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Filosofía

2.1 LA TEORIA O PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO O GNESEOLOGÍA


El problema del conocimiento se plantea con la pregunta ¿Qué es el
conocimiento? Esta no es una pregunta simple, pues implica varias otras:
¿Cómo es el conocimiento?, ¿Cómo se origina?, ¿Qué posibilidad tiene?, ¿Se
puede llegar a conocer realmente la verdad?, ¿Qué variedades o tipos? La
escueta formulación de estas preguntas muestra la amplitud y complejidad del
problema que se plantea con sólo la primera.
En la filosofía antigua y en la medieval se encuentran numerosas reflexiones
sobre el problema del conocimiento, dispersas porque aún no se habla
perfilado una disciplina que se ocupara especialmente de este problema. La
Gnoseología o Teoría del conocimiento aparece como disciplina filosófica
(separada de las otras y con su propio objeto) recientemente en la edad
moderna. Sus fundadores fueron: En Inglaterra John Locke, con la obra
“Ensayo sobre el entendimiento humano” publicada en 1690; y en Europa el
Alemán Inmanuel Kant, con la obra “Crítica de la Razón Pura”, editada en
1781. Desde entonces el estudio y la discusión de los problemas del
conocimiento constituyen la parte fundamental de la filosofía, ya que de su
esclarecimiento y de la posición que se adopte al respecto depende el resto del
pensamiento filosófico sobre los demás problemas. Existen múltiples
direcciones en la teoría del conocimiento, algunas de las cuales anotaremos en
el documento presente.
1. EL ACTO DEL CONOCIMENTO
El conocimiento se presenta como una relación entre dos miembros: Un
sujeto Cognoscente (que conoce, consiente) y un objeto Cognoscible
(conocible). Estos dos miembros que, permanecen eternamente
separados. Esta relación es a la vez una correlación, es decir, “el sujeto
solo es sujeto para el objeto, y el objeto sólo es objeto para el sujeto”. La
función del sujeto consiste en aprehender el objeto, la del objeto de ser
aprehensible y aprehendido por el sujeto.

En la aprehensión el sujeto sale de su propia esfera, invade la del


objeto, y capta (captura mentalmente) las notas o propiedades
características de éste. Sin embargo, el objeto no es arrastrarlo a la
esfera del sujeto pues permanece trascendente al él (fuera del sujeto) en
su propia esfera y sin sufrir cambio alguno por efecto de la aprehensión
de sus propiedades, mientras que el sujeto si experimenta un cambio,
pues surge en él la representación o imagen del objeto –algo nuevo que
no hubo antes de la relación- y que, por lo tanto, constituye una
modificación del sujeto. El objeto es el determinante el sujeto
determinado. Pero lo determinado no es la totalidad del sujeto, sino la
representación o imagen que se produce en él.
Esta representación es objetiva en cuanto está formada por los
caracteres del objeto, pero, es distinta del objeto por ser un elemento
figurativo de carácter psicológico, en cierto modo interpuesto entre el
objeto y sujeto, pues la conciencia Cognoscente deli sujeto toma
conocimiento del objeto a través de su representación o imagen. Dicho
conocimiento tiene un significado contenido dentro de las formas del
pensamiento, o sea dentro de los juicios, conceptos y raciocinios; y, por
último, se plasma y exterioriza en los medios de expresión.

Esta breve descripción permite distinguir en el acto del conocimiento los


siguientes elementos:
 Un sujeto Cognoscente;
 Un objeto Cognoscible;
 La relación y correlación entre ambos;
 Representación o imagen, elemento figurativo de carácter
psicológico;
 El contenido significativo;
 Las formas del pensamiento (palabras, conceptos y raciocinio); y
 Los medios de expresión (palabras, oraciones, mimos, gestos,
etc.).
Es, pues, el conocimiento, un hecho completo, cuyos elementos
separados y por si solos, constituyen materia de estudio de diferentes
disciplinas y/o ciencias, por ejemplo, la psicología se ocupa del sujeto
Cognoscente y, por consiguiente, de la representación o imagen; la
ontología se ocupa del objeto y objetos en general: La lógica estudia
las formas del pensamiento; y, la gramática, la expresión. Ninguna de
estas disciplinas, sin embargo, enfoca el estudio del conocimiento
mismo y de los problemas que éste representa, lo cual corresponde a
la Gnoseología, que se ocupa especialmente de la relación –
correlación de sujeto y objeto, de su puesto, del estudio integral de
todos los elementos, pues, sólo así, con el auxilio de las demás
ciencias, es posible abordar seriamente el estudio y la investigación del
múltiple y complejo problema del conocimiento.
DESCRIPCIÓN FENOMENOLÓGICA DEL CONOCER Y EL
CONOCIMIENTO LAS FASES
Se trata de describir, explicar y definir en forma objetiva, integral y
dinámica, sistemática, secuencial y coherente las diferentes fases y
fenómenos del proceso del conocer tal como se da o se presenta en la
igualdad y en la relación recíproca entre objeto y sujeto; sin pretender
deformado, alterarlo o distorsionarlo ni agregarle elementos subjetivos
ajenos y extraños al mismo fenómeno. Tal es lo que se llama:
descripción fenomenológica del conocer y el conocimiento (método
fenomenológico).
En términos generales diremos que el proceso del conocer se cumple a
través de dos fases.
1. LA FASE SENSORIAL
O de la aprehensión activa o directa de las propiedades, cualidades
o características esenciales de los objetos del mundo exterior por
parte de los sentidos, hecho que sólo es posible, como hemos
visto, gracias a la práctica social (trabajo).

La fase sensorial, es así, el choque entre la realidad y los sentidos;


ej. El ojo que ve; el oído que oye, etc. Esta suma es una relación
material y directa entre sujeto y objeto; a través del cual, el sujeto
capta y adquiere datos de la realidad; o dicho de otro modo,
aprehende o se apropia idealmente de las características,
propiedades o cualidades de los objetos, fenómeno, procesos o de
los entes y objetos en general; tales como: forma, color, sabor, olor,
sonidos, tamaño, peso, volumen, etc. Sin embargo, la percepción o
grado sensible no es tan simple como parece, es a la vez todo un
proceso tan complejo que requiere la ocurrencia y la vigencia de
las funciones de una serie de órganos aparatos y sistemas de la
estructura bio-psico-social y espiritual, por ejemplo, la percepción
visual. En efecto, en el sentido de la vista, la retina humana, está
formada por 150 millones de sensores luminosos que transmiten
sus datos a millones de neuronas. Toda esta información es
procesada para darnos las sensaciones de color, tono, profundidad,
contrastes, etc. Otro tanto ocurre con los demás sentidos.

La sensación
Es la excitación que producen los objetos del mundo exterior
actuando como estímulos físicos sobre los sentidos. Ej. Las formas,
colores, tamaños, movimientos, dirección, etc. Sobre la vista,
sonidos y ruidos sobre el oído; olores, sobre el olfato; sabores,
sobre el paladar; la temperatura, la naturaleza de las superficies
sobre el tacto, etc. El conocimiento se elabora precisamente con
los nidos que los sentidos captan directa o indirectamente del
mundo exterior, que, a su vez, se constituyen en la fuente del
conocimiento.

La mayor o menor aproximación al conocimiento de la realidad,


depende del mayor o menor contacto del hombre con la realidad la
actividad puramente teórica o el aislamiento del científico de la
naturaleza lo alejan de la verdad.

Los mismos conocimientos ya adquiridos por épocas, generaciones


u hombres del pasado, se transmiten por la palabra hablada o
escrita; vale decir del oído, de la vista y del mismo modo, a través
de las prácticas del aprendizaje o contacto con la realidad misma.
Ninguna ciencia, ni mucho menos las filosofías son posibles sin el
contacto directo con la naturaleza, la ciencia, con mayor razón para
lograr en forma sistemática y coherente un conjunto de ideas,
conceptos o conocimientos acerca del dominio o parcela de la
realidad que investiga la filosofía para la formulación de las
verdades y de las leyes generales; incluso, la metafísica, cuyos
objetos no son sino verdades abstracciones de las cualidades,
propiedades o características esenciales de los objetos concretos.

La percepción
La percepción surge sobre la base de las SENSACIONES, mas, no
es una suma mecánica de sensaciones. Es la imagen sensorial
integra del objeto, de los fenómenos con todas sus propiedades,
cualidades y aspectos, reflejados en las sensaciones.

La representación
La representación es la imagen integra de los objetos y fenómenos
percibidos antes, pero que en un momento dado no son percibidos
directamente por el sujeto cognoscente. Es la reproducción en la
conciencia del hombre de los objetos que han influido en nuestros
órganos de los sentidos, que han sido percibidos en el pasado-
indirecta o directamente- se conserva en nuestra memoria, tal es el
recuerdo y la reproducción.
Toda representación tiene directa o indirectamente base en
percepciones anteriores o actuales. La imaginación y la fantasía no
es posible sin la percepción pasada o actual. Cuando hablamos de
la representación no nos estamos refiriendo a una imagen gráfico
sensorial, como una huella mecánica en el cerebro humano; la
imagen reproducida en síntesis dinámica, a base de las
percepciones tenidas en el pasado.

2. FASE LÓGICA O RACIONAL


Comprende la formulación del pensamiento científico-abstracto, o
sea representarse a base de conceptos, los objetos, hechos,
fenómenos, procesos o leyes del universo. Esto es una operación
mental de abstracción, generalización, análisis y síntesis;
operaciones racionales a través de las cuales se elabora el
concepto o la representación ideal de la realidad y por las cuales
comprendemos y reconocemos el significado y el contenido de la
percepción; vale decir, por la cual conocemos.

