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JO hacer
» H E D I T O R I A L
Título original: Dynamics of Contention (publicado en inglés por
Cam bridge University Press, Cambridge, 2001).
Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser reproducido, ni en todo ni en parte, ni registrado en,
o transmitido por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio,
sea mecánico, fotoquírnico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin e! permiso
previo por escrito de la editorial.
ISB N : 84-88711-70-0
Depósito legal: B. 9.946-2005
Joan Quesada
Prólogo
a la e d i c i ó n c a s t e l l a n a
¿ D E Q U É VA D I N Á M I C A
DE LA CO N TIE N D A P O L ÍT IC A ?
LA C O N T I E N D A P O L ÍT IC A
¿ Q U É N O T I C I A S HAY?
Durante las décadas de 1960 y 1970, gran parte de los mejores trabajos
norteamericanos y europeos sobre estas cuestiones se centraban en los
movimientos sociales, para después asimilar otras form as de contienda a
las explicaciones que de los movimientos sociales predominaban. La aten
ción se centraba en cuatro conceptos clave: las oportunidades p o lí ticas,
que a veces cristalizaban.com o estructuras de oportunidades estáticas,
otras como entornos políticos cambiantes; las estructuras de movilización,
tanto las organizaciones formales de los m ovimientos como las redes so
ciales de la vida cotidiana; los marcos de la acción colectiva, tanto las cons
tantes culturales que orientan a los participantes com o las que éstos m is
mos construyen; Jos repertorios de la contienda establecidos y cóm otales
repertorios evolucionan en respuesta a los cam bios en el capitalismo, en la
construcción del Estado y en otros procesos menos monumentales.
Esta línea de pensamiento se desarrolló a partir de una cuádruple críti
ca de las anteriores tradiciones de investigación. En primer lugar, los his
toriadores sociales estaban lanzando lo que muchos de ellos llamaban «la
historia desde abajo» com o rebelión intelectual contra el énfasis en las éli
tes y la alta política que prevalecía en los anteriores escritos históricos.
C on sus aliados en las ciencias sociales, muchos historiadores perseguían
la reconstrucción de las experiencias políticas de la gente común, funda
mentar tales experiencias en la vida social rutinaria y desafiar el rechazo de
la política popular considerada como reacciones irracionales ante el estrés
provocado por las penurias del momento. En segundo lugar, con similar
espíritu, muchos científicos sociales rechazaron la concepción predom i
nante de los movimientos de masas y fenómenos parecidos com o conduc
ta colectiva, com o la confusión del sentido común por las novedades, los
engaños, los dem agogos y por la influencia de la multitud. En tercer lugar,
los historiadores y científicos sociales en cuestión combatieron las inter
pretaciones oficiales del activismo por los derechos civiles, de los m ovi
mientos estudiantiles, de la m ovilización de los trabajadores y de otras
manifestaciones de la política popular de los años de 1960 com o arranques
impulsivos e irresponsables de autoindulgencia. En cuarto lugar (y com o
reacción en parte a las tres prim eras líneas de pensam iento), M ancur
O lson (1965) y otros teóricos de la acción racional se opusieron a los pre
supuestos sim ples respecto a la racionalidad de los que protestan.
H icieron dos observaciones reveladoras acerca de los análisis de la p ro
testa popular. D ichos analistas (a) habían ignorado el hecho de que m u
chos, quizás la mayoría, de los conjuntos de personas que comparten un
m otivo de queja o un interés nunca llegan a actuar por él, y (b) carecían de
una teoría plausible de las condiciones o procesos bajos los cuales las per
sonas que comparten un interés se organizan y actúan por él.
U na de las form as principales que adoptaron esas críticas pronto tomó
el nom bre de «m ovilización de recursos», término del que fue epítome y
-difusora la obra de Joh n M cCarthy y M ayer Zald sobre los movimientos
sociales norteamericanos y sus organizaciones. L o s modelos de moviliza
ción de recursos insistían en la importancia para los actores políticos p o
pulares de las bases organizativas, la acumulación de recursos y la coordi
nación colectiva. Resaltaban las sim ilitudes y convergencias entre la
política de los m ovimientos sociales y la de los grupos de interés. Leídos
"veinte o treinta años después, los prim eros m odelos de m ovilización de
recursos exageran la centralidad para los movimientos sociales de las de
cisiones estratégicas deliberadas. Infravaloran la contingencia, la emotivi
dad, la plasticidad y el carácter interactivo de la política de los movimien
tos. Pero, por lo m enos, llaman la atención sobre la im portancia de los
procesos organizativos en la política popular.' -
Heredera precisamente de ese elemento del enfoque de la movilización
de recursos, pronto apareció una segunda tendencia dentro de esa corrien
te de pensamiento. El análisis del «proceso político» se alejaba de sus cole
gas en su insistencia en el dinamismo, la interacción estratégica y la res
puesta al entorno político (en diferentes estadios, los tres autores de este
libro desempeñaron su papel en el desarrollo del pensamiento del proceso
político, así com o en la crítica de los modelos, más simples, de la moviliza
ción de recursos). Los trabajos históricos sobre el proceso político genera
ron investigaciones acerca de las formas de reivindicación que la gente uti
lizaba en situaciones reales — lo que ha dado en llamarse «el repertorio de
la contienda». Para los teóricos de la política-proceso, los_jqpertorLOS re
presentan las form as culturalmente codificadas que tiene la gente de inter-
actuar en la contienda política. Son invariablemente más hmitadas_queja
totalidad de form as hipotéticas que podrían utilizar o las que otros po-
drían emplear en circunstancias y periodos de la historia diferentes. M ás
recientemente, los académicos que reaccionaron al estructuralismo de esos
estudios anteriores se basaron en perspectivas sociopsicológicas y cultura
les, lo que añadió un cuarto componente a los estudios de los movimientos
sociales: cóm o los actores sociales enmarcan sus reivindicaciones, a sus
oponentes y sus identidades. H an sostenido de manera convincente que el
enmarcamiento no es simplemente la expresión de las reivindicaciones de
grupo preexistentes, sino un proceso activo, creativo, constitutivo.
En una versión académica de la política identitaria que este libro anali
za en extenso en capítulos posteriores, los analistas trazaron a veces fron
teras entre ellos m ismos, los observadores detectaron a veces escuelas de
pensam iento separadas, e incluso otros observadores sólo prestaron aten
ción a la frontera que separaba esas líneas de pensam iento, relacionadas
entre sí, respecto de la acción racional y la conducta colectiva. N o haría
ningún bien exagerar las distinciones entre los entusiastas de la m oviliza
ción de recursos, del proceso político, de los repertorios de la contienda y
del enmarcamiento. D e hecho, po co antes de la década de 1980, la m ayo
ría de los estudiosos norteam ericanos de los movimientos sociales habían
adoptado una agenda com ún para el estudio de los movimientos sociales,
y las diferencias entre ellos estaban sobre todo en el énfasis relativo que
ponían en los diferentes com ponentes de tal agenda.
