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Ricardo Andrés Flórez Jiménez

Código 2532807
Historia de Colombia III
2018-I

Pécaut, Daniel. Orden y violencia: Colombia 1930-1954. Bogotá: CEREC, 1987.


Esta obra, denominada un clásico de la historiografía colombiana sobre este periodo, es, como el
título de esta reseña indica, producto de las investigaciones de Daniel Pécaut. Este reconocido
sociólogo y colombianista es el actual director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en
Ciencias Sociales de Francia. Recibió un Doctorado honoris causa en el año 2000 de la Universidad
Nacional de Colombia y en 2007 se le fue otorgada nacionalidad colombiana. Su influencia en el
estudio del conflicto colombiano es reconocida ampliamente por los intelectuales de este país y,
debido a esta, fue incluido en la Comisión de Esclarecimiento del Conflicto en el proceso
negociación con las FARC en La Habana. Es autor, también de Política y sindicalismo en Colombia
y Crónicas de dos décadas de política colombiana, 1968-1988.

Orden y violencia: Colombia 1930-1954 es la obra central y más comentada de Pécaut. Esta se
encuentra dividida, en su primer tomo, en cinco secciones: Introducción, Capítulos I, II y III, y
Conclusión. El sentido del título de la obra no se logra obtener sino hasta la lectura atenta de la
misma. Orden y violencia nos plantea una especie de demitificación de la idea de Colombia como
la democracia más antigua de Latinoamérica al colocar la democracia como una contracara de la
violencia. Ahora bien, para dar cuenta de esto, en la Introducción el autor nos hace un recorrido
por la problemática de la institución de lo social y la visión de esto como condenado a “la
desorganización y a permanecer inconcluso”. Pero tal vez más importante aún es la perspectiva
latinoamericana de los años 1930-1940 sobre la intervención social y su relación con el orden y la
violencia. Para Pécaut, en estos años
la reglamentación de lo social por el Estado (…) se inserta en un proceso de constitución de la sociedad
harto distanciado del de la democracia liberal, y da lugar a que el orden y la violencia sean promovidos
al rango de categorías centrales de lo político1.

Sin embargo, en Colombia el Estado no va a tener la preponderancia que tuvo en los países
latinoamericanos para la época, sino que se constituirá meramente en un “agente político” de
constitución de la nación, donde el intervencionismo social tropezará con la oposición de las élites
económicas.

Si bien Pécaut plantea una suerte de división temática del libro, en torno a 3 ejes (modos de
intervención, sindicalismo como fuerza política y las transformaciones de la escisión partidista),
esta reseña hará un recuento por capítulos, siguiendo el hilo narrativo propuesto por el autor y
señalando, en la medida de lo posible, ciertos elementos de los ejes temáticos en cada capítulo. Así,

1
Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia 1930-1954 (Bogotá: CEREC, 1987).
comenzando por “A la espera de la inserción en la economía mundial”, Pécaut pone en perspectiva
la narrativa de la hegemonía “oligárquica” a principios de siglo XX, al mostrarnos una dominación
fragmentada y localizada, una clase comerciante no muy importante y una burguesía prácticamente
inexistente. Haciendo un recorrido desde las reformas liberales de mediados de siglo XIX, el autor
nos muestra los años anteriores al grueso del estudio del tomo como unos en los cuales Colombia
no logró una “verdadera” integración al sistema capitalista global, ni una cohesión nacional y no
será sino hasta la época del auge cafetero que la burguesía de este sector tomará una posición
central. Pero central no entendida como dominante del conjunto, sino como el eje por el cual se ha
de relacionar Colombia con las economías centrales. A pesar de esto, la burguesía del café no se
organizará en principio como una burguesía coherente que busque al Estado como un agente para
la realización de sus intereses, sino como un mero “agrupamiento de intereses inmediatos y
heterogéneos”. Pécaut hace un cierre de este capítulo mostrándonos la falta de respuesta frente a la
“cuestión social” por parte de la “hegemonía” conservadora, pero al mismo tiempo un sindicalismo
muy débil e incapaz de presionar fuertemente al Estado.

El primer capítulo funciona como una especie de contexto para el argumento, y también sección,
central de Orden y violencia: “La República elitista y popular”. Aquí Pécaut enuncia y desarrolla
el concepto de dominación fragmentada junto con las esferas en las cuales esta se encuentra: la de
los exportadores (la denominada central en el anterior capítulo), la de los industriales y la de los
terratenientes. Según él, cada una de estas apela a un principio de legitimación para sus demandas:
los exportadores defienden a “los consumidores”, los industriales a los “trabajadores” e incluso al
“pueblo” y los terratenientes a sus “clientelas”. Y, teniendo en cuenta esto, el autor hace entonces
un recorrido e interpretación de la “crisis hegemónica” representada en el ascenso al poder del
partido liberal, pero más importantemente en el aprovechamiento, por parte del Estado, de la crisis
internacional para pretender cierta “autonomía” y hacerse portavoz de la “Nación”. En un momento
en el cual, la cohesión del Estado se halla en tela de juicio, se realiza una desarticulación entre las
esferas mencionadas anteriormente como vía para la adaptación a esta nueva coyuntura por la crisis
de los 29.

