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CURSO BÁSICO DE CÁBALA

por Eduardo Madirolas


www.lacabaladelaluz.com
e-madirolas@hotmail.com

Extraído de sus libros:

- El Camino del Árbol de la Vida (Un curso de introducción a la Cabalá mística)

- Senderos en el Jardín de la Conciencia (Manual de meditaciones cabalísticas)

- La Cábala de la Merkavá (Una vía universal de iluminación y liberación)

Con modificaciones y mucho material nuevo.

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CURSO DE CÁBALA

LA CÁBALA DE LA LUZ

La luz es el símbolo primario de la manifestación del Infinito.


Todo lo que “es” es una manifestación de la LUZ INFINITA en la fase mixta de
luz en sí y vasija o luz estructurada.
El deseo es la fuerza que motiva las vasijas y es un deseo de recibir luz.
La Luz es energía autoconsciente, dadora, pura potencialidad creativa... Se
manifiesta como Vida Incondicionada, Conciencia Pura, Inteligencia Activa, Amor
Omniabarcante, Poder Absoluto, Puro Gozo de Ser, Afirmación de Sí, Esplendor
Radiante, Potencia Generativa, Presencia Viva y Actual. Éstas son las Sefirot, los
arquetipos fundamentales de lo Divino; las vasijas que contienen y transmiten la
influencia de lo Absoluto a los mundos manifestados.
La Cábala, que significa recepción, es una vía para conectarse conscientemente
con y recibir directamente la Luz Infinita.
Para la Cábala toda realidad es Daát, Conocimiento, la unión del continente y lo
contenido, del conocedor y lo conocido, en una continuidad de ser llamada Árbol de la
Vida.
Este conocimiento se halla ciertamente codificado en los libros sagrados, pero,
sobre todo, se halla inscrito en el Libro de la Vida. Se dice que hay cuatro formas de
lectura, cuatro niveles de interpretación.
Es necesario contemplar estos 4 significados como una escalera, en consonancia
con los cuatro mundos cabalísticos, de los cuatro niveles básicos de realidad:

Peshat – significado literal – mundo corpóreo, físico, de la materia y la energía.

Rémez – significado alegórico – mundo astral, emocional, angélico, los cielos


(la cabalá tiene también sus bardos)

Derash – significado metafísico – mental, arcangélico, de los Palacios, tierras


puras, budas y seres divinos, paraísos de las dakinis, etc.

Sod – secreto, significado místico, espiritual, de la Deidad, Vacío.

Los cuatro niveles conjuntamente forman el acróstico (notarikón) PRDS, Pardes,


el Huerto o Paraiso.
Entrar en el Pardés es sinónimo de estudiar Cábala, de cultivar el jardín de Adam
en el Edén, el jardín de la conciencia.

El Talmud cuenta la historia de los cuatro sabios (rabinos) que entraron en el


Pardés. Eran: Ben Azzai, que miró y murió. Ben Zoma, que miró y se volvió loco,
Elishá ben Avuyá (Ajer), que miró y apostató y Akivá. Sólo Rabí Akivá entró y salió en
paz.
Este pasaje del Talmud ha fascinado a los comentaristas a lo largo de los siglos,
avanzando diversas interpretaciones. En el contexto que nos ocupa es una metáfora de la
persona que se queda en un nivel, sin trascenderlo, dándole el peso de realidad última.
Así, el nivel de significado literal es “muerte”, es decir, el máximo grado de
desconexión. Este es el significado de muerte en la Torá, como en el caso de Adam, que

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significó desconexión del Árbol de la Vida. Es el significado literal de: “No puedes ver
mi Rostro y vivir”, que Dios le dice a Moisés en el monte Sinaí.
El nivel del significado alegórico astral es locura: es tomar a los símbolos e
imágenes como realidades en sí, con existencia inherente, y no como espejos o pantallas
subjetivas de realidades más profundas.
El nivel de significado metafísico-mental es apostasía: otra forma de
desconexión más sutil. Es tomar los conceptos, los contenidos de la mente también
como realidades en sí. Es pensar que los opuestos: bien-mal, luz-oscuridad, etc. tienen
existencia objetiva. (Históricamente Rabí Elishá ben Avuyá se convirtió a una forma de
maniqueismo. En el medio divino no puede haber ningún tipo de dualismo, separación,
que es el modo natural de operar de la mente.)
Tan sólo Rabí Akivá (encarnado el significado místico) entró y salió en paz. Se
dice que cuando salió era una persona de gran santidad. La tradición dice que fue capaz
de integrar su experiencia en la vida cotidiana. (Por ejemplo, Ben Azzai no tenía hijos –
un precepto esencial en el judaismo – porque sólo tenía ojos para lo alto).

Y este principio – integrar la experiencia mística en la vida cotidiana – es quizá


la esencia de la Cabalá:
No buscar grandes manifestaciones físicas o milagros, típico del significado
literal, ni grandes visiones que nos dejen paralizados, típico del significado alegórico, ni
impresionantes construcciones de pensamiento, o sistemas filosófico-teosóficos... Todo
esto son apoyaturas. La esencia está en la experiencia desnuda de la Divinidad y llevar
esta experiencia a nuestra vida cotidiana. Todo lo demás se da por añadidura.
La palabra Cabalá en hebreo significa recepción, es decir, conexión con la Luz
Infinita. Un cabalista – mekubal – es alguien conectado, que conscientemente recibe la
Luz, Conciencia Energía, energía autoconsciente.
La meta del cabalista es unir el cielo con la tierra, manifestar el cielo en la tierra.
Y aquí no hay evasión, escape. El que busque en la Cabalá un modo de evadirse de las
responsabilidades de la vida cotidiana, está equivocando el camino. El que busca asumir
eses responsabilidades de acuerdo con el conocimiento de sí mismo y la manifestación
en él del propósito divino (que es lo que se llama tikún en hebreo, una combinación, por
así decir, de karma y dharma) está en el camino adecuado.
El cómo se manifieste la conexión personal con la Luz Infinita depende del ser
auténtico (profundo, integral) de cada uno.
Si hablamos de unir el cielo – Kéter, la experiencia mística suprema de unión
con Dios, la experiencia de la identidad del vacío y la forma, en lenguaje budista – con
la tierra – Maljút, la realidad corpórea, multiforme, en la que la Luz se encuentra en
estado de máxima ocultación – necesariamente hablamos de Tiféret, la sefirá central,
llamada ADAM, el hombre-mujer, y que psicológicamente representa el self del
hombre, el sí mismo, su yo auténtico, por encima del ego de Yesod.
Tiféret – conócete a ti mismo – es la llave que abre la cerradura del Árbol de la
Vida y, por eso, es el centro de los misterios cabalísticos (Corazón = Leb = 32).
Esto ya viene expresado en el libro del Génesis (Cap. 12), en el mandato de Dios
a Abraham:
Lej lejá: Vé (o marcha) para ti [traducido como véte] de la tierra, y de tu familia
y dela casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Lej – lejá es una construcción extraña. Del verbo Laléjet, bastaría con decir Lej,
Vé. Lejá es para ti. Se interpreta como para o hacia dentro de ti, es decir, conócete a ti
mismo; y sal de tus ataduras, raíces, programaciones inconscientes, a la tierra que te
mostraré (Canaán se decodifica como la tierra de la unidad, de la conexión con el Árbol

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de la Vida, la tierra que mana leche y miel, donde los pilares laterales dejan de ser
misericordia y rigor, la tierra superior que es la sefirá Biná, la conexión de Tiféret con
las tres esferas supremas del Árbol de la Vida).
... Y entonces serás Berajá. Serás Bendición.
Este es el tipo de conexión al que aspira la Cábala. Y esto como persona
corriente, que asume su vida, que busca realizarse personalmente de una forma integral,
desplegando los poderes de su alma, y que quiere ser una influencia positiva y
constructiva en su entorno.

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Una panorámica de la Cábala

En el amplio espectro de técnicas y caminos espirituales disponibles hoy en día


para el buscador sincero, la Cábala aparece poco representada. Pienso que eso se debe
fundamentalmente al desconocimiento de lo que esta vía de desarrollo es en realidad, así
como de la extensión y alcance de sus planteamientos y sus métodos. A esto hay que
añadir la ausencia de buenos maestros fuera de lo que es el marco judaico, un mundo
bastante cerrado en sí mismo por lo general.

A pesar de que, históricamente, la Cábala es la formulación específica judía del


sendero espiritual, con sus componentes mágico-proféticas, místicas y filosóficas, es
también cierto que, siendo un modo de conexión y adhesión a lo Divino, constituye una
vía universal, válida para todos. Si así no fuera, simplemente no sería “verdadera”.

Hay que añadir además que, en su largo recorrido histórico, la Cábala ha sabido
asimilar de una forma creativa contenidos fundamentales de otras culturas y pueblos.
Que la Cábala incorpora elementos de Egipto, Babilonia y el antiguo Oriente Medio es
evidente. Que también asimila elementos de la gnosis y de la filosofía griega
(fundamentalmente del neoplatonismo) está claro. Y que esta vocación integradora
sigue vigente – ya que cada generación formula la sabiduría en el lenguaje de su tiempo
– se ve por ejemplo en la terminología de la sicología junguiana y transpersonal con que
hoy en día se expresan sus conceptos arquetípicos, que coinciden, como es lógico, con
los de la llamada filosofía perenne.

Lo anterior debe interpretarse como un síntoma de vitalidad y actualidad, y no


de falta de originalidad. La Cábala, afirma la Tradición, parte de la revelación básica de
sabiduría recibida por el hombre-mujer arquetípico – el Adam-Javá del Génesis – y
transmitida a todo el mundo antediluviano (tradiciones de Enok-Metatrón-Hermes) y
postdiluviano (Shem-Melquisedek), hasta ser recibida por Abraham que, no lo
olvidemos, fue contemporáneo de la Torre de Babel y heredero de la lengua única a que
hace alusión el texto bíblico.

La Cábala siempre ha sido y sigue siendo una tradición viva, con su propio
tronco, ramas y frutos – como por ejemplo, la revelación mosaica, la profecía de los
tiempos bíblicos, los escritos de sabiduría salomónicos, la ascensión a los Hejalot o
palacios celestiales de los primeros siglos, la teosofía del Zohar (S. XIII) y de Safed (S.
XVI), los usos ontológicos del lenguaje (el Séfer Yetsirá, atribuido tradicionalmente al
propio Abraham) con todo el complejo asociado de técnicas del éxtasis, el jasidismo
antiguo y moderno, que ha sido comparado con el Zen, etc. A este tronco principal se
pueden injertar otras ramas (por lo compatible que resulta con otros planteamientos), lo
que trae consigo renovación, completitud y más belleza ornamental. Y tan potente es la
savia que circula por la estructura cabalística, que los humanistas del Renacimiento
reconocieron que en ella estaba la clave esotérica de su propia religión, y también del
ocultismo occidental, que se ha servido desde entonces de la Cábala para fundamentarse
a sí mismo, y que constituye hoy en día – en sus numerosos grupos y órdenes iniciáticas
– una de sus modalidades principales.

En resumen, podemos decir que hoy en día merece la pena conocer y estudiar la
Cábala porque es una vía universal a la espiritualidad, de gran antigüedad, de gran

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extensión o alcance – tanto en horizontal como en vertical – y muy flexible y adaptable,
siendo compatible con cualesquiera creencias ya que puede ayudar a fundamentar a
todas. Como occidentales, puesto que la revelación cristiana parte esencialmente del
esoterismo judío, no es raro descubrir que, al estudiar Cábala, estamos encontrando y
profundizando en nuestras propias raíces.

Hay esencialmente tres aproximaciones a la Cábala, que son, por así decir, tres
modos de conexión con la Luz Infinita, siendo ésta a su vez un nombre para la
Conciencia-Energía subyacente a todo – el sustrato, si se quiere, de la Mente Única o
Divina –. Estas vías son 1) el estudio (aproximación mental a la sabiduría), 2) la
meditación, oración y demás técnicas de interiorización, 3) la acción, que incluye desde
la actitud general y las prácticas específicas, hasta el uso consciente del simbolismo en
el ritual mágico y litúrgico. A continuación daremos unas pinceladas de cada una de
ellas:

El estudio – no meramente intelectual, sino como medio de conexión con la Luz


– es la aproximación filosófico-teosófica al problema de la Realidad: ¿Cómo surge y se
mantiene lo finito en el seno de lo Infinito, lo múltiple en el seno de la Unidad, lo
relativo en el seno de lo Absoluto? La Cábala concibe la Manifestación como una gran
cadena orgánica del Ser que brota del mismo seno de lo Divino y progresa en modos
crecientes de complejidad y diversificación, estando todo regado y mantenido por la
misma savia, que no es otra cosa que la Luz Infinita misma. Esto es lo que aparece
codificado en el gran símbolo del Árbol de la Vida, con sus sefirot o esferas de
manifestación de lo Real, y sus canales que las interconectan entre sí.

En el Árbol vemos desplegados en un todo único los diversos Mundos o ámbitos


del Ser (el Mundo Divino, de la naturaleza del no-ser, el Mundo de la Creación o Mente
Pura, el Mundo de la Formación o astral-psíquico y el Mundo de la Acción o de los
fenómenos espacio-temporales, de la materia y la energía), todos con sus cielos,
palacios, almas, jerarquías angélicas, esferas planetarias, etc., hasta los propios
dominios elementales de lo físico.

Quizá sorprenda el ver cómo están equiparados, en el segundo Mundo, la


Creación con el ámbito de lo Mental. Entramos aquí en el carácter ontológico del
lenguaje, típico de la Cábala, aunque no sólo de ella (véase, por ejemplo, el uso de las
letras en el Tantra). El propio Génesis presenta la creación como una exteriorización del
Pensamiento Divino mediante la Palabra (la actividad del Espíritu de Dios). En ese
sentido, las letras, las Letras de la Creación, son realidades espirituales, vasijas
metafísicas capaces de contener y canalizar la Luz. Son así símbolos de primer orden
(de hecho los canales del Árbol de la Vida) y cables de conexión que transmiten la Luz
mediante su contraparte en el plano físico. Esto constituye uno de los pilares básicos de
la meditación cabalística.

Parejo al concepto de la escalera de los mundos está el del Tikún: el plan Divino
de la evolución, del descenso y el ascenso por los distintos niveles de la jerarquía del
ser. Esto incluye la vida actual (la encarnación en un cuerpo físico), los estados de
después de la muerte (con la conciencia/energía centrada en los niveles superiores del
alma, ya que la Cábala concibe al ser humano con una estructura de conciencia y
presencia en todos y cada uno de los mundos) y la rueda de las reencarnaciones hasta
completar la propia tarea o destino personal. En esencia, la meta de la evolución es la

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participación del máximo bien y felicidad que es alcanzar la afinidad (o similitud de
fase) con lo Divino, en Poder, Amor y Sabiduría. Ello se logra mediante el aprendizaje
y el mérito que deviene del uso de la libertad, que junto con la capacidad de dar,
constituye una de las marcas de fábrica de lo Divino.

La Cábala es teosofía porque tanto en el proceso de Creación, que se realiza en


un intemporal y eterno Ahora, como en el de Tikún – rectificación, transformación,
iluminación, unión y canalización – lo Divino se involucra como continente y contenido
(diríamos que, metafóricamente, la manifestación es hacia dentro, no hacia afuera de
ninguna parte). El propio Nombre principal impronunciable de Dios YHVH consiste en
hebreo en la raíz del verbo “ser” en presente con el prefijo de tercera persona del
“futuro”, indicando el concepto de “el Ser Activo del universo”. Al mismo tiempo, la
propia Creación es su Ser Pasivo, Presencia o Shejiná, siendo uno de los motivos
fundamentales de la Cábala (expuesto en el Cantar de los Cantares) el de la unión o
Bodas Místicas entre el aspecto masculino y femenino de la Deidad, lo que completa el
Tikún Cósmico. Evidentemente, a imagen y semejanza de su arquetipo divino, éste es
también el paradigma del ser humano realizado.

Posiblemente ya se habrá intuido que el camino de la Cábala es, en primer lugar,


hacia dentro de uno mismo. Esta es la invitación dada por Dios a Abraham: “Vete de tu
tierra y de tu familia y de la casa paterna a la tierra que te señalaré”. Ese “vete” aparece
en el texto bíblico de una forma extraña: “Lej Lejá”, que literalmente quiere decir “Ve
para ti”. Los cabalistas interpretan, entonces, el versículo como: “Sal de tus
automatismos y programaciones y conócete a ti mismo para alcanzar el estado de
conciencia – tierra espiritual o tercera sefirá, y que no es otra cosa que el alma espiritual
o neshamá – que te mostraré”.

Entre las técnicas de interiorización, la meditación siempre ha ocupado un lugar


preponderante. Quizá algunos se extrañen de que hablemos de meditación en épocas tan
antiguas como los tiempos bíblicos. Conviene recordar al respecto que en el antiguo
Israel había escuelas organizadas de profecía – el nombre que se daba entonces a la
iluminación – en las que se enseñaban y aplicaban técnicas avanzadas de meditación, y
podemos deducir que también disciplinas espirituales de todo tipo. Estas escuelas eran
numerosas, con multitud de estudiantes cabe suponer que en distintos niveles o grados
de realización. Según Abulafia, cabalista español del siglo XIII y principal exponente de
la llamada Cábala extática o profética, las técnicas de meditación que él preconizaba –
basadas en Nombres Divinos y en diversas manipulaciones de las letras, junto con
técnicas especiales de respiración y concentración – eran herederas directas de la
tradición profética.

En realidad, las técnicas de meditación cabalística cubren un amplio rango que


abarca la experiencia visionaria (con un uso extensivo de la imaginación creativa), los
diversos modos de concentración y control de la mente (repetición de Nombres Divinos,
versículos y mantras), el trabajo con los centros psíquicos del cuerpo sutil (utilizando,
entre otras cosas, las letras hebreas, tal como prefigura el Séfer Yetsirá), las
unificaciones o Yejudim (que involucra a los llamados Rostros Divinos y cuyo alcance
en todos los planos del Cosmos es inmenso), la práctica constante de la Presencia
Divina (para llegar a la continuidad de la conciencia), la práctica de la Devekut o unión
con Dios por la vía del amor y la absorción pasiva en su Ser, hasta llegar a la meditación

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sobre el Vacío, el anonadamiento o reducción a la nada del propio ser, como puerta de
entrada al En Sof o Infinito, la identidad esencial entre el ser y el no ser y que constituye
el estado último de conciencia.

Mención aparte merece la oración cabalística, ya sea puramente contemplativa,


o espontánea en el sentido de abrir el corazón a lo Divino, o consistente en la lectura de
Salmos y otros escritos de poder, o basada en un ritual estructurado de oraciones tal
como el servicio judío. En éste último, el significado de las palabras no es sino el primer
peldaño de la escalera que une el cielo con la tierra. Las oraciones, que incorporan
muchos de los resortes meditativos mencionados antes, están organizadas de forma que
se realice progresivamente la ascensión por los cuatro mundos, a la que debe seguir el
descenso correspondiente con la integración en la vida cotidiana de los contenidos
alcanzados.

Porque la meta del cabalista, y con ello entramos en la vía de la acción, no es


evadirse de la realidad mundana para alcanzar para sí la iluminación o los niveles
superiores de la conciencia. Su meta es unir el cielo con la tierra, canalizar la Luz, hacer
de la materia un nivel transparente a la Luz Divina. Y eso no sólo a un nivel personal o
interno. El compromiso social, la instauración por una sociedad justa y solidaria, la
responsabilidad por los distintos reinos de la naturaleza (¿es necesario recordar que en
algunos Salmos tenemos las primeras muestras del pensamiento ecológico?), todo ello
en el marco del proceso del Tikún universal, es parte de la tarea del cabalista. Pues
como afirma el dicho angélico del libro de Isaías: “Toda la Tierra está llena de Su
Gloria”.

Entre las prácticas específicas están todas las relativas al conocimiento de uno
mismo en todos los niveles del propio ser. Esto hoy en día se hace en el marco de una
terapia, la cual, de una forma general, está incluía en el currículo de los distintos grupos
de estudio. Así, los arquetipos del inconsciente personal, por utilizar una terminología
junguiana, deben ser, como primer paso, sacados a la luz y aceptados, asumiendo la
plena responsabilidad por la totalidad de uno mismo. Integración e individuación son las
palabras clave, lo que nos sitúa al nivel del self o sí mismo psicológico (el centauro de
Ken Wilber o el yo existencial de otros sistemas). A partir de este punto de verdad
personal – el ser auténtico – se construye, mediante el trabajo intensivo en uno mismo y
la práctica de una ética superior (no necesariamente convencional), la mercavá o
vehículo espiritual para acceder a las esferas transpersonales del propio ser, culminando
en la Chispa de Luz Divina que constituye el propio núcleo o raíz, y que es, en sí
misma, una parte de la Mente Divina.

Una última palabra sobre la magia, que es parte de la Cábala, y que ha sido y
sigue siendo tan mal comprendida. En esencia, la magia consiste en el uso activo del
simbolismo. Mediante éste damos cuerpo a energías espirituales que impactan sobre la
psique para causar cambios, generalmente en la propia conciencia. Y todo ello bajo el
control de la voluntad, que se pone al servicio de la Voluntad Superior o manifestación
externa de la propia Chispa Divina, el verdadero Mago. En ese sentido, la magia es una
técnica de desarrollo espiritual y ha sido usada extensivamente por todas las religiones,
ya que nada tiene tanto poder como los propios actos. Relegar la magia a la obtención

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de cosas materiales para el propio disfrute es rebajarla de nivel, lo mismo que si
consideramos la oración sólo como un medio de obtener favores de lo Divino, o la
meditación como una forma de relajarnos para sentirnos bien.

La presente panorámica es por necesidad breve e incompleta. En los próximos


artículos se irán desarrollando los puntos en ella expuestos para que el lector interesado
pueda disponer de una información más completa. Si después considera que la Cábala
tiene algo personal que decirle, sin duda encontrará la vía, teniendo en cuenta que ésta
se dirige hacia el interior de sí mismo.

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CURSO DE CÁBALA

LA CÁBALA DE LA LUZ
Las tres grandes vías de aproximación a la Cábala son: estudio, interiorización y
acción. En realidad las tres convergen y no es posible desarrollar una sin apelar a las
demás.

A) Estudio: No como simple recogida y acumulación de información, sino


como un modo de conexión. Esto supone un método de estudio reflexivo y
contemplativo que incluye la meditación en cada uno de los elementos del Árbol de la
Vida.
- El estudio será de la Cábala en sentido amplio y del simbolismo en general. Es
importante ampliar y/o modificar la visión estándar del mundo para acceder a zonas
cada vez más amplias del nivel objeto (escalera de abstracción).
- Estudio de los textos sagrados de cualquier tradición, en particular de la Torá,
aplicando la hermeneútica cabalística.
- Estudio de uno mismo, de la vida y la psique en general, con espíritu y actitud
abiertos. Esto incluye el aprender de todas las experiencias. El estudio es algo que dura
toda la vida.

B) Interiorización: Necesaria para establecer de forma equilibrada e integrada


el flujo dual de energía, hacia el mundo exterior y hacia el mundo interior. El cabalista
aprende a operar en varios planos a la vez. Esto conlleva:
- Adiestramiento mental, mediante ejercicios de relajación, concentración,
visualización, vacío mental, flujo espontáneo de la mente, etc.
- Trabajo en el cuerpo de luz. El ejercicio más simple (no por ello menos básico)
es el Pilar del medio.
- Establecimiento de un principio guía en nuestras vidas más amplio y total que
el que detenta la conciencia egoica. A un nivel básico es el ejercicio del Santo Ángel
Guardián, principio de un contacto con nuestro Tiferet.
- Comunicación o estado de conexión constante con algo más grande que uno
mismo, símbolo o arquetipo de la totalidad. Eso es oración. Las meditaciones de corte
místico están también incluidas aquí.
- Apertura a los planos llamados internos, lo que tradicionalmente ha venido a
ser llamado Maasé merkavá (Trabajo de la Carroza). Las meditaciones de proyección,
como las de tipo sendero, etc., también forman parte de este apartado.
- Técnicas de transformación (reprogramación), utilizando meditaciones
específicas como yejudim, mantras, etc.

C) Acción: Como se ha dicho antes, la Cábala es un modo de vida. La vida es la


gran iniciadora. La meta del cabalista no es simplemente ascender al cielo sino unir el
cielo con la tierra. Todo debe manifestarse en lo físico.

- Trabajo en uno mismo, para lo cual es necesario querer cambiar. Se necesita


una buena dosis de conciencia, auto-observación, introspección, cambios positivos,
individuación, auto-realización personal, etc. En el contexto de un grupo pueden hacerse
ejercicios específicos, técnicas de Gestalt, psicodrama y trabajos en grupo (incluyendo
meditaciones). También interpretación de sueños, adivinaciones, usar otros mapas de

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conciencia (como la astrología), etc. El diario personal es una herramienta básica
imprescindible.
- Llevar el Árbol de la Vida a la vida.
- Uso activo del simbolismo, principalmente mediante ritual (incluyendo los
rituales de la vida cotidiana), usando la magia ritual como una herramienta para la
educación y actualización de la verdadera voluntad.
- Trabajo ético, de esculpido anímico, en el sentido de que el hacer talla al ser.
La meta es la rectificación de la vasija (tikún). Al hablar de ética no nos referimos a
ningún código establecido que no haya pasado por el tamiz de la individuación. Es la
ética del corazón.
- Esencial el cultivar y mantener una actitud específica positiva. Pueden usarse
como guía los 10 principios enunciados en el último capítulo del libro El Camino del
Árbol de la Vida, que resumimos:

1. Tener siempre presente cuál es el objetivo fundamental en la vida, que no es otro que el
objetivo espiritual.
2. Soy el creador de mi mundo. He elegido libremente todas las condiciones de mi vida. En
consecuencia, es necesario asumir plenamente la responsabilidad por mí mismo y mis acciones. Es inútil
culpar a nada ni a nadie.
3. El objetivo espiritual se alcanza por la autorrealización personal (tikún personal) y por la
realización de la tarea específica (tikún olam). La autorrealización personal pasa por ser
verdaderamente uno mismo al nivel de Tiféret, lo cual implica necesariamente acción, es decir,
manifestación y proyección de ese self que somos, la expresión de las propias cualidades (briáticas) que
constituyen nuestra individualidad – única y específica – en la plena conciencia de nosotros mismos.
4. Es necesario comprender el valor pedagógico de las experiencias negativas y de las
situaciones difíciles por las que atravesamos. En todo lo que nos ocurre hay lecciones que aprender,
cualidades negativas a superar, teshuvá o rectificaciones que efectuar, expiaciones (para nosotros o para
los demás) que realizar. Nada sucede porque sí. No es sólo que todo tenga una causa, es que también tiene
una finalidad.
5. Siempre tenemos muchos caminos delante de nosotros. La norma infalible es la siguiente:
elegir el camino de la afinidad con el Creador, es decir, el deseo de dar.
6. Las emociones negativas son la puerta de entrada al satán (el Yetser HaRá, la propia mala
inclinación). La duda, el miedo, la culpa, la desesperación, la depresión, la tristeza, la cólera, etc., son los
instrumentos directos mediante los que nos controla nuestra mala inclinación. Sin alegría no hay Dios.
7. La espiritualidad no se alcanza por la realización de actos extraordinarios, sino por la
sublimación de lo cotidiano. La actitud a cultivar es el éxtasis ordinario, el vivir en un estado de
conexión constante.
8. Toda situación es dual por naturaleza: tiene una cara positiva y una cara negativa. La cara
positiva nos da placer. La cara negativa nos produce dolor. Es necesario concentrarse en el placer y no
en el dolor, la dificultad, o el esfuerzo.
9. La espiritualidad es lo opuesto de la inconsciencia. El camino es, pues, necesariamente la
conciencia, que empieza por el autoconocimiento. Para ello no hay otra puerta de entrada que la
honestidad con uno mismo.
10. La ley espiritual es la ley del esfuerzo. No existe tal cosa como un camino espiritual fácil. Si
es fácil no es verdadero. Como dice el Talmud: “¿Te esforzaste y encontraste? ¡Creételo! - ¿No te
esforzaste y encontraste? ¡No te lo creas!”

Hoy en día añadiría un punto más:

A pesar de todo, Guevurá (el rigor) es la 5ª sefirá. Antes viene Jésed (la misericordia, el perdón y
la gracia), que es la 4ª sefirá. Biná (la creación, la ley cósmica) es la 3ª sefirá. Antes viene Jojmá (la
sabiduría y la creatividad), que es la 2ª. Siempre hay un camino. Siempre hay esperanza. La 1ª sefirá es
Kéter (voluntad y unidad) que trasciende todos los opuestos.

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Lección primera: EL ÁRBOL DE LA VIDA

El Árbol de la Vida es el símbolo fundamental que usa la Cábala


Consta de 32 elementos que son las 10 esferas y los 22 canales que los conectan
entre sí. (Sobre la esfera que aparece en línea de puntos se hablará después).

¿Qué es el Árbol de la Vida?

Un mapa de la conciencia. Una metafórmula que representa el ser de Dios, del


Universo y del Hombre.
Representa cómo desde el ser vacío e inmanifestado, la esencia divina, que es
una e infinita, deviene en una serie de pasos todo el cosmos manifestado, el cual a
nuestra percepción se presenta como múltiple, finito, lleno de cosas y seres.

Pero este proceso no es ajeno al propio ser de Dios1, como algo exterior a Él,
sino que involucra de distintas formas su propia vida interna. Las Sefirot o esferas son,
1
DIOS: Cada cual tendrá una idea diferente, según sus creencias, sobre el Fundamento último de la
Realidad, que llamamos Dios. Es, hasta cierto punto, indiferente cómo se entienda este concepto de Dios -
a qué se aplica exactamente - ya que todo el mundo sabe que es un velo, o un fondo, puesto delante de lo
incognoscible. De Dios se ha afirmado: Cualquier cosa que se diga que es, no es. A algunos les resultará
sugerente, sin duda, alguna imagen concreta como, por ejemplo, la imagen del gran polo positivo de la
batería cósmica, y considerar el mundo como energía (en el fondo todos esos términos son también
elementos lingüísticos). La energía no sería puramente física – esa sería su circunferencia exterior – sino
una energía viva, consciente, dadora y creadora (estamos empezando a construir otro modelo), a la que

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en su aspecto más exaltado, los arquetipos de manifestación de lo divino y se
convierten, así, en los núcleos o prototipos de todos los desarrollos posteriores. Es decir,
conformándose a Sí Mismo, Dios crea y da forma a todo lo que existe: el Cosmos y el
Hombre. Por eso decimos que el Árbol de la Vida es un símbolo omniabarcante.

Los números del 1 al 10, son las Sefirot, en singular Sefirá, que proviene de una
raíz hebrea que significa numeración, cuenta. Y también esfera.
Las Sefirot o esferas son, pues, los 10 números primordiales, los 10 arquetipos
esenciales de la mente divina (y por tanto, los diez estados básicos del ser). Una posible
formulación de los mismos sería:
1. Unidad. Voluntad. 2. Sabiduría aformal. Conciencia pura. 3. Inteligencia
activa. Conciencia/energía. 4. Fuerza expansiva. Amor. 5. Fuerza contractiva. Poder. 6.
Ser. Identidad. Self. 7. Autoexpresión. Manifestación. Arquetipos. 8. Recepción. Vasija.
Forma. 9. Organización orgánica. Potencia generativa, vital. 10. Completitud.
Realización final.

Los 22 canales están representados, en general por las 22 letras hebreas 2, como
expresión de la potencia creadora divina (“Y Dios dijo…”3) y expresan la articulación o
las relaciones de las esferas entre sí.
Reciben el nombre de canales, porque a través de ellos se vierte la influencia de
las esferas; y también son senderos, en el sentido de que, en el trabajo práctico, la
conciencia asciende o desciende, se mueve a través de ellos, para acceder a una u otra
Sefirá.
En general a estos 32 elementos se ligan una serie de significados o
correspondencias, como si se tratara de las distintas facetas de un cristal tallado. Por
ejemplo4: Nombres Divinos; ciclos temporales (meses, días, estaciones del año); las
direcciones del espacio; signos del zodíaco, planetas, elementos; las partes del cuerpo;
el ser interno del hombre; su psicología; elementos de mitología egipcia, griega,
babilónica; letras hebreas; cartas del Tarot, etc.
Sobre el Árbol, se ponen sistemas místicos, visionarios, extáticos,
contemplativos; características psicológicas, teorías del desarrollo personal; estados de
conciencia; datos científicos modernos; sistemas mágicos con sus correspondencias de
sonidos, color, olores, perfumes, cristales, joyas, etc.

los antiguos llamaban Luz, entre otras cosas por su carácter intelectivo. De ella derivarían todas las
energías particulares, ya sean espirituales, mentales o físicas, en un continuo que rompe sus simetrías y
diferencia sus elementos (metáfora de la Gran Explosión). No podemos evadirnos de usar imágenes y, al
menos, éstas se expresan en términos de uso corriente hoy.
Lo que parece lógico es que todas las propiedades de lo generado deben dimanar de algo
equivalente en el emanador – aunque en otro orden de magnitud mucho más exaltado, y eso porque la
mente no puede pensar más que en un número finito de categorías – lo que justifica los antropomorfismos
a veces usados: cuerpo, mente, palabra, pensamiento de Dios. Y el camino lógico, de nuevo, es el que
invierte los términos: no es que el ser humano, que es pensante, atribuya mediante una proyección
primitiva esta característica de pensamiento a un ser superior (el cual sería asimismo una proyección de
su propio ser). Es más bien que el pensamiento humano es una contracción (un tsimtsum, en lenguaje
cabalístico) de la propiedad equivalente divina. Y así sucesivamente.
2
De momento, este aspecto no se considera.
3
Esta es la expresión creadora que aparece en el Génesis.
4
Todas ellas se irán desarrollando a lo largo del curso.

13
1. Kéter.
Corona.
Unidad
omniabarcante.
Realidad última
Luz infinita. Vida
incondicionada.
3. Biná. Sí mismo divino. 2. Jojmá.
Entendimiento. Sabiduría.
Gran madre. El Padre.
Energía espiritual Energía espiritual positiva.
negativa. Arquetipos cósmicos.
Ley cósmica. Conciencia pura.
Inteligencia activa.
Teshuvá (Retorno) Daát.
Conocimiento.
Experiencia. Síntesis.
Puerta entre los mundos
Sí mismo transpersonal

5. Guevurá. 4. Jésed. Misericordia.


Poder. Temor. Amor. Expansión.
Limitación Deseo de dar. Energía
Deseo de recibir. psíquica positiva.
Energía psíquica negativa

6.Tiféret
Belleza. Armonía.
Sí mismo personal.
Ser. Verdadero Yo
Integración.
Intuición.

8. Hod. 7. Nétsaj.
Gloria. Victoria.
Pensamiento. Sentimiento.
Comunicación. Emociones.
Voluntad. Naturaleza.

9. Yesod.
Fundamento.
Ego. Persona/sombra
Personalidad. Imaginación.
Instinto.

10. Maljút.
Reino.
Cuerpo.
Sentidos.
Mundo físico.

ÁRBOL DE LA VIDA
con los nombres de las Sefirot (negrita) y algunos significados básicos.

14
También cosmología esotérica; los datos del cuerpo sutil, como chakras o
centros sicofísicos; los cielos; los palacios celestiales; los estados de después de la
muerte, etc.
Se obtiene así una gran organización de la conciencia, y no estamos hablando
sólo a nivel intelectual. La conciencia se puede expresar mediante el pensamiento, pero
también mediante la emoción, mediante cualquier tipo de experiencia interna.

El Árbol de la Vida funciona en cierto modo como una serie de carpetas de


archivos, cada uno con multitud de links e hipervínculos. Como consecuencia:
1º se organizan los contenidos de la mente.
2º se unifican prácticamente todos los sistemas de cualquier tipo con lo que se
lleva a una reducción del conocimiento a la unidad, por supuesto no como una
experiencia teórica, sino práctica y transformadora.

Es fundamental llegar a un conocimiento interiorizado del Árbol de la Vida, es


decir, no simplemente aprendiéndose unas correspondencias de forma intelectual, sino
energizándolas al tiempo mediante la meditación, el ritual y, por supuesto, la práctica en
la vida cotidiana. Si no se llevan a la práctica es un conocimiento inútil.
Como dice un cabalista hermético moderno, Charles S. Jones (Frater Achad):
“Respecto del Árbol de la Vida es de primordial importancia que los detalles del
plan sean memorizados. Esta es posiblemente la razón principal por lo que a los
primeros tiempos la cábala era transmitida de boca a boca y no por escrito, pues sólo da
fruto en la medida en que arraiga en nuestras mentes. Podemos hablar de ella, estudiar
en una cierta medida, hacer juegos con ella en un papel, etc. Pero hasta que la mente no
asuma en sí misma la imagen del Árbol y podamos ir de rama en rama, de
correspondencia en correspondencia, visualizando el proceso y convirtiéndolo de esa
forma en un Árbol vivo, no veremos la luz de la verdad descender sobre nosotros.
Habiéndolo conseguido habremos triunfado en germinar un retoño sobre la tierra, como
en el caso de un árbol joven, y así nos hallaremos en un nuevo mundo, mientras
nuestras raíces estarán firmemente implantadas en nuestro elemento natural.”

15
ESTUDIO PANORÁMICO DE LAS SEFIROT

En este apartado se describe cada una de las Sefirot (los Senderos se estudian en
otro nivel). Vamos a dar una representación de los principales conceptos asociados,
dando palabras clave de cada una de las esferas. Empezando de abajo arriba, nos
moveremos de lo conocido a lo desconocido.
Es necesario aprenderse en hebreo el nombre de cada una de las esferas. Hay que
partir de la base que el hebreo es un idioma sagrado, posiblemente uno de los cuatro
fundamentales idiomas sagrados de la humanidad, como son el chino, el sánscrito y el
egipcio.
Entonces las palabras expresadas en hebreo son palabras de poder, y lo que
quiere decir “palabra de poder” es que tiene conexión y canalización. No vamos a usar
todavía la escritura de los nombres en letras hebreas – esto será posterior – pero sí
aprender a pronunciar los nombres transliterados al lenguaje castellano.

10ª Sefirá: MALJÚT. EL REINO.

Maljút es: El plano físico. El universo manifestado en su estado de máxima


concreción, materialización, corporeidad. La esfera del cuerpo. La esfera de los
elementos materiales. La esfera de los sentidos.

Maljút representa el último estadio del Árbol de la Vida, de todas las


emanaciones. Las Sefirot también reciben el nombre de emanaciones5. Éstas acceden a
Maljút, sobre todo a través de la novena Sefirah, Yesod, y es en Maljút, en donde
alcanzan estabilidad y corporeidad.
Maljút es por tanto el punto final de la involución. En general, llamamos
involución al descenso por el Árbol y llamamos evolución al ascenso, el retorno a la
Fuente. Maljút es, entonces, el punto final de la involución, por donde debe pasar toda
la vida antes de poder completar su desarrollo, ascendiendo por el Árbol para volver a
su origen.

Maljút es materia, pero no materia sólo en su aspecto más denso, sino también
en su aspecto sutil, el llamado plano etérico. Es materia más el alma de la tierra, su
aspecto psíquico, el aura de las cosas.

El modo de conciencia propio de Maljút, desde el punto de vista humano, es la


conciencia cerebral. El modo de percepción, los sentidos físicos, tanto internos como
externos.

Hay que tener en cuenta que la Luz (la Luz infinita, la sustancia de la Creación)
se halla en Maljút en un estado de máxima ocultación, muy contraída, por así decir.
Pero eso no significa que la luz no esté presente; esa contracción es sólo desde el punto
de vista de nuestra conciencia.

5
El proceso de generación de las mismas se ve en la lección sobre el Rayo Relampagueante.

16
A nosotros el plano material nos aparece como sólido, impenetrable, pero
sabemos que la materia es un 99’98...% vacío. Igualmente, desde el punto de vista
interno, Maljút está totalmente llena de Luz, rebosante de Luz, aunque nosotros en
nuestro estado actual no seamos capaces de percibirlo.
Por eso simbólicamente es la Hija, la Esposa, la Reina, la Sejiná, (que significa
la presencia divina, el aspecto femenino de Dios, que se halla en exilio con las
criaturas).
El estado en el que la materia será totalmente transparente a la Luz es llamado el
Reino de Dios y, como la evolución más avanzada sobre el planeta Tierra, es tarea del
ser humano, el trabajar por su consecución. Es responsabilidad suya el instaurar sobre la
Tierra este Reino en armonía con el propio ser del planeta.

9ª Sefirá: YESOD. FUNDAMENTO

Yesod es la esfera de la maquinaria del universo, el gran entramado de fuerzas y


tensiones que se halla detrás de lo físico.
Se dice que Yesod es el receptáculo de las emanaciones: En esta sefirá se
reciben las influencias de todas las Sefirot por encima de ella y son filtradas antes de
manifestarse y tomar forma o cuerpo en Maljút. Yesod es así el canal de transmisión al
del Árbol al plano físico.
De ese modo, podemos ver que Yesod es el fundamento del plano material, el
andamiaje de tensiones que es causal respecto de los sucesos en el plano físico. Este
andamiaje existe previamente, por lo cual, la pauta general, las tendencias de lo que va a
suceder en Maljút, se pueden captar y así realizar una cierta predicción de los
acontecimientos.
Lo mismo sucede desde el punto de vista de la acción. Para conseguir un
resultado en Maljút actuamos en Yesod, modelando su sustancia en la forma de la
intención realizada.

¿Cuál es su sustancia? El llamado principio akásico o luz astral o éter psíquico


universal.
Con Yesod nos hemos movido de la esfera de la tierra a la esfera de la luna.
Entramos en el mundo onírico, el mundo de los sueños. De hecho, el sueño es una
forma muy pura de experiencia yesódica.
La facultad por la que nos conectamos con Yesod y captamos sus energías es la
imaginación creativa, la capacidad de crear y producir imágenes. La luz astral es muy
ideoplástica, es decir, muy maleable por las ideas. De ahí que, actuando desde las sefirot
superiores podamos modelarla de acuerdo con nuestras intenciones. Esto lo hacemos
tanto consciente como inconscientemente. Yesod contiene y mantiene, para bien y para
mal, las imágenes y fantasías creadas por nuestras mentes. De ahí que uno de sus
nombres sea “el almacén de imágenes”. Por eso es tan importante la facultad de
visualización.
Hay un peligro: Precisamente por ser la luz astral tan susceptible a nuestra
influencia, siempre hay un factor de subjetividad en todas las imágenes producidas,
recibidas y captadas. Lo que puede desembocar en ilusión.
Porque las imágenes de Yesod tienen mucho glamour. Podemos quedarnos
fascinados por su luz, pero sin embargo hasta cierto punto engañarnos, quedándonos en
la imagen en sí, pero no en el significado que la imagen encarna. ¡Lo importante de la
imagen no es tanto su forma como su simbolismo!

17
Una fuente puede ser objetiva y nosotros la captamos mediante nuestro
subconsciente, pero en Yesod, que es el espejo de la mente, aparece con una forma
condicionada en parte por nuestra propia composición, pero también por todo el acervo
cultural, por todo el condicionamiento cultural que hemos recibido. Imaginemos una
fuerza: quizá nosotros la captamos como un ángel y este ángel tiene una túnica blanca y
alas, etc., pero a lo mejor un budista tibetano la procesa como una dakini;
evidentemente la fuerza es objetiva, pero las imágenes concretas son subjetivas, en el
sentido de que están condicionadas. Están culturalmente condicionadas.
Este espejo de la mente se torna claro cuando esta en contacto con Tiféret, la
sexta sefirá, justo encima de Yesod en el Árbol de la Vida. Yesod es la esfera de la
Luna, Tiféret es la es esfera del Sol. A la luz de Tiféret el significado de las imágenes se
aclara.

Como esfera de la Luna, la dinámica de Yesod es la de los flujos cíclicos, de las


mareas. Las mareas del mar astral y las del alma.
Todas las diosas lunares, como Diana, diversos aspectos de Isis, Selene, Hécate,
etc., tienen en esta esfera su morada natural. En el simbolismo cristiano, corresponde al
Espíritu Santo como fecundador, como generador. En el simbolismo cabalístico
corresponde a los órganos genitales.
Porque Yesod es el eslabón orgánico entre la materia y la mente. Es también el
fundamento de la vida y éste no es otro que el instinto, las pautas que están escritas en la
subconciencia de los seres. Instinto como producción, como fertilidad, pero sobretodo
como auto regulación orgánica. Instinto de conservación y de reproducción.
Pero no hay que confundir el aspecto de instinto de reproducción sexual con toda
sexualidad que implica a todo el Árbol. En particular, su aspecto de polaridad y de
pasión pertenecen más bien a otra esfera, la número 7, Nétsaj.

El ser humano es como la Luna, que tiene una parte que nos muestra, una cara
luminosa, pero también tiene siempre una cara oculta.
En el ser humano la personalidad se halla dividida en mente consciente y mente
subconsciente. Por supuesto la mente subconsciente es la base o el fundamento de la
personalidad. Y la mente consciente en el estado natural, en el estado corriente del ser
humano, no representa a la totalidad de su ser. Está regida por el ego, por el yo. Que es
una imagen que el individuo tiene de sí mismo en la que ha cristalizado todas sus
experiencias anteriores, pero que también ha construido a base de lo que otros le han
dicho lo que es, o a base de lo que otros le han dicho que tenía que ser. El individuo en
su ego incorpora también, cuando su biografía le ha permitido hacerlo, el resultado de
sus experiencias positivas y la presión de sus impulsos internos, de su alma, de lo que él
se siente llamado a hacer el la vida.
Pero en general, la autoimagen es una imagen parcial con la que uno se
identifica y a la que llama su yo. Éste soy “yo”, el yo de mi nombre, de mis apellidos.
Así pues, tenemos por una parte la mente consciente centrada en el ego, y los arquetipos
inconscientes que operan como subpersonalidades y que aparecen a veces en los sueños
como personalidades autónomas. En estas subpersonalidades están incorporadas
nuestras experiencias traumáticas y, en general, lo que rechazamos de nosotros mismos.

18
8ª Sefirá: HOD. GLORIA. ESPLENDOR

Hod es la esfera de la mente, del intelecto: el instrumento productor de


imágenes, símbolos, ideas, palabras y formas mentales, todo lo cual entra bajo el
epígrafe general de pensamiento concreto.
Al hablar de la mente no lo hacemos únicamente en el plano humano,
microcósmico, sino que tenemos en cuenta lo que podríamos llamar las producciones de
la mente universal. En el macrocosmos Hod es la esfera en la que la multiciplicidad de
formas es concebida. Hay que tener en cuenta que la naturaleza de la “forma” no es
física, sino mental. Hod es así la matriz de las formas en el plano astral.

Hod es también la esfera de las relaciones entre los seres y, en particular, de la


comunicación a todos los niveles: comunicación entre esferas, planos, individuos o
partes de un individuo. La transmisión de información es una característica fundamental
de esta Sefirá.

Y en tanto que las fuerzas de la razón fluyen en esta sefirá, Hod es también la
esfera de la voluntad personal, en el sentido de la mente aplicada a la consecución de
objetivos, lo que podríamos llamar mente estratégico – teleológica.
En realidad, las esferas que se hallan en los lados del Árbol de la Vida, en lo que
después conoceremos como pilares laterales, forman pares complementarios, con lo que
es difícil estudiarlas por separado.
Así ocurre con Hod y Nétsaj (la 7ª sefirá). Si Hod es intelecto, Nétsaj es
sentimiento, emoción. Si Hod es la polaridad forma del plano astral, Nétsaj es la
polaridad fuerza. La energía brota de Nétsaj y toma forma mental en Hod, donde es
racionalizada. La energía emotiva e impulsiva de Nétsaj adquiere dirección en Hod, en
donde se delinean los fines y las estrategias de consecución. Por eso decimos que Hod
es la esfera de la voluntad. La voluntad está vacía sin una energía que la alimente en
forma de motivación, etc. Por eso decimos que de Nétsaj es la Victoria (significado de
la palabra). Entonces Hod, que da forma a los impulsos de Nétsaj, es la Gloria.

El ser humano es creativo al nivel de Hod. Dicho de otro modo, es forjador de


formas mentales nuevas. Antes se ha hablado de la ideoplascia de la sustancia astral.
Hay que tener en cuenta que siempre que damos un nombre a las cosas estructuramos la
conciencia. Tal es el principio del “ledaber”, “decir” en hebreo, de donde deriva
“dabar”, que significa tanto “palabra” como “cosa”: es la palabra que estructura lo real
en formas concretas (Hod), que toman imagen en Yesod y cuerpo en Maljut. Nétsaj
proporciona la energía, con lo que se completa el circuito.
Pero además, si la forma mental es “verdadera”, en el sentido de que resulta
adecuada a la esencia o arquetipo de lo representado (conexión de Hod con Tiféret, la
sexta sefirá), la corriente de energía espiritual fluye a través de ella, la forma se
convierte en vehículo de la luz de las esferas superiores y se obtiene el efecto deseado
tanto en el individuo (iluminación, por ejemplo) como fuera de él. Por eso se dice que
Hod es la esfera de la Magia Ritual, de los nombres, versículos, mantras, nombres de
poder, etc. En el lenguaje de la teosofía, diríamos que el rayo de Hod es el rayo
hermético, rayo naranja o rayo del conocimiento concreto y de la ciencia. Hod es la
esfera de Mercurio.

19
7ª Sefirá: NÉTSAJ. VICTORIA.

