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“La Razón Occidental le hace pagar caro a un hijo sin padre: ser para
sí mismo su propio padre, construir con sus manos de artesano el
espacio teórico en donde situar su descubrimiento, tejer con hilos
prestados, tomados de cualquier lado, de cualquier forma, la gran red
de nudos en la cual capturar, en las profundidades de la experiencia
ciega, al redundante pez del inconsciente, al que los hombres llaman
mudo, porque habla cuando ellos duermen”(1)
Louis Althusser
Uno de los legados excelentes que se nos ofrece para la filosofía del siglo XXI es, a partir de
la ya revolucionaria y crítica concepción del sujeto freudiano y a través del apoyo conceptual
y metodológico de la lingüística y de las matemáticas, el concepto de sujeto que elaboró
Jacques Lacan. Éste junto a una serie de autores del pensamiento francés, denominados
estructuralistas(3) y/ o postestructuralistas, como Lévi Strauss, Michel Foucault, Louis
Althusser entre otros transformaron la epistemología del siglo XX, con unas miradas hacia
el sujeto que no sacrifican matices, y que nos dejan para el futuro una concepción mucho más
precisa del sujeto de conocimiento. Una concepción del sujeto enraizada en el
descubrimiento, análisis y teorización de lo que denominamos el inconsciente, el sujeto del
1
Althusser, L., ”Freud y Lacan” [1964] en Escritos sobre psicoanálisis, S.XXI: Madrid, 1996, pág.
28
2
Adorno, T., Minima Moralia; Suhrkamp: Frankfurt am Main, 1951, aforismo 29.
3
Este término aparece por primera vez en el I Congreso internacional de Lingüistas que tuvo lugar
en La Haye en 1928. Con referencia a la interpretación, por parte de Saussure, del lenguaje como un
“sistema”. Pero no es éste sino Jakobson quien emplea entonces por primera vez el término
“estructuralismo” para designar la idea de “sistema”. Más tarde, hacia los años 50-60, el término
estructuralismo pasó a signar un programa semiológico global que traspasó la lingüística, englobando
a todas las ciencias humanas, “ciencias que estudian la vida de los signos en el seno de la vida social”.
Ver Dosse, F., Histoire du structuralisme, V.I, La Découverte: Paris, 1992, p. 63-64.
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A lo largo de todo el siglo XX las pletóricas investigaciones sobre el sujeto que prenden en
el campo del psicoanálisis se polinizan a múltiples disciplinas. Si bien es cierto que nace en
el ámbito de las ciencias, específicamente en la medicina psiquiátrica, progresivamente se va
extendiendo a las denominadas humanidades, pasando por la psicología, la sociología, la
educación, así como al arte en general (las vanguardias artísticas: literatura, pintura,
escultura, cine), pero sobre todo lo que más nos interesa aquí son las transformaciones que
produce en la filosofía. Una influencia nada despreciable que transformó de modo
irreversible la idea de sujeto moderno consensualmente ubicada, o representada, en el cogito
ergo sum cartesiano (el yo como conciencia, como sustancia simplemente pensante) así como
la idea moderna del sujeto absoluto hegeliana. Una influencia que ha transformado la
epistemología, la ética y la filosofía política de los círculos más especializados.
Concretamente, en este artículo vamos a analizar el legado sobre el sujeto escindido que nos
deja Jacques Lacan, por considerar, por decirlo de algún modo, que es uno de los hijos más
legítimos de Freud, tótem indiscutible del siglo XX. Además Lacan es, sino el pensador más
importante, sí una de las influencias con más radio de acción, en el escenario intelectual
francés de los últimos 40 años. Para quienes junto a Freud, Lacan es el representante de la
desmitificación del inconsciente que con el psicoanálisis deja de ser una realidad superior, o
el privilegio de unos seres superiores, para significar la condición de la estructura psíquica
de todos los seres humanos. La epistemología del sujeto lacaniano nos permite comprender
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mejor que es eso de la igualdad y donde están las diferencias. Por lo tanto, establecer unos
fundamentos más sólidos para pensar el pluralismo, uno de los mayores retos con los que se
encuentran las sociedades y las políticas del siglo XXI. Es evidente que las connotaciones de
la subjetividad psicoanalítica transcienden la actividad analítica más aséptica, y, como afirma
Adorno, ésta “permite analizar a las masas a partir de las identidades de cada sujeto”, es decir,
se convierte en una cura clave para destapar los mecanismos que utiliza la propaganda
fascista sea del tipo que sea. De tal modo que el psicoanálisis “lejos de pensar la existencia
atomizada del individuo, denuncia la célula del átomo social, la que realmente descubre los
mecanismos más universales”(4). Pues en la realidad aquello común entre los sujetos no es su
particularidad resultado de la igualdad y de la libertad, sino la homogeneización de los
muchos resultados de la opresión ejercida por los pocos.
En este contexto, la importancia de la rica y precisa reflexión sobre el sujeto que nos deja
Lacan para la reflexión política dentro de la filosofía es la permeabilidad que tiene para
denunciar la cara antihumana de una política en la cual las relaciones sociales entre los
hombres están regidas por las leyes económicas del Amo-esclavo. Pero no solo eso, sino que
detecta que la lógica del capitalismo avanzado ya no necesita pasar por la conciencia pues
penetra en las psiques apareciendo éstas como errores. Y su fuerza radica en su anti-idealismo
que rompe con el espíritu absoluto, con el espíritu totalitario, y pone en evidencia las
relaciones concretas entre la estructura social y las estructuras psíquicas. Todo ello permite
invertir el orden lógico mundial que se justifica en nombre de una amalgama de ideas
deformes sobre el pueblo, sobre el sujeto (instrumentos de este orden que los utiliza como
simples significantes vacíos de significado) para orientar la reflexión filosófica-política en la
dirección de establecer un orden mundial sin lógica preestablecida. Un orden poroso en el
que los individuos puedan respetarse a sí mismos, para poder así respetar luego a los demás.
