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A finales del siglo XVIII y principios del XIX es que las lógicas industrialistas toman

lugar económica, social, cultural y geográficamente en nuestra historia, generando


tal impacto que si rebobinamos en el tiempo hacia el siglo XVII y traemos un sujeto
cualquiera a nuestra actualidad quedaría perplejo ante un entorno de estructuras y
transformaciones que difieren de forma abrupta a lo que el panorama de hace tres
siglos y un poco más ofrecía. De esta forma, la lectura hacia este proceso
económico de industrialización debe llegar más allá de la mera invención de sus
formas y entenderse como un fenómeno con numerosas desencadenantes, se debe
dar cuenta de un cambio paradigmático en la cosmovisión de la sociedad y un
progreso en las ciencias, destacablemente la psicología, siendo el conductismo una
parte esencial de ésta, el cual eventualmente se manifestaría.

Ya en el siglo XX el conductismo toma lugar y emerge en un contexto en el que


tienen un fuerte impacto las lógicas industriales. El advenimiento de las industrias
junto al sistema fabri harán prevalecer una imagen particular de la máquina, estando
dentro de esta en la producción una división del trabajo, en donde obreros ven
limitadas sus facultades creativas siendo parte más de un engranaje productivo,
dominados física y temporalmente por esta sistema, y en lo producido, vemos
fenómenos como el instaurado por Henry Ford en donde se presenta un modelo de
producción a gigantescas cantidades junto a un diseño estandarizado que
homogeneiza esta elaboración; una serie masiva de un mismo modelo.

John B. Watson, fundador de la psicología conductista desde la publicación de


“Psychology as the Behaviorist Views it”, conocido como “el manifiesto conductista”,
en una célebre frase ​indica cómo opera la imagen de la máquina en este paradigma,
sosteniendo que el aprendizaje hace de alguien lo que es y puede ocurrir que
cualquiera haga de alguien lo que quiera hacer a través de este.

“Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque
[control-asociado a la máquina], y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y
adiestrarlo [como “aprendizaje”] para que se convierta en un especialista de
cualquier tipo que yo pueda escoger; médico, abogado, artista, hombre de negocios
y, sí, incluso mendigo o ladrón, independientemente de su talento, inclinaciones,
tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados. Voy más allá de mis
hechos, y lo admito, pero también lo han hecho los defensores de lo contrario, y lo
han hecho durante muchos miles de años” (Watson, 1930)​. Watson sería el
responsable del lugar en el que se concibe el conductismo, bajo la premisa de que
la psicología debe centrarse en una conducta manifiesta, observable, sin apelar a la
abstracción mental, opuesta entonces a disciplinas psicodinámicas y
fenomenológicas, y entendiendo al individuo en relación a su entorno y a los
aprendizajes adquiridos, más no como un sujeto junto a su subjetividad y
conciencia.

Una postura conductista más radical y que complementa la teoría de Watson es la


de ​Burrhus Frederic Skinner​, que toma otra figura notable del paradigma conductista
y sostiene que todo lo que es el comportamiento es resultado de asociaciones
aprendidas y, a diferencia de Watson que se concentra en el antecedente de la
conducta, es decir, el estímulo y su respuesta contigua; Skinner centraría su
atención en la consecuencia de esta, es decir, la respuesta y el reforzamiento o no
de esta, agregando al concepto de condicionamiento clásico de Watson el
condicionamiento instrumental y operante. No obstante, ​el individuo sigue siendo
mecánico y un instrumento de aprendizaje/asociacionismo para ambos.