Nétsaj representa la polaridad activa o “fuerza” de la luz astral frente a la


polaridad pasiva o “forma” de Hod. Y si ésta era la esfera del pensamiento, Nétsaj lo es
del sentimiento.
La naturaleza de la fuerza sólo se capta poniéndose en sintonía con ella y, por
eso, Nétsaj se percibe mejor mediante el arte, la danza, el ritmo, el color, en fin,
mediante todo aquello que haga vibrar nuestros propios sentimientos.
Nétsaj es, así, una esfera de energías vibratorias, de polaridad (que es lo que
genera la fuerza), de enamoramiento, afectos, pasión, emoción, teniendo en cuenta que
la e-moción pide la acción, es decir, genera el movimiento de atracción o repulsión
hacia el objeto que la provoca.
Es entonces cuando entra en escena la sefirá complementaria, la mente
racionalizadora de Hod, dotando de forma a las energías emotivas de Nétsaj y
canalizándolas en direcciones definidas. En Hod nos autoconvencemos, planificamos –
para conseguir esto he de hacer esto otro – pero en la base, en el núcleo, hay una
emoción, un sentimiento motivador, que es Nétsaj. Por eso Nétsaj es la Victoria y Hod
es la Gloria, el Esplendor.
Evidentemente, la mente racional puede procesar la información de forma que
haga que una determinada emoción resulte incompatible con la imagen yesódica que el
individuo tiene de sí mismo (su ego). Puede entonces llegar incluso a inhibir totalmente
la expresión de esa emoción, bloqueándola. Eso, sin embargo, no anula a la emoción en
sí, por mucho que no se reconozca conscientemente. La energía cortocircuita y
permanece activa en el subconsciente, alimentando el lado oscuro de la personalidad o
sombra. El trabajo con las emociones es una parte fundamental del desarrollo personal.
Autoexpresión es otra palabra clave que define la esfera de Nétsaj.

En el macrocosmos Nétsaj es la esfera de las fuerzas de la naturaleza. Por


fuerzas de la naturaleza entendemos el aspecto interno de la misma, sus agentes activos,
lo que los antiguos han representado mediante dioses, devas y poderes naturales.
Otro significado de la palabra Nétsaj, además de Victoria, es Eternidad, que
transmite el carácter atemporal de los ciclos y fenómenos naturales – una vez que estos
se han estabilizado – y que al mismo tiempo pone de manifiesto su conexión con los
arquetipos.
Los arquetipos son aformales. Son núcleos de fuerza que moran en lo eterno,
como polos de un imán psico-astral, atrayendo y organizando en su propio campo
magnético los fenómenos que se manifiestan en el plano del tiempo. Y aunque sus
manifestaciones concretas, las llamadas imagos (imágenes arquetípicas), están
culturalmente condicionadas (lo que nos lleva de nuevo a la actividad formativa de
Hod), su realidad interna es independiente de sus distintas formulaciones históricas en
símbolos y mitos, como atestigua la universalidad de sus rasgos esenciales. Los
panteones de las distintas mitologías se parecen mucho entre sí.

Nétsaj es la esfera de Venus: el reino de las emociones, de la fuerza vital, de la


naturaleza. Es la luz de Tiféret (la luz solar), refractándose en los 7 colores del prisma.
Las siete frecuencias estaban contenidas en la luz blanca, pero ahora divergen y cada
una aparece en sí misma. Afirmándose, expresa su naturaleza. Y las múltiples
interacciones de los rayos entre sí dan lugar a toda la riqueza cromática del mundo
visible. En Nétsaj está todo lo que es vibración, sentimiento, danza, música,
espontaneidad, color.

20
Entonces si Hod es la esfera del rayo hermético (conocimiento concreto, magia
ritual), Nétsaj es la esfera del llamado rayo celta, de la magia natural.
Por encima de Nétsaj las esencias sólo se pueden percibir por iluminación
abstracta, por intuición. Por debajo empieza el dominio de las fuerzas y de las formas
astrales que se perciben por la emoción y la clarividencia.

Si ahora recapitulamos y tratamos de integrar todo lo visto hasta ahora desde el


punto de vista psicológico, diremos que en Maljút tenemos el cuerpo y los sentidos, en
Yesod los instintos y la imaginación, en Hod el pensamiento y la voluntad, en Nétsaj el
sentimiento y las energías emocionales.
Nétsaj y Hod, Victoria y Gloria, actúan al unísono formando un contrapunto que
puede resultar en una armonía expresiva o en una serie de problemáticas disonancias.
El equilibrio entre ambas puede alcanzarse en Yesod o en Tiferet. El ser humano
promedio, es decir, antes de realizar un trabajo de individuación que le sitúa en Tiféret,
tiene su nivel de conciencia centrado en Yesod (ego), desde donde estructura su mundo
en una dualidad de conciencia y subconsciencia. Yesod es el receptáculo de todas las
emanaciones provenientes de las sefirot superiores (entre las cuales se encuentran las
influencias de los estratos profundos de la psique, así como de vidas anteriores,
cristalizadas en pautas de acción y reacción, muchas de ellas inconscientes).
La persona no es consciente directamente de todas estas influencias. Desde
Yesod, el espejo de la mente, es consciente de pensamientos y sentimientos, si bien no
de todos. Parte de los mismos permanece inconsciente, como se observa en cuanto el
individuo empieza un trabajo serio de introspección.
Como resultado de todas sus experiencias y en parte motivado por su necesidad
de adaptarse a sus condiciones de vida en Maljút, en Yesod el individuo ha desarrollado
una imagen parcial del conjunto de su personalidad – la parte de la misma con la que se
halla identificada – permaneciendo el resto más o menos en la sombra (inconsciente).
Pero el núcleo de la verdadera identidad se halla en la sefirá siguiente, Tiféret, que
vamos a ver a continuación.

6ª Sefirá: TIFÉRET. BELLEZA.

El nombre de la sefirá se refiere a la belleza de la armonía porque Tiféret es,


esencialmente, una esfera de equilibrio.
Tiféret es el corazón y el centro de todo el Árbol de la Vida. Nos fijamos en su
posición, a medio camino entre arriba y abajo, y también entre la izquierda y la derecha;
nos fijamos que es una esfera que está conectada mediante un sendero con todas las
demás sefirot del Árbol, ocho en total. Salvo con una, que es Maljút, la décima, porque
para alcanzar Maljút, Tiféret tiene que actuar a través de Yesod.

Tiféret es un punto focal del Árbol. En ella tiene lugar una transmutación.
Cuando se llega a Tiféret la mente cambia de marcha, por así decir. Hay que tener en
cuenta que, según se van trabajando las esferas inferiores del Árbol – las esferas de la
personalidad – se van energizando todas las partes de uno mismo, conscientes y
subconscientes; se va tomando conciencia de nuestra parte oscura, de nuestra parte

21
rechazada, que no es necesariamente negativa6. Todo ello crea una presión, una tensión
interna. Entonces el individuo avanza, pero renqueando, como si fuera un coche en el
que por una parte se aprieta el acelerador, y por otra lleva puesta una marcha demasiado
corta. De repente se mete una marcha larga y ese es el paso a Tiféret, lo que hemos
llamado el cambio de marcha. El coche adquiere velocidad, la conducción es fluida, el
individuo se suelta, se mueve con libertad, se siente ser él mismo.

Porque, ¿en qué consiste principalmente este cambio de marcha?


Esencialmente en que el individuo se ubica en el SER. O sea, en sí mismo. El
individuo experimenta el puro gozo de ser. De ser él mismo. Es decir, que deja atrás
todas las ideas, todos los sentimientos, todas las imaginaciones. Deja de identificarse
con su ego y se ubica en su verdadero yo, en su verdadero ser.
Tiféret es entonces el self del individuo: el self o sí mismo, en palabras de la
psicología de Jung, o el centauro, en palabras de Ken Wilber, aludiendo a la integración
que se produce de todas las partes de uno mismo, incluyendo la parte corpórea (de ahí el
nombre de centauro, que es mitad caballo, mitad hombre). Tiféret es el yo existencial.
El verdadero yo del individuo. Por eso la esfera de Tiféret es la esfera del despertar.

Tiféret es un punto focal, porque por debajo están los planos de la conciencia
personal y por encima los planos de la experiencia transpersonal. Pero es imposible
llegar a esa conciencia transpersonal – otro nombre de la conciencia mística – sin pasar
por la puerta de uno mismo. Por eso conócete a ti mismo sigue siendo la máxima
fundamental: “Conócete a ti mismo” como decía el oráculo de Delfos, “y conocerás el
Universo y a los dioses”.

El self es el núcleo arquetípico del ego. Su cualidad esencial es ser simplemente.


Es el centro inmóvil. Todo lo demás es circunstancial. Por eso también se dice que
Tiféret es una esfera de sacrificio. Esto hay que entenderlo de dos maneras:
Sacrificio primero en un plano personal, puesto que para poder llegar a Tiféret el
individuo seguramente ha tenido que sacrificar muchas cosas, no sólo en un plano
mental, es decir, de las ideas que uno podía tener sobre sí mismo en abstracto, porque el
cambio ha de tener lugar en la acción, ha de manifestarse en la práctica. El cambio de
marcha no es más que despertar a lo que verdaderamente es uno mismo, y este uno
mismo lo es frente a los demás, frente al mundo exterior.
En Tiféret se es verdadero consigo mismo. Entonces quizá el individuo ha tenido
que sacrificar todo lo que estaba en el camino de su self, bloqueándolo. Puede que sea
alguna relación, puede que sea alguna circunstancia material, puede que sea alguna
visión determinada del mundo: todo ello ha de ser sacrificado. Por eso se dice que
Tiféret es una esfera de sacrificio.

También lo es en otro sentido. Cuando se llega a Tiféret, el centro de la totalidad


de uno mismo, se accede al centro de todas las cosas, porque el centro de algo es la
puerta que permite la manifestación de su esencia ideal, de esa esencia espiritual que
hace que cada cosa sea lo que es. Todos los centros están de alguna manera conectados.
Entonces, desde Tiféret se entra en empatía con las cosas, se siente con ellas, se vibra
con ellas, y se despierta en el individuo un sentimiento de compasión genuino. Y
entonces también se sacrifica por los demás, sacrificio que brota de una preocupación
genuina.
6
Por ejemplo, la sombra de un individuo inseguro e inhibido puede albergar unas magníficas facultades de
iniciativa y liderazgo.

22
Tiféret, la esfera solar, es al mismo tiempo el lugar de los dioses sacrificados.
Esta sefirá se expresa mediante tres arquetipos fundamentales:
- El arquetipo del niño que alude al despertar, al despertar a uno mismo, con lo
que se nace a un mundo nuevo.
- El arquetipo del rey, cuando esa experiencia se ha consolidado y entonces
como el sol, uno se convierte en el centro de su propio sistema solar. Es el aspecto de
autorrealización. Por eso Tiféret, que por una parte es el punto máximo al que llegan las
religiones exotéricas, es también el objetivo de las psicologías humanísticas que se
basan en la realización personal, en la expresión del propio self.
- El Dios sacrificado, que siempre muere por el pueblo, expresando el aspecto
compasivo y redentor de Tiféret.
Otros nombres e imágenes de la esfera son: El Rey, El Hijo, El Redentor,
Jesucristo, Dionisos, Apolo, Adonis, Osiris, El Iluminador. El sacrificado, en suma.

Sin embargo, no hay que concebir a Tiféret como un estado que se alcanza de
una vez por todas. Como el niño que nace, la experiencia tiferética es al principio débil:
se puede llegar a Tiféret y volver a perderlo. En fin, subir y bajar.
Es decir, no basta con llegar a Tiféret. Hay que consolidar ese estado y aprender
a permanecer en él. Y para eso se necesitan las fuerzas de las dos sefirot siguientes, que
también, por ser sefirot de los pilares laterales, están polarizadas: Guevurá y Jésed.

5ª Sefirá: GUEVURÁ. FUERZA.

Guevurá es la esfera del poder, del poder absoluto. Otros nombres de la sefirá
son: Din (el juicio) o Pájad (el temor)
Es la esfera de la contracción, de la limitación, mientras que su opuesto o
complementario, Jésed, la cuarta sefirá, es la esfera de la energía expansiva. Es decir, el
poder de Guevurá se adquiere por la limitación, por la definición precisa de los límites.
Un ejemplo clásico es el de la máquina de vapor: podemos hervir agua en una
caldera abierta. El vapor se escapa, se difunde y no realiza ningún trabajo. Pero si
cerramos la caldera, si hacemos canalizar todo el vapor por unos conductos definidos,
entonces se genera una energía dinámica, cinética, que es capaz de producir un trabajo,
mover una maquina, por ejemplo. Así pues, las leyes de la limitación, la concentración
y la resistencia, son las leyes de la generación y del uso consciente de poder.

Guevurá es una esfera de discriminación y de limitación universales. Es la


llamada emanación discontinua o juicio de Dios, donde todo es sometido a prueba y
juzgado. Es así una esfera de verdad absoluta, sin mitigar. Por eso también se dice que
en esta esfera están las fuerzas destructivas de la Divinidad, porque todo aquello que ya
ha cumplido su función evolutiva debe ser desechado para poder construir algo nuevo.

Guevurá también tiene un aspecto pasivo, de resistencia, disciplina, autodominio


y control. El self o sí mismo tiferético precisa de esta fuerza para su afirmación y
consolidación. El individuo debe luchar contra todo lo que se opone a la realización de
su verdadera naturaleza. Debe luchar en el mundo externo, por así decir, pero también
contra la expresión en sí mismo de su propia fuerza negativa, la que le tiene atado a su
naturaleza inferior e impregna todo su mundo egoico.

23
Guevurá es una esfera de batalla, y la batalla que hemos de desarrollar y vencer
es la batalla por nuestro propio ser. Es decir, necesitamos aprender a decir no,
necesitamos aprender a separarnos de todo aquello que no nos hace crecer, que no nos
desarrolla. Para eso necesitamos la discriminación, el juicio, la disciplina y el rigor.
En general, Jésed, nos trae las experiencias positivas, todas aquellas experiencias
expansivas, que nos resultan agradables, en las que parece que la vida nos sonríe, y
Guevurá nos trae las experiencias difíciles, problemáticas, traumáticas, las experiencias
que ponen a prueba nuestros límites para que realmente vayamos mas allá de nosotros
mismos. Ambas fuerzas son necesarias: sin una medida de Guevurá caeríamos en la
autocomplacencia y autoindulgencia. No haríamos nunca el esfuerzo por crecer, por
desarrollarnos. Ahora bien, no podemos subsistir sólo en el rigor, sin una medida de
Gracia. Caeríamos en la desesperación. Nos angostaríamos como una planta en el
desierto.

En conjunto, Guevurá representa la operación de la Ley Cósmica. En su aspecto


pasivo es aseveración y juicio, como hemos dicho. En su aspecto activo es aplicación de
la Justicia, estricta y objetiva, que esencialmente tiende al restablecimiento del
equilibrio. Tal es el principio de la ley de acción y reacción: la responsabilidad por las
consecuencias de las propias acciones. Ésta – la responsabilidad – es uno de los pilares
fundamentales de la individualidad, una palanca necesaria para su crecimiento.

4ª Sefirá: JÉSED. MISERICORDIA, AMOR.

Jésed es esa efusión de energía expansiva y constructiva que llamamos


Misericordia, y también la Gracia de Dios, que llena los mundos y lleva a los seres al
desarrollo máximo de su propia medida, lo cual constituye su Bien.
En el esquema de la Creación según el modelo del Génesis, el cual se verá más
adelante en la lección sobre el Rayo Relampagueante, Jésed, la primera de las siete
sefirot inferiores, corresponde a su vez al primer día. En él es creada la Luz, en la que
están contenidas todas las cosas en estado potencial, y está escrito: “Y vio Dios la Luz,
que era buena”.
Jésed, como primera expresión del pensamiento creativo, es entonces la Luz del
Bien. El pensamiento de la creación es manifestar la propia bondad divina. La creación
es el acto de donación constante de Dios – acto gratuito – expresión de Amor. Así, la
Deidad es percibida por los seres creados como inmanencia, como Presencia constante,
que es el amor, la fuerza de la unidad. De algún modo, Dios se contrae a sí mismo para
que el mundo pueda contenerle.

Por todo ello, el deseo de dar es la fuerza que nos conecta con las energías
espirituales de Jésed, desarrollando la afinidad con el Creador basada en la similitud de
fase vibratoria.
En Guevurá tenemos el deseo de recibir, la polaridad pasiva de la psique, la
libido, por así decir, que se manifiesta como deseo, porque sólo se puede desear lo que
no se tiene y hemos dicho que Guevurá es la esfera donde se nos ponen los límites.
Jésed es por el contrario la polaridad positiva de la psique, la libido positiva, la
fuerza que nos impulsa a abrirnos, que nos hace crecer, que nos expande, que nos trae
las experiencias positivas que necesitamos para desarrollarnos y alcanzar nuestro
objetivo de plenitud. La lección de Jésed es la transmutación del deseo de recibir en
deseo de dar.

24
Jésed es la esfera de la generosidad. El amor de Jésed está por encima de la
necesidad, del juicio riguroso de Guevurá, de la aplicación estricta de la ley de acción y
reacción. La Gracia está por encima del Rigor y, por un acto de Bondad, nuestro karma
negativo es neutralizado.
Ahora bien, como hemos dicho, ambas polaridades – Jésed y Guevurá – son
necesarias. Las energías de Jésed, tremendamente expansivas, no crearían nada, se
difundirían, si no estuvieran encerradas en los límites de Guevurá. El mundo no
subsistiría si sólo hubiera rigor, pero tampoco con sólo misericordia. Sin embargo,
tiende hacia ésta última. Jésed y Guevurá se equilibran en Tiféret, uno de cuyos
nombres es Compasión – Rajamim, en hebreo –.
Tiferet es el equilibrio entre ambas esferas –expansión y contracción – tanto
desde un punto de vista moral como funcional. Los impulsos de Jésed y los límites de
Guevurá construyen nuestra identidad en Tiféret. Y el crecimiento de nuestra
individualidad tiferética – nuestro desarrollo anímico – necesita tanto nuestro poder
personal guevúrico como nuestra capacidad de amor jesédica.

Entonces, si Guevurá es la esfera de Marte, Jésed lo es de Júpiter.


El símbolo de poder de Jésed es el cetro, que representa la autoridad, porque
Jésed, como veremos al hablar de las tres esferas superiores, es la sefirá que rige sobre
los planos de la forma, que son las siete esferas inferiores, de la cuarta a la décima.
Jésed es, pues, una esfera de autoridad, no es una autoridad personal, sino
conferida; una autoridad que dimana de lo alto.
Otro nombre de Jésed es Guedolá: La Grandeza.

25
Por encima de Jésed hay como una fractura en el Árbol de la Vida: las tres
sefirot superiores están separadas de las siete inferiores por lo que se llama el Abismo,
el abismo que separa la conciencia divina de la conciencia humana.
Como dice el segundo versículo del primer capítulo del Génesis:
“La oscuridad sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la
superficie de las aguas”
¿Por qué es necesario el abismo?
Porque si la Luz de Dios, la Luz Infinita – anterior a la luz de la Creación
propiamente dicha – no se contrajera, y creara por así decir un vacío dentro de sí misma,
nada podría existir como otro, como diferente de la Deidad, ya que todo en esencia es
uno y lo mismo.
Por eso se dice que la luz se retira, se retira desde el punto de vista de nuestra
conciencia, no que esté retirada de hecho. Sobre este punto se hablará en laz lección
sobre el Rayo Relampagueante.
En medio del abismo, sin embargo, hay un estado potencial que se suele dibujar
mediante una línea de puntos como una esfera, como una sefirá adicional invisible, y
que recibe el nombre de Daát.

DAÁT. CONOCIMIENTO.

Se dice que Daát es la puerta entre los mundos.


Daát significa Conocimiento, y es el conocimiento de la experiencia, un
conocimiento vivido, incorporado a la propia sustancia, capaz de constituir un
fundamento para la experiencia de las esferas superiores.
Se accede a ese estado de Daát cuando se ha conseguido la integración de la
experiencia de las siete sefirot inferiores, es decir, cuando se “conoce” la totalidad
psíquica de uno mismo.

Por otra parte, visto desde arriba, Daát es también la síntesis de las tres sefirot
supremas, Kéter, Jojmá y Biná. Éstas, en realidad, están siempre unidas, actuando al
unísono, y son captadas por la mente inferior a través de Daát. Es sólo desde nuestra
perspectiva limitada y por motivos pedagógicos que nosotros las estudiamos como
separadas en tres esferas diferentes.

Desde el punto de vista de la psicología, Daát es justamente la frontera entre los


planos personal y transpersonal, es decir, donde se realiza el vínculo con el mundo del
espíritu, que es el nombre antiguo para la parte del ser no encarnada, es decir, que
trasciende la identidad personal de una encarnación. Esta conexión recibe el Cábala el
nombre de Rúaj HaKódesh, Espíritu Santo, el cual tiene muchos niveles de realización,
y diríamos de iluminación.
En Yesod hemos hablado del Espíritu Santo como generador o fecundador. Hay
una relación profunda, que se aclarará en su lugar, entre Daát y Yesod, como prueba el
que se use el simbolismo de unión sexual para referirse a Daát. Tal como escrito
(Génesis 4:1): “Y Adam conoció a Eva”.

Al cruzar Daát damos el salto a lo cósmico. Por encima del abismo está la
tercera esfera.

26
3ª Sefirá: BINÁ. ENTENDIMIENTO, INTELIGENCIA.

Biná es la polaridad negativa o femenina de la mente divina. Es por tanto la


inteligencia que subyace a todo, el aspecto pasivo, puramente receptivo, y por tanto
vacío, del elemento divino: el fondo oscuro que posibilita la visión, el silencio que
permite oír el sonido, el espacio - tiempo que sustenta el despliegue cósmico.

La mejor manera de acercarnos a ella es mediante el arquetipo de la Gran Madre


Cósmica. Porque Biná es el Entendimiento omniabarcante, que, en silencio, concibe, da
a luz y mantiene providentemente a todos los mundos creados.
Biná es, así, la madre de la forma, el conjunto de las fuerzas de la Creación. Es,
por tanto, el principio de la separación. Aunque, en realidad, no hay separación en Biná,
en sí es la raíz de la misma. Es a partir de ella y por debajo del abismo donde empiezan
propiamente los mundos de la multiplicidad y diversificación.
Estos se hallan contenidos en Biná en un estado ideal y de suma unidad. Biná es
la totalidad en la unidad – unidad y multiplicidad a un tiempo – y, como tal, representa
el punto de partida y punto de llegada del circuito cósmico.
Las almas – los seres – son concebidas en Biná, descienden por los planos,
llegan a Maljút, y ascienden tras su serie de experiencias, de diversas vidas, etc. Cuando
llegan a Biná se encuentran de nuevo con el gran océano, el Gran Mar de la Existencia.
El alma plenamente realizada descubre que es una onda – una gota – de ese
océano: individual, pero completamente parte del mismo, y además expandida por todo
él.
Ese es el estado final, por eso Biná es llamada también Teshuvá, que suele
traducirse como arrepentimiento, pero que en verdad significa retorno: la redención
final, el jubileo, como cuando en el Israel bíblico se proclama la libertad y todas las
deudas eran perdonadas, los esclavos liberados y la tierra volvía a estar en posesión de
sus primeros dueños.

En general, Biná es la Ley Cósmica en su totalidad, la pauta que rige los


mundos. Como tal es la raíz última de la Severidad. Hay que tener en cuenta que toda
forma es un tipo de muerte para la fuerza que alberga porque ésta es constreñida,
obligada a moverse por determinados caminos, en vez de poder hacerlo libremente
como antes.
Lo mismo cabe decir respecto del alma. Todo nacimiento en un plano inferior,
por así decir, indica una muerte para el plano superior original. Pero sin forma, la fuerza
es inmanifestable e incognoscible. Del mismo modo, sin encarnación no hay desarrollo
posible para el alma en el sentido de actualizar sus poderes latentes.

Biná presenta, así, una doble cara:


Como madre severa (la aplicación de la ley cósmica) es la visión del dolor, del
esfuerzo, del camino a recorrer, de todo cuanto ha sucedido, sucede y sucederá a lo
largo de esa ruta: la lenta y laboriosa vía del sendero involutivo y evolutivo (descenso y
ascenso).
Como madre amorosa y providente, lleva a los mundos a su perfección última y
es el estado de redención de toda atadura: la Tierra que mana leche y miel, el Mundo
Futuro, la Jerusalem Celeste, etc.

Biná es la esfera de Saturno, el gran limitador, pero también regente de la Edad


de Oro.

27
2ª sefirá: JOJMÁ. SABIDURÍA.

Jojmá es el par complementario de Biná, es decir, la polaridad activa, masculina


de la mente divina. Jojmá es llamado el Padre Cósmico.
Jojmá es, entonces, una esfera de energía pura, totalmente incondicionada, sin
ninguna traza de diferenciación. En la gran batería cósmica, Jojmá es el polo positivo
que proyecta la energía, la cual al organizarse en Biná – el polo negativo – da lugar a la
forma.

De Jojmá dimana el cambio creativo. Biná es la esfera de la Ley. Es una sefirá


pasiva, hasta cierto punto cerrada. Digamos que en Binah no se sabe cómo cambiar las
cosas, pero Jojmá puede hacerlo.
Todos tenemos la experiencia de un problema aparentemente insoluble, de una
situación en la que por más vueltas que le damos no vemos una vía de salida, y de
repente aparece una solución inesperada, no se sabe de dónde: así es como actúa Jojmá.
Porque Jojmá está por encima de la ley, mas no porque la anule ni la contradiga,
sino porque la trasciende. ¿Qué es la ley? ¿Qué es en sí la forma de Biná? No otra cosa
que la concepción, la formulación de la energía pura de Jojmá.
Jojmá es entonces uno con la ley, de la misma manera que el padre y la madre
cósmica están siempre unidos, son como dos amantes que nunca se separan.
Jojmá se experimenta como los chispazos de intuición, de iluminación que, por
supuesto, si luego no son entendidos y formulados por Biná, no devienen en nada.
Siempre hay que entender ambas fuerzas en combinación.

Jojmá-Sabiduría es el espejo en el que Dios se mira a sí mismo. Es el


pensamiento ideal de la Creación y, por tanto, el arquetipo supremo de la existencia. En
la Sabiduría todas las cosas se hallan fundidas como en una omnisciencia u
omniconciencia luminosa y transparente, participando como ideas vivientes de la propia
esencia divina en un eterno ahora de plenitud y éxtasis.
En el texto bíblico se afirma varias veces que el temor de Dios es el principio de
la sabiduría. En este contexto hay que entender temor en el sentido de anonadamiento,
por que al ser Jojmá un estado que está por encima de la forma, no se puede acceder a él
por medio de la mente. La mente no encuentra allí ningún punto de referencia, nada a lo
que agarrarse.
Temor en hebreo es Yirá, que se transforma por permutación de letras en la
palabra Reí, que significa espejo. Así, el anonadamiento del temor de Dios lleva a la
trascendencia que se transforma en el espejo de la omniconsciencia divina.

Y, sin embargo, la sabiduría es el don de Dios dado al hombre. Como dice el


libro de la Sabiduría (7: 22 y ss.), atribuido a Salomón:
“Que hay en ella (en la Sabiduría) un espíritu inteligente, santo, múltiple, suave,
ágil, incontaminado, diáfano, inofensivo, amante de lo nuevo, agudo, sin trabas,
bienhechor, filántropo, seguro, firme, sin cuidados, que todo lo puede, que todo lo
vigila, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles. La sabiduría es más
móvil que todo movimiento, se difunde y penetra en todas partes por su finura, pues es
una exhalación de la fuerza de Dios y una emanación pura de la gloria del omnipotente;

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por eso nada manchado penetra en ella. Es una irradiación de la luz eterna, espejo terso
de la energía de Dios, e imagen de su bondad. Y siendo una, todo lo puede;
permaneciendo en sí, todo lo renueva, y trasladándose en cada generación a las almas
santas, prepara amigos de Dios y profetas, pues nada ama más Dios que al que habita
con sabiduría. Pues esa es más hermosa que el Sol, y supera toda constelación.
Comparada con la luz es más brillante que ella, porque a ésta le sucede la noche, pero a
la sabiduría no le vence la maldad”

1ª Sefirá: KÉTER. CORONA

Kéter es la corona de la manifestación, el vértice superior del Árbol de la Vida,


la vida incondicionada, la realidad última.

Una corona es algo que se lleva sobre la cabeza pero que no pertenece
propiamente a ella. Así ocurre con la primera sefirá: corona la realidad – de hecho la
contiene – y al mismo tiempo está más allá de ella.

Hay una doble vía de aproximación a Kéter:


- La vía de la afirmación superlativa, es decir, toda cualidad positiva que podamos
concebir la posee en un grado infinito de perfección.
- La negación de toda cualidad, es decir, cualquier cosa que digamos que es, no es.

Kéter presenta, así, una doble cara. Por una parte mira hacia el no ser: es la cara
que mira hacia la inmanifestación, hacia el verdadero ser de Dios, hacia su esencia. Por
otra mira hacia el ser, hacia la manifestación y se muestra como su perfección absoluta.
Por eso a veces Kéter es también llamado AIN, que significa la nada, pero es una
nada desde el punto de vista del ser, ya que está más allá del ser. Es el vacío tal como lo
concibe la física moderna, como el máximo de energía potencial. Es el no ser infinito,
luminoso, radiante, el no ser afirmativo, carente de límites y condiciones.
Por otro lado es un eterno fluir inmóvil, la fuente de la manifestación. Hemos
dicho que la esencia de la manifestación es el eterno darse de Dios a sí mismo. Kéter es
ese estado de superabundancia desbordante que es el Sumo Bien, en el que todos los
mundos han sido, son y serán, sin disminuirle en modo alguno.

Kéter es la Unidad, el Uno y el Único. Sólo puede ser definida de modo


paradójico, pues en esta sefirá los opuestos son uno: manifestación/inmanifestación,
ser/no ser, vida/muerte, etc.
Así, es un estado no dual, de simplicidad extrema. Reposa en su ser absoluto, en
la ipsedad absoluta de su conciencia perfecta, en calma y beatitud completas.
Porque Kéter es el Sí mismo absoluto, la Totalidad indivisible, el Equilibrio
perfecto, el Punto de quietud, el Centro de todos los centros. Todas las cosas penden de
él, y él no pende de ninguna.

En sentido alegórico es llamado el anciano de los días, el rostro inmenso. De


hecho podemos figurarnos algo de su naturaleza mediante los títulos tradicionales que
se han dado a esta esfera: el pequeño punto, punto primordial, el profuso dador, la
cabeza blanca (por su pureza), el amen, la luz oculta, la luz interna, la luz simplísima, la
luz inescrutable, el altísimo, el largo de nariz (queriendo decir de naturaleza
absolutamente misericordiosa), el largo de rostro, el rostro inmenso, el gran rostro, el

29
anciano de los ancianos, el anciano de los días, el anciano santo, el oculto de los
ocultos, la cabeza, la cabeza que no es, la existencia de las existencias, el nombre “yo
soy el que soy”, el yo absoluto, la identidad suprema.

Kéter es la sefirá mística por excelencia. La experiencia espiritual que confiere


es la unión con Dios, el estado último de conciencia sin traza de dualidad.

Así, entre la corona de Kéter y el reino de Maljút se extiende toda la


manifestación, mas ¿quién es digno de portar esa corona?
Tiféret es llamado el Rey, y Tiféret es el Hombre, Adam, el ser humano
arquetípico, el hombre/mujer, el estado natural (primordial y último) del ser humano:
uniendo todos los planos, manifestando la luz infinita en el seno de lo múltiple, uniendo
el cielo con la tierra, lo cual constituye la meta del cabalista.
Porque la cábala no es en modo alguno un camino de evasión, un querer llegar al
cielo – ni siquiera a ese primer estado de Kéter – para permanecer en él: subir al cielo
para descender a la tierra, en unión y armonía perfectas, manifestando nuestra divinidad.
Ese es el plan divino de la creación.

1. Kéter: Corona.
Vida incondicionada.
Realidad última.
Doble vía de aproximación:
afirmación superlativa (posee
toda cualidad en grado infinito de
perfección) y negación de toda
cualidad (cualquier cosa que
digamos no es).
El Ayin – la Nada (desde el punto
de vista del ser). El Vacío de
máxima energía potencial.
No Ser infinito, luminoso y
radiante. No ser afirmativo,
carente de límites y condiciones.
Eterno e inmóvil salir de sí para
darse a sí mismo. Vida
incondicionada, perfección
absoluta, sumo bien, en el que
todos los mundos han sido, son y
serán, sin disminuirle en modo
alguno.
Unidad. El Uno y el Único.
Simplicidad extrema, reposa en la
seidad absoluta de su conciencia
perfecta en calma y beatitud
completas.
Sí Mismo Absoluto, totalidad
indivisible, equilibrio perfecto,
punto de quietud, centro de todos
los centros. Todas las cosas
penden de él y él no pende de
ninguna.
El Anciano de los Días. El Rostro
Inmenso.

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3. Biná: Entendimiento. 2. Jojmá: Sabiduría
Inteligencia activa. Conciencia pura.
Gran Madre cósmica. Padre cósmico. Idea semilla.
Entendimiento omniabarcante: El Rayo de inspiración.
concebir, dar a luz y mantener Cambio creativo. En Biná no se
providentemente a todos los pueden cambiar las cosas – opera
mundos creados. Madre de la la Ley Cósmica – . En Jojmá se
forma. Las fuerzas de la creación. sabe cómo cambiar las cosas –
Por otra parte, el entendimiento estado precreativo – .
es de naturaleza cognoscitiva: en Energía pura. Polo positivo de la
Dios no hay separación entre creación.
pensamiento y acto. Energía espiritual (premental)
Biná es la inteligencia subyacente positiva: nous.
a todo. Pensamiento divino. Todas las
Biná es el aspecto pasivo, cosas se hallan fundidas como en
puramente receptivo y por tanto una omnisciencia u
vacío del intelecto divino: el omniconciencia luminosa y
fondo oscuro que posibilita la transparente, participando como
visión, el silencio que permite oír ideas vivientes de la propia
el sonido, el espacio/tiempo que esencia divina, en un estado
sustenta el despliegue cósmico. atemporal de plenitud y éxtasis.
Energía espiritual (premental) Reshit (Principio). Bereshit (En el
negativa: Logos. principio), es decir, mediante la
Es el principio de la separación Sabiduría.
(Bein), aunque no hay separación La creación de la Nada: el paso
en ella. Es la unidad en la de la Nada (Ayin) al Ser (Yesh).
3. multiplicidad. La totalidad en 2. El temor de Dios es el
la unidad. principio de la Sabiduría. Yirá
Punto de partida y punto de =Temor. Permutación Reí:
llegada del circuito cósmico. El Espejo. El temor de Dios es el
Tikún (la rectificación). La anonadamiento (Bitul), la
Teshuvá (el retorno). La transcendencia del ego.
Redención final. El Jubileo. La Sabiduría es el don de dios
Es la Tierra que mana leche y dado al hombre. Ver Libro de la
miel, la Jerusalem celeste, el Sabiduría (Salomón) 7: 22-30
Mundo Futuro.
Daát: Conocimiento.
Integración de la experiencia.
Daát es el conocimiento de la
experiencia.
En medio del Abismo (Tejóm)
entre la conciencia divina y
humana.
La puerta entre los mundos.
Síntesis de las tres esferas
superiores. No tiene número;
cuenta como Kéter en la
manifestación (Diez y no nueve;
diez y no once).
Rúaj HaKódesh: Espíritu Santo.
El niño malogrado de Biná.
Donde estaba Tiféret/Maljút antes
de la Caída.
Yo sutil. Sí mismo transpersonal.
Círculo de la Neshamá. Rueda de
las reencarnaciones.
5. Guevurá: Fuerza. 4. Jésed: Misericordia.
Poder absoluto. Amor omniabarcante.
Otros nombres: Din (Juicio), Efusión de la Energía Divina,
Pájad (Temor). expansiva y constructiva.

31
Discriminación y limitación Ser = Bien.
universales. Tov (Bien). “Y vió Dios...” La
Precisión. Luz del primer día, expresión del
Ley de la limitación. La pensamiento divino creativo:
concentración y la resistencia son manifestar la propia bondad
las leyes de la generación y uso divina.
consciente del poder. El acto de donación constante de
Emanación discontinua o Juicio Dios: misericordia, inmanencia
de Dios. divina, el mundo conteniendo a
Verdad. Negación de la negación. Dios, presencia que es Amor
Operación de la ley cósmica. (Ahavá) la fuerza de la Unidad
Aseveración, juicio, aplicación de (Ejad).
la justicia. Acción y reacción. Lección de Jesed: la trnsmutación
“Deseo de recibir”. del deseo d recibir en deseo de
Energía psíquica (líbido) dar.
negativa. Energía psíquica (líbido) positiva.
Disciplina, lucha contra el deseo Autoridad. Grandeza (Guedulá).
de recibir sólo para uno mismo. Perdón. La misericordia está por
Experiencias difíciles que ponen encima del rigor.
a prueba nuestros límites. Abraham.
Sufrimiento.
Isaac.
6. Tiféret: Belleza.
Puro gozo de ser.
Punto clave del Arbol y su equilibrio.
Armonía y proporción. Entre lo
Uno y lo múltiple.
Centro. La puerta que permite la
manifestación de la esencia ideal
– 6. espiritual que hace a cada
cosa ser lo que es.
En Tiféret las cosas simplemente
son. E irradian Belleza.
Iluminación.
Conócete a ti mismo. Self (Sí
mismo). El ego ordinario tiene su
núcleo arquetípico en el self.
El self es: todo lo demás es
circunstancial. Centro inmóvil en
medio de las condiciones.
Sacrificio.
Compasión (Rajamím)
Esfera del Rúaj. Cielos. Solape
Rúaj/Néfesh. Solape
Rúaj/Neshamá.
Jacob/Israel. Adam.
8. Hod: Gloria. 7. Nétsaj: Victoria.
Esplendor radiante. Afirmación de la unidad.
Multiplicidad de formas. Polaridad fuerza de la psique.
Esfera de la mente concreta, del La luz astral.
intelecto. La luz de Tiféret difractándose en
Relaciones, comunicación, los siete colores del prisma.
lenguaje. Vibración. Danza, música, color.
Voluntad personal. Razón Sentimientos, emociones.
estratégico-teleológica. Sintonía. Percepción directa.
Racionalización del “deseo de Autoexpresión.
recibir”. Fuerzas de la naturaleza. Poderes
La Gloria de Hod: el esplendor de astrales.
la sabiduría aformal cuando brilla Fuerzas arquetípicas. Eternidad.
a través de las formas. De Nétsaj – emociones – es la

32
Intelecto humano, reflectante y Victoria. Entonces, Hod las
creador: Adam dando nombre. racionaliza y es su Gloria.
Nombre: estructuración de la Moisés.
conciencia.
Nombres sagrados, mantras,
palabras de poder.
Aarón.
9. Yesod: Fundamento.
Potencia generativa.
Receptáculo de todas las
emanaciones.
Planos astrales causales respecto
de lo físico: entramado de
tensiones, andamiaje.
Imaginación creativa.
Imágenes, sueños, lo psíquico.
Espejo de la mente: se torna claro
cuando se está en contacto con
Tiféret, el verdadero Yo.
Ego. Persona/sombra.
Subpersonalidades.
Fundamento de la vida: Instinto.
Autoregulación organísmica.
Vilón: el velo.
Consciente/subsconsciente. Cara
oscura o limitada de Yesod:
Levaná o Luna. Cara luminosa o
radiante (espejo transparente):
Sapir, zafiro.
Tsadik (el Justo). “El justo es el
fundamento del mundo”.
José. Noé.
10. Maljút:
Presencia viva y actual
Plano físico. Cuerpo, sentidos,
cerebro y sistema nervioso.
Incluye parte etérica: energías
sutiles.
Luz en estado de máxima
ocultación, muy contraída.
Fase vasija. Resistencia,
inercia.
Reino de Dios. Completitud.
Creación terminada.
Shejiná. Shabat. Cuerpo
realizado.
Exilio. Aprender lecciones.
Realizar el tikún.
Rey David. Javá (Eva). Raquel..

33
MEDITACIÓN DEL HEXAGRAMA

El hexagrama es la estrella de seis puntas formada por dos triángulos equiláteros


entrelazados. Se trata de una figura de gran armonía y belleza. Quizá este efecto
provenga del hecho geométrico de que es hexágono regular es el único polígono la
medida de cuyo lado es igual al radio de la circunferencia que lo circunscribe. Eso hace
que dos puntos contiguos de la periferia (circunferencia) disten entre sí lo mismo que el
centro a cada uno de ellos. Dado que cada vértice representa una cualidad, la figura
indica un conjunto de características todas en relación armónica entre sí y con el centro.
Por otra parte, los dos triángulos equiláteros son simbólicos de dos naturalezas
opuestas entremezcladas y en equilibrio mutuo. Ambas naturalezas se representan
mediante el fuego y el agua. En un sentido más abstracto, el triángulo que apunta hacia
arriba encarna, en cualquier plano, la fuerza que tiende a trascender (como la
conciencia) mientras que el triángulo que señala hacia abajo es simbólico de la fuerza
que tiende a manifestar (como la vida). A veces se emplean los términos masculino y
femenino para representar ambas realidades.
En Cábala se consideran dos hexagramas en relación con el Árbol de la Vida
(ver las figuras)

El hexagrama briático.

34
El hexagrama yetsirático.

El primero es el hexagrama centrado en Daát y que abarca a las seis sefirot


superiores del Árbol de la Vida. Corresponde a lo que en el Árbol simple constituye el
mundo de Briá: el mundo del ser y de las cualidades puras. El segundo hexagrama está
centrado en Tiferet y comprende las sefirot de Daát a Yesod. Es la extensión del mundo
de Yetsirá: el plano del psique y de los contenidos de la mente. Mientras que el primero
representa el self trascendente, el yo arquetípico transpersonal, a veces llamado el yo
superior, el segundo corresponde al self inmanente, el verdadero núcleo de la identidad
psicológica en esta vida (por contraste con el falso ego yesódico de la persona no
individualizada).
Es este segundo hexagrama, a veces también llamado Maguén David – escudo
de David – el que va a ser objeto de nuestra meditación. La tradición dice que con este
símbolo David vencía sobre sus enemigos. Su fuerza radica en dos conceptos: Totalidad
y equilibrio. Totalidad, porque en la estrella están contenidas todas las fuerzas (Daát
incluye a los tres supremos, mientras que Maljút se considera unido a Yesod en este
contexto). Equilibrio, porque el centro está en relación armoniosa con la circunferencia,
manteniendo a cada cosa en su lugar, sin identificarse con ninguna característica en
particular.
Así, mientras que nos mantengamos en nuestro centro en equilibrio y asumamos
responsabilidad por la totalidad de nosotros mismos, estaremos protegidos por el aura
invencible del maguén David. Y el centro siempre irradia, y está en contacto con todos
los centros: Desde nuestro punto de equilibrio en el centro de nosotros mismos,
compartimos la luz, con la cual ahora somos uno y de la que somos un canal.

35
MEDITACIÓN I (guiada)

“Estamos cómodamente sentados, sin tensiones, y asumimos la postura de


meditación: Espalda recta, aunque sin forzar; pies algo separados con las plantas sobre
el suelo; manos sobre los muslos con las palmas hacia arriba; cabeza mirando hacia el
frente, con el mentón ligeramente hundido. Si queremos cerramos los ojos o
permanecemos con ellos abiertos o ligeramente entreabiertos.
Hacemos unas respiraciones profundas y vamos entrando en un estado de calma,
de relajación. Nos desapegamos de todas nuestras preocupaciones, de nuestros
problemas; soltamos el estrés; entramos en la serenidad.
Y nos sentimos totalmente relajados, serenos, flotando en una sensación de
bienestar, en un estado de perfecta paz profunda.

Nos visualizamos entonces arriba de una escalera que aparece ante nosotros de
una forma natural: Tiene 10 peldaños y desciende hacia las profundidades, hacia el
interior de nosotros mismos. Y nosotros vamos a ir bajando lentamente, peldaño a
peldaño, siguiendo la cuenta. Lo hacemos:
10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1…Y ante nosotros aparecen las puertas de la
imaginación, que cada uno verá de una forma particular. Las abrimos con un suave
movimiento de manos, y cruzamos:”
Y nos visualizamos caminando por una playa desierta7: estamos descalzos, y
sentimos la calidez de la arena en las plantas de nuestros pies; sentimos su tacto suave,
almohadillado; percibimos cómo nuestros pies se hunden ligeramente en estas arenas
suavemente calentadas por el sol.
Una suave brisa marina nos refresca la piel; oímos el canto de los pájaros; oímos
el murmullo de las pequeñas olas rompiendo suavemente contra la arena.
Vemos las cintas de espuma blanca; vemos el color azul del mar, con todas sus
tonalidades; la línea del horizonte, el azul del cielo: azul sobre azul.
Y gozamos de una sensación de gran armonía, de unificación con la naturaleza
que nos rodea.
Miramos hacia el interior, contemplamos algunas rocas, la vegetación, algunas
flores, vemos sus colores, vemos alguna gaviota que pasa por el cielo.

Entonces observamos frente a nosotros que se está formando poco a poco una
gran estrella de 6 puntas de luz amarilla, y que toda la escena a su alrededor ha
adquirido como una nueva dimensión, más profunda, más mágica; que las cosas, las
plantas, las rocas, la arena, se perciben como más intensas

Nos concentramos en el hexagrama, en esa estrella de David resplandeciendo luz


dorada, ahora ya claramente definida, y sentimos que esa luz nos invita y nos acoge.
Damos unos pasos hacia delante y nos introducimos dentro del hexagrama;
inmediatamente percibimos su potente aura de protección.
Empezamos a experimentar un estado de equilibrio interior, de serenidad, de
calma… como si esa luz nos invitara a centrarnos en nosotros mismos, y a saborear esa
sensación de puro ser, de puro ser nosotros…
Buscamos ese punto interior de equilibrio, ese núcleo interior nuestro, sólo
nuestro… que permanece siempre detrás de todas las manifestaciones… de nuestra

7
La persona podrá cambiar la escenografía a su gusto. Habrá quien prefiera visualizarse en el claro
bosque, en lo alto de una montaña, etc.

36
mente, de nuestras emociones… implicado y no implicado al mismo tiempo…
pudiéndonos ver a nosotros mismos con objetividad, con desapego…
Y sentimos cómo la luz del hexagrama – una luz viva, dorada, resplandeciente…
una luz solar – cómo se desborda hacia adentro… y cómo va penetrando en nosotros a
través de todos los poros de nuestro cuerpo…
Sentimos cómo la luz nos va bañando interiormente, iluminándonos,
transformándonos… eliminando toda la negatividad… trayendo curación a nuestros
órganos… trayendo curación a nuestros conflictos - integración, equilibrio, armonía -…
hasta que nos sentimos totalmente llenos de esa luz, de esa luz de Tiferet, que penetra en
todas nuestras células, en nuestros huesos hasta la médula, construyendo además
nuestro sistema inmunológico, dotándonos de defensas contra todas las agresiones
nocivas, internas y externas.
Estamos así durante unos minutos, en la calma, en la serenidad de ser
simplemente, sin querer nada, sin analizar, experimentado la maravilla del ser, de la
existencia…* 8
Y esa luz particularmente se focaliza y se centra en nuestro corazón, que es el
centro tiferético, y desde allí va ha empezar a irradiar hacia fuera, porque no podemos
recibir luz sin compartirla, sin darla otra vez.
Sentimos que empezamos a irradiar luz a nuestro entorno… estamos en el centro
de una estrella resplandeciente, que está irradiando luz solar a nuestro entorno próximo,
(a todas las personas que estamos aquí, en esta sala, en este templo), y se va creando un
aura de luz que se va expandiendo cada vez más.
Y vamos a compartir esta luz con nuestros seres más queridos, más cercanos; les
abrazamos en la luz, y les llenamos también de ella; y a nuestros familiares, a nuestros
amigos… todos unidos en esta luz radiante, gozosa, luminosa, viva… a nuestros
compañeros, a las personas de cualquier faceta de nuestra vida que compartan algo con
nosotros.
Irradiamos esta luz también a todas las personas que de alguna manera
consideramos enemistados con nosotros - nuestros enemigos -, y permitimos que esta
luz nos una y disuelva las diferencias; perdonamos porque también somos perdonados:
en la luz comprendemos, somos capaces de ponernos en el lugar de otras personas, de
tener empatía con ellas, de sentir lo que sienten ellas como seres que son, individuales,
independientemente de nuestras expectativas, o de nuestras proyecciones.
Seguimos irradiando la luz a todos los habitantes de esta población, a todos los
habitantes de la región, del país, de toda la tierra: que alcance especialmente a todas las
personas que sufren… que sufren por hambre…que sufren por guerras, violencia,
persecución, enfermedades; vamos a irradiar paz, cordura; que esta energía de violencia
y de explotación se transforme en energía de solidaridad, de comprensión, de tolerancia.
Y vamos a irradiar esta luz a todos los seres de la tierra - de nuestra maltratada
tierra - de los distintos reinos: animal, vegetal, mineral, elementales, y a todos los
habitantes del cosmos.

Poco a poco vamos recuperando la conciencia de nosotros dentro de nuestro


hexagrama, de la estrella de luz, en la playa.
Nos sentimos agradecidos por esta experiencia.
Contemplamos todas las bondades que hemos proyectado cómo ya realizadas.
Poco a poco vamos absorbiendo la luz, y ésta también se va absorbiendo en el
entorno.
8
El asterisco señala el momento en el que se puede introducir la variante de La meditación del hexagrama
III. Ver más adelante.

