Vous êtes sur la page 1sur 4

Ficha N°3: Globalización Económica: dos caras de la moneda 26/07/18

La regulación del comercio mundial que posee como objetivo la facilitación de este por medio de la
eliminación de restricciones, fue un objetivo auspiciado desde antaño en plena II guerra mundial,
sin embargo, este propósito vino a materializarse recién en 1995 por el GATT a través de la creación
de la Organización Mundial de Comercio (OMC), como un órgano encargado de velar por la libertad
de los intereses internacionales (Diez de Velasco, 2006).

Dado que la OMC posee personalidad jurídica, esta puede concretar acuerdos internacionales y
cooperar, para lograr una mayor coherencia en la formulación de políticas económicas a escala
mundial con el Fondo Monetario Internacional y con el Banco Internacional de Reconstrucción y
Desarrollo y otros organismos (Diez de Velasco, 2006).

Dentro de su jurisdicción podemos establecer que posee “competencias en todas las materias
reguladas por el Acuerdo de Marrakech, además esta dotada de iniciativa propia y capacitada
funcionalmente de manera similar a la FMI y al Banco Mundial” (Diez de Velasco, 2006, pág. 441).
Así de igual forma, prevé a la conferencia ministerial, al consejo general, a los consejos sectoriales y
a la secretaria de la OMC. Cabe destacar que las medidas tomadas por la OMC pueden ser a través
de consensos o en caso de no poder llegar a un acuerdo, se establecen diversas mayorías destacadas
para materias específicas (Diez de Velasco, 2006).

De manera que, dentro de las primeras negociaciones multilaterales realizadas por la OMC se
encuentra la Ronda de Uruguay, donde se garantizó en materia económica, una mejora en los
intercambios comerciales -incluidos productos agrícolas-, la iniciación de liberalización en los
servicios y la aseguración de los derechos mínimos de propiedad intelectual. Ante esta última
moción, Brasil e India presentaron oposición, dado los excedentes de importación que obtendría
mayoritariamente EEUU, quien mantenía un doble estándar al defender el libre comercio externo y
por otro lado, custodiar radicalmente la protección de su mercado (Diez de Velasco, 2006).

En cuanto a acuerdos sobre agricultura, se establece el compromiso de todos los Estados Miembros
para disciplinar y controlar el comercio agrícola en conformidad con los principios básicos del GATT.
Sin embargo, se debe reconocer la influencia de EEUU en este consenso, dado que constantemente
presento mociones para que la UE acogiera un mayor control y reducción, tanto de las ayudas
internas como en exportaciones agrícolas. Pese a ello, muy por el contrario de lo esperado, EEUU
subvenciona mayormente la renta de los agricultores internos que la propia UE (Diez de Velasco,
2006).

Finalmente se desarrollan una serie de acuerdos en diferentes materiales, tales como textiles y
vestidos, comerciales plurilaterales, comercio de servicios y sobre los aspectos de los Derechos de
Propiedad Intelectual relacionado con el Comercio.

Dado el deseo de cometer más liberaciones en otros ámbitos, se da inicio a la Ronda del desarrollo,
dentro de las motivaciones que se pueden evidenciar, los países en desarrollo desean que la
liberación del comercio no sea un fin en si mismo, sino un medio para lograr bienestar en los pueblos
y desarrollo sostenible.

De manera que, lo que busca la OMC es regular y ser el Foro de discusión comercial entre los Estados
para mejorar el desarrollo del comercio internacional y de sus limitantes, como los problemas
sociales y el impacto ecológico del comercio exacerbado; y puntos a favor incluyendo la formación
de grandes bloques económicos regionales como muestra de la cooperación comercial y la
globalización que cada vez interconecta más a los Estados y permea la soberanía de estos lo que
produce una mayor cooperación e interdependencia para mejorar las relaciones multilaterales en
materia de comercio (Diez de Velasco, 2006).

Sin embargo, el problema es que estas instancias reflejan los intereses de los países industriales más
avanzados y se enfrentan a la oposición de los países en desarrollo. Estos últimos suelen ser
escépticos a las obligaciones multilaterales que puedan restringir sus políticas internas y los costos
asociados a los acuerdos comerciales, llevando incluso a las reuniones a fracasar en ámbito de
consenso (Stiglitz; Charlton, 2007).

“Los acuerdos deben consagrar la equidad tanto de iure como de facto, asegurándose que exista la
capacidad institucional para que los países en desarrollo accedan a los beneficios del comercio libre”
(Stiglitz; Charlton, 2007, pág. 34). Se les debe dar asistencia especial, dado que las reglas del
comercio les suelen traer costes altos para ajustarse a ellas. También debe darse atención al acceso
al mercado de los bienes producidos por países en desarrollo, junto con el fin de la protección sobre
ciertas industrias, promover la movilidad laboral y limitar las barreras no arancelarias (Stiglitz;
Charlton, 2007).

Lo anterior se ve reflejado en diversas instancias de deliberación internacional de la OMC, tales


como la Ronda Uruguay, la cual proyectó las mayores ganancias hacia los países desarrollados, unas
pocas en manos de los países en desarrollo y agravando la situación económica de los países más
pobres.

