidad de mi doctor, los doctores, muestran su conformidad como cediéndole un
ano agradecido. ¡Ingrato! Fue ese doctor de ahí enfrente el que usó su gran honor. Trasladar al carcamal quejoso. Bien. Muy bien. Salgo a
cuchillo para arreglar el doliente ojo ciego por donde salen los cadáveres grandes zancadas del establecimiento rechazando el brazo que me ofre-
hediondos de las delicias y comestibles con que suelo atapuzarme. Fue ce el joven bienintencionado, me cayó bien, qué raro, deseo demostrar
ese médico y aquel otro de quien sí estoy más que agradecido porque que aunque afectado por el ataque paralizador más que por la desgra-
realizó el portento de recuperarme del terrible ataque que paralizó la mi- cia y la ventaja de ser viejo, que no lo soy tanto, aún puedo retirarme
tad de mi cuerpo, mi brazo y mi mano derechos, amenazándome con no por mis propios medios, con mis largas piernas que recorrieron tantas
poder escribir nunca más, pero contrarrestado al recuperar el movimiento distancias, páramos, valles, montes, planicies, y corrieron con gente ar-
y la escritura gracias a esos ejercicios que se han grabado indeleblemente mada detrás, soldados, monstruos y asesinos, allá en una Europa que
en mi memoria, aunque ésta quedó definitivamente herida, rota, minus- me recuerda de nuevo dolores idos y queridos, que se trancan en mi
válida, mas no del todo porque todavía cazo los recuerdos disparándoles garganta impidiendo el natural flujo de mis segregaciones. No puedo
después de acecharlos en una paciente, silenciosa, cautelosa cacería entre tragar. Acumulo saliva en los carrillos para empujar la dureza, el tumor,
los umbrosos árboles de mi mente, y ese abogado de al lado y este otro abajo, por el tubo digestivo.
profesor y los otros dos gordos que ni sé qué son, creo que autoridades, La piedra se me ha atravesado en la garganta. No me pasa. Aprieto
prefectos o funcionarios de la cultura, presidentes de asociaciones, jefes los puños hasta que me duelen y los huesos de los nudillos suben, rom-
de tribus, pues, que han organizado este homenaje a la gloria de la poesía piendo con su filo la piel. Empujo con la base de la lengua, expando el
y el cuento regionales que desea morir de una vez por todas y no estar paladar, cierro la respiración, quiero tragar la masa compacta que se
de espíritu vagabundo, para no tener que soportar estas idioteces e hipo- mueve, como un insecto creciendo, rompiendo delicadas mucosas y su-
cresías, las cuales no tienen de malo ser lo que son, sino lo mal hechas tiles membranas, llenas de vasitos, con sus finas patitas, por la faringe.
que están, el gusto pésimo que revelan, la ordinariez de las locuciones, Es un corazón enorme lo que se abulta y palpita en mi garganta y quiere
la bastedad de los preparativos, lo limitado de las mentalidades que lo ahogarme. Se le desarrollan innumerables pseudópodos, engorda, cre-
han concebido, sospechosas por lo demás de responder a algún estrecho ce, se inflama. Abro los ojos. Estoy ya en el automóvil y al lado suelta
y burdo interés, adulación indirecta a la familia, a la poderosa familia, al una cháchara incomprensible el muchacho que conduce. Me contengo.
primo del poeta, al que llaman el alcalde de la industrialización, el tosco
La lluvia. Ha cercado el auto su manada de resoplantes y frías bes-
italiano que revienta un carajo tras cada insulto, el jefe de la resistencia:
tias. Nos desplazamos en el húmedo vacío. O tal vez nos detuvimos en
los Nébula, por supuesto, los dueños actuales de esta región, jefes de esas
la plenitud de un caos, de una tormenta de espíritus que besan rabiosos
escuadras armadas que imponen su orden en los sindicatos.

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las ventanas. El frío traspasa el metal, se filtra por los tejidos de la ropa delado a martillazos que alguna vez la amargaron, lo sé, no me engaño;
y la carne, penetra hasta los huesos, como hachas infinitas, afiladas, así fue siempre, por eso una vez nos separamos, allá en Italia; pensamos
silbantes sílabas. La noche nos destroza en su cascada. que no nos volveríamos a ver, ironías de la vida, humoradas mejores
El vaivén obsesivo de los limpiaparabrisas imprime en el vidrio una que las de la literatura: ella llegó después a mi patria pensando que me
y otra vez rostros que creemos reconocer como el significado de un sue- había olvidado, que yo me había perdido en alguna guerra, en alguna
ño que nos esforzamos por entender, que se nos presenta y se nos pro- logia misteriosa, en algún portento histórico; pero el tiempo ha conver-
mete una y otra vez, en instantes, pero de nuevo se nos escapa, se disipa tido las rabias en resignación, la pasión en cínico cálculo. Ha acepta-
fugaz, espoleando una vana ansiedad, porque estamos seguros de que do compartirme con mis obsesiones, las palabras, durante todos estos
no podremos alcanzar el sentido aunque hayamos por un instante com- años. Siempre su cuerpo se abre; sus solicitaciones elaboran y producen
prendido, hemos capturado su argumento neblinoso del cual estamos felicidad a partir del hecho simple de verme, de tocarme, de cocinar-
seguros que nos es vital, y sin embargo se esfuma, se nos escurre, nos me o amarme. Es la Gran Astucia, la única manera eficaz, descubierta
lo escamotean, igual a la presencia que adivinamos en el espejo cuando tras muchos ensayos y errores, de retenerme, de hacerme a su medida,
no lo miramos. Figuras transparentes. Fantasmas líquidos. Calaveras de contando con mi comodidad, con la esclavitud que me somete a la es-
agua, mapas desplegándose y contrayéndose incesantemente. La lluvia. critura, a este rumiar intranquilo que requiere de la paz de un cuerpo
Rechina el grillo de la goma en el parabrisas. Insiste y tortura con la siempre dispuesto, una casa o a una silla mullida. Tal vez mi amor se
sierra del remordimiento. Se me alzan irresistibles las ganas, unas ganas haya compendiado en agradecimiento. Es decir: adornado de ficciones
locas, indeterminadas. Quiero golpear a una mujer, darle patadas a una que ya no se soportan. Por eso siento que las palabras deben aprender.
pared. Romper algo, lanzar una botella o una lámpara contra el piso. No debo permitirles que me arranquen los pocos ratos de vida que me
quedan. No permitiré sus abusos por más tiempo.
Presente, ¡el verbo en presente! ¡No en pretérito, no en pretérito!
¡Debí haber colocado el verbo en presente! ¡Debí colocarlo en presente! Esa rabia a las palabras, ¿no será en realidad la sutil venganza de
No podré dormir. Matilde sembrada dentro de mí durante años de oportunos silencios, de
excusas debidas, de vagabundeos e infidelidades con entidades etéreas,
Los pecados del lenguaje son mortales, los únicos mortales. Ade-
peores rivales que las corpóreas? Hay que golpear las palabras hasta
lantos de las torturas que nos esperan en algún círculo del infierno. Se
dejarlas completamente aturdidas o atontadas. Aplicarles un régimen
clavan vivos, muerden como miles de insectos feroces, de afilados col-
tiránico o duro, para que me dejen vivir en paz. Voy a ahogarlas o a
millitos, demonios burlones, hincando sus picos en la mente. Encuen-
estrangularlas. Voy a cogerlas por el culo. Intento recordar la oración
tran el refugio donde pretendías esconderte. Ahondan tus laberintos,
completa y corregirla en mi mente. Mañana no haría más que desen-
cortan los hilos que te guían, emparedan las salidas. ¿Qué hago? Quiero
volver la hoja. Sacarla de su envoltura de papel de seda. Como carame-
golpear, patear, destrozar. Un grito me estrangula, se me abomba en el
los envueltos en papeles de distintos colores. Hay palabras subrayadas
pecho, hace girar locas las ruedas de mi mente.
con una, dos y tres líneas. Indican su edad, un llamado de atención para
¡El tiempo del verbo! ¡El tiempo del verbo! ¡El verbo debiera estar mi rumiadura dolorosa y placentera. Los bojoticos envueltos en rojo
en presente! ¡En presente, no en pretérito! ¡En presente! Hacer coin- son los que requieren una última autoimpuesta lectura. Los de azul son
cidir el tiempo del lenguaje con el del acontecimiento. ¡Cómo pude ideas atrapadas en el vuelo. El Uno se desdobla en Dos, cuya pugna
haberlo colocado en pretérito! ¡Era en presente! ¡En presente! se supera en el Tres. Las cucarachas han dado cuenta ya de muchas de
Le prometí a Matilde pasar la noche con ella. No puedo cambiar de ellas. Mi gato ha cogido por cagarse en mi caja. Así los versos se leen
planes a última hora y volver a casa a escribir. Ella no me reprocharía inmundos a caca de gato. Intento recordar el pecado, pero el estúpido
nada, por supuesto. Su amor es así, alfombrado de comprensiones, mo- muchacho que me sirve de chofer improvisado insiste en buscarme

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conversación. No deja que me concentre. El verbo debe ir en presente. rodea –pues como escribía aquel amigo, todo desplazamiento es un viaje
¡En presente! espacial y no sólo los de los vanidosos astronautas– estaría llena de vida!
–¡Déjeme aquí! –ordeno. Entonces habrían colocado en el plano de esta avenida: “de acera a acera
tres elefantes uno detrás de otro”. Medidas llenas de sangre, de borbo-
–¡Pero si estamos en plena avenida Universidad, maestro! Es muy
teante vida y de crueldades inocentes. De todo eso estaría lleno el espa-
peligroso. Está oscuro. Hay muchos ladrones por aquí. No se preocupe;
cio. De elefantes, pulgas, hormigas o tigres; no de ficticios centímetros.
yo lo llevaré hasta su casa...
En el medio hay una isla de cemento donde enloquece una vulgar
–¡No! ¡Déjeme aquí!
cabellera verde. En la esquina se separan las crestas de cemento hasta
Supongo que el tono fue convincente. Áspero. Brusco. Imperativo. la anchura del pie de un árbol que levanta su puño gigantesco de dios
Pero el estúpido insiste en llevarme hasta la casa. No para. ¡Deténgase! hebreo enterrado, amenazando con algún castigo terrible al cielo que se
–¡Está bien! ¡Está bien! No se enoje, maestro... Sólo que por aquí es hunde hacia arriba en una noche sin estrellas que la besen.
muy peligroso. Si desea lo acompaño. ¿Va a hacer alguna diligencia? Me gusta el aire misterioso y frío de esta noche. ¿Qué hora es? Las
¿Visitar a alguien? dos de la madrugada: la humedad se condensa en un rocío afilado. Es
La puerta estalla detrás. Supongo la cara de ofendida sorpresa del una neblina algodonosa. El asfalto es la piel mojada de un esclavo, sur-
joven estúpido. No le quedarán ganas de llevarme o traerme. Siento la cada por heridas de látigos de agua. Los fantasmas luminosos de los
sana alegría de agredir. ¿Qué le importa a él adónde voy? Me divierte faroles hacen sus violentas apariciones en los espejos de los charcos.
su pasmado resentimiento, pronto mitigado por una espesa, pegajosa, Un breve estremecimiento sube de mis plantas, recorre mis piernas un
indulgencia. Cómo me regocija despreciarla. Odio la boba admiración. rayo. En el cielo, una centella. Mi cuerpo está hambriento de sensacio-
Si hubiese permitido apearme donde le indiqué exactamente, no ha- nes. De ruidos, de vibraciones. Revientan en mí los rumores de la noche
bría tenido que caminar tanto hasta la casa de Matilde con mi cómico urbana, el vehículo lejano, la caricia redonda del caucho, el sol oscuro
paso de pato que me quedó como sello desde el ataque. Pero dejó correr que murmura en el infierno indecible que acontece en los estómagos de
el vehículo unas seis cuadras más. Como si se lo hubiese pedido. U los motores, el raro grillo, la fricción sexual de las ramas de los árboles
ordenado. Son tan idiotas que aceptan que les dé órdenes. Claro que en la avenida, los cuchicheos de los insectos de la oscuridad, red secreta
nunca lo he hecho. Me parece de lo más abominable. ¿Dar órdenes yo? de misterios que puede acabar con este mundo. Receptivo a las influen-
Nunca. ¡Ni que me las den a mí! ¡Que no se atrevan! Y sin embargo sé cias lunares, a la música que llega de las esferas invisibles de los astros,
–¡cómo que no lo sé!– que la primera palabra ladrada, gemida, aullada, al viento más que fresco, erizado, pretendo escuchar las voces vertidas
por un hombre, allá en aquellos tiempos remotos, cuando era el espíritu desde las profundidades del universo horriblemente vacío.
lo que nos unía a las hierbas, a los astros, a las fieras, fue una orden, La ansiedad parece remota. ¿Se fue con el viento? ¿Intenta ganar
una amenaza, un horror, otro más sugerido en la imaginación llena de un año-luz? No, aquí está de nuevo, ha vuelto como una maldición.
terrores de los primitivos idiotas humanos. El poder del verbo. Arañando. Agitando sus patitas afiladas como puñales. Debí conjugar el
La avenida es ancha. Caben tres elefantes en ella; uno detrás del otro. verbo en presente. Las palabras vuelven a hundir sus agudos instrumen-
Qué bien sería colocarlos para medir la distancia entre acera y acera. Si tos en mi cabeza. Ríen, estoy seguro, se burlan. Disfrutan de mi dolor
de pronto la humanidad olvidara los metros, las millas, los centímetros, y mi angustia. Su poder viene de hace tiempo. Aprovechan cualquier
el arquitecto o el ingeniero, en fin, el constructor, el ideador de estas evento para reafirmarlo.
calles, colocaría todas las medidas en términos de elefantes, o de pulgas, Como aquel artículo. El autor decía ser amigo mío. ¡Qué crueldad!
o de hormigas, o de tigres, o de zarpazos de tigres, ¡el espacio que nos La amistad, ser amigo de alguien, es un título que nunca he deseado

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usurpar. Que el objeto del afecto defina él quién es su amigo, no el que mía. Que ha recogido documentos inusitados, sepultados en bibliotecas
anida ese afán de darle tanta importancia a un extraño y a su vida, hasta amortajadas de telarañas, olvidados en algún sobre, en una mesita de
convertirla en el centro de la suya propia. En este caso, era yo quien noche encinta, llena, secreta, como el cofre que se entierra en una pesa-
debía decir si él era amigo mío. Pero en esto de definir mis amista- dilla de Poe, receptora de deleznables objetos, alas de mariposas, péta-
des soy un fraude, un incapaz. Nunca he logrado determinar, enunciar, los, polvos de páginas de novelas de suicidas enamorados, olvidados en
principios lo suficientemente confiables, probados en la práctica social lo profundo de un cajón de ropa vieja. Quien lea de manera indulgente
como dicen los marxistas, para afirmar y confirmar una amistad genui- su pequeño ensayo más bien advertirá una devoción profunda hacia
na. Así que este muchacho, este pobre muchacho, afirmaba ser amigo mis libros, mis poemas, mis cuentos. Sé que al mirarme no ve sino al
mío. ¡Vamos! ¡Qué de frustraciones y de disgustos le aguardarían! ¡No personaje que ha nacido y que poco a poco crece en el abono de sus
sería yo quien se los ahorraría, ni mucho menos advertiría! ¡Allá él con lecturas, y que se amarga, y escupe su gran discurso sobre la suerte del
sus amistades! universo como si fuera una semilla o algo tan importante como un niño
En efecto, lo había conocido en una de las aburridas reuniones de en la tierra.
quienes dicen ser mis seguidores. Allí beben y se regocijan de estar El escrito que me dio aquella noche con tembloroso orgullo y ex-
juntos y a mi lado. Creen que mi presencia es motivo de admiración y pectativa, para que leyera y dijera algún tronante juicio, era sólo un
hasta de alegría. Algunos hasta aseguran que me han leído y estudiado, adelanto de la gran obra sobre el poeta de la Bestia. ¡Infeliz!
coleccionado y codificado mis giros, mis obsesiones, mis juegos. Leen No él: ¡yo!
entre líneas, como si no fuera ya un trabajo arduo leer las palabras que
Lo leí de un tirón. El ensayito hablaba del uso de las disyunciones
están en las líneas.
en mis cuentos y poemas. Sostenía que allí residía la clave del ambiente
Este grupo, esa peña, era un remedo torpe de aquellos encuentros, de irreal que lograba infundirles. Aquel uso del lenguaje, aquella ambigüe-
aquellas hermandades de vino, de arcanos, de París, que ya es decir otra dad que provocaba el placer perplejo de la lectura, en el juego donde
enajenación mental con la que rendimos culto al dios. No tengo otro el lector se zambulle como una ballena de brillante y oscura piel que
Dios. Recuerdos brumosos de delirios, de espíritus que dominaban el retozara en el océano, chorreando agua, espumas, la saliva del planeta
universo, de constelaciones que se convertían en caminos de piedras, de que es un monstruo que nos devora todos los días en un horror que ni
disparos y orgasmos. Aquellas eran órdenes secretas que acumulaban el sabemos ni retratamos en los momentos de felicidad familiar.
saber sagrado depositado en los orates y en los santos. Escrutábamos
O sea, que la “o” era todo mi secreto. Tantos años persiguiéndole.
secretos que tal vez provocarían el apocalipsis con la irresponsabilidad
No; no persiguiéndolo, más bien escapándome de él, sintiendo su cálida
del niño cuyo retozo ha originado el universo. Celebrábamos el descu-
respiración en mi nuca, sus pasos casi en mis propias huellas, borrándo-
brimiento de algún incunable, libros cubiertos de un polvo que eran de
las enseguida. Pisándome los talones, como reza el lugar común.
los restos óseos de algún monarca de tiempos inmemoriales.
Volteo. He sentido la respiración de la muerte. Me asfixia. Creo que
Este no es tan joven; creo que es profesor de literatura en la secun-
pude escuchar el frenazo. El golpe: una percusión floja. Una bolsa de
daria. Puede que su intención no haya sido atormentarme. Se muestra
frutas podridas ha caído en el suelo. Un solo golpe. El cuerpo tocado
siempre muy amable conmigo. Dice haber desempolvado y estudiado,
por el universo. Un solo instante. Ya sé que muero, Matilde, no llegaré
acucioso como un detective, todas mis publicaciones, hasta aquellas
esta noche. Mi cuerpo proyectado al suelo. El cráneo al caer revien-
olvidadas croniquillas que publiqué en mi juventud, en aquel periódico
ta como una guayaba. El automóvil cruza en la esquina. Chillan los
que financiaban los ricos de Valeria, entre ellos mi querido primo, cuan-
cauchos. Se alejan escapando. ¿Cuántos dirán que fueron los rateros
do aún arriesgaba poco en este juego. Dice que prepara una biografía
que mataron al anciano para robarle los zapatos y una magra cartera?

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¿Quién pagará mi urna? ¿Cómo se ordenarán las palabras envueltas en Peor si me publican después de muerto. Peor que desnudarse ante
papelitos de colores? ¿Nadie corregirá el tiempo de los verbos? ¡No los una multitud. Es mostrar algo muy propio, de adentro, una interiori-
publiquen! ¡No los publiquen! ¡El verbo debe ir en presente! dad. Si la piel es el último vestido de los mortales, sería algo así como
El texto salió en la página de arte que edita Vila en el periódico. quitarle el pellejo a uno. Mostrar las vísceras o el contenido de ellas.
Una vergüenza aplastante, insoportable, lacerante. Sospecho que es
Es cierto: siempre me obsesionó el tiempo de los verbos. En esto
por eso que estoy aquí, de nuevo en la tierra, de fantasma, por esa ten-
acierta el profesorcito Franco, el brillante estafador académico. No
sión dolorosa mal resuelta con lo escrito durante la vida. Debe ser esa
dormía, no me estaba tranquilo. Ni las mujeres ni las conversaciones
la razón también por la cual a veces introduzco algo en las imprentas,
me apartaban del tormento y el arrepentimiento por un verbo que creía
cambio de lugar las palabras, corrijo sintaxis y conjugaciones. Elimino
estuviese mal conjugado. Por eso odiaba ser publicado. El amigo Wi-
adjetivos y adverbios que afean la expresión; conjugo en otro tiem-
lliam Azpúrua, compañero mío en una de esas empresas impresoras
po los verbos. Pero el verdadero conflicto consiste en realidad en que,
de aquella época, nunca lo entendió. Fuimos socios en varios intentos
para los muertos, nuestra vida verdadera es la letra que les dejamos a
de montar editoriales. Era un hombre valiente y excelente compañero.
los vivos. Mejor dicho, el recuerdo o lo que entienden los demás de él.
Juntos enfrentamos las arremetidas de la represión de la dictadura, que
Son las huellas con que marcamos a los otros y que nos constituyen. La
a veces tomaba la forma de vándalos que destrozaban las máquinas
gran tragedia es ser leído, porque equivale a ser malentendido. Y sin
introduciéndoles, subrepticiamente, tubos o piedras. Habíamos monta-
posibilidades de aclaratorias. Al contrario, cada vez todo lo digno que
do aquella tipografía con dinero aportado por mi querido primo cojo.
dejamos se oscurece más; es sepultado bajo capas y capas de interpre-
Él es un personaje muy especial. Aunque es hijo de un millonario, un
taciones, o sea, de malentendidos.
viejo hacendado de Valeria, es un autodidacta. Uno de esos que ha en-
sayado todos los órdenes posibles para leer. Desde el alfabético, hasta El disgusto con los actos de homenaje es auténtico también. Pero este
siguiendo una serie de colores de las tapas de las publicaciones. Hasta Anselmo Monti anciano, irritable, hastiado de la vida quizás, contrasta
el momento en que a William se le ocurrió sacar a la calle mis textos, con el Anselmo que les consiguió un escondite a aquellos perseguidos
yo había publicado algunos textos en las revistas que editábamos. Pero políticos en la casa de la finca de su primo. Aquel Anselmo era locuaz,
es muy diferente cuando aquellos borradores, esos escritos imperfec- cínico, chispeante. No este viejo malhumorado que pinta Franco en su
tos, se reunían en libro. Fue una sorpresa desagradable enterarme de cuentico. Envejecí, claro. Tanto que hoy me sorprendo al recordar aque-
que William había tomado algunas cuartillas que había dejado sobre lla actividad febril de editor de revistas. No sé cuántas hice. Sé de aque-
el escritorio y las había convertido en un libro de cuentos y versos. ¡Lo lla que financiaba mi primo, de cuando le metí a Pimentel y Suárez en su
hizo sin mi consentimiento! Aquello marcó nuestro rompimiento. Me casa de la hacienda para que se resguardaran de la policía política de
miró con una mezcla de incomprensión, sorpresa e irritación cuando la dictadura en su casa de la finca. Por supuesto que el joven del ensayo
le reclamé con vehemencia. Más sorprendido aún, y tal vez más he- que Franco menciona es él mismo, cuando todavía era un estudiante. Se
rido, se mostró cuando escuchó que no deseaba más su ayuda ni su había percatado de esos “o” en lugar de “y”. Yo leí el ensayo, pero en
amistad. Disolvimos la sociedad. El muy irrespetuoso llegó a vender realidad no le presté tanta atención como él me atribuye. Ahora que soy
algunos ejemplares en la Sociedad de Amigos de Valeria. Incluso llega- un fantasma y lo leo, es que me acuerdo. Para Franco, en cambio, es
ron algunos libros a la capital. Allá recibió elogios, publicados en los muy importante: creo que fue el primer ensayo literario que le publicó
periódicos de más amplia circulación. Pero aquello era un monstruoso Vila en su página literaria. Lo que me produce cierta inquietud es la
malentendido. ¿Cómo van a apreciar esos textos, si no habían sido exactitud de la descripción del accidente mortal. La cabeza cayendo y
terminados, corregidos, por mí? estallando como una guayaba. Produciendo un ruido sordo, como en-
vuelto en una bolsa de plástico, como una jitanjáfora terminada en efe.

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Pimentel después llegó a la cancillería y me ofreció aquella agre- Me tuve que alojar en una casa de vecindad perdida entre las casitas
gaduría en esa isla del Caribe. Fue un tiempo bonito. Pasaron los años viejas del oeste de la capital. Comencé a recibir, como una gracia del
sin darme cuenta, entre negras altísimas, sensuales, frutales, ron con gobierno democrático, el mismo sueldo de diplomático, pero refugiado
sabor a madera y poesía alucinante. A veces escribía. Terminé un li- en aquel rincón humilde. Hasta allá me fue a buscar la leal Matilde.
bro, pero con una lentitud vergonzosa. Me daba mi tiempo para que ¡Qué fuerza la de esa mujer! La conocí en Bélgica, durante el exilio.
salieran aquellas palabras. Sé lidiar con mis obsesiones ¿O debiera Era grande, rubia, fuerte. Así mismo fue su amor. Cuando regresé a
conjugar el verbo en pretérito? Estoy muerto, ¿no? la Patria, al final de la dictadura, me despedí de ella en el puerto. Le
Salí de aquel cargo paradisiaco por un arranque de Pimentel. Nun- dije que me esperara, que volvería por ella. Lo dije por puro impulso
ca me dio explicaciones. Se negó a atenderme durante varios meses. teatral. No me iba a devolver por una mujer. Ella era hermosa, gentil,
Ni él ni Suárez me avisaron de la temeraria acción que planeaban cariñosa. Pero a los pocos meses de vivir con ella, surgió un sentimien-
emprender. Me resiente que no hayan contado conmigo, cuando sí lo to que nunca he soportado. El aburrimiento es el auténtico enemigo del
hicieron para darme un puesto vulgar para sobrevivir. Poco después amor, no el odio. Es duro, pero es cierto. La verdad siempre es dura,
acompañaron aquella rebelión en el Partido, aquella división que ¿no? Así se dice en griego, con raíces sánscritas: episteme: levantado
inmediatamente fue empujada a la subversión, las armas y hasta la sobre la dura piedra. Por eso nos damos con una piedra contra la ca-
muerte heroica. Ellos eran mis amigos. Yo les conseguí aquel escon- beza cuando encontramos una verdad. En cambio, la otra modulación
dite en la casa de la finca de mi primo. Especialmente Suárez hizo griega de la verdad, la que remite a un descubrimiento, al levantamien-
una bella amistad con Antonieta. Hubo un momento incluso en que to de un velo, el corrimiento de la oscura cortina del olvido, no tiene
él violaba las normas de seguridad conversando con ella en el patio, esa violenta dureza que nos revienta la cabeza. A menos que pensemos
mirando ambos las estrellas en las bellas noches que en el campo se en una bella y apetitosa bailarina a la cual le quitamos el velo y descu-
ven. Creo que la mujer de mi querido primo les tomó mucho cariño a brimos que su rostro es una calavera.
ambos, pero especialmente a Suárez. Como fantasma puedo averiguar La libertad en mi patria, la posibilidad de volver, era también la
algunas cosas que no nos es dado saber cuando vivos. Sé que ella oportunidad de liberarme de ese exceso de amor que me hastiaba con
aguardaba por Suárez. Cuando cayó la dictadura ansiaba que él se desesperación. Y ahora, era ella la que me había buscado, abandonó
comunicara con ella. Algún gesto, algún mensaje. Pero no sé si fue su país conmovedoramente, aquella tierra donde se habla un idioma
que no le dio tiempo al compañero Suárez, o hubo una decisión de no terriblemente difícil; todo para llegar a este caos caribeño, a este cam-
volver a verla, pero nunca más se ocupó de ella. Tal vez porque pensó pamento petrolero que simula ser un país. Enseguida, haciendo honor
que ella estaba felizmente casada con el bueno de su marido. Que no a su recuerdo, desplegó una actividad admirable. No sé cómo aprendió
lo abandonaría nunca. Mucho menos por él. No conozco los detalles lo mínimo necesario del idioma para defenderse y algo más. Montó
de ese amor secreto que estoy suponiendo. Pero estoy seguro de que él su negocio con unos ahorros que se trajo de Europa; de pronto ahí
sabía que, más que el cariño, la ternura o la pasión, era una aburrida estaba un expendio de telas, y al fin me tuvo para ella solita. Yo acepté
costumbre lo que ya a esas alturas unía al Cojo con Antonieta. Ade- porque la comodidad en los hombres es una motivación más fuerte que
más, también sospecho, y mi condición de fantasma me lo permite, que cualquier hastío, pero mantenía, lejos de ella, mi propia habitación en
de aquel amor había quedado algo más, algo de carne y hueso, aunque aquella casa de vecindad, para recluirme y leer y escribir. O simple-
nunca se sabría. Esto siempre me conmueve: los secretos que nunca se mente echarme en la cama, en un éxtasis vacío, en un nirvana de simple
revelan. Los auténticos secretos. Son la demostración de que, a pesar pereza que quizás es la raíz auténtica de cualquier budismo. Esa fue la
de todo, los seres humanos somos espirituales. Es la prueba, de alguna época de la reedición de mi libro, de los homenajes, promovidos por el
manera, de mi propia espectralidad. hijo de mi primo. Hasta hubo académicos que cayeron en el juego de

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los elogios inflados. Nunca me lo creí. Es el colmo ser poeta de un solo era luchar por su libertad, por mejores gobiernos, mejores incluso que
poema. Es como si un futbolista quedara paralítico después de un gol esos que nos habían traído con el fin específico de blanquear la raza.
bestial. Eso no hace a un poeta, sino una vida digna de ser cantada. Que incluso ese objetivo a mí me parecía bestial, estúpido, retrógrado,
Como los héroes griegos, que ascendían a la divinidad gracias a los racista. Él no entendía aquello. Esa vez hasta me llamó comunista ¡Ja,
cantos de los ciegos. Además, “La Bestia” considero que es un poema ja, ja! El que no lo tomó tan ligeramente fue Humberto. Se cayeron a
horrible. Mal hecho y peor leído. Lo único interesante es su poder dia- insultos y se ofrecieron unos golpes. No se los dieron, pero nunca más
bólico de despertar la maldad y alojarme por instantes en los cuerpos se frecuentaron. Los disgustos entre hermanos pueden terminar en ase-
de pobres individuos vacíos. Tan horrible es que me ha obligado a este sinatos, como enseña la Biblia. Los hijos, sí se relacionaron. Salvatore
transcurrir, a esta existencia de espíritu viajero, de cuerpo en cuerpo, llegó a ser gran amigo de César, aun estando en el partido de oposi-
de lectura en lectura. ción. Incluso a pesar de las conspiraciones con que ambos primos se
Por esa época de mi cuarto en la vecindad, de mis escapadas del tiraban a matar en esas disputas políticas de la región. Salvatore llegó
demasiado amor de Matilde, volví a tener contacto con María Eugenia. a ser alcalde de Valeria por los democristianos. Asumió el cargo de su
Ya era una señora mayor, pero seguía siendo una morena muy hermosa. tío. Y enriqueció a mucha gente: a los paisanos que llenaron esa ciudad
Como cuando nos enloqueció, a Humberto y a mí después. Vila, en su de edificios, acabando con los árboles y el benigno clima que en tiem-
narración, la hace desaparecer. En realidad, se fue de aquel pueblo con pos ya olvidados tenía. Lo curioso es que, a pesar del apellido común,
ínfulas de ciudad, se vino a la capital, se casó con un empresario de pocos asocian a Salvatore con César, Lucio o Humberto hijo. Vila no lo
la construcción, italiano también, pero con más entereza de carácter menciona, quizás en homenaje a la ira entre los dos ilustres hermanos.
que Humberto y más estabilidad y respeto que yo. Me invitó a su casa. Hasta ese detalle evidencia su tendencia a la adulancia. La compara-
A su mansión, debiera decir, a los pies del majestuoso cerro que orna- ción entre los dos alcaldes, el llamado “de la industrialización” y el
menta la ciudad. Me preguntó por Humberto y por sus hijos. No sé qué bautizado por los periódicos como el alcalde del caos vial de Valeria,
esperaba que le contase. En realidad, yo había perdido todo contacto afecta mucho a los compañeros del segundo, entre ellos al padrino de
con ellos. Sabía, por los periódicos, que formaban parte de ese mundo Vila, el Mocho Hermoso. Quizás porque no quiso vincular con el Cojo
viscoso y vulgar de la política de este país. ¿Cómo iba a saber que des- al alcalde que hizo ese desastre justo cuando era gobernador el Mocho
pués de muerto, hecho ya todo un fantasma, estaría en las redes de su Hermoso, el padrino del periodista inventor de la esencia de Valeria.
influencia en Valeria? ¡Qué extraño es todo esto!
María Eugenia me preguntó también por Mauro ¡carajo! ¿Habrá
tenido también su amorío con Mauro? Vila también lo desaparece de
su relato-reportaje. Nunca más lo menciona después del incidente por
el cual escapan de los fascistas en un cerro de Italia. Se entiende que
vino con nosotros a este país. Así fue. Pero Mauro se alejó de nosotros,
de Humberto y de mí, y siempre nos dejó saber su descontento por lo
que percibía como una incomprensible ingratitud hacia los militares y
los políticos que nos habían beneficiado con tierras y créditos cuando
apenas tocamos esta nación.
Yo le decía, cuando tenía oportunidad, que no fueron muchas, que
una manera de querer esta nación que nos había recibido tan bien,

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CAPÍTULO VI

Juramentaciones

El flamante Gobernador se yergue tieso y levanta la mano derecha


mostrando la palma. Su serenidad es la del general que contempla sa-
tisfecho el campo de batalla después de su victoria. Dieciséis personas,
once hombres y cinco mujeres, parados frente a él, casi firmes, le imitan
muy serios. El público se calla para no dañar la solemnidad de la cere-
monia. El silencio de la muchedumbre le da más cuerpo a las palabras
del jefe que retumban en el salón a pesar de los movimientos nerviosos
de los periodistas, las muecas y señas entre los camarógrafos y los flas-
hes nerviosos de los fotógrafos. “¿Juran ante la constitución y las leyes,
ante la tradición de lucha de nuestros héroes, ante el pueblo de Baracoa
y sus sensatas costumbres de responsabilidad y trabajo, ante el Padre
de la Patria…?”. Etcétera, etcétera. Los escogidos contestan a una sola
voz: “Sí ¡Juramos!”. “Si cumplen, que Dios y la Patria os lo premien; si
no, que os lo reclamen”. El público estalla en aplausos. Los flashes re-
medan una tormenta tropical. Uno que otro familiar o amigo se seca una
lágrima. Algunos espontáneos se acercan a felicitar a los designados. El
flaco Michelena sonríe y le brillan los dientes. Su esposa Adelaida le
lanza un beso desde el público. Él sonríe más todavía, con satisfacción,
como los niños que reciben el beso de su mamá cuando terminan una
hazaña en el acto cultural de la escuela. El otro flaco, el Rafael, junto
a una decena de colegas reporteros gráficos, toma las fotos de rigor:
los del conjunto de todo el tren ejecutivo en el momento mismo de la
juramentación, close-up de cada uno de los secretarios de gobierno, en
pares, en tríos, con los empresarios más cercanos, los dirigentes sindi-
cales, los dueños del periódico, el obispo.
Vila aplaude también, pero con desgano, con la libreta en el sobaco.
Ha intercambiado miradas fulminantes con Danielito quien se halla a
dos filas de él y ha hecho un mohín de asco con la nariz. También cubre
el acto. Vila responde con una sonrisa forzada el gesto de su amiguito.
Pero se devuelve a su atención inicial, al acto donde los roles ya se
hallan repartidos y se desarrolla en medio de banderas nacionales y
regionales.

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El Gobernador, el obispo y los secretarios toman sus asientos en las pri- –¡Ah! Conque es eso. En realidad estás que te mueres. ¡Coño, Man-
meras filas, mientras la coral del estado sube al escenario para interpretar dy! ¡Cuándo vas a sincerarte contigo mismo! ¡Con razón cada vez te
los himnos local y nacional. Los asistentes se mantienen de pie, solemnes veo más amargado, amigo!
algunos, aunque, entre risitas, picadas de ojo y gestos de complicidad, no –Mira mejor te callas. Este no es el momento ni el lugar de estar ha-
pueden evitar seguir comentando el acontecimiento que acaba de culminar. blando de esas cosas. Aurelio es un amigo, sólo eso. Ya no hay nada allí.
Momentos antes del inicio de la juramentación Danielito le había Él es una excelente persona y celebro que no se haya metido en estas
dicho con tono indignado. cochinadas politiqueras donde habría tenido que conspirar e intrigar por
–¿Qué te parece? Nébula nombró a Mauricio Bonanno en la secre- un carguito que al final no necesita porque es un estupendo empresario
taría de Obras Públicas. y profesional.
–¡Bueno! ¿Qué se le va a hacer? Él pertenece al grupo de empre- Lo dijo con asertividad, enfatizando la expresión, como para callarle
sarios de la construcción de Baracoa. Además, es de familia italiana. la boca de una vez por todas a Danielito. Pero a él mismo le sonaron
Tiene la bendición de doña Antonieta. histriónicas aquellas palabras. Sabía de antemano dos cosas. Primero,
que Danielito no se quedaría callado y lo seguiría atormentando con sus
Danielito lo ha fulminado con la mirada. Empequeñece los ojos y le
impertinencias incluso delante del flaco Rafael, el reportero gráfico, du-
espeta irónico.
rante los días venideros, cuando se encontraran en alguna fuente, la casa
–Y se supone que tú estás feliz. ¡Coño! Bien sabes que es un inca- del Partido o las oficinas de la gobernación. Segundo, que la situación
paz. Un hijito de su papá. Esos reales se los sudó el viejo Bonanno, pero le había revuelto todas las sustancias de la vida hasta lograr hacer salir
ese amiguito tuyo no tiene ningún mérito. Nada que ver con Aurelio. a la superficie de aquellos líquidos agitados, unos sentimientos, unos
Aurelio sí es un profesional competente y serio. ¿Eso no te indigna? aromas, unas imágenes, que le hubiera gustado terminar de ahogar en el
¡Me extraña tu sangre de horchata! estanque oscuro del olvido. De la serena ironía con que se armaba para
Vila se puso serio. soportar la cobertura de estos actos a los que comprendía, se decía a sí
–¡Coño! ¡Daniel! ¡Deja de joder! mismo, como gajes del oficio, solamente, pero que, por otra parte, no
le disgustaban del todo porque su ilusión era ser el protagonista perma-
–¡Ah, no! ¡No estés con esa controladera de señora amargada! Pero, nente de ellos, como cuando le daban las condecoraciones del premio
dime, ¿no es verdad? Ese mariquito hijo de su papá intrigó e intrigó en regional de periodismo o cuando recibía el reconocimiento de la ciudad
el Partido y ante la señora Antonieta, hasta que se salió con la suya y por su labor cultural; había pasado a un insoportable por incontrolable
dejó fuera a Aurelio. disgusto, mal humor que le hacía sentir estúpido, dominado además, de
–También es bien pendejo Aurelio que se dejó joder… una manera humillante, por la ácida boca de Danielito, de temer, porque
Danielito lo miró socarrón. solía quitarle el delgado velo a la verdad y ruborizarle la cara.
–Ahora te vas a poner con esa. ¿De qué lado estás por fin? Estoy En seguida, un pensamiento le mitigó la difícil mezcla de vergüenza,
seguro que estás quemándote de la indignación por dentro. La única tristeza y rabia que parecía crecer en su giro de bola de nieve. Pensó en
manera de que comprenda tu actitud, Mandy, es que esa estoica resig- Danielito. ¿Y qué sentiría Danielito? ¿Por qué no lo había cogido por
nación que ostentas sea en realidad un rencor escondido hacia Aurelio. ahí? Lo que había pasado debía poner a Danielito a la defensiva, no a él.
El ungido por Nébula en el cargo de Obras Públicas había estado ron-
–¡Coño! ¡Tú sí jodes! –respondió Vila ya francamente malhumora-
dando por los predios de Danielito. Era él quien se debía sentir incómo-
do–. ¿Cómo voy a tenerle rencor a Aurelio? Tú sabes que quedamos…,
do. De nuevo había caído en la trampa del chamo de nalguitas redondas.
que somos amigos. Nos tratamos con mucho respeto y consideración…

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La maniobra la entendió en un fogonazo de la conciencia. Su amiguito tancias históricas, el ademán del pintor, el golpe del martillo en el for-
había atacado antes de que lo hiciera él. Nada tenía que ver el brillante món del escultor. Pernía, en cambio, era las matemáticas y las ciencias;
ingeniero Aurelio en este rollo. En efecto, Bonanno había ilusionado a las explicaciones lógicas, razonables, evidentes a los sentidos y a la
Danielito. Estuvo saliendo con él. Hasta le hizo regalitos. Se comenta observación sistemática, y se le acercaba y le tomaba las manos e inten-
que hasta hubo un viaje en su avioneta. Y de pronto,… nada. Más nunca taba besarle y acariciarle la espalda y el pecho. Era, en fin, su reticencia
lo buscó. No contestó sus llamadas. Se acordó de cuando Danielito le avergonzada que al final cedía a los impulsos del viejo, que le hicieron
había invitado aquellas cervezas sólo para contarle de su despecho. Tan escapar después a las promesas del joven cura, del que le había abierto
histriónico como siempre, pero moderado a la vez, porque parecía que las entendederas de su propia condición.
en esta ocasión el asunto le había dolido de verdad. Tanto, que nunca Puesto en aquella encrucijada, entre la espada y la pared, el po-
más le volvió a comentar nada, ni de sus sentimientos ni de sus andan- bre chico recurrió a un auxilio superior: a la mismísima Virgen. Y en
zas. Conoció de ellas por tercera o cuarta mano. La “Niña”, como le efecto, una madrugada, cuando todavía todos dormían en el internado,
decían los colegas, siguió riéndose, tan amigo de las mujeres como de sintió que lo llamaban con un dulce susurro. Al principio se hizo el
los hombres del medio periodístico. Con su prosa exacta, sus palabras dormido. Tembló de miedo. Podía ser el padre Pernía o el mismísimo
precisas, su sintaxis tan clara. Guinand, quienes querrían algo de él, nuevamente sus caricias delicio-
Por lo demás, era cierto lo que había dicho. Aurelio no tenía por sas, pero quemantes de pecado. Pero una dulce voz de mujer, al fin le
qué meterse en el lío de la politiquería de esta ciudad. Su constructora dijo: “Hijo, soy yo. Ven”. Sólo entonces abrió los ojos y se incorporó.
había crecido en este y en todos los anteriores gobiernos, asociándose Salió al pequeño jardín frontal del internado y vio su luz. Allí estaba
con el Mocho Hermoso. Su profesionalismo le había servido a todos los ella, del tamaño de una flor. Se le acercó con lágrimas en los ojos para
alcaldes, con quienes alternaba amable y juiciosamente más allá de las escucharle. Le dijo ella: “Debo decirte que Dios te ama y ama a todas
diatribas políticas. sus criaturas”. Al despertar, al día siguiente, Armando sabía que sería
La imagen de Aurelio se le apareció ocultándole todo lo demás. Sa- perdonado.
cudió sin querer la cabeza. Tenía que ubicarse en el aquí y ahora. Au- Lo que vino después lo entendía perfectamente, pero no por ello
relio se había mostrado esquivo ayer. Sabía lo que pasaba. La mujer dejaba de pensar en ello una y otra vez durante todos esos largos años,
de nuevo lo chantajeaba con los hijos. Eso afectaba mucho a Aurelio. como si el balance final no encontrara equilibrio, la cuenta no diera,
Pero debía de tener la entereza necesaria para afrontar, de una vez por como si el desenlace hubiera dejado cabos sueltos. Pernía le consiguió
todas, su situación. Definir su relación con la familia y con él, Arman- la ambicionada beca para estudiar periodismo en la capital y salir de
do, de una vez por todas. Lo peor que podía ocurrirle ahora a Armando ese pueblo que, aunque amado, debía reconocer que ya le quedaba pe-
era ponerse nostálgico en pleno trabajo, en medio de la ceremonia más queño, como se encargaban de repetírselo los dos, Guinand y Pernía,
noticiosa de este pequeño infierno de Valeria. No debía trasladarse otra compitiendo con sus halagos por su atención, inteligencia y escritura.
vez a su isla, a aquel internado, a aquellas imágenes, olores, sentires, Comprendió que era la manera de resolver un peligroso conflicto entre
que todavía lo turbaban sobremanera. dos autoridades del colegio, en el centro del cual estaba él, como la
Pero no pudo evitar recordar al padre Guinand y un tibio flujo de manzana dorada por la cual las diosas pugnan. No eran diosas, eran
ternura le inundó. Sabía lo que vendría a continuación, porque el padre hombres, simples hombres apasionados, pero que tenían una alta res-
Pernía era el revés de aquel recuerdo. Lo recordaría también. El padre ponsabilidad en la conducción de su grey, aparte de varias amonesta-
Guinand le había dado sentido al mundo, explicaba todos los meandros ciones de sus superiores para que dejaran sus batallas vergonzosas y
de la crítica literaria y artística, le descubría las emocionantes circuns- peligrosas por los chicos más apetecibles del colegio.

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Así se fue de su isla, de su pueblo, de su colegio, de su revoltillo Nébula no tenía por qué parar su discurso porque él estuviera sus-
de sentimientos, para dirigirse a la capital a estudiar periodismo. El pirando con sus recuerdos. Por un momento los detuvo, para ver si el
discurso del plan de gobierno de Nébula le impide rememorar en de- gobernador hacía alguna referencia importante, alguna explicación que
talle aquellos años. Tiene curiosidad de reportero de política por ver valiera la pena, un anuncio imprevisto. Pero nada. Lo más, una alusión
qué decía, qué intriga dejaba entrever, qué sugeriría entre líneas. No despectiva pero diluida a los gobiernos socialcristianos, quizás al del
tiene esa habilidad de estar y no estar, de hacer varias cosas a la vez, Mocho Hermoso y al brevísimo de Acevedo. La retórica continuaba en
de escuchar el aquí y el ahora, al mismo tiempo que se pasea por un el mismo tono desarrollista de siempre. De modo que podía seguir recor-
pasado con el cual no se han ajustado todas las cuentas definitivamente. dando. No mucho, porque tenía al flaco Michelena en pauta, y andaba
Lo que sí puede afirmar es que allá, en la capital, en un momento de con el otro flaco, Rafael, al cual no debía mostrar su lado débil, porque
rabia y depresión, que lo sepultaban días enteros en una cama, casi sin los subversivos siempre lo captan en el aire. Aprovecharía y le pediría a
consumir alimento, leyó a Gide, Corydon para ser más precisos, y desde Miche la copia del discurso. Seguro ya lo tendría listo para sus colegas.
entonces, si no encontró la paz, al menos entendió que debía aceptarse Una vez en Valeria, Vila se dedicó con disciplinada seriedad a su
a sí mismo tal y como era, que no era un monstruo o un enfermo. Que profesión. Del trabajo al cómodo apartamento tipo estudio que con-
tenía, nada menos, que el respaldo de la civilización griega, el ejemplo siguió rápidamente, y de éste a la redacción, a la pauta, a las fuentes.
del amor apasionado de Aquiles por Patroclo, de la fama de Alejandro Cubrió todas las fuentes: la información general en la redacción del pe-
Magno, la sabiduría de Sócrates y Platón, el brillo de Oscar Wilde y la riódico, donde recibía desde las quejas de las señoras de condominios,
prosa cristalina de Gide. ¡Amado Gide! Y esa relativa paz, esa revela- juntas de vecinos de los barrios populares, sindicalistas del más diverso
ción, se la agradeció, a la postre, a su virgencita, a la madre, a la linda pelaje, del partido de gobierno, de la oposición, subversivos, hasta los
Virgen del Valle, a la misma a quien le pagaba con sacrificios todas las anuncios de actos culturales de directoras de escuela. En esos meneste-
semanas santas su propia vida, aunque ella hubiera significado la muer- res conoció por primera vez a las dulces señoras del Ateneo de Valeria.
te de su madre de carne y hueso. Le gustó mucho doña Santita, quien pronto lo invitó a una de las activi-
Aquella recomendación que, desde la universidad, en la capital, lo dades que acompañaban a las exposiciones en el establecimiento.
condujo hasta Valeria, ciudad que no conocía ni se imaginó nunca co- Estuvo unas semanas cubriendo sucesos, en la policía y en los tribu-
nocer, sólo pudo interpretarla como el largo brazo del amor, amor que, nales. Aunque se jactaba de que quería ser un periodista completo, que
más allá de la piel y la saliva y los otros fluidos corporales, se hizo no se asustaba ante cualquier acontecimiento, pronto se sintió hastiado
deseo de bien, de éxito, de nueva vida. Esta vez fue Guinand quien le de buscar el número exacto de los muertos de la semana, acudir a la
refirió al dueño de un periódico en esa “pujante ciudad industrial del morgue para ver siempre a los mismos pero distintos familiares lloro-
centro del país”. sos, chillando su tragedia por algún intercambio trágico de disparos en
“… nuestra pujante ciudad industrial del centro del país, encrucijada la callejuela del barrio. En los tribunales consiguió algo mejor: intrigas,
desde siempre de conquistadores y bravos guerreros, de los caminos chismes, comentarios a media voz. Le aseguraban datos de sobornos.
del comercio y de la producción de los campos, no ha tenido, desde Le explicaban intrincados procedimientos. Ingeniosas maniobras eje-
los tiempos de nuestro amado padre, el amado, respetado y recordado cutadas con maestría. Torpezas inconcebibles. Errores monstruosos de
“Cojo”, un gobierno que la respete, que la ame, que le dé lo que me- ortografía. Conoció a varios litigantes. A los subversivos y a los demo-
rece, como centro de progreso, de emprendimiento fogoso, que lleve cratacristianos. A los defensores de los jefes de las mafias de ladrones
a nuestro pueblo a nuevos niveles de prosperidad y felicidad, basados de automóviles. A los abogados de narcotraficantes. Vio cómo trasla-
en el trabajo y el esfuerzo colectivo, en el respeto y la tolerancia, en la daban a los muchachos que ya llevaban decenas de muertos encima.
observancia de los deberes para con la familia, la Patria y Dios…” Jóvenes, muy jóvenes, que llegaban a la imputación, a rendir decla-

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ración, y luego los trasladaban de vuelta a sus prisiones, hacinadas de cera con el Cojo Nébula. También el destacado periodista, mucho más
demonios. Abordó a las juezas de menores que siempre beneficiaban a joven que como le aparecía ahora, posaba al lado de Pablo Neruda, de
la parte femenina de los pleitos. Supo de madres que secuestraban a sus García Márquez, de Picasso y de un anciano altísimo.
propios hijos; de mujeres que le arrebataban los pequeños de los brazos –Ese es William Faulkner…
de sus padres. Pleitos interminables por pensiones, por regímenes de
Pancho lo esperó en el pasillo exterior de la redacción.
visita. Casos de suicidios. Los misteriosos destinos de los expedientes
que desaparecían sin rastro en aquellos monstruosos archivos donde las –¡Conque el Bulldog te mostró sus fotos! Eso es pura paja, pura
ratas y las cucarachas dictaban sentencias inapelables. Le interesó algo coba. Son montajes. Ese tipo no es tan viejo tampoco. ¿No te fijaste que
la hermenéutica peculiar de esos litigios en los que se jugaban fortunas, en todas las fotos él sale igualito, como si nunca hubiera sido joven ni
vidas, sentimientos, bienes y poder. Incluso llegó a prometerse un día viejo como ahora? Llegó al periodismo muy temprano, eso sí. Por otra
apartarse de esa necia búsqueda del acontecimiento del hombre que parte, le garantiza a los dueños la disciplina laboral a punta de latigazos.
muerde al perro, y estudiar derecho, leyes, que bien visto era también Una semana paseó por los sindicatos. Pero fue un recorrido corto,
la subsunción de los acontecimientos en el concepto de la norma, como ligero, como sin voluntad. Aquellos hombres ásperos se le antojaban
convertir cualquier hecho en noticia; pero era también a veces una ten- mafiosos extraídos de novelas negras norteamericanas, aunque la mú-
sa competencia entre inteligencias, entre estrategias que convocaban al sica preferida de esos individuos toscos fueran los cantos recios de las
mal sabrosamente. Y de pronto, sin previo aviso, como una más de sus llanuras, disfrutadas en medio de litros de cerveza en los ambientes pol-
arbitrariedades, el Bulldog le cambió de fuente. vosos de clubes sociales y deportivos, con “ambiente familiar”, como
Recorrió los hospitales en cuyos pasillos abundaban las camas com- decían los avisitos en las entradas. Definitivamente, no le gustó. Bull-
partidas por dos o tres mujeres embarazadas. Le contaron tragedias dog estalló en carcajadas cuando le llegó con la queja.
griegas y británicas tocadas de sabor local. Padres que se arrancaban los –¡Coño, isleño! ¡Te quejas más que el carajo! Pero eres uno de los
ojos, reyes que castigaban a sus amantes hijas, gigantes bienintencio- favoritos del dueño. Parece que te mandaron con una estupenda reco-
nados encadenados y con las vísceras roídas. Vio manchas de sangre, mendación. De los curas. Te queda entonces la fuente más importante y
mierda, flema, por los suelos y las paredes. Mujeres llorosas, de evi- de mayores oportunidades de lucimiento: la Política.
dentes insomnios dolorosos. Explicaciones entre simples, indiferentes La verdad, la verdad, esperaba otra cosa. Deportes, tal vez. Arte
y amargas, de epidemias, de casos insolubles, de medicamentos que habría sido mucho mejor. La Universidad le resultaba atrayente. Pero
no hay, insumos que no llegan, presupuestos que no alcanzan, recursos ¡Política!
que desaparecen. Le hastió a las pocas semanas esa redundancia de
tragedias y quejas. Le pidió al Bulldog que nuevamente le cambiara de Por otra parte, su periplo por todas esas fuentes le había deparado
fuente. El aceptó, no sin antes llamarlo a su oficina de jefe de redacción. una interesante sorpresa. En todas ellas descubría algunas miradas pe-
culiares que ya había conocido en la capital, en la universidad católica
–¿Sabes cuántos años tengo en este negocio? y, más atrás, en el internado.
–Usted es un hombre no demasiado viejo, por lo que puedo ver. En los tribunales al fin la sospecha se le confirmó con la revelación.
Cuando llegué a este periódico, usted acababa de llegar. Esas miradas buscaban en las de él idéntico interés: el del hombre por
–Pero tengo muchos más años que tú en este oficio. No tengo tus el hombre. El acceso se dio. Tenía ya varios meses en aquella ciudad
estudios académicos, pero mi experiencia hace la diferencia. Mira… y un vacío en la boca del estómago y en el ánimo ya le dificultaba la
Y le mostró varias fotos. En una aparecía nada menos y nada más respiración a veces, le distraía los pensamientos, le provocaba desper-
que con Fidel Castro. En otra, con el Padre de la Democracia. En la ter- tares agitados en la madrugada, con aquella tensión entre las piernas,

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con aquellas erecciones que sólo encontraban alivio en vergonzosas ido a la mierda. Se echó en una cama a llorar interminablemente, sin
masturbaciones. Una noche se sintió más que solo, extraño, como el consuelo. Le conmovían los esfuerzos de su esposa para recuperarlo
único expulsado de algún olvidado paraíso. Aunque el trabajo le ocupa- de aquel estado: infusiones, galletitas, palabras suaves. Pero en él se
ba prácticamente todo el día y las diligencias personales, los pagos, las había roto algo irreparable. Haciendo un magnífico esfuerzo acudió a
tareas ineludibles y alguna que otra invitación de las señoras del Ateneo un psiquiatra. Sólo deseaba un fármaco. Una pastilla que le permitie-
le llenaban la agenda, sentía que disponía de demasiado tiempo, despil- ra recuperar la energía suficiente para seguir trabajando. La obtuvo y
farraba un tiempo que debía matar de alguna manera. Se sentía como un funcionó unas semanas. Pero la depresión volvió poco después. Y esta
extranjero, como un budista en La Meca en pleno Ramadán. Pero ahora vez igual su espíritu se elevó de su pobre cuerpo adolorido tirado en la
tenía una invitación. Se la hizo el doctor Eusebio Hernández. Era una cama como un muñeco descoyuntado, sufriente como si de un Cristo en
fiesta muy especial. Fue entonces cuando conoció a Aurelio. el Gólgota se tratara, y se hizo la gran pregunta, la inmensa pregunta
Su estado de ánimo, desde la adolescencia, había sido siempre un por el Sentido de Todo.
péndulo vertiginoso, o un pequeño vehículo que iba de cima a sima, del Alguien Todopoderoso quiso que entonces se conocieran. Y cada
llanto más profundo a la risa más loca. Cuando caía y se despeñaba, la fragmento, cada nota, cada partícula, halló su lugar y su tiempo en este
muerte era bienvenida. Las paredes de su cuarto cambiaban de color y mundo. Armando Vila pasaría a ser desde entonces el ancho y luminoso
tamaño, se reducían hasta convertirse en la trampa estrecha de su urna. puente hacia la vida.
Se secaba hasta que la piel le colgaba como las membranas oscuras de Ahora Aurelio tenía esas vacilaciones, esos silencios desesperantes
las alas de un murciélago. Eran los momentos en que se apartaba a un que le impedían a Armando centrarse en su trabajo. La mujer ya lo
lado de la existencia, salía de sí y se preguntaba por qué, cuál era el había logrado antes. Lo chantajeaba con sus hijos. Las características y
sentido, para qué estaba ahí, como un montón de estiércol, como un los detalles los ignoraba, pero su amante era transparente y podía ver di-
adolorido y flaco perro sarnoso al que todos pateaban en un rincón. A rectamente su herida sangrante. Lo confrontaría, lo obligaría a hablarle
la mañana siguiente, sin ningún motivo, reía y reía. El suelo temblaba. claro. Sabía que era muy difícil para él, pero ese era el costo del amor.
Entonces desarrollaba una actividad frenética. Hablaba sin parar. Agu-
En eso estaba, cuando se sucedieron los cambios de fuente. Cuál no
zaba sus ironías contra la misma ciudad y los mismos personajes que, a
sería la sorpresa de Armando Vila cuando, en el medio sindical, se con-
la vez, elogiaba tanto.
siguió con algunos de los invitados a aquellas fiestas, donde también
Aurelio representó la paz. Algo así como la explosión de la sere- conoció al poeta Félix. A Villavicencio, a quien tendría la oportunidad
nidad. Una mirada suya le devolvía la armonía al universo. Advertía, terrible de conocer en toda la plenitud de su neurosis en Europa, poco
gozoso, que se le habían revelado todas las leyes que gobiernan el uni- después, cuando le salió aquella maravillosa beca para estudiar arte.
verso y él las aceptaba y celebraba. La alegría refrescaba todo el ardor Luego, cuando fue a la casa de los partidos, al parlamento regional, a
de sus entrañas, de su respiración. Y en medio de esa felicidad, muy las concentraciones y reuniones políticas, seguiría consiguiéndose a los
adentro, como un animalito escondido en un túnel diminuto, se alojaba invitados y a los amigos secretos de esos mismos invitados que, a su
un breve temor: a que todo se acabara de un momento a otro. Que llega- vez, multiplicarían las invitaciones.
ra el día de su muerte, el tiempo horrible en que él desapareciera. Que
Los invitados abundan en Valeria. Son secretos, pero son públicos.
ya no estuviera allí para conversar, para acariciarse, para descubrirse
Marcan sus territorios con un invisible olor, como si orinaran, como
sanos y vivos.
los canes. Hay abogados, políticos, jueces, policías, artistas y poetas,
Él era un hombre casado. Tenía dos hijos. Todo le había hecho crisis. por supuesto. Profesores universitarios. Hay un clan de amazonas en la
Le había contado que, igual, había llegado el día en que todo se había máxima casa de estudios. Se distinguen algunas por su belleza, pero en-

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seguida se percibe que les irrita una excesiva cercanía masculina. Con- –¡Coño! Ese es un tipo que tiene su reputación en ciertos bajos fon-
trolan posiciones claves, académicas y administrativas. En el Ateneo dos. Es muy inteligente y culto. Lee que jode. Un bohemio erudito.
llegaron como una manada, como una estela excesiva de gestos bruscos Supongo que por eso le mostrarás el trabajo. Por la parte literaria y
detrás del poeta Napoleón Orfila. Rinden culto a los santos. Sacrifican vaina. Pero ese carajo vive de un pequeño fraude. Les hace las tesis a
gallos y cabras. Se dice que hasta guardan huesos humanos en sus ca- los estudiantes de postgrado y de pregrado. Y cobra un dineral. Bueno,
sas, debajo de las camas, para realizar poderosos ritos de indiscutible ese es tu peo.
eficacia. Con razón Armando Vila recuerda su sorpresa cuando consi- Vila se estremeció. Lo menos que esperaba era esto. Admiraba y res-
guió a los “invitados” del ambiente, en todas las fuentes. En realidad, petaba a Hermoso. Lo consideraba el ser más inteligente que había co-
en la capital vivió algo de ello. Allá terminó de aceptarse, gracias a la nocido. Brillante en política y en los negocios. Una figura paternal, tal
lectura de Gide. Pero, ¿cómo llegó a Gide? Alguien se lo recomendó. vez, como los padres Guinand y Pernía. Pero enseguida rectificó. No,
Alguien le sugirió que de esa manera acabaría con sus conflictos inter- no como ellos, porque su recuerdo siempre traía una incomodidad, un
nos y terminaría aceptándose y superaría esos éxtasis místicos que eran complejo sentimiento tejido de gratitud, miedo y vergüenza. Ya a estas
en realidad histerias por falta de contactos e invitaciones. alturas, sabía el significado de ese enredo emocional, lo había estudia-
Yo que soy el fantasma de Valeria, el espíritu de un poema del poeta do, leído en autores, reflexionado; pero siempre le sacudía su afectada
Anselmo Monti, lo digo y lo sostengo. Y esos clanes que se defienden serenidad irónica. Sacudido como ahora lo estaba por el comentario de
de una sociedad que no los comprende ni acepta de la boca para afuera, Hermoso. Pensó seriamente que había leído su mente, y se sintió aver-
hay que decirlo, provocan más miedo que los fantasmas. Se les teme gonzado porque había adivinado el sondeo de mirada que Vila le había
porque, como a todos los desconocidos, se les atribuye una oscura cons- dedicado al profesorcito, para tratar de descubrir si estaba disponible,
piración. Se sospecha de unos Protocolos de los Sabios de Sodoma. si sentía la misma atracción. Y sí, había auscultado su mirada, pero no
Han planeado conquistar el poder en la ciudad, en la región, en el país. había descubierto nada definitivo, y ello lo desesperaba. Nada lo angus-
Y se sospecha, con horror, que lo están logrando, calladamente, pero tiaba más que esa incertidumbre a su llamado imperceptible para los no
con seguridad y decisión indetenible. iniciados. Estaba seguro de que él había entendido su pregunta anhelan-
te. Y si había entendido eso, era evidente que conocía el código secreto.
El Mocho Hermoso lo recibió risueño en su oficina. Lo que lo hacía temblar era que su respuesta había sido de una frialdad
–Muy bueno el reportaje histórico que le estás haciendo al Cojo impresionante. Ni siquiera un franco, violento y claro rechazo había
Nébula. Supongo que habrá una segunda parte. Falta lo de su gobier- sentido. Eso hubiera sido tranquilizador, y hasta lo agradecía cuando
no municipal, la construcción de su tendencia, las travesuras de sus se producía. Pero no. De pronto, el contacto casi físico de la mirada de
muchachos, y otros episodios que hemos conversado varias veces. Es Hermoso lo sacó de sus cavilaciones. Al ver que Vila regresaba de sus
bueno tener ese material por ahí. Todavía no es el tiempo de publicarlo, pensamientos, el Mocho prosiguió como si nada.
pero sí de elaborarlo. –¿De verdad no percibiste nada en la redacción de tu periódico?
–Bueno, estoy trabajando en ello. Pienso dárselo a leer a un profesor Porque ha habido conversaciones, reuniones, movimientos muy curio-
a ver qué opina también. sos del personal. Unas cervezas brindadas por el flaco Michelena a un
puñado de reporteros gráficos.
–¿A quién?
–¿Y eso qué? Siempre ocurre y ahora más que es jefe de prensa.
–No sé si lo conoces: Franco Robles.
–También se acercaron por la Inspectoría del trabajo…
El Mocho se le quedó mirando con hilaridad.
–¡Ah, coño! ¿Otro intento de sindicalización?