En efecto para conocer el hombre no necesita simplemente tener


contacto con las cosas y objetos exteriores, captar sus aspectos
exteriores para acumular datos y no más; sino, se trata de
descubrir la esencia misma de las cosas esto es, aquello que no
debe faltarle para ser tal cosa, aquello que las distingue y las
caracteriza; trata de sintetizar y de sacar conclusiones; hecho que,
no es posible sin la formulación del pensamiento científica –
abstracto.

Precisamente, la fase racional consiste en realizar la “síntesis” en


conceptos y formas lógicas los datos y hechos de la realidad,
reduciendo su infinita variedad y complejidad a formas, categóricas
o concepciones lógicas. Tales son los conceptos, los juicios y las
deducciones.

A. EL CONCEPTO
Es la forma lógica fundamental e inicial del conocimiento,
que sintetiza y refleja las cualidades o características
esenciales y necesarias de los objetos, hechos fenómenos o
de los procesos de la realidad. En esa forma, no pensamos
la realidad a base de sensaciones ni de percepciones, sino
a base de conceptos.
Ej. Cuando decimos hombre, estamos expresando con una
palabra un concepto, en cuanto este sintetiza con una sola
palabra todas las características de todos los objetos a los
que denominamos frutas.

A diferencia de las representaciones que reflejan el objeto


en todas sus cualidades, propiedades o características, el
concepto refleja únicamente y exclusivamente las
cualidades o propiedades esenciales necesarias o decisivas
infaltables.

Ej. En el concepto hombre, la característica esencial,


infaltable, necesaria y decisiva para que los seres humanos
tengan esa denominación es su racionalidad. Lo racional es
lo que diferencia de todos los otros seres vivos. Si no posee
esa característica de los objetos de las ciencias naturales y
sociales y de las matemáticas.

Los conceptos, además no son producto del momento,


nadie invento el concepto hombre, es un momento dado. Su
origen y formación, del mismo modo, todo un proceso de
conocimiento e intercambio de experiencia en las que han
participado muchas generaciones y ha requerido del
profundo y progresivo descubrimiento de las características
o propiedades esenciales. Su raíz lingüística y su estructura
ha sufrido y seguirá sufriendo modificaciones a través del
tiempo y del uso colectivo.

B. EL JUICIO
Por otro lado, el conocimiento no es una simple suma de
conceptos sino que, de hecho, estos, reflejan, a su vez, la
unidad y coherencia de una realidad que se revela en su
unidad y totalidad, como producto de la interconexión
universal de los elementos y factores que la componen y
donde nada esta aislado, separado o independiente, los
hombres no se comunican ni dialogan emitiendo conceptos
sueltos y sin ninguna conexión con otros conceptos, el
proceso del pensamiento refleja un sistema coherente y
unitario de conceptos con plena y clara significación
(semántica), esta conexión o concatenación de los
conceptos con plena significación de los que enuncian es el
juicio.

El juicio, es así, un enunciado de conceptos con plena


significación, el juicio es una forma de pensar que
representa una determinada conexión de conceptos,
reflejando los nexos y las relaciones de los objetos en la
realidad, su expresa gramaticalmente a través de la oración
y del lenguaje oral o escrito.

Todo conocimiento, se expresa así, a través del juicio


expresamos las cualidades propiedades, características,
situaciones, estados relaciones, formas, etc. De las cosas,
de los hechos fenómenos o de los seres en general.

El juicio, que tiene una mayor significación con respecto a la


realidad en su unidad y conjunto, es el modo más eficaz de
la comunicación entre las personas o entre las
generaciones.

No hay juicios sin conceptos ni conceptos sin juicios. De allí


que DEFINIR es expresar las cualidades, características o
propiedades esenciales de las cosas.

C. LA DEDCUCCIÓN

Los conceptos y los juicios son expresiones lógicas o


formas del pensamiento científico – abstracto; resultado
directo de la realidad concreta. Es una forma del
conocimiento de la realidad.

Existe una forma indirecta de lograr el conocimiento de la


realidad; esto es, deduciendo nuevos conocimientos sobre
la base de los juicios, logrados directamente de la realidad
concreta; lo que es lo mismo decir, a base de
razonamientos; o sea, de afirmaciones, negaciones o
contradicciones entre los juicios.

La deducción es un acto del pensamiento, en el cual se


extrae, de juicios verdaderos un juicio nuevo acerca de los
fenómenos o de las cosas del mundo objetivo. A la vez,
como forma del pensamiento, la deducción constituye un
sistema determinado una conexión de juicios diferentes.

Por ejemplo, cuando el hombre enuncia que dice: todos los


planetas tienen órbita elíptica. Este, es un conocimiento
general, que bien puede servir para enunciar otros juicios
con respecto olios planetas recién descubiertos, frente a los
cuales el hombre no necesita investigar, sino, aplicar lo
conocido general a lo particular descubierto, (conocimiento
logrado por “deducción”).

En suma, el conocimiento, es así, la unidad de lo sensible y


lo racional, es una unidad de los contrarios, unidad
dialéctica, puesto que la elaboración del concepto (que es
universal) supone que sean superadas las limitaciones
empíricas de la percepción sensible, que es pragmática y
simplemente particular. Mientras que, por los sentidos
captados lo “particular”, por lo racional o por razón
captamos lo universal. De esta manera tenemos una
representante exacta, verdadera, objetiva y real de los
objetos del mundo exterior; y, lo que es más, el reflejo de la
realidad, en su constante e incesante movimiento, cambio y
transformación, el pensamiento o el conocimiento, es así, el
reflejo integral, objetivo y dinámico de la realidad (lógica
dialéctica).

D. LÓGICA DIALECTICA
La lógica dialéctica, es así, la ciencia que estudia la relación
de conformidad y correspondencia del pensamiento,
reflejando una realidad en constante movimiento, cambio y
transformación. El pensamiento será verdadero, en la media
y el grado en que refleje esa realidad en su incesante
movimiento, cambio y transformación, por eso, la lógica
dialéctica estudia las leyes generales del movimiento y del
desarrollo. La verdad dialéctica es, de esta manera, relativa
y no absoluta. No podemos en ningún caso afirmar que
somos poseedores de la verdad absoluta; sino que
relativamente hemos logrado en la medida y el grado en que
reflejamos las características, cualidades y propiedades de
los objetos y en la medida y el grado que reflejamos la
realidad en un incesante y constante movimiento, cambio y
transformación.

En suma, el conocimiento, es así la unidad de lo sensible y


de lo racional. Es unidad de contrarios, unidad dialéctica. No
es posible el conocimiento si el hombre no se pone en
contacto directo y sensible con la realidad; ni mucho menos
si la mente no realiza aquellas operaciones que permiten
conceptualizar o representar idealmente el mundo; contacto
que no puede ser pasivo o estático sin, dinámico e
interactuante entre el hombre y el mundo; entre la
conciencia y la realidad.

2. LOS OBJETOS DEL CONOCIMIENTO


Los objetos – todo aquello que es capaz de ser pensado- se representa
en cantidad y variedad enormes, pero es posible distinguidos en los
cuatro siguientes grupos.
1. Entes u objetos reales
2. Entes u objetos ideales
3. Entes u objetos metafísicos
4. Los valores

 ENTES U OBJETOS REALES


Son los que se dan en la experiencia sensible, en el “mundo manual”
(a la mano). Poseen las siguientes cualidades: Existen en el espacio y
en el tiempo; se les conoce mediante la percepción extrema o interna;
y, están sometidos a la causalidad, pues todos ellos ejercen y reciben
influjos efectivos (causas y efectos). Los objetos reales son de dos
clases: físicos y psíquicos. Son objetos reales físicos los que se
conocen por medio externa (vista, oído, tacto, olfato y sabor) y que
existen en el espacio y en el tiempo, como por ejemplo una silla, un
plátano, un animal, etc. Los objetos reales psíquicos son aquellos que
existen de manera temporal, es decir, transcurriendo en el tiempo,
como, por ejemplo. Una emoción, una violación y, en general los
hechos de la conciencia, que comienzan en determinado momento,
duran o transcurren y, por último, terminan en otro determinado
momento.

 ENTES U OBJETOS IDEALES:


Los objetos ideales existen, pero sin consistencia espacial ni temporal;
sin embargo, tienen estructura y existencia precisa; su existencia es
ideal y sus relaciones son de figuras geométricas, las relaciones, las
formas de los pensamientos, etc.

El número 3, por ejemplo, no está en un lugar del espacio, ni tampoco


está transcurriendo en el tiempo, pero es indudablemente algo, tiene
una estructura y determinadas propiedades exclusivas de él.
Asimismo, el circulo geométrico, tampoco está en el espacio ni en el
tiempo, sin embargo, es una figura ideal, circulo real de acero, como
una rueda, por ejemplo, que siempre presenta, aunque sea
millonésima de diferencia y que, además, puede ser deformada por
fuerzas físicas.

Tanto un número como una figura geométrica no son causa ni efecto


de algo. El 3 implica la unidad (encierra, contiene a la unidad) pero no
es su efecto. El círculo implica línea y ésta, a su vez, implica el punto,
pero no son causas ni efectos respectivos, ni sobre ellos ejercen
efecto las fuerzas físicas.

Las relaciones como la semejanza, la continuidad, la diferencia, etc.,


son también objetos ideales, extraños al tiempo y al espacio. No la de
este objeto, mi lapicero, por ejemplo, con aquel otro; sino, “la
semejanza”, “la continuidad”, “la diferencia”, etc. Como puras
relaciones, como relaciones en sí.