Así que, en esta coyuntura, el Estado pareciera apelar al “intervencionismo”, pero el fundamento
de las élites colombianas, el modelo liberal de desarrollo, no es cuestionado. Es, de hecho, el
periodo en el que este se consolida. Lo que ocurre, más bien, es que frente a la crisis “(…) se ha
hecho inevitable un sistema de reglamentación económica interna y que este es necesariamente
político en el marco de un mercado protegido”2. Y este “intervencionismo” es aún más relativo al
tener en cuenta que en este periodo el Estado no se erige como la representación simbólica de la
unidad social. En resumidas cuentas, para Pécaut, el periodo de la República liberal, y sobre todo
el primer gobierno de López Pumarejo, constituye más que un “verdadero intervencionismo” y
apelación al Estado como lugar de la unidad social, una época coyuntural de alianza entre el débil
sindicalismo y el igualmente débil Estado en busca de una “autonomía”.

2
Pécaut.
Lo que terminará por minar los tibios progresos realizados en la Revolución en Marcha no será que
esta coyuntura haya, en realidad, perturbado las bases de la economía colombiana, esto es, el
modelo liberal de desarrollo, sino el hecho de haberse propuesto fundar la política sobre una
concepción no trascendental de la ciudadanía. El reconocimiento del Estado no se encuentra ya en
su consagración religiosa, sino en el pueblo. El pueblo es reconocido como sujeto político por
intermedio del Estado, y el Estado como portador de una voluntad colectiva a través del pueblo.

Después de la “pausa” de la Revolución en Marcha y del periodo de Eduardo Santos, las ilusiones
asociadas a la coyuntura lopista se disiparán. El papel asumido por el Estado en esta época no estará
cerca a lo ocurrido en otros países latinoamericanos, como Brasil, sino más bien al estilo New-
Deal. Con la referencia a la “democracia social” y al analizar la especie de simbiosis posterior entre
el sindicalismo y el partido liberal, Pécaut da cuenta de uno de los puntos centrales para el periodo
de desregulación social siguiente: al institucionalizar los canales de expresión de los actores
sociales, se impidió la consolidación de actores sociales independientes. El partido comunista y los
sindicatos, a pesar de querer mostrarse como representantes del pueblo entre 1938 y 1945, no
responderán, como tampoco lo hará el Estado, a la identidad de las clases populares. Para las élites,
esta será una época en la que la “barbarie social” irrumpirá, ya que se producirá un “fuera de lugar”
social, como enuncia Pécaut.

Ahora bien, esta obra, a pesar de ser un clásico historiográfico y necesario para la consulta sobre
esta importante época del siglo XX colombiano, es también una obra fruto de su época. No es sino
hasta recientemente que se ha cuestionado el mito historiográfico de una especie de división
política “de larga duración” del pueblo colombiano entre liberales y conservadores. Pécaut
reproduce el locus creado por la historiografía decimonónica y reproducido por la Nueva Historia
de Colombia de una Colombia azotada por el bipartidismo desde mediados del siglo XIX. Un
análisis desde las iniciativas y motivaciones de los actores individuales que participaron en las
guerras segmentarias decimonónicas, incluyendo la de los Mil Días, prueba que el factor
ideológico no era necesariamente un sustento para su accionar, incluso a principios de siglo XX 3.
Otro punto que tampoco soporta muy bien la prueba del tiempo en la obra de Pécaut es su alusión
a la argumentación de la CEPAL sobre el desarrollo industrial de la década de los 30. Autores, más
recientemente, han debatido la tesis del desarrollo sobre una capacidad instalada y han puesto
hincapié bien en el efecto de la Enfermedad Holandesa o en el aumento de la capacidad productiva,
junto con las condiciones creadas por la economía exportadora del café4.

3
Brenda Escobar Guzmán, De Los Conflictos Locales a La Guerra Civil: Tolima a Finales Del Siglo XIX, Primera
edición, Biblioteca de Historia Nacional, volumen CLXIX (Bogotá, D.C., Colombia: Academia Colombiana de Historia,
2013).
4
Santiago Montenegro, El Arduo Tránsito Hacia La Modernidad: Historia de La Industria Textil Colombiana Durante
La Primera Mitad Del Siglo XX, 1. ed, Clío (Medellín : [Bogotá]: Editorial Universidad de Antioquia : Facultad de
Ciencias Humanas y Económicas Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín ; Centro de Estudios sobre
Desarrollo Económico : Grupo Editorial Norma, 2002).

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