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La filosofía como sustento educativo del futuro

David Alejandro Acevedo Medina1

Al hablar de las políticas educativas propias de nuestro país, podemos pensar una infinidad de

cosas que pueden estar mal y todo aquello que deberíamos cambiar. Acá no pretendo dar una

solución a los problemas educativos, sino más que todo, una crítica y un comentario sobre lo que

está pasando, y sobre lo que considero debemos volver a tener en cuenta, a nivel educativo. Divido

este trabajo en tres momentos: primero, los procesos políticos como generadores de contenido,

donde se comenta el proceso político en el que está inmersa la educación y del cual no puede

salirse; segundo, la educación en Colombia y su falta de identidad; y tercero, la filosofía y su

posibilidad. Esto con el fin de plasmar una opinión, sobre el proceso educativo en el cual todos

estamos inmersos.

1. Los procesos políticos como generadores de contenido.

A través del recorrido histórico de la educación en la humanidad, es inevitable separar la educación

de la esfera política en la cual el hombre y la mujer se mueven. Ya desde los griegos (referente

obligatorio en la historia) se ve la manera en la cual la educación es una responsabilidad política,

pues se busca educar buenos ciudadanos a través del ejemplo y la imitación de los grandes héroes

mitológicos, como lo van a ser Aquiles y Áyax.

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Estudiante de la Licenciatura en Filosofía y lengua castellana de la Universidad Santo Tomás, inscrito a la Maestría
en filosofía latinoamericana por medio de la modalidad de Opción de Grado.

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De esta manera, vemos que los griegos lograron establecer una forma clara en su pensamiento

educativo, a saber: «tres son las características del pensamiento educativo: la búsqueda de una

racionalidad ideológica adecuada; la búsqueda de un sistema adecuado de instituciones y procesos,

y la búsqueda de una pedagogía adecuada» (Chinchilla, 1996, pág. 91). Así pues, vemos la manera

en la cual se construye el sistema educativo de la sofística griega, y podemos ver que lo que se

pretende es una educación adecuada a la sociedad griega, es decir, de ciertas características

especiales que permitan el desarrollo de las habilidades y competencias de los griegos.

El carácter político de los griegos, pensando en la concepción aristotélica del nos

manifiesta el sentido comunitario de todas nuestras acciones, por lo cual, la educación no va a ser

la excepción. Y a lo largo de la historia nos vamos a encontrar con esta influencia política a nivel

educativo en todas las épocas y civilizaciones. De esta forma, encontramos en la Edad Media, el

imperativo religioso que domina la educación y la limita bajo sus reglas de comprensión,

llegándose a pensar que hay unas cosas que deben ser pensadas, mientras que hay otras que, por

faltar a Dios, no deben ser jamás pensadas. Y así el transcurso de la historia nos mete en la Europa

moderna y vemos cómo la ciencia predomina y el método se mete en el centro de la educación,

donde se buscan concepciones certeras de la realidad y las ciencias exactas alcanzan su auge,

teniendo todas estas, un mecenazgo político.

Pero lo más relevante de este asunto es la manera en la cual la política se mezcla con el contenido

educativo, haciendo de este una extensión suya. Se educa en los ideales políticos que se tengan.

De esta manera, se busca satisfacer cierta clase de valores que se suponen fundamentales dentro

de la sociedad, que, ligados a la religión, la ideología o la necesidad, pueden ir variando conforme

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se necesite. Es decir, que la educación se transforma constantemente según quienes dirijan la

política.

Durante la historia colombiana, la educación ha sufrido cambios drásticos gracias a la constitución

política de la sociedad, claro ejemplo son las dos constituciones que se han tenido, la de 1886 y la

de 1991, cada una de las constituciones tiene un tinte característico. En la de 1886, en el artículo

41 se nos platea lo siguiente: «La educación pública será organizada y dirigida en concordancia

con la Religión católica» (Constitución política de Colombia, 1886). De esta forma, vemos cómo

la política, en este caso religiosa, está ligada netamente a la educación: se enseña lo que la iglesia

católica considere. Claro que esto en la historia no es nuevo, como ya lo mencioné antes, sin

embargo, si es un concepto que debemos tener muy en cuenta en la historia de las políticas

educativas del país.

