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Formación franciscana

1. Apuntes de franciscanismo

Frente a la necesidad de redescubrir y de profundizar la dimensión misionera de la espiritualidad franciscana, nació en 1982 la idea de
un curso básico, que hiciera accesible el carisma misionero de Francisco de Asís, tal como se vive en las diferentes comunidades
franciscanas y en las diversas culturas. Tiene el titulo de "Curso básico sobre el carisma misionero franciscano".

2. Formación inicial franciscana.

En la web de Pastoral Juvenil y Vocacional se explica un poco las etapas formativas del hermano menor y su preparación al
presbiterado si elige ese camino.

3. Identidad franciscana

Siguiendo las Constituciones Generales de la Orden se destacan los puntos que caracterizan nuestra identidad: El espíritu de oración y
devoción, la fraternidad, pobreza-minoridad, misión evangelización y misión reconciliadora y pacificadora.

4. Temas de formación franciscana

Fueron pensados para la preparación de los profesores en los colegios franciscanos. Durante tres años el colegio presentó a los
profesores diferentes temas de franciscanismo. Tras una breve exposición se pasaba a un diálogo en que se intentaba aclarar los
puntos que no habían quedado suficientemente claros.

Son temas que pueden servir para el estudio y formación también para otras personas que se acercan al espíritu de Francisco.

5. Formación inicial y permanente

Un religioso recorre una primera etapa de formación en los fundamentos de la vida religiosa, el conocimiento de la orden, la Regla, las
Constituciones, la vida ascética al tiempo que, si aspira al presbiterado tendrá que superar unos estudios de filosofía y teología que le
capaciten.

Otros temas formativos

O. Otros

 1.- Francisco y los leprosos: ¡un nuevo modo de entender la vida!.- En compañía de los leprosos y practicando con ellos la
misericordia, el joven Francisco, que había hecho de sí mismo el centro del mundo.

 El franciscanismo, contestación permanente en la Iglesia. (1)

 El franciscanismo rechaza la dictadura del dinero. (2)

 El francicanismo rechaza el orden establecido y la sociedad inmutable. (3)

 El franciscanismo. Conclusión. (4)

I. La familia educadora

Es un conjunto de apuntes sacados de los más diversos medios de comunicación que tratan de asuntos relacionados con la familia que
debe educar. Entrar.

II. La minoridad de San Francisco de Asís según sus escritos.


San Francisco de Asís comienza su Regla designando a los miembros de su Orden con el título de "Hermanos Menores". Este título da
a la Orden las dos características que la definen, por un lado la Fraternidad, que hace de los individuos hermanos por ser hijos de
Dios, y por otro lado la Minoridad, que les da una posición entre sí y ante los demás de últimos y siervos de todos. El objeto de este
trabajo es este segundo aspecto, es decir, la Minoridad en los Escritos de san Francisco de Asís. Siga leyendo.

Trabajo del Hno Fernando Hueso Iranzo.

III. La oración afectiva en San Pedro de Alcántara

Es el tema siempre importante, el más importante, de nuestra relación con Dios. San Pedro de Alcántara habla de él como verdadero
entendido, verdadero practicante de la oración. Siga leyendo.

Trabajo del Hno José Juan López Valdivieso.

IV. Fr. Maseo Company, constructor de iglesias

Fr. Maseo Company (1866 - 1936) preparó los planos y ejecutó las obras de las iglesias de los conventos de Onteniente, Pego y
Segorbe; las iglesias de Benisa, el asilo de Benigánim, los salesianos de Villena, las clarisas de Canals y muchas más. Siga leyendo.

Formación inicial y permanente


Las personas que ejercen distintas profesiones distinguen entre formación inicial y la formación permanente. Un médico, un abogado
y tantos otros necesitan estar constantemente informándose para poder desarrollar su trabajo con competencia profesional.
Un religioso recorre una primera etapa de formación en los fundamentos de la vida religiosa, el conocimiento de la orden, la Regla, las
Constituciones, la vida ascética al tiempo que, si aspira al presbiterado tendrá que superar unos estudios de filosofía y teología que le
capaciten.
Pero con la ordenación prebiteral no termina el estudio. Siempre tiene que estar abierto a ampliar conocimientos. Cada hermano se
establece un plan de estudio de teología, moral, derecho canónico, historia de la Iglesia y de la Orden...
Formación inicial
1. Discernimiento. La Iglesia utiliza la palabra discernimiento para el proceso de tomar decisiones a la luz del Evangelio. Cuando un
hombre se cree movido por el Espíritu para buscar entrar en nuestra fraternidad, se le invita a pasar por un período de discernimiento.
2. Casa de acogida vocacional. Su misión consiste en vivir la vida religiosa franciscana en un ambiente de proyección y
acogida vocacional que cuide y favorezca la oración litúrgica y personal, la fraternidad evangélica, la minoridad y el servicio a la Orden
y a la Iglesia. En la FAV, sita en el convento de San Antonio en Ávila, reciben jóvenes con inquietudes vocacionales así como aquellos
que desean pasar unos días con los frailes.
3. Postulantado. Tras esa primera toma de contacto y la voluntad de la persona de seguir a Jesucristo según el estilo de Francisco de
Asís, se le invita a convivir en una fraternidad de franciscanos. En ella participa de actividades tales como la oración, los momentos de
recreación y también tiene una formación específica.
4. Noviciado. Es este un tiempo privilegiado para el encuentro personal con Dios, con los hermanos y consigo mismo. Año de
rupturas, en las que el postulante deja las tareas que le venían ocupando hasta entonces y se integra en la Casa de Noviciado en la que
compaginará el trabajo con el estudio, la oración y el encuentro interpersonal.
5. Profesión temporal y formación teológica. A la conclusión del noviciado, se emite la profesión temporal, esto es, el compromiso de
la persona a vivir en pobreza, obediencia y castidad en el seno de una fraternidad por espacio de un año. El hermano que orienta su
vida, según el consejo de sus superiores y educadores, hacia la vida sacerdotal, debe cursar unos estudios de teología.
6. Curso vocacional. Para ayudar a analizar mi vocación, estudiarla, subrayarla, analizarla.
7. Apuntes de franciscanismo. Hoy hay una gran necesidad de una profundización de la espiritualidad franciscana. Los hermanos
desean hundir sus raíces en las fuentes franciscanas y tener una perspectiva responsable hacia los problemas de nuestro tiempo.
8. Identidad franciscana. Siguiendo los primeros capítulos de nuestras Constituciones generales destacamos unos puntos que
caracterizan nuestra identidad.
Formación permanente (en construcción)
La Orden franciscana produjo un interesante documento en 1995 sobre la Formación permanente.
Centro de Estudios Franciscanos
Es un medio que los Franciscanos de Valencia, Aragón y Baleares ponen al servicio de todas aquellas personas interesadas en adquirir
una formación franciscana. Vea programa y horarios

Siguiendo los primeros capítulos de nuestras Constituciones generales destacamos unos puntos que caracterizan nuestra identidad:
I. El espíritu de oración y devoción
II. La fraternidad. (Todos vosotros sois hermanos)
III. La pobreza-minoriadad(Peregrinos y extranjeros en este mundo)
IV. La misión-evangelización (Para eso os envió Dios al mundo entero)
V. La misión reconciliadora y pacificadora del franciscanismo.

Son sólo un esquema que necesita ser completado con los escritos de san Francisco y las Constituciones generales.

FORMA DE VIDA FRANCISCANA

1.- Una forma de vida en el seguimiento de Cristo Siervo. Esto se puede ver claramente en las exhortaciones que se encuentran en la
Regla bulada:

 Amonesto y exhorto a todos los hermanos a que no desprecien ni juzguen a quienes ven que se visten de prendas muelles y
de colores y que toman manjares y bebidas exquisitos; al contrario, cada uno júzguese y despréciese a sí mismo (2R 2, 17)

 Aconsejo, amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a mis hermanos que, cuando van por el mundo, no litiguen ni
contiendan de palabra ni juzguen a otros; sino sean apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes, hablando a todos
decorosamente, como conviene. Y no deben cabalgar sino apremiados por una manifiesta necesidad o enfermedad. (2R 3,
10-12)

 Esta es la excelencia de la altísima pobreza, la que a vosotros, mis queridísimos hermanos, os ha constituido en herederos y
reyes del reino de los cielos, os ha hecho pobres en cosas y os ha sublimado en virtudes. Sea esta vuestra porción, la que
conduce a la tierra de los vivientes. Adheridos enteramente a ella, hermanos amadísimos, por el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, jamás queráis tener ninguna otra cosa bajo el cielo. (2R 6, 4-6)

 Amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a que se guarden los hermanos de toda soberbia, vanagloria, envidia, avaricia,
preocupación y solicitud de este mundo, difamación y murmuración, y no se preocupen de hacer estudios los que no los
hayan hecho. Aplíquense, en cambio, a lo que por encima de todo deben anhelar: tener el espíritu del Señor y su santa
operación, orar continuamente al Señor con un corazón puro, y tener humildad y paciencia en la persecución y en la
enfermedad, y amar a los que nos persiguen y reprenden y acusan, porque dice el Señor: Amad a vuestros enemigos y orad
por los que os persiguen y calumnian. Dichosos los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos. Y quien persevere hasta el fin, éste se salvará. (2R 10, 7,12)

El proyecto de vida franciscana está articulado en torno al radicalismo evangélico: Destacan en los textos citados anteriormente:
la secuela (seguimiento) de Cristo; sobre los bienes materiales dice que hay que cuidarse de ellos y que hay que compartirlos; el amor
al hermano; la no pretensión (la minoridad): después de trabajar poder manifestar: somos siervos inútiles, no hemos hecho más que lo
que teníamos que hacer. Y con referencia a la misión: no llevar dinero; saludar diciendo: "paz".

Francisco no quiere hacer una lectura selectiva del evangelio. Los núcleos del radicalismo han de ser tomados conjuntamente. El
núcleo es Jesús-Siervo.

2.- Elementos configuradores de la forma de vida franciscana

 El espíritu de oración y devoción (2R 3)


La fraternidad (2R capítulos 6b, 7, 8, 9 y 10)
La pobreza-minoridad (2R capítulos 4, 5 y 6a)
La misión-evangelización (2R capítulos 9, 10, 11 y 12a)

Ninguno de estos elementos tiene sentido exclusivo sobre los demás. Además existe una fuerte interacción entre estos elementos. Por
ejemplo, no todos los campos de apostolado pueden ser aceptados por los hermanos, como podrían ser aquellos que impiden la vida
fraterna. Y ciertamente no se debe seguir en primer lugar el criterio de la eficacia.

3.- Los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.- Las grandes órdenes religiosas han nacido en contextos de radicalismo
evangélico. En cambio los institutos han nacido mirando más a su finalidad: atender hospitales, escuelas, misiones... Hasta el siglo XIII
no aparecen los tres consejos evangélicos en las reglas religiosas. En los documentos franciscanos sólo se nombran al principio de las
dos reglas, como ya lo exigían entonces las normas de la Iglesia.

Al acentuar los "consejos" se hizo una reducción indebida del radicalismo. En la práctica se redujo todo a la obediencia. Esto contrasta
con el monaquismo oriental que no habla de los tres consejos.

4.- Ideal y realidad. Discernimiento y personalización.- Es importante apuntar que en otro tiempo lo opuesto a radicalidad se tachaba
de relajación. Hoy se tiene, en cambio, la apreciación que el radicalismo no discernido. Para condenar las posturas de los otros se las
tacha de fundamentalismo. Creemos que se puede tachar de tal el radicalismo que sólo se fija en formas externas y hace los corazones
duros.

La radicalidad debe guardar relación con la época en la que se vive; debe ser contextual. No es la misma que en los tiempos de
Francisco. No es igual en una sociedad rural o en una urbana. La cultura del momento nos hace pensar en otras expresiones de la
radicalidad: hábito, pies descalzos...

La radicalidad cambia con los años, para mal y para bien. Necesita de los distintos ciclos vitales. No debe confundirse con el
entusiasmo juvenil. En la edad juvenil se tiende a formas externas de radicalidad. Con los años se privilegia la radicalidad de actitudes
interiores: la aceptación del otro... pero se puede pasar al "realismo" craso (lo que Francisco llama la prudencia de la carne). Cuanto
más se cede en lo exterior hay que insistir más en la transformación interior.
Francisco predicando. J. Segrelles

Temas de franciscanismo

para los profesores de los colegios franciscanos

Durante tres años el colegio presentó a los profesores diferentes temas de franciscanismo.

Los profesores recibían el tema al menos una semana antes de la fecha en que había de ser expuesto por un franciscano. Tras una
breve exposición se pasaba a un diálogo en que se intentaba aclarar los puntos que no habían quedado suficientemente claros.

Primer año
Durante el primer año se trataron los temas siguientes:

Tema 1.- La pedagogía franciscana y la comprensión franciscana de la escuela

Tema 2.- El colegio católico, lugar de evangelización

Tema 3.- El colegio franciscano desde una experiencia y un estilo educativo

Tema 4 (parte I).- Francisco de Asís, nuestro referente.

Tema 4 (parte II).- Francisco de Asís, testigo de la amistad evangélica.

Tema 5.- Francisco de Asís y la cultura.

Tema 6.- El hombre ante la vida

Tema 7.- El Dios que hace feliz al hombre. Manera peculiar de entender,
vivir y relacionarse con la vida.

Segundo año

1. Un proyecto social: la fraternidad.


Desde la experiencia de Dios como Padre se descubre la fraternidad
humana...

2. Un proyecto natural: la ecología.


...ampliada a todas las criaturas...

3. Un proyecto solidario: solidaridad con el pobre.


...vivida desde la desapropiación para la libertad y el don...

4. Un proyecto histórico: la esperanza.


...abriendo caminos de esperanza...

5. Un proyecto cristiano: el Hombre Nuevo.


...a imagen de Cristo y con la fuerza del Espíritu...

6. Un proyecto eclesial: el pueblo de Dios.


...y servicio del Reino de Dios...

7. ¿Es posible un proyecto así?


...con el subrayado franciscano...

Tercer año

"CON OPCIONES Y ACCIONES CONCRETAS ANTE LOS RETOS DEL TERCER MILENIO"

Tema 1. Desde la opción por la vida de oración. Haciendo experiencia de Dios... La ORACIÓN como camino de amistad.

Tema 2: Desde la opción por los pobres. Haciendo experiencia de Dios...

Tema 3: Desde la opción de la justicia y de la paz. Abrimos caminos de conversión y reconciliación.

Tema 4: Desde la opción por la evangelización, mediante el anuncio explícito acompañado de las obras.
Tema 6: Ante los nuevos horizontes culturales, las nuevas tecnologías, la interculturalidad, la opción por la paz, el desarrollo de los
pueblos

Tema 7: Ante los nuevos desafíos religiosos: El diálogo interreligioso y ecuménico, los nuevos movimientos religiosos, la inculturación
de la fe, el protagonismo laical, la indiferencia y el secularismo...

Formación franciscana

Primer año

Durante el primer año se trataron los temas siguientes:

Tema 1.- La pedagogía franciscana y la comprensión franciscana de la escuela

Tema 2.- El colegio católico, lugar de evangelización

Tema 3.- El colegio franciscano desde una experiencia y un estilo educativo

Tema 4 (parte I).- Francisco de Asís, nuestro referente.

Tema 4 (parte II).- Francisco de Asís, testigo de la amistad evangélica.

Tema 5.- Francisco de Asís y la cultura.

Tema 6.- El hombre ante la vida

Tema 7.- El Dios que hace feliz al hombre. Manera peculiar de entender, vivir y relacionarse con la vida.


Formación franciscana

Para llevar adelante un apasionante proyecto.

1. Un proyecto social: la fraternidad.


Desde la experiencia de Dios como Padre se descubre la fraternidad humana...

2. Un proyecto natural: la ecología.


...ampliada a todas las criaturas...

3. Un proyecto solidario: solidaridad con el pobre.


...vivida desde la desapropiación para la libertad y el don...

4. Un proyecto histórico: la esperanza.


...abriendo caminos de esperanza...

5. Un proyecto cristiano: el Hombre Nuevo.


...a imagen de Cristo y con la fuerza del Espíritu...

6. Un proyecto eclesial: el pueblo de Dios.


...y servicio del Reino de Dios...

7. ¿Es posible un proyecto así?


...con el subrayado franciscano...

8. Conclusiones, propuestas, evaluación.

Formación franciscana

Siguiendo con el plan de formación para los profesores en los Colegios Franciscanos de la Provincia de Valencia, llegamos al tercer
curso, que tiene el siguiente lema:
"CON OPCIONES Y ACCIONES CONCRETAS ANTE LOS RETOS DEL TERCER MILENIO"

Tema 1. Desde la opción por la vida de oración. Haciendo experiencia de Dios... La ORACIÓN como camino de amistad.

Tema 2: Desde la opción por los pobres. Haciendo experiencia de Dios...

Tema 3: Desde la opción de la justicia y de la paz. Abrimos caminos de conversión y reconciliación.

Tema 4: Desde la opción por la evangelización, mediante el anuncio explícito acompañado de las obras.

Tema 5:

Tema 6: Ante los nuevos horizontes culturales, las nuevas tecnologías, la interculturalidad, la opción por la paz, el desarrollo de los
pueblos

Tema 7: Ante los nuevos desafíos religiosos: El diálogo interreligioso y ecuménico, los nuevos movimientos religiosos, la inculturación
de la fe, el protagonismo laical, la indiferencia y el secularismo...

1. LA PEDAGOGÍA FRANCISCANA

Y LA COMPRENSIÓN FRANCISCANA DE LA ESCUELA


Un maestro

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando halló a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió
hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas, también reconocer
personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y
rasgadas sin calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le preguntó: "En este lugar no existen
posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco. ¿Cómo hace usted y su familia para sobrevivir aquí?"

El señor, calmadamente, respondió: "Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una
parte del producto la vendemos o la cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos
queso, cuajada, etcétera para nuestro consumo y así es cómo vamos sobreviviendo". El sabio agradeció la información, contempló el
lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y ordenó: "Busca la vaquita,
llévala al precipicio de allí enfrente y empújala al barranco".

El joven espantado vio al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas
como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden, así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir.
Aquella escena quedó grabada en la memoria del joven durante algunos años.

Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a
la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos,
todo habitado, un coche en el garaje, una bella casa y algunos niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado
imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró el paso. Llegando allá, fue
recibido por un señor muy simpático.

El joven preguntó por la familia que vivía allí hacía unos cuantos años, el señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado el joven
entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado hacía algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le
preguntó al señor dueño de la vaquita: "¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?"

El señor entusiasmado le respondió: "Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos
en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos
vislumbran ahora".

INTRODUCCIÓN

Con este tema damos inicio al plan de formación para los profesores de los centros educativos pertenecientes a la Provincia
Franciscana de Valencia, Aragón y Baleares. Previo a la temática más directamente relacionada con la espiritualidad y carisma
franciscano, tratamos una serie de temas que nos permitan contextualizar lo que vendrá posteriormente.

En este primero tomamos en consideración la pedagogía franciscana y cómo los franciscanos entendemos hoy la escuela.
Reconocemos que la documentación con la que contamos a este respecto es pobre. En cualquier caso, hacemos un esfuerzo por decir
una palabra con la esperanza de que estas reflexiones se puedan ver enriquecidas en las sesiones de trabajo propias de cada colegio.

1.- ¿Qué decir sobre la pedagogía franciscana?

Alguien podría pensar, incluso cuestionar, que el adjetivo "franciscano" o "franciscana" se llega a aplicar con "demasiada felicidad" a
muchas realidades. Por lo que a nosotros nos interesa, hemos de decir que, desde el momento en que el franciscano vive una
espiritualidad, una antropología, una filosofía, una tradición patrimonio de la Iglesia y de la humanidad, todo ello configura nuestra
manera de ver, sentir, pensar, sufrir la realidad. Y, puesto que el franciscano tiene una cosmovisión determinada por los elementos
antes enumerados, para sumergirse en esa realidad, para darle profundidad y buscarle su sentido, dispone de un estilo propio que le
ayuda a iniciar y a desarrollar esa búsqueda.

Tratamos de fijar nuestra atención, por tanto, en aquellos elementos que consideramos irrenunciables para crecer cada día más en
nuestra realidad franciscana, cristiana y personal, y proponemos un itinerario pedagógico, instrumento que puede ayudarnos a orientar
y acompañar a nuestros jóvenes en el seguimiento de Jesucristo, sentido primero y último de esta pedagogía.

1.1. Principios de la pedagogía franciscana.


El primado de la persona: todo franciscano considera a toda persona como alguien digna del mayor de los respetos y como lo más
sagrado del conjunto de la creación. No se parte de la persona en genérico, ni de una teoría que defienda un concepto de hombre en
particular, sino de la persona concreta. De lo que se trata es de trabajar y de apoyar todas las iniciativas que se encaminan hacia el
crecimiento en humanidad de todas y cada una de las personas, y el rechazo y protesta hacia todo comportamiento deshumanizante.

En la pedagogía franciscana predomina el método intuitivo, el cual, siendo menos exacto que el especulativo y dialéctico, aparece
como el más eficaz en las relaciones con los hombres. De igual modo, la afectividad y el respeto a la espontaneidad de la persona son
principios para la interacción humana y para los fines prácticos de la educación, de manera que además del razonamiento, hay que
tener presente las imágenes, las parábolas, el canto. Francisco representaba para conmover; conmovía para convencer; ganaba el
corazón para tener a todo el hombre; esas eran las etapas de su estrategia.

De lo anterior se concluye que la antropología franciscana considera a la persona como un todo, en la que se armoniza el pensamiento
y la acción, y se sirve en alegría a Dios, gracias a la serenidad resultado de un equilibrio de la persona en la que habita una calma y un
orden profundo, los cuales encarnan el ideal de la mansedumbre y simplicidad evangélicas. De ahí la importancia de trabajar aspectos
como el autoconocimiento y autoaceptación; el empeño por crecer física, psicológica, moral, espiritual y socialmente; el equilibrio
emocional y afectivo; el desarrollo sexual, la honradez y sinceridad.

El desarrollo de la iniciativa individual: al considerar a cada persona y criatura un don de Dios, de lo que se trata es de buscar en
ella Su presencia auténtica. Esto significa que, cualquier persona con quien entramos en relación, sea porque viene a nosotros, sea
porque vamos nosotros a ella, ha de ser acogida de inmediato precisamente por ese gran respeto a la espontaneidad individual.
Francisco mismo ama a sus hermanos tal como son, y su pedagogía consiste en ayudar la obra de Dios en ellos, sin encerrarlos en
ningún esquema, tratando a cada uno como debe ser tratado, teniendo en cuenta su estado de ánimo, y actuando siempre desde la
libertad.

Esta libertad individual es considerada como el tesoro que todos llevamos con nosotros, el cual hay que defender y acrecentar y del
que cada uno debe sacar el máximo de frutos. Tan sagrada es esta libertad individual que se convierte en patrimonio que nadie tiene
derecho a deformar; por ninguna razón, aun cuando ésta sea altísima. Por eso, el franciscano es un hombre sincero consigo mismo,
que se cree objetiva y simplemente aquello que es.

Esta libertad tiene otra manifestación clara en los mismos documentos jurídicos de la orden. Éstos, antes que basarse en vínculos
externos y disciplinares, se centran en la obligación moral y responsabilidad personal de sus miembros, los cuales se constituyen en
hermanos no en súbditos. Actitudes básicas a cultivar en este aspecto son la toma de conciencia cada vez más profunda del sentido de
libertad personal, iniciativa y responsabilidad de la propia vida; la capacidad de discernir, decidir y adoptar un compromiso; la
búsqueda y realización de la voluntad de Dios en la propia vida; llevar una vida en continua conversión a Cristo y a la vida evangélica
según el espíritu de Francisco de Asís.

La relación dialógica fraterna: en la pedagogía franciscana la relación dialógica fraterna tiene una connotación muy significativa para
propiciar el respeto, la participación, el reconocimiento y la aceptación. Esta actitud pedagógica se concreta en la pedagogía de la
fraternidad donde se concilian lo divino y lo humano fundamentados en el amor. Es precisamente en este amor donde podemos
afirmar que se halla el secreto del estilo pedagógico de Francisco: en ser padre y madre para cada uno de sus hermanos, en penetrar
los sentimientos del otro y llorar con el que llora, alegrarse con el que se alegra, haciéndose todo para todos.

Esta manera de entender las relaciones entre los hermanos hace que se tengan entre sí una filial confianza y familiaridad, a fin de que
unos puedan recurrir a otros en sus necesidades. Estas relaciones también están presididas por una atmósfera de respeto recíproco y
de amor mutuo, donde el cariño y la ternura tienen el protagonismo sobre la severidad y la justicia rígida.
Además, la relación de los ministros y guardianes con el resto de hermanos es la de siervos con todos ellos, rechazando para sí títulos.
Los primeros han de visitar, amonestar y corregir a los hermanos, pero realizado siempre desde una caridad infinita, de suerte que
este "corregir" nada tenga de áspero, coercitivo y excesivamente duro.

Ese diálogo también se ha de plasmar en la creación de lazos fraternos con otras religiones y culturas, de manera que los hermanos,
siendo fieles a su credo y carisma, y sabiéndose hijos de su tiempo, estando en el mundo sin ser del mundo, son auténticos
constructores de humanidad con carácter universal, respetando, criticando con misericordia, y desarrollando los valores más
auténticos de cada una de las culturas y religiones.

Por tanto, lo que se trata de potenciar es la vida como hermanos menores caracterizada por un corazón pacífico y humilde y por un
espíritu alegre; la vida fraterna expresada en la capacidad de vivir con los otros como hermanos, de abrazar la gran familia franciscana
y de estar en hermandad con todos los pueblos; tener capacidad de desarrollar relaciones interpersonales positivas con hombres y
mujeres; tener una apertura y receptividad hacia nuevos valores, actitudes, perspectivas y experiencias; tener capacidad para aceptar,
vivir, dialogar y trabajar con otros, incluso de culturas diferentes; cultivar un espíritu profético, misionero y ecuménico.
La creatividad en lo cotidiano: hablar de lo cotidiano es hacer un esfuerzo para caer en la cuenta de la importancia que tiene en
nuestros días rescatar una dimensión de nuestra existencia, la cual aparentemente discurre entre lo anodino y lo rutinario, pero cuya
incidencia en nuestra historia resulta decisiva. Es decir, nuestra vida tiene más de ordinario que de extraordinario, aunque lo ordinario
de por sí esté preñado de la maravilla de la contemplación del acontecimiento de la vida.

Recuperar lo cotidiano de nuestra historia es valorar la sencillez de la vida y su simplicidad, saber leer los acontecimientos que nos van
sucediendo día tras día como auténtica revelación y manifestación de la presencia amorosa de Dios entre nosotros, confesar y dar
razón de cómo el Espíritu del Padre llena de sentido y de esperanza nuestra vida, toda vez que nos tensiona en una vida de conversión
cada vez más profunda y exigente.

Vivir con este talante lleva al franciscano a explorar múltiples facetas de la persona como ser capaz de captar, dar y expresar sentido a
la realidad mediante el diálogo consigo mismo, con el otro, con el entorno y con el trascendente. A su vez, esa vivencia con sentido
desde la propia historia llevará a vivir para algo más que para producir un resultado, para mantenerse en un continuo movimiento de
búsqueda que genera ambientes propicios para la exploración y las posibilidades de imaginar, de crear y de encontrar formas
diferentes para crecer en sabiduría.
Aquí es importante tener en cuenta la actitud contemplativa en la vida personal, comunitaria y profesional del día a día; cultivar una fe
viva traducida en palabra y acción; tener la conciencia de la presencia de Dios y de su acción salvífica en la propia vida, en la Iglesia y
en el mundo; y tener la capacidad de trascender y superar el egocentrismo.

1.2. Itinerario pedagógico

Este itinerario pedagógico trata de explicitar una serie de etapas que quieren jalonar el proceso de toda persona, principalmente joven,
que quiere abrirse a la vida y a Dios. Por eso, su interés no únicamente se centra en el crecimiento antropológico de la persona, sino
en el espiritual, teniendo en todo momento el "seguimiento de Jesucristo" como telón de fondo. Las etapas irían estructuradas de la
siguiente manera:

Educar: etimológicamente quiere decir "tirar fuera desde dentro". Dándole un cariz más existencial, podemos decir que educar
consiste en ayudar a crecer en humanidad al otro, para lo cual se necesita ir suscitando y equipando a la persona con un horizonte de
sentido que ella misma ha de ir elaborando. Aquí viene muy al hilo la imagen bíblica del éxodo: el pueblo está oprimido, es consciente
de ello, descubre el valor de la libertad, y pone todos los medios para, desde ellos mismos, caminar hacia esa meta. Criterios a tener
en cuenta para la educación:

detenerse en uno mismo para decirse la verdad de sí.


iniciar el conocimiento de sí para confrontarse.
discernir los propios conflictos.
aceptarse a sí mismo.

Formar: además de "tirar fuera", importa proponer un modelo ideal para dar vida a una nueva identidad. Se trata de dar forma, de
configurar, forjar..., teniendo un modelo "humanamente digno" que nos permita caminar hacia un proceso integrativo del desarrollo
personal.

No basta conocerse a sí mismo, sino que es necesario un horizonte claro, capaz de provocar la existencia del joven. Los criterios del
proceso formativo son:

explicitar objetivamente el objetivo.


vivir con una lucha interior la propia formación.
estar tocado del Señor, lo cual se manifiesta en la acción y el testimonio.

Acompañar: se trata, no tanto, de la forma de ayuda a través de la cual el joven es orientado en su crecimiento, cuanto la proximidad
inteligente y significativa del guía que le lleva a ayudarle a abrirse. Así, el camino formativo no se convierte en rutina, sino que cada
acontecimiento es un evento en el que Dios habla al hombre y le hace crecer en su verdadera identidad de hijo en el Hijo. Criterios
para el discernimiento:

estar junto al otro, compartiendo la vida.


la preparación y competencia del educador. Ha de ser un hombre de Dios, sereno, que se da.
por último, la celebración de la vida, con una relación abierta a la novedad y a lo inédito, porque es celebración de la experiencia
de Dios.
Ser paciente: tras trabajar la tierra, es preciso prestar atención a la semilla, la cual necesita su tiempo hasta que de ella comienza a
surgir la planta. En todo este proceso el educador no está a la buena de Dios, sino que sigue regando, haciendo propia la ley de la
gradualidad y el desarrollo. Los criterios para el discernimiento en forma de pregunta son:

¿la paciente espera es vivida como aparcamiento o como gozo de lo nuevo que germina?
¿vivo con expectativas excesivas en relación conmigo mismo, con el otro y con la comunidad?
¿nos dejamos llevar por la ira? ¿sabemos decir las cosas en el momento justo y en el tiempo oportuno?

Estar atento: significa estar junto al otro con la mirada firme del padre y premurosa de la madre: "suaviter sed fortiter". Esa mirada ha
de ser capaz de crear una confrontación auténtica, atenta al joven, la cual toca sus tres momentos más importantes: mirada a la
llamada, mirada a la crisis, mirada atenta a la superación con el consiguiente desarrollo. Sólo a través de esa mirada impregnada de
amor es posible sostener la relación del crecimiento y de la fidelidad.

Podemos decir que el Padre re-crea, el Hijo modela, el Espíritu acompaña, mientras que el formador sabe ser paciente y estar atento.
El ministerio educativo en la lógica trinitaria conlleva la ley de la armonía, del donarse, del comunicar recíprocamente la propia
experiencia de fe.

Como conclusión a todo lo visto en este apartado, destacamos que la pedagogía franciscana tiene muy en cuenta a la persona,
protagonista principal de su propio crecimiento, cuyo proceso se caracteriza por ser dinámico, orgánico, gradual, coherente, práctico,
experiencial, inculturado y abierto a nuevas formas de vida y de servicio.

2.- La escuela vista por los franciscanos

2.1. Situación de la escuela

Si hace tres o cuatro décadas la escuela significaba posibilidad de trabajarse una posición social y económica, hoy la universidad, por
ejemplo, se está convirtiendo en algo parecido a una "fábrica de parados" (A. de Miguel). Por eso se exige de la escuela mayor calidad y
cantidad, nuevas áreas de conocimiento. Pero lo cierto es que la escuela ya no puede cumplir esas funciones de producción de status
social, y se la representa como la culpable de todas las frustraciones.

Junto a este dato, converge el denunciado por numerosas voces como crisis de valores. Si hoy se habla de crisis general de la escuela,
cuya consecuencia inmediata es la ausencia de perspectiva desde la cual se pueda señalar una causa final a la acción docente, no
menos seria es la situación que pone en duda el que haya un mínimo de valores aceptados y compartidos por todos, provocado en
gran medida por la globalización. Su repercusión en la escuela es inmediata: no se ejerce la función de control moralizador de la
conducta del alumno, pierde relevancia la ejemplaridad del maestro, y el profesional se centra únicamente en su función enseñante
aplicando una asepsia axiológica. Si unimos este dato al anterior, caemos en la cuenta de que se está produciendo una esquizofrenia
social: la sociedad vacía primero de autoridad la figura del docente para convertir después la escuela en una fácil coartada que la libere
de sus obligaciones.
Por otro lado, el maestro-profesor se duele de que los alumnos le den la espalda para dejarse llevar por el hechizo de la televisión o de
los ordenadores. El maestro ha perdido su rol de "medium" único entre el saber y las nuevas generaciones y no ha logrado dar con los
perfiles de un nuevo papel. Por tanto, hasta que no tomen conciencia de que lo distintivo de su oficio es que son profesionales de la
labor de enseñar, y en tanto en cuanto no asuman que el saber específico de su profesión no ha de abarcar únicamente los contenidos
de su disciplina sino también el dominio de los procesos que están en juego en el proceso de enseñanza, no se clarificará la posición
social del docente.

2.2. ¿Qué escuela queremos?

Sin mayores rodeos, diremos que la escuela que pretendemos y anhelamos es aquella cuyo fin consiste en colaborar a que el
educando vaya construyendo referentes de interpretación de la realidad. Sin tales referentes el joven podrá tener múltiples
conocimientos. Pero la acumulación de conocimientos por sí misma no llegará a modificar la estructura cognitiva (Piaget). Ésta se
modificará como consecuencia de la interacción que se produzca con la estructura del medio. Será, pues, de gran importancia decidir
en torno a qué núcleos o criterios se va a estructurar la visión del medio, es decir, las realidades científicas, históricas, sociales, etc., que
se enseñan en la escuela, porque de ellas dependerá la construcción de la cosmovisión desde la que el sujeto hará unos juicios de valor
u otros.

Por lo tanto, la acción de educar se constituirá en una tal que va más allá de los procesos institucionales y de los procesos de
socialización. Habrá de ser entendida como la acción de la influencia ejercida sobre el educando con el fin de ayudarle a llevar a cabo
su proceso de personalización. Este proceso de personalización no se produce como consecuencia de un proceso espontáneo, sino
que es el resultado de la específica relación dialógica constante del sujeto con el contorno físico, cultural, social, existencial.
A su vez, este proceso requiere la presencia de valores de sentido. El valor integrador de todo aprendizaje del estudiante habrá de
recaer en la misma persona. Si creemos que toda educación es valorativa y ha de tener una orientación moral, será preciso ayudar al
alumno a interiorizar los fundamentos o referentes desde los que emerge toda moral liberadora. Tal fundamento radica en considerar
a la persona como un valor absoluto y fin en sí misma, de que la persona no tiene precio sino dignidad, que es única, singular, original
y autónoma. Será preciso, por tanto, enseñar al alumno a leer, analizar, interpretar y posicionarse ante toda realidad desde la
perspectiva del valor persona.

Es necesario, por tanto, apostar por personalidades maduras, autónomas, lo que supone formar personas capaces de pensar por sí
mismas. También se hace urgente enfatizar valores como la tolerancia y el respeto. Esto último supone aceptar al otro como persona,
lo que apunta claramente hacia una escuela cada vez más integradora. Pero para que haya una educación para la sociedad pluricultural
y pluriétnica exige que las personas sepan mantener sus convicciones o sus señas de identidad dentro de esa pluralidad. "Aprender a
vivir juntos" no es aprender a vivir en promiscuidad indiferenciada, sino saber valorar la diferencia con mentalidad crítica, con
pensamiento flexible, con ánimo abierto.

En conclusión, el modelo de escuela con el que hemos de comprometernos ha de ser aquel que privilegia el ámbito del sentido, el
que la considera comprometida con el mundo y no separada de él, aquel que se compromete con los nuevos saberes e integra a la
familia en los procesos educativos. Una escuela comprometida con la educación personalizadora-evangelizadora no podrá jamás
cumplir su misión si no es capaz de integrar a la familia en los procesos educativos. Hoy la escuela es un lugar de evangelización, no en
virtud de actividades extraescolares, sino por la naturaleza misma de su misión, por ello, cada educador se convierte en dinamizador
de la implicación de los padres en los procesos educativos del niño o del joven.

2.3. El papel de la comunidad educativa

Eligiendo la opción de una educación alternativa que emana del humanismo cristiano-franciscano, hay que reflexionar sobre los
"modelos conceptuales" que han de estar presentes al mostrar cualesquiera de las realidades que queremos que los educandos
aprendan. De manera que, comprometerse con una opción educativa supone una comunidad básica en la cosmovisión.
Otro tanto ocurre con los referentes axiológicos: ante cualquier realidad, no hacemos sólo un juicio intelectual, sino de valor. Si el
conjunto de educadores que confluyen en la educación del niño se muestran ante él con sistemas de valores dispersos, encontrados, es
probable que la vida y realidad se vaya presentando ante el educando carente de referentes de valor y termine por atenerse a pautas de
valor más instintivas.

Una educación que preconiza el humanismo cristiano-franciscano (que evangeliza) no pasará de ser una bella expresión si no cuenta
con un equipo docente que en alguna medida cultiva, comparte y vive los valores del humanismo cristiano-franciscano con todas sus
consecuencias.
Por otra parte, el educador profesional participa de una serie de delegaciones a las que debe ser fiel:

delegación de la familia: la formación integral de la persona es de tal manera compleja, que precisa colaboración desde fuera. Ese
papel de ayuda lo realiza el profesional de la educación. Pero nunca es sustituto de la familia.

delegación de la Iglesia: el educador cristiano, laico o religioso, es un enviado que lleva un mensaje que no es suyo. No es su
palabra la que cuenta, sino la "buena nueva" que Jesús viene a ofertar al hombre. Esta consideración es sublime y sobrecogedora:
sublime porque el educador cristiano se convierte en una especie de mano histórica de la acción de Dios sobre los hombres a través
de su palabra y presencia; sobrecogedora porque adquiere una enorme responsabilidad, es decir, el educador cristiano será lo que
tiene que ser, dirá lo que tiene que decir, hará lo que tiene que hacer, o no será, dirá o hará nada.

delegación de la institución: si una congregación o instituto religioso es tanto más eficaz y más útil en la Iglesia cuanto más fiel es a
su carisma específico, habría que afirmar que el laico es tanto más eficaz y más útil en la labor evangelizadora de la escuela cuanto más
fiel es al carisma de la institución en la que trabaja.

delegación de la sociedad concreta en la que está inserto: la labor educadora del educador cristiano tiene una dimensión social. La
sociedad también tiene derecho a establecer un cuadro de objetivos y encomendar al educador su consecución. El educador cristiano
está llamado a colaborar con todas las causas justas que emanan de la sociedad civil.

Preguntas para la reflexión:

¿En qué medida te ves identificado con el planteamiento expuesto?, ¿totalmente, en parte, en nada? ¿Qué crees que tendrías que
hacer tú mismo y qué pedirías a tus compañeros y frailes para que esa identificación fuese cada vez mayor?

¿Crees que en tu colegio se tienen presentes los criterios pedagógicos franciscanos arriba expuestos?, ¿en qué medida?, ¿qué habría
que revisar o cambiar si es que se considera necesario realizar una nueva orientación?
¿Crees que todos los que formáis la comunidad educativa tenéis garantizada vuestra participación en esos valores que dan identidad
y personalidad al colegio en el que desarrolláis vuestra tarea y misión?

¿Cumple tu colegio con su función humanizadora y evangelizadora?, ¿qué iniciativas habría que llevar a cabo para que esta
dimensión tan fundamental sea revitalizada o para que siga creciendo?

TEXTOS:

CARTA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS A UN SUPERIOR RELIGIOSO

Al hermano N., ministro: El Señor te bendiga. Te hablo, como mejor puedo, del caso de tu alma: todas las cosas que te estorban para
amar al Señor Dios y cualquiera que te ponga estorbo, se trate de hermanos u otros, aunque lleguen a azotarte, debes considerarlo
como gracia. Y quiérelo así y no otra cosa. Y cúmplelo por verdadera obediencia al Señor Dios y a mí, pues sé firmemente que ésta es
verdadera obediencia.

Y ama a los que esto te hacen. Y no pretendas de ellos otra cosa, sino cuanto el Señor te dé. Y ámalos precisamente en esto, y tú no
exijas que sean cristianos mejores. Y que te valga esto más que vivir en un eremitorio.

Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así: que no haya en el mundo hermano
que, por mucho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia, si
es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más
que a mí, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu parte
estás resuelto a comportarte así.
(Francisco de Asís)

La Escuela se encuentra ante la necesidad urgente de redefinir su función social. Se advierte ahora con claridad que su tarea no puede
ser plegarse mansamente a los dictados y exigencias de la producción; es mucho más amplia e importante. Está llamada a colaborar en
la construcción de una alternativa a la sociedad de la producción/consumo. La Escuela tiene que ser una pieza importante en la
reformulación de una nueva utopía, de una idea motriz capaz de entusiasmar e integrar las energías y capacidades de los seres
humanos de este cambio de milenio o, dicho más modestamente, capaz de colaborar en la creación de un modelo social humano
donde quepan todos socialmente. (...) La Escuela con vocación humanista -y con mayor razón si se dice cristiana- tiene que colaborar
para forjar personas solidarias. Frente al peligro de vivir un clima de darwinismo social donde se ejercite el "sálvese quien pueda", o la
dentellada social para hacerse un hueco, ¿cómo contribuir a despertar la compasión solidaria y la cooperación como modo de
construir una sociedad con menos dolor e injusticia? Las interpelaciones de la nueva situación son muchas. Si algún educador
pensaba, acaso, que su tarea había venido a menos, se equivoca. La situación actual demanda su cooperación y esfuerzo creativo con
más urgencia y necesidad que hace años. No es tiempo de nostalgias, sino de prosalgias, de mira hacia adelante y hacia los desafíos del
momento.

(J. M. Mardones)

Debemos abandonar completamente la simplista idea de que la escuela libera automáticamente la mente y sirve a la causa del
progreso humano. Puede servir a la tiranía como a la libertad, a la ignorancia como a la ilustración, a la falsedad como a la verdad, a la
guerra como a la paz, a la muerte como a la vida. Puede incitar a los hombres al pensamiento de que son libres, aun cuando los ate a
cadenas de esclavitud. La educación es sin duda una fuerza de gran poder, particularmente cuando el término abarca todos los agentes
y procesos organizados para moldear la mente, pero si es ella buena o mala depende, no de las leyes del aprendizaje, sino de la
concepción de la vida y de la civilización que le da sustancia y dirección. En el curso de la historia, la educación ha servido a todo
género de objetivos y doctrinas tramados por el hombre. Si debe servir a la causa de la libertad humana, tiene que ser explícitamente
pensada para ese propósito.

(G.S. Counts)

¿Qué es un hombre culto? A mi modo de ver, esto: un hombre capaz de dar razón de lo que él es y de lo que es el mundo en que
vive. El humanismo por extensión consiste en saber responder con una mínima precisión a cinco interrogantes: 1) ¿En qué mundo
vivo en tanto que ciudadano de él? Creencias, ideas, esperanzas, tensiones, conflicto y temores en él vigentes. 2) Haciendo mi vida en
el mundo me encuentro con cosas. ¿Qué son las cosas desde el "Big-Bang" originario hasta el universo actual, desde la partícula
elemental hasta el antropoide? 3) Haciendo mi vida en el mundo me encuentro también con los demás hombres, organizados en
grupos humanos. ¿Qué son los grupos humanos y cuáles son los más importantes? ¿Qué soy yo en tanto que hombre?¿Qué enseñan
hoy a tal respecto las ciencias positivas y la filosofía? 5) Para que yo sea el hombre que soy, ¿qué ha tenido que pasarle a la especie
humana, desde su aparición hasta hoy?

Tras este humanismo por extensión o básico, el humanismo por intensión o en profundidad que el profesor debe poseer, consiste en
saber responder a los siguientes interrogantes: esto que yo sé y enseño, ¿cómo echa raíces en la realidad del hombre y, por lo tanto,
cómo puede contribuir a un conocimiento cabal de lo que el hombre es?

A mi juicio, cinco actividades intelectuales requieren tal humanismo: 1) preocupación por el "qué" de lo que se sabe y enseña; 2)
preocupación por el "para qué" de lo que se sabe y enseña; 3) preocupación de la historia de lo que se sabe y enseña; 4) preocupación
por la sucesiva representación extratécnica de lo que técnicamente se sabe y se enseña; 5) preocupación por el cómo se dijo antaño y
se dice hogaño lo que se sabe y enseña..."

(Laín Entralgo, ABC, 19 de julio de 1996).

El hombre verdaderamente personalizado sabe lo que piensa,: tiene convicciones sólidas. Sabe lo que quiere; permanece fiel a sí
mismo. Emplea todas las fuerzas de que dispone para realizar el proyecto de su ser. No cambia de la noche a la mañana. La impresión
que nos da es de fortaleza, de claridad, de precisión. Además, nos e pierde en la masa. No se deja seducir por el prestigio. Es
verdaderamente independiente, es alguien que obra por sí mismo, en posesión de sí mismo con toda su capacidad y su fuerza; alguien
que tiene el dominio de sí y que sigue siendo lo que es, fiel a sus convicciones, a su ideal, a su plan de vida, a pesar de sus diferentes
estados de ánimo, de sus emociones transitorias, de sus impulsos naturales; sean cuales fuere, por otra parte, las reacciones de los
demás, los cambios de la opinión pública o la evolución de las circunstancias. Está por encima de las fuerzas de la naturaleza en sí
mismo; tiene las riendas en sus manos, ve claro, domina la situación, se sirve de los medios, sabe dirigir. Se mantiene igualmente por
encima del juego incierto del mundo. Es independiente, libre, concentrado en su propia fuerza. Es y sigue siendo él mismo

(J.A. Walgrave)
Necesitamos educadores, no meros enseñantes. Nuestra sociedad actual tiene sed de personas que se entreguen con modestia y cierto
temblor, pero con entrega y arrojo, a la humana tarea de acompañar en la construcción humana de sí mismo. No hay tarea más valiosa
-y quizá ardua- como la de ser pedagogo: enseñar a ser persona al "animal más difícil" (Platón), que es el ser humano en ciernes.
Requiere una persona con capacidad de escucha para captar los pliegues de la libertad y el pensamiento incipientes, y la flexibilidad y
capacidad de juicio para discernir lo más adecuado para promover el crecimiento del otro. Educar es estar vertido hacia el otro y su
bien, sin dejar de ser uno mismo y sin olvidar el mundo que nos rodea. Educar en un momento de seguridades y carencia de certezas
es entregarse en debilidad a la gran tarea de ayudar a recrear opciones y decisiones. (...) Esta situación exige un educador abierto, él
mismo, a la exploración de la vida. (...) El educador tiene en la mano el grano que mañana alumbrará espigas o cardos venenosos.

(J. M. Mardones)

EL LAICO CATÓLICO COMO EDUCADOR

El mismo Concilio Vaticano II pondera de manera especial la vocación del educador que es tan propia de los laicos como de aquellos
que asumen otras formas de vida en la Iglesia.

Siendo educador aquel que contribuye a la formación integral del hombre, merecen especialmente tal consideración en la escuela por
su número y por la finalidad misma de la institución escolar, los profesores que han hecho de semejante tarea su propia profesión. A
ellos hay que asociar a todos los que participan, en distinto grado, en dicha formación, bien sea de manera eminente en cargos
directivos, bien como consejeros, tutores o coordinadores, completando el trabajo educativo del profesor, bien en puestos
administrativos y en otros servicios. El análisis de la figura del laico católico como educador, centrado en su función de profesor,
puede servir a todos los demás, según sus diversas actividades, como elemento de profunda reflexión personal.

Efectivamente, no se habla aquí del profesor como de un profesional que se limita a comunicar de forma sistemática en la escuela una
serie de conocimientos, sino del educador, del formador de hombres. Su tarea rebasa ampliamente la del simple docente, pero no la
excluye. Por esto requiere, como ella y más que ella, una adecuada preparación profesional. Ésta es el cimiento humano indispensable
sin el cual sería ilusorio intentar cualquier labor educativa.

Pero además la profesionalidad de todo educador tiene una característica específica que adquiere su significación más profunda en el
caso del educador católico: la comunicación de la verdad. En efecto, para el educador católico cualquier verdad será siempre una
participación de la Verdad, y la comunicación de la verdad como realización de su vida profesional se convierte en un rasgo
fundamental de su participación peculiar en el oficio profético de Cristo, que prolonga con su magisterio.

(Congregación para la Educación Católica: El laico católico, testigo de la fe en la escuela, Roma, 1982, págs. 15-16).

BIBLIOGRAFÍA:

AA.VV. La educación en valores, PPC, Madrid 1998.

ARREGUI, J. M. Perfil del hermano menor, Selecciones de Franciscanismo 28 (1999) 50-78.

FORTUNATO, E. Itinerari formativi: educare, formare, accompagnare, pazientare e guardare nel cammino formativo, Vita Minorum
59 (1999) 148-157.

GREGORIO GARCÍA, A. de La escuela católica... ¿Qué escuela?, Anaya, Madrid 2001.

MARDONES, J. M., Desafíos para recrear la escuela, PPC, Madrid 1999.

Ratio Formationis Franciscanae, Curia General de la OFM, Roma 1991.

VAUGHN, J. La formación franciscana, obra del Espíritu en la Fraternidad, Selecciones de Franciscanismo 19 (1990) 325-334.

ZAVALLONI, R. Apuntes de pedagogía, Selecciones de Franciscanismo 9 (1980) 101-110.

2. EL COLEGIO CATÓLICO: LUGAR DE EVANGELIZACIÓN

El Colegio católico tiene su razón de ser en cuanto es una plataforma de evangelización y una plataforma especialmente eficaz. Lo cual
no significa, desde luego , que todos los colegios católicos estén evangelizando de hecho.
La transmisión de la fe en el colegio católico.

El clima socio-cultural imperante de la sociedad actual hace que a menudo el colegio católico sea el único lugar donde se puede hacer
una propuesta clara y explícita de la fe cristiana a quienes no acuden a los templos. Actualmente la familia y los medios de
comunicación social no lo propician.
Esa ausencia de otras plataformas para transmitir o educar en la fe sería un argumento a favor de la importancia pastoral del colegio
católico, pero es también su mayor debilidad , puesto que la acción del colegio no se ve reforzada por otras instancias.

El colegio católico cuenta con cuatro factores a su favor para la transmisión de la fe:

1. Es un agente de socialización religiosa:

Con el término "socialización" designamos el proceso mediante el cual un grupo social transmite a sus nuevos miembros los valores,
normas, actitudes y comportamientos que le caracterizan. Socialización religiosa será, por tanto, el proceso por el cual cada generación
de cristianos transmite a la siguiente la fe de Jesucristo.

Importancia: Todo grupo que no transmite sus valores está en trance de suicidio. Todo grupo pervive en la medida que sabe
ganarse a la generación siguiente. Y hoy constatamos que no conseguimos convencer a los niños y a los adolescentes del valor de la fe
cristiana. ¡Cuánto más a los adultos!

Modo: No se realiza mediante acciones específicas programadas para el caso sino de forma permanente y por vía de impregnación .
Solo de vez en cuando necesita de la palabra para su esclarecimiento, Por eso a menudo los miembros del grupo no son conscientes
de estar llevándola a cabo.

Agentes: Los principales agentes de socialización son la familia , la escuela y los MCS. En el pasado no muy lejano, lo normal era
que todos esos agentes transmitían convicciones religiosas coincidentes y que éstas eran asumidas con naturalidad. Hoy puede ocurrir
que los diferentes agentes transmiten mensajes diferentes y contradictorios sobre el hecho religioso o, incluso, que no transmitan
ningún mensaje.

Reto: Ninguno percibe la realidad tan como es en sí misma, sino tal como la interpretan quienes nos rodean. Aunque nos resulte
una verdad incomoda, el hecho es que casi siempre elegimos nuestros dioses al elegir nuestros amigos. Eso significa que la fe cristiana
podría llegar a ser inaccesible a las nuevas generaciones si éstas tuvieran que vivir en un ambiente donde dicha fe no se cotiza en
absoluto. De ahí la importancia de una comunidad educativa - no de "francotiradores"- que la viva con naturalidad y la transmita por
impregnación. Por eso para que el colegio católico sea agente de socialización religiosa no basta con que los profesores respeten el
ideario; es necesario que vivan personalmente el Evangelio.

En este aspecto la influencia de los profesores laicos en la transmisión de la fe puede ser mayor, o al menos más impactante, que la de
los mismos religiosos.

2. Dispone de un plan sistemático para educar en la fe.

La socialización, como proceso pasivo e incluso inconsciente, no basta para evangelizar. Necesita complementarse con una educación
de la fe que capacite para optar con libertad y posibilite la maduración de actitudes profundas.

Reto: A este respecto el colegio católico puede dar diversas respuestas:

1) La Enseñanza religiosa escolar, la cual es para todos - creyentes y no creyentes- a condición de que se respete su carácter propio ,
distinto de la catequesis. La ERE debe transmitirse precisamente como saber, como ciencia, para , desde ahí, dialogar con otros
saberes. La ERE es así una "asignatura".

2) Simultáneamente, a quienes desean madurar en la fe habrá que ofrecerles una buena catequesis. "A quienes deseen...", porque "la
catequesis es inútil cuando falta una mínima atracción hacia Jesucristo, cuando no ha recibido aún el don de la conversión. Abonar y
regar una maceta no hace crecer la planta si lo que le falta es la semilla" (A. Matesanz)

3. Es un espacio privilegiado para el diálogo fe-cultura.

No hemos de proponernos el modelo "gheto" católico en medio de la sociedad, con una cultura propia que hay que defender frente a
la cultura dominante.
Hemos de movernos en este doble movimiento:

a) Inculturación: Consiste en aceptar todos los elementos humanizadores de la cultura -absolutamente todos- e integrarlos en el
mensaje cristiano, para que nadie tenga la sensación de que , si se convirtiera a Cristo, se volvería ajeno a la propia cultura y a su
propio pueblo. Es la invitación de Pablo: "Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable: todo
cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuanta" (Flp. 4,8)

b) Evangelización de la cultura: Pero naturalmente en la cultura, como en la persona, hay también contravalores que deshumanizan
por lo cual ha de ser llamada a la conversión.

Esta evangelización no puede ser hecha por vía de autoridad o desde afuera , sino más bien por la presencia activa de los cristianos en
ella, por su testimonio, por el estímulo y la investigación.

Reto: A este doble movimiento le llamamos diálogo entre fe y cultura. El colegio está llamado a ser laboratorio donde se ensaya la
síntesis de la fe con la cultura de hoy.

Condición: El colegio católico ha de transmitir una visión cristiana explícita de todas las cuestiones culturales que integran las
diferentes asignaturas o áreas. Todos los profesores -no solo unos cuantos- deben haber resuelto satisfactoriamente la integración de la
fe cristiana y la cultura actual, tanto en su vida personal como en la disciplina que cultivan y explican en clase.

4. Es un lugar para un testimonio colectivo de la acción evangélica.

El colegio católico debe evangelizar ofreciendo el testimonio de un estilo de vida alternativo: la vida evangélica. Y ese testimonio debe
ser colectivo.

Interrogantes:

- ¿Qué imagen damos de la autoridad?: ¿Un honor o un servicio?


- ¿Qué imagen damos de la ley?: ¿Está por encima o al servicio del hombre?
- ¿Cuál es nuestra motivación última?: ¿La economía o el servicio?
- ¿Cuál es nuestra disponibilidad? : ¿La reglada o la generosa?
- ¿A qué demandas respondemos? : ¿Elitistas o de integración?
- ¿Cuál es el nivel de apertura? : ¿Abiertos o cerrados al pueblo?
- ¿Cómo son las relaciones laborales? Se ajustan a la justicia y a la cogestión que pide la Enseñanza Social de la Iglesia?

Reto: El colegio católico , pues, ha de aparecer como una alternativa con respecto a las demás escuelas. Y no por el prurito de ser
distintos, sino porque un colegio donde se vive un diálogo fecundo entre la fe y la cultura , que ofrezca un testimonio colectivo de
acción evangélica, etc será, de hecho "diferente".

CONCLUSIÓN:

No tiene sentido defender el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que quieran para sus hijos, si, en la práctica, no
estamos en condiciones de ofrecer una educación realmente distinta. Además , podemos afirmar que el colegio católico evangelizará
en la medida en que sea distinto de los demás.

Los indicadores sociológicos indican que , de hecho, hay diferencias apreciables -aunque no espectaculares- en la religiosidad de los
jóvenes, según que hayan estudiado en colegios católicos o en colegios no católicos. Esto puede obedecer a otros factores pero no cabe
duda que el colegio es uno de ellos.

Pero , sin duda, deberemos reconocer también, con humildad, que no siempre hacemos las cosas bien, Por eso estamos
reflexionando sobre el particular ; para hacerlo mejor en lo sucesivo.

(Resumen de "Evangelizar en un mundo postcristiano" de Luis González-Carvajal, (pp. 155-174)

Tumbaron la vieja escuela y en su lugar , levantaron una escuela modernísima y preciosa.

Construida con ricos materiales, el lujo y la elegancia brillaron por todas partes. No le faltaba nada: laboratorios, bibliotecas, centros de
orientación... Sin embargo, los alumnos. languidecían de aburrimiento y se sentían extraños, como en una jaula dorada.

El director no podía ocultar su desconcierto pues estaba convencido de que la antigua apatía de los alumnos se debía a las pobres
condiciones de la vieja escuela y pensaba que en la nueva todo iba a cambiar.

Un día visitó la escuela un sabio pedagogo quien, tras escuchar la queja del director lo llevó a una estación de trenes que contaba con
todos los adelantos tecnológicos y era una obra maestra arquitectónica pero tenía un único y gravísimo problema. La habían
construido lejos de las vías, Por allí no pasaba ningún tren.

- Todo muy bonito y moderno -dijo el director-, ¿pero para qué sirve una estación lejos de los trenes?

¿Y para qué sirve tu nueva y lujosa escuela si sigue lejos de la vida.

San Antonio de Padua. Francisco de Goya. Madrid.

"Un paracaidista cayó en la copa de un árbol sin tener la menor idea de dónde se encontraba. Antes de que pudiera zafarse de las
ramas del árbol, pasó por allí un caminante y el paracaidista le preguntó:
- ¿Podría , por favor, decirme dónde me encuentro?

- Usted se encuentra en un árbol.

- ¿Acaso es usted profesor?

- ¿Y cómo lo ha notado?

- Porque lo que dice es verdad, pero no me sirve para nada." (A. De Mello)

Abramos los portones y ventanas de los colegios a la vida. Dejemos que la realidad invada los programas. No olvidemos que sólo es
posible preparar para la vida en la vida misma.
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

- ¿Consideramos el Colegio como un lugar de evangelización o como un simple lugar de trabajo?

¿O ambas cosas?. Concrétalo señalando algunas actitudes.

- Se nos habla de cuatro posibilidades de un colegio católico. También se nos dice que se han de dar simultáneamente. ¿Podrías
ordenarlas en orden de prioridad, según tu criterio?

- Fíjate en cada uno de los retos que presenta: ¿Cuál crees que es el más apremiante en tu colegio? ¿Por qué?

- Se habla de que el colegio católico ha de ser "distinto". ¿Lo es?. La distinción ¿responde a su acción evangélica o otras razones?

PLAN DE FORMACIÓN PARA EL PROFESORADO

PRIMER AÑO "BUSCAMOS CLARIFICAR NUESTROS REFERENTES..."

1. ¿Es posible una pedagogía franciscana? Hay una peculiar manera de educar...

2. El Colegio Católico: ...que encuentra, en el colegio, el lugar de diálogo entre fe y cultura...

3. El Colegio franciscano: ... desde una experiencia y un estilo educativo...

4. Francisco de Asís, nuestro referente: ...que se inspira en Francisco de Asís...

5. Francisco de Asís y la Cultura: ...una figura de amplias resonancias para la fe y la cultura...

6. El hombre ante la vida...que aporta una manera peculiar de entender, vivir y relacionarse con la vida.

7. El Dios que hace feliz al hombre. ...que aporta una manera peculiar de entender, vivir y relacionarse con el Dios de Jesucristo.

8. Conclusiones, propuestas y evaluación.

SEGUNDO AÑO."...PARA LLEVAR ADELANTE UN APASIONANTE PROYECTO..."

Vivido desde una determinada escala de valores: fraternidad, ecología, solidadaridad con el pobre, esperanza, sentido eclesial,
utopía,...

TERCER AÑO."...CON OPCIONES Y ACCIONES CONCRETAS ANTE LOS RETOS DEL NUEVO MILENIO."

Desde la opción por la vida de oración, con los pobres, por la justicia, por la evangelización, ante los nuevos retos, socio-económicos,
culturales y religiosos.

—3. La educación franciscana.

1. Un desafío a la inculturación, la liberación la evangelización y el profetismo.

¿Trabajamos en nuestros colegios por una educación inculturada, liberadora, evangelizadora y profética?
Los educadores ¿nos tomamos el tiempo y el espacio para la lectura crítica de la realidad?

Para ayudamos a resolver este interrogante tomamos los cuatro estadios de conciencia (Paulo Freire) por los que debiera transitar
evolutivamente todo ser humano para ser plenamente persona y para transformar la sociedad y construir la historia, liberándose y
liberando.

Gráficamente puede representarse así:

La realidad lo supera.
CONCIENCIA
Desconoce las causas.
MÁGICA
Vive sometido y sumergido.

CONCIENCIA Ve la realidad pero la expresa según los otros.


INGENUA Se expresa en el "se dice", "se piensa", "se hace".

CONCIENCIA Conoce la realidad, sus causas y sus consecuencias.


CRÍTICA Objetiva el análisis y se expresa según Él mismo: "yo digo", "yo pienso", "yo hago"

CONCIENCIA Tras ser critico se une a los otros solidariamente para transformar la realidad creativa y
POLÍTICA comunitariamente antepone el bien común al bien individual."nosotros decimos", "nosotros pensamos",
TRANSFORMADORA "nosotros hacemos".

¿En qué estado de conciencia nos reconocemos?

¿Qué podemos hacer para alcanzar en la comunidad educativa la adultez, es decir, el estadio de conciencia política-transformadora?

Es cierto que nuestros alumnos responden a estadios evolutivos distintos según las edades y los niveles de enseñanza en el que se
encuentran, pero de todos modos, cabe preguntamos si propiciamos el despliegue de los diversos estadios de conciencia a fin de
favorecer el espíritu crítico, la liberación, la inculturación y la transformación creativa y solidaria de la historia.

También nos podemos hacer las mismas preguntas, desde otro ángulo:

¿Favorecemos el desarrollo cognoscitivo, psicomotriz, socioafectivo, y espiritual de nuestros alumnos para que progresen y maduren
en e/ desarrollo de una personalidad integrada, de modo tal que alcancen la vida adulta sana y equilibrada?

¿Qué estrategia utilizamos para la estructuración del pensamiento? ¿Facilitamos y promovemos el aprender a pensar, el aprender a
aprender?

¿Favorecemos la opinión, el "decir la palabra", el juicio crítico? ¿Posibilitamos el conocer y el comprender por sus causas y
consecuencias? ¿Lo hacemos sólo en el plano intelectual, o también, usamos estas mismas estrategias a la hora de revisar y repensar
actitudes?

¿Discernimos las acciones y las respuestas educativas a la luz del bien común sobre el bien individual? ¿Creamos espacios para el
compromiso solidario con todos?

Si éste es nuestro itinerario educativo y lo aplicamos con los alumnos y nos lo aplicamos a nosotros mismos como educadores, y en
forma integrada lo hacemos con todos los estamentos de la comunidad educativa, iremos progresivamente haciendo camino en la
educación franciscana, inculturada, liberadora, evangelizadora y profética.

2. La renovación de la cultura en el colegio franciscano.

Con la palabra cultura se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí
mismos, y con Dios... Es el "estilo de vidas común" que caracteriza a los diversos pueblos. Por ello se habla de pluralidad de culturas.
La cultura as! entendida, abarca la totalidad de la vida de un pueblo: el conjunto de valores que lo animan y contravalores que lo
debilitan.

Nos preguntamos:

¿Cómo se analizan críticamente los signos de vida y de muerte de la realidad cultural de nuestro mundo, de nuestro ambiente, en el
ámbito interior de la escuela?

¿Cómo y a través de qué reconocemos nuestra identidad cultural?

¿Cuáles son los rasgos de la cultura dominante? La educación en nuestras escuelas, ¿hace algo para distinguirlos?

¿De qué modo se promueve la identidad cultural?

Si educar es evangelizar. ¿ Tomamos una postura crítica frente a la penetración cultural y a los antivalores... para ayudara impregnar
de Evangelio nuestra cultura?