37
Nos sentimos plenamente en la playa, nos volvemos hacia el mar.
Caminamos por la arena de nuevo, volvemos a sentir el tacto cálido en los pies,
y la brisa en todo el cuerpo.
Oímos el canto de los pájaros, el murmullo de las olas; vemos el color azul del
mar, del cielo; contemplamos las rocas, la vegetación.
Vamos así poco a poco caminando, tranquila y relajadamente, hasta que nos
encontramos de nuevo con las puertas de la imaginación, que cruzamos en sentido
inverso.
Cerramos tal como las abrimos antes.
Las cerramos ahora.

Respiramos profundamente.
Y vamos a ascender por la escalera que nos va a llevar de vuelta a nuestro estado
habitual de conciencia, lentamente, siguiendo la cuenta:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10… ya estamos arriba de nuevo.
Nos centramos en el aquí y el ahora, plenamente de vuelta; hacemos varias
respiraciones profundas; movemos ligeramente los dedos de las manos y los pies;
frotamos las palmas de las manos para generar calor; cabeceamos suavemente; nos
desperezamos; y cuando queramos podemos abrir los ojos.

Fin de la meditación

MEDITACIÓN DEL HEXAGRAMA II (Ampliación):

La meditación anterior se puede expandir de varias formas:


En primer lugar, se puede considerar un hexagrama en cada sefirá, teniendo en
cuenta que dentro de cada esfera hay un Árbol de la Vida completo. Conectando así con
la luz de la sefirá mediante el hexagrama tiferético (de Tiferet en esa esfera) accedemos
a sus aspectos manifestantes de una forma completa y equilibrada. Podemos utilizar esa
meditación simplemente para sintonizarnos con la luz de la sefirá, para explorar esa
dimensión en nosotros mismos, para hacer alguna pregunta a la luz en relación con esa
esfera o para trabajar alguna intención concreta que imbuimos de la luz de la sefirá y
proyectamos.
En la siguiente tabla se dan los colores correspondientes a las siete sefirot, así
como algunas de sus cualidades principales.
El procedimiento es similar al de la meditación guiada. A continuación se da un
esquema de los pasos fundamentales que puede servir de guía.
También, en aras de la completitud, se incluyen dos mantras generales. En el
esquema se indican los momentos en los que se pueden recitar. Esto debe hacerse de
una forma suave y relajada, durante un periodo de tiempo adecuado – en general, unos
minutos – profundizando en cada recitación en la conexión o identificación con la luz de
la sefirá. El primer mantra es simplemente el nombre de la sefirá y el segundo es una
frase de identificación con la luz de la esfera, que es parte de la Shejiná o Presencia de
Dios. La recitación de los mantras es opcional.

38
Hexagrama Sefirá Color Cualidades
Plenitud de ser, sentido de nuestra vida, propósito,
Daát (3 aceptación, sensación de identidad y al mismo
Punta superior Índigo tiempo integración en totalidades cada vez más
Supremos) amplias.
Punta superior Amor, alegría de vivir, optimismo, energía
Jésed Azul expansiva, crecimiento.
derecha
Punta superior Defensa, autocontrol, definición de límites, juicio,
Guevurá Rojo dinamismo, voluntad en acción
izquierda
Equilibrio, autoestima, empatía, serenidad, salud,
Centro Tiféret Amarillo armonía, completitud.
Punta inferior Autoexpresión emocional, vitalismo, afecto, amar
Nétsaj Verde y ser amado, belleza estética, naturaleza.
derecha
Punta inferior Estimulación, alerta mental, claridad mental,
Hod Naranja curiosidad, aprender, comunicar.
izquierda
Vitalidad, creatividad, psiquismo, conciencia de
Punta inferior Yesod Púrpura/violeta otras dimensiones, confianza, fluir con la vida,
sensibilidad, cuerpo sutil.

Mantras: 1. El Nombre de la Sefirá. (Ver tabla). También el Nombre Divino


correspondiente (si se conoce).
2. “ANÍ OR …….. (Nombre de la Sefirá) SHEJINÁ BELIMÁ”
“Yo soy la Luz de ……………. de la Presencia Divina Intangible”

Procedimiento: 1. Relajación. 2. Descender escalera 10 peldaños. 3. Abrir las puertas


de la imaginación. 4. Elaboración de un marco que nos resulte atractivo,
preferentemente un lugar natural, por ejemplo, por ejemplo una playa. 5. Visión del
hexagrama del color de la sefirá a trabajar. 6. Nos introducimos en él. 7. Irradiación
hacia adentro. Limpieza. Purificación. (Posible mantra 1) 7. Identificación con las
cualidades de la Luz. (Posible mantra 2) 8. Contemplación. 9. Posible trabajo personal
(exploración interior, preguntas, intenciones) 10. Luz particularmente concentrada en el
centro del corazón 11. Irradiación. La Luz es compartida. 12. Absorción. 13. Playa. 14.
Cerrar las puertas de la imaginación. 15. Subir la escalera. 16. Hacer respiraciones
profundas y abrir los ojos.

MEDITACIÓN III

Otra posibilidad es – en el Árbol general – intentar sintonizarse con las


cualidades de todo el septenario, en cuyo caso se visualiza cada ángulo del hexagrama
de un color (ver cuadro) y la zona central del amarillo de Tiferet. Esto se debe hacer
progresivamente, empezando por Yesod y terminando en Daát. En la tabla también se
da la correspondencia sefirótica de cada punta del hexagrama.

39
MEDITACIÓN DEL HEXAGRAMA IV (El Yo Superior):

Esta es una modificación de la meditación general (guiada) del hexagrama


tiferético. Una vez llenos de la luz de tiferet y en armonía con ella, antes de irradiar la
luz (momento marcado con un asterisco en el texto de la meditación guiada),
visualizamos otro hexagrama en el firmamento, en fuego blanco irradiando luz blanca,
que corresponde al hexagrama celeste centrado en Daát. En este hexagrama
visualizamos en su interior una figura de luz, que no es necesario fijar excesivamente,
pero que reconocemos como la proyección de nuestra chispa divina, es decir, nuestro yo
superior. Un gran rayo de luz une ambos hexagramas. Percibimos cómo el maguén
David tiferético, en el que nos encontramos, es una proyección a la existencia factual y
concreta de la estrella celeste que mora en el plano de lo arquetípico y eterno.
Entablamos un diálogo con nuestro yo superior. Le pedimos guía, que nos muestre el
camino de nuestro tikún – nuestra rectificación espiritual – y que nos llene de sabiduría,
de amor y de una voluntad inquebrantable para persistir en el sendero. Escuchamos con
atención sus indicaciones. No forzamos más allá de un punto, dejamos simplemente que
la experiencia sea. Damos las gracias y retornamos a nuestra situación dentro del
hexagrama de luz amarillo-dorada que ahora brilla más intensamente. Entonces
irradiamos y compartimos la luz desde el corazón como siempre.

40
Lección 2: Las letras hebreas, los elementos de la Creación.
Teoría y práctica.

El objetivo de esta lección es conseguir un conocimiento básico que nos permita


entender el nivel metafísico en el que las letras operan y un grado de familiaridad visual
para poder usarlas como símbolos y canales en meditación. Y también para empezar a
interiorizar en su formulación original las Palabras de Poder, como los Nombres
Divinos y mantras, que en hebreo tienen mucha más conexión.

Visualización de EJAD, UNIDAD.

Porque, como vamos a ver, el Alefbet es por excelencia un alfabeto místico y


mágico. Tiene una correspondencia directa con el Árbol de la Vida y sus significados y
correspondencias son infinitos.

El alfabeto hebreo consta de 22 letras, todas consonantes. Originalmente las


vocales no se escribían sino que se deducían por el contexto. A partir del siglo VI de
nuestra era las vocales se empezaron a señalar en el texto como puntos y trazos
alrededor de las letras.

Ejemplo sin vocales (el hebreo se escribe de derecha a izquierda):

(Génesis 1:1)


haárets veet hashamaim et Elohim bará Bereshit
la tierra y-( ) los cielos () Dios creó En el principio

Y el mismo versículo vocalizado:

41
La correspondencia primaria de cada sendero del Árbol de la Vida es la letra
hebrea, que expresa su esencia. Hay 22 consonantes y hay 22 senderos en relación
directa uno a uno.

42
Vws }y)
Infinito
1.
rtk
Kéter
Corona
11
12 Alef
3. Bet 13 2.
hnyb hmkx
Biná 14 Dalet
Jojmá
Entendimiento Sabiduría
Guimel
17 15
Zayin T(d He
18 Daát 16
Jet Conocimiento Vav

5. 4.

19 Tet
dsx
Jésed
hrwbg Misericordia

22
6. 20 Yod
Guevurá Lamed
tr)pt
23 Mem 21 Kaf
Fuerza Tiféret
Belleza
24 Nun
8. 7.
26 Ayin
dwh 25 Sámej xcn
27 Pé
Hod Nétsaj
Gloria Victoria

30 9. 28 Tsadi
Resh dwsy
Yesod
Fundamento 29 Kof

Shin 31

32 Tav

10.
twklm
Maljút
Reino

43
¿Qué es una letra?

Por letra no entendemos en Cábala un símbolo gráfico más o menos


convencional, sino un elemento de formulación del propio Pensamiento Divino. El
Génesis presenta el acto de creación como una exteriorización del Pensamiento Divino
mediante la Palabra (“Y Dios dijo: hágase la luz”. O sea, ). La Palabra está
formada por Letras.
En ese sentido, las Letras, con mayúscula, tienen un peso ontológico. Son
realidades espirituales en sí mismas, vasijas metafísicas capaces de contener y canalizar
la Luz Divina, la sustancia de la Creación. Las letras son así las energías básicas en las
que se formula la Energía única del Pensamiento Divino, algo así como los distintos
tipos de fuerza que existen. Las combinaciones de letras, en nombres, palabras,
versículos, etc., en cuanto concreciones lingüísticas del Pensamiento Creador, son el
agente formativo de la Realidad.
Las 22 letras del alfabeto hebreo son su contraparte en el plano del pensamiento
humano. La manipulación cabalística de letras no genera sólo significados, sino que
mueve energías arquetípicas. Este es uno de los fundamentos de la Cábala. Las letras
son los cables de conexión que transmiten la Luz mediante su contraparte en el plano
físico. He aquí uno de los pilares básicos de la meditación cabalística.
Así pues, las letras en su esencia más exaltada son los elementos del lenguaje
Divino y por tanto arquetipos. La unión de las letras es lo que hace que las palabras en
sí sean creaciones y tengan una influencia espiritual, metafísica. De forma que un
nombre o palabra en hebreo como conjunto de letras representa una configuración de la
energía, es en sí una ecuación que moviliza energía.
Las letras en este sentido tienen una conexión inmediata y directa. Son como
cables o interruptores: de ahí su correspondencia con los senderos.

En el Génesis la creación de las letras aparece cifrada de la siguiente manera:


Si consideramos el primer versículo, trascrito antes, observamos que hay una
palabra que se repite y que no tiene significado:
Bereshit Bará Elohim Et HaShamaim VeEt HaÁrets
Gramaticalmente la palabra Et es un indicativo del objeto o complemento directo
del verbo. En el versículo indica que HaShamaim (los cielos) y HaÁrets (la tierra) es el
objeto directo del verbo Bará (creó), es decir, nos dice qué es lo que creó Elohim (Dios).
Ahora bien, en Cábala se ha interpretado sin cesar este versículo que se
considera que contiene la esencia de toda la creación, dada la naturaleza seminal del
lenguaje sagrado.
Respecto al tema que nos ocupa, los cabalistas consideran que esta palabra
constituida por la primera y la última letra del alfabeto hebreo – Alef y Tav – representa
a todo el alfabeto (es como decir Alfa y Omega, o la A y la Z), que es entonces creado
en este primer versículo, como si dijera: En el principio creó Dios las letras de los cielos
y las letras de la tierra.
Unas letras celestiales puramente arquetípicas y unas letras terrenales actuales.
Manipulando estas letras terrenales es como nos conectamos y canalizamos la energía
de los arquetipos que son las letras celestiales.
Recordamos que cuando hablamos de las letras no nos referimos especialmente a
su significado funcional en el lenguaje convencional. Hablamos de letras a nivel
metafísico, como vasijas de la luz infinita, divina.

44
En las siguientes tablas se da una información general sobre las letras, sus
significados y valores numéricos, así como el sendero del Árbol de la Vida que le
corresponde a cada una. Reiteramos que un estudio en profundidad se da en otros
niveles del presente curso.

Lo primero es aprender el nombre y trazo de cada letra. La columna de la


derecha ofrece una forma más simplificada para facilitar la escritura.
Hay cinco letras (señaladas con un asterisco en el número de orden) que cambian
su grafía cuando aparecen al final de una palabra.

Nº de
orden
(no Nombre de Una forma
Letra (mayúscula)
confundir la letra simplificada
con valor
numérico)

1 Álef
à
2 Bet
á
3 Guímel
â
4 Dálet
ã
45
5 He
ä
6 Vav
å
7 Záyin
æ
8 Jet
ç
9 Tet
è
10 Yod
é
) ëê
Kaf
11* (Kaf
final)
(

46
12 Lámed
ì
( ) îí
Mem
13* (Mem
final)

( ) ðï
Nun
14* (Nun
final)

15 Sámej
ñ
16 Áyin
ò
17*
Pe (Pe
final) ( ) ôó
( ) öõ
Tzadi
18* (Tzadi
final)

47
19 Kof (Q)
÷
20 Resh
ø
21 Shin
ù
22 Tav
ú
A continuación se da una tabla con la información básica.
En la segunda columna se da una trascripción fonética al castellano que es
aproximada. Hay letras que tienen una doble pronunciación según aparezcan o no al
principio de una palabra y también en otros contextos. Originalmente eran más las letras
con esta propiedad, pero el hebreo moderno conserva esencialmente estas tres:
kaf con un punto interior se pronuncia K. Khaf (forma débil) sin punto
interior se pronuncia J.
Pe con un punto interior se pronuncia P. Ph (forma débil) sin punto
interior se pronuncia F.
se pronuncia SH (como el sonido inglés). se pronuncia S.
En la tercera columna se da la forma en que a veces las letras aparecen trascritas
en algunos libros (traducidos del inglés), trascripción que tomada literalmente da lugar a
numerosos errores de pronunciación.
En la cuarta columna se escribe el nombre de la palabra que designa la letra o, lo
que es lo mismo, la letra extendida.
En la quinta columna se da el significado de la palabra que designa la letra (Alef
= Buey guía, etc.) y que constituye un símbolo significativo para la letra.

48
En la sexta columna se da el valor numérico de cada letra. Hay que tener en
cuenta que en hebreo clásico no existían signos especiales para los números sino que
eran las mismas letras las que expresaban las cantidades. O sea, que las letras hebreas
son también números y eso forma parte del significado esencial de la letra. Las formas
finales de las cinco letras tiene un valor numérico propio (500, 600, etc.) pero en los
cálculos guemátricos (parte de la Cábala que usa los valores numéricos de las letras) con
frecuencia toman los valores comunes de su letra correspondiente. Es decir, el valor 20
tanto para la Kaf como para la Kaf final (en vez de 500), etc. Todo lo cual se explicará
en su momento.
La séptima columna expone algunos de los significados arquetípicos de cada
letra.
La octava columna nos expone algunos de los trabajos prácticos a realizar con
cada letra.
En la novena columna se da el sendero del Árbol de la Vida correspondiente a
cada letra.
Por último, en la décima columna se da la correspondencia astrológica y en la
undécima columna se cita el Arcano Mayor del Tarot correspondiente a la letra.

49
Aparece a veces Árbol de la
Transcripción Significado del Principio Qué trabajar
transcrita Vida Astrología Tarot
Letra hebrea aproximada Nombre nombre Valor numérico espiritual con cada letra
como: Sendero
Unidad,
unificación, cura
fragmentación y
disociación.
Luz Infinita,
Trasciende
, Alef muda A , alef Buey 1 Unidad Kéter - Jojmá Aire, Urano Loco
opuestos.
omniabarcante.
Cuando se
encuentra
desgarrado entre
fuerzas opuestas.
Bendecir. Crear.
Conseguir
sabiduría.
Capacidad
Luz de la
mental.
, Bet b, v B , bet (vet) Casa 2 Creación, Casa Kéter - Biná Mercurio Mago
Imaginación.
de Dios
Interiorización.
Casa (cuerpo,
templo, familia).
Bendición.
Peticiones a lo
alto.
Providencia.
Nutrición.
Luz de dar, Apertura, salida, Suma
, Guimel g, gu G , guimel Camello 3 Kéter - Tiféret Luna
Movimiento canal, Sacerdotisa
incremento,
trasmisión,
movimiento
orgánico.
Ejercer
resistencia.
Luz de recibir, Estabilidad.
Resistencia que Anclaje en lo
, Dalet d D , dalet Puerta 4 Jojmá - Biná Venus Emperatriz
manifiesta la material.
Luz. Producir.
Concretar.
Materia.

50
Recobrar el
alma, la esencia
de las cosas.
Cuando uno se
h ( muda o Luz del Ser.
, siente en un
, He suavemente H Ventana 5 Hálito Divino. Jojmá - Tiféret Aries Emperador
he estado
aspirada) Alma.
disminuido de
ser (por ejemplo,
en depresión,
vacío, desierto).
Self. Actuar
Luz Directa, desde el centro.
,
, Vav v (o, u) V,W Gancho 6 Conjunción, Identidad. Yo Jojmá - Jésed Tauro Hierofante
vav conexión. soy. Unir cosas
separadas.
Luz Reflejada, Recibir
Potencialidad, inspiración.
, Zayin z Z , zain Arma 7 Biná - Tiféret Geminis Amantes
Simiente, Tener intuición.
Revelación. Separar. Dividir.
Luz vital,
Vitalidad.
Materia
, Jet j CH , jet Valla 8 Protección. Biná - Guevurá Cancer Carro
proptoplásmica,
Inconsciente.
Ocultación.
Concebir.
Luz del Bien, Gestar. Tener
Crecimiento fuerza interior.
, Tet t T , tet Serpiente 9 Jésed - Guevurá Leo Fuerza
orgánico, Rodear. La
Gestación. fuerza de lo
femenino
Proyección de
luz. Intervención
Fuente de Luz, activa de lo
, Yod y (i) I,Y , yod Mano 10 Poder activo, divino. Poner Jésed - Tiféret Virgo Ermitaño
Manifestación una semilla y
energizarla.
Poder espiritual.
Ser receptivo.
Moldear.
Luz del Trono, Formular. Dar
*, (final)
k, j (kh) K, KH , kaf (jaf)
Palma de la
20, 500 (final)
Recepción, forma. Crear
Jésed - Nétsaj Júpiter
Rueda de la
Kaf, Jaf mano Vasija, Diseño condiciones. Fortuna
de cada ser. Contextos. El
contenedor de
algo.

51
Luz de la Aspiración.
Aspiración, Expansión.
Aguijada para Despliegue, Justicia. Karma. Guevurá -
, Lamed l L , lamed 30 Libra Justicia
bueyes Expansión, Ley Retribución. Tiféret
de la balanza, Aprender.
Retribución. Dirigir
Relajación.
Dulcificar
Luz de
situaciones.
Misericordia,
, (final) Limpieza.
m M , mem Agua 40, 600 (final) Matriz espacio/ Guevurá - Hod Agua, Neptuno Colgado
Mem Misericordia.
tiempo/sustancia
Obtener la
Encarnación.
visión global.
Matriz.
Para
individuación.
Luz de Terminar con
, (final) Individuación, una situación.
n N , nun Pez 50, 700 (final) Tiféret - Nétsaj Scorpio Muerte
Nun Caída y Cortar.
Redención. Trasmutación.
Regeneración.
Renacimiento.
Equilibrio,
armonía,
Luz de la
contacto con
Armonía, Poder
, Samej s S , sámej Soporte 60 nuestro ser Tiféret - Yesod Sagitario Templanza
del Centro,
interno. Nuestro
Ciclo.
ángel. Círculo.
Ciclos.
Ser conscientes.
Luz de la Ver las
Conciencia, probabilidades
, Ayin muda O , ayin Ojo 70 Posibilidad, y/o Tiféret - Hod Capricornio Diablo
creatividad, posibilidades.
Providencia. Ser creativos.
Experiencia.
Luz de la
Liberación,
Liberación.
*, (final)
p, f P,PH , pe (fe) Boca 80, 800 (final)
Manifestación
Palabra. Energía Nétsaj - Hod Marte
Torre golpeada
Pe, Fe del Espíritu, por el Rayo
psíquica. Líbido.
Palabra, Energía
psíquica, Líbido.
Luz de Estructurar,
, (final)
ts TZ , tsadi Anzuelo 90, 900 (final) laRealización. integrar, Nétsaj - Yesod Acuario Estrella
Tsadi Integración, desarrollar,

52
Estructuración, crecer.
Unificación. Canalizar.
Influir
positivamente en
el entorno
Contactar con el
Luz de
inconsciente.
Santificación,
Armadura de
, Kof qu, k Q , kof Nuca 100 Realidad de las Nétsaj - Maljút Piscis Luna
carácter.
Chispas caídas,
Psiquismo.
Inconsciente.
Ilusión. Sueños.
Luz de Discriminación.
Discriminación, Voluntad.
, Resh r R , resh Cabeza 200 Libertad de Intelecto. Hod - Yesod Sol Sol
elección,Egoici- Fortalecimiento
dad,Voluntad. del ego.
Luz de la
Energía. Fuego.
Omnipotencia,
Despertar.
*, Shin, sh, s SH , shin (sin) Diente 300
del Movimiento,
Cambio. Hod - Maljút Fuego, Plutón Juicio Final
Sin del Cambio,
Sintonía con la
Equilibrio
energía cósmica.
energético.
Luz del Mérito.
Completar,
Rectificación,
conseguir,
, Tav t, th TH , tav Cruz 400 Tikún, Yesod, Maljút Saturno Mundo
terminar,
Completitud,
materializar.
Perfección.

53
1 2 3 4 5 6
Alef Bet Guimel Dalet He Vav

7 8 9 10 20(500)
Zayin Jet Tet Yod Kaf, Jaf
+ Kaf final

30 40(600) 50(700) 60 70
Lamed Mem Nun Samej Ayin
+ Mem final + Nun final

80(800) 90(900) 100 200


Pe, Fe Tsadi Kof (Q) Resh
+ Pe final + Tsadi final

300 400
Shin Sin Tav
LAS LETRAS DE LA CREACIÓN

54
Una contribución a la lectura del Séfer Yetsirá.

El primer capítulo del Génesis establece que Dios creó el mundo


mediante diez expresiones o palabras:
1. “Haya Luz”
2. “Haya un firmamento por en medio de las aguas...”
3. “Acumúlense las aguas del firmamento en un solo conjunto...”
4. “Produzca la tierra vegetación...”
5. “Haya luceros en el firmamento...”
6. “Bullan las aguas de animales vivientes....”
7. “Produzca la tierra animales vivientes...”
8. “Hagamos al hombre...”
9. “Sed fecundos y multiplicaos...”
10. “Ved que os he dado toda hierba portadora de semilla...”

Si todo el Pentateuco - la Torá - se puede considerar como la plasmación


del Pensamiento Divino, solo que expresado en una forma recóndita y altamente
codificada, esto es particularmente cierto del primer capítulo del Génesis. En él aparece
prefigurada toda la estructura del Árbol de la Vida - el símbolo fundamental de la
Cabalá - que es a la vez un mapa del mundo, del ser humano y del mismo Dios en su
aspecto manifestado.
El Árbol de la Vida contiene treinta y dos elementos esenciales: diez
esferas o Sefirot y veintidós canales que las interconectan entre sí. Las diez esferas
corresponden a estados objetivos del Ser: son los arquetipos de manifestación de lo
Divino, que después se constituirán en modelo de todo lo existente. Los veintidós
canales ponen en comunicación las esferas o niveles, integrándolos en un conjunto
orgánico. Están en correspondencia con las veintidós letras del alfabeto hebreo y
podemos preguntarnos cuál es el sentido de una atribución tan curiosa. ¿Qué tiene que
ver un cable, un instrumento de transmisión energética, que es la idea de un canal, con
un elemento lingüístico, tal como una letra, que permite estructurar los sonidos en
palabras comprensibles?
De esto va a tratar el presente artículo y nos acercaremos con ello a la
dilucidación de una de las claves más profundas de la Cabalá: el significado y uso de las
letras del alfabeto hebreo. Nos vamos a dejar acompañar en este empeño de un antiguo
y enigmático libro, el Sefer Yetzirá, que trata justamente de la Creación y de las letras, y
al que los estudiosos han intentado arrancar sus secretos durante al menos los casi dos
milenios de su versión escrita. Es precisamente en el Sefer Yetzirá en donde aparecen
por primera vez claramente expresados los treinta y dos elementos de la Creación,
separados en dos grupos: diez Sefirot y veintidós letras, divididas éstas, a su vez, en tres
conjuntos de tres letras madres, siete dobles y doce simples, respectivamente.
El Sefer Yetzirá pretende ser una explicación del primer capítulo del
Génesis y, en efecto, esta estructura se encuentra codificada en él de la siguiente
manera: treinta y dos veces aparece mencionado el nombre Elohim, traducido como
Dios. Las diez palabras explícitas de Dios, es decir, las diez veces en que directamente
aparece la expresión: “Dijo Dios”, y que han sido enumeradas al principio de este
artículo, corresponden a las diez sefirot o esferas. Hay siete veces en las que se dice que
“Dios vio”, lo cual corresponde a las siete letras dobles , tres veces se menciona que
“Dios hizo”, lo cual alude a las tres madres. Por último, en doce ocasiones se describen
otras acciones divinas, en consonancia con las doce letras simples restantes. También

55
en el Árbol de la Vida, en su diseño actual comúnmente aceptado, aparecen siete
canales verticales, tres horizontales y doce oblicuos.
Ahora bien, la Biblia es un libro a la vez abierto y cerrado. Es abierto
porque está escrito en un lenguaje “corriente”, usando imágenes y realidades corpóreas
espacio-temporales en un sentido simple y coherente, que cualquier persona es capaz de
comprender. Esta es la interpretación literal, que ciertamente transmite un significado
espiritual profundo sobre el que se han construido, directa o indirectamente, las tres
grandes religiones monoteístas. Pero existen otros niveles de interpretación, alegórico,
metafísico y místico, que permanecen sellados - insospechados incluso - si sólo nos
ceñimos al significado literal de las palabras.
La Cabalá, que aspira precisamente a desentrañar el último nivel, el
significado místico, afirma que la Biblia, fundamentalmente la Torá (el Pentateuco o los
cinco libros de Moisés), si es sagrada es porque tiene su raíz en la propia Deidad, siendo
la plasmación en escritura y letra viva del Pensamiento Divino creador. Es evidente,
entonces, que lo que se está narrando, en el primer capítulo del Génesis por ejemplo, no
es ni siquiera la estructura de un mundo, sino la esencia de todos los mundos, que se
hallan contenidos en estado arquetípico o ideal en el Pensamiento Divino.
En este nuestro plano, que es un mundo de ocultación, del mismo modo
que la Luz de la Presencia Divina no puede brillar directamente, tampoco las realidades
trascendentes pueden aparecer tal como son, sino más bien vestidas con los ropajes de
historias corrientes, de alto contenido moral y espiritual, por supuesto, aún en su sentido
más literal.
Volviendo a la historia de la Creación, muchas cuestiones de orden
metafísico quedan sin aclarar en la narración del primer capítulo del Génesis y es
necesario recurrir a su interpretación esotérica para intentar dilucidarlas: al Sefer
Yetzirá, y también a otros textos, como el Zohar, etc. Por ejemplo, ¿cómo debemos
interpretar el hecho de que Dios “hable” y que, como resultado de esas palabras, tenga
lugar la Creación? ¿Debemos imaginarle como un monarca absoluto que expresa su
voluntad e inmediatamente se realiza su deseo? Pero, ¿por quién y cómo? ¿Qué
ministros ejecutan Su voluntad, si éstos pertenecen al dominio de lo creado? ¿Sobre qué
sustancia actúa la palabra de Dios? ¿Sobre el “vacío”? ¿Sobre una materia preexistente?
¿En qué consiste el paso de la nada al ser?
El Sefer Yetzirá, nombre que, por cierto, significa “Libro de la Creación
“ (o, más literalmente, de la Formación), intenta responder a algunas de estas
cuestiones, tratando de establecer en qué consiste el acto creativo y cuál es la mecánica
de la creación. Y esto lo hace analizando el despliegue del Pensamiento Divino, primero
en números y letras, y luego en nombres, empezando por el propio Nombre de Dios,
que es el arquetipo fundamental, ya que las palabras - los nombres - son la esencia de
las cosas y dan lugar a ellas.

“Bereshit Bará Elohim Et HaShamaim VeEt HaAretz.”


En-principio creó Dios - los-cielos y- la-tierra

Los cabalistas interpretan este primer versículo del Génesis de la


siguiente manera: Elohim, el Nombre Divino utilizado, no es sino un aspecto de la
Deidad manifestada, particularmente referido a Biná, el Entendimiento o Inteligencia
Divina, que es la tercera Sefirá. En la frase en cuestión no está como sujeto, sino como
objeto directo, siendo, pues, el resultado de la primera acción “creativa”. Por otra parte,
la preposición “B-“ en hebreo, puede traducirse como “con”, y no sólo como “en”.
Reshit, principio, es otro nombre de la segunda Sefirá, la Sabiduría. Y el verdadero

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sujeto de la frase, que sería la primera Sefirá, La Voluntad Divina o Corona,
prácticamente identificada con el Infinito o Absoluto de la Deidad, aparece tan sólo
implícita, místicamente aludida en el versículo. El resultado final sería el siguiente: “Por
medio de la Sabiduría, el Misterioso Incognoscible (bendito sea su Nombre) creó a
Elohim...”
También el Sefer Yetzirá comienza con operaciones que tienen lugar en
el propio seno de la Deidad, como son el acto de “grabar su Nombre”, para después
proyectar el mundo; y así, su primer párrafo, con insuperable potencia expresiva,
además de con la precisión técnica que requiere su objetivo (el ser un manual de
meditación, o, mejor dicho, de conexión, tal como explicaremos luego) hace la siguiente
lectura del primer versículo del Génesis:

“En treinta y dos senderos secretos de Sabiduría, grabó YaH, Y/H/V/H


Tsebaot, Dios de Israel, Dios (Elohim) de Vida y Rey del Universo, Dios Todopoderoso
(El Shaddai), clemente y misericordioso, elevado y sublime, habitante eterno del arriba
y Santo, su Nombre y creó su Universo con tres sefarim (numeraciones): el número, la
letra y la narrativa. Diez Sefirot del vacío y veintidós letras fundamento: tres madres,
siete dobles y doce simples.”

Sólo sobre este párrafo se podría escribir todo un libro, y lo mismo, por
supuesto, sobre el primer versículo del Génesis, lo cual, por cierto, ya se ha hecho (en el
Zohar, por ejemplo). Hemos añadido los subrayados para enfatizar los dos momentos
del despliegue Divino a los que nos referimos antes y que, en lenguaje cabalístico,
corresponden a dos mundos o niveles completos de manifestación: el mundo de las
emanaciones o Atzilut, en el que Dios graba su Nombre, y el mundo de la Creación
propiamente dicha, Briá en hebreo.
Es decir, que por medio de 32 elementos, el principio absoluto, el Infinito
e incognoscible, graba su Nombre - proyecta una imagen/forma de Sí mismo, lo que
constituye la esencia interna de la Luz y la energía pura de su Pensamiento - y crea su
mundo: todo el universo manifestado. Y lo hace mediante tres sefarim o modos de
manifestación: 1.Números o Sefirot, que determinan la cantidad o intensidad de la
energía (no por disminución, sino por diferenciación); 2.Letras o moldes metafísicos,
que determinan la cualidad de la misma, y 3. La combinación de ambas en narrativa o
sonido compuesto: palabras moduladas en intensidad por los distintos filtros sefiróticos.
¿Cuáles son estas Sefirot o números primordiales? El Sefer Yetzirá las
enumera:
La primera, el dominio de la Unidad, es el Espíritu del Dios Vivo (Rúaj
Elohim Jayim) del que se dice que es la Vida de los mundos, la Voz, el Aliento y la
Palabra, y que éste es el Espíritu Santo.
La segunda, que procede de la primera, es el aire espiritual, en el que son
grabadas y cinceladas las veintidós letras como concreción del hálito divino, es decir, de
la propia fuerza creativa de la Deidad. Las letras no son nada sin ese hálito único que las
anima: el Rúaj haKódesh o Espíritu Santo. O, por decirlo aún de otra forma, las letras
son los moldes metafísicos o vasijas que contienen y expresan la energía viva (Luz) del
Espíritu Divino.
Podemos preguntarnos si hay alguna indicación (esotérica) en el primer
versículo del Génesis sobre esta formación de las letras. La encontramos en la cuarta
palabra, Et, que aparece también en sexto lugar: “Bereshit Bará Elohim Et haShamaim
veEt haAretz”.

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Esta palabra, Alef Tav, que desde el punto de vista gramatical es
puramente indicativa del objeto directo, es interpretada como representando a todo el
alfabeto: Alef es la primera letra y Tav la última, algo así como decir en griego el alfa y
el omega. Se nos dice entonces que hay una doble creación: las letras celestes (Et
haShamaim) y las letras terrestres (Et haAretz). Dios ha dado el poder (mental) al
hombre - y ésta es la clave de la aplicación mística del Séfer Yetzirá - de operar en las
letras de arriba actuando sobre las letras de abajo. Sobre esto se hablará después.
Antes, es necesario abordar un problema con el que se encuentra todo
estudiante de Cabalá, y es el de las correspondencias. Posiblemente el lector conocerá
ya el Séfer Yetzirá, pero se ha encontrado con que le cuesta armonizar sus
predicamentos con la forma actual de las enseñanzas cabalísticas. La versión moderna
de las Sefirot y del Árbol de la Vida, desarrollada a partir del libro Bahir (S. XII, C.E.) y
del Zohar (S. XIII), no parece ajustarse al modelo que describe el Séfer Yetzirá, que los
antecede en varios siglos (aunque hay controversia, se estima que fue escrito en los
primeros siglos de la era común).
Se nos dice, entonces, que han surgido en contextos históricos distintos,
con necesidades filosóficas diferentes. El Séfer Yetzirá, presupone un medio
neopitagórico, mientras que el Bahir y, sobre todo, los trabajos posteriores del círculo
de Gerona y del Zohar, tratan de utilizar un lenguaje emanativo y neoplatónico. Sin
embargo, una razón tan académica deja siempre insatisfechos a los estudiantes prácticos
que necesitan usar un único sistema. Es necesario, pues, profundizar, para encontrar los
puntos últimos de convergencia.
El Séfer Yetzirá habla de la creación, no de los procesos emanativos
internos en el seno de la propia Deidad, que es lo que describe la concepción actual del
Árbol de la Vida. En ésta, las Sefirot son los arquetipos o atributos de Dios manifestado
- tan perfectos que apenas son distinguibles de su propia esencia infinita no
manifestada. ¿Cuáles son estos arquetipos? La Sabiduría de Dios, su Entendimiento, su
Misericordia, su Poder, etc. Todas estas cualidades configuran un mundo - Atzilut - y se
presuponen en la descripción de la primera Sefirá del Séfer Yetzirá ( por ejemplo, en las
expresiones Voz, Aliento, Palabra, etc.).
Las Sefirot en este libro son más bien dominios, regiones o dimensiones
en las que Dios opera. Se dice de ellas que son Belimá, es decir, sin sustancia, del vacío.
Porque para poder actuar sobre algo “fuera” de El, Dios ha tenido que crear una
ausencia de Sí, un vacío dentro de Sí que posibilite la existencia de “otro”: la
Manifestación. Como dice el profeta Isaías (45:7): “Yo formo la Luz y creo la
oscuridad. Hago la paz y creo el mal”. Es decir, es la oscuridad lo que es creado. Esta
oscuridad representa la fase de recibir, la vasija, y es lo que da forma a la luz infinita
preexistente. Así, la segunda Sefirá es llamada “aire de aire”, Rúaj merúaj (nosotros la
hemos titulado aire espiritual para distinguirla del aire elemental que corresponde a una
fase energética mucho más baja). Representa el choque primero del Espíritu Divino, que
es una fase pura de dar (y corresponde a Kéter/Corona en cualquier mundo) con la fase
de recibir o vasija (que corresponde a Maljut/Reino en cualquier mundo), lo que da
lugar a las letras (como el aire continuo exhalado por los pulmones choca con las
cavidades y estructuras de la garganta y la boca y produce los diversos sonidos).
La Creación es el dominio de la dualidad y por eso la Torá empieza con
la letra Beit de Bereshit, que representa el número dos: cielos/tierra, luz/oscuridad,
aguas superiores/aguas inferiores, etc. De ahí que el Séfer Yetzirá presente siempre a las
Sefirot en pares de opuestos (“cinco frente a cinco”, como dice el propio texto):

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S. Y.: 1ª exposición S.Y.: 2ª exposición Árbol de la Vida
Una dim. temporal principio/fin agua/fuego jojmá/biná
Una dim. espiritual bien/mal espíritu/aire kéter/maljut
arriba/abajo arriba/abajo nétzaj/hod
Tres dim. espaciales este/oeste este/oeste tiféret/yesod
sur/norte sur/norte jésed/guevurá

Tabla 19.

Lógicamente, las Sefirot son sólo unas y debe haber una correspondencia
entre los distintos conjuntos, aunque representen distintas fases. La visión mística del
mundo es holográfica, en el sentido de que cada parte o fragmento, además de ser algo
en sí, refleja al todo, que en este caso es el Árbol de la Vida. Cada Sefirá contiene un
Árbol completo y cada uno de éste otro Árbol, y así sucesivamente, estando todo en
relación con todo. Son nuestros esquemas mentales los que son lineales y limitados,
incapaces de abarcar más de unos pocos aspectos a la vez, pero no la Mente Divina, que
es infinita. E igual que cuando queremos dibujar en un papel una forma corpórea
tridimensional hemos de usar mecanismos de proyección a dos dimensiones, nuestro
diseño actual del Árbol de la Vida es una proyección a lo largo de la dimensión
espiritual (anímica); de ahí su verticalidad. Las correspondencias del sistema actual con
el del Séfer Yetzirá (en las dos versiones en que aparecen enumeradas las Séfirot) se
muestran en la Tabla 1.

***
Volviendo a nuestra lectura del Sefer Yetsirá, la tercera Sefirá es el agua que
procede del aire, es decir, el continuo sustancial que dará lugar a los mundos de la forma
y la materia (“Y la tierra era Tóhu y Bóhu...” Gen: 1:2). Para poder actuar las letras
deben fijarse sobre algo. Este algo es el agua, que es como la tinta fluída que se adapta a
la forma de las letras (las vasijas).
A continuación viene el fuego - cuarta Sefirá - en el que Dios funda su morada:
el Trono de Gloria y las huestes angélicas o formas espirituales. El Trono es una
representación colectiva del mundo del Ser en el que las potencialidades inherentes a la
materia prima del agua se expresan en su diferencia (aunque no se separan todavía). En
física moderna, el agua primordial sería como el vacío mecánico-cuántico que es el
máximo de energía potencial. Al hablar de fuego damos el salto (Gran Explosión) a
energías concretas, actuales.
En el segundo versículo del Génesis, esta Sefirá aparece oculta en la expresión
Rúaj Elohim ( el Aliento de Dios que se cernía sobre el rostro de las aguas). Si
consideramos el valor numérico de estas dos palabras (R+V+J = 200+6+8 = 214 y
A+L+H+Y+M = 1+30+5+10+40 = 86; Total = 300) obtenemos el resultado de 300, que

9
Estas son las correspondencias propuestas por Aryeh Kaplan en su comentario al Séfer Yetsirah. No hay
acuerdo entre los cabalistas sobre un sistema universal de correspondencias. Yo mismo prefiero las
siguientes:
S. Y.: 1ª exposición S.Y.: 2ª exposición Árbol de la Vida
Una dim. temporal principio/fin agua/fuego jojmá/biná
Una dim. espiritual bien/mal espíritu/aire jésed/guevurá
arriba/abajo arriba/abajo kéter/yesod
Tres dim. espaciales este/oeste este/oeste hod/nétsaj
sur/norte sur/norte tiféret/maljut

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es, a su vez, el número de la letra Shin. Esta letra corresponde al fuego y dice
posteriormente el Séfer Yetsirá que con ella fueron creados los cielos.
Por último, las seis Sefirot restantes corresponden a los seis días de la Creación
(ver el primer capítulo del Génesis). Son presentadas en el Séfer Yetsirá como las seis
caras de un cubo que es sellado mediante las seis permutaciones de las tres primeras
letras del Nombre (YHV). Cinco breves notas sobre ello:
1. El valor numérico de cada una de estas permutaciones es 21 (Y=10, H=5,
V=6). Este es el valor también del Nombre Divino Eheié (A=1, H=5, Y=10, H=5), que
significa Yo soy (o Yo seré) y que Dios revela en la zarza ardiente delante de Moisés.
Así, cada fase de la Creación está escrita con el Nombre de Dios que es una imagen de
Sí mismo.
2. Estas tres letras, Y, H y V, se dice que encierran el secreto de las tres madres,
las cuales, a su vez, corresponden a las tres fases anteriores de aire, agua y fuego. Lo
que varía es, entonces, la preponderancia de uno u otro factor.
3. Precisamente el movimiento del Espíritu Divino (1ª Sefirá, a la que
tradicionalmente corresponde el Nombre Divino Eheié) es lo que se plasma en las
combinaciones y permutaciones de letras, con lo cual se nos está explicando la esencia
del acto creativo. De paso se nos da una formidable técnica de meditación con letras : la
de permutación o Tseruf.
4. El movimiento del Espíritu alcanza un punto de descanso en el centro del
cubo, que corresponde a la cuarta letra del Nombre (2ª Hé) y que es, obviamente, el
Shabbat o séptimo día, en el que Dios descansó (y santificó ligándolo a su Nombre).
Esta última fase recoge todas las influencias de las anteriores e inicia el nuevo ciclo (2º
capítulo del Génesis).
5. El cubo metafísico también prefigura la interpretación de las letras: la
tridimensionalidad del espacio, uniendo entre sí las caras opuestas, corresponde a las
tres letras madres. También podemos representarlas como circunscribiendo al cubo
mediante tres círculos máximos (ecuador más dos meridianos perpendiculares entre sí).
Las seis caras más el centro corresponden a las siete dobles. Y las doce aristas, a las
doce letras simples. Sobre este tema concreto no vamos a tratar aquí. Baste decir que
con el principio espiritual de cada una de las letras el Creador conforma un poder
específico sobre el cual regirá la letra. Este poder es macrocósmico (planetas y signos
del zodíaco), temporal (la energía interna que despliega cada día de la semana y cada
mes solilunar del calendario hebreo) y microcósmico (en el nefesh o cuerpo vital del
hombre: la contraparte astral de los órganos físicos), con lo que la Creación queda
completada. De todo ello trata ampliamente la segunda parte del Séfer Yetsirá.

***

Quizá ya el lector se haya percatado a estas alturas del inmenso poder de las
letras del alfabeto hebreo como los agentes creativos de Dios. Lo tremendo es que el ser
humano - imagen y semejanza del Creador - puede también usar ese poder (con permiso
divino). Y ello en una doble dimensión: mágico-creativa y mística. El aspecto mágico-
creativo lo tenemos en su máxima expresión en las leyendas sobre el Golem: el
homúnculo moldeado con arcilla sobre el que el cabalista proyecta la forma espiritual
completa creada mediante las técnicas del Séfer Yetsirá. El aspecto místico es el de
conexión con la Luz Divina; tiene como meta el desarrollo espiritual del practicante y
usa las letras como canales, en correspondencia con los elementos expresados
anteriormente y los senderos del Árbol de la Vida. Más interesante que crear un golem

60
externo es dar forma espiritual al propio cuerpo de luz con el que, por ejemplo, poder
ascender en meditación a los mundos superiores.
Todo esto constituye la sabiduría del patriarca Abraham, a quien la Tradición
atribuye la autoría del Séfer Yetsirá. Abram (tal era su nombre antes de que Dios
introdujera en él la Hé del Nombre Divino) no se quedó en el conocimiento exterior de
las cosas, sino que buscó el poder nuclear que rige todas las manifestaciones cósmicas.
Fue así el primero en usar el Nombre Adonai (Gen 15: 2 y 8) que expresa la soberanía
divina sobre toda la creación.
Dios le había llamado y le había dicho: “Véte (Lej-lejá) de tu tierra y de tu
familia y de la casa de tu padre...(Gen 12:1). Esta expresión, Lej-lejá, literalmente
significa “ve para tí”, y se puede interpretar como “ve hacia dentro de ti, conócete a ti
mismo”. Abram había salido de Ur Kasdim, la luz de los caldeos (Ur tiene exactamente
las mismas letras que Or, luz). Abram era astrólogo (conocimiento caldeo) y sabía por
las estrellas que no podía tener hijos: “¿Qué me darás si yo ando sin hijo...?”(Gen 15:2).
“Y le sacó (Dios) afuera y le dijo: Mira ahora a los cielos y cuenta las estrellas...” La
pregunta es: ¿Tuvo Dios que sacarle de su tienda para un conocimiento tan trivial como
que las estrellas del cielo son muchas? ¿De dónde le sacó exactamente? La respuesta
lógica es que le sacó afuera de la bóveda celeste para contemplar las estrellas desde
arriba. Es decir, le sacó de la influencia de la necesidad, de la ley natural representada
por las influencias astrales para anunciarle algo imposible según ellas: su descendencia.
La Biblia no dice nada sobre cuál era el grado de conocimiento alcanzado por
Abraham, pero la Tradición nos dice que era la ciencia de las letras, tal como ésta se
expone en el Séfer Yetsirá. Quizá no se ha pensado lo suficiente en que
cronológicamente Abraham era contemporáneo de la Torre de Babel y que conservó,
por tanto, el conocimiento de la lengua original, la lengua sagrada (el hebreo), esa
lengua de la que Dios dijo: “He aquí un pueblo y una lengua... nada será imposible para
ellos”. Y así, el enigmático versículo bíblico: “y tomó a Sarai... y al alma (HaNefesh,
puede interpretarse como almas, si se toma en sentido genérico) que habían hecho en
Harán...”, se interpreta como que Abraham había usado las técnicas meditativas del
Séfer Yetsirá para hacer un golem. Es decir, que antes de que Dios se le apareciera,
Abraham había ya dominado las técnicas del Séfer Yetsirá. La traducción estándar del
versículo es que Abraham y Sara habían hecho conversos a la religión del Dios único.
En cualquier caso, el párrafo final del Séfer Yetsirá (en alguna de sus versiones)
es explícito sobremanera. Merece la pena citarlo añadiendo paralelamente algún
comentario entre paréntesis:
“Y cuando Abraham nuestro padre, que descanse en paz, miró, vio, entendió,
escrutó, grabó y talló (técnicas meditativas de manipulación de letras) tuvo éxito en la
creación (las dominó) tal y como está escrito: “y las almas que habían hecho en Harán”.
De inmediato se le reveló el Maestro de todo (Adon HaKol, en hebreo. La explicación
es que fue capaz de alcanzar el Fundamento o Raíz divina. Kol, Todo, es un nombre
cabalístico de la sefirá Yesod, el Fundamento, y representa el poder generativo de la
Deidad, así como la conexión con la Luz Divina o Árbol de la Vida), sea su Nombre
bendito por siempre...Hizo alianza con él entre los diez dedos (Sefirot) de la mano - ésta
es la alianza de la lengua - y entre los diez dedos (Sefirot) de los pies - ésta es la alianza
de la circuncisión ( el poder creativo de la palabra y de la carne son equiparados: se
entiende así toda la disertación anterior sobre el poder tener un hijo. En hebreo, “milá”
significa palabra y también circuncisión)...”
Y algunas versiones añaden también a este párrafo final la cita del profeta
Jeremías (1:5), en el sentido de que Dios aplicó a Abraham el versículo: “Antes de que
te formara en el útero (Biná, la tercera Sefirá) te conocí ( es decir que Abraham había

61
alcanzado el nivel de Jojmá, la Sabiduría primordial, la segunda Sefirá, y se había hecho
uno con el Pensamiento Divino), y antes de que emergieras de él (para ser
arquetípicamente Jésed, una de las Carrozas de la Shejiná, la Presencia divina), te
santifiqué y te hice profeta para las naciones(para volver a traer la Shejiná a la tierra)”.
La conexión luminosa de Abraham está abierta para todos. Es de esperar que a
nadie se le ocurra comprar un Séfer Yetsirá e intentar crear un golem. Sería mejor que
antes empleara unos cuantos años trabajando sobre sí mismo (Lej-lejá) y su desarrollo
espiritual. En ello puede resultarle de gran ayuda la meditación sobre los misterios del
Séfer Yetsirá. El propio libro invita a ello: “Instaura cada cosa en su esencia y sienta al
Creador en su base (o lugar)”, repite en varios lugares. Muchos de sus asertos son
alusiones veladas a técnicas concretas de meditación. Pero desarrollar esto de una forma
que resulte útil al buscador moderno será, si Dios quiere, tema de otro artículo. Tan sólo
una cita final de un autor contemporáneo (A. Green, Your Word Is Fire) que en pocas
palabras resume el camino y la meta:
“Entra en cada letra con toda tu fuerza.
Dios mora dentro de cada una;
al entrar en ella, te haces uno con El.”

