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Masculinidades en perspectiva intercultural

X. Andrade

Ensayo Final
Anahí Roca

Sicarios homosexuales en Medellín

Introducción

"Los pobres producen más pobres y la miseria más miseria, y mientras más miseria
más asesinos y mientras más asesinos más muertos. Esta es la ley de Medellín, que
regirá en adelante para el planeta tierra" (Fernando, La virgen de los sicarios).

El presente ensayo tiene por objeto de análisis la película “La Virgen de los Sicarios”
(1999) del director Barbet Schroeder, la cual es una adaptación de la novela del escritor
colombiano Fernando Vallejo. Se trata de una película que incomoda desde mi punto de
vista por dos aspectos relevantes. Primero por la prominencia de la cultura narco-
homosexual de Medellín, y segundo por la violencia extrema y la descomposición social
de una ciudad al servicio del narcotráfico. Así la historia toma por protagonista a
Fernando, quien vuelve a Medellín luego de 30 años para el cobro de una herencia
familiar. Este personaje se encuentra con una ciudad partida en dos: Medellín y Metrallo.
Una abajo -el valle-, que representa la normalización, y la otra arriba -las comunas- que
representan la marginalidad. En un burdel Fernando conoce a Alexis, un adolescente
homosexual asesino a sueldo con quien entabla una relación sentimental, y juntos, sin
mucho que hacer, se dedican a deambular por la ciudad.

Ante los asesinatos cometidos por Alexis, Fernando va matizando sus impresiones hacia
una progresiva indolencia que justifica por su percepción de una necesidad de limpieza
social ante tanta “gentuza agresiva, fea, abyecta, esa raza deprabada y subhumana, la
monstruoteca” (Vallejo, 75).

A modo de contexto me permito indicar que “La virgen de los Sicarios” explicita el
fenómeno del sicariato como delito conexo del narcotráfico, el cual se consolida en una
ciudad con un proyecto moderno excluyente, dejando en la más alta vulnerabilidad a toda
una sociedad que rebusca alternativas para la sobrevivencia y supervivencia. Al respecto
Xavier Andrade manifiesta que:

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“Por supuesto, la racionalidad de estos procesos no está en las condiciones innatas
de los individuos como alegan los discursos del poder sino en las condiciones de
exclusión social que hacen emerger al narcotráfico como una alternativa
económica real. El problema radica en la economía política, en los procesos
históricos y las relaciones sociales que promueven el ingreso de masas
poblacionales a un negocio peligroso, como lo es el narcotráfico, y en las
aspiraciones y estrategias que definen relaciones de poder y jerarquías de honor
y respeto en estas comunidades” (Andrade, 2007: 117).

Tal panorama de aspiraciones, estrategias de sobrevivencia y respeto ante el más


peligroso, es lo que se palpa en la Medellín representada en “La Virgen de los Sicarios”.

Dicho esto, y para dar paso al análisis del tipo de masculinidad que intentaré develar,
concluyo manifestando que la pretensión del ensayo es demostrar que la obra de Vallejo,
subvierte la norma sexual, no negándola sino deconstruyéndola desde adentro, mediante
la demostración de que dicha norma no es un asidero sólido y dado, sino mostrando los
intersticios en los que se devela la inconsistencia del papel regulador de la
heteronormatividad.

Primera parte

Siguiendo el planteamiento de Xavier Andrade (2009), es posible entender el cuerpo -sin


escapar de la determinación económica política capitalista en la que el mismo se inserta-
, como un agente activo que promueve resistencia en el mundo social. Es decir, el cuerpo
es un texto de inscripción, pero a su vez, es susceptible de comentarios críticos:

“Para empezar el cuerpo es un lugar, una locación, un sitio. El sitio primario


para la construcción del performance de género, entendido éste como el
resultado de actos que repetimos compulsivamente para crear la sensación de
naturalidad en la vida cotidiana. Históricamente, y más masivamente aún en la
época del capitalismo tardío, el cuerpo es también un lugar donde se imprimen
continuas transformaciones”. (Andrade, 2009: 1)
En la cita anterior, Andrade se remite a una de las principales teóricas queer, Judith Butler,
quien de forma revolucionaria, deconstruye la lógica sexista para demostrar que las
identidades de género son construcciones sociales legitimadas en el origen biológico, y
que dicha construcción es “inherente a las ficciones reguladoras de la heterosexualidad”
(Viveros, 2007: 28). Entonces, sobre el cuerpo se inscribe el papel regulador del sistema
binario del género, pero para que ésta práctica reguladora sea efectiva, tiene que existir la
repetición de actos para que el individuo construya su identidad de género, de acuerdo a
lo socialmente aceptado e impuesto por la heteronormatividad.