L a figura 1.2 esboza la agenda clásica de ese tipo. C on distintos grados
de énfasis en cada uno de ellos y en sus conexiones, los investigadores —
incluidos nosotros— se preguntaban regularmente:
1. ¿C óm o, y cuánto, afecta el cam bio social (sea cual sea la forma que
tengamos de definirlo): (a) a las oportunidades de los potenciales ac
tores, (b) a las estructuras de movilización que favorecen la com uni
cación, la coordinación y el com prom iso dentro de y entre los p o
tenciales actores, (c) a los procesos de enmarcamiento que producen
definiciones com partidas de lo que está ocurriendo? Por ejem plo:
¿E n qué condiciones, cóm o y por qué la expansión de las relaciones
de propiedad capitalistas en una población agrícola expone a un seg
mento de esa población a nuevas oportunidades, transform a cone
xiones políticamente poderosas entre las personas afectadas por los
cam bios y altera el repertorio de definiciones disponibles de lo que
está ocurriendo?
2. ¿En qué medida y de qué manera las estructuras de movilización dan
form a a las oportunidades, a los procesos de enmarcamiento y a la
interacción contenciosa? Por ejemplo: ¿La creación de nuevos m er
cados de productos y de trabajo altera las oportunidades a las que se
encuentran expuestos los que participan en esos m ercados además
del m odo que tienen de surgir las definiciones compartidas de lo que
es posible o probable?
3. ¿E n qué medida y cóm o las oportunidades, las estructuras de m ovi
lización y los procesos de enmarcamiento determinan los reperto
rios de la contienda — la diversidad de medios que utilizan los parti
cipantes en la contienda política para sus reivindicaciones? Por
ejemplo: ¿En qué medida y cóm o los ataques de los capitalistas a la
propiedad comunal, la form ación de mercados extensivos y el surgi
miento de ideas com partidas sobre la explotación prom ueven la
creación de nuevas formas de política popular tales com o la destruc
ción de máquinas?
F I G U R A 1.2 La a g e n d a clásica de la teoría
de los m o v i m ie n t o s sociales p a r a exp lic ar
la c o n t i e n d a polít ica
4. ¿En qué medida y en qué m odo los repertorios existentes median las
relaciones entre las oportunidades y la interacción contenciosa, por
un lado, y entre los procesos de enmarcamiento y la interacción con
tenciosa, por otro? Por ejemplo: ¿El hecho de que una población da
da tenga una larga tradición de ceremonias de denigración pública
de los réprobos afecta al tipo de oportunidades y a las interpretacio
nes disponibles de tales oportunidades a las que los miembros de esa
población responden colectivamente?
Domingo, 24 de marzo: Por la tarde, alguien prendió fuego con una an
torcha a las oficinas del Consejo de O rganizaciones Federadas [Council
of Federated O rganizations], donde ella había pasado todo el día traba
jando.
Lunes, 25 de marzo: Rescató los archivos que el fuego había respetado
y luego se preparó para una concentración masiva por la tarde.
Martes, 26 de marzo: Ladner pasó el día realizando tareas de oficina de
todo tipo; esa noche fue tiroteada la casa de Dewey Greene padre (m iem
bro desde hacía mucho tiempo de la N A A C P , padre de activistas en la lu
cha por los derechos civiles).
Miércoles, 27 de m arzo: Marcha de protesta contra el tiroteo, confron
tación con el alcalde: los activistas po r los derechos civiles son atacados
con perros policía y se producen arrestos. O tra concentración masiva.
Jun to a la emoción y el peligro, también estaban la rutina aburrida y los
procesos institucionales:
Jueves, 28 de m arzo: D esplazar temporalmente el cuartel general;
acompañar a la gente a inscribirse para votar; dar la clase de ciudadanía; un
grupo de manifestantes es atacado por la policía con perros, después hay
una concentración masiva.
Viernes, 29 de m arzo: Clase de ciudadanía; registro para el voto; con
frontación con la policía (un arresto) y concentración masiva.
Sábado, 30 de m arzo: Tareas de oficina y búsqueda de personas d is
puestas a inscribirse para votar (Payne, 1995:168-170).
M ECANISM OS C A U SA LES, P R O CE SO S
CAUSALES, EPISO D IO S C O N T E N C IO SO S
1. El término inglés es brokerage. Sobre la traducción escogida, véase la N ota del Tra-
ductor al inicio de esta edición (p. XIII). [T.]
en las partes segunda y tercera del libro, la definimos com o la vinculación
de dos o más enclaves sociales previamente desconectados mediante una
unidad que media las relaciones entre éstos y /o con otros enclaves dife
rentes. La mayoría de los analistas ven la correduría como un mecanismo
que relaciona grupos e individuos entre sí en enclaves estables, pero tam
bién puede convertirse en un mecanismo relacional para la movilización
en periodos de contienda política, cuando nuevos grupos resultan unidos
por el aum ento de la interacción y de la incertidum bre y, de ese m odo,
descubren sus intereses comunes. *
NUESTRA AGENDA
LA M O V IL IZ A C IÓ N E N M O N T G O M E R Y
Parks dijo después que, simplemente, «me habían llevado hasta el lími
te de lo que era capaz de soportar [...] H abía decidido que tenía que saber
de una vez por todas cuáles eran mis derechos como ser humano y como
ciudadana» (citado en Raines, 1983: 44).
El arresto de Parks no fue en absoluto el prim ero de su clase que se
producía de acuerdo con las ordenanzas que establecían el m odo de sen
tarse en los autobuses de Montgomery. De hecho, los malos tratos en los
autobuses urbanos eran tan comunes que se habían «manifestado como el
problem a más agudo de la com unidad negra» de M ontgom ery a princi
pios de la década de 1930 (Burns, 1977: 7). A sí pues, ¿por qué la decisión
de R osa Parks provocó una reacción más amplia de la comunidad como
fue la de 1955? Parte de la respuesta radica probablemente en los fuertes
vínculos de la señora Parks tanto con la comunidad por los derechos civi
les de M ontgom ery com o con las comunidades eclesiásticas de clase me
dia — los dos ámbitos organizativos que conformarían el núcleo del boi
cot subsiguiente (M orris, 1984: 51-53). Pero parte de la razón también
deriva de la dinámica mism a del incidente, del m odo en que tanto la co
m unidad negra com o la blanca lo percibieron y de cómo lo enmarcaron
los medios de comunicación y el poder político.