Este proceso educativo se ve fortalecido por las políticas del Concilio Vaticano II, y los congresos

ecuménicos que tiene la iglesia en el Siglo XX, donde se manifiesta lo siguiente: «Todos los

cristianos, en cuanto han sido regenerados por el agua y el Espíritu Santo han sido constituidos

nuevas criaturas, y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana» (Pablo

VI, 1965). De esta forma, la escuela tradicional colombiana se centra en los valores de la iglesia y

se vuelve una extensión de ella, guiados por la biblia y las creencias. De resto se manifiesta en la

constitución que se respetará todo culto diferente, mientras respete la moral cristiana. Algo diría

Estanislao Zuleta sobre el cristianismo, hablando de la educación:

Los griegos tuvieron la gran ventaja de no contar con los perniciosos auspicios de la Santísima

Trinidad y del Espíritu Santo. Carecieron de un texto sagrado como la Biblia o el Corán, o algo por

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el estilo. No había con relación a qué ser hereje, ni existía una casta sacerdotal que funcionara como

depositaria de la verdad. (Zuleta, 2016, pág. 38)

No en vano, en nuestra sociedad actual, rezago de esa tradición cristiana, aún los valores se

justifican por la biblia, y los derechos y estatutos de la sociedad se justifican en la misma. A pesar,

de no haber sido escrita para nosotros.

Es gracias a esto, que vemos en la educación un camino hacia la santidad que busca la iglesia,

basados en un modelo de hombre, y de mujer, especificado en la sagrada escritura, pero qué, siendo

insuficiente, olvida las necesidades propias de los ciudadanos que está educando.

Siguiendo este camino de la política como rectora de los procesos educativos en Colombia, en el

año 1991, surge la reforma a la constitución política, con fuertes cambios de estructura. Ya no se

concibe a Colombia como un estado católico, sino laico, y a nivel educativo se manifiesta lo

siguiente: «En los establecimientos del Estado ninguna persona podrá ser obligada a recibir

educación religiosa» (Corte Constitucional de Colombia, 2016). Ya con esta nueva perspectiva, se

da paso a un nivel más universal del conocimiento, donde se permite la intervención del que piensa

diferente, y del que no cree o tiene otras creencias.

Con esto la educación adquiere un sentido más general y las políticas educativas empiezan a

comprenderse de tal manera, de una forma general. Hoy en día contamos con políticas que buscan

la inmersión total de todos los niños, niñas y jóvenes a la educación, por medio de la gratuidad de

la educación pública y estrategias políticas que buscan el mejoramiento de la educación. Sin

embargo, vemos en Colombia cómo, al igual que en el resto del mundo, se tiene a perder el sentido

educativo basado en la formación integral del estudiante y se ha concentrado en todo un proceso

que educa para el trabajo, donde se busca que el estudiante sea productivo y útil a la sociedad,

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estableciendo así una educación en sentido utilitarista, que busca que una persona contribuya en

mayor manera al mejoramiento y funcionamiento de las instituciones.

2. La educación colombiana y su falta de identidad

Husserl, plantea la fenomenología, entendiendo que para comprender una cosa (fenómeno) hay

que ir a la cosa misma. Por lo cual, siguiendo esta línea fenomenológica, aunque no en un sentido

estricto metodológico, debemos decir que, para comprender la realidad educativa, hay que ir a la

educación colombiana misma.

Más allá de hablar de lo que produce Colombia a nivel educativo, quiero hablar de un problema

general que tenemos, y este es la falta de identidad. La mayoría de nuestros procesos son pensados

de manera universal, cuando, deberían ser pensados de manera particular, en un espacio y tiempo

determinado.

