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Desarrolló sus estudios bajo la dirección del Padre Gaspar Hernández y de José Vicente
Moscoso.
Con los trinitarios participó en los trabajos que culminaron con la proclamación de la
República Dominicana el 27 de febrero de 1844. Ese día se encontraba en el acto.
El 1 de marzo, Félix María del Monte, quien tenía el rango de teniente de la Guardia
Nacional, en la Fortaleza Ozama, improvisó "el primer Himno dominicano".
En 1854 fundó en compañía de Manuel María Valencia, José María Serra y Pedro
Antonio Bobea, el periódico literario "El Dominicano" ; en 1848 presidió la Cámara del
Tribunado, y en 1854 fundó con el poeta y abogado Nicolás Ureña de Mendoza, el
periódico El Porvenir.
Félix María del Monte fue miembro del Congreso Revisor que aprobó la Constitución
del 25 de febrero de 1854.
Del 9 de octubre de 1856, hasta el 13 de julio de 1858, durante el Segundo Gobierno del
Presidente Buenaventura Báez, fue ministro de Relaciones Exteriores, y de Justicia e
Instrucción.
Durante los meses de abril y mayo de 1858, estuvo bajo su mando el ministerio de
Guerra y Marina.
En opinión del doctor Balaguer: "La labor intelectual de Félix María del Monte fue
extraordinaria para su época: poeta, escritor, jurisconsulto, periodista, orador
parlamentario, autor dramático, dejó en todas esas actividades huellas de su inteligencia
prodigiosamente cultivada.
Entre sus obras figuran "El banilejo y la jibarita", "Las Vírgenes de Galindo", y como
autor dramático escribió la zarzuela "Ozema o la virgen Indiana" y varias tragedias,
incluidas "El mendigo de la Catedral de León" y "El último abencerraje".
Juan Antonio Alix nació en Moca, el 6 de septiembre de 1833, hijo de Félix Alix y
María Magdalena Rodríguez. Es el poeta criollo por excelencia y uno de nuestros más
originales temperamentos literarios; un auténtico representante del pueblo, del que
extrae su lenguaje y modalidades, con los que plasma en sus décimas una imagen
verídica del dominicano de los tiempos de la Restauración.
Desde la adolescencia, a los diez y seis años, empezó a escribir las décimas inimitables
que le dieron tan grande y popular renombre. Cantó sin descanso, prefiriendo el
lenguaje del campesino del Cibao para sus décimas. En su larga vida de ochenta y cinco
años nadie lograría arrebatarle el cetro de la poesía popular dominicana.
El célebre Cantor del Yaque fue soldado en las luchas de la Independencia y asistió a la
toma de Beler con el grado de Cabo de nuestro ejército. En la Restauración, figuró entre
los patriotas que se sublevaron en Guayubín en febrero de 1863.
Pareció determinado a no deponer las armas, y junto con otros dominicanos buscó
refugio en Haití. Se enteró bien de las costumbres de aquel pueblo, y además estuvo al
tanto de los preparativos para la formal guerra libertadora; pero días antes del golpe de
Capotillo, cruzó la frontera, se acogió a las garantías de las autoridades españolas, e
hizo algo peor, que fue darles informes de los planes de sus compatriotas en Haití. Alix
en lo adelante no se pudo separar de los españoles, a los cuales siguió hasta verse en la
ciudad de Santo Domingo, donde le encontró la Restauración de la República, a la que
se adhirió, como otros compañeros.
Siño Juan Antonio, Papa Toño, como familiarmente le llamaban, publicaba sus
composiciones en hojas sueltas que circulaban profusamente por toda la República.
Esos volantes, tan solicitados, era el dinero que Alix llevaba al mercado de su pueblo.
Entre las placeras y los campesinos de Santiago era un ídolo, amado y festejado por
todos. Ningún regalo mejor podía llevarse de retorno al bohío, que una décima de Juan
Antonio, y escasos días después la celebrada poesía era conocida y recitada en toda la
comarca.
Sus décimas satisficieron una necesidad del espíritu colectivo. Eran solicitadas por el
pueblo, que las compraba no bien estaban en circulación. Las habladurías de la calle, el
escándalo social de la hora, alguna amarga queja del público, el incidente burlesco
hecho comidilla de los murmuradores que lo eran casi todos los vecinos de la población,
la oportunidad de un desbordamiento de júbilo público, el triunfo o fracaso de una
revolución, o acaso un fusilamiento, ejecutado de manera espectacular, constituían el
material preferido para las décimas, tocadas siempre de un vivo color de actualidad y
salpicadas de pimienta satírica, de que tanto gusta el pueblo, por ser uno de sus íntimos
fermentos.
Obra
PEDRO MIR
(1913 – 2000)
Pero esta esperanza no se hizo sentir hasta que, desde el exilio en Cuba,
apareció su largo poema: "Hay un país en el mundo", con el subtítulo de
"Poema gris en varias ocasiones", hermoso canto a su país de origen, Santo
Domingo, carente de identidad y libertad por haber estado siempre colonizado
socioeconómica y políticamente por potencias extranjeras. Este primer poema
vino a considerársele como una nueva poética. Todo su poemario, de hecho,
es un grito de protesta contra estas fuerzas ajenas y una llamada de atención a
la falta de identidad nacional. Con este poema se consagró el poeta más
representante de su país en el siglo XX y, quizás, uno de los más grandes del
mundo de las letras hispanoamericanas.
Le siguieron a éste otros poemas importantes, como "Si alguien quiere saber
cuál es mi patria", "Amén de mariposas" y "Concierto de esperanza para la
mano izquierda", etc., de los cuales damos algunos ejemplos aquí.