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Luis Heriberto Rivas

El Espíritu Santo
en las Sagradas Escrituras
2

Introducción

El libro de los Hechos de los Apóstoles – desde sus primeras páginas – proclama
que la Pascua de Jesucristo representa el ingreso en los tiempos finales, signados por la
presencia activa del Espíritu de Dios sobre los hombres. Se llegaba a la época anunciada
por los profetas y que era el objeto de la esperanza de muchos piadosos de Israel. Pedro
dice a la multitud: “Se está cumpliendo lo que dijo el profeta Joel: ‘En los últimos días,
dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres... ” (Hech 2, 16-17).

El Apóstol Pedro interpreta la efusión del Espíritu como un hecho escatológico:


son “los últimos días”. Efectivamente, toda la Escritura está orientada hacia un mundo
futuro, la escatología, que se concibe como una renovación de todo lo creado, “los
cielos nuevos y la tierra nueva”.1 Esta obra deberá ser realizada por el Espíritu de Dios.
Él debe llevar a su última perfección la obra comenzada en el primer día. El himno
medieval lo expresa claramente en su estrofa inicial:
Veni, creator Spiritus,
mentes tuorum visita,
imple superna gratia,
quae tu creasti, pectora.
Al Espíritu Santo, invocado como Creador, se le pide que venga a plenificar con la
gracia divina los pechos de aquellos mismos que fueron creados por Él.

Toda la Escritura se encierra entre estas dos afirmaciones. El Génesis, así como
es leído hoy por la Iglesia, comienza indicando el poderoso soplo del Espíritu sobre las
aguas primordiales (Gn 1, 2). El Apocalipsis se cierra con la ardiente súplica de la
Esposa y el Espíritu que claman por la realización plena de toda la esperanza contenida
en la Escritura: “El Espíritu y la Esposa dicen ‘¡Ven!’, y el que escucha debe decir:
‘¡Ven!’” (Apc 22, 17).

La realización de esa etapa final de la historia de la salvación ya se da por


comenzada con la Resurrección de Jesucristo, porque a partir de allí ya se está
produciendo la efusión del Espíritu prometido para los últimos días.

Esta conexión entre el comienzo y el final exigen que toda exposición de la


doctrina del Espíritu Santo deba comenzar por el Antiguo Testamento. Es indudable que
la Trinidad se revela en el Nuevo Testamento, pero en el Antiguo ya se encuentran los
elementos con los que se va preparando esta revelación, y los textos del Nuevo suponen
los del Antiguo. En este trabajo se comenzará por una exposición del desarrollo del
tema del espíritu desde su aparición en el vocabulario no-teológico hasta llegar a las
afirmaciones contundentes de los autores del Nuevo Testamento. En la primera parte se
comenzará estudiando el vocabulario para pasar después a las primeras nociones sobre
el Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento. Se concluirá dedicando un espacio
especial a la actuación del Espíritu Santo en dos figuras mesiánicas destacadas del
Antiguo Testamento: el Rey Mesías (el ‘Emmanuel’) del Primer-Isaías, y el Siervo de
Yahveh del Segundo-Isaías. En la segunda parte se estudiará la actuación del Espíritu en

NOTA PREVIA: En atención a los lectores que no tienen familiaridad con las lenguas griega y hebrea, la
primera vez que cada palabra aparece se da la traducción y la pronunciación aproximada. Por la misma
razón no se ha respetado la transcripción aceptada generalmente por los científicos.
1
2Pe 3, 13; cf. Is 65, 17; 66, 22; Apc 21, 1.
3

la tradición sinóptica, con especial atención a la obra de Lucas. La tercera parte estará
dedicada totalmente a las cartas de San Pablo, para finalizar con la cuarta parte dedicada
a la obra de Juan (Evangelio y Primera Carta).
4

I - El ‘espíritu’ en el Antiguo Testamento2

1 – El vocabulario

En castellano se utiliza el término ‘Espíritu’ para traducir el griego pneu'ma


(pnéuma). Pneu'ma significa ‘soplo’, ‘viento’, y está relacionado con pnohv (pnoé) que es
la brisa suave, el soplo, la exhalación, y el verbo respectivo pnevw (pnéo) que se traduce
por ‘soplar’, ‘respirar’. 3

En la Sagrada Escritura, la versión LXX traduce con este término pneu'ma las palabras
hebreas j'Wr (rúaj - 264 veces) y hm;v;nÒ (neshamah - 3 veces).4 j'Wr (Generalmente
femenino) aparece en el Antiguo Testamento unas 389 veces. Su significado básico es
‘viento’ y ‘aliento’. hm;v;nÒ es ‘respiración’. Se entiende siempre que es el aire en
movimiento, y también la fuerza con la que mueve otras cosas. En la lengua hebrea no
existe propiamente una palabra para designar el aire como tal, y los términos existentes
se refieren siempre a su movimiento o a su fuerza. De ahí que en unos 50 textos de LXX
j'Wr se encuentre traducido como ajvnemo"5. Frecuentemente se indica la potencia (a
veces con adjetivos: ‘viento grande’ Jon 1, 4; Job 1, 19; ‘viento fuerte’ Ex 10, 19; 14,
21; ‘viento huracanado’ Ezq 1, 4; 13, 11; etc.). En Gn 3, 8 !/Yh' j'Wr ‘el viento del día’ es
la brisa que sopla desde el mar al atardecer y que alivia el calor del día. La construcción
‘viento de Dios’ (Gn 1, 2) o ‘viento de Yahweh’ (Is 40, 7; 59, 19) puede indicar también
un viento de potencia muy grande.

Prueba del poder de Dios es que Él puede dominar el viento: Él lo ha creado


(Am 4, 13), le da órdenes (Jer 10, 13=51, 16=Sal 135, 7), lo envía como mensajero (Sal
104, 4) y lo utiliza como vehículo para desplazarse (2Sam 22, 11=Sal 18, 11).

Abundan los textos en los que la dureza del juicio de Dios contra los pecadores
es comparada con la potencia destructora del viento (Is 17, 13; Jer 4, 11-12; 13, 24; 49,
36; Ezq 13, 10-14; Sal 35, 5; etc.).

Otra acepción con la que se presenta el término j'Wr es la de aliento vital, y con
mayor precisión la respiración. En el libro de Job se dice que el aliento que está en las
narices del hombre es la j'Wr de Dios (27, 3b). Yahveh, cuando decide acortar la vida de
los hombres, dice que su espíritu no permanecerá más en ellos (Gn 6, 3). Se puede
traducir por ‘vida’, aunque a veces se dice también “espíritu de vida”. Para designar a
los seres vivientes se dice: “toda carne en la que hay j'Wr de vida” (Gen 6, 17; 7, 15.
22). Algunas veces se añade la indicación de que se trata del aliento que viene de la

2
R. ALBERTZ – CLAUS WESTERMANN, s. v. j'Wr en: Diccionario Teológico Manual del Antiguo
Testamento (E.JENNI / C.WESTERMANN, edits.), Cristiandad – Madrid – 1985: II 914-947. FRIEDRICH
BAUMGÄRTEL, s.v. pneu'ma en TWNT (KITTEL/FRIEDRICH, edtis.) (Se cita siempre la versión inglesa), VI
359-368. DANIEL LYS, “Rûach” Le souffle dans l’Ancien Testament, Presses Universitaires de France –
París – 1962. HANS WALTER WOLFF, Antropología del Antiguo Testamento, Sígueme – Salamanca –
1975; 53-61.
3
Las versiones latinas de la Biblia han traducido por ‘spiritus’, que tiene el mismo significado.
4
Existen dos excepciones: Sal 119, 131 (traduce hp;a;v]a,w ‘y aspiro’) e Is 27, 8 (traduce !ydiq; ‘viento del
este’).
5
P. e. Ex 10, 13. 19; 14, 21; 1Cr 9, 24; Sal 1, 4; 18, 11.43; 35, 5; 83,14; etc.
5

boca o de los labios (Sal 135, 17; Is 11,4; etc.). Cuando alguien se reanima después de
haber estado muy apesadumbrado o al borde de la muerte, se dice que “le vuelve el
espíritu = j'Wr” (Gen 46, 27; Jue 15, 19; 1Sam 30, 12; etc.). Ezequiel puede mantenerse
en pie después que una j'Wr viene a él (Ezq 2, 1; 3, 24), y así puede resistir la presencia
de Yahveh que le habla.

Este aspecto de ‘soplo’ es el que se asumió cuando LXX tradujo la palabra


hebrea j'Wr por el término griego ‘pneu'ma’ y más tarde las versiones latinas por
‘spiritus’, de donde pasó a las lenguas modernas.

Ese espíritu vital que hay en el hombre puede ser entendido también como su
estado de ánimo o su manera de ser. De esta manera, el “espíritu corto” (respiración
rápida y agitada) es impaciencia (Ex 6, 10; Job 21, 4; Prov. 14, 29); pero si es “espíritu
largo” (respiración tranquila y serena) indica tranquilidad y paciencia (Ecl 7, 8). El
“espíritu alto” es equivalente a soberbia (Ecl 7, 8), mientras que el “espíritu bajo” es
abatimiento (Is 57, 15; Prov. 16, 19; 29, 23). El marido que sospecha de su mujer tiene
“espíritu de celos” (Num 5, 14. 30). Cuando el pueblo que se pervierte tiene “espíritu de
prostitución” (Os 4, 12; 5, 4), si anda extraviado tiene “espíritu de vértigo” (Is 19, 14), y
si no entiende la Palabra de Dios es porque tiene “espíritu de letargo” (Is 29, 10).

El hombre no tiene dominio sobre este aliento, así como no tiene poder de
decisión sobre el día de la muerte (Qo 8, 8). Dios es quien da j'Wr (Is 42, 5), y cuando lo
quita los seres vuelven al polvo (Gen 6, 3; Sal 104, 29-30; 146, 4; Job 34, 14-15). Otros
textos afirman lo mismo utilizando el sustantivo hm;vn; Ò = respiración: Gen 2, 7; Is 42, 5
(en paralelo con j'Wr). En Job 32, 8 se colocan en paralelo j'Wr y hm;v;nÒ. Tal es el dominio
que Dios tiene sobre la vida de los hombres que puede ser llamado “Dios de los
espíritus que hay en toda carne” (Num 16, 22; 27, 16).

En las polémicas contra los ídolos se dice que ellos no tienen j'Wr (Jer 10, 14=51,
17; Hab 2, 19): son como los muertos (cf. Sal 106, 28; Bar 6, 26. 31. 70).

El concepto de j'Wr está relacionado con el término hm;v;nÒ que significa


precisamente ‘respiración’. LXX generalmente traduce este término por pnohv, pero en
tres momentos lo hace con pneu'ma. En dos casos se trata de ‘quedarse sin respiración’,
como efecto de una grave enfermedad o de una emoción violenta: 1Re 17, 17; Dan 10,
17.6 El tercer caso es la afirmación de que “Dios tiene tu respiración en sus manos”
(Dan 5, 23). Esta afirmación aparece en otras partes con el término j'Wr (p. e. Job 12,
10).

Análogamente se dice que Yahveh también tiene j'Wr, un aliento vital que
infunde en los demás seres para que puedan existir. Este aliento vital divino está dotado
de poder e interviene en la obra de la creación (Job 33, 4). A veces aparece en paralelo
con la palabra de Yahveh y se agrega la precisión de que, como ella, también sale de su
boca: “La palabra de Yahveh hizo el cielo, y la j'Wr de su boca, los ejércitos celestiales”
(Sal 33, 6); “Que te sirvan todas las criaturas, porque tú lo dijiste y fueron hechas,
enviaste tu espíritu y él las formó, y nadie puede resistir a tu voz” (Jud 16, 14). El
mismo paralelismo parece insinuarse cuando se dice: “...las aguas se congelan por el
6
En 1Re 10, 5, donde el TM dice que la Reina de Saba “se quedó sin respiración = j'Wr”, LXX traduce:
ejx eJauth'" ejgevneto “quedó fuera de sí”.
6

frío; envía su palabra y se derriten, hace soplar su j'Wr y corren las aguas” (Sal 147,
17b-18).

Relacionada con esta acción poderosa del Espíritu manifestada en la creación,


aparece la idea de que por su Espíritu Dios está presente en todas las cosas creadas: “¿A
dónde iré para estar lejos de tu espíritu?” (Sal 139, 7). La comunidad alejandrina, en el
libro de la Sabiduría, retoma esta idea y la elabora con el aporte de la idea estoica del
lovgo" (lógos) que da unidad a todo lo existente. De esta forma presenta una idea
novedosa: “El espíritu del Señor llena la tierra, y él, que mantiene unidas todas las
cosas, sabe todo lo que se dice” (Sab 1, 7). En este texto el espíritu, al mismo tiempo
que unifica toda la creación, aparece como el agente de la omnisciencia divina y de la
acción vindicativa sobre los pecadores.

Si la j'Wr de la boca de Yahveh tiene poder creador, la j'Wr de sus narices indica
su ira: “...desatas tu furor y los devoras como paja; ante la j'Wr de tus narices se
amontonaron las aguas” (Ex 15, 7c-8a); “...al proferir tus amenazas, Yahveh, al
resoplar la j'Wr de tus narices” (Sal 18, 16=2Sam 22, 16); “los que cultivan la maldad...
desaparecen bajo la j'Wr de sus narices” (Job 4, 8-9). Otras veces j'Wr aparece con este
mismo sentido de ira o indignación de Dios, sin especial referencia a sus narices (p. e. Is
30, 28; Job 4, 9).

Si Dios puede enviar su Espíritu para comunicar vida o poder, o manifestar ira o
indignación, también puede enviar un ‘mal espíritu’ (h[;r; j'Wr) para producir otra clase
diferente de efectos. De esta manera, el mal espíritu actúa destructivamente sobre
aquellos a quienes es enviado (Jue 9, 23 1Sam 16, 14..15. 16. 23; 18, 10). También
puede ser un ‘espíritu de mentira’ (rq,v, j'Wr) (1Re 22, 22-23 = 2Cr 18, 22-23). A los
lectores cristianos de la Biblia, que proyectan la luz del Nuevo Testamento sobre los
textos referentes al espíritu de Dios del Antiguo, puede resultarles sorprendente esta
clase de afirmaciones. En la lectura de la Sagrada Escritura se debe atender siempre a la
progresividad de la revelación y al hecho de que el Antiguo Testamento contiene
muchos elementos imperfectos que recién alcanzarán su perfección en libros posteriores
y sobre todo en el Nuevo Testamento.7 La revelación de que el Espíritu Santo es una
persona divina recién llegará con los escritos del Nuevo Testamento, con la reflexión de
la Iglesia y con el Magisterio de la misma.

Otros textos, en cambio, se refieren al j'Wr como ‘viento’, sin relación con Dios,
para indicar la nada, lo que es inasible porque es inconsistente. Así aparecen
expresiones como “ciencia de viento” (Job 15, 2), “palabras de viento” (Job 16, 3); “son
viento y vacío” (Is 41, 29); “como correr detrás del viento” (Qo 1, 14; 2, 11. 17. 26; 4,
4; 6, 9); etc.

Al final de esta variada presentación del espíritu a lo largo de la historia del


pueblo del Antiguo Testamento corresponde señalar que en la época exílica y pos-
exílica el espíritu de Yahveh se entiende como Dios mismo. De ahí que por primera vez
aparezca la expresión ‘Espíritu Santo’, que será común en el Nuevo Testamento: Is 63,
10.11; Sal 51, 13; Sab. 1, 5; 9, 17; Dan LXX 5, 12; 6, 4.

7
Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática ‘Dei Verbum’, IV 15.
7

Para la finalidad que se ha propuesto este trabajo corresponde detenerse en


aquellos aspectos del Espíritu de Yahveh que preparan la revelación del Espíritu Santo
así como se encuentra en el Nuevo Testamento. Convendrá circunscribir el estudio al
tema del Espíritu de Yahveh y estudiar detenidamente los textos en los que aparece el
envío del Espíritu para capacitar a los grandes personajes de la historia de la salvación,
para inspirar a los profetas y para dar la vida y la santificación al pueblo de Dios.

2 – La obra del Espíritu de Dios

a) Los jueces

Una serie de textos relaciona la j'Wr de Yahveh con la actividad de los líderes
carismáticos que intervenían para salvar al pueblo. Estos textos, que fueron utilizados
por el redactor deuteronomista, parecen ser los más antiguos. En la primera parte del
libro de los Jueces se proponen dos esquemas de la historia, que luego se irán repitiendo
en los relatos referentes a cada uno de los jueces. El esquema de 2, 11-16 propone la
sucesión: 1-pecado (apostasía); 2-ira de Dios y castigo (entrega en manos de los
enemigos); 3-envío del salvador. En este esquema no aparece la referencia al Espíritu.
Pero en el esquema propuesto en 3, 7-11 se introducen nuevos elementos, y para la
intención de este trabajo el más importante es la referencia al Espíritu de Yahveh: 1-
pecado (apostasía); 2-ira de Dios y castigo (entrega en manos de los enemigos); 3-
clamor de los israelitas a Dios y envío del salvador; 4-descenso del Espíritu de Yahveh
sobre el salvador y capacitación para la guerra liberadora “El espíritu de Yahveh
descendió sobre Otniel: él fue juez en Israel y salió a combatir. Yahveh entregó en sus
manos a Cusán Riseataim, rey de Edóm, y su mano prevaleció sobre él” (3, 10). Otras
intervenciones del Espíritu se describen con respecto a otros caudillos como Gedeón (6,
34), Jefté (11, 29), Sansón (13, 25; 14, 6. 19; 15, 14), Saúl (1Sam 10, 6. 10; 11, 6) y
David (1Sam 16, 13).

Las calamidades que padecían los israelitas habían sido provocadas por el
mismo Yahveh como castigo por sus infidelidades. Por esto ellos eran incapaces de
liberarse. La salvación tenía que venir del mismo Yahveh que los había castigado. La
fuerza de Yahveh actuó sobre hombres que hasta ese momento eran insignificantes y los
capacitó para que pudieran superar a los opresores. Por la invasión del Espíritu, Saúl es
cambiado “en otro hombre” (1Sam 10, 6), “se le cambia el corazón” (10, 9). La
intervención de estos líderes se inscribe dentro del esquema castigo – salvación que
tiene como agente al mismo Dios, de modo que sus actuaciones no se comprenden
como simples intervenciones guerreras sino como actos salvadores de Dios.

b) Los profetas

Otra serie de textos se refieren al descenso del Espíritu de Dios sobre los
profetas. En un primer momento la actividad del Espíritu está relacionada con los
fenómenos extáticos. Se le llama ‘profetizar’ (1Sam 10, 5-6. 10-11; 19, 20-24) al estado
de éxtasis en el que quedan algunas personas cuando están bajo el influjo de ciertos
estímulos (danzas, instrumentos musicales, provocación del ambiente: 1Sam 10, 5; 1Re
18, 29). Es un fenómeno contagioso (1Sam 19, 20-24), y no aparece que tuviera alguna
relación con la transmisión de un mensaje ni la capacidad para realizar alguna función
especial. Estos textos primitivos indican que esta clase de ‘profetismo’ tiene su origen
8

en Canaan8 y ha existido en Israel en los primeros tiempos de la instalación en esa


tierra.

Hay un avance sobre esta concepción: La tradición recogida en Num 11, 4-34
relaciona estos fenómenos extáticos (11, 25-26) con el ‘Espíritu’ que es dado a Moisés
para conducir y gobernar al pueblo (11, 17). La redacción final de Num 24 combina
textos referentes a los profetas extáticos (24, 2) con oráculos proféticos (24, 3).

Se nota una notable disminución del uso del término ‘espíritu’ entre los profetas
del siglo VIII.9 Esta restricción se atribuye al abuso en la atribución al espíritu de los
fenómenos muchas veces extravagantes de los videntes y extáticos. Los profetas
prefieren distanciarse de estos grupos para evitar que su mensaje sea confundido con el
extraño proceder de estos carismáticos. En los profetas de esta época el Espíritu aparece
como la fuerza creadora de Dios que actúa en la historia: “... hacen planes sin contar
conmigo, que concluyen pactos contrarios a mi Espíritu” (Is 30, 1); “El Egipcio es un
hombre y no un dios, sus caballos son carne y no espíritu” (Is 31, 3).

En la época del exilio aparece por primera vez la afirmación de que el Espíritu
de Dios interviene en la vocación profética. El texto más significativo podría ser Is 61,
1: “El Espíritu de Yahveh está sobre mí, porque Yahveh me ha ungido. Él me envió a
llevar la buena noticia a los pobres...”. La afirmación se inscribe dentro de un campo
más amplio: el Espíritu de Dios actúa en todos aquellos que en el plan de Dios son
designados para cumplir una misión. En estos casos, la actuación del Espíritu no está
referida directamente al mensaje profético, sino a las acciones que el profeta debe
realizar.

Ezequiel es un caso especial en esta época de la cautividad babilónica. Varios


textos son semejantes a los que se encuentran en autores anteriores, como aquellos en
que el Espíritu lo reanima cuando cae en tierra, lo hace tenerse en pie y lo capacita para
estar en la presencia de Yahveh (2, 1; 3, 24). En otros momentos el Espíritu lo levanta,
lo arrebata y lo traslada (3, 12. 14; 8, 3; 11, 1. 24; 43, 5). En el libro de los Reyes se
mencionaba también al espíritu de Yahveh que, como viento poderoso trasladaba al
profeta Elías de una parte a otra (1Re 18, 12; 2Re 2, 16). Por esa razón, cuando Elías
desapareció, los discípulos del profeta supusieron que el espíritu podía haber arrojado a
Elías sobre alguna montaña o algún valle (2Re 2, 16).

En el libro de Ezequiel, en cambio, se insiste en una acción que va hacia lo más


profundo. Ante todo se ve la poderosa acción de Dios sobre el profeta, que actúa
capacitándolo para la función que debe cumplir. En algunos casos el Espíritu se pone en
paralelo con la mano de Yahveh: “Extendió algo así como una mano, me tomó por un
mechón de mis cabellos. Un espíritu me levantó entre la tierra y el cielo...” (8, 3. Cf. 3,
14; 37, 1; etc. ). En estos casos el Espíritu transporta a Ezequiel con la finalidad de
hacerle contemplar visiones o realidades que se relacionan con el mensaje que deberá
transmitir al pueblo (Cf. por ejemplo, 11, 24-25). En el oráculo contra los falsos
profetas a éstos se los define como aquellos que “van detrás de su propio espíritu” (13,

8
En apoyo de esta afirmación se señala que en casi todos los casos se habla del ‘Espíritu de Dios’, y sólo
en 1Sam 10, 6 de ‘Espíritu de Yahveh’. Cf- R. ALBERTZ / C. WESTERMANN, o. c., II 938.
9
DIETER ZELLER, Espíritu, en: La Biblia y nuestro lenguaje. Hermenéutica concreta (Anton Grabner-
Haider, dir.); Herder – Barcelona – 1975; 141-157.
9

3), lo que los coloca en la situación opuesta a la de Ezequiel, que era arrebatado y
trasladado por el espíritu de Yahveh.

En otros casos, el mismo mensaje puede ser atribuido al Espíritu: “... profetiza
contra ellos, profetiza, hijo de hombre. El Espíritu de Yahveh cayó sobre mí y me dijo:
Di: Así habla el Señor...” (Ezq 11, 4-5).

Otros textos tardíos expresan claramente que la inspiración profética está ligada
a una actividad del espíritu de Yahveh: un oráculo del Tercer Isaías se dirige a un
interlocutor que puede ser el mismo profeta o la comunidad de Israel, y dice “Mi
espíritu que está sobre ti y mis palabras que yo he puesto en tu boca no se apartarán de
tu boca...” (Is 59, 21). De la misma forma una adición tardía del segundo libro de
Samuel, que se presenta como últimas palabras de David, dice: ”El espíritu del Señor
habla en mí, y su palabra está en mi lengua...” (2Sam 23, 2). Aun cuando los profetas
del siglo VIII habían sido muy sobrios en el lo que se refiere a atribuir sus mensajes al
Espíritu de Dios, en la época posterior al exilio se dice sin dificultad de que el mismo
Yahveh, por medio de su Espíritu, enviaba su palabra a los profetas de la antigüedad
(Zac 7, 12). Un texto difícil de Isaías dice: “Ahora me ha enviado Yahveh mi Señor y su
espíritu” (Is 48, 16), pero a muchos comentaristas esta lectura les parece inadmisible
por el contexto (¿es Dios quien está hablando?).

En la apocalíptica ya no hay ninguna duda de que Dios inspira a los profetas a


través de una presencia especial del espíritu: “...hay un hombre (Daniel) que posee el
espíritu de los dioses santos... se encontró en él una clarividencia, una perspicacia y
una sabiduría igual a la sabiduría de los dioses... En este Daniel se ha encontrado un
espíritu superior, así como también ciencia, inteligencia y el arte de interpretar sueños,
resolver enigmas y solucionar problemas...” (Dan 5, 11-12; cf. 4, 5. 15; 5, 14).10

c) la renovación escatológica

Un tercer grupo de textos del Antiguo Testamento se refiere a la intervención del


Espíritu de Yahveh en los últimos tiempos.

El anuncio del envío del espíritu de Yahveh para dar nueva vida
al pueblo se enriquece en los profetas con el anuncio de una renovación moral por obra
del mismo espíritu. En Isaías, se conserva una serie de oráculos de amenazas (caps. 28-
33) que habría que datar durante el reinado de Ezequías (716-687). Este rey intentó
hacer alianza con Egipto para oponerse a Senaquerib, emperador de Asiria, asumiendo
de esta manera una actitud contraria a la que aconsejaba Isaías: la total confianza en
Yahveh y en su alianza (cf. 30, 1-7). La serie de amenazas se interrumpe en 32, 15 para
dar lugar a un oráculo que anuncia para el futuro un cambio de condiciones. El texto de
32,9-14 describe una situación de destrucción a la que se le pone un término: “Hasta
que sea infundido en nosotros un espíritu de lo alto” (32, 15). La efusión del espíritu
producirá un cambio que se describe con figuras tomadas de la vegetación: el desierto se
convertirá en un vergel. Hasta este punto parecería que se refiere al espíritu en su obra
creadora, que renueva lo que hay sobre la tierra. Pero lo que brotará y crecerá en este
vergel anunciado será el derecho, la justicia, la paz, la tranquilidad (32, 16b-18),

10
En los apócrifos ya se encuentran elementos referentes a la actuación del Espíritu sobre los autores de
los libros bíblicos: “Envíame el Espíritu Santo y yo escribiré todo lo que ha sucedido en el mundo desde
el principio, las cosas que fueron escritas en tu Ley...” (4º libro de Esdras, 14,22).
10

opuestos a la destrucción y la miseria que acarrean las alianzas con las naciones
poderosas.

En la época del exilio se encuentran los mayores avances en la enseñanza sobre


la acción que el espíritu produce en el interior del hombre. Los profetas de esta época,
Jeremías y Ezequiel, tienen los textos más importantes en este sentido. Comparado con
las otras obras atribuidas a esta época, el libro de Ezequiel es el que tiene la mayor
cantidad de ejemplos de la palabra j'Wr,11 indicio de su preocupación por el tema.

La restauración del pueblo que se encuentra en la cautividad será obra del


espíritu. En la tremenda visión del campo lleno de huesos secos que se describe en el
cap. 37 del libro de Ezequiel, el pueblo cautivo en Babilonia es equiparado a los
muertos: “Se han secado nuestros huesos y se ha desvanecido nuestra esperanza.
¡Estamos perdidos!” (37, 11). Dios responde anunciando una ‘resurrección’ de esos
muertos: “Yo voy a abrir las tumbas de ustedes... pondré mi espíritu en ustedes y
vivirán...” (vv. 12-14). A continuación el profeta recibe la orden de invocar al espíritu
para que vuelva a entrar en esos cadáveres y les dé nueva vida. El espíritu se manifiesta
como viento y como espíritu vital (v. 9) que vivifica al pueblo, de modo que los que
hasta entonces se consideraban como muerto pueden retornar a su tierra (v. 14). Se nota
un desarrollo en la idea: el pueblo está despojado de su espíritu (“no había espíritu en
ellos” v. 8); el profeta debe invocar al espíritu que viene desde los cuatro puntos
cardinales (v. 9); finalmente Dios dice que el espíritu que dará nueva vida al pueblo es
‘su’ espíritu (v. 14).

Ezequiel también menciona la acción del espíritu de Yahveh cuando en 36, 16-
38 recurre a otras metáforas para describir la futura restauración del pueblo. En la
primera parte (16-21) se refiere al pueblo que ha profanado el nombre de Yahveh entre
las naciones. Los vv. 22-31 describen la acción que Dios llevará a cabo para restaurarlo
y santificar el nombre divino profanado. Yahveh los volverá a reunir, sacándolos de
entre las naciones paganas, y cumplirá con ellos un rito de purificación: los rociará con
agua pura (v. 25), y luego procederá a cambiarlos totalmente. Les quitará su antiguo
corazón de piedra para reemplazarlo con un nuevo corazón de carne (v. 26), y les dará el
espíritu de Yahveh (“pondré en ustedes un espíritu nuevo... infundiré mi espíritu en
ustedes” vv. 26-27). El corazón es la sede de los pensamientos y las decisiones,
mientras que el espíritu es la vida misma. Todo será nuevo en este pueblo que es
renovado por la acción de Dios, y el espíritu que será dado al pueblo es el espíritu de
Yahveh. El texto paralelo de 39, 29 también relaciona la efusión del espíritu de Yahveh
sobre el pueblo de Israel a continuación de la reunión de los que se encuentran cautivos
entre las naciones. La última parte de la perícopa (vv. 33-38) describe las consecuencias
de la intervención divina sobre la tierra de Israel: reconstrucción de las ciudades, cultivo
de los campos, multiplicación de los habitantes.

Las consecuencias que se darán en los hombres por el cambio del corazón y del
nuevo espíritu son sorprendentes: “haré que sigan mis preceptos, y que observen y
practiquen mis leyes... ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (vv. 27-28). Estas
consecuencias coinciden con lo que Jeremías – sin mencionar el espíritu - anuncia sobre
la nueva alianza: “pondré mi Ley dentro de ellos y la escribiré en sus corazones; yo seré
su Dios, y ellos serán mi Pueblo” (Jer 31, 33). La fórmula “ustedes serán mi pueblo y yo
11
En Ezequiel: 52 veces; Jeremías: 18 veces; Déutero-Isaías: 9 veces. Datos extraídos de: DANIEL LYS,
“Rûach” Le souffle dans l’Ancien Testament. Presses Universitaires de France – París – 1962; 16-17
11

seré su Dios”, repetida con muy pocos cambios por Jeremías12 y Ezequiel13,
corresponde a la fórmula de la alianza de Ex 6, 7 (texto perteneciente a la tradición P, y
por lo tanto, también de la época del exilio). Después del fracaso de la antigua alianza14
y de todos los intentos de restauración, Dios anuncia una alianza nueva en la que los
hombres serán capacitados para cumplir los mandamientos de la Ley. Ezequiel
especifica que este cambio se dará por la fuerza del espíritu de Yahveh.

En la misma época de la cautividad babilónica se puede ubicar el texto de Is 44,


3. El anuncio profético se presenta bajo la forma de una palabra de consuelo al siervo
Jacob. Dios le promete le promete que después de la prueba de la cautividad babilónica
habrá una renovación total provocada por la fuerza del espíritu. La imagen elegida para
representar esta restauración del pueblo es la de un raudal de agua en el desierto (figura
frecuente en el Segundo-Isaías). El espíritu vendrá como agua “sobre el suelo sediento...
y la tierra seca” y su efusión será la bendición sobre la descendencia de Jacob. La vida
del pueblo renovado se describe con figuras tomadas de la vegetación: “la hierba entre
las aguas, los sauces al borde los arroyos” (v. 4).

Un texto que refleja el mismo trasfondo histórico, marcado por la influencia de


Jeremías y Ezequiel, es el Salmo 51 (tradicionalmente llamado “Miserere”)15. En este
Salmo se repiten algunos de los temas y expresiones encontrados en Ezq 36. El
Salmista, consciente de su pecado (vv. 3-7) pide que se realice sobre él, como en Ezq
36, 25, el rito de purificación: “Purifícame con el hisopo y quedaré limpio” (v. 9a). Y
como en el libro de Ezequiel también pide el cambio del corazón y la infusión del
espíritu. Con respecto al corazón, ruega que Dios cree en él un corazón puro (v. 12a), y
sobre el espíritu pide en primer lugar: “renueva en mi interior un espíritu firme” (v.
12b), y más adelante: “No me quites el espíritu de tu santidad” (v. 13b). Finalmente
añade: “afiánzame con espíritu generoso” (v. 14b). Fuera de las peticiones, en el v. 19a
el salmista presenta ante Dios un “espíritu contrito”. Cuando pide que Dios cree un
corazón puro está reconociendo que la nueva situación del hombre después del pecado
sólo puede ser producida por Dios: el verbo arb (bara’ crear) en todas las veces que
aparece en el TM,16 sólo tiene como sujeto a Dios. Si Ezequiel anunciaba que se quitaría
el corazón de piedra para poner en su lugar un corazón de carne (36, 26), el salmista
aporta mayor precisión diciendo que este nuevo corazón es producido por un acto de
creación de Dios.

