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Juana Fernández Solar

Bautizada con el nombre de Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones Fernández del
Solar, nació en Santiago el 13 de julio de 1900. Fue hija de Miguel Fernández Jaraquemada y Lucía
Solar Armstrong, y compartió su infancia con 5 hermanos, en la casa de su abuelo en Santiago, y
durante el verano, en la hacienda Chacabuco.

Inició sus estudios en 1906, cuando ingresó al Colegio de las Teresianas, donde aprendió a leer. En
1907, el mismo año que la familia se instaló en la casa de Santo Domingo Nº 1652, ingresó al
externado del Colegio Sagrado Corazón de la Alameda, donde permaneció hasta 1915. Ese año
ingresó al internado del Sagrado Corazón de Maestranza, de donde se retiró en agosto de 1918.

Su desempeño como estudiante fue impecable. El 15 de julio de 1917 recibió la Medalla de Hija de
María, distinción máxima de su colegio. Ese mismo año obtuvo otros reconocimientos del colegio,
y el 15 de junio de 1918 ganó el primer premio de la vicaría por su obra Demoledores y Creadores.

A los dos días de nacida, Juana había sido bautizada en la Parroquia de Santa Ana. Ya a los 5 años
expresó una precoz espiritualidad en su deseo de comulgar, lo que no se le permitió debido a su
corta edad. A los 6 años prometió rezar todos los días el rosario y realizó su primera confesión. A
los 9 años -el 22 octubre de 1909- recibió el sacramento de la confirmación y un año después -el
11 de septiembre de 1910- hizo su primera comunión.

La enfermedad: "¿De qué me voy a quejar?"

Débil desde su nacimiento, a partir de los 10 años, Juanita sufriría diversas enfermedades,
generalmente a fin de año, en el día de la Inmaculada Concepción, durante 4 años seguidos.

En 1912 tuvo difteria, enfermedad de la que había muerto una de sus hermanas. Su madre,
desesperada, le suplicaba: "¡Quéjate, niña!", pero Juanita con solo doce años de edad le habría
contestado: "¿De qué me voy a quejar?, cuando es el Señor el que me permite sufrir". Su salud
sería una preocupación permanente para su familia, desde ese momento.
Juventud alegre y piadosa

Juanita consagró su juventud al catecismo y a la acción misionera. Se ha señalado que en una


oportunidad, a los 14 años, cuando salía a misa, se encontró con un niño de ocho años que le pidió
limosna. Conmovida por su estado, le dio comida y dinero para que se lo llevase a su madre.
Juanita se sintió comprometida con este niño, fue a conocer a su familia, y se preocupó de
bautizarlo, siendo ella su madrina; lo vistió y alimentó. Juan, como lo llamó, fue su primera
responsabilidad: "En él veía a todos los niños desvalidos del mundo" y se propuso entregar todo
por él, ya que Juan era un regalo de Dios.

El llamado del Carmelo

Su primer llamado al Carmelo fue a los 14 años, cuando comenzó a leer Historia de un Alma, de la
carmelita francesa Teresita del Niño Jesús. El mismo día de su cumpleaños número 15, escribiría
en su diario: "Condúceme por el camino de la Cruz".

Su vida en el internado junto a su hermana Rebeca fue difícil, debido a la rigidez de las normas. No
obstante ello, Juanita llegó a acostumbrarse y a ser una compañera ejemplar. En esos años inició la
lectura de Santa Teresa de Ávila, que se convertiría en su guía y maestra.

"Voy a ser la esposa de Jesús"

El 8 de diciembre de 1915 fue un día especial para Juanita. Su confesor le permitió hacer el voto de
castidad por nueve días, y este se iría renovando con su permiso. Era una preparación para el
Carmelo.