De esta forma entonces es que el conductismo, en sus primeras formulaciones,


sostiene la concepción de sujeto como la de uno marginal, donde sus cambios son
más cuantitativos que cualitativos y la operación específica que permite esos
cambios está asociada a una teoría del aprendizaje el cual es el mecanismo de
condicionamiento. Dicha teoría postula que el aprendizaje se manifiesta por la
asociación entre la experiencia con un estímulo y la respuesta que produce una
conducta observable. Watson concibe el aprendizaje como la asociación entre un
estímulo incondicionado que provoca una respuesta incondicionada; es decir, que
no está sometida a ninguna condición, con un estímulo neutro; que no provoca
nada, tal asociación va a permitir que ahora este sea un estímulo condicionado; hay
aprendizaje según Watson cuando hacemos de un estímulo neutro un estímulo
condicionado. ​Skinner frente a esta posición incorpora lo que sería el reforzamiento
e inhibidor de una conducta.

Debido al descubrimiento de este principio de condicionamiento, indagar más


acerca de este era de exclusiva importancia para los conductistas debido a que, por
una parte era posible detectar los estímulos, los cuales permitían definir mejor el
ambiente en el que se contextualiza el organismo y por otra, porque otorgaba
información clave para entender las respuestas complejas, las cuales se llevaron a
la suposición de que los comportamientos del ser humano estaban basados en
condicionamientos. Esto llevó a darle importancia al estudio del aprendizaje,
tomando como inicio a la etapa infantil.

Es sobre la base de esta formulación acerca de cómo se percibe el aprendizaje en


el individuo para la disciplina conductista que se da cabida al sistema educativo y su
legado contiguo, así gestionados. En el siglo XVIII cuando toma lugar el concepto de
despotismo ilustrado el cual se manifiesta en el fin de controlar la propagación de
las ideas de la ilustración con la creación de escuelas que tuvieran ciertos aspectos
limitados del movimiento, surgiendo así la creación de una educación de carácter
público, gratuito y obligatorio, cuyo fin, para ese entonces, era convertir niños en
futuros buenos soldados preparados para la guerra. Esta educación sienta sus
bases en el modelo prusiano, creado con el fin de evitar revoluciones mientras los
monarcas incluían dichos principios de la ilustración pero manteniendo el régimen
absolutista. La escuela prusiana se basaba fuertemente en la división de clases, su
estructura heredera del modelo espartano fomenta la disciplina, la obediencia y el
régimen autoritario, las personas no se construían como ciudadanos sino como
súbditos obedientes. Este modelo educativo actuaría como la semilla que se
expandirá a nivel internacional, adaptándolo en nuestro país y así creando nuestro
sistema educativo actual, el cual se construiría bajo el discurso de una educación
“para todos”, no obstante, siendo que la esencia misma del sistema venía de un
despotismo que perpetuaba los modelos competitivos, incentivados por el sistema
de calificaciones y exámenes, con sus respectivos castigos y premios.

“​Un hombre que perdiese de repente su aparato laríngeo sin tener lesiones en otros
mecanismos corporales, ya no sería capaz de pensar” (Watson, 1920). Bajo este
supuesto se desprende la apreciación de un individuo sin sujeto, como una mera
maquinaria compuesta por impulsos motores y sensitivos, parte de una plasticidad
moldeable en la cual la relación entre el sujeto y la facultad de pensar y aprender
sería más bien pasiva, Watson diría que somos los que otros nos han enseñado y
que no es que nosotros podamos intervenir en ello. Si bien, el conductismo actúa
como un sostén para eventualmente desarrollar otras disciplinas como el
cognitivismo, en donde si hay una estimación de una entidad y capacidad interna del
sujeto por aprender, y en nuestra actualidad científicamente se concibe de esa
forma, sucede que aunque nuestro modelo educativo sufrió una serie de reformas y
transformaciones en función de una mejoría en sus formas éticas, económicas,
inclusivas etcétera, la raíz de toda estructura/sistema termina por manifestarse de
todas formas.

Es entonces que más allá de la invención industrialista y conductista, el problema


radicaría en el legado y repercusión que perseguiría a nuestra sociedad hasta lo que
nos afecta hoy. ​La escuela regida por una economía industrial buscaba tener los
mejores resultados observables con el menor esfuerzo e inversión posible aplicando
fórmulas científicas y leyes generales, la escuela era la respuesta ideal a la
necesidad de trabajadores y los mismos empresarios del siglo XIX fueron los que
financiaron la escolarización obligatoria a través de sus fundaciones.

