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DEJEMOS ATRÁS A LA HUMANIDAD

Los Políticos ricos deberían dormir siempre con un cráneo humano bajo su
almohada. ¿Ridículo? Les recordaría siempre a la humanidad.

O.C.D

DE LA RIQUEZA FILOSOFICA:

En una búsqueda constante de placer y comodidad, surge como un deseo


inquisitivo, el aspirar a llegar a la conquista de la riqueza material. Buscar esta, como
un imperante propósito de vida, seria buscar la condenación inexorable de todo
razonamiento, de toda espiritualidad, de toda moral. Es por eso, que la conducta
de algunos gobernantes, lideres políticos, y digo algunos, porque guardo la inocente
y vaga esperanza de que cierto número de ellos, permanezcan exentos de la
condición de vacío moral y racional, que lleva al hombre a ser meramente un
organismo vulgar, intrascendental y frívolo. Sin embargo, no cualquier persona
puede aspirar a encontrarse con la más fundamental de las fortunas. La que se
encuentra más allá de la espiritualidad humanamente planteada por siglos. Hablo
de “la riqueza filosófica”. La cual no surge precisamente de los enfrentamientos
intelectuales y mentales con los trascendentales textos de la filosofía clásica y
moderna. Esta emerge de los más recónditos habitares de la conciencia, donde las
profundas impresiones externas que rigen la conducta no han podido hacer
presencia. De igual forma como Perseo, Odiseo, o el mismo Dante, cruzaron alguna
vez por el inframundo, así de intrincado está el camino a la verdadera conciencia
del hombre. Hay que estar dispuesto a desproveerse de muchas banalidades
actuales, incluso de toda fe que se profese. Para iniciar la separación de la
conciencia animal, la conciencia habitual y dejar el espacio abierto al brote natural
del pensamiento más humano y limpio del ser. Así como dejar salir la sangre
contaminada de un cuerpo, hasta que circula la sangre incorrupta. El ser humano
que arraiga en lo profundo de si, la conciencia animal y la habitual, y más aún, la
frivolidad del deseo material, está por unirse a la larga lista de cadáveres sin
nombre, que llenarían lagos, ríos y océanos completos. Inertes cuerpos carnales
agolpados unos con otros. Sin valor.

¿Dónde radica el sentido lógico de las anteriores palabras? No se necesita ser el


más grande filósofo o pensador, un matemático, físico, astrónomo, etc. Para
entender, formar y deformar, el concepto de humanidad. El ser humano pelea con
la parsimonia misma. La más tonta y absurda de las cosas termina por ser la cosa
más compleja e intrincada para él. No le es fácil aplicar respeto con sus congéneres.
Tampoco le es fácil aplicar la paz con los mismos. Se enamora de lo banal, de lo
perecedero. Hace dioses a las piedras, hace reyes a los tontos. Mata por aquello
que no está hecho para trascender, y el mismo se pierde y muere en la
intrascendencia. Mata desde que tiene memoria, desde que era ese animal de
pieles cazadas. Luego fragmentó parte de esos límites e instintos, para volverse un
amante del folclore y de la ilusión. Y rompió esos límites, para hacerse más débil
más dependiente. ¿Que hay dentro de él? Una larga cadena de remanentes
fragmentos de su pasado animal, partes de la superchería sensitiva antes de la
ciencia, y desde luego, la ciencia… su ciencia. Son esos fragmentos que ha traído
consigo por largos siglos al igual que un viajero trae consigo sudor, tierra y desvelo
de su pasada travesía.

¿Dejará algún día de creer en la ambición, en la trascendencia por la vía de lo


material y lo espiritual? ¿Se entregará al sufrimiento con la promesa de una
irracional vida eterna, prometida por ese viejo cuervo? ¿Peleará por su derecho a
la libertad, a dejar de ser un esclavo encadenado en una caverna como la del relato
de Platón? ¿Dejará de creer en luces y rostros en el agua? ¿Dejará de creer en
demonios y dioses?
Oswaldo Calderón Doménico.

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