Meditación sobre letras hebreas:

Cabe considerar cada letra como una vasija específica para la Luz Divina, una
fuerza determinada10, pero también un canal específico, uniendo entre sí dos esferas
del Árbol de la Vida. Hay, entonces, dos tipos esenciales de meditación en relación
con una letra: la contemplación significativa y la proyección activa por sus
dimensiones internas (la letra como sendero)

En el primer caso, una vez realizadas las preparaciones oportunas, se


visualiza la letra, en fuego blanco vibrando con luz blanca, que actuará de vasija para
la canalización de su energía atsilútica específica. [También puedes visualizarla
delante de tí, como a una distancia de tres o cuatro metros]. Tras la fase de

10
Lo que en un nivel exaltado es vasija, es decir, forma o recipiente, deviene en alma y fuerza para los
niveles por debajo de ella.

62
construcción, empieza la de meditación contemplativa en la que se permite que la
letra irradie espontáneamente sus contenidos. La forma de la letra permanece como
el foco constante de la mente y se ve cómo, en el proceso, pulsa con una Luz vibrante
cada vez más intensa. Se atrae esta Luz adentro de uno y se armoniza con el propio
ser, permitiendo que nos afecte a su manera. Una vez completamente bañados
internamente con la energía de la letra, podemos trabajar la intención específica,
visualizándola detalladamente en la luz de la letra como realizada. Tras la fase de
compartir y de dedicación del mérito, se reintegra la Luz a la letra, ésta se libera y
recede a una distancia hasta desaparecer. Entonces se efectúa el proceso de retorno.
A continuación se da una meditación guiada que sigue aproximadamente el protocolo
anterior.

En el método de proyección, se visualiza la letra como una puerta delante de


uno y se espera a que sufra algún tipo de apertura, que variará según la persona que
medita y la propia letra. Entonces uno cruza la puerta y se adentra en los dominios
internos de la letra teniendo una serie de experiencias relevantes con su energía.
Después hay que volver por el mismo camino de ida y se cruza la puerta. Ésta se
cierra, terminando la meditación.

MEDITACIÓN

“Nos sentamos cómodamente.


Vamos a relajarnos, espalda recta pero sin tensión, pies en el suelo, palmas de
las manos en los muslos. Hacemos unas respiraciones profundas y vamos entrando en
un estado de calma, de relajación. Nos desapegamos de todas nuestras preocupaciones,
de problemas; nos desapegamos de nuestro estrés; entramos en la serenidad.
Vamos a ir relajando todas las partes de nuestro cuerpo empezando por los dedos
de los pies.
Relajamos cada uno de los dedos de los pies y las plantas de los pies que apenas
se apoyan en el suelo, que están como suspendidos sobre el suelo… los empeines, los
tobillos… y vamos sintiendo como una ola de relajación va subiendo por las piernas,
que están cada vez más y más relajadas… llega a la rodillas, asciende por los muslos,
llega a las nalgas, las ingles, el sexo… y va ascendiendo por el abdomen… por el
sacro… la parte inferior de la espalda. Relajamos la zona del ombligo y el diafragma…
Nuestra respiración es profunda, suave, rítmica… cada vez más lenta. Relajamos la
columna y notamos como una onda de relajación asciende por la columna desde el
perineo hasta la nuca y los omóplatos. Y relajamos el tórax, los músculos del pecho, los
hombros… y la ola de relajación va descendiendo por los brazos, a los codos,
antebrazos, muñecas, manos, dedos de las manos, puntas de los dedos de las manos. Y
nuestra atención retorna al cuello, que relajamos; la laringe y toda su zona, la nuca, toda
la parte de atrás de la cabeza… relajamos la mandíbula y los labios, las mejillas, las
fosas nasales, los ojos, todos los músculos que rodean a los ojos… relajamos la frente,
comprobamos que no se ha acumulado en ella ninguna tensión… relajamos la parte alta
de la cabeza y hacemos que toda la ola de relajación confluya en la coronilla y nos
sentimos profundamente relajados, en un estado de perfecta paz profunda.

Nos visualizamos entonces arriba de una escalera que aparece ante nosotros de
una forma natural: Tiene 10 peldaños y desciende hacia las profundidades, hacia el

63
interior de nosotros mismos. Y nosotros vamos a ir bajando lentamente, peldaño a
peldaño, siguiendo la cuenta. Lo hacemos:
10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1…Y ante nosotros aparecen las puertas de la
imaginación11, que abrimos con un suave movimiento, y cruzamos:

Nos visualizamos caminando por una playa, sintiendo la calidez de la arena en


las plantas de los pies, en un día soleado y muy tranquilo. Una suave brisa nos acaricia
la piel… oímos el canto de los pájaros y contemplamos el paisaje que nos rodea lleno de
luz y de armonía.
Sobresale el murmullo de las olas rompiendo suavemente contra la arena de la
playa. Vemos el azul del mar y la línea azul del horizonte contra la línea azul del cielo
en una sinfonía de azules.
Nos damos la vuelta y miramos hacia el interior, contemplando las rocas, la
vegetación de la playa… y empezamos a caminar hacia el interior por un sendero que se
adentra en una pequeña arboleda, y vamos poco a poco caminando por él hacia lo que
parece que es una elevación sobre el terreno, como un montículo o pequeña colina de
luz.
Nos acercamos a la colina y llegamos al pie de la misma. Vemos que hay una
escalera que asciende a la cumbre; tiene quince peldaños. Sobre el cielo podemos ver
las letras de la palabra ALIÁ, ‫עליה‬, en fuego blanco, emitiendo luz blanca. Sentimos el
poder de atracción de la luz, invitándonos a subir. Vamos a hacerlo vibrando cinco
veces ALIÁ, ascendiendo tres peldaños en cada vibración.
Hacemos unas respiraciones profundas….inspiramos para empezar…:
ALIÁ
ALIÁ
ALIÁ
ALIÁ
ALIÁ
Nos encontramos arriba y un sentimiento de plenitud, de beatitud y de alegría
interior nos invade al sentirnos más cerca de la luz, más llenos de ella.
Damos unos pasos y nos dirigimos hacia lo que parece ser nuestro lugar personal
– puede ser un círculo de árboles, un templete con columnas de mármol abierto a los
cuatro puntos cardinales, un círculo prehistórico de piedras, o simplemente un lugar que
nos gusta – un lugar que nos atrae especialmente, que sabemos que es nuestro, en el que
podemos abrirnos completamente – ser nosotros mismos sin ningún tipo de expectativa
o presión – y allí nos ubicamos en paz.

Elevamos la mirada hacia el firmamento y vemos como aparece escrita en fuego


blanco irradiando luz blanca la letra hebrea que vamos a meditar. La letra se expande
hasta llenar todo nuestro campo de visión. Vemos esta letra, irradiando una luz blanca
purísima, ardiendo con un fuego interior que percibimos como blanca brillantez, aunque
sabemos que está más allá de todo blanco.
Durante unos instantes nos concentramos exclusivamente en ella.
Después, contemplamos cómo de ella desciende sobre nosotros un rayo de luz
que penetra por nuestro Kéter, por la fontanela del cráneo, y que desciende por todos
los canales de nuestro organismo psíquico, llenando de luz, de positividad todas las
partes de nuestro cuerpo. La luz pasa a nuestro hemisferio cerebral izquierdo, luego a
nuestro hemisferio derecho. Y empieza a descender por la garganta, por el hombro y el

11
Que cada uno verá de una forma particular.

64
brazo izquierdo, por el hombro y el brazo derecho, el corazón, el centro del ombligo, la
cadera izquierda y la pierna izquierda, la cadera derecha y la pierna derecha, el centro
del sexo, el centro de Maljút. (Podemos ser tan detallados como queramos)
Sentimos cómo la luz nos va bañando interiormente, iluminándonos,
transformándonos… eliminando toda la negatividad…
Nos sentimos llenos completamente de luz y con todos nuestros centros
energizados, sintiendo la positividad de esta luz que nos llena de vitalidad. Esta luz es
curativa, es completa. Trae perfección y plenitud a cada uno de nuestros órganos.
Podemos sentirla, particularmente concentrada en aquella parte de nuestro cuerpo que
sintamos que, por alguna razón, necesita una atención especial. Porque nos duela,
porque esté tensa, por la razón que sea. Sentimos cómo esta luz penetra hasta la médula
de nuestros huesos y cómo la impregna de vitalidad, fortaleciendo nuestro sistema
inmunológico, que nos hace resistentes a todas las enfermedades tanto físicas como
psíquicas.
Entramos en contemplación. Estamos así durante unos minutos, en la calma, en
la serenidad de ser simplemente, sin querer nada, sin analizar, en unidad con la luz que
es nuestra verdadera esencia. Nos abandonamos a donde la luz quiera llevarnos...

Volvemos a la conciencia plena de nosotros mismos y percibimos cómo esa luz


particularmente se focaliza en nuestro corazón, que es el centro tiferético, y desde allí va
ha empezar a irradiar hacia fuera, porque no podemos recibir luz sin compartirla, sin
darla otra vez.
Sentimos que empezamos a irradiar luz a nuestro entorno… estamos en el centro
de una esfera de luz que está irradiando a nuestro entorno próximo, y se va creando un
aura de luz que se va expandiendo cada vez más.
Y vamos a compartir esta luz con nuestros seres más queridos, más cercanos; les
abrazamos en la luz, y les llenamos también de ella; y a nuestros familiares, a nuestros
amigos… todos unidos en esta luz radiante, gozosa, luminosa, viva… a nuestros
compañeros, a las personas de cualquier faceta de nuestra vida que compartan algo con
nosotros.
Irradiamos esta luz también a todas las personas que de alguna manera
consideramos enemistados con nosotros - nuestros enemigos -, y permitimos que esta
luz nos una y disuelva las diferencias; perdonamos porque también somos perdonados:
en la luz comprendemos, somos capaces de ponernos en el lugar de otras personas, de
tener empatía con ellas, de sentir lo que sienten ellas como seres que son, individuales,
independientemente de nuestras expectativas, o de nuestras proyecciones.
Seguimos irradiando la luz a todos los habitantes de esta población, a todos los
habitantes de la región, del país, de toda la tierra: que alcance especialmente a todas las
personas que sufren… que sufren por hambre…que sufren por guerras, violencia,
persecución, enfermedades; vamos a irradiar paz, cordura; que la energía de violencia y
de explotación se transforme en energía de solidaridad, de comprensión, de tolerancia.
Y vamos a irradiar esta luz a todos los seres de la tierra - de nuestra maltratada
tierra - de los distintos reinos: animal, vegetal, mineral, elementales, y a todos los
habitantes del cosmos...

(Es el momento de formular nuestra intención, si tenemos alguna en relación con


el significado de la letra. Elevamos nuestra petición o pregunta hacia ella y esperamos a
que en la Luz se manifieste una respuesta. Lo ideal es visualizar la intención realizada,
pero aceptamos lo que la luz nos comunique o conceda, aunque a nuestra mente
limitada nos parezca que nada. Damos las gracias.)

65
Agradecemos la experiencia. Poco a poco vamos absorbiendo la luz, y ésta
también se va absorbiendo en el entorno.
Nos dirigimos de vuelta hacia la escalera de la colina y siguiendo la cuenta
vamos descendiendo cada uno de los peldaños: quince, catorce, trece…..dos, uno.
Y ya estamos en el suelo, caminamos hacia la playa; notamos la arena en las
plantas de los pies, sentimos todas las sensaciones, los olores, colores, el tacto de la
suave brisa, el rumor de las olas que rompen suavemente sobre la arena, los pájaros…
Vamos así poco a poco caminando, tranquila y relajadamente, hasta que nos
encontramos de nuevo con las puertas de la imaginación, que cruzamos en sentido
inverso. Cerramos tal como las abrimos antes.
Y vamos a ascender por la escalera que nos va a llevar de vuelta a nuestro estado
habitual de conciencia, lentamente, siguiendo la cuenta:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10… ya estamos arriba de nuevo.
Nos centramos en el aquí y el ahora, plenamente de vuelta; hacemos varias
respiraciones profundas; movemos ligeramente los dedos de las manos y los pies;
frotamos las palmas de las manos para generar calor; cabeceamos suavemente; nos
desperezamos; y cuando queramos podemos abrir los ojos.

Meditaciones Letras Hebreas y senderos correspondientes

Meditación
Letra hebrea
Unidad. De la visión de la presencia a la visión cara a cara (a través del velo) a la apertura del velo: No
hay dos, Todo es Uno, el Uno en movimiento. Abandono, espontaneidad, apertura total, sin límites.
, Alef Locura divina. “Como el viento que sopla donde quiere y no sabes de dónde viene ni a dónde va, así es
todo el que nace del Espíritu”.

Estructuración del campo de vacío. Wu = Mu = Ayin. Mi bará eleh (¿Quién ha creado estos?) Bará
Elohim (Creó a Elohim). Reducción de la existencia a letras que emergen del infinito y retornan a él. El
, Bet poder del Nombre. Tseruf, combinación, permutación. Parar la mente = Detener el mundo. Séfer
Yetsirá: Diez Sefirot de la Nada y veintidós letras fundamento. El vacío fértil.

Meditación de la unidad, de la conciencia testigo, subyacente (separada de cuerpo, palabra y mente), de


la luz base, rigpa, no-dos. Emergencia del yo causal y su absorción en el estado último de unidad de
, Guimel
yesh y ayin, forma y vacío. Unidad esencial del Gran Rostro y del Pequeño Rostro.

Contemplación. Bitul - aniquilación: Bitul hayesh (de la existencia) y bitul hanéfesh (del alma). Reshit
Jojmá Yirat HaShem: el Temor de Dios es el principio de la Sabiduría. Unión Padre – Madre: Yab-
, Dalet
Yum. Tantra. Contemplación unitiva de la Belleza.

La escalera del alma. Yo/yo (Anojí Anojí); Yo soy Él (Aní Aní Hu). Espíritu de profecía. Pensamiento
, He arquetípico.

Sabiduría, intuición, conocimiento directo que manifiesta la propia Chispa Divina. Todos tenemos
nuestro Gran Maestro: Yo Soy; que nos guía con la sabiduría suprema hacia nuestro máximo bien. Los
, Vav Nombres de Dios. El poder de la palabra, canalizando la energía de la conciencia, estructurando el
campo de los poderes sagrados. Meditación del oído (audición).

Discriminación (maya). Silencio interior. Integración de las polaridades. Elevación de la energía sexual.
, Zayin Teshuvá (arrepentimiento, literalmente retorno, que consiste en el borrado de las pautas negativas
mentales y emocionales).
(Jet) por Atbash (método de sustitución) se transforma en = 61 = (yo) = (nada).
Autoanulación para la trascendencia. “Hágase tu Voluntad”. Voluntad al servicio del espíritu. El camino
, Jet
del guerrero. Sentido de las pruebas. Karma yoga.

, Tet Manejo de todas las formas de energía. Kundalini. Elevación de la serpiente. Poder de la acción: el

66
“hacer” talla al “ser”. Self en acción: autoexpresión.

La Luz; todas las meditaciones con luz están incluidas en este sendero. En particular, la purificación y
construcción del “cuerpo” de luz. Compasión, trabajo sobre el “corazón” (por ejemplo, Tonglen
, Yod tibetano). Contactos con guías y maguidim en los Planos Internos.

La impermanencia. Causalidad del deseo. Los ciclos del karma. Poder del centro: El centro es la puerta
*, (final) a otra dimensión que trasciende a la rueda de los ciclos. Desde mi centro dirijo el movimiento de mi
Kaf, Jaf vida.

Analítica, orientada a rasgar los velos de ilusión, empezando por la ilusión de separatividad y de
existencia independiente (inherente). Karma yoga: impecabilidad en la acción, desentendiéndose de los
, Lamed
resultados. Juicio sobre uno mismo (objetivo, basado en la verdad interior).

Shamata y vipasana. El centro inmóvil (conciencia iluminada) en medio de las condiciones. Redención.
, (final)
Tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tú.
Mem
Desidentificación de la naturaleza emocional, experimentado como muerte. La muerte en sí. La
, (final) impermanencia, el cambio, la renovación. La transmutación de la energía. Las experiencias post –
Nun mortem: el plano astral o los bardos.

Conocimiento de uno mismo (práctica de la honestidad en el auto análisis). Focalizar, pacificar y calmar
la mente. Observación desapegada de los propios procesos psíquicos y físicos. Alquimia, transmutación
, Samej interior. Modificación de rasgos basada en el insight o entendimiento profundo de la propia naturaleza.
Meditación Yo Soy.

El misterio del mal. Ataduras, esclavitud. “Y vió (Ayin = ojo) Elohim que todo era bueno”. Desapego.
, Ayin
Desidentificación. Vacío mental. Dualidad Verdad – Razón
Energía del plexo solar: despertar y canalizar el fuego interior. Digestión de experiencias. Purificación y
*, (final) regeneración de la personalidad. Superación de obstáculos espirituales. Equilibrio razón – emoción. El
Pe, Fe vocabulario de la propia psique: Integración de los elementos y procesos psíquicos. Terapia.

Los arquetipos de la personalidad. Integración de lo colectivo en lo personal. Terapia de individuación.


, (final) Componentes elementales del propio ser. El septenario en el hombre (chakras) reflejo del septenario
Tsadi cósmico. La estrella de la esperanza. Regeneración de la conciencia (imagen del Grial).

Improntas físico-instintivo-emocionales. Descarga bioenergética de emociones. Las emociones alteran


para bien o para mal el cuerpo físico (o viceversa). Trabajo con sueños. Creación de ilusiones. Triunfo
, Kof sobre las adversidades. Proyección astral.

Superar circunstancias, circulación de los aires por el cuerpo sutil, respiración pránica, curación,
, Resh regeneración, renacimiento, generación de pensamiento positivo sobre uno mismo y la vida en general.
Relación mente – procesos vitales

Transmutación de pensamientos y emociones erróneas. Circulación de energía por los canales.


*, Shin, Sin

Conciencia Cósmica
La Presencia Divina oculta e inmanente en todo: meló jol haárets kevodó, toda la Tierra está llena de su
, Tav Gloria.
Tikún. Tikún personal y tikún olam.
Ángel Guardián.

MEDITACIÓN EJAD

Primero hacemos un estudio del marco teórico:

Dálet Jet Álef

67
(Emperatriz Carroza Loco ← )
(Venus Cancer Aire/Urano)

El valor numérico de la palabra Ejad es 13 (Alef = 1; Jet = 8; Dalet = 4) el


mismo que Ahavá, , Amor (Alef = 1; He = 5; Bet = 2; He = 5), lo que indica que
el amor es la fuerza de la unidad y viceversa. En Cábala clásica se dice que trece son
también los canales por los que se vierte la influencia del Jésed superior que emana de
Kéter (la Misericordia sin traza alguna de Severidad) el cual borra toda ilusión de
discontinuidad, separación o diferencia, colmando la medida de todo ser con la plenitud
del Amor Divino.
Ejad es, pues un poderoso mantra que nos conecta con la esencia de la luz, con su
carácter dador, la marca de ese Amor Divino. Por eso, cuando la luz se manifiesta en el
primer día de la Creación, según el Génesis, no se dice al final “Y fue tarde y fue
mañana, día primero (Yom Rishón)” sino “día uno” (Yom Ejad) indicando que en la luz
todas las cosas son una12. Y esta Luz de Unidad, que es Amor, es la expresión más
elevada de la esencia Divina, tal como es proclamado en el Shemá Israel, quizá la
“oración” principal del judaísmo:
Shemá Israel, YHVH Elohenu YHVH Ejad.
Escucha Israel YHVH-nuestro Dios YHVH es Ejad.
Maljút Tiféret Biná Jojmá Kéter

Podemos contemplar Ejad en sus letras: De la letra Alef (el Loco) ya se ha hablado en
otro lugar y se ha descrito como el propio anagrama de la Unidad omniabarcante;
representa a Kéter. La letra Jet tiene como valor numérico el ocho y simboliza la acción
de las ocho sefirot intermedias entre Kéter y Maljút (de Jojmá a Yesod). Es una letra de
movimiento (Arcano de la Carroza) y representa el descenso y ascenso de la luz a través
de estas sefirot. Por último, la letra Dálet (la Emperatriz) está en el lugar de Maljút.
Ejad, por tanto, une todos los niveles, en particular el plano de la Unidad (Kéter) y el
plano de la máxima multiplicidad aparente (Maljút). Esta unificación es dinámica, en un
ir y venir (proyección y reabsorción de mundos), tal como se dice de las Jaiot –
expresión de la Jet – que “corrían y regresaban”, indicando el movimiento del Espíritu.
Las Jaiot son las Santas Criaturas que tiran del Carro Divino en la visión de Ezequiel.

Meditación

“Nos sentamos cómodamente.


Vamos a relajarnos, espalda recta pero sin tensión, pies en el suelo, palmas de
las manos en los muslos. Hacemos unas respiraciones profundas y vamos entrando en
un estado de calma, de relajación. Nos desapegamos de todas nuestras preocupaciones,
de problemas; nos desapegamos de nuestro estrés; entramos en la serenidad.
Vamos a ir relajando todas las partes de nuestro cuerpo empezando por los dedos
de los pies.

12
Después, ya se usan los números ordinales: día segundo, tercero, etc.

68
Relajamos cada uno de los dedos de los pies y las plantas de los pies que apenas
se apoyan en el suelo, que están como suspendidos sobre el suelo… los empeines, los
tobillos… y vamos sintiendo como una ola de relajación va subiendo por las piernas,
que están cada vez más y más relajadas… llega a la rodillas, asciende por los muslos,
llega a las nalgas, las ingles, el sexo… y va ascendiendo por el abdomen… por el
sacro… la parte inferior de la espalda. Relajamos la zona del ombligo y el diafragma…
Nuestra respiración es profunda, suave, rítmica… cada vez más lenta. Relajamos la
columna y notamos como una onda de relajación asciende por la columna desde el
perineo hasta la nuca y los omóplatos. Y relajamos el tórax, los músculos del pecho, los
hombros… y la ola de relajación va descendiendo por los brazos, a los codos,
antebrazos, muñecas, manos, dedos de las manos, puntas de los dedos de las manos. Y
nuestra atención retorna al cuello, que relajamos; la laringe y toda su zona, la nuca, toda
la parte de atrás de la cabeza… relajamos la mandíbula y los labios, las mejillas, las
fosas nasales, los ojos, todos los músculos que rodean a los ojos… relajamos la frente,
comprobamos que no se ha acumulado en ella ninguna tensión… relajamos la parte alta
de la cabeza y hacemos que toda la ola de relajación confluya en la coronilla y nos
sentimos profundamente relajados, en un estado de perfecta paz profunda.

Nos visualizamos entonces arriba de una escalera que aparece ante nosotros de
una forma natural: Tiene 10 peldaños y desciende hacia las profundidades, hacia el
interior de nosotros mismos. Y nosotros vamos a ir bajando lentamente, peldaño a
peldaño, siguiendo la cuenta. Lo hacemos:
10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1…Y ante nosotros aparecen las puertas de la
imaginación13, que abrimos con un suave movimiento, y cruzamos:

Nos visualizamos caminando por una playa, sintiendo la calidez de la arena en


las plantas de los pies, en un día soleado y muy tranquilo. Una suave brisa nos acaricia
la piel… oímos el canto de los pájaros y contemplamos el paisaje que nos rodea lleno de
luz y de armonía.
Sobresale el murmullo de las olas rompiendo suavemente contra la arena de la
playa. Vemos el azul del mar y la línea azul del horizonte contra la línea azul del cielo
en una sinfonía de azules.
Nos damos la vuelta y miramos hacia el interior, contemplando las rocas, la
vegetación de la playa… y empezamos a caminar hacia el interior por un sendero que se
adentra en una pequeña arboleda, y vamos poco a poco caminando por él hacia lo que
parece que es una elevación sobre el terreno, como un montículo o pequeña colina de
luz.
Nos acercamos a la colina y llegamos al pie de la misma. Vemos que hay una
escalera que asciende a la cumbre; tiene quince peldaños. Sobre el cielo podemos ver
las letras de la palabra ALIÁ, , en fuego blanco, emitiendo luz blanca. Sentimos
el poder de atracción de la luz, invitándonos a subir. Vamos a hacerlo vibrando cinco
veces ALIÁ, ascendiendo tres peldaños en cada vibración.
Hacemos unas respiraciones profundas….inspiramos para empezar…:
ALIÁ
ALIÁ
ALIÁ
ALIÁ
ALIÁ

13
Que cada uno verá de una forma particular.

69
Nos encontramos arriba y un sentimiento de plenitud, de beatitud y de alegría
interior nos invade al sentirnos más cerca de la luz, más llenos de ella.
Damos unos pasos y nos dirigimos hacia lo que parece ser nuestro lugar personal
– puede ser un círculo de árboles, un templete con columnas de mármol abierto a los
cuatro puntos cardinales, un círculo prehistórico de piedras, o simplemente un lugar que
nos gusta – un lugar que nos atrae especialmente, que sabemos que es nuestro, en el que
podemos abrirnos completamente – ser nosotros mismos sin ningún tipo de expectativa
o presión – y allí nos ubicamos en paz.

Elevamos la mirada hacia el firmamento y vemos como aparecen escritas en


fuego blanco irradiando luz blanca las letras de EJAD,

Durante unos instantes nos concentramos exclusivamente en las letras,


permitiendo que llenen todo nuestro campo de visión. (Podemos visualizar sólo las tres
consonantes o también incluir las vocales, indicadas por los signos o puntos debajo o
alrededor de las letras).
La luz de Ejad desciende y nos envuelve por completo. Es una luz viva, una luz
serena de una claridad insuperable que nos llena de éxtasis, que va penetrando dentro de
nosotros con cada inspiración, por las fosas nasales, por todos los poros de nuestra piel,
por todas las puertas de los centros psíquicos (o chakras)… En particular, un rayo
directo más concentrado entra por nuestro Kéter, en la coronilla, en donde se hace aún
más brillante y desciende por el hemisferio izquierdo del cerebro que baña y limpia por
completo y después el derecho. Ilumina nuestro centro de la frente y luego desciende a
la garganta.
Desde allí va a nuestro hombro izquierdo y desciende por todo el brazo
izquierdo hasta la mano, circulando por todos los dedos. Y va a nuestro hombro derecho
y desciende por nuestro brazo derecho hasta la mano y la punta de los dedos.
Luego desciende al corazón e irradia con un sentimiento de armonía y
compasión universales. Y desciende al centro del ombligo desde donde baña a todos
nuestros órganos. Va a la cadera izquierda y desciende por la pierna izquierda hasta la
planta del pie y hasta la punta de los dedos. Y va a la cadera derecha y desciende por la
pierna derecha hasta la planta del pie y hasta la punta de los dedos.
Y desciende al centro de Yesod y a nuestro órgano sexual, y lo baña de luz por
completo. Y desciende al centro de Maljut en la base de la columna, en el perineo, y lo
llena de luz, fuerza, y estabilidad. Y esta luz penetra en nuestros huesos hasta la médula
y fortalece nuestro sistema inmunológico, haciéndonos resistentes a toda negatividad,
tanto física como psíquica.
Imaginamos todos nuestros centros psíquicos sefiróticos luminosos y vibrando en la
frecuencia de la luz de Ejad. Imaginamos todos nuestros órganos y partes del cuerpo
bañados en esa luz que nos limpia por completo y elimina toda forma de negatividad
y fragmentación. Podemos detenernos en aquellas regiones aquejadas de algún tipo
de dolencia y contemplamos cómo la Luz aporta curación, salud y vitalidad.
Percibimos cómo a través de los miles de capilares y conductos microscópicos, la
Luz alcanza a todas las células del cuerpo, y en particular limpia, rectifica y activa

70
las cadenas de ADN del núcleo celular. Podemos ser todo lo detallado que queramos
o que la situación requiera (en el contexto de curación, por ejemplo)
Continuamos de esta forma, armonizándonos con la luz, hasta sentir nuestro
cuerpo como una unidad. Pasamos entonces a nuestra naturaleza emocional,
unificándola con nuestra corporeidad, eliminando de nosotros toda traza de
emociones negativas – temores, preocupaciones, depresión, tristeza, ira... – que son
barreras que nos contraen, nos aíslan, nos refuerzan en nuestro deseo de recibir, nos
alejan de la unidad.
También limpiamos el flujo de nuestra mente, eliminando todo pensamiento
egocéntrico, toda traza de duda o escepticismo, toda la maraña de ideas
preconcebidas que nos impiden ver las cosas en su unidad esencial.
Nos vaciamos de todo deseo salvo el de unificación con la luz, y nos
volvemos hacia nuestra naturaleza espiritual, nuestra neshamá. Ponemos nuestros
vehículos inferiores a su servicio. Nos abrimos a la contemplación de nuestra Chispa
Divina y a la irradiación del deseo de dar en nosotros, que es lo que nos hace vibrar
en la fase de la luz y por tanto nos lleva a unificarnos con ella.
Pasamos entonces a compartir la luz. La irradiamos a nuestro entorno.
Abrazamos en la luz de la unidad a nuestros seres queridos y les llenamos de luz.
Hacemos lo mismo con todos nuestros familiares, amigos, conocidos, con todas las
personas que de un modo u otro han compartido con nosotros algún aspecto de
nuestras vidas. Es importante perdonar y pedir perdón si nos encontramos en nuestro
camino expansivo con alguna persona que nos pueda haber ofendido o a la que
podamos haber ofendido o causado algún tipo de mal. Entendemos las lecciones que
podemos aprender de ello, viendo cómo nuestros “enemigos” son un reflejo de
nuestra propia parte negativa y es necesario reconocerlo y unificarlo todo en la Luz.
Seamos detallados en este proceso, tomándonos todo el tiempo que sea necesario.
Seguimos ampliando el círculo de la luz hasta que nos sentimos en unidad
con todos los seres humanos – vibrando al unísono en el alma común de la
humanidad – y también con todos los seres vivos del planeta y en última instancia del
cosmos, bañado todo en la Luz de la Presencia Divina.
Para terminar, volvemos a visualizar las letras de Ejad brillando en el
firmamento, encima de nuestras cabezas. Agradecemos, despedimos. Poco a poco
vamos absorbiendo la luz que permanece como una segunda naturaleza, un fondo
implícito siempre presente.
Nos dirigimos de vuelta hacia la escalera de la colina y siguiendo la cuenta
vamos descendiendo cada uno de los peldaños: quince, catorce, trece…..dos, uno.
Y ya estamos en el suelo, caminamos hacia la playa; notamos la arena en las
plantas de los pies, sentimos todas las sensaciones, los olores, colores, el tacto de la
suave brisa, el rumor de las olas que rompen suavemente sobre la arena, los pájaros…
Vamos así poco a poco caminando, tranquila y relajadamente, hasta que nos
encontramos de nuevo con las puertas de la imaginación, que cruzamos en sentido
inverso. Cerramos tal como las abrimos antes.
Y vamos a ascender por la escalera que nos va a llevar de vuelta a nuestro estado
habitual de conciencia, lentamente, siguiendo la cuenta:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10… ya estamos arriba de nuevo.
Nos centramos en el aquí y el ahora, plenamente de vuelta; hacemos varias
respiraciones profundas; movemos ligeramente los dedos de las manos y los pies;

71
frotamos las palmas de las manos para generar calor; cabeceamos suavemente; nos
desperezamos; y cuando queramos podemos abrir los ojos.

72
Procedimientos semánticos

I. GUEMATRIA, àéøèîéâ.

Si, como hemos visto antes, toda palabra es un número, se da también la propiedad inversa: todo
número es expresable como una o muchas palabras y, en general, como una o varias combinaciones de
letras, que no tienen por qué ser todas significativas al nivel del lenguaje ordinario.
El principio fundamental de la guematria es que todas ellas están esencialmente conectadas. Es
decir, que hay una relación en el ámbito metafísico entre dos palabras del mismo valor numérico. Este
puede ser cualquiera de los tres definidos anteriormente – absoluto, ordinal o reducido – pero es más
fuerte respecto del valor absoluto.
Descubrir cuál es el tipo de conexión espiritual que se da en cada caso constituye un ejercicio
meditativo de primer orden. Como este procedimiento particular ya se ha usado ampliamente en la
presente obra, nos limitaremos ahora a dar algunos ejemplos más, remitiendo al lector a la sección
práctica de este volumen para su ubicación en el contexto general de las técnicas cabalísticas.

Un ejemplo clásico: la identidad de Unidad y Amor. ãçà, Uno, suma 13, lo mismo que äáäà,
Amor. El amor es lo que une, es la unidad en acción. Dios es Ejad, Uno, y Dios es Ahavá, Amor. Por eso
el deseo de dar, la expresión del amor, es lo que nos une con nuestros semejantes y, al mismo tiempo, con
el Creador (asimilándonos a su esencia) Y, ¿qué es el amor? Es Deagá, äâàã, preocupación, que también
suma 13. Amar al otro es preocuparse por él.

Evidentemente, dos permutaciones tienen siempre el mismo valor numérico. Así, Kéter, øúë, la
Corona, la primera Sefirá, y Karét, úøë, que significa “corte”, “cercenamiento”, y que simbólicamente
corresponde al corte del alma de su raíz espiritual 14, suman ambas 620. Pero úøë también significa hacer
una alianza, como en Gen 15:18: (Karat YHVH et Abram brit; pactó Dios una alianza con Abram).
Tenemos así los dos estados de máxima conexión y de máxima desconexión con la Fuente de todo en la
Unidad Omniabarcante. 620 son las letras del Decálogo, que representa el modo de retorno a esa unidad.
Pero también, por Atbash – un procedimiento de sustitución ya usado y que explicaremos después – el
nombre de Babel, ìáá, emblema de la confusión y división, se transforma en ëùù, que suma 620. Por
otra parte, vemos que Kéter = 620 = Jojmá Biná VeDaat (úòãå äðéá äîëç), indicando el estado de
síntesis de las tres cabezas en el cerebro del Rostro Supremo.

El Nombre Divino Elohim, íéäìà, suma 86, lo mismo que la Naturaleza, HaTéva, òáèä. Así,
pues, podemos considerar la naturaleza como la expresión de un aspecto de la Divinidad, representado
por ese Nombre. Antes hemos comentado que Elohim, por contraste con el Tetragrama, correspondía al
aspecto riguroso de la Deidad – Midat haDin, la medida del juicio – caracterizado por las leyes de la
naturaleza, que se basan en la necesidad y en el principio de acción y reacción, constituyendo un mundo
cerrado en sí mismo. Por otra parte, el Nombre de las Cuatro Letras, YHVH, es el aspecto de misericordia
de la divinidad – Midat HaRajamim – el principio absolutamente trascendente, por encima de las leyes
naturales y, por tanto, capaz de operar la redención y salvación, y llevar a todo, incluida la naturaleza, a
su rectificación última. Elohim es el Nombre de Dios como creador del mundo natural – primer capítulo
del Génesis – mientras que la creación del hombre – capítulo segundo – está presidida por el Tetragrama.
Para ser exactos, el Nombre de Dios operando en el segundo capítulo es una combinación de ambos:
íéäìà äåäé. Ello se debe a que el hombre es un ser compuesto: por una parte tiene una parte corpórea y
vital sometida a la ley natural; por otra tiene una esencia puramente espiritual y trascendente, tal como se
narra en el segundo capítulo del Génesis15.
Desde el punto de vista de la guematria, estudiamos que 86, el valor numérico de Elohim, es, a
su vez, la suma de 26 + 60. 26 es el valor del Tetragrama, mientras que 60 es Kelí, éìë, que significa
vasija. Podemos considerar, pues, que Elohim es la vasija de YHVH. Además, 86 + 60 es 146, el valor
numérico de la palabra Olam, íìåò, Mundo. El Mundo es, por tanto, la vasija de Elohim. Hay que tener
en cuenta que Mundo, Olam, viene de la raíz Alam, íìò, que significa ocultar. Tenemos, pues la idea de
Dios oculto tras el velo del mundo, sin que las leyes naturales, que parece que operan por sí mismas, se
muestren transparentes a la Divinidad inmanente a ellas (que las controla desde dentro y desde fuera)

14
“Será extirpado del medio de su pueblo”, en el lenguaje bíblico, como por ejemplo en Ex 31:14.
15
Por supuesto, ambos Nombres son uno, tal como se expresa por la frase: YHVH Hu HaElohim,
“YHVH es el Elohim” de Deut 4:35: “A ti se te ha mostrado para que conozcas que YHVH es Dios y no
hay otro fuera de El”.

73
Otro ejemplo: ¿Qué significa la expresión Yehí Or, “Sea la Luz”, de Gen 1:3, que constituye el
primer acto creativo explícito? ¿En qué consiste éste? Si calculamos el valor numérico de estas dos
palabras, øåà éäé, comprobamos que es 232. Ahora bien, hay cuatro formas principales de desarrollar el
Tetragrama, según las distintas extensiones posibles de la He y la Vav. Cada una corresponde a la esencia
de uno de los mundos. Son las siguientes:

Atsilút éä / åéå / éä / ãåé Valor numérico = 72

Briá éä / åàå / éä / ãåé “ “ = 63

Yetsirá àä / åàå / àä / ãåé “ “ = 45

Asiá ää / åå / ää / ãåé “ “ = 52
La suma de las cuatro expansiones es: 72 + 63 + 45 + 52 = 232. Es decir, con la expresión Yehi
Or es proyectada toda la esencia espiritual – la Luz – de los cuatro mundos. Las Creación entera se
encuentra contenida en esta Luz, cuya naturaleza es dar, beneficiar, como se comprueba calculando el
valor numérico de la palabra “la Bendición”, äëøáä, HaBerajá, que es también 232. Ahora vemos que
esta Bendición es una infusión de la propia Luz Divina. Las criaturas angélicas la cantan en la
santificación de Dios, diciendo (Ez 3:12): Barúj Kevod YHVH Mimekomó, “Bendita sea la Gloria de
Dios desde Su lugar”16. Esta palabra, Mimekomó, åîå÷îî, “desde Su lugar”, suma también 232.
“Lugar”, Makom, íå÷î, es en sí un Nombre Divino (“Dios es el sitio del mundo, pero el mundo
no es su sitio”) Su valor numérico es 186, que es la suma de los cuadrados de los valores de las letras del
Tetragrama: 100 + 25 + 36 + 25. Siendo cada una de las letras del Nombre la raíz respectivamente de
cada uno de los cuatro mundos, y representando un número al cuadrado un estado de ser perfeccionado,
llegamos a otra formulación del mismo concepto.
De ambos el Génesis dice que son Ejad, Uno: de la Luz del primer día, Yom Ejad, y del Lugar en
el que se reúnen las aguas inferiores, Makom Ejad. Son Jésed y Tiféret, respectivamente. De este Lugar
Uno Él hace surgir lo seco a lo que llama Tierra (Maljút), Arets, õøà, de valor numérico 291, el mismo
que una de las expansiones del Nombre Elohim: íî / ãåé / àä / ãîì / óìà. Si consideramos las otras dos
expansiones de este Nombre, con He Yod (total = 300) y con He He (total = 295), y sumamos las tres,
obtenemos un resultado de 886. Añadamos ahora el 232 de las cuatro expansiones del Tetragrama. El
valor final será 1118. Es justamente el mismo que el de todo el Shemá (Deut 6:4), la oración más
importante del judaísmo, que expresa así la unidad esencial de ambas manifestaciones fundamentales de
la Divinidad, como inmanente y como trascendente, como Creador/Preservador (Naturaleza) y como
Redentor (Historia), como Luz de Dar y como Luz de Recibir:
ãçà äåäé åðéäìà äåäé ìàøùé òîù
13 + 26 + 102+ 26 +541 +410 = 1118
Shemá Israel YHVH Elohenu YHVH Ejad
Escucha Israel el Señor es nuestro Dios el Señor es Uno

II. NOTARICÓN (acrósticos):

El Notaricón es una técnica que consiste en considerar las primeras letras de una frase o conjunto
de palabras para formar, a su vez, una nueva palabra. O al contrario: Dada una palabra determinada,
considerar sus letras como iniciales de una frase. Por generalización, puede hacerse lo mismo con las
últimas letras de cada palabra o, incluso, con las que ocupan un lugar determinado, ni el primero, ni el
último.

Algunos ejemplos: La misma Cabalá recibe también el nombre de Jojmá Nistora, Sabiduría
secreta, cuyas iniciales componen la palabra Jen, ïç, Gracia, indicando que es un medio para conseguirla.

16
Como se dice en la oración de Musaf de Shabat: “El mundo está lleno de Su gloria y sus sirvientes se
preguntan unos a otros: ¿Dónde está el lugar de Su gloria para exaltarlo [puesto que los seres angélicos no
pueden alcanzar a la contemplación de su esencia]? Y uniéndose en sus alabanzas dicen: ¡Bendita sea la
Gloria de Dios desde Su lugar!”

74
Después, sobre un acróstico se pueden realizar otras operaciones, como por ejemplo guematriot. Así, Jen
suma 58, que es el valor medio de la suma de las cuatro extensiones del Tetragrama: 72 + 63 + 45 + 52 =
232, que dividido entre cuatro da 58. Esto, a su vez, nos da una clave de la naturaleza de la Gracia, como
estado de conexión con la Luz Divina. Un sentido añadido: por permutación, ïç se transforma en çð, raíz
con el significado de descansar, consolar, como la Biblia señala a propósito de Nóaj, Noé.

Ejemplo de descomposición:
Leemos en Proverbios: “Por la sabiduría (Jojmá) es edificada una casa y por la inteligencia
(Tevuná, es decir, Biná) es establecida y por el conocimiento (Daát) son llenadas las cámaras con los
ornamentos más preciados” (24:3-4) Ahora bien, “cámara” es Jéder, øãç, un notaricón de Jésed, Din y
Rajamim – Misericordia, Juicio y Compasión – las tres sefirot por debajo de Daát (la tríada del Rúaj), que
definen el juego dinámico de las tres Columnas. Por extensión las cámaras son todas las sefirot de los
mundos de la forma que se hallan colmadas de Daát, es decir, del influjo del Rúaj HaKodesh, el Espíritu
Santo.

Si ahora consideramos el primer capítulo del Génesis, vemos que las últimas letras de las tres
primeras palabras, íéäìà àøá úéùàøá (En el principio Dios creó), son las de la palabra úîà, Emet,
Verdad. Y lo mismo ocurre con las tres últimas palabras de la narración, que culmina en el primer párrafo
del segundo capítulo (Gen 2:3): “... porque en él descansó de toda la obra que ‘creó Elohim para hacer’ –
Bará Elohim Laasot – úåùòì íéäìà àøá”. Hemos ya comentado que Emet, la Verdad, es el sello del
Eterno, que vemos así que contiene a todo el relato de la Creación.
En el Capítulo I se narra la obra de los seis primeros días – la Creación activa – y en el primer
párrafo del Capítulo II se habla del descanso y la santificación del Shabat. Sin embargo, ambos conceptos
están totalmente unidos por el propio Nombre de Dios, que aparece en las iniciales de las dos últimas
palabras del primer capítulo y de las dos primeras del segundo: “...Yom HaShishi. Vaijulú HaShamaim...
Día sexto. Y fueron acabados los cielos...” También podría interpretarse esotéricamente que el primer
capítulo describe la obra de la Yod y la He, las dos primeras letras del Nombre, o sea el marco general de
la Creación.. El segundo capítulo, que incluye la narrativa del Edén, trataría de forma más específica de la
obra de la Vav y de la segunda He. Por supuesto que ambas forman una unidad.

El notaricón de una frase condensa su significado profundo en una sola palabra, que es, por así
decir, como la semilla potencial de su energía (o de su resultado, cuando se trata de las letras finales) La
técnica es particularmente potente cuando se aplica a la formación de Nombres Divinos u otras palabras
de gran poder espiritual. Por ejemplo, la expresión: “Tú eres fuerte por siempre Señor”, Atá Guibor
LeOlam Adonai, con que da comienzo la segunda bendición de la Amidá17, contiene en acróstico un
Nombre Divino, Agla, àìâà, correspondiente a la esfera de Guevurá. Igualmente, la conocida expresión
Amen, ïîà, es un notaricón de la frase: Adonai Mélej Neemán, “El Señor es un Rey Fiel” (es decir, que
realiza su Palabra, que cumple su Alianza). Esta palabra es especialmente importante como sello y como
canal, ascendente y descendente, principalmente por dos razones. Primero porque las letras AMN
constituyen la raíz de Emuná, Fe, que es la conexión con Biná (“El justo vivirá por su fe”) En segundo
lugar por su valor numérico, que es 91, el cual, entre otras cosas, expresa la conjunción de los Nombres
YHVH ( = 26) y Adonay ( = 65) y, por tanto, de Tiféret y Maljút; del Cielo y de la Tierra; del Santo,
Bendito sea, y de la Presencia Divina.

III. TEMURÁ: TRANSFORMACIONES de letras:

Por transformaciones de letras entendemos las sustituciones de unas letras por otras según unas
reglas fijas. Estas reglas son los llamados códigos cifrados, a algunos de los cuales – Atbash, Albam, etc.
– ya se ha hecho alusión. Es como si la palabra o texto básico a analizar estuviera escrito en clave y se
descifrara conociendo a qué otro signo corresponde cada uno de sus elementos. Todas las letras se
sustituyen así por otras letras, lo que da lugar a nuevas palabras que explican, metafísica o místicamente,
a las anteriores.

El Aik Beker, es uno de tales sistemas de transformación:


Los valores numéricos reducidos agrupan a las letras en conjuntos de tres:

17
Que es la plegaria fundamental en el servicio devocional judío.

75
ùìâ øëá ÷éà
íñå êðä úîã
õöè óôç ïòæ

Tabla 5. La Cabalá de las nueve Cámaras

El Aiq Béker, o Cabalá de las nueve Cámaras, como también se le llama, pone de manifiesto la
relación intrínseca entre las letras y las sefirot. Cada cámara corresponde a uno de los dígitos y, por tanto,
a una Sefirá, de Kéter a Yesod. Sus tres letras comparten esa raíz numérica, respectivamente en el
dominio de las unidades (la primera), de las decenas (la segunda) y de las centenas (la tercera) Así, ÷éà,
de valor numérico total 111 (el mismo, por cierto, que el de la letra Alef extendida, óìà), está constituida
por à = 1, é = 10 y ÷ = 100. Su conexión es, obviamente, con Kéter. La segunda cámara, øëá (222),
consta de ø = 200, ë = 20 y á = 2. Corresponde a Jojmá. Y así sucesivamente.

En el terreno simbólico, las unidades representan la esencia arquetípica de las raíces numéricas,
las décadas su proyección a una existencia ideal (potencial, intelectiva) y las centenas a su realización en
existencia actualizada, de realización cósmica. En cierto modo, expresado de formas algo simplista, las
unidades se refieren a las cosas divinas, las decenas a las cosas celestiales y las centenas a las cósmicas y
terrenales, quedando las unidades de mil, que hemos visto que se escriben de mayor tamaño, al mundo
futuro.

Las letras dentro de cada Cámara son intercambiables entre sí. Y esto puede hacerse
circularmente – Alef por Yod, Yod por Kof y Kof por Alef, en sentido directo, o Alef por Kof, Yod por
Alef y Kof por Yod, en sentido retrógrado – o sin seguir ninguna regla específica: Alef por cualquiera de
las otras dos de su Cámara, y así sucesivamente.
Ya hemos hablado de la lógica operante en el Aik Beker. El sistema clasifica a las letras según
sus raíces numéricas sefiróticas, distribuyéndolas en los tres planos de esencia arquetípica, existencia
ideal y realización fáctica18. Existe una profunda afinidad entre las letras de una misma cámara, es decir,
raíz numérica, porque son la expresión de una misma sefirá, aunque en distinto plano. Así, el Nombre
Divino El, ìà, se transforma por Aik Beker en YSh, ùé, porque la Alef (1) pasa a ser Yod (10), y la
Lamed (30) deviene en Shin (300) El Nombre El representa la Voluntad Divina de dar el Bien. Este
Deseo Supremo encuentra su plasmación en el Yesh, la Existencia, en la que la unidad inmanente de la
Alef se ha transformado en la presencia activa de la Yod, y el despliegue potencial de la Lamed en la
energética cósmica de la Shin. La Existencia como un todo es, pues, la vasija adecuada para la
Beneficencia Divina.

Existen muchos sistemas de transformación, tantos como funciones o correspondencias entre dos
conjuntos alfabéticos. Además del Aik Beker, los más usados son Albam, Atbash y Abgad. El nombre,
como es lógico es una forma abreviada que nos permite reconstruir el resto del sistema a partir de las
correspondencias de las dos primeras letras. Albam quiere decir que Alef se transforma en Lamed (Al) y
Bet se transforma en Mem (bam) Atbash indica la sustitución de Alef por Tav y de Bet por Shin. Abbag,
por último, indica lo propio en el sentido de Alef por Bet y Bet por Guimel.
Para generar el código Albam se divide el alfabeto en dos mitades iguales y se colocan las once
primeras letras encima de las once restantes. Las letras resultan así emparejadas dos a dos y, dentro de
cada par, una puede sustituir a la otra.