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–Todo lo indica. Y está metido un montón de gente. Me extraña Vila se había estremecido, primero, cuando el Mocho Hermoso dijo
que no hayas percibido nada. Estás como distraído. Desde la izquierda, eso de “el amigo tuyo” refiriéndose a Aurelio. Sorpresa, vergüenza, pero
me han comentado de unos colegas tuyos, Mujica y Arciniegas. Desde también esta vez, una pizca de disgusto. ¿Qué tanto sabía de su vida
el otro lado, el flaco Michelena está muy activo desde que renunció. privada el Mocho? Apartando su deslumbramiento hacia el empresario,
Algunos reporteros gráficos hasta se han reunido con dos viejos sindi- tenía que suponer que sabía tanto como sabía de la de cualquier habi-
calistas, Eusebio Ramos y Plinio Contreras, dos borrachos marginales, tante de cierta relevancia para el poder y el dinero en Valeria. O sea…
nada del otro mundo en el círculo de los sindicalistas, pero con alguna Sintió otro aguijonazo cuando mencionó, como si tal cosa, que siempre
cercanía con Michelena. Es interesante, porque ha habido algunos pro- “Lucio estuvo allí”. ¿Cómo interpretar eso? Si preguntaba, además de
blemas entre los hermanos Bárcenas, los dueños de tu periódico. la jocosidad que despertaría, cariñosa y todo, pero humillante al final,
–Eso sí lo sé. La hermana, Coromoto, y el otro hermano, Manuel, Hermoso le diría que la presencia del hermano menor en esos encuen-
han estado muy disgustados con Pablo por el sesgo que le dio al perió- tros significaba una especie de signo de confianza que se le otorgaba a
dico cuando buscó la curul. Puso al diario demasiado del lado de los esas entrevistas con la poderosa señora Antonieta. Ese era el significado
socialcristianos, que pusieron a Pablo en las listas para el congreso, principal. Imaginarse otra cosa, que había allí una sutil alusión a las in-
y eso ha llevado a problemas de reorientación. Pero ya los hermanos vitaciones que abundaban en los diversos espacios sociales de Valeria, a
“sensatos” retomaron el control desde que los socialcristianos perdie- la asistencia de Lucio a esas invitaciones, a su consecuente presencia en
ron las elecciones. algunas fiestas muy privadas, sería una necedad. Además, el grupo de
amistades de Lucio nunca había sido el suyo. Aunque él mismo había
–Pero han perdido plata, mucha plata, Armando. Han perdido opor-
informado a Hermoso de esos gustos del menor de los Nébula.
tunidades de avisos oficiales con ese sello político tan grande. Por eso
han estado coqueteando con los Nébula. Ahora, con esos movimientos “Los Nébula han insurgido y se han mantenido en primera fila, por-
de sindicalización… que siempre cobran, Armando”, continuó Hermoso. “Aplican muy bien
aquello de preferir el temor de sus súbditos, que el amor. Cuando eran
–¡Coño! Lo que estás describiendo es el cobro de una factura.
carajitos, se hicieron una reputación combatiendo, a punta de cabilla y
A Vila siempre le había impresionado de Hermoso, no sólo la dispo- plomo, a los comunistas en los liceos y en la Universidad. No creas que
sición de información. No podía moverse una hojita seca en las calles les habría bastado ser los hijos del gran alcalde de la industrialización
de Valeria, sin que el Mocho se enterara. de Valeria. Eso les ayudó, claro, porque les permitió conocer a los prin-
–Los Nébula no perdonan. Aurelio Giuletti, que trabaja aquí con no- cipales jefes del Partido desde chiquitos. Pero eso no bastaba. ¿Sabes
sotros, el amigo tuyo, estuvo rondando por la casa de la señora Antonieta, por qué? Pues porque el Cojo tenía que lavarse ante el gran jefe del
compartiendo con Lucio, el hermano menor. Hasta César en una ocasión, Partido la mancha que le significó haber dado la concha, haberle sal-
mientras estaban sentados plácidamente frente al patio central de la casa vado la vida a dos de los que dividieron al Partido en plena época de la
de la mamá, le comentó que admiraba su profesionalismo como ingenie- subversión comunista. Yo he echado ese cuento antes. En los discursos
ro. Luego vino lo de Acevedo y todo eso. Lo conversamos aquí, ¿te acuer- conmemorativos, se menciona de pasada, la contribución del Cojo a la
das? Dijimos que ese tipo no iba a durar mucho, pero que de todos modos lucha contra la dictadura. Tú sabes cómo fue eso. Lo escribiste inclusi-
había que tratarlo bien, porque era apenas una astillita de los sectores del ve. Fue a instancias del poeta Anselmo Monti, y todo el gran heroísmo
Partido derrotados por los Nébula. Giuletti, sin embargo, siguió visitando consistió en esconder a Pimentel y a Suárez en una de sus haciendas.
a la señora Antonieta, expresándole su lealtad. Y fíjate que Lucio siempre ¡Coño! Pero esos carajos después se anotaron muy mal, vale. Después
estuvo allí. Y viene el nuevo gabinete, después de todas las cosas que han de ser uno ministro y el otro parlamentario, se cuadraron con la izquier-
ocurrido, y Aurelio, el amigo tuyo, queda fuera. ¿Qué te parece? da del Partido y lo dividieron, llevándose a algunos sindicalistas. Uno

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lo hizo primero, y el otro después. Y a ambos, los hermanitos Nébula nómico implica buscar nuevos socios, dinero fresco. Y justo ahora, los
los enfrentaron. Mira las vueltas que da la vida. A los que protegió el Nébula pretenden cobrar una factura con ese rollo de la sindicalización.
papá, los hijos los persiguieron. Bueno, no exactamente. Los mucha- –La cual me parece una torpeza innecesaria, en verdad.
chos se limitaron a caerle a plomo a algunos grupos estudiantiles que
–Es posible; es posible. Pero hay que estar más atento a lo que hacen
simpatizaron con la guerrilla, con la cual simpatizó Suárez, y después
tus colegas delante de ti. Y no estar tan pendiente de esos locos sondeos
comandaron las bandas armadas que le arrebataron los sindicatos a los
mentales… –concluyó el Mocho picándole el ojo.
seguidores de Pimentel. En ambas tareas contaron con el apoyo de los
inolvidables Bracamonte”.
“Ahí están los Nébula –enunció Michelena tronando frente a Iris y
“El primero se jodió, porque no regresó al Partido, sino que se fue Franco–. El hermano mayor, Humberto, está en la Dirección Nacional,
radicalizando más y más, hasta que murió ya totalmente comunista. Es pero no sólo por una herencia del viejo Cojo, hay algo más. Forma parte
una lástima. El otro, más vivo, cuando vio que era inútil enfrentarse al de un frente de dirigentes. Ahí está también el chino Hung, el sindica-
Partido, retornó a él, con todos sus seguidores. Por eso fue que le dieron lista, y los otros sindicaleros, claro. “Es más, sostengo”, dijo Michelena
ese puesto en la Dirección Nacional del Partido al mayor, a Humberto. con el énfasis y los ojos chispeantes que da el quinto whisky, “que los
Ese era el puesto de Suárez. Pimentel tuvo que entregar maniatados a Nébula representan el más puro linaje del Partido, el de los fundadores;
sus seguidores al segundo, a César, al Profesor. Eso lo llamaron la alian- representan la ortodoxia, pues. ¿Entiendes? La ortodoxia que está de-
za de los sindicalistas con los “Acompasados”. Después vino la guerra fendiéndose de la llamada ‘Nueva Ola’”.
con “Pollo Viejo”, pero esa historia ya tú te la sabes”.
“Por cierto, ustedes los periodistas son una mierda –se lo decía con
–Pero, entonces, ¿viene otro intento de sindicalización en el perió- una sonrisita a Iris. Ella celebró la ocurrencia–. ¿Cómo fue que inventa-
dico? Esa vaina va a fracasar. Los dueños al final se ponen de acuerdo ron que esos carajos era la “Nueva Ola”? ¡Ja, ja, ja! ¿Por el peinado de
con el gobierno, con Nébula ahora, y lanzan un despido masivo que Azurmendi? ¿Por los sacos del presidente?
quebrará a los que ahora están conspirando. Tú sabes que eso va a pasar.
“Esa misma ortodoxia que se raspó al “Pollo Viejo” Hassan, asaltó
–Lo que no sé es hasta qué punto los Nébula están ahorita en dispo- las urnas de las primarias internas y le arrebató la Secretaría General
sición de negociar. Además, negociar qué. Los diarios los están apoyan- del Partido regional, a punta de voluntad y persistencia (“a tiros y ca-
do. Cuando hablamos de una sindicalización me refiero a un intento que billazos”, pensó Franco). Bueno; representan la postura firme frente a
afectará a todos los medios de la región. Incluso las radios. Una ope- los comunistas y a la corrupción. Ahí tú ves al Profesor, el Comandante
ración de esas dimensiones confirma que los Nébula tienen las manos César. Ese hombre es austero como nadie. Ahí tú ves la casita donde
metidas. De otro modo, tus colegas gráficos no estarían tan confiados vive la mamá. La misma de cuando el viejo Cojo, en el casco histórico
recogiendo firmas en las narices de los dueños, del Bulldog Ramírez de Valeria. Lo de él es el poder. Controlar todos los sindicatos de la
¡A tus narices, Armando! Otra cosa: dificultades económicas tienen los región, de esa zona industrial a la que tanto contribuyó el viejo Cojo,
dos. Ambas empresas, y las de radio también, se están preparando para su querido padre”.
hacer una gran inversión para transformar la tecnología, meterle com-
putadoras a esas redacciones donde todavía usan máquinas de escribir “Mientras tanto –prosiguió Michelena con entusiasmo–, en este
eléctricas. Eso quedó en la historia, Armando. Un día, seguro el mes monte y entre las culebras, están los otros dos hermanitos. César, el del
que viene, voy a traer un ingeniero muy brillante, para que le explique medio, el nombrado, el escogido, el prometido, comanda tranquilamen-
al grupo la significación de las computadoras en la empresa moderna. te al Partido, a las fuerzas vivas, a una docena de negocios, a los grupos
Haremos un gran evento. Pero, lo que te quería decir, ese esfuerzo eco- de compañeros que recuperan los sindicatos y hasta a la Universidad de
los grupos subversivos (”o sea, las bandas armadas”, se dijo Franco). Él

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es el Profesor, porque tenía un cargo en la Alma Mater. ¿Tú no sabías, lo llevó por delante un loco cuando apenas se había desmontado de mi
Franco? ¿Cuándo trabajabas en la Universidad no te comentaron?”. “Sí, carro”, pensó Franco.
algo, pero no con tantos detalles. Sigue, Miche”. El flaco pidió otro Michelena tomó aliento, un sorbo de whisky, y prosiguió: “Hay que
“mayor de edad”. darle las gracias a los socialcristianos por el gobierno que hicieron. No
“El Profesor decide sobre decanos y hasta rectores. Él fue el que pudo haber sido peor. Comenzaron aplicando una liberación de precios.
puso a Edmundo Cabañas en el rectorado. Eso fue como una reafirma- Argumentaron que se trataba de hacer funcionar los mecanismos es-
ción doble de su poder. Poner a ese tipo que es tan borracho como yo pontáneos del mercado. Luego promovieron la fuga de divisas. Cuando
a comandar la máxima casa de estudios. ¡Ja, ja, ja! Alguna vez César se dieron cuenta de la torta que habían puesto, ya era demasiado tar-
daría clase. En todo caso, hablaba muy bien, evidenciando una cuidada de. Tuvieron que devaluar. Y si vamos a hablar del gobierno regional,
educación, unas lecturas maceradas, una memoria increíble para acor- peor que peor. El Mocho Hermoso montó un equipo poderoso, hay que
darse de la cara, del problema, de la familia, de los antecedentes, de reconocérselo. Pero se les subió el poder a la cabeza. Pusieron de al-
las peticiones. Esa memoria pasmosa, por cierto, es lo que distingue calde al primo de los Nébula. Nadie ha advertido que ese era el primo
a César. Le permite saber los problemas de la tía, de la hermana, de la del Profesor. Bueno, tomaron todos los terrenos de la municipalidad,
mamá de cada quien. Es un genio. Él es el Comandante porque manda. cambiaron las ordenanzas para poder construir en terrenos con un nivel
Lo hacía como los árboles dan sombra o el café brinda su aroma en la freático alto. O sea, mucha agua subterránea. Los edificios ya parecían
cafetera (”coño, el tipo a veces se pone hasta lírico”, comentó Franco la torre inclinada de Pisa ¡Ja, ja, ja! Acabaron con las áreas verdes.
para sus adentros), como si le fuera lo más natural del mundo mandar. Levantaron urbanizaciones sin resolver el suministro del agua y de la
Manda con una voz suave, pero al mismo tiempo segura como que sale luz. Esta ciudad perdió toda identidad histórica. Fíjate que la casa con-
el sol todos los días. Te mira a los ojos con algo así como una sabiduría sistorial, donde la aristocracia de Valeria respaldó el movimiento aquel
incendiada, y te dice: “Esa vaina hay que resolverla, hay que joder a que se declaró como defensor de los derechos de Fernando VII, cuando
esos huevones”. Y ya tú sabes qué hacer, por supuesto. Y aunque ya lo el loquito Napoleón invadió España, fue derribada para construir un
habías hecho diez, cien veces, no dejabas de sentir un pequeño temblor, Palacio Municipal, el cual fue a su vez tumbado para dar paso a un
como si estuvieras delante de tu papá, porque es como un respeto, un fulano Gran Centro Cívico. Poco después lo volvieron nada para es-
amor, un miedo. Y cuando le das la paliza a ese comunista, a ese traidor, tablecer un simple estacionamiento, donde se levantó, años después,
a ese bolsa que obstaculiza, sientes que cumples con un deber, te sientes la sede de la Policía. Para no hablarte de centros emblemáticos de la
parte de una fuerza telúrica, de la tierra, pues. Algo que te sobrepasa por mismísima burguesía de Valeria: clubes, establecimientos, restaurantes,
todas partes, como sobrepasa al hombre la vida, las células, la gramáti- que se levantan y desaparecen como si fuesen fantasmas. Pero sobre
ca de la lengua, la historia patria, la religión, la creencia en la virginidad todo, los seguidores del primo comenzaron a robar como locos. Ahí se
de la Virgen y los clavos de Cristo. Era ser poderoso en su Poder. En fue formando otra mafia. Esos son unos sinvergüenzas. Hay italianos
Su Nombre”. también ahí. Fue tanto el robo, que la gente se cansó. Los errores a nivel
Franco estuvo a punto de levantarse y aplaudir para celebrar el nacional, regional y municipal, a todo nivel, pues, provocaron un gran
arranque retórico del flaco Michelena. Iris estaba fascinada. Lo miraba descontento, que, si no es por nosotros, se hubiera ido para otro lado.
con la boca abierta. Sin saber por qué, Franco se acordó del poema “La Te quiero decir algo, Robles. Hasta hubo movimientos de protesta en-
Bestia” de Anselmo Monti. El poeta decrépito hablaba así, con ese tono, tre los militares. Aquí pasamos varios episodios bien tensos. Nosotros
con elaboradas imágenes que sorprendían siempre. Franco lo sabe. Una logramos ir bajando la tensión, para poder llegar a las elecciones que,
vez lo montó en su automóvil, allá en la capital después de un home- tú sabes, ganamos ampliamente. Los aniquilamos. Ganamos el país, las
naje. Esa misma noche murió en un accidente de tránsito. “Seguro se regiones y las ciudades”.

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“Ahora nos toca gobernar con responsabilidad. Ellos rompieron Michelena paró por un momento su conferencia para tomar otro sor-
todo canal de comunicación con nosotros. Rompieron las negociacio- bo de whisky. Una idea se le había clavado en la cabeza. Una pizca
nes para integrar las directivas del congreso, de los ayuntamientos, de de vanidad le poseía. “Sólo se me podía ocurrir a mí. Se lo contaré a
los tribunales. Se enfermaron de sectarismo. Los dueños de los perió- Adelaida”.
dicos y las radios les adularon bastante porque creían que eso iba a ser Franco aprovechó la pausa para sugerirle a su jefe que escribiera una
eterno. Y ahora vienen a pedir perdón. Sus dirigentes hablan de ofrecer especie de crónica o bitácora de la gestión del Gobernador César Né-
un “diálogo democrático”. ¡No joda! Está bien el diálogo, pero con los bula. No, no se trataba de hacer un diario ni una versión comentada de
sectores productivos: con los empresarios, con los trabajadores, con los la agenda diaria. Era más bien como un resumen de las principales re-
campesinos, con los intelectuales. La unidad nacional debe ser, no a tra- flexiones o enseñanzas que puede aportar estar tan cerca de un auténtico
vés de políticos corruptos, sino con la sociedad civil, los que de verdad jefe político. Algo parecido a las glosas marginales que Napoleón hacía
sostienen la nación y la pueden hacer superar los graves problemas que en “el Príncipe” de Maquiavelo. O, mejor, escribir un “el Príncipe” ins-
esos desgraciados dejaron que se acumularan”. pirado en los Nébula. Bueno, tampoco esa era la idea, porque habría
“El colmo de la desvergüenza fue el del tal Mocho Hermoso. Mon- que ver la parte de la imagen para que fuera un libro interesante, útil y
tó un “gabinete de sombra” para hacerle un seguimiento, dicen ellos, de verdadera consistencia cognitiva. Maquiavelo tiene mala reputación,
a nuestro gobierno. Ahí tienen informantes, hacen encuestas, recogen aunque injusta, porque lo único que hizo fue sistematizar las prácticas
información de todo tipo. A ese grupo pertenece el periodista este, el comunes de los políticos de su época, que son las cosas que siempre
mariquito, Armando Vila. Claro, han bajado la guardia. El diario donde hacen los políticos sin teorizar tanto. El florentino era sólo un asesor, un
trabaja hasta tiene un diputado y un concejal. Han utilizado la influencia teórico, si se quiere, de lo que veía y apreciaba. Michelena, por estar tan
del medio para ganar poder político. Pusieron a uno de los hermanos, cerca del Gobernador, podía registrar no sólo sus principales decisio-
dueños del diario, en el congreso, y un carajo que es empleado suyo, en nes, sino la manera cómo las tomaba, dar cuenta de sus criterios, de sus
el Concejo Municipal. El tipo ese, Vila, no sólo trabaja con Hermoso. métodos, de todo aquello que lo hacía exitoso. Con todo ese material,
Se pone como si fuera el máximo representante de la cultura, el conser- con toda esa experiencia ordenada y sintética, podía su Jefe pasar a la
vadurismo y las buenas costumbres en Valeria. Pero el tipo ni siquiera posteridad con un texto de consulta para todo político práctico poseído
es de aquí”. por la voluntad de poder. ¿Qué le parece, Michelena?
“Mira, Franco, yo me enfrenté a esos tipos en el periódico. Ahí hay –Muy bien, vale. Lo que pasa es que tengo muy poco tiempo. La
un gran carajo que le dicen Bulldog Ramírez. No sé si lo conoces. Bue- actividad diaria me consume. Pero voy a hacer un esfuerzo. Tú podrías
no, yo tuve un soberano peo con ese tipo. Humilla a los periodistas. Les ayudarme en eso.
grita y los insulta. Yo no me lo calé”. Y suspiró. Franco se percató, consternado, que había metido la pata;
–¡Qué bien! –pensó Iris–, se está abriendo con Franco. Le está reve- se había buscado otra ocupación más a cambio del mismo sueldo. Ter-
lando confidencias. minaría, como siempre, escribiéndole la tesis a otro. Si seguía así nunca
“Me quejé ante la Asociación de Periodistas, pero esa organización lograría hacer una obra propia.
gremial no sirve para nada. Yo creo que es mejor formar un sindicato Michelena retomó la palabra de nuevo:
que le plantee una verdadera lucha por mejores condiciones laborales a –Franco, vamos a hacer una vaina, vale. Vamos a montar un equi-
esas empresas. No puede ser que ellas sigan como si tal cosa, obtenien- po de investigaciones, de encuestas, de procesamiento de información
do avisos del gobierno y criticándolo, chantajeando para adquirir más de todo tipo, por supuesto política en primer lugar, para neutralizar la
real y poder político. ¡No puede ser!”. conspiración del Mocho Hermoso. Tú eres el hombre indicado. Eres

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un intelectual, un carajo familiarizado con el método científico. Vas a son cómicos. Unos incapaces. Primero, se mostraron sorprendidos;
coordinar ese equipo. Yo voy a estar ahí encima, pero tú tendrás un rol luego hasta discutieron con Michelena porque no podían dejar pasar
fundamental en eso. la oportunidad para exigir los derechos de sus agremiados; más tarde,
cuando Michelena les dio a entender que la orden venía de arriba, o
El Mocho Hermoso sigue jodiendo. Dos o tres veces al año hace una sea, del Profesor, o más arriba, de la señora Antonieta, empezaron a
aparatosa rueda de prensa donde sistematiza sus críticas al gobierno y discutir con el flaco Rafael y Mujica, y a señalarles que no debían ser
muestra las cifras de sus encuestas y estudios. Franco le decía a Miche- tan radicales. Los más molestos fueron los de la izquierda: el flaco
lena que no hay que ponerse locos con él ni prestarle demasiada aten- Rafael, Arciniegas y este muchacho, Mujica. Franco lo había conocido
ción. El primer año, hasta reconoció que la población tenía muchas en la Universidad. Después se empató con una carajita. Se le vio en la
expectativas con el gobierno del Profesor, aunque hizo recordatorios redacción de “Al día”. El flaco Rafael es muy buena gente. Arciniegas
de los graves problemas sociales de Baracoa y Valeria. “Esa es una es un tipo oscuro. Amargado. Se retiró sin más de la reunión. Mujica y
hipocresía –respondía Michelena–, porque ese carajo fue gobernador y Rafael sí discutieron, pero al final parece que entendieron la situación,
no hizo casi nada por resolver esos problemas. No tiene moral y eso se aunque a regañadientes. Después supe que Arciniegas había renuncia-
desmonta fácil”. Luego empezó con el tema de la vivienda, el empleo do al periódico.
y la delincuencia. Después se afincó en lo del incremento del narco- “Dentro de todo, es importante la tolerancia”, interviene Franco.
tráfico. Esa también es una hipocresía, explotó Michelena, porque es “Por ejemplo, Vila sigue con sus chistecitos”. “En esa vaina de pu-
un secreto a voces que varias de las fortunas que asisten a las grandes blicar ironías contra el Profesor –puntualiza Michelena–, supera con
fiestas en la capital se han engordado con el aporte de los estimados creces al otro mariquito, Danielito que, siempre que viene, va y me
narcos. Y de eso no se salva la encopetada burguesía de la Sociedad pasa la mano por la mejilla. Ya he estado a punto de darle su coñazo.
de Amigos de Valeria. Además, el gobierno del Profesor ha dado varios Se lo comenté a Iris, y ella se murió de la risa”. “¡Ay, pero si es una
golpes importantes en los barrios populares; pero estamos claros en niña! Ja, ja, ja!” –ríe Iris. “Lo que soy yo, la próxima vez sí le doy su
que eso no es suficiente. En el informe que le estoy elaborando al flaco coñazo para que respete”, amenaza Michelena. Lo último que publicó
Michelena le sugiero que debiera haber un golpe espectacular, incluso Vila en esa onda fue el reportaje acerca de la toma de posesión de la
algo en las urbanizaciones de los ricos, para que respeten. Agarrar a nueva Presidenta del Concejo Municipal.
uno de esos carajitos bien, los que andan en esas grandes camionetas,
No sé cuándo van a cambiar esa Ley que obliga todos los años a
que siempre andan hasta el cuello con coca y bazuco. Yo sé.
cambiar de autoridad. El Presidente del Concejo Municipal es el admi-
Pero el Mocho Hermoso no se limita a sus ruedas de prensa. Por nistrador de la ciudad. Algo así como el alcalde, pero con menos fuerza
cierto, que todos los periódicos, la radio y la televisión lo cubren. Pu- política, porque depende mucho de la cámara, aparte de que en un año
diera ser bueno comenzar a ajustar tuercas ahí. La idea del sindicato es no se puede hacer nada. A menos que sea reelecto una y otra vez. El
buena, comentó en tono de confidencia Michelena. Tenemos retenidos primero que lo hizo fue el Cojo Nébula. Después su sobrino. Salvo ellos
ahí a los amigos reporteros gráficos que ya tenían unas firmas para re- dos, todos los alcaldes son electos cada año. Eso impide continuar un
activar el sindicato y meter un pliego conflictivo. Pero bastó una visita plan de gobierno, porque, aunque son del mismo partido, cada uno
de los dueños a la señora Antonieta, para que viniera la orden: ¡De tiene su estilo, sus ideas, su manera de hacer las cosas.
sindicatos, nada! Michelena se reunió con sus colegas a explicarles
A Vila lo mandaron a cubrir la instalación de la nueva presidenta
que no era el momento, que se aguantaran un poco más. Y ha pasado
del Concejo Municipal de Valeria. No sé por qué. Siempre le tocaba a
más de un año de eso. Los de la directiva de la Asociación de Perio-
Mujica. Es posible que le hayan mudado de fuente como castigo. Hubo
distas ni sabían de los movimientos que se habían dado. Esos carajos

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un acuerdo en que la empresa no tomaría represalias, pero esos carajos cual los concejales resaltaron las virtudes cívicas de la nueva alcaldesa
son una mierda. Como el Bulldog ese. A mí me da asco. electa, las cuales la convierten en “la mujer más apta para enfrentar los
Aquí tengo el reportaje. La verdad es que me gusta el estilo de este retos de la gestión de nuestra pujante ciudad”, como dijo el concejal
carajo, más allá de su mariquera. No entiendo cómo llegó a publicar- Granadillo, encargado de postular el nombre de la dirigente, aunque ya
lo. Todo pasa por las manos del Bulldog y, si no, es consultado con el se sabía de la propuesta desde hacía por lo menos una semana.
dueño. Michelena dice que es un desliz que hay que castigar. Estoy El Partido Socialdemócrata impuso su mayoría absoluta en la cá-
de acuerdo, aunque me horroriza estar de acuerdo. Ya estoy pensando mara municipal, eligiendo a la presidenta y los dos vicepresidentes que
como un verdugo del Partido de gobierno. El ser social determina la se encargarán de la administración municipal a partir de ahora. Los
conciencia social: tenías razón, viejo Marx. socialcristianos salvaron su voto, menos Alfonso Linares, quien adujo
Vila dio una excusa loca. Habló de un fantasma. Sólo yo sabe cuán- razones de conciencia para apoyar a la señora Montero. Como se sabe,
ta verdad hay en ello ¿Será verdad que un fantasma escribió esto? Y el concejal Linares, aunque de la oposición, es yerno de la nueva alcal-
no sólo eso, ¿se metió en las máquinas, se burló del control de todos desa. De todos modos, en su discurso, donde se apartó de la línea oficial
los correctores, del Bulldog, del dueño del periódico, y sorprendió a de su partido para justificar su voto, destacó la “sensibilidad social” y
todos? Eso sí es verdad que es sobrenatural. las grandes “aptitudes de gerente” de la madre de su esposa y nueva
presidenta del ayuntamiento.
La señora Ángela de Montero se juramentó como alcaldesa
LA VOTACIÓN
INSTALADA NUEVA DIRECTIVA DEL CONCEJO MUNICIPAL
Como lo establece el reglamento de funcionamiento y debates de
• Las comunidades asistieron en pleno para expresar sus demandas a la cámara municipal, la sesión se inició con un director de debates
la nueva Presidenta del Concejo Municipal accidental que, esta vez, fue el sindicalista edil Carlos Pedroza, pro-
• La alcaldesa Montero derrochó elegancia y deslumbró con su puesto al anterior alcalde, Sergio Avellaneda, por su colega Francisco
discurso en el que se puso a la orden de toda la ciudad sin distingos Polo. Además, se escogió al secretario de la sesión, cargo que recayó
• Habrá un nuevo tren ejecutivo de la alcaldía, que terminará de en Alfredo Contreras, lo cual tampoco fue ninguna sorpresa. Esta no
designar esta semana. Se esperan con ansiedad los nuevos cambios. sería la última vez que los sindicalistas socialdemócratas se lucirían en
la reunión.
Por Armando Vila El director de debates accidental seguidamente anunció que la cá-
La sala de sesiones del Concejo Municipal de la ciudad de Valeria fue mara debería elegir a la directiva del Ayuntamiento; para ello abrió el
desbordada ayer, tanto por la masiva asistencia de representantes de las debate correspondiente. Pidió la palabra nuevamente Francisco Polo,
asociaciones de las barriadas populares, especialmente del barrio 14 de quien presentó la plancha completa de los elegidos por su partido y se-
noviembre y sus adyacencias, debidamente movilizados por abundantes guros ganadores: la señora Ángela de Montero, primer vicepresidente
autobuses, como por los destellos y reflejos deslumbrantes de los collares, Jesús Aguilar y segundo vicepresidente Cecilio Negrete.
prendedores y zarcillos de la nueva Presidenta del Ayuntamiento, señora Para darle algún movimiento a la sesión y seguramente para no ha-
Ángela de Montero, quien inundó también el lugar con un discurso lleno cerla tan previsible, los socialcristianos presentaron también sus candi-
de esperanzas y logros retóricos que hicieron las delicias de los asistentes. datos: el doctor Ignacio Quezada para la presidencia, Silvio Welch para
La juramentación e instalación de la nueva directiva municipal se la primera vicepresidencia y María Olga Segura para la segunda. Allí
realizó inmediatamente después de una votación sin sorpresas, en la fue cuando intervino el edil democristiano, Alfonso Linares para poner

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la nota familiar al asunto. Se escucharon carcajadas entre el público, rojas, que no pudimos verificar de cerca si eran aguamarinas, topacios
traído masivamente por el Partido mayoritario en una docena de unida- o rubíes, por cuanto las colegas entusiasmadas y correligionarias llenas
des de transporte colectivo alquilados para el evento. También los edi- de euforia la rodearon inmediatamente después del acto, que hubiera
les intercambiaron sonrisas y hasta el concejal Polo se permitió lanzar, sido la magnífica oportunidad de acercarnos a observar aquello.
con mucha puntería, un avioncito de papel a la bancada de su colega Una vez juramentados, los vicepresidentes tomaron su lugar en la
Quezada. mesa directiva, y la nueva alcaldesa se dirigió al pódium para dar su
Contados los votos, que se realizaron a mano alzada, se proclamó primer discurso. Los gritos y los aplausos tardaron en aplacarse. Com-
la victoria de la plancha socialdemócrata, para la euforia del populacho petían con el estupendo equipo de sonido del Concejo Municipal, ins-
asistente, que prorrumpieron en una ensordecedora algarabía. Algunos talado durante la gestión del alcalde Nébula, hace unos cuantos años.
de los celebrantes agitaban y golpeaban con cucharas botellitas de bol-
sillo de bebidas espirituosas. Se comentó en los asientos de prensa que EL DISCURSO DE LA ALCALDESA
la cuchara era el símbolo improvisado de la candidatura de la señora La señora Montero levantó ambos brazos y los agitó como las héli-
Montero. ces de un helicóptero, y perdonen los amables lectores por la poca ima-
ginación de este periodista. El público hizo un griterío ensordecedor de
LA NUEVA ALCALDESA nuevo, pero a una nueva señal de la dama burgomaestre de la ciudad, se
La recién electa presidenta del concejo municipal, Ángela de Mon- calló abruptamente. Y al fin pudo escucharse las palabras de la doctora.
tero, subió al estrado junto a sus compañeros de la fórmula ganadora. En primer lugar, agradeció a sus colegas por la elección que había
De inmediato se sintió algo así como un cambio de iluminación en la constituido para ella un gran honor. Seguidamente, les mandó un beso
sala. Los periodistas pensamos por un momento que habían encendido a su marido y a sus hijos, a quienes agradeció haberla apoyado en esta
unos reflectores extraordinarios. Pero no era otra cosa que el reflejo de nueva responsabilidad que, quizás, la iban a mantener alejada por un
las piedras extraordinarias que adornaban la humanidad de la nueva año de la calidez del hogar. Seguidamente dio las gracias al pueblo de
alcaldesa. Valeria. La sala se cayó en aplausos, gritos y silbidos entusiastas.
La señora Montero vestía la última creación de un diseñador cuyo Dijo que Valeria se merecía “un cariñito” y que ella, como madre
nombre nos reservamos. Era un traje sastre, de los que suelen utilizar las y esposa, sabía dar amor y cariño. Porque Valeria era madre como ella
colegas abogadas de la nueva burgomaestre. Constaba de un saco eje- y se merecía un trato especial. Aseguró que en ella los valerianos ten-
cutivo de anchas hombreras cuadradas, repleto de lentejuelas blancas y drían una servidora abnegada y sin horario. Finalmente anunció que
rojas, y un pantalón suelto de color pardo que se abría para dejar ver emprendería ya las obras que tanto necesitaba la ciudad y activaría con
parte de la muy delgada pierna derecha de la alcaldesa. El peinado era la mayor decisión la recolección de basura, que se había convertido en
alto. Le hicieron un moño inmenso tocado de una especie de coronita de un grave problema de salud para la población.
piedras de fantasía (o al menos eso le parecieron a este periodista) que,
Finalmente, cerró su discurso lanzando besos al aire, hacia el pú-
junto a unos zapatos altos, de plataforma, también brillantes de lente-
blico, que, esta vez, reventó los tímpanos de los testigos de aquel acto
juelas rojas, amarillas y blancas, ayudaban con poco éxito a aumentar la
memorable.
menguada estatura de la doctora, nueva presidenta de la ciudad.
Se conoció, por otra parte, que los distintos directores de las oficinas
A las lentejuelas, la nueva alta funcionaria le agregó unos cuatro o
de la alcaldía estaban inquietos porque no tardarían las nuevas designa-
cinco collares que le envolvían completamente su corto cuello. Un par
ciones, por lo que se anunciaban posibles despidos.
eran de perlas, otras de brillantes y algunas tenían unas piedras azules y

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Desde la primera línea, el reportaje más parece un texto paródico del flaco, con todo su amaneramiento, adujo que aquello era un horror.
que uno periodístico. Algunos detalles son para iniciados. Por ejemplo, Algo inexplicable. Que no sabía cómo ni cuándo el Bulldog había deci-
¿por qué la gente fue movilizada desde el barrio 14 de noviembre? dido publicarlo poniendo su firma. Que la alcaldesa y varios conceja-
Cualquier persona avisada de esta ciudad, sabe que ese sector, ya con- les le habían reclamado acremente. Que de verdad había pasado algo
solidado y tradicional, es el dominio de la familia Bracamonte que ya misterioso con ese texto que él no había redactado así. Sincerándose,
tiene varias generaciones de ladrones y asesinos en su historia. Ahora reconoció que todas las cosas esas de las joyas, del horror del vestido
están innovando en sus negocios: se encargan del tráfico de drogas en de lentejuelas de la nueva alcaldesa se lo había comentado oralmente
las adyacencias. Desde la época del abuelo, los Bracamonte han sido a Danielito antes de ir a redacción (“¿Verdad, Danielito?”, “Sí, es ver-
leales a los Nébula. Tal vez tenga que ver con que la señora Antonieta, dad, flaco”), pero que ni loco lo habría redactado de esa manera. Que
como narra el propio Vila, enseñó a leer y a escribir al viejo Bracamon- le sorprendió cuando lo vio al día siguiente. “O sea, que lo escribió un
te, por allá por los cincuenta. fantasma que tomó tu nombre y pasó por la corrección del Bulldog”, le
Eso de los “logros retóricos” de la nueva alcaldesa se refiere, por dijo Michelena. “Aunque no lo creas, así mismo fue”, y puso una cara
supuesto, a los frenillos de la señora Montero, que le impiden pronun- de inocente que no sé cómo el flaco Michelena se contuvo para no darle
ciar bien las erres, aparte de los desabridos y fastidiosos lugares comu- un puñetazo al marico ese.
nes de los que siempre hacen gala estos funcionarios. Vila se afinca en “Cuando escuché sus explicaciones, no sé por qué pensé que era
lo de “los efectos luminosos” para burlarse, durante todo el escrito, de posible”, dice serio Michelena. Por supuesto, es una excusa. Una fal-
las joyas y las lentejuelas del desgraciado traje de la doctora Montero, ta de respeto, además. Una temeridad, tomando en cuenta que el pe-
que resultó más ridículo por la baja estatura de la susodicha. Describe riódico donde trabaja Vila tiene ahora la política de estar de buenas
con detalle el proceso de postulaciones, no por una periodística fideli- con el Profesor y su Partido. Vila pidió un permiso médico. Comentan
dad a los hechos, sino porque el Partido, y el Profe en persona, si no la los reporteros gráficos que este señor sufre de profundas depresiones
señora Antonieta, obligaron a los sindicalistas, especialmente a aque- que le vienen regularmente. Ya en la empresa están acostumbrados que
llos que acompañaron una vez a Octavio Pimentel en su división de cada dos meses se siente mal, muy mal. Tal vez tenga que ver con sus
izquierda del Partido Socialdemócrata, a proponer a la doctora Mon- altibajos sentimentales.
tero, porque era abogada. Ahí hubo un conato de rebelión, pero dos o “No sé por qué se me antojó que era cierto que un fantasma estaba
tres gritos del Profe resolvieron ese pequeño problema. recorriendo las redacciones de los diarios de la ciudad, para echarle
Cuando Vila pasó por la oficina de Prensa, de vuelta a la fuente de vainas al gobierno”, susurró Michelena para sí, mientras Iris y Franco
la Gobernación, el flaco Michelena le preguntó, o mejor, le reclamó por lo miraban en silencio.
qué había hecho ese reportaje que, a todas luces, había sido una falta Se te “antojó”, amiguito, porque es verdad. Y eso lo sabes en lo más
de respeto inaceptable. De veras, esto es algo extraordinario. Espero profundo de tu ser. Pero eso hay que distinguirlo de otra situación. En
que Vila lo aprecie así. Hay antecedentes. El muchacho este, Carmona, realidad, el reportaje de Vila apareció, con todo su ácido suave, por-
cuando se atrevió a publicar acerca de una situación en el sindica- que los dueños del periódico ya saben del movimiento del sindicato y,
to metalmecánico. Los carajos de Bracamonte averiguaron que tenía peor, saben que lo está impulsando Michelena de acuerdo a instruc-
una novia estudiando secretariado ejecutivo. Fueron, la buscaron, la ciones muy precisas de los Nébula en persona. Interpretaron: se trata
secuestraron y le dieron unos golpes contra un poste. Le desfiguraron de un intento de tener el poder absoluto, de controlar incluso los me-
prácticamente la cara. Le dijeron que era una advertencia. Total, que dios, especialmente este que tradicionalmente, si no en la oposición, sí
Carmona se tuvo que ir de Baracao. No sé dónde coño se metió, pero ha mantenido cierta independencia, aun siendo ésta de conveniencia,
es bien lejos de mis queridos primos, los Nébula. Vila, ante el reclamo

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porque hemos, dicen los dueños, invertido y producido prestigio para CAPÍTULO VII
ciertos políticos, a cambio de ciertas cosas. Por ejemplo, ese curul en
el Concejo Municipal que nos facilitó el Partido Socialcristiano. Esto
El Crecimiento de los Nébula
seguro lo ha anotado en su cuadernito el flamante Gobernador y por
eso aúpa a estos estúpidos periodistas. Por supuesto, periodista no es
obrero y ese sindicalismo se desmoronará, se disolverá en las aguas
como un ranchito de arena. Valga este reportaje como advertencia de Los Nébula (segunda parte)
las campañas que los Bárcenas podemos desarrollar para disolver el LA VOLUNTAD DE PODER QUE SE HIZO UNA
“prestigio” (que no es más que miedo sazonado por sensata pruden- CON LA CIUDAD
cia) de los Nébula. Mientras tanto, tenemos que contactar a los posi-
Por Armando Vila
bles aliados, concluyen los dueños del diario. ¿Han leído mi poema
hace poco?
En realidad, la industrialización de Valeria era un viejo sueño de la
burguesía de la ciudad desde hacía tiempo, pero fue el Cojo Nébula el
que convirtió esas aspiraciones en una política concreta que, además,
fue ejecutada meticulosamente cuando fue designado alcalde por el
ilustre Concejo Municipal, justo en el momento en que el país entraba
en una nueva etapa llena de grandes expectativas por la llegada de la
democracia.
Desde hacía tiempo, la gente de dinero de Valeria exigía condicio-
nes especiales para establecer grandes negocios, donde pudieran ex-
pandirse proyectos en asociación con el capital extranjero. Los Balan-
dier, destacados industriales del ramo de los textiles, se van a la capital
precisamente porque no encuentran apoyo institucional en su ciudad,
para expandirse como gran industria textil asociada con los norteame-
ricanos, que aportaron la tecnología. Tampoco la familia Clemente, que
invierte en la pujante y necesaria industria del papel, se siente a gusto
en nuestra querida Valeria, por falta de planes del gobierno municipal,
y decide mudarse, con todo e inversiones, a otras ciudades del país.
También se comenta el caso de los Escobar, que se llevó la procesadora
de aceites para una ciudad vecina.
Esta situación muy pronto es discutida en la Sociedad de Amigos
de Valeria donde, desde hacía tiempo, el recordado Cojo Nébula había
discurrido acerca de su sueño de ver convertido nuestro terruño en el
lugar de una gran industria que sería la referencia para toda la nación.
De modo que los planes de industrialización de Valeria ya eran cono-
cidos por las más respetables familias de nuestra región, pero diversos

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obstáculos se habían puesto en el camino. Muchos de ellos, al fin fueron litantes que simpatizaban con los comunistas que habían impulsado la
removidos, cuando llegó la democracia y Valeria estrenó nuevo alcalde. resistencia contra el derrocado régimen militar.
Humberto Nébula padre, mejor conocido cariñosamente como el Los socialdemócratas de izquierda controlaban importantes sindica-
Cojo, ofrece las tierras de los ejidos municipales para instalar industrias tos y organizaciones estudiantiles. De inmediato, se les dictó importan-
sin cobrar impuestos, a precios de gallina flaca. Cabe recordar que, des- tes medidas disciplinarias por organizar manifestaciones masivas con-
de los tiempos en que los británicos habían emprendido, en el siglo XIX tra la política económica del nuevo gobierno, surgido de las elecciones.
y principios del XX, la industria de la carne congelada, Valeria ha sido Esta situación de graves tensiones internas en el Partido Socialde-
una referencia de actividad industrial. También fue una ciudad pionera mócrata, fue muy difícil para el alcalde Nébula quien tenía amistades
en la iluminación eléctrica. Además, la cercanía con el segundo puerto en ambos bandos. Como se sabe, en sus tiempos de plácido hacendado
marítimo más importante del país, le dio esa pujanza económica que la y comerciante, había dado escondite a los dirigentes Sergio Pimentel y
caracteriza. Richard Suárez, quienes en la nueva situación entraron en una escalada
Desde entonces ¡cómo ha crecido esta ciudad! Pero también, ¡qué de enfrentamientos con los dirigentes tradicionales del Partido y par-
desordenadamente! Es una ciudad de migrantes, de otras partes del país ticipaban en esas protestas contra el nuevo gobierno democrático. Por
y de todo el mundo, especialmente italianos, árabes, chinos, portugue- otra parte, la posición de burgomaestre del Cojo Nébula se sostenía por
ses y hermanos suramericanos. Valeria es el paraíso para los construc- el apoyo de los dirigentes históricos del Partido, que recién regresaban
tores que pronto llenaron todo espacio verde, que antes eran haciendas del exilio a retomar sus posiciones de mando, y la confianza que en él
y fincas, en modernas autopistas y populosos urbanismos. Esta expan- habían depositado los empresarios agrupados en la Sociedad de Amigos
sión impresionante de Valeria se produjo sobre todo durante la gestión de Valeria y en la naciente Asociación de Industriales de Baracoa.
de otro Nébula, el sobrino del Cojo, pero de otra parcialidad política, Nébula asistía alternadamente a las reuniones de las diversas ten-
Mauro hijo, quien dio facilidades extraordinarias a los constructores dencias del Partido, sin terminar de comprometerse con ninguna.
para desarrollar la modernidad aquí. La comunidad empresarial se nu- Pronto la situación se polarizó, y las exigencias de ambos bandos se
trió entonces con los inmigrantes italianos que vinieron a estas tierras intensificaron.
a construir patria, trayendo sus habilidades empresariales, su empuje y
Entonces el Cojo comenzó a sufrir de oportunos desmayos e inso-
su visión modernizadora. Pronto consiguieron un espacio proclive a las
portables dolores de cabeza, que muchos, entre ellos su propia espo-
alianzas, que se concretaron en la compra y venta de tierras, el aprove-
sa, Antonieta, atribuyeron a las tensiones y conflictos intra-partidistas.
chamiento de los ejidos y la creación de una interesante vialidad.
Hasta que al fin acudió al médico quien, después de varios exámenes,
EL COJO NÉBULA Y LA DIVISIÓN DEL PARTIDO no supo darle un diagnóstico definitivo. Podía ser la tensión alta, algo
SOCIALDEMÓCRATA relacionado con la circulación, pero también podía ser algún pequeño
tumor en la cabeza, lo que explicaría aquellas fortísimas migrañas.
La situación política del país, cuando el Cojo Nébula es alcalde,
se caracterizaba por una espantosa crisis económica y graves enfrenta- Casi todos los días había manifestaciones y marchas de protestas. Si
mientos políticos. La unidad política conseguida justo entre el último no eran los desempleados o los trabajadores, eran los estudiantes. Né-
año de la dictadura militar y el primero después de su derrocamiento, bula terminaba apoyando las medidas de represión que cada día se ha-
se disolvió poco después del retorno de los dirigentes exiliados de los cían más fuertes. Los objetivos eran los sindicatos y las organizaciones
partidos socialdemócrata y socialcristiano. Se inició entonces, en medio estudiantiles en manos de la tendencia de izquierda del Partido, además
de despidos masivos y reducción de sueldos y salarios por problemas de las casas del Partido Comunista. Pero el alcalde regresaba abatido
de disponibilidad fiscal del Estado, un proceso de persecución de mi- cada noche a su casa. Aquello no iba con su temperamento. No entendía

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cómo tan pronto se había deshecho aquella unidad que dio al traste con años de la clandestinidad. Entendía, le decía a Antonieta, que los diri-
la dictadura y que había llegado a creer que duraría mucho más. gentes históricos del Partido eran los que habían regresado del exilio,
En casa tampoco disponía de un hogar donde el guerrero pudiera al pero, por otra parte, ellos no se habían fajado en la lucha como los clan-
fin descansar de las confrontaciones de la calle. Allí le aguardaba una destinos, que se habían quedado aquí luchando, y ahora eran atacados,
fiera y decidida Antonieta que no tenía ya nada que ver con la dulce aislados, destituidos, expulsados y hasta detenidos por las nuevas fuer-
y pasiva muchacha italiana, que sabía coser y cocinar, preferida por zas de seguridad del estado, reconstruidas con los mismos esbirros de
su familia y toda la comunidad. Lejos de brindarle solaz y reposo de antes. “Tú misma, Antonieta, me comentaste una vez que cómo estaría
las interminables discusiones y difíciles decisiones en el Partido, su de ocupado trabajando Suárez en bien del país, que no se había apare-
mujer lo confrontaba y hasta lo castigaba con un cruel desierto en el cido por la casa a saludar desde que había comenzado en sus nuevas
lecho conyugal, cuando sus posturas políticas no coincidían. Al final responsabilidades en el gobierno”, le espetaba el Cojo a su esposa.
el Cojo, a quien no le gustaba aquel ambiente de conflicto permanente, “Bueno, pero tú mismo has ayudado a Bracamonte, que no es nin-
terminaba cediendo y conciliando. Para Antonieta la situación estaba gún santo, lo has hecho tu guardaespaldas porque las bombas han proli-
clara: la lucha contra la dictadura le había dado demasiado espacio a ferado, porque sabes que en cualquier momento te hacen un atentado: tú
los comunistas que se aprovechaban de las dificultades económicas del lo sabes”, le contestaba Antonieta. “Date cuenta de que la lucha política
naciente gobierno democrático, para “joder” y alborotar a los brutos del es así, no es una tarde plácida para tomar café en el patio de la Sociedad
pueblo. Había que enfrentarlos y reducirlos al aislamiento, sin ninguna de Amigos de Valeria; no puede haber medias tintas. Ellos quieren tum-
contemplación. bar el gobierno. ¿Qué va a hacer el gobierno? ¿Dejarse tumbar? No, hay
“Pero ellos lucharon firmemente contra la dictadura”, intentaba que actuar sin ninguna vacilación contra la subversión. Haciendo uso
replicar el Cojo. “Eso no les da derecho a conspirar contra la misma de todas las armas que el enemigo no tendrá ningún escrúpulo en usar”.
democracia por la cual lucharon”, respondía Antonieta determinante. Argumentaba el Cojo que era también peligrosa aquella política de
“Date cuenta, Cojito, ellos lo que quieren es acabar con todos nosotros, conflictos internos en el Partido, por cuanto los atacados controlaban
imponer una tiranía como en Rusia, arrebatarnos todo lo que hemos lo- importantes sindicatos y de esta pelea podía quedar el Partido sin nin-
grado con el sudor de nuestra frente, someter al pueblo a una esclavitud guna influencia a nivel sindical. Antonieta replicaba lo mismo que en
insoportable. Ellos están actuando de una manera oportunista, aprove- el Partido los seguidores de los dirigentes históricos sostenían: la in-
chándose de las dificultades para conseguir algunas ventajas en la calle, fluencia de Pimentel y Suárez no era importante. Sus seguidores, toda
manipulando a los sectores más pobres, cuando el gobierno hace gran- la dirigencia sindical media, regional, terminaría cuadrándose con los
des esfuerzos para garantizarles la subsistencia en estos tiempos de cri- líderes históricos. Que lo irían haciendo a medida que se despejara el
sis provocada por el despilfarro de la dictadura. Abre los ojos, Cojito”. panorama. Pero eso dependía de una posición decidida por parte de
Lo que más le costaba al Cojo era distanciarse de sus viejos amigos, jefes como él mismo, el Cojo.
Pimentel y Suárez. Sabía, y hasta aceptaba con algunos escrúpulos, que Las migrañas y los desmayos obligaron al Cojo a hospitalizarse du-
el naciente gobierno democrático estaba echando mano de los mismos rante un par de semanas. Entre tanto, el conflicto interno del Partido había
esbirros que habían detenido, eliminado o torturado a los miembros de llegado a un punto de máxima ebullición. Apenas dado de alta, el Cojo
la resistencia durante la dictadura militar. Aquello era necesario para fue invitado a una reunión confidencial en la sala de conferencias de un
detener la subversión. Era comprensible. Lo que no le entraba era que lujoso hotel de la capital. Allí estaban casi todos los dirigentes históricos,
en el propio Partido los enfrentamientos se dieran con tal violencia. Que algunos ministros y los organizadores del Partido en casi toda la provin-
no se respetaran ya los sacrificios que muchos habían hecho durante los cia, a excepción de aquellos que se habían cuadrado con la izquierda.

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El Partido no podía seguir detenido en aquella terrible lucha interna. la expulsión de todos los líderes de la izquierda. En la lista estaban los
Había que tomar una decisión definitiva. Por un momento, el Cojo pen- amigos, Pimentel y Suárez, ambos actuales funcionarios del gobierno;
só que aquella era otra reunión de las tantas a las que él había asistido, pero al Cojo no le quedó otra alternativa que sumarse a la medida.
donde se trataba de adoptar algunas medidas de apoyo al gobierno y su Camino a casa, se le declaró de nuevo el dolor de cabeza. El chofer
política de arrinconamiento de las fuerzas subversivas. Las interven- y su escolta tuvieron que desviarse al llegar a Valeria, y dirigirse al
ciones se sucedían con una tediosa repetición de la misma cantinela, hospital.
las mismas acusaciones, las mismas expresiones de lealtad al Partido y
a la democracia. El Cojo las escuchaba ya como oía llover, intentando LA MUERTE DEL COJO Y LA MISIÓN DE SUS HIJOS
mantener la calma y evitar los horribles dolores. Pero de pronto, se
La embolia dejó fuera de combate al Cojo Nébula. El Concejo Mu-
presentó el mismísimo presidente de la República, en persona. El Cojo
nicipal de Valeria tuvo que designar urgentemente otro alcalde, apo-
tragó grueso: su mujer había previsto esa situación: tarde o temprano el
yado por los dos partidos que ahora se aliarían contra el comunismo,
propio presidente tendría que urgir una decisión definitiva para terminar
el señor Francisco Barráez, destacado empresario de la curtimbre de
de esclarecer la situación.
cueros, quien en un futuro inmediato se asociaría a la transnacional
En ese momento, el Cojo comprendió que su esposa tenía más vo- Coca-Cola, para embotellar y distribuir la conocida bebida en la región
cación política que él mismo. Al principio le había llamado la atención central del país y más allá.
la manera como Antonieta había tomado posición, considerando que se
El Cojo tuvo que pasar sus últimos días en una silla de ruedas entre
colocaba en la acera de enfrente respecto a sus viejos amigos Pimentel
el asoleado y verde patio central de su casa en el casco histórico de la
y Suárez. ¿Habría algún resentimiento personal antiguo? ¿Algún des-
ciudad, y su habitación, donde a veces Antonieta condescendía a leerle
aire que alimentara esa determinación tan cercana a la ira y el odio?
el periódico o alguna novela. Se le había paralizado el lado izquierdo
El propio Pimentel una vez, hace tiempo ya, le comentó como quien
del cuerpo. El médico le prohibió terminantemente conocer de los gra-
no quiere la cosa, que Suárez intercambiaba libros con su esposa, y a
ves conflictos políticos que acontecían en la calle. Por ello Antonieta
Anselmo se le escapó que ambos, ella y Suárez, habían permanecido
lo encerraba rápidamente en la biblioteca cuando las manifestaciones
demasiado tiempo en las afueras de la casa de la finca viendo las cons-
pasaban cerca de casa. El silencio del hogar de los Nébula no sería in-
telaciones en la noche. Pero el Cojo no podía pensar mal. Finalmente
terrumpido de ahora en adelante.
se convenció de que no. Su mujer había decidido sobre la base de un
cálculo frío su actual posición política. En este caso, el sentimental era Mientras tanto, los muchachos crecían. Humberto, el mayor, aparte
él, no ella. Así había sido siempre. Suspiró y se dispuso a hacer lo que de buen estudiante y haber heredado el carácter suave y tranquilo del
había que hacer. padre, se había dedicado a cuidar a su hermano mayor, Juan, aquejado
del síndrome de Down. Ante la ausencia casi permanente del padre y la
La proposición era clara. Aquellos dirigentes que no expresaran una
falta de disposición de la madre, Humberto había significado para Juan-
contundente lealtad a la dirección histórica del Partido, tendrían que
cito una figura paternal. Él lo bañaba, se encargaba de que comiera bien,
irse. La división ya era un hecho. Se tenían informaciones fidedignas
lo distraía acompañándolo en sus juegos, incluso le leía algún poema.
de que ya los disidentes preparaban para esa misma semana un acto
Para Antonieta, aquella amorosa disposición del segundo de sus hijos
masivo con sus huestes, donde se manifestarían por la construcción
había sido muy conveniente, pues le había liberado de un cuidado que
de un nuevo partido de izquierda y decretarían la muerte del Partido
lucía esclavizador, al cual ella se sentía con muy poca disposición; pero
Socialdemócrata. En realidad, había que decidir antes que ellos, para
por otro lado, le preocupaba que ese carácter no le ayudara a su hijo en
que luciera como una expulsión más que como una división resuelta
las tareas políticas que pensaba le estaban destinadas. César, por el con-
por ellos. Los asistentes, ante tan decisivos argumentos, votaron por

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trario, tenía un talante agresivo y emprendedor que, a ratos, era proble- De regreso a casa, sus hijos, sobreponiéndose al abatimiento, la ro-
mático. Durante la infancia, sus travesuras en la vecindad habían lleva- dearon para calmarla, para reconfortarla. Al fin Antonieta fue reducien-
do a su madre a someterlo a algunos castigos, correazos, por supuesto, do sus estremecimientos y gemidos y logrando la serenidad. Entonces
y encierros solitarios en la oscura y húmeda biblioteca de la casa, que, a miró a sus pequeños. Ya habían crecido. Humberto y César acababan
la postre, le sirvieron para hacer de él un adolescente tenaz y decidido, de entrar en el bachillerato. El mayor irradiaba bonhomía, tomando la
aparte de ilustrado, porque se le había cultivado la pasión por los libros mano de su hermano Juan; el otro, César, mostraba como siempre en el
apiñados. Lucio, el más pequeño, resultó ser el más tremendo en sus brillo de sus ojos una determinación que le gustaba. Lucio llamaba la
travesuras; pero atendía de inmediato a las órdenes de César, mientras atención por su mirada astuta y en sus labios se dibujaba un rictus de
se burlaba cruelmente de Humberto y de Juan, por supuesto. traviesa malicia incluso en este momento de aflicción. A todos los había
Aunque los muchachos guardaban un discreto silencio y una aparen- educado bien. Sus caracteres eran complementarios. La sensibilidad de
te tranquilidad delante de su padre, gracias a la firme disciplina impues- Humberto le serviría para conectarse y recordar uno a uno los sufri-
ta por la madre, sus discusiones debieron llegar a oídos del menguado mientos y las exigencias de los más humildes, que habían sido desde
ex alcalde. Lo cierto es que se produjo un segundo ataque, esta vez mor- siempre la preocupación de su padre. César podía llegar a ser un jefe de
tal. Así se apagó la llama del alcalde de la industrialización de Valeria. visión estratégica, con decisión, perseverancia y coraje extraordinarios.
Lucio podría atreverse a cosas que los demás tal vez no. Esa visión
Ya el Partido se había dividido. Pimentel y Suárez habían sido des-
serenó más a Antonieta que todas las infusiones que le ofrecían las ami-
tituidos de sus cargos en el gobierno. En los sindicatos y en las organi-
gas. Cerró los ojos, se relajó sobre la mecedora y al fin condescendió a
zaciones estudiantiles y gremiales se daban combates a plomo limpio
acostarse para enfrentar el día siguiente sin el Cojo, pero con sus hijos.
entre los socialdemócratas de izquierda, recién expulsados o divididos
(según la óptica que se prefiera), y los socialdemócratas de la dirigen- A la mañana temprano, los volvió a reunir. Les dijo lo que esperaba
cia histórica. Los organismos de seguridad del estado allanaban locales de ellos. Con satisfacción, descubrió que sus hijos estaban informados
de los comunistas. La represión había llegado hasta los diputados de de casi todo de lo que acontecía en las calles. Nunca habían hablado
izquierda, a quienes se les había allanado la inmunidad parlamentaria. mucho de política con su agobiado padre. Sólo ella les hacía leer el
periódico y les explicaba en qué consistía la lucha, cuáles bandos se
Antonieta debió haber sentido que sucedían demasiadas cosas a la
enfrentaban y con cuál debía alinearse la familia. Levantó el dedo ín-
vez y ella había quedado al margen de los acontecimientos por la de-
dice y los fue señalando uno a uno. Los ilustró acerca de un código de
bilidad de carácter de su marido que, a la postre, le había ocasionado
conducta basado en el honor. Eran sólo cinco normas, que los podría
esa nefasta enfermedad. La pusilanimidad había matado a su querido
conducir a una vida de éxitos y triunfos: 1. Se debe acudir siempre en
esposo. Estos eran tiempos para gente fuerte, decidida, sin vacilaciones.
auxilio de un hermano o compatriota, a cualquier costo y aun a riesgo
El derrumbe emocional de la pobre Antonieta se convirtió en centro
de las propias vida y fortuna, 2. Siempre obedecer las órdenes, consejos
de comentarios entre las señoras de la Sociedad de Amigos de Valeria.
o sugerencias de los mayores, 3. La ofensa de un extraño a un herma-
“¡Pobrecita! ¡Lo amaba tanto! ¡Mira cómo llora y grita!”. Pero la deses-
no es siempre ofensa contra nosotros mismos y hay que responder, 4.
peración que había ostentado Antonieta en el velorio y el entierro de su
Siempre hay que dirigirse a los hermanos por ayuda, y no a extraños,
respetado marido, también era expresión de su rabia e impotencia por
5. Jamás se delata, confiesa, denuncia o señala a hermanos, ni ante tor-
no poder participar o incidir de alguna manera, así fuera indirectamen-
tura, tormento o suplicio que incluso puedan significar la muerte. Les
te, en aquel caos político en donde siempre había gustado jugar su rol
dijo: “Juan, tú serás un buen niño y no tendrás miedo de salir a la calle
de consultora, claro que usando como simple pieza de aquel entreteni-
a buscar qué hacer para conseguir el pan. Hay amigos que te ayudarán,
dísimo ajedrez a su amado Cojo irresoluto.
además de tus hermanos. No temas. Sólo di la verdad y cumple con las

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promesas que hagas, sólo si estás seguro de que las vas a cumplir. Hum- se devolvieron a tiempo, pidiendo perdón cuando se produjeron las pri-
berto, tú tienes que llegar a ser dirigente nacional del Partido. Estás ante meras sanciones, condenando la infiltración comunista en el Partido y
una oportunidad histórica. Ocuparás el lugar que le correspondía a tu dirigiendo asaltos y batallas campales contra sus antiguos compañeros.
padre en la capital. César, tú dirigirás el Partido en Baracoa, organizarás También la dirigencia tradicional fue más conciliadora con los viejos
las fuerzas que golpearán hasta eliminar el peligro comunista y te perfi- líderes obreros que habían acompañado a los fundadores en rebeliones
larás como el gobernador de la región cuando llegue la hora. Tú, Lucio, antiguas, de los tiempos de antes del Partido, en la más tierna juventud,
te prepararás bien, porque tienes que fijarte el objetivo de llegar a ser en aquel país todavía bucólico donde el sector obrero más importante
presidente de la República cuando ya todo esté en orden, y las amena- eran los estibadores de los puertos, los mineros, las mujeres y los niños
zas hayan sido aniquiladas. Ahora, salgan de esta habitación y déjenme que laboraban 12 horas en las nacientes industrias textiles.
descansar. Todavía el golpe de la muerte de su padre me tiene débil y ¿Cómo habían reaccionado los muchachos ante las misiones que
agotada. Déjenme, por favor, dormir”. les encomendara su madre, justo en ese momento tan significativo? No
¿Quién sabe si esto sucedió realmente así? Humberto Nébula ha co- podemos saberlo. Lo que sí sabemos es que hicieron todo lo posible
mentado detalles de una escena parecida con algunos periodistas. Por por cumplir.
otra parte, su madre siempre aparece en los discursos de los tres her- Muy pronto se le vio a Juan, a pesar de su retraso, cuidando los au-
manos. En casi todos hay una alusión a la gran misión que ella les en- tomóviles a cambio de unas monedas en el estacionamiento de la recién
comendó a la muerte del padre. Para nadie es un secreto en Valeria que reabierta universidad, bajo la mirada afectuosa de las autoridades de
muchas de las decisiones más difíciles que les ha tocado tomar a los tres la casa de estudios, amigos de la familia. Los otros tres hermanos se
Nébula han resultado de una reunión con la señora. presentaron de inmediato en la casa del Partido a ponerse a la orden
Lo cierto es que, de esos objetivos, algunos se cumplieron, y otros para reactivar la dirección estudiantil, diezmada por la expulsión de los
no. César al fin fue designado como Gobernador luego de un breve inte- izquierdistas. Considerando el apellido, el lugar de su padre en la Direc-
rregno en que el presidente de la República sorprendió a los valerianos ción Nacional del Partido, en la alcaldía de la ciudad, se les cooptó ese
con el nombramiento de un empresario, Ricardo Acevedo. Humberto es mismo día. Además, había una gran urgencia de dirigentes juveniles.
diputado al Congreso Nacional y miembro de la Dirección Nacional, en Rápidamente, se pusieron a trabajar. Con gran eficiencia, los mucha-
parte por méritos propios, en parte para completar los votos en medio chos acopiaron toda la información necesaria para tener una panorámi-
de las luchas de tendencias que nunca han cesado. Lucio se desem- ca de la situación del movimiento estudiantil en la región. Informaron a
peña en la presidencia de la legislatura provincial, el primer cargo de la nueva dirección regional que la izquierda no sólo se había apoderado
relevancia de su carrera política. Los tres dan clases en la Universidad, de todos los centros estudiantiles a nivel de educación media y universi-
adonde ingresaron desde muy jóvenes. taria, sino que contaban con el apoyo de no pocos maestros, profesores
Para el momento en que Antonieta se reunió con sus hijos, efectiva- y hasta autoridades de liceos y escuelas.
mente se presentaba una gran oportunidad para su rápido ascenso en la A los pocos días, se produjo la destitución masiva de esos directivos,
estructura del Partido. La división había creado un grave problema en siguiendo la lista elaborada por los hermanos. A los más peligrosos y
varias instancias de dirección. Con la izquierda se habían ido práctica- agitadores, la policía política les hizo una “visita” en su casa. Algunos
mente todos los miembros principales de la dirección nacional de la ju- maestros terminaron presos al no saber dar una respuesta satisfactoria
ventud y de muchas coordinaciones regionales, incluida la de Baracoa, acerca de cierto material propagandístico, e incluso armamento, halla-
naturalmente. Una situación parecida se presentaba en el área sindical, do en sus casas o, lo que era más grave, en los propios locales de los
aunque allí los dirigentes se habían mostrado más prudentes y algunos institutos. Las nuevas autoridades educativas, luego de una reunión con

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los hermanos, llamaron a los maestros más bulliciosos, para advertir- proliferado por el apoyo del director, el “chino” Talavera, uno de los
les que, aunque había una escasez relativa de educadores, el gobier- primeros destituidos en la nueva política educativa gubernamental.
no estaba dispuesto a tomar las medidas necesarias para garantizar la Esa mañana, al conocer de la remoción, el grupo de líderes estudian-
tranquilidad completa y el normal desenvolvimiento de las actividades tiles decidió protestar la medida y concentrar la masa en el patio central
académicas. del liceo, con la idea de salir desde allí a los otros institutos, y hacer que
Humberto y César visitaron a Roberto Bracamonte en el barrio 14 se sacudiera la ciudad, enfrentando las decisiones del gobierno. Los
de noviembre. Sentados en sendas butacas de cuero a las puertas de su muchachos habían cerrado desde temprano la avenida frente al liceo.
humilde casita, recordaron con él “las vainas” del gran Cojo, de cómo él Entonces se produjo una pequeña refriega que no pasó más allá de unos
lo había ayudado en tantas y tantas circunstancias, en la enfermedades y cuantos aporreados de lado y lado. La Guardia Nacional y la Policía
en las dificultades con las autoridades de la dictadura. De cuando doña Política tomaron en respuesta las esquinas adyacentes, por lo que los jó-
Antonieta le había enseñado a leer y a escribir. De todo lo que le debía a venes dirigentes prefirieron refugiarse en el interior del plantel. Una vez
la familia Nébula. De allí pasaron a la amenaza comunista que se había allí, hicieron una asamblea donde el catire Morel explicó que el gobier-
infiltrado en el Partido y que ahora lo dividía desconsideradamente, con no estaba haciendo lo mismo en todo el sistema educativo, por lo que
el fin de imponer una dictadura mil veces más sanguinaria que la que la lucha era general. De modo que se imponía llamar a los compañeros
había sido derribada por el pueblo. De que había que hacer algo con- de los otros planteles para incendiar la ciudad. Glenys, alias “La Rosa”,
tundente contra esos comunistas que se habían apoderado hasta de las pidió la palabra y planteó una acción que concentrara durante varios
escuelas ¡Qué barbaridad! Se sabía de la gran autoridad de Bracamonte días la protesta: una huelga de hambre en rechazo a la destitución de los
en el barrio. Había que movilizar y organizar a la gente para los comba- directivos. Ya había tres voluntarios para iniciarla, incluido el propio
tes que venían. Incluso la gente que estaba dudando. El gobierno podía “chino” Talavera, quien había recibido en la noche anterior amenazas
atender sus problemas particulares de inmediato. César tuvo la prime- de las fuerzas de seguridad del estado. En eso pidió la palabra Humber-
ra oportunidad de ejercitar su gran memoria conociendo, de labios de to que se había colado inadvertidamente hasta un lado del techo desde
Braca, algunos de los casos más urgentes de ayuda: medicina, vivienda, donde los dirigentes hablaban a la multitud. Los silbidos y los insultos
trabajo, dinero simplemente. se hicieron sentir hasta que Lilith impuso silencio “para escuchar al
En aquel entonces había cinco grandes liceos en Valeria, aparte de compañero”, que “no por pertenecer al partido de gobierno, era menos
las escuelas y otras secundarias más pequeñas; pero el mayor era el estudiante”. Al fin, el mayor de los Nébula pudo dirigirse a la asamblea.
“Andrés Bello”. Además se ubicaba estratégicamente en plena aveni- –¡Compañeros! Les pido que reflexionen. Afuera están los policías
da Bolívar y desde allí partían siempre las manifestaciones que iban y la Guardia armados hasta los dientes. Es mejor salir de aquí, de in-
a buscar a los muchachos de los otros institutos, el “Enrique Rodó”, mediato y de manera pacífica. Los profesores sancionados tienen toda-
el “Francisco Plaza” y la Técnica, de donde salían los más temibles vía mecanismos legales para apelar esas decisiones. Por favor, dejemos
combatientes de la izquierda. Allí, en el “Andrés”, estudiaban los más que funcionen los procedimientos normales y no forcemos un enfrenta-
brillantes líderes izquierdistas, sus más eficaces agitadores. Estaban miento del cual sólo saldrán nuevas víctimas.
el catire Morel, el chingo Octavio Francia, la preciosa Glenys, que se Humberto apenas pudo terminar su pequeño discurso, en medio de
hacía llamar “La Rosa del Andrés”, la flaquísima Lilith Loaiza, una la rechifla general. Algunos lo empujaron e incluso intentaron golpearlo
morena pequeñita que se colocaba una hojilla en la punta de cada una cuando bajó del improvisado escenario. Al fin logró escurrirse entre el
de sus cinco crinejas para herir a la policía o a cualquier otro enemigo, gentío, aprovechando que Lilith hacía corear a los presentes la consigna
sacudiendo la cabeza haciendo girar sus afiladas armas. Los Nébula “¡Huelga, Huelga!” para evitar que prácticamente lo lincharan.
también estudiaban allí. Las fuerzas estudiantiles de la izquierda habían

