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Tokio

Historia
La Historia de Tokio narra el crecimiento del centro urbano más grande de Japón. La parte
oriental de Tokio ocupa una importante área en la región de Kantō, que junto con la hoy en día
prefectura de Saitama, la ciudad de Kawasaki y la parte oriental de Yokohama conformaban la
antigua provincia de Musashi. Esta fue una de las provincias bajo el sistema ritsuryō

Un gran terremoto se produjo sobre Tokio en 1923, cobrándose la vida de


aproximadamente 70.000 personas. Más que el terremoto en sí, fueron los incendios
posteriores los que produjeron el mayor número de víctimas. Tras la tragedia se inició
un plan de reconstrucción que resultó demasiado costoso y no logró completarse.

A pesar de esto, la ciudad continuó su desarrollo hasta el comienzo de la Segunda


Guerra Mundial, conflicto en cual la ciudad fue bombardeada masivamente por las
fuerzas de EEUU, a consecuencia de los cuales entre 1940 y 1945 la población se vio
reducida a la mitad.

El general Douglas MacArthur, que dirigió la ocupación estadounidense de Japón tras


el final de la guerra, estableció su cuartel general en lo que es hoy el edificio Dai-Ichi
Seimei, con vista al palacio imperial.

Sobre las ruinas de la ciudad nacieron empresas como Sony, que en el transcurso de
una década habían progresado reflejando la prosperidad de la ciudad y del país en
general.

Después de finalizada la ocupación de la ciudad se realizaron los Juegos Olímpicos de


Tokio 1964.

Una de las mejores descripciones de los ambientes de la ciudad de Tokio los


encontramos en las obras del escritor japonés Nagai Kafū.

A pesar de la recesión de los años 1990, Tokio se ha convertido en una de las ciudades
más dinámicas del planeta. Posee una amplísima gama de actividad social y
económica. El boom de inversiones de finales de los 80 es probablemente el más
grande que se haya conocido en la historia y como resultado, Tokio posee en la
actualidad una cantidad de edificios modernos mucho mayor que la de Londres o
Ciudad de Nueva York.

El 20 de marzo de 1995 la ciudad fue foco de todos los medios internacionales tras el
atentado terrorista con gas nervioso Sarin del culto Aum Shinrikyo en el sistema de
trenes subterráneos de Tokio, en el cual 12 personas fueron muertas y miles afectadas.
Guerras en Tokio
Bombardeo de Tokio
El primer ataque aéreo sobre Tokio fue la Incursión Doolittle, así llamada por haber sido
organizada por el teniente-coronel James H. Doolittle. El 18 de abril de 1942 dieciséis
bombarderos B 25 Mitchell despegaron del portaaviones USS Hornet para atacar
objetivos en Yokohama, Tokio y otras ciudades japonesas para luego volar hacia campos
de aviación en China. La incursión no hizo ningún daño significativo a la capacidad de
guerra de Japón, pero supuso una importante victoria propagandística para los Estados
Unidos. Lanzado antes de tiempo, ninguno de los aviones alcanzó los campos de
aterrizaje designados, estrellándose o realizando aterrizajes de emergencia, excepto un
avión que aterrizó en la Unión Soviética, donde la tripulación fue internada (ya que el
gobierno soviético no apoyaba la operación). Dos tripulaciones fueron capturadas por el
ejército japonés.

Tokio arde tras el ataque de los B-29, 26 de mayo de 1945.

La ciudad de Tokio fue bombardeada en varias ocasiones por las Fuerzas Aéreas del
Ejército de los Estados Unidos durante la campaña del Pacífico de la Segunda Guerra
Mundial, sufriendo el bombardeo no-nuclear más destructivo de la historia. Después
de los primeros bombardeos, los norteamericanos centraron su estrategia en la
utilización de los superbombarderos Boeing B-29 para llevar a cabo los ataques sobre
Tokio y otras grandes urbes niponas. Los raids de los B-29 empezaron el 17 de
noviembre de 1944 y continuaron hasta el 15 de agosto de 1945, el día en que Japón
se rindió.
Industrialización

El modelo de crecimiento japonés se basó en tres factores: el apoyo estatal al proceso


de industrialización, una política de salarios bajos que favoreció la acumulación de
capital y la tendencia evidente a la innovación del empresariado. En muy poco tiempo
Japón pasó de ser un país de economía agraria a ser una potencia industrial.