ë é è ç æ å ä ã â á à
ú ù ø ÷ ö ô ò ñ ð î ì

La división del alfabeto en dos mitades indica, lógicamente, complementaridad. Se tienen dos
fases, de las cuales cada letra del par es el representante. Podemos imaginar que las letras están inscritas

18
O bien, los planos divino, celestial y cósmico.

76
en un círculo: la mitad superior representa lo interno (u oculto, privado, inconsciente, etc.) y la mitad
inferior lo externo (o visible, público, consciente, etc.), reproduciendo, una dialéctica que se presenta por
doquier en todas las fases de la manifestación.
Así, la Lamed es en lo externo lo que la Alef es en lo interno (y ambas conforman el Nombre
Divino El); la Bet es el núcleo interno de la Mem; y así sucesivamente. La raíz Natan, ïúð, que significa
dar, se transforma en (o es la transformada de) âëâ, significativamente relacionada con los canales en el
Árbol de Kéter/Tiféret y Jésed/Nétsaj. Su valor numérico es 26, el mismo que el del Tetragrama,
indicando que dar es una manifestación de la propia esencia divina. Otro ejemplo: Cielos es Shamaim,
íéîù, que se transforma por Albam en áéáù. Es valor numérico de esta combinación es 314, el mismo
que el del Nombre de la Omnipotencia Divina, Shadai, éãù; pero también que el del arcángel Metatrón,
ïåøèèî, el Príncipe del Rostro, el más elevado de los seres creados, que rige sobre el cielo supremo.
El código Atbash también divide el alfabeto en dos mitades, pero la segunda se coloca bajo la
primera en orden inverso:

ë é è ç æ å ä ã â á à
ì î ð ñ ò ô ö ÷ø ù ú

En este caso la relación es de polaridad y tensión creativas. La mitad oculta es, de alguna
manera, el alter ego de la mitad manifestada, como ocurre con Alef y Tav: dos absolutos frente a frente,
cada uno el máximo en su categoría respectiva. Ahora, si se colocan las veintidós letras en círculo, los
emparejamientos son en horizontal, indicando la relación entre el yo y el otro, lo personal y lo colectivo.
Así, por Atbash, el Tetragrama, äåäé, se transforma en õôöî, combinación que es, en sí misma,
un Nombre Divino. Su valor numérico es 300, lo mismo que el de la letra Shin, que sabemos es el aliento
cosmológico. También corresponde a una de las extensiones del Nombre Elohim (ver antes) indicando
esa relación de complementaridad que se da entre ambos Nombres.
Es clásico también el ejemplo relativo al versículo 25:26 de Jeremías, en el que se nombra, en un
oráculo contra las naciones, al rey de Shesháj. Este lugar, êùù, por Atbash, se descubre que es Babel,
ìáá, es decir, Babilonia.
También, como hemos visto que öî se convierte en äé, podemos hacer el siguiente análisis de la
palabra mitsvá, äåöî, “precepto”, la base de la religión judía: Podemos considerar que toda mitsvá tiene
un doble aspecto, manifestado y oculto. El aspecto manifestado, representado por Vav He, corresponde a
la acción en sí (He) y a la Kavaná o intención consciente (Vav). Esto crea una vasija para el aspecto
oculto, que nos lo da Mem Tsadi, la fuente de la Kedushá19. MTs por Atbash se transforma en YH,
completando el Nombre Divino. Una mitsvá es, pues, una conexión y una manifestación de la Esencia
Divina, un modo de operar la Devekut o adhesión a lo divino.
El tercer método de transformación, Ab-gad, tiene otra lógica. Ahora cada letra se transforma en
la siguiente, que es, por así decir, su marco de actuación, lo que a su vez da lugar a una nueva fase. Así, la
Alef o unidad precisa de un otro o Bet, que es su contenedor o vestidura. La Bet o Berajá se desenvuelve
en Guimel, el deseo de dar; que a su vez precisa de un deseo de recibir o Dalet; que pone en marcha la
vida o alma de la He; y así sucesivamente. Esta sería la representación del código Abbag:

ú ù ø ÷ ö ô ò ñ ð î ì ë é è ç æå ä ã â á à
à ú ù ø ÷ ö ô ò ñ ð î ì ë é è ç æ å ä ã â á

Este código, como los demás, tiene su principal ámbito de aplicación – aunque no sólo – en la
generación y análisis de Nombres Divinos. Su uso es fundamental en determinadas técnicas de
meditación y canalización.
Por ejemplo, considerando de nuevo el Tetragrama, por Ab-bag se transforma en åæåë, también
un Nombre Divino. Su valor numérico es 39, el mismo que la palabra Tal, ìè, que significa rocío, un
símbolo de la Luz Infinita, como en la expresión: “pues mi cabeza está llena de rocío” (Cant 5:2), que le
dice el Amado a la Amada. El Nombre KUZU es pues una buena representación del marco de actuación
del Tetragrama.

19
Ya que la combinación Mem Tsadi suma 130, que es Ayin, ojo y fuente o manantial.

77
Otro ejemplo: las letras de Jomer, øîç, se transforman en ùðè, que permutadas nos dan el Satán.
Esto es lo que está “por debajo” de la materia, la inteligencia del deseo de recibir sólo para sí. Por otra
parte, Elohenu, åðéäìà, “nuestro Dios”, deviene en æñëåîá, una potente combinación de letras que actúa
de protección contra las fuerzas del mal, y que se escribe en la parte posterior del manuscrito de la
Mezuzá20.

Algunas interpretaciones bíblicas:

A nosotros nos interesa la lectura cabalística de la Torá. Independientemente de


las cuestiones de autoría, de la historicidad de los hechos narrados, etc., lo cual
pertenece al dominio académico, consideramos la Torá como un libro de nevuá, es
decir, de profecía, de espiritualidad, de iluminación. El mundo que retrata es el mundo
arquetípico, de lo eterno, que, por supuesto, se asoma por las rendijas del tiempo en
hechos contingentes sometidos a la entropía de la historia. En cabalá, lo que
pretendemos con la Torá es ni más ni menos que leer la propia Mente Divina.
La Tradición admite, en correspondencia con los cuatro mundos) cuatro niveles
de interpretación de la Torá: el significado literal (Pshat), el alegórico (Rémez), el
metafísico (Derash) y el místico o secreto (Sod). Es ésteúltimo el nivel que queremos
desentrañar.
Dice el Zohar: “¡Ay del hombre que dice que la Torá presenta meros relatos y
palabras corrientes, porque, si este fuera el caso, nosotros mismos en la actualidad
podríamos componer una torá y hacerlo aún mejor!”, se lamenta el Zohar por boca de
Rabí Shimón Bar Yojai21. Y continúa explicando Bar Yojai, uno de los más grandes
místicos de la humanidad, que la Torá tiene un cuerpo, que son los preceptos, el cual
aparece cubierto con los ropajes de las narraciones de este mundo. Es de necios mirar
sólo a los vestidos, porque su valor reside en el cuerpo, y el de éste a su vez en el alma:
“Los que saben algo más miran al cuerpo debajo de la ropa. Pero los sabios, los
(auténticos) servidores del Rey Supremo, los que estuvieron en el monte Sinaí (en
cualquier tiempo y lugar) miran sólo al alma, que es el fundamento de todo, la
verdadera Torá. (Pero todavía hay un más allá) Y en la vida futura (entendida como un
estado atemporal del ser o como un nivel de conciencia superior) están destinados a
contemplar el alma del alma de la Torá22.
Debemos suponer que toda la Torá está escrita en código y que de cada
elemento, letra, puntuación, versículo, se derivan innumerables secretos místicos. O
quizá podríamos decir más exactamente que cada elemento despide innumerables
chispas de luz, luz que es conciencia, luz que es energía, energía espiritual, es decir,
Kedushá, santidad.
Por ejemplo, interpretemos el primer versículo del Génesis: “Bereshit Bará
Elohim Et HaShamaim VeEt HaAretz”, traducido generalmente como: En-principio
creó Dios (-) los-cielos y (-) la-tierra. Los cabalistas interpretan este primer versículo
del Génesis de la siguiente manera: Elohim, el Nombre Divino utilizado, no es sino un
aspecto de la Deidad manifestada, particularmente referido a Biná, el Entendimiento o
Inteligencia Divina, que es la tercera Sefirá.
En la frase en cuestión no está como sujeto, sino como objeto directo, siendo,
pues, el resultado de la primera acción “creativa”. Por otra parte, la preposición “B-” en
hebreo, puede traducirse como “con”, y no sólo como “en”. Reshit, principio, es otro
nombre de la segunda Sefirá, la Sabiduría. Y el verdadero sujeto de la frase, que sería la
20
Que se coloca en la jamba de la puerta.
21
Zohar III, 152 a.
22
Ibid. Todas las frases entre paréntesis son del autor de este artículo.

78
primera Sefirá, La Voluntad Divina o Corona, prácticamente identificada con el Infinito
o Absoluto de la Deidad, aparece tan sólo implícita, místicamente aludida en el
versículo. El resultado final sería el siguiente: “Por medio de la Sabiduría, el Misterioso
Incognoscible (bendito sea su Nombre) creó a Elohim...”

DIOS / CREÓ / EN PRINCIPIO

¿ ESTOS CREÓ QUIÉN ?

A continuación analizamos la segunda parte del versículo: Et HaShamaim VeEt


HaÁrets. La partícula Et, Alef Tav, que aparece dos veces, no se traduce, siendo un
indicativo de objeto directo. Pero en la interpretación cabalística se sustancializa,
indicando un algo que también es creado.
Hay que tener en cuenta que en hebreo las veintidós letras son consonantes. las
vocales, en forma de puntos y pequeñas marcas, se añadieron siglos después. Además,
originalmente la Torá estaba escrita sin separación de palabras. Podemos imaginar una
sucesión de trescientas ochenta y pico mil letras sin solución de continuidad. Podemos
comprender entonces por qué se dice que toda la Torá es un único Nombre de Dios.
Lo que queremos hacer notar aquí es que la separación en palabras y la
vocalización precisa son ya una interpretación.
Volviendo a la segunda parte del versículo, podemos Et, Alef Tav, como un
átomo semilla conteniendo en sí mismo a todo el alfabeto. Alef es la primera letra y Tav
es la última. Alef Tav es como decir Alfa y Omega.

79
Tenemos, pues, Et HaShamaim como las letras del cielo, y Et HaÁrets como las
letras de la Tierra. El versículo se leería entonces: El Misterioso incognoscible por
medio de la Sabiduría creó a Elohim, las letras de los Cielos y las letras de la Tierra.
Y he aquí un secreto cabalístico: Manipulando las letras de la Tierra ponemos en
funcionamiento las letras del cielo. Las letras no son solamente alef, bet, etc. Eso es una
representación de las mismas. Mercurio, Venus, las constelaciones son manifestación de
letras celestes. Igual que los distintos órganos del cuerpo vital son manifestación de
letras terrestres.

Primer capítulo del Génesis: Briá


Treinta y dos veces aparece mencionado el nombre Elohim, traducido como Dios. Las
diez palabras explícitas de Dios, es decir, las diez veces en que directamente aparece la
expresión: “Dijo Dios”, corresponden a las diez sefirot o esferas. Hay siete veces en las
que se dice que “Dios vio”, lo cual corresponde a las siete letras dobles, tres veces se
menciona que “Dios hizo”, lo cual alude a las tres madres. Por último, en doce
ocasiones se describen otras acciones divinas, en consonancia con las doce letras
simples restantes. También en el Árbol de la Vida, en su diseño actual comúnmente
aceptado, aparecen siete canales verticales, tres horizontales y doce oblicuos.

Segundo capítulo: Yetsirá


Un vapor subía del suelo

4 1

Un río que se divide en 4 brazos.

40 4 1
Adam

= 233

= 932

932 = 4 × 233

Relación entre los Árboles : 1 ÷ 4

DESCONEXIÓN 1 ÷ 4

80
= Hombre
40 4 1

= Sangre
40 4

= Verdad
400 40 1

= Muerte
400 40

El ser humano es una manifestación del Zer Anpin, del Rostro menor, aunque es más
sutil y difícil de ver: Empieza con la creación del ser humano “a imagen y semejanza”
en el versículo 26 del Génesis (26 es el valor numérico del Nombre de Dios YHVH). El
primer capítulo es un despliegue del mundo de Briá. A imagen y semejanza del Adam
Divino de Atsilut. Continúa con la pregunta que Dios le hace al ser humano en el Eden
(mundo de Yetsirá): Ayeka, ¿dónde estás? Un poco de hermenéutica cabalística: Ayeka
( ) como pregunta se transforma en , Yo soy, como respuesta, primera
palabra de la revelación del Sinaí (mismas letras, transformando la He en Nun, del 5 al
50, operación permitida en Cábala). Y han transcurrido exactamente 26 generaciones de
Adam a Moisés. Y también en el versículo 26 de Ezequiel 1 aparece la visión de la
Deidad como la semejanza (Briá) de la apariencia (Yetsirá) de un Adam sentado en el
Trono. Por último, recordar que ADAM numéricamente es 45, lo mismo que Yod He
Vav He extendido en Yetsirá. Lo que quiere decir todo esto es que penetrando
profundamente en la identidad personal llegamos al arquetipo, que no es otro que el
Tetragramaton en el hondón, en el centro de la psique.

Empezando por los principales personajes bíblicos, se han establecido sus correspondencias sefiróticas
básicas, en particular de los siete Avot o Patriarcas. Cada uno de ellos es la carroza de la Shejiná,
encarnando en la tierra una cualidad sefirótica específica y presidiendo, en el sistema de los Palacios o
Hejalot – las Sefirot Briáticas – la cámara celestial correspondiente a esa Sefirá.

En el capítulo uno se explicaron las atribuciones que ahora recordamos:


- Jésed: Abraham (Abraham Avinu: nuestro padre Abraham)
- Guevurá: Isaac (Yitsjak Avinu)
- Tiféret: Jacob (Yaacov Avinu)
- Nétsaj: Moisés (Moshé Rabenu: Moisés nuestro maestro)
- Hod: Aarón (Aharón HaKohen: Aarón el sacerdote)
- Yesod: José (Yosef HaTsadik: José el justo)
- Maljút: David (David HaMélej: el rey David)

Estas correspondencias se deben profundizar y expandir constantemente.

81
Tomemos, por ejemplo, a Jacob/Tiféret. Hemos interpretado el versículo Gen 5: 27: “Jacob era
hombre sencillo (Tam = completo) que moraba en tiendas”; y hemos interpretado que las tiendas son
las tiendas de Abraham, es decir Jésed, e Isaac, es decir Guevurá, integrando por tanto Jacob las dos
columnas en el equilibrio de Tiféret (la columna central). Además, la doble condición Tiferética
respecto de la dimensión vertical se manifiesta en los dos nombres que tiene el patriarca, el cual
representa, como Tiféret, el arquetipo self del individuo. Estos nombres son Jacob – según se
considere Tiféret mirando hacia abajo (rostro inferior) – e Israel – cuando mira hacia arriba (rostro
superior) –.
Recordemos que el nombre Israel lo adquiere Jacob en el episodio de la lucha con el ángel, que
la Tradición identifica con el ángel tutelar de Esaú (Esav), su hermano, el representante del hombre
natural y de su propia naturaleza inferior. El mismo versículo citado antes, Gen 25:27, dice: “Y era
Esaú hombre diestro en la caza, hombre del campo (agreste)”. La metáfora de la caza viene a indicar
la persecución de metas materiales. Cuando uno se ha cobrado una pieza, la propia insatisfacción de lo
material – el deseo de más – impulsa hacia la siguiente23.
La lucha de Jacob con el ángel tiene lugar en el vado del Yabok - ÷áé – palabra que se ha
interpretado como un acróstico o notaricón de Yejidá (Unidad), Berajá (Bendición) y Kedushá
(Santidad) Un río o arroyo siempre representa la frontera entre dos mundos, siendo el agua fluyente un
símbolo de la corriente del tiempo y de la vida. Además ÷áé suma por guematria 112, el mismo valor
que la conjunción de los Nombres Divinos íéäìà äåäé, representando la unión o equilibrio de la
derecha y la izquierda, y también de la conjunción de los tres Nombres éðãà äåäé äéäà,
representando, mediante Tiféret, la conexión de Maljút con Biná. Esto da idea del tipo de combate
espiritual que tiene lugar en el Yabok.
¿De dónde deducimos que el poder con el que lucha Jacob es el ángel de Esaú, o sea, su
principio interno? Porque está escrito: “Has luchado con elohim y con hombres” (Gen 22:29); y más
adelante, cuando se encuentran Esaú y Jacob, éste le dice: “He contemplado tu rostro como quien
contempla el rostro de elohim” (Gen 23:10) La palabra elohim no sólo es un Nombre de Dios. A veces
también designa a determinados poderes espirituales – de hecho es el nombre de un orden angélico,
los elohim – o simplemente a personas de poder, como jueces, que en el acto de juzgar están en
representación de Dios.
Así, porque Jacob ha vencido a su propia inclinación negativa, cuando se acerca Esaú con
intención de acabar con él – el ejército de 400 hombres (valor numérico de Tav) es una referencia
simbólica a todos los poderes materiales – las fuerzas negativas no encuentran modo de adherírsele en
modo alguno, ya que éstas sólo pueden entrar en nosotros a través de nuestra propia negatividad (y
Jacob nunca odió a su hermano Esaú)
La tradición afirma que Esaú pretendía “morder” a Jacob, acabar con él de una dentellada. En
lugar de ello le “besó”. Por eso en el texto hebreo todas las letras de la palabra “Vayishakehu” – y le
besó – aparecen marcadas en el texto con un punto encima de cada letra, para hacernos notar que la
intención original hubiera correspondido a “Vayishakehu” (escrito con Kaf en vez de con Kof) – y le
mordió –. La raíz de la palabra besar en hebreo es ÷ùð, mientras que la de morder es ëùð, variando
sólo la última letra de muy parecida pronunciación. Es necesario estar atentos a todas las aparentes
irregularidades o excepciones del texto bíblico, como letras de mayor o menor tamaño, repeticiones o
redundancias, porque no son accidentes ni errores, sino claves de interpretación.

Por ejemplo, en el episodio del sueño de Jacob (Gen 28: 10-22), en el que le es revelada la
escalera de los mundos, éste exclama: “Verdaderamente YHVH está en este lugar y yo no lo sabía”.
En hebreo: éúòãé àì éëðàå äæä íå÷îá äåäé ùé ïëà, que en transliteración se leería: Ajén Yesh
YHVH BaMakóm HaZé VeAnojí Lo Yadáti. La palabra Anojí – yo – es redundante en el texto,
porque en hebreo el pronombre personal – en este caso de primera persona – aparece incluido en la
forma verbal del imperfecto – Yadáti – y por tanto no se escribe. ¿Qué nos enseña esto?

23
Y para conseguir la bendición de Isaac, que como Guevurá se inclina hacia Maljút – de ahí que Isaac
prefiera a Esav sobre Yaacov –, el principio de lo anímico (el hombre espiritual, es decir, el propio
Yaacov) tiene que revestirse de una forma de materialidad – las pieles que se pone alrededor de los brazos
– de manera que la apariencia sea la de Esav, aunque la voz, la expresión de la propia individualidad, siga
siendo la de Yaacov. Esto es un precio que lo espiritual siempre tiene que pagar si quiere actuar
plenamente en lo físico.

82
Vemos que en el versículo hay una progresión simbólica: Makóm, lugar, es también un Nombre
Divino que alude particularmente a Maljút24, como en el versículo: “Reúnanse las aguas en Makom
Ejad – el lugar uno – y aparezca lo seco” (Gen 1:9). Como veremos después, la siguiente palabra, Ze,
éste, es un símbolo de Yesod25. Anojí, yo, es una forma ligada a Tiféret26. Esta es la palabra cuya
inclusión en el texto nos estamos cuestionando. La clave nos la da la siguiente, Lo, ‘no’, que además
es la forma inversa del Nombre de Dios El, indicando que, desde el punto de vista de lo mundano, la
esencia de la Deidad es negación. Lo que se está proponiendo aquí es, entonces, un Bitul HaNéfesh,
una negación del ego de Jacob como condición previa a la conciencia superior (transpersonal) Por eso
se incluye la palabra Anojí, seguida de Lo, para aludir a la experiencia de autoaniquilación necesaria
para la manifestación de YHVH. E inmediatamente Jacob temió (Yirá)27 y exclamó: “¡Qué tremendo
es éste lugar! Esta no es sino la Casa de Dios, y ésta la Puerta del Cielo”. “Esta no es”, Ayin Zé, o
bien, “Este es el Ayin”, es decir, la Nada Divina de Jojmá.
En el diagrama adjunto se pueden – ésta es otra posible metodología – proyectar los distintos
pasos de este episodio a la luz del Árbol de la Vida.

24
De Dios se dice: Él es el lugar del mundo y el mundo no es su lugar.
25
Mientras que la forma femenina del mismo pronombre demostrativo, Zot, corresponde a Maljút.
26
Aní, el término más corriente para designar ‘yo’, lo está en general a Maljút.
27
‘El temor de YHVH es el principio de la Sabiduría’, y hemos interpretado este temor como Bitul
HaNéfesh.

83
Y fuese Jacob de Beer Shevá hacia Canaán. E hizo noche en el camino, porque ya se había puesto el sol,
usando por almohada una piedra del lugar. Y soñó con una escalera cuya base estaba en la tierra y cuya cima
llegaba al cielo, y ángeles de Dios subían y bajaban por ella. (Gen 28:10 – 12)

Y he aquí que el Eterno estaba sobre ella y dijo:


Yo soy (Aní) el Eterno, Dios de Abraham, tu padre, y Dios de Isaac. La
tierra donde estás acostado te la daré a tí y a tu simiente.

y he aquí que estoy contigo y te guardaré


dondequiera que vayas y te estableceré Y tu descendencia será como el polvo de la
nuevamente en esta tierra, porque no te tierra y se propagará hacia el Oeste, hacia el
abandonaré hasta que haya hecho todo lo Este, hacia el Norte y hacia el Sur, y en ti y
que te he prometido en tu simiente serán bendecidas todas las
familias de la tierra.

y quedó asustado y dijo:¡Qué


tremendo es este sitio! No puede Y Jacob despertó de su sueño y dijo:
ser sino la Casa de Dios y esta (la “Evidente el Eterno está en este lugar
escalera) es la puerta del cielo. y yo no lo sabía”

Y Jacob se levantó muy temprano por la mañana y tomó la


piedra que había empleado como almohada y la puso por
pilar y derramó aceite sobre ella.

Y formuló Jacob un voto diciendo:


si Dios estuviese conmigo, y me
guardare en el camino que recorro y y llamó a ese lugar Bet-El (casa de
me diere pan para comer y ropa que Dios) en tanto que el nombre
anterior era Luz.
vestir

de modo que yo retorne en paz a la


casa de mi padre, el Eterno será
(ciertamente) mi Dios.

y esta piedra que he puesto por pilar será la


casa de Dios, y de todo lo que me des yo te
daré un décimo.

Jacob en Bet – El
(Gen 28: 13 – 32)

84
Volviendo al estudio de las correspondencias personales, vemos que Jacob tiene dos esposas
(hermanas) que son Léa y Raquel, expresando la relación con Biná (Léa) y Maljút (Raquel) Y para
conseguir la esfera de Maljút – la favorita, la preferida – el self tiene que, en primer lugar, asumir la
conexión con Biná, o dicho de otro modo, el tikún y la disciplina – las llamadas sefirot de la línea
recta – vienen antes que las sefirot circulares, las sefirot del néfesh.
Vemos que Léa, que corresponde a Biná, tiene seis hijos directos 28 y una hija, representando
a las seis sefirot de Jésed a Yesod por un lado, y a Maljút, por otro. Los seis hijos son , por orden de
nacimiento, Rubén (Jésed), Simón (Guevurá), Leví (Tiféret), Judá (Nétsaj), Isajar (Hod) y Zebulún
(Yesod). Por otra parte, Dina, la hija, representa Maljút.
En otro orden, los hijos de Raquel son arquetipos de Yesod (José) y Maljút (Benjamín, el
único nacido en la Tierra de Canaán y en cuyo territorio se edificará el Templo de Jerusalem , salvo
una cuña que terminaba en el altar de los sacrificios y que era territorio de Judá)

No se debe esperar un sistema único de símbolos unívocamente determinados. Como


siempre, en el multidimensional texto bíblico, existen varios órdenes simbólicos superpuestos, cada
uno operando en su contexto, pero todos significativos.
Así, también se pueden establecer las siguientes atribuciones sefiróticas si consideramos los diez
primeros hijos de Jacob (es decir, dejando a un lado los dos hijos directos de Raquel) y vemos en este
caso una concordancia con el significado bíblico de cada nombre: 1. Rubén (de la raíz ‘ver’) es de
Jojmá. 2. Simón (de la raíz ‘escuchar’) es de Biná. 3. Leví (cuya raíz significa ‘acompañar’)
corresponde a Daát. 4. Judá (alabanza, pero también la inclusión de la letra dalet en el Tetragrama
Divino, YHVDH) es Jésed. 5. Dan (juicio) es Guevurá. 6. Naftalí (literalmente, ‘Contiendas de
Elohim he luchado...” y recuérdese el significado del nombre Israel) es Tiféret. 7. Gad (buena suerte)
es Nétsaj. 8. Aser (dichoso) es Hod. 9. Isajar (premio) es Yesod. 10. Zebulún (Zebul = morada) es
Maljút.
Además, los doce hijos establecen el modelo zodiacal, estableciendo los doce tipos básicos de
humanidad (los tipos zodiacales), y también el modelo del ciclo anual (los doce meses), en paralelo
con la atribución solar de Jacob/Tiféret. El alma espiritual de Israel corresponde así al alma superior
de la humanidad, lo cual viene confirmado por las setenta almas, descendientes de Jacob, que bajan a
Egipto, el mundo de la materia y la limitación. También los descendientes de Noé – toda la
humanidad – se dispersan en setenta pueblos. Y el paralelismo entre ambos conjuntos se establece en
Deut 32:8: “Cuando Elión29 asignó a las naciones herencia, cuando separó a los hijos de Adam, fijó
las fronteras de los pueblos según el número de los hijos de Israel”.

No hay que esperar una relación biunívoca entre el número 70 y las naciones concretas, ya que
estamos hablando de realidades en el orden espiritual. En el plano simbólico, el número 70 representa
la diversificación al nivel humano: hablar de setenta pueblos es hablar de todos los pueblos. Se dice
que setenta son las ramas del Árbol de la Vida, es decir, del Árbol Tiferético.
También los doce signos del Zodíaco (que corresponden a las doce permutaciones del Tetragrama) se
diversifican en 72 quinarios – seis por cada signo30 – cada uno presidido por un Nombre de Dios.
Ambos conjuntos, el de los setenta pueblos (o lenguas, de hecho) y el de los setenta y dos quinarios
están relacionados – simbólicamente son uno y el mismo 31 – lo que quiere decir que cada pueblo o
lengua tiene un modo específico de expresión de lo divino. Es necesario aclarar de nuevo que estamos
hablando de raíces de almas y no necesariamente de pueblos concretos (y menos aún de individuos
pertenecientes físicamente a esos pueblos) Estamos hablando del sello divino (o del programa de
software) implantado en el enjambre de chispas divinas a que da lugar el alma de Adam, según
descienden por el arco involutivo.

28
Entendiendo por hijos indirectos los tenidos con las concubinas.
29
El Altísimo. En hebreo, ïåéìò. Nótese la letra Ayin, de valor numérico 70, con que empieza este
Nombre Divino.
30
Un signo abarca treinta grados. Cada quinario, como su nombre indica, consta de cinco grados, es
decir, hay seis en cada signo.
31
Ver Séfer HaBahir, #167, en donde se intentan reconciliar ambos números.

85
La correspondencia concreta entre las tribus de Israel y los signos zodiacales se puede estudiar de
distintas fuentes: orden de nacimiento; orden en que son citados los hijos de Jacob en el capítulo I del
Éxodo; orden (con su contenido específico) en que son bendecidas por Jacob, primero, y por Moisés,
después; orden de marcha por el desierto. Este último es el preferible, puesto que en su misma
estructura reproduce el centro y la circunferencia.
El centro es el Tabernáculo, morada de la Shejiná. Sigue el primer círculo de división en cuatro,
representado por las familias de levitas y por los propios Moisés y Aarón. Después las doce tribus
divididas en cuatro conjuntos de tres, según el siguiente esquema:

Este: Aries Nisán Judá


Tauro Iyar Isacar
Géminis Siván Zabulón
Sur: Cáncer Tamuz Rubén
Leo Av Simón
Virgo Elul Gad
Oeste: Libra Tishré Efraim
Escorpio Jeshván Manasés
Sagitario Kislev Benjamín
Norte: Capricornio Tevet Dan
Acuario Shevat Aser
Piscis Adar Neftalí

Efraím y Manasés, hijos de José, cuentan como una tribu cada una (Gen 48:5), pues Jacob los
reconoce como hijos propios. Leví, como es lógico, queda excluido porque pasa a ocupar el lugar de
la decimotercera (el círculo interno), que es la que realiza la unión (según el número de Ejad) 32.
El paso siguiente sería estudiar en todo el Tanaj los sucesos bíblicos que implican tanto a las tribus
como a personas concretas de las distintas tribus a la luz de todas las correspondencias y
consideraciones anteriores, lo cual trasciende ya el marco de la presente obra.

32
No obstante, si se considera a José y a Leví en el anterior esquema de doce tribus, José estaría en lugar
de Efraim y Leví de Manasés.

86
Además de en su estructura de caracteres, es lógico pensar que la Torá refleje el esquema del Árbol de
la Vida en el relato de la Creación (Bereshit)
Establecer la correspondencia sefirótica de los dos primeros capítulos del Génesis es un programa de
estudio de largo alcance, abordado en extensión por textos clásicos como el Zohar o el Séfer Yetsirá.
Este último se puede considerar en muchos aspectos como un comentario del primer capítulo de
Bereshit.
El Séfer Yetsirá está interesado sobre todo en la mecánica de la creación y en sus aplicaciones
prácticas (meditativas) El Zohar estudia sobre todo la propia dinámica interna divina, de la cual la
Creación es un reflejo.
Es decir, si la creación supone el desenvolvimiento del mundo de Briá, éste se establece según la
pauta previa implícita Atsilútica. En el primer capítulo Dios “crea” al hombre a su imagen y
semejanza (o sea, de Atsilút) y en el segundo capítulo Dios “forma” al hombre. El primero trata
entonces del mundo de Briá o de la Creación y el segundo de Yetsirá o mundo de la Formación.

Considerando, como es tradicional, los seis días como representativos de las seis sefirot de Zeir
Anpin, tendríamos el siguiente cuadro de correspondencias:
- El primer versículo: “En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra”, corresponde a las tres sefirot
supremas de Briá.
- El segundo: “Y la Tierra era caos y vacío... y el Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las
aguas”, nos sitúa en Daát de Briá/Yesod de Atsilút.
- Día Uno: “Que haya Luz...”, Jésed de Briá.
- Día segundo: “Haya un firmamento en medio de las aguas que separe...”, Guevurá de Briá.
- Día tercero: “Reúnanse las aguas... en lugar uno y aparezca lo seco”
“Brote la tierra vegetación... y árboles”
Tiféret de Briá/Maljút de Atsilút/Kéter de Yetsirá.
- Día cuarto: “Haya luminarias en el firmamento de los cielos...”, Nétsaj de Briá/Jojmá de Yetsirá.
- Día quinto: “Pululen las aguas... (aves y peces)”, Hod de Briá/Biná de Yetsirá.
- Día sexto: “Produzca la Tierra animales...”
“Hagamos al Hombre a nuestra imagen y semejanza...”
“Procread y multiplicáos...”
“He aquí que os doy toda planta como alimento...”
Yesod de Briá/Daát de Yetsirá.
- En el séptimo día Dios descansó y santificó el Shabat. Corresponde a Maljút de Briá/Tiféret
de Yetsirá/Kéter de Asiá.

En el versículo cuatro del segundo capítulo empieza el llamado segundo relato de la creación
que, como decimos, estructura el mundo de Yetsirá.
- Empieza con la afirmación simétrica: “Esta es la historia de los Cielos y la Tierra en su
creación”. Corresponde a las tres sefirot supremas de Yetsirá.
- “El día en que hizo YHVH Elo/him Tierra y Cielos ningún árbol del campo existía...”, Daát
de Yetsirá/Yesod de Briá.
- “Pero un vapor (AD) surgía del suelo que regaba toda la faz de la tierra”, Jésed de Yetsirá.
- “Entonces formó YHVH Elohim al Hombre (ADM)... e insuflando en sus narices aliento de
vida, quedó constituido como alma viviente”, Guevurá de Yetsirá.
- “Luego plantó YHVH Elohim un vergel en Edén al oriente y allí colocó al hombre que
había formado”

87
“Y Y/H/V/H Elo/him hizo germinar del suelo... y el árbol de la vida y el árbol del
conocimiento del bien y del mal”
Tiféret de Yetsirá/ Maljút de Briá/ Kéter de Asiá.
- “Brotaba de Edén un río para regar el jardín y desde allí se dividía en cuatro brazas...”,
Nétsaj de Yetsirá/ Jojmá de Asiá.
- “Así pues tomó al hombre y lo puso en el jardín para que lo cultivara y guardara”, Hod de
Yetsirá/ Biná de Asiá.
- “De todo árbol podrás comer... pero del árbol del conocimiento del bien y del mal n has de
comer... pues morirás”
“No es bueno que el hombre esté solo...”
“Así pues YHVH Elohim infundió un sueño sobre el hombre...”
“Luego YHVH Elohim transformó en mujer el lado que había tomado...”
Yesod de Yetsirá/ Daát de Asiá.
- “Esta es esta vez hueso de mis huesos y carne de mi carne. A ésta se llamará varona (Ishá)
pues del varón (Ish) ha sido tomada. Por eso dejará el hombre... y se unirá a su mujer y serán una sola
carne”, Maljút de Yetsirá/ Tiféret de Asiá.

También podemos preguntarnos si en la cosmogénesis física, tal como es contemplada por la


ciencia actual, se da algún tipo de pauta similar a la descrita por el Árbol de la Vida. Aunque éste es
un tema que exige mucho más estudio, podemos avanzar la siguiente correspondencia:
Kéter: Estado de vacío cuántico que corresponde al máximo de energía potencial.
Jojmá: Gran explosión (Big Bang) que es el punto primordial o Reshit.
Biná: Creación del espacio-tiempo. Fase de ruptura de las simetrías: Creación de las materia-
energía (al nivel de las partículas elementales)
Daát: Fases primitivas en la sopa primigenia.
Jésed: Prosigue la expansión. En un momento dado la radiación deja de ser totalmente
absorbida (creación de la luz) Aparece la materia estable (primeros átomos de hidrógeno, helio y litio)
y se emite la llamada radiación de fondo.
Guevurá: Las fuerzas de contracción que rompen el continuo de materia y hace que ésta se
organice en conglomerados (futuras galaxias) separados por grandes espacios vacíos (firmamento en
medio de las aguas)
Tiféret: El proceso anterior culmina en la formación de galaxias y dentro de éstas en estrellas
con sus nebulosas protoplanetarias (las aguas se reúnen y aparece lo seco)
Nétsaj: Evolución estelar. Estallido de novas. Formación de los elementos químicos. Sistema
solar (luminarias)
Hod: Formación de planetas. Formación de moléculas orgánicas (peces, aves)
Yesod: Organismos. Evolución de las especies que culmina en la aparición del hombre.
Maljút: Nuestra fase actual que camina hacia una planetarización de la conciencia.

88
Lección 3: Introducción a los mundos

Cuatro mundos:

Las estructuras fundamentales del lenguaje cabalístico son tres: Diez sefirot,
veintidós letras y cuatro (o cinco) mundos, que son planos, niveles de manifestación del
ser.
En Cabalá, la manifestación de lo Absoluto, más allá de los velos de la Nada, lo
Infinito y la Luz sin Fin, se despliega en cuatro Mundos o niveles 33, cada uno completo
en sí mismo, si bien interconectado con los demás, tanto jerárquica como
holográficamente.

Los 4 mundos son:


Atsilut: El mundo de la emanación
Briá: El mundo de la creación.
Yetsirá: El mundo de la formación
Asiá: El mundo de la acción.

Atsilut:

El mundo de la emanación es el mundo divino, el mundo propio de la divinidad,


el modo en el que la divinidad decide conformarse o darse forma a sí misma en orden a
manifestarse.
Y por encima de los cuatro mundos está el EN SOF, el infinito, el absoluto, el
mundo sin fin, el mundo de los velos de la existencia negativa. Se entiende que no hay
discontinuidad entre el mundo divino – el de la emanación – y el plano de EN SOF34.
Nosotros los establecemos como dos niveles distintos porque usamos la mente y la
mente sólo puede funcionar mediante conceptos, separaciones y límites.
El mundo divino es el mundo de los Nombres de Dios y, como dice un aforismo
cabalístico “Él y su Nombre son uno”, en el sentido de que no hay separación entre el
plano de la Deidad manifestada, representado por los Santos Nombres de Dios, y el
plano de la esencia oculta.
En cada mundo hay un Árbol de la Vida completo, con sus sefirot, senderos,
seres (en los dominios de la pluralidad), regiones y subplanos. Las sefirot del mundo de
Atsilut reciben a veces la denominación de Rostros Divinos, los llamados Partsufim o
modos en que esas sefirot se conforman e interactúan entre sí. A veces, como en el Séfer
Yetsirá, se les llama Profundidades o dimensiones infinitas:
“Diez sefirot de la nada, la profundidad del principio (o la infinitud del
principio), la infinitud del fin, la infinitud del bien (o la fuerza constructiva positiva), la
infinitud del mal (o la fuerza negativa destructiva), la infinitud de lo alto, de lo bajo,
etc.”
Atsilut no significa emanación como tal en hebreo. De hecho esta palabra
proviene de dos etimologías (mismas letras con distinta pronunciación):
 “etzel”: que significa junto a, cerca, con, en.
 “atzal”: que significa quitar, retirar, abstraer.

33
De hecho podemos considerar cinco, siendo el primero el llamado Adam Kadmón, aunque a efectos
prácticos, el Infinito, Adam Kadmón y Kéter pueden tomarse como uno y el mismo.
34
Y Adam Kadmón.

89
Lo que se deduce es una doble idea: por una parte el mundo de Atsilut es lo más
abstraído, lo más retirado, lo más alejado… y al mismo tiempo infinitamente próximo;
las dos cosas. Lo vemos como el otro extremo de nuestra existencia y sin embargo está
infinitamente próximo a nosotros. Está en todas partes, todo lo permea…… Es el
mundo de la realidad absoluta, de la realidad verdadera.
El plano de EN SOF junto con el mundo de Atsilut2 recibe el nombre genérico
de “El Creador”.

Briá:

Es el mundo de la creación, el mundo donde “algo” surge de la “nada”.


La nada es el mundo de Atsilut. Es una nada que es plenitud, que es la vida
verdadera – la nada incondicionada –. Es nada desde nuestro punto de vista. Siempre
vamos a ver que un mundo parece nada respecto del mundo inferior; p. e: desde el punto
de vista de la materia, ¿qué es la mente? ¿Dónde está? Parece como que ésta es nada,
pero sin embargo tenemos experiencia directa de ella y estamos convencidos de su
existencia. Lo mismo con respecto a los demás planos.
Así, el mundo de Atsilut, que está por encima de toda mente, es nada para
nosotros porque nosotros sólo concebimos por medio de categorías mentales, salvo que
desarrollemos la percepción interna de la visión espiritual directa.
Entonces, el mundo que se despliega a partir de Atsilut puede definirse como el
Ser que surge de la Nada. De hecho, un sinónimo para el mundo de la creación es el
mundo del ser; el ser puro y simple más allá de toda forma. Porque la forma pertenece al
siguiente mundo: Yetsirá.
Briá es un mundo de cualidades puras. Así, hablamos del Bien, la Verdad, la
Belleza… etc., cualidades de las que pueden participar los seres o bien irradiarlas,
siendo entonces percibidas. Pero la cualidad en sí es una esencia y esa esencia es del
Puro Ser de Briá.
Briá es el mundo del Ser auténtico en el que todo rebosa Luz, Plenitud,
Excelencia, Beatitud. A veces se llama el mundo del Trono o El Trono de Dios porque
estas cualidades son aquello que sirve para el asiento de la Divinidad, sobre lo que se
apoya directamente la manifestación de ésta.
Concretamente se dice que Briá es el Asiento, el Trono, de la Shejiná; siendo la
Shejiná la Presencia Divina, el rostro o Partsuf que representa el Maljut de Atsilut
brillando a través del mundo de Briá, el trono de la Gloria Divina.
Las sefirot de Briá, como lugares, reciben el nombre de “Palacios” (los Hejalot).
Los habitantes del mundo de Briá son los Arcángeles – Inteligencias o Poderes creativos
– y las almas espirituales (las neshamot)
El alma humana tiene un quíntuple principio, cada uno correspondiendo a uno
de los mundos más el propio plano de En Sof. Lo que se entiende por alma espiritual o
espíritu se corresponde con el mundo de Briá. (Ver más adelante)

Yetsirá:

Es el mundo de la formación. Si el mundo de Briá es el Ser de la Nada, éste es el


plano del Ser a partir del Ser; donde algo viene de algo, donde a algo ya existente se le
da forma. Es el mundo del las formas, palabras, imágenes, contenidos mentales…
Cuando hablamos de mente pura, por encima de la forma, hablamos de Briá. Cuando
hablamos de mente y sus contenidos hablamos de Yetsirá. Entendemos por mente pura
o abstracta la ausencia de pensamientos u otros contenidos concretos o diferenciables.

90
En general, en nuestro estado actual, el mundo de Yetsirá es percibido como
interno. Es el mundo de nuestra subjetividad, de nuestro psiquismo. Briá y Atsilut son
mundos de los que no tenemos mucha conciencia, aunque los tenemos presentes como
una incógnita en nuestras ecuaciones. Sabemos que existen, pero no tenemos una
experiencia directa de ellos de modo continuado; aunque a veces sí, porque cuando
contemplamos, por ejemplo, una manifestación de belleza que nos extasía, que nos hace
trascender el plano de nuestra particularidad egoica y nos adentra en las regiones del
espíritu, en realidad experiencia briática.
Particularmente, Yetsirá es el mundo de nuestro psiquismo interior, de nuestra
subjetividad, aunque también puede percibirse como objetivo, como mundo externo,
sobre todo en estados de sueño o de después de la muerte, cuando estamos desligados
de nuestro vehículo físico. También en la llamada proyección astral.
Yetsirá es más o menos sinónimo de los que en el mundo esotérico se conoce
como mundo astral.
Los poderes formativos de sus distintas esferas o sefirot son los Ángeles (Coros
Angélicos). También es el plano propio de una parte del alma humana, llamada Rúaj.
Los sefirot de Yetsirá como lugares objetivos, en el macrocosmos, reciben el
nombre de los siete cielos. Microcósmicamente hablando corresponden a las distintas
funciones psíquicas como el intelecto, las emociones, etc.

Asiá

Es el mundo de la acción, de la realización, de la concreción, de la materia, de la


energía, del espacio, del tiempo; tal y como los entendemos. En otros mundos, por
ejemplo, el tiempo no es un discurrir lineal sino una conexión entre arquetipos. (Todo
tiempo arquetípico tiene una relación con Jojmá y todo tiempo que discurre una relación
con Biná.de Asiá
En este mundo están los cuerpos, la materia. También están los niveles
energéticos sutiles donde se encuentran, por ejemplo, los reinos elementales y también
lo que se llaman espíritus e inteligencias planetarias.
Estas inteligencias y espíritus planetarios son equivalentes a los llamados seres
elementales pero del macrocosmos; más o menos, son los vínculos o nexos mediante
los cuales los planetas actúan en el mundo de Asiá. Son poderes activos.

PARTES DEL ALMA:

El alma humana existe en todos los planos. Se define como un rayo que
partiendo de la Luz Infinita se va revistiendo de envolturas en cada uno de los planos o
mundos. Esas envolturas son las llamadas partes del alma en cada uno de los mundos.
En el mundo de Asiá tenemos el Néfesh. Es el alma perceptiva, sensitiva,
vegetativa. El cuerpo vital.
En el mundo de Yetsirá tenemos el Rúaj. El alma racional, el asiento del Yo y
de las facultades del juicio. Habitante de los llamados “cielos”.
En el mundo de Briá tenemos la Neshamá. Es el alma espiritual, el cuerpo de
pensamiento puro.
En el mundo de Atsilut tenemos la Jaiá, que significa Vida. Vida en el sentido
exaltado de Jojmá; vida superlativa, la verdadera vida, la vida en Dios, en el Espíritu.

91
El quinto nivel correspondería a la raíz, que sería la Yejidá. Proviene de la
palabra Ejad (uno). Lo que nosotros traducimos como Chispa Divina. Es la raíz del
alma en el EN SOF.
Los dos primeros niveles son personales, los dos últimos transpersonales. La
Neshamá es el vínculo entre ambas, entre la conciencia personal (individual) y la
conciencia transpersonal o conciencia cósmica. A nivel de la Neshamá, que se
corresponde con una conciencia tipo Briá, una persona conservaría el sentido intenso de
su Yo como existente, mientras que al mismo tiempo se percibiría plenamente unida a
toda la creación. La Neshamá es personal y transpersonal al tiempo.

LOS MUNDOS EN EL ÁRBOL (ÁRBOL SIMPLE)

Los mundos no están situados uno encima del otro como si fueran los cuatro
pisos de una casa, sino que se interpenetran entre sí. Se tienen entonces dos diagramas
complementarios que vamos a estudiar sucesivamente: los Mundos en el Árbol (llamado
Árbol simple) y el Árbol en los Mundos (llamado Árbol extendido). En el primero
dividimos el Árbol en cuatro regiones que se solapan, cada una correspondiente a un
mundo. En el segundo tenemos un Árbol de la Vida para cada mundo y especificamos
sus relaciones mutuas.

En el Árbol simple trazamos cuatro círculos haciendo centro en las sefirot del
Pilar del Medio. Cada círculo corresponde a un mundo. El radio del círculo es
justamente la distancia entre dos sefirot consecutivas de esta columna central. Así, Kéter
es el centro de Atsilút, Dáat el centro de Briá, Tiféret lo es de Yetsirá y Yesod de Asiá
(ver figura).

Yesod sería el centro del mundo de Asiá, que se extiende desde Maljút hasta
Tiféret.
Tiféret sería el centro del mundo de Yetsirá, que se extiende desde Yesod hasta
Dáat.
Dáat sería el centro del mundo de Briá, que se extiende desde Tiféret hasta
Kéter.
Kéter sería el centro del mundo de Atsilút, del cual solamente dibujamos una
semicircunferencia hasta Dáat.

Un primer concepto fundamental es el de que los mundos no son niveles ajenos


unos a otros sino que hay zonas que participan de ambos mundos.

92
MUNDO DE
ATSILUT
o de las
EMANACIONES
Jaiá y Yejidá

MUNDO DE
BRIÁ
o de la
CREACIÓN
Círculo de la
Neshamá

MUNDO DE
YETSIRÁ
o de la
FORMACIÓN
Círculo del Rúaj

MUNDO DE
ASIÁ
o de la
ACCIÓN
Círculo del
Néfesh

LOS MUNDOS EN EL ÁRBOL


Partes del alma

93
El centro del mundo de Asiá no es Maljút, sino Yesod, en donde se encuentra la
“imagen del mundo”. Por eso decimos que para hacer algo en Maljút hay que actuar en
Yesod. En Yesod, es donde se realiza la siembra y en Maljút es donde se recibe la
cosecha. Yesod es, por así decir, el corazón de este mundo que se corresponde con el
llamado rostro inferior del Árbol de la Vida; es decir, en cierto modo, Yesod es Tiféret
mirando hacia abajo.
El círculo de Yetsirá está centrado en Tiféret y consta además de Yesod, Hod,
Guevurá, Dáat, Jésed, Nétsaj. No llega, sin embargo, a Maljút por lo que Yetsirá
necesita a Yesod para alcanzar a Maljút.
En general, Yetsirá es el mundo de la psique, centrado en el arquetipo self o sí
mismo. Si Asiá es la personalidad a Yetsirá le corresponde la individualidad, el núcleo o
esencia de la identidad individual, por un lado, y la totalidad integrada de su ser
psicológico, por otro. Ambas, personalidad e individualidad, presentan regiones
comunes y, con frecuencia, difíciles de distinguir o discriminar. Ello está representado
por el solape que se da entre la parte inferior de Yetsirá y la superior de Asiá. Es el
solape entre la mente y el cuerpo que son así dos caras de la misma realidad.
Vemos en el diagrama que Tiféret toca tres mundos. Es el vértice superior de
Asiá, el centro de Yetsirá y el vértice inferior del mundo de Briá. Como toca el mundo
de Briá participa del puro Ser; por eso en Tiféret se dice que se “es” plenamente.
El centro de Briá es Dáat, Conocimiento. Como punto más alto de Yetsirá,
constituye el arco superior del conocimiento de uno mismo. Por eso decimos que este
punto es la frontera entre la parte personal y la transpersonal. Como siempre, esta
frontera no es un límite fijo, sino que tiene como una serie de franjas que participan de
Briá y de Yetsirá.
Es en Dáat donde el ser emerge con la divinidad porque en este punto se abre
Atsilút. Y el camino a través del arco inferior de Atsilút es la noche oscura del espíritu,
el bitul, el anonadamiento, el negarse a uno mismo, la falta de existencia inherente, el
vacío.
Atsilút es el mundo centrado en Kéter compuesto por los tres supremos, Kéter,
Jojmá y Biná, y llegando hasta Dáat. Sólo la persona que abre Dáat tiene así un contacto
directo con la Divinidad.

EL ÁRBOL EN LOS MUNDOS (ÁRBOL EXTENDIDO)

Dentro de cada mundo hay un Árbol de la Vida. Tenemos así el Árbol de Asiá,
de Yetsirá, de Briá y de Atsilút. ¿Cómo se relacionan entre sí? Interpenetrándose, de
modo que la parte superior de un mundo se solapa con la parte inferior del
inmediatamente anterior
En general, si nos fijamos en el diseño del Árbol vemos que tiene dos rostros
que son asimétricos. La forma semeja a dos cometas añadiendo el triángulo de Hombre
Solo (Jésed-Guevurá-Tiféret).

