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Biblioteca de «El Buen Consejo»
Vida de Santos, núm. 4

San Agustín
POR EL
P. TEODORO ALONSO TURIENZO. OSA

Segunda edición

ISBN 84-85139-50-X
Depósito Legal ZA 178-1980
Imprenta Benedictinas, REAL MONASTERIO DE EL ESCORIAL
Carretera Fuentesaúco, Km. 2 - Zamora 1980
| T O M A Y LEE!

No es mi fin desarrollar un tema de investiga-


F:S PROPIEDAD ción, ni tampoco escribir la mejor biografía de San
Agustín.
Se trata de hacer un resumen sencillo de su vida
con el interés y entusiasmo que merece.
Un resumen que pueda titularse: Vida popular
de S. Agustín, de modo especial dedicada a los jó-
venes.
Una vida que responda a la realidad. Que sea
sincera y emocionante como sus Confesiones.
Atractiva como él.
La vida de Agustín personifica como ninguna la
lucha siempre antigua y siempre nueva de los cora-
zones:
Ansias de felicidad, luchas, triunfos, derrotas,
remordimientos, atracciones de amores opuestos,
inquietud..., todo eso experimentó Agustín en la
primera mitad de su vida. Todo eso y nada más es
la historia de la mayor parte de los hombres, du-
CON LAS LICENCIAS NECESARIAS
rante su vida entera.

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¡Vla figura del Santo que triunfó después de la
lucha/
...Siempre humano, generoso, comprensivo...
Aprendió a utilizar como nadie las energías del co-
razón: por eso es el intérprete del primer manda-
miento de Jesús.
San Agustín no es tan popular como otros san-
tos que mientras vivieron tenían menos populari-
dad que él.
Ése es nuestro intento: reparar esta injuria. SU F A M I L I A
Publicar más que la obra del sabio, la del santo.
LLamar la atención para que el mundo de hoy es-
cuche a San Agustín que sigue repitiendo lo de La familia de Agustín estaba formada por un
aquella vez...: «Si os gusta llamarme maestro, matrimonio: Patricio y Mónica; tres hijos: Agustín,
dadme la recompensa de serlo: sed buenos». Navigio y Perpetua; y dos sirvientas.
Agustín es hijo de Patricio y Mónica en cuanto a
la carne. Mónica sobresale tanto como madre de
Agustín que ha eclipsado casi totalmente la figura
de Patricio.
Mónica será siempre la madre de Agustín.
Agustín el hijo inseparable: se engrandecen mu-
tuamente.
Son dos vidas que no se distinguen. Mónica vi-
vió la vida de su hijo. No podía vivir sin Agustín.
No podía morir sin verle convertido. Por eso, sus
lágrimas.
Agustín lo mismo. Tiene el espíritu de Mónica.
Es verdad que en un principio no comprendió bien
la grandeza de su madre. Más tarde se dio cuenta.
Por eso lloró tanto aquel día de su muerte. Veinte
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años después no podía recordarla sin lágrimas. inagotable y modestia: es verdaderamente una jo-
«¡Tú sabes, Señor, qué madre he perdido!». ven de carácter.
Nació el año 332. Pertenecía a una familia cris- Pasó la adolescencia. Demuestra poseer exce-
tiana. lentes dotes maternales.
Demostró desde niña una piedad sobresaliente. Y, al entrar en la juventud, fue solicitada para
Unas veces desaparecía del juego, se escapaba contraer matrimonio.
a la iglesia, se escondía en un rincón y... rezaba lo No conocemos exactamente el modo de pensar
que sabía. de Mónica, razón por la cual es imposible exponer
Otras, cuando comía, disimuladamente, oculta- sus inclinaciones y preferencias respecto a la elec-
ba algo y salía en busca de algún pobre... ción de estado.
«Así —dice el hijo— la iba preparando el Señor Probablemente Mónica hubiera preferido seguir
desde el principio...». los consejos evangélicos.
De algunos defectos tuvo que corregirse, no era Sea cual fuere la razón, forzada o providencial-
impecable. mente, Mónica contrajo matrimonio con Patricio.
«Encargada —dice Agustín— de subir
No se comprende fácilmente esta decisión; es
diariamente el vino necesario para la mesa, solía
beber algún sorbo todos los días. un enlace matrimonial misterioso.
Se fue acostumbrando... y concluyó por beber- Patricio: pagano, soberbio, indiferente, de ca-
se una copa casi llena. rácter violento, de vida corrompida y escan-
Lo sabía una de las sirvientas. Un día, discutien- dalosa...
do con la niña, la llamó borrachuela...» Mónica —ya lo dijimos— todo lo contrario.
Fue lo suficiente para avergonzarla; se corrigió Mónica de 22 años, Patricio de más de cuarenta.
radicalmente. Hizo el propósito de en adelante no A pesar de todo, los dos se unen para formar un
beber más que agua. hogar.
Mónica crecía en años y progresaba en virtud. Mónica va a ser eternamente esposa ejemplar y
Pasaron los momentos emocionantes del madre modelo. Tiene que serlo allí, en el hogar
Bautismo y primera Comunión. precisamente.
Pasó la infancia y también la niñez, pero... Mó- Esposa ejemplar: para salvar a Patricio.
nica es admirable por su dulzura, constancia, paz Para figurar siempre unida a un convertido y