El estado japonés apoyó este proceso a través de distintas iniciativas:

a) Fomento de industrias pesadas, de las minas, la construcción y las industrias


estratégicas, especialmente de armamento.
b) Transportes. Se prioriza el transporte marítimo sobre el ferrocarril, ya que la
estructura en islas del país y su compleja orografía lo hacían muy caro. Aun así, se irá
montando una red ferroviaria a partir de los años setenta.
c) Industria textil, primero de la lana, sustituida por el algodón aunque a un ritmo lento,
y destacando la industria textil sedera.
d) Explotación de Hokkaido con una colonización dirigida frente al expansionismo ruso
en la zona.
Plano de Tokio en 1888
Japón vivió un fuerte crecimiento demográfico paralelo al industrial. De 37 millones de
habitantes en 1880 se pasó a 50 millones en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Pero
el éxodo rural, necesario para nutrir de mano de obra la industria, no fue tan fácil ni
rápido como en Europa, ya que muchos campesinos japoneses fueron reacios a
abandonar sus tierras y pueblos para emprender una nueva vida en las ciudades con
trabajos nuevos.

Una vez en marcha el proceso de industrialización, impulsado por el estado, se pasó,


rápidamente, a una etapa de capitalismo financiero de grandes empresas. Japón fusionó
en muy poco espacio de tiempo las dos fases de la revolución industrial. A finales del
siglo XIX aparecieron los grandes oligopolios, como Mitsui, Mitsubishi, Yasuda y
Sumitomo.

Una característica de la industrialización japonesa fue el conocido como mimetismo


tecnológico. Japón emprendió un intenso proceso de imitación de Occidente. Hubo un
gigantesco esfuerzo por asimilar lo mejor de cada país. De Inglaterra aprendieron sobre
la navegación; de Francia les interesaron sus estructuras administrativas; en Alemania
adquirieron conocimientos militares y médicos y, por fin, de Estados Unidos, sus
innovadoras técnicas comerciales.

El estado japonés contrató a muchos profesores, sabios y técnicos occidentales. No se


escatimaron gastos a la hora de pagar buenos salarios a estos extranjeros ni para
fomentar la investigación en todos los campos científicos y tecnológicos.
Tecnología
En un mundo cada vez más globalizado, Japón mantiene muchas diferencias. Sus más
de doscientos años de total aislamiento durante el período Edo han dejado huella sin
duda en la homogeneidad de su sociedad, sus tradiciones firmemente arraigadas y su
cultura singular, claramente oriental, pero también con influencia occidental. En el país
nipón lo tradicional convive con lo más nuevo: los templos sintoístas y budistas con la
tecnología más avanzada; los estrictos rituales y normas sociales con la pasión por el
manga; los videojuegos y un sinfín de excentricidades –a los ojos del viajero– que
parecen escapar a un mundo de orden donde todo funciona a la perfección.

En Tokio la actividad se despliega alrededor de las diferentes estaciones centrales de


cada barrio. Sus amalgamas de rascacielos, edificios comerciales y neones conforman
los diferentes centros que integran en conjunto el área metropolitana de la capital
nipona, la mayor del mundo: Ginza, Shibuya, Shinjuku, Roppongi… Ciudad de ciudades.

La ruta comienza por Akihabara. Su traducción (“campo de las hojas de otoño”) no


puede contrastar más con la imagen de la zona, también conocida como Akihabara
Electric Town. Carteles luminosos, un enjambre de sonidos y actividad a cualquier
hora, más frenética al caer la noche. A pocos metros de la estación de tren se
encuentra la avenida principal, plagada de comercios de electrónica, anime y
videojuegos que se extienden también por algunas de las calles de alrededor,
ocupando edificios enteros.

La tecnología, omnipresente

A finales de verano uno de los lanzamientos más esperados era el de la nueva Canon
70D. Muchos curiosos y potenciales compradores se entretienen en la sección de
fotografía de Yodobashi Camera, una conocida cadena de tiendas especializadas en
tecnología. La novedad se paga y el último modelo, sustituto natural de la 60D, se sitúa
por encima en precio de la 7D, el modelo ya consolidado de gama superior. Muchos de
los vendedores apenas se desenvuelve hablando en inglés pero lo compensan con
amabilidad japonesa, enseñando las novedades que incorporan los últimos modelos. Si
se viaja con una idea fija, comprar una cámara en Japón puede ser una opción
interesante para ahorrarse un buen dinero cuando el tipo de cambio ayuda.

Cerca de estos grandes almacenes de tecnología se llega a un entramado de callejuelas


cubiertas con un techo bajo. Un mercadillo de electrónica para comprar todo tipo de
enchufes, piezas, cables y recambios. Una parada obligatoria si te has comprado algún
aparato y quieres encontrar a buen precio el adaptador para poder usarlo en Europa.