En el que la conquista de la libertad no se entienda en términos de la libre explotación,
humillación, y asesinato de los más pobres mediante la reconstrucción del mercado mundial
bajo la hegemonía de la política que hacen los Estados Unidos, por ejemplo, en el que las
4
Adorno, T., Minima Moralia; Suhrkamp: Frankfurt am Main, 1951, aforismo
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El origen del pensamiento lacaniano se inscribe en el París de los años 60. Después de las
controvertidas interpretaciones(5) que se habían hecho de Freud, Lacan recupera directamente
sus textos, estudiándolos, apoyándose y peleándose con sus nociones más fundamentales
sobre la teoría de la subjetividad. Ésta última es una perspectiva epistemológica crítica con
la noción de un saber-sujeto absoluto hegeliano, para quien “todo lo real es racional”, todo
lo que existe se puede racionalizar. Por el contrario, para Freud no existe un metalenguaje
que pueda explicar las razones del sujeto. Hasta entonces, todos los fenómenos psíquicos se
habían relacionado con lo consciente, con lo pensable, con lo racionalizable, pero lejos de la
autonomía que pretende toda filosofía de la conciencia, “la completud del sujeto
cartesiano”(6) -dirá Lacan-, el inconsciente se presenta negando que la conciencia sea el lugar
por excelencia de todas las decisiones humanas. Desde entonces la verdad del sujeto no es,
exclusivamente, la del discurso consciente racional sino la que emerge como resultado de la
realidad del individuo, su fragmentación. Un sujeto escindido que para saber sobre sí mismo
tiene que vencer la censura que oculta una verdad inconsciente. El inconsciente es, dice
Lacan como el limbo, un reducto larvario donde todos los deseos no satisfechos se van
amontonando. Deseos no satisfechos y enmascarados pero que permanecen larvados y a los
que sólo el sujeto puede acceder para desvelar la verdad de su ser. Se trata pues de vencer la
5
El freudismo de la primera mitad del siglo XX tiene tres focos encendidos debido a los
enfrentamientos de, por un lado, las interpretaciones internas vinculadas al marxismo más sectario
que quiere utilizarlo de modo interesado. Por otro lado, y al mismo tiempo, el freudismo tiene luchas
técnicas contra la medicina, territoriales contra la psicología y la Iglesia. Y finalmente, las luchas
generadas entre las distintas escuelas por poder legitimar, cada una de manera más exquisita que la
otra, que su interpretación de Freud es la buena.
6
Lacan, J., “Del sujeto por fin cuestionado”, Escritos 1[1966]; S.XXI: Madrid, 2000, pág. 222
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censura que ataca desde el inconsciente aprovechándose del deseo como falta para manipular
la propia imagen del yo, como veremos más adelante, en el apartado III.
Lacan parte de las investigaciones de Freud sobre las construcciones del inconsciente que
intervienen en la formación del sujeto de la personalidad, fundamentadas en tres
informadores claves: el ello (un ser anímico inconsciente, sin fronteras), el yo (un todo
desconectado de lo otro, autónomo, el ego cartesiano, con fronteras claras), máscara del ello
y el superyo (un yo que ha interiorizado de forma alienante la ley moral). Y también parte de
los dos principios fundamentales que establece Freud en la construcción de la psique humana:
el principio del placer y el principio de la realidad. El principio del placer (con su
correspondiente poder o potencia de satisfacción alucinatoria: el sentimiento “oceánico”, de
totalidad. Un sentimiento que aparece por primera vez en los inicios de la vida del sujeto.
Momento en el que éste concibe al ‘yo’ sin límites con el exterior. Él lo es todo, también el
cuerpo de la madre y, por eso, cree que puede satisfacer cuando quiere las tensiones
pulsionales(7) yoicas, las de conservación). Un modo de nombrar el placer de satisfacer los
deseos, entendidos éstos como la necesidad de cubrir las faltas que provocan la tensión física.
Y, por otro lado, el principio de la realidad (conciencia de lo otro, de la amenaza exterior y,
como consecuencia, la conciencia de la fragilidad y de los límites del ‘yo’. Aparece
inicialmente cuando empiezan los primeros negocios con la madre respecto a la lactancia).
Por ejemplo, cuando el deseo de la lactancia produce la tensión del hambre, la
condicionalidad del placer hace que el sujeto, por primera vez, interiorize la identidad, como
límite, y la dependencia como necesidad del otro para satisfacer sus deseos. En definitiva, la
limitación y la dependencia existente en la satisfacción de las necesidades pulsionales. El
sujeto solo no puede autoabastecerse, aunque sabe que existe alguien que puede abastecerle,
a quien otorga identidad distinta a la suya y, simultáneamente, poder. Y así entra, por un lado,
en la conciencia de las propias limitaciones para la autoconservación, en la conciencia de un
7
Las pulsiones para Freud son una carga energética constructora de motricidad, la que impulsa al
organismo hacia un fin. Estas vienen provocadas por un estado de tensión corporal, por ejemplo, la
tensión que provoca en el estómago el hambre. El objetivo de la pulsión es suprimir el estado de
tensión.
