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CULTURA
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EDICIONES
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EL CABALLITO da'
Coordinación
g eneral : Manuel Pérn : Rocha
Coordinacion
general. Manuel P érez Rocha
Prologo . .. . . o • o • •• • o • o o • o o • o • • o •• o • o • •• • o • • 9
Identidad cultural,
cultura y liberación nacional
lq papel de la 'Cultura en la lucha por la independen
cia, Amilcar Cabral 17 o ' • o • • o o • ••• o •• • o ••
loaresistencia cultural
Resistencia y lucha, Amilcar Cabral o • • • , • •• 83
La resistencia cultural, Amilcar Cabral o •• o • • o • • 84
Cultura e ideologia
La invasión cultural, Paulo Freire o o • • •• • o •• o • •• o ' 103
Racismo y cultura, Frant z Fanon . . . . . . . . . . . . . . .. 121
Alienación cultural ,
9
"culta" y difícilmente pensaríamos que hay europeos
incultos. Pero la realidad es otra. La cultura de los campe
sinos pobres de Francia, por ejemplo, es muy diferente de
aquella que generalmente conocemos como cultura fran
cesa. La burguesía francesa no reconoce como cultura la
que tienen estos campesinos pobres .
Las tesis tradicionales que sostienen la posibilidad del
monopolio de la cultura en manos de una clase o de un
país , parten de una falsedad, al despreciar la capacidad
que todos los hombres tienen, independientemente de su
riqueza o del color de la piel, para crear cultura. Según
estas tesis, la cultura tiene un carácter universal, 00 es
un fenómeno histórico y designa a la producción artística
e intelectual, en sentido estricto, que emana de ciertas
clases sociales y que es reconocida por la clase política y
económicamente dominante como cultura. La cultura
popular es reducida a lo folklórico, en .la acepc iQññegativa
del término, o sea reducida a elementos pintorescos o
exóticos, diversión de los turistas.
De esto surge una imagen falseada de lo~ pueblos, la que
sirve de base pan perpetuar las desigualdades e injusticias.
Se considera como intrínseca a su propia naturaleza el que
la gentc rica sea "culta" y productora de cultura , mientras
que las clases populares son "incultas" e incapaces de
generar cultura . En esta misma línea de pensamiento, los
pueblos europeos (blancos) son por definición "cultos" ~.
los pueblos ind ,ígenas de América Latina, Africa y Asia (de
piel morena o negra) son incultos, como resultado "Iógi
co" de su atraso económico, de su pobreza e incluso del
color de SU piel. En un solo sector de clase - el. burgués
residiría la capacidad para definir lo que es cul-tura.
¿Qué es cultura? ¿Puede hablarse de hombres sin cul
tura?¿ Es la cultura un atributo exclusivo de clases eco
nómicamente poderosas? ¿Es la cultura un algo idílico,
apolítico, que corno un "don divino" reciben únicamente
los ricos y los blancos?
En cuanto a Africa, la deformación es aún más grave.
Nuestra imagen de ese continente nace de las ideas racistas
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nuevas formas de expresión y empezaron a manifestarse en
toda su magnitud.
imagen f:alse¡d a sirve ahora de pretextll para jus
tificar la perpe:m ación ,d e la exp~n , ep su fase neo
~I()[onial . Sus cimientos fueron construidos en los albores
del periodo colonial y asumieron, con el paso a la vida
independiente, el aspecto de una relación internacional
de dependencia, pero son las mismas cadenas del colo
nialismo.
r Durante sjglos, la hisroria .y la cultur ue lQs pueblos
{lfticaw han sido ~isoleadas, haciendo imposible ia exis
j encia de un desarrollo autónomo intern o. Sin embargo,
Qccidente afirma que la actual situación en Africa.es una
~onsec u e n c ia lógica de su "primitivisrno", queriendo ocul
~~r y negar la enorme responsabilidad que tienen r)lOS países
occidenta les en esta situación.
• La resistencia africana a la invasión colonial partió del
rechazo de esa imagen falseada . Para los africanos la
pregunta de qué es cultura adquirió una importancia vital,
profundizando en el análisis científico de la cultura, para
reafirmar Fa personalidad histórica y cultura del africano
como ser humano en oposición a los juicios colonialistas.
Hoy en día, la cultura es un tema polftico, vivo, aún
lacerante .
En este contexto se puede comprender la trascendencia
de la cultura para los pueblos africanos. No es una idea
abstracta, que sirva para la recreación de una minoría¡ J1.
estudio de. La cultura es una exige.ncia rnjsma de IO.5..
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, incapaz de deten er el avanc e de la gu errilla . Fue una
guerra larga y do lorosa, pero tambi én fue un proceso po
pu lar sin precedentes .
En un in re nro d esespe rado por detener el proce so de
o libe ració n. las fuerz as colonialistas asesinaron a Ca bra! el
t 20 de e nero d e 1973. En septiem bre de ese año, el PAIGC
e declar ab a u n ila ter alme n te su indep end enci a y se consti
) tuía en Estado sob erano .
~
Entre las obras de Cabral se enc ue ntra n numerosos
escritos político s. poes ías e investigaciones de agronomía .
Frantz Fanon nac ió en Marrini ca , colonia fran cesa de
las Antillas . Estudió medicina y psiquiatría en París y
se distinguió por su brillan tez . En 1955 el jo ven F a non
13
fue a trabajar a Argelia, entonces colonia frances a habitada
por pueblos de cultura musulmana.
Las características de la dominación colonial en Argelia
aceleraron el proceso de toma de conciencia de Fanon,
quien militó en las filas del movimiento de liberación --el
Frente de Liberación Nacional -- que encabezó la lucha
armada de independencia ( 1954-1962), una larga y cruenta
guerra en la que murieron más de un millón de argelinos y
que marcó a todo el continente africano. Fanon mu rió en
1961 , a los 36 años de edad, antes de que Argelia obtuviera
la independencia. Es innegable la influencia enorme de
Fanon en el pensamiento político de Ios revolucionarios
africanos.
Fanon escribió numerosos trabajos , desde obras de psi
quiatría hasta obras de teatro y cuatro importantes libros
sobre temas pol íticos, siendo el más conocido L os conde
nados de la tierra. .
Babakar Sine es un profesor universitario senegal és, que
ha realizado estudios de derecho, sociología y pc lítica. Sus
trabajos científicos están enfocados principalmente al estu
dio del subdesarrollo. Es autor de varios libros v uno de los
intelectuales africanos más renombrados . Actu'almente tra
baja en Dakar, Senegal.
Paulo Freire , el ÚNico de los autores incluido' en esta
antología que no tiene la piel negra, es un educador-políti
co brasileño , Nació en 1921 y ha dedicado su vida a la
búsqueda de nuevas alternativas educat ivas en favor de
una sociedad más justa . Una de sus tesis más conocida, "la
cultura del silencio", tuvo una influencia decisiva en el
pensamiento de Armlcar Cabra!. Freir é, en sus años de
exilio a raíz del golpe de Estado en Brasil, tuvo la opor
tun idad de trabajar en varios países africanos, incluido
Cu jnea- Bissau , A su vez, Freire quedó profundamente
influido PQr el pensamiento de Cabra}. Actualmente tra
baja en Sao Paulo, Brasil. Su libro más conocido es Pedago
gía del oprimido.
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IDENTIDAD CULTURAL,
os CULTURA y LIBERACION NACIONAL
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15
El papel de Ia cultura
en la lucha por la independencia *
AMIl.CAR CARRAL
Introducción
La lucha de los pueblos por su liberación nacional e
independencia" contra la dominación imperialista, se ha
convertido en una fuerza inmensa de progreso para la
humanidad y constituye, sin duda alguna, uno de los
rasgos esenciales de la historia de nuestro tiempo .
Un análisis objetivo del imperialismo, como hecho o
[anomcno histórico "natural" y hasta "necesario" en el
marco del tipo de evolución económico -política de una
part e im port ant e de la humanidad, revela que la domina -
..:IÓn impq ialísta, co n t od o su cone jo de mjseri¡ . .
v dcstrun: ión d,; los \l at ores..hum a n o~ r ·
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17
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m,¡Ís_qu e IIDa realida d nega tiJ,¡
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~el hem isfe rio Nom, com o resultado de la pirau ría...dcl
saqu eo de los b ienes de atriOS pneb10s y de la. e~.e!;o 'ti!9!> n
é senfTenada del tra ba:i:o de dich os pueblos , noe n! en-
dra más que el monopo lio en las colon ias , la repartición del
mundo v la dominac i ón imo eri ..
En los pa íses ricos , el cap ita l imperia lista, siempre en
busca de plusva lía, acrecentó la capacidad inven riva del
hombre, operó una profunda transformación de los medios
de producción, gracias a los procesos acelerados de Ia cien-
cia. La técnica y la tecnología acentuaron la soc ialización
del tra bajo y permitieron el ascenso de grandes capas de
población.
En los
zenerat, el oroce so his
~om inad~ ; cuando no pro cc dJO a W ehmmaclon...!JldJc íJ.lO
~a!Jlati.D a , el cap ita l im pe rial ista imp uso nuevos tipos de
relac iones en el seno de la sociedad autóctona, cuva estruc-
(tira se hizo más compleja y suscitó , fomentó, exasper ó o
resolvió contradicciones y conflictos sociales; introdujo,
con' el ciclo de la moneda y el desarrollo del comercio
interior v exterior , nuevos elementos en la economía;
trajo el nacimiento dc nuevas naciones a partir de grupos
humanos o pueblos que se encontraban en diferentes eta-
pas de desarrollo histórico .
No ('S defender la dominación imperialista el reconocer
que dio nuevos mundos al mundo (cuya dimensión redu-
jo), que reveló nuevas fases de desarrol lo de las sociedades
h um anas Y', a pesar de --o en razón de- los prejuicios , las
discriminaciones Y los crímenes a los cuales dio lugar,
permitió un conocimiento más profundo de 'la humanidad,
como un todo en movimiento, como una unidad en la
diversidad compleja de las características de su desarrollo.
La dominación imperialista sobre Ios diversos conrinen-
res, favoreció una conf rontación multilateral y progresiva
(a veces , abrupta} no solamente entre hombres diferentes
sino aun entre sociedades diferentes. La práctica de la
18
usa do minación imperialista, su afirmación o su negacion,
~es c' ~ igió (y exige todavía) el cono cimiento más O menos
i 'o ~rec to del objeto dominado y de su realidad histórica
..
.del.
!;!?tl, econ ómica, social y cultural), en el seno de la cual este
~ n l' ollo cimiento se. rransfo rrna 'e xpresándose necesariamente
!le! ' u términos de comparación con el sujeto dominador y
co n su propia realidad histórica . Tal conocimi ento es
en tin a im periosa necesidad para la práctica de la dominación
del Imperialista, que resulta de la confrontación, en general
lios violent a ; de dos identidades distintas en su contenido
en - histór ico y antag ónicas en sus funciones. La búsqueda de
i ón lal con ocimien to contribuyó a un enriquecimiento general
de .I't' las cie ncias humanas y sociales, a pesar de su carácter
(In ilat eral, subj eti vo y muy frecuentemente injusto.
-SO 1,:11 realidad , jamás el hombre se interesó tanto en el
.Io s «o noc im ien t o de otros hombres y otras sociedades que
_o q l e l curso de est e siglo de dominación imperialista . Una
de l'ILnti dad sin pre cedent e de informaci -ón, de hip ótesis y
uc- dI' te or ías relaci onadas con los pueblos o grupos humanos
o
) o «un etides a la dominación imp erialista, han sido incor-
jo, poradas especialmente a los dominios de la bj~t!1ria.~ la
CIO etnologja, La et nografía, la ~g ía y la cultura . Los
ía; nl)cc,p,tos de raza, ca sta , emi¡, .tribu , Ilación , cultura,
)Os llk nrid a,g., d ignidad y otro s tant os más, se han vuelto
tao IIhjcto de u n a atención creciente por parte de los estudio-
0 1> del hombre y die las sociedades llamadas "primitivas"
~ er ti e.: n "evol ución".
lu- Más recientemente, con el impulso de los movimientos
ies leo liberación, se presentó la necesidad de analizar las
la s .rrac tcrfsricas de esas sociedades, en función de la lucha
ar, ¡tbn rcada y de determinar los factores que desencadenan
I,d, n frena n esta lucha .
la En general , Los investigadores están de acuerdo en que
lo . n c,;..re contexto, la cultura reviste una importancia par-
~ n ht u lar. ~ie puede, BQL10 tanto, admitir ~u~ toda ~~ ión
rva h: l l ll:I.i~n t~ ..!. a ~a.Jli el verdader Q...l2
íl(ll:Ld Ua culrura en_el
tes I ~...arrollo deL movimi ento de liberaci ón (p ~- i n de p~!ld e n
la. ilI) p ued e ser una contribución útil -para la luc had e 'Los
19'
ueblos en contra de la dominación imperialista.
Parte 1
El hecho de que los movimientos de independencia
generalmente estén marcados, desde su fase inicial, por
un desarrollo de las manifestaciones de carácter cultural,
hace que se admita que dichos movimientos están prece -
didos por un "renacimiento cultu ral" del pueblo domi-
nado . Inclusive se va más lejos al admitir que la cultu ra es
un método de movilización de grupo y hasta un arma en la
lucha por la independencia.
Con base en la experiencia de nuestra propia lucha y, si
se nos permite decir de toda Africa, estimamos que ésta es
una concepci6n demasiado limitada , si no errónea, del
papel primordial de la cultura en el desarrollo del movi-
miento de liberación. Deriva, pensarnos, de una generali-
zación incorrecta de un fenómeno real pero restring ido que
se sitúa en un nivel determinado de la estructura vertical de
Was sociedades colonizadas, en el nivel de las élites o diás-
poras' coloniales . Esta ignora o descuida . un dato esencial
del problem a: <i...carátctel."indes tructible de la [esj~i a
las ma'5a.Spo.pulares fren te a la dom inación
20
Con ciertas excepciones. el tiempo de la colonizacion no
luc suficiente para permitir, por lo menos en África, una
destrucción o depreciación significativa de los elementos
icra
esenciales de la cultura y de las tradiciones del pueblo
colon izado . La experiencia colonial de la dominación im -
¡;>or
ral, perialista en Africa revela que (con excepción del genoci-
ic e-
dio, la segregación racial y el apartbeidi? aparentemente
mi- la única solución positiva que ha encontrado el poder colo-
les mal para negar la resistencia cultural del pueblo colonizado
(. ~ la "asirnilaciónt' .? Pero el fracaso total de la política de
11a
.. ~ similación progresiva" de las poblaciones nativas es la
" SI
pru eba evidente de la falsedad de dicha teoría, al igual que
les clr la capacidad de resistencia de los pueblos dominados .
del Por otra parte, aun en las colonias donde la aplastante
ovt- ma yoría del pueblo sigue siendo autóctona, el área de
ali- orupacion colonial, y particularmente de ocupacióncultu-
f ui, se reduce a zonas costeras y a algunas áreas restringidas
lue
de .Id interior. La influencia de la cultura del poder colonial
iás- \ casi nula más allá de los límites de la capital y otros
cíal centros urbanos. Se resiente significativamente en la ver-
11.1al de la pirámide social colonial -la que creó el propio
ia
I c ~lcmiaHsmo- y se ejerce especialmente en lo que se puede
Ión
llamar la "pequeña burguesía autóctona" y sobre un núrne-
11\ muy re duci d o de trabajadores de los centros urbanos .
..J.a
Por lo tanto, se comprueba que las grandes masas rura-
tQn
k s, lo mismo que una tracción importante de la población
del urbana, que es en tota l más del 99 por ciento de la po-
Id i-
ItIJción ind ígcna, permanecen aparte, o casi, de toda
~n .
uuluenc ia cultural del poder colonial. Esta situación den -
ió n
,.... por una parte, del carácter necesariamente oscurantista
su
dc' la dominación imperialista que desprecia y reprime la
en-
I ult ur a del pueblo dominado, y que no tiene ningún inte-
un
c<r
ra.
: Ap lJrlht·jd : véase la. nor a de] trabajo de ClIlbral " La cultura nacional y
l' hcl'l c:ión" en esta anrologia . (Nora del ediror .)
ista
\ .. Asim ila,.:ión" : véase lanora deí trabajo de Cabral "L.a realidad culru-
... ¡" ¡' j I ot ~ lIDI"Ologia. (NOt;l de ] editor.)
21
_ ...·L- llllllli~.
r és en promover la a.c u ltl!!.a.c ión4 de tas masas populares,
fuente de mano de ob ra para los trabajos forzados y objeto
principal de la exp lotación, por otro lado , la eficacia de
la resistencia cultural de esas mismas masas, sometidas a la
dominac ión política y a la explotación económica les
permite encontrar en su propia cultura el Único reducto
para preservar su identidad . Esta defensa del patrimonio
cultural se ve reforzada, cuando la sociedad autóctona
tiene una estructura vertical, por el interés del poder colo-
nial en proteger y fomentar la influencia cultural de las
clases dominantes, sus aliadas .
Lo anterior implica que, no solamente para las masas
populares del país dominado, sino también para las clases
dominantes autóctonas (jefes tradicionales, familias nobles,
autoridades religiosas) , no hay, en general, destrucción o
depreciación significativa de la cultura y de las tradiciones.
Reprimida, perseguida, humillada, traicionada por un
cierto número de categorías sociales comprometidas con
e] extranjero , refugiada en los pueblecitos, en los bosques y
en el espíritu de las víc tim as de la dominación, la cultura
sobrevive a todas las tempestades, para recuperar, gracias a
las luchas de liberación, toda su facultad de florecirniento.
r He aquí por qué el pro blema de una "vuelta al origen" o
de un "renacimiento cultural"5 no lo plantean ni sabrían
(Cómo plan.tearlo las masas populares; ya que ellas mismas
son el origen de la cultura y, al mismo tiempo, la única
entidad verdaderamente capaz de preservar y de crear la
cultura, de hacerla historia.
22
es, " ¡lrA un a apreciación correcta del verdadero papel de la
lto
ll l h ur ll e n el d esarrollo del movimiento liberador, se debe,
lU ir lo menos en el caso de Afri ca, diferenciar entre la.
de
la ílilnri bn de las masas populares que preservan su cultura,
les \' h. tk las ca tegor ías soc iales más o menos asimilada s, des-
Ilhll / ,a llas y culturalment e alienadas .f Las élites coloniales
to
11Il l\, (o n.:l<;. for jadas por e ] proceso de coloni zación , son
-io
na l' "rt¡ lll0r:lli de un cierto número de elemento s culturales
I'r t l l' l o~ de la sociedad au tó ctona , viven material y espir i-
lo-
las 11oll m e nte la cult ura del extranjero coloniali sta, con el cual
li '>iI OlIl de ide n tificarse progres ivament e , en el comporta -
II lrn l o ..oc ial y en la apreciación misma de los valo res
sas
t lllt ur,Ih;, indíg enas.
ses
¡\, tr avcs, p or lo m enos, d e dos o tres generaciones colo-
es,
II Il 11hl " "1' fo rm a una capa social constitu ida por funciona-
,o
Il ll ~ tlr (,..lad o y empleados de las difer entes ramas 'd e la
es,
lln lI ' H lI1 d .. (especialmente el comercio) , así como miern-
on 11m.. de" 1:ls profesiones liberales y alguno s propietarios
¡y url '¡lIlll\ y agrícolas . Esta pequeña burguesía autóctona,
foq .lIl.. por la dominación extranjera e ind ispen sable para
ira
sa 1 ..rvtr ma de e xp lo taci ó n colonial , se ubica entre las masas
ro. l' " p Uhlres cam pes inas y de los centros urbanos, y la mino-
' o
dI' los repr esentantes local es d e la clase dominante
' lfIlnjcra., Aunque puede tener relaciones más o menos
an
las 1t'••m olladas con las masas populares o con los jefes tradi -
tea
lltlhlks , asp ira, en general, a un mo do de vida parecido, si
11It' no idéntico, al de la minoría extranjera ; entonces
la
l¡. \ 'f " 1, qu e limita sus relaciones con las masas, trata de
llll'l-:r,lrsc a esta minoría, muchas veces en detrimento
k leI" 1;l/05 fam iliare s o étn icos y siempre a costa de 'los
, su 11l1 1l\'llluus, Pero no llega, cualesq u iera qu e sean las excep-
t la
23
nalizada" . Esta "marginalidad" constituye tanto in locus 7
como en el seno de diásporas implantadas en la metrópoli
colonial ista, el drama socio-cultural de las élites coloniales
o de 'a pequeña burguesía, vivido más o menos intensa-
mente según las circunstancias y el nivel de aculturaci ón,
pero siempre en el plano individual y no colectivo.
Es en el marco de este drama cotidiano, que tiene como
tel ón de fondo la confrontación generalmente violenta
entre las masas populares y la clase colonial dominante,
que surge y se desarrolla en la pequeña burguesía indígena
un sentimiento de amargura o complejo de frustración
y paralelamente, una necesidad urgente de la cual poco a
poco toma conciencia, de impugnar su marginalidad y
forjarse una identidad . Por lo tanto, se vuelca hacia el otro
polo del conflicto sociocultural en el seno del cual vive -el
de las masas populares nativas-o De esta manera el "retor-
no al origen", que parece más imperioso, en tanto que el
aislamiento de la pequeña burguesía (o de las élites nativas)
es grande y que su sentimiento o complejo de frustración
se agudiza, como es el caso para las diásporas africanas
implantadas en las metrópolis colonialistas o racistas . Por
lo tanto, no es casual que teorías o "movimientos" tales
como el panafncanismo y negritud': (dos expresiones
pertinentes, fundadas principalmente en el postulado de
24
.7
I
25
te o real, no se produce en forma simultánea y uniforme en
el seno de la pequeña burguesía autóctona. Es un proceso
lento, discontinuo y desigual, cuyo desarrollo depende del
grado de aculruración de cada individuo, de sus condicio-
nes materiales de existencia, de su formación ideológica y
de su propia historia en tanto ser social. Esta desigualdad
está en la base de la escisión de la pequeña burguesía indí-
gena en tres grupos, frente al movimiento de liberación:
a) una minoría que, aun deseando el fin de la dominación
extranjera, se aferra a la clase colonial dominante y se
opone abiertamente a ese movimiento, para defender su
seguridad social, b) una mayoría de elementos titubeantes
e indecisos; e) una minoría cuyos elementos participan en
la creación y la direcc ión de! movimiento .
Pero este último grupo, que juega un papel decisivo en
el desarrollo del movimiento de pre -independencia, no
llega verdaderamente a identificarse con las masas popula-
res (con su cultura y sus aspiraciones) más que a través de
su lucha. El grado de esta identificación depende de fa
forma o formas de la lucha, del contenido ideológico del
movimiento y del nivel de conciencia moral y política de
cada individuo.
Parte ll
La identificaci ón de una parte de la pequeña burguesía
autóctona con las masas populares presupone una condi-
ción esencial: que , contra la accion obstructora de la
dominacion imperialista, las masas populares preserven su
identidad, diferente y distinta de la de 'la potencia colonial.
Por lo tanto, parece interesante determinar en qué casos
esta preservación es posible; por qué, cuándo y a qué
niveles de la sociedad dominada se plantea el problema de
la pérdida o .ausenc ia de identidad y por consecuencia se
hace necesario afirmar o reafirmar, en el marco del movi-
miento de la pro-independencia, una identidad d iferente y
distinta de la del poder colonial.
La. identidad de un. individuo o grupo , humano dado es
26
;0 1111 .1 h io-se ciol ógica iQ.dep en diente de .!!. voluntad
11\101
so ll! 11" 1I\11 ividIJO o grupo , e ero adquiere significación
el l.. Itl , I~ , unn d o se e xpr e sa e n rdac ió ñC'on otr os-ind ivi-
O- "W~ 11 "' 1' 1pn1>hu manos . La lDatl!ol1eza d ja]¿kDca de 4
Y r t' lolC.k r."
n eLW:cl](L.de....que-aJ ~iduLti fi ca ~
ad , (" o .ll"cir , un in div iduo o grupo humano sól o
11' lllt'tll ,dad, si es igual a ciertos individuos (o gru-
fí·
n: dll ('r c llt c: .1,' otros . La defini ción de una jd e nti dad ,
ón ¡ILI.d <l ro lccr iva, es por ló ta n t o, al mismo tí eillP o, !A
se IbHit'll \ la negaci ón d e cie rt o ñ úrñ er o de cara c ter ís-
su .Id uicu :l lo s ind ividuos o col ecti vidades , en fun-
tes • " ~ lrd t' ll;)d;lS históricas (biológ ica s y sociológi cas)
en IlIl 1I1f1t1 Wllto de su ev olución . En ef ecto, la id entida d!
unr <!I.llid ad inmutabl e, pr ecisamente porqu e los
en n ~ I IlCl I "~~I ~m )' sociológi cos q ue la, definen está n en
no .1.., '( ' jI I ull ~ l J.rl ((': , Biológica y soc iológicament e, no hay ,
ila- " . 1 ( (c 1111'0. " liS seres,(indi vidual es o colectivos) absoluta-
de utc Id" lIlil n 'i. o absolu tam ent e di sti nto s, pue s siempre es
la l!u,IIM nI< t "' lml" en ellos car acterfs tic as qu e los distinguen
del ii !I!ll7 1m Itk lllifica n , Ta m bién la id enti dad de ser es siern-
de 1'" 1111.1 ' 1l•• IIlI:ld relativa, incluso circun stancial , pues su
lt ll ll lt I ll tl ('\ l~" qu e se seleccionen , más o menos de
" .," ''' ' " W III! \[1 o re str icti va , las c aracterística s biológicas
¡.-¡ I d p~~ l ', .1\ dd ser en cuestión .