Siempre que nos revisemos, hagámoslo con mirada franciscana. Reconozcamos los logros, descubramos las posibilidades, pero
seamos sinceros a la hora de reconocer las incoherencias, y nunca nos instalemos en el punto de llegada. La utopía siempre realizable,
nos exige que tal punto sea para un nuevo lanzamiento, para una nueva partida.

En relación al tema de la cultura, su crisis y, la identidad cultural, y a la luz del análisis de la realidad cultural donde estamos insertos,
¿con qué criterios seleccionamos los contenidos de aprendizaje? Conviene pensar también, ¿qué textos usamos? ¿qué dicen? y ¿desde
dónde? ¿Cuáles son nuestros materiales audiovisuales de apoyo a la enseñanza? ¿qué contenidos "transmitimos"?

A la hora de las expresiones artísticas, ¿a qué le damos valor? ¿Nuestros actos escolares son un instrumento para valorar las
expresiones culturales del medio?, o ¿son simples imitaciones de lo que se ve por televisión? Si se da lo último pensemos con
seriedad: ¿qué creatividad estimulamos?

En nuestros colegios entra el "mercado" y sus leyes, como sucede en la vida social.
Pensemos en los viajes de estudios y cómo se vuelven cada vez más exigentes según lo impone el consumismo.

No nos cansemos de plantearnos la pregunta fundamental: ¿cómo recreamos la cultura en el ámbito de la escuela? ¿cómo expresamos
la vida y las costumbres en el colegio? ¿lo hacemos con los valores evangélicos y los franciscanos? ¿Experimentamos ser alternativa a
la crisis cultural que deshumaniza?

3. Alternativas para la educación

Para que, como colegios franciscanos, nos revisemos humildemente en el ámbito donde estamos insertos y, sobre todo, para que
sigamos con coraje las intuiciones que nos permitan responder a la educación inculturada y profética y ser alternativa en el medio,
vamos a revisamos a la luz de cuatro ideas-fuerza de la espiritualidad franciscana:

a) La dignidad de la persona humana y de toda criatura.


b) La fraternidad.
c) La libertad.
d) La alegría

a) La dignidad de toda vida

Para Francisco, la admiración contemplativa del amor gratuito de Dios, en el Misterio de la Encarnación, Jesús hecho hombre, lo lleva
a descubrir y admirar la dignidad de su Hijo, Jesús, y la dignidad de todos los hijos.

La fe de Francisco es la fe en la presencia de Dios en todo ser humano. De ahí su dignidad.

La fe de Francisco es fe en las huellas de Dios, en la simiente de Dios en todo lo creado. De ahí su reverencia al Altísimo en el
Cántico de las Criaturas.

La dignidad de la vida no sólo hace sus reclamos desde las personas. Toda criatura reclama respeto y cuidado. La naturaleza hoy
reclama dignificación porque sufre innumerables atropellos. Muchos de ellos son producto de la industrialización y el uso inadecuado
y no ético de la ciencia y de la técnica.

Reconocemos la dignidad de todo hombre, por ser hijos del Padre y hermanos de Jesús.

La alienación humana

Hoy, el modelo de vida ya descrito y la crisis cultural contemplada, sumergen a la gente en la alienación.

Hay distintos tipos de alienación, de dependencia:

Muchos hombres sufren hoy la alienación de la pobreza: el desempleo, el hambre, la falta de vivienda, el atropello a los derechos
humanos básicos de las dos terceras partes de la humanidad, niñas y niños que no pueden aprender porque tienen hambre, chicos
que no pueden correr en la clase de educación física porque se fatigan, corroboran esta afirmación.

Además, la mayor alienación es que estas mismas personas, están empujadas a ser como el modelo que se impone en los escaparates y
la publicidad. La frustración, la droga, la prostitución, la delincuencia... suelen ser las salidas comunes de los pobres empujados a
imitar y consumir.

La mediocridad, es otro modo de alienación: el no pensar, el conformismo, el vivir en el "se dice", "se piensa", "se hace", y no en el "yo
digo", "yo pienso", "yo hago".

Y están aquellos que aparentemente viven saciados, porque tienen resuelto el problema económico, pero igual sufren la alienación de
la angustia, la soledad y el vacío. Tienen hambre de compañía, de trascendencia, de sentido, de amor, de ternura, de serenidad, de
capacidad contemplativa. Son los adictos de hoy. Adictos a tener y consumir, adictos al alcohol y a las drogas, adictos a las dietas,
adictos a la TV y a los videos, adictos a los viajes, etc. Pero no logran saciar el hambre fundamental.

Cada uno de nosotros ya estaremos haciendo el esfuerzo por descubrir en el entorno donde está inserta nuestra escuela: ¿ Cómo viven
y sienten las personas? ¿ Qué tienen de positivo para dar?, ¿ Cuál es su riqueza ?, ¿qué te falta para reconocerse en su propia
dignidad?, ¿ Qué alienaciones predominan en nuestro ambiente?

Para revisar la tarea educativa en nuestro colegio, en relación a la dignificación humana, vamos a hacerlo desde la mirada franciscana.

Recuperar la mirada franciscana del otro-mi hermano.

Como punto de partida, un cuento de sabor oriental:

Cierto príncipe tenía tres amigos sabios: uno era artista-escultor, otro era científico biólogo y el tercero era maestro. Un día tuvo
curiosidad por conocer y comparar su manera de mirar las cosas, y los puso a prueba de esta forma: por separado, fue citándolos uno
a uno en su jardín, junto a un pequeño estanque. "Dime, ¿qué te llame más la atención?".

El escultor, antes de responder, dio una vuelta en tomo al estanque, admirando el pretil de mármol bellamente esculpido. Y contestó:
"Me gusta el estanque porque el pretil está muy bien tallado".

El científico observó el pretil, pero su mirada se concentró enseguida en el interior del estanque: contempló largo rato el agua, las
flores de loto que se abrirán sobre ella, los pececillos de colores que nadaban entre las algas, los insectos que se movían sobre la
superficie y en la profundidad. "lo mejor del estanque es la vida que bulle en sus aguas".

Cuando tocó el tumo al maestro, comenzó como los dos anteriores: también observó el pretil, y sobre todo, las aguas, y respondió
luego: "El pretil es bello, el interior del estanque, la vida que hay en él, es sin duda lo mejor. Pero lo que más me impresiona es la luz".
"¿La luz?", preguntó extrañado el príncipe. "Sí", respondió el maestro. "Observa estos juegos de luces y sombras que resaltan los
relieves del pretil: la luz hace que tu estanque sea diferente a la mañana, al mediodía y al atardecer. Fíjate en esos rayos de sol que se
filtran hasta el fondo: todo se hace claro a su contacto. Y lo que es más importante: la vida crece y se transforma dentro del estanque
gracias a la luz que llega a él. Mañana será distinto de lo que es hoy. Es imprevisible lo que cada día encentrarás en él, porque la luz
añade a la vida el misterio".

Para alcanzar progresivamente la "mirada franciscana" hacia los otros haremos un ejercicio en relación a nuestra mirada hacia el
alumno. Sólo por una cuestión metodológica y como modo práctico de situamos en la realidad. Pero esta mirada se hace extensiva a
todos los miembros de la comunidad educativa: padres, compañeros, personal no docente, etc.

Vamos a partir de lo que no queremos y lo que haremos imaginando actitudes que pueden suscitarse en torno al estanque del cuento,
aunque no aparezcan en el mismo.

Miradas que descartamos:

la del que pasa junto al estanque y


- se sienta encima
- remueve las aguas
- corta las flores
- se lleva los peces.

Esta es una mirada de "uso", el otro pasa a ser objeto. Esta mirada "dosifica" al otro, no lo personaliza.

la del que pasa junto al estanque y


- se queda allí parado, pero... mira para otro lado.

Esta es una mirada de indiferencia. El otro "es", pero más bien como un "mal necesario", entabla relaciones utilitarias, no
personalizadas.

la del que pasa junto al estanque y


- contempla las flores y se queda con las más bellas,
-contempla los peces y se queda con los de mayor colorido,
-descarta el agua porque está algo turbia.

Esta mirada es de "conveniencia", hace diferencias, se "queda"con lo que le apetece y excluye al más débil.

Estas miradas quedan descartadas porque no son la mirada de Francisco hacia la persona humana.

Volvamos al cuento...

La mirada del escultor

Cuentan que Miguel Ángel fue Él mismo a elegir el bloque de mármol sobre el que debía esculpir su Moisés. Ante el bloque se quedó
extasiado, mirándolo. "Aquí está Moisés", dijo, y ante la extrañeza de los que le acompañaban, añadió: "Está aquí dentro, basta quitar lo
que sobra para que aparezca".

Esta mirada tiene dos aspectos muy positivos y un pero... Los aspectos positivos:

Tiene en cuenta las limitaciones del otro, su realidad presente no detiene la mirada del educador. Tiene en cuenta lo que el otro
puede llegar a ser, es una actitud constructiva y optimista.

Se confía en las potencialidades del otro, se intenta descubrirlas y hacerlas surgir, es una actitud de realización, de superación.

Pero... se corre el riesgo de hacer al otro a imagen y semejanza del educador, quien, como el escultor sueña y se anticipa al modelo de
obra terminada. Pero se olvida de escuchar, prestar atención, hacer surgir los propios sentimientos, respetar las motivaciones, las
intenciones.

La mirada del biólogo

Como científico que es, intenta:

- analizar objetivamente la realidad del otro,


- observar:
sus aciertos y errores,
sus tendencias y motivaciones,
sus posibilidades,
- prever reacciones y respuestas
- preparar las condiciones adecuadas para el logro esperado.

Es quien trae el diagnóstico: planifica, selecciona estrategias, distribuye el tiempo, propone actividades y planea la evaluación.
Finalizado y aplicado este proceso califica, selecciona y jerarquiza según los resultados. Corre el riesgo de excluir a alguno o
menospreciar, según la escala o parámetro, se adecua al sistema. Trabaja responsablemente pero en cuanto a la "mirada" deja de lado
lo esencial: el misterio del otro. Y el misterio de la actuación de Dios en el otro.

Conclusión del cuento

Tanto al escultor como el científico les falta la "mirada" de la fe que tiene el maestro, la que permite ver con otros ojos y descubrir la
luz que da vida.

La "mirada" de Francisco se sintetiza en el beso al leproso, en quien besa al mismo Cristo. Es la "mirada" que ve la luz aun en la
apariencia más vacía y desposeída.

Esta "mirada" es dignificante. Dignifica al pobre, al desposeído, al alienado, al mediocre, al angustiado, al indiferente. Es la mirada que
hace sentir bueno al otro porque contempla en él el misterio del amor de Dios. Sólo el Amor dignifica y la bondad libera. Sería
oportuno revisar el perfil de los alumnos que salen de nuestros colegios y el ideal de persona a que aspiramos y examinar nuestra
educación a la luz de estas "miradas" para ver a qué le damos importancia y de qué manera caracterizamos el "deber ser" de la
educación.

Conviene revisemos también a la luz de la mirada franciscana que dignifica: ¿Para quiénes está abierto nuestro colegio? ¿Es para todos
o privilegia a alguna clase social o intelectual?

¿Quiénes y por qué son valorados en nuestros colegios? ¿ Cómo manejamos el tema de los ingresos? ¿Quiénes ingresan? ¿Usamos
criterios de selección? ¿Cuáles?

¿Tenemos normas de convivencia? ¿Bajo qué mirada del otro están establecidas? ¿A quiénes se premia? ¿Hay castigos? ¿Cómo se
sanciona? ¿Cómo se resuelven los problemas de conducta? ¿y el de los repetidores?
Recordemos el Evangelio:

Jesús nos va a preguntar: Tuve hambre, ¿me diste de comer?, estuve desnudo,
¿me vestiste?, estuve enfermo, ¿me viniste a ver?, preso, ¿me visitaste? Y
nosotros le preguntaremos: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento,
desnudo, preso o enfermo?". Y Él nos dirá: "os aseguro que cada vez que lo
hicisteis con uno de estos hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (cfr Mt
25).

Si somos capaces de comenzar a amar a todos, desde los más pequeños, los
débiles, los sufrientes, los olvidados, los pobres, va a ser más posible que nuestro
amor incluya a todos.

Si comenzamos por los últimos y despreciados, vamos a correr menos riesgos de


caer en la injusticia de la desigualdad.

Si miramos a la humanidad, desde el pobre, el marginado, nuestra mirada se


ensancha, nuestro horizonte de comprensión se amplía, y nuestro corazón no
excluirá a nadie y sabrá amar al que más lo necesita.

Desde esta mirada de reconocimiento de la dignidad humana, toda persona tiene


algo para dar. Dios mismo se ofrece a través de ella.

Toda escuela franciscana debe ser también pionera en la educación ecológica.


No puede concebirse hoy que aún no hayamos descubierto el valor planetario y
biocéntrico que tiene la cosmovisión franciscana, cuando para Francisco todas las
criaturas se revisten de dignidad y esplendor por ser vestigios de Dios. No
podemos esperar más, nuestras escuelas no sólo han de ser escuelas de
humanidad, sino escuelas de cuidado y protección de toda vida.

b) La fraternidad

La segunda nota de la espiritualidad franciscana a tener en cuenta para ser una


alternativa desde nuestros colegios en el ámbito donde estamos insertos es la
fraternidad.

Desde siempre hemos tenido el convencimiento de que sólo una Comunidad podía educar en la línea de educación integral cristiana
que buscábamos. Queremos que nuestros colegios sean ya una "comunidad" en la que también los niños experimentasen y
aprendiesen a vivir la fraternidad.

Para Francisco de Asís, el ámbito de las relaciones va más allá de las personas. La hermandad de Francisco es universal y cósmica.

La ruptura en las relaciones provoca fundamentalmente:

- el antidiálogo
- la incomunicación,
- el enfrentamiento yo-otro,
- el individualismo,
- la discriminación,
- la desigualdad,
- el poder y el autoritarismo,
- la competencia,
- la explotación,
- la marginación.

Por el contrario:

Hay una experiencia clave: la solidaridad.


Hay una actitud básica: el compartir.
Hay una disposición previa: la igualdad.
Hay una condición indispensable: el respeto.

El respeto, la igualdad, el compartir y la solidaridad hacen posible la vivencia de la fraternidad.

Si aplicamos lo que decíamos acerca de la "mirada" a todos los integrantes de la comunidad educativa, surgen nuevas preguntas:
¿Cómo nos miramos unos a otros? ¿Qué mirada fomenta el ambiente educativo ? ¿Quiénes son los otros para cada uno?

Para que la educación esté impregnada de identidad franciscana debería distinguirse por la fraternidad.

Una escuela franciscana debería distinguirse por el clima de amistad que se muestra en las relaciones, en el interés por el otro, el trato
cara a cara, el trato afectivo.

El clima de amistad se realiza por la palabra y el diálogo, medios válidos para convivir y superar los conflictos.

La confianza, el poder decir, el poder opinar, siempre desde el respeto; la participación, por la que hay lugar para todos; el abrir
constantemente espacios y el respetar los canales de comunicación, todo esto hace al clima amigable y fraterno.

El trabajo en equipo según funciones y tareas como por ejemplo: equipos directivos, equipos docentes, grupos de padres, grupos de
alumnos, animadores de grupos, departamentos... hacen y favorecen la escuela en fraternidad.

y aquí vale la pena reflexionar acerca de varias cuestiones:

La primera, ¿cómo se ejerce la autoridad en la escuela? Para Francisco la autoridad es sinónimo de servicio, a imagen de Jesús que
lava los pies de los discípulos.

En las diversas funciones del colegio son varios los que ejercen autoridad: directores, educadores, secretarios, tutores y en la familia,
los padres.

¿Cómo se ejerce esa autoridad? ¿desde el poder y el autoritarismo?, ¿o desde el servicio?

En segundo término, nos interesa preguntarnos acerca de una problemática que puede darse en nuestros colegios: la
discriminación.

¿Qué tratamiento merece esta cuestión? ¿La afrontamos como problema? ¿o debemos reconocer que somos incoherentes y que,
además de existir, se fomenta?

En el caso de los alumnos puede darse discriminación por:

quedan excluidos los menos dotados.


Capacidades intelectuales > quedan postergados los de otras razas.
Color de la piel > quedan postergados los pobres.
Recursos económicos >
La vestimenta > se descalifica al que no sigue la moda.
Forma de expresarse > quedan afuera los menos estimulados.
Enfermedad o discapacidad > se descarta aún más a quienes sufren enfermedades psíquicas.

Una consecuencia de la discriminación que es también causa, es el tercer aspecto que


vamos a tratar aquÍ como atentado a la fraternidad. Nos referimos a la competencia.

¿Qué se evalúa ya partir de qué? ¿Qué estimulamos? ¿Con qué medios? ¿Damos oportunidades? ¿Somos justos en dar esas
oportunidades?

Muchas veces creemos que damos igualdad de oportunidades porque a la hora de la carrera todos parten desde el mismo lugar y a la
misma hora. Pero si pensamos bien, esta justicia encierra engaño, porque si en la línea de salida hay distintos niveles, desnutridos y
bien alimentados, no están dadas equitativamente las posibilidades para llegar a la meta. Para el franciscanismo la justicia abarca las
posibilidades de cada uno, previas al punto de partida.

¿Quién crea este clima de fraternidad? Conviene advertir que a veces corremos el riesgo de esperar que esta tarea de armonizar la
convivencia, las relaciones fraternas, venga desde la catequesis.

Otras veces, se espera descubrir un método, pero en realidad la escuela franciscana se distingue por un estilo que lo conforman todos.

Hoy se tiende a hablar de pastoral educativa, entendiendo por tal, el contar con un plan de pastoral que exceda la tarea del aula.
Incluye celebraciones, formación permanente de educadores, convivencias para alumnos, padres, retiros, campamentos, etc.

Pero en realidad para que nuestra escuela sea centro de evangelización y para que la educación sea evangelizadora, hay que poner el
colegio en pastoral. Esto es, que la evangelización sea tarea de todos: del personal docente, deí personal no docente, de los directivos,
de los animadores de grupos, de los padres, de los miembros del gabinete psicopedagógico, etc.

Caracterizar a nuestra escuela por la fraternidad es posibilitar que la educación inculturada-liberadoraevangelizadora y profética sea
una realidad.

c) La libertad

A Francisco lo hizo libre la continua conversión a la desapropiación.

El desnudo efectivo ante su padre y los desnudos posteriores y progresivos de todas las ataduras que le impedía ser cada vez más
plenamente hijo del Padre y hermano de todos y de todo, lo hace acreedor de darnos luz en una cuestión que hoy está muy
desvirtuada: la libertad.

Desviaciones de la libertad

Hoy la libertad va de la mano del individualismo.

Herederos del iluminismo y el racionalismo, nuestra libertad se basa en aquel principio que defendemos y enseñamos, y al que
deberíamos mirar con cierto recelo, por no decir desconfianza. "Mi libertad termina donde comienza la de los demás".

Quizás deberíamos pensar que esta práctica de la libertad promueve el "no te metas", el "yo hago lo que quiero", "total si me pasa algo,
me pasa a mÍ".

Esta libertad se entiende desde la capacidad de opción de la persona, pero no siempre se opta por el bien. Y, en el caso de hacerlo
por el bien, se lo hace por el bien individual, olvidando el bien común. No es muy frecuente que al optar lo hagamos anteponiendo el
bien común al bien individual.

En esta concepción de la libertad encontramos coherencia entre la falta de armonía y la ruptura de lazos que se da en la vida fraterna.
De allí la primacía del individualismo sobre la solidaridad.

Los sistemas democráticos vigentes enarbolan la bandera de la libertad, pero podemos reconocer presiones que se ejercen sobre
nuestra manera de pensar y actuar:

 Los medios de comunicación, la publicidad, con la incitación al consumismo.

 Algunos comunicadores sociales, o creadores de opinión que ejercen su función al


servicio de los centros de poderes dominantes.

 Algunos grupos políticos "compradores" de votos.

 Las sectas, la carta astral, etc. y todo otro tipo de respuestas mágicas a los problemas acuciantes del hombre de hoy.

 La difusión y promoción de grupos que tienden redes sutiles y ganan adeptos ofreciendo
felicidad, paz...

 Las religiones, aún la católica; cuando se convierten en algo alienante, esclavizante, cuando se aferran a formas, cuando
transmiten verdades razonadas, frases hechas, en lugar de promover el encuentro con el Dios de la Vida, el Dios cercano.
Otro problema que se nos presenta hoy en el campo de la libertad es la moda psicologista de no poner límites por miedo a la
frustración.

Luego comprobamos, a veces tarde, que la falta de límites desestructura la personalidad, genera psicóticos, varones y mujeres (niños,
adolescentes y adultos) que ponen la acción fuera, muchas veces agresiva y violenta sin responsabilizarse de sus actos. también la
agresión puede recaer sobre sí mismo y derivar en dependencias como la droga que mata lentamente.

El sistema de vida permisivo lleva al libertinaje. Este sistema de vida que se impone cada vez más y con mayores sutilezas, desvaloriza
la Ética individual y la moral social.

Ante estas degradaciones, nos preguntamos ¿cómo educar para la libertad?

 En cada familia, en cada grupo humano donde se respeta la individualidad pero al mismo
tiempo se sabe escuchar, acompañar y ayudar unos a otros,

 allí donde el amor permite soportar, aceptar y perdonar,

 allí donde se aceptan los límites y ciertos condicionamientos propios de la convivencia, que favorece a todos,

 allí donde se busca y trabaja por el bien común y donde las personas pueden decir lo que
piensan y pueden expresar su palabra,

 allí donde no hay distintas categorías de participación y pueden vencer los miedos y los
prejuicios,

 allí donde se expresan solidariamente las tareas y se comparten,

 allí donde la fe es camino de encuentro con Dios Padre, con el Dios vivo y presente en la
historia de cada uno y del pueblo,

 allí donde la Palabra de Dios reúne a la comunidad.

Allí podemos decir que hay espacios para vivir la libertad auténtica. Son espacios para la vida, para la fraternidad, para el amor, para la
fe.

 Si se vive la fraternidad hay ambiente propicio para la experiencia de la libertad.

 Pensemos en la libertad evangélica a partir de la educación liberadora-evangelizadora. Quizás sea

 Éste un punto muy difícil de analizar porque es en el que más fallamos.

 Debemos planteamos la libertad evangélica como un constante camino de conversión.

 Vivir firmemente la fe. Y para que esa fe sea liberadora, debe llevamos al despojo, a la desapropiación.

Vivir la libertad evangélica supone darse: (Jn 8, 32)


- dar la vida por la Verdad,
- dar la vida por Cristo,
- dar la vida por los hermanos,
- jugarse la vida por la justicia.

Esta libertad evangélica hoy no sólo no es tenida en cuenta como posible, debido al individualismo reinante, sino que cuando alguien
intenta vivirla es considerado loco, tonto o estúpido: ¿qué es eso de dar, darse, entregarse, dejarse matar? Es remar contra corriente.
Pero mirándolo bien, es donde se juega nuestro ser cristiano. Así seremos por nuestra vida motivo de escándalo evangélico para las
mayorías, y si además, los otros se definen ante nosotros, seremos profetas.

Si nuestras comunidades educativas asumen esa libertad evangélica serán comunidades proféticas, comunidades de denuncia y de
anuncio. Nuestros colegios serán comunidades de fe liberadora ante los cuales, los otros se definan. Comunidades educativas
creadoras de comunidades. Hoy la vida reclama juntarse, unirse, solidarizarse, agruparse.

El signo que deberían otorgar nuestros colegios a esta realidad de vida comunitaria profética es:
- la liberación por la Verdad,
- la liberación por la Bondad,
- la liberación por la Paz y el Bien, que quiere decir Justicia.

Es cierto que los caminos que llevan a esta libertad evangélica suponen transitar los caminos de la libertad personal, auténticamente
vivida.

¿Para qué tipo de libertad estamos educando a nuestros alumnos? ¿Confundimos libertad con ciertos tipos de actitudes
individualistas?, ¿qué régimen de libertad reina en nuestro colegio, libertad tutelada, libertad asumida por cada uno, libertad "dentro
de un orden".....?

d) La alegría

Francisco es alegre porque vive el gozo profundo, la esperanza.

Vive la alegría profunda de la libertad de los hijos de Dios. Vive el gozo profundo de saberse hijos y amados del Padre. Viven la
esperanza porque asumen la cruz.Vive totalmente identificado con los sentimiento de Cristo en la Cruz, por amor.

Si afirmamos que el seguimiento de Jesús-pobre, obediente y crucificado, en respuesta al Amor gratuito del Padre, es lo que da a
Francisco razones para la alegría, el gozo y la esperanza, tendremos que saber buscar en nuestro ambiente, en nuestro medio: ¿quién
ama?, ¿quiénes están alegres y gozosos? ¿quiénes son capaces de vivir la esperanza?

Visiones negativas de la felicidad

En nuestro entorno vemos como se desvirtúa el sentimiento de felicidad.

A la felicidad y a la alegría se les propone desde el facilismo, lo superfluo, lo superficial, lo inmediato, el erotismo, el consumismo...

Una alegría que escapa a la cruz, a la muerte, a la enfermedad, a la vejez, a las arrugas, a todo tipo de declinación, a la discapacidad.

Cierto es también que hay sufrimientos impuestos por la injusticia de la pobreza, como el no acceso a la educación, al cuidado de la
salud, a la vida digna...

La alegría del hombre auténtico se expresa en el gozo por la vida, la salud, el nacimiento de los hijos.

El hombre auténtico goza de las pequeñas cosas. Tiene sentido del humor, sabe reírse de sí mismo.

Muchas veces, los pobres son los que nos enseñan este modo de vivir, sencillamente y con serenidad, aún en medio de privaciones.
Sin embargo, suelen ser los más criticados por irresponsables, vagos, inconscientes...

El hombre vive la alegría auténtica cuando integra lo negativo. Integra la decadencia, los sufrimientos, la cruz, las arrugas, los hijos no
esperados, la enfermedad, los contratiempos, la muerte.

El ser humano vive la alegría auténtica cuando es capaz de vivir la vida sin disfraces,
cuando no se mantiene a sí mismo y no engaña a los demás.

El hombre auténtico vive la alegría porque lo 'hace desde la fe. Vive gozoso, dando gratuitamente lo que gratuitamente le es dado por
Dios. Vive la vida como regalo y como don. Ese si es hombre de esperanza.

¿Cómo educadores qué nos hace felices?


¿Con qué nos conformamos para estar contentos?
¿Cómo contribuimos a la felicidad de los demás


4. FRANCISCO DE ASÍS, NUESTRO REFERENTE:EN QUÉ SE INSPIRA EN FRANCISCO DE ASÍS

I. INTRODUCCIÓN: LA SOCIEDAD Y LA IGLESIA DE AQUELLA ÉPOCA

En la historia de Occidente nos encontramos, con cierta frecuencia, con personajes que pueden ser considerados como legítimos
portadores de toda una época, síntesis de todo un movimiento y forma de vida que caracteriza a un tiempo concreto. Son hombres
que por su poder personal han sido capaces de transformar y revolucionar la historia del pensamiento, del arte, de la religión o de
cualquier otro aspecto de la vida del hombre. Francisco de Asís puede ser considerado como una de esas personas. El vigor de su
carácter, la originalidad de su vida y la atracción de su carisma hizo que la Iglesia de la Edad Media comenzara a sentir de forma
diversa a la tradicional los caminos de la vivencia evangélica. La fuerza original de este hombre fue el inicio de lo que hoy conocemos
como movimiento franciscano.

Sin embargo, dentro de esa peculiar originalidad de vida que nos presenta la figura de Francisco de Asís, no podemos menos de caer
en la cuenta de un aspecto importante: la dependencia histórica de su tiempo, lo que hace de él un representante extraordinario de la
sensibilidad de la baja Edad Media. De hecho, Francisco y el movimiento franciscano que nació con él hay que verlos, en su verdadera
perspectiva histórica, como la consecuencia lógica y natural de una cierta situación socio-religiosa muy concreta.

Estas dos dimensiones reales de la figura de Francisco de Asís, original y, a la vez, dependiente de su contexto religioso y social, hacen
del fundador del movimiento franciscano la persona más cercana y el idealista más interesante. Todos nos damos cuenta de que una
persona depende mucho del ambiente en que se mueve. De tal manera que, si conociéramos ese ambiente, tendríamos una estupenda
clave de interpretación de lo que esa persona dijo e hizo. Eso es justamente lo que pretendemos ahora: decir a grandes rasgos cuál fue
el contexto histórico, social y religioso, que le tocó vivir a Francisco de Asís, y que hizo de él el santo que hoy conocemos.

La sociedad en tiempos de Francisco

Desde hacía unos siglos, se iba abriendo paso a una sociedad burguesa, comerciante y urbana:

La vida empezó a girar en torno a las ciudades; por eso el control de la ciudad pasó a ser algo de gran importancia política.

Con el comercio, que configura el ambiente de esta sociedad, viene la movilidad de bienes, la clase nueva de los comerciantes y,
sobre todo, el dinero.

Se respira en la sociedad todo un ambiente caballeresco. Llegar a ser caballero era como legitimar la nobleza de la persona. Los
nuevos ricos aspiraban a ella y las pretensiones de los jóvenes como Francisco estaban dirigidas a la posibilidad de ser aceptados como
caballeros y así servir a los grandes señores, creyendo que luchaban por la justicia y el derecho.

La Iglesia en tiempos de Francisco

Una Iglesia sometida a los señores feudales que nombraban y deponían los cargos eclesiásticos a su antojo. El clero sufría una gran
decadencia cultural, espiritual y moral.
Y una Iglesia en reforma. Desde el papa Gregorio VII, hasta Inocencio III, papa en tiempo de Francisco, el esfuerzo de la reforma fue
grande, aunque los resultados no tanto.
La vida religiosa había girado hasta entonces en torno a los monasterios benedictinos, cistercienses y premonstratenses; en ellos se
apoyó Roma para la reforma de la Iglesia. Pero, en este tiempo, van apareciendo unos movimientos espirituales de seglares, que se
caracterizaban por la pobreza colectiva, la vida itinerante entre la gente sencilla y el anuncio del Evangelio; estos grupos propugnaron y
vivieron una notable reforma espiritual y moral, aunque muchos de ellos (humillados, cátaros, valdenses, pobres de Durando de
Huesca) rompieron con la institución eclesial.

¿Cómo influyó todo esto en Francisco de Asís?

El ambiente sociopolítico de Asís a comienzos del siglo XIII se ajusta al que hemos descrito. Ciudad en luchas con su convecina
Perusa, con mucho e intenso comercio. Era una Iglesia dependiente de Roma. La influencia de los movimientos heréticos se hacía
sentir frecuentemente.

Es ahí donde Francisco empezará su vida evangélica. Como los otros movimientos pauperísticos, Francisco valorará la pobreza radical,
la itinerancia, la fraternidad. Pero comprendió que él no podía realizar su ideal fuera de la Iglesia. Por eso vivirá siempre su vocación
en obediencia a la Iglesia. Al incrustar su carisma en la Iglesia, Francisco hizo nacer una nueva dimensión de la vida cristiana y
religiosa.

II. ALGUNOS APUNTES DE LA VIDA DE FRANCISCO

2.1. Los primeros pasos

Francisco nació en Asís, entre 1181 y 1182. Le pusieron de nombre Juan. Su padre, que estaba en Francia, cambió a su vuelta este
nombre por el de Francisco (francés). Su padre, Pedro Bernardone, era comerciante en tejidos, rico, de mentalidad burguesa;
frecuentemente, viajaba fuera del país, sobre todo a Francia. De su madre, Pica, sabemos poco; por lo que dicen los biógrafos,
comprendió el camino de su hijo. Francisco tuvo hermanos, uno de ellos se llamaba Ángel.

Francisco tuvo una cultura básica, buena para su época: sabía algo de latín y francés; fue educado en vistas al próspero negocio
familiar. Según los primeros biógrafos, era hábil para el negocio y amante del lujo y del buen vivir, educado y cortés, generoso con la
gente pobre. Su ambición era ser el primero en todo, creyendo que lo iba a conseguir por el dinero del que hacía depender su futuro.
Así era el Francisco cuyo interior sufrirá una fuerte transformación.

La conversión de Francisco fue un cambio de valores en su vida que le llevó a una opción concreta por un estilo de vida evangélico:

el sueño de grandeza económico-social de Francisco comenzó a quebrarse en sus mismos presupuestos. En 1202, a los 20 años,
participa en la batalla de Collestrada, la que le va a costar un año de cárcel en Perusa. Después de ser liberado, en 1205 se alista a las
órdenes del Conde Gentile y pocos días después vuelve a Asís en un estado de gran postración hasta caer fuertemente enfermo. Los
esquemas internos se van viniendo abajo. Vuelve a tomar el negocio y se va aproximando a los pobres y a los sacerdotes sencillos, a los
que les da dinero, siempre en ausencia de su padre. Peregrina a Roma como penitente. Poco a poco, va sufriendo una transformación
interna que tiene como ingredientes un cierto desencanto, la caridad con los pobres y la aspiración a algo distinto.

el momento crucial de su conversión fue el encuentro con un leproso en las inmediaciones de Asís. El leproso seguía siendo el
prototipo del marginado social. Según su propio testimonio, este encuentro supuso para él un cambio definitivo, la luz inicial. Lo
realmente importante fue el llegar a una comprensión distinta del sufrimiento humano y del mismo ser humano, la aceptación de su
propia inserción en la marginalidad, la entrada en los excluidos. Ese fue el gran cambio de perspectiva y de valor al que Francisco llegó
en su proceso de búsqueda de sentido a su vida.

esta nueva visión del hombre sufriente recibe un fuerte espaldarazo de fe en la revelación que Francisco tiene en su diálogo con el
Cristo de San Damián. La cruz de Jesús confirmaba su opción por el marginado y todas las decisiones que van a seguir: tomar el
estado de penitente, dedicarse a la oración solitaria, dar dinero a los pobres, ser encerrado por su padre y llevado después a los
tribunales. Camino doloroso hasta un total despojo y hasta la alegría nueva y distinta del camino evangélico encontrado.

2.2. La búsqueda de una vida evangélica

Los tres primeros años después de su conversión fueron de discernimiento: saber quién era y qué tenía que hacer. Años duros por las
incertidumbres, incomprensiones y hasta malos tratos que tuvo que sufrir. Pero años fecundos en los que perfiló el estilo de vida según
el Evangelio que después se empeñó en cumplir.

buscando a Cristo. Esta fue la gran tarea durante los años de reforma de la Iglesia de San Damián. Comenzó a clarificar su situación
personal: él no quería ser ni clérigo ni monje; tampoco hereje; quería ser un "menor", uno de los penitentes excluidos. Es decir, quería
ser un laico fiel a la Iglesia por el camino de la penitencia.

de este período de prueba le sacó la lectura del Evangelio de misión escuchado en 1208, que trajo consigo unos cuantos cambios a
los que hay que prestar importancia: cambio de vestido, acentuación de la pobreza, deja San Damián, inicia una sencilla predicación
de la penitencia evangélica.

inicia así un período nuevo que quedará aún más caracterizado por la llegada de algunos compañeros (Bernardo de Quintavalle,
Pedro Cattani...). La vida que les es revelada es la vida de Jesús: con esa ley nace la fraternidad. Los comienzos no fueron fáciles, pero
el grupo iba creciendo cada vez más y se iba clarificando su misión: anunciar la penitencia, la paz, la reconciliación.

Podemos sintetizar las bases sobre las que se apoyaba este primer grupo franciscano: oración, trabajo, pobreza, disponibilidad para los
demás, visitas frecuentes a las iglesias, respeto a los sacerdotes, exhortaciones públicas a la penitencia evangélica, toma de conciencia
de que algo nuevo está gestándose en aquella sociedad. Así nació la fraternidad: bajo el signo inequívoco del Evangelio.

en 1209, Francisco y sus primeros hermanos acuden a Roma para pedir la aprobación, por parte del papa Inocencio III, de su
forma de vida. La regla -que no conservamos- que fue presentada y aprobada no era otra cosa que un ramillete de citas evangélicas,
seguramente aquellas que habían consolidado su vocación y la de sus hermanos.

2.3. La Orden de los Hermanos Menores

Posiblemente nunca pasó por la mente de Francisco "fundar" una Orden. Lo suyo fue muy espontáneo, según lo fueron marcando las
circunstancias y el Espíritu. Ocurrió que el primer grupo de hermanos, con los que Francisco pasó horas de búsqueda y gozo
comunes, empezó a crecer con la venida de otros muchos hermanos. Los problemas no se hicieron esperar. Aunque tenían sus
reuniones ("capítulos"), no contaban con una infraestructura mínima. Francisco y sus hermanos lograron dar con el camino evangélico
a puro discernir y orar, a veces equivocándose y volviendo atrás. Porque aquel grupo de hermanos ¿a dónde iba?, ¿quiénes eran?
Comienza así el largo camino histórico de la Orden de los Hermanos Menores.

¿Qué supuso este cambio (el nacimiento de la Orden) para Francisco, para los hermanos y para la Iglesia?

para Francisco supuso una gran dificultad por no saber cómo conjugar la libertad evangélica con la necesaria estructura de un grupo
grande. Él aceptó los hechos, las orientaciones de la Curia romana, el dirigir la Orden lo mejor que supo, pero en su interior era un
juglar de Dios, el joven mercader que se encontró de lleno con Jesús, el hombre popular de una espiritualidad como la del pueblo.

para los hermanos también les fue difícil el encontrar un modo de vida evangélico en la estructura que iba naciendo. ¿Cómo
mantener una estructura (superiores, provincias, capítulos oficiales, estructurar las casas, no ir por el mundo tan a salto de mata) en la
línea del santo Evangelio pura y simplemente vivido? No les fue fácil. Pero siempre hubo hombres clarividentes (Juan de Parma, san
Buenaventura) que ayudaron a mantener vivo el núcleo de lo aprendido en Francisco: lo más importante de todo era el ideal
evangélico. Por él buscaron, sufrieron, lucharon y hasta se hicieron daño mutuamente.

para la Iglesia esta evolución tuvo también su importancia. Los Hermanos Menores ya no eran un grupo inclasificable y con un gran
interrogante sobre su futuro. Era algo distinto de las órdenes existentes, algo nacido con un espíritu y arranque nuevos. Por eso mismo
era una fuerza renovadora, una esperanza evangélica para toda la Iglesia.
Esta situación presenta su lado positivo (posibilidad de pervivir en el futuro, poder ampliar la oferta del mensaje franciscano a otros
hombres ansiosos de vida evangélica, garantía de la solidez cristiana al insertarse en la gran corriente de la historia salvadora de la
Iglesia de Jesús) y su lado negativo (restó brillo y espontaneidad a la primera opción franciscana, complicó las cosas malgastando
muchas energías, y aun vidas, en cosas ajenas al trabajo por el Evangelio). Cara y cruz de una realidad.

No obstante, el ideal evangélico no se ahogó en la evolución de la Orden, sino que encontró su sitio en el conjunto del plan de
salvación de la Iglesia. Por lo que podemos decir que el espíritu franciscano está bien vivo en la Orden de Hermanos Menores, y que
el estilo evangélico de vida late en su propio corazón.

Por otra parte, esta estructura inicial de la Orden posibilitó también que los laicos, hombres y mujeres, pudieran pensar en vivir al
estilo franciscano desde su situación concreta. De tal manera tomó fuerza el movimiento de Francisco, que muchos creyentes vieron
en el mensaje franciscano un camino abierto a su deseo de vida evangélica. Este amplio movimiento de penitencia es lo que
posteriormente se llamaría Orden Tercera y en la actualidad Orden Franciscana Seglar.

Tras un viaje a Palestina (1219) para predicar pacíficamente el mensaje de Jesús aun a costa del martirio, Francisco hizo un esfuerzo
por mantener a su numeroso grupo de hermanos en el camino evangélico aceptado desde el principio. Para salvar este ideal
amenazado por el deseo de organizarse al estilo de las grandes órdenes, Francisco pidió un cardenal protector que lo mantuviera en
contacto con la Iglesia, renunció por criterio evangélico a su jefatura en la Orden y escribió una Regla (1223) con lo más nuclear del
Evangelio. Así se salvó el ideal evangélico a pesar de las dificultades y sombras.

2.4. El final del camino

El último período de la vida de Francisco (1223-1226) es el más sufriente, pero también el más fecundo. No sólo por la serie de
circunstancias que confluyen, sino también porque en este tiempo Francisco ha sabido hacer como una síntesis de vida cristiana. Esta
síntesis tiene, sin duda, un nombre: Cristo, siervo y Señor. Efectivamente, Cristo es el criterio. Todo queda leído desde Él, desde su
realidad salvadora. De Él supo sacar Francisco la fuerza para llevar adelante la obra de lo que él consideraba ser la consolidación de su
ideal evangélico.

a) La experiencia de la debilidad. Los tres últimos años de su vida fueron de una experiencia de debilidad, tanto física (a causa de la
enfermedad) como fraterna (la convivencia diaria con quien había ya adquirido fama de santo no debía resultar fácil a veces).

b) Las llagas. La experiencia de las llagas (septiembre de 1224) fue de capital importancia en el proceso espiritual de Francisco. Nunca
podremos captar el alcance último de este insólito hecho. Fue la manifestación externa de un largo y peculiar proceso de reflexión,
vivencia e imitación de Jesús, siervo y crucificado.

c) Intensificación del afecto por los hermanos. Observando las relaciones de Francisco con sus próximos en estos años finales de su
vida, parece intensificarse en él ese afecto por las personas y los hermanos que le eran más cercanos (León, Bernardo, Clara,
Jacoba...).

d) Greccio: algo más que una representación. Es en esta época donde se sitúa el episodio familiar a todo amante de lo franciscano: la
navidad de Greccio. Para Francisco, conmemorar el nacimiento de Jesús es, sobre todo, un misterio de pobreza y de fragilidad, de
cruz anticipada; el pesebre es el lugar del suplicio del recién nacido. El gozo navideño pasa por ahí, es un gozo cristiano, un gozo
distinto.
Greccio y el Alvernia representan los dos pilares sobre los que se apoya la espiritualidad franciscana: la encarnación y la muerte de
Jesús, Señor y siervo. Greccio no es una simple representación escénica: es la veneración del lugar de pobreza de Jesús, del pesebre.

e) El final. Los relatos sobre la muerte de Francisco son pasajes de verdadera unción franciscana. De ellos queremos destacar dos
detalles:

Francisco quiso morir totalmente desnudo ¿Por qué? Por pobreza y humildad, dicen los biógrafos. Nosotros entrevemos aquí un
gesto profético (ante los que se ven tentados de cargos, privilegios y fuerte organización con riesgo del despojo evangélico) y duro.

Una vez muerto en la Porciúncula, cuando lo subían a Asís, lo entraron a San Damián. Clara y sus hermanas vieron por última vez a
Francisco y lloraron ante él. Aquel llanto no era sólo signo de un afecto, sino también el sello de la fidelidad. Ellas mantuvieron el
ideal que Francisco les mostró con la fuerza y la pureza del primer día.

(Extractado de: Fidel de Aizpurúa, El camino de Francisco de Asís. Curso básico de Franciscanismo, Ed. Asís, Valencia 1991, pp. 13-
65)
—4b. FRANCISCO DE ASÍS,NUESTRO REFERENTE:

en qué se inspira Francisco de Asís

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿En qué se parecen la época de Francisco y nuestra época? ¿Te parece que hay alguna semejanza entre el marco sociopolítico del
tiempo de Francisco y el nuestro?

2. ¿Cómo hacer del Evangelio el motor real de la vida de quienes quieren vivir el Evangelio como Francisco de Asís?

3. ¿Crees que lo más cautivador del franciscanismo es su capacidad de evocar y de conducir al Evangelio de Jesús? ¿Sigue siendo
Francisco un motivo de inspiración evangélica para el hombre de hoy?

4. ¿Cómo y desde dónde el seguidor de Francisco puede hacer hoy una oferta de fe al hombre secular y postmoderno?

TEXTOS PARA LA LECTURA Y REFLEXIÓN

1. "Francisco es un misterio. Lo era ya para sus contemporáneos y lo sigue siendo para nosotros. Y un misterio no debe ser desvelado
a la ligera; de lo contrario se destruye, con el enigma, la realidad misma. Se le debe dejar en su insondable profundidad, en su difícil
tensión interna. Ante el misterio hay que permanecer en silencio. Hay que buscar el contacto inmediato con él. Y cuando se le
contempla con mirada fija y penetrante, entonces podrá ocurrir que nos entregue algo de su esencia íntima, fecundando el alma del
hombre reflexivo y llenándola de alegría. Naturalmente, siempre en la forma como lo puede hacer un misterio: descorriendo el velo
para dejar entrever secretos aún más hondos...

Pasa con Francisco como con una obra de arte, o con las percepciones elementales de nuestros sentidos. Propiamente hablando una
obra de arte no puede ser descrita. El que no la ha visto, oído y tocado no puede lograr una representación adecuada de la misma. Por
más que se le explique, no es posible que un ciego de nacimiento, un sordo o uno que carece de olfato lleguen a tener representación
adecuada de lo que es un color, un sonido o un perfume.

Francisco fue un hombre original y único en una forma que apenas es posible definir concretamente. y por ellos era, en lo que tenía
de más personal y suyo, rigurosamente incomparable..." (Joseph Lortz).

2. "Encontrar a san Francisco de Asís es una aventura del espíritu, dulce, fuerte, inquietante, siempre nueva. A veces él viene a nuestro
encuentro como los lugares de nuestra infancia, donde todo aparece presente y, a la vez, lejano, irreparablemente perdido y más vivo
que nunca. En otros momentos el sentido de la distancia se agudiza hasta sentir un desgarrón, y Francisco de Asís, hombre
profundamente enraizado en su tiempo y, a la vez, "peregrino del absoluto", parece encaminarse solo hacia regiones desconocidas,
extrañas e impracticables a nuestros pasos cotidianos. Ojos y corazón lo persiguen con el estupor de una pregunta: ¿Está él lejano de
nosotros o estamos nosotros lejos de vivir la verdad de nosotros mismos?

El misterio de Francisco de Asís no es una novedad. La fascinación por él debió parecer incomprensible también a sus primeros
compañeros, como aquel "hermano Maseo de Marignano, hombre de gran santidad y discreción y dotado de gracia para hablar de
Dios; por ello lo amaba mucho san Francisco", que en una página inolvidable de las Florecillas es presentado preguntado a Francisco,
casi con un tono de reproche: "¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti?... Tú no eres hermoso de cuerpo, no sobresales por la
ciencia, no eres noble, y entonces, ¿por qué todo el mundo va en pos de ti?".

La respuesta de Francisco corta de raíz toda tentación de triunfalismo humano con el filo cortante de la verdad de Dios: "¿Quieres
saber por qué a mí? ¿Quieres saber por qué a mí viene todo el mundo? Esto me viene de los ojos del Dios altísimo, que miran en
todas partes a buenos y malos, y esos ojos santísimos no han visto, entre los pecadores, ninguno más vil ni más inútil, ni más grande
pecador que yo. Y como no ha hallado sobre la tierra otra criatura más vil para realizar la obra maravillosa que se había propuesto, me
ha escogido a mí para confundir la nobleza, la grandeza, y la fortaleza, y la belleza, y la sabiduría del mundo, a fin de que quede
patente que de Él, y no de creatura alguna, proviene toda virtud y todo bien, y nadie puede gloriarse en presencia de Él, sino que
quien se gloría, ha de gloriarse en el Señor, a quien pertenece todo honor y toda gloria por siempre" (Flor 10).

El secreto de Francisco descansa en el misterio de la Gracia, pero quien investiga los misterios a menudo no menos inaccesibles de la
historia (incluso aquella que según Francisco consiste en amar y vivir como gracia), intentará clarificar de algún modo las razones
históricas de la inagotable actualidad de una figura y de un mensaje a los que nuestro tiempo mira con renovado interés: y he aquí
emerger de una parte la fuerza revolucionaria y pacífica con la que Francisco de Asís ha propuesto, a personas y comunidades, la vida
del Evangelio de Jesucristo, y por otra parte el extraordinario enriquecimiento de humanidad y de candor de niño, amor filial al Padre
y amor fraterno a cada criatura, significado vivísimo de una justicia superior a la historia y 'dulzura de alma y cuerpo' al curar las llagas
de los propios hermanos. Por un instante, la luz del proyecto de Dios plenamente revelado en Cristo, vuelve a desposarse en
Francisco con nuestro sueño encendido de un mundo pacífico y de una humanidad reconciliada, que busca, conoce y vive la suprema
justicia del amor" (Carlos Paolazzi).

3. "El Poverello de Asís fue hijo del siglo XIII. Fue su siglo. Ni mejor ni peor que los siguientes. Nosotros somos hijos del siglo XX. Es
nuestro siglo. Ni mejor ni peor que todos los anteriores. No podremos canonizarlo. Pero tampoco nos sería lícito anatematizarlo.

Pero reconozcamos que, montada en gran parte sobre la economía -elemento importante, en cualquier momento histórico, pero
nunca el más importante-, nuestra sociedad de producción y consumo se está construyendo sobre el fundamento menos real y más
fluctuante de la historia: el dinero. Y, como consecuencia más o menos próxima o remota de la 'voluntad de poder', esta cultura
orientada por el simple 'tener' -'necrofilia' la ha denominado E. Fromm- se está devorando los valores del orden del 'ser'. Preocupada
por crear más y más ricos en lo material, la cultura actual está haciéndonos cada vez más pobres en lo espiritual.

¿Dónde encontrar ese 'suplemento de alma', que con tanta insistencia postulara Bergson, para nivelar el desequilibrio originado por la
ciencia, la técnica, la economía?...

En una sociedad como la nuestra, en la que, frente a Dios, el hombre no sabe ser hijo; y, frente al hombre, no sabe ser hermano; y,
frente a las cosas, no sabe oír su canto ni cantarlas por no saber ser señor de las mismas, aquel lejano y siempre actual Poverello de
Asís no deja realmente de ser un mensaje para hoy" (M. Díez Presa).

4. FRANCISCO DE ASÍS, TESTIGO DE LA AMISTAD EVANGÉLICA

I. Preámbulo

El recuerdo de Francisco ha invitado a muchos a descubrir el estilo de vida evangélica que él experimentó, como la posibilidad de
renovar la Iglesia. Lanzó su ofrecimiento y continúa siendo interpelador.

II. Contenidos del estilo de Francisco

1) Francisco es un hombre provocado por la Palabra.

Desde ella se ha convertido a un amor sin límites. Francisco respondió a una palabra que le interpelaba: "Restaura mi casa que está
cayendo"; su respuesta es la conversión y la fidelidad la entera Palabra de Dios. Todo deseará hacerlo desde la Palabra. Por eso, a
partir de "este fundamento", podemos comprender todas las actitudes de Francisco. Es un creyente que existe a partir de la Palabra.

2) Francisco es un hombre de fe.

La fe de Francisco, es fruto del abandono y la confianza pero también de la


audacia. Francisco pasó de la fe en sí mismo (recordemos como era el animador de
la juventud de Asís, que esperaba ser un caballero famoso...) a fiarse solamente de
Dios, abandonándose a Él. Por eso Francisco deja que Dios tenga siempre en él la
iniciativa, que le lleve a dónde quiera, y por eso mismo le irá llevando a una visión
nueva de todo. Desde el momento en el que Francisco supo responder a Jesús, que
le indica que está buscando al siervo - deseaba ser caballero de un señor famoso- en
lugar del patrón, Francisco capta la indicación, para decir inmediatamente: "¿Qué
quieres que haga, Señor?" Aquí, en esa pregunta sincera, está toda la fe de Francisco
en germen. A lo largo de su vida, no hará otra cosa que irla explicitando.

3) Francisco, es el amigo de Jesús despojado de todo.

Hombres como Francisco, que renuncian a sí rnismo para promocionar la vivencia


del misterio de Cristo en el mundo, supone que ellos han hallado lo fundamental
de su personalidad humana, que es la actitud de devolver al mismo hombre su
propio sentido de ser. Francisco halla ese sentido, en el descubrimiento de Jesús
liberado en su pobreza, que nos provoca a la liberación personal. De ahí que la
comunión de Francisco con Jesús despojado de todo, es su fuente de liberación permanente. Liberación de su familia, de su nivel
social burgués, de la estructura religiosa de un estilo monástico feudal que le hubiera impedido ser "el pobrecillo" a causa de Jesús.
Pasará Francisco, delante de los bienpensantes como "antisocial y antieconómico", pero es igual porque instaurara revolucionariamente
un nuevo estilo social.

4) Francisco es el hombre del Evangelio.

El Evangelio le hace ser a Francisco, hermano de todos desde su minoridad; pero su vivencia evangélica le lleva a buscar sin cesar en
cada una de las actitudes de Cristo, un programa de vida que le exige mayor observancia del Santo Evangelio. Así dirá Celano que
"especialmente recordaba la humildad de la Encarnación y la Caridad de la Pasión y raramente pensaba en otra cosa" (1 Cel 8).

Todo el Evangelio llevaba a Francisco por nuevos caminos de simplicidad. El camino de Francisco en Cristo, ha tenido todas las
características de la simplicidad y por eso de la totalidad, es decir, sin excluir nada de su personalidad. Francisco buscó a Jesús
totalmente: con su pensamiento, con su fantasía, con sus sentimientos. Por eso Francisco canta y llora, suspira y salta de gozo. Todo él,
sencillamente, está asumido por la causa de Jesús y de su Evangelio. De ahí que el ejercicio continuo de la voluntad, el sentido del
recomenzar, la constancia de la repetición simple de una oblación, que hacen de Francisco un gigante de la voluntad en el darse como
Jesús se dio, sin condiciones.

Pero la simplicidad es en Francisco la totalidad del don que él, el Pequeño de Asís, hace de sí mismo y por su modo de darse, ha
constituido un estilo nuevo en el darse para muchos hombres y mujeres a lo largo de 800 años.

5) Francisco, iniciador de una nueva espiritualidad.

La espiritualidad franciscana, no ha aparecido en la Iglesia como una doctrina expuesta orgánicamente y menos como una ideología.
Sino que ha nacido sobre todo, como una experiencia de vida y de ahí que tenga las notas típicas de la experiencia:

La inmediatez; resortes hondos y variedad de posibilidades; pero sobre todo, tiene la característica principal de toda experiencia: la
incomunicabilidad, entendida en el hecho de que la experiencia es una vivencia personal, que no se puede traspasar con fórmulas
hechas, sino que debe ser revivida por cada uno y por el grupo en su conjunto.

Cuando Francisco dejó su casa paterna, no tenía un programa previsto o un itinerario preestablecido. Sino solamente un propósito
clarísimo y simplicísimo: seguir a Cristo en su vida de amor y dolor, y vivir el Evangelio "sin añadiduras". Y es de esta orientación
inicial de Francisco, que tiene origen el movimiento franciscano y surge su espiritualidad en bien de toda la Iglesia. Francisco "varón
católico y todo él apostólico", como se le ha llamado, vive toda esa experiencia evangélica en el interior de la comunidad eclesial y por
eso sirvió de fermento a muchos.

Francisco crea la espiritualidad de "vivir el Evangelio día a día", casi podríamos decir "momento a momento", en todas las situaciones y
relaciones humanas, en las circunstancias previstas e imprevistas, siempre mirando al Sumo Bien.
Seguramente un eje de la espiritualidad franciscana es la libertad; de ella derivará todo, pues es desde la libertad recibida como don
del Espíritu, que todas las necesidades ficticias (materiales y espirituales) se desvanecen y Francisco lo sabe y lo vive a fondo. Así, esa
libertad espiritual le permite a Francisco ser padre de tantas personalidades libre y originales: desde Clara a Pedro de Alcántara, hasta
los mártires franciscanos de todos los tiempos, pasando por Maximiliano Kolbe, para llegar a un terciario franciscano como lo fue
Juan XXIII. Todos esos franciscanos, no imitan a San Francisco, sino que participan de su libertad cristiana y se colocan en el mismo
punto de partida de Francisco, es decir, delante del Evangelio, para convertirse como Francisco en discípulos felices y enamorados de
Cristo. Solamente así, se entiende la espiritualidad franciscana en su variedad de testimonios tan plurales y originales.

De ahí que para Francisco, vivir según el Evangelio es "comenzar a servir al Señor" como nos dice San Buenaventura en su vida de San
Francisco, aunque esa frase del santo, la diga casi en el umbral de la muerte, pero el Hermano Francisco, siempre estaba comenzando
de nuevo, por eso era siempre original, en vivir el Evangelio. Cada día era un paso inédito. Esa es además la humildad de Francisco: el
comenzar siempre, aunque hubiera ya dado tantos pasos, pero considerándose siempre el "gran pecador", no tenía miedo de volver a
comenzar.

6) Francisco es el cristiano de la pequeñez y de la humildad.

Liberarse del todo a causa del Reino de Dios, supone también poner en plena luz nuestro ser más profundo. Así podernos
presentarnos a todos, libremente, y abrirnos a Dios y a los hermanos desde nuestra verdad auténtica. Para Francisco, esa sed de
limpieza, sinceridad, honradez fue el fundamento de su pequeñez y humildad, sobre el que fundamentó su personalidad, hecha de
sencillez evangélica.
El resultado de ese proceso, en Francisco y en sus discípulos, fue éste: poder ofrecerse a todos en un servicio de reconciliación y en
una llamada a la penitencia, que precede al crecimiento del Reino en nosotros. Pero para ello, la humildad de Francisco, antes le ha
reconciliado plenamente consigo mismo y pudo así ser reconciliador humilde y desinteresado entre todos. Por eso Francisco no
permitía que en él germinase ninguna semilla de tentación que le impidiera vivir el estado de humildad, escogido definitivamente por
él. Para Francisco la humildad-pequeñez-minoridad, es una situación de ejemplaridad, de la cual brotan las demás actitudes cristianas,
porque para él, de la humildad necesariamente brota la confianza hacia Dios y hacia los hermanos. Además, para Francisco, también
desde la humildad, la caridad es transfigurante y factor transformante del hombre.

Igualmente en Francisco la humildad, es el fundamento del servicio apostólico a los demás. En el episodio famoso de los ladrones a
quienes invita a sus hermanos menores a servir en Montecasale, Francisco dice a sus frailes: "Dios les llamará a la conversión, por la
humildad y la paciencia que vosotros les sabréis demostrar".

Francisco sabía bien que la fecundidad apostólica, incluye la humildad amorosa: "No me parecería ser un hermano menor, dice el
santo, si cuando me insulten y me rechacen con vergüenza e incluso si no me aceptasen como superior suyo, no tuviera la alegría y
mantuviera el mismo rostro que tenía, cuando me recibían con honor y veneración". Podemos decir que: "aquí está todo Francisco".

Para San Francisco, la humildad supone la igualdad armónica del temperamento, la estabilidad en el equilibrio interior, tanto más
seguro cuanta mayor sea la opción por la humildad, que da fundamento al gozo del hombre sencillo en la pequeñez. Gozo que asume
en el proceso de la humildad, desde las pequeñas humillaciones diarias que la Providencia permite para que caminemos en la libertad.
En la humildad que vivió Francisco, su libertad iba creciendo por la misma grandeza de esa humildad suya, que le facilitan la plenitud
de la libertad. Esa es la razón de que haya tanta verdad en Francisco, pues su humildad le lleva sin cesar a la transparencia. Esa es la
causa de que Francisco sea un hombre crucificado por el despojo, pero al mismo tiempo transfigurado por la libertad y el amor. Pero
Francisco ha vivido antes todo un itinerario de "tontería evangélica", del ser "locos por Cristo", para corresponder al amor loco de Dios
hacia los hombres. Y ésa es la suprema razón de ser del franciscanismo: corresponder al amor que en Jesús, el Padre nos ha tenido
primero.

7) La amistad relacional de Francisco.

Francisco fue un gran amigo de los hombres; las vidas que tenemos de él, nos lo demuestran, pues nos presentan a Francisco siempre
en amistad con alguien.

Francisco fue gran amigo de la naturaleza y Juan Pablo II lo ha proclamado patrono de los ecologistas, pero no podemos olvidar que
sobre todo Francisco es el amigo de los hombres, cada hombre es su hermano y amigo: las dos cosas a la vez, aunque a veces sea
difícil.

El sentido de la amistad festiva Francisco lo llevará siempre consigo, desde que era el rey de la juventud asisiense. De esa amistad
gozosa, Francisco ha hecho también el alma y el estilo de su fraternidad y de su presencia. Más aún: su progresivo modo de
convertirse al amor de Dios, siempre va acompañado de amistades cada vez más variadas. Y su estilo de amistad le hace revelar la
riqueza y gentileza de su espíritu.

El secreto de la amistad de Francisco está todo aquí: Francisco, llevando y hasta empujando a sus amigos por el camino del amor de
Dios, no alteraba ni marcaba psicológicamente a quienes hacía semejantes a sí, pues quería que "fuesen ellos mismos". Y cada uno de
sus hermanos, seguidores y amigos, continuará siendo él mismo. Por eso Francisco acepta a cada uno como es y en lo hondo de cada
uno, capta signos positivos de bien.

Francisco es un creador de amistad, pero de una amistad respetuosa de cada originalidad propia, porque su amistad no es unificadora
ni posesiva, sino originadora de relaciones nuevas y plurales, que disfruta de la originalidad de los demás.

Por ello mismo, Francisco tiene hacia cada amigo unos rasgos tan exquisitos de ternura; así escribirá a Fray León:

"Y si te es necesario para tu alma o para otra consolación, y quieres venir a verme, ven... Así te lo digo, hijo mío, como una madre."

No hay nada postizo en esa y en tantas otras fórmulas parecidas, sino expresión de una amistad libre y de una libertad desconcertante.

Su amistad con Clara, la "pequeña plantita", su relación con el Conde Orlando, su comunión con la Hermana Jacoba, con los leprosos,
con el Cardenal Hugolino, su fraterna delicadeza con cada hermano menor: todas esas amistades son un tejido de ternura honda,
varonil y de una amistad nueva. En su libertad respetuosa y gozosa hacia todos, Francisco construyó una red de amistades, red original
por lo variada y red de relaciones ricas en comunicación de fe y amor evangélico.
En resumen: la amistad de Francisco, supuso siempre en él, una enorme capacidad de relacionarse con cada hombre, en el que
siempre descubría a un hermano. Francisco fue un servidor evangélico de la comunión fraternal y de la misma comunión eclesial,
porque fomentó y él mismo vivió con intensidad, la comunión interpersonal.

Siempre. Por tanto, buscó la lealtad en las relaciones con todos, incluso en la franca corrección fraterna, como la tuvo con aquel
hermano del primer grupo de Rivotorto, que no trabajaba ni pedía limosna pero comía bien, pero a quien Francisco dirá con libertad:
"Hermano Mosca, sigue tu camino, porque te aprovechas del trabajo de tus hermanos y estás ocioso en el trabajo del Señor".

Lealtad y libertad en el hablar, son el soporte del lenguaje relacional de Francisco, que se dejaba guiar siempre por un profundo
sentido del realismo y que prolonga hacia todos su propia amistad relacional con Jesucristo, quien usa de la amistad de Francisco para
ofrecería desde él a todos. Por eso la amistad, para el Pobre de Asís, es una relación promocionadora de amistad con Jesús mismo y
acercarse a Francisco, era y es, acercarse desde él a Jesús mismo.

Y como pocos lo han sido, Francisco se transformó en mediación entre Cristo y sus hermanos, entre sus hermanos los hombres y
Cristo.

(Lorenzo Alcina, Francisco de Asís y Carlos de Foucauld, testigos de la amistad evangélica, Iesus Cáritas, 1/83, 24-32).

San Francisco y la cultura

Muchos pueden pensar si el franciscanismo tiene algo que ver con la cultura y con los estudios, cuando frecuentemente se tiene una
imagen estereotipada de Francisco de Asís como hombre ignorante, simple e inculto, y de los franciscanos como frailes cercanos al
pueblo, sencillos, tal vez toscos, pero bastante distanciados del mundo de la cultura, que correspondería a otras órdenes religiosas y a
otros sectores de la sociedad. Incluso dentro de la Orden misma se ha dado cierta prevención y resistencia contra los estudios.

Sin embargo, cuando analizamos el recorrido histórico del franciscanismo nos encontramos con grandes personalidades y pensadores
de primera magnitud que han sabido ofrecer al mundo de la cultura formidables sistemas de pensamiento, profundas síntesis
filosófico-teológicas de reflexión y de vida, de teoría y de práctica, de humanidad y de mística.

Quizá uno de los momentos más paradójicos y curiosos que encontramos en la historia de la cultura es la sorprendente y
desconcertante conjunción entre Francisco de Asís y la misma cultura. No se explica fácilmente cómo este santo cristiano, considerado
como inculto, ignorante e idiota (en el sentido de no saber) haya tenido un influjo tan grande en la historia de la cultura occidental y
una fascinación en las culturas no occidentales. Francisco fue un creador de cultura, no distribuidor ni consumidor de cultura. Estaba
muy lejos de la avidez libresca, pero era hombre de profunda y prolongada reflexión y estudio personalizado. No estudió en los libros,
sino en las fuentes que originan los libros y que inspiran tantos volúmenes de biblioteca. El Pobrecillo ha contribuido, con su estilo de
vida, a crear una forma de ser y de vivir con no pocas repercusiones en la cultura occidental.