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‘yo’ limitado. Y, por otro lado, en la conciencia del Otro, otro al que necesita, por lo tanto al
que le otorga poder.
Sin duda, podemos afirmar que es con el principio de realidad cuando aparece, por primera
vez, la conciencia de la necesidad política. Es decir, cuando el sujeto siente la necesidad de
establecer la máxima atención a los acontecimientos que se producen para interiorizar los
requisitos condicionales que le establecerá la madre para poder satisfacer sus deseos. En ese
momento la madre representa el poder porque tiene lo que le falta al sujeto. Empieza el viaje
iniciático de un camino que ya no cesará nunca más. Y de este modo, el principio de la
realidad se consolidará como la subyugación del principio del placer, provocando
progresivamente la sublimación de los deseos(8) y como consecuencia, dirá Lacan, "un
descentramiento del yo", a favor de un inconsciente dominante que será el causante del
malestar, en un mundo donde las condiciones de satisfacción pulsional están lejos de ser
equitativas. El resultado será un inconsciente enfermo, causa directa del síntoma, “el retorno
de la verdad como tal en la falla de un saber”(9), un saber que se legitima bajo el concepto
científico de la verdad y que Lacan remitirá al orden del discurso del Amo.
8
“Malestar en la Cultura”[1930], Obras completas V. 21; (5ed) ; Amorrourtu: Buenos Aires, 1997,
p. 57-140.
9
Lacan, J., “Del sujeto por fin cuestionado”, Escritos 1[1966]; S.XXI: Madrid, 2000, pág. 224.
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10
El 15 de marzo de 2003, por primera vez la Organización Mundial de la Salud, anuncia la alerta
mundial por lo que denomina Síndrome Respiratorio Agudo o Neumonía Atípica. Uno de los
múltiples coronavirus del que desconocen su estructura organizativa y por lo tanto del que carecen de
tratamiento específico eficaz. A 29 de abril, el número de casos reportados a nivel mundial es de más
de 5050 casos, con un total de 321 muertos. Las zonas de alto riesgo, es decir, donde se localizan
cadenas locales de transmisión, son: el sudeste asiático, concretamente en China con Guangdong,
Pekín, Taiwán, Bangkok y Hong Kong, se extiende a Singapur, Vietnam y Canadá. Existen solo en
EEUU 725 casos. También están apareciendo casos aislados en Europa.
11
Freud, S., “Conferencias de introducción al psicoanálisis “[1915-16], Obras completas V. 15,
Amorrourtu: Buenos Aires, 1999, pág. 22.
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experiencia hasta llegar al oculto constructo inconsciente que nos reprime desde el interior y
que forma parte de una lengua hablada determinada, de la cual únicamente el sujeto sabe el
significado que ha adquirido en la construcción del yo. Por consiguiente, el análisis del sujeto
escindido a través de las palabras nos ponen en contacto no sólo con el orden estructurante
social exterior al yo, el orden consciente, sino con un orden inconsciente también
estructurante que forma parte de la psique humana. Las palabras, fallas del lenguaje,
adquieren el estatuto del único instrumento para la cura de las dolencias anímicas, del sujeto
escindido.
Desconocemos al inconsciente, pero a través de las palabras nos seduce e intriga emitiendo
señales, síntomas de un sujeto escindido. Lacan interpreta a éstas como partes de las cadenas
significantes del inconsciente. Éste se estructura como un lenguaje y, como todo lenguaje,
sus significantes tienen un carácter arbitrario en relación con el significado, el cual también
varía en función de las relaciones diferenciales de la estructura que determinan al sujeto.
Lacan interpreta los síntomas del inconsciente a partir de la teoría del significante (12),
apuntada por la teoría lingüística de Saussure (13). Concretamente por la idea del carácter
arbitrario del significante con respecto al referente que nombra y la adquisición de su valor
semántico en virtud de la posición diferencial dentro de la estructura del lenguaje. Para la
lingüística saussuriana el sentido de todo significante, cuya unidad más pequeña es el fonema,
viene determinado por las relaciones que entre ellos establece cada lengua. Un solo fonema
puede modificar el sentido de la cadena de significantes. Véase por ejemplo como los
significantes “c” y “t” modifican respectivamente el sentido de “junco” y “junto”, de tal
modo que, el sentido específico de cada significante depende totalmente de la relación que
12
Teoría General del Significante, dice Althusser, de la cual dependen dos teorías regionales: la
Teoría Regional Lingüística y la Teoría Regional del discurso Inconsciente. Para más información
sobre este punto leer: “Tres notas sobre la teoría de los discursos” en Escritos sobre psicoanálisis.
Freud y Lacan, S.XXI: Madrid, 1996, [págs. 105-145]
13
Saussure, F., Curso de lingüística general [1915]; ed. Akal: Madrid, 2000.
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establece con los otros en la cadena significante. Lo mismo sucede con idénticos significantes
distribuidos en orden distinto, por ejemplo, no es lo mismo dentro de la lengua castellana
decir: un caso o un saco, el significado varía aunque los fonemas sean los mismos. En
cualquier caso, el significado concreto de cada significante es arbitrario en cada lenguaje,
aunque, una vez establecido, el significante y el significado adquieren funciones
determinantes para la comunicación, siempre existen desplazamientos. Momento clave para
Lacan, pues coincide una misma cadena significante para distintos significados, lo que le
permite diferenciar entre lenguaje (cualquiera que sea el idioma) y lengua hablada (el decir
de un sujeto). De esto deriva que todo síntoma (significante del inconsciente) en realidad se
resiste a todo sentido del saber consciente y, por eso, el significado que adquiere una cadena
de significantes (síntomas) depende del sentido que aporta el sujeto inconsciente, por lo tanto,
afirma que: “existe un incesante deslizamiento del significado por debajo del significante” (14).