Girando un par de calles más, probablemente no sin perderse (en Japón se numeran
las manzanas, por lo que muchas calles no tienen nombre), se llega a un paraíso para
nostálgicos: Super Potato, una tienda donde encontrar todo lo relacionado con los
videojuegos de cualquier época. Y todas las consolas, desde las primeras a grandes
clásicos como la Super Nintendo, la Megadrive o la primera PlayStation. Como muchas
tiendas en Tokio, la tienda no está a pie de calle sino en una o varias plantas del
edificio, compartido con otros establecimientos, cafés o bares. Como si la ciudad no
fuese lo suficientemente extensa, crece también en vertical. Cerca de la entrada, un
grupo de chicas vestidas de colegialas invitan a los transeúntes a tomar algo en un
“maid café”.
En las principales calles comerciales de Ginza encuentran su sitio muchas de las
grandes firmas de la moda, pero también la flag ship store de Apple en Japón o el Sony
Building. Algunas de las avenidas del barrio tienen un aire de quinta avenida
neoyorkina. Se puede comer en una planta catorce, y tener la sensación de estar en
una planta baja cuando desde la ventana se ve a los edificios de alrededor continuar su
escalada hacia el cielo.

Junto a un cruce en una de las arterias principales del barrio se alza el edificio
Sony, showroom y tienda de la firma japonesa, uno de los gigantes de la electrónica de
consumo a nivel mundial. Un recorrido a lo largo de varias plantas sirve de exposición
de las últimas novedades de la marca y de próximos lanzamientos. Telefonía móvil,
imagen, videojuegos, fotografía, informática... En la primera planta la gente se
entretiene con los últimos modelos de smartphone, algunos de ellos entre los más
populares entre los japoneses junto con el último modelo del iPhone, uno de los
terminales más codiciados también en el país del sol naciente. Unas escaleras más
arriba un par de chicos juegan a la Play Station 3 con unas gafas especiales que les
permiten jugar una partida simultánea sin necesidad de dividir la pantalla. Todo para
ver, tocar, experimentar e informarse.

La innovación como motor económico

No muy lejos de allí, se encuentra la estación central de Tokio. Al anochecer la


actividad es frenética. Mientras uno trata de orientarse, miles de personas pasan a su
alrededor y se cruzan en un inmenso cruce de líneas. De aquí salen los
famosos Shinkansen, conocidos popularmente como los “trenes bala”. El país nipón
fue pionero en alta velocidad durante la segunda mitad del siglo XX. Cientos de trenes
recorren el país de Norte a Sur cada día a velocidades de hasta 300 kilómetros por
hora. Una media de más de cuatro cada hora conectan Tokio con Osaka, las dos
principales áreas metropolitanas de Japón, que suman una población de más de 50
millones de habitantes. Y todo ello con una puntualidad también de récord: en 2012 el
retraso medio a lo largo de todo el año fue de 36 segundos por tren.

Una nueva generación de trenes de alta velocidad magnéticos prevé alcanzar en ruta
los 500 kilómetros por hora. Las primeras pruebas fueron el pasado junio, pero en
2027 podría entrar en funcionamiento la primera línea comercial.

A tan solo 5 minutos a pie de allí se encuentra el Palacio Imperial, cuyos inmensos
jardines –casi tan extensos como medio Eixample barcelonés– son uno de los
numerosos pulmones verdes con los que cuenta la ciudad. Pasar del máximo ajetreo a
un parque con paz absoluta es muy fácil en Tokio. Uno puede estar rodeado de
rascacielos, tiendas de electrónica y demás y girar un par de esquinas y trasladarse a lo
que parecen las calles de un pueblecito tranquilo o acabar en el corazón de un bosque
de 700.000 metros cuadrados junto al santuario Meiji.

Shinjuku es otro de los centros más bulliciosos de Tokio, no muy lejos de esa gran zona
verde. Su estación cuenta con más de 200 salidas y por ella pasan cada día más de 3,5
millones de personas, lo que la convierte en la más transitada del mundo.

Eiko, una tokiota de 28 años, hace la prueba. Las recomendaciones de la máquina para
ella, mujer joven, son diferentes de los productos que propone a Adrián, un turista
español de la misma edad. Bebidas dietéticas, bebidas energéticas, agua, refrescos,
comida… La máquina recoge y segmenta la información de ventas para tratar de
adelantarse a las preferencias de los consumidores, o más aún, para tratar de guiarlas.

Los japoneses ya no parecen sorprenderse, quizás porque el tiempo escasea en su día


a día o quizás porque muchas de estas novedades se normalizan en Japón antes de
extenderse por el resto del globo. Se dice que la relación de los japoneses con la
tecnología es muy especial. El país es líder en el campo de la robótica. En investigación
e implementación, con una apuesta decidida. Con una población en retroceso, los
robots pueden verse como un aliado que ayude a la autosuficiencia de la economía
nipona.

