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Etapas de formación

La formación específica que ofrece el Seminario Mayor Nuestra Señora de


Suyapa busca hacer emerger en los seminaristas una convicción profunda, que
brota del asentimiento libre a la verdad del sacerdocio ministerial, que conduce
al ejercicio consciente y responsable del testimonio de vida. Y esto no en la
forma genérica del cristiano maduro, sino específicamente en la forma
del cristiano maduro que es el presbítero. Las etapas de la formación para el
ministerio presbiteral son tres y en ellas el seminarista asimila y profundiza
los distintos aspectos necesarios para la vida y el ministerio presbiteral. Cada
una de estas etapas son pasos que poseen en sí mismos un valor significativo
desde el punto de vista espiritual e intelectual, que al mismo tiempo nutren de
una gran eficacia al periodo formativo como iniciación en el ministerio. Te
invitamos a conocerlas
 Año introductorio
 Ciclo Filosófico
 Ciclo Teológico

AÑO INTRODUCTORIO

Jovenes del Año introductorio 2012, junto al Rector y otros formadores.


En la mayoría de las diócesis en América Latina, el programa del año
introductorio o propedéutico, como mejor se le conoce en el ambiente
formativo, es un año completo dedicado a la preparación de jóvenes antes de
que entren en un programa de filosofía (en ciertos casos forma parte del
primer año de filosofía.) Tomando como ejemplo la Conferencia Episcopal de
Colombia, las metas del año propedéutico se definen de esta manera:

El año propedéutico…tiene la finalidad de «iniciar a los jóvenes en todos los


aspectos fundamentales de la formación al presbiterado; llevar a un nivel
suficiente y homogéneo su preparación humana, cultural y religiosa; ayudarles
a profundizar el discernimiento vocacional, a fin de que puedan hacerse cargo
de las exigencias de la formación sacerdotal y de la vida en el seminario
mayor».

Esta definición describe un programa en el cual se capacita al joven para que


pueda responder a un proceso de crecimiento humano, cultural y religioso.
Según el documento publicado por la Congregación para la educación católica,
el año introductorio o propedéutico ha sido implantado de varias maneras en
diferentes diócesis, pero por lo general incluye las siguientes actividades:
 Formación humana bajo el cargo de un sacerdote y/o un psicólogo
 Formación en prácticas básicas de espiritualidad
 Fomentar la vida en comunidad
 Un mínimo nivel escolar – bachillerato en humanidades
 Trabajo pastoral básico

Instalaciones de la “casa San Jose” sede del Año introductorio del SMNSS

Por lo general el año propedéutico es distinto al del primer año de filosofía y es


«entendido como un modo prolongado de discernimiento vocacional, de
maduración en la vida espiritual y comunitaria, y también de una eventual
recuperación de preparación cultural en vista de la filosofía y de la
teología». En algunos casos, (Guatemala, por ejemplo), se le pone especial
atención a la adaptación cultural cuando el futuro seminarista es originario de
un grupo cultural y lingüísticamente distinto dentro de su propio país.

Esta descripción del año propedéutico indica que, en Latinoamérica, el


programa se dirige a jóvenes que provienen de seminarios menores o de la
secundaria con ningunos o escasos estudios universitarios.

CICLO FILOSÓFICO
Aun cuando los obstáculos que hoy se oponen a la enseñanza’ filosófica son
numerosos y difíciles, no se entiende cómo pueda infravalorarse o incluso
suprimiese la filosofía en la formación para un verdadero y auténtico
humanismo y, en particular, con miras a la misión sacerdotal. En efecto, la
voluntad de ceder a semejantes tentaciones significaría querer ignorar todo lo
que hay de más genuino y profundo en el pensamiento contemporáneo. Sin
duda alguna, los problemas filosóficos más fundamentales se encuentran hoy
como nunca al centro de las preocupaciones de los hombres de nuestro
tiempo, y ello hasta el punto de invadir todos los campos de la cultura: la
literatura (novelas, ensayos, poesía…), el teatro, el cine, la radio-televisión, e
incluso la canción.
En ellos se encuentran constantemente evocados los eternos temas del
pensamiento humano: el sentido de la vida y de la muerte, el sentido del bien
y del mal, el fundamento de los valores, la dignidad y los derechos de la
persona humana, la confrontación de las culturas y de su patrimonio espiritual,
el escándalo del sufrimiento, de la injusticia, de la opresión, de la violencia, la
naturaleza y las leyes del amor, el orden y el desorden en la naturaleza, los
problemas relativos a la educación, a la autoridad, a la libertad, el sentido de
la historia y del progreso, el misterio del más allá, y finalmente, sobre el fondo
de estos problemas, Dios, su existencia, su carácter personal y su providencia.

Es evidente que ninguno de estos problemas puede hallar una adecuada


solución al nivel de las ciencias positivas, naturales y humanas, porque sus
métodos específicos no ofrecen posibilidad alguna de afrontarlos de manera
satisfactoria. Semejantes cuestiones pertenecen a la esfera específica de la
filosofía, la cual, trascendiendo los aspectos meramente exteriores y parciales
de los fenómenos, se dirige a la realidad integral, tratando de comprenderla y
de explicarla a la luz de las últimas causas.