Sea cual sea la respuesta a nuestra pregunta* la com unidad negra de
M ontgom ery respondió realmente al arresto de Parks de una form a radi
cal y sin precedentes. La mañana del 5 de diciembre, se estima que entre el
90 y el 95 por ciento de los usuarios negros de los autobuses municipales
no subieron al autobús, lo que cogió totalmente por sorpresa al establish
ment blanco de M ontgom ery — y a los ciudadanos ordinarios. Animados
p o r el éxito de lo que se había planteado como una protesta simbólica de
una jornada, los líderes negros decidieron hacer del boicot algo más per
manente. E n una reunión sostenida esa tarde en la iglesia baptista de
Dexter Avenue, los organizadores del boicot crearon la Asociación para la
M ejora de M ontgomery (M IA [M ontgomery Improvement Association])
y eligieron a su prim er presidente, un tal M artin Luther K ing jr., de 26
años, que también salió elegido para dirigir el boicot. Y eso fue lo que hi
zo durante los casi 13 tumultuosos meses que pasaron hasta el triunfante
final de la campaña y el fin de la segregación en los autobuses municipales
el 21 de diciembre de 1956.
M ás importantes que el fin mismo de la segregación fueron los efectos
más am plios de la campaña. E l boicot atrajo la atención favorable de la
prensa nacional y generó, por lo tanto, una conciencia pública mucho ma
yor respecto a la cuestión. Después, la campaña se extendió con boicots si
milares a al menos otras seis ciudades sureñas. Y aún más significativo fue
el hecho de que llevara a la creación de la primera organización por los de
rechos civiles exclusivamente sureña. D icha organización, que acabó lla
mándose la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (S C L C [Southern
Christian Leadership Conference]) y que también dirigía King, sería cru
cial com o cuña de la corriente principal del movimiento a lo largo de las
décadas de 1950 y 1960. El resto, com o suele decirse, ya es historia.
Pero nos estamos adelantando. L o que en realidad nos interesa aquí no
es el movimiento que siguió, sino los hechos acaecidos en M ontgomery.
Com enzarem os con un interrogante: ¿qué es lo que llevó a los afroam eri
canos tanto de M ontgom ery com o del resto del sur, normalmente sum i
sos, a poner en riesgo su sustento y su vida para apoyar la lucha por los
derechos civiles? Cabe que recordemos, del capítulo 1, que en la «lista clá
sica de elementos de los movimientos sociales» los factores que entran en
juego son los siguientes:
LA M O V IL IZ A C IÓ N EN M A RCH A
DE LAS E S T R U C T U R A S DE M O V IL IZ A C IÓ N
A LA A P R O P IA C IÓ N SO C IA L
DE LOS R E P E R T O R IO S T R A N S G R E S I V O S
A LA A C C I Ó N C O L E C T I V A I N N O V A D O R A
¿A D Ó N D E H E M O S L L E G A D O ?
en las calles no se veía sino gente arm ada de tod as las m aneras, m uch os de ellos
v e stid o s con h arap os. L levab an rifles, b ayon etas, esp ad as, sables, p isto las, b a
rrotes con puntas de m etal, etcétera. C asi todos gritaban «viva el Tercer E stad o »,
lo que, p o r el m om ento, parecía haberse convertido en el grito de adhesión (B N
Fr, 6687).
¿Q U IÉ N ES Q U IÉ N ?
LA C R E A C I Ó N DE R E P U B L I C A N O S
— U na vez que nos dimos cuenta de que un único movimiento está in
serto en diferentes contextos de contienda e interactúa con otros ac
tores en un baile iterativo de movilización y desm ovilización, fo r
mación de identidades y acción colectiva innovadora, llegam os a
entender las limitaciones del m odelo michelsiano.
— U na vez entendido que las trayectorias de la contienda no necesaria
mente toman una forma parabólica, que no pasan por estadios inva-,
riables y que la fuerza que rige su progresión radica en la interacción
entre los actores, llegamos a contemplar el modelo cíclico como una
forma empírica de trayectoria, y fuimos libres de volver nuestra aten
ción hacia los mecanismos y procesos que les aportan su energía.
— Al com prender cuáles son los mecanism os y los procesos que p o
nen en m archa un episod io de contienda y dónde lo conducen,
podem os entender m ejor p o r qué algunos episodios son breves,
mientras que otros son prolongados; por qué algunos acaban con la
desm ovilización, mientras que otros evolucionan hasta la revolu
ción; y por qué algunos producen cambios fundamentales en las ali
neaciones y la cultura política, mientras que otros no dejan tras de
sí nada excepto un residuo de am argos recuerdos.
C O N C L U S IÓ N Y P R E M IS A
Relación
con la interacción Ciudadanos
social rutinaria
Jurado Partido
DISTANTES
U n e n fo q u e ta n c o n v e r s a c io n a l, te a tra l, d e la in te r a c c ió n c o n t e n c io s a
lla m a la a te n c ió n s o b r e la c o m b in a c ió n d e g u ió n e im p r o v is a c ió n en la r e i
v in d ic a c ió n en sí. Si se la c o m p a r a c o n t o d a s la s in te r a c c io n e s d e q u e s o n
té c n ic a m e n te c a p a c e s lo s a c t o r e s , en c u a lq u ie r e sc e n a rio y e p is o d io p a r t i
c u la r se u tiliz a n r e p e tid a m e n te u n p e q u e ñ o c o n ju n t o d e r u t in a s , y se in
n o v a d e n tr o d e lo s lím ite s q u e e s t a b le c e la h is t o r ia d e la s in t e r a c c io n e s
p r e v ia s . P o r e je m p lo , el B J P d e la I n d ia , d e b a s e h in d ú , h a e n t r a d o en la
c o n tie n d a e le c to ra l n a c io n a l c o n d e s f ile s d e a u to m ó v ile s y p r o c e s io n e s de
c a r r o s p a r a p u b lic it a r s u c a u sa :
A s í p u e s , n o es u n a ru tin a , s in o t o d a u n a g a m a de e s c e n ific a c io n e s p ú
b lic a s, la q u e r e p r e s e n ta las r e iv in d ic a c io n e s h in d ú e s p a r a lo s s e g u id o r e s
d e l B JP , s u s riv a le s, el G o b ie r n o e, in d ir e c ta m e n te , p a r a lo s m u su lm a n e s ,
d e s a z o n a d o s e s p e c ta d o r e s .