Repercusiones del pensamiento franciscano en la cultura

Para San Buenaventura toda la realidad creada constituye una grandiosa síntesis ontológica que expresa la presencia de su creador. El
mundo, el hombre y Dios no son realidades antagónicas ni seres separados ni rivales, sino que constituyen armonía en el orden del
ser, del conocer y del vivir. Esa armonía sólo se resiente cuando la voluntad del hombre, a través de su libertad, altera lo establecido
ontológicamente. La experiencia vivida bonaventuriana se ha transformado en una cultura característica del ver, del escuchar, del
participar, del trascender y del comunicar.

Roger Bacon es un franciscano muy típico que aplicó su inteligencia aguda y amante a ver, analizar y experimentar la naturaleza y los
seres que hay en ella. No se limita a ser un secretario de la cultura de su tiempo, no hizo un frío inventario de los bienes y de los males
que padecían la sociedad y la Iglesia de su época. Fue un genio creador que ofreció posibles soluciones allí donde creyó encontrar
limitaciones, desviaciones o malformaciones religiosas, sociales y culturales. Su Opus Maius, Opus Minus y Opus tertium son
reiteraciones de una misma preocupación: ofrecer una lectura científica, filosófica y teológica más armónica, unitaria e interdisciplinar
de los diversos campos de la realidad y del saber. Su Carta a Clemente IV es un grandioso proyecto por llegar al saber enciclopédico
de toda la cultura de su tiempo. Él creía sinceramente en la fuerza de la inteligencia humilde, y que a través del estudio se podía llegar
a una reforma de la Iglesia, a un saneamiento de la sociedad y a una mejor fundamentación del saber. Él proyecto una gran
enciclopedia, en la que el árbol del saber estuviera perfectamente integrado en una estructura ción vital, armónica e interdependiente.
El saber práctico domina totalmente el pensamiento baconiano; por eso la filosofía moral es el fin de las demás partes del saber. La
sabiduría, pues, no es pura ciencia, sino virtud intelectual con necesarias incidencias prácticas. El hombre debe saber para poder vivir
mejor en conformidad con su estado. Aquí se ve cómo la dimensión práctica de San Francisco queda perfectamente recogida en la
concepción intelectual de este pensador original.

Juan Duns Scoto comprendió perfectamente el gran problema universitario de su tiempo, es decir, la relación entre filosofía y teología,
la razón y la fe. Vio la naturaleza con ojo franciscano y si en el campo de la filosofía supo ofrecer una visión de la metafísica de gran
originalidad, en el campo de la teología logró ofrecer una visión arquitectónica desde la perspectiva integradora del cristocentrismo.
Escoto hace filosofía y teología desde el interior de una experiencia concreta, que se llama experiencia franciscana. El pensamiento
escotista es esencialmente concéntrico y gira en torno a centros nucleares para luego, desde allí, poder ver la realidad en plenitud de
perspectivas. Esos centros nucleares son Dios, Cristo, el hombre y el mundo. Escoto describe el universo en forma piramidal, donde
tanto el orden lógico como el ontológico se escalonan gradualmente partiendo de lo inferior hasta llegar a lo superior, siendo el
hombre no sólo la conjunción de la naturaleza sensible con la naturaleza inteligible, sino también el compendio de toda la creación
que, por medio de él, se eleva a Dios por la fuerza actuante del Verbo encarnado.

Guillermo de Ockham es un pensador bisagra entre dos culturas limítrofes en el tiempo, pero distantes en sus intenciones y en sus
propósitos. Se percató de que los planteamientos filosófico-teológicos anteriores ya no valían como solución adecuada a los nuevos
desafíos culturales, sociales y políticos. Y así emprendió un nuevo camino, no con voluntad demoledora sino con voluntad decisiva,
para ofrecer una respuesta cultural que él creía más acertada y más válida para los hombres de su tiempo.

¿Qué puede aportar lo franciscano a una cultura de la paz?

Vivimos en una sociedad de clara y abierta competitividad en el poder, saber y tener; y en la que se manifiesta la rivalidad, la
agresividad y la violencia. La violencia practicada en forma de agresión bestial o en forma culta y elegante. La violencia se reviste de
mil formas: culturales, políticas, ideológicas, religiosas, económicas, propagandísticas, jurídicas, pedagógicas, etc. Se hiere no sólo con
las armas, sino también con las palabras mortificantes, con gestos desacralizantes, con formas inciviles, con pretensiones arrogantes. Se
atacan los derechos más elementales (vida, trabajo, casa, alimento, familia), como igualmente el respeto, el pudor, la propia
sensibilidad, la intimidad y los sentimientos más profundos.

Nos hemos habituado de tal modo a la violencia, sobre todo a las violencias menudas de la cotidianeidad, que ya la interpretamos
como la factura que tenemos que pagar por nuestro puesto en la sociedad democratizada.

Ante esta situación de violencia, se pueden seguir unos caminos que contribuyan a una cultura de la paz desde el punto de vista
franciscano:

1. Reconocimiento de la dignidad humana. Para lograr una sociedad habitable es necesario reconocer la dignidad de la persona en
cuanto es imagen de Dios y, por tanto, no reducible a objeto. Sólo una idea elevada del hombre crea sociedades adultas y
verdaderamente libres. La persona humana es estructuralmente relacional y tiene vocación de comunidad, pues ha sido hecha a
imagen del misterio trinitario. Las normas que deben imperar en nuestra sociedad, que es comunidad, deben ser el respeto como
método, la cortesía como estilo y la caridad como norma.

2. Corregir nuestra memoria histórica. Francisco de Asís, con su profundo sentido de lo concreto y de lo limitado, podría ayudarnos a
conseguir nuestra memoria histórica, a superar el fácil y cómodo maniqueísmo del hombre real, tanto del vencedor como del vencido.
Esto ayudaría a que todas las acciones, los diversos grupos y las personas antagónicas pudieran encontrar un nuevo horizonte de
comprensión y de integración, porque todos están empastados de luces y sombras.

3. Superar la categoría de lo antagónico. Todas las sociedades han creado grupos excluidos y marginados, que después no han querido
aceptar ni soportar. La dinámica de nuestra sociedad se plantea inevitablemente el enemigo necesario que hay que eliminar como
obstáculo. Francisco se coloca más allá de las diferencias antagónicas y rivales para encontrarse con lo esencial del hombre. Por eso
fue profeta de la paz.

Algunos criterios franciscanos que pueden repercutir positivamente en nuestra cultura

1. Hacia una filosofía del derecho basada sobre la persona . La filosofía actualmente predominante en el derecho político se basa sobre
el concepto de individuo. Esta filosofía se apoya fundamentalmente sobre el egoísmo, busca el interés particular y trata de compartir y
armonizar los diversos egoísmos e intereses para que la vida social pueda funcionar.
La propuesta franciscana es una filosofía del derecho basada no tanto sobre el individuo cuanto sobre la persona, que toma el modelo
trinitario (la Trinidad vista como la perfecta comunidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; es decir, que en esta singular comunidad
encontramos profunda comunicación, íntima convivencia, fuerte solidaridad, igualdad y coparticipación totales). La persona es
esencialmente relación; y la relación con los otros no se apoya en el interés propio sino en el amor y en el compartir. La Trinidad
aparece como modelo o paradigma de las relaciones sociales. Desde el Renacimiento en adelante la cultura moderna ha presentado el
modelo ético y psicológico del hombre según los comportamientos del animal. Desde el punto de vista franciscano se respetan los
animales, pero la propuesta es Dios-trino como modelo humano. El hombre es interpretado no desde su categoría animal sino desde
la comunidad trinitaria. Y al ser imagen de Dios, lleva en sí esta imagen trinitaria que le impulsa a la vida de solidaridad y de
compañía.

2. Hacia un pensar ecológico. Frente a la grave crisis ambiental es urgente y necesaria una nueva mentalidad que pudiéramos llamar
"un nuevo pensar ecológico".Una ecología complexiva y planetaria exige la colaboración de la política, economía, ciencias humanas y
tecnológicas, pero exige también una antropología relacional, una ética comprometida y una teología orientadora e iluminadora. El
franciscanismo puede ofrecer los presupuestos doctrinales para crear una nueva mentalidad ambiental y una nueva pedagogía de saber
habitar el mundo. En la educación del hombre respecto a la naturaleza, Francisco de Asís, patrono de la ecología, y la escuela
franciscana pueden ofrecer una palabra esencial y una actitud alternativa frente a las exigencias de una nueva mentalidad y sensibilidad
ecológicas. En Francisco la naturaleza jamás es objeto útil ni campo permitido para desarrollar la ambición incontrolada del hombre,
sino que tiene propia autonomía y un sentido profundo que no puede olvidarse ni ocultarse. Francisco ama y respeta la naturaleza no
desde un modo impersonal y anónimo, sino tratando cada criatura en su propia individualidad y concretez. Él vivía tan
profundamente la vida como don divino, que no dudaba en comunicar este sentimiento de gratitud a todos los seres como salidos de
la mano de un mismo Padre y con los que le vinculaba un irrompible lazo fraternal. Un ejemplo más de cómo Francisco nos puede
ayudar a contemplar la naturaleza y crear un nueva mentalidad: Cuando él ordena al hermano hortelano que no dedique todo el
huerto al cultivo de verduras comestibles, sino que reserve parte para la verde hierba y para las flores y plantas aromáticas está
demostrando que la naturaleza y sus cosas tienen su propia finalidad y pueden resultar un festín de colores para los ojos, de aroma
para el olfato y de sonidos para el oído del hombre, que sabe tener su puesto en el cosmos.

3. Hacia una cultura del ocio creador. La prolongación de la vida humana y la reducción de horas de trabajo semanal hacen que el
hombre disponga de más tiempo libre. Caminamos hacia un futuro inmediato en el que el ocio será un grave problema que afrontar
de notable consecuencia personales y sociales que exigen los presupuestos de una cultura humanizante del ocio creador. Con lo cual
será necesario:

a) Una ética de la frugalidad o de la moderación . El consumismo, en muchos ambientes, no es sólo un modo de vivir, sino también un
modo de ser que implica una filosofía practicada como sistema y defendida con convicción. Pero el consumismo incontrolado hace al
hombre dependiente y falto de libertad. El tener ha hipotecado el ser. Sólo una cultura ascética de las cosas podrá liberarnos de la
civilización del consumismo deshumanizante. El hombre modernos necesita ser educado en la práctica de una moral de la frugalidad
si desea gozar de la realidad natural y de las pequeñas cosas de la vida cotidiana.

Francisco, hijo de un rico mercader, creció en un ambiente donde el tener aparecía como el ídolo soñado, experimentó en su
juventud las ventajas sociales de tener mucho dinero. Pero renunció radicalmente a todo porque llegó al convencimiento de que en el
tener se ocultaba mucho engaño y no poca infelicidad. su conversión del tener al ser le descubrió nuevas formas de estar en el mundo,
de tratar con los otros y de relacionarse con las cosas. Para Francisco lo que cuenta no es lo que el hombre tiene y posee sino lo que es
delante de Dios: "cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más" (Admonición 19). Francisco se vació de todo para crear un gran
espacio de acogida, de don, de entrega, de comunicación y de intercambio

b) El descubrimiento de la gratuidad como dimensión existencial . Vivimos en una civilización donde todo o casi todo se puede vender
y comprar: trabajo, mercancías, alimentos, vestidos, personas, etc. En una sociedad en la que todo se transforma en mercancía, no hay
puesto para la gratuidad, e incluso aquello que es gratuito o no vale o es propaganda. Cuando en la vida todo está tarifado no hay
espacio para los valores supremos. Sin embargo, Dios, la vida, los campos, las montañas, el sol, la luna, los otros... son gratuitos pero
no superfluos aunque no resulten fáciles de descubrir para quien tenga un espíritu mercantil y posesivo. Francisco de Asís ofrece a la
sociedad actual una cultura de la ascesis, a través de la cual el hombre moderno descubrirá el rostro gratuito de la vida y podrá
aprender a dar gracias y a revestirse de simpatía, cortesía y amabilidad, caminos necesarios para una vida más humanizada.

c) Revisar la dinámica de la economía actual. Ciertamente que la economía es una ciencia que tiene la propia historia, el propio
método y las propias reglas. Pero también es cierto que los grandes capitales, la banca... tienen un comportamiento basado
frecuentemente en explotaciones injustas y abusivas. Piénsese en los grandes negocios dudosos, oscuros e incontrolados y en la
explotación de los pobres. Si realmente se desea llegar a la auténtica y real globalización es urgente humanizar ciertas expresiones y
métodos crueles de la economía aplicada. Si los Montes de Piedad fueron fundados por los franciscanos para evitar la usura y ayudar a
los pobres, hoy es necesario también una nueva revisión de la economía. Pero ello sólo será posible si ofrecemos una nueva filosofía
de la vida, un saber habitar el mundo, una atención especial al valor supremo de la vida y una nueva visión del puesto del hombre en
el mundo. En el camino hacia la deseada globalización se debe evitar recaer en un nuevo colonialismo económico. Es urgente una
visión grande y generosa de la humanidad para superar las diferencias injustas e irritantes entre las diversas naciones y los grupos
sociales. En el logro de esta finalidad se requieren principios éticos, antropológicos y religiosos, es decir, presentar una noble y elevada
idea del hombre como "imagen de Dios". La idea franciscana de la fraternidad universal puede significar la utopía del futuro.

Influencia de lo franciscano en la evolución del arte y en la religiosidad popular

La rápida difusión del franciscanismo abarcando todas las clases sociales es innegable y lo patentizan los monumentos que se
conservan de la edad media, y su decisiva influencia en el arte queda manifiesta como un hecho rigurosamente cierto.

La persona de Cristo fue el gran amor de Francisco, y entre sus escritos encontramos el Oficio de la pasión, en el que se considera a
Cristo y a María como los caminos seguros de las criaturas para ir al Padre, poco estudiado por sus biógrafos, pero de gran
repercusión en la historia del arte. El cristocentrismo de Francisco puede ejemplarizarse en los misterios de la Navidad, Eucaristía,
pasión y muerte del Señor.

El año 1223, tres antes de su muerte, celebró Francisco con gran solemnidad la fiesta de Navidad en la aldea de Greccio, como
detalladamente nos la describe su biógrafo Celano. Reprodujo allí el nacimiento de Cristo, preparando junto al altar un pesebre de
heno, donde reclinó la imagen del Niño, sin que faltaran el buey y el asno.
Esta noche constituye un hito luminoso en la historia del arte europeo de manera que va a influir en el teatro sacromedieval. También
los pintores y escultores tendrán en cuenta este hecho hasta el punto que más de uno lo ha colocado en la misma cueva de Belén de
Judá.

La leyenda del Crucifijo que suelta su brazo para abrazar a San Bernardo, fue aplicada a San Francisco, motivo que se extendió
principalmente en el s. XVII por Ribalta y Murillo. Hubo para ello una motivación histórica y teológica. Por su amor al Crucificado,
Francisco fue, en la historia del arte, el principal transformador del Cristo majestad del románico, heredero del estilo bizantino, en el
Crucifijo paciente. Y esto por el movimiento cristocéntrico, en que tanto gusta del amor a la humanidad de Cristo. El cristocentrismo
se acentúa en San Buenaventura y se produce el cambio en iconografía pasionaria. Aparece el Christus paciens sustituyendo al Cristo
triunfador y pantocrátor. Semejante transformación la inicia Giotto, con quien comienza el renacimiento. El pintor florentino,
altamente influenciado por el sentimiento y el amor que enardece Francisco, rompe con el frío hierático bizantino. Desde ahora el
arte europeo se torna más expresivo y personal dando paso, señaladamente en la plástica pasionaria, a los sentimientos humanos de
amor y compasión, tanto en el crucificado como en sus acompañantes.

Por la pintura, frescos o mosaicos bizantinos, como por cuadros aislados, los iconos, el alma se eleva en la contemplación de las cosas
celestes. La pintura bizantina es un arte eminentemente sagrado que acompaña el desarrollo de los actos litúrgicos. Pero hay que
reconocer que esta exaltación mística corre el peligro de "traicionar" la realidad visible. Giotto abre el camino del naturalismo cristiano,
naturalismo que encuentra su fuente en la fraternidad universal de san Francisco. Pero es un naturalismo bautizado, santificado por la
sumisión del santo a los deseos del Padre de todas las cosas ya su reino de amor.

Parece ser que la gran novedad del arte suscitado por Francisco, es haber suprimido la separación entre el arte al servicio del culto, el
arte sagrado, y el arte profano, inspirado por la naturaleza.

Giotto ha modificado la concepción bizantina de la pintura, en una concepción nueva, que fue, en resumen, aquella de toda la
cristiandad de occidente. Al pintar la vida de San Francisco en la Basílica de Asís, Giotto encontró del todo natural seguir casi hasta la
letra los detalles de la vida del santo, tal como se reflejan en la Leyenda Mayor de San Buenaventura. Algunos rasgos que caracterizan
la pintura de Giotto son: el espacio real en el que se mueven los personajes; la perspectiva; la densidad de los cuerpos gracias a la
sombra y luz; los gestos de los personajes que reflejan las pasiones, el estado del alma; el movimiento.

Francisco no creó el renacimiento; sin embargo, no se puede negar que éste nace bajo el influjo de la fuerte personalidad del santo, y
del movimiento creado por la orden religiosa de la cual él fue su fundador, cuyo arte expresa una revolución de la sensibilidad, pues
necesario tener presente que el arte franciscano está en función de la orden franciscana.

Respecto a la arquitectura decir que en la legislación primitiva de la orden nunca se menciona el término convento, sino sencillamente
los lugar o eremitorio para designar la morada pobre, humilde aislada en que vivían los primeros frailes menores. Tampoco quiere
utilizar el término casa, sino el de lugar, como en estas expresiones: "En los lugares en que habiten los frailes..."; "si hay en el lugar
varios sacerdotes..."; "construir un lugar", "edificar un lugar". Los materiales de estas construcciones son la madera y el barro; algunas
veces también cañizo y esteras".

Francisco "enseñaba a los suyos a hacer viviendas muy pobres, de madera, no de piedra, esto es, unas cabañas levantadas conforme a
un diseño muy elemental" (2 Cel 56). Y en el Testamento (24) ordena: "Guárdense los hermanos de recibir en absoluto iglesias,
moradas pobrecillas, ni nada de lo que se construye para ellos, si no son como conviene a la santa pobreza que profesamos en la
regla".

La predicación penitencial (predicación popular entre las gentes) llevaba consigo grandes concentraciones de fieles para lo cual se
necesitaban iglesias de amplias dimensiones. Ya en el capítulo general celebrado en Santa María de los Ángeles, de Asís, llamado de
las esteras, el año 1219, al que asistió Francisco acompañado de 5000 religiosos, se sintió esta necesidad, pues se acordó que los
edificios e iglesias que erigiese la orden no fueran muchos y siempre humildes y sencillos.

Pocos años más tarde los religiosos continuaban sin tener conventos e iglesias propiamente dichos. Pues se refiere el cronista Giano
que cuando el año 1225 llegó a Erfurt, acompañado de algunos religiosos, encontrándose mal acomodados, el procurador de los
frailes, por encargo del pueblo, le propuso hacerles un edificio en forma de claustro, a lo que respondió fr. Jordán: "No sé lo que es un
claustro; edifique simplemente una casa cerca del río para que podamos bajar a lavarnos los pies".

En torno al año 1250 se edifican los primeros conventos como residencias para los religiosos e iglesias más o menos amplias
destinadas al culto. Podemos pensar que es entonces cuando aparecen por primera vez las construcciones arquitectónicas.

El número de los religiosos había crecido rápidamente dentro de la orden y sus actividades apostólicas también se habían extendido
prodigiosamente, lo que llevaba consigo la construcción de grandes conventos y de iglesias más espaciosas. Esta fue la razón de que en
el capítulo general de la orden celebrado en Narbona el año 1260 se promulgaran las Constituciones narboneses donde por primera
vez se regula sobre el arte de la construcción en la orden. Los criterios de pobreza condicionan la arquitectura, los cuales serían una
garantía de la pureza del nuevo estilo.

Así por ejemplo, el gótico, sin ser invención franciscana, pues tiene su origen en la reforma cisterciense, tiene su impronta franciscana:
iglesias de naves esbeltas y sobrias, claustros en que se combina la gracia y la austeridad, conventos edificados con materiales
ordinarios, techumbres de madera sin abovedar salvo el presbiterio...

Con todo este recorrido no hemos querido sino constatar las repercusiones que ha tenido y que puede tener lo franciscano en el
ámbito de la cultura y de la vida no por afán de protagonismo, sino por un bien a ser valorado y que nos afecta, de una manera u otra,
a todos y que nos puede ayudar a crecer en humanidad.

Para la reflexión:

- ¿Te has planteado alguna vez el hecho de esta influencia franciscana en el campo de la cultura?

- En el ámbito en el que te mueves ¿crees que puede aportar algo el pensamiento franciscano en nuestra sociedad?

- ¿Han sido familiares para ti los valores franciscanos de los que hemos hablado (austeridad, simplicidad, fraternidad, paz, ecología...)
o ten han resultado del todo nuevos? ¿Qué importancia les concedes?

—El hombre ante la vida

...que aporta una manera peculiar de entender, vivir y relacionarse con la vida.
(esbozo de antropología franciscana)

1. Apuntes filosóficos sobre el hombre de hoy

La vida como gracia o desgracia

Se nos ha concedido la gracia de ser personas y se nos ha otorgado el permiso de forjar un mundo nuevo. Pero lo que es gracia puede
convertirse en desgracia; y lo que es un permiso generoso puede reducirse a tarea absurda. El hombre, como protagonista privilegiado
de la historia, tiene la capacidad de crear o destruir, hacer o deshacer la vida que le ha tocado en suerte. Este es su noble y trágico
destino al mismo tiempo. Al hombre que viene a la vida se le enseña un oficio, una carrera, unas costumbres convencionales, pero no
se le enseña a habitar en el mundo.

Protagonista, el hombre

El hombre ha tenido muchos halagadores y no menos detractores. Fácilmente se pasa de las alabanzas del superhombre a los
lamentos del infrahombre. Después de una historia de encantos y desencantos puede decirse que el héroe de nuestro tiempo no es el
hombre ilustrado, ni el esclavo activo hegeliano, ni el superhombre de Nietzsche, ni Prometeo robando el fuego, sino el hombre
concreto de carne y hueso, en lo que tiene de grandeza y pequeñez.

Si el hombre lleva en sí el germen de la destrucción, del terror y de la peste, también lleva el germen de la bondad, de la compasión,
de la ternura y del heroísmo.

Más allá del heroísmo de la razón, de las seguridades de la ciencia y de los resultados de laboratorio debe estar el heroísmo de ser
hombre total, que supere el materialismo, el escepticismo, el derrotismo y las múltiples degradaciones que le acechan. En esta
época que proclama el ocaso de las ideologías y de todos los grandes sistemas filosóficos y socialesnecesitamos gran lucidez mental y
control temperamental para descubrir y vivir el prodigio de la propia vida.

¿Cuál entiendes que es nuestra misión, como hombres y mujeres, en la vida?


Y en nuestros colegios, ¿cuál es nuestra misión de seglares?, ¿sabemos identificarla y ponerla en práctica?.
2. Las siete categorías existenciales vividas y propuestas por Francisco de Asís.

a) La simpatía hacia todo

Vivir la vida como tarea y como misión fue uno de los grandes valores de Francisco de Asís. Su conjunción de lo vivido, lo sentido y lo
pensado creó un tipo de persona salvada, una forma peculiar de estar en el mundo y un camino excepcional para encontrarse con el
otro y poder construir una nueva sociedad basada en la simpatía, el respeto y la entrañable acogida.

Francisco fue el alma del movimiento franciscano que nace, se potencia y madura desde una experiencia vivida y compartida.
Originariamente es vivencia y luego se convierte en convivencia. Su sabiduría consiste en la especialización de la vida, en el arte de
saber vivir, sentir, amar, interpretar, convivir, trabajar y morir.

El espíritu abierto y fraternal del franciscanismo se caracteriza por una simpatía a todo lo humano y por un gran respeto a todas las
formas de pensar y vivir. Su gran sentimiento de fraternidad universal le llevó a colocarse no frente a la realidad ni frente a la vida, sino
en la realidad y en la vida, pues está convencido que sólo amando esa realidad y esa vida se puede llegar hasta la profundidad de
ambas y del misterio que las envuelve.

b) La Presencia que lo inunda todo

Para el franciscanismo, al principio, no fue ni la Noche, ni el Caos, ni la Fuerza, ni la Luz, ni la Acción. Fue la Presencia, que crea
nuevas presencias y traba relación con ellas.

Francisco, hombre con gran sentido de lo concreto y de lo inmediato, siempre se sentía presente ante alguien o algo: presente ante
Dios, a quien veía en todos los seres y acontecimientos; presente ante la Iglesia, en la que siempre quiso vivir; presente ante los
hombres, a los que atendía con sencillez, sinceridad y cordialidad; presente ante la fraternidad, que tan intensamente amaba y a la que
servía de modelo; presente ante todos los animales y cosas, que tanto respetaba y les daba el dulce nombre de hermanos y hermanas;
presente ante los acontecimientos cotidianos, en los que veía algo más que puro acontecer. Para él todo tiene su propio valor y
sentido. Y ante todos ellos se presentaba con delicada atención, respeto adecuado y cortesía. Cada persona tiene su propio rostro y su
específica personalidad, cada animal su propia misión, cada cosa su propia significación y cada circunstancia su propio valor, ya que
todo es gracia.

Ante la actitud de muchos de nuestros contemporáneos, que no han superado su visión de masa, de anonimato generalizado y de
despersonalización no sólo de los seres irracionales, sino también de las personas, el mensaje de Francisco puede ser revolucionario
en el trato con todos los seres, ya que la presencia en él se traducía en comunicación y participación afectiva y efectiva con Dios, con
los hombres y con los seres de la naturaleza. El hombre no es rival de los hombres y de los seres de la naturaleza, sino un componente
entrañable entre todos ellos, con los que constituye la gran camaradería universal.

¿Existe una verdadera comunicación y afecto entre nosotros o, más bien, nos amparamos en la masificación y el anonimato
despersonalizado?

c) La relación como base de la identidad personal

Desde esa Presencia que le sostiene se siente en permanente relación dinámica con Dios, con los hermanos, con los demás hombres,
con los seres irracionales y con la misma vida. La categoría "relación" es fundamental en la vida y en el pensamiento franciscanos. Para
san Buenaventura y Duns Escoto la relación es un constitutivo esencial de la persona que se manifiesta como apertura al otro y siente
el reclamo de encontrarse con los demás. La persona humana se define como ser para otro. San Buenaventura usa una bella imagen
para esclarecer este aspecto relacional del hombre diciendo que la persona "es un sonido", que posee su propia tonalidad y resonancia
y que "suena por sí misma" al mismo tiempo que percibe el tono de los demás. Esta relación es más afectiva que mental, más
existencial que categorial, más vivencial que conceptual.

El hombre no sólo se comunica a través de la palabra, sino también a través de todo su cuerpo, ya que es un ser penetrado de sonido
que al mismo tiempo resuena. Somos un sonido polarizado, orientado y referido al tú, a los otros y al Otro. Pero no sólo resonamos,
sino que al mismo tiempo podemos percibir el sonar del tú, de los otros y de Dios. El hombre es a la vez autosonancia, resonancia y
consonancia. Sólo partiendo de la fuerza vinculante del amor se destruirá la fuerza disgregadora del odio y sus consecuencias. Esta
relación vital y dinámica puede curar la insolidaridad; la incomunicabilidad, los egoísmos y las distancias irritantes de tantos hermanos
y hermanas, que por falta de ternura y cercanía han hecho de su vida un infierno cerrado y asfixiante. Es una actitud humanamente
fundamental, ¿cuántas heridas se curarían si diésemos con la sabiduría de poner en práctica esta actitud?.

d) La confianza

En el interior de Francisco brota una bondad originaria y en su corazón siempre había espacio para todo lo mundano, humano y
divino. No había en su pensamiento ni en su comportamiento una actitud sospechosa, sino confiada; unos prejuicios deformantes,
sino una comunicación directa; una actitud de segundas intenciones, sino una credibilidad bien intencionada; ni agresividad y
pesimismo viscerales, sino una amabilidad connatural y una bondad compartida. Con fina sensibilidad acoge a todos y no desprecia a
nada ni a nadie. De ninguno sospecha mal ni huye de nada. Ama entrañablemente a todos los hombres y a los demás seres de la
creación. Se arrebata de gozo ante una flor, se emociona ante un paisaje, canta con los pájaros y se conmueve ante las alegrías y las
lágrimas de los hombres. Supo armonizar de modo sublime la santidad y la poesía. Y porque depositó su confianza en todos, todos
confiaban en él. Así el mundo se humanizó y el hombre se naturalizó.

e) El encuentro

En el Poverello, lo humano, lo mundano y lo divino consumaron el gran encuentro. Toda su biografía es la expresión de una
inquietud permanente de búsqueda. Buscaba para encontrar, y encontrando seguía nuevamente buscando para actuar siempre
acertando.

Su profunda experiencia humana se va ensanchando y profundizando de forma gradual y progresiva gracias a los muchos encuentros
que le abren nuevos horizontes y le invitan a ir siempre más allá, a la búsqueda de un infinito anhelado y sentido, pero aún no
alcanzado. Esta tensión de avanzar más allá da a la biografía de Francisco un dinamismo y una sorpresa desconcertantes que hacen
que su vida se presente llena de belleza, de poesía, de cortesía, de humanidad y de ilimitadas posibilidades.

La vida del hombre está jalonada de encuentros: encuentro con uno mismo, encuentro con una persona amada, encuentro con un
amigo, con un libro, con el otro sexo, con nuevas circunstancias, etc. Y todo encuentro, cuando es profundo, siempre es "afectante", en
palabras de Laín Entralgo. Toda la vida de Francisco está llena de encuentros, que él consideró como gracias. En su Testamento
repite como si de un estribillo se tratase: "El Señor me ha dado". Y por eso se convirtió en un dador de gracias, que es la forma
suprema de reconocimiento y gratitud.

f) La acogida

Todo encuentro sincero supone una acogida. Francisco no sólo acogía a Dios con increíble gozo exultante y gratitud, sino que acogía a
todos los hombres, incluso aquellos que socialmente son los más rechazables. Acoge a los socialmente enfermos, a los ladrones, a los
salteadores de caminos, a los leprosos, a los pobres, a los poderosos, a los irrelevantes y a los revestidos de poder. Acoge a la creación
entera no simplemente con sentimiento poético, sino con amistad entrañable y fraternal.

Si cada uno es movido por su propia pasión, la pasión de Francisco le llevaba hacia sus grandes amores: Dios, el gran Amor; el
hombre, el gran hermano (no confundir con el bodrio televisivo), y todos los demás seres, compañeros entrañables de un mismo
destino. Amó a todos y a todo, pero especialmente a aquellos que producen disgusto a los demás y a aquellos que no tienen espacio
en la sociedad. Francisco estuvo allí en donde casi nadie quiere estar: reparando una iglesita derrumbada, asistiendo a los leprosos,
viviendo con y como pobres, identificándose con los últimos.

El mundo franciscano dista mucho del mundo kafkiano, en donde cada uno sólo puede contar consigo mismo y situado frente a
puertas y ventanas sospechosas, a muchas escaleras y a interminables pasillos que indican a una marcha incesante, a ver siempre
rostros desconocidos e interpelantes y a una prolongación de la propia vida sin garantía y sin destino. El hombre kafkiano, con el cual
tenemos hoy tal vez bastante parecido, es un forastero permanente y un extranjero en medio de tantas miradas indagadoras y molestas.
La sensibilidad y acogida franciscanas pueden transformar el universo de recelo, de sospecha y de incomunicabilidad en un universo
de cercanía, de amabilidad y de camaradería.

¿Cómo acogemos a nuestros alumnos? ¿Lo hacemos desde el espíritu de san Francisco?

g) La mirada

La mirada es muy importante en el universo franciscano, como una actitud peculiar ante la vida. "Fijando el Señor su mirada en él"
cuando tenía veinticinco años, como narra Tomás de Celano (su primer biógrafo), transformó toda su vida anterior, movida por los
impulsos más vitales e inmediatos de diversión y de triunfo. El joven de Asís, profundamente vital, orientó en otra dirección toda su
vitalidad, pero no mató nada de su vida. Mientras ordenaba sus ideas, clarificaba sus sentimientos, purificaba su corazón, orientaba su
conducta y se definía socialmente, iba cambiando incluso la raíz de su mirada, porque en su interior se sentía mirado por Dios.

En la escuela franciscana, el concepto de mirada es muy importante como consecuencia de su teoría de la luz. El hombre en su
interior goza de una iluminación especial porque ha sido mirado por Dios. San Buenaventura dice que el hombre desde toda la
eternidad ha sido escogido con mirada electiva de Dios, con una mirada de complacencia y que constituye la primera relación
existencial entre Dios y el hombre, que se deberá ir acrecentando y potenciando a lo largo de la vida. El hombre desde que Dios se
fijó en él se convirtió en persona con rostro concreto e irrepetible, y en su interior se oculta una mirada infinita. También para Escoto
el hombre es el resultado del amor infinito de Dios trino, que se fijó con amor insondable en él y le hizo a su imagen y semejanza.
Esta mirada amorosa de Dios anida profundamente en el ser humano y hace que el hombre pueda y sepa también mirar y, sobre
todo, ver.

La mirada en la relación interpersonal es sumamente interesante a tener en cuenta. Existe la mirada indiferente que jamás ve nada, la
mirada objetivante que sólo ve resistencias, la mirada inquisitorial que sólo ve que adversarios, la mirada recelosa que sólo ve peligros,
la mirada posesiva que sólo ve objetos, la mirada acogedora que se abre al otro, la mirada comunicativa que se vincula al otro y la
mirada amorosa que se entrega la otro. El Hermano de Asís huyó y se liberó de todo tipo de exhibicionismo; pero él supo mirar y
logró ver al otro, al hermano, al que jamás expuso al ridículo, a la vergüenza, a la farsa, a la ironía, a la cólera o a la risa destructiva.
"Con amor ardiente y celo fervoroso", como escribe Tomás de Celano, ha sabido mirar en profundidad al otro.

Cuando la pupila de nuestro espíritu está limpia, estamos preparados para percibir el gran espectáculo del universo. Pues el que sabe
mirar puede admirar, es capaz de sorprenderse y de descubrir, de entusiasmarse y de participar. Así se superará la indiferencia ante la
naturaleza, la apatía ante la vida, la monotonía de lo cotidiano, el aburrimiento y la soledad deshumanizante. Entonces comenzaremos
a ser felices habitantes de nuestro mundo.

3. La consecuencia de la visión del hombre en Francisco

El hermanamiento universal

La consecuencia de todas las notas anteriores es un comportamiento fraternal humanizante. La actitud fraternal de Francisco no se
debe a que en su vida no se haya topado con resistencias, sino a que supo superar todo tipo de resistencias y de opacidades por el
convencimiento profundo de que Dios está en todo y de que todos y todo participamos de un mismo origen y de un mismo destino.
Su relación con los hombres crea una dimensión fraternal, de paz, de promoción, de preocupación y de liberación. Su relación con la
naturaleza le lleva a una fraternización cósmica, a una cortesía con las cosas, a una cultura del ahorro. Su relación con la historia
engendra una gran atención al instante presente, promueve la creatividad, el gran respeto por los valores estéticos y el esfuerzo por una
cultura del amor, de la libertad y de la promoción humanas.
El santo de Asís transmitió a los suyos su innata simpatía por todo lo humano y natural. Por eso no va con el temperamento y el
talante franciscanos ser aguafiestas, demoledores, negativos y hostiles sistemáticos. El pasaporte franciscano para ir libre por el mundo
es su incontenible simpatía, su buen humor, su sentido vivido de la fraternidad universal y su misma persona como mensajera de paz y
de reconciliación humana.

¿Hasta qué punto somos capaces de sentirnos a gusto con un "pasaporte franciscano"?
¿Los seglares se identifican con esa "nacionalidad"?
¿Los religiosos les ayudan a "nacionalizarse"? ¿Cómo?

La nueva existencia

Si el problema actual consiste en aprender a existir y a habitar, como sostiene M. Heidegger, entonces habrá que buscar y encontrar
aquellas formas más adecuadas y completas para que el hombre logre plenamente su propia existencia y pueda habitar en un mundo
más humanizado y más hogareño. Francisco puede ofrecer al mundo de hoy un nuevo aire, un nuevo estilo, un rejuvenecimiento y
una nueva forma de habitar.

Es urgente que nos revistamos de gran respeto por todo lo real, por irrelevante que aparezca, pues desde las formas más simples hasta
las más complejas, desde los seres más insignificantes hasta los más encumbrados y mayestáticos, son dignos de nuestra atención y
respeto. El hombre franciscano trata de conocer al otro, a los otros y al gran Otro porque ya de antemano los ama; y puesto que los
ama, los respeta, y puesto que los respeta, los admira, y porque los admira, se sorprende de las maravillas inéditas que irrumpen en
nuestra vida cotidiana. Por eso no necesita inventar un sentido, sino que descubre el sentido en la ingenuidad de una vida
profundamente vivida y sinceramente compartida.

Aunque hayamos traicionado mil veces el carisma de Francisco, siempre estamos a tiempo para nuevos comienzos y para crear futuro.
Sólo el que dice ¡basta! a la vida ha envejecido irremediablemente. Sólo una vida en tensión crea un hombre nuevo. Al hombre que le
falta la pasión por la vida podemos apuntarle en la lista de los irrecuperables. Cuando nuestra existencia se transforme en permanente
búsqueda de posibilidades y en constante despedida de las cosas, entonces podremos decir que hacemos perfecta nuestra conjunción
entre un presente creador y un futuro en parte, si no creado, sí condicionado.

Para reflexionar y contestarme a mí mismo: ¿Somos capaces de encantar, acoger y amar a aquellos que nadie acoge y que no tienen
amor y que forman parte de nuestro entorno más cotidiano?

Dios, fuente de alegría para la persona

Dios continúa estando hoy en día en el horizonte de la persona. En unos casos es temido, adorado, vivido con gozo; en otros casos es
rechazado con vehemencia, si no con violencia; una tercera posición de las personas ante Dios es la indiferencia, tendencia que parece
ir consolidándose y adquiriendo más fuerza en nuestras sociedades seculares. Si es cierto que muchos "pasan" de Dios, no menos
cierto es que multitud de formas de este pasotismo son expresión de una fácil y cómoda deserción ante los compromisos de la vida.
Paradójicamente es ésta la época en la que más se ha hablado del hombre comprometido y en la que nos encontramos con más
desertores. El hombre es buscador de Dios, pero también es desertor de Dios.

Desde este contexto general, presentamos este tema en el que queremos decir una palabra sobre Dios, sobre la experiencia que
Francisco tuvo de Dios, y sobre el reto que todo ello supone para nosotros, en cuanto personas y en cuanto educadores.

1.- ¿QUÉ DECIR DE DIOS?

a) Constatamos lo siguiente:

- Que en nombre de Dios se han hecho y se siguen haciendo auténticas barbaridades. Pero, ¿acaso quiere Dios que nos desangremos
unos a otros?, ¿no estaremos proyectando en Él nuestros intereses egoístas? Dios no es fruto de una cultura o culturas, sino inspirador
de lo mejor de cualquier cultura, y en nuestra cultura occidental, donde Dios, lo religioso parece reducirse a lo privado, si no a la
nada, hemos de decir que la retirada de lo divino es el principio del olvido de lo verdaderamente humano.
- Que la fe es un elemento clave para no caer en ese olvido. Fe entendida como experiencia profunda, especie de amores por los que
un creyente vive, siente e interpreta la vida y lo que acontece en ella. Cuando se vive en profundidad, da al creyente tal fuerza que no
sabe si es la persona quien tiene esa fe o es la fe la que posee a la persona. Porque la fe no es una opción, sino una recepción, una
gracia que nos viene y nos envuelve.

b) ¿Qué decir de Dios?:

- Dios es el creador de todo, también del ser humano, por eso es el Bondadoso Señor que ama, sostiene, libera y conduce a toda la
creación a su máxima plenitud. De modo que Dios no es aquel que "ha creado" y se desentiende de ésta, dejándola a su libre
evolución. Dios es aquel que creó y que sigue implicado en su obra.

- Es el "totalmente Otro", en cuanto distinto de la persona, pero manifestado como Presencia total que tiene lugar en el encuentro, la
acogida, el diálogo, dándose mutua reciprocidad de vocación e invocación de llamada y respuesta, de comunión entre Dios y la
persona. Y porque es Presencia, su radical alteridad se hace también radical intimidad. Es lo más íntimo de nosotros mismos, por eso,
a la hora de relacionarnos con Él, no es necesario "dar saltos desde la fe" para vivir en y desde Dios, porque ya estamos siendo
habitados por Él.

- Si a Dios "lo hallamos" en el centro profundo personal, a su vez también lo descubrimos en la vida, porque la vida es el gran
horizonte de Dios. De hecho, Dios jamás se retira del mundo y del hombre, ya que es su compañero de viaje y el gran animador de la
aventura humana y mundana. Y esto es así porque la gloria de Dios no consiste en otra cosa que en la vida y la felicidad del hombre.

2.- Y, ¿QUIÉN FUE DIOS PARA FRANCISCO?

Si bien Francisco era alegre y estuvo dotado de un talante jovial y festivo excepcional, él estuvo muy convencido de que eso era un don
divino, y, por consiguiente, había que respetarlo, vivirlo y transmitirlo. Muchos autores han puesto de manifiesto esta dimensión de su
persona, llegando a afirmarse que "toda la vida del santo está llena de elementos y gestos lúdicos, y ello constituye su aspecto más bello
y su gran fascinación" (Huizinga).

Esta alegría es desbordante cuando percibe la llamada de Dios y se convierte al evangelio, de modo que canta, baila, salta... como
expresión de esa experiencia de Dios. Y es que Dios no es para Francisco lo triste o negativo de la vida, sino, al contrario, la más
segura afirmación humana, la posibilidad de la persona, el camino más acertado de la propia realización personal. Dios es para
Francisco una fiesta, un gozo, una celebración. Por eso, Francisco se convirtió en el "juglar de Dios", el que siempre estaba dispuesto a
cantar una nueva canción porque todo en su interior estaba lleno de musicalidad.

Este Dios a quien Francisco contempla como Señor y Padre es quien se constituye en centro de su vida. Es un Padre cuyo amor,
bondad y misericordia son infinitas, algo que descubre en su vida y todos los acontecimientos que le rodean; es Aquel de quien
procede todo bien, el único digno de ser deseado, porque en Él está el placer que, lejos de encerrar a la persona sobre sí y sus
intereses, la abre y la lleva a gozar sin medida en comunión con todo el mundo y toda la creación.
Y es que Francisco, todo cuanto vive lo siente como dado totalmente gratis, por eso, al recibirlo todo con la sencillez, intensidad y
alegría de un niño cuando le es entregado un regalo, así él, en primer lugar, reconoce la fuente de donde le viene todo, y se lo
devuelve con su oración de agradecimiento y con su vida de entrega a los hermanos y a los más desfavorecidos de su época.
Este talante festivo y lúdico brotaba en Francisco, en efecto, del convencimiento de que todo es gratuito. Al no exigir nada de nadie ni
de nada, pudo disfrutar de todo y de todos. Y es que cuando la vida se recibe como don, la existencia humana puede cantar una
canción distinta de la que conocemos, lo cual se logrará cuando la persona tome en serio el educarse para la vida, que es la realidad
más seria y en donde pueden jugarse los más bellos juegos.

Lugar privilegiado donde podemos encontrar a Francisco y sus hermanos testimoniando los comportamientos más entrañables,
humanos y contagiosamente alegres es en "Las Florecillas", quizá "la única obra maestra de la literatura universal totalmente exenta de
amargura y que representa al hombre disfrutando realmente de la felicidad" (O. Englebert). Ahí se descubre el franciscanismo
cotidiano vivido en el gesto, la palabra, la irrelevancia de la sublime sencillez de quien vive lo extraordinario de lo ordinario de la vida
de cada día. Su humanismo optimista y sin acento amargo hace de este libro el paradigma del elemento festivo y lúdico de la vida de
los primeros hermanos, expresión de esa experiencia radical del amor, la misericordia, el perdón y la paz de Dios.

La conclusión a la que llegamos es que todo franciscano es en verdad un hombre lúdico, porque el juego forma parte de su vida, o, si
se prefiere, vive la vida jugando los más bellos juegos y a través del juego actualiza y representa el amor derramado en la historia en
Jesucristo, y se acerca a los hombres con la gracia que impone la seriedad del juego. En el mundo franciscano la alegría pascual, la risa
y la sonrisa profundamente humanas brotan de una experiencia singular; y su talante jocoso y festivo remite a la esperanza de Dios,
por la cual sabe ver el más acá con la luz del más allá.
3.- TODO LO EXPUESTO, ¿QUÉ RETOS PLANTEA AL FRANCISCANO DE HOY EN DÍA?

El espíritu festivo y lúdico parece resentirse desde estos dos últimos siglos. La industrialización, el mecanicismo, el positivismo y las
grandes corrientes del pensamiento del siglo XX no han favorecido en nada el espíritu festivo en la vida social. En general, padecemos
la enfermedad de la seriedad, la falta de imaginación y una permanente insatisfacción.

Frente a esta situación de enfermedad generalizada en las sociedades industriales posmodernas, tanto la vida y el pensamiento
franciscano se presentan como una alternativa penetrada de una radiante alegría, como expresión gozosa de la experiencia optimista
que tiene de Dios, de la persona y del mundo. La alegría franciscana es expresión espontánea de su talante festivo, pero tiene su
fundamento y justificación en la trascendencia, en Dios, como fuente gozosa y destino anhelado. El franciscano da mucho espacio a la
contemplación y a la celebración, porque tiene vivo sentido y experiencia personal de que la Pascua es misterio, no simplemente para
ser creído desde el frío asentimiento como una verdad más, sino para ser vivido desde el horizonte histórico de la propia liberación y
del gozo de sentirse ya salvado.

El franciscano, y por ende, todos los proyectos que estén vinculados a él, tiene ante sí la complicada y apasionante tarea de rejuvenecer
de alegría a la cristiandad y al mundo secular, porque una religión comienza a transmitir espíritu y a contagiar simpatía cuando es
capaz de comunicar profunda y sana alegría. En cambio, se hará insoportable y aburrida en el momento que ha tenido la desgracia de
perder o abandonar la alegría, pues no hay nada más odioso e insoportable que un Dios triste.

Frecuentemente en la religión se ha llegado a identificar la seriedad impenetrable con la trascendencia, despojando de ese modo a
Dios de su propia verdad, que es vida, luminosidad, plenitud y alegría. El franciscanismo vivido según el talante de Francisco, ese loco
que Dios envió al mundo, puede aportar a nuestra cristiandad y a nuestro mundo un nuevo canto, una nueva danza, una nueva forma
de celebrar la vida. Así, el hombre habrá descubierto en la religión lo que verdaderamente es: una existencia gratuita con vocación de
plenitud. De este convencimiento nacerá el nuevo hombre y la nueva mujer que tanto necesitamos.

Resumen de JOSÉ ANTONIO MERINO, Manifiesto franciscano para un futuro mejor, Paulinas, Madrid 1985, pp.31-54.
Para ampliar:
- CASAS, VICTORIANO; La experiencia fundante de Francisco de Asís y sus hermanos, Selecciones de Franciscanismo 54 (1989)
429-444.
- MATHIEU, LUC; Dios Padre en la experiencia cristiana de Francisco de Asís, Selecciones de Franciscanismo 52 (1989) 55-60.
- MATURA, TADEO; En oración con Francisco de Asís, Aránzazu, Oñati 1995.
- Idem, Francisco de Asís, maestro de vida espiritual según sus escritos, Aránzazu, Oñati 2002.
EL HOMBRE QUE PAGÓ OCHO VACAS POR SU MUJER

Johnny Lingo no era exactamente su nombre, pero así le llamaba Shenkin, el administrador de la casa de huéspedes de Kiniwata, isla
del pacífico. Shenkin era oriundo de Chicago, y acostumbraba americanizar los nombres de los isleños. A Johnny lo mencionaba
mucha gente, a propósito de muchas cosas. Si deseaba yo pasar algunos días en la cercana isla de Nurabandi, Johnny Lingo me daría
alojamiento. Si mi capricho era pescar, Johnny Lingo me conduciría donde abundaran los peces. Todos los habitantes de Kiniwata se
referían a Johnny Lingo de forma encomiástica, y no obstante, al hacerlo sonreían de una manera un tanto burlona.

- Que Johnny Lingo le ayude a encontrar lo que usted quiere, me recomendó Shenkin.
- Y que él se encargue de regatear. Johnny sabe hacerlo muy bien.
- ¡Ja! ¡Johnny Lingo!, Exclamó un mozalbete que estaba cerca de nosotros y soltó la carcajada.
- ¿De qué se trata?, inquirí. Todo mundo dice que vaya con Johnny Lingo y luego se muere de la risa.
- ¿Cuál es el chiste?
- ¡Bah! A la gente le gusta reírse, repuso Shenkin, encogiéndose de hombros. Johnny es el joven más fuerte y avispado de las islas.
Además, considerando su edad, es el hombre más rico.
- Pero si es como dice, ¿de qué se ríen todos?
- De un pequeño detalle: hace cinco meses, cuando celebrábamos el festival de otoño, Johnny Lingo estuvo aquí y pidió la mano de
una muchacha. ¡Pero le pagó al padre de ella nada menos que ocho vacas!
Ya conocía yo bastante las costumbres de las islas para que la noticia me impresionara. Con dos o tres vacas podía comprarse una
esposa pasadera, y con cuatro o cinco, una muy satisfactoria.
- ¡Caramba! Exclamé, ¡Ocho vacas! Esa chica debe ser una beldad como para dejar pasmado a cualquiera.
- No es fea, concedió Shenkin, con una leve sonrisa. Pero el más bondadoso de los hombres sólo podría decir de ella que es ordinaria.
Sam Karú, su padre, temía que se le fuera a quedar para siempre en casa.
- ¿Y recibió ocho vacas por ella? Es extraordinario ¿no?
- Aquí no se había pagado tanto por una mujer.
- Pero dice usted que la mujer de Johnny es ordinaria.
- Dije que sería bondadoso describirla así. La pobre era flaca; andaba siempre con los hombros encogidos y la cabeza agachada.
Parecía que su propia sombra la espantaba.
- ¡Vaya pues!, el amor es ciego, comenté.
- Así es, convino Shenkin, - y allí tiene usted por qué los isleños se ríen al hablar de Johnny. Les regocija que el viejo Sam Karú le haya
sacado ventaja al traficante más listo de las islas.
- Pero ¿cómo pudo suceder eso?
- Nadie lo sabe, y todo el mundo se lo pregunta. Sus primos apremiaban a Sam para que pidiera tres vacas por Sarita y se negara a
aceptar menos de dos, hasta que Johnny le diera una. Y así las cosas, Johnny se le presentó y le dijo: "Señor padre de Sarita, le ofrezco
ocho vacas a cambio de su hija".
- ¡Ocho vacas! Murmuré. Me gustaría conocer a ese Johnny Lingo.
Yo quería pescar y hacerme de algunas perlas. Así pues, a la tarde siguiente salté de mi barquilla en la playa de Nurabandi. Observé
que cuando preguntaba cómo llegar a la vivienda de Johnny, su nombre no hacía asomar a los labios de sus coterráneos ninguna
sonrisa maliciosa. Y cuando conocí a aquel joven delgado, serio, que amablemente me invitó a pasar a su casa, me complació ver que
su gente lo trataba con respeto ajeno a toda ironía. Nos instalamos en su vivienda, y charlamos un rato. Johnny me preguntó:
- ¿Viene usted de Kiniwata?
- Así es.
- ¿Hablan de mí en la isla?
- Me han dicho que usted puede ayudarme a conseguir cualquier cosa que yo desee. Johnny sonrió y continuó:
- Mi esposa es de Kiniwata.
- Sí, ya lo sé.
- ¿Hablan de ella?
- Un poco.
- ¿Qué dicen?
- Pues nada. La pregunta me descontroló. - Que se casaron el día del festival.
- ¿Nada más? La curvatura de sus cejas me indicó que él bien sabía que me habían comentado algo más.
- Dicen también que el convenio matrimonial se celebró mediante el pago de ocho vacas. - Hice una pausa. Y se preguntan por qué.
- Ah ¿sí? Los ojos de Johnny Lingo chispearon de placer.
- ¿Toda la gente en Kiniwata sabe lo de las ocho vacas? Asentí con la cabeza.
- Y también en Nurabandi lo saben todos. Declaró Johnny Lingo, el pecho rebosante de satisfacción.
- En lo sucesivo, cuando se hable de convenios matrimoniales, siempre se recordará que Johnny Lingo pagó ocho vacas por Sarita.
¡Ah! Pensé. He aquí la explicación: Vanidad.
Entonces la vi. Entró en la habitación y puso sobre la mesa unas flores. Se quedó quieta un momento, le sonrió al joven que estaba
junto a mí, y se fue enseguida, ligera. Era la mujer más hermosa que yo haya visto jamás. Sus hombros airosos, su mentón erguido, sus
ojos fulgurantes: todo expresaba orgullo al cual tenía derecho indiscutible.
Me movía hacia Johnny Lingo y noté que me estaba observando.
- ¿La admira usted? Susurró.
- Sí es glorioso. Pero no es Sarita la de Kiniwata.
- Solo hay una Sarita. Aunque tal vez su aspecto no es el que dicen en Kiniwata que tenía.
- No por cierto. Allá aseguran que no es bonita, y se ríen de que se haya usted dejado timar por Sam Karú.
- ¿Cree usted que ocho vacas hayan sido demasiado? Me preguntó con una leve sonrisa.
- No, yo no. Pero ¿cómo es posible que Sarita sea tan diferente?
- ¿No ha pensado usted nunca - inquirió Johnny -, en lo que significa para una mujer saber que su marido pagó por ella el precio más
bajo? Cuando las mujeres charlan, se jactan de lo que su esposo dio por ellas. Una cuenta que fueron cuatro vacas; otra que seis.
¿Cómo se sentirá la que fue entregada por uno o dos animales? Yo no quería que esto le pasara a mi Sarita.
- ¿Lo hizo usted, entonces, para que su mujer se sintiera feliz?
- Sí, quería hacerla feliz. Pero fue algo más que eso. Dice usted que se ve diferente; pues lo es, en verdad. Son muchas las cosas que
pueden transformar a una mujer. Algunas ocurren en su interior; otras en su mundo circundante. Pero lo que más importa es lo que
ella piensa de sí misma. En Kiniwata, Sarita creía que no valía nada; ahora, sabe que vale más que cualquiera otra mujer del
archipiélago.
- Así pues, Johnny Lingo, lo que usted deseaba.
- Lo que yo deseaba era casarme con Sarita. La amaba entre todas las mujeres.
- Pero. - estaba empezando a comprender.
- Pero, concluyó Johnny Lingo reposadamente, deseaba tener una mujer que valiera ocho vacas.

Para el diálogo

Sobre la reflexión:

- En nuestra visión y análisis de la realidad, ¿percibimos que el mundo está necesitado de alegría auténtica? ¿podríamos enumerar las
causas por las que la gente de nuestros ambientes o de nuestro colegio no sonríe y no vive más alegre de lo que esa realidad nos hace
ver?
- ¿Qué imagen de Dios estamos transmitiendo a nuestros alumnos con nuestras actitudes, palabras, hechos, actividades pastorales?
¿les lleva efectivamente a vivir la vida como canto, esperanza...?

- ¿Qué iniciativas habría que adoptar, en el caso de que se considere oportuno, para revitalizar el sentido lúdico, alegre, festivo, en
nuestro colegio?

Sobre el cuento:

- ¿Cuántas vacas habría que contabilizar en el precio que Dios a pagado por cada uno de nosotros en Jesucristo?

- ¿Nuestra vitalidad, alegría, positividad refleja ese precio?

SEGUNDO AÑO

1º: Un Proyecto social: la fraternidad.

Desde la experiencia de Dios como Padre se descubre la fraternidad humana

I. BREVE EVOCACIÓN DE LOS PRESUPUESTOS FUNDAMENTALES

1) Centralidad del amor al otro

a) El gran pensador religioso hebreo Martín Buber, sin duda el más profundo analizador de la relación interpersonal y de la vida en
diálogo, escribía, en su obra "Ich und Du" (Yo y Tú), que el hombre llega a ser él mismo mediante su relación con el otro: "Al llegar a
ser Yo, pronuncio el Tú" y "Toda vida verdadera es encuentro" (La vie en dialogue, Aubier, p. 13). En esta afirmación hay una verdad
fundamental, que se encuentra inscrita en la misma estructura del hombre, psíquica y física, como también en lo que constituye lo
mejor de la reflexión secular de la humanidad. Es imposible existir, llegar a ser plenamente uno mismo, sin abrirse al otro, sin
recibirlo en la reciprocidad. Y, para que este encuentro mutuo no sea ni indiferente, ni esclavizante, ni explotación, sino promoción y
crecimiento, hace falta que el encuentro se realice bajo el signo del amor. De este modo, en el plano simplemente humano aflora ya la
convicción de que el amor es la fuerza central de la existencia.

b) Cuando Dios interviene en la historia y se escoge un pueblo, se revela a Israel como aquél que lo ama apasionadamente, exigiendo
del hombre el amor a su prójimo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19, 18). Al mismo tiempo que la exigencia de amar a
Dios, este mandamiento es declarado por Jesús como el más grande, en el cual se resume toda la Ley, así como los Profetas (Mt 22,
39). Tanto Pablo (Rm 13, 8-10) como Juan ven aquí el corazón de la Alianza Nueva; Juan resume de esta manera la esencia del
cristianismo: "Este es su mandamiento: creer en el nombre de su Hijo Jesús y amarnos los unos a los otros" (1 Jn 3, 23). Habiendo
hecho por medio del Espíritu la experiencia del amor gratuito e incondicional de Dios en sí mismo (Rom 5, 6-10), el creyente,
radicado como un árbol en este amor (Ef 3, 17), puede y debe amar a sus hermanos, como Jesús los amó (Jn 13, 34). Sí, el centro de
la fe cristiana es el Ágape, el amor que brota de las mismas profundidades de Dios, que se derrama sobre todos los hombres (Mt 5,
45) y les permite, por su misma potencia, volverse los unos a los otros para amarse a ejemplo de Dios.

c) No es nada sorprendente que Francisco, conducido por el mismo Señor (Test 14) al descubrimiento de su evangelio, haya
concedido un lugar central al amor en su proyecto de vida. La Regla primera le dedica todo el capítulo once, así como otros pasajes (4,
3-4; 9, 13-14); la Regla definitiva toma de nuevo con vigor la fórmula lapidaria ya utilizada en la primera regla (9, 14): "Si una madre
alimenta y ama a su hijo carnal, con cuánto mayor cuidado debe amar uno y alimentar a su hermano en el Espíritu" (cap. 6). Creemos
que haber inventado esta imagen del amor materno, el haberla mantenido firmemente a través de las diversas redacciones, muestra
bien a las claras la importancia única que se atribuye al amor en la vida de los hermanos.

2) Tres espacios concéntricos del amor

a) El amor es un dinamismo universal. Siendo todo hombre mi prójimo, mi hermano, mi amor, este deseo de apertura y de acogida,
deberá dirigirse al hombre en sí, a toda la humanidad. Como meta y aspiración, debo estar dispuesto a amar, a valorar, a mirar con
benevolencia a todo ser humano.
b) Pero un amor universal tal, por necesario que sea, permanece como una disposición, una voluntad general; hace falta pasar a la
realidad concreta, bajo pena de quedarse en el sueño. Esta realidad concreta son los hombres que yo encuentro en el decurso de mi
existencia y con los que yo entablo lazos, más o menos fuertes. Esto puede ir desde el desconocido que pasa por la calle al que yo
presto un servicio ocasional, hasta los padres; amigos, hermanos, a los cuales me unen mil lazos de necesidad o de familiaridad.

c) En fin, el amor más fuerte y más exigente es el que se me pide para los hombres a los que he ligado mi vida. Esto se aplica a los
siguientes grupos humanos: pareja, familia, comunidad, que quieren ser más que una mera yuxtaposición ocasional de individuos
reunidos en vista a la acción o al trabajo. Aquellos con los que cada día comparto la casa y el alimento, con los que intento vivir un
mismo proyecto evangélico, que forman parte de algún modo de mi existencia, me exigen el amor más fuerte y más difícil. En tales
situaciones es cuando se prueba la veracidad del amor; lo demás no es más que ideología y discurso vacío. Es fácil amar a la
humanidad en general o, también, a aquellos que en los encuentros ocasionales no manifiestan sus deficiencias; pero el amor más
auténtico es el que ha sufrido, sin flaquear, la prueba y el desgaste de la vida cotidiana.

3) La fraternidad, gracia de nuestro tiempo

A este amor, corazón incandescente de la revelación de Dios y del hombre, siempre estamos invitados, pero hoy de manera más
particular. En un mundo de técnica y de socialización, donde las relaciones humanas están amenazadas por una organización y
estructuras impersonales, es necesario, más que nunca, que brille la llama del amor. "En esto se reconocerá que sois mis discípulos:
que os améis los unos a los otros" Jn 13, 35). En nuestra Orden, un signo, sin duda exterior, del descubrimiento de esta dimensión,
son las palabras "hermano" y "fraternidad", que reaparecen con fuerza en nuestros textos (la palabra fraterha reemplazado
a religiosus en nuestras CC.GG.), y, sobre todo, el esfuerzo de crear en todos los lugares verdaderas fraternidades, sean grandes o
pequeñas. De hecho, no nos es permitido sustraernos a esta gracia del amor y de la benevolencia franciscanas.
San Francisco. Pedro de mena

II. EXIGENCIAS CONCRETAS DE LA VIDA FRATERNA

1) Actitud fundamental

Tras esta evocación de los principios, debemos pasar ahora a la realidad viva, a esquematizar con rápidos toques lo que significa para
nosotros la fraternidad.

a) Lo que constituye la base de toda vida común es la acogida recíproca e incondicional, sin utopismos, siempre reestrenada. La
acogida es el reconocimiento del otro como valor absoluto. Simpático o no, enfermo o sano, útil o molesto, que vea yo sus cualidades
o no vea más que sus defectos, percibo en su existencia un don, un valor único, una manifestación misteriosa de la riqueza divina. Con
Clara de Asís, doy siempre gracias a Dios por haberlo creado a él como me ha creado a mí. Porque Dios me ha amado sin
condiciones cuando yo era, y continúo siendo, pecador, me esforzaré por ver en este hermano que me ha dado, un ser amado por el
que no ha perdonado a su Hijo (Rom 8, 22) Una tal mirada me revelará, poco a poco, la riqueza humana y divina de este hermano
por el que Cristo ha muerto (Rom 14, 15), me enseñará a aceptar lo que él es, a gozarme en él, a felicitarme por él. Tal es el amor con
el que Dios me ha amado, y que me exige tener para con este hermano concreto que se encuentra en mi camino.
b) Sin embargo, este amor será sin utopismos. Reconociendo la ceguera que me impide ver muchas veces los lados positivos del otro,
no negaré tampoco sus deficiencias, sus defectos, ni siquiera el mal que hay en él. Seré consciente, por otra parte, de que también yo
tengo el mismo mal y de que mi acogida debe recomenzar cada día.

c) El milagro del Ágape (Amor) divino es, precisamente, la capacidad de no desesperar, de recomenzar siempre, de perdonar
indefinidamente, de saber esperar. Aquí está la misericordia -las "vísceras de Dios que se estremecen y se remueven cada mañana (Lm
3, 22-23; Is 63, 15), que el apóstol Pablo, siguiendo a Jesús (Lc 6, 36), nos recomienda ejercer sin interrupción (Col 3, 12-15; Ef 7, 2).
Puesto que mi hermano es débil y pecador, sin turbarme por su mal, lo debo amar más (Carta a un Ministro). Este esfuerzo de
acogida ha de comenzar siempre de nuevo, como dice el Señor, hasta 70 veces 7 (Mt 18, 22).

d) Semejante voluntad de acogida incondicional, realista, misericordiosa, ejercida en la igualdad fraterna es, junto con el amor a Dios,
el valor central de nuestra existencia franciscana. Pero no es suficiente reconocerlo teóricamente, es necesario, por el contrario, que la
vida fraterna sea el primero de nuestros intereses, el centro de gravedad de nuestras vidas, el tesoro a donde va nuestro corazón. Hace
falta creerlo, dar a la fraternidad la prioridad sobre las otras relaciones, sobre los otros centros de interés.