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convertido por ella: por el-apostolado de su silen-
cio, amor, sufrimiento, abnegación y trabajo.
Patricio vio en Mónica. aquello mismo que el
buen ladrón, desde la Cruz, admiró en Jesús.
Patricio, no podía ser de otra manera, reaccionó
como Dimas: Murió bautizado, arrepentido y cris-
tianamente.
Madre modelo: Modelo por ser Santa Mónica.
Modelo por haber conseguido tres hijos santos. NIÑEZ DE A G U S T Í N
Navigio y Perpetua reciben culto en Roma y en
otros muchos lugares dé la cristiandad.
Reina Constancio II.
Modelo, sobre todo, porque es madre de San
Es el año tercero del pontificado del Papa Libe-
Agustín.
río.
Por Agustín, Mónica es inmortal como madre de
El 13 de noviembre del año 354.
las lágrimas.
En Tagaste, ciudad de Numidia:
Por Agustín, sufrió Santa Mónica el martirio
Nació el futuro Doctor Eximio de la Iglesia,
terrible del alma.
Aurelio Agustín, hijo primogénito de Patricio y Mó-
Agustín será siempre un sermón de Santa Móni-
nica.
ca, un sermón viviente: el sermón más sublime de
la verdadera actitud de una madre. Agustín es, en importancia, el primero de los
cuatro doctores de Occidente y ocupa el tercer lu-
Son dos vidas que se confunden. Mejor: Es la vi-
gar por orden cronológico.
da de un hijo que tuvo madre; porque en la vida de
El mismo año que Agustín vino al mundo (354),
un hijo tiene que aparecer la madre, si ella cumple
Ambrosio celebró el decimoquinto cumpleaños y
con su deber.
Jerónimo probablemente se trasladó a Roma para
Veremos a los dos más detenidamente en los
estudiar Gramática, Retórica y Filosofía.
capítulos siguientes.
Agustín murió a la edad de setenta y seis años.
Después del primer centenario de su muerte apare-
ció Gregorio Magno para completar el número de

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los grandes doctores occidentales: S. Ambrosio, Mónica consiguió crear un espíritu profunda-
S. Jerónimo, S. Agustín y el Papa Gregorio I. mente religioso en su hijo.
Agustín tuvo la suerte de nacer de madre santa. Un rasgo que se ha conservado de la infancia de
Mónica, consciente desde el primer momento Agustín, refleja su exquisita formación religiosa y
de su deber, consagró toda su vida a 1a educación el fruto de las instrucciones de su madre:
de Agustín. «Era yo niño todavía —dice Agustín— cuando
Le abrió el corazón para tratarle siempre con repentinamente fui acometido de un fuerte dolor
amor, mucho amor, amor de madre: es el mejor de estómago que me puso en peligro de muerte».
método pedagógico, hace maravillas en la educa- Agustín, moribundo, con menos de ocho años,
ción. reaccionó muy cristianamente: acudió por iniciati-
Apenas advierte los destellos de la razón en su va propia a Dios para que le protegiese. Pidió con
hijo, llevada de su religiosidad, le inscribe entre los viva fe el Baustismo de Jesucristo.
catecúmenos. Este hecho es una prueba de la belleza del alma
No se solía, en aquella época, bautizar a los ni- de Agustín.
ños luego de haber nacido; por eso Agustín no re- Mónica, conmovida por la fe de su hijo y solícita
cibió el sacramento del Bautismo. de su salud eterna, procuró a toda prisa se le admi-
Aprendió de su madre los fundamentos de la re- nistrase el saludable sacramento; pero ...el mal ce-
ligión. só repentinamente y el Bautismo se difirió para
«Me hablaba frecuentemente —dice el mismo más adelante.
Agustín— de la vida feliz del cielo, de la Encarna-
ción, providencia y poder de Dios...
Me decía que ese Dios es mi Padre...
Y me aconsejaba que no perdiese de vista la idea
de muerte y juicio divino...
A cada paso oía de su boca el nombre de
Jesús».
Jesús quedó muy grabado en el corazón de
Agustín: nunca pudo olvidar ese nombre aprendi-
do en el regazo de su madre.