Esta teoría de la relatividad del signo lingüístico, Lacan la aplica al análisis epistemológico
del sujeto. Entiende que existen unos significantes-sujetos dentro de una estructura
dominante de la cual hay que despejar el significado del verdadero discurso estructurante del
inconsciente que interviene en la constitución de cada sujeto. El ‘sujeto’ es, afirma Lacan, un
significante vacío cuyo significado se adquiere en relación con otros ‘sujetos’ significantes.
Pero no hay que confundir esta teoría del significado deslizante de Lacan, con el alejamiento
de éste de la idea de una verdad oculta en el sujeto como afirma Freud. Todo lo contrario,
para Lacan, la verdad, la realidad, está más allá de lo simbólico.
14
Lacan, J., Escritos 1[1966]; S.XXI: Madrid, 2000, pág.
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Entonces, nos podemos preguntar cuál será el criterio para saber que un sujeto experimenta
esa verdad. O, como se pregunta Lacan, en qué concuerda universalmente el conocimiento
del sujeto, cuál es la estructura epistemológica del sujeto. Lacan, lejos de toda metafísica,
pero también de todo empirismo racionalista, en Más allá del “principio de realidad”(16)
critica al asociacionismo(17) apoyado en el empirismo de Locke(18). Quien si bien critica los
principios innatos y afirma los principios especulativos, también es cierto que, para Locke,
estos últimos se adquieren a través de las “ideas”, lo que denomina “fenómenos mentales”.
De los cuales distingue de dos tipos: las ideas de sensación (que dependen de la experiencia
sensible externa) y las ideas de reflexión, que se elaboran a partir de las primeras (dependen
de la experiencia interna). De tal modo que ambas ideas aparecen en el entendimiento como
materiales de la razón, pero dependen de los sentidos. Pues, para Locke, no existe nada en el
intelecto que antes no esté en los sentidos, excepto el propio intelecto, o sea la razón.
15
Ver el apartado III del presente artículo.
16
Ibid., pág. 67-85.
17
Facción de la Psicología que fundamenta el mecanismo de la psique humana sobre la asociación de
las ideas.
18
Desarrollado en Essay, un estudio sobre los límites del entendimiento humano a partir de los modos
como se adquiere el conocimiento y como se formulan los juicios.
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los errores provienen de los sentidos. El asociacionismo adopta esta concepción y afirma que
la imagen se presenta como una ilusión resultado de una sensación debilitada, es decir, menos
segura, de la realidad. Por lo tanto que la ilusión se presenta como el eco o la sombra de la
sensación, identificada con su huella, con el engrama(19). Por el contrario, para Lacan el orden
imaginario no pertenece al orden de los sentidos, sino al orden de las ideas, entendidas éstas
en el sentido althusseriano(20), ideas como teorías estructurantes, como ideologías
dominantes. Así, lejos de vincular las construcciones imaginarias con los sentidos, Lacan las
relaciona directamente con las imposiciones teóricas, en el sentido del discurso estructurante,
de los poderes hegemónicos.
19
Concepto mecanicista de la teoría asociacionista que sirve para designar el elemento psicofísico.
Idem, pág. 69.
20
“Trois notes sur la théorie des discours”, Écrits sur la psychanalyse. Freud et Lacan; Stock/Imec.
1993, [111-170]
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sociales. Así, los fenómenos psíquicos, lejos de ser ilusorios, adquieren un carácter más que
real. Éstos se convierten en la verdad testimonial que sirve para la denuncia del malestar
humano. Los síntomas psíquicos son el grito que surge de las más remotas profundidades del
ser humano, es el signo de su enfermedad. Testimonio de la conexión directa entre la realidad
de las patologías psíquicas y su origen en las relaciones humanas de dominio, aún más con
las relaciones sociales de poder, con la cultura política, con la política. La politización de la
práctica psicoanalítica es inevitable por su carácter de denuncia de la cultura dominante. Una
cultura que lejos de democratizar la convivencia enajena al sujeto y homogeneiza a los
individuos estableciendo por adelantado una estructura inconsciente dominante relegando al
sujeto a un puro significante. Una cultura alienante, dirá Althusser, que establece por
adelantado una plaza vacía del sujeto en la estructura, de tal modo que solo será reconocido
aquel que ocupe dicha plaza. O como dirá Adorno, un sujeto-objeto instrumento del sistema
hegemónico.
Frente a esta cosificación del sujeto, el deseo emerge, como expresión de vida, por encima
de las formas estructurantes. Y la patología psíquica se presenta como una denuncia
exagerada que no sabe de leyes dominantes, por lo tanto, que no obedece a razones sino a la
verdad del sujeto escindido. Pero en la patología psíquica de un individuo, el síntoma no lo
es de una enfermedad que se puede aislar al modo del conocimiento científico de la
geognosía, como si se tratase de rocas, como si fuese un yo cerrado, acabado, aislado,
hipostasiable, pues actuar así sería fragmentar nuevamente la verdad del individuo que está
en constante desplazamiento. El síntoma lo es de una dolencia anímica del yo que está
atravesado por una realidad que le viene dada, por una estructura que le determina en su
constitución, con la que se entremezcla su yo. Esa estructura se introduce por la vía del
lenguaje en el inconsciente. Por eso, para intentar romper la estructura que condiciona las
cadenas significantes del inconsciente, la experiencia analítica introduce dos leyes: la de no
omisión, es decir, trabajar con todo aquello cotidiano e incluso ordinario que como tal se
desecha. Y la ley de no sistematización, es decir, pone como condición de la experiencia la
incoherencia, es decir, las representaciones aparentemente sin sentido, así como aquellos
hechos “sin importancia”, los desechos, como ya hemos dicho, los lapsus del lenguaje y fallas
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de la acción. Ambas leyes son lo que Freud denominó: la ley de asociación libre, la que
permite atender a lo que se denomina incoherencia. Que no quiere decir sin sentido, sino que
atiende a otro sistema lógico, aunque éste no nos guste, al sentido de las cadenas significantes
del sujeto que denuncia la estructura que le atraviesa.
