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Resumen

Resulta, sino controversial, por el carácter que se reserva como un concepto político, generar un ejercicio
dialéctico en torno a lo qué es el poder, sus alcances y fronteras; su competencia, su inevitable presencia en
los asuntos sociales, esto es, su percepción -en tanto nociones y aproximaciones subjetivas y objetivas- entre
los individuos, los conglomerados sociales; permeables y sensibles a cambios e imposiciones hegemónicas y
grupos homogéneos; herméticos ante los cambios que no sean un proceso de su propia cultura. En este
sentido, el autor Moisés Naím expone que el Poder, como instrumento para la dominación de las masas, ha
ido mermando conforme nos aborda la inevitable globalización, que se entiende como la principal impulsora
de tal “comportamiento”. Cierto es que la idea encierra dos sentidos: primero; la necesidad inevitable de la
globalización en tanto es una respuesta natural a un mundo que va evolucionando; las nuevas demandas
sociales que acompañan al "incontrolable" crecimiento demográfico y, la alta demanda en recursos
naturales, materias primas así como de combustibles fósiles y las nuevas tecnologías en los diferentes
campos, hacen de la globalización un fenómeno de oportunidades, segundo; es el despropósito de un
comportamiento-tendencia mundial que aspira a lo más. Sin embargo, hay quienes pueden reclamar para si
el fenómeno, imponiendo conductas desde sus planes geopolíticos para controlar los beneficios de la
globalización. Asimismo el des-uso de la tecnología, pensaba para lo extraordinario y lo extraordinario, se usa
como mecanismo, para, en primera instancia, generar capital, extender influencias y tiempo en las cúpulas
del poder mundial; sin desaprovechar su ventaja para el chantaje, la coerción y la coacción. Por otro lado, la
notable y loable exposición de Hannah Arendt, en "La condición humana", invita a plantearse una idea del
poder que se encuentra no sólo intrínseca, sino también, humildemente, Ligada a la Etimología de la palabra
democracia y a la concepción de Estado, como la asociación última que planteo Aristóteles, en tanto que es
un hecho natural. Esta idea de poder, donde el poder es del "conjunto" y no del "idiota" parece haber
encontrado una fuerte resistencia en la globalización y claro, en la crisis de la democracia. Hay una necesidad
obstinada por desmarcarse de la democracia, un "deseo de escapar de la condición humana" (Arendt, 2009,
pág. 15).

No hay razón para dudar de nuestra capacidad para lograr tal cambio, de la misma manera
que tampoco existe para poner en duda nuestra actual capacidad de destruir toda la vida
orgánica de la Tierra. La única cuestión que se plantea es si queremos o no emplear
nuestros conocimientos científicos y técnicos en este sentido, y tal cuestión no puede
decidirse por medios científicos^ se trata de un problema político de primer orden y, por lo
tanto, no cabe dejarlo a la decisión de los científicos o políticos profesionales. 1(Arendt,
2009, pág. 15)
¿Qué es el poder?
Para interés académico, es preciso pretender estimar una aproximación de lo que es el Poder. Este
parece fácil de ubicar en cualquier contexto, hasta que H. Arendt "complica" todo al diferenciar este respecto
de la "La fuerza" y la "fortaleza", tema que solo se puede complejizar más si nos vamos al análisis del poder
desde la perspectiva sociológica, donde se propuso incluso reemplazar la palabra "poder" por la de "valor"
(Ramos, 1999): ¿el poder se da desde el consenso o desde la dominación?

El poder se puede entender entonces como un estado circunstancial, donde las oportunidades lo
condicionan y restringen, del cual depende una sociedad determinada para su subsistencia o su destrucción.
Puede ser detentado como ostentado y está naturalmente y permanentemente en un proceso simbiótico
con los "ámbitos tradicionales de lucha" donde se reparte o se reserva para sí, en la lucha por él mismo.

Dentro de las lecturas...


