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Textos: Leire Iriarte, 2017


Infografías y portada: Oscar Larrañeta

Creative Commons Atribución-No comercial-


Compartir Igual (CC-BY-NC-SA)

ISBN: 978-84-697-7832-6

Disponible en: TransitándoNos, www.transitandonos.org


Las paradojas
No por andar más rápido, llegaremos antes
No por querer llegar lejos, iremos a donde queremos
No por ser ambiciosos, perderemos el rumbo
No por vagar, dejaremos que vuele el tiempo
No por soñar, nos pasará la vida
No por ser observadores, renunciaremos a ser protagonistas
No por amar, seremos más vulnerables
Desnudos, curiosos, a veces cerca, otras en espera ansiosa o ansiada
Unas veces más perdidos y otras más encontrados
Y al final, como al principio, amor

Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos


Pablo Neruda
Agradecimientos

Gracias a todas las personas que la vida me ha puesto por delante,


tanto a aquellas de las que he aprendido por las malas como a las que
han querido enseñarme por las buenas. A todas ellas, por ayudarme a
ser quien soy. Y a ti, por darle una oportunidad a este texto.

Unas palabras especiales de cariño para David Barba, Carmen Itamad


Cremades, Cristina García Cachón, Lucía García Sidera, Muskilda
Lareki, Oscar Larrañeta, Ignacio Prieto, Anabel Rodríguez, Maria
Luisa Toribio, y Marta Venegas por ayudar a que versiones anteriores
de este texto mejorasen.
Contenido

Palabras previas……………………………………… 1
Parte primera: Reflexiones sobre el reto social……… 9
I.1 Una radiografía social………………………... 15
I.1.1 El entorno: ¿Dónde estamos? …………... 17
I.1.2 Conductas: ¿Cómo? ¿Qué dinámicas lo
sustentan? ……………………………………. 23
I.1.3 Aptitudes y actitudes ¿con qué facultades
y con qué comportamientos? ………………… 30
I.1.4 Valores y Sistemas de Creencias, ¿por
qué y para qué? …………………….………… 36
I.1.5 Identidad: ¿Quién?………….………….. 46
I.2. Altermundismos: construyendo alternativas… 48
I.3 El gran reto: Shangri – La o la tierra de las
personas felices…………………………………... 57
I.4 El cambio interior como semilla para el cam-
bio social……………..……….……………... 64
I.5 Motivos para la esperanza….………………… 74
Parte Segunda: Herramientas para la acción……… 79
II.1 Crecimiento interior……………………… 87
II.2 Coherencia relacional………………….….. 99
II.3 Solidaridad colectiva………..….………….. 104
Epílogo……………………………………………… 107
Referencias…………………………………………... 109
Palabras previas

El primer acuerdo de los propuestos por Miguel Ruiz (1998) en


su libro Los Cuatro Acuerdos es “Sé impecable con tus palabras”.
Probablemente, esta recomendación nace del profundo conoci-
miento de que nuestro verbo es un reflejo de nuestro pensamiento.
Siguiendo este principio de la sabiduría tolteca, este ensayo quiere
hacer una reflexión breve y concisa sobre el gran reto humano del
siglo XXI.
En estas líneas se hilvanan retales de conocimientos de muy di-
versas disciplinas de las ciencias sociales y exactas con el ánimo
de sintetizar, conectar y difundir conceptos que generalmente se
abordan de forma estanca. Estos trozos, al juntarse, adquieren una
cualidad carente al estar separados: conforman una manta que nos
abriga. Esta filarmónica cuenta con una única partitura, pero mu-
chos instrumentos para abrir el campo de nuestras posibilidades.
Perdóname si algunas exposiciones no alcanzan el grado de pro-
fundidad y pulcritud que merecen. Perdóname también por las ge-
neralizaciones y simplificaciones derivadas de querer acercarme a
un público con diversos pasados y presentes.
Con esta reflexión quiero compartir mis preguntas y respuestas,
lo que he aprendido en mi camino, por si puede resultarte útil en el
tuyo. Mi visión, como la de cualquiera, es una forma subjetiva más
de acercarse a la realidad. Aquí recojo lo que me susurran mi ex-
periencia e intuición y te invito a que filtres estas palabras a través
de tu propia experiencia. No te creas lo que te digo, compruébalo.
Todo esto nace de aproximarme a distintos mundismos (es decir,
todas las personas, organizaciones y movimientos trabajando bajo
las corrientes predominantes de pensamiento), altermundismos
(entendidos como el amplio abanico de personas, organizaciones y
movimientos que intentan frenar las consecuencias negativas de los

1
mundismos y aquellos que proponen modelos alternativos) y mo-
vimientos de desarrollo personal, aderezados con mi experiencia
vital. He tenido la oportunidad de recorrer rincones de varios con-
tinentes y en casi todos los sitios encuentro sonrisas espontáneas,
naturales, que no suelo ver en la Vieja Europa, donde percibo a la
gente envuelta en un halo de tristeza e irascibilidad, sin alegría.
Gracias a este acercamiento han surgido preguntas para las que no
he encontrado respuestas y respuestas que no obedecían a pregun-
tas. Esta paradoja avivó mi curiosidad y me abrió las puertas a in-
teresarme por entender las sociedades modernas y comprender las
causas de sus desafíos.
Llegó un momento en mi vida en el que no me servía culpabi-
lizar ni a los políticos ni a los mercados neoliberales y los consejos
de administración de grandes transnacionales de los males del
mundo. Tampoco me servían las respuestas altermundistas y per-
cibía cierta desconexión con lo social por parte de las personas par-
ticipando en los movimientos de desarrollo personal. Me llamó es-
pecialmente la atención la cantidad de energía que muchas perso-
nas quieren poner a disposición del Bien Común y no saben cómo
hacerlo a la vez que otras quedan atrapadas en la suerte de cierto
elitismo de desarrollo personal.
No comprendía cómo habíamos generado y naturalizado un sis-
tema relacional en el que para que unos ganen otros tienen que
perder. Entendí que los sistemas abstractos, como los mercados
económicos, no habían nacido de la nada, sino que eran una deci-
sión humana. Me pregunté: si no nos respetamos a nosotros mis-
mos, ¿cómo vamos a hacer que alguien, como las personas detrás
de los mercados, nos respeten?
Cuestionar y trascender la culpa me abrió las puertas para
afrontar un análisis relacional profundo en el que perdió validez la
separación entre buenos y malos. Entendí la ley del karma: todas
las acciones tienen unos efectos que no son necesariamente buenos
o malos, sino que son simplemente las consecuencias derivadas de
unas acciones y unas intenciones subyacentes (ver, por ejemplo,
Wikipedia, 2017a).

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Me senté delante del mundo y observé. Intenté dejar de lado mis
prejuicios y el silencio proactivo se tornó elocuente. Cuestioné lo
que sabía y ofrecí una oportunidad a lo que no sabía, a lo descono-
cido. Percibí un malestar generalizado y un vacío abismal en mu-
chos corazones. Si alguien nos estuviese mirando por un agujerito
(imagínate que alguien nos mirase desde el espacio con un telesco-
pio, por ejemplo), ¿qué pensaría de nosotros? ¿entendería nuestro
sufrimiento? ¿y nuestras guerras? ¿entendería el daño ambiental y
los desequilibrios sociales que hemos generado?
Comenzaron a resonarme las palabras de Claudio Naranjo
(2000) (una de las 100 personas más influyentes mundialmente en
el mundo espiritual en 2016 según Watkins): “merece especial
atención la hipótesis de que los males de la sociedad sean resultado
y amplificación de nuestra incapacidad (apenas reconocida) de
mantener relaciones sanas”. Desde aquí, comencé a intuir que la
forma de ser de las personas tenía algo que ver en este laberinto en
el que vivimos. Las preguntas se fueron aclarando, ¿cuál es el ver-
dadero problema? ¿los desequilibrios ambientales? ¿las injusticias
sociales? ¿acaso no será nuestro malestar profundo?
En contraposición con las reflexiones generalizadas, superficia-
les y tecnofílicas sobre los males del mundo, centradas en analizar
las consecuencias sin profundizar en las causas y que marginan el
plano humanista subyacente, esta reflexión propone una aproxima-
ción desde la unidad e interrelacionalidad a la comprensión de las
sociedades occidentales modernas. Se aborda además de por qué
el para qué.
Desde aquí se conjugan la razón y el corazón con la ciencia y
la consciencia para alcanzar ese equilibrio en el que se encuentra
la virtud. Partimos de la premisa de que hay leyes universales ca-
paces de explicar todo, el macrocosmos y el microcosmos; las per-
sonas y sus sistemas relacionales. Todo es parte de lo mismo aun-
que cuanto más nos centramos en las formas más alejadas nos pa-
recen unas cosas de otras. Tan solo tenemos que aprender a utilizar
los instrumentos correctos para interpretar cada una de las escalas.

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Nos hemos acostumbrado a confinar el conocimiento sin abor-
darlo relacionalmente y con perspectiva, lo que nos aboca a des-
contextualizarlo y condenarlo a la deriva, a apuntar a un no lugar,
arrebatándole su esencia. Este ensayo propone un análisis desde la
sencillez profunda, que da la bienvenida a toda pluralidad. Se de-
fiende que desde esta sencillez seremos capaces de formular las
preguntas que estamos buscando y encontrar las respuestas que
merecen. Así es, las preguntas son al menos igual de poderosas que
las respuestas. No estamos solos, son muchos, como por ejemplo
el Dalai Lama (2016), los que abogan por buscar nuevas respuestas
para solucionar la crisis ambiental y los conflictos violentos que
nos enfrentan en el siglo XXI. Por ello, desde aquí se quiere poner
el foco en el cómo y para qué a expensas del qué y el por qué.
El título escogido para este manuscrito tiene truco. Probable-
mente recuerdes la trilogía Matrix. En este largometraje se pre-
senta un mundo virtual para ocultar la verdad. En la película “Neo
descubre que el mundo en el que creía vivir no es más que una
simulación virtual a la que se encuentra conectado mediante un ca-
ble enchufado en su cerebro. Los miles de millones de personas
que viven (conectadas) a su alrededor, están siendo cultivadas del
mismo modo para poder dar energía a las máquinas. Esta ilusión
colectiva (o simulación interactiva) es conocida como Matrix. En
esta Matrix la humanidad se encuentra esclavizada por las máqui-
nas” (Wikipedia, 2017b).
¿Y si nuestra sociedad fuese una gran Matrix? ¿Si estuviésemos
alimentando una sofisticada maquinaria que no se dirigiera a nin-
gún sitio? ¿Y si esta confusión en cuanto al destino también nos
limitara el disfrute del viaje? ¿Y si esta Matrix, ávida de energía, y
temerosa de ser cuestionada, nos atrapara en su telaraña? ¿Y si Ma-
trix fuésemos nosotros?
Estas líneas van de personas. Te invito a un viaje lejano, sin
movernos a ninguna parte, porque el lugar más exótico al que po-
demos acceder es aquel que cuestiona lo aprendido y ofrece aten-
ción a lo desconocido. Se trata de un viaje al interior de nosotros
mismos para re-conectarnos, re-conocernos, dar con las preguntas

4
y encontrar todas las respuestas que no hallamos fuera. Ese sitio
está aquí y es ahora.
La mirada curiosa al mundo que aquí se propone es probable-
mente muy comparable a la que tendría El Principito si hiciese este
análisis. Por ello, el texto está escrito a dos tiempos y al comienzo
de cada sección se ha inmiscuido este niño, tan curioso e inquieto
como maduro. Se le ofrece voz, con sus palabras, o en sus silen-
cios.
Transitando la Matrix cuenta entre sus ingredientes con el prin-
cipio taoísta del yin-yang (Wikipedia, 2017c), “que describe las
dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se en-
cuentran en todas las cosas. Según esta idea, cada ser, objeto o pen-
samiento posee un complemento del que depende para su existen-
cia y que a su vez existe dentro de él mismo. De esto se deduce que
nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en
una continua transformación. Además, cualquier idea puede ser
vista como su contraria si se la mira desde otro punto de vista”.

Figura 1: El yin-yang para la transición

Por ello, estas páginas ofrecen primero una reflexión activa y


posteriormente formulan una serie de herramientas para la acción
reflexiva ya que ambas facetas son dos partes indisolubles e igual
de necesarias para salir de la Matrix. Estas páginas quieren inspirar
una reflexión más compasiva, sistémica, integradora y profunda
sobre los retos del siglo XXI que la ofrecida por defecto en esta

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sociedad del ruido, las prisas y el (des)conocimiento y catalizar una
acción, más eficaz y coordinada entre todas las personas que quie-
ren vivir vidas más plenas y hacer de este mundo un lugar más
amable. Esta reflexión es un lugar de encuentro, un comienzo para
tender puentes que faciliten el acercamiento de los movimientos
de despertar de la consciencia involucrados con el desarrollo per-
sonal y las personas comprometidas con un mundo mejor posible,
independientemente de la clasificación mundista o altermundista
en el plano de la forma. En definitiva, Transitando la Matrix, se
dirige a todas las personas que quieren ver florecer el mundo. Para
abordar esta lectura se requiere tiempo, serenidad y silencio men-
tal.
Aunque haya fuerzas poderosas que intenten mantener el status
quo, encontramos cada vez más personas que independientemente
de su origen, cultura, religión, género, edad o condición econó-
mica, están cuestionando y abandonando de forma pacífica la iner-
cia. A estas personas no les sirve la solución por defecto del para-
digma predominante y están labrando y sembrando, mediante la
maduración de su estado consciencial, un camino de sabiduría y
compasión. Estos tránsitos individuales serán mucho más podero-
sos si los elevamos a colectivos y generamos círculos virtuosos
entre ambos planos. En caso de no incluir esta sabiduría y compa-
sión en los movimientos mundistas y altermundistas, difícilmente
encontraremos nuevas respuestas y probablemente sigamos enre-
dados en las mismas preguntas, que apunta a temas superficiales
cómplices de nuestro malestar.
Este horizonte, aunque todavía solo es referencia para una mi-
noría, tiene un gran poder transformador ya que se aleja de las vi-
siones rupturistas de víctimas y verdugos a las que tan acostum-
brados estamos en el plano político y económico en nuestra Matrix,
para apuntar hacia una forma madura de entender la vida que puede
inspirar y liderar la metamorfosis de muchas personas.
En general tenemos dos grandes mecanismos de aprendizaje:
por las malas, en el que tras hacer lo mismo una y otra vez (quien
dice hacer dice pensar, decir, o no hacer), comprendemos que ese
no es el camino o por las buenas, en el que tenemos una motivación

6
para cambiar nuestra acción por defecto. Podemos esperar a llenar
el vaso de nuestro sufrimiento o iniciar el camino para aprender
por las buenas, en poner un faro, llamado felicidad, que guíe nues-
tras vidas que nos conduzca por el sendero de vivir una vida de
bienestar profundo, una vida que merezca ser vivida, ¿lo intenta-
mos?

***

Este ensayo ha procurado usar un lenguaje inclusivo y ha utili-


zado el género neutro para incluir a todas las personas.

7
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Parte primera: Reflexiones sobre el reto social
Tu vida, ¿merece la pena ser vivida? - preguntó, atónito, El
Principito.
¿Por qué no contempláis las flores y los amaneceres? ¿Dónde
quedaron vuestras sonrisas? ¿Por qué no giráis con el mundo y
disfrutáis de ese sencillo placer?
¿Qué le pedís a la vida? ¿Por qué no sois felices?
Y se hizo el silencio

En las últimas décadas el ser humano ha sido el protagonista


indiscutible del planeta tierra por su despliegue y colonización.
Por un lado, como especie, en tan sólo el siglo XX, hemos con-
seguido triplicar la población sobre el planeta, pasando de 1.650
millones en el año 1900 a 6.070 millones en el año 2000 (Wikipe-
dia, 2017d). Por otro lado, hemos duplicado la esperanza de vida
al nacer, desde 31 años en el año 1900 a 67,2 años en el año 2000
(Wikipedia, 2017e). Esta expansión no tiene precedentes en nues-
tra historia y pone de manifiesto la capacidad regenerativa de nues-
tra especie con todo lo que ello supone. No obstante, el siglo XX
también ha sido protagonista de los naufragios de utopías, como la
comunista.
Nuestra expansión ha estado aparejada a un vertiginoso despe-
gue material y una tecnología arrolladora. No obstante, este pro-
greso material ha sido posible a expensas de deuda tanto social
como ambiental. Utilizamos los recursos a un ritmo superior al que
pueden regenerarse y los distribuimos de tal manera que sólo una
parte de la población mundial accede a ellos. Vencedores y venci-
dos. Además, este despliegue y el modelo de vida en el que basa-
mos nuestra existencia ha generado una serie de daños colaterales
entre nosotros mismos y con el planeta.
Una de las paradojas más llamativas de nuestro desarrollo es
que, aunque durante el siglo XX hayamos conquistado grandes

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progresos materiales, no hemos asociado estos progresos a nuestro
progreso integral y a una mejora de la calidad de vida, como han
apuntado distintas voces, entre otras la del Papa Francisco (2015).
El siglo XXI ha nacido con una complejización de la tecnología y
de la organización social, pero no hay una evolución y maduración
psicológica acorde (Jara, 2013).
En efecto, a pesar de que durante el siglo XX la humanidad se
haya esforzado con ahínco en el despliegue material ofrecido por
el progreso tecnológico, este despegue de la economía no nos per-
mite vivir mejor. Por ejemplo, en países como Estados Unidos o
Japón la renta ha incrementado sustancialmente durante los últi-
mos 50 años pero este aumento del poder adquisitivo no se ha tra-
ducido en una mayor felicidad de la población (Ansa Eceiza,
2008). Vivimos en una sociedad de un falso bienestar.
Pero, ¿qué es la felicidad? Se trata de un concepto ambiguo y
multidimensional y puede responder a muy distintas percepciones.
Más allá de la aproximación hedonista, basada en un concepto in-
dividualista que proviene de maximizar el placer, alcanzar objeti-
vos y minimizar los malos momentos, hay otras aproximaciones
que abordan este concepto desde una perspectiva más profunda y
menos volátil. La felicidad duradera o eudemónica está basada en
actividades significativas dirigidas a alcanzar la perfección que re-
presenta la realización del verdadero potencial de cada persona y
está más orientada al nivel relacional. En el libro “The How of
Happiness” (El cómo de la felicidad), Sonja Lyubomirsky (2011)
describe la felicidad como “la experiencia de la alegría, el conten-
tamiento o el bienestar positivo, combinado con el sentido de que
la vida de uno es buena, significativa y valiosa”. Borja Vilaseca
(2011) lo explica con claridad: “la auténtica felicidad, aunque no
es posible describirla con palabras, podría definirse como la ausen-
cia de lucha, conflicto y sufrimiento internos. Por eso se dice que
somos felices cuando nos aceptamos tal como somos y –desde un
punto de vista emocional– sentimos que no nos falta de nada”. En
este texto, cuando hablamos de bienestar profundo o felicidad nos
referimos a la segunda acepción, a la aproximación eudemónica.

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Así, nuestra humanidad, este teatro de la vida, es como una gran
tienda o escenario: muestra un escaparate con estilizados modelos
y guarda sus males en la trastienda. A nuestro escaparate no le falta
de nada y nuestros modelos sonríen, pero sabemos que es un bie-
nestar postizo. A pesar de lo impresionante del escaparate, hay
algo que no acaba de encajar. En la trastienda domina el caos con
un poco de todo y huele a rancio, síntoma de que no está bien ven-
tilada. Hay varios montones con cajas que recogen un sinfín de
problemas ambientales y sociales: pobreza en los denominados
países en desarrollo, crisis económica y desempleo en los países
desarrollados, y crecimiento económico como el motor de desarro-
llo en ambos casos. También encontramos contaminación por aquí,
cambio climático por allá, agotamiento de recursos en algunas eti-
quetas. No se adivina el fin de la trastienda.
En el camino de nuestro progreso nos hemos olvidado de nues-
tras raíces, de nuestra conexión con la naturaleza y de la solidari-
dad intergeneracional haciendo que la herencia a nuestras futuras
generaciones sea una casa poco habitable y unas costumbres bas-
tantes insanas. Estamos acostumbrados a oír hablar sobre la conta-
minación ambiental pero menos sobre la contaminación social, que
llena de malestar a gran parte de la población. Esta falta de sensi-
bilidad tanto con el pasado como con el futuro es solo una muestra
de nuestro abandono del presente.
Probablemente una de las razones subyacentes que explican
esta paradoja del crecimiento infeliz es que parece que hemos com-
prado nuestra ética en un bazar chino (sin desmerecer los produc-
tos chinos, probablemente coincidirás conmigo en que su calidad
suele ser dudosa). Nos olvidamos de nuestra ética, ya de por sí en-
deble y somos capaces de colgarle el cartel de rebajas si los mer-
cados lo exigen. Distintas voces como el Dalai Lama (1999) o el
Papa Francisco (2015), también han llamado la atención sobre la
falta una ética social sólida. En las sociedades occidentales hemos
renunciado a las religiones como referencia vital pero no hemos
sustituido los valores que éstas ofrecen por un sistema de valores

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seculares que guíen nuestras vidas. Además, son escasos los intere-
ses para que la sociedad civil y sus individuos cultiven unos valo-
res sólidos que les sirvan de guía.
Hemos llegado a un punto de sofisticación del absurdo. Nos es-
forzamos por refinar la tercera derivada de un determinado ele-
mento como tecnología más avanzada, experiencias más exclusi-
vas, viajes más exóticos o economía financiera sin preguntarnos
por el elemento en sí. Esto hace que nuestra perspectiva queda to-
talmente descontextualizada y desvirtuada. ¿Para qué los mercados
financieros? En este camino, cada vez nos hacemos más depen-
dientes de las múltiples derivadas, desconectándonos más de nues-
tra verdadera naturaleza. Cuanta más atención ponemos en las va-
caciones del verano, más nos alejamos de nosotros mismos. Nos
olvidamos de para qué hacemos las cosas.
Todo, o casi todo, se ha transformado en líquido. Éste es el tér-
mino que ha utilizado Zygmunt Bauman (Wikipedia, 2017f) para
definir la provisionalidad, precariedad y efimeridad de la sociedad
moderna así como la falta de compromiso mutuo.
¿Tiene rumbo nuestra sociedad? Esta vida, ¿no es una oportu-
nidad para ser felices? De acuerdo a la edición de 2017 del Informe
Mundial de la Felicidad (Helliwell et al., 2017), la felicidad media
de las personas del planeta es 5,31 (en una escala de 10), es decir,
un aprobado justo, aunque existe una gran variabilidad geográfica
y entre capas dentro de la misma población. Desde el año 2013
Naciones Unidas (2017) celebra el 20 de Marzo como el día Mun-
dial de la Felicidad, ¿reservamos la fecha?
Parece que la humanidad se enfrenta a la crisis de los 40, a una
búsqueda identitaria que le dé razón de ser a su vida. ¿Para qué
tanta expansión material si no incrementamos nuestros niveles de
felicidad? ¿Para qué tanto desarrollo económico si no sabemos a
dónde vamos? ¿Cuáles son los verdaderos desafíos que enfrenta el
siglo XXI? ¿Será el desarrollo sostenible? ¿Asegura el desarrollo
sostenible el bienestar de las personas? ¿Promueve el desarrollo
sostenible que podamos ser felices? ¿Debiéramos cuestionar si
nuestra carta de navegación pudiera proporcionar los elementos

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para que creásemos las circunstancias para que todas las personas
podamos ser felices?
Probablemente sea una amalgama de razones las que empañan
nuestra falta de propósito. Entre ellas, seguramente encontraremos
la herencia recibida por democracias jóvenes que atesoran siglos
de historia basados en el deber, el miedo, el sufrimiento, el castigo,
la vergüenza y la culpa; la represión emocional frente a la supre-
macía racional; la tecnofilia; la complejización, compartimenta-
ción y especialización del conocimiento (que no de la sabiduría),
1
la rapidización y la promoción de una sociedad individualista de
consumo, construida sobre valores materiales extrínsecos.
Las cosmovisiones predominantes en occidente se basan en
proyectarnos hacia el exterior, bajo una visión dualista del mundo.
Buscamos en el mundo de ahí fuera, en los otros y en las cosas, el
éxito social, la realización, el amor, la seguridad y la paz, asu-
miendo que es algo que necesitamos y que nosotros mismos no
podemos proporcionarnos. Intentamos que algo o alguien llene
nuestros vacíos, alivie nuestras carencias y disipe nuestros miedos.
Cuanto más nos esforzamos en buscar fuera lo que no nos atreve-
mos a indagar dentro, más nos desconectamos de nosotros mismos,
más grandes son nuestros abismos.
Nuestra tensión interna no es inocua. Esta tensión, este sufri-
miento, son proyectados al exterior de forma más o menos cons-
ciente. La sociedad en la que vivimos es un reflejo de las personas
que somos. Así, la contaminación ambiental y social son simple-
mente reflejos en el plano de la forma de nuestro malestar interior.
Con palabras claras, la hipótesis que aquí se defiende es que los
males de nuestro mundo son un reflejo de los males de nuestra
alma.
Si aspiramos a un cambio sostenido y de calado no podremos
intervenir sobre las consecuencias colaterales que genera nuestra
expansión y, por tanto, nuestra contaminación, sin profundizar en

1
Término utilizado en la encíclica del Papa Francisco (2015) Laudato Si
para referirse al rápido desarrollo de la sociedad.