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castigos corporales. El santo habla también de los
ayunos que los maestros imponían a los discípulos
holgazanes.
Probablemente se le aplicaron a él más de una
vez esos remedios, y otras muchas burlaría la vigi-
lancia del maestro.
No le gustaban las matemáticas. Es lógico; se
trata de una asignatura detestada y odiada por la
COLEGIAL DE TAGASTE mayor parte de los estudiantes de todos los tiem-
pos.
En la escuela de Tagaste, Agustín mereció el ca-
I Qué poco dura para una madre el tiempo que el
lificativo de alumno mediano y un tanto revoltoso.
hijo está junto a sí y que gasta en instruirle!
¿Y qué decir de su conducta?
Llegó el día en que Agustín debía empezar los
Era de esperar que Agustín, después de una for-
estudios.
mación como la suya hubiese sido estudiante
Mónica permitió que se matriculase en la es-
ejemplar y la alegría de Mónica, pero no fue así.
cuela de Tagaste; pero temía por la perseverancia
Lo primero que se vio en él fue pereza y odio al
religiosa del hijo.
estudio.
Empezó el curso.
«No estudiaba —dice— sino obligado; no gusta-
La escuela de Tagaste fue seguramente como
ba yo de las letras y odiaba que me obligasen a es-
son hoy las escuelas de los pueblos o los institutos
tudiarlas».
de primaria. En Tagaste no podía faltar la música
Se acostumbró a obedecer por temor al castigo.
escolar tradicional.
Desgraciadamente no fue éste el único defecto
En una escuela tiene que oírse siempre: a,b,c...
de Agustín.
Uno y uno, dos; dos y dos, cuatro...
Se aficionó demasiado al juego y a las diver-
Cinco por dos, diez..., en voz alta y en el mismo
siones:
tono siempre.
«Engañaba —dice— a mis padres y maestros
A esto alude Agustín, cuando dice: «Me moles-
por amor al juego y por el deseo de ver espectácu-
taban y odiaba aquellas repeticiones monótonas».
los frivolos con juguetona inquietud».
En la enseñanza romana se usaron mucho los

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Se iba pareciendo algo más a sus compañeros y
algo menos a Santa Mónica. Se fue acostumbran-
do a decir no y a desobedecer.
A pesar de todas estas miserias, Agustín todavía
no era malo con malicia; aún no se había corrompi-
do; poseía algunas cualidades buenas:
Amaba a su madre, era sensible, afectuoso,
agradecido... «Pedía con fervor al Señor —dice en
sus Confesiones— que no me azotasen los maes-
tros en la escuela».
Otros niños sólo pensarían en quejarse a sus
padres, o implorar misericordia de sus maestros.
Agustín recurre a Dios.
Se ve que el hijo de Mónica ha empezado la
lucha de todos los jóvenes.
¿De qué lado se inclinará la balanza?