En sí, no parece que el poder se vea disminuido por su nueva "redistribución". Es prudente asumir su cambio
desde los postulados de la transformación de la materia: no se pierde, solo se transforma. En el caso del
poder, ocurre un cambio en su entendimiento y por ende en su distribución. Un cambio que propicia la
globalización. Se puede decir que dejó de estar centralizado o, ocupado exclusivamente por los grupos
gobernantes o élites políticas. Grupos gobernantes y no dominantes, estos últimos son al poder y a él serán.

Sobre el punto de vista de Naím, no se ha podido plantear sino una firme crítica, en lo que parece
un trato displicente al fenómeno Poder. Desde una postura particular, No parece prudente que se pueda
descomponer o buscar descomponer hasta casi los elementos indescomponibles un instrumento que no es
de nadie en particular y si más bien de todos en conjunto, del "pueblo", este órgano compuesto por mayorías
y minorías relativas, ambas investidas por una porción de poder en distintos niveles. Es decir, se está
hablando que el único poder legítimo es el que nace en la sociedad con un proyecto que suscite el "bien
común". En tanto, no puede ser legítimo aquel poder que no pueda o le interese homogeneizar las ideas,
aquel que mantiene intereses individuales en detrimento del conjunto. Porque parece que esto es lo que
pasa hoy día, donde aparecen más poderes fácticos, que mantienen matices más de "fuerza" que de
consenso, más de imposición que de participación: la religión, la ideología, “los imperios” de la tecnología, las
organizaciones e instituciones internacionales los medios masivos de comunicación y las redes sociales; todos
condicionados, todos manipuladores en pro de tendencias que les establecen más en el poder.

En sí, no parece que el poder se vea disminuido (si, se repite), como parece "palpable" que
cualquier poder, en algún contexto contemporáneo, no se entienda sino por detentado por algún gobierno, y
en el peor de los casos "su dueño" (caso Venezuela). Esta visión, en tanto denuncia y, punto de inflexión, es
motivada por la necesidad de denotar que, sí hay una crisis del poder en el mundo, es consecuencia directa
de la ilusión o la confianza ciega en el sistema representativo, es decir, a no valorar la desconexión (no
discurso, no acción) con las responsabilidades que circunscriben a la dualidad representante-representado:
regulación de demandas sociales y deber ciudadano. Esto parece radicar en los abusos, complejidades,
ambigüedades y delirios sobre lo que es una "democracia ideal", pero más que nada por la pobreza de la
cultura política de la sociedad. Mientras, las distorsiones que se derivan en torno a la democracia son la
ventaja de los poderes de facto, donde se estriba la manipulación de los Mass Media y el “direccionismo”
político, ¿Entonces?, ¿Se debe hablar de una crisis del poder o de una crisis de representatividad? ¿Quién es
primero? La descentralización del poder resulta estar ligada directamente con los problemas de la
democracia, con el déficit de confianza en la clase política que deriva en el no-discurso y la no-acción de la
sociedad. Sin esas categorías (ventajas) políticas el poder queda inerte, y sus dependencias, a merced de la
fuerza.

El poder de facto.
Desde el ejemplo de los Mass Media y las redes sociales: ¿Qué tan "empoderadas", están en realidad, las
personas al tener acceso a los medios de difusión masiva, teniendo en cuenta los intereses particulares de
estos que ya se van concibiendo como otro poder mediante la influencia y casi en su totalidad, mecanismo de
alienación? ¿Hasta dónde se puede decir que la "información" informa? Este nuevo reordenamiento del
poder se presenta no de forma sumisa; los poderes nuevos están y estarán disputándose espacios con los
"poderes legítimos", estos poderes "viejos" que mantienen en su seno una influencia netamente popular.