13
sus causas. Gandhi sostenía que “ojo por ojo, todos ciegos” mien-
tras que Albert Einstein formuló que “no podemos resolver un pro-
blema desde el mismo nivel de comprensión en el que lo creamos”.
Por ello, desde aquí se abre una invitación a interesarnos por y
atender a nuestro sufrimiento, más o menos consciente, como me-
dicina para aliviar los males del mundo y vivir bien, ser felices.

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I.1 Una radiografía social

Lo importante no lo ven tus ojos, lo siente tu corazón – Fueron


sus primeras palabras.
¿Quién eres? – Preguntó una voz anónima
Yo soy tú – Respondió El Principito

La sociedad en la que vivimos es un reflejo de las personas que


somos y hemos sido, de la historia, las dinámicas y las inercias que
hemos recibido y que vamos arrastrando. Cada uno de nosotros
vivimos nuestras vidas de acuerdo a nuestros valores y creencias,
que sustentan nuestras conductas, y proyectamos tanto estos valo-
res y creencias así como sus implicaciones a nivel social, a pesar
de que en la mayoría de las ocasiones no somos capaces de perci-
birlo.
Nuestros valores y creencias están fuertemente condicionados
por el medio que nos rodea. Así es, por muy autónomos que nos
creamos, el agregado social retroalimenta nuestras creencias y va-
lores, y así se cierra el círculo entre individuos y sociedades. No
somos indiferentes a los estímulos sociales porque se nos cuelan a
nivel subconsciente. Es a este nivel en el que procesamos la mayor
parte de la información que recibimos. De esta manera creemos
que nuestras creencias son muy nuestras cuando, en realidad, pue-
den estar fuertemente condicionadas por el medio. El agregado de
nuestras proyecciones es el pulso de la sociedad. Las personas so-
mos a la sociedad como los cruces de hilo en una tela. Estamos
estrechamente unidos y somos, indiscutiblemente, parte del resto
de las personas y el resto de las personas son, indudablemente,
parte de nosotros mismos. Bajo esta perspectiva, la sociedad es un
continuum de individuos interconectados. Nuestros subconscien-
tes, invisibles y difícilmente accesibles, son los que conforman el
subconsciente social, la Matrix, sutil y escurridiza.
A pesar de nuestra innegable interconexión, esta sociedad eri-
gida sobre valores individualistas se esfuerza en hacernos creer que
las personas estamos muy alejadas las unas de las otras. Nuestras

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sociedades occidentales exaltan con furor al individuo como la uni-
dad material humana básica y aislada, olvidando los lazos de
unión, de comunidad, entre todas las personas.

Figura 2: La interconexión de individuos y el plano colectivo

Todas las personas albergamos una combinación de distintas


fuerzas. Podemos emanar amor y su energía contraria, que es el
miedo, así como ira, tristeza, alegría y otras muchas emociones se-
cundarias. El agregado de estas fuerzas es lo que vemos en nuestras
sociedades, aunque haya zonas en las que pueda predominar la
concentración de una u otra fuerza.
Por tanto, queramos o no, “somos copartícipes y corresponsa-
bles” (Vilaseca, 2016) de lo que pasa ahí fuera, aunque estemos
acostumbrados a achacar la culpa de los males del mundo a alguien
externo como los gobiernos, las instituciones, las élites, las manos
negras y las trasnacionales. Estas personas, ¿no son una represen-
tación de nosotros mismos? Nos han inculcado y hemos hecho pro-
pia la máxima de que hay víctimas y verdugos cuando, en realidad,
somos víctimas y verdugos de nosotros mismos.
En nuestra radiografía social abordaremos las causas avan-
zando de lo más tangible a lo más sutil, teniendo presente la teoría

16
del todo, de la unidad, y utilizando la jerarquía de cuestiones pro-
puesta en la siguiente figura. Proponemos interesarnos por la pro-
blemática social mediante un análisis relacional que no se con-
forma con discutir las consecuencias más evidentes y burdas, sino
que aspira a profundizar en las causas últimas más sutiles. Nos
aventuramos en la parte sumergida de nuestro témpano de hielo.
En el fondo, nuestra tienda, tanto el escaparate como la trastienda,
es una representación de nosotros mismos. ¿Por qué no vivimos
bien? ¿Por qué no somos felices? ¿Por qué permitimos las injusti-
cias sociales? ¿Por qué nos estamos cargando el planeta?

Figura 3: La jerarquía de la profundidad

I.1.1 El entorno: ¿Dónde estamos?

Hemos logrado domesticar muchos procesos naturales y nues-


tra inteligencia ha puesto a nuestros pies grandes avances tecnoló-
gicos. Vamos a la luna, nos acercamos a otros rincones del uni-
verso, nos comunicamos instantáneamente desde todos los rinco-
nes del mundo y podemos acceder a cualquier rincón del planeta.
Hemos descubierto galaxias lejanas, curas a enfermedades, la cien-
cia occidental va dando la razón a la sabiduría oriental y muchas
personas son conscientes de todo lo que nos queda por descubrir.
Incluso en algunos países, se ha desarrollado la bautizada como

17
sociedad del bienestar, aunque en realidad se respire un profundo
malestar. Más aún, algunas personas disfrutamos de opciones de
educación, sanidad, seguridad, libertad y desarrollo personal.
Todo esto hace que en muchas de las sociedades desarrolladas
y las élites de los países en vías de desarrollo y las clases altas de
las economías emergentes, podamos satisfacer nuestras necesida-
des de supervivencia, y podamos disponer de cierto tiempo y ener-
gía para alimentar aspiraciones más elevadas que las meramente
reproductivas. Sin lugar a dudas, esto supone que la humanidad es
capaz de grandes conquistas, pero ¿a qué precio?
Tanto los logros sociales como sus daños colaterales son los
dos sentidos de una misma dirección que evidencia nuestra duali-
dad y que genera esas paradojas frente a las cuales nos hemos in-
munizado pero sobre las que merece la pena llamar la atención. Por
citar algunas:
o Aunque producimos alimentos suficientes para cubrir las
necesidades a todas las personas (World Hunger Education
Service, 2016), 793 millones de personas sufren de hambre
crónica (FAO, 2017) y 650 millones son obesas (OMS,
2017a).
o A nivel global, gastamos mucho más dinero en publicidad
2
(más de 500 billones de dólares americanos en 2015 ) que
en Ayuda Oficial al Desarrollo (143 billones de dólares
americanos en 2016 por parte de los países miembros del
Comité de Asistencia de Desarrollo de la OCDE, (2017)).
o Desde 2015, el 1% más rico de la población mundial posee
más riqueza, en términos económicos, que el resto del pla-
neta y 8 hombres poseen ya la misma riqueza que 3.600 mi-
llones de personas (Intermon Oxfam, 2017), es decir, la mi-
tad de la población mundial.

2
El dato varía entre fuentes. Consultar, por ejemplo, Statista (2017) y
CNBC (2017)

18
Es sabido que estamos viviendo muy por encima de nuestras
posibilidades ecológicas, como lo demuestran nuestra huella eco-
lógica y la alteración de las dinámicas naturales que estamos pro-
duciendo. La huella ecológica del planeta, ese concepto que ya no
llena titulares y que se refiere a la demanda humana de los recursos
existentes en los ecosistemas del planeta, es de 1,6 planetas (WWF,
2017). Es decir, además del planeta que ya tenemos necesitamos
0,6 planetas más para cubrir nuestras necesidades. Grandes civili-
zaciones han caído porque, entre otros factores, no han sabido ha-
cer un uso razonable de sus recursos naturales (Infobae, 2016) y
nada indica que nosotros podamos ser la excepción. No nos deten-
dremos en este aspecto ya que hay mucho escrito sobre los proble-
mas ambientales debidos a la acción de la humanidad (ver, por
ejemplo, Prats, Herrero y Torrego (2017)).
En el plano más social, también nos hemos expandido a base de
succionar de ciertos colectivos hacia otros. Hablamos de pobreza
y exclusión ya no solo en países en desarrollo sino en el corazón
de las sociedades desarrolladas. Hemos generado grandes inefi-
ciencias sociales y mucho malestar, debido a la forma en que nos
relacionamos entre nosotros mismos.
A día de hoy en las sociedades occidentales, más allá de funda-
mentar nuestra vida en el consumo ya no de objetos, sino de sím-
bolos, como han analizado autores como Jean Baudrillard (Wiki-
pedia, 2017g), hemos reconvertido al consumidor en producto,
como apuntan Zygmunt Bauman (Wikipedia, 2017f) y Erich
Fromm (Wikipedia, 2017h). “No sólo consumimos para satisfacer
necesidades, sino para ser aceptados, encontrar el sentido y la sa-
tisfacción” (Narberhaus et al., 2011). Hemos naturalizado esta di-
námica y somos consumidores pasivos, acomodados y demandan-
tes, con muy poca vinculación con las cadenas de producción.
Además, el capitalismo ha transgredido las fronteras materiales y
está colonizando el campo de lo cognitivo, de nuestras vidas más
íntimas, a través, por ejemplo, de políticas agresivas como las que
se pueden observar en muchas redes sociales que quieren capturar
a sus usuarios.

19
En el centro de estas dinámicas que promocionan el malestar
sutil está la colonización del pensamiento de masas, introduciendo
una hegemonía intelectual basada en leyes contrarias a los princi-
pios de la vida. Así es como la sociedad que va deprisa a ninguna
parte arrasa todo lo que tiene por delante, olvidándose del bienestar
profundo de las personas, del cultivo de su felicidad y generando
una lucha de víctimas contra víctimas. En este sentido, podemos
resumir y conceptualizar la sociedad en distintos grupos:
a. Abandonados, los que sufren y mueren por causas antropo-
génicas, como muchos suicidios y muertes por contamina-
ción, aunque este hecho quede silenciado en los medios.
Cerca de 800.000 personas se suicidan anualmente y mu-
chas más lo intentan (OMS, 2017b), mientras que se estima
que en 2012 murieron 12,6 millones de personas por vivir y
trabajar en ambientes insalubres, lo que supone casi el 25 %
de las muertes totales (OMS 2017c y 2017d).
b. Excluidos, en este grupo podemos incluir a la gente que he-
mos dejado fuera de la posibilidad de acceder a los recursos
materiales para cubrir las necesidades básicas/mínimas que
les permitan asegurar las condiciones para ser felices. Dis-
tintos estudios apuntan que una vez alcanzado un nivel de
cobertura de las necesidades materiales mínimas, el incre-
mento de la felicidad no está asociado al nivel de ingresos
(ver, por ejemplo, Seligman (2003); Marcellesi (2011)). En
efecto, en estudios sobre economía y felicidad se ha com-
probado que a partir de unos 15.000 dólares americanos per-
cápita (esta cifra varía según los autores: ver, por ejemplo,
Marcellesi (2011); Ansa Eceiza (2008); Seligman (2003))
los aumentos de renta no implican incrementos significati-
vos en la satisfacción o felicidad media. Que el dinero no
proporciona la felicidad se sabe, aunque no se aplique, desde
tiempos inmemoriales. Alejandro Magno, por ejemplo, an-
tes de morir solicitó que los tesoros que había conquistado
(plata, oro, piedras preciosas, etc.) fueran esparcidos por el

20
camino hasta su tumba para que las personas pudieran apre-
ciar que los bienes materiales de la vida terrenal se quedan
en ella.
No es objetivo de esta reflexión hacer un análisis pro-
fundo del estado de la pobreza material en el mundo. A
modo ilustrativo, indicar que más del 10% de la población
mundial mayoritariamente localizada en países en vías de
desarrollo vive por debajo de la línea roja de la pobreza, con
ingresos inferiores a 1.9 dólares americanos por día (Banco
Mundial, 2017a). Más aún, en 2012 el 22 % de la población
de los países denominados desarrollados (equivalente a 300
millones de personas) estaban viviendo en pobreza relativa
(OIT, 2016). Es decir, a través de nuestros sistemas relacio-
nales se condiciona la vida de muchas personas, y quedan
excluidas de tener la oportunidad de ser felices.
Para tener un orden de magnitud, el Producto Interior
Bruto (PIB) per capita a precios actuales en 2015 fue de
10.112 dólares americanos (Banco Mundial, 2017b) con di-
ferencias sobresalientes entre naciones y también dentro de
las distintas capas sociales de la misma nación. Esta cifra no
está muy alejada de los 15.000 dólares americanos per capita
anuales requeridos para cubrir nuestras necesidades mate-
riales básicas, umbral a partir del cual podemos desarrollar
una vida plena. A pesar de lo simplificado de esta compara-
tiva, ya que no se cuestiona, entre otros aspectos, cómo se
genera el PIB, nos permite apuntar a que si distribuyésemos
los recursos de otra forma, todos estaríamos más cerca de
poder cubrir nuestras necesidades materiales sin condicio-
nar el desarrollo de nuestra felicidad. Esta comparativa no
quiere llevarte a pensar que debamos extrapolar el modelo
de desarrollo consumista occidental al resto de pueblos. No,
por muchos motivos; entre ellos que cuanto más nos con-
centramos en el consumo, más nos desconectamos de nues-
tro ser interior y, además, debemos respetar unos Límites del
Planeta (ver, por ejemplo, Rockström et al. (2009) que nos
impiden utilizar los recursos al ritmo que lo hacemos. Más

21
bien, invita a explorar la idea de que otra redistribución de
recursos permitiría que todas las personas pudiésemos tener
la oportunidad de ser felices. Como decía Gandhi: “En la
tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos,
pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos”.
c. Los Confundidos, esa gran masa social visiblemente insatis-
fecha con la vida. Estos confundidos son los que abarrotan
la zona de confort en el teatro de la vida. La zona de confort
no significa que estemos bien, confortables, sino que esta-
mos acomodados y, aunque suframos, no queremos cam-
biar. Esta ciudadanía gris, como la describe Borja Vilaseca
(2011), “se caracteriza por llevar una existencia alienada,
monótona y gris, en la que nos sentimos seguros, pero no
satisfechos. Y puesto que nuestro nivel de malestar es infe-
rior a nuestro miedo al cambio, solemos acomodarnos y re-
signarnos”. Además del miedo que el cambio pueda susci-
tarnos, también tenemos pocas expectativas de éxito en
nuestros cambios. La vocecita que nos repite: las cosas son
como son y no podemos cambiarlas, se ha instalado en nues-
tras cabezas. En nuestras valoraciones subconscientes, con-
sideramos que mantener lo que tenemos tiene menos coste
que cambiar.
Esta confusión genera múltiples impactos como la falta
de ilusión y motivación e incluso enfermedades como el es-
trés y la depresión. Se calcula que 300 millones de personas
a nivel global sufren depresión, aproximadamente el 4 % de
la población mundial (OMS, 2017d). Evidentemente, estas
enfermedades pueden atender a muy diversas causas, pero
es indiscutible que existen factores ambientales potenciado-
res directamente asociados a las exigencias y demandas de
la Matrix, como son el engranaje laboral.
d. Los Liberados, o “Neos” un grupo todavía minoritario pero
creciente que está rompiendo sus lazos con la Matrix y ha
suscrito un sistema de valores éticos, respetuosos y alinea-
dos con la vida y es coherente con él. Se trata de personas

22
que, con mayor madurez consciencial, se sienten interde-
pendientes y se orientan al Bien Común, en base a un sis-
tema de valores interiores no materialistas. Algunos de ellos
pasan inadvertidos en las masas, otros se alejan a lugares
remotos, algunos de ellos participan en reivindicaciones so-
ciales y otros no.

I.1.2 Conductas: ¿Cómo? ¿Qué dinámicas lo sustentan?

Hemos visto que los mecanismos de organización social han


sido capaces de proporcionar una gran cantidad de beneficios para
una mayoría y, al mismo tiempo, han dejado de lado también a una
mayoría, que no vive bien, sumergida en un gran malestar.
Nuestras conductas se basan en la dualidad, en la separación.
Por ejemplo: entendemos que hay un sistema económico desligado
del ecológico, o un sistema productivo independiente del repro-
ductivo. Este despiece de la vida, esta dualidad, probablemente
atienda a múltiples razones como la facilidad que encontramos al
tratar los temas separadamente frente al esfuerzo que implica abor-
dar la vida de forma holística. La separación y análisis por partes
puede conducirnos al precipicio porque, al no poder contextualizar
los elementos, perdemos la perspectiva.
En el plano económico, por ejemplo, hemos disociado la oferta
(empresas que producen, distribuyen o comercializan determina-
dos productos o servicios) y la demanda (los usuarios consumido-
res). Al estar disociados, el objetivo de la oferta es perpetuarse y
maximizar sus beneficios, para lo que hace lo que haga falta hacer:
crear necesidades totalmente accesorias, sofisticar el marketing,
expandir los mercados, etc. Esta organización en la que se disocia
oferta y demanda es altamente ineficiente ya que se duplican, tri-
plican o multiplican al infinito estructuras organizativas para ofer-
tar productos y servicios que, en muchos casos, resultan totalmente
innecesarios o son exactamente iguales. Como en todo, hay excep-

23
ciones, como algunas las propuestas que se hacen desde los mer-
cados sociales, mediante las que se intentan acercar productores y
consumidores.
¿Por qué la demanda no madura, se organiza y asume mayor
protagonismo en la oferta? ¿Por qué la oferta no prioriza el cubrir
las necesidades que proporcionasen mayor bienestar profundo a la
demanda? ¿Qué necesitamos para fomentar una economía más hu-
manista, que pusiese en el centro a las personas?
También resulta sorprendente nuestra relación con el dinero.
Hemos revertido el concepto y potencialidad del dinero. Éste, que
podría ser una expresión de nuestra inteligencia para relacionarnos,
lo hemos confundido con el fin. El dinero está concebido para in-
tercambiar bienes y servicios, y no para imponer y manipular es-
tructuras de poder que permiten condicionar la vida de personas.
Son bellas las palabras de Charles Eisenstein (2011): “el dinero es
potencial humano desnudo – energía creativa que todavía no ha
sido vestida con construcciones materiales o sociales”. Aunque en
el acervo popular se diga que el dinero no da la felicidad, muchas
personas condicionan sus vidas por un ánimo lucrativo. Las rela-
ciones insanas con el dinero están fuertemente enraizadas en el
subconsciente colectivo. El dinero, como indica Jara (2013), “lo
que pretende es cubrir nuestra natural necesidad de libertad, auto-
nomía y suficiencia”. ¿Por qué y para qué acumulamos sin límites?
¿Qué miedos nos acechan para temer que no vamos a cubrir nues-
tras necesidades cuando éstas se generen? ¿Cuáles son las creen-
cias que sustentan este comportamiento?
Nuestras conductas nos regalan sorprendentes paradojas:
a. Anteposición del subsistema económico al ecológico. Prio-
rizamos el crecimiento económico a los límites del planeta,
los límites de la vida. Más allá de los problemas ambienta-
les ya conocidos, es menor la difusión e incidencia sobre
los puntos de no retorno que puede generar nuestra disocia-
ción y abandono del medio ambiente. Llegará un día en el
que la tala de un árbol más en la Amazonía haga caer el
ecosistema entero. Hay procesos, como la deforestación de
ecosistemas, que no son lineales, es decir, que no puedes

24
hacer que el bosque vaya despareciendo y los ciclos que lo
sustentan (la biodiversidad o los ciclos hídricos), decrezcan
proporcionalmente. En otras palabras, deforestar la mitad
de la Amazonía no significa que los ciclos vitales que la
sustentan se reduzcan a la mitad. El último árbol de la Ama-
zonía puede estar mucho más cerca de las fronteras agríco-
las que de sus rincones inexplorados.
Todavía hay muchas cosas que la ciencia nos tiene que
descubrir, y ante este desconocimiento, resulta bastante ig-
norante, arrogante y negligente nuestra actitud para con el
planeta que no respeta los límites que no conoce.
b. Anteposición de los modelos abstractos artificiales a las per-
sonas. Utilizando como narrativa la defensa del Bien Co-
mún, la promoción y mantenimiento de la sociedad del bie-
nestar, hemos deshumanizado la vida, haciendo que millo-
nes de personas sufran los daños colaterales de la expansión
de la especie mediante modelos abstractos artificiales, como
el capitalismo, el neoliberalismo o los mercados que prome-
ten el bienestar para una mayoría. En el fondo, son modelos
en los que nadie sale beneficiado. Las personas expuestas a
los daños colaterales sufren directamente los impactos, las
élites que los dirigen, en su conjunto, no son necesariamente
más felices y la supuesta mayoría a la que benefician está
sumergida en un profundo malestar. Como hemos dicho, es-
tos modelos abstractos artificiales están sustentados por per-
sonas con nombres y apellidos.
A este respecto, la dinámica del Mercado de Trabajo es
probablemente una de las más perversas. Resulta muy elo-
cuente leer por segunda vez Mercado de Trabajo, un lugar
donde las personas se exponen para ser útiles a las necesi-
dades laborales del sistema. Hemos sido capaces de crear,
de forma artificial, un mercado de trabajo que excluye a per-
sonas del sistema. Con este artificio generamos escasez y
lucha, en el que es más importante el sistema que las perso-
nas. Aún más grave quizá es crear empleos remunerados que
mantienen a las personas en la exclusión y pobreza mientras

25
alimentan la Matrix. Es decir, en vez de distribuir las tareas
que debemos realizar entre las personas que somos, utiliza-
mos como excusa las necesidades del sistema, haciendo que
sólo sean válidas un determinado número de personas con
ciertos perfiles. Por si fuese poco, el sistema generalizado
de organización se basa en las necesidades del sistema, no
en las necesidades de las personas, asociado a la distribución
piramidal de responsabilidades y su consiguiente distribu-
ción de salarios. Esto genera graves perjuicios, no sólo a las
personas excluidas directamente, sino a toda la sociedad.
Probablemente esta sea una de las motivaciones de los mo-
vimientos en favor de la Renta Básica Universal con sus dis-
tintas versiones y contextos.
Las personas marginalizadas por este sistema difícil-
mente van a poder cubrir sus necesidades materiales y van a
ver dañada su autoestima. ¿En qué cabeza cabe que haya
personas que no sean útiles para el sistema? ¿Es más impor-
tante el sistema que las personas?
c. Anteposición del crecimiento a los límites sociales y ambien-
tales. Más allá de no respetar los límites ambientales en
nuestro desarrollo, tampoco respetamos los límites sociales.
El sistema monetario internacional y el dinero son inventos
que no están respaldados por ningún bien físico. Al desligar
el mundo virtual de los mercados financieros (cuyo volumen
es varias veces superior al de la economía real) de la realidad
material, hemos conseguido sofisticar y enmascarar una di-
námica sin sentido y perversa que, si aunque bien es cierto
que proporciona dinero y poder a unos pocos, perjudica a
una mayoría.
Generamos el dinero en base a deuda. El dinero hace
tiempo que dejó de estar respaldado por bienes físicos, como
el oro. A mi esto me dejó perpleja cuando lo conocí y supe
que no iba a remediar la situación metiéndola debajo de la
alfombra y mirando a otro lado. Solo podremos trascender
esta situación con verdad y con amor. La mayor parte del
dinero, por muy sorprendente que parezca, se genera cuando