94
Hablamos, así, de un rostro superior y un rostro inferior (no confundir con los
llamados Rostros Divinos o Partsufim). En el Árbol extendido lo que hacemos es
coincidir el rostro inferior de un mundo con el superior del inmediatamente inferior, con
lo que se obtiene el siguiente diagrama:

95
96
97
¿Cómo se dibuja un Árbol extendido?

1. Se dibuja 11 sefirot en el pilar del medio y 9 a cada lado.


2. Se dibujan 5 rostros (tienen forma de cometa). Siempre queda una esfera en
medio.
3. Ahora se dibujan las tríadas Jésed-Guevurá-Tiféret (Hombre Solo) de cada
mundo.
4. Se dibujan los senderos internos de los rostros. Nétsaj-Hod-Yesod y Tiféret-
Yesod-Maljút.
5. Se dibujan los senderos de los pilares laterales.

Además de los cuatro Árboles (1 por cada mundo) se tiene un quinto Árbol
constituido por las sefirot del pilar central. Hay en él 11 sefirot que aparecen numeradas
en el dibujo: 1-Kéter, 2-Jojmá, 3-Biná, D-Dáat, 4-Jésed, 5-Guevurá, 6-Tiféret, 7-Nétsaj,
8-Hod, 9-Yesod y 10-Maljút.

Y si contamos como sefirot los 3 velos de la existencia negativa (Ayin, En Sof,


En Sof Or) tenemos en total 32 sefirot en total: 11+9+9+3.

Se obtiene así un mapa de la conciencia, de la manifestación, etc., que se


muestra bastante detallado.

Leyes fundamentales:
Observando los diagramas anteriores deducimos lo siguiente:

1. Dáat de un mundo es Yesod del mundo superior.

Por eso a Dáat se le llama la puerta de los mundos; es decir, se pasa de un


mundo a otro por la puerta de Dáat. Esto significa que el conocimiento (Dáat) en un
mundo crea una imagen que constituye el fundamento (Yesod) para entrar y operar en el
mundo superior. Hablamos de conocimiento de un mundo en el sentido de experiencia
de todas las facetas de ese mundo, y ese conocimiento cristaliza en una imagen que
opera como fundamento para el mundo siguiente.
Por ejemplo en Asiá: Cuando tenemos conocimiento de nuestra existencia
corporal, éste cristaliza en una imagen de nosotros mismos como corpóreos, la cual es el
fundamento sobre el que se construye después el ego para operar en el mundo superior,
Yetsirá. La imagen corporal se crea con todas las experiencias que hemos tenido de y
con nuestro cuerpo a lo largo de toda nuestra vida (principalmente en la primera
infancia).

2. Nétsaj de un mundo es Jojmá del inmediatamente inferior y viceversa:


Jojmá de un mundo es Nétsaj del inmediatamente superior. Hod de un
mundo es Biná del inmediatamente inferior y viceversa: Biná de un
mundo es Hod del inmediatamente superior.

El Biná de Asiá es entendimiento del mundo material y eso se consigue


mediante el Hod de Yetsirá; es decir, el intelecto. Para entender algo en Asiá hay que
usar el intelecto, analizar.
Igualmente, en las emociones (Nétsaj) se halla contenida una sabiduría (Jojmá)
espontánea, inmediata. Las emociones nos proporcionan una experiencia global,
sintética, de las situaciones.

98
3. Tiféret de un mundo es Maljút de uno superior y Kéter de uno inferior.
Esta confluencia de tres mundos sucede en dos puntos: Tiféret de
Yetsirá=Kéter de Asiá=Maljút de Briá; Tiféret de Briá=Kéter de
Yetsirá=Maljút de Atsilút. Confluencia de dos mundos tenemos en:
Tiféret de Atsilút=Kéter de Briá y Tiféret de Asiá=Maljút de Yetsirá.

Maljút de Yetsirá es el cuerpo=Tiféret de Asiá que es el Sistema Nervioso


Central. El cerebro y el SNC son el filtro por el que todas las experiencias yetsiráticas
pasan al mundo de Asiá. O toda experiencia de Asiá nos viene al mundo de Yetsirá
filtrada por los sentidos y por el SNC del individuo.

Tiféret de Yetsirá=Kéter de Asiá=Maljút de Briá. Éste es el punto del self del


individuo (6). Como Maljút del mundo de Briá el self es la parte más densa de ese
mundo, el mundo del puro ser. Comprendemos entonces por qué el verdadero ser
empieza en el self, un punto en el que, hemos dicho, se siente que se “es”
verdaderamente.
El equivalente analógico del cuerpo en el mundo de Briá es el self, que al mismo
tiempo es el centro del mundo de Yetsirá. Y el mundo de Yetsirá es el mundo de todos
los contenidos psíquicos del individuo. Entonces el self es el centro real de la psique. Es
el centro en medio de las condiciones. El punto de equilibrio. Por eso no es posible
llegar a Tiféret si la energía no se extiende por todo el ser interno del individuo, es
decir, si no se actualiza en su conciencia la totalidad de sí mismo. Tiféret es la
integración.
Y el self es también el Kéter del mundo de Asiá porque es el punto en el que
verdaderamente se genera la experiencia del mundo. En este punto nos damos cuenta de
que empezamos a ser verdaderamente los creadores de nuestro mundo personal.

Lección cuatro: TETRAGRÁMATON

El estado primordial es totalmente inconcebible para nosotros y, a falta de un nombre mejor, se


le denomina Absoluto. Es el dominio propio de la Deidad, la Fuente de donde todo brota.
Ninguna cualidad por nosotros conocida es atribuible al Absoluto, razón por la cual a veces nos
referimos a él como el Ain, la Nada35, porque no hay nada con lo que se pueda comparar, nada a lo que

35
En realidad, entendemos que la palabra “Dios” es ya un Nombre de Dios, referido, en hebreo, al
Nombre “EL” como raíz, con sus derivados. En muchos contextos, nosotros usamos la expresión Tamir

99
parecerse. Ahora bien, no se trata de una “nada” en sentido peyorativo negativo, como algo vacío, muerto,
que implique algún tipo de carencia. Al contrario, se trata de un estado de plenitud superlativa, en el que
cualquier cualidad es poseída en un grado inconcebiblemente superior. Por esta razón se llama En Sof,
Infinito, indicando, no sólo que es el máximo de todo, sino que se encuentra siempre más allá, en un
estado infinitamente superior de ausencia total de límites.
Precisamente, este estado de superabundancia, completamente lleno 36 y completamente
imposible de contener en límite alguno, conlleva como un salir de Sí para dar, como un desbordarse para
comunicar su plenitud, y eso es lo que constituye la Luz Infinita, el En Sof Or. Ésta es el agente
manifestante, creativo, la sustancia y la raíz última de todo, la irradiación esencial del Absoluto. La
emanación completa de esta Luz, un estado indistinguible del Infinito mismo, llamado también Voluntad
Divina, es lo que da lugar a la primera Sefirá, Kéter, la Corona de la Manifestación, que es como una
semilla que se despliega. Su primer desarrollo, por así decir, constituye las Sefirot del Árbol de la Vida.
Todo lo que existe, desde el Kéter del mundo más exaltado hasta la forma más simple de ser, son las
distintas formas de recibir y manifestar esta Luz, cuyo primer desdoblamiento es precisamente ese: una
fase de dar, en consonancia con la esencia de la Luz misma, y una fase de recibir, también una
configuración necesaria de la Luz, ya que no puede haber dar sin recibir y viceversa.
No hay que hacerse una imagen demasiado física de la Luz, como una energía puramente
mecánica. La Luz es ciertamente la Energía, pero se trata de una energía que también es Vida
Incondicionada, Conciencia Pura, Inteligencia Activa, Amor Omniabarcante, Poder Absoluto, Puro Gozo
de Ser, Afirmación de Sí, Esplendor Radiante, Potencia Generativa, Presencia Viva y Actual (las sefirot
en su estado más exaltado.)
La Cábala es conexión (recepción), conexión personal con esa Luz infinita, la Luz del Creador,
que está siempre dada, que permea y llena a rebosar a todos y cada uno de los elementos y seres de la
Creación, aunque en nuestro estado actual de conciencia permanece oculta.
Es, pues, la vasija – nosotros, nuestro estado de conciencia y de realización espiritual – lo que se
ha de preparar y transformar si cabe, ya que la fase de la Luz que se recibe depende de la propia
capacidad o posibilidad de la vasija. La Luz – el plano atemporal de la Esencia – está siempre ahí,
dispuesta a manifestarse siempre que se la requiera de forma adecuada.

El instrumento principal de conexión con la Luz es el propio Nombre de Dios, el Nombre de


Cuatro Letras, Yod He Vav He, a la vez su sujeto (su fuente manifestada) y su objeto, la metafórmula de
la creación.
En general, los Nombres de Dios son la esencia de la Cabalá. O quizá debiéramos decir su alma,
por contraste con toda la especulación metafísica sobre sefirot, mundos, etc., que constituiría el cuerpo.
Hay que tener en cuenta que el alma es la vida del cuerpo. Y el alma del alma – el espíritu, si se quiere –
es la propia Luz Divina en su dinámica interna. Es un designio de la Sabiduría Suprema el que esta Luz se
halle contenida, concentrada y manifestada en los Nombres de Dios, que constituyen así para nosotros
uno de los instrumentos principales – si no el principal – de conexión y canalización de la Luz Infinita.

Tal como escribe, Rabí Moshe Jayim Luzzatto (Siglo XVIII) en su obra Dérej HaShem (Sec.3
Cap.2):
“Fue decisión de Dios ser designado por un Nombre, a fin de que las criaturas puedan clamarle y
aproximarse a Él, nombrándolo. Para su Gloria, Dios designó un Nombre Único [el Tetragrammaton],
sobre el que dijo: ‘Este es mi Nombre por la eternidad’ (Ex 3:16)... Sin embargo, en función de las
distintas influencias ejercidas por Dios [Sefirot], decidió destinar a tales efectos diferentes Nombres.
Y Dios decretó e instituyó que al pronunciar las criaturas su Nombre se produzca sobre ellas una
iluminación y una influencia, como está dicho: ‘En todo lugar donde recuerdes Mi Nombre Me presentaré
y te bendeciré’ (Ex 20:21) De acuerdo al Nombre que se pronuncie y utilice de Dios, se originará la
emanación y la influencia correspondiente. Esto significa que el tipo de influencia en cada caso estará
relacionada específicamente con el Nombre que Dios, Bendito sea, designó en virtud de los misterios de
dicha influencia.
Cuando alguna influencia en particular es transmitida, origina necesariamente el resultado
implícito en ella, extendiéndose estos efectos desde el principio hasta el final en la secuencia que ya

veNeelam, Oculto y Escondido. Esta expresión, aparte de su obvio significado literal, tiene una
numerología impresionante, pues su valor, 455, es el mismo que el de las tres expansiones del Nombre
Eheieh – Yo Soy – y, además, es la suma de la expresión “meló jol haárets kebodó”, “toda la Tierra está
llena de su Gloria”.
36
Sólo es vacío para nosotros.

100
citáramos [la secuencia de la Creación, es decir, las Sefirot y los mundos] Todo este proceso, sin
embargo, se halla circunscrito por la Divina Inteligencia a ciertos límites específicos y condiciones
determinadas, dentro de las cuales al ser pronunciado el Nombre producirá el efecto y la influencia
correspondiente. En ningún otro caso la influencia se producirá.
Entre las influencias que Dios decretó que se produzcan al ser utilizados los distintos Nombres,
determinó que las mismas otorguen el poder de anular las leyes naturales a quienes los utilicen. Dichos
individuos podrán relacionarse con entidades espirituales y adquirirán un conocimiento y una información
superior a la del ser humano normal, así como otras ramificaciones que se producen de esta raíz. Esto
constituye la inspiración Divina (Rúaj HaKódesh) y la profecía.
Asimismo decretó que la transmisión de la influencia se realice por los medios que citamos, o
sea los Nombres relacionados con Dios y sus respectivas influencias. Todo esto se produce al
mentalizarlos, pronunciarlos o combinarlos con otras palabras, siempre dentro de las condiciones
requeridas.”37

De Abraham está escrito (Gen 12:8): “Edificó allí (Sham 38) un altar al Eterno invocando su
Nombre”. En hebreo: Vayicrá BeShem YHVH; que literalmente es: “Y clamó (o invocó, o llamó) en (o
con) el Nombre YHVH”. La interpretación usual es que Abraham rezó o que incluso proclamó
públicamente el Nombre del Eterno. Algunos cabalistas, sin embargo, han tomado la frase en el sentido
de que invocó el Nombre de Dios como un medio de conectarse directamente a Él.

La Tradición afirma que cuando Moisés ascendía a los cielos en el monte Sinaí, recitaba el
Salmo 91 (que se usa contra las fuerzas negativas que intentan bloquear el progreso espiritual). El
versículo 14 de este Salmo dice: “Le colocaré bien alto, porque conoce mi Nombre”. Y Guikatila 39
subraya40: “El versículo no dice: ‘Le responderé’ [en el sentido de responder a una oración] sino ‘le
colocaré bien alto’ [Es decir, que se habla de una elevación espiritual real] Además no dice: ‘porque ha
pronunciado mi Nombre’ sino ‘porque conoce mi Nombre’”.
Y concluye Guikatila: “Esto es porque lo principal es el conocimiento”. Es decir, que el uso
práctico de los Nombres de Dios, al que se ha aludido antes, no consiste en una mera pronunciación
mecánica, mágica, basada en una simple efectividad instrumental – que también la tienen – sino en un
conocimiento. Lo cual, por supuesto, exige una intensa preparación y disciplina espiritual, un nivel de
conciencia determinado, requiriendo la participación y compromiso integrales de la persona en su propia
transformación espiritual y en su adecuación a la voluntad divina. Estas son parte de las condiciones
necesarias a las que hacía referencia Luzzatto en nuestra cita inicial. Es un conocimiento vivencial del que
se habla. En el sentido bíblico, conocimiento quiere decir unión, tal como está escrito: “Y Adam conoció
a Eva”.

La revelación de Moisés en la zarza ardiente tiene que ver con los Nombres de Dios (Eheieh
Asher Eheieh, Eheieh, YHVH, en el orden en que aparecen en el texto bíblico relevante 41). Respecto a
este último, el Tetragrama, leemos que Dios dice (Ex 3:15): “Este es mi Nombre para siempre; es mi
memorial para todas las generaciones”.
Y vemos aquí que este Nombre es la esencia de toda la Torá: Pues si tomamos sus dos primeras
letras, Yod He, que como veremos representan la parte oculta, absolutamente trascendente del Nombre, y
cuyo valor numérico es 15, y las sumamos a Shemí, , mi Nombre, que es 350, obtenemos un total
de 365. Y si consideramos las dos letras restantes, Vav He, la parte inmanente, manifestada, de valor 11,
y las sumamos a Zijrí, , mi memoria, que es 237, obtenemos un total de 248.

Tenemos así los 613 preceptos de la Torá – 248 afirmativos y 365 negativos – que en palabras
del Zohar constituyen su cuerpo42. Las narraciones, dice el Zohar, son los vestidos que se ponen sobre el

37
El Camino de Dios (Dérej HaShem) Edición del Haktav Institute. Jerusalem. 1997.
38
Mismas consonantes que Shem, es decir, Nombre.
39
Rabí José Gikatila, el gran cabalista español del siglo XIII, cuyo libro “Las Puertas de la Luz” sigue
siendo el principal estudio sobre la metafísica de los Nombres Divinos y su aparición en la Torá.
40
Shaaré Orá. Las Puertas de la Luz. Introducción.
41
Una traducción sería: Yo soy quien yo soy, Yo soy, el Ser/Siendo (activo).
42
Y tenemos la enseñanza de que cada una de nuestras almas (néfesh, rúaj y neshamá) tiene 613 nódulos
de luz de forma que cada mandamiento va dirigido a rectificar uno de los puntos de luz. Que yo sepa,
nadie es capaz de detallar este capítulo, siendo uno de tantos conocimientos perdidos (hasta la fecha).

101
cuerpo. Pero el alma de la Torá es la propia Luz Divina. Como aparece en el Génesis: “Y vio Dios la
Luz”, , vayirá Elohim et haor.
Et HaOr, “la Luz”, suma 613. Dios vio la Luz en su sustancia, en su plenitud; por eso va
precedida de la partícula Et, Alef Tav, primera y última letras, lo que místicamente representa la totalidad.
Los 613 preceptos son así la conexión con la Luz.
Claro que el espíritu de la Torá es Dios mismo, que cuando pronuncia su Nombre, eso era la Luz.
Así, está escrito: “Y dijo Dios: Sea Luz y era Luz”. Yehí Or, “Sea Luz”, es 232 ( , 207 + 25),
y éste es el valor del despliegue del Nombre en sus cuatro expansiones:

Atsilut Valor numérico = 72

Briá “ “ = 63

Yetsirá “ “ = 45

Asiá “ “ = 52

________
Total = 232

43
Por eso, se dice que toda la Torá no es sino un comentario sobre el Nombre (y, como
veremos en otra lección posterior, específica sobre los Nombres sefiróticos, todos los demás Nombres
dependen de éste, como las ramas del tronco del Árbol). También el Zohar afirma de un modo radical que
el Santo, Bendito sea, Israel y la Torá son uno.

Todo lo cual no es tan arbitrario como a primera vista pudiera parecer. Si la hipótesis básica es
que el universo es el despliegue del Pensamiento Divino, todas las cosas creadas dimanan de las palabras
en las que este Pensamiento se vierte, el propio lenguaje divino, que se halla expresado en la Torá. Ahora
bien, este Pensamiento es, al mismo tiempo, la formulación del autoconocimiento de Dios, pues no hay
otra cosa aparte de Sí Mismo a la que su pensamiento se puede aplicar. Por eso decimos que la creación
consiste en la pronunciación por Dios de su propio Nombre. Y, a su vez, la pronunciación por parte de la
creación del Nombre de Dios – el reconocimiento consciente de la propia esencia de la creación por parte
de ésta – constituye el acto unitivo del sendero de retorno. Tal es su sentido último.

En la Creación, todo se realiza de acuerdo con el modelo de esencia interna (o Luz) y forma
externa (o Vasija) Es la misma dualidad que, en otros contextos, se da entre inmanifestado y manifestado,
nada y ser, inconsciencia y conciencia, alma y cuerpo, etc.
El Tetragrama, en su aspecto más exaltado, es la vasija de En Sof. En Sof es el alma y el
Tetragrama, sin vocales, sin letras, el cuerpo o vehículo de manifestación.
Pero, y este es el principio que se verifica a lo largo de toda la Creación, la vasija, el cuerpo –
que a un nivel es como nada respecto al verdadero ser del nivel anterior 44 – es ahora la Luz, la esencia, el
alma, el emanador, etc., del nivel siguiente.
YHVH, Tetragrama, el Nombre de Dios, su Voluntad/Vasija, la Idea de Sí mismo, el fruto de su
Autoconocimiento, la expresión de su Amor (deseo de dar), es ahora el propio En Sof en la
manifestación, el alma de ésta, su esencia, su Luz total.

43
Siguiendo a R. Yitsjak de Berdichov, la misma palabra mitsvá (precepto, mandamiento) portaba el
Nombre de Dios. Porque por Atbash – una técnica de transformación de letras que se detallará en otra
lección -, las dos primeras letras se transformaban en Yod He. Y las dos últimas son Vav He.
44
Desde nuestra percepción limitada, la vasija es el ser y la esencia la nada; pero, en realidad, se da la
relación inversa: la esencia es el verdadero ser, y la vasija es como nada para la esencia.

102
Desde el punto de vista gramatical, el Nombre YHVH tiene una connotación general de Ser. En
hebreo, el verbo “ser” es Lihiot, , de raíz . La tercera persona (masc.) del presente

(participio de presente, en hebreo bíblico) es Hové, ; la del pasado (perfecto) es Hayá, ; y la

del futuro (imperfecto) es Yiyé, . Es sabido que la tercera persona del futuro se forma añadiendo el

prefijo –é. El Nombre encierra, de alguna manera, en forma sintética los tres conceptos, indicando

Ser, pero en sentido activo (Voluntad de Ser/Siendo). Dios es el Ser Absoluto: ,


‘Hayá, Hové VeYiyé’, “El que era, es y será”, el Eterno, puesto que Él es quien establece la dimensión
existencial del ser. La expresión anterior, dicho sea de paso, suma 72, un número que, como sabemos,
representa la extensión de lo Divino en su esencia más exaltada.

En el lenguaje de los Partsufim o Rostros de Dios 45, desarrollado en el Zohar y llevado a su


expresión más completa en la cabalá luriánica de Safed, la primera emanación, la Voluntad o Nombre, es
llamada Adam Kadmón, el Hombre Primordial o Arquetípico. Adam Kadmón es cuerpo o vasija respecto
de En Sof, alma o esencia respecto de la Manifestación. Es sinónimo de la Luz Divina. Es representado
por un Tetragrama sin vocalizar porque, como decía Azariah da Fano,“ no hay forma de saber cómo el
Pensamiento Divino es extendido a través de Él”.
Hay que tener en cuenta que desde el punto de vista de Adam Kadmón toda la Manifestación – el
esquema de los mundos futuros – es algo subjetivo, interno. Esta es otra propiedad de la dualidad
Luz/Vasija. Desde el punto de vista de la vasija, ella es real, objetiva, siendo la esencia subjetiva. Pero
desde el punto de vista de la esencia, la realidad de la vasija es algo relativo, porque es subjetiva, un
proceso interno, que sin una retirada parcial de la Luz – la verdadera realidad – no podría tener lugar46.
Por supuesto, esta es la percepción correcta. El punto de vista de lo Divino es el simétrico del punto de
vista de la criatura.
Todos los niveles del ser, todos los mundos, todos los seres que han sido, son y serán tienen su
raíz última en la Luz Infinita emanada en Adam Kadmón, la Voluntad que los ha querido al ser. Adam
Kadmón, o Kéter, vuelto hacia la manifestación, es llamado – en el lenguaje de los Partsufim – Atika
Yamim, el Anciano de los Días, y es representado como una gran Cabeza o Rostro, cuya Luz es extendida
en diversos grados, llamados respectivamente: Luz del Cráneo 47, Luz de los Ojos, Luz de los Oídos, Luz
de la Nariz y Luz de la Boca.
La Luz del Cráneo es una extensión del ápice superior de la Yod, primera letra, del Tetragrama.
Es la conexión última con el Infinito, el punto de no ser en medio del ser, la unidad, simplicidad,
adimensionalidad. Visto desde la manifestación es el punto en el que convergen todas las líneas
prolongadas hacia el infinito 48. Visto desde el infinito mismo, rodea por doquier a la esfera metafórica de
vacío producido por la contracción original (y de ahí la representación simbólica por la circunferencia del
cráneo) Corresponde a la Yejidá de Adam Kadmón. Es personificada en Atika Kadisha, el Santo Anciano.
También se le llama Arij Anpin, o Gran Rostro, cuando se le considera mirando a la manifestación.
La Luz de los Ojos es una extensión de la Yod del Tetragrama. Corresponde a la Jaiá de Adam
Kadmón y es personificada en Abba, el Padre. Representada por el desarrollo (= 72) del Tetragrama,
es decir, , es la fuente del Mundo de Atsilút. Mediante la visión es representada la
conciencia continua, directa, sintética, simultánea, global y suprarracional, por contraste con la conciencia
ordenada, secuencial, lineal, del pensamiento y del discurso verbal, que implica análisis, definición,
diferencias, categorías, lógica, etc., y que viene simbolizada por la siguiente fase.

45
Son las estructuras espirituales complejas o configuraciones sefiróticas del Mundo de Atsilut, después
de la rectificación efectuada tras la ruptura de las vasijas, de lo que se ha hablado en otros lugares. El
lenguaje es marcadamente antropomórfico, pero debe entenderse siempre metafóricamente, en el sentido
de las raíces. Son diferentes rostros que presenta el mismo y único Dios en sus relaciones con la
manifestación – se manifiesta de modo diverso a las distintas criaturas en diferentes contextos – al objeto
de la realización del tikún universal.
46
Y ocurre lo mismo en todo mundo respecto del siguiente y, particularmente, a nivel de alma y cuerpo
en el ser humano.
47
Que incluye la llamada Luz de la Frente, que es la Benevolencia de las Benevolencias, la fuente última
de la Redención.
48
Como en la geometría proyectiva.

103
La Luz de los Oídos es una extensión de la primera He del Tetragrama. Corresponde a la
Neshamá de Adam Kadmón y es personificada en Imma, la Madre. Representada por el desarrollo (=
63) del Tetragrama, es decir, , es la fuente del Mundo de Briá. Si la Luz del Cráneo es la
Esencia inaprensible, la Luz de los Ojos es la fuente de la Conciencia/Energía puras mientras que la Luz
de los Oídos es la fuente del Ser/Bien de las cosas. La Luz de la Nariz es la fuente de la Vida/Alma de los
seres y la Luz de la Boca es la fuente de la Substancia/Materia de la Creación. Son las raíces respectivas
de los elementos Éter (Avir), Fuego, Agua, Aire y Tierra, de los que después está compuesto todo en
distintas combinaciones y proporciones, aunque en este lugar se trata de su forma más abstracta e
indiferenciada.
La Luz de la Nariz es una extensión de la Vav del Tetragrama. Corresponde al Rúaj de Adam
Kadmón y es personificada en Zeir Anpin, el Pequeño Rostro. Representada por el desarrollo ( = 45)
49
del Tetragrama, es decir, , es la fuente del mundo de Yetsirá .
Por último, la Luz de la Boca es una extensión de la segunda He del Tetragrama. Corresponde al
Néfesh de Adam Kadmón y es personificada en Nukva (Hembra) de Zair Anpin. Representada por el
desarrollo ( = 52) del Tetragrama, es decir, , es la fuente del mundo de Asiá. Ya se ha
comentado antes sobre el significado interno de estas dos últimas Luces.

Un mundo es el campo de una manifestación específica de la Luz Divina. En el Árbol simple, un


mundo va ligado a (es la expresión de) la acción concertada de un grupo de Sefirot (Fig. 18) Adam
Kadmón es el dominio de proyección de lo que hemos llamado la Voluntad Divina (Kéter) Allí se
manifiestan como “Deseo” – y, por tanto, se hallan prefigurados a modo de punto o semilla – todos los
mundos futuros con todos sus seres. Se encuentran, por supuesto, en un estado de máxima potencialidad
(mínima actualidad), totalmente unificados con la Luz que los colma por completo. Todo deseo es así
intrínsecamente satisfecho en el Ser de lo Divino. Sólo hay plenitud.
La formulación de esa Voluntad o Deseo – la conciencia/energía puras de Sí – es lo que se llama
Mundo de Atsilút. Es la Emanación, Vasija o “Cuerpo” de Adam Kadmón, porque es su esfera, por así
decir, de experiencia de Sí. En el Árbol simple, el círculo de Atsilút está centrado en Kéter e incluye a las
Sefirot Jojmá y Biná (Tríada Dios Sólo), culminando en su síntesis de Daát. Al mismo tiempo, Atsilút
desarrolla un conjunto completo de Sefirot, porque siendo un mundo es también un Árbol (Árbol
extendido) Este Árbol – que es el Árbol de la Vida arquetípico y primordial, el modelo de todos los
Árboles futuros – también refleja la estructura de mundos y partsufim. Los submundos de Atsilút –
Atsilút de Atsilút, Briá de Atsilút, etc. – son la actualización/vasija de las cuatro letras del Tetragrama (su
forma exterior), al igual que sus partsufim – Abba de Atsitút, o simplemente Abba 50, Imma de Atsilút, o
simplemente Imma, etc. – son su actualización/energía interna.

Decir, por ejemplo, que Atsilút de Atsilút es una actualización de la Yod del Tetragrama, es
afirmar que se trata de un mundo subjetivo a la misma, aunque desde el punto de vista de los mundos
inferiores es una objetivización de ella. Podemos concebir el diagrama de los mundos como un chorro
hacia afuera, proyectado desde la fuente divina, pero en realidad se produce hacia adentro del espacio
vacío, metafóricamente esférico, creado por la contracción de la Luz. Los sucesivos mundos (y sefirot)
son círculos concéntricos cada vez más internos. Cada uno de ellos refleja, en el modo que le es propio
(medido por su alejamiento de la circunferencia externa de En Sof), toda la estructura arquetípica. En
cierto modo, es como un holograma que se fragmentara. Como se trata de una figura de interferencia,
cada trozo reproduce la imagen total.
Hay, pues, un Tetragrama general en el que todos los mundos existen y que se actualiza en Adam
Kadmón. Su concreción inmediata es el mundo de Atsilút, que también es un Tetragrama. Como veremos,
hay asimismo un Tetragrama en cada una de las sefirot de Atsilút. Por supuesto, todos son uno y el
mismo. Tan solo puede variar la forma de percibirlo por distintos seres en distintos mundos. Utilizando
un símil sacado de la física moderna, el Nombre es como la ecuación de onda de la Luz Infinita, siendo
sus Letras los operadores de la función de estado. Se aplicaría a todo: tanto a una mínima partícula como
a la Manifestación en su conjunto.
El mundo de Atsilút es donde Adam Kadmón (Kéter puro) toma una forma que es reconocible a
los dominios inferiores. Ambos están en una relación que podríamos entender, al nivel correspondiente,

49
El valor numérico de Adam es 45.
50
Ya que al nivel de Adam Kadmón todo es tan sublime, pero remoto, que es prácticamente
indistinguible de su expresión en Atsilut.

104
como cuerpo y alma. La Luz de la Esencia Ultima Divina – la Luz Directa de En Sof – desciende al
espacio vacío creado por el Tsimtsum sólo hasta el fondo de Atsilút. Más allá de ese punto sólo desciende
la propia Luz de Atsilút (llamada Or Jojmá o Luz de Sabiduría). En términos generales, el tránsito de
Atsilút a Briá es el salto de la Conciencia/Energía Pura al Pensamiento, que es como su cuerpo o
vestidura. La interiorización de ese Pensamiento es la Creación. El complejo En Sof-Adam Kadmón-
Atsilut (como espíritu-alma-cuerpo: tres aspectos de una misma realidad última, que a ese nivel son una
unidad absoluta) recibe el nombre general de El Creador. El resto es La Creación. La estructura, infinita y
totalmente espiritual, en verdad inconcebible para nosotros51, que llamamos Creador, está representada
por el gran Nombre de Dios de Cuatro Letras: .

Resumen:

El Tetragrama – el Nombre de Dios de Cuatro Letras – es la manifestación


completa de En Sof, el Infinito. Dicho de otra manera, es En Sof en la Manifestación.
Como tal, no tiene un lugar concreto en el Árbol de la Vida, ya que, en realidad, es el
conjunto de todo él, siendo las distintas sefirot configuraciones de su Luz. Esto no se
contradice con el hecho de que si consideramos el conjunto de Nombres de Dios
sefiróticos – tal como se consideran en esta escuela, todo lo cual se verá en la lección
específica – vemos que el Tetragrama aparece en varios lugares. Concretamente en Biná
(YHVH Elohim), en Tiféret (YHVH Elóah Vadáat) y en Nétsaj (YHVH Tsebaot). Sin
entrar en discusiones teológicas sobre lugares comunes tales como la ausencia de partes
en Dios, etc., se puede decir que en cada uno de los Nombres compuestos anteriores hay
una proyección del concepto completo de la Deidad52: en Biná para dar lugar a la
Creación, en Tiféret como el principio de identidad, centro del Árbol y semilla de todo
él, y en Nétsaj como la afirmación trascendente y al mismo tiempo el principio del que
brotan todos los Poderes del Cosmos.

Cada una de las letras del Nombre tiene un significado específico. Es como si
cada letra fuere un operador que actuara en la función de onda cósmica de la Luz
Infinita dando lugar a todo lo que existe. El Tetragrama es la fórmula holográfica de la
Creación y, por tanto su forma se repite a todos los niveles: En el esquema de los
mundos manifestados, en la configuración de los Rostros Divinos que reflejan cara a la
Creación la estructura y dinámica internas del árbol de la Vida, las distintas partes del
alma humana que son su correspondencia microcósmica, etc. Ver la tabla de
correspondencias de las letras del Tetragrámmaton.

Letra del Expansión Nivel del


Mundo Sefirá Rostro
Nombre del Nombre alma

Adam Arij
Punta Expansión

Kadmón; Anpin triangular=72


superior Yejidá;
Kéter
de la Hombre
Rostro Chispa Divina
Primordial o
Yod; . Inmenso
Arquetípico

51
Si hemos tratado de modelizarla es para tratar de comprendernos a nosotros mismos en relación con la
Deidad, no para comprender a ésta en sí misma, tarea humanamente imposible.
52
Como ciertamente la hay en toda manifestación de lo Divino, solo que de una forma menos aparente.

105
Atsilút; Ab=72
Jaiá;
Abba
Yod; Jojmá
Mundo Vida; alma
Padre
Divino arquetípica.

Briá;

Sag=63
Neshamá;
Mundo de Imma
1ª He; la Creación; Biná
Alma
Madre
Mundo del espiritual

ser

Yetsirá;

Las seis
Mundo de
Zer
la intermedias:
Anpin Mah=45
Rúaj;
Formación; Jésed,
Vav;

Mundo de Guevurá, Rostro Alma racional

Tiféret, Nétsaj,
la mente y Menor
sus Hod, Yesod.

contenidos

Asiá;
Nukva
Mundo de
Ben=52
Hembra Néfesh;
la acción;
2ª He; Maljút
Mundo Sejiná o Alma vital

físico-
Presencia.
etérico

PRÁCTICA:

1) ORACIÓN: Abrir el corazón y hablar dirigiéndote directamente con tus propias


palabras a YHVH, recordando que

Hú Ejad UShmó Ejad,


Él es Uno y su Nombre es Uno

106
lo que, entre otras cosas, quiere decir que Él está completamente presente en su
Nombre.

Si te cuesta conectar repite el versículo anterior como mantra, o bien alguno de


los siguientes:

Yomán Yetsavé Adonai Jasdó /UVaLaila Shiró Imí /Tefilá LeEl Jayai.
Salmos 42:9: Pero de día mandará Adonay su misericordia, y de noche su cántico estará
conmigo; una oración al Dios de mi vida.

VaAní Tefilatí Lejá Adonai Et Ratsón/ Elohim BeRav Jasdeja/ Aneni BeEmet Yisheja.
Salmos 69:14: Pero yo a ti oraba, Adonay, al tiempo de tu buena voluntad; oh Dios, por
la abundancia de tu misericordia, por la verdad de tu salvación, escúchame.

Darashti Et Adonai VeAnani /UmiKol Megurotai Hitsilani.


Salmos 34:5: Busqué a HaShem, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.

2) MEDITACIÓN:

El Nombre de Dios, el Tetragrama, es en sí un Yijud (una unificación, una


meditación de devekut, de unión) de primer orden. Hemos visto cómo el Nombre de
Dios une:
- El Árbol de la Vida con el Infinito, y esto en conjunto y al nivel de cada
sefirá (mediante sus diferentes vocalizaciones, se verá en lección posterior)
- Las distintas sefirot entre sí: Yod / Jojmá (y su ápice superior Kéter); 1ª He /
Biná; Vav / las seis sefirot de Jésed a Yesod; 2ª He / Maljút.
- Los distintos mundos entre sí: Yod / Atsilút; 1ª He / Briá; Vav / Yetsirá; 2ª
He / Asiá.
- Los distintos Patsufim o Rostros de manifestación de Dios: Yod / Abba-
Padre (y la punta superior de Yod / Atika Kadisha); 1ª He / Imma-Madre;
Vav / Zair Anpin; 2ª He / Nukva.
- Estos son, a su vez, los arquetipos de las distintas potencias del alma: Yod /
Jaiá (y la punta superior Yejidá); 1ª He / Neshamá; Vav / Rúaj; 2ª He /
Néfesh.

El Nombre de Dios – la expresión de su autoconocimiento – es la metafórmula


de la manifestación. La meditación por excelencia, a realizar constantemente en un
estado de Devekut, de unificación de todos los niveles y de adhesión de nuestra alma
a su raíz divina, es la contemplación del Nombre. Dios y su Nombre son Uno. El
Santo, Bendito sea, se halla siempre presente en su Nombre. Si éste se tomara en

107
vano53, Dios no lo permita, la Kedushá (santidad, energía positiva) que canaliza, al
no haber una vasija capaz de contenerla, sería capturada por la Tumá (las fuerzas de
la impureza). Las fuerzas negativas ganarían fuerza y en vez de una santificación, un
Kidush, tendríamos lo contrario, una desecración, un Hilul HaShem, con efecto
negativo sobre nosotros y sobre el mundo.
La meditación continua en el Nombre de Dios es recomendada por grandes
cabalistas, como Isaac de Acco o el Ari, siendo la verdadera aplicación práctica del
versículo (Sal 16:8): “Shiviti YHVH LeNegdi Tamid; He puesto a YHVH delante de
mí siempre”.
Así, dice Rabí Yitsjak de Acco54:
“Debes mantener de continuo las letras del Nombre único en la mente como si
estuvieran enfrente de ti, escritas en un libro con escritura de la Torá (Ashurí) Cada
letra debe aparecer infinitamente grande ... El ojo de tu mente debe mirarlas y al
mismo tiempo tu corazón debe dirigirse hacia el Ser Infinito (En Sof). Tu mirada y tu
pensamiento deben ser como uno...
“[Si eres capaz de hacer esto] ningún mal te acaecerá y no serás víctima de
accidentes. Mientras que estés adherido a Dios, estarás por encima de accidentes y en
control de las situaciones...
“Se puede preguntar por qué hay que ligar los pensamientos al Tetragrámaton más
que a cualquier otro Nombre. La razón es que este Nombre es la causa de las causas
y la fuente de todas las fuentes. En él están incluidas todas las cosas, desde Kéter, la
sefirá suprema, hasta la más insignificante polilla. Bendito sea el Nombre de la gloria
de su reino por siempre y siempre.”

MEDITACIÓN I:

Realizar la meditación anterior repitiendo como mantra el versículo:

Shiviti Adonay Lenegdi Tamid


Pongo (he puesto, estoy poniendo) al Eterno delante de mí siempre

MEDITACIÓN II:

ARMONIZACIÓN CON LA LUZ DIVINA

Una vez alcanzado el estado de meditación (relajación, etc), miramos


entonces hacia el firmamento y vemos que aparece escrito en él el Nombre en
letras de fuego blanco emitiendo luz blanca. Vemos cada letra grande como una casa,
claramente delineada, resplandeciente de luz, llenando todo nuestro campo de visión.
Durante unos instantes nos concentraremos exclusivamente en las letras del Nombre,
vaciando nuestra mente de todo pensamiento.

53
Véase tercer mandamiento.
54
Meirat Enaim. La Luz de los Ojos. Citado de Meditación y Cábala. Kaplan. Pags. 156-7.

108
Vemos entonces cómo un rayo de Luz desciende desde el Nombre y penetra
en nosotros por la zona de la coronilla (el centro microcósmico correspondiente a
Kéter). Esta Luz recorre nuestro cuerpo Sefirá a Sefirá según el Rayo
Relampagueante y las correspondencias sefiróticas internas (si no se conocen,
directamente en cada parte y cada órgano), hasta alcanzar el centro de Maljút bajo
las plantas de los pies donde se estabiliza. Poco a poco la Luz nos va llenando,
limpiándonos y llenándonos de positividad y energía, hasta que nos sentimos
completamente luminosos y radiantes.
Contemplamos todos nuestros centros psíquicos sefiróticos luminosos y
vibrando en la frecuencia de la Luz Divina. Imaginamos todos nuestros órganos y
partes del cuerpo bañados en esa Luz que nos limpia por completo y elimina toda
forma de negatividad. Nos podemos detener en aquellas regiones aquejadas de algún
tipo de dolencia y contemplar cómo la Luz aporta curación, salud y vitalidad.
Sentimos que la Luz penetra hasta la médula de los huesos, fortaleciendo su sistema
inmunológico. Percibimos cómo a través de los miles de capilares y conductos
microscópicos la Luz alcanza a todas las células de su cuerpo y, en particular, limpia,
rectifica y activa las cadenas de ADN del núcleo celular. Podemos ser todo lo
detallado que deseemos o que la situación requiera (en el contexto de curación, por
ejemplo).
Anhelamos adherirnos fuertemente a Dios a través de su bendito Nombre y
sentirnos totalmente unificados con su Luz. Pasamos entonces a la siguiente fase de
interiorización sincronizando la contemplación de las letras individuales con nuestra
respiración.
Para lo cual, volvemos a tomar conciencia de nuestra respiración, profunda y
rítmica y durante unos instantes atendemos a su flujo regular de inspiración y
espiración. Cuando nos sintamos preparados empezamos con el siguiente proceso:
Hacemos una inhalación y meditamos en la letra Yod, atrayendo su luz e
introduciéndola en nosotros. En la exhalación meditamos en la letra He, permitiendo
que su luz nos permee e irradie a través de nosotros. En la siguiente inhalación
meditamos en la letra Vav como una luz pura, llena de fuerza y vitalidad y, por
último, en la exhalación subsiguiente, meditamos en la segunda He, sintiendo cómo
la Presencia Divina nos llena de gozo y alegría a rebosar. En total dos respiraciones
completas.
Es decir, en la primera inhalación, contemplamos la Yod como una luz
blanca, cegadora, radiante, cálida, gozosa. Esta luz penetra por tu nariz y llena y
permea todo tu cuerpo, llenándote de Sabiduría.
En la primera exhalación, espiramos por la nariz y sentimos la He radiando a
través de todo nuestro ser, como una madre que nos rodea y abraza. Al exhalar
expulsamos todas las impurezas de nuestro sistema espiritual.
En la segunda inhalación sentimos cómo la Vav llena nuestro cuerpo, nos
energiza, nos llena de fuerza y vigor, dándonos un corazón limpio, íntegro, verdadero
con nuestro self, completo, maduro, equilibrado. Mantenemos la imagen de la Vav
en luz blanca como la Yod, cristalizada en nuestra mente como un corazón radiante.
Y en la segunda exhalación sentimos que todo nuestro organismo físico es
limpiado y recargado con el poder de la He final. Sentimos su luz refrescante,
rodeándonos e irradiando.

109
Podemos repetir el ciclo completo el número de veces que queramos. Una
posibilidad es hacerlo 26 veces, el número del Tetragrama, concentrándonos no sólo
en la imagen sino también en el sonido de cada letra. Haríamos así en total 52
respiraciones, pero cualquier número es válido. Después permanecemos un buen rato
en contemplación interior, en paz, alegría y plenitud.

MEDITACIÓN 3: UNIFICACIÓN

En particular, Tiféret – que como centro de Yetsirá de Atsilút representa el


Partsuf de Zeir Anpin, el Santo, Bendito sea – es la Vav del Tetragrámaton, pero está
también representada en otro nivel por el Nombre completo Yod/He/Vav/He. La He
final del Tetragrama, como centro de Asiá de Atsilút – y específicamente la sefirá
Maljút, es la Shejiná o Presencia Divina, y está representada en otro nivel por el
Nombre Adonay.
Todas nuestras acciones, oraciones, meditaciones y esfuerzo espiritual se
realizan en aras de la unión del Santo, Bendito sea y de la Shejiná, que se halla en
estado de exilio entre las criaturas. Esta es la Santa Unión – del cielo y la tierra, lo
alto y lo bajo, lo subjetivo y lo objetivo, lo masculino y lo femenino, Tiféret y Maljút
–.
Se puede trabajar mediante el siguiente Yijud:

La primera fase es la visualización de Tetragrámaton:

Después se expande la segunda He, que es la Shejiná, cuyo Nombre es Adonai, el


cual se escribe en su lugar adecuado:

La Shejiná se encuentra entonces perfectamente unida a su consorte, lo cual se


expresa entrelazando las letras, una a una, nivel a nivel:

Para ponernos en el nivel de conciencia adecuado, quizá resulte útil realizar la


siguiente contemplación:
La Alef que representa la unidad de la Creación y que porta el sello del
Tetragrama se une con la Yod de la Sabiduría suprema y del arquetipo de la Deidad
manifestada. La Dalet de la manifestación en sí – la fuerza del cuaternario, origen de

110
la multiplicidad – se une con la He del Espíritu (quinto elemento) Divino. La Nun de
la individuación – conteniendo a todas las criaturas – se una a la Vav del supremo
Self Divino. Por último, la Yod de la obra final completada – de la Sabiduría
actualizada, conteniendo todas las esferas y órdenes de fuerzas naturales – se une a la
He del Reino de Dios, el perpetuo Shabat, la perfección última del Plan Divino
realizado en la Tierra y en el Cosmos.

Visualizamos cómo de la luz que irradia esta unificación todos los seres de todos
los mundos reciben bendición, paz, plenitud, realización.

Este Yijud es tan importante que en algunos Sidurim (libros de oraciones)


sustituye por completo al Nombre de Dios, apareciendo éste siempre en la forma
anterior, es decir, con la He expandida conteniendo al Nombre Adonai y a
continuación las ocho letras entrelazadas. Así, en todas las oraciones, cada vez que
leemos el Nombre de Dios YHVH y pronunciamos Adonai, estamos de hecho
actualizando la unificación. De este modo hacemos nuestra pequeña contribución a la
realización del Reino de Dios en la Tierra.

Otras meditaciones seguirán en lecciones posteriores.

111
CURSO BÁSICO DE CÁBALA
por Eduardo Madirolas
www.lacabaladelaluz.com
e-madirolas@hotmail.com

Quinta lección: LOS TRES PILARES

Una de las divisiones fundamentales del Árbol de la Vida – en orden a expresar


su dinámica – es el sistema de las tres columnas.

La Cábala no es un sistema dual. Las sefirot siempre actúan en conjuntos de tres.


Por supuesto que hay sefirot que forman pares complementarios polarizados entre sí.
Así, las que se encuentran en los pilares laterales, lo cual forma un circuito de fuerza
que genera energía. Pero dos sefirot laterales siempre se equilibran mediante una tercera
en el pilar del medio. Siempre hay un tercer término, conformando una relación
dialéctica de la cual el punto central sería la síntesis.

Tenemos, pues, los siguientes agrupamientos en tres columnas o pilares:

Pilar de la derecha (situándonos frente al Árbol):


Está formado por Jojmá, Jésed y Nétsaj. Estas tres sefirot son dadoras, ponen en
movimiento, son motivadoras, energéticas.
Es llamado Pilar de la Misericordia, de la Fuerza, de la energía del dar. Es el
polo positivo. Sus sefirot son activas.
Pilar de la izquierda:
Está formado por Biná, Guevurá y Hod. Estas tres sefirot son receptoras.
Limitan y organizan.
Es llamado Pilar de la Severidad (o del rigor), de la Forma (entendida como
fuerza que ha sido organizada), de la energía del recibir. Es el polo negativo. Sus sefirot
son pasivas.
Pilar del medio:
Consiste en Kéter, Tiféret, Yesod, y Maljút. Sus sefirot son sintetizadoras y
equilibradoras. El pilar de la fuerza pone en movimiento; el pilar de la forma organiza;
en el pilar del medio las cosas simplemente “son” (tienen existencia, identidad).
Es llamado Pilar del Equilibrio (Fuerza-Forma-Equilibrio), de la suavidad
(Misericordia-Severidad-Suavidad), Pilar de la Conciencia (Energía-Organización-
Conciencia). Expresa la energía del compartir (Recibir para Dar). Es neutro.
Las tres columnas

.
A continuación se muestran distintos conjuntos de cualidades organizados en
ternas, las cuales son aplicables al modelo de los tres pilares:

Izquierda Medio Derecha


Severidad Suavidad Misericordia
Forma Equilibrio/ser Fuerza
Energía de recibir Compartir Energía de dar
Organización Conciencia Energía
Cargas - Neutras Cargas +
Oscuras Claras Luminosas
Pasivas Reactivas Activas
Magnéticas Neutras Eléctricas
Femeninas Andróginas Masculinas
Yin Tai Chi Yang
Necesidad Creatividad Libertad
Fondo Gestalt Figura
Restricción Equilibrio Expansión
Centrípeta Orbitante Centrífuga
Mov. Circular Mov. Ondulatorio Mov. Lineal
Repulsiva Equilibrante Atractiva
Antítesis Síntesis Tesis

Las dos columnas laterales son funcionales, pero la conciencia asciende o


desciende sólo por el pilar del medio – el Pilar de la Conciencia – por todos sus grados
y niveles.
Por ejemplo, si estudiamos intelectualmente sobre un tema (mediante Hod)
obviamente nos extendemos en esa dirección, pero eso no nos supone en sí una
elevación del nivel de la conciencia. No por estudiar mucho aumentamos nuestro nivel
de conciencia, ni tampoco por dar rienda suelta a nuestras emociones (Nétsaj). El
cambio de nivel, el salto cuántico, se produce cuando pasamos de Yesod a Tiféret, del
nivel del ego al nivel del self, de la personalidad a la individualidad ligada al yo
auténtico.
Los pilares laterales funcionales juegan un papel muy importante en cuanto que
generan la tensión que permite esa elevación del nivel de conciencia. Si hay una
emocionalidad reprimida o suprimida, es necesario expresarla (trabajo de Nétsaj) como
condición previa para la individualización tiferética. Es importante también aprender
(trabajo de Hod) una nueva visión del mundo. Porque si seguimos aferrándonos a la
visión corriente del sentido común – que no propugna el cambio psicológico – nunca
vamos a salir de ella. Una nueva visión del mundo, unas nuevas ideas acordes con el
nuevo estatus deseado, posibilitan de forma natural la correspondiente elevación del
nivel de conciencia. En ambos casos estamos trabajando por los senderos laterales que
unen Nétsaj y Hod con Tiféret, pero la elevación del nivel de conciencia en sí, como
hemos dicho, se hace por el pilar central, de Yesod a Tiféret en este caso.