Extrapolemos lo dicho al caso del ataque invasivo que ha hecho EEUU-Gran Bretaña contra
Iraq, con el soporte Español. En las televisiones cuando nos muestran en un mapa geográfico
los avances del ejército invasor hacia Bagdad aparece en su lugar dos banderas unidas, la
americana y la inglesa. Todos sabemos que las banderas son símbolos, pero en este caso
funcionan como un significante, que para un sistema lógico, por ejemplo el mío, significa el
olvido anunciado de antemano, es decir, la canalla relativización de las muertes que se
producen, en este caso, en el ejército invasor en nombre del triunfo que implica que esas
banderas ondeen desde el centro político de Bagdad simbolizando el triunfo de los vivos. Es
decir, es un síntoma del incoherente discurso que en nombre de un ataque que pudiera
efectuar bajas americanas o inglesas, en nombre de una guerra preventiva, adelanta esas
bajas. Sin embargo, este significante puede responder a otro sistema lógico en el que la
incoherencia, ya no es tal: se trata de la muerte selectiva del propio pueblo americano. Bajas
constituidas básicamente por ciudadanos que lo son después de ser inmigrantes y a los cuales
el estado les ha ofrecido una oportunidad ciudadana. Inmigrantes de países empobrecidos
por la lógica económica mundial especialmente liderada por el propio gobierno americano.
La lógica reina, y las cartas ya están echadas, esta invasión de Irak permite no sólo evitar la
posibilidad de que no se produzca ese ataque del que se quieren prevenir, sino que además
mediante el asesinato previo del pueblo Iraquí se establecen las bases de las condiciones
dominantes entre las partes que quedan vivas. Sin vacilar se alcanza el objetivo verdadero:
en este caso, distribuir la materia prima del país invadido entre los poderes selectos que lejos
de actuar por los derechos humanos de los pueblos iraquí y americano lo hacen en nombre
de los intereses particulares de una selecta minoría de carroñeros. Abandonando en este punto
el ejemplo, nos quedamos con la triste lección de los desplazamientos del significado. Se
trata de evidenciar, como dice Althusser, que existe una sobreproducción de sentidos. Y por
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lo tanto de denunciar y acabar con aquellos que más nos estrangulan, extirpando la lógica de
la mesa del juego.
Cuando Lacan propugna la recuperación del ser, revela el mecanismo de la construcción del
‘yo’ fundamentado en la falta, la identificación primaria que precipita una imagen –imago-
traicionando los signos del malestar y asumiendo un bienestar, una imagen imaginaria que
olvida la fragmentación de la realidad deseando completar las insuficiencias. Esa imagen que
falsea la realidad del sujeto desplazándola al inconsciente, y poniendo en su lugar una imagen
falsa, la ansiada autonomía, es el fantasma. Contra eso, Lacan afirma que “el ‘yo’ debe
concebirse como centrado sobre el sistema de percepción-conciencia, como organizado por
el “principio de realidad” en que se formula el prejuicio cientifista más opuesto a la dialéctica
del conocimiento que indica que partamos del desconocimiento” (21). Es decir, que el “yo”
está representando una realidad ilusoria en tanto que en realidad el sujeto está ocupando una
plaza de la estructura que lejos de esperar de él identidad y autonomía, no sólo prescinde del
sujeto sino que lo censura y lo convierte en un objeto de la cadena estructurante del sistema
económico del Amo y el esclavo. En este contexto es en el que adquiere significado el analista
que no habla, que no estructura, y un analizante que a través de su propio lenguaje -pues
como hemos dicho el lenguaje, las palabras, ante todo significan para un sujeto- a través de
su propia interpretación del discurso narrativo y de sus fallas, poco a poco, mediante la
transferencia(22), irá descomponiendo las piezas del puzzle. Hasta dejar al descubierto la
imagen(23) primera, lo que se interpreta, en el sentido de representar, es decir, aparentar ser
21
Lacan, J., “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je]”, Escritos 1; S.XXI:
Madrid, 2000, pág. 92.
22
En psicoanálisis significa el proceso mediante el cual, en el marco de un tipo de relación establecida
en el análisis, el sujeto repite ciertos prototipos infantiles en los que se pone en juego su problemática
específica.