2) Construir cada día la fraternidad

Si el amor así concebido ocupa el primer lugar en nuestras vidas, si lo despertamos continuamente cuando se adormece, podemos
construir cada día la fraternidad concreta. Podemos compartir toda nuestra existencia, desde los simples detalles de la vida material
hasta la más elevada búsqueda espiritual.

a) Nos sorprende el encontrar la exhortación de Francisco al amor maternal hacia el hermano en un contexto de necesidad material
de comer y de beber (1 R 9, 13-15; 2 R 6). Se debe procurar al hermano lo necesario en este campo: es así como se manifestará el
amor verdadero, hecho, no de palabras, sino de verdad (1 Jn 3, 18; 1 R 11, 5). Los detalles materiales, económicos, domésticos, del
alimento, de las fiestas, son como el vestido de nuestra vida común. Es aquí donde se realiza el enraizarse concreto de la fraternidad.
Es aquí donde cada uno se afirma en su humilde verdad y donde se ejerce realmente la acogida o el rechazo del otro. Descuidar esta
base elemental, en nombre de un falso espiritualismo, es querer construir un edificio sobre la arena.

b) En verdad, el compartir fraterno abraza todos los campos de la vida: intereses y búsquedas intelectuales, trabajo, empeños y
proyectos, oración y experiencia espiritual de cada hermano y de toda la fraternidad. Se realiza entre los hermanos y dentro de toda la
comunidad de una forma espontánea u organizada. Exige la buena voluntad por parte de todos, el deseo de la paz, la benevolencia, sin
negar ni eliminar artificialmente las divergencias de opinión, las oposiciones, incluso los conflictos. Porque el enfrentamiento, el
conflicto, las mismas heridas forman parte de la vida común, y la victoria del amor consiste en saberlas aceptar y superar,
permaneciendo todos unidos.

c) Si, en la vida fraterna, la puesta en común de sí mismo y de lo que se tiene exige de cada uno que se abra y que se entregue a su
hermano, debe quedar a salvo, sin embargo, un gran respeto, que es necesario en las relaciones mutuas. La persona es un misterio que
sólo Dios conoce; por ello, debemos circundarla de reverencia, dejarle un espacio de soledad, una cierta distancia. La soledad es
frecuentemente un vacío, un sufrimiento, pero hay una que constituye el medio indispensable para la profundización, el crecimiento y
la identidad de la persona. Ella es el espacio -el desierto- donde tiene lugar el encuentro de Dios y con uno mismo.

III. CONCLUSIÓN

Tantas cuestiones apenas esbozadas, otras dejadas de lado; ¿hemos tocado lo esencial, el punto central? Al hablar del amor fraterno,
no hemos hecho más que escuchar y agitar palabras. Lo esencial queda todavía por hacer: con paciencia, con humildad, con
misericordia, recomenzar cada día a construir, con nuestros hermanos, con quienes nos encontramos en la vida, algo de la verdadera
comunidad.
Si somos hermanos entre nosotros, aparecerá un signo dentro de la Iglesia y en el mundo de los hombres. Nuestro proyecto de
fraternidad, de grupo, será como un pequeño inicio del Reino de Dios, de ese mundo nuevo donde el hombre, acogido y
comprendido, considerado como igual, se reconoce finalmente libre y llega a ser él mismo. Aun siendo frágil, amenazado y muy
relativo, un signo así es el que más falta hace en el mundo, y también el que habla más fuerte. "Sabemos que hemos pasado de la
muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos" (1 Jn 3, 14).

UNA VISIÓN DE FUTURO: LA PAZ Y LA FRATERNIDAD (Eloi Leclerc)

La PAZ franciscana tiene un nombre, un rostro: la FRATERNIDAD. La Fraternidad, en cuanto que es portadora de una esperanza
para toda la humanidad.
Desde muy pronto, jóvenes de Asís y de toda la región se incorporaron a la nuera vida iniciada por Francisco. Decenas de jóvenes
primero, centenares después, miles luego. Cabe preguntar por qué. A decir verdad, se abalanzaban a la vida de pobreza porque
vislumbraban al final del camino la alegría de la fraternidad.

La idea de fraternidad flotaba en el ambiente de la época. Ella había impulsado al pueblo humilde de las ciudades, junto con los ricos
comerciantes, a rechazar el poder señorial y su sistema de vasallaje, en la esperanza de una sociedad más libre y más fraterna. Los
hombres de entonces, al menos en las ciudades, aspiraban a dejar de ser vasallos, querían ser asociados. Esta gran aspiración popular
había procurado plasmarse en el común. En su novedad, la palabra "común" expresaba muy bien ese impulso creador. Pero la
realidad decepcionó muy pronto. Pues bien, con el movimiento franciscano primitivo, la idea de fraternidad recobraba una
oportunidad. Mejor dicho, una esperanza.

El mérito de Francisco consistió, efectivamente, en poner en marcha un nuevo tipo de comunidad, a la luz del Evangelio y
respondiendo a las aspiraciones de su época. Se abstuvo de copiar los antiguos modelos monásticos. "Y después que el Señor me dio
hermanos -escribe en su Testamento-, nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debía vivir
según la forma del santo Evangelio" (Test 15). Francisco crea la fraternidad. El signo distintivo de la nueva comunidad consistirá en ser
una fraternidad. Se repudia el paternalismo abacial y el señorial: "Ninguno de los hermanos -escribe en la Regla de 1221- tenga
potestad o dominio, y menos entre ellos" (1 R 5, 9); "Y nadie sea llamado prior" (1 R 6, 6). Ni dominadores ni dominados. Todos
hermanos, y cada uno al servicio de todos los demás.

La palabra "hermano", recuperada en todo su vigor evangélico, se convierte en el nombre propio de los miembros de la nueva
comunidad, nombre que los distingue de los monjes y de los canónigos. Así Francisco y sus hermanos se esforzarán en vivir, a la luz
del Evangelio, lo que los comunes medievales no habían logrado llevar a cabo. Reanudaban y conducían a término el gran sueño de su
época. Hombres provenientes de todos los horizontes y pertenecientes a todas las condiciones sociales aprendían a vivir juntos, libres
de cualquier relación de dominio, fraternalmente asociados. Resulta difícil imaginarnos hoy día el carácter revolucionario de tal
proyecto. Es preciso recordar que la misma Iglesia, en su conjunto, era entonces una Iglesia señorial, y que también los obispos y
abades eran señores feudales. Con la creación de la fraternidad, Francisco rompe con el sistema de los señoríos en la Iglesia.

No basta con decir que Francisco concebía las relaciones entre los hermanos exentas de todo espíritu de dominio. Quería que fueran
unas relaciones calurosas, afectuosas, serviciales, impregnadas de familiaridad: "Y dondequiera que estén y se encuentren unos con
otros los hermanos, condúzcanse mutuamente con familiaridad entre sí. Y exponga confiadamente el uno al otro su necesidad, porque
si la madre nutre y quiere a su hijo carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual...?" (2 R
6, 7-8; cf. 1 R 9, 10-11).

Con todo, no hay que imaginarse la fraternidad franciscana primitiva de manera idílica, como un caliente nido a cubierto de cualquier
tensión. La auténtica fraternidad sólo puede existir gracias a una incesantemente renovada voluntad de misericordia y de
reconciliación. Se mide, a decir verdad, por su capacidad de benevolencia mutua y de perdón. Los hermanos, dice Francisco, no
deben juzgarse ni desacreditarse unos a otros. Y menos aún condenarse mutuamente. Si alguna peca, ha de encontrar en sus
hermanos a hombres misericordiosos. Escribe en la Carta a un Ministro: "Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a
mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así: que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiere pecado, se aleje de ti después
de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la
quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de
los tales" (CtaM 9-11).

Imposible indicar con mayor claridad y fuerza la fuente de la fraternidad franciscana. Ésta toma su existencia entera, toda su paciencia,
toda su fuerza, de la mirada misericordiosa de Dios sobre el hombre. Y no se realiza verdaderamente sino en cuanto cada uno de los
hermanos, en su relación con los otros, se inspira en esa mirada que no juzga ni condena: una mirada compasiva, constructiva,
salvadora.

Nos hallamos aquí ante lo esencial de la fraternidad franciscana. Una fraternidad así nunca está plenamente realizada. Es una utopía,
pensarán algunos. Nosotros decimos que es una esperanza. La esperanza de una humanidad reconciliada. La esperanza de una
reconciliación siempre ofrecida, siempre posible.

La fraternidad franciscana tiene como misión comunicar al mundo precisamente esa esperanza. No vive replegada sobre sí misma. Es
enviada en medio de los hombres.
Todavía no son diez los primeros hermanos y ya Francisco los envía de dos en dos a anunciar la paz: "Marchad, carísimos, de dos en
dos por las diversas partes de la tierra, anunciando a los hombres la paz" (1 Cel 29a). En la mente de Francisco, fraternidad y misión
de paz van a la par. Más exactamente, el anuncio de la paz se realiza mediante la fraternidad, mediante la irradiación y el contagio de
la fraternidad.
La misión de paz, en efecto, no consiste sólo en un anuncio verbal. Los hermanos deben proclamar y comunicar la paz, ante todo,
mediante su comportamiento, mediante la calidad de sus relaciones mutuas y con las demás personas: "Aconsejo, amonesto y exhorto
en el Señor Jesucristo a mis hermanos -escribe Francisco- que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan de palabra ni
juzguen a otros; sino sean apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes, hablando a todos decorosamente, como conviene...
En toda casa en que entren digan primero: " Paz a esta casa"" (2 R 3, 10-11. 13). En la Regla de 1221 escribe: "Y guárdense todos los
hermanos de calumniar y de contender de palabra... Ni litiguen entre sí ni con los otros, sino procuren responder humildemente... Y
sean mesurados, mostrando una total mansedumbre para con todos los hombres..." (1 R 11, 1-3. 9). Así, los hermanos, enviados al
mundo, anuncian la paz esforzándose en crear la fraternidad entre ellos y con los hombres con quienes se encuentran o entre quienes
conviven. A los hermanos que van entre sarracenos, Francisco les aconseja como primer modo de anunciar el Evangelio: "Que no
promuevan disputas ni controversias..." (1 R 16, 6). La paz fraterna tiene siempre el rostro de la fraternidad.

Ese rostro, en el que brilla la esperanza de la unidad recobrada, lo revela la fraternidad franciscana yendo hacia los más pobres, los
más pequeños y despreciados. Ya he citado antes la frase de la Regla de 1221: "Y deben (los hermanos) gozarse cuando conviven con
gente de baja condición y despreciada... " (1 R 9, 2). Vivida con los pobres, la fraternidad franciscana aparece no sólo como anuncio
profético, sino ya como primicia de una humanidad reconciliada, en la que no habrá más dominadores ni dominados, sino solamente
hermanos y hermanas, animados todos por el gran aliento de ternura y de perdón que viene del Padre, en Cristo.

¿Sueño, quimera, utopía? La fraternidad franciscana sería eso, y sólo eso, si no fuera en primer lugar una esperanza vivida en Cristo,
en medio de los conflictos de este mundo.

Fraternizar con todos los hombres, con todas las criaturas, tal como lo hacía Francisco de Asís, es optar, a la luz de la Reconciliación,
por una visión del mundo en la que prevalece la conciliación sobre la división; es abrirse, por encima de todas las separaciones y
soledades, a un universo de diálogo y de comunión en un inmenso aliento de perdón y de reconciliación.

Una fraternidad así sólo existe e irradia por la esperanza que la habita y en la que se expresa todo el dinamismo de la Redención: la
esperanza de convertir toda hostilidad en tensión fraterna, dentro de una unidad de creación... ¿No es éste el sentido profundo del
Cántico de las criaturas? Este Cántico, que celebra la gran fraternidad cósmica y al que Francisco añadió la estrofa del perdón y de la
paz, repone al hombre en la unidad de la creación, bajo el signo de la reconciliación. Y esta unidad no ha de buscarse hacia atrás, en el
pasado, sino hacia adelante, allí donde se ofrece como un don que hay que recibir y una tarea que hay que realizar

Tema 2º: Un Proyecto natural: la ecología.


El hombre, la técnica y la naturaleza.
El tipo de progreso de nuestras sociedades post-industriales, basado en el consumismo y en el aumento rápido de beneficios, ha
llevado a un grave desequilibrio ecológico en todos los sentidos: consumo excesivo de materias primas no renovables,
contaminación sonora, visual y atmosférica; desaparición de especies... Por no hablar de los profundos desequilibrios sociales y
económicos que todo esto lleva a cabo: riqueza del Norte y aparición en esa área de un cuarto mundo de pobreza, despojo y
miseria del Sur, emigraciones forzosas...

Ciertamente que la vida del hombre sobre la tierra ha sido muy difícil y se ha visto rodeada de muchas hostilidades, que explican y
justifican sus normales agresividades y su impulso de dominio. Ante un mundo hostil y difícil se han ido creando técnicas cada vez
más sofisticadas para domesticarlo y hacerlo habitable. Pero la evolución técnica ha crecido tanto que ya constituye un mundo
artificial. Así se ha creado una especie de sobrenaturaleza que en parte ha ayudado al hombre, pero también en parte le ha
separado de su madre naturaleza.

Cuando la ciencia desemboca en tecnologías utilitarias se deshumaniza, y entonces la técnica se convierte en táctica de la vida,
como lo proponía O. Spengler. La técnica es la destrucción de todo mito, es un antimito, que a su vez se ha convertido en otro
mito más irracional y deshumanizante, ya que somete todo a una cosificación incondicional. Cuando la técnica moderna olvida lo
que tiene de poesía y de creatividad y somete la naturaleza a objeto de posesión, de dominio y de manipulación se convierte en el
gran peligro, como advirtió Heidegger.

El dogma del crecimiento incontrolado acompañado de un positivismo aldeano y tosco han convertido la naturaleza en un objeto de
pura utilidad y explotación. Cuando la naturaleza se convierte en cómodo campo de ingeniería y en un banco de recursos fáciles se
rompe la relación vital del hombre con el medio entorno y se crea un desequilibrio de incalculables consecuencias.

La armonía o desarmonía entre el hombre y la naturaleza depende de que aquél trate a ésta como un objeto útil simplemente o la
interprete como un espacio vital y no reducible a utensilio ni manejable a capricho, pues la naturaleza no está ni ahí ni contra mí,
sino conmigo. Y no hay pecado más cordial, es decir, falta de grandeza de corazón, que nuestras manías y cegueras en no
reconocer el valor de lo que nos rodea, en usarlo a destiempo y en abusarlo en todo tiempo. Sólo un gran hermanamiento
universal de los hombres, animales, plantas y cosas desplazará el engreimiento humano de ser rey déspota de la creación para
transformarse en el gran hermano mayor de todos los seres creados.

La naturaleza, o el medio ambiente que nos rodea, no puede ser solamente el espacio de una ocupación pacífica o violenta, sino
también objeto de una gran preocupación, ya que es la prolongación del hombre mismo, que vive en el mundo como el corazón en
el cuerpo. Actualmente, desde todos los sectores humanos se oyen voces de alerta por el serio deterioro de la hermana naturaleza.
Se habla incluso del terricidio o asesinato de la tierra. Es cierto que en esto, como en muchos otros temas dominantes en nuestra
época, se dramatiza fácilmente. Pero también es cierto que los ríos, los mares, los bosques, los campos, las ciudades, los
alimentos y la misma atmósfera están siendo víctimas de una ambición incontrolada de no pocos hombres. Por eso es necesario
recurrir a todos los medios para humanizar la naturaleza y para que, a su vez, ella nos naturalice. Es un trato entre ambas partes.

Ante todo esto pueden surgir dos preguntas desde nuestra conciencia cristiana:

- ¿El hombre no puede tener otro tipo de relación con su entorno natural que no esté basado en el despojo?

- ¿La tradición cristiana puede aportar algo sobre este punto?

Francisco y la naturaleza
Existe en nuestra tradición cristiana un buen ejemplo de comportamiento respetuoso con la Creación en la persona de Francisco de
Asís; no es el único ejemplo, pero sí el más chocante por su originalidad.

Todos los relatos más antiguos sobre san Francisco coinciden en afirmar su "reconciliación universal con cada una de las criaturas".
Su primer biógrafo, Tomás de Celano, atestigua cuatro años después de su muerte: "¿Quién podrá explicar la alegría que
provocaba en su espíritu la belleza de las flores?, al contemplar la galanura de sus formas y aspirar la fragancia de sus aromas... al
encontrarse en presencia de muchas flores, les predicaba, invitándolas a loar al Señor, como si gozaran del don de la razón. Y lo
mismo hacía con las mieses y las viñas, con las piedras y las selvas, y con todo lo bello de los campos, las aguas de las fuentes, la
frondosidad de los huertos, la tierra y el fuego, el aire y el viento, invitándoles con ingenua pureza al amor divino y a una gustosa
fidelidad. En fin, a todas las criaturas las llamaba hermanas, como quien había llegado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y
con la agudeza de su corazón penetraba, de modo eminente y desconocido a los demás, los secretos de las criaturas".

Se trasluce en Francisco otro modo de estar en el mundo, ya no sobre las cosas, sino con ellas, sintiéndose hermano y hermana en
la casa común regalada por el Padre. Por ello para Francisco las cosas no están al alcance de la mano posesiva del hombre, son
animadas y personalizadas; existen lazos fraternos con ellas. Por la realidad de ser hermanas e hijas del mismo Padre, las cosas
no pueden ser violadas, sino respetadas. San Francisco las utilizaba para vivir, pero no destruyéndolas. De hecho, él mandaba a
los hermanos que cuando cortasen árboles no lo hicieran de raíz para que pudiesen volver a brotar, y en los huertos de los
hermanos mandaba que existiese un rincón para las "malas hierbas", pues, como Francisco decía, también ellas "pregonan la
hermosura del Padre de todas las cosas". En Francisco el trato con la naturaleza está en consonancia con el respeto y el trato que
se le debe al ser humano.

La naturaleza, igual que el hombre, nace de las manos del


Padre
La razón por la que Francisco llegó a esta simpatía con la creación fue, en primer lugar, por su alma de poeta; un poeta capaz de
captar la profundidad y belleza de todas las criaturas. Este sentir poético le venía de su juventud en que compuso versos y
canciones trovadorescas, en boga en su época; luego de su conversión, ya con los hermanos, se propuso que la primera
fraternidad franciscana fuese un grupo de "juglares de Dios". Pero el sentido poético no llega a explicar la profundidad del estar
con las cosas como hermanos y hermanas. En la raíz de esta vivencia está la experiencia religiosa de la paternidad universal de
Dios. Que Dios es Padre no era para Francisco un dogma frío al que haya que rendir el entendimiento, era más bien una
experiencia afectiva profunda que implicaba una fusión cósmica del hombre con todos los elementos del universo salidos de las
manos del Padre. No hay que olvidar que la paternidad de Dios es uno de los mensajes centrales de Jesucristo.

Francisco vive este mensaje de una manera horizontal: si todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos entre nosotros. Todos
vivimos en la Casa Paterna. Existe una intimidad radical con todas las cosas; no hay enemigos ni amenazas. Estamos, de esta
manera, en la atmósfera del cariño entre los hermanos y las hermanas de toda la Creación. Pero esta horizontalidad de Francisco
no supone ni un panteísmo ni un olvido de la transcendencia del Creador, más bien al contrario; en esta horizontalidad, en la
belleza de las cosas, descubre el amor y la suma bondad de Dios. Según relata Tomás de Celano, Francisco "en una obra
cualquiera canta al Artífice de todas, en las cosas hermosas reconoce al Hermosísimo, cuanto hay de bueno le grita: ¡El que nos ha
hecho es el mejor!"

Esta Fraternidad universal coloca a Francisco en el mismo nivel que las criaturas, no se define por las diferencias respecto a ellas.
Se define por aquello que le une. Francisco no se llamará a sí mismo animal racional, señor de la naturaleza,
constituido rey sobre los seres. Más bien él se llamará hermano de todos y siervo humilde de cada criatura. Ama a la Creación,
confraterniza con las criaturas y se une a ellas, formando la familia de hijos del Padre, hermanos de Jesucristo por el Espíritu. La
experiencia profundamente espiritual de Francisco le lleva a intensificar el sentido del concepto de igualdad basado en la
fraternidad.

Por ello, Francisco canta con todas las criaturas. No canta a través de ellas, sino con ellas. Sería egoísmo no reconocer la alabanza
que éstas realizan al Señor. Por ello, Francisco canta con la cigarra o con la alondra, como cuenta Celano, o como relata san
Buenaventura, cuando Francisco veía una bandada de pájaros que cantaban al Creador, también él invitaba a los hermanos a
unirse a las aves y cantar y alabar a Dios.

El "Cántico del Hermano Sol"


El admirable testimonio de esta fraternidad cósmica es su "Cántico del hermano Sol", que Francisco compone poco antes de morir,
ya ciego y con fuertes dolores, y en el que con las Criaturas alaba al Creador. Es una pieza muy hermosa que relata la vivencia de
la naturaleza en un cristiano:

ALTÍSIMO, OMNIPOTENTE Y BUEN SEÑOR,


tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A Ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de Ti mención.

¡Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,


especialmente por el señor hermano Sol,
por quien nos das el día y nos alumbras,
y es bello y radiante con gran esplendor:
de Ti Altísimo, lleva significación!

¡Alabado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las Estrellas:


en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas!
¡Alabado seas, mi Señor, por el hermano Viento, por el Aire y la Nube,
por el Cielo sereno y todo Tiempo: por ellos a tus criaturas das sustento!

¡Alabado seas, mi Señor, por la hermana Agua,


la cual es muy útil y humilde, preciosa y casta!

¡Alabado seas, mi Señor, por el hermano Fuego:


por él nos alumbras la noche, y es bello y alegre, vigoroso y fuerte!

¡Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre Tierra,


que nos mantiene y sustenta,
y produce los variados frutos con las flores coloridas y las hierbas!

¡Alabado seas, mi Señor, por quienes perdonan por tu amor,


y soportan enfermedad, tribulación:
bienaventurados quienes las soporten en paz,
porque de Ti, Altísimo, coronados serán!

¡Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte corporal


de quien ningún hombre viviente puede escapar!
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
¡Bienaventurados los que encuentre cumpliendo tu santísima voluntad: pues la muerte segunda no les podrá hacer mal!

¡Alabad y bendecid a mi Señor y gracias dad,


y servidle con grande humildad!

Francisco no quiere colocarse sobre y por encima de los seres, de las cosas y de los animales, sino junto a ellos, con ellos y en
compañía de ellos, porque sabe muy bien que su propia vida es un don tan gratuito como el don de la creación entera, a la que se
une afectiva y fraternalmente. Canta al Altísimo por los seres, pero también lo hace con ellos y desde ellos como expresión de su
talante peculiar de estar en el mundo y del modo de ser con las cosas.

Según Max Scheler, "se ha llevado a cabo en san Francisco una interpretación afectiva e intuitiva de la relación entre la naturaleza,
el hombre y Dios no sólo gradual, sino esencial y cualitativamente distinta, no comparable con nada de lo que encontramos en
Occidente desde los tiempos más antiguos del cristianismo, y que está en la más rigurosa oposición a todo el anterior sentimiento
de la naturaleza en el cristianismo primitivo, la patrística e incluso en la Edad Media posterior".

El mundo es nuestra casa


Para el franciscano el mundo no es inhóspito y carcelario, como aparece en no pocas místicas y filosofías, sino "la casa fabricada
para el hombre", como describe san Buenaventura. El concepto de casa siempre encierra un sentimiento familiar, referencial,
acogedor y entrañable. El universo, si no se convierte en morada, se hace terrible, como muy bien decía M. Büber: "Sólo hay
cosmos para el hombre si el universo se torna su morada". Es que "la casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica
sus consejos de continuidad. Sin ella, el hombre sería un ser disperso", como bellamente escribe G. Bachelard. Y con ella adquiere
el mejor modo de saber habitar y de librarse del miedo de sentirse extraño. El hombre en este mundo no es un ser extraño ni un
ser arrojado, como se presenta en algunas filosofías de la existencia, sino un ser colocado en el cálido recinto del hogar. Y este
hogar, como algo entrañablemente nuestro, debe ser defendido con primor y con pasión.

La teología franciscana implica una antropología y desemboca en una ecología, ya que todo es bueno, incluso la misma materia.
Dios ha creado un mundo maravilloso, y el hombre no puede corregir la plana con recelo aldeano. El "someted la tierra" del
Génesis no es un salvoconducto para explotar y destruir, sino el imperativo para humanizar la naturaleza y vincularse
fecundamente con ella.

Actitudes ante el mundo


A lo largo de la historia humana el hombre ha cambiado muchas veces su manera de ver y de tratar el mundo. De modo
esquemático, los siguientes puntos pueden representar las más significativas posturas:

1. Pánico ante el mundo natural, que se traducía en temor, pavor y adoración.

2. Asombro ante ese mismo mundo, produciendo en el hombre sorpresa, desconcierto y admiración.

3. Respeto al misterio del mundo, lleno de armonía y de belleza por ser reflejo del Creador.

4. Racionalización del mundo a través de la matematización y como reflejo del hombre.


5. Desencanto del mundo cuando se le ha reducido al modelo mecánico, se le ha interpretado desde el positivismo y desde la pura
eficacia.

6. Dominio y explotación del mundo como un campo de reservas ilimitadas para el hombre, que de un modo incontrolado ha ido
gastando y malgastando.

7. Descubrimiento o redescubrimiento del encanto del mundo y nuestra vinculación a él. El mundo es nuestra entrañable morada;
y el cuidado o deterioro de esta morada repercute inevitablemente en el inquilino que la habita.

A modo de conclusión
El futuro de nuestro hábitat depende, ciertamente, de los científicos, políticos, filósofos, teólogos, sociólogos y psicólogos; pero,
también, de hacer más humanas las relaciones cotidianas de sus habitantes. Bergson decía que el cuerpo agrandado del hombre
espera un suplemento de alma y que la mecánica (que es el "cuerpo agrandado") exigiría una mística. Tal vez sería mejor afirmar
que el hombre necesita descubrir su propio espíritu, que no es un suplemento, sino él mismo, y entonces estará preparado para
habitar en el mundo natural y así podrá además ofrecer al mundo técnico un suplemento de humanidad y de ternura.

El hombre, participando con todos los seres del mundo, amplía el horizonte de sus posibilidades y transforma continuamente la
naturaleza en cultura. Para ello necesita ver, descubrir y admirarse de las maravillas que nos rodean. Uno de los males que suele
padecer el hombre es el daltonismo, la incapacidad para ver la realidad en su totalidad. El hombre daltónico ve sólo unos colores,
algunos relieves, zonas parciales, pero juzga toda la realidad, toda la vida, desde la limitación de su perspectiva deformada.

Como escribía hace unos años Toynbee, "para mantener la biosfera habitable durante otros dos mil años, nosotros y nuestros
descendientes tendremos que olvidarnos del ejemplo de Pietro Bernardone, mayorista de tejidos del siglo XIII, y de su bienestar
material, y empezar a seguir el de Francisco, san Francisco, su hijo, el más grande entre los hombres que han existido en todo
Occidente... El ejemplo dado por san Francisco es el que nosotros, los occidentales, deberíamos imitar de corazón, porque él es el
único occidental de esta gloriosa asociación". A esta gloriosa asociación pueden apuntarse todos los que creen en un futuro mejor
del hombre y del mundo y se comprometen a trabajar por conseguirlo.

Punto y final
En Francisco hemos descubierto una forma distinta de relacionarse con la naturaleza plenamente enraizada en nuestra tradición
cristiana, y que si la tuviésemos más en cuenta nos podría ayudar a vislumbrar caminos para solucionar muchos de los problemas
ecológicos de nuestro tiempo. Además la propuesta de Francisco, aunque de raíces religiosas cristianas, no es propiedad de los
cristianos ni de los que vivimos la espiritualidad por él comenzada, sino que está abierta a todos los hombres de todas las culturas
y de todas las creencias.

Para la reflexión y el diálogo


La reflexión y el diálogo se puede realizar sobre cualquier aspecto que os haya llamado la atención o os haya parecido más
importante. Si es difícil arrancar os ofrezco algunas preguntas que os ayuden:

- Francisco tiene un sentido marcado de la humildad (no en vano la palabra "humildad" viene del latín "humus" tierra). Esta virtud,
vivida con profundidad, desmitifica los valores que deshumanizan y desnaturalizan la sociedad. ¿No te da la impresión que en
nuestra sociedad nos estamos deshumanizando y desnaturalizando o, tal vez, ya lo estamos? ¿Qué signos indicarían tu respuesta?

- La actitud de la humildad conlleva la sencillez, el agradecimiento. Muy a menudo somos más conscientes de nuestras carencias
que de la belleza, el gozo de vivir, la amistad y tantos y tantos dones que Dios nos ofrece. ¿No te parece que el saber mirar la vida
y el mundo que nos rodea con agradecimiento es un aliciente para vivir con alegría? ¿Qué repercusiones podría tener esa visión en
los demás con quienes compartes la vida: familia, compañeros, alumnos....?

- Puede parecer que en ciertos ambientes ecologistas se cuida más la naturaleza que al ser humano concreto, ¿qué relaciones
intentas vivir con los demás? ¿cómo se traduce esa relación con la naturaleza?

- Por último, ¿cómo se podría concretar ese humanismo franciscano en nuestras relaciones cotidianas en el colegio?


Tema 3º: Un proyecto solidario: solidaridad
con el pobre.
...vivida desde la desapropiación para la libertad y el don...
Una breve aclaración al inicio del presente tema. La "pobreza" es un tema con infinidad de matices en la tradición franciscana, uno
de los cuales es la "opción por los pobres". Ya que en el presente curso y en el siguiente aparece el tema de la "opción por los
pobres", tomamos la determinación de hacer en lo que sigue una presentación más general de "la pobreza", puesto que tratamos
de clarificar cuál es nuestro proyecto de vida, y así dejar las concreciones para el próximo curso.

1.- ¿CÓMO ENTENDER LA POBREZA DE JESÚS?


La Encarnación de Jesucristo, el Señor que se hace hombre, constituye una opción radical. Este fue su máximo empobrecimiento:
hacerse hombre, es decir elegir la pobreza del ser. Y Jesús es coherente con esta opción primera de abajamiento durante toda su
vida. Empieza plantando "su tienda entre nosotros" (Jn 1, 41) y termina "fuera de la ciudad" (Hb 13, 12) despojado en la cruz. Y
entre este prólogo y este epílogo va discurriendo toda su vida en clave de pobreza: "no habla lugar para ellos en la posada" (Lc 2,
7), los pastores, del gremio de los despreciados de entonces, son los primeros llamados a verle y testimoniarle; sus padres ofrecen
"en sacrificio un par de tórtolas o pichones" (Lc 2, 24)... Muy resumidamente se podría decir que Jesús se encarnó en una
existencia desinstalada, marginal, más o menos errante, desposeído no sólo de cosas en una ascesis de cierta austeridad, sino más
aún de situaciones de poder y de privilegios con todo lo que ellas llevan.

El sentido final de la pobreza de Cristo será la ley del amor: amor al Padre y amor a los hombres. Este amor es el que determina
su pobreza: solidaridad con todos los pobres de todos los tiempos, los abandonados, los que tienen forma de esclavo... Solidaridad
en el amor. Pablo lo expresa así: "El, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó
de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos. Así, presentándose como simple hombre, se abajó,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2, 1-7).

Este fue el máximo empobrecimiento de Jesús.

No tratamos de canonizar a través de la vida de Jesús la pobreza meramente material sino el corazón del pobre. De tal manera
que la pobreza se transforma en misterio, en el cual la riqueza de Dios se nos hace accesible (cfr. 2 Cor 8, 9).

Así esta pobreza de corazón no es fruto de un imperativo moral o jurídico sino de la solidaridad y de una absoluta libertad que
transforma toda la persona y le proporciona el gozo de sentirse pequeña ante Dios y en fraternidad con los desposeídos de la
tierra.

La pobreza en el Nuevo Testamento se puede resumir en torno a la ley del amor y caridad. Así lo entendió también la primitiva
comunidad. En efecto, lo que el Evangelio y los Hechos dicen de los pobres no apunta hacia un ideal de pobreza sino de caridad.
En el fondo se está hablando de una fraternidad en que no haya pobres. Más que de carecer se trata de compartir. La perspectiva
no es primordialmente ascética sino sobre todo fraterna. El desprendimiento de los bienes está visto en clave de comunión y
solidaridad más que de ascesis y de austeridad. No se trata de despojarse sin más sino de despojarse de los bienes para
compartirlos con los que tienen menos.

La pobreza describe, por tanto, la condición real del hombre pecador confrontado con la salvación traída por Cristo. Describe la
disposición apropiada de humildad y mansedumbre que debería caracterizar la respuesta del hombre a la salvación. La pobreza
evangélica significa, además, la indivisión del corazón del hombre cuando, enfrentado con la realidad de las cosas últimas y de lo
absoluto, ha de hacer una elección irrevocable e incondicional. Finalmente, la pobreza es la elección espontánea que hace el
cristiano lleno de amor cuando toma conciencia de la horrenda miseria de sus hermanos los cristianos, y de su propia capacidad
para aliviar sus necesidades. En todo esto, el cristiano se conforma a Cristo pobre.

2.- ¿CÓMO LA ENTENDIÓ-VIVIÓ FRANCISCO DE ASÍS?


El análisis de su vida y escritos demuestra que el testimonio del Reino de Dios y
la conformidad a Cristo crucificado fue lo primero y más importante de su ánimo.
El seguimiento de Cristo pobre, humilde y desnudo en 1a cruz exigía, para
Francisco, un total despojo de sí mismo. Esta es su motivación.

Lo que incitó a Francisco a renunciar a todas las cosas y a cantar las alabanzas
de su Creador fue el puro amor de Cristo y una profunda conciencia de la
realidad del Reino de Dios y de la gracia salvífica. Con verdadero espíritu
evangélico, imprimió de tal manera en los hombres el verdadero valor del Reino
que las realidades y valores seculares quedaron reducidos automáticamente a lo
que son y no más. Cristo no denunció las riquezas; las ignoró. Esto, en sí mismo,
es su apostolado.

De aquí se sigue que los motivos del desprendimiento evangélico para Francisco
no son de orden ascético, apostólico, ni tampoco de orden contestatario. Lo que
para Francisco impone el desasimiento evangélico es la Mística del Reino.
Contemplativo nato, Francisco se sumerge familiarmente en la triple intimidad de
las Personas implicadas en la construcción de esta comunidad de salvación que
es el Reino:

 el Padre, en primer lugar, que nos invita gratuitamente a ella y que no


nos ha creado sino para acogernos en ella;

 el Verbo (Jesús) que se hizo carne para atestiguar con su muerte la


seriedad de este designio comunitario del Padre y mostrarnos el camino
de nuestra superdimensión;

 una multitud de hermanos, vaciados de sí mismos para dejar todo el


espacio al Espíritu del Señor, a fin de poder ser reunidos en el Amor.

A partir de aquí, podemos apuntar algunas notas que caracterizaron la vivencia


de la pobreza por Francisco de Asís:

la pobreza de espíritu: consistía en ver en la creación visible y en los acontecimientos humanos la mano de la divina Providencia. El
día en que fue desheredado, san Francisco pronunció fervorosamente la primera verdad que había aprendido en la escuela de la
pobreza: «Desde ahora diré con libertad: Padre nuestro, que estás en los cielos». He aquí la nota clave de la pobreza franciscana.

 la pobreza de hecho: en Francisco encontramos la combinación de la pobreza «de espíritu» con la pobreza «de hecho». Él
renunció totalmente a la propiedad o a ser propietario de bienes materiales, incluso de los bienes que son necesarios:
«Los hermanos no se apropien nada para sí, ni casa, ni lugar, ni cosa alguna». Francisco no quería tener nada que ver con
la condición de propietario. Los hermanos, decía, deben ser «peregrinos y forasteros» en este mundo, itinerantes sobre la
faz de la tierra; y, de esta manera, siempre dependientes de los demás, sin seguridad.

 pobreza como rechazo del dinero: Francisco, desde el momento de su conversión, volvió las espaldas a las dos cosas que
en su tiempo permitían a la persona adquirir poder y dominio sobre los otros: el sistema feudal de propiedad, y el dinero
acumulado por el crecimiento del capitalismo comercial. En esto fue un profeta. Captó intuitivamente los frutos que las
semillas del capitalismo producirían. Parece que tuvo un cierto presentimiento de los excesos futuros.

 una pobreza que atiende a la necesidad del hermano: el criterio operativo en el «uso pobre de las cosas» era, para
Francisco, la necesidad. Esta palabra era la norma fundamental para la determinación del «uso pobre de las cosas».
Aunque es contrario al uso del dinero, sin embargo nos dice que "provean con cuidado solícito, por medio de amigos
espirituales, a las necesidades de los enfermos... teniendo en cuenta los lugares, las épocas y las regiones frías...,
dejando siempre a salvo, como se ha dicho, el no recibir dinero o pecunia".

 pobreza como identificación con los pobres: Francisco nunca quiso separarse de los realmente pobres. Parecería que quiso
que sus seguidores se identificaran de alguna manera con los pobres. Hay diferentes maneras de estar presentes entre los
pobres: ayudándoles, educándolos, llevándoles la palabra de Dios... Pero, para el seguidor de Francisco, parece claro que
es indispensable vivir de hecho una vida pobre.

3.- ¿CÓMO LA HEMOS DE VIVIR HOY EN DÍA?


Lo que Francisco vivió y que hoy nos propone a cada uno de nosotros, es una meta, un ideal que, por serlo, permanecerá
inasequible, pero deberá ofrecerse íntegro como un horizonte hacia el que se quiere siempre avanzar. No conseguirlo será culpa
sólo de nuestra limitación. Aceptar estos límites en la vida práctica, pero tratar de superarlos mediante una constante revisión del
espíritu, será la mejor garantía de que se marcha de cara al ideal. Ofrecemos algunas pistas para vivir la pobreza evangélica hoy:
a) Para recobrar el espíritu pobre es imprescindible la vida de conversión. La pobreza franciscana no se la entiende si no se la
elige, y no se la elige si uno no se convierte, si no «cambia su mente y su corazón».

b) Pobreza real y sincera. - «Aprender de los pobres la pobreza», fue la respuesta, al comienzo de la segunda sesión del Concilio
Vaticano II, a un proyecto sobre el modo de «enseñar a los pobres el sentido de la pobreza evangélica». No llevemos al mundo
una pobreza prefabricada, es decir, una fórmula de pobreza ascética, hecha un poco a nuestra medida y un poco a nuestra
conformidad, de forma que nos permita vivir la virtud de la pobreza, guardar la Regla, pero sin experimentar la pobreza. La
pobreza es una realidad que tenemos a la vista, y lo mismo que Jesús, lo mismo que Francisco en su tiempo, hemos de ir al pobre
para saber cómo tiene que ser nuestra pobreza.

c) Hoy más que nunca «peregrinos y forasteros».-El pobre de hoy, emigrante virtual siempre en busca de los medios de vida -del
campo a la ciudad, de los países pobres a los países ricos, de los barrios al centro urbano-, es para un franciscano la encarnación
palpable del misterio del Cristo huésped y peregrino. Hoy más que nunca es posible y urgente este carácter primordial de la
pobreza.

Pobreza franciscana entraña inseguridad, existencia precaria; entraña también el empleo de medios pobres, renunciando a grandes
instalaciones, a recursos de prestigio y de influencia, nos obliga a depender de otros, a colaborar con otros que quizá se llevarán la
gloria y el provecho temporal, a tener que contar con nuestros hermanos ricos o pobres para llevar adelante nuestras iniciativas.
Esta preferencia por los medios pobres nos hace vivir del trabajo. El misterio de la pobreza es inseparable del misterio del trabajo.
Lo sabemos por la vida de Jesús y por el ejemplo y las enseñanzas de san Francisco, que lo impone a los suyos por tres motivos:
procurar el sustento, evitar la ociosidad y dar testimonio.

d) Ir a los pobres. - No sólo para aprender la pobreza, sino porque si a toda la Iglesia incumbe el deber primario de «evangelizar a
los pobres», a nadie corresponde mejor esta misión en la Iglesia que a los hijos del Poverello. La fraternidad misma debe nivelarse
a los pobres, viviendo junto a ellos.

e) Pobreza humilde y alegre. Es el sello franciscano que debemos poner en nuestro testimonio al hombre de hoy, materializado,
angustiado por el afán de tener y de gozar, triste en medio de tantos progresos técnicos. Hay una indigencia profunda del mensaje
de Francisco de Asís, de pobres que canten y rían porque nada tienen que perder y nada ambicionan, que no tienen con quién
competir ni de quién recelar, porque Dios es Padre y porque en el Cristo tenemos nuestra esperanza de las riquezas de la ciudad
futura. Este mundo angustiado, aturdido de su propio potencial científico, tiene necesidad otra vez de los juglares de Dios.

f) La vida evangélica en pobreza tiene la paz como horizonte. Quien se siente llamado a vivir según los valores y la espiritualidad
franciscana, tratará de predicar lo que vive, es decir, el evangelio de la vida de pobreza en pro de la paz. Tiene también a su cargo
mostrar que este ideal puede realizarse en todo tipo de relaciones humanas y que es promesa de la paz celestial.

CUESTIONES PARA EL DIÁLOGO


1.- ¿Te crees que eso de la pobreza, de la austeridad, del mezclarse con los "perdedores de la historia", del compartir es un
camino de liberación, de justicia, de paz; o por el contrario, crees que de seguirlo, nos veríamos todos abocados a una mayor
miseria? En cada caso, ¿qué signos percibes en ti que así te lo hacen corroborar?

2.- "Cuanto más das, más recibes". Esta frase es fácil oírla en ambientes cristianos y no cristianos. ¿Qué opinión te merece? ¿has
tenido experiencia de esto? ¿querrías compartirla?

3.- Crees que tus alumnos están preparados para recibir valores como los que aquí se presentan? ¿qué análisis harías de su
situación que te permiten ver cosas positivas y negativas: consumismo, marcas, solidaridad, sensibilidad...?

4.- Como comunidad educativa, ¿qué podríamos hacer para que el testimonio de pobreza, humildad, paz, sencillez fuese más
creíble en todo el centro?, ¿y en tu aula?

TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN


EL NIÑO Y SU HELADO

En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La
mesera puso un vaso de agua enfrente de él.

- ¿Cuánto cuesta un helado con chocolate y maní? -Preguntó el niño.


- Cincuenta centavos. -Respondió la mesera.
El niño sacó su mano de su bolsillo y examino un número de monedas.
- ¿Y cuanto cuesta un helado sin maní?
Volvió a preguntar. Algunas personas estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente.
- Treinta y cinco centavos. -Dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
- Quiero el helado solo. -Dijo el niño.
La mesera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue.
El niño terminó el helado, pago en la caja y se fue. Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costo
tragar con lo que vio.
Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos..... su propina

CAMBIAR YO PARA QUE CAMBIE EL MUNDO

El sufi Bayazid dice acerca de sí mismo: "De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: ‘Señor, dame
fuerzas para cambiar el mundo'". "A medida que fui haciéndome adulto y caí ne la cuenta de que me había pasado media vida sin
haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: ‘Señor, dame la gracia de transformar a cuantos
entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho'".
"Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la
siguiente: ‘Señor, dame la gracia para cambiarme a mí mismo'. Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría
malgastado mi vida".
Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.

(Anthony de Mello)

Siguiendo a Jesús, pobre, humilde y huésped, adoptamos la vida y condición de los pequeños de la sociedad, morando siempre
entre ellos como menores, conduciéndonos de tal manera que nadie se sienta distanciado de nosotros, sobre todo los que de
ordinarios e encuentran más desprovistos de cuidados sociales y espirituales. Se trata, ciertamente, de compartir su vida. Pero
esto no nos dispensa de sentirnos llamados a vivir en este mundo como promotores de la justicia y como heraldos y artífices de la
paz, defendiendo los derechos de los oprimidos, plenamente persuadidos de la importancia y gravedad de los problemas sociales,
esforzándonos en que los derechos y la dignidad humana de todos se vean respetados y garantizados... El grito de los pobres
reclama con insistencia profetas y evangelizadores que tengan el valor de estar a su lado, fecundando sus luchas y sus
organizaciones con la visión de la fe con la experiencia de Dios, e identificando con claridad cuáles son las situaciones y las raíces
del "pecado social". Urge que seamos profetas y evangelizadores capaces de armonizar fe y vida, haciendo de la opción evangélica
por los pobres una realidad viva y constitutiva de nuestra forma de existencia evangélica y, consiguientemente, de nuestra misión
evangelizadora.

(Hermann Schalück, ex-ministro general de la OFM)

Nosotros, como hijos del Patriarca de los Pobres y especialistas en pobreza dentro de la Iglesia, deberíamos ser más conscientes
de nuestra obligación. Deberíamos dar, con la palabra y el ejemplo, un testimonio colectivo de pobreza en nuestras vidas.

Cometeríamos un pecado de omisión si nuestra Orden estuviera ausente del movimiento que inspira los corazones generosos de
nuestros contemporáneos a promover la causa de los pobres y de los necesitados. Ser «pobres» según el ideal religioso tiene un
considerable prestigio, pero es de poco prestigio ser pobres de hecho. La Iglesia nos invita hoy a una renovación, a una metanoia
evangélica o cambio de corazón, individual y colectivamente. El mundo está clamando por una mayor autenticidad y sinceridad en
nuestras vidas, y esto para nosotros, seguidores de Francisco, significa, en primer lugar, autenticidad en nuestra pobreza.

(Brendan O'Mahony, Ofm.Cap)

La virtud de la pobreza no tiene sentido si no es en relación con la caridad. Pero el amor no sólo es una actitud ante el «hermano»;
es también una actitud ante el "Padre". En consecuencia, el deber de pobreza, cuantitativamente hablando, desbordará siempre en
el cristiano las fronteras del problema social. En el supuesto de que un buen día se instaurase una sociedad justa y fraterna en la
que desapareciera toda desigualdad social y en la que cada ciudadano nadase en la opulencia de una sociedad de superconsumo,
¿ya no tendría nada que decirnos el Evangelio? En cualquier hipótesis, la palabra de Cristo permanece dura de entender: nadie
entrará en el Reino si no es efectivamente pobre y desasido. Pues la acumulación de bienes ya constituye por sí misma un riesgo
enorme: nos acoraza contra Dios; invierte el objeto de nuestra confianza (¿Dios o Mammón?, o lo que no es mejor: ¿Dios o
Prometeo?); en fin, descalifica y se mofa del sentido de nuestra muerte (y por tanto del sentido de nuestra vida), es decir, de ese
instante recapitulativo esencial en que el Amor que extiende los brazos tan sólo puede acoger a un amor desnudo.

(Jean-Joseph Buirette, ofm)

Tema 4º: Un Proyecto histórico: la


esperanza.
...abriendo caminos de esperanza...
La vida, amenazada
Si cada época tiene su propia prueba, la de nuestro tiempo es la prueba abrahámica: la de creer a pesar de todo y la de esperar
contra toda esperanza. Los datos que todos los días nos ofrecen los medios de comunicación social son suficientemente duros para
ponerse psicológicamente en estado de cataclismo irremediable. Es muy difícil poder vivir tranquilo y esperanzado en un mundo de
tantas guerras y desavenencias entre los pueblos, injusticia social, hambre, paro, miseria, mala alimentación en tantos millones de
seres humanos, desarrollo material incontrolado, crisis económica y energética, inflación, problemas monetarios, analfabetismo,
proteccionismo, rebelión de poblaciones, holocaustos humanos, inseguridad ciudadana, contaminación, droga, armamentismo,
violencia, transgresión de los derechos humanos, locura atómica, desprecio de las instituciones, corrupción política, muerte del
indefenso, decadencia de los valores humanos, etc. Cuando uno hace el recuento de tantas calamidades humanas se saca la
impresión de encontrarnos más allá del límite soportable y de estar viviendo los signos apocalípticos.

El fino observador de nuestra época, Heidegger, al analizar el estado actual en el que nos encontramos, escribió de forma
lapidaria: "Sólo un Dios puede salvarnos". Pero Dios calla y no se ve su acción salvadora. Tal vez se deba a lo que este mismo
autor dijo en otro momento: "Nuestra época es demasiado tarde para los dioses y demasiado temprana para Dios".

El informe del simposio internacional de científicos celebrado en Londres en 1962 comienza con estas patéticas palabras: "Hoy, por
primera vez, está amenazada la existencia del hombre". A este temor que los científicos manifestaron hace más de cuarenta años
se han ido sumando nuevos temores de científicos, filósofos, sociólogos, psicólogos, literatos, artistas y otros grupos humanos.
Ciertamente que hay motivos para temer, pero también es cierto que el hombre tiene una predisposición para dramatizar y que se
agudiza en los momentos más críticos.
También al finalizar la segunda guerra mundial se extendía en los medios culturales la desesperanza o la desesperación. Por
entonces escribía A. Camus: "Sólo una cosa pido a los hombres de mi generación: que sepan vivir a la altura de su desesperación".
Muchos escritores y pensadores secundaron esta invitación y se produjo una abundante literatura desesperada, que leída después
de cuarenta años nos parece bastante ingenua y ocasional.

No hay que dramatizar


No hay razón para la desesperanza, a pesar de los credos de los desesperanzados. Más allá de la desilusión, apatía y resignación
estoicas de muchos de nuestros contemporáneos está la certeza de que el hombre dispone de un formidable caudal de
posibilidades aún inéditas y las pondrá en activo cuando encuentre razones seguras y garantizadas para creer y para esperar.

Nuestro siglo no representa el canto del cisne, sino la obertura a una sinfonía aún desconocida que tendrá su desarrollo en un
futuro próximo si los hombres del hoy somos fieles a nuestro presente. En el hombre se entremezcla lo mejor, lo mediocre y lo
peor, pero no es este último ingrediente el más frecuente, aunque seamos tan propensos a recalcar lo negativo de la vida humana.

Es verdad que muchos de nuestros contemporáneos viven oprimidos, no pocos están reprimidos y otros más se sienten
deprimidos. Pero a todos ellos se les puede ofrecer razones válidas para esperar creando unas condiciones de vida económicas,
laborales, sociales, culturales, psicológicas y espirituales para que, superando esa conciencia infeliz tan generalizada, logren una
existencia más feliz y humana. A través de una revolución mental, basada en el mensaje de Jesús de Nazaret y en una fraternidad
universal como la propuso el hermano Francisco, se logrará tener confianza en la vida propia y en la ajena, se respetará todo lo
creado, se superarán las diferencias irritantes y se podrá crear una sociedad habitable, justa y razonable. La tarea es ingente, pero
la capacidad humana puede sortear los más difíciles obstáculos. Cuando la razón no se pervierte absolutamente, la voluntad puede
protagonizar un heroísmo insospechado. Es muy difícil la perversión absoluta del hombre porque en su interior anida el ser imagen
de Dios. Y si muchos traicionan su propia profundidad, son más los que quieren la propia coherencia, aunque la expresen en
modos equivocados, discutibles o desconcertantes.

Soy lo que espero


La esperanza forma parte de la "arqueología de la existencia humana" y está profundamente enraizada en el corazón del hombre.
G. Marcel afirma que "la esperanza es la estopa de la que está tejida nuestra alma"; y Laín Entralgo dice de ella que "es uno de los
hábitos que más profundamente definen y constituyen la existencia humana". Soy lo que espero, ya que la existencia humana se
realiza en relación hacia lo que tiende y aspira. Para el cristiano la esperanza escatológica pertenece al núcleo de su vida, pero la
esperanza escatológica o teologal se ve complicada en el drama del hombre concreto en lo que tiene de naturaleza y de historia.

El cristiano ha acusado fuertemente los ataques que se han dado a la esperanza. Los cristianos de las primitivas comunidades, los
cristianos perseguidos y los cristianos de la Edad Media estaban profundamente animados por la esperanza escatológica; pero en
la medida en que ésta sufrió la secularización del mundo moderno se relegó a simple virtud de postrimerías, que enfrenta al
cristiano con lo incierto y problemático del más allá; mientras que el más acá se iba sorteando con otras esperanzas. De este modo
la esperanza teologal se convirtió en una virtud del más allá y en un discurso sobre Dios y el destino último del hombre. Y mientras
el más acá se consolidaba en su autonomía e independencia legítimas, la esperanza escatológica languidecía y frecuentemente
reavivaba de un modo intenso y a veces dramático, cuando el hombre se enfrentaba a la muerte y a la gran cuestión del qué será
de mí.
Quizá el mayor drama de nuestro tiempo consiste en que el hombre moderno, hablando en términos generales, ha vendido su
alma a las esperanzas intramundanas del momento: a la razón, a la ciencia, al progreso, a la tecnología, a la política, a la historia,
a las ideologías, etc.; y con ello ha perdido la pasión del vivir. El hombre, abandonando la gran Esperanza o secularizando la
esperanza teologal, se ha entregado a esperanzas inmediatas y menudas, a esperanzas de corto plazo, a segundas esperanzas,
que han defraudado al ser esperanzado y han causado la gran desesperanza y desilusión, que es la típica enfermedad de nuestro
siglo. Por eso quien ofrezca legítimas esperanzas a los hombres de hoy será el que mejor contribuya a crear un nuevo tipo de
hombre que tanto necesitamos.

La esperanza como talante en el franciscano


Uno de los más grandes valores cristianos y humanos de Francisco de Asís fue el de traducir las virtudes teologales no en términos
teológicos, como un discurso sobre Dios, sino en términos existenciales y humanos, es decir, vivirlos en su doble relación
inseparable: frente a Dios y frente al hombre.

Ciertamente que para Francisco Dios es su gran Absoluto. Dirigiéndose a él en la alabanza le dice: "Tú eres nuestra esperanza". Y
esta esperanza le convirtió en el peregrino del amor infinito, que es Dios, "en el hombre del siglo venidero", como le llama Celano.
Pero esperar, en clave franciscana, significa además "dar crédito a la realidad", como escribe bella y profundamente G. Marcel. Y
pocos hombres han dado más crédito a la realidad que el santo de Asís, para quien todos los seres, racionales e irracionales, le
eran interlocutores válidos en el diálogo y en la vida. A todos los seres, personas y cosas, amaba, respetaba, servía y con todos
participaba festivamente con seriedad lúdica.

Como verdadero hombre esperanzado nunca defraudó las esperanzas de los otros, porque, de lo contrario, sería traicionarles en lo
más profundo de su ser y no tomarlos en serio. Para el Poverello, la virtud teologal de la esperanza ciertamente era un esperar en
Dios y en su promesa, pero era además un esperar en los otros, con los otros y para los otros. Así la esperanza deja de ser una
simple virtud de postrimerías para encarnarse en el tiempo y animar los comportamientos cotidianos del hombre. De este modo la
esperanza ya no es "una ilusión peligrosa", según la acusación de. A. Camus, para convertirse en una fuerza humana creadora y
humanizante.

También san Buenaventura y Escoto han articulado su pensamiento en tensión de futuro y en perspectiva de esperanza. Y no sólo
el hombre camina hacia el Futuro absoluto, que es Dios, sino que toda la creación remite a él; y la misma historia humana está
penetrada de historia sagrada porque todo es gracia. El cristocentrismo y el cristofinalismo es una visión prodigiosamente unitaria,
vital y optimista, en la que todo el universo camina hacia ese Cristo omega. Todo el movimiento histórico y cósmico es un
traspasar y un trascender, que remite a la Trascendencia, que es quien da consistencia y permanencia a la inmanencia humana y
temporal.

Los pensadores franciscanos dan crédito a la realidad, ya que descubren la capacidad de Dios tanto en el hombre como en la
naturaleza, en los que esperan y no desesperan, aunque comprenden sus limitaciones. Para ellos la realidad de los seres creados
no se agota en la realidad, ya que está dotada además de sentido, en cuanto que todos los seres son vestigios, huellas e
imágenes. La naturaleza entera está penetrada de símbolos y de referencias que remiten al Tú infinito y a una confraternidad
universal de acción y de significación.

El principio esperanza anida en el ser humano como fuerza, impulso y posibilidad; y se presenta como un desear y como una
pasión por lo posible y por lo necesario. La esperanza en la escuela franciscana realiza ampliamente eso que Bloch llama "impulso
de la autoampliación hacia adelante". Para el franciscano la historia es la marcha imparable del hombre hacia eso que la teología
llama éskhaton, o el momento final, pero jamás deserta del presente, del aquí y del ahora. El hombre vive en la historia, tiene
historia y hace historia, pero se proyecta más allá de la historia.

Unir las esperanzas separadas


En el franciscanismo se ha superado la disyuntiva de este mundo y la del más allá porque ha sabido sincronizar los dos dogmas,
aún en discordia, el de la creación y el de la redención. Por eso no se dan en él esperanzas separadas ni esperanzas disyuntivas, la
escatológica y la mundana, ni la esperanza teologal hace sospechosas las esperanzas antropológicas. No hay doble esperanza, sino
una esperanza prolongada, que comienza en el tiempo y se consume mucho más allá del tiempo. No opone un Dios extramundano
a un Dios intramundano, un Dios ultramundano a un Dios cismundano, porque, de lo contrario, sería la deformación del "Dios de la
esperanza" (Rom 15,13), que es al mismo tiempo autor y realizador de la naturaleza y de la gracia y garante de la inmanencia y
de la trascendencia. Es un Dios que tiene ciertamente "el futuro como carácter constitutivo", empleando la expresión de Bloch,
pero que se manifiesta prodigiosamente en el presente, como lo percibía san Francisco en la vida cotidiana. La esperanza teologal
es esperanza de resurrección, sin duda, pero es también expectación y participación en nuestro presente, que desemboca en ese
futuro aún no sido.

La utopía es posible
El franciscano, puesto que tiene gran fe y esperanza en Dios, en el hombre y en la naturaleza, ha intentado realizar en parte la
utopía de tenerlo todo en común, la utopía de la pobreza, la utopía de ser todos hermanos, la utopía de fraternización con la
naturaleza, la utopía de la libertad, la utopía de una religión alegre, la utopía de la sublime sencillez, la utopía de la alegría. Es
verdad que este proyecto en parte lo ha logrado y en parte lo ha traicionado; pero no desespera porque la utopía es posible.
La utopía franciscana no es una huida del mundo real ni una fuga a un pasado dorado ni a un futuro soñado. Es un traer aquí y
ahora lo que corrientemente parece estar más allá del aquí y fuera del ahora. Es una total afirmación del hombre y de la vida a
pesar de las amenazas y de las negociaciones que nos rodean. La utopía franciscana implica un método crítico de lo que es y de lo
que debe ser, pero emplea más tiempo en la acción y en la construcción que en la crítica y en la destrucción. En la utopía
franciscana no todo es perfecto, porque la perfección en un mundo en desorden es una antiutopía. Las utopías son realizables,
pero con la condición de ser deformadas, dice Berdiaeff. Mas la deformación de una utopía hace posible que ella se realice y
encuentre un lugar en donde no había sitio para ella. Y para ello son insuficientes las virtudes mediocres incluso en las utopías
deformadas.

Forma parte de la utopía franciscana el ser verdaderamente hermanos de todos y de todo y el de vivir en una sabia ingenuidad,
que no es ser tontos ni despistados, sino el convencimiento de que la bondad supera con mucho a la maldad.

El franciscano está persuadido de que el hombre necesita bajar de las opiniones celestiales y subir de las costumbres subterráneas
hasta encontrar al hombre real, con su grandeza y su miseria, su luz y sus sombras, sus valentías y timideces, porque en el
corazón humano anida en fraternal lucha lo divino y lo demoníaco. Pero más allá de sus íntimas y viscerales contradicciones, el
hombre es capaz de lo mejor.

Modos de hacer historia


El hombre lleva normalmente un mundo imaginario en su cabeza que le sirve de punto de referencia y de asidero mental para
apoyarse en las crisis y en los vaivenes ambientales que le acosan. Esto nos explica la diversidad de actitudes y de
comportamientos ante una misma cultura, una misma civilización y unos mismos acontecimientos. Cuatro grupos encarnan
aproximadamente actitudes permanentes del hombre que conocemos:

1. El grupo de los que añoran el pasado y proclaman el retorno incondicional a tiempos pretéritos como momentos de seguridad,
de garantía y de un orden perdido. El mundo actual sería, si no la perversión, sí, al menos, la desviación de unos principios y de
unas vivencias que representaban los genuinos ideales o lo mejor y más deseado. Son los nostálgicos de un paraíso perdido.

2. El grupo de los que detestan el pasado y desean la ruptura con él porque lo consideran, si no una equivocación radical, sí un
esquema inadecuado e inservible para el presente, pues al ser totalmente distinto, según ellos, se necesitan modelos referenciales
u operacionales para el aquí y el ahora. El pasado, pasado fue, y es necesario inventar nuevas formas, nuevos modelos, nuevos
rumbos. Son los románticos de un futuro soñado.

3. El grupo de los decepcionados, tanto del pasado como del presente, porque piensan que nada de lo que fue y de lo que es es
válido. Esto se manifiesta tanto en los derrotistas como en los pasotas.

4. El grupo de los programadores, que interpretan al hombre como ser esencialmente histórico y que, a pesar de estar
condicionado por el pasado y el presente, ven la necesidad de crear nuevas condiciones de posibilidad que se realicen en un futuro
próximo. Los utopistas y los revolucionarios siempre presentan el futuro como la posibilidad del presente, hacia donde es necesario
encaminarse.

Hay hombres que siempre se ponen detrás de los acontecimientos y se parapetan en ellos: son los tímidos, los conformistas, los
que creen que la vida nunca se equivoca. Hay hombres que quieren a toda costa parar los acontecimientos e inmovilizar la historia,
cristalizar la vida en formas ya hechas, vividas y conocidas: son los miedosos, los cobardes, los rutinarios, los que jamás arriesgan
nada. Hay hombres que quieren cambiar el rumbo mismo de los acontecimientos e incluso la misma historia: son hombres de
choque, de lucha, los insatisfechos, los revolucionarios. Existen hombres, finalmente, que siempre aspiran a ir delante de los
acontecimientos tratando de cambiar el rumbo y el ritmo de la historia: son los inquietos, los inadaptados, los profetas y los
creadores.

Caminar hacia adelante y hacia arriba


La esperanza da al franciscano una actitud confiada en Dios y en los otros, al mismo tiempo que le impulsa a un comportamiento
audaz y arriesgado para intentar lo que parece imposible, pues está convencido que en la exploración de todos los posibles hay
que intentar también lo imposible, que tal vez no se ha hecho posible porque los hombres no se lo han permitido o no se lo han
propuesto. Esta actitud exige un acto de fe no sólo en Dios, sino también en el hombre, en el mundo y en la historia, como
asimismo una apertura a la Trascendencia que es una actuación de futuro en la vida presente del hombre. La esperanza supone,
pues, una actitud de superación y un compromiso por mejorar el presente en función de un futuro.

Todo el dinamismo franciscano se orienta hacia arriba y hacia adelante, hacia Dios y hacia el futuro, hacia el hombre y hacia la
creación, y va a la búsqueda de la construcción de una historia del mañana en la que el hombre pueda ser más feliz.
El futuro humano depende, más que de la ingeniería genética y de los avances de la ciencia, de un cambio revolucionario en
nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar. Humanizándose, el hombre creará una historia más humana, ya que el futuro
depende de nuestra generosidad con el presente. Y si en esta vida no logramos ser perfectos, ni siquiera buenos, al menos seamos
razonables. Y cuando tengamos al hombre razonable, el futuro estará garantizado.

Cuestiones a dialogar
Las siguientes preguntas son la propuesta de unos puntos a reflexionar. No quiere decir ello que no hayan preguntas y puntos de
debate que puedan surgir y que tengan más interés para el grupo o para alguno en particular, en tal caso se dejan estas preguntas
y se abordan las que puedan parecer más interesantes.

1. ¿Cuál crees que es la esperanza que mueve la vida de la mayoría de las personas hoy?

2. ¿Qué signos de esperanza y de desesperanza se pueden encontrar en nuestra sociedad? ¿y en los jóvenes de nuestro colegio?

3. En los signos de desesperanza, ¿qué clamor lanzan nuestros jóvenes a los adultos?

4. En las materias que impartes, ¿cómo se podrían llenar los contenidos con una pizca de esperanza?

5. ¿Qué puede esperar un joven de la vida? ¿Qué desearíamos que esperase?

6. ¿Sientes la experiencia religiosa como provocadora de esperanza? ¿Por qué? A tu juicio, ¿qué debería aportar la religión para ser
motivadora de esperanza?

PARA SEGUIR REFLEXIONANDO


Los textos que te presento a continuación, son muy interesantes y hermosos, están extraídos de un artículo de Felicísimo Martínez.
Son por si quieres seguir reflexionando de modo personal sobre el tema. ¡Vale la pena!

I. Introducción
«Porque hay un mañana, y tu esperanza no será aniquilada» (Prov 23.18). Así suena uno de los proverbios bíblicos. «También al
principio, mientras los soberbios gigantes perecían, la esperanza del mundo se refugió en una barquichuela» (Sab 14,3-6). Son
palabras de la sabiduría bíblica. Y el libro de Job, aquel santo paciente cuya esperanza estuvo sometida a la más dramática prueba,
también apuesta por la esperanza: «Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar y no dejará de echar
renuevos» (Job 14,7). Y el Nuevo Testamento, en un alarde de realismo, afirma que la esperanza consumada mira siempre hacia
el futuro: «Porque nuestra salvación es en esperanza» (Rom 8,25).

La esperanza es un bien absolutamente necesario. Es necesario para personas creyentes y no creyentes, para todas las
sociedades, religiosas y civiles. Sin esperanza no hay vida ni supervivencia o, por lo menos, la vida carece de sabor y sentido, y la
supervivencia sucede sin dignidad. Sobrevivir sin esperanza es como vivir sin dignidad. Sin esperanza, nada vale la pena. Por eso,
la sabiduría popular insiste: «La esperanza es lo último que se pierde».