Parece normal que con el crecimiento demográfico surjan instituciones, organismos, medios o grupos
que por algún interés (económico, político, militar, social etc.) necesiten "representar" los intereses de los
que hoy "excluye" el sistema democrático representativo. De acá se desprende que la división del poder
puede resultar contraproducente a la vez que se puede presentar como garante de oportunidades que antes
no se alcanzaban. En este sentido, los nuevos grupos tienen un fin: captar la atención, captar masas. Su
intención es promocionar un "producto" y "aprehender" a un público y hacerlo dependiente. Otra
característica, la cual, ha logrado investirlos, con algo de legitimidad medible, es esa estrategia que se
encarga de vender sus servicios, es decir, que ellos crean la oferta y la necesidad (necesidades segundarías o
superfluas). La estrategia se asimila a esas condiciones que obligan o invitan a un futuro nuevo miembro a
formar parte de alguna banda o pandilla: como quien es acogido en el seno de una nueva familia: encuentra
refugio, compañía y entendimiento; muchas veces sus necesidades básicas son resueltas... De modo similar,
la sociedad carece de representantes, halla, sino solo un consuelo, una "empatía"; encuentra ese "refugio",
por ejemplo, en el carácter profundamente enajenante de los medios masivos de comunicación y en las
redes sociales.

Los canales Del Poder.


A partir de Naím, el poder parece estar en un entramado confuso sobre donde reside realmente, una dilogía
que garantiza la confusión y, en el peor de los casos, "propone" la anarquía: La ausencia o certera ubicación
del poder (noción) y, aparentemente, la debilidad de la asociación por la cual el hombre ha sobrevivido a lo
largo de la existencia conocida: ¡la sociedad misma! Estas complejidades del poder no se escapan al debate
de "lo que debe ser" y de "lo que es", sin embargo, los "canales a través de los cuales se ejerce el poder"
permiten ver que hay un punto de similitud, en cuanto a las categorías y derivados de poder, entre Arendt y
Naím, que establecen la diferencia entre Fuerza y Poder como una referencia y una guía para su
comprensión. "Los canales" de lo que habla Naím son aplicaciones prácticas de los subproductos del poder:
fuerza, código, mensaje y recompensa. Al analizarlos por separado mantienen particularidades que incluso
hoy son ignoradas en las sociedades y como en difícil que se den por separado la distorsión que se suscita
genera ideas desordenadas (discurso común).

"El mensaje" es quizás el más influyente medio de condicionamiento, el más sutil y que encierra una
dominación por la manipulación o modificación del comportamiento en tanto son tendencias. En el mensaje
reside la dirección, la movilización, la ideología, la demagogia y las intenciones solapadas. Es por eso que,
respecto de los otros tres (3) canales, el mensaje se hace con el poder de la influencia y el cambio del
pensamiento. No está demás decir que es donde más difícilmente convergen la virtud, aptitud, ética, moral y
los valores en contraposición de los fines. "La fuerza", se reserva una acción básica de condicionamiento: la
coacción, "El Código" en cambio busca evitar la acción de "La Fuerza" cortando las conductas para algún
efecto deseado, "El Mensaje" y "La Recompensa"; son esgrimidas por el carisma y su afán es condicionar
mediante la manipulación de las personas y los contextos, muy cercanas de los liderazgos carismáticos por lo
dúctil de su implementación.

El discurso.
Con el discurso se abre otro debate, como con todo concepto político, entre el "ser" y el "deber ser". El
discurso es la herramienta a la acción y estos dos son necesarios para la asociación, mantener en la pluralidad
en el grupo; la diversidad de las ideas. Acá, se aproximará a lo que es el "deber ser", lo ideal.

El discurso precede a la acción, decía Sartori (2002). Mediante el discurso se puede comunicar o
"imponer" las ideas. "El discurso es lo que hace a un ser único" (Arendt, 2009) en tanto es un ser diferente y
variable, que se distingue del resto. Pero este poder (el de la palabra; el del líder, que moviliza y cautiva) no
siempre trabaja para la pluralidad ("lo que es"). Ya sea por ignorancia, inconsciencia o falta de oportunidades
que lo impulsan a estacionarse en la individualidad, en la Aristocracia, lejos de ser una herramienta del
conjunto. En cierta forma por los diferentes tipos de censura de la fuerza, la cultura política y cultura general.
El discurso es una arma maleable y oportunista del poder, con matices de fuerza, donde se maneja el
carisma, la retórica y la apología o enervación de los hechos, para un fin. Y esto es lo que se deduce del
axioma: “en el poder, la pretensión no es dejarlo o cederlo; la posición incita a procurar establecerse en él,
asegurándose que la competencia se mantenga por debajo y, donde el poder se estriba, se mantenga donde
esta ("El Mensaje" y "La Recompensa" serán garantes de eso: demagogia y clientelismo).