1t ~ ~ ' lll" 1\lI ~;I r qu e en es te b in om io fundamental que
-s ia fI.' IJ .,k ll li dad , to sociológico e s más determinan te
rdi- \.. ' 11t,1q)~H-·U . En efecto , si bien es ciert o que el elernen-
. la l ¡iI III Cf,(1 q (el patr imonio gené ti co) es la base material
r su I f '~ l ll ll ... d ,k P ILf ;, la ex iste ncia y la conti nuidad evolu tiva
)ial. 1 101, Il t Ht .. I, no es meno s cie rto qu e el demento socio -
1S0 S . 1 1:11lo e "Iue al dar le un cont enido y una forma
qué n [io)k IUl U "¡'~ l1o i fi <': ¡jc i ón objetiva a esta cualidad , permi-
1 de mlu lu I lI,¡f, nol;l ciÚn o la comp ara ción entr e indi viduos
;l se 10' , ~' t, ' I P U\ En efe cto , para llegar él u na definición inte -
OVL- ,t.. l.. (l" 'lItid :lt;!, es ind ispe nsable carac teri zar el ele-
te y l ' h l"" 'I'.l tl l, pero esto no imp lica una identificación
Id.ll' ~ . " ¡1I 1' 6~i c o . m ien tr as que dos ser es sociológi-
o es fl li - ¡ti, UIIl 'OS tiene n, nece sariamente , una iden tidad
27
similar en el "plano biológico .
Este hecho revela, por un lado, la supremacía de la vida
social sobre la vida individual , pu es la sociedad (humana ,
por ejemplo), es una fo rma superior de la vida y sugie-
re, por otra parte, la necesidad de no confundir , en !]a
apreciación de la identidad , la identidad original en la cual
el elemento biológico es el principal determinante y la
identidad actual, cuyo determinante principal es el, ele-
mento sociológico . Obviament e, la identidad que hay que
tomar en cuenta en un momento dado de la evolución de
un ser (individual o colectivo) es la identidad actual, ya
que toda apreciación hecha únicamente sobre la base de
su identidad originar ia e incompleta, parcial y falseada,
pues descuida o ignora la influencia decisiva de la realidad
social sobre el contenido y la forma de la identidad.
En la formación y desarrollo de la identidad individual
O colectiva, la realidad social es un agente objetivo, resul-
tado de los factores económicos, pol íticos, sociales y
culturales que caracterizan la evolución o histor ia de la
sociedad en cuestión . Si se considera que, entre estos
factores el económico es el fundamental, se puede afirmar
que la identidad es, de algún modo , la expresión de una
realidad económica. Esta, cualquiera que sea el medio
geográfico y la vía de desarrollo de la sociedad, está defi-
ida por el ~.!....d! l ~s fuerzas productivas (relación entre
~Iill bre y la naturaleza) r.. por el modo de producc ión
relaci en.e ntre. los-bc mb res o las categorías de hombres en
Lsen o de una sociedad). Pero si admitimos que la cultura
s la síntesis dinámi ca de la realidad materia l y espiritual
e la sociedad! y que expresa las relaciones tanto entre
'1 hombre y la n atu raleza, como entre las diferentes cate-
orías de hombres en el seno de una misma soc iedad, se
uede afirmar que la identidad es, al nivel individual o
olectivo y más allá de la realidad económica, la expresi ó
e una cultura. Por eso , atribuir, reconocer o afirmar la
dentidad de un individuo o grupo, es ante todo situ ar
este individuo o grupo en el marco de una cultura .
En Jo que concierne a los efectos de la dominación im
28
\ ull r~ 1;1estructura social del pueblo dominado,
ida 'plll l •• ( lIm l<!t:rar <.:1taso del colonialismo clásico irnpug-
na, " tl ~ d movimiento de prc-independencia . Aquí,
lt l' lll' r ,t llll (; sea el grado de desarrollo histórico de la
~e
I la 1.1I\ dllin il1a.Ja, la estructura social puede sufrir las
I, h l t h'" (·oll v.:cucn cias : a) destrucción total, acompañada
ual
, la Ill ll Utb l.:íl'm inmediata o progresiva de la pob lación '
tI IITlIlpla;t () por una población extraña; b) dcstruc-
de-
que "" 1/"" , '1111 el arraigo de una población extraña más o
IIU IIl lc' rU~a; c) e onseruacion aparente, condícíonada
de
ya rI ( llllh narnit:nto de la sociedad autóctona en zonas
de 'Hrftlll ,l ~ 11 reservas propias , desprovistas generalmente
id a, 11I,\¡lllll,I.HIt''\ tic v ida y acompañada de Ira implantación
\ ,1 .k HII, ] poblaci ón ex traña.
dad
1'1 • ,H .t l (1 '1 ld s ica m ent e horizontal de la e st ruc tur a
Iual 1;.\ th 10:1 pueb los africanos , debido a la profus ión de
sul- f UP II \ 1 l ll lLl IS, hace qu e la resistenc ia cul tural y el grado
(H '; !\l I ~ .It ron de la identidad no sean uniformes. De esta
s y
e la l it .. . 1 01. '01 Iuc n es cieno que los grupos ét nic os han lograd o
111' ( ,11 lun l'rvar su identidad, se constata que los gru-
stos
j~ "t ." 1('\I, lt '111cS son aquellos que han tenido los cho-
mar
\"Ioientos con el poder colonial durante la fase de
una
11'1II c:f't.
'l,;l iva'l o los que por su localizac ión gcogri-
~dio
I ~ 'nllln menos contactos con la presencia cxtran-
lefi-
ntr e
rión .11 11' o"~ cl"\lar que el comportamiento de la potencia
s en ¡1¡i1P,11 "1\ rd :Il.:iÚn con los grupos étnicos, denota una
tHI 'it. 1i1 f Iclll insoluble : p or una parte, tiene que div idir
rura
(( I( IIC I LJ división para reinar y , por esta razón, favo-
mal
l' Í11 t,. p ,ll ,ICiÚtl , cuando no las pugnas entre los grupos ,
nrre
'a te- I'llt or ru parte , con el fin de asegurar la pcrpetui -
,11 d <jl1ll1 "1;K iólil, necesita destruir la estructura social
1, se
' 111110'" . ~1I cultura y, por con siguiente , su idcnti -
alo
sión
tr la I" ''' B 0 [1 " ~., is. es el caso de los mandjaqucs, pcpels , oincas, batanees
ruar' 11\1
" '111
lId aut o r. )
I ¡ .. .. ' .10:I.. ~ paradincas y de otras minorías del interior . ~ N o ta del
im -
29
dad. Por lo demás, está obligada a defender a las clases
dirigentes de Ios grupos que (como, por ejemplo, I~ a etnia
o la nación peule, en nuestro país) le han dado un apoyo
en la conquista colonial, política que favorece la preserva-
ción de la identidad de esos grupos .
Como ya dijimos, en lo qu e a' la cultura concierne, en
general no hay modificaciones importantes y en la vertica -
lidad de la pirámide, o de las pirámides sociales indígenas
(grupos o sociedades donde hay un estado), cada clase o
capa guarda su identidad, integrada a la del grupo pe to
distinta de las otras categorías sociales. Por el contrario, en !
los centros urbanos, así como en algunas z onas del interio r
del país donde la influencia cultural del poder colonial e:
'Sensible, el problema de identidad es más complejo. Mien
tras la base y la cúspide de la pirámide social (es decir, L
mayor ía de las masas populares trabajadoras constituid :
pOI individuos de diferentes grupos étn icos y la el
extranjera dominante) preservan sus identidades, la zo n
central de esta pirámide (la pequeña burguesía autóctona) ,
culturalmente desarraigada, alienada o más o menos asirni
lada, se debate en un conflicto socio-c ultural en busca de
su identidad . Hay que notar además que, aunque unidos
por una nueva identida d! que le confiere el poder colonial .
la c1!ase dominante extranjera no logra liberarse de las con
tradicciones de su propia sociedad que simpleme nte tras
lada al país colonizado.
Cuando, por iniciativa de una minoría de la pequeñ a
burguesí a autóctona, aliada a las masas populares indíge-
nas, se desencadena el movimiento de pre-independencia,
esas masas no tienen ninguna necesidad de afirmar o rea-
firmar su iden tidad , que nunca confundieron ni podrían
confundir con la del poder colonial. Esta necesidad no,
es sentida más que por la pequeña burguesía autócton
que se ve forzada a tomar una posic ión en el conflicto qu
opone a las masas populares con el poder colonial. Si
embargo, la reafirrnaci ón de una identidad distinta de la d
la potencia colonial no es general en el seno de la pequeñ
burguesía. No es más 'que d h ec ho deuna minoría, mie
30
lases orra minoría afirma, muchas veces de manera
etn ia pllO\i l , la identidad de la clase extranjera dominante
lOYO ''''' lIria silenciosa se debate en la indecisión.
erva - k ili;" , aun cuando haya una reafirmación de una
h 'Il ' \l I ~1l1 distinta a D a de la potencia colon ial y por lo
e, en 11.. ICkntica a la de las masas populares, no se manifiesta
.rica- I lJlI ~ lII 11 modo en todos los niveles . Una parte de l;a
renas 11111 burguesa, comprometida con el movimiento de
LSeo lllllq w nd cncia, utiliza los datos culturales extranjeros
pero ' IUI'sar, valiéndose principalment e de la literatura y
o.en In, el descu brim ien to de su identidad a la cual las
erior I lfl h Itll1l ' 'i Y los sufrimientos de las masas populares
[a l es ".... .Ir terna . Y como, precisamente, se emplea el len-
dien- 1.1 longua de la potencia colonial, sólo logra ex-
ir . fa. '1 lIllllflllcn te influir en las masas populares. en general
ruida t..It('I ,l ~ y familiarizadas con otras formas de expresión
clase IH II b" t.: hecho no disminuye, sin embargo, el valor
zona 111 ~ «urribución de esta minoría pequeñoburguesa al
ma), ,11o ele la. lucha, porque logra de todos modos
simi- 11I1. tanto en una parte de los indecisos o de los retar-
.a de 110 ' ,k ..o propia categoría social como en una sección
udos u ' ,U\le de la opinión pública de la metrópoli colonial,
•nial , e••Inun rc el grupo de los intelectuales .
con 11m part e de la pequeña burguesía que se compro-
tras - ib ",Ü¡OIl con el movimiento de pre -independencia
n l l. 1 «:11' su participación inmediata en las luchas de
Lleña I IH j(l 1\ y en su integración a las masas populares, el
iíge- letc III rdlu de expresar una identidad distinta de la del
nc ia , lellll. 1 1 .. lo lUal
rea- IIc" " l /II { por qué la identificación con las masas po,pu-
Irí an v t i n-afirmación de la identidad pueden ser ternpo-
j no I d d ioitiva.'i, aparentes o reales, frente a los esfuerzos
H
sólo de identidad, sino de dignidad.
En el curso del proceso de dominación colonialista, I
masas populares cualesquiera que sean las características d
la estructura social del grupo al cual pertenecen, no deja
de resistir a la potencia colonial. En una primera fase -la d
la conquista, cínicamente llamada "pacificación"- resiste
con las armas en 16.mano a la ocupación extranjera. En un
segunda fase -la de la edad de oro del colonialisrno rriu
fante- oponen a la dominación extranjera una resisten ci
pasiva, casi silenciosa pero jaloneada por numerosas reb
liones en general individuales, raramente colectivas, e
panicular respecto del trabajo y de los impuestos y au
en los contactos sociales con los representantes extranjer
o autóctonos del poder colonial. En una tercera fase -1
de la lucha de liberación -: son las masas populares las qu
suministran la principal fuerza que utiliza la resistenci
política o armada para impugnar y liquidar a la domin a:
ción extranj.era. Tal resistencia, prolongada y multiform e
sólo es posible porque al preservar su cultura e identida
las masas populares guardan intacto el sentimiento de s
dignidad individual y colectiva, a: pesar de las vejaciones
las humillaciones y las sevicias" de las que a menudo so
objeto.
La afirmación o reafirmación por la pequeña burguesí
autóctona de una identidad distinta de la de la potenci
colonial, no contribuye por lo tanto, no podría contribuir
a la resti tución de un sentimiento de digni dad en esta sol
categoría social. En este mismo plano conviene observ
que el sentimiento de dignidad de la pequeña burguesí
depende del comportamiento objetivo, moral y social d
cada individuo, del grado de subjetividad de su actitu
frente a los dos polos del conflicto colonial entre los cual
está obligada a vivir el drama cotidiano de la colonizació
Este drama es tanto más profundo cuanto que la pequeñ
burguesía está obligada, por el cumplimiento de sus fu
33
lu char contra la dominación extranjera. Cualesquiera se
las características ideológicas o idealistas de su expresión,
cultura es un elemento esencial del proceso histórico . Es
ella donde reside la capacidad de elaborar o fecundar el
mentos que aseguren la continuidad de la historia y de t
minen, al mismo tiempo, las posibilidades de progreso
regresión de la sociedad . Se comprende así que siendo
dominación imperial ista la negación del proceso históri
de la sociedad dominada, sea necesariamente la negación
su proceso cultural. Por eso -porque una sociedad que
libera verdaderamente del yugo extranjero, vuelve a rorru
los cam inos ascendentes de su propia cultura, la cual
alimenta de la realidad viviente del medio y niega , tanto l
influ encias nocivas como toda clase d'e sometimientos :
culturas extranjeras (la lucha de liberación es, ante tod
un acto de cultura) .
La lucha de liberación es un hecho esencialmen í
político. Por consiguiente, sólo los métodos politic e
(comprendido el empleo de la violencia para liquidar I
violencia, siempre armada, de la dominación imperialist i
pueden utilizarse en el curso de su desarrollo . La culturo
por lo tanto, no es ni puede ser un arma o método e
movilización de grupo contra la dominación extranjer ,
Es mucho más que eso . En efecto, está en elconocirnient
concreto de la realidad local. En particular la realidad cy
tural, en la que se funden la elección, la estructuración y I
desarrollo de los métodos más adecuados para la lucha . D
ahí la necesidad, para el movimiento de liberación, (
acordar una importancia primordial, no solamente a l¡
características generales de la cultura de la sociedad den!
minada, sino también a las de cada eategoría social. Pue
aunque tenga un carácter de masa, la cultura no es unifo
me, no se desarrolla igualmente en todos los sectore
horizontales o verticales, de la sociedad .
La actitud y el comportamiento de cada categoría I
cada individuo, frente a la lucha y su desarrollo son, ci~
tarnente, dictados por sus intereses económicos , pero tan
bién profundamente influidos por su cultura. Se pue<
34
! II II I \ I\' (" afirmar que es la diferencia de niveles de cultura
1" Ifl lt ' explica los diferentes comportamientos de los
.11\IIII1t1s de una misma categoría social frente al movi-
1''''11tic liberación. Por tanto es en este plano donde la
flel r !1 alcanza toda su significación para cada individuo;
fIlI" ('llsiÓn e integración en su medio social, identifica-
IU ~ u n los problemas fundamentales y las aspiraciones
It ht ~ él n cdad , aceptación o negaci6n de la posibilidad de
IUoI IIl1u'lformaci6n en el sentido del progreso.
j I , «vrden re que una multiplicidad de categorías sociales
11 " .11ticular étnicas hacen más compleja la definici6n
I p~ Jl d de, la cultura en el movimiento de liberación .
l ' ~ "l complejidad no puede ni debe disminuir la irn-
11( la decisiva en el desarrollo die este movimiento, del
r d c clase l3 de la cultura, que es más sensible en las
Irll'" 1.1S urbanas y en Ias sociedades rurales de estructura
111.d , pera que importa tomar en consideración, incluso
1111 11. 111 el fenómeno de clase se encuentre aún en estado
ulu 1111I.l r i o . La experiencia muestra que, ante la necesidad
1.. 1111.. op ción política exigida por la impugnación de
111 .111II11I1 :LCió n extranjera, las categorías privilegiadas, en
t! 1I 1 .& \, lIr ~3 , colocan sus intereses inmediatos de clase por
iH ¡¡li d tic {os intereses del grupo o de la sociedad, en con-
lit (" , uspiracio nes de las masas populares .
I f n llli~ , conviene no olvidar que la cultura, como resul-
~' de terminante de la Jilistoria, trae consigo elementos
n.1 1I k ~ y secundarios, fuerzas y debilidades, virtudes y
1 ¡U" aspectos positivos y negativos, factores de pra-
I \' de estancamiento o regreso, conrradicciones e
1I 1 11 ~ O co nflictos. Sea cual fuere la complejidad de ese
. , ¡I 11la cultural, el movimiento de liberación necesita
uuu r-r y definir los datos contradictorios para preservar
35
los valores positivos y poder esperar la confluencia de e
valores en el sentido de la lucha y en el marco de u
nueva dimensión (la dimensión nacional). Hay que ha,
notar , sin embargo, que no es más que en el transcurso
la lucha que la complejidad y la importancia de Ilos probl
mas culturales aparecen en toda su amplitud , lo que-ob li
frecuentemente a adaptaciones sucesivas de estrategia
t ácticas, a realidades que sólo la lucha puede revelar. De
misma manera, sólo la lucha revela cómo y hasta dón
la cultura es para las masas populares una fuente inagota
de valentía, de energía física y psíquica, pero también
obstáculos y dificultades, de convicciones equivoca
de desviaciones en el cumplimiento del deber y de limi
ciones del ritmo y de la eficacia de la lucha.
Todo esto implica una confrontación permanente, tan
entre los diferentes elementos de la cultura como en
éstos y las exigencias de la lucha . Una acción recíproca
desarrolla así entre la cultura y la lucha. La cultura, fun
mento y fuente de inspiración de la lucha, comienza a
influida por ésta y tal influencia se refleja de manera m
o menos evidente en la evolución del comportamien
de las categorías sociales y de los individuos así como
el desarrollo de la lucha misma . Tanto los dirigentes
movimiento de liberación, la mayoría originarios de 1
centros urbanos (pequeña burguesía y trabajadores asa!
riados), como las masas populares (cuya aplastante m
yoría está constituida por campesinos) mejoran su nivl
cultural: adquieren un mayor conocimiento de las re
dades de su -país, se liberan de comp lejos y prejuicios
clase, superan los límites de su universo, destruyen 1
'barreras étnicas, consolidan su conciencia política , se in
gran más estrechamente a su país y al mundo, etcétera.
Cualquiera que sea su forma, la lucha, se sabe , exige
movilización de una mayoría importante de la poblaci é
unidad política. y moral de las distintas categorías soc
les, la liquidación progresiva de los vestigios de la men
lidad .tribal ' y feudal, el rechazo de las reglas y de I
tab úes sociales y religiosos incompatibles con el carác
36
'.11MrtliA/ Y nacional del movimiento liberador y opera aún
"lU chas otras modificaciones profundas en la vida de la
PlIr.l:u,:iÚn . Este se ¡n ace más real, en cuanto que la dinárni-
~.I de la lucha exige además la práctica de la democracia,
~ h' [;1 crítica y de la autocrftica, '~ a participación crecien-
Ir tic la población para la organización de su vida, la
lf'lll,(·¡¡iz.ación, la creación de escuelas y servicios sanitarios,
l .l 1ormaci ón de cuadros salidos de los medios campesinos
u uveros. y muchas otras realizaciones que implican una
'liladera marcha forzada de la sociedad por el camino del
I'lo.\reso cultural. Esto demuestra que Ia 'lu cha de libera-
IWI 110 es sólo un hech -o cultural, sino también un factor
CIJU ¡;¡r a .
(·.n el seno de la sociedad indígena, la acción del movi -
lll c'n ro de libera ción eh el plano cultural trae consigo la
I C' !I ~i6n de una lenta pero sólida unidad cultural, de natu -
(Illt""a sim bi ótica ," que corresponde a la unidad moral y
j1o l {l:Íca necesaria a la dinámica de lucha. Con la ruprora
Id hermetismo de los grupos, la agresividad racista, tribal
I~ l nica, tiende a desaparecer progresivamente para dar
l ll~:; l r a la comprensión, a la solidaridad y al respeto mutuo
I ItI e los dife rentes sectores horizontales de la sociedad,
!lujos en Ia lucha y en un destino común frente a la
lumin adó nr extranjera ; sentimientos de las masas popu-
l ~r C' ~ tornan conciencia sin grandes dificultades, si el opor-
Il IJl ~ 01rO político, propio de las lc apas socia les medias , no
W W ll~ a perturbar el proceso. Se comprueba también un
l' I u rzamien ro de la identidad del grupo y, por tanto, del
uu rniento de dignidad. Estos hechos no perjudican en
mda al movimiento del conjunto de la sociedad, en el
urido de un progreso armonioso en función de nuevas
..ordenad as históricas, movimiento del que sólo una
~' i6 o pol ítiea intensiva y efica z, elemento esencial de
37
la lucha, puede definir su trayectoria y límites y asegu t
su continuidad .
Entr e los representant es de la potencia colonial com
entre la opinión metropolitana, la lucha de liberación c
primero un sen timiento general de asombro, sorpresa
incredulid ad. Una vez superado este sentimiento que es
fru [O de prejuicios o de la deformación sistemática qu
caracteriza la información colonialista , las rcaccion
varían según los intereses y las opiniones políticas y 1
grados de cr istalización de tina rncnralidad colonialista
racista de las diferent es categorías sociales y aun de 1
individuos. Los progresos de la lucha y Jos sacrificios im
puestos p,or la necesidad de ejercer u na represión coloni
lista, policiaca O militar, provocan, en la opinión metr
pol itana, una esci sión que se traduce por tomas de pos ició
diferente , si no divergente, y por la emergencia de nuev
contrad icciones políticas y soc iales. 15
;\ partir del momento en que la lu cha se impone com
un hecho irreversible , y por grandes que sean ros medios
utilizados para estrangularla, se opera un cambio cualita-
tivo en la opinión metropolitana que, en su mayoría acepta
progresivamente la posibilidad, si no la fatalidad, de la
independencia de la colonia. Un cambio tal traduce el
reconocimiento, consc iente o no, del hecho de que el pue-
blo colonizado en lucha tiene una identidad y una cultura
prop ias. Yeso a pesar del hecho de que una minoría activa,
aferr ada a sus intereses y a sus prejuicios, sigue, durante
38
111111 d conflicto, rehusando el derecho de ese pueblo a la
Iw!t'plo: odencia, rech azando la equ ivalenci a de [as cujtu ras
1\1- ~a l derech o in:pl ica . ~:qu iv~e?Óa que, en una .etapa
11 ~ '''Iva del con flic to, es imp l ícitament e rec onoc id a o
I I'l:lJ a has ta por la pot encia colonia l, cuando , p ara
' 1-" 1.'1':1.1' la lucha de sus obj etivos , apl ica u na po lítica dern a-
'fi L:I. de " pr omoció n econó mica y social ", de "d esarrollo
u lruru!" , recurri en do a nue vas forma s de dom inación. En
:a q to, si el nCQ-colon ialism o es an te todo la conti l1Uad .ófi
I 1.. 1.1 d,o miWiCión cco n 6mica ím perialist"a_ baj ~~ 3!
Im - I l." ( ;~, es ta mb ién el recon ocim iento tá cit o po r la
fila- l flil ~'nc ia co lonial del hecho d'e que el puebl o al que dorni-
t ro- Il ,! " explota tiene su propia ident idad, la cual exige una
.i ón frr{'l.:c ión pol ítica propia para la satisfa cci ón de una nec e-
evas V.llt cultu ral.
Mm hay que notar que, aceptando la ex istencia de una
m10 IIklll:idad y de una cultur a del pueblo col oni zado y por lo
íios 1.11I10 su derecho inali enable a la autodeterminación y a
ita- 1.1indep ende ncia, fa opinión m etropolitana (o por Jo me-
pta H" '¡ una p arte important e de dicha opin i ón) hace un
la IUlIgrts o significati vo de orden cultu ral y se libera de
el l l n d em en to negat ivo de su cultur a ; el prejuicio de la
ue- l t' ~mada, de 'la nación colonizadora sobre Fa nación
ura IIlonizad a. Este prog reso puede tener consecu encias irn-
va, purl.:,m,tes, aun trascendent ales , sobre la evoluc ión polít ica
He lit' la. potencia imperia lista o co lonial, como prueban algu-
f l Cl ~1 hechos d e la historia reciente o actual. 16
an o Ciert as afinidade s genético-somáticas y culturales ent re
~la
39
varios grupos humanos de uno o varios continentes, as
como una situación más o menos semejante en relació '"
con la dominación colonial y racista, llevaron a formulaf
teorías y a crear "movimientos" fundados en la hipótesi,
de la existencia de culturas raciales o continentales, Lá
importancia del papel de la cultura en el movimiento d""
liberación generalmente reconocida o presentida, con,
tribuyó a dar a esta hipótesis una cierta audiencia, Sii!1
pretender minimizar la importancia que tales teorías"
"movimientos" hubieran tenido o tienen corno tentativas';
logradas o no, de la búsqueda de una identidad y com
medio de impugnación de la dominación extranjera, s
puede afirmar que un análisis objetivo de la realidad cul~
rural conduce a negar la existencia de culturas raciales <t
continentales. Primeramente porque la cultura, como la)
historia, es un fenómeno en expansión e (ntimamente
ligado a la realidad económica y social de! medio, al nivel
de las fuerzas productivas y al modo de producción de la,
sociedad que la creó, Segundo, porque e! desarrollo de,
la cultura prosigue de manera desigual, sea en un conti-'
nente, en una "raza", e incluso en una sociedad. En efecto.]
las coordenadas de la cultura, como las de todo fenómeno.
en desarrollo, varían en el espacio y en el tiempo, ya sea
que éstos Sean materiales (físicos) o humanos (biológicos'
y sociológicos), He aquí por qué la cultura -creación dé'
la sociedad y síntesis de los equilibrios y de las soluciones
que engendra para resolver los conflictos que la caracteri-
zan en cada fase de la historia- es una realidad social inde;
pendiente de la voluntad de los hombres, del color de su
piel, de la forma de sus ojos O de los límites geográficos,
La apreciación correcta del papel de la cultura en e
movimiento de liberación exige que se consideren global-
mente y en sus relaciones internas los factores que
definen; que evitemos toda confusión entre lo que es
la expresión de una realidad histórica, material y 10 que
parece ser una creación del espíritu, desprendida de esta
realidad; que no se establezca una conexión absurda entre
las creaciones artísticas, valederas o no, y las pretendidas
40
OKructerísricaspsíquicas y somáticas de una "raza"; en fin,
(lile evitemos todo análisis no científico o acientífico de!
fenÓmeno cultural.