La directora de una escuela (quien era una famosa ex-atleta y no poseía ninguna de
las cualidades que debería estar presente en una persona dedicada a los niños)
llama a una reunión urgente a todos los estudiantes, estos se dirigen a la sala
indicada y obedientemente siguen las instrucciones de la señorita, la cual fríamente
les ordenó sentarse, todos ordenados en filas y columnas perfectamente puestas.
La directora de nombre Agatha Tronchatoro, llama a un estudiante en específico
(Bruce, quien físicamente era regordete) a pasar adelante y todos sus compañeros
exclaman en modo de sorpresa. Cuando él, con miedo y nerviosismo notorio en sus
movimientos, se dirige a donde se le pidió, la superior lo culpa de haberse robado y
comido el trozo de tarta que era de su pertenencia para hora de desayuno, por lo
cual, para castigarlo, le trae uno de los mismos trozos obligándolo a comerselo.
Cuando este lo logra, vuelve a traerle más, pero ahora son todos los pedazos
restantes de la tarta los que obliga al niño a comérselos, con el fin probablemente
de castigarlo severamente y con intenciones de generar un trauma, ya que de esta
forma “aprendería la lección”.

Cuando Bruce apenas está logrando su tarea y sus movimientos se hacen más
lentos e indecisos, una de sus compañeras, Matilda, comienza a alentarlo y el resto
la sigue, dándole ánimo para completar satisfactoriamente el morboso castigo.
Cuando logra hacerlo, la ira de la directora aumenta y termina por romper la base de
vidrio del pastel sobre la cabeza del niño, seguido de esto, castiga a todos los
presentes a quedarse horas extras en la escuela por haber actuado en contra de su
autoridad.

Esta escena forma parte de una de las películas más famosas de nuestra infancia
llamada “Matilda.” En donde forma parte de esta un estricto sistema educativo
fundado con el cimiento de la crueldad y autoritarismo por parte de la administrativa,
basada solo en una persona con las mismas cualidades, quien estrechamente cree
que la intimidación es el mejor método para dar clases y así educar a los niños, lo
que en realidad terminaría siendo una disciplina autoritaria con una estructura de
poder.

Esta situación la evidenciamos numerosas veces en nuestra contemporaneidad, a


pesar de que esta analogía está hecha al comparar una obra creada en el año
1996, a poco más de dos décadas atrás de nuestro hoy. De formas variables
notamos cómo se parecen nuestros sistemas de educación a los de la historia
antigua, con organizaciones autoritarias que acrecientan el individualismo y la
competencia, despojando a los niños de emociones sanas para ellos, especialmente
en nuestro país, el cual está catalogado como uno de los más estandarizados del
mundo.

“Nosotros no tenemos un currículum integral, es sesgado, en función únicamente de


los rendimientos de las pruebas. Los niños han perdido el derecho a una educación
completa, cada vez juegan, cantan y pintan menos, hacen menos deportes y teatro,
porque finalmente todo termina concentrándose en tres o cuatro áreas del
currículum, y esto les impide a los niños desarrollar sus capacidades.” (Aguilar,
2017).

