Vous êtes sur la page 1sur 1

¡CONGA VA O NO VA!

"Serán los cohetes de la novena de la Virgen del Carmen, que ya empezó", dijo a sí misma
Zulema Vásquez la trágica tarde del martes 3 de junio del 2012, cuando escuchó fuertes
explosiones que venían del centro de Celendín. Lo que sucedía en esos instantes en la
plaza de armas de la provincia cajamarquina no era una celebración religiosa sino el
ataque de policías y militares con armas de fuego de largo y corto alcance a manifestantes
que respondían solo con las avellanas que se iban a utilizar en la fiesta de la patrona de la
provincia.
Desde temprano, en la Casa del Maestro, a tres cuadras de esa plaza principal, se
concentraron unas quinientas personas para participar en otra movilización de rutina,
entre ellos muchos profesores.
Por un afán de cambiar el trayecto de la protesta, los manifestantes se fueron por la vía
del Instituto Tecnológico y luego pasaron por el colegio emblemático Coronel Cortegana.
Ahí había unos cincuenta obreros en plenos trabajos de ampliación y mejoramiento de la
pista, pero la mayoría no era de Celendín, era gente que habían traído de la costa para la
obra- recuerda una de las personas que estaban en la marcha. “Ustedes también toman
agua, apóyennos”, les gritaron algunos maestros participantes en el desplazamiento, sin
embargo, no hicieron caso, solo después de insistirles, los obreros cogieron fierros y palos
colocándose así delante de los protestantes.
Se inician los disparos y extrañamente los obreros empezaron a golpear carros con sus
fierros y palos sin que la policía reaccionara. Al llegar a la plaza de armas, atacaron los
locales de la municipalidad y la gobernación. Al notar la actitud agresiva, los profesores
y el resto de manifestantes optaron por hacerse a un lado, pero los hombres de casco los
acusaron de cobardes
Heridos en su orgullo, los manifestantes se quedaron, pero para entonces a la plaza ya
habían llegado unos cincuenta policías, y el caos se desató. Los obreros, luego de ingresar
a la gobernación y quemar parte de sus instalaciones, desaparecieron. En ese momento
los policías y militares ya reprimían a la gente.
Al ver como los manifestantes se desesperaban para salir de aquella nube formada de gas
lacrimógeno, escuché: ¡agua por favor!!lo mataron!!lo mataron! Y es que, a esa hora,
pasaba por la plaza José Silva Sánchez, a quien un balazo tumbó de la bicicleta que
montaba. Aunque trabajaba como peluquero en Celendín, ese día realizaba labores de
construcción. Antonio Sánchez Huamán corrió igual suerte. Las balas que silbaban por la
plaza de armas, y de las cuales aún quedan huellas en las paredes, le quitaron la vida. Con
un shock hemorrágico fue trasladado a Cajamarca, donde falleció dos días después.

Vous aimerez peut-être aussi