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Elementos sobre Comunicación en procesos de Cambio Social: Imaginarios,

Normas Sociales, Interpelación y Movimientos Sociales

Por:
Jair Vega Casanova
IAMCR Community Communication Section
Session 16: Sat 29 June 2013
Slot Code: CoCS1a
Time: 9-10:30
Room: Q122

Se podría afirmar que en el denominado campo de la Comunicación para el

Desarrollo y el Cambio Social existe ya un acuerdo en lo problemático del concepto

de desarrollo y en lo ambiguo y polisémico del concepto de cambio social. Sin

embargo, es más notorio que varios académicos y protagonistas de procesos de

comunicación hayan desertado del uso del concepto de Comunicación para el

Desarrollo hacia el de Comunicación para el Cambio Social, concepto con el cual si

bien no coinciden completamente, se sienten más cómodos.

A partir del X congreso de ALAIC en el año 2010 en Bogotá, recogiendo algunas

discusiones e inquietudes de la mesa, elaboré un pequeño texto con la propuesta

de cambiar el nombre del Grupo Temático de “Comunicación para el Cambio Social”


 

por el de “Comunicación y Cambio Social”, pensando precisamente en la reflexión

sobre las implicaciones de la comunicación en procesos orientados bien sea a

comprender, incidir o generar transformaciones en contextos sociales específicos.

De hecho, siempre hago énfasis en este aspecto del nombrar, tanto en mis cursos

del pre-grado como en las maestrías, pues como lo afirmaron en algún momento

Alfonso Gumucio y Clemencia Rodríguez (2006) al referirse a la ambigüedad con

que se nombran los Programas de Comunicación en las universidades de América

Latina, es necesario llamar las cosas por su nombre, y en este caso prefiero hablar

de la relación bien sea entre comunicación con las concepciones de desarrollo o de

la comunicación con las comprensiones del cambio social.

La argumentación que daba en ese momento tenía que ver en primer lugar, con el

sentido instrumental y tal vez optimistamente atribuible a la comunicación, sobre la

responsabilidad de los cambios sociales, que ha estado presente en el uso de la

preposición “para”; y la segunda, mucho más de fondo, relacionada con la

necesidad de complejizar la comprensión del mismo concepto de cambio social.

El cambio social ha sido el objeto central del estudio de varias disciplinas y de

manera específica de la sociología, donde cada teoría sociológica ha intentado dar

cuenta de los procesos de cambio de la sociedad. Lo han hecho tanto las

perspectivas positivistas, funcionalistas, críticas o estructuralistas. Sztompka (1995),

en el libro Sociología del Cambio Social, pone sobre la mesa una interesante

reflexión sobre las diferentes aproximaciones que desde la sociología se han hecho
 

a la conceptualización del cambio social. Su principal crítica hace referencia a las

distintas corrientes que se han fundamentado a partir de la división dicotómica entre

estática social y dinámica social, señalando la importancia que ha venido tomando

la concepción del cambio social dinámico que permite comprender a la sociedad en

movimiento –“imagen procesal”- evitando la preocupación por la sociedad objeto

(grupo, organización).

Las consecuencias de la primera perspectiva cuestionada por Sztompka, al interior

del campo de la comunicación en procesos de cambio social, es que la dicotomía

estática social Vs. dinámica social, permite suponer la existencia de las dos

dimensiones de la sociedad, de manera simultánea, pero a la vez de manera

independiente. La concepción de las denominadas “intervenciones” desde la

comunicación, suponen la existencia de una situación social que puede ser medida

en un primer momento (estática) y de una acción generadora de cambio (dinámica),

el cual puede ser medido en un segundo momento (estática). Esta perspectiva ha

sido también la base de las concepciones de la evaluación de campañas y acciones

de comunicación, a partir de los cambios que se supone generan entre un antes y

un después. La mismas transformaciones que se proponen son completamente

atribuibles a la “intervención” en tanto no se supone que la sociedad es cambiante

en sí misma y los cambios que se suceden surgen y se dan a partir de la acción

externa.
 