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Camilo, de la Técnica, se montó en el techo e informó emocionado en ese momento, las fuerzas de los Nébula se dividían. Mientras unos
que ya los compañeros de su instituto y del “Francisco Plaza” habían proseguían con la persecución para evitar que los de la Técnica se rea-
salido en marcha hacia el “Andrés”. El anuncio fue recibido con gran- gruparan, una comisión fue a “dialogar” con los del “Andrés”. La idea,
des aplausos. “Ahora, debemos organizarnos”, gritó Lilith, “mientras de nuevo, fue de Humberto, y César ardió de la ira por lo que conside-
un contingente se une a la manifestación de los compañeros de la Téc- raba una estupidez de su hermano. Lucio se ofreció a acompañar a su
nica y el “Plaza”, debe quedarse un grupo grande cuidando a los cama- hermano mayor y allí se fueron los dos, junto a varios de los mejores
radas huelguistas”. elementos de Braca.
Mientras tanto, los Nébula agrupaban a su gente en la esquina de los Llegaron cerca de la reja de entrada del liceo y exigieron hablar con
Peñaloza, sitio obligado por donde debían pasar los bravos muchachos los dirigentes. Apareció Lilith. Humberto se estremeció. ¿Por qué le
de la Técnica para reunirse con los del “Francisco Plaza”. Entre los sacudía las entrañas de esa manera esa niñita sin casi pechos, negrita,
preparativos para la emboscada, se escuchó cómo César le reclamaba hasta fea, salvo por los inmensos ojos avellana que crecían más cuando
a su hermano mayor: “¡Le tiemblas, Humberto! ¡Pareces marico cho- estaba iracunda y sacudía la cabeza para que las hojillas instaladas en
rreándote delante de esa loca! ¡Lo que tienes que hacer es agarrarla por las puntas de sus crinejas hirieran a quienes quisieran atraparla?
las mechas y obligarla a que te lo mame, huevón!”, le decía. César con- –Lilith, salgan del liceo. Evitemos más enfrentamientos, mi amor.
sideraba que con los comunistas no había que discutir, sino entrarles a Están rodeados. Suspendan la huelga de hambre. Que los profesores
golpes de una vez, para que respetaran. La cuestión, alegaba Humberto, apelen la sanción y seguimos en clase, vale…
es que en esas asambleas la mayoría la tienen ellos y pueden matarnos
–¡No joda! ¡Tú estás loco, esbirro de mierda! ¡Nébula coñoemadre!
rápidamente. Precisamente por eso habían ido a buscar la ayuda de Bra-
¡Si quieren pelea, pelea tendrán!
ca, el amigo de su papá.
–¡Coño, no seas loca, Lilith! Consulta con los profesores y verás que
–Los estudiantes estamos respaldando al profesor Talavera y enfren-
es lo más razonable.
tando la política represiva del gobierno que lo ha destituido. No como
tú, Nébula. ¡Esbirro coñoemadre! ¡Traidor de los estudiantes! –le había –¡Razonable un coño! ¡Huelga, huelga, huelga! –comenzó a gritar
espetado Lilith al cierre de su discurso cuando ya estaba segura de que Lilith, respaldada por las decenas de compañeros que la acompañaban.
él ya no estaba ahí entre sus enardecidos compañeros. La multitud la Humberto se dispuso a regresar malhumorado adonde lo aguardaba
aclamó. César y la gente de Braca. Estaba compungido, no sólo por los insultos
Cuando la vanguardia del contingente de la técnica se asomó por la que ahora recibiría de su hermano menor, sino por la actitud de Lilith.
esquina de la Peñaloza, Braca dio la señal y los duros muchachos del 14 Ella hasta le había permitido hablar en las asambleas, no sólo en ésta.
de noviembre salieron, armados de bates, cabillas, porras, machetes y Él sabía que había controlado a algunos locos que querían lincharlo en
algunas pistolas, para aplastar a los estudiantes. La sorpresa los ayudó. el liceo. Admiraba lo que llamaba su “verbo encendido”, como se decía
Los de la técnica tuvieron que retroceder huyendo desordenadamente, en el Partido para referirse al del presidente de la República.
dejando en el suelo a muchos heridos. La persecución no los dejó rea- No se habían retirado mucho de las rejas del liceo, cuando, de re-
gruparse y se dispersaron. pente, su hermano Lucio pegó un grito desgarrador. Le habían dado con
Pronto llegó la noticia de la batalla al “Andrés” y al “Plaza”. Éstos una bomba molotov y estaba ardiendo ahí mismo, en plena calle. Hum-
últimos decidieron cerrar la calle con unos cauchos ardiendo. Los efec- berto y sus compañeros intentaron auxiliarlo, pero ya el mal estaba he-
tivos de la policía se apostaron a pocos metros ostentando los fusiles. cho. Aquello fue el detonante. De la fila de la policía empezaron a salir
Los estudiantes empezaron a lanzar piedras y bombas molotov. Justo bombas lacrimógenas y, lo que era mucho peor, detonaciones de armas

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de fuego. Desde adentro del plantel salían otras molotov y piedras. Se César sonrió feliz. Antonieta le había dado la razón. Pero no paró
había desatado el enfrentamiento. Apareció César y el resto del con- ahí. Continuó con solemnidad:
tingente de Braca, para ser los primeros en tumbar las rejas y penetrar –Ahora quiero que ustedes, mis tres hijos más queridos, hagan un ju-
al liceo. Desmantelaron la huelga y toda la propaganda. Hubo un par ramento. La lucha apenas comienza. Es necesario que se comprometan
de muertos y muchos heridos de bala, de armas contundentes y punzo de corazón en lo que están llamados a hacer. Tienen que hacer solem-
penetrantes. Detuvieron a medio centenar de estudiantes y profesores. nemente este juramento delante de su querida madre que los animará
Humberto logró apagar las llamas que destrozaban a su hermano menor mientras esté presente, pero que algún día ya no estará, aunque en la
y llevarlo hasta donde estaban los policías, quienes ya habían dispuesto otra vida los seguirá estimulando. Quiero que juren que siempre estarán
de una ambulancia para llevarlo. unidos. Que nunca, nunca, le levantarán la mano al otro, que siempre se
Esa noche, mientras Juan dormía, la familia se reunió en la clínica apoyarán en el logro de los grandes objetivos y misiones que yo misma
donde internaron a Lucio. César entró a la habitación y se abalanzó so- les he encomendado. ¿Juran?
bre Humberto. Antonieta apenas pudo contenerlo para que no golpeara Después de jurar, César todavía quería decir algo y levantó la mano
a su hermano mayor. Ella se había asustado mucho cuando le habían para pedirle la venia a su madre. Ella condescendió.
informado que su hijo menor se hallaba hospitalizado con quemaduras
Por supuesto, no hay testigos directos de estos hechos. Los refiero por-
importantes por todo el cuerpo, aunque no en el rostro. “A Dios gra-
que los hermanos Nébula los han aludido con vaguedad y otros dirigentes
cias”, había dicho. Pero ahora, la explosión de ira de César la conseguía
del Partido los han comentado discretamente, como un secreto, que de
con una serenidad apabullante.
hecho lo son: secretos de familia. Pero esos pocos testimonios e indica-
Antonieta agarró por el hombro y el brazo a César con una fuerza ciones apuntan al descontento de César con la decisión de Antonieta de
impresionante, separándolo de Humberto. Cuando pudo al fin controlar asignarle a Humberto la Dirección Nacional y a Lucio el objetivo de la
la situación, les dijo a los tres, con una dulce voz: “Los Nébula deben presidencia de la República. En repetidas ocasiones, César ha criticado,
mantenerse unidos siempre. No voy a permitir una sola pelea entre her- en confianza entre los miembros de la dirección regional, al “cretinismo
manos. Nuestra unión es la garantía del triunfo en todos los grandes ob- parlamentario” y al “pendejismo” de su hermano mayor, y a la “flojera”
jetivos que nos hemos trazado. Esta pelea por la democracia y contra el y “gustos raros” del menor. Pero nadie estaría dispuesto a respaldar estos
comunismo la ganaremos también con la unión. Humberto desea la vía comentarios. Sólo han quedado para la chismografía del Partido y los
del diálogo. Tal vez esté equivocado, como lo dices tú, César. Pero no rumores que de vez en cuando llegan hasta los que no somos militantes.
debes olvidar nunca que él es tu hermano mayor. Tienes que oírlo y tra-
El siguiente paso en la limpieza del sistema educativo que dio el
tar de razonar con él. No acudir a la violencia entre nosotros, sino con-
gobierno fue expulsar a los dirigentes estudiantiles más destacados de
centrarla en los enemigos. En cuanto a ti, Humberto, debes aprender de
las escuelas y los liceos. La decisión se produjo un lunes, de un solo
esta circunstancia. Doy gracias a Dios porque tu hermano menor sólo
golpe. Siempre siguiendo la lista elaborada por los hermanos. En todos
tuvo algunas quemaduras en los brazos y en el torso. Pero también doy
los planteles se produjeron tumultos apenas se supo. Pero ya estaban
gracias a Dios porque así se ha demostrado que con los enemigos no
preparados los eficaces hermanos Nébula para enfrentar la respuesta
hay que tener miramientos. Es un asunto de vida o muerte. Si tú no los
comunista. En todos lados, al barullo de los expulsados se les contestó
vences, los aplastas, los neutralizas, los matas, ellos lo harán contigo.
disciplinadamente con los jóvenes militantes del Partido, apoyados por
El diálogo es bueno en democracia; pero si los otros no quieren hablar,
los diestros seguidores de Bracamonte.
y los comunistas no quieren hablar, sino mandar sobre todos nosotros,
tienes que recurrir a algo mucho más contundente”. Sabemos por testimonios de líderes estudiantiles de la época que
el más fiero en estas batallas campales fue siempre César Nébula. Era

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el que iniciaba el jaleo. Le gustaba tomar por sorpresa a los enemigos. de sabotear las elecciones presidenciales, César al fin logró superar mu-
Blandía un bate o una cabilla, y en el pantalón se le notaba un bulto chas de sus desconfianzas hacia los sindicalistas arrepentidos, y logró
que todos adivinaban que era un revólver que no permanecía inútil ni forjar relaciones que duran hasta hoy.
mucho menos. Humberto pretendía dialogar con los agitados jóvenes
izquierdistas antes de la acción, como una tonta ceremonia previa. Cé- LOS NÉBULA EN LA UNIVERSIDAD
sar nunca había estado de acuerdo con ese procedimiento. No le veía el Hubo otros cambios políticos. Luego de apoyar a otro gobierno so-
sentido. En cada ocasión, los hermanos discutían acerca de la necesidad cialdemócrata en la represión de la izquierda, cuyos esfuerzos de cons-
de ese parlamento inicial a la acción. Humberto condescendía a veces, tituir una guerrilla efectiva fracasaban uno tras otro, los socialcristianos
pero otras lograba imponerse, argumentando que se podía obtener más al fin ganaban las elecciones presidenciales y se aprestaron a ser gobier-
por esa vía, sin necesidad de los heridos. Lucio, más pequeño, iba tam- no. Buscaron a sus rivales socialdemócratas para reafirmar el pacto de
bién al combate, pero detrás de sus hermanos, confundido entre la gente estabilidad política y así garantizar una transición en paz. Lo lograron.
de Braca. Entonces vendría una etapa más tranquila en la vida del país, durante el
Aquellas batallas adquirieron nuevas dimensiones, cuando la iz- cual se alternarían en el gobierno los socialdemócratas y los socialcris-
quierda agrupó sus diversas corrientes, las que venían del Partido y las tianos, repartiéndose los cargos principales de los poderes legislativo y
propiamente comunistas, para acometer la más audaz de sus resolucio- judicial.
nes: tomar el poder por la vía de las armas. Aquella decisión fue respon- Los socialcristianos, ahora en el poder, también fueron objeto de la
dida con una nueva arremetida de la represión del gobierno. contaminación izquierdista. Los rostros, las maneras, las formas ha-
Entre tanto, Humberto y César, aun tan jóvenes, pasaron a ocupar bían cambiado, pero para los hermanos Nébula se trataba de exacta-
sendas posiciones en la dirección regional del Partido. A los combates mente lo mismo, y así se lo comunicaban a sus homólogos del nuevo
estudiantiles, se agregaron aquellos que tenían escenario en algunas em- partido de gobierno.
presas y sindicatos, con los sindicalistas izquierdistas. Antes de acudir En los liceos y las universidades, por razones que tenían que ver
a las reuniones de la dirección, César y Humberto discutían agriamente con la insurgencia de una fuerza nueva, los democratacristianos ha-
si era conveniente recibir a aquellos dirigentes que, una vez expulsados bían hecho algunas alianzas con los distintos grupos de izquierda para
del Partido, pretendían regresar traicionando a la izquierda. César se derrotar a los socialdemócratas y ganar elecciones estudiantiles. Esta
oponía en la mayoría de los casos. Humberto tendía a contrariar a su política fue muy criticada por los Nébula, quienes advirtieron que ello
hermano. Antonieta a veces intervenía en aquellos debates, colocán- les costaría caro a sus aliados nacionales por la democracia. Cuando la
dose del lado de Humberto. Había que reconstruir al Partido. Con la dirección juvenil demócrata cristiana se percató de las consecuencias,
radicalización de la izquierda, había cambiado la situación. Ahora hay ya era demasiado tarde. Aparecieron varios grupos, reivindicando las
que recibir a los compañeros que deseen retornar, eso sí, con el com- figuras de Camilo Torres y de los obispos teólogos de la liberación que
promiso de que se emplearán a fondo en rescatar sindicatos. A pesar sostenían la extraña teoría de que los creyentes en Cristo debían tomar
de la posición de la madre, ante cuyo discurso él callaba y terminaba “la posición del pueblo” y luchar contra el capitalismo que era “el pe-
otorgando, César continuaba con su desconfianza hacia los renegados. cado social”.
Humberto, en cambio, se propuso hacerse amigo de los que regresaban
Los Nébula entran en la Universidad justo cuando se desata ese de-
y organizaba encuentros en los clubes, bebiendo con ellos, celebrando
bate que, en el ambiente universitario, afectó incluso al profesorado y
sus ocurrencias siempre repetidas. El whisky reconstruyó muchas amis-
algunas autoridades. La izquierda resurgía, pero ahora asistía a misas
tades en ese momento entre el joven Humberto y los sindicalistas. Sólo
amenizadas con canciones de protesta latinoamericanas, pintaban en las
cuando el Partido confrontó decididamente los intentos de la izquierda

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paredes rostros de un Cristo muy parecido al Che Guevara con ametra- de los grupos de izquierda. La juventud está muy desorientada políti-
lladora y todo, y hasta enarbolaban una cruz rematada en un martillo y camente, por eso ahora hay esa moda de los hippies, esos muchachos
la media luna de una hoz. Pero aquello no era todo. Surgió una nueva raros de pelo largo…
especie en aquella fauna universitaria. Los cabellos largos, el rock, las –¿Es verdad que no se bañan?
ropas multicolores de diseños “cremosos”, una “nueva conciencia” ob-
–Unos, sí; otros, no –contestó Lucio.
tenida gracias a la ingestión de ciertas sustancias, hicieron su aparición.
Y Humberto, ya riéndose: –Lucio, por ejemplo, se baña… ¡Ja, ja, ja!
Lucio se dejó crecer el cabello. Ante un reclamo de Humberto, le
contestó: “Todos mis compañeros de clase se están dejando el pelo lar- Antonieta apenas les llevó la corriente a sus hijos esta vez. Por un
go y algunos la barba. Te invitan a una fiesta y lo que se baila es rock; segundo pareció que esbozaba una sonrisa, pero pronto volvió la expre-
ya ni siquiera Sandro o Leonardo Fabio, sino los Beatles y los Rolling sión dura en su rostro.
Stones. Tenemos que estar ahí donde están las masas. ¿No te parece?”. –Yo les quiero advertir: ustedes tienen una misión política que cum-
La argumentación de la conveniencia de adecuarse a la moda para ha- plir, es una responsabilidad muy seria. No deben perder tiempo en esas
cer trabajo político entre los jóvenes universitarios pareció convencer tonterías de la moda. Entiendo que hay que hacer un trabajo juvenil,
a Humberto, aunque le preguntó a su hermano muchas más cosas por- pero eso tiene un sentido: copar el personal académico en la Univer-
que se estaba encontrando con la misma realidad en su grupo de com- sidad, y a ese plan deben abocarse ustedes, en primer lugar. Salir, gra-
pañeros de estudios. Pero la cosa no fue tan fácil para Lucio cuando duarse pronto…
Antonieta los llamó a los tres. Era una reunión plenaria, política, de la Este periodista no pudo resistir la tentación de novelizar. Por su-
familia, y eso, sabían, tenía mucha significación. puesto, he inventado esta escena entre los tres hermanos y la señora
–Tu hermano César me ha comentado que tienes unos nuevos ami- Antonieta. Sé, por rumores de segunda mano, que Lucio estuvo muy a
gos muy peculiares, Lucio. Específicamente me ha dicho que son dro- la moda en la Universidad y que incluso desde allí se le conocen ciertas
gadictos y maricos. ¿Es verdad? amistades muy discutibles que prefiero no comentar, porque es un asun-
Lucio y Humberto mostraron la misma sorpresa, mientras César no to demasiado delicado y personal.
podía disimular el brillo de burla en sus ojos. El menor de los Nébula En la línea de novelizar, es lógico pensar que después de la breve re-
comenzó su respuesta con voz temblorosa. No era lo mismo enfrentar a unión con la madre, al salir al pasillo, Lucio y Humberto le reclamaron
los izquierdosos que a su madre. a César por el comentario malintencionado que le había hecho llegar a
–Bueno, mamá, no es así. Si usted va a la Universidad verá que ahora la señora Antonieta.
la moda se caracteriza por el pelo largo de los hombres y la ropa de mu- Tendría que inventar muchas otras escenas para ilustrar otros co-
chos colores. Es sólo una moda. Hay, por supuesto, unos bichos raros y mentarios indiscretos que circulan en la ciudad acerca de la juventud
drogadictos, pero ellos siempre son aislados de la masa estudiantil. de los Nébula. Por ejemplo, que Humberto se ha quejado en repetidas
–Ya veo… ya veo… Tú te estás dejando crecer el pelo. ocasiones, en la intimidad del círculo más próximo por supuesto, que
él está harto de la política, que le hubiera gustado más dedicarse a los
–Es para adecuarme a la moda, mamá, sólo por eso. Es la mejor ma-
negocios o a la actividad profesional como ingeniero; que le disgusta
nera para hacer un trabajo político de organización de nuestras fuerzas.
estar siempre tan lejos de su familia, de su esposa y sus tres hijas; que le
Humberto acudió en apoyo a su hermano menor. fastidian las reuniones de la Dirección Nacional; que si no hubiera sido
–Mamá, algunas cosas han cambiado. Ahora los socialcristianos, por el juramento solemne ante su madre, él habría tenido otra vida más
para crecer ellos, nos han aislado y han buscado acuerdos con los restos satisfactoria y amable.

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Este gusto por la vida familiar de Humberto es muy discutible. A italiano, Mauricio Bonanno. Estas inclinaciones y estilo de vida habrían
veces es sorprendente la fidelidad, o mejor, la obediencia que personas comenzado en sus tiempos de estudiante universitario.
ya adultas todavía le tienen a las disposiciones de sus padres. Pero Es sabido que los hermanos Nébula no hicieron mucho trabajo políti-
alguna aptitud política han debido de tener los Nébula para tener tanto co y organizativo entre la juventud universitaria. Más bien se dedicaron
éxito en su actividad. La ubicación de Humberto en la Dirección Na- a avanzar en su carrera, la cual culminaron muy rápidamente. Los crí-
cional, por ejemplo, tiene que ver más con una inteligente política de ticos de la izquierda agregarían que se graduaron “demasiado rápido”,
alianzas con las tendencias decisivas de la vida del Partido que con la insinuando alguna modalidad de fraude académico. A los pocos meses,
sumisa observancia de un mítico juramento. Por otra parte, hay una Humberto, César y Lucio se incorporaron al personal profesoral uni-
circunstancia que también se comenta en los pasillos de la Sociedad de versitario. Pero la vocación docente de los hermanos no parece ser muy
Amigos de Valeria y es que Humberto tiene a sus espaldas una frustra- fuertes, a juzgar por los comentarios de sus propios alumnos, quienes
ción amorosa. les echan de menos. Este periodista no se mete en esas honduras, ante la
Resulta que se había enamorado de una de las hijas del conocido inexistencia de suficiente evidencia documental o testimonial. Lo que sí
empresario valeriano Eugenio Balandier. Ocurrió que no sólo ella lo es comprobable es que el Partido Socialdemócrata ha impuesto una serie
despreció, sino que la familia entera, ya instalada en la capital y de de rectores en la Universidad de Baracoa, desde los tiempos en que los
frecuentes viajes a Norteamérica y Europa, consideraba que esa unión Nébula se graduaron y son parte del personal docente y de investigación
no sólo no complacía al exigente gusto de la niña, sino que no reportaba de la máxima casa de estudios. Al parecer, el objetivo político diseñado
ninguna ganancia simbólica a la familia, en el medio de la alta sociedad por la señora Antonieta, de controlar la academia, se cumplió.
del país. Humberto era simplemente un dirigente político de provincia En todo caso, todos los comentarios de calle o de pasillo, coinciden
que no pasaría de ser parlamentario; ni siquiera tenía los quilates para en que, de los tres hermanos, el de más notoria vocación política y vo-
ser ministro en alguno de los gobiernos del Partido Socialdemócrata. luntad de poder siempre fue César, haciendo honor a su nombre impe-
Otras voces de Valeria dicen que, ante la negativa de la familia, pero rial. Por ello, César será el protagonista más importante en la recupera-
sobre todo de la niña Balandier, Humberto entró en un período de pro- ción del Partido Socialdemócrata para la estirpe política más destacada
funda depresión, del cual sólo pudo salir por la ayuda de su madre. Ésta de la región.
consultó con sus amigas de la comunidad italiana, y pronto una candi-
data apareció en el horizonte. Una muchacha de nombre Ángela, quien LAS TENSIONES EN EL PARTIDO
era exactamente angelical: alta, blanca, de nariz perfilada, elegante. El
Un alto dirigente nacional del Partido Socialdemócrata habló una
noviazgo fue corto y la boda se celebró sin muchos aspavientos, porque
vez de las “trompadas contempladas en el estatuto del Partido”. No sé si
a los pocos días, ya Humberto estaba participando en una de las raras
fue un lapsus o lo hizo adrede en alusión irónica a lo que se convirtió en
sesiones del parlamento nacional en la cual tomaba la palabra.
práctica casi normal en los procesos de selección de las autoridades in-
También se ha dicho que Lucio ha hecho comentarios similares, ternas de esa organización política. En nuestro reportaje histórico sobre
aunque todavía no tenga familia, porque ha resultado ser un solterón los Nébula, esa peculiar manera de debatir tiene un lugar importante,
empedernido. Otras voces más maliciosas explican esa dilatada soltería puesto que ella ayudó a que los hermanos lograran posicionarse como
por ciertos gustos heterodoxos del dirigente, la continuación natural, a los jefes indiscutibles del Partido en Baracoa.
los ojos de su madre, de sus inclinaciones por la moda, por el cabello
En realidad, no fueron únicamente las trompadas los argumentos
largo y los colores pastel. Lucio, al parecer, es asiduo de las fiestas cu-
utilizados de lado y lado en la disputa por la dirección del Partido, en
yos únicos asistentes son del sexo masculino, como las que organiza su
varias ocasiones. También se usó la cabilla, ese alambre grueso o garro-
amigo, el ingeniero y empresario de la construcción, también de origen

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te delgado, prolongación contundente y metálica del puñetazo, también la y el “Pollo Viejo” Hassan, que se extendió durante muchos años y
utilizada en la industria de la construcción; el bate, que trasciende sus todavía marca muchas de las actuaciones de estos curiosos personajes,
usos beisbolísticos para convertir la cabeza de los adversarios en duras tiene que ver, más que con “visiones” o “concepciones”, con la vanidad,
pelotas de otros deportes a veces mortales; las bombas incendiarias y la envidia, la desconfianza, la desesperación, la ira, la lujuria y la gula
lacrimógenas, aparecidas sorpresivamente en estas lides y no de manos incluso, pecados capitales que ilustran la tendencia humana a salirse de
de las fuerzas del orden. También, pistolas y revólveres, y hasta camio- los propios límites.
nes y tractores, puesto que se cuenta que usaron uno de estos vehículos Calixto Vega venía siendo secretario general regional del Partido
para echar abajo la pared de la sede de un sindicato de campesinos don- desde la división de la izquierda. Lo ubicó allí la Dirección Nacional
de no estaba ganando las elecciones la tendencia apropiada. ante la desbandada de los sindicalistas, pues él mismo lo era, pero de los
Pero la atención no debe perderse en las minucias de los enfrenta- leales a la dirigencia tradicional. Vega fue quien recibió a los jóvenes y
mientos físicos que completan los alegatos ideológicos o políticos que pujantes Nébula para completar la dirección juvenil y la propia regio-
pueda haber habido. Es más interesante, o por lo menos a este periodista nal. Incluso, cuando los socialcristianos en el gobierno tuvieron que
así le parece, porque la violencia nunca le ha proveído ninguna satis- hacer frente a las huelgas estudiantiles de la renovación universitaria,
facción, analizar los posicionamientos estratégicos, las relaciones de los Nébula le fueron de mucho valor a la dirección regional del Partido
fuerzas, los alineamientos cambiantes implicados en esas luchas. Socialdemócrata. En aquel momento el viejo dirigente obrero pensaría
Tal vez el último agrupamiento debido a diferencias de tipo ideoló- que aquellos muchachos le darían mayor empuje a la organización y
gico en el Partido fue el de la izquierda. Luego hubo otra división, pero que serían “suyos”. Por un tiempo, así fue, pero a la postre él mismo
en principio era un asunto de liderazgo en el seno del grupo histórico. sería hombre de los Nébula.
Tanto así que, apenas pasadas las elecciones donde se evidenció la rup- El embrión de la discusión, o quizás habría que decir que la excusa,
tura, la mayoría de los dirigentes idos regresaron y a las mismas posi- fue el tratamiento hacia los sindicalistas que se devolvían. En ese tema,
ciones de poder partidistas, gracias a una inteligente amnistía interna. había divergencias incluso entre César y Humberto, pero frente a Ca-
Pero hay muchos otros factores que causan las divergencias y las peleas lixto Vega la cuestión estalló a propósito del caso de Andrés Daza, uno
entre los hombres organizados para acceder al Poder. El Poder divide, de los máximos líderes sindicales de la región, quien se mantuvo hasta
podría filosofar alguien. Los grupos que luchan por el poder se dividen cierto punto neutral durante las dos divisiones, procurando pasar por
siempre en dos situaciones extremas: cuando sufren una gran derrota y debajo de la mesa en los enfrentamientos siempre que era posible y que
cuando comienzan a crecer. En el primer caso, se trata de endilgarle el no le tocaran sus posiciones en la Federación de Trabajadores de Bara-
fracaso al otro; en el segundo, de reivindicar los avances para sí. Acusar coa. César y Humberto habían establecido relaciones con él desde que
al otro o ganarle el trofeo. eran docentes universitarios. Lograron que el hombre al fin se decidiera
Inspirándonos en la mitología griega pudiéramos decir que la diosa a aparecer en un acto oficial del Partido. Vega protestó. Para él. Daza
Eris, la de la discordia, siempre aparece cuando las o los dioses desean era un traidor en potencia, y por ello debía pasar por un purgatorio que
la misma manzana de oro. A veces pienso que en el interior de todo incluía su sustitución al frente de la Federación. El argumento era que
político profesional, hay un mecanismo mental que siempre lo está aci- se debía “democratizar” la estructura sindical. Para ello Vega ya tenía
cateando, diciéndole: “¿Y por qué no yo?”. Un psicólogo opinaría que su propio candidato: Eusebio Ramos.
se trata de una deformación de la autoestima, una inflación del ego, una La cosa se enredó cuando, sorpresivamente, Ramos se echó para
sobrecompensación a un profundo sentimiento de inferioridad. Quién atrás y le expresó su apoyo a Daza. Vega, entonces, se vio obligado a
sabe. A lo que queremos referirnos es a que la disputa entre los Nébu- ceder. Pero el mal ya estaba hecho. Aquella conspiración había sido há-

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bilmente montada por los Nébula, con visita a la casa del patio central, moreno para peor, que no representaba el nuevo país, la nueva Baracoa
tacita de café servida por Antonieta y todo. En los pasillos, los observa- pujante, industrial, emprendedora, profesional y, ¿por qué no?, elegan-
dores se preparaban para ver y disfrutar desde las gradas la venganza de te. Ni siquiera se parecía a los nuevos sindicalistas que, no por repre-
Vega. Pero en política nada es seguro. Tan impredecible como la trai- sentar la masa trabajadora, descuidaban la marca de sus trajes. ¿Cuál de
ción de Ramos, había sido el pliegue de Vega. Aunque fue tan solo un los dirigentes socialdemócratas mostraba esa faz diferente, dinámica,
retroceso táctico, como todos los comentaristas políticos lo destacaron. liberada del pasado de violencias y acritud? ¿Quién traslucía confianza
Una de las razones por las que Vega pudo haber cedido fue la nue- con su sonrisa ancha, sus ojos claros, su peinado a la moda, sus trajes
va correlación de fuerzas que se estaba produciendo en la capital. El impecables y a la medida, su aspecto personal que desbordaba simpatía
apoyo a Daza tenía que ver con el retorno de Pimentel al Partido gra- y hacía pensar que, así como se cuidaba a sí mismo, debía cuidar al Par-
cias, precisamente, a los buenos oficios de Humberto Nébula, quién tido, a la región, al país? Pronto los empresarios lo descubrieron. Era un
sabe si usando el recuerdo del refugio brindado por su padre cuando la joven abogado de las nuevas generaciones, de la misma de los Nébula,
clandestinidad. Esta nueva situación devolvía al redil un contingente pero que se dedicó a hacer una brillante carrera profesional mientras
importante de sindicatos obreros y campesinos en el país. Era la muerte aquéllos comandaban esos feos enfrentamientos con los comunistas. Su
definitiva del apoyo popular a la rebelión comunista. La dirigencia tra- bella esposa, hija de los Balandier, sus lindos niños que estudiaban en
dicional así lo entendió y valoró la política de Humberto, de tal manera, los más distinguidos colegios de la capital, eran como la marca de un
que le ofrecieron el puesto en la Dirección Nacional que había dejado sector social que había estado siempre preocupado porque nuestra ciu-
vacante Suárez desde la división. Era la alianza de los sindicalistas con dad accediera a los máximos niveles de bienestar y tranquilidad. Adria-
los llamados “Acompasados”: un grupo de dirigentes que habían insur- no Hassan era la personificación de esa estructura de sentimientos de la
gido desde la provincia, después de la división, combatiéndola y ahora enérgica clase emprendedora de Baracoa.
reconciliándose con sus antiguos adversarios. Hassan, aunque nativo de Valeria, se había desarrollado como pro-
Pareciera que durante el gobierno de los socialcristianos, los social- fesional del derecho y político en la capital. Allí llegó a la dirección
demócratas habían conseguido la necesaria paz interna para reorgani- regional, y luego desempeñó varios cargos en el gobierno nacional.
zarse y prepararse para, cinco años después, lograr un triunfo electoral Frecuentaba las fiestas de sus suegros Balandier y allí, en esas reunio-
arrollador. Así fue. Pero la nueva victoria socialdemócrata no conser- nes sociales, supo de las preocupaciones y nuevas sensibilidades que
vó la paz; al contrario. Los empresarios agrupados en la Asociación emergían en su terruño. Entonces decidió que ya era hora de volver a
de Ejecutivos, la misma Sociedad de Amigos de Valeria y los dueños la patria chica.
de los periódicos y las radios, expresaron su incomodidad por aquella Calixto Vega, tal vez por la edad y la correlación de fuerzas que lo
predominancia sindical en la dirección del Partido que volvía a ser go- atenazaba y no le permitía mayores movimientos de autonomía, se sen-
bierno. Aquellos serían tiempos de bonanza económica. El principal, tía cada vez más incómodo en la dirección del Partido en Baracoa, y la
o casi único, producto de exportación del país, le permitía a éste cap- fue dejando cada vez más en manos de César y sus aliados sindicalistas.
tar una renta descomunal en divisas. Las importaciones se dispararon Lucio también debía participar de este bloque de poder, pero al parecer
como ocurría en la historia nacional cada cierto tiempo. El estado ma- no rendía lo suficiente, por lo que en la casa del patio central ya eran
nejaba un voluminoso presupuesto apetecible para apoyar la “iniciativa frecuentes las discusiones y los reclamos. Antonieta dejaba que el hijo
privada nacional”. Esta situación era incongruente con la cantidad de activo sacudiera con sus gritos al hijo pasivo, más dado a la bohemia
sindicalistas en puestos claves del Partido. ¿Para qué si había absoluta que al trabajo paciente y decidido en el Partido. Fue entonces que el
paz laboral? Fluía dinero por las calles como los ríos de leche y miel presidente de la República, respondiendo al sentimiento de la clase pro-
evangélicos. Vega era un rostro viejo, desgastado, aindiado, desaliñado, ductiva de Baracoa, designó como gobernador a Hassan.

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Humberto, en la capital, ya lo veía venir. Y aquello lo removía. Su descomposición del Partido que un chismorreo estúpido, pueril, trivial,
carácter, sereno y pacífico, cambió de signo. Por teléfono, le expresaba se había convertido en opinión de un alto dirigente. Dijo al fin, después
cada vez mayor amargura a su hermano César. Se desesperaba porque de contar hasta diez y suspirar: “Lo que usted me está diciendo confir-
en la dirección del Partido no se discutían aquellas decisiones del presi- ma mi apreciación de que este partido está en una de sus peores eta-
dente. Parecía que toda la organización hubiera caído en una languidez pas, porque tiene una crisis moral. ¿Cómo es posible que un chisme de
lindante con la sinvergüenzura, como si estuviera dormida en los lau- pueblo se convierta en la opinión de un político veterano como usted?
reles, disfrutara por la bonanza y, más que hacer política, la militancia Considero esta conversación por terminada. Si me permite, me retiro”.
estuviera más pendiente de hacer dinero de cualquier manera. Tomaba Y acto seguido, se levantó y se fue de la oficina.
la palabra en la dirección e insistía una y otra vez en el origen popular Este periodista ha elaborado este reportaje, con grandes dosis de fic-
del Partido. Sus compañeros, al principio, se sorprendieron de estas in- ción, a partir de las versiones de dirigentes, militantes, gente de empre-
quietudes de Nébula; pero luego tomaron la actitud de escucharlo con sa, trabajadores, etc. Ha recogido testimonios de las más diversas fuen-
un paciente y aburrido silencio. ¿Y a éste qué le pasa? Pronto la condes- tes. No puedo asegurar que lo que acabo de narrar torpemente, haya
cendencia se convirtió en fastidio, y luego en suspicacia. “Aquí no hay ocurrido o no. Lo que sí es cierto es que la posición crítica de Humberto
una preocupación ética. Aquí lo que se está armando es una corriente Nébula motivó un nuevo agrupamiento en la Dirección Nacional. Otros
de resistencia al presidente”. Unos, lo tomaron a mal y comenzaron dirigentes, a muy diversos niveles, hallaron en él, un canal adecuado
a tomar nota. Otros olfatearon la oportunidad para plantearse nuevos para manifestar sus desconfianzas y cuestionamientos hacia los nuevos
objetivos en sus carreras. Incluso en una oportunidad, a la salida de una colaboradores a todo nivel del presidente de la República.
de aquellas reuniones, el Presidente del Partido, uno de los ancianos
El efecto en Baracoa fue un congelamiento de las relaciones entre
venerables de la generación de los fundadores, llamó aparte a Humber-
la dirigencia del Partido y el flamante gobernador quien, haciendo gala
to. “¿Qué es lo que quieres tú? ¿Quieres ser gobernador de Baracoa?
del dinamismo tan apreciado por la Asociación de Ejecutivos, designó
¿Por qué tanta incomodidad con Hassan?”. Humberto contestó con un
rápidamente un gabinete de eso mismo, de ejecutivos, recomendados
gesto que pretendía ser de dignidad: “Mis preocupaciones son auténti-
por ídem. Ni siquiera escuchó las sugerencias de Vega.
cas. Percibo que hay un relajamiento moral en el Partido y el ascenso
de elementos como Hassan no viene a ser sino la confirmación de esa El siguiente paso del dinámico gobernador fue tender puentes hacia
transformación que nos afecta a todos sin darnos cuenta”. El Viejo soltó algunos militantes y dirigentes locales que pudieran respaldarle en el
la carcajada y le preguntó socarrón: “¿No será que estás envidioso? Partido, haciéndole contrapeso al viejo secretario general y sus alia-
Yo no creo que tú quieras ser gobernador. Ese es un cargo meramente dos, los Nébula.
administrativo. Pasarías a ser un mero subordinado del presidente de En cosa de meses, la división ya existía de hecho. Estaba el Partido
la República. Más influencia y prestigio, más perspectiva a una carrera del gobernador, con todo y sus activistas en todos los frentes de masas,
política, la tienes aquí en la Dirección Nacional. A ti te pasa otra cosa. incluido el sindical y el estudiantil, y, por otro lado, el Partido de Vega,
¿Sabes, Humberto? Todos estos años me han enseñado muchas cosas. es decir, de los Nébula. En eso estaban, forcejeando, dándose codazos,
Entre ellas, que las motivaciones de los hombres a veces son sorpren- fijando reuniones ficticias para que el otro grupo no se esterara dón-
dentemente terrenales, triviales o, mejor, carnales. Tienen que ver con de era el encuentro, mintiéndose, intrigando, cuando ocurrió el sonado
vainas que parecen de carajitos. Se comenta por ahí que una vez preten- caso del asesinato del estudiante Quintero, que todavía hoy es recorda-
diste a la que hoy es esposa de Hassan. La muchacha esta, Balandier. do en nuestra comunidad.
Que la familia te despreció. ¿Esa posición tuya no tendrá que ver con La izquierda había quedado reducida a algunas organizaciones estu-
eso?”. Humberto estaba estupefacto. Hasta ese punto había llegado la diantiles en la Universidad. Desde allí, intentaban agrupar fuerzas, pero

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pugnando entre los muy diversos grupos. Tenían votos en el claustro, es exigencias de los abogados de la familia, demostraron que había sido
decir, participaban en la elección de las autoridades. Cada vez que había víctima de salvajes palizas y quemaduras en sus partes pudendas. Fi-
una elección de ellas, participaban en unas muy activas negociaciones. nalmente, gracias al esfuerzo y las investigaciones conjuntas entre pe-
Fue en ese ambiente donde se produjeron los primeros pagos a líderes riodistas, dirigentes estudiantiles, los abogados de la familia y algunos
estudiantiles. Se comenta que hubo presidentes de centros de estudian- detectives de la capital, se logró identificar a los asesinos: un grupo de
tes y de la propia Federación Universitaria que recibían cheques de al- cuatro efectivos de la Policía regional.
gunos empresarios. Por otro lado, también mostraban esos grupos de iz- La acuciosidad periodística descubrió algo más: entre los crimina-
quierda signos de recuperación, organizando de vez en cuando algunas les se encontraba un sobrino de Roberto Bracamonte, guardaespaldas
manifestaciones. Una de ellas se planteó recorrer la principal avenida de un alto dirigente socialdemócrata. La información que salió en la
de la ciudad, exigiendo aumento de presupuesto, cupo para los nuevos prensa fue que había sido guardaespaldas del alcalde de la industriali-
aspirantes a universitarios, así como el pasaje preferencial estudiantil. zación, Humberto “el Cojo” Nébula. Un dirigente demócrata-cristiano,
Los comerciantes cerraban las santamarías de sus negocios cuando se Luís Enrique Hermoso, denunció una colusión política-criminal de los
acercaban los estudiantes. La movilización era bastante aceptable. La Nébula con la familia Bracamonte, que incluía actividades inaceptables
policía de Baracoa tendió un cerco y no les permitió continuar su mar- en la ciudad, como el tráfico de drogas.
cha, que se había planteado llegar hasta la casa de gobierno regional,
hacerle las exigencias directamente al gobernador. En eso, estalló el LA CRISIS Y LA INTERVENCIÓN DE LA DIRECCIÓN
enfrentamiento. Hubo varios heridos de bala o de piedras, de lado y REGIONAL
lado. Los detenidos se contaron por decenas. No era la primera vez que
¿Cómo fue que perdieron todo lo que habían ganado los s? Tenían
pasaba. Ya casi era una costumbre. A los muchachos los soltaban al
todo lo que un factor político habría podido desear: una sólida mayoría
cabo de un par de semanas, después de pasar las de Caín en la prisión
electoral, un liderazgo arrollador, un equipo ministerial impecable en su
de la central policial. Pero comenzó a pasar el tiempo, y los padres del
profesionalismo, un Partido unido, un chorro de ingresos como nunca
bachiller José Quintero, joven estudiante de Derecho, denunciaron en la
antes había tenido el país. Pero nada de esto y todo junto fue suficiente
prensa que su hijo no aparecía.
para impedir la derrota. Como dice Bob Marley, mientras más alto se
Nuestro periódico “Al Día” se convirtió en la vanguardia de una sube, más dolorosa es la caída. Y más rápida.
gigantesca movilización de la opinión pública para descubrir el parade-
Por supuesto que los socialcristianos aprovecharon los rumores
ro del estudiante Quintero. En aquel tiempo, nosotros los periodistas,
que pronto se convirtieron en grandes escándalos de corrupción. Ex-
junto a los abogados Gustavo Correa y Luis Tello, y los dirigentes de la
plotaron las rencillas entre las tendencias. Exageraron errores cierta-
Federación de Centros, Javier Uzcátegui, encabezamos una exigencia
mente importantes en la gestión. Le dieron escenario y frecuencia a
que unió a todo el pueblo de Baracoa: ¿dónde está Quintero? Nuestras
aquella imagen de un país lleno de hambrientos, de viviendas preca-
páginas mostraron la situación de la policía de la región, sus métodos,
rias, de enfermedades atroces y sin atención, de vías de comunicación
los mecanismos de reclutamiento, la nula selección, la educación y la
lamentables, de delincuentes en cada esquina. Un país subdesarrolla-
pésima remuneración que recibían sus efectivos; así mismo, detalles de
do, pues. Promovieron y dieron volumen a las voces críticas, a los la-
las circunstancias en que había sido detenido el muchacho, testimonios
mentos populares, a los señalamientos fundados de los expertos. Pero
de sus compañeros de estudios y familiares.
nada de esto era suficiente. Tal vez la inundación de desesperanza,
En las afueras de Valeria, donde funciona el botadero de basura La- posiblemente la rabia acumulada, podía al fin mover la simpatía de
nalum, apareció al fin el cuerpo del joven desaparecido. Los exáme- las masas.
nes forenses, hechos por médicos y agentes traídos desde la capital por

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En Baracoa, las pugnas entre la gente del gobernador y la de los zonas se rociaron tachuelas en las calles para hacer estallar los cauchos
Nébula atravesaron episodios violentos. Ya había habido sonoras con- de los autobuses en los que la gente del gobernador se desplazaba a los
frontaciones en los sindicatos, en las organizaciones gremiales, en las centros de votación. Hacia mediodía arreciaron las denuncias de identi-
oficinas públicas. Tanta fue la dispersión, las enemistades, los choques ficaciones falsas y repetidas, para que el mismo militante votara en tres
aparatosos, que Calixto Vega decidió renunciar alegando problemas de y hasta cuatro lugares diferentes. A la radio asistían señoras indignadas
salud. En realidad era una estrategia. Ya se aproximaban de nuevo las porque el gobernador Hassan había trasportado supuestos militantes
elecciones nacionales, y era hora de que se resolviera de manera de- de otras partes del país, para hacer ganar su opción. Los periodistas
mocrática las graves contradicciones que paralizaban al Partido. Lo de detectaron trifulcas en las colas de electores. En algunas calles se ob-
Baracoa tenía sus propias características, pero las tensiones internas ya servaron cauchos quemándose. En ciertas urbanizaciones de clase me-
eran un fenómeno nacional. Era hora de resolverlas y preparar la orga- dia de Valeria y comunidades agrarias en los alrededores de la ciudad,
nización en vistas de la próxima contienda comicial. aparecieron sujetos malencarados, armados de garrotes y fusiles, que
La frase del alto jerarca socialdemócrata que ya hemos mencionado, se apoderaban, sin mayor resistencia, como si las comisiones locales
la referente a las trompadas estatutarias, se produjo entonces, cuando la colaboraran en el saboteo, de las urnas de votación. Para los reporteros,
Dirección Nacional, después de discutirlo varias semanas, finalmente la emoción se intensificaba a medida que pasaban las horas.
acogió la propuesta de los “Acompasados”, esa alianza de dirigentes A eso de las seis de las tardes, se cerraron los centros de votación
regionales y algunos sindicalistas: había que realizar una consulta a la y se iniciaron los escrutinios. A las ocho de la noche, se completaron
base militante del Partido. las actas y se llevaron a la casa central del Partido, a dos cuadras de
Ello implicaba un censo de miembros y precisamente las primeras la plaza Bolívar de Valeria. La policía regional tuvo que desplegarse
acusaciones se produjeron acerca de ese procedimiento. Cada grupo para separar a los contingentes de las dos tendencias que escenificaron
acusaba al otro de que inscribía en las planillas a socialcristianos, de- varias riñas frente al local donde se decidía la suerte de la organización
lincuentes, mercenarios y hasta a comunistas para inclinar la balanza a política. De pronto, a eso de las diez de la noche, los representantes
su favor. Incluso llegaron a demostrar que varios de los nombres lleva- del gobernador Hassan se retiraron de la comisión que totalizaba los
dos al registro, eran de difuntos. Se utilizaron flotillas completas de ve- resultados. Los carros blindados se los llevaron, y los seguidores de
hículos de la Gobernación, sofisticados equipos de telecomunicación Hassan se apartaron. Adentro de la casa partidista, los Nébula declara-
y activistas a sueldo para la gran contienda. Se amenazó con despidos ron, eufóricos, que habían conquistado la victoria. En pocos minutos, se
a los obreros y los empleados públicos. César Nébula comenzó a salir organizaron alborozadas caravanas de automóviles por toda la ciudad.
sistemáticamente por los diarios y las emisoras de radio, denunciando ¡La victoria era de los Nébula!
el ventajismo del gobernador Hassan. Por su parte, los cuadros del Debían saber que, casi al mismo tiempo, el gobernador Hassan de-
gobernador, Eusebio Cárdenas en primer lugar, el nombre que pre- nunciaba por la radio y la televisión, un fraude en las primeras elec-
tendían colocar como opción a César Nébula, señalaron la amenaza ciones internas del Partido Socialdemócrata, después de muchos años.
representada por la mafia de narcos y tratantes de blancas protegidos Anunciaba que tenía pruebas de diversas irregularidades, que llevaría a
por los Nébula. la Dirección Nacional, para que ella decidiera qué hacer.
El día de las elecciones internas del Partido Socialdemócrata tuvo Después de una semana de encontronazos en el máximo organismo
todos los rasgos de una batalla que comprometió todo el territorio de dirigente de los socialdemócratas, se resolvió destituir a Calixto Vega
la región. El escándalo comenzó con el silencio, pero pronto el griterío de la secretaria regional de Baracoa (era hasta cierto punto absurdo,
fue ensordecedor. La tensión se inició en la mañana cuando en algunas porque ya había renunciado) e intervenir la dirección regional para vol-

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ver a organizar unas primarias. Los medios se dirigieron de inmediato a Los tiempos indudablemente habían cambiado. Las denuncias de
la casa de Antonieta a conocer la reacción de los hermanos. Ese día no Hassan y Cárdenas apenas tuvieron repercusiones, y la Dirección Na-
quisieron hacer ningún comentario. Fue a la semana siguiente cuando cional del Partido Socialdemócrata dio por buenos los resultados que
decidieron acatar la decisión nacional. El propio gobernador Hassan la gente de los Nébula llevó a la capital. César Nébula era el nuevo
sería el interventor. Hermoso, el dirigente demócrata-cristiano, decla- secretario general de los socialdemócratas en Baracoa, con el apoyo
ró que aquella decisión significaba la muerte de los socialdemócratas. de los sindicalistas, derrotando a los “chicos finos” de Hassan quien, a
Las siguientes elecciones le dieron la razón y la Gobernación. Los so- todas estas, le llamaban “Pollo Viejo” por una confusa anécdota en una
cialcristianos ganaron las elecciones y designaron en las regiones los granja de su padre.
gobernadores. Por eso sorprendió a muchos que, en un primer momento, el nuevo
Durante meses que se hicieron años, los socialdemócratas vivieron presidente de la República no hubiese nombrado a César Nébula go-
su infierno de dispersión y desorden. Para el ahora gobernador Her- bernador de Baracoa. En realidad, fue una forma de calmar un tiempo,
moso, habían pasado a la historia. De hecho, a nivel nacional, dejó de mientras se ajustaban las fuerzas internas del Partido, a los simpati-
cumplirse aquel pacto por el cual los dos principales partidos se repar- zantes con los empresarios y demás fuerzas vivas de la región. Hubo
tían los principales cargos en los Poderes Públicos. En Baracoa, los so- movimientos en la capital, comisiones, en las cuales a veces participaba
cialcristianos ostentaban su nuevo poderío y no había problema que no el propio Hassan, que advertían una y otra vez la inconveniencia de
se lo achacaran al gobierno anterior. De hecho, el gobierno de Hermoso entregarle el poder a los Nébula y a los sindicalistas. Pero finalmente,
intentó poner orden en las cosas de la región. pasó lo que tenía que pasar.
A mediados del período, finalmente los “Acompasados” lograron
una alianza definitiva con los sindicalistas y un sector de los tradiciona- Franco levantó los ojos de la lectura. Por comentarios dispersos
les, y aprobaron un nuevo proceso interno que culminaría en un Con- del flaco Michelena, sabía que algunas de las cosas narradas por Vila
greso Nacional extraordinario de los socialdemócratas. Esta vez se ha- eran ciertas, pero otras eran evidentemente distorsionadas. Mucha in-
rían asambleas locales y sectoriales. En algunos sectores se elegirían de formación sobre los enfrentamientos de los bandos de estudiantes en
acuerdo a la suerte del Partido en elecciones gremiales. Tal era el caso la calle, pero nada sobre los desaparecidos, torturados y muertos por
de los comicios estudiantiles en la Universidad. los gobiernos, tanto de los socialdemócratas como de los socialcris-
tianos, que la gente de la izquierda, por ejemplo, Melisa, afirma que
Como hacía algunos años, pero sin el despliegue de la Goberna-
fueron centenares. No menciona por ninguna parte a Eddy Reyes, el
ción, los periodistas volvieron a presenciar hechos de violencia en las
periodista que le había impuesto al diario “Al día” la campaña por
casas del Partido, en los sindicatos y gremios profesionales, así como
la aparición del cuerpo del estudiante Quintero. De las palizas que
en la Universidad, donde varios profesores y autoridades universitarias
recibió, los ametrallamientos a su casa y a la de su mamá. Muchos
dan testimonios de que hombres armados de bates, pistolas y fusiles,
periodistas que conocía le han comentado que los Bárcenas sólo acep-
lanzando bombas lacrimógenas, se hicieron de las urnas de votación
taron esa campaña a regañadientes. De pronto, en el texto, no existió
en varias facultades para impedir el triunfo de la tendencia de Hassan
la Federación de Centros estudiantiles y sus líderes correspondientes,
y Eusebio Cárdenas. Los únicos escrutinios que no lograron detener
que les tocó varias detenciones y torturas. Ni una alusión a los des-
fueron los de la Facultad de Ciencias Económicas, cuya arquitectura
atinos del alcalde Salvatore, el primo segundo de los Nébula, cuya
es parecida a una fortaleza, un edificio de cinco pisos y cuatro lados,
fortuna aumentó violentamente; mucho menos a las locuras del Mocho
cerrada, que permitió que los estudiantes de adentro se defendieran de
Hermoso cuando fue gobernador, aunque es, al fin y al cabo, compren-
la agresión que llegaba del exterior.
sible, considerando que él había sido el padrino de Vila e incluso le

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había conseguido una beca para viajar a Europa durante su gestión. CAPÍTULO VIII
Tampoco se refiere a los alcaldes sucesivos de Valeria. Pero era tan
sólo un reportaje, un texto periodístico, no exhaustivo, muy de Valeria,
Asuntos Sindicales
donde todo el mundo se cuida de las consecuencias de lo que publica.

El flaco Rafael hace un resumen de los hechos: La situación ahora


sí se ve clarita, después de la reunión con Eusebio Ramos y Plinio Con-
treras: este es el momento de introducir la reactivación del sindicato y,
de paso, el pliego de exigencias. Ellos insistieron en que el documento
debía tener un carácter conflictivo para obligar a la empresa a negociar.
Si a las 48 horas de introducido el documento, ellos no se sientan a
dialogar, se declara el conflicto. A Arciniegas le pareció un poco raro
eso. Planteó que no hay condiciones para lanzar una huelga en ninguno
de los diarios. La gente está asustada. Está asustada desde el momento
mismo de firmar. Y después de hacerlo, ya varios han pedido retirarse.
El cuero del tigre asusta a los cazadores. Hay mucho miedo de perder
el trabajo. Que los dueños aprovecharían para fracturar el movimiento
que apenas nacía. Que si no sería una insidiosa estrategia, concertada
entre los sindicalistas de Nébula y los dueños de los periódicos. Pero
creo que se pasa de suspicaz. Estos tipos son, uno abogado laboral a
sueldo de la Federación, el otro un viejo sindicalista del sector de los
metalmecánicos, es decir, dos hombres de Andrés Daza; eso significa
que este movimiento tiene el respaldo de los Nébula, a través del flaco
Michelena, quien nos ha mandado cantidad de mensajes de apoyo des-
de que comenzamos a recoger las firmas. Pronto sabremos de él. No es
casual que hayan decidido reactivar el movimiento justo después de los
incidentes de los reportajes de Vila.
La tarea específica del flaco Michelena será conseguir el apoyo de
los bobos de la Asociación de Periodistas. Nunca les ha gustado la idea
del sindicato, mucho menos de plantear un conflicto laboral de inme-
diato, y no se trata de la cautela de Arciniegas. Es que en esa directiva
hay gente de confianza de los dueños de los diarios. Por el lado de los
socialcristianos, están unos tipos muy cercanos a los Bárcenas, los due-
ños de “Al Día”. Hasta van a sus fiestas familiares. Yo lo sé personal-
mente porque a veces me piden que vaya a hacerles fotos a sus celebra-
ciones. Héctor Campos, por ejemplo. Y Benito Méndez. Por otro lado,
el propio secretario general de la Asociación, el doctor Infante es íntimo

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del mayor accionista de “Novedades”, Flores Soto. De modo que es Eso obligaría a las empresas a endurecer su posición. Ya saben lo que
arriesgado contar con ellos. Pero el flaco Michelena insistió en que se eso significa. Volveríamos a presenciar el lamentable panorama de de-
debía obtener por lo menos un compromiso moral de ellos. Arciniegas y cenas de colegas despedidos. La empresa empezaría a presionar y a
Mujica aceptaron a regañadientes la gestión. Yo creo que no está demás obligar a los trabajadores a abandonar el sindicato, cuando éste ape-
sumar apoyos. Nosotros, los reporteros gráficos, hasta mandamos una nas se está legalizando. No dudo de la entereza de los colegas, pero la
comisión a la capital, para que allá estén informados de nuestras accio- perspectiva de perder un trabajo teniendo que mantener una familia,
nes aquí y apoyen de alguna manera. preocupa a cualquiera. Eso los disuade de cualquier heroísmo. Se debió
–Yo siempre he defendido a los periodistas y me molesta que eso se haber explorado antes la vía del diálogo. Pudieron haberle expresado a
pueda poner en duda – expresó Infante. El flaco Michelena observó uno a los dueños sus peticiones. Incluso nosotros, como Asociación de Perio-
uno a los miembros de la directiva de la Asociación de Periodistas. “Son distas, pudimos haber sido el canal de esas inquietudes…
viejos colegas”, pensó. La mayoría no había pasado por la Universidad, –Pero, doctor Infante –Michelena tomó aire–, ya eso lo explicamos.
pero gracias a las disposiciones de la ley, pudieron sacar el título validan- Se trata de obligar a las empresas a tomar en cuenta al sindicato que
do su larga experiencia profesional de décadas. Son todos unos sobrevi- ya es legal. Esa es la mejor manera de reactivarlo. Tenemos asesores
vientes. Han pasado por miserias. Por eso se han vendido. Tienen fami- legales experimentados que nos han recomendado esa línea de acción.
lias y bocas que alimentar. Aunque ya sus muchachos estén grandes. El –Usted sabe, Infante, que las empresas no se iban a sentar y escuchar
doctor Infante saltó de simpatizar con los comunistas, en la época dura, al tan tranquilamente las exigencias de los trabajadores –dijo Benito Mén-
Partido demócrata-cristiano. Estudió Derecho y se mantuvo como colum- dez. Michelena había observado de dos reuniones para acá, el cambio
nista de “Al Día”. Era amigo de Coromoto Bárcenas, la dueña de ese dia- de posición de Méndez. Ahora apoyaba entusiastamente al sindicato.
rio. Eso lo hacía el primer sospechoso si había un movimiento anticipado Su mujer es amiga de Adelaida. ¿Será alguna influencia por ahí?–. Y
de la empresa contra el sindicato. Esto no había ocurrido. Michelena dio usted también ha presenciado cómo esos gerentes de las empresas nos
los mejores argumentos y paciencia para convencer a los izquierdistas, tratan a nosotros, los dirigentes de la Asociación. Nos desprecian, In-
sobre todo a Mujica y Arciniegas, de la conveniencia de lograr el apoyo fante. No nos van a escuchar, si no es a partir de una posición de fuerza.
del viejo Infante. Ellos tienen ascendencia sobre la masa de obreros. Esa Y te lo digo yo que conozco personalmente a esa gente, a los Bárcenas,
es la principal fuerza, no los redactores. Ojalá valiera la pena. que son estupendas personas, cómo no, pero como empresarios no se
–Nadie está poniendo eso en duda, doctor. Sólo que hay que tener un calan ningún movimiento como este.
poco más de confianza en los compañeros. No se trata de una loquera –Hay otro elemento que hay que tomar en cuenta –tomó la palabra
de última hora. Es un movimiento madurado y organizado desde hace Elena Paiva, quien había guardado silencio hasta ese momento. Mi-
tiempo. Nadie aquí discutiría su justicia –dijo Michelena con un tono chelena se puso aún más tenso. Ella proviene de la izquierda. Siem-
conciliador, pero asertivo. pre había desconfiado de los socialdemócratas y por eso coqueteó con
–Quisiera que se entendiera bien lo que dije –prosiguió Infante con los socialcristianos–. La última convención nacional de la Asociación
energía–. Este es un paso muy delicado. Sobre todo por la manera cómo aprobó impulsar la sindicalización de los trabajadores de la prensa. Ese
se está haciendo. Estoy seguro de que los dueños de los medios siempre es un lineamiento nacional. Lo que pasa es que casi nunca leemos qué
han estado abiertos al diálogo con sus trabajadores y, en especial, con es lo acordamos en esos eventos, porque la mayoría de los colegas lo
sus periodistas y reporteros gráficos. Ahora se está introduciendo en la que hacen es aprovechar para hacer turismo nacional y emborracharse.
Inspectoría del trabajo un pliego con carácter conflictivo. No entiendo –Insisto en que nadie ha planteado traicionar al gremio. Yo sí leo las
eso. ¿Por qué con carácter conflictivo? ¿Van a lanzarse a una huelga? resoluciones de la convención nacional y conozco las circunstancias en

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las que se aprobaron esos objetivos. Yo no voy a hacer turismo a esas re- ciones laborales con carácter conflictivo. La empresa sería notificada de
uniones –Infante se había crispado–. Lo que he expresado son mis reser- inmediato, una vez revisada la documentación, y tendría que contestar
vas acerca de la forma de hacer las cosas. Todavía no me han convencido su disposición a las negociaciones en 48 horas. Michelena llamó a Iris
de la conveniencia de introducir un pliego conflictivo comenzando el para chequear si habían recibido alguna llamada de la Inspectoría. Así
proceso. ¿Obligar a la negociación? –Michelena asintió dando un golpe era: la suerte estaba echada.
sin querer en la mesa–. Ustedes saben que en el movimiento hay unos Cuando llegó la notificación de la Inspectoría a la empresa, todos
cuantos subversivos. Lo puedo expresar con libertad porque los que es- los trabajadores, secretarias, recepcionistas, talleristas, periodistas, re-
tamos aquí estamos claramente con la democracia. Ese pliego conflicti- porteros gráficos, diagramadores, laboratoristas, administradores, con-
vo, ¿no les da oportunidad a esos “cabezas calientes” para echar vainas? tadores, vigilantes, mensajeros, personal de limpieza, choferes y mo-
La intervención de Infante alborotó el avispero. Todos levantaron la torizados, todos se enteraron. Se enteraron cómo la recepcionista de la
mano y pidieron la palabra. Michelena intervino con un tono enérgico: entrada le dio el sobre cerrado al mensajero. Cuándo tomó el ascensor
“Una de las condiciones de este movimiento es mantener su carácter y marcó el quinto piso, donde estaba la oficina de la Junta Directiva.
puramente gremial, y no partidizarlo, porque eso nos llevaría a la de- Cuándo se abrieron las puertas corredizas del ascensor, cómo caminó
rrota apenas al comenzar. Por supuesto que hay colegas de la izquierda, con paso rápido hasta la mesa de la secretaria de Coromoto Bárcenas,
pero también muchos socialdemócratas y socialcristianos. Pero están quien recibió al fin el paquete, se levantó de su silla y se dirigió a la ofi-
unidos. La militancia política no es importante en este momento, sino la cina de su jefa, tocó la puerta y entró. Adentro estaban los tres hermanos
militancia gremial. En eso estamos claros. Además, mi presencia aquí Bárcenas con el abogado del periódico, Dr. Pernía. Ya lo sabían. Ellos
creo que evidencia que este movimiento se enmarca perfectamente en también tenían contactos en la Inspectoría. Los tres conocían el conte-
el perfeccionamiento de nuestro régimen democrático”. Michelena se nido de aquella comunicación oficial. Igual que todos los trabajadores
quedó mirando fijamente al viejo Infante. Si seguía en la misma línea de la empresa. Todo el edificio hizo silencio.
de argumentación, introduciendo el elemento partidista, la reunión fra- –No me vas a decir ahora que esta es la consecuencia de todos los
casaría. Habría sido un error haber considerado siquiera a la Asociación errores que cometimos con los Nébula –le espetó Coromoto a Pablo
de Periodistas. Méndez hizo gestos para tranquilizar a los demás, para interrumpiéndole. Manuel se llevó las manos a la cabeza.
escuchar la contestación de Infante.
–Ahora lo importante es saber qué acciones legales podemos hacer
–En todo eso estamos de acuerdo. Yo sólo expreso aquí mis reservas –dijo.
por la forma en que se llevó a cabo esto. Pero nadie puede poner en
Y, sin esperar a que lo emplazaran, el abogado Pernía señaló: “Le-
duda mi solidaridad con el movimiento de sindicalización. Es más, por
galmente, la Inspectoría debe reunirse en las próximas 48 horas con un
como veo la cosa, creo que terminaremos hablando con los dueños para
representante de la empresa y otro del sindicato. Ya éste tiene existencia
salvar el movimiento ante tantas torpezas de sus dirigentes. Propongo
legal, porque su reactivación es el mismo acto de iniciar las conversa-
que la Asociación apoye al sindicato y se declare en emergencia para
ciones. Ese paso tenemos que darlo. De allí en adelante, hay que ver…”.
hacer las gestiones que sean necesarias para el logro de sus objetivos.
–¿Ya leyeron las exigencias? ¡Son todas unas pendejadas! Bien pu-
Los directivos aplaudieron las palabras de su secretario general.
dieron solicitar una reunión con nosotros y buscábamos la manera de
Michelena informó que justo en esos momentos, una comisión de tra-
complacerlos –Manuel sonrió con ironía.
bajadores de la prensa, reporteros gráficos, talleristas y periodistas, se
encontraban en la Inspectoría entregando el documento con la solicitud –Es que lo importante para ellos es la existencia del sindicato, no
y el acta para la reactivación del sindicato, además de un pliego de peti- tanto las peticiones en concreto –afirmó Coromoto.

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–Yo necesito un lineamiento de ustedes para ir a esa reunión en la los Nébula. Yo soy partidario de no ir a las negociaciones. Obligarlos a
Inspectoría. declararse en huelga para reventarlos.
–¿Y qué vamos a hacer? Tendremos que considerarlos. –¡Coño, Manuel! Eso nos puede meter en un peo grande con los
–Pero no a todos. Yo no me calo discutir con unos subversivos. Dis- Nébula. Mira que ya llevamos varios en la cuenta.
cutimos, pero sólo si no están presentes Mujica y Arciniegas. Ése ni –No entiendo, Pablo. A mí ustedes me formaron un peo la otra tarde
siquiera trabaja ya aquí. porque bajo mi dirección el periódico se inclinó demasiado por los so-
–Pero es directivo sindical –Pablo movía la cabeza descontento–. cialcristianos. Eso fue por una razón táctica: yo iba en las planchas de
Dense cuenta de que esta es una operación política de los Nébula. ese partido. Está bien, entiendo que no es bueno ubicar el diario. Pero lo
Esos izquierdistas no representan nada. Los ponen ahí para descon- de ustedes ahora me parece ridículo. ¡Le tiemblan a Nébula!
certarnos. Esto fue tramado por los Nébula como cobro por los repor- –No estamos para conflictos políticos ahora. Necesitamos la publici-
tajes que hemos publicado. Al final, estamos pagando las “bromitas” dad oficial para hacer viable el salto tecnológico del periódico: meterle
de Vila. las computadoras. Eso ya lo hemos hablado. No se trata de miedo. ¡No
–Pero, ¿eso no fue impulsado por Hermoso? chantajees! –Coromoto hablaba fuerte cuando se trataba de imponerse
sobre sus hermanos menores.
Todos hablaron a la vez, hasta que al fin el doctor Pernía logró im-
ponerse con la voz de la sensatez. –¡Les pido, hermanos, que me lo dejen a mí! ¡Ya van a ver a ese
montón de cagones redactores, talleristas, diagramadores, obreros, se-
–Lo importante ahora es responder a los hechos cumplidos. Hay un
cretarias y reporteros gráficos, corriendo a mi oficina para pedir perdón
sindicato. Metieron un pliego conflictivo al cual debemos contestar. Si
y firmar su desincorporación del sindicato.
no, se declara la huelga. Esos son los hechos.
–Eso puede hacerse. De inmediato, puedo redactar el documento
–¿Y si nos negamos?
base para la desafiliación. Eso los dejaría en el aire –apoyó el abogado
–Ya lo dije: tendremos huelga. Pernía.
–¡Coño! Los únicos que se pararán serán el flaco Rafael y Mujica. Sea porque la secretaria de los hermanos Bárcenas escuchaba con el
No creo que los demás los acompañen. oído pegado a la puerta, sea porque las malas vibraciones se perciben
–¿Quién sabe? Todos firmaron antes de que nos diéramos cuenta. de alguna misteriosa manera, la versión de que los dueños se negarían
–Es mejor pensar las cosas con la cabeza en la nevera –dijo Pablo–. a asistir a la negociación llegó a todas partes del edificio. Por la estruc-
Si esta es una operación de los Nébula, es precisamente para provocar- tura de cabilla y cemento armado, se difundió por todos los pisos. En
nos y hacernos aplastar al sindicato. Eso tiene que tener una consecuen- la redacción reventó y se duplicó como una onda de pánico. De allí se
cia: nos atacarán. Ahí tiene su mano metida el flaco Michelena. O sea, desplazó por los pasillos y atravesó las puertas. Se lanzó pisos abajo y
el gobernador en persona. Creo que sería un error garrafal no atender arriba por los ascensores. Suscitó lágrimas en las recepcionistas de la
a las negociaciones y lanzarnos en una línea dura, sin antes hablar con oficina de ventas y publicidad. Llegó hasta los talleres. Rebotó en las
los Nébula, así sea a través del flaco Michelena, y preguntarles qué es máquinas y se dirigió al laboratorio de fotografía. “Tendremos huelga.
lo que quieren con esto. Habrá un despido masivo”, comentaron boca a oreja por los pasillos.
Primero susurraban. Luego casi gritaban y gemían. Las paredes tembla-
–Insisto: sólo se pararían los izquierdistas: el flaco Rafael y Mujica. ron. Los teléfonos sonaron en la oficina de prensa de la Gobernación.
Arciniegas ya renunció hace tiempo. Dijo que por razones personales.
No tenemos nada que perder. Tenemos que hacernos respetar hasta por Era el momento del flaco Michelena.