26
vamos a los bancos y pedimos un crédito (ver, por ejemplo,
El Blog Salmon (2016)). Se nos ha ido de las manos: en
2016, la deuda global contraída por empresas, hogares y go-
biernos superó los 217 billones de dólares (siendo la deuda
pública de unos 60 billones de dólares americanos (The Glo-
bal Debt Clock, 2017) y superando a día de hoy los 70 bi-
llones de dólares americanos (World Debt Clock (2017)),
equivalente al 327% del Producto Interior Bruto mundial (El
País, 2017). Teniendo en cuenta que en 2016 éramos en el
planeta 7400 millones de personas (Wikipedia (2017i), esto
equivale a una deuda per cápita de unos 29.300 dólares ame-
ricanos. Por pertenecer a la ciudadanía global tenemos este
regalito, pero ¿quién debe qué a quién?
Al contrario de cualquier otro organismo vivo que no
puede desarrollarse en base a deuda, las personas podemos
contraer deudas, especialmente monetarias, que nos permi-
ten adquirir bienes o servicios en el presente bajo la premisa
de devolver este dinero en el futuro, con un interés de por
medio, claro. En vez de utilizar este mecanismo como ex-
presión de nuestra inteligencia y libertad, lo hemos perver-
tido de forma insana para convertirlo en un mecanismo de
control social. Una vez que contraes una deuda económica,
debes generar dinero para sufragarla y así puedes quedar fá-
cilmente atrapado en los tentáculos del molino del creci-
miento infeliz. Generalmente, a través del trabajo remune-
rado, vamos generando los ingresos que nos permiten ir
afrontando nuestra deuda y generalmente este trabajo no nos
satisface. Nos estamos haciendo un flaco favor al utilizar el
dinero como telarañas que nos limitan en vez de trampolines
que nos impulsen.
d. Anteposición del desarrollo sostenible al bienestar profundo,
a la felicidad. Aunque, como hemos visto durante las pasa-
das décadas, el desarrollo material nos ha permitido una
gran expansión, llega un momento en el que el desarrollo
material no está asociado a mayores niveles de felicidad. Sin
embargo, la gran mayoría de países, independientemente de

27
su condición de desarrollados, de las economías emergentes
o de los países en vías de desarrollo, siguen aferrados al con-
cepto de crecimiento económico como razón de ser del desa-
rrollo social. ¿Para qué crecer? ¿Cómo crecer?
El sentido común nos dice que madurar significa trans-
formarse y que crecer por crecer no tiene ninguna razón de
ser, ¿te imaginas un bebé de 30 años? Es necesario un es-
fuerzo de resignificación de los conceptos de crecimiento y
progreso, ya que el crecimiento económico y el desarrollo
sostenible no suponen sinónimos de mejora ni progreso.
También sabemos que las leyes naturales dictan que todo
lo que crece detiene en algún momento su crecimiento y de-
cae: personas, civilizaciones, animales, plantas, organismos,
células, estrellas, galaxias, etc. Podríamos anticiparnos a la
catástrofe a la que nos aboca el crecimiento per se, porque
disponemos de evidencias científicas y juicio suficiente para
verlo con claridad, y centrarnos en generar bienestar, opor-
tunidades de felicidad para todas las personas. A día de hoy,
el falso bienestar de las sociedades occidentales está funda-
mentado en la capacidad de acceso a bienes materiales. He-
mos hecho nuestra una dinámica obscena de consumo, ya no
material, sino simbólico, para realizarnos como personas. Y,
para poder consumir, debemos generar los recursos que nos
permiten gastar. Esto en muchas ocasiones nos aboca a rea-
lizar actividades profesionales remuneradas que no nos sa-
tisfacen e incluso nos generan sentimientos negativos. Para
aliviar el malestar interior que nos genera esta trampa, desa-
rrollamos distintos mecanismos de compensación, válvulas
de escape, como consumir más. Así quedamos atrapados en
la telaraña de la sociedad de consumo.
Sin embargo, el concepto de felicidad, de auténtico bie-
nestar, todavía no se ha puesto de moda en la esfera pública,
aunque existen esfuerzos internacionales (Wikipedia, 2017j;
NESI Forum, 2017), más o menos incipientes, reivindi-
cando que el progreso de las naciones debiera hacerse en
función a su felicidad, no en base a su Producto Interior

28
Bruto. Incluso hay países, como Bután, que lo llevan apli-
cando desde hace décadas, y otros como Japón, Corea del
Sur y más recientemente Brasil, (Excelsior, 2012) que han
introducido el derecho a la felicidad en sus constituciones.
Hasta la OCDE (2016) llama la atención sobre el bienestar.
Pero estos casos todavía son marginales.
La falta de rumbo social es el caldo de cultivo perfecto para
distorsionar medios y fines, generar confusión y desorientarnos. Al
anteponer partes del sistema sobre el sistema en su conjunto, he-
mos perdido de vista en nuestro radar la necesidad de respetarnos
y cuidarnos entre nosotros, la necesidad de cultivar nuestra felici-
dad auténtica. Nuestro modelo social de mercantilización de la
vida está basado en el sálvese quien pueda y en modelos de éxito
personal o estatus, individualistas, meritocráticos, estandarizados
y globalizados basados en la seguridad de pertenecer al grupo, de-
pendientes del juicio de los demás y anclados a la materialidad, a
la tenencia y acceso a bienes. Esto ha sido bautizado por Erich
Fromm como la patología de la normalidad. Creemos que lo que
la sociedad considera normal es lo bueno y lo correcto para cada
uno de nosotros, por más que vaya en contra de nuestra verdadera
naturaleza. Esta enfermedad se alimenta de un modelo de éxito de
cuyas redes es difícil salir, justificándose los sinsentidos que pone-
mos en práctica para poder triunfar.
¿A quién responsabilizamos (que no culpabilizamos) de este
maremágnum? Resulta tentador achacar la problemática ecosocial
descrita anteriormente a la política, el capitalismo neoliberal, los
mercados, las transnacionales o el modelo social basado en el con-
sumo. Podemos usar a cualquiera de estos entes para poner la res-
ponsabilidad fuera de nosotros mismos. Estos mundismos son sis-
temas y organismos antropógenos, es decir, creados por personas.
Por tanto, son las personas las que los defienden o los luchan, las
que los perpetúan o los abandonan. ¿Podría resultarnos más enri-
quecedor conocer y entender a las personas que hay detrás de estas
conductas en vez de confrontarnos con dichos entes? ¿Por qué no
nos interesamos por conocer a las personas que alimentan estos

29
mecanismos? ¿Nos sumergimos en entender las creencias y moti-
vaciones de estas personas?

I.1.3 Aptitudes y actitudes ¿con qué facultades y con qué compor-


tamientos?

Para comprender los entes abstractos y los sistemas relacionales


es necesario acercarse a las personas que los sostienen mediante su
consentimiento, alimentación, lucha o abandono. No podemos en-
tender nuestras creaciones sin entendernos a nosotros mismos. Es-
tas creaciones no son algo indisoluble de nuestra esencia, son, sim-
plemente, nuestras proyecciones.
Partimos de la premisa de que las personas siempre buscan la
mejor manera de vivir y resolver sus circunstancias, independien-
temente de las circunstancias en sí y de las capacidades y habilida-
des disponibles para afrontarlas. Por tanto, desde esta perspectiva,
no nos sirve contentarnos con criticar las consecuencias negativas
producidas por nuestros actos (que también engloban el no acto),
sino que vamos a intentar comprender por qué, hasta ahora, éstas
formas han sido las mejores que hemos encontrado para afrontar
nuestras circunstancias.
Desafortunadamente, este texto tampoco es un manual de psi-
cología ni un libro de autoayuda, así que proponemos una aproxi-
mación simplificada para adentrarnos en la condición humana. In-
dicar que las personas nacemos con cierto temperamento (impreso
en nuestra carga genética) y que a través de distintas experiencias
lo convertimos en un determinado carácter. En este camino, vamos
condicionando (adaptando) nuestras emociones que en principio
son naturales. Mucho de nuestro aprendizaje viene por modelado
de lo que vamos viviendo y mantenemos lo que aprendemos de
acuerdo a su funcionalidad, es decir, lo que nos sirve para algo. En
definitiva, hay una parte de nosotros mismos que la traemos al na-
cer y otra que vamos forjando, aprendiendo a través de nuestro en-
torno y experiencia.

30
A pesar de que en las sociedades individuales modernas las per-
sonas tendemos a reconocernos con una personalidad única y muy
diferenciada del resto de personas basada en elementos muy super-
fluos como el género, la clase social, la apariencia, los gustos, etc.,
¿es tanto lo que nos diferencia?
Hay muchas maneras de acercarse a la condición humana y en-
tender nuestra forma de comportarnos de acuerdo a nuestros valo-
res, creencias y conceptos identitarios que vienen fuertemente con-
dicionados por el entorno, por la sociedad. Aunque dentro de la
psicología haya muchas corrientes para estudiar y definir a las per-
sonas, desde aquí se presta especial atención a la aproximación por
arquetipos o patrones principales de personalidad.
Por su universalidad y completitud, vamos a usar el eneagrama.
Se trata de “una figura geométrica que representa los nueve tipos
de personalidad fundamentales de la naturaleza humana y sus com-
plejas interrelaciones. Es una descripción de la psicología moderna
basada en la sabiduría espiritual de muchas tradiciones antiguas
diferentes. Cada tipo de personalidad cuenta con su propio modelo
mental, es decir, una lente a partir de la que filtramos la realidad
objetiva de forma subjetiva. Este esqueleto psicológico también
determina qué nos mueve a ser como somos y a hacer lo que hace-
mos; cuáles son nuestros principales rasgos de carácter, incluyendo
nuestros defectos y cualidades; qué deseamos y de qué tenemos
miedo; e incluso cuál es la piedra emocional con la que tropezamos
una y otra vez a lo largo de nuestra vida” (Riso y Hudson, 1998).
Cada persona puede identificarse con uno de los nueve tipos
principales (ver Figura 4), aunque alberguemos rasgos de otros ti-
pos. Esto no quiere decir que toda la complejidad de una persona
quede reducida a uno de los nueve tipos de personalidad. Más bien,
esta aproximación apunta a que los rasgos determinantes de la per-
sonalidad quedan englobados en uno de los tipos, que es capaz de
esbozar nuestras principales características. Además, dentro de
cada tipo, se puede estar en distintos grados de desarrollo, mani-
festando, de esta forma, sus mayores miedos o virtudes; para cada
tipo existe una franja sana, media e insana.

31
Se trata de un enfoque dinámico a la personalidad humana, ya
que cada persona va mostrando más signos de un determinado tipo
u otro, aunque mantenga su tipo principal, según su grado de toma
de consciencia y madurez. En la Tabla 1 se muestran los elementos
de abundancia (diferentes elementos o cualidades que constituyen
un ser humano completo), deseos básicos, miedos y pasiones de
cada tipo de personalidad.

Figura 4: Eneagrama de las pasiones

Fuente: Naranjo, 2000

Por ejemplo, las personas Tipo Uno, el tipo idealista de sólidos


principios, son éticas y concienzudas, poseen un fuerte sentido del
bien y del mal. Son profesores y cruzados, se esfuerzan siempre
por mejorar las cosas, pero temen cometer errores. Bien organiza-
dos, ordenados y meticulosos, tratan de mantener valores elevados,
pero pueden resultar críticos y perfeccionistas. Normalmente tie-
nen problemas de rabia e impaciencia reprimidas. De esta forma
un Tipo Uno, mientras que puede experimentar una continua frus-
tración e insatisfacción consigo mismo hasta que no toma cons-
ciencia de su condición, en su mejor aspecto, el Uno es sabio, per-
ceptivo, realista y noble, discernidor y juicioso a la vez que moral-
mente heroico.

32
Tabla 1: Elementos básicos de los nueve tipos de personalidad de
acuerdo al eneagrama de las pasiones

Tipo 1
Pasiones: Ira, resentimiento
Miedos: A ser malo, corrupto, perverso o imperfecto
Deseos básicos: De integridad (degenera en perfeccionismo crítico)
Abundancia: A vivir para una finalidad superior (sabiduría y discer-
nimiento)
Tipo 2
Pasiones: Soberbia (vanagloria)
Miedos: A ser indigno de amor
Deseos básicos: De ser amado (degenera en necesidad de ser necesi-
tado)
Abundancia: A sustentarte a ti mismo y sustentar a otros (bueno con-
tigo mismo y con los demás)
Tipo 3
Pasiones: Falsedad (vanidad)
Miedos: A ser despreciable o a carecer de valor inherente
Deseos básicos: De ser valioso (degenera en afán de éxito)
Abundancia: A desarrollarte y ser un ejemplo para los demás
Tipo 4
Pasiones: Envidia
Miedos: De ser uno mismo (degenera en autocomplacencia)
Deseos básicos: A carecer de identidad o de no ser importante
Abundancia: A olvidar el pasado y renovarte por tus experiencias
Tipo 5
Pasiones: Avaricia
Miedos: A ser inútil, incapaz o incompetente
Deseos básicos: De ser competente (degenera en especialización inú-
til)
Abundancia: A observarte y observar a los demás sin juicios ni ex-
pectativas (objetivo participar en la realidad)
Tipo 6
Pasiones: Cobardía (ansiedad)
Miedos: A carecer de apoyo u orientación

33
Deseos básicos: De seguridad (degenera en fuerte apego a las creen-
cias)
Abundancia: A tener fe en ti y confiar en la bondad de la vida
Tipo 7
Pasiones: Gula
Miedos: A estar desvalido o quedar atrapado en el dolor
Deseos básicos: De ser feliz (degenera en escapismo frenético)
Abundancia: A celebrar alegremente la existencia y compartir infeli-
cidad
Tipo 8
Pasiones: Lujuria (vehemencia)
Miedos: A ser dañado o controlado por otros
Deseos básicos: De protegerse (degenera en lucha constante)
Abundancia: A defenderte y decir francamente lo que crees
Tipo 9
Pasiones: Pereza
Miedos: A perder la conexión, a la fragmentación
Deseos básicos: De estar en paz (degenera en terca negligencia)
Abundancia: A llevar paz y soñación a tu mundo

Fuente: Riso & Hudson (1998)

Una de las grandes claves proporcionadas por el eneagrama es


que nos indica aquello que nos separa de ser nuestra mejor mani-
festación, “nos recuerda los diferentes elementos o cualidades que
constituyen un ser humano completo” (Riso y Hudson, 1998). Los
nueve tipos tienen cualidades únicas, todas igual de valiosas, que
cada uno puede cultivar. La pregunta se vuelve evidente, ¿en qué
grado de madurez nos movemos? ¿Nos encontramos en la franja
sana o insana?
Claudio Naranjo (2000), en su libro el “Eneagrama de la Socie-
dad”, exploró y asoció las principales patologías que afectan a la
sociedad moderna con las distintas pasiones del eneagrama. En
esta obra se relaciona, por ejemplo, el autoritarismo con el miedo;
el mercantilismo con la vanidad; la inercia del Status Quo con el
exceso de conformidad; el perfeccionismo con la represión; el ca-
rácter rebelde con la violencia y la explotación; la envidia, con la

34
dependencia; la falta de compromiso con la pérdida de la relación
con el prójimo; la gula, aparejada al hedonismo y la actitud light;
el falso amor que nos ciega ante la naturaleza del amor.
Lo siento, pero este manual tampoco es un manual de sociolo-
gía, ni de filosofía, ni de antropología, así que no nos detendremos
en las distintas corrientes de pensamiento sobre las relaciones entre
individuos y sociedades. La hipótesis que aquí se defiende es que
la relación entre individuo y sociedad es circular y dependiente,
por lo que no se puede entender a una de las partes como un ele-
mento aislado. Concretando, las proyecciones individuales de las
pasiones son corresponsables del estado social y el estado social
favorece que se mantenga cierta (in)madurez consciencial de los
individuos. Por tanto, por un lado nos encontramos, como indica
Naranjo (2000), que “podemos pensar que los males fundamenta-
les del mundo son fenómenos sociales que constituyen formas bá-
sicas de interferencia con el potencial de la humanidad”, y, por otro
lado, que los males del mundo suponen en su conjunto manifesta-
ciones de nuestro estado de desarrollo consciencial.
Como hemos visto, todas las personas pueden desplegar los ele-
mentos de abundancia inherentes de cada eneatipo. Esto supone
salir de nuestra zona de confort, movernos hacia nuestra abundan-
cia, que implica un cuestionamiento y trabajo profundo con nues-
tro ego, las creencias que lo alimentan y el concepto identitario que
lo sostiene.
Hay pocos estímulos en las sociedades modernas invitando a
iniciar un proceso de introspección. ¡Con lo bien que vivimos cul-
pando a los demás de nuestras desgracias! A ver quién es el guapo
que se cuestiona a sí mismo y se permite, por un momento, un res-
quicio de duda. Por ello, es más necesario si cabe responsabilizar-
nos de este proceso a nivel personal para conocer quienes somos
realmente.
Este trabajo interior es el fundamento que puede ampliar nues-
tro nivel de comprensión y, por tanto, nos permita mirar desde una
perspectiva renovada a nuestros daños colaterales y marcar decidi-
damente un rumbo que nos permita vivir bien a todas las personas.

35
Inevitablemente, las personas que dominasen sus miedos difícil-
mente permitirían el autoritarismo, una vanidad controlada redefi-
niría el mercantilismo, etc. De esta forma, dejaríamos de generar
el combustible que alimenta los males del mundo. En definitiva,
aquellas personas con mayor madurez consciencial reflejarían
otras relaciones a nivel social, siendo capaces de disipar muchos
de los males que nos afligen.

I.1.4 Valores y Sistemas de Creencias, ¿por qué y para qué?

Más allá de los eneatipos, todas las personas disponemos de un


sistema de creencias, que son como el software a través del que
filtramos la realidad. Se trata del mapa mediante el que interpreta-
mos el territorio. “Una creencia es el sentimiento de certeza sobre
el significado de algo. Es una afirmación personal que considera-
mos verdadera. Las creencias, que en muchos casos son subcons-
cientes, afectan a la percepción que tenemos de nosotros mismos,
de los demás, y de las cosas y situaciones que nos rodean” (Hispa-
map, 2011).
Para las personas que no se hayan acercado al estudio de la con-
dición humana, es necesario aclarar que la mente está dividida en
dos partes, la consciente y la subconsciente. Como se ha mencio-
nado, la mayor parte de la información la procesamos a nivel sub-
consciente sin darnos cuenta de ello. Esto lo saben muy bien los
profesionales del neuromarketing. Es por ello que muchas veces
respondemos a estímulos sin entender exactamente a nivel cons-
ciente a qué se debe nuestro comportamiento. El responsable es
nuestro sistema subconsciente, donde albergamos gran parte de
nuestras creencias.
Muchas de nuestras creencias están fuertemente enraizadas en
este nivel, en el subconsciente y no somos capaces ni siquiera de
percatarnos de su existencia. Como dice Jung, “lo que no se hace
consciente se manifiesta en nuestra vida como destino”.

36
Este sistema de creencias supone nuestro Libro de la Ley, como
lo denomina Miguel Ruiz (1998). Es la base a través de la que fil-
tramos e interpretamos la realidad y con la que construimos nuestra
realidad aportando nuestro sesgo cognitivo (el perejil de nuestra
receta, cada uno el suyo). Ortega y Gasset las definió como el “con-
tinente de nuestras vidas”. Las creencias determinan nuestras con-
ductas: si crees que puedes, podrás. Si crees que no puedes, no po-
drás. Creamos lo que creemos.
Al relacionarnos con el mundo, en realidad, nos estamos rela-
cionando con nosotros mismos, ya que filtramos la realidad de
acuerdo a nuestro mapa. Por tanto, nuestra percepción queda fuer-
temente condicionada por el sistema de creencias del que general-
mente no somos capaces de percatarnos.
Los valores (Hispamap, 2011) son “los estados a los que las
personas dan importancia. Por ejemplo, éxito, seguridad, amor, fe-
licidad, etc. Un valor es una palabra que indica algo elevado en la
jerarquía de nuestros intereses. Los utilizaremos continuamente, en
muchos casos de forma inconsciente, para juzgar lo que está bien
y lo que está mal. Son etiquetas que utilizamos para indicar dife-
rentes niveles de placer o dolor”. Existen valores primarios, que
designan lo que es más importante para nosotros, y valores secun-
darios que nos permiten alcanzar el valor primario.
“A diferencia de las creencias, los valores están organizados je-
rárquicamente, lo que en ocasiones lleva a conflictos, aunque tam-
bién se puede disponer de varias jerarquías en diferentes contextos.
Tanto las creencias como los valores están situados en el mismo
nivel, formando una unidad que determina conductas y el hacer de
las personas, en sus múltiples facetas. Es por ello que son vitales
en el desarrollo de cualquier plan de cambio en la persona” (Ayuda
Coach 2013). Mientras que los valores podemos cambiarlos y mo-
dificar su jerarquía conscientemente, no podemos alterar las creen-
cias de la misma manera ya que su impronta está fuertemente arrai-
gada a nivel subconsciente.
Todas las personas construimos nuestro sistema de creencias en
edades tempranas, mayormente durante la infancia. Durante estos

37
años nuestras familias, escuelas y contextos socioculturales inocu-
lan una serie de patrones de creencias en nuestros subconscientes
que vamos destilando y acatando como nuestras verdades, convir-
tiéndolas en nuestro Libro de la Ley. Al no ser capaces de acceder
al software subconsciente, no nos percatamos de su existencia y
creemos que somos auténticos y libres cuando en realidad simple-
mente estamos respondiendo como automatismos a esta programa-
ción.
La globalización ha llevado aparejado un reduccionismo cultu-
ral, con una visión imperante de lo que es bueno y lo que hay que
hacer en la vida, ese subconsciente colectivo sutil que aquí se de-
nomina Matrix. Esto nos conduce a unos yo prestados, a que nos
identifiquemos con unas personalidades que en realidad son las
creencias transferidas por el entorno y no tienen por qué represen-
tar lo que libremente somos y queremos creer.
Todos tenemos en nuestro subconsciente los patrones que nos
dicen qué está bien o mal, qué cosas debemos hacer y cómo, qué
queremos alcanzar y un largo etcétera. Probablemente, ésta sea la
mayor conquista de la sociedad occidental: hacernos pensar de
forma hegemónica con leyes interiores contrarias a los principios
de la vida. Esto nos aleja de las personas que verdaderamente so-
mos y que estamos destinadas a ser.
Aunque cada persona desarrolla un esquema de creencias pro-
pio, se observan una serie de creencias subconscientes colectivas
generalizadas en las sociedades occidentales que ejercen un gran
poder en los esquemas individuales. Algunas de ellas:
a. Propósito de la vida
A pesar de ser una cuestión muy íntima, cada uno de no-
sotros debemos enfrentarnos a esta gran pregunta antes o
después. El propósito de la vida no es cumplir las expectati-
vas que los demás tengan de nosotros, sino descubrir aquello
que hemos venido a aprender y hacer en esta vida. En pala-
bras de Miguel Ruiz (1998): “hemos aprendido a vivir in-
tentando satisfacer las exigencias de otras personas. Hemos
aprendido a vivir según los puntos de vista de los demás por

38
miedo a no ser aceptados y de no ser lo suficientemente bue-
nos para otras personas. Si quieres vivir con alegría y satis-
facción, debes hallar la valentía necesaria para romper esos
acuerdos que se basan en el miedo y reclamar tu poder per-
sonal”.
Sin embargo, nuestra creencia es que debemos obedecer a
nuestro Libro de la Ley, el heredado, sin cuestionar si este
libro es el que queremos acatar o no. Así nos creemos libres,
responsables de nuestros actos, aun obrando de acuerdo a
unos esquemas que son prestados y que nos limitan si no
tomamos conciencia de su existencia y los acatamos con co-
nocimiento de causa.
A nivel social esto se evidencia en el apego que hemos
desarrollado sobre nuestro sistema económico a pesar de po-
der ser plenamente conscientes, si reflexionamos dos minu-
tos, de haber confundido el medio con el fin. Si eres de los
que piensan que necesitamos crecimiento económico para
crear puestos de trabajo y reactivar la economía, te invito a
que te dediques un tiempo y explores distintas posibilidades.
No tiene sentido, tras el despegue material que nos ha
permitido la expansión de la especie, seguir utilizándolo
como guía cuando sabemos que no nos proporciona mayor
felicidad. Tal vez haya que subordinar el desarrollo econó-
mico a algo superior como es la creación de las circunstan-
cias para que todas las personas podamos ser felices. Sin
embargo, esto nos obliga a cuestionar profundas creencias
asociadas al propósito social tanto a dirigentes como a diri-
gidos. Para no enfrentarnos al miedo que supone abrir esta
caja de Pandora, se intenta naturalizar la dinámica, bajo dis-
tintos enfoques miopes, como la necesidad de crear empleo
y consumir para mantener la economía. Además, no se ha
desarrollado una masa crítica ni en las esferas de toma de
decisiones ni en las esferas que acatan esas decisiones de
alcance global, lo suficientemente poderosa como para en-
frentarse a esta inercia. ¿Por qué somos la coartada de un