La esperanza es hoy un bien escaso. Muchas personas, creyentes y no creyentes, andan escasas de esperanza y por eso el camino
se les hace insoportable. Abundan más los miedos. Y muchos pueblos mantienen la esperanza como un verdadero milagro, «de
milagro», contra toda esperanza. Muchos de nuestros contemporáneos protestan con Job: «¿Qué esperanza me queda?». Pero la
esperanza es como el ave «fénix»: se resiste a morir y renace de sus propias cenizas. Por eso, Charles Péguy se asombraba del
milagro de la esperanza, y ponía en boca de Dios las siguientes exclamaciones: «Puedo entender la fe y el amor. Pero, ¡la
esperanza! La esperanza es una maravilla, un milagro, un misterio, un inesperado rayo de luz en medio de un mundo en el que la
pertinacia de la locura humana parece socavar todo fundamento para creer que será capaz de mejorarse». Y el mismo Dios
termina con una exclamación en forma de preferencia o de deseo: «La fe que yo deseo es la esperanza».

II. La esperanza sometida a prueba

Toda reflexión sobre la esperanza debe ser realista. Por eso, conviene analizar las causas y los síntomas de desesperanza o
desesperación en el mundo actual. El análisis descarnado de esos síntomas puede correr el riesgo de arrastrarnos al pesimismo, lo
cual no haría ningún favor a la esperanza. Pero también puede inducirnos a la siguiente conclusión: hoy, cuando escasean las
garantías humanas, la esperanza es más necesaria que nunca.

Especialmente en la segunda mitad del s. XX se derrumbaron muchas utopías e ideologías, de derechas y de izquierdas, que
habían gestado grandes esperanzas colectivas para la humanidad.

La liberación y el paraíso que nos prometían los socialismos no han llegado. Antes bien, parecen alejarse cada vez más. Es el
riesgo de las utopías carentes de inspiración escatológica: cuando desaparecen sólo dejan frustración tras de sí, pues no ofrecen
alternativas para el futuro. Por el contrario, la escatología siempre deja abierto el horizonte del futuro, porque está hecha de
conquistas (ya) y promesas (todavía no). Un poco de utopía es imprescindible para alimentar la esperanza; pero tiene que ir
combinada con un poco de realismo, para no desembocar en la frustración y en la desesperación.

La utopía del paraíso comunista no ha encontrado lugar. No hemos sido capaces de implantar la igualdad, la justicia y la paz para
todos. La brecha de las diferencias económicas y sociales entre las personas, los sectores sociales, los pueblos, los continentes...
se ha agravado. Las masas empobrecidas del tercer mundo ven al primer mundo rico como un enemigo. Pero, al mismo tiempo, la
creciente masa de los pobres comienza a ser vista por el mundo rico como una amenaza. Ahí está la ola incontenible de la
inmigración, que se ha convertido en un problema para un Primer mundo que se creía blindado. Pero tampoco nos ha llegado el
paraíso capitalista, pese a los cantos triunfales de la propaganda. El proyecto económico y social liberal y neoliberal tampoco nos
ha traído el paraíso, a pesar del pomposo discurso sobre la sociedad del bienestar. Cada día se deja sentir con más fuerza la
ambigüedad del progreso. Nos proporciona comodidades, pero también nos acarrea riesgos y amenazas. Ahí están la amenaza
nuclear, los riesgos ecológicos, los «malestares» que se multiplican en nuestras grandes urbes... El progreso de la ciencia y el
desarrollo de la tecnología no ha afianzado nuestra esperanza. En vez de crecer la esperanza, se multiplican los miedos.

También la violencia, bajo diversas formas, se encarga hoy de amenazar la esperanza. En unas partes, la forma más espectacular
de violencia es la pobreza extrema, la carencia de alimento, de vestido, de vivienda, de salud, de oportunidades en la educación,
en el trabajo... Estas situaciones de injusticia estructural van también acompañadas de una violación sistemática de los derechos
humanos. En otras partes, la violencia más espectacular es la guerra, la guerrilla, el terrorismo... Son éstas situaciones que
generan una sensación de impotencia.

El enemigo mortal de la esperanza es el miedo. Y hoy se multiplican los miedos en la sociedad civil y en la Iglesia. Los analistas de
la cultura contemporánea dicen que el mundo actual no es sólo un mundo con peligros puntuales; es un mundo de riesgo
generalizado. El miedo es el anverso, el negativo de la fe y la esperanza. El miedo crece cuando escasea la esperanza. Pero
también se puede decir que la esperanza escasea cuando crecen los miedos.

Ante ese riesgo generalizado, la reacción más frecuente en nuestro mundo es la huida, la fuga. Unos huyen hacia delante. Sueñan
con un mundo nuevo que se nos dará gratuitamente, que acontecerá sin más, porque así está escrito en esa lógica que marca los
ciclos de la historia humana... o simplemente porque así lo dice el horóscopo. Esta huida hacia delante caracteriza a muchos de los
nuevos movimientos y grupos religiosos.

Otros huyen hacia atrás, evocando y añorando los tiempos pasados de los dogmas claros, la autoridad férrea, la disciplina rígida,
las normas precisas... Se buscan seguridades en actitudes fundamentalistas, porque ha enfermado la esperanza. Al final, el miedo
a la libertad hace que se cambie la esperanza por la nostalgia.
Pero la mayoría de nuestros contemporáneos prefieren huir hacia el presente, o «instalarse en el momento efímero». Su forma de
fuga es la búsqueda de gratificaciones a corto plazo. Puede ser por la vía del consumismo, del materialismo, del hedonismo... Para
intentar esta fuga se puede recurrir a toda clase de adicciones: a la droga, al sexo, al alcohol, al juego, a la consola... Estos y otros
mecanismos de fuga han prendido sobre todo en el mundo joven. Los jóvenes no tienen un pasado que añorar. Y cuando tampoco
tienen un futuro prometedor, lo normal es que se refugien en el presente.

En el ámbito religioso han nacido y se han mantenido las grandes esperanzas de la humanidad. Y sin embargo, también hoy ese
ámbito está escaso de esperanza. La multiplicación de sectas y grupos religiosos no son precisamente síntomas de una esperanza
creciente; son más bien síntomas de desesperanza. Muchos de esos movimientos religiosos son de corte fundamentalista y
apocalíptico. Apenas creen que este mundo nuestro pueda ser renovado y transformado. Por eso postulan el final del mismo y el
advenimiento de un mundo radicalmente nuevo y distinto.

A nivel individual abundan otros síntomas de desesperanza en nuestro mundo. Una sensación de soledad y aislamiento, de
incomunicación e individualismo..., es campo abonado para la desesperanza. La soledad conduce a muchas personas a la
depresión y esta, a su vez, desencadena en ellas un proceso de aislamiento y ensimismamiento, una ruptura con los demás. La
depresión tiene muchas causas y múltiples manifestaciones. Pero un síntoma recurrente en ella es la desesperanza.

III. Las razones actuales para la esperanza

No todo es negro ni negativo en nuestro mundo. Ciertamente, lo negro y negativo resalta más; es más vistoso, más espectacular;
afecta y hiere más a la vista. Y, sobre todo, es más noticiable y más comercial. Por eso, el mercado de los medios o esa gran
empresa que es hoy la comunicación de masas recurre con frecuencia a la venta de esa cara «sensacional» o «sensacionalista» de
nuestro mundo.

Conviene mirar al mundo con realismo, y hasta con un poco de humor, para lo cual es preciso mirar también la parte positiva, los
faros de luz y las semillas de bondad que hay en él. De lo contrario, nuestra mirada puede oscurecerse. Podemos provocar la
ceguera a base de tanto mirar los puntos negros de la realidad.

En el mundo actual hay razones que permiten alimentar la esperanza y seguir creyendo en ella.

Progresa la conciencia ética en la mayoría de los hombres y mujeres contemporáneos. Es cierto que existe la permisividad, más
allá de los límites de cualquier tolerancia legítima. Sucede a nivel individual y a nivel político. Pero también es cierto que en la
mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo crece la conciencia de que no todo está permitido, e incluso la convicción de
que no todo lo legalmente permitido debe ser tenido por justo. Las manifestaciones contra el terrorismo, por ejemplo, son tan
persistentes como el terrorismo mismo. Y, desde luego, son más numerosas que las manifestaciones de los terroristas o sus
simpatizantes. No es fácil medir la eficacia de dichas manifestaciones, pero son un testimonio claro de que para millones y millones
de personas no todo está permitido.

Pese a todos los fracasos éticos que actualmente experimentamos, es preciso reconocer que la humanidad ha superado estadios
de subdesarrollo ético que hoy nos avergüenzan. Ha superado la aceptación espontánea y normal de situaciones que hoy nos
resultan a todas luces inhumanas o infrahumanas, aunque existan aún algunos reductos de las mismas. Hubo estadios de la
historia de la humanidad en los que se dieron por naturales y legítimas situaciones como la barbarie, la esclavitud, el vasallaje...
Ciertamente, aún existen defensores y promotores de estas situaciones. Pero hay una novedad prometedora: al menos tienen que
esconderse.

Crece también entre la mayoría de las personas y de los grupos la sensibilización y la concienciación con respecto a algunos
valores irrenunciables del ser humano y de la convivencia humana. Entre esos valores se cuentan hoy, por ejemplo, la prioridad de
la vida, la dignidad de toda persona, los derechos humanos, la inviolabilidad de la libertad y la justicia, la importancia de la cultura
y de los hábitos democráticos... Que todos estos valores sean aún conculcados y violados no quita valor a la afirmación cada vez
más convencida de los mismos.

También crece el número de personas y grupos comprometidos con las causas correspondientes a estos derechos: comités y
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales a favor de los derechos humanos, organizaciones de solidaridad nacional e
internacional, colectivos y grupos comprometidos con la justicia y la paz, grupos ecologistas en defensa del ambiente y de la
vida... Que muchas veces la denuncia de las violaciones de esos valores no se traduzca en logros y conquistas reales, o que esos
logros y conquistas no satisfagan los objetivos propuestos, no resta valor a estos compromisos, que son verdaderas razones para
la esperanza.

En determinados ámbitos de la humanidad, otra razón para la esperanza es el nuevo despertar religioso. Pese a todas las
ambigüedades que suelen acompañar a los movimientos religiosos nacientes, estos no dejan de ser un factor de reactivación de la
esperanza. El horizonte de la trascendencia parece abrirse de nuevo, despejando de nuevo el horizonte para la esperanza. Por lo
demás, la tendencia hacia el encuentro y el diálogo entre las religiones es una razón para la esperanza.

A nivel específicamente eclesial, no faltan los miedos, la desesperanza y el desencanto. También en la Iglesia se ha debilitado la
esperanza y se ha vuelto vulnerable. Pero tampoco faltan motivos para la esperanza en este momento de cambio y renovación.
En primer lugar, es motivo de esperanza el nacimiento de nuevos grupos y comunidades cristianas. Crece la conciencia del
carácter comunitario de la fe y de la experiencia cristiana. Y cada vez es mayor el número de cristianos que viven y alimentan su
fe y su práctica cristiana desde alguna comunidad.
En segundo lugar, se han multiplicado en la Iglesia los ministerios laicales. Ha crecido el número de hombres y mujeres que han
tomado conciencia de su corresponsabilidad en la vida y la misión de la Iglesia. Hombres y mujeres laicos se incorporan a distintas
tareas pastorales y a distintos ministerios eclesiales.

En tercer lugar, crece también el número de los cristianos y de los grupos eclesiales que comparten con otros grupos creyentes y
no creyentes el compromiso por un mundo más humano y más justo. En nombre de su fe cristiana, esas personas y grupos
cristianos se comprometen en la defensa de la justicia y la paz, de los derechos humanos, de la causa de los pobres y los
excluidos...

Y no hay que olvidar otros hechos eclesiales que también son motivos de esperanza. Está teniendo lugar una renovación de la
espiritualidad cristiana, de la que son partícipes y beneficiarios numerosos creyentes, laicos, religiosos, presbíteros... Se ha
incrementado el acceso a los estudios de la Biblia y de la teología, lo que sin duda contribuirá no poco a una depuración de la
espiritualidad y la práctica cristiana.
Todos estos procesos eclesiales son aún provisionales y fragmentarios. Pero el hecho de que se hayan iniciado ya es una razón
para la esperanza en la Iglesia y también en la humanidad.

IV. Lo irrenunciable de la esperanza cristiana

Las Iglesias cristianas tienen hoy una especial responsabilidad en medio de la historia humana: «Dar razón de la esperanza» (lPe
3,15). Deben ser testigos de la esperanza que va más allá de las posibilidades previsibles de los seres humanos. Es su
responsabilidad afianzar de nuevo la esperanza en las promesas que Dios ha depositado en el seno de nuestra historia, para hacer
de ellas historia de salvación. Acreditando estas promesas las Iglesias cristianas serán capaces de avivar la esperanza o
devolvérsela al hombre y a la mujer contemporáneos. Este es el aporte específico de la esperanza cristiana. Pero, ¿cuáles son los
rasgos irrenunciables de esta esperanza cristiana?

En primer lugar, la esperanza cristiana es una experiencia personal. Como virtud, es algo mucho más hondo y personal que la
simple profesión verbal de esperanza, que recitamos en el credo cristiano: «Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del
mundo futuro». Es algo mucho más hondo y personal que la mera celebración ritual de la esperanza. Nietzsche denunciaba en un
tono agrio a los cristianos por su falta real de esperanza, a pesar de tantas profesiones verbales y de tantas celebraciones rituales
de la esperanza. «Ojalá -decía, refiriéndose a los cristianos- tuvieran cara de más redimidos; ojalá nos cantaran cantos de
esperanza!».
La esperanza cristiana, como experiencia personal, es fruto de una fe firme en Dios, de una confianza firme en la palabra de Dios,
de una seguridad en las promesas de Dios que aseguran el triunfo final del bien sobre el mal, de la luz sobre las tinieblas, de la
vida sobre la muerte. Es una esperanza que se mantiene firme, a pesar de que apenas encontremos signos visibles en esta
dirección.

La esperanza cristiana es realista; se caracteriza por un realismo especial, un realismo que confía en todas las posibilidades que
anidan en el corazón de la realidad. Por eso es firme, constante y perseverante.

La esperanza cristiana no cede a la desesperanza y la desesperación, precisamente porque cree en Dios, capaz de salvar y liberar
a la humanidad del mal y del pecado. Si en otro tiempo Dios actuó liberando a su pueblo, resucitando a Jesús de entre los
muertos, los cristianos creemos que volverá a actuar liberándonos, que saldrá garante de sus promesas a pesar de nuestras
impotencias e incluso a pesar de nuestras torpes actuaciones en contra de la liberación y de la salvación. Esta fue la esperanza del
pueblo en el Antiguo Testamento, la esperanza de Jesús, la esperanza de los cristianos que nos han precedido con el signo de la fe.
No hay esperanza sin fe. Esa esperanza es un don, una gracia, que nos es dada; no es simple conquista humana, aunque no nos
dispensa de nuestra responsabilidad. Es virtud teologal, don y gracia del Espíritu de Dios que la infunde y la sustenta en nosotros.
Para los cristianos esta es la razón fundamental que les induce a seguir esperando. Y, al mismo tiempo, esta es su responsabilidad
ante los hombres y mujeres de nuestro tiempo: dar testimonio de la esperanza contra toda esperanza.

La esperanza cristiana es, por supuesto, una virtud personal, pero también es una virtud comunitaria. Nace, se alimenta y se
sostiene en el interior de la comunidad cristiana. Necesita, por supuesto, de la fe personal, pero también necesita del apoyo de la
comunidad, sobre todo en tiempos de crisis.

La esperanza cristiana es una esperanza también para el mundo presente, para el mundo del «más acá». No mira sólo al mundo
futuro del «más allá», provocando la fuga de este mundo y de las responsabilidades históricas, como tantas veces se interpretó la
esperanza cristiana. Es una esperanza que se encarna en la historia presente. Los cristianos creemos que también las cosas, las
situaciones, las personas..., deben y pueden cambiar y ser trasformadas. No invita a la huida del mundo, sino a un compromiso
serio y sostenido para transformar este mundo según la voluntad de Dios. «El reino de Dios está presente y actuante en medio de
vosotros», clamaba constantemente Jesús.

La esperanza cristiana tiene su fundamento en las promesas del reino de Dios. ¿Y cuáles son esas promesas?, ¿cuál es el contenido
de las mismas?, ¿qué debemos esperar confiados en las promesas de Dios? Son promesas de justicia, de paz, de reconciliación, de
liberación de todas las esclavitudes que nos acosan. Por eso, el reino de Dios tiene algo o mucho de utopía: su realización plena
siempre está por delante de nosotros, más allá de cualquier conquista humana, más allá de cualquier paraíso terreno. La
consumación del Reino o la realización plena de las promesas del Reino no tiene su lugar en el mundo presente ni en la historia
presente. Aquí la realización es sólo parcial. Precisamente por eso es objeto de esperanza.

Pero el reino de Dios no es mera utopía, no es una vulgar ilusión: en nuestro mundo y en nuestra historia hay ya realizaciones
parciales del mismo; hay logros parciales de justicia, de paz, de reconciliación, de liberación. Poner y seguir poniendo signos
concretos de justicia y paz, de reconciliación y liberación, es una forma de hacer creíble la esperanza cristiana. Es una forma de
testimoniar que el reino de Dios se está realizando. Es una forma de confortar a los hermanos en cualquier tribulación, y de avivar
su esperanza. Jesús alimentó la esperanza del pueblo predicando y poniendo gestos concretos que devolvían la esperanza a los
pobres, a los pecadores, a los excluidos... Dar razón de la esperanza cristiana no es cuestión de largos razonamientos, sino de
testimonios transparentes. Consiste en abrir posibilidades de futuro para todas las personas.

Y la esperanza cristiana es solidaria. No es la esperanza de una Iglesia encerrada sobre sí misma, de una comunidad espiritual
aislada y separada del resto de la humanidad, o totalmente ajena a las angustias y esperanzas de los hombres y mujeres de
nuestro mundo. Es una esperanza misionera. Está destinada a expandirse en todos los sectores de la sociedad. Por eso los
cristianos, animados por la esperanza, deben ser solidarios con todos los hombres y mujeres de cualquier credo e ideología, que
luchan por construir un mundo más humano y más justo. Deben prestarse a colaborar con ellos en todos los ámbitos de la
actividad humana: en la política, en la economía, en las actividades culturales y educativas... La verdadera esperanza cristiana
debe ser hoy una esperanza ecuménica en el sentido más amplio de la palabra. No se trata sólo de colaborar con miembros de
otras confesiones cristianas o de otras denominaciones religiosas. Se trata de colaborar con todas las personas y los grupos que
trabajen por el bien y la verdad, por la justicia y la paz, por la vida y la dignidad de las personas. Ninguna de estas personas
debería sernos ajena.

V. Desafíos para sostener la esperanza

La esperanza, decía Charles Péguy, es la hermana más débil, más frágil, más vulnerable, de las tres virtudes teologales. Por eso
necesita especiales cuidados. Es necesario cultivarla permanentemente y reforzarla sin descanso.

En primer lugar, es necesario rescatar y potenciar el carácter experiencial de la esperanza humana y cristiana. Es una experiencia
de confianza que se siente en lo más hondo del ser personal, se profesa en la comunidad, se celebra en la liturgia, se testimonia
en la vida. Pero es, sobre todo, una experiencia de fe y confianza.

Para alimentar la esperanza cristiana es preciso recuperar los hábitos de oración, de silencio, de meditación, de contemplación del
misterio de Dios, puesto que se trata de una esperanza basada en el misterio de Dios, en las promesas del Reino. Y es preciso
alimentar la esperanza con liturgias y celebraciones más vivas, más sentidas, más cercanas a los gozos y las tristezas de cada día.

En segundo lugar, es preciso poner prácticas comunitarias o incorporarse a alguna comunidad, para cuidar, alimentar, fortalecer y
avivar la esperanza. La esperanza amenazada necesita el refuerzo de la comunidad. Los aislamientos, las soledades, los
individualismos... suelen ser vías seguras hacia la desesperanza y desesperación. El debilitamiento de las comunidades y grupos
primarios ha conducido a muchas personas al cultivo del individualismo, y las ha arrojado en la soledad y la incomunicación. Nunca
se había hablado tanto de comunicación y nunca quizá se había experimentado tanta soledad. Y es que el suelo de la vida humana
es la comunidad.

En tercer lugar, es preciso poner realismo en la esperanza cristiana y combinarlo con un sano optimismo. Para ello es necesario
saber en qué mundo estamos, cuáles son los problemas de este mundo, cuáles son las razones de las desesperanzas propias y
ajenas. Es preciso mantener la esperanza en medio de la realidad. Es la única esperanza real y eficiente. Por eso, hoy debemos
mantener la esperanza cristiana y levantar la esperanza de la humanidad mientras nos hacemos conscientes y solidarios de los
problemas que ensombrecen nuestro mundo: la pobreza masiva, la injusticia estructural, la marginalidad creciente, la violación
sistemática de los derechos humanos, el terrorismo y todo género de violencia...

Sin embargo, al mismo tiempo, para avivar la esperanza, es necesario mirar al mundo y a la humanidad con optimismo. Es una
invitación a abrir los ojos, a mirar el presente y el futuro con ojos de fe, a mirar al mundo y a la historia con optimismo teológico, a
descubrir lo que en la realidad hay de prometedor.

Un optimismo es sano cuando, sin ignorar lo que en la realidad hay de negativo, sabe ver también lo que en ella hay de positivo,
las posibilidades de futuro que ofrece. Ni todo en el mundo y en la humanidad es negativo, ni el presente es la última posibilidad
de la historia humana. Y un optimismo es teológico cuando está inspirado en la fe, cuando asume dos supuestos teológicos
irrenunciables: esta creación es fundamentalmente buena; la nuestra es una historia de salvación y redención.

Por eso la pedagogía y la pastoral de la esperanza reclaman de los cristianos dos ejercicios urgentes para neutralizar el pesimismo
expansivo. En primer lugar, es preciso detectar y reconocer los signos de vida presentes en la sociedad. En segundo lugar, es
preciso reforzar desde la fe cristiana el optimismo teológico. La fe cristiana sabe que la realidad tiene en su seno posibilidades más
hondas que las que aparecen en los hechos brutos de la superficie.

En cuarto lugar, es necesario mirar y relacionarse con el mundo y la humanidad con compasión y misericordia. El autor de la
Carta a los hebreos apela a la compasión y la misericordia de Cristo para animar la esperanza de los cristianos: «Pues no tenemos
un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el
pecado» (Heb 4,15). «Y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados por estar también él envuelto en flaqueza»
(Heb 5,2).
Poner compasión y misericordia en nuestra sociedad es otro camino para avivar la esperanza, propia y ajena. La esperanza se
alimenta de misericordia, porque somos seres vulnerables y vivimos en una historia llena de heridas. Para ejercitar la compasión y
la misericordia, es preciso superar la apatía o la indiferencia ante el mundo, es preciso evitar la antipatía o la condena sistemática
del mundo y es preciso adoptar una actitud de empatía o simpatía frente al mundo.
En quinto lugar, es necesario combinar los análisis de las ciencias sociales sobre todos estos problemas, con la lectura meditada
de la palabra de Dios. Quizá fue H. U. von Balthasar el primero, pero ciertamente no el último, que afirmaba: los cristianos deben
caminar con el periódico en una mano y la Biblia en la otra. Con el periódico en una mano para saber en qué mundo estamos y qué
sucede en torno a nosotros, qué enemigos tiene actualmente nuestra esperanza, y qué signos de esperanza brotan en esta
humanidad. Con la Biblia en la mano, para saber qué mundo quiere Dios y cuál es nuestra responsabilidad en la construcción de
ese mundo que Dios quiere.

En sexto lugar, para avivar la esperanza es necesario poner signos del Reino o promover la justicia y la solidaridad. Los signos de
Dios tienen una fuerza especial para avivar la esperanza, pues testifican que lo que se anuncia está ya en marcha, está
realizándose, que las promesas no son falsas ilusiones. «Aunque a mí no me creáis, dice Jesús, creed por las obras» (Jn 10,38).
Ahora bien, ¿cuáles son los signos más significativos del reino de Dios? ¿Qué signos acreditan especialmente la esperanza
cristiana?

Se trata de signos próximos a la historia de cada día. Signos en esta dirección son: los signos de compasión y misericordia, que
recuperen el valor de la gratuidad o del don sobre el comercio, la solidaridad sobre la competencia, el diálogo sobre la venganza y
la confrontación; la opción afectiva y efectiva por los pobres, los excluidos, las víctimas (pobres, mujeres, minorías étnicas,
drogadictos, deficientes...); compromiso y lucha por la justicia, la paz y los derechos humanos; gestos de solidaridad con
personas, grupos y pueblos necesitados.

En séptimo lugar, es preciso avivar la esperanza participando y colaborando con los grupos y organizaciones que se mantienen
firmes en la lucha para superar todos esos problemas que hacen peligrar la esperanza de la humanidad, la nuestra y la de los
demás.

Finalmente, como cristianos hemos de alimentar la esperanza con la memoria de Jesús. Él confió y esperó en Dios Padre incluso
más allá de la propia muerte y del aparente fracaso en el que terminó su vida terrena.

Y, sin embargo, el autor de la Carta a los hebreos nos presenta a Jesús como modelo de confianza y esperanza en medio del
sufrimiento: «El cual (Cristo), habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al
que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo con lo que padeció experimentó la
obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen» (Heb 5,7-9).

Y el mismo autor nos invita a poner los ojos en Jesús, para mantenernos firmes en la fe y en la esperanza: «Por tanto, también
nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con
fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe... Fijaos en aquel que soportó la
contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo. No habéis resistido todavía hasta llegar a la
sangre en vuestra lucha contra el pecado» (Heb 12,1-4).

Tema 5º: Un proyecto cristiano: el Hombre


Nuevo
....a imagen de Cristo y con la fuerza del
Espíritu....
1. UNA PREOCUPACIÓN POR EL HOMBRE
Una de las características de la cultura de nuestro tiempo es la preocupación por el hombre. La filosofía, la teología, las ciencias
humanas demuestran una sensibilidad especial por clarificar el origen, el destino y la realidad concreta del hombre. Casi todas las
ciencias, directa o indirectamente, formulan algún interrogante antropológico. Tanto los que defienden como los que atacan la
antropología, en el fondo tratan de clarificar la cuestión humana.

Todos los humanismos de este siglo, de rostro humanizante, se preocupan de dar respuesta al interrogante de ¿qué es el hombre?
Los fenomenólogos y los existencialistas nos repiten hasta la saciedad que nunca se ha hablado y escrito más del ser humano y, al
mismo tiempo, jamás ha sido más enigmático y desconocido que ahora.
También el concilio Vaticano II, en la constitución Gaudium et spes, ha expresado su preocupación antropológica y subraya el
hecho de que el género humano se halla hoy en un período nuevo, caracterizado por profundos y acelerados cambios que inciden
en el pensar, juzgar y actuar de todas las personas. De tal modo, que se puede hablar de una verdadera metamorfosis social y
cultural, que repercute también en la vida cristiana.

Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en que todo debe ordenarse en función del hombre. "Pero ¿qué es el
hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias.
Exaltándose a sí mismo como regla absoluta o hundiéndose hasta la desesperación. La duda y la ansiedad se siguen en
consecuencia" (GS12). Evidentemente, cada filosofía y cada sistema recurre a sus principios inspiradores para poder ofrecer una
posible solución al enigma humano.

La iglesia siente profundamente estas dificultades y, guiada e iluminada por la revelación divina, ofrece también su respuesta para
clarificar la verdadera situación humana. La preocupación de hacer del hombre de hoy un hombre nuevo.

2. JESUCRISTO, EL HOMBRE NUEVO


"En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era
figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y
de su amor manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues,
que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.

El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la
semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también
en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con
manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la
virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado" (GS22).

Si todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, y no es capaz de clarificar las propias oscuridades, necesita de la
luz divina para iluminar su ser y su hacer. Por eso el mensaje del concilio concluye diciendo: "El que sigue a Cristo, hombre
perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre" (GS41).
Cristo, pues, no sólo es la clave interpretativa para el hombre, una verdad iluminadora y salvadora, sino además un principio
sapiencial y un modelo antropológico de un hombre nuevo. Jesucristo no es sólo el Hijo de Dios, es también la manifestación más
atrevida y audaz de lo que es Dios y la expresión más clara de lo que él piensa y busca de los hombres. Lo propio, lo fundamental
y lo específico del cristianismo es considerar a Jesucristo como lo últimamente decisivo, determinante y normativo para el hombre
en todas sus distintas dimensiones. Por eso el cristianismo entra en confrontación con todos los humanismos y con todas las
antropologías reales. Para el cristiano, Jesucristo no sólo es el Hijo de Dios, es también el modelo de entablar relaciones con Dios,
con los demás hombres, con la sociedad, con la naturaleza y con la historia, es el hombre nuevo. No solamente es objeto de fe,
sino también modelo y paradigma de ser, de comportarse, de estar y de vivir. El Cristo histórico no es un principio abstracto, sino
una persona real y singular que salva, que ilumina y que enseña a todo hombre. Desde Jesucristo el hombre queda iluminado y se
le abre un amplio camino para conocer la cuestión humana y el modo de cómo comportarse en la existencia, de una manera
totalmente nueva que transforma al hombre y lo convierte en nuevo.

El gran acontecimiento: Jesús ha resucitado.

Cristo es el Señor El Nuevo Testamento nos presenta una nueva intervención de Dios verdaderamente inaudita, inesperada: "Todo
Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías" (Hch 2, 36). Este
es el gran acontecimiento de la historia de salvación: un muerto, Jesús, condenado y ejecutado por la justicia de los hombres, ha
sido constituido Señor de la historia. ¡Al igual que a Yahvé le corresponde el Nombre-que-está-sobre-todo-nombre! Este es el
kerygma (mensaje, proclamación) del Nuevo Testamento.

La Iglesia primitiva tiene experiencia de esto, pues se le ha dado el reconocer a Jesús en los múltiples signos que se producen
como fruto de su pascua. Su misterio pascual ha inaugurado para el mundo entero el amanecer de un nuevo día, el día de la
resurrección, el "tercer día". El "tercer día" no es un día solar de calendario, sino todo un período, el tiempo que sigue a la
resurrección de Jesús. El "tercer día" es un día que queda abierto y que no se cerrará jamás. Es el propio futuro del hombre, un
futuro nuevo para un hombre nuevo, el que ha quedado inaugurado con la resurrección de Jesús y su constitución como Señor de
la historia. En Jesucristo ha aparecido así el verdadero prototipo del hombre. "Cristo manifiesta plenamente el hombre al hombre"
(GS 22).

El es, por antonomasia, el hombre nuevo (Ef.2,15)

¿Cómo nace un hombre nuevo?

Pablo sabe por experiencia que el que se ha encontrado con Cristo es como si hubiera vuelto a nacer, una criatura nueva, un
hombre nuevo (2 Co 5, 17). El confiesa que ha encontrado el verdadero y definitivo sentido de su vida gracias al amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús; ya nadie ni nada podrá separarle de ese amor (Rm.08,35-39): en un sentido profundamente cierto
en el encuentro con Cristo ha sido recreado. La profundidad de la relación interpersonal de Pablo con Cristo queda expresada de
forma difícilmente superable en la siguiente fórmula: "¡Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí!" (Ga 2, 20)

El descubrimiento de este acontecimiento saca a Pablo "fuera de sí", derriba sus viejos centros de interés, invierte su jerarquía de
valores, quebranta los cimientos de su mundo: "Todo eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo,
más aún, todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y
todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía -la de la ley- sino con la que viene de ña fe
de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe" (Flp 3, 7-9). Pablo es un hombre nuevo, radicalmente transformado,
está poseído totalmente por Jesús, con el que se ha encontrado ya para siempre y de cuyo mensaje será el pregonero más fiel.
Proclamará no su palabra, sino la Palabra de Dios viva y operante en los creyentes (1 Ts 2, 13)
Situación y conducta del hombre nuevo.

Las bienaventuranzas, una llamada y una exhortación Entre las enseñanzas de Jesús sobre la situación y la conducta del hombre
nuevo, del hombre que pertenece ya al Reino de Dios, destaca el mensaje de las bienaventuranzas (Mt 5-7; Lc 6. 20ss).
Las bienaventuranzas de Jesús no son máximas de sabiduría, sino -como la enseñanza de los profetas- una llamada y una
exhortación.

Jesús, en el sermón de la montaña habla de los pobres y afligidos que no tienen nada que esperar de este mundo, pero que lo
esperan todo de Dios; los que en su ser y en su conducta son mendigos ante Dios; los misericordiosos que abren su corazón a los
otros; los artífices de paz que triunfan de la fuerza y de la violencia con la reconciliación, los que no se encuentran a gusto en un
mundo lleno de astucias, etc. Desde ahora, los dichosos de este mundo no son ya los ricos, los satisfechos, aquellos que son
alabados por los hombres, sino los que tienen hambre, los que lloran, los pobres, los perseguidos (Cfr. 1 P 3. 14; 4, 14). El
mensaje de las bienaventuranzas se dirige a todos los hombres. Se les invita a tomar las actitudes de mansedumbre, paciencia y
humildad, a renunciar a la violencia y a no oponerse al mal con el mal.

"El Reino de Dios está cerca; convertios." (Mc 1. 15)

La palabra de Jesús, prometiendo la bienaventuranza, no es sólo el anuncio de un consuelo para la otra vida; significa también que
el reino de Dios viene a nosotros. Todas las bienaventuranzas se orientan al reino inminente de Dios: Dios quiere estar presente y
estará presente en todos los que tienen necesidad de El, para cada uno en particular; Dios les consolará, les saciará, tendrá
misericordia de ellos, les llamará hijos suyos; les dará la tierra como heredad, les manifestará su rostro, los convertirá en hombres
nuevos. Va a establecer su reino en favor de ellos. Y este reino está cerca. Las bienaventuranzas evangélicas no son sólo la
proclamación de una exigencia, sino ante todo el anuncio de un don. La auténtica felicidad humana no se encuentra en la
satisfacción de los propios egoísmos o en las posesiones y bienes de este mundo, sino el camino de la generosidad, del amor, de la
entrega total en las manos de Dios. Dios se entrega al hombre como un don. Jesús nos llama a vivir ya en conformidad con esta
situación de salvación que El nos ofrece de parte de Dios.

3. FRANCISCO, EXPERIENCIA DE
HOMBRE NUEVO
En la historia del cristianismo el movimiento franciscano ha tenido gran importancia
en cuanto que su espiritualidad la ha centrado y apoyado sobre la humanidad de
Jesucristo. Francisco de Asís se caracterizó por su amor al Cristo hombre y por su
esfuerzo supremo de encarnar en su vida el mensaje y la misma vida de Jesús de
Nazaret. La visión contemplativa e imitativa de la humanidad de Jesucristo tuvo
máximo relieve en los orígenes del franciscanismo y en la articulación y elaboración
del pensamiento teológico de la escuela franciscana.

En la familia franciscana muy pronto se observa una gran simpatía y opción por
una concepción cristocéntrica del plan divino. Como asimismo una interpretación
cristológica, que estudia e interpreta el misterio de Cristo Dios partiendo de su
humanidad.

Francisco de Asís no nos ha dejado un tratado de teología, sino una experiencia


profundamente religiosa, que nos desvela que él era una fiera de Dios y un
enamorado de Cristo. Y a partir de este amor divino realizó toda su existencia y
cambió su modo de relacionarse con los demás hombres y con la misma
naturaleza. Cuando su interior cambió al contacto con la presencia divina, todo su
exterior reflejaba la fuerza interna que lo animaba.

El Poverello amaba a Dios uno y trino con todas las fuerzas de su alma generosa, y
en este amor entraba también Jesucristo. Como Cristo es Dios y hombre, él pasaba pacíficamente de Dios a Cristo y de Cristo a
Dios, y en Cristo veía a Dios y al hombre. Este modo de amar, de actuar, de comportarse y de pensar es ejemplar y se adapta a
los dogmas trinitarios y cristológícos.

Francisco es un cristiano lleno de Dios, posee el sentido de Dios plenamente. Pero, por otra parte, es un hombre consciente de las
propias posibilidades humanas, es decir, un hombre con verdadero sentido y alcance de lo que es ser hombre. Y precisamente este
doble sentido, el sentido de Dios y el sentido del hombre, explican el destacado cristocentrismo del santo: "Jesús en el corazón,
Jesús en los labios, Jesús en los oídos, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús presente siempre en todos sus miembros" .
Desde el principio de su conversión Francisco tuvo la impresión de que Cristo le hablara constantemente, en los momentos difíciles
y en la vida cotidiana. Oyó su voz en Espoleto y en la iglesita de San Damián (TC 5 y 13)), en la Porciúncula a través del evangelio
de san Mateo, que le indicaba la vida que debía abrazar (1Cel 22). A cualquier parte que se dirigiera lo acompañaba el mismo
Cristo, potencia y sabiduría de Dios" (LM 12,7). De ahí la ternura indecible que le invadía al meditar en los misterios de Cristo,
especialmente la navidad, la pasión, muerte y cruz del redentor. Jesucristo es el maestro y el camino que no se puede comprender
si no se sigue; y siguiéndolo cambian necesariamente nuestras razones egoístas y nuestras miras demasiado humanas. Seguir a
Cristo significa cambiar de rumbo en la existencia y ponerse en otra perspectiva completamente nueva que nos transforma en
hombres nuevos. Cristo es el modelo en todo porque es el maestro único que se dirige no sólo a la mente, sino también a la raíz
de donde brotan los deseos del corazón humano. Y transformando el centro activo del hombre se cambian sus criterios, sus juicios
de valor, sus principios interpretativos y el modo de ser y de estar en el mundo y con los otros. Todo lo excesivamente humano se
convierte en una nueva forma de existencia y en una inquebrantable fidelidad a Dios y a los hombres.

Todos los escritos de Francisco transpiran infinito amor e inmensa ternura hacia Jesucristo, a quien quiere imitar al máximo en su
vida humana. Y todas las biografías del santo son testimonio vivo y claro de la presencia activa del Cristo en la existencia del
Poverello. Pero hay algunos momentos cumbres en los que se refleja con mayor intensidad el impacto y la incidencia del Cristo en
su vida.

Uno de esos momentos singulares es el encuentro con el crucifijo de la iglesia de San Damián. La imagen del Cristo crucificado le
llamó por su nombre; y " desde entonces se le clava en el alma santa la compasión por el crucificado" (2Cel 10), que le
acompañará toda su vida. La mirada y la voz del crucificado le penetraron tan profundamente que todo su ser se llenó de nueva
luz y de nueva sonoridad. A partir de ahora su ver y su escuchar dependen de esa persona que le ha mirado y hablado con infinito
amor. Con la visita y la mirada del Cristo ninguna zona subterránea de su espíritu quedó sin iluminar y redimir. Todo el interior de
Francisco fue cambiado y clarificado por la gracia del Señor. Todo su ser se transformó en un campo de acogida fecundo y radiante
y se manifestó en una ascesis de purificación en silencio fecundo, en servicio gratuito, en fidelidad creadora y en celebración
exultante, hasta tal punto que desembocó en una mística de inmensas proporciones humanas.

La existencia del amor de Jesucristo le abre infinitos horizontes y se siente siempre entre inmensos espacios abiertos, en los que
encuentra el amor gratuito de Dios. Francisco está muy lejos de aquellos versos de Miguel de Unamuno:

"méteme, Padre eterno, en tu pecho,


misterioso hogar;
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar" .

Francisco no vive lacerado por la angustia existencial, sino que se siente animado
por la presencia total que le habita, le rehabilita y le acompaña con la garantía de
un Dios que no defrauda, ofreciendo al hombre de fe la certeza de la plenitud
humana. La existencia de Francisco no se caracteriza por el duro bregar, sino por
la celebración gozosa de quien se siente salvado.

Otro momento importante es el seguimiento radical del Cristo de los evangelios. El


Poverello llega a ser un hombre nuevo porque lee con ojos sencillos todo el
evangelio y no minimiza nada de él, pues todo ello es gracia y mensaje. Trata de
encarnar en su vida ese evangelio sin paliativos y sin excusas. No mira el
evangelio desde la moral, sino desde el dinamismo salvífico que lo anima.
Interpreta el evangelio a la letra, pero su cumplimiento se realiza desde la fuerza
de su inmenso espíritu. No acomoda las exigencias evangélicas a las razones
egoístas y a las conveniencias, como tampoco a los legítimos caprichos. No le
interesa un orden humano convencional, sino la plena realización de la voluntad
divina, que cuando visita a una persona le saca de la patria y de la familia, de los
propios convencionalismos para dejada a la intemperie de la verdadera sorpresa
creadora y liberadora.

Finalmente, el otro momento es el de la experiencia de la Alverna, en donde


Francisco, recibiendo en su cuerpo las llagas del crucificado, consumó la gran
identificación en lo humano con el Cristo que le habló en la iglesia de San Damián.
Francisco se transformó en otro Cristo porque asumió como pocos el escándalo y
el misterio de la cruz.

El Gólgota es la "montaña del dolor original", que diria Rilke, pero es también el
lugar en donde el amor de Dios se hizo más incomprensible y redentor. Es la
expresión suprema del perdón divino. Pero que debe ser completado con la
experiencia del Cristo resucitado, y que inundó de un modo singular toda la vida
del santo de Asís.

Francisco, "caballero de Cristo" (1Cel 9) y atleta de Cristo (1Cel 10), como le


llamó Celano, se convirtió después en caballero de la fe, de la esperanza, de la
alegría, de la paz, de la cortesía y de la fraternidad universal. La experiencia
personal con el Cristo se extendió más tarde, como lógica consecuencia, a una
experiencia social con todos los hombres y a otra experiencia cósmica con toda la
naturaleza.

Cuando se tiene la osadía de vivir el evangelio en su totalidad y en su radicalidad,


uno se despoja de las propias opacidades y se pone en la perspectiva de poder
compartir la vida con los demás y con todos los seres de la creación. Jesucristo no
adoctrina para una coyuntura, sino que forma e informa para toda la vida, que se interpreta como don y no como posesión.

Para Francisco Jesucristo es la gran revelación de Dios, el salvador de los hombres, el modelo de la vida, la enseñanza suprema, la
luz necesaria, la ley fundamental, la posibilidad para que la sociedad no sea un infierno y la llave interpretativa del mundo y de la
historia. Su amor ardiente al Cristo se manifestó en un estilo de vida tan singular que hizo creíble el evangelio y demostró que es
posible en este mundo la utopía de las bienaventuranzas, radiografía del hombre nuevo.

CUESTIONES PARA EL DIALOGO


1. La preocupación por el hombre es una constante de la cultura de nuestro tiempo. ¿En qué consiste esta preocupación? ¿Qué
interrogantes plantea y se le plantean al hombre de hoy?.

2. El mundo de hoy ¿qué hombre está creando?. En este mundo ¿tiene cabida el hombre nuevo encarnado por Jesucristo o, más
bien, sería un contravalor?

3. Francisco en su época demostró que sí es posible ser un hombre nuevo ¿qué papel juega la conversión? ¿Cambiar yo? ¿De qué?
si ahora vivo mejor que nunca.

4. Como educadores ¿qué tipo de hombre estamos ayudando a formar con nuestras actitudes y testimonio e vida? Nuestros
alumnos ¿se resisten al cambio propuesto en nuestro proyecto educativo, lo aceptan o permanecen indiferentes?

TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN


CARTA A LOS JÓVENES

En este mes de junio todos los cristianos, en cualquier parte de la tierra, hablamos del Sagrado Corazón de Jesús. No todas las
personas entienden qué queremos decir con ello, pero te aseguro que se trata de vivir con una novedad absoluta la experiencia de
ser humano. Ser y caminar por el mundo, vivir junto a los otros, construir esta historia con el Corazón de Jesús. Un Corazón que
sabe de amar al otro hasta dar la vida misma por él. Un Corazón que suspira por tener a todos dentro de Él, desde esa experiencia
de un Dios que quiere entrañablemente a todos los hombres. Un Corazón que sabe de amor, verdad, vida, acogida, entrega,
compromiso, servicio, fidelidad, generosidad, en definitiva, que tiene como primer referente a Dios y desde Él entiende,
experimenta y defiende que debe amar a todos los hombres.

¿Ahora entiendes por qué te digo que hay que tener un corazón nuevo para ser un hombre nuevo y para cambiar este mundo? Ello
requiere pasar por una experiencia que te animo a vivir:

"Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: Sígueme. Él
se levantó y le siguió. Y sucedió que estando a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la
mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y
pecadores? Más Él, al oírlo, dijo: No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal" (Mt 9, 9-12).

Te animo a que vivas la misma experiencia de Mateo. Puedes hacerla porque tú también estás sentado y metido en tus cosas, en
tus tareas, en tus negocios, en tus preocupaciones. Déjate llamar por el Señor. Él también sigue pasando a tu lado y te dice
"sígueme" ¿Será tu respuesta como la de Mateo?: "Él se levantó y le siguió".

Esta nueva situación existencial de levantarse y seguir sus huellas y sus pasos, es el inicio de entrar en un proyecto de vida nuevo,
de asumir el vivir con un corazón nuevo como el de Cristo. La plenitud de ese proceso llega cuando, como Mateo, dejamos que el
Señor se siente a nuestra mesa y entre en nuestra casa. La señal de haber incorporado a Jesucristo a nuestra vida y de vivir en
comunión con Él es admitirlo a nuestra mesa. Él, en la mesa, sobre todo en la mesa de la Eucaristía, nos cura el corazón y hace
que se haga grande, como el de Él, con la misma capacidad de entrega y de acogida. Con esa fuerza que lo transforma todo a sus
medidas.

Te invito a no tener miedo, a seguir a Jesucristo. Como nos ha dicho el Santo Padre Juan Pablo II, "duc in altum", rema mar
adentro. Hay que vivir el gozo del Evangelio y testimoniarlo a los demás. No marches solo por el camino. Te invito a que con otros
jóvenes pruebes y descubras nuevas y concretas posibilidades para vivir y también para construir caminos nuevos de
evangelización y de inculturación de la fe en nuestra tierra. Servir a los demás pasa por recuperar las propias raíces cristianas que
nos hacen vivir teniendo un corazón nuevo, capaz de construir una "casa común" fundamentada sobre la fe en Cristo y sobre la
promoción de la verdadera dignidad y libertad de cada persona.
En la medida que tenemos este corazón nuevo que nace de la comunión con Jesucristo, somos más conscientes de los problemas
graves y a menudo lacerantes que vive el mundo, pero al mismo tiempo sentimos la necesidad de vivir confiadamente en la
presencia de Aquél que es Viviente, y camina con nosotros en la Historia, y que es el único que cambia el corazón del hombre.

Cada día estoy más convencido de que la condición juvenil, en el contexto de la postmodernidad, necesita que se susciten
encuentros personales con Jesús. Y los necesita porque solamente es Él quien concede al hombre volver a encontrar su identidad a
la medida misma de Dios.

Te invito a que construyas y vivas esta identidad en comunidades cristianas en las que se puedan experimentar relaciones
humanas profundas y genuinas, ricas en comunión y amistad, capaces de hacer propuestas altas de fe en metas exigentes, con
honda espiritualidad y compromiso.

No eres un mero receptor del anuncio, sino que tienes que ser protagonista de la misión. El coraje y la creatividad te vendrán
dados por la capacidad que tengas para sentarte a la mesa con el Señor y dejarte curar por Él.

Te propongo ocho bienaventuranzas para tener un corazón grande:

1) Bienaventurado si eres capaz de no escamotear esa llamada del Señor: "Sígueme".

2) Bienaventurado si tienes valentía para levantarte y seguirle.

3) Bienaventurado si tienes el coraje de admitir al Señor en tu casa y sentarlo a tu mesa y oír de Él: "No necesitan de médico los
sanos, sino los enfermos".

4) Bienaventurado si tienes la osadía de hacer creíble con tu vida a quien te llamó y te curó: Jesucristo.

5) Bienaventurado si tienes la valentía de "hacer la misión" en tu ambiente propio, en el trabajo, el estudio o el tiempo libre.

6) Bienaventurado si tienes la capacidad de ser testigo de verdades cristianas importantes, tal y como la Iglesia nos las transmite,
con claridad confesante en medio del mundo.

7) Bienaventurado, porque con ese corazón descubres que lo tuyo es defender a los pobres y a los débiles, con un compromiso
claro por la paz, la justicia y la salvaguarda de la naturaleza.

8) Bienaventurado eres, si pones a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

+ Carlos, Arzobispo de Oviedo

Forjarse un estilo de vida

"Si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno." (Mc
9, 45-46)

Son palabras chocantes. Jesús habla de cortarse el pie o la mano, o de sacarse un ojo si son motivo de escándalo. Sabemos que
no tenemos que tomar estas palabras al pie de la letra aunque mantienen toda la fuerza de una espada de doble filo (Cf. Hb4,12).
Es como decir que ante cualquier cosa que pueda ser ocasión de pecado debemos estar dispuestos a renunciar a todo, también a
las cosas y a las personas queridas, antes que perder lo que verdaderamente vale: "entrar en la vida", es decir, la comunión con
Dios y nuestra salvación.

La palabra "escándalo" en el Evangelio se refiere a todo lo que se interpone entre Dios y nosotros, siendo un obstáculo para el
cumplimiento de su voluntad; es como un bastón entre las ruedas que quiere bloquear nuestro camino tras Jesús, como una
trampa que nos quiere hacer caer en el pecado. Hay momentos en los que el ojo, la mano, el pie nos "escandalizan", es decir,
querrían llevarnos a negar a Jesús, a traicionarlo, a preferir otras cosas antes que a Él.

Lo entendió bien Santa Scorese. Así se llamaba una joven de 23 años de Bari (sur de Italia), que en 1991 prefirió morir antes que
perder su pureza, al ser acosada por un chico de su edad. Para ella valía más Dios que su vida.

"Si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno."

Esta palabra de vida desenmascara al "hombre viejo" (Cf. Ef 4,22) que hay en nosotros. De hecho, el pecado no viene de las
cosas, desde fuera, sino que brota de nuestro interior, de nuestro corazón. El "hombre viejo" vive en nosotros cuando cedemos a
las insidias del mal y cuando secundamos nuestras peores inclinaciones: egoísmo, ansia de poder, de gloria, de dinero... El
"hombre viejo" debe ceder su lugar al "hombre nuevo" (Cf. Ef 4,24): Jesús en nosotros.

¿Podemos nosotros solos desarraigar las pasiones desordenadas de nuestro corazón y hacer que nazca en nosotros la vida divina?
Solamente Jesús con su muerte puede hacer que nuestro "hombre viejo" muera y con su resurrección transformarnos en hombres
nuevos. Él puede darnos el valor y la decisión en la lucha contra el mal, el amor leal y radical por el bien. De Él procede esa
libertad interior, esa paz y alegría inefable que nos llevan a estar por encima de toda la fealdad del mundo y nos hacen
experimentar ya desde ahora un anticipo del Cielo.

"Si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno."

El "hombre nuevo" en nosotros debe crecer y ser protegido de las insidias del "hombre viejo". ¿Cuál es nuestra parte? En el año
1949 escribí: "Hay muchas modos de limpiar una habitación: recoger mota a mota; usar una escoba pequeña, una grande, una
aspiradora, etc., o bien -para entrar ya en lo limpio- se puede cambiar de habitación y ya esta todo hecho. Sucede igual para
santificarnos. Más que trabajar tanto, podemos apartarnos a un lado inmediatamente y dejar que Jesús viva en nosotros. Es decir,
vivir "transferidos" en el otro; por ejemplo, en el prójimo que está a nuestro lado en cada momento: vivir su vida en toda su
plenitud".

¡Amar! Esa es toda la doctrina de Jesús. Afinar nuestro corazón y hacerlo capaz de escuchar, identificarnos con los problemas y las
preocupaciones de nuestros prójimos, compartir con ellos las alegrías y los dolores, hacer que caigan las barreras que todavía nos
dividen, superar los juicios y las críticas, salir de nuestro aislamiento para ponernos a disposición del necesitado o del que está
solo; construir en todas partes la unidad querida por Jesús.

Si vivimos así, Dios nos atraerá a una comunión cada vez más íntima con Él y nos hará casi invulnerables y firmes ante los errores
y la atracción del mundo."Si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al
infierno."

Jesús también nos dice que apartemos (que "cortemos") con energía esas realidades que para nosotros podrían ser ocasión de
escándalo (cosas, personas, situaciones). Es el "niégate a ti mismo" del Evangelio (Cf. Mc 8,34). El cristiano tiene que tener el
valor de ir contra las tendencias egoístas para que no se conviertan en un estilo de vida.

Durante este mes salgamos de nosotros mismos amando al que está a nuestro lado y cortando con los apegos a todo lo que no
debemos amar. Hagamos limpieza de lo que haya que quitar de nuestro corazón. Todos los sacrificios son poco para mantener la
comunión con Dios. Tras cada corte, florecerá en el corazón la alegría verdadera, la que el mundo no conoce.

Chiara Lubich

— Tema 6º: Un proyecto eclesial: el Pueblo de


Dios.
…y al servicio del Reino de Dios.
1. Introducción
En un estudio de la espiritualidad franciscana de hace algunos años, B. Duclos hace una serie de interrogantes entre los cuales uno
suena así: "¿Qué iglesia es ésta en la que Francisco confió? Un interrogante que puede hacer pensar. ¿Cómo ha sido la vivencia
eclesial de Francisco?: ¿posibilitadora, un freno, una decepción?

Lo que sí queda claro, como punto de partida, es que para Francisco la vida en la Iglesia es algo incuestionable y necesario. Su
prescripción "sean católicos"(1R 19, 1; 2R 2, 2-3) es tan innegociable como la de "que vendan los bienes" (2R 2,5). En el momento
histórico en el que vive Francisco la herejía cátara envuelve su radicalismo teórico en una feroz crítica a la institución eclesial.
Francisco ha tenido siempre claro que ese no era su camino, hasta el punto de no considerar hermano a quien ande por caminos
extraños a la estructura eclesial (CtaO 44). El "firmes en la fe católica" de Col 1,23 fue un ideal práctico, tanto para Francisco como
para Clara.

Francisco fue resolviendo su vivencia eclesial en lo concreto de su relación con personas y situaciones. De su acogida a los diversos
papas que conoció, no queda duda: Inocencio III, les permitió comenzar el camino evangélico; Honorio III, le aprobó la regla; Juan
de san Pablo, le ayudó en su primera entrevista con el Papa, etc.
Francisco cree necesitar de la organización eclesial para el cultivo de su fe. La necesita para que la eucaristía tenga sentido, para
que se le dé el perdón y con él la certeza de que Dios va acogiendo su vida, para que la fraternidad, ministerio de la iglesia
cercana, adquiera toda su dimensión espiritual, de modo que andar en la senda de la iglesia es tener garantía de que se anda tras
los pasos de Jesús.

Francisco, quizá sin ser consciente de ello, fue profecía de una iglesia nueva. Al amparo del pensamiento de Francisco, no sólo se
ha vivido la fe en la Iglesia con una fidelidad básica, sino que incluso se ha abierto un espacio para tratar de vivir lo cristiano en
modos plurales y diversos, verdadero favor de la profecía franciscana dentro de la Iglesia.
Iglesia que ha ido pasando del triunfalismo viejo a la humildad, de la humildad a una cierta esperanza en tiempos del Vaticano II,
de la esperanza a la sinceridad en los primeros tiempos del posconcilio, de la sinceridad a un grado de desconocimiento al hacer
frente a la modernidad, del desconcierto al desánimo en una época de secularización aguda de la sociedad, del desánimo a la
pasividad de la posmodernidad, de la pasividad a la vieja nostalgia que rebrota o a la búsqueda humilde pero tenaz que también
brota. Lo que sí es cierto es que vivir la fe en ámbitos europeos, tan a la defensiva, no es fácil.

Se pueden presentar dos correctivos que ayuden a activar el ser cristiano de la Iglesia: el descubrimiento de la Iglesia cercana y la
irrenunciable pluralidad. Acostumbrados a entender, sentir y vivir el tema de la Iglesia en coordenadas mundiales, quizá hoy el
creyente necesite descubrir el valor de la Iglesia cercana, la sensación de que la fe revierte, se trasvasa, se construye en los
pequeños ámbitos de lo diario. Pueden surgir aquí muchos valores ocultos, colaboraciones útiles y compromisos eficaces. Esto,
claro está, va indisolublemente unido a la conciencia de pluralidad en el cuerpo eclesial. No revive, organiza, se ofrece la fe en
modos únicos. Despojarse de la uniformidad que envuelve a muchos sectores de la realidad eclesial será tarea a realizar con
notable esfuerzo. Pero los resultados serían positivos

2. Iglesia y religiosidad
La perspectiva que inmediatamente parece imponerse a quien en la sociedad se interroga sobre la realidad de la Iglesia es la
indiferencia: es una indiferencia masiva, producida no por ideas sino, sobre todo, por cambios sociales y culturales que hacen difícil
el vivir como creyente. Comienza con el abandono en la práctica religiosa; sigue el deterioro en torno a ciertos valores para
terminar en una evidente desafección a lo religioso. Esta indiferencia, situada en una época postristiana, hace que, para los
jóvenes, ésta no sea un término de llegada sino un punto de partida.

Nadie duda que Francisco fue una persona fuertemente religiosa. Su marco social y su trayectoria creyente hablan expresamente.
Él mezcló profundamente fe y religión. Por eso sus formas religiosas se han situado en el marco de lo eclesial: la eucaristía se
aprende en la Iglesia, la Palabra se relee y se ora en la Iglesia, la reconciliación se hace en el seno de la Iglesia. Una recia
espiritualidad para una recia fe.

En estos momentos de religiosidad a veces sin control, al franciscano se le pide evitar, a todo precio, comportamientos religiosos
que se hallen vacíos de experiencia creyente. Siendo totalmente respetuosos con cualquier movimiento religioso, el franciscano
pone esa nota de fraterno contraste que quiere mantener la vieja certeza de que es mucho más importante llegar a experiencias
vivas de fe que a liturgias, del tipo que sean, que no llevan dentro la pregunta sobre Dios y que no mueven a tomar postura
concreta a favor del hermano.

Dentro, sobre todo, de la comunidad eclesial, el franciscano está llamado a no colaborar en formas excesivas de religiosidad que
rehuyen la reflexión crítica, tan necesaria para vivir con certeza la fe cristiana; trata de hacer unidad entre los movimientos de
religiosidad popular tradicionales y las orientaciones eclesiales que dimanan del Vaticano II; despoja cuanto puede a las formas
religiosas de toda utilidad, lucro económico o prestigio social para que el valor de profecía cristiana no sufra merma.

Puesto que al franciscano se le dice que la identidad religiosa del futuro pasará por el diálogo interreligioso, tiene que hacer un
esfuerzo por acercarse de forma práctica a las diversas religiones de su entorno, para lo que tendrá que salir de modos cerrados
de vivir la fe y valorar los aspectos positivos de otros modos de sentir a Dios. Además, y no tanto para defenderse del "enemigo"
sino para aportar más al hecho hermoso de la experiencia de Dios, el franciscano tendrá que aprender a darse una explicación
coherente con su fe en Jesucristo en los modos de la Iglesia Católica. Lo que quiere decir que ya no servirá recurrir a fórmulas
dogmáticas preestablecidas, sino ante todo, habrá que buscar las raíces de la fraternidad cristiana y acumular experiencias de
comunión que hagan valorar el don de su fe vivida en una iglesia concreta y, desde ahí, las experiencias creyentes ajenas.

Es, quizá, el franciscano joven a quien más directamente se dirige la problemática de la religiosidad de hoy. Y ello en tres
direcciones: por un lado tal vez se le esté pidiendo vivir una religiosidad moderada y gozosa, huyendo tanto de excesos extraños
como de carencias a la moda; además se le exige un esfuerzo a nivel de formación cristiana, pues los modos de religiosidad
heredada difícilmente soportan el embate de lo secular sin una formación sólida en cuestiones de fe; finalmente el joven
franciscano utilizará correctamente la fuerza de la religiosidad si logra adquirir una buena experiencia de fe, si logra dar cuerpo a
su proceso cristiano, pasando por las diversas etapas de la catequesis hasta lograr dar con un estilo de vida cristiana inserto en la
comunidad eclesial de modo estable. Los caminos del misterio se trasforman en caminos de fe.

3. Iglesia y seguimiento
Dicen los teóricos que ha sonando para la Iglesia la hora del seguimiento. En rigor, nunca ha dejado de sonar, desde la primera
hora evangélica, porque la comunidad cristiana sin seguimiento es pura esterilidad. Pero las condiciones seculares de la sociedad
de hoy, la deserción del ámbito eclesial de colectivos sociales vivos, la crisis en que se mueven las estructuras religiosas, hacen
más necesario que nunca el cultivo del seguimiento a Jesús. El seguimiento, y los supuestos gestos y valores históricos de la fe,
tendrían que ser signo de identidad y de futuro para los creyentes. Porque por el seguimiento se sabe quien está verdaderamente
del lado del Evangelio. Y por él también puede tener la fe en un horizonte que la ayude a superar cualquier situación difícil.
Los teólogos nos hacen ver que el seguimiento tiene rango "cristológico".

Eso quiere decir que, al hablar del seguimiento, no estamos hablando de algo periférico a la vida cristiana. Estamos hablando de su
mismo núcleo, de aquello que, caso de no estar presente, lo cristiano queda cuestionado en su misma esencia. Esto proviene de la
misma realidad de Jesús: despojar a Jesús de su ser seguidor del Padre, de su deseo salvífico, es hacer irreconocible al Jesús de
los evangelios. Lo que da una idea clara de lo delicado y decisivo de la cuestión.

Para que el seguimiento sea equilibrado es preciso caer en la cuenta de sus componentes. Precisamente porque el seguimiento ha
podido ser una teoría lírica pero inoperante, quizá por eso mismo abandonada, habrá que decir que la estructura del seguimiento
contiene un componente místico y otro situacional. El primero apunta a las experiencias místicas de lo cristiano: la mirada al Jesús
del Mensaje, el trabajo orante, el sentido de la comunidad de creyentes, el vivir una celebración como recuerdo vivo de la gesta de
Jesús, etc. Mientras que el situacional se refiere a la inserción social, la colaboración ciudadana, la pregunta por el hoy, el anhelo
de la nueva sociedad, etc. Ambos elementos tendrían que ir lo más correctamente equilibrados para que el componente místico no
derive en una alienación religiosa o el situacional no termine en modos desorientados de andar por la vida.

4. Educando para la vida de fe en la Iglesia


Existe un dinamismo que atañe a todo proyecto educativo y subraya el carácter de proceso, es decir, pone de manifiesto las
diversas etapas por las que se va logrando la maduración humana y cristiana de los jóvenes.

La consecuencia que trae este dinamismo para nuestros colegios no está al margen de la institución escolar en sí misma: en la
sociedad moderna, la escuela es una institución "iniciadora" en el sentido antropológico de la palabra: su objetivo es la formación
de la identidad y la introducción en la comunidad adulta. Cumpliendo con esta característica, se propone a nuestros colegios, de
manera especial, "formar la identidad cristiana" de los que asisten a los mismos, desde una oferta de libre aceptación, y
conducirlos a la plena incorporación de la comunidad cristiana.

Nuestros colegios son, por lo tanto, lugares de iniciación cristiana, donde se debe organizar un proyecto de pastoral de forma que
se facilite y potencie el proceso de iniciación. La pastoral en nuestros centros debe asumir como eje conductor el estilo
característico de dicha iniciación: se organiza respetando y asumiendo todas las etapas de la evangelización desde el desinterés o
la increencia hasta llegar al seguimiento de Jesús desde el interior de la comunidad cristiana.

En este proceso que los colegios pueden ofrecer, cobran especial importancia los primeros momentos, que podríamos llamar de
"preevangelización", donde se intenta fomentar el interés y preparar al alumno a abrirse a la oferta de la fe. Por eso debe emplear
sus mejores esfuerzos en una buena pedagogía a este respecto, para situar a la persona en camino, en un aprendizaje
constructivo mediante el cual pueda integrarse plenamente en la comunidad cristiana.

La función iniciadora en nuestros colegios nos advierte al mismo tiempo sobre la necesidad y la urgencia de formar la comunidad
cristiana en el seno de la escuela, pues sólo desde la comunidad y en la comunidad puede nacer y crecer la fe cristiana. Nos
referimos a la comunidad cristiana que no confunde con la comunidad educativa, aunque esté integrada en ella como fermento de
la masa.

5. A modo de resumen
En la Iglesia hoy, el franciscano está llamado a vivir en referencia a la Iglesia con aprecio y libertad. En aprecio porque se sigue
viendo la necesidad de la comunidad creyente en la historia para hacer viable el proceso cristiano personal. Si algo es claro para el
seguidor de Francisco es que no tiene sentido una fe en la desconexión, en la ignorancia del hermano creyente y menos en la
disputa y el distanciamiento. Pero, por otro lado, el franciscano no puede renunciar a vivir su fe en la mayor libertad posible, en la
flexibilidad más tolerante, sin cerrar ninguna puerta, ninguna posibilidad. No es una simple táctica, sino la certeza hecha camino
diario de que el Espíritu sopla donde quiere (Jn 3, 8).

Al franciscano se le llama, a sí mismo, a hacerse presente en las estructuras débiles de la comunidad eclesial. Es aquel "cargar con
los achaques de los endebles" de Rom 15, 1. Hoy la debilidad eclesial está en ámbitos como ciertos modos de vida religiosa con
difícil futuro, en el sector juvenil que quizá encuentra pocos apoyos en los organismos eclesiales, en la realidad de la mujer que no
termina de encontrar su puesto en la gestión eclesial, en los sectores sociales a los que no llega la cobertura del Estado, en el
mundo casi olvidado de sacerdotes y religiosos-as que un día fueron hermanos y hoy, al secularizarse, pasan al olvido.