Al grupo de objetos ideales pertenecen también las formas del


pensamiento – conceptos, juicios y raciocinio- que, en cuanto “formas”,
son ajenas al espacio y al tiempo.

Los objetos ideales pueden ser ciertos y ficticios. Son ciertos los
números, las relaciones, las figuras geométricas, el concepto, el juicio,
etc. Y, son ficticios los creados por la fantasía, como por ejemplo el
“Quijote de la Mancha”, “Caperucita Roja”, “La Montaña de Oro”, “El
príncipe Azul”, etc., creaciones fantasiosas que no por ser ficticias
dejan der ser objetos cognoscibles.

 ENTES Y OBJETOS METAFÍSICOS


Los objetos metafísicos son entidades abstractas, como “el ser”, “el
absoluto”, “la sustancia”, “la cosa en sí”, etc. Estos objetos son propios
del conocimiento metafísico, que no es sensible o empírico; es, según
algunos filósofos, un conocimiento racional y reflexivo (al que se llega
por medio de la razón y la reflexión); según otros es una intuición no
racional, una especie de contacto luminosos y adivinatorio con los
objetos metafísicos. El conocimiento metafísico es pues muy complejo
y enmarañado, y, por consiguiente, los objetos de este conocimiento
también lo son.

 LOS VALORES
No tienen existencia temporal, espacial ni ideal. Los valores, como
objetos no tienen ser porque no existen en una forma autónoma,
independiente; pues su existencia se adhiere al ser de los demás
objetos y son pensados como cualidades que no indican lo que los
objetos son, sino lo que éstos valen. Por eso, se dice que la existencia
de los valores no consiste en ser, sino en valer; que los valores son
sino que valen. Ejemplos de valor son la utilidad, la verdad, el bien, la
justicia, la maldad, la injusticia, la santidad, etc.
2.2 PROBLEMAS DE LA TEORIA DEL CONOCIMIENTO
La teoría del conocimiento (llamada a veces también gnoseología) estudia esa
relación entre el sujeto y el objeto, y todos los problemas que esa relación
plantea. Por de pronto: ¿cuál es la naturaleza de esa relación? ¿Esa relación
es posible?; ¿es posible siempre?; ¿cuáles son sus límites, si los tiene?; ¿cuál
es su valor?, ¿Cuál es, en fin, el instrumento adecuado para que esa relación
se establezca?
A ninguno de esos integrantes puede contestarse en forma aislada. La
respuesta que a cada uno de ellos se dé, implica, en mayor o menor grado, la
respuesta que se dé a los otros. Aunque por razones didácticas suelen
separarse los problemas, éstos están ligados entre sí. No se puede, por
ejemplo, decir cuál es el valor del conocimiento, si no se dice cuáles son sus
límites; y no se puede decir cuáles son sus límites, si no se dice cuál es su
naturaleza; y tampoco se puede, pues, decir cuál es su valor, si no se dice cuál
es su naturaleza.
La relación en que el conocimiento consiste no puede estudiarse prescindiendo
en absoluto de los términos que entran en esa relación. Sujeto y objeto son los
términos de esa relación. Preguntarse por la naturaleza de ese sujeto y de ese
objeto es plantearse problemas que no son estrictamente de teoría del
conocimiento, gnoseológicos. Toda teoría del conocimiento implica una teoría
acerca de lo que el sujeto y el objeto son en sí mismos, es decir, una teoría
metafísica; y toda metafísica implica, a su vez, una teoría del conocimiento.
Puede discutirse la prioridad de una disciplina sobre la otra; considerar que la
teoría del conocimiento es previa a la metafísica o que ésta es previa a aquella.
Lo que no puede discutirse es que toda teoría del conocimiento va
acompañada de una determinada teoría metafísica y toda teoría metafísica de
una determinada teoría del conocimiento.
2.2.1 ¿Qué es el conocimiento?
El conocimiento suele entenderse como:
1. Hechos o información adquiridos por una persona a través de
la experiencia o la educación, la comprensión teórica o práctica de un
asunto referente a la realidad.
2. Lo que se adquiere como contenido intelectual relativo a
un campo determinado o a la totalidad del universo.
3. Conciencia o familiaridad adquirida por la experiencia de un hecho o
situación.
4. Representa toda certidumbre cognitiva mensurable según la respuesta
a «¿por qué?», «¿cómo?», «¿cuándo?» y «¿dónde?».
No existe una única definición de «conocimiento». Sin embargo existen muchas
perspectivas desde las que se puede considerar el conocimiento; siendo la
consideración de su función y fundamento, un problema histórico de la
reflexión filosófica y de la ciencia. La rama de la filosofía que estudia o que
relaciona el conocimiento es la epistemología o teoría del conocimiento. La
teoría del conocimiento estudia las posibles formas de relación entre el sujeto y
el objeto. Se trata por lo tanto del estudio de la función del entendimiento propio
de la persona

El análisis de algunas preguntas y expresiones de nuestro lenguaje puede


revelarnos algo sobre las diversas formas posibles de entender qué es el
conocimiento.
El conocimiento es una contemplación, conocer es ver, el conocimiento es una
asimilación; conocer es nutrirse; el conocimiento es una creación; conocer es
engendrar. Contemplación, asimilación, creación. En esas tres palabras están
contenidas las tres concepciones fundamentales sobre la naturaleza del
conocimiento. Las tres concepciones pueden ser descubiertas en nuestro
lenguaje común. Y son las que corresponden – en general – a los tres grandes
períodos de la filosofía europea; para el mundo griego, el conocimiento es una
contemplación; para el mundo medieval, una asimilación; para el mundo
moderno, una creación. Platón, Santo Tomás y Hegel pueden ser considerados
como los tres representantes geniales, respectivamente, de esas
concepciones.
 El conocimiento es una contemplación: en el lenguaje quedan huellas
de esta concepción. Hablamos de “evidencia”, decimos que queremos
“ver” cómo sucedieron las cosas, que “vemos” o “no vemos” la solución
de un problema o por qué alguien hizo lo que hizo; calificamos a las
ideas de “claras” u “oscuras”, hablamos de “especulación”, de opiniones
que “reflejan” la verdad de una situación. En todas estas expresiones se
traduce el convencimiento de que la verdad “se ve” como se ven las
cosas cuando se las ilumina. La verdad misma es una luz:” la luz de la
verdad”.
Esta es la concepción propia de la filosofía griega. Para los griegos, conocer es
ante todo “ver”. Platón dice que “la filosofía se debe a la vista”; nada de lo que
acerca del universo decimos hubiéramos podido decirlo sin estos ojos que ven
las estrellas, el sol, el cielo; por ellos tenemos, además según Platón, la noción
de número y la de tiempo; gracias a ellos podemos indagar en el universo. Aún
hoy, el conocimiento científico sigue rigiéndose ante todo por el sentido de la
vista, en los laboratorios; una experiencia concluye con el registro de lo que se
ve. El microscopio electrónico y el ultimo telescopio son el orgullo de nuestra
condición de “videntes” porque amplían nuestro “panorama” en el espacio, así
como la lectura de las formulas científicas nos permite la “previsión” del futuro.
Cada uno de nosotros tiene una “visión” de las cosas, se forja su “imagen” de
ellas, tiene sus “ideas” (palabra que también significa “imagen”). “Abrimos los
ojos” a la realidad y el conocimiento de la realidad suprema que consiste, para
los místicos, en una “visión” beatifica. Para simbolizar el conocimiento infinito,
la mirada a la que nada se oculta, representamos a Dios por un ojo que lo ve
todo. Conocer es ver, para conocer basta ver; si hay quienes no conocen es
porque no ven porque “no quieren ver”.
Platón hallaba en la vista la explicación de la naturaleza, del origen y de la
posibilidad misma del conocimiento. A la vista recurrió en busca de imágenes
para el conocimiento. Aristóteles recurrió con preferencia a imágenes
relacionadas con el tacto. Conocer ya no era, para él, simplemente ver, sino
“palpar” y “aprender”. Aristóteles decía que subsistimos gracias a tacto y
declaraba imposible la existencia de animales sin ese sentido. Lo que definía al
objeto o cosa era la posibilidad de aferrarlo. Aristóteles decía que la mano es
como el órgano de los órganos, comparaba el alma a una mano. Nuestras
palabras “percepción”, “compresión”, “concepto”, “pensamiento”, “abstracción”,
tiene un sentido que primitivamente derivó de alguna acción manual: tomar,
pesar, retirar.
Platón Aristóteles