39
modelo de desarrollo obsoleto que no satisface nuestras ne-
cesidades? A pesar de que una gran mayoría es consciente
de la incoherencia, se perpetúa la dinámica, entre otros mo-
tivos, por la vanidad, el miedo, la falta de expectativas y el
flujo que la alimenta, ya que enfrentarla supondría enfren-
tarnos a nosotros mismos y no todos estamos preparados.
b. Valores extrínsecos materiales
En nuestra sociedad meritocrática, tenemos que demos-
trar nuestra valía personal, que hemos desvinculado del he-
cho de ser. Como elabora Erich Fromm (Wikipedia, 2017h):
“en la sociedad actual el éxito y el fracaso se basa en el saber
invertir la vida. El valor humano se ha limitado a lo material,
en el precio que pueda obtener por sus servicios y no en lo
espiritual (cualidades de amor, ni su razón, ni su capacidad
artística). La autoestima en el ser humano depende de facto-
res externos y de sentirse triunfador con respecto al juicio
de los demás. De ahí que vive pendiente de los otros, y que
su seguridad reside en la conformidad; en no apartarse del
rebaño. El individuo debe estar de acuerdo con la sociedad,
ir por el mismo camino y no apartarse de la opinión o de lo
establecido por esta”.
La sociedad moderna se basa en promocionar valores ex-
ternos, extrínsecos, que conlleva que necesitemos tantas co-
sas del exterior como aprobación, reconocimiento y amor.
El foco de atención está ahí fuera, por lo que abandonamos
los valores internos como amor, sabiduría y comunidad. Al
poner nuestros objetivos en el mundo exterior, si alcanzáse-
mos ese éxito o reconocimiento que pedimos fuera, pronto
nos iba a saber a poco e íbamos a querer más. Esto nos ata
al molino de la constante insatisfacción (con su aparejada
frustración), que nos lleva a querer lo que no tenemos ni so-
mos y no valorar lo que somos y tenemos.
Los valores extrínsecos materiales nos llevan a intentar
manifestarnos como únicos a nivel individual, a una sofisti-
cación de los egos, a la creación de nuestra propia marca

40
personal. Nos perdemos en versiones superficiales de noso-
tros mismos. Llevar cosas exclusivas, visibilizar nuestras
posesiones, una segunda casa y disfrutar de experiencias ex-
traordinarias. Cuanto más nos esforzamos en alcanzar eso
de ahí fuera, más nos alejamos de nosotros mismos, de nues-
tros valores intrínsecos y de nuestro aquí y ahora.
c. Dualidad
Los pilares de la sociedad actual están basados en la se-
paración, en los unos y los otros, lo bueno y lo malo, las
víctimas y los verdugos, las personas y la tierra, el éxito y el
fracaso, el triunfo y la derrota. Por eso surgen las polarida-
des y las luchas de clases como la de los dirigentes contra
los dirigidos, las élites contra los sometidos. La dualidad, la
ruptura de la unidad, también configura las jerarquías de po-
der.
Desde la perspectiva integradora y unionista que aquí se
defiende, lo bueno y lo malo no existe, solo se pueden ob-
servar los efectos generados por causas. La renuncia a lo
bueno y lo malo y su substitución por sistemas relacionales
y de aprendizaje no implica, en absoluto, que se abogue por
suprimir un sistema de valores. Sobre lo que aquí se quiere
llamar la atención es sobre las causas últimas de determina-
dos efectos que juzgamos como buenos o malos. Por ejem-
plo, la decisión que toma alguien sobre un determinado tema
y cuyo resultado juzgamos como bueno o como malo es la
mejor respuesta que ha tenido esa persona de acuerdo a su
sistema de creencias y valores ante una determinada situa-
ción. Para evitar que se vuelva a dar la misma respuesta ante
una situación similar, hay que cambiar la programación sub-
yacente, ya que el mero juicio de la respuesta no implica que
pueda modificarse dicha respuesta.
Aplicando esta mirada, que intenta profundizar en las
causas y entender los procesos, es como podemos ampliar la
comprensión de las circunstancias, independientemente de
su manifestación externa. Esto nos abre la puerta a entender

41
que lo que a simple vista puede parecer lo mimo, puede res-
ponder a distintas motivaciones profundas. La dualidad en
la perspectiva individual es la que a nivel social traducimos
de forma simplificada en grupos separados de los unos y los
otros cuando en realidad hay una corresponsabilidad com-
partida entre todas las personas. La aproximación separatista
nos aleja a unas personas de otras, dificultando que podamos
sentirnos más cercanos a otras personas y diluyendo la res-
ponsabilidad intrínseca individual.
d. Escasez
Creemos que los recursos tanto materiales como inmate-
riales no son suficientes para cubrir nuestras necesidades y,
por tanto, el modelo relacional se basa en la creencia artifi-
cial de que no hay recursos para todos, propugnando un sis-
tema de competencia y lucha. Este modelo, basado en la ex-
clusión, asume que si tú tienes o consigues algo, yo quedo
condicionado o no lo puedo tener o conseguir. Hemos visto,
cómo, por ejemplo, producimos alimentos para toda la hu-
manidad pero, mientras que muchas personas sufren de
hambre crónico, otras muchas sufren de obesidad debida a
un exceso en la ingesta de alimentos.
Cuanto más alimentamos un sistema basado en generar
necesidades materiales, más evidencias encontramos para
justificar la escasez de recursos y las consecuentes políticas
de miedo que propugnan la lucha.
Si nos contentásemos con lo que somos y tenemos, po-
dríamos renunciar a muchas de las cosas accesorias que
creemos necesitar y querer ser.
e. Permanencia
Nuestra inseguridad y miedo existenciales nos apegan a
las cosas, a las personas y a las circunstancias. “La evolu-
ción es el principio fundamental que rige el funcionamiento
de la vida” (Vilaseca, 2011) y 4000 millones de años de his-
toria de la vida en la Tierra nos demuestran que lo único

42
permanente es la impermanencia. Así es, especies y ecosis-
temas han variado notablemente a lo largo de las eras. No
obstante, tenemos un rechazo generalizado al cambio por lo
que nos agarramos a las cosas dificultando su flujo natural.
Esta resistencia al cambio, a salir de nuestra zona de confort,
es un lastre pesado para las transiciones.
f. Miedo
Se trata de una de las emociones básicas que, como estí-
mulo natural ante un peligro o amenaza, nos ayuda a prepa-
rar una respuesta de huida o lucha. Sin embargo, esta emo-
ción ha sido artificialmente condicionada como mecanismo
de control social en muchas sociedades occidentales. La in-
vención de distintos enemigos, como la subida del paro o el
retroceso económico, ayudan a inocular miedo que se man-
tiene en el ambiente y nos impregna tanto a nivel consciente
como subconsciente. Naomi Klein (2007) discute y elabora
esta idea en “La doctrina del shock. El auge del capitalismo
del desastre”.
Esta emoción y los mecanismos de defensa parejos nos
restan grados de libertad. El miedo es la energía contraria al
amor, así que mientras el miedo nos domine, no podremos
disfrutar del amor, del auténtico amor.
g. Supremacía de la racionalidad
El cerebro cuenta con dos hemisferios: el derecho, aso-
ciado con la energía femenina y que desarrolla fundamen-
talmente la intuición, está ligada al corazón y a la energía de
la unión; y el izquierdo, ligado a la energía masculina, que
es la energía activa ligada a las funciones analíticas, a la ac-
ción y a la voluntad. En nuestra sociedad hay una sobreex-
presión del lado racional, del hemisferio izquierdo, que con-
lleva un claro desequilibrio a favor de los aspectos produc-
tivos en detrimento de los reproductivos, aquellos que sus-
tentan la vida. Esta racionalidad justifica, en parte, la igno-
rancia de nuestra propia ignorancia y la malversación del
conocimiento científico. Si no podemos demostrar algo bajo

43
el método y medios científicos actuales, no lo aceptamos,
aún conocedores de las limitaciones de nuestras capacidades
científicas y la transitoriedad de los conocimientos. Esto nos
invita a una percepción limitada y distorsionada de la vida.
h. Olvido del presente
La tendencia es consumir el tiempo y sobreocuparnos
como evidencia para demostrar que somos útiles. También
nos caracteriza la capacidad de anclarnos al pasado o antici-
parnos al futuro para olvidarnos del presente. Vamos de-
prisa, aunque no sepamos a dónde vamos. Frente a la con-
cepción generalizada en las sociedades occidentales de que
el tiempo es lineal (Wikipedia, 2016), en las sociedades
orientales y otros pueblos se considera que el tiempo es cí-
clico (Wikipedia, 2017k), circular. Más aún, de acuerdo a
los postulados de Einstein el tiempo es relativo, función de
la velocidad y no una variable independiente. Profundizar
en el concepto de tiempo, puede ayudarnos a afrontar las
circunstancias de la vida con una visión renovada, como una
oportunidad de disfrute y de aprendizaje de todo lo que nos
pase, no como un tren que podemos tomar o perder.
i. Retórica incoherente
Las sociedades modernas han generado un discurso,
apropiándose de grandes palabras y eufemismos que acaban
en expresiones como explotaciones petrolíferas ambiental-
mente sostenibles (ver, por ejemplo, Islam, Chhetri, Khan,
2012), lo cual conceptualmente no deja de ser una contra-
dicción estrepitosa porque el uso del petróleo, al ritmo que
lo consumimos, no puede ser sostenible por mucha sofisti-
cación tecnológica que introduzcamos en los procesos de
producción. O balas mágicas (CNN, 2017), que son igual de
eficaces para matar pero no ensucian e incluso pueden ayu-
dar ambientalmente al entorno. Mucho ruido y pocas nue-
ces. También vemos la malversación de la dialéctica en los
grandes procesos internacionales. Por ejemplo, la comuni-
dad internacional se posiciona a favor de la conservación de

44
espacios con alta biodiversidad pero cuando es necesario pa-
sar a la acción, como ocurrió en el momento en el que la
reserva del Yasuní en la Amazonía ecuatoriana enfrentó el
dilema de su conservación frente a la explotación petrolí-
fera, fueron escasos los apoyos para su protección (ver, por
ejemplo, BBC Mundo (2013)). A través de discursos mani-
pulados, tratamos de maquillar y defender grandes despro-
pósitos. Las guerras dialécticas y el terrorismo lingüístico
tratan de desvirtuar el fondo. Las formas pueden llegar a
confundirnos, por lo que necesitamos desarrollar un pro-
fundo criterio que nos permita destilar los elementos acce-
sorios y entender la esencia.

En base a este conjunto de creencias implantadas a nivel pro-


fundo, construimos nuestras realidades, prestadas, conducentes a
una sociedad prestada, en la que no nos sentimos identificados a
pesar de ser copartícipes. Creemos que la política no nos repre-
senta, que el sistema económico nos es ajeno o que no tenemos
nada que ver con la problemática ecosocial, cuando, en realidad,
esta sociedad prestada es un reflejo de nosotros mismos, de nuestro
subconsciente colectivo. La falta de empatía para con otras perso-
nas nos ayuda a diluir nuestras responsabilidades y desentendernos
de los lazos de unión con el resto de personas que participan en las
cadenas de producción globalizadas.
Esta sociedad prestada retroalimenta los subconscientes indivi-
duales, inoculando la creencia de que el poder está fuera de noso-
tros mismos, en los demás. Interesarnos por nuestro Libro de la
Ley, cada uno por el suyo, es una decisión individual, un viaje que
sólo puedes iniciar si así lo decides. Tú serás la primera persona
que pueda disfrutar del bienestar que esto te pueda traer e inevita-
blemente irradiarás y contagiarás al entorno de ese estado.

45
I.1.5 Identidad: ¿Quién?

Además de compartir que todos nosotros vamos a morir, tam-


bién tenemos en común el deseo de ser felices. Pese a este deseo,
somos seres sufrientes y nuestro sufrimiento individual derivado
de nuestra inmadurez consciencial se proyecta a nivel colectivo
generando una sociedad consciencialmente inmadura.
Nuestra felicidad verdadera no depende de nuestras circunstan-
cias, sino de cómo vivamos esas circunstancias, de nuestra inter-
pretación de las mismas. Existen varios factores bajo nuestro con-
trol individual que podemos trabajar para incrementarla (Selig-
man, 2003). Uno de ellos es sentirnos como una parte que está con-
tribuyendo a un propósito superior, más elevado que nuestra propia
existencia, y utilizar esta vida como una oportunidad para mani-
festarlo.
La felicidad se trata de un bien autosuficiente, es decir, que no
se busca para alcanzar otra cosa. Sería el estado último de bienes-
tar. No se puede formular el ser feliz como un objetivo en nuestra
lista de deseos al comienzo de año. En realidad, apreciamos su ma-
nifestación como consecuencia de haber cultivado sus causas, de
liberarnos de la lucha, el conflicto y el sufrimiento interno.
En relación al sufrimiento interno, tenemos mucho que apren-
der del budismo como filosofía de vida. Las enseñanzas de Buda
están orientadas a la eliminación del sufrimiento interno, que es la
forma de alcanzar el estado de liberación o nirvana. El budismo
basa sus enseñanzas en las cuatro nobles verdades (Wikipedia,
2017l):
1. El sufrimiento existe: todo es sufrimiento, nada es felicidad
completa, el sufrimiento está siempre presente.
2. El sufrimiento tiene una causa: El sufrimiento proviene del
deseo y los cinco venenos (apego, odio, ignorancia, ego y
celos).
3. El sufrimiento puede extinguirse, extinguiendo su causa.
Para terminar con nuestro sufrimiento hay que embarcarse
en un estudio para hallar sus causas y comprobarlas por uno

46
mismo y, después, eliminarlas. Hay que suprimir los cinco
venenos y realizar acciones virtuosas, creando karma bueno.
4. Para extinguir la causa del sufrimiento, debemos seguir el
Noble camino óctuple:
1. Comprensión correcta
2. Pensamiento correcto
3. Palabra correcta
4. Acción correcta
5. Ocupación correcta
6. Esfuerzo correcto
7. Atención correcta
8. Concentración correcta

Trabajar en la liberación de nuestro sufrimiento es lo que nos


puede ayudar a construir identidades más auténticas, a descubrir
nuestra verdadera naturaleza. La felicidad es un derecho legítimo
de los seres humanos y a lo que podemos orientar nuestro paso por
esta vida. Mientras seamos seres sufrientes e ignorantes de nuestro
sufrimiento, difícilmente podremos construir un mundo libre de
sufrimiento. Este camino puede proporcionarnos vidas mucho más
plenas. Si no es para vivir una vida que merezca la pena ser vivida,
¿para qué estamos aquí?

47
I.2 Altermundismos: construyendo alternativas

¿Qué es lo que verdaderamente te molesta? ¿Para qué lo quie-


res cambiar? – Inquirió nuestro Principito

A millones de personas en todo el planeta no les gusta la tienda


de la humanidad. A algunas les molesta el escaparate y a otras les
incomoda la trastienda. Muchas personas están trabajando en la
construcción de altermundismos, para fomentar de alguna manera
y de forma genérica lo que se conoce como la Gran Transición,
óptica bajo la que se aboga por la necesidad de un cambio sisté-
mico de gran envergadura para resolver los problemas de sosteni-
bilidad (Narberhaus et al. 2011). Estos altermundismos pueden ser
más o menos visibles y trabajan en infinidad de sectores a través
de movimientos a distintos niveles de organización social.
¿Hasta qué punto responden estos altermundismos a necesida-
des de la Matrix? ¿Constituyen estos altermundismos resquicios de
libertad generados por la propia Matrix para controlar las voces
rebeldes? ¿Han revisado estos altermundismos sus sistemas de
creencias y valores o se basan en las mismas que fundamentan la
Matrix? ¿Son altermundismos maduros, con identidad propia, o se
construyen en contraposición a la Matrix para tratar de atajar las
consecuencias negativas del modelo de desarrollo mundista? ¿Po-
demos proponer opciones diferentes si somos las mismas perso-
nas? En definitiva, ¿suponen estos altermundismos un cambio
transformador, un Nuevo Paradigma?
Evidentemente, no podemos facilitar respuestas categóricas a
estas cuestiones. Existen multitud de reivindicaciones, luchas y
construcción de propuestas con variopintas trayectorias y objetivos
con un amplio abanico de grados de madurez consciencial.
Algunos de los movimientos altermundistas con visión holís-
tica, es decir, que intentan hacer una propuesta integradora de la
vida en su totalidad son, por ejemplo: el movimiento decrecentista
(que es crecentista de otra manera, ver Wikipedia, 2017m), la sim-
plicidad voluntaria (Wikipedia, 2017n) y el movimiento slow (Wi-
kipedia, 2017ñ). En el plano de la economía también existen dis-
tintas corrientes alternativas que podríamos englobar dentro del

48
paraguas de las Nuevas Economías, que tratan de fomentar otros
valores más allá del mero lucro económico. Dentro de estas co-
rrientes encontramos, por ejemplo, la Economía Social y Solidaria,
la Economía del Bien Común, o la Economía Azul. Cada una de
estas vertientes pone el acento en distintas formas sobre cómo de-
biera ser la economía.
Muchos altermundismos, como pueden ser los movimientos
ecologistas que intentan frenar que nos comamos el planeta o las
organizaciones no gubernamentales de desarrollo que concentran
sus esfuerzos en mejorar la calidad de vida de las personas nacidas
en países en vías de desarrollo, se centran en intentar paliar los
daños colaterales de los mundismos. Dada la limitación de recur-
sos, estas organizaciones tienden a enfocarse en los síntomas sin
abordar las causas últimas que dan lugar a estas circunstancias, lo
que lleva frecuentemente al fracaso porque “los problemas siguen
existiendo debido a la resistencia al cambio sistémico” (Narber-
haus et al., 2011).
De esta manera, las organizaciones de la sociedad civil (OSC)
“intentan conseguir lo que es posible a corto plazo sin intentar
cambiar en el medio o en el largo plazo los parámetros fundamen-
tales del sistema, como los valores, los estilos de vida y las estruc-
turas económicas. Este enfoque posibilista también deja ver que, a
la hora de actuar, se está apuntado a los síntomas más que a las
causas últimas, dejando poco margen para marcos y visiones uni-
ficadoras entre las diferentes tipologías de las OSC, a la vez que se
pueden provocar consecuencias no deseadas que tengan un im-
pacto negativo en otras partes del sistema. Muchos líderes de OSC
reconocen la necesidad de ir más allá de las actividades que res-
ponden a los síntomas y, en su lugar, buscar una transformación
más radical que ataque a las causas” (Narberhaus et al., 2011).
Un ejemplo que nos sirve para ilustrar cómo se abordan las con-
secuencias sin profundizar en las causas son algunos de los proce-
sos participativos que desde distintas instituciones y organizacio-
nes se promueven. Frente a la falta de voz con la que muchos nos
hemos sentido en las esferas de la vida pública, los procesos parti-
cipativos son una propuesta para recuperar una democracia más

49
genuina en la que se tengan en cuenta todas las voces. Estos pro-
cesos son exigentes en cuanto al tiempo y la energía que tanto or-
ganizadores como participantes deben invertir. Puede darse la pa-
radoja de que en los procesos participativos la palabra de todos los
asistentes tenga el mismo peso, independientemente de la expe-
riencia y conocimiento que una persona tenga sobre cierta materia.
Por otro lado, las exigencias de tiempo y agenda hacen que los or-
ganizadores puedan tener dificultades para absorber las aportacio-
nes de los participantes. Con estas consideraciones, los procesos
participativos pueden resultar en procesos más democráticos pero
contraproducentes para el Bien Común al no ser capaces de inte-
grar y contextualizar las aportaciones de cada individuo. Frente a
esto, la organización a través de redes de confianza, en la que las
personas partícipes puedan opinar, cuando tengan algo que decir,
y puedan delegar, cuando saben que las personas que van a tomar
las decisiones van a velar por el Bien Común, podría ser un proceso
más eficiente.
Las creencias e identidades de las organizaciones altermundis-
tas no tienen que ser necesariamente diferente a las mundistas. Una
pista es que en el sector sin ánimo de lucro las condiciones labora-
les no tienen por qué ser mejores que en las empresas tradicionales,
enfrentando distintos males como el mobbing (The New Work-
place Institute Blog, 2014). ¿Tiene sentido defender causas nobles
como puede ser proteger la tierra o ayudar al bienestar de los países
en vías de desarrollo sin cuidar a las personas que contribuyen a
este empeño? ¿No resulta incoherente que los valores defendidos
(que algo se encuentre en una situación mejor que la ofrecida por
defecto, por los mundismos) sean diferentes a los principios con
los que se actúa?
No obstante, resulta paradójico que en general seamos más
transigentes con los mundismos porque no esperamos nada de
ellos, mientras que a los altermundismos les asignamos mayores
expectativas, ¿no debiéramos intentar exigir a todas las partes lo
mismo? ¿Y no debiéramos exigirnos a nosotros mismo primero lo
que estamos demandando fuera?

50
Otro campo en el que se aprecia claramente la fuerza del sub-
consciente de la Matrix es en el emprendimiento e innovación so-
cial. En muchos ambientes se habla de estos emprendedores como
agentes de cambio con un altísimo potencial de impacto positivo
en la sociedad. Más allá de la ambigüedad de los términos, se habla
menos del desamparo al que se enfrentan los colectivos decididos
a hacer algo por la sociedad. Estas personas y organizaciones se
exponen a tener que invertir una cantidad ingente de recursos para
intentar sacar adelante su iniciativa sin ninguna garantía sobre el
éxito de su propuesta. Se trata de una escena bastante similar a la
de los gladiadores romanos en los fosos con leones; el libre mer-
cado del emprendimiento. Una persona o colectivo puede detectar
un problema e intentar atajarlo proponiendo una solución, con un
poco de suerte, viable y eficaz. No obstante, esta propuesta nace
más del lado de la oferta, no de la demanda por lo que los intere-
sados potenciales están totalmente desconectados del producto/
servicio. Resulta un poco aventurado que, hasta en estas corrientes
calificadas de sociales, una sola de las partes deba asumir los ries-
gos del conjunto. La asunción unilateral y total del riesgo justifica
un retorno económico unilateral e ilimitado. Como en todo, de
nuevo, en este ámbito se encuentra alguna excepción.
Otra característica de los altermundismos es la fragmentación y
especialización para poder gestionarlos más fácilmente. “La espe-
cialización generalmente deriva en comprensión parcial del
mundo, que puede obviar aspectos relacionales fundamentales y
llegar a generar efectos contraproducentes” (Narberhaus et al.,
2011). Esta profundización vertical del conocimiento hace que,
aunque seamos expertos en una materia, si no somos capaces de
contextualizar y engranar ese conocimiento en los saberes de otros
campos, ese saber quede muy a la deriva al ser parcial y carecer
del elemento relacional que le da razón de ser. Además, es notoria
la “falta de colaboración entre sectores de las OSC” (Narberhaus
et al.2011). Cada uno defiende sus luchas y, al disponer de recursos
limitados, los invierte en su frente en vez de elaborar acciones es-
tratégicas con organizaciones trabajando en otros campos de cono-
cimiento.

