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David Hume, uno de los pensadores clave la filosofía occidental

Hume fue el primero que abogó porque la simpatía era un sentimiento innato en el ser humano,
un hombre seguro de que el conocimiento se apoya en la experiencia
David Hume

F. Cohnen / S. M.
Su doctrina moral estaba basada en la naturaleza humana y en nuestra capacidad afectiva y
sensitiva. Pensaba que la única fuente de conocimientos es la experiencia empírica, no las
ideas. De ahí que en su obra Un tratado de la naturaleza humana escriba: “La razón es
completamente inactiva y no puede ser nunca la fuente de un principio tan activo como la
conciencia o el principio de la moral”. Pensaba que las ideas generales no existían, que no eran
más que el compendio de nuestras impresiones y percepciones. David Hume creía que la raíz
de la conducta ética era la simpatía, un sentimiento innato en el ser humano. Experiencia
imprescindible. Los hechos, aseguraba el pensador escocés, no pueden probarse por medio de
la razón deductiva, sino que han de apoyarse en la experiencia. Pero la experiencia nos aporta
sólo un número finito de datos como base para las generalizaciones. Esto plantea el problema
de la inducción. ¿Cómo es posible justificar afirmaciones que presuntamente son universales
sobre la naturaleza mediante un catálogo limitado de experiencias? Hume respondió afirmando
que los enunciados universales acerca de la naturaleza serían siempre susceptibles de volver a
ser revisados sobre la base de nuevas experiencias. Creación del universo. Todo lo que es,
puede no ser, sostiene Hume. El argumento ontológico de los antiguos teólogos, en virtud del
cual hay algo singular cuya esencia consiste en existir, es un disparate en opinión del filósofo
escocés. Con esa idea, Hume invalida el argumento del diseño original, lo que puede
explicarse con el siguiente ejemplo: así como toda prenda de vestir es obra de un fabricante de
ropa, el universo ha de ser obra de un creador de universos. A su juicio, este tipo de
razonamientos son lógicamente falsos. El hecho de saber que la ropa pertenece a la clase de
objetos manufacturados nos permite inferir que una prenda de vestir en particular es obra de un
cierto fabricante de productos textiles. Puesto que no es posible establecer paralelismo alguno
entre cosas particulares y la totalidad de las cosas, resulta descabellada cualquier inferencia
acerca de quién es el creador del universo, afirma Hume. Este argumento hizo temblar los
pilares de la teología natural. No hay pensamiento puro. Este filósofo escocés también lanzó un
torpedo a la línea de flotación del pensamiento de Descartes al afirmar que su concepción de la
mente como sustancia resultaba incomprensible. Pensar es siempre pensar en algo, afirma
Hume. Algo que existe, incluido un pensamiento, es particular. Por tanto, no existe un
pensamiento puro ni una sustancia mental distinta de las percepciones e ideas particulares. En
realidad, estas percepciones no pertenecen a una cosa mental preexistente, sino que ellas
mismas componen la mente. Según Hume, resulta falso inferir, como hiciera Descartes, la
existencia de una sustancia pensante a partir de la actividad de pensar, del mismo modo que
es falso inferir una sustancia comedora a partir del hecho de comer. La facultad no existe al
margen de su ejercicio, sentencia Hume.

Le gustaba más el billar que la filosofía


El pensador, historiador y economista David Hume nació en Edimburgo (Escocia) en el año
1711. A los 26 años de edad escribió Un tratado de la Naturaleza Humana, su obra más
conocida. Fue también diplomático y ocupó el puesto de Secretario de Embajada tanto en
Viena como en París. Poco antes de cumplir los 40 años, publicó su último libro.
A partir de entonces tomó la decisión de dejar a un lado la filosofía y orientar sus intereses
hacia empresas más productivas. En 1769 regresó por fin a Edimburgo, donde moriría siete
años después. Siempre reconoció que prefería el juego de billar a la filosofía. En una ocasión
escribió la siguiente sentencia: “Puestos a ser filósofos, seámoslo apoyándonos en principios
escépticos”. Kant le llamaría “el más ingenioso de los escépticos”. Hume sostuvo que la
moralidad se reduce a sentimientos y que no existe razón alguna para que no podamos
investigar empíricamente las causas y comportamientos de tales sentimientos. Nunca aspiró a
exhibir la esencia del bien, sino la naturaleza de los comportamientos humanos asociados con
los sentimientos

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