23
La imagen del padre o de la madre o del adulto todo poderoso, la imago que hasta entonces el sujeto
ignoraba y a la cual evocaba constantemente con su conducta. Esa imagen que se ha introducido a
través de las relaciones familiares adquiriéndose así los primeros valores culturales en el individuo
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Poner de manifiesto que existe un orden simbólico estructurante de la realidad del sujeto, es
lo que Lacan nos muestra relacionando la estructura lingüística y la estructura del
inconsciente. Y establece una estrecha relación entre el orden simbólico y el orden imaginario
respecto a la constitución de la psique humana. A diferencia de Freud (24),quien no habla de
lo simbólico sino de la simbología que pertenece al orden de las representaciones culturales,
exterior al sujeto, para Lacan lo simbólico se introduce a través del lenguaje en la estructura
inconsciente del sujeto, formando parte estructurante de la propia constitución del sujeto
inconsciente. De tal manera que, al margen de las simbolizaciones lingüísticas de la
conciencia, el inconsciente, estructurado como un lenguaje, también simboliza sus
significados. Y al igual que todo lenguaje, los significados del inconsciente se establecen con
una rigidez tal que el sujeto dividido es el resultado de ese dominio. Como consecuencia
Lacan concluye que es la rigidez del lenguaje del inconsciente, en tanto que orden simbólico
establecido por el insuperable Otro(25)/‘yo’, el que produce la enajenación. Ese Otro a través
aún sin personalidad. Éste, el niño ausente de categorías –lo cual le permite captar mejor todo tipo de
signos -, mediante la asimilación de unas relaciones sociales concretas, está imitando conductas que
luego se convertirán en la causa directa de su malestar, creando una identidad falsa frente a la cual la
verdad emergerá como patologías. Ver Lacan, J., “Más allá del ‘principio de realidad’”, Escritos 1;
S.XXI: Madrid, 2000, pág. 82
24
Tótem y tabú, y otras obras, Obras completas V. 13; (5ed.) Amorrourtu: Buenos Aires, 1997.
25
El Otro es precisamente eso, el otro en mayúsculas, quien afirma la palabra como verdad.
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del cual se falsea el propio deseo que, mediante la cadena de significantes del inconsciente,
ha sido anulado y sustituido por el deseo de éste.
I) El engaño del orden Real se filtrará en el sujeto provocando una fractura sobre sí mismo.
Se introducirá precisamente en ese momento en el que la psique tiene la capacidad de crear
un doble idealizado. Es el orden de lo IMAGINARIO, que Lacan explica a través del estadio
del espejo(26). Este último se trata de un proceso de identificación primaria del yo, estado de
premaduración dirá Lacan(27). Concretamente se trata de la decepción e impotencia que siente
el niño cuando por primera vez se ve ante el espejo y reconoce su imagen frágil –ni tan sólo
puede sostenerse- reflejada. En ese momento el niño identifica, por primera vez, su imagen
e intenta paralizar el movimiento que delata su fragilidad y, en ese instante asume como
26
La teoría del estadio del espejo que elabora Lacan hace referencia a un momento estructurante y
genético de la constitución de la realidad. Para analizar su exposición ver: “El estadio del espejo como
formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” Escritos 1;
S.XXI: Madrid, 2000, pág. 86-93.
27
“La agresividad en psicoanálisis” Escritos 1; S.XXI: Madrid, 2000, pág. 104.
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propia esa imagen estática, identificación primaria, que es, simplemente, una construcción
imaginaria del sujeto [Moi-yo]. Una imagen dramática –dirá Lacan- consecuencia de la
insuficiencia motriz que siente al reconocer sus limitaciones, su impotencia física. Ese doble
será representado a través del inconsciente (que pertenece al orden del deseo) pero también
donde se introduce, vía el lenguaje estructurado, el deseo del otro. Por eso, esta identidad es
enajenante, en tanto que simula completar las insuficiencias reales. Una simulación que va a
marcar toda la estructura psíquica del sujeto. Y primaria porque es la primera concepción
epistemológica del yo que se producirá antes de su determinación social producida por la
identificación secundaria. Compuesta por dos fases, primero, por el complejo de Edipo, la
introyección de la imago del padre, es decir, la identificación con lo otro, y, segundo, la
identificación edípica, el “yo”, Otro(28), es decir, antes de que el lenguaje le restituya en lo
universal su función de sujeto [JE-yo], posición simbólica del sujeto.
Tanto el orden de lo Real, como el orden de lo imaginario son fundamentales para analizar
la realidad estructurante del sujeto. Ambos ordenes están relacionados y son imprescindibles
para el análisis político. Sólo un ejemplo, en el caso del PADRE REAL, éste quiere ser uno
(lo que debe ser) es decir, dar una imagen de sí compacta, sus convicciones, sus creencias,
su ley, pero la vida cotidiana, la realidad lo delata.
Así, la figura del padre es doble, como sucede con la figura del Estado, pues aparece algo
que no es exactamente idéntico con lo que quiere ser (el orden imaginario), o queremos que
sea, es lo que el propio Lacan denomina la ley del duelo. Ésta de algún modo se pretende
compensar a través del sacrificio, como sucede por ejemplo en las guerras. Se trata de
sacrificar (uno de los más antiguos ritos cultural) sujetos –objetos- en nombre del Sujeto
Real, cuya única diferencia entre ambos es el orden que ocupan dentro de la estructura.
S) Finalmente, más allá de lo real y de lo imaginario, y sin ser autónomo de ellos, el orden
de lo SIMBÓLICO que los aúna y relaciona directamente con la estructura. Es esa
28
Ver nota 23.
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identificación del sujeto que en realidad tiene que ver con el deseo del Otro. La identificación
edípica que Lacan relaciona con el “yo” que la tradición ha confundido con el sujeto.
Althusser asimilará el estatuto de la estructura con la teoría misma y según su concepción, lo
simbólico debe ser entendido como la producción del objeto teórico original y específico.