De la misma manera que Ezequiel profetizaba que un nuevo espíritu (el espíritu
de Yahveh) sería infundido en los hombres (36, 26), el salmista pide que no se le quite
el espíritu. Esto significaría volver al polvo (cf. Sal 104, 29bc; 146, 4; etc.). El espíritu
de Yahveh es “espíritu de su santidad”, haciendo referencia a la condición del Dios
santo, separado de todo lo profano y pecaminoso. La vida del israelita deberá ser santa

12
Cf. Jer 7, 23; 11, 4; 24, 7; 30, 22; 31, 1; 32, 38.
13
Cf. Ezq 11, 20; 14, 11; 37, 23. 27.
14
Cf. Ezq 16, 59
15
HANS-JOACHIM KRAUS indica para este salmo una época entre Ezequiel y Nehemías y reconoce su
relación con Ezq 36 y Jer 31 (Los Salmos, Sígueme – Salamanca – 1993; I 763). JOHN S. KSELMAN –
MILCHAEL L. BARRÉ lo consideran como salmo exílico o post-exílico (Psalms, en: The New Jerome
Biblical Commentary (R.E.BROWN – J.A.FITZMYER – R.E.MURPHY, edits.), Prentice Hall – Englewood
Cliffs, NJ – 1990; 534).
16
Gn 1, 1. 21. 27; 2, 3-4; 5, 1-2; 6, 7; Ex 15, 11; 34, 10; Num 16, 30; Dt 4, 32; Is 40, 26. 28; 41, 20; 42,
5; 43, 1. 7. 15; 45, 7-8. 12. 18; 48, 7; 54, 16; 57, 19; 65, 17-18; Jer 31, 22; 33, 25; Ezq 21, 35; 28, 13. 15;
Am 4, 13; Mlq 2, 10; Sal 51, 12; 89, 13. 48; 102, 19; 104, 30; 148, 5; Qo 12, 1.
12

porque el Dios de Israel es Santo (cf. Lv 11, 44-45; 19, 2; 20, 7. 26; 21, 8), y Él es el
que los santifica (Lv 22, 32). También es espíritu “firme” y “generoso”, dos atributos
que describen la actitud del hombre ante la Ley de Dios, así como la actitud que
considera valiosa ante Dios, más que el ofrecimiento de los holocaustos y los
sacrificios, es la entrega de sí mismo con un “espíritu contrito”.

El Salmo 51 significa un avance sobre todos los textos anteriores en el sentido


de que describe de una manera mucho más clara la actividad santificadora del espíritu
de Yahveh.

d) La efusión sobre todos los hombres

Por último, se deben destacar los textos en los que se anuncia que en los tiempos
finales habrá una efusión universal del espíritu de Yahveh. Ya se han mencionado
algunos textos: Is 32, 15 anuncia que el cambio de situación de la aflicción de los
tiempos de Ezequías a la felicidad de los tiempos mesiánicos, se dará a partir de una
efusión del espíritu “sobre nosotros”. El Segundo-Isaías, al finalizar la cautividad
babilónica, describe la renovación del pueblo anunciando la efusión del espíritu sobre
toda la descendencia de Jacob.

Más amplia parece ser la mirada de Joel. Este profeta, que según la opinión de la
mayoría de los comentaristas, debe ser ubicado en la época pos-exílica17 anuncia una
efusión del espíritu sobre “toda carne” (3, 1). La efusión del espíritu de Yahveh es un
acontecimiento que, junto al juicio de Dios sobre todas las naciones y la renovación de
la creación, caracterizan el “Día de Yahveh”. Las naciones serán juzgadas y condenadas
en medio de una conflagración cósmica (4, 2), mientras que Israel será salvado. “Todos
los que invoquen el nombre de Yahveh se salvarán” (3, 5a).

El derramamiento del espíritu se realizará sobre todos los israelitas, de todas las
edades y de todas las condiciones, “sobre toda carne... sus hijos y sus hijas..., sus
ancianos... y sus jóvenes... También sobre los esclavos y las esclavas...” (3, 1-2). En
todos ellos se volverán a reeditar los antiguos fenómenos del profetismo extático de los
comienzos: “profetizarán... tendrán sueños... verán visiones” (3, 1-2). Se cumplirá de
esta manera el deseo de Moisés de que todo Israel tenga el carisma de la profecía (Num
11, 29).

En un análisis riguroso de la profecía, el contexto literario de la promesa de la


efusión final del espíritu exige que se lo entienda referido exclusivamente al pueblo de
Israel, y si se admite una extensión, será sólo a los esclavos y esclavas de origen pagano
que en ese momento se encuentren obligados a su servicio.18 Pero el profeta recurre a
expresiones como “toda carne” (3, 1) y “todo el que invoque el nombre de Yahveh” (3,
5), que permiten una lectura de carácter universalista. Efectivamente, los textos del

17
Cf. ELÍAS D. MALLON, Joel, en: The New Jerome Biblical Commentary... 399-400; TH. CHARY, Le
Prophétisme a l’Époque Perse (538-332), en: L’Ancien Testament. Introduction historique et critique
(HENRI CAZELLES, edit.). Desclée – París – 1973; 460-462. OTTO EISSFELDT, The Old Testament. An
Introduction; Harper and Row – London – 1965; 394.
18
Parece que en algunos círculos se ha querido evitar esta ampliación. Muchos manuscritos de la versión
LXX transmiten el versículo 2a de otra manera: “También sobre mis siervos y mis siervas...”. No se
trataría entonces de las personas de condición servil, sino de los siervos de Yahveh, es decir, los israelitas.
El Nuevo Testamento (Hech 2, 18) ofrece también esta lectura. La edición de LXX de Alfred Rahlfs
propone, en la nota crítica, que estos manuscritos de LXX están influenciados por el texto de Hechos.
13

Nuevo Testamento atestiguan una interpretación en esa línea (Hech 2, 1-21; Rom 10,
13).

Finalmente, por la finalidad de este trabajo, es necesario prestar una especial


atención a los textos en los que se indica una actuación singular del espíritu en las
figuras del AT consideradas comúnmente ‘mesiánicas’. Se tomarán en consideración, de
una manera particular, el ‘Rey futuro’ del Primer-Isaías y el ‘Siervo de Yahveh’ del
Segundo-Isaías.19

e) Actuación especial del Espíritu en dos figuras mesiánicas

1 - El ‘Rey futuro’

La parte del libro de Isaías llamada ‘Libro del Emmanuel’ (caps. 6-12)
constituye con toda probabilidad el núcleo más antiguo de la obra. El contexto histórico
de la primera parte (6, 1 – 8, 18), llamada ‘Memorias de Isaías’, es la guerra siro-
efraímitica,20 cuando Rasón, rey de Israel, y Pécaj, rey de Samaría, intentaron forzar a
Ajaz, rey de Judá para que integrara una coalición contra Teglatfalasar III, emperador
de Asiria (Is 7, 1-2; 2Re 16, 5). En esas circunstancias el profeta Isaías aconsejó a Ajaz
no entrar en la coalición, pero tampoco apoyarse en el poder del Emperador. El consejo
se sintetizaba en confiar solamente en Yahveh, que había prometido que la dinastía de
David permanecería para siempre. Como signo del cumplimiento de la promesa del
Señor el profeta dio el anuncio del nacimiento de un heredero del trono, al que designa
con el significativo nombre de ‘Emmanuel’, Dios está con nosotros (Is 7, 14). Este
descendiente es con toda probabilidad el futuro rey Ezequías.

Entre las adiciones a la primera parte del libro del ‘Emmanuel’ se destaca la que
anuncia la relación especial entre un futuro heredero de la corona y el Espíritu de
Yahveh. Existe incertidumbre entre los comentaristas en el momento de fijar la relación
que existe entre este oráculo y el resto del libro del Emmanuel. Algunos lo refieren al
mismo personaje anunciado en 7, 14, el Emmanuel. Otros piensan que se trata de una
obra de otra época, y que por lo tanto no se refiere al hijo de Ajaz sino a un rey futuro
ideal. También hay opiniones que le niegan a Isaías la paternidad de este oráculo. De
todas maneras, el editor final del libro ha querido relacionar este texto con los
precedentes que se refieren al Emmanuel.
11, 1
Saldrá una rama del tronco de Jesé
y un retoño brotará de sus raíces.
2
Sobre él reposará el espíritu de Yahveh:
espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de conocimiento y de temor de Yahveh.
3
Y le inspirará el temor de Yahveh (Is 11, 1-3a).

19
La actuación del Espíritu Santo en el Mesías es un tema frecuente en los apócrifos del Antiguo
Testamento y en la literatura rabínica. Los ejemplos pueden verse en: ERIK SJÖBERG, s. v. pneu'ma, en
TWNT, 384-385.
20
Aproximadamente en el año 734 a.C.
14

El profeta anuncia el nacimiento de un heredero de la dinastía real, originada en


Jesé (o Isaí), el padre de David (1Sam 16, 1).21 El espíritu de Yahveh había descendido
sobre David (1Sam 16, 13; 2Sam 23, 2), como también desciende sobre todos aquellos
que el Señor capacita para que cumplan una misión especial en la historia de la
salvación. Pero el espíritu estará permanentemente sobre el futuro rey: “sobre él
reposará” (v. 2a). No le sucederá lo que a otros líderes, como fue el caso de Saúl, a
quien el espíritu le fue quitado (1Sam 16, 14). La fuerza con la que el Señor colmará a
este futuro rey está expresada de seis maneras: sabiduría e inteligencia, consejo y
fortaleza, conocimiento y temor de Yahveh. Este rey futuro, enriquecido con estos
dones que vienen de Yahveh, presenta una imagen contrastante con la de otros reyes de
Israel y Judá, que no se caracterizaron por su sabiduría e inteligencia, ni por el temor del
Señor. En el caso de los contemporáneos de Isaías, Ajaz despreció el consejo de Isaías y
con sabiduría humana recurrió a la fuerza del emperador asirio (2Re 16,7-9), quien en
un principio ayudó a Judá contra sus enemigos, pero luego fue causante de destrucción
y calamidades mayores para el pueblo.

Los tres pares de dones que el Señor va a depositar en el rey futuro lo


relacionarán también con las figuras carismáticas del pasado de Israel: la sabiduría y la
inteligencia que caracterizaron a Salomón; el consejo y la fortaleza de David; la ciencia
y el temor de Yahveh de Abraham y de todos los santos del Antiguo Testamento. En él
se concentrarán todos los carismas que caracterizaron a los gloriosos antepasados. 22

Sabiduría e inteligencia (hn:ybiW hm;k]j - jokmah wbinah) son conceptos que se


relacionan recíprocamente y en muchos casos aparecen ambos en el mismo contexto23.
La inteligencia le corresponde al que es sabio: “¡Que el sabio entienda estas cosas!”
(Os 14, 10a). En el Primer Libro de los Reyes se dice que Salomón le pidió a Dios “un
corazón prudente para juzgar y para entender entre el bien y el mal” (1Re 3, 9), y el
Señor le respondió: “... ya que has pedido... entendimiento para juzgar prudentemente...
yo te concedo un corazón sabio e inteligente...” (1 Re 3, 11-12). Y más adelante se
confirma: “Dios concedió a Salomón una sabiduría y una inteligencia extremadamente
grandes, y tanta amplitud de espíritu cuanta arena hay en las playas del mar. La
sabiduría de Salomón superaba la de todos los orientales y toda la sabiduría de Egipto.
Él fue el más sabio de los hombres... ” (1Re 5, 9-11; cf. 3, 12). La fama de la sabiduría
de Salomón se extendía más allá de las fronteras de Israel, y muchos extranjeros venían
para escucharle (1Re 5, 14).

La sabiduría y la inteligencia concedidas a Salomón son las cualidades que él


necesita para ser un buen gobernante del pueblo de Dios. El ejercicio de esta sabiduría
se describe en el Primer libro de los reyes con varios ejemplos: la construcción del
templo (cf. 1Re 5, 21), la administración de la justicia (1Re 3, 28), la visita de la reina
de Saba (1Re 10, 4).

21
En la comunidad de Qumran se interpretaba este texto como referente al Mesías. En la bendición para
el Príncipe de la comunidad se cita íntegro el texto de los vv. 2-5. Textos de Qumrán (FLORENTINO
GARCÍA MARTÍNEZ, edit. y trad.), Trotta – Madrid – 1993; 450.
22
En el texto original hebreo el temor de Yahveh aparece reduplicado (“...conocimiento y temor de
Yahveh, y lo llenará el temor de Yahveh” 11, 2d-3a). La versión LXX ha cambiado la primera aparición
en 2d por “eujsebeiva"” (piedad). Esta lectura ha sido seguida por la Vuglata latina y ha dado origen a la
tradición de los “siete dones del Espíritu Santo”.
23
HELMER RINGGREN, s.v. @yBI en: Theological Dictionary of the Old Testament (G.J.BOTTERWECK-
H.RINGGREN, edits.); Eerdmans – Grand Rapids, Mi. - 1986; II 99-107
15

En el siglo I a. C. el autor del libro de la Sabiduría retomará el tema de la


sabiduría de Salomón para entablar el diálogo con los sabios alejandrinos. Entre los
aportes principales de este libro se deben destacar que concibe la sabiduría como un
Espíritu que viene de Dios, el ‘Espíritu de sabiduría’, que capacita para conocer la
voluntad divina y obrar rectamente (9, 17-18). Por esa razón no es connatural en el
hombre, sino que es un don de Dios que se debe obtener mediante la oración (7, 7; 9,
17).

Consejo y fortaleza24 (hr;WbgÒW hx;[ - ‘esah wgeburah) son las condiciones que se
requieren en un guerrero para la victoria, y no las palabras: “¿Piensas que el consejo y
la fortaleza para la guerra son cuestión de palabras?” (2Re 18, 20/Is 36, 5). El consejo,
en este contexto, significa la deliberación para llevar a cabo las maniobras militares, la
estrategia (cf. 1Mac 9,59. 68). En los hechos de los reyes de Israel y de Judá se tiene en
cuenta la fortaleza que demostraron en la guerra (1Re 16, 27; 22, 46; 2Re 10, 34; 13,
8.12; 14, 15. 28).

Muchos son los que demostraron esta fortaleza en la guerra, y por eso son
llamados héroes (r/BGii - gibor, de la misma raíz que hr;Wbg - geburah). Pero entre ellos
se destaca David. Se lo describe como “un héroe (r/BGi) valiente, hombre de guerra”
(1Sam 16, 18).

Conocimiento y temor de Yahveh25 (hw:hyÒ ta'r]yIwÒ t['D' - da’at wyr’at Yahwe) son
también conceptos que están relacionados en el lenguaje del AT, y algunas veces
aparecen en paralelo (1Re 8, 43 ; Sal 119, 79; Prov. 2, 5). Con la expresión
‘conocimiento de Yahveh’ se expresa la especial relación entre el Señor y su pueblo,
que se expresa con un comportamiento ético y con actos de culto, todo de acuerdo con
la Ley. La falta de conocimiento de Dios es la fuente de todas las calamidades: “Por eso
mi pueblo será deportado, por falta de conocimiento; sus nobles morirán de hambre y
su muchedumbre se abrasará de sed...” (Is 5, 13). Pero el conocimiento de Dios
abundará en el mundo renovado que se anuncia para el futuro: “... el conocimiento de
Yahveh llenará la tierra como las aguas cubren el mar” (Is 11, 9).

El ‘temor de Yahveh’ aparece principalmente en los estratos Elohísta y


Deuteronomista del Pentateuco. En el Elohísta tiene el sentido del respeto y la
obediencia a Dios y a sus mandamientos (Gen 20, 11; 22, 12; Ex 1, 17. 21; 18, 21; etc.).
La literatura Deuteronomista tiene como cláusula principal “Teme a Yahveh tu Dios,
sírvelo y jura por su nombre” (Dt 6, 13), “Yahveh nos ordenó practicar todos estos
preceptos y temerlo a Él...” (v. 24; cf. 10, 12. 20). En el Deuteronomio, “‘Temer’
significa ‘servir’ en el sentido de fidelidad al Dios de la alianza”26, un servicio que se
expresa por medio del culto.

24
H.KOSMALA, s.v. rbg en: BOTTERWECK-RINGGREN, o.c., II 367-382. GOTTLOB SCHRENK, s.v. boulhv
en: TWNT, I 633-634
25
G.JOHANNES BOTTERWECK, s.v. [dy en BOTTERWECK-RINGGREN, o.c., V 448-481. H.F.FUHS, s.v. ary
en BOTTERWECK-RINGGREN, o.c., VI 290-315. W. SCHOTTROFF, s. v. [dy-Conocer, en: Diccionario
Teológico Manual del Antiguo Testamento (E.JENNI/C.WESTERMANN, edits.), Cristiandad – Madrid –
1978; I 942-967. H.P. STÄHLI, s.v. ary-Temer, en: JENNI/WESTERMANN, o.c. I 1051-1068
26
H.F.FUHS, o. c. 307
16

El rey futuro, anunciado por Isaías, estará capacitado para ejercer el reinado de
acuerdo con la voluntad de Dios. Tendrá todas las cualidades que brillaron en los
gloriosos antepasados del pueblo, y por eso “Juzgará con justicia a los débiles” y se
ocupará de los pobres (v. 4; cf. Sal 72, 2. 4. 12-14). Las condiciones para ejercer un
gobierno con estas características serán otorgadas como un don por el Espíritu de Dios.
En el reinado del rey futuro estas cualidades lo acompañarán para siempre, sin apartarse
nunca de él.

Retomando la antigua tradición de que el espíritu de Dios capacitaba a los


caudillos y jefes del pueblo, Isaías describe la figura del rey ideal prometido para el
futuro. La acción del espíritu se dirige al interior del hombre y lo modela para que obre
de acuerdo con la voluntad de Dios, según el programa fijado por la predicación de los
profetas. El Espíritu actúa en el plano del dinamismo y la fuerza para llevar a cabo las
obras encomendadas por Dios, pero también se manifiesta en el plano sapiencial
otorgando sabiduría e inteligencia.

2 - El ‘Siervo de Yahveh’

Cuatro fragmentos del Segundo-Isaías (Is 40-55) se destacan dentro del contexto
por su particular carácter poético y por la temática. Son los llamados ‘Cuatro cánticos
del Siervo de Yahveh’.27 En el Segundo-Isaías el ‘Siervo’ es indudablemente Israel (41,
8-9; 43, 10; 44, 12. 21; 45, 4; 48, 20; 49, 3), pero en estos cánticos el siervo al que se
hace referencia se distingue del pueblo por varios títulos.28 El Siervo de los poemas es
un personaje único por su santidad en medio de una humanidad pecadora. A él se le
encarga que lleve la salvación a todas las naciones (42, 4. 6; 49, 6), misión singular que
deberá cumplir en silencio (42, 2) y por medio del sufrimiento (53, 5).

El primero de los cánticos (42, 1-7) se inicia con la presentación del Servidor de
Yahveh. Es Dios mismo quien habla:
42, 1
Este es mi Servidor, a quien yo sostengo,
mi elegido, en quien se complace mi alma.
Yo he puesto mi espíritu sobre él
para que lleve el derecho a las naciones.
2
Él no gritará, no levantará la voz
ni la hará resonar por las calles.
3
No romperá la caña quebrada
ni apagará la mecha que arde débilmente.
Expondrá el derecho con fidelidad;
4
no desfallecerá ni se desalentará
hasta implantar el derecho en la tierra,
y las costas lejanas esperarán su Ley. (Is 42, 1-4)

27
PIERRE GRELOT, Les Poèmes du Serviteur, Lectio Divina 103; Du Cerf – Paris – 1981. Hay desacuerdo
entre los comentaristas cuando se trata de precisar la extensión de los cánticos. Todos están de acuerdo en
el comienzo de cada uno de ellos, pero no con respecto al versículo donde se debe fijar el final. La BJ los
determina de esta manera: Is 42, 1-9; 49, 1-7; 50, 4-11; 52, 13-53, 12.
28
P. e. en 49, 5-6 es indudable que el siervo se distingue de Israel. Cf. CARROLL STUHLMUELLER,
Deutero-Isaiah and Trito-Isaiah, en: The New Jerome Biblical Commentary (R.E.BROWN –
J.A.FITZMYER – R.E.MURPHY, edits.), Prentice Hall – Englewood Cliffs, NJ – 1990; 330-331.
17

El primer versículo presenta al servidor con dos títulos que también le


pertenecen al pueblo de Israel: “Servidor”29 y “Elegido”30. Con respecto al primer título,
paradójicamente se dice que Yahveh lo sostiene, cuando en realidad le corresponde al
servidor sostener a su amo (cf., p. e., 2Re 5, 18). Con respecto al segundo título,
“Elegido”, Yahveh dice que se complace en él. Inmediatamente proclama la situación
del siervo: como los antiguos líderes carismáticos o como los profetas, él ha sido
fortalecido con el espíritu de Dios para que cumpla una misión especial en nombre del
mismo Dios.

Si por los títulos el siervo podía identificarse con Israel, por la misión que ya ha
cumplido está en una situación que impide hacer tal identificación. Él ha debido
“restaurar las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel” (49, 6),31
pero ahora se le encomienda la misión inaudita de llevar el derecho a las naciones
paganas (!yI/Gl' fP;v]mi mishpat legoyim). El fP;v]m indica el acto de juzgar, pero también lo
que le corresponde a cada uno según el derecho. El siervo deberá implantar este derecho
en toda la tierra (4b). El texto paralelo “... te destino para ser luz de las naciones, para
que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra” (49, 6) muestra con precisión
que el derecho que se debe hacer llegar a las naciones no se identifica con el tradicional
tema del juicio condenatorio sobre las mismas, sino que es de carácter salvífico (cf. 51,
4-5). Al siervo se le ha concedido la fuerza divina para que implante en las naciones el
derecho de los pobres y oprimidos garantizado por la Ley de Yahveh (cf. v. 4bc). Esto
está en consonancia con la esperanza expresada en el Salmo: “Dios, concede tu derecho
al rey, y la justicia al hijo del rey, para que juzgue a tu pueblo con justicia y a los
pobres con derecho” (Sal 72, 1-2). Pero si el rey mesiánico debía implantar este derecho
en el pueblo, la misión del siervo lo lleva a establecerlo en toda la tierra.

La fortaleza divina que se le concede al siervo lo capacita para llevar a cabo una
misión de características inéditas. Con un comportamiento diferente del que le
corresponde a los profetas, él no levantará la voz ni la dejará oír en las calles (v. 2). Si
su condición es la de una espada afilada o la de una flecha aguda, no deberá ser blandida
ni arrojada sino guardada (49, 2). Esto, aparentemente un enigma, se resuelve cuando se
leen los cánticos siguientes: El nuevo estado de cosas que debe establecer el siervo entre
las naciones se realizará a través de una purificación. Para llevarla a cabo, el siervo
deberá cargar con los pecados de la multitud (53, 4. 12) y ofrecerse como sacrificio
expiatorio (53, 10). Su misión consistirá en aceptar silenciosa y pacientemente el
sufrimiento y la muerte (50, 6; 52, 13-53, 12) para que la salvación de Yahveh llegue a
todas las naciones. El espíritu capacita al siervo para que su persona y su vida puedan
ser entregados como un sacrificio que Dios acepta por la purificación de los pueblos
paganos.

La donación del espíritu al siervo de Yahveh abre un nuevo capítulo en la


historia de la salvación. La fuerza de Dios actúa en un elegido de Dios que deberá
sobrepasar los límites de Israel para llevar la salvación a aquellos que hasta ese
momento estaban fuera del pueblo de Dios. Y en este caso el espíritu capacita al
mensajero para que además del mensaje entregue su propia vida.

29
41, 8-9; 43, 10; 44, 2. 12. 21; 45, 4; 48, 20; 49, 3
30
41, 8; 44, 1; 45, 4;
31
La versión LXX, sin embargo, mantiene la identificación con Israel mediante el agregado de un
nombre en cada uno de los dos hemistiquios: “Jacob es mi siervo, yo lo apoyaré; Israel es mi elegido, mi
alma se complace en él”. Esta identificación supone una interpretación diferente del texto.
18

II – El Espíritu Santo en la tradición sinóptica

Para que se pueda percibir con mayor claridad la novedad del Nuevo Testamento
en el desarrollo del tema del Espíritu Santo, es necesario destacar que en el judaísmo
rabínico se fue dejando de lado lo referente a la acción creadora del Espíritu y su
relación con la vida, para destacar, en forma casi exclusiva, su lugar en la inspiración,
tanto de los profetas como de los textos bíblicos. Esta concentración en el tema de la
inspiración profética y bíblica no es absoluta, porque también se reconoce que el
Espíritu ha actuado en otros órdenes, por ejemplo inspirando las medidas de gobierno
que tomaron algunos personajes del Antiguo Testamento, como es el caso de la
repartición de las tierras cuando llegaron a la tierra prometida (Num 26, 52-55).32 Pero
en los escritos rabínicos se repite con cierta frecuencia una frase que indica con
suficiente nitidez esta concepción reducida de la función del Espíritu de Dios: “Después
de la muerte de Ageo, Zacarías y Malaquías (que son los últimos profetas) el Espíritu
Santo ha cesado en Israel”.33

Sin embargo se admite que el Espíritu Santo está presente de una manera
particular sobre los hombres santos34, los que tienen fe y reciben los mandamientos de
la Ley con piedad35.

1 – Mateo y Marcos

En estos dos evangelios el término pneu'ma (espíritu) aparece con diferentes


sentidos. En el Evangelio de Marcos aparece 23 veces. De estas, 14 está referido a los
‘espíritus impuros’ (demonios).36 3 veces se refiere al espíritu del hombre.37 Las otras 6
veces se aplica al Espíritu Santo.38 En el Evangelio de Mateo la proporción es muy
diferente: de las 19 veces que aparece, 4 veces está referido a los demonios,39 3 veces al
espíritu del hombre40 y 12 veces al Espíritu Santo.41

El bautismo de Jesús
Tanto en el Evangelio de Marcos como en el de Mateo, el Espíritu Santo aparece
de una manera muy destacada en el relato del bautismo de Jesús (Mt 3, 13-17/Mc 1, 9-
11). Este relato cumple en estos evangelios la función de inauguración de la actividad
de Jesús. Ha sido definido como “visión interpretativa”. En este género – frecuente en
los targumim - se combinan imágenes y textos de la Escritura para manifestar las
cualidades o la misión de un personaje o el sentido de una escena. El relato, expresado
de esta forma, cumple una función programática con respecto a la totalidad del
evangelio, porque en él queda explicitado que Jesús, al mismo tiempo que Rey Mesías e

32
Midrás Sifre Números, 132.
33
T.Sota, 13, 2; M.Yoma 9b; Sanhedrin 11b. Cf. JOSEPH BONSIRVEN, Le Judaïsme Palestinien au temps
de Jésus-Christ, Beauchesne – Paris - 1934; I 210-212.
34
T-Sota. 13. 3.
35
Mekhilta de Rabí Ismael (sobre Ex 14, 31 y 15, 1)
36
Mc 1, 23. 26. 27; 3, 11. 30; 5, 2. 8. 13; 6, 7; 7, 25; 9, 17. 20. 25 (bis).
37
Mc 2, 8; 8, 12; 14, 38.
38
Mc 1, 8. 10. 12; 3, 29; 12, 36; 13, 11.
39
Mt 8, 16; 10, 1; 12, 43. 45.
40
Mt 5, 3; 26, 41; 27, 50.
41
Mt 1, 18. 20; 3, 11. 16; 4, 1; 10, 20; 12, 18; 12, 28. 31. 32; 22, 43; 28, 19.
19

Hijo de Dios, es el Siervo de Yahveh ungido con el Espíritu Santo para cumplir una
misión de salvación universal.

Marcos comienza con la presentación de los personajes. En primer lugar Juan


Bautista: “Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de
penitencia para perdón de los pecados... y eran bautizados por él en el río Jordán
confesando sus pecados” (Mc 1, 4-5). Se ponen en su boca las palabras que destacan la
diferencia entre él y Jesús refiriéndose a la dignidad del ministerio que cumplen: “Yo los
he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1, 8).
El término griego baptivzein (baptízein) significa literalmente ‘sumergir’. Juan Bautista
‘sumergía’ a las personas en el agua del Jordán para expresar el deseo de purificación.
Jugando con el sentido de la palabra, Juan anuncia que Jesús los ‘sumergirá’ en el
Espíritu Santo. El bautismo de Juan aparece como algo que ya desaparece (se utiliza el
tiempo pasado: “los he bautizado”), sustituido por el bautismo del Espíritu Santo que
conferirá Jesús. Marcos concentra en el bautismo de Juan la conversión y el perdón de
los pecados, para dejar como distintivo de Jesús el bautizar “con el Espíritu Santo”.

Esta fórmula de Marcos “bautiza con el Espíritu Santo”, que no incluye la


cláusula kai; puriv (kai pyrí - y fuego) de Q42 (Mt-Lc), asimila el bautismo aludido por
el Bautista al bautismo cristiano tal como es conocido por otros autores del Nuevo
Testamento, pero que no es un tema desarrollado en este evangelio. Este bautismo
realiza en la humanidad la esperada efusión del Espíritu que habían anunciado los
profetas, introduciendo a los hombres en la escatología.

Mateo presenta en primer lugar la predicación de Juan Bautista (3, 1-4), para
mencionar a continuación el rito del bautismo que realizaba con las multitudes que
venían de distintas partes (vv. 5-6). El discurso de Juan Bautista, con algunas variantes
en la redacción43, incluye la fórmula que aparece en Marcos, pero de una manera más
fiel a Q: “Yo los bautizo a ustedes con agua para la conversión... Él los bautizará con
Espíritu Santo y fuego” (Mt 3, 11). Se mantiene la misma oposición entre ‘conversión –
Espíritu Santo’, pero se agrega el elemento ‘fuego’. El discurso de Juan Bautista de los
versículos anteriores (7-10) anuncia la proximidad del juicio escatológico y finaliza con
las palabras: “...todo árbol que no da buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (v.
10), e inmediatamente introduce el logion sobre el bautismo: “Yo los bautizo a ustedes
con agua... Él los bautizará con Espíritu santo y fuego” (v. 11). De esta forma, la
referencia al fuego apunta hacia el juicio. El bautismo de Jesús incluye un juicio sobre
el pecado, con la consiguiente destrucción del mismo. Es un avance hacia el concepto
del bautismo cristiano: purificación de los pecados e infusión del Espíritu. En los
versículos siguientes se añadirá la proclamación de la condición de hijo de Dios. La idea
ya estaba preparada en algunos círculos de judaísmo de la época de Jesús, como puede
verse en el apócrifo ‘Libro de los Jubileos’44 y en los escritos de la comunidad de
Qumrán.45

42
Q es la sigla con la que se designa una fuente de textos evangélicos utilizada por Mateo y Lucas, pero
desconocida por Marcos.
43
Marcos presenta antes el logion sobre “el más fuerte que viene detrás” diciendo que él no es digno de
inclinarse para desatarle las correas de sus sandalias, y luego introduce el texto sobre el bautismo. Mateo
comienza la frase sobre el bautismo, y la interrumpe para introducir este logion, en el que dice que no es
digno de llevarle las sandalias.
44
“Yo circuncidaré sus corazones y los de su descendencia, les crearé un espíritu santo, purificándolos
para que no se aparten de mí desde ese día por siempre. Su alma me seguirá a mí y todos mis
mandamientos, que serán restaurados entre ellos: yo seré su padre, y ellos, mis hijos. Serán llamados
20

El Espíritu tiene un lugar de relieve en la continuación del relato, donde se


describe la visión que tiene el Señor en el momento de su bautismo. El Evangelio de
Marcos dice que Jesús, mientras subía del agua, “vio los cielos rasgados y el Espíritu
como paloma que bajaba hacia Él ” (Mc 1, 10). El autor destaca el hecho de que Jesús
asciende del agua y ve descender el Espíritu, para indicar con claridad – una vez más -
que el Espíritu no está ligado al bautismo de Juan Bautista. ‘Los cielos abiertos’ son un
lugar común en la literatura apocalíptica, pero Marcos utiliza en este lugar el verbo
‘rasgar’ que no es muy frecuente en ese contexto. Algunos autores suponen una
referencia a Is 63, 19: “¡Si rasgaras los cielos y descendieras!”46. La figura utilizada por
Mc 1, 10 ‘descendía como paloma’ no tiene más valor que el de una comparación.
Tratándose de la descripción de una visión, el Espíritu debía tener forma visible. En un
vuelo del cielo a la tierra podía ser comparado con un pájaro.

Inmediatamente después de la visión se produce una audición de palabras que


vienen desde el cielo (v. 11). Estas palabras se dirigen solamente a Jesús e interpretan la
escena. Como corresponde en el género literario de ‘visión interpretativa’, en las
palabras celestiales se da una combinación de citas del Antiguo Testamento. El texto
que sirve de base es Is 42, 1: “Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en
quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él”. A este texto se le ha
añadido una referencia al Sal 2, 7: “Él me ha dicho: ‘Tú eres mi Hijo’”. De esta forma,
Jesús es declarado como el Servidor ungido con el Espíritu en el Segundo-Isaías. Pero la
referencia al Salmo introduce una novedad: no se lo llama ‘Servidor’ sino ‘Hijo’ como
en otro texto de la Escritura. Se cierra de esta forma el período comenzado en 1,1,
donde el evangelista introduce su obra con una frase que, haciendo las veces de un
título, proclama los dos títulos de Jesús: “Comienzo del evangelio de Jesús, el Mesías, el
Hijo de Dios”.

Jesús reúne en su persona las dos figuras mesiánicas sobre las que estaba el
espíritu de Yahveh: el Rey Mesías del Salmo 2, que es proclamado Hijo, y el Servidor
del libro de Isaías. Este último es el encargado de llevar la salvación a las naciones y es
el que entregará su vida como sacrificio de expiación. Para esta misión es ungido con el
Espíritu, y queda capacitado para ‘bautizar con Espíritu Santo, produciendo la
renovación de la humanidad que se había anticipado en los anuncios del Antiguo
Testamento.