 El conocimiento es una asimilación: nos “incorporamos” los


conocimientos, aprendemos las cosas, pero para hacerlas nuestras
mediante esa incorporación. Aristóteles hablaba de la facultad “apetitiva”
del alma; la voluntad es el “apetito” aprobado por la facultad deliberativa
(que pesa, que sopesa); la facultad apetitiva, agregaba Aristóteles, es la
única que nos mueve pues la inteligencia, por si misa, sin el “apetito” no
nos mueve
Esta es otra concepción primitiva acerca de en qué consiste el conocimiento, y
también podemos descubrirla en el lenguaje corriente. Es la que se traduce en
expresiones como “sed” de saber y “avidez” de conocimientos. Nos
“incorporamos” los conocimientos, los hacemos nuestros, no los “asimilamos”.
Nuestra inteligencia se “nutre” como se nutre un organismo, elaborando las
ideas como el organismo elabora las sustancias.
 El conocimiento es una creación: el conocimiento como visión y el
conocimiento como asimilación son concepciones igualmente realistas.
Comienzan por adquirir que el objeto del conocimiento ya está dado,
independientemente del sujeto, y que es lo que es. Pero hay una tercera
concepción implícita en nuestro lenguaje: la de que conocer es
engendrar.
El poeta Claudel dijo de “connaitre” significaba “nacer juntos”. Su frase, que
pudo parecer forzada traduce con fidelidad, sin embargo, el sentido primero de
la palabra. En latín, como en griego, la palabra que vale por conocimiento
contiene la idea de nacimiento. “Conocer” era en indoeuropeo, homónimo de
“nacer, engendrar”; el sánscrito, el griego, el latín, el eslavo, el irlandés, etc.,
conservan en su vocabulario huellas de esa antiquísima asimilación de conocer
y engendrar. En un principio conocer pudo significar ver cómo las cosas
surgían, nacían, se engendraban. Luego, el examen del conocimiento, pudo
proponerse mostrar cómo surgían, nacían, se engendraban las ideas.
“Conocimiento general” es una expresión cargada de ese sentido hasta la
redundancia. Cuando Aristóteles dice que solo hay conocimiento de lo general,
su expresión también es redundante. Lo general es lo que el conocimiento (la
generación) engendra. El conocerte a ti mismo, de Sócrates, hubiera
significado directamente “engéndrate a ti mismo”, de haber sido dicho un
milenio antes.
Sócrates

La concepción (palabra que tiene, entre otros sentidos, precisamente el de


“engendramiento”) según la cual el conocimiento es una creación,
caracterizada a la edad moderna. Es propia del idealismo, en general, y tiene
sus mayores representantes en la filosofía alemana de la primera mitad del
siglo XIX. Esa concepción culmina en Hegel. Un pensador contemporáneo
fuertemente influido por esa filosofía idealista, ha dicho precisamente, que
debemos terminar con la concepción del conocimiento como una “digestión”.
Todos los filósofos, de una manera u otra, se ocuparon del problema del
conocimiento. La relevancia que ahora ha tomado se inicia ya con las
posiciones idealistas. Cuando la conciencia, en Descartes, es prioritaria, y
cuando en Kant la razón humana es conformadora del objeto, el conocimiento
comienza a ser un problema central. Los tiempos del realismo espontáneo de
toda la antigüedad y el medioevo, llegaron así a su fin.
Desde Descartes, Berkeley, Malebranche, Leibniz, Locke, Hume y otros,
predominarán los problemas gnoseológicos. En ellos el tema es relevante, pero
todavía no se sienten llevados a pensar que el asunto merezca una disciplina
de estudio especial. Será Kant quien con plena conciencia establecerá que el
conocimiento requiere una “teoría” especial. Autores posteriores, de manera
explícita o implícita, llegaron luego a considerar que el problema del
conocimiento era fundamental en la filosofía.
La descripción minuciosa de lo que acontece en el conocimiento humano dio
lugar a una “fenomenología del conocimiento”. Aquí, de lo que se trata, es de
efectivizar una descripción de lo que puntualmente aparece en el hecho del
conocimiento humano. Pretende ser una descripción “pura” y no atiende a lo
generador, o genético.
El problema raíz consiste en delimitar la relación que se da en el conocimiento
entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido.
Conocer tiene lugar cuando el sujeto cognoscente aprehende o se apropia del
objeto conocido. La coexistencia de ambos factores es de rigor. El énfasis
puesto en uno u otro de los dos componentes, determina que unos filósofos,
por dar predominancia al objeto, deriven en posiciones realistas. En sentido
contrario, los que den preeminencia al sujeto se inclinarán hacia actitudes y
teorizaciones idealistas.
El problema de la posibilidad del conocimiento como verdad es otro de los que
se presentan en el análisis:
 El escepticismo, desde los griegos, niega esa posibilidad. Desde
siempre se ha encontrado en esta postura, una contradicción. Se niega el
conocimiento de la verdad desde la afirmación del conocimiento de que ese
algo no es posible.
 Por contra el dogmatismo da por supuesto el
conocimiento verdadero como supuesto fundamental.
Lo más frecuente es que tanto en el escepticismo como en dogmatismo las
posiciones sean moderadas o sincréticas.

2.2.2 ESENCIA DEL CONOCIMIENTO

REALISMO E IDEALISMO
 EL REALISMO INGENUO:
Realismo e idealismo son palabras que tienen muchas acepciones, no tienen
sentido emplearlas sueltas sin aclarar a que problema filosófico nos estamos
refiriendo.
Hay una correspondencia total entre las cosas y nuestro conocimiento de ellas,
como la correspondencia que hay entre las cosas y sus imágenes en el espejo.
Esto vale para el conocimiento sensible como para el conocimiento intelectual.
El conocimiento consiste en una simple recepción de las cosas, nuestro
lenguaje conserva aún expresiones que traducen esa concepción del
entendimiento vulgar .conocer es simplemente ver, somos espejos
consientes .esta es la posición que se denomina realismo ingenuo.
Para el realismo ingenuo, el problema del conocimiento en rigor no existe, no
contesta que el conocimiento es eso; ni siquiera se pregunta que es el
conocimiento. El realismo ingenuo contestara que sí, y no dudara de la
presencia de las cosas mismas en sueños .no advierte que la afirmación
“ciertas cosas son verdes y por eso las vemos verdes, la funda en otra cosa
“declaramos verdes ciertas cosas, porque las vemos verdes “. A la pregunta
¿Por qué eso es verde?, el realista ingenuo contesta “porque lo veo “y no
sospecha que incurre en un circuito vicioso .declara que algo es verde porque
es verde.
 1.El REALISMO PLATONICO:
El primer gran sistema realista es el de Platón, para quien conocer es, ante
todo y esencialmente ver. Platón es un idealista en cuanto afirma que la
realidad última es la realidad de las ideas, que constituye un mundo efímero y
variable.
Para Platón, lo mudable no es objeto de conocimiento, sino de opinión. Aunque
estamos sumidos en el mundo sensible, el conocimiento es posible porque el
alma procede de un mundo que no era sensible, y donde pudo contemplar el
mundo eterno e invariable de las ideas. Conocer es recordar lo que aprendimos
en aquella patria lejana.

 REALISMO ARISTOTELICO _TOMISTA


Todas las formas de realismo coinciden en sostener que el objeto no es creado
por el sujeto, ni tampoco alterado por este .el objeto es lo que es y sigue siendo
lo que es, independientemente de que se lo conozca o no .como contenido de
nuestro conocimiento, el objeto no difiere fundamentalmente de lo que es fuera
del conocimiento .el conocimiento “respeta “al objeto, sin embargo, el objeto
penetra en el sujeto y este se lo “asimila”.
El realismo reconoce que el objeto no puede penetrar, con su propia
naturaleza, en el sujeto .la imagen de un trozo de madera ni tiene la
consistencia de la madera .pero para que el conocimiento sea conocimiento de
un objeto es necesario que ese objeto esté presente en él. Y el objeto está
presente, no con su materia, sino con su forma.
El origen de este realismo está en Aristóteles .para el filósofo griego , el
conocimiento es recepción de la forma sensible de las cosas o de la forma
inteligible de los universales (conceptos).así como la cera recibe la forma del
sello sin recibir su materia, el conocimiento sensible consiste en la recepción de
las formas sensibles sin su materia ; lo que el objeto es materialmente (el
bronce u oro del sello), queda fuera del conocimiento ;pero lo que el objeto es
formalmente , eso queda impreso en el sentido ,sin dejar por ello de seguir
estando en el objeto .cada sentido tiene su propio objeto adecuado ; pero el
principio , en todos ellos , es el mismo recibir la forma.
La relación que existe entre sentido y el objeto sensible existe también en la
inteligencia y el inteligible. La inteligencia es por naturaleza, la posibilidad de
recibir esas formas; la inteligencia es el lugar de las formas ideales, no porque
en ella se den las formas de hecho sino porque se dan como posibilidad .la
función del conocimiento sensible, como la del inteligible, es pasiva como es
pasiva la función de la” tablilla es la que aún no hay nada escrito “. Como esta
diferencia que el sentido puede no advertir nada cuando es excitado por un
estímulo muy fuerte, mientras que la inteligencia, cuando ha entendido lo que
es más inteligible, entiende mejor lo que es menos inteligible.
Santo Tomas (siglo XIII) dice en su suma teológica: “los seres dotados de
conocimiento se diferencian de los que no lo tienen en que estos últimos no
poseen más que su propia forma, mientras que los primeros alcanzan a tener,
además la forma de otra cosa, ya que la especie o forma de lo conocido está
en el que lo conoce”. La forma es el principio constitutivo, lo que define a los
seres, lo que hace que sean lo que son. Esa forma no su materia es la que está
presente en el conocimiento .en el conocimiento, el sujeto posee la forma del
objeto conocido. En cierto sentido puede decirse que el sujeto se convierte en
aquello que conoce: conocer algo es serlo. Santo Tomas cita por ello, la
fórmula de Aristóteles, filósofo con quien se inspira y cuyo pensamiento
continua, que dice “el alma, en cierto modo, es todas las cosas”. El sujeto, sin
perder su propia naturaleza, recibe la forma del objeto; pero el objeto sigue
siendo lo que es, sin ser afectado por el sujeto que lo conoce .el sujeto no
modifica al objeto; lo recibe y se lo asimila, no lo altera, ni lo crea. El
conocimiento es conocimiento de lo que es como siendo lo que es, y de lo que
no es, como no siendo lo que no es.
Para el sujeto, conocer es una manera de existir; es existir no como el mismo,
sino como otro. Las cosas existen simplemente como ellas mismas .porque no
conocen ni pueden conocer; el sujeto existe como el mismo y como todo
aquello que conoce.
Conocer no consiste en hacer algo, ni en recibir algo, sino en un existir superior
al simple existir como ser puesto fuera de la nada, es un a sobre existencia
activa inmaterial, por la cual un sujeto existe no ya solamente con una
existencia limitada a lo que es como cosa encerrada en un género.