Así pues, siguiendo esta misma estructura triangular del sujeto lacaniano, Althusser(29)
equipara la idea de sujeto con la estructura. Distribuyendo paralelamente en la estructura lo
siguiente: en el lugar de lo Real del sujeto, en la estructura coloca las plazas y elementos que
están asumiendo los roles que le asigna ésta. Pues sin duda para Althusser es el ‘sujeto’ quien
sirve de soporte a la estructura misma. Por eso afirma que cada modo de producción se
caracteriza por singularidades correspondientes al valor de las relaciones. En el lugar del
orden imaginario del sujeto, en la estructura coloca las relaciones de producción
determinadas por las relaciones diferenciales entre los objetos y agentes de lo simbólico. En
el orden simbólico que establece Lacan, Althusser ubica los objetos y agentes de la estructura
que tienen un valor simbólico, objetos e instrumentos de producción y fuerza de trabajo.
Nada que ver con el ser.
29
Ob. Cit.
30
Deleuze, G. “ A quoi reconnait-on le estructuralisme?” en François Châtelet. Le XXe siècle. Histoire
de la Philosophie, VIII; Hachette: Paris, red.2000[pp. 299-335], pág. 305.
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trabajadores sacrificados, con derechos limitados. Ciudadanos reconocidos con una dignidad
establecida a priori por las condiciones económicas. Así como derechos aparentemente
privados de ser padres o madres(31). Y todo ello para evitar que sean sujetos con una identidad
autónoma que, lejos de reproducir roles, realicen proyectos propios, lo que fracturaría de raíz
la estructura del sistema económico político global. Por lo tanto, los intereses de esta
estructura dominante no se preocupa del sujeto particular que ocupa la plaza, sino todo lo
contrario, el sujeto para ser escuchado tiene que ocupar el lugar que le asigna la estructura.
En consecuencia, para descifrar cuál es la verdad del sujeto, sustraído del orden simbólico
que ocupa en la estructura, es necesario saber de qué está compuesto su imaginario, cómo
funciona el sujeto cognoscente. Y para ello la palabra, el decir del sujeto inconsciente se
vuelve clave. Lacan afirma que existe un resto de verdad que es el resultado de restar a lo
imaginario lo simbólico, y lo que nos queda es la verdad inconsciente, lo que denomina el
objeto <<a>>. La importancia para Lacan de recuperar la propia experiencia, el objeto <<a>>
- es una manera de instaurar la instancia de la letra en el inconsciente-, del yo, está en
demostrar que no todo es estructura en el sujeto, sino que existe en la vida psíquica algo
irreductible que se mantiene latente, a pesar de las censuras.
Así, con el fin de conocer mejor la verdad del sujeto, al objeto <<a>> y entendiendo que no
existe un metalenguaje que pueda dar razones del inconsciente, tan solo esas fugas existentes
en el discurso, significantes del inconsciente a través de la palabra, Lacan hace suya la
diferenciación entre lenguaje y lengua –lenguaje hablado- que hace Saussure. Es decir, entre
31
Una crítica de este tipo, nos permite entender mejor ciertas actitudes, como por ejemplo el personaje
que desarrolla el escritor Michael Cunninghan en The hours recientemente pasada al celuloide por
Stephen Daldy: Se trata de un personaje que de la pluma de Virginia Wolf representa una mujer,
casada con dos hijos. Una mujer que siente que sólo es la madre de un niño, que no deja de perseguirle
por la casa, y la esposa perfecta que desea su marido. Ambos roles con los que no se siente identificada
en absoluto. Ante su evidente infelicidad decide quitarse la vida. Sin embargo, finalmente decide que
con un error basta, el de asumir un rol, y ante su angustia vital decide abandonar ese tipo de vida y se
marcha.
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lenguaje y lengua primera, la materna, que como ya hemos dicho nada tiene que ver con los
idiomas sino más bien con las palabras utilizadas, con el sentido que adquieren las palabras,
con el uso de la lengua. El lenguaje hablado es el decir de cada uno, distinto en cada casa,
aunque el idioma sea el mismo. En realidad para Lacan el inconsciente se estructura como
un lenguaje pero se manifiesta como una lengua, es decir, en el lenguaje hablado que regirá
el inconsciente. Un inconsciente constituido según dos leyes: la metáfora y la metonimia. Un
lingüista diría que la metáfora y la metonimia son dos figuras de la retórica que no definen
el lenguaje, pero el concepto de metáfora y metonimia que utiliza Lacan nada tiene que ver
con las figuras del lenguaje(32). Éstas son dos leyes que rigen la estructura del inconsciente:
la ley de la metáfora, según la cual toda verdad del inconsciente no es enteramente
significable, por lo tanto, nuestra aproximación siempre es metafórica, son representaciones
del inconsciente. En el cual se producen una serie de desplazamientos del significado entre
dos series de cadenas significantes, la ley de la metonimia.
32
Como muy bien señala el psicoanalísta y docente de la Universidad de París VII, Nasio, J.D., El
magnifico Niño del Psicoanálisis; Gedisa: Barcelona, 1996, pág. 49.