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“El género es «una estilizada repetición de actos. El efecto del género se produce
a través de la estilización del cuerpo y, de ahí, debe entenderse como la forma
rutinaria en que los gestos corporales, movimientos y estilos de diverso tipo
constituyen la ilusión de un ser perdurable con un género»”. (Butler, 1990: 179
en Viveros, 2007: 28)

En este orden de ideas, el género sería el efecto de una constante repetición de actos que
son valorados externamente por la norma sexual, es decir, el género no es esencialidad
inherente, sino que es un condicionamiento externo, y por tanto, una performance. De
esta manera, la homosexualidad estaría condenada por la norma como una desviación en
la construcción de la identidad. Pero como indica Butler hay que desnaturalizar el género
porque es producto de la heterosexualidad institucionalizada, y abogar como indica
Andrade, por un cuerpo como lugar de resistencia, susceptible de continuas
transformaciones.

Así, la homosexualidad no es más que uno de los tantos posibles comportamientos de


nuestros cuerpos sexuados, y que fuera de la lógica del papel regulador de la
heteronormatividad, es tan válido como cualquier otro comportamiento, simplemente
porque la identidad es abierta, nunca puede ser cerrada.

Creo que Vallejo en la “La Virgen de los Sicarios”, logra evidenciar esto ya que las
relaciones homosexuales entre Fernando y los dos adolescentes, se muestran con mucha
naturalidad y de manera muy abierta. De hecho, los demás personajes, lejos de ser el
grupo que “se erige observante en su capacidad manipuladora de las reglas
heterosexuales” (Andrade, 2001:120), ninguno emite juicios éticos ni morales por la
homosexualidad de los protagonistas. Asimismo, se subvierte la idea de que “la
heteronormatividad opera como algo normalizado en la vida de los sujetos” (Ibidem,116);
más bien parecería que lo normalizado en la vida de los sujetos es la homosexualidad
entre los jóvenes sicarios.

Por otro lado, el hecho de que la homosexualidad no sea problematizada por el entorno
circundante, no quiere decir que no exista tal heteronormatividad omnipresente. A modo
de ejemplo de viñeta etnográfica, extraigo una escena de la película para demostrar que
el papel regulador de la norma sexual está presente, pero no para confirmar la norma sino
para deconstruirla desde adentro.

Cuando Fernando invita a Alexis, su primer pareja adolescente, a vivir juntos, estos ven
al Presidente de Colombia por televisión, y Fernando eufóricamente le indica a Alexis

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“apaga a ese bobo marica que para maricas los de aquí dentro”. Para dar paso a mi análisis,
cito a Gastón Alzate que en la Revista Iberoamericana, explica que inclusive en las
relaciones homosexuales, el que asume un rol pasivo es el que tiene la etiqueta de
“homosexual” y no así, el que tiene rol activo:

“Fernando Vallejo también apunta con su crítica mordaz a un elemento de la


cultura colombiana y latinoamericana, y es la doble moral implícita en el hecho
de que solamente aquel que no ejerce el rol masculino en las relaciones
homosexuales es considerado o percibido como homosexual” (Alzate 2008)

En este caso, Fernando cayendo en el lugar común de la repetición, reproduce la lógica


estigmatizante de feminizar y nombrar “marica” a un Presidente que se deja penetrar por
el poder hegemónico de EE.UU, pero al mismo tiempo también se llama “marica” a él y
a su pareja.

Es decir, Fernando entra y sale de la heteronormatividad a su antojo, mostrando de esta


manera que no es más que una construcción, una ficción, y como tal, él puede manipular
la norma a su conveniencia, burlarla, entrar o salirse del personaje de marica, o decir que
el marica es el Presidente. En definitiva, siguiendo a Butler, mediante la repetición de la
norma impuesta, Vallejo demuestra que no es algo dado y desvirtúa la misma al dejar al
desnudo la inconsistencia de su construcción.

Segunda parte

Estas preferencias sexuales aparentemente normalizadas, contrastan fuertemente con el


mundo criminal en el que se insertan los personajes.