Desde finales del siglo XV, llegan de Europa a América los conquistadores con ideales

completamente diferentes a los existente en las comunidades indígenas latinoamericanas. Se

rompen tradiciones, credos, ritos y mitologías sin importar nada, y políticamente, se impone el

credo, la política y las reglas que desde ese momento se iban a manejar. De entrada, políticamente,

la educación tiene un tinte de otro color. Con el paso del tiempo, la política española inculca los

ideales europeos en la civilización colombiana, lo que genera una pérdida de identidad y hace que

se sigan ideales que no se podían comprender a cabalidad, debido a que, no era la realidad que

vivían, pues ciertamente, el diario vivir del colombiano era completamente diferente al del

europeo.

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De esta manera, se educó para cumplir las necesidades europeas en una tierra que le es ajena a

Europa. Lo más interesante del caso, es que seis siglos después seguimos pensando la educación,

sin mirar las necesidades propias de los habitantes que van a ser educados, y nos encontramos con

diferentes posturas, que proponen la implementación de modelos educativos de otros países,

olvidando que la historia, la geografía, la política y las condiciones de vida de otros países son

totalmente diferentes a los nuestros.

Se maneja siempre el discurso de la imitación. Diría Estanislao Zuleta que «todas las artes tienen

una parte que es imitable» (Zuleta, 2016, pág. 40). En la analogía del arte con la educación, plantea

Zuleta, que todo tiene algo que se puede imitar de los grandes ejemplos de la humanidad, en ese

sentido, podemos justificar la necesidad de imitar los grandes ejemplos de otros países en sus

sistemas educativos que se demuestran que han dado resultados positivos en el mejoramiento de

los niveles educativos. Con esto se puede pensar que la educación que necesita Colombia es la

que se plantea en Finlandia, o en Japón, o en Estados Unidos, sin embargo, el arte no puede ser

solo imitación, sino que necesita ser un reflejo personal del artista. En ese sentido dice Zuleta:

«Hay otra parte que es la manera como el artista expresa su vivencia personal del mundo, su

interpretación y su pensamiento. Es su manera propia de llevar un mensaje. Todo ello hace parte

de lo inimitable» (2016, pág. 40) De esta forma, vemos la necesidad no solo de imitar, sino de

generar algo propio a nivel educativo, pues no es igual como se comprende la educación en

Finlandia, a como se comprende en Colombia, son concepciones de mundo completamente

distintas que necesitan ser tenidas en cuenta.

Por este motivo, debemos generar un pensamiento autónomo en torno a la educación: pensar

nuestra propia realidad, para, desde ella misma, elaborar nuestros propios procesos de pensamiento

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que nos permitan llevar a cabo una educación que se interese por lo relevante de nuestro país: la

diferencia.

Hay que tener claro que pretender una educación igual para todos es una utopía, esto, porque no a

todas las personas les interesan las mismas cosas que a las demás, y además de eso, las necesidades

no tienden a ser las mismas. Es interesante ver cómo esta diferencia educativa que a veces

pensamos que solamente se ve a nivel macro, es decir, a Colombia frente a otros países, se da a

nivel interno de una manera tan fuerte: no son las mismas necesidades de un campesino que de un

habitante de la ciudad, somos diferentes y eso es lo que nos hace únicos.

Sin embargo, la educación en esa falta de identidad sigue cayendo en el error de evaluar a todos

por igual, como si todos tuvieran, como requisito, que saber las mismas cosas. Y aparecen pruebas

como las Saber (antiguas ICFES), que buscan generar una medición general del nivel educativo

de todo el país, sin embargo, no se tiene en cuenta que los recursos, accesibilidad y geografía en

el país no es homogéneo, por lo cual, hay personas que tienen el colegio a dos cuadras, mientras

que encontramos municipios donde la escuela se encuentra a 20 kilómetros. Todos estos son

factores que deberían ser tenidos en cuenta, para generar estrategias educativas que permitan el

acceso cómodo a la educación, pero una educación en la necesidad no en lo curricular.

De la misma forma, a nivel macro, encontramos pruebas de medición internacional, como las

pruebas Pisa, que buscan establecer parámetros únicos a nivel educativo, donde todos los países

se juzgan por igual, sin tener en cuenta aquello que los diferencia (lo que no es imitable), pero que

al final, no dan cuenta de la realidad como tal de cada país, sino que se mira es qué tan atrasado

está en comparación con los países europeos, teniendo en cuenta que ni el sentir, ni el pensar, ni

el actuar del latinoamericano, se parecen al europeo.