Para que la cultura desempeñe el pape! que le correspon'"]
(le en el movimiento de liberación, éste debe establecer con
precisión los objetivos por alcanzar en la vía de reconquista
ilel derecho del pueblo a! que representa y dirige a tener su
propia historia y disponer libremente de sus fuerzas pro-
ductivas, con miras al desarrollo ulterior de una cultura
másrica, popular, nacional, científica y universal. Lo qu~
pnra el movimiento de liberación importa no es probar la
08pccificidad o no especificidad de la cultura del pueblo,
81noproceder al análisis crítico de esta cultura en función
de las exigencias de la lucha y del progreso y de situarla,
sln complejo de superioridad o inferioridad, en la civiliza-
ción universal, como una parcela del patrimonio común de
In humanidad, en la perspectiva de una integración armo-
niosa en e! mundo actual,
La lucha de liberación, que es la expresión más compleja
del vigor cultura! de! pueblo, de su identidad y de su .dig-
nldad, enriquece la cultura y le abre nuevas perspectivas de
\Icsarrollo. Las manifestaciones culturales adquieren un
contenido nuevo y encuentran nuevas formas de expresión.
Hevuelven así un instrumento poderoso de información y
de formación política, no solamente en la lucha por la
Independencia sino aun en la gran batalla por e! progreso.
AMfLCAR CABRAL
4]
monia realizada en homenaje a nuestro compañero .
lucha y digno hijo de .Africa, el recordado Dr. Eduarc
Mondlane, antiguo presidente dé! FRELlMO, cobardem .
asesinado por los colonialistas portugueses y sus aliad4
el3 de febrero de 1969, en Dar-es-Salaaru'" [... 1 ~
Otros oradores tuvieron oportunidad de trazar su b~
grafía y de hacer los elogios bien merecidos. del Dr. Edu:í!
do Mondlane. Queremos simplemente reafirmar nues
admiración por la figura de UD africano patriota y de ti1
eminente hombre de cultura como él. Queremos igualme ,
te decir que el gran mérito.de Eduardo Mondlane no fu
solamente su decisión de 'luchar¡ror la liberación de
pueblo. Su principal mérito fue el de haber sabido in_,
gr:use a la realidad de su país, identificarse con su pucblI
x.,voiverseculm ?lCd!~nte la lucha que dmmó <:<>n cOral!
cordura y deterrnmaCJon· " ,"'-i O
'
42
prllcticamente, todas las categorías de la sociedad africana
colonial: del campesinado a la "pequeña burguesía" asimi-
lada, y en el plano cultural, del universo aldeano a una
cultura universal, abierta hacia el mundo, con sus proble-
mas, sus contradicciones y perspectivas de evolución.
Lo importante es que, después de esa larga trayectoria,
I\duardo Mondlane fue capaz de llevar a cabo. el regreso a
la aldea, en su personalidad de un combatiente por la libe-
ración y por el progreso de su pueblo, enriquecido por las
experiencias agitadas del mundo moderno. Dio así un
ejemplo profundo: enfrentando todas las dificultades,
huyendo de las tentaciones, librándose de los compromisos
de la alienación cultural (y por lo tanto política) supo
reencontrar sus propias raíces, identificarse con su pueblo
y dedicarse a la causa de su liberación nacional y social.
Por eso los imperialistas no lo perdonaron.
Así, en vez de limitarnos a los problemas más o menos
importantes de la lucha común contra los colonialistas
portugueses, centraremos nuestra Conferencia en un pro-
blema esencial: las relaciones de dependencia y de reci-
procidad entre la lucha de liberación nacional y la cultura.
Si logramos convencer a los combatientes de la libera-
ción africana y a todos aquellos que se interesan en la
e libertad y en el progreso de los pueblos africanos, de
1, la importancia decisiva de este problema en el proceso
de la lucha, habremos rendido un homenaje significativo a
1 Eduardo Mondlane.
1
Un dilema cruel paro el colonialismo:
¿liquidar O asimilar?
Cuando Goebbels, el cerebro de la propaganda nazi, oía
hablar de cultura, sacaba. su pistola. Esto muestra quc los
nazis --quienes fueron y siguen siendo la expresión más
trágica del imperialismo y de su sed de dominación- aún
en el supuesto caso de que todos fueran dementes, como
Hitler, tenían una noción clara del valor de la cultura
como factor de resistencia a la dominación extranjera.
43
'."
r muyLa fácil
h}s!,,>rianos enseña que, en ~í;¡li~ circunstan~ias~"
para el extranjero el Imponer su dominacié
sobre e1pueblo. Pero la historia nos enseña igualmen
que, sean cuales sean los. aspectos materiales de esta doni
nación, sólo puede mantenerse mediante'; la represi~,
permanente y organizada de la vida cultural del pueb
afectado: Una implantación definitiva sólo puede asegura¡.
se mediante la liquidación física de una parte significan'
L de la población dominada. . .' .,:
En efecto, tomar las armas para dominar, a un pueblo e~
ante todo, tomar las armas para destruir o al menos ne
tralizar o paralizar su vida cultural. Porque siempre q
exista una parte de ese pueblo que pueda tener una vi .
cultural, la dominación extranjera no podrá estar segu(
de su perpetuación. En un momento dado, dependiendo di
los factores internos o externos que determinan la evolé
ción de una sociedad concreta, la resistencia cultura!.(i4
destructible) podrá impugnar ampliamente a la dominacíói
extranjera. ,
El ideal, para la dominación extranjera, imperialisraj
no, se ubicaría ante esta altemativarIiquidar prácticamenf
a toda la población del país dominado, eliminando de e1¡~
forma todas las posibilidades de una resistencia cultural!;~
bien lograr imponerse sin perjudicar a la cultura del puebl~
d0",linado, o sea, armonizar la dom~nación econgmica;¡~,
polftica de ese pueblo con su personalidad cultural. . 'B
La primera hipótesis implica el genocidio de la pobl~,
ción indígena y crea un vacío que suprime el contenido~
el objeto de la d~m~ac.ión extranjera: el pueblo domi!1~
do. La segunda hipó tesis, hasta el momento, no ha Sl.~
confirmada por la historia. La gran experiencia' de 'li.
humanidad permite decir que no tiene una viabilídai
práctica: no es posible armonizar. la dominacióneconómjí
ca y polí rica de un pueblo, cualquiera que sea el gradó.d;~
su desarrollo., . :,.~
Con el fin de eludir esta alternativa', -que podría. ~
llamada como el dilema de la resistencia cultural-,¡f~
dominación colonial imperialista 'intentó crearteorías qué~,
44
111hecho, no son sino formulaciones burdas del racismo y
le traducen, cnla práctica, en el sometimiento a un estado
de sitio permanente pata las poblaciones autóctonas, ci-
mentado en una dictadura (o "democracia") racista.
Es, por ejemplo, el caso de la pretendida teoría de la
tI,imi/ación18 progresiva de las poblaciones nativas, que
le manifiesta como una tentativa de negación más o menos
violenta de la cultura del pueblo en cuestión. El amargo
fracuso de esta "teoría", puesta en práctica por algunas
potencias coloniales, entre ellas Portugal, es la prueba más
.vldente de su inviabilidad además de su carácter inhu-
rnune. Esta "teoría" absurda alcanza su grado más elevado
gn el caso portugués, en el que Salazar'? afirma que Africa
/1// existe. .
Es igualmente el caso de la pretendida teoría del apart-
litid l O creada, aplicada y desarrollada por una minoría
'leísta sobre la base de la dominación económica y política
dll pueblo de África austral, dominación que comporta
\Ina serie de crímenes de lesa-humanidad. La práctica del
",t¡¡rtINíd se traduce en una explotación desenfrenada de
la fuerza de trabajo de las masas africanas, las cuales se
sneucnrran acorraladas y reprimidas en el campo de con-
45
centracion más cínico y más
haya conocido jamás."
46
· ~Illllinación extranjera que la han precedido (dominación
trlbul,aristocrático-militar, feudal y capitalista del periodo
11'In libre competencia).
1¡.\l~ara~!I;rí~ti<;.!LR!Ü!~¡¡>¡¡/, ~.QllI~!!JL!Q4º t:iPQJ-tcdQllli·
Q!l.clónirnperial~ta, es la neli1!eiQu.d~Lp.rQ¡;l:~Q.b.í~tQr.i~º.4el
~•. p'llrblo d()mi[lag()!~rn~.~l~te la usulJ'.a.si~!,_violenta<!eJa
~, "I!crta.d<lc:! proceso de des~r~ollo <!<:.!asf'!.~"!i1!.1:'.ro4.l!.gtí
~, ,UN, ó.iim.b¡en, enl.!.!JJUill'.ledaddada, eLmvel de desarr.9"
~;. ll.ode~J\E?J!S.J:!E().duenYill! l:: el régimen de uti~i1:aci~n
looíalde e~llS.• fu.,:~"l.. (régimen de.proJ?¡,e.d ...~~ d~termin~Il.
~L modo agP'!:0cl".t¿[,HpJ: E~ttª..ºI:'¡!liºl), ~L!!lºªº_gé
producció~, eu~as contradle,ciones se ll1anifiestancon más
(l ..menos intensidad a través de la lucha de clases, es el
f.vtor.¡Jrfñ~i~liI'::<:I~~. bIs:iólíf::(IÜ~d.~:iU..i?Q:§~a.'l(),
.Jtndo el nivel de las fuerzas productivas la fj¡.!;rza.motriz
¡.rdllderayP.cf!llane~tc:é1{dá hi~ioría. . -
l':! nivel de las fuerzas productivas indica, en cada so- "1
,Iedad, en cada conjunto humano considerado como un
tildo en movimiento, el estadío de desarrollo en el cual se
'l\{'uentra esa sociedad y cada uno de sus componentes
Inte la naturaleza; indica también su capacidad para actuar
11reaccionar conscientemente en relación con la naturale-
"K, 1ndíca y condiciona el tipo de relaciones materiales
(expresadas objetivamente O· en forma subjetiva) que ¡.
flllsten entre el hombre y su medía. -
modo de producción, que representa, en cada fase de
I~ historia, el resultado de la búsqueda incesante de un
IllJ1lilibriodinámico entre el nivel de las fuerzas producti-
Villiy el régimen de utilización social de esas fuerzas, indica
el estadio en el cual se encuentra una sociedad dada y el
¡J~ sus diferentes componentes, frente a la sociedad misma
l' frente a la historia. Indica y condiciona, además, el tipo
de relaciones materiales que existen entre los diferentes
~Iementos o los diversos conjuntos que componen a la
riudedad en cuestión: relaciones y tipos de relaciones
entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y su
m(~dio; relaciones y tipos de relaciones entre los campo- .
nentes individuales o colectivos de una sociedad. Hablar.J
47
ffJ
Ji
48
COncretizan progresivamente mediante el intento, exitoso
O no, de la afirmación de la personalidad cultural del
pueblo dominado corno un ano de negación de la cultura
del opresor. Cualesquiera que sean las condiciones de
Hometimiento de un pueblo bajo la dominación extranjera
y la influencia de los factores económicos, políticos y
sociales que esa dominación conlleva en la práctica, es en
B~llcral en el fenómeno cultural que se sitúa el germen de
la oposición, que conduce a la estructuración y al desarro-
llodel movimiento de liberación.
nuestra opinión, el fundamento de la liberación
nacional reside en el derecho inalienable de cada pueblo,
euulcsquiera que sean las formulaciones adoptadas en el
plano del derecho internacional, de tener su propia his-
toria.
~bi~~v~o.d_e ,la liberaci211"!,,.~~j<?!!,:tLe..s P9Uo tan!().!a
l'l~onc¡uist~ ~ "se-afiecho,."'S!!fP3ºº_}2QIkdqminadón
¡mpcrialista;' o' sea: la liberación del P!-º-c~sºAe_ge~llrroJ1o
dQlas fll~r,:as pro~uc:tív~as~ll~ionar~s. Hay, por cOJ1sill:!.lj~.::
t~ 1 li berª-cio~q.ll~c¡("llal_cuando, ...y•.s~lllmenteE\lllEc:l0,_las
r.~"rl.as productivas nacionáf¿ir-estan total!l:!~I.<:~be~adas
4e todo tip~::'de-doiriÜ¡¡¡cio¡j'extra.lÍjera. La liberación de
lll5 fuerzil!'P,oAllctiv_~,y.EQr]Qtanti:' de.J!1Jacul!!,<:!.d-ede-
t~rl1linar Jibremente el modo de producción más'!QeS!.l1ldo
,ll IU evolucjón(j§!j'J¡j¿b]QJiper'!P9, .ab¡:e-¡¡¿cesari~.!,.n te
nuevas. Jl.mE!'.njYllLalJ!~~~c<:uJ!\!raL d~.(jichJilJ~e.':t~d,
túpropiciar toda <:llp~ci'!llc:l'p"r.esreau:1 Er(>EI"~.o.
Un pueblo que se libera de la dominación extranjera no
IQrá culturalrnente libre a menos que sin complejos y sin
Nubcstimar la importancia de los aportes positivos de la
eultura del opresor y de otras culturas, retoma los caminos
MNccndentesde su propia cultura, la cual se nutre de la
realidad viviente del medio y niega tanto las influencias
neeivas como todo tipo de sometimiento frente a culturas
axtranjeras. ~e..en.tonce.l\que..si 11l_c1()Jl1inaciÓJ:l imperia-
IIHIILtien~.J:Q!1lo...l!.!:.\;.k~tªLeLIl.!~,ªLk QEt.e~iºn
eultura], laJj!>e~!ls:iº!l_naciQI)ªL es necesariamente un ac-
to ~'ultural.- .-
49
El carácter de clase <tela cultura
, Se puede considerar al movimiento de liberación corn
la expresión política organizada dé la cultura del puebf
en lucha. Así, la dirección de ese movimiento debéten¡,)'
una noción clara del valor de la cultura en el cuadro de~"
lucha' y conocer profundamente la cultura ·de su' pueb1.¡f
independientemente del nivel de desarrollo económico
el que Seencuentre. "
En estos días, frecuentemente se afirma que cada puebl~,
tiene su, cultura, Los tiempos han cambiado, superand~
aquella época en la que en un intento por perpetuar '..
dominación de los pueblos, la cultura eraconsider}
como el patrimonio de pueblos o de naciones privilegiada
y en donde, por ignorancia o por mala intención,.~
confundía a la cultura COn la tecnicidad, incluso :l,'r
cultura con el color de la piel o con 'la forma dé los pjOj
El movimiento de liberación, representante y defensor):ll
la cultura del pueblo, debe estar consciente del hilfil
de que, independientemente de cuáles sean las c(;mdici()~
materiales de la sociedad que' representa, esa sociedad"l
portadora y creadora de cultura. El movimiento de Ir
ración debe "además comprender el carácter de mas~.
carácter popular de la cultura, que no es ni deberá
el patrimonio de une> o de varios de los sectores de
sociedad.
El análisis profundo de la estructura social, que
movimiento de liberación debe -ser capaz de hace
función de los imperativos de la lucha, y las caracté
ricas culturales de cada categoría tienen una.impe '
primordial. Ahora bien, aunque la cultura tiene un e
ter de masa, no se desarrolla en forma uniforme, '
desarrolla en forma igual en todos los sectores de la
dad. La actitud que adopta cada categoría social
lucha está dictada por sus intereses económicos,'
también está profundamente influenciada por su cÜI
Incluso ,se puede .admitir que son las diferencias de ni'
de cultura las que explican los diferentes comporn
, tos de los individuos de u na misma categoría se>cj,'
50
nómica ante el movimiento de liberación. Es en éste que la
cultura alcanza toda su significación para cada individuo,
comprensión e integración en su medio, identificación con
los problemas fundamentales y con las aspiraciones de
la sociedad, aceptación de la posibilidad de cambio en el
sentido del progreso.
En las condiciones específicas de nuestro país -yen
general de Africa- la distribución horizontal y vertical de
los "nivelesde cultura presenta una cierta complejidad. En
efecto, de los pueblos a las ciudades, de un grupo étnico a
otro, del campesino a! obrero o al intelectual indígena
más o menos asimilado, de una clase social a otra y aún,
como lo hemos dicho, de un individuo a otro individuo
que pertenecen a una misma categoría social, hay variacio-
nes significativas en cuanto al nivel cuantitativo y cualita-
tivo de la cultura" Tomar en consideración estos hechos es
una cuestión de importancia primordial para el movimien-
to de liberación.
Si en las sociedades con estructura horizontal, como la
sociedad balante, 2J por ejemplo, la distribución de los
niveles de la cultura es más o menos uniforme, las variacio-
nes están únicamente ligadas a las características individua-
les y a los grupos de edad?' en cambio en las sociedades
con estructura vertical, como los fula,23 por ejemplo, hay
importantes variaciones, de la cúspide a la base de la socie-
dad. Esto muestra, una vez más, la unión interna entre el
fenómeno cultural y el fenómeno económico y explica
también las diferencias de comportamiento global o secto-
51
rial de esos dos grupos étnicos ante el movimiento
liberación. "
Es verdad que la multiplicidad de las categorías socia.t~
y- étnicas crea una cierta complejidad en cuanto a ,,~
determinación del papel de la cultura en el movimíenf
de liberación. Pero es indispensable no perder de vista I
importancia decisiva del carácter de clase de la culturi
en el-desarrollo de la lucha de liberación, aun en el caso ~i
el que está categoría (clase social) sea o parezca ser a(¡¡
embrionaria.t" ,_ ,. '., "~
r La experiencia de la dominación colonial muestra q~'
en' el intento de perpetuar la explotación, el coloniZaq!
no solamente crea todo un sistema de represión de la v¡~
cultural del pueblo colonizado, sino queincluso suscíta~
desarrolla la alienación cultural de una parte dc la poli~
ción, ya sea mediante la pretendida asimilación de If
indígenas o mediante la creación de un abismo soC~
enrre las élires autóctonas y las masas pOPÍllates.~'
¡- Como resultado de este proceso de desunión o de al¿'
tuacion profunda 'de las' divisiones en el seno de la so'
dad, puede suceder que una parte considerable 'di
población, principalmente la "pequeña-burguesía" urb
o-rural, asimile la mentalidad del colonizador, éonsid~ti
dose como cultural mente superior al pueblo al que p ,
nece y con esto ignore o desprecie los valores cul
populares. Esta situación, característica de la mayorí
los intelectuales colonizados, se cristaliza a medida
que aumentan los privilegios' sociales del grupo asitiíit
o, alienado, teniendo implicaciones directas en el comp
f tamiento de los individuos de ese grupo ante el moví' .
S2
tu de liberación. Por lo tanto, es indispensable que se I
opere una reconversión de las mentalidades para lograr su
verdadera integración en el movimiento de liberación. Tal
reconversión -que en nuestro caso sería una reafncaniza-
~ión- puede registrarse antes de la lucha, pero ésta sólo
será completa a 10 largo del proceso de lucha, gracias a!
contacto diario con las masas populares y mediante 1'0
comunión de sacrificios que exige la lucha. .
Sin embargo, es necesario tomar en consideración el
hecho de que, ante la perspectiva de la independencia
polúica, la ambición y el oportunismo, fenómenos que
en genera! son sufridos por el movimiento de liberación,
pueden conducir a la lucha entre individuos que no se han
reconvertido. Estos, con base en su nivel de instrucción,
de sus conocimientos científicos o técnicos v sin menos-
cabo de SUs prejuicios culturales de clase, pueden llegar
II ocupar los puestos más altos en el movimiento de li-
beración. En el plano de la cultura, como en aquel de
III política, la vigilancia es indispensable. Porque en las
condiciones concretas y tan complejas del fenómeno del
movimiento de liberación, no todo 10 que brilla es neceo
saríamenr« oro: los dirigentes políticos -aún los más
célcbres- pueden ser alienados culturales.
El carácter de clase de la cultura es aún más sensible en
el comportamiento de las categorías sociales privilegiadas
en el sector rural, principalmente en lo que concierne a
grupos étnicos que disponen de una estructura social
vertical, en la que, sin embargo, las influencias de la
llNimilacióno de la alienación cultural son nulas o prácri-
camente nulas. Es, por ejemplo, el caso de la clase dirigente
lula, Bajo la dominación colonial, la autoridad política de
I'NtlIclase (jefes tradicionales, familias nobles, dirigentes
religiosos) es simplemente nominal y las masas populares
tNtán conscientes del hecho de que la verdadera autoridad
reside y actúa en los administradores coloniales, en los por-
tugueses. Sin embargo, la clase dirigente fula preserva, en
lo esencial, su autoridad cultural ante las masas populares
del grupo étnico, con importantes implicaciones políticas.
53
Consciente de esta realidad, el colonialismo que repri
o inhibe desde la base a las manifestaciones cultural"
significativas de las masas populares, apoya y protc~
desde la cumbre, el prestigio y la influencia culruraldef
clase dirigente. El colonialismo instala a los jefes qj
gozan de SU confianza y que son más o menos aceptaql
por las poblaciones, les concede numerosos privilegios rr¡
teriales, incluida la educación de sus hijos mayores; C:~j
jefaturas" en los lugares en los que no existen, establí
y desarrolla relaciones de cordialidad Con los dirigeri¡
religiosos, construye mezquitas, organiza viajes a'~.
Meca,'" etc. Y. sobre todo, el colonialismo asegura, Jtl'
~
intermedio de los órganos represivos de la adminístracf
colonial, los privilegios económicos ysociales de la cl~
dirigente en relación con las masas populares. Sin em!'!
go, todo esto no hace imposible el hecho de que entr~>~
clases dirigentes haya' individuos o grupos de indivi4l,
que ·se unen-al movimiento de liberación,aunqueest,~
poco frecuente 'comparado con el caso de la "peq¡{"
burguesía" asimilada.
Numerosos jefes tradicionales y religiosos se int,.cr~,
a la .Iucha desde sus inicios o durante el transcursoull!
, ..{;~
54
,"ilr~"l'rollo,
dando una contribución entusiasta a la causa de
,«llheración. Pero también en estos casos la vigilancia es
IlHlI~pensable: preservando muy enraizados los prejuicios
l'Il1tUrlIksde clase, los individuos de esta categoría social
\'~I1, en general, en el movimiento de liberación el único me-
dio vúlido para, sirviéndose de los sacrificios de las masas
populares, lograr eliminar la opresión colonial en beneficio
l/lIo de su propia clase, para restablecer de esta forma su
dominación política y cultural completa sobre el pueblo.
En el cuadro general de la impugnación de la adrninis-
tr"d/m colonial imperialista yen las condiciones concretas
" las cuales nos hemos referido, se revela que entre los
.lIl1dos más fieles del opresor se encuentran algunos altos
rUllcionarios e intelectuales de profesiones liberales, asirni-
[ados, y un número importante de representantes de la
clasedirigente de los sectores rurales. Si este hecho da una
medida de la influencia (negativa o positiva) de la cultura y
de los prejuicios culturales en cuanto al problema de la
"\,ción política frente al movimiento de liberación, tamo
h ~11 demuestra los límites de esta influencia y la suprema-
ern del factor de clase en el comportamiento de las diversas
CAtegorías sociales. El alto funcionario o el intelectual
KHímilado,caracterizado por una total alienación cultural,
~e identifica, en la opción política, con el jefe tradicional o
religioso, que no sufrió ninguna influencia cultural cxtran-
[era significativa. Estas dos categorías sociales anteponen
sus privilegios económicos y sociales, sus intereses de clase,
pur encima de todos los factores o preocupaciones de na-
turaleza cultural y en contra de las aspiraciones del pueblo.
Esta es una realidad que el movimiento de liberación no
puede ignorar, a riesgo de traicionar los objetivos econó-
micos, políticos, sociales y culturales de la lucha.
55
debe, en el nivel cultural, apoyar su acción en la ClIltll~
popular, cualquiera quc sea la diversidad de los niveles '4
la cultura a! interior de! país. La jrnpugnación cultu~
de 1« dominación colonia! -que es la fase primaria 4!
movimiento de liberación-e s610 puede ser enfoc;J;j'
de manera eficaz con base en la cultura de las masas liÍ
bajadoras del medio rural y de las "Ciudades, incluida .:~
ésta la "pequeña burguesía" nacionalista ·{revoluciona·"
reafricanizada o dispuesta para su reconversión cultu\
Independientemente del grado de complejidad del Pá~
rama cultural <le la base popular, e! movimiento de Iib¡:1.
ción debe ser capaz de distinguir en su seno lo esencialf
lo secundario, lo positivo de lo negativo, lo progresj
de lo reaccionario, para poder caracterizar la línea .¡
triz .de .La.idefinición progresiva de una cultura naci
Para que la cultura pueda jugar e! pape! imporrant
le corresponde en .el marco del desarrollo del movimi
de liberación, este último debe saber preservar los v
culturales positivos de cada grupo social debídam
definido, de cada categoría y realizar la confluen
estos valores en e! sentido de la lucha, dándole una
dimensión, Ia dimensión nacional. Confrontada a:
necesidad, la lucha de liberación es, ante todo, tan
lucha para la preservación y la supervivencia de los v
culturales del pueblo corno una lucha en pro de la
nización y el-desarrollo de esos' valores en el cuadi
cional. ..