1R
A MADAURA

Agustín, a pesar de su odio al estudio, no pudo


ocultar su genio extraordinario.
Patricio, en vista de los elogios que de él hacen
maestros y condiscípulos, se decide a darle una
educación conforme a sus talentos.
Como Tagaste carecía de centro de estudios su-
periores, tuvo que enviarle a Madaura.
Ménica, triste por esta separación repentina,
prefirió no oponerse.
{Qué iba a ser de Agustín, solo y lejos de su
madre...!
Más difícil fue la cuestión económica; pero
Patricio, dispuesto a llevar a cabo la empresa, ven-
ció todas las dificultades con sus sacrificios.
Agustín a los 13 años ingresó en la academia de
Madaura.
En Madaura cursó la asignatura de Gramática
que comprendía el estudio de una verdadera en-
ciclopedia.
S. GIMIGNAÑO - Iglesia de San Agustín
San Agustín en la escuela 17
Fue aplaudido por primera vez. Aquí era donde
Desapareció radicalmente su odio al estudio; se Agustín triunfaba siempre.
enamoró de los libros y se entregó en cuerpo y al- Se excita su amor propio y se goza sobremane-
ma a la lectura de los clásicos latinos. ra con estos triunfos.
Sentía pasión por la Eneida de Virgilio: «Nadie Ya no piensa más que en recibir aplausos,
dice él mismo —hubiera podido arrancármela de muchos aplausos; en lucirse otra vez, en figurar.
las manos; por su pérdida hubiera llorado amarga- Se goza mucho, le suenan bien las aclamaciones.
mente». Desde Madaura escribía a su casa con frecuen-
En Madaura fue estudiante modelo, mimado de cia y cartas largas: tenía que contar todas sus ha-
sus profesores; se conquistó los mayores aplau- zañas.
sos. Entusiasmaban a Patricio estas noticias.
I Cuántas ilusiones! Mónica seguía preocupada: Parece —se decía —
Los alumnos de Madaura se ocupaban en ejerci- que mi hijo no se acuerda de los consejos que le di.
cios parecidos al que refiere Agustín en sus confe-
En Madaura empezó la perversión del espíritu de
siones:
Agustín.
«Empezaba proponiéndosenos el asunto sobre
el que había de tratar la composición. Él solo, en una ciudad pagana; estudiando por
Esto de por sí excitaba ya el ánimo de los estu- libros profanos y obscenos, y con maestros sin
diantes, bien por el deseo del premio, bien por te- escrúpulos.
mor a los azotes. Le obligaban a desarrollar eVi clase temas desho-
Nos obligaban a que dijésemos en prosa algo nestos: eran los favoritos de aquellos catedráticos
que se pareciese a lo que el poeta había dicho en sin conciencia.
verso; era más aplaudido el que mejor repetía e Agustín pensaba que obraba bien imitándoles;
imitaba la idea del maestro». por eso adoptó la conducta de tales maestros co-
Un día encargaron a Agustín el desarrollo de un mo única norma de vida.
tema patriótico. Eran enemigos del cristianismo. Esto le hizo creer
Versaba acerca de las palabras con que Juno, que tal religión sólo valía para mujeres o espíritus
protectora de los cartagineses, expresa su dolor al tímidos; no para los fuertes y llenos de ciencia co-
no poder alejar de Italia al rey de los troyanos. mo él creía.
Tan bien lo hizo que entusiasmó al auditorio.
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Pronto empezó a circular el veneno por las venas
de Agustín.
«Ardía —escribe el santo— en deseos de hartar-
me de cosas bajas, y no me avergonzaba de con-
sumir la vida en deleites.
Se marchitó mi hermosura, y me volví podre-
dumbre a tus ojos por agradarme a mí y desear
agradar a los hombres». VACACIONES
Tuvo la desgracia de exponerse al peligro. Pe-
netraron en su corazón los malos deseos y le domi-
naron las pasiones. Agustín, recordando con satisfacción los triun-
fos de Madaura, volvía a su hogar. Llegó a casa.
Intelectualmente había triunfado.
Llegó el verano y terminó Agustín los estudios Patricio le abrazó. Le felicitó.
¡Así se hace!
de Gramática en Madaura.
¡Ánimo!
¡Vacaciones!
Para e| próximo curso irás a Cartago a terminar
Agustín ya tenía 15 años. Volvió a su pueblo, pe-
los estudios.
ro no inocente como antes.
Mónica también le abrazó, le abrazó más ínti-
Con desarrollo, sin duda, completo de su natu-
mamente; pero lloraba... Agustín no era el mismo:
raleza física, siente su corazón invadido por llamas
no era el Agustín de los cinco años.
amorosas.
Mónica con ojos de madre lo ha visto, ha notado
Agustín ha crecido, y en su pecho escucha la
que algo le pasa..
voz de la naturaleza que le incita al regalo del amor
¡Mi hijo no se ríe como antes!
natural.
Sí ya lo sé, sus primeros pecados le han quitado
La voz clara de Dios podía haberle atajado en la la inocencia y la paz.
pendiente del amor desordenado. La madre quiere curarle: Le llamaré a solas y se
Pero el espíritu del mundo había penetrado en el lo diré.
corazón de Agustín, y el espíritu del mundo se Pero era ya tarde porque Agustín no atendía:
avergüenza de seguir el espíritu de Dios. «Creía una deshonra obedecer a mujeres».