Mateo pone mayor distancia que Marcos entre el bautismo de Jesús


realizado por Juan Bautista y la manifestación celestial. Esta última es relatada ‘después
que Jesús fue bautizado’ y subió del agua (v. 16). El tema de los ‘cielos abiertos’47 le da
al relato un tono más claramente apocalíptico que en Mc. En Mt la voz ya no se dirige

todos hijos del Dios vivo, y sabrán todos los ángeles y espíritus que ellos son mis hijos, y yo, su padre
recto y justo y que los amó” (I, 23-25); Cf. F. CORRIENTE – A. PIÑERO, Libro de los Jubileos, en:
Apócrifos del Antiguo Testamento (A. DIEZ MACHO, dir.), Cristiandad – Madrid – 1983; II 83.
45
“Entonces purificará Dios con su verdad toda las obras del hombre, y refinará para sí la estructura del
hombre arrancando todo espíritu de injusticia del interior de su carne, y purificándolo con el espíritu de
santidad de toda acción impía. Rociará sobre él el espíritu de verdad como aguas lustrales (para
purificarlo) de todas las abominaciones de falsedad y de la contaminación del espíritu impuro” (1QS 4,
19-22); Cf. Textos de Qumrán (FLORENTINO GARCÍA MARTÍNEZ, edit. y traduct.); Trotta – Madrid –
1992; 53-54.
46
Cf. JOACHIM GNILKA, El Evangelio según San Marcos, Sígueme – Salamanca – 1986; I 60.
47
Ezq 1, 1; Apc 4, 1; 11, 19; 19, 11.
21

sólo a Jesús (como en Mc) sino que es una manifestación pública de una realidad que
hasta ese momento había quedado oculta a todos. En 1, 18 los lectores ya han conocido,
por anticipado, que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo. Mateo evita de esta
manera que se interprete que Jesús comenzó a ser ‘Hijo de Dios’ a partir del bautismo.
Al presentar la imagen de la paloma (v. 16) Mateo pone mayor cuidado que Marcos
para indicar que se trata de una figura: ordena de otro modo las palabras para que no
haya duda de que se está refiriendo al modo de volar: “vio al Espíritu de Dios bajando
como una paloma y viniendo sobre Él”.

La fórmula bautismal de Mateo


El tema del bautismo cristiano aparece en final del evangelio de Mateo (Mt 28,
18-20). En la misión universal encomendada por el Resucitado a sus discípulos se
encuentra la orden de bautizar a todas las naciones, y allí está otra vez la referencia al
Espíritu. El anuncio de Juan Bautista, de que Jesús bautizaría “en Espíritu Santo”
encuentra su cumplimiento en esta acción que deben realizar los discípulos. Ellos deben
ir “a todas las naciones” (v. 19) para hacer que todos los hombres sean discípulos. Es la
misión para la que el Servidor de Yahveh había sido ungido con el espíritu, para llevar
la salvación a todas las naciones. Dirigiéndose a las naciones, los discípulos deberán
‘sumergirlas’ (en el sentido original del verbo griego baptivzw baptizo) en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ‘Sumergir a los hombres en el nombre’ es
equivalente a ‘introducirlos dentro del mismo ser, de la misma persona’. El hecho de
que en este texto el Espíritu Santo quede alineado junto con el Padre y con el Hijo es un
indicio de que se trata de un texto tardío, propio de una época en la que ya hay una
teología trinitaria más desarrollada que la que se encuentra en el resto del Evangelio.
Esta inmersión universal, de judíos y paganos, en el Espíritu de Dios es un hecho
escatológico que supera los anuncios proféticos.

Jesús actúa con la fuerza del Espíritu


La identificación de Jesús con el Siervo de Yahveh es proclamada por la voz
celestial que pronuncia las mismas palabras que se encontraban en Mc 1, 11. La
identificación es urgida de una manera más explícita en otro lugar del evangelio de Mt.
Con ocasión de las curaciones y de la orden de guardar secreto (12, 15-21), Mt explica
este comportamiento de Jesús citando Is 42, 1-4: Jesús es el Siervo de Yahveh que “no
gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles”48. El texto de Mateo
continúa relatando un exorcismo (12, 22) que provoca diferentes reacciones de la gente
y de los fariseos (vv. 23-24). El discurso de respuesta de Jesús incluye las palabras: “Si
expulso a los demonios con el poder del Espíritu de Dios, quiere decir que el Reino de
Dios ha llegado a ustedes” (v. 28). Se refuerza la afirmación de que Jesús es el Siervo
que lleva a cabo la obra de Dios con la fuerza del Espíritu, y esa obra de Dios es la
instauración del Reino.

El pecado contra el Espíritu Santo


En el mismo discurso de Jesús se encuentra el logion sobre el pecado contra el
Espíritu Santo, que Mateo reproduce de dos formas(vv. 31 y 32). La segunda (v. 32)
parece ser un intento de clarificar el sentido de la enigmática expresión del v. 31:
hJ tou' pneuvmato" blasfhmiva (he tou pnéumatos blasphemía - blasfemia del Espíritu).
En esta explicación, se oponen dos discursos, uno contra el Hijo del Hombre y otro

48
En 12, 18b Mateo tiene una lectura que se aparta tanto del TM como de la versión LXX, pero que
coincide con las palabras celestiales de 3, 17: “Este es mi siervo a quien elegí, mi amado en el que se
complace mi alma”.
22

contra el Espíritu Santo. Este último sería imperdonable49. En el contexto en el que lo ha


colocado Mateo parece que deberá entenderse en el sentido de que no reconocer al Hijo
del Hombre en el hombre Jesús es un pecado que en última instancia se puede perdonar,
pero la oposición al poder divino que obra en Él, cuando manifiestamente ofrece y
realiza la salvación, coloca al hombre en una situación en la que ya no puede ser
beneficiado con el perdón.

El texto como se encuentra en Marcos (3, 28-30) tiene matices propios.


Comienza con una afirmación taxativa sobre el perdón universal: “Todo será perdonado
a los hombres” (v. 28b), aclarando luego para quitar toda posibilidad de dudas: “todos
los pecados y cualquier blasfemia que profieran” (v. 28cd). Por ‘pecados’ se
entenderían las faltas contra los demás hombres, mientras que las ‘blasfemias’ serían las
faltas contra Dios. Pero en el v. 29 se introduce una excepción: la blasfemia contra el
Espíritu Santo no tendrá perdón jamás. Marcos explica esta misteriosa cláusula con un
comentario en el v. 30: se refería a los que acusaban a Jesús de tener un espíritu impuro.
Para este evangelista la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste en atribuir al espíritu
impuro la acción salvadora que realiza Jesús por estar dotado del poder divino. Dicho
con otras palabras, es llamar ‘demonio’ al Espíritu Santo. Es el pecado que cometen
aquellos que cuando tienen evidencia de que la fuerza salvadora de Dios está obrando,
se resisten y niegan que este poder sea salvífico atribuyéndolo a un origen demoníaco.

El espíritu de profecía en los discípulos


En dos momentos se habla del Espíritu Santo para referirse a su acción en la
inspiración profética. Se dice que David habló “en Espíritu” (Mt 22, 43; Mc 12, 36; cf.
2Sam 23, 2). Pero también los discípulos de Jesús tendrán este privilegio: “No serán
ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes” (Mt 10,
20; Mc 13, 11). Se cumple así el anuncio profético de la efusión universal del Espíritu
que convertirá a todos los hombres en profetas.

La concepción de Jesús en Mateo


Finalmente se debe volver la atención a un texto propio de Mateo, que si bien
está ubicado en la primera página de su evangelio, parece representar un trabajo de
síntesis elaborado por el evangelista después de la redacción de todo el evangelio. Se
trata de la primera mención del Espíritu Santo que se encuentra en su Evangelio: la
concepción de Jesús. “... cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por
obra del Espíritu Santo... lo que ha sido engendrado en ella es obra del Espíritu Santo”
(1, 18. 20). El texto pertenece al comentario que incluye Mateo al final de la genealogía
de Jesús “el Mesías, hijo de David, hijo de Abraham” (1, 1). La genealogía de Jesús
tiene como finalidad mostrar que Él es el auténtico heredero de las promesas mesiánicas
hechas a Abraham y a David.

Para la finalidad de Mateo es importante que Jesús recoja la herencia mesiánica


prometida a Abraham y a David. Con Abraham está ligada la idea de la ‘herencia’.

49
El manuscrito B, mediante el añadido de otra negación, interpreta que ambos pecados son
imperdonables, tanto el discurso contra el Hijo del Hombre como el que se profiere contra el Espíritu
Santo: “Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre no se le perdonará, pero al que hable contra
el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el futuro”.
El Evangelio según Tomás ofrece una lectura diferente: “Jesús dijo: Al que blasfeme contra el Padre se le
perdonará; al que blasfeme contra el Hijo se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo
no se le perdonará ni en la tierra ni en el cielo” (n. 44).
23

Partiendo del concepto material del texto del Génesis (una tierra y una descendencia)
(Gen15, 1-7), el concepto ha evolucionado y se ha proyectado hacia el futuro, de modo
que en la época del Nuevo Testamento la ‘herencia’ se entendía como el nuevo pueblo
de Dios en la tierra renovada de la escatología50. La promesa hecha a David era la de la
dinastía que debía reinar para siempre (2Sam 7, 12-16; Sal 89, 37-38; etc.).

En la genealogía que presenta Mateo se descubre una dificultad: se trata de la


genealogía de José, que concluye diciendo que Jesús nació de María (v. 16), evitando en
este caso la fórmula “José engendró...” que se esperaba siguiendo el ritmo de los
versículos precedentes. El comentario de Mateo en los vv. 18-25 resuelve esta aparente
contradicción: Jesús no fue engendrado por José y sin embargo es verdadero
descendiente y heredero de Abraham y de David, porque José obedeció la orden divina
de recibirlo como hijo e imponerle el nombre, como corresponde a un verdadero padre.
La obediencia de José introdujo a Jesús en la genealogía de Abraham y de David.

Para indicar que Jesús es Hijo de Dios, Mateo utiliza la fórmula


ejjk pneuvmato" aJgivou (ek pnéumatos hagíou). No es una expresión del todo feliz porque
se presta a ser interpretada de muchas maneras, también en el sentido de los relatos
mitológicos del paganismo. Lucas lo dirá de otra forma, conjurando estos peligros. En el
sentido de Mateo, se trata de la fuerza creadora del Espíritu que interviene para dar
lugar a un hecho escatológico: la esperada intervención divina del final de los tiempos,
para realizar la salvación de todos los hombres. En este caso la acción del Espíritu se
realiza sobre el Hijo de David, así como en los otros textos estudiados aparece
relacionado de una manera más directa con el Siervo de Yahveh.

El discurso del Angel a José (vv.20-21) revela cómo Jesús, sin ser hijo natural de
José, llega a ser hijo de Abraham y de David. José, como hijo de David (v. 20), recibe la
orden de aceptar en su familia al hijo que va a nacer de María. El hijo de María ha sido
engendrado por el Espíritu Santo, y por lo tanto es Hijo de Dios. Sin embargo José le
deberá imponer un nombre y de esta manera lo integrará en su genealogía
reconociéndolo como hijo suyo. El nombre también le es indicado por el Angel: el niño
se llamará Jesús: ['vu/hy (yehoshúa’) es decir: “Yahveh salva”. La clase de salvación que
este niño traerá a la humanidad está definida en la misma explicación dada por el Angel:
“Él salvará a su pueblo de todos sus pecados” (v. 21; cf. Sal 130, 8). El evangelista
añade una explicación final remitiendo a los lectores al texto del Emmanuel del libro de
Isaías (vv. 22-23; Is 7, 14). El Hijo de Dios se identifica con el Emmanuel.

Resumiendo todos los datos recogidos de la tradición hallada en los evangelios


de Mateo y de Marcos, el Espíritu Santo, con rasgos todavía muy cercanos a la
concepción del Antiguo Testamento, aparece como la fuerza salvadora de Dios que
interviene al final de la historia actuando en aquel personaje que viene a cumplir el
designio de Dios. Jesús, como Siervo de Yahveh y como Hijo de David, recibe la
plenitud del Espíritu Santo que lo capacita para cumplir la misión encomendada por el
Padre y que en el Antiguo Testamento se encontraba separada en aquellas dos figuras

50
P. e. Is 60, 21; 61, 7; etc. En el Nuevo Testamento se puede ver la expresión de Gal 3, 16-18 y Heb 11,
8-10. En los apócrifos se utiliza ‘heredar’ como equivalente de ‘heredar la vida eterna’: “La herencia de
los pecadores es el Hades, las tinieblas y la perdición; no se les encontrará en el día de la misericordia
sobre los justos. Mas los santos del Señor heredarán una vida llena de alegría...” (Salmos de Salomón,
XIV, 10).
24

mesiánicas. Al intervenir en la concepción de Jesús, el Espíritu se manifiesta como el


agente que está obrando la nueva creación.

2 - La obra de Lucas51

Entre los evangelios sinópticos, el de Lucas se destaca por el mayor desarrollo


que le otorga al tema del Espíritu Santo. Una simple mirada a la estadística basta para
advertirlo. Mientras que en el evangelio de Mateo la palabra pneu'ma aparece 19 veces y
en el de Marcos 23 veces, en el evangelio de Lucas está 36 veces, a las que hay que
agregar otras 70 del libro de los Hechos de los Apóstoles. 18 veces designa en el
Evangelio al Espíritu Santo (6 veces en Marcos y 12 en Mateo), y 56 en el libro de los
Hechos.

Situación de Lucas

Lucas elabora su obra con la intención de contrarrestar el peligro de una división


de la Iglesia por la polarización de dos tendencias presentes en la primera generación
cristiana: la vertiente palestinense, centrada en los acontecimientos pre-pascuales (la
acción y la predicación de Jesús, con mayor adhesión a las tradiciones y al
nacionalismo judío), y la antioquena (San Pablo), que privilegia el misterio pascual de
la muerte y la resurrección del Señor, con mayor distanciamiento del judaísmo y
apertura al mundo pagano. Las consecuencias de esa polarización se manifestarán en las
herejías del siglo II: los ebionitas por una parte y los gnósticos por la otra. Lucas trata de
unir los dos elementos en una misma confesión de fe: la obra de Jesús y la obra de Pablo
no se oponen, sino que responden a una misma acción del Espíritu Santo que ha actuado
de diferente manera en distintos momentos de la historia, comenzando por el Antiguo
Testamento. De ahí que Lucas muestre un protagonismo del Espíritu Santo durante la
vida pública de Jesús y en los primeros días de la Iglesia que no se perciben en los otros
evangelios sinópticos. Esto explica la frecuencia en el uso de su nombre.

Según la perspectiva de Lucas, la formulación del kérygma cristiano incluye,


además del misterio pascual de la muerte y la resurrección del Señor, “la predicación de
la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones” (Lc 24, 47). Lucas
muestra que esta última afirmación, punto de conflicto entre las comunidades de la
Iglesia primitiva, era un anuncio que ya estaba contenido en las Escrituras y que por lo
tanto debía cumplirse (vv. 45-46). La apertura a los gentiles no era una ruptura con el
Antiguo Testamento – como pretendían los judaizantes - sino por el contrario, su
cumplimiento.

Acción del Espíritu en la época de Israel

Lucas pone especial cuidado en decir que en el Antiguo Testamento hablaba el


Espíritu Santo por boca de los profetas: “Era necesario que se cumpliera la Escritura en
la que el Espíritu Santo, por boca de David, habla de...” (Hech 1, 16; cf. 4, 25; 28, 25).
De esta forma, cada vez que se refiere a los anuncios proféticos está mencionando
explícita o implícitamente la actuación del Espíritu.

51
JOSEPH A. FITZMYER, The Gospel according to Luke, Anchor Bible, 28; Doubleday – Garden City, NY
– 1981; I 227-231. AUGUSTIN GEORGE, L’Esprit Saint dans l’oeuvre de Luc. RB 85 (1978) 500-542.
25

No sólo los profetas hablaron movidos por el Espíritu Santo para anunciar la
obra salvadora de Cristo y su extensión a los pueblos del paganismo. Los santos
ancianos de Israel también hablaron bajo la fuerza del mismo Espíritu: Isabel “llena del
Espíritu Santo” bendijo a María porque gracias a su fe se cumplirían todas las cosas
anunciadas por el Señor (Lc 1, 41-44); Zacarías “quedó lleno del Espíritu Santo” y
profetizó el papel que debía cumplir su hijo como precursor de Jesús (1, 67ss). Simeón
“tenía en él al Espíritu Santo”, que le reveló que vería al Mesías y lo impulsó al
Templo, donde pudo reconocer en Jesús al que traía la salvación para todos los
hombres, los judíos y los paganos (2, 25-32). Sin ser un anciano, Juan Bautista “estará
lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre” y cumplirá su misión de preparar el
pueblo del Señor (1, 15-17).

La concepción de Jesús

Lucas reduce la acción del Espíritu durante el período de Israel a la inspiración


profética. Con la concepción de Jesús el Espíritu irrumpe con una nueva acción
creadora. Jesús es concebido en María cuando el Espíritu Santo desciende sobre ella y el
poder de Dios la cubre con su sombra (1, 35), y por esta intervención “el niño será
Santo y se lo llamará Hijo de Dios” (ibid.). El Espíritu aparece de esta manera como el
agente de una nueva creación que ya está actuando en este mundo.

El bautismo de Juan y el bautismo de Jesús

Pero Jesús será el encargado de derramar el Espíritu sobre la humanidad. El


logion de Juan Bautista que se encuentra en los otros evangelios (Mt 3, 11; Mc 1, 8; Jn
1, 26. 33) referente a la diferencia entre el bautismo de Juan y el bautismo que conferirá
Jesús “con el Espíritu Santo y fuego”52, es conservado también por Lucas (3, 16). Pero
este evangelista pondrá de relieve el carácter pascual de este bautismo con otras dos
referencias a este texto que se encuentran en el libro de los Hechos: La primera
referencia prepara el relato del acontecimiento de Pentecostés. Jesús dijo: “Juan
bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos
días” (1, 5)53. Más tarde, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los gentiles, San
Pedro recordó estas palabras de Jesús y comprendió que éste era su cumplimiento (11,
16). La diferencia entre el bautismo de Juan Bautista y el de Jesús reaparecerá en el
libro de los Hechos en el incidente de Pablo con los discípulos de Juan en Éfeso (19, 1-
7). Aquí se destaca que la diferencia consiste en la donación del Espíritu Santo: cuando
Pablo les impuso las manos, después de haber sido bautizados en el nombre del Señor
Jesús, recibieron el Espíritu Santo (v. 6).

La donación del Espíritu Santo a los discípulos responde a la promesa hecha por
Dios en el Antiguo Testamento por medio de los profetas. Cuando Jesús anuncia que los
discípulos recibirán el Espíritu, lo hace designándolo como “la promesa del Padre”
(Hech 1, 4). Pedro lo llama “el Espíritu Santo prometido” (2, 33; cf. v. 39).

El Espíritu será dado a los discípulos siempre que éstos lo pidan. En un texto de
la tradición Q (Mt 7, 7-11; Lc 11, 9-13) se agrupan varios lovgia (lógia) que
recomiendan la insistencia en la oración y destacan su eficacia. En el último de ellos

52
La cláusula “y fuego” pertenece a Q. No se encuentra en el texto de Marcos.
53
El texto occidental es más descriptivo: “...serán bautizados con Espíritu Santo y lo recibirán dentro de
pocos días”.
26

Lucas se separa significativamente de la forma en que lo conserva Mateo. Allí donde


Mateo dice que “Si ustedes que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto
más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!” (Mt 7, 11),
Lucas dice: “Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más
el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan” (Lc 11, 13). En
Mateo se presenta en forma de paralelismo equivalente: los hombres dan cosas buenas,
y Dios también da cosas buenas. Lucas, en cambio, modifica el paralelismo destacando
cuánto más da Dios en comparación con los padres humanos.54

El Espíritu Santo sobre Jesús

Lucas conserva el relato de la unción con el Espíritu Santo en el momento en


que Jesús fue bautizado en el Jordán, añadiendo el detalle de que el Espíritu descendió
“en forma corporal” (3, 22). Posiblemente esta puntualización tenga como finalidad
hacer más comprensible el hecho de la visión: para Lucas no parecería convincente que
se pudiera ver el Espíritu si este no se manifestaba con figura corporal. El descenso del
Espíritu se produce “mientras Él estaba orando” (v. 21), un detalle que se repetirá
cuando la comunidad reciba el Espíritu (Hech 1, 14; 2, 1; 4, 31). Las palabras celestiales
responden a la forma en que se encuentran en Marcos55. A continuación Lucas retoca el
texto de su fuente agregando que “ Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas
del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el
diablo...” (4, 1-2). Al concluir el relato de las tentaciones, Lucas dice que “Jesús volvió
a Galilea con el poder del Espíritu... enseñaba en las sinagogas...” (4, 14-15). Se marca
de una manera más clara la unión entre Cristo y el Espíritu, al mismo tiempo que se
destaca el papel conductor que tiene el Espíritu en la obra del Señor. El Espíritu
descendió sobre Él en el bautismo (3, 17), lo condujo al desierto (4, 1), y más tarde a
Galilea (4, 14), donde se presentará ante el pueblo en su primer sermón (4, 16).

Las palabras de alabanza al Padre porque ha revelado a los pequeños lo que ha


ocultado a los sabios y a los prudentes (texto Q: Mt 11, 25-27; Lc 10, 21-22), son
introducidas por Lucas con un texto redaccional propio en el que también destaca la
acción del Espíritu Santo en Jesús: “En aquel momento Jesús se estremeció de gozo,
movido por el Espíritu Santo, y dijo...” (Lc 10, 21).

La predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret

Un texto propio de Lucas es el de la predicación de Jesús en la sinagoga de


Nazaret (primer sermón de Jesús en este evangelio). Sobre la base que le ofrecen sus
54
La segunda petición del ‘Padre Nuestro’ de Lc 11, 2 (“Que venga tu reino”) ha sido leída de otra
manera en algunas comunidades de la iglesia primitiva, como lo atestiguan algunos documentos: “¿O tal
vez el que ruega para que ‘venga el reino’ está implorando el auxilio del Espíritu Santo en la forma que
Lucas nos explica esta idea? Porque en su Evangelio, en lugar de ‘venga tu reino’ dice: ‘Que venga el
Espíritu Santo sobre nosotros y nos purifique’” (SAN GREGORIO DE NYSSA, De oratione dominica, Oratio
III; PG XLIV, 1158C). “Lo que aquí Mateo llama ‘reino’, otro de los evangelistas en otro lugar lo ha
llamado ‘Espíritu Santo’, diciendo: ‘Que venga tu Espíritu Santo y nos purifique” (San Máximo el
Confesor, Brevis Expositio Orationis Dominicae; PG XC, 884B). Esta lectura ”Que venga el Espíritu
Santo sobre nosotros y nos purifique” se encuentra también en dos manuscritos minúsculos, el 162 (del
año 1153) y el 700 (del siglo XI). Se considera que estos manuscritos, así como también los que
utilizaban los Padres citados, contienen una adaptación del ‘Padre Nuestro’ para una celebración
bautismal. No serían un testimonio del texto auténtico del Evangelio sino de su uso en la iglesia antigua.
55
El texto occidental trae otra lectura: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”, que corresponde al
Sal 2, 7.
27

fuentes de que Jesús predicó en su propia ciudad (Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6), Lucas
elabora un texto en el que Jesús pronuncia un discurso programático a partir de la
lectura de un texto del Antiguo Testamento (Lc 4, 16-30). El texto leído es el de Is 61,
1-2, en el que el profeta relata su propia vocación: “El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido Yahveh...”. Con algunas variantes que le ofrece la versión LXX y
otras que introduce el mismo Lucas, el texto aparece modificado. No dice, como el TM,
que Yahveh lo ha ungido y lo ha enviado, sino que esta unción y esta misión han sido
realizadas por el Espíritu. Introduce una cláusula tomada de Is 42, 7: “la vista a los
ciegos”, que pertenece al primer cántico del Siervo de Yahveh. Omite además las
cláusula referente al “día de la venganza” (Is 61, 2) e introduce otra sobre “dar la
libertad a los oprimidos”, extraída de Is 58, 6. Con estas modificaciones obtiene el
resultado de que quedan unidas en un solo texto la figura del profeta mensajero de la
buena noticia a los pobres (Is 61, 1) y la del Siervo de Yahveh, con una misión
solamente salvífica y sin aspectos punitivos.

El comentario de Jesús a este texto se resume en las palabras “Hoy se ha


cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” (Lc 4, 21). Este texto propio de
Lucas despliega ante los ojos de los lectores lo que significa la persona y la misión de
Jesús en su relación con el Espíritu Santo. El Espíritu, que habló por medio de los
profetas, unge a Jesús y lo envía para la obra salvadora. En cumplimiento de esta
misión, Él debe “anunciar la buena noticia a los pobres” (Lc 4, 18; Is 61, 1). En el libro
de los Hechos, San Pedro describirá la obra de Jesús diciendo que “Dios ungió a Jesús
de Nazaret, con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y
curando a todos los que habían caído en poder del diablo, porque Dios estaba con Él”
(Hech 10, 38).

En el comentario del texto bíblico, Jesús remite a lo que hicieron los profetas del
Antiguo Testamento: tanto Elías como Eliseo obraron milagros sobre personas que no
pertenecían al pueblo de Israel (Lc 4, 25-27, ref. a 1Re 17, 7-16 y 2Re 5, 1-14). De esta
forma Lucas va enlazando la acción del Espíritu en los profetas del Antiguo Testamento
con la acción de Pablo, predicador de los paganos, pasando por la predicación de Jesús
en la sinagoga de Nazaret.

El pecado contra el Espíritu Santo

Lucas une en un mismo contexto dos logia de Jesús referentes al Espíritu Santo:
el logion sobre la blasfemia que nunca será perdonada (12, 10) y el logion sobre el
Espíritu que les enseñará a los discípulos lo que deban decir cuando éstos sean llevados
ante los tribunales (12, 11-12). El resultado es que se da una nueva interpretación al
texto. En este caso la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste en contradecir a los
discípulos cuando confiesan a Jesús delante de las autoridades. La asistencia del
Espíritu a los discípulos perseguidos queda ilustrada con los ejemplos de Pedro (Hech 4,
8) y Esteban (Hech 7, 55). En este último caso, los miembros del Sanedrín son acusados
por Esteban porque “ustedes siempre resisten al Espíritu Santo” (v. 51).

La fuerza del Espíritu en los discípulos

El libro de los Hechos comienza diciendo que las instrucciones que Jesús dio a
sus discípulos después de su resurrección fueron dadas “por medio del Espíritu Santo”
(1, 1). En ese mismo contexto de las enseñanzas de Jesús resucitado se encuentran los
28

anuncios con los que se prepara el don pascual del Espíritu Santo (Lc 24, 49; Hech 1, 5.
8). “Serán revestidos con la fuerza (duvnami" dínamis)) que viene de lo alto” (Lc 24, 49),
“Recibirán la fuerza (duvnami") del Espíritu Santo” (Hech 1, 8), y esta fuerza tendrá un
efecto transformador en los discípulos: “para que sean mis testigos en Jerusalén, en
toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” (ibid.). La duvnami" del Espíritu
Santo ya había sido mencionada en el comienzo de la actividad misionera de Jesús (4,
14). La fuerza que llevó a Jesús para realizar su misión es la que ahora conducirá a los
discípulos para que la obra de Jesús se extienda por todo el mundo.

El acontecimiento de Pentecostés

Dentro del libro de los Hechos de los Apóstoles, el texto referente al Espíritu
Santo que tiene mayor relieve es el relato del acontecimiento de Pentecostés (2, 1-41).
En paralelo con el Evangelio, que se abre con una manifestación del Espíritu sobre
Jesús (Lc 3, 22), la segunda obra de Lucas se abre con una manifestación del mismo
Espíritu sobre la comunidad de los discípulos.

Previamente Lucas ha preparado el cuadro para describir la escena de


Pentecostés: los Apóstoles están reunidos en una sala ubicada en un piso alto, con
algunas mujeres, con María, la Madre del Señor, sus hermanos (1, 13-14) y otros
muchos discípulos, en un número aproximado a los ciento veinte (v. 15). Están todos en
oración (v. 14) y le da una solemnidad especial el hecho de que se trate de una
festividad litúrgica: la fiesta de Pentecostés.

En el Evangelio de san Juan el cumplimiento de la promesa del don pascual del


Espíritu tiene como marco el mismo día de la Pascua (Jn 20, 19-22). Lucas, en cambio,
prefiere encuadrarlo en una fiesta de Pentecostés (Hech 2, 1). Esta fiesta, que en el
Antiguo Testamento hebreo es llamada “Fiesta de las Semanas” (Ex 34, 22; Lv 23, 15-
16; Dt 16, 10), en los libros deuterocanónicos es conocida con el nombre de
“Pentecostés” (Tob 2,1; 2Mac 12, 32). Habiendo tenido un origen agrícola, en la época
del Nuevo Testamento celebraba todas las alianzas56 desde Noé57. La comunidad de
Qumran la tenía como la fiesta más importante y en ella realizaba la renovación de la
alianza58. En el judaísmo rabínico no existen dudas de que en Pentecostés fue cuando
Dios hizo la alianza y dio la ley a Moisés59.

56
La relación entre “Semanas” y “Alianzas” proviene de que en la escritura hebrea sin vocales ambas
palabras se escriben de la misma forma.
57
“Dios dio a Noé y sus hijos una señal de que no habría otro diluvio sobre la tierra... por eso quedó
establecido y escrito en las tablas celestiales que celebrarían la festividad de las Semanas en este mes, una
vez al año, para renovar la alianza todos los años. Esta festividad se venía celebrando en los cielos desde
el día de la creación hasta los días de Noé... Abrahán la guardó, al igual que Isaac y Jacob y sus hijos...
Que los hijos de Israel recuerden esta fiesta y la guarden siempre...” (Jubileos 6, 15-22). “En aquel día
hicimos alianza con Abrán, como la que habíamos hecho este mes con Noé: Abrán renovó su festividad y
normas perpetuamente” (Jubileos 14, 20). Traducción de F. CORRIENTE y A. PIÑERO, en: A. DIEZ MACHO,
Apócrifos del Antiguo Testamento, Cristiandad – Madrid – 1983; II 65-188.
58
1QS I,18-23.
59
Cf. R. LE DÉAUT, Pentecostés y la tradición judía; Asambleas del Señor 51; Marova – Madrid – 1964;
24-40; EDUARD LOHSE, s. v. penthkosthv, en TWNT, VI, 49. JOHN J. CASTELOT – AELRED CODY, Feast
of Weeks – Pentecost, en: The New Jerome Biblical Commentary (R.E.BROWN-J.A.FITZMYER-
R.E.MURPHY, edits.), Prentice Hall – Englewood Cliffs, NJ - 1990; 1278-1279. M. DELCOR, s. v.
Pentecôte en: SDB,VII (1964) 879: “La fiesta de las Semanas, agrícola en sus orígenes, en la época pos-
exílica terminó convirtiéndose en la fiesta de la donación de la Ley, de la Revelación y de la Renovación
29

Lucas compone el relato de la donación del Espíritu a los miembros de la


primera comunidad cristiana introduciendo una cantidad de elementos que remiten a las
tradiciones veterotestamentarias de la torre de Babel y de la teofanía del Sinaí. El fuerte
viento, el gran ruido y el fuego (Hech 2, 2-3) son componentes de la manifestación de la
gloria de Dios durante la alianza del Sinaí (Ex 19, 16-19)60. La diversidad de las lenguas
recuerda el incidente por el que se dividió la humanidad después del diluvio (Gen 11, 7-
9) y también recuerda una antigua tradición judía, según la cual Dios habría dado la ley
en setenta idiomas.61 La donación del Espíritu aparece como una réplica a aquellos
momentos de la antigua historia: con respecto al incidente del Génesis, el Espíritu
vuelve a unir a la humanidad dividida y dispersa. Con respecto a la alianza del Sinaí, no
son ya las doce tribus de Israel sino todas las naciones de la tierra: Lucas introduce en
medio de su relato una desmesurada lista de pueblos, y todos oyen hablar “en su propia
lengua” (v. 8).62 No se hace la alianza por medio de la ley sino por obra del Espíritu.63
En este punto se advierte la toma de posición de Lucas en la polémica de San Pablo con
los cristianos judaizantes de su tiempo: la nueva ley, que es el Espíritu (cf. Rom 8, 2), es
dada a todas las naciones y no sólo a Israel.

El subsiguiente discurso de San Pedro (Hech 2, 14-36) explica el acontecimiento


de Pentecostés por medio de la profecía de Joel 3, 1-5. Se introducen algunos cambios
en el texto del profeta: donde decía “Después de estas cosas” (Jl 3, 1), se dice: “En los
últimos días” (Hech 2, 17); en el mismo versículo se añade una cláusula: “dice el
Señor”; en 2, 18 altera el texto: donde decía “también sobre los esclavos y esclavas” (Jl
3, 2a), mediante el agregado de un posesivo se le cambia el sentido: “también sobre mis
siervos y mis siervas”64. Finalmente introduce la cláusula “y profetizarán” al final de
Hech 2, 18, que no aparece en Jl 3, 2b.

de la Alianza. Es verosímil que esta transformación se hizo por influencia del código sacerdotal y
sobrevivió en los círculos periféricos del judaísmo, y especialmente en Qumran”.
60
Algunos autores ven semejanza con la descripción de FILÓN DE ALEJANDRÍA: “...el Padre del universo,
que entregó estos diez mandamientos... lo hizo emitiendo alguna clase de voz? ¡No! ... Dios no es como
un hombre que necesita una boca, o lengua, o trompeta... Él ordenó que fuera creado un invisible sonido
en el aire, más maravilloso que todos los instrumentos que jamás han existido... un alma racional llena de
claridad y distinción, que modeló el aire, lo extendió y lo cambió en algo como una llamarada ardiente...”
(De Decalogo, 32-33). “Una voz resonó en medio del fuego que fluía desde el cielo, la voz más
maravillosa y tremenda, porque la llama estaba dotada con un lenguaje articulado que se expresaba en una
lengua familiar a los que la oían. Ella expresaba sus palabras con tanta claridad y distinción que parecía
que el pueblo la estaba viendo, más que oyéndola” (Ibid., 46).
61
“Todas las palabras que salían de la boca del Todopoderoso se dividían en setenta idiomas” (TB Shab
88b). “La voz salió y se dividió en setenta voces, en setenta lenguas, de modo que todos los pueblos la
oyeron; y cada pueblo oyó la voz en su propia lengua” (Ex R. 5 - 71a).
62
No se debe confundir el milagro de Penecostés, donde muchas personas de diferentes lenguas entienden
lo que dicen los galileos hablando en la propia, con el fenómeno de Corinto, donde los que ‘hablan en
lenguas’ se expresan en un idioma que nadie entiende (cf. 1Cor 14, 2).
63
“Este es el significado de la fiesta de Pentecostés. Como en un tiempo se decía que Yahveh había
escrito con su dedo la ley sobre las tablas de piedra, hoy por medio del don del Espíritu santo, que la
liturgia llama por esta razón “el dedo de la diestra de Dios”, graba su ley de amor sobre la “tabla de
nuestros corazones” (Cf. 2Cor 3, 3)” (Stanislas Lyonnet S.J., El amor, plenitud de la Ley, Sígueme –
Salamanca – 1981; 37).
64
En realidad se trata de la misma palabra hebrea o griega. Cuando se dice en forma absoluta se refiere a
una condición social: los esclavos. Cuando viene acompañado de un posesivo referente a Dios, se
entiende que son los siervos de Dios (en este caso no queda bien decir ‘esclavos de Dios’).
30

La explicación dada por San Pedro remite a la efusión escatológica del Espíritu
Santo, así como estaba anunciado en el texto de Joel. La característica del nuevo tiempo
que se inicia es la universalización del carisma profético, que acompañará todo el
tiempo de la Iglesia “hasta que llegue el día del Señor” (v. 20c). Los cambios
introducidos en el texto del Antiguo Testamento producen un efecto: se acentúa el
aspecto escatológico (“en los últimos días”); lo que está sucediendo es el cumplimiento
de una promesa hecha por Dios en el Antiguo Testamento (“dice el Señor”); y la efusión
del Espíritu está reservada a los fieles cristianos (“mis siervos y mis siervas”). Esto
último queda corroborado por el nuevo sentido que adquiere en boca de Pedro el texto
de Jl 3, 5a “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”. En el mismo discurso,
más adelante, Pedro dirá que “a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho
Señor y Mesías” (v. 36). ‘Invocar el nombre del Señor’ es reconocer a Jesucristo como
el ‘Señor exaltado por el Padre’ (v. 33)65.