Por esto mismo, este modelo de sistema educacional provoca aburrimiento del
mismo en los y las jóvenes, y especialmente en niños y niñas, y como
consecuencia, se genera una visión paupérrima de él, ya que poco les motiva
realmente aprender. Se coartan e ignoran los verdaderos intereses de los
estudiantes y este ambiente resulta ser un espacio basado en la competencia por
ser el mejor, porque su persona se ve condicionada por una evaluación la cual
define un rango de superioridad en el cual se ubica frente al resto de sus
compañero. Motivo por el cual entre los estudiantes se genera estrés debido a la
marcada jerarquía dentro de la cual quienes rinden en función de lo que el sistema
demanda, se les cataloga de mejor forma e incluso persona debido a su supuesta
inteligencia. Esta jerarquía es interiorizada por docentes y por los mismos
estudiantes quienes la aceptan y se ven limitados por ella, ya que se ven inmersos
en un sistema en el cual hay que obedecer y responder acorde a los requerimientos
del mandatario, frecuentemente establecido en el puesto de profesor y director.
Se les normaliza a volver a clases cuando el timbre suena y de no hacerlo, se
penaliza y se deja estipulado en “la hoja de vida” sobre el “mal comportamiento”.

Se enseña que hay horarios con los cuales cumplir, plazos dentro de los cuales se
debe aprender y memorizar las respuestas a las preguntas que el sistema cree
conveniente que se sepan y así sucede año tras año, donde se presenta materia la
cual deben interiorizar sin cuestionar, con la justificación de que esta es realmente
necesaria e importante, sin dar respuesta ante la duda de que realmente sea útil en
sus vidas futuras. No interesa el interés real por la materia, importa la capacidad del
estudiante para sintetizar y reproducir la materia, como si éste fuese un disco duro
el cual solo almacena información, por lo que desvirtúa completamente el rol que la
educación debería tener.

La divergencia no es una opción porque no se fomenta, e incluso, dando espacio a


una supuesta variedad de materias, no se estimula realmente un carácter equitativo
a cada una de las áreas a desarrollar. Por ejemplo, matemáticas es un ramo que
generalmente consta de 9 horas semanales, en contraste a artes visuales, ramo en
el cual si es que el colegio dota su malla curricular de éste, con suerte tendrá 2
horas, y si el estudiante que es brillante en artes no cumple las exigencias
academicas matematicas, a pesar de su genio creativo en otra asignatura, no es
alguien competente ni destacado, debido a que el área en el cual se desempeña y
sobresale no es relevante para el sistema educacional.

Desde que tenemos memoria nos introducen en una cueva que incluye prototipos ya
establecidos y enseñanzas ya determinadas por una administración superior y
autoritaria que logra formar las únicas sombras de la realidad que se nos permite
ver. Si es que logramos salir de aquella cueva, nos adentramos en un mundo
desconocido para nosotros, este nos genera gran impresión pero a la vez inquietud
e inseguridad, lo que vemos ahora no pudimos deducirlo antes, estuvimos
encerrados y encerradas en una burbuja permanente que establecía nuestros
límites.

El modelo educativo actual en nuestro país se basa en el principio de autoritarismo y


creado en un contexto en el que se intenciona crear súbditos obedientes y dóciles,
con el fin de llevarlos a la guerra. Toda esta herencia fue traspasada a nuestra
actualidad, moldean a los y las estudiantes con intenciones de formarlos como
trabajadores y trabajadoras y seguir una rutina establecida con intención de
adiestrar y excluir a los y las que no logran adaptarse al reglamento. Logran
constituir a los y las estudiantes como un producto manufacturado para luego formar
parte del modelo ideal, una escala estandarizada cuyo resultado define la calidad de
persona que eres, olvidando completamente la existencia de habilidades,
capacidades e intereses distintos. Se les dirige en una línea recta en la cual, si se
desvían y se dejan llevar por su propia concepción de las cosas, te castigan hasta el
punto de hacerlos creer que son los y las escolares quienes fracasan y no el
sistema.

El manifiesto conductista (obra de Watson que marcó un hito en la psicología


contemporánea) comienza con la siguiente afirmación: “La psicología como la ve el
conductista es una rama de las ciencias naturales, objetiva y experimental. Sus
metas teóricas son la predicción y el control de la conducta” (Watson, 1913, p. 158).
En ella presenta la necesidad de cambiar el objetivo de estudio de la psicología, la
cual, como este autor dice, debía ​ceñirse a lo observable y dejar de lado la mirada
hacia el interior de la mente del sujeto, ya que sin eso, no se podría estudiar de
manera objetiva. “Razón final para esto es aprender los métodos generales y
particulares por medio de los cuales pueda controlar la conducta” (p. 168).