Así pues, en los pilares laterales nos apoyamos para lograr el ascenso y eso
representa un cambio importante respecto de lo que es el misticismo puro que trabaja
principalmente con el pilar del medio
Hay un aforismo fundamental en Cábala que dice: “Todas las sefirot son
igualmente sagradas”.
No decimos que Kéter es mejor que Maljút porque Maljút sea el plano físico y
Kéter sea la Realidad Una. Ambas, como arquetipos de lo Divino, son igual de
sagradas. Si no, estaríamos diciendo que en Dios hay diferencias, que hay partes más
sagradas que otras, lo cual es absurdo.
En Cábala no se rechaza nada, se aspira a conseguir un equilibrio de todos los
factores, cada cosa en su proporción justa.

En el sendero místico, la persona intenta ascender por el pilar del medio, en


principio desde su Yesod. Lo que pretende es que Yesod, que es el espejo de la mente,
sea el reflejo más fiel posible de su Tiféret. Y para que este espejo esté completamente
limpio se esfuerza en cortarse de las influencias de los pilares laterales.
Intenta no pensar, suprimir su mente; intenta no sentir, suprimir sus emociones.
En un camino ascético, el místico intenta incluso cortarse del plano físico, anulando al
máximo la influencia de su cuerpo con privaciones y otras prácticas. De esa manera
aislaría su Yesod y lo haría completamente receptivo. Es una técnica que en cierto modo
es válida, pero no es una situación ideal, ni mucho menos permanente.

El cabalista siempre considera las tres fuerzas en acción: desarrolla su Hod, y


estudia. Desarrolla su Nétsaj y expresa sus emociones, incluso a veces las potencia. Por
supuesto no por sí mismas ni para sí mismas, sino para generar la suficiente fuerza
como para ascender. Tendríamos así como un arco que se apoyara en Hod y Nétsaj y
con ello se podría tensar la flecha de la conciencia desde Yesod lo suficiente como para
poder ascender.

Insistimos de nuevo en la importancia del equilibrio. Hay otro aforismo


fundamental que dice: “El Árbol siempre acaba equilibrándose a sí mismo”
Si nosotros, en una circunstancia cualquiera de la vida de la personalidad, nos
escoramos mucho hacia Hod, sólo podremos hacerlo hasta un límite porque
inmediatamente se generarán las fuerzas o circunstancias que inicien el movimiento
pendular hacia el pilar contrario. En este caso hacia Nétsaj, hacia la parte emocional. Y
esto se hará de forma consciente o inconsciente, interna o externamente, de forma
natural o patológica. Porque el Árbol busca el equilibrio y “siempre acaba
equilibrándose a sí mismo”.
Por eso es importante encontrar el equilibrio, la síntesis en el pilar central. Si no
estaremos experimentando constantemente un movimiento pendular, de una a otra
columna. Situación que resulta habitual al nivel de la personalidad: estamos sometidos
siempre a un vaivén porque el equilibrio en Yesod es inestable. El verdadero equilibro
de la personalidad se alcanza en Tiféret.
En Tiféret se llega a un equilibrio estable de los distintos factores de la
personalidad, ahora que están todos presentes. Eso no es posible en Yesod (naturaleza
lunar), que es fluctuante, muy receptivo y reactivo.
Yesod refleja y reacciona, y se mueve a uno u otro lado según las circunstancias
internas y externas. Porque hay que tener en cuenta que Yesod siempre está
experimentando la tensión producida por las partes suprimidas de la personalidad que,
como portadoras de energía, están pugnando por aflorar a la conciencia y expresarse en
el mundo externo. Yesod está así en lucha consigo mismo antes del cambio de marcha y
la individuación subsiguiente, y por tanto en un equilibrio precario.
Kéter, la primera sefirá y cabeza del pilar del medio, obviamente es el equilibrio
supremo.
Kéter es un estado por encima de toda dualidad. No es que en Kéter los opuestos
estén unificados. Simplemente es un estado anterior a ellos; un estado en el que
vida/muerte, pleno/vacío, bien/mal, y así con todas las polaridades, son lo mismo y
carecen de significado. Kéter es el fulcro del que cuelgan todas las balanzas
manifestadas por las sefirot del Árbol de la Vida.
Si se puede hablar de alguna dicotomía al nivel de Kéter (que, no olvidemos, se
halla en el pilar del medio) sería la que representa el equilibrio global del Árbol frente a
lo Absoluto (inmanifestado), es decir, la dualidad entre Inmanifestado y Manifestación1.
A veces se nombra esta polaridad esencial como existencia negativa y existencia
positiva. O como potencialidad absoluta y actualidad, la polaridad que se da entre la
nada y el ser.
Desde nuestra perspectiva, podemos imaginar a Kéter como una esfera partida
por la mitad, la mitad superior es el inmanifestado, la inferior es la manifestación
(aunque desde el punto de vista de Kéter ambas son una y la misma). Ésta sería la
primera polaridad del sistema, que de alguna manera se manifiesta en Jojmá y Biná
(sabiduría y entendimiento; lleno y vacío; fuerza y forma; energía y organización;
conciencia pura y contenido de la conciencia) que, aunque también eternamente unidas2,
son al menos distinguibles desde un punto de vista conceptual.
En la imaginería antropomórfica, en el que cada nivel de manifestación de lo
Divino – Rostro Divino o Partsuf – tiene un aspecto masculino y un aspecto femenino,
en Kéter – el Rostro Inmenso – ambos son absolutamente indistinguibles. En Jojmá y
Biná – Padre y Madre – los amantes son ya discernibles, si bien completamente
inseparables3. Hay separación a partir de Daát4, en las sefirot por debajo del abismo.
Allí, el Rostro Menor (el Hijo, el Rey, el Santo Bendito Sea, Adam, el Rostro centrado
en Tiféret) y la Hembra (la Hija, la Reina, La Presencia de Dios o Shejiná, Javá-Eva, el
Rostro centrado en Maljút) se separan y se unen (correspondiendo metafóricamente con
los periodos de oscuridad y luz). De hecho, su separación y posterior reencuentro y
unión constituyen el gran tema de la historia espiritual de la Creación.
Jojmá y Biná son el arquetipo de la polaridad Yang/Yin a un nivel primordial.
Las características clásicas de la filosofía china, a saber:
Yang: masculino, duro, caliente, expansivo, seco, luminoso.
Ying: femenino, blando, frío, contractivo, húmedo, oscuro,
son aplicables a este par, si bien no las percibimos en estado puro sino a un nivel
inferior de manifestación5.

Jésed es una sefirá del pilar de la fuerza, pero aquí la energía ya ha pasado por la
restricción de Biná. Es una esfera de energías organizadas, de energías formales.
En Guevurá la energía se constreñía y se hacia más dinámica, más poderosa. Por
eso es muy energética a pesar de estar en el pilar de la forma.
Jésed es una esfera de energías formales y Guevurá lo es de formas energéticas.
Conforme vamos descendiendo por el Árbol todo aparece más organizado y dividido.

1
El concepto de Manifestación es más amplio que el de Creación, porque éste excluye el Mundo Divino,
mientras que el anterior lo incluye. Ver la lección sobre el Rayo Relampagueante.
2
Se dice que Jojmá y Biná son dos amantes que nunca se separan.
3
Jojmá y Biná, conjuntamente, son las fuerzas de la Creación.
4
Es el mito del Árbol del Conocimiento.
5
Las cualidades enunciadas aquí son simbólicas y no se refieren por necesidad a su manifestación en uno
u otro género físico.
Jésed es expansión, Júpiter. Guevurá es contracción, Marte. Como resultado de
la acción de ambas, centradas las formas energéticas en sí mismas y en equilibrio
estable, tenemos identidad, ser. Y el punto de equilibrio, el ser de cada cosa, está en
Tiféret, Sol, en el pilar del medio. Desde Tiféret el ser tiende a expresar su propia
naturaleza y eso sería Nétsaj, y así sucesivamente.
Siempre tenemos ese triple juego de fuerza, forma y equilibrio. Entonces, si por
ejemplo una situación se anquilosa demasiado y tiende a hacerse muy formal, porque
tiende a repetir unas pautas estereotipadas, se genera una reacción energética para
volver al equilibrio. Como hemos dicho, el árbol siempre acaba equilibrándose a sí
mismo. Lo suave o traumática que sea la reacción energética dependerá de lo lejos que
se haya llegado en el anquilosamiento de la estructura.

El equilibrio al nivel de Jésed y Guevurá es esencial en la dinámica del Árbol.


Notamos que los nombres más corrientes para los pilares laterales – de la Misericordia y
de la Severidad – corresponden a estas dos sefirot.
Igual que el construir y liberar energía destruyendo (anabolismo y catabolismo)
son la base del metabolismo químico del cuerpo (su energética), la acción combinada de
Jésed y Guevurá (amor-expansión y poder-restricción) es la base del metabolismo del
alma. Y lo que expresa el equilibrio entre ambas es el nivel ético de la persona 6. Este
equilibrio es fundamental como palanca para la consolidación del centro tiferético
después del cambio de marcha.
Al hablar de ética nos referimos a la ética del desarrollo de las virtudes morales
de la persona que van a ser la base del desarrollo de las virtudes intelectuales o
espirituales de la persona. La ética del corazón es el desarrollo del propio Tiféret en
base a la responsabilidad de las acciones, acciones emprendidas desde Jésed y Guevurá.
La persona que está en Tiféret es completamente responsable de sí misma.
El exceso de energía en una sefirá hace que ésta se torne negativa,
desequilibrada. Es decir, las características positivas de esa sefirá se van desplazando
hacia el lado negativo por exceso de energía. Así, un exceso de severidad se
desequilibra hacia la crueldad, la represión y la opresión, etc. Por el contrario, un exceso
de misericordia llama a la autoindulgencia, la debilidad, la excesiva permisividad que
hace que la negatividad aflore y se reproduzca, etc. En ambos casos se generan las
fuerzas que tienden a volver al equilibrio y eso se ve tanto en los individuos como en las
sociedades y los periodos históricos. El ingrediente que falta es Tiféret, el centro
equilibrado, que es capaz de afrontar las cosas y situaciones como son, en su
complejidad, y darlas una salida creativa.

El equilibrio es importante a todos los niveles. El Árbol es como un edificio


soportado por sus columnas. Y si los pilares no están bien asentados en los niveles
inferiores, todo el edificio puede derrumbarse al ser sometido a los potenciales elevados
de las sefirot superiores. Por eso es importante evolucionar poco a poco, consolidando
los niveles inferiores antes de intentar tomar los cielos por asalto.
Aunque parezca lo contrario, en la individuación, hay que empezar por fortalecer
el ego, alcanzar un cierto nivel de autoestima. La persona tiene que tener un fundamento
sólido en Yesod para evolucionar hacia arriba.
En nuestra sociedad se da un desequilibrio crónico hacia Hod, o sea, hacia la
mente, estando Nétsaj muy inhibida. Por lo general, poca gente expresa sus emociones y

6
La ley moral, frente a la ley sobrenatural de las sefirot superiores y la ley natural de las sefirot inferiores.
las asume de una forma fluida y creativa. Por eso para llegar a Tiféret – corregir el
desequilibrio – suele ser necesario un trabajo fuerte previo sobre las emociones.
Después, cuando se alcanza Tiféret, en los primeros momentos7 es más fácil
moverse hacia el pilar de la forma que hacia el pilar de la fuerza. El individuo es alguien
que se conoce a sí mismo, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Poco a poco adquiere
así poder personal, y cada vez va consiguiendo más lo que quiere. La tentación es
entonces usar ese poder exclusivamente para sí (desequilibrio hacia el exceso de
Guevurá). Si uno no pone el poder al servicio de otras personas, acaba siendo engullido,
tragado por él. Lo que ocurre entonces es que se vuelve a caer por el propio pilar de la
forma (sendero Guevurá - Hod) de vuelta de nuevo a Yesod, habiendo perdido
realmente la conciencia Tiferética, de la cual en Yesod sólo queda el recuerdo – el
ensueño si se quiere - aunque ese recuerdo puede servir de acicate para volver a
ascender de nuevo.
El camino para no caer en esa situación es pegar un salto de Guevurá a Jésed,
por medio del servicio, preocupándose de verdad por los demás. Entonces el posible
desequilibrio hacia Jésed viene por la parte de la autoinmolación y el martirio, pero esa
es ya otra historia.

ANEXO

En el Séfer Yetsirá, los ternarios sefiróticos se trasladan a las letras. Esto es


particularmente cierto de las tres letras madres: Shin, Mem y Alef, que son
respectivamente definidas como activo, pasivo y equilibrante.
Es interesante reproducir el texto (capítulo 3) en el que esta trinidad es definida.

“1. Tres Madres: Aleph, Mem y Shin. Su fundamento es un platillo de mérito, un


platillo de responsabilidad y la lengua del decreto decidiendo entre ambos.
2. Tres Madres: Aleph, Mem y Shin. En seis sellos se encuentra oculto y sellado un
gran y maravilloso secreto. Y de ellas emanan el Aire, el Agua y el Fuego. De ellas
nacieron los Padres y de los Padres las generaciones.
3. Tres Madres: Aleph, Mem y Shin. Él las grabó, talló, permutó, pesó y las
transformó. Mediante ellas formó tres Madres AMSh en el Universo, tres Madres
AMSh en el Año y tres Madres AMSh en el Alma (néfesh), macho y hembra.
4. Tres Madres: Aleph, Mem y Shin, que en el Universo son el Aire, el Fuego y el
Agua. Los cielos fueron creados a partir del Fuego; la Tierra fue creada a partir del
Agua, y el Aire del Aliento se mantiene entre ambos.
5. Tres Madres: Aleph, Mem y Shin, que en el año son el Calor, el Frío y lo Templado.
El Calor es creado del Fuego, el Frío es creado del Agua y lo Templado del Aliento,
decide entre ambas.
6. Tres Madres: Aleph, Mem y Shin, que en el Alma, masculina y femenina,
constituyen la Cabeza, el Vientre y el Pecho. La Cabeza es cread del Fuego, el
Vientre es creado del Agua y el Pecho del Aliento, decide entre ambos.
7. Él hizo la letra Aleph reinar sobre el Aliento. La coronó y la combinó con todas las
demás, y con ellas formó el Aire en el Universo, lo templado en el año y el pecho en el
Alma: el masculino con AMSh y el femenino con AShM.
8. Él hizo a Mem reinar sobre el Agua. La coronó y la combinó con todas las demás.
Con ellas formó la tierra en el Universo, el Frío en el año y el vientre en el Alma: el

7
Aunque no hay reglas fijas. El self es algo absolutamente individual.
masculino con MASh y el femenino con MShA.
9. Él hizo a Shin reinar sobre el Fuego. La coronó y la combinó con todas las demás.
Con ellas formó el cielo en el Universo, el Calor en el Año, y la Cabeza en el Alma: la
masculina con ShAM y la femenina con ShMA.”

En general, este concepto de activo, pasivo y equilibrante es tan importante que


Dios mismo incorpora su dinamismo en su Nombre (imagen/forma de Sí mismo, lo que
constituye la esencia interna de la Luz y la energía pura de su Pensamiento). Tal como
el Séfer Yetsirá había determinado en el capítulo 1, al establecer la génesis de las
sefirot:

“13. Escogió tres letras de entre las tres simples [Yod He Vav], según el misterio
de las tres madres: Aleph, Mem y Shin. Las fijó en su Gran Nombre [Yod He Vav He] y
con ellas selló las seis extremidades
Cinco: Selló lo alto y encaró hacia arriba. Lo selló con Yod Heh Vav.
Seis: Selló lo bajo y encaró hacia abajo. Lo selló con Heh Yod Vav.
Siete: Selló el Este y encaró hacia delante. Lo selló con Vav Yod Heh.
Ocho: Selló el Oeste y encaró hacia atrás. Lo selló con Vav Heh Yod.
Nueve: Selló el Sur y encaró a la derecha. Lo selló con Yod Vav Heh.
Diez: Selló el Norte y encaró a la izquierda. Lo selló con Heh Vav Yod.”

Hacemos las siguientes observaciones:

1. El valor numérico de cada una de estas permutaciones es 21 (Y=10, H=5,


V=6). Este es el valor también del Nombre Divino Eheié (A=1, H=5, Y=10, H=5), que
significa Yo soy (o Yo seré) y que Dios revela en la zarza ardiente delante de Moisés.
Así, cada fase de la Creación está escrita con el Nombre de Dios que es una imagen de
Sí mismo. Estamos siguiendo el rayo relampagueante el sendero de la Creación. Las
cuatro primeras fases son, precisamente, el Espíritu de Dios, el Aire, el Agua y el
Fuego.
2. Estas tres letras, Y, H y V, se dice que encierran el secreto de las tres madres,
las cuales, a su vez, corresponden a las tres fases anteriores de aire, agua y fuego. Ya
que estamos permutando, lo que varía es, entonces, la preponderancia de uno u otro
factor.
3. Precisamente el movimiento del Espíritu Divino (1ª Sefirá, a la que
tradicionalmente corresponde el Nombre Divino Eheié) es lo que se plasma en las
combinaciones y permutaciones de letras, con lo cual se nos está explicando la esencia
del acto creativo. De paso se nos da una formidable técnica de meditación con letras: la
de permutación o Tseruf.
4. El movimiento del Espíritu alcanza un punto de descanso en el centro del
cubo, que corresponde a la cuarta letra del Nombre (2ª Hé) y que es, obviamente, el
Shabbat o séptimo día, en el que Dios descansó (y santificó ligándolo a su Nombre).
Esta última fase recoge todas las influencias de las anteriores e inicia el nuevo ciclo.
5. Sellar un espacio es determinar un centro. Sólo por referencia a un punto que
actúa como centro del sistema de coordenadas podemos hablar de polaridades y
dimensiones. También podemos inferir que las seis direcciones están definiendo las
dimensiones que especifican la conciencia de Yo soy. Si en términos muy generales
hablamos de Yod, He y Vav como padre, madre y unión, la cual puede manifestarse
como fruto o descendencia, o también activo, pasivo y equilibrante (en general las
ternas metafísicas son aplicables) en el arriba – sellado con YHV – es el deseo de dar el
que proyecta sobre el deseo de recibir para crear, mientras que en el abajo es el deseo de
recibir el que atrae, por así decir, sobre el deseo de dar para producir, y el resultado es la
dimensión de lo espiritual/material según predomine el aspecto luz o el aspecto vasija.
La dimensión este/oeste es la dimensión de consciente/subconsciente (delante y detrás.
También pasado y futuro). Este es VYH, indicando que algo nuevo se va a manifestar
con un nuevo impulso en la conciencia que habrá que trabajar posteriormente
(amanecer). Oeste, VHY, una semilla se deposita que será procesada en las
profundidades. Sur y norte son masculino y femenino, o mejor yang y yin, para quitar
connotaciones culturalmente determinadas. Aquí podríamos hablar de Gran yang-
pequeño yin en la máxima manifestación de luz solar que se produce en el sur (YVH) y
Gran yin-pequeño yang en la fase opuesta de oscuridad nocturna (HVY). La letra Vav,
que indica cópula y conjunción es como la línea ondulada del Tai Chi, estableciendo el
equilibrio de la balanza (y su dinamismo).
6. En realidad, podemos superponer el ternario de las letras en cualquiera de las
tríadas sefiróticas del Árbol de la Vida, dando lugar a diversos circuitos dinámicos. Por
ejemplo, al nivel de Jésed/Guevurá/Tiféret que podemos leer como misericordia
expansión y amor (Jésed y letra Yod), severidad, juicio, limitación y poder (Guevurá y
letra He) y, por último, self, identidad e integración (Tiféret y letra Vav), tendríamos
que YHV es (camino del rayo relampagueante) expansión impulso, seguido de una
limitación, o sea, una circunscripción, produciendo un algo autoorganizado y estable
(Vav); por ejemplo, una identidad. YVH: expansión amor sobre uno mismo, el self; Una
nueva fuerza o un nuevo recurso incide sobre el individuo (le es dada una autoridad,
accede a un puesto) lo cual provoca un dinamismo. El individuo ha de desarrollar una
estrategia (He), poner en marcha algún control, determinar qué va a hacer con ello.
HVY: de la severidad a la misericordia. Se piensa que hay demasiado y hay que
restringir. El individuo Vav lo sufre o se reorganiza y adapta. HVY: Severidad sobre
uno mismo, autolimitación, disciplina, generando energía para construir (tipo Jésed).
VYH: El individuo pide. Obtiene según el mérito (He). Si obtuviera sin límite
desarrollaría un sentimiento de pan de la vergüenza. VHY: El individuo se esfuerza y
consigue. Es el sendero evolutivo, el inverso del Rayo relampagueante.
7. Las combinaciones de letras pueden considerarse como ecuaciones
energéticas de un nivel abstracto que se aplican a cualquier proceso en cualquier
dominio (por algo llevan el sello de lo divino). Esto sería un buen resumen de los
anterior.

MEDITACIONES

CORRESPONDENCIAS ANATÓMICAS SIMPLES

Kéter: Se ubica por encima de la cabeza o rodeándola como una corona. También, el
cráneo en general.
Jojmá: Hemisferio cerebral izquierdo. Parte izquierda de la cara.
Biná: Hemisferio cerebral derecho. Parte derecha de la cara.
Sendero Jojmá-Biná: Cuerpo calloso y estructuras intermedias, tálamo, hipotálamo.
Centro de la frente (tercer ojo).
Daat: Garganta. Tiroides.
Jésed: Hombro, brazo y mano izquierdos.
Guevurá: Hombro, brazo y mano derechos.
Tiféret: Corazón, torso.
Pilar del medio en general: Columna.
Sendero Jésed-Guevurá: Timo, metabolismo.
Nétsaj: Cadera y pierna izquierdas.
Hod: Cadera y pierna derechas.
Sendero Nétsaj-Hod: Plexo solar, centro del ombligo.
Yesod: Órgano sexual. Bajo abdomen.
Maljút: Pies. Base de la columna.

El ser humano está hecho a imagen del Árbol de la Vida, tanto externa como
internamente, y tanto anatómica como funcionalmente.
Hay que tener en cuenta que cuando estamos frente al Árbol de la Vida (externo,
macrocósmico) el pilar de la fuerza está a nuestra derecha y el pilar de la forma a
nuestra izquierda. Pero cuando asumimos el Árbol (microcósmico) es como si nos
diéramos la vuelta y miráramos desde él, con lo cual el pilar de la fuerza está ahora a
nuestra izquierda y el de la forma a nuestra derecha. Lo cual ya se habrá percibido al
hacer la cruz cabalística.

EJERCICIO I

Visualizar el Árbol de la Vida sobrepuesto a nuestro cuerpo como un medio de


alcanzar el equilibrio. Las sefirot se visualizan luminosas del color correspondiente. Los
senderos se visualizan como canales por los que circula la LUZ (conciencia/energía).
De pie. Visualizamos la esfera de Kéter encima de nuestra cabeza, a unos pocos
centímetros. Jojmá y Biná sobre los hemisferios correspondientes. La esfera de Jésed
en el hombro izquierdo y la de Guevurá en el derecho. Tiféret en el área del corazón.
Nétsaj en la cadera izquierda. Hod en la derecha. Yesod en el área genital. Maljút bajo
las plantas de los pies.
Alcanzar una imagen global y permanecer en un estado de ecuanimidad interna
durante unos instantes.

EJERCICIO II
(Meditación Yo Soy I)

En este ejercicio visualizamos las dos columnas laterales externas a nosotros, a


ambos lados, el pilar de la fuerza (de color blanco) a nuestra izquierda y el de la forma
(de color negro) a nuestra derecha. Nosotros somos ahora la columna central. La altura
de los pilares coincide más o menos con la nuestra, hasta el nivel de las sienes. Tenemos
los brazos abiertos y las manos se apoyan en los pilares laterales. Percibimos ambas
columnas como formando una batería de fuerza, polo positivo el blanco y negativo el
negro. Nos visualizamos de una forma ideal, como expresando el potencial total de lo
que somos. Llevamos puesta una corona, o bien una aureola de luz rodea nuestra
cabeza. Sin pensamientos, pronunciamos continuamente el mantra YO SOY QUIEN
YO SOY de una forma entrelazada: “Yo soy quien yo soy quien yo soy quien yo soy...”
Yo soy quien yo soy es la traducción al castellano del Nombre con que Dios
responde a Moisés en el episodio de la zarza ardiente. En hebreo: Eheié Asher Eheié (la
h en hebreo se parece a la inglesa. No pronunciar como j fuerte. Sh también corresponde
al sonido inglés correspondiente). El mantra puede también pronunciarse en hebreo:
“Eheié Asher Eheié Asher Eheié Asher Eheié...”. Este Nombre se estudiará en la lección
correspondiente sobre Nombres Divinos.
La meditación Yo Soy debe hacerse diariamente durante diez minutos
aproximadamente. Puede sustituir a la relajación y respiración del programa de
ejercicios, pero no a los ejercicios de visualización y concentración en esta etapa tan
temprana.
En la vida cotidiana puede hacerse la visualización instantánea y recitar
internamente el mantra siempre que se necesite algún tipo de autoafirmación tiferética
positiva.

EJERCICIO III
(Meditación de las tres columnas)

Visualizamos el pilar de la fuerza a nuestra izquierda en la forma del Tetragrama


en fuego blanco, escrito verticalmente en ella: Yod – Jojmá; He – Jésed; Vav – Nétsaj;
He – Maljút (recordar las correspondencias corporales)
Visualizamos el pilar de la forma a nuestra derecha en la forma del Tetragrama
escrito en vertical, en letras de fuego de color rojo: Yod – Biná; He – Guevurá; Vav –
Hod; He – Maljút.
Aparece a través de nosotros la columna central de pura luz, uniendo el Cielo
con la Tierra, con el Nombre de Dios en vertical en pura luminosidad: Yod – Kéter; He
– Tiféret; Vav – Yesod; He – Maljút.
Somos conscientes del circuito de energía. Mediante el pilar de la fuerza damos,
mediante el de la forma recibimos, en el pilar del medio compartimos (nuestra vasija
irradia). Permanecemos en equilibrio, simplemente observando.

EJERCICIO IV

Puede hacerse como continuación del anterior. Esta vez Tetragrama completo
sobre la cabeza, en el centro de Kéter. Yod, Jojmá, hemisferio izquierdo; He, Biná,
hemisferio derecho; Vav, Daát Elión, centro de la frente; He, Daát tajatón, centro de la
garganta. Yod, Jésed, hombro izquierdo. He, Guevurá, hombro derecho; Vav, Tiféret,
centro del corazón; He, centro del ombligo. Yod, Nétsaj, cadera izquierda; He, Hod
cadera derecha; Vav, Yesod, centro genital; He, Maljút, pies o base de la columna
(según estemos de pie o sentados).
La luz asciende y desciende.

El Nombre de 12 letras es el constituido por tres Tetragrámaton. Según el Zohar,


mediante este Nombre el profeta Elías consiguió la inmortalidad.
CURSO BÁSICO DE CÁBALA
por Eduardo Madirolas
www.lacabaladelaluz.com
e-madirolas@hotmail.com

Lección 6: EL RAYO RELAMPAGUEANTE

“Diez Sefirot de la Nada.


Su visión es como la apariencia del rayo
y su límite no tiene fin”
(Séfer Yetsirá 1:6)

El diagrama del Rayo Relampagueante tiene una estructura en zigzag que


desciende desde lo Inmanifestado hasta la parte más densa de la Manifestación.

¿Qué es el Rayo Relampagueante?


Es el sendero de la creación.
Es el descenso del poder desde la fuente inmanifestada hasta el estado de
máxima separación; desde el punto más alto al punto más bajo del Árbol de la Vida.

Kéter es una Sefirá que mira hacia las dos direcciones.


La parte superior mira hacia arriba, lo inmanifestado.
La parte inferior mira hacia abajo, lo manifestado.
Por eso en las representaciones antropomórficas de la divinidad siempre se
visualiza a Kéter de perfil, con un solo rostro: la cara que mira hacia la manifestación.
No vemos la cara que mira hacia lo inmanifestado.

La Cábala considera que la Realidad total se presenta bajo dos caras o facetas:
una manifestada, que es lo que llamamos existencia positiva; la segunda inmanifestada,
la existencia negativa. Esto desde nuestro punto de vista como seres manifestados.
Desde el punto de vista superior, la existencia negativa es el estado de Absoluto y es la
verdadera realidad. La existencia positiva es una existencia relativa, ilusoria.

No estamos instaurando con ello un tipo de dualismo, ya que ambos términos


son relativos el uno al otro. La Realidad incluye tanto al ser como al no ser. De hecho,
como vemos, se considera al primero como una función del segundo más que a la
inversa. La verdadera Realidad no está manifestada como tal, en su estado de plenitud
absoluta. La manifestación no es un estado diferente, sino un estado contraído, limitado,
restringido, de la primera.

Nosotros no podemos tener ninguna concepción ni imagen sobre lo absoluto, por


lo que, como punto de partida, utilizamos unos conceptos base, a modo de velos o
cortinas, que son: la nada (Ayin), el infinito (En Sof) y la luz infinita (Or En Sof), para
poder representarnos de alguna manera algo referente a ese estado sin condiciones.

Los tres estados primigenios reciben el nombre de “velos de la existencia


negativa”. Son los velos puestos delante de lo absoluto. Son el fondo último que nos
permite percibir algo delante de ellos: la manifestación. El proceso es metafóricamente
análogo a la percepción de la luz sobre el fondo de la oscuridad de la noche.

Vamos a poner sus nombres en hebreo para que se vea cómo cada nuevo estado
añade un término más al anterior, lo cual no se refleja bien en castellano:
AIN: La nada (negación)
AIN SOF (pronunciado En Sof): El infinito, la ausencia de límites
AIN SOF AUR (Pronunciado En Sof Or): La luz infinita

Hay que tener en cuenta que la dualidad entre existencia y no existencia, vacío y
ser, existencia negativa y existencia positiva es algo que se da a todos los niveles: mente
y cuerpo, espíritu y mente, etc.
¿Existe, por ejemplo, la mente desde el punto de vista del cuerpo?
Nadie la ha encontrado porque desde el punto de vista del cuerpo está en estado
de existencia negativa.
Eso es justamente lo que entendemos por existencia negativa: algo que está no
manifestado directamente, sino que se manifiesta por medio de la existencia positiva.
Ésta sería el vehículo o cuerpo de manifestación de la existencia negativa.
En cada plano ocurre del mismo modo: desde el punto de vista de “abajo” es
como si la realidad de “arriba” no existiera. Pero desde el punto de vista de ésta, la suya
es la verdadera realidad, y el plano de abajo tiene una existencia condicionada, relativa.

¿Cuál es el estado fundamental de la Realidad?


No lo sabemos. Nada de lo que podamos hablar, concebir. Le llamamos “la
Nada (Ayin). Ahora, si tuviéramos que definirlo de alguna manera, diríamos que el
modo de existencia de esa nada es un infinito, algo que no tiene ni fin ni límite alguno
(que es lo que literalmente significa En Sof, no límite).
Hay que entender el Ayin como un estado de plenitud absoluta, incondicionada.
No hay que verlo como una nada vacía en el sentido negativo del término, tal como
nosotros solemos figurárnoslo, como un estado terrorífico de aniquilación. De hecho es
una nada absolutamente positiva, en el sentido de estado de máxima energía potencial,
de máximo de potencialidades.

En Sof, Infinito, es el nombre usual que se da a Dios en la Cábala, y no se trata


precisamente de un estado en que aparece como personalidad, el cual corresponde a un
nivel ya en la manifestación. Concretamente el nivel explícitamente manifestado en el
texto bíblico corresponde a Tiféret en el mundo manifestado más elevado. Al nivel en el
que ahora nos encontramos, no podemos todavía hablar de identidad o de personalidad
al modo usual, pues estamos en un plano de cualidades absolutas.
A este nivel, el lenguaje tiene que ser por fuerza figurativo, metafórico.
Diríamos entonces que en la esencia del modo de ser infinito está el desbordarse o
irradiar por su propio estado de superabundancia, y esto es lo que llamamos la Luz
Infinita: Luz sin límites, Or En Sof. La Luz Infinita es la verdadera sustancia de la
creación.

El proceso, descrito a un nivel simbólico, es como sigue:


La luz infinita concentra un punto (un punto de infinito) que llamamos Kéter.
Kéter es para la manifestación la fuente de luz. Es decir, desde el punto de la
manifestación, nosotros vemos la parte de Kéter que irradia la Luz Infinita.
Podemos hacernos una idea de lo que representa el punto de infinito de Kéter si
mentalmente invertimos el proceso de expansión del universo. Conforme éste se va
contrayendo aumentan los valores de densidad de masa/energía y temperatura hasta
alcanzar valores infinitos en lo que se llama la singularidad inicial, es decir, el estado
puntual que estalla en el big bang.
También podemos imaginar a Kéter como un pequeño agujero en el seno de lo
Inmanifestado por el que surgen a borbotones riadas de Luz Infinita.
Es necesario notar que al hablar de luz infinita no nos referimos todavía a la luz
del primer día de la Creación, según la narración del Génesis, que ha sufrido más
restricciones. Los siete días de la creación están por debajo del abismo. El primer día
corresponde a Jésed y así sucesivamente:

1er día Jésed


2º día Guevurá
3 er día Tiféret
4º día Nétsaj
5º día Hod
6º día Yesod
7º día Maljút (descanso, el Shabat)

Ése es el orden del Rayo Relampagueante.

Después del punto tenemos la línea. La extensión del punto de infinito de Kéter
es Jojmá, la esfera de movimiento puro o donación pura, ya en el estado de extensión,
en el estado de manifestación.
Si Kéter es el punto de infinito, Jojmá sería el big bang.
Jojmá es la extensión de Kéter. Todo lo que manifiesta Jojmá se halla contenido
en Kéter en estado de semilla.

Ahora bien, la fuerza, si fluye infinitamente, no crea nada. Tiene que ser recibida
de alguna forma, tiene que ser detenida, encontrarse consigo misma; tiene que ser
organizada, y eso es Biná.
En realidad no existe tal cosa como una línea recta. El rayo de energía adquiere
una ligera curvatura constante porque debido a la polaridad inicial entre inmanifestación
y manifestación, siempre hay presentes dos fuerzas: la fuerza que tiende a la
manifestación y la que tiende a volver al estado inicial inmanifestado. Ésta tiende de
alguna manera a oponerse a la primera, pues busca retornar al reposo inicial, y como la
fuerza inicial es imparable (porque si no hay nada, ¿cómo se la va a parar?) el efecto es
el de ejercer una resistencia – como si se generara una fuerza en ángulo recto con la
anterior – lo que hace que la fuerza manifestante, en lugar de fluir en línea recta, se
curve.
Evidentemente, todo esto hay que entenderlo a un nivel muy metafórico.
Estamos hablando de aspectos muy filosóficos y en un lenguaje muy abstracto. Su papel
es educar a la mente, no dar una verdadera explicación.
El movimiento, cuando es un movimiento de nada que se está moviendo, porque
todavía no hay nada, no tiene ningún tipo de rozamiento, y como no tiene ningún tipo
de rozamiento no se puede detener. Sin embargo sí que se ejerce una cierta presión en el
sentido contrario, tal como hemos visto, con lo cual el camino que sigue es una línea
curva. El resultado final es como un gran anillo que termina por encontrarse consigo
mismo. Es cuando se forma este anillo cuando se cierra el círculo de Biná. Entonces el
movimiento empieza a interaccionar consigo mismo y se genera la forma, la estructura.
La forma en sí no es nada, la forma es fuerza organizada.
Como se sabe, la masa y la energía constituyen un continuo y se transforman
mutuamente la energía en masa y la masa en energía. Masa es aquí equivalente de
forma. Energía de fuerza. En general, toda la forma, todas las estructuras – átomos,
núcleos, moléculas – cuando se rompen liberan energía.

Dijimos antes que la Luz Infinita es la verdadera sustancia de la Creación. Todo


lo que no es luz es un contenedor de la luz o vasija. Pero ésta, a su vez, no es otra cosa
que otra fase de la luz que interaccionando consigo misma se ha configurado en una
forma definida estable. De un modo u otro, todo es luz.

Surge una pregunta: ¿Dónde tienen lugar todos estos procesos que estamos
describiendo? Este es otro punto difícil que hay que abordar ahora. Es el concepto de la
contracción – Tsimtsum en hebreo –.
Significa que sí Dios (el Infinito, En Sof) no se contrajera, si no se retirara de sí
mismo, metafóricamente hablando, no habría lugar para la creación.
Con el Tsimtsum Dios crea un espacio dentro del cual, por así decir, se oculta.
Si no efectuara esta contracción, todo estaría completamente lleno de Él y no habría
sitio para nada más. Todo revertiría inmediatamente al estado inmanifestado. Allí
estaría siempre bañado en la luz pura, pero no se habría creado absolutamente nada
puesto que todo es lo absoluto, todo es Dios, y no hay nada que no pueda ser Él.
La contracción, es decir, la retirada por parte de Dios el Absoluto de una parte de
sí mismo, crea un vacío y esta vez si estamos hablando de vacío en el sentido negativo
usual.
Es en este vacío en donde todos los mundos son emanados, creados, formados,
y hechos1. Es a este vacío que se ha creado al que desciende después el rayo de luz
única. El rayo de luz que llamamos el Rayo Relampagueante.

***
En un principio las Sefirot son emanadas como puntos, como puras potencialidades de recibir. Son puntos
inconexos entre sí, simplemente vasijas. ¿Qué ocurre entonces?
Como puras maneras de recibir (porque son incapaces de dar) no tienen relaciones unas con
otras. Entonces, no pueden soportar la afluencia de luz que reciben y se rompen. Se produce lo que se
conoce como “la ruptura de las vasijas”, que es el siguiente paso del proceso.
¿Por qué se rompen las vasijas? Porque algo que sólo sea vasija es lo más opuesto que hay a la
luz. La luz es puramente dadora y la vasija es puramente receptora.

En el plano espiritual no hay espacio ni tiempo, que son los factores separadores de las cosas en
el plano físico. Las diferencias vienen expresadas por las diferencias de fase o modo de vibración. En el
plano espiritual dos cosas que vibran en la misma fase simplemente son iguales. Y lo que no está en la
misma fase de vibración es diferente.
Podemos entonces preguntarnos cuál es la esencia o vibración característica de la luz.
O, dicho de otra manera, ¿cuál es la característica principal de Dios, aquélla de
la que estemos seguros?
Probablemente el amor o la misericordia. Dios es el Creador y la Creación es un
acto gratuito. ¿Qué necesidad tiene Dios de crear el mundo? Lo Absoluto no tiene
necesidad de nada. Sí Dios tuviera necesidad de expresar algo, ya no sería Dios. Sería
otro estado, otra cosa, no lo Absoluto. La Creación es, pues, un acto de donación. Dios
es el que da. Por otra parte, lo que Dios da es a Sí Mismo. ¿Hay alguna otra cosa?

Examinemos más de cerca el proceso:


Si como seres creados nosotros no podemos dar realmente nada al Creador sino
sólo recibir sus dones. ¿Cuál sería la situación?
Se presenta una contradicción, ya que realmente lo que queremos recibir es la
característica de ser divinos, la característica de Dios, que es dar. Nuestra propia
naturaleza de receptores nos separa radicalmente del Creador, vibramos en diferencia de
fase, luego estamos separados, somos distintos.
Podemos mentalmente imaginar un estado primordial, un estado de En Sof, en el
que absolutamente todo está bañado en la Luz Infinita, la luz del Creador. Allí, todo
deseo está absolutamente satisfecho, y no hay ninguna ausencia, ni ninguna carencia de
nada. Sin embargo, ese estado es para nosotros absolutamente frustrante, profundamente
contradictorio, ya que somos absolutamente receptores, estamos en la fase contraria a la
de la luz.
En la vida cotidiana, cuando el dar y recibir no es simétrico, cuando uno sólo
recibe y quiere también dar, pero el otro no necesita nada y no hay nada que se le pueda
1
Que son los cuatro mundos de la Cábala.
dar, se genera un sentimiento de vergüenza en el receptor. En Cábala se dice que
estamos comiendo el pan de la vergüenza.
Para eliminar el sentimiento del pan de la vergüenza (que es, metafóricamente
hablando, nuestro estado inicial en En Sof de estar recibiendo constantemente) nos
vaciamos de la luz (para merecerla), descendemos hasta el punto mas bajo (el plano
material), y entonces empezamos a llenarnos de luz con nuestro propio esfuerzo,
trasmutando nuestro deseo de recibir en deseo de dar, que es lo que nos asimila a la fase
del Creador.
Nosotros, como seres físicos, como seres que estamos encarnados en este
momento necesitamos constantemente estar recibiendo: necesitamos comer, recibir
atención, afecto, relación sexual... Tal es la naturaleza de la inteligencia corpórea.

Pero lo único que nos puede asimilar de verdad a la divinidad es asumir la fase
dadora. Nuestra tarea consiste entonces en transmutar en deseo de dar ese deseo de
recibir intrínseco en nuestra naturaleza, y esa es la verdadera espiritualidad.
La persona auténticamente espiritual es la que ha conseguido transmutar su
deseo de recibir en deseo de dar. Y esto sin anular el deseo de recibir, porque
simplemente no se puede matar al cuerpo ya que habríamos fallado el objetivo. Aquí es
donde aparece el Pilar del Medio: tenemos que recibir porque si no recibimos tampoco
podemos dar. Recibir para dar, que es compartir.

Volviendo al relato mítico de la Creación:


De nuevo: si la característica de la luz es dar, una pura vasija receptora es lo más opuesto a ella.
Por lo tanto, las vasijas primordiales no pueden soportar la afluencia de la Luz infinita y se rompen.
Los fragmentos caen a los mundos inferiores – al vacío – y esos fragmentos son el origen de las
fuerzas negativas (puro deseo de recibir para sí mismas).
Por supuesto, todo este proceso está planificado, no es algo caótico. En cábala el mal juega un
papel en el mundo. Si no existiera el mal, tampoco existiría el bien. El papel del mal es este mundo es
actuar de contrapeso del bien. Si no hubiera mal no habría libertad, no habría posibilidad de elección, y si
no hubiera posibilidad de elección (eliminación del sentimiento de comer el pan de la vergüenza mediante
el mérito), no habría posibilidad de recuperar el estado divino (dar en y con libertad). La Caída del ser
humano del estado edénico es una repetición de este proceso y recordamos la promesa “y seréis como
dioses”. Como todo en la Biblia hay que reinterpretarlo, liberándolo de la explicación exclusiva en
términos de premio y castigo.

Tras la ruptura de las vasijas las sefirot son emanadas de nuevo, pero esta vez en sus relaciones
mutuas, en la forma de los tres pilares: dar, recibir y compartir. De esa manera pueden ser dadoras y
receptoras, y subsistir. Este tercer paso – tras el tsimtsum y la ruptura de las vasijas – recibe el nombre de
mundo de la rectificación o del Tikún.
La Tierra es el símbolo de la máxima voluntad de recibir, y de aquí que el Génesis en el segundo
versículo dice: “La tierra estaba desordenada y vacía”, con lo que se está refiriendo al proceso de la
ruptura de las vasijas. Éstas, en su caída, arrastran consigo determinadas chispas de luz, porque incluso el
mal necesita la luz para subsistir (si no tuviera algo de luz simplemente no existiría). Parte de nuestra
actividad como seres humanos consiste en recuperar y volver a elevar las chispas caídas.
La caída no afecta para nada a las tres Sefirot superiores, sino exclusivamente a las siete
inferiores, lo cual aparece codificado en el Génesis en un pasaje que dice: “Y estos son los reyes que
reinaron en la tierra de Edom, antes de que hubiera un rey sobre los hijos de Israel”.
Y nombra a siete reyes. La tierra de Edom es la tierra del mundo desequilibrado – la tierra
desolada y vacía - y “antes de que reinara un rey sobre los hijos de Israel”, se refiere al mundo restaurado
del Tikún, a la configuración de las siete sefirot inferiores en el Rostro Menor y la Shejiná, porque Israel
es siempre un símbolo de Tiféret.

Así, la nueva emanación es el Espíritu de Dios (Rúaj Elohim) que aleteaba sobre la superficie de
las aguas, que se refiere al paso del Rayo Relampagueante por Daát.
Daát está en medio del Abismo, pero en principio es un estado unificado. La separación y
ruptura de Daát tiene lugar con la caída del Hombre/Mujer arquetípicos, lo cual se narra en el segundo
capítulo del Génesis (el árbol del conocimiento, o sea, Daát, etc.) El Hombre y la Mujer son
representaciones del Rostro Menor y la Hembra, las seis sefirot centradas en Tiféret y Maljút, el hijo y la
hija. Daát es como el hijo malogrado de Chokmah y Biná, que son el padre y la madre.
Daát, donde estaban Maljút y Tiféret, que en ese momento, antes de la caída, eran como uno, es
el estado a recuperar.

Cuando el Rayo Relampagueante atraviesa Daát, el proceso empieza a tener una forma
reconocible para nosotros. Tiene lugar el primer día de la creación: “y dijo Dios que se haga la luz y la luz
fue”, que corresponde a Jésed.
Podemos trazar un paralelismo con lo que se entiende hoy en día acerca de la creación del
universo físico.
Hemos hablado del big bang como modelo del principio. La luz surgió un millón de años
después del big bang.
¿Qué hay justo después del estado que corresponde a “en el principio”?: Lo que es llamado “la
sopa de partículas elementales”, es decir, un estado bastante caótico en el que todo lo que es emitido es
inmediatamente absorbido.
Mientras el universo se va expandiendo, va perdiendo temperatura. Llega un momento en que el
universo es lo suficientemente “frío” como para que los fotones de luz dejen de ser absorbidos por la
materia, y toda la luz es emitida de golpe (y eso es lo que se conoce como el nombre de radiación fósil).
Todo ello antes de que existan átomos, ni mucho menos de que existan estrellas o galaxias.
A la pregunta de cómo el Génesis habla de la luz antes que de las estrellas y las luminarias, que
son las fuentes de luz (y que corresponden al cuarto día, Nétsaj) hay que responder que la teoría
cosmologica actual dice lo mismo, que la luz fue emitida primero. Y ésta es la luz de Jésed, la luz del
primer día.

Aunque aquí estamos hablando de la luz espiritual, no existe una discontinuidad con la luz física
que sería su manifestación en un nivel último de desarrollo.
En el proceso arquetípico que estamos desentrañando, en el estadio de la luz de Jésed todo se
halla todavía en un nivel superior de unidad. El texto hebreo dice concretamente: “fue noche y fue
mañana, día uno (yom ejad)”. Día uno y no día primero, que se diría yom rishón. Y de hecho, en los
demás días se usa la numeración ordinal: día 2º, día 3º, día 4º, etc.
Se enfatiza de ese modo la unidad. No hay todavía separación, porque la separación tiene lugar
el segundo día: “Y dijo Dios: Que haya una separación entre las aguas superiores y las aguas inferiores”.

Este segundo día corresponde al estado de Guevurá. En el plano físico se tiene el estado
uniforme de partículas y de materia que se ha creado, una vez que se ha emitido la luz, y en el que de
repente se producen pequeñas discontinuadas gravitatorias, de manera que se empiezan a desarrollar
cúmulos de masas que van a ser las protogalaxias, protoestrellas, y posiblemente otros objetos cósmicos.
Vuelve a haber separación entre las aguas (la sustancia primordial) es decir, un espacio entre
medias. Por cierto, en este segundo día de Guevurá, no dice Dios que “era bueno”. La narración de los
demás días siempre termina de esa forma y en Tiféret, el tercer día, se afirma dos veces.

Quizá sea conveniente recalcar, antes de seguir adelante, que aunque estamos hablando a un
nivel muy abstracto, este modelo es el camino de toda creación. El Rayo Relampagueante se aplica a
todo, a cualquier proceso. Y el secreto está en que todo brota en última instancia de lo inmanifestado. La
causalidad es de arriba abajo, aunque de estos primeros niveles somos por lo general inconscientes.
Cuando se nos ocurre una idea, por ejemplo, vemos la idea, pero no de dónde viene. Normalmente la
empezamos a percibir en Jésed. Las ideas que no pasad de Daát, que no cruzan el abismo de nuestra
subconsciencia, no llegan a materializar absolutamente nada.

En el tercer día el Rayo Relampagueante alcanza un punto de reposo, un punto de equilibrio.


Dios dice: “que se reúnan las aguas en el lugar uno y aparezca lo seco”.
Y en el esquema cosmológico el proceso paralelo es cuando se produce esa reunión de materia
que va a dar lugar a las aglomeraciones tipo galaxia, tipo estrellas, soles, o sea, el estado Tiféret de la
materia y energía.
Tiféret en general representa el estadio de la esencia realizada, la idea concebida y especificada,
pero todavía al nivel de idea. Empieza entonces la fase de expresión de esa idea hasta que alcanza forma
concreta en Maljút.
En Nétsaj, estos campos estelares aún sin formar empiezan a unirse en
aglomeraciones de materia constituyendo protoestrellas, y en un momento dado, por la
fuerza de la gravedad, aumenta la temperatura y empiezan las reacciones nucleares: la
estrella empieza a alumbrar, la estrella se ilumina. Esto correspondería al cuarto día de
la creación en el que Dios dice: “Que aparezcan las luminarias en el cielo”.
En Hod, esfera de la multiplicidad de las formas, dice Dios en el quinto día:
“Que aparezcan sobre la tierra peces en el agua, aves volando por el cielo”. En la
versión simplificada del proceso cosmológico correspondería a cuando empiezan a
formarse con la evolución estelar los átomos complejos, los cuerpos planetarios, las
atmósferas planetarias, y en última instancia el dominio combinatorio de la química.
En Yesod ya tendríamos la posibilidad de vida, aparecen las moléculas
orgánicas, se habrían formado las condiciones, tendríamos una biosfera formada.
Todavía no hay cuerpos. Sin embargo, ya hay aminoácidos, empiezan a desarrollarse
cadenas que después se cierran, luego empiezan a reaccionar autónomamente: son las
primeras protoformas de vida.
En el Génesis, en el sexto día, se habla concretamente de la creación de
animales, animales terrestres: ya tenemos una forma de vida evolucionada. Después
aparece el hombre, a imagen y semejanza de la divinidad: la evolución alcanza el nivel
de la conciencia reflejada que culmina en la autoconciencia. Es la compleción de todo el
proceso. Se crea como el resumen del Árbol de la Vida, el papel de receptáculo de todas
las emanaciones, la forma final.
En Maljút, en el séptimo día, hay descanso y reposo, es decir, todo llega a su
estado de máxima estabilidad y al mismo tiempo de inercia. Reposo en el sentido de que
la energía se queda latente y deja de ser activa para crear niveles esencialmente nuevos.