2.2.3 Posibilidad y límites del conocimiento humano


Constantemente nos movemos y actuamos como si fuéramos capaces de
conocer los objetos que nos rodean sin ninguna dificultad. De forma casi
continua abrimos juicios (afirmamos o negamos algo) sobre estos entes
circundantes y mediante estos pretendemos describir la realidad. Decimos, por
ejemplo, que el sol sale cada mañana por el este y se pone por el oeste, que
esta manzana que está sobre la mesa es más grande que aquella que está
sobre la heladera o que esa persona que se acerca hacia mí no es el vecino de
la vuelta. Sin embargo, muchas veces, caemos en la cuenta de que dichas
afirmaciones, aunque pretendían ser verdaderas y dar una descripción certera,
eran falsas. Por ejemplo, al comparar de cerca la manzana de la mesa y la de
la heladera, descubrimos que la primera es más pequeña que la segunda,
contrariamente a lo que habíamos afirmado en primera instancia. Otras veces,
sin llegar al punto de afirmar la falsedad de una proposición, comenzamos a
dudar de ella. Por ejemplo, a medida que aquella persona que se encontraba
lejos se acerca, el parecido con el vecino de la vuelta comienza a descubrirse,
aunque no tenemos la certeza de que sea él.
Otro problema central dentro de la Gnoseología es el origen y fundamento del
conocimiento. Dos son las soluciones posibles: los empiristas sostienen que se
conoce a partir de la experiencia sensible (a través de los sentidos) y que es
esta misma experiencia la que da el fundamento; los racionalistas sostienen
que se conoce a partir de la razón y que existen ciertos conocimientos que son
(independientes de la a priori experiencia), como las verdades matemáticas.
Pero todavía nos queda pendiente otra cuestión: ¿qué conocemos? Los
filósofos idealistas creen que no conocemos las cosas tal cual son sino como
estas aparecen en nuestra conciencia. En otras palabras, los objetos que
tenemos en nuestra cabeza, no se condicen con los que se encuentran en el
mundo exterior. Mientras tanto, los realistas creen que lo que nosotros
conocemos es la realidad tal cual ésta es.

Dogmáticos y escépticos
Hay que entender a los dogmáticos en oposición a los escépticos, ya que
fueron estos últimos los que pusieron este nombre a sus predecesores. Todos
aquellos filósofos anteriores a los escépticos son, por lo tanto, dogmáticos.
Los dogmáticos: Se caracterizan por no dudar de la posibilidad del
conocimiento: este es un hecho indubitable y que se demuestra así mismo
(conocemos y esto demuestra que el conocimiento es posible). Para estos
filósofos, carece de sentido preguntarse si el hombre conoce o no. Se parte de
la certeza de la existencia de dicho conocimiento y si alguna pregunta acerca
del mismo tiene razón de ser, ésta se centrará en su alcance, naturaleza y
valor.
En pocas palabras, dogmático es todo aquel que no se ha planteado la
pregunta sobre la posibilidad del conocimiento. Por lo tanto, ni siquiera afirma
la existencia del mismo.
El escéptico: En contraposición duda de la posibilidad de conocimiento o de la
posibilidad de demostrar la verdad del mismo. La actitud escéptica se
caracteriza por investigar si la verdad es posible y dudar de ella. Los escépticos
no tienen otra opción más que la de suspender el juicio (no pueden negar ni
afirmar nada sobre el mundo que los rodea). Sin embargo, hay que tener
presente que el escepticismo extremo y absoluto es insostenible. Hay certezas
de las que no se puede dudar, por ejemplo, del propio pensamiento, como
demostró Descartes.
Tipos de escepticismo
Escepticismo Clásico
El escepticismo como actitud filosófica ante la realidad tiene una larga
existencia. En el 300 a.C., Pirrón, el más importante representante del
escepticismo clásico, buscaba una respuesta a la pregunta (en otras
palabras, su preocupación era qué debo hacer moral y no gnoseológica),
buscaba la ataraxia o imperturbabilidad del alma. Este tipo de sabiduría
fue relacionada, más tarde, con la suspensión del juicio. De esta manera,
el problema gnoseológico pasó a primer plano.
Sexto Empírico es uno de los que sostiene que la ataraxia es resultado de
la suspensión del juicio. Para este filósofo, las investigaciones de los
escépticos no están relacionadas con las apariencias de las cosas. La
pregunta no es si la sensación que tengo en este momento, por ejemplo,
el frío del hielo al tocarlo, es real o no. La pregunta del escéptico se centra
en si el hielo es realmente frío y si se tienen buenas razones para afirmar
este hecho. El problema radica en que la razón no tiene manera de
diferenciar las apariencias reales de las falsas.
Escepticismo Moderno
En la Modernidad, el mayor exponente del escepticismo fue Montaigne.
Este filósofo sostenía que no existe ninguna posibilidad de encontrar un
criterio de verdad: para afirmar algo es necesario disponer de un criterio
que me permita diferenciar lo verdadero de lo falso, pero para hacer uso
de este criterio, primero debo demostrar su validez y para demostrar su
validez, sería necesario recurrir a otro criterio y así hasta el infinito.
En la actualidad, siguen existiendo filósofos que defienden el
escepticismo. Estos filósofos argumentan que nada es explicable. Esto es
así porque la verdad requiere características imposibles de hallar en el
pensamiento.
Desde la razón se han sostenido distintos sistemas filosóficos (basta con
pensar el antagonismo existente entre Platón y Aristóteles), a nivel moral,
ante un mismo hecho, personas distintas pueden defender distintos
cursos de acción a seguir (castigar a un alumno que no estudió o
perdonarlo), etc. Quizá se pueda decir que las características nombradas
se dan a nivel de los sentidos: siempre veo el cielo del mediodía (salvo
que esté nublado, por supuesto) de color azul y cada vez que lo vuelva a
ver, será igual para mí y para todos los otros seres humanos.
El relativismo niega la existencia de una verdad absoluta, válida en sí misma
en cualquier tiempo o lugar, considera que sólo existen opiniones particulares y
válidas en un determinado contexto cultural, social e histórico. Los sofistas son
los padres del relativismo epistemológico y moral. La última actitud recibe el
nombre de perspectivismo, no niega la posibilidad de una verdad absoluta,
cada sujeto que conoce lo hace desde una perspectiva particular, su visión no
es falsa sino particular, además de ser insustituible, la reunión de todas las
perspectivas conformarán la verdad absoluta.
El relativismo puede ser definido como un tipo especial de escepticismo. Cada
persona o sujeto de conocimiento tiene características particulares que
determinaran la manera en que se relacionará y conocerá al objeto.
De este modo, el conocimiento que un sujeto tendrá de los objetos que lo
circundan, no dependerá sólo de dichos objetos. Cada sujeto percibe de una
manera particular y tiene una inteligencia determinada. Así, no existe manera
alguna de verificar el conocimiento de lo absoluto, no podemos defender la
existencia de un conocimiento realmente compartido, sino que cada sujeto
tendrá un conocimiento relativo dependiendo de la relación que entable con los
objetos de conocimiento a partir de su percepción e inteligencia.
El agnosticismo. En esta posición, lo que se afirma es la imposibilidad de
conocer lo absoluto, el último fundamento que sostiene todos los demás
conocimientos de los que disponemos. El pensamiento humano opera
haciendo generalizaciones que se van enlazando entre sí. Se pasa de una
afirmación particular a otra y se hacen generalizaciones cada vez más amplias
que van englobando a las anteriores. Pero siempre se requiere de una nueva
afirmación que explique y englobe a la última que sostuvimos. Es imposible
llegar a una afirmación última que no necesite de otra más general que la
explique y justifique.

Solipsismo

TESIS FILOSÓFICA SEGÚN LA CUAL SÓLO SE PUEDE


GARANTIZAR LA EXISTENCIA DE UNO MISMO PUESTO QUE LA
EXISTENCIA DE CUALQUIER OTRO SER ES DUDABLE O
INFUNDADA.

Ningún filósofo se atrevió a defender este punto de vista tan radical, ni, por
supuesto, Descartes. Hay que tener cuidado con este cuestión ya que en el
ejercicio de la duda metódica hay un momento en el que Descartes parece
abrazar este punto de vista: tras dudar de la existencia de los cuerpos y de las
mentes Descartes descubre que existe él mismo como ser pensante, pero no
sabe aún si existe alguien más –cae por lo tanto en el solipsismo–, pero
inmediatamente intenta mostrarse a sí mismo que no está solo, y lo hace
precisamente demostrando que, además, existe Dios. Finalmente cree estar
convencido también de que la bondad de Dios garantiza la creencia en la
existencia de las cosas físicas y de las otras mentes, superando de este modo
la duda metódica y eliminando definitivamente la “soledad radical” a la que le
había conducido dicha duda.

Un conocimiento es claro cuando se me presenta de forma inmediata ante el


espíritu. Por ejemplo, si me pincho, el dolor que siento se me presenta de
manera inmediata y, en ese sentido, es claro. Un conocimiento es distinto
cuando no tiene nada que no le pertenezca.