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“Buenas tardes, señora Coromoto. He sabido que un pliego de pe- 40 de las 48 horas de plazo. El rumor a gritos en la redacción era que
ticiones laborales ha sido introducido por sus empleados ante la Ins- la empresa no asistiría. Los estaban provocando. Querían pelea. “Pero
pectoría del trabajo. Eso significa que la empresa debe responder en un sabes que los reventarían”, le decía Melisa. “Bueno, que me boten. Ya
plazo de 48 horas y sentarse con los representantes sindicales. Bueno: veré qué hago”. ¿Qué más podía responder ante esto? Lo mismo le ha-
eso es lo que dice la ley. Si los representantes de la empresa no asisten, bía respondido a Carmen en la casa. Era un momento como para pensar
se declara la huelga, sí. ¿No le parece esa posición un poco irresponsa- en qué hacer con su vida. Apreciaba a su esposa, pero debía reconocer
ble?... Bueno, por algo ellos decidieron acudir a la sindicalización. Será que le aburría. No recordaba haber estado enamorado de ella. Hubo una
que no sentían que había la disposición de la empresa de escuchar sus vez que pensó que decidía casarse porque deseaba estabilidad, porque
planteamientos… Es cierto, es cierto… Pero ellos acudieron para ase- estaba cansado de ir vagando por ahí, necesitaba en definitiva un hogar
sorar, a petición de sus trabajadores. Ramos y Contreras son de la Fede- y ella era buena gente. Siempre había pensado que disponía todavía del
ración de Trabajadores de Baracoa. Uno es un veterano sindicalista; el privilegio de buscar otras mujeres si la suya no lo satisfacía más. Ella no
otro es un abogado laboral de amplia experiencia. Es su deber atender tenía por qué enterarse. Eso no era machismo para él. Simplemente, era
las inquietudes de los trabajadores, sean de la empresa que sean. En este la condición del compromiso que aceptaba. Estaba claro que permane-
país hay libertad de sindicalización, ¿sabía?… No, claro que no me gus- cía casado por comodidad, por los chamos quizás. Tal vez por eso, aho-
ta… No… No… A mí tampoco me gusta el conflicto. Ya sé la experien- ra salía con María. La cosa empezó como comienzan esas cosas: como
cia… Mire… Mire… Todo eso… Todo eso que me está diciendo, muy un juego. La llevó una vez a su casa, luego otra, y a la tercera, vinieron
bien ustedes pueden alegarlo en la mesa de negociaciones… ¡Por favor! los besos y las caricias. Poco después, inauguraron hotel. Ahora, es un
¡Por favor!… No, eso no es así… Le aseguro, le aseguro… No se vaya vicio. Van casi todos los días. Ya Carmen lo sospecha y se le queda
por ahí que es mucho problema… ¿Qué interés político va a haber? No, viendo con unos grandes ojos húmedos, como adivinando su culpa. Un
por favor… El gobernador tiene demasiadas cosas que atender por el día de estos reventará, se dice. Aunque su táctica es más inteligente: se
bien del pueblo de Baracoa como para estar organizando sindicatos, por hace la víctima y seguro habla con la madre y la hermana de él de todo
favor… Yo soy periodista… sí, yo soy periodista… Claro. ¿Y cuál es el esto. ¿Cómo hace Arciniegas? Una vez, entre cervezas, mencionó algo
problema que me reúna con ellos?... Estoy en mi derecho y ellos están de que su mujer era muy amiga de su amante actual. Que había durado
en el suyo… Mire, le pido que reflexione… Piense qué es mejor para varios años lejos de su esposa, durante los años de la persecución políti-
su empresa y para sus trabajadores… Por favor… Yo hablo con usted ca, y tal vez por eso ella se había acostumbrado a que estuviera siempre
porque yo soy gremialista… Mejor es conversar, estamos de acuerdo… ausente o con otras parejas. ¿Y Rafael? Me confesó que tenía dos fami-
Pero es que así dice la ley… Le sugiero que lo reflexionen un momento. lias al mismo tiempo, que le había puesto una barriga a una carajita en
Como dicen por ahí, que metan la cabeza en el freezer y mediten, cal- la Universidad y que tenía que responder.
culen las consecuencias… Estamos en democracia… Estamos en eso… De esta aventura (ahora le parecía eso: una aventura) del sindicato,
¡Cálmese! ¡Cálmese! Así no podemos hablar. De lo que se trata… escu- Mujica consideraba que saldría hacia otra etapa en su existencia. Tal
che bien: de lo que se trata es de hablar, de conversar… Para eso es la vez tendría que mudarse de ciudad para sobrevivir. Sabía cómo las em-
ley… ¡Reflexionen! Todavía tienen tiempo de rectificar…”. presas se coludían y hacían una lista negra con los periodistas proble-
Sólo cuando Melisa le llevó el sánduche de jamón y queso, Mujica máticos. Eso se lo había advertido varias veces Arciniegas. Tendría que
se dio cuenta de que no había comido nada en todo el día, salvo varios separarse de una vez de Carmen. Una cadena de decisiones trascenden-
vasitos de café bien fuerte. Se habían instalado en la panadería a la cua- tales. Y, al mismo tiempo, no podía aceptar desde tan temprano que la
dra de la Inspectoría, aguardando la llegada de la representación de la derrota fuera segura. Todavía podía ocurrir algo. “Un milagro”, se dijo
empresa. Ya eran las cuatro de la tarde y nada. Habían transcurrido ya sonriendo. Todavía los compañeros le expresaban su solidaridad. Mu-

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chos lo traicionarían, por supuesto. Lo sabía desde el principio. Pero al –¡Coño! El que espera, desespera. ¿Qué hora es?
mismo tiempo estaba seguro de que pasaría algo, algo, que los colocaría –Las cinco y media de la tarde.
en el camino de la victoria.
–¡Casi cuarenta dos horas de las cuarenta y ocho!
Mujica miró a Melisa. A pesar de su decidido desaliño, aun se le
No pudieron sino quedarse en silencio, como ante el recuerdo de un
adivinaba cierta belleza. Con su pelo corto y su cuerpo esmirriado, sus
muerto. De pronto, una camioneta del transporte de pasajeros le dio por de-
bluejeans y chaqueta, parecía un adolescente de rasgos delicados. Nun-
trás a un automóvil aerodinámico último modelo conducido por una mujer,
ca se maquillaba, salvo un poquito de panqueque en las mejillas. Se pre-
quien se bajó furiosa del vehículo a insultar al chofer del colectivo. Este no
ocupaba por él, pero era sólo una valiente solidaridad de compañeros
bajaba de su asiento ante los insultos de la señora. Comenzó a hacerse una
de lucha. Nunca le había conocido un novio. Nunca había soltado una
cola de carros y en torno del impacto un grupo de curiosos inició su cre-
confidencia sentimental ni nada por el estilo. A menos que tuviera razón
cimiento para disfrutar del pleito. Melisa y Mujica se distrajeron contem-
Maguila, quien una vez arriesgó la hipótesis de que a la colega le gus-
plando los acontecimientos, el suceso mínimo que los alejaba de la angus-
taban las mujeres y no los hombres. No lo creía. A pesar de su sencillez
tia que les amenazaba. De pronto, Melisa miró a su colega y le preguntó:
deliberada, Melisa era absolutamente femenina. Sabía expresar afecto
y hasta cariño. Una buena amiga. –¿Y qué pensabas de mí?
–¿Qué piensas? –Bueno, esteee… –Mujica estaba desconcertado–. Que no sé nada
de tu vida personal. Hemos sido buenos colegas y compañeros en esta
–En ti.
pelea, pero no nos conocemos en lo más mínimo.
–¿En mí? ¡Por favor, Mujica! Eres uno de los dirigentes de un sindi-
–¡Ah! Creía que me ibas a preguntar acerca de las bromas de Ma-
cato, de un grupo de trabajadores que en pocas horas tendrán que tomar
guila…
una decisión importante: si lanzar una huelga o rendirse.
Ambos rieron. Mujica decidió que no podía dejar pasar la oportu-
–Bueno, disculpa. Pensaba que eres una buena amiga, nada más.
nidad.
No te molestes. Sí, sé que la cosa está grave. La empresa no se da por
aludida. Provoca la huelga. Tal vez tenía razón Arciniegas. ¿Recuerdas? –Maguila es un gran jodedor. Él dice que nunca has tenido novio.
Él no estaba de acuerdo con el carácter conflictivo del pliego. Vio con Que te ha estado echando los perros y tú no le paras ni un milímetro.
claridad que era una trampa. –Que conste que soy heterosexual ¡Ja, ja, ja!
–¿Estás seguro de que lo es? Arciniegas, tan crítico, debiera estar El público de la discusión entre la señora del automóvil aerodiná-
aquí solidario. mico y el chofer del colectivo ya constituía una pequeña multitud. El
–Lo peor, amiga, es que no estoy seguro de nada. ¿Y sabes por qué? tráfico se había paralizado en ambas direcciones, porque los curiosos
Porque quedamos en las manos de los Nébula. Ahí, adentro de la Ins- abundaban. La mujer seguía agitando las manos en la cara del hombre,
pectoría, están dos de sus hombres esperando un mensaje. Tal vez una quien soportaba los insultos estoicamente.
llamada de Michelena. Él único que a estas alturas puede obligar a la De pronto, del montón apareció la figura alargada del flaco Rafael.
empresa es el gobernador y su gente. Desgraciadamente, no podemos Mujica y Melisa no pudieron sentir sino alegría, al verlo. Traería alguna
confiar en la disposición combativa de nuestra propia gente. noticia. Habían dejado a los asesores sindicales montando guardia en la
–Eso es verdad. Pero hay que tener esperanzas. No nos queda otra. oficina de la Inspectoría y se habían venido para la panadería tratando
Peor es Arciniegas. Acusó a todo el mundo, renunció y se lavó las ma- de pasear cierta tristeza por la derrota que se aproximaba irremedia-
nos. Es más ético estar aquí, al pie del cañón. blemente con la inasistencia de la empresa. El flaco Rafael debía traer

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alguna nueva. Si no, de todos modos, podían compartir su angustia para –¡Está bien!
aligerarla, aunque fuera en una pequeña medida. –Sí, está combativa. Lo que no sé es si corresponde realmente al
Al fin Rafael ubicó a los colegas en el establecimiento y se sentó a estado de ánimo de los trabajadores de la empresa.
la mesa. Mujica le ofreció un café y fue al mostrador a buscarlo. Al fin –Hasta el Bulldog lo leyó…
volvió con la bebida y unos pastelitos para todos.
–Y seguro le fue con el chisme a los dueños.
–¡Vengo del periódico!
–Bueno, eso ya no importa…
–Aquí seguimos en lo mismo: esperando a la empresa. Y conver-
Sorprendentemente, los curiosos todavía rodeaban a los dos vehí-
sandito.
culos chocados. La señora al fin se había calmado y aguardaba en el
–¿Y cómo está la gente? –Melisa lucía ansiosa. asiento de su automóvil. El chofer del colectivo departía con unos tran-
–Me reuní con los compañeros reporteros gráficos. En general hay seúntes y algunos motorizados. Todavía no llegaban los funcionarios
buena moral. Mucha expectativa. Piensan que los Nébula presionarán a del tránsito. El tráfico se mantenía paralizado. Los tres compañeros se
la empresa para que venga a negociar. Además, se supo de una reunión quedaron en silencio observando la escena desde el cristal de la pana-
muy buena de la directiva de la Asociación de Periodistas con el flaco dería. Nada parecía pasar. Todo era insoportablemente lento. Hasta la
Michelena. El amigo logró restearlos. discusión entre los involucrados en el accidente había amainado. Unos
–¿Quiénes estaban en la reunión de la empresa? niños harapientos comenzaron a pedir entre la gente.
–Los reporteros gráficos y algunos de los talleres. ¡Ah! ¡Y dos dia- Pasó otra hora y nada pasaba. Al fin llegó un fiscal a levantar el cho-
gramadores! que. La discusión se reanimó. Mujica decidió acercarse a un teléfono
público. “Voy a preguntarle a Michelena, a ver cómo fue la reunión en
–No fueron los redactores.
la Asociación”. “¿Por qué no nos acercamos a la Inspectoría? Ahí pue-
–Algunos se excusaron porque tenían pauta. Fue una reunión corta. de que sepan algo”, dijo Rafael. Melisa se negó. Prefería quedarse ahí
Los gráficos salieron enseguida. esperando. Rafael se levantó.
–¡Claro! Ellos tienen pauta también. Los redactores se rajaron. ¡Es El fiscal llamó a la señora del automóvil aerodinámico y al chofer del
evidente! ¡Ya lo sabíamos! Mira, Rafael, ¿y lograron saber qué va a colectivo. Escuchó pacientemente lo que ella quería decirle. Luego prestó
hacer la empresa? atención a la versión del hombre. Al final intervino. Escribió algo en una
–Lo que sabemos es que ha habido contactos de los hermanos Bár- libreta grande y le dio un papel a cada uno. Ya habían tomado las medidas
cenas con la gobernación. del choque y hecho el croquis. Los citaba a la Inspectoría de tránsito para
–O sea, con Michelena. dirimir el conflicto. Melisa sonrió al captar las analogías. Mujica se acer-
ca de nuevo a la panadería. Traía una cara de preocupación.
Rafael asintió. El entusiasmo que traía de la reunión se le había en-
friado con la actitud de Mujica. Cayó en cuenta de que la situación se –Nada. El flaco Michelena no está. Me atendió la asistente. Iris, creo
agravaba cada minuto. Que pronto llegaría el momento de la verdad: que se llama. Dijo que Michelena estaba en una reunión muy impor-
huelga o traición. La angustia es contagiosa. tante. Supongo que con el gobernador. Creo que nos han dejado solos.
Tal vez lo mejor que podemos hacer es buscar al flaco Rafael e ir a la
–Yo escribí con los compañeros una especie de manifiesto del sindi- empresa para hacer una asamblea. Hay que decidir qué hacer. Si vamos
cato y lo puse en la cartelera. Aquí lo tienen –y Rafael les dio un papel. al conflicto o qué.
Melisa y Mujica lo leyeron rápidamente.
–Es bueno consultar con Ramos y Contreras…

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Mujica se encogió de hombros. “Está bien” y suspiró. ¿Cómo es –Bueno, está bien. Quédate tranquilo, Rafael. ¿Cuál es la condición
posible que hubieran sido tan estúpidos? Los habían encallejonado a un de la empresa?
conflicto laboral sin ninguna preparación. Únicamente confiados en el –Solamente que ustedes no estén presentes… La negociación será a
poderío de los sindicalistas de Nébula ¡Por favor! Ahora hay que pensar través de la directiva de la Asociación de Periodistas…
seriamente en cómo sobrevivir a este despido. Seguro los compañeros
–¡Coño! ¡Eso mata al sindicato!
los acusarían: ellos eran los únicos culpables de esta temeridad, de esta
estupidez irresponsable, de ese despido masivo que dejaba sin empleo a –Al contrario. El sindicato consigue un buen contrato en su reac-
varias decenas de trabajadores. A menos que hicieran una medida radi- tivación. Una vez firmado el convenio colectivo, el sindicato seguirá
cal. Algo así como una huelga de hambre. Quemar cauchos a las puertas representando a los trabajadores.
del periódico. Llamar a los estudiantes para que salgan a la calle en soli- Rafael siguió protestando. Se preguntó qué les diría ahora a sus
daridad con los trabajadores de la prensa botados de los dos principales compañeros de trabajo, a los reporteros gráficos, que habían firma-
diarios de la región. Irían a la prensa nacional. En la capital, arrancarían do confiando en él. Al apartarse él, Melisa y Mujica, al quedar aparte
pronunciamientos de solidaridad del gremio. Irían al Congreso. ¡Había Arciniegas, el sindicato quedaría reducido a lo que dijeran Ramos y
que luchar hasta el final! ¡Pelear en los tribunales! ¡Conseguir unos Contreras. En otras palabras, el sindicato sería un instrumento de poder
abogados verdaderamente combativos! de los Nébula para someter a los periódicos o llegar a acuerdos con sus
Llegaron a las puertas de la Inspectoría. Rafael venía de salida casi dueños. Consideraba una injusticia que ahora apareciera el adulante de
corriendo. Los agarró del brazo: “¡La empresa viene!”, les anunció Infante hablando en nombre de los trabajadores de la prensa, cuando
emocionado. todo el mundo sabe que es íntimo de los empresarios. Mujica tomó la
palabra.
Un rato después, a una hora escasa de cumplirse el plazo, ya en una
noche sin luna, llegó Pernía, el abogado del periódico. La empresa se –¡Está bien! Yo estoy dispuesto a cumplir con eso. Lo importante
daba por notificada y accedía a sentarse en la mesa de la negociación. para mí es que sobreviva el sindicato.
Casi al mismo tiempo de Pernía, llegaron Michelena, el doctor In- –Eso me parece sensato –contestó Michelena.
fante y Elena Paiva de la Asociación de Periodistas. –¡Coño, Rafael! ¡Date cuenta de que no tenemos alternativa! Es
–Con ustedes quiero hablar –les dijo Michelena a Mujica, Rafael una locura lanzarse en un conflicto contra la empresa, contra los
y Melisa. Los llevó a una oficina a un costado de la Inspectoría y los Nébula, contra la Asociación de Periodistas!… ¡Tarzán contra el
sentó. mundo, pues! Es mejor apartarse. Ya dimos una contribución en este
proceso.
–Esto fue una operación de alta política. La empresa está dispuesta
a negociar, pero con una condición… Melisa miraba en silencio, con cara de póquer, alternativamente, la
cara de Michelena, la de Mujica y de vuelta a la de Michelena, de la de
–¿Cuál? Ya sabía yo que habría algo raro.
Rafael a la de Mujica y de la de éste a la de aquél. Rafael se levantó y
–¿Qué pasa, Rafael? Hicimos grandes esfuerzos para que el sindica- salió de la oficina.
to no fuera aplastado. Si no lográbamos esto, los habrían obligado a ir a
–Él no es loco, Michelena. Se tiene que dar cuenta de la situación.
una huelga que no duraría tres días, después de los cuales habría habido
un despido masivo. Nos hemos fajado durante estas cuarenta y ocho –A mí me parece, Mujica, que es la mejor solución para como es-
horas por solidaridad gremial. No hemos parado de hablar con todo el taban las cosas. La empresa pudo llevarlos a un conflicto y ahí sí que
mundo, hasta con el diablo… estarían muertos.

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–Pero mira, Michelena –intervino Melisa–. Quienes insistieron en ción similar recibió esa misma tarde el flaco Rafael. Con una diferencia
que el pliego tuviera un carácter conflictivo fueron los asesores que de minutos, Melisa recibió las llamadas de los dos. Se reunieron esa
ustedes nos pusieron. tarde en la misma cafetería de siempre.
–Era un asunto de estrategia, mi amor. No había otra manera de –¡Ahí está el plan completo! ¡Les legalizamos el sindicato si salen
instalar ese sindicato. Recuerda las experiencias anteriores. Estamos de esos subversivos! ¡Coño´e la madre!
pulseando con las empresas que no han permitido durante años que –Pero tienen que ir a la Inspectoría, ¿no? A ver de qué se les acusa.
los trabajadores de la prensa se sindicalizaran. Llevarlos a un punto en
–Yo ya sé. Me lo dijo una secretaria del abogado. Es por lo de la
que tuvieran que ceder. Eso hicimos. Estamos salvando el sindicato.
cartelera.
¡Como agarrando en el aire la bola que casi iba de home run! ¡Levan-
tamos un muerto! –¿Cartelera? ¿Cuál cartelera?
El entusiasmo de Michelena les chocó, pero se limitaron a mirarlo –La que tú pusiste, flaco. Supuestamente llamábamos a conflicto
en silencio. Se había salido con la suya. La situación era clara y así se cuando la fase era de negociación. Enturbiamos las conversaciones y
les mostraría a los mirones: el sindicato estuvo en peligro por la locura atentamos contra la paz laboral. Nos jodieron con la vaina más pendeja.
e inexperiencia de los izquierdistas. Los trabajadores de la prensa sólo –¡Coño! Ahora van a decir que nos botaron por culpa de nosotros
pudieron conseguir el convenio colectivo gracias a la oportuna inter- mismos, de nuestra torpeza. De todos modos, cuando los compañeros
vención del Partido Socialdemócrata, en la persona del flaco Miche- se enteraron enseguida me llamaron para expresarme su solidaridad.
lena, quien, de paso, colocó de nuevo en una posición importante a la Comentaban que todo había sido una confabulación entre los Nébula y
agonizante e inútil Asociación de Periodistas. “Mucho con demasiado”, los dueños. Que nos admiraban.
susurró Melisa. Ella y Mujica se miraron y se levantaron al unísono. –¿Y en “Novedades”, Melisa? ¿Qué se dice por allá?
No hacían nada allí. Tenían una pauta que cumplir al día siguiente. No
atinaron a decirse nada. Todo estaba dicho. –Nadie dice ni pío, Mujica. Todo el mundo calladito. Tú sabes que
allá la mayoría es contratada por pequeños negocios de dos o tres tra-
Carmen recibió con la cena servida a Mujica. “Por fin, ¿qué pasó?”, bajadores. Son lo que llaman suplidores, “out-sourcing”, pues. Como
al fin le preguntó a su marido. “Mi amor, de verdad estoy muy cansado. si no estuviera pasando nada. ¿Y no han llamado al flaco Michelena?
Los Nébula se salieron con la suya. Es todo lo que te puedo decir”.
Mujica terminó de comer en silencio y se acostó. Era temprano, pero –¿Para qué? Ya nos jodieron. Es mejor ir buscando cómo sobrevivir.
logró conciliar el sueño muy pronto. Despertó súbitamente a eso de las
3 y media de la madrugada. Carmen dormía plácidamente a su lado. ¿Para qué seguir narrando esas pobres vidas? El flaco Rafael se-
Por primera vez en mucho tiempo agradeció a la vida tenerla tan cerca. guirá tomando fotos de bautizos y matrimonios para llevarle algo a
todos los hijos que le ha puesto a dos o tres mujeres. Mujica seguirá
Al día siguiente fue a cubrir su fuente: la Universidad y la Zona
saliendo con María y hasta la preñará. Pronto estará pidiendo pres-
Educativa. Vila suplía provisionalmente al Bulldog en la jefatura de
tado para hacerla abortar, mientras su esposa se traga esa nueva
redacción y le había dado la pauta con una expresión de simpatía. Al
amargura y le sirve la mesa en su santo lugar, al tiempo que se las
retornar a la redacción, María le llevó a su escritorio un sobre. Tenía el
arregla para conseguir unos realitos con los familiares. Melisa segui-
membrete de la Inspectoría del trabajo. Lo citaban a una entrevista. La
rá cumpliendo rutinariamente su pauta y llegando en la noche a su
empresa había solicitado la calificación de despido. Como era miembro
casa para cuidar a su mamá y sus sobrinos. Pero también los ricos
de un sindicato, gozaba de un fuero, pero éste podía anularse si cometía
lloran. Los hermanos Bárcenas tienen graves problemas. Me causa
alguna falta grave. Esa era la acusación del abogado Pernía. Una cita-
gracia, porque de alguna manera yo, el fantasma del poeta de esta

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ciudad inventada, soy responsable de lo que les está pasando. Tuvie- cíficamente periodística. Pero, bueno, menos mal que, como dices tú,
ron que firmar un contrato colectivo y bajar la cabeza ante el poderío todo fue lo mejor posible.
sindical de los Nébula. Pero cuando fueron a revisar sus activos y –Rafael es veterano consiguiendo trabajitos particulares para sobre-
pasivos, se dieron cuenta de que no sólo no tenían cómo responder a vivir. No es la primera vez que lo botan o que renuncia, porque el tipo
la introducción de la nueva tecnología del periódico, sino que ape- es medio malcriado también. ¿Y tú ya no eres el jefe de redacción de
nas tenían para sostenerse. Había que buscar nuevos socios. Por fin “Al día”, Vila?
Manuel y Coromoto obligaron a Pablo a venderle sus acciones a Ba-
–No. Contrataron a Simón Schemel. Viene de la capital. Es parte de
landier y Clemente, los mismos empresarios que ayer los miraban
los cambios. Dicen que vienen muchos más.
por encima del hombro, como los vendedores de lotería que siempre
serían. Pero también hicieron otro movimiento. Bulldog tuvo que con- –Para allá, a la capital, lanzaron al pobre Bulldog. Otro muerto de la
tactar a su amigo Cazorla, el ofendido. Coromoto llamó a Acevedo, el batalla ¡Ja, ja, ja! Mira, ¿y los Bárcenas están saliendo del periódico?
padre humillado. Todos los ofendidos y humillados fueron convoca- –No sé por qué se me pone que tú también estás metido en eso.
dos para enfrentar a los Nébula. –¿Yo? No, vale. ¡Si yo soy un limpio! Ese es un problema de reales.
Necesitan capital para meterle computadoras al periódico.
–Es verdaderamente lamentable que hayan despedido a Mujica y al
flaco Rafael ¡Tan buenos profesionales los dos! Bulldog atendió el teléfono. Le dijeron dirección y hora. Hacía allá
se dirigió. Era el tribunal tercero en lo penal. Lo esperaba su viejo ami-
–Es verdad, Vila, es lamentable. Pero es que se lo buscaron. Se pasa- go Cazorla. Varios corresponsales también habían concurrido a la cita.
ron de torpes. ¿Cómo se les ocurre insultar a los dueños en la cartelera?
Eso demostraba que no querían dialogar, que lo que querían era un con- –He venido al tribunal para denunciar las agresiones a personas y
flicto. No leyeron la ley. Si la empresa contesta, se abre un compás de propiedades por parte de los ciudadanos Virgilio Bracamonte, Sergio
conversaciones. ¿Sabes que habían metido un pliego con carácter con- Bracamonte, Roberto Bracamonte, Johnny Silverio, Eusebio Rodríguez
flictivo apenas reactivando el sindicato? Son unos locos irresponsables. y Pedro Lucena. Estos jóvenes forman parte de una banda de delincuen-
Nosotros habíamos logrado resucitar un muerto. Yo, personalmente, me tes que trafican drogas y respaldan las acciones vandálicas contratadas
moví con todo el mundo. Con Andrés Daza. Hasta con el Gobernador. por un grupo de políticos encabezado por el gobernador de Baracoa,
Porque ese sindicato ya estaba muerto, déjame decirte. Si no hubiera César Nébula. Esta carpeta –Y Cazorla, para abrir la rueda de prensa,
sido porque convencí a la Asociación de Periodistas y a la gente de puso sobre la mesa un legajo gruesísimo– tiene el registro de testimo-
la Federación de Trabajadores que apoyaran con las negociaciones, se nios, fotos, denuncias, toda la documentación que sustenta la acusación
hubiera producido un despido masivo. a ese grupo de malandros que han destruido propiedades privadas, se-
cuestrado personas, torturado y maltratado a particulares, instaurando
–¡Ay, flaco! Yo sé que todo eso fue una maniobra tuya. el terror en Baracoa.
–¿Por qué lo dices? A la semana, la juez citó a declarar nada menos que al Gobernador
–No sé. Me huele que todo eso fue una infamia política. Cada vez César Nébula. Tres días después, la juez fue destituida de su cargo, en
que se intenta sindicalizar a los trabajadores de la prensa, hay despidos sorpresiva decisión del Consejo de la Judicatura por una denuncia de
masivos. Eso enseña la historia. Yo lo siento mucho porque los colegas hacía dos años.
eran valiosos profesionales. Dígame, el flaco Rafael. Tenía un olfato y –¡Así no se puede! Los desgraciados se movieron de inmediato con
una sensibilidad para tomar esas imágenes que ilustraban tan bien la la señora Auxiliadora y ésta hizo dos o tres llamadas telefónicas y des-
información. Era de los pocos reporteros gráficos con formación espe- tituyeron a la doctora Loaiza.

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–Bueno, Cazorla, si nos vamos a plantear una pelea con los Nébula –¿Hubo un despido?
no se puede actuar aislados. Me parece que usted se fue de bruces. Es- –Sólo dos agitadores comunistas. Pero ese no es el punto. La cues-
tuvo bueno colocar en la palestra pública nacional a los Bracamonte, los tión es que los Nébula ahora se están metiendo con los medios de comu-
matones de los Nébula. Incluso esa destitución fue demasiado fea. Pero nicación. Quieren hasta controlar eso. ¡Quieren controlarlo todo!
afecta más a la señora Auxiliadora que a nuestros enemigos.
–Bueno. Es bueno hablar con los Bárcenas. Igual con los dueños de
–¡Pero es que sentía que debía hacer algo! ¡No se puede seguir per- “Novedades”. Y con los empresarios en general. Estoy seguro de que a
mitiendo los abusos de los Nébula! los Clemente, por ejemplo, no les gusta las arbitrariedades de los sindi-
–Eso lo sé. ¡Cálmese! Usted y yo somos aliados contra esa mons- calistas de los Nébula, que los obligó a mudar sus empresas de Baracoa.
truosidad política de Baracoa. Entiendo su disgusto. Sólo que él mueve Yo me puedo ocupar de eso.
sus relaciones. Usted sabe que las relaciones personales son un capital –No se olvide de que hay que solicitar una audiencia con la señora
en la política y también, obviamente, en los negocios. Usted y yo tam- Auxiliadora.
bién tenemos relaciones a todo nivel en el gobierno y en el Partido.
–¡Claro! ¡Hay que empezar por el principio!
Debemos prepararnos para una pelea fuerte y prolongada si el objetivo
es sacar a los Nébula del poder. Le aseguro que en su camino los Nébula
han cosechado una caterva de enemigos por doquier. Hay que recoger- –Es evidente que todo este lío del sindicato fue un complot del flaco
los y juntar fuerzas. Michelena, junto a Daza y Vega, con el conocimiento y el estímulo de
Nébula.
–Tiene razón, Acevedo, por eso lo llamé y concerté este encuentro.
–Ya nosotros lo sabemos, doctor Cazorla. Nos montaron un meca-
–¿Humberto Nébula habló con la señora Auxiliadora? Bueno, noso- nismo de control adicional a la asignación de la publicidad oficial.
tros debemos atacar ese mismo flanco. No es posible que la mujer más
poderosa del país, la que hace bailar al presidente de la República con –¡Es un abuso de poder!
los pelos de su sexo, la que manda más que los generales y los pone a –¡Así es!
arreglar su jardín, disponga solamente de la versión de Humberto Né- –Bueno, amigos Bárcenas, ya es hora de que una serie de factores de
bula. la vida de nuestra región, de las fuerzas vivas de Valeria y todo Baracoa,
–Es cierto. nos pongamos de acuerdo para ponerle límites a estos abusos de los Né-
–Debemos conversar con ella de inmediato e informarle de los des- bula. Este almuerzo precisamente fue convocado por nosotros para eso:
manes que se cometen en Baracoa. ¿Qué otros aliados puede usted con- coordinar algunas acciones que culminen en una estrategia para sacar a
tactar? los Nébula del poder.

–Hace poco los Nébula le montaron un sindicato y casi le declaran –Doctor Acevedo, lo acaba de decir usted de una manera clara y
una huelga a los Bárcenas, justo en un momento en que la empresa atra- concisa. Cuando veníamos para acá le decía eso mismo a Coromoto y
vesaba una situación financiera difícil. Manuel. Ya la situación se ha hecho intolerable. Los Nébula hacen y
deshacen en la ciudad y en la región porque nadie le ha dicho ¡basta!
–¡Qué coño´e madre!
–Aparte de eso, hay una situación concreta: ellos tienen la goberna-
–Llegaron ahí a un acuerdo. Firmaron un convenio colectivo. ¿Qué ción y las alcaldías gracias al apoyo desde aquí, desde la capital. Co-
iban a hacer los Bárcenas? Necesitaban mostrar una buena cara, porque rresponde además a una correlación de fuerza en la Dirección Nacional
piensan vender unas acciones para acometer la modernización informá- del Partido Socialdemócrata.
tica del diario.

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–Eso es importante, señora Coromoto. Tiene usted toda la razón. La ticas también? ¿Es que ahí no hay sindicalistas? Además, otra cosa:
cosa no se presenta sencilla. Cazorla y yo hemos hecho contacto tam- ninguno de los asesores les dijo a ustedes que pusieran ese papel en la
bién con el doctor Hassan, con el ex gobernador Hermoso y hasta con cartelera de la redacción.
algunos concejales de Valeria, incluso un par de secretarios del gabinete –¡No joda, Michelena! ¡Esos son unos borrachos inútiles! Siempre
de Nébula. No se preocupe, Manuel, la complejidad de la situación re- los veo tambaleándose en el bar de la casa de la Federación, con gran-
quiere cierta audacia. des peas. Tenían tiempo sin asesorar sindicatos. Dígame el viejito Ca-
El restaurant donde almuerzan tiene tradición en la ciudad. Se es- racciolo, que lo pusieron ustedes de secretario general del sindicato.
pecializa en carnes. En las paredes, hay cabezas de ganado disecados. Ustedes mismos los habían desechado hace tiempo –intervino Rafael.
Un gran patio central lleno de vegetación, que encanta a Coromoto Bár- –Yo sé que es duro lo que están viviendo. Pero no vengan ahora a llo-
cenas, quien confiesa a los invitados su sueño de tener al fin una casa rar como unas mujercitas (con el perdón de Iris). Ustedes sabían que esta
grande, de las viejas, con un centro lleno de árboles, matas y flores. Las lucha era arriesgada y se metieron igual porque creyeron que era correcta.
grandes lonjas de carne las sirven a los lados de la mesa en parrillas hu-
–Confiamos en ti.
meantes. También colocan sobre la mesa anillos de cebolla empanizados
y hermosas ensaladas. En cambio, en el bar donde beben el flaco Rafael y –Y yo no les fallé, por Dios. ¡Dense cuenta! Nadie se movió tanto
Mujica sirven un plato de sardinas fritas acompañadas de trozos de limón. para que el sindicato triunfara. Y de hecho lo hizo. Ahora los trabajado-
Mujica toma una y la rocía con el jugo del cítrico. El flaco Rafael, por res de “Al día” tienen un contrato colectivo como nunca antes.
su parte, toma otro sorbo de su botella de cerveza. Han callado porque –¡Esas reivindicaciones son una pendejera! ¡Además, los despidos
han llegado a una conclusión después de una animada conversación que han continuado!
han sobrepuesto a duras penas a la canción de Benny Moré que llena a –Bueno, pero eso ya escapa de mis manos, Los trabajadores deben
todo volumen el espacio del establecimiento “La Palmera Luminosa”: el luchar por sus derechos.
culpable del fracaso del sindicato y de su despido es el flaco Michelena.
–El único que ganó ahí fue el Gobernador. Ahora los Bárcenas te
–¿Cómo voy a ser yo el culpable de todo eso? Yo más bien los ayu- consultan todas las pautas. A través de unos testaferros compraron ac-
dé a lograr algo de esa empresa. Ya ustedes estaban muertos. Cuadré ciones del periódico.
a la directiva de la Asociación de Periodistas, presioné la directiva del
periódico, forcé a los dueños a llegar a acuerdos. Ustedes se habían en- –¿Quién te dijo eso?
trampado en un conflicto para el cual no se habían preparado. Y encima –¡Coño, pana! Uno tiene sus fuentes.
cometieron la burrada de ponerse a provocar a los dueños. –Están pelando. Son muy malas tus fuentes, Mujica. Insisto: si no
Michelena aumentaba el tono de su voz para evitar cualquier res- hubiera sido por mí, ese sindicato, tan mal conducido por ustedes, no
puesta de Mujica o el flaco Rafael. Iris los observaba con atención, habría ido a ningún lado. Habrían fracasado y ni siquiera habrían lo-
mientras Franco simulaba poner orden a los papeles de una carpeta. grado un contrato como ahora lo tienen. Porque al firmar, la empresa
–No seas tan coño e’ madre, Michelena –logró al fin hacer valer su tendrá que renovarlo cada cierto tiempo. Y ahora, hermanitos, les rue-
voz Mujica, sobre la voz del secretario de Prensa de la Gobernación–. go que nos dejen trabajar. Tenemos un montón de asuntos pendientes.
Los culpables de ese pliego conflictivo fueron los asesores esos que nos ¿Verdad, Franco?
pusieron… –Okey, nos vamos. Pero déjame decirte, Michelena, que arrieros so-
–Esos son unos veteranos de cien batallas sindicales. Debieran estar mos y en el camino andamos. Ya nos veremos la cara. La política es
agradecidos más bien. ¿Y ustedes no militan en organizaciones polí- una tómbola y ahora nos sacas el culo porque no te interesamos. Ya

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cumpliste con tu cometido. Pero más temprano que tarde te veremos –Ellos han empleado varias veces a la señora Auxiliadora para zafar-
chillando ¡Coño´e tu madre! se de sus problemas. De hecho, las denuncias acerca de esa familia de
Michelena se levantó enfurecido del sillón. delincuentes no prosperaron porque conversaron primero con la señora
Auxiliadora, pintándole un panorama por completo distante de la reali-
–No vuelvas a insultarme, flaco de mierda. Te la vas a ver conmigo.
dad. Ya el amigo Hassan se ha acercado a la dama para aclararle ciertos
No me estés amenazando, ¡muerto de hambre!
puntos y ganar su disposición para los planteamientos que le vamos a
Iris estaba asustada. Los guardias de seguridad se colocaron en la hacer.
puerta de la oficina y los dos periodistas estaban insultando a su jefe.
–Eso está muy bien porque la señora Auxiliadora a estas alturas debe
El flaco Rafael todavía señaló con el índice a Michelena en un último
tener una visión muy distorsionada de lo que ocurre en nuestra región
gesto de amenaza antes de retirarse.
y nuestra ciudad. Le habrán vendido la falsa idea de que hay paz ciu-
–Eso me pasa por ser tan buena gente, Franco. Los dejé entrar. Debí dadana, de que todas las buenas familias se dedican con tranquilidad a
imaginarme que esos huevones venían a eso, a descargar su frustración su trabajo productivo; pero, señores, sabemos que no es así. Los Né-
conmigo. bula no sólo han copado todos los espacios de poder, sino que quieren
–Bueno, espero que no te hayan alterado demasiado, porque te que- más. Quieren controlar las actividades de los particulares, sus negocios.
ría mostrar algo que salió en “Al día”. Utilizan sus propios testaferros para la obra de infraestructura y así se
–¿Lo de Cazorla? Ya lo vi. enriquecen inescrupulosamente.

–¿Y qué te parece? –Bueno, ahí tiene el caso de nuestro periódico, ingeniero Aurelio.
Montaron un sindicato sin ningún escrúpulo, y hasta usaron a unos sub-
–Bueno, es obvio. Ellos quieren levantar cabeza. Primero, Cazorla versivos para sus planes.
monta un espectáculo con unas denuncias estúpidas ante un tribunal.
Llaman a declarar al Profesor y a los pocos días, ¡zas!, se revientan a la Cuando entró Adelaida a la oficina de Michelena, Iris se levantó,
juez. No van a poder hacer nada esos huevones contra los jefes. le dirigió una sonrisa tímida y salió. El flaco levantó la vista de unos
papeles que firmaba y se le sonrojaron las mejillas.
–Hoy Ramírez le sigue la secuela a la información de las acusacio-
nes de Cazorla. Publicó un reportaje acerca de los hermanos Bracamon- –¡Mi amor! ¡Estaba tan absorto en el trabajo que ni me di cuenta
te. Dice que son protegidos del Gobernador. cuando entraste! ¿Cómo estás?

–¿Ajá? Déjame ver. Bueno, es hora de volver a hablar con mi ami- –Un poco sorprendida, flaco. Una nunca deja de sorprenderse de la
guita Coromoto Bárcenas. capacidad de mentir que tienen ciertas personas, especialmente si uno
las conoce de hace años.
Pero ninguno de los hermanos Bárcenas contesta la llamada de Mi-
chelena. Siguen en la capital. Esta vez acompañan a Cazorla y Acevedo Michelena no pudo disimular un suspiro.
en una reunión con algunos empresarios de la construcción. –¿A qué te refieres, mi amor?
–Ya hemos solicitado una audiencia con la señora Auxiliadora para –Nunca me voy a acostumbrar, flaco, a que esa mujer esté perma-
este viernes. nentemente a tu lado, en todo momento…
–Esa entrevista es clave. Las fuerzas vivas de Baracoa y Valeria tie- –¿Iris? Es una asistente muy eficiente. Además, es militante. Ella y
nen una red de relaciones más poderosa que los Nébula. La cuestión era su novio, Franco, tú lo conoces, me han servido de mucho en esta ges-
que estábamos dispersos. tión. ¿No me digas que estás celosa? Ella trabaja aquí con su pareja. Tú
lo sabes. Te la pasas aquí, revisando y organizando cosas.

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–¿Yo? ¿Celosa? ¡Oh, no! Bueno, disculpa si te di esa impresión. son bastantes… ¡Ya vas a ver! ¡Veré tu cadáver, flaco, pasar delante de la
Sólo que están ocurriendo tantas cosas últimamente que una no puede puerta de la casa! Y, por cierto, si quieres anda a recoger tu ropa y tus co-
evitar ponerse un poquito suspicaz. sas en la calle, donde te las eché, antes de que te las queme ¡Desgraciado!
–¿Y de qué sospechas, mi amor? –Michelena ya no pudo disimular
su descontento–. ¡Coño, vale! Yo estoy trabajando. Trabajo mucho. Tú Estas escenas son demasiado vulgares. No hay situaciones más des-
lo sabes. Y en cosas delicadas, muy exigentes. ¿Cómo es posible que agradables que las motivadas por los celos de las mujeres iracundas.
vengas aquí a joder? Los gritos, los insultos, las cosas que se dicen. ¡Uf! Es algo verdade-
ramente vergonzoso. El jefe tuvo que salir a toda velocidad a agarrar
Adelaida fingió extrañeza ante la explosión del marido.
por el brazo a su esposa y llevársela en el carro oficial. Dejó todos los
–¡Ay, mi amor! ¡Perdona que te moleste! Pero es que uno se entera oficios en suspenso. Ahora los asistentes, Iris y Franco, debían estar
de cosas, muchas cosas, porque, como tú, Miche, yo también tengo mi pendientes de cualquier llamada del Gobernador, que no tardaría en
tiempo en la militancia política, aunque últimamente me he dedicado requerir alguna cosa. Todos los periodistas y demás empleados de la
a la casa, a esa misma casa que ya es para ti tan sólo un hotel, donde secretaría de prensa se enteraron del escándalo. Iris y Franco también,
llegas, duermes, cagas y orinas ¡ah, bueno! Y dejas tus interiores sucios por supuesto. Ella le había explicado que ese anillo de oro con un zafiro
porque hay una sirvienta que se encarga de limpiártelos. se lo había comprado en una conocida joyería del centro de la capital,
–¡Pero, bueno, Adelaida, termina de decir lo que vas a decir! en uno de esos viajes de trabajo en los cuales tenía que acompañar a su
–¡Bueno, chico! Ya yo sé que estás metido en un negocio de unas jefe. Franco se lo creyó porque no tenía por qué dudarlo. La relación
contrataciones para la consolidación de unos barrios por ahí, sobre todo con el jefe era fluida, de confianza. La propia Iris ya le había referido,
el del 19 de julio y el Altiplano, donde la familia Bracamonte tiene su divertida, los ataques de celos que, de vez en cuando, le daban a la
trabajo, ¿no? Y unos extraños cheques para construir unas monstruosas esposa de Michelena. Juntos habían reído de ello. Iris incluso había
carrozas para el próximo carnaval. Y supe lo que hicieron la otra vez tomado la iniciativa de conversar con Adelaida, como para que no que-
con unos obreros que hacían huelga de hambre frente a la fábrica de daran dudas acerca de sus buenas intenciones. Los ataques de celos
donde los botaron. Y, ¿sabes?, me pregunto de dónde salieron esos rea- de las mujeres son vergonzosas, pero muy divertidas. Yo me entretengo
les con los que le regalaste un anillo bien caro a tu asistente. con ellas. Por eso, cuando se me hace muy aburrida esta rutina de
conspiraciones de Valeria, dejo caer un rumor en el oído adecuado, y
–¿Qué? –esta vez Michelena saltó de su silla–. ¿De dónde sacas esa desato los mil demonios. Esa es la ventaja de ser un fantasma. El hecho
estupidez, mujer? de ser poeta también no me quita mi pizca de vulgaridad.
–¡Estupidez, un coño, maldito! ¡Que estás robando como un desgra- La situación no pasó a mayores, porque al día siguiente vino el flaco
ciado, como el peor de los politiqueros, y encima me estás traicionando! Michelena, primero, vivo, segundo, con ánimos de trabajar. Déjenme
–¡Pero si Iris tiene su marido aquí! ¡Tú lo conoces! ¿Quién te dijo decirles que efectivamente su ropa estaba frente a su casa, en la calle.
todas esas mentiras? La recogió y metió en unas bolsas de plástico, porque Adelaida no le
–¡Y bien pendejo que es ese Franco Robles! Yo no lo soy tanto. Yo sé permitió recogerla en las maletas. Los gritos se escucharon en toda
en lo que tú estás. Tengo unos informantes, déjame decirte, Michelena. la cuadra. Con sus bolsas en la maleta del carro, se dirigió a un hotel
Sé todo lo que tú haces. Cualquier movimiento que hagas, lo sabré. Y del centro de la ciudad, a pocas cuadras de su oficina. En la oficina,
atente a las consecuencias, desgraciado. Te voy a dejar en la ruina, en la Franco lo estaba esperando. Terminaba de tabular los resultados de
calle. Tú me conoces y sabes de lo que soy capaz. Voy a ir a la prensa, una encuesta en la cual se había interesado especialmente. La tenden-
que ya se les está volteando. Voy a conspirar con tus enemigos, que ya cia de la consulta era evidente: se detectaba un creciente descontento

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tanto con el gobierno nacional, como con el regional. Los grupos foco –Eso te demuestra los cambios que se están suscitando rápidamente
lo confirmaban: la ira popular iba aumentando. Debía hacerse algo. –Hermoso adopta el aire afectado del erudito, del profesor–. Cazorla,
–Bueno, ya viene el carnaval. Y sabes que viene muy bueno. Carrozas, Acevedo, Hassan, van a cavarle la tumba política a los Nébula.
las mejores orquestas bailables, Garotas. Fuegos artificiales especialmen- –¿Y tú? –Vila siempre lo ha admirado.
te diseñados y organizados por los chinos. Habrá de todo. El pueblo ten- –Bueno, algo he hecho. Pero prefiero mantenerme de bajo perfil.
drá diversión y por un rato al menos se olvidará de sus preocupaciones. Además, los protagonistas deben ser otros.
–Creo que no tomas en serio estos resultados, flaco, perdona…
–¡Oh, claro que sí! Le mostraré los resultados al Gobernador, pero –Mira, Miche, yo prefiero renunciar. Te estoy ocasionando muchos
no te aseguro nada, Franco. No te preocupes. Hemos pasado situacio- problemas con Adelaida–. Iris estaba espectacular con ese vestido rojo
nes peores. que resaltaba su cabello rubio y sus ojos almendrados.
La misma tendencia apareció en la última encuesta del Mocho Her- –Esa mujer está enloquecida. Dice que le dicen. Alguien le está me-
moso. tiendo unos chismes malintencionados. No puede ser que enrede todo
con esos ataques de locura.
–¿Y qué te parece? –preguntó Hermoso sonriente.
–Son celos, Miche. Yo la comprendo. Nosotros pasamos todo el día,
–Parece que se acabó la luna de miel del pueblo con los Nébula y
todos los días, juntos. Si Franco trabajara en otra parte, posiblemente
con el gobierno nacional –dijo en un hilo de voz Vila.
yo también estaría inquieta. Pero creo que es mejor que me vaya de esta
–Vendrá algo feo –Hermoso encendió su tabaco, aspiró y soltó un oficina. Ya yo he hablado con la señora Antonieta y ella piensa como yo
chorro de humo. que debo desarrollarme profesionalmente en el campo de la promoción
de la industria. Ella va a hablar con el Gobernador.
–¿Viste lo que sacó Bulldog? Cazorla volvió a atacar en los tribuna-
–¡Coño! No puede ser que la histeria de Adelaida me joda el mejor
les –Franco tuvo que saltarle en el camino a su jefe para darle su último
equipo de trabajo que he tenido. Tú eres periodista. No entiendo cómo
informe.
puedes desarrollarte como periodista metiéndote en rollos de créditos
–¡Coño! Esa es una mariquera –contestó Michelena para salir del y condiciones de pago de impuestos –El lamento y la irritación son
paso, a toda velocidad. Va a entrar en su oficina. auténticos. De unos días a esta parte, Michelena sabe que algo le pasa.
No quiere hablar con nadie, pero tiene que hacerlo. En cualquier Está susceptible. Débil. Sospecha de una gripe encubierta. Hasta el Go-
momento llama el Gobernador. Es divertido el flaco Michelena cuando bernador se ha burlado de él en plena reunión del gabinete. Ha hecho
viene de discutir con Adelaida. Se aturde. No desea trabajar. Le gus- alusiones a las explosiones de celos de Adelaida. Ya no lo soporta.
taría acostarse en alguna playa lejana. Olvidarse del trabajo, de la –No voy a discutir contigo, Miche. Es mejor que me vaya –Iris se
política, hasta de los Nébula. En esos momentos, ya no le interesa ser va acercando lentamente a su jefe, como para despedirse con tristeza, y
tan hábil político, el que se las sabe todas. ambos van acomodando la cara como para que el contacto de sus labios
–Entonces, ¿Bulldog volvió a la jefatura de redacción en el periódico? sea más fácil. Los dos imanes se acomodan hasta que las polaridades
–Así es. Devolvieron a Schemel a la capital. Creo que ya concre- puedan encontrarse. De pronto, como salido de otra historia, irrumpe
taron la venta de las acciones de Pablo. Vienen unas inversiones para Franco por la puerta con una carpeta que le trae a su jefe.
meter las computadoras. Tú sabes –Vila siempre se ha imaginado que –¿Viste la última del Bulldog? Publicó la segunda parte del reportaje
Hermoso lo sabe todo. sobre los Nébula de Armando Vila ¡Pura candela!

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Es verdad: a pesar de ser un simple fantasma, siento esa íntima satis- cualquier cosa. “Yo estoy en un momento en mi vida en que debo rea-
facción que brota a la vista de la desgracia del prójimo. Tengo el impul- lizar mis planes y aprovechar las oportunidades que se me presenten,
so de complementar un daño con otro. Cuando la inteligencia falla, el porque pronto me pondré demasiado vieja o porque los chances no re-
diablo la sustituye. El humano siempre soñó con ser dios. Ha dispuesto tornan”. Aun así, le molestó que su mujer no le hubiera consultado una
de experiencias que se le antojan divinas y que le han permitido alimen- de sus más importantes decisiones. “Tienes el macho herido”, le con-
tar esa ilusión. Entre ellas, la más intensa, el poder. Pero al poder hay testó ella cuando él esbozó una queja. Era un chantaje eficaz, aunque
que tratarlo con la cabeza en la nevera, si no quieres que te la incendie. un poco estúpido. ¿De verdad se había creído su propia pose de hombre
El poder es un explosivo de gran potencia. Es una carga extra en tu inteligente y avanzado, distinto al gandolero machista que tiene una
frágil mecanismo mental. Un dios nace violentando la estrecha cavidad familia en cada estación? Decidió optar por el silencio. Proseguir con
que lo alojó hasta entonces. La cavidad donde crece es un cráneo que se sus labores. Se percató de que no tenía tan sistematizado el plan de su
romperá como un huevo. Yo quiero reventarle esa pelvis craneana a mis vida como Iris. Además, estaba releyendo el “Anti-Edipo” de Deleuze
queridos Nébula. Pero, ¿no son patéticos estos personajes que tratan y Guattari. Una exquisitez teórica. Era un equivalente adulto e intelec-
de dominar pero terminan siendo dominados por las mismas fuerzas tual de jugar a la maquinita. Lo menos que esperaba esa mañana era
simbólicas y emocionales que han invocado y desatado? que un Michelena descompuesto y esquivo firmara su carta de despi-
Michelena no está zarandeado por Adelaida. Le ocurre algo mu- do. Hubiera preferido renunciar. Ya está harto de corregir los horrores
cho peor. El Profesor le ha gritado, lo ha insultado y amenazado por ortográficos de esos periodistas ignorantes. El único incentivo que le
teléfono. Está furioso por lo que está saliendo en la prensa. Michelena quedaba eran las encuestas, pero ya su jefe se había mostrado renuente
no está seguro del suelo que pisa. Duda de sí mismo, de su capacidad a prestarle atención. Los resultados que estaban arrojando no eran
política y gerencial, de que las decisiones que toma sean las adecua- favorables, no sólo para César Nébula, sino en general para los políti-
das, de que al fin sea fulminado por un dios celoso e iracundo que está cos. Hay mucho descontento en la gente. Los partidos políticos están en
pendiente de los errores fatales que proliferan en todas y cada una de el suelo en lo que se refiere a credibilidad. El único que concentraba la
las acciones. Tiene que remover las manchitas de la realidad. Debe popularidad era el “Estadista”, el candidato socialdemócrata, ex pre-
espantar los mosquitos. Debe ejercer algún poder, porque siente que sidente, mandatario cuando aquel extraordinario flujo de riqueza entró
los va a perder todos con un solo golpe del rayo terrible. Le dicta a al país. Pero esa era una esperanza peligrosa. Nunca la historia se
toda velocidad una carta a la secretaria. La firma y sale volando de la repite exactamente igual, pese a todo lo que dijera su amigo Nietzsche.
oficina. No quiere verle la cara a Franco cuando lea el oficio. Esto va a estallar en cualquier momento, le decía a Iris, quien estaba
extrañamente silenciosa, absorta en algo, quién sabe en qué. Tal vez en
Por supuesto, que la cara de Franco es un atardecer plomizo. No
la nueva tierra que le tiene prometida la señora Antonieta.
sabía que Iris iba a renunciar a su cargo para pasar a otra dependen-
cia, dejándolo solo con sus burdos y primitivos periodistas y un Miche- Franco por su parte, ha decidido volver a sus acostumbradas crí-
lena cada vez más tosco e histérico. Ella no quiso darle explicaciones, ticas literarias. Tal vez lo interpreto como un gesto (¿hacia quién?
lo cual lo obligó a improvisar sus propias hipótesis. La primera, la más ¿Hacia los Nébula?), pero le envió a la página literaria que dirige
obvia: se trata de un problema con Michelena. Pero, entonces, ¿por Vila un breve estudio del poema “La Bestia” de este servidor, con la
qué no le dijo nada? No era que él pudiese hacer algo para resolver la reproducción extensa de la composición. Decía en su estudio que la
situación, pero al menos le ofrecería un hombro para sincerarse en su poesía de Monti pertenecía a una generación que realmente tenía fe en
rabia. La segunda posible explicación era la conocida ambición de su la democracia, en aquel movimiento cívico militar que echó al traste
novia. Esta última idea lo tranquilizó. Iris se la confirmó. Alguien que la dictadura, pero que después, al ver cómo se degradaban las insti-
tiene esa relación tan estrecha con la señora Antonieta, debe aspirar a tuciones, se entregaron a la decepción, la emprendieron con una poe-

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sía emparentada con los malditos franceses y al final con el nihilismo CAPÍTULO IX
anacrónico y medio nietzscheano. En varias obras del poeta, afirmaba
Franco, mostraba su ironía devastadora, inclemente pero festiva, que
Explosión
golpeaba la autoestima nacional al incluso proponer derogar la decla-
ración de la Independencia y afirmar la lealtad a la Corona española
después de todos estos siglos perdidos. El poema, con el breve estudio de Franco, salió un domingo. El
No sabía lo que iba a ocasionar. Eran miles de copias del poema lunes caí y poseí a un viejo amigo: Braquita. Con él, en realidad, poseí
leídas por miles de personas. miles, millones.
¿Qué pasó? Que toda la gente del barrio salió. Yo miré pa’ los lados
y ahí estaban el Jeta Antonio y el Zigui y el Maikel. Estaban decididos.
¡Coño! Y también estaba la señora Ángela y la mamá de Mojón de
Chancho. Y la mujer de Martincito. Porque hasta las señoras y las ma-
mis salieron. Milagritos con sus shorcitos chiquiticos ¡Qué rica, mami!
Y los carajos también. Los viejitos, chamo, salieron apoyándose en los
chamos. El viejito este, coñoemadre, el abuelo de Sadel. El viejito Ra-
món y Alexander. Los chamitos salieron corriendo. Aquello era de pin-
ga, pana. Full energía. Caminamos todos como uno solo. Como los
caballos desbocados en el llano. Una manada. Una trulla. Un rebaño
corriendo, levantando el polvero. No, chamo, un coñazo de gente. Uni-
dos. Una sola decisión. Una sola arrechera. Había que comandar el
coñazo de gente que salió arrecha. Decididos. Pura arrechera de ver-
dad ¡pana! Somos cientos. Miles. Todo el barrio. Pero por las otras
calles ¡coño! Otro barrio, y otro, y otro. Un río de gente, pana. Una
fiesta. ¿Adónde vamos? Pues, al centro, chamo. Hay que llevar la gen-
te al centro. Los panas motorizados sirven para llevar y traer informa-
ción y orientación. ¿Dónde están las tiendas? Vamos al centro. Ahí hay
de todo en las tiendas. ¡Ponte pilas! Hay que entrarle por todos lados.
Por allá, por acá. Hay toda una manzana de tiendas de electrodomés-
ticos. Hay otra donde hay ropa y hay unos supermercados más abajo.
¡Mira, chamo!, ¿qué se dice? Gente viene por todos lados. De todos los
barrios. Los panas en las motos van y vienen como avispas, los motores
gimen, ladran, gruñen. Se montan dos, tres y cuatro en una sola moto.
Vamos a organizar el saqueo. Y siempre van las doñitas primero. Y los
carajos después. Los chamitos con los viejitos ¡ja, ja, ja! Es por todos
lados, ¿dices? Bueno, chamo, hay que dirigir esta mierda. Coordina
ahí, Maikel. ¡Y dónde está el resto de los panas? Los agarró un poco
sorprendidos, pero ya están coordinando a la gente. Porque no saben

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cómo. Les da como miedo la vaina. Se asustan después que mataron al poner a disparar? ¡Vamos a darle, pues! ¡Si son arrechos, nosotros
tigre. Van y llegan a la tienda y les da ganas, pero uno tiene que estar somos más arrechos! ¡El hierro! ¡Vamos a darle! ¡Pum, pum pum! Ahí
ahí presente para dar el primer coñazo a la vidriera ¡Plash! Aparecie- vienen. ¡Es un tanque! ¡Toma, coñoetumadre! ¡Toma, coñoetumadre!
ron unos policías, pero no hicieron nada. Se nos quedaron mirando ¡Ay, ayayaayy, mamacita! Me dieron Maikel! ¡Me dieron esos mama-
como diciendo: coño, son los malandros de Braquita. Y cuando me pi- güevos! ¡Coñoelamadre! ¡Me voy a morir como un pajúo, Maikel! ¡El
llaron ahí ¡Coño, si es Braquita person to person! Pero, se sonrieron. menor de los Bracamonte se va a morir como un mamagüevo por un
Yo también les sonreí. Al final, muchos policías son panas. Era como en coñoemadre Guardia que se puso a disparar a la gente, a las masas! Le
los carnavales. Y entonces yo demostré que soy el líder, pana. Aquí hay disparan las ráfagas a los chamos, a las doñitas, a los tipos, a todo el
televisores. ¡Plash! Y todo ese pueblo ahí entrando por la vidriera des- mundo! ¡Ratatatatatá! ¡Qué sangrero, pana! Ya se está haciendo una
trozada por los panas. ¡Métete ahí una! Me ofreció Caníbal. ¡Cómo no, quebrada que crece en un río. Esto se va a inundar de sangre. La calle
mi pana! Hay que celebrar, el pueblo se arrechó. Ya cogieron confian- se está llenando de muertos ¡Coñoelamadre! ¿Por qué pasa esto?
za. Ahora llegan ante el establecimiento y ¡zuácata! ¡Tremendo coña- ¡Coño, no entiendo! Mi abuelo vio morir a dos de sus hijos. Uno de
zo! Y entonces saquean, ya en confianza. Uno sólo tiene que enseñarles ellos lo mataron en la cárcel. Le cortaron el cuello antes de que la se-
el camino, hacer lo que ellos van a hacer, ¿ves? Sí, doñita, no se preo- ñora Antonieta hiciera la diligencia para sacarlo de ahí. Es que se puso
cupe. Agarre ahí. Nos colocamos los panas de tal manera que sacamos de pajúo a disputarle territorio al Manotas. Pero después nos cobra-
los televisores, las neveras, las cocinas, los equipos de sonido (¡Prén- mos, toda la familia. Los sacamos a toditos, viejitas y carajitos inclui-
delo ahí, chamo! ¡Hay que ponerle música, hay que musicalizar esta dos, y los fusilamos, los ajusticiamos. El Profesor cuando supo, me
fiesta!). Las neveras son un poco más complicadas. Ven acá tú. Y tú. Y llamó y me dio el pésame y me dio unas palmaditas en el hombro. El
tú. Llévenle la nevera a la doña. Que es para la doña. ¡Ah! ¿Te vas a otro muerto fue también con la Guardia, con la que se enfrentaron en
alebrestar? ¡Tú sí que eres lambucio, coñoetumadre! ¿No ves que es una operación de entrega de material: coca fina. Ahí el Profesor no
para todo el mundo, para el pueblo, mamagüevo? ¡Toma, coñoetuma- pudo hacer nada, porque no controlaba a ese sector. Mi papá se murió
dre! ¡Respeta a los mayores! Las doñitas primero. Hazle el servicio o te porque se ahogó en su propio vómito. Ahí me dio un gran dolor, pana,
quemo aquí mismo. Que ahorita yo soy la ley. ¿No ve que la policía nos porque el viejo estaba enterito, fuerte el viejo. Se echó una pea combi-
ve con esa sonrisita y se quedan ahí parados, pasmados, como huevo- nada con nieve. Le dio un gran yeyo y empezó a vomitar acostado. Se
nes? Hasta saquean ellos mismos. Se llevan su vainita. En estas man- asfixió. ¿Por qué, Dios mío, pasan estas vergas? Uno está aquí, ¿pa’
zanas hay varias tiendas de línea blanca y demás aparatos eléctricos. qué? Son accidentes, coño. Pero esto es ridículo. ¿Por qué pasan estas
Ya la gente del barrio se equipó. ¿Que vienen otros por ahí? Bueno, que vainas y no otras? ¿Por qué nací en esta familia? No es que no la quie-
agarren lo que quede. Ya Maikel me hace señas. ¡Ven acá, huevón! ra, ahora que me estoy desangrando como un mamagüevo. Yo sabía
¿Pa´l Supermercado? ¡Dale, pues! Ya sabes, las doñitas primero. Ahí que iba a morir carajito. Pero ahora me da miedo, pana. ¿Cómo me
está un huevón llevándose ese freezer. ¡Ja, ja, ja! Es un flaquito, mira, voy a morir aquí, así, chico? Braquita se merecía una muerte mejor.
y cómo aguanta ese peso ¡Coño! ¿Ese no es el Percusio? Está alegre: ¡Dime por qué, Dios mío! Estábamos orientando a la gente. Pero es
se puso a saltar encima del carro. Le destrozó el parabrisas. Está rico. que están masacrando a todo el mundo ¡esos coñoemadres! ¿Cuál es la
¡Dale, ahí! ¿Esos tiros son los de nosotros, no? ¿Qué dice Buche e razón? Era el día, coño, todos salimos y colaboramos y rompimos esas
Mierda? Tal vez están disparando para celebrar. Pero a la gente del vidrieras entre todos. ¿Por qué nos van a matar así? ¡Cuántas vainas
barrio, no. ¿Qué dices, Buche e Mierda? ¿Es la Guardia? ¡La Guardia! vivimos, Maikel, pana! ¡Cómo gozábamos cuando le caíamos a tiros a
De pronto pasa volando una moto y el pana de parrillero lleva un cuer- esos carajos en los sindicatos! ¡Y el negocio de los carros! Encañoná-
po encima ¡un muerto! Vamos a darle a esos maricos. ¿Cómo se van a bamos al pajúo y lo metíamos en el asiento de atrás, limpiamente. No

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le hacíamos nada, sólo necesitábamos la camioneta para hacer un a toda velocidad, porque ya estoy muertico, ya me estoy poniendo tieso.
traslado. Los tirábamos ahí en la cuneta, al pajúo y la mujer, que esta- ¿Verdad, señor? ¿Y, usted, quién es? ¡Ah! ¿Es familia del Profesor?
ba buena. Y no le hicimos nada, huevón. ¡Coño, y ahora me voy a morir ¡Coño! ¿Es el tío? ¿El poeta? ¿Y usted vuela también? Ah, porque está
así! ¡Sí, chamo, ya siento que se me va el mundo! ¡Y siguen disparan- muerto también. Ya somos fantasmas los dos. Huele a muerto, ¿verdad?
do! ¡Oye las ráfagas, coñoemadre! Okey, déjame aquí, muriéndome y ¡Fo! Hay un muertero ahí. Va un camioncito lleno, con una torre de
vete pa´l coño. Que te van a matar a ti también ¡Maikel! ¡Maikel! ¡No ataúdes. Pero los soldados van haciendo montoncitos con los muertos.
me dejes morir solo como un perro, carajo! ¿Qué van a hacer? El pana Los agarran y los tiran en los camiones. Ese de ahí se parece al Maikel.
me carga en vilo. Hay una moto cerca. Me tira encima de unas espaldas ¿Será? Pero, ¿por qué no lo vemos, como usted me ve a mí y yo a usted,
fuertes. ¡Coño! ¿Qué van a hacer conmigo? Sigo escuchando las ráfa- que estamos muertos, que ya somos espíritus? Dígame, señor poeta, tío
gas. Arranca la moto y me caigo otra vez. Me empieza a doler. Tango del Profesor Nébula, ¿qué vaina es esta? ¡Coño! Si siempre demostra-
un chorro de sangre. Me agarran duro por el cuello y el brazo y arran- mos que éramos organizados. Le cuadrábamos la mejor sangre nueva
can. Voy como volando. Voy encima del pana pero siento que levanto para Lucio. Los carajitos menores. Les dábamos aquellas subametra-
vuelo. Bueno: me voy a morir, pana. Yo siempre supe que me iba a lladoras para que resguardaran la fiesta. Puro chamos. Los probába-
morir rápido. Jovencito. ¡Coño! Uno se ha pegado más de uno, de dos, mos. La lealtad y la habilidad con las armas. Y la disciplina, porque
de diez. ¿Será por eso? ¿Por qué me voy a morir hoy? Tantos coñoema- tenían que hacer lo que le dijéramos o lo que dijera el Profesor Nébula
dres que se han pegado más que yo y andan por ahí panza, saqueando o Lucio. Ahora, ¿qué vaina es esta, poeta? ¡Dígame ahí! Todos los ba-
tranquilos. ¿Por qué a mí? ¡Dígame cuando les hacíamos el trabajo a rrios salieron a la calle, saqueamos algunas tiendas y nos cayeron a
los jefes, al Profesor, al comandante Nébula! Llegábamos y ¡ratatata- plomo, a ametralladoras, a tanquetazos. ¡Qué muertero! Dígame, ¿qué
tatá! Echábamos aquella ráfaga en la sede del sindicato y salían aque- vaina es esta? ¿Por qué pasó esta vaina y no otra? ¿Por qué están ma-
llas mujeres ahí gritando y aquel sangrero. Una vez ubicamos a la no- tando la gente así, saqueando, y no amaneció el día como cualquier
via de un periodista. Era una carajita que estudiaba en un liceo otro? ¿Qué fue lo que pasó?
nocturno. La ubicamos y entonces la agarramos por la uca y la meti-
mos como la mortadela en el sánduche entre Mierda e’ Chancho y yo. El olor penetrante a caucho quemado desemboca en la avenida por
Le metimos mano y al final le dimos varios coñazos contra un poste. Le la intersección y se esparce por todos lados. No se ve un solo automó-
reventamos la nariz. El periodista se fue al día siguiente. La carajita vil circulando. Hay varios estacionados, tal vez desde anoche. Extraño.
quedó toda desfigurada ¡Jajajaja! Sin nariz ¡Ja ja ja! Y tan bonita que Otros vehículos están simplemente parados a media calle, como inmen-
era. Ahora vienen estos pajúos y me dan con sus ráfagas ¡Coñoelama- sas cucarachas metálicas muertas, como si los conductores hubiesen es-
dre! ¡Coño! ¿Por qué a mí? ¿Por qué disparan a todo el mundo? ¿Qué capado corriendo ante una catástrofe. Los dos caminantes miran hacia
pasa? ¡Si estábamos organizando a la gente! ¡Y cómo no me hicieron arriba y hacia abajo, a la derecha y a la izquierda, de la avenida desierta
nada cuando levantamos aquella huelga de hambre de unos obreros de para constatar nuevamente la rara soledad que le da un nuevo aspecto.
la textilera! Llegamos cinco y les caímos a coñazos con unos bates. Los La cruzan en silencio con una precaución inútil: no hay tráfico. No se
cráneos se reventaban como los huevos para hacer unos huevos fritos asoma nadie, nadie les acompaña. Ni siquiera los mendigos y los locos
¡jajajaja! Y como seguían en esa vaina después llegamos disparándole que deambulan siempre por allí, fastidiando a los impacientes peatones.
y salieron unos muerticos de ahí. ¿Cuál es el peo? ¡Ahora me voy a La panadería está cerrada. Se habían citado allí para conversar, tomar
morir! Ya yo sé, pana. Ya no es que siento que estoy volando porque el un café, antes de dirigirse a la pensión de Quintana. Todos los nego-
pana parrillero de esta moto me lleva sobre los hombros; sino que estoy cios de la avenida están con la santamaría abajo. Sienten el humo de la
volando, no que sienta que estoy volando. Floto, como un globo llevado combustión lejana y observan con expresión adusta las calles estrechas.