Así la filosofía, aun teniendo necesidad de la aportación de las ciencias


experimentales, se presenta como una ciencia distinta de las otras, autónoma
y de máxima importancia para el hombre, el cual siente interés no sólo por
observar, describir y ordenar los varios fenómenos, sino también y sobre todo
por comprender su verdadero valor y su más hondo sentido. Es claro que
ningún otro conocimiento de la realidad lleva las cosas a este supremo nivel de
la inteligencia, prerrogativa característica del espíritu humano. En tanto no se
da respuesta a estos interrogantes fundamentales, toda la cultura queda por
debajo de la capacidad especulativa de nuestra inteligencia. Puede decirse, por
consiguiente, que la filosofía tiene un valor cultural insustituible; ella
constituye el alma de la auténtica cultura, porque plantea las cuestiones sobre
el sentido de las cosas y de la existencia humana en el modo verdaderamente
adecuado a las aspiraciones más íntimas del hombre.

CICLO TEOLÓGICO
La tarea de la Iglesia católica es permear de valores a la sociedad en que se
inserta, por ello es primordial formar a sus futuros pastores con las
competencias científicas, técnicas, académicas, sociales, psicológicas, morales
y espirituales que les permitan ser instrumentos eficaces en el proceso de
desarrollo cultural y transformación de situaciones de injusticia e iniquidad
social de su entorno. Toda actividad pastoral en el mundo de hoy reclama una
formación humana amplia y una profundización critica de la fe con miras a
comprender tanto al hombre contemporáneo como los desafíos que debe
enfrentar para superar las crisis personales, familiares y sociales. El
compromiso de todo cristiano se alimenta de esta preparación. El seminario
Mayor nuestro Señora de Suyapa, es portador de valores humanos y
éticos, generador de conciencia crítica sobre la sociedad, iluminando con su
reflexión la problemática de la situación actual.

La carrera de teología desarrolla e implementa una formación teológica


dinámica y creativa, que es asumida personal y responsablemente de acuerdo
a la finalidad de la educación que se imparte en el Seminario, procurando
alcanzar una visión de la realidad nacional y una profunda experiencia de Dios
en los candidatos al sacerdocio ministerial, tal como reclamaron los obispos
latinoamericanos reunidos en Puebla y Santo Domingo de cara al tercer
milenio.

Por su misma naturaleza, la teología debe conducir al encuentro personal con


Dios, suscitando en quien la estudia un estímulo a

la oración y a la contemplación. La
espiritualidad que nace de una vida de fe es como una dimensión interna de la
teología. Una teología que no profundice en la fe, que no conduzca a orar,
puede ser un discurso de palabras sobre Dios; pero no será jamás un
verdadero discurso en torno a Dios, al Dios Vivo, al Dios que Es, y cuyo Ser es
el Amor. (Juan Pablo II, Discurso a los sacerdotes, Irlanda, 1º de octubre de
1979).
Para ello conviene que el futuro sacerdote se acerque a la teología con la razón
iluminada por una fe viva y operante, de suerte que las verdades estudiadas
lleguen a convertirse en principios de vida cristiana, aumenten su conocimiento
y relación personal con Cristo, le ayuden a profundizar su inserción vital en la
Iglesia y despierten en él la conciencia de su tarea apostólica

Hoy el sentido de lo existente nos está


preguntando por la razón de ser de una determinada manera de hacer teología
en este País y el compromiso con la realidad nos interpela acerca del rol que
juegan los ministros de la Santa Iglesia católica en esta hora crucial del
pueblo Hondureño. De allí que estas dos dimensiones sean inseparables para
una reflexión teológica que toque el nervio de la realidad y el de nuestras
posturas ante la misma. La nueva evangelización pide un nuevo modo de
hacer teología en la Iglesia: Una teología narrativa que, teniendo presente la
experiencia de Dios de nuestros seminaristas y de nuestro pueblo, busque
sistematizar responsablemente la actuación de Dios en la historia presente.

<p style="text-align: justify;">El Seminario Mayor es comunidad educativa en


camino y ofrece a quien es llamado por el se&ntilde;or para el servicio
apost&oacute;lico, la posibilidad de vivir la experiencia formativa que el
se&ntilde;or dedico a los doce (Cf. "Os dar&eacute; pastores&rdquo;, 60
&ndash; Papa Juan Pablo II). As&iacute;, pues, el Seminario tiene su retente
en la primera comunidad de los Doce Ap&oacute;stoles quienes en el
seguimiento de Se&ntilde;or, aprendieron del maestro y disponi&eacute;ndose
a recibir en Pentecost&eacute;s el don del Esp&iacute;ritu Santo, fueron
convocados para estar con el, y para ser enviados a evangelizar (Cf. Mac 3, 13
- 16) "El anuncio del Evangelio hoy&rdquo; (Evangelii Nuntiandi), 14)</p>

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