Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
La obra de las Cortes de Cádiz combinó las tendencias constitucionales netamente españolas
y la afrancesada.
La soberanía, poder pleno y supremo del Estado, que hasta entonces había
correspondido al Rey, pasa ahora a la Nación, como ente supremo y distinto a los
individuos que la integran, representado por los diputados, sin estamentos ni mandato
imperativo.
Las Cortes se organizaban en una Cámara única, pues se temía que el clero y la nobleza
consiguieran apoderarse de una Asamblea de Próceres, obstaculizando la renovación política,
social y económica que se pretendía operar.
Los diputados a Cortes eran elegidos mediante sufragio indirecto, siendo necesario para ser
candidato poseer una renta anual procedente de bienes propios, con lo cual, el Parlamento
quedaba en manos de las clases acomodadas.
La Constitución de 1812 tuvo una vigencia efímera. Fernando VII la derogó a su vuelta a
España en 1814, implantando el más férreo absolutismo durante seis años. Tras el
pronunciamiento de Riego en 1820, precisamente con las tropas que debían viajar a América
para detener la emancipación, el Rey se vio obligado a jurar la Constitución de 1812,
iniciándose así el Trienio liberal.
Con ello terminó la vigencia de la Constitución de Cádiz, pero no su influjo, que gravitó
sobre la política nacional, directamente hasta 1868, e indirectamente, durante el resto del
ciclo liberal. Tuvo además una gran influencia fuera de España, tanto en América, en las
constituciones de las viejas colonias españolas al independizarse, como en Europa, en la que
durante años operó como un auténtico mito, influyendo en las ideas constitucionales
portuguesas, en el surgimiento del Estado italiano e incluso en la Rusia zarista.