La unidad política y moral del movimiento de
ción y de! pueblo que él representa y dirige imp]
realización de la unidad cultural de las categorías ~
que son determinantes para la lucha. Esta unidad se:::
ce, por una parte, en una identificación total del
miento con la realidad del medio y con los probh
las aspiraciones fundamentales del pueblo y, por
una identificación cultural progresiva de las
categorías sociales que participan en la lucha. A
del proceso de la.lucha deben ser armonizados los.i
divergentes, ser resueltas las contradicciones y ser.
56
dos los objetivos comunes, todo esto con el fin de buscar
la libertad y el progreso.
La toma de conciencia de estos objetivos, por parte de
las más amplias capas de la población, toma de conciencia
que se refleja en su determinación ante todas las dificul-
tades y ante todos los sacrificios, es una gran victoria
política y moral. Así, esta toma de conciencia también es
una realización cultural decisiva para e! desarrollo ulterior
y e! éxito de! movimiento de liberación.
57
actualmente muy caro, con tres guerras' coloiúales 2 'lé'%
error de subestimar la realidad cultural africana. li
La resistencia política JI armada de los pueblos de;~ <.+<:1
colonias portuguesas, como la de otros pueblos o regio¡¡¡
de África, ha sido aplastada porla superioridad técnica:'~
conquistador imperialista, con la complicidad o la trai9Ji1
de' algunas clases dirigentes indígenas. Las élites fiel~
la historia' ya la cultura del pueblo han sido destrui~
Poblaciones enteras han sido masacradas. El reinado \1
colonialismo se instalo con todos los crímenes y la e
ración que le caracterizan. Pero la resistencia cUltural;5':
pueblo africano no fue destruida. Reprimida, persegi.l,i
traicionada por algunas categorías sociales comprometí
con el colonialismo, la cultura africana sobrevivió
las tempestades, refugiada en las aldeas, en las selvas
el espfrirude laS generaciones víctimas del colonial
Como la semilla que espera durante mucho tiem
condiciones propicias' para la germinación, para pré
la continuidad de la especie y asegurar su évoluc .
cultura de los pueblos africanos retoma actualmen
expansión, a 10 largo de todo el continente, en las Ji
de liberación nacional. Cualesquiera que sean las d
que asumen esas luchas, sus éxitos o sus frac as
amplitud de su desarrollo, ellas marean el inicio
nueva fase de la historia del continente y son,'tí
su forma como en su contenido, el hecho culturi
importante de la vida de los pueblos africanos. F
prueba del vigor cultural, la lucha de liberación
pueblos de Africa abre' nuevas perspectivas al de
, de la cultura, 'al servicio del progreso.
I(' liberación nacional a las que se refiere el autor. (Nota del ediror.),;}
58
Riquezas culturales de Africa "
W, Ya pasó la época en la que er.a preciso investigar para
~¡encontrar los argumentos necesarios para probar larnadu-
hez cultural de los pueblos africanos. La irracionalidad de
¡11lS "teorías" racistas de un Gobineau o de un Lévy-Bruhl;¡ll
rilo interesan ni convencen a nadie, a no sera los racistas.
tPesea la dominación colonial (y tal vez debido a esta do-
f minación) África ha sabido imponer el respeto para sus
valores culturales. África se ha manifestado incluso como
t,uno de los continentes más ricos en valores culturales. De
'~Cártago o Guizeh a Zimbabwe, de Meroé a Benín y a Ifé,
¡delSáhara o de Tumbuctú a Kí1wa,29a través de la inmen-
¡lidad y de la diversidad de las condiciones naturales .del
¡continente, la cultura de los pueblos africanos es un hecho
~.Innegahle: tanto ea las obras de arte como en las tradício-
.~nes orales y escritas, tanto en las concepciones cosmogó-
~picas como e~ la música y en las d~nzas, en.l~s r~ligiones y
¡,;enlas creencias como en e! equilibrio dinámico de las
!,Ostructuras.ecoaómicas, políticas y sociales que el hombre,
'Africanoha sabido crear ..
¡ Si bien es cierto que actualmente el valor universal.de la
~e\lltura africana es un hecho innegable, es necesario no
~olvidar que e! hombre africano, cuyas manos, como dijo el
~poeta, "colocaron las piedras de los ~i~ientos del mundo",
'blldesarrollado su cultura en condiciones muy frecuente-
¡mente, si no es que siempre, hostiles: de los desiertos alas
';'~lvas ecuatoriales, de los pantanos a los ríos de grandes
;'orrientes sometidos·.a inundaciones frecuentes, pese a
'~'lOdas las dificultades, comprendidas las plagas que destru-
59
yen no solamente las plantas y los animales sino tari:lbist!
hombre. Se puede afirmar, siguiendo lo dicho por Jl~
Davidsorr'" y por otros historiadores de las sociedade
de las culturas africanas, que las realizaciones del gel,
africano, en los niveles económico, político, .sod~r
cultural ante el carácter inhospitalario del medio ambiej
son una epopeya comparable con los ejemplos histór~'
más importantes que expresan la grandeza del hombre.¡;¡,
,.'c:;;f
60
mente <}l!ela cultura -creación de la sociedad y síntesis
de Iosequilihrios y de las soluciones ql!e esa sociedad
engendra para resolver los conflictos ql!e la caracterizan
en cada fase de la historia- es una realidad social indepen-
diente de la voluntad de los hombres, del color de la piel
o de la forma dc los ojos. .
En un análisis profundo de la realidad cultural, no se
puede .pretender que existen culturas continentales o cul-
turas raciales. y esto debido a que, como la historia, la
cultura se desarrolla en .un proceso desigual, a nivel de
un continente, de una "raza" o incluso de una sociedad.
Las coordenadas de la cultura, como aquellas de cualquier
Otro fenómeno en desarrollo, varían en el espacio y en
el tiempo, ya sea que. esas coordenadas sean materiales
¡,:(físicas) o humanas (biológicas o sociales). El hecho de
, reconocer la existencia de rasgos. comunes y específicos
en las culturas de los pueblos africanos, independiente-
mente del color de la piel, no implica que necesariamente
exista una sola y única cultura en todo el continente. De
In misma forma ql!e, desde el punto de vista económico
y político, se constata la existencia dé muchas Africas,
hay también muchas culturas africanas.
. Sin duda, la subestimación de los valores culturales de
fiJospueblos africanos, apoyada en sentimientos racistas y
l.con la intención de perpetuar su explotación por el extran-
I~Jero, ha hecho mucho daño a Africa.Pero ante la necesidad
¡vital del progreso, los hechos o comportamientos siguientes
¡,;!loson menos nocivos para África. los elogios no selectivos,
Haexaltación sistemática de las virtudes sin condenar los de-
¡·tecros; la aceptación ciega .de los valores de la cultura sin
;:.eonsideraraquello que tiene o que puede 'tener de negativo,
pIe reaccionario o de regresivo; la confusión entre lo ql!e es
na expresión de una realidad-histórica objetiva y material y
~'lIquello ql!e parece seruna creación del espíritu o el resul-
~·tado de una naturaleza específica; la unión absurda de las
~;'reaciones artísticas, ya sea que éstas sean válidas o no, con
~Iilll pretendidas características de una raza; en fin; la apre-
~;lllación no científica oacíentífica del fenómeno cultural,
61
Así, lo importante no estriba en perder el tiempo;~
discusiones más o menos' bizantinas acerca de la ",sper;:¡¡
ciclad o la no especificidad de los valores culturales '
canos, sino en considerar esos valores como una conqu,Íl!.,
de una parte de la humanidad en pro del' patrinrÓ!'l!l
común de la humanidad, conquista realizada en una ""~
varias fases de su evolución. lo importante es proccdei'~
análisis crítico .dclas culturas africanas ante el movimierr
de liberación y ante las exigencias del progreso, ante e~~,
nueva etapa de la historia dc Africa" E's necesario e51;1\'
conscientes del valor que tiene la cultura africana.en1¡
contexto de la civilización universal, comparando e~~
valor con el de otras culturas, pero no con el fin de afin#'l¡'
su superioridad o su inferioridad, sino para determinar, \f!
el cuadro general de la lucha por el progreso, cuál es '¡
contribución que ha dado y debe dar y cuáles son H
aportes que puede o debe recibir. ¡
El movimiento de liberación debe, como lo herr¡i"
dicho, cimentar su acción en el conocimiento profun~l%
de Iacultura del pueblo y saber apreciar, en su justo val<;ii
los elementos de esta cultura, al igual que los. diver~
niveles que la cultura alcanza en cada categoría social.'
movimiento de liberación debe igualmente ser capaz
discernir, en el interior del conjunto de los valores cul
rales del pueblo, lo esencial de lo sccundario,'!o posi '
y lo negativo; lo progresivo y lo reaccionario, las fuérz
las .debilidades, Todo esto debe hacerse en funciónde
exigencias de la lucha y con el fin de poder centrar
acción sobre lo esencial sin olvidar lo secundario, suscití
el desarrollo de los elementos positivos Y progresistas'
combatir,' con flexibilidad pero con rigor, los element
negativos y reaccionarios; en fin, para que el movimieni
de liberación pueda utilizar en forma eficaz las fuerzas
eliminar las debilidades o transformar éstas en fuerzas.
62
.",,"cultura nacional, '.- . .
"f(mdición del desarrollo de la lucha
:~ Mientras más se adquiere conciencia del.hecho de que el
'Ílbjetivo principal del movimiento de liberación sobrepasa
¡Il conquista de la independencia polftica para situarse en
nivel superior de la liberación total de lasfuerzas pro-
uctivas y de la construcción del progreso económico,
(ocial y cultural del pueblo, más evidente se vuelve la
pecesidad de proceder a un análisis selectivo de los valores
la cultura en el cuadro. de la lucha. Ahora bien, los
ores negativos de la cultura SOnen general un obstáculo
ra el desarrollo de la lucha y para la construcción de ese
regreso. Tal necesidad se vuelve más-aguda en los casos
n que, para enfrentar la. violencia colonialista, el movi-
lento de liberación debe movilizar y organizar al pueblo,
ajo la dirección. política sólida y disciplinada, con el fin
.Crecurrir a la violencia liberadora: la lucha armada de
IIración nacional.
En esta perspectiva, el movimiento de liberación debe
r capaz, .más allá del análisis expuesto anteriormente en
ate escrito, de operar, paso a paso pero en forma sólida, a
largo del desarrollo de su acción política, la confluencia
" los niveles de la cultura de las diversas categorías socia-
S disponibles para la lucha y transformar esos niveles en
na fuerza cultural nacional que sirva de base al desarrollo
e la lucha armada. Es necesario subrayar que el análisis de
.11realidad cultural constituye en sí mismo una medida
e las fuerzas y de las debilidades del pueblo ante las exi-
enciss de la lucha y representa, por lo tanto, una conquis-
la de valor para la estrategia y Iastáctícas a seguir, tanto
In el plano político como en el militar. Pero sólo es a
lo largo de la lucha, desencadenada a partir de una base
'lUficiente de unidad política y moral, que la complejidad
de los problemas culturales se plantea en toda suamplí-
~d. Frecuentemente, esto obliga a las sucesivas adopcio-
es de la estrategia y de lastácticas adecuadas a la realidad
que sólo la lucha es capaz de revelar. La experiencia de
I lucha muestra lo utópico y lo absurdo que resulta el
63
pretender aplicar, sin considerar la realidad local
especial la realidad cultural) tanto los esquemas
sido desarrollados para otros pueblos a lo largo de
de liberación, como las soluciones que ellos encon
para los problemas álos cuales se enfrentaron. '.>¡"
Se puede..decir que, alinicio de la-lucha, sin imp~~
cuál hayasido el grado de su preparación, tanto la <1l~
ción dé! movimiento de liberación como las masasrtí'
untes y populares no tienen una conciencia ciará del~~
que tiene la ·influencia de los valores culturales el!'
desarrollo 'de la lucha- cuáles son las posibilidades'9
crea, .qué límites impone y, principalmente, cómo :9'3;\
qué medida la cultura es, para el pueblo, una fuente ¡~
gotable de coraje,' de medios materiales y morales;;:l
energía física y psíquica, que le permite aceptar sacrifiCl:1
y aún de realizar "milagros"; pero, igualmente, en algÜi'II
aspectos, en qué medida la cultura es una fuente deo~
táculos y de dificultades, de concepciones erróneas áCl}~
de la realidad, de desviaciones en el éumplimientó¡¡¡
deber y de limitaciones en el ritmo y en la eficacia dl1il
lucha ante las exigencias políticas, técnicas y Científi~'
~uMpm . .
64
bren desde sus .orígcnes la riqueza de sus valores culturales
(filosóficos, políticos, artísticos, sociales y morales), ad-
'. quieren una conciencia más clara de las realidades econó-
micas del país, de los problemas, de los sufrimientos y de
las aspiraciones de las masas.populares. Constatan, no sin
un cierto .asombro, la riqueza del espfritu, la capacidad de
la argumentación y la exposición clara de sus ideas, la
facilidad para comprender y asimilar los conceptos por
parte de..las poblaciones que hasta ayer estaban olvidadas
e incluso despreciadas y consideradas por el colonizador
, y por algunos nacionales como seres incapaces. Los diri-
gentes enriquecen así su cultura, se cultivan y se liberan
de los complejos, reforzando su capacidad de servir al
movimiento, al servicio del pueblo.
Por su parte, las masas trabajadoras y, en particular, los
campesinos, por lo general iletrados y que jamás han
sobrepasado los límites de su aldea o de SU región, pier-
den, mediante el contacto con otras categorías sociales,
los complejos que los limitan en sus relaciones con otros
grupos étnicos y con otros grupos sociales; comprenden
su condición en tanto que elementos determinantes de
la lucha; rompen las cadenas que los atan al universo
pueblerino para integrarse progresivamente en el contexto
del país. y en el contexto del mundo; adquieren una
infinidad de conocimientos nuevos, útiles para .su activi-
dad inmediata y fu rura en el marco de la lucha y refuerzan
la conciencia polftica, asimilando los principios de la
revolución nacional y social postulados para la lucha. Se
vuelven más aptos para desempeñar el papel decisivo
como principal fuerza del movimiento de liberación.
Como se sabe, la lucha armada de liberación exige la
movilización. y organización significativa de la población,
la unidad política y moral de las diversas categorías socia-
les, e1 uso eficaz de armas modernas y de otros medios
de guerra, la liquidación progresiva de los restos de la
mentalidad tribal, el rechazo de las reglas y de los tabúes
sociales y religiosos contrarios al desarrollo de. la lucha
(gerontocracia, nepotismo, inferioridad social de la mujer,
65
ritos y prácticas incompatibles con el carácter racional y.
nacional de la lucha, etc.) y opera muchas otras modífica-'
ciones profundas en la vida de las poblaciones. La lucha,
armada de liberación implica, por lo tanto, una verdadera'
marcha forzada hacia la rota del progreso cultural.
Si tomamos en cuenta aquellos hechos inherentes a una
lucha armada de liberación, la práctica de la democracia, ¡
•
de la crítica y de la autocrrtica, la creciente responsabili-j
dad de las poblaciones en cuanto a la gestión de su vida¡! 1
la alfabetización, la creación de las escuelas y de la asís-] 1HU'
tencia sanitaria, la formación de cuadros procedentes de', dOI
los sectores rurales y obreros -al igual que otras realiza-i nm
ciones- veremos que la lucha armada de liberación no es] tlt'
solamente un hecho cultural sino también un factor de HUr
cultura. Esto es, sin lugar a dudas, para el pueblo, la ,k'
primera compensaci ón a sus esfuerzos y sacrificios, que; ri Jt¡
son el precio de la guerra. ,Ir!
Ante esta perspectiva, corresponde al movimiento de, N
liberación definir claramente los objetivos de la resistencia! lid<
cultural, parte integrante y determinante de la lucha. LII
I't1t l
,h' 1
Los objetivos de la resistencia cultural I
De todo lo que hemos dicho anteriormente, se puede ,Id
concluir que, en el marco de la conquista de la indepen- h"l
dencia nacional y en la perspectiva de la construcción del " I'~t
progreso económico y social del pueblo, estos objetivos, flfltl
deben ser, al menos, los siguientes: "il t
• Desarrollo de una cultura popular y de todos los d,
valores culturales positivos, autóctonos. •Ir'
• Desarrollo de una cultura nacional con base en la !
historia y las conquistas de la propia lucha. !lltl\
66
las conquistas de la humanidad en los campos del
arte, de la ciencia, de la literatura, etc., de una cultura
universal con el fin de lograr una perfecta integración
en el mundo actual y ante las perspectivas de su evo-
lución.
• Elevación incesante y generalizada de los sentimientos
de humanismo, de solidaridad, de respeto y de devo-
ción desinteresada ante la persona humana.
La realización de estos objetivos es en efecto posible,
puesto que la lucha armada de liberación, en las condi-
ciones. concretas de la vida de los pueblos africanos,
confrontados ante el desafío imperialista, es un acto
de fecundación de la historia, es la expresión mayor de
nuestra cultura y de nuestra africanídad. La lucha armada
de liberación debe traducirse.ven el momento de la victo-
ria, en un salto hacia adelante significativo de la cultura
del pueblo que se libera.
Si éste no es el caso, entonces los esfuerzos y lossacri-
ficios hechos a lo largo de la lucha habrán sido en vano.
La lucha habrá perdido sus objetivos y el pueblo habrá
perdido una oportunidad de progreso en el marco general
de la histeria, .
Al celebrar, por medio de esta ceremonia, la memoria
del doctor Eduardo Mondlane, rendirnos homenaje al
hombre político, al combatiente de la libertad y, en
particular; al hombre de cultura. Cultura, no solamente
aquella adquirida a lo largo de su vida personal y en los •
salones de clase de la universidad, sino principalmente en
el seno de su pueblo, en el marco de la lucha de liberación
de su pueblo.
Se puede decir que Eduardo Mondlane fue salvajemente
asesinado debido a que él fue capaz de identificarse con la
cultura de su pueblo, con las aspiraciones más profundas,
a pesar de todas las tentativas o las tentaciones de la alie-
nación de su personalidad de africano y de mozambique-
ño .•Porque se forjó una cultura nueva en la lucha, él murió
como combatiente. Evidentemente, es muy fácil acusar a
los colonialistas portugueses y a los agentes del irnperialis-
61
mo del abominable crimen cometido en contra de la
persona de Eduardo Mondlane, en contra del pueblo de
Mozambique y cn contra de África. Fueron ellos los que
cobardemente lo asesinaron. Sin embargo, es necesario
que todos los hombres de cultura, todos aquellos comba-
tientes por la libertad, todos los espíritus apasionados por
la paz y por el progreso -vtodos los enemigos del colonia-
lismo y del racismo- tengan el coraje de tomar sobre sus o'
espaldas la parte de responsabilidad que les corresponde"
en esta muerte trágica. X¡Lql1e,~~Lcolonialismo portugués
yJQIiagentes imperialistas pudieron liquidar impunemente
a un hombre como el doctor Eduardo Mondlane es debí- o'
que hay algo podrido que aún causa estragos en el
4<>......a.
s~no de la humanidad: la dominación imperialista, fu..
J!2!:9l.!-e.losQo1l1hresde.buena voluntad, !k{cnsores de la
.cultura delos hombres, nohanpodido aúncumplir con su
áefu:r en el planeta, '
Esto da, en nuestra opinión, la medida de las responsa-
bilidades de aquellos que nos oyen, en este templo de la
cultura, en relación con el movimiento de liberación de los
pueblos oprimidos.
FRANTZ FANON
68
la realidad nacional, las relaciones jurídicas nuevas intro-
ducidas por la potencia ocupante, el rechazo a la periferia,
por la sociedad colonial, de los indígenas y sus costumbres,
las expropiaciones, el sometimiento sisremárieo de hom-
bres y mujeres hacen posible esa obliteraciórrV cultural.
Hace tres años demostróe que el dinamismo es sustitui-
do muy pronto, en la situación colonial, por una sustan-
tificación de las actitudes. El área cultural es delimitada
entonces por muros, por postes indicadores. Son otros
tantos mecanismos de defensa del. tipo más elemental,
asimilables por más de un motivo a! simple instinto de
conservación. El interés de este periodo es que el opresor
llegue a no contentarse ya con la inexistencia objetiva de
la nación y de la cultura oprimida. Sc hacen todos los
esfuerzos para llevar al colonizado a confesar abiertamente
la inferioridad de su cultura transformada en conductas
instintivas, a reconocer la irrealidad dc su nación y; en
última instancia, el carácter desorganizado y no elaborado
de su propia estructura biológica.
Frente a esta situaciónv.la reacción del colonizado no
es unitaria. Mientras que las masas mantienen intactas las
tradiciones más heterogéneas respecto de la situación
colonial, mientras que el estilo artesanal se solidifica en
un formalismo cada vez más estereotipado, el intelectual
se lanza frenéticamente a una adquisición furiosa de la
cultura del ocupante, cuidándose de caracterizar peyora-
tivamente su cultura nacional, o se limita a la enumeración
circunstanciada, metódica, pasional y rápidamente esréril
de esta cultura;
El carácter común de esas dos tentativas es que desem-
bocan una y otra en contradicciones insoportables. Tráns-
fuga o sustancialista, el colonizado es ineficaz porque
precisamente el análisis de la situación colonial no es
realizado rigurosamente. La situación colonial paraliza, casi
totalmente, la cultura nacional. No hay, no podría haber
69
cultura nacional; vida cultural nacional, inventos culnn
les o transformaciones culturales nacionales' en el ro,,!,!?!
de una dominación colonial. Aquf y allá surgen a. ve~
intentos audaces de reimpulsar el dinamismo cultural,!~
reorientar los temas, las formas; las tonalidades. El inte~.
inmediato, palpable, evidente de esos sobresaltos es nli!~
Pero, llevando sus consecuencias hasta el límite extrent~
se advierte que se prepara una despacificación de la <:o~
ciencia nacional, una impugnación de la opresión, uil,l
apertura .. la lucha de liberación. '.•
La cultura nacional es, bajo el dominio colonial, u
cultura impugnada, cuya destrucción es perseguida d:
manera sistemática. Muy pronto es una cultura condena "
a la clandestinidad. Esta noción de, clandestinidad el
percibida de inmediato en las reacciones del ocupante; qt4
interpreta la complacencia en las tradiciones como ul͡
fidelidad al espíritu nacional, como una negación a som~
terse. Esta .persistencia deformas culturales condenada
por la sociedad colonial es ya una manifestación nacionafi!
Pero esta manifestación obedece a las leyes de la inerci~~
No hay ofensiva, no hay nueva definición de las relaci<iii
nes. Hay crispamiento en un núcleo cada vez más estrech~
cada vez más inerte, cada vez más vacío.. . 1m'
,Al cabo de uno o dos siglos de explotaclón.se produc~
un '.verdadero empobrec~miento del .!?anorama cultur,
nacional.' La cultura nacional se convierte en unacerv "
de· hábitos motrices, de ·tradiciones de vestimenta;
instituciones despedazadas. Se advierte escasamcvilidadf
No hay verdadera creatividad, no hay efervescencia. MiSé'~
ría del pueblo, opresión nacional e inhibición de la cultural
son una misma cosa. Tras un siglo de dominio colonial s<!j
encuentra una cultura rígida en extremo, sedimentada{¡
mineralizada. El deterioro de la realidad nacional y l~~
agonía de la cultura nacional mantienen relaciones d¿¡~
dependencia recíproca, Por .eso resulta capital seguir I,,'l
evolución de esas relaciones en el curso de la lucha d~J€
liberación. La negación cultural, el desprecio por laS~
manifestaciones nacionales motrices o emocionales, la iM
70
proscripción de toda especialidad de organización contri-
buyen a engendrar conductas agresivas en el colonizado.
Pero esas conductas son de carácter reflejo, mal diferen-
ciadas, anárquicas, ineficaces. La explotación colonial, la
miseria, el hambre endémica empujan cada vez más al
colonizado a la lucha abierta y organizada. Progresiva-
mente. y de manera imperceptible la necesidad de un
enfrentamiento decisivo se hace urgente y es experimen-
tada por la gran mayoría. del pueblo. Las tensiones, inexis-
tentes antes, se multiplican. Los acontecimientos interna-
cionales, el desplome en grandes pedazos de los imperios
coloniales, las contradicciones inherentes al sistema colo-
nialista sostienen y fortalecen la combatividad, promueven
y dan fuerza a la conciencia nacional.
Esas nuevas tensiones, presentes en todas las etapas de
la realidad colonial, repercuten en el plano cultural. En
literatura, por ejemplo, hay relativa superproducción. De
réplica menor del dominador que era, la producción
autóctona se diferencia y se convierte en voluntad particu-
larizante.P Esencialmente consumidora durante la etapa
de opresión, la inre//igentzÚl34 se vuelve productora. Esta
literatura se limita primero voluntariamente al "género ,
poético y trágico. Después se abordarán las novelas, los!
cuentos y los ensayos. Parece existir una especie de orga-
nización interna, una ley de la expresión que quiere .que
las manifestaciones poéticas escaseen a medida que se
precisan los objetivos y los métodos de la lucha de libe-
ración. Los temas se renuevan fundamentalmente, En
realidad, cada vez se encuentran menos esas recrimina-
ciones amargas y desesperadas, esas violencias abiertas y
sonoras que, en definitiva, tranquilizan al ocupante. Los
colonialistas, en el periodo anterior, alentaron esos ínten-
71
tos, les facilitaron la existencia. Las denuncias aceradas,' e
72
peyas, los cantos populares antes transcritos y fijados
empiezan a transformarse. Los cuentistas que recitaban
episodios inertes los animan e introducen modificaciones
cada vez más fundamentales. Hay intento de actualizar
los conflictos, de modernizar las formas de lucha evoca-
das, los nombres de los héroes, el tipo de las armas. El
método alusivo se hace cada vez más frecuente. A la
fórmula; "Hace mucho tiempo" la sustituye otra más
ambigua; "Lo que vamos a contar pasó en alguna parte,
pero habría podido pasar aquí hoy o manaña". El ejemplo
de Argelia es significativo a este respecto. A· partir de
1952-1953 los narradores de cuentos, estereotipados y
fatigosos para los oyentes, transformaron totalmente sus
métodos de exposición y el contenido de sus relatos. El
público, antes escaso, se vuelve compacto. La epopeya,
con sus categorías de tipificación, reaparece. Es un autén-
tico espectáculo que recupera valor cultural. El colonia-
lismo no se equivocó cuando, desde 1955, procedió al
arresto sistemático de estos narradores.