P o r ese m o tiv o , es r a z o n a b le h a b la r d e u n o s r e p e r to r io s c o n t e n c io s o s :
c o n ju n t o s l im it a d o s d e r u t in a s p a r a la m u t u a r e iv in d ic a c ió n q u e e s tá n a
d is p o s ic ió n d e lo s p a r e s d e id e n tid a d e s. T o m a m o s p r e s ta d a u n a m e t á fo r a
t e a tra l — r e p e r t o r io — p a r a t r a n s m it ir la id e a d e q u e lo s p a r tic ip a n t e s en
la s r e iv in d ic a c io n e s p ú b lic a s a d o p t a n u n o s g u io n e s q u e y a h a n e s c e n ific a
d o a n te r io r m e n te , o p o r lo m e n o s lo s h a n o b s e r v a d o . N o in v e n ta n s i m
p le m e n te u n a n u e v a f o r m a d e a c c ió n e fic a z ni e x p re sa n c u a lq u ie r a d e lo s
im p u ls o s q u e sie n te n , s in o q u e r e e la b o r a n las ru tin a s y a c o n o c id a s en r e s
p u e s t a a la s c ir c u n s t a n c ia s d e l m o m e n t o . A l h a c e r ta l c o sa , a d q u ie r e n la
c a p a c id a d c o le c tiv a d e c o o r d in a r , a n tic ip a r, re p r e se n ta r s e e in t e r p r e t a r las
a c c io n e s d e lo s d e m á s . A s í, la s p e r s o n a s q u e e stá n en u n a r e la c ió n d e p a
tró n y o b r e r o en la s e c o n o m ía s c a p ita lis ta s c o n te m p o r á n e a s su e le n te n e r a
su d is p o s ic ió n la d is c u s ió n d e la p r o d u c c ió n en el p u e s t o d e tr a b a jo , u n o s
p r o c e d im ie n t o s d e q u e ja , el d e s p id o , la s o fe r t a s de e m p le o , las m a n ife sta
c io n e s , la s h u e lg a s , la a p e la c ió n a lo s c a r g o s g u b e r n a m e n ta le s y a lg u n a s
o t r a s r u t in a s p a r a d e s a r r o l la r r e iv in d ic a c io n e s c o n t e n c io s a s e n tre e lla s.
Q u e d a n fu e r a d e l r e p e r to r io e s ta b le c id o ru tin a s q u e u n a v e z c o n c u rr ie ro n
fr e c u e n te m e n te en las re la c io n e s o b r e r o - p a t r ó n en lo s p a ís e s o c c id e n ta le s
y q u e s ig u e n sie n d o té c n ic a m e n te p o s t b le s c o m o , p o r e je m p lo , el s a q u e o
d e la c a s a d e u n je fe o u n t r a b a ja d o r m a lv a d o s. A u n q u e , e stric ta m e n te , lo s
r e p e r t o r io s p e rte n e c e n a c a d a p a r d e id e n tid a d e s, p o r c o n v e n ie n c ia , a m e
n u d o lo s g e n e r a liz a m o s a u n a p o b la c ió n , a u n p e r io d o y / o a u n lu g a r, y
h a b la m o s , p o r e je m p lo , d e l r e p e r t o r io c o n t e n c io s o p r e d o m in a n t e en tre
lo s a c tiv ista s r e lig io s o s d e la In d ia en la d é c a d a d e 1990.
Las actuaciones dentro de los repertorios no siguen unos guiones pre
cisos al pie de la letra. Se parecen a una conversación en el hecho de que se
atienen a unas reglas de interacción implícitas, pero implican una impro
visación constante por parte de todos los participantes. Así pues, la mani
festación de hoy se desarrollará de una forma diferente a la de ayer en fun
ción de quién participe, de si llueve, de cómo la policía se comporte con la
multitud, de lo que los participantes hayan aprendido ayer y de cómo res
pondan las autoridades a las reivindicaciones de ayer. Manifestaciones que
empiezan de maneras semejantes acaban convirtiéndose en concentracio
nes masivas, marchas solemnes, ataques a edificios públicos o batallas
campales entre la policía y los activistas. De hecho, las actuaciones estereo
tipadas suelen perder eficacia, de la misma manera que un discurso ma
quinal pierde relevancia. Reducen la ventaja estratégica de los actores, so
cavan la pretendida convicción de los manifestantes y disminuyen la
notoriedad del acontecimiento. Com o consecuencia, la innovación a p e
queña escala modifica los repertorios continuamente, sobre todo cuando
uno u otro conjunto de participantes descubre que hay una nueva táctica,
un nuevo mensaje o una nueva presentación de uno mismo que ofrece re
compensas que sus predecesores no ofrecían.
C o n s id e r e m o s las c ir c u n sta n c ia s e s tr a té g ic a s d e u n o s a c to r e s c o n u n o s
r e p e r t o r i o s d e a c c io n e s r e ív in d ic a tiv a s y a b ie n d e f in id o s . L a f ig u r a 5 .2
( p . 1 5 5 ) s im p lif ic a la s it u a c ió n d e u n p a r t ic ip a n t e ú n ic o en la c o n tie n d a
c u a n d o e s t á a p u n t o d e c o m e n z a r la a c c ió n , p o r e je m p lo : u n r e s u m e n
id e a l d e lo s r e fu g ia d o s q u e se a p iñ a b a n en el ja r d ín de la fa m ilia d e A m ita v
G h o s h u n a n o c h e d e e n e r o d e 1964. L a h isto r ia p re v ia d e las in te r a c c io n e s
d e la m is m a c a t e g o r ía h a e s t a b le c id o u n a s in te r p r e ta c io n e s c o m p a r tid a s
q u e v ie n e n r e p r e se n ta d a s p o r la re d d e in te r a c c ió n - r e su lta d o s d e la fig u r a
5 .2 . E n el e je h o r iz o n t a l e stá n las n in te r a c c io n e s p o s ib le s c o n lo s a sa lta n
te s q u e se e n c u e n tra n fu e r a d e lo s m u r o s d e l ja r d ín , c o n las a u to r id a d e s d e
Dhaka y con la familia Ghosh. Entre las interacciones que tienen a su dis
posición probablemente se cuenten ciertos modos de contraatacar, ciertas
maneras de huir y determinadas formas de apelar a las autoridades. Sólo
un estudio histórico detallado nos puede decir cuáles son realmente las
formas de rutina entonces disponibles. Dichas interacciones posibles
constituyen el repertorio relevante para la presente situación de alarma tal
y como ésta se ve desde la perspectiva de una sola de las partes. En el eje
vertical aparecen los resultados probables de dichas interacciones p o si
bles, condicionados igualmente por la experiencia previa de dichas situa
ciones. Dentro de cada una de las celdas de esa matriz idealizada aparecen
dos elementos relacionados: (1) una cierta probabilidad de que el inicio de
la interacción X producirá el resultado Y, y (2) una teoría causal que co
necta Y con X. A sí pues, el actor razona a partir de los resultados para
calibrar las interacciones apropiadas, a partir de las interacciones para cal
cular los resultados probables o, más plausiblemente aún, de ambas fo r
mas a la vez. Incluso en esta radical simplificación se puede percibir la
gran importancia de la experiencia previa a la hora de dar form a a unos
repertorios de contienda altamente selectivos.