Desde entonces la tarea de los conductistas se justificó en predecir y controlar la


conducta de los organismos: “Una ciencia debe conseguir algo más que una
descripción de la conducta como un hecho consumado. Debe ser capaz de predecir
el curso futuro de la acción” (Skinner, 1953/1970, p. 69).

El condicionamiento, por tanto, miraría al individuo como un sujeto manipulable el


cual se relaciona con el ambiente, y mediante a conocer su relación con este
también se tendría la explicación a su conducta.

Skinner, por su parte, en su novela llamada Walden Two (1994) presenta su utopía
de creer que su sistema basado en el condicionamiento operante podría ser
utilizado para crear una sociedad ideal, en la cual se erradican las malas conductas
(como la envidia, el individualismo, la competitividad y maldad) desde los inicios de
la vida del ser humano, mediante procesos de refuerzo y/o castigo.

Este mismo sistema de refuerzo y/o castigo se ha establecido de forma directa en la


sociedad educativa de nuestro país, el gran problema es, que esto termina por
homogeneizar al ser humano y en este caso, a los estudiantes, en donde se les
implanta un arquetipo con un patrón ya establecido para todos de la misma forma,
haciendo así que a los escolares se les discrimine por sus capacidades e intereses
distintos, los cuales se intentan modificar por medio del castigo, como malas
calificaciones, diagnóstico de enfermedad mental (como el Trastorno por Déficit de
Atención) que “deben ser tratados” y luego afectan a gran escala a la vida y
autoestima de los niños y niñas.

De esta manera nuestro sistema permite manipular al sujeto y moldearlo al gusto,


para lograr así que pueda funcionar, operar, pensar y actuar conforme a las
necesidades de ciertas personas e instituciones, manteniendo un carácter
completamente instrumental y dejando de lado las emociones de quienes son
partícipe de este modelo.
Si bien, aunque nuestra postura frente a la influencia del conductismo en la
educación es de desaprobación en muchos sentidos debido al carácter instrumental
con el cual se mira al estudiante (quien debe adquirir conductas y en caso de
presentar conductas las cuales no son deseadas se pueden eliminar o reemplazar),
admitimos que el conductismo tiene una enorme influencia sobre el sistema
tradicional de educación, por este mismo carácter instrumental, el cual se seguirá
manteniendo.

Consideramos necesario mantener un orden mediante sea posible gestionar los


tiempos en los cuales se distribuye la educación del estudiante y para lograr
establecer qué es debido hacer o no dentro del establecimiento, por la razón de que
estamos tratando con una persona en formación la cual necesita límites. A pesar de
esto, apuntamos a que en el sistema educacional actual debiera priorizar un
aprendizaje más allá de un adoctrinamiento y velar por un tipo de educación que
siente sus bases en el desarrollo del individuo como ser pensante y sintiente
mediante la relación e interacción con la materia establecida en la malla curricular
que les es enseñada.

El sistema educacional y la educación en sí debieran ser una herramienta la cual


dote y se utilice como instrumento que sirva al estudiante para poder enfrentarse al
mundo y no encasillar al mismo como un instrumento en el cual si eres lo
suficientemente apto para sintetizar lo que otros estiman que es necesario, eres
mejor que otro.

Apuntamos, finalizando lo anterior, a un sistema educacional el cual, si bien no deja


en completa libertad y al azar el destino del estudiante, deja su carácter meramente
instrumental sobre éste, y deja de verlo como un individuo moldeable, y le atribuye
su calidad humana, su capacidad de decisión y validación por lo que es, y no por lo
que logra en función a lo que otros le ordenan que haga.

“Si no estás teniendo diversión, no estás aprendiendo.”


Referencias

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Recuperado de
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