51
Gran parte de las reivindicaciones de muchos sectores alter-
mundistas se fundamentan en querer de forma subconsciente lo
mismo que quieren los mundismos pero bajo el amparo de defen-
der los intereses y el bienestar de una mayoría social. Como hemos
visto, las soluciones ante contextos de carestía, como puede ser la
falta de voz, no tiene por qué ser necesariamente dar voz, sino,
quizás, engranar una acción estratégica de mayor alcance mediante
la que los intereses de todas las personas puedan quedar represen-
tados. Difícilmente solucionaremos nuestra adicción tecnológica,
restringiendo el acceso a internet. Tal vez, la potenciación de nues-
tro empoderamiento y discernimiento sean recursos mucho más
contundentes. Esta acción lineal contrapuesta a los efectos negati-
vos pueden ser respuestas eficaces en el corto plazo pero no nece-
sariamente el elemento detonador de un cambio de mayor calado.
Esto hace que, antes o después, se repitan en los altermundismos
los mismos patrones que los observados en los mundismos, con el
riesgo añadido de abanderar el bien, la justicia y la verdad. Esta
confrontación genera polaridades y, por tanto, rechazo por parte de
quien se siente cuestionado o amenazado.
Un claro ejemplo es la formulación que hacemos del concepto
de riqueza y la lucha contra la desigualdad: en primer lugar, al ha-
blar de riqueza, damos por hecho que nos estamos refiriendo a los
bienes materiales. Estamos acostumbrados a asociar riqueza a po-
der adquisitivo, al dinero que se tiene en una cuenta bancaria, en
un paraíso fiscal o invertido en cualquier tipo de activo que poda-
mos imaginar, ¿es esto verdadera riqueza? La Real Academia Es-
pañola (2017) proporciona tres definiciones: (i) abundancia de bie-
nes y cosas preciosas; (ii) abundancia de cualidades o atributos ex-
celentes, y (iii) abundancia relativa de cualquier cosa.
Entonces, la palabra no solo se refiere a los bienes materiales,
sino también a otros aspectos que van más allá. Podemos reapro-
piarnos del concepto en su totalidad y resignificarlo para que reco-
bre la riqueza de sus acepciones. Sin embargo, la gran protesta se
basa en llamar la atención sobre la desigualdad en términos econó-
micos y en reivindicar que el 1% de la población mundial acumula
el 99% de la riqueza. Este modo de formular el problema asume,

52
muy sutilmente, que el dinero que acumula el 1% de la población
es el objetivo deseado para distribuir. ¿Es nuestra verdadera ambi-
ción que se redistribuya ese dinero de forma más igualitaria? ¿Es
necesario redistribuir lo que ya tenemos? ¿Por qué tenemos que
distribuir lo que ganan unos si, generalmente, se lo hemos permi-
tido entre muchos? ¿Quién no compra en Amazon, aun sabiendo
que Jeff Bezos, su fundador, es la persona más rica del mundo?
¿No debiéramos plantearnos si lo que necesitamos es garantizar las
condiciones materiales mínimas a toda la sociedad para que pue-
dan desarrollar su felicidad? ¿Podría, entonces, ser nuestra riqueza
nuestro bienestar profundo?
Peretti, quien pasó seis meses codeándose con los Super Ricos
(Ayuso, 2015), concluyó que “estas personas se creen los dueños
del universo, y los hechos les están dando la razón. Este poder les
hace incapaces de ser tolerantes hacia la debilidad. No se libra nin-
gún súper rico: incluso el multimillonario más ‘BillGatesiano’ y
filántropo, que construye bibliotecas y paga programas de vacuna-
ción en África, es incapaz de comprender por qué no todo el mundo
en la Tierra tiene la determinación de ser tan exitoso como ellos.
Como se recuerda en la entrevista, el problema es que esta visión
de una supuesta meritocracia, tan poco real como la igualdad de
oportunidades, ha calado en todo el mundo desarrollado. Los súper
ricos nunca se creen suficientemente ricos. La falacia de que el di-
nero nos hace mejores personas se ha utilizado para justificar la
desigualdad, explica Peretti. Los ricos creen sinceramente en esto,
y quieren que nosotros nos lo creamos también. Y, adivinen qué,
lo hacemos. La burbuja que han creado es tan hermética que les
impide vivir como las personas normales. Su riqueza les hace sos-
pechosos y distantes. Les ha deshumanizado y no hay nada que
puedan hacer para remediarlo”.
Recordemos que, como ya hemos indicado, incluso estas per-
sonas sumamente ricas son sólo ligeramente más felices que una
persona de un país occidental con unos ingresos medios. Entonces,
¿para qué muchos altermundismos se referencian en el tablero de
juego de los bienes materiales? ¿Por qué, en vez de oponer lucha

53
contra estos capitales, miramos para otro lado, para nuestro bienes-
tar profundo y dejamos que se desacredite, se desvanezca sola, esta
visión de riqueza que mutila su completitud?
Las personas que acumulan grandes capitales ya no es que pue-
dan comprarse una isla tropical a la que lleguen en jet privado, sino
que acumulan poder que pueden utilizar en someter voluntades de
muchos. Los Super Ricos lo son por diversas razones, pero muchos
de ellos lo han conseguido siguiendo los méritos dictados por el
Sueño Americano. ¿Por qué solo premiamos algunas de las capa-
cidades del ser humano? ¿Acaso no son necesarias todas las capa-
cidades que pueden desarrollar las personas? ¿No son todas las ca-
pacidades asociadas a nuestras necesidades reproductivas y pro-
ductivas igual de útiles y valiosas?
Hemos creado un sistema de valores que sólo premia algunos
aspectos de la vida, ninguneando necesidades fundamentales para
la vida en su conjunto, ¿no debiéramos reconocer la cualidad de
ser, independientemente de aquello a lo que cada uno se dedique?
¿no debiéramos reconocer mejor a las personas dedicadas a la me-
dicina que salvan vidas, el profesorado que educa generaciones, la
comunidad científica que investiga o las personas que aseguran
que tengamos un plato caliente que comer y unas condiciones mí-
nimas de higiene todos los días? Bajo este prisma del éxito, es nor-
mal que el objetivo de muchos se dirija hacia este modelo merito-
crático.
Una de las retóricas más afinadas de los mundismos es la filan-
tropía como modo de construir altermundismos. Se trata de dona-
ciones para mejorar la situación del mundo, donde “la creación de
riqueza global es un prerrequisito para una filantropía robusta”
(GIP, 2010). Por tanto, esta filantropía se basa en succionar y acu-
mular recursos por un lado y transferir parte de estos recursos por
el otro. Grandes filántropos han sido, por ejemplo, Bill y Melinda
Gates, de Microsoft; Mark Zuckegberg, impulsor de Facebook;
Warrent Buffet, empresario e inversor; o Amancio Ortega, del
grupo Inditex. Mucha actividad filantrópica desvincula las activi-
dades de las que proviene el capital de las acciones altermundistas
a las que se dirige. Por ejemplo, la industria de la moda o de la

54
tecnología que generalmente está localizada en países en desarro-
llo, en vez de mejorar sus procesos, se dedica a financiar activida-
des relacionadas con la salud y la educación. Las cosas se ponen
más graves cuando las actividades filantrópicas se utilizan como
vía de apoyo a grandes intereses económicos en detrimento de la
soberanía pública (ver, por ejemplo, GJN, 2016). ¿Hasta qué punto
tiene sentido que estas personas estén succionando por un lado y
estén donando parte del capital acumulado a actividades desvincu-
ladas de su cadena de valor? ¿No tendría más sentido mejorar la
actividad de la empresa en su conjunto para fomentar un desem-
peño de mayor excelencia y contribuir a mejorar el mundo con las
actividades que saben hacer y que hacen en vez de dedicarse a ac-
tividades desvinculadas de su área de negocio? Tal vez haya lle-
gado el momento de dejar de poner la intención de puertas para
afuera y mirar para adentro.
La inercia arrastra a muchos de estos altermundismos a intentar
disminuir, amortiguar o reconducir los efectos negativos de las di-
námicas imperantes, sin reconocer las cosas beneficiosas que apor-
tan. Al no profundizar en las causas últimas de los mundismos, es
fácil que los altermundismos apunten a diagnósticos e intervencio-
nes poco pertinentes y con alcance limitado. Un ejemplo puede ser
la moda basura, que proporciona productos a un precio (entendido
como cantidad de dinero) muy bajo. El incremento en la accesibi-
lidad, tienta a muchas personas. Tal vez, para sanar esta situación
no sea suficiente con criticar las cadenas comerciales que lo ofre-
cen y tratar que realicen prácticas más sostenibles, sino hacer que
este tipo de consumo pierda su sentido.
La aplicación de un enfoque sistémico probablemente nos per-
mitiría un diagnóstico más certero de la situación y, con ello, una
prescripción del tratamiento necesario para curar la enfermedad.
Por tanto, los altermundismos, tal y como están orquestados
hoy en día, quizá no son necesariamente la respuesta a los males
del mundo ya que generalmente se formulan desde el mismo nivel
de comprensión.
A través de una actitud empática y compasiva, que aspirara a
entender las motivaciones tanto evidentes como ocultas de los

55
mundismos y altermundismos, podríamos aumentar nuestra com-
prensión. Es más que necesario trascender la dualidad de los plan-
teamientos generalizados para acceder a nuevas soluciones. Mien-
tras sigamos atacando a las élites y pidiendo a los gobiernos (su-
peditados a las necesidades económicas de los estados) que cam-
bien la situación a través de otras medidas económicas y fiscales,
mientras que nosotros no seamos coherentes con lo que exigimos
fuera y sigamos transfiriendo nuestro poder económico al mejor
postor sin responsabilizarnos de nuestros actos y sin involucrarnos
en la vida pública, difícilmente cambiará algo. Resulta paradójico
exigir fuera aquellas cualidades o formas que nosotros mismos no
cumplimos. Por ejemplo, no podemos pedir a los líderes que sean
humildes si nosotros no somos ejemplo de esta humildad que de-
mandamos.
Hay personas en su proceso de despertar, de madurar su estado
consciencial, dentro de los mundismos y altermundismos, y se ob-
servan grandes egos y procesos ególatras en ambos bandos. Tal
vez sea hora de dejar las etiquetas que nos catalogan en uno u otro
bando y preguntarnos cómo podemos apuntar a un lugar que nos
permita ser felices, aportando lo que podamos, independiente-
mente de dónde estemos. Como la mayoría de personas somos co-
partícipes de la Matrix, necesitamos responsabilizarnos de la parte
que nos corresponde. La verdadera alternativa solo puede formu-
larse a través de las preguntas correctas y la voluntad para transitar
los caminos que aspiren a darles las respuestas necesarias.

56
I.3 El gran reto: Shangri – La o la tierra de las personas felices

No, no puedo decirte cómo será ese mundo que tanto anhelas -
dijo El Principito.
Lo tienes aquí y puedes vivirlo tú mismo. Solo tienes que
aprender a percibirlo – continuó.
Y calló para seguir contemplando el horizonte.

Como hemos visto, los males del mundo son abundantes, están
interconectados y, difícilmente los resolveremos, con la perspec-
tiva con la que los estamos afrontando. Estos males son una pro-
yección de nuestro sufrimiento interno, de nuestra falta de madurez
consciencial. Hasta que no nos abordemos a nosotros mismos, di-
fícilmente ganaremos la comprensión que necesitamos para ofre-
cer respuestas renovadas.
Lo que nos estamos jugando es, además de nuestra permanencia
como especie, nuestra felicidad. Estamos en un momento en el que
podemos dibujar un nuevo faro, que es nuestro bienestar profundo,
lo que nos permitiría subordinar el resto de desafíos a este propó-
sito. Al tratarse de una verdad que brilla por su belleza y sencillez,
resulta difícilmente discutible, aunque pueda parecer ilusorio y le-
jano. Por ello, puede convertirse en un elemento aglutinador que
facilite la confluencia de los movimientos mundistas, altermundis-
tas y de desarrollo personal.
Si acordásemos que nuestro faro se llama felicidad, entonces
podríamos ponernos a trabajar para crear las circunstancias que
permitieran que todas las personas tuvieran la oportunidad de ser
felices. Con esto se estaría más cerca de vivir en Shangri-La (Wi-
kipedia, 2017o; Espinoso, 2017) ese paraíso terrenal donde las per-
sonas son felices y que fue descrito por James Hilton en la novela
“Horizontes Perdidos”.
En Shangri-La se abandona la inercia de los valores, conductas
y creencias del Viejo Paradigma, independientemente de su etique-
tado dentro de mundismos o altermundismos y se sustituye por una
serie de características que corresponden al Nuevo Paradigma, con
rasgos de mayor madurez consciencial. Los cimientos de esta tierra

57
son la verdad y el amor. Las características de uno y otro se reco-
gen en la siguiente tabla.

Tabla 2: Características del Viejo y el Nuevo Paradigma


Viejo Paradigma Nuevo Paradigma
Deriva (falta de propósito) - Propósito
Valores extrínsecos materiales - Valores intrínsecos
autotrascendentales
Dualidad - Unidad
Escasez - Abundancia
Permanencia (resistencia al cambio) - Aceptación de la Impermanencia
Miedo - Amor
Supremacía de la racionalidad - Equilibrio de energías (mental,
emocional y profunda)
Olvido del presente - Centramiento en el presente
Retórica incoherente - Coherencia en el verbo
Ética endeble - Ética sólida y universal
Consumismo - Alegre sobriedad
Ignorancia - Sabiduría
Ego - Esencia
Autoimportancia - Humildad
Comparación - Autenticidad
Competitividad - Cooperación
Victimismo - Responsabilidad
Lucha - Aceptación activa
Vacío existencial - Paz Interior
Trabajo - Vocación
Orientación al propio interés - Orientación al Bien Común
Diferenciación (individualismo) - Comunalidad
Sufrimiento - Felicidad
Fuente: Elaborado a partir de Jara (2013) y Vilaseca (2017)
Llamando Shangri-La a nuestro faro, podríamos ganar la pers-
pectiva necesaria para aumentar nuestro nivel de comprensión y
acercarnos e interesarnos por los desafíos del siglo XXI con una
visión renovada que nos posibilite descubrir opciones impercepti-
bles desde la perspectiva actual. Para ello se necesita crear espacios
donde confluyan mundismos, altermundismos y movimientos de

58
desarrollo personal, porque, para que este gran cambio se materia-
lice, es necesaria la inclusión y participación de todas las partes.
Por ejemplo, de acuerdo a ciertos autores (Marcellesi, 2011), sólo
existen dos formas de abordar el dilema del crecimiento econó-
mico: hacer sostenible el crecimiento o estable el decrecimiento.
Bajo este enfoque se pone toda la carga en el (de)crecimiento
cuando, en realidad, el (de)crecimiento debiera ser un medio para
un propósito superior, la oportunidad de que seamos felices. Con
este prisma no afrontaríamos el (de)crecimiento como un dilema,
sino que lo responderíamos de acuerdo a lo que nos proporcionase
mayor bienestar, para lo que probablemente sea necesario conjugar
aspectos de ambas corrientes. Con otras palabras, subordinaríamos
el (de)crecimiento a nuestro bienestar profundo en armonía con la
naturaleza.
Aceptando que los verdaderos cambios, transformadores y sos-
tenidos, provienen de las estructuras más profundas, tal vez poda-
mos encontrar elementos catalizadores de transformación en ele-
mentos que a priori pudieran parecer alejados e inconexos, porque
“ni la manera tradicional de resolver los problemas uno por uno, ni
el análisis lineal causa-efecto contribuirán a poner fin a estos pro-
blemas” (Narberhaus et al. 2011). Tal vez las respuestas más po-
derosas para luchar contra el cambio climático se encuentren en
cuestionar las creencias y valores que sustentan nuestros estilos de
vida, actuar consecuentemente y no sólo en dejar que las inversio-
nes internacionales para la generación de energía se dirijan hacia
las fuentes renovables, en cambiar las bombillas de casa o sustituir
el parque automovilístico por una flota eléctrica. Aportaría cohe-
rencia a este contexto cuestionar la comunicación mediática que
sigue alimentando un sistema basado en valores materiales extrín-
secos. No se trata de transitar hacia el consumismo verde, sino de
dejar de ser unos siervos del consumismo para poner el consumo
(razonable y razonado) a nuestro servicio.
Quizás resulte más eficaz tratar de guiar la economía desde una
esfera distinta a la económica, como la cultural. Cuando se agoten
los valores invisibles que permiten que el sistema económico pre-
dominante siga devorando la existencia, será el momento en el que

59
no haya más combustible que alimente este motor. Mientras tanto,
vamos a seguir confrontando y discutiendo aspectos irrelevantes
para el asunto que nos ocupa, que no es otro que crear las condi-
ciones para que las personas podamos ser felices, como los tipos
de interés o la prima de riesgo. Abordando cuestiones más profun-
das, como por qué y para qué esos tipos y esas primas, podríamos
obtener respuestas de mayor calado.
Como se ha indicado, la felicidad no es un concepto amplia-
mente difundido en las narrativas occidentales, aunque algunos
países han introducido el Derecho a la Felicidad en sus constitu-
ciones e incluso ha habido intentos en la Unión Europea (Friends
of Epicurean Philosophy Garden of Greece, 2014). Así mismo, la
OCDE (2016), indicó que la institución debe trabajar para “crear
una nueva narrativa del crecimiento basada en el bienestar de las
personas”.
No obstante, la falta de rumbo en las sociedades occidentales
no significa que no haya sociedades que hayan desarrollado un en-
tendimiento más amplio y profundo de la vida. Existen muchos
pueblos indígenas en distintos rincones del mundo supervivientes
a la lógica predominante de entendimiento de la vida occidental
con cosmovisiones respetuosas con las personas y con la natura-
leza. Como nos recuerda Naranjo (2000), “las sociedades primiti-
vas dedicaban unas tres horas al día a actividades de supervivencia
con lo que estaban bastante mejor que muchas personas de la so-
ciedad actual que durante ocho horas realizan actividades sin sen-
tido personal ante un escritorio, o limpiando vidrios, cerrando bo-
tellas... en un ambiente incomparablemente menos sano y menos
bello”.
No es el objetivo de este capítulo visionar La tierra de las per-
sonas felices en el plano material, de la forma, porque debemos
dejar espacio a distintas ideas y propuestas. No vamos a enredarnos
en decir si en Shangri-La habría coches, viviríamos en rascacielos
que acariciasen la luna o en cuevas en las profundidades del mar.
Es difícil saber si cada uno tendría su propio espacio o si podría-

60
mos satisfacer nuestras necesidades de forma colectiva. Probable-
mente haya aspectos de la misma realidad material superpuestos,
es decir, compartidos en las sociedades actuales y en Shangri-La.
Lo que sí parece seguro aventurar es que nuestras relaciones
serían más sanas, equilibradas e integradas. La economía estaría al
servicio de las personas mediante fórmulas generalizadas que
amortiguaran y redistribuyesen riesgos y beneficios. No existirían
fronteras entre la oferta y la demanda y la figura de prosumidor, de
consumidor-productor proactivo, pasaría de ser la excepción a ser
la regla, reflejo de personas y sociedades más maduras. De esta
manera, la economía recobraría un propósito profundo y se evitaría
el gran desperdicio de energía en la creación artificial de necesida-
des y en la repetición de estructuras.
En cualquier caso, no se está proponiendo un volver a las ca-
vernas, sino una revolución tecnológica basada en la sabiduría y
respeto de la vida. Desde el presente resulta temeroso especular
sobre el futuro, ¿crees que Samuel Morse, inventor del telégrafo
podría haber imaginado la existencia de internet? Simplemente ne-
cesitamos crear las circunstancias para que las personas puedan
manifestar su poder creador. A partir de ahí, la magia ya que las
personas somos capaces de grandísimas proezas.
La aportación disruptiva en Shangri-La es el concepto de la
vida, de quiénes somos, para qué estamos aquí y los valores que
nos guían. En este paraíso habría un respeto profundo y una cele-
bración continua de la vida. Las personas dejarían de vivir vidas
prestadas y podrían desplegar sus capacidades genuinas, viviendo
en armonía con el resto de seres sintientes. Un valor fundamental
sería la compasión, puerta de entrada a la sabiduría, y con ella la
cooperación y la libertad. Esta autenticidad individual se manifes-
taría en nuestras relaciones sociales creando sistemas más respe-
tuosos con nosotros mismos y con el entorno. Se crearía un círculo
virtuoso en el que las personas estarían al servicio de un propósito
más elevado y la sociedad estaría al servicio de las personas. Esto
lo vimos en los na´vi de Avatar de James Cameron.
Avanzar en nuestra madurez consciencial puede abrirnos las
puertas de este paraíso. Como hemos dicho, la sociedad en la que

61
vivimos es un reflejo de las personas que somos y, por tanto, son
nuestros valores y creencias los que proyectamos a nivel social.
Mientras sigamos siendo las mismas personas difícilmente podre-
mos obtener distintos resultados. Porque a este Nuevo Paradigma
no podremos llegar con sofisticados sistemas cartográficos, sino
con el acercamiento a nuestros corazones.
Shangri-La está aquí y para vivirlo solo debemos dejar que
emerja. No se trata de luchar contra los malos (Narberhaus, 2014),
sino de dejar de alimentar la Matrix, ese sistema de sufrimiento, a
través de nuestros pensamientos, palabras, acciones y relaciones.
El tránsito no podemos hacerlo exclusivamente desde el empuje de
lo conocido, sino transportándonos a Shangri-La y tendiendo ma-
nos desde allí. El empuje conlleva un esfuerzo que acaba consu-
miendo una energía personal no renovable. Necesitamos conectar
los distintos planos de realidad, sin vencer ni convencer, sin luchar
ni confrontar, sino dejando marchar aquello que ya no nos sirve.
Simplemente hay que desmontar ciertos sistemas, como defendió
Naomi Klein en su entrevista con Jordi Évole (Salvados, 2016).
Algunas personas percibirán como cruel plantear la felicidad
como faro que nos guíe cuando la trastienda de la humanidad está
a rebosar. Es exactamente este motivo el que hace más necesario
que nunca abrir la puerta a lo que puede resultar utópico para que
podamos hacerlo posible. La utopía no está para ser alcanzada,
sino para marcarnos el rumbo y animarnos a la acción. La huma-
nidad atesora en su historia la superación de grandes retos como la
abolición de la esclavitud formal. Cada uno elige: podemos vivir
el presente como parte del pasado de un futuro emergente o resig-
narnos a lo que podría haber sido y no fue.
Aunque resulte seductora la idea de transferir nuestra responsa-
bilidad individual a una legislación favorable, una economía com-
prometida o unos movimientos altermundistas sólidos, no serán
terceros los que nos conduzcan a la tierra de las personas felices.
Los esfuerzos para generar cambios pueden ser truncados no sólo
por el rechazo de los poderosos, “sino también por la falta de inte-
rés de los demás” (Papa Francisco, 2015). Es necesario que nos
responsabilicemos y movilicemos, más allá de la puesta en marcha

62
de mecanismos de compensación que no cuestionan nuestra hoja
de ruta. Muchas personas reaccionan ante un sentimiento de cul-
pabilidad o de querer contribuir a causas nobles como la extermi-
nación de la pobreza mediante la realización de acciones desvin-
culadas de sus vidas, algo así como una filantropía personal. Es
decir, por ejemplo, en vez de replantearnos la configuración de
nuestras vidas, hacemos donaciones puntuales o participamos en
distintas causas sin cuestionar las repercusiones que tienen nues-
tras acciones ordinarias. Por un lado, intentamos contribuir a un
mundo mejor posible y, por otro, alimentamos el status quo por
nuestra ignorancia o indiferencia. Como dice el Papa Francisco
(2015): “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una so-
lución provisoria para resolver urgencias”. Un ejercicio más trans-
formador sería el abandono de las estrategias de compensación en
favor de mecanismos de integración.
Tenemos llaves para entrar en Shangri-La, una tierra de verdad
y amor, y se trata, ni más ni menos, de superar el inmovilismo,
recuperar nuestra responsabilidad sobre nuestros pensamientos,
emociones, palabras y acciones y desarrollar la voluntad para ali-
viar nuestro sufrimiento y con ello aliviar el malestar de los demás.

63
I.4 El cambio interior como semilla para el cambio social

Estar vivos es nuestro mayor miedo. No es la muerte; nuestro


mayor miedo es arriesgarnos a vivir: correr el riesgo de estar vivos y de
expresar lo que realmente somos. – le dijo Miguel Ruiz a El Principito.
Y El Principito no pudo más que asentir con una sonrisa en los ojos.