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La avenida, no tan ancha, de cuatro canales, es una suerte de frontera Atónitos, los dos ambulantes contemplan la inmensa corriente que
que separa dos cúmulos de casas pintorescas de color pastel, manzanas no cesa. Cruza aquella esquina y se dispersa rápidamente por la cuadrí-
cuadriculadas, callejas por donde apenas puede circular un vehículo. cula del centro. Corren desenfrenados grupos de muchachos semides-
Las viviendas tienen las grandes puertas cerradas y las ventanas clau- nudos. Estallan las vidrieras, algunas que todavía quedaban intactas.
suradas. Parece que alojaran muertos. Los dos ambulantes toman con- Con atlética agilidad, una avanzadilla de jóvenes salta hacia dentro de
fianza y continúan andando por el medio de la calle. Con paso sereno, la tienda de electrodomésticos. Más allá, un caos de señoras mayores se
penetran en la cuadrícula, ya dejan atrás la cuadra de repetidos portales organiza en una fila para retirar costillares de reses, inmensas patas bo-
y ventanales de poyo y rejas, pintadas de colores pastel, como dispuso vinas, trozos inmensos y pesados de carne y otros alimentos. Hay bra-
una conocida ordenanza municipal. zos desnudos que se extienden en un bate que destroza los cristales. Un
La zona comercial del casco central de la ciudad se inicia para ellos muchacho flaco salta sobre el techo de un automóvil. Hay risas. Arde
con unos estacionamientos de suelo de tierra apisonada y aceite de mo- un carro a doscientos metros levantando una columna negra. El aire
tor consumido. Ya se adivina en el aire pesado, todavía fresco de esa suena como una matraca. Hay llantos. Hay desbocamientos animales
mañana, la algarabía que viene de varias cuadras más allá. Un vien- inexplicables. Provienen de la plaza Bolívar. Las vidrieras devuelven
tecillo caliente trae ecos de gritos y detonaciones. También un hedor el eco de los disparos y los alaridos. Un murmullo terrorífico aumenta
por momentos insoportable. Se miran a los ojos intrigados. Todo está de intensidad hasta hacerse un temblor que desata la incertidumbre del
aparentemente en calma, como si fuera de madrugada. Los estableci- suelo. Es el mugido de un toro del tamaño de la loma. La gente corre
mientos comerciales cerraron o no han abierto. La ruina y el momento hacia ellos. Es el estallido de un volcán.
inmediatamente anterior de cualquier actividad febril se parecen. Es El pánico les lanza varias cuadras atrás, de vuelta a la avenida. La
un cielo encapotado. De pronto, tres cuadras más allá, se adivina una lava vociferante les sigue irrevocable como un inmenso animal des-
inquietud inconcebible. pavorido. Algo silba cerca de las orejas. Como abejas de velocidades
Una especie de gusano gigante, un milpiés monstruoso, cruza una imposibles. Son balas. Por cada esquina que pasan, salen desbocadas
esquina con sus cientos de patas y se adentra, arrastrándose intermina- granizadas de gente. El griterío es ensordecedor. Incomprensible. Las
ble, hacia el centro, hacia la plaza Bolívar. Hace temblar el pavimento. afluentes del río humano chocan y se integran en una gran corriente que
Los dos caminantes distinguen la pelambrera del animal. Se mueven va a dar en la avenida, donde revienta contra unos tanques apostados de
sus innumerables filamentos en un caos de imprevisibles despliegues, repente en la esquina. Los pies, en carrera, sienten una nueva humedad
afloramientos y agitaciones. A su pesar, aceleran el paso. Es una masa pegajosa en el pavimento, levantan chispas rojas que manchan las ca-
compleja, proliferante, indefinible, de gente. Ya los gritos, los silbidos, misas y los vestidos de los enloquecidos anónimos atrapados. Hay una
algunas pequeñas explosiones, desplazan el silencio que se revela ner- confusión de gritos, empujones, pasos gimnásticos, caídas aparatosas,
vioso y falso. Otros caminantes, igual de estupefactos, van apareciendo trotes caóticos. Nuevas detonaciones. Incrédulos, los ambulantes ven
por las cuadras a medida que se acercan a la oruga monstruosa que caer junto a sí a una señora mayor, a un muchacho de torso desnudo, a
sigue deslizándose por aquella esquina, como un caudal descomunal, un hombre con una bolsa de papel en la mano. Un instinto desconocido
que va desagregándose en individuos vociferantes que saltan, sacuden abre un boquete en la multitud, por donde se cuelan hacia otra de las es-
los brazos, llevan en los hombros las cargas más inusitadas: desde el trechas calles perpendiculares a la avenida, en la que descubren una paz
costillar de una vaca hasta una nevera. Llevan también bolsas de víve- incongruente. Uno se mete veloz por un callejón apenas visible entre
res, televisores, diversos electrodomésticos, cajas de cerveza y manos dos casitas de colores pastel y le hace un silbido al otro que, advertido,
de cambur. Un escaparate, varios vestidos en sus ganchos, muñecos y le sigue con paso rápido y elástico. Al fin se detienen extenuados, se
juguetes. En la calle, grandes montones de basura ardiendo. apoyan en la pared y se procuran el aliento, anhelantes.

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–¡Coño! ¿Qué carajo es esto? para levantar un coherente y vibrante discurso que celebrara el nuevo
–¡La gente!… ¡El pueblo!… ¡Disparan!… –Arciniegas no lograba amanecer de la historia.
articular una oración. Le faltaba el aliento. Estaba emparamado de su- A la alegría por la llegada del Gran Día, sucedió un gran desconcier-
dor. Su bigote hirsuto se agitaba como las alas de un pájaro inverosímil. to matizado con un matiz de vergüenza. El Gran Día había llegado y
–¡Están matando a la gente! –exclamó Mujica. Tenía una mancha ellos sólo se habían citado para comentar alguna lectura antes de reunir-
roja en la camisa. Sangre fresca, pero no era suya. se, tranquilitos, en la pensión adonde, a lo mejor, los otros compañeros
tampoco sabían a ciencia cierta qué sucedía. Si eran unas hordas, diri-
Lograron calmarse un poco. Aquello parecía la explosión social que
gidas por unos cuantos malandros que, incluso, podían ser de la familia
tanto habían previsto en sus conversaciones y reuniones. El sistema ca-
Bracamonte. Ellos habían salido corriendo, pero, seguro, seguro, ahí sí
pitalista y el estado burgués habían acumulado injusticia sobre injusti-
estaba Braquita, el mismo que le reventó la nariz de Marielita, la com-
cia, inmoralidad sobre corrupción, entrega sobre entrega. El conflicto
pañera del compañero Ordaz.
de clases debía estallar tarde o temprano. La Historia pariría, iniciaría
un doloroso proceso de cambio, gracias a su partera, la violencia. El Mujica recordó las narraciones que había escuchado en Nicaragua.
pueblo al fin había rebasado su vaso y ahí estaba en la calle derrochan- De cuando los valerosos combatientes coordinaban con grupos de los
do la ira social, política, que siempre es ubérrima, como decía el poeta. distintos barrios populares, las acciones ofensivas contra las patrullas
Las contradicciones de clase al fin habían estallado. Se trataba de un de la siniestra Guardia Somocista. Todo respondía a un plan. Todos
momento revolucionario ¡Al fin había llegado el día de la Redención! aquellos enfrentamientos mínimos, que se sucedían a diario en las es-
quinas de la ciudad, eran conocidos por la Comandancia. Le quitaban
Sólo un incómodo detalle les impedía completar su euforia. Era
las armas a la Guardia para alimentar las columnas guerrilleras y las
como una basurita en el ojo clarividente de la Revolución. Aquella masa
fuerzas urbanas que daban, cada día, un golpe seguro en el camino ha-
se había derramado por las calles y hecho estallar todos los límites del
cia la toma del poder. Pero nada de aquello era lo que habían visto hacía
orden, pero no tenían ninguna conducción. Ellos dos eran parte de una
unos escasos minutos.
vanguardia. O al menos eso lo creían, porque sabían qué pasaba, porque
tenían el concepto de la lucha de clases, de las leyes de la Historia, del Mujica apenas había visto un montón verdoso en medio de aquella
programa de luchas que el pueblo debía seguir. Pero las cosas no se aldea nicaragüense, recién destruida por la Contra. Ya había visto los
estaban dando de la manera prevista. Las masas no estaban marchando cadáveres, que el Ejército colocaba en filas para identificarlos y en-
ordenadamente por las calles llevando una inmensa tela con sus con- terrarlos después. Los Contra habían aniquilado alrededor de cuaren-
signas claramente expresadas, pintadas y cantadas. No marchaban al ta campesinos, mujeres y niños. Fusilados. Luego. Habían prendido
unísono, con un ritmo contagioso. Al contrario, corrían de un lado para fuego a las humildes viviendas de paja, madera, láminas de latón.
otro, en pequeños y caóticos grupos, de pronto en multitud, como reba- Después de una vuelta, ya mareado por el hedor a mortecina, Mujica
ños desbocados, con trayectorias azarosas como partículas gaseosas en le preguntó a uno de los jóvenes combatientes sandinistas qué era
un recipiente a toda temperatura. Se estaban enfrentando a la Guardia aquella pila de objetos verdosos en el centro de la aldea. “Son manos”,
Nacional y ésta, a todas luces, estaba realizando una horrible masacre dijo el muchacho. El vómito, incontrolable, le ensució la camisa y el
ahí, muy cerca, a una cuadra de donde ellos descansaban de su carrera pantalón.
alocada. Las masas habían salido a las calles solas, sin conducción, sin Ahora volvía a sentir aquella náusea. Adivinaba los montones de
programa. Y ellos, la vanguardia, estaban allí apoyados en un muro, en cuerpos que recogían con palas mecánicas los Guardias. Pero a dife-
un callejón, recobrando el aliento. Huyendo de las balas, salvando el rencia de Nicaragua, acá estas muertes parecían en vano. Los comba-
pellejo. Sin apenas respiración para explicar el suceso, mucho menos tientes sandinistas no se detuvieron mucho en aquella aldea arrasada.

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Siguieron camino hacia el norte, en persecución de los asesinos. Él tuvo –¿Está viendo la televisión? Préndala. En la capital también ocurrió.
que devolverse a la ciudad, a refugiarse un par de días en la acogedora ¿Los reporteros? No han llegado. Sólo González, el de deportes. Ya va.
residencia de colaborador internacional con la Revolución Sandinista. Llegó Vila –Y el Bulldog le hace señas a Armando para que se acerque
Mujica sintió por un momento la desconfianza hacia la historia. ¿Al- a su oficina.
guna vez este crimen sería castigado? ¿Lo recordarán las siguientes –¡La ciudad está enloquecida! No hay transporte. Hay una cola in-
generaciones como lo que fue? ¿O se olvidará como un momento de móvil en la autopista.
locura, el instante en que las fuerzas de orden dejaron hacer a un grupo
–Los malandros están saqueando en el centro, en la zona comercial.
de delincuentes malolientes por descuido?
Y es en todo el país, o por lo menos en las principales ciudades –le
Arciniegas tampoco sabía cómo conciliar la alegría por la gran in- explica Bulldog, y al teléfono–. Sí. Llamaré a Schemel y a los otros
surrección de la rabia y la aplastante evidencia de que ellos no tenían periódicos. La mantendré informada, señora Coromoto. Debes salir a
arte ni parte en aquel acontecimiento histórico. El “Estadista” había ver qué pasa. Chequea las fuentes, Vila.
desilusionado a la gente con las medidas que anunció, pero apenas un
–Bueno, puedo chequear las fuentes desde aquí, por teléfono, pero
día antes había escuchado a mucha gente diciendo que ya buscaría la
no voy a salir. Afuera está fea la cosa. No me voy a arriesgar a que me
manera de resolverle los problemas al pueblo. Y unas semanas antes,
peguen un pepazo. La televisión dice que la cosa está peligrosa. Le re-
había palpado la euforia de ese mismo pueblo cuando tomó la investi-
comiendan a la gente que no salga de su casa, ni a trabajar.
dura de presidente de la República. ¿Cómo puede la población cambiar
tan rápidamente? ¿Cómo el amor puede tornarse rabia y odio en escasos –Está bien; como tú quieras –el Bulldog hizo uno de sus conocidos
días? No podía menos que sentir vértigo. bufidos, pero no dijo más nada. No estalló con una pataleta. Más bien
parecía sereno. Marcó un número en el teléfono e inició otra conver-
¿Y la izquierda? ¿Dónde estaban los revolucionarios? Se reunían
sación. Con el jefe de la policía de la Gobernación. Vila se levantó y
religiosamente todos los sábados. Recibían informes de que un grupo
fue a su escritorio. Ya habían instalado las computadoras y les habían
de oficiales jóvenes estaban promoviendo unas “condiciones revolucio-
dado un curso. También la redacción había cambiado de aspecto. Ya
narias”. De la izquierda electoral no se esperaba nada. Habían caído en
no más las filas desordenadas de escritorios metálicos, sino pulcros cu-
el juego del poder y hasta repetían en su discurso los mimos motivos y
bículos de color crema. Decidió comenzar por el principio y llamó al
conceptos del propio “Estadista”. Ellos estaban allí escondidos, esca-
flaco Michelena. Ya Bulldog había chequeado la morgue, la policía y
pando de la matanza, recuperando el aliento.
los bomberos.
–¿Saqueos en el centro? ¿Y hay mucha gente? –Bulldog sostenía la –El Gobernador está esperando orientaciones del ministerio de rela-
bocina del teléfono con su mejilla, mientras golpeaba el teclado con sus ciones interiores –le informó Michelena–. Los desórdenes parece que
dedos índices. En eso, repicó el otro teléfono. Lo atendió. son nacionales.
–Sí, señora Coromoto: saqueos. En el centro y en varias zonas co- Son demasiado grandes, reflexionó Michelena. La movilización es
merciales de la ciudad. Son grupos de malandros ¡Espere un momento! verdaderamente masiva. Tienen el orden del caos. Una espontaneidad
que desafía las imaginaciones y delirios de los grupitos izquierdistas.
En la televisión, un reportero señala con la mano una escena inena-
Ninguno de esas pequeñas sectas subversivas tiene este poder de movi-
rrable. La calle llena de fragmentos de vidrio, cauchos y montones de
lización. Alguien le habría dicho (sí, el marico de Franco Robles) que
basura en llamas; las vidrieras de las tiendas destrozadas; no hay gente
es el efecto de la subida del pasaje. O del aumento de la gasolina. No
porque los soldados ocupan la calle; acaba de irse espantada una multi-
sé. Se espera que salga en cualquier momento por la televisión, el pre-
tud rugiente que se aleja corriendo en medio del humo.
sidente o el ministro. Uno de los dos.

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Franco Robles se había levantado con la sensación de que el aire era muchachos que todavía salen corriendo de los establecimientos con al-
una especie de gelatina transparente que se resistía a los movimientos gunos aparatos electrodomésticos aferrados entre los brazos. Uno de
de su cuerpo. Le ha costado un inusitado esfuerzo levantarse, cepillarse ellos le parece familiar. “Chamo, ¿qué pasó?”. Efectivamente es uno de
los dientes, hacer sus necesidades y seleccionar la ropa que usará hoy. sus alumnos allá en el liceo de la Valeria profunda, uno de esos demo-
“¿Estaré resfriado?”. Sus movimientos le parecen extremadamente len- nios que considera prospectos de delincuentes juveniles, si es que ya no
tos. Las puertas muy pesadas. Cuando sale a la calle, la sensación se lo son. Los jóvenes lo miran con temor y se escapan. El estudiante, que
agudiza. Hace un calor sofocante. Hay un olor a quemado que le irrita lleva tres licuadoras aferradas contra su pecho en un abrazo emociona-
la garganta. Una brisa caliente le trae unos ecos confusos, parecen unos do, opta por no escapar como lo hicieron los otros dos, y se atreve a res-
gritos, unos golpes, una agitación que no logra definir pero que se le an- ponderle: “Vinimos a llevarnos esto”. “¿Ustedes quebraron todas estas
toja siniestra. La pensión de Quintana es sólo una de las muchas casas vidrieras?”. “No, nosotros no. Todo el mundo. Todos al mismo tiempo”.
viejas que se alinean en serie de este lado del centro de la ciudad, son Hay un rumor que le llama la atención y en un segundo el adolescente
las que están pintadas de vivos colores como lo estableció la ordenanza sale tirado. Franco avanza una cuadra más. Distingue todavía grupos de
municipal aquella. En esta zona todavía las calles son estrechas y nun- dos, de tres o de cinco, que revisan en las tiendas, cuevas de extrañas
ca pasan vehículos. Los habitantes transeúntes tienen que caminar dos estalactitas de cristal, lo que pueda quedar.
cuadras hasta la parada del transporte colectivo. Le sorprende a Franco Franco decide regresar a la pensión. Los pensamientos se atropellan
que haya tan poca gente este día. Da los buenos días a dos niñas de por definirse. Escuchó ráfagas de disparos. Olió nuevamente ese inten-
liceo uniformadas, una señora de edad y un ciudadano de cara malhu- so olor a quemado. El muchacho también le dijo que habían pasado los
morada. Las camionetas de pasajeros se están tardando demasiado. De soldados disparando.
nuevo sopla una brisa con un extraño revoltijo de sonidos y olores. El
Al fin llegó donde Quintana. Se sienta en el sillón y prende la TV.
hombre malhumorado mira nervioso el reloj de su muñeca y murmulla
Están pasando a Tom y Jerry, el gato y el ratón que se maltratan uno al
reclamos. Las niñas deciden irse caminando. La señora suspira. Él no
otro en un despliegue de sadismo cómico. A los pocos minutos anun-
sabe qué hacer. Tiene clases en una hora en aquel liceo ubicado hacia el
cian un avance de noticias. La periodista habla de que ha habido sa-
final de la avenida principal, donde unos cuarenta demonios lo esperan
queos en la capital. Muestran unas imágenes: calles llenas de basura,
para sacarle de quicio. Imposible llegar a pie. No quiere tampoco hacer
vidrieras rotas, cauchos quemados, automóviles destrozados. Algo pa-
ese esfuerzo para su propia tortura. Se le ocurre que tal vez pueda tomar
recido y amplificado de lo que él mismo acaba de presenciar. La capital
un autobús si se interna en la zona comercial del centro, y echa a andar
parece arrasada por una guerra. Una certeza lo atrapa. “Es tu pesadilla,
en esa dirección.
Franco Alcides”. Va a la cocina y se sirve un vaso de agua. ¿Sale a la
A escasas tres cuadras se comienzan a notar las señales de que algo calle a ver el acontecimiento o se queda tranquilo, resguardado por la
extraordinario está ocurriendo. Prácticamente no hay circulación de tranquilidad de su refugio? “Debo confiar más en mis sueños y en mis
vehículos. Unos restos de cauchos quemados en el suelo vienen a su instintos”. Y su instinto le indica que mejor se queda allí, pendiente de
encuentro. De pronto se topa con la vidriera destrozada de un estableci- las noticias por la televisión. En la capital ya está el ejército desplegado
miento de electrodomésticos y una reguera de basura que atraviesa toda en las calles. “¿Matarán mucha gente?”. Es obvio. La prioridad es resta-
la calle. Sigue con la vista el amontonamiento de objetos heteróclitos, blecer el orden. “¿Estará ocurriendo igual aquí, en Valeria?”. Tal vez, lo
muertos, deshilachados, de derecha a izquierda, hasta que mira al otro mejor es prender la radio. Ésta se halla a un lado del televisor. Sintoniza
lado de la calle, donde otros cristales trizados lo impactan. Más allá hay la emisora informativa. “Se recomienda a los ciudadanos que se queden
humo. Otras tiendas abren de par en par sus bocas espantadas llenos tranquilos en su casa a menos que sea de extrema necesidad”. “¡Coño!
de afilados colmillos traslúcidos destrozados. Franco descubre algunos ¡La cosa es grave!”. Minutos después el locutor informa que efectiva-

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mente la Guardia Nacional se encuentra en las calles “restableciendo el habían sido expresadas con tanta exactitud como cuando hablaba aquel
orden”. Las preguntas se le agolpan en la cabeza: ¿entonces, el fenó- elegido. Suspiraban por sus dones, sus caricias, su palabra amable, su
meno es nacional? ¿En cuántas, en cuáles ciudades se están registrando abrazo de grande hombre. Su veneración hacia aquel líder lindaba con
los saqueos? ¿Se trata de algo masivo o son sólo grupos de malandros, la adoración al dios. Era el Padre de todos. El hombre de la casa que
como dicen los locutores? nunca habían visto, que los había abandonado una vez y ahora aparecía
Luego se dejó bañar por una tibia satisfacción consigo mismo. Lo encumbrado en el Olimpo del Poder como el Mesías prometido. Su
había soñado. Le constaba de sobra que el inconsciente registra y or- abandono inicial sólo había sido un breve paréntesis mientras escalaba
ganiza pistas de la realidad que la vigilia muchas veces pasa por alto. hasta las magnificencias de la presidencia de la República. Había vuelto
Pero no sólo habían sido vagos presentimientos. Él lo había advertido y los conocía a todos y cada uno hasta en los más ocultos detalles. A él
claramente, mucho antes de que ocurriera. Y es más: se lo había dicho pertenecían sus pensamientos. Él curaría sus heridas, saciaría su ham-
en informes a su jefe Michelena. “¡Estúpidos políticos! ¡Qué ceguera bre y su sed. Pero no; lo que habían recibido de él no era otra cosa que
tan grande!”. Todos aquellos monstruos de la rabia y el resentimiento un garrotazo. Un castigo incomprensible, terriblemente injusto, asesta-
habían venido proliferando y creciendo en las profundidades de la vida do precisamente por hacer lo que él les había pedido hacer: su voto. Los
cotidiana del pueblo, debajo de la delgada superficie de país próspero, había abandonado de nuevo. Y esta vez el abandono había sido mucho
de derroches en las bodas de las niñas ricas, en los automóviles último más doloroso, actual, profundo. El dolor fue insoportable. Como una
modelo. Cada decepción agregaba otro cuanto de energía explosiva. honda quemadura. Una burlona traición. La fractura del hueso. El do-
Cada frustración se transmutaba en un cada vez más intenso resplandor lor se duplicaba, se elevaba a su potencia cósmica: él se burló de su
negro. La tensión crecía insoportablemente entre los extremos. Entre esperanza, de su tonta confianza, de su cariño. Los había abandonado
las urbanizaciones cercadas de alambrado protector electrificado y los de nuevo, esta vez muerto de la risa, compartiendo su chiste con sus
barrios de precarias viviendas. La metáfora de los explosivos era de- amigos poderosos, igual de desgraciados.
masiado obvia. El “Estadista” y su Partido, pero también la oposición
demócrata cristiana, la izquierda, la Iglesia, los militares, los empresa- Desde hace tiempo que el Bulldog elabora la teoría de por qué se
rios, todo el mundo, o mejor, todos los que dominan, se habían creído jodió este país: se dedicaba a exponérselo a todo el que se le acercaba en
que el trago de medicina amarga sólo ocasionaría un pliegue en la na- la redacción del periódico o cuando compartía con sus jefes. Junto a las
riz. Todos ellos se habían rodeado de una membrana, se habían metido queridas fotos que ilustraban su brillante carrera o, mejor, apostolado
en una gruesa campana provista de un fresco clima artificial, que no del periodismo, Bulldog ofrecía aquella conferencia para la cual exigía
les permitió percatarse del aumento de la temperatura, del punto de la una atención absoluta. El desorden, la tendencia a hacer las cosas mal,
ebullición. la temeridad suicida, el despilfarro de las pasiones, la improvisación,
la impuntualidad, la chapucería en todos los campos, todos esos rasgos
Es posible que él, como indiferente testigo, sin intereses políticos,
de imperfección que nos caracteriza como pueblo, se debían a un acon-
un simple sobreviviente, hubiera desarrollado, precisamente por ese
tecimiento histórico primordial, un signo profundamente impreso en
desapego, una sensibilidad más aguda que le permitía escuchar cómo se
nuestros genes, que desde siempre nos obligaba a repetirnos sin cesar,
tensaba la cuerda desesperada. Tal vez fue una interpretación apasiona-
cada cierto tiempo, el ciclo fatal de nuestro destino. Una y otra vez, los
da de sus encuestas. O simplemente la imaginación literaria. Se trataba
esclavos arrancados de sus tierras y de su cultura, con los nervios ani-
del magma incandescente de la ira. Era el resentimiento en estado puro.
quilados, llenos de resentimiento y odio, sin puntos cardinales, adolo-
Habían esperado del “Estadista” justo lo que él les había ofrecido: el
ridos, maltratados, sin ningún sentido de la existencia que no fuera du-
cuidado de un Padre diligente, cariñoso, que los protegería de noche
rar el mismo instante que transcurría y destruir todo aquello que le era
y de día, que les daría mayores grados de bienestar. Nunca sus ansias

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extraño, pero que ahora los constituía a sí mismos, volvían una y otra Por eso cuando ahora veía que el Ministro de Relaciones Interiores
vez a rebelarse. Y era una rebelión sin sentido. Puramente destructiva. se había cortado en plena cadena televisiva con un silencio embarazoso
Una gritería, un incendio, un saqueo, una violación. Eso era todo. Una que no podía ocasionar sino un gran desasosiego, si no terror, en los te-
gran potencia negativa precisamente porque era impotente. No tenía levidentes, incapaz de hilvanar un discurso coherente ante las cámaras,
ninguna posibilidad de sustituir o de construir algo alternativo, porque Bulldog sentía con satisfacción que sus conclusiones acerca del país se
ya les habían matado adentro todo aquello que hace humano al huma- confirmaban una vez más: “¡Nos jodimos!”. No había salida. Sólo una
no. Esa fuerza puramente negativa sólo podía realizarse en la muerte, fuerza decidida, arrogante, total, podía someter a aquellos negros rebel-
en la destrucción, en el reventarse de una vidriera, en el asesinato, en des. Pero era inútil. El mal ya estaba hecho. No habían matado la Bestia.
la violencia contra todo lo que se levanta, contra todo lo que se eleva. Al contrario, ésta había aniquilado a los mantuanos, a los negociantes, a
Acabaron con los mantuanos, con la burguesía naciente, con quienes los hacendados, a los ricos, a la burguesía. Nuestra población no pudo
sabían leer y escribir. ser disciplinada. Nunca lo será. Sólo le queda este destino reiterativo
En Europa y en Estados Unidos había sido diferente. Durante siglos, de levantamientos y aplastamientos sucesivos, repetidos, sangrientos,
los dominantes sometieron a los campesinos, también desterrados de su bestiales, absolutos. No pudieron disciplinarnos los gendarmes necesa-
propio suelo, como aquel gigante que estranguló Hércules sostenido en rios. Y no pudieron porque su orden criminal se basaba, no en las leyes,
el aire porque el contacto con la tierra le daba poderes extraordinarios, sino en la arbitrariedad, en la gana irracional, el apetito sin medida, la
encerrados en fábricas que parecían conventos, donde un detallado re- reacción sin concierto. Eran la misma fuerza animal, irrefrenable, des-
glamento establecía la acción, la oración, la tarea, la postura corporal, tructiva, puramente negativa, que se proponía reprimir. Eran su reflejo
que correspondía a cada minuto. Los metieron todavía pequeños, de en el espejo, su imagen invertida. No había habido manera de someter
siete años, de nueve, de diez, en las minas de carbón que conducían esta barbarie, esta violencia, sino con más barbarie y violencia. Era la
al Hades adonde no entraba un solo rayo de luz, donde no podía verse Bestia contra la Bestia. Y de ese enfrentamiento sólo la Bestia vencía
ni siquiera el reflejo del exterior resplandeciente. Los torturaban para irremediablemente. Este era nuestro destino.
educar sus cuerpos en el evitamiento del dolor. Cada retraso mínimo “¡Este país se jodió!”, concluyó delante de Vila, con el auricular en
ocasionaba un desgarramiento, una quemadura, una paliza. Eso había la oreja. Coromoto Bárcenas, del otro lado del hilo telefónico, había
ahorcado toda rebelión, todo caos. Los había constreñido para cumplir visto la misma escena del ministro tartamudo. Confirmó: “Sí: este país
horarios, seguir las señales de tránsito, obedecer al pie de la letra las se jodió”.
instrucciones de uso de las máquinas. Sólo después, mucho después,
cuando aquella población de bestias amaestradas por el sufrimiento fí- La periodista relacionaba los titulares entre sí y fundamentaba un
sico habían internalizado todo aquel horror, fue cuando les enseñaron análisis político bastante acertado, para su gusto. Michelena escuchó
a hablar, a leer y a escribir. Y cuando ensayaban la maldición de su mi- cómo las diferentes declaraciones y acciones de los parlamentarios, mi-
seria, no podían evitar utilizar aquel idioma, aquel lenguaje, que había nistros, jefes de Partido y hasta jerarcas de la iglesia y dirigentes gre-
entrado con tanta sangre. Y sus maldiciones sólo pudieron ser articu- miales y empresariales, dibujaban, una tras otra, como puntos en una lí-
ladas con las palabras del amo. Sólo entonces se les permitía formular nea, un horizonte bastante controvertido. En el país no había paz desde
algunas demandas, pero ellas ya estaban previstas. Ya correspondían a la explosión social de unos meses atrás. Ya eran muchas, y de creciente
una nueva fase de civilización. La Bestia al fin había muerto. Nosotros, relevancia, las voces que exigían la renuncia del presidente de la Repú-
no. Aquí y ahora, la Bestia vive, y quebranta los vidrios, quema auto- blica. La popularidad del “Estadista” en las encuestas había menguado
móviles y cauchos, llena de basura las calles, lleva en hombros cargas a la tercera parte. La situación económica no mejoraba. Se había vuelto
estrambóticas. al expediente del control de precios, pero ahora se generalizaban las

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quejas por el desabastecimiento de productos básicos en los mercados. democracia era mejor dirimir los conflictos por la vía de los tribunales
Había surgido un grupo de viejos intelectuales, vacas sagradas de las y los debates públicos, pero que quizás “había algunos” que ya esta-
universidades y las academias, que pontificaban acerca de “la quiebra ban “perdiendo la paciencia” y “ensayando nuevos caminos peligro-
moral del país”. Describían una nación donde nadie quería trabajar, sino sos” para “darle respuesta a las exigencias de toda la ciudadanía de un
saquear, cada quien a su manera. Porque si la gente pobre simplemente gobierno más sensible a los problemas sociales y a la dignidad misma
iba a los sectores comerciales de las ciudades, reventaba las vidrieras y de la nación”.
cargaba con lo que podía, a pie, en motocicleta o en bicicleta, los pode- En palabras floridas, era evidente que Fuentes aludía a las conspira-
rosos burócratas se hacían de fortunas que expoliaban directamente de ciones de las que daban cuenta los rumores. Aquello le daba más humo
las arcas nacionales. Abundaban los sobornos. El Poder Judicial era una a la atmósfera. Contaminaba todavía más los ánimos. El Gobernador
inmensa y oxidada maquinaria que no se movía sino con el aceite de hace poco se refirió a ello. Los Nébula nunca habían simpatizado con
millones y millones de dólares, que terminaban en cuentas particulares el “Estadista”. Éste había apoyado en su momento a Hassan. No los
de los paraísos fiscales del mundo. Había muchas maneras de saquear. atendía con la debida diligencia cuando pretendían plantearle alguna
Una, entre otras, era no cumplir con las responsabilidades, hacer las cosa. Prefería canalizar sus asuntos con el Partido, a través de aquellos
cosas de mala manera, obstaculizar las gestiones, engañar a los elec- dirigentes que, precisamente, estaban más lejos de Humberto Nébula.
tores, no estudiar, y así. Las declaraciones de los “ancianos sabios” se Había cambiado mucho desde aquellos tiempos de combate al comu-
perdían en señalamientos generales y de índole moral. Michelena com- nismo. Ahora le gustaba consultar con sus amigos millonarios, los mis-
partía esta apreciación de Melisa. Las denuncias llovían, pero no había mos ejecutivos que constituyeron la base social y política de Hassan,
ninguna demanda precisa. Lo que se estaba creando era un ambiente y que ahora promovían en la radio a un rico comerciante importador,
enrarecido, una especie de noche donde todos los gatos son pardos, el tal Cruz Alzada, que siempre había sido un gris parlamentario so-
como dicta el lugar común. cialcristiano. Al menos, no tiene nada que ver con el Mocho Hermo-
En un ambiente así, es lógico que proliferen los rumores. Entre los so, pensó Michelena. Era posible que esa distancia hecha de silencios,
periodistas se decía que algunos empresarios se reunían y conspiraban de evitamiento de miradas y oportunidades de encuentros, se debiera
con algunos altos jerarcas militares. El descontento con el “Estadista” a algunas circunstancias previas a la selección del “Estadista” como
se había intensificado. La irritación comenzó, no por la represión a los candidato presidencial. Efectivamente, había habido un momento en
saqueos, que a todos les pareció “natural”. Había que restaurar el orden que el propio Humberto Nébula había sido mencionado como posible
a cualquier precio. Lo que no les gustó a los empresarios fue que el rival del “Estadista” para representar al Partido Socialdemócrata en las
presidente, llevado seguramente por su larga historia “populista”, se elecciones presidenciales. Pero había sido tan solo la ocurrencia risueña
hubiese puesto a hablar de que los desórdenes respondían a las grandes de uno de los dirigentes sindicales del oriente del país. De inmediato,
desigualdades, a la soberbia de los poderosos y que esa locura destruc- en la Dirección Nacional, aparecieron los informes de varias encuestas,
tiva era una “guerra de pobres contra ricos”. Esto les sonaba mucho a donde la popularidad del “Estadista” se evidenciaba sin discusión. El
marxismo. “globito de ensayo” no cogió altura. Aun así, había abierto una posi-
bilidad. A veces basta con una palabra para fundar nuevas realidades.
Melisa Fuentes estaba haciendo el comentario de cierre de su lectura Ahora era claro que lo que causó fue desconfianza.
de los titulares. Michelena escuchó con atención, porque la línea de sus
pensamientos coincidía magníficamente con lo que decía la periodista.
Ella se refería a una “atmósfera contaminada por rumores”. Hablaba
de “un ácido que estaba corroyendo las instituciones mismas”. Que en

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CAPÍTULO X

Los Rayos Azules

Los ojos de Antonieta subrayan con un par de ardientes rayos azules


sus afirmaciones y sus órdenes. Los poderes de esos relámpagos color
cielo los conocen sus hijos sobre todo. Pero también sus nueras que
tiemblan cuando esa llama azul se enciende, aunque de esos labios del-
gados no salga una sola palabra. Ninguno le sostiene la mirada. César
a veces aguanta un segundo más, pero al final humilla los ojos. Cuando
dijo, suave pero terminantemente: “Tú ganarás, César”, cerrando esa
reunión con los colaboradores más cercanos del Partido y del gobier-
no, ninguno habría sabido establecer hasta qué punto se trataba de una
constatación o de una orden sin escapatoria. Es posible que también
estuviera implícita una amenaza. Algo así como: “¡Ay de ti si pierdes,
César!”. Todos, menos César, optaron por mirar al suelo.
No le conocía esa mirada devastadora a Antonieta; por lo menos
a la Antonieta que aprecié tanto mientras estuve vivo. Siempre la vi
como una esposa solícita y silenciosa en aquella época, cuando no era
más que una joven dama de la alta sociedad de Valeria, paseando con
orgullo por la plaza Bolívar rumbo a la catedral su panza hinchada con
el nuevo heredero del poder Nébula. Una parte de mí felicitaba a mi
primo por haberse quedado con ella, sabiendo incluso que sus pasiones
andaban por otro lado, dirigidas a María Eugenia, por supuesto. En
eso el texto de Vila tiene razón: una parte de mí envidiaba al Cojo; le
envidiaba su éxito en los negocios, en la política y hasta en su vida per-
sonal. Su simpleza. La simplicidad cuando es santa, mata; cuando no
lo es, también. Pero la vida del Cojo florecía en negocios, posiciones
políticas, prestigio e hijos. Yo ya me había complicado demasiado con
la literatura y esta ambición de inmortalidad que no sacian ni los hijos
ni los árboles sembrados, que termina siendo una maldición cuando
nos embarcamos en la imposible tarea de escribir. Le envidiaba la sim-
plicidad de la vida a Humberto; pero por otra parte la despreciaba, me
burlaba de ella. No habría podido soportar algo así: unos negocios, una
carrera política, una imagen respetable, la rígida pose sostenida de ser
el adalid de la ciudad industrial del país.

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Pero me refería a la mirada imperiosa de Antonieta, la matrona de Ya lo han analizado los comentaristas de la ciudad y del país. Mi-
los Nébula, la verdadera jefa del clan. Esos rayos azules habrían sacu- chelena, Melisa, Franco Robles, Mujica y demás, han vuelto y revuel-
dido a sus hijos cuando los instruyó acerca de las reglas de la “Omer- to sobre el tema. Después de aquella explosión social, los académicos
tá”, y los obligó a hacer aquel juramento de unidad y solidaridad en el habían logrado sembrar en el discurso de los políticos la palabrita esa:
desarrollo de una estrategia de poder a tres piezas. Antes, cuando salía “ingobernabilidad”. Dicho brevemente, se trata de que los que mandan
al patio de la finca con Suárez a contemplar las constelaciones, sus ojos no logran dar respuesta a todas las demandas y exigencias de los gober-
tan sólo se llenaban de estrellas que parecían hechos de fragmentos de nados. Estos terminan enfureciéndose. Pero aquí hay un pequeño mal-
aquel sol feliz de los campos. Tal vez ese fulgor quemante y helado entendido. Los gobernados se dejan llevar por la ira porque los que los
apareció por primera vez cuando reconvenía al Cojo que tenía que ser gobiernan no gobiernan completo. Es decir, el disgusto es debido a una
más decidido en el proceso interno del Partido. Algo de ese brillo, pero falta de poder, no a su exceso. Es porque hay poco gobierno, no dema-
más bien cálido y feliz, resaltó cuando se enteró de que habían vuelto siado. El gobierno, piden, debe meterse en todo, controlar todo eso que
los exiliados. Aquí hubo una espera sin cierre. Algo pendiente que ter- está haciendo insoportable la vida cotidiana: los precios, la inseguridad,
minó por pudrirse. la delincuencia, los abusos, la corrupción. Lo que se quiere es que el
Durante la reunión se había revisado meticulosamente la maquinaria poder cierre la mano y estrangule firmemente, con su puño formidable,
partidaria, se hizo un balance del gobierno regional, de las fortalezas y todo el desorden irritante, todos los abusos y desconsideraciones.
debilidades de la oposición, dentro y fuera del Partido. Se pasó revista Por eso el congreso acaba de aprobar una reforma por la cual los
a los enemigos. Habían efectivamente proliferado, pero se guardaban gobernadores serán electos, por comicios directos, en cada región. Ya
muchas reservas entre ellos mismos. Eso los paralizaba. Este Cruz Al- no serán designados por el presidente. El gran argumento de los acadé-
zada, que había salido de una conspiración, cuyo desarrollo conocían al micos es que así las autoridades estarán más cerca de los problemas de
detalle César y sus colaboradores, un complot ordinario entre algunos la gente. ¡Por favor! ¿Se percata el lector del gran malentendido? Si lo
empresarios, la gente de Cazorla y Acevedo, el resto de las fuerzas de que se quiere es más bien que el gran jefe de todo, o sea, el mismísimo
Hassan animadas por el apoyo de el “Estadista”, algunos miembros de presidente, sea quien esté más cerca. Poner a un tipo, que encima sea
medios de comunicación (los Bárcenas, por ejemplo); ese ricachón me- electo en votaciones, en el gobierno regional, aleja los problemas del
tido a diputado socialcristiano, que quería presentarse como un magní- máximo mandante; crea más alcabalas entre los sufrimientos del común
fico padre de familia, conservador, católico, apostólico y romano, pero y el Supremo. Eso hará, además, que mande menos, que su poder se
a la vez capaz de ensuciarse los zapatos caminando por los caminos reduzca, que termine impotente, y se trata más bien de darle más poder
de barro de las zonas populares, no representaba ningún peligro. Los para resolver las cosas. Si eso lo entiendo yo, el fantasma de un poeta,
mismos socialcristianos lo despreciaban. Muchos de ellos se acercaban que está aquí en este mundo penando por unos verbos mal conjugados
a César y a Lucio (por cierto, ¿dónde está? Debiera estar en la reunión) y una sintaxis pésimamente construida ¡cómo no lo entienden estos se-
a burlarse abiertamente de su propio candidato. Era demasiado rubio, ñores tan cultos en cosas de política ellos!
demasiado fino, como para enviar un mensaje creíble a los habitantes Pero el rayo azul ya fue disparado. El primer objetivo es reventar
de esos barrios miserables, donde el hombre de los zapatos sucios evi- cualquier intento de los enemigos en el Partido de levantar cualquier
denciaba su asco delante de la mismísima señora gorda y negra, con su otra candidatura. Eso se logra fácilmente. Hay que golpear los últimos
rancho lleno de muchachas y muchachos amontonados en un hediondo reductos de Hassan y Cazorla en la Universidad, en algunos gremios
hacinamiento que le provocaba al candidato una arruga involuntaria profesionales como los ingenieros y los economistas, en uno que otro
en la nariz; si no, un acceso de estornudos o la arcada de un vómito sindicato. Una adecuada labor disuasiva entre los empresarios. Todo se
inminente. hace fácilmente y no es necesario entrar en tantos detalles.

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Anotación en la bitácora: Importancia de criterios para escoger Ya eran las 7 y media de la mañana y Juancito no salía al baño. La
colaboradores: lealtad, capacidad, compromiso de nuevo. Hay que señora María le tocó la puerta. Él gustaba de encerrarse en su cuarto,
probarlos. Medir las pruebas. Una por vez. No arriesgar demasiado. donde el televisor era su único entretenimiento. Al fin se decidió y abrió
Confiar en los instintos: fifty-fifty. Ni muy muy, ni tan tán. la puerta. El muchacho parecía dormir plácidamente. María entró, sus-
piró y se sentó en el borde de la cama. Le acarició los cabellos. Todo
La señora María tenía un raro presentimiento esa mañana mientras muy lento. Habría preferido descubrirlo masturbándose como otras ve-
se dirigía a lavar el baño de Juancito. Claro: no podía saber que él mo- ces. El infarto le había conseguido dormido. De su inmensa lengua pen-
riría ese día. Sentía un desasosiego raro que atribuyó a los hechos de la día un hilillo que ya hacía una creciente mancha húmeda en la sábana.
calle. Al día siguiente serían las elecciones de gobernadores, ya había
culminado la tensa campaña electoral que hasta unos muertos había –¡Hola, Maguila!
ocasionado como decía la gente en todos lados. Ella no era política. Eso –¡Hola, mi amor! ¡Siempre tan bella como siempre! ¡Ay, Melisa!,
no lo entendía, además era como feo, violento, cochino. Lo más cercano ¿por qué nunca me paraste ni un milímetro?
a la política que había en su vida había sido este contratico por el cual
–Ya deja el fastidio, mi Negro. Dime, ¿viste los centros de votación
cuidaba este pobre muchacho con síndrome de Down, que se levantaba
del Sur?
todos los días temprano a cuidar los automóviles que se estacionaban
en el rectorado de la Universidad y a gritar alegremente cuanta grosería –Pasé por la Técnica. Tomé unas fotos en el liceo “Héctor Lucena”.
se le ocurría. Aunque su primera reacción al enterarse de quién era en También en el “Freddy Bello” y el “Orlando Zabaleta”. Todo normal.
realidad este joven, fue de indignación con los poderosos, en especial Comenzaron los escrutinios. ¿Y por aquí?
con su madre, terminó entendiendo que había sido una sabia solución. –Comenzaron hace más de media hora…
A pesar de su “defecto”, Juancito se sentía bien, hasta se podría decir –¿Y la tendencia?
que feliz, haciendo lo que le ponían a hacer. Eso sí: era muy procaz.
De cada cuatro palabras que decía, tres eran groserías. “Lávate la boca, –Mira, son diferentes. Pero en la mayoría, Cruz Alzada se está sepa-
muchacho”, le reprendía cariñosamente la gente que le conocía en el es- rando de Nébula.
tacionamiento de la Universidad. Y soltaba otra sarta de obscenidades. –En el Sur, también.
En su camino hacia la avenida donde está el rectorado de la Universi-
dad, a un costado del cual vivía Juancito en un pequeño anexo, la señora –Aquí tengo los últimos datos.
María miraba las calles llenas de afiches y basura. Para llegar antes del –Vamos, Hermoso, no te hagas el interesante. Dime, ¿cómo va?
horario de trabajo del muchacho, tenía que salir muy temprano de su casa, Hermoso suspiró.
cuando aún estaba oscuro. Debía llegar un poco antes de que se levantara
–El amigo Cruz Alzada será el próximo gobernador.
Juancito. Había que saludarlo al despertar, regalarle una sonrisa, darle un
beso, dejarse besar aunque le llenara a uno toda la cara de baba, aceptar Cazorla pegó un grito. Acevedo y Manuel Bárcenas entendieron la
sus procacidades. Él contestaba con su sonrisa desbordada por aquella seña y lo secundaron. Todos levantaron el vaso de whisky.
lengua voluminosa. A la señora María se le aguaban los ojos cuando se
imaginaba la mirada rasgada del muchacho. Ayudarlo, darle su cepillo de La Junta Electoral de Baracoa se encuentra al inicio de una de esas
dientes, recordarle las tareas de su aseo personal. Pendiente de sus nece- pronunciadas subidas que van a dar a la vértebra mayor de la cordillera
sidades fisiológicas. Había terminado por encariñarse con el muchacho, en miniatura que le da a Valeria ese aspecto de lagartija gigante, apre-
que ya no lo era tanto. Aunque para ella seguía teniendo unos 6 años. ciable desde muy alto, en el aire. Es una construcción más bien peque-

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ña, de tres pisos. Para acceder a la oficina principal, hay que atravesar Adentro un nervioso Alexis Fleury, presidente de la Junta Electoral,
una plataforma con un balcón desde el cual se puede apreciar toda la rodeado por un flemático Cazorla y otros personajes de sonrisa giocon-
calle de acceso. Por la altura, modesta después de todo, se domina hasta desca, ya había anunciado los resultados. Las actas habían sido envia-
dos o tres cuadras hacia allá, hacia lo que viene a ser el sur de la ciudad. das de inmediato a la capital.
Allí, en el filo de un balcón, se paró el flaco Rafael con su cámara. Lo Al fin las escalinatas que dan al segundo piso de la Junta Electoral se
habían reenganchado en “Al día” en uno de esos movimientos incom- vieron inundadas por la gente de Nébula. Los escasos soldados que res-
prensibles y caprichosos del Bulldog, los cuales hay que aceptar más guardaban las instalaciones tuvieron que replegarse para evitar un en-
que intentar explicarlos. En realidad, Rafael entendía que tal vez Muji- frentamiento. Los gritos de “Fraude” retumbaron en todas las paredes.
ca tenía razón. Ahora los Bárcenas habían apostado a Cruz Alzada para Los socialdemócratas golpeaban las puertas, las ventanas y los muros.
estas elecciones a gobernador, y eso implicaba replantearse el personal, Por momentos el ruido se hizo ensordecedor. Rafael intentó penetrar en
recuperar ciertas habilidades y mañas que dan el roce con las fuentes. vano hasta la oficina principal, donde Nébula se había encerrado con
Por lo demás, al flaco Rafael le encantaba volver al reporterismo. Sentía los funcionarios electorales y algunos jefes políticos de su partido y de
que esa era su única y definitiva vocación. los socialcristianos. De pronto vio cómo Maguila había trepado por las
salientes de uno de los muros del edificio, hasta llegar a una posición
Anotación en la bitácora: es mejor pagar regularmente las palan- privilegiada para tomar una foto espectacular: el gentío gritando, gi-
gres. Hacer eso con el Negro Pancho y otros colaboradores cercanos. miendo, aullando, mientras César Nébula salía de la reunión con la cara
La política con las pautas publicitarias será la siguiente: siempre dar desencajada para ordenarle a su gente que se retirara, que volviera a la
a entender de que en cualquier momento se perderán. Poner peros. calle adyacente, que se calmara y dejara de gritar y hacer ruido. Esa fue
Mantener informantes dentro de las empresas. la foto de primera plana de “Novedades”. Maguila le había asestado un
tubazo a Rafael. Una hora después bajó otra orden.
Parado allí, haciendo equilibrios en lo alto del balcón, vio cómo una
Aumentaron los efectivos militares. Hubo empujones y hasta algu-
multitud se aproximaba a la Junta Electoral. El bullicio crecía rápida-
nos uniformados apuntaron a la multitud. Allí aprovechó el flaco Rafael
mente. Se aprestó a disparar. Con el zoom logró enfocar a César Nébu-
para vengarse de Maguila. Buena gráfica: un soldado, entre asustado y
la, avanzando muy serio como un grano más en medio de aquella arena
decidido a cumplir sus órdenes, y unos militantes, con los ojos irritados
vociferante.
y las bocas torcidas en un grito doloroso, se miran fijamente, en peligro-
so desafío, midiéndose mutuamente el miedo y la rabia. Primera plana
Anotación en la bitácora: Reglas mnemotécnicas para tener presen- de “Al día”. Aunque también merecía esa posición la foto donde César
tes los favores personales. Observar bien la cara. Fijar algún detalle Nébula al fin reconoce su derrota, unas horas después, con el teléfono
facial con el nombre y caso. Clasificar según sexo, edad aproximada. en la mano como si de un revólver se tratara. Los cristales de los lentes
Categorías sugeridas: vivienda, empleo, medicamentos, hospitaliza- están empañados. Sus labios delgados lucen apretados. Sus facciones
ción, servicios funerarios, simplemente dinero. Pendiente con recomen- dibujan una máscara de rara serenidad. Alrededor, no sé cómo, en torno
dados de Bracamonte y los concejales. Consultar trayectoria de los a su figura hay una especie de aura brillante de ira que hiere a los parti-
más prominentes. Nada con la gente de Calixto y el Pollo Viejo Hassan. darios que parecen saltar ante una inesperada quemadura.
No se entendía al principio muy bien qué era lo que impulsaba aque- ¿Qué esperan de mí, de la madre amantísima? Murió Juancito. Ha-
lla masa que invadía sin prisa pero sin pausa todas las calles aledañas. bía durado demasiado. Yo esperaba su muerte. Los que tienen el sín-
Ya, ya se escucha. Dicen: ¡Fraude! ¡Fraude! drome no viven tantos años. Dios muy pronto debía corregir ese error.

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Lo único que le habría pedido a Dios es que no enmendara de esta comprar una mansión con los reales que se robó. El secretario de la cá-
manera su renglón, su desliz ortográfico, su verbo mal conjugado, al mara, Alfredo Contreras, tal vez el más inteligente del grupo, pero tam-
mismo tiempo de esta derrota, cuando los planes de su hermano más bién el más problemático. Maneja el reglamento de tal manera que los
brillante, César, se han visto frustrados. Juancito muerto subraya el otros estúpidos no dan un paso sin consultarle. El temor los mueve. Son
desasosiego, en vez de constituir un alivio. De nuevo, ese Dios inson- perros apaleados. Con la cola entre las piernas. Agachan la cabeza.
dable, caprichoso, cruel, indiferente a nuestros rezos. Me obliga a rea- Sumisos, zalameros. Han conseguido cargos, posiciones, me deben fa-
lizar este velorio justo ahora, cuando perdimos las elecciones, y todo vores. También llegaron los socialcristianos. La factura es grande para
adquiere un doble sentido. Es un Sarcasmo Divino. Es como si quisiera ellos. El soberbio Sergio Welch, Ignacio Quezada con su tartamudez,
decir: “Antonieta, el muerto no es Juancito; es César”. Y este velorio Alfonzo Linarez, el yerno de la alcaldesa, siempre tan servicial a mis
se convierte en el de mi plan político. “Juancito no ha muerto; sino tus llamadas. ¡Adulante! Ahí viene tambaleándose en su eterna borrachera
planes”, me dice Dios. el magnífico rector de nuestra universidad, Edmundo Cabañas. Aunque
Ahora vienen a velarme. Como perros hambrientos. Por eso han le estoy muy agradecida por el cuidado que tuvo con Juancito. Siempre
venido todos los zamuros de esta ciudad falaz. Aparecen como hienas estuvo pendiente de su comida y hasta le dio un uniforme de vigilante
ante los despojos que despreciaron las bestias o como canes en el basu- para darle un poquito de dignidad. Y el obispo Arnaldo Guevara, de
rero, husmeando comidas descompuestas. Se muestran ante mí. Quie- quien sabemos su gusto por los jovencitos. Está hasta esa señora, la del
ren que los vea. El flaco Michelena, con su inevitable traje negro, sus Ateneo. Siempre se me olvida el nombre, a mí, que recuerdo el nombre
rasgos angulosos, rectos, como trazados con regla; Iris Camargo, tan y la historia de la familia de cualquiera hasta por tres generaciones.
vulgar, pobrecita, se me sienta al lado y me toma la mano; Mauricio ¡Ah, sí! Doña Santita Chaumer, tan anciana, tan bonita, tan intrigante.
Bonanno, muy compungido, llegó con la madre; vino Ulises Figueres y Y los ancianitos de la Sociedad de Amigos de Valeria, cuyos nombres
los demás miembros del gabinete regional que desfilan ante mí sin po- felizmente me esfuerzo por olvidar para hacerlos cada vez más insig-
der mirarme a los ojos porque ellos no los miran sino que los atravie- nificantes. La bola negra ya no rueda. Son unos cadáveres andantes.
san. Aquí ya están los miembros de la dirección regional del Partido: César está en la puerta. Acaba de llegar y soporta los abrazos de
Rutilio Hernández, María Sigala, Vásquez Carrizo, Oronoz, Diva Fre- todas estas ratas que no sé qué hacen aquí, si ya la nave se hundió. Re-
ites, Luis Márquez. Los conozco. Le sé la maña a cada uno. Son unas paso algunas caras. Michelena ha sido leal con César, pero dejó pasar
bestias pérfidas. Como ese Calixto Vegas, pusilánime como él solo. Ahí demasiadas cosas que otro en su cargo hubiese resuelto fácil y efectiva-
está la ridícula alcaldesa, la doctora Ángela de Montero. ¿Cómo se- mente. Bastaba con echar unos susticos. Castigar a tiempo y sin tantas
rán de mediocres los demás concejales que ella resultó ser la mejor vueltas. Hacer rebotar cabezas en los postes. Una ráfaga de ametra-
de todos y ha repetido en el cargo varios años? Al principio, al menos lladora. Cosas elementales. Adelaida, la nieta del “cabo” Reyes, su
se preocupó por recoger la basura de la ciudad. A medida que avanzó mujer, lo anula. Le agarra la mano compulsivamente, como aferrada a
su gestión, dejó de hacerlo y fue dejándose llevar por los negocios de un salvavidas. Me mira medrosa. Ella se cree heredera de alguna pizca
sus colegas. Éstos, que al principio la odiaban, hoy la adoran. Aquí de la habilidad de su abuelo. Pero es una bruta, una mujercita histé-
están ellos también. Se acercan doblando el espinazo, simulando las rica. Sé muy bien que le criticó al marido su lealtad para con mi hijo.
lágrimas. No dudo de que le tuvieran afecto al pequeño Juancito. Los El flaco no se dejó influir entonces, pero no sé qué le pasó después que
concejales: el pillo Granadillo, que le compraba chocolates a Juancito, obtuvo el cargo de Secretario, que Michelena la dejó invadir su terri-
Carlos Pedroza, Francisco Polo, que una vez, durante un campeonato torio. Le tiene miedo. Por estar pendiente de los ataques de celos de su
nacional, le regaló a Juancito un uniforme de jugador de béisbol, Jesús mujercita, se le pasaron por alto demasiadas cosas. Nunca se justificó
Aguilar, Cecilio Negrete, el ex alcalde Sergio Avellaneda, que acaba de tanto cuidado con los Bárcenas y el tal Vila, ese marico. Yo se lo dije

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a César, y él defendiéndolo. Michelena permitió que Cazorla lanzara maciones de que organizaba y participaba en esas fiestas, esas orgías
su infamia por la prensa capitalina. Dejó que su audacia llegara a de degenerados. Pero no quise creerlo a tiempo. Cuando César me
niveles de insolencia y los estimuló a todos esos ricachones a la cons- consultó y me dio a escoger entre Aurelio Giuletti y él, mi decisión fue
piración. De esos descuidos surgió Cruz Alzada. No se dio cuenta de clara. Giuletti estaba muy vinculado con el Mocho Hermoso y, de todos
que los enemigos acumulaban emisoras de radio que iban infiltrando modos, con una hipocresía abismante, venía para la casa y compartía
cada día, cada hora, más y más veneno contra mis hijos. Cruz Alzada, conmigo el cafecito de la tarde. Conocí, en cambio, al papá de Mau-
una nulidad engreída, un empresario que se sostuvo por sus hermanos ricio, un hombre bueno y trabajador. Lo que obtuvo de la vida, esos
y su negocio importador. César le perdonó mucho, demasiado, al flaco millones que muchos envidiosos querrían mágicamente para sí, los
Michelena. Sus errores tienen que contabilizarse como factores de esta consiguió trabajando duro durante toda su vida. Creí que en Mauricio
derrota. Tiene que pagar. se aplicaba el dicho aquel: “de tal palo, tal astilla”. Pero no. Aunque
Irisita Camargo es bella, talentosa, de una familia leal al Partido, la degeneración es también una forma de continuidad. Pero lo más
pero demasiado joven y soberbia. Yo se la recomendé a César, porque importante es que siguió las órdenes de César. Pero no fue suficiente.
se veía muy capaz, de mucho empuje. Me gustan las mujeres con de- Hay muchas cosas que debe aclarar: el atraso de los puentes, el des-
cisión. Tal vez ocurrió que me identifiqué con ella. Sé muy bien que el pilfarro con la reparación de las calles, las continuas reconstrucciones
flaco Michelena se le salía la baba por ella. Pero ahora ella se la pasa de las escuelas, las reparaciones permanentes de los distribuidores. Es
en un programa de radio, en la pantalla, en las fotos. La ambición se le evidente que por allí se escurren millones. Tendrá que pagar.
derrama por los lados como la masa del culo en un taburete, como las Tendrán que pagar todos los traidores, los incompetentes, los inca-
tetas en el descote apretado que siempre usa. Su vulgaridad, que disi- paces. Los que han asesinado a César. Los de la puñalada trapera. Así
mulaba tan bien al principio, le brotó como un hongo. Pasó el tiempo y es la vida. Hoy Dios me cobra. Ya vendrá el momento en que les cobre
no hubo gestión. Repartió unos créditos, hizo bulla. Michelena la ayu- a ellos. Apenas si disimulan una sonrisita de burla sorda. Por eso no se
dó a proyectar su imagen. Los hombres son todos unos estúpidos. Otra atreven a mirarme. Mis ojos son la factura de Dios. Tengo la soga en
debilidad del flaco Michelena. Yo se lo dije entre risas a César. Mi hijo, que se colgarán.
que me conoce, tembló. Iris ha sido siempre cariñosa y atenta conmigo, Las cosas me dan vueltas. Son tantas cosas que revisar y corregir.
pero sé que igual procura algo por la capital. Llama a diario al padre. Comprobar las cuentas. Descubrir maquillajes, maniobras contables.
Visita a los ministros. Pretende llegar hasta el “Estadista” mismo. Y Errores que enmascaran maniobras, trampas. Todos son unos asque-
piensa que no me he dado cuenta. Cree que su zalamería puede enga- rosos ladrones y mafiosos. Y, a sus espaldas, acusan a mis hijos. Se-
ñarme. Se me sienta al lado, se enjuga unas supuestas lágrimas. Pero ñalan sus medidas de seguridad como si fuera la construcción de una
sé que es otra rata abandonando el barco. Tendrá que pagar. maquinaria de matar. Llenan de mierda sus gestos de rescate de esos
Aquí está este marico, Mauricio Bonanno. De la mano con su muchachitos de la cárcel, ahora con un oficio digno de protectores de
mamá, una viejita como yo, de ojos verdes. Le agradezco su presencia. nuestra familia. Critican que haya enviado una gran corona al entierro
La quiero mucho porque nunca habló de más, supo ocupar su lugar en de Braquita, ese muchacho tan querido por su comunidad, muerto en
la comunidad de los paisanos. Fue muy amiga mía antes, cuando esta medio de esa cosa horrible que puso al país patas para arriba. Ellos
ciudad no era sino un pequeño pueblo. Me ayudó mucho con Juancito. pretenden justificar sus crímenes porque obedecían órdenes. Pretenden
Descubrió mis desagrados y ascos con él, con sus sonrisas estúpidas, esconderse en sus disfraces de estúpidos burócratas, idiotas engrana-
su baba chorreante y los aceptó. Nunca hubo una recriminación de su jes de la maquinaria de los Nébula. Son unos muñecos. Me dan asco
parte. Su comprensión fue infinita. Después se alejó de la casa. No sé sus rígidas caras de cera, de madera. Sus máscaras tras las cuales no
por qué. Su hijo, en cambio, me ha decepcionado. Me llegaron infor- hay nada. No son nada. Nada sin mis hijos. Sin mí.