También podríamos complicar el esquema de la figura 5.2 y hacerlo más
dinámico. Podríamos representar a dos de los reivindicadores (por ejem
plo, los que se refugian en el jardín y la familia Ghosh) y uno de los obje
tos de las reivindicaciones (por ejemplo, los que asedian desde el exterior)
y dos tipos de interacción, cognitiva y estratégica. Aparecerían entonces
dos redes en el diagrama para registrar el hecho de que los reivindicado-
res y los objetos de las reivindicaciones interpretan las posibilidades de
maneras diferentes, porque cada uno de ellos cuenta con una información
limitada respecto a los recursos, las capacidades y los planes estratégicos
del otro y porque cada uno de ellos llega a ese encuentro a partir de una
historia contenciosa de algún modo diferente.
En un bosquejo así, todavía muy simplificado, los reivindicadores 1 y
2 ya están de acuerdo en las posibilidades y los resultados probables de ac
tuar conjuntamente, aunque puede que no estén de acuerdo respecto a lo
deseables que resultan los posibles resultados. Los reivindicadores 1 y 2
están involucrados en una interacción cognitiva con la red de interaccio
nes-resultados que comparten, diseñando cursos de actuación posibles,
mientras que el objeto de las reivindicaciones lleva a cabo un proceso cog-
nitivo similar. Los reivindicadores 1 y 2 están interactuando estratégi
camente —coaccionándose o engatusándose el uno al otro, creando una
división del trabajo, etcétera— al contender con el objeto de sus reivindi
caciones. Múltiples veces repetidas, como los fotogramas de una película,
dichas interacciones producen alteraciones en la semejanza y en los con
tenidos de ambas redes que, a su vez, sirven de guía a la siguiente vuelta de
n
Teorías causales
RESULTADOS POSIBLES y probabilidades
INTERACCIONES POSIBLES
M ECANISM OS
A quel m ism o año, E gip to había ju gad o antes un partido de fútb ol contra
A rgelia en el que se decidía cuál de los dos equipos participaría en los M undiales.
H abía ganado Egipto, y los egipcios de todo el m undo se habían vuelto loco s de
alegría. En Irak, los dos o tres m illones de egipcios que vivían congregados, to
d os ellos jóvenes, todos ellos hom bres, sin familia, sin hijos y sin esposa, sin n a
da que hacer que no fuera m irar sus televisores recién com prados, habían salido
en m asa a la calle en un delirio de alegría. Su equipo de fútbol les había devuelto
el am or p rop io que sus reprodu ctores de cassettes y sus televisores no habían
p odido aportarles. A los iraquíes, que nunca han tenido nada parecido a una v i
da política normal y que probablem ente nunca habían visto multitudes de no ser
p or los peregrinajes, las m asivas congregaciones de egipcios les debieron de p a
recer la llegada del fin del m undo. R espon dieron atacándolos en las calles, a m e
nudo con armas de fuego: una gente bien entrenada en la guerra que cayó sobre
la m ultitud ju bilosa y desarm ada de ob reros egipcios. (G hosh, 1992: 352-353)
En ese momento, Ism a’il decidió dejar un Irak rico en petróleo por su
pueblo empobrecido, exportador de mano de obra. Su experiencia con el
proceso de formación de categorías lo había asustado.
N i la invención, ni el préstamo, ni el encuentro, ni la combinación de
éstos, crean un perímetro completo o una población homogénea a uno u
otro lado de la frontera. Siempre sobreviven casos mixtos, nuevas divisio
nes y grados variables de conformidad. La formación de categorías lleva
tiempo y se produce a incrementos discretos, pero afecta poderosamente
a las identidades en nombre de las cuales interactúan los participantes en
la contienda. Así pues, si la gente de una población dada reivindica colec
tivamente como mujeres, ciudadanos, iraquíes o terratenientes depende
en parte de la correduría y en parte de la formación de categorías.
El cambio de objeto afecta significativamente al repertorio contencio
so. El cambio de objeto significa la alteración de las relaciones entre los
reivindicadores y los objetos de sus reivindicaciones, como cuando las
partes cambiantes en Panipur y sus corredores escalaron en la jerarquía
administrativa de Pakistán en busca de aliados y, de ese modo, propicia
ron la militarización de su conflicto local. El cambio de objeto suele p ro
ducirse a corto plazo, durante la interacción estratégica de la contienda.
Bandas enfrentadas se unen contra la policía; la intervención de un oficial
público en un conflicto en el mercado hace que los ataques de los consu
midores se vuelvan contra él; un administrativo del departamento de ha
cienda que hace intervenir al alcalde. Por supuesto, tales cambios alteran
normalmente a los actores, así como las identidades vinculadas que éstos
despliegan, pero afectan también a las formas de reivindicación colectiva
disponibles, apropiadas y que es probable que resulten eficaces. El cam
bio de objeto también se produce a largo plazo y fuera de la interacción
contenciosa.
Cuando los cuerpos legislativos electos ganan poder frente a reyes, mi
litares y patrones políticos, por ejemplo, la reivindicación no sólo se des
plaza hacia el cuerpo legislativo y sus miembros, sino también hacia las
campañas electorales, las demostraciones de poder electoral y mecanis
mos tales como el lobbying (Tilly, 1997). Ese tipo de parlamentarización
suele propiciar cambios en el repertorio: de particular a modular; de la pe
queña escala a la gran escala, y de estar mediados por los notables del lu
gar a ser dirigidos o mediados por los legisladores y emprendedores polí
ticos. La formación del Congreso Nacional Indio en 1885 y su adopción,
coordinada por Gandhi, de una estructura jerárquica aproximadamente
correspondiente al sistema británico de administración de arriba abajo
propició y fue consecuencia de la creciente orientación de los líderes in
dios hacia el Parlamento británico. Dentro dé su esfera de acción, esa evo
lución generó unas reivindicaciones modulares, a gran escala y relativa
mente carentes de mediación dirigidas a los partidos, a la Administración
y al Parlamento británicos (Johnson, 1996: 156-162). Durante los prime
ros años, el Congreso efectuó sus reivindicaciones a la manera ordenada
de un grupo de presión británico, mediante el lobbying, las peticiones y
con la redacción de demandas (Bose y ja lal, 1998: 116-117).