Bajo nuestra mirada actual no podemos apreciar Shangri-La,


aunque esta tierra está ahí. Para poder vivir este paraíso, necesita-
mos profundizar en nuestra comprensión, ampliar nuestra perspec-
tiva, y, para ello, es necesario cuestionarnos a nosotros mismos.
Aunque sea imperativo “reconocer el valor político de la transfor-
mación individual” (Naranjo, 2000), las sociedades occidentales
proporcionan pocos estímulos para iniciar el viaje del autoconoci-
miento ya que la sociedad moderna de consumo se fundamenta en
valores materiales extrínsecos. No obstante, la ciencia del desarro-
llo humano y su aparejada industria de la autoayuda están en auge,
indicio de que algo no va bien. Aún así, probablemente muchos
lectores (y tal vez tú seas uno de ellos) sean reacios a explorar este
planteamiento al asociarlo, inconscientemente, a doctrinas religio-
sas.
Nada más lejos de la realidad. Desde aquí no se pretende entrar
en las distintas religiones, es decir, en los sistemas culturales sobre
los comportamientos y prácticas, cosmovisiones, ética y organiza-
ción social, que relaciona la humanidad a una categoría existencial
(Wikipedia, 2017p). Desde aquí se invita a descubrir la verdad que
cada uno llevamos dentro, a conocernos a nosotros mismos más
allá de la identidad de nuestro yo prestado. Y cuanto más nos acer-
camos a nuestras verdades individuales, más universal se convierte
dicha verdad.
La transformación personal es imperativa porque los valores
sociales no podemos cambiarlos a no ser que cambiemos los nues-
tros propios. Un cambio duradero, genuino y de calado pasa nece-
sariamente por el cuestionamiento personal. Resulta osadamente
optimista pensar que alguien va a cambiar algo si nosotros no lo
hacemos. No podemos pedir a los dirigentes que sean una muestra
de ética si nosotros no lo somos.

64
Según vamos adentrándonos en preguntas más profundas de las
estructuras humanas, las respuestas son más poderosas. Los cam-
bios en niveles superficiales pueden generar cambios a un nivel
más profundo, penetrando en las estructuras, pero su fuerza va di-
sipándose según vamos adentrándonos en la esencia. El cambio
transformador se produce cuando efectuamos un cambio en un ni-
vel profundo, ya que su fuerza irradia en las capas más externas.
El despliegue de lo interior a lo exterior es mucho más poderoso
que en sentido opuesto, porque se realiza desde niveles más esen-
ciales.
Si fuésemos capaces de ir diluyendo nuestro sufrimiento in-
terno, accederíamos a la sabiduría de la comprensión del alma, que
proporciona opciones en las que todas las partes implicadas en un
determinado asunto pueden ser ganadoras. Así es, podríamos plan-
tear opciones en las que para desarrollarnos como individuos y
como especie no tuviésemos que dejar a ningún ser sintiente en la
cuneta. En las teorías evolucionistas se sabe que según se van com-
plejizando los sistemas se generan más soluciones ganadoras para
todas las partes. De hecho, Darwin, al final de sus días apuntó que
las especies ganadoras son las colaborativas (ver, por ejemplo, Se-
ligman 2003).
La importancia del autoconocimiento es conocida y ha sido
desarrollada en muchas civilizaciones y pueblos, incluso en las so-
ciedades modernas. En Delfos se lee: “Conócete a ti mismo”; Aris-
tóteles proclama: “Considero más valiente al que conquista sus de-
seos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más
dura es la victoria sobre uno mismo”. Más recientemente, Fromm,
por ejemplo, indica que “debemos volver a adquirir el sentimiento
de ser nosotros mismos y retomar el valor de nuestra vida interior”.
La filosofía del yoga y el budismo, entendido como una filosofía
de vida, también inciden en el autoconocimiento, desde distintas
perspectivas.
El camino del autoconocimiento puede ayudarnos a madurar
consciencialmente. La mayor madurez consciencial nos invita a
pasar de orientar nuestra existencia en actividades de superviven-
cia a la búsqueda de unidad. Para realizar este tránsito necesitamos

65
información, energía y entrenamiento, como se ilustra en la si-
guiente figura. Aquí observamos que en estados inmaduros nos
orientamos a nuestro propio interés, mientras que, según vamos
descubriendo estadios más profundos, en dirección a la unidad,
nuestra orientación se dirige al Bien Común. Pasamos de consumir
a contribuir, de requerir del sistema a querer aportar al sistema,
porque trascendemos nuestra individualidad, “nos sentimos un ser
que es en relación al entorno que forma parte de algo superior”
(Eizaguirre, 2016) y va disipándose nuestro sufrimiento. En los es-
tados maduros nos acercamos a la verdad y generamos una pro-
funda capacidad de admiración, agradecimiento y compasión ante
la vida y disponemos de una energía que de forma natural quere-
mos orientar hacia el Bien Común. Nace una espontánea y autén-
tica vocación de servicio hacia los demás e interés por cómo pode-
mos ponernos al servicio de la vida. Se activa un círculo virtuoso
con todas las criaturas que nos rodean porque comprendemos que
cuanto más damos, más recibimos. Nuestro dar se vuelve altruista,
desinteresado. En nuestra agenda oculta no estamos pidiendo nada
3
a cambio. Como dice Amma : “la felicidad no se mide por lo que
recibes, sino por lo que eres capaz de dar”.
Mientras nuestro estado consciencial sea inmaduro, nuestra ig-
norancia y sufrimiento hace que debamos dedicar gran parte de
nuestra energía vital a apaciguar los estados mentales negativos
derivados de cómo vivimos aquellas circunstancias que considera-
mos adversas. Es decir, necesitamos orientarnos a nuestro propio
interés, el más burdo. Por ahora, las leyes de la física nos obligan
a poder estar solo en un sitio en un determinado momento, es decir,
si estamos en un sitio no podemos estar en otro. Por ello, mientras
estemos preocupados de y por lo que comprendemos como noso-
tros mismos, no podemos orientarnos decididamente al Bien Co-
mún. Cuanto más se avanza en la liberación del sufrimiento propio,
de más energía disponemos para poder contribuir al Bien Común
y, con nuestra contribución al Bien Común, más nos estamos cui-
dando a nosotros mismos.

3
Ver “Embracing the World”: http://es.embracingtheworld.org/

66
Figura 5: Espiral de la madurez consciencial

Fuente: Elaborado a partir de Vilaseca (2011)

“Todo nos llegará por añadidura si nos ocupamos antes que


nada de ese reino que se encuentra en nuestro corazón”, escribe
Claudio Naranjo. Para dejar paso a que nuestros corazones tomen
la razón, no tenemos que adquirir más conocimiento, sino des-
aprender; cuestionar y dejar ir aquello que ya no nos sirve. Se trata
de realizar un ejercicio de observación y cuestionamiento intros-
pectivo para retomar la responsabilidad de nuestra propia vida. No
se trata de convocar a nuestro tribunal de guerra interno que juzgue
nuestros delitos. Se trata de mirarnos con cariño, de entendernos,
de aprender de nosotros, de perdonarnos y curar nuestras heridas.
La responsabilidad alegre de hacernos dueños de nuestros destinos.
En este proceso se abandona la reactividad (responder a los es-
tímulos externos como creemos que debemos responder por de-
fecto según interpreta nuestro yo prestado) y ganamos en libertad
(en responder como verdaderamente queramos responder, dando
lugar a nuestro yo genuino, independientemente de nuestro condi-
cionamiento). No se trata de un concepto superficial de libertad,
como el de hago lo que me da la gana, que resulta tan opresor como

67
hacer lo que le da la gana a los demás, sino conectarnos con la vida
desde donde hacemos lo que sabemos que tenemos que hacer.
En este proceso vamos entendiendo la perfección de todo lo que
nos sucede porque sabemos que son experiencias de aprendizaje
que nos ayudan a madurar como personas. Generamos una reno-
vada aceptación y comprensión de nosotros mismos y del mundo.
Esto irá calmando el sentimiento de vacío y desconexión y nos
ayudará a dar respuesta a saber quiénes somos y para qué estamos
aquí.
En esta metamorfosis, la Conciencia Espiritual (Kumar, sin fe-
cha) que nos permite encontrar “encantamiento en cada acción que
hacemos y no sólo en los resultados de nuestra acción, va ganando
terreno a la Conciencia Moderna, obsesionada con el progreso, ya
que, dondequiera que estemos, no es lo suficientemente bueno”.
La Matrix se basa en la Conciencia Moderna y la Conciencia Es-
piritual es la base en Shangri-La, del Nuevo Paradigma. Con el
desarrollo de esta Conciencia, “debemos procurar un estilo de vida
equilibrado entre lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos”
(Vilaseca, 2011), basado en un código de valores sólido y unas
creencias revisadas.
Esta transformación resulta en una redefinición de los valores
personales, transitando de los “valores extrínsecos a los valores in-
trínsecos y de valores relacionados con el Yo físico a valores au-
totrascendentales”, como se describe en la siguiente figura. Según
avancemos en este camino, menos atención pondremos a nuestra
fortuna externa, ya que sabremos que nuestro bienestar profundo
no depende de las cosas que ocurran fuera y menos aún de los bie-
nes materiales. Esto supone que parte de la discusión se desvane-
ciese porque no pondríamos nuestra atención en si el coche que
vamos a comprar debe ser verde o no, sino en para qué queremos
ese coche, ¿podríamos cubrir nuestras necesidades de desplaza-
miento sin comprar ese coche? ¿sería suficiente compartir un
vehículo? Así seríamos capaces de subrogar medios a fines pro-
fundos y mucha de la retórica se esfumaría. Nuestro faro tendría
nombre, se llamaría felicidad e iluminaría el camino para que des-
plegásemos nuestro potencial. Encontrando el propósito, nuestra

68
tienda, la tienda de la humanidad, luciría distinto escaparate y dis-
tinta trastienda. Nos alejaríamos de aquello que ya no tuviera sen-
tido: una persona que vive en paz no es capaz de concebir la guerra,
y el miedo no nos serviría para someternos ni dejar que otros nos
sometieran. No intentaríamos imponer nuestro poder a través de la
acumulación de recursos, ni seríamos capaces de concebir la po-
breza material, porque tomaríamos medidas determinantes para
extinguirla al transformar nuestra economía en un sistema relacio-
4
nal sagrado . De nuevo, querríamos compartir y hacer que nuestros
semejantes viviesen bien. La claridad del propósito no nos permi-
tiría que nos perdiéramos en negociaciones ególatras ni parches
superficiales y provisionales. Tampoco seríamos capaces de con-
cebir a nuestra Tierra, Gaia, como un ente al servicio de las perso-
nas, sino que nos integraríamos en sus brazos. “No habrá una
nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay
ecología sin una adecuada antropología”, indica el Papa Francisco
(2015).
Otro aspecto en el que ganaríamos equilibrio es en nuestras
fuerzas internas. Las polaridades perderían intensidad, siendo mu-
cho más natural y con propósitos más nobles la utilización de unas
u otras. Por ejemplo, cualidades como el egoísmo y el altruismo,
que tienen un fin adaptativo para garantizar nuestra supervivencia
en la tierra, no entrarían en conflicto porque sabríamos utilizarlas
de forma que los resultados sean beneficiosos para todas las partes.
Si, una actitud mucho más asertiva.
Al ganar en claridad, tenemos la oportunidad de mejorar radi-
calmente nuestras relaciones. El desarrollo de valores intrínsecos
autotrascendentales nos ayuda a desarrollar conductas empáticas y
colaborativas para la resolución de retos (Narberhaus et al. 2011).

4
Charles Eisenstein, en la obra “Economía Sagrada” indica que “a
día de hoy, la inversión es lo que hacen las personas para preservar
su riqueza. En una economía sagrada, la inversión es lo que hacemos
para compartir nuestra riqueza”.

69
Nuestro sentimiento de comunidad volvería a tener su lugar, con-
tribuyendo a no abandonar a nadie, a evitar las paradojas que en-
contramos en la Matrix. Para Shangri-La, un requisito sine qua non
es proteger a todas las partes y velar por el Bien Común. Al enten-
dernos en otras personas, seríamos capaces de tender puentes mu-
cho más sólidos con nuestro entorno. Nos reapropiaríamos de una
compasión universal.

Figura 6: Modelo circumplejo de los valores

Fuente: Elaborado de Narberhaus et al. (2011)

El desarrollo de estos valores intrínsecos autotrascendentales


no resulta limitador a nivel personal sino liberador ya que se trata

70
de una transición en la que vamos reemplazando viejos valores por
otros que nos representan mejor. Esto resultaría en una unidad en
la diversidad, muy alejada del adoctrinamiento de masas, es decir,
construir desde la diferencia. Como defiende Satish Kumar: debe-
mos fomentar la diversidad sin división y la unidad sin uniformi-
dad. Diversidad, porque somos iguales pero diferentes y esto de-
biera ser motivo de respeto y crecimiento. Unidad, porque somos
uno, todos somos parte de la misma esencia y debemos trascender
la concepción individualista limitadora basada en valores extrínse-
cos y materialistas que hemos forjado con tanto ahínco.
Destapar estas preguntas e iniciar el camino para buscar las res-
puestas puede dar un poco de vértigo y no puede venir impuesto.
A cada persona nos llega el momento y las fuerzas para comen-
zarlo cuando estamos preparados para ello. La vida, siempre que
sepamos escucharla, nos irá guiando por los senderos correctos. Es
cuestión de confianza. Esta metamorfosis exige respeto y paciencia
y es necesario vivirla en primera persona, corroborándola desde la
propia experiencia individual.
Aunque Transitando la Matrix no es un manual de autoayuda
que guíe el proceso personal de cada uno, si puede resultar de
ayuda compartir los 10 puntos propuestos por Action for Happi-
ness (sin fecha) para una vida más feliz:
o Dar: hacer cosas para otros
o Relacionarse: conectar con personas
o Ejercitarse: cuidar el cuerpo
o Consciencia: vivir la vida atentamente
o Experimentar: seguir aprendiendo nuevas cosas
o Dirección: tener objetivos que conseguir
o Resiliencia: encontrar caminos para recuperarse
o Emociones: buscar lo que es bueno
o Aceptación: estar confortable con quien eres
o Significado: ser parte de algo mayor

71
La meditación es una técnica muy poderosa, cuyos efectos be-
neficiosos han sido ampliamente probados por la ciencia (ver, por
ejemplo, Sociedad Española de Meditación) y es muy útil en este
camino.
Podemos convertirnos en faros de nosotros mismos; podemos
ser el cambio que queremos ver en el mundo. Este cambio nos hará
reinterpretar la realidad en la que vivimos y puede ser la inspira-
ción para quienes nos rodean. El cultivo de nuestra interioridad no
es para unos pocos elegidos o desviados del camino de la normali-
dad. Está abierto a cualquier persona en búsqueda de una vida más
plena.
No nos podremos cambiar a nosotros mismos si no revisamos
nuestras creencias, nuestro Libro de la Ley, así como no podremos
cambiar el mundo si no revisamos las creencias en las que se basan
sus dinámicas. El mayor bienestar profundo que nos proporciona
el camino del conocimiento personal se traduce en un mayor bie-
nestar social. La maduración consciencial individual se proyecta
en una mayor madurez consciencial social que es la puerta que nos
abre la posibilidad de observar la realidad y enfrentar los conflictos
de forma renovada.
Este viaje nos ayudará especialmente a desarrollar mayor em-
patía por quienes nos rodean, a comprender nuestra interdependen-
cia y a sentir que nos unen muchas más cosas que las que nos di-
ferencian. También iremos apreciando la belleza de la esencia de
las personas, independientemente de cómo se manifieste, ya que
tendremos bien presente que todas las personas siempre viven sus
vidas de la mejor manera que les es posible, independientemente
de los recursos y herramientas que tengan para ello. Recordaremos
que las personas a las que más nos cuesta amar son aquellas que
más amor necesitan.
En este proceso nos vendrá muy bien armarnos de paciencia y
responsabilidad, compromiso con nosotros mismos, porque irán
apareciendo muchos rincones oscuros. Al igual que en las terapias
psicológicas, nos puede resultar de ayuda reforzar los beneficios
que nos reportan los cambios en vez de incidir sobre las pérdidas

72
o renuncias que nos suponen. No olvidarnos del propósito y tener
presente todo lo que podemos ganar pueden ser importantes moti-
vaciones.
El desarrollo de la autenticidad hará que dejemos de alimentar
la energía de la Matrix. Este cultivo de nuestras personas y el trán-
sito a los valores intrínsecos autotrascendentales es la herramienta
para poder abandonarla. Confrontar la Matrix resulta en su auto-
afirmación, ya que le proporcionamos un enemigo contra el que
enfrentarse. Tampoco podemos intentar convencer a la Matrix de
que no va por buen por camino, ya que probablemente interpretará
nuestras palabras como elemento de confrontación.
La tesis sobre la necesidad de una maduración interior para la
transformación social es todavía muy minoritaria tanto en los mun-
dismos como en los altermundismos. Hasta que no nos reapropie-
mos de la responsabilidad individual y recobremos la importancia
que cada uno de nosotros tenemos en el mundo, difícilmente sere-
mos capaces de que algo cambie. Somos herederos vivos de una
historia y seguiremos vivos a través de la herencia que dejemos a
quienes nos rodean. ¿Qué herencia quieres dejar tú?

73
I.5 Motivos para la esperanza

Imposible es lo que no se sueña

Hay muchas formas de afrontar y salir de la crisis de los cua-


renta. Hay personas que entran en su cuarta década sin mayores
inquietudes que las que arrastran, otras que se enfrentan a un mo-
mento existencial del que salen fortalecidas y otras a las que, pese
a haberse replanteado cosas, continúan su tránsito por la misma
senda.
Como indica el Dalai Lama (2016): “es nuestra responsabilidad
colectiva asegurar que el siglo XXI no repita el dolor y el derrama-
miento de sangre del pasado. Debido a que la naturaleza humana
es básicamente compasiva, creo que es posible que a partir de
ahora veamos una era de paz, pero debemos trabajar juntos como
ciudadanos globales de un planeta compartido”.
No sé tú, pero yo, creo en las personas. Mi experiencia vital me
ha proporcionado evidencias más que suficientes para confiar en
la naturaleza compasiva de las personas. He comprobado cómo las
personas me han ayudado cuando he necesitado ayuda, han estado
a mi lado cuando lo he pedido y han procurado mi bienestar sin
que yo lo pidiera explícitamente. Otra consideración diferente es
que, en determinadas ocasiones, surjan conflictos a nivel burdo por
interpretaciones diferentes ante un mismo hecho. Estas diferencias
en el nivel más material, de la forma, no significan que nuestra
esencia no sea la misma y que la intención subyacente que defien-
den las personas no sea noble. Desde que aprendí que las personas
nos relacionamos con nosotras mismas, con nuestras creencias, en-
tendí que la expresión de nuestra interpretación de la realidad es
totalmente accesoria y no va contigo: cuando una persona se en-
fada contigo, en realidad se están enfadando con ella misma, por-
que está respondiendo a su programación. Somos esclavos o liber-
tadores de nosotros mismos; poco tiene que ver el mundo de ahí
fuera. Las personas se están respondiendo a ellas mismas y lo están
haciendo de la mejor manera posible. Esto cambió radicalmente mi

74
perspectiva, ya que entendí que los softwares, son simplemente
eso, programaciones, y que las personas son mucho más.
Es palpable el murmullo de que algo no va bien, se escucha un
abrumador pero silenciado malestar tanto en los mundismos como
en los altermundismos. La falta de propósito es alarmante, el dis-
curso del crecimiento económico como motor de desarrollo es una
falacia, el número de abandonados, excluidos y confundidos es
creciente, los problemas ambientales acuciantes y, sobre todo, la
necesidad de bienestar irrenunciable.
Cada momento histórico ha afrontado unos retos y, ahora que
en algunas sociedades se ha realizado un increíble avance material
y la historia nos regala evidencias de las que nutrirnos, probable-
mente sea el momento para revisar si queremos continuar cen-
trando los esfuerzos en la senda del no propósito o queremos con-
centrar la energía en el despliegue de la humanidad.
Ante esta situación, podemos seguir siendo cómplices de la de-
riva o enfrentarnos decididamente a la situación. Todos tenemos la
capacidad de asumir nuestras responsabilidades. Los tomadores de
las grandes decisiones como los políticos de alto nivel, los consejos
de administración de multinacionales o los representantes de orga-
nismos internacionales, aún bien conocedores de este murmullo,
probablemente tengan miedo a tomar decisiones valientes orienta-
das al bienestar profundo, tanto suyo propio como de las personas
influenciadas con sus decisiones, que vayan en contra de su Libro
de la Ley. Aunque haya vocecitas que les susurren por las noches
que lo que hacen es un gran sinsentido, habrá otras vocecitas ha-
blando más alto y claro diciendo que están haciendo lo que tienen
que hacer: han aumentado los puestos de trabajo, expandidos los
mercados e incrementado el retorno de sus accionistas con su es-
merado trabajo, por lo que merecen un reconocimiento y una re-
muneración con muchos ceros. Pero no solo ellos tienen las voce-
citas; aquellos que mantienen la coartada también tienen miedo y
pereza, ya sea el de enfrentarse a ellos mismos o a las respuestas
del exterior. Cambiando las vocecitas es como podemos cambiar
los resultados.

75
Introducir cambios sociales sustanciales puede ir en contra de
egos de masas independientemente de que deseemos calificarles
como víctimas o verdugos. Aquellos que coincidan en que debe-
mos crear las condiciones para que las personas podamos ser feli-
ces, necesitamos prepararnos primero para introducir esos cambios
y fomentar un proceso de empoderamiento de la sociedad civil. Las
personas necesitamos prepararnos para comprender y retomar
nuestras responsabilidades individuales y hacer frente a los cam-
bios de paradigma que esto conlleva. No hay lugar para culpas ni
reproches ni a nivel individual ni a nivel estructural, porque, como
ya hemos dicho, todos hacemos las cosas de la mejor manera que
nos es posible de acuerdo a nuestras creencias.
Hay capítulos de la historia que han conseguido significativas
transformaciones a través del empoderamiento de la sociedad civil.
Recordemos, por citar algunos, el trabajo de Gandhi en la India o
de Mandela en Sudáfrica. Pero tal vez este no sea el camino o sea
un sendero a compartir con otras opciones que lleven al mismo
destino. Las personas somos capaces de grandes proezas cuando
estamos al límite, aunque generalmente debemos colmar el vaso
de nuestro sufrimiento para reaccionar. Mientras tanto, el vaso si-
gue estando medio lleno o medio vacío, según se mire. Tal vez,
todavía nuestra situación, nuestro malestar, no es tan desesperada
como para dar un giro y acercarnos a aprender por las buenas. Tal
vez, deban tensarse más las cuerdas para generar un estado crítico
que dinamite nuestra reapropiación de la vida y que cambie la vo-
luntad de los poderosos y el inmovilismo de masas. Por ello, situa-
ciones como que Trump sea presidente de Estados Unidos, que
avancen los movimientos de ultraderecha en Europa, que sigamos
resolviendo nuestros conflictos por la fuerza o que haya millones
de desplazados civiles en muchos rincones del planeta, ataques te-
rroristas, personas muriendo de hambre y condicionadas por la po-
breza y la inseguridad, pueden ser vistas como el detonante que
genere las evidencias suficientes para tener que aprender por las
malas. Estas situaciones son nuestro karma social y podemos com-
prenderlas como las situaciones necesarias para nuestro despertar,
¿necesitamos más?

76
En cualquier caso, todas las personas somos estrellas con valio-
sos dones y un valor intrínseco incuestionable e incalculable. Es
una decisión personal decidir qué hacer con esa luz.

***

77
78
Parte segunda: Herramientas para la acción

Abriendo el corazón encontrarás lo que necesitas

En este capítulo se quieren proponer herramientas para que


Shangri-La se manifieste. Como ya se ha indicado, Shangri-La está
aquí, aunque el ruido y la falta de presencia no nos permitan per-
cibirlo. Solo podemos crear espacios de libertad y silencio para que
Shangri-La vaya asomando, sin imponer ni convencer. Al igual
que debemos respetar la madurez consciencial individual, debe-
mos aceptar la proyección social que de ella deriva.
En primer lugar, necesitamos coincidir en que el desafío nu-
clear al que nos enfrentamos es crear las circunstancias para que
todas las personas podamos ser felices. Estar de acuerdo en este
faro supone en sí un desafío, cuando las organizaciones y las per-
sonas estamos tan ahogadas con la acción rutinaria de lo posible,
tan limitadora para desarrollar la perspectiva de lo necesario. Si
fuésemos capaces de estar de acuerdo en que queremos crear las
circunstancias para que todas las personas pudiéramos ser felices,
entonces podríamos superar fácilmente las grietas que separan la
situación presente de la deseada.
La definición de este rumbo, permitiría, por un lado, que ciertos
retos desaparecieran y otros se recolocasen. Somos capaces de
cambiar el mundo entero al renovar nuestra forma de pensar, sentir
y actuar. Nos suele guiar la máxima de todo para las personas, sin
las personas. Devolver a las personas al centro del desarrollo, tanto
a los que hemos considerado víctimas como a sus verdugos, sería
probablemente, uno de los actos más compasivos que podemos
imaginar.
Las preguntas se revelan evidentes, ¿cómo creamos el mo-
mento para que las personas entendamos que nuestro gran desafío
colectivo es crear las circunstancias para que todas las personas

79
podamos ser felices? Si nos guía este faro, ¿qué decisiones y ac-
ciones tomamos para lograrlo?
Proponer la felicidad como guía, teniendo en cuenta cómo te-
nemos la tienda de la humanidad, puede hacer que muchas perso-
nas se rían, otras la ridiculicen o la desprecien, a otras les parezca
despiadada y otras, simplemente, la ignoren. Solo unas pocas se
interesarán por ella. Como planteó Gandhi: “Primero te ignorarán.
Después se reirán de ti. Por último te atacarán. Entonces habrás
ganado”.
¿Cómo abordamos la transformación social? Por etapas, como
se resume en la siguiente figura. Los procesos de cambio no son
automáticos; se necesita decidir cambiar la situación, iniciar la mo-
vilización y sumar esfuerzos que permitan avanzar de forma colec-
tiva en una dirección común.