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Lacan se apoya en Gödel, el cual demostró que no se pueden formalizar todas las
proposiciones matemáticas, es decir, existen verdades que no son demostrables, las
indecibles. Pero éstas nada tienen que ver con un orden metafísico, sino con un orden lógico
matemático. Es decir, se refieren a aquellas proposiciones analíticas que no son ni verdaderas
ni falsas, sino que son indecibles, como el pequeño objeto <<a>>. Lacan establece una
correspondencia entre los tres tipos de relaciones que fundamentan las matemáticas y la
estructura del sujeto, que hemos visto en el apartado anterior. Así, con el orden de: lo real
del sujeto, se corresponde en matemáticas con las relaciones particulares, concretas, es decir,
los elementos reales, con valores específicos: 2+3=5; con el orden imaginario de sujeto, se
corresponde con las relaciones complejas, es decir, imaginarias en tanto que hacen
2 2 2
abstracción, generalizaciones entre elementos cuyos valores no son específicos: x + y – R
= 0 (ecuación de la circunferencia de radio R centrada en el origen, en el cero) siguiendo por
este camino, en esta categoría se llegan a relaciones entre números complejos, algo que no
se puede representar; y lo simbólico, corresponde a las relaciones simbólicas (todo lo que
sirve para relacionar elementos, por ejemplo, la suma). Las relaciones simbólicas se utilizan
en el cálculo diferencial (se hace sobre las relaciones imaginarias) y es ahí donde cobran su
verdadera importancia, donde se establecen todas las posibles relaciones entre elementos.
El cálculo diferencial es cualquier cálculo donde aparece una derivada; es decir, se pretende
trabajar con aspectos relativos a la tasa de variación de una o varias funciones. O sea, se trata
de estudiar el incremento de tiempo en una función <<a>>, analizando como varían las
imágenes en función de cómo varían los puntos. La derivada de la función (F) en el punto
<<a>> se representa así F’(a). Para el tratamiento cualitativo de las derivadas de las funciones
en puntos concretos <<a>> es decir, de F' (a), es necesario considerar puntos x diferentes a
<<a>> pero que estén lo más cercanos posibles a <<a>>. Y esto permite calcular la Imagen
de F(a) en el punto x. El límite de x que tiende <<a>>, en el que <<x>> es un punto
determinado de la función <<a>>, la que se quiere calcular y se representa así:
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Pero nunca <<x>> y <<a>> pueden ser iguales porque la función derivada daría 0 y
desaparecería la relación. Todo este cálculo permite establecer relaciones entre elementos
que ellos mismos no tienen ningún valor determinado y que se determinan recíprocamente
en la relación estructural.
1) los elementos simbólicos: en los que se encarnan los seres y objetos reales de la estructura
considerada.
2) las relaciones diferenciales, las cuales se actualizan en las relaciones reales entre estos
seres. O sea, relaciones en las que se entra y permite distinguirse recíprocamente.
3) los puntos singulares, son las plazas, los lugares, de la estructura que distribuyen los roles
o las actitudes imaginarias de los seres que las ocupan.
Solo desde ese movimiento dialéctico podremos desnudar a la realidad, arrancándole el corsé
de lo real. O dicho de un modo más clásico, pero por desgracia más contemporáneo,
podremos decirle al Rey que va desnudo y dejar de inventarnos sus ropajes.
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(33)
“Entonces no es nada raro que te parezcas a él”
33
La conocida paradoja de los Hermanos Marx.
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La concepción lingüística del sujeto que elabora Lacan, es el resultado del efecto del discurso,
sin embargo, al igual que la tradición moderna, se pregunta por ese sujeto a priori, antes de
todo lenguaje que lo estructure y lo haga universable: el sujeto finito, el sujeto particular. Se
34
Deleuze, Ob. Cit. pág., 326.
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pregunta por la verdad del sujeto, es decir, por lo que le falta a todo saber para que este sea
absoluto. El saber del sujeto es individual en cuanto que la verdad de éste está relacionada
con su propio goce, que es individual e intransferible. En contra del sujeto absoluto hegeliano
fundamentado en que todo lo real es racional, Lacan afirma que la realidad es parcialmente
simbolizable, cifrable por el lenguaje. Pero como muy bien decía Althusser para dar una
verdad sobre el inconsciente es necesario la teorización. Y es a través del pequeño objeto
<<a>>, como Lacan representa lo imposible de simbolizar, lo que no tiene ley, pues no se
puede generalizar, por lo tanto, no se puede abstraer. El deseo del ser humano de satisfacción
absoluta.
Así, apoyándose en la teoría general del significante, el sujeto lacaniano es como una banda
de Möebius(35), en el que interior y exterior son dos caras de la misma banda. A sabiendas de
que toda teoría supera al objeto real, es decir, que una teoría del inconsciente es por derecho
la teoría de todos los efectos posibles del inconsciente, por lo tanto, no tiene por objeto un
objeto determinado, sino un objeto de conocimiento abstracto (objeto teórico) que posibilite
el conocimiento de los efectos en sus formas de existencia “real”. Asimismo, sabemos que el
inconsciente existe por sus efectos, y que estos se manifiestan dando prueba de la existencia
de unos mecanismos, unas formaciones del inconsciente, de unos sistemas determinados que
tienen unos efectos determinados. O sea, unos mecanismos que determinan la existencia de
una estructura psíquica que combina elementos concretos sometidos a unas leyes de
determinación especificados por una estructura, cuyos elementos son significantes-sujetos.
En definitiva, para Lacan la realidad psíquica es un continuo, una banda de Möebius cuyas
caras son por un lado, una estructura cuyos elementos significantes son los fantasmas, cuya
materia es lo imaginario, y cuya ley de orden es el carácter sintáctico. El modelo analítico-
matemático sirve para establecer una articularización de los elementos-síntomas de la
estructura psíquica, sin establecer un sentido, buscando así un efecto de significación
producido por la misma articulación sintáctica que produce el sujeto particular. Se trata de la
35
Una superficie rectangular no orientable de triangulización simple, es decir, en la que los distintos
extremos de arriba abajo y de derecha a izquierda A, B, C, D, unen sus extremos en A-D, B C.
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