El cambio de objeto es importante porque los repertorios residen en
las relaciones sociales, no en los actores o en las identidades individuales.
U n cambio de objeto selecciona o genera formas específicas de reivindi
cación mutua. Claro está que un cambio de objeto a largo plazo se halla en
intersección con toda otra cantidad de procesos formativos. Cuando cam
bian las relaciones entre trabajadores y gerentes y cuando los gobiernos
intervienen de una forma más o menos activa en las disputas entre los
obreros y la dirección, las tres partes experimentan transformaciones in
ternas, de las cuales sólo algunas son resultado directo de la interacción
con las demás partes. El gobierno se convierte en un objeto más prom i
nente de las reivindicaciones de los trabajadores y de la dirección, pero ese
cambio se produce en una relación de interdependencia con muchos
otros. El cambio de objeto también depende en parte de la correduría y de
la formación de categorías, ya que los corredores conectan a los actores
con los objetos específicos de las reivindicaciones, y la formación de nue
vas categorías produce nuevos aliados, enemigos y espectadores para unos
conjuntos de reivindicadores a otros respectos similares.
La certificación se refiere a la validación de los actores, de sus actuacio
nes y de sus reivindicaciones por parte de autoridades externas. Es la ver
sión política de un fenómeno muy general. Mientras reflexiona sobre las
razones por las que la débil y periférica Suecia entró en la virulenta guerra
europea de 1630, Erik Ringmar reflexiona sobre este fenómeno general:
IN T ER SEC C IÓ N DE M ECANISM O S
EN EL ASIA M ER ID IO N A L
Sus cuerpos fueron incinerados a la orilla del río Saryu y las cenizas fueron
devueltas p o r los trabajadores del B JP a los pueblos y ciudades de las distintas
partes del país de las que procedían los m uertos. A llí, fueron aclam ados com o
mártires de la causa hindú. P ronto se desataron disturbios hindú-m usulm anes
en muchas partes del país (K akar, 1996: 51).
N o obstante, los «disturbios» también se centraban en la resistencia
pública de los estudiantes de casta superior a la recuperación por parte del
Gobierno de un programa afirmativo de acciones en nombre de las Otras
Clases Retrasadas (Tambiah, 1996: 249).
En la H yderabad de 1990, según explica Sudhir Kakar, la violencia
proseguía:
M ás de 1.600 kilóm etros al sur de A yodhya, los disturbios dieron com ienzo
con el asesinato p or parte de dos hindúes de Sardar, un conductor de rickshaw
musulmán. A unque el crimen se vinculó posteriorm ente a una disputa de tierras
entre dos bandas rivales, en el m om ento en que sucedió quedó enm arcado en el
contexto de las crecientes tensiones hindú-m usulm anas de la ciudad. L o s m u
sulmanes se vengaron con el apuñalamiento de cuatro hindúes en diferentes par
tes de la ciudad am urallada. D espués, M ajid Khan, un influyente líder local de
Subzim andi que vive y prospera instalado en el espacio de penum bra que con
form a la intersección del crimen con la política, fue atacado con una espada por
algunos trabajadores del BJP, y se extendió el rum or de que éste había muerto.
H ord as de musulm anes salieron a las calles y callejones de la ciudad amurallada,
seguidos p or hordas de hindúes que hicieron lo mismo en las áreas en que eran
dom inantes, y los disturbios de 1990 ya estaban en marcha. D urarían 10 sem a
nas, se tomarían más de 300 vidas y miles de heridos (Kakar, 1996: 51).
la elección del día 6 de diciem bre también tenía una oculta connotación hindú.
E ra el día en que había com enzado la guerra de dieciocho días del M ahabharata,
cuando el señor Krishna había exhortado a A rjun a cumplir con su deber sin re
parar en costes. N uevam en te, com o en m uchas ocasiones anteriores, el V H P
[Vishwa H indú Parishad] había utilizado el sim bolism o ritual hindú para emitir
un du ro m ensaje de n acionalism o hindú e identidad hindú, para gran ventaja
propia (Chaturvedi y Chaturvedi, 1996: 182-183).
Más o menos al mismo tiempo, los militantes del BJP de Uttar Pradesh
atacaban y demolían una mezquita en Faizabad, además de reclutar a se
guidores para la campaña de Ayodhya. En la población de Baba ka Gaon,
en Uttar Pradesh, los propios explotadores de la casta superior de los tra
bajadores de Casta Registrada [Scheduled Caste] pretendían reclutarlos
10
Conclusiones
Negativo
Positivo
De referencia Nuevos
Constitución de actores Derechos civiles norteamericanos Revolución Cultural china
Polarización Revolución Francesa Guerra de las M olucas, 1999
Cambio de escala M ovimiento estudiantil francés/italiano Genocidio de Ruanda, 1994
La tabla 10.1 muestra los tres procesos sólidos y los seis casos que uti
lizaremos para ilustrarlos.
LA C O N S T I T U C I Ó N DE A C T O R E S
X Constitución
de actores
M IE M B R O S Y A trib u c ió n de
D e sc e rtific a ció n
DESAFIAD O R ES a m e n a z a /o p o rtu n id a d
F I G U R A 10.1 La c o n s t i t u c i ó n de a ct or e s a t r a v és
de la i n t e r a c c i ó n c ont e nc i o s a
La Revolución Cultural
1. Tenemos que expresar nuestro agradecimiento a Gerry Van Klinken, de cuyo artículo
no publicado «Las guerras de las Molucas en 1999» hemos extraído gran cantidad de infor-
mación para esta discusión.
poder de Suharto provenía en parte del comercio internacional, en parte de
los m onopolios locales y en parte de las comisiones sobre casi todas las in
versiones extranjeras. Su reinado terminó abruptamente con la crisis fi
nanciera asiática de m ediados de los años de 1990 (Sidel, 1998: 162-165).
D icha crisis fue severa en toda Asia, pero golpeó con especial dureza a
Indonesia porque coincidió con una crisis política. C om o consecuencia,
se hundieron num erosos negocios, se desataron disturbios incontrolados
en las calles de Yakarta y se iniciaron las luchas entre comunidades en las
provincias rem otas. L a violencia com enzó en la m isma Yakarta y se ex
tendió de los estudiantes a la «m asa». Rápidamente, tomó com o objetivo
los negocios y las instituciones de los chinos (Siegel, 1998). D esde allí se
extendió a todo el archipiélago (Robinson, 1998; Rutherford, 1999; Van
Klinken, de próxim a publicación) y reavivó antiguos fuegos — com o la in-
surgencia de Tim or O riental, que ya duraba 25 años— y encendió otros
nuevos, com o el de las M olucas. D esde finales de 1998 hasta principios del
2000, se desataron oleadas de luchas entre los cristianos y los musulmanes
de ese reguero de islas, y las estimaciones más optimistas calculan que en
tre 3.000 y 4.000 personas murieron y entre 123.000 y 370.000 se vieron
desplazadas por la violencia, el miedo y la intimidación (Van Klinken, de
próxim a publicación: 3).