Es, sobre todo, el franciscano joven quien, quizá, ve menos la necesidad de estructurar lo cristiano en el marco de la realidad
eclesial. Los catecumenados juveniles, serios y bien trabados, tendrían el peligro de construir un proceso de fe, por ser tan
peculiar, desligado de la realidad eclesial. Además, no se vería como verdadero aliciente el que ese proceso terminara en una
inserción en un medio eclesial común, parroquia o similar. Sin pretender formar para la estructura, habría que ver la aportación
que un grupo de adultos puede aportar a la maduración del joven y como la adultez de la fe puede tener dinamismos tan vivos
como los de la época juvenil, esto, claro está, requiere en la comunidad adulta una capacidad notable de acogida y de apertura a
dinamismos nuevos. El anquilosamiento institucional pone en fuga a no pocos jóvenes creyentes.

El franciscano tendría que estar en la institución eclesial como la intuición evangélica lo más activada posible. Para lo cual será
necesario: no formar parte excesiva del personal organizativo de la estructura eclesial, aprendiendo a nadar un poco en los
márgenes; ocuparse, lo más posible, en actividades de periferia o en campos nuevos que se vayan abriendo; no poner el acento de
manera única en tradiciones y costumbres religiosas heredadas, sino preguntarse cómo conjugar el Evangelio con las nuevas
búsquedas de la persona de hoy; fomentar de manera sensata la sorpresa, lo imposible, lo inesperado, haciendo de contrapeso a
quien desea tenerlo todo atado y controlado; abrir caminos de intemperie y de desamparo social allí donde lo cristiano no cuenta,
con la finalidad de hacer un pequeña siembra de humanidad y, con ella, una modesta siembra de fe. Si, como lo creemos, a
Francisco no se le cortaron las alas de la esperanza en la iglesia de su tiempo, con más razón podemos esperar que no ocurra eso
al franciscano de hoy. ¿No está la comunidad de creyentes decididamente del lado de la esperanza?

Cuestiones para el diálogo


1. ¿Es la Iglesia de hoy, tanto en sus estructuras como en su ser evangelizadora, creadora de esperanza?

2. ¿Tienen nuestros jóvenes interés en vivir la fe?, ¿dentro de la estructura eclesial?, ¿se les suscita este interés?, ¿en el colegio?

3. ¿Se dan buenas condiciones para vivir la fe dentro de la estructura eclesial más cercana a nosotros?

4. ¿Qué valores o qué aspectos cuestionables tiene la religiosidad que vive el creyente en nuestros ambientes?

TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y EN GRUPO:


1. "CUEVA DE LADRONES" (CARLO CARRETO, He buscado y he encontrado, Ed. Paulinas, 3ª Ed., Madrid 1983).

¡CUÁN CONTESTABLE me resultas, oh Iglesia, y, sin embargo, cuánto te amo!


¡Cuánto me has hecho sufrir, y, sin embargo, cuánto te debo!
Querría verte destruida, y, sin embargo, necesito tu presencia.
Me has proporcionado tantos escándalos y, sin embargo, me has hecho entender la santidad.
Nada he visto en el mundo más oscurantista, más comprometido ni más falso, ni he tocado nada más puro, más generoso y bello.
Cuántas veces he tenido deseos de darte en los morros con la puerta de mi alma, y cuántas veces he suplicado poder morir entre
tus brazos seguros.
No, no puedo liberarme de ti, porque soy tú, aunque no por completo.
Además, ¿dónde iría?
¿A construir otra?
Pero no podría construirla sin los mismos defectos, porque llevo dentro los míos. Y si la construyera, sería mi Iglesia, no la de
Cristo.
Soy lo bastante viejo para comprender que no soy mejor que los demás.
El otro día un amigo mío escribió una carta a un periódico: "Dejo la Iglesia, porque, con su comprensión para con los ricos, no se la
puede creer".
¡Me da pena!
O es un sentimental que no tiene experiencia, y le excuso; o es un orgulloso, que cree ser mejor que los demás, más digno de
crédito que los otros.
Ninguno de nosotros es digno de crédito mientras está en la tierra.
San Francisco gritaba: "Tú me crees santo, y no sabes que puedo tener aún hijos con una prostituta, si Cristo no me sostiene".
La credibilidad no es propia de los hombres; es sólo propia de Dios y de Cristo.
Lo propio de los hombres es la debilidad o, al máximo, la buena voluntad de hacer algo bueno con la ayuda de la gracia, que brota
de las venas invisibles de la Iglesia visible.
¿Es que la Iglesia de ayer fue mejor que la de hoy? Por ventura, ¿era más digna de crédito la Iglesia de Jerusalén que la de Roma?
Cuando Pablo llegó a Jerusalén llevando en el corazón su sed de universalidad en alas del viento de su poderoso aliento
carismático, ¿tal vez los discursos de Santiago sobre la circuncisión o la debilidad de Pedro, que se entretenía con los ricos de
entonces (los hijos de Abrahán) y que daba el escándalo de comer sólo con los puros, pudieron ocasionarle dudas sobre la
veracidad de la Iglesia que Cristo acababa de fundar e inducirle a fundar otra en Antioquía o en Tarso?
¿Acaso a santa Catalina de Siena, viendo que el Papa hacía _¡y cómo lo hacía!_ una sucia política contra su ciudad, la ciudad de su
corazón, podía venirle a la cabeza la idea de irse a las colinas de Siena, transparentes como el cielo, y hacer otra Iglesia más
transparente que la de Roma, tan viscosa, llena de pecados y politicante?
No, no lo creo; porque tanto Pablo como Catalina sabían distinguir entre las personas que forman la Iglesia, "el personal de la
Iglesia" _diría Maritain_, y esta sociedad humana llamada Iglesia que, a diferencia de todas las colectividades humanas, "ha
recibido de Dios una personalidad sobrenatural, santa, inmaculada, pura, indefectible, infalible, amada como una esposa por Cristo
y digna de ser amada por mí como madre dulcísima".
Aquí está el misterio de la Iglesia de Cristo, verdadero e impenetrable misterio.
Tiene el poder de darme la santidad, y está fabricada toda ella, desde el primero hasta el último, de pecadores únicamente; ¡y de
qué pecadores!
Tiene la fe omnipotente e invencible de renovar el misterio eucarístico, y está formada de hombres que bracean en la oscuridad y
que se debaten todos los días con la tentación de perder la fe.
Es portadora de un mensaje de pura transparencia, y está encarnada en una pasta sucia, como está sucio el mundo.
Habla de la dulzura del Maestro, de su no violencia, y a lo largo de la historia ha enviado ejércitos enteros a destripar infieles y a
torturar heresiarcas.
Transmite un mensaje de evangélica pobreza, y no hace más que buscar dinero y alianzas con los poderosos.
Basta leer el proceso hecho por la Inquisición a santa Juana de Arco para convencernos de que Stalin no fue el primero que
falsificó las cartas y prostituyó a los jueces.
Basta pensar lo que se le hizo firmar al inocente Galileo, bajo amenaza, para convencernos de que, aun siendo Iglesia, los
hombres de la Iglesia, el personal de la Iglesia, son malos hombres y personal sumamente ordinario, capaz de cometer errores tan
grandes como la trayectoria recorrida por la tierra en torno al sol.
Es inútil querer buscar otra cosa en la Iglesia sino este misterio de infalibilidad y de falibilidad, de santidad y de pecado, de
debilidad y de valor, de credibilidad y de no credibilidad.
Quienes sueñan con cosas diversas de esta realidad no hacen más que perder el tiempo y comenzar siempre desde el principio. Y,
además, demuestran no haber entendido al hombre.
Porque el hombre es tal como nos lo presenta la Iglesia; con su maldad y, al mismo tiempo, con su invencible coraje que la fe en
Cristo le ha dado y le hace vivir la caridad de Cristo.
Cuando era joven no entendía por qué Jesús, pese a la negación de Pedro, quiso hacerle jefe, sucesor suyo y primer papa. Ahora
ya no me sorprendo y entiendo cada vez mejor que haber fundado la Iglesia sobre la tumba de un traidor, de un hombre que se
asusta ante la cháchara de una sirvienta, era como una advertencia continua para mantener a cada uno de nosotros en la
humildad y en la conciencia de la propia fragilidad.
No, no salgo de esta Iglesia fundada sobre una piedra tan débil, porque llegaría a fundar otra sobre una piedra todavía más débil,
que soy yo.
Por otra parte, ¿qué importan las piedras? Lo que vale es la promesa de Cristo y el cemento que une las piedras, que es el Espíritu
Santo. Solamente el Espíritu Santo es capaz de hacer la Iglesia con piedras mal talladas, como somos nosotros.
Sólo el Espíritu Santo puede mantenernos unidos, pese a nosotros, pese a la fuerza centrífuga que nos suministra nuestro orgullo
sin límites.
Yo, cuando oigo protestar contra la Iglesia, me siento a gusto y lo tomo como una meditación seria, profunda, que brota de una
sed de bien y de una visión clara y libre de las cosas.
"Tenemos que ser pobres..., evangélicos..., no hemos de creer en la alianza con los poderosos, etcétera".
Pero al fin oigo que esta protesta se refiere a mi párroco, a mi obispo, a mi papa, como personas; se refiere también a mí como
persona, y me veo en la misma barca, en la misma familia, consanguíneo de pecadores matriculados y pecador yo mismo.
Entonces trato de protestar contra mí mismo y me doy cuenta de lo difícil que es la conversión.
Porque podría darse, y se da, que mientras estoy en el salón tras un opíparo banquete, discutiendo sobre los candentes problemas
del colonialismo portugués con los amigos, sociólogos refinados, yo olvide a mi mujer en la cocina o a mi madre mientras lava
completamente sola los platos usados en el festín. ¿O es que tal vez el espíritu del colonialismo no está en el fondo de nuestros
corazones?
Porque puede suceder, y sucede, que en el mismo instante en que yo me lanzo con furor contra los pecados cometidos por el
orgullo racial de los blancos sobre los negros, descubra que soy el tipo que siempre tiene razón, que le dice a su padre que no
entiende nada porque es un pobre campesino y quema todos los días un poco de incienso ante ese ídolo que ha tenido la suerte de
ser un "director", un "jefe", un "empleado", un "maestro" y, si es mujer, "un bonito cuerpo".
Entonces es cuando recuerdo la palabra de Jesús: "No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis
seréis juzgados, y con la medida con que midáis seréis medidos" (Mt 7,1-2).
No, no está mal protestar contra la Iglesia cuando se la ama; el mal está en criticarla poniéndose fuera, como los puros. No, no
está mal lanzarse contra el pecado y las cosas feas que vemos; el mal está en cargárselas a los otros y en creerse inocentes,
pobres, mansos.
Este es el mal.

2. EL OBRAR DE LA IGLESIA: HACER PRESENTE EL EVANGELIO (José I. González


Faus: ¿PARA QUÉ LA IGLESIA?, Cuadernos CJ 121)
"La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera puesto que toma su origen de
la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre"
(Vaticano II, Ad gentes, 2).
Por ser sacramento histórico de salvación, debemos añadir que la Iglesia es
intrínsecamente misionera, evangelizadora. Msr. Romero... decía que la esencia de la
Iglesia está en su misión. Junto a él, grandes obispos latinoamericanos (E. Angelelli,
Jaime Nevares...) hablaban de poner en contacto (o acercar) el Evangelio y la realidad,
la Palabra y la vida. Y la definición del Vaticano II nos aclara en qué consiste ese ser
misionera de la Iglesia.

2.1. La misión

Evangelización no es lo mismo que proselitismo o propaganda. A éste no le importa


eliminar la libertad del oyente, y se atiene sobre todo al resultado numérico. La Coca
Cola o Nike no evangelizan, aunque estén en todo el mundo.
La evangelización es una oferta de salvación que se dirige primariamente a la libertad
del interlocutor y que pretende respetarla. No busca manipular, sino hacer presente el
Evangelio, de modo que quede ofrecido como posibilidad siempre abierta y siempre
significativa. El proselitismo mira más a la satisfacción y la seguridad del agente. La
evangelización debe mirar sólo al bien en libertad del destinatario.
La Iglesia es misionera y evangelizadora no porque busque meramente "aumentar su
número de clientes", sino porque está en posesión de una Buena Noticia decisiva para la humanidad (aunque ésta no lo sepa): la
del "amor de Dios revelado en Cristo Jesús" (Rom 8,39). Es decir: por la misma razón por la que es señal de salvación.

2.2. Constitución misionera

Esta tarea misionera constituye lo primario de la voluntad de Dios sobre su Iglesia, y esto podemos afirmarlo con seguridad
teológica. Antes que ninguna otra cosa, Dios quiere una iglesia misionera, evangelizadora: señal perceptible y significativa de que
hay una salvación de Dios para los hombres, la cual no sólo aguarda en el Más_Allá, sino que marca definitivamente a esta
historia.
La respuesta creyente a esa buena noticia es lo que congrega a varones y mujeres como Iglesia, y envía a esos congregados a
continuar la misión de Cristo. La Iglesia puede convivir con la doble imagen social: de la sociedad ya cristiana, o del simple
fermento. Con lo que no puede coexistir es con la pérdida de su significatividad sacramental.
De acuerdo con eso debemos decir que Dios no ha querido en su Iglesia unas estructuras arbitrarias o caprichosas que sean
obstáculo para su misión, sino que más bien le ha dado una gran libertad para organizarse del modo que más posibilite su misión,
que más facilite la comunión y la evangelización en el sentido dicho.
Al elemento principal de la estructura que el Resucitado deja en su Iglesia le llamamos por eso "apostolado", y no sé si nos hemos
dado cuenta de la importancia de esa designación: la Iglesia se estructura, ante todo, para ser apostólica, y para vivir el Evangelio.
No por afanes de poder o de seguridad, ni aunque revista de sagrados esos afanes.
La historia enseña que la organización de la Iglesia en los primeros siglos no se hizo de acuerdo a un plan previo, dejado por el
Maestro, sino según las necesidades y posibilidades históricas, leídas desde el Evangelio. De ahí la pluralidad de configuraciones de
las iglesias primitivas, que se refleja en el Nuevo Testamento y se ve confirmada por la investigación histórica.
Sin embargo, no son pocos los que hoy suscribirían la afirmación de Juan Martín Velasco: uno de los mayores obstáculos hodiernos
para la evangelización está en las estructuras mismas de la Iglesia.
Por más que se quiera apelar a la voluntad de Dios como justificación de unas estructuras, si éstas resultan antievangélicas y
antievangelizadoras, podemos sospechar legítimamente de esa presunta voluntad divina. Como mínimo, habrá que presumir que
las cosas son más complejas de lo que sugiere esa apelación simplista a la voluntad de Jesucristo.

2.3. Evangelizar con obras

Si lo primero que quiere Dios es una iglesia evangelizadora, tanto hacia


fuera como hacia dentro (es decir: que su misma presencia y su vida
resulten un anuncio), eso significa que hoy, en pleno siglo XXI, en un
mundo plural y en un Occidente descristianizado, la Iglesia está llamada
a evangelizar mucho más con los gestos que con las palabras. No todo el
que dice "Señor, Señor" evangeliza, sino el que cumple la voluntad del
Padre. A la definición que dio el Vaticano II de la Iglesia como
sacramento, se le puede aplicar también aquella consideración de san
Agustín: "cuando al gesto se le añade la palabra, aparece el
sacramento".

Si la Iglesia no es evangelizadora en este sentido sacramental ("práxico"


podríamos decir) se convertirá en aquello a lo que pretende reducirla
nuestra sociedad consumista: un mero elemento decorativo, útil, como
las flores, para dar relieve a ciertos momentos de una vida pagana, tales
como bodas, entierros y demás. Así podría encontrar la Iglesia una
audiencia e incluso un respeto en nuestra sociedad (las flores nunca son
molestas); pero estará siendo infiel a su misión. En cambio, si la Iglesia
es evangelizadora en el sentido dicho, acabará por encontrarse con el
rechazo y la cruz de su Fundador.

Prueba de lo dicho son estas palabras de la Asamblea del episcopado


latinoamericano en Puebla, que no necesitan más comentario por su diafanidad: "El pueblo de Dios, como sacramento universal de
salvación, está enteramente al servicio de la comunión de los hombres con Dios y con el género humano entre sí... Cada
comunidad eclesial debería esforzarse por constituir... un ejemplo de modo de convivencia donde logren aunarse la libertad y la
solidaridad. Donde la autoridad se ejerza con el Espíritu del Buen Pastor. Donde se viva una actitud diferente frente a la riqueza.
Donde se ensayen formas de organización y estructuras de participación, capaces de abrir camino hacia un tipo más humano de
sociedad. Y sobre todo, donde inequívocamente se manifieste que, sin una radical comunión con Dios en Jesucristo, cualquier otra
forma de comunión puramente humana resulta a la postre incapaz de sustentarse y termina fatalmente volviéndose contra el
mismo hombre" (273).

Y todo esto lo percibe y lo confirma la misma Iglesia cuando, en una de las últimas plegarias eucarísticas, pide para sí misma ser
"un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir
esperando". Exactamente. Pero ¡cuánto necesitamos pedir eso!
Sin entrar ahora en la necesaria reforma estructural de la Iglesia (...), podemos enunciar el siguiente principio: la Iglesia de
Jesucristo debería tener el máximo posible de espiritualidad y el mínimo indispensable de organización. No son pocos en la Iglesia
los que hoy creen que estamos quizás al revés. A. Machado hablaba de "esta iglesia espiritualmente huera pero de organización
formidable".

Para ello, entiendo que la Iglesia debe pasar del binomio que hoy parece constituirla: la díada clérigos_laicos que algunos
defienden a rabiar, a la otra fórmula de "comunidad con servicios", que obligaría al ministerio eclesiástico a pasar de lo sacral a lo
eclesial, de lo personal a lo servicial y de lo vertical a lo colegial, como ya expresé en otra ocasión.

Esta alusión al ministerio nos llevará en el próximo capítulo a otra reflexión... Antes debemos exponer las consecuencias de ese ser
misionero de la Iglesia.

2.4. Buena Noticia para los pobres

El tesoro que hace misionera a la Iglesia es definido por la Palabra de Dios como "buena noticia para los pobres" (Is 61; Lc 4).
Jesús pone ahí, y en la esperanza para enfermos y marginados, el criterio de autenticidad y validez de su misión (Mt 11, 2ss).
La evangelización, por tanto, debe ser definida como evangelización de los pobres. Sin que obste a ello su carácter universal: la
buena noticia se dirige a todos nosotros en la medida en que aceptemos colocarnos de alguna manera en el lugar de los pobres y
al lado de ellos.

Por eso, según Juan XXIII, la iglesia misionera es "iglesia de los pobres". No basta con que una iglesia más o menos "de los ricos"
diga excelentes palabras en favor de los pobres. Como Iglesia de Jesucristo nos quedan aún muchos pasos que dar para aparecer
ante el mundo como iglesia de los pobres.

La Edad Media acuñó una expresión ya clásica (aunque olvidada hoy): "nuestros señores los pobres". Si ello es así, no basta con
que la Iglesia diga algunas palabras favorables a ellos, es preciso además que ellos tengan alguna palabra (o muchas) que decir en
la Iglesia y a la Iglesia.

2.5. La plenifcación de Cristo

La carta a los Efesios, explicando la "recapitulación de todas las cosas en Cristo", define a la Iglesia como aquella que encuentra su
plenitud en la medida en que el mundo se cristifica plenamente (1, 23). La definición es un poco complicada pero muy rica; y
necesita una mínima aclaración.

La carta da esa definición para explicar cómo es posible que, si acaba de decir que "Cristo es cabeza de todo", diga después que
"por eso, Dios se lo ha dado a la Iglesia". Se insinúa ahí una tensión dinámica entre Iglesia y universo: la Iglesia vendría a ser
como el mundo según Dios "en concentrado " (aquí radica su carácter de señal o de sacramento); y el mundo como una iglesia en
expansión.

Pero para que esta explicación no suene a proselitista hay que comprender dos cosas:

a. Lo que la carta quiere enseñar es que todo el mundo está ya cristificado, posee un germen erístico que es su verdad más
profunda, y que puede ser la traducción, tras la Pascua, del Reinado de Dios anunciado por Jesús. Por ello es tarea de la Iglesia
_como servicio al Reino_ que esa semilla llegue a su plenitud.

b. Cristificar no es lo mismo que eclesializar ni siquiera que cristianizar. Ya hemos dicho que a la Iglesia le sirve tanto el modelo de
la "conversión" del mundo como el del fermento en el mundo. En ambos puede cumplir su misión y en ambos puede dejar de
cumplirla. Pues de acuerdo con la enseñanza de Jesús, el mundo no realizará su dimensión erística por el hecho de decir "Señor,
Señor", ni porque los papas tengan poder temporal, ni porque haya una fiesta de Cristo Rey en la liturgia, sino porque da de comer
y de beber a los que no tienen, viste a los desnudos y visita a los enfermos y a los presos...

Queda así claro cómo el obrar "plenificador" de la Iglesia pone en acto su carácter de "sacramento ". Y se comprende también por
qué Vaticano II, tras haber definido el ser de la Iglesia como sacramento de salvación, comienza así su enseñanza sobre el obrar
de la Iglesia: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres
y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente
humano que no encuentre eco en su corazón... La Iglesia, por ello, se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de
su historia" (GS 1,1).

Es como decir que la misión de la Iglesia es ser levadura en la masa, y no bastión, o quiste, o gueto o parcela separada: y, mucho
menos, "imperio".

"La Iglesia, tan lastrada por opciones erróneas tomadas en momentos críticos y por la serie de callejones sin salida en que incide
una y otra vez, me transmitió la fe y, mediante ella, el elemento más presentable de mi ajetreada existencia. De no haber existido
el Pentecostés de hace casi dos mil años ni yo ni ninguno de nosotros hubiera tenido el acceso al conocimiento salvador del
mensajero singular de Dios que nació como hombre, vivió, actuó y predicó como hombre, murió en una cruz y resucitó: Jesús de
Nazaret... Por eso estoy profundamente agradecido, como a ningún otro poder histórico, a esa misma Iglesia que me irrita, me
tortura, me acongoja y me preocupa" (Walter Dirks, Der Singende stotterer [= el cantor tartamudo]).

— Tema 7º: ¿Es posible un Proyecto de Vida


así?
... con el subrayado franciscano
Introducción
Sí que es posible un proyecto de vida así, y, de hecho, lo hemos estado viendo a lo largo de todo el curso. Por tanto, este tema no
es sino un resumen de lo que ha sido este apasionado proyecto.
Jesucristo volvió a hablar del hombre, con nueva insistencia, a través de la figura de Francisco de Asís.

Francisco fue un hombre que descubrió la luz, la paz, el gozo de vivir conforme al Evangelio.

Toda su vida fue un esfuerzo por vivirlo.

En una libertad de toda atadura, apego, egoísmo, fue pobre con y entre los pobres. Se acercó a aquellos que nadie miraba. Fue
amable con todos.

Fue un hombre que vivió y quiso dar la paz.

Llegó a ser el hermano de todo hombre y de toda criatura.

Este estilo de vida puede ser el camino que lleve al hombre de hoy a encontrar esa paz y esa alegría que busca con todas sus
fuerzas.

Éste es
el proyecto de vida,
que juntos descubren día a día
y fraternalmente
se ayudan para practicarlo
los que el Señor ha reunido
en la Fraternidad de San Francisco:

1. Seguir el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo con San Francisco de Asís. Seguir es uno de los verbos claves en San
Francisco y en lo franciscano.

La experiencia cristiana de Francisco, tal como la describen los escritos, está vinculada total y radicalmente al seguimiento de
Jesucristo, de su vida y pobreza. Con Él comienza y con Él termina la experiencia cristiana de Francisco. Su persona y su vida a
eso se reducen, esa tarea y ambición las configuran, y esa prisa lo convirtió en andariego, emigrante y peregrino, sin más equipaje
que lo puesto. "Quiero seguir la vida y pobreza de nuestro Señor Jesucristo", dice en la Última Voluntad a las hermanas de San
Damián.

Y alrededor de esta decisión, explicándola y desmenuzándola, harán corro las principales actitudes evangélicas que contemplaba
en el Hermano (Jesús) que dio la vida por sus ovejas y rogó al Padre por nosotros.

Francisco comienza su aventura evangélica con el Evangelio. Su existencia, como la regla y vida que dejó a sus hermanos y que
fue suya también, está acotada por el Evangelio. Con terca avidez lo escuchaba, y se había abierto un surco con tanta profundidad
(1C 22.84; 2C 102.105), que el corazón se le había convertido en arca para custodiar la Palabra de Dios. Y así fue moldeando su
espíritu y sus palabras de tal modo que su vida y sus escritos resuenan a Palabra de Dios y riman con ella. Francisco no puede
vivir la forma de vida de Jesús sin sus "santísimas" palabras, como él mismo dice.

El que quiere vivir según este Proyecto se identificará como:

- El que hace del Evangelio su forma de vida: a él se refiere siempre a la hora de juzgar y de actuar.

- El que escucha y acoge, obedece y cumple la Palabra de Dios.

- El que se siente enviado al mundo para ser de palabra y obra testimonio de la voz del Hijo de Dios (CtaO 9).

- Marcado por una honda experiencia de Jesús desde la fe.

- Con una decisión radical de seguir la vida y pobreza de nuestro Señor Jesucristo.

Esto nos compromete a:

- Examinar en la vida de Francisco la exigencia esencial del seguimiento de Cristo pobre y crucificado.

- Para encontrar en el Evangelio la "regla y vida", nos comprometemos a su estudio y meditación en fraternidad e individualmente,
a fin de hallar en él la orientación personal y comunitaria de nuestra vida, pasando del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio.
- Buscar en la Palabra de Dios la respuesta concreta y vital a las aspiraciones y problemas de nuestro tiempo.

- Interpretar los acontecimientos personales y sociales, problemas y signos de nuestros tiempo a la luz del Evangelio.
- Adoptar algunos planes sistemáticos de estudio y meditación de la Biblia.

2. En constante conversión
Francisco comienza el camino de las huellas de Jesús y de su forma de vida con la gracia de la penitencia por la cual el Señor le
condujo a los leprosos, al prójimo marginado y doliente (Test 1-2), y con su oración a los pies del Crucificado de San Damián. Son
los dos hechos de los años de su conversión que le marcarán de forma decisiva y que él iría profundizando a lo largo de su
existencia.

Francisco, en estos dos hechos describió el dolor y el desvalimiento del hombre, compartido solidariamente por el Hijo de Dios en
su vida de humillación y pobreza hasta la cruz, y descubrió el amor incondicional e inefable de Dios al hombre.

Francisco, conducido por el Señor (Test 2) cambió su vida de pecado, por el seguimiento de Jesús: "Quiero seguir la vida y pobreza
de nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre" (UltVol 1).

La Palabra de Dios nos impulsa a una constante conversión, guiados por el Espíritu Santo que nos ha sido infundido. La acción del
Espíritu entraña una transformación íntima y radical. Despojándonos del hombre viejo, nos configuramos a Cristo. Sólo Dios obra
en nosotros estas maravillas; por eso, con la bienaventurada Virgen María, proclamamos la grandeza del Señor.

En fraternidad vamos descubriendo las ocasiones de esta constante llamada a la conversión: en la Palabra de Dios y en la oración,
en los acontecimientos diarios y en nuestras relaciones con los demás.

Contemplamos cómo Francisco de Asís comenzó el camino de su conversión abrazando al leproso y buscaremos el rostro de Dios
en los hermanos, en la Sagrada Escritura, en la Iglesia y en todas las criaturas.

El que quiere vivir según este Proyecto se identificará como:

- El que se reconoce pecador acogido por la misericordia del Padre (2CtaF 28; 1 R 23,8) y llamado a la conversión constante
(2CtaF 14-18; 1R 22, 5-40).

- Comprometido a tener misericordia de los hermanos que pecan (1R 5,7-8) y de todos los hombres (ParPN 8).

Esto nos compromete a:

- Mantener una atención continua para discernir en nuestra vida familiar, profesional, social, las llamadas a la conversión.

- Fomentar en los tiempos litúrgicos de Adviento, Cuaresma, Pascua... encuentros y retiros, como medios para escuchar la llamada
de Dios a la conversión.

- Dar al sacramento de la Reconciliación (para los que lo viven desde su ser creyente) el valor que tiene en nuestro caminar diario
tras las huellas de Jesús.

- Renunciar a la vida consumista y aburguesada para mantener nuestra voluntad en constante conversión.

3. Viviendo la fraternidad
Siguiendo a Jesucristo, Francisco no apartaba sus ojos del que, siendo el Hijo amado del Padre, había descendido, por solidaridad
con nosotros, del seno del Padre hasta tomar la verdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad (2CtaF 11-13); hasta hacerse
hermano de los pobres y desarraigados que tienen que pedir limosna para vivir (1R 9,3-5). Todo lo dio y todo se nos dio para que
fuésemos comunión como Él tiene comunión con el Padre.

Así se reveló el rostro de Jesucristo, Hermano. Y así descubrió que los hombres y entre ellos los más pobres y necesitados, nos lo
acercan y nos lo hacen contemporáneo y vecino, y que hasta las demás criaturas tienen rasgos del que se entregó por nosotros en
la cruz.

Y ya supo para siempre que no podía vivir sino como hermano, sensible al dolor y sufrimiento de todos y de todo. Había nacido la
Fraternidad.

- Fraternidad denunciadora de la no fraternidad, de la desigualdad, de la violencia.

- Fraternidad creadora de comunidad humana desde el ser hermanos de todos y de todo.

- Fraternidad de liberación económica con su vida de pobreza y alegres de ser contados entre los contados entre los débiles.
- Fraternidad de liberación social con su vida de igualdad, acogiendo a todos como un don de Dios, por encima de sus cualidades.

- Fraternidad de liberación ecológica con su respeto y amor a las cosas creadas, porque todas nos hablan de Dios y con todas ellas
hablamos y alabamos al Señor.

- Fraternidad de liberación de finitud humana con su fe y esperanza gozosa y celebrativa en el Dios altísimo.

- Fraternidad cuyos medios de evangelización no arrancan del poder ni de la influencia, sino del servicio y la misma fraternidad.

El que quiere vivir según este Proyecto se identificará como:

- El hermano de todos y de todo, que hace de todos y de todos hermanos.

- El hombre y la mujer del encuentro personal, de la relación, del diálogo, de la acogida, y vivirá para entablar relaciones, para
crear lazos.

- El que acoge a todos los hombres, con ánimo humilde y cortés, como don del Señor, sin condiciones ni presupuestos, haciendo
así imposible la marginación o exclusión de nadie ni de nada; y desde la paciencia, haciendo imposible el enfrentamiento y la
división.

Esto nos compromete a:

- Acoger fraternalmente a todos, especialmente a los pobres.

- En las relaciones humanas, saber distinguir los gérmenes de amor fraterno y favorecer su desarrollo.

- Vivir la fraternidad con todos, que nos hará experimentar diariamente las mutuas diferencias. El amor nos enseñará a ser
siempre comprensivos y misericordiosos.

- Ante los brotes de violencia, guerras, egoísmos, desigualdades, opresión e injusticia, solidarizarnos con los hombres de buena
voluntad en la construcción de un mundo más fraterno.

- Trabajar personal y comunitariamente, como equipo, en hacer de nuestra profesión educativa un verdadero servicio a los
compañeros, jóvenes y niños, sobre todo a los más necesitados.

- Esforzarnos por hallar caminos de reconciliación, comprensión, respeto y colaboración fraterna para la justicia y la paz.

- Admirar la obra del Padre en la creación entera, acogiéndola filialmente como gracia de Dios y trabajando en el descubrimiento y
desarrollo de sus inmensas posibilidades.

4. En pobreza
Siguiendo a Jesucristo, Francisco no apartaba sus ojos del que, siendo el Hijo del Padre, había tomado la carne verdadera de
nuestra humanidad y fragilidad (2CtaF 4) desde la que decir al Padre "todas mis cosas son tuyas" (1R 22,44), y que siendo
sobremanera rico quiso junto con la bienaventurada Virgen María, su madre, escoger en el mundo la pobreza (CtaF 5):

- nació por nosotros fuera de casa y

- fue colocado en un pesebre porque no había sitio en la posada: Lc 2, 14.

- peregrino y huésped, vivió de limosna Él y la Virgen y sus discípulos (1R 9,5).

- no tuvo donde reclinar la cabeza

- antepuso la voluntad del Padre a la suya (2CtaF 8,13).

- se entregó por nosotros en el ara de la cruz (2CtaF 11-13)

Francisco ha quedado deslumbrado y seducido por el esplendor y la belleza de Cristo pobre y crucificado. Y ya no quiso saber más
(2Cel 105), ni llevar otro equipaje, ni tener otro parecido que el de Cristo crucificado (2Cel 17).

Como Francisco de Asís, nos proponemos seguir a Cristo pobre y crucificado.


En el uso de bienes, que Dios nos ha confiado, queremos actuar como simples administradores de los mismos en favor de los hijos
de Dios. Nos oponemos a toda clase de egoísmo -personal, de clase, de nación o raza- que impida el desarrollo integral del ser
humano y de los pueblo; y trabajaremos por la justicia fuente de la auténtica paz.
Plenamente solidarios con nuestros hermanos los hombres en la construcción de un mundo "más fraterno y evangélico",
trabajaremos diariamente con nuestras manos y energías, conscientes de que el trabajo es gracia de Dios, para preparar aquí el
mundo que vendrá, en el cual todas nuestras esperanzas humanas serán al fin satisfechas.

El que quiere vivir según este Proyecto se identificará como:

- Seguidor de la pobreza de nuestro Señor Jesucristo (1 R9,1; UltVol 1) y de los pobres (1 R 2,7; 7,8)

- Pobre ante Dios: que reconoce y confiesa que depende de quien nos ha dado todas las cosas en el don de su Hijo (1 R 23,3-8) y
que por eso no tiene nada propio sino sus pecados (1 R 17,5-8), y que no tiene más remedio que confiar en Él, esperar de Él la
salvación y al mismo tiempo cantar y danzar de alegría porque ha sido salvado. Ser pobre ante Dios es no tener, ser débil,
dependiente, creatura solo que vive de lo que recibe de Dios. La pobreza en Francisco radica de un Dios dador de todo bien y por
eso él se siente pobre.

- Pobre con los pobres: porque ha descubierto, en consecuencia, que la mejor condición ante Dios es la del que no tiene nada,
porque así tiene a Dios de su parte y a su favor t le pertenece el reino de los cielos (Mt 5,3-14; Adm 1; 2 R 6,2), por eso ser de los
pobres exigirá, además de socorrerlos (Test 1-2) y de convivir con ellos (1R 9), renunciar a poseer para ser como los demás
pobres (1 R 2,7). Optar por un modelo diferente al de la sociedad que cuenta con el dinero como medio de tener y de poder.

San Francisco recoge del suelo un gusanillo para que nadie lo pise.

Esto nos compromete a:

- Vivir, con espíritu de pobreza y humildad, formas concretas de desprendimiento en el manejo del dinero, en el confort de vida y
otros signos de ostentación de poder.
- Ser voz de los que no tienen voz (voz que se haga oír).

- Estudiar documentos de la Iglesia y sociales donde se nos precisen las normas evangélicas y éticas sobre el uso de los bienes con
más sentido social, sobre el desarrollo integral del ser humano y de los pueblos, y sobre la colaboración con los organismos
internacionales o no en la promoción del hombre (p. ej. ONGs).

- En la elección profesional, aceptar nuevas formas que indiquen desprendimiento de los bienes y solidaridad con los marginados.

5. En oración
Siguiendo a Jesucristo, Francisco lo descubrió y sedujo orando en el huerto de los Olivos (2CtaF 8,9).

Orando por nosotros en la oración sacerdotal (1 CtaF 1,13-19; 1R22, 41-55).

Orando en la pasión-muerte-glorificación y enseñando a orar con el Padrenuestro (ParPN).


En la oración descubrimos que Dios es "Sumo Bien" y "Total Bien" y fuente de todos los bienes, y por ello nos obligamos a darle
nuestra respuesta de amor al Señor, en la humildad, en la sencillez de corazón y adorarle en espíritu y verdad.

El que quiere vivir según este Proyecto se identificará como:

- El convencido de que nada hay primero ni antes que la oración. Con ella comenzará y con ella terminará la forma de vida de
Jesús.

Y con:

- Una oración que será de adoración, asombro, alabanza, acción de gracias y petición por lo que Dios ha hecho con nosotros en Él
y por Él.

- Una oración que toma camino de Jesús, de su oración, de su vida. Por eso su oración privilegiada será el Padrenuestro.

- Una oración ligada al camino de Jesús y a sus huellas de desapropiación y entrega hasta la cruz; lo que llevará al orante a tener
misericordia con los leprosos de su tiempo.

Esto nos compromete a :

- Buscar tiempos de oración en que aprendamos a conocer quién es Dios y quiénes somos nosotros.

- Fomentar, posiblemente, algún grupo de oración.

- Esmerarnos en que la Palabra de Dios sea el principal elemento de la oración.

- Mantener un clima de oración y de alabanza que nos permita escuchar al Padre y hablarle con sencillez y espontaneidad según
nuestro estilo franciscano.

6. Comprometidos con el mundo


Francisco vivió la historia de su fe entre dos esquemas de sociedad: el feudal y el burgués o urbano.

A la mentalidad o cultura feudal, vertical y autoritaria, clasista y caballeresca, guerrera y violenta, Francisco reconoce como único
absoluto a Dios, que es el sólo bueno, justo... (1 R23.9) y el respeto que le hace ver señores por todas partes y exige reverencia y
honor para todos, reconociendo el puesto que cada ser debe ocupar en el mundo. Francisco toma la postura del rechazo de poder
(2CtaF 42), del clasismo (1 R4,6), de la violencia (1R7, 13-14) y de la riqueza (2 CtaF 63).

De la sociedad burguesa y comunal, sociedad , dinámica en sus caminos comerciales, capitalista por el mayor empleo de dinero y
por su capitalización, Francisco tiene una contenida rebeldía, y, más en particular, el sentido horizontal, sublimado en la
fraternidad ancha y abierta, igualitaria y responsable (1 R 4-6), la actitud fundamental de itinerancia; y tiene también en postura
de rechazo y opción, el trabajo como medio de enriquecimiento y fuente exclusiva de sustento, la prohibición del dinero, y la
austeridad frente al consumismo que la riqueza iba haciendo posible.

El mundo pertenece a Cristo y es animado por Él, porque todas las realidades temporales fueron creadas por Él y para Él.
Aceptemos nuestro compromiso de trabajar en la realización del reino de Cristo en la historia de los hombres.

El Hijo de Dios encarnado ha asumido nuestra condición humana y ha compartido con los hombres el compromiso temporal, dando
su vida en servicio de la humanidad. Su ejemplo nos anima a comprometernos en el trabajo, en la construcción de un mundo más
fraterno y evangélico, que prefigure y anuncie el definitivo Reino de Dios que esperamos.

Consideremos, pues, el trabajo como un don, como participación en la obra de la creación.

El que quiere vivir según este Proyecto se identificará como:

- El servidor. Consciente de que nadie es primero que los demás, ni tiene poder sobre los otros, sino siervos de toda humana
criatura.

- El generoso, desprendido, el que no se apropia ni de los dones que Dios le da, ni de sus propias personas que entregan a y para
los demás.

- El que opta, como prioridad y primacía, por el compartir y por la solidaridad con todos y con todo.

- El que no se siente ausente, aislado o desentendido del mundo, sino inserto y preocupado por él.
Esto nos compromete a:

- Empeñarnos por conocer cada día mejor y llevar a la práctica la espiritualidad laical: sentido cristiano y teología de las realidades
temporales, espiritualidad conyugal y familiar, misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo.

- Estudiar individualmente y en equipo las formas concretas en base a las cuales podemos y debemos comprometernos en el logro
de las grandes aspiraciones de los hombre de hoy, por un orden social, económico y político más al servicio de todo el hombre, y
de todos los hombres y de todos los pueblos.

- Promover la justicia, particularmente en el ámbito de la vida pública, empeñándonos en opciones coherentes con nuestra fe.

Propuesta de trabajo:
La propuesta es sencilla. Esto es como un ideario franciscano que intenta recoger lo visto durante el curso, con algunos matices o
puntos nuevos:

- En primer lugar podéis ver qué es lo que os ha llamado la atención.

- En segundo lugar, las partes esto nos compromete a... puede dar mucho de sí para el diálogo porque es una forma de "bajar"
cada uno de los enunciados a una posible realidad concreta ¿os sirve a vosotros? ¿qué sí? ¿qué no?

- Posiblemente, según en el momento en el que os encontréis, puede servir esto de balance, o de impulso para nutrir el ideario del
colegio, o suscitar un mayor compromiso en la pastoral del colegio...

Hay muchas citas sacadas de los escritos y biografías de Francisco, si queréis contextualizarlas, podéis preguntar a los hermanos
sobre ellas.

TERCER AÑO

Tema 1. La oración como camino de amistad


Durante estos dos años hemos ido analizando algunos de los aspectos más esenciales del carisma de Francisco de Asís. Este tercer
año pretendemos que todo lo que hemos ido diciendo tome cuerpo o se concrete en acciones posibles y factibles que incidan en
nuestro contexto socio-cultural, especialmente en el ambiente colegial.

Para la preparación de este tema me ha parecido mejor dejar a Francisco e introducir la experiencia de otra gran mística y que,
sobre la oración, tiene un pensamiento más elaborado que el Poverello, el cual, como sabéis, tampoco tuvo demasiado interés en
estructurar o poner por escrito su experiencia concreta de Dios. Ésta es la gran Teresa de Jesús. No es que su experiencia sea
mejor o diferente a la de Francisco, más aún, como ella mismo dirá en su Vida, la espiritualidad franciscana de su época marcaron
mucho su vivencia de la oración. Pero me parece que puede ser sugerente reflexionar sobre este tema de la mano de esta gran
mujer.

¿Y si orar fuese amar?


En realidad, la síntesis y la plenitud de la amistad con Dios se da en el seguimiento de Cristo, como apunta san Francisco, que es
la unión de nuestra voluntad con la suya. En eso consiste el amor de amistad. En este camino de seguimiento, la oración ocupa un
lugar privilegiado. Por una parte, es el alimento del espíritu, que da vigor y persistencia a ese seguimiento. Por otra parte, la
oración es en sí misma un modo eminente de seguir a Jesús. En ella lo imitamos en lo más importante de su personalidad: su
íntima unión con el Padre. Nuestra oración nos incorpora a la oración de Cristo, y nos hace participar en su propia intimidad y
amistad con el Padre.

Por eso la oración es camino de amistad, y así lo ha entendido siempre la espiritualidad cristiana y lo ha corroborado la experiencia
de los santos, siempre que la oración sea verdaderamente "cristiana", es decir, que esté unida al seguimiento de Cristo y busque
su imitación.
"Tratar de amistad..."
Para meditar en la oración como amistad, nada mejor que meditar en la definición de santa Teresa de Jesús: "Porque oración es
tratar de amistad, estando muchas veces a solas, con quien sabemos nos ama". Analicémosla brevemente.

"Tratar de amistad". La oración es experiencia de Dios, que a su vez es experiencia de mutua amistad. La oración expresa nuestra
amistad con Jesús, la cultiva y acrecienta. De ahí se generan los rasgos propios de toda oración.

Primero: la oración es una relación, un trato entre dos personas: la persona de Dios y uno mismo, lo mismo que la amistad es una
relación entre dos personas. La oración no es un diálogo interior con uno mismo, como recapacitación, o como revisión, o como
introspección; la referencia a Dios es esencial. Tampoco es una relación con un principio divino abstracto, o con una fuerza
superior, o con una divinidad imprecisa; es una relación con un Dios personal, histórico, que actúa en mi vida y en la vida del
mundo. En esto la mística cristiana es diversa de la mística oriental no cristiana, donde el interlocutor del hombre no es una
divinidad personal, sino un principio supremo, un término divino de fusión, etc.

Segundo: la experiencia esencial y original de la oración cristiana es el amor. El amor que Dios me tiene, el amor que yo pongo. La
oración progresa como progreso de la experiencia del amor. Lo cual es propio de la amistad, cuyo constitutivo es igualmente el
amor. Así, el valor primordial de la oración no está en descubrir ideas, o en conocerse mejor, o en saber más religión (lo cual
también sucede, y no es despreciable), sino en amar a Dios. "Orar no es pensar mucho, sino amar mucho", escribe santa Teresa,
"pues no todos saben razonar o reflexionar, pero todos pueden amar".

En esto, igualmente, la mística cristiana es diversa de la mística oriental, en la que el valor predominante se da en la sabiduría: en
el conocimiento y dominio de uno mismo, en un saber superior que relativiza las cosas y las vanidades humanas, en la penetración
de los valores absolutos, etc. Esta sabiduría mística, que no carece de importancia en la oración cristiana, en ella, sin embargo,
está dominada por la experiencia central del amor.
El primado del amor en la oración es el criterio de su calidad y de su progreso. Es también la raíz de su dinamismo contemplativo y
de su gratuidad, que lleva poco a poco a "estar con Dios amándolo", lo cual es propio de la amistad. Amar a Dios en la oración, sin
razonamientos ni "sabiduría", tiene un valor en sí; es la cumbre de la amistad.

Pero queda pendiente una cuestión fundamental. ¿Qué es amar en la oración? ¿Qué es, en último_ término, amar a Dios? En esto
todos los místicos son unánimes. El amor, la caridad cristiana, no está en primer lugar en la sensibilidad y en el sentimiento, o en
la fuerza del afecto. Todo ello no es malo, pero no es lo esencial; puede hacerse o no presente en la oración; puede ser una ayuda.
Lo propio del amor de amistad con Dios es la determinación de la voluntad de hacer lo que Dios quiere en la vida práctica. Es la
orientación profunda del ser hacia el seguimiento eficaz de Cristo. La calidad de la oración se mide por la determinación a que
conduce de practicar la voluntad de Dios. Esta determinación no siempre es explícita o a modo de propósito consciente, sino que
se da en la experiencia misma del amor de amistad.

"... estando muchas veces a solas..."


La amistad se practica y crece compartiendo tiempo y momentos con el
amigo. Si no se da tiempo al amigo, la amistad decae y puede llegar a
extinguirse. De modo semejante, la oración, que es camino de amistad,
requiere compartir momentos exclusivos con el amigo. Si no hacemos
tiempo para estar a solas con Dios (eso es la práctica de la oración), es
imposible profundizar en su intimidad y amistad.

Este aspecto de la oración es el que más depende de nosotros, de


nuestra responsabilidad. Es el que más revela, prácticamente, la
seriedad y fidelidad de nuestra amistad con Jesucristo. ¿Cómo podemos
decir que somos sus amigos si no buscamos tiempo para tratar de
nuestras cosas con él a solas? ¿Cómo podemos pensar que lo amamos y
que queremos imitarlo si no intentamos estar con él para decírselo y
pedir su gracia?
En la amistad, lo esencial es la actitud permanente hacia el amigo, más
que el número de veces que nos encontramos con él. Y es más
importante la calidad del encuentro y del trato que su cantidad. De
modo semejante, es más importante el espíritu de oración, la actitud de
orantes a través de la vida, que las prácticas de oración (aunque éstas
sean necesarias para mantener lo primero). Y es más importante la
calidad de los tiempos de oración que, su mera cantidad; la
determinación de entregarse a la voluntad de Dios, que el mero
"cumplimiento" de tiempos de oración.

Paradójicamente, la oración cristiana no es, en primer lugar, cuestión de


cantidad de tiempo (tiene primacía la actitud y la calidad); pero es
igualmente cuestión de tiempo. Sin fidelidad periódica y habitual a
tiempos fuertes y suficientemente prolongados de oración, no es posible mantener la actitud orante en la vida ni caminar en la
amistad con Jesús.

"... con quien sabemos nos ama"


La tercera constatación de la definición teresiana es de extrema importancia. La oración es un trato de amistad, una relación de
amor, donde el protagonista es Dios. La gran experiencia de la oración es el amor que Dios nos tiene, y no tanto el pobre amor
que nosotros ponemos, en coherencia con la identidad del cristianismo, según el cual es Dios el que nos amó primero, nos busca y
nos llama, y este amor es para siempre, incondicional y nos acepta tal cual somos.

Esta característica de la amistad de Dios es la esencia de la oración. Orar es dejarse amar por Dios, creer en su amistad
incondicional. El primer efecto de la oración no es tanto lo que nosotros entregamos, o descubrimos, o experimentamos; el primer
efecto de la oración es lo que Dios hace en nosotros en el transcurso de ella. En la oración Dios ama; Dios nos "trabaja" y
transforma lentamente, pues la amistad de Dios es siempre transformante y liberadora. De ahí que la eficacia profunda de la
oración sea siempre mayor que la experiencia sentida que tenemos de ella. Esta suele ser a menudo frustrante, distraída o árida.
Pero, así y todo, siempre es un encuentro con la amistad eficaz de Dios; el fervor o la aridez son dos modos de experimentar esta
amistad, y éstos van y vienen según la forma en que Dios nos trabaja para que crezcamos en ella.

Espíritu y método
Es una convicción constante en la fe de la Iglesia que el autor y perfeccionador de la oración es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo
es el amor, la relación de amistad de Dios hecha persona; y si la oración es experiencia de amistad con Dios, ésta es obra del
Espíritu y se da en él. Es el Espíritu de Cristo quien nos relaciona en amistad con Jesús.

Esta afirmación es original del cristianismo: la oración la conduce el Espíritu Santo. Aquí también su mística difiere de la oriental.
La contemplación del Oriente resalta la concentración humana, los métodos de interiorización y desasimiento. La contemplación
cristiana, en cambio, sin despreciar los métodos de oración, los relativiza. Lo primordial aquí es la fidelidad a las mociones del
Espíritu, en la contemplación ciertamente, pero también en la vida que la precede. La oración cristiana no es una actividad
psicológica altamente entrenada (lo cual no significa despreciar el concurso de la psicología en la oración), sino antes que nada la
actividad de la fe de amistad guiada por el Espíritu de Jesús. De esto podemos sacar algunas consecuencias.

Primero. La condición primordial para la oración no es un cierto método o técnica psicológica, sino el vigor de la fe. La oración se
motiva por la fe y es una actividad de la fe amorosa. Y la fe se aviva y alimenta por la palabra de Dios; en la tradición cristiana, la
lectura y escucha de la palabra, constante, diaria, ha sido siempre la mejor preparación de la oración.

Ningún método puede sustituirla. Sin el contacto permanente con la palabra de Dios, la fe se debilita, y una fe débil no es capaz de
motivar la oración de amistad. De ahí que si una persona quiere iniciarse en la oración, el primer paso a dar es el hábito de leer o
escuchar la palabra.

Segundo. La oración es inseparable de la búsqueda de la voluntad de Dios; la fidelidad a esta voluntad en la vida diaria es
igualmente condición insustituible para la calidad de la oración... Si la oración va mal, lo primero a examinar es la coherencia de la
vida, la orientación profunda de nuestro corazón. "Donde está tu tesoro está tu corazón" (Mt 6,21). En este punto, santa Teresa
señala tres exigencias fundamentales: la caridad fraterna (especialmente el perdón a los demás y la reconciliación), la pobreza
(sobre todo como libertad interior ante personas, cosas y honra propia), la humildad (dejar que Dios conduzca nuestra vida).

Tercero. Supuesto lo anterior, los métodos y ayudas psicológicas como preparación inmediata a la oración no han de ser
menospreciados. Incluso es necesario; sobre todo en la larga etapa del "aprender a rezar" y, en general, en períodos de dificultad
de concentración. En la oración, el método no es otra cosa que la manera de ayudarnos para concentrarnos en Dios; para facilitar
la transición entre nuestras actividades corrientes (en que prima el uso de los sentidos) y la oración (en que prima la fe y la
entrega de la voluntad). En ciertos momentos, esta transición se hace ardua, "violenta"; en cualquier caso, requiere una opción,
un esfuerzo de nuestra parte. El método lo facilita.

El método de la oración ha de ser sencillo, y muy personal. Sin embargo, hay ciertas tendencias que son constantes en la
espiritualidad, y que provienen de la naturaleza misma de la oración como amistad con Jesús. Fundamentalmente, todos los
métodos clásicos pretenden facilitar la relación íntima con la humanidad de Jesús, ya sea representándolo dentro o fuera de
nosotros con ayuda de alguna escena del evangelio, ya leyendo en el evangelio mismo (o en nuestros libros preferidos) los pasajes
que más nos atraen, ya repitiendo, a manera de letanía, una frase bíblica o inventada, que va penetrando en nuestro corazón y
nos va absorbiendo en Dios. En cualquier caso, la eficacia de cualquier método no está en generar ideas o en ayudar la
introspección, sino en reavivar el amor de amistad con Jesús.

"En vasos de barro"


Como el camino de la amistad humana, el camino de la amistad con Jesús en la oración es frágil y vulnerable. Lo llevamos en
"vasos de barro", al decir de san Pablo. Debemos cuidar y cultivar la oración, como debemos cuidar y cultivar la fe misma y el
amor de amistad que genera. Igual que sucede con la amistad, que es vulnerable a cualquier crisis, conflicto o separación, la
oración, lo sabemos por experiencia, es fácilmente vulnerable a nuestras crisis personales, a nuestros momentos de decadencia o
aun a nuestros cambios exteriores de trabajo, de lugar o de relaciones.

De ahí la enseñanza de los místicos: lo más importante en la oración es no abandonarla nunca. Persistir en ella, sin dejarse
condicionar por la sensibilidad, por el estado de ánimo o por nuestra infidelidad moral, nuestras miserias y pecados. Por mal que
nos encontremos, no hay que ceder a la tentación de dejar la oración. Esta es la única garantía de futura superación; la amistad
liberadora de Jesús no nos abandona jamás; dejar la oración equivale, por parte nuestra, a cortar con esta amistad.

En fin, con la oración sucede lo que con la amistad. Cuanto más tratamos al amigo y conversamos con él, tanto más queremos
tratarlo y conversar con él, más surgen temas de conversación; cuanto menos tratamos con él, tanto menos lo echamos de menos
y tanto menos tenemos de qué conversar. En la oración, cuanto más oramos, tanto más necesitamos orar y tanto más le
encontramos sentido a la oración; cuanto menos oramos, tanto menos sentimos su necesidad, menos le hallamos sentido y más
difícil se nos hace orar.

Sería interesante compartir qué nos ha aportado esta reflexión, y sobre todo, podríamos plantearnos qué poder hacer desde el
colegio para que esto pueda ser efectivo con los niños.

ANEXO
CONSEJOS PARA QUE NUESTROS CHIQUITINES APRENDAN A
ORAR..
1. Los niños deben darse cuenta muy pronto que ese Jesús, y lo mismo María y José o algún santo determinado, son unos seres
como muy cercanos. Alguien de quienes se habla y a los que se menciona tan a menudo y con tanto cariño como lo hacemos con
otros familiares y amigos. Salpiquemos, pues, la jornada de pequeñas alusiones y plegarias. Por ejemplo: al comenzar la clase, al
recordar algún acontecimiento...

2. Procuremos que, poco a poco, vayan descubriendo que todo lo que tenemos, nos lo da Jesús. Y una vez que sepan esto, lógico
será enseñarles a pedirle para nosotros o para los demás aquello que nos falte. O a darle las gracias por todo lo que ya tenemos. O
a rogarle nos disculpe por lo mal que nos portamos con Él, siendo Él tan bueno con nosotros. O a demostrar lo que le queremos
lanzándole besos y diciéndole palabras bonitas por lo guapo, lo grande y lo bueno que es.

3. Enseñemos a los niños muy pronto que a Jesús no sólo se le puede hablar, sino también escucharle. Y que a esto se le llama
"ORAR". Y que tenemos que aprender a hacerlo bien. ¿Cómo? Ningún método mejor para enseñarles que el de que vean nuestras
posturas y gestos, y escuchen nuestras palabras cuando lo hacemos. Es decir, si queremos que nuestros niños aprendan a orar,
oremos junto con ellos.

4. Pensemos también que a los niños les encanta participar en todo. Dejémosles, pues, que sean ellos quienes preparen la oración,
canten una canción, reciten una plegaria, prendan un cirio, lleven unas ofrendas, tengan, en una palabra, algún protagonismo
concorde con sus posibilidades.

5. Hasta que consigamos que esto de "ORAR" le termine pareciendo al niño algo tan espontáneo y estupendo, que goce
haciéndolo. Como gozaba el pequeño Marcelino del cuento subiéndole de comer al Crucifijo del desván, o como corría una y otra
vez aquella niña pequeñaja hasta el Sagrario porque cada vez que se aprendía un chiste iba hasta donde Jesús... ¡y se lo contaba!

Tema 2: Desde la opción por los pobres.


Haciendo experiencia de Dios...
1. Una llamada del Señor
El Señor condujo a Francisco entre los leprosos (cf. Test 2). La opción evangélica en favor de los pobres sigue siendo aún hoy, y lo
seguirá siendo siempre, una obra y una llamada del Señor. A esta llamada se responde libremente como una consecuencia, un
elemento constitutivo de la vocación recibida del Señor; y esta misma respuesta, dada con disponibilidad y alegría, es ya fruto del
Espíritu del mismo Señor. Queda claro pues, que la opción por los pobres en Francisco no fue fruto del resentimiento, de la lucha
política o de una protesta por una igualdad de clases sociales.
La opción preferencial por los pobres sigue decididamente el ejemplo de Cristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por amor de los
hombres (cf. 2 Cor 8, 9). Su finalidad no es otra que la construcción del Reino de Dios en la paz y la justicia. En el seguimiento de
las huellas de Cristo encontramos, pues, el fundamento de «la opción por los pobres» que libera del espíritu partidista, cualquiera
que sea, que necesariamente se encuentra en las opciones políticas e ideológicas. Este fundamento desde Cristo da un colorido
particular al amor con que Dios se puso de parte de los pobres (cf. Lc 4, 18) y al infatigable compromiso de todo aquel que se
pone de parte de los mismos, que no se deja vencer fácilmente porque cuenta con el soplo de la esperanza cristiana.

2. De la palabra a los actos


Esta opción preferencial por los pobres exige un gran «discernimiento de espíritu» (cf. 1 Cor 12, 10): el estudio, el intercambio de
opiniones y la oración son igualmente necesarios. Pero, cuando el Señor llama a un hermano, a toda una comunidad, o a un grupo
de personas, el seguimiento de Cristo debe revestir entonces formas concretas, aunque sean modestas, de modo que se vea con
claridad que se le da más peso a la vida que a las palabras (a menudo tan numerosas).
Esta acción concreta ilumina el sentido de las palabras: la opción preferencial por los pobres está al servicio de los pobres, no de la
pobreza. Porque la pobreza es una noción abstracta, de la que se puede discutir interminablemente. Los pobres, en cambio, son
concretos; tienen un nombre y un rostro, un origen y un destino en el espacio y en el tiempo, como nosotros. Ellos son nuestros
vecinos y coinquilinos, pero ¿están nuestros ojos en condiciones de reconocerlos (cf. Lc 24, 16)?
3. En fraternidad
Para las hermanas y hermanos menores, y para todos aquellos que se aproximan al carisma franciscano, los seres humanos nunca
son objetos a los que uno se acerca armado de teorías o estrategias. La opción preferencial por los pobres no es una actitud de
funcionario, ni una teoría política, ni una pastoral de asistencia social. Se trata más bien de “estar con”, de escuchar
imparcialmente, sin juicios ni soluciones prefabricadas, de otorgar una atención afectuosa y fraterna que reconoce en todo ser
humano a un hermano, a una hermana de Jesús.

4. Cambio de “lugar social”


«Ir hacia» significa «dejar algo». Quien propone soluciones para los demás, permanece tranquilamente donde está, mientras que
quien pasa al lado de los pobres y hace de ello su programa de vida, crea una relación nueva con los pobres. Lejos de
endurecerse, está siempre pronto para una nueva misión. Jesús mismo sigue siendo el punto de referencia: Él es el Camino (cf. Jn
14, 6). ¿Acaso no estuvo Él siempre en camino a la búsqueda de la voluntad del Padre, en medio de los hombres que buscan
dignidad y derechos, paz y curación ?interior y exterior?, en medio de los hombres en búsqueda de salvación? Este constante
cambio de «lugar social» se asemeja a una búsqueda incansable y a un hacerse cargo de la misión de salvación de Jesús, misión
que fundamenta toda fraternidad y toda comunidad.

5.- Como “menores”…


Subsiste siempre la tentación de que el hermano menor o el simpatizante del carisma franciscano se transformar en «líder» de los
pobres, y no en un pobre entre los pobres. Para evitar esta eventualidad es necesaria una constante toma de conciencia de la
minoridad, y un arraigamiento profundo en la misma, que encuentra también en Cristo su fundamento último (cf. FIp 2, 8).
¿Tenemos conciencia de que identificarse con ser menor puede llegar a ser una experiencia dolorosa que ponga a la persona en
situación de “minoridad” frente a una mayoría? El seguimiento de Cristo, en general, así como la opción preferencial por los
pobres, en particular, no es, humanamente hablando, ni plausible ni accesible para la mayoría. ¿Quién está dispuesto a hacer una
experiencia de escasa o nula relevancia en la sociedad de hoy, incluso en nuestra Iglesia? ¿Quién está dispuesto a sobrellevar el
desprecio y el sufrimiento que se deriva de la práctica de actitudes que priorizan la minoridad, la opción por los pobres? ¿Quién
está dispuesto a aceptar el sufrimiento que nace de la lucha entre el sufrimiento infligido a los hermanos humanos por otros
hermanos humanos?
La desigualdad, la injusticia, la opresión unido a sus causas, desafían hoy en día de manera apremiante a la persona que se
identifica con lo franciscano, pero no únicamente a ellos, sino a todo creyente, incluso a toda persona. Tomarse en serio esta
problemática es tomarse en serio la propia vida.

6.- Un estilo franciscano


De cuanto hemos dicho emerge la necesidad de acentuar cuanto hizo Francisco, el «hermano de todos los hombres», e incluso de
todas las «religiones». Este estilo se caracteriza por:
? el respeto y la consideración positiva de los demás;
? el rechazo absoluto de la fuerza y de cualquier forma de poder y de dominio ante los hombres, las religiones y las culturas;
? la prontitud en superar cualquier prejuicio de clase y de raza, con la conciencia de que todos los seres humanos son hermanas y
hermanos;
? el reconocimiento del valor de los «pequeños» pasos;
? la disponibilidad para dar el primer paso.

7. Una misión compartida por todos


Es importante recordar que la opción preferencial por los pobres, al igual que el seguimiento de Cristo, no puede ser solamente
una llamada individual o un hecho de algunos privilegiados investidos de una gracia especial. La invitación a la conversión
concierne a todos aquellos que se hallan inmersos en un mismo proyecto, sea de vida, sea educativo, sea social, sea del tipo que
sea. Debido al fundamento cristológico que le es propio, este estilo de vida no puede considerar si resulta prescindible o no este
elemento de la opción preferencial por los pobres, como el que tiene ante sí varios menús. Precisamente porque en los pobres nos
hallamos con el rostro más palpable y concreto de Cristo, hemos de considerarlos como auténticos “sacramentos de Dios”. A partir
de ahí, nuestra vida entrará en crisis: una crisis que cuestiona nuestras opciones, que hace salir al misionero de sí mismo, que le
lleva a convertirse en buen samaritano, con el riesgo de que también pueda ocupar el lugar del apaleado. A pesar de ese riesgo, la
opción por los pobres no es susceptible de ser elegida: es constitutiva al ser y a la vocación de todo franciscano y franciscana, y
por ende, a todo aquel que de una manera u otra entra a formar parte de esta gran familia.
Por tanto, la opción por los pobres no debemos considerarla como una obra aislada o dirigida contra algo o contra otra tendencia,
sino más bien como la obra del Espíritu Santo que crea cosas nuevas en todos los ámbitos de la vida. Además, esta forma visible
de opción preferencial por los pobres es considerada en la misma legislación actual de la Orden de Hermanos Menores como
consecuencia viva e inmediata del Evangelio más que como ley: la llamada a la conversión concierne a cada uno en su propio
corazón, pero quiere también transformar nuestras estructuras y comportamientos, nuestras relaciones, nuestras implantaciones y
nuestros proyectos.

8. CONCLUSIÓN
Con mucha frecuencia los primeros pasos son muy modestos, pero conviene que sea así para todo aquel que cabalmente opte por
un estilo de vida en «minoridad». Sin embargo, nunca habría que dejar de volver a ponerse en camino en el seguimiento de Cristo,
de una manera cada vez más comprometida, a veces dolorosa, pero siempre solidaria y gozosa. Ese es el sentido profundo de la
opción preferencial por los pobres. Nunca deberíamos dejar de recomenzar, sin pensar en detenernos en el camino.

ALGUNAS CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y


EN GRUPO:
- ¿Tiene sentido optar por los pobres hoy en día cuando las estadísticas no hacen más que arrojar datos en la línea de un
crecimiento numérico de este grupo de personas? ¿Por qué?

- En mi vida cotidiana, ¿qué cabida tienen aquellas personas que son más marginadas, que cuentan con menos recursos, que me
piden auxilio o limosna por la calle, que se sienten violadas en su dignidad como personas?