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Iris vuelve a apretarme la mano. Llegaron los de la Asociación de luchar siempre. Nunca rendirse. El juramento, esa palabra brillante,
Ejecutivos. Estoy agotada. No quiero ni verlos. Me mareo. Llévame al aguda como un clavo de la cruz, fue el resumen de la vida, su realidad
baño; échame colonia en la nuca; dame a oler esas sales. Creen adi- más real que las contingencias diarias, que las peleas concretas, que
vinar que esta muerte, esta derrota, desatará una ira inenarrable que los movimientos hábiles, las conspiraciones, los contactos, los discur-
los puede arrastrar como una marea irresistible. Temen pagar, pero es sos, las reuniones y asambleas.
inevitable: la vida es el costo de la vida misma. Es sólo un préstamo ¿Por qué destiné a Lucio a la presidencia y no al mayor? ¿Por qué
de Dios todopoderoso cuyo interés crece cada vez que el mismo dios limité la carrera de César, el más talentoso, a la gobernación? ¿Por-
cobra. Y Dios es un cobrador implacable. que uno le abriría el camino al siguiente en una escalera? Esperaba
Pero sólo soy la madre de Juancito, mi pobre Juancito, una simple que cada uno le echara una mano al siguiente en la escalada hacia la
madre. No hay nada más grande que eso. Se supone que llore, que haga cima del poder. Pero los méritos y logros políticos no son acumulables,
temblar las paredes con mis gritos y quejidos. Y aquí estoy en silencio mucho menos transferibles. Eso no lo sabía entonces. Tal vez sólo me
como la montaña que nunca se movió, por más fe que a su andar apos- interesaba aquella vez, iracunda, en pie de guerra, fortalecer su soli-
taran. Mi cara es de piedra. Pero mi silencio es más atronador que un daridad de hermanos, que vieran la complementariedad y secuencia
sismo. Mi mirada humilla a todas las miradas porque miro directa- de sus carreras. Que asumieran que el logro de cada uno dependía
mente a ese Dios todopoderoso y caprichoso, egoísta y absurdo, que del logro de los demás. Pero, ¿para qué mantenerlos atados uno al
decidió estas cosas: la muerte de Juancito, la derrota de César. otro, como las fichas en el desarrollo de una estrategia de ajedrez?
Nadie sabe más de la vida que una madre. Tampoco nadie sabe más ¿Por amor? ¿Para garantizar sus éxitos? ¿Quería asegurar su amor
de la muerte. En nosotros creció la semilla, de nosotros salió disparada fraterno mediante una interdependencia estratégica? Eso excluía por
la planta de la que brotó el fruto, de nuevo en nosotros cayó y se alojó supuesto a Juancito. El síndrome lo excluía de ser ficha, de ser otro
para morir dando vida. eslabón de la cadena; lo expulsaba de mi estrategia. Juancito siempre
fue un error. Un error de Dios. O el cobro de los errores de su padre. Un
El Espíritu Santo desde siempre nos ha fecundado. Una y otra vez
aviso de Dios, su factura. Por eso le di un mandato que sólo le serviría
recibimos el mensaje de un ángel deslumbrante y respetuoso, que ben-
para sobrevivir y, para asegurarme, moví a Braca y a las autoridades
dice el fruto de nuestro vientre. Hemos visto las heridas de las torturas
universitarias, fichas de mis fichas, para que lo cuidasen. Mis estrate-
en el cuerpo del hijo. Somos María acariciando el cabello del hombre
gias también incluían la del cuido de mi hijo más vulnerable. Ya Dios se
muerto, cuerpo inerte, sufriente y desgarrado, que yace en nuestro re-
encargaría de corregir el error de su existencia. Pero también determi-
gazo. Somos el llanto que agrieta el suelo derrumbando edificios, arra-
né que Humberto estuviera pendiente. Precisamente al que estaría más
sando ciudades. Somos el dolor subterráneo, el terremoto.
lejano, al que destiné a la capital, a la Dirección Nacional. ¿Por qué?
Expulsamos el hombre hacia la vida. Yo he lanzado mis hijos al ser Quizás por su naturaleza bondadosa. La distancia anularía su ternura
como proyectiles. Uno, Juancito, el que murió olvidado del día, siem- fraterna. Él debía ser el primero en el ascenso. No debía mirar hacia
pre fue salvo, infectado de una infancia perfecta, terminada, que se abajo sino para asegurar su mano a los hermanos que le seguían. No
cerró en sí misma para protegerle de los dilemas del hombre. Sonreía debía retenerlo ningún amor, ni siquiera la compasión hacia su herma-
siempre, su inmensa lengua rebosaba la boca y de ahí caía lenta su no de mirada idiota y lengua inmensa. Tal vez intuí igualmente que los
baba, provocando asco y compasión a la vez, los mismos sentimientos otros dos no soportarían a la larga hacerse cargo de su hermano inútil
que por momentos tiene Dios al mirar el mundo. El otro, César, ha su- de sonrisa estúpida y mirada vacía. ¿Entonces no advertí el problema?
frido una derrota, tan sólo. Ha tenido un traspié y levanta la cabeza con La distancia impuesta a Humberto por su misión política contradecía
entereza. No se rendirá. Él y sus hermanos me juraron un día luchar, su misión amorosa. Sus hermanos no tenían otra misión que ascender

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al poder. ¿Era una estrategia de cuido o de disimulo, de ocultación? He decidido cerrar los ojos. Las cosas vuelven a dar vueltas. Irisita,
Quería simplemente borrar el error. Tachar la letra mal colocada, el llévame a casa. No mires a la mujer del flaco Michelena. Te va a para-
verbo mal conjugado, la incongruencia de género, tiempo y número. lizar como los ojos de Medusa. Quiero acostarme. Estoy exhausta. Pen-
¡Por favor, era una estrategia de Poder! ¿Por qué tanta confusión? ¿Es sar, dar vueltas, como el perro tras su propia cola, sin poder morderla.
que mis heridas desean más clavos? ¿Es que María anhelaba bajar a La culpa principal es del “Estadista”. Se dejó llevar por todos esos
su hijo de la cruz tan sólo para volver a tenerlo en su seno? La vejez millonarios. Destruyó la base popular del Partido. Despertó su ira y
brinda una extraña libertad, Antonieta. Ya puedes decirlo todo. Confe- acabó con la labor de varias décadas, de varias generaciones, de los
sarte incluso a ti misma, Antonieta. ¿Me estás cobrando la soberbia, grandes fundadores de la Socialdemocracia nacional. Liberó los meca-
Dios, con esta coincidencia: la muerte de Juancito, la derrota de César, nismos perversos del mercado. Le entregó el país a las transnacionales,
la corrección de tu error, del error de Humberto, mi error? después que lo habíamos salvado de los comunistas. Traicionó todas
Nos castigas, Dios, por tus propios errores. ¿Por qué no te castigas las tradiciones de lucha popular del Partido.
a ti mismo? Eres impenetrable y te imito. No me permitiré más mareos Los enemigos lograron construir esa leyenda negra de que los Né-
ni náuseas. Voy a clavar mis ojos azules en los tuyos. ¿César fue mi otro bula son una mafia asesina que mata, destruye, somete por la fuerza
error? ¿Fue porque lo concebí clandestinamente, mirando tus estrellas a sindicatos, centros estudiantiles, organizaciones culturales y acadé-
preciosas, Dios, en aquellas hermosas noches de la casa de la finca? micas, domina todos los espacios, chantajea a los medios de comuni-
¿Nos ordenas a amar sólo para hacernos caer en la trampa de tus fac- cación, humilla a los empresarios, se apoya en delincuentes juveniles.
turas, Dios? Desde siempre se notó demasiado que era diferente de sus ¡Todo eso es una calumnia! ¡Todo es mentira! ¡Fuimos estúpidos! ¡Ce-
hermanos. Nadie lo dijo nunca. Yo nunca lo dije. Pero el contraste era sar, hijo, fuiste un estúpido, un incapaz, un bruto! Nos rodeamos de
demasiado evidente. Quizás Anselmo lo advirtió, pero se fue lejos. Nun- alacranes, de camaleones, oportunistas y arribistas. Traidores. ¡Todos
ca más volvió sino en forma de un grupo de poemas que nunca entendí. van a pagar! El flaco Michelena, con su inevitable traje negro, Iris Ca-
César era agresivo, trabajador, implacable, aplicado, disciplinado. Un margo se sienta a mi lado y me toma la mano; Mauricio Bonanno, Uli-
auténtico combatiente. Como el hijo de un amor clandestino. Siempre ses Figueres y los demás miembros del gabinete regional; los miembros
cumplió las órdenes. Humberto, en cambio, tuvo sus rebeliones. Sé que de la dirección regional del Partido: Rutilio Hernández, María Sigala,
aplacó con lágrimas de sangre su resentimiento cuando se casó con Vásquez Carrizo, Oronoz, Diva Freites, Luis Márquez. Calixto Vegas,
aquella muchacha. ¡Ingrato! Sé que inventa miles de pretextos para pusilánime como él solo. Ahí está la ridícula alcaldesa, la doctora Án-
justificar su pereza en las posiciones en el seno de la Dirección Nacio- gela de Montero. Los concejales: el pillo Granadillo, que le compraba
nal. De Lucio, mejor no pensar. Ni una palabra, Antonieta. Ese quizás chocolates a Juancito, Carlos Pedroza, Francisco Polo, que una vez,
es otro de tus grandes, terribles errores. Error de tiempo, de género, de durante un campeonato nacional, le regaló a Juancito un uniforme de
número. Debo revisar, cotejar, chequear, porque la catástrofe se aproxi- jugador de béisbol, Jesús Aguilar, Cecilio Negrete, el ex alcalde Ser-
ma. Y Lucio es la catástrofe. Tal vez fue que era el más pequeño y el de gio Avellaneda. El secretario de la cámara, Alfredo Contreras, tal vez
la misión más ambiciosa. Tal vez César no lo dejó crecer. Esta ciudad el más inteligente del grupo, pero también el más problemático. Los
es maligna, corruptora. Lo envolvió con sus adulancias, sus cosméti- socialcristianos. La factura es grande para ellos. El soberbio Sergio
cos, sus gastronomías, sus gimnasias, sus retóricas. Lo sedujeron esas Welch, Ignacio Quezada con su tartamudez, Alfonzo Linarez, el yerno
amistades nefastas. Se asustó de los matrimonios que observó a su al- de la alcaldesa, siempre tan servicial a mis llamadas. El magnífico y
rededor, esas máquinas de infelicidad. Siguió en parte el ejemplo de su borracho rector de nuestra Universidad, Edmundo Cabañas. Y el obis-
hermano César, centrado en acumular la fuerza necesaria para el gran po Arnaldo Guevara, de quien sabemos su gusto por los jovencitos.
plan. Se rodeó con esos niños lamentables. Doña Santita Chaumer, presidenta del Ateneo de Valeria, tan anciana,

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tan bonita, tan intrigante. Y los ancianitos de la Sociedad de Amigos de Llévame a casa, César, que quiero descansar.
Valeria, todos invitan al acto del sepelio de doña Antonieta de Nébula,
distinguida dama de nuestra sociedad católica, apostólica y romana, Sigo presente por una pulsión de corrección. Aunque matar no es
aparte de democrática y progresista, de Valeria, capital de Baracoa, corregir, porque la muerte de Juancito no es ninguna enmienda a algún
hoy a las 5 de la tarde en la Funeraria “Quo Vadis”. error (te lo digo, Antonieta), morir es lo correcto para los vivos. De
¡Paz a sus restos! modo que seguir aquí yo, tan presente, tan actuante y deseante, es una
incorrección inenarrable. Esto en mi caso, significa que quien dice “yo”
Todos estarían felices con mi muerte. Lo sé. Miro cada rostro y cada
es siempre una tercera persona. Sólo puedo corregir mi condición fan-
estúpido resentimiento. Miro también el rostro de mis hijos.
tasmagórica con mis intervenciones. Tú sabes: para que esto tenga sen-
Humberto. Los ojos rojos. Infla su humanidad con cada suspiro. Me tido, y la intensidad de mis personajes, explicación, debo actualizarme
irrita su debilidad. No soporto que llore y no lo pueda disimular. Es en una posesión. Narrar todo esto ha sido una forma de cobrar la deuda
igual que su padre, el Cojo. Un débil. Todavía me debe aquel berrinche inmensa de una vida extra y falsa, hecha de apologías vacías, dada sin
de cuando no quería casarse. Nunca entendió la necesidad. Y después pedirla. He intervenido como fantasma metiendo textos impertinentes
resulta que no quería fajarse en su trabajo como dirigente nacional, en el simulacro diario. He poseído a estos personajes apenas esbozados,
porque no tenía tiempo para su mujer y sus hijos. esencialmente secundarios. He narrado tu estrategia, Antonieta, y caigo
César. No te mereces esto, hijo. Sé que te esforzaste al máximo. Eres, en cuenta que te he poseído también con mi pulsión de corregir. Me
siempre fuiste, el más talentoso entre tus hermanos. Pero como siempre debes una lectura. Es una incongruencia que no hayas leído mi poema.
alguna debilidad mostraste con tus colaboradores. Te fiaste mucho de Te cobro narrándote. Ahora morirás sin haber visto cumplidos tus obje-
Michelena, por ejemplo. No hiciste lo que tenías que hacer a tiempo. tivos con tus hijos. Te defiendes de la decepción peleando con Dios. Él
En eso consiste todo, hijo: un tiempo para cada cosa, una decisión también es la víctima propiciatoria. Ese es el centro del planteamiento
adecuada cada vez. No dudar cuando hay que golpear ni cuando hay cristiano. La solución de esa mezcla de misterios eleusinos, neopla-
que acariciar. Eso me lo dijo una vez Suárez. ¡Cómo te hizo falta esa tonismo y vulgaridad sectaria. Tan absurdo como el de cualquier otra
sabiduría que en él se desbordaba! De él tienes ese talento político, esa religión. Soy ateo, Antonieta, pero no odio a Dios porque lo comprendo
decisión, esa fortaleza. Confieso, hijo, que me equivoqué. Ahora entien- como la proyección de lo mejor y lo peor del hombre. A esta hora, la de
do la razón de tu resentimiento: tú eras el mejor dotado para aspirar a la derrota, es cuando das un brinco y te preguntas por el sentido, por la
la presidencia de la República. Ni Humberto ni Lucio ¡Eras tú! Ojalá razón suficiente del mundo. No puedes aceptar que no hay sentido ni
esta derrota te sirva para fortalecerte todavía más. Sé que tienes todas razón; sólo existencia y contingencia. Es hora de que mueras porque te
las condiciones, mi hijo querido. haría falta deshacer lo irreversible para poder corregir el error y sabes
Lucio, ¿de qué te ríes? Sólo sonríes porque no entiendes nada. Lo que es imposible hasta para cualquier dios. El error incorregible, lo sa-
sé. ¡Ay, cuánto tengo que sufrir todavía por ti! ¡Ay, Lucio! bes, es el de haber existido.
Los quería altivos, capaces de despreciar a la Humanidad porque
la entendían sólo como algo a superarse. Quería que la tomaran úni-
camente como un escalón en su ascenso. Que no se permitieran una
sola debilidad. Que tuvieran un solo objetivo y a él consagraran hasta
la última gota de sus desvelos. Los quería superhombres. Pero con mi
muerte les he confesado la terrible verdad: yo, su madre, era sólo una
mujer y ustedes tan sólo los hijos de una mujer.

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SEGUNDA PARTE:

LOS ÚLTIMOS HOMBRES

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CAPÍTULO XI

Escribir una novela

Quiero escribir una novela. Ya es tiempo de que escriba una novela.


Ya basta de desperdiciarme. ¡Por Dios! ¡Si ya tengo cuarenta y ocho
años! Tengo que escribir una novela aunque nadie la lea. Siempre puede
apostarse a que un editor amigo de uno o completamente desconocido,
quien sea, consiga el manuscrito y decida, después de una lectura asom-
brada, publicarlo, invertir tiempo y dinero en un texto que nadie leerá.
Como en el caso de Anselmo Monti.
William Azpúrua, su gran amigo y compañero de lecturas, farras y
mujeres, autodidacta, oveja negra de su familia de patricios de Bara-
coa, le violó su archivo a Anselmo, de papelitos doblados con cintas
de color, agrupó los textos según iban en prosa o verso, editó unos 300
ejemplares con todo eso y los vendió en la plaza Bolívar, en las paradas
de los autobuses y en la Sociedad de Amigos de Valeria, con tan buena
suerte que consagró a Monti, de repente, sin consultarle, como el poeta
mayor de Baracoa. Claro que en esa consagración intervino el poder
político de su primo, el Alcalde de la industrialización y el progreso de
Valeria, el Cojo Nébula y después, los actos organizados por los tres
hermanos Nébula en el Ateneo de la ciudad, piezas de la estrategia de
poder de la señora Antonieta.
Pero en mi caso, más allá de esa gloria improbable de lo póstumo, es
más importante constatar que el tiempo ha pasado sobre mí como una
aplanadora. No quiero seguir envejeciendo sin haber escrito nada trascen-
dente. Si me descuido, me envileceré ineluctablemente. Sólo hay en mi
haber con la posteridad, unos ensayitos que me publican en la página lite-
raria de esta prensa pueblerina y que me elogia el poeta Orfila y el perio-
dista Vila, ambos con sospechosas intenciones. Unas noticas aforísticas
en mi libreta. Un cuaderno de poemas. Un cuaderno “de bitácora” que le
ofrecí al flaco Michelena, y nunca completé ni desarrollé, con conceptos
generales del día a día de un político de poder, como si se tratara de Na-
poleón escribiendo notas a pie de página en su ejemplar de “El Príncipe”.
Las tesis de grado, algunas de ellas excelentes estudios, modestia aparte,
siempre serán de los otros, de los (y sobre todo “las”) que pagaron.

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Una novela es mi salvación. Sólo ella justificaría la existencia de en el caso de Monti. Tendré que buscarme una carajita que, después
este Franco Robles que se ha venido viviendo mi vida como si estuviera de muerto, se apropie de mis papeles y los edite. Ya no fue Iris, quien
fumándosela. Como si hubiera estado poseído por un espíritu extraño, levantó vuelo hace mucho tiempo tras unos cargos, y le va muy bien,
inútil, de intenciones aviesas. Esta trayectoria humillante: de estudian- por cierto. Quedó como una de los jefes del Partido Socialdemócrata de
te brillante a profesor contratado, perseguido por una jefa de cátedra la región, después del desastre de los Nébula. Me enteré que ha vuelto
amargada y finalmente expulsado de los muros universitarios. De allí con su familia, su mamá y su hermano, el gracioso estúpido. Pero des-
a hacedor de tesis de grado, secreciones cutáneas de la institución, un pués supe que había logrado pescar a un empresario. Lo pondrá a fi-
feo acné del Alma Mater. Luego corrector de horrores ortográficos de nanciarle la carrera política; lo puedo jurar. A lo mejor llega a diputada.
periodistas y encuestador, asesor nunca escuchado de políticos con pro- Bebe como un cosaco. Agarra unas borracheras espectaculares, como
blemas intensos de pareja. Caer en la docencia de nuevo, pero en su me comentaron por ahí. Sirve para eso; nunca lo suyo fue la actividad
peor versión: profesor de secundaria, de unos demonios sin ley en un intelectual.
colegio de barrio. Todero intelectual. Y ahora director de este liceo, “La voluntad de poder”: el mismo título del texto que hizo las de-
cargo recién concedido como si fuera una gran cosa, un favor que me licias de Heidegger y su nazismo refinado lleno de ontología. Me toca
compromete la vida y, sí, supongo que así mismo es, porque los alum- a mí ahora usurparle la frase a Fritz. Fritz siempre ha jugado al yoyo
nos, esos angelitos, traen hasta armas a la institución, aparte de las dro- conmigo. Me atrae, me rechaza. Vuelve a recogerme. Cierro con autén-
gas; tanto así que voy a tener que instalar una comisión de policía para tica indignación su “Anticristo”, sólo para avergonzarme de inmediato
realizar un desarme general. por mi recaída en el cristianismo. Tengo un orgasmo intelectual con su
Me pregunto: ¿sobreviviré? Cualquier día amanezco con un mos- “Genealogía de la moral”, también con su “Más allá del bien y del mal”,
quero en la boca abierta, con unas flores rojas abiertas en el pecho, sólo que me permite detectar y desmontar en mí las trampas de la culpa, re-
porque a un carajito de estos no le gustó cómo lo miré. Ojalá el cargo futar las cobranzas de dioses celestes y mundanos, dominar mis propias
me dé tiempo para escribir. Pero hoy ya pasó el primer día y fue agota- ansias de dominación para envenenarme la sangre cual un sacerdote o,
dor. Al apenas llegar, recibí las quejas de los profesores: que si Fulanito peor, un científico. Tengo la anécdota: la historia del ascenso al poder
lo amenazó con una pistola por bajarle la nota, que si le tocaron las nal- de los Cruz Alzada y las veleidades de esta puta ciudad, hecha como
gas a la profesora tal y va a renunciar porque llegó a su límite de faltas para la canción de Fito Páez. Claro: prefiero cambiarle los nombres a los
de respeto, que si menganito no sabe leer y ya está en bachillerato, que personajes y a la misma ciudad. No quiero problemas tampoco; mucho
si hay tres muchachas embarazadas en segundo año, que si se robaron menos las necedades de los historiadores con su estúpido reclamo de
todas las pocetas de los baños, que si zutanito colocó su enorme y ju- rigor y apego a los hechos, lo cual evidencia su ignorancia: no saben que
venil pene en la mesa del profesor para mostrárselo a sus compañeritas, una novela es una ficción, la oportunidad para inventar las vidas que no
que si hubo un enfrentamiento a navaja entre dos homosexuales dispu- hemos tenido. Pero para escribir una novela no basta un título y un tema.
tándose un muchacho. Ni siquiera los personajes. Aparte de que ellos salen solos, como en una
Escribir una novela es mi refugio, el territorio de mi escape. Algún hemorragia (iba a escribir “una diarrea”. “¡Qué horror!”, diría aquella
día la terminaré. Cuando me jubile, tal vez. Mientras tanto, disfruto vieja de la Universidad. ¿No será mejor escribir “un manantial”?).
planificándola. Ya tengo el título. Se llamará “La Voluntad de Poder”. No, nada de eso basta. Hace falta un plan, la visión de un inicio, un
Sí, como el libro que le publicó Elizabeth a su querido hermano Fritz, medio y, no el final, sino los cierres de los personajes. Mostrar su razón
querido hasta el incesto, sin su permiso, recogiéndole los papeles y cua- de ser en esa existencia de triste tinta tan lejana de “la alegría del ajo”
dernos dispersos en su habitación de enfermo mental cuando ya estaba (creo que la frase la leí en Cortázar; aunque suena a oda elemental de
muerto. La misma figura de la usurpación de papeles que encontramos Neruda). Es una sugerencia notablemente narrativa esa de Heidegger,

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cuando se refiere a los momentos propicios en que brota, como una te- ahora que lo pienso con detenimiento, es posible que esa atribuida as-
rrible flor sangrienta, la pregunta primordial de la metafísica, la interro- cendencia directa de los griegos, falaz por supuesto, sea una manera de
gación acerca del sentido del Ser, por qué hay algo y no la Nada. Esas negar la barbarie demasiado prominente en su árbol genealógico; así
circunstancias, o quizás habría que pensarlos como estados de ánimo, como los Cruz Alzada niegan su negrita, ellos, los alemanes, niegan su
talantes metafísicos, son: la desesperación, la euforia y el aburrimien- bárbaro sanguinario.
to (el “tedium vitae”, se entiende). Podría abordar a los personajes en Tengo en mi cuaderno unas anotaciones acerca del concepto de “vo-
esos tres momentos. Definir a los personajes con un relato de formación luntad de poder”. Se las había dado a Iris para el día de la defensa de
(Bildungsroman) no bastaría. No me gusta; me fastidia de antemano. su tesis de grado. Supongo que las leyó, porque las vomitó sin orden
Se me convertiría el libro en una simple galería de caracteres. Aunque ni concierto en la exposición con su toque de gracia de niña delante de
eso tampoco estaría mal. Varios grandes novelistas lo han hecho así. la madre, la abuelita y el hermanito, ya sabes, picando el ojo, hacién-
Tal vez no sea necesario contar su infancia, por ejemplo, o ilustrar los dose la “sexy”, sacando pícaramente la punta de la lengua: “Algunos
momentos claves de su adolescencia, el primer amor o la primera puta. lo han interpretado como el poder de la voluntad, el vulgar “querer es
A veces llama la atención la primera visita al burdel. Es como un rito de poder”, o incluso en clave esotérica, como el personaje de Uslar Pietri
iniciación, digo yo. También se podría reconstruir todo el árbol genea- en “La burbuja” que se hunde en un lago y pretende que con sólo de-
lógico. Es curioso, pero precisamente en este continente, donde nadie searlo intensamente las leyes de la física quedarían suspendidas. Pero
sabe quién fue su abuelo, aunque lo intuye esclavo de una plantación, esta versión propia de la psicología de un recién nacido, quien cree que
indígena hambriento sobreviviente o inmigrante europeo fracasado, es la teta es una parte de su cuerpo que puede hacer aparecer a voluntad
donde la literatura se explaya más en las genealogías familiares, como para disfrutarla, puede disolverse en una nueva trivialidad: la exigencia
en los evangelios. Debe de ser una manera de compensación. En todo de no ser pusilánime, el deber de ser persistente, perseverante, querer
caso, todo ese estudio de las ascendencias le sirve a la burguesía para firme y responsablemente lo que se quiere con un toque de heroísmo. El
hacer valer su “alcurnia”, su herencia. Esos sí tienen cosas que legar, lema “mente positiva” tiene su celaje mágico. Pero no siempre se puede
más allá de sus deudas. querer, no siempre es posible querer. Es más, a veces, querer depende
Los Cruz Alzada efectivamente son unos burgueses. Incluso tienen del poder. Como en Esopo, la zorra humana siempre adecúa su querer
unos alemanes por ahí, a mediados del siglo XIX. Ese es un dato para a su poder; vivimos delimitando lo que queremos, reduciéndolo a lo
significar su arrogancia racista. Es demasiado fácil, diría yo. Sería có- que es posible o factible. Por otra parte, querer-poder es otra expresión
mico descubrir una negrita en el árbol de esos tipos tan engreídos por de impotencia. Si se desea poder es que no se tiene. Aunque el poder
su pureza de sangre. En cuanto a la pregunta metafísica, es evidente que nunca sacia. La voluntad es un deseo, un impulso, una compulsión, un
quien la hace no ha hecho un verdadero brinco al margen de su existen- instinto, un apetito sin satisfacción definitiva. El poder puede ser una
cia, ni mucho menos, sino que sencillamente es un alemán, un europeo. potencia, una capacidad, incluso una oportunidad o una dominación.
Un tipo de oriente, un budista, por ejemplo, nunca preguntaría eso, por- Querer dominar (¿cómo?) o querer capacidad, posibilidad, oportuni-
que para él sería evidente que justamente no hay Nada; o sea, no hay dad. El poder no es una cosa, aunque a veces parece materializarse.
Ser. A un tipo nacido por estos lados del trópico, de Latinoamérica, se le Pero es sólo una ilusión. Es el mayor mal y la Iglesia, en boca de Ro-
iría la pregunta metafísica por el lado de ¿quién soy? O sea, el rollo ese drigo Borgia, Alejandro VI, es la encargada de quitarles esa idea a los
de la identidad. A Heidegger se le nota lo nazi, por eso, y por inventar hombres. Impregna a las cosas con deseos. Destruye la cosa o el hom-
la creencia arbitraria, absurda, estúpida, de que sólo se puede pensar en bre, pero seguirá el poder. Suma, resta, divide y multiplica, aunque, más
griego y en alemán. Tan estúpida como creer que los alemanes hereda- que aritmética, es una geometría irregular, cambiante o firme y tupida
ron el helenismo así, directamente. ¡Por favor! ¿Y los árabes? Aunque como la de los tejidos asesinos de las arañas. Ata relaciones de fuerza,

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de atracciones y repulsiones. El individuo jamás es otra cosa que el sig- terminó por debilitar esa maquinaria que lucía tan sólida. El Mocho
no frágil de ese tejido de fuerzas y conflictos que, justamente por exce- Hermoso, en su tiempo, también lució inconmovible e invencible. Pero
derlo, le dan acceso a la trascendencia o a la superhumanidad. El poder no pudo evitar que el desgaste del gobierno nacional que representaba
es la totalidad del deseo, porque es siempre algo más que la totalidad de y agenciaba, terminara por afectarle. Lo vio a tiempo, y decidió hacerse
los objetos. Entonces es la Falta, la concavidad. Aumenta el deseo justo a un lado. Terminó dedicándose a hacer dinero, otra forma del Poder,
en la medida en que lo satisface. Habría que decir más bien que el Poder claro, pero más acomodaticio. Por otra parte, repitió el ciclo de los po-
produce deseo. No sólo puede equivaler a cualquier cosa, a la suma de derosos derribados: se convirtió en oponente del Poder, otro factor del
todas las cosas, sino que es lo que hace a las cosas valer: algo así como conglomerado que al final (¿al final?, ¿hay algún final en el drama del
el valor primordial. Pero siempre hay algo más que se desea, y el pobre Poder?) dio al traste con los Nébula. La oposición es parte del Poder,
deseante siempre tiene hambre, sed y obsesión. Es el alimento de su tal vez porque éste es una rueda en cuya circunferencia cada punto pasa
propio deseo. Nunca se deja de desear más poder, sobre todo cuando se por debajo del agua y luego sale a la limpidez del aire de las alturas. O
logra obtener algo. Es agua de mar para el sediento. Es como el fuego la cuerda tensa del arco y no uno de sus extremos. Lo mismo ocurrió
que, mientras más come, más hambre tiene. Tiene mucho de condición con los constructores italianos, los burgueses de Baracoa que convirtie-
fetal. Provoca la alucinación egocéntrica o, mejor, solipsista del recién ron la tierra fértil de sus fincas en suelo de urbanizaciones y autopistas,
nacido que aún se siente feto cuando ya salió expulsado del vientre”. dando el salto algunos a socios o simples representantes de empresas
Hasta aquí las notas a Iris. No están nada mal; pero dichas por ella, extranjeras. Metamorfosis del poder. Variación que mantiene siempre
de inmediato se banalizaban. Me molestó mucho. Tuve que salir al pa- lo Mismo. Unidad en la diversidad. Repetición, más bien. Eternos ci-
sillo para no seguir escuchando cómo Iris arruinaba lo que pretendía ser clos que tienen como ruido de fondo a lo demás: sindicalistas, estudian-
una reflexión filosófica seria. Todavía no lo sabía. Después advertí que tes, trabajadores, invasores paupérrimos, pardos saqueadores, pueblo
tenía mis rabietas. Si tuviera cinco años estaría en el piso gritando y pa- en general. Pero ese ruido de fondo es más bien la confusión de los
taleando furioso. Pero como ya soy cuarentón, sólo me puse a recorrer acordes de acompañamiento. El escenario del Poder tiene mucho de
el edificio de la facultad de arriba para abajo, fumando como un pirata. ópera. Es un lenguaje armónico, aunque abunden las disonancias. Por
lo demás, ¿no serán esos espectadores o sufrientes de las consecuencias
Retomando aquellas reflexiones uno puede detenerse en que, visto
del Poder, sus dobles?
desde afuera, el Poder siempre se trata de un caso aleccionador acerca
de lo efímero y frágil que es todo lo existente. Mientras dura, provee Se me viene a la cabeza aquella película de Chaplin donde un barbe-
una ilusión de perennidad a la cual sucumben siempre los individuos ro judío termina suplantando al gran dictador, justamente porque le es
que atrapa y engaña. Ahí están, por ejemplo, los Nébula. Me acuerdo idéntico, aunque su discurso sea tan diferente. Genialidad chaplinesca
que hasta yo creí por un momento que habría Nébula para siempre, que nos llama la atención acerca del engaño de la identidad. Yo soy
que nunca acabaría su hegemonía que entonces me parecía formida- yo y mi Doble. Es decir, yo soy mi Opuesto. Pero falla Chaplin por su
ble, cerrando siempre sus grietas, reparando sus tuberías, zurciendo bonhomía. Me permito enmendarle la plana. El judío tiene que asumir
sus costuras, aplastando disidencias, aniquilando enemigos, creando su bigotito ridículo, su uniforme, la parafernalia del Poder, el tono de
siempre nuevas justificaciones, perfeccionándose a cada momento. Sus voz y hasta el Discurso. Los perseguidos, los masacrados, las víctimas,
enemigos fueron siempre derrotados. Pero era todo tan sólo un espe- devienen perseguidores, verdugos y victimarios. La historia ha dado
jismo, porque la derrota, incluso la represión física, no aniquila, nunca demasiados ejemplos, comenzando por los judíos mismos. Se ha dicho
elimina. Siempre retorna como los deseos incestuosos que botamos al de diversas maneras: las dos caras de la moneda, el envés y el revés,
basurero del inconsciente. Finalmente, el “Pollo” Hassan fue uno de la cuerda tensa del arco, la unidad de los contrarios. La dialéctica. El
los factores de la alianza que desde el propio Partido Socialdemócrata Poder es la posición, no quien la ocupa. Este a la postre no existe fuera

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de su lugar. Por eso todos son intercambiables: porque el tablero sigue CAPÍTULO XII
teniendo sesenta y cuatro casillas y no basta saber cómo puede moverse
cada pieza, si horizontal o diagonal o en forma de L, saltando sobre los
Los Cruz Alzada
demás como el caballo, sino que hay que conocer la posición relativa
a las demás. Por eso, los Nébula son el “Pollo” Hassan, o el mismo
Mocho Hermoso, o Cazorla y Acevedo, o los mismos Cruz Alzada, sus He abierto el cuaderno y he escrito: “Capítulo I. La historia de Car-
inversos, sus iguales. los Cruz Alzada. De comerciante importador a gobernador”. ¿Y ahora?
Debo apurarme, antes de que comiencen a tocar la puerta de mi oficina
de director y se inicie el chorro de quejas de los profesores, las denun-
cias acerca de las pugnas entre las pandillas de los muchachos o los
escándalos sexuales de estudiantes y profesores.
Anoche, mientras conciliaba el sueño (todavía duermo con placidez;
no han logrado alterar esa virtud de mi cuerpo: una bendición), pensé
que podía referir como modelos a los argumentos de algunas grandes
obras que abordan el tema del poder: “Antígona”, “el Rey Lear”, “Yo el
Supremo”. Pero tendría que releerlos. No tengo mucho tiempo. Las de-
nuncias y señalamientos diarios de los profesores, alumnos y represen-
tantes contra otros tantos profesores, alumnos y representantes; los pa-
seos diarios por las instalaciones, donde se echa de ver los vandalismos
sistemáticos de las bandas; la constatación de las fronteras entre los
territorios de los grupos armados; la convicción de que algunas aulas y
espacios se han convertido en arsenales o en depósitos de los botines de
los atracos y saqueos; los boquetes en las paredes que sirven de frontera
entre la institución y los barrios del entorno. Ese es mi pan de cada día
desde hace una semana. No parece pero sólo han pasado siete días y ya
estoy exhausto. No debo flaquear. Tengo que escribir mi novela y man-
tenerme en mis tareas de escritura y lectura. Por otro lado he tomado
una decisión importante: meteré mi currículum en otra institución, esta
vez una privada, el colegio “Orlando Zabaleta”, ubicado en el “Dorado
Trigal”, una urbanización de clase media alta. Necesito escapar de esta
locura de la educación pública. Entiendo que los angelitos de la media-
na y gran burguesía deben de ser diferentes a este caos populachero. ¿O
me engaño en mi desesperación?
Me acuerdo de algunos temas de esos libros que me servirán de guía
en las reflexiones que sobre el poder haré en mi novela. De “Antígona”
se ha meditado mucho acerca del coro en el cual se refiere lo siniestro,
terrible u ominoso que es el hombre, quien transforma mediante una

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cruel tortura a la naturaleza, y es igualmente capaz de las mejores y de problema escoger a los colaboradores. Recuerdo que ese tema también
las peores cosas. Se ha comentado mucho la actitud de Creonte, el rey amargaba a los Nébula y al propio flaco Michelena.
sucesor de Edipo, como gobernante despiadado, frío y resuelto a hacer En la bitácora de Michelena una vez escribí (aquí lo tengo; me pa-
cumplir las reglas de la polis por encima de cualquier consideración rece buen apoyo en la dirección de este colegio infernal): Seleccionar
humana o sentimental, de cualquier llanto, sufrimiento, patetismo, y, personal. Buscar sobre todo la lealtad. Por encima de la habilidad o la
por otra parte, frente a él, Antígona como valiente oponente del poder, competencia. Esta se resuelve después. Lo fundamental es la diligencia
que lo desafía colocando su lealtad de hermana por encima de la debida que da la lealtad. Hay que probarlos, aunque las circunstancias ya
al estado o a las normas tradicionales de su comunidad. Aquí el poder son oportunidades de prueba. Plantearles circunstancias, dilemas, en
se confronta con el amor fraternal, pero su propio instrumento, Creonte los cuales tengan que decidir entre sí mismos y sus jefes. Es la única
mismo, termina siendo castigado por el destino al suicidarse su hijo y manera. Confiar es imposible en política. Siempre uno te traicionará y
su esposa. El Poder no permite el Amor: de nuevo el mensaje. Por lo otro te negará cuando caigas en desgracia y te crucifiquen. Seguro los
menos, yo lo veo así. Humberto Nébula deseaba amar y ser amado y en demás estarán en la plaza agitando para que Pilatos se lave las manos.
repetidas ocasiones se rebeló contra su madre que lo quería reducir a
Me causan gracia las referencias cristianas. Pero también las apa-
la condición de simple pieza de una estrategia de poder. César, el más
rentes lealtades de estos jefes de departamento, seccionales y demás
capaz de los tres hermanos desde el punto de vista político, nunca logró
burocracia de este liceo. Cada uno acusa al otro de ser el verdadero jefe
una pareja amantísima, a menos que entendamos por tal ese matrimonio
de las pandillas de vándalos que tenemos aquí. Para mí, tengo sobre
de conveniencia, de última hora y sin hijos, que terminó muy pronto,
todo tres sospechosos. Lo sé por sus ojos y porque me he detenido a
apenas él perder las elecciones regionales, con ella partiendo al exilio
analizar las oportunidades de cada uno. Los más viejos en la institución
porque no podía soportar el desamor. Acaso Lucio consiguió el amor
son los más peligrosos. Es un fastidio porque son también los que co-
entre los muchachos que sacaba de la cárcel para engrosar sus huestes
nocen más. Le negocio información a cambio de decisiones y permisos
de efebos guerreros. Danielito y Vila lo sabrán.
a su gente.
Del “Rey Lear” recuerdo el drama del amor de Cordelia por su padre,
Pero el tema de mi novela son los Cruz Alzada; no los Nébula ni este
un rey viejo, necio, arbitrario y cruel que, a pesar de eso, es querido por
liceo de mierda.
los mejores de los personajes, empezando por la ya mencionada Corde-
lia, su dulce hija menor, que no por las mayores, quienes se complotan La familia de Cruz Alzada tiene varias ramas. Una de intelectuales
con sus maridos para hacerse de las posesiones del anciano gruñón y ma- de izquierda, otra de empresarios conservadores importadores. Es cu-
lagradecido. El viejo, hacia la segunda mitad de la obra, recibe su mere- riosa esa bifurcación ideológica en la familia. Debo revisar bien, pero
cido y hasta se arranca los ojos, si mal no recuerdo. ¿O me confundo con supongo que se iría ampliando la diferencia a propósito de circunstan-
la historia de Edipo, quien también era un rey e igualmente se saca los cias y contingencias históricas, reconstruibles: los golpes de estado, las
ojos de sus órbitas con una cuchara? Creo que mezclo argumentos y per- presidencias y las dictaduras, las guerras mundiales, Hitler, Mussolini,
sonajes; pero no importa. En todo caso, en la obra de Shakespeare puede Stalin y Churchill.
leerse el drama de todo poderoso para escoger a la gente de confianza. No sé por qué en toda esta complejidad, me parece tan interesante,
Más o menos lo mismo que le ocurrió al mismísimo Jesucristo; aunque desde el punto de vista de mi proyecto de novela, la figura de la señora
en la versión gnóstica del cuento, Jesús escogió a Judas a propósito, pre- Mariana, la esposa de Carlos Cruz Alzada, la segunda hija del doctor
cisamente porque necesitaba a alguien que lo entregara a sus persegui- Luís Mariano Freites, abogado y escritor, hijo a su vez de otro abogado
dores, para así cumplir la profecía o poder liberarse de este mundo que de inquietudes escriturales, patricio arruinado, compañero de aventuras
para esos sectarios es el mismo infierno. Bueno; en todo caso, es todo un editoriales de Anselmo Monti, el tío de los Nébula, y William Azpúrua,

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su primer editor. Tal vez sea mi debilidad por los personajes femeninos. Cruz Alzada llegó a ser diputado en virtud de una alianza política con
Después de Antonieta Nébula cualquier cosa es gentil y delicada. Hay, el entonces gobernador de Baracoa por los socialcristianos, Mocho Her-
sobre todo, un detalle que llama la atención de cualquiera y que sugiere moso, la cual, por lo demás, era parte de una política de los socialcristianos
toda una historia de sufrimientos íntimos, escondidos: el hijo mayor de dirigida a incorporar a los empresarios directamente en política. Entonces
Mariana, el escogido por el padre para ser el sucesor en la gobernación, también salieron beneficiados los hermanos Bárcenas, los dueños del pe-
no porta públicamente el apellido de su madre. El Freites ha desapare- riódico “Al día”. Nuestro personaje logra ser diputado durante dos perío-
cido de la propaganda oficial para designar al designado. Por supuesto, dos. Siempre su discurso fue el de la necesidad de que los hombres de la
hay varios Freites por ahí, abogados, como para continuar la tradición empresa privada se dedicaran también a la política, dado que constituían
familiar. Algunos escriben columnas en los periódicos y se les reconoce las personas de mayor capacidad y visión, aparte de tener la mejor edu-
su cultura. Uno, medio marico, dirige la página literaria de “Noveda- cación. Se trata, según él, de construir una opción clara a favor de la libre
des”, donde me publican todavía de vez en cuando mis ensayos litera- empresa en un país donde tradicionalmente, desde las políticas keynesia-
rios. Yo conozco otro, de nombre Luis, por cierto. Él me ha hablado de nas, semisocialistas, de mediados del siglo XX, se ha fortalecido la inter-
ciertas cosas de su familia. Pero perdí contacto con él. Veré si puedo vención del estado en todos los dominios de la vida. Cruz Alzada se pre-
reconstruir algunos datos. senta como el abanderado de los empresarios progresistas que enriquecen
Mariana tiene una hermana mayor, Lucía, y otra menor, Beatriz, así al país. Hay que promover las inversiones, las garantías para la propiedad
como un hermano que es el último hijo de la familia, Luis Mariano, privada, la seguridad jurídica, el ascenso de los mejores, de los más prepa-
quien terminó de veterinario de las bestias de sus fincas. Mariana se rados y calificados en la gestión de la nación. La meritocracia. Para él lo
casó de blanco con Carlos Cruz Alzada, hijo de Carlos Cruz Webern, importante es el orden y el progreso con la natural compasión social hacia
abogado, rico comerciante importador, heredero de la fortuna de la fa- los más débiles, orientado por el mensaje de Amor de Jesucristo, claro.
milia de su madre, clara representante de la raza teutona o aria. Desde Carlos Cruz Alzada es miembro de la Sociedad de Amigos de Valeria,
que eran novios, Carlos le hacía unas burlas casi sangrientas a Maria- por supuesto, y del Country Club del Puerto, donde se estableció su fami-
na por la asidua lectura de esos autores tan sospechosos de libertinaje: lia. En esa última institución no tuvo problemas para entrar. Cuenta con
Durrel, Huxley, Gide, Mann, Faulkner y Hemingway. La humillaba: cómodas instalaciones para disfrutar de la bella playa: restaurantes, ca-
decía que no podía entender nada porque era bruta como todos los de bañas para pasar la Semana Santa, vecindad con alguno de esos pueblos
su familia y género; que mejor se dedicaba a cuidar a sus hijos, que pintorescos donde los negros tocan su tambor para sacarle los dólares a
leía únicamente para competir con sus amigas de la Sociedad de Ami- los gringos que llegan en oleadas a extasiarse con esas carnes firmes en
gos; que se dedicara a algo más productivo. Ella terminaba sometién- movimiento y temblor. La Sociedad de Amigos de Valeria en realidad es
dose, aunque seguía leyendo a hurtadillas la historia de amor sensual lamentable. Ahí sí tuvo Carlos Cruz Alzada que pedirle el favor a su sue-
de Justine y aquel escritor refinado en la exótica ciudad de Alejandría. gro, para que lo ayudara a pasar la prueba de la bola negra. Por cierto, me
Mujer delicada y sensible, reafirmada en su lealtad hacia su marido y cuentan que una vez Rubén Darío visitó estas tierras y un poeta puebleri-
sumamente religiosa, en compensación con el libre pensamiento de su no, uno de los pocos que conocía la obra del vate nicaragüense, lo invitó
padre y de sus hermanos izquierdistas, angustiados por aquel matrimo- a almorzar a la Sociedad de Amigos. Pues resulta que no hubo manera
nio. Ella siempre justificó las tosquedades de su marido ante los suyos, de que dejaran entrar a la gloria de la poesía latinoamericana, porque no
quienes optaron por espaciar más y más las visitas y contactos, para tenía ninguno de los apellidos que habían sido aceptados por las bolas
dejar a Mariana en paz con su tormento. Esto no lo entiendo. Una mujer blancas. Imagínese usted, si así fue con nada menos que Rubén Darío,
tan refinada, de buena educación y mejor lectura, cómo pudo aceptar la cómo sería con este individuo de aspecto teutón, pero sin la confirmación
tiranía del bárbaro. Debe haber alguna explicación. La inventaré. del estricto proceso de selección de miembros del club.

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Por lo demás, el restaurant de la Sociedad de Amigos nunca ha sido CAPÍTULO XIII


gran cosa. Ha cambiado de concesionario cada dos años, por lo menos.
La última vez lo tenían unos portugueses que resolvieron la cosa con un
De altares y muertes
Buffet imitando los del Hotel Intercontinental, pero no pasaba de mos-
trar una comida grasienta, sólo frituras. La piscina es pequeña y simple.
Dura períodos enteros sin mantenimiento y cría una espesa vegetación. Por ser sábado y porque de verdad no se me ocurre nada para mi
De vez en cuando acomodan los jardines, poco extensos también. Las novela, cansado de estar encerrado en mi cuarto estrecho, he decidido
fiestas dependen de la generosidad del promotor. Sobre todo se celebran salir a la calle Monagas, famosa por tener la mayor densidad de boti-
allí los quince años de las damitas de la sociedad de Valeria. En uno quines y bares de Valeria. No tengo en realidad grandes planes. Sólo
de esos saraos aterrizó un helicóptero en el jardín del club, para traer beberme algunas cervezas y tal vez conversar con algún amigo que se
a la homenajeada. También se han visto allí caballos disfrazados de aparezca. Tengo tiempo sin ver al flaco Rafael, por ejemplo. Ni hablar
unicornios, vestidos de última moda como los que les gusta describir a de los poetas. Deseo sacudirme de los problemas del liceo, de mi sole-
Armando Vila, robots, orquestas fenomenales, Oscar D´León, los Me- dad en la calurosa habitación (¿cuándo compraré por fin el ventilador
lódicos; creo que han venido a cantar en esas fiestas ídolos juveniles que me prometí?), de las alarmas que pasan en la televisión. Me planteé
como Chayanne y Alejandro Sanz y Ricardo Arjona, y, por supuesto, se de todo, hasta disfrutar de mi soledad, y mira con quién me vengo a
han mostrado joyas que competían con ventaja con la iluminación de conseguir: con el Bulldog Ramírez.
neón de las calles del centro de la ciudad. Estaba acurrucado, en la última mesa del establecimiento, mirando el
Carlos Cruz Alzada es, en fin, parte de esa burguesía del Puerto, hija sitio con ojos vacíos de expresión desde un rincón. El flaco Rafael me con-
de inmigrantes alemanes, italianos, españoles, húngaros, polacos y hasta tó hace tiempo: botaron al viejo neurótico del periódico a raíz del amotina-
rusos y griegos. Es el tercer hijo de Carlos Cruz Webern y Magdalena miento de las mujeres periodistas que estaban hartas de sus humillaciones
Alzada. Sus hermanos son: el mayor, Octavio Cruz, exitoso empresario y faltas de respeto. En una ocasión hasta le acarició las nalgas a Odalys
del comercio importador, y Felicia Cruz, quien se casó felizmente con Contreras. Los Bárcenas trajeron por unos meses a Jorge Schemel para
un hombre de negocios norteamericano y fijó residencia en Chicago. Es- que dirigiera el periódico, pero debe ser que no soportaron el fanatismo
tudió en el exterior el bachillerato y toda la carrera de economista y el por los caballos de esa bestia enzapatada. Les daba a los reporteros unas
postgrado en Bussines. Como su mujer. Por eso sigue chocándome su pautas vacías. Simplemente les decía: “Bueno, chico, tú eres una estrella:
ordinariez. Tal vez sea sobreactuada, como una fachada para tratar con ve y cubre tu fuente”. Redactaba su columna hípica y se perdía en algún
los nacionales. Un reflejo distorsionado, la caricatura de la supuesta falta remate de caballos, de esos que abundan en la calle Brion. Después del
de elegancia y cultura de nuestros negritos, zambos y mulatos. Se querrá fastidio obsesivo del Bulldog, esta negligencia viciosa de Schemel debió
acercar a todos nosotros, sobrevivientes y miembros del populacho. Es reventar a Coromoto Bárcenas. Entonces a los tres hermanos se les pren-
sólo un gesto oportunista. Una construcción publicitaria como los zapa- dió el bombillo y llamaron nada menos y nada más que a Eddy Reyes, el
tos sucios y desgastados que ostentaba cuando caminaba por los barrios mismo que se había llenado de gloria una vez, eso está registrado en los
populares de la ciudad. Como su propio hijo, a quien ha comenzado a anales de la historia del periodismo de esta ciudad, cuando siguió hasta el
presentar como su sucesor en el poder regional y, como ya comenté, de final el caso de la tortura y asesinato de aquel estudiante, no me acuerdo
cuyo nombre le ha borrado el apellido materno. El muchacho también ha el nombre. Eso fue durante el gobierno del Mocho Hermoso. Y después
cursado todos sus estudios en los Estados Unidos. Un rumor demasiado dicen que fue con los Nébula que se inauguraron los abusos en esta tierra.
prominente sostiene que es asistente asiduo a las fiestas “de ambiente”. De modo que allí está, en un rincón de “La Palmera Luminosa”,
con la vista fija en ningún lugar, con la boca abierta y la lengua afuera,

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el saco ajado y descolorido, el cabello largo pero con grandes entradas a la capital a hacerle una especie de seguimiento a Cazorla, el dirigente
de calvicie en la frente, moviéndose al ritmo de una respiración que no este del Partido Socialdemócrata, que está ahora con Cruz Alzada. Hubo
se sosiega por nada, los ojos enrojecidos, tambaleándose suavemente, hasta sindicato en el diario. En eso tuvo que ver su jefe de usted, el flaco
evidentemente borracho, el Bulldog Ramírez. ¿Se acordará de mí? Michelena. Pero es que este país no tiene solución. Esta misma tarde aca-
–¿Franco Robles? ¿Asistente de Michelena? ¿Ahora es director de bo de comprobar lo que siempre dije: que vamos al desastre, si es que ya
un liceo? –Bulldog parecía el eco deformado de mis palabras de presen- no estamos en él. El desastre es ese estúpido, alemán bruto, Cruz Alzada
tación– Pero usted viene de la prehistoria. ¡Imagínese! ¡De la época de Webern. ¿Cuánto apostamos a que se cambia el apellido? O se pone los
los Nébula! Mucha gente sigue traumatizada con los Nébula y no se han tres, para que salga a relucir el teutón, ese apellido de compositor o so-
dado cuenta de que el que está ahora es peor, mucho peor. Porque lo de ciólogo alemán: ¡Webern! ¡Ja, ja, ja! Pero es que este país es único. Esta
los Cruz Alzada combina la ordinariez de los mafiosos Nébula con las misma tarde vi algo inconcebible, propio de esta manada de bestias, de
pretensiones de unos nuevos ricos. Yo siempre he considerado que este negros supersticiosos que se creen ciudadanos de una nación. Después
país necesita una verdadera clase dominante. No, esta cuerda de sinver- de eso me dije: ‘Coño, Bulldog, te tienes que echar una pea hoy. Esto es
güenzas, nuevos ricos, sin cultura ni refinamiento. Mucho menos visión increíble. Tienes que beber hasta quedar hecho mierda y después escribir
de Patria. Porque eso es lo que se necesita ¡Visión de Patria! Este país se esta vaina, porque esto lo tienen que conocer en otros países, o las próxi-
jodió desde hace tiempo. Desde siempre. Desde que esa cuerda de negros mas generaciones, para que les dé vergüenza, al menos. Se trata de un
e indios exterminaron lo que pudo haber sido y no fue una verdadera élite reportaje de primera. Algo espantoso”.
social y cultural. Es una lástima. Con las riquezas naturales que tiene este “Sucede que me asomé por el sector del 14 de noviembre. Por ahí
país. Pero no, aquí no hay visión de un coño. Los jefes vienen por olea- hay unas zapateros muy buenos que te venden zapatos hechos a mano
das. Acaban con toda planificación que pudo haberse hecho. Tienen que de buena calidad. Bueno: también venden drogas y hay putas por co-
estar comenzando todo como si fuera la primera vez. Desde el principio. ñazos. Y en eso tienen tradición. ¿Usted sabe que el mismísimo Cojo
Ahí tiene a esos estúpidos de los hermanos Bárcenas. Les trabajé muchos Nébula se la pasaba por ahí en sus tiempos de bohemia, cuando toda-
años, más de los que me quiero acordar. Mire, Robles, yo vivía de cabeza vía no habían nacido sus muchachos? ¿Usted también suspira por esos
en el periódico. Sólo iba unas pocas horas a descansar a una habitacion- tiempos? ¡Aaahh! ¡Yo creía! ¿Estaba muy chiquito? ¿No había nacido?
cita que me pagaban en un hotelito asqueroso del centro de la ciudad. ¡Hummm! Iba yo entonces por esa calle, que la llaman de la Consola-
Comía y hacía mis necesidades en redacción. Estaba encima de la gente ción, aunque en realidad tiene el nombre del doctor Juan Vicente Flores.
de la redacción, los talleres, diagramadores, impresores. Todos los pasos Pero le pusieron Consolación porque por ahí hay una Iglesia y todo.
en la realización del periódico. Les garantizaba un producto de calidad. Dicen que Flores era masón. Bueno, voy por ahí y veo a unos carajitos,
Convertí la redacción de “Al día” en una verdadera cátedra de periodis- unos malandritos, peligrosos son esos carajos. Pero iban con unas flores
mo. ¿Y cómo me pagaron? De un día para otro: “Mire, Ramírez, hemos y unas velas. Yo, sorprendido, les pregunto: “¿Van para la Iglesia?”. Y
decidido prescindir de sus servicios. Aquí tiene esta platica y se va”. Así ellos: “No: para el altar de Braquita”. ¿Cómo es la vaina?, pensé. Yo
mismo. Pusieron al loco, al vicioso, al ludópata ese de Schemel, que vive les pregunté y volví a preguntarle a los carajitos, porque eran muchos,
pegado de una carrera de caballos, con la boca abierta, la gaceta hípica en como veinte, treinta, qué sé yo.
el sobaco, agitando la mano como si se la hubiera quemado. Y eso que yo “Resulta, chico, que iban a una lomita por ahí cerca, por esos terre-
soporté todos sus altibajos. Dígame en los tiempos de los Nébula. Yo hice nos sucios, pelados, que quedan después de demoler las casas viejas,
todo lo que me mandaron. Recibí sus regaños. Injustos siempre. Como pero en lo alto de una lomita, desde la cual se puede dominar parte del
cuando el marico este de Vila publicó aquellos reportajes mentirosos que barrio. Y ahí, el montón de flores y velas. ¡Era el altar de Braquita!
les trajeron tantos problemas. Yo pagué los platos rotos y me mandaron

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¿Tú sabes quién era Braquita, verdad? Bueno, tú debes saberlo, por- de chaqueta de cuero. A sus espaldas podían verse las siluetas de unos
que trabajaste para los Nébula. Para el flaco Michelena. Bueno, es lo hombres y la vidriera rota de una tienda. El viejo periodista me la mos-
mismo. Los Nébula tenían una gran cantidad de guardaespaldas. Así les tró bufando y gruñendo, arrojándome en la cara su aliento hediondo a
decían. En realidad, eran todas unas fuerzas armadas. Con ellas inter- alcohol y no pocas gotas de saliva.
venían los sindicatos donde la izquierda o una tendencia enemiga del “Mire este detalle. Esas son las vidrieras rotas de la explosión social,
mismo partido se atreviera a meterse. Les caían a plomo a los huelguis- ¿sabe? Este culto viene de ahí. ¡Que vaina tan interesante! Tengo que
tas. A los estudiantes también, y a los maestros. A sus eternos rivales, escribir este reportaje. Según lo que dicen los malandritos, Braquita
los seguidores del “Pollo” Hassan. Tú debes de conocer esa historia. ¡Si dirigió a su barrio para resolverles la vida. Les dio todo lo que podía
hasta salió por el periódico! Ese marico de Armando Vila lo escribió hacerles mejor la vida. Comida, artefactos electrodomésticos, televiso-
una vez. Bueno, cada hermano tenía sus fuerzas, sus hombres en armas, res. Y ahí lo mataron como un mártir. No resucitó, pero ahí está, en un
que los acompañaban y hacían el trabajo sucio. Lucio, el menor, por terreno abandonado, en una lomita a cuyos pies está su barrio amado.
ejemplo, se encargaba de reclutar muchachitos, malandritos, en la cár- Su espíritu les resuelve la vida a sus habitantes. Y déjame decirte algo,
cel. Les daban armamento sofisticado, de guerra, incluso. Claro: Lucio Franco, viene gente de todo el país. Hasta de la capital vi yo personas
al final terminó quedándose con esa parte del negocio: lo del tráfico de llenas de devoción hacia Braquita. ¿Qué le parece?”
automóviles robados y la droga. Eso es un secreto a voces en Valeria.
Ya es bastante tarde, viejo gruñón, patética morsa, asquerosa. Fran-
Todo el mundo lo sabe. Nada ha cambiado en realidad. Este coñoema-
co Robles escuchó con paciencia tus cuentos. Le hablaste del nuevo
dre de Cruz Alzada también tiene sus negocios, pero relacionados con
culto a Braquita. Eso le interesó, claro. Pero después, cuando comen-
el Puerto. Es natural. ¿Qué puerto hay en el mundo donde no haya con-
zaste a hablar de tu apostolado en el periodismo y a decirle todo lo que
trabando, drogas, prostitución, armas y demás?
has hecho en tu carrera, tus famosas entrevistas, tus recomendaciones
“Bueno; pero no me apartes del cuento, vale. Te decía que esos confianzudas a García Márquez, tus críticas constructivas a casi todos
malandritos le llevaban flores y velas encendidas al altar de Braquita, al los presidentes de la República del Caribe, tu rol de confidente de va-
nieto del viejo Bracamonte, la mano derecha del Cojo Nébula, el mismo rias reinas de belleza, la asesoría que le brindaste a los monstruos de la
que aprendió a leer y a escribir por obra y gracia de la señora Antonieta. radio y la televisión en el país, lo fastidiaste. Se levantó y se fue a otra
¡Han convertido a ese malandro en un santo! Le rezan, le llevan flores mesa, donde habían llegado sus amigos. Entre ellos reconociste al flaco
y velas, le pagan promesas. Le hacen ofrendas. Balas, proyectiles del Rafael, ese reportero gráfico que siempre despreciaste y maltrataste
más variado calibre. Hasta granadas de mano y uno que otro rocket. en la redacción de “Al día”. Decidiste, entonces, terminar tu enésima
Dicen que él fue bueno. Que robaba a los ricos para darles a los pobres cerveza y salir a caminar. Te sientes cansado, muy cansado. Afuera, la
de su barrio. Que siempre defendía a los débiles y los desamparados. calle está llena de agitación: hay muchas putas y transformistas, ata-
Que ha curado enfermedades y sacado a más de uno de la cárcel. Que viados con vestidos de colores chillones, y carros que se detienen para
realiza auténticos milagros. Hasta curó un cáncer. Los malandritos me contratarlas. Los pilotos tienen sus equipos de sonido a todo volumen.
refirieron a una señora de esos lados que le había salido un tumor en la Las cornetas truenan desde las maletas abiertas de los autos. “Musica-
cabeza; ella fue, le hizo la promesa a Braquita y, a la semana, ya estaba lizan”, como ellos dicen, la calle. La algarabía es insoportable. Todo
completamente sana. ¿Qué tal? Los malandritos, siempre que se prepa- tiembla por los golpes de las vibraciones de los bajos exagerados. Ojos
ran para dar un golpe, van y le prenden velas para pedir su protección”. pintarrajeados. Figuras demasiado curvilíneas para ser de mujeres.
Bulldog se ladeó trabajosamente para sacarse algo del bolsillo tra- Además, son demasiado altas también. Salen en carrera tras los clien-
sero del pantalón: una estampita con el dibujo de un joven armado con tes que se detienen a preguntar por los precios de una mamada, de un
una ametralladora uzi, de nariz prominente y cabello largo, ataviado anal, de un polvito rápido en el asiento de atrás. Una o uno se te acer-

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ca. Le mentas la madre. Ella o él te contesta a gritos. Ya no entiendes CAPÍTULO XIV


qué te dicen, cómo te insultan con alaridos, en medio del ruido, de la
música a todo volumen, en medio de todos esos decibeles enloquecedo-
Noticias buenas, noticias malas
res. Te alejas a toda marcha tambaleando. Unas carcajadas malignas
te persiguen. Cruzas por una esquina. Allí todo está más tranquilo,
pero también oscuro, muy oscuro. Sabes que este es un sector peligro- He retornado a la patria. Estoy muy emocionado. Quisiera pegar
so, muy peligroso. Sólo llega el eco de la algarabía de más allá. Te has un grito o poder escribir un poema; pero no tengo ni la capacidad ni la
burlado de Braquita. ¿No sabes que necesitas su protección para andar vocación para hacerlo. Además, creo que hay ya un poema que trata de
por estos infiernos? La oscuridad constituye un refugio, pero también estos retornos. Mi tío primo Anselmo Monti seguramente se lo sabía y
es una amenaza. Lo sabes. Adivinas tu suerte cuando percibes un par lo recitaba con todas las modulaciones de la voz necesarias. De nuevo
de sombras que se te acercan por detrás a toda carrera. Escuchas que ahí está el color verde del paisaje, el sabor del aire, la calidez, esa ale-
te exigen algo, dinero, cualquier cosa. Haces como si no escucharas. gría tan parecida a la mediterránea. Mi tío primo, por cierto, hacía notar
Te agarran del brazo. Te sacudes y sigues andando. Te alcanzan y te en alguna parte que el Caribe también es mediterráneo.
empujan. Casi pierdes el paso. Te apresuras. Pero vuelven a alcanzarte Definitivamente, me cayeron muy bien esas vacaciones en la Italia
y esta vez sientes un dolor insoportable en el costado. El saco sucio eterna. Me siento renovado, con nuevos bríos. Celia al fin se decidió
ahora se empapa con un líquido ardiente. Sabes que es tu sangre, pero y marchó a los Estados Unidos, donde unos familiares. Acordamos el
pretendes seguir como si tal cosa. Pero el suelo falla a tus pies. Todo se divorcio por las buenas. Es lo mejor para los dos. Visité el pueblito de
mueve a velocidades vertiginosas. Al final, pierdes el equilibrio, caes. papá. Desde lo alto de aquellas lomas reconstruí la historia de los mu-
Te burlaste del barrio, Bulldog, y eso se paga. Te metiste con el barrio, chachos huyendo del fascismo emergente e inventando una nueva vida
Bulldog, y a mí me cae mal la gente que se mete con el barrio, que se del otro lado del océano. Luego pasé unos días en Roma, recorriendo sus
burla de la devoción del pueblo. Te burlaste de Braquita, Bulldog. Y calles y lugares, admirando los recuerdos monumentales del gran impe-
ahora te mueres ahí, como un perro, con una puñalada en el costado. rio. Comiendo. Saboreando con delectación todos esos platos con que
Te desangrarás y nadie te socorrerá. ¿No te lo advirtieron, periodista mamá nos ató para siempre a esa tierra. Luego de unos meses en Italia,
de mierda, viejo inmundo? ¡No te metas con Braquita, no te burles del dediqué otros tantos a merodear por Europa: Francia, España, Inglate-
barrio! Vas a terminar, como estás terminando, con el tripero afuera y rra, Alemania, Austria, Grecia. Es posible que estuviera reproduciendo
esa cara horrible, y esa mirada de bestia muerta ¡Te metiste con Bra- las aventuras o por lo menos los inspirados recorridos de mi tío primo,
quita, con el barrio, con el pueblo! el poeta Anselmo Monti, durante su exilio de poeta. Algo de eso lo des-
cribe en el libro que le editamos por la gobernación. Pero ver aquellas
maravillas, el ambiente, directamente, le da nuevo brillo a su prosa.
De veras que me sentía agotado, exhausto. Habían sido muchos los
años de batalla. Esa guerra intensa, con unos enemigos terribles, con-
secutivos, polifacéticos. Por otro lado, la lucha siempre me reconfortó.
Me llenaba de energía, de alegría y de orgullo, de una sensación de
poderío de lo más parecida al placer sexual. Me contentaba que mis
contrincantes no fuesen ni estúpidos ni débiles. Luego vino el cierre de
un ciclo que me pareció tan grandioso como una era histórica, valga la
expresión manida. Ejercer el gobierno de Baracoa quedará por siempre

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grabado en mi mente, en mi piel, en mi alma. Fue un esfuerzo titánico. adorada, convocar a Cruz Alzada a una entrevista de “alto nivel”. La
Lo digo apartando las formas superficiales de una modestia que en este concertó a través del Judas Cazorla, que ahora resultó ser uno de los
caso sería encubridora y cómplice de la falsedad. enlaces entre el gobierno saliente y el entrante.
Lo de las elecciones regionales, la campaña electoral y la derrota Cazorla fue citado al Club del Sindicato de la Salud, entidad que goza
subsiguiente, no vinieron solos. Fueron tan sólo los eslabones de una de un edificio con una arquitectura que sugiere uno de esos castillos de
cadena de eventos dolorosos. También se abalanzaron sobre nosotros, los grandes imperios navieros del siglo XV, España o Portugal. Grandes
como el ataque de una manada de fieras hambrientas, casi al mismo murallas protegen sus amplias y gratas instalaciones, mucho más gran-
tiempo, la muerte de Juancito y la agonía de mamá. Sobre todo me des- des y ostentosas que el Country Club de la capital. Hasta allá llegó el
garró ver a mamá muriendo. Llegó entonces la tarea más ingrata que me intrigante en un inmenso Lincoln negro. Otros dos automóviles llenos
tocó en todo ese tiempo. Gobernar la transición hacia la nueva era de los de hombres armados lo acompañaron. Penetraron hasta la glorieta de la
Cruz Alzada. Así lo bautizaron los diarios: “la nueva era Cruz Alzada”. entrada y se estacionaron. Salieron nerviosos, apuntando a su entorno.
Como si mi gobierno hubiese durado una eternidad. Lucio había plantado a sus muchachos, cien o doscientos, a las puertas
Lo que hasta ese momento no era sino rumor malintencionado se del club, en los jardines, en lo alto de los muros que como a una forta-
convirtió en noticia de primera plana, en infamia, campaña malévola, leza protegen al Club, en los pasillos que conducían al restaurant donde
desconsiderada, aviesa y calumniosa. Tanto criticar la pequeña lección, se realizaría el encuentro. Cuenta mi hermanito que aquella escena fue
que por lo demás le servirá para toda la vida, dada al hijo de Acevedo, muy divertida, porque sus gorilas no encontraban hacia dónde dirigir
y ellos orquestaron una verdadera masacre a nuestra reputación. Hu- las miradas y las miras de sus ametralladoras. Aquello estaba erizado de
millaron a todos nuestros colaboradores. ¿Qué es peor? ¿Unos cuantos cañones. No había un espacio donde no estuviese uno de los angelitos de
golpes, unos empujones, unos insultos dichos delante del individuo, Lucio apuntándoles con una sonrisa serena en los labios. Al fin se bajó
que esta sangrienta algarabía, esta inundación escatológica, para des- el emisario de Cruz Alzada y se dirigió al sitio del encuentro. Allí lo es-
truir la imagen pública de unas personas, de una gestión, de un esfuerzo peraba mi hermanito, ahora más gordo, obeso, pero muy cortés, con un
por servir a la comunidad? Lo peor (para ellos) es que, a pesar de sus abrazo y unas copas de champaña para brindar por el diálogo.
calumnias sistemáticas divulgadas por los medios de comunicación, no No duró mucho. No tenía por qué durar aquella conversación. Ca-
pudieron armar un “caso Nébula”. Supimos en la capital que nuestros zorla mencionó casos de hurtos de automóviles. Lucio trajo a colación
enemigos se movieron con fiscales y jueces, así como con directores otros tantos vehículos introducidos de contrabando en el país. Cazorla
de los medios nacionales y hasta con dirigentes de nuestro Partido, mencionó armas. Lucio sólo mencionó algunas fechas y algunos sitios
intrigando acerca de las diferencias políticas que Humberto ya había donde se subastan algunas de esas máquinas de muerte; pero además
esbozado respecto del gobierno del “Estadista”. Pero las acusaciones muchachitas en flor. Cazorla se atrevió a hablar de muchachitos. Lu-
y señalamientos por la radio, televisión y periódicos fueron vacías, se cio trajo a sus labios el gusto por el amado país vecino, de donde ve-
limitaron a generalidades. Se dedicaron a crear la leyenda negra de los nía una caudalosa corriente de sustancias que algunos socios de Cruz
Nébula. Que si la mafia Nébula, que si los sindicatos intervenidos, que Alzada consumían y negociaban hacia el Norte. Así estuvieron unos
si unos muertos por ahí, que si tráfico de no sé qué cosa. Tan solo con- veinte minutos, hasta que el Intrigante se dio cuenta de que las cartas
tribuyeron a enrarecer todavía más la atmósfera de podredumbre que de mi hermanito eran sustanciosas y ganadoras, por lo que se decidió
envolvía al país. que la campaña se acabara. Que era natural un relevo en los cuadros
A Lucio se le ocurrió, para detener aquel baño de inmundicias que altos, de confianza, y medios en el aparato administrativo de la Go-
cayó incluso sobre mi difunto y recordado padre y hasta sobre mi madre bernación; pero habría algunos territorios sagrados. Antes de hablar de
ellos, era preciso que se comenzara por dejar en paz lo más sagrado de

