Vous êtes sur la page 1sur 2

LA ANTINACIÓN EN MÉXICO I / III

Por Jesús Illescas

El neoliberalismo como conclusión triunfal de un ciclo antinacional.


La promulgación de la reciente Reforma Energética es un suceso de profunda trascendencia en México, el hecho ha calado
hondo en la conciencia colectiva, representa una grave herida al proyecto histórico en que se ha erigido nuestra nación. Con
la liberación de ataduras para el inicio de la venta total de Petróleos Mexicanos (PEMEX) se dañó nuestro pasado, el legado
heredado por las generaciones antecesoras; me atrevería a afirmar que ni los tecnócratas neoliberales han entendido el
verdadero sentido de sus decisiones.
Este diciembre cierra los dos ciclos históricos más importantes en la construcción de la nación en México; los iniciados en
1867 y en 1917, con la derrota del imperio de Maximiliano de Habsburgo y la promulgación de la Constitución del 17,
respectivamente. Es de comprender que el Estado nacido en el siglo XX hubiera sido imposible sin estos dos hechos, la
conclusión de estos ciclos pone en seria crisis la continuidad de nuestra nación, lo que conforma su conjunto de símbolos y
mitos que sostienen nuestra identidad como conjunto.
La derrota bélica frente a los EEUU y la pérdida de la mitad del territorio mexicano en 1848, provocaron la reacción
nacionalista encarnada en distintos sectores populares e intelectuales que fueron liderados por los liberales que
conformaron el juarismo. El proceso concluyó en la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, que a su vez, prepararon
el terreno para la Intervención Francesa y la consumación del Segundo Imperio mexicano. Con el fusilamiento de
Maximiliano se puso fin a los intentos europeos de volver a invadir a México y la tentación de sus aliados nativos para
frenar al Estado laico. La nación sustentada en las aspiraciones de distintos sectores se ganó el derecho a volverse
aspiración colectiva, espíritu de soberanía e independencia frente al extranjero agresor. México, como proyecto histórico,
se cimentó en la sangre y esfuerzo de miles de sus habitantes que enfrentaron y padecieron las invasiones imperialistas, el
momento fundacional de la nación no fue un instante abstracto o poético, de un tiempo inmemorial, todo lo contrario, la
nación quedó ligada a la memoria colectiva de cientos de poblaciones y regiones donde se luchó contra los franceses y sus
aliados; el Estado juarista no generó la nación, sólo la representó, la promovió y difundió desde la instrucción pública en los
sectores letrados.
El Estado juarista degeneró en el porfirista. El triunfalismo inicial se enfrentó a una serie de factores adversos provocados
por la bancarrota financiera, México estaba completamente agotado, las instituciones no cubrían todo el territorio nacional
y los planes de modernización cabalgaban sobre teorías racistas que colocaron a lo popular como algo grotesco y
antagónico con el desarrollo económico y cultural. El porfiriato mejoró las finanzas estatales, fortaleció al Estado y creó una
careta de modernización; debajo de esto, como precio a pagar, un México ocultó vivía en las cloacas, la nación se extendió
de la mano de la miseria y la explotación. La nación como deseo vivo y colectivo de soberanía popular fue oprimida, la
nación como deseo de libertad económica, productiva y política. Este México de pueblos rurales, minoritariamente de
trabajadores industriales, los grandes perdedores de la modernización fueron los que en su momento hicieron explotar en
mil pedazos al porfirismo. La Revolución Mexicana fue el momento inaugural de la soberanía de masas, ellas impusieron los
anhelos colectivos en la Constitución de 1917, el reconocimiento al ejido, la entrega de tierras, la soberanía de la nación
sobre las riquezas del subsuelo, los derechos de los trabajadores, el sentido popular de la educación, etcétera. Sin el
reconocimiento jurídico de las demandas de las masas, hubiera sido imposible crear paz social y el Estado emanado del
proceso.
Los años de 1857 y 1917 fueron momentos fundacionales de la nación, como aspiración de las mayorías, emanados de
traumas colectivos. Sin ambos procesos hubiera sido imposible el desarrollo de un sistema educativo laico y gratuito, de la
reforma agraria cardenista, de la industrialización de sustitución, del sindicalismo y los derechos laborales; la mayor
muestra de estos anhelos de independencia y desarrollo fue la expropiación petrolera y la creación de la industria
energética nacional. PEMEX surgió gracias a la existencia de una conciencia colectiva nacional, gestada desde un siglo atrás,
a su ánimo antimperialista y soberano.
Pero un hecho de tal trascendencia, provoca una reacción contraria de igual tamaño. El año de 1938 es el punto de
arranque de las grandes organizaciones contrarrevolucionarias del siglo XX, de su adaptación, al dejar de ser acuerpadas por
las élites del viejo porfirismo. El Partido Acción Nacional (PAN) y los grupos conservadores del Partido de la Revolución
Mexicana (PRM), fueron los puntales de la reacción, los artífices del desmantelamiento de la acción revolucionaria de las
masas, de la nación.
El PAN nació en 1939, en un contexto de varias organizaciones conservadoras derivadas de la guerra cristera, de las
reformas agraria y laboral, también de la influencia del nazismo, fascismo y falangismo en nuestro país. Con el tiempo el
PAN se consolidó como el polo de atracción de conservadores provenientes del empresariado, sectores eclesiásticos y