La concepción de un campo social dinámico, implicaría entonces comprender que al

ser la sociedad cambiante en sí misma, no sería posible “intervenir” sobre estados

(estática), sino interactuar con procesos de cambio, sobre una realidad social

dinámica en la cual hay un flujo permanente de transformaciones que van desde lo

individual, pasando por lo interpersonal, lo comunitario, hasta lo estructural, los

cuales a su vez actúan en múltiples direcciones. Desde esta perspectiva, las

comprensiones para interactuar con procesos sociales a partir de la comunicación,

implican entender no solamente los estados, sino los procesos sociales, cómo se

producen y las implicaciones que surgen en las dinámicas de interacción entre los

distintos ámbitos de la sociedad. Se podría decir que la demanda de una

comprensión de la comunicación como proceso, no solo está en superar la mirada

centrada en medios y productos, sino en el reto de interpretarla como inherente a

los escenarios interacción propios de las dinámicas de los cambios sociales, esto

es, está en las dinámicas sobre las cuales las acciones externas se proponen

interactuar. El mayor reto está entonces en la posibilidad de comprender la

comunicación en los procesos de cambio social, de tal forma que se pueda

constituir en escenario de fortalecimiento de dinámicas de interpelación de

imaginarios, normas sociales, etc.

¿Cómo comprender entonces la comunicación en los procesos de cambio o de

transformaciones sociales? Precisamente es en estos escenarios, en los procesos

de comunicación inherentes a las dinámicas cambiantes, en los cuáles es posible

generar espacios de intersección o articulación bien sea entre lo individual, lo


 

comunitario y lo social o en un sentido más amplio entre los procesos locales y las

agendas globales. En un ámbito como el de la salud, por ejemplo, al abordar

temáticas específicas como la planificación familiar, la nutrición, la mortalidad

materna infantil, etc., se encuentra que en contextos como el latinoamericano

existen realidades que, aunque puedan ser problemáticas vistas no sólo desde las

agendas globales sino inclusive desde los procesos locales (individuo, comunidad,

país), corresponden a procesos sociales en los cuales se van reconfigurando los

sentidos que soportan las prácticas que se relacionan con ellas. Comprender estas

realidades entonces, no como situaciones estáticas sino como procesos sociales

cambiantes, que a su vez implican procesos comunicativos en los cuales se

configura el cambio, procesos de producción y reproducción social, en donde la

direccionalidades, intensidades e intencionalidades que tenga la comunicación

misma tendrán muchas implicaciones, permitirá articular acciones de comunicación

que interactúen con las dinámicas cambiantes de la sociedad y que permitan

proponer, negociar y articular nuevos sentidos, los cuales, al hacer parte de los

procesos cambiantes de la sociedad, posibilitan su participación en el

direccionamiento de los mismos.

Aparece entonces otro concepto igual de polisémico como es el de participación,

con el cual pasa otro tanto. Tan solo por para mostrar dos aristas: en un estudio

evaluativo de los procesos de comunicación en el marco de políticas públicas sobre

justicia (Vega, 2011), presentaba cómo en países de América Latina el concepto de

participación ha resultado en muchos casos de una confluencia no resuelta entre la


 

concebida por los movimientos sociales que demandan participación en la toma de

decisiones, y las reformas de segunda generación, que en la perspectiva de

liberalización de las democracias en la región, desde una perspectiva

modernizadora, trasladan las responsabilidades al individuo. Es así entonces, que la

concepción misma de participación tendrá que ser definida en cada caso, de

acuerdo con las voluntades, disponibilidades, capacidades y posibilidades con que

cuente cada individuo, comunidad, contexto. En el caso específico de la

comunicación, la participación puede verse desde la sola posibilidad de acceso y

uso de la información, hasta la participación en la toma de decisiones, pasando por

las capacidades para el debate y la construcción de consensos y disensos (Vega,

2011).

A partir de las reflexiones anteriores se propone entonces la pregunta ¿cómo

operan los procesos comunicacionales en los procesos cambiantes de la sociedad?

Quisiera profundizar en tres elementos que permiten articular la perspectiva que

planteo para comprender la comunicación en procesos de cambio social. El primer

elemento es la comprensión sobre los imaginarios (Pintos, 2000) y las normas

sociales (Lapinski, M. K., & Rimal, R. N., 2005) que subyacen y que legitiman las

prácticas sociales (2000). Toda sociedad en su proceso de producción social y

cultural construye referentes de sentido para sus prácticas o comportamientos tanto

individuales como colectivos. Las imágenes de la vida social, de los sujetos, de sus

elementos identitarios, de sus territorios, van a configurar las acciones y reacciones

que se tengan en relación con ellos. Así mismo, las normas sociales que pueden
 

partir de las subjetivas de los individuos hasta las percibidas por parte de las figuras

significativas, van construyendo una trama de referentes sobre las prácticas que

pueden o no ser socialmente aceptadas.