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...Me avergonzaba ante mis compañeros de ser
Y... Mónica ora y llora por su hijo. menos desvergonzado que ellos...»
Hoy empezó a ser la madre de las lágrimas. Tal era el triste estado de Agustín a los dieciséis
Patricio estaba dispuesto a favorecer los estu- años.
dios de su hijo y decidido a enviarle a Cartago. Su padre no estaba lejos de convertirse. Al em-
Surge la dificultad de siempre: no tenía fondos. pezar la cuaresma de este mismo año renunció
Había acabado de pagar las facturas de Ma- públicamente al paganismo y fue inscrito en el nú-
daura, y se le agotaron los recursos. mero de los catecúmenos de la Iglesia Católica.
Bien sabía que en Cartago la enseñanza era más «Pero él —dice Agustín— no se preocupaba
costosa, no tenía dinero. Necesitaba tiempo para todavía de que yo fuese casto: no le interesaba
hacer algunas-economías. más que verme erudito».
Las vacaciones pasaron rápidamente y como No se daba cuenta de las luchas de su hijo; no le
los ahorros de Patricio crecían a cuentagotas, preocupaba su conducta: parece que se alegraba
Agustín, tuvo que interrumpir los estudios y espe- con la idea de ser abuelo bien pronto.
rar un íiño —el décimo sexto de su edad— que pa- Mónica sigue lo mismo de preocupada. Vuelve a
só en compañía de sus padres. llamar al hijo. Cuando están los dos solos se lo dice
En este año Ménica y Agustín podían-haber sido otra vez:
felices: no fue así. Le habla de Dios, de la tranquilidad de los cora-
El hijo no era inocente; no contaba a la madre zones puros, de la fealdad del pecado...
sus preocupaciones; se callaba sus problemas. «Una vez —dice el mismo Agustín— me llamó
En este tiempo sintió Agustín más que nunca el aparte..., icón qué solicitud (aún me acuerdo de
influjo de las pasiones. ello) me rogó que fuese casto!»
Agustín no se atenía a razones, seguía lo mismo
«Entonces —dice él— los deseos impuros cre-
de frío.
cían de repente y se levantaban tan poderosos que
No hacían mella en su alma los consejos de su
oscurecían y ofuscaban mi corazón... y yo seguía
madre emocionada. Rehuía el encontrarse a solas
el ímpetu de mi pasión, la furia de la carne excitada
con ella.
por la desvergüenza humana.
Mónica ya no sabía qué hacer: consejos, lágri-
...Acompañado de otros como yo corría y me
mas, oraciones... y Agustín no cambiaba.
revolvía en el cieno.
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Agustín no cambiaba, para que Mónica tuviese
tiempo de sufrir, orar y demostrar lo que puede
una madre.
Agustín tiene una madre que es espejo de ma-
dres cristianas y por su madre se salvará.
Ni los aplausos de la muchedumbre pagana,
ni el copioso caudal de conocimientos filosófi-
cos, EN CARTAGO
ni el dominio de la Retórica,
ni el aliciente de los altos puestos de la sociedad, Patricio, a fuerza de sacrificios, pudo reunir el di-
ni las voces encantadoras de la carne... nero necesario para que Agustín pudiera continuar
Nada de todo esto conseguirá llevar al alma de los estudios. Y seguirá sacrificándose para que
Agustín a la luz y el reposo, sino las oraciones de aquel hijo continúe estudiando sin interrupción
su madre. hasta terminar la carrera.
La lámpara del corazón de Mónica terminará en- Ahora estaba satisfecho Patricio: creyó haber
caminando a Agustín a la región de la verdadera triunfado definitivamente.
dicha. Agustín partió para Cartago.
Para Mónica esta separación fue muy dolorosa:
sintió más que nunca dejarle solo.
A pesar de todo no se opuso a los planes de
Patricio.
Llegó Agustín a Cartago.
¿Qué iba a ser de él, solo, a más de cien kiló-
metros del corazón de su madre, en la edad de las
dificultades y dominado por las pasiones...?
(Agustín sin apoyo en Cartago!
Los peligros eran mayores que en Madaura:
«Por todas partes crepitaba en torno mío un her-
videro de amores impuros...»