Jesús, el Señor del Espíritu

El fenómeno visible y constatable de las manifestaciones carismáticas en los


discípulos tiene en este texto un carácter apologético: lo que “ustedes ven y oyen” (v.
33) demuestra que “exaltado por el poder de Dios, Jesús recibió del Padre el Espíritu
Santo prometido, y lo ha comunicado...” (ibid.). Hay un paso previo a la efusión
universal del Espíritu, y es la exaltación de Jesucristo. Él es el primero que ha recibido
el Espíritu y tiene ahora el poder de dispensarlo. Esto representa un cambio muy
importante en relación con lo que aparece en la primera parte de la obra de Lucas. En el
Evangelio se ha visto el protagonismo del Espíritu actuando sobre Jesús. El Espíritu lo
hizo concebir en el vientre de María (Lc 1, 35), descendió sobre Jesús (3, 22), lo
condujo primero al desierto (4, 1) y más tarde a Galilea (4, 14). El Espíritu lo ungió y lo
envió para que cumpliera su misión (4, 18). Pero en el libro de los Hechos Jesús
exaltado es el poseedor del Espíritu y lo confiere a todos los que lo reconocen como
‘Señor’. Se cumple lo que había sido anunciado por Juan Bautista: “Él los bautizará en
el Espíritu Santo” (Lc 3, 16; Cf. Mt 3, 11; Mc 1, 8; Jn 1, 33). De esta forma, entre los
títulos que se le adjudican al Espíritu en el libro de los Hechos, está también el de
‘Espíritu de Jesús’(Hech 16, 7)66.

El Espíritu Santo y la apertura de la comunidad a los gentiles

A partir de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, éste adquiere un papel


relevante en la conducción de la comunidad en orden a la expansión hacia el mundo de
los paganos. Lucas lo describe en forma progresiva: El Espíritu Santo es concedido a los
samaritanos (8, 14-17); el mismo Espíritu Santo ordena a Felipe bautizar a un eunuco
etíope (8, 26-38); y finalmente el Espíritu Santo desciende sobre los paganos antes de
que éstos sean bautizados por Pedro (10, 44-48).

En el caso de los samaritanos se trata de una comunidad con un ‘status’ especial


dentro del judaísmo, porque no eran aceptados por el resto de los judíos (Cf. Jn 4, 9; Lc

65
San Pablo cita el mismo texto de Joel para afirmar que “Si confiesas con tu boca que Jesús es el
Señor... serás salvo” (Rom 10, 9. 12).
66
Esta forma no aparece en ninguna otra parte, y por su rareza muchos copistas han considerado que se
trataría de un error que debía ser corregido. Por esta razón muchos manuscritos y citas de Santos Padres
transmiten este texto de otra manera. Cf. BRUCE M. METZGER, A textual commentary on the Greek New
Testament, Second Edition. UBS – Stuttgart – 1994; 390-391.
31

9, 51-53).67 En el plan trazado por Jesús, los apóstoles tenían que dirigirse a ellos en
primer lugar después de dar testimonio en Jerusalén (Hech 1, 8). Felipe llega a una
ciudad de Samaría, y recibe una buena acogida del pueblo que escucha su palabra y ve
los signos milagrosos que realiza (Hech 8, 6-7. 12).68 En este relato se establece una
separación entre el bautismo dado en nombre de Jesús y la donación del Espíritu Santo.
Aun cuando los samaritanos ya habían sido bautizados en nombre de Jesús, el Espíritu
les fue concedido sólo cuando los Apóstoles venidos de Jerusalén oraron sobre ellos y
les impusieron las manos (vv. 14-17). Se quiere destacar de esta manera que los mismos
discípulos judíos que recibieron el Espíritu Santo lo transmiten ahora a aquellos que no
pertenecen plenamente a la comunidad judía.

El segundo paso de esta apertura es el caso del bautismo de un eunuco etíope. El


Espíritu Santo le ordenó a Felipe que fuera a su encuentro (8, 29) y le evangelizara a
Jesucristo. Felipe lo hizo a partir del texto del Siervo de Yahveh (Is 52-53). Una vez que
el etíope recibió el bautismo, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe69 y lo llevó a otra
parte (v. 39-40). Esta intervención del Espíritu aporta novedades, porque se trata de
llevar el evangelio a alguien que no es exactamente un judío, aunque se encuentra
dentro del ámbito del judaísmo: ha venido en peregrinación a Jerusalén y lee al Profeta
Isaías (8, 27-28). Además, es alguien a quien no se le admitía dentro de la comunidad de
Israel por su condición de eunuco (Cf. Dt 23, 2). Pero en el libro de Isaías se había
anunciado que los extranjeros y los eunucos llegarían a formar parte del pueblo de
Yahveh (Is 56, 3-7). En este segundo caso, se ve que es el Espíritu Santo quien dirige la
expansión de la Iglesia hacia los paganos, ordenando la evangelización de aquellos que
se encuentran en el grupo de los prosélitos.

En el ordenamiento que Lucas ha dado al libro de los Hechos, la primera


conversión de un pagano propiamente dicho es la del centurión Cornelio (cap. 10).
Pedro debe ir a casa de Cornelio por indicación del Espíritu Santo (10, 19), como más
tarde lo reconocerá el Apóstol ante la comunidad de Jerusalén: “El Espíritu Santo me
ordenó que fuera con ellos...” (11, 12). El Espíritu se adelantó a la decisión de Pedro y
descendió sobre los paganos antes que éstos hubieran recibido el bautismo (10, 44-48).
La efusión del Espíritu sobre los gentiles estuvo acompañada de fenómenos
carismáticos semejantes a los que se produjeron en la comunidad de Jerusalén: “los oían
hablar diversas lenguas y proclamar la grandeza de Dios” (v. 46), de modo que el
relato del cap. 10 es llamado con justicia “el Pentecostés de los gentiles”. Se llega de
esta forma al último momento en la expansión de la Iglesia hacia los gentiles: es el
mismo Espíritu quien se adelanta y desciende sobre ellos de la misma forma en que
había descendido sobre los Apóstoles: “recibieron el Espíritu Santo como nosotros” (v.
47).

Una vez que el Espíritu Santo abrió la puerta a los gentiles para que ingresaran
en la comunidad, Pablo fue elegido y enviado con la misión peculiar de anunciar a
Cristo entre los paganos (Cf. Hech 22, 21; Gal 1, 15-16). De la misma forma que en el
Evangelio fue Jesús quien eligió (Lc. 6, 13) y envió (9, 2; 10, 1) a los apóstoles de los
judíos, en el libro de los Hechos es el Espíritu Santo quien elige y envía a los apóstoles

67
Sobre los samaritanos y su relación con los judíos: JOACHIM JEREMIAS, Jerusalén en tiempos de Jesús,
Cristiandad – Madrid – 1985; 363-369.
68
En el Evangelio de Juan los samaritanos se convierten por la predicación del mismo Jesús (4, 39-42).
69
El texto occidental dice: “El Espíritu Santo cayó sobre el eunuco, y el ángel del Señor arrebató a
Felipe...”.
32

de los gentiles: “El Espíritu Santo les dijo: ‘Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la
obra a la cual los he llamado’... Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo,
fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre...” (13, 2. 4). A partir de ese
momento el Espíritu Santo conducirá la misión, y hasta les marcará el itinerario. Esto
sucederá después de la evangelización del Asia Menor, cuando el Espíritu les fue
cerrando los caminos de este territorio para llevarlos hacia el continente europeo:
“Como el Espíritu Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de
Asia... trataron de entrar en Bitinia pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió” (16, 6-
7)70. Cuando los Apóstoles y los presbíteros de Jerusalén se reunieron para decidir
cuáles eran las obligaciones del judaísmo que se les debían imponer a los gentiles
venidos a la fe, redactaron un ‘decreto de los Apóstoles’ en el que se dice: “El Espíritu
Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las
indispensables...” (15, 28)71.

La organización de la comunidad también es obra del Espíritu Santo. Pablo les


dice a los presbíteros de la iglesia de Éfeso: “...el Espíritu Santo los ha constituido a
ustedes guardianes (ejpiskovpou" epískopous) para apacentar a la Iglesia de Dios...”
(20, 28).

El Espíritu Santo obrando en la comunidad

La característica de la comunidad que se repite con mayor frecuencia es la de


que sus miembros están “llenos del Espíritu Santo”72, sus profetas hablan inspirados por
el mismo Espíritu73, y el mismo Espíritu que los constituyó como testigos da testimonio
con ellos (5, 32; cf. 4, 31). El Espíritu es quien le anuncia a Pablo cuál es final que le
espera en Jerusalén (20, 22-23).

Cuando Lucas insiste en que los miembros de la comunidad están “llenos del
Espíritu Santo” se puede suponer con fundamento que tiene presente la promesa
profética de la renovación y santificación interior. Pero este es un punto que no ha
desarrollado suficientemente en el libro de los Hechos. Más bien, el aspecto que destaca
es el de los carismas, ejemplificados con la profecía74 y el hablar diversas lenguas75. La
donación del Espíritu está asociada de tal manera con estos fenómenos que en algunos
textos se presenta independiente de la renovación interior. Si en el caso del centurión
Cornelio el Espíritu se puede recibir antes de la administración del Bautismo (10, 47),
en otros casos puede darse el bautismo sin que haya infusión del Espíritu, como es el
caso de los samaritanos conversos (8, 15-16). Los fenómenos que acompañan la
recepción del Espíritu, en estos casos, muestran suficientemente que se trata de una
manifestación especial del Espíritu consistente en fenómenos de orden carismático.

70
El texto occidental tiene otra lectura en 19, 1: “Mientras Pablo, según su propia voluntad, quería ir a
Jerusalén, el Espíritu le dijo que regresara a Asia. Atravesó entonces las regiones altas... ”.
En 20, 3 el texto occidental dice: “...cuando Pablo estaba por embarcarse para Siria, el Espíritu le dijo
que volviera por Macedonia”.
71
En este mismo relato del llamado ‘Concilio de Jerusalén’ el texto occidental agrega que “Pedro se
levantó movido por el Espíritu y dijo...” (15, 7).
72
Cf. 2, 4; 4, 8; 4, 31; 6, 3. 5; 7, 55; 9, 17; 9, 31; 11, 24; 13, 9; 13, 52.
73
Cf. 11, 27-28; 21, 4. 11.
74
Cf. 11, 27-28; 21, 4. 11.
75
Cf. 2, 4; 10, 46; 19, 6.
33

Se podría estructurar la obra de Lucas de acuerdo con las distintas actuaciones


del Espíritu en la historia de la salvación: anunciando a través de los profetas en el
tiempo de Israel; comenzando la nueva creación mediante la obra realizada en el tiempo
de Cristo, que fue engendrado, ungido y conducido por el Espíritu; como don especial
del Señor exaltado, que lo derrama para que vivifique, conduzca y expanda la
comunidad en todas las naciones, en el tiempo de la Iglesia. La síntesis de Lucas
responde a la problemática presentada por quienes planteaban en forma dialéctica la
oposición entre Jesús y Pablo. Jesús glorificado ha derramado el Espíritu prometido por
Dios en el Antiguo Testamento, y por medio de Él ha llevado a cabo la obra salvadora
del Padre. Pablo, haciendo participar a los gentiles de la gracia del Evangelio, ha
obedecido al impulso del Espíritu de Jesús resucitado.
34

III – El Espíritu Santo en las cartas de San Pablo76

1 - Las cartas auténticas de san Pablo77

El punto central de la predicación paulina es el misterio pascual de la muerte y la


resurrección del Señor (1Cor 15, 3-8; Rom 4, 25). Dentro de este contexto desarrolla
Pablo la doctrina del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que resucitó a Jesús, el que
vivifica al Cuerpo de Cristo resucitado, da la nueva vida a los cristianos, y también es
garantía de la futura resurrección.

El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos

Pablo atribuye a Dios Padre la resurrección de Jesús. Lo expresa de distintas


maneras: “Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre” (Rom 6, 4), “el
Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos” (Rom 8, 11); “Él vive por la
fuerza de Dios” (2Cor 13, 4). Esta variedad de vocabulario ‘gloria’, ‘Espíritu’, ‘fuerza’,
muestra que en estos casos el Espíritu no va más allá que lo que se encuentra en algunos
textos del Antiguo Testamento: es la fuerza activa de Dios, que en este caso aparece
dando vida a los muertos. Su trasfondo se encuentra en textos como: “Yo voy a abrir las
tumbas de ustedes, los haré salir de ellas... Yo pondré mi espíritu en ustedes, y
vivirán...” (Ezq 37, 12. 14).

Cristo, a partir de su resurrección, posee la fuerza vivificante del Espíritu. Pablo


lo muestra con el paralelismo con Adán: “Dice la Escritura ‘El primer hombre, Adán,
fue creado como un ser viviente’; el último Adán, en cambio, como Espíritu que da la
vida” (1Cor 15, 45). Para referirse a la acción del Espíritu en Cristo resucitado, Pablo
utiliza con frecuencia un lenguaje muy impreciso, hasta el punto que a veces resulta
difícil captar la diferencia entre el Señor y el Espíritu78. Este es uno de esos casos:
Cristo glorificado actúa con la plenitud del poder del Espíritu vivificante, y Pablo puede
atribuir la acción indiferentemente a uno o al otro.

San Pablo sintetiza la esperanza del Antiguo Testamento identificando la


bendición prometida a Abraham79 con el Espíritu anunciado por los profetas para el fin
de los tiempos80. A este don se accede por la fe: “los que creen son los que participan
de la bendición de Abraham, el creyente” (Gal 3, 9).

Sumergidos en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo

76
JOSEPH A. FITZMYER, Pauline Theology, en: The New Jerome Biblical Commentary (R.E.BROWN –
J.A.FITZMYER – R.E.MURPHY, edits.), Prentice Hall – Englewood Cliffs, NJ – 1990; 1396-1397
77
Con la mayoría de los comentaristas se toman como auténticas de Pablo las cartas: 1Tes; Fil; Flm; 1-
2Cor; Gal; Rom. Cf. JOSEPH A. FITZMYER, Introduction to the New Testament Epistles, en: The New
Jerome... 770.
78
P. e. “Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2Cor 3,
17). “...el Espíritu de Dios habita en ustedes... pero si Cristo vive en ustedes” (Rom 8, 9-10).
79
“La Escritura... anticipó esta buena noticia a Abraham, prometiéndole: ‘En ti serán bendecidas todas
las naciones’” (Gal 3, 8).
80
“... para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros
recibiéramos por la fe el Espíritu prometido” (Gal 3, 14).
35

La humanidad puede acceder a esta nueva vida sólo recibiéndola de Cristo, y los
hombres se introducen en ella cuando se ‘sumergen’ en Cristo. Pablo utiliza esta
fórmula: ejn eJni;pneuvmati hJmei'" pavnte" eij" e}n sw'ma ejbaptivsqhmen (“Todos nos
hemos sumergido en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo”) (1Cor 12, 13). El
verbo griego baptivzw (baptízo) indica originalmente ‘zambullir, sumergir’81, y Pablo
recurre a esta imagen para describir la unión del creyente con el Señor: sumergirse,
introducirse, dentro de Él para formar un solo cuerpo. Por la razón indicada puede
decirse indiferentemente ‘sumergirse (o bautizarse) en Cristo’ o ‘sumergirse (o
bautizarse) en el Espíritu’ (Rom 6, 3; 1Cor 12, 13), porque la adhesión íntima con
Cristo coloca al creyente dentro del ámbito de acción del Espíritu que está obrando la
nueva creación. Efectivamente, “si alguien está ejn Cristw' (en Jristó) es una nueva
creación” (2Cor 5, 17; Cf. Gal 6, 15), posee ”una vida nueva” (Rom 6, 3).

Finalmente, el Espíritu es quien produce la unidad y comunicación entre los


miembros del cuerpo. San Pablo lo expresa con la palabra ‘comunión’ (koinwniva
koinonía),82 que expresa toda forma de tener bienes en común, de dar y recibir unos de
otros. Esto puede darse tanto en bienes espirituales como es el mismo Evangelio (Rom
15, 27; Fil 1, 5), como en los bienes materiales (Gal 6, 6; Fil 4, 15). La ‘comunión’ se
manifiesta de una manera especial en la unión de todos los fieles por medio del cuerpo y
la sangre de Cristo en la eucaristía (1Cor 10, 16-17). El Espíritu produce esta
‘comunión’ y Pablo la atribuye particularmente a Él: “la comunión del Espíritu Santo”
(2Cor 13, 13; Fil 2, 1).

Anticipo de la escatología

La donación del Espíritu, como don escatológico, introduce a los hombres en los
últimos tiempos. Pero Pablo utiliza una expresión que pone un límite a cualquier
tentación de un exagerado optimismo. El Espíritu introduce en la escatología, pero es
sólo como un adelanto. En dos lugares de la Segunda Carta a los Corintios utiliza la
expresión ajrrabwvn (arrabón) para referirse al Espíritu Santo. El ajrrabwvn es el dinero u
objeto de valor dejado en garantía (p. e. Gen 38, 17), que debe ser devuelto cuando se
realiza una transacción, o se pierde si esta no se realiza.83 Pero en la época del Nuevo
Testamento se ha usado este término con el sentido de ‘pago de una parte de una deuda
más grande como garantía del pago total’, es decir, un anticipo84. En medio de una
polémica con los corintios que lo acusan de haberse despreocupado de la comunidad
porque canceló una visita que había anunciado (vv. 15-16), Pablo reafirma la sinceridad
y fidelidad que lo caracterizan como apóstol. Esta firmeza tiene su origen en Dios “que
nos está confirmando en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que
también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones el ajrrabwvn del
Espíritu” (2Cor 1, 21-22). La fidelidad apostólica se funda en el hecho de que Dios ‘los
hace firmes’ a todos, a Pablo y sus compañeros junto con todos los miembros de la
comunidad de Corinto. Esta acción está expresada en tiempo presente: Dios lo está
realizando actualmente y consiste en la unión en el Cuerpo de Cristo. No queda espacio
para infidelidades ni despreocupaciones. Tres participios en tiempo aoristo remiten a las

81
H.G.LIDDELL & R.SCOTT, A Greek-English Lexicon, Clarendon – Oxford – 1968; 305-306.
82
JOSEF HAINZ, s. v. koinwniva, en: Exegetical Dictionary of the New Testament (H.BALZ and
G.SCHNEIDER, edit.); Eerdmans – Grand Rapids, Mich. – 1991; II 303-305.
83
Así H.G.LIDDELL & R.SCOTT, o.c. 246. Así lo entendió la Vulgata, que tradujo ‘pignus’ (garantía,
rehen). La Nueva Vulgata ha preferido ‘arrabo’.
84
JOHANNES BEHM, s. v. ajrrabwvn en: TWNT, I 475.
36

acciones cumplidas por Dios en el origen de esta unión: unción, sello y donación del
Espíritu. La unción (crivsa") parece ser un juego de palabras con el nombre ‘Cristo’ que
está citado en el mismo lugar: ungidos con el Ungido. El ser sellados refiere a una
marca que indica la propiedad. Finalmente el don del Espíritu, caracterizado como
ajrrabwvn, anticipa la gloria hacia la cual se tiende y que todavía no se ha manifestado.
Más adelante volverá a identificar al Espíritu como ajrrabwvn al referirse a la actual
condición mortal del hombre, que padece hasta tanto no se manifieste la gloria de la
resurrección. Dios es el que llevará a cabo esta transformación, y ya ha dado el anticipo
del Espíritu (2Cor 5,5).85

Lo que el Espíritu produce en el creyente

1 - Santificación
Al recordar el pasado de los miembros de la comunidad de Corinto, Pablo
constata que los hombres “en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por el Espíritu de
nuestro Dios” han quedado “lavados, santificados y justificados” (1Cor 6, 11), lo que
indica un paso de la antigua condición pecadora a un estado de pertenencia a la esfera
de lo divino. El Espíritu, que ha realizado esta obra, es el que va “transfigurando”
diariamente a los hombres para conformarlos a la imagen de Cristo (2Cor 3, 18; Cf.
Rom 8, 29)

Cuando se refiere a su tarea específica, que es la de evangelizar a los paganos,


Pablo lo describe utilizando lenguaje litúrgico: su tarea es un “sacerdocio”, la
evangelización es una “acción litúrgica” y el acceso de los paganos convertidos a Dios
es el ofrecimiento de un sacrificio. Toda ofrenda, para ser grata a Dios debe ser
santificada. Los paganos pueden ser llevados hasta Dios porque han sido santificados
por el Espíritu Santo (Rom 15, 16).

2 – La condición de hijos de Dios


El Espíritu hace participar a los creyentes de la condición de Hijo de Dios que le
pertenece a Jesucristo. San Pablo habla del ‘Espíritu de su Hijo’ (Gal 4, 6) o también del
‘Espíritu de filiación’ (Rom 8, 15). En ambos casos describe la acción que este Espíritu
realiza en los creyentes: el Espíritu “clama (o ‘nos hace clamar’) ‘Abbá’, es decir
‘Padre’” (Gal 4, 6; Rom 8, 15), y “da testimonio de que somos hijos de Dios” (Rom 8,
16). En estos dos casos Pablo recurre a un término en lengua aramea – dirigiéndose a
lectores que no hablan corrientemente esta lengua – porque de esta forma destaca un
aspecto de intimidad y cariño que connota la expresión aramea ‘Abbá’, y que no se
expresa con la misma claridad en el pathvr griego.86 Al constituir al creyente en la
condición de hijo de Dios, el Espíritu establece a los hombres en la nueva situación que
es característica del tiempo escatológico anunciado por los profetas: “...en lugar de
decirles: ‘Ustedes no son mi pueblo’, les dirán: ‘hijos del Dios viviente’” (Os 2, 1; cf.
Rom 9, 26-27).

3 – Desaparición de toda clase de diferencias


La fuerza del Espíritu hace que desaparezcan todas las diferencias y todos los
seres humanos no sean más que uno solo: “sumergidos en un solo Espíritu, para formar

85
San Policarpo aplica el título de ajrrabwvn a Cristo: “mantengámonos constantemente adheridos a
nuestra esperanza y al ajrrabwvn de nuestra justicia, que es Cristo Jesús” (Phil. 8, 1).
86
JOACHIM JEREMIAS, Abba. El mensaje central del Nuevo Testamento. Sígueme – Salamanca – 1981;
17-89; especialmente p. 70.
37

un solo Cuerpo: Judíos y griegos, esclavos y hombres libres” (1Cor 12, 13), “Ya no hay
Judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son
más que uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28).

4 – Carismas y dones
Sabiduría
En la renovación total del hombre que produce el Espíritu Santo, Pablo destaca
algunos aspectos que son dignos de mención. Cuando se refiere al contenido de la
predicación cristiana, afirma que ésta es incomprensible para el que sólo tiene el
principio vital natural es la respiración87, el que él llama yucikov" ajvnqrwpo" (psyjikós
ánthropos) porque sólo puede ser alcanzada por los que han recibido el pneu''ma (1Cor 2,
14).88 El Espíritu otorga a los hombres un conocimiento que está por encima de la
capacidad humana. Establece un paralelismo con lo que sucede en el hombre: así como
sólo el espíritu humano puede conocer lo que hay en más profunda intimidad del
hombre, también el Espíritu Santo conoce lo que hay en lo más íntimo de Dios (vv. 10b-
11). Y el Espíritu comunica esta sabiduría a “los que tienen el pensamiento de Cristo”
(v. 16). La razón por la que los creyentes pueden dar testimonio de lo que ninguna
mente humana puede llegar a pensar, es porque a ellos “Dios se lo ha revelado por
medio del Espíritu” (v. 10a).89

Distintas capacidades y actividades


El cuerpo de Cristo es animado por el Espíritu, y los creyentes – como
verdaderos miembros – tienen diferentes capacidades y actividades que suscita el
mismo Espíritu: “Hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu...
En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la
sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro
la fe, también en el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese
único Espíritu... “ (1Cor 12, 4-11).

El ministerio de Pablo entre los gentiles se desarrolla gracias a lo que Cristo obra
por su intermedio, tanto por la palabra como por la acción, “por el poder de signos y
prodigios y por la fuerza del Espíritu Santo” (Rom 15, 18-19). Como se puede ver por
estos textos, Pablo no establece diferencias entre lo que en la actualidad pueden
llamarse ‘ministerios’ y ‘dones extraordinarios’. Ante el problema que se plantea en la
iglesia de Corinto, a Pablo le interesa destacar que toda la actividad impulsada por el
Espíritu está ordenada al bien común. Tienen mayor importancia los dones que edifican

87
<
El Antiguo Testamento hebreo la designa vp,n, que LXX tradujo por yuchv.
88
La distinción se encuentra también en Filón de Alejandría: “Moisés ha usado la palabra ‘respiración’ y
no ‘espíritu’. Existe una diferencia entre estas dos palabras porque por espíritu se entiende el vigor, la
intensidad y el poder. Pero la respiración es una delicada y moderada clase de hálito y exhalación. Ahora
bien, se dice con propiedad que la mente, que fue creada de acuerdo con la imagen y la idea de Dios,
participa del espíritu...” (Leg. Alleg. I, XIII, 42).
89
La afirmación de que la sabiduría es infundida por Dios tiene su antecedente en la literatura sapiencial:
“..pero comprendiendo que no podía obtener la sabiduría si Dios no me la concedía... me dirigí al Señor
y le supliqué...” (Sab 8, 21); FILÓN DE ALEJANDRÍA dice que Dios infunde el conocimiento por medio del
espíritu: “El que expira es Dios, lo que recibe lo que es expirado es la mente, y lo que se expira es el
espíritu... La inteligencia humana no se habría atrevido a ascender a una altura tal como es la de
interrogarse sobre la naturaleza de Dios, si Dios mismo no se hubiera revelado a sí mismo tal como es
posible a la mente del hombre y si no hubiera formado la mente humana de acuerdo con aquello que
puede ser comprendido ” (Leg. Alleg. I, XIII, 37-38).
38

a la comunidad, como el de profecía, pero tienen menor relevancia los que edifican sólo
a quien lo posee, como es el de ‘hablar en lenguas’ (1Cor 14, 4-5).

Profecía
Entre los ‘carismas’ que el Espíritu suscita en las comunidades, Pablo coloca en
un lugar especial al amor (1Cor 12, 31) y tiene especial aprecio por la profecía (Rom 12,
6; 1Cor 14, 1). Con el nombre de ‘profecía’ se entiende una peculiar capacidad de poder
hablar a la comunidad en nombre de Dios que el Espíritu concede a una determinada
persona. “El que profetiza habla a los hombres para edificarlos, exhortarlos y
reconfortarlos... El que profetiza edifica la comunidad” (1Cor 14, 3-4).90 Este carisma
podía dar ocasión para abusos, cuando los falsos iluminados se presentaban delante de
la comunidad diciendo que tenían una enseñanza o una exhortación que no provenía del
Espíritu. No es extraño que junto al carisma de profecía se coloque también el de
‘discreción de espíritus’ (1Cor 12, 10), con el que se indica la capacidad de saber
distinguir entre los verdaderamente inspirados por el Espíritu y lo que no lo son. Pero el
cuidado en saber discernir entre la verdadera y la falsa profecía no debe llevar a un total
escepticismo acerca de ella. Exhortando a los tesalonicenses, Pablo les dice: “No
apaguen el Espíritu, no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo
bueno” (1Tes 5, 19-21). El Espíritu que ilumina a los profetas de las nuevas
comunidades es presentado bajo la imagen de un fuego o de una llama que arde, desde
el momento que se dice que no hay que ‘apagarlo’. Las comunidades se verán privadas
de su luz si el temor por las falsas profecías lleva a los cristianos a despreciar toda
exhortación que se presenta como originada en el Espíritu de Dios. Se debe dar un
cuidadoso equilibrio entre la prudencia que lo examina todo, y la obediencia que se
queda con lo bueno.

5 – La vida en el Espíritu
Para el creyente, que está en Cristo, el principio vital es el Espíritu, de tal
manera que el hombre que está en Cristo es un “hombre espiritual” (cf. 1Cor 2, 15). Su
vida ya no responde a las tendencias de la carne, sino a la conducción del Espíritu.
Expresiones equivalentes a la de ‘ser conducido por el Espíritu’ son las de ‘caminar en
el Espíritu’ (Gal 5, 16)91; ‘caminar según el Espíritu’ (Rom 8, 4); ‘ser según el Espíritu’
(Rom 8, 5); ‘estar en el Espíritu’ (Rom 8,9); ‘vivir en el Espíritu’ (Gal 5, 25). Todos los
hijos de Dios son conducidos por el Espíritu (Rom 8, 14), y los conducidos por el
Espíritu ya no tienen la Ley como norma de conducta (Gal 5, 18), porque el Espíritu es
quien los orienta rectamente y además da la capacidad de obrar.

6 - La Ley que es el Espíritu


En la polémica contra los judaizantes, que exigían la Ley como medio de
justificación y salvación (cf. Hech 15, 1), Pablo hablará enfáticamente de la ‘liberación
de la Ley’ que ha sido obrada por el Espíritu: “la ley del Espíritu que, que da la vida,
me libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte” (Rom 8, 2), “si están
animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley” (Gal 5, 18; cf. Rom 6, 14).
Contra los que entendían las ‘buenas obras’ como las obras realizadas de acuerdo y
según las exigencias de la Ley, evita cuidadosamente hablar de ‘buenas obras de los
cristianos’. En este caso habla del “fruto del Espíritu, que es: amor, alegría y paz,

90
GERHARD FRIEDRICH, s. v. profhvth", en: TWNT, VI 855-861.
91
‘Caminar’ es un término muy utilizado en los textos sapienciales para referirse a la conducta y al
comportamiento. Está relacionado con otros términos como ‘camino’, ‘sendero’ etc. Cf. Dt 5, 33; 8, 6;
10, 12; 1Re 3, 14; 8, 25; Sal 119, 1-3. 25-35; etc.
39

magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza mansedumbre y temperancia” (Gal 5,


22-23). En cuanto es norma de conducta, se puede hablar de la “Ley del Espíritu” (Rom
8, 2), que se puede traducir “la ley que es el Espíritu”. Es propio del cristiano vivir en
total acuerdo con estas tendencias del Espíritu. Pablo lo expresa con el término
stoicei'n . Este verbo, que originalmente significa ‘marchar’, en la época del Nuevo
Testamento ha adquirido el matiz de ‘marchar como los militares; marcar el paso’92.
Indica un marchar marcando el mismo ritmo, en total acuerdo: “Si vivimos en el
Espíritu, marchemos de acuerdo con Él” (Gal 5, 25).

Se ha visto en el texto citado de la carta a los Gálatas, que el primer fruto del
Espíritu es el amor (Gal 5, 22). En otro lugar Pablo atribuirá el amor al Padre (2Cor 13,
13)93, pero también dirá “el amor del Espíritu” (Rom 15, 30). Efectivamente, el amor
tiene su origen en Dios, pero “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santos que nos ha sido dado” (Rom 5, 5). La presencia del
Espíritu en el creyente se manifiesta a través del amor, de modo que existen expresiones
que pueden ser equivalentes. Así como se ha dicho que el cristiano debe “caminar
según el Espíritu” (Rom 8, 4; cf. Gal 5, 17), se puede decir también “caminar en el
amor” (Rom 14, 15).94

7 - La oración del cristiano


Pablo destaca de una manera especial la acción del Espíritu en la proclamación
de la fe y en la oración del cristiano. Con respecto a la proclamación de la fe, Pablo les
dice a los corintios que “nadie puede decir ‘Jesús es el Señor’ si no es ‘en el Espíritu
Santo’” (1Cor 12, 3b). Este reconocimiento del señorío de Cristo es fundamental en el
cristianismo (Fil 2, 11) y necesario para alcanzar la salvación (Rom 10, 9). Aceptar a
Cristo como Señor y colocarse bajo su señorío es decisión que sólo puede ser inspirada
por el Espíritu de Dios. La situación polémica en la que se expresa esta enseñanza de
Pablo se advierte por la primera parte de la frase: “Nadie que esté hablando ‘en el
Espíritu de Dios’ puede pronunciar una blasfemia contra Jesús” (1Cor 12, 3a). Es
difícil precisar cuál es la situación que se daba en la comunidad de Corinto cuando
Pablo les dirige estas palabras, y los comentaristas no están de acuerdo en sus
explicaciones. Algunos piensan en carismáticos que en estado de éxtasis proferían
maldiciones a Cristo, otros suponen que se trata de una herejía que distinguía entre
Jesús y Cristo, otros se inclinan por la suposición de que se trataba de predicadores que
negaban a Jesucristo apoyándose en presuntas revelaciones del Espíritu Santo95. En
cualquiera de estas interpretaciones, siempre queda claro que para Pablo el
reconocimiento de Cristo como Señor es un signo inequívoco de que el Espíritu está
obrando en el cristiano.