Figura 7: Las etapas de la transformación social

Fuente: Adaptado de Rajagopal (2017)

No será una única acción, ni el sumatorio de acciones dispersas,


lo que nos permita progresas decididamente en este sentido. Para
manifestar Shagri-La se necesita un despliegue de mayor enverga-
dura, manifestado de forma acompasada entre el plano individual
y el colectivo, entre el derribo de muros y la construcción de puen-
tes, en el que se trabaje en tres pilares fundamentales:

80
o El cambio interior: revisión de las creencias y conceptos
identitarios.
o Coherencia relacional: proyección coherente de nuestro
cambio interior en nuestras relaciones.
o Solidaridad colectiva para proteger la vida.

Figura 8: El despliegue de Shangri-La

Para que el despliegue pueda materializarse, es necesario el


equilibrio en todas sus facetas, porque de lo contrario se rompe la
coherencia interna que lo sustenta y limitamos su potencial trans-
formador. Es necesario activar y alimentar un círculo virtuoso que
avance, se despliegue, progresivamente. Si pusiéramos todos nues-
tros recursos en la revisión de nuestras creencias, por ejemplo, sin
atender nuestra coherencia relacional, Shangri-La no podría mani-

81
festarse por el simple hecho de que la coherencia relacional que-
daría rezagada. Se rompería el equilibrio del yin-yang, de la inte-
gración de las polaridades en el que se basa la virtud.
Algunas de las fuerzas que dinamitarán la chispa y alimentarán
el tránsito son la empatía, la compasión, el disfrute, la presencia y
la humildad.
Para que Shangri-La se manifieste necesitamos conjugar ambos
planos de realidad, es decir, tender puentes y derribar muros. En
paralelo, necesitamos dejar que la energía de las personas desco-
nectadas de la Matrix se proyecte, al tiempo que se van limpiando
las capas más superficiales, las capas más densas que separan el
momento presente de Shangri-La. Poco a poco vamos cambiando
la perspectiva y nos damos cuenta de que los muros que antes nos
construíamos no nos protegen, sino que nos hacen prisioneros
como lo son las resistencias al cambio derivadas del miedo. De esta
forma dejamos que los muros sean permeables y vayan debilitán-
dose. Nos puede resultar de ayuda y evitar la frustración el orques-
tar el trabajo de fondo y de forma. En paralelo, podemos adentrar-
nos en conocernos, en averiguar nuestros sistemas de creencias y
valores así como nuestros mecanismos de defensa asociados, y en
trabajar desde capas más superficiales aquello que no somos capa-
ces de abordar desde esta profundidad para que vaya calando en
las zonas más profundas. Revisar nuestros hábitos puede ayudar-
nos e inspirarnos. Por ejemplo, aunque estemos acostumbrados al
egoísmo más ególatra y nos cueste realizar una acción altruista,
saber de su potencial beneficioso para nosotros mismos y para los
demás es una invitación para iniciar la práctica. Esto nos conducirá
al entrenamiento del músculo de la generosidad hasta interiorizarlo
en nuestro subconsciente y convertirlo en una programación natu-
ral. Es una forma de generar el hábito hasta que el hábito sea parte
nuestra. De esta forma, podemos ir trabajando con los pares de
opuestos, con nuestras paradojas, con las formas y los contenidos.
Para conectar estos mundos es necesario una escucha y aceptación
plenas y profundas, un diálogo paciente y una compasión univer-
sal.

82
Para vivir en Shangri-La es importante diluir las fronteras entre
el yo y el nosotros, reforzar las comunidades y entender los lazos
que nos unen con todo lo que nos rodea. Tal y como apunta Satish
Kumar (sin fecha): “perseguir el viaje interior no debiera estar se-
parado del viaje social, porque no somos dos seres separados. Es
un espejismo pensar que podemos apartar nuestras personas del
mundo pensando que podemos seguir nuestra iluminación perso-
nal, independientemente del mundo alrededor de nosotros. Debe-
mos encontrar una forma de vida que combine lo espiritual y lo
social, lo interior y lo exterior en equilibrio”.
Evidentemente, en el proceso de despliegue es necesaria la di-
fusión, sensibilización y la transferencia de esta aproximación a la
educación. Para llegar a la educación de nuestras futuras genera-
ciones en la tierra de las personas felices, es necesario que quien
llegue a estas páginas (u otras) integre sus contenidos, ya que de
poco sirve usar un discurso que no se vive.
Los agentes de cambio los podemos encontrar en personas y
organizaciones de cualquier nivel trabajando y manifestándose en
muy distintas direcciones. Son las personas que deciden desconec-
tarse de la Matrix, independientemente de su trayectoria y de la
situación en la que se encuentren, y asumir las responsabilidades
que esto implica. Tal vez tú seas uno de ellos.
La unión de estas personas podría generar un movimiento mul-
tiplicador y transformador que supusiese la salida del aislamiento
y de la falta de visibilidad. Esta unidad del movimiento podría ser
el referente para que otras personas se activasen y de esta manera
generar un círculo virtuoso entre la acción individual y colectiva
mediante la apropiación de una corresponsabilidad compartida.
No se trata de escalar el movimiento y convertirnos en una or-
ganización transnacional anti-Matrix, sino de abrazar las réplicas
nacidas en los distintos rincones y con distintos matices en su ope-
rativa, para generalizar una cultura de apoyo en un marco glocal
(aquel que bajo un pensamiento global propone acciones locales).
Se trata de materializar esa unidad de la diversidad de la que ha-
blábamos antes.

83
“Un movimiento ciudadano global con visión sistémica sería
un agente crítico e histórico para la Gran Transición. El incremento
de la actividad de la ciudadanía en las últimas dos décadas ha he-
cho que un movimiento como este sea tan posible como necesario.
Este movimiento integraría varias perspectivas y movimientos
como expresiones independientes de un proyecto común. El acti-
vismo de la sociedad civil tiene que evolucionar para poder jugar
un papel vital asumiendo el liderazgo a la hora de dar vida a un
movimiento ciudadano global. Para que este movimiento se mate-
rialice, la sociedad civil debe superar la política de oposición actual
y desarrollar nuevos modelos de implicación, colaboración y lide-
razgo. La Gran Transición concibe un movimiento ciudadano glo-
bal que sea un punto de convergencia donde desarrollar y experi-
mentar con formas de asociación multicapa y con una democracia
en todas las escalas, que esté tan localizada como sea posible y que
sea tan global como debe serlo” (Narberhaus et al., 2011).
¿Cómo generamos este movimiento inspirador? ¿Cómo dota-
mos de recursos a este círculo virtuoso para progresar? A través
del desarrollo del máximo potencial de las personas y de la inno-
vación en los diversos planos, procesos y sectores. De esta manera,
aparecerán ante nosotros oportunidades que anteriormente no éra-
mos capaces de detectar. Las cosas se vuelven sencillas. Sí, con
magia y alquimia.
Como ya se ha descrito, Shangri-La es un lugar donde se desa-
rrollan las capacidades plenas de las personas, independientemente
de cuáles sean. Unas personas demuestran habilidades extraordi-
narias en los detalles mientras que otras lo hacen en la definición
de grandes objetivos. Algunas tienen unas habilidades sociales
desbordantes y otras son capaces de hacer desarrollos tecnológicos
inauditos. Todas estas cualidades son igual de valiosas y necesa-
rias. En definitiva, dejando que las personas florezcan.
Muchos hemos experimentado que nuestra capacidad creadora
y creativa se multiplica cuando nos encontramos en un buen estado
de bienestar profundo, alineados con los valores defendidos en
Shangri-La. ¿Qué elementos favorecen la innovación? Los vemos
en la siguiente tabla.

84
Tabla 3: Factores que favorecen o impiden la creatividad personal
y grupal

Favorecen Impiden
- Apasionarse, incluso un cierto - El exceso de vigilancia y control
grado de obsesión - La restricción de actuación/elec-
- Dar la vuelta a las cosas ción
- Observar, saber escuchar - La presión (en tiempo, recursos,
- Mantener una actitud lúdica competencia)
frente al problema - La negatividad (crítica destruc-
- Sentirse capaz y con libertad de tiva)
acción - La ansiedad asociada al riesgo y a
- Asumir el riesgo de lo nuevo. Po- la incertidumbre
der experimentar - La falta de apoyo, reconoci-
- Clima de confianza. Perder el miento, confianza
miedo al fracaso - La falta de información y/o auto-
- Recibir feedback: sentirse valo- ridad que impide sentirse respon-
rado sable
Fuente: Vargas Leyva (2010)
Como se puede apreciar, los elementos potenciadores están
muy en consonancia con los valores perseguidos en la tierra donde
las personas tienen la oportunidad de ser felices. Aunque hasta el
momento muchas de las revoluciones tecnológicas se han produ-
cido en periodos bélicos ya que se han proporcionado ingentes can-
tidades de recursos para ello y la amenaza de la supervivencia ha
sido un elemento catalizador, bajo la visión de Shangri-La, se
asume que desde nuestro bienestar profundo nacen capacidades
que en nuestro estado de consciencia actual difícilmente pueden
manifestarse.
La visión utópica no se enfrenta con la realista. Con un poco de
pensamiento estratégico podremos llegar lejos. Es necesario enfo-
car nuestra atención en ver qué podemos hacer con los recursos
disponibles, muchos de ellos custodiados en nuestros corazones,
en vez de disipar energías en la confrontación y la lucha. Acordar
un proyecto motivante, e ir construyendo la realidad.
También sabríamos poner las cosas buenas que proporciona la
Matrix al servicio de nuestro propósito. Trasladar el debate a cómo

85
podemos servirnos de los progresos que hemos conseguido, evi-
tando los riesgos que supone. Por ejemplo, la pregunta no debiera
centrarse en intentar llegar a una respuesta categórica sobre si algo
es bueno o es malo, porque evidentemente todo proporciona cosas
buenas y cosas malas. La pregunta debiera centrarse en cómo po-
demos sacar partido a las cosas buenas, especialmente el desplie-
gue científico y tecnológico, y minimizar las negativas, los riesgos
y los usos contraproducentes. En definitiva, profundizar en cómo
ponemos algo a nuestro servicio en vez de estar nosotros al servicio
de algo.

86
II.1 Crecimiento interior

Si tú cambias, todo cambia

Abrir la puerta al reencuentro con nosotros mismos es uno de


los mayores regalos que podemos hacernos. Este reencuentro im-
plica irrenunciablemente sentarnos con nosotros mismos y cono-
cernos. Darte tiempo te abre la puerta a indagar y cuestionar las
viejas creencias, aquellas que sustentan nuestro comportamiento y
ver si verdaderamente nos sirven y son las que libremente elegimos
o son creencias que no nos corresponden y deseamos abandonar.
Al disolver nuestro yo prestado, permitimos el espacio que
nuestro yo genuino necesita para manifestarse. El proceso de trans-
formación no es lineal y habrá momentos en los que parezca que
estamos en el mismo punto de comienzo. Que no decaiga el ánimo
porque podemos apreciar los progresos que hemos hecho, lo que
hemos aprendido y, por tanto, ser capaces de vivir una situación
similar con una percepción renovada. La transformación interior
es un despliegue, es un viaje para disfrutar y no un objetivo a al-
canzar.
Nadie será capaz de ponernos más obstáculos que los que nos
pongamos nosotros mismos. Tomando prestadas las palabras de
Guhyapati (2016): “Los mayores obstáculos para incrementar
nuestra capacidad emocional, nuestra capacidad para seguir mi-
rando, son la tendencia de la aversión y el miedo a cerrar nuestro
corazón, que se pueden transformar mediante la práctica sencilla y
diaria de nuestras habilidades emocionales, la amabilidad y el
metta o amor incondicional. (…) El mejor antídoto es la observa-
ción profunda, basada en la consciencia plena y la amabilidad in-
condicional de nuestro ser, en la impermanencia y en la insustan-
cialidad de las cosas”.
Avanzar en ser nosotros mismos es un camino plagado de re-
sistencias. La primera es que nos enfrenta a la posibilidad de cam-
bio derivado de interiorizar lo desconocido y esto cuestiona, sutil-
mente, pero a un nivel profundo, si hemos hecho bien las cosas
hasta ahora. Esto inquieta a nuestro ego, ya que no le gusta ser

87
cuestionado y menos aún que le quiten la razón. La sabiduría po-
pular lo recoge en el: más vale malo conocido que bueno por co-
nocer. Otra lectura de la situación que nos puede hacer el proceso
más amable es aceptar que hasta ahora hemos hecho las cosas de
la mejor manera que nos ha sido posible. Hemos vivido las cir-
cunstancias que nos ha traído la vida de la mejor manera que he-
mos podido, por muy torpe que pueda parecernos nuestro desem-
peño cuando lo observamos con perspectiva. Hemos vivido lo ne-
cesario para aprender. Ni remordimiento, ni culpa, ni temor.
Cuestionarnos qué personas creemos ser y acercarnos a los va-
lores del Nuevo Paradigma nos facilita una serie de procesos per-
sonales:
a. Disminución de nuestra reactividad. En el Viejo Paradigma
desaprovechamos mucha energía personal en la indigna-
ción, el juicio y la crítica propia y de terceros. Estos son unos
impresentables, mira lo que hacen aquellos, esto no se puede
tolerar, es que, es que…. En definitiva, a través de este acti-
vismo de barra de bar desperdiciamos mucha energía en
reaccionar ante aquello que no nos gusta. Antes de reaccio-
nar por defecto ante una determinada circunstancia, desarro-
llar la capacidad de pararnos y reflexionar si es esto lo que
verdaderamente queremos hacer nos proporcionaría muchos
beneficios. Esto no resta ni condiciona nuestra personalidad,
al revés, la hace más sana y poderosa. En el tránsito al
Nuevo Paradigma, nuestra referencia deja de ser el Viejo
Paradigma, sustituyendo los esquemas obsoletos por otros
propios elegidos con mayor grado de libertad.
b. Creer en nosotros mismos y en el valor del esfuerzo. Por de-
fecto la Matrix nos condena a ser seres pequeños y depen-
dientes, haciéndonos sentir como seres inferiores con poca
valía. Con este contexto impostor se articula la maquinaria
consumista. En contraposición, en el Nuevo Paradigma, el
yo genuino se coloca en una posición de igualdad e interde-
pendencia con respecto al resto de la creación. Esto nos

88
ayuda a ser personas más seguras y a disipar miedos. El es-
fuerzo se refiere al desarrollo de la confianza y la voluntad
para no decaer en el propósito, en derribar nuestros muros y
tender nuestros puentes.
c. Comprometernos con nosotros mismos. Es decir, dejar de so-
meternos a los esquemas meritocráticos del mundo exterior
para dirigir nuestros esfuerzos hacia la búsqueda de nuestros
verdaderos principios. Reconocer nuestra valía por el simple
hecho de ser, sin tener que ser nada y sin tener que demos-
trarnos fuera. Según avancemos en la revisión de nuestros
principios y creencias, más auténticos seremos, más verdad
será nuestra verdad. Esto nos aleja de lo que no queremos y,
sobre todo, nos acerca a lo que queremos, independiente-
mente de lo que desde fuera se espere de nosotros. Paulati-
namente dejaremos de compararnos con las expectativas
que se tiene de nosotros e irá brillando lo más genuino de
nosotros mismos, para acercarnos al tesoro de saber lo que
verdaderamente queremos, más allá de saber lo que no que-
remos.
d. Ganar en coherencia. Poco a poco, el engranaje entre lo que
pensamos, decimos y hacemos será mucho más armonioso.
Según se avanza en el camino, tomaremos consciencia de
las partes que no son coherentes con otras. Al ser conscien-
tes de las fisuras entre los distintos planos, y asumir la res-
ponsabilidad que esto implica, estaremos mucho más cerca
de su superación.
e. Desapegarnos de los resultados. Cuando asumimos la res-
ponsabilidad de hacer lo que tenemos que hacer, los resulta-
dos generados por el proceso quedarán en un segundo plano.
En vez de poner nuestra atención en lo que queremos con-
seguir, nos centraremos en el proceso que estamos viviendo,
nos acercaremos al presente. Optaremos por disfrutar y hon-
rar aquello que nos ocupe.

89
f. Valorar y agradecer lo que tenemos. Concentrar nuestra
energía en el aquí y ahora. Dejar de buscar lo que no tene-
mos y agradecer y disfrutar de lo que tenemos dentro de una
alegre sobriedad. Así concederemos a nuestro destino el es-
pacio que necesita para manifestarse. Depende de nosotros
ver el vaso medio lleno o medio vacío.
g. Cultivar la aceptación y abandonar el juicio de que las cosas
son como son y no como a nosotros nos gustaría que fuesen.
Podemos vivir lo que pase fuera sin la interferencia de nues-
tros patrones mentales que juzgan las situaciones como bue-
nas o malas. De esta manera, podemos aprender a vivir con
menos interferencia de nuestras creencias. Tenemos la ten-
dencia de parcializar y juzgar las acciones, desconociendo
el entramado de causas y los efectos que genera la acción en
sí. Podría proporcionarnos mayores beneficios observar los
efectos y las causas y dejar que fluyeran, aceptándolas y pre-
guntándonos qué podemos aprender de ese hecho o circuns-
tancia.
h. Generar una actitud asertiva. Frente al mundo infestado de
competencia, en el que para que unos ganen otros tienen que
perder, el Nuevo Paradigma sabe que si tú ganas, yo gano y
que si yo gano tú ganas. Con un enfoque asertivo podemos
resolver las situaciones con resultados ganadores para todas
las partes.
i. Trabajar la proactividad. Muchos arrastramos la creencia de
que no podemos influir en el mundo. También creemos que,
aunque nosotros cambiemos, nada va a cambiar y no se va a
generar un impacto positivo en la sociedad. Un coctel per-
fecto de desidia y miedo. Nos hemos acomodado en nuestra
propia insignificancia, lo que nos desalienta para manifestar
nuestro mejor potencial. Al madurar nuestro punto de vista,
comprendemos la importancia de los impactos que generan
nuestras actitudes y conductas en el entorno y aprendemos a
movernos y disfrutar de nuestra zona de influencia, sin su-

90
cumbir al inmovilismo al que conduce la abrumadora canti-
dad y lejanía de los males del mundo. Como dijo Marco Au-
relio: “la sabiduría es el arte de aceptar aquello que no puede
ser cambiado, de cambiar aquello que puede ser cambiado
y, sobre todo, de conocer la diferencia”. Este claro discerni-
miento contribuye a sustituir la necesidad de cambiar el
mundo por cambiarnos a nosotros mismos, cultivar la hu-
mildad y salir del inmovilismo.
j. Respetar los distintos grados de madurez consciencial. Bajo
las reglas del Viejo Paradigma escasea el respeto a la dife-
rencia. Dado que nuestros egos se consideran conocedores
supremos de la verdad, lo que no son capaces de entender
como algo igual lo califican de diferente. Solemos querer
acercar lo diferente a nuestra verdad y para ello lo confron-
tamos o tratamos de aleccionarlo. Bajo el enfoque del Nuevo
Paradigma, todo merece el máximo respeto porque, simple-
mente, no conocemos los zapatos con los que caminan los
demás.
Según avancemos en el proceso, ya no nos importará tanto la
cantidad sino la calidad. Iremos soltando la necesidad de seguridad
que nos proporcionan las posesiones, la avaricia e inseguridad de
querer más, y nos centraremos en vivir el presente con toda nuestra
energía. Esto nos permitirá salir de la rueda de molino meritocrá-
tica que te asigna un buen trabajo, una buena pareja, una buena
casa y abundantes posesiones. Decidiremos nosotros, con mayor
grado de libertad y bajo nuestros criterios, en qué queremos em-
plear nuestro tiempo y cómo queremos ganarnos la vida, si quere-
mos tener pareja y cómo queremos que sean nuestras relaciones,
así como el tipo de techo y posesiones que necesitamos. Más aún,
no mediremos nuestros logros por lo que consigamos, nuestro lo-
gro será ser. En este proceso de vaciado, sabremos centrar y com-
prender las circunstancias, dejar que muchas de las cosas que arras-
tramos se desvanezcan, apaciguar los conflictos de fuerzas opues-
tas, y discernir con mayor lucidez entre medios y fines.

91
En el plano físico, este yo genuino puede tener muy diversas
manifestaciones. Algunas personas realizarán cambios evidentes
en sus vidas como cambios de trabajo, de pareja o de intereses.
Otras no necesitarán introducir ninguna novedad. Será común a to-
das ellas una paz más profunda, mayor sabiduría y más compasión.
El compromiso con el cultivo de nuestra mejor manifestación
hará que el círculo virtuoso que estamos creando a nivel personal
se vea reflejado a nivel social. El crecimiento interior se ve refle-
jado, con cierta cadencia, en el mundo exterior y de esta forma ali-
mentaremos un ciclo positivo en el que cada vez la sociedad sea
más amable y alentadora en la búsqueda introspectiva.
A nivel colectivo, en el contexto del Nuevo Paradigma, la cla-
ridad del propósito nos aumenta la comprensión y subordina el
resto de planos a este bien último compartido y superior. Con esta
perspectiva, el dilema (de)crecentista pierde validez. Nuestra pre-
gunta ya no se centra en sí la economía debe crecer o decrecer,
porque lo importante es que las personas estemos bien, que este-
mos bien con mayúsculas, y si para ello es necesario crecer, crece-
remos y si no lo consideramos necesario, simplemente nos queda-
remos como estamos o decreceremos. Evidentemente, el subsis-
tema económico estaría enmarcado en el ecológico. Con este foco,
no generamos confrontación, ni contra los que hasta ahora han
apostado por el crecimiento, ni contra los que han defendido el de-
crecimiento, y reconocemos que ambos bandos han hecho las co-
sas hasta ahora, de la mejor manera que les ha sido posible. No hay
ni crítica ni juicio, simplemente una ampliación de perspectiva. De
esta forma, evitamos el rechazo que a los bandos les pueda suscitar
que se ponga en entredicho que su estrategia es la buena y genera-
mos el espacio para que ambas partes puedan aportar sus mejores
cualidades a nuestro Bien Común. De esta manera se generan so-
luciones ganadoras para todas las partes. Eso es, debilitamos los
muros de la Matrix a través de la compasión.
También nos puede ayudar a acercar posturas entre Shangri-La
y la Matrix aprender a cuestionar y debilitar el modelo de éxito
meritocrático, inconcebible en el Nuevo Paradigma. La valía no
está en lo que haces, ni en lo que dices, ni en lo que tienes; la valía

92
la tienes por derecho legítimo propio. Recuperar el modelo de éxito
basado en el Ser, hace que pierda fuerza de nuestro imaginario co-
lectivo el molino del éxito. De nuevo, compasión que nos permite
mirar a todas las personas de igual manera.
El Nuevo Paradigma se asienta en una ética sólida y universal
frente a la ética endeble con la que vive la Matrix. Encontramos
propuestas de sistemas de valores aplicable a toda la humanidad en
distintas filosofías como el budismo o el yoga. Nos puede resultar
de ayuda recuperar la sabiduría de estas tradiciones para aplicarla
en nuestras vidas diarias tanto en el plano individual como comu-
nal.
La filosofía del yoga no se reduce a las clases de posturas y
estiramientos que se venden en occidente. Se trata de una pro-
puesta integral para alcanzar el estado de iluminación o Samadhi y
consta de 8 pasos según la tradición ashtanga. La sabiduría del
yoga la sintetizó Patanjali en sus Yogasutras hace más de 2000
años, a través de 195 preceptos que recogen la esencia de esta fi-
losofía. Tal y como quedó recogido en dichos Yogasutras, en el
camino de desarrollo espiritual, los primeros pasos se refieren a las
relaciones individuales con los agentes externos y se consideran
prerrequisitos esenciales para el progreso en este camino (Gonza-
lez Laporte, 2004). Estas actitudes vitales, aplicables a todas las
personas sin excepción son: los Yamas, que se refieren a las abs-
tenciones (qué no hacer, especialmente hacia lo que nos rodea) y
los Niyamas, referidos a las observancias (qué hacer, particular-
mente hacia nosotros mismos).
5
Los cinco Yamas son:
a. No violencia, no daño, no injuria, inofensividad (Ahimsâ).
Implica que no se debe realizar ningún tipo de daño, en nin-
gún momento, a ningún ser viviente y que las otras absten-
ciones y observancias están enraizadas en ella, y son sólo
practicadas para llevar a ella a su culminación, sólo para per-
feccionarla.