Por ejemplo, si digo que el triángulo es una figura de


tres lados, esto es un conocimiento distinto. En
cambio, si digo, simplemente, que se trata de una
figura, puedo llegar a confundir el triángulo con un
cuadrado o un círculo, ya que ellas también son
figuras.

Las cuatro reglas cartesianas son:

1) No debemos admitir como verdadero nada que no se me presente de


manera evidente, o sea, de forma clara y distinta y evitar la precipitación y la
prevención en mis juicios.

2) Debemos dividir y analizar todos los problemas complejos que se nos


presenten hasta llegar a algo evidente. Esta es la llamada regla del análisis.

3) En todo conocimiento, debemos partir de lo más sencillo e ir ascendiendo


hacia lo más complejo y esto según un orden. Esta es la llamada regla de la
síntesis.

4) Debemos hacer recuentos y enumeraciones de modo tal de estar seguros de


no haber omitido nada. Esta es la llamada regla de la enumeración.

2.2.4EL ORIGEN DE LOS CONOCIMIENTOS


RACIONALISMO Y EMPIRISMO

1.- Racionalismo y empirismo


La filosofía de los siglos XVII y XVIII se caracteriza por su preocupación por
establecer el origen de los conocimientos. Este problema ya estaba planteado
en el mundo griego, que anticipó también soluciones, Pero sólo en la edad
moderna adquiere, como los demás problemas relativos al conocimiento, toda
su importancia. El filósofo Locke, en su obra Ensayo sobre el entendimiento
humano, enunciaba así sus preocupaciones: "Éste es mi propósito: averiguar el
origen, la certeza y la amplitud del conocimiento humano". A partir de entonces
los títulos de las obras filosóficas confiesan esas mismas preocupaciones:
Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano (Leibniz); Principio del
conocimiento humano (Berkeley); Ensayos filosóficos sobre el entendimiento
humano (Hume); Origen de los conocimientos humanos (Condillac). Esas
preocupaciones culminan en la obra de Kant, Crítica de la razón pura. Después
de Kant, las preocupaciones confesadas son otras, y la teoría del conocimiento
cede ante la metafísica. "La indagación del conocimiento -decía Hegel- no
puede hacerse sino conociendo; querer conocer antes de conocer no es menos
absurdo que proponerse nadar antes de arriesgarse en el agua n. La metafísica
es, para Hegel, previa a la teoría del conocimiento; pero también de su
metafísica surge una teoría del conocimiento.
Racionalistas y empiristas entablan, durante esos dos siglos, una polémica en
tomo a esta cuestión. ¿Hay conocimientos innatos, ya dados en el
entendimiento, o no los hay? La respuesta afirmativa caracteriza a los
racionalistas, para quienes hay ya, en la razón, verdades sin las cuales no es
posible la experiencia. No se trataba, como en el idealismo platónico y su
teoría de la reminiscencia, de conocimientos que hubiesen sido adquiridos por
el alma en el mundo de que ésta procedía, sino de verdades puestas en ella
"como semillas". Los empiristas niegan esas verdades, y sostienen que todos
nuestros conocimientos proceden de la experiencia, externa o interna. Los
sensistas (o sensualistas), ven el origen de nuestros conocimientos
exclusivamente en la experiencia externa.
Las "fuentes" de nuestros conocimientos, son: Para los racionalistas, tres: las
verdades innatas, la experiencia interna y la experiencia externa. Para los
empiristas, dos: la experiencia interna y la externa. Para los sensistas, una: la
experiencia externa.

El racionalismo cartesiano
Para Descartes (siglo XVII), hay verdades eternas que residen en nuestro
pensamiento y que no corresponden a "cosas" existentes fuera de él, ni
tampoco propiedades de "cosas". "De nada, nada puede crearse": Éste es un
ejemplo de verdad eterna, no derivada de la observación de los hechos. Otros
ejemplos de esas verdades son: "Es imposible que una misma cosa sea y no
sea al mismo tiempo"; uEs imposible que lo que ha sido hecho no haya sido
hecho"; "es imposible que el que piensa no exista mientras piensa". Es tal el
número de esas verdades, que sería difícil enumerarlas todas. Pero no es
siquiera necesario enumerarlas: "cuando se presente la ocasión de pensar en
ellas" no dejaremos de saber cuáles son.
Los axiomas de la matemática son verdades de esa clase: basta concebirlas
para comprender que son Infalibles; si Dios hubiese creado muchos mundos,
también en ellos, como en éste, existirían esos axiomas. Esas verdades son
innatas "a nuestra facultad de conocer tal como Dios nos la ha dado", sin
embargo. es decir, que esas verdades son creadas por Dios. Las cosas
particulares, que están fuera de nuestro entendimiento, son existencias; las
verdades eternas son esencias. Dios ha querido que las unas y las otras
fuesen lo que son. Las verdades eternas son eternas porque Dios lo ha
querido así; y son inmutables, porque Dios, que las ha querido, es inmutable.

Todo conocimiento debe partir de principios tan evidentes que "el espíritu
humano no pueda dudar de su verdad"; de ellos depende el conocimiento de
las demás cosas. Esos principios pueden ser conocidos sin que se conozcan
las cosas; pero éstas no pueden ser conocidas sin ellos. De esos principios
podrán entonces ser deducidas todas las cosas que de ellos dependen. Esos
principios, puestos como "semillas" en el alma, aseguran la posibilidad del
conocimiento, que tiene su modelo en la matemática.
Para Descartes, la matemática tiene una certeza incorruptible; y esa certeza
está en la relación directa con la ausencia de elementos sensibles. De los
datos de los sentidos podemos dudar siempre: podemos dudar de que exista
esa pared que vemos, pero no podemos dudar de los "axiomas" matemáticos.
Descartes se complace en recordar la antigua admonición de la academia
platónica. "Nadie entre sin saber matemática". Quiere como enseñaba el
platonismo, liberarse de esa contaminación de los sensible, moverse en el puro
mundo de la razón. En una de sus Meditaciones, declara: "Me he
acostumbrado de tal manera, estos últimos días, a apartar mi espíritu del
sentido..., que ahora podré alejar sin ninguna dificultad mi pensamiento de la
consideración de las cosas sensibles o imaginables, para dirigirlo a las que, por
estar desembarazadas de toda materia, son puramente inteligibles". Y así quiso
Descartes encontrar "los principios de todas las verdades que el espíritu
humano puede conocer". Sólo así sería posible alcanzar un "conocimiento
perfecto de todas las cosas que el hombre puede conocer". El conocimiento
perfecto es el conocimiento fundado en aquellas verdades eternas y no en las
cosas sensibles; en la razón y no en la experiencia.

3.- El racionalismo de Espinoza


También para Espinoza (siglo XVII), otro genial representante del
racionalismo, los verdaderos principios de las ciencias deben ser tan
claros y ciertos que no necesiten demostración alguna; que estén exentos
de toda duda, y que nada se pueda demostrar sin ellos. Procediendo "a la
manera geométrica", construyó su Ética, que es la obra máxima del
racionalismo filosófico. Definiciones, axiomas, teoremas, corolarios y
escolios, ése es el orden que ha de seguirse, porque es el orden de la
clara razón, o sea, el de la "infalibilidad": una razón clara es infalible. Así
demuestra que Dios nos hubiera podido crear nada sino en el orden y en
la manera en que lo ha producido; que todo en la naturaleza se produce
con una eterna forzosidad y una etema perfección; con la misma
forzosidad con que de la esencia del triángulo se sigue que sus ángulos
interiores sumen dos rectos. La razón clara es infalible, porque el
pensamiento y la extensión tienen algo en común. Para Descartes, se
trataba de dos sustancias heterogéneas; para Espinoza, se trata de una
sola sustancia cómo es posible el conocimiento, tender un puente entre el
pensamiento y la extensión. El pensamiento, cuando se limita a ser
pensamiento (no enturbiado por la pasión), es infalible porque sus
relaciones coinciden con las relaciones entre las cosas extensas, como
coinciden el lado convexo y el lado cóncavo de una sola y misma curva.