- Partiendo de nuestra realidad, de nuestros alumnos, ¿crees posible el sueño de globalizar la solidaridad?

- La opción por los pobres no excluye tratar a los “ricos”. Desde lo expuesto, ¿qué postura habría que tomar hacia ellos?

- ¿Qué recursos se te ocurre que se podrían emplear para sensibilizar a nuestros alumnos en la realidades de marginación? Y esa
sensibilización, ¿a qué concreciones se podría ver sometida?

TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL:


De la biografía de San Francisco, según la Vida Primera de Tomás de
Celano, primer biógrafo del santo (nº 17):
Después, el santo enamorado de la perfecta humildad se fue a donde los leprosos; vivía con ellos y servía a todos por Dios con
extremada delicadeza: lavaba sus cuerpos infectos y curaba sus úlceras purulentas, según él mismo lo refiere en el testamento:
“Como estaba en pecado, me parecía muy amargo ver leprosos; pero el Señor me condujo en medio de ellos y practiqué con ellos
la misericordia”. En efecto, tan repugnante le había sido la visión de los leprosos, como él decía, que en sus años de vanidades, al
divisar de lejos, a unas dos millas, sus casetas, se tapaba la nariz con las manos.

Mas una vez que, por gracia y virtud del Altísimo, comenzó a tener santos y provechosos pensamientos, mientras aún permanecía
en el siglo, se topó cierto día con un leproso, y, superándose a sí mismo, se llegó a él y le dio un beso. Desde este momento
comenzó a tenerse más y más en menos, hasta que, por la misericordia del Redentor, consiguió la total victoria sobre sí mismo.

También favorecía, aun viviendo en el siglo y siguiendo sus máximas, a otros necesitados, alargándoles, a los que nada tenían, su
mano generosa, y a los afligidos, el afecto de su corazón. Pero en cierta ocasión le sucedió, contra su modo habitual de ser -
porque era en extremo cortés-, que despidió de malas formas a un pobre que le pedía limosna; en seguida, arrepentido, comenzó
a recriminarse dentro de sí, diciendo que negar lo que se pide a quien pide en nombre de tan gran Rey, es digno de todo vituperio
y de todo deshonor. Entonces tomó la determinación de no negar, en cuanto pudiese, nada a nadie que le pidiese en nombre de
Dios.

De la biografía de San Francisco, según la Vida Primera de Tomás de


Celano, primer biógrafo del santo (nº 76):
El padre de los pobres, el pobrecillo Francisco, identificado con todos los pobres, no se sentía tranquilo si veía otro más pobre que
él, no era por deseo de vanagloria, sino por afecto de verdadera compasión. Y si es verdad que estaba contento con una túnica
extremadamente mísera y áspera, con todo, muchas veces deseaba dividirla con otro pobre.

Movido de un gran afecto de piedad y queriendo este pobre riquísimo socorrer de alguna manera a los pobres, en las épocas más
frías solicitaba de los ricos del mundo que le dieran capas y pellicos. Como éstos lo hicieran devotamente y más a gusto de lo que
él pedía de ellos, el bienaventurado Padre les decía: “Os lo recibo con esta condición: que no esperéis verlo más en vuestras
manos”. Y al primer pobre que encontraba en el camino lo vestía, gozoso y contento, con lo que había recibido.

No podía sufrir que algún pobre fuese despreciado, ni tampoco oír palabras de maldición contra las criaturas. Ocurrió en cierta
ocasión que un hermano ofendió a un pobre que pedía limosna, diciéndole estas palabras injuriosas: “¡Ojo, que no seas un rico y
te hagas pasar por pobre!” Habiéndolo oído el padre de los pobres, San Francisco, se dolió profundamente, y le mandó que se
desnudase delante del pobre y, besándole los pies, le pidiera perdón. Pues solía decir: “Quien dice mal de un pobre, ofende a
Cristo, de quien lleva la enseña de nobleza y que se hizo pobre por nosotros en este mundo”.
De las Constituciones Generales de la Orden de Hermanos Menores
Art. 97 “A ejemplo de San Francisco, a quien Dios condujo entre los leprosos, todos y cada uno de los hermanos opten en favor de
los “marginados”, de los pobres y oprimidos, de los afligidos y enfermos, y, gozosos de convivir entre ellos, trátenlos con
misericordia”.

“En comunión fraterna con todos los menores de la tierra y observando los acontecimientos actuales desde la condición de los
pobres, afánense los hermanos porque los pobres mismos tomen mayor conciencia de su propia dignidad humana y la protejan y
acrecienten”.

Art. 8. 2: “Los hermanos, recordando que la altísima pobreza trae su origen de Cristo y de su pobrecilla Madre, y teniendo
presentes las palabras del Evangelio: “Anda, vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres”, esfuércense por compartir la
suerte de los pobres”.

Art. 87.3 : A fin de que la Iglesia aparezca siempre y cada vez más como sacramento de salvación de nuestro tiempo, establezcan
los hermanos fraternidades en ámbitos de gente pobre y en núcleos secularizados, considerándolas como elementos privilegiados
de evangelización”.

Del documento: “Llenar la Tierra con el Evangelio de Cristo”, de


Hermann Schalück, ex-ministro general de la Orden de Hermanos
Menores
Sentimos que el Evangelio nos desafía a revisar nuestra vida de pobreza, nuestras opciones de vida, tanto personales como de
Fraternidad. Nos reta a revisar la historia y la realidad a partir de los pobres, asumiendo y dando prioridad a sus necesidades
vitales. Nos invita a vivir con lo estrictamente necesario, en espíritu de condivisión, solidaridad y fraternidad. Nos llama a
oponernos a toda forma de injusticia y a tomar conciencia de los sistemas de exclusión engendrados por el actual orden
internacional que, siguiendo su propia lógica, sacrifica vidas humanas.

El grito de los pobres reclama con insistencia profetas y evangelizadores que tengan el valor de estar a su lado, fecundando sus
luchas y sus organizaciones con la visión de la fe y con la experiencia de Dios, e identificando con claridad cuáles son las
situaciones y las raíces del “pecado social”. Urge que seamos profetas y evangelizadores capaes de armonizar fe y vida, haciendo
de la opción evangélica por los pobres una realidad vida y constitutiva de nuestra forma de existencia evangélica y,
consiguientemente, de nuestra misión evangelizadora.

En la medida en que vivamos nuestro carisma, sobrará crear nuevas teologías o especulaciones para hacer una opción por los
pobres: para optar por los pobres basta con vivir “nuestra minoridad, nuestra pobreza evangélica y nuestra identidad franciscana”.

Toma 3°: Desde la opción por la justicia y la


paz
Abrimos caminos de conversión y reconciliación..
Este texto es parte la conferencia que el Ministro General, Fr. José Rodríguez Carballo, ofm, pronunció en el II
Encuentro de Delegados Europeos de Justicia y Paz OFM, celebrado en Santiago de Compostela dé¡ 18 al 23 de
octubre de 2004.

Hace más de cuarenta años, el Papa Juan XXIII, miembro de la Familia Franciscana en cuanto Hermano profeso de la Orden
Franciscana Seglar, confiaba al mundo su mensaje de paz, proponiendo a los hombres y mujeres de buena voluntad una noble
misión: "recomponer las relaciones de la convivencia en la verdad, en la justicia, en el amor y en la libertad". Después de tantos
años aquella misión sigue siendo profundamente actual y urgente, como actuales son los pilares sobre los que es posible levantar
el edificio, hoy profundamente deteriorado, de la paz.
Es verdad que siempre la humanidad ha tenido necesidad de paz. Pero hoy esa necesidad es más sentida que en otras épocas. ta
guerra, la violencia, el terrorismo, han vuelto a "habitar" prepotentemente nuestra historia, como instrumento cómodo para dirimír
los conflictos, afirmar las propias -razones, rescatarnos de viejos equívocos, responder a la amenaza del terrorismo... Sí, con los
acontecimientos del tristemente famoso 11 de septiembre de 2001 -renovados en el no menos tristemente famoso del 11 dé
marzo de 2004-, espesas nubes se ciernen sobré nuestro presente, generando incertidumbres y miedos para el futuro.

En este oscuro horizonte ¿será posible entrever el arco iris de la -reconciliación y de la paz, será posible reapropiarnos del ramo de
olivo? La noble misión, de la cual hablaba "el Papa bueno", se ha transformado en un reto para aquellos que se toman en serio el
destino de la humanidad y, sobre todo, para aquellos ;que se dicen discípulos de Jesús y seguidores de Francisco. .

1. Nuestra humanidad "crucificada"


Para comprender mejor lo que pueda significar nuestro compromiso en favor de la paz, creo necesario hablar brevemente de la no
paz, es decir, de la violencia, verdadero flagelo de nuestros días. La violencia no consiste sólo en el uso de las armas, las guerras,
el terrorismo, los malos tratos. En estos casos se trataría de "violencia directa ": En nuestros días se da también la "violencia
estructural ", una violencia que no se ejerce directamente, sino a través de las estructuras. Una violencia causada por el hecho de
que unos lo tienen todo e incluso les sobra de todo y otros no tienen nada y mueren de necesidad. Finalmente está la "violencia
cultural " causada por ideas, reacciones emotivas y símbolos que legitiman tanto la violencia que hemos llamado "directa" come la
"estructural". La "violencia cultural" es así, verdadero "caldo de cultivo" de la violencia directa y estructural Los tres tipos de
violencia se alimentan unos a otros. A menudo la "violencia directa" se pone al servicio de la "violencia estructural", y la "violencia
cultural" justifica tanto la "violencia directa" como la "violencia estructural. Como' resultado tenemos, entonces, una red de
violencias que se convierten en trampas mortales para cuántos caen en ella.

Esta red de violencias se tejo de muchas situaciones de injusticia que terminan siendo "terreno abonado" para violencias masivas.
Por motivos de tiempo, aquí quisiera señalar sólo algunas de esas situaciones visiblemente presentes en Europa y que nos
deberían interrogar seriamente a quienes nos sentimos llamados a ser constructores de paz en este continente. En Europa, que
oficialmente es considerada como el "club de los ricos", hay 60 millones de pobres, es decir, que reciben menos de la mitad de la
renta "per capita" del país al que pertenecen. El paro alcanza cuotas muy elevadas, particularmente entre la población juvenil y
entre las mujeres, lo que hace que muchos estén expuestos a una vida inestable y con escasas perspectivas de futuro, y lo que es
peor, la llamada eufemísticamente "flexibilidad laboral" supone, como consecuencia, una quiebra de la familia.

La emigración muchas veces comporta marginación, desigualdad e injusticia, frutos del rechazo y no aceptación de la condición
humana real del otro. Con frecuencia a los emigrantes se les acepta por su capacidad de trabajo, su rendimiento en los trabajos
más duros, olvidándose que tras el cuerpo hay una persona, una religión, una cultura. La mujer sigue sufriendo, en muchos -
casos, discriminación, malos tratos, violencia doméstica. Los fundamentalismos de los cuales vienen la intolerancia y la negación
del otro. La política dominada por la ideología neoliberal y que, en muchos casos, mira sólo a mantener el poder, saltando las
instancias internacionales de control moral y democrático, y haciendo uso político de lo religioso como legitimador de
confrontaciones bélicas con otras culturas. Estas confrontaciones en la mayor parte de los casos encubren o disimulan otros
intereses "no confesables" y, en no pocas ocasiones, también fundamentalismos religiosos. La llamada "religión del consumir"
cuyos frutos son: la fiebre de tener, de poseer, de experimentar nuevas sensaciones. Todas estas y otras situaciones son una
amenaza real para la paz, pues forman parte de la "violencia cultural" cuándo no lo son ya de la "violencia directa" que termina
siendo "violencia estructural", causa inmediata de la "violencia directa".

2. Los Hermanos Menores, heraldos de paz a ejemplo de


Francisco
Estas situaciones no pueden dejamos impasibles a cuantos nos decimos discípulos dé Jesús. A sus discípulos Jesús les ha confiado
la misión de llevar la paz a cualquier lugar donde vayan: "En cualquier casa donde entréis decid: paz a esta casa" (Lc 10,5).
Construir la paz, sembrar la paz, ser operadores de paz no es, para cuantos hemos-optado por seguirlos pasos de Jesús, una
opción al lado de otras muchas, sino un verdadero compromiso evangélico.

Pero en este compromiso común "para conseguir el desarrollo de la paz, para salvar la misma naturaleza y el mundo que nos
rodea cada uno ocupa "su propio lugar" (SRS 47). La común vocación a "ser instrumentos de paz" puede y debe ser vivida en
modos diversas, teniendo en cuenta las situaciones en que uno vive, las propias responsabilidades y los propios .

En este contexto es lógico y necesario que nosotros los Hermanos Menores nos preguntemos ¿qué compromiso, como franciscanos
y en cuanto franciscanos, hemos de asumir en la construcción de la paz? ¿Por qué estamos comprometidos y. cómo estamos
comprometidos por la paz?

Si para un cristiano no es opcional el compromiso por la paz, mucho menos lo es pata aquellos- que, en cuanto Hermanos
Menores, hemos elegido seguir "más de cerca" los pasos de Jesús a ejemplo de Francisco de Asís. Es más, teniendo en cuenta el
ejemplo de Francisco, nosotros, los Hermanos Menores, estamos llamados a ofrecer una aportación específica a la paz.
Los Hermanos Menores, llamados a "compartir en nuestra carne las ansias y los miedos vividos por nuestros contemporáneos" (El
Señor os dé la paz, Capítulo general 2003 de la O1M = Sdp 20), oramos con Francisco que el Señor ilumine las tinieblas de nuestro
corazón y nos dé una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta (S. Francisco, Oración ante el Crucifijo 1-2), y pedimos
también que el Señor nos dé la gracia de abrimos "al dialogo con el Dios de la historia" (Sdp 27d) para poder dar una respuesta
evangélica adecuada a tantos "signos de muerte y de violencia". En contacto con esta "humanidad herida" los Hermanos Menores
nos sentimos enviados por el Espíritu a "curar las heridas" de tantos hermanos nuestros que yacen, heridos en nuestros pueblos y
ciudades a causa de la violencia estructural, cultural y directa, pues en ellos reconocemos la imagen del Cristo crucificado. Como a
Pablo, también a nosotros "el amor de Cristo nos empuja" (ZCor 5, 14) a amar, y caminar en solidaridad con toda clase de
víctimas de la violencia. En una sociedad como la nuestra, donde las tinieblas parecen vencer a la luz, queremos ser "ráfagas de
luz presentes en la noche de los pueblos, faros generadores de esperanza" (Sdp 6).

¿Por qué una aportación específica por parte de los Franciscanos en la construcción de la paz? Deseo recordar aquí el "gesto"
profético de Juan Pablo II. Cuando guerras, desesperación, injusticias., privaciones de todo tipo afligen tantos seres humanos, el
Papa invita a todos los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad a peregrinar a Asís. ¿Por qué Asís? E l Papa Juan Pablo
II nos da la respuesta: "Nos encontramos en Asís donde todo habla de un singular profeta de paz, llamado Francisco. El es amado
no sólo por los cristianos, sino también por todos los otros creyentes, y por personas que, aunque lejanas de la religión, se
reconocen en los ideales de la justicia, de la reconciliación, del amor, que fueron sus ideales".

Para nosotros franciscanos, el porqué y el cómo ser constructores de paz emergen de la experiencia humana y cristiana del
hermano y padre Francisco. Una vez "entendido" adecuadamente el sentido de las palabras del Cristo de San Damián, el
"Pobrecillo" se hace promotor de la paz por medio de cartas circulares y yendo por el mundo para anunciar el Reino de Dios y el
don divino de la paz, de tal modo que -como escribe Tomás de Esplit -, "toda la sustancia de sus palabras miraba a poner fin a las
enemistades y a poner los fundamentos de nuevos pactos de paz". Realmente Francisco fue un hombre comprometido hasta la
médula por la paz y la reconciliación, hasta el punto de realizar gestos que, además de arriesgados o precisamente por ello, eran
verdaderamente proféticos. Ejemplos elocuentes son los "gestos": de Siena, donde logró poner fin a las luchas que ya se habían
cobrado dos muertos (cf Flor 11); de Arezzo, donde logró poner fin a una verdadera guerra civil que amenazaba con el exterminio
total (2Cel 108); de Asís, donde reconcilió al obispo y el podestá (cf EP 101); de Siria donde, desarmado, va al encuentro con el
Sultán (l Cel.57). Con razón San Buenaventura llamó a Francisco "ángel de la verdadera paz", que "anunció a lo hombres la buena
noticia de la paz" (Leyenda Mayor, prol. 1).

Conquistado por Dios -que es mansedumbre, seguridad, paz... (cf AiD), y siguiendo a Cristo, pobre y crucificado, que con su
cuerpo entregado y su sangre derramada nos alcanzó la reconciliación y la paz -, Francisco nos invita a saludar a la gente con el
saludo que le reveló el Altísimo: '11 Señor os dé la paz" (Test 23); y nos exhorta a "ser pacíficos y modestos, mansos y humildes"
(Rb 3, 12) Y nos recuerda constantemente que nuestra misión es la de sanar heridas, ir en busca de quien está perdido,
recomponer fracturas...

Para un franciscano "acercar a las gentes, incluso los enemigos, a la paz y el bien", comprometerse en "suscitar una nueva visión
de la vida y de las relaciones, fundadas en la justicia y el amor, como camino hacia la paz" es una de las exigencias de la
"urgencia" que sentimos de "volver a lo esencial de nuestra experiencia de fe y de nuestra espiritualidad para nutrir, mediante la
fuerza liberadora del Evangelio, nuestro mundo dividido, desigual y hambriento de sentido, como hicieron en su tiempo Francisco y
Clara de Asís" (Sdp 1.2). Los franciscanos no podemos simplemente "propagar" lo que hizo Francisco en favor de la paz.
Inspirándonos en ello hemos de asumir "la responsabilidad que nos ha sido confiada en nuestro tramo de historia" (Sdp 3), por eso
queremos "en la itinerancia y el diálogo compartir la vida de nuestros vecinos y ofrecer nuestro mejor esfuerzo para crear con ellos
una cultura alternativa de signos capaces de ofrecer la alegría y la pasión por la vida) (Sdp 24); queremos "ser portadores dé
alegría, comunión y solidaridad" (Sdp 25); queremos, como Francisco, ofrecer "una bendición de paz" a todo el que sufre (Sdp 30).

En una "sociedad crucificada", como la nuestra, a causa de situaciones de violencia de todo tipo, de guerra y de terrorismo,
conscientes de que la paz es inseparable de la justicia (cf Sal $5,11; Is 60, 17), del perdón, de la verdad, del amor y de la libertad;
conscientes también de que no habrá paz duradera mientras haya países que llamamos "subdesarrollados" o países del "tercer
mundo" y de' que la paz es una de las manifestaciones de la llegada del Reino (cf Rm 14, 17), los franciscanos queremos hacer
una lectura, dar una interpretación y ofrecer un juicio de estos "signos de muerte" a la luz del Evangelio (cf Gaudium et Spes 4,
Sdp 6) y de nuestra espiritualidad, para "ser nosotros mismos signos legibles de vida para un mundo sediento de nuevos cielos y
nueva tierra" (Sdp 7), "educar para la cultura de la no violencia y del respeto por la creación" (Sdp 13), favorecer el diálogo entre
las culturas, las distintas generaciones, sexos, religiones e ideologías, como camino para la paz (cf Sdp 15), evitando todo tipo de
fundamentalismo, "humus" del que provienen la intolerancia, el autoritarismo, la coerción, el dogmatismo, el fanatismo, el
sectarismo, el racismo, la exclusión del otro por ser diverso..., la violencia, la guerra (cf Sdp 14). En medio de esta sociedad en
que nos ha tocado vivir deseamos intensamente que "donde quiera que nos encontremos, anunciemos con claridad la posibilidad
de un mundo acogedor, justo, tolerante y pacificado" (Sdp 40).

Como franciscanos, llamados a construir y manifestar la presencia del Reinó de Dios en medio de nosotros, no podemos eximimos
de trabajar por la paz y la justicia. ¿En qué consiste nuestro compromiso en favor de ¡ajusticia y la paz? ¿Cuáles son las
consecuencias de dicho compromiso? ¿Cuáles son los presupuestos para un compromiso eficaz en favor, de la justicia y la paz?

3. Los Hermanos Menores al servicio de la paz.


Algunas acciones concretas. Nuestro compromiso por la paz,
como cristianos y como franciscanos, nos lleva a trabajar
incansablemente por eliminar la "violencia directa", para que
brote la libertad, la "violencia estructural", para que brote la
justicia social, y la "violencia cultura¡", para que brote la armonía
que no es sólo "coincidencia oppositorum",sino un espacio en el
que hay lugar para todos, un espacio de respecto a la diversidad.
Sí, nuestro compromiso por la paz nos lleva a trabajar por
implantar contemporáneamente la libertad, ¡ajusticia y la
armonía, los tres ingredientes de la paz.

La gran dificultad está en que estos tres ingredientes congenian


mal y unos tienden a invadir el espacio de los otros. La
experiencia nos dice que cuando la justicia lleva la voz cantante,
fácilmente sufren la libertad y la armonía, pensemos en el
sistema comunista; y cuando se desarrolla sólo la libertad,
fácilmente sufren la justicia y la armonía, pensemos en el
sistema capitalista.

Esto nos pone delante de una meta que, sabemos desde un


principio, nunca será alcanzada en plenitud. Esta constatación,
lejos de desanimarnos, nos coloca ante un reto que nos exige
estar siempre en camino, siempre en actitud de comenzar, pues
mientras nos sentimos llamados a trabajar sin desfallecer para
alcanzarla; ya sabemos que nuestros esfuerzos nunca alcanzarán
los resultados deseados. Es el ya pero todavía no de toda
realidad escatológica, como es la paz. Y mientras estamos entre
el ya y el-todavía no, no podemos olvidar que Dios "nos ha
encomendado el ministerio de la reconciliación" (2Cor 5, 18).
Dicho ministerio exige de quien lo ha recibido -y lo hemos
recibido todos los bautizados-, un compromiso en favor de la
paz, de la justicia y de la armonía.

Y mientras trabajamos infatigablemente-por eliminar la violencia


directa y estructural, hemos de trabajar con la misma fuerza por
crear una "cultura de la paz". Esto exige de nosotros:

 Trabajar sin parar en la pacificación de nuestro corazón


y en la reconciliación con la propia historia.

 Organizar programas de educación para la paz en nuestros colegios, parroquias, en la pastoral juvenil, en los campos de
trabajo...

 Sensibilizara la opinión pública hacia el bien de la paz a través de la predicación, catequesis de jóvenes y adultos,
jornadas de reflexión y de retiro...

 Vivir unas relaciones interpersonales exentas de violencia o competitividad, particularmente entre nosotros y en nuestro
trabajo con los demás.

 Crear instancias de reflexión sobre la paz.

 Apoyar y sustentar las posturas pacifistas, con tal que cuestionen la violencia estructural y estén dentro de la posibilidad
de lo real.

Pero dado que la paz, como ya dijimos, es inseparable de la justicia y de la verdad, a nosotros se nos pide que:

 Optemos por una distribución adecuada de los recursos económicos al interno de nuestras fraternidades, eliminando
diferencias escandalosas entre fraternidades ricas y fraternidades pobres, entre hermanos ricos y hermanos pobres, de tal
modo que "los derechos y la dignidad humana de todos se vean respetados y garantizados" (Constituciones Generales
OFM = CCGG 96, 3).

 Evitarla acumulación y favorecer la solidaridad concreta con los pobres.

 Invertir en "fondos éticos", y trabajar por la transparencia total de nuestras economías "ad intra" y ante la sociedad.

 Apoyar proyectos de desarrollo económico y de ayudas coyunturales a los menos favorecidos, tanto a nivel nacional como
internacional (cf CCGG 96, 2).
 Instaurar, en comunión con todos los hombres de buena voluntad, "una sociedad de justicia, de liberación y de paz en
Cristo resucitado" (CCGG 96,2).

 Formar adecuadamente a los pobres, para que éstos "tomen mayor conciencia de su propia dignidad humana y la
protejan y acrecienten" (CCGG 97,2) y a los ricos , para que devuelvan "todos los bienes al Señor Dios, presente siempre
en los pobres" (CCGG 98,1).

 Anunciarla reconciliación y la conversión a quienes "amenazan la vida y la libertad" (CCGG 98, 2).

Pero la paz y la justicia van de la mano de la verdad: "Construir la paz con las obras de la paz es difícil y exige la restauración de
la verdad" (Juan Pablo 11, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1980,3)'. No hay verdadera paz sino se establece sobre la
verdad. Por este motivo a cualquiera que se sienta llamado a ser instrumento de paz y de justicia se le pide también:

 Sentirse "buscadores" de la verdad, principalmente en los pobres (cf Lc 10,21), no secuestradores de la misma.

 "Llamar por su nombre a los actos. de violencia -homicidio, matanzas de hombres y mujeres, tortura- bajo todas sus
formas... no para estigmatizar y condenar a las personas y los pueblos, sino para ayudar al cambio de actitudes y de
mentalidades, y para dar a la paz su oportunidad" (Juan Pablo 11, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1980,3).

 Anunciar la verdad salvador a que nos ha traído Cristo, "camino, verdad y vida`'" (Jn 14,6).

 Buscarlo! medios apropiados para una información veraz y ofrecerla a los demás.

4. A modo de conclusión
Nuestra vida, como toda vida consagrada, es síntesis de fascinación por Jesús y de compasión por el hombre, lugar de encuentro
entre el camino de Dios y los caminos de los hombres, mestizaje de lo divino y de lo humano. Es en este ámbito de nuestra vida
donde florecerá nuestro compromiso por la paz y la justicia. Si viniese a faltar la fascinación por Jesús, nuestra acción en favor de
la paz y de la justicia sería un mero compromiso social y político. Si faltase la compasión por el hombre -interiorización en las
propias entrañas del dolor ajeno que se convierte en amor operativo-, sería una "fuga","dar un rodeo" que nada tiene de
evangélico, corno hicieron el sacerdote y el levita de la parábola. En ambos casos nuestra vida perdería su dimensión profética más
profunda. Llamados a ser profetas de esperanza en un mundo dominado por la desesperanza, mantengamos viva la pasión por
Dios y la pasión por el hombre. Sólo así seremos verdaderos instrumentos de paz, justicia y reconciliación.

DECÁLOGO DE ASÍS PARA LA PAZ


El Papa Juan Pablo II convocó el 24 de enero de 2002 a los líderes de todas las religiones del mundo en lo ciudad de Asís para
reflexionar y rezar juntos por la paz. Al finalizar esta jornada enviaron a todos los jefes de estado y gobernantes de todos los
países del mundo este decálogo.

1. Nos comprometemos a proclamar nuestra firme convicción de que la violencia y el terrorismo se oponen al auténtico espíritu
religioso, y, condenando todo recurso a la violencia y a la guerra en nombre de Dios o de la religión, nos comprometemos a hacer,
todo lo posible por erradicar las causas del terrorismo.

2. Nos comprometemos a educar a las personas en el respeto y la estima recíprocos, a fin de que se llegue p una convivencia
pacífica y solidaria entre los miembros de etnias, culturas y religiones diversas.

3.Nos comprometemos a promover la cultura del diálogo, para que aumenten la comprensión y la confianza recíprocas entre los
personas y entre los pueblos, pues estos son las condiciones de una paz auténtica.

4. Nos comprometemos a defender el derecho de toda persona humana a vivir, una existencia digna según su identidad cultural y
a formar libremente su propia familia.

5. Nos comprometemos a dialogar* con sinceridad y paciencia, sin considerar lo que nos diferencia como un muro insuperable,
sino, al contrario, reconociendo que la confrontación con la diversidad de los demás puede convertirse en ocasión de mayor
comprensión recíproca.

6. Nos comprometemos a perdonarnos mutuamente los errores y los prejuicios del pasado y del presente, y a sostenernos en el
esfuerzo común por vencer el egoísmo y el abuse, el odio y la violencia, y por aprender del pasado que la paz sin justicia no es
verdadera paz.
7. Nos comprometemos a estar al lado,de quienes sufren la miseria y el abandono, convirtiéndonos en voz de quienes no tienen
voz y trabajando concretamente para superar esas situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz solo.

8. Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de quienes no se resignan a la violencia y al mal, y queremos contribuir con todas
nuestras fuerzas a dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia y de paz.

9. Nos comprometemos a apoyar cualquier iniciativa que promueva la amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso
tecnológico, cuando falta un entendimiento sólido entre los pueblos, expone al mundo a riesgos crecientes de destrucción y de
muerte.

10. Nos comprometemos a solicitar a los responsables de las naciones que hagan todo lo posible para que, tanto en el ámbito
nacional como en el internacional, se construya y se consolide un mundo de solidaridad y de paz fundado en la justicia.

Tema 4º: Desde la opción por la


evangelización.
...mediante el anuncio explícito, acompañado de las
obras, del Reino.
(Texto extraído del documento Llenar la tierra con el Evangelio de Cristo, del ex-
ministro general Hermann Schalück).

INTRODUCCIÓN
Hallándonos en una nueva etapa de la historia, somos conscientes de que, para cumplir nuestra misión, debemos esforzarnos por
conocer las situaciones concretas en las que vive el hombre actual y por abrirnos a la acción del Espíritu. Francisco de Asís insiste
en que los hermanos anhelen, por encima de todo, «tener el Espíritu del Señor y su santa operación».

Anhelar tener el Espíritu de Señor comporta situarse ante la presencia de Dios y observar con atención las señales que El nos
transmite aquí y ahora. Nuestra evangelización debe tener en cuenta los signos de los tiempos, sin olvidar nunca el momento y el
lugar donde nos encontramos.
La etapa histórica que estamos viviendo presenta signos evidentes de transición. Y, como en todos los momentos de transición
histórica, el ser humano experimenta una sensación de vacío, de falta de sentido y de normas, de incertidumbre y de crisis. Pero
en el corazón del momento concreto que nos ha tocado vivir resuenan también, limpias, las llamadas del Espíritu. Nuestra hora es
la «hora de Dios», un tiempo de gracia.

La experiencia, incluso mística, de fe, de encuentro con Dios y con Jesucristo, centro del designio amoroso del Padre, nos hace
contemplar todas las «cosas» a la luz del Señor. La certeza de que la luz de Dios resplandece con toda su belleza en el rostro de
Jesucristo no exime del deber permanente [de la Iglesia y, por tanto, de los hermanos menores] de escrutar a fondo los signos de
los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, de manera adecuada a cada generación, pueda responder a los
permanentes interrogantes de los hombres sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la relación mutua entre ambas.

1. BREVE DESCRIPCIÓN DE NUESTRA REALIDAD


El advenimiento de la «razón», con el iluminismo, y de la «producción», con la revolución industrial, en los siglos XVIII y XIX, son
la clave de la visión con que la sociedad considera cada vez más al hombre y al mundo, tanto en Occidente como en Oriente.
Rasgos que lo caracterizan:

 Emergencia del individuo, «sujeto de sí y de la historia»: la persona ha proclamado su libertad frente a cualquier instancia
exterior (religión, tradición, autoridad...), y se ha definido como individuo, rehusando todo cuanto pueda limitar su
conciencia y su libertad de autodeterminación. Dotado de razón, libre y autónomo, se ha erigido en sujeto y dueño de su
propio destino.

 Un mundo plural y pluricéntrico: el mundo actual se caracteriza cada vez más por la «diferenciación». Aunque algunos
«sistemas» se mundializan cada vez más ?por ejemplo, el sistema de «mercado»?, se advierte, no obstante, un proceso
expansivo del pluralismo cultural. Incluso en sociedades que se caracterizaban hasta hace poco por una gran
homogeneidad están apareciendo o reapareciendo particularismos étnicos, regionales, lingüísticos, etc. Asistimos a la
fragmentación del universo cultural en una multitud de «espacios vitales» que algunos denominan «nuevas tribus».

 Proceso de secularización: buscando liberarse de todo lazo externo y siguiendo un proceso de secularización que va
afirmándose y propagándose cada vez más en todo el mundo, el hombre actual procura emanciparse de instancias que
han regulado la vida humana a lo largo de milenios, como lo sobrenatural, las religiones, las tradiciones, los ritos, etc.

 Nuevo orden internacional: la evolución mundial de los últimos siglos ha sentado las bases de la llamada «mundialización»
de las relaciones. Crece progresivamente la interdependencia, a todos los niveles, en una «implicación» cada vez más
global. El ejemplo más claro de este fenómeno nos lo ofrece la economía, cuya fuerza e incidencia en los más diversos
campos de la vida humana la ha convertido en guía y base del proceso de interdependencia actualmente en curso.

 Crisis de la calidad de vida: viene dada por el desequilibrio de lo vital, y por las crisis afectiva y espiritual a que la persona
se ve sometida. Con respecto a lo primero, la avidez por poseer, que induce a la instrumentalización de los recursos
naturales, ha desembocado en la lógica de la «depredación» y generado un desarrollo insostenible. Respecto a lo
segundo, el vacío afectivo y espiritual de la persona llega hasta tal punto que puede hablarse de una verdadera crisis
afectivo?espiritual, causada por el desplazamiento a un segundo plano del ámbito afectivo y espiritual en aras de la
prioridad concedida al proceso productivo.

2. NUESTRA ORDEN FRENTE A ESTOS RETOS SE PRESENTA


COMO FRATERNIDAD EVANGELIZADORA
Desde nuestro carisma, que nos constituye en Fraternidad evangelizadora, indicamos ahora los puntos que deben estar presentes
en nuestra actividad evangelizadora en el mundo de hoy. Propongo, en primer lugar, algunos imperativos que deben tenerse
siempre en cuenta, puesto que brotan de nuestro carisma. A continuación enumero una serie de prioridades que merecen nuestro
empeño, atención y cuidado, según las urgencias y necesidades de los diversos lugares y situaciones.

2.1. Algunos imperativos básicos que emergen como exigencias


imprescindibles de nuestra actividad evangelizadora en el mundo de hoy
son:
a) Testigos de Dios.

Como consagrados, una de nuestras características ha de ser la de captar la presencia de Dios, escucharlo, contemplarlo,
testimoniarlo con nuestra vida y anunciarlo con la palabra. El futuro dependerá mucho de nuestra capacidad de testimoniar a Dios,
presente en nuestro complejo mundo, traduciendo en la vida la experiencia que tenemos y adquirimos de Él en nuestro
seguimiento de Jesucristo pobre, tras las huellas de Francisco de Asís. Situados en un mundo terrible y bello, hemos de vivir como
hombres de Dios, «con el corazón vuelto al Señor».
Por eso, es importante crear en nuestro mundo lugares de experiencia de Dios y, a la vez, desenmascarar los «falsos dioses» de
nuestra época. Es un compromiso profético?crítico. Y, para que sea verdaderamente eficaz, debemos por encima de todo anhelar
«tener el Espíritu del Señor y su santa operación», condición necesaria para contemplar, en toda su profundidad, el misterio
encerrado en el ser humano, en los acontecimientos, en la historia, en la naturaleza y en cuanto apunta al Dios viviente.

b) Vida en Fraternidad:

Siguiendo a Jesucristo en Fraternidad, éste es justamente el lugar desde donde nos insertamos en la historia y en la Iglesia. La
Fraternidad ha sido la «gran novedad» que hemos procurado comprender y expresar cada vez mejor en los últimos decenios,
superando toda lectura individualista de la vocación franciscana. El ser hermanos, viviendo en Fraternidad y desde la Fraternidad,
nos lleva a cultivar nuestra forma de vida, dándole calidad y hondura. Somos hermanos, no simples compañeros; no vivimos en
una pensión, sino que convivimos en una Fraternidad donde el constante aprender a ser hermanos menores es parte integrante de
nuestra formación permanente.

Y esta Fraternidad la vivimos, como menores, en el corazón del mundo, compartiendo sus signos de vida y de muerte, sobre todo
los de los más pobres. Esta inserción es perenne memoria de nuestra itinerancia y supone la superación de toda forma de
«fraternidad de invernadero», encerrada en sí misma. Como Fraternidad estamos llamados a ser «evangelio vivo» y a llevar al
corazón del mundo una mirada de fe, de esperanza y de amor, en la que los gestos concretos precedan a las palabras. De ese
modo la Fraternidad será, por sí misma, testimonio y anuncio vivo y creíble del Evangelio.

c) Compromiso en defensa de la vida


Ante los muchos signos de muerte que tienden a sofocar y cercenar al hombre en su identidad profunda y en su integridad
constitutiva, asumimos la defensa y la promoción de la vida. Descubrimos la presencia del pecado personal y social y las raíces
antievangélicas que anidan en los sistemas y estructuras de muerte. Ante tales situaciones, nos sentimos llamados a una
conversión personal y social continua y a empeñarnos en obtener los «cambios» necesarios y la «liberación» integral.

Sobre el ser humano y sobre la creación entera se abaten muchas violencias. La defensa de la vida empezará por el respeto a la
dignidad de la persona humana y por la salvaguardia de la creación. Ahí se asienta el fundamento de todas las opciones
posteriores. Sin ese respeto no existe auténtica promoción humana, ni verdadera liberación, ni opción por los pobres o
salvaguardia de la creación. En él entrevemos la posibilidad de que el hombre y la creación se desarrollen según el plan de Dios.

2.2. Prioridades
Hablar de algunos objetivos como prioritarios no significa asumirlos sólo temporalmente ni excluir otros. Se indican como guías de
la labor evangelizadora que, como hermanos menores, debemos realizar teniendo en cuenta la diversidad de lugares y de
situaciones. Estas prioridades son:

a) La inculturación:

Entendiendo por cultura el modo peculiar como los hombres de un pueblo cultivan sus propias relaciones con la naturaleza, entre
ellos y con Dios; y teniendo en cuenta que el reconocimiento del «otro» en su identidad propia, nos lleva a no reducirlo a nosotros
ni a nuestros intereses, a nuestros sueños ni a nuestra cultura; entonces la evangelización no es ni puede entenderse nunca como
trasplante de una cultura o de unos elementos culturales. Ningún modelo cultural puede aprisionar el Evangelio. Como afirma el
Concilio Vaticano II, la Iglesia, «en virtud de su misión y su naturaleza, no está ligada a ninguna forma particular de cultura». Y
Pablo VI escribe: «El Evangelio y, por consiguiente, la evangelización, no se identifican ciertamente con la cultura y son
independientes respecto a todas las culturas».

Por eso es necesaria la inculturación. Ésta presupone, en primer lugar, que la labor evangelizadora prosiga la encarnación del
anuncio de Jesucristo en la historia y en las diversas culturas. ¡Ese es el elemento central!

La inculturación es un imperativo para toda la Fraternidad evangelizadora,


en su seguimiento de Jesús. No es algo opcional o sectorial. Nuestra
itinerancia evangélica comporta una solidaridad socio?cultural que debe
manifestarse en una cercanía que reconoce y respeta la alteridad. Las
relaciones han de cimentarse en la reciprocidad, el diálogo, el respeto, la
escucha. Esta inculturación aceptará la alteridad y será fiel tanto a la
identidad del mensaje evangélico como a la de las culturas concretas,
armonizando con particular fecundidad la unidad de la fe y la diversidad
de sus manifestaciones.

b) Misión ad gentes:

Cuando hablamos de evangelización ad gentes pensamos sobre todo en el


anuncio explícito de Jesucristo a los pueblos o grupos humanos que nunca
han oído la alegre Noticia, el Evangelio de Jesucristo, o que han perdido
su primitivo vigor. En tales casos, ayudamos en la construcción de la
Iglesia particular hasta su sólida madurez.

Procuramos estar presentes siempre como Fraternidad misionera. El


testimonio de la vida en Fraternidad es, en sí mismo, presencia
evangelizadora.

Todos los hermanos deben cultivar con generosidad esta conciencia


misionera como parte integrante del propio carisma. En efecto, Francisco,
obediente a la palabra de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio .a toda la creación», dice, también hoy, a toda la Orden: «Para
esto os ha enviado (el Hijo de Dios) al mundo entero, para que de palabra
y de obra deis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay
otro omnipotente sino él».

c) Opción por los pobres

Nuestra evangelización se dirige, en primer lugar, a las personas y llega, a


través de éstas, a los sistemas y a las estructuras. Lo importante son los
seres humanos que viven en una sociedad y en una cultura concretas. Así
pues, evangelizamos al trabajador, no ?directamente? el trabajo;
evangelizamos a los pueblos, no sus sistemas de gobierno; son
evangelizados los hermanos menores, en su Fraternidad, no la institución Provincia o la institución Orden.

Así, el tema del pobre brota de personas reales, aunque sumidas en relaciones y sistemas que causan o reflejan situaciones
inhumanas. La solidaridad, que nos exige respetar al otro en su identidad y en sus diferencias respecto a nosotros, nos impele a
compartir la condición del otro en los pobres.

Siguiendo a Jesús, pobre, humilde y huésped, adoptamos «la vida y condición de los pequeños de la sociedad, morando siempre
entre ellos como menores», conduciéndonos de tal manera que «nadie se sienta distanciado (de nosotros), sobre todo los que de
ordinario se encuentran más desprovistos de cuidados sociales y espirituales». Se trata, ciertamente, de compartir su vida y de
vivir «en este mundo como promotores de la justicia y como heraldos y artífices de la paz», defendiendo «los derechos de los
oprimidos»; «plenamente persuadidos de la importancia y gravedad de los problemas sociales», esforzándonos en que «los
derechos y la dignidad humana de todos se vean respetados y garantizados».

d) Justicia, paz y salvaguardia de la creación

También sentimos con fuerza el deber de colaborar activamente y de manera adecuada a cada situación, con la vida, con las obras
y la palabra, en la promoción de la justicia y de la paz. Y otro tanto hay que afirmar respecto a la salvaguardia de la creación, que
aparece hoy en día «herida de muerte».
Sin duda, Francisco es un testigo particularmente eficaz de la paz, la justicia y la salvaguardia de la creación, vividas como don de
Dios en Cristo e irradiadas de modo convincente. En ese espíritu alimentamos una visión de fondo que subraya la relación fraterna
de todos los seres de la creación. Bien conocido es el respeto de Francisco a todas las criaturas. Procuraba unirse a todos los seres
creados para alabar con ellos al Creador. Y no lo hacía desde una visión genérica y abstracta de las cosas. Según él, todos los
seres, animales y cosas, deben ser tratados con cortesía, respetando su individualidad, su idiosincrasia y su propio lugar en el
concierto de la creación.

En un mundo crucificado por violencias, guerras, integrismos radicales, discordias y divisiones, sentimos la urgencia de la
exhortación de Francisco a ser, cada vez más y en todas partes, artífices de paz e instrumentos de reconciliación, empezando por
aquellos con quienes vivimos y a quienes servimos: la Fraternidad, la comunidad local y nacional. En permanente espíritu de
discernimiento y guiados siempre por criterios evangélicos, procuramos colaborar con los movimientos locales y con los
organismos nacionales e internacionales, promoviendo la paz entre todos los pueblos, las etnias, razas, culturas y religiones.

e) Actitud ecuménica y diálogo interreligioso

Hoy en día existe mayor conciencia de la necesidad y de la urgencia del diálogo ecuménico. Se han dado importantes pasos, que
han conducido a la Iglesia a un diálogo ecuménico más franco y abierto. También esta revestido de esta urgencia el diálogo entre
las religiones, lo que supone conocer la riqueza de cada una de ellas.

Francisco alienta a los hombres a una convergencia en la diversidad que es capaz de mantener viva la esperanza y abierto el
camino que conduce a la comunión. Cuando la Santa Sede quiso recordar al mundo la urgencia del diálogo interreligioso, lo hizo
indicando un lugar: Asís. ¿Por qué Asís? Exhortando a la Familia franciscana y a todos los católicos a encarnar y defender el
«espíritu de Asís», Juan Pablo II explica el porqué de esta elección con las siguientes palabras: «Elegí esta ciudad de Asís como
lugar para nuestra jornada de oración por la paz debido a lo que representa el Santo que aquí se venera, san Francisco, conocido y
respetado por infinidad de personas en todo el mundo como un símbolo de paz, de reconciliación y de fraternidad».

La tradición franciscana nos invita también a prestar una particular atención al diálogo con nuestros hermanos musulmanes,
especialmente en los lugares donde crece inquietantemente el fenómeno del fundamentalismo. La presencia silenciosa franciscana
en estos países es signo de un camino de diálogo que queremos mantener siempre abierto.

CONCLUSIÓN
En nuestros días muchos se lamentan y se dejan llevar por el pesimismo. Pero quienes, con fe en el Señor de la historia, procuran
acoger e interpretar los signos de muerte y los signos de resurrección, perciben que el momento de la historia que nos ha tocado
vivir es una oportunidad, una ocasión propicia que entraña muchas riquezas y posee un inmenso deseo de realización y de
plenitud. Es el tiempo de gracia que el Señor nos ha concedido vivir.

El horizonte es esperanzador y se traduce en una actitud de fe vivida en solidaridad. Solidarios en la esperanza, caminamos con
confianza, entreviendo aquí y ahora signos de vida capaces de infundir ánimo y de responder con fecundidad a los nuevos tiempos
y espacios. Nuestra forma de vida evangélica contiene el fundamento idóneo para convertir nuestras Fraternidades en células
vivas, cuyo suelo fecundan la fe y la esperanza con una solidaridad sin fronteras.

Nuestra acción evangelizadora debe alimentarse de esta esperanza y solidaridad, a fin de ser fermento, sal y luz en el corazón de
la humanidad, afrontando los desafíos y las urgencias del presente. Así podrá indicar caminos aptos para testimoniar y anunciar el
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Para el diálogo:
 - En cuanto miembro de un colegio franciscano, ¿te sientes llamado a ser misionero del Evangelio con tus alumnos?
¿Podrías aportar algunos signos de que esta tarea se está llevando a cabo en tu centro, tanto a nivel personal como
colectivo?

 - ¿Con qué dificultades te encuentras a la hora de ser educador-evangelizador?

 - De las prioridades que se enumeran, ¿cuáles crees que son más urgentes a tener en cuenta en tu realidad social y en tu
colegio? ¿apuntarías otras que ahí no aparecen y que consideras imprescindibles o al menos tan importantes como las que
ahí aparecen?

ORACIONES A FRANCISCO Y A MARÍA


San Francisco, que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti como icono de Jesús Crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy a reconocer
el mal del pecado y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también de las estructuras del pecado
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco, tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra, ábreles de nuevo
las puertas de la esperanza.
Amén.
(Juan Pablo II, «Plegaria a san Francisco», La Verna, 17-IX-1993).

María,
Madre de nuestro Hermano y Señor Jesucristo, pobre y crucificado,
Madre de nuestra Familia,
Madre de los pobres:
Escucha nuestra súplica confiada.
Muchos pueblos carecen de pan material y espiritual.
Muchas mentes y muchos corazones carecen del pan de la verdad y del amor.
Muchos hombres carecen del pan de la palabra y del pan del Señor.
Arranca del corazón humano el egoísmo que empobrece.
Que los pueblos del mundo entero acojan la Luz verdadera
y caminen por sendas de Paz y de Justicia
en el respeto mutuo
y la solidaridad injertada en la humanidad de nuestro Dios.
Señor de la Porciúncula:
Ilumina nuestra esperanza,
purifica nuestros corazones,
acompáñanos, en los caminos de la evangelización,
hacia un mundo cada vez más justo
y más libre para todos.
Amén. Roma.

(Oración conclusiva del documento Llenar la tierra con el Evangelio de Cristo)


— Tema 6: Ante los nuevos horizontes
culturales
...las nuevas tecnologías, la interculturalidad, la opción
por la paz, el desarrollo de los pueblos...

I. UNA MIRADA SOBRE LA REALIDAD ACTUAL


El mundo se ha ido trasformando de pocos años a esta parte, especialmente evidente ha sido en Europa que se ha convertido en
un terreno privilegiado para una nueva cultura, para una nueva civilización a la búsqueda de sus raíces más auténticas y de su
futuro. Así, podemos destacar algunos aspectos de esa transformación: paso de una cultura de nacionalismos, a una cultura de
pueblos sin fronteras; de una cultura de guerra, a una cultura fundamental de paz y de no violencia; de una cultura del poder, a
una cultura de la libertad; de una cultura de la indiferencia, a una cultura de participación y voluntariado, de compromiso con el
bien común y con la salvaguarda de la naturaleza. Se trata, en suma, de un paso de categorías de encierro, de segregaciones
políticas e ideológicas, a modelos de nuevas formas de integración; de modelos de conquista a modelos de mutua ayuda, servicio y
solidaridad.

En la situación actual, se observa una neta preponderancia del modelo occidental: la economía de mercado en el plano económico,
la cultura científico-tecnológica y el pluralismo ideológico en el plano cultural, las democracias en el plano político. Si nos referimos
a los límites de la cultura imperante hoy en día, diremos que trata los temas humanos y éticos a menudo dejados de lado por la
racionalidad del liberalismo político-económico, como, por ejemplo, la calidad de la vida, la ecología, las drogas, el malestar
psíquico, la disminución de la esperanza, de las utopías; todos estos problemas pueden ser enfrentados sólo con una nueva ética,
con una conciencia moral diferente y con una renovada conciencia religiosa que sepa ante todo captar e interpretar los signos de
los nuevos tiempos.

Nuestra sociedad occidental parece haber entrado en una fase de encendida y exasperante competitividad que causa no pocas
víctimas: el que es débil y no sigue su ritmo, permanece marginado y es olvidado. El camino del crecimiento material de nuestra
sociedad ve pasar no sólo a los vencedores, sino también a las víctimas. La carrera del éxito crea una mentalidad despiadada
según la cual son elogiados los primeros y olvidados los últimos.

Existe también, el desequilibrio ecológico que suscita graves preocupaciones. La cuestión ha sido muy discutida y es notablemente
compleja. Podemos recordar al respecto las palabras de Juan Pablo II: "Ante todo es necesario reconciliar al hombre con la
creación, cuidando de preservar la integridad de la naturaleza, su fauna y su flora, su aire y sus ríos, sus frágiles equilibrios, sus
recursos limitados, su belleza que canta la gloria de su creador".

Inquietantes son los síntomas de encierro en la fortaleza europea del bienestar, y esto en una situación histórica que más que
nunca apela a una cultura de la solidaridad. Si miramos hacia el sur del mundo, hacia América Latina, África, Asia, nos damos
cuenta de que existe un muro con siglos de antigüedad que separa a los ricos de los pobres. No se puede menos de considerar
perverso, y de aspecto de pecado estructural, un sistema financiero que ha llevado a tantos países a endeudarse de manera
insoportable, sin obtener la mínima ventaja en términos de desarrollo interno. ¿Qué cultura será en el futuro: una cultura de la
exclusión y de la explotación o una cultura de la acogida y de la solidaridad?

II. LA NOVEDAD DE LA EVANGELIZACIÓN


Ante la diversidad cultural, religiosa y racial, existe la necesidad de que haya testigos que emprendan sin complejos una nueva
evangelización. Se trata de un desafío muy complejo que no se vence simplemente poniendo de nuevo y confirmando valores
tradicionales, sino con una nueva reflexión sobre el rol de la religión y de la Iglesia, para garantizar un auténtico crecimiento, en
primer lugar, en humanidad.

Este nuevo milenio, con sus graves peligros y sus apasionantes desafíos, ofrece, en definitiva, insospechadas oportunidades de
nuevos crecimientos. A la base de los nuevos desafíos está aquel conjunto de "nuevas fronteras" y de "nuevos modos de pensar"
que marcan nuestra historia reciente y de la que el derrumbe de las viejas fronteras es sólo el aspecto más emblemático.

La evangelización no toca solamente lo espiritual. La atañe también la salvación y la liberación del hombre en todas sus
dimensiones. La "nueva" teología de la Iglesia y de su misión parte de un concepto integral de la salvación. No es lícito separar la
dimensión espiritual de la evangelización de su dimensión "pública". Es necesario conjugar mística y política, salvación y liberación.
Aquí surge de inmediato la dimensión misionera-evangelizadora del empeño de los derechos humanos, por la paz y la justicia, y su
raíz más íntimamente espiritual-teológica: la encarnación del Dios-Amor en un mundo lacerado y conflictivo, marcado por tantas
realidades de divisiones, injusticias y "estructuras de pecado". Es necesario superar absolutamente los residuos de las
contraposiciones dualistas entre fe y compromiso, fe y cultura, evangelización y auténtico desarrollo humano.

Llevando el Evangelio más allá de los límites geográficos, mentales, culturales, religiosos, se vive el principio de la gratuidad:
dando se recibe. El diálogo, no sólo en palabras, sino también en el mutuo respeto, en el conocimiento reciproco de las culturas y
religiones, enriquece a ambas partes y coloca una pequeña piedra para el Reino futuro. En palabras de Dom Helder Cámara:
"Nadie es tan rico que no pueda recibir. Nadie es tan pobre que ya no pueda dar nada."

Misión-Evangelización ya no están reservadas a determinados países o regiones. La nueva misionalidad cree en la creatividad del
mismo Espíritu presente, si bien en formas diversas, en todas las culturas y también más allá de los confines de la Iglesia visible.
La historia "maestra de la vida" no es sólo memoria de la que obtener alguna útil enseñanza, sino que es sobre todo proyecto que
se elabora siempre de nuevo, se injerta en el deseo de todos los que creen en la necesidad de trabajar en por un cielo nuevo y una
tierra nueva.

III. LA APORTACIÓN FRANCISCANA


Lo primero que deberíamos pensar, quizá, es que no tenemos que tener una idea demasiado triunfalista de nuestras posibilidades
en términos "operativos". Lo que se necesita sobre todo es un corazón sensible y abierto a las nuevas realidades, mucho estudio,
lucidez e inteligencia en los análisis, solidaridad ante los desafíos que ningún individuo y ningún grupo puede resolver por sí solo.

Además, a los franciscanos, "menores" y "pequeños" por definición compete quizá más que a otros, la conciencia de ser llamados a
dar pequeños pasos y evitar, en lo posible, palabras y declaraciones gratuitas. Lo que contará serán los pasos pequeños, pero
muchísimo más valientes, en la llamada "nueva evangelización". Nuestro estilo está expresado en el eslogan: "pensar globalmente,
actuar localmente". La vocación nuestra será probablemente de la levadura que se echa en la masa, la de la pequeña semilla.

Algunos aspectos de la acción franciscana:


1. Estar encarnados en medio de la gente, usar su lenguaje. La palabra de Dios, eterna e inmutable, a menudo está escondida en
la palabra de los hechos y en los hechos del hombre. Estamos llamados a "decir" la palabra de Dios, con la palabra del hombre con
quien compartimos los gozos y las angustias, a "narrar" los hechos, después de haberlos conocido y haber vislumbrado en ellos el
designio de Dios para la humanidad.

2. La experiencia franciscana como seguimiento llega a ser seguimiento concreto vivido en la dialéctica de la historia y de la
cultura, con la experiencia del pecado y la conversión, de la muerte y de la resurrección. Es justamente la fe en Cristo resucitado la
que nos sostiene en las múltiples transformaciones y conflictos, y nos prepara el paso hacia la casa del Padre. Es ésta, en
definitiva, la experiencia del Dios vivo hoy: poder contemplar en todo, incluso en las situaciones más extremas, el designio de
Dios.

3. El franciscano, aún hoy, puede ser significativo si, con su estilo de vida, con su ejemplo, con sus realizaciones, con su
testimonio, con su cultura, siembra en los corazones aquella fraternidad cristiana, productora de solidaridad, que la utopía
marxista no pudo construir con la violencia, y que el consumismo, con su tendencia fundamentalmente individualista y anti-
solidaria, tiende continuamente a destruir. ¿Seremos capaces de construir lugares donde se pueda vivir humana y solidariamente?

4. El cometido de los franciscanos no puede ser diverso del que nos dejara francisco de Asís: construir la vida de la Iglesia, siendo
nosotros mismos "piedras vivas". Es la misma historia la que enseña a la Iglesia y tal vez al movimiento franciscano una lección
sobre una espiritualidad y una misionalidad más encarnada en la historia contemporánea. Y no estaría mal si la misma memoria de
la liberación y del la promoción del hombre, social, cultural, que tenga en cuenta los avances tecnológicos y científicos, encontrase
un eco profundo en la misma Iglesia, con un estilo renovado entre todos sus miembros, con una nueva praxis de participación
entre todos y en el diálogo confiado, con una profunda cultura participativa y tal vez democrática.

5. Compete a nosotros, franciscanos, el rol de hacer nuestra parte, más con la vida que con nuestras palabras, basada en los
valores del respeto incondicional a toda cultura, a toda interpretación de la vida que ayude a promoverla y a desarrollarla,
haciéndola más humana y más cercana, haciendo de nuestras relaciones lugar de encuentro con Dios en el hermano.
San Francisco de Asís. La vida de los frailes menores es guardar el Santo Evangelio.

LAS CONSTITUCIONES GENERALES DE LA ORDEN DE LOS


HERMANOS MENORES
Artículo 92
$2 Dado el creciente anhelo de los pueblos por vivir y celebrar su fe con formas adecuadas a su idiosincrasia, colaboren de buen
grado en esta labor de inculturación.

Artículo 93
$2 Perciban las semillas del Verbo y la secreta presencia de Dios, tanto en el mundo actual como también en muchos elementos de
otras religiones y culturas, a cuyo estudio deben dedicarse con gran respeto.
Artículo 94
Es de suma importancia y ha de promoverse en gran manera la evangelización de las culturas, en virtud de la cual se desarrollan
en todos los sectores de la vida los valores verdaderamente humanos y se extirpan los abusos nocivos a la dignidad humana.

Artículo 96
$1 Plenamente persuadidos los hermanos de la importancia y gravedad de los problemas sociales, aprendan y enseñen con
solicitud la doctrina de la Iglesia sobre el orden social, la familia y la persona humana. Investiguen criticamente también otros
elementos culturales, como aptos que son para iniciar el diálogo que facilite una respuesta cristiana.

$2 Como quiera que una gran parte de la humanidad se halla sometida a la indigencia, a la injusticia y a la opresión, dedíquense
los hermanos, juntamente con todos los hombres de buena voluntad, a instaurar una sociedad de justicia, de liberación y de paz
en Cristo resucitado, y, ponderadas atentamente las causas de cada situación, participen en las iniciativas de caridad, de justicia y
de solidaridad internacional.

$3 También en el seno de la Iglesia y de la Orden han de trabajar los hermanos con humildad y entereza para que los derechos y
la dignidad humana de todos se vean respetados y garantizados.

Artículo 102
$2 Para que la predicación resulte verdaderamente profética, escrútense con diligencia los signos de los tiempos e interprétense a
la luz del Evangelio.

Artículo 105
$2 Conforme a la antigua tradición de la Orden, ayuden los hermanos a las Iglesias particulares, defendiendo la sagrada escritura
y la fe católica con medios aptos, acomodados a la condición de las personas y de los tiempos.

Tema 7. Ante los nuevos desafíos religiosos:


...El diálogo interreligioso y ecuménico, los nuevos
movimientos religiosos, la inculturación de la fe, el
protagonismo laical, la indiferencia y el secularismo...
En este último tema del tercer año de Formación Franciscana para el Profesorado de nuestros colegios quiero retomar la frase que
ha ido sirviendo de armazón de todo este recorrido para ver así dónde nos encontramos. La frase decía: “Buscamos clarificar
nuestros referentes... para llevar adelante un apasionante proyecto... con opciones y acciones concretas ante los retos del nuevo
milenio”. Cada trozo de la frase corresponde a los tres años que hemos ido reflexionando. Así pues, nos encontramos ahora en las
opciones y acciones que nos plantean los retos de nuestro tiempo a los cristianos, y sobre todo a los centros escolares católicos.
Vamos a ver hoy que retos o desafíos religiosos nos encontramos en nuestro entorno, a veces muy cercano a nosotros.

1. El diálogo interreligioso y ecuménico.


Seguramente nuestros abuelos jamás conocieron a ningún musulmán, de los que debían tener una imagen bastante distorsionada
(baste pensar que la palabra “moro” es más bien despectiva), y jamás se hubiesen imaginado que sus vecinos fuesen ortodoxos
rusos, o que su nieto siguiese el budismo zen. Todo eso les sonaba rarísimo y a lo más que podían llegar es que eran religiones
falsas o heréticas, por ejemplo a los protestantes se les tachaba de “herejes” sin más.

Este mundo de hace poco más de 30 años ha cambiado radicalmente. En nuestros pueblos viven cristianos ortodoxos, reformados,
luteranos o armenios, por nombrar los más habituales; además de personas que practican religiones no cristianas como
musulmanes, hindúes o budistas, por citar las más abundantes. Y esta situación se refleja cada vez más en nuestros colegios. Por
ello un reto de la Iglesia hoy es el diálogo interreligioso y ecuménico.

El diálogo interreligioso es aquel que se da con fieles de religiones no cristianas, el ecuménico es el que se da entre los fieles
cristianos de distintas Iglesias.

Durante siglos la actitud frente a los demás ha sido de ignorarles o combatirles, sin embargo, el diálogo es necesario. Más aún,
constituye el imperativo categórico y el principal desafío al que han de responder las religiones si no quieren anquilosarse,
ignorarse o, peor todavía, destruirse unas a otras.

La necesidad del diálogo interreligioso emana de una realidad incuestionable: la pluralidad de manifestaciones de Dios, de
expresiones de lo sagrado y de experiencias del misterio en la historia humana, así como de mediaciones de lo divino y de caminos
de salvación. Las religiones no conceden la salvación; se mueven en el terreno de las mediaciones que pueden ayudar a los
creyentes a conseguirla y sirven de cauce a las múltiples manifestaciones de lo divino.

Dios, el cosmos y la salvación son tres dimensiones de la realidad en la que pueden verse reflejadas la mayoría de las religiones y
constituyen una buena base para el diálogo, cuyo objetivo último es la búsqueda en común de la verdad, nunca la imposición de
una religión a las otras.

El diálogo no debe confundirse con el indoctrinamiento de los seguidores de otras religiones para que se conviertan a la propia.
Nada tiene, por tanto, de proselitista. Obliga, más bien, a los interlocutores a estudiar la historia y los principios de las otras
religiones con el mismo interés que la propia, así como a reconocer sus valores, a escuchar las razones que han llevado a los
creyentes a adherirse a ellas y a valorar en su justo término sus experiencias religiosas.

Uno de los obstáculos más serio para el diálogo interreligioso es el desconocimiento que tiene cada religión de las demás. Las
descalificaciones son gruesas y viscerales cuanto mayor es el desconocimiento mutuo. Las certezas se refuerzan cuanto más crasa
es la ignorancia. A la hora de juzgar y valorar a las otras religiones, no se suele partir de una información objetiva al respecto.
Frecuentemente se opera con estereotipos que terminan por deformar el sentido profundo de la religión.

Ahora bien, el conocimiento en profundidad de las otras religiones no tiene por qué implicar la renuncia a la propia identidad
religiosa. El diálogo que aquí se defiende tiene lugar entre identidades abiertas, mutuamente fecundantes.

A través del diálogo, siempre crítico y autocrítico, los interlocutores toman conciencia del peligro que acecha a las religiones de
convertir las mediaciones en metas y de encerrar a la divinidad en los estrechos límites de las instituciones religiosas. Por eso
puede ser una buena oportunidad para descubrir la necesidad que tienen las religiones de purificarse y renovarse. El diálogo
interreligioso no tiene como objetivo imponer la uniformidad de los ritos, símbolos, creencias y cosmovisiones, como tampoco diluir
las señas de identidad de cada religión en un único universo religioso. Ni siquiera pretende dirimir las diferencias de carácter
religioso o filosófico, o llegar a acuerdos en cuestiones doctrinales. Lo que no excluye el debate y la confrontación, siempre que
haya cuestiones que requieran clarificación. Las diferencias permanecerán después del diálogo, pero desaparecerán las
descalificaciones gratuitas y las desconfianzas infundadas.

El clima de diálogo es el más propicio para la oración, experiencia religiosa que consideran igualmente necesaria los creyentes de
las distintas religiones. Así lo expresaba Juan Pablo II en el Mensaje a los pueblos de Asia, en Manila (21 de febrero de 1981): «Lo
que parece igualar y unir al mismo tiempo, de forma particular a cristianos y creyentes de otras religiones, es el reconocimiento de
la necesidad de la oración, como expresión de la espiritualidad del ser humano orientada hacia el Absoluto. Incluso cuando para
algunos es el Gran Desconocido, sigue siendo siempre, sin embargo, en realidad el mismo Dios viviente».

2. Los nuevos movimientos religiosos


Continúo con los abuelos. Ellos creían en la Virgen, en los Santos sobre todo en los patronos del pueblo. Rezaban las oraciones de
siempre, como sus padres les enseñaron. Todo estaba en el esquema religioso normal. Nunca oyeron hablar de la “Era Acuario”, ni
la de “Piscis”, ni de los centros de meditación para llegar al autoconocimiento, tampoco conocieron los gabinetes profesionales de
“mediums” y futurólogos que nos adivinan el porvenir. Es, de nuevo, un mundo espiritual totalmente nuevo.

En la historia se producen periódicamente movimientos de «despertar» religioso. «Despertar», porque existe el convencimiento de
que las grandes Iglesias y las religiones históricas están sumidas en un profundo letargo. Se les acusa de haber renunciado a su
misión de ayudar a los hombres a vivir con plenitud y sentido. New Age o «Nueva era» sería el prototipo de esos nuevos
movimientos religiosos o espirituales.

