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A propósito de La historia del ojo en Bataille

Libertad del cuerpo, el pensamiento que en definitiva modifica simbólicamente el mundo:


“El libertinaje que yo conozco mancha no sólo mi cuerpo y mi pensamiento, sino todo lo que
es posible concebir, es decir, el gran universo estrellado que juega apenas el papel de
decorado” (P.43) Pero, para ello es necesario también que exista un libertinaje de la palabra,
de la libre asociación entre el significante, la imagen y cualquiera de sus referentes.
Cuestión que en el primer capítulo de la segunda parte, bajo el nombre contradictorio nombre
de “Coincidencias” queda un poco más demostrado: “Me sorprendió sobremanera haber
substituido, en perfecta inconciencia, una imagen totalmente obscena con una visión
desprovista de toda significación sexual”(P. 73)
Sólo que en este caso, el delirio, las ensoñaciones, los “objetos simbólicos de nuestras
obsesión” producen estas asociaciones pervirtiendo las representaciones “comunes”,
insípidas” (normales), por la creación de una nueva simbología, “sucia”, profanadora,
perversa cuya culminación y consumación se encuentra en “la extrema proximidad de la
muerte”.

Experiencia del límite que avanza y va rompiendo nuevos límites que llegan a la
autoflagelación: “Simona era aún virgen y le hice el amor por vez primera, cerca del cadáver.
Nos hizo mucho mal, pero estábamos contentos, justo porque nos hacía daño” (P. 44), pero
quizás sobre todo en la experiencia del límite de la visibilidad “A muchos el universo les
parece honrado; las gentes honestas tienen los ojos castrados. Por eso temen la obscenidad
(…) Cuando se entregan ‘a los placeres de la carne’, lo hacen a condición de que sean
insípidos” (P. 43)

Personajes que se piensan y sienten como “animales obscenos”

Empecé a escribir sin ninguna idea precisa, incitado sobre todo por
el deseo de olvidar, por lo menos provisionalmente, mi identidad
personal. (P. 72)

Aunque toda la Historia del ojo había sido engendrada en mi espíritu sobre dos obsesiones
ya viejas y muy ligadas entre sí, la de los huevos y la de los ojos, los testículos del toro me
parecían ajenos a ese ciclo.(P. 75)

En una región profunda de mi espíritu coincidieran imágenes primitivas completamente


obscenas, es decir las más escandalosas, precisamente aquellas
en las que la conciencia no se detiene, incapaz de soportarlas sin
violencia o sin aberración.(p. 75)
Tantos animales en el mundo y todo lo que hemos
perdido: la inocente crueldad, la monstruo-[122]sidad opaca de los ojos (P.82)
Es en este sentido que puede verse al hombre como una
prisión de apariencia burocrática.(P.83)

la irritaban sobre todo los ojos. Era extraordinario que no se cerrasen cuando Simona
inundaba su rostro. Los tres estábamos perfectamente tranquilos y eso era lo más
desesperante. Todo lo que significa aburrimiento se liga para mí a esa ocasión, y sobre todo
a ese obstáculo tan ridículo que es la muerte. Y sin embargo, eso no impide que piense en
ella sin rebelarme y hasta con un sentimiento de complicidad. En el fondo, la ausencia de
exaltación lo volvía todo mucho más absurdo y así, Marcela, muerta, estaba más cerca de mí
que viva, en la medida en [75] que, imagino, lo absurdo tiene todos los derechos. (P.44-45)

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