El contacto del pueblo-con la nueva gesta suscita un
nuevo ritmo respiratorio, tensiones musculares olvidadas
y desarrolla la imaginación. Cada vez .que el narrador
expone frente a su público un episodio nuevo, asistimos
a una verdadera invocación. Se le revela al pú blico la
existencia de un nuevo tipo de hombre. El presente no
está ya cerrado sobre sí mismo sino acuartelado. El narra-
dor libera su imaginación, innova, hace obra creadora.
Sucede inclusive que figuras mal preparadas para esta
trasmutación, bandidos de despoblado o vagabundos más
o menos asociales, sean recogidas y reformadas. Hay que
seguir paso a paso en un país colonizado el surgimiento
de la imaginación, de la creación en las canciones y los
relatos épicos populares. El cuentista responde por aproxi-
escrita. Incluye no sólo a la poesía, Jos cuentos, eec., sino también es una
forma de transmitir la historia popular de una generaelón a otra, Este es
uno de Jos rasgos culturales más scbresalíenres en ese continente. (Nota del
editor.)
13
maciones sucesivas a la expectación de! pueblo y march
ap¡m;:ntemente solitario, pero en realidad apoyado por -es
ayuda, en busca de modelos nuevos, .de modelos naciO¡
nales. La comedia y la farsa desaparecen o pierden .~
atractivo. En CUanto a la dramatización, no se sitúa yaelj1
el plano de la conciencia en crisis del intelectual. Perdieti~1
do sus caracteres de desesperación y de rebeldía, se . '
convertido en la suerte común. del pueblo, en parte
una acción en preparación o ya en curso.' "
Ene! plano artesanal, las formas sedimentadas y comq
tensas de estupor, progresivamente se relajan. El trabar
en madera; por ejemplo, que reeditaba por millares ciern
. caras o ciertas posiciones, se diferencia. La máscara 'ine
presiva o trastornada .se anima y los brazos tienden
alejarse de! cuerpo, a esbozar la acción. La composiciól\.
de dos; tres, cinco personajes aparece. Las escuelas tradi~l
cionaíes Son invitadas a la creacióncon el surgimiento e~
avalancha de aficionados' o :disidentes. Este vigor nuev~
en ese sector de la vida cultural pasa con frecuencia inad~
vertido, Sinembargo, su contribución ala lucha nacional]
es capital. Al animar c8J;asy cuerpos, al tomar como tem~
, de creación un grupo atornillado sobre un mismo pedesrsf
el artista invita al movimiento organizado. "~
Si sé estudian las repercusiones del despertar de la~
conciencia nacional en el campo de la cerámica o del
la alfarería, pueden señalarse las mismas observadones:i!
Lascreaciones abandonan su formalismo, Cántaros, vasijas;)
bandejas varían, primero de manera imperceptible y des"
pués .en forma bru tal. Los' colores, antes restringidos, en)
número y que, obedecían a leyes armónicas. tradicionales:
se multiplican y sufren el contragolpe del impulso revo-
lucionario. Algunos ocres, algunos azules, prohibidos ál.!
parecer desde siempre dentro de Un área cultural dada, sé'
imponen sin escándalo. Igualmente la no figuración del
semblante humano característica según los sociólogos de
regiones perfectamente delimitadas, Se convierte de pronto
en algo absolutamente relativo. El especialista metropoli-
tano, el etnólogo, perciben pronto esas mutaciones. En
74
general, todas esas mutaciones son condenadas en nom bre
de un estilo artístico codificado, de. una vida cultural
desarrollada dentro de la situación colonial. Los especia-
listas colonialistas no reconocen esa nueva forma y apoyan
las tradiciones de la sociedad autóctona.P" Son los colo-
nialistas los que se convierten en defensores del estilo
autóctono. Recordamos perfectamente, y el ejemplo
reviste cierta importancia porque no se trata totalmente
de una realidad colonial, las reacciones de los especialistas
blancos del jazz cuando, después de la segunda Guerra
Mundial, cristalizaron de manera estable nuevos estilos
como el be-bop, Es que el jazz no debe ser sino la nostalgia
quebrada y desesperada de un viejo negro atrapado entre
cinco whiskies, su propia maldición y el odio racista de
los blancos. Cuando el negro se comprende a sí mismo y
concibe el mundo de una manera distinta; hace nacer la
esperanza e impone un retroceso al universo racista, es
claro que su trompeta tiende a destaparse y su voz a perder
la ronquera. Los nuevos estilos en materia de jazz no
surgen sólo de la competencia económica. Hay que ver
en ellos, sin duda, una de las consecuencias 'de la derrota,
inevitable aunque lenta, del mundo sureño de los Estados
Unidos. y no 'resulta utópico suponer que en unos cin-
cuenta años la categoría jazz-grito hipada, de un pobre
negro maldito, será defendida sólo por los blancos fieles
a la imagen estereotipada de un tipo de relaciones, de
una forma de la negritud.I"
75
Podríamos igualmente buscar y encontrar, en el plano
de la danza, del canto melódico, de los ritos, de las cere-
monias tradicionales el mismo impulso, advertir las mismas
mutaciones, la misma impaciencia. Mucho antes de la fase
política o armada de la lucha nacional, un lector atento,
puede sentir, pues, y ver cómo se manifiesta el nuevo vigor,
la lucha próxima. Formas de expresión desacostumbradas,
temas inéditos y dotados de una fuerza no ya de invoca-
ción sino de agrupación, de convocación "con un fin".
Todo concutre para despertar la sensibilidad del coloni-
zado, para hacer inactuales, inaceptables, las actitudes
contemplativas o de fracaso. Al renovar las intenciones y
la dinámica de la artesanía, de la danza y de la música,
de la literatura y la epopeya oral, el colonizado reestruc-
tura su percepción, El mundo pierde su carácter maldito ..
Se dan las condiciones para la inevitable confrontación,
H~mos ~istido a la aparición del. movil~lÍento en las ~
manifestaciones culturales. Hemos visro como ese mo-:
vimiento, esas nuevas formas estaban ligadas a la madura-
ción de la conciencia nacional. Pero ese movimiento tiende.
cada vez más a objetivarse, a institucionalizarse. De ahí la
necesidad de una existencia nacional cueste lo que cueste.
Uno de los errores, difícilmente sostenible por lo demás,
es intentar inventos culturales, tratar de revalorizar la
cultura autóctona dentro del marco del dominio colonial.
Por eso llegamos a una tesis aparentemente paradójica: en
un país colonizado, el nacionalismo más elemental, el más
brutal, el más indiferenciado es la forma más ferviente y
más eficaz de defensa de la cultura nacional. La cultura
<:~~imer lugar,~presión de una nación~~~~~.I1LC::fe.
J.S!!9.~ de su.s tabúes "y'_desus modc::los. En todos los
niveles de la sociedad global se constituyen otros tabú es,
otros valores, otros modelos. La cultura nacional es la
suma de todas esas apreciaciones, la resultante de las
tensiones internas y externas en la sociedad global y en
las diferentes capas de esa sociedad. En la situación colo-
nial, la cultura, privada del doble sostén de la nación y
del Estado se deteriora y agoniza. La condición de existen-
76
cia de la cultura es. por tanto, la liberación nacional. el
renacimiento del Estado.
La nación no es sólo condición de la cultura, de su
efervescencia, de su continua renovación, de su profun-
dización. Es también una exigencia. Es, en primer lugar,
el combate por la existencia nacional lo ~)evanta el
ºloqueo de la cultura, 19 que le ~ las PIl<:!!!!1> de la
creación. Más tarde la nación asegurará a la cultura las
condiciones. el marco de expresión. La nación reúne para
la cultura los distintos elementos indispensables. los
únicos que pueden conferirle credibilidad, validez, dina-
mismo, creatividad. Es igualmente su carácter nacional lo
que hará a la cultura permeable a las demás culturas y
le permitirá influir, penetrar a otras culturas. Lo que no
existe no puede actuar sobre la realidad, ni siquiera influir
en esa realidad. Es necesario primero que el restableci-
miento de la nación dé vida, en el sentido más.biológico
del término, a la cultura nacional.
Hemos seguido, pues, el quebrantamiento cada vez
más esencial de los viejos sedimentos culturales y hemos
percibido, en vísperas del combate decisivo por la libera-
ción nacional, la renovación de la expresión, el arranque
de la imaginación.
Queda por plantear una cuestión fundamental. ¿Cuáles
son las relaciones que existen entre la lucha, el conflicto
-político o armado- y la cultura? ¿Se suspende la cultura
durante el conflicto? ¿Es la lucha nacional una manifesta-
ción cultural? ¿Hay que afirmar, por último, que el com-
bate liberador, aunque fecundo a posteriori para la cultura,
es en sí mismo una negación de la cultura? ¿Es o no la
lucha de liberación un fenómeno cultural?
Creemos que la lucha organizada y consciente em-
prendida por un pueblo colonizado para restablecer la
soberanía de la nación constituye la manifestación más
plenamente cultural que existe. No es únicamente el
triunfo de la lucha lo que da validez y vigor a la cultura,
no hay amodorramiento de la cultura durante el combate.
La lucha misma, en su desarrollo, en su proceso interno
77
desarrolla las diferentes direcciones de la cultura y esboza,
arras nuevas. La lucha de liberación no restituye a la ':
cultura nacional su valor y sus antiguos contornos. Esta
lucha, que tiende a una redistribución fundamental de
las relaciones entre los hombres, no puede dejar intactas
ni las formas .ni los contenidos culturales de ese pueblo.
Después de la lucha no sólo desaparece el colonialismo,
sino que también desaparece el colonizado,
Esta nueva humanidad, para sí y para los otros, no
puede dejar de definir un nuevo humanismo. En los
objetivos y los métodos de la lucha se prefigura ese nuevo
humanismo. Una lucha que moviliza todas las capas del
pueblo, que expresa las intenciones y las impaciencias
del pueblo, que no teme apoyarse casi exclusivamente en
ese pueblo, es necesariamente victoriosa. El valor de ese .
tipo de lucha es que realiza el máximo de condiciones
para el desarrollo y la creación culturales, Después de la
liberación nacional, obtenida en esas condiciones, no exis-
te esa indecisión cultural tan dolorosa que se encuentra
en ciertos países recién independizados. Es que la nación en .
su forma de advenimiento .al mundo, en sus modalidades
de existencia influye fundamentalmente en la cultura. Una
nación surgida de la acción concertada del pueblo, que'
encarna las aspiraciones reales del pueblo, que modifica
al Estado no puede existir sino en medio de excepcionales
formas de fecundidad cultural.
Los colonizados que se inquietan por la cultura de su
país y quieren darle dimensión universal no deben confiar,
pues, únicamente, en el principio de la independencia
inevitable y sin arraigo, en la conciencia del pueblo para
realizar esta tarea. La liberación nacional Como objetivo
es una cosa, los métodos y el contenido popular de la
lucha son otra. Nos parece que el futuro de la cultura,
la riqueza .de una cultura nacional se dan igualmente en
función de los valores que han rodeado a la lucha libera-
dora.
y ha llegado el momento de denunciar el fariseísmo de
algunos. La reivindicación nacional, se dice aquí y allá, es
78
una fase que la humanidad ha superado.P? Ha llegado la
hora de los grandes conjuntos y los anticuados del nacio-
nalismo deben corregir, en consecuencia, sus errores.
Creemos, por el contrario, que el error, cargado de conse-
cuencias, consistiría en querer salvar la etapa nacional. Si
la cultura es la manifestación de la conciencia nacional,
no vacilaría en afirmar, en el caso que nos ocupa, que la
conciencia nacional es la forma más elaborada de la cul-
tura.
La conciencia de sí no es cerrazón a la comunicación.
La reflexión filosófica nos enseña, al contrario, que es
su garantía. La conciencia nacional, que no es el nacio-
nalismo, es la única que nos da dimensión internacional.
Este problema de la conciencia nacional, de la cultura
nacional, adquiere en 'Africa dimensiones singulares. El
surgimiento de la conciencia nacional en Africa sostiene
con la conciencia africana relaciones de estricta contem-
poraneidad. La responsabilidad del africano frente a su
cultura nacional es también responsabilidad frente a
la cultura negro-africana. Esta responsabilidad conjunta
no se debe a un principio metafísico, sino que es la con-
ciencia de una ley trivial que postula que toda nación
independiente, en Africa donde el colonialismo sigue
aferrado, sea una nación sitiada, frágil, en peligro per-
manente.
Si el hombre es su obra, afirmaremos que lo más urgente
actualmente para el intelectual africano es la construcción
de su nación. Si esa construcción es verdadera, es decir, si
79
traduce la voluntad manifiesta del pueblo, si revela, en su
impaciencia, a los pueblos africanos, entonces la construc-
ción nacional va acompañada necesariamente del descu-
brimiento y la promoción de valores universales. Lejos de
alejarse, pucs, de otras naciones, es la liberación nacional
la que hace presente a la nación en el escenario de la
historia. Es en el corazón de la conciencia nacional donde
se eleva y se aviva la conciencia internacional. y ese doble
nacimiento no es, en definitiva, sino el núcleo de toda
cultura.
80
\
Resistencia y lucha *
AMILCAR CABRAL
83
los mandingues, Z contra casi todas las etnias de nuestro
país. Siempre hubo una resistencia a esta fuerza. Si la: "hn
la ~
fuerza colonial actuó de una cierta forma, siempre hubo. nnj
una fuerza contraria 'que nos es propia. Esta fuerza contra
Ncr
ría tomó muchas veces otras formas, la resistencia pasiva,
las mentiras, el levantar el sombrero y decir "sí señor",
él I
ron
ss
negativas. Debemos ser capaces por lo tanto de combatir 1
86
Hay mucha gente que piensa que para que Afric:ll'Illna
culturalmente tienen que hacerse siempre aquellas misl1l.
cosas que ya se hacían hace 500 o hace mil años.
Sí, efectivamente, Africa tiene su propia cultura. ésa es
nuestra opinión concreta. Algunos aspectos de esa cultura
son eternos. nunca acaban, pueden transformarse a lo largo
del camino, pero nunca se acabarán. Por ejemplo. nuestros
tipos de bailes, el ritmo propio de Africa. Pero que nadie
piense que el tambor es sólo de África, que nadie piense
que ciertas maneras de vestir son sólo de África, las faldas
de paja, las hojas de palmeta, etc., que nadie piense que
comer con la mano es exclusivo de Africa, Todos los pue
blos del mundo han pasado por eso y aún hay 'muchos
pueblos que están más atrasados que nosotros, por ejemplo
en Brasil,en Indonesia, en la Polinesia, en Asia.
. Mucha gente piensa que para defender la cultura de
África, para resistir culturalmente, tenemos que defender
también las cosas negativas de nuestra cultura. No.muestra
opinión no es ésa. Pensamos que la cultura también es el
producto del nivel económico en que un pueblo se encuen
tra. Pensamos que el comer con la mano y hasta cantar
ciertas canciones populares y hasta las formas de bailar
dependen de la vida que el pueblo lleva, de la forma en
que produce las riquezas materiales, en que produce las
cosas para el pueblo. .
Por eso es que las canciones populares de los balantas 6
-son diferentes de las canciones de los mandingas," por
ejemplo. Las canciones de los balantas, analizadas en
profundidad, son canciones del hombre de la planicie.
Cuando comparamos las canciones populares balantascon
las de Europa vemos que son parecidas, que son canciones •
lentas, en coro: Hay ciertos tipos de vida económica y
ciertos medios geográficos que producen ciertos tipos de
canciones similares. Las personas que viven en la montaña
87
tienen ciertos tipos de canciones, las personas que viven,)
siempre junto al ganado tienen su tipo de bailes, quienes'] L
viven en la floresta, sin ganado, tienen otro tipo de bailes.f II
y esto sucede ya sea en Africa, en Asia o en América, el
Dependiendo de nuestra economía, de nuestro desarro e
llo económico, así es nuestro tipo de relaciones con la p
naturaleza. Quien cree que una vaca. es un dios, cuando q
baila pone a la vaca allá en lo alto. En la danza la vaca es ti
presentada como un dios. Pero quien piensa que en la P
floresta hay un dios escondido, su danza tiene que ser jjj
88
.~~_._---"
La seguridad orgánica es mayor en cuanto mayor sea el'
número de personas que están cerca de nosotros." Si
estuviese solo en la selva, tendría miedo, pero si estuviese
con varias personas sería mejor, tendría menos miedo.
Pero esa seguridad orgánica tiene una contradicción: el
que no se confía ni siquiera en aquellos que están a nues-
tras espaldas. Hay tanta necesidad de seguridad que siem-
pre se necesita de alguien junto a nosotros, y como la
seguridad no está garantizada, la necesidad que tenemos
de ésta es tan grande que se comienza por desconfiar de
aquéllos que están con nosotros. Eso sucede también en
nuestro medio, aun con una persona en ,la que teníamos
confianza. Ayer confiábamos en ella, pero cuando viene
y nos da la mano desconfiamos de esa mano.
Hay muchos camaradas que están aquí, sentados, que
tienen miedo, pero tenemos la certeza de que mañana en
nuestra tierra los hijos dc nuestro pueblo de Guinea-Bissau
y Cabo Verde no tendrán miedo de los fetiches ni de los
espíritus, Que nadie piense que esas cosas existen entre
nosotros porque somos africanos. Estas ideas son el reflejo
de un estado de desarrollo económico, nada más.
Tenemos que entender bien esto, para poder llevar a
cabo nuestra resistencia cultural. Debemos limpiar de
nuestra tierra toda la influencia nociva de 'la cultura '
colonial. y el primer acto de cultura que debemos hacer
en nuestra tierra es el siguiente. la unidad de nuestro
pueblo, 'la necesidad de luchar y desarrollar en cada uno
de nosotros una idea nueva que es el patriotismo, el amor
por nuestra tierra. Esa es la primera parte de la cultura que
debemos acrecentar y dar a nuestro pueblo. Debemos
mostrar el valor que tiene el resistirnos ante el enemigo,
8 Bn. Afñca las eeedícícaes naturales suden ser hostiles para la supervi-
vencia humana, por el clima, el aíeo grado de humedad ambiental en aJgunas
regiones, [os animales salvajes: y, sobre todo, por los insectos. cuyas picaduras
pueden ser mortales, y las plagas en peral. En las selvas o en los desiertos
africanos nadie se aventura a ir solo, porque es peligroso; de ahíla necesidad
de la seguridad orgánica: el ~ en grupo proporciona la idea de seguridad.
(Nota del editor.)
89
ante el extranjero en nuestra tierra. juntarem os nuestn l'
11 1,
fuerzas para no permitir que nuestro pueblo, los hij
de nuestra tierra, sean pisoteados, humillados por gen
, ,,4
extraña. Resistir culturalrnente es entender que nosotr Jljlll
.'tt'r
en nuestra tierra, tenemos derechos iguales a los de cu
("N, t
quier otra persona en su propia tierra. Si conseguim
11 ,
hacer esto, y vamos a hacerlo dentro de poco, será u
gran avance de nuestra cultura. sirv
¡¡ !J
Además, debemos elevar en el espíritu de cada comba
tiente el valor del heroísmo, ser capaces de tener coraje rd.
para cumplir rigurosamente las metas del Partido. Eso es 1'\1
cultura. Cuando un hombre es capaz de hacer eso, es un ,11tI
hombre culto de hecho. Y en la medida en quc un grupo t:or
de hombres, como éstos que están aquí, ante un hecho prc
dado son capaces de unirse todos. como si fuesen un l
no~
solo hombre, ellos son hombres culros. Ustedes ven, por
lo tanto, CÓmO es que ante una situación cultural un cul
pueblo es capaz de unirse, a pesar de que era un pueblo no
tan dividido COmO era el nuestro antes de la lucha de nin
liberación. tan
Por eso decimos que cuando somos capaces de unirnos fm
para resistir a nuestro enemigo estarnos aumentando me
nuestra culnrra; Eso es también una prueba de cultura. y en.
ESl
tenemos Rue ser capaces, como Partido, como organiza
ción política, de levantar cada día más el espíritu de
[lal
nuestra gente, con esta idea concreta: sólo es hijo de nues
tro pueblo aquél que es patriota. Esto es la cultura de mi
nuestra tierra hoy en día. Lo fundamental en nuestra be
set
cultura hoy no es enseñar a leer y escribir, eso es necesario
también, ya hablamos de eso. Lo fundamental en nuestra ca
cultura por el momento no es hacer el 20. grado de edu
cación primaria, es entender bien lo que nuestro Partido de
CH
quiere, qué es lo que nosotros queremos y qué es lo que
estamos buscando, qué es lo que estamos haciendo y en
qué consiste nuestra lucha, por dónde vamos. Eso es lo
importante. Ser capaz de dar su vida. Quien hoyes capaz
de dar su vida por la patria sin pedir nada, ése es ahora un
en
hombre culto en nuestra tierra.
90
Frente a nuestra lucha podemos comparar, por ejemplo,
a los diferentes grupos étnicos de Guinea-Bissau para ver
euál de éstos es el más culto o el menos culto. A veces
aparecen como m,enos cultos aquellos que saben más de
ciertas.cosas. Y cualquier mané o n'bana? de la selva, que
es cumplido en su trabajo, es más culto que un alvarenga ro
ti otro cualquiera muy instruido que haya continuado
sirviendo a los portugueses. Porque el primero corresponde
a la relación del hombre con la sociedad y del hombre en
relación con la naturaleza, que sirve a los intereses del
pueblo, para conquistar en un futuro un nivel de vida mi.
alto. ~s la culona: entender de hecho la situación
concreta de su tiem para yansformar1a en el sentido del
:gmgreso.
Debemos infundir, meter en la mente de cada uno de
nosotros la confianza en nuestra victoria. Eso es un acto
cultural también. Aguantar, para no desistir nunca, para
no desesperar frente a ninguna derrota, porque no hay
ninguna lucha que no tenga derrotas. En nuestra lucha
también hay derrotas, son parte de la lucha. Debemos
fortalecer cada día más la confianza en la victoria, debe
mos hacer todo lo necesario .para hacer desesperar al
enemigo, para hacer desesperar a los agentes del enemigo.
Eso es cultura.
Debemos, con base en el amor a nuestra patria, desarro
llar nuestras danzas, nuestras canciones populares, nuestra
música, hacer. teatro, imitar a otras personas, etc. De
bemos desarrollar todo eso al servicio de nuestra lucha, al
servicio de nuestra causa, con un contenido nuevo, o sea
con hechos y palabras nuevas.
Paralelamente debemos avanzar para aclarar las ideas
de nuestra gente, en relación con la literatura, con la
ciencia, etc., porque sabernos que no sólo los analfabetas.
91
puedan lograr una buena patria. Se necesita gente que
escriba. Toda persona que sepa leer y escribir debe enseñar e
a los que no saben. r
Nuestra cultura es nueva, dentro o fuera de la escuela r
tenemos que ponerla al servicio de nuestra resistencia. e
Nuestra cultura debe desarrollarse a nivel nacional. Pero '1 r
sin despreciar, sin considerar como inferiores a las culturas r
de otros pueblos, y con inteligencia para aprovechar de l
la cultura de otros pueblos todo lo que sea bueno para s
nosotros, todo lo que pueda ser adaptado a nuestras condi I
92
Debemos saber comparar nuestras selvas con nuestra
ciudad para evitar que todas las impurezas de las ciudades
penetren en la selva y para llevarnos a las ciudades las
purezas que pueden existir en nuestro campo. Repito que
eso no quiere decir que en la selva no haya cosas malas. No
podemos partir del principio de que la selva es pura, que
no tiene nada malo y que la ciudad es mala. No, tanto en
la ciudad como en la selva hay cosas malas y cosas buenas,
sólo que, comparativamente, la ciudad es menos pura que
la selva. Es necesario trabajar muy duro para hacer pro-
gresar al campo, cada día más, tanto en el plano cultural
como en los otros planos.
Tenemos que desarrollar en nuestro pueblo entero,
desde hoy, esta conciencia: c~-.J!!l ser humano e~tá
!.w;iendo un. tr,,!IªjQ~.!!l;,be h-,!cerlo.bien, perfect,,!!!en!~,.!!?
más ráQ.ido posible y deEJ9tIÍla.J!lássimpl!,. J?ebem<J.S
desarrol1ar en nuestr,,--meme, en la mente de nuestra gente,
la idel' d.Dª-l1!'rfe1'.9.ón. -~--
Debemos tener la noción del tiempo en nuestra cultura,
en nuestras acciones. No fuimos nosotros los que inventa-
mas el reloj, pero debemos tener la noción del tiempo.
Nosotros, en general, contrariamente a nuestro pueblo que
sabe bien, muy bien, lo que es el tiempo, sabe que si no
siembra en determinada época le irá mal, que tantos días
después de las l1uvias tiene que sembrar, antes no, noso-
tras no sabemos lo qué es el tiempo. Tenemos que trabajar
mucho para aprovechar el tiempo.
Así, la perfección, el aprovechar bien el tiempo y el
tener un sentido práctico de nuestras realizaciones, la
capacidad de l1evar a cabo hasta el fin cada obra, cada cosa
que tenemos que hacer es muy importante, es fundamental
para nuestra cultura. Esos son nuevos elementos para
nuestra cultura. Debemos trabajar mucho para construir
una vida nueva.