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El ambiente, el teatro, el arte, las supersticiones
También el «amar y ser amado», era lo que le de-
del culto pagano... todos, hasta sus mismos com-
leitaba en Tagaste; pero en Cartago había más la-
pañeros le impedían ser bueno.
zos para el amor.
Empezó el estudio superior de Gramática y Retó-
Además, en Tagaste vivía su madre Mónica cu-
rica.
ya presencia tenía que infundir respeto; en Cartago
En seguida se granjeó el aprecio de sus maestros
no.
y los primeros puestos de las clases.
Y Agustín se entrega a la vida del amor, que él
Al poco tiempo un suceso inesperado puso en
ansiaba porque le parecía ser una cosa muy dulce.
peligro los planes anteriores: murió su padre Patri-
Hasta que llega a ser correspondido por una mujer.
cio, bautizado y cristianamente.
Se entrega y empieza la crisis más profunda:
Agustín recibió la noticia que le sumió unos días
«Caí en las redes... Al fin fui amado».
en profunda tristeza.
Ambos son felices mientras viven juntos.
Mónica había triunfado como esposa después
La joven es pobre en bienes de fortuna; pero
de dieciséis años de lucha.
tiene un gran corazón. Un corazón si no tan gran-
La única preocupación ahora sería su hijo.
de como el de Agustín, sí muy parecido.
No le trajo para casa, porque pensó ser una
A pesar de todo, no rompieron con toda medida
desgracia para Agustín la interrupción de los estu-
de continencia; su amor fue humano más que bru-
dios: puede ser —decía para sí— que por la ciencia
tal.
se acerque al verdadero Dios.
Los dos tenían un corazón hermoso y un alma
Surgieron otra vez dificultades por la falta de di-
grande. Los dos serán más tarde enteramente de
nero. Romaniano, amigo de Patricio, solucionó el
Jesucristo.
caso para siempre: se comprometió a ponerlo de"
Agustín no pudo ocultar mucho tiempo tales re-
su bolsillo.
laciones. El año 372 tuvo un hijo, Adeodato. Él le
Debido a la generosidad de su protector pudo
llamará siempre hijo del pecado.
Agustín continuar en Cartago.
Esta unión culpable y vergonzosa de Agustín du-
El hijo de Mónica llegó a Cartago con deseos de
rará no menos de 15 años.
triunfar: soñaba con glorías mundanas.
Cuando supo Mónica los desórdenes del hijo no
Agustín entró en la capital africana y lo primero
podía consolarse. Lloraba en público y en privado:
que empezó a interesarle fue un corazón:
llegó a temerse por su vida.
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Pero, hay que decirlo, Agustín no podía ser malo
de propósito. Comparado con sus compañeros,
distaba mucho de ser tan incontrolado como ellos.
No aprobaba este proceder.
Agustín tenía corazón, inteligencia..., una ma-
dera, sin cepillar es cierto, pero estupenda.
Agustín no pierde el equilibrio mental con los
aplausos.
Ni su corazón estaba tranquilo. Amaba y le ama-
ban. MANIQUEO
Su cuerpo satisfecho; su alma cada vez menos
feliz: celos, temores, sospechas... Los maestros de Cartago dejaban tiempo libre a
Agustín, volcán de amor, no es feliz. Lejos de los alumnos para que pudiesen frecuentar teatros,
Dios nadie lo es.
escuelas de declamación, sitios de recreo, bibliote-
i Agustín convertido en un verdadero calvario!
cas...
¿Por qué todo esto?
Agustín se entregó por completo a la lectura; le-
Porque todo amor, si no está bendecido por
yendo se pasaba casi todos los ratos libres.
Dios, es tormento de sí mismo.
Coge en sus manos el libro de Cicerón titulado
Hortensio.
La lectura del magnífico Diálogo le encanta.
Se convence: Cicerón es efectivamente uno de
los hombres que mejor han hablado.
Además de elocuencia y bien decir, Agustín en-
cuentra en el Hortensio una mina de contenido:
Filosofar es aprender a morir. Era un principio
establecido por Cicerón que le convenció.
«Este libro cambió por completo todos mis afec-
tos de tal modo que, desde entonces, fueron otros
mis propósitos y deseos...
28 29
Desde entonces, anhelé, Dios mío, la sabi-
duría..., empecé a levántame para volver a ti». El Hortensio no le puso en el verdadero camino,
Agustín lo comprende; bien dice el Hortensio de pero le dio a entender que le había.
Cicerón: La felicidad del hombre está en la verdad, Deseoso de tener esa sabiduría y persuadido de
en la sabiduría. no poder hallarla sin Jesús, abrió Agustín las San-
Las criaturas no aciertan a dar paz cumplida al tas Escrituras:
alma. «Se me cayeron de las manos.
Me parecieron indignas de parangonarse con la
Agustín está conforme con la doctrina del Hor-
majestad de los escritos de Cicerón. Mi hinchazón
tensio; sólo encuentra una falta: no habla de Je-
recusaba su estilo y mi mente no penetraba su in-
sús.
terior...»
Ese nombre, más dulce que todo nombre,
todavía se conserva en el fondo de su alma. Agustín suspira por la Verdad. Buscando la Ver-
dad busca a Dios.
Jesús, piensa Agustín, recordando lo que le ¿Dónde está la Verdad?
decía su madre cuando era muy pequeño, Jesús Agustín se hallaba perdido en un callejón sin sa-
tiene que ser esa sabiduría infinita. lida.
Agustín vive y seguirá viviendo mucho tiempo ...desorientado y con ansias de Verdad.
como hasta ahora: disfrutando de amar y ser ama- Cansado de buscarla oye que unos hombres
do. proclaman a voces:
Pero ese Agustín no puede desentenderse de es- «¡Verdad! ¡Verdad! Poseemos el secreto de lle-
te otro problema inmenso: var las almas a Dios por la sola razón».
¡Yo no soy feliz! Pero Agustín necesita algo: Figura en la lista de
¿ Dónde está la felicidad? Me dicen que es la Ver- los catecúmenos de la Iglesia Católica; para borrar-
dad. se, debe justificar su salida. Y ellos:
¿Y la Verdad? «La Iglesia —le dicen— atemoriza a los fieles
El Hortensio elevó a Agustín sobre las miserias con creencias supersticiosas, nosotros a nadie for-
de la tierra. zamos hasta que ha comprendido claramente».
El Hortensio no le mostró la Verdad, pero le Necesita más: no ha desaparecido de su corazón
habló de ella. toda enseñanza cristiana. Cree en la vida eterna,
providencia de Dios..., recuerda el nombre Jesús.
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31
De nada de esto hablaba el Hortensio. B ma-
niqueísmo, sí.
Y creyó que le habían resuelto todas las dudas:
Dio su nombre y abrazó el maniqueísmo.
Esta decisión de Agustín, más que un pecado,
fue un desacierto: se equivocó.
«¿Cómo no me iba a dejar seducir por tales pro-
mesas yo, joven, ávido de Verdad, orgulloso, que
había despreciado la religión de mis padres, como MAESTRO EN TAGASTE
se desprecian los cuentos de viejas?».
Agustín terminó la carrera. Triunfó como estu- Vuelve Agustín a Tagaste.
diante, pero no religiosamente: Profesa una secta Ménica ya había oído rumores de la pública
falsa. Y confiesa orgulloso: ¡Soy maniqueo! adhesión de su hijo al maniqueísmo.
Estamos en el año 374. Mónica no puede creer que su hijo, el más queri-
do, fuese capaz de semejante determinación: pero
teme sea verdad. Está para llegar Agustín; su
madre le espera, indagará.
Agustín llegó, se abrazaron.
Mónica tenía que preguntarle: ¿Es verdad que
tú...I
Agustín no espera a que termine la pregunta de
su madre. Sí.
I Sí lo soy! | Soy maniqueol
Mónica tembló de dolor.
I Antes es Dios que Agustínl
Con lágrimas en los ojos, dijo imperiosamente a
su hijo: ¡Vete/
¡Vetel, no quiero verte en mi casa ni bajo mi
techo.