Las razones radican en que las reformas propuestas no se desarrollaron como se esperaba, se
sobreestimó la capacidad de liberalización de los mercados y se ignoró el costo de implementar los
acuerdos. Además, nuevamente el foco estaba en los intereses de los países desarrollados, donde
el acceso a los mercados se focalizó en las áreas que ellos consideraban prioritarias, siendo marginal
el interés en las áreas de agricultura y textiles, que son las de los países en desarrollo (Stiglitz;
Charlton, 2007)

En 1999 se reunió la OMC para nuevas negociaciones globales, en ella se evidenció una nueva
conciencia sobre la responsabilidad colectiva con los países en desarrollo y la necesidad de acción
conjunta a nivel global. Así, la declaración de Doha de 2002 afirmaba que el comercio internacional
podía ayudar a aliviar la pobreza y a aumentar el desarrollo económico para aumentar las
oportunidades de mejora de bienestar de los países en desarrollo (Stiglitz; Charlton, 2007).

Sin embargo, los temas para Doha, propuestos en la reunión de Singapur no eran de interés ni a
favor de los países en desarrollo, incluso algunos atentaban contra la soberanía nacional de dichos
países, algo injustificado, lo que motivó que llamarán públicamente a quitarlos de la agenda.

En 2003 el fracaso de la ronda minó las buenas intenciones entre países, en este ambiente los
miembros se juntaron en Cancún para evaluar como proseguir. Los países en desarrollo se unieron
y formaron un bloque de negociación. Los países desarrollados se negaron a ofrecer mayores
concesiones e intentaron poner otra vez temas de su interés; la reunión fue un rotundo fracaso
culpándose mutuamente de no llegar a acuerdo (Stiglitz; Charlton, 2007).
De manera que para comprender las transformaciones en las relaciones internacionales debemos
hacer el alcance de que la hegemonía de los Estados sobre la vida social internacional, en particular
bajo la presión de la globalización, supuso una forma diferente de concebir la soberanía popular,
debido -en parte- a la evolución del concepto de poder en la postmodernidad, donde de ser
percibido como una adquisición pasa a comprenderse en base a las relaciones sociales que involucra
su ejecución.

En consideración con lo anterior, se puede reconocer que, al funcionar el poder como una suerte de
relación entre Estados, se cuestiona la concepción de soberanía que se consolido en un pasado,
dado que se requiere de una “percepción más flexible y más tolerante (…), en consecuencia, con la
dinámica de evolución de las sociedades contemporáneas” (Chevallier, 2011, pág. 383), donde se
advierte una ciudadanía activa, que posea una real influencia en las estrategias colectivas.

De lo anterior, se percibe que los Estados de los países desarrollados utilizan un modelo de
disciplinamiento social, es decir articula el saber en relación con el poder, el cual se concibe como
lo que un grupo de gente comparte y define como verdad, estableciendo lo correcto de lo
incorrecto, lo relevante de lo irrelevante. Flexibilizando la soberanía de otros, pero no la propia
(Foucault, 1968)

Así a través del poder disciplinario se controla la voluntad y el pensamiento en un proceso llamado
normalización, el cual implica enumerar y controlar a los países para que cumplan un rol en el
ámbito internacional (Foucault, 2000). De manera que los saberes o discursos son frutos de
determinadas condiciones creadas por las prácticas sociales emanadas del lenguaje, el cual define
algo por su opuesto, es decir, a través de la anormalidad se establecen las relaciones de poder en la
sociedad, siendo la persona normal poderosa sobre la anormal (Foucault, 1968).

De manera que la dominación se perpetua gracias al ejercicio de poderes que se hayan presente en
todo el cuerpo social, los cuales son conocidos como micropoderes, es decir el poder no pasa por el
enfrentamiento entre dominantes y dominados, sino que se encuentra presente en cada parte del
entramado social, ejerciéndose de manera sutil en instituciones, espacios productivos,
organizaciones políticas, vínculos familiares y lazos íntimos (Foucault, 1996). Para definir ese
ambiguo sistema de relaciones entre el poder y la vida cotidiana, se crea el termino biopolítica,
donde el poder requiere el control del cuerpo del individuo, sosteniéndose en la producción de
saber y discursos, con el fin de generar sobre el cuerpo social un autocontrol, que pueda ejercerse
por sí mismo sobre sí (Foucault, 1977).

De manera que, la globalización económica ha generado que ciertos discursos sean más aceptados
que otros, estableciendo una relación de poder que privilegia a los países desarrollados ante la
perpetuación de sus intereses sobre los de los países en desarrollo y subdesarrollados, provocando:
desigualdad social; marginalización; monopolios; deficiente repartición de bienes; condiciones de
vida poco optimas y pobreza, muchas de las cuales se consagran formalmente por medio de los
acuerdos que se realizan a través de organizaciones internacionales tales como la OMC, como
también informalmente por los medios de comunicación, tecnología, cultura, entre otros. Así, tal
como decía Negri, la globalización posee dos caras.

Merry Hernández González


Bibliografía
Chevallier, J. (2011). El Estado Postmoderno . Colombia : Universidad Externado de Colombia .

Diez de Velasco, M. (2006). Las organizaciones internacionales . Madrid: Tecnos.

Foucault, M. (1968). La arqueología del saber . México : Siglo XXI.

Foucault, M. (1977). Historia de la sexualidad - Vol I: la voluntad del saber . México : Siglo XXI.

Foucault, M. (1996). Microfisica del poder. Madrid: Ediciones de la Piqueta .

Foucault, M. (2000). Defender a la sociedad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Stiglitz; Charlton. (2007). Comercio justo para todos. Barcelona : Taurus.

Vous aimerez peut-être aussi