G ran parte de la violencia de las M olucas la protagonizaron pandillas
de jóvenes, tanto en Am bón, la capital de la provincia, como en el campo.
Pero también se acusó a las élites locales, afincadas en Yakarta, de ser p ro
tagonistas del conflicto, de aprovecharse del vacío de poder que se prod u
jo en la capital para obtener ventajas a nivel local y de defender a sus res
pectivos grupos religiosos de lo que se afirmaba que eran los ataques de
los demás. Entre los actores externos se cuentan los guerreros islám icos
que acudieron desde Java para ayudar a sus correligionarios y los secuaces
cristianos que habían perdido la batalla contra sus com petidores m usul
manes en Yakarta y que venían a casa a traer la pólvora para sus hermanos.
Pero las bandas de secuaces cristianos fueron las responsables de gran par
te de la peor violencia, e incluso las unidades enviadas para restaurar el
orden estuvieron implicadas, «ya que las fuerzas armadas reproducían la
misma división en facciones que se apreciaba en la sociedad» (Van Klinken,
de próxim a publicación: 33).
Resultaba fácil ver los orígenes del conflicto en la alta tasa de desempleo
y de desintegración social, los conflictos étnicos y centro-periferia, las ten
siones entre comunidades y la rivalidad entre localidades. Las M olucas ur
banas tenían una proporción excepcionalmente alta de jóvenes a fines de la
década de 1990, junto con una alta tasa de desempleo. Los conflictos entre
el centro y la periferia heredados del N uevo Orden resultaron exacerbados
por el hundimiento del sistema de patronazgo del G olkar tras la caída de
Suharto. U n a alta tasa de inmigración de musulmanes y la invasión por
parte de éstos del provechoso sector funcionarial amenazaba la posición
antes privilegiada de los cristianos en la región. Es posible estructurar una
explicación creíble para el argumento de que el conflicto de las Molucas re
presentaba «el resurgimiento de un [...] patrón político que era anterior a
la llegada del estado moderno centralizado, un patrón que se caracterizaba
por la existencia de num erosos pequeños centros de poder con bases muy
locales» (Van Kinken, de próxim a publicación: 18).
L o s lectores que nos han seguido hasta aquí adivinarán que, más que
investigar las causas estructurales de la contienda, lo que nosotros busca
m os son los m ecanismos y los procesos que desencadenaron su inicio,
crearon los objetos de disputa, form aron las alineaciones y polarizaron a
los contendientes. En una región en la que la mayoría de las instituciones
sociales guardan relación con la Iglesia, el proceso de movilización se vio
apoyado por m uchos de los m ecanism os que ya nos son familiares. Por
ejemplo, tom em os en consideración la apropiación social, uno de los pri
m eros m ecanism os que delineamos. Las organizaciones religiosas de la
com unidad eran las únicas que no habían sido completamente corporati-
vizadas por el N uevo O rden, y se convirtieron en refugio para la articula
ción de cualquier tipo de interés: económico, étnico, etcétera. Esa es la ra
zón por la cual se convirtieron en centros de movilización cuando el
régimen se hundió.
A quí nos centraremos en el proceso de la polarización, apoyado — igual
que en la Francia revolucionaria— por las espirales de oportunidades/
am enazas, por la com petencia, por la form ación de categorías y p o r la
correduría:
Correduría Difusión
Atribución de similitud
Emulación
Acción coordinada
F I G U R A 10.3 C a m b i o de escala
R E V IS IÓ N DE LAS C O N D IC IO N E S
DE A L C A N C E
Escala: N uestros casos han sido por lo general de escala nacional y han
im plicado conflictos cuya resolución afectaría a las relaciones sociales,
políticas y económicas en toda la extensión territorial de las naciones en
cuestión (incluso, com o en el caso de la unificación italiana, cuando de lo
que se trataba era del alcance de la autoridad nacional). E so , evidente
mente, no significa que el conflicto sea igualmente intenso en todas las re
giones de la nación afectada. Aunque sus implicaciones fueran de im por
tancia crítica para toda la nación filipina, la Revolución Amarilla se limitó
abrumadoramente a la capital y sus alrededores. L o mismo podría decirse
del movimiento estudiantil chino de 1989. Aunque hubo otras protestas
lideradas por los estudiantes en muchas otras ciudades chinas durante e
inmediatamente después de la ocupación de la plaza de Tiananmen, Pekín
seguía siendo el enclave de las acciones más significativas y de m ayores
consecuencias en el curso del episodio.
L os ejemplos, de hecho, ponen de manifiesto lo que queremos expre
sar respecto a la escala: la noción de una escala distintivamente nacional de
la contienda es ilusoria. L a contienda nacional puede ser abrum adora
mente local en la localización de la acción (p. ej., en el caso de Tiananmen).
Incluso en los casos en los que la acción se encuentra más dispersa geo
gráficamente, la contienda nacional consiste en un agregado de conflictos
locales. A sí pues, lo que hace que un conflicto sea nacional no es la locali
zación de la acción, sino las implicaciones sociales/políticas más amplias
de la lucha. Pero, como el nuestro es un programa para el estudio de la ac
ción contenciosa o, más precisamente, de la interacción, debería ser de
aplicación en cualquier lugar en que se produjera tal tipo de acción.
N uestra apuesta es que nuestro enfoque se aplica tanto a casos de conflic
tos en los que lo que está en juego es exclusivamente local, como a los ti
pos de episodios de significación nacional que hemos resaltado en este li
bro.
Contienda transgresiva vs. contienda contenida: Además de ser de es
cala «nacional», todos nuestros casos eran de la variedad transgresiva más
que de la contenida. Es decir, todos implicaron la participación de actores
políticos de nueva constitución y de formas de acción innovadoras. Pero,
tal y com o la definimos en el capítulo 2, la designación general de «con
tienda política» es aplicable tanto a la contienda transgresiva com o a la
contenida. Entonces, ¿por qué nos concentram os únicamente en la pri
m era? En un sentido, la pregunta está mal enmarcada. L a m ayoría de
nuestros casos se iniciaron com o episodios de contienda contenida que, al
final, evolucionaron hacia episodios transgresivos más amplios. A sí pues,
no hemos ignorado realmente la dinámica de la contienda contenida en
nuestra selección de casos. Sin embargo, es cierto que nuestra muestra no
incluye ejemplos de contienda exclusivamente contenida. L a pregunta es:
¿nuestro enfoque habría funcionado también si lo hubiéramos aplicado a
casos de ese tipo? Estam os convencidos de que sí.