En dos textos de Pablo ya mencionados en este trabajo se dice que el Espíritu


“clama (o ‘nos hace clamar’) ‘Abbá’, es decir ‘Padre’” (Gal 4, 6; Rom 8, 15). Se

92
GERHARD DELLING, s. v. stoicevw, en: TWNT, VII 667-669; E. PLÜMACHER, s. v. stoicevw, en:
Exegetical Dictionary of the New Testament (HORST BALZ and GERHARD SCHNEIDER, ed.), Eerdmans –
Grand Rapids, Mi. – 1993; III 278; HEINRICH SCHLIER, La Carta a los Gálatas, Sígueme – Salamanca –
1975; 310-311.
93
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos
ustedes” (2Cor 13, 13).
94
CESLAS SPICQ O.P., Agape en el Nuevo Testamento. Análisis de textos, Cares – Madrid – 1977; 732-
739.
95
WILLIAM E. ORR and JAMES ARTHUR WALTER, I Corinthians, Anchor Bible 32, Doubleday – Garden
City, NY – 1976; 277.
40

entiende que esta exclamación es la primera palabra de la oración de los cristianos, así
como aparece en la tradición atestiguada por Lucas: “Cuando oren, digan: ‘Padre,
santificado sea tu nombre...” (Lc 11, 2). La forma usada en Gálatas propone al Espíritu
como sujeto: Él es quien clama en los creyentes. En Romanos, en cambio, el Espíritu
hace que ellos profieran esta exclamación. La oposición es sólo aparente y se resuelve si
se atiende a lo que Pablo ha dicho sobre la nueva relación que por, la acción del
Espíritu, se establece entre Dios y Cristo por una parte, y entre Cristo y los cristianos
por otra. Se ha establecido una relación de tal naturaleza que se puede expresar de
ambas formas: tanto Cristo como el Espíritu pueden ser sujetos de las mismas acciones,
y de una manera simétrica se puede expresar la unión del creyente con Cristo, porque
Pablo puede decir: “ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gal 2, 20). En este caso
se puede decir que los cristianos oran, y también se puede decir que es el Espíritu quien
ora en ellos.

En el capítulo 8 de Romanos Pablo se plantea el problema que surge de su


afirmación: “sufrimos con Cristo para ser glorificados con Él” (Rom 8,17). Se descubre
inmediatamente una evidente desproporción: Parece aceptable que se diga que los
sufrimientos de los cristianos se padecen en unión con Cristo (“sufrimos con Él”), pero
que la consecuencia sea el compartir la gloria con Él (“... para ser glorificados con Él”)
aparece fuera de toda proporción. Pablo acepta esta objeción: “yo considero que los
sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura” (v. 18). Y
a continuación comienza una larga explicación para mostrar que a pesar de esta
dificultad, la primera afirmación sigue siendo válida. Se refiere en primer lugar a los
sufrimientos de la creación, que gime porque está sometida a la corrupción (vv. 19-22),
para pasar luego al sufrimiento de los cristianos, que a pesar de tener las primicias del
Espíritu, todavía gimen porque siguen sometidos a la corrupción de la muerte y ansían
que se realice en ellos la glorificación del cuerpo (vv. 23-25). La solución se realiza
porque interviene el Espíritu Santo: Él se coloca en el lugar de la debilidad de los
cristianos e “intercede con gemidos inexpresables” (v. 26). El verbo compuesto
utilizado por Pablo en este lugar para indicar la acción del Espíritu
(sunantilambavnomai synantilambánomai), indica más que ‘ayudar’. Se podría traducir
por ‘ocupar el mismo lugar’, “Aquí el Espíritu no se presenta como una tercera persona,
sino como haciéndose uno con el hombre”.96 La intercesión del Espíritu es conocida y
aceptada por Dios, y esto es lo que garantiza la realización de lo que se pide, al mismo
tiempo que cubre el infinito espacio que hay entre el mérito humano y la gloria divina
que vendrá como recompensa.

8 – La futura resurrección de los creyentes


El Espíritu que habita y obra en los creyentes es el mismo Espíritu que resucitó a
Jesús. Esto es lo que asegura la futura resurrección a todos los que permanecen en Jesús:
“el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del
mismo Espíritu que habita en ustedes” (Rom 8, 11). El cuerpo de los resucitados
responderá a otra forma de existencia que es propia del Espíritu. Pablo habla de un
“cuerpo espiritual” (1Cor 15, 44), y recurre para esto al paralelismo entre los dos
Adanes. El primer Adán, hecho de tierra, es principio de la yuchv (psyjé)97 mientras que
el segundo Adán, que es Cristo, es pneu'ma que da la vida (1Cor 15, 45-49). El primer
Adán participa de las cualidades del Adán hecho de tierra, rebelde, pecador y destinado
a la muerte: “todos mueren en Adán” (v. 22b). Pero el segundo Adán es el poseedor del
96
GERHARD DELLING, s. v. ajntilambavnomai, en TWNT, I, 376.
97
La versión LXX utiliza yuchv para traducir el hebreo hm;vn; Ò (respiración)
41

Espíritu, que asegura la pertenencia a la nueva creación y la participación en la vida


eterna: “...todos revivirán en Cristo” (v. 22b).

La concepción del Espíritu Santo que se desprende de una mirada de conjunto a


las cartas auténticas de Pablo es la de la fuerza divina que ha comenzado a realizar la
nueva creación anunciada por los profetas. Su presencia en el mundo es garantía de que
ya se ha ingresado en los tiempos escatológicos. La nueva creación se ha iniciado con la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos y su acción se extiende a todos los
hombres. La fuerza de Dios los justifica y los santifica, y hace entrar a todos, judíos y
gentiles, en la auténtica descendencia de Abraham cuando los reúne en un solo cuerpo
en Cristo. Por pertenecer al cuerpo de Cristo, los hombres participan de la misma
animación del Espíritu que Él posee en plenitud, así como participan de sus títulos de
Hijo y Heredero de Dios. Toda la actividad de quienes se dejan conducir por el Espíritu
procede de este mismo Espíritu, de modo que sus acciones se pueden llamar ‘fruto del
Espíritu’. La acción divinizadora del Espíritu en los hombres se continúa en la medida
en que los va transformando según la imagen de Jesucristo, y llegará a su término
cuando todos alcancen la resurrección de entre los muertos, reproduzcan la imagen del
Hijo Único y Él sea el primogénito en medio de muchos hermanos.

2 - La Carta a los Efesios

La carta a los Efesios, perteneciente a la tradición paulina, retoma y desarrolla


los temas ya encarados en las cartas auténticas del Apóstol. Aquí se indicarán algunos
temas propios de esta carta que se distinguen de manera especial.

En el himno introductorio (Ef 1, 3-14) se menciona el Espíritu Santo en la


estrofa que se ocupa de los gentiles llamados a la fe. En las primeras estrofas del himno
se trata de la obra de la salvación de los hombres que Dios ha realizado ‘en Cristo’
utilizando para esto la primera persona plural (“nos ha bendecido...”, “nos ha
elegido...”, “nos predestinó...”, etc.). En el versículo 13 se cambia inesperadamente y,
manteniendo la referencia a la situación ‘en Cristo’, se pasa a la segunda persona plural:
“En Él, ustedes, los que escucharon la palabra de la verdad... y creyeron”.

La alternancia del “nosotros” y el “ustedes” en la Carta a los Efesios se refiere a


los dos grupos de cristianos que componían la iglesia en esos momentos, y que aún no
habían llegado a fusionarse plenamente: los cristianos venidos del judaísmo y los que
venían del paganismo. El autor de la Carta a los Efesios es consciente de la forma en
que estos últimos eran vistos por los primeros: “recuerden lo que ustedes eran antes,
paganos de nacimiento, llamados ‘incircuncisos’, en virtud de un corte practicado en la
carne. Entonces ustedes no tenían a Cristo y estaban excluidos de la comunidad de
Israel, ajenos a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef
2, 11-12). La mayor preocupación del autor de la Carta es mostrar que “los paganos
participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios
de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del evangelio” (3, 6). Este es el
‘misterio’, desconocido para las generaciones anteriores, pero que el Espíritu ha hecho
conocer a los Apóstoles y profetas de la Iglesia (3, 5).

Con esta preocupación, ya en el himno inicial se vuelve hacia los cristianos


venidos del paganismo para hacer hincapié en el cambio que se ha producido en ellos a
42

partir del momento que han acogido el evangelio: los que escucharon la Palabra de la
Verdad, que es la buena noticia (‘evangelio’) de la salvación y creyeron, fueron sellados
por el Espíritu Santo prometido (1, 13). Los verbos ‘escuchar – creer’ se encuentran en
textos en los que se trata también del bautismo y de la recepción del Espíritu Santo
(Hech 2, 37-38; 8, 6. 12. 17; 15, 7-8; 19, 5-6). En este texto de Efesios no está explícito
el hecho del bautismo, pero aparece la recepción del Espíritu Santo, por lo que se puede
suponer con fundamento que se trata de un texto bautismal.

El autor se dirige a los paganos que han llegado a la fe para mostrarles que ellos
no han quedado excluidos en la obra de salvación que Dios realiza en los cristianos de
origen judío. El verbo principal, con el que se indica la acción de Dios en los gentiles
es: ejsfragivsqhte “esfragísthete (ustedes) han sido marcados con un sello” (Ef 1, 13).
La naturaleza de este sello (sfragiv" sfragís) es discutida entre los comentaristas.
Algunos prefieren referirlo a cierta terminología utilizada en las religiones mistéricas,
pero los testimonios no son muy seguros. También se encuentra el uso de la expresión
‘sello’ en los escritos de Filón de Alejandría. Para este autor, el ‘sello arquetipo’ es el
lovgo" (lógos) la Palabra con la que Dios crea al hombre a imagen de Dios.98 Pero en
este texto de Efesios no se está hablando de la creación, sino de la redención realizada
‘en Cristo’. Más bien parecería que el texto de Efesios se debería poner en relación con
el concepto judío de la circuncisión como un sello. Pablo utiliza el término en la carta a
los Romanos: “(Abraham) recibió el signo de la circuncisión como sello de la
justificación que alcanzó por la fe cuando todavía no estaba circuncidado” (Rom 4,
11). En los textos del judaísmo existen varios testimonios de la persistencia de este
uso.99 Para los autores del Nuevo Testamento el bautismo ocupa el lugar que la
circuncisión tiene para los judíos: en la carta a los Colosenses se habla del bautismo
como de una ‘circuncisión de Cristo’: “En Él (Cristo) fueron circuncidados, no por
mano de hombre, sino por una circuncisión que los despoja del cuerpo carnal, la
circuncisión de Cristo. En el bautismo, ustedes fueron sepultados con Él...” (Col 2, 11-
12). Se puede suponer entonces que cuando se habla del ‘sello’ que han recibido los
cristianos se está haciendo referencia al bautismo100. En consecuencia, el autor de
Efesios estaría diciéndole a los paganos que también ellos – por el bautismo - han sido
marcados con un sello, que no es el sello de Abraham sino el del Espíritu Santo. El
Espíritu imprime su marca indeleble, como la circuncisión, que los acredita como
pertenecientes al pueblo de Dios y herederos de las promesas. Tanto los judíos “que
estaban cerca”, como los paganos “que estaban lejos” (cf. Is 57, 19) ahora tienen
acceso a Dios Padre por la acción del mismo Espíritu que los une. Los venidos del
paganismo ya no son extranjeros ni huéspedes conciudadanos y miembros de la familia
de Dios (Ef 2, 18-19).

98
Filón de Alejandría, De Opif. Mun. VI 25..
99
Una oración por la circuncisión dice: “Bendito sea el que ha santificado a su amado desde el seno de
su madre, que ha dado una ley para su familia y que como un signo sobre su descendencia has impreso el
sello de tu santa alianza” (TJ, Berajoth IX, 3). La circuncisión es llamada ‘sello de Abraham’: “Es como
un rey que preparó un banquete para sus amigos y dio la orden de que quien no tuviera su sello no sería
admitido. De la misma forma Dios preparó un banquete y ordenó: ‘Quien no lleve el sello de Abraham en
su carne no podrá probarlo’” (Exodus R. 19, 6); Pirqê Rabbî ‘Elî’ezer, X; en Los capítulos de Rabí
Eliezer, Versión crítica, introducción y notas por MIGUEL PÉREZ FERNÁNDEZ, Biblioteca Midrásica, 1,
Valencia – 1984; 104. Cf. GOTTFRIED FITZER, s. v. sfragiv", TWNT, VII 947-948.
100
Existen testimonios de que a partir del siglo II el término ‘sello’ es utilizado para designar el
sacramento del bautismo: Herm. Sim. IX 16, 3-5; IIClem 7, 6; 8, 6.
43

El himno de Efesios aplica dos títulos al Espíritu: es ‘prometido’ (v. 13) y es


también ‘ajrrabwvn’ (v. 14) de la herencia. El primero de estos títulos remite a los
anuncios proféticos de una efusión del Espíritu sobre la humanidad en los tiempos
finales. Los paganos, que estaban excluidos de esta promesa, ahora la han alcanzado. El
segundo título, referido a la ‘herencia’ alude a los derechos de la descendencia de
Abraham. El pueblo de los paganos también estaba excluido de esta descendencia, pero
ahora ha llegado a ser heredero de las promesas. El Espíritu Santo recibido en el
bautismo es el ajrrabwvn que les asegura que llegarán a la posesión final de los bienes
escatológicos. El himno termina diciendo que “el Espíritu prepara la redención de la
adquisición” (v. 14). En 4, 30 se dice que el Espíritu los ha sellado “hasta el día de la
redención”. Se trata entonces de la redención o liberación definitiva que se dará en la
escatología. Hasta que llegue ese momento, el pueblo venido del paganismo debe ser
preparado mediante la acción del Espíritu para que pueda acceder a los bienes
prometidos.

El Espíritu se encuentra en el momento de la integración en el Cuerpo de Cristo


de los venidos del paganismo, y también es el que mantiene la unidad de la Iglesia
formada por judíos y gentiles. La Iglesia es comparada a un edificio que se va
construyendo para llegar a ser el Templo de Dios (Ef 2, 21). En el Templo de Jerusalén
los paganos no tenían acceso. Existía una pena de muerte para aquellos gentiles que se
atrevieran a ingresar a los ámbitos más interiores.101 Ahora, por la fuerza del Espíritu,
los que vienen del paganismo también “son incorporados al edificio, para llegar a ser
una morada de Dios en el Espíritu”.

En una ardiente súplica el autor recomienda a los destinatarios, judíos y gentiles,


que conserven la unidad dentro de la comunidad: “sean solícitos en guardar la unidad
del Espíritu” (4, 3). La unidad es un bien ya existente, pero que debe ser custodiado
hasta que llegue a su plena madurez (v. 13). Se lo debe ‘guardar’ porque es un don
recibido. Ya se ha dicho antes que ha tenido su origen en el Espíritu y Él es también su
fundamento: “hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como hay una sola esperanza” (v.
4). El Espíritu ha formado el único Cuerpo de Cristo en el que se integran judíos y
paganos, y unos y otros están orientados – por el mismo Espíritu – hacia una única y
misma esperanza, que consiste en alcanzar la ‘herencia’ (cf. 1, 18).

El autor de esta carta se dirige a una comunidad en la que aún no se ha logrado


la unidad de los cristianos que vienen del judaísmo con los procedentes del paganismo.
Les revela el ‘misterio’ que consiste en que los paganos han llegado a ser
‘conciudadanos de los santos’ y ‘miembros de la misma familia de Dios’. Por lo tanto
son también herederos que tienen los mismos títulos que los hijos de Israel. El Espíritu
Santo es quien los ha marcado con su ‘sello’

101
Inscripción del Templo de Jerusalén: “Ningún extranjero penetre más allá de la balaustrada y del
recinto que circunda el hierón; quienquiera que fuere sorprendido será culpable de su propia muerte”
(Tomado de: ROMANO PENNA, Ambiente histórico-cultural de los orígenes del cristianismo, Nº 135,
Desclée – Bilbao – 1994; 302). Hay testimonios en FLAVIO JOSEFO: Ant. XV 417; Bell. V 193-194.
44

IV – El Espíritu Santo en el Evangelio y Primera Carta de san Juan

El testimonio de Juan Bautista

En el primer capítulo del Evangelio de Juan se recogen algunas tradiciones sobre


Juan Bautista que tienen su correspondiente en los sinópticos102. Entre ellas está la frase
del contraste entre las dos formas de bautismo. En el Evangelio de Juan se presenta de
esta forma: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes
no conocen” (1, 26) ... “... ése es el que bautiza en el Espíritu Santo” (1, 33d). Por las
exigencias del esquema impuesto al desarrollo de la escena, Juan divide la frase en dos
partes. En la primera se advierta la ausencia del texto sobre “el más fuerte”, que se lee
en los sinópticos. En su lugar se encuentra el que dice “pero en medio de ustedes hay
alguien al que ustedes no conocen”, en el que se reconoce el tema joánico del origen
desconocido de Jesús. Juan Bautista deberá reconocer también: “Yo no lo conocía...” (v.
33a).

El Bautista conoce por revelación divina que Jesús es quien bautiza con el
Espíritu Santo. El mismo Dios le ha dado un signo por el cual reconocerá a Jesús es:
“Aquél sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es...” (v.
33bc). El evangelista ha omitido el relato del bautismo de Jesús y de la teofanía que se
encuentra en los sinópticos. La actitud de Jesús recibiendo el bautismo de Juan Bautista
resultaría inexplicable para los primeros cristianos. El Evangelio de Mateo debió
intercalar un diálogo (3, 14-15) donde queda claro que Juan Bautista no es superior a
Jesús, y que Jesús recibe el bautismo como un acto de obediencia a una disposición del
Padre. El evangelista Juan, por su parte, prefirió omitir la escena y dejar solamente el
testimonio del Bautista: “Yo lo he visto y doy testimonio” (v. 34a). Jesús es el que posee
la plenitud del Espíritu Santo, que ya ‘permanece sobre Él’.103

El diálogo con Nicodemo

Jesús es indudablemente el poseedor del Espíritu y el que debe bautizar a los


hombres con ese mismo Espíritu. Si se dejan aparte los discursos de la cena, en la parte
del Evangelio dedicada a la vida pública de Jesús (Caps. 1-12) las instancias en las que
Jesús habla del Espíritu son muy pocas. La más significativa es, sin dudas, el diálogo
con Nicodemo. En este lugar Jesús entra en el tema diciéndole a su interlocutor que para
poder “ver el Reino de Dios” los hombres deben ser engendrados104 “desde lo alto” (3,
3. 5). La expresión ‘Reino de Dios’ pertenece al vocabulario de Jesús de la tradición
sinóptica, y es tema central en el Evangelio de Mateo. Aparece excepcionalmente en

102
En este punto parece mejor fundamentada la opinión que sostiene que el Evangelio de Juan no toma
material de los sinópticos, sino que recibe tradiciones independientes. Cf. RAYMOND E. BROWN, The
Gospel According to John, Anchor Bible 29, Doubleday – Garden City, NY – 1966; 52. Opinión contraria
en: CHARLES KINGSLEY BARRETT, The Gospel According to St. John, Westminster – Philadelphia, Penn.
– 1978; 170-171.
103
Un apócrifo de los primeros años del cristianismo lo expresaba de esta manera: “Sucedió que cuando
Jesús subió del agua, descendió toda la fuente del Espíritu Santo y permaneció sobre Él, y le dijo: ‘Hijo
mío, en todos los profetas te esperaba para que vinieras y yo descansara en ti. Tú eres mi descanso, tú eres
mi Hijo primogénito, que reinas para siempre’”. (Evangelio según los hebreos, citado por san Jerónimo
en: Comm. in Is. XI, 2; PL XXIVl, 148).
104
Para respetar la voz pasiva utilizada por el evangelista, es más correcto traducir ‘engendrado’ que
‘nacer’. Se subraya de esta manera el origen divino de la acción.
45

este lugar del Evangelio de Juan, que vuelve a aludirla sólo – y desde otra perspectiva –
en el diálogo con Pilatos (Jn 19, 36).105 La presencia de esta expresión en el evangelio
de Juan se debe atribuir a una ‘acomodación’ al lenguaje del interlocutor. Jesús está
dialogando con un erudito judío y le responde sobre su inquietud, que es el Reino de
Dios. Cuando Juan presenta a Jesús proclamando su buena noticia prefiere hablar de ‘la
vida eterna’.

Por el uso de la expresión ‘Reino de Dios’ se puede pensar con fundamento que
es un lovgion proveniente de la misma tradición primitiva de la que han tomado su
material los sinópticos, pero que ha sido asumido y elaborado por el autor del cuarto
evangelio. Es posible que se trate de la reelaboración joánica del lovgion (lógion) “Si
ustedes no cambian y no se hacen como niños no entrarán en el Reino de los cielos”
(Mt 18, 3). El verbo usado por Mateo para decir ‘cambian’ (strevfw stréfo) expresa más
bien la idea de retornar, volver hacia atrás. El texto sinóptico habla de un volver a la
condición de niño106; Juan radicaliza más y exige que sean engendrados por un principio
divino.

El evangelista utiliza en el primer momento una expresión enigmática para


indicar el principio que produce este acto de engendrar: gennhqh' avjvnwqen (gennethe
ánothen) El doble sentido del adverbio griego ajnwqen (‘desde arriba’ y ‘de nuevo’)
permite un juego de palabras intentado por el evangelista. En boca de Jesús significa:
‘nacer desde lo alto’, pero Nicodemo entiende ‘nacer de nuevo’ y se pregunta cómo
puede un hombre volver al vientre de su madre (v. 4). Este mal entendido permite una
nueva intervención de Jesús aclarando los términos y resolviendo el enigma. El
adverbio ajnwqen es reemplazado por la fórmula “del agua y del Espíritu” (v. 5). Se
aclara cuál es el principio divino que produce el acto de la nueva generación. El
concepto se entiende a la luz de los anuncios de la nueva vida que se encuentran en los
escritos del Antiguo Testamento. La vida natural tiene un término fatal, “Eres polvo y al
polvo volverás” (Gen 3, 19). El nacimiento desde la carne sólo puede garantizar una
vida efímera que se acaba cuando Dios quita el aliento vital (Sal 104, 29). La vida
prometida para la escatología solamente se puede alcanzar mediante una infusión del
espíritu de Dios. La adquisición de la nueva vida no es un suplemento agregado a la
vida recibida de la generación natural, sino que es ‘nacer otra vez, pero desde el origen
divino’.107 Esto sucede de una manera misteriosa. El doble sentido de pneu'ma, que
puede significar ‘viento’ y también ‘espíritu’, permite otro juego de palabras: así como
se siente el viento y no se puede saber ni su origen ni su término, de la misma manera es
imposible para el hombre explicar qué es esta vida recibida del Espíritu (v. 8).

De la misma forma que aquí dice ‘de lo alto’, en la 1Jn se dice ‘de Dios’ (1Jn 4,
7; 5, 1), y siempre indica un origen que está más allá de las posibilidades humanas. Para
expresar la forma en que se debe entender este origen recurre al verbo gennavw (gennáo)
que indica claramente el acto de engendrar. En la Primera Carta de Juan se utiliza una
forma relacionada cuando se dice que: “El que ha nacido de Dios no peca porque el
germen de Dios permanece en él” (1Jn 3, 9). Lo que se ha traducido aquí por ‘germen’

105
Como sucede con el texto bautismal de 1, 26. 33, se vuelve a plantear en 3, 3. 5 el problema del uso
del material sinóptico por parte de Juan. Cf. RAYMOND E. BROWN, o. c.,135-136.
106
“Les vrais disciples doivent retourner aux dispositions des enfants” (M.-J. LAGRANGE, Évangile selon
Saint Matthieu, Gabalda – París – 1941 – 347).
107
El término palingenesiva no es utilizado en el Nuevo Testamento. La Primera Carta de Pedro utiliza
dos veces el término ajnagennavw (1,3 y 1,23).
46

es el término spevrma, que en este contexto de generación no se puede entender sino del
semen. Es una afirmación indudablemente audaz del autor de la Carta.108 De ahí su
admiración, de que los cristianos no solamente se llaman, sino que verdaderamente son
hijos de Dios (1Jn 3, 1).

Es objeto de discusión entre los comentaristas el sentido bautismal del texto de


Jn 3, 5. La referencia al agua en este versículo parece a muchos que está fuera de lugar,
ya que su referencia al bautismo cristiano, demasiado clara para lectores cristianos,
habría sido totalmente incomprensible para Nicodemo. Algunos admiten que la
referencia al agua se puede entender sin necesidad de referirla al bautismo cristiano e
interpretan el texto como una alusión al texto de Ezq 36, 25-27 “Los rociaré con agua
pura... pondré en ustedes un espíritu nuevo”. Otros presentan la hipótesis de que en una
fecha tardía se le añadió la cláusula “del agua” a un texto original que decía solamente
‘del Espíritu”.109 Parece que se debe atender a la objeción de los que dicen que la
referencia al bautismo es anacrónica en esta parte del Evangelio, en palabras dirigidas a
Nicodemo, que no podía entenderlas y a quien se le reprocha porque no las entiende
(v.10), y que además son dichas cuando antes no ha se ha hablado del bautismo. Pero si
se considera que el evangelista tiene una clara preocupación sacramental, como lo
manifiesta en el trozo eucarístico del discurso sobre el Pan de Vida (Jn 6, 53-58), se
puede admitir que con esta referencia al agua y al Espíritu ha tratado de suscitar en la
mente de los lectores una asociación con la acción peculiar del Espíritu en el bautismo
de los cristianos, más allá de lo que estas palabras significan en su contexto inmediato.

La proclamación en la fiesta de los Tabernáculos

Una nueva referencia al Espíritu que será dado a los discípulos se encuentra en
la proclamación de Jesús en el Templo (7, 37-39). Enmarcada en la fiesta de las
Cabañas o Tabernáculos, las palabras de Jesús aparecen como una clara referencia a la
ceremonia del agua que tenía lugar el séptimo día de aquella celebración110 En ese día
se realizaba una procesión con agua extraída de la fuente de Siloé y se rezaba una
súplica pidiendo lluvias abundantes. Se recordaban especialmente los textos del Antiguo
Testamento que anuncian que una fuente de agua manará desde Jerusalén: Ezq 47, 1-12
y Zac 14, 8. La ceremonia iba acompañada por el canto del salmo de Is 12, 3: “Sacarán
agua con alegría de las fuentes de la salvación”. El evangelista indica que la

108
Hay antecedentes de esta afirmación en FILÓN DE ALEJANDRÍA: “Un hombre se une con su esposa, y
el varón con la mujer, en una unión que tiende a la generación de hijos, de acuerdo con la naturaleza y en
obediencia a ella. Pero para las virtudes, que son madres de muchas cosas perfectas, no es lícito unirse
con varones. Entonces ellas, que no reciben de ningún otro ser el poder de generar, por sí solas no serían
capaces de concebir ninguna cosa. ¿Quién es entonces el que deposita el buen semen en ellas, si no es el
Padre del universo, el Dios increado, que es el padre de todas las cosas?” (De Cherub. XIII, 43-44).
109
Se puede ver la discusión en detalle en el capítulo que le dedica RAYMOND E. BROWN, o. c., 141-144.
Mantienen la cláusula como original: RAYMOND E. BROWN, o. c. 140; RUDOLPH SCHNACKENBURG, The
Gospel According to John, Herder & Herder – New York – 1968; I 369-371.
Sostienen que la cláusula ‘del agua’ es un añadido posterior: RUDOLPH BULTMANN (Das Evangelium des
Iohannes; versión inglesa: The Gospel of John, Westminster – Philadelphia, Penn., 138), IGNACIO DE LA
POTTERIE (Nacer del agua y nacer del Espíritu. El texto bautismal de Jn 3, 5, en: La vida según el
Espíritu (I. DE LA POTTERIE – S. LYONNET, dir.), Sígueme – Salamanca – 1967; 33-66)
Traduce ‘del agua que es el Espíritu’ como referencia a Ezq 36, 25-27: XAVIER LÉON-DUFOUR, Lectura
del Evangelio de Juan, Sígueme – Salamanca – 1989; I 232.
110
Sobre la fiesta de los Tabernáculos: WALTER GRUNDMANN, Vida cotidiana de los judíos. La fiesta de
los Tabernáculos, en: El mundo del Nuevo Testamento (J.LEIPOLDT – W.GRUNDMANN, Dir.), Cristiandad
– Madrid – 1973; I 215-217.
47

proclamación de Jesús tiene lugar en ese contexto litúrgico. Jesús se pone de pie e
invita a ir a Él para beber: “El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí” (v.
37-38a).111 El llamado está dirigido a los que tienen sed. Se trata de una figura frecuente
en el Antiguo Testamento. Con el trasfondo de las vicisitudes del pueblo en el desierto
(p.e. Ex 17, 2-3), la figura del hombre sediento pasa a representar al que siente la
carencia de Dios: “Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma
suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente...” (Sal 42, 2-3).
Cuando los profetas invitaban al pueblo alejado de Dios para que se adhiera a la nueva
alianza que Dios estaba prometiendo, también habían utilizado la metáfora de los
sedientos: “¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos... Yo haré con ustedes una
alianza eterna...!” (Is 55, 1. 3). En los tiempos de la salvación ya no habrá peligro de
hambre y sed: “No tendrán hambre, ni sufrirán sed... porque el que se compadece de
ellos los guiará y los llevará hasta las vertientes de agua” (Is 49, 10).

El simbolismo litúrgico ha llegado a su fin: se ha hecho presente la fuente de


agua viva por anunciada por los profetas. Los sedientos han encontrado la fuente de las
aguas y ya no volverán a tener sed. La imagen aparecerá repetidas veces en el
Apocalipsis (7, 17; 21, 6; 22, 1. 17).

La proclamación de Jesucristo es comentada por el autor del Evangelio. La


primera parte del comentario identifica a Jesús como la fuente, recurriendo para esto a
un texto de la Escritura: “Como dice la Escritura: ‘De su seno brotarán manantiales de
agua viva’” (v. 38bc). Mucho se ha discutido sobre el texto citado por el evangelista, ya
que no corresponde a ningún lugar del TM o de la versión LXX.112 Dejando de lado la
discusión sobre el origen de la cita, se debe atender a que el texto señala el mismo
cuerpo del Señor como la fuente: el cuerpo glorificado de Cristo es la fuente del agua
viva. El evangelista ha identificado el cuerpo glorificado del Señor con el nuevo templo
escatológico: “Destruyan este templo, y en tres días lo volveré a levantar... Él hablaba
del templo de su cuerpo” (2, 21-22). En esta proclamación del cap. 7 se retoma la
misma idea, para identificar el cuerpo del Señor resucitado con la fuente de agua viva
del templo escatológico anunciado por los profetas. Ezequiel describe una visión, en la
que se le muestra el Templo de los últimos tiempos. “Y vi que salía agua por debajo del
umbral de la Casa... Hasta donde llegue el torrente tendrán vida todos los seres
vivientes...” (Ezq 47, 1. 9); Zacarías habla del tiempo final utilizando las mismas
figuras: “Aquel día saldrán de Jerusalén aguas vivas...” (Zac 14, 8). Los que tienen sed
podrán acercarse a Jesús para encontrar en Él los bienes eternos prometidos en el
Antiguo Testamento.

En el diálogo con la mujer samaritana (cap. 4) Jesús ofreció un agua que


aquellos que la bebieran no volverían a tener sed (4, 14), pero no se explicó cuál era la

111
Existe un problema de puntuación. La edición crítica del Nuevo Testamento de NESTLE-ALAND (Ed.
XXVII, 1995), y también muchos comentaristas y traductores, colocan un punto después de “...y beba”,
uniendo lo que resta con lo siguiente. Se forma así una nueva frase: “El que cree en mí, como dice la
Escritura...”. En esta lectura, la fuente de agua viva es el creyente. Así aparece ya en Orígenes y es la que
se ha popularizado entre los católicos a través de la Vulgata.
Otra lectura, atestiguada desde san Justino y por la mayoría de las traducciones y comentaristas
modernos, es la que se ha utilizado en este trabajo. En este caso, la fuente de agua viva es Jesucristo. Para
la exposición del problema: M.-E. BOISMARD, De son ventre couleront des fleuves d’eau, RB 65 (1958)
523-546; HUGO RAHNER, Flumina de ventre Christi, Bib 22 (1941) 269-302. 367-403.
112
Para la discusión sobre este problema, se puede ver, p. e., RAYMOND E. BROWN, o. c., I 321-323.
RUDOLF SCHNACKENBURG, o. c., II 155-156.
48

realidad que se ocultaba bajo el signo del agua. En la segunda parte del comentario que
el evangelista hace a las palabras de Jesús en la fiesta de los Tabernáculos descubre a
los lectores la interpretación del signo del agua: “Él se refería al Espíritu que debían
recibir los que creyeran en él. Porque todavía no había Espíritu, porque Jesús aún no
había sido glorificado” (v. 39). Con la figura del agua Jesús representa al Espíritu
Santo. El evangelista recurre a una fórmula impactante y dice a los lectores que
“todavía no había Espíritu”. Es evidente que para el autor del evangelio el Espíritu
siempre ha existido y ya está actuando porque descendió sobre Jesús (1, 33-34). Pero al
decir que “todavía no había” se está refiriendo a la acción del Espíritu sobre los
hombres.113 Se intenta decir que la efusión del Espíritu y su actuación sobre los
discípulos está retenida hasta que Jesús sea glorificado. Dicho con la fórmula utilizada
por el evangelista en otros lugares, no hay donación del espíritu a los discípulos hasta
que llegue la ‘hora de Jesús’.114

La donación del Espíritu en ‘la hora de Jesús’

La hora de Jesús es la hora de su glorificación, es la hora de pasar de este mundo


al Padre (cf. 13, 1; 17, 1). Es el momento en que Él es ‘levantado en alto’ (12, 32) y en
el cual se debe cumplir el anuncio de la donación del Espíritu que Jesús hizo en la fiesta
de los Tabernáculos. La efusión del Espíritu sobre los discípulos se realiza en la primera
aparición del Resucitado al grupo de los diez que estaban reunidos en la tarde del primer
día de la semana (20, 22). Pero en el relato del instante de la muerte del Señor, el
evangelista ofrece un adelanto de la entrega del Espíritu, presentándola por medio de
símbolos.