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todo para nosotros: el recuerdo de nuestro padre y de nuestra madre. sus movimientos en la capital para promover nuestra caída, Cruz Alzada
Cazorla aprobó esto calurosamente. A partir de entonces, paró la cloaca aprovechó para capitalizarla, para sí, sus acciones. Se construyó entonces
mediática. Estaban advertidos para lo demás. No hubo necesidad de un la leyenda negra de los Nébula, que tanto daño nos hizo y al cual no supi-
encuentro entre Cruz Alzada y yo, los gobernadores entrante y saliente. mos responder a tiempo, por la incompetencia, incapacidad y negligencia
No puede negarse que el poder de Cruz Alzada se debe a su habi- de coñoemadres como el flaco Michelena. Estos errores también hay que
lidad, a sus virtudes políticas, y no sólo a la fortuna que también ha contarlos. Fueron fallas que rayaron a veces en la traición.
tenido, por supuesto. ¿Cómo es que dice aquel latinazo: Sed quo facta Mientras se constituía ese bloque contra nosotros en el Partido y
trahunt, virtus saequaetur? Hay que decir que tuvo suerte, por un lado, más allá, porque entre los empresarios hubo quien contribuyó, y hasta
cuando fue intensificándose la desconfianza y el alejamiento del presi- a la misma Sociedad de Amigos de Valeria llegaron los tentáculos de la
dente de la República respecto de nosotros, a causa de las posiciones conspiración, Cruz Alzada iba provocando uno a uno a los jefes de la
de principio que empezamos a manifestar en la Dirección Nacional a democracia cristiana para enfrentarnos. Casi ninguno entendió el juego.
través de mi hermano mayor, Humberto. Esta inclinación adversa del Se trataba de competir a ver quién era capaz de decir la peor calum-
“Estadista” fue aprovechada por nuestros enemigos en el propio Partido nia contra nosotros. Algunos escurrieron el bulto discretamente, porque
para ir socavando nuestros apoyos. Por supuesto, el más evidente intri- teníamos pruebas de que se habían beneficiado de algunas ejecutorias
gante en esto fue Cazorla; por eso habrá que aguardar con paciencia de nuestras. Por ejemplo, los planes de expansión de Valeria siempre fueron
chino que su cadáver pase por delante de la puerta de nuestra casa, la de muy apetitosos. No fue pequeño el botín que los socialcristianos adqui-
mi madre y mi padre. rieron. Pero en poco tiempo, se logró el efecto que Cruz Alzada quería
Otra circunstancia que benefició a Cruz Alzada y que le deparó oca- crear: la sensación en los cuadros medios y de base del Partido de que
siones de avance que no desaprovechó, hay que decirlo, fue la desmo- todos esos dirigentes eran unos vendidos a los Nébula, lo cual, por lo
ralización y fragmentación de las filas socialcristianas, que en una pri- demás, no distaba demasiado de la realidad. Cruz Alzada sirvió la mesa
mera parte de su carrera habían constituido su apoyo más importante. para que los dirigentes regionales socialcristianos se acusaran e invali-
En realidad, Cruz Alzada no disponía de esas fuerzas como propias. Al daran unos a otros por su “cobardía” en las discusiones de su Dirección
contrario, su curul en el Congreso había sido producto de una políti- Nacional. Esto maduró el momento para la acción directa del porteño. Y
ca circunstancial de ese partido, para resolver problemas financieros. emprendió entonces esos recorridos por los barrios populares y la cam-
Fue un puesto comprado. Se les dio cabida entonces a empresarios de pañita publicitaria de “el hombre de la mano abierta y los zapatos su-
cierta relevancia para sustentar las plataformas parlamentarias. Pero cios”. Era el momento de aniquilar. Uno tras otro cayeron las vacilantes
las sucesivas derrotas nacionales, aparte de la desconfianza y la sos- aspiraciones de los posibles rivales de Cruz Alzada en ese partido.
pechosa negligencia de sus jefes más importantes, como el mismísimo Los puentes y lazos entre Cazorla y Cruz Alzada se intensificaron
Mocho Hermoso, le dieron una consistencia líquida, cuando no gaseo- hasta que, cuando finalmente el Partido socialcristiano decidió designar
sa, al Partido socialcristiano. Los jefes que habrían podido aspirar a al segundo como su candidato para la gobernación, se hicieron públicos
la posición que Cruz Alzada deseaba desconfiaban entre sí, jugaban a y evidentes. Por los lados de la izquierda electoral ocurrió un proceso
sus derrotas y, por tanto, mantenían siempre relaciones discretas con parecido. Cruz Alzada se fue ganando a los dirigentes más ambiciosos,
nosotros para recibir ayuda de tal manera que ninguno de ellos lograra más pragmáticos. Les ofreció un lugar destacado en lo que sería el pri-
levantar la cabeza. mer gobierno donde no se haría distingos entre militantes de diferentes
Así, había un equilibrio de fuerzas que, en parte, nos beneficiaba, pero partidos, sino que “se reconocerían las capacidades y las cualidades
de tal fragilidad que cuando Cazorla, Acevedo y Hassan comenzaron personales para todos los cargos”. “Un gobierno del respeto”, como
empezó a martillar en sus cuñas de radio. Como si nosotros no hubiése-

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mos respetado a los empresarios, a los sindicatos, a los comerciantes, a Dios. En realidad, fue que no supimos dar cabida a todas las demandas,
la gente de la cultura y la academia, al pueblo en general. las exigencias, las necesidades de la población. El Partido fue desbor-
De esta manera, Cruz Alzada fue haciéndose de una fuerza propia dado por el país, y se reventó.
quitándoles la lealtad de los cuadros medios a los desacreditados jefes Estoy un poco confuso. Pongamos las ideas en orden. Nosotros in-
socialcristianos, y ofreciendo villas y castillos a nuestros rivales entre vertimos muchos años de nuestra vida política en la lucha por garanti-
los socialdemócratas y la izquierda, tan pequeña en su potencia electo- zar que el Partido tuviera una identidad política clara e inconfundible.
ral, pero importante para la imagen de amplitud. Por eso no descansamos hasta acabar cualquier posibilidad de que la
Todo esto lo medito ahora, cuando regreso a Valeria después de casi izquierda tuviera alguna expresión en el interior de la organización.
dos años en Europa, no para amargarme. Aunque les he escrito copiosa- Limpiamos, pulimos y engrasamos, una y otra vez, la maquinaria.
mente a mis hermanos, y ellos a mí, no quiero dar la imagen de un hom- A nosotros nos tocó enfrentar todo lo que pudiera desviar al Partido.
bre amargado y derrotado. Aparte de descansar, cosa que agradezco a la Recordar aquello me emociona tanto como escuchar las narraciones de
vida, necesitaba dejar pasar el tiempo. No estar presente para que ciertos las guerras del Imperio Romano. Desalojamos a la izquierda del movi-
procesos maduraran por sí solos. Para que ese montón de víboras que miento estudiantil y de los sindicatos y en general de todos los espacios
acompaña a Cruz Alzada comenzaran hacer de ese saco un ingrato lugar populares donde habían logrado asentarse. Y esa izquierda se reprodu-
de convivencia. Pronto se darán cuenta de que han sido simplemente uti- cía como hongos. Después de derrotar la guerrilla castrocomunista, re-
lizados. Que ese hombre no piensa sino en la prolongación de su propio sulta que había otros y otros y otros izquierdistas en el Partido. A todos
poder personal. Que no les dejará crecer como líderes. Que preferirá co- los aniquilamos. Física y políticamente. No dimos tregua porque ellos
locar incluso a su hijo, ese marico banal, al frente de la gobernación, que no la dieron. Eso hay que reconocerlo: los izquierdistas fueron unos
permitirles a ellos sucederle. Cuando eso se les confirme, ya veremos la enemigos respetables.
descomposición, la masacre, los alaridos y el crujir de dientes. Esos combates nos dieron un gran prestigio. No puedo negar que,
Por otra parte, no puedo quejarme de la fortuna que siempre tuvimos de alguna manera, heredamos el respeto y el reconocimiento de nuestro
los Nébula. Pero menos ignorar los esfuerzos, la habilidad, la virtud padre. Desde muy temprano recibimos esas influencias en la Dirección
que demostramos en la lucha por obtener y conservar nuestro prestigio Nacional del Partido, en la Sociedad de Amigos de Valeria, en los mis-
y nuestro poder. Aunque hay que ver que sólo estuvimos cuatro años mos sindicatos y organizaciones gremiales, en la Universidad. Es curio-
en la gobernación de Baracoa. Desarrollamos una gran capacidad para so observar cómo se reproducen esas lealtades. Pudiéramos decir que
hacernos del poder del Partido, pero no de la Gobernación. Esto hay que comienza con una expectativa. Todos están pendientes de nuestras ac-
reconocerlo. Siempre para nosotros fue más importante el Partido que ciones. Pero también, todos están alerta acerca de qué harán los demás
cualquier cargo, posición en el gobierno, cualquier otra cosa. El Partido respecto a nosotros. Aquellos fueron momentos de incertidumbre. Me
es el gran instrumento. Eso lo aprendimos del Gran Líder. refiero a los días en que recién había muerto papá, y nuestra madre nos
Es difícil de aceptar, pero ese esquema en que fuimos formados, de reunió y aleccionó para ser una fuerza política formidable. Los conflic-
culto al Partido, comenzó a declinar justo cuando la organización copó tos se multiplicaban. Se avizoraba, por supuesto, la división que luego
todos los espacios de poder. Me refiero al momento en que los jefes del se produjo, pero nadie sabía cuál de los bandos se llevaría la mayor
Partido coincidieron con los jefes de gobierno en las regiones, cuando porción. Por eso, fue nuestra acción la que provocó que las lealtades se
nosotros estuvimos en la Gobernación. Ese fue, como se dice, el “punto nos plegaran como en una reacción en cadena. No iba a ser automático.
de inflexión”. Eso no significa que la causa de la declinación del Partido Después de aquellos tiempos que no dudo en llamar “heroicos”,
fuera esa ubicuidad, el hecho de que estuviera en todas partes, como vino la confusión ocasionada por los triunfos de los socialcristianos.

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Por supuesto, aquello era una hechura de los socialdemócratas. Era la Me imagino el final de este pobre hombre. Así paga el diablo: Los
famosa “alternabilidad del poder” propiciada por el Gran Jefe. Aun así, Bárcenas lo explotaron sin piedad. Se echó unas borracheras con Cazor-
en la militancia cundía el desconcierto. La pérdida del poder, por lo la y mis demás enemigos, pero no le guardo rencor. Entiendo que sólo
menos del poder formal, siempre constituye un motivo de cierto duelo. fue una pobre víctima. Todos me informaban de su persona, por frag-
Allí nosotros también nos lucimos, manteniendo, a toda prueba, nuestra mentos: el déspota de la redacción de “Al día”, el esclavo esclavizador,
disposición de lucha y voluntad de trabajo. el capataz tal vez, el patán falta de respeto con las damas, el lacayo de los
Por eso, cuando el “Pollo” Hassan pretendió hacerse del Partido en Bárcenas. Ya lo que quedaba era el bagazo del hombre. Así me lo cuen-
la región, basándose únicamente en sus apoyos en la capital, luchamos tan: ya estaba alcoholizado cuando lo botaron del periódico. Fue echado
fieramente. La indignación nos dio el valor para hacerlo. Y creo que a un lado, expulsado como un desecho, una hez. Los Bárcenas metieron
aquel fue un período glorioso. Emocionante. Golpeamos fuerte y segui- nuevos socios en el negocio. Hasta Lucio tiene unas acciones. Con esos
do, hasta acceder, al fin, a la gobernación. reales lograron meter unas computadoras. Modernizaron la imprenta.
Los periódicos de Valeria ahora titulan sus primeras planas con las Pensándolo bien, los Bárcenas han sido de mis enemigos más tai-
declaraciones de los nuevos funcionarios. Ponen en primera plana la mados, hipócritas y tramposos. Oportunistas. Lo han sido toda la vida.
“inauguración del Parque del Centro”. Es el mismo parque de la Inde- Aprovecharon a Hermoso, Aprovecharon a Acevedo. Quisieron apro-
pendencia que construimos en mi gobierno, sólo que le cambiaron el vecharse de mí. Vinieron zalameros mientras complotaban con mis ene-
nombre y le pintaron de amarillo las vallas y los bancos. El nombre es migos: Cazorla, Cruz Alzada, Hermoso, Hassan, los empresarios de la
para sugerir que es como el Central Park neoyorquino. Dan ganas de Asociación de Ejecutivos.
reír tanto rastacuerismo. Han dicho y repiten en cada nota informativa Por cierto, noto que los negocios de los Giuletti han crecido enorme-
que el de Cruz Alzada es un gabinete de lujo: viejos burgueses, vani- mente en lo que va de la gestión de los Cruz Alzada. Levantaron varios
dosos yupies, amigos del hijo, viejos socios de negocios. Pero en él condominios y urbanizaciones en la parte norte de la ciudad. Sin con-
se reconoce fácilmente la cuota de los partidos, la cuota italiana. Los siderar el problema del suministro de agua ni la escasez de vías, lo cual
chinos y los árabes, que también piden lo suyo. Más abajo, a media pá- ocasionará en poco tiempo unos embotellamientos bestiales. Es natural:
gina, cuatro columnas: las supuestas “revelaciones” de Cazorla acerca Aurelio ha colocado como secretario de Obras Públicas a un empleado,
de Braquita. Busco la información, es lo que llaman los periodistas una Vicente Rodríguez.
“olla”: referencias de antiguas noticias. Nada nuevo. Pero ya se dejaron
de eso de mencionar a papá y mamá. Mucho menos nombran a mi her- No. Mi respuesta fue no. Una y mil veces no. Tenía que ser falso, una
manito, Lucio. Insisten en enlodar a Braquita. Pobre muchacho. Logró mentira asquerosa, una infamia, un rumor venenoso. “No” fue el golpe
una inmortalidad de chismes y sensacionalismo. seco de la puerta en las narices del desconocido, el sonido del escudo
Veo que la planta de periodistas en los medios ha cambiado. Las al chocar el filo, el retumbe de la muralla al recibir la embestida del
nuevas periodistas toman sus lugares: Mariela, Yamilé, Dalia. Los nue- ariete. Odié al mensajero por odio al mensaje. Lo insulté. El teléfono
vos jefes de información y directores. Volvió Eddy Reyes, el periodista sólo respondió un sollozo, el clic al colgar y el tono largo de la bocina
que siguió el asesinato del estudiante durante el gobierno del Mocho como el eco prolongado de la negación infinita. El mundo se disolvió
Hermoso. Ahora aparece en la jefatura de redacción de “Al día”. He ante mis ojos entre vapores y velos desgarrados. En la oscuridad que
descubierto algo. Una pequeña nota en un rincón de una página inte- advino, me congeló el brillo fosfórico de una mirada diabólica y una
rior: un lacónico obituario dedicado a José Ignacio Ramírez, conocido carcajada maldita en el ruido de la ciudad. Saberlo fue corroborar que
como “el Bulldog”. el mundo es tan sólo el juego cruel de un dios mezquino y caprichoso
que se complace con el dolor de sus criaturas. Decir “no” con todos

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los nervios, el cuerpo, los huesos, fue la reacción natural, la última nuestro fue un amor cobarde. Sobre todo de mi parte. Pero él tenía
resistencia de la red sutil por donde pasa lo existente. Pero ella fue re- que comprender. Son tres hijos, mi esposa, mi madre, las empresas de
ventándose, deshilachándose. La membrana de la negación finalmente papá. La compañía constructora de los Giuletti. Yo, Aurelio Giuletti,
cedió y por el boquete entró la marea irresistible de la muerte lleván- no debía, no podía, romper con todo aquello. Y me pesa. Y entiendo
dose todo por delante. Abatido, consternado, pregunté por qué. Por qué tus depresiones, Mandy, porque yo también las tengo, Mandy. Cada
Danielito. Por qué tenía que ser él. Por qué la muerte. Llamé. Confirmé semana. Me acuesto y no logro levantarme. La vida pesa demasiado. Y
la noticia. Aún se hallaba en la sala aséptica, la sala especial para in- ahora más con esta muerte de nuestro querido, bello y gracioso Danie-
munosuprimidos. Confieso que vacilé un segundo. Cómo dejar todo el lito. Él siempre fue tan claro, tan sincero, tan valiente. Nos regañaba a
trabajo pendiente, las llamadas, las decisiones. Pero finalmente decidí todos. Se burlaba de nuestra lastimosa cobardía. Nos invitaba a amar
ir a visitarlo. No podría verlo, quizás: estaba aislado por su estado. libremente. A asumir nuestra brújula mal orientada, como decía. Con
Pero al menos conocería de cerca la situación y hasta colaboraría con grandes risas recibía las salidas amargas de Mandy. Lo parodiaba,
algo, no sé, con dinero para comprar los medicamentos. Di un golpe en lo confrontaba dulcemente con una sonrisa amable. Mandy termina-
el escritorio y salí disparado hacia el automóvil. Pregunté a las enfer- ba sonriendo, superando la melancolía, el dolor de la soledad que lo
meras hasta dar con la sala de inmunosuprimidos. Algunos familiares aplastaba, que se le hizo tan insoportable que lo determinó a irse del
y amigos de los allí guardados, amontonados en los bancos y el suelo país, para nada, digo yo, porque a cualquier lugar llevará su mismo va-
del pasillo adyacente, me miraron entre consternados y curiosos. La cío y desesperación. Danielito nunca logró estabilizar una pareja, pero
famosa sala era en realidad un racimo de cuatro cuarticos donde los igual comentaba sus aventuras y amoríos con entusiasmo, con humor,
pacientes aguardaban el final hacinados. Entraban y salían de vez en con algo cuyo concepto sería agradecimiento, agradecimiento a Dios,
cuando una o dos enfermeras con las bocas y el cabello cubiertos, en a la vida, a la existencia, por esos amores fugaces, efímeros, pero tan
batas asépticas. Pregunté. Sí, allí estaba Danielito. No lo pude ver. No sabrosos, tan buenos. Buenos para él, para los dos, para todos, para el
había espacio. Sólo podían hacerlo las enfermeras y algunos familia- mundo. Se concentraba en esas pocas semanas que duraba el paraíso.
res debidamente protegidos. Para proteger a los enfermos más bien. Se entregaba tanto a la vida que me imagino su actitud positiva cuando
Cualquier infección causada por la muchedumbre de bacterias que vi- supo de su enfermedad. No hubo ni una pizca de resentimiento hacia
ven en la piel, en el aliento, en nuestra cercanía, podía ser fatal. Una el probable culpable de su infección, como es normal en estos casos.
de las enfermeras al fin me hizo una confidencia: estaba agonizando. Tampoco un resto de amargura. Félix Freites me lo comenta. Cuando
Sólo habían llegado algunos amigos y una hermana a visitarlo. “Es le dio la terrible noticia había expresado una desesperación vieja, añe-
una niña”, me confió, entre divertida y triste. Sí, todos los sentimientos jada; pero al rato de conversar, le advino, como una iluminación, una
aquí están mezclados. No se debe llorar, porque la muerte, aunque está serenidad mística. Había logrado comprender una verdad profunda a
entre nosotros con su inmundo aliento soplando en nuestros hombros, la cual muy pocos acceden. Es difícil. Yo, por lo menos, no la puedo
todavía se tarda un poco, como dando esperanzas, como disfrutando de siquiera concebir. Así como había amado y disfrutado de todos esos
la angustia y la desesperación de los allí arracimados. Ahora, dos días amores, así mismo como se había entregado a cada instante presente
después, en esta funeraria, nos vemos a los ojos anegados en lágrimas. efímero y frágil, así se entregaría a la muerte que vendría inexorable
Por supuesto, Mandy, el gran periodista Armando Vila, no está. Se fue a llevárselo. Y él la esperaría como una niña aplicada, sonriendo, mo-
a España. Consiguió igual un permiso indefinido en el periódico y sus jándose los labios con la lengua, persiguiendo cada pulgar con el otro.
amigos sacerdotes le consiguieron una beca para estudiar arte. Más
arte. Otra vez. Pero sé qué pasa. Lo conozco. No soportó la depresión.
No habría soportado ver a Danielito consumiéndose, muriéndose. El

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CAPÍTULO XV

Otras vidas

El flaco Michelena despertó de golpe, como si se hubiera golpeado


en el suelo al final de una larga caída. Su sueño había sido profundo
aunque agitado. Palpó el espacio a su lado en la cama, para corroborar
si aún yacía allí el cuerpo tibio y suave de Milagros. Pero no; como
siempre ella se había levantado temprano. Escuchó en efecto, al fondo
del pasillo que comunicaba el cuarto con la cocina, las voces de su
mujer y la señora María. También sintió el olor del desayuno que pre-
paraban. Carne mechada, caraotas, arroz, huevos fritos, jugo de naranja,
un rico café. Un banquete. Abrió al fin los ojos y la luz que entraba
filtrada por las blancas cortinas de la ventana que daba al patio central
de la casa le obligó a cerrarlos para volverlos a abrir, esta vez tan sólo
un poquito, para pasear la mirada lentamente por el tocador de made-
ra labrada, el espejo coquetamente adornado con un globo infantil, las
puertas del closet con afichitos de personajes de dibujos animados, las
paredes con cuadritos que mostraban playas y montañas nevadas. Y
le vino un ataque de felicidad. La crisis de euforia que lo hacía llorar
siempre, desde que habían vuelto de la breve luna de miel. Era una
emoción compleja porque se componía de otras adversas. Era alegría
y al mismo tiempo una insoportable sensación de irrealidad, y hasta
cierta vergüenza por sentir aquello que era, a la vez, tan enojosamente
tonto, y tan conmovedoramente profundo. Celebraba su vida; y a la vez
sentía que no se merecía aquella suerte. Tanto amor junto, abruma. No
puede ser verdad. Para alguien que como él ha vivido tantas cosas, que
ha tramado tantas conspiraciones, que ha diseñado fríamente venganzas
y agresiones, además de haber recibido tantos golpes gratuitos, aquella
felicidad doméstica se sentía como ficticia, engañosa. Desconfiaba de
ella, y al mismo tiempo se sentía mal desconfiando. Se preguntaba una
y otra vez acerca de su sentido, su razón. Le asombraba la magnitud del
cambio de su vida.
Le venían esos ataques de felicidad desde que vivía con Milagros.
Ella era una muchacha de rasgos indígenas, cara redonda, boca grande,
ojos achinados, de bello pelo negrísimo y lacio. No tenía una cintura

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estrecha, pero sí las caderas anchas y unos senos frutales. Sus piernas esta tranquilidad de dejarse haraganear un rato indefinido en la cama a
eran fuertes. Sus nalgas aplastadas. La detallaba cuando se desprendía estas horas de la mañana? En Valeria a esta hora debiera estar hace rato
de su ropa para bañarse, con esos ademanes tan sueltos, inocentes, sin en acción, en la oficina o en alguna actividad de la gobernación, llaman-
coquetería, pero divertidos. En conjunto, su cuerpo transmitía una sen- do por teléfono, concertando una reunión, o discutiendo con Franco Ro-
sación de fuerza plena, de ágil mujer joven. Michelena se sentía culpa- bles e Iris las tareas del día, las pautas, las inauguraciones, los complots.
ble porque la comparaba sin querer con Adelaida y con Iris. Algunas escenas, fragmentos de vivencias, le venían. El pulso se
Su ex esposa, al principio de su vida en común, dejaba siempre que aceleró desagradablemente. Una explosión de César Nébula, insultán-
fuera él quien la desnudara en la cama; discretamente evitaba llegar sin dolo, señalándolo de incapaz, de traidor, amenazándolo con la muer-
ropas al lecho, impidiendo también que se tomara un rato para contem- te. Era en la oficina principal del comando de campaña del candidato
plarla. Lograba así que él tuviese que completar el desvelamiento, como y gobernador, en el tercer piso del Centro Profesional Bolívar. En la
un delicioso ritual, bajo las sábanas, acompañado de besos y caricias. sala veinte secretarias. Repican decenas de teléfonos. Entran y salen los
Con los años, el ritual se convirtió en una tarea enojosa, incómoda, cada coordinadores de centros de votación, de zona, trayendo las actas; los
vez más brusca e impaciente. El cansancio del día, el agotamiento físico miembros de la dirección regional. Se están recibiendo los resultados
y nervioso de aquellas reuniones políticas eternas, los regaños del jefe de los comicios de gobernador. Al principio, se notaba un empate técni-
Nébula, los encontronazos con los jefes de facción, en fin, las tensiones co entre Nébula y Cruz Alzada, pero a medida que pasaron los minutos,
del poder, terminaron por envilecer aquel juego hasta hacerlo una rutina a la media hora, a la hora, a las dos horas, era evidente la derrota. La
y después algo más parecido a un forcejeo. Michelena terminaba por ira del jefe subía de tono al ritmo en que llegaban los datos de las actas
penetrar a Adelaida sin quitarle la dormilona, simplemente levantándo- de votación. ¡Llama a Rutilio Hernández, llama a María Sigala, llama
sela y quitándole lo demás con rápidos movimientos. En cuanto a Iris, a Vásquez Carrizo! ¿Qué pasó con la gente del norte y del oeste? ¿Qué
en aquellas escasas ocasiones en la capital, hacía cómicas danzas para está haciendo Oronoz? ¡Esta dirección regional no sirve para un coño!
completar el desnudamiento que le permitía iniciar a él a la puerta de Desde esta mañana no veo a Diva Freites. ¡Coño! Calixto Vegas des-
la habitación, mientras la besaba e intentaba audacias preparatorias con apareció del mapa. Ahora no aparece Daza ¡Esto me suena a traición!
sus dedos. Contrastaban las dos mujeres en todo. Una era alta, de manos ¡Fórmale un peo al traidor ese! ¿No ha llamado la alcaldesa esa ridícula
y pies alargados. De facciones finas, de nariz pronunciada. La otra, era que tenemos? ¡Para lo único que sirven esos coñoemadres es para ro-
más bien rechoncha, de abundantes pechos y nalgas. El cabello pinta- bar y beber aguardiente! Y el flaco Michelena llamando, susurrando,
do no desarmonizaba con el color de la piel y sus ojos claros. Aquella recibiendo insultos también desde el otro lado de la línea, gritando, au-
procuraba la lentitud, la delectación, el ritmo ceremonioso. Ésta iba al llando, gimiendo. Frenéticamente. El Gobernador le arranca el teléfono
grano. Encendía como un yesquero nuevo. de la mano y le grita al otro: “¡Mira, coñoetumadre, ¿cómo es posible
¿Y Milagros? No era exacto afirmar que se dejaba hacer, porque to- que en el oeste están estos resultados? ¿Y el transporte? ¡Mueve esa
maba sus iniciativas, sus exploraciones singulares. Se acostaba desnu- gente, mamagüevo!...”. La ira necesita proyectarse hacia alguna parte.
da; pero a veces también se dejaba la ropa interior para dejarle a él jugar A través del cable telefónico no es satisfactorio. Nébula le da un puñe-
a despojarla de las prendas íntimas. Le gustaba hacerle el amor después tazo al escritorio. Le pregunta al flaco en un hilo de voz: ¿Y Humberto?
de tomar un baño. Su piel conservaba la frescura del agua. La humedad. ¿Y Lucio? No esperó a que le terminara de redondear el informe. Otro
golpe en el escritorio. Todos en la oficina tiemblan. El flaco Michelena
¿Cómo había llegado hasta esta muchacha sencilla, trabajadora y
tiembla. Un alarido: “¡Localicen de inmediato a ese marico de hermano
servicial? ¿Por qué estaba aquí, en esta casa de patio interior, tan dife-
mío!”. Betty, la activista, le lleva un teléfono al jefe: “Su mamá”. El
rente al apartamento donde vivían en Valeria? ¿A qué se debía esta paz,
Gobernador asiente con la cabeza varias veces, los ojos se le llenan de

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lágrimas. Después de andar de aquí para allá, al fin se desploma en la de cenas. “¿Otra vez te echó?”. Ella se dirigía a la capital. Iba a hablar
poltrona. Cuelga. Toma aliento. Con un ademán llama al flaco Michele- con no se sabe quién para mover “un proyecto”. “¿Te pidió la renuncia
na. “Se murió Juancito. Encárgate del enredo de la funeraria y el entie- el Jefe? Bueno, flaco, hasta aquí llegaste. Pero no te desesperes. El Jefe
rro”, le dice en un murmullo. El flaco Michelena siente que las paredes está arrecho ahorita, eso es todo. Eso se le pasa”.
dan vueltas. Se permite pensar: “Pero… hay que seguir coordinando la El desempleado flaco Michelena se veía ahora hablando con Sófo-
operación”. El jefe capta su vacilación en algún pliegue de la cara, un cles Martinola, el presidente de la Asociación de Ejecutivos, el de las
movimiento involuntario de los pequeños músculos alrededor de los corbaticas cómicas. Un contratico: redactará en la revista de la Asocia-
ojos. “¿Qué pasó? ¿No entendiste? ¿Te lo tengo que repetir?”, y va au- ción. Eso para matarse el hambre mientras consigue otra cosa. Ya aten-
mentando el volumen de la voz: “Tú no estás haciendo un coño aquí. Te dió a la citación del tribunal. Llama a varios abogados amigos. Hasta a
pones a cuchichear ahí con Oronoz, con la María Sigala, con el idiota de Eusebio Ramos: “Coño, licenciado; yo en realidad me he desempeñado
Vega. ¡Eres un perfecto inútil, flaco de mierda! Los estás protegiendo a toda la vida en el campo del derecho laboral y a veces en el mercantil,
esos incapaces. ¡A lo mejor hasta ya están preparando las maletas, cuer- pero en el civil nunca. La verdad lo siento. De todos modos, aquí tengo
da de traidores! ¡Vete de aquí, coñoetumadre, a la vaina que te mandé! una tarjetica de Vílchez, otro colega, que puede ayudarle a defenderse
¡Yo me defiendo solo en medio de estos brutos, incapaces, mamagüe- de esa mujer. Lo que pasa, licenciado, es que esos tribunales están a
vos! Anda a lo que te ordené. ¡Muévete, pues! ¡No te quiero ver!”. cargo en su mayoría de mujeres divorciadas amargadas, que odian a los
Tuvo que apoyarse en Iris, la exitosa secretaria de promoción de la hombres, de modo que tiene que moverse bien para mantener algunas
pequeña y mediana empresa de Baracoa. Los dos organizaron todo. El cosas, algunas propiedades, usted sabe”.
velorio y el entierro. Luego vino el regaño y los insultos delante de la Llamó a mucha gente, tocó muchas puertas, hasta que decidió hacer
dirección regional. La acusación de palangirista, de recibir dinero de los lo que debió haber hecho desde el principio del desastre. Se comunicó
Bárcenas y del propio Cruz Alzada. ¿De dónde sacó eso, jefe? ¿Quién con el Gran Tío. “Me imagino qué te está pasando. Ahora vendrá la
se lo dijo? Una, dos, cuatro, seis veces: ¡No te quiero ver! ¡Desaparece, persecución de los servidores de los Nébula. Y tu exjefe tiene un acceso
flaco de mierda! ¡Vete de aquí ya! Y le perseguía hasta la puerta, aplau- de ira que pagará con sus más estrechos colaboradores, como tú. Pero
diendo, echándolo. Los miembros de la dirección regional sonriendo. lo más probable es que no consigas nada por un tiempo allá. Los em-
Hasta Oronoz, María Sigala, el hipócrita de Vegas. Iris le explicaba: presarios no querrán enemistarse con el nuevo gobierno. Mucho menos,
“Es que el golpe es muy duro y da arrechera, flaco. ¡Hay que aguantar porque el gobernador es ahora uno de los suyos. ¿Por qué no te vienes
el chaparrón!”. para acá? Aquí hay unas radios, un periodiquito. Me puedes ayudar en
Y al llegar a casa, Adelaida. “¿Hasta ahora apareces? Las elecciones la finca llevando las cuentas. Algo para que sobrevivas a la guerra de
fueron ya hace más de dos semanas. No me vayas a decir que sigues Adelaida. ¡Véngase, sobrino! ¡No vacile más!”. La rapidez con que la
en campaña. Ya Nébula está muerto, muertico. Seguro estabas tirando juez decidió el divorcio, quitándole casa, automóvil y prestaciones so-
con la puta esa. Pero ya yo metí la demanda de divorcio, flaco. Y ahí, ciales para dárselos a Adelaida, terminó de decidirlo.
en esas bolsas, está tu ropa y tu cepillo de dientes. ¡Vete de aquí, ahora Lo demás duró escasamente un año, pero siente que fue un suspi-
mismo! ¡Te voy a quitar todo, flaco! ¡Vas a quedar en la calle! Sé de ro. O toda una vida. Llegó a una de las casas del Gran Tío. Consiguió
todos tus negocios, de los cheques por la celebración del Carnaval, de la trabajo en menos de una semana. Un programa de radio y la jefatura
acciones en periódicos y radios, de los depósitos en la Zona Industrial. de redacción del periodiquito del pueblo. Muy poco en realidad, con-
Todo eso va a ser mío. Vas a quedar únicamente con tus interiores”. Iris siderando que era nada menos que el sobrino del principal empresario
no pudo aguantar la sonrisita. No sabía quién le había ido con el cuento y terrateniente del lugar. En una salida a la única cervecería del sitio
de que él y ella tenían algo. Incluso informaciones de fechas, de hoteles,

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conoció a Milagros. Ella se desempeñaba como secretaria de la escuela quién sabe por dónde agarra al señor Carlos ¡Ja, ja, ja! Pero, mira,
más grande del sitio. Le gustó tanto su alegría, su juguetón buen humor. Roberto, le vas a tener que decir al señor Carlos que se ponga una
Justo lo que necesitaba para curar sus heridas. Decidió casarse porque franela cuando vaya al baño. ¡Qué fastidio! Sí, es incómodo, mi amor,
se sentía cansado de todo. Escribió en la agenda, junto a los gastos pero vas a tener que hacerlo. La tía Adelaida se siente sola, pobrecita,
diarios: “Ella es buena. Me cuidará. Es lo que necesito ahora. Cariños, y viene a pasarse estos días con nosotros. Después del divorcio, se vino
cuidados, atención. No sé si saldrán otros chances más tarde. Me los a la capital. Pero no soporta ese caos de tráfico, y la gente y el humo.
permitiré. Pero ella se merece mientras tanto muchos ratos de amor”. Por eso se viene unos días con nosotros a disfrutar de la playa, que está
Una nota como para un diario. No era hombre de llevar diarios. Le cerquita de aquí. En unos días, se va a ver a sus hijos. La verdad es
parecía que era algo afeminado, para muchachas adolescentes o poe- que creo que no se soportan. Los muchachos estaban encariñados con
tas homosexuales. “Debe ser parte del cambio en mi vida”, reflexionó. el papá y están como resentidos con mi tía por lo del divorcio. Pero es
Recordó la llamada “bitácora” que escribía casi a diario Franco Robles, que el flaco Michelena la engañaba con otra mujer, una puta, dice ella,
para llevar una crónica de la gestión de Nébula y la suya al frente de la que trabajaba con él en la gobernación de Baracoa. Si hasta el marido
dirección de prensa. “¿Qué se habrá hecho ese huevón?”. Pero ese fue de la puta se lo informó. ¡Qué barbaridad! Y tenía reales el Michelena
el único pensamiento que se permitió acerca de su antiguo colaborador. ese. Mi tía no se echó a morir por el divorcio, aunque le pegó muchísi-
Milagros abre la puerta y la luz del exterior le hace como una aureo- mo. Buscó trabajo en el gobierno. Le dieron un cargo en el Ministerio
la a su figura. Llega a él como un milagro, dándole significación propia de Agricultura. Pero no duró ni un año ahí. Las intrigas políticas, dice.
a su nombre. “Mira, flojo, levántate a comer. El desayuno está listo”, le Es que la política es cochina. Pero ahora le dieron otro trabajo, en otro
dice. Su voz posee una ronquera agradable. El mueve el índice para que ministerio. Claro, mi tía tiene años militando en el Partido. Además,
se acueste. Ella duda, protesta, le dice perezoso, pero al fin le obedece la familia, tú sabes. Bueno, ahí salió el señor Carlos. Esperaré a que
y allí está en sus brazos, dándole un sabroso beso mañanero. El ya no salga para su trabajo, para decirle. ¡Qué fastidio tu tía!
piensa. La felicidad detiene el tiempo. No hay más que esa cálida sensa-
ción, esa caricia deliciosa en los labios y la lengua, el peso de su cuerpo Yo como fantasma, siento ternura por estos personajes. Son, en cier-
en el de él. Su temblor. Su excitación. El flaco Michelena siente que está to modo, fantasmas también. Así como yo tengo esta otra vida etérea,
naciendo de nuevo, jubiloso. ectoplásmica, ellos han tenido la oportunidad de intentar otras vidas.
Igual que los hijos de mi querido primo Nébula. Su poderío se ha redu-
“¡Qué horror ese hombre! Sale del cuarto sin franela, desnudo, con cido al mínimo. Igual que el conjunto de su partido. Un síntoma de la
el paño solamente cubriéndose!”, Trina y Roberto se miran a la cara. situación a que se vieron reducidos los socialdemócratas es la impor-
La tía Adelaida, pobrecita, es un “poco amargada”, como le dice ella tancia que ha adquirido esta mujer de pelo teñido, Iris Camargo, quien
a él. Ahora se mete con el pobre señor Carlos, tan calladito él. La tía ahora los comanda. Bueno, es una de los que los comanda, porque se
metió a los hijos en un internado en la capital y se compró ese perro han partido en mil pedazos, como el cristal de una vajilla. Después de
lanudo (es un poodle negro, peludo, bonito, dice Trina) del cual es in- la muerte de Antonieta quien, pobrecita, no aguantó mucho tiempo la
separable. Duerme con él, se lo sienta en las piernas en todo momento, acumulación de la muerte de Juancito, la derrota de César y ciertas
comen juntos. Pero el perrito no soporta al señor Carlos, el que alquiló habladurías acerca de Lucio, los tres hermanos han continuado con sus
la habitación desde hace un mes. Cada vez que sale al baño o fuera de caminos. César se fue de vacaciones a Italia un par de años, y regre-
la casa, el perrito arma un zaperoco con sus ladridos y gruñidos. Es só como director de tres emisoras de radio. Su hermano mayor, Hum-
medio neurótico el animal ese. Y agresivo. Medio loco. Y es tan bonito. berto, ha sacado fuerzas de no sabe dónde para dar una discusión en
Una vez hasta le saltó a morderle, que si la tía Adelaida no lo agarra, la Dirección Nacional acerca de la nueva orientación del gobierno del

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“Estadista”. Es el adalid de la resistencia a las políticas del presidente Valeria. Al apenas enterarse, Franco Robles acudió a felicitarlo y a so-
de la República. No es una situación envidiable. De Lucio se dice que licitarle intercediera por él para que le dieran un cargo, la dirección del
ha retomado sus clases en la Universidad. Casi no puede caminar de lo colegio “Orlando Zabaleta” en la urbanización “Dorado Trigal”. Otro
obeso que está. Los rumores continúan acerca de los éxitos de su red buen padrino es Freites, quien es familiar de los dueños de la institu-
de ladrones de automóviles que, se dice, tiene conexiones con los nego- ción. Lo que no sabe Franco es lo que va a conseguirse allí. Él cree que
cios de la familia de Cruz Alzada en el Puerto. Pero esta ciudad es muy está huyendo de un infierno de violencia marginal y adolescente. Que
chismosa e hipócrita. No se puede creer en todo lo que dicen esas viejas lograr ese puesto constituye su salvación, una fuente de vida tranquila y
decadentes de la Sociedad de Amigos de Valeria, ni esos empresarios de segura para poder escribir finalmente su gran novela. No sabe que hasta
cómicos bigotitos y corbaticas que se reúnen en el mismo club a beber ahora sólo ha estado en el purgatorio.
whisky dieciocho años. Ellos también son fantasmas; de los peores.
Quien ha seguido con detenimiento la trayectoria de Iris Camargo
ha sido Melisa Fuentes. La ha invitado varias veces a su programa de
radio que continúa siendo muy escuchado. A pesar de esos invitados
incómodos, Melisa ha conseguido mantener la pauta publicitaria del
gobierno regional, ahora en manos de Cruz Alzada. Claro, ella conocía
de antes a Cazorla, que a todas estas ha terminado por ocupar el cargo
que tenía antes el flaco Michelena. Pero volviendo a Iris, se casó con
un empresario importador de carros. Es fácil asumir que su marido fi-
nancia la carrera política de su mujer. Como fantasma oficial de Valeria
debiera tener pruebas de ello. No las necesito. Con las habladurías de
la Sociedad de Amigos de la ciudad tengo para estar bien informado.
¿Otros cambios? Por ejemplo en la Universidad, después de décadas
de hegemonía socialdemócrata, al fin se produjo un desplazamiento. No
se puede decir que se hayan ido los de la sociedad de las bolas negras,
porque este nuevo rector, Argenis Urdaneta, lo primero que hizo fue so-
licitar su afiliación al más distinguido club de la ciudad. Pero el tipo, al
menos, no es tan borracho como el que tenían los Nébula allí cuidándole
los intereses. Incluso ha promovido a posiciones claves a los economis-
tas y administradores que se vincularon a la última fase de la campaña
electoral de Cruz Alzada. Habla de gerencia, de excelencia, y cosas así.
Otro cambio en la Universidad que le llamaría la atención a Franco Ro-
bles, es que al fin la bruja del departamento de Humanidades se jubiló,
dejando libres a los profesores de su persecución moral y sexual.
Otra novedad es que el poeta Orfila logró, después de mucho alter-
nar con las distinguidas familias de la ciudad y servir de muchachito de
mandado a las viejitas que allí son asiduas, la presidencia del Ateneo de

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CAPÍTULO XVI

Rebeliones

El flaco Rafael saca del baño del revelado la foto y no puede evitar
detenerse un momento para contemplarla. Allí está, en pleno, la cofra-
día de “La Palmera Luminosa”. Sonríe. Una cálida sensación de ternura
y alegría le invade al ver a sus amigos entrañables, capturados cada
uno en un gesto característico. De izquierda a derecha, unos levantan
una botella o un vaso lleno; otros parecen sujetarse a las sillas para no
caerse de la borrachera intensa que muestran. Todos con la boca abierta,
cantando quizás. O brindando, lo más probable, por la amistad, por la
revolución, por las mujeres. Mujica junta sus manos sujetando el vaso
de whisky como si rezara, en actitud recogida, concentrado en sus con-
flictos. Arciniegas sonríe, cosa rara en él, y lanza alguno de sus sarcas-
mos urticantes levantando el vaso de whisky. Franco Robles le celebra
la gota de ácido a Arciniegas, llevándose la mano a la cabeza, aferrando
una cerveza con la otra y abriendo una carcajada contagiosa. Detrás de
él también ríe, llevándose coquetamente la mano a la boca, una amiga
obesa que ese día compartió con todos, emocionándolos con sus inter-
pretaciones de boleros eternos. Jorge Arreaza, el tallerista de “Al día”,
también levanta una botella de cerveza en el brindis, mientras le pasa
la mano por el hombro a Melisa, quien se sienta como una reina en me-
dio de la asamblea de esta sociedad secreta de hombres, bendita entre
todos ellos. Ella parece decirle un chiste en el oído a Arreaza, mientras
Maguila la observa con una expresión de turbación mientras acaricia
su vaso. Octavio y Quintana completan el grupo, uno contemplando
a Melisa, la reina indiscutible de la reunión, el otro mirando fuera del
cuadro, tal vez al mesonero, pendiente de sustituir por otra la botella ya
vacía. Como es natural, Rafael suspira.
¿Volverá un momento feliz como este? Las imágenes, sentimien-
tos, pensamientos, se disparan y chocan unos con otros en un caos;
hacen remolinos. Es posible que muy pronto deje de revelar fotos de
esta manera. Ya conoció la nueva tecnología de las gráficas digitales.
En cosa de meses, esas nuevas máquinas sustituirán las viejas, de cuarto
oscuro, rollo y revelado químico. En el periódico eso significará un des-

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pido masivo del personal del laboratorio. En la foto celebran un chiste Ella se lo informó hace poco y le exigió que no hiciera absoluta-
o cantan los adalides del sindicato de la prensa: Mujica, Arciniegas, mente nada. Él sería únicamente el homenajeado, el festejado. Sólo te-
Melisa. Ellos estarán pendientes de las nuevas incidencias de la lucha. nía que dejarse amar. Yarisé quería demostrarle por enésima vez cuán
También Arreaza, viejo obrero de las empresas editoras de Valeria, ve- enamorada estaba de él y cuánto le alegraba su decisión definitiva. Esa
terano de capataces desconsiderados, crueles y patanes, con los que ha celebración además lo enamoraría. Quería reunir a sus amigos, porque
lidiado con dignidad durante muchos años. Maguila seguirá ensayando sabía, le constaba, cuánto agradaba a su marido la charla con ellos,
maniobras para no comprometerse demasiado en los movimientos que sus interminables discusiones y análisis políticos y filosóficos, sus bro-
vendrán inevitablemente. Esa es la ley de la lucha de clases. “La his- mas eruditas donde estaban implicadas unas lecturas copiosas que a
toria de la Humanidad es la historia de la lucha de clases”. ¡Oh, viejo Rafael le faltaban, pero que le impulsaban a la búsqueda compulsiva
Marx!, ¿por qué dijiste eso? ¡Nos complicaste irremediablemente la de textos que llevaba siempre bajo el brazo o en el bolso de la cámara
existencia! De toda la alegre cofradía, sólo Octavio y Quintana están y sus lentes. A ella particularmente no le interesaban esos libros, pero
al tanto de la gravedad de la situación, del tamaño del compromiso que estimulaba a su hombre a adquirirlos porque eran el motivo para seguir
ahora deberán afrontar. Bueno, también Melisa lo sabe, pero su actitud compartiendo con la cofradía. Él podía, los fines de semana, echarse
es desconcertante. Como de distancia irónica; como si todo esto de la en la hamaca, instalada en el patio de la humilde vivienda, y ponerse
conspiración que ahora llegaba al momento de la verdad fuera un juego a leer hasta caer en una plácida siesta. En fin, se quedaba complacido
inútil de un montón de niños pedantes. Arciniegas es otro que conoce con ella, en su casa, con sus hijos, tranquilo, en paz al fin. Dejándose
algunos datos, pero no lo suficiente como para sospechar siquiera que querer. Tanto. Él podía pasar toda la semana trabajando, tomando fotos
la gesta está insoportablemente encima, próxima. para el periódico y para todos esos empresarios que lo llevaban a sus
Sólo faltan horas. Mañana será su cumpleaños y, después, el gran fiestas en las noches; pero los domingos él volvía, con su libro bajo el
día de la Rebelión. brazo, su cansancio, su necesidad de cariño, de ese cariño que sólo ella
le podía dar después de tanto explorar en otras mujeres. Al fin Rafael se
Se había reconciliado con Yarisé. Cuando María Hilda se enteró por
había cansado de esa vagancia sin sentido. Había llegado al puerto de
su propia boca, se produjo una reacción. Eso lo había previsto. Lo que
su hamaca, de su lecho, de ella.
no, fue que pagara el parabrisas de su viejo carrito. La mujer, impulsada
por una ira sonriente, tomó en silencio un martillo y empezó a golpear Rafael miró otra vez la foto de la cofradía. Un auténtico grupo de
el vehículo, abollándolo en varias partes y haciendo su delicia con el seguimiento y análisis político y discusión intelectual. “Intelectuales
cristal. Rafael le solicitó un préstamo a Maguila y, mientras le instala- orgánicos del pueblo”, musitó con satisfacción. Como fondo del gru-
ban el nuevo parabrisas, tuvo un pensamiento muy útil en estos casos. po, se distinguían las fotos que adornaban las paredes de “La Palme-
Lo mejor es lo que pasa. Era mejor resolver su situación personal por ra Luminosa”: Carlos Gardel, Billo Frómeta, Celia Cruz, Alí Primera,
estos días, neutralizar las amenazas legales de Yarisé, restablecer los Violeta Parra, Benny Moré, el Ché Guevara junto a Fidel en aquella
vínculos con sus hijos, poner en suspenso sus encuentros apasionados foto histórica donde ambos héroes comparten lo que, sin duda, es una
con María Hilda, porque se aproximaba el momento de la verdad. Ya brillante observación acerca de la suerte de la revolución.
había una fecha. Recordarlo hizo brincar a su corazón. Coincidía con Allí, con la música de la Lupe o “Inolvidable” de Tito Rodríguez, el
su cumpleaños y fue por ese motivo que Yarisé, feliz por la decisión del grupo comentaba las últimas evoluciones del gobierno de Cruz Alzada,
amor de su vida de escogerla al fin a ella y no a la otra, había organizado las características de los integrantes de su gabinete, algunos provenien-
una fiesta a la cual había invitado a los integrantes de la cofradía de “La tes del empresariado, otros de los restos de los sectores socialdemó-
Palmera Luminosa”, así como a sus familiares, desde los más cercanos, cratas y socialcristianos que contribuyeron a la derrota del clan de los
hasta los ya no tanto. Nébula. Allí estaban representados, desde los constructores italianos,

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hasta las tribus gay instaladas en importantes instituciones, como la volver a lanzarse a gobernador en las próximas elecciones”. Arciniegas
Universidad, el Ateneo, la Sociedad de Amigos de Valeria. Algunos se refirió a los negocios mafiosos de Lucio. Ponderó, por enésima vez,
eran, como se dice, la intersección de ambos grupos de interés, como el de su propensión a reclutar guardaespaldas entre malandritos adolescen-
caso del ingeniero Aurelio Giuletti. En términos generales, podían darle tes. Humberto se mencionaba como uno de los líderes nacionales que
la razón al manejo publicitario de que era un equipo de gobierno amplio le hacía más resistencia a las políticas del presidente llamado todavía el
y meritocrático. “Estadista”, después de la explosión social de tres años atrás. “Quiere
Por el otro lado, estaban los restos, lo que había quedado, de los colocarse como opción para la presidencia de la República”, concluyó
socialdemócratas. En ese tema, Franco Robles recibía los principales Arciniegas. También se habló de que algunos de los jefes socialdemó-
sarcasmos porque su ex mujer, Iris, ahora se destacaba entre los prin- cratas vinculados con la Universidad se habían metido al negocio de
cipales dirigentes de lo que otrora fue un poderoso partido. Por otra la educación privada, estableciendo dos instituciones de educación su-
parte, el “Pollo Viejo” Hassan había regresado a Baracoa para limpiar perior pagas. Arciniegas sabía detalles y afirmaba que tenía relaciones
al Partido de los restos leales a los Nébula, imponiendo sus huestes gracias a las cuales muy pronto iniciaría su nueva vida de profesor uni-
en la dirección del Partido, con la satisfacción del presidente, el “Es- versitario. Franco lo felicitó y se refirió, a su vez, a sus esfuerzos por
tadista”. Iris, reconoció Franco, se propone ser diputada; pero es muy conseguir un cargo de director en un colegio de clase media alta, para
difícil que gane en el proceso interno que van a hacer ahí. Sigue siendo salir de “esa cueva” del liceo “Nelson Suárez”, ubicado en el sector de
una ficha de los Nébula. ¿Es verdad que está totalmente alcoholizada?, Las Agüitas, rodeado de malandritos por todos lados, con problemas de
preguntó Melisa. Maguila intervino: “Qué va a saber el amigo, si hace violencia, drogas, armas, embarazos precoces y disputas entre gays que
tiempo que ese culo lo dejó”. “Bueno, a ella le atacaban a veces unas ya lo tenían “al borde de la crisis nerviosa”.
profundas depresiones. Nada grave. Pero tú sabes que la actividad po- Franco introdujo la teoría de que el hijo de Cruz Alzada estaba pro-
lítica exige mucha bebida, y más entre los socialdemócratas”. “¡Por tagonizando una rebelión en el seno del actual bloque gobernante. Ba-
favor!”, clama Melisa, “y todos ustedes, izquierdistas, son todos unos saba su apreciación en un detalle del cual ninguno había dado cuenta:
grandes borrachos también”. “Bueno, lo que quiero decir es que Iris a el manejo de los apellidos de la madre. Durante los últimos meses de
lo mejor ya está alcoholizada”. “Pero tiene un marido que la financia”, gobierno regional, el hijo mayor del nuevo gobernador comenzó a apa-
tercia Mujica. Con una fraternal crueldad, si algo así puede existir, el recer en la prensa (ahora completamente plegada a Cruz Alzada) como
grupo aludió a unos supuestos cuernos de los cuales Franco habría sido sucesor de su padre. Franco advirtió que el nombre que aparecía como
víctima. El flaco Michelena aparecía como el culpable. Franco soportó del joven era exactamente el mismo de su primogenitor. En rigor, no
el chaparrón de bromas estoicamente, sin mover un solo músculo de la debía ser así. Eso planteaba un problema de tipo publicitario: ¿cómo
cara o bebiendo sin respirar su trago de whisky barato. Al amainar la distinguir al viejo del joven? Luego, la tendencia fue a diferenciarlos
lluvia, soltó sonriendo: “Bueno; ustedes no saben que me vengué con colocando un tercer apellido en el mayor. Esto era consistente con las
un torpedo envenenado: llamé a la esposa de Michelena y le aseguré, siempre negadas pero evidentes tendencias racistas del personaje, que
como si estuviera llorando de la arrechera, que el tipo se había acostado ahora se hacía llamar Carlos Cruz Alzada Webern. Casi al mismo tiem-
con Iris. La tipa entonces lo demandó y le quitó todo en el divorcio”. La po, explicaba Franco, el hijo comenzó a usar el apellido de la madre, o
cofradía aplaudió al unísono. sea, se identificaba como Carlos Cruz Freites.
Se comentó lo de las vacaciones en Europa del ex gobernador, César Estos cambios sutiles se vieron acompañados por una ola de ru-
Nébula. “Lo que yo sé”, comentó el señor Jorge, “es que ese tipo tiene mores acerca de riñas entre el gobernador, su esposa y su hijo. Se dijo
acciones en varias radios y hasta en el periódico. No se va a quedar que en una ocasión, el viejo empujó a la señora por unas escaleras
quieto. Se prepara para volver a pelear con Hassan y eventualmente después de un agrio enfrentamiento que la dama intentó ocultar de los

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curiosos. También que en los pasillos de la gobernación los emplea- Rafael suspiró. Guardó en un sobre de manila la foto. Después se
dos presenciaron cómo salía como una tromba el hijo del despacho de la daría a Yarisé para que la guardara. Sabía qué hacer al día siguien-
su padre, mientras éste le insultaba a todo pulmón con un calificativo te. Cubriría la pauta de rutina. Después iría a casa y, sin hacerle caso
atroz: “¡Marico!”. a las protestas de Yarisé, la ayudaría con los preparativos de la fiesta.
Esto no era nuevo. También era vox populi desde hace tiempo las in- Buscaría el hielo, pondría a punto la carne para la parrilla, buscaría la
clinaciones homosexuales del muchacho. Lo interesante desde un punto torta. “Pero quédate quieto, chico”, le reclamaría ella, le daría el viejo y
de vista periodístico, y hasta político, era la dificultad de montar una descolorido libro que estaba leyendo (“Crítica del programa de Gotha”
sucesión nepótica pacífica cuando había tales enfrentamientos, y tan de Carlos Marx), lo tomaría del brazo para obligarle a echarse en la
tempranos, en la propia familia de Cruz Alzada. hamaca hasta que llegaran los invitados.
Franco desarrollaba una teoría, que, decía, servía de orientación Al rato comenzaron a aparecer los familiares y los de la cofradía,
a una novela que se proponía escribir. El padre había pretendido ser trayendo regalos, comida y botellas. La música de salsa, su preferida:
el modelo para el hijo en perspectiva de que lo sucediera en el poder. la de las Fania All Stars, a todo volumen. Yarisé estaba radiante. Las
Esta opción nepótica la prefería el gobernador dado que su reciente niñas, preciosas. La conversación amena, profunda y picante, como la
plataforma política había sido montada con fragmentos de tendencias que acostumbraban los cófrades. De pronto, una pequeña crisis: se aca-
derrotadas. Es decir, ninguno de esos jefes políticos reunía la confianza bó el hielo. “No habías comprado suficiente, loco”, le regañó amorosa-
del conjunto del bloque, ninguno podía unificarlo una vez que el viejo mente Yarisé. Octavio y Quintana se ofrecieron para comprarlo. “¡Yo
saliera de la gobernación por determinación legal. La ira paterna viene voy con ustedes!”, les gritó Rafael. “¿Tú? ¿El cumpleañero?”, preguntó
precisamente porque el hijo no desea parecerse al padre. Y en este Melisa mirando de reojo a Yarisé. “¡Claro!”, contestó sonriente.
intento por definir una personalidad aparte, el rol de la madre es funda- Cogieron autopista. Se dirigieron a la capital. A las dos horas de cami-
mental. Ella es un obstáculo, una muralla protectora para el muchacho. no, llegaron al fin al cuartel donde la rebelión ya estaba en pleno desarro-
Además se coloca como el chivo expiatorio de las explosiones de ira llo. Allí los aguardaban para entregarles las armas. Eran tres de los pocos
del Viejo, con lo cual refuerza la consideración y el amor del hijo, lo civiles que participarían en aquel movimiento hacia la casa presidencial.
cual, a su vez, fortalece el rechazo filial y su voluntad de distinción. A Al llegar al objetivo, un grupo de tropas fieles al presidente los recibió
la postre, son dos poderes que se enfrentan a propósito del muchacho. con un fuego cerrado. Sería la cerveza, la celebración, el ímpetu del com-
Entre los Poderes de la Madre y del Padre. Esto crea más conflicto bate. Rafael se adelantó a las líneas defensivas de los amotinados.
porque, normalmente, el hijo mayor le toca ser delegado del poder pa- “Una bala le deseó feliz cumpleaños y apagó las velitas de su cora-
ternal frente a sus hermanos. Fíjense, decía Franco, cómo el hermano zón”, dijo Franco al recibir de Yarisé, la cara empapada en resentidas
menor se fue a Estados Unidos y cuando viene a su patria subdesarro- lágrimas, el sobre de manila con la foto de los alegres miembros de la
llada viene en plan de exclusivo disfrute, en playas y fiestas. Nada que cofradía de “La Palmera Luminosa”. La mujer estalló en llantos y cayó
ver con aburridas funciones o responsabilidades públicas. O sea, que en los brazos del amigo. Permaneció un momento así, sacudida por los
el menor se burla del mayor y aprovecha todas las ventajas del poder sollozos hasta que éstos fueron cesando poco a poco y logró algo pare-
del padre. Lo de la homosexualidad del primogénito se explica por cido a la serenidad. Se separó entonces de Franco, se sentó y dijo: “Hi-
una identificación con la madre y un rechazo del padre, quien a la final cimos mil diligencias en la capital para que nos dieran el cuerpo. Fui-
no sirve de modelo identificatorio, sino de figura masculina objeto de mos Arciniegas, Melisa y un hermano mío al Ministerio del Interior, al
deseo. “¡Coño! Ya le metiste una vaina psicoanalítica al comentario de Defensa, incluso le pagamos a un abogado para que nos moviera eso,
político ¡Usted sí es arrecho, poeta!”, apreciaba Arciniegas divertido. y nada. Entonces Melisa nos puso en contacto con la señora Iris y ella, a
Y todos reían.