Con Arendt se aprecia que no hay o no puede haber un poder o ley natural que proponga alguna
estructura de dominio, donde un hombre deba ser superior a otro como un designio divino. Con el abjetivo
"superior" se debe tener mesura, ciertamente un hombre puede estar mejor preparado que otro
(oportunidades), más este no puede entenderse como superior. Esto es quizás unos de los delirios de
aquellos que detentan el poder y se lo procuran reservar.
La democracia implícita en la primacía del
discurso y la acción

La pluralidad humana, básica condición tanto de la acción como del discurso, tiene el doble
carácter de igualdad y distinción. Si los hombres no fueran iguales, no podrían entenderse
(...) si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser humano diferenciado de cualquier
otro que exista, haya existido o existirá, no necesitarían el discurso ni la acción para
entenderse. Signos y sonidos bastarían para comunicar las necesidades inmediatas e
idénticas. (Arendt H., 2009, pág. 200)

Para que el poder se mantenga en el pueblo, para que la Etimología de Democracia no quede solo
como algo prescindible en el tiempo y que no se continúe desvirtuando en favor de las particularidades
"fútiles"; que se use solo desde la ventaja que se le pueda sacar a la nobleza, confianza y loabilidad que
propicia su principio, para que no sea la fachada, y en tanto fachada, baluarte de la demagogia y del egoísmo
social que pretende el poder, pero solo alcanza a ejercer la "fuerza". Es necesario valorar con seriedad y
estimar la "pluralidad", la "unicidad" y el bien común. Porque para que el Kratos se mantenga en el Demos se
debe garantizar la tolerancia entre estas, en tanto se entienden como disciplinas y en tanto disciplinas se
mantienen cerca de la virtud.

No se dice que el poder está reservado sólo para el demos, pero si es un "arma" que solo el demos
puede esgrimir con efectividad. La cuestión con el poder es la capacidad para manejarlo; "moral y luces" que
reclamaba Bolívar (1819) en su discurso de angostura. En la expansión de la globalización, que,
independientemente de las conductas positivas o negativas que pueda suscitar a partir de sus características
que la definen y "necesidades" que la promueven, es más notable la tendencia donde "Doxa" se superpone a
"Episteme"; la pluralidad se resuelve en los estereotipos; las comodidades y necesidades impuestas por el
consumismo y el derroche desvían el riel hacia la anti-política; las ideologías se auto-invisten de garantes de
los derechos y libertades de los pueblos, que irónicamente terminan supeditados a sus propios intereses
desde los "canales del poder", influenciados por el sesgo de la fuerza. Todo deriva en el discurso que no
comunica, como la diferencia de mirar, pero no observar; la de oír, pero no escuchar. Se puede decir que el
discurso cuando se hace una tendencia; un ejercicio repetitivo de meras "opiniones", disuelve la pluralidad:
"el discurso corresponde al hecho de la distinción y es la realización de la condición humana de la pluralidad,
es decir, de vivir como ser distinto y único entre iguales" (Arendt, 2009, pág. 202). Sin discurso solo puede
ocurrir la no-acción y el desplazamiento a espacios, que lejos de los espacios e interés común, solo pueden
ser marginales.

Se debe insistir con vehemencia en la idea de Bolívar (1819): "La educación popular debe ser el cuidado
primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son
nuestras primeras necesidades". Si bien parece que es obvio acusar por una iniciativa así, sus palabras
encierran las complejidades y dificultades de que el poder se mantenga en el pueblo. Bolívar prescribe los
requerimientos básicos inestimables para que el pueblo retenga el poder: "moral y luces"; un pueblo versado
es un grupo consciente de sus intereses; de la "Rēs pūblica", es decir, el bien de todos; la necesidad común.
En ese sentido depende que de su acción, dependa, en tanto es discurso y episteme.

