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Reporte de lectura de Razón y valores en la era científico-tecnológica,

capítulos 1 y 2, por Nicholas Rescher

Magaña Ballesteros Diego


6to semestre, Filosofía
Filosofía social de la ciencia

1. RAZÓN Y REALIDAD: LA INFRADETERMINACIÓN DE LAS TEORÍAS Y


LOS DATOS
1.1 Cuatro consideraciones sobre la teorización científica.
Es un hecho que en sus esfuerzos por descifrar las estructuras y
funcionamientos de la naturaleza, la razón humana se ve enfrentada a
problemas y circunstancias que deben tomarse en consideración si es que
se pretende que lleguen a superarse. Son cuatro los punto que Rescher
destaca y que se corresponden con los títulos de los siguientes cuatro
subtemas.
1.2 Los datos infradeterminan las teorías.
Los datos observacionales se producen de manera finita en situaciones
espacio-temporales determinados y específicos; las teorías científicas
abarcan una determinada situación en cualquier tipo de condición, ofreciendo
sus características generales. Así, las teorías no se limitan a lo que los datos
observables han ofrecido, van siempre más allá.
De este modo se produce una brecha insuperable entre la información
que se obtiene de las observaciones reales que se produjeron y las
afirmaciones de una teoría científica realiza. Tenemos, pues, que los datos
observacionales son finitos, pero las hipótesis que de ellos se pueden
obtener son inagotables. Por otro lado, las teorías siempre van a estar siendo
determinadas por la interpretación particular que de estos datos se
propongan.
1.3 Las teorías infradeterminan los hechos.
Una misma teoría, cuando se ha formulado correctamente según los
parámetros lógico-matemáticos requeridos, tendrá realizaciones concretas
diversas, no univocas. Esto es, que las interpretaciones que de la teoría se
produzcan serán variadas y la teoría misma está vedada de pretender
sustentar una interpretación unívoca de sí misma.
1.4 La realidad supera los recursos descriptivos del lenguaje.
El conocimiento que tenemos del mundo y de la naturaleza se produce
siempre en determinados sistemas lingüísticos referenciales. Ello implica que
debemos realizar una distinción entre «verdad» y «hecho», en la que la
primera tomará la forma de una enunciación lingüística que describe
correctamente un hecho del mundo, mientras que la segunda traspasa los
límites del mundo lingüístico en tanto que es un acontecimiento real que
existe por sí mismo, un “aspecto del estado de cosas del mundo” (p. 54) en
palabras del propio autor. Y, siguiendo la fórmula argumentativa anterior, las
enunciaciones respecto de los hechos son finitos, pero los hechos por sí
mismos son virtualmente infinitos.
Grosso modo, podemos decir que el lenguaje no alcanza a abarcar la
totalidad de la realidad. Los sistemas conceptuales a partir de los cuales
conocemos el mundo nos dan aproximaciones más o menos certeras del
mundo, pero nunca reproducciones exactas de los hechos que tienen lugar
por sí mismos en el mundo real. Así, existen seguramente infinidad de
hechos que no conocemos ahora mismos sólo porque los sistemas
conceptuales vigentes no los contemplan.
1.5 La realidad excede los recursos explicativos de la teorización
científica.
La teorización científica, en tanto que disciplina de las determinaciones
generales, no puede llegar a abarcar la totalidad de los fenómenos que tienen
lugar en el mundo, dado que los hechos estarán siempre sujetos a
características y circunstancias particulares que no nos son dables desde la
ciencia.
Las particularidades referidas, que son caracterizadas por Aristóteles
como «accidentes» son accesibles para nosotros sólo en la medida en que
las experimentamos de forma viva. Cualquier sistema de descripción de
carácter científico que pretenda establecer las características universales de
un tipo específico de situación del mundo real, deberá guardarse de
pretender dar descripciones que abarquen de forma total todas las
manifestaciones de su objeto de estudio.
1.6 Lecciones filosóficas.
Existen una serie de consideraciones que, a manera de conclusiones, nos
dejan las anteriores consideraciones:
 No debemos caer en el escepticismo, sino más bien considerar un
failibilismo: toda información obtenible por el hombre tanto inexacta
como perfectible.
 El conocimiento científico no puede tener pretensiones de perfección.
Habrá que confiar, además, en la labor de las generaciones venideras
de científicos.
 Deben descartarse por completo las formas de idealismo pretenden
identificar la realidad con el conocimiento que de ella podemos llegar
a tener.
 En términos pragmáticos, una vez que se acepta la imperfección de
nuestros esfuerzos por genera conocimiento del mundo real, debemos
pensar en evaluar las teorías científicas en función de su capacidad
para el ejercicio de la predicción y modificación de la naturaleza.
En general, podemos concluir que, la «realidad» es equívoca, no por sí
misma, sino en función de las consideraciones que tenemos sobre ella. La
idea misma de conocimiento científico, en tanto sistema conceptual que da
razón del mundo tal cual es, no es más que una forma idealizada,