4.- El racionalismo de Leibniz


Otro gran representante del racionalismo es Leibniz, el filósofo de mayor
influencia en las doctrinas de la lógica actual. Leibniz (en torno al 1700)
distingue dos clases de verdades: las de razón, y las de hecho. Las
verdades de razón -como por ejemplo las de los números, y las de las
figuras- son eternas, válidas para los ángeles y para el mismo Dios; son
necesarias, es decir, forzosas, y se las reconoce en que negarlas implica
contradicción. Que 2 más 2 no sea cuatro, es contradictorio y, por lo tanto,
imposible para toda inteligencia; "2+2=4 es una verdad de razón. Que el
agua hierva a menos de cien grados, o que la Tierra tenga dos satélites,
son afirmaciones que no implican contradicción. De hecho, el agua hierve
a cien grados; de hecho, la Tierra sólo tiene un satélite. Esas afirmaciones
son verdades de hecho, no de razón. Las leyes físicas son las que son,
pero hubieran podido ser otras; mundos diferentes de este son posibles.
Las leyes de la razón son las que son y no hubieran podido ser otras; el
mundo de la razón es uno solo; no hay otro posible.
El mundo de la razón, que hace posible la ciencia, no proviene de los
sentidos. La fórmula según la cual "nada hay en el entendimiento que
antes no haya estado en los sentidos", debe ser completada así: "Nada
hay en el entendimiento que antes no haya estado en los sentidos, menos
el entendimiento mismo". La certeza de las verdades de razón,
universales y eternas, es independiente de los sentidos; la certeza de las
verdades de hecho surge cuando los datos suministrados por los sentidos
se ligan "como las verdades de razón lo exigen".
Las verdades de razón son, para Leibniz, como para Descartes, innatas.
En su obra Nuevo ensayo sobre el entendimiento humano, que es una
crítica, paso a paso, del ensayo sobre el entendimiento humano del
empirista inglés Locke, Leibniz comienza precisamente por sostener que
en el espíritu humano hay principios innatos. Sin ellos, la realidad seria
ininteligible. Pero esas ideas innatas no están inscriptas en la conciencia
de manera que no haya más que leerlas como se lee en un libro abierto.
Están virtualmente, así como cuando decimos que "Sócrates es mortal,
porque es hombre" (o s enunciamos un entimema), la premisa mayor,
"Todos los hombres son mortales", está virtualmente en nuestro
pensamiento.
De toda la aritmética y la geometría puede decirse que "son innatas y existen
en nosotros de un modo virtual, de manera que se las puede hallar...
considerando atentamente y fijándose en lo que está ya en el espíritu, sin
servirse de ninguna verdad aprendida por la experiencia o por la tradición de
otros". El espíritu saca las verdades forzosas de sí mismo, aunque los sentidos
son la ocasión necesaria para que esas verdades pasen a ser, de virtuales,
actuales. El origen de esas verdades no puede estar en los sentidos, porque
esas verdades son necesarias, forzosas, y los hechos de los sentidos no lo
son. El entendimiento no es como un bloque de mármol pasivo en el que
pueda construirse cualquier estatua que se le ocurra al escultor. Tampoco hay
una estatua ya hecha. Lo que hay -dice Leibniz - es como un sistema de venas
que el escultor ha de respetar para hacer, por ejemplo, la estatua de un
Hércules. Tenemos que aprender las verdades innatas, y las aprendemos
gracias a la ocasión que los sentidos nos suministran; pero no por ello dejan
de ser innatas.

5.- El empirismo de Locke


Retomando la imagen de Aristóteles, según la cual el alma es una tablilla
virgen, sin inscripción alguna, Locke (siglo XVII), vuelve a hablar de la
inteligencia como tabla lisa, o como hoja en blanco o como "cuarto vacío"; y su
primera preocupación es de índole polémica contra quienes afirmaban, como
Descartes, que además de las ideas forjadas por nosotros y de las que
"parecen venir desde afuera n hay otras que "parecen haber nacido" con
nosotros.
Locke, que es uno de los más grandes representantes del empirismo,
comienza su Ensayo sobre el entendimiento humano con estas palabras: "Es
opinión admitida entre ciertos hombres que hay en el entendimiento ciertos
principios innatos, algunas nociones primarias, nociones comunes, caracteres,
por así decir, impresos en el espíritu del hombre, que el alma recibe en el
comienzo mismo de su ser y trae al mundo con ella". Y se dispone en seguida
a probar que no hay tales nociones innatas.
El supuesto consentimiento universal acerca de la existencia de esas nociones
primeras, nada probaría. Ese consentimiento pudo obtenerse de otra manera,
si es que existe; pero ni siquiera existe, pues los principios lógicos, "verdades
primeras" del innatismo, no son conocidos por los niños o los idiotas; decir que
los tienen impresos en el espíritu, pero sin conocerlos. Carecería de sentido:
"que algo esté impreso en el espíritu, sin que el espíritu lo perciba, es
ininteligible". (No hay, pues, para Locke, conocimiento sin conciencia). Decir
que esas nociones las descubrimos cuando tenemos uso de razón, no
demuestra que las descubramos como innatas; y hay quienes tienen uso de
razón y jamás han descubierto, por ejemplo, que "es imposible que una cosa
sea y no sea al mismo tiempo". No hay principios lógicos, ni principios
morales, que sean innatos. El hombre ha cometido las peores atrocidades sin
remordimientos. Todo lo que hay en nuestro entendimiento ha penetrado en él;
la puerta de ese "cuarto vacío", por la que forzosamente ha tenido que pasar lo
que en él se halla, es la experiencia.
La experiencia tiene dos fuentes: la sensación y la reflexión. La sensación,
que aprehende las cualidades de las cosas, es elemento último, no analizable
(amarillo, duro, amargo, frío, etc.); la reflexión es también aprehensiva, pero no
de las cualidades de las cosas, sino de las operaciones de nuestro propio
espíritu (pensar, creer, querer, etc.). La sensación es la fuente de la
experiencia externa; la reflexión, de la experiencia interna. Una y otra
suministran lo que Locke llama "ideas", dando a la palabra un sentido especial,
que es de elementos últimos. Las cosas materiales, externas (como los
objetos de la sensación) y las operaciones internas de nuestro propio espíritu
(como los objetos de la reflexión) son las últimas fuentes de los conocimientos.
Esos elementos últimos, combinados, constituyen todo el "stock" de nuestras
ideas. El espíritu no cumple sus operaciones sino en virtud de su aprehensión
de las ideas, y no tiene ideas sino cuanto las aprehende; y progresa en sus
conocimientos a medida que obtiene mayor cantidad de material suministrado
por la experiencia. Pero el punto de partida es siempre la sensación; sin ella, el
espíritu no podría reflexionar sobre sus propias operaciones, pues esas
operaciones exigen, para cumplirse, el material de la sensación.

De esos elementos últimos que Locke llama "ideas", van surgiendo por
sucesivas asociaciones y abstracciones, los conocimientos más complejos.
Algunas de nuestras ideas son simples, y otras complejas; pero la diferencia
entre ellas no es de naturaleza sino de grado: una idea compleja es una
combinación de ideas simples, y nada más. Lo complejo puede reducirse a lo
simple, y ser explicado por lo simple, Es en esas ideas simples donde está el
origen y el fundamento de todo nuestro conocimiento; y está allí, porque las
ideas simples son indestructibles: se las puede "repetir, comparar, unir, de
manera variada, casi infinita"; pero no se las puede crear ni suprimir. (Nadie
puede tener la percepción de un color que no existe, ni no tener la percepción
de un color que existe ante él). Nadie puede imaginar nada sensible que no sea
lo que ya los sentidos le suministran: cualidades gustativas, olfativas, táctiles,
auditivas, visuales, y de los demás sentidos que tenga. Y esto vale para el
hombre como para los animales.

El espíritu es, para el empirismo, totalmente pasivo en la aprehensión de las


ideas simples, ya que no puede crearlas ni destruirlas. Y es activo en las ideas
complejas, que exigen operaciones de análisis, comparación, combinación. La
"tabla lisa" recibe los caracteres que producen de la experiencia, y no podría no
recibirlos; pero luego esa tabla lisa deja de ser una pura pasividad, para
convertirse en acción incesante.
Locke admite que esa experiencia tiene otra fuente además de la de los
sentidos la reflexión. Pero ¿qué es esa reflexión, que descubre ideas no
procedentes del mundo exterior? Esa reflexión es, como la misma palabra
elegida por Locke lo indica, una actividad, no una pasividad del espíritu. Las
ideas descubiertas por la reflexión exigen, ya, pues, una actividad del espíritu,
aun cuando éste no es quien las crea ni pueda tampoco destruirlas. Pero la
misma sensación exige una forma de actividad del espíritu, pues no se puede
tener una sensación sin saber que se la tiene, como el mismo Locke declara;
ese saber que se la tiene es, también, una actividad del espíritu.

El innatismo quería explicar el conocimiento partiendo de ideas que no


derivaban de la experiencia; esas ideas construían el punto de partida de las
ideas. El empisismo, negando aquellas ideas innatas, comprende que no
puede partir exclusivamente de los elementos que suministran los sentidos, y
afirma la existencia de dos fuentes de la experiencia: la sensación y la
reflexión, pero hace de la esa reflexión una simple capacidad de descomponer
y combinar, cuya naturaleza no explica. El criticismo de Kant va a intentar
resolver el problema, rechazando por igual el innatismo y el empirismo. No hay
conocimientos innatos; todo conocimiento tiene su origen en la experiencia;
pero ¿cómo es posible la experiencia misma?