5
El texto resumen de los Yamas y Niyamas se ha extraído de Gonzalez
Laporte (2004)

93
b. Veracidad, no mentir o engañarse (Satya). La veracidad im-
plica que no hay doblez en nuestro corazón, que somos sin-
ceros y amamos la verdad, la honestidad y la justicia. Tam-
bién engloba la idea de coherencia entre pensamiento, pala-
bra y acción; coherencia también entre los valores que deci-
mos sostener y lo que hacemos en la vida cotidiana.
c. No robar (Asteya). Nos habla de la honestidad como forma
de vida. No se refiere sólo a no quitarle al otro lo que posee,
a nivel material, intelectual o moral; sino también respetar
sus derechos a la vida, la religiosidad, el estudio, la salud, la
justicia; es no socavar las creencias del otro por medio de
una burla sistemática; es no robarle al otro su tiempo ni su
fama.
d. Moderación, disciplina o modo de vida (Brahmacharya). Se
trata de un camino de autocontrol, una vida disciplinada en
todos los aspectos.
e. No avaricia, no acaparamiento de las cosas (Aparigraha).
Todo lo que tenemos y somos es un don y esos dones reci-
bidos deben circular hacia los demás. Significa, en esencia,
disciplina o modo de vida conducente a un logro espiritual
superior.
Los cinco Niyamas son:
a. Limpieza, pureza, purificación (Shauca). Aplica tanto a la
pureza corporal como a la mental.
b. Contento, satisfacción y serenidad (Santosa). El contento es
la actitud por la cual aceptamos todas las circunstancias de
la vida intuyendo que tienen un sentido y, sea que las expe-
rimentemos como positivas o como negativas, serán de cual-
quier manera una ayuda para nuestro crecimiento.
c. Austeridad, autodisciplina, rectitud (Tapas). Implica una ac-
ción correctiva o de transformación que perfeccione las dis-

94
tintas dimensiones de la personalidad humana. La autodis-
ciplina produce alguna forma de purificación, en el plano
físico, mental y emocional.
d. Introspección y autoconocimiento (Svâdhyâya). Estudio de
sí mismo o lectura regular de textos sagrados.
e. Devoción a lo absoluto (Îshvara pranidhâna). Devoción con
una actitud de entrega.
Como ya se ha propuesto en el texto, la sociedad moderna ca-
rece de una ética secular sólida. El Dalia Lama (2014) defiende
que las soluciones a los problemas del siglo XXI están en la pro-
moción de este concepto: “Éste es un acercamiento a educarnos
nosotros mismos basado en resultados científicos, experiencia co-
mún y sentido común - un acercamiento más universal a la promo-
ción de nuestros valores humanos compartidos. Necesitamos prin-
cipios morales - compasión, respeto por los demás, bondad, res-
ponsabilidad - en todos los campos de la actividad humana”.
¿Dónde podemos encontrar los espacios de encuentro, diálogo,
materialización y difusión para una ética universal? Tres lugares
de referencia donde la ciudadanía global se encuentra son Nacio-
nes Unidas, el centro de referencia de los gobiernos, el Parlamento
de las Religiones del Mundo, el espacio en el que trabajan las dis-
tintas religiones y otras propuestas con visión universal nacidas
desde la sociedad civil.
Las Naciones Unidas empezaron a existir oficialmente el 24 de
octubre de 1945, como respuesta a la devastación acarreada por la
Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de conservar la paz y
ayudar a crear un mundo mejor. Actualmente lo conforman 193
Estados Miembros y su trabajo se basa en:
o Mantener la paz y la seguridad
o Proteger los derechos humanos
o Distribuir ayuda humanitaria
o Promover el desarrollo sostenible
o Defender el derecho internacional

95
Aunque Naciones Unidas cuenta con una oficina interna sobre
ética y trabaja en múltiples aspectos relacionados con los derechos
humanos, nada indica que desde esta institución se haya desarro-
llado una ética global detallada aplicable a todos los pueblos que
deseasen acatarla.
En el plano de las religiones, el II Parlamento de las Religiones
del Mundo (1993) trabajó en el desarrollo de una propuesta de ética
universal. En el documento “Hacia una ética mundial: Una decla-
ración inicial” (1993), se recoge:
Existe un consenso entre esas religiones que puede consti-
tuir el fundamento de una ética mundial. Se trata de un con-
senso básico mínimo relativo a valores vinculantes, criterios
inalterables y actitudes morales fundamentales. No es posible
un nuevo orden mundial sin una ética mundial.
En tan dramática situación mundial, a la Humanidad no le
bastan los programas y las actuaciones de carácter político. Ne-
cesita ante todo una visión de la convivencia pacífica de los
distintos pueblos, de los grupos étnicos y éticos y de las regio-
nes, animados por una común responsabilidad para con nuestro
planeta Tierra. Una visión semejante se basa en esperanzas, en
objetivos, ideales, criterios; dimensiones todas ellas que mu-
chos hombres diseminados por el ancho mundo han ido per-
diendo.
A partir de experiencias personales y a la vista de la precaria
historia de nuestro planeta, hemos aprendido:
o que solamente con leyes, reglamentos y convenciones no se
puede crear, y mucho menos imponer, un mejor orden mun-
dial;
o que la consecución de la paz y de la justicia y la conserva-
ción de la Tierra dependen de la actitud y de la disposición
de los seres humanos para hacer valer el derecho;
o que el compromiso con el derecho y la libertad supone una
toma de conciencia previa de las responsabilidades y obli-
gaciones, y que, por tanto, es menester interpelar a los seres
humanos en su mente y en su corazón;

96
o que el derecho sin eticidad no tiene a la larga consistencia
ninguna y, en consecuencia, sin una ética mundial no es po-
sible un nuevo orden mundial.
Por ética mundial no entendemos una nueva ideología,
como tampoco una religión universal unitaria más allá de las
religiones existentes ni, mucho menos, el predominio de una
religión sobre las otras. Por ética mundial entendemos un con-
senso básico sobre una serie de valores vinculantes, criterios
inamovibles y actitudes básicas personales. Sin semejante con-
senso ético de principio, toda comunidad se ve, tarde o tem-
prano, amenazada por el caos o la dictadura y los individuos
por la angustia.
La condición básica es que todo ser humano debe recibir un
trato humano. Para conducirse de forma verdaderamente hu-
mana vale ante todo aquella regla de oro que, en el transcurso
de milenios, se ha ido acreditando en muchas tradiciones éticas
y religiosas: no hagas a los demás lo que no quieras para ti. Un
principio que tiene un planteamiento positivo: haz a los demás
lo que quieras que te hagan a ti. Esta debería ser norma incon-
dicionada, absoluta, en todas las esferas de la vida, en la familia
y en las comunidades, para las razas, naciones y religiones.
Cuatro orientaciones inalterables:
1. Compromiso a favor de una cultura de la no violencia y res-
peto a toda vida
2. Compromiso a favor de una cultura de la solidaridad y de un
orden económico justo
3. Compromiso a favor de una cultura de la tolerancia y un es-
tilo de vida honrada y veraz
4. Compromiso a favor de una cultura de igualdad y camarade-
ría entre hombre y mujer
Para concluir, apelamos a todos los habitantes de este Pla-
neta: nuestra Tierra no puede cambiar a mejor sin que antes
cambie la mentalidad del individuo. Abogamos por un cambio
de conciencia individual y colectivo, por un despertar de nues-
tras fuerzas espirituales mediante la reflexión, la meditación, la

97
oración y el pensamiento positivo, por la conversión del cora-
zón. ¡Juntos podemos mover montañas! Sin riesgos y sin sacri-
ficios no será posible un cambio fundamental de nuestra actual
situación. Por eso, nosotros nos comprometemos en favor de
una ética mundial común, de un mejor entendimiento mutuo y
de unas formas de vida socialmente conciliadoras, promotoras
de paz y amantes de la Naturaleza.

Entre las propuestas de la sociedad civil, destaca la Red Inter-


nacional de Ética Universal (sin fecha), que en agosto de 2017 con-
taba con 517 adscritos. Los valores universales básicos que propo-
nen son:
o Amor a la verdad y al conocimiento
o La honestidad y la integridad personal
o Bondad y amor
o La sensibilidad hacia la belleza
o Respeto por el medio ambiente y la vida en general
o Sentido de la vida y trascendencia espiritual
o Sentido de la justicia asentado en un gran humanismo
o Responsabilidad y sentido del deber
o Fraternidad universal
o Tolerancia activa
o Compromiso social

Se constata que todas las propuestas apuntan en la misma di-


rección. Esta universalidad probablemente guarde algo de verdad,
¿estamos preparados para promover a nivel individual y colectivo
una ética sólida?

98
II.2 Coherencia relacional

Tu vela no se apagará por encender la mía.


Cuantas más velas encendamos, menos oscura será la noche.

La primera persona con la que nos relacionamos desde que nos


levantamos hasta que nos acostamos es con nosotros mismos. Nos
relacionamos con el mundo externo de la misma manera que nos
relacionamos con nosotros mismos. Todos los órdenes en los que
nos relacionamos y las formas en las que lo hacemos atienden al
mismo sistema central de creencias y, por tanto, están íntimamente
interconectados.
El despertar de nuestro yo genuino abre el camino de la cohe-
rencia relacional interna, con nosotros mismos y con el entorno,
facilitando el alineamiento de quienes somos con nuestros hábitos
y estilos de vida. La búsqueda de esta coherencia no consiste en
que ahora todos abandonemos las vidas que estamos viviendo, sino
que ajustemos quienes somos a la vida que queremos vivir. Aban-
donar puede ser una huida, puede conducirnos a un no lugar y es
nuestro deber permanecer en el lugar en el que nos encontramos
hasta que no sepamos a dónde ir. Se trata de ir reajustando nuestros
distintos planos relacionales de tal manera que generemos un
círculo virtuoso apostando por ser más y mejor nosotros mismos.
El cuestionamiento de nuestras creencias invita a que revisemos
nuestros hábitos y estilos de vida. Al poner la atención en valores
interiores en vez de exteriores, necesitamos consumir menos por-
que nuestra felicidad no estará en los bienes que tenemos. Perde-
remos interés en cosas que antes atraían nuestra atención, como ir
de compras o buscar experiencias exclusivas que nos diferencien.
Al no medirnos con respecto al entorno, ya no es que necesitemos
menos, sino que necesitaremos necesitar menos y podremos satis-
facernos en la sobriedad.
Responsabilizarnos implica alinear nuestros valores en y con la
vida pública. En el Viejo Paradigma, se establece la democracia a
través de sistemas representativos como forma de hacer política,
es decir, de encargarnos de los asuntos públicos. Muchos creemos
que hacer política es emitir un voto cada cuatro años. Sin embargo,

99
la economización de la vida y de los intereses públicos ha mostrado
que es un sistema con grandes limitaciones. Probablemente esta
sea la razón de ser de la aparición de partidos políticos-movimien-
tos así como de plataformas que acercan políticos y ciudadanos
como: Osoigo, Civio, y Polétika. Existen muchas formas de invo-
lucrarse en la vida pública que no necesariamente pasan por el sis-
tema político institucional.
También podemos relacionarnos de forma renovada con las
personas a nuestro alrededor y con el entorno, teniendo bien pre-
sentes el respeto, la alegría y la generosidad. En este plano pode-
mos relacionarnos con distintos grados de materialidad: desde ac-
ciones muy sutiles a muy tangibles. En la sutilidad encontramos,
por ejemplo, una tarjeta sonríe, la participación en una Cadena de
Favores o en un Karma Kitchen.
El uso que hacemos de nuestro dinero, que en el fondo es el
flujo de nuestra energía, es una forma clara de mostrar nuestra
identidad. Como apunta Pepe Múgica, “cuando compras no estás
pagando con dinero sino con el tiempo que te costó ganar ese di-
nero”. Bajo el Nuevo Paradigma, al reapropiarnos de nuestra res-
ponsabilidad para con el mundo, ponemos más atención en nues-
tras compras y en los flujos a los que favorecemos con nuestro di-
nero. Al desarrollar valores intrínsecos, el dinero y el consumo
quedan relegados a un segundo plano. Ya no hay una confronta-
ción directa con el dinero, sino que deja de tener el valor que antes
le dábamos por lo que deja de ser nuestro centro de atención. Esto
nos invita a reformular tanto cómo ganamos el dinero, como la
forma que tenemos de gastarlo.
Podemos ganarnos la vida de la misma manera que hacíamos
cuando habitábamos el Viejo Paradigma, si consideramos que es
una forma alineada con nuestros valores, o bien podemos reformu-
lar la forma en la que queremos ganarnos la vida, si la que tenemos
no nos satisface. Como dijimos, mientras no sepamos a dónde ir,
debemos quedarnos donde estamos. Lo importante es aprender a
desarrollar una actitud constructiva y positiva independientemente

100
de la situación en la que nos encontremos. Con aceptación y desa-
pego, iremos cultivando un campo fértil en el que pueda crecer
aquello que estamos destinados a ser.
El objetivo de la propiedad queda subordinado a la accesibili-
dad a los bienes y servicios. En esto, la denominada economía co-
laborativa tiene mucho que decir. Consumimos menos e intenta-
mos reusar, reutilizar y reciclar, ya que entendemos el impacto que
genera nuestro consumo. Rescatemos las palabras del Papa Fran-
cisco (2015): “Mientras más vacío está el corazón de la persona,
más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”. Según
avanzamos en nuestra madurez consciencial, sería natural intere-
sarnos por saber a quién estamos favoreciendo con nuestro dinero
cuando realizamos un acto de compra. Esta es la razón de ser de la
plataforma ConSuma Consciencia, una herramienta online que
pretende ofrecer información clara y comparable sobre cómo son
y cómo operan todo tipo de empresas, desde cooperativas hasta
transnacionales, ofreciendo productos o servicios dentro del
mismo sector, como energía o banca, con el objetivo de que las
personas usuarias puedan tomar decisiones más conscientes sobre
su consumo.
La coherencia relacional a nivel individual se traduce, en el
plano colectivo, en el acceso a propuestas que individualmente son
inalcanzables. Las Organizaciones de la Sociedad Civil son actores
clave para el progreso social ya que, “a lo largo de los años, han
demostrado que son capaces de cambiar la sociedad para mejor y
son el actor social en el que más confía la ciudadanía” (Narberhaus
et al. 2011).
Para que Shangri-La florezca, sería muy útil crear un movi-
miento social fortalecido de personas auténticas, que sea capaz de
orquestar las reflexiones y acciones necesarias que creasen las cir-
cunstancias para que todas las personas podamos ser felices. Este
movimiento no tendría razón de ser si no se basase en la confianza,
en la creación de redes de apoyo y en la generación de sinergias
nacidas desde lo que nos une.

101
Hasta ahora se ha puesto un énfasis desmedido en los aspectos
económicos de la vida. Pero hay muchos más capitales que el eco-
nómico: salud, humano, manufacturación, financiero, natural, cul-
tural, social, conocimiento, psicológico y espiritual (ver, por ejem-
plo, Meta Integral Associates). Aunque los aspectos económicos,
psicológicos y culturales puedan ser unos lastres pesados para tran-
sitar a un Nuevo Paradigma, no son condicionantes si establece-
mos con determinación y claridad nuestra hoja de ruta. ¡Es tanto lo
que podemos ganar!
Sería sensato cubrir nuestras necesidades de forma alineada con
los valores que queremos defender, con esos valores que nos defi-
nen. A nivel colectivo, hay muchas opciones alineadas con los va-
lores de Shangri-La (y otras muchas viniendo) que nos permiten
cubrir nuestras necesidades cotidianas. Así mismo, hay muchísi-
mas iniciativas, aunque a veces estén invisibilizadas y desprotegi-
das, que intentan tender puentes para acercar a una mayoría social
a los valores del Nuevo Paradigma. Debiera ser nuestra obligación
moral comunicar y llenar los vacíos que detectemos, bien mediante
la creación de nuevas opciones o bien a través de la reconversión
de las ya existentes. Para llegar a este nivel de actuación, las Orga-
nizaciones que están alineadas con la esencia necesitan unirse y las
personas inmovilizadas pasar a la acción.
Aunque estamos viviendo un tiempo de efervescencia social,
no hay un movimiento organizado que identifique, conecte, coor-
dine y colabore por este Bien Común. Hasta el momento, los mo-
vimientos sociales suelen estar más fragmentados y suelen crear
identidades comunes en base a elementos superficiales que contes-
tan a las preguntas del entorno, como el sector en el que se desen-
vuelven. Evidentemente, crear un movimiento unificado en la so-
ciedad civil exigiría muchos esfuerzos y el trabajo con muchos
egos, pero la repercusión podría ser inmensa. Este movimiento no
entiende de lugares, tiempos, géneros o trayectorias personales o
colectivas. Se trata de poder unir a una humanidad despierta res-
petando la diversidad, que sepa vivirse desde la autenticidad y con
la visión compartida de la unidad. Se propone un punto de encuen-

102
tro donde también se pueda compartir la perspectiva humana sub-
yacente a cualquier organización o entidad, porque esto va de per-
sonas. Evidentemente, bajo esta estructura se acoge y se respeta la
diversidad de lo local y la unidad de lo global. Son principios in-
divisibles, ni confrontados ni confrontables, que no se rompen en
su integración.
Todas las personas podemos contribuir a crear las condiciones
para que esta sociedad consciente florezca. Podría ser un proyecto
motivador. En el fondo, todos buscamos lo mismo: una vida que
merezca la pena ser vivida. ¿Y si lo soñamos?, ¿y si lo hacemos
realidad? Igual de legítimo sería quedarnos donde estamos y dejar
que un sufrimiento inaguantable sea el acicate que nos saque del
inmovilismo.

103
II. 3 Solidaridad Colectiva

Vivir es un regalo de incalculable valor.


Es nuestra responsabilidad protegerlo.

La solidaridad colectiva es la que nos permitirá proteger Shan-


gri-La, proteger la vida. Como ambas tierras, el Viejo y el Nuevo
Paradigma, conviven en el espacio-tiempo, hay planos en los que
se solapan, por lo que resulta necesario proteger Shangri-La de
aquellas cuestiones fundamentales que la pongan en peligro. No se
trata de luchar contra la Matrix, porque no hay nada que jugar con-
tra ella, sino de defender aquellos pilares sobre los que el Viejo
Paradigma interfiere.
Este planteamiento, al no referenciarse dentro de los límites de
la Matrix, es el mayor acto de desobediencia, de no cumplir la vo-
luntad de quien manda, que podemos plantear, ya que desplazamos
nuestro sistema de coordenadas, nuestras creencias, fuera de su al-
cance. Ignorándola compasivamente es como podremos debili-
tarla. Dejando de referenciarnos en esta ilusión para transferir
nuestra energía a la plena manifestación del Nuevo Paradigma.
Evidentemente, la Matrix sabe que este es su talón de Aquiles y
por ello dispone de toda su artillería para que no haya grietas, para
que no cuestionemos sus valores y creencias. Nos ocupa y nos en-
tretiene y así se blinda contra lo externo.
La Matrix es poderosa y atesora sofisticados sistemas de auto-
defensa para ser desobedecida con la extensión e intensidad que
puede gestionar. Es decir, es ella misma la que de alguna manera
alienta la desobediencia para tenerla controlada y evitar, de esta
manera, que crezca una identidad genuina que pueda cuestionarla.
La auténtica desobediencia no surge por el hecho de desobedecer
o de obedecer. Puede surgir, si es necesario como lo es en este caso,
de cambiar nuestro faro y asumir las consecuencias de esta deci-
sión.
La Matrix es bien conocedora de que desaparecerá cuando de-
jemos de alimentarla, cuando utilicemos nuestra energía vital en
aquello que deseemos profundamente. Por ello, ofrece muchos es-

104
tímulos y tiene una estrategia expansiva, tentadora, es decir, colo-
nizadora de todo espacio-tiempo para minimizar las opciones de
que nos interesemos por madurar consciencialmente. Pero, como
dijo Gandhi, cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer.
Los actos de desobediencia que sean necesarios deben ser transi-
torios, nacer con el propósito de desaparecer.
Mientras crecemos interiormente y ganamos en la coherencia
de nuestras relaciones, a través de nuestra solidaridad colectiva po-
demos proteger la casa común y tender puentes a todas las personas
que quieran acercarse a vivir vidas más plenas. La solidaridad co-
lectiva nos ayuda a apoyarnos mutuamente para crear las circuns-
tancias en las que todas las personas puedan desarrollar vidas en
las que puedan ser felices. Un ingrediente importante es la empatía
con todas las personas.
La exobiología o astrobiología es una ciencia que estudia la po-
sibilidad de presencia de vida en otros planetas. La evidencia cien-
tífica indica que las condiciones para que se den la vida no son
frecuentes en el espacio, aunque existan infinitud de planetas
donde la vida es potencialmente posible. No obstante, la paradoja
de Fermi pone de manifiesto la aparente contradicción que hay en-
tre las estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de
que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo obser-
vable y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones. La exis-
tencia de vida en la Tierra y de nuestra especie es un milagro, un
suceso extraordinario.
Thomas Pesquet, un astronauta francés que ha vivido en la Es-
tación Espacial Internacional, que orbita a 400 km de la Tierra lo
recoge así (ESA, 2017): “¿quién soy? ¿un hombre del espacio? ¿un
astronauta francés? No, soy un hombre. Unido a otros hombres y
mujeres, en un viaje de descubrimiento. Y como en todos los via-
jes, esto te lleva a descubrirte a ti mismo más que ningún otro lu-
gar. Y por alguna razón nos cuesta toda esta tecnología llegar aquí
arriba y entender la simplicidad de las cosas. La Tierra, el Cosmos
y la propia vida como una unidad. Y desde aquí es muy difícil en-
tender las fronteras, las guerras y el odio”.

105
El acto imaginable más radical para desatar nuestra solidaridad
y proteger los fundamentos de la vida es ser amables, humildes,
generosos, pacientes, compasivos y proactivos, celebrar que esta-
mos vivos y que tenemos una oportunidad única para vivir una vida
que merezca la pena ser vivida.

***

106
Epílogo

Leire, ¿nos hemos quedado solas?


No lo sé – respondo. Recuerda el cuarto acuerdo de Miguel
Ruiz: “Haz siempre lo máximo que puedas”. Habrá llegado hasta
aquí quien tenía que hacerlo – continúo- el resto tendrán otras co-
sas mejores en las que ocuparse.
No estáis solas – irrumpe el Principito. Yo, y muchas personas
más, aunque todavía no las veáis, estamos con vosotras.

***

107
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117
¿Vivimos en Matrix? ¿Cuáles son los grandes desafíos del siglo
XXI? ¿Son el daño ambiental y las injusticias sociales? ¿De
dónde vienen estos males? ¿Acaso no serán los males del
mundo un reflejo de los males del alma? Este texto reflexiona
sobre el malestar generalizado en la sociedad occidental y sus
daños colaterales. Se ofrecen respuestas y, sobre todo, se
abren preguntas para cuestionarnos y re-conocernos con una
mirada renovada. Se propone un acercamiento a la esfera so-
cial analizando los sistemas relacionales y trascendiendo la
ruptura entre los buenos y los malos. También se dibuja un
faro en nuestro viaje social, en la búsqueda de propósito, que
no es otro que crear las condiciones para que todas las perso-
nas tengan la oportunidad de ser felices.
Este ensayo hilvana retales de conocimiento de múltiples dis-
ciplinas con el fin de proponer un comienzo, un punto de en-
cuentro para las personas que creen en un mundo mejor po-
sible construido desde el amor y la verdad.

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