El segundo elemento hace referencia a los procesos de interpelación. En un sentido

básico podemos entender la interpelación como el “requerir, compeler o

simplemente preguntar a alguien para que dé explicaciones o descargos sobre un

hecho cualquiera” (RAE, 2001). Sin embargo, este concepto ha sido también

trabajado en el ámbito de la educación en donde la interpelación se fundamenta en

la discusión sobre los supuestos que están en el planteamiento de la pregunta o la

afirmación que permite hacer evidente lo que está oculto detrás lo concebido como

verdad. Inicialmente este concepto fue desarrollado por Althusser (1972) como el

proceso que permite transformar individuos en sujetos. En un sentido inverso,

Martín Barbero (1993) utiliza el término interpelación para caracterizar el proceso de

apropiación de los mensajes de los medios masivos de comunicación por parte de

los sectores populares de los mensajes y el uso que hacen de ellos desde su actitud

de clase.

En un sentido de prácticas comunicativas legitimadoras (Pérez y Vega, 2010), la

interpelación nos impele a asumir el imaginario o la norma propia del status quo, y

se da en todos los ámbitos de la vida social. Sin embargo, en la perspectiva que

parte de los conceptos como los de Althusser (1972) o Foucault (1994), la

interpelación podría potenciar expresiones de mecanismos de resistencia en la


 

medida en que la misma se haga no en la dirección de sumisión a la norma, sino en

la pregunta por los referentes de sentido que hay detrás del imaginario o de la

norma social que podríamos afirmar constituyen el referente de verdad para la

práctica social.

La interpelación aparece con la práctica comunicativa de resistencia y se consolida

con la práctica comunicativa proyecto (Pérez y Vega, 2010), en cuyos casos se

expresa la agencia (Giddens, 1986) tanto individual como colectiva. Es aquí donde

aparece el tercer elemento, el cual está constituido por los núcleos de interpelación

que generan los movimientos sociales. Movimientos sociales vistos no como

procesos orgánicos sino como acciones de transformación, retomando la

perspectiva de Melucci (2002) de la organización en función de la acción. Estos

surgen como espacios propios, los más cercanos a la vida cotidiana, en los cuales

es posible articular procesos de interpelación, en los cuales es posible generar

preguntas no sólo sobre las prácticas sociales sino también sobre los imaginarios y

normas sociales que las sustentan y, yendo más allá, sobre las significaciones que

las soportan.

Bibliografía

Althusser, L. (1972). Ideology and ideological state apparatuses. Notes towards an

investigation. In L. Althusser, Lenin and Philosophy and Other Essays (pp. 127–

186). New York: Monthly Review Press.


 

De Certeau, M. (2000). La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer. Universidad

Iberoamericana, México.

Foucault, M. (1994). «No al sexo rey. Entrevista por Bernard Henry-Levy», en Un

diálogo sobre el poder. Barcelona: Altaya.

Gumucio-Dagron, A.; Rodríguez, C. (2006). “Time to Call Things by Their Name:

The Field of Communication & Social Change”. In: Media Development Nr. 3, 9-16

En línea: http://www.waccglobal.org/es/20063-communication-for-development-and-

social-justice/586-Time-to-Call-Things-by-Their-Name-The-Field-of-Communication--

Social-Change.html

Giddens, A. (1986) The constitution of society. Cambridge: Polity Press

Lapinski, M. K., & Rimal, R. N. (2005). An Explication of Social Norms.

Communication Theory, 15(2), 127-147. Oxford University Press.

Martín-Barbero, J. (1993). Communication, Culture and Hegemony: From the Media

to Mediations. Thousand Oaks, CA: Sage Publications Ltd.

Melucci, A. (2002) Acción colectiva, vida cotidiana y democracia. El Colegio de

México, México.
 

Pérez, M. y Vega, J. (2010) Proyecto "Identificación   y   caracterización   de   las  

prácticas   comunicativas   de   los   actores   con   intereses   del   conflicto   ambiental  

del   PNN   Katíos"   CODI,   Universidad   de   Antioquia.   Medellín.   Documento   sin  

publicar.

Pintos, J. (2000). Construyendo realidad(es): los imaginarios sociales. Santiago de

Compostela. En línea: http://idd00qmm.eresmas.net/articulos/construyendo.htm

Real Academia Española (2001) Diccionario de la Lengua Española - Vigésima

segunda edición

Sztompka, P. (1995). Sociología del cambio social, Alianza, Madrid.

Vega, J. (2011). Evaluación del dúo Comunicación Participación en Políticas

Públicas: Estudio de Caso en el Programa Casas de Justicia en Colombia. EAE,

Leipzig

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