6.- El empirismo de Hume


En sus Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano, Hume (siglo XVIII)
sometió a crítica, especialmente, la noción de causa, considerada innata por
los racionalistas. Descartes había declarado verdad innata la afirmación "Nada
sale de nada". Leibniz consideraba "gran principio" el de razón suficiente, que
exige que todo lo que es sea por alguna razón.
Hume sometió la noción de causa a una crítica detenida. No porque negase la
necesidad y utilidad de su empleo, sino porque no veía cuál era su fundamento.
De lo que se trataba era de justificar el principio de causalidad, descubriendo el
fundamento que lo declarase válido, ¿De dónde sacamos que toda
modificación de la realidad obedece a una causa?; ¿de dónde sacamos que las
mismas causas producirán siempre los mismos efectos? ¿Cómo hombre que
actúa -dice Hume-, estoy de acuerdo con esas afirmaciones? Pero como
filósofo necesito saber sobre qué se fundan".
¿Qué es lo que nos permite afirmar la existencia, entre los hechos, de esa
conexión que llamamos causa? Veo una bola de billar que se mueve y llega
hasta otra; veo que la otra bola se mueve. Veo una llama; acerco la mano a ella
y siento calor. Observo que a un hecho sigue otro; observo que el universo
cambia ininterrumpidamente. Aunque vea muchas veces que una bola llega
hasta otra y esta otra se mueve, y aunque me queme muchas veces acercando
la mano a la llama, lo que nunca consigo descubrir, es la conexión forzosa
entre esos hechos, es decir, lo que liga el efecto a la causa y haga del primero
una consecuencia infalible de la segunda.
La idea de causa no se funda, pues, en la experiencia externa. Pero tampoco
se funda en la experiencia interna. Yo sé que quiero mover el brazo y que no lo
muevo; que quiero caminar y que camino. Sé que mi voluntad actúa sobre mi
cuerpo. Pero para mí no ha, sin embargo, nada tan misterioso como esa
acción; más misteriosa aún porque la ejerzo sobre mi lengua, por ejemplo, pero
no la ejerzo sobre mi corazón. La experiencia interna sólo me enseña que
después de un hecho — mi deseo de mover el brazo — hay otro hecho — el
movimiento del brazo -. Nada más. Tampoco en esta experiencia descubro la
conexión necesaria. Me es imposible, igualmente, descubrir esa conexión
necesaria en la sucesión de estados de mi mente: surgen mis ideas, a veces
porque me propongo hacerlas surgir, pero aparte de que a veces surgen sin
que me lo proponga, y de que hay en mi pasión que soy incapaz de dominar,
sigo no viendo hecho y después otro hecho que le sigue. Lo que tampoco aquí
veo es la relación, la conexión fo ellos. Lo que en todos los casos observo es
una conjunción, nunca una conexión,
El examen más atento no me permite descubrir, tampoco, el efecto en la causa:
mi deseo de mover el brazo es totalmente diferente del movimiento de mi
brazo; una piedra que mi mano suelta no contiene nada que implique caída en
vez de ascenso. Que la idea de conexión forzosa la tenga yo a priori,
independientemente de la experiencia, es una hipótesis arbitraria, por esa
misma heterogeneidad del efecto y la causa.
Hemos observado, muchas veces, ciertas conjunciones que se repiten; pero
¿cómo podemos afirmar que se repetirán siempre? "No tenemos derecho a
concluir, de cien casos, lo que no hemos concluido de uno". Conexión, "poder",
son "palabras absolutamente carentes de sentido".
Hume concluía que lo único que nos lleva a afirmar la causalidad es
simplemente el hábito. Un número cualquiera de casos no difiere de un solo
caso sino en que el espiritu es llevado, por hábito, a esperar, cuando se
produce un hecho, que se produzca el otro que en aquel número de casos lo
acompañó.

Hume cría, así, resolver el problema. Pero en realidad, todo lo que hacía era
trasladado al terreno psicológico, donde las dificultades se agravan. Aun
admitiendo que el traslado fuese legítimo, esas dificultades subsisten, porque el
problema del hábito no era en la época de Hume (y no lo es) un problema
resuelto. Pero la crítica de Hume a la noción de causa es de importancia
extraordinaria, porque de ella parte Kant para intentar una crítica sistemática de
todas las nociones consideradas innatas por el racionalismo. Además, la crítica
de Hume es considerada como definitiva por la filosofía científica de nuestra
época.

7.- Sensismo

No hay más fuente de conocimiento que las sensaciones; la reflexión no es


fuente de conocimiento sino un resultado del hábito. imaginemos, propone el
filósofo Condillac (siglo XVIII), no ya una tablilla lisa, sino una estatua que
tenga, como nosotros espíritu. La estatua carece de sentidos y, por lo tanto, de
toda "idea" de las cosas y de sí misma. Si imaginamos que esa estatua va
siendo provista, sucesivamente, de los diferentes sentidos, podremos
comprender cómo surgen todas sus ideas.
El primer sentido de que habrá que dotarla es el del olfato, pues es el que
"parece contribuir menos a los conocimientos del espíritu humano". La
estatua que oliese una rosa sería, para nosotros, "una estatua que huele
una rosa"; pero para ella sería "el olor mismo de esa flor"; la estatua será
"olor de rosa, de clavel, de jazmín, de violeta", según lo que huela. Los
olores no son sino sus propias modificaciones o modos de ser.
Pero como toda sensación es o agradable o desagradable. "al primer olor, la
capacidad sensitiva de nuestra estatua se dirige a la impresión que se produce
en su órgano". Ésa es la atención. La estatua comienza así a gozar y sufrir.
Pero nada desea, aún, el desagrado, por ejemplo, no puede hacerle desear el
agrado que no conoce; para desearlo, necesita conocerlo. Es decir, que el
deseo sólo surge cuando, gracias a la atención, el desagrado se conserva
(tenemos así la memoria) y la estatua experimenta agrado al oler otra cosa.
"Pasando por dos modos de ser, la estatua siente que ya no es la que ha sido".
Así surgen la comparación y el juicio. Un olor no puede, desde ese momento,
ser sentido por la estatua sin que al mismo tiempo la estatua sepa que ese olor
no es otro olor. La comparación del desagrado presente con el agrado pasado,
hace surgir el deseo. Y la medida de su deseo no es sino la diferencia percibida
entre dos estados. Proveyendo a nuestra estatua tan sólo del sentido del olfato,
podemos darle una vida psíquica que va de la sensación al razonamiento, la
efectividad, la voluntad, y que comprende la atención, la memoria, e igualmente
la imaginación. Un solo sentido basta para explicar toda la vida espiritual.
Partiendo de cualquier otro sentido, lograríamos lo mismo, aun cuando las
ideas que en cada caso tuviese la estatua serían otras: el olfato, por ejemplo,
no le suministra la idea de extensión, que sí le suministraría la vista.
Ésta es la solución que al problema del origen de nuestro conocimiento da el
llamado Sensismo, tal como aparece en el Tratado de las sensaciones, de
Condillac.

El Sensismo extrema la posición empirista, y muestra mejor su diferencia en la


imposibilidad de explicar en qué consiste esa capacidad del espíritu. ¿Qué es
esa capacidad que la estatua tienen de conocer las modificaciones que en ella
se producen? El Sensismo, como el empirismo, tiene razón en lo que niega: la
existencia de ideas innatas; pero no tiene razón en lo que afirma: que todo
puede explicarse mediante la experiencia. Lo que hay que explicar es,
precisamente, cómo es posible la experiencia misma.

2.2.5PROBLEMA DE LA VERDAD
DEFINICION DE LA VERDAD
LA VERDAD COMO CONCORDANCIA
La verdad es la concordancia del pensamiento con su objeto, Santo Tomas es
quien recogió y analizo esta definición, haciéndola famosa. Todo pensamiento
se refiere a un objeto (real, ideal, imaginario); cuando hay correspondencia,
adecuación, entre el pensamiento y el objeto o la situación objetiva a que ese
pensamiento se refiere, tenemos una verdad.
La verdad es la adecuación entre el entendimiento y la cosa. La verdad se
define por la conformidad entre el entendimiento y la cosa. Pero ¿cómo puede
a ver, entre el pensamiento y los objetos conformidad o adecuación?; ¿en qué
consiste esa conformidad o adecuación?
Pienso “eso es oro”; y hay, allí, algo que es oro. Habría una conformidad, o
adecuación, total, si mi pensamiento también fuese oro, o si oro fuese también
pensamiento. No se trata, pues, en esta definición de la verdad, de una
correspondencia absoluta entre el pensamiento y su objeto, entre el
pensamiento y el ser. Los objetos están en el pensamiento no de la manera
que es propia de su ser, si no de la manera que es propia del pensamiento. El
objeto, la situación objetiva tienen que despojarse de sus cualidades, para
poder ser pensado; pero por otra parte, tienen que conservar, el pensamiento,
algo sin lo cual el pensamiento no sería el pensamiento de ese objeto o de esa
situación objetiva. Lo único que puede conservar es la forma desprovista de
todo contenido.
Se ha dicho que la definición de la verdad como concordancia del pensamiento
con su objeto se halla ante una grave dificultad: ¿Cómo sabremos si el
pensamiento es verdadero no, cuando lo que afirmamos se refiere al pasado -
que ya no existe – o a futuro – que aún no existe? . La relación del
pensamiento con el objeto mismo al que se refiere en esos casos, imposible.
Otra dificultad, más grave, es esta: ¿Cómo puedo saber que hay concordancia
entre mi pensamiento y la realidad? La realidad no la conozco si no a través de
mi pensamiento y es al que debo recurrir para saber si mi pensamiento es
verdadero o no “de hecho, para saber si un juicio es verdadero, no nos
dirigimos a la realidad... ”. Buscamos representaciones diferentes de aquellas
en que el juicio estuvo antes fundado, y que constituye un as de prueba. El
movimiento del espíritu por el cual se busca la verdad es una construcción de
prueba y en modo alguno un regreso a la realidad. Cuando se hace una
investigación judicial para descubrir, por ejemplo a un criminal, no se intenta en
modo alguno alcanzar la realidad, pues esa realidad... ha desaparecido, y si
alguien la ha aprendido, no pudo ser si no por representación. Los elementos
de investigación son pruebas materiales o testimonios. Cuando el presunto
culpable confiesa, la investigación no ha terminado, se reanuda con un
elemento nuevo, que es el testimonio del presunto culpable, testimonio muy
precioso, pero insuficiente puesto que se ignora por que confeso y su confesión
es verdadera; puede muy bien no se culpable y haber “confesado” por cobardía
o desesperación: eso es lo que la investigación establecerá la búsqueda de la
verdad no consiste en buscar el contacto con la realidad sino en acumular la
representaciones y verificarlas las unas mediante las otras “la verdad es el
producto de la verificación”.

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