El 7 de diciembre escribió en su diario: "Es mañana el día más grande de mi vida. Voy a ser esposa
de Jesús. ¿Quién soy yo y quién es Él? El todopoderoso, inmenso, la Sabiduría, Bondad y Pureza
misma se va a unir a una pobre pecadora. ¡Oh, Jesús, mi amor, mi vida, mi consuelo y alegría, mi
todo! ¡Mañana seré tuya! ¡Oh Jesús, amor mío! Madre mía, mañana seré doblemente tu hija. Voy
a ser Esposa de Jesús. El va a poner en mi dedo el anillo nupcial. Oh, soy feliz, pues puedo decir
con verdad que el único amor de mi corazón ha sido Él".
Difícil adolescencia

El primer director espiritual de Juanita fue el jesuita Artemio Colom Falcó, el mismo al cual ella
pediría que le comunicara a su madre su intención de hacerse carmelita. Ya le había contado a su
hermana Rebeca su secreto.

Poco a poco su mundo iría cambiando.

En julio de 1917 su familia perdió la hacienda Chacabuco, que fue rematada, y debió cambiarse a
la calle Vergara. En este período parecieron acrecentarse las dificultades para su ingreso al
Carmelo: el consentimiento de su familia, su débil salud y los problemas económicos para obtener
la dote. A comienzos de ese mismo año, su guía espiritual fue enviado a Argentina. El padre José
Blanch, claretiano, se convirtió en su nuevo confesor y guía; este reconoció en ella su vocación
carmelita.

Primer contacto con el Carmelo

El 5 de septiembre de 1917, Juanita escribió por primera vez a la priora de Los Andes,
manifestándole su anhelo de ser carmelita. La correspondencia se mantuvo por algunos meses,
hasta que luego de dejar el internado y hacerse cargo de la casa debido al casamiento de su
hermana, Rebeca decidió escribirle pidiéndole que la admitiera en el convento: "Reverenda
madre, ahora a Ud. le voy a suplicar que me admita en ese palomarcito. Yo se que soy muy
indigna, mi querida madre, de este favor tan grande; pero créame que trabajaré toda mi vida por
ser una gran santa" (7 de septiembre de 1918).

Ingreso al Carmelo

Luego de visitar el Carmelo junto su madre en enero de 1919, para entrevistarse con la priora y
obtener el permiso de su padre, Juanita ingresó al Monasterio de Los Andes el 7 de mayo de 1919.
El dolor de sus hermanos Rebeca y Luis, que entre sollozos y desmayos la acompañaron junto a su
madre hasta el Carmelo, no afectaron su decisión. Su hermana, en carta a su padre, le describía
ese momento: "Sus movimientos no eran naturales, parecía que estaban impulsados por algo
divino, sobrenatural. Se arrancó de los brazos de los suyos para arrojarse en los de Dios".

Vida en el monasterio

Al ingresar al monasterio, Juanita cambió su nombre por el de Teresa de Jesús y se dedicó con
fuerza a cumplir la regla y a ofrecer el sufrimiento de la lejanía de su hogar a Cristo. El 14 de
octubre tomó el hábito de Carmelita Descalza, con lo que comenzó el noviciado.

Juanita se obligaba a hacer ayuno, aunque no era obligación, y a mortificarse en un cuerpo desde
pequeño muy enfermizo. Ya en diciembre de 1918 le había preguntado a su confesor: "Lo que yo
deseo saber, es dónde Ud. cree me santificaré más pronto; pues como le he manifestado varias
veces, Mi Señor me ha dado a entender que viviría muy poco".

El calvario

No está claro cuándo Juanita empezó a sufrir el martirio de su enfermedad. El 1 de abril un


avanzado tifus dio inicio a su calvario que duró catorce días. El 6 de abril llegó su madre, quien
presencia su Extremaunción y al día siguiente su profesión como religiosa en artículo de muerte.
Falleció el 12 de abril de 1920 a las 19:15 horas.

Su beatificación

Su vida estuvo llena de simples gestos de heroicidad de sus virtudes, que la llevaron por la senda
de la santidad. Así, el 20 de marzo de 1947 se inició el proceso de su beatificación, que concluyó el
16 de marzo de 1987 cuando el Papa Juan Pablo II firmó en el Vaticano el decreto de beatificación,
procediendo a su oficialización el 3 de abril de 1987. Fue canonizada en 1992, convirtiéndose así
en la primera Santa chilena de la Iglesia Católica.