32 33
Agustín no pudo resistir aquella mirada, tuvo No os inquietéis —dijo el joven—; mirad, vues-
que bajar la cabeza y,... salió. tro hijo está a vuestro lado y en el misto sitio que
Apenado todavía pidió ser admitido en casa de vos».
Romaniano. En efecto, miró y vio que allí estaba Agustín.
Mónica era incapaz de serenarse. Mónica enseguida comprendió el sentido de la
Seguramente pensó aquel día en la soledad de profecía:
María y en la tarde del Viernes Santo. «Mi hijo al fin se convertirá, vendrá donde yo es-
Cayó de rodillas y rogó con más fervor que nun- toy».
ca por aquel fruto de sus entrañas. Al día siguiente corrió a decírselo a Agustín.
Mónica no podía soportar mucho tiempo esta
separación. Sabía que Agustín, como hijo, siem- La madre de las lágrimas y el hijo pródigo se en-
pre había sido bueno y lo era. contraron y se abrazaron otra vez.
Un día Agustín, de rodillas ante el lecho pedirá Mónica le perdonó y le permitió comer a su me-
perdón a su madre moribunda. No, le dirá ella, tú sa.
siempre fuiste buen hijo. Desde entonces no podían separarse.
Ahora, fuera de casa, recuerda a su madre con Agustín continúa viviendo en casa de Roma-
dolor: lleva consigo la pesadilla y la angustia. niano: había traído consigo aquella mujer y aquel
Probablemente la madre y el hijo se buscaron y se hijo...; quería abrir una cátedra de Retórica... Y no
vieron más de una vez. tenía sitio en la casita de su madre.
Mónica no lloraba porque Agustín fuese mal hi- «Y mi madre —dice él— me amaba tanto que no
jo, lloraba porque aquel hijo no era cristiano. podía pasar un día sin visitarme».
Su dolor hubiese sido insoportable sin alguna Agustín no hizo mucho caso de aquel sueño de
esperanza de la salvación de Agustín. su madre. Seguía tan maniqueo como antes. Pero
La esperanza llegó. Durante el sueño de una la madre y el hijo no podían discutir.
noche, tuvo esta visión. Mónica no sabía razones de Filosofía para poder
«Triste y abatida, vio venir hacia ella un joven argüirle; temía herirle inútilmente. No podía hacer
sonriente, el cual pregunta: más que orar, amar, amar mucho y con amor de
¿Por qué lloras? madre. No tenía más argumentos.
Lloro, respondió Mónica, la pérdida de un hijo. Un día llegó a Tagaste un Obispo gran siervo de