Jesús dice su última palabra, que en el evangelio de Juan es: tetevlestai “Se ha
cumplido”, e inmediatamente “inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (19, 30). La
descripción muestra claramente que la muerte es un acto libremente aceptado por Jesús,
y que en ella se cumple lo que ha dicho en otro momento: “El Padre me ama porque yo
doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el
poder de darla y de recobrarla...” (10, 17-18). Él muere una vez que ha constatado que
ya se han cumplido todas las Escrituras. El gesto de inclinar la cabeza, propio de quien
se va a descansar,115 indica suficientemente que el momento de morir ha sido decidido
por el mismo Jesús.

El evangelista expresa el acto de expirar diciendo: parevdwken to; pneu'ma


“entregó el espíritu” (v. 30). Los otros evangelistas lo han dicho de diferente manera.
Mateo dice: ajfh'ken to; pneu'ma “áfeken to pneuma despidió el espíritu”; en Marcos y
en Lucas se lee: ejxevpneusen “exépneusen expiró”. Las palabras de Juan sugieren al
lector un significado que va más allá del relato de la muerte. Cuando dice que “entregó
el espíritu” está utilizando un verbo que indica más que expirar. ‘Entregar’ se entiende

113
En vista de la dificultad que supone la lectura “todavía no había Espíritu Santo”, algunos manuscritos
(B y algunos minúsculos), como también antiguas versiones (Vetus Latina, Vulgata, Siríaca) y Padres de
la Iglesia (Eusebio de Cesarea, Ambrosio, Agustín), han modificado el texto: “el Espíritu Santo todavía
no había sido dado”. De esta forma traduce la versión argentina “El Libro del Pueblo de Dios”. El
manuscrito D trae la lectura: “El Espíritu Santo no estaba todavía sobre ellos”.
114
Cf. 2, 4; 7, 30; 8, 20; 12, 23. 27; 13, 1; 17, 1.
115
Lo advierte san Agustín: “Como quien tiene potestad de entregar su vida y volverla a tomar (Jn 10,
18), cuando ya se habían realizado todas las cosas que esperaba cumplir, ‘inclinando la cabeza entregó el
espíritu’. ¿Quién puede dormirse cuando quiere, así como Jesús murió cuando quiso?” (Tract. 119 in Ioh.,
6; PL XXXV 1952).
49

como una donación, y tiene como complemento ‘el espíritu’: la fórmula viene cargada
de sentido a lo largo de todo el desarrollo del evangelio. Lucas recurre a una fórmula
semejante para expresar las últimas palabras del Señor: “Padre, en tus manos pongo mi
espíritu” (Lc 23, 46; cf. Sal 31, 6), pero no se utiliza el verbo ‘dar’, y además está
explícito el sujeto a quien se le entrega el espíritu: es el Padre. En el evangelio de Juan
no se define quien es el destinatario de la donación. Se puede suponer que el evangelista
está sugiriendo la idea de que Jesús entrega el Espíritu Santo a los discípulos cuando
llega ‘la hora’.116

En la escena que sigue inmediatamente se halla un complemento de estas


palabras sugestivas utilizadas por Juan para describir la muerte del Señor. Es el relato de
la apertura del costado de Jesús con la lanza del soldado. Accediendo a un pedido de las
autoridades judías, los romanos recurren al ‘crurifragium’, que consistía en la
quebradura de los huesos de las piernas de los condenados con el fin de acelerar la
muerte. La medida se cumple con los otros dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegan a la cruz del Señor, encuentran que Éste ya está muerto. Por lo tanto no
proceden a quebrar sus huesos, sino que un soldado le hirió el costado con su lanza.117
El gesto del soldado parece ser un intento de constatar la muerte del Señor: punzarle o
herirle el pecho para ver si reaccionaba. Pero el evangelista se detiene en un hecho al
que le da gran trascendencia: del costado herido brota sangre y agua (v. 34).

Discuten los científicos sobre el órgano del Señor que habría sido afectado por la
lanza del soldado, y sobre la naturaleza de lo que brotó del costado y que el evangelista
llama ‘sangre y agua’.118 Pero estas discusiones científicas están muy lejos de la
mentalidad del autor del evangelio, que más bien se detiene en el fenómeno con el
propósito de ofrecerlo a la fe de los lectores, y para esto apela al testimonio de quien lo
ha visto: “El que vio esto lo atestigua... para que también ustedes crean” (v. 35).

La sangre y el agua que brotan del costado del Señor realizan en forma de signo
lo que había sido anunciado previamente en la proclamación de la fiesta de los
Tabernáculos: de su seno brota agua para que vayan a beber los sedientos. En aquel
lugar el evangelista interpretaba el agua como figura del Espíritu que recibirían los
creyentes. En el momento de la muerte en la cruz, cuando Jesús vuelve al Padre ‘a la
gloria que Él tenía antes que el mundo fuese’ (17, 5), puede dispensar el Espíritu a
todos los que creen y esta donación se adelanta en forma de signo mediante el agua y la
sangre que brotan de su costado. Las palabras con las que el evangelista describió la

116
No todos los comentaristas están de acuerdo con esta interpretación. RUDOLF SCHNACKENBURG la
rechaza (o. c., III 285); RAYMOND E. BROWN la acepta sólo como ‘una referencia evocativa’ (o. c., II
931), y más decididamente en: The Death of the Messiah (Doubleday – New York. – 1994; II 1082-
1983); a CHARLES KINGSLEY BARRETT le parece ‘una sugerencia atractiva’, pero queda perplejo ante las
objeciones: ve estas palabras como equivalentes de las de Lc 23, 46, y además la donación del Espíritu
está relatada más adelante, en Jn 20, 22 (o. c., 554).
117
Las versiones Vulgata y Siríaca han traducido ‘el soldado, con su lanza, abrió...’. Ha habido una
confusión de verbos de escritura y pronunciación parecidas. ‘Abrió’ supone un original griego hjnoivxen.
Pero en el texto griego de Juan se lee: ejnuxen. El verbo nuvssw, utilizado por Juan, significa: ‘herir,
punzar, clavar’ (cf. Liddell & Scott, o. c., 1185-1186). Por influencia de la versión latina se extendió en la
teología, en la espiritualidad y en la liturgia occidental el concepto de ‘costado abierto de Cristo’. San
Agustín comenta el texto bíblico diciendo: “El evangelista ha usado una palabra muy precisa. No dijo ‘le
golpeó el costado’ o ‘le hirió’ o cualquier otra cosa. Él dijo ‘abrió’ para que se abriera a la manera de
una.puerta de la vida de donde brotaran los sacramentos de la Iglesia...” (Tract. 120 In Ioh., 2). La
versión neo-Vulgata mantiene la misma traducción ‘aperuit’.
118
Sobre estas discusiones y la bibliografía existente: RAYMOND E. BROWN, o. c., II 946-948;
50

muerte de Cristo, ‘entregó el Espíritu’ (v. 30), ofrecían una clave a los lectores para leer
la escena siguiente e interpretar el signo del agua y la sangre.

En la Primera Carta de Juan se vuelve a tratar el tema del agua y la sangre en un


texto de discutida interpretación: “Jesucristo vino por el agua y por la sangre;119 no
solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio
porque el Espíritu es la verdad” (1Jn 5, 6). Se encuentran aquí los mismos elementos
que aparecen en el texto del Evangelio: el agua, la sangre, el Espíritu y el testimonio.
Pero se advierte un tono de polémica en la formulación de la Carta, porque el autor se
ve obligado a insistir en la necesidad de la sangre además del agua. La sangre,
mencionada antes en la misma la Carta (1, 7), se refiere a la pasión de Cristo. El agua
debe ser el Espíritu significado por el agua que salió del costado de Cristo muerto en la
cruz.120 El sentido de la frase sería entonces: Jesús se ha hecho presente con su pasión y
con la donación del Espíritu. El autor agrega, con tono polémico, “no solamente con el
agua”.

A la luz de otros textos de la misma carta, se comprende que el autor combate el


error de los docetas, que negaban la realidad de la humanidad del Señor: “Todo espíritu
que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios...” (1Jn 4, 2; cf. 2Jn 7). Para los
docetas la muerte de Cristo no había sido real, desde el momento que no era verdadero
hombre. Ellos solamente apreciaban la donación del Espíritu. Juan, por el contrario,
insiste en que fue necesario el derramamiento de sangre de Cristo para que los hombres
quedaran liberados de sus pecados (1Jn 1, 7; 2, 2; 4, 10) y pudieran recibir el Espíritu.
Para que se pueda derramar el Espíritu (el agua), es necesario que antes Cristo padezca
la muerte (la sangre). Los fieles reciben la vida divina no sólo por la donación del
Espíritu, sino también por la pasión de Cristo, que es condición para que pueda venir el
Espíritu.

La exigencia bíblica de que toda afirmación deba ser probada con testigos121 se
aplica también al enunciado de que Jesús no vino sólo con el agua sino también con la
sangre. El autor de la Carta presenta como testigos al Espíritu, al agua y a la sangre (vv.
7-8a). Son tres testigos que están de acuerdo (v. 8b). El Espíritu se convierte en testigo
porque instruye interiormente a los miembros de la comunidad (2, 20. 27). Pero los
cristianos no deben seguir ingenuamente a todos los que dicen que hablan inspirados
por el Espíritu Santo. Deben ponerlos a prueba y el autor de la carta ofrece un criterio
para ‘discernir los espíritus’: es la recta doctrina acerca de Jesucristo (4, 1-3). Es una
situación y una solución semejante a la que presenta Pablo en 1Cor 12, 3.

Presenta más dificultades comprender de qué manera el agua y la sangre pueden


presentarse como testigos. Quizá el autor de la Carta está aludiendo a la presencia y a la
acción de Cristo resucitado en la celebración de los sacramentos del bautismo (el agua)
y de la eucaristía (la sangre). En el Evangelio se ha dicho que el hombre debe nacer del

119
Varios manuscritos minúsculos leen ‘el Espíritu’ en lugar de ‘la sangre’. Otros manuscritos
minúsculos agregan ‘el Espíritu’ al agua y a la sangre. Todos ellos parecen estar influenciados por los
textos de los evangelios y son intentos de asimilarlos.
120
Algunos comentaristas prefieren referirla al bautismo que recibió Jesús, pero en el evangelio de Juan
sólo se menciona el descenso del Espíritu sobre Jesús, y se pasa por alto su bautismo en el agua del
Jordán.
121
Dt. 19, 15; Cf. Mt 18, 16; Jn 8, 17; 2Cor 13, 1; 1Tim 5, 19;Heb 10, 28.
51

agua y del Espíritu (3, 5) y que la sangre del Señor es verdadera bebida, necesaria para
tener la vida eterna (6, 53-55).

La entrega del Espíritu

Ya se ha visto que Lucas escogió como marco para la efusión del Espíritu la
fiesta de Pentecostés. También se ha explicado cómo el sentido de esta fiesta litúrgica
de los judíos aportaba luz para comprender el efecto de la presencia del Espíritu en la
iglesia. El evangelio de Juan, en cambio, prefiere encuadrar la efusión del Espíritu sobre
los discípulos dentro de los acontecimientos del mismo día de la resurrección del Señor.

La primera aparición del Señor resucitado a los discípulos está narrada en Jn 20,
19-23. El autor incluye en el comienzo la nota cronológica: “el primer día de la
semana”, posiblemente por la referencia litúrgica que este día ya tenía para los primeros
cristianos.122 Pero también porque el primer día de la semana es el recuerdo del
comienzo de la creación. Describe la entrada de Jesús “estando cerradas las puertas”
(v. 19; cf. v. 26), para marcar de esta manera que la condición gloriosa del cuerpo le
permite realizar acciones que no son las comunes para los hombres. Pero al mismo
tiempo detalla que “les mostró las manos y su costado” (v. 20), indicando así que sigue
siendo el mismo y que lleva sobre su cuerpo las marcas de la pasión.

Jesús encuentra a los discípulos llenos de temor. No se dice si estaban solamente


los once o si había algunos más. En la tradición representada por Lucas se dice que
“estaban reunidos los once y los demás que estaban con ellos” (Lc 24, 33). Jesús los
saluda con el acostumbrado “¡La paz esté con ustedes!”. El saludo otorgando la paz,
que se repite (vv. 19 y 21), la visión del resucitado y la alegría de los discípulos (v. 20)
traen a la memoria los bienes escatológicos prometidos durante el discurso de la cena: la
paz que no es como la da el mundo (14, 27), y la alegría que es la misma alegría de
Cristo y es perfecta (15, 11; cf. 17, 13), es la alegría que se produce cuando ven otra vez
al Señor y que nadie les podrá quitar (16, 20. 22). La escena presentada de esta forma
por el evangelista acumula los rasgos de una situación escatológica. Es el comienzo de
una nueva creación.

En ese contexto, el autor introduce la donación del Espíritu. Comienza con las
palabras del envío de los discípulos: “Como el Padre me envió a mí, yo también los
envío a ustedes”, palabras que repiten con algunas variantes la frase de 17, 18. Los que
hasta ese momento eran llamados ‘los discípulos’ (o ‘los doce’, cuando estaba Judas), se
convierten en Apóstoles (‘enviados’). Se debe advertir que los sinópticos y Juan
presentan de forma muy diferente la actividad de los discípulos durante la vida pública
de Jesús. Mientras que en los sinópticos los doce son enviados antes de la Pascua123 y
son llamados ‘apóstoles’ (enviados), en el evangelio de Juan no se narra tal envío, ni
llevan el título de ‘apóstoles’.124 El ‘Enviado del Padre’ es por antonomasia el mismo
Jesucristo.125

122
Cf., p. e., Hech 20, 7; 1Cor 16, 2; Apc 1, 10.
123
Mt 10, 5; Mc 3, 14; 6, 7; Lc 9, 2; 10, 1.
124
La única vez que utiliza la palabra ‘apóstol’ es en un proverbio (Jn 13, 16). Parecería que en este
punto el evangelio de Juan representa una mayor fidelidad histórica. Los evangelios sinópticos dan a los
doce el título de ‘apóstoles’ (Mt 10, 2; Lc 6, 13; y algunos manuscritos en Mc 3, 14). Pero el texto de
1Cor 15, 5-7 “se apareció a los doce... después a los apóstoles” indica que para el tiempo de Pablo los
doce constituyen un grupo distinto del de los apóstoles. Este título se habría comenzado a usar después de
52

Con palabras solemnes Jesús los constituye ‘enviados’ de una manera semejante
a la que Él tiene como enviado del Padre: “Como el Padre me envió a mí...”. Ellos son
enviados así como fue enviado Jesucristo, y atendiendo al sentido de la conjunción
griega kaqwv" se puede traducir también: “Porque el Padre me envió a mí...”126, y en
este caso el envío del Padre es modelo y también causa del envío de los discípulos. La
misión que el Padre ha encomendado a Jesús debe continuar y para esto son enviados
los discípulos. Teniendo como modelo la actuación de Jesucristo, e investidos de una
misión que viene desde el Padre, los discípulos seguirán realizando la obra salvadora.

La misión de Jesús es presentada de distintas maneras en el evangelio de Juan.


Jesús ha venido a manifestar el nombre del Padre a los hombres (17, 4. 6), y a abrir el
acceso al Padre sirviendo como camino (14, 6), Él ha hecho presente al Padre, de tal
forma que quienes lo han visto a Jesús han visto al Padre (14, 9; cf. 12, 44). También se
presenta como función iluminadora: para que los hombres no permanezcan en las
tinieblas de la muerte, sino para que pasen a la luz de la vida (12, 46). La misión de
Cristo se explica en términos de un juicio: “Yo he venido a este mundo para un juicio:
para que vean los que no ven, y queden ciegos los que ven” (9, 39). La presencia de
Cristo en el mundo, como Revelador del Padre, provoca en los hombres una separación.
Los que lo reconocen pasan de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida (5, 25),
porque Él ha recibido del Padre el poder de dar la vida (5, 21). Pero la presencia de
Cristo tiene también un efecto condenatorio sobre el pecado: “el que cree en Él no es
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del
Hijo único de Dios” (3, 18). El pecado es equivalente a la muerte: “el que se niega a
creer en el Hijo no tendrá la vida” (3, 36). Pero Jesús se ha manifestado como “el
Cordero que quita el pecado del mundo” (1, 29. 35).

Esta misión de traer la luz y la vida eterna a los hombres es la que ahora el
Resucitado encomienda a los discípulos. Pero para llevarla a cabo necesitan la misma
fuerza divina que actuó en Jesús. Por eso, una vez que ha dicho estas palabras, “sopló
sobre ellos y añadió: ‘Reciban el Espíritu Santo...” (20, 22).

El gesto de soplar sobre ellos recuerda la escena de la creación del hombre (Gen
2, 7). El mismo verbo ejnefuvshsen (enefísesen sopló) se encuentra en los dos lugares.
Otros usos del mismo verbo en el Antiguo Testamento son muy significativos: En el
libro de la Sabiduría, en un texto referente al acto de la creación del hombre, se describe
a Dios como “el que le sopló (ejmfushvsanta emfisésanta) un espíritu vital” (15, 11). El
mismo verbo reaparece en la escena de los huesos secos del libro de Ezequiel: “Ven
espíritu... y sopla (ejmfuvshson emfíseson) sobre estos muertos para que revivan” (Ezq
37, 9).

En el contexto del primer día de la semana, que conmemora el comienzo de la


creación, se produce la nueva creación del hombre mediante la infusión del Espíritu
Santo. La vida eterna que viene de Dios, anunciada por los profetas, se ha hecho

la Pascua para aplicarlo a otros discípulos distintos de los doce. Los evangelios sinópticos lo han
extendido a los doce y lo han adelantado a la época del ministerio de Jesús.
125
P. e. 5, 36. 38; 6, 29. 57; 7, 29; 8, 42; etc. Véase el uso simbólico en 9, 7.
126
La conjunción kaqwv" tiene tanto sentido comparativo como sentido causativo. Cf. Raymond E.
Brown, o. c., II 769.
53

presente. La promesa del agua viva que manaría del costado de Jesús glorificado se
cumple en la Pascua: cuando reciben el Espíritu Santo los hombres obtienen el nuevo
nacimiento que viene desde lo alto. Al mismo tiempo quedan investidos de la misión de
Jesucristo de llevar esa misma vida eterna a los demás hombres que se encuentran
prisioneros en las tinieblas de la muerte.

Las palabras y el gesto de la donación del Espíritu Santo se concluyen con una
fórmula referente al perdón de los pecados: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados
serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes
se los retengan” (vv. 22b-23). La fórmula parece ser una reelaboración joánica de la
transmitida por Mateo: “Todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el
cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 18, 18). Lo que
Mateo ha plasmado con términos legales rabínicos, Juan lo ha expresado con términos
que pueden comprender sus lectores de lengua griega y lo ha puesto en relación con la
acción del Espíritu Santo. Por otra parte, Mateo lo refiere a la actuación de los
discípulos dentro de la comunidad, mientras que Juan lo une a la misión de los
discípulos enviados hacia el mundo.

Uniendo las palabras de donación del Espíritu Santo con el texto sobre el perdón
de los pecados, Juan establece una relación que ya aparecía en el Antiguo Testamento,
en el que se asociaba la promesa de la entrega del Espíritu en los tiempos finales con la
purificación de los pecados (cf. Ezq 36, 25-27). En el evangelio de Juan se muestra que
el pecado consiste en la opción por la muerte y las tinieblas. Esta es la opción que hacen
los hombres cuando persisten en la actitud de no creer en Jesús: “Si no creen que ‘Yo
soy’ morirán en sus pecados” (8, 24). Quien no acepta a Jesús como el Hijo de Dios se
cierra ante la verdad, porque Él es la Verdad, se niega a dejarse iluminar por la luz,
porque Él es la Luz, se niega a pasar de la muerte a la vida (5, 40). Y en resumen, todo
esto es el pecado del mundo.

La purificación de los pecados se ha producido por el derramamiento de la


sangre de Cristo (1Jn 1, 7), y Él mismo se ha entregado como sacrificio expiatorio por
los pecados de todo el mundo (1Jn 2, 2; 4, 10). Después de su resurrección, los
discípulos son investidos con la fuerza del Espíritu Santo y enviados con la misión de
arrancar a los hombres de las tinieblas y de la muerte para hacerlos pasar a la luz y a la
vida eterna.127

El Espíritu Santo ‘Paráclito’128

127
El texto de Juan expresa solamente que la Iglesia tiene este poder de perdonar los pecados, pero no se
plantea los temas que surgieron posteriormente, sobre todo en la época de la Reforma: ¿Todos los
cristianos o sólo algunos ministros son los encargados de aplicar este perdón? ¿El perdón de los pecados
se refiere a la predicación del Evangelio, anunciando el perdón de Dios, o se trata de la institución de un
sacramento que otorga el perdón? ¿Se refiere a los pecados que se perdonan con el bautismo, o también a
los que se cometen después del bautismo? Se comete un serio anacronismo si se pretende encontrar la
respuesta a estas cuestiones en el sobrio texto del evangelio de Juan. En este texto y en los de Mateo,
leídos a la luz de la tradición, la Iglesia ha visto siempre el fundamento de su ejercicio del poder de
perdonar los pecados, y así lo ha definido en el Concilio de Trento (DS 1670).
128
JOHANNES BEHM, s. v. paravklhto", en TWNT, V 800-814; RAYMOND E. BROWN, The Paraclete, en:
The Gospel... (o.c.), II 1135-1144; id., The Paraclete in the Fourth Gospel, NTS 13 (1966-67) 113-32;
FELIX PORSCH, s. v. paravklhto", en: Exegetical Dictionary of the New Testament (H.BALZ &
G.SCHNEIDER, edit.); Eerdmans – Grand Rapids, Mich. – 1990; III 28-29; RUDOLF SCHNACKENBURG, The
Paraclete and th Sayings about the Paraclete, en: The Gospel... (o.c.), III 138-154;
54

En cinco textos el evangelio de Juan aplica al Espíritu Santo el título de


‘Paráclito’. Todos ellos pertenecen al llamado ‘Sermón de la cena’ y se distinguen de
todos los otros textos referentes al Espíritu no sólo por el título sino también por las
funciones que en ellos se le atribuyen.

El título ‘Paráclito’

En toda la Escritura este término aparece solamente en el Evangelio y en la


Primera Carta de Juan.129 En la 1Jn es aplicado a Jesucristo y aparece una sola vez; en el
Evangelio está 4 veces, aplicado siempre al Espíritu Santo, y sólo en el sermón de la
cena.

El término paravklhto" (parákletos) es el adjetivo verbal derivado del verbo


compuesto parakalevw (pará-kaléo). Es un nombre pasivo, que se deriva del significado
del verbo kalevw (llamar) acompañado de la preposición parav (junto a, al lado de).
Según su sentido se debe traducir ‘el que es llamado para estar junto’. En el uso
corriente se utilizó para designar al que asistía aconsejando o ayudando en cuestiones
legales en el ámbito de las cortes reales. En los escritos rabínicos se encuentran
ejemplos del uso de esta palabra (escrita con letras hebreas) para designar a un abogado
o a un intercesor, y también con sentido teológico.130 Los Padres tradujeron este
término griego con el latino ‘advocatus’131, traducción que es correcta si se tiene en
cuenta que no se aplicaba a cualquier abogado,132 sino a quienes desempeñaban
funciones jurídicas dentro del marco de la corte.

Algunos Padres y escritores de la antigüedad, como también la versión Vetus


Latina, no prestaron atención al sentido técnico del término y lo tradujeron como un
nombre activo correspondiente a una de las acepciones que tiene el verbo parakalevw
(consolar).133 Acuñaron de esta forma el título ‘Consolador’ que fue muy utilizado en la
edad media y luego se perpetuó, sobre todo por influencia de la secuencia litúrgica:
“Consolator optime, dulcis hospes animae...”.134 Pero esta traducción no es correcta ni
responde a ninguno de los usos de paravklhto" en el evangelio de Juan.

129
La Concordancia de Hatch-Redpath señala una presencia en el Antiguo Testamento, pero en las
versiones de Aquila y Theodotion al texto de Job 16, 2 (I 1061). LXX traduce en ese lugar:
paraklhvtore".
130
“Quien cumple un mandamiento se adquiere un paráclito, pero quien comete un pecado se adquiere
un acusador” (Pirqué Abot, 4, 11); “Los que son llevados al patíbulo para ser ajusticiados se salvan si
tienen buenos paráclitos.. Los paráclitos del hombre son el arrepentimiento y las buenas obras” (TB
Shab., 32a); “La caridad y las buenas obras que hace Israel en este mundo, son paráclitos para que haya
paz y buen entendimiento entre Israel y su Padre del cielo” (TB BB, 10a) (Citados por JOHANNES BEHM,
o. c., 802).
131
“Parakletos, en latín se dice ‘abogado’” (SAN AGUSTÍN, Tract. LXXIV in Ioh., 4). “Parakletos, es decir
un abogado para rogar al juez a favor de otro” (TERTULIANO, De ieiunio, 13). La versión Vulgata traduce
‘advocatus’ en lJn 2, 1, mientras que en el evangelio de Juan no lo traduce sino que lo transcribe
latinizándolo: ‘Paraclitus’. De ahí ha pasado a las lenguas modernas.
132
Para designar a quienes actualmente desempeñan las funciones de abogado, el griego ha utilizado (y
sigue utilizando) los términos suvndiko" y sunhvgoro" (Cf. JOHANNES BEHM, o. c., 801).
133
P. e. “Cuando el Señor dice ‘les enviaré otro Paráclito’ muestra que Él también es Paráclito, que
significa ‘Consolador’. De ahí que Dios Padre también es llamado con este nombre: ‘Dios de las
misericordias y de toda consolación’. Si entonces el Padre es consolador, y el Hijo es consolador, y el
Espíritu Santo es consolador...” (SAN JERÓNIMO, Ep. 120 (ad Hebidiam), 9). “Aquel consolador o
abogado, porque estas dos palabras traducen lo que en griego se dice ‘paráclito’... ” (SAN AGUSTÍN, Tract.
XCIV in Ioh. 2).
134
Entre los evangélicos se difundió por la versión alemana del Nuevo Testamento de Lutero: “Tröster”.
55

Este término, que puede entenderse en sentido forense, se entiende dentro del
contexto del evangelio de Juan que presenta el drama de la venida de la Palabra al
mundo en forma de un juicio (cf. 3, 19) en el que hay acusados, acusadores (cf. 5, 45),
testigos, testimonios (cf. 5, 31-40; 15, 26-27), condena y acto de justicia (16, 7-11).
Dentro de este panorama es comprensible que se muestre también la actuación de un
paravklheto". Pero no se puede precisar con certeza es el origen de este término que no
tiene ningún antecedente ni paralelo en las otras tradiciones evangélicas. Rudolf
Bultmann, dentro de su hipótesis del origen gnóstico del evangelio de Juan, sostiene que
el origen del concepto de paravklheto" se debe buscar en el un mito mandeo.135
Algunos investigadores136 suponen que Juan ha tomado esta idea de las figuras de los
intercesores del Antiguo Testamento y de los abogados del mundo rabínico. Rudolf
Schnackenburg afirma que la función del Espíritu Santo como Paráclito ya estaba en la
tradición cristiana antes de Juan, y trae como prueba la existencia del lovgion sinóptico
(Mt 10, 19-20/Mc 13, 11/ Lc 12, 11-12) sobre la asistencia del Espíritu Santo que
tendrán los discípulos cuando se encuentren ante los tribunales en tiempo de
persecución.137 C. H. Dodd evita cualquier investigación sobre el origen del término
afirmando que el título ya era conocido por los primeros cristianos.138 Charles Kingsley
Barrett lo relaciona con otros sentidos del verbo parakalevw (exhortar y consolar),
como funciones mesiánicas cumplidas por Cristo y que después de su glorificación son
asumidas por el Espíritu Santo.139 Raymond E. Brown presenta una explicación del
origen del paravklhto" joánico como el resultado de la convergencia de varias figuras y
conceptos del Antiguo Testamento y de los escritos rabínicos.140 La variedad de
opiniones que aparece al comparar todos estos autores es una prueba de la dificultad que
representa establecer el origen de este término que reviste tanta importancia en el
vocabulario del cuarto evangelio. En el momento de asumir una postura con respecto al
mismo, parecería que la hipótesis de Brown responde mejor a los distintos matices que
adquiere el término en cada una de las veces que aparece en el sermón de la cena, como
se verá en la explicación de los textos.

En el texto de 1Jn 2, 1 el título paravklhto" es aplicado a Jesucristo y por eso


mismo queda fuera de la perspectiva de este trabajo. Sin embargo, una comparación con
los usos en el evangelio ayudará a percibir con mayor claridad el sentido preciso que el
término tiene en este último.

En la Primera Carta el título aparece al comienzo de una exhortación: “Hijos


míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un
paravklhton ante el Padre: Jesucristo, el justo” (1Jn 2, 1). En este caso el título se
aplica dentro de un marco de carácter forense: se está aludiendo a un juicio en el que el
hombre, como culpable de un pecado, necesita un defensor. Pero el texto no alude a una
función de abogado, desde el momento que indica que Jesús es paravklhto" porque es
‘Justo’, lo que orienta el sentido del texto a una función de intercesor. ‘Abogado’ no
sería entonces la traducción más correcta. Es preferible ‘Intercesor’. Esta presentación

135
RUDOLF BULTMANN, The Gospel of John, Westminster – Philadelphia, Penn. – 1971; 566-572.
136
P. E. JOHANNES BEHM, o. c. 811-12.
137
RUDOLF SCHNACKENBURG, o. c., III 148-150.
138
C. H. Dodd, The interpretation of the fourth Gospel, University Presss - Cambridge – 1953; 414-415.
Pero Dodd no aporta ninguna prueba.
139
CHARLES KINGSLEY BARRET, o. c., 462-463.
140
RAYMOND E. BROWN, o. c., II 1137-1139.
56

coincide con la que se encuentra en otras tradiciones del Nuevo Testamento, en las que
se dice que “Jesucristo está a la derecha de Dios e intercede’ (ejntugcavnei entinjánei)
por nosotros” (Rom 8, 34) y “vive para siempre para interceder (ejntugcavnein) por
(aquellos que se acercan a Él)” (Heb 7, 25).

Comparando el texto de 1Jn 2, 1 con los textos del evangelio donde aparece este
título, es evidente que en ninguno de ellos se usa con un sentido semejante al de la
Carta. Ya en la versión Vulgata se percibió esta diferencia, desde el momento que
tradujo ‘advocatum’ en la Carta, pero en el evangelio transcribió el término sin
traducirlo y creó así una nueva palabra latina ‘paraclitus’, que luego pasó a las lenguas
modernas.

Primer texto: Jn 14, 15-17

El evangelio de Juan concluye el relato de la cena del Señor con sus discípulos
con un discurso de despedida o ‘testamento del Señor’. Se reconoce que este discurso
(13, 31 – 17, 26) está compuesto por diversos elementos. Los responsables de la
redacción final de la obra han reunido en este lugar distintos materiales. Es posible que
los editores hayan recogido en este lugar algunos textos del evangelista que no habían
sido utilizados en la primera composición del evangelio, o que ellos mismos hayan
elaborado algunos textos a partir del material inédito dejado por el evangelista. Esta
recopilación confiere a este discurso el aspecto de un cierto desorden, a la vez que
manifiesta repeticiones e incluso contradicciones que no corresponde examinar en este
trabajo.141 Los bloques principales que componen el ‘discurso’ son: una primera
redacción del sermón (13, 31 – 14, 31); la ‘alegoría de la vid’ con sus explicaciones (15,
1 – 16, 4a); una segunda redacción del sermón (16, 4b – 33). Todo esto se cierra, a
manera de conclusión, con la oración ‘sacerdotal’ (17, 1-26).142 En cada una de los tres
primeros bloques se encuentra la promesa de la venida del Paráclito: dos textos en el
primer bloque (14, 15-17 y 14, 25-26); un texto en el segundo bloque (15, 26-27) y dos
textos en el tercer bloque (16, 7-11 y 16, 13-15).

El primer anuncio de la venida del Paráclito se inscribe en el contexto de las


palabras de consuelo propias de un discurso de despedida: “No los dejaré huérfanos,
volveré a ustedes” (v. 18). Se promete entonces que las Personas divinas vendrán al
creyente: el Paráclito (v. 16), Jesucristo (v. 18) y el Padre, junto con Jesucristo (v. 23).
El anuncio comienza con una frase condicional: “Si ustedes me aman, cumplirán mis
mandamientos” (v. 15).143 Se debe excluir cualquier interpretación que asuma el
término ‘mandamientos’ como una referencia al Decálogo. Este término, que se repite

141
Un análisis de todos los problemas literarios del ‘sermón de la cena’ se puede encontrar en los
comentarios ya mencionados.
142
La división adoptada no es aceptada por todos los comentaristas. La discusión sobre el tema se puede
encontrar en los comentarios.
143
Los manuscritos presentan distintas lecturas del verbo ‘cumplir’. Algunos lo traen en imperativo
‘cumplan’ (p. e. el Códice A y la versión Vulgata); otros en subjuntivo ‘si me aman y cumplen...’ (p. e. el
P66), y otros en futuro ‘cumplirán’ (p. e. el Códice B). Esta última es la que asumen los comentarios de
C.K.Barrett y R.Schnackenburg, la Biblia de Jerusalén y El libro del Pueblo de Dios. La edición crítica de
NESTLE-ALAND (ed. XXVII) prefiere también el verbo en futuro, y el comité editor optó por esta lectura
“porque el verbo en imperativo, aunque tiene muchos buenos testigos en su favor, no concuerda muy bien
con el futuro del versículo siguiente” (Bruce M. Metzger, A textual commentary on the greek New
Testament (Second edition); Stuttgart – UBS - 1994; 208). El comentario de R.E.Brown, en cambio,
prefiere la lectura en subjuntivo.
57

más adelante (v. 21), es reemplazado más adelante con ‘mi palabra’ o ‘mis palabras’
(vv. 23-24). Para el evangelio de Juan la Ley es una realidad que pertenece al mundo de
los judíos,144 Cuando se habla de un mandamiento de los cristianos, se lo diferencia de
la Ley diciendo que es un ‘mandamiento nuevo’ (13, 34). Jesús ha recibido un
‘mandamiento’ del Padre (12, 49), que es ‘vida eterna’ (12, 50), lo ha observado y
permanece en el amor del Padre (15, 10). Este mandamiento consiste en la palabra que
le ha dado el Padre (12, 49) y que consiste en dar la vida por los hombres (10, 17-18).
La palabra que dice Jesucristo no es sino la palabra del Padre, y esa palabra es una obra
del Padre (cf. 14, 10). Dicho de otra forma, el mandamiento o palabra del Padre es la
revelación del Padre que es amor. Este es el mandamiento que Jesús transmite luego a
los discípulos, y que no se identifica con la Ley antigua. Por eso es ‘un mandamiento
nuevo’.

La relación de amor que existe entre el Padre y Cristo, y que se expresa en el


cumplimiento del mandamiento del Padre (15, 10), es el modelo y causa de la relación
de amor que existe entre Cristo y sus discípulos. Cuando dice que ellos cumplirán sus
mandamientos (14, 15) está indicando que permanecerán en la fe. En este contexto se
inscribe la promesa de una oración al Padre para que dé otro Paráclito a los discípulos
(v. 16ab). En el evangelio de Lucas se dice que el Padre dará el Espíritu a quienes se lo
pidan (Lc 11, 13), en el evangelio de Juan el Espíritu será dado por el Padre como
respuesta a una petición del mismo Cristo. Al decir que el Espíritu es ‘otro Paráclito’
puede entenderse que enviará a ‘otro, para que sea Paráclito’ como también puede
entenderse que será ‘otro, un segundo Paráclito’.145 En consonancia con el sentido
original del término se explica que se envía a Alguien para que esté junto a ellos para
siempre (v. 16c). En cualquier forma que se interprete la palabra ‘otro’, se entiende que
vendrá Alguien que ocupará el lugar que deja Jesús. Es propio del género literario de
‘discurso de despedida’ anunciar que alguien continuará la obra comenzada por el que
se despide.146 El sucesor es identificado con el título de ‘Espíritu de la Verdad’ (v. 17a;
cf. 15, 26; 16, 13). El título era conocido en algunos círculos del judaísmo147, donde
designaba la fuerza originada en Dios, que actuaba en el hombre y lo inclinaba hacia el
bien y la verdad. Se lo llamaba también “Príncipe de las luces”148, “Angel de la
Verdad”149, “Espíritu del conocimiento”150. El evangelio de Juan irá avanzando sobre
esta idea, e identificará al “Espíritu de la Verdad” con alguien que es mucho más que
144
Normalmente la Ley se menciona acompañada de un posesivo que indica que es propia de los judíos:
‘Moisés la dio a ustedes...’ (7, 19); ‘nuestra Ley (dice Nicodemo)’ (7,51); ‘en la Ley de ustedes’ (8, 7; 10,
34); ‘en la Ley de ellos’ (15, 25). Cf. 7, 23; 18, 31; 19, 7.
145
Esta segunda interpretación viene desde la época de los Padres y es la que se ha hecho más común.
“Con estas palabras declara que también Él es Paráclito, porque Paráclito significa en latín ‘abogado’ y de
Cristo se ha dicho ‘tenemos un abogado delante del Padre’” (SAN AGUSTÍN, Tract. LXXIV in Ioh., 4).
“Cuando dice el Señor que les va a mandar otro Paráclito, da a entender que Él también es Paráclito”
(SAN JERÓNIMO, Ep. 120 (ad Hedibiam), 9).
146
P. e. Dt 31, 1-8; 1Mac 2, 65-66.
147
“Sabed, hijos míos, que dos espíritus tienen su asiento en el hombre; el de la verdad y el del error... el
espíritu de la verdad da testimonio de todo lo bueno y acusa de lo malo” (Test. Jud. 20, 1. 5; traducción de
ANTONIO PIÑERO, en: Apócrifos del Antiguo Testamento (ALEJANDRO DIEZ MACHO, edit.); Cristiandad –
Madrid – 1987; V 83-84). “Él creó al hombre para dominar el mundo, y puso en él dos espíritus, para que
marche por ellos hasta el tiempo de su visita: son los espíritus de la verdad y de la falsedad” (1QS 3, 17-
19); “Hasta ahora los espíritus de verdad y de injusticia disputan en el corazón del hombre, y marchan en
sabiduría o en necedad” (1QS 4, 23-24) (Estos textos y los que siguen: Textos de Qumrán (FLORENTINO
GARCÍA MARTÍNEZ, edic. y trad.); Trotta – 1993; 52 y 54).
148
1QS 3, 20. 24
149
1QS 3, 24
150
1QS 4, 4
58

una fuerza que actúa en el hombre e incluso más que un Ángel. Al presentarlo con este
título adelanta lo que se desarrollará en los otros textos: el Espíritu será el encargado de
conducir a los discípulos en el conocimiento de la Verdad, que es el mismo Jesucristo
(14, 6).

El versículo 17 trata íntegramente del contraste entre los discípulos y el mundo


en la relación con el Paráclito. Una de las acepciones del término ‘mundo’ en el
evangelio de Juan es ‘la humanidad que se niega a aceptar a Cristo’.151 De ese mundo se
trata en este texto, y tres cosas negativas se dicen de él: No puede recibir al Paráclito, no
lo ve y no lo conoce. Tres cosas positivas se afirman de los discípulos: ellos lo conocen,
el Paráclito permanecerá con ellos, y también estará en ellos. Si el mundo tiene todas
estas carencias con respecto al Espíritu, es porque se resiste a recibirlo. Pero también,
como lo explica san Agustín “porque el amor mundano no tiene los ojos invisibles, con
los cuales no se puede ver el Espíritu Santo sino invisiblemente”.152 Los discípulos, por
el contrario, tienen experiencia de la acción del Espíritu. Por eso lo conocen. En su
condición de Paráclito (‘el que es llamado para estar al lado’), el Espíritu permanece
con los discípulos y está en ellos.153

Hasta el momento del regreso al Padre a través de la cruz, Jesús ha estado


siempre con los discípulos. Pero su partida hacia la gloria no significa que ellos se
encontrarán huérfanos (v. 18). El Espíritu, como Paráclito, estará junto a ellos
realizando todas aquellas funciones que se desarrollarán en los textos siguientes.

Sorprende en esta primera promesa de la venida del Paráclito el uso de los


verbos en tiempo presente. Algunos lo han tomado como una incoherencia, desde el
momento que se afirmaría en ellos que los discípulos ya poseen el Espíritu Santo antes
de que Jesús lo haya entregado (20, 22). Es distinta la explicación si se atiende a la
forma en que el autor ha redactado el discurso de la cena: todo el discurso se expresa en
términos que suponen que Jesús ya está glorificado, y que desde la gloria habla a los
cristianos de todos los tiempos. Parecería que el evangelista, al redactar estos textos, se
desentiende de la situación histórica de los discípulos que estaban escuchando a Jesús, y
se dirige a los destinatarios del evangelio, para quienes esta promesa ya está cumplida y
la presencia del Espíritu en la comunidad cristiana es una realidad.

Segundo texto: Jn 14, 25-26

El segundo anuncio del Paráclito se encuentra dentro del mismo bloque que el
primero. En este nuevo texto se avanza sobre lo ya dicho para mostrar otra de las
funciones que el Espíritu cumplirá estando ‘con y en’ los discípulos. Se trata en este
caso de la función docente.

“Les he venido diciendo estas cosas mientras permanecía con ustedes”. Se


refiere a la actividad que Jesús ha tenido como maestro. En los otros evangelios, la
151
Frente a esta acepción peyorativa se encuentra otra positiva: el mundo en cuanto creación, que es
amado por Dios (Jn 3, 16), al cual es enviado Jesucristo (17, 18) y son enviados los discípulos.(ibid.).
Jesucristo no ruega por el mundo entendido en forma peyorativa (17, 9), pero ruega que los discípulos
vivan en la unidad para que el mundo, entendido en forma positiva, llegue a la fe (17, 21).
152
SAN AGUSTÍN, Tract. LXXIV in Ioh., 4.
153
Los manuscritos manifiestan desacuerdo en el último verbo: algunos (como el P66 y el B) lo tienen en
tiempo presente ‘está’. Otros, en cambio, (como un antiguo corrector del P66, y el Sinaítico) lo tienen en
tiempo futuro ‘estará’.
59

función de enseñar es realizada por muchos sujetos además de Jesús: enseña el Espíritu
Santo (Lc 12, 12), Juan Bautista (Lc 11, 1), los fariseos (Mt 15, 9/Mc 7, 7; 28, 15), los
apóstoles (Mc 6, 30). En el evangelio de Juan, en cambio, la función docente está
reservada a las personas divinas. En este evangelio, como en los demás, Jesús aparece
enseñando frecuentemente, pero fuera de Él sólo enseñan el Padre (Jn 8, 28) y el
Espíritu (14, 26). Por esa razón el evangelista omite todas las referencias a la enseñanza
de Jesús en las calles y caminos, o junto al lago, para restringir la enseñanza del Señor a
los lugares sagrados: “Yo siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo” (18, 20; cf. 6,
59; 7, 14; 8, 2. 20). La enseñanza es una función divina que sólo se realiza en los
lugares consagrados para el culto.

La función docente de Jesús ha sido continua. El tiempo verbal utilizado lo


marca de una manera especial: el tiempo perfecto lelavlhka indica una acción
comenzada en el pasado y continuada en el presente. Se traduce correctamente ‘les he
venido diciendo’. Se podría suponer que con la partida de Jesús hacia el Padre se
interrumpe la enseñanza. Pero no es así, el Señor no dejará a los discípulos sin Maestro.
Así como el Padre envió a Jesucristo, ahora enviará al Paráclito, y Éste tomará el lugar
de Jesús. Es el equivalente al ‘No los dejaré huérfanos’ del primer anuncio (14, 18).

Es interesante observar que en esta segunda promesa del Paráclito, los


pronombres relativos referentes al Espíritu están en género neutro, como corresponde:
Pneu'ma es neutro. Pero sorprendentemente el autor introduce el pronombre
demostrativo en masculino ejkei'no" (aquél les enseñará...). Este pequeño accidente
gramatical, que se repetirá en 15, 26; 16, 8. 13-14, contribuye a mostrar el Espíritu
Santo con un aspecto cada vez más personal.154

Las funciones del Paráclito están expresadas con dos términos: didavxei pavnta
(didáxei pánta) y uJpomnhvsei pavnta (ypomnései pánta) (‘enseñará todo’ y ‘recordará
todo’). El verbo didavskw (enseñar)155 traduce en la versión LXX, en la mayoría de los
casos, el hebreo dml (lamad) que significa tanto enseñar como acostumbrar. De ahí que
el concepto de enseñanza, particularmente en los antiguos pueblos semíticos, incluya
una gran parte de práctica. No se concibe una enseñanza reducida a la transmisión de
contenidos especulativos. Por otra parte, en el uso bíblico existe una diferencia muy
notable si se lo compara con el uso secular. En la Biblia la enseñanza tiende a referirse
por lo común a lo religioso, y además abarca todo el ser del hombre. Esto explica la
modalidad de los discípulos, que una vez que elegían a un maestro, se quedaban a vivir
con él para adquirir no sólo sus conocimientos sino también su manera de vivir, su
forma de encarar y resolver los problemas, etc. El discípulo debía ser como un calco de
su maestro. Esto es sumamente importante para comprender la acción docente de Jesús
y la que después de Él tiene el Paráclito.

El verbo mimnhvskomai (mimnéskomai) y el compuesto uJpomimnhvskomai


(ypomimnéskomai recordar)156 en la versión LXX traducen generalmente el hebreo rkz
(zakar). En los textos del Antiguo Testamento se atribuye a Dios la acción de recordar,

154
En el judaísmo existía el hábito de hablar del Espíritu como si se tratara de una persona. En muchos
textos se lo presentaba actuando con características personales e incluso dialogando con Dios. Pero no era
más que un recurso literario, y cuando se decía que el Espíritu hablaba, era para decir palabras que están
en la Sagrada Escritura.
155
Cf. KARL HEINRICH REGSTORF, s. v. didavskw, etc., en: TWNT, II 135-165
156
Cf. OTTO MICHEL, s. v. mimnhvskomai, etc., en: TWNT, IV 675-683
60

para indicar que crea una nueva situación y extiende la salvación a un hombre que está
en la necesidad (Gen 8, 1; 19, 29; etc.), interviene en razón de lo que ha prometido en la
alianza (Gen 9, 15-16; Sal 105, 8; Ezq 16, 60; etc.). También se destaca la memoria que
los hombres deben guardar de las acciones salvíficas de Yahveh y de los mandamientos
que debe guardar. Este es un tema que ha sido ampliamente desarrollado en el
Deuteronomio. Los hombres, en sus momentos de angustia claman a Dios: ¡Acuérdate!
(Sal 74, 2; 89, 51; 106, 4; etc.), y Dios exhorta a su pueblo por medio de los profetas:
¡Acuérdate! (Is 44, 21; 46, 8-9; Miq 6, 5; etc.). Se puede resumir diciendo que recordar
es comenzar a actuar.

En el Nuevo Testamento se mantiene el sentido del Antiguo Testamento, pero


también el acontecimiento de Jesús es objeto de ‘memoria’ cuando se comienzan a
entender las cosas que en su momento no fueron entendidas (Lc 24, 6. 8; Jn 2, 22; 12,
16), o cuando las palabras del Señor, recordadas, conducen a la conversión (Mc 14, 72 y
par.).

Con este trasfondo se deben entender las funciones que cumplirá el Paráclito,
cuando después del paso de Jesús hacia la gloria se encargará de enseñar y hacer
recordar a los discípulos todo lo que Jesús enseñó. No se tratará de nuevas enseñanzas,
sino de aquello que Jesús ha venido enseñando desde el principio. El Espíritu deberá
modelar a los creyentes grabando en sus vidas las enseñanzas de Jesús, y llevándolos a
poner en práctica todo lo que esa enseñanza contiene.

Tercer texto: Jn 15, 26-27

Las palabras con las que concluye 14, 31 indican claramente que en ese lugar
termina el discurso de la cena,157 y que lo que viene a continuación es otra obra. El texto
de 15, 1 comienza ‘ex abrupto’ con la parábola de la vid con sus desarrollos alegóricos
(15, 1-8). A continuación se proponen dos aplicaciones: la primera a partir del tema del
amor (vv. 9-17), y la segunda a partir del tema del odio del mundo (15, 18 – 16, 4a). En
esta última división, después del anuncio del Paráclito (vv. 26-27) se concluye con un
anuncio de las futuras persecuciones a los discípulos, un texto que tiene resonancias de
las tradiciones contenidas en los evangelios sinópticos.

Con el recurso a la figura de la vid se presenta el tema de la unión entre


Jesucristo y sus discípulos. La corriente de vida que se origina en el Señor glorificado es
la que anima a los discípulos, de modo que si se separan de Él ya no pueden existir ni
obrar (vv. 1-8). Por estar unidos de esta manera, los discípulos reciben de Cristo el
mismo amor que Él recibe del Padre, y ellos mismos se aman los unos a los otros como
los ama Cristo (vv. 9-17). Pero esto tiene también un aspecto sombrío: Cristo es objeto
del odio del mundo. Los discípulos unidos con Él recibirán las manifestaciones del
mismo odio y serán perseguidos así como lo fue Jesús (vv. 18-25).

Ante perspectivas tan siniestras, Jesús ofrece seguridad a los discípulos


anunciándoles que enviará al Paráclito. En la persecución los discípulos no estarán
solos. Jesús va hacia el Padre, pero enviará al Espíritu para que esté junto a ellos en esos
momentos particularmente críticos.

157
La continuación natural se encuentra en 18, 1.
61

En los dos anuncios anteriores se decía que el Padre enviaría al Paráclito (14, 16.
26) a pedido de Jesús (v. 16) o en su nombre (v. 26). En este nuevo anuncio se dice que
el Espíritu tiene origen en el Padre, pero lo envía Jesús (15, 26). Estas contradicciones
son sólo aparentes si se tiene en cuenta la forma en que el evangelio de Juan expresa la
unidad entre Cristo y el Padre.158

La función del Espíritu será la de dar testimonio. A las funciones de presencia,


acompañamiento y docencia de los anuncios anteriores, se suma en este texto la función
forense: ser testigo y presentar los testimonios en un juicio. El verbo ‘dar testimonio’159
(marturevw martyréo) es uno de los favoritos del lenguaje del cuarto evangelio. El
evangelio de Mateo lo tienen una sola vez; Marcos no lo utiliza; y Lucas/Hechos, doce
veces. En Juan está treinta y tres veces en el Evangelio y diez en las Cartas. El
sustantivo marturiva (martyría) (o en neutro martuvrion martírion) también evidencia
esta predilección de parte del cuarto evangelio: catorce veces en el Evangelio y siete en
las Cartas. Mateo tres veces; Marcos seis veces; y Lucas/Hechos siete veces. El aspecto
de proceso judicial en que está presentado el evangelio de Juan explica que se recurra
con tanta frecuencia al vocabulario propio de los ambientes forenses.

El martuvrion (o marturiva) con el verbo correspondiente marturevw es un


concepto que pertenece al plano de lo forense. El testigo (mavrtu" mártys) es el que ante
un tribunal habla de aquello que conoce por experiencia. Pero también se aplica el
término muchas veces cuando se habla ante un auditorio que no es el de los tribunales.
En un texto que reviste la forma de un juicio contra los idólatras, Yahveh pregunta cuál
de los ídolos anunció por anticipado la salvación, y pide que se presenten los testigos.
En ese contexto dice que Israel es ‘testigo de Yahveh’ porque conoce el anuncio previo
y ha experimentado la salvación: “ustedes son mis testigos...” (Is 43, 10. 12). Israel debe
ser testigo ante las naciones de que Yahveh es el único salvador (v. 11). En el evangelio
de Lucas los discípulos son investidos como testigos por el mismo Jesús porque ellos
han visto que Jesús ha cumplido todo lo que estaba contenido en las Sagradas Escrituras
acerca de Él, principalmente su muerte y resurrección (24, 48; Hech 1, 8). Lo novedoso
de este sentido que adquiere ‘ser testigos’ en los escritos bíblicos es que no se trata sólo
de hablar, sino de vivir en consonancia con aquello que se conoce de la salvación que se
ha realizado por Cristo. La existencia de testigos coloca al cristianismo en un nivel
completamente distinto de la mitología. Aquí la fe se funda sobre hechos históricos.

En el libro de los Hechos también lleve el título de ‘testigo’ (mavrtu") quien ha


tenido experiencia de que Cristo ha resucitado, aun cuando no haya acompañado al
Señor durante su vida pública. Tanto Esteban (22, 20) como Pablo (26, 16; cf. 22, 15)
llevan este título que correspondía a los primitivos apóstoles (13, 31).

En el evangelio de Juan aparece un nuevo concepto de ‘dar testimonio’,160 ya


que no se trata de dar testimonio de los hechos históricos referentes a Jesús, sino de su
condición de Hijo de Dios. El evangelista, escribiendo a finales del siglo I o principios

158
Cuando habla de las ovejas, p. e., dice: “nadie las arrebatará de mis manos. El Padre, que me las ha
dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre” (10, 28-29).
159
JOHANNES BEUTLER, s. v. marturevw y marturiva en: Exegetical Dictionary of the New Testament
(H.BALZ & G.SCHNEIDER, edit.); Eerdmans – Grand Rapids, Mich. – 1991; II 389-393. HERMANN
STRATHMANN, s. v. mavrtu" ktl. en: TWNT, IV 474-514.
160
En el evangelio y cartas de Juan se utiliza el verbo marturevw y los sustantivos martuvrion y marturiva,
pero está ausente el título mavrtu".
62

del II, ya no tiene inquietud por los que vieron y oyeron a Jesús durante su vida pública,
sino por los que deben dar testimonio de Él a considerable distancia geográfica y
cronológica de sus hechos. Ahora los que ‘han visto’ a Jesús como Hijo de Dios son los
que creen: “El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo y este es el
testimonio: Que Dios nos dio la vida eterna, y esta vida esté en su Hijo” (1Jn 5, 10-11).
Por esta razón el cuarto evangelio aporta la novedad de que el mismo Jesús puede dar
testimonio, porque sabe que ha sido enviado por el Padre (3, 32).

En el evangelio de Juan, Jesús se encuentra ante sus adversarios, llamados ‘los


judíos’, que no lo reconocen como el Hijo y Enviado del Padre. Se recurre entonces a
los ‘testigos’ que pueden dar testimonio. El primero de ellos es Juan Bautista (1, 6-7)
que vio y dio testimonio (1, 32). El capítulo 5 presenta una nómina de testigos a favor
de Jesús: Juan Bautista (v. 5, 33), las obras de Jesús (v. 36), el Padre (v. 37; cf. 8, 18), y
las Escrituras (v. 39). Jesús mismo puede dar testimonio de sí mismo porque sabe de
dónde viene (8, 14. 18; cf. 3, 32). Esta lista de cinco testigos se enriquece en el discurso
de la cena con el agregado de otros dos más que completan el número de siete: el
Paráclito (15, 26) y los discípulos (v. 27).

Jesús ha dicho que el mundo odiará a los discípulos y los perseguirá como lo ha
perseguido a Él (15, 20). El mundo juzgará como culpables a los discípulos así como ha
declarado malhechor a Jesús (18, 29-30). En este contexto se anuncia la venida del
Paráclito para dar testimonio. El Espíritu lleva en este texto el título ‘Espíritu de la
Verdad’ (v. 26c), como en 14, 17. En los escritos de la comunidad de Qumrán se aplica
este título al Espíritu cuando se habla de su lucha contra el espíritu de la mentira.161
También en el evangelio de Juan el Espíritu de la Verdad aparece en un contexto de
conflicto, porque intervendrá en el juicio iniciado por el mundo y presentará su
testimonio a favor de Jesús: Jesús no es un delincuente sino que es el Hijo de Dios. La
acción de dar testimonio y el pronombre masculino utilizado en el v. 26d avanzan una
vez más hacia la clarificación del carácter personal del Espíritu.

El testimonio será presentado a través de los mismos discípulos porque el


Espíritu está con ellos y en ellos (14, 17): “Él dará testimonio de mí y ustedes también
dan testimonio” (v. 26c-27a), son dos testimonios pero coincidentes en uno solo. El
texto que viene a continuación (16, 1-4a) es una descripción de las persecuciones, con la
que el evangelista ilustra de qué manera los discípulos darán testimonio de Jesús.
Enuncia las medidas menos violentas (serán expulsados de las sinagogas 16, 2a) y las
máximas (se les dará muerte v. 16c). Para la época en que se escribió el Evangelio estas
medidas ya eran una realidad. Los cristianos habían sido expulsados de la sinagoga162 y
varios163 habían derramado su sangre, aún antes de comenzar las persecuciones
romanas.

161
1QS 3, 17-19; 4, 23-24.
162
En torno al año 85 se incluyó en la oración sinagogal “Las dieciocho bendiciones” la bendición
número doce, en la cual se anatematizaban todos los herejes, entre los cuales estaban comprendidos los
judeo-cristianos. La recensión palestinense de la bendición número doce dice: “Que no haya esperanza
para los apóstatas, y que el reino insolente sea pronto erradicado, en nuestros días. Y que perezcan pronto
los nazarenos y los herejes, y que sean borrados del libro de la Vida, y que no sean inscritos con los
justos. Bendito eres, Señor, que humillas al insolente”. (EMIL SCHÜRER, Historia del pueblo judío en
tiempo de Jesús, Cristiandad – Madrid – 1985; II 596.
163
El libro de los Hechos recuerda el caso de Esteban (Hech 7) y del apóstol Santiago (Hech 12, 2), y da
a entender que habían muerto algunos más (Hech 26, 10).
63

Los discípulos podrán dar testimonio porque han estado con Jesús “desde el
principio” (v. 27b). Esta es la condición que se estableció para ser ‘testigo’ cuando hubo
que elegir a un reemplazante para el traidor Judas (Hech 1, 21-22). Para los doce
significó la permanencia constante con Jesús desde el comienzo de su manifestación en
público, y particularmente durante los acontecimientos de la Pascua. Pero para los
destinatarios del evangelio de Juan, escrito en fecha mucho más tardía, el ‘principio’ se
entendió de otra manera. Entre ellos no habría ninguno que hubiera estado presente
cuando Jesús comenzó a predicar. Cuando en la comunidad joánica se decía ‘desde el
principio’ se referían al momento en que ellos recibieron la fe, cuando tuvieron la
primera predicación. La Primera Carta se refiere al ‘principio’ en este sentido cuando
dice: ‘lo que ustedes escucharon desde el principio’ (2, 24; 3, 11).

Este texto evidencia coincidencias con la tradición que se encuentra representada


en un lovgion sinóptico. Los discípulos, cuando sean llevados ante los tribunales, no
deberán preocuparse por dar el testimonio, porque no hablarán ellos sino el Espíritu
Santo (Mt 10, 19-20; Mc 13, 11) o el Espíritu les enseñará en ese momento lo que deban
decir (Lc 12, 11-12).

Los textos de los Evangelios, tanto los sinópticos como el de Juan, no hacen
referencia al derramamiento de sangre cuando hablan de los testigos (mavrture"). Pero
la experiencia histórica mostró que los que daban testimonio debían pagarlo con su
vida. El libro del Apocalipsis, escrito en época de persecuciones, utiliza con frecuencia
el término mavrtu" (cinco veces), y lo aplica tanto a Jesucristo (Apc 1, 5; 3, 14) como a
sus discípulos que también derramaron la sangre (2, 13; 11, 3; 17, 6). De allí que en
breve tiempo se asoció el testimonio a la muerte violenta.164 Esta es la forma en que se
ha entendido el título ‘Mártir’ en la historia de la Iglesia.

Cuarto texto: Jn 16, 7-11

El cuarto anuncio de la venida del Paráclito se presenta inmediatamente a


continuación de la predicción de las persecuciones (16, 1-4a), en la tercera parte del
discurso de la cena. Esta parte parece contener una redacción diferente del texto que
constituye la primera parte del discurso (13, 31- 14, 31), porque se reiteran en ella los
temas ya tratados en aquella.

El nuevo discurso comienza con una justificación del silencio de Jesús sobre las
persecuciones durante el ministerio público anterior a la Pascua. No era necesario tratar
este tema mientras Jesús estaba presente y la persecución estaba dirigida sólo contra Él
(v. 4b). Pero se ha hecho necesario revelarlo en este momento de la partida. El estallido
de las persecuciones contra los discípulos en ausencia del Señor podría ser motivo de
escándalo para los cristianos, si ellos las interpretaban como un fracaso de la obra de
Jesús. Por eso Él lo dice anticipadamente, para que comprendan que ya todo estaba
previsto (v. 4a). Al hacer estos anuncios, Jesús ha hablado de su regreso al Padre (v. 5),
y esta noticia de su partida y de su futura ausencia ha llenado de tristeza a los discípulos
(v. 6). El cuarto anuncio de la venida del Paráclito tiene como objetivo eliminar esa
tristeza, haciéndoles comprender la conveniencia de la partida del Señor.

164
Se señala la carta sobre el martirio de Policarpo (año 155) como el primer texto donde se establece
claramente esta identidad. “Este fue el martirio de bienaventurado Policarpo, que fue el duodécimo de
los procedentes de Filadelfia martirizados en Esmirna... No sólo fue un maestro insigne, sino también
mártir eminente. Todos desean imitar su martirio...” (XIX, 1). Cf. H. STRAHTMANN, o. c., 505.
64

Se debe ahuyentar la tristeza con dos pensamientos: el primero es el de la


necesidad de que Jesús se haya ido para que el Paráclito pueda venir (v. 7). En la
primera redacción del discurso, esta frase se encontraba redactada de otra manera: “Si
me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre” (14, 28). Mientras que en
aquella redacción se apuntaba hacia una hipotética alegría, en esta otra se indica
claramente que están tristes. Las palabras de Jesús indican que no corresponde estar
tristes. Ya se ha dicho antes que la glorificación de Jesús es condición necesaria para
que pueda ser derramado el Espíritu (7, 39). Es necesario que comprendan que la venida
del Paráclito inaugurará una época mucho más importante y perfecta que el período que
ellos han vivido gozando de la presencia corporal de Jesús. El Espíritu les concederá la
nueva vida y la condición de hijos de Dios (5, 3. 5). La intimidad y el conocimiento de
Jesús que les otorgará el Espíritu (14, 26) superarán en una medida tan grande lo que
ellos tienen hasta ese momento, que deberán alegrarse de que Jesús haya vuelto al
Padre.165 La época del Espíritu es un avance y no hay que aferrarse a las formas del
pasado. Más adelante se ampliará esta enseñanza con ocasión de la actitud de Tomás,
que quiere seguir conociendo a Jesús resucitado a través de los sentidos corporales. En
esa ocasión Jesús proclamará la bienaventuranza de los que han creído sin haber visto
(Jn 19, 29).

El segundo pensamiento que ellos deben tener presente para eliminar la tristeza
es el de la importancia de las funciones que el Espíritu cumplirá en el mundo (16, 8-11).
Comienza aquí la explicación de las distintas acciones que el Paráclito realizará contra
el mundo. Los intérpretes de las Escrituras han reconocido, ya desde la época de los
Santos Padres, que entre los textos referentes al Paráclito, este es el más difícil de
explicar.166

La función del Paráclito frente al mundo se expresa con un solo término:


ejlevgxei (elénxei). El verbo ejlevgcw (elénjo) tiene distintos significados: examinar,
avergonzar, refutar, presentar pruebas convincentes, corregir, etc.167 La Versión LXX lo
utiliza la mayoría de las veces para traducir el hebreo jky (yakaj) ‘determinar lo que es
justo’168 (que tiene sentido pedagógico y forense) para indicar “la acción con la que el
hombre de Dios es disciplinado y educado como resultado de Su acción judicial”.169 En
el evangelio de Juan aparece tres veces, y siempre tiene un trasfondo forense porque son
textos en los que de una u otra manera se está hablando de un juicio (3, 20; 8, 46; y el
presente texto sobre el Paráclito, 16, 8).170 El contexto aconseja dejar de lado el aspecto
pedagógico, desde el momento que la acción está dirigida hacia el mundo, que no
conoce al Paráclito ni lo puede recibir (14, 17). Es más coherente optar por el sentido

165
“Él conocía lo que era más conveniente para ellos, porque la visión interior con la que los iba a
consolar el Espíritu Santo es mucho mejor. No iba a presentar un cuerpo humano ante los cuerpos de los
que miran, sino que iba a infundirse Él mismo en los pechos de los que creen... Es como si les dijera: Les
conviene que esta forma de siervo les sea quitada...” (SAN AGUSTÍN, Tract. XCIV In Ioh., 4).
166
“Es sumamente oscuro...” (SAN AGUSTÍN, Tract. XCIV in Ioh., 6).
167
Cf. Liddell & Scott, Greek-English Lexicon, Clarendon - Oxford – 1968; 531.
168
H.-J. FABRY, s. v. jky, en: Theological Dictionary of the Old Testament (G.J.BOTTERWECK – H.
RINGGREN, edit.), Eerdmans – Grand Rapids, Mich. – 1990; VI 64-71; G. LIEDKE, s. v. jky, en:
Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento (E. JENNI – E. WESTERMANN, edit.), Cristiandad –
Madrid – 1978; I 1005-1008.
169
FRIEDRICH BÜCHSEL, s. v. ejlevgcw en TWNT, II 473.
170
La Versión Vulgata tradujo los tres textos con el verbo ‘arguo’, con lo que se ha perdido el aspecto
forense, y de esta versión dependen los Padres latinos.
65

forense, y resumir su sentido como ‘acusar judicialmente, probar ante los jueces que el
otro está en el error o ha delinquido’.171 En Jn 16, 8 el verbo tiene tres complementos: el
pecado, la justicia y el juicio, y los tres complementos están precedidos por la
preposición periv (perí ‘acerca de’, ‘en torno a’). Se especifican con esta expresión los
títulos dentro de los cuales se encuentran los errores por los que el Paráclito acusará
formalmente al mundo.

Se comienza la descripción de la futura actividad del Paráclito diciendo que


acusará judicialmente al mundo en lo que se refiere al pecado. Este término ‘pecado’
(aJmartiva hamartía) es otro de los predilectos del evangelio de Juan.172 Está diecisiete
veces en el Evangelio y otras diecisiete en la Primera Carta (en Mateo, siete; en Marcos,
seis; en Lucas, once. En Hechos, ocho veces). El verbo está cuatro veces en el
Evangelio y diez veces en la Primera Carta (tres veces en Mateo, cuatro en Lucas, y
ninguna en Marcos. En Hechos, una sola vez).

aJmartiva significa ‘fracaso, falta, errar en el blanco, no alcanzar la meta’. Los


autores griegos lo utilizan con sentido secular, pero en la versión LXX adquiere sentido
religioso, porque lo refiere a las faltas contra Dios y contra el prójimo. En el evangelio
de Juan se restringe al hecho de no reconocer a Jesús como el Enviado y la revelación
del Padre (8, 24). El pecado del mundo consiste en odiar y rechazar a Jesucristo, con lo
que se manifiesta odio y rechazo al Padre (15, 22-24). El Paráclito, en esta promesa de
su venida, se presenta con el atuendo de un fiscal, y su función será la de acusar al
mundo por no haber creído en Jesús (16, 9).