La siguiente parada es en un lugar que no suele salir en las guías turísticas:


el showroom de Toto, una gran multinacional japonesa especializada en la fabricación
de baños. Una de sus innovaciones de mayor éxito fue la combinación de váter y bidé
que se puede encontrar por todas partes en Japón. Pero los baños pueden contar
también con muchas otras funciones que están al alcance de la mano, en una especie
de mando a distancia en la pared. Desde regular la presión del agua con la que
limpiarse hasta elegir la temperatura, poner el sonido de una cascada o un río para
ambientar y ‘facilitar’ la tarea. Recorriendo el showroom el visitante se pasea entre
váteres que levantan su tapa al detectar su presencia e innovaciones tecnológicas
menos anecdóticas y más relevantes como las que posibilitan el ahorro de agua o una
mejor limpieza.

La tecnología parece impregnarlo todo en Japón. Pero lo nuevo y lo viejo convive. Lo


nuevo tiene sentido allí donde ofrece una mejora relevante. De la mano de la
innovación. Cuando algo funciona con eficiencia no se cambia. Así, máquinas de última
generación conviven con otras mucho más viejas. Como las de muchos restaurantes en
los que el cliente, como si de una máquina de tabaco se tratase, introduce unas
monedas y selecciona el menú entre 10 o 20 opciones, recoge su tícket y es conducido
a una mesa mientras en cocina preparan su comida. Pensado para aquellos que a
mediodía no se pueden permitir perder mucho tiempo. Llegar, pagar, sentarse, comer
e irse. La barrera idiomática puede provocar, por momentos, la sensación de que todo
lo que al viajero le resulta sorprendente podría serlo aún más. Es fácil sentirse
totalmente perdido, pero la extrema amabilidad de los japoneses hace que esto pocas
veces suponga un problema.

Después de esa visita, siguiendo el camino por las calles de Shinjuku es fácil llegar
rodeado de rascacielos a las torres del ayuntamiento, el Metropolitan Goverment
Building. En la última planta de ambos edificios –en la torre norte y en la torre sur- un
mirador gratuito permite contemplar desde las alturas la infinita capital japonesa que
no parece no tener fin.

La ciudad nunca se apaga

De Shinjuku a Shibuya, otras de las ‘ciudades’ que forman Tokio se puede llegar
cogiendo la línea Yamanote del metro, que ostenta el récord de ser la más viajeros
mueve al día en el mundo. Según algunos cálculos, solo esta línea circular que recorre
los centros neurálgicos de la ciudad mueve a diario tantas o más personas como todo
el metro de Nueva York en su conjunto. En el andén los japoneses esperan
pacientemente haciendo cola en los puntos donde se señala que estarán las entradas a
los vagones cuando se detengan los larguísimos trenes.
En Shibuya, ya al caer la noche, con su famoso paso de peatones en múltiples
direcciones, es un auténtico hormiguero de gente. También coronado con neones y
rótulos de las tiendas, conforma otro de los principales núcleos comerciales de la
ciudad. Cada pocos minutos, miles de personas esperan a que el semáforo se ponga
nuevamente en verde para cruzar. El movimiento es continuo.

La determinación de los japoneses en el trabajo y una apuesta decidida por el


desarrollo tecnológico hicieron posible el milagro económico japonés. La alianza entre
su cultura de trabajo y aprendizaje, la tecnología y la apuesta por la innovación sería
una apuesta acertada que llega hasta nuestros días. Desde la industria de la
electrónica, a la de la fotografía o los videojuegos, pasando por la del automóvil. Sony,
Toshiba, Panasonic, Nikon, Canon, Olympus, Nintendo, Sega, Mitsubishi, Toyota… Una
lista de decenas de empresas que son referentes a nivel mundial.

Ni la llamada década pérdida de la economía japonesa (1990-2000), ni la crisis global,


ni el auge de las potencias emergentes han relegado al país nipón de su papel como
uno de los líderes económicos y tecnológicos del planeta. Es fácil comprobarlo al
recorrer las calles de Tokio.

Akihabara
Aunque durante los últimos años el sector se ha ido des localizando, Akihabara o, como
se le llama cariñosamente, Akiba, sigue siendo el barrio sinónimo de la electrónica y la
tecnología.

Akihabara es el mejor barrio de Tokio para comprar las últimas novedades en cámaras
digitales, videojuegos, reproductores de música y demás gadgets tecnológicos.

Akihabara Tienda de fotografía y electrónica en Akihabara

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