En este punto retomo la pregunta de Andrade en su trabajo sobre masculinidades y


drogas: “¿cómo interpretar el discurso de género de la interdicción que toma como
referente casi exclusivo a lo masculino? La primera respuesta es, por supuesto, relativa a
las tecnologías disciplinarias que promulgan la idea de que las drogas son, básicamente,
un negocio de hombres” (Andrade, 2007: 109). Ciertamente, en “La virgen de los
Sicarios”, hay centralidad de representación masculina en el mundo del sicariato, y al
respecto, Andrade refuerza esta idea indicando que “la incorporación de valores y
visiones masculinistas es originalmente (…) un producto de la especialización histórica
de los varones en el mundo de las economías subterráneas” (Ibid). Sin embargo, tanto en
la obra de Vallejos como en el texto de Andrade, se subvierte esta concepción al develar

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que es nuestra propia mirada heterosexual, la que nos hace creer que en el mercado ilegal
no existen homosexuales ni mujeres.

Por su lado, Andrade asume que la invisibilidad de las mujeres también es un hábitus en
la práctica etnográfica. Pero sin adentrarnos en ese tema, son evidentes los casos de
mujeres mulas que utilizan su propio cuerpo para transportar cocaína, o las mujeres
insertas en el microtráfico que son jefas de cuadras. En el caso de “La Virgen de los
Sicarios”, se revela “la cultura narco-homosexual adolescente de Medellín” (Alzate 2008).

Parafraseando a Andrade, en la economía ilegal la masculinidad es vista como una


performance pública violenta que encierra los aspectos más agresivos y criminales del
significado de “ser hombre de verdad” (2007: 129), e infaliblemente, aunque los asesinos
a pedido de la novela y/o de la película sean homosexuales, no por ello puede ser
deslegitimada su masculinidad:

“la construcción social de la masculinidad para muchos jóvenes colombianos, sea


esta heterosexual u homosexual y aunque muchos se nieguen a reconocerlo, está
mediatizada por las armas, por el uso o destreza de ellas, y por el número de
muertos ocasionados con ellas. De allí que en la película (con guión de Vallejo)
Alexis se cubre el sexo con “el fierro” como un símbolo de esta construcción
simbólica masculina” (Alzate 2008).
Entonces como ha demostrado Andrade respecto de la existencia de mujeres que se
insertan en el mundo de las drogas en Guayaquil, y Vallejos respecto de los sicarios
homosexuales en Medellín, el mercado ilegal no es netamente ámbito de hombres, sino
que esa creencia y la consecuente invisibilidad de masculinidades alternativas y de las
mujeres, se fundamenta en la mirada sesgada heterosexual que estructuran todas las
relaciones de poder.

Conclusión

La Virgen de los Sicarios tiene como mérito la impugnación de la norma sexual que rige
sobre los cuerpos.

Así, se demostró que las identidades femeninas y masculinas son las únicas legítimas y
válidas para la norma, al punto que inclusive en la pareja homosexual, sigue operando la
misma dinámica. De esta manera, el que asume el rol masculino es el penetrador, y el que
se deja penetrar es el que asume una feminización de su cuerpo, y por tanto se sigue
perpetuando la lógica binaria del género. En este orden de ideas, la homosexualidad
legitimaría la heterosexualidad.

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Sin embargo, Vallejo subvierte con gran cinismo esta norma, al permitirse entrar y salir
de la heteronormatividad a su antojo. En primer lugar, la novela y la película demuestran
que todo comportamiento sexual es igualmente válido, y por eso la homosexualidad no
es cuestionada ni juzgada por nadie. En segundo lugar, esta ausencia de problematización
del tabú de la homosexualidad, toma mucha más relevancia en el marco de la economía
ilegal y la violencia urbana, como ámbitos que históricamente han sido adjudicados a un
tipo de masculinidad hegemónica. Y tercero, Vallejo se inscribe en la norma discursiva
del sexo para mofarse de esa heteronormatividad, y a su vez liberarse de ella.

Bibliografía

Alzate, G. (2008). El extremismo de la lucidez: San Fernando Vallejo. Revista


iberoamericana, 74(222), 195-209.
Andrade, X. (2008). Edema del Capitalismo Tardío.
Andrade, X. (2001). Homosocialidad, Disciplina y Venganza. En: X. Andrade y
Gioconda Herrera eds. Masculinidades en Ecuador. Quito: Flacso.
Andrade, X. (2007). Etnográficas sobre Masculinidad, Drogas y Estética. Ecuador Debate
72.
Viveros Vigoya, M. (2007). Teorías feministas y estudios sobre varones y
masculinidades. Dilemas y desafíos recientes. La Manzana de la Discordia 2(4): 25- 36

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