34 35
Dios. Había sido maniqueo, se convirtió y ahora ciosas y nocivas, que tanto hicieron llorar a mi
tenía fama de santo y sabio prelado. madre; de modo que, hasta en el error, éramos
Mónica aprovecha la ocasión. Le ruega con in- iguales.
sistencia influya para que su hijo Agustín abando- ...Mi corazón no podía pasar sin él».
ne el maniqueísmo. Esta relación iba a romperse bruscamente.
—No ha llegado la hora; rogad mucho por él. Apenas había disfrutado Agustín un año de esa
La madre vuelve a insistir con toda la potencia amistad, aquel amigo cayó gravemente enfermo.
de sus lágrimas suplicantes. Agustín no podía separarse de su lado.
El santo obispo enternecido, en presencia del El enfermo, atacado por la fiebre, quedo mucho
dolor de aquella madre, no pudo por menos de tiempo sin sentido. En este estado se la administró
exclamar: el Bautismo.
«Vete en paz, mujer, no es posible que perezca Vuelto en sí Agustín pudo hablar con él.
un hijo de tantas lágrimas. «Tenté reírme en su presencia del bautismo, cre-
Agustín —maestro como era— abrió una cá- yendo que también él se reiría.
tedra de Elocuencia en Tagaste. Los jóvenes más Pero él mirándome con horror, me increpó di-
selectos acudieron a su clase. ciendo: Si quieres ser mi amigo cesa de decir tales
La escuela de Agustín se convirtió muy pronto cosas...»
en una reunión de amigos. Agustín se reprimió por entonces.
Jóvenes unidos a Agustín con estrecha amistad Pocos días después, ausente Agustín, le repi-
y que, por amor y admiración a éi, aprenden lo que tieron ias calenturas y murió.
les enseña. La pena del hijo de Mónica al verse sin su amigo,
Entonces ocurre un hecho que no podemos pa- no tiene límites. No encuentra descanso en parte
sar por alto. Entre esos amigos hay uno, preferido alguna.
de Agustín, le llama: amigo queridísimo: Sin el amigo todas las cosas, hasta la mujer que
«Adquirