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-Pero esta tempestad nos conoce- dijo en el año 25 de la Edad de la Tormenta uno
de mis antepasados, Ashalim Mwrr, un hombre cuyo destino estuvo atado a una
dinastía condenada a combatir durante las Marchas Exaltadas, apoyar a los reyes
de Ferelden y desaparecer de la noche a la mañana con la misma facilidad que
el conocimiento del mundo o los horrores del pasado de las mentes que no han
sonreído a la muerte en primera linea de combate. -Conoce nuestros nombres- era
la continuación que muchos solían obviar o contaban a sus hijos para que fueran lo
que una especie de destino indiferente quisiera. Sin mucha demora solían ser sus
padres, hermanos, nobles, alguna enfermedad subyacente, una apócrifa exaltada o
un rey traumatizado por sus fantasmas. Pero esta tormenta llegó, como lágrimas de
sangre que brotaron del cielo, décadas antes y sembró la semilla de la violencia en
el mundo conocido. De un llanto agónico, llegó una unión entre la Capilla Imperial
y la Capilla de Andraste, en un intento desesperado por frenar el avance de un
pueblo recóndito regido por una palabra que me resulta desconocida, que me asola
en sueños. Noche tras noche, una vez y otra, sin descanso, como una Ruina, pero
no una que trata de convencerme, sino que solo acude a mi para recordarme cómo
continuar esta historia.
aban aqun.
Abandonar el camino es
abrazar la ceguera
y abandonar la esperanza.
Diario de Drende Mwrr, día 20 de mi travesía.
Hace semanas que zarpé de aquella isla y ascendí con los pies de un hombre que
no ha perdido la cuenta, desde el momento de su nacimiento, de los noventa mil
ascensos del astro rey en el firmamento, sobre las costas del norte de Ferelden. Estoy
en las tierras de los Couslands, en el Teyrnir de Highever, zona de conflictos y viejas
heridas, que se vendaron con falsas pretensiones y orgullos según todos los escritos
de mi padre. Madre nunca respondió ante su desaparición. Avanadande enloqueció
y Shvrai solo encontró dolor tras cada respuesta. Debo andar con cuidado. Aún
puede respirarse la complejidad del mundo en sus luchas internas, incluso si una era
me separa de aquellos acontecimientos, pues aquí nació el primer rey de Ferelden.
Por ello he decidido tomar rumbo al sur lo más rápido posible, hacia lo inhóspito.
Pues este mundo es el hogar de numerosas ruinas de los reyes brujos de Tevinter,
mas allá de las monstruosidades que dejaron en sus travesías por el Velo. Increíbles
estructuras que desafían todo lo que podemos comprender sobre arquitectura
y geometría. Grandiosas y terribles. Terroríficas y hermosas. Casas, mansiones,
castillos, incluso fortalezas construidas sobre un suelo distinto. Las casas enigma.
Las ruinas de aquellos reyes-brujos. Auténticos enigmas, que encierran dudosos
premios.
Muchos nobles, mercaderes, generales, soldados y plebeyos aspiran con hacer de una
de estas viejas ruinas su fortaleza. Un hogar que se protege a si mismo. Un hogar con
voluntad propia. Y los fereldanos tienen un alto concepto de la voluntad y el hogar.
Tras evitar los caminos y vagar por las costas escarpadas con la cautela del incauto,
he visitado un enclave comercial enano. Aún recuerdo las historias de madre sobre
esta cultura. Siempre me resultó curioso, a la par que lógico, su mas que infundado
miedo a “caerse hacia arriba” si salían de sus ciudades subterráneas. Esas grandes
fortalezas dignas de las mejores historias.
Sin lugar a dudas, en toda aquel trueque por conseguir víveres para mi camino, tuve
la impresión de que la visión que esconde, no un solo enano sino su sociedad, es
una red tan compleja y profunda como sus ciudades excavadas en el interior de este
mundo. Sobre el sustento del fuego que todo lo crea y todo lo consume. Pero algo
muy distinto percibí acerca de la comprensión de éste. Pero no supe explicarme bien
en qué sentido, así que continué mis viajes hacia las cumbres de la Espalda Helada
que separan Ferelden de Orlais.
Y entonces ocurrió...
Que la duda es el sendero que se recorre para llegar a la fe. Como me dijo aquel
humilde mercader que los parangones enanos se funden en uno con la roca. La
filosofía enana se me abrió ante mi, como si fuera uno de los escritos de padre...
Un enano es como una roca. Donde las grietas representan los cambios.
Los cambios no alteran la esencia de cada cuál, solo van desgastando lo que uno es.
Así apareció aquel ser arcano en mis sueños. Ignoro si para advertirme o recordarme,
que quien no recorre el camino de la duda jamás alcanza la fe y que quien lo
abandona, abraza la ceguera y pierde toda esperanza.
La existencia es...
una elección.
No hay Caos en el mundo
solo complejidad.
El conocimiento de lo complejo es
sabiduría.
La maestría del yo
Aunque Ferelden es una nación reciente, sus caminos no lo son tanto. No es tarea
sencilla viajar por ellos. Incluso en las regiones más civilizadas, y aunque este no
fuera el caso de las casi olvidadas, independientes, orgullosas y, por qué no decirlo,
tozudas tribus avvaritas, hay males que acechan, en cualquier forma, aguardando a
viajeros incautos. Ese ha sido mi caso. Pero intuyo que grandes lecciones, mas duras
que estas están por llegar.
La lección que hoy aconteció fue sobre el yo en el mundo, en el que al fin y al cabo,
la existencia es una elección.
Mientras contemplaba el lago Calenhad desde una colina helada. Pude ver una
caravana tirada por bestias de carga. Escoltadas por armaduras pintadas con una
espada flamígera y con una compañía poco preparada. Bien intuí que en cuerpo y
alma para estos helados lugares, pues esos soles que ornamentaban sus vestiduras
poco pueden ofrecer. Recordé que la duda era mi mejor compañera. Tal vez quisieran
conocer a dos personas más. Y ese fue mi error, suponer que había algo que acordar.
Y así fue, como una daga surcó la escena matando al templario, repitiendo el patrón
de la espada gradaba en su armadura, pero esta vez, en su frente. La hábil lanzadora
avvarita estaba gravemente herida. Donde mas dolía... en el corazón.
Diario de Drende Mwrr, día 63 de mi travesía.
El mundo es como un zorro. Puede cambiar de forma, como cambia el deseo. Las
criaturas no pueden evitar amar. Una criatura no puede evitar amar. Los zorros
pueden cautivar mas allá de la razón, pero solo encandilar a quien ya se haya ganado
su corazón. He cazado muchas liebres, aves e incluso algún jabalí desorientado, pero
nunca me atrevería a cazar un zorro. Si hay algo mayor que su belleza, es su furia.
Un zorro te hará daño donde la herida nunca sana. Y aquella avvarita tenía esa furia
brotando de sus profundas cicatrices. No iba a matar a un ser indefenso, así que me
ofrecí a llevarla al campamento más cercano, sin tiempo a reaccionar para el disparo
certero de una cuchilla que lanzó contra mi pierna derecha.
Y entonces, mi vista se detuvo. Vi un dragón... pero no uno de esos que vive en las
ruinas, secuestra princesas vírgenes y amasa montañas de oro. Fue algo diferente.
Tuve suerte. Mucha suerte. Llevaba toda mi vida prestando atención para ese
momento, como si fuese un parpadeo. Porque hay momentos en los que las palabras
no sirven. El lenguaje es limitado y simplemente no puede contener lo sublime de la
verdad. En aquel momento, precioso, el mundo se desvaneció y alivió todo el peso
de mi corazón. Contemplé al dragón de mis sueños. Un poder tan palpable que
ella también supo verlo, como el dolor en mi pierna. Como un rayo estimulando
mis extremidades para vencer la debilidad e inspirar profundamente mientras,
postrado a su lado, agarraba fuertemente su mano, dejando brotar un aura de poder
totalmente pura. Las heridas sanaron mas allá de la carne y antes de despedirnos,
sin decirnos adiós, tuvimos una charla sobre el mundo.
-No hay caos, solo complejidad- me dijo fijando su mirada como dos dagas.
-Conocer lo complejo- continué de forma estoica.
-Eso es la sabiduría- concluyó antes de continuar- De la sabiduría del mundo.
-Viene la sabiduría del Yo- recité como si llevase eso guardado toda la vida.
-La maestría del Yo- me sugirió sonriendo.
-Es la maestría del mundo- concluí, mientras mostraba una marca en su brazo.
La pérdida del yo
una elección
y podemos rechazarlo.
Diario de Drende Mwrr, día 102 de mi travesía
Aunque mucho ha pasado desde aquel encuentro cruzado entre avvaritas, feligreses
y templarios, mis cansados ojos han puesto la vista hacia el este. Los bosques de
Brecilia. Elfos dalyshanos. Desde aquel día no puedo parar de pensar que, con todo
lo aprendido, este pueblo y yo tengamos algo mas en común de lo que pensamos.
Seguimos atados, atascados, en el pasado. Incapaces de avanzar, inspirados por una
versión nostálgica de algo que ya no es. Un sueño, que no se materializa. Los sueños
son el dominio, la propiedad, del Velo. Si algo hemos aprendido de quienes han
intentado con toda su pasión y deseo traer aquello que ansiaban de allí a aquí, es
que solo encontraron la ruina. La Ruina. No hubo solo una.
¿Pero que son todas estas palabras que resuenan noche tras noche en mis sueños?
No es un idioma cercano, en mis exploraciones no he encontrado algo similar
aquí en Ferelden. ¿Consagrar una vida a buscar algo de lo que no tengo evidencia?
Muchas veces uno busca dentro de uno mismo esperando encontrar algo. Puede
que sea el castigo por la condición humana. Pero tal vez tengo que hacerme a la
idea, como los primeros exploradores de estas tierras, que puede que no encuentre
absolutamente nada. Salvo mi propio tormento en manos de un mundo que castiga
a quienes poseen el don de la magia. Porque me castigará por ello.
En estos meses he aprendido unas cuantas verdades. Que bajo la máscara de la ley
se ocultan monstruos que han llegado a causar Ruinas, que muchas veces el caos es
ignorancia de lo complejo y no una actitud, que hay quienes nunca han enfrentado
su tormento o lo han abandonado para su mayor comodidad. Que en ausencia de
duda, la Capilla puede abrir los ojos, pero es una fe cegadora y no alberga esperanza.
Los esclavos a veces brillan con mas fuerza que sus grilletes y los amos pueden llegar
a ser benévolos al público sin importar sus métodos.
La marea sube, la marea baja... pero el mar permanece inmutable. No importan las
intenciones, puesto que mis pensamientos deambulan sonámbulos por un mar de
arrugas. Solo las acciones. No es un prejuicio lo que me describe. Conozco estos
entramados, conozco el mundo. Me conozco. Puede que nunca encuentre a mi
padre. Puede que nunca sepa su nombre. Puede que nunca vuelva a presenciar aquel
Dragón de mirada bella y furiosa propia de un zorro. Puede que no pertenezca a un
mundo ni a otro y que todo este sufrimiento sea evitable. Existir es una elección.
El sufrimiento está en la existencia, pero es evitable y no por ello implica cesar de
existir. Encontraré mi camino, a través del mundo.
Seré breve en esta entrada. Ya he llegado a establecerme en algún punto entre las
regiones al sur y el este de Ferelden. He tenido suficiente como para aceptarme en
estos tiempos que se avecinan.
Mi nombre es
drende mwrr
Soy un
mago
apóstata