clases medias. En cambio el PRI surgió delas entrañas mismas de la revolución, de su perversión. La revolución no fue un
proceso único, de una sola arista, fue un periodo donde distintas fuerzas regionales se expresaron en varias etapas.
Después de la muerte de Francisco I. Madero en 1913 la unidad revolucionaria se fragmentó y la confusión reinó. Los
pueblos rurales del sur, las minas del norte, los sectores urbanos, etcétera, todos aportaron con miembros que fueron
incorporándose, en distintos momentos al Estado emanado del constitucionalismo, sobre las ruinas del zapatismo y
villismo. El Partido Nacional Revolucionario se fundó en 1929 bajo el liderazgo de Plutarco Elías Calles, a él acudieron
múltiples sectores y grupos que avanzaron sobre el objetivo de la unidad, pero de ninguna manera representaron una
uniformidad de objetivos o conductas éticas. Casi una década después Lázaro Cárdenas llamaría a fundar el PRM, sobre la
base del PNR, la inercia rebelde delas masas agrarias y obreras había transformado el pacto inicial del callismo; no fue una
transición simple de cambio de careta.
El paso del PNR al PRM evidenció un proceso histórico de múltiples actores, de liderazgos y grupos. Tampoco fue un
perverso acuerdo de caudillos, por el contrario, para posibilitar la viabilidad del nuevo Estado se tuvo que negociar con los
intereses nacionales representados en los campesinos y obreros organizados; los caudillos que sobrevivieron tuvieron que
contar con el apoyo popular. El país pudo estar en paz duradera hasta que Lázaro Cárdenas inició el reparto masivo de
tierras y el reconocimiento masivo a huelgas y sindicatos, aún más, la nación reconoció su representación en el Estado hasta
la expropiación petrolera, un acto soberano de suma valentía pues nació del empoderamiento frente a las corporaciones
imperialistas extranjeras. Después, las masas movilizadas no tuvieron dudas de su alianza con el PRM.
Pero dicha alianza no fue definida de una sola forma. El régimen cardenista la utilizó para golpear a los conservadores e
imperialistas y así sentar las bases del desarrollo económico e industrial, sin embargo, las instituciones encargadas de
aglutinar a campesinos, obreros y sectores medios, como los maestros, rápidamente se corrompieron y decidieron anular
cualquier rastro democrático; después de la expropiación petrolera se impusieron las elitistas asambleas de delegados
como métodos de elección, en lugar de otros medios más democráticos para la auscultación de la militancia. El Partido
Revolucionario Institucional es producto de esto; su nacimiento no fue obra democrática, todo lo contrario, la anulación de
su posibilidad. De 1939 a 1946, diversos grupos dentro del PRM fueron trabajando para frenar la inercia revolucionaria
heredada del cardenismo, sobrevivientes del callismo, carrancismo y portesgilismo, entre otros; todos llenos de miedo a un
enfrentamiento con los EEUU, a eliminar los privilegios obtenidos, a perder el control de sus bases, a que se esfumaran los
negocios nacidos al amparo del nuevo poder. Primero se opusieron a la candidatura de Francisco J. Múgica, luego a la
educación socialista, a la profundización del reparto agrario, a la promoción huelguística, etcétera, nunca dudaron en matar
o desaparecer a los opositores que no aceptaran colaborar.
El PRI nacido en 1946 confundió a la nación con el Estado, indirectamente nos hizo participes de esto a todos. La alianza
heredada del cardenismo la volvieron un acto de soborno y control delas masas, paradójicamente la renta petrolera les
permitió el control de la nación por medio de prebendas, el Estado benefactor funcionó como camisa de fuerza para los
tiempos electorales y coyunturas de lucha. Exactamente esto fue eliminado con la gradual implementación del
neoliberalismo en México. El Estado que primero sobornó a la nación, luego la abandonó; en este 2014 el neoliberalismo es
el principal enemigo de las masas trabajadoras y populares, base única e insustituible de lo nacional. Antes de considerar
regresar la soberanía del Estado sobre la industria petrolera y otros ámbitos productivos, se deben nacionalizar las
instituciones, las cuales fueron adquiridas por empresarios y corporaciones extranjeras. No tenemos nada que recuperar
sino refundar. El primer paso es la confiscación popular del Estado, arrebatado a las masas después de 1946 por las fuerzas
antinacionales.
La nacionalización del Estado es fundamental para asumir el siglo XXI, por parte de las organizaciones populares y
revolucionarias, para finalizar con el ciclo antinacional que padecemos. La izquierda actual fija como objetivo principal la
reversión de los cambios neoliberales nacidos de la década de los 80, de facto, nos sugiere el orden previo como la meta
obvia, el originado con el príismo, cuando la nación se dejaba sobornar y controlar. Este es el origen de la conducta
esquizofrénica que padecen las organizaciones y partidos de izquierda actuales. A ratos se jura fidelidad a las masas
nacionales, en otros, a las tradiciones políticas generadas del PRI; así la disyuntiva, se apoya la soberanía política e
independencia de la nación o se retorna al Estado antinacional que compraba las voluntades con una prebenda. En este
laberinto está perdido el PRD, pues toda su elite cabalga sobre los ánimos populares conduciendo sus acciones de gobierno
rumbo a la antinación (neoliberal o no). Es de esperar que MORENA también repita este combate, esperanzados que la
nación triunfe sobre las tentaciones del pasado.

Vous aimerez peut-être aussi