El Paráclito, dando testimonio ‘con y en’ los creyentes (cf. 14, 17 y 15, 26-27)
mantendrá una constante acusación contra el mundo que rechaza a Jesucristo. La
palabra y el proceder de los cristianos será el testimonio constante que probará quién es
el que está en el pecado y en el error.

La segunda acusación se refiere a la justicia. El mundo acusó a Jesús de ser un


malhechor (9, 24; 10, 33; 18, 30) y consiguió que fuera condenado como tal. Los que lo
ejecutaron creyeron cumplir de esta forma un acto exigido por la justicia de la Ley (19,
7). Pero la elevación de Cristo en la cruz fue realmente una elevación a la gloria del
Padre (17, 5). Dios, al glorificar a su Hijo, realizó el acto de verdadera justicia (“La
justicia consiste en que yo me voy al Padre” 16, 10). En el libro de los Hechos también
se argumenta de esta misma forma: “Ustedes los mataron, pero Dios lo resucitó” (Hech
2, 23-24); “Ustedes mataron al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los
muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (Hech 3, 15).

Jesús anunció a sus adversarios, como amenaza, que no lo verían más (7, 33-34).
Para los discípulos, en cambio, la partida de Jesús será una ganancia porque en su lugar
vendrá el Paráclito. Los hombres del mundo ya no verán más a Jesús, porque a dónde Él
va, ellos no pueden ir (7, 34). A los discípulos se les dijo lo mismo (13, 33). Sin
embargo habrá una diferencia: mientras que aquellos carecerán siempre de la presencia

171
La carta de Judas, 15, cita el texto de Henoch 1,9, donde el verbo ejlevgcw es utilizado con el sentido
de ‘condenar’. La edición del Libro de Henoch, traducido del etíope, dice: ‘contender’. Cf. F.CORRIENTE-
A.PIÑERO, o. c., 40.
172
PETER FIEDLER, s. v. amartiva, en: Theological Dictionary of the New Testament (H.BALZ & G.
SCHNEIDER, edits.); Eerdmans – Grand Rapids, Mich. – 1994; 65-69; G.QUELL – G.BERTRAM –
G.STÄHLIN – W.GRUNDMANN, K.H.RENGSTORF, s.v. aJmartavnw, etc., en: TWNT, I 267-335.
66

de Jesús y morirán en su pecado, a los discípulos se les promete que la ausencia del
Señor será breve (16, 16) y que finalmente participarán de la gloria que Jesús recibe
junto al Padre (17, 24). En esta promesa de la venida del Paráclito se dice que la
ausencia de Jesús es también prueba de la justicia de Dios (16, 10b). Es difícil encontrar
una explicación para este texto. Considerando todos los textos anteriores, parecería que
se debe leer en continuidad con el anuncio de que la partida de Jesús es conveniente
para los discípulos (16, 7), porque solamente estando glorificado les podrá otorgar el
Espíritu Santo (7, 39). Si Jesús ya no se manifiesta visiblemente entre los discípulos, y
en su lugar está el Paráclito, esto es prueba de la justicia de Dios, porque les demuestra
que Jesús ha sido elevado junto al Padre.173 Los discípulos pueden experimentar la
acción del Espíritu Santo por los frutos que se producen en la comunidad, y en ello
reciben una prueba de la gloria de Cristo. Pero la vida de los discípulos también es una
prueba de la gloria de Cristo que ellos ofrecen al mundo, porque los que han nacido de
Dios se distinguen por la práctica del amor y de la justicia: “Los que no practican la
justicia no han nacido de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano” (1Jn 3, 9-10).

La tercera acusación se refiere al juicio en el cual ha sido condenado “el


Príncipe de este mundo” (16, 11). El ámbito del ‘mundo’, así como lo entiende el
evangelio de Juan como humanidad que odia a Dios y se resiste a creer en Cristo, está
bajo un misterioso gobernante que es denominado “El príncipe de este mundo”. En
otros lugares se lo denomina “El Maligno”. El evangelista no se preocupa en
describirlo. En la Primera Carta se dice que “el mundo entero está bajo el poder del
Maligno” (1Jn 5, 19), pero esto no debe producir temor a los discípulos. En la misma
Carta se dice a los jóvenes que ellos “han vencido al Maligno” (1Jn 2, 13). Los
discípulos se encuentran libres del poder del “Príncipe de este mundo” porque ellos no
son del mundo: Cristo los eligió y los sacó de él (15, 19), o el Padre los ha sacado del
mundo para entregárselos a Cristo (17, 9). Los discípulos continúan en el mundo, pero
no pertenecen a él ni están sujetos al poder del Maligno (15, 19; 17, 14. 16), y Jesús ha
rogado especialmente al Padre para que los discípulos sean preservados del Maligno
(17, 15).

La glorificación de Cristo ha señalado el momento en el que el mundo y su


Príncipe han sido juzgados y condenados (12, 31),174 con lo que han perdido todo poder
sobre los discípulos. Lo único que les queda es el odio (15, 19). La victoria de los
discípulos sobre el Príncipe de este mundo es también un argumento que presenta el
Paráclito. Los discípulos, con la fuerza del Espíritu, pueden vencer al mundo. El
Espíritu les otorga el nacimiento como hijos de Dios, y “todo el que ha nacido de Dios,
vence al mundo” (1Jn 5, 4a). La fuerza que otorga el Espíritu para poder alcanzar la
victoria sobre el mundo es la fe: “La victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe
¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1Jn 5,
4b-5).

Cuando los cristianos pueden superar la fuerza del mundo y del pecado, están
mostrando que el Príncipe de este mundo ya ha sido despojado de su poder. En el juicio
contra el mundo, Dios ha hecho justicia a Jesucristo elevándolo a la gloria y ha dictado

173
Rudolf Schnackenburg interpreta que la justicia se refiere a Cristo: Dios, al elevar a Jesús a su lado, ha
declarado que Jesús es Justo (The Gospel... III, 131.
174
Al terminar la cena Jesús dice a sus discípulos “está por llegar el Príncipe de este mundo” (14, 30). Se
supone entonces que el momento de la muerte del Señor es el encuentro definitivo con el Maligno, en el
cual éste será vencido definitivamente.
67

la sentencia condenatoria para el Maligno. Los creyentes ahora pueden obrar con
libertad, y su victoria sobre el pecado es una prueba de que el Príncipe de este mundo ya
no reina sobre ellos.

Quinto texto: Jn 16, 13-15

La última promesa de la venida del Paráclito se encuentra muy cercana a la


precedente, y algunos comentaristas entienden que no son dos anuncios separados por el
v. 12, sino uno solo que se extiende desde el v. 7 al v. 15.

Los vv. 12-13 introducen un nuevo tema. Se trata de la actuación que el


Paráclito tendrá con respecto a los miembros de la comunidad, que es delineada en un
claro contraste con lo que se ha dicho en el anuncio anterior, la actuación del Paráclito
con respecto al mundo. Mientras que frente al mundo el Paráclito tendrá una función de
acusador, junto a los discípulos cumplirá una especial función como conductor en el
conocimiento de la revelación.

“Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden
comprender ahora” (v. 12). Las palabras con las que se inicia el anuncio podrían dar a
entender que la revelación se acrecentará después de la partida de Jesucristo. En
realidad, no han faltado interpretaciones en este sentido a lo largo de la historia de la
Iglesia. Pero esta forma de entender el texto crea un conflicto con expresiones que se
encuentran en otra parte: “les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (15, 15).
También las palabras que vienen a continuación (16, 13-15) orientan la interpretación
en otro sentido: la comprensión y actualización de las enseñanzas de Jesús, pero no la
existencia de una nueva revelación. Finalmente, una explicación del texto que
introdujera la posibilidad de nuevas revelaciones iría en sentido opuesto a la imagen de
Jesús que el evangelista ha presentado desde la primera página: Jesús es la revelación
del Padre, y fuera de Él no puede haber otra.

Queda claro en las palabras de Jesús que hay cierta incapacidad en los discípulos
para poder recibir todo el cúmulo de sus enseñanzas. No explica en qué consiste esta
incapacidad. Algunos autores175 observan que para decir “comprender” el evangelista
utiliza el verbo bastavzein (bastázein) que significa primariamente ‘llevar, cargar,
sostener’, y también se puede utilizar con el sentido de ‘llevar (en la mente),
considerar’. Pero puede entenderse como: ‘mantener con constancia, tolerar’.176 En este
último caso, habría que concluir que en la frase se alude a un contexto hostil y al
mantenimiento de la fe en medio de persecuciones. La promesa del Paráclito que viene
a continuación indicaría más bien que se trata de una incapacidad que se origina en la
misma naturaleza de la enseñanza: no se puede entender si no es con la iluminación y la
conducción del Espíritu Santo.177

Una vez que se ha puesto la premisa de que los discípulos no han podido recibir
algo de la enseñanza de Jesús, se introduce el último anuncio de la venida del Paráclito.
En este caso también, como en otros anuncios anteriores, es llamado “El Espíritu de la
Verdad” (v. 13; cf. 14, 17; 15, 26), y es designado con un pronombre en masculino, a

175
P.e. C.K.BARRETT, The Gospel, 489.
176
Cf. LIDDELL-SCOTT, Lexicon, 310.
177
“En su situación prepascual, los discípulos sentirían una gran dificultad en acoger las revelaciones de
Jesús” (X. LÉON-DUFOUR, Lectura del Evangelio de Juan, Sígueme-Salamanca-1995; 188).
68

pesar de que pneu'ma es neutro. La designación con la referencia a la verdad se explica


por el contexto: se tratará sobre la acción del Espíritu en el ámbito de la verdad. Lo
segundo, acentúa los rasgos que van orientando hacia una presentación del Espíritu
Santo con características personales.

La función que cumplirá el Paráclito con los discípulos que hasta ese momento
están incapacitados para recibir toda la enseñanza de Jesús esta expresada con el verbo
oJdhgei'n (hodegéin) que significa ‘guiar, conducir por el camino’. La clase de
conducción de la que aquí se trata se puede entender en un sentido muy amplio. Un
ejemplo tomado del uso del verbo en el libro de los Hechos puede clarificar el texto del
evangelio de Juan: el etíope que va leyendo el libro de Isaías dice que él no puede
entender el cántico del Siervo si alguien no lo guía ‘eJan mhv ti" oJdhghvsei me’ (Hech 8,
31). Se trata aquí de la guía y conducción para comprender un texto de la Escritura. En
el texto del evangelio de Juan el verbo se utiliza con referencia a la verdad, lo que
parece indicar que el sentido es el mismo. La versión Vulgata ha traducido ‘docebit vos
omnem veritatem’, confundiendo el verbo oJdhghvsei (hodegései) con el verbo de
escritura parecida dihghvsetai (diegésetai) ‘narrar, referir’. Este error de traducción ha
influenciado la interpretación de muchos autores latinos. La Nueva Vulgata traduce más
apropiadamente ‘deducet vos’.

Los manuscritos no están de acuerdo al transmitir la preposición que rige el


término de la acción de conducción. Algunos178 dicen: eij" thvn ajlhvqeian pa'san (eis
tén alétheian pásan ‘hacia la verdad completa’), otros179 en cambio:
ejvn th' ajlhqeiva pavsh (en te aletheia pase ‘en toda la verdad’). La primera forma
indicaría que la verdad completa aún no ha sido alcanzada, y que el Espíritu será el
encargado de conducir a los creyentes hasta su posesión. La segunda forma supone que
esta verdad ya está presente, y la función del Espíritu consiste en guiar a los fieles en el
ámbito de esta verdad para que estos alcancen una mayor comprensión. La primera
forma es la que se ha hecho más común en la Iglesia católica, sobre todo por la difusión
que le dio la versión Vulgata a partir del fenómeno apuntado más arriba. Sin embargo,
parece definirse una tendencia que otorga mayor preferencia a la segunda forma:
ejn th' ajlhqeiva pavsh. Así aparece en una reciente edición crítica del Nuevo
Testamento180.

En el evangelio de Juan se entiende que la verdad es lo que Dios revela. Esta


revelación se identifica con el mismo Jesucristo, que es la Palabra del Padre.181 Él

178
P. e. los manuscritos Alejandrino (A) y Vaticano (B), muchos Padres y versiones. Es la que ha
adoptado la Nueva Vulgata. La Biblia de Jerusalén y el Libro del Pueblo de Dios suponen este original,
porque la primera traduce: “os guiará hasta la verdad completa”; el segundo dice: “los introducirá en
toda la verdad”.
179
P. e. los manuscritos Sinaítico, D, L, y otros.
180
P. e. las ediciones XXVI y XXVII del Novum Testamentum Graece (NESTLE-ALAND) SBU – Stuttgart
– 1979 y 1993. Se invoca un principio de crítica textual: La forma más difícil debe ser preferida, porque
se sospecha que la más fácil es una corrección de un copista. La forma ei" thn parece ser una corrección,
porque está más de acuerdo con el verbo precedente oJdhghsei. La forma en th es más difícil, y por lo
tanto debe ser preferida. Cf. BRUCE M METZGER, A textual commentary on the greek New Testament,
UBS – Stuttgart – 1994; 210.
181
“Jesús es la Verdad, porque él es desde ahora la revelación del Padre”. “Si el hombre Jesús es para
nosotros la Verdad, la revelación en plenitud de la vida íntima de las personas divinas, es en cuanto él era
ya – junto a Dios, anteriormente a toda revelación y a la obra de la salvación – la Palabra del Padre, la
expresión misma del pensamiento del Padre...” (IGNACIO DE LA POTTERIE, “Yo soy el Camino, la Verdad
69

proclama “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14, 6). El Espíritu Santo es el que
sirve de guía en este Camino y en esta Verdad. El Paráclito es presentado en este texto
como el conductor que, después de la glorificación de Jesús, acompaña e ilumina a los
cristianos para que comprendan con profundidad sus palabras (cf. 2, 22; 12, 16) y
puedan conocerlo con una mayor intimidad y de una manera cada vez más perfecta,
superior a la que se puede tener a través de los sentidos corporales. Este punto ha sido
tratado con ocasión del cuarto anuncio de la venida del Paráclito: “Les conviene que yo
me vaya...” (16, 7).

El autor del evangelio se preocupa por indicar a los lectores que la acción del
Paráclito no significará de ninguna manera una nueva revelación. Por eso añade a
continuación, en forma de explicación: “Porque Él no hablará por sí mismo sino que
dirá lo que oye” (v. 13cd)182. Queda así esclarecido que no existe una ‘palabra que sea
propia del Espíritu Santo’, sino que el Espíritu conducirá a una mayor profundización
de lo que Él oye. No se indica a quién oye, si es al Padre o a Jesucristo. En el
pensamiento del evangelista no se presenta este problema, porque Jesucristo es la
Palabra del Padre. Esa es la Palabra que el Paráclito oye y transmite a los hombres.

El evangelio va más adelante, y además de esta función esclarecedora del


Paráclito añade otra que ha sido objeto de muchos debates en la historia de la
interpretación del texto: “y les anunciará las cosas futuras” (v. 13e). El verbo que se ha
traducido como ‘anunciar’ es ‘ajnaggevlw anangélo’. El libro de Isaías (según la versión
LXX) utiliza varias veces este verbo para referirse a las revelaciones de cosas referentes
al futuro. Allí mismo se puede leer una frase que tiene muchas coincidencias con el
texto de Jn 16, 7: “¿...quién nos anuncia las cosas futuras?” (Is 44, 7). Pero en el
evangelio de Juan indica más bien una acción que se refiere a la revelación, y ya ha sido
utilizado en 4, 25, en boca de la mujer samaritana, con el sentido de ‘declarar, aclarar
algo que está oculto o es desconocido’. Lo mismo puede decirse del texto que aparece
en 16, 25 (cf. 5, 15). Atendiendo a los otros textos del mismo evangelio de Juan y al
contexto en el que está colocado, donde se está negando que haya revelaciones nuevas,
el sentido que se debe dar a esta frase es: el Espíritu Santo declarará el sentido que la
revelación de Jesucristo tiene ante los hechos que se produzcan en el futuro. No habrá
una nueva revelación, pero el Paráclito pondrá de manifiesto el nuevo sentido que la
misma revelación tiene ante las circunstancias cambiantes.

Jesucristo hizo brillar ante los hombres la gloria del Padre cuando anunció su
Palabra y llevó a cabo la obra que el Padre le había encomendado (17, 4). De esta
forma, la gloria divina que está oculta a los ojos humanos se descubrió en la presencia y
en las obras de Cristo. Cuando Jesucristo regresa al Padre para ser glorificado “con la

y la Vida (Jn 14, 6)” NRTh 88 (1966) 907-942; reproducido en: La Verdad de Jesús. Estudios de
Cristología joánica, BAC-Madrid-1979; 129 y 143).
182
Los manuscritos no están de acuerdo con respecto al tiempo del verbo ‘oír’. El Sinaítico, el L y
algunos otros, lo tienen en presente ‘lo que oye’. El Vaticano, el D (Beza), y otros, así como la Vulgata,
lo tienen en futuro ‘lo que oirá’. Todavía se podría indicar que el Alejandrino, junto con los minúsculos
de la Familia 13 y la tradición bizantina ponen el verbo en subjuntivo ‘lo que oiga’. Como en otros casos
corresponde aplicar la regla de que es preferible la lectura más difícil. El tiempo futuro parece que es una
corrección para adecuarlo a los demás futuros del contexto. El subjuntivo parece una corrección
introducida por razones gramaticales. La lectura más difícil es el tiempo presente. Sin embargo, la edición
crítica del Nuevo Testamento griego de NESTLE-ALAND opta por el futuro. Lo explica diciendo que la
lectura en presente es una corrección puesta por motivos teológicos, para sugerir la relación eterna entre
el Espíritu Santo y el Padre. Cf. BRUCE M. METZGER, o. c., 210.
70

misma gloria que tenía antes que el mundo existiera” (17, 5), la gloria de Cristo se
devela en la obra del Paráclito (16, 14a). Ya se ha visto en el anuncio precedente de la
venida del Paráclito, que este mostrará que Cristo ha sido glorificado (16, 8-10).
Actuando entre los discípulos, el Espíritu Santo va mostrando anticipadamente la gloria
de Cristo que en las otras tradiciones del Nuevo Testamento se deberá revelar recién en
el último día (cf. Mt 16, 27; 24, 30; etc.).

Las frases restantes del v. 14 y el v. 15 muestran que el autor del evangelio está
interesado en impedir que los lectores interpreten los anuncios de la venida del Paráclito
como una promesa de que en el futuro habrá nuevas revelaciones distintas de la plena
manifestación de la Palabra del Padre que es Jesucristo.183 “Recibirá de lo mío... todo lo
que tiene el Padre es mío... Recibirá de lo mío...” (vv. 14-15). En la oración del capítulo
17 se encuentran expresiones equivalentes: “todo lo que me has dado viene de ti... Todo
lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío...” (17, 7. 10). Se establece una ecuación: Así como
Cristo no reveló nada que no fuera el Padre, de la misma manera el Espíritu no revelará
nada que no sea de Jesucristo y del Padre. En última instancia, quien se revela es el
Padre.

Los cinco anuncios de la venida del Paráclito incluidos en el discurso de la cena


ofrecen una figura del Espíritu Santo que se diferencia sensiblemente de las que son
transmitidas por las otras tradiciones del Nuevo Testamento. La aplicación de un nuevo
título, “El Paráclito”, es un signo de que se quiere describir una actuación peculiar y
novedosa, que se debe distinguir de las funciones que tradicionalmente se le atribuyen al
Espíritu en continuidad con las líneas trazadas desde el Antiguo Testamento. No se trata
aquí de la nueva creación, ni de la unción del Mesías, ni de la inspiración profética, ni
de otros conceptos que aparecen en los demás libros del Antiguo y del Nuevo
Testamento. Se puede sintetizar el mensaje de estos fragmentos del evangelio de Juan
diciendo que el Espíritu Santo es Paráclito en la medida que continúa la acción de Jesús,
después que el Señor ha sido glorificado. Es el Espíritu de Cristo glorificado que
continúa actuando en el mundo haciendo presente la persona y la obra de Jesús. Su lugar
de actuación está junto a los discípulos (Paráclito significa: ‘el que es llamado para estar
al lado’). Ante el mundo cumple una función de dar testimonio a favor de Cristo, en los
discípulos actúa conduciéndolos para que lleguen a un mayor conocimiento de
Jesucristo como Verdad del Padre y transformando sus vidas para que sean un vivo
testimonio de Jesús.

183
Es imposible no advertir en estas expresiones un cierto tono polémico. ¿El autor del evangelio estaría
preocupado por algunos carismáticos que pretenderían difundir nuevas enseñanzas originadas en
presuntas revelaciones del Espíritu apartadas de las que se originan en la tradición que viene de Jesús?
Textos como 1Jn 4, 1-6 indican que la comunidad joánica se encontraba ante ese problema.
71

Conclusión

Este recorrido a través de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento ha
permitido contemplar el origen y desarrollo de la doctrina del Espíritu de Dios. Los
comienzos podrán fijarse en la simple apreciación de un fenómeno de orden
meteorológico, como es el movimiento del aire que puede verificarse como la
gratificante brisa suave o el temible y destructor huracán. También en la experiencia del
hecho misterioso de la respiración, signo de vida en los hombres y en los animales. En
un caso y en el otro es el aire en movimiento que nadie sabe de donde viene y hacia
donde va, y sobre el que los hombres no tienen dominio. El aire en movimiento es signo
de fuerza y poder, en los seres animados es signo de vida y dinamismo. Su ausencia es
la muerte. Las tradiciones más antiguas de la Biblia son testigos de que se ha atribuido a
Dios, y sólo a Él, el origen y el dominio de esta fuerza misteriosa.

Los antropomorfismos con que se han expresado los autores bíblicos, sobre todo
en las épocas más antiguas, les ha permitido hablar de un ‘espíritu de Yahveh’. Dios,
como los seres humanos, tiene también una respiración, expresión de su vida y de su
fuerza. El poder de Dios, manifestado en sus actos y principalmente en la creación del
universo, son obra de su espíritu. El espíritu se presenta como una de las mediaciones
con las que Dios actúa en el mundo, así como su palabra o el ángel. Dios lo envía para
que realice sus obras, y también lo infunde en los hombres para que actúen y lleven a
cabo sus planes. Aparecieron de esta forma los hombres del espíritu, los líderes
carismáticos que realizaron obras admirables solamente explicables porque el espíritu
de Yahveh estaba en ellos.

Los profetas representan una categoría privilegiada dentro de la galería de


hombres movidos por el espíritu de Yahveh. Ellos fueron impulsados por el espíritu a
hablar y a actuar. Pero también la misma palabra les llegaba por medio del espíritu.
Finalmente se comprendió que el espíritu estaba en ellos y hablaba en ellos.

La primera creación fue realizada por la fuerza del espíritu. Los profetas
anunciaron que el plan de Dios orientaba todo lo existente hacia una nueva creación que
se debería verificar al final de los tiempos. Esta obra maravillosa también sería llevada a
cabo por la fuerza del Espíritu. El mundo sería renovado, pero también el hombre sería
santificado desde el interior: el Espíritu producirá la purificación de los pecados y la
adhesión del corazón a la Ley de Dios. Finalmente llegará un momento en el que el
Espíritu será derramado sobre toda la humanidad para que todo quede completamente
renovado. Cuando los profetas se expresan en estos términos, están comprendiendo que
el espíritu es algo más que una figura literaria, o una transposición a Dios de la fuerza y
la respiración que sólo se dan en los seres creados. Sin llegar a hablar de ‘la persona del
Espíritu Santo’, ya están hablando de una realidad divina a la que comienzan a llamar
‘el Espíritu Santo’.

La sabiduría, tan apreciada en Israel como en todo el antiguo oriente, no podía


quedar fuera de la órbita de acción del Espíritu de Dios. De la misma manera que otros
autores han dicho que la fuerza de los héroes y la palabra de los profetas tenía su origen
en la intervención del Espíritu de Dios, también los sabios han atribuido al Espíritu el
origen de la sabiduría. Sobre todo en el ámbito de la comunidad de Alejandría, donde se
daba un mayor contacto con los griegos, se ha proclamado que la sabiduría no es el
resultado de la reflexión humana, sino un don que Dios concede a los hombres por
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medio de su Espíritu. Esta fuerza divina hace participar de la sabiduría divina y de la


inmortalidad.

Las corrientes del Antiguo Testamento que se ocuparon del mesianismo también
hablaron de la fuerza del Espíritu Santo que actuaría en aquel que sería el encargado de
llevar a su pleno cumplimiento el plan de Dios sobre su pueblo. El Emmanuel que
regirá el pueblo de Dios con sabiduría y justicia, y el Siervo de Yahveh que hará
participar a todas las naciones en la salvación que había sido ofrecida en un principio
sólo a Israel, gozarán de una especial unción del Espíritu Santo para que puedan realizar
su tarea admirable.

El Nuevo Testamento anuncia que los últimos tiempos anunciados por los
profetas. En los evangelios sinópticos el Espíritu es el que produce la concepción de
Jesús, en quien tiene comienzo la nueva creación. El Espíritu también lo unge y conduce
a Jesús para que realice su tarea mesiánica según los modelos presentados por los
profetas del Antiguo Testamento.

Como teólogo del Espíritu Santo merece un lugar especial san Lucas, porque su
obra literaria – Evangelio y Hechos – está estructurada de acuerdo con la actuación del
Espíritu Santo desde los tiempos de Israel hasta los tiempos de la Iglesia. El Espíritu
iluminó a los profetas para que anunciaran los tiempos de la salvación, y especialmente
para que indicaran que esa salvación tenía que llegar a todas las naciones. El Espíritu es
el que desciende sobre la Virgen María para que Jesús sea engendrado, unge a Jesús y lo
envía para que anuncie la buena noticia a los pobres, que son todos los marginados,
entre ellos los odiados paganos. El Espíritu es el que desciende sobre la primera
comunidad y produce el milagro de las lenguas para que la buena noticia llegue a todos
los hombres. Es el Espíritu el que envía y conduce a Pablo a los gentiles e impulsa la
tarea de abrir la Iglesia a todos los hombres, sin distinción de origen. En una época de
titubeos y conflictos, Lucas muestra magistralmente cómo el Espíritu de Dios conduce a
la Iglesia para que se lance a horizontes desconocidos y nunca transitados hasta
entonces.

San Pablo ofrece su enseñanza sobre el Espíritu Santo desde la perspectiva de la


fuerza divina que resucitó a Jesús cuando lo sacó de entre los muertos e inauguró la
nueva creación en la humanidad glorificada del Señor. Es el Espíritu en el que se
sumergen los creyentes para ser una nueva creación y formar un solo cuerpo ‘en Cristo’.
El Espíritu Santo santifica a todos los hombres que se unen en Cristo y los hace
participar de la condición de hijos de Dios. El Espíritu realiza la nueva alianza
anunciada por los profetas, escrita sobre el corazón. Como norma de conducta que
desde el interior del corazón conduce y capacita para que los cristianos puedan actuar
libremente según la voluntad de Dios, el Espíritu es la Nueva Ley de la libertad. El
Espíritu distribuye dones y carismas entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo,
para que la comunidad cristiana actúe y se perfeccione. El Espíritu que resucitó a Jesús
y que es el mismo que está en los creyentes, es el que se presenta como una garantía de
la futura resurrección corporal para quienes se dejan vivificar por Él.

En la corriente de la tradición paulina se destaca la Carta a los Efesios como el


documento que proclama la igualdad de todos los cristianos, tanto los venidos del
judaísmo como los llegados del paganismo. Ante los conflictos que surgirían por los
que pretendían que los pertenecientes al antiguo tronco de Israel ocuparan un lugar de
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privilegio, dejando un segundo lugar a los paganos conversos, la Carta a los Efesios
muestra el antiguo sello de la circuncisión ha sido reemplazado por el sello del Espíritu,
que ha hecho entrar a todos los hombres en el pueblo de Dios, dando a todos los mismos
derechos y privilegios.

El Evangelio y la Primera Carta de san Juan presentan al Espíritu Santo como el


agente que produce la nueva generación. Este Espíritu Santo brota del cuerpo de Jesús
glorificado, así como brotaba el agua de la roca para que bebiera el sediento Israel en el
desierto. Por la fuerza del Espíritu el hombre es generado desde Dios, obteniendo la
vida eterna que no le corresponde por su condición natural. De esta forma los creyentes
se llaman y son hijos de Dios, caracterizados por una forma especial de vida y de
conducta. Merecen especial atención los trozos del evangelio de san Juan en los que el
Espíritu es llamado ‘Paráclito’. Con este título designa al Espíritu que Jesús glorificado
envía desde el Padre para que siga cumpliendo entre los discípulos aquellas funciones
que el mismo Jesús había realizado durante los días de su presencia visible en este
mundo. El evangelista, cuando describe las acciones que realizará el Paráclito, adopta
ciertas formas de expresión que lo hacen aparecer con características personales. Ante el
mundo, el Paráclito cumplirá funciones de carácter judicial, presentándole los
testimonios de que Jesús ha sido glorificado y acusándolo de estar en el error y en el
pecado por no aceptar a Jesús. Con los discípulos, el Paráclito actuará como maestro,
porque les enseñará lo referente a Jesús y les mostrará el sentido siempre actual de su
palabra en las cambiantes situaciones de la historia. Al mismo tiempo cumplirá
funciones de guía porque los acompañará en el camino avanzando hacia un
conocimiento cada vez más perfecto de la persona y las enseñanzas de Jesús.

Múltiples imágenes del Espíritu Santo. Distintas ilustraciones que responden a


diversas situaciones por las que ha atravesado el pueblo de Dios y en las cuales ha
experimentado la fuerza de Dios que conduce la historia hacia la consumación final. En
este final de siglo, el Papa Juan Pablo II convoca a la Iglesia entera a reflexionar y orar
de una manera especial sobre el Espíritu Santo para “descubrirlo como Aquel que
construye el Reino de Dios en el curso de la historia y prepara su plena manifestación en
Jesucristo, animando a los hombres en su corazón y haciendo germinar dentro de la
vivencia humana las semillas de la salvación definitiva que se dará al final de los
tiempos”.184

La proximidad del comienzo de un nuevo siglo ha sensibilizado de una manera


especial a los hombres sobre la idea de la renovación del mundo y de la humanidad.
Todos, aun los no creyentes, sienten añoranzas de ‘los cielos nuevos y la tierra nueva’
que Dios quiere crear con la fuerza de su Espíritu. Los cristianos son conscientes de que
llegará un día en que la Iglesia también se manifestará “santa e inmaculada” (Cf. Ef 5,
27) en todos sus miembros. Mientras tanto Los cristianos, que saben que no sólo deben
esperar ese día sino que además tienen la tarea de acelerarlo (cf. 2Pe 3, 12) deben
interrogar al Espíritu sobre la manera de cumplir su parte para que esa renovación se
haga presente.

El Espíritu Santo, el autor divino que inspiró las Escrituras ha enseñado con las
palabras de los autores humanos cuáles son sus caminos y cuál es su manera de actuar
en la historia. En todos los momentos ha mostrado que sus planes están mucho más allá

184
Juan Pablo II, Tertio Millenio Adveniente, IV 45.
74

que los proyectos humanos, y que para dejarse conducir por Él los hombres necesitan
una fidelidad y una audacia que sólo Dios puede dar. Iluminados por estas palabras los
cristianos podrán descubrir esos caminos y recibirán del mismo Espíritu la fidelidad y
prontitud para “no apagar el Espíritu”185 y dejarse conducir hacia la plena manifestación
del Reino de Dios.

185
Cf. 1Tes 5, 19.
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Índice

Introducción

I - El ‘espíritu’ en el Antiguo Testamento

1 – El vocabulario

2 – La obra del Espíritu de Dios


a) Los jueces
b) Los profetas
c) la renovación escatológica
d) La efusión sobre todos los hombres
e) Actuación especial del Espíritu en dos figuras mesiánicas

1 - El ‘Rey futuro’
2 - El ‘Siervo de Yahveh’

II – El Espíritu Santo en la tradición sinóptica

1 – Mateo y Marcos

El bautismo de Jesús
La fórmula bautismal de Mateo
Jesús actúa con la fuerza del Espíritu
El pecado contra el Espíritu Santo
El espíritu de profecía en los discípulos
La concepción de Jesús en Mateo

2 - La obra de Lucas

Situación de Lucas
Acción del Espíritu en la época de Israel
La concepción de Jesús
El bautismo de Juan y el bautismo de Jesús
El Espíritu Santo sobre Jesús
La predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret
El pecado contra el Espíritu Santo
La fuerza del Espíritu en los discípulos
El acontecimiento de Pentecostés
Jesús, el Señor del Espíritu
El Espíritu Santo y la apertura de la comunidad a los gentiles
El Espíritu Santo obrando en la comunidad

III – El Espíritu Santo en las cartas de San Pablo

1 - Las cartas auténticas de san Pablo

El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos


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Sumergidos en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo


Anticipo de la escatología
Lo que el Espíritu produce en el creyente

1 - Santificación
2 - La condición de hijos de Dios
3 - Desaparición de toda clase de diferencias
4 - Carismas y dones
Sabiduría
Distintas capacidades y actividades
Profecía
5 - La vida en el Espíritu
6 - La Ley que es el Espíritu
7 - La oración del cristiano
8 - La futura resurrección de los creyentes

2 - La Carta a los Efesios

IV – El Espíritu Santo en el Evangelio y Primera Carta de san Juan

El testimonio de Juan Bautista


El diálogo con Nicodemo
La proclamación en la fiesta de los Tabernáculos
La donación del Espíritu en ‘la hora de Jesús’
La entrega del Espíritu
El Espíritu Santo ‘Paráclito’
El título ‘Paráclito’
Primer texto: Jn 14, 15-17
Segundo texto: Jn 14, 25-26
Tercer texto: Jn 15, 26-27
Cuarto texto: Jn 16, 7-11

Conclusión

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