Hemos querido presentar un bosquejo de modelo cosmológico simplificado en


paralelo con el esquema descrito al principio del Génesis para ejemplificar una formula
general: la fórmula de la creación. La tesis es que este proceso, siendo arquetípico, no
ocurrió una vez, sino que está sucediendo siempre. En cada momento el Rayo
Relampagueante está descendiendo y ascendiendo.
Queda así esbozada una fórmula general del proceso creativo; una fórmula que
liga en un rayo de luz única la esencia más alta, lo inmanifestado, con la fase más
desarrollada del proceso terminado.
Es una fórmula que se aplica tanto al surgimiento de un cosmos como a la
realización de un proyecto concreto, de una obra artística, o al diseño y manufactura de
un objeto físico cualquiera (veremos una aplicación después para el desarrollo
psicológico). Es también el fundamento del hecho “mágico”, porque el proceso es
reversible y aquél que sabe cómo unir la voluntad individual a la Voluntad Suprema se
hace co-creador, “capaz de transmitir el influjo que corona a los Deseos y esencias
Ocultas2 con el modo de la Sabiduría, el espíritu del Entendimiento y el poder del
Conocimiento”3.

Podemos utilizar el Rayo Relampagueante para alcanzar objetivos o


simplemente conseguir algo4:

2
O sea, Kéter en unidad con lo Absoluto Inmanifestado.
3
Shaar HaKavanah LeMekubalim HaRishonim (La Puerta de la Kavanah de los antiguos cabalistas).
Probablemente de Rabí Azriel de Gerona. Citado de Meditación y Cábala. Kaplan. pag 135.
4
En la lección siguiente se da una meditación guiada para trabajar intenciones.
Primero es la determinación de lo que queremos conseguir, algo que vemos
como un bien para nosotros. ese bien lo concebimos en Jésed. Por supuesto las fases
anteriores (tres supremos) existen, lo que pasa es que están a un nivel más inconsciente.
Las visualizamos simplemente como luz, una luz resplandeciente que ilumina toda la
Creación y en particular va a descender a nosotros iluminando y plasmando nuestra
inteción. Cuando el Rayo cruza Daáth, cuando cruza el abismo, es cuando tomamos
conciencia de que queremos eso.
Jésed es la fase de la determinación, el impulso de voluntad.
Empieza la discriminación en Guevurá. Empezamos a dilucidar qué es lo que
queremos de verdad: ¿Es esto que ahora se nos presenta lo que responde de verdad a
nuestro deseo? ¿Cómo lo queremos? ¿Nos conviene?
Es el análisis, el juicio que tenemos que hacer de la situación, y un aspecto muy
importante es el siguiente: ¿Es correcto? ¿Es justo?
A veces eso depende de cómo planteamos la cuestión. Supongamos que mañana
tenemos una entrevista de trabajo. No sería correcto que intentáramos actuar sobre una
persona concreta – un posible competidor – y sobre su entrevista, pero sí que lo
hiciéramos sobre la nuestra propia en el sentido de que nuestras mejores cualidades
salieran a relucir, porque entonces estamos trabajando sobre nosotros mismos.
Cuando ya tenemos la idea clara de lo que queremos estamos en Tiféret. Es la
fase de la concepción. En la práctica nos representamos la idea como ya realizada,
aunque en un plano abstracto todavía, es decir, le falta el cuerpo concreto de su
actualización en Maljút que es lo que nos proponemos trabajar a continuación: bajar la
idea a tierra.
En Nétsaj hay que energizar, poner emoción – es la fase de motivación –
tenemos que implicarnos emocionalmente, tenemos que activar con la energía del
deseo, tener una actitud positiva, sin poner nosotros mismos los obstáculos, sin
bloquear.
La fase siguiente es de planificación, fase de Hod: aquí se delinean los detalles.
Hay que recorrer mentalmente la situación, y lo hacemos lo más exactamente que
podamos, con los detalles sensoriales más vivos que seamos capaces, representándonos
nuestras emociones y las de las posibles personas implicadas lo más fielmente posible, y
siempre tal como está sucediendo en presente, ni en pasado ni en futuro. Estamos fuera
del tiempo, el tiempo como tal sucede a un nivel inferior.
Yesod es la fase de culminación. Hemos alcanzado un punto en el que la forma
está acabada, como una película que se ha concebido, diseñado, rodado y montado, sólo
que en el plano astral. Se ha terminado el proceso activo y tenemos el producto final
energéticamente cargado con su propio impulso de manifestación hacia Maljút.
Entonces tenemos la sensación de que efectivamente va a suceder.
Experimentamos como un tipo de retroalimentación que se recibe de la imagen
concebida que hemos creado. Es un sentimiento de certeza. De que efectivamente
resultará.
¿Cuál es la siguiente fase; qué tenemos que hacer a partir de ese momento?
Nada. La séptima fase es el descanso. No volvemos a pensar en todo ello. Si
estuviéramos continuamente dándole vueltas, estaríamos incorporando nuevos sentidos
y, por tanto, perturbando. Dejamos que suceda por sí mismo. Es la fase de realización,
de Maljút. Si la forma está correctamente construida se marterializará en Maljút.

Algunas reflexiones sobre este proceso:


Nuestras intenciones tienen que ser conformes con la voluntad divina. Si uno no
se ciega, sabe internamente si lo que pide está bien o no.
La fase de discriminación de Guevurá es fundamental: saber si eso que pedimos
lo queremos de verdad. Como aconseja el dicho: “Ten cuidado con lo que pides, no lo
vayas a conseguir”.
Hay, por tanto, que hacer muy bien esta fase y con los errores aprendemos. Las
lecciones de la vida se aprenden en Maljút, pero vienen del pilar de la forma, de
Guevurá o Biná, pero principalmente de Biná, que es donde está la idea de nuestro
Tikún: de nuestra rectificación, de lo qué tenemos que hacer en esta vida, de dónde está
el poso de nuestras vidas anteriores, de los decretos fijos (de lo Alto) que puedan pesar
sobre nosotros. Hay cosas que por mucho que nos empeñemos no vamos a cambiar por
este procedimiento porque a lo mejor se trata de un decreto fijo que sólo la Divinidad
puede modificar.
Todo ello está incorporado en nuestra estructura y tiene que ver directamente
con nuestra tarea en la tierra. No podemos interferir con eso. Por tanto, es necesario un
ejercicio constante de discriminación.
Para practicar es conveniente empezar con intenciones pequeñas, normales,
sencillas, cosas que estén en lo que podríamos llamar nuestra esfera de accesibilidad,
que podamos tener de una forma razonable. Sin embargo, tampoco debemos limitarnos
más de lo necesario. Discriminación de nuevo. La ley dice: Un pensamiento negativo
no puede dar nunca resultados positivos.
En lo que se refiere a otras personas, nunca se puede atentar contra su
libertad, ni intentar manipularlas en modo alguno en aras de nuestras intenciones,
aunque aparentemente éstas sean correctas. Esa es la frontera que separa la magia
blanca de la magia negra.
La maestría está en el manejo positivo de nuestra propia vida.

*****

El Rayo Relampagueante arroja también mucha luz sobre el desarrollo humano,


que se puede seguir en sus fases desde que el niño nace hasta que en su proceso de
crecimiento llega a Maljút.

Un niño está engendrado por su padre y por su madre, como es obvio, que van a
representar a Jojmá (padre) y Biná (madre).
Hay siempre un tercer elemento por encima de ambos, que es Kéter, en el que
están contenidos lo que son la propia voluntad de ser y el destino de la persona; o sea,
no todo es genético. El código genético proviene del padre y de la madre que se unirán y
formarán un nuevo ser, a lo que hay que añadir esta fase trascendente de la voluntad
superior que determina qué va a hacer esa persona.
Por supuesto, el Tikún de la persona es totalmente coherente con el código
genético – las tres sefirot supremas actúan al unísono a través de Daát – pero contiene
mucho más.

El Tikún en cábala es una noción con similitudes a lo que en el pensamiento


oriental se conoce como Karma. En realidad, incluye a éste, pero es un concepto más
amplio (al menos en la comprensión usual del término) posiblemente abarcando tanto el
Dharma como el Karma. El Tikún, siendo también la consecuencia de las acciones, al
mismo tiempo contiene la idea original de lo que tenemos que hacer en la vida, tarea
que después está condicionada por todas las acciones que hemos realizado, con
consecuencias positivas o negativas.
El Tikún empieza en la mente de Dios. Es una concreción del Plan Divino, tanto
referido a un individuo concreto como al conjunto de todo. Es la tarea para la que
hemos venido a la tierra, que consiste en primer lugar en la rectificación de la propia
vasija, es decir, la liberación personal (o salvación, según el lenguaje), pero que además
incluye otras tareas en relación con el conjunto de los seres humanos y la evolución
general social, planetaria y cósmica.
El Tikún personal es la rectificación que todos tenemos que hacer para alcanzar
los objetivos para los que estamos encarnandos – llegar a Kéter, idealmente –. Eso
termina, por así decir, con nuestro proceso de evolución particular (si eso fuera posible).
Pero además está el Tikún del mundo, el Tikún Olam, en hebreo, que incluye los seres
humanos, al planeta y a todo el cosmos: es la rectificación general para la plena
realización del plan divino.
La Cábala afirma que todo ser humano es único y que ha venido a la Tierra a
realizar una tarea que sólo él, exclusivamente, puede hacer. Los conceptos de pequeño o
grande no entran en esta valoración pues, con frecuencia, se escapan a la comprensión
humana.

Seguimos con el ejemplo del desarrollo del niño:

La concepción, la gestación, tiene lugar en Biná, y el nacimiento en sí,


incluyendo el corte del cordón umbilical en Daát. De manera que el niño nace a la
existencia autónoma cuando cruza el Abismo en Daát

Ese momento es drástico, y todos sabemos de la importancia que tienen las fases
perinatales y el modo de nacimiento en la construcción de una serie de pautas muy
profundas y básicas de la personalidad.
Jésed corresponde a la primera fase, en la que nos encontramos en principio con
que el niño es profundamente inconsciente de sí mismo. Fundamentalmente, aparte de
dormir, mama, y comprobamos que experimenta una fase de expansión muy rápida,
porque en poco tiempo aumenta mucho de tamaño y de peso.
En Guevurá empiezan a actuar una serie de límites: el bebé puede despertarse
empapado y molesto a media noche, y puede sentir hambre, y empezará a llorar con
vehemencia (como una reacción frente a esos límites).
Y, por supuesto, además de los procesos naturales empiezan a actuar los afectos
y modos de comportamiento de las personas a su cargo, en general los padres.
Tenemos entonces prácticamente desde el principio el par Jésed – Guevurá en
acción: es lo que hablábamos (en la lección sobre las tres columnas) sobre la necesidad
de encontrar un equilibrio entre las energías expansivas y las energías limitadoras.
Como principio, no podemos irnos demasiado ni a un lado ni al otro, sino procurar
conseguir un equilibrio
Es bien sabida la importancia que tiene en el psiquismo del niño la construcción
de la personalidad en la llamada fase oral. Muchos comportamientos que luego se
reproducen provienen de esta fase. Hay que tener en cuenta que en ella se están
construyendo las pautas profundas del subconsciente personal. Y esas pautas de
conducta y de reacción van a ser después automáticas para el individuo.
A un niño no se le puede consentir todo, ni prohibir todo, hay que encontrar el
punto medio. Si se le da una educación muy permisiva, luego puede tener una serie de
carencias a la hora de asumir las dificultades de la vida (ya que no ha desarrollado
propiamente su Guevurá). Podría recurrir a comportamientos regresivos cuando en la
edad adulta tuviera que encararse con situaciones problemáticas, buscando evadirse por
todos los medios: regresar, por ejemplo, a la fase oral, carente de problemas, en la que
uno se podía “beber” la realidad sin necesidad de enfrentarla, como si estuviera
adherido a un gran pecho, para reproducir ese estado de confluencia no problemática
con la realidad como cuando después de mamar el niño, al quedarse saciado, se vuelve a
quedar dormido. O desarrollar una personalidad autocompasiva que siempre se
considera una víctima de las circunstancias y de los demás. O simplemente buscar huir
de todo tipo de compromisos y responsabilidades en general.
Recordamos el principio de que el Árbol se acaba equilibrando a sí mismo.
Cuando uno no pone los límites, la vida se los acaba poniendo.
Sin embargo, en la educación tampoco se puede tener una actitud excesivamente
restrictiva. Si a un niño se le ponen demasiados límites – exceso de Guevurá – se le
puede crear una identidad indefinida. El niño nunca va ha saber quién es. Con un exceso
de severidad, el niño no ha podido desarrollar nada suyo de una forma autónoma,
espontánea. Puede desarrollar una fuerte armadura de carácter, tener problemas de
autoestima, etc. Un individuo muy reprimido o con una falta crónica de atención y
afecto desarrolla una identidad insegura. Puede que la persona busque compensación
hacia la misericordia en otras áreas, y el recurso a la glotonería o el ejercicio de
autoritarismo despótico sobre aquéllos por debajo de él son sólo dos posibilidades.
Luego es muy importante el equilibrio en estas fases tempranas, porque la
identidad de un niño se desarrolla como un equilibrio entre ambas sefirot. Tiféret, es el
resultado del equilibrio entre Jésed y Guevurá. Los padres además de ser protectores y
suministradores son el Tiféret del niño, están en el lugar del self del niño. Porque él no
es autónomo, no puede pensar ni actuar por sí mismo; es pura reacción; las decisiones
las tienen que tomar los padres.

Por ejemplo: El niño empieza a andar, y se puede caer y dar un golpe. Los
padres hasta cierto punto no pueden impedirlo. Tiene que caerse alguna vez para
aprender. Pero al mismo tiempo los padres tienen que estar con él y apoyarle para que
no se frustre cayéndose siempre, pues entonces podría dejar de intentarlo.
Jésed le empuja a andar y Guevurá le impulsa a caerse para aprender bien.
En esta interacción con sus padres y con las personas que le rodean, y también
con el mundo exterior – llevarse cosas a la boca – el niño va adquiriendo conciencia de
sus posibilidades y va construyendo una primera identidad, que en principio es una
identidad muy corpórea, nada mental en absoluto.
Esta fase llevaría al niño en el Rayo Relampagueante a establecerse en Tiféret.
Es cuando decimos que el niño es el sol de la casa, porque realmente resplandece con la
integración que ha alcanzado. Es un nivel de conciencia que en el camino del ascenso
siempre estamos pensando en recuperar: el volver nuevamente a Tiféret como un niño
nuevo, pero ya con nuestra conciencia evolucionada.

Nétsaj es la autoexpresión que se desarrolla al principio, como es lógico, de una


forma poco diferenciada: quiero algo, no lo consigo, lloro. Las primeras expresiones
emocionales suelen pues aparecer como reacciones inherentes al hecho de tener un
cuerpo, querer llegar a algo y ser imposible alcanzarlo. Así, el niño empieza a
desarrollar su Nétsaj, su naturaleza emocional, que poco a poco va enriqueciendo y
desarrollando en la interacción afectiva con sus padres, hermanos y, en general, con la
atmósfera que le rodea.
Hay que tener en cuenta – tanto en esto como en todo lo anterior – que no todo
es estímulo/respuesta. Desde el punto de vista de la Cábala, siempre está presente ese
tercer factor del que hablamos antes, de forma que un niño tiene unos padres que son los
adecuados para desarrollar su Tikún. Así, va ha tener las experiencias apropiadas, sean
fáciles o difíciles, para aprender la lección que necesite. Por eso tampoco pueden
establecerse normas fijas respecto a que si se dan unas circunstancias necesariamente el
niño va a reaccionar de la manera predeterminada. No estamos hablando de máquinas.
Hay una parte que sí es mecánica, pero siempre bajo un plano o un diseño superior. (A
lo mejor la tarea del niño es enseñar al o los padres y no a la inversa).

Las primeras manifestaciones del niño son reactivas del tipo Guevurá, pero poco
a poco van pasando por el filtro de Tiféret y va desarrollando una individualidad.
Empieza a tener emociones propiamente dichas, sometido a múltiples influencias. Entra
en Hod, que es el intelecto en general y la planificación y modificación de las
emociones, cuando ya tiene que aprender que no va a conseguir todo de inmediato, y
que tiene que desarrollar determinadas estrategias. Por ejemplo: Si el quiere un dulce
tiene que aprender que primero tiene que tomar el puré.
Empieza a operar en él un segundo pensamiento, que sería el primer Hod. Entra
de lleno en esta esfera cuando desarrolla el lenguaje y empieza a vivir el mundo
mentalmente, y eso va a ir adquiriendo una importancia creciente.
De nuevo, Hod y Nétsaj actúan conjuntamente, como un par polarizado. Al
principio la preponderancia es de Nétsaj porque domina la afectividad. Después Hod va
adquiriendo un peso cada vez mayor.
Además, el niño va construyendo lo que sus arquetipos personales. Por ejemplo:
Si es varón desarrolla una imagen de la feminidad basándose en la relación con su
madre, y también en lo que se dicen se debe hacer, como que los hombres no lloran.
Quizá así empieza a reprimir algunas emociones – suprimir determinadas conductas –
cuya energía va a parar a su sombra o a su arquetipo contrasexual, en estas fases en
forma germinal.
El pleno Hod pleno empieza con la escolarización: por lo general, moldes fijos y
rígidos. Empieza a enculturarse, a introducirse en su cultura, a interiorizar unos modelos
muy fijos tanto de ver el mundo como de comportamiento.

El primer Yesod es la imaginación infantil que es puramente visual y que


además no distingue claramente entre fantasía y realidad. Es una facultad que luego – la
imaginación visual – se pierde por exceso de Hod, de inteligencia verbal. Y también por
la presión social.
Empieza también a formarse el ego del niño como resultado del juego de su Hod
y de su Nétsaj, pero también de su Tiféret, ocupado en gran medida por sus padres, que
empiezan a decirle quién es él, qué es lo que debe ser y lo que no debe ser. Así empieza
a formarse una imagen mental de sí mismo, con la que acaba identificándose. El ego se
ha constituido hacia los 7 años.
Las fases siguen desarrollándose siguiendo en cuanto a su duración una curva
logarítmica más que lineal. La adolescencia es una fase puramente Yesod: la crisis de la
pubertad conmueve, sacude, todo el fundamente del chico/a y tiene que volver a
reestructurar toda su identidad.
Ésta, al mismo tiempo, es una fase de fuerte autoafirmación. El chico empieza a
tener sus amigos, a veces en contra de lo que sus padres quieren; empieza a formar sus
propios grupos sociales de referencia, sus propias identificaciones, empieza a discutir (a
veces sobre todo) con sus padres. Es una época difícil que tiene además una
componente narcisista: tenemos, por lo general una persona presumida, muy pendiente
de su imagen, de cómo le ven los demás; además es vanidosa, susceptible, salta por
nada. Eso es ego, eso es Yesod.

El joven entra en Maljút cuando tiene que independizarse y buscar su propia


vida, para lo cual tendrá seguramente que reestructurar su fundamento. Siempre hay
pequeñas fases y en cada sefirá hay otro Árbol completo. Se puede llegar a afinar
mucho pero ahora nos importan las fases generales.

En Maljút termina el Rayo Relampagueante, ¿y qué sucede entonces? Descanso.


La evolución sefirótica de la persona termina. Por supuesto que la persona sigue
evolucionando siempre, pero no de una forma estructural, a no ser que haga un trabajo
personal fuerte o que las experiencias positivas y negativas le impulsen en esa dirección.
El individuo ha encontrado su vida, ha encontrado su propio espacio en la
sociedad, construye una familia, tiene su ego, su subconsciente, sus metas... pero en
general vive el mundo hacia el exterior. Un exterior muy estable.
El Rayo Relampagueante ha llegado al punto de reposo. Aunque no siempre las
cosas son tan fáciles: mucha gente no se siente cómoda con su vida y se pregunta: ¿por
qué soy infeliz?
Por alguna razón, el individuo se siente marginado, separado de los demás, tiene
conflictos internos que no ha resuelto, simplemente nota que le falta algo. O mucho. Y
quiere entender.
Hay una segunda posibilidad: rodear el nadir, dar la vuelta en Maljút y empezar
a ascender por el Árbol, con la profundización y evolución de la Conciencia.
Es éste un proceso que todos tenemos que hacer. Es el sentido de la evolución,
que tiende hacia la individualización creciente en el sentido del self (no confundir con el
individualismo). Aunque el nivel promedio es el que hemos descrito – el nivel del ego
mental – no todos los seres humanos van al mismo ritmo. Hay algunos que han
completado otras fases evolutivas y son como una avanzadilla para el resto, ayudando a
los demás.

El esquema general tiene entonces dos partes:


La primera es la llamada involución, que es el descenso por el Árbol – por los
planos de la realidad desde el más exaltado en En Sof – en el que el individuo va
adquiriendo cualidades, características; se vas dotando de las cosas que necesita para
realizar esa tarea personal, su Tikún.
Y la evolución es el camino ascendente siguiendo el Rayo Relampagueante a la
inversa. Ésta parte es más complicada, no tan lineal como lo descrito hasta ahora – hay
un sentido de la entropía que invertir – con innumerables subidas y bajadas, posibles
reencarnaciones, etc.

Y en la involución, en el descenso, hay un momento fundamental que se produce


al llegar al punto más bajo en Maljút, en donde está el nadir. Para volver a ascender
plenamente hay que rodear el nadir.
Intentar ascender por el camino involutivo es evasión. No se puede volver por el
sendero de ida, por el camino de la regresión, por las fases prepersonales de la
conciencia. Es necesario ascender por el camino de la evolución, de la conciencia
personal a la transpersonal, y para eso hay que rodear el nadir.
Nadir es el punto donde se llega al máximo de materialidad, donde se llega al
máximo de densidad. Posiblemente entonces nos choquemos frontalmente con muchas
cosas de la vida.
Rodear el nadir puede ser una experiencia muy desesperante, porque la vida no
es como no es como nos la imaginábamos, porque ¿acaso hay ideales, triunfa la verdad,
triunfa la justicia, no son los intereses económicos regidos por la codicia insaciable el
motor de la historia y de la sociedad, y qué hacemos nosotros aquí, etc.?
Podemos entonces buscar mecanismos de evasión, incluso intentar ascender por
el Árbol por el sendero involutivo buscando en la espiritualidad un manera de no
confrontar las realidades de nuestras vidas. Desde el punto de vista de la verdadera
espiritualidad eso no puede funcionar. A lo más que vamos a llegar es al sueño de la
conciencia iluminada en Yesod, no a la conciencia en sí. Todo lo que está sin resolver,
todo lo que constituyen evasiones de la realidad, va a estar continuamente presionando
hacia abajo e impidiendo que lleguemos realmente lejos en el sendero espiritual porque
carecemos de fundamento.
Yesod es adoptar la mentalidad de víctima, echar siempre la culpa a los demás, a
las circunstancias, a todo. Hay que tener en cuenta que aceptación nunca es resignación.
Tenemos la obligación de cambiarnos a nosotros mismos y al mundo, trabajar por la
realización del Tikún. Simplemente aceptando donde estamos en realidad y a partir de
ahí ir construyendo, evolucionando por el camino del autoconocimiento, la
individuación y el compromiso. Eso es rodear el nadir.
Para poder ascender por el Árbol es necesario tener una estabilidad, una
madurez, un ego consolidado, unas emociones más o menos equilibradas, un intelecto
no desmedido... y entonces se pueden abrir las puertas de los mundos superiores sin
correr el riesgo de fundirnos por el exceso de potencial. Hay que estar bien anclado en
la Tierra.

Rodear el nadir es ser capaz de transformar la desesperación en aspiración


invirtiendo el flujo para poder seguir el sendero de retorno.

El sentido natural de la vida es evolucionar, individual y colectivamente. Cada


uno puede hacerlo de muchas maneras, cada uno tiene sus lecciones que aprender y no
se puede juzgar nunca la evolución de otra persona porque nunca tenemos la imagen
completa. Es importante darse cuenta de que aunque nosotros no seamos conscientes,
nuestro yo superior nos esta guiando en el camino, generando acontecimientos,
provocando las experiencias necesarias, con frecuencia en contraste con nuestra
orientación consciente.
Toda la creación está evolucionando al igual que todos los seres humanos,
sumergiéndose hasta el máximo nivel de diferenciación para actualizar todas las
potencialidades del espíritu.
Cuando hemos cumplido con todo ello somos seres realizados y podemos asumir
nuevas fases.

MEDITACIONES

La cabalá es un sistema de causalidad descendente. Tiene estructurada una


jerarquía del ser desde el Infinito (En Sof) hasta el mundo de la multiplicidad de seres
que interaccionan en el plano espacio temporal de los sucesos. Y lo que sucede en este
plano es reflejo de acontecimientos y realidades en los niveles superiores, que son los
verdaderamente causales respecto de lo físico. Los hechos, los fenómenos, se generan
en estos planos y siguen la dinámica descendente del Árbol de la Vida, tal como hemos
visto en el esquema del rayo relampagueante.
Esto quiere decir que si queremos ser nosotros mismos verdaderamente causales,
con conciencia, cocreadores y participantes activos en el Plan Divino, cuanto más nos
remontemos en el Árbol de la Vida, más cerca estaremos de la raíz última de las cosas
y, por tanto, más posibilidad tendremos de ocasionar cambios en consonancia con la
Luz. Esto se refiere tanto a nosotros mismos como a acontecimientos concretos.
Las meditación que sigue tiene como objetivo entrenarnos en esa dirección. Es
una meditación de elevación siguiendo el camino inverso del rayo relampagueante.
En realidad, cuando rezamos estamos de hecho elevando nuestra intención –
nuestra petición – idealmente hasta el nivel atsilútico (Divino) del Árbol de la Vida. Es
nuestro pensamiento imbuido de kavaná (intención consciente) el que viaja por los
planos. Y en la oración contemplativa somos nosotros mismos – en nuestro nivel de
conciencia – los que nos elevamos.
Con frecuencia nos quejamos de que nuestras oraciones no son atendidas y ello
es porque no hemos establecido adecuadamente la conexión con los planos internos
(Divinos).
En primer lugar, apenas trascendemos el plano del ego que es un mecanismo del
deseo de recibir, y por tanto en desarmonía con la característica esencialmente dadora
de la Luz. Así, nuestra conciencia apenas despega del suelo, por así decir. El ego
pertenece al mundo de la fragmentación, de la separación del árbol del conocimiento
(Dáat) del bien y del mal. Como mínimo, nuestra atención debe alcanzar hasta el nivel
del Dáat unificado para conectar con los Supremos. Eso quiere decir que se ha de
trascender la dicotomía sujeto – objeto en nuestra psique para fluir plenamente con la
realidad.
Además, en general, carecemos de la concentración suficiente, del foco mental
persistente adecuado, ya que es necesario pasar del nivel de la mente – el pensamiento –
al nivel del espíritu. Tal como está escrito en Ezequiel 37:9-10: “Y me dijo: Profetiza al
espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho YHVH Adonai:
Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé
como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus
pies; un ejército grande en extremo”.
Luego está el tema de la técnica adecuada, tanto de ascenso como de descenso,
aunque ninguna técnica funcionará si falta el fuego de la pasión y de la aspiración hacia
lo Divino. Y, por supuesto, como se dice en cabalá, Dios siempre escucha las plegarias
que se realizan con el corazón roto (el pilar del medio está siempre abierto hasta el
mismo Infinito. Somos nosotros los que estamos desconectados.)
Es necesario trascender un prejuicio que por condicionamiento cultural tenemos
hondamente arraigado. Y es que si hacemos algo espiritual para alcanzar objetivos
cometemos un acto de alguna manera ilegal o ilícito. Se nos enseña que la actitud
verdaderamente espiritual es la de ser siempre pasivos, aceptando todo lo que nos
venga.
Por supuesto que aceptamos todo lo que nos venga de lo Alto, y una prueba de
nuestro grado de trascendencia del ego es nuestro desapego del resultado de nuestras
acciones en este sentido. Pero eso no significa que hayamos de ser completamente
pasivos, pues es Dios mismo el que quiere que actuemos positivamente como
colaboradores (cocreadores) en su Plan. En el Génesis se dice que Dios crea a Adam
para guardar y cultivar el jardín. Y también le dice: Creced y multiplicaos y dominad...
Claro que si, como afirma la interpretación de la cabalá, aves y peces, etc., son símbolo
de ángeles, etc., lo anterior justifica en su raíz el hecho mágico. Y si Dios ha revelado la
cabalá a los seres humanos es para que la usemos, ¡adecuadamente, claro!
Debemos, pues, ser capaces de elevar nuestra intención primero de Maljut hasta
el nivel de Zer Anpin (el Rostro Menor – Tiféret) y luego hasta el nivel de los Supremos
– Biná, Jojmá y Kéter – pasando por la puerta de Dáat. Idealmente debemos acceder
hasta el nivel del Ain, la Nada, hasta el plano del Absoluto, que es el verdaderamente
causal, la verdadera morada de Dios. Nosotros este Absoluto, que es Nada de lo que
podamos decir o captar, lo percibimos como En Sof, Infinito, y como una infinitud
desbordante de Luz dadora y creativa (Or En Sof) que es tanto el agente de la creación
como la sustancia de todo lo que es.
Nos parece que la Nada es un nivel lejano y distante, cuando en realidad todo lo
permea y es el fundamento del ser. (Tenemos un ejemplo en el vacío – más del 99 % -
en la estructura atómica de la materia). Todo cambio pasa por el velo del Ain, de la
Nada. Las siguientes citas se refieren a este concepto y al proceso en general que
estamos considerando:

“La mente, en sus muchos niveles, comprende al pensador, al pensamiento y a la


palabra. Estos se influencian entre sí. La palabra existe en el tiempo. También el
pensamiento existe en el tiempo, porque tenemos distintos pensamientos en tiempos
diferentes. Hay también una esencia que liga el pensador al pensamiento. Es una esencia
que no puede ser captada. Es el atributo de la Nada... Lo mismo es cierto de la
transición del pensamiento a la palabra. Es imposible captar la esencia que los une...
Para unir a todos entre sí hay que alcanzar el nivel de la Nada.”5
“Piensa en ti como nada y olvídate por completo de ti al orar. Ten sólo en mente
que estás rezando por la Presencia Divina. Entonces podrás entrar en el Universo del
Pensamiento, un estado que está más allá del tiempo. En ese dominio todo es lo mismo,
la vida y la muerte, la tierra y el mar... Pero para poder entrar en el mundo del
Pensamiento, en el que todo es lo mismo, debes renunciar a tu ego y olvidarte de todos
tus problemas. No podrás llegar a ese nivel si te adhieres a cosas físicas mundanas.
Porque así te adhieres a la división entre el bien y el mal, que está incluida en los siete
días de la Creación. ¿Cómo podrás entonces aproximarte a un nivel por encima del
tiempo, en el que reina la unidad absoluta? Además, si te consideras a ti mismo como
“algo” y pides por tus propias necesidades, entonces Dios no puede vestirse a Sí mismo
en ti. Dios es infinito y no hay vasija que pueda contenerle, excepto cuando un
individuo se hace a sí mismo como Nada.”6
“Al rezar, hay que poner toda la intensidad en las palabras, yendo de letra en
letra hasta olvidarse por completo del cuerpo... Tal es el Universo de Yetsirá, [el mundo
de las palabras]... Entonces las letras entran en los pensamientos y uno ni siquiera oye
las palabras que está pronunciando. Este es el Universo de Briá, [el mundo del
Pensamiento] Se llega entonces al nivel de la Nada, en el que [todos los sentidos y]
facultades físicas están anuladas. Este es el Universo de Atsilút, [que es el paralelo de]
el atributo de Jojmá.
“Nada puede cambiar de una cosa a otra [sin primero perder su identidad
original]... Por tanto, antes de que algo pueda transformarse debe acceder al nivel de la
Nada. Así es como sucede el milagro que cambia las leyes de la naturaleza. Primero hay

5
Maggid Devarav LeYaakov # 96. Citado de Meditación y Cábala. Pag 322.
6
Ibid 159. Meditación y Cábala. Pag 322-323.
que elevar la cosa a la Emanación de la Nada. Entonces viene una influencia de esa
emanación para producir el milagro”.7
“Cuando alguien contempla un objeto, lo eleva a su pensamiento. Si entonces su
pensamiento se adhiere al Pensamiento supremo, lo puede elevar a ese Pensamiento. De
ahí puede ser elevado al nivel de la Nada, en donde el objeto mismo se convierte en
nada absoluta.
La persona lo puede entonces bajar de nuevo al nivel del Pensamiento, que es
algo. Al final de todos los niveles, lo puede transformar en oro”.

Y sobre el proceso general de meditación, he aquí una cita de mi libro El


Camino del Árbol de la Vida:

“Lo primero es distinguir entre concentración y meditación. Mediante la


concentración se aísla un objeto de todos los estímulos circundantes de modo que
constituya el único contenido de la conciencia. Este objeto puede ser algo del mundo
externo – una flor, una piedra – o del mundo interno – una idea, una emoción, una
cualidad, una virtud, un símbolo, una imagen divina, un Nombre de Dios, el propio
sujeto de la conciencia, la nada –. Este proceso de concentración – aislamiento – se
llama Hitbodedut.
Una vez que la mente se halla enfocada plenamente en el objeto, se puede usar
éste como una escalera para ascender primero a los niveles mentales intuitivos, que son
supraformales, y después, desde esa nueva plataforma mental (Yetsirá superior/ Briá
inferior) ascender a los niveles espirituales superiores. Para ello se deja que el objeto de
concentración irradie espontáneamente los muchos contenidos a él referidos, que van
progresivamente de lo particular a lo universal, hasta alcanzar la fuente de todo
pensamiento (Jojmá).Ese proceso es lo que llamamos meditación Hagá. El hilo
conductor es la Kavaná, la atención dirigida.
La concentración es pues una condición necesaria pero no suficiente para la
meditación. La concentración es contracción. Con ella se alcanza un estado de claridad
de conciencia, vívida y luminosa. La meditación parte del objeto y lo amplía,
expandiéndolo hacia los niveles superiores. Llega un punto en que el alma y el objeto se
funden en lo universal y se produce una transferencia de energía, porque la meditación
no es sólo un modo de adquirir conocimiento; es también una forma de llenarse de
poder espiritual. Esta fase recibe el nombre de Siaj. Hasta ahora el meditador ha
empujado con Kavaná. Ahora se abandona y recibe.
El estado en el que el meditador se une con lo meditado por la asimilación a su
ser de todos los contenidos que el objeto ha irradiado hasta lo trascendente, se llama
Hitbonenut (Contemplación) El conocedor y lo conocido se funden en Daát, el acto
único de Conocimiento, en el que también están unidas las tres sefirot supremas, y
mediante el cual las luces de la Sabiduría y del Entendimiento se vierten en el alma.”
Por último, un fragmento de algo que escribí en relación con el paradigma
cuántico de la conciencia:

“Pero queda un aspecto importante por tratar: el principio de no localidad. Es el


de la vinculación o coordinación de dos sistemas que, desde nuestro punto de vista
funcionan como si se produjera una trasmisión instantánea de información. Esto

7
Imrey Tzadikim p.19c. Meditación y Cábala. Pag. 323-324.
contradice la física clásica, incluyendo la relatividad, en la que cualquier trasmisión
entre dos sistemas físicos no puede realizarse a velocidad superior a la de luz. Es decir,
las cosas están ligadas a un lugar del espacio-tiempo (localidad) y las interacciones con
otros sistemas se propagan a la velocidad máxima de 300000 km/s. No así en la
mecánica cuántica, en sistemas que han estado vinculados y por tanto que han sido
descritos por una misma función de onda. Aunque dos partes de ese sistema se hallen en
un momento dado a una distancia mayor que la alcanzable por la velocidad de la luz,
sucede que un cambio en una parte es registrado automáticamente en la otra, la cual
cambia también consecuentemente, sin que haya mediado ningún tipo de trasmisión por
medio físico alguno conocido. Es el principio de no localidad. Está comprobado
experimentalmente (por Aspect y otros).
Podría objetarse que este principio sólo funciona para sistemas microscópicos.
Sucede, sin embargo, que si el universo todo procede de un Big Bang, en los instantes
primigenios este universo era microscópico y un objeto plenamente cuántico, por lo
tanto, podemos deducir que esta vinculación no local se da en todo el universo y a todos
los niveles.
En línea con el razonamiento anterior, podemos deducir que la vinculación no
local se produce al nivel de la conciencia; no de la conciencia egoica, inmersa ella
misma en el colapso de la función de onda cósmica, sino de la conciencia primordial, el
agente causal del colapso, cuyo medio pleromático es un espacio de pura posibilidad o
potencialidad, la cual elige entre todas las posibilidades ésta que llamamos el universo
(y que se crea en cada instante, en sincronicidad con los sujetos/objetos, pues estos son
el resultado del Daát fragmentado). Así, todo objeto (o sistema, o acontecimiento, etc.)
está vinculado con todos los demás en la conciencia a través de la no localidad.
Entendemos que esta vinculación no local – esta ventana no local (como la llama
Amit Goswami) que se abre entre todas las dimensiones, a todos los niveles, con tal de
que se “ascienda” suficientemente en el nivel de conciencia – es la justificación cuántica
de toda la fenomenología mística y esotérica. También nos permite ser creadores de
nuestro propio mundo; es de hecho la fuente de la verdadera creatividad, al posibilitar
entrar en fase vibratoria con la conciencia universal, y por tanto con el espacio de de
superposición de posibilidades antes de que se produzca el colapso que crea el mundo
en general, y nuestra realidad en particular.”

MEDITACIÓN DE TRABAJO DE INTENCIONES


He aquí una meditación para trabajar conscientemente la mecánica del rayo
relampagueante, un proceso que está funcionando siempre y a todos los niveles de la
realidad.
Tomamos una intención concreta (con el tiempo y la práctica comprobaremos
que el rango de actuación es prácticamente infinito) y la elevamos por todo el Árbol de
la Vida para hacerla descender de nuevo reformulada a la luz de la voluntad superior.
Reconocemos con ello que la verdadera causalidad opera de arriba abajo y recorremos
todo el camino sin cortocircuitos intermedios con lo que siempre se obtendrá lo mejor a
la luz de la voluntad y el pensamiento divinos.
Tenemos así una intención concreta pensada de antemano: algo que queramos
conseguir, una situación que queramos modificar, alguien a quien queramos ayudar,
algún conflicto interno, o trauma, o bloqueo, etc. En lo que sigue nos referiremos
globalmente a esa intención junto con su contexto como “la cuestión”.
Es importante que realicemos todo el trabajo en el contexto meditativo
adecuado, para lo cual empezamos por Abrir el Templo y relajarnos convenientemente.
Después utilizamos un procedimiento para delimitar claramente l principio y el
final de la meditación propiamente dicha. Puede ser el siguiente:
Nos visualizamos arriba de una escalera de 10 peldaños, que vamos ha ir
bajando lentamente siguiendo la cuenta:
10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1,
Damos unos pasos, visualizamos ante nosotros unas puertas – las puertas de la
imaginación creativa – y las abrimos con suavidad. Cruzamos al otro lado. Nos
encontramos en un espacio interior cálido y luminoso en el que nos sentimos acogidos y
confortables.
Cuando lo creamos conveniente comenzamos la primera fase de elevación de
nuestra intención por el Árbol de la Vida, siguiendo aproximadamente las siguientes
líneas (que podrán ser adaptadas por cada cual para adecuarlas a su situación personal):

Maljút: El estado actual de la cuestión, tal como la experimentamos ahora. Es el


punto de partida. En esta esfera, nos ponemos en situación. Nos narramos a nosotros
mismos lo que sucede y nos repetimos claramente la intención.

Yesod: El entramado. Lo que hay detrás de la cuestión. Aspectos


subconscientes, no manifestados abiertamente. Aquí visualizamos detalladamente, si es
pertinente. Vivimos la situación como una película, en presente. Nos dejamos llevar,
permitiendo una dosis de actividad espontánea de la imaginación creativa. Vemos las
dinámicas en juego.

Hod: Aspectos mentales. Análisis racional de la cuestión. Separamos los temas.


Consideramos todos los aspectos desde el punto de vista lógico. Personas implicadas,
razones, causas… ¿Qué pensamos nosotros? ¿Cómo pensamos nosotros que son las
cosas? ¿Qué piensan los demás? ¿Cómo piensan ellos que son las cosas? ¿Qué
estrategias hay en juego? ¿Cuáles son las explicaciones?

Nétsaj: Emociones implicadas en la cuestión. Las dejamos ir en su estado puro,


sin filtros. ¿Qué sentimos? ¿Cuáles son las emociones de los demás? ¿Qué emociones
hay suprimidas? Las asumimos. En esta fase hay que implicarse personalmente y sentir.

Tiféret: La esencia. ¿Cuál es el centro de la cuestión? ¿Qué está pasando de


verdad? Operamos desde la intuición, sin pensamientos, ni sentimientos. En esta fase
entramos en el plano de la mente abstracta. Nos dejamos iluminar desde dentro.
Dejamos que surja la verdad, sin evasiones. ¿Cuál es la verdad de la situación, nuestra
verdad, la de los demás? ¿Hay algo que tengamos que sacrificar?

Guevurá: El juicio. Diseccionamos. Somos rigurosos y precisos. Hacemos un


juicio exacto de la cuestión. Discriminamos y separamos. ¿Cuál es nuestro deseo
profundo? ¿Qué cosas hemos causado con nuestra actitud? ¿Dónde ponemos o hemos
puesto los límites? Consideramos la energía negativa. Si hay energía negativa
manifestándose es porque de un modo u otro predomina el deseo de recibir.
Observamos entonces nuestro deseo de recibir, de recibir sólo para nosotros mismos, y
establecemos cuándo, dónde y cómo ha prevalecido o prevalece. ¿Es ético lo que
queremos conseguir?
Jésed: La misericordia, la gracia. Somos ahora el abogado defensor. Adoptamos
el punto de vista de la justificación, del perdón. Consideramos la energía positiva de la
situación, es decir, desde el punto de vista del dar. Un dar gratuito, totalmente libre de la
necesidad, de la carencia. ¿Qué hemos dado, qué damos? ¿Quién se beneficia de obtener
lo que deseamos? ¿De qué modo se benefician otros de que la cuestión se resuelva
positivamente? ¿Cuál es nuestra medida de preocupación por el bien de los demás?
Abrimos el corazón. Liberamos, permitimos, dejamos ser.

Biná: Damos un salto cuántico. Aquí vamos a ponernos en el lugar del otro. Si
hay varios implicados, hacemos lo propio de uno en uno. No nos preguntamos cómo se
siente ser X, persona, animal o cosa. Somos X. Dejamos que de esa identificación brote
un entendimiento profundo de la cuestión, de las necesidades de todo, y nos
apresuramos a satisfacerlas como una madre providente. ¿Cuál es el karma de la
situación (de esta o de otras vidas)? ¿Qué lecciones hay que aprender? Ampliamos el
contexto de la cuestión y la medimos por estándares cósmicos. Consideramos la
situación desde todas las perspectivas simultáneamente. La consideramos inmersa en la
totalidad, imbricada en la matriz espacio – temporal de la existencia.

Jojmá: Trascendemos la situación y la sacamos del mar espacio – temporal,


pasándola al marco de lo eterno. ¿Cuál es la raíz divina de nuestro problema? Vemos la
cuestión como un símbolo, un arquetipo en la mente y el ser de Dios. La reducimos a
conciencia pura, la fundimos en un todo transparente y translúcido de omnisciencia,
saturándola de Presencia Divina. Aquí no hay egos, no hay cosas, todo es pura
potencialidad, semilla energética, creatividad desbordante como expresión de la propia
vida divina, en un estado de gozo, beatitud y placer completos.

Kéter: La esfera del Uno. La cuestión, nosotros, los demás, el contexto y toda la
realidad son ahora pura Luz Divina. No hay oposiciones, no hay polaridades, todo es
simplicidad extrema, en un estado de voluntad pura que en su superabundancia proyecta
y reabsorbe los mundos, sin disminución de su ser absoluto. Entramos en la esfera de la
Luz Infinita que es la esencia y sustancia de todo: un océano de luz en el que sólo hay
plenitud y satisfacción absolutas, en el que todo deseo está colmado a rebosar.)

Y esta Luz es infinitamente fértil. Todo lo contiene. En ella todo es posible. Y es


mediante la conexión con la Luz, es decir, con la plenitud, con la alegría, con la
superabundancia dadora del Uno, como se van a reformular inmediatamente todas las
situaciones en un sentido positivo.
Porque mediante ese vínculo la propia voluntad divina se reviste, por así decir,
con la nuestra. Si alineamos nuestra voluntad con la voluntad divina, Dios hará nuestra
voluntad, elevada ahora al plano más elevado. Podemos así visualizar la voluntad divina
revistiéndose con nuestra intención (Kéter).
Y esa voluntad aplicada a nuestra intención se expresa como Sabiduría, como la
energía del propio Pensamiento Divino, al que nada puede obstaculizar, que todo lo
logra y alcanza por el camino más directo y certero. Contemplamos nuestra intención
como Conciencia - Energía, tal como es reformulada a la luz de los arquetipos del
Espíritu (Jojmá).
Y la Madre Divina en Biná, con su Entendimiento profundo, recibe esa idea
seminal y la formula, la crea en la matriz cósmica de la Mente Universal, en relación
con todas las cosas y proveyendo de los mejores medios necesarios para su realización
final.
Visualizamos las tres esferas superiores del Árbol como una, pulsando con Luz
Infinita, y en es luz está nuestra situación redefinida. No hay supresión; hay recreación;
hay una nueva Sabiduría y un nuevo Entendimiento, todavía a un nivel espiritual, muy
abstracto, pero causal.
Contemplamos ahora cómo el rayo relampagueante cruza el abismo de Daát y
alcanza la esfera de Jésed, en donde está la energía positiva y expansiva, y todo el bien
que la situación depara. Nos llenamos del amor de Jésed y observamos cómo aparece la
cuestión redefinida desde esta perspectiva. Observamos qué imágenes, ideas o
sensaciones aparecen en nosotros en relación con nuestra intención.
Ahora entramos en la esfera de Guevurá y contemplamos desde el punto de vista
de la Fuerza, del Poder y del Juicio cómo se ha reformulado la situación. ¿Dónde están
los límites? ¿Dónde hay que ejercer resistencia? ¿Dónde hay que decir no? ¿Dónde
aplicar una fuerza de voluntad inquebrantable? Observamos.
Y ahora entramos en Tiferet, en el centro. Contemplamos nuestra intención
renovada en su ser, en su verdad, brillando, irradiando su luz. Meditamos. Vemos
claramente qué vamos a dar a cambio, qué es lo que la nueva situación requiere de
nosotros. He aquí la respuesta a nuestras demandas, una repuesta ya constituida,
equilibrada, en la armonía, el respeto y el bien para todos, si bien todavía en un plano
ideal, abstracto, de la esencia.
Para que esa esencia central se realice plenamente es necesario dotarla en primer
lugar de emoción. Entramos en la esfera de Nétsaj y sentimos todo lo relativo a la
cuestión tal como la vemos ahora. Lo vivimos en primera persona. Nos implicamos
personalmente. También vivimos los sentimientos de los demás. Abrimos nuestra
actitud. Cargamos nuestra intención con todo nuestro deseo. Nos apasionamos.
Ahora meditamos desde el punto de vista de Hod, el intelecto: Contemplamos
los detalles, las decisiones que vamos a tomar, las palabras que vamos a decir.
Contemplamos el diseño concreto, el plan de los acontecimientos, tanto respecto a
nosotros como a las personas implicadas, siempre en tiempo presente.
Ya está hecho. Contemplamos la intención en la matriz astral como ya realizada,
con una percepción visual lo más rica posible, aunque sin esforzarnos por ello. Más bien
aguardamos el feedback cargado con la convicción, con la seguridad de que ya está
alcanzado y va a suceder (Yesod).

Por último, descansamos y lo dejamos estar. Hemos plantado una semilla y


fructificará. El universo la gestará y madurará. Descansamos con la satisfacción del
trabajo bien hecho y el agradecimiento a la Luz por toda la experiencia (Maljut).

Hemos de revertir ahora todo el proceso de apertura. Tras reubicarnos


mentalmente cruzamos de nuevo las puertas que abriéramos al principio y las cerramos
con suavidad detrás de nosotros. Ascendemos por la escalera contando los peldaños,
esta vez de 1 a 10. Después hacemos algunas respiraciones profundas y retornamos
plenamente a nuestro estado de conciencia habitual. Cuando lo estimemos conveniente
abrimos los ojos. Por último cerramos el Templo.
No nos olvidamos de tomar las notas pertinentes en nuestro diario mágico.

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