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su vez, con el señor César Nébula. Se portó muy bien el ex gobernador. CAPÍTULO XVII
Habló con no sé quién allá. Creo que hasta conversó con unos ministros
o el propio presidente. Al fin nos lo entregaron ya descompuesto en un
Franco Robles
ataúd sellado que tuvimos que enterrar de inmediato. Apenas nos dio
tiempo de avisarte a ti y a Mujica. Melisa, Arciniegas y el señor Arreaza
ya sabían. Recién ahora le avisamos a Octavio y Quintana en la cárcel. ¿Qué tal? Este párrafo salió de un solo golpe. En bloque. Sin pen-
Al fin suspendieron la incomunicación. Y cuando fuimos al cemente- sar. Escritura automática, quizás. Tan automático como caminar, como
rio, tú sabes, me conseguí a María Hilda y sus muchachos. Lloraba en mover la lengua, expulsar el aliento y hacer vibrar las cuerdas vocales
silencio, con su bebé en brazos, a unos metros del espacio que le estaba cuando hablo; como la respiración. Las palabras fueron de alguna parte
destinado al muerto. No podía ponerme en ese momento, después de de la mente directo a mis dedos, y de allí al teclado. No hubo alcaba-
todo lo que había pasado y, sobre todo, después de todo lo que había la crítica en su flujo. No sé qué peso tengan, porque no las medí, no
hecho Rafael, con resentimientos estúpidos. De muchas maneras, ella y las puse en ninguna balanza. Se fueron construyendo las frases y las
yo, sus hijos y los míos, somos las víctimas. El mismo sufrimiento, las oraciones por sí mismas. Dictadas por alguna instancia inconsciente.
mismas mentiras, acaso el mismo amor. Nos acercamos, nos miramos Debió ser igual a un reflejo, más bien. Pero tengo que revisar este tex-
y reconocimos todo este sufrimiento; nos dimos un fuerte abrazo. Le to. Tengo que corregir. No debe escapárseme ningún desliz gramatical,
di un beso a cada uno de esos niños, que son también hijos de Rafael”. sintáctico, ortográfico, léxico. Ahora es tan sólo un estornudo después
Yarisé suspira profundamente y prosigue: “Hoy nos vienen a visitar. de terminar esta tesis sobre las presencias de Nietzsche en nuestra lite-
Esta tarde. Yo le dije ya a Melisa a ver si podía venir. Tomaremos café ratura. La tesis de Iris.
y habrá torta para los muchachos. Si quieres, traes unas cervecitas y le No sé por qué estas carajitas escogen estudiar literatura si ni les gusta
avisas al resto de la Cofradía”. leer. Creen que tienen ideas brillantes y así facilitan la tarea de sedu-
cirlas. Todo consiste en acariciarles el exceso narcisista. Recuerdo que
Iris empezó efectivamente con la idea de hacer una tesis que rompiera
con la rutina académica de analizar una novela o la obra de un escritor
cualquiera, ya consagrado en el canon de la literatura criolla. Algo que
abarcara a toda la literatura, una influencia, un impacto desde el exterior,
profundo como el meteorito que acabó con la vida de los dinosaurios.
Algo relacionado con un gran pensamiento de ecos universales. Creo
que lo que tenía en la cabeza, más que un tema, era una imagen: ella, de-
lante del jurado y el público, y esos señores tan serios, tan sabios, aplau-
diendo tanto que terminan levantándose entusiasmados, y el público
también, gritando en cámara lenta ¡Bravo! ¡Bravo! Y ella, tan humilde y
sencilla, con una sonrisa perfecta, se inclina saludando y agradeciendo;
con unas lagrimitas, recibe un inmenso arreglo floral. O tal vez le cru-
zó por la mente, porque es periodista, un titular de primera plana: “Iris
presentó una tesis genial”, información en páginas interiores. O mejor,
el anuncio de que todo el suplemento dominical del periódico le sería
dedicado: “Impactantes y novedosas ideas de la tesis de Iris”. Y todas las

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hermanastras feas muriéndose de la envidia. Porque siempre debe haber mueve el universo: la Voluntad. Y con esa fuerza invencible es capaz de
hermanastras horribles, cuyas inmensas patas no caben en las delicadas emular al Nazareno y caminar sobre el agua. Entonces, se mete en un
y mínimas zapatillas de cristal que sólo a ella, la princesa, le sirven. lago y se va hundiendo y hundiendo. Hasta que del fondo del agua brota
Pensándolo un poco, en realidad toda seducción es la confirmación una inmensa burbuja que al reventar aterroriza a los presentes. También
de un narcisismo primordial. Comienza por el halago. Eso es elemen- hay otro personaje, un joven hacendado que de pronto pretende ser un
tal, mi querido Watson. No hay mujer a la que le desagrade un piropo, superhombre, y se somete a una dura disciplina de natación, alpinismo,
un elogio, un artificio de admiración. Incluso en las más asquerosas carreras, trabajos extenuantes en la hacienda, hasta que enferma y al fin
expresiones, descubren una almendra de admiración que agradecen, decide que las ideas acerca de la superación del hombre son una locura.
aunque aparten la mirada, critiquen, arruguen con asquito la nariz. Pero Igualmente, está el “Salomón negro” de Rubén Darío, donde se mencio-
esas maniobras no valdrían nada si no estuviese sembrada en ellas esa na expresamente el nombre del filósofo. Pero Darío no es de este país. Al
profunda vanidad. Todas las mujeres son princesas. Les llega hasta el menos puede servir de referencia a la literatura latinoamericana.
fondo unos afiches, unas grandes telas pegadas por todas las avenidas Por supuesto que he leído a Nietzsche. Y lo leí en el mejor momento:
de la ciudad, anunciando un gran amor. Su presencia siempre deslum- a una edad mediana, la de Cristo y Zaratustra, cuando urdía un plan de
bra o debiera deslumbrar. Sólo los estúpidos y los vulgares patanes no escape, de ruptura despiadada con una mujer que ya me tenía harto con
la reconocen. No la miran y admiran porque están ciegos y son odiosos. sus celos. Justo requería en aquella situación un tónico, una bebida esti-
Esa magia es el sello de una infancia más o menos mimada. Segura- mulante, como esa lectura. Era, por supuesto, me acuerdo clarito, “Au-
mente en los hombres funciona algo similar. Nos creemos con derechos rora”. Ahí estaba por primera vez, cualquier manual de filosofía lo cer-
sobre el universo entero, en proporción directa a los cariños de mamá. tificaría, la formulación de la tesis de la muerte de Dios que cualquier
enciclopedia asienta como uno de los motivos principales del filósofo.
De esa imagen de inmensa vanidad, partí para imaginarme una tesis
Pero eso no fue lo que más me impresionó. Por favor ¡Si soy ateo desde
para la maestría de literatura de la licenciada Iris Camargo. Recordé que
la adolescencia! Pero mi ateísmo viene de unas lecturas tempranas de
en una ocasión me comentó que no le entendía nada a un profesor mal-
un manual de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. O sea,
humorado, fastidiosísimo, que hablaba de un tal “Niche”, un alemán
sólo se trata de un materialismo vulgar del siglo XVIII. De los mismos
medio marico que odiaba a las mujeres. Todavía no caía en mi revela-
que dicen que uno es lo que come o que todas las operaciones mentales
ción, cuando refirió que había intentado varias veces entrarle a un libro
pueden reducirse a pequeñas descargas eléctricas entre las células del
loquísimo del susodicho filósofo, que se llamaba “Así hablaba La Tun-
cerebro. Mucho después fue que me refiné con el ateísmo nietzscheano
dra” o algo así. Entonces se produjo la iluminación. Con que Nietzs-
que no se entrampa ya a discutir si el susodicho existe o no, sino que
che, ¿no? Pero, ¿qué tiene que ver Nietzsche con nuestra literatura tan
celebra más bien las consecuencias de ese asesinato metafísico que con-
parroquiana, tan limitadita a unos poquitos nombres, tan importadora y
movía a Dostoievski.
copiadora de mala calidad de tendencias europeas?
Lo que realmente me entusiasmó de este filósofo que escribía en afo-
Debió ser un hecho de mis hormonas, alborotadas por la respuesta
rismos fue como un sentimiento, un ambiente, un tono, pleno de furioso
positiva a mis halagos que percibía en la carajita. La luz se hizo precisa-
sarcasmo. Era humor cruel, claro; pero iba más allá de los chistes ácidos
mente cuando dejaba entrar por mis sentidos todas aquellas señales de
de Jonathan Swift, con todos mis respetos al autor de la proposición de
apertura: las sonrisitas, la boca entreabierta, los ojos brillando. ¡Ya sé!
engordar niñitos pobres para comérselos con el fin de resolver dos pro-
¡La presencia de Nietzsche en nuestra literatura!
blemas de una sola vez: el hambre de los pobres y su exceso de descen-
Efectivamente, hay rastros. Hay personajes y situaciones. Un loco dencia. Posiblemente lo que más me impactó del alemán fue esa frase “la
borracho que arenga una multitud porque ha descubierto la fuerza que inocencia cruel del devenir”. Sí, el universo, lo Ente, devenía con cruel-

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dad, pero con una inocencia alegre, feliz, de niño creador, el mismo que la encargada de evaluarle para ver si le podemos extender el contrato.
después aparece en las primeras páginas del Zaratustra que leí poco des- Sépalo, bien”. No se me ocurrió otra cosa que decir: “Sí, lo sé”. En
pués. A ese universo, en el cual nuestro sistema solar es apenas un granito esas contestaciones es fundamental el tono. De acuerdo al tono, puede
de arena, le tiene muy sin cuidado los pataleos y chillidos de la ridícula decodificarse como una expresión de rendición, humildad o entrega,
criatura humana. Su asunto no tenía nada que ver con esa pobre especie de aceptación del destino, o, por el contrario, de fastidio, molestia, de
vanidosa. En realidad, el devenir no tenía nada que ver con ningún asun- descarada burla o desafío sarcástico. No estoy muy seguro de cómo fue
to. Simplemente se llevaba por delante cualquier cosa, especies animales, el tono. Lo que sí es firme, es que la tipa agudizó su odio.
grandiosas civilizaciones, planetas enteros, sistemas solares, únicamente No podía darme el lujo de quedarme en ese momento en la calle.
por existir, por devenir, por fluir de un estado a otro en un proceso sin Había alquilado un pequeño anexo donde cabía parte de mis libros. La
sentido. Destruía o creaba con la misma feliz indiferencia, celebrándose otra porción se la había quedado la madre de mis hijos, quien, a su vez,
a sí mismo, a su propia potencia infinita que, a veces, se dirigía hacia sí alquiló a una dulce familia la casa que todavía yo estaba pagando. La
misma y se sometía para gozar de su propia fuerza. Y nada más. decisión de la juez de menores, una vieja divorciada que odiaba a los
Mi contacto con Nietzsche coincidió con la segunda tesis de post- hombres, me obligaba a una pensión de alimentos (que, como se sabe,
grado que hacía por encargo. Todavía lo tomaba como un agradable incluye vestidos, medicinas, colegio), pero, por otra parte, calmó un
pasatiempo intelectual, con el cual, a veces, podía redondear mi escasa poco los no tan amables sentimientos que Magda, mi ex, guardaba ha-
quincena de profesor contratado. Recuerdo que le di un viraje genial a cia mí. Les informó a los inquilinos que de vez en cuando yo aparecería
una vaga idea de la que sería la primera de mis contratantes, la esposa por la casa a llevarme unos libros para la consulta. El automóvil tam-
de un profesor titular que había concurrido a mí desesperado porque la bién se lo reservó “¡Ahora sí aprenderé a manejar!”, me dijo eufórica
mujer quería que le hicieran el trabajo y él no se daba abasto con tantas cuando salimos del tribunal, después de firmar el divorcio.
ocupaciones al frente del área de postgrado de la Facultad. De modo que aquel dinerito por realizar ese pequeño fraude acadé-
El favor me convenía. La jefa del departamento ya había desarro- mico me venía muy bien. Además, la esposa del profe resultó no ser
llado una creciente hostilidad hacia mí, a partir de un comentario mío nada fea. Hasta un brillito de inteligencia mostraba. Eso ayuda, sobre
que evidenciaba, sin querer, su crasa ignorancia. De veras que no quería todo en los prolegómenos de una relación. Hace fluir las ocurrencias,
burlarme de ella, pero era toda una perla de la mediocridad lo que había las ironías, las bromitas pícaras. A ella le habían llamado la atención
soltado en aquella reunión del departamento. Le atribuyó la “Tempo- los tríos conceptuales que se repetían en algunas cosas que había leído.
rada en el infierno” a Baudelaire. Por mis hijos, cuyas madres me los Sabía algo de música y me preguntó si en el pensamiento había movi-
han arrebatado, que no quería ofenderla. No pude contenerme y dije: mientos o compases como en las piezas musicales. Mi mente se activó.
“Noooo, ese poema es de Rimbaud”. Sí, alargué la “o” como si fuera la Así suele pasar. Me dan una idea, no importa lo vaga que sea. Esta
sirena de una ambulancia con efecto doppler y todo, la ambulancia que intuición no estaba nada mal, como su autora. Enseguida ato cabos y se
me llevaba moribundo de nuevo al desempleo. produce la iluminación. Se me prende el bombillo, pues. Uno, dos, tres,
Desde ese momento, la tipa me la juró. El profesor Rodríguez, que cuatro. No. Uno, dos, tres. Fíjate, dije casi en trance, que las instancias
es muy buena gente, me había dado por pura suerte ese contrato, pero que identificó Freud son tres. Cambiaron sus denominaciones y su con-
caí en las manos de esta bruja que, desde entonces, aprovechó cualquier ceptualización a medida que el pensamiento del maestro evolucionaba,
circunstancia para demostrarme su odio. Simplemente no me soportaba pero siempre fueron tres: Yo, Súper Yo, Ello; inconsciente, conscien-
y hasta una vez, en el pasillo de la facultad, me lo dijo directamente, cia, subconsciencia. Después vino Lacan y habló de tres instancias: Lo
sin vaselina. “Sepa, Robles, que yo, como jefa del departamento, soy Imaginario, Lo Simbólico y Lo Real. Como divinas personas, empecé
a descubrir trinidades por todos lados. Peirce, el semiótico pragmático

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norteamericano, desarrolló todo su sistema sobre la base de ese núme- Nada más lógico: la tesis de los conceptos ternarios fue también la
ro. Así habría tres tipos de signos: Índices, Iconos y Símbolos. Hasta de un delicioso triángulo que duró tres meses. Quizás fue que me inspi-
en Kant descubrí trinidades, aunque cruzadas con cuartetos. Fíjate que ré. O será también que ella me hostigaba con el trabajo, pues el marido
había juicios singulares, particulares y universales. Tres ¿Viste? Y las como que comenzaba a sospechar algo. Lo cierto es que, cuando ya
categorías que había en cada esquema son también tres: tres son las de tenía mis 150 páginas reglamentarias, trabajando todas las mañanas a
número, las de calidad, las de relación y las de existencia. Hegel me un ritmo excelente, ella decidió que lo nuestro tenía que terminar, no sin
confirmó la intuición con su tesis, antítesis y síntesis. Padre, Hijo y antes celebrar con un derroche de gimnasia en pareja. Tanto fue el gusto
Espíritu Santo. Tú, yo y el chamo que estamos haciendo, mamita rica. que de vez en cuando la llamo; pero creo que el encanto terminó porque
Me daba vaina con el amigo, pero a la mujer le brillaron los ojos, se ahora me contesta secamente y le empezaron a salir unas arruguitas que
pasó la lengua por los labios, respiraba hondo. El bluejean que cargaba, antes no le había visto.
la verdad es que la mostraban apetitosa. Ya estaba madurita, pero aun El pago y la experiencia me tranquilizaron respecto a mi contratico.
así tenía su equipaje delantero y trasero completo. Además, todos esos El amigo me animó el día que me dio el cheque. “Aquí tienes un buen
elogios a mi inteligencia, a mi brillantez. ¡Coño! Uno también tiene su mercado. Sé de varios estudiantes que pagarían lo que sea para salir de
Narciso ahí mismo donde lo tienen ellas. Me hacía sentir Sócrates. No, ese engorro. Claro, los de tema humanístico son los que menos pueden
Sócrates no sirve porque a él le gustaban los muchachitos. Más bien el pagar, pero también puedes meterte en temas gerenciales, administrati-
mismísimo Nietzsche cuando exponía sus vainas delante de Lou An- vos ¿Le metes a las ciencias? ¿Y a las estadísticas? ¿Las matemáticas?
dreas Salome, y la bicha rusa lo elogiaba ahí, con esos ojazos verdes y ¿Cómo estás tú en Derecho? ¿Y en pedagogía, técnicas curriculares?
esa cabellera roja, y el amigo Fritz comenzaba a sudar porque compro- Bueno, puedes intentar algo por ahí”. A los días, me llamó Gisela. Le
baba que el Superhombre estaba justo allí, frente a él, y era mujer. había dado el número el marido de Rosa María, la de las trinidades con-
Yo me puse a escribirle la vaina y de vez en cuando la llamaba para ceptuales. Era abogada y necesitaba desesperadamente que “la ayudara
comentarle de mis avances, hasta que un día ella me invitó un café en con la tesis”, porque ya “la había vuelto loca”. Quedamos en vernos en
el centro comercial. Ya eran como las siete de la noche, no tenía ningún el mismo cafetín de la facultad.
plan porque no tenía dinero y acepté de inmediato. Nos pusimos a ha- Lo del toque de locura era verdad. Pero aun así, la doctora Gisela
blar de todo, hasta que caímos en el tema de las parejas, de las exigen- pagó lo debido y puntualmente. Yo también le hice el trabajito con efi-
cias y satisfacciones de los dos géneros, de cómo son cada uno, de los cacia, aunque me costó algo más que la primera experiencia, por tres ra-
cinco años de pasión y de que a la larga, el matrimonio se convertía en zones: primero porque el tema no era de los míos. Siempre me han cho-
incesto, en los favores que se hacen dos hermanitos, en el mejor de los cado esos asuntos leguleyos. Tal vez la parte más interesante sería el de
casos, cuando no se convertía en un infierno a dúo. la hermenéutica jurídica, que me permitía retomar lecturas filosóficas
Cuando salimos de allí, hubo unas risitas y un silencio por donde que siempre había paladeado. Pero de verdad que es muy fastidioso eso
pasaron unos ángeles o fantasmas libidinosos. Nos paramos para despe- de buscar que si la jurisprudencia, revisar una y otra vez las leyes para
dirnos frente a su camioneta. Yo me dije: “Bueno, Franquito, hazle ho- conseguir relacionar un articulito aquí, otro allá. Segundo, la misma
nor a tu nombre” y, sin previo aviso, fui y le planté un beso en la boca. Rosa María me refirió a otro amigo que quería hacer otra especulación
La tipa se sorprendió un poco, pero no me rechazó. Sonrió como to- filosófica como tesis, y éste, a su vez, me dio el contacto de otro tesista
mando impulso y respondió con otra caricia de lengua. Nos montamos más, esta vez en el área de literatura.
en su nave y duramos un rato ahí calentando los motores. Ya habíamos La tercera razón fue precisamente el toque de locura de Gisela. Nada
encendido aquello y echamos a andar a un sitio más cómodo. que ver con la discreción y madura disciplina de contactos en lugares

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y regularidades apropiadas a las condiciones de clandestinidad, propias Garantizaba así cumplir a tiempo y con cierta calidad. Debía tener al-
de Rosa María. Gisela le dio por enamorarse de mí. O así decía. Enton- guna cualidad mágica, numerológica, esa cifra en mi vida: el tres. Hasta
ces eso era llamadas a toda hora. Me esperaba en el estacionamiento me asociaba con Hegel, Freud, Lacan, Kant, Peirce, entre otros, como
de la facultad. Se me aparecía a las puertas de los salones donde daba había tenido ya la oportunidad de comprobar por lectura propia.
clase. Ya los estudiantes hacían bromas pesadas sobre ella. Me buscaba Hubo entonces varios tríos, unos más tranquilos que otros. Cuando
a cualquier hora en el anexo. Quería verse conmigo en lugares públicos, eran hombres los clientes, me obligaban por sí mismos a aplicarme; me
demasiado expuestos. Coño, y yo no quería tener peos con el marido, concentraba en hacer un buen trabajo desde el punto de vista académico,
un exitoso gerente de una fábrica de alimentos enlatados. De modo que, y bien remunerado, desde el punto de vista financiero. Ofrecía calidad y
con el terror como incentivo, completé aquel trabajo en el tiempo pre- eficacia. Hubo tríos y tríos, pero ninguno como ese conformado por Isa-
visto y con la paga acordada. Eso sí: al entregar el libro de 132 páginas, bel, la metafísica, Paula, la gordita, y Adriana, la neurótica. Menos mal
le exigí con firmeza a mi clienta que no quería verla más. El llanto, las que no solicitaron mis servicios de manera simultánea, sino más o menos
llamadas, la persecución siguieron otro mes. En una de esas, la bruja del en forma sucesiva, porque si no, mi poca salud mental habría colapsado.
departamento se dio cuenta, tal vez porque vio a la loca en plena acción
Isabel era una socióloga, hija bellísima de españoles, que desde ha-
o por los chismes de los estudiantes, y al fin tuvo un argumento para
cía tiempo quería hacer una tesis acerca de las conexiones posibles en-
justificar que no me contrataran más. Yo era un “inmoral”. Hubiera sido
tre ecología y feminismo. Ya tenía unas lecturas y hasta unas anotacio-
más precisa afirmando que soy a-moral. O sea, no es que estuviera con-
nes, lo cual me ayudó mucho. Sentía vergüenza por tener que recurrir a
tra la moral. Considero que sin ella, no podrían convivir los humanos
mí y atribuyó la causa de su decisión al mucho trabajo que tenía y todo
en sociedad. Pero esa consideración pragmática ya es un aserto que va
el tiempo que gastaba desplazándose diariamente desde su casa, en las
más allá de la moral. Es decir, no aprecia la moral en sí y por sí misma,
afueras de la ciudad, hasta su oficina. A la altura de la tercera copa de
sino por su utilidad social. Gramsci podrá tener razón en muchas cosas,
vino, me confesó la verdadera razón: su divorcio la había dejado de-
incluso en eso de que el utilitarismo sólo ha resultado en la creación del
vastada. Tanto, que había abandonado una labor social que apreciaba
Rotary Club, mientras que la majestuosa arquitectura conceptual del
mucho y que realizaba entre mujeres humildes a través de una Orga-
hegelianismo constituye un monumento al pensamiento humano. Okey,
nización No Gubernamental. El marido era el dirigente principal del
Antonio, pero el utilitarismo y el pragmatismo es la filosofía ambiente
grupo. Ella contaba que poco a poco, imperceptiblemente, él se había
entre nosotros los sobrevivientes.
ido llevando los libros de la casa, así como su ropa, su cepillo de dien-
Por supuesto que le reclamé a la loca porque ella era la culpable de tes, algunos aparatos domésticos. Iban alargándose los períodos en que
que se avecinara un nuevo período de hambre e incertidumbre habitacio- permanecía en supuestas reuniones nacionales de organizaciones simi-
nal como desempleado académico. Al fin pareció que había entrado en lares, a las cuales ella dejaba de ir para cuidar la casa, o sea, asumir el
razón y me prometió que me dejaría en paz. Siguió jodiendo un rato más, rol tradicional de toda mujer. Había hijos y ella, por supuesto, cuidaba
pero ya no con tanta frecuencia. Es posible que el marido haya tomado a la parejita de niños. Él tenía otro hijo de un anterior matrimonio. “Él
cartas en el asunto o que la flamante magister se hubiera prendado de era mucho mayor que yo”, me dijo lamentándose. Eso no fue óbice para
algún colega. En fin, tuve oportunidad de agradecer a todos los dioses. que él consiguiera una mujer menor que su esposa y decidiera, un buen
La satisfacción del odio de la bruja del departamento me vino bien a día, informarle que había decidido irse de aquella casa en la cual, por lo
la postre, porque así tendría más tiempo para realizar aquellas tesis que demás, ya quedaban muy pocas cosas suyas.
ahora serían mi alimento intelectual y físico y mi vivienda conceptual La devastación llegó a tal extremo que Isabel tuvo una experiencia
y real. Me fijé como límite máximo trabajar tres tesis por vez, siempre límite. Comenzó a ver espíritus en su casa, en la calle, en ciertos edifi-
y cuando los temas me llamaran la atención y tuvieran algo en común.

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cios de oficina. Aterrorizada por lo que pensó era la evidencia de una taba a hablar, relajada, después del amor. De pronto me dijo: “Franco,
locura, comenzó una terapia. Pero al mismo tiempo, y a instancias de sé que tienes lista la tesis, te felicito. Eres un hombre brillante. También
un compañero de trabajo, entró en contacto con un grupo de espiritistas. sé que este es el adiós. No importa: sé que nos vamos a ver nuevamente
Eso, me dijo ella, la equilibró. Al fin podía compartir sus experiencias en la otra vida. Tú no crees en esas cosas. Yo no lo creo: lo sé. También
extraordinarias con otras personas que veían lo mismo que ella. Prosi- he visto –sí, dijo “he visto”– que un espíritu te ronda y te hace escribir
guió con la terapia, pero con una nueva orientación. Definitivamente no a veces de una manera sobrehumana. Tú no te das cuenta, pero has sido
estaba loca, sólo necesitaba un poco de ayuda para superar sus traumas poseído por ese ser que siempre ha jugado con las disyunciones y las
personales. Desde entonces, abandonó del todo sus labores sociales, y conjunciones”. Terminó de decir esto, paramos en un semáforo, tomó
se aficionó a aquellas reuniones donde se convocaba a los espíritus que el bolso con sus cosas y se desmontó de mi automóvil. Todo en un se-
resultaban más sabios e interesantes que los vivos. gundo escaso. Yo, como un estúpido, me quedé paralizado. Ni siquiera
Debo decir que estas revelaciones las fue soltando Isabel poco a atiné a sacar de la maleta del carro la gran obra. Al día siguiente se la
poco. Salíamos un día a almorzar y a caminar tomados de la mano por envié por correo a su dirección.
el parque de la ciudad. Terminábamos la tarde agotados de tanta activi- Paula era una gordita simpática que cantaba en un coro. La conocí
dad física en su habitación o en cualquier hotel que se nos atravesara. en una exposición en el Ateneo de Valeria. Conocía a Orfila, el directivo
Sólo entonces, comenzaba Isabel a contarme y explicarme: por qué ha- gay de la institución, quien, no sé por qué, hacía como si no existiera.
bía sentido un corrientazo eléctrico la primera vez que nos besamos, la Paula le dijo, cuando pasé delante de ellos, “Poeta, por favor, presén-
manera cómo sentía mi presencia astral cuando dormía sola en su casa, teme a su amigo”. A él no le quedó otra. Yo encantado porque, a poco
la vibración misteriosa necesaria para comunicarse conmigo gracias a hablar, la gordita me comenzó a comentar las insalvables dificultades
lo cual siempre sabía lo que leía y discurría en la máquina de escribir con que había topado para escribir su tesis de maestría en Arte. En aquel
aun antes de que yo se lo contara. A veces, después de aquellas jornadas momento, la culminación del trabajo a Isabel me había dejado sólo con
amatorias, me reñía un poquito porque yo era ateo y eso no le iba bien a dos trabajos pendientes, de modo que de inmediato le ofrecí mis servi-
ella, que creía, porque tenía una experiencia firme, en la comunicación cios. A ella le pareció maravilloso y hasta barato el costo. Inmediata-
con los espíritus. mente después, el flaco Rafael, un reportero gráfico amigo, me informó
Esa noche, al llegar a mi apartamento, me dirigí directo a la máquina que la gordita, aunque izquierdoza, era la hija de Fausto Bonanno, un
de escribir. Debía terminar pronto aquella tesis. Como dije ya, ella tenía multimillonario constructor de la ciudad. O sea, que además de simpá-
algunas anotaciones y las fichas de varios textos, de modo que facilitó tica, tenía aquello que me hacía falta.
mi escape. No sé cuál espíritu vino en nuestra ayuda, porque un día me La idea que tenía de su tesis era una especie de biografía artística de
conseguí con un ex-alumno que me comentó de un libro de una señora Xavier Sucre, un artista plástico de Valeria que había ganado unos pre-
que era feminista y ecologista a la vez. Volé a la librería, localicé el tex- mios en Nueva York y por eso se proyectaba como uno de los valores
to y parafraseé de lo lindo durante varios días. Total que acabé aquella máximos del arte en la ciudad. Nadie le había dedicado mucha atención
obra cerca de dos semanas antes de lo previsto. hasta ese momento por la extravagancia de su obra, especialmente del
Pensé en darle la sorpresa de entregarle su tesis como una manera material que usaba en su obra: semen masculino humano.
de aligerar la despedida. Aquel día ella quería ir a una especie de cón- “¿Xavier? Ay, Franco, su obra es como bañarse en una bañera llena de
clave de sus amigos espiritistas en una ciudad vecina a Valeria. La llevé semen expulsado de un centenar de hermosos falos”, me comentó el poe-
después de un encuentro que merece ser memorable por su ternura. Du- ta Orfila, que ya para ese momento se le consideraba el verdadero poder
rante el trayecto se mostró extrañamente callada, porque siempre se sol- detrás de esa cuerda de viejitas que dominaban en la institución. “¿Vas a

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investigar sobre su obra? Seguro que es la tesis de alguien, ¿de quién?”. como la alternativa de la libertad y la democracia frente a la estolidez
Le debía a Orfila haberse enfrentado en varias ocasiones a la bruja jefa del realismo socialista: el expresionismo abstracto. Revisé algunos li-
del departamento en mis tiempos de contratado muerto de hambre, así bros sobre el valor estético de la fealdad y del grotesco. Supe de los
que decidí darle toda la información. Además, seguro él disponía de una pintores “pobres” (que así se hacían llamar) italianos que usaban hasta
documentación que podría a la postre servirme de algo en el nuevo en- mierda como material de sus obras que, obviamente, combinaban imá-
cargo que había asumido. “Ah, es con Paulita, la hermanita de Mauricio. genes con olores. Ciertamente, el olor de varios litros de semen humano
Ella tiene toda una colección de imágenes del artista”. La verdad: nunca no debe de ser muy agradable que se diga. Había algo muy conceptual
había visto una sola obra del tal Sucre, de modo que le pedí a mi nueva allí. Me puse a trabajar al fin, cautivado por el encanto de lo nuevo. Mi
clienta las fotos que ella había tomado en Nueva York. Ella aceptó encan- sensualidad se expandía, así como mi gusto en el campo de las artes
tada y quedamos citados para el día siguiente en su apartamento. plásticas. En el tiempo estipulado entregué el trabajo, y la gordita sim-
La voluptuosidad de apretar, acariciar, manosear, estrujar, chupar, pática consiguió una mención publicación.
pellizcar, palmear, amasar, un cuerpo grueso, lleno de carne flácida, Mis tesistas siempre sacaban buenas notas. Incluso recomendaciones
de grasa, suave, colgante incluso, tenía su novedad excitante para mí. de publicación. Esos éxitos despertaron una extraña inquietud en mí.
La gordita me sorprendió con una agilidad que no correspondía con su Hasta entonces no había publicado sino una que otra cosita, pequeños
peso. Me cabalgó y no la sentí ni en el bajo vientre ni en las caderas; ensayos históricos, filosóficos o literarios. Se los había enviado a Freites,
únicamente en mi miembro erecto sacudido con deliciosa eficacia. Ge- a quien lo habían contratado repentinamente para montarle una página
mía con un bello timbre de soprano, hasta alcanzar la nota más alta. literaria a uno de los diarios de la ciudad, “Novedades”, para competir
Podía consigo misma; parecía flotar en el aire y establecer justo los con la que elaboraba Armando Vila en el otro. Freites era un poeta di-
contactos necesarios en mi cuerpo atrapado en su humanidad. A veces gamos que pasable. En realidad, a mí no me gustaba mucho su trabajo,
me parecía hundirme en ella, como si me tragara una flor carnívora gi- aunque debiera decir que, de poesía, yo no soportaba nada después de
gante. Otras, la faena me asfixiaba; pero era un ahogo extremadamente Vallejo, pues ni el propio Neruda conseguía darle en el centro a mi pala-
placentero. Una vez culminados los fuegos artificiales, compartimos la dar literario. De modo que aparecieron dos ensayos: uno sobre el método
ducha y de nuevo, a la cama. Hasta que al fin, aquella prueba de fuerza, etimológico utilizado por Heidegger para descifrar el significado del ser
resistencia y agilidad le parecieron suficientes, y me mostró las fotos. en los filósofos presocráticos; el otro, acerca de los métodos científicos
No las entendí. Soy un hombre más dado al pensamiento y a las implícitos en el cuento “La carta robada” de Edgar Allan Poe.
letras que a lo simplemente visual. Menos mal que Paula tenía unos El profesor Rodríguez, que a todas estas seguía apreciándome, me
recortes de los críticos neoyorquinos, así como unos folletos. Luego de comentó que aquellos textos podían convertirse en una serie donde,
varias charlas y sesiones de levantamiento de pesas en su alcoba, se me desde la literatura y la filosofía, se hacían reflexiones acerca del método
hizo claro la pista que serviría para urdir aquella tesis. Además ella era científico. En realidad, nunca he creído que exista algo así como un
amiga de la familia. Así, visitamos en una ocasión a su madre viuda. método científico. Lo que dan en las universidades en esas cátedras de
Muy amable la señora, muy culta. Conocí al hermano. Al sano, porque metodología se me antojan estúpidas indicaciones retóricas y manuales
el otro estaba hospitalizado con una dolencia misteriosa que nadie me de instrucciones que matan el músculo y el nervio del pensamiento que
aclaró y terminé sospechando que era SIDA. Me di cuenta que una fa- le ha dado la vida a ese deporte magno que es la ciencia. Pero la suge-
milia que leía a Kafka unida no estaba muy en sus cabales. rencia del amigo Rodríguez me motivó para escribir otro ensayo acerca
Recurrí entonces a una vieja tendencia pictórica de vanguardia que de las posturas epistemológicas que Borges ilustraba en dos cuentos:
los Estados Unidos presentaron por allá, por la década de los cincuenta, “El lenguaje analítico de John Wilkins” y “Funes el memorioso”.

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Entregada a la prensa lo que me parecía una brillante reflexión, me cuartillas en la mano, pensé: “¡Es el momento de vengarme del marico
inquietó algo que pasaran semanas y semanas y nada que aparecía el de Freites!”. Al día siguiente se lo dejé en un sobre en la recepción del
ensayo. Al fin me acerqué a la redacción del periódico varias veces, periódico correspondiente, dirigido al licenciado Armando Vila, otro
hasta capturar al poeta Freites. Éste, con mil excusas, me pidió de nue- marico, pero ni modo. El ensayo apareció publicado ese mismo fin de
vo el trabajo. Por supuesto que me indignó. No encontraba qué hacer semana. No pude menos que telefonear al periódico, pedir hablar con el
con mi ira. No le iba a caer a golpes a Freites, la loca más puta de toda licenciado Vila y agradecerle su gesto.
la mariquera de Valeria. Pensé en unas cervezas. Tal vez unos whiskies. ¿Mencioné a Adriana? Sí, la mencioné líneas arriba. Se me dificul-
Llamé a Rodríguez para compartir, y nada. Acudí a Gisela, pero me ta escribir sobre ella. Es que… tengo que decirlo: hubo un intento de
contestó con evasivas. Terminé en una nueva librería que abría hasta suicidio allí. Primera vez que me ocurría no haber podido terminar una
tarde e incluso un café podía uno tomarse allí. Solo, despechado, en tesis en el período estipulado. Ella tampoco pudo pagarme porque fue
ese momento en que la energía de la rabia se devuelve y comienza uno recluida en un psiquiátrico.
a sentirse como saliendo de un ring de boxeo, atisbé en los estantes un
Soy un hombre de libros, ¿no? Ellos me dan los recursos para poder
libro del llamado poeta de Baracoa, Anselmo Monti. Lo tomé sólo por
vivir, en todos los sentidos. Está bien: entonces, digamos, como en una
curiosidad. En ese momento sabía algunas cosas de los Nébula, de su
lectura, de Buda o de Elster que, en términos generales, para poder sen-
amado padre y de su venerable tío, porque los periódicos usaban esas
tir el máximo placer, se tiene que ser capaz de sentir el máximo dolor.
cosas para adular. Abrí y leí.
Alguien que siempre cuida de no quemarse, nunca podrá apreciar el
Mi nuevo trabajo, aunque me había resuelto la subsistencia, no me frío. El ejemplo no es muy bueno, pero la idea es que…
permitía el placer de leer novelas con toda la morosidad necesaria de
Adriana había intentado suicidarse ya en su adolescencia. Ella nunca
un acto sexual placentero. Echaba de menos a mis Bulgakov, Canetti,
me explicó aquella circunstancia. Lo que sí sentí desde el principio,
García Márquez, Cortázar, Burroughs, Borges. Para no hablar de Pla-
desde que la conocí y concertamos el trabajo, una tesis acerca de los
tón, Deleuze, Gramsci, el mismo Nietzsche, Heidegger, Pascal. De vez
posibles sentidos filosóficos de algunos mitos indígenas, que aquella
en cuando visitaba las librerías y adquiría libros para mi recreo. Pero
mujer, joven, bella y sensual como pocas, vivía con una intensidad que
cuando me fajaba a escribir los trabajos de otro, levantaba por momen-
nunca había conocido. Era intensa en todo: en su entrega sexual, en sus
tos la cara, miraba aquella pila deseada y me iba en suspiros, como ante
lecturas, en sus conversaciones, en sus posiciones políticas. Estallaba en
la mujer amada y dispuesta, pero inalcanzable. Y eso que procuraba es-
una discusión con sus profesores, con sus compañeros de clase, con sus
coger, entre las diferentes ofertas de trabajo, sólo aquellas que me com-
amigas. Cruzaba la línea, de manera temeraria, al insultar a las personas
placieran en el área humanística, sobre todo. Cuando leí el poema de
que podían tomar medidas en su contra. Sufría de insomnio. Elaboraba
Monti, no pasó exactamente que me hubiera gustado. Como ya dije, soy
geniales especulaciones teóricas. Era brillante. Pero, precisamente por
muy mal lector de poesía. Fue otra cosa. Como si un fantasma me hu-
esa explosión de posibles, de ideas, de imágenes, de pasiones, esa pro-
biese poseído. En seguida capté una especie de tic nervioso en aquellos
liferación de universos conceptuales, de emociones sísmicas, de ecos
textos, sobre todo en la prosa. Una suerte de reticencia semántica. ¿O
ancestrales, era que no podía imponerse la disciplina suficiente como
era una lograda ambigüedad? Fatigué mis saltos de pupila hasta descu-
para sentarse día tras día, ante una máquina de escribir, para producir
brir que el secreto era una duda. Pensé, pensé y pensé. Y después, seguí
unas 150 páginas con sentido.
pensando. Hasta que me percaté, en una iluminación, que la duda era mi
única seguridad. Y todo residía en la o. La o puesta allí donde muy bien Conseguirme fue su salvación para entregar la tesis, la culminación
debía ir una y. ¡El tío de los poderosos Nébula estaba al fin descubierto! de unos estudios de postgrado que para ella fueron una tortura. Con-
Fui de inmediato al apartamento a escribir. Una vez con las tres o cuatro flictos con los profesores, con los jefes de los distintos trabajos que

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conseguía, con su familia, con una madre que le amargaba por su frial- Recorrí los pasillos de la facultad, apostando a un encuentro con fondo
dad afectiva. Le cobré justo la tarifa normal. Luego, cuando repetimos musical de violines. Nada. Incluso, también como Raskolnikof, confesé
aquellas tardes extenuantes de cuerpos que se friccionan hasta incen- mi crimen a más de un conocido en los bares y las tascas. El colmo fue
diarse y consumirse, decidí rebajarle algo, porque constaté su dificulto- que llamé a la tía para buscar un insulto o algún castigo. Pero nada.
sa situación financiera. Adriana y todo lo que se relacionara con ella habían desaparecido. Me
A diferencia de la experiencia con Paula, la relación con Adriana me impuse dejar esa búsqueda insensata.
aferró y sacudió unos nervios muy profundos, como los que agarran las Al fin me calmé. Me eché una borrachera descomunal y a la semana
muelas al fondo de las encías y que se revientan cuando el despiada- de nuevo volví al mercado. Nadie está a salvo de la culpa. Tiene razón
do odontólogo las violenta con sus diabólicos instrumentos. La imagen Porfirio frente a Raskolnikof en “Crimen y Castigo”: no hay seres ex-
que se me ocurrió tal vez no sea la más adecuada, porque es verdad, en traordinarios capaces de darse a sí mismos reglas morales que les auto-
el fondo, Adriana era un ser sumamente tierno y delicado. Esencialmen- ricen a usar, hacer daño e incluso a matar a los otros impunemente. Son
te femenina. Era esa femineidad la que me había atrapado, ciertamente. pocos los auténticos delincuentes que están a la altura de sus fechorías.
Pero también me había quemado, llagado, y me había mostrado que la Me faltaba ya uno solo para completar mi trinidad de trabajos y llamó
magnífica capacidad de goce de un ser humano es exactamente la mis- Iris. Concertamos de inmediato una cita. No era abogada, ni adminis-
ma, idéntica, a su capacidad de sufrir. Y que el placer y el sufrimiento tradora, ni ingeniera: era periodista y el programa que cursaba era de
se potencian uno al otro, en un angustioso devenir circular que puede literatura. Todo eso anticipaba poca generosidad financiera, a menos que
terminar con la muerte. fuera una de esas niñas lindas de la burguesía que se creía poeta desde el
Adriana sufría de ataques de pánico, de angustia, de ansiedad, ante colegio de monjas. El área de conocimiento, el hecho de que necesitaba
las cosas más nimias. Ante mi ausencia una tarde. Ante un concepto cerrar mi terceto y la voz de gatita por teléfono, me decidió. Quiso mi
que no entendiera, como si eso importara. Ante las fechas de término dios favorito, Dionisos, que el aspecto de la nueva clienta satisficiera mis
del trabajo. Aquello fue creciendo y haciéndose para mí insoportable. requerimientos. Después las satisfizo con creces en la cama.
Ocurrió algo parecido a lo de Isabel. Aceleré el trabajo. No lo logré. La tesis escogida me interesó y fue una delicia de nuevo explorar
Pero de todos modos llegó la fecha de entrega y ella entendió muy el lenguaje energético de Nietzsche, tan cercano al de Freud y que tan-
claramente que lo nuestro también terminaba. Entonces, ingirió aquel tas locuras le sugirió a Wilhelm Reich. Éste último hasta inventó una
veneno de ratas. Y vino todo eso de la hospitalización, y las miradas partícula, al modo de las subatómicas, los orgones, que constituían la
resentidas de las amigas, y la búsqueda de dinero para internarla, el base de las corrientes energéticas que se sienten en los orgasmos. Yo las
préstamo de Rodríguez y finalmente, el psiquiátrico y el ruego de una había sentido. Una vez había discutido de ello con Isabel. La teoría de
tía para que desapareciera de la vida de su sobrina. Por supuesto que ella se acercaba: todo era energía en el universo. Y esa energía seguiría
desaparecí, pero con una herida. fluyendo aun después de la muerte.
Me tomé unas vacaciones. Llamé excusándome a unos clientes y Iris pagó bien, justo lo que le pedí, y seguimos saliendo porque creo
me perdí en una playa durante un par de semanas. Regresé un poco que ya me estoy poniendo viejo. Un bonito culo. Ahora se inicia en el
más tranquilo. Pero, como Raskolnikof, sentí el impulso irrefrenable trabajo de la gobernación. “Se aproximan cambios”, me dijo mientras
de volver a la escena del crimen. Fui al psiquiátrico donde había estado sonreía con picardía. Como asistente del jefe de Prensa tiene acceso al
interna Adriana un par de semanas antes, y ya no estaba. La habían dado poder; incluso a la vieja Antonieta Nébula.
de alta a sus familiares. O la habían trasladado a otra institución, no Los cuentos de los políticos amigos de Iris me dejaron pensando:
supieron decirme. Rondé por la casa donde vivía, pero ella no estaba. “¿No será hora de tener un trabajo fijo, más estable?”, me dijo un ange-

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lito en mi interior. “Con los contactos de Iris, tal vez puedas conseguir ¿Tiempos felices aquellos? No más que ahora, en realidad. Sólo que
un empleo bien remunerado, con poca ocupación. Todo un burócrata”. no sabía en qué me estaba metiendo. Hoy recuerdo esas cosas como una
Mi demonio, por su parte, rechazó enérgicamente la idea. En realidad, gran aventura. Tal vez desde siempre estuve destinado a este carguito,
no me iba tan mal. La cuestión era solicitar un préstamo y dar la inicial en este liceo de la zona pobre de la ciudad. Tal vez sea sólo el último
de un buen departamento. Llevaba una vida sin lujos. Justo el adecuado hombre, conforme con su comodidad, harto de aventuras.
para un intelectual. Mis juergas se limitaban a unos tragos de vez en
cuando con los amigos. La confección de aquellas tesis, aunque me
cansaban, cuestión que podía resolverse con unas vacaciones y ya, me
daban independencia, ingresos y un continuo proceso de información.
Mantenía mi cerebro trabajando. Por otra parte, como no era un empleo
asalariado, podía excusarme en el tribunal de que no me había ido bien
y así espaciar los pagos de la pensión alimentaria de los niños. Todo eso
cambiaría si tuviera un puesto fijo. Magda hasta podría, en un momento
dado, embargarme las prestaciones. Últimamente se había portado bien
conmigo. Creo que se terminó de empatar con el idiota de Getulio. Pero
necesitaba seguridad. “Justo eso es lo que te da un cargo en la gober-
nación”, contraatacaba el angelito. “Debes ir pensando en tu muerte,
hermano”, insistía. “¡Vamos! Con dos tesis más, pagarías un servicio
funerario. Eso no es problema para ti”, contestó mi demonio, quien
inició una maniobra interesante. “¿O será que te estás poniendo viejo
y cómodo? ¿Ya estás cansado, Franco? ¿Eso de ir por ahí vendiendo tu
materia gris te tiene hastiado? ¡No me digas que te enamoraste de Iris!”.
Mi angelito asintió feliz con aquel autogol de mi demonio favorito.
Con un pañuelo en la nariz, busqué a Iris en la casa del Partido, donde
el gran César Nébula anunciaba su nombramiento. Era ridículo, porque
¿no es el presidente de la República quien debiera anunciarlo primero?
Bueno, eso no era asunto mío. Fuimos a almorzar carne asada y nos
pasamos toda la tarde juntos, sin demasiada gimnasia. Más bien estuve
tierno y relajado. Hasta meditabundo. Iris me preguntó si había pasado
algo. Esa era la oportunidad para plantear la cuestión. El feliz cansancio
del sexo escondía la maquinaria de mi cerebro, el debate languideciente
entre mi angelito y mi demonio. Al fin resolví decírselo a Iris.
–¡Cómo no, mi amor! Dame tu currículo mañana mismo, y le digo a
Miche para que te consiga algo bueno, interesante, bien remunerado y
todo lo demás. ¡Mi amor! ¡Ya era hora de que dejarás de ir saltando de
árbol en árbol agarrado de una liana!

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CAPÍTULO XVIII

Los fantasmas

Y yo que pensé que ser director de este “prestigioso colegio” iba a


depararme tranquilidad, un ambiente cómodo y propicio al pensamien-
to y la creación, un espacio y un tiempo adecuado y hasta estimulante
para la escritura de mi novela, con una paga digna, un trato respetuoso
y equilibrado; y me consigo con esta trampa, este hueco donde caigo
y caigo sin que se divise un duro suelo en la oscuridad más cerrada.
Yo que diligentemente busqué al poeta Freites y a Orfila, ahora ungido
como presidente del Ateneo de Valeria, para que me hicieran el favor
de conversar con el dueño del colegio para recomendarme. Yo que me
presenté como un gran escritor, aunque incomprendido, un magnífico
intelectual, pero marginado por las grandes editoriales, un gran peda-
gogo que no había recibido el reconocimiento debido, sino que se me
había destinado a terribles responsabilidades, con todas las cuales cum-
plí más allá de las expectativas, porque soy un hombre de dificultades,
un ser que supera todos los obstáculos, que pone el corazón en todo lo
que hace. Yo, ahora rodeado, cercado. Yo, escondido, abrazado a mis
rodillas, acurrucado, en la pequeña caverna de este escritorio, como un
atroz feto envejecido.
Afuera, la inverosímil balacera va y viene como una ola aterradora.
Se simplificó tanto todo, sin que me diera tiempo de advertirlo: ahora
son sólo dos las bandas enfrentadas y yo en el medio, atrincherado en
este escritorio que pretendía ser el símbolo inútil y ridículo de la auto-
ridad del director del colegio “Orlando Zabaleta”, ahora rehén, ahora
víctima de uno de estos bandos enfrentados por el mercado del cole-
gio, apetitoso, próspero, voraz de perico, crack, yerba. Los niños de
tan buenas familias y educación, adecuada alimentación y mejor cuido,
resultaron ser unas fieras más peligrosas que aquellas del liceo “Nelson
Suárez”, ubicado en aquel barrio popular, donde por lo menos las rela-
ciones eran próximas, estrechas y, si bien no habían padres presentes, sí
había una comunidad que de vez en cuando aparecía con la cara de al-
guna señora o señor preocupado por alguno de los violentos muchachos
lleno de carencias y problemas.

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Llegué temprano esta mañana. Tenía ya días así, del trabajo a la pen- No conozco esta voz. Nunca le he escuchado en mi vida. Pero sí, algo
sión, directo a la cama después de un baño tibio, completamente agota- en la bruma de mi memoria acaba de encenderse. Un recuerdo vago. Una
do, en ruinas. No tenía ni una pizca de voluntad para pasar a compartir impronta que quizás venga de un tiempo tibio, plácido. Aunque también
con la cofradía de “La Palmera Luminosa”. Aunque es mi costumbre llovía entonces. Es la voz de un hombre mayor, un anciano lleno de sabi-
escribir por lo menos un párrafo diario con las reflexiones de la jornada duría, pero también de áspera petulancia. Musito: “Aquí estoy”.
o ideas dispersas acerca de la novela cuya escritura debo emprender –¿Cómo? ¿Estás escondido ahí abajo? –El viejo se inclina hasta que
algún día en serio, las fuerzas sólo me alcanzaron para pensar, dejando me descubre. Sus ojos brillan divertidos– ¿Y qué hace usted ahí?
caer los párpados de ya una tonelada, que las tensiones parecían crecer
–Bueno; hay un enfrentamiento a tiros. Siempre hay balas perdidas.
en el colegio, que últimamente se venían repitiendo los indicios que
No vaya a ser que me capture una. Y usted, ¿quién es?, ¿qué hace aquí?
eran verdaderas advertencias del enfrentamiento definitivo entre los
¿Es representante de alguno de los muchachos? Lamento conocerlo en
grupos de cuarto y quinto año. Pero aun así no percibí ninguna alarma
estas circunstancias, pero admito que me fue imposible mantener el
roja. Tal vez el mismo cansancio la calló.
control y la disciplina.
Esta mañana quería revisar y firmar papeles, cheques a los pro-
–¡Oh, pero salga ya usted de ahí, por favor!
veedores de servicios, decidir lo de la cantina, oficiar a la prefectura,
responder a las comunicaciones de la Zona Educativa. Al poco rato, –No. Mejor, no. Es más, usted debe atrincherarse también en algún
comenzaron a llegar los profesores y los estudiantes. Algunos, también sitio. Le aseguro que es peligroso andar así, como si nada, mientras esos
como de costumbre, se acercaron a la oficina a saludarme. Incluso el delincuentes juveniles continúan su guerra en los pasillos y el patio.
profesor Díaz me comentó que las provocaciones entre los grupos de Usted corre un gran peligro allí. Métase aquí mismo. Si me acomodo
fieros adolescentes habían amainado. Todo normal. De pronto, sin pre- bien, usted puede caber también.
vio aviso sonaron las detonaciones y los gritos despavoridos. –Pero ¿de qué balacera habla usted?
Salté de la silla para salir, pero me detuvieron allí dos muchachos Fue en ese instante justo que me percaté de que, en efecto, las deto-
con las pistolas más grandes que he visto en mi vida. “Métase debajo naciones habían cesado y un pacífico silencio se imponía alrededor. De
del escritorio”, ordenaron en un solo coro contundente que mansamen- todos modos, preferí mantenerme en mi lugar y mi posición, a la cual
te obedecí. Revuelven los papeles sobre el escritorio. Algunos caen. ya me estaba acostumbrando y hasta cómoda ya la sentían mis huesos
Abren los archivos y tiran al suelo los documentos. Allí también va a y articulaciones.
caer la bandera. Dan un portazo. Creo que salieron al pasillo. Me deja- –¿Entonces? ¿No va a salir usted de todos modos?
ron en paz aquí en esta pequeña caverna. Me siento seguro por ahora,
aquí, abrazado a mis piernas, con la cabeza entre las rodillas, mientras –Prefiero mantenerme aquí hasta asegurarme de que no continuará
terminan los balazos. el enfrentamiento. Le reitero la invitación a atrincherarse. Pero, usted
no me ha dicho por fin quién es usted.
Escucho que se abre la puerta. Unos pasos se aproximan. Ahora veo
los pies del individuo que ha llegado hasta aquí, detrás del escritorio –Le traigo esto –Y el viejo me entregó una hoja de papel doblada,
debajo del cual el tembloroso director del “Orlando Zabaleta” intenta rodeada con un hilo rojo. Después de desanudarlo y desplegar el papel,
protegerse de la balacera que afuera continúa. Me sorprenden esos za- descubrí unas anotaciones.
patos impecablemente lustrados, ese pantalón diferente en todo y por “Franco Robles no logra escribir la novela más allá del proyecto, por-
todo al uniforme de las fieras adolescentes que dirigen esta hecatombe. que lo matan unos malandritos, a los que da clase, en un enfrentamiento
–¡Franco Robles! ¿Dónde te metiste, poeta? Tengo algo para ti. entre bandas. Ha llegado a ser director de un instituto privado (primaria y

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secundaria) después de una trayectoria de profesor de secundaria en liceos –Se ve usted muy bien. Mejor que cuando lo llevé desde aquel acto
populares. El liceo tiene graves problemas de violencia, drogas y demás. en homenaje suyo hasta el centro de la ciudad capital.
Tiene una evolución “espiritual”: elabora un “dios personal”, llegando al –¡Gracias! En realidad la muerte me sentó muy bien.
de la paz interior, coqueteando con el budismo, devolviéndose del dios
–Déjeme decirle que leí sus poemas y cuentos con deleite. Fui en
muerto nietzscheano. Se vuelve fantasma porque no termina la novela”.
una época admirador suyo.
–¿Y qué es esto?
–Tal vez se dejó llevar por la campaña promocional de los hijos de
–¡Oh! Son sólo unas anotaciones para un cuento. Un proyecto de na- mi primo. En realidad a esos textos, que publicó sin mi consentimiento
rración. No lo desarrollé en mi momento. Como ese hay varios cientos. William Azpúrua, no les había hecho la revisión final. Muchos de ellos
Pero la mayoría se perdieron. los habría quemado.
La voz de aquel viejo seguía pareciéndome muy, pero muy, familiar. –A veces los escritores son críticos demasiado rigurosos. Pueden
Algo pugnaba para acceder a mi conciencia, pero debía vencer fuertes llegar a la crueldad. Especialmente cuando los textos son suyos.
resistencias, al parecer.
–Así es.
–¿Debo entender que usted es un escritor y que ha esbozado mi si-
–Y dígame una cosa, poeta: ¿qué hace usted aquí?
tuación actual como proyecto de uno de sus cuentos? Aunque hay algo
que no corresponde a lo que es. Me refiero a esto de la “evolución es- –En realidad, no sabría qué responder a su pregunta. Ahora, si a lo
piritual” y lo del “dios personal”. En eso usted se equivoca, si es que que se refiere es a la razón por la cual sigo espantando, tiene que ver
quería dar cuenta de mí. precisamente con que dejé muchas cosas pendientes. Principalmente,
revisar y corregir textos. Generalmente, los muertos retornamos cuando
–Bueno, sí es un esbozo, un proyecto de cuento. Acierta usted. Soy
nos entierran sin haber terminado de hacer algo, sin haber cerrado el
escritor. Me dicen poeta. En realidad, me expresé en varios géneros.
círculo, como dicen los de la Gestalt.
Eso pretendía ser más bien una narración breve. Y, bueno, me tomé la
pequeña licencia de jugar con su evolución espiritual y todo eso. Pasan –No sabía que supiera de psicología.
cosas impredecibles, sorprendentes, con las ocurrencias e inventos de –Un poquito.
uno el escritor. Un amigo saqueó una vez mis archivos en una pequeña –Ahora que lo pienso, si la regla fuera esa, quiero decir, eso que us-
habitación donde viví una vez en la capital de la república, los editó, ted dice, de que los muertos siguen rondando porque han dejado cosas
hizo un libro de eso, y logró que se me reconociese como un gran escri- pendientes, entonces estaríamos poblados de fantasmas.
tor. En realidad eran sólo anotaciones, esbozos, proyectos. Nunca nada
acabado ni revisado. Pero uno nunca sabe la suerte de lo que escribe. –Justamente así es. Las nuevas generaciones se ven aplastadas por
los huesos de los muertos, por los fantasmas de los que se fueron sin
La sospecha que había vencido la misma reja que impedía a los re- terminar su misión.
cuerdos que accedieran a mi vigilia me sacudió el cuerpo y me puso a
temblar intolerablemente. –O sea, que intervienen en la vida de los vivos.
–¡No me va a decir que usted es Anselmo Monti! –Por supuesto.
–Bueno, no exactamente. Digamos que soy el espectro de Anselmo –¿Y cómo ha intervenido usted?
Monti. Eso sería más preciso y verdadero. –De diversas formas. Verá, al principio, fue una sorpresa verme de
Me asomé un poco desde mi ya cómodo refugio y observé al impo- nuevo por aquí. Luego pensé que poseía a las personas que hubiesen
nente anciano. Recordé en seguida. leído un poema mío, siempre y cuando éste lo tuvieran, por así decirlo,

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en germen en su propio espíritu, desde antes. Lo pensé a propósito de de matarme un poquito cada día
mi poema “La Bestia” acariciando mi eficaz asesino:
–¡Coño! ¡Ese poema es calidad! el fastidio”.
Franco se apretó a sus rodillas sobresaltado. Era otra voz, con el –Fíjate que tiene sentido que te haya gustado ese poema, que tam-
tono característico de los muchachos del “Nelson Suárez”, como de poco es muy bueno en realidad. Hay una razón, Danielito, tú fuiste un
malandrito de barrio. suicida toda tu vida.
–Efectivamente, Braquita, tú tenías como sellado ese poema en tu –¿Por qué dice eso de mí, poeta?
alma. Por eso pensé que iría de vivo en vivo, al azar, cayendo, por así
–Querías morir porque querías entregarte plenamente. Esa audacia,
decirlo, de lector en lector de “La Bestia”.
esa temeridad, más bien, de mostrarte abiertamente como homosexual en
Si la voz de Braquita había asustado a Franco, ahora recibiría una una sociedad tan pacata. Eso de entregarte a cada oportunidad hasta ser
conmoción mayor. infectado, eso es lo que llamo una actitud suicida. Lo que pasa es que en
–¡Ay! A mí me gusta más ese poema suyo, poeta, del suicida fraca- esta cultura cristiana se oculta esa faceta del suicida: su valentía, su teme-
sado. Me da en pleno corazón. ridad en la entrega. Jesucristo fue un gran suicida, por ejemplo. Siempre
La incredulidad maltrató el corazón de Franco. Era una voz que re- nos lo ponen de ejemplo de amor a los otros. Y fíjense que por amor acep-
cordaba, esa sí, con seguridad. Era la del periodista Danielito. Acto se- tó su muerte y hasta se podría decir que la buscó, es decir, fue un suicida.
guido, recitó el poema. –Pero usted no fue un suicida.
“Soy un suicida cobarde. –Claro que no. Nunca me entregué plenamente a nada. Tal vez por
Tengo que descubrir alguna manera de morir eso también he vuelto de la muerte.
sin una pizca de dolor, de opresión ni incomodidad. –No me convence. Usted dice que me gusta ese poema del suicida
fallido porque yo era un suicida inconsciente. Eso significa que busqué
Desde las ventanas y los balcones en lo alto de los edificios me
un cierre con mi entrega al placer del amor a los hombres, hablando
coquetea el vacío
literalmente, sin parar en la censura de la moral valeriana. Si realicé
pero sé que la ansiedad de la caída me volvería loco. mi misión, es decir, mi entrega plena, entonces por qué estoy aquí, con
He fantaseado en las autopistas, proyecto tirar mi cuerpo a los usted y con Braquita, con los fantasmas. Yo mismo soy un fantasma,
raudos automóviles me doy cuenta.
pero al pensar en el golpe, en la quebradura de mis costillas, el –¡Este sí es marico!
estallido de mis entrañas –¿Y qué? ¡Malandro!
como una inflada bolsa de basura –No tome tampoco mi palabra como santa y definitiva. Lo primero,
me contengo y busco otras técnicas. nunca lo quise ser; y de lo segundo, nada que ver. Es sólo una hipótesis
He ensayado revólveres, explosiones, sogas, venenos, gases. para explicar nuestro retorno. El hecho es que estamos mal muertos,
que salimos a espantar y a intervenir en la vida de los vivos. Eso puede
pero todos me desesperan, dan dolor de barriga, vómitos.
deberse, esa mala muerte, a que dejamos algo pendiente.
Soy cobarde pero soy suicida asertivo, categórico,
–Usted habla de pinga, poeta. Bien bonito. A mí me gusta el poema
y al fin, de tanto dar vueltas a mi problema, descubriré la manera suyo, ese, el de “La Bestia”, porque me da en la madre, me jode. Como

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cuando jodimos a aquel chamo que llenamos todo de mierda, le cae- Franco, pero me quedé con la duda: ¿entonces estamos mal muertos y
mos a coñazos a un comunista o a un traidor, o cuando destrozamos las por eso espantamos?
vidrieras o cuando descargamos el cajetín de la ametralladora frente a –No sólo espantamos. Yo, por ejemplo, aparte de poseer por mo-
un gentío. mentos a los vivos e inducirles a hacer ciertas cosas, me meto en los
–¿Disfrutó haciendo eso? talleres de las imprentas y corrijo textos, introduzco variaciones estilís-
–¡Claro! ticas, una vez hasta cambié ediciones completas, como aquella de “Al
día” que sacó el reportaje sobre los Nébula escrito por Armando Vila.
–Tal vez identifica en ese poema sus propios impulsos sádicos.
–¡Con razón! ¡Estaban todos espantados!
–¿Qué que qué? ¡Ah, no! ¡Yo nunca fui sádico! ¡Raspé mujeres ya
grandes! –¡Ay, Mandy se metía en cada cosa! Es lo que se llama un marico
triste. Todavía se enrolla con su condición. Y eso que yo hablé tantas
–Y usted ¿por qué sigue metido debajo del escritorio?
veces con él. Claro, hay maricos más enredados; como ese Giuletti que
–Por precaución, poeta, por precaución. He sabido y he visto muer- renunció al amor verdadero que le ofrecía Mandy por mantener un ma-
tos por balas perdidas. Las bandas se enfrentan entre ellos, y siempre trimonio de conveniencia.
matan al más pendejo, a un transeúnte que pasaba casualmente por ahí,
–¡Coño! ¿Y quién metió este marico en esta vaina?
niños, ancianos, gente que no tenía que ver.
–Tranquilo, Braquita.
–¡Esos chamos se dan duro! ¡Y son unos burguesitos! ¡Usan unos
hierros finos! –Además, no me puede hacer nada ese malandro, porque ya estoy
muerta.
–A mí, la verdad, la violencia no me gusta para nada. Ni siquiera
cuando se ponen a discutir de política. Yo huyo. –Eso debió haber sido difícil. Vivir en un cuerpo de hombre siendo
mujer. He leído a Gide, ese elogio a la homosexualidad en “Corydon”, y
–Usted se vino aquí pensando en un trabajo tranquilo que le permi-
la verdad es que me cuesta imaginarme una situación así. Entiendo todo
tiera escribir.
lo demás. Incluso la referencia que hace a los griegos, a diversos perso-
–Así es. najes históricos, todos gay y destacados. Pero, igual, no me lo imagino.
–En realidad, esa es una fantasía propia de escritores nuevos. Fíjese –Lo más parecido a eso fue lo que yo sentí cuando poseí, por un
en Hegel. Escribió la “Fenomenología del Espíritu” en medio de un momento solamente en realidad, a la señora del periodista Michelena.
gran conflicto sentimental y los capítulos finales los trabajó en plena
–¡No puede ser! Yo que pensé que había dado el paso el demandar
guerra. Y no me dirá que la “Fenomenología” es un libro sencillo.
al flaco Michelena por haberle yo confirmado sus temores de que él la
–La verdad es que no lo he leído. Y nunca me han llamado la atención engañaba con Iris.
los temas relacionados con los espíritus, la verdad. Sólo una vez, cuando
–¡Quédate quieto, Braquita! ¡No abras esa puerta!
quería acostarme con una espiritista, una de mis tesistas favoritas.
–¡No, por favor! Van a entrar esas bestias.
–Pensé que usted un hombre tan dado a la filosofía, no habría podido
dejar de leer al gran Hegel. Además, yo conozco a la bella Isabel, la so- –No pasará nada. Abrirá la puerta y sólo se verá la nada con la apa-
cióloga espiritista. Ella me ha consultado varias veces. Una vez sobre ti. riencia de una densa bruma. ¿Ve usted? Esta oficina en realidad se en-
cuentra en lo que antes se llamaba un limbo ontológico.
–¡No puede ser!
–Pero, ¿por qué abriste esa puerta, Braquita?
–Disculpe, poeta, que le interrumpa su charla de alta filosofía con

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–Sentí que alguien tocaba. –¡Tranquilo, Braquita! ¡Deja quieto a Franco, por favor! ¿No te das
–Sí, Braquita. cuenta de que tampoco le puedes hacer nada?
–¡Antonieta! –Pero que respete. ¿Okey?
–¿Esa es la señora Antonieta? Pero la veo como una bella muchacha, –¡Coño! Casi me parte la garganta ese bruto.
bien ataviada; claro, aunque con un look de los cincuenta. –¡Respeta te digo, coñoetumadre!
–¿Entró la señora Antonieta como muchacha? –¡Tranquilo, Braquita! –exigieron en coro Antonieta y el poeta An-
–Sí. Es preciosa. Pero, ¿por qué sigue metido ahí en el escritorio? selmo.
¡Salga de una buena vez, querido! Hubo unos segundos de silencio. Cuando el ambiente se hizo más
–Es lógico que hayas aparecido por aquí, querida Antonieta. Más liviano, el poeta Anselmo retomó la palabra.
bien me extrañaba no haberte visualizado antes. Tienes muchas cosas –¡La verdad es que estás resplandeciente, Antonieta! ¡Me figuro que
pendientes con tus hijos. estás demasiado ocupada con tus muchachos!
–¡Anselmo! ¡Mi querido Anselmo! ¡Siempre tan compasivo y afec- –Sí, en parte por los desbarajustes que tú hiciste, Anselmo.
tuoso! ¡Todo un caballero! Lástima que nunca conseguiste el buen amor. –¡Oh, yo sólo soy un poeta! Fíjate que mis personajes todavía les
–Para ello, querida, debí haber combinado lo que Maquiavelo le re- falta cierta pulitura. Por ejemplo, este que está tontamente debajo del
comendaba a su príncipe: una justa combinación de habilidad y suerte. escritorio.
–Maquiavelo entiende por habilidad un montón de cosas, cariño; –Yo sigo sin entender, poeta, si espantamos como espectros porque
muchas de esas cualidades las has tenido: inteligencia, astucia, valor. nos ha quedado una misión por cumplir en este mundo, ¿cuál será mi
Tampoco te faltaron oportunidades. Y no estaba pensando en Matilde, la misión incompleta?
pobre, tan enamorada que te buscó por todo el mundo, se echó ese viaje –Tendrías que revisar. No lo sé. No soy Dios ni cualquiera que sea la
hasta el Caribe, tan sólo para acomodar tu cuarto y cocinarte, mientras tú ley, el karma o la fuerza que determina estas cosas. Quizás haya misio-
escribías y reescribías esos papelitos. Creo que hasta una atractiva mo- nes pequeñas y grandes. Tal vez tengas por tarea convencer a Vila de que
rena de Valeria se te acercó y tú le mariposeaste un rato, sin resultados. termine de aceptar su condición, que no se reprima demasiado ¡Ja ja ja!
–¿María Eugenia? ¿Y tú lo sabías? –Eso es muy fastidioso.
–Tal vez esté apareciendo en este cónclave de fantasmas sólo para –Fíjese que la dulce Antonieta tiene una gran misión que cumplir,
decírtelo. ¡Ja ja ja! inspirando a sus hijos a retornar al poder, a vengarse de todos sus ene-
–¡Ella es simpática! migos. Viniendo para acá me conseguí con el fantasma del flaco Rafael,
–¡Sí! ¡Simpatiquísima! Mira a Braquita. Está de acuerdo conmigo el reportero gráfico, y me comentó algo de una revolución, que los Né-
¡No puedo creer que no la conocieras! bula nunca volverán al poder sino a través de un tercero.
–Sí, la conocí. Pero supongo que ahorita tiene otro aspecto. La –¿Dónde puedo conseguir a ese espectro?
muerte le debió haber sentado muy bien. –Por ahí. Pronto se te aparecerá, querida Antonieta.
–Es una muchacha de unos 24 años. –¿Y Braquita?
–¡Caramba! ¡Un bombón! ¡Coño! ¿Qué te pasa? ¡Déjame quieto! –Bueno, mariquito, yo estoy con mi pueblo, con mi barrio. Yo los
¡Coj, coj! protejo de todas las desgracias. Si visitas el barrio 14 de noviembre ve-

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rás mi gran altar. Allí llevan flores, velas, comida, bebida, municiones, –Uno queda vivo de varias maneras: en el recuerdo de quienes lo
todo es según la promesa. ¿Ves? amaron u odiaron, en una herencia, en una familia amorosa, en un
–¡Ja ja ja! ¿Ahora eres un santo? árbol, en la obra escrita o producida. Por eso Franco se planteó hacer
su novela.
–No te burles. Mira lo que le pasó al Bulldog Ramírez por burlarse
del barrio. Ahora es un fantasma horripilante que espanta a las putas. –Un momento. No fue que me planteé hacer la novela para ser un
fantasma. Al contrario, ya me sentía viejo y, no sé, mi amor propio no
–Estaba pensando: si es cierta la hipótesis del poeta y todos los muer-
me permite morirme sin haber hecho algo importante. Y como respeto
tos no terminan de morir sino que andan deambulando por ahí, porque
tanto la literatura, bueno, me exigí esa tarea. ¡Espere! ¿Y por qué yo es-
tienen una misión pendiente, que no pudieron cumplir mientras estuvie-
toy aquí, con ustedes, conversando de lo más tranquilo, hasta salí de mi
ron en esta tierra como vivos; entonces los fantasmas no son libres.
refugio frente a las balas de esos adolescentes enloquecidos allá afuera?
–No te entiendo.
–Ya no hay batallas allá afuera. Sólo hay la Nada disfrazada de den-
–¡Claro! La señora Antonieta vino a ayudar a sus hijos a recuperar el sa bruma.
poder o al menos a vengarse de sus enemigos. Braquita es el que tiene
–Bueno, pero, ¿por qué estoy aquí entonces?
más trabajo: proteger a los malandritos de su barrio…
–Ahora que está fuera de su cueva de metal, mírese…
–También a las señoras con problemas de salud y de dinero…
Sólo entonces se percató del mosquero en su boca y los claveles
–Bueno, está bien. Braquita es un santo completo. El poeta Monti
rojos que le mojaban la camisa.
vino a corregir errores ortográficos, a realizar sus poemas y cuentos…
En eso se produjo de nuevo el Salto.
–A cerrar las historias para las cuales los personajes fueron creados.
–Okey, entiendo, entiendo, pero déjeme terminar…
–Es difícil escucharlo mientras usted esté metido debajo de ese
escritorio.
–Bueno, está bien, saldré. Ya. Un momento. Listo. ¿Contento? Aho-
ra, lo que venía planteando: todos tienen una tarea, una misión que cum-
plir, de diversas maneras, características, estrategias, qué sé yo… Lo
que quería plantear es que no son libres. Tienen que cumplir con eso. No
pueden decidir, por ejemplo, otra cosa. Que César Nébula, por ejemplo,
se joda. O dejarlo quieto. O ayudar a otro político. Los fantasmas no son
libres. Tienen su destino asignado. ¿Y después? Supongo que se disuel-
ven en la nada, en esa bruma densa que rodea esta oficina, ¿no?
–Así es. O mejor dicho, así debe ser.
–No lo había pensado, pero es así. Aunque yo todavía no sé cuál es
mi misión. No hubo nadie que me la dijera.
–Irás improvisando poco a poco, hasta que descubras tu misión.
–O sea, es algo así como seguir vivo.

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CAPÍTULO XIX

Por los siglos de los siglos

Me acompaña un gordo vulgar sobre un pequeño asno. No lo había


advertido. Me sigue, habla para sí, sudoroso o lleno de polvo, el pan-
talón manchado de fango. La facha del mortal que ahora poseo es aún
más extraña. Una bacía, esa especie de casco que usaban los barberos,
lleva en la cabeza. Mi caballo es flaco y triste. Debo armarme de resig-
nación. Suspiro. Aguantar la tortura de este vestido de metal que ahora
se calienta a fuerza de sol. Voy a cocerme aquí adentro. Los dolores en
la espalda, en las articulaciones, en las tripas, empiezan a distinguirse,
a emerger en la conciencia.
El Enemigo parece ahora divertirse con mi cuello, rígido, tenso y
adolorido. El sol arrecia. Respirar significa un gran esfuerzo. Mi ca-
bello comienza a destilar sudor. ¿Qué quiere de mí el Gran Enemi-
go? Maldito si crees que me arrepentiré. No me asustas ahora, con tu
forma de gigante, agitando cuatro brazos provocando ventarrones. Al
marchar produce terremotos. Te abalanzas sobre mí, Enemigo. Pero no
me rindo. Con mi lanza y mi voluntad te venceré. ¡Adelante, mi flaco
corcel! ¡A vencer!
Mi ridículo acompañante abre los ojos asombrado. Intenta detener-
me. Dice que no es un gigante sino un molino de viento. Pero no me
engañas, Enemigo. Nunca lograrás mi rendición.

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