inalcanzable, de las condiciones reales de conocimiento a las que estamos
condicionados en tanto que homo sapiens.
2. SOBRE EL FUNDAMENTO DE LA MORALIDAD EN EL ENTENDIMIENTO
2.1 El problema de la fundamentación racional de la moralidad.
Si bien es cierto que aún sin tener ninguna clase de interés por la teoría de
la moralidad se puede llegar a ser una persona moral, la fundamentación
racional de la moral es un problema con raíces cognitivas en relación incluso
con la ciencia, que permite relacionar los campos, aparentemente inconexos,
de la moralidad y conocimiento de la verdad.
Si preguntamos « ¿por qué debo actuar correctamente?», estaremos
planteando una cuestión con capacidad de autovalidación, es decir, que el
actuar correctamente se justifica a sí mismo desde que es «lo correcto», por
lo que no es necesario ofrecer razones ulteriores que busquen dar una
justificación de dicha disposición.
Sin embargo, la autovalidación tiene el problema de ser
argumentativamente estéril. Después de todo, podemos seguir preguntando
la razón de que «lo correcto» sea lo que debe hacerse. Así, asumir el
problema de la moralidad desde la autovalidación nos impide acceder a la
fundamentación racional del actuar moral, por lo que deberemos dejar la
autovalidación de lado.
2.2 La obligación ontológica fundamental.
Otra forma de abordar la justificación del actuar moral reside en la «obligación
ontológica fundamental» que establece que todo hombre, en tanto ser
racional, tiene el inherente deber de aprovechar al máximo todas las
oportunidades que se le presentan para su plena realización moral.
En tanto que, con Kant, nos consideramos como agentes libres
racionales, no tenemos derecho alguno a evadir las preguntas
fundamentales sobre la forma en que nos dirigimos en el mundo y con los
otros. De esta forma, desaprovechar las oportunidades que tenemos de
realización moral, es faltar a nuestro deber primordial y constitutivo de ser la
mejor versión de nosotros mismos.
Se trata de asumir nuestra propia obligación ontológica de
autodefinición, de autoformación, en suma, de autoafirmación. No tenemos
derecho, en tanto que debemos buscar siempre ser lo mejor que podemos
ser a desaprovechar las oportunidades que tenemos para nuestra realización
personal. Ese debe ser nuestro imperativo ontológico.
2.3 Enfoque axiológico.
Sin embargo, no podemos olvidar que el hombre tiene tanto potencial para el
bien como para el mal, por lo que un proyecto de realización ontológica, como
parte de un intento de fundamentación racional de la moralidad, debe
neutralizar dicha potencialidad hacia la maldad al constituirse como una
antropología filosófica normativa. Para la realización de dicha labor, debemos
apelar a capacidades específicas en el hombre:
 El uso de la inteligencia.
 Desarrollo de talentos y capacidades productivas propias.
 La contribución constructiva al trabajo del mundo.
 Promoción de la potencialidad de bondad de los demás.
 Alcanzar y difundir la felicidad.
 La atención a los intereses de los otros.
La deontología que se propone se inscribe, por su parte, en un proyecto
racional general, esto es, más amplio que la sola moralidad. Así, la economía
de los valores que propone, en tanto administración de las propias
oportunidades como los medios para la consecución de la realización
ontológico-moral, forma parte de una lógica de optimización racional cuya
prioridad resultan ser el aprovechamiento y el pleno desarrollo de nuestras
facultades cognitivas.
Podemos ver ahora que, la realización moral no puede desligarse de
la realización moral. Constituyen ambos deberes prioritarios que nos ocupan
como agentes racionales libres. Se trata de una metafísica del valor que nos
muestra, de manera analógica, que es mejor el conocimiento y la bondad por
encima de la ignorancia y la maldad.
2.4 Racionalidad y moralidad.
En tanto metafísica de la moral, el principio del deber ontológico establece
un vínculo insoslayable entre la capacidad de realización moral y la facultad
racional del hombre. El agente racional libre no puede contarse con el «ser»
(en términos morales), sino que hace del «deber ser» su premisa y su
compromiso.
Como metafísica del valor, el agente libre racional aprecia algo en
tanto que lo considera valiosos, esto es, en tanto que se compromete con
reconocer su valía y llevarla a realización. Así, apreciar nuestro obrar como
digno de valor es posible sólo en tanto que estamos dispuestos a considerar
ese obrar como digno de valor en cualquier persona. El reconocimiento de
ciertas condiciones que me constituyen como una persona que obra
adecuadamente en términos morales, me lleva racionalmente a reconocer
dichas condiciones como condiciones universales del actuar moral
adecuado.
El núcleo de una moralidad como la que se propone aquí es la idea
griega de la eudaimonía. Así, la moralidad según el deber ontológico
fundamental no toma como principio un «se» impersonal e inexistente, sino
al yo que me constituye, y que consagra a la universalidad al tipo de hombre
que estimo bueno en general.

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