Fuente: Cristián Guerrero Lira, Fernando Ramírez Morales e Isabel Torres Dujisin.
Santa Teresa de Los Andes

(Juana Fernández Solar; Santiago de Chile, 1900 - Los Andes, 1920) Joven religiosa que fue la
primera santa chilena de la Iglesia Católica. Desde muy niña había dado muestras de su
espiritualidad: quiso comulgar con tan sólo cinco años, prometió a los seis rezar el rosario todos
los días y a los catorce amadrinó a un niño que le había pedido limosna en la calle. La lectura de la
obra Historia de un alma, de la carmelita francesa Teresita del Niño Jesús y, sobre todo, las obras
de Santa Teresa de Jesús, a quien consideró su guía y maestra, influyeron enormemente en el
desarrollo de su vocación.

Santa Teresa de Los Andes

Demostró ser una magnífica estudiante en diversos colegios religiosos de su ciudad natal, como el
internado del Sagrado Corazón de Maestranza. A pesar de la oposición de sus padres, cuyos
problemas económicos les impedían obtener la dote necesaria, en agosto de 1918 abandonó el
colegio con la intención de ingresar en la orden del Carmelo. Durante su preparación para el
Carmelo, el 7 de diciembre de 1915, un día antes de que su confesor le permitiera hacer su primer
voto de castidad, Juana escribió en su diario: "Es mañana el día más grande de mi vida. Voy a ser
esposa de Jesús. ¿Quién soy yo y quién es Él? El todopoderoso, inmenso, la Sabiduría, Bondad y
Pureza misma se va a unir a una pobre pecadora. ¡Oh, Jesús, mi amor, mi vida, mi consuelo y
alegría, mi todo! ¡Mañana seré tuya! ¡Oh, Jesús, amor mío! Madre mía, mañana seré doblemente
tu hija. Voy a ser Esposa de Jesús. Él va a poner en mi dedo el anillo nupcial. Oh, soy feliz, pues
puedo decir con verdad que el único amor de mi corazón ha sido Él".

El 7 de mayo de 1919 ingresó en las Carmelitas de Los Andes y pasó a llamarse Teresa de Jesús,
aunque más tarde sería conocida como Teresa de Los Andes. Seis meses después inició su
noviciado al tomar el hábito de Carmelita. Durante su estancia en el convento no dejó de escribir
cartas a sus familiares y amistades en las que pregonaba su amor a Cristo, a la Eucaristía y a la
Virgen, además de su alegría y su felicidad por ver cumplida su vocación: "así pasamos la vida;
orando, trabajando y riéndonos".

A lo largo de su corta vida sufrió varias enfermedades, como la difteria y el tifus. De los 11 a los 15
años sufrió trastornos de salud cada 8 de diciembre, estando varias veces en peligro de muerte.
Nunca expresó, sin embargo, la más mínima queja, ya que consideraba que era Dios quien le
"permitía sufrir". En 1918 Juana le había preguntado a su confesor: "lo que yo deseo saber es
dónde cree que me santificaré más pronto; pues como le he manifestado varias veces, mi Señor
me ha dado a entender que viviría muy poco". En 1920 cayó gravemente enferma a consecuencia
de un tifus, y en artículo de muerte recibió los hábitos como sor Teresa de Jesús. Después de una
agonía de 14 días, falleció en el convento el 12 de abril de 1920.

Tras un proceso de beatificación iniciado cuarenta años antes, en 1987 fue proclamada beata por
el papa Juan Pablo II, como "la luz de Cristo y el faro luminoso que debe guiar a los chilenos". En
1993 fue canonizada y declarada primera santa del país con el nombre de Santa Teresa de Los
Andes. Sus restos descansan en el santuario de Auco, en Los Andes.

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