Si se hace una síntesis o un balance entre los discursos de Bolívar, Arendt y Naím, que puedan
cohesionarse en una idea general, se podría decir que es rotundo he innegable, tanto la necesidad como los
excesos de la globalización. Sin embargo, siendo esta un movimiento que aglutina una "tendencia" que
fragmenta el poder, es capital definir las prioridades, las acciones que den garantía a la pluralidad y la
unicidad que nos distinga: autodeterminación. Esto se concluye de Hannah Arendt (2009), cuando expone
que "En el hombre, la alteridad que comparte con todo lo que es, y la distinción, que comparte con todo lo
vivo, se convierte en unicidad, y la pluralidad humana es la paradójica pluralidad de los seres únicos" (pág.
2002).

Si el discurso y la acción se entienden como la génesis de la cohesión entre unicidad y pluralidad para
trabajar por un bien común, sin que el conjunto y el individuo se absorban entre sí sino que mantengan sus
peculiaridades; esto es libertad, no es tan desacertado pensar que de ahí se deriva la democracia. Si se
desglosan las palabras de Arendt (2009): "(...) entonces el discurso corresponde al hecho de la distinción y es
la realización de la condición humana de la pluralidad, es decir, de vivir como ser distinto y único entre
iguales." (pág. 202). Para que "la realización de la condición humana" se dé debe estar ligada con la
tolerancia y la libertad; virtudes inexpugnables para el ejercicio democrático. Pero he aquí un meollo, se
podría decir que "la libertad" no se conquista por la fuerza, pero, es en tanto es virtud, y esta virtud se estriba
en el derecho de ser distintos entre los muchos y entre "los más" (Pueblo). Ciertamente la libertad se ha
conquistar por la fuerza, de otra forma la misma fuerza, sin mediar consenso, obviaría las necesidades de
autodeterminación de las naciones que son conscientes de su “unicidad”.

La Libertad y "la Libertad".


La libertad se debe entender dentro de la búsqueda del bien común, esto es una libertad que
paradójicamente debe tener un compromiso con la acción; responsabilidades y sentido de pertenencia.
Porqué por esta libertad se ha buscado la independencia. De tal forma, todo lo que condiciona la conducta de
los individuos para con sus intereses comunes no se puede entender como "libertad" y mucho menos se ha
de entender como "libre albedrío". La libertad no se debe eximir de compromiso, en caso contrario, sería
mero libertinaje, en la anarquía que se suscita desde la fragmentación del poder, una malversación del mal
entendido libre albedrío, el cual no se define como en anteponer una particularidad en detrimento de otra:
no se trata de imponer "la libertad" comprometiendo la libertad. Es decir, que para hablar de libertad
primero hay que hablar de independencia y, luego, hablar del bien común, y la fragmentación o "el fin del
poder" sólo es sinónimo dispersión, de "fuerza", control y dominación.
Con lo expuesto arriba, lo que se quiere es dejar claro la idea de que la libertad resulta difícil de lograr
totalmente ya sea por el riesgo alcanzar la anarquía, o, por creer en las bondades de la globalización, se
asuma la noción de libertad. Esa libertad a la que aspiran las naciones y los individuos de estas, la que es
palpable si en principio el poder se da en el pueblo y en su propio beneficio. Aquí se vuelve a los canales a
través de los que se ejerce el poder que explica Naím, específicamente el que más interesó durante la
lectura: "el Mensaje".

Sin la revelación del agente en el acto, la acción pierde su específico carácter y pasa a ser una
forma de realización entre otras. En efecto, entonces no es menos medio para un fin que lo es la
fabricación para producir un objeto. Esto ocurre siempre que se pierde la contigüidad humana, es
decir, cuando las personas sólo están a favor o en contra de las demás, por ejemplo durante la
guerra, cuando los hombres entran en acción y emplean medios de violencia para lograr ciertos
objetivos en contra del enemigo. En estos casos, que naturalmente siempre se han dado, el
discurso se convierte en «mera charla», simplemente en un medio más para alcanzar el fin, ya sirva
para engañar al enemigo o para deslumbrar a todo el mundo con la propaganda; las palabras no
revelan nada, el descubrimiento sólo procede del acto mismo, y esta realización, como todas las
realizaciones, no puede revelar al «quién», a la única y distinta identidad del agente. (Arendt, 2009,
pág. 193)