Pensemos en el periodo de contienda contenida que precedió y ayudó
a desencadenar la posterior fase transgresiva de la lucha por los derechos
civiles en Norteamérica. Si limitamos nuestra atención a un periodo de 10
años después de la Segunda Guerra Mundial, queda claro que se está p ro
duciendo un significativo episodio de contienda, pero que todos los com
batientes clave son actores políticos constituidos que utilizan medios de
contienda bien establecidos. N uestro enfoque explicativo debería aplicar
se igual de bien a ese periodo de contienda más contenida.
El inicio de la Guerra Fría constituyó el proceso de cambio social cla
ve que contribuyó a desencadenar el episodio. Por su parte, las organiza
ciones por los derechos civiles establecidas se dieron cuenta de la oportu
nidad estratégica que les brindaba la Guerra Fría. Al buscar un decidido
paralelism o entre las políticas de Jim C row y la.supresión de las liberta
des en el bloque soviético, los líderes establecidos pretendían mover a la
acción a un establishment federal reacio enmarcando la reform a de los
derechos civiles com o herramienta de la lucha norteamericana contra el
com unism o. Ese esfuerzo retórico iba unido a un asalto legal a la segrega
ción cada vez más enérgico, en el cual la N A A C P asumió el liderazgo en
la identificación y el seguimiento de casos diseñados para erosionar p ro
gresivamente los fundamentos legales de Jim Crow.
En ese contexto, los cargos del G obierno empezaron a tratar el racis
mo dom éstico com o una amenaza para las relaciones exteriores de los
E stados U nidos; las organizaciones pro derechos civiles resaltaron la
cuestión; los políticos sureños reaccionaron a la amenaza con la m oviliza
ción en nombre de los derechos de los estados; y el Tribunal Suprem o de
los Estados U nidos empezó a derogar las leyes que favorecían la segrega
ción. C asi todas esas formas ya familiares de interacción tuvieron lugar en
la zona de la contienda contenida, antes de que el movimiento por los de
rechos civiles tomara la forma más transgresiva que analizamos en el capí
tulo 2.
Incluso una lectura convencional com o ésta de los orígenes del con
flicto por los derechos civiles de los años de la posguerra debería servir
para clarificar la cuestión. El proceso de movilización que delineamos en
el capítulo 2 encaja bien con el tema. U n os procesos am plios de cam bio
social — sobre todo la G uerra Fría— desestabilizaron el sistema de políti
ca racial y desencadenaron procesos innovadores de interpretación y ac
ciones innovadoras por parte de los tres conjuntos de actores constituidos
que hemos considerado aquí. A su vez, cada nueva acción reforzaba el
sentimiento compartido de incertidumbre en que se apoya la contienda, a
la vez que inspiraba acciones de respuesta de las otras partes en el conflic
to. El proceso iterativo e interactivo de la contienda había dado comien
zo, y mucho antes de que los sucesos de M ontgom ery im pulsaran a
Martin Luther King jr. a concentrar la atención de toda la nación.
Los enclaves institucionales de la contienda: La última condición res
trictiva que reflejan nuestros casos guarda relación con el enclave institu
cional de la contienda. Todos los episodios los hemos presentado dentro
de un contexto expresamente político, es decir, un contexto que, según lo
definimos en el capítulo 2, incluye «por lo menos a un gobierno [...] como
reivindicador, objeto de las reivindicaciones o parte en las reivindicacio
nes». Pero, ¿existen casos de contienda que impliquen a actores no estatales
que queden fuera del alcance de nuestro enfoque? Tenemos el presenti
miento de que nuestro marco püede adaptarse con facilidad al análisis de
la contienda dentro de cualquier sistem a de poder form alm ente institu
cionalizado. Puede tratarse de una empresa, una industria, una asociación
voluntaria local, una iglesia o una denominación entera. El m odelo gené
rico sólo requiere que el analista sea capaz de identificar por lo menos a
un miembro y a un desafiador activamente enfrascado en la contestación
relativa a la forma de un ámbito institucional u organizativo dado. D e he
cho, ya existe un cuerpo significativo de estudios empíricos que parecen
atestiguar la importancia del mismo tipo de procesos y mecanismos diná
micos en el desarrollo de la contienda en toda una diversidad de entornos
organizativos/institucionales de ese tipo.
En su libro The Transformation o f Corporate Control [La transform a
ción del control corporativo], N eil Fligstein (1990) nos ofrece una expli
cación histórica del surgim iento de la «estrategia financiera» en las em
presas norteamericanas que encaja bien con el proceso de m ovilización
que bosquejam os en el capítulo 2. Fligstein ve varios procesos desestabi
lizadores de cambio — incluidas algunas decisiones clave de los tribuna
les— que desencadenan procesos interpretativos dentro de las empresas
que llevan a acciones colectivas innovadoras por parte de los desafiadores
de los ámbitos financiero y de la comercialización que luchan por arreba
tar el control a la élite industrial tradicionalmente dominante. O tros ana
listas han identificado procesos contenciosos en la industria de los servi
cios sanitarios, así como en otros ámbitos (p. ej.: Rao, Morrill y Zald, 2001).
L o s ejemplos empíricos com o ésos podrían multiplicarse. C uando van
unidos a la creciente apelación teórica a favor de unos enfoques más diná
micos, culturales y relaciónales para el estudio del cambio y el conflicto
organizativo/institucional, la im plicación debería estar clara (Brint y
Karabell, 1991; D avis y M cA dam , 2001; Fligstein, 1996; Friedland y
A lford, 1991; H irsch, 1986; Katzenstein, 1998; Kurzm an, 1998; M orrill,
1996; Rao, M orrill y Zald, 2000; Zald y Berger, 1978). L a contienda no es
nada peculiar del ámbito de la política. Es un fenómeno genérico inextri
cablemente unido al establecimiento de unas relaciones de poder institu
cionalizadas. Tanto si ese poder se esgrime con fines políticos formales o
con fines institucionales de otro tipo — económicos, culturales o religio
sos— , la contienda es inevitable. Por eso, en última instancia, no vemos
razón alguna para limitar la aplicación de nuestro enfoque al dominio de
la política en sentido estrecho.
¿QUÉ V IENE A C O N T IN U A C IÓ N ?