Es necesario acabar con toda la indiferencia de nuestra
gente en materia de cultura, con constancia en nuestras
decisiones, con la determinación de hacer las cosas. Ya
conseguimos iniciar el combate contra eso. Debemos evitar
93
la idea de que las cosas quc son extranjeras son necesaria- los
mente buenas y que debemos aceptarlas de inmediato. 0, me:
por el contrario, porque son extranjeras no valen nada y Gui
las vamos a rechazar. Eso no es cultura, es una manía, es 1
un complejo, ya sea de inferioridad o de estupidez. Ante per
las cosas que vienen del extranjero debemos saber aceptar en
aquello que es aceptable y rechazar lo que no nos sirve. isla
Debemos ser capaces de hacer una crítica. En nuestra un
lucha ha sido una parte de nuestra acción la. aplicación pOi
constante del principio de asimilación crítica, o sea, el qu.
aprovechar en forma crítica lo realizado por otros y que rev
puede servir para nuestra patria, diferenciándolo de aquello Ca
que no puede sernos útil, Acumular la experiencia y crear. gtl
Estos son algunos aspectos de nuestra resistencia en el añ
plano cultural, de los cuales quena hablar a nuestros ca- tal
maradas, let
de
a
hi
La realidad cultural" ea
pI
AMtLCAR CARRAL re
~'I
dI
a<
Si bien es cierto que en las islas del Cabo Verdc.P desde d.
el punto de vista cultural, las condiciones son ligeramente f¡
mejores que en Guinea, debido a las condiciones de desa- d
rrollo de la población y a que la cuestión indígena o no-
indígena f3 jamás se planteó y por ello, en principio, todos e
e
94
los niños podían ir a la escuela (escuela oficial), no es
menos cierro también que hay menos escuelas que en
Guinea..
Deben saber que en las islas del Cabo Verde hubo más
personas que aprendieron a leer ya escribir que en Guinea
en el periodo colonial. Pero la tasa de analfabetas en las
islas del Cabo Verde, contrariamente a 10 que puede decir
un caboverdiano que pretenda que todo lo sabe, es de 85
por ciento. Los portugueses estaban orgullosos de decir
que allá no había analfabetas. Es una mentira: el censo
revela que el 85 por ciento son analfabetas. En Santa
Catarina, por ejemplo, aquellos que habían cursado el 20.
grado de educación primaria, hacía unos cuatro o cinco
años atrás, leían, pero no sabían lo que leían. Estos son
también analfabetas, pero analfabetas que conocen las
letras, Muchas personas en el mundo son así y a veces salen
.:kla Universidad. iQué ilusos!
E~ Guinea, el 99 por ciento de la población no podía ir
a la 9scuela. Estaba reservada a los asimilados14 o a sus
hijos. Es una verdadera catástrofe la que los portugueséf]
causaron en nuestro país, al impedir que nuestros niños
progresaran, que aprendieran, que comprendieran la
realidad de nuestra vida, de nuestro país, de nuestra socie-
dad, que comprendieran la realidad de Afríca, del mundo
actual. Este es un obstáculo muy importante para el
desarrollo de nuestra lucha. Hoy les dije que el pueblo
fula emigró a través de Afríca, al igual que el pueblo man.,]
dingue, muchos de ustedes lo ignoraban.
La realidad cultural de nuestro país, en las islas del
Cabo Verde, es el resultado (ahora me doy cuenta que los
colonialistas realmente no nos permitieron avanzar) del
95
hecho de que los colonialistas dejaron estudiar a lo~
96
Todo allá es como en toda África, es una interpretación de
la realidad y de la vida.
En Cabo Verde hay numerosos grupos étnicos que han
fusionado sus diferentes culturas, pero hasta los años de
1940 había ciertos grupos que habían conservado sus
características propias.
En Guinea, la cultura de nuestro pueblo es el producto
de numerosas culturas de Afcica, cada grupo étnico tiene;
su propia cultura pero todos tienen bases culturales comu-
nes, al igual que son similares su interpretación del mundo
y el tipo de relaciones con la sociedad.
Pero reflexionemos acerca de nuestra cultura: nuestra
cultura está dictada por nuestra condición económica, por
nuestra situación de subdesarrollo económico. Debemos
amar a nuestra cultura africana, de hecho la amarnos mu-
cho, nuestros bailes, nuestros cantos, nuestras esculturas,
nuestras embarcaciones, nuestros tejidos, todo eso es
magnífico, pero si nosotros sólo contamos con nuestros
tejidos para vestir a todo nuestro pueblo, nos estamos ha-
ciendo ilusiones. Debemos ser realistas. Nuestro país es
muy bello, pero si luchamos para no cambiar las cosas
estamos en un error.
Muchos piensan que ser africano essaber sentarse en el
suelo y comer con los dedos. En efecto, eso es africano,
pero todos los pueblos del mundo se han sentado en el
suelo y han comido con los dedos. Muchos piensan que
sólo los africanos comen con los dedos. También los árabes
de Africa del norte que, antes de ser africanos, antes de
venir .a Africa (venían de Oriente) comían con los dedos,
sentados en el suelo. Debemos respetar aquello que tiene
valor, aquello que será útil para el futuro de nuestro país,
para el progreso de nuestro pueblo .
. Debemos tener el coraje de decirlo: la cultura de África,
aquello que es verdaderamente africano y que nosotros
debemos por lo tanto conservar para ser africanos, presen-
ta un aspecto negativo: su debilidad ante la naturaleza.
Todos los pueblos del mundo han conocido esta debilidad,
debemos superarla. Hay pueblos en el mundo que aun ni
97
siquiera intentan superar su debilidad: su vida consisteen
trepar por los árboles, comer, dormir y nada más. ¡SUS
creencias son numerosas! Nosotros no podemos creer que
ser africanos es pensar que el relámpago es el signo de la
cólera de Dios o que el hombre no podrá jamas dominar
las aguas bravas de un río. Aquél que dirige una lucha
como la nuestra, que tiene la responsabilidad de una
lucha como la nuestra, debe comprender poco a poco cuál
es nuestra realidad concreta.
Nuestra lucha está basada en nuestra cultura, porque
la cultura es el fruto de la historia y nuestra lucha es una
fuerza. Pero nuestra cultura está llena de debilidades ante
la naturaleza. Es necesario saber esto. Hay, por ejemplo,
algunas de nuestras danzas que muestran las relaciones
entre el hombre y la selva: en ellas podemos ver personas
vestidas COnpaja, simulando grandes pájaros con un gran
pico y otras personas corriendo, atemorizadas. Podernos
ejecutar esas danzas, pero no podemos quedamos en eso.
Podemos conservar todas esas cosas en nuestra memoria
para desarrollar nuestro arre, nuestra cultura. Pero como
ya hemos sobrepasado esas creencias, sabemos que en la
selva, en el campo, nosotros mandarnos, nosotros los
hombres y no un animal o un espíritu. 'Esto es muy im-
portante, ésta es la realidad cultural de nuestro pa~s.
Muchos camaradas" sentados en esta sala llevan en el
cinturón un amuleto, seguros de que estarán así protegidos
de las balas de los portugueses. Ustedes no pueden negar
que los camaradas que ya han muerto a lo largo de la
lucha llevaban su amuleto. Todos lo llevaban. En nuestra
lucha, sin embargo, debemos respetar esto, debemos
respetarlo porque partimos de nuestra realidad y de
ninguna manera podernos exigir a nuestros camaradas
que se quiten los amuletos. Hace mucho tiempo, los ale-
!
, 1
I
j
11 En algunos países afri<:atl05 se utiliza la palabra camarada para designar
a la gente que trabaja conjuntamente. en un esfuerzo solidario pan tratar de
borrar la huella que dejó el colonialismo. (Nota del edieer.)
!
98
manes no iban a la. guerra sin amuletos, actualmente hay
algunos. que llevan con ellos una imagen de la Virgen, ése
es su amuleto, La Biblia es un amuleto y antes de combatir
se persignan, Los portugueses llevan una cruz sobre el
pecho y al comenzar' el combate la besan, por lo tanto
también es su amuleto. Hay algunos portugueses que
creen también en nuestros fetiches.
Este es. nuestro nivel cultural en relación con nuestra
realidad concreta, ql1e es la guerra. NoSOtr6Slo aceptamos,
pero no deben engañarse: la dirección de la lucha no cree
que si llevamos un amuleto en el cinturón no moriremos.
No moriremos si no hacernos la guerra, o si no atacamos al
enemigo en una posición de debilidad. Si cometemos
errores, Si estarnos en una posición de debilidad, n6S mori-
remos, no hay vuelta de página. Ustedes pueden decirme:
"Cabra! no- lo sabe, pere hemos viste casos en los que ha
sido el amuleto et que ha salvado a los camaradas de la
muerte, las.OOl1lS ll<.-gabany rebotaban". Ustedes pueden
decir eso, pero' espero que [os hijos de nuestros hijos, al
oír tales historias, estarán contentos de que el PAIGC haya
sido capaz de Ilcvar a cabo su lucha de acuerdo con la
realidad de su país, pero también dirán: "nuestros padres
lucharon mucho; pero creían en cosas graciosas", Tal vez
esto ql1e les estoy' diciendo no tenga sentido para ustedes
ahora, porque hablo para el futuro y estoy seguro que la
gran mayoría de ustedes comprenden lo que quiero decir-
les y piensan que tengo razón.
El amuleto es un rasgo característico de Africa. Quiero
llamar su atención hacia el hecho de que si, de un lado,
esto puede ser ana fuerza, por otro lado es una debilidad.
Es una fuerza porqu.e el camarada que lleva Un fetiche cree
en algo que sobrepasa las consignas del Partido, es más
valeroso, no podernos olvidarlo. Pero es una debilidad
porque puede cometer muchos errores al confiarse en que
tiene su fetiche con él.
Para nosotros, la fucha comporta. dos aspectos: su fuerza
y su debilidad. En el plano cultural, nuestro Partido ha
intentado sacar el mayor provecho de nuestra realidad: ya
99
sea no prohibiendo aquello que no perjudica a nuestra
lucha, ya sea creando en la mente de nuestros camaradas
t
nuevas ideas, una nueva forma de ver la realidad. Ya sea
aprovechando de la mejor forma posible a todos aquellos
que tienen un poco de instrucción para dirigir la lucha o
para enviarlos a estudiar, para poder tener cuadros para el
futuro. Todo esto puede parecer muy simple, pero es muy
difícil, muy complejo el poder llegar a una solución como
ésta.
;'Z
lOOr,
La invasión cultural"
PAlJl.O FREIRE
103
modalidades de acción antidialógica, los invasores
sus sujetos. autores y actores del proceso; los invadidos. si,
objetos. Los invasores aceptan su' opción (o al mcuosesj
es lo que de ellos se espera). Los invasores actúan; ;I~.
invadidos tienen la ilusión de que actúan, en la ""tnaci~,
de los invasores. . ,\,j
La invasión cultural tiene así una doble fase. Por -ti!¡.
lado, es en sí dominante, y por el otro es.táctica de donii·"
nación. .
En verdad.. toda dominación -implica una invasión q~.
se manifiesta no sólo físicamente, en forma visible. sino'~
veces disfrazada y en la cual el i!lXasor ~_p..~~"
.si fueSe el am~e ayuda. Eñel fondo, la invasión e~
una forma de dominar económica y. culturalmente l!l,l
invadido. . .
Invasión que realiza una sociedad matriz, metropolitanal
sobre una sociedad dependiente; o invasión implícita "."
la dominación 'de una clase sobre otra, en una misma
ciedad. .' . .'
Como manifestación de la conquista, la invasión cultural
conduce a la inautenticidad del ser -de los invadidos, Sl:I!f.
programa responde al cuadro valorativo de sus actores, .¿¡¡
sus patrones y finalidades. . .~
De ahí que la invasión cultural, coherente con su matrir¡'¡
antidialógica e ideológica, jamás pueda llevarse. a cabQ;~
mediante la' problernatización de la realidad y de .I~~
contenidos programáticos de los invadidos. De ahí qUeJ,']
para los invasores, -en su anhelo. pordominar, por encua3~,
drar a los individuos en sus patrones y modos de vida, sÍlIQg'
Jes ÍI1!t'rcse saber cómo B!.~~~ . los, iJw.a.c!jl!ossu "ropil:l~
mundo con el objcto _.
de dominarlos
_.....
_-_ ..._--
cada vez máSJ
........
_-~ ..._ ..= ..
••...
,
:- ,',
en que es accmn eultuml y que su: caI'1kter inductOr permanece como conno-::;:
104
En la invasión cultural, es importante que los invadidos
vean su realidad con la óptica de los invasores y no con la
suya propia. Cuanto más mimerizados estén los invadidos,
mayor será la estabilidad de los invasores. Un:l:..cond.í~n
básica para c!.éxit() de lainvasión ctill!u:aLmdica en que.los
íñvadídos';' c-';;venz~!)·. <le
;;¡nfe~ioridad. intrí;;;.!:.!:;.. Así,
c()mo'noháy-naaá-q~e no. tenga'su' co"utr~rio;'e;;ía medida
que los invadidos se van reconociendo como "inferiores"
irán reconociendo necesariamente la "superioridad" de los
invasores. Los valores de éstos pasan a ser la pauta de
los invadidos. Cuanto más se acentúa la invasión, alienando
el ser de la cultura de los invadidos, mayor es el deseo de
éstos por parecerse a aquéllos: andar como aquéllos, vestir
asu manera, hablar a su modo.
El yo social de los invadidos que, como todo yo social,
se constituye en las relaciones socioculturales que se dan
en la estructura, es tan. dual como el ser de la cultura
invadida.
Esta dualidad es la que explica a los invadidos y domi
nadas, en cierto momento de su experiencia existencial,
como un yo casi adherido al' tú opresor.
Al reconocerse críticamente en contradicción con aquél
es necesario que el yo oprimido rompa esta casi :'adhe·
rencia" al tú opresor, "separándose" de él para objetivar
lo. Z Al hacerlo, "ad-mira" la estructura en la que viene
siendo oprimido, como una realidad deshurnanizante.
Este cambio cualitativo en la percepción del mundo, que
no se realiza fuera de la praxis, jamás puede ser estimulado
por los opresores, como un objetivo de su teoría de la
acción.
Por el contrario, es el mantenimiento del statu quo lo
que les interesa, en la medida en que el cambio de la per
cepción del mundo, que implica la inserción crítica en la
realidad, los amenaza. De ahí que la invasión cultural apa
rece como una característica de la acción antidialógica ..
2 "Objetívee". tomar distancia de las ideas que se tienen. (N. del edítce.)
105
Existe, sin embargo, un aspecto que nos parece impor
tante subrayar en el análisis que estamos haciendo de la
acción antidialógica. Es quc ésta, en la medida cn que es
una modalidad de la acción cultural de carácter domina
dor, siendo por lo tanto dominación en sí, es por otro
lado instrumento de ésta. Así, además de su aspecto
deliberado, volitivo, programado, tiene también otro
aspecto que [a caracteriza como producto de la realidad
opresora.
En efecto, en la medida en que Una estructura social se
denota como estructura rígida, de carácter dominador, las
instituciones formadoras que en ella se constituyen esta
rán, necesariamente, marcadas por su clima, trasladando
sus mitos y orientando su acción en el estilo propio de la
estructura, Los hogares y las escuelas, primarias, medias y
universitarias, que no existen en cl aire, sino en el tiempo
y en e] espacio, no pueden escapar a las influencias de las
condiciones estructurales objetivas. Funcionan, en gran
medida, en las estructuras dominadoras, como agencias
formadoras de futuros "invasores". Las relaciones padres
hijos, en [os hogares, reflejan de modo general las condí
cienes objetivo-culturales de la totalidad de que participan.
y si éstas son condiciones au toritarias, rígidas, dominado
ras, penetran en los hogares que incrementan el clima de
opresión.?
Mientras más se desarrollen estas relaciones de carácter
autoritario entre padres e hijos, tanto más introyectan,
106
los hijos, la autoridad paterna.
Discutiendo el problema de la necrofilia y Ce la bio
filia, analiza Fromrn, con la claridad que lo caracteriza,
las condiciones objetivas que generan la una y la otra, sea
esto en los hogares, en las relaciones padres-hijos, tanto en
el clima desamoras o y opresor como en aquel amoroso y
libre, o en el contexto socio-cultural. Niños deformados
en un ambiente de desamor, opresivo, frustrados en su
potencialidad, como diría FrQmm, si no consiguen ende
rezarse en la juventud en el sentido de la auténtica rebe
lión, O se acomodan a una dimisión total de su querer,
enajenados a la autoridad y a los mitos utilizados por la
autoridad para "formarlos", o podrán llegar a asumir
formas de acción destructiva.
Esta influencia del hogar y la familia se prolonga en la
experiencia de la escuela. En ella, los educandos descubren
temprano que, como en el hogar, para conquistar ciertas
satisfacciones deben adaptarse a los preceptos que se
establecen en forma vertical. !..!!.!!-O
de_~tos pree~J()!L!:.~_eI
de no~I!.s;t!.
Introyectando la au toridad paterna a través de un tipo
rígido de relaciones, que la escuela subraya, su tendencia,
al transformarse en profesionales por el miedo a la libertad
que en ellos se ha. instaurado, es la de aceptar los patrones
rígidos en que se deformaron.
Tal vez esto, asociado a su posición clasista, explique la
adhesión de un gran número de profesionales a una acción
antidialógica,"
Cualquiera que sea la especialidad que tengan y que los
ponga en relación con el pueblo, su convicción inquebran
table es la de que les cabe "transferir", "llevar" o "entre
gar al pueblo sus conocimientos, sus técnicas".
107
Se ven a sí mismos como los promotores del pueblo. L"'j,
programas de su acción, como lo indicaría cualquier buéí
teórico de la acción opresora, entrañan sus finalidades, s
convicciones, sus anhelos.
No se debe escuchar al pueblo para nada, pues és
"incapaz e inculto, necesita ser educado poi ellos p
salir de la indolencia provocada por el subdesarrollo".
Para ellos, la "incultura del pueblo" es tal que les pareC~l
un "absurdo" hablar de la necesidad de respetar la "Vísióll~
del mundo que esté teniendo. La visión del mundo l~l
tienen sólo los profesionales..., ,'"if
De la misma manera. les parece absurdo que sea indiS;~
pensable escuchar al pueblo a fin de organizar el conrenídC/;
programático de la acción educativa. Para ellos. "la ignoiii
rancia absoluta" del pueblo no le permite otra cosa' sino
recibir sus enseñanzas.
Por otra parte, cuando los invadidos. en cierto momento"
de su experiencia existencial, empiezan de una forma u:~
otra a rechazar la invasión a la que en otro momento se,}
podrían haber adaptado, los invasores, a fin de justificar j'
SU fracaso. hablan de la "inferioridad" de los invadídos.i]
refiriéndose a ellos como "enfermos", "mal agradecidos"'4
y llamándolos a veces también "mestizos". 'JI
Los bien intencionados. vale decir, aquellos que utilizan '
la "invasión" no ya como ideología, sino a causa de las
deformaciones a que hicimos referencia en páginas anterio
res, terminan por descubrir. en sus experiencias. que cier
tos fracasos de su acción no se deben a una inferioridad
ontológica" de los hombres simples del pueblo, sino a la
violencia de su acto invasor. De modo general. éste es un
momento difícil por el que atraviesan muchos de los que'
hacen tal descubrimiento.
Á pesar de que sienten la necesidad de renunciar a la
acción invasora, tienen en tal forma introyectados los
, ,~.~~.. '
S Hlnferioridad ontológicll H• SC1'Í3.una inferioridad intrínseca e esos eeses,
inferioridadpcopiade ciertaspersonas.(Nota del erlitor.)
108
parrones ~la.Jiominacioo que esta renuncia pasaa se1\ul!.
especie de muero: paulatina. .'... ;!¡",..~"
Renun<:iar al acto invasor si nifica, enciertlvfcir~'aí
su e;;¡¡I¡¡ D 1 n De see . omin" PI
. por uD lado."pm!! dominadores, Bor orr2· -.\>sJ';b;¡~
Significa renunciar a !QQQ~J.QL!.l1.Íms de quese!~\l!!,t\í."l:iI':
la acdbn.ÍJOOWIDl.. y dar existencia a una ;acción d¡¡¡li.lc.j
Significa, por esto mismo, dejar de estar sobre Q "(déÍl~"'4
~~~·e::!l'3.nitc~?s.:,j>~ra estar con ellos, cómoC1l:dm~
neros •.- " J;:;"
E,'''miedo a la libertad" se instaura enml1ces' ej.¡i;~llos.
de esta acción. .
que viven los estudiantes en su vida diaria {por ejemplo alza de precios de
produetos básieos). Este problema. .es tomado como punto de partida para
109
ro, un acto "violento" realizado por los sujetos en contra.'
de sí mismos. Afirmarlos, por el contrario, es rebelarse. La
única salida, como mecanismo de defensa también, radica
en transferir al coordinador lo propio de su práctica nor
mal: conducir. conquistar, invadir, como manifestaciones
de la teoría antidialógica de la acción.
Esta misma evasión se verificav.aunque en menorescala,
entre los hombres del pueblo, en la medida en que la
situación concreta de opresión los aplasta y la "asisten
cialización"" los domestica.
Una de las educaaorli'Sde1 "Futl Circle", institución de
Nueva York, que realiza un trabajo educativo deefectivo
valor, nos relató el siguiente caso: "Al problematizar una
situación codificada a uno de los grupos <telas áreas pobres
de Nueva York sobre una situación concreta que mostraba,
en la esquina de una calle -la misma .en que se hada la
reunión- una gran cantidad de basura, dijo inmediatamen
te uno de los participantes: -Veo una calle de Africa o de
América Latina. -¿Y por qué no de Nueva York>, pre
guntó la educadora. -Porque., afirmó, somos los Estados
Unidos, y aquí no puede existir esto, n
Indudablemente, este hombre y algunos de sus 'compa
ñeros, concordantes con él con su indiscutible "juego de
conciencia", escapaban a una realidad que los ofendía .Y
cuyo reconocimiento incluso los amenazaba.
Al participar, aunque l'recañamente, de una cultura del
éxito' y del ascenso personales, reconocerse en una sitúa
ción objetiva desfavorable, para una. conciencia enajenada,
equivalía a frenar la propia posibilidad de éxito.
Sea 'en éste, sea en el caso de los profesionales, la fuerza
determinante de la cultura en que se desarrollan los mitos
introyectados por los hombres es perfectamente visible.
J
I
de ayudar a sectores pobres pero como si se trarase de hacerles et favor; es una
I. falsa ayuda porque no busca que se solucionen 105problemas. sine sólo dar
paliativos. Por ejemplo, eompaeándclo con una enfermedad. sería el dar una.
F aspirina sin tratar de buscar la causa de la enfermedad y- solucionada. (Nota
,) del edteor.)
110
111
ser realizada en el proceso anterior del acceso al poder. im
La "revolución cultural" asume a la sociedad en recons-
trucción en su totalidad, en los múltiples quehaceres de los "r
hombres, como campo de su acción formadora. cr'
La reconstrucción de la sociedad, que no puede hacerse br
en forma mecanicisra, tiene su instrumento fundamen- ci:
tal en la cultura, y culturalrnente se rehace a través de la fe
revolución.
Tal como la entendemos, la "revolución cultural" es el el
esfuerzo máximo de concientización que es posible desa- te
rrollar a través del poder revolucionario, buscando llegar n
a todos, sin importar las tareas específicas que éste tenga
que cumplir. se
Por esta razón, este esfuerzo no puede limitarse a una d
mera formación tecnicista de los técnicos, ni cientificista s:
de los científicos necesarios a la nueva sociedad. Esta no n
puede distinguirse cualitativamente de la otra de manera g
repentina, como piensan los mecanicistas en su ingenuidad,
a menos que ocurra en forma radicalmente global. e
No es posible que la sociedad revolucionaria atribuya e
a la tecnología las mismas finalidades que le eran atribuidas
por la sociedad anterior. Consecuentemente, varía también
la formación que de los hombres se haga.
En este sentido, la formación técnico-científica no es
antagónica con la formación humanista de los hombres,
desde el momento en que la ciencia y la tecnología, en la
sociedad revolucionaria, deben estar al servicio de la libe-
ración permanente, de la humanización del hombre.
Desde este punto de vista, la formación de los hombres,
por darse en el tiempo y en el espacio, exige para cualquier
quehacer: por un lado, la comprensión de la cultura como
supraestructura capaz de mantener en la infraestructura,
en, proceso de transformación revolucionaria, "superviven-
cias" del pasado." y por otro, el quehacer mismo, como
112
¡
instrumento detransformación de la cultura ..
En la medida en :que la concientización en y por la
"revolución cultural", se va profundizando, en 1;1.praxis
creadora de la sociedad nueva; los hombres varrdescu-
briendo las razones .deJa permanencia de las "supervíven-
cías" míticas, que en el fondo no son sino las .realidades
forjadas en la vieja sociedad. .
Así podrán, entonces.. liberarse más rápidamente .de
estos espectros, que son siempre un serio problema pata
toda revolución en la medida en que obstaculizan la cons- .
trucción de la nueva sociedad .. '
Por medio de estas "supervivencias", la sociedad opre-
sora continúa "Invadiendo", invadiendo ahora a la-socie-
dad revolucionaria, Lo paradójico de esta "invasión" es,
sin embargo, que no la realiza la viejaélite dominadora
reorganizada para tal efecto, sino que la hacen los hombres
que tomaron parte en la revolución .
. "Alojando" al opresor, se resisten, eomo si fueran el
opresor mismo, de las medidas básicas que debe tomar
el poder revolucionario.'
Como seres duales, aceptan también, aunque en función
de las supervivencias, el poder que se burocratiza, repri-
miéndolos violentamente.