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Se enseñan cosas que no son relevantes para los estudiantes «lo que se enseña no tiene muchas

veces relación alguna con el pensamiento del estudiante; en otros términos, no se lo respeta, ni se

lo reconoce como un pensador, y el niño es un pensador» (Zuleta, 2016, pág. 19).

3. La Filosofía como posibilidad.

La Unesco, a través de su informe Filosofía, una escuela de la libertad, pone de manifiesto la

importancia de la enseñanza de la filosofía como gestora de nuevos modelos educativos basados

en el análisis, argumentación y comprensión de la realidad, de una manera racional, gracias a que

«Va mucho más allá, ya que establece un marco de lectura inteligible y proporciona al mismo

tiempo pistas y nuevas orientaciones» (UNESCO, 2011, pág. 11). Es decir, nos brinda nuevas

maneras para comprender el mundo que nos rodea. De la misma manera, La Unesco ve la

necesidad de la educación en filosofía con miras a «la toma de conciencia de los problemas

fundamentales de la ciencia y la cultura, y en la emergencia de una reflexión argumentada sobre

el futuro de la condición humana», o sea, que es una necesidad fundamental, para la comprensión,

no solo de la realidad, sino de nosotros como seres humanos.

De la misma manera, la Unesco plantea la necesidad de la filosofía dentro de la vida educativa del

ser humano en un sentido ético, manifestando que, a partir de la reflexión de sí mismo, el hombre

tiene a pulirse más como ser humano, en una escala de valores determinados, pues se ve como una

«Disciplina clave de las ciencias humanas, la filosofía se encuentra en el cruce de caminos del

devenir de los individuos. Porque más allá de un saber, se trata de un «saber ser» (UNESCO, 2011,

pág. 13). Con este valor ético, se vuelve a lo considerado por Aristóteles, manifestando la

necesidad de ser seres políticos, que busquen el bien para todos y no el bien particular, esto

entendido, en este caso, como buscar la mejor forma de actuar frente a la realidad, pretendiendo

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siempre el bien común y no el bien particular, por eso la Unesco habla de la filosofía como

posibilitadora de un “deber ser”.

¿Y cuál va a ser el lugar de la filosofía? Pues la escuela «Siempre que sea el lugar donde se

desarrolla un pensamiento libre, crítico e independiente» (UNESCO, 2011, pág. 14). Y diremos

que esa es la función liberadora de la filosofía. La pretensión de un pensamiento sin barreras

ideológicas, religiosas o culturales, simplemente un pensamiento universal. Y por eso la Unesco

va a ser radical, cuando manifiesta que lo que se pretende es que se fortalezca la educación de la

filosofía donde ya está implementada, pero, sobre todo, implementarla en los lugares donde

todavía carecen de ella. Y esta necesidad, es planteada muchos siglos antes por Kant, cuando

manifiesta nuestra incapacidad racional

La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta

incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor

para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu

propia razón! (Kant, 1994, pág. 25)

Con esto, enfocados en la UNESCO, podemos comprender la importancia de ese pensamiento

crítico autónomo que se nos propone, se compara con el de Kant, en el siglo de la ilustración,

donde se pretendía dejar a un lado esa pereza intelectual y cultivar el conocimiento de forma

autónoma y personal, pues el pensamiento a fin de cuentas es netamente individual. En el ámbito

educativo, lo relacionamos con la importancia del cuestionarse, que se da a través de la filosofía,

no como una materia aislada, sino como un eje transversal de toda la educación, donde sea esta la

que permita el análisis y cuestionamiento permanente de cada tema de cada asignatura. De es

manera vemos que

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La filosofía encuentra en su enseñanza el ámbito en el que puede desempeñar un papel a la vez

esencial y, sin lugar a duda, arriesgado. Esencial, en la medida en que la enseñanza de la filosofía

sigue siendo uno de los elementos clave de la formación para juzgar, criticar, cuestionar y discernir.