La «conspiración del Acuario» y la nueva conciencia


La «nueva religiosidad» se presenta como una conspiración pacífica. La idea base es la del gran año cósmico, que es el tiempo que
tarda la prolongación del eje de la tierra en recorrer los 12 signos del zodíaco y que arroja un total de 25.268 años, con lo que un
mes cósmico constaría de unos 2.105 años. Actualmente estaríamos pasando del mes de piscis, caracterizado por la hegemonía
del cristianismo, al del acuario, en el que será hegemónica la «nueva religiosidad».
Piscis habría sido una era de luchas y tensiones políticas y religiosas. Incluso la civilización científica tiene el contrapeso de las
negatividades que ha generado: desequilibrios económicos y sociales, desastre ecológico, etc. Los «conspiradores» piensan en una
civilización distinta: más acogedora de tradiciones marginadas en piscis y que contrarreste sus antivalores con los valores de la
sensibilidad, la paz, la espiritualidad, la autorrealización, etc.

Rasgos fundamentales de la «nueva religiosidad»


1. Una religiosidad romántica y orientalizante. La «nueva religiosidad» se presenta como una experiencia inmanente de ampliación
de la conciencia, en la que se busca el sentimiento gratificante, el equilibrio interior y corporal. La religión como relación con un
Dios trascendente es una proyección sin valor. Se pretende reencarnar el mundo con los duendes, las hadas, la fantasía que el
modernismo científico abolió, provocando la sequía de valores espirituales que padecemos.

2. Primacía de la conciencia. La conciencia es la sede de la experiencia extra- y supra-sensorial. Se ponen de moda los viajes y las
experiencias de las personas que están a punto de atravesar las fronteras de la muerte.

3. El paradigma «holonómico». Definido por la llamada gnosis de Princenton, este paradigma postula que la esencia última de la
realidad es un flujo infinito de energía que se despliega para formar el espacio, el tiempo y la materia. Todo se compenetraría e
influiría mutuamente, hasta el punto de que el «todo» se reproduciría en cada una de las partes, como en un espejo hecho añicos.
Superado así el dualismo de la era de piscis, la humanidad se encaminaría hacia una forma de «nueva conciencia», definida como
«conciencia de la unidad y la integridad universal».

4. Fin de la ética. No hay valores morales objetivos. En lugar de la ética se impone una evolución de la conciencia hacia formas
más altas, sin que intervenga la libertad. La perfección moral del hombre consiste en alcanzar un estado equilibrado, feliz en su
cuerpo, sereno y bueno en su comportamiento. Ahora estamos preocupados por un pequeño mundo material, mientras tenemos
ante nosotros un mundo por descubrir: el mundo de la fantasía, el espíritu, la conciencia. No hay normas morales fijas, sino sólo la
trasformación: buscando uno se transforma y se salva.

5. Una religiosidad terapéutica y curanderista. La idea de Dios es sustituida por conceptos vagos de connotación terapéutica y
curanderista: «energía cósmica», «conciencia universal». Se tiende a diluir el rasgo personal propio del monoteísmo, para
presentar un Dios como desdoblado: como totalidad de la realidad y como Gea, la diosa madre-tierra, entendida como organismo
vivo. El hombre y la tierra están enfermos. La raíz de sus males radica en el paradigma materialista y técnico que ha llevado a la
desacralización total del mundo y a su explotación. La curación se ha de conseguir en dos direcciones: práctica del ecologismo
militante y desarrollo de las medicinas alternativas; psicosomáticas, homeopáticas o naturalísticas.

6. Creencia en la reencarnación. Esta creencia, que es central, se toma del hinduismo y del budismo: no tenemos una vida decisiva
en la que nos juguemos lo que habremos de ser definitivamente, sino varias a disposición para ir realizando fluidamente nuestro
ser divino.

7. Una teotécnica. El hombre construye su propia salvación. Por esto no necesita de una teología, que le dice que es pecador y que
debe ser salvado, sino de una teotécnica, un método para utilizar «lo divino» en provecho de la propia autorrealización y salvación.

8. Retorno de un Dios impersonal y sin rostro. Dios no es más que el símbolo de la experiencia del propio yo, su más honda
profundidad. Así se pasa de la religión a la espiritualidad entendida como profundidad de la conciencia, pero sin contacto con la
alteridad de Dios.

9. Un Cristo cósmico. Cristo no es una persona, sino un símbolo, un modo de hablar de la «energía cósmica», del «gurú o maestro
espiritual». Se rechaza la confesión en el Cristo, Hijo de Dios encarnado. Se pone de relieve el aspecto cósmico y universal de
Cristo, pero sin vinculación necesaria y única con Jesús de Nazaret.

10. Un «supermercado espiritual». Cada uno crea su propia espiritualidad escogiendo lo que más le gusta de las diversas
religiones. Lo importante, pues, de esa «nueva religiosidad» no es el contenido, sino la estructura fluida y nebulosa, gracias a la
cual puede penetrar inadvertidamente en cualquier religión y espiritualidad.

Valores y contravalores
La «nueva religiosidad» tiene de positivo que potencia los valores del equilibrio y la paz. Pero, como contrapartida, constituye un
irenismo (evitación de conflicto o disensión en pro de la paz) sincrético, una religión «débil», en la que la auténtica experiencia de
encuentro religioso es suplantada por una experiencia de encuentro con los propios deseos que hacen de ella una religión a la
carta. Detecta la necesidad para el hombre de una experiencia viva y personalizada de la divinidad, pero Dios queda encerrado en
mí mismo. Reserva un lugar al Cristo cósmico pero lo priva de su vertiente histórica y personal.

Es verdad que coincide con el cristianismo en poner de relieve la primacía del espíritu sobre la materia. Pero vacía hasta tal punto
la realidad histórica del ser humano que la responsabilidad, tanto individual como colectiva, queda totalmente desdibujada.
Es positivo el giro «eco-céntrico», que pone de relieve los valores ecológicos, y la potenciación de la corporalidad humana. Pero
acaba por divinizar la naturaleza y negar su condición de creatura. Con ello induce una idolatría encubierta, en la que el culto al
propio cuerpo, y el bienestar psicofísico constituyen un nuevo panteón.

Proclama un cierto optimismo en cuanto a las posibilidades de salvación final del ser humano y del mundo. Pero propone una
salvación automática, según el modelo de la ingenua teoría evolucionista del progreso indefinido. La autosalvación se realiza en un
proceso de evolución de la conciencia, que resulta independiente de la gratuidad del don divino, de la libertad humana y de las
mediaciones religiosas.

En fin, esta nueva religiosidad cultiva auténticos valores personales. Pero olvida la verdadera projimidad y se decanta hacia una
ausencia de preocupación y una falta de compromiso por el mejoramiento de las condiciones de vida de los marginados y de los
pobres de la tierra.

3. La inculturación de la fe
Dejamos a los abuelos y me coloco yo. Hace unos dos años estuve en la Selva del Perú, cuando acudimos a la Iglesia para
participar en la Eucaristía me llamaron la atención varios detalles. En primer lugar la Iglesia estaba abierta de par en par y allí
entraban las personas y, curiosamente, también los perros del pueblo. Que entrasen los perros no era lo más extraño, lo que a mi
me chocaba es que los canes llegasen delante del altar y se tumbasen, y que nadie, absolutamente nadie, hiciese la mínima
mención de extrañeza, era absolutamente normal. En nuestros pueblos jamás lo hubiésemos consentido, el perro no hubiese
pasado del primer banco, y allí en la Selva estaba tranquilamente en la Iglesia. Otro detalle curioso era como algunas mujeres
dejaban cubos de agua debajo del altar durante la misa para que el cura los bendijese, ese agua servía para lavar la ropa de los
jóvenes que cumplían cierta edad y evitaba a los mismos ser poseídos por demonios y espíritus. Otro día, regresando de un barrio,
una de las mujeres más formadas de la parroquia iba detrás tirando agua bendita pues, según ella, el día anterior nos seguían los
duendes. ¡Que nadie se ria! Aquello era serio, y lo vivían con seriedad. Evidentemente aunque eramos católicos todos, las formas y
creencias culturales no eran las mismas. La misma fe se manifiesta en formas culturales distintas, algo de esto es de lo que trata
este aspecto.

El primer problema que se plantea es el del sentido de la palabra «cultura». Muchos identifican la cultura con las grandes
realizaciones del espíritu humano: de los artistas, de los intelectuales, etc.; para otros es una superestructura ideológica, que
oculta y/o justifica la opresión; algunos la consideran como un sector de la realidad social en sus expresiones política, económica y
cultural; hay quienes identifican la civilización con el progreso material y tecnológico; otros, en cambio, la equiparan con los
valores universales: paz, amor, democracia, etc.

Ninguno de estos sentidos, tomado aisladamente, expresa todo el contenido del concepto «cultural» ni puede captar, por él solo,
su dinamismo como «sistema de vida», como ámbito específico de todo cuanto es humano, lugar donde nace la identidad primera
y, por consiguiente, la diferencia de los grupos humanos, de los pueblos, de sus opciones de vida y de su enfrentamiento con la
muerte. De ahí que la cultura se relacione con la «matriz» primera que engendra lo específicamente humano y sostiene la vida en
un tiempo y en un espacio concretos. En ese sentido, en la cultura se codifica «el modo peculiar como los hombres de un pueblo
cultivan sus propias relaciones con la naturaleza, entre ellos y con Díos».

Otro elemento de importancia crucial es el de la alteridad, por la que reconocemos al «otro» en su identidad propia, sin reducirlo a
nosotros ni a nuestros intereses, nuestros sueños y nuestra cultura. En virtud de la alteridad, el «otro» nunca debe ser tratado
como un instrumento y debe ser escuchado siempre con atención y respeto, sin descalificarle por el hecho de ser diverso. ¡Para
servir bien es menester «saber escuchar»!

A la luz de estos criterios, ningún modelo cultural puede aprisionar el Evangelio, so pena de caer en un etnocentrismo reductivo
que haría degenerar la evangelización en colonización. Como afirma el Concilio Vaticano II, la Iglesia, «en virtud de su misión y su
naturaleza, no está ligada a ninguna forma particular de cultura». Y Pablo VI escribe: «El Evangelio y, por consiguiente, la
evangelización, no se identifican ciertamente con la cultura y son independientes respecto a todas las culturas.»

Por eso es necesaria la inculturación. Ésta presupone, en primer lugar, que la labor evangelizadora prosiga la encarnación del
anuncio de Jesucristo en la historia y en las diversas culturas. ¡Ése es el elemento central! Juan Pablo II afirmaba, hablando de la
inserción cultural de la revelación, que la «inculturación expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de la
Encarnación».

La inculturación es un imperativo para toda la Fraternidad evangelizadora, en su seguimiento de Jesús. No es algo opcional o
sectorial. La itinerancía evangélica comporta una solidaridad socio-cultural que debe manifestarse en una cercanía que reconoce y
respeta la alteridad. Las relaciones han de cimentarse en la reciprocidad, el diálogo, el respeto, la escucha. Esta inculturación
aceptará la alteridad y será fiel tanto a la identidad del mensaje evangélico como a la de las culturas concretas, armonizando con
particular fecundidad la unidad de la fe y la diversidad de sus manifestaciones.

Con la inculturación se realiza «la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas y, a la vez, la introducción de éstas en la
vida de la Iglesia». Esto no significa el simple adaptarse al modo de vivir, de hablar, de vestir, al tipo de vivienda y a los hábitos
alimenticios del pueblo de una determinada región y cultura. Significa, más bien, efectuar un proceso de enraizamiento, de
inserción y de encarnación para que la cultura local participe de la evangelización desde sus propias raíces, desde su propia
identidad. Es, por tanto, un proceso que no se limita a dar a conocer a Jesucristo y la potencialidad de la alegre Noticia del Reino,
sino que propicia que las culturas concretas participen en el descubrimiento, la interpretación y la realización de la evangelización,
con el consiguiente enriquecimiento de la Iglesia.

San Francisco bendice a los suyos antes de morir

4. El protagonismo laical.
Volviendo a los abuelos. En su época, los bautizados iban a misa, participaban en los sacramentos y su responsabilidad en las
tareas de la parroquia no solían pasar de ahí. Además el señor cura lo hacía todo: la misa, la catequesis, la visita a los enfermos,
la comunión a los impedidos, el recuento de la colecta..., prácticamente toda la tarea pastoral recaía en la persona del sacerdote.
Hoy en día, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II, el panorama pastoral está cambiando mucho y rápidamente. Se ha
redescubierto el papel del laico (=fieles cristianos que no son clérigos ni religiosos) muy desvalorizado por el paso de la historia, a
la vez que éstos han ido tomando cada vez más protagonismo dentro de las tareas pastorales: catequistas, lectores, cantores,
acólitos, ministros de la comunión, encargados de las visitas a enfermos, animadores de la mayor parte de grupos parroquiales... y
un gran número de tareas que, cada vez más, van atendiendo los laicos. Vamos pues a ver algo sobre el grupo de fieles que es el
ampliamente mayoritario en la Iglesia.

La misión cristiana de los laicos se desarrolla en el “mundo”. Naturalmente también los clérigos viven en el mundo, pero su misión
cristiana no está unida directamente a la conformación de las relaciones que se dan en el mundo. Los laicos, en cambio, deben
ocuparse en buscar el reino de Dios en la administración y regulación de las cosas temporales, para así, dirigidos por el espíritu del
evangelio, contribuir a la evangelización del mundo desde su mismo corazón.

La discusión sobre la posición de los laicos en la iglesia y en el mundo no ha permanecido inalterada desde el último concilio.
A finales de los sesenta y principios de los setenta la secularización y la emancipación recibieron un nuevo impulso en occidente,
así como la democratización de todos los ámbitos de la vida. Ello produjo, por un lado, un crisis en la concepción del ministerio
sacerdotal y una cierta nivelación de sacerdotes y laicos y, por otra parte, como reacción, una acentuación excesiva de las
diferencias sin tener en cuenta lo común y unificador. Así a los laicos se les adjudicó, a menudo unilateralmente, el servicio secular
(“mundano”) y a los sacerdotes el servicio salvífico. Pero el concilio afirmó que sólo existe un plan divino que abarca a la creación y
a la salvación. El mundo se halla orientado hacia la gracia; el mensaje de la salvación y de la gracia es la más profunda finalidad
del mundo. La iglesia está profundamente unida a la historia de la humanidad.

1. El servicio del laico ¿un servicio sólo mundano?


De lo dicho se siguen tres consecuencias. En primer lugar, el servicio del laico en el mundo no es un servicio puramente mundano,
sino que es un servicio salvífico que, a la vez, es servicio eclesial. Pues, dado que la iglesia es, por su esencia, iglesia "en" y "para"
el mundo, el servicio del laico al mundo tiene una dimensión eclesial. Este servicio permite que las cuestiones y necesidades, a la
vez que las riquezas y experiencias espirituales y culturales del mundo estén presentes y enriquezcan la iglesia. A su vez los laicos
han de hacer presente en el mundo el mensaje y la realidad salvífica del cristianismo. Por medio de ellos se debe llegar a una
interpenetración de iglesia y cultura, a una especie de encarnación del cristianismo en nuestro mundo actual. Por tanto, el servicio
del laico al mundo participa del carácter salvífico de la Iglesia.

2. ¿Convertir a los laicos en clérigos de segundo orden?


En segundo lugar, a partir de esta situación fundamental del laico en la relación iglesia-mundo, la misión de los laicos no debe ser
reducida a la cuestión intraeclesial de los "nuevos ministerios de los laicos" en la iglesia (p. ej. los de aquéllos que trabajan con
dedicación plena en ella). Estos son importantes para la consecución del cometido pastoral de la iglesia, pero no deben cegarnos
ante la labor primaria del laico en los diferentes ámbitos de la familia, el trabajo, la ciencia, la economía, la cultura, la política.
Actualmente hay una forma nueva de huida del mundo: situar la tarea del laico sobre todo dentro de la iglesia.

Dicho esto, también hay que decir que hoy, al igual que en los tiempos originarios de la iglesia, hay numerosos laicos dispuestos a
participar activamente en el ámbito más estrecho de la iglesia y asumir determinados servicios pastorales. La iglesia ha tenido en
cuenta esta evolución y ha acuñado en el nuevo derecho canónico un concepto de ministerio que recoge tanto los ministerios que
se transmiten por la ordenación sacramental como los nuevos ministerios pastorales de los laicos. Entre ellos encontramos
servicios litúrgicos como los de acólitos y lectores, distribuidores de la comunión, cantores. Cabe destacar a los catequistas en las
misiones y, entre nosotros, a los catequistas, responsables de servicios caritativos y profesores de religión. También existe el
ministerio del animador de pequeños grupos, el encargado de las celebraciones de la Palabra y de las liturgias dominicales sin
sacerdote, así como los responsables de comunidades sin sacerdotes. Por último también hay responsables de movimientos
apostólicos y espirituales.

Tiene un significado fundamental el que estos nuevos ministerios laicos posean una base sacramental en la confirmación y en el
bautismo, por ello no es posible hablar de una escisión del sacramento del orden. Estos ministerios no son un mal necesario por el
reducido número de sacerdotes. Son una contribución positiva y un signo de que el servicio secular y el salvífico no son dos
ámbitos herméticamente cerrados. A través de estos ministerios la actividad pastoral de la iglesia debe ser más rica en contenido
de "mundo". Por otra parte, los laicos no pueden prescindir de los sacerdotes, para los que la vida terrena no es extraña, sino que
se han comprometido personalmente en ella.

3. Una espiritualidad de la vida entera: opción por Dios y por los demás
Cuando los Padres de la iglesia (los pensadores cristianos de la Antigüedad) hablan del servicio sacerdotal de todos los creyentes,
están hablando del culto de la vida cristiana que consiste en la opción por Dios y por el otro. Esta autoentrega llega a su grado
máximo en el ofrecimiento de la vida en el martirio. Tomás de Aquino resume la tradición patrística, entiende el carácter
sacramental del bautismo y de la confirmación como participación del sacerdocio de Jesucristo y como elección para el culto. Por
culto no entiende un rito externo, sino el rito de la vida cristiana, Pues, como la iglesia en conjunto, tampoco los laicos inciden en
primera instancia por lo que dicen y hacen, sino por lo que son y viven.

¿Cómo es, pues, concretamente, la espiritualidad de los laicos? La espiritualidad laica comporta lo mismo que cualquier
espiritualidad cristiana: oración personal, conversión diaria, celebración de la eucaristía. Pero será, especialmente, una
espiritualidad abierta al mundo. Su divisa es: encontrar a Dios en todas las cosas; alegrarse de lo que Dios nos ha dado y dar
gracias por ello; sufrir con los necesitados. La solidaridad con los pobres y perseguidos es una característica importante de la
espiritualidad secular cristiana.

El laico está en el punto crítico de contacto entre una realidad mundana y una realidad salvífica con todas las tensiones y conflictos
que ello conlleva. Se exige una existencia cristiana en la tensión entre diálogo y martirio, entrega al mundo y contratestimonio
bajo la señal de la cruz. El justo discernimiento de los espíritus no es siempre fácil. A menudo el cristiano se acomodará, pero
nadie puede sustraerle su propia decisión. Al contrario, tiene que haber en la iglesia mucho más espacio para la tolerancia, el
respeto y el estímulo para tales decisiones. La mejor ayuda que puede ofrecer la iglesia en estos casos es la oferta de una
formación cualificada de la fe y de la conciencia.
Finalmente una última. Tertuliano dijo una vez: "Un cristiano no es cristiano". Se es cristiano junto a otros formando parte de la
gran comunión de los santos. La comunión necesita de la comunicación. Esta se da de modo diferente en grupos, equipos de
matrimonios y de amigos, asociaciones, aunque la célula más importante sigue siendo la familia. Actualmente los movimiento
espirituales y las comunidades de base desempeñan un papel muy importante. Ambos representan una esperanza, para la iglesia.
A pesar de que su configuración concreta aún conlleva problemas, representan importantes señales del espíritu de Dios, son signos
de la configuración que comienza a tomar el apostolado de los laicos.

5. Indiferencia y secularismo.
Retomamos a los abuelos. En su época todos tenían algo que decir sobre la religión, todos eran algo, o bien católicos, la mayoría,
o de otras religiones. Había una minoría que eran ateos, es decir se planteaban la cuestión sobre Dios y la respondían de forma
negativa.

Por otro lado vivían un universo religioso. Habían días consagrados y especiales, los nombres tenían un referente religioso, la
misma vida se entendía desde la religión, a veces hasta en sus más mínimos detalles.

Hoy en día el número de creyentes aún es grande, el de ateos no es significativo, pero lo que sí ha aumentado mucho son los
indiferentes, los que no se plantean ninguna cuestión sobre Dios: ¡ni fu ni fa! No va con ellos. Son los indiferentes

Por otro lado se está pasado de una visión de la vida donde el elemento religioso ya no es el vertebrador de todo a una visión
donde este elemento queda excluido. Se pasa de la secularidad al secularismo.

¿Cómo describir la «indiferencia religiosa»?


No cabe definir con precisión este fenómeno. Pero sí es posible describirlo. Se trata de una tendencia compleja, caracterizada
subjetivamente por la ausencia de inquietud religiosa y objetivamente por la afirmación de la irrelevancia de Dios y de la
dimensión religiosa de la vida: aunque Dios existiese, no sería un valor para el indiferente.

El indiferente vive en la despreocupación frente a lo religioso. No se pronuncia ni a favor ni en contra de Dios. La problemática
religiosa no le interesa. Para él, lo decisivo es la realidad inmediata: los objetivos profesionales, el éxito, el poder, el dinero, el
placer, el consumo. Vive sin horizonte trascendente. Pero la indiferencia no constituye una ideología, sino una mentalidad: se
extiende como una atmósfera envolvente.

Tipos de «indiferencia»
De un fenómeno de perfiles tan confusos no es posible establecer una clasificación estricta, pero sí señalar ciertos elementos
característicos que nos permitan dibujar una tipología sobre la base de las actitudes de los indiferentes y de las motivaciones o
experiencias que les han conducido a la indiferencia.

1. Indiferencia por alejamiento progresivo. Se trata de un progresivo distanciamiento de la fe. Poco a poco, la persona se aleja de
la práctica sacramental y religiosa. Los contenidos de la fe van perdiendo vigencia personal cuando no son comprendidos,
posiblemente porque han sido trasmitidos de forma deficiente. No se percibe su importancia en la vida cotidiana y se van
diluyendo en un sincretismo religioso que se aparta definitivamente del «universo cristiano» o se elabora una especie de
«cristianismo a la carta». La indiferencia se desarrolla así silenciosamente al socaire del ambiente.

2. Indiferencia por absorción psicológica. Con una escasa formación religiosa, debida a una débil socialización creyente, los
individuos se encuentran inermes ante tareas e intereses que psicológicamente les absorben y, poco a poco, anulan la opción
religiosa. Se trata de un conflicto de valores que, aun sin vivirlo de forma dramática, produce un vacío religioso, pues canaliza las
fuerzas hacia proyectos personales que llenan la vida cotidiana.

3. Indiferencia religiosa por compromiso de carácter social, político, cultural. Aunque conectada con la anterior, en ésta suele darse
una actitud más consciente, una voluntad que se decide ante una falsa alternativa: o la fe o el compromiso humano. La persona ya
no percibe que la fe aporte algo específico a su compromiso humano. Y dicho compromiso, descubierto al margen de la fe, llena
determinados ámbitos de la existencia, y los desafíos que plantea ocupan y preocupan de tal forma al individuo que ya no hay sitio
para la dimensión religiosa.

4. Indiferencia como salida a un conflicto personal. Si en todas las formas de increencia la biografía del individuo juega un papel
decisivo, en el caso de la indiferencia los conflictos personales van minando la estructura creyente de la persona. Son conflictos
que se han ido acumulando: los errores pedagógicos en la transmisión de la fe, las presiones que tienen lugar en el ámbito de la
familia apelando a los dogmas y a la moral cristiana, las experiencias frustrantes con creyentes, sobretodo con gente de iglesia,
etc. El cansancio, el despecho o la agresividad hacen el resto. La indiferencia religiosa es aceptada como una «tierra de nadie»,
donde ya no hay preguntas ni dudas ni crisis que puedan perturbar.
Factores que desencadenan o fomentan la indiferencia
En la indiferencia, el sistema religioso de símbolos ha perdido su capacidad de motivación: no funciona. Se abandona por
inservible. Pero esta opción va ligada a un contexto cultural que influye decisivamente sobre el sistema de valores. Señalemos
algunos factores en concreto:

1. La secularización del mundo occidental ha sido, al parecer, un factor determinante para la aparición de la indiferencia religiosa.
El proceso de secularización puede ser descrito como una emancipación por parte de la realidad terrena del control religioso y del
dominio de la religión cristiana, ejercido en la antigüedad y el medioevo. Resultado de este proceso es un mundo autónomo,
campo para la libre investigación, creación y planificación por parte del ser humano.

Secularismo es un concepto distinto que implica la absolutización de la secularización como cosmovisión que excluye cualquier otra
interpretación. La secularización es un complejo concepto cultural e histórico. En cambio, el secularismo es una ideología
excluyente y totalitaria. La secularización concede a la religión una oportunidad. El secularismo, ninguna.

De cara a la religión, la secularización implica una gran libertad individual, un ambiente de respeto y tolerancia, pero también una
gran soledad, si se prescinde de un grupo religioso de referencia. Esto constituye un desafío que puede hacer madurar una opción
religiosa personalizada o puede desembocar en un naufragio total de la fe aceptada por herencia social. Perdidos los apoyos
sociales que sostenían tradicionalmente el universo simbólico religioso, en una sociedad secularizada pueden aparecer como
irrelevantes Dios, la fe, la salvación eterna, etc. Bastarán determinados conflictos personales para hacer que una débil opción de fe
se vaya diluyendo en la indiferencia religiosa.

2. El pluralismo social puede también facilitar la indiferencia religiosa porque, al fragmentar la realidad social, crea una enorme
dispersión de intereses. La religión es desplazada hacia un espacio sectorial o incluso marginal porque, al generarse una situación
de «mercado», todas las religiones e ideologías pueden ofertarse con libertad en un clima de respeto y tolerancia. Aunque esta
tolerancia no implica de por sí permisividad ni relativismo, la confusión y la duda acechan a los creyentes que no se han
preocupado en formarse de acuerdo con las nuevas circunstancias.Alejados de sus «estructuras de plausibilidad» -comunidades o
grupos en los que se vive experiencialmente el sentido del propio «universo simbólico»- se hace inminente la caída en un
sincretismo religioso que está a un paso de la indiferencia religiosa.

3. Dificultades experimentadas en las celebraciones litúrgicas. Cierto que el Vaticano II hizo un enorme esfuerzo por renovar la
liturgia. Pero ahora nos damos cuenta de que no basta con usar las lenguas vernáculas, si en nuestro contexto cultural y social los
signos y símbolos de que se echa mano en ella resultan opacos y, por consiguiente, no transmiten ya el testimonio del amor y la
belleza de Dios. Al no entender lo que se dice y se realiza es normal que se abandone la práctica religiosa y se sitúe uno en el
plano inclinado de la indiferencia religiosa.

4. Ligado con la liturgia, está el problema de la comprensión del lenguaje religioso. Durante siglos, el lenguaje de la fe ha gozado
de una enorme estabilidad. Aceptado sin graves dificultades, ese lenguaje estaba profundamente unido a la vida cotidiana y a la
concepción de la realidad. Ahora el cristiano vive de la misma experiencia fontal de otras generaciones, pero su horizonte de
comprensión es completamente distinto. Con ello resulta que el lenguaje religioso conserva la mayoría de las expresiones y
simbolismos tradicionales, a pesar de que no logran hoy trasmitir de forma adecuada la experiencia cristiana, porque no conectan
con el mundo interior y con las experiencias históricas del hombre actual. Un lenguaje de fe incomprensible influye enormemente
en el proceso que conduce a la indiferencia religiosa.

Preguntas para la reflexión:


- ¿Qué religiones profesan nuestros alumnos?, ¿qué conocimiento tengo de ellas?, ¿y de la propia?.

-Respecto a los nuevos movimientos religioso-espírituales, ¿qué elementos descritos aquí se dan más en nuestros ambientes?

-¿Qué elementos culturales crees que separan a nuestros jóvenes del mensaje evangélico?

-¿Eres consciente que, como laico que eres, tienes una misión a realizar en la Iglesia?, ¿cómo podría ser esa misión laical en el
ámbito del colegio?

-¿Qué crees que se debería hacer desde el colegio para “espabilar el oído” a los indiferentes a las cosas de Dios?

Otros temas
O.- Otros
 1.- Francisco y los leprosos: ¡un nuevo modo de entender la vida!
 El franciscanismo, contestación permanente en la Iglesia. (1)
 El franciscanismo rechaza la dictadura del dinero. (2)
 El francicanismo rechaza el orden establecido y la sociedad inmutable. (3)
 El franciscanismo. Conclusión. (4)

I. La familia educadora
Es un conjunto de apuntes sacados de los más diversos medios de comunicación que tratan de asuntos relacionados con la familia que debe
educar. Entrar.

II. La minoridad de San Francisco de Asís según sus escritos.


San Francisco de Asís comienza su Regla designando a los miembros de su Orden con el título de "Hermanos Menores". Este título da a la
Orden las dos características que la definen, por un lado la Fraternidad, que hace de los individuos hermanos por ser hijos de Dios, y por
otro lado la Minoridad, que les da una posición entre sí y ante los demás de últimos y siervos de todos. El objeto de este trabajo es este
segundo aspecto, es decir, la Minoridad en los Escritos de san Francisco de Asís. Siga leyendo.

Trabajo del Hno Fernando Hueso Iranzo.

III. La oración afectiva en San Pedro de Alcántara


Es el tema siempre importante, el más importante, de nuestra relación con Dios. San Pedro de Alcántara habla de él como verdadero
entendido, verdadero practicante de la oración. Siga leyendo.

Trabajo del Hno José Juan López Valdivieso.

Los colegios suelen quejarse de la poca de educación que los alumnos traen de sus casas. Y los papás se quejan de lo poco educadores que
son los colegios. Puede que los dos tengan parte de razón, pero no es cuestión de seguir por este camino, sino de intentar colaborar.

Tengo experiencia de que se colabora mucho. Los papás acuden al colegio para saber la opinión de los tutores y profesores y para
preguntar de qué modo su hijo puede mejorar.

Y los profesores se preocupan de tratar al niño según sus necesidades en cada momento. Y los tutores comunican a los profesores las
dificultades de cada alumno si es que las tienen y los padres o los mismos alumnos se las han indicado.

No se trata, pues, de buscar culpables a quien echar culpas. Sólo se pretende buscar material que pueda orientar a los padres en su tarea
educadora. Su ayuda en esta búsqueda será siempre bien recibida.

12 jul 2013. Pegar una bofetada a un hijo puede costar la cárcel a los padres

¿No es desproporcionado que un padre se enfrente a un año de cárcel por dar una bofetada a su hija? Esta es la pregunta que se hace la
abogada de un padre zaragozano que se ha enfrentado a una acusación de un delito de violencia doméstica por dar una bofetada a su hija
de 16 años.

Adiós a la cultura del esfuerzo

Vemos cómo los padres se doblegan ante las peticiones continuas de sus hijos: ellos son los que marcan el horario de las comidas, de ver la
televisión, de irse a la cama y de levantarse.

2 nov 10. El niño, un tirano sin piedad. Hispanidad, diario digital.

La propaganda transforma al niño en un tirano que exige sin parar nuevos productos que la TV le muestra como moda.

Decálogo para formar un delincuente.


Aviso importante a los padres que no quieren caer en ese error.

24 ags 08. Violencia contra los padres. Javier Arnal, Las Provincias

En este periódico de Valencia, en su página -- aparece un artículo con este título. Estaba claro que teníamos que llegar a esto. No se
puede legislar en un sentido dejando desatendida la otra parte del problema. El artículo no aporta soluciones, pero pone nombre y apellidos
a una situación.

10 abr 08. En el país de los solos. Alfa Omega,

Interesante la lectura de este breve artículo contra todos los que nos hace creer que el divorcio sólo trae felicidad. Es lo que dice la mayoría
políticamente correcta en este momento.

Estamos hartos de oír a padres que se justifican porque sus hijos les han dicho: "Papá (mamá), tú tienes derecho a ser feliz, a reconducir
tu vida". Ellos saben que los hijos no dicen lo que no se les ha repetido muchas veces. Elos saben la de veces que han tenido que
adoctrinar a sus hijos para que digan lo que ellos quieren oír.

Violencia en las aulas, ABC 10 nov 06, pág. 22

Así tutulaba esa página el periódico. Y tres titulares grandes: Un pariente de un alumno gitano agrede al bedel del colegio en León; Valencia
sancionará a los padres en los casos de conflictividad escolar; Los expertos identifican la violencia escolar con la crisis de modelo de familia.

Vamos a hacer referencia al tercer artículo.

Diversas autoridades hablan sobre la familia

En Valencia se tuvo, del 5 al 8 de julio de 2006, un Congreso Teológico-Pastoral del V Encuentro Mundial de las Familias. En él hablaron
diversas autoridades de la Iglesia. Hemos entresacado algunas de las frases que se pronunciaron.

Cuando un hijo te dice ¡¡¡No te metas en mi vida!!!

¿Qué respondo a mi hijo cuando me esa pregunta inquisitiva? Esta podría ser mi respuesta: ¡Hijo, un momento, no soy yo el que se ha
metido en tu vida, tú te has metido en la mía!

Pequeñas grandes frases.

Son, como su título quiere decir, frases entresacadas de aquí y de allá que contienen una enseñanza para nuestro momento actual.
Agradecemos la colaboración de los que nos las van facilitando.

En una atmósfera de amor. Luis Riesgo Méndez

Juan Pablo II señaló, en la Exhortación apostólica Familiaris consortio, cuatro soportes esenciales sobre los que se asienta el éxito de toda
labor educativa: el amor a los hijos, la unión entre los esposos, el ejemplo de los padres y el diálogo padres-hijos

Niños sobrecargados. María Martínez López

Muchos niños alargan su horario escolar debido a las actividades extraescolares. Sus defensores argumentan que, así, aprenden y están
entretenidos durante un tiempo en que los padres no pueden estar con ellos. Pero ¿qué están perdiendo a cambio?

Juventud frágil, de una entrevista con Javier Elzo

Habla de la violencia juvenil y estudia entre las causas la "familia nominal" que no educa, que no orienta, que sólo permite.

Nuestros comentarios, como siempre, están al final de cada apartado.

De una entrevista con Eduard Estivill, pediatra, y Montse Doménech

Del artículo entresacamos algunas opiniones sobre las normas dentro de casa, el dormir, la alimentación, la violencia escolar y la
indisciplina, el orden en las cosas del niño, las separaciones de los padres...

Nos permitimos comentarlas brevemente. En casi todo estamos de acuerdo.

El padre, hoy, más ausente de la familia que nunca

¿Se puede educar a un hijo al que no se conoce? ¿Es indispensable la figura del padre en la familia?
¿Influye la generalizada ausencia paterna en nuestra sociedad? ¿Existe verdaderamente el síndrome del padre ausente?
¿Tiene consecuencias psicológicas sobre los niños? La figura paterna se diluye entre el ruido y la prisa; pero las consecuencias pasan
factura y no se hacen esperar
Consecuencias de la ausencia del padre en la familia

El cine español muestra las consecuencias de la ausencia del padre en la familia. El crítico de cine Juan Orellana analiza este fenómeno
social en un puñado de películas españolas

Ocio y tiempo libre

Es importante en nuestra sociedad actual el tiempo que dedicamos al ocio. Se puede entender "ocio" como sinónimo de no hacer nada, de
perder el tiempo. Los padres y educadores tienen una labor a realizar enseñando a sus hijos y educandos a entender este concepto y a
obrar en consecuencia.

El niño, un tirano sin piedad


Me llama la atención este artículo aparecido en Hispanidad, un periódico digital. El niño es víctima de la publicidad sin defensa. La defensa
tiene que ser la familia que le explique lo que se puede comprar y lo que no. Lo que no y lo que sí le conviene. Si además se le indica,
como dice en el artículo, "a felicidad está más en compartir que en poseer; más en ser que en tener; más en dar que en recibir; más en la
austeridad que en el despilfarro"

2 nov 10.- La publicidad busca al niño desesperadamente. El niño pide cosas vehementemente a sus padres. Y los progenitores les compran
de todo. He aquí el triángulo de la actual sociedad del consumo infantil.

El director del Centro de Investigaciones y Documentación sobre el Consumo en Francia afirma que los chiquillos, desde los 3 años, son
consumidores directos y ordenan a sus padres lo que se debe comprar y, por otra parte, el Instituto del Niño Francés ha calculado que los
niños gastan más de 3.800 millones de euros. Además determinan el 75% de las compras de cereales y el 73% de las de leche fermentada,
el 72% de las actividades de ocio y el 43% del lugar donde se disfrutarán las vacaciones.

Los chavales al llegar al colegio empiezan a compararse con sus compañeros de pupitre. ¿Qué mochila cuelga a la espalda o qué camiseta y
modelo de zapatillas deportivas lleva puestas? La espiral de la comparación y de los primeros brotes de envidia están servidos. Desea lo
que tienen sus nuevos amigos, aunque lo suyo pueda ser más caro y de mejor calidad.

Cuando sale del colegio empieza a pedir todos esos objetos de deseo. Y los progenitores harán todo lo posible por satisfacer los caprichos
del rey de la casa. El niño pasa a ser un tirano sin piedad.

Los padres y profesores deben saber que la felicidad está más en compartir que en poseer; más en ser que en tener; más en dar que en
recibir; más en la austeridad que en el despilfarro. Entre todos debemos educar a los niños en el consumo responsable.

La publicidad dirigida a los niños debe estar cuidada hasta el último detalle. El público infantil es un público objetivo decisivo de la audiencia
y su condición de ser indefenso ante los mensajes, hacen que la publicidad infantil deba estar tutelada por una regulación responsable.

La otra crisis: Adiós a la cultura del esfuerzo


Hispanidad, martes, 17 de agosto de 2010
http://www.hispanidad.com/noticia.aspx?ID=138107

Algunos piensan que la juventud es un divino tesoro que se va para no volver. Pero otros opinan que los adultos no tienen nada que
envidiar a la juventud de hoy en día, y que por nada del mundo cambiarían su madurez por la lozanía que dan los pocos años.

Y es que, desde bien pequeñitos, vemos cómo los padres se doblegan ante las peticiones continuas de sus hijos: ellos son los que marcan
el horario de las comidas, de ver la televisión, de irse a la cama y de levantarse. Ellos son los que patalean sin descanso hasta que
consiguen estar en brazos de su padre, regocijarse con su chupete reseco, comer lo que les apetece, recostarse en el lecho marital, visionar
los dibujos animados cien veces vistos…

Pasarán los años y, si los padres no entran en razones y se ponen en su sitio, el malcrío de los hijos irá a más: su madre le hará la cama y
le llevará la ropa sucia al lavadero, su padre le preparará el desayuno, el almuerzo y la merienda, el abuelo cargará con su mochila camino
del colegio, las tardes las pasarán en el parque y viendo sus programas favoritos, la hora de irse a dormir será una incógnita permanente…

Y así un año tras otro, en toda circunstancia, en todo tiempo y lugar el niño tendrá siempre la razón de su parte, porque sus padres no han
ejercido la suya nunca jamás. Por eso, para nada servirán los reproches de los maestros y profesores, los consejos de sus familiares, las
advertencias de sus vecinos… su hijo se saldrá siempre con la suya.

La falta de voluntad, el inexistente esfuerzo y la ausencia de contradicciones ha infectado todas las actividades juveniles, hasta las
deportivas. Ahí están las declaraciones de Toni Nadal, tío y entrenador de nuestro tenista campeón, que ve con pesimismo el futuro de
nuestro deporte, pues "la juventud tiene menos espíritu de sacrificio, por lo que hay que adaptarse a la nueva situación". Sí, hay que
acomodarse a su actual ritmo de trabajo, bajar la exigencia y aportar nuevos alicientes para que el joven siga practicando ese deporte que
le podría llevar a la élite.

La ausencia de contradicciones, de la cultura del esfuerzo, tendrá en el joven consecuencias graves en un futuro cercano, cuando la
influencia de sus padres en su entorno desaparezca, cuando llegue a la universidad, ocupe un puesto de trabajo, y se enfrente a la
frustración del fracaso antes nunca vivido.

Y pasarán los años, y muchos de ellos ni se plantearán formar un nuevo hogar, pues, mientras sus padres estén ahí... Sólo los más audaces
se lanzarán a esta aventura, pero pronto echarán la toalla cuando lleguen nuevas contradicciones, negaciones a sus deseos y obligaciones
extra con la llegada de la prole.

Pasarán los años, y sus padres llegarán a la ancianidad y a la dependencia. Una dependencia que ellos no querrán asumir. Y seguirá
aumentando el número de residencias de ancianos, pero también su coste y la disminución de la herencia futura. Así que aprobarán por ley
la eutanasia obligatoria a los ochenta años. Y seguirán disfrutando de su vida vacía, malgastando los bienes que sus padres consiguieron
con esfuerzo y tenacidad.

Pasarán los años y llegará el día de su ochenta cumpleaños. Quizá entonces sean conscientes de su grave error, pero ya será demasiado
tarde: morirán arruinados y sin nadie que les llore.

Jesús Asensi Vendrell

Pegar una bofetada a un hijo


puede costar la cárcel a los padres
Ese es el titular de un artículo aparecido en el periódico ABC el 10 de julio de 2013.

¿No es desproporcionado que un padre se enfrente a un año de cárcel por dar una bofetada a su hija? Esta es la pregunta que se hace
María José Andrés, la abogada de un progenitor zaragozano que se ha enfrentado a una acusación de un delito de violencia doméstica por
dar una bofetada a su hija de 16 años. «Ella le exigió que pagara los 140 euros que costaba la pantalla de su móvil, que se había
estropeado –explica la letrada–. Ante la negativa del padre, la hija comenzó a insultarle y a dar golpes, hasta el punto de que rompió una
puerta. Mi cliente ha reconocido que le dio una bofetada para corregir ese comportamiento de rebeldía. Pero el fiscal pidió la pena máxima
de un año de prisión y tres años de alejamiento y de privación de comunicación por un delito de violencia doméstica».

Me gustaría que leyeran todo el artículo con tranquilidad. Al autor le parece mal que se imponga una pena tan desproporcionada al padre.
Pero que le parece bien porque la ley así lo dice. Pero que un alto porcentaje de universitarios revela haber recibido un bofetón más de una
vez...
Y finalmente no sabes si al autor le parece bien o mal. Lo cierto es que las leyes nos cuidan cada vez más, nos llevan al bien cada vez más,
nos dicen lo que se tiene que hacer en mi casa... Y hacen la vida imposible a los matrimonios y la educación en familia se va conviertiendo
en algo súmamente difícil.

Los legisladores tendrían que tener más presente que no todo puede estar legislado. Que se cometen abusos, pero que la legislación
exagerada lleva a otros resultados no deseados:

La exagerada ley contra la violencia machista, con sus jueces (y juezas) que siguen lo políticamente correcto y siempre terminan por dar la
razón a la mujer, está produciendo un efecto no deseado: no nos casamos, vivimos juntos y si algo va mal, cada uno por su lado.

Se ha terminado el amor, la confianza, el proyecto común, la unión de bienes... Sólo queda el enamoramiento pasajero, y la gran
desprotección de la mujer si no tiene medios propios de subsistencia y el abandono de los hijos. Tremendamente injusto pero previsible
tras aprobarse una ley que pensaba que iba a solucionar la violencia conyugal.

Un caso más de este Gran hermano, de estos partidos socialistas de izquierdas o de medio centro que se han propuesto disolver la familia
educadora, la familia como último recurso de trasmisión de valores éticos.

— La otra crisis: Adiós a la cultura del esfuerzo


Hispanidad, martes, 17 de agosto de 2010
http://www.hispanidad.com/noticia.aspx?ID=138107

Algunos piensan que la juventud es un divino tesoro que se va para no volver. Pero otros opinan que los adultos no tienen nada que
envidiar a la juventud de hoy en día, y que por nada del mundo cambiarían su madurez por la lozanía que dan los pocos años.

Y es que, desde bien pequeñitos, vemos cómo los padres se doblegan ante las peticiones continuas de sus hijos: ellos son los que marcan
el horario de las comidas, de ver la televisión, de irse a la cama y de levantarse. Ellos son los que patalean sin descanso hasta que
consiguen estar en brazos de su padre, regocijarse con su chupete reseco, comer lo que les apetece, recostarse en el lecho marital, visionar
los dibujos animados cien veces vistos…

Pasarán los años y, si los padres no entran en razones y se ponen en su sitio, el malcrío de los hijos irá a más: su madre le hará la cama y
le llevará la ropa sucia al lavadero, su padre le preparará el desayuno, el almuerzo y la merienda, el abuelo cargará con su mochila camino
del colegio, las tardes las pasarán en el parque y viendo sus programas favoritos, la hora de irse a dormir será una incógnita permanente…

Y así un año tras otro, en toda circunstancia, en todo tiempo y lugar el niño tendrá siempre la razón de su parte, porque sus padres no han
ejercido la suya nunca jamás. Por eso, para nada servirán los reproches de los maestros y profesores, los consejos de sus familiares, las
advertencias de sus vecinos… su hijo se saldrá siempre con la suya.

La falta de voluntad, el inexistente esfuerzo y la ausencia de contradicciones ha infectado todas las actividades juveniles, hasta las
deportivas. Ahí están las declaraciones de Toni Nadal, tío y entrenador de nuestro tenista campeón, que ve con pesimismo el futuro de
nuestro deporte, pues "la juventud tiene menos espíritu de sacrificio, por lo que hay que adaptarse a la nueva situación". Sí, hay que
acomodarse a su actual ritmo de trabajo, bajar la exigencia y aportar nuevos alicientes para que el joven siga practicando ese deporte que
le podría llevar a la élite.

La ausencia de contradicciones, de la cultura del esfuerzo, tendrá en el joven consecuencias graves en un futuro cercano, cuando la
influencia de sus padres en su entorno desaparezca, cuando llegue a la universidad, ocupe un puesto de trabajo, y se enfrente a la
frustración del fracaso antes nunca vivido.

Y pasarán los años, y muchos de ellos ni se plantearán formar un nuevo hogar, pues, mientras sus padres estén ahí... Sólo los más audaces
se lanzarán a esta aventura, pero pronto echarán la toalla cuando lleguen nuevas contradicciones, negaciones a sus deseos y obligaciones
extra con la llegada de la prole.

Pasarán los años, y sus padres llegarán a la ancianidad y a la dependencia. Una dependencia que ellos no querrán asumir. Y seguirá
aumentando el número de residencias de ancianos, pero también su coste y la disminución de la herencia futura. Así que aprobarán por ley
la eutanasia obligatoria a los ochenta años. Y seguirán disfrutando de su vida vacía, malgastando los bienes que sus padres consiguieron
con esfuerzo y tenacidad.

Pasarán los años y llegará el día de su ochenta cumpleaños. Quizá entonces sean conscientes de su grave error, pero ya será demasiado
tarde: morirán arruinados y sin nadie que les llore.

Jesús Asensi Vendrell

Pegar una bofetada a un hijo


puede costar la cárcel a los padres
Ese es el titular de un artículo aparecido en el periódico ABC el 10 de julio de 2013.

¿No es desproporcionado que un padre se enfrente a un año de cárcel por dar una bofetada a su hija? Esta es la pregunta que se hace
María José Andrés, la abogada de un progenitor zaragozano que se ha enfrentado a una acusación de un delito de violencia doméstica por
dar una bofetada a su hija de 16 años. «Ella le exigió que pagara los 140 euros que costaba la pantalla de su móvil, que se había
estropeado –explica la letrada–. Ante la negativa del padre, la hija comenzó a insultarle y a dar golpes, hasta el punto de que rompió una
puerta. Mi cliente ha reconocido que le dio una bofetada para corregir ese comportamiento de rebeldía. Pero el fiscal pidió la pena máxima
de un año de prisión y tres años de alejamiento y de privación de comunicación por un delito de violencia doméstica».

Me gustaría que leyeran todo el artículo con tranquilidad. Al autor le parece mal que se imponga una pena tan desproporcionada al padre.
Pero que le parece bien porque la ley así lo dice. Pero que un alto porcentaje de universitarios revela haber recibido un bofetón más de una
vez...

Y finalmente no sabes si al autor le parece bien o mal. Lo cierto es que las leyes nos cuidan cada vez más, nos llevan al bien cada vez más,
nos dicen lo que se tiene que hacer en mi casa... Y hacen la vida imposible a los matrimonios y la educación en familia se va conviertiendo
en algo súmamente difícil.

Los legisladores tendrían que tener más presente que no todo puede estar legislado. Que se cometen abusos, pero que la legislación
exagerada lleva a otros resultados no deseados:

La exagerada ley contra la violencia machista, con sus jueces (y juezas) que siguen lo políticamente correcto y siempre terminan por dar la
razón a la mujer, está produciendo un efecto no deseado: no nos casamos, vivimos juntos y si algo va mal, cada uno por su lado.

Se ha terminado el amor, la confianza, el proyecto común, la unión de bienes... Sólo queda el enamoramiento pasajero, y la gran
desprotección de la mujer si no tiene medios propios de subsistencia y el abandono de los hijos. Tremendamente injusto pero previsible
tras aprobarse una ley que pensaba que iba a solucionar la violencia conyugal.

Un caso más de este Gran hermano, de estos partidos socialistas de izquierdas o de medio centro que se han propuesto disolver la familia
educadora, la familia como último recurso de trasmisión de valores éticos.


Decálogo para formar un delincuente
El popular juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias educativas y orientadoras, ha publicado un libro
'Reflexiones de un juez de menores' (editorial Dauro) en el que inserta un 'Decálogo para formar un delincuente'. Es muy interesante, y
dice así:

1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2: No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3: Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas
4: No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5: Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6: Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se
llene de basura.

7: Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia
conducta, quede destrozada para siempre.

8: Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechara que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9: Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10: Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra
su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.

— Violencia contra los padres


Están aumentando las agresiones de menores de edad contra sus padres. Las secciones de menores de le Fiscalías en España lo confirman
con datos. Podemos argumentar que siempre ha habido violencia de todo tipo: entre naciones y en las familias, violencia doméstica en sus
variadas formas, etc. No se puede negar este argumento. También se podría argumentar que tal vez habría que ponderar el dato en
función del aumento de población de nuestro país. O incluso estudiar cada uno de los casos en que hay agresiones de menores a sus
padres, para ver puntos en común.

Lo fácil es relativizar el dato, para no inquietarnos y seguir mirando hacia otro lado sin indagar las causas y, por tanto, sin poner remedio.
¿Por qué no se conoce apenasen la opinión pública este dato del aumento de las agresiones de menores a sus padres? Probablemente
porque tal vez es - ternos delante de la agresión más dolorosa y hasta los propios padres agredidos prefieren sufrir en silencio las
vejaciones de sus vástagos. Es muy humano y comprensible que un padre, una madre, haga ese sacrificio, pero no es lo mejor ni para la
sociedad ni para su propio hijo: así se crían, crecen y aumentan los delincuentes en nuestra sociedad, agrediendo a sus padres.

Nuestra sociedad está muy sensibilizada ante una parte de la violencia doméstica, que es la que sufren las mujeres. Durante años, han
callado, y todos hemos de seguir ofreciéndoles altavoces voces y ayuda. Apenas se habla de los casos de maridos que sufren violencia física
o psíquica por parte de su mujer: este dato también habrá que analizarlo en alguna ocasión. ¡Pero, es que se esconde totalmente el
fenómeno del aumento de las agresiones de menores a sus padres!

¿Por qué estamos asistiendo a este fenómeno delictivo en silencio? Porque es una consecuencia de una enfermedad grave que padecemos:
la anulación del esfuerzo y de la autoridad en la familia. Niños consentidos, caprichosos hasta límites insospechados -sólo con los casos que
cada uno conocemos habría documentación para una tesis doctoral-, acostumbrados a la facilonería sistemática, que odian y rechazan el
sacrificio, acaban siendo tiranos violentos en su casa, donde nadie les obliga a comer a una hora determinada ni a regresar a casa cuando
estiman conveniente sus padres. Menores de edad que ven a sus padres -sobre todo a sus madres- como esclavos a su servicio.

No es tan sencillo el diagnóstico, por supuesto. También los centros educativos deberían replantearse su tarea, pero me consta que muchos
profesores lo intentan sin éxito: simplemente, comprueban que la educación originariamente se recibe en el seno familiar principalmente, y
luego otras instancias pueden colaborar, como es el caso del centro educativo o de los medios de comunicación. Así de claro: hay que
responsabilizar a los padres.

Y, mirando a los padres, parece que nos adentremos en un laberinto para encontrar soluciones. ¿Qué esfuerzo o valores pueden enseñar a
sus hijos matrimonios que viven casi exclusivamente pensando en el bienestar material? ¿Qué sentido de entrega y servicio pueden
enseñar matrimonios que se disuelven como un azucarillo, acudiendo a la separación o al divorcio a las. primeras dificultades? No pretendo
ahogar al lector con estos interrogantes, sino simplemente intento acertar un poco en el diagnóstico, porque de lo contrario todo lo que se
proponga como soluciones serán auténticos "parches".

Oímos hablar de "educar en valores", "educar en el esfuerzo", y asentimos. ¿Tienen esos valores los padres? Son los padres los que han de
asumir su responsabilidad, y entre todos hemos de crear un caldo de cultivo donde la familia recupere su esencia. Después, habrá que
revisar la legislación divorcista, que favorece el divorcio al máximo. como si fuera un cambio de cromos: ZP ha hecho un nefasto servicio
con el "divorcio exprés". Y por eso sucede lo que sucede: que hasta aumentan los casos de agresiones de menores de edad a sus padres.
Mientras tanto, soy partidario de rebajar la edad penal a los 12 años sería una señal de claro cambio, sobre todo porque los adultos
reconoceríamos la tragedia actual.

JAVIER ARTAL. Las Provincias. pág 38. Valencia 24 ags 08

Decálogo para formar un delincuente


El popular juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias educativas y orientadoras, ha publicado un libro
'Reflexiones de un juez de menores' (editorial Dauro) en el que inserta un 'Decálogo para formar un delincuente'. Es muy interesante, y
dice así:

1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2: No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3: Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas
4: No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5: Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6: Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se
llene de basura.

7: Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia
conducta, quede destrozada para siempre.

8: Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechara que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9: Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10: Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra
su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.


Creando un país de personas que viven solas
Coca Cola ha publicado un informe en el que se aventuran las claves de la felicidad. Resulta que las personas que se consideran más felices
están casados y tienen hijos. Pero John Carlin, en El PaísSemanal, no está de acuerdo; en un reportaje sobre Islandia lo declara el mejor
país del mundo para vivir, por tres razones: es el país con el índice de natalidad más elevado de Europa, el que tiene la mayor tasa de
divorcios, y aquel en el que el mayor número de mujeres trabaja fuera de casa. Sorprende que, en los asuntos del corazón, el divorcio se
siga considerando un índice de bienestar. En esta sociedad de cada vez más solos, el psiquiatra don Luis Rojas Marcos afirma, a El País,
que «la calidad de vida es la calidad de las relaciones que uno tiene. Las personas que no pueden relacionarse son las que más sufren».

José María Contreras, en La Gaceta, apuesta por el matrimonio en su artículo sobre la violencia doméstica: «Nunca los sentimientos han
podido ser regulados por leyes. La mezcla de ira, venganza y obsesión hace que las soluciones haya que tomarlas antes. Hay que prevenir.
La solución al problema viene por el campo de la educación; y otra manera de afrontar el problema es potenciando el matrimonio. Las
estadísticas de 2006 indican que se produjo un asesinato por cada 300.000 matrimonios, mientras que en el caso de las parejas de hecho
fue de uno por cada 50.000 parejas». Revelador.

Los costes del divorcio son múltiples, y afectan a las personas a todos los niveles, desde el económico hasta el afectivo. Escribe John
Flynn para la agencia Zenit: «Un informe de la Comisión de Conferencias Episcopales de Europa (COMECE) mantiene que la ruptura de la
vida familiar da como resultado altos costes sociales y económicos para la sociedad y los Gobiernos. La ruptura de los matrimonios es, en
muchos casos, un desastre psicológico y moral para ambas partes, y los niños implicados suelen sufrir experiencias
traumáticas, advertía el informe. De 1980 a 2005 el número de divorcios ha aumentado en más de un 50%, según el documento. Y sólo
en los últimos 15 años ha habido más de 13,5 millones de divorcios, que han afectado a más de 21 millones de niños. Los hijos que viven
sólo con un padre o con una madre corren un riesgo mayor de pobreza, observaba el informe. Por eso, reducir el número de divorcios
ayudaría a reducir este riesgo para los niños». Y hace una serie de propuestas, desde una mejor preparación al matrimonio, a un mayor
apoyo de las instituciones educativas y empresas a las pareja, pasando por el apoyo económico para que las parejas jóvenes encuentren un
hogar».

Al final, las cosas caen por su propio peso. Zenit recoge estas palabras de Rafael Navarro Valls: «Tanto los estudios más recientes del
CIS como los estudios de valores o de juventud asignan a la familia la máxima importancia en la vida, por encima de los amigos, el trabajo
o la competencia profesional. En una valoración de 1 a 10, la familia basada en el matrimonio y con hijos de ambos cónyuges alcanza más
de un 9 de puntuación, siendo el más próximo al modelo ideal de familia».

Otro aspecto que influye en la felicidad y en la familia es el del trabajo. La amenaza de la liberalización de horarios comerciales en la
Comunidad de Madrid hace planear serias dudas sobre la conciliación laboral y familiar de los trabajadores de la capital. Escribe Isabel
Esparza en La Gaceta: «La vida real nos enfrenta a familias desestructuradas, a gente sola. Necesitamos mundos felices en los que
perdernos. Por eso, si las tiendas se planteasen una liberalización absoluta de horarios, 24 horas siete días a la semana, siempre habrá
gente dentro. El consumismo es una droga que nos libera, pero le sucede la sensación de vacío. Buscamos donde no debemos, y el
resultado sólo puede ser el desencanto».

Pero nuestro Gobierno -ni, muchas veces, nosotros mismos- todo esto no lo ve. Como esto siga así, nos tendremos que ir a vivir a Islandia.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo


juanluisvazquez@planalfa.es

Modelo de familia
Los expertos identifican la violencia escolar con la crisis del modelo
de familia

Los padres, por comodidad, trasladan a los profesores la autoridad que


no practican sobre sus hijos pese a que los docentes no tienen
instrumentos para poder ejercerla

Los padres no quieren asumir una figura autoritaria frente a sus hijos, ya que prefieren que el poco tiempo que pasan con ellos sea alegre.
Delegan esa función en las escuelas, pero se enfrentan a los profesores si estos imponen disciplina en el aula, desautorizándolos ante los
estudiantes. Los docentes se encuentran así atados de pies y manos, ya que por un lado los estudiantes llegan al colegio sin la llamada
«socialización primaria» -que antes se daba en las familias-, y por otro no tienen instrumentos para imponer su autoridad. El resultado son
profesores impotentes y alumnos indisciplinados, un caldo de cultivo para los cada vez más frecuentes casos de violencia escolar.
Éstas son algunas de las teorías que ayer se escucharon en el Congreso Familia y Escuela, organizado por la Generalitat Valenciana para
analizarla cada vez más dificil tarea de los docentes y enseñar a los padres a afrontar los problemas de violencia y acoso escolar. El
consejero de Educación, Alejandro Font de Mora, insistió durante la inauguración en la necesidad de recuperar «la sensación social de que
la familia es importante en el hecho educativo, que es un núcleo esencial sin el que el proceso educativo no puede evolucionar
favorablemente».

Para el catedrático de Filosofía Fernando Savater, «las familias ya no son lo que antes eran, los niños ya no ven en sus casas la figura de
autoridad y hoy lo único que siempre está en casa es la televisión».

Cómplices de la indisciplina
Durante su conferencia sobre «la familia en clave educativa», el filósofo destacó que es imprescindible que desde pequeños se imponga una
disciplina a los niños, ya que es algo de lo que no se van a librar de encontrase en algún momento de su vida. «Si no aprenden a respetar a
sus padres, tampoco respetarán a los profesores y esto acabará desembocando en faltas de respeto a cualquier miembro de la sociedad.
Tarde o temprano tendrá que enfrentarse a alguna autoridad y no sabrá como hacerlo», dijo.

Así, insistió en quelas familias deben ser conscientes de que la falta de valores provocará trastornos personales en el niño y que la libertad
exige un camino de disciplina.

Savater instó a los padres a asumir su propio rol, ya que no pueden ser amigos o hermanos de sus hijos, ni tampoco pueden dejar solos y
desamparados a los profesores, que se sienten «como criados que no pueden tocar a los niños para no crear problemas». Por último, alertó
que si las familias desautorizan a los profesores, se convierten en «cómplices de la indisciplina».

Dos esferas, una realidad


Por primera vez, representantes de la administración, docentes, padres y alumnos se sientan juntos para analizar sobre las actuaciones
más convenientes que se deben adoptar en las aulas para evitar la conflictivídad. El Congreso sobre «Familia y Escuela» se enmarca dentro
del Plan Previ, que incluye diversas iniciativas con las que la Generalitat Valenciana busca solucionar los problemas de la violencia escolar.

Luz Derqui publicado en ABC el 10 nov 06, pág 22.

Creando un país de personas que viven solas


Coca Cola ha publicado un informe en el que se aventuran las claves de la felicidad. Resulta que las personas que se consideran más felices
están casados y tienen hijos. Pero John Carlin, en El PaísSemanal, no está de acuerdo; en un reportaje sobre Islandia lo declara el mejor
país del mundo para vivir, por tres razones: es el país con el índice de natalidad más elevado de Europa, el que tiene la mayor tasa de
divorcios, y aquel en el que el mayor número de mujeres trabaja fuera de casa. Sorprende que, en los asuntos del corazón, el divorcio se
siga considerando un índice de bienestar. En esta sociedad de cada vez más solos, el psiquiatra don Luis Rojas Marcos afirma, a El País,
que «la calidad de vida es la calidad de las relaciones que uno tiene. Las personas que no pueden relacionarse son las que más sufren».

José María Contreras, en La Gaceta, apuesta por el matrimonio en su artículo sobre la violencia doméstica: «Nunca los sentimientos han
podido ser regulados por leyes. La mezcla de ira, venganza y obsesión hace que las soluciones haya que tomarlas antes. Hay que prevenir.
La solución al problema viene por el campo de la educación; y otra manera de afrontar el problema es potenciando el matrimonio. Las
estadísticas de 2006 indican que se produjo un asesinato por cada 300.000 matrimonios, mientras que en el caso de las parejas de hecho
fue de uno por cada 50.000 parejas». Revelador.

Los costes del divorcio son múltiples, y afectan a las personas a todos los niveles, desde el económico hasta el afectivo. Escribe John
Flynn para la agencia Zenit: «Un informe de la Comisión de Conferencias Episcopales de Europa (COMECE) mantiene que la ruptura de la
vida familiar da como resultado altos costes sociales y económicos para la sociedad y los Gobiernos. La ruptura de los matrimonios es, en
muchos casos, un desastre psicológico y moral para ambas partes, y los niños implicados suelen sufrir experiencias
traumáticas, advertía el informe. De 1980 a 2005 el número de divorcios ha aumentado en más de un 50%, según el documento. Y sólo
en los últimos 15 años ha habido más de 13,5 millones de divorcios, que han afectado a más de 21 millones de niños. Los hijos que viven
sólo con un padre o con una madre corren un riesgo mayor de pobreza, observaba el informe. Por eso, reducir el número de divorcios
ayudaría a reducir este riesgo para los niños». Y hace una serie de propuestas, desde una mejor preparación al matrimonio, a un mayor
apoyo de las instituciones educativas y empresas a las pareja, pasando por el apoyo económico para que las parejas jóvenes encuentren un
hogar».

Al final, las cosas caen por su propio peso. Zenit recoge estas palabras de Rafael Navarro Valls: «Tanto los estudios más recientes del
CIS como los estudios de valores o de juventud asignan a la familia la máxima importancia en la vida, por encima de los amigos, el trabajo
o la competencia profesional. En una valoración de 1 a 10, la familia basada en el matrimonio y con hijos de ambos cónyuges alcanza más
de un 9 de puntuación, siendo el más próximo al modelo ideal de familia».

Otro aspecto que influye en la felicidad y en la familia es el del trabajo. La amenaza de la liberalización de horarios comerciales en la
Comunidad de Madrid hace planear serias dudas sobre la conciliación laboral y familiar de los trabajadores de la capital. Escribe Isabel
Esparza en La Gaceta: «La vida real nos enfrenta a familias desestructuradas, a gente sola. Necesitamos mundos felices en los que
perdernos. Por eso, si las tiendas se planteasen una liberalización absoluta de horarios, 24 horas siete días a la semana, siempre habrá
gente dentro. El consumismo es una droga que nos libera, pero le sucede la sensación de vacío. Buscamos donde no debemos, y el
resultado sólo puede ser el desencanto».

Pero nuestro Gobierno -ni, muchas veces, nosotros mismos- todo esto no lo ve. Como esto siga así, nos tendremos que ir a vivir a Islandia.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo


juanluisvazquez@planalfa.es

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