El poder no está fragmentado; sólo ha perdido terreno ante los poderes de facto que, si bien son de
facto, cuentan con “la legitimidad” de la sociedad. Estos poderes trasmiten un mensaje y lo que "el mensaje"
busca es la continuidad de las condiciones objetivas materiales. Paradójicamente, los hechos proponen
interpretar que hay una lucha por el poder que atenta contra la sociedad misma al mismo tiempo que busca
imponer una estrategia de control que suprima la acción del individuo: pluralidad del poder en detrimento de
la pluralidad social. Paralelamente, el poder "ilimitado" y el poder compartido se enfrentan a la tentativa
sobre el error de socavar, también, la propia estructura social para permanecía en los puestos en estas
esferas, sorteando entre las ambigüedades de las leyes, actuando en contra del orden, en tanto bien común,
en tanto es "discurso" y "acción". Porque como presenta Hannah Arendt (2009) al referirse a la polis y sus
murallas como el baluarte de la historia y la cultura, que esto es:

Dicho con otras palabras, la vida en común de los hombres en la forma de la polis
parecía asegurar que la más fútil de las actividades humanas, la acción y el discurso, y el
menos tangible y más efímero de los «productos» hechos por el hombre, los actos e
historias que son su resultado, se convertirían en imperecederos. (Arendt, 2009, pág.
220)

Acá resulta importante destacar de nuevo, la idea que se halla inherente a esta afirmación de Arendt. Cuando
menciona "los actos e historias" como "resultado", es importante pensar en identidad. En lo que no parece
que el poder se deba resolver en el individuo o en su frecuentación como consecuencia de asumir la
globalización como un movimiento incontrolable más que como una herramienta de provecho para potenciar
lo que ya está.

(...) la esfera política surge de actuar juntos, de "compartir palabras y actos". Así, la
acción no sólo tiene la más íntima relación con la parte pública del mundo común a
todos nosotros, sino que es la única actividad que la constituye. (Arendt, 2009, pág. 220)

"El mensaje", esa retórica que cautiva, es bien usado por los promotores de los fines (acciones), los que
controlan la acción del hombre con la violencia, con la manipulación o el engaño. Es "mera charla" cuando
encubre un trasfondo..: el hacerse en el poder un puesto vitalicio.

En conclusión, si cabe la síntesis: Naím y Arendt: "lo que es" y "lo que debería ser" en contraste,
sometidos a cotejo y al sopesar de sus análisis: uno denota las limitaciones del poder y "propone" su fin y el
otro considera donde se establece y donde debe permanecer (el poder) para ser Poder, cogiendo las
dificultades de las Utopías.
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y JURÍDICAS

ESCUELA DE CIENCIAS POLÍTICAS

PENSAMIENTO POLÍTICO I

SOBRE LAS CONSECUENCIAS DEL PODER FUERA DE LOS MARCOS DEL


PUEBLO

Jose Urbina

C.I.: 16.934.302
Mérida, junio del 2018

Referencias Bibliográficas

ARENDT, Hannah. La condición Humana.1ª ed. 5ª reimp. Buenos Aires: Paidós, 2009.

ARISTÓTELES. La Política, versión establecida a la vista de los textos más autorizados por Natividad Massanés,
Editorial Iberia (Obras maestras), Barcelona 1954, XIII+306 págs. Sobrecubierta de Ricardo Giralt
Miracle (1911-1994).

BOLÍVAR, Simón. Discurso de Angustura. Edición de la presidencia de la República. Caracas, 1975.

NAÍM, Moisés. El fin Del poder. Editorial Debate, 2013

SARTORI, Giovanni. La política: lógica y método en las ciencias sociales. 3ª edición, México, Fondo de Cultura
Económica, 2002. 336 p.

SARTORI, Giovanni. La democracia en 30 lecciones. Satillana ediciones S.A. de C.V. Mexico, DF: Taurus, 2009

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