(UNESCO, 2011, pág. 19)

De la misma manera, Estanislao Zuleta plantea la necesidad de la enseñanza de la filosofía. Esta

enseñanza está ligada a la manera en la cual se ejerce la educación. Zuleta, pasa a la historia como

un filósofo muy crítico del sistema educativo colombiano, manifestando la necesidad de

replantearnos la tarea educativa como docentes y como entidades educativas.

Zuleta, muestra un panorama muy desalentador de los procesos educativos nacionales,

manifestando que «la educación, tal como ella existe en la actualidad, reprime el pensamiento,

transmite datos, conocimientos, saberes y resultados de procesos que otros pensaron» (Zuleta,

2016, pág. 19), es decir, se crean máquinas repetidoras, pero se limita la capacidad intelectual del

estudiante. Se pretende que el estudiante se quede, parafraseando a Nietzsche, en su etapa de

camello, donde lo único que hace es obedecer y seguir órdenes, sin el deseo de poner en duda lo

que se le dice, manteniendo, de forma dogmática, lo establecido. Y es precisamente a esto a lo que

nos debe ayudar la filosofía, a salir de esa educación que repleta la cabeza de los estudiantes como

si estuvieran vacíos, manteniendo siempre viva la concepción medieval del alumno: ese ser sin

luz, que necesita, que alguien le dé la luz, mas no que le ayude a encontrarla por sus propios

medios.

Y hablando de filosofía dice Zuleta:

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Entiendo por filosofía la posibilidad de pensar las cosas, de hacer preguntas, de ver contradicciones.

Asumo el concepto de filosofía en un sentido muy amplio, en el sentido griego de amor por la

sabiduría. Es un filósofo el hombre que quiere saber (Zuleta, 2016, pág. 23)

Deberíamos darnos a la tarea de volver a esa concepción, donde la filosofía es la que abre mundo

y universos en el pensamiento y se le permite pensar todo aquello que hoy se le reprime, y sobre

todo, darle un lugar privilegiado al estudiante; siguiendo lo que decíamos al comienzo, una

educación que piense en su necesidades y deseos, ya que «una enseñanza debe partir de los

ejemplos que el niño conoce a través de su experiencia para mostrarle que lo que a él “le parece”

o ha vivido también son problemas» (Zuleta, 2016, pág. 25).

La filosofía es algo aún por descubrir para muchos niños, el problema educativo radica en que la

forma en la que se le enseña no llena las expectativas del niño, y no es capaz de llamar su atención.

¡Qué diferente sería la educación donde se motivara el pensar de una forma diferente! Sin embargo

con tristeza vemos que, políticamente, se le tiene miedo a lo diferente, pues rompe con lo

establecido, sin embargo nuestra labor como maestros debería ser siempre esa, hacer que nuestros

estudiantes rompan los límites de su imaginación y se den el gusto de pensar e imaginar en lo que

a ellos les apasiona, y no dejar perder esa imagen tan bonita de los griegos, donde se educa para la

vida, y no para pasar un examen, donde lo primero que se olvida es de vivir.

Referencias

Chinchilla, K. (1996). La paideia griega a través de la sofística. Kañiña. Revista de Artes y letras,

XX, 91 - 100.

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Corte Constitucional de Colombia. (2016). Constitución Política 1991. Obtenido de Constitución

Política 1991:

http://www.corteconstitucional.gov.co/inicio/Constitucion%20politica%20de%20Colomb

ia.pdf

Kant, E. (1994). ¿Qué es la ilustración? En E. Kant, Filosofía de la historia (págs. 25-38).

Bogotá: Fondo de Cultura Económica.

Nacional, Poder Ejecutivo. (5 de Agosto de 1886). Constitución política de Colombia. Obtenido

de Constitución política de Colombia:

http://americo.usal.es/oir/legislatina/normasyreglamentos/constituciones/colombia1886.p

df

Pablo VI. (1965). Gravissimum educationis. Obtenido de Gravissimum educationis:

http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-

ii_decl_19651028_gravissimum-educationis_sp.html

UNESCO. (2011). Filosofía, una escuela para la libertad. México: Unesco.

Zuleta, E. (2016). Educación y democracia. Bogotá: Planeta.

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