Este poder 'burocrático y violentamente represivo puede
a su vez ser explicado a través de lo que Alchusser " deno-
mina "reactivación de los elementos antiguos", favorecidos
ahora por circunstancias especiales, en la nueva sociedad.
Por estas razones, defendemos el proceso revolucionario
como una acción cultural dialógica que se prolonga en una
"revolución cultural", conjuntamente con el acceso al
poder. Asimismo, defendemos en ambas el esfuerzo serio
y profundo de concientización!' para que finalmente la
113
. del
revolución cultural, al desarrollar la práctica de la ccnfron-
t
!
aU1
ración permanente entre el liderazgo y el pueblo, consolide
la participación verdaderamente crítica de éste en el poder, en
De este modo, en la medida en que ambos -liderazgo Y,,,,,
eO:
pueblo- se van volviendo críticos, la revolución impide"~ 1¡
do
con mayor facilidad el correr riesgos de buroeratizaciónj] ¡
de
que implican nuevas formas de opresión y de
sión", qu<;sólo son nuevas imágenes de la dominación.·--
La invasión cultural, que sirve a la conquista y' rnartteni-
!
I
m'
m
pI
miento de la opresión, implica siempre la visión focal de
la realidad, la percepción de ésta como algo estático,
SU
superposición de una visión del mundo sobre otra. Implica
m
la "superioridad" del invasor, la "inferioridad't.del.invadí,
do, la imposición de criterios, la posesión del invadido, eli d,
miedo de perderlo.
Aún más, la invasión cultural implica que el punto de
se
el
decisión de la acción de los invadidos esté fuera de ellos,
pi
en los dominadores invasores. Y, en tanto la decisión no
radique en quien debe decidir, sino que esté fuera de él, el s'
e.
primero sólo tiene la ilusión de que decide.
S
'por esta razón no. puede existir el desarrollo socioeco-
d
nQ!!lÍco en ninguna sociedad dual, refleja, invadida.
Por el contrario, para que exista desarrollo es necesario
s
que se verifique un movimiento de búsqueda, de acclOil
r
creadora, que tenga su punto de decisión en el ser misrria:~
que lo realiza. Es necesario, además, que este movimiento"
e
se dé no ..$l>locn el espacio sino en el tiempo propio de!
f
ser, tiempo del cual tenga conciencia. "
De ahí que, si bien todo desarrollo es transformación, 1
i
no toda transformación es desarrollo.
-'Li, transformación que se realiza en el "ser en sí" de Una
semilla que, en condiciones favorables, germina y nace, no
es desarrollo. Del mismo modo, la transformación del "ser
en sí" de un animal no es desarrollo. Ambos se transfor-
man determinados por la especie a que pertenecen y en un
tiempo que no les pertenece, puesto que es el tiempo de
los hombres.
Estos, entre los seres inconclusos, son los únicos que se
114
i~ 1
M.
desarrollan. Como seres históricos, como "seres para sí",
autobiográficos, su transformación, quc es desarrollo, se da
en un .tíernpo que es suyo y nunca se da al margen de él.
Esta es la razón por la cual, sometidos a condiciones
concretas de opresión en las que se enajenan, transforma-
dos en "seres para otros" del falso "ser para sí" de quien
dependen, los hombres tampoco se desarrollan auténtica-
mente. Al prohibírseles el acto de decisión, que se encuen-
tra en el ser dominador, éstos sólo se limitan a seguir sus
prescripciones.
Los oprimidos sólo e!!!Eiez:J!...'!._\k.s'l'n.oltªrse
..9'_ll.IId.o,al
supmr lacontratIícción en que se encuentran, se transfor-
maí1eñ~iiiieuiirasí:'. -.- - ..",
Si anlillz-amosahora una sociedad desde la perspectiva
del ser, nos parece que ésta sólo puede desarrollarse como
sociedad "ser para sí", como sociedad libre. No es posible
el desarrollo de sociedades duales, reflejas, invadidas, de-
pendientes <le la sociedad metropolitana, en tanto son
sociedades enajenadas cuyo punto de decisión política,
económica y cultural se encuentra fuera de ellas: en la
sociedad metropolitana. En última instancia, es ésta quien
decide los destinos de aquéllas, que sólo se transforman.
Precisamente entendidas como "seres para otro", como
sociedades oprimidas, SU transformación interesa a la
metrópoli.
Por estasrazones, es necesario no confundir desarrollo
con modernización. Esta, que casi siempre se realiza en
forma inducida, aunque alcance a ciertos sectores de la
población de la "sociedad satélite", en el fondo sólo
interesa a la sociedad metropolitana. La sociedad simpie-
mente modernizada. no desarrollada, continúa depen-
diente del centro externo, aun cuando asuma, por mera
delegación, algunas áreas mínimas de decisión. Esto es lo
que ocurre y ocurrirá con cualquier sociedad dependiente,
en tanto se mantenga en su calidad de tal.
Estamos convencidos que a fin de comprobar si una
sociedad se desarrolla o no debemos ultrapasar los criterios
utilizados en el análisis de sus índices de ingreso per cápita
115
I
I
que, estadísticamente mecanicistas, no alcanzan siqUe]
a expresar la verdad. Evitar, asimismo, los que se cell1\
únicamente en el estudio de la renta bruta: Nos pareee'j
el criterio básico, primordial, radica en saber si la soc¡~~
es o no un "ser para sí", vale decir, libre. Si no lo es, ~
criterios indicarán sólo su modernización mas no su dJ:i
rrollo, ..;
La contradicción principal de las sociedades duale$'i:
realmente, la de sus relaciones de dependencia qu""
establecen con la sociedad metropolitana. En tanto;'
superen ésta contradicción, no son "seres para sí"
no serlo, no se desarrollan.
Superada la contradicción, lo que antes era mera ~""
formación asistencializadora principalmente en beneñc,
de la metrópoli se vuelve verdadero desarrollo, en beru!ll
cio del "ser para sí ". L. );~
Unirparala liberación
Si en la teoría de la acción antidialógica se impol,l~,
necesariamente, el que los dominadores provoquen ;1
división de los oprimidos con el fin de mantener m~
fácilmente la ~presió~, en la teoría ~jal~ca de la acciólll
por el contrario, el liderazgo se obliga mcansablemente'¡~
desarrollar un esfuerzo de unión de los oprimidos en""
sí y de éstos con él para lograr la liberación.
Como en cualquiera de las categorías de la acción
lógica, el problema central con que en ésta, como en
otras, se enfrenta, es que ninguna de ellas se da fuera
la praxis.
Si a la élíre dominante le es fácil, o por lo menos n,.,
le es tan difícil, la praxis opresora, no es lo mismo lo qif~,
se verifica con el liderazgo revolucionario al intentar l~'
praxis liberadora. ..,,'
Mientras la primera cuenta con los instrumentos del pd',J
der, los segundos se encuentran bajo la fuerza de este~
poder.
La primera se organiza a sí misma libremente y,
116
cuando tenga divisiones accidentales y momentáneas, se
unifica rápidamente" frente a cualquier amenaza a sus
intereses fundamentales. La segunda, que no existe .sin
.las masas populares, en la medida en que es una contra-
dicción antagónica de la primera, tiene, en esta condición,
el primer óbice a su propia organización.
Sería· una inconsecuencia de la élite dominadora si
consintiera en la organización del liderazgo revoluciona-
rio.. vale decir, en la organización de las masas oprimidas,
pues aquélla no existe sin la unión de éstas entre sí.
y de éstas con el liderazgo .
. Mientras que, para la élite dominadora, su unidad inter-
na implica la división de las masas populares pata el lide-
razgo revolucionario;' su unidad sólo existe en la unidad
de las masas entre sí y con él. La primera existe en la
medida en que existe su antagonismo con las masas; la se-
gunda, en razón de su comunión con ellas que, por esto
mismo, deben estar unidas y no divididas.
. La situación concreta de opresión, al dualizar el yo del
oprimido, al hacerlo ambiguo, emocionalmente inestable,
temeroso de la libertad, facilita la acción divisora del
dominador en la misma proporción en que dificulta la
acción unificadora indispensable para la práctica libera-
dora.
Aún más, la situación objetiva de dominación es, en sí
misma, una situación divisora. Empieza por separar el yo
oprimido en la medida en que, manteniendo una posición
. de "adherencia" a la realidad que se le presenta. como algo
omnipotente, aplastador, lo aliena en entidades extrañas,
explicadoras de este poder.
Parte de su yo se encuentra en la realidad a la que se
haya "adherido", parte afuera, en la o las entidades extra-
ñas, a las cuales responsabiliza por la fuerza de la realidad
objetiva y frente a la cual no le es posible hacer nada. De
ahí que sea éste igualmente un yo dividido entre un pasado
y un presente iguales y un futuro sin esperanzas que, en el
fondo, no existe. Un yo que no se reconoce siendo, y por
esto no puede tener, en 10 que todavía ve, el futuro que
117
debe construir en unión con otros. ;1';;1 e:
En la medida en que sea capaz de romper con la "adhe-. ")1 d
rencia", objetivando la realidad de la cual emerge, se va
unificando como yo, como sujeto frente al objeto. En este;,•. ,·•.
;..• a
momento, en que rompe también la falsa unidad de su sers ~;. e
1·.......
118
experiencia de "objetos", necesariamente los constituye
de esta forma.
Descubrirse, por lo tanto, a través de una modalidad de
acción cultural, dialógica, problernatiaadora de sí mismos
en su enfrentamiento con el mundo, significa, en un
primer momento, que se descubran como Pedro, Antonio
o Josefa, con todo el profundo significado que tiene este
descubrimiento.
Descubrimiento que implica una percepción distinta del
significado de los signos. Mundo, hombre, cultura, árboles,
trabajo, animal, van asumiendo un significado verdadero
que antes no tenian.
Se reconocen ahora como seres transformadores de la
realidad, algo que para ellos era misterioso, y transforma-
dores-de esa realidad a través de su trabajo creador.
Descubren que, como hombres, no pueden continuar
siendo "objetos" poseídos, y de la toma de conciencia de
sí mismos como hombres oprimidos derivan a la concien-
cia de clase oprimida.
A fin de que los oprimidos se unan entre sí, es necesario
que corten el cordón umbilical de carácter mágico o míti-
co, a través del cual se encuentran ligados al mundo de la
opresión.
La unión entre ellos no puede tener la misma naturaleza
que sus relaciones con ese mundo.
Por eso la unión de los oprimidos es realmente indis-
pensable al proceso revolucionario y ésta le exige al pro-
ceso que sea, desde su comienzo, lo que debe ser: acción
cultural. li
Acción cultural cuya práctica, para conseguir la unidad
de los oprimidos, va a depender de la experiencia histórica
y existencial que ellos están teniendo, en esta o aquella
estructura.
En tanto los campesinos se encuentran en una realidad
119
"cerrada", cuyo centro de decisiones opresoras es "singu-
lar" y compacto, los oprimidos urbanos se encuentran en
un contexto que está "abriéndose" y en el cual el centro
de mando opresor se hace plural y complejo.
En el primero, los dominados se encuentran bajo la.
decisión de la figura dominadora que encarna, en su L
persona, el sistema opresor en sí; en el segundo caso, se d.
encuentran sometidos a una epsecie de "impersonalidad U
opresora". el
En ambos casos existe una cierta "invisibilidad" del n
poder opresor. En el primero, dada su proximidad a los
oprimidos; en el segundo, dada su difusividad.P h
Las formas de acción cultural, en situaciones distin- ti
tas como éstas, tienen el mismo objetivo: aclarar a los
oprimidos la situación concreta en que se encuentran, que
media entre ellos y los opresores, sean aquéllas visibles
o no.
ii '"
d
1 o
Sólo estas formas de acción que se oponen, por un lado, [
a los discursos verbalistas" inoperantes y, por otro, al ¡ ti
acrivismo rnecanicista, pueden oponerse también a la ¡, d
acción divisora de las élites dominadoras y dirigir su aten-
ción en dirección a la unidad de los oprimidos. ¡ h
le
, g
D
e
d
u
g
e
l.
FRANTZ FANON
'" Exuuto del capitulO "Racismo y cultura" del libro de Frantr; Fanan,
PtJr la retloluciÓftafriC4llIJ.,(tmdu«ión de Dememe Aguilera Malta). Méxk:o.
Fondode Culwt"aEconómica. 197$, la. ,reimpresión..
15 u()esI:u.lturadón h : intento paraJiquidar, o al menos negar,la eulmra
autbctona. (Nota del editor.) -
121
determinante. El racismo no es un todo sino el elemento
más visible, más cotidiano -para decirlo de una vez-, en
ciertos momentos, más grosero de una estructura dada.
Estudiar los rendimientos del racismo y de la cultura es
plantearse la cuestión de su acción recíproca. Si la cultura
es el conjunto de comportamientos motores y mentales
nacido del encuentro del hombre con la naturaleza y
sus semejantes, se debe decir que el racismo es verdadera
mente un elemento cultural. Hay pues culturas con ra
cismo y culturas sin racismo.
Sin embargo, este elemento cultural preciso no está
enquistado. El racismo no ha podido esclerosarse. Le
sido preciso renovarse, matizarse, cambiar de fisonomía.
Le ha sido preciso experimentar la suerte del conjunto
cultural que lo informaba.
El racismo vulgar, primitivo, simplista, pretendía encon
trar en lo biológico, ya que las Escrituras" se habían
revelado insuficientes, la base material de la doctrina.
Sería fastidioso recordar los esfuerzos emprendidos entono
ces: forma comparada del cráneo, cantidad y configuración
de los surcos del encéfalo, características de las capas
celulares de la corteza, dimensiones de las vértebras, aspec
to microscópico de la epidermis, etc."
El primitivismo intelectual y emocional aparecía como
una consecuencia banal, un reconocimiento de existencia.
Tales afirmaciones, brutales y masivas, ceden lugar a
una argumentación más elegante. Aquí y allá, sin embargo,
salen a la luz algunos resurgimientos. Así, la "labilidad
emocional del negro", "la integración subcortical del ára
be", "ta culpabilidad casi genérica del judío" son ideas
que se encuentran en algunos escritores contemporáneos.
122
La monografía de J. Carothers, por ejemplo, auspiciada
por la O.M.S.,'· se sitúa a partir de "argumentos cientí-
ficos" de una loboromía fisiológica del negro de Africa.
Estas posiciones sectarias tienden, en todo caso, a desa-
parecer. Este racismo que se quiere racional, individual,
determinado, ¡genQtípico)!..JeDQtí¡:ÜcQ., 19 se transforma en
racismo cultural. El objeto-del racismo deja de ser el
hombre particular y sí una cierta manera de existir. En
el extremo, se habla de mensaje, de estilo cultural. Los
"valores occidentales" reasumen singularmente la ya
célebre llamada a la lucha de la "cruz contra la media
luna",
Cierto que la ecuación rnorfológica-? no ha desapare-
cido totalmente, pero los hechos de los últimos treinta
años han sacudido las convicciones más encasquilladas,
trastornado el tablero de juego, reestructurado un gran
número de relaciones. El recuerdo del nazismo, la común
miseria de hombres diferentes, la servidumbre común de
grupos sociales importantes, la aparición de "colonias
europeas", es decir, la institución de un régimen colonial
en pleno territorio de Europa, la adquisición de conciencia
de los trabajadores de los países colonizadores y racistas, la
evolución de las técnicas, todo esto ha modificado pro-
fundamente el aspecto del problema.
Es necesario buscar, al nivel de la cultura, las consecuen-
cias de ese racismo.
El racismo, lo hemos visto, no es más que un elemento
de un conjunto más vasto: el de la opresión sistemati-
zada de un pueblo. ¿Cómo se comporta un pueblo que
oprime? Aquí volvemos a encontrar algunas constantes.
123
,r..
124
!
.1
tantemente al "indígena" es el colmo de la mala fe. Como
si le fuera posible a un hombre evolucionar en otra forma
que en el marco de una cultura que lo reconozca y que él
decide asumir.
Asistimos a la aparición de organismos arcaicos, inertes,
que funcionan bajo la vigilancia del opresor y calcados
caricaturescamente de instituciones otrora fecundas ...
Estos organismos traducen aparentemente el .respeto de
la tradición, de las especificaciones culturales, de la perso-
nalidad del pueblo oprimido. Este seudorrespeto se iden-
tifica de hecho con el menosprecio más consecuente, con
el sadismo más elaborado. La característica de una cultura
es ser abierta, recorrida por líneas de fuerza espontáneas,
generosas, fecundas. La instalación de "horn bres seguros"
encargados de ejecutar ciertas proezas es una mistificación
que no engaña a nadie. Así, los djemaas de los kabilas 21
nom brados por la au toridad francesa no son reconocidos
por los au tóctonos. Son duplicados por otro djemaa elegi-
do democráticamente. y naturalmente el segundo dicta, en
gran parte, la conducta de los primeros.
La constante afirmación de "respetar la cultura de las
poblaciones autóctonas" no significa, pues, considerar
los valores aportados por la cultura, encarnados por los
hombres, Bien pronto se advierte en este propósito una
voluntad de objetivar, de encasillar, de aprisionar, de
enquistar. Frases tales como "yo los conozco", "ellos son
así ", traducen esta objetivación máxima alcanzada. Así,
tam bién conozco los gestos, los pensamientos que definen
1 a sus hom bres,
1 El exotismo" es una de las formas de esta simplifica-
)
125
ción. Por consiguiente, no puede existir uinguna confi
tación cultural. Por una parte hay una cultura a la lJ.1
le reconocen cualidades de. dinamismo, de expansié
profundidad. Una cultura en movimiento, en pe
renovación .. Frente a ella se encuentran' carscterfs
curiosidades, cosas, jamás una estructura.
Así, en una primera fase, el ocupante instala su do
afirma masivamente su superioridad. .EI grup'
suíeto militar ~mka~, % demul
~n !In p-.9lidi.meD~9J:l;R.
llIé.tndll.
liqWd\lc'
ExpIQt;¡ci.ón,tortllras, ...Cl¡!.ias,.....taeismi>,
c9lectivas, ~resión raggnJl!, ~l{an en dife
nive!sILpanL.haceJ;..de!...3 11l:ÓCron9, lit~~,
entre las manOOde la!1~iiw Jl,Q!,p;l!!~ .
.Este hombre obíeto, sin medíps !!!:_!i2t~
geser, .~s.-!lue\¡.m1tacl() •.eE.k_!1!,~intimº.J:fe.S\t..S.w:ta
El deseo de vivir, de continuar, se hace más y más..
eiso, más y más fantasmal. En este estado de cosas ap
el famoso complejo de culpabilidad.
Sin embargo, progresivamente, la evolut<:Wa d!t'''
técnicas de producción, la industrialización, por otra p
limitada de los países sojuzgados, la existencia más y'
necesaria de colaboradores, 23 imponen al ocupante
nueva actitud. La complejidad de los medios; de pt.
ción, la evolución de las.relaciones económicas que
ñan, de buen o mal grado, la de las ideologías, de
bran el sistema. El racismo vulgar en su fOl"l'llablof.
corresponde al periodo de explotación brutal de
brazos y las piernas del hombre. La perfección de los!
dios de producción provoca fatalmente el camuftaje
técnicas de explotación del hombre y, por consíguient.
las formas del racismo.
, ).
126
Desde luego, no es en la persistencia de una evolución
de los espíritus donde el racismo pierde su virulencia.
Ninguna revolución interior explica esta obligación del
racismo de matizarse, de evolucionar. En todas partes los
hombres se liberan atropellando el letargo al que la opre-
sión y el racismo los habían condenado. .
En pleno corazón de las "naciones civilizadoras" los
trabajadores descubren, finalmente, que la explotación del
hombre, base de un sistema, presenta diversos aspectos. En
este estadio el racismo no osa salir sin afeites. Se impugna.
El racista, en un número más y más grande de circunstan-
cias, se ocntra.El, que pretendía "sentirlas", "adivinarlas",
se encuentra enfrentado, observado, juzgado. El proyecto
del racista es entonces un proyecto frecuentado por la
mala conciencia. La salvación no le puede venir más que
de una unión pasional como la que se encuentra en ciertas
psicosis.
Elracismo nunca es un elemento agregado, descubierto
al azar de una investigación en el seno de los elementos
culturales de un grupo. La constelación social, el conjun-
to cultural, son profundamente transformados por la
existencia del racismo. .
Se dice comúnmente que el racismo es una llaga de la
humanidad. Pero es necesario no satisfacerse con tal frase.
Es necesario buscar incansablemente las repercusiones del
racismo en todos los niveles de la sociabilidad. La impor-
tancia del problema racista en la literatura norteamericana
contemporánea es significativa. El negro en el cine, el
negro y el folklore, el judío y las historias para niños,
el judío en la taberna, son temas inagotables.
El racismo, para retoñar en Norteamérica, atormenta y
vicia la cultura norteamericana. y esta gangrena dialéctica
es exacerbada por la toma de conciencia y la voluntad de
lucha de millones de negros y de jirdí os amenazados por
el racismo.
Esta fase pasional, irracional, sin justificación, presenta
para su examen un aspecto espantoso. La circulación
de grupos, la liberación, en ciertas partes del mundo, de
127
hombres anteriormente inferiorizados, vuelven más y ,
precario, el equilibrio. En forma bastante inesperada.f
grupo racista denuncia la aparición de un racismo ell~
los hombres oprimidos. El "prirnitivismo inrelectualv-d
periodo de explotación deja lugar al "fanatismo medie:,
verdaderamente prehistórico" del periodo de liberaet@.
En un momento determinado se pudo creer en la~
paricion del racismo. Esta impresión eufórica, irreal,::'!]
simplemente consecuencia de la evolución de las fort1ti
de explotación. Los psicólogos hablan entonces de'~,
prejuicio vuelto inconsciente. La verdad es que el rigot"g/
sistema vuelve superflua la afirmación cotidiana de' y¡
superioridad. La necesidad de hacer un llamado a grád~
diversos de adhesión, a la. colaboración del autócto¡j:.
cambia las relaciones en un sentido menos brutal, m:;
matizado, más "cultivado't.'Por otra parte, no es raro ~1
aparecer en ese estadio una ideología "democrática.S
humana". La empresa comercial de servidumbre, de d~~,
trucción cultural cede el paso, progresivamerite, a u""
mistificación verbal.
El interés de esta evolución está en que el racismo"
tomado como tema de meditación, a veces aun conJj
técnica publicitaria. .
Así es como el blues , "lamento de esclavos negros",~
presentado a la admiración de los opresores. Es un po¡;:~
de opresión estilizada que retoma al explotador y'#li
racista. Sin opresión y sin racismo no hay blues, El fi~
del racismo tocad a muertos la gran música negra.. . :<)
Como diría el demasiado céle bre Toyn bee, el bluesei
una respuesta del esclavo al reto de la opresión.'
En la actualidad, todavía, para muchos hombres, au,
para los de color.Ja música de Armstrong no tiene verdáA,
dero sentido más que en esta perspectiva. .:
El racismo infla y desfigura el aspecto de la cultura quc;j
lo practic,a.. La literatura, la;; artes plásticas, las cancíone~1
para modistillas, los proverbios, las costumbres, las pautas¿
ya sea que se propongan seguir el proceso o vulgarizarldjj
restituyen el racismo. E~, u_n!\rupo social, un paí~i!
128
u.
\l!!3 civilizaciÓn, no pueden ser racistas inconscientemente.
Lo afirmamos una vez más: el racismo no es un descu-
brimiento accidental, No es un elemento oculto, disimu-
lado. No exige esfuerzos sobrehumanos para evidenciarlo.
KLracism05alta_a-llU'ista porgue está.-precisamente,_,<;.n
unconjunoo caracrerísricccel de la explotación de'iVe~n
zada de \!ILgnI-PP-dt; bombres_por_otm_qU.c:,J1J0ll:gadp-ª-,!n
.e~tadio de.xíesarrollc.itécnicn.snperior. Q..el>ido_aesto Ja
opresión militar yeconómica precede la mayor parte.del
tiemp9..,_~.af~_I'2~il>J~,J~ti madllJilf~mo.
Debe ser abandonado el hábito de considerar al racismo
Como una disposición del espíritu, como una tara psico-
lógica.
Pero el hombre arrinconado por este racismo, el grupo
social sometido, explotado, desustancializado, ¿cómo se
comportan? ¿Cuáles son sus mecanismos de defensa?
¿Qué actitudes descubrimos aquí?
En una primera fase se ha visto al ocupante legitimar
su dominación con argumentos científicos y a la "raza
inferior" negarse como raza. Ya que ninguna otra solución
le es permitida, el grupo social racializado" ensaya imitar
al opresor y a través de ello desracializarse. La "raza infe-
rior" se niega como raza diferente. Comparte con la "raza
superior" las convicciones, doctrinas y otros considerandos
lCO que le conciernen.
al Al asistir a la liquidación de sus sistemas de referencia
fin" en el derrumbe de sus esquemas culturales, no le queda al
autóctono más que reconocer con el ocupante que "Dios
: es, no está de su lado". El opresor, por el carácter global y
tremendo de su autoridad, llega a imponer al autóctono
LUn nuevas maneras de ver, singularmente un juicio peyorativo
da-j en cuanto a sus formas originales de existir.
Este acontecimiento llamado comúnmente enajenación
[ue ; es, desde luego, muy importante. Se le encuentra en los
nes j
tas,
rlo, 24 "Racializado". calificado en forma despectiva según aspectos raciales.
rís, (Nota del edltor.)
129
~
n
130
contra el racismo.
Películas cinematográficas sobre el racismo, pocmas
sobre el racismo, mensajes sobre el racismo ...
Las condenaciones espectaculares e inútiles del racismo.
La realidad es que un país colonial es un país racista. Si
en Inglaterra, en Bélgica 'o en Francia, a despecho de los
principios democráticos afirmados por estas naciones; hay
aún racistas, son estos racistas los que, contra el conjunto
del país, tienen razón.
L~camente no es posibl~. ~E!U.E.~r a la servi<iumbre a
12L OCrn bres ..sininfS'.fiQt!~l!flo.!' .I!!!!" ...P2J'..Jll!!t
e . 'LEI ra-
cism" !lO eSInás_qll~ la explicación emg<;:ig!!.!1IL~fe,,~ya,
l!~_~j¡¡telej;ntal, dU!~ il1feri()~,,-~lón.
El racista, pues, es normal en una cultúra con racismo,
La adecuación de las relaciones económicas v de la ideo-
logía que comportan son perfectas. Es verdad que la idea
que nos formamos del ho~unca depende totalmente
de las relaciones económicas, es decir, no olvidemos que
las relaciones existen histórica y geográficamente entre los
hombres y los grupos. Cada vez más miembros pertenecien-
tes a sociedades racistas toman posición. Ponen su vida al
servicio de un mundo en el cual el racismo sería imposible.
Pero este retroceso, esta abstracción, este compromiso
solemne, no están al alcance de todos. No se puede exigir
sin menoscabo que un hombre esté contra los "prejuicios
de su grupo".
Así, pues, digámoslo nuevamente, todo grupo colonia-
i
,.j
lista es racista.
A la vez ..;<~t:urado"25 y deculturado, el oprimido si-
j gue obstinándose contra el racismo. Encuentra ilógica esta
secuela e inexplicable cuanto le ha ocurrido, sin motivo,
inexacto. Sus conocimientos, la apropiación de técnicas
131
precisas y complicadas -algunas veces su superiorid~~
intelecrual consiguió la atención de un gran número!'!l
racistas- lo llevaron a calificar el mundo racista de pasiq
nal. Se apercibe de que la atmósfera racista impregna tod~
los elementos de la vida social. El sentimiento de una inju~/:1
ticia agobiante es entonces muy vivo. Olvidandoel racism,~
consecuencia se encarniza con el racismo-causa.P S~
emprenden campañas de desintoxicación. Se hace tÍ!
llamado al sentido de lo humano, al amor, al respeto de lO¡
valores supremos .. '~!j
De hecho, el racismo obedece a una lógica sin falla. U~
país que vive saca su sustancia de la explotación de puebl~]
diferentes, inferioriza a esos pueblos. El racismo aplicads
a estos pueblos es normal. "~
El racismo no es, pues, una constante del espíriru h"
mano. ,"
Es, nosotros lo hemos visto, una disposición inscrita eí'
un sistema determinado. y el racismo judío no es diferent~
del racismo negro. Una sociedad es racista, o no lo es. N~.
existen grados de racismo. No es necesario decir que tal'
país es racista pero que en él no se realizan linchamíentos
ni existen campos de exterminio. La' verdad es que todill
esto y algo más existe en el horizonte. Estas virrualida'~
des, estas fuerzas latentes circulan dinámicas, valuadas eri,\
la vida de las relaciones psicoafectivas, económicas... .
Al descubrir la inu tilidad de su enajenación, la profundif
zación de su despojo, el inferiorizado, después de esta fas~!1
de culruración, de extrañamiento, encuentra sus posiciones';'
originales. '¡ ..
El inferiorizado se ata con pasión a esta culrura aban",:¡'
donada, separada, rechazada, menospreciada. Existe una'~
muy clara promesa ilusoria que aparenta psicológicamente
el deseo de hacerse perdonar.
132
'",'
Pero detrás, de 'este análisis simplificante hay en el
inferiorizado la intuición de una verdad espontáneamente
aparecida. Esta historia psicológica desemboca en la Histo-
ria y en la Verdad.
Al encontrar un estilo antes desvalorizado, el inferiori-
zado asiste a una cultura de la cultura. Tal caricatura de
la existencia cultural significaría, si fuera necesario, que la
cultura se viva, pero que no se fraccione. No se puede
estudiar una parte y pretender. que se conoce el todo.
Mientras tanto, el oprimido se extasía con cada, redes>
cubrimiento. El maravillarse es permanente. Antaño
emigrado de su cultura, el autóctono la explora hoy con
arrebato. Se trata, pues, de esponsales continuos. El
antiguo ínferiorizado está en estado de gracia.
Pero no se' sufre impunemente una dominación. La
cultura del pueblo sometido está esclerosada, agonizante.
No le circula ninguna vida. Más precisamente, la única vida
existente está disimulada. La población que normalmente
asume aquí y allá algunos trO'L.OS de vida que mantienen
significativas dinámicas en las instituciones, es una pobla-
ción anónima. En el régimen colonial, son los tradiciona-
listas. " .
El antiguo emigrado, por la súbita ambigüedad de su
comportamiento, introduce el escándalo. Al anonimato
del tradicionalista opone un exhibicionismo vehemente y
agresivo.
Estado de gracia y agresividad son dos constantes que
volvemos a encontrar en este estadio. La agresividad era
el mecanismo pasional que permitía escapar a la morde-
dura de la paradoja.
Puesto que el antiguo emigrado posee técnicas precisas
y su nivel de acción se sitúa en el marco de relaciones ya
complejas, estos encuentros revisten un aspecto irracional.
Existe un foso, una separación entre el desarrollo intelec-
tual, la apropiación técnica, las modalidades de pensa-
miento y de lógica, altamente diferenciados, y una base
emocional "simple, pura", etcétera ...
Reencontrando la tradición, la que vive como mecanis-
133
mo de defensa, eomo símbolo de pureza, como salvación,
el deculturado deja la impresión de que la mediación se
venga sustancializándose. Este reflujo de posiciones arcai- .
cas sin relación con el desarrollo técnico es paradójico.
Las insti tuciones valorizadas de este modo no correspon-
den a los métodos elaborados de acción ya adquiridos.
La cultura eneasquillada, vegetativa, a partir de la
dominación extranjera, es revalorizada. No es nuevamente
pensada, tomada otra vez, hecha dinámica en su interior.
Es gritada. y esta revalorización súbita, no estructurada,
verbal, recobra actitudes paradójicas.
En ese momento se hace mención del carácter incorre-
gible del inferiorizado. Los médieos árabes duermen en
tierra, escupen sin importarles dónde, etcétera ... ji
134
inmensidad del pasado es condición y fuente deja libertad.
El fin lógico de esta voluntad de lucha es la liberación
total del territorio nacional. Con el propósito de realizar
esta liberación, el inferiorizado pone en juego todos sus
recursos, todas sus adquisiciones, las viejas y las nuevas, las
suyas y las del ocupante.
La lucha es total de golpe, absoluta. Pero, entonces, casi
no se ve aparecer el racismo.
En el momento de imponer su dominación, para justi-
ficar la esclavitud, el opresor había apelado a argumenta-
ciones científicas. Aquí no hay nada semejante.
Un pueblo que emprende una lucha de liberación, rara
vez legitima el racismo. Ni en el curso de periodos agudos
de lucha armada de insurrección, se asiste a la toma en
masa de justificaciones biológicas.
La lucha del inferiorízado se sitúa en un nivel induda-
blemente más humano. Las perspectivas son radicalmente
nuevas. Es la oposición clásica, desde ese momento, de
las luchas de conquista y de liberación.
En el curso de la lucha, la nación dominadora trata de
renovar argumentos racistas, pero la elaboración del racis-
mo se hace más y más ineficaz. Se habla de fanatismo, de
actitudes prirnitvas ante la muerte, pero una vez más el
mecanismo ya socavado no responde. Los antiguos inmó-
viles, las debilidades constitucionales, los miedosos, los
inferiorizados de siempre se apuntalan y se levantan eri-
zados.
El ocupante no comprende.
El fin del racismo comienza con una repentina incom-
prensión.
La cultura espasmódica y rígida del ocupante, liberada,
se abre al fin a la cultura del pueblo vuelto realmente
fraterno. Las dos culturas pueden confrontarse," enrique-
cerse.
En conclusión, la universalidad reside en esta decisión
de darse cuenta del relativismo recíproco de las culturas
diferentes una vez que se ha excluido irreversiblemente el
estatuto colonial.
135
Conclusión"
F'RANTZ fANON
136
Esa Europa que nunca ha dejado de hablar del hombre,
que nunca ha dejado de proclamar que sólo le preocupaba
el hombre, ahora sabernos con qué sufrimientos ha pagado
la humanidad cada una de las victorias de su espíritu.
Compañeros, el juego europeo ha terminado definitiva-
mente, hay que encontrar otra cosa. Podernos hacer cual-
quier cosa ahora a condición de no imitar a Europa, a
condición de no dejarnos obsesionar por el deseo de al;
canzar a Europa.
Europa ha adquirido tal velocidad, loca y desordenada,
que escapa ahora a todo conductor; a toda razón y va con
un vértigo terrible hacia un abismo del que vale más
alejarse lo más pronto posible.
Es verdad, sin embargo, que necesitarnos un modelo,
esquemas, ejemplos. Para muchos de nosotros, el modelo
europeo es el más exalrantc. Pero en las páginas anteriores
hemos visto los chascos a que nos conducía esta imitación.
Las realizaciones europeas, la técnica europea, el estilo
europeo, deben dejar de tentarnos y de desequilibrarnos.
Cuando busco al hombre en la técnica y el estilo euro-
peos, veo una sucesión de negaciones del hombre, una
. avalancha de asesinatos.
La condición humana, los proyectos del hom bre, la
colaboración entre los hombres en tareas que acrecienten
la totalidad del hombre son problemas nuevos que exigen
verdaderos inventos.
Decidamos no imitar a Europa y orientemos nuestros
músculos y nuestros cerebros en una dirección nueva.
Tratemos de inventar al hombre total que Europa ha sido
incapaz de hacer triunfar .
. Hace dos siglos, una antigua colonia europea decidió
imitar a Europa. Lo logró hasta tal punto quc los Estados
Unidos de América se han convertido en un monstruo
donde las taras, las enfermedades y la inhumanidad de
Europa han alcanzado terribles dimensiones.
Compañeros: ¿No tenemos otra cosa que hacer sino
crear una tercera Europa? Occidente ha querido ser una
aventura del Espíritu. Y en nombre del Espíritu, del
~~ - ~~
//
/' .
,
espíritu europeo por supuesto, Europa ha justificado sus
crímenes y ha legitimado la esclavitud en la que mantiene
a las cuatro quin tas partes de la humanidad.
, Sí, el espíritu europeo ha tenido singulares fundamen-
tos. Toda la reflexión europea se ha desarrollado en sitios
¡i cada vez más desérticos, cada vez más escarpados. Así se
adquirió la costumbre de encontrar allí cada vez menos al
hombre.
Un diálogo permanente consigo mismo, un narcisismo,
cada vez más obsceno, no han dejado de preparar el terre-
no a un cuasidelirio, donde el trabajo cerebral se convierte'
en un sufrimiento, donde las realidades no son ya las del
hombre vivo, que trabaja, y. se fabrica a sí mismo, sino
palabras, diversos conjuntos de palabras, las tensiones
surgidas de los significados contenidos en las palabras. Ha
habido' europeos, sin embargo, que han invitado a los
trabajadores europeos a romper ese narcisismo y a romper
con ese irrealismo.
En general, los trabajadores europeos no han respondido
a esas llamadas. Porque los trabajadores también se han
creído partícipes en la aventura prodigiosa del Espíritu
europeo.
Todos los elementos de una solución de los grandes
problemas de la humanidad han existido, en distintos
momentos, en el pensamiento de Europa. Pero los actos
de los hombres europeos no han respondido a la misión
que les correspondía y que consistía en pesar violenta-
mente sobre esos elementos, en modificar su aspecto, su
ser, en cambiarlos, en llevar, finalmente, el problema del
'hombre a un nivel incomparablemente superior.
Ahora asistimos, a un estancamiento de Europa. Huya-
mos; compañeros;. de ese movimiento inmóvil en que la
dialéctica se ha transformado poco a poco en lógica del
equilibrio. Hay que reforrnular el problema del hombre.
Hay que refonnular el problema de la realidad cerebral, de
la masa cerebral detoda la. humanidad 'cuyas conexiones
hay que multiplicar, cuyas redes hay que diversificar y
cuyos mensajes hay que rehumanizar .
•
138
.",."
Hermanos, tenemos demasiado trabajo para divertimos
con los juegos de retaguardia. Europa ha hecho lo que
tenía que hacer y, en suma, lo ha hecho bien; dejemos
de acusarla, pero digárnosle firmemente que no debe seguir
haciendo tanto ruido. Ya no tenemos que temerla, deje-
mos, pues, de envidiarla.
El Tercer Mundo está ahora frente a Europa como una
masa colosal cuyo proyecto debe ser tratar de resolver los
problemas a los cuales esa Europa no ha sabido aportar
soluciones.
Pero entonces no hay que hablar de rendimientos, de
intensificación, de ritmo. No, no se trata de volver a la
Naturaleza. Se, trata concretamente de no llevar a los
hombres por direcCiones. que, losro!!.1íi.~:de .no.imponer,
al3~reQri:ifitmos. q!lel1Ípi.dame!Jt~ lo n:'enoscaban y <1~...
pei.turb'!ll: Con el pretexto de alcanzar a Europa no liay
que forzar al hombre, que arrancarlo de sí mismo, de su
intimidad, no hay que quebrarlo, no hay que matarlo.
No, no queremos alcanzar a nadie. Pero queremos mar-
char constantemente, de noche y de día, 'en c()rnp~~ del
hombre, de todos los hombres. Se trata de no alargar la
caravana porque entonces cada fila apenas percibe a la que
.s la precede y los hombres que no se reconocen ya, se
's encuentran cada vez menos, se hablan cada vez menos.
s Se trata, para el Tecer Mundo, de reiniciar una historia
n i del hombre que tome en cuenta al mismo tiempo las tesis,
r . algunas veces prodigiosas, sostenidas por Europa, pero
1 también los crímenes de Europa, el más odioso de los
'1 cuales habrá sido, en el seno del hombre, el descuartiza-
miento patológico de sus funciones y la desintegración de
- I su unidad; dentro del marco de una colectividad la ruptura,
a la estratificación, las tensiones sangrientas alimentadas
I por las clases; en la inmensa escala de la humanidad, por
último, los odios raciales, la esclavitud, la explotación y,
e '!' sobre todo, el genocidio no sangriento que representa la
exclusión de mil quinientos millones de hombres. No
rindamos, pues, compañeros, un' tributo a Europa creando
estados, instituciones y sociedades inspirados en ella.
139
~
'L:
~.
,
140
<'
~,
La cultura colonial
y la perpetuación del subdesarrollo"
BABAKAR SINE
143
--
los destinos sociales de los individuos. Es cierto, est
destinos sociales se establecen, a partir de las posición
adquiridas antiguamente y que siguen funcionando e:
la lógica del sistema colonial; pero el acceso a la cultu
colonial sirve también como regulador de las dinámica
internas de las clases sociales. Es mediante la cultu
colonial que las nuevas clases dirigentes, por ejemplo l
burguesías burocráticas, son modeladas y formadas, y,
actitud fundamental se enfoca a la defensa del ordeíi,!
colonial. En esta óptica, la cultura colonial ejerce un~
función esencialmente "subdesarrollante"." '~~
En los países periféricos y dominados, la cultura eol,*,'
nía! se convierte en la matriz en la que se forman lao{
"élites nacionales", especialmente el personal politicé
y tecno-burocrático. La cultura colonial, siendo por lIÍ)
propia naturaleza una cultura de repetición, proporciona
e impone los modelos dominantes de los países domina,lj
dos: modelos de consumo, culturales, ideológicos, ecó~'
nómicos, etc. Contribuye así al subdesarrollo generalizad~
del país dominado" al participar en la reproducción de~
subdesarrollo cultural, ' i:~
El papel económico nefasto de la cultura colonial radj
vez es estudiado.! A partir de la cultura colonial, las nece~
sidades y las costumbres de consumo de los países sul#.1,
desarrollados son provocadas, modeladas y mantenidas;;:1
Esto, debido a que la cultura colonial proporciona IOS¡i
modelos de consumo. La lógica colonial del subdesárrollo'[
144
>s es ordenada por el mercado: principalmente en cuanto a
la salida para los productos manufacturados quc provienen
de las metrópolis capitalistas. La cultura colonial, mode-
lando en todos sus aspectos los gustos y las necesidades
is..•..
I.".. '.. en los países dominados, sirve a esta lógica, que reposa en
·ai. '. una relación de mercado. En otras palabras, está al servicio
IS'; '. de la rentabilidad comercial que rige al sistema de inte-
U'" gración del mercado capitalista mundial y se traduce en
n,' ; , un cierto número de hechos: destruye las costumbres de
consumo de los países dominados y remodela su sensi-
bilidad económica. crea artificialmente las necesidades,
incluso las más superficiales, para responder a las exigen-
cias del mercado mundial. La venta de los productos
manufacturados (hechos en los países desarrollados), tan
necesaria para la supervivencia del capitalismo central, se
realiza mediante un acto de desviación y de violación
cultural, lo que caracteriza a los hechos producidos por
la cultura colonial. El falso lujo, los gastos por prestigio,
los artículos artificiales que deterioran el ahorro del país
dominado, que contribuyen a agravar el déficit de las
balanzas comerciales, no son simplemente tatas irracio-
nales. Son subproductos económicos de la cultura y son
subproductos culturales de la dominación económica. En
las metrópolis capitalistas conocemos ahora el papel
económico que el capitalismo hace jugar a los modelos
culturales y a los medios culturales convertidos en medios
publicitarios (en los medios masivos de comunicación)
para servir a las exigencias del consumo. s La cultura colo-
145
nial cumple la misma función pero en el sentido de retor-
zamiento del subdesarrollo. Es en este aspecto que ejerce
la función superestructural del subdesarrollo." Así, la
cultura colonial modela culturalrncnte, con el fin de inte-
grar económicamente a los países subdesarrollados en el
mercado mundial. Esta función superestructura! del sub-
desarrollo que ejerce la cultura colonial debe ser analizada
en forma más profunda.
Al proporcionar los parrones culturales que modelan
la sensibilidad económica y el estilo de consumo de los
países subdesarrollados, la cultura colonial impone sobre
todo un modo de vida extranjero. La adopción de este
modo de vida es generalmente más fuerte en los sectores
y clases sociales más propicios a los valores de la cultura
colonial. Este hecho influye en forma importante en el
proceso de formación y en la naturaleza de las clases
sociales dirigentes de la gran mayoría de los países sub-
desarrollados. Las burguesías burocráticas, compradoras,
parasitarias' aspiran a vivir según el modo de vida de las
146
.
burguesías centrales. pero a veces lo hacen en forma cari-
caturesca. Estas burguesías carecen totalmente de la
preocupad/m por el ahorro. Esta forma de vida cuesta muy
caro a los países subdesarrollados y además, el otro lado de
la medalla, es menos cómico: el despilfarro de los presu-
puestos, la carga de los presupuestos para el funcionamien-
to en detrimento de las inversiones, el desvío de los fondos
públicos, la especulación y -la corrupción, hechos que dan
al panorama social un aspecto caricaturesco y miserable.
Esta alienación cultural del modo de vida "a la occi-
dental" desvía a las "élites" dirigentes de todo sentido de
interés general o nacional. Se profundiza además el abismo
que las separa del pueblo, el cual, en el otro extremo,
sumido en la miseria. percibe de forma má.. aguda la
injusticia social imperante.
Estos hechos subrayan la acción particular que la cul-
tura colonial ejerce en las diversas conciencias. en los
comportamientos y en las representaciones que provoca en
relación con la estrate ..gia de la dominación económica del
imperialismo. En este plano, es un fenómeno importante
la forma en que funcionan los comportamientos psico-
culturales de los grupos sociales colonizados en relación
con el sistema de dominación económica.é La investiga-
i
':~ ,
147
[; '1Ij
~
1
!
~,
ción sociológica y económica en América Latina da una
gran importancia a este fenómeno, Ese sistema alienante
t de representaciones, de esquemas, de modelos generados
íi por la cU'111Ira colonial y que Paulo Freire llama "cultura
del silencio" está en relación directa con la dominación
r económica."
La cultura colonial reprime a la cultura popular de las
masas, las cuales son reducidas muchas vecesa la pasividad
1;
1: y les impone su hegemonía 10 en el nivel ideológico, social
~."
~:
e institucioual. Ahogando a la cultura popular, bloquea la
iniciativa creadora de las masas; quitándoles toda posibi-
t..
r.
~
lidad de adquirirlos medios para la toma de conciencia
(falta de alfabetización, carencia de enseñanza, de edu-
~:;,
cación política, etcétera).
v"
ji Es importante precisar que toda iniciativa de desarrollo
lG
¡'; en los países subdesarrollados es imposible si no reposa en
~
;'. pueblos oprimidos Estos constituyen la principal fuerza
«Ó,
8';
;1:(,.
pueden intervenir entonces como factor decisivo en el
,v" proceso'de desarrollo. .
~~~¡in El desarrollo no es simplemente un proceso económico,
t';! aunque la economía es la base, pero los aspectos de cam bió
f:: sin los cuales el proceso cconómieo se bloquea son socio-
f
v políticos: la independencia política real que suprime la
"¡,,:,.~'
.
dominación colonial y la revolución social y cultural,
~¡;'
148
;'.:
I
Itl';
durante la cual las masas entran en movimiento y rompen
con las relaciones sociales coloniales y con el sistema de
la cultura colonial.. Estas acciones están íntimamente liga-
das entre sí, son parte de un mismo proceso, el proceso
revolucionario. En este contexto, la revolución cultural
se interpone como un compuesto esencial del proceso de
desarrollo. no solamente provoca el rompimiento de las
superestructuras ideológicas y culturales que bloquean,
que proceden de la herencia tradicional y aquellas que
proceden de la cultura colonial, sino también desarrolla
en forma creadora la capacidad de intervención cultural
y polí rica dc las masas. La revolución cultural no puede
ignorar a la cultura nacional y popular, por el contrario,
encuentra su fundamento en csa cultura nacional y po-
pular, pero no se queda ahí, puesto que desarrolla su
capacidad creadora.
Pero la dimensión fundamental de la revolución cultural
no es exclusivamente "cultural ", no se trata de inventar
una nueva cultura, se busca liberar los recursos adorme-
cidos en el seno de las masas populares, para que sean
capaces de perseguir y controlar su propio desarrollo. Al
romper con los marcos culturales coloniales, la revolución
cultural abre nuevos espacios a la acción de las masas y
amplía los horizontes históricos. En esta perspectiva se
sitúan las revoluciones culturales en China, Viet Nam,
Cuba, Cuinea-Bissau. ti
Es importante señalar la agudización de la. función sub-
desarrollante de la cultura, reforzada por la acción masiva
de nuevas tecnologías de comunicación (prensa, radio,
televisión, cine). Como aparatos de producción colonial,
éstos escapan al control de los países dominados y juegan
149
un doble papel:
a) reproducir los modos culturales dominantes y ex-
travertidos" que alimentan el mimetismo colonial
de las burguesías dependientes, despreciando los
universos culturales populares,
b) imponer los modelos de consumo al servicio de la
lógica del subdesarrollo. Así, toda estrategia de
desarrollo cultural pasa primero por el análisis
crítico de los medios de comunicación por Jos cuales
se transmite la cultura colonial.
F.n este aspecto, se trata sobre todo de precisar los
límites de la confrontación dramática que se opera ante
nuestros ojos entre las potentes tecnologías que utilizan
los medios de comunicación y la cultura africana.
¿Cómo se comporta la cultura africana ante la prueba
conflictiva a la cual se encuentra confrontada, sabiendo
que la intervención de estos aparatos tecnológicos de
comunicación no es culturalmente inocente y menos aún
neutra?
1S0
La cultura popular.
.x- base de un auténtico desarrollo*
¡al
RABAKAR SINE
os
la
de Nos oponemos a las ideologías del "refreso a las fuentes",
sis de la "autenticidad" de la negritud, I etc. Este .tipo de
es comportamiento es sintomático de una reacción ideológica
en contra de la cultura aculturada.P con la pretensión de
os salir de su alienación IS asumiendo una cultura tradicional
te artificialmente concebida, debido a que ésta está conge-
m lada, encerrada en esquemas mentales; con esto se enmas-
cara la realidad profunda de las transformaciones sufridas
ÍJa
por la cultura tradicional y que es vivida por el sector
lo popular.
le En nuestra opinión, la cultura popular real y actual no
ID
se reduce de ninguna forma a la cultura tradicional folklo-
rizada."
151
El siguiente comentario de Lenin traduce nuestro pen-
samiento:
152
n·
En último análisis, el problema de la tradición." tal y
como lo enfoca una cierta Sociología del Desarrollo, está
10 mal planteado. Lo que realmente es decisivo para el desa-
as rrollo es más bien la articulación fundamental entre
la cultura popular y liberación política y económica, tal. Y
como Am íkar Cabrallo afirmaba."
lo
:le
ra
f1;a
'al
ea J
el
o-
a-
ra
10
iD
;a.
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o, 18 Hay una corriente MXíológica que sostiene que el principal obstáculo
~: para el desarrollo en los países dependientes C!I\ la supervivencia de las tradi~
;a. cienes populares. por lo que sería necesario el total abandono de tales práe-
ricas si esos paises quieren salir del subdesarrollo. Babakar Sine se opone So
esta corriente y considera que eJ desarroUo no puede depender de un solo
aspecto y ademú las tradiciones populares pueden ser positivas para el dese-
ercüo. Para el autor. el problema del subdesarrollo no reside en la sepervl-
vencia cultural de tradiciones muy 3lltiguas. sino en una relación de depen-
dencia que a nivd. internacienel une a los países subdesarrollados con les
.9, países desarrollados del mundo e:apitalista. (Nota del editor.I
19 véanse los trabajos de Mnl1ear CabraJ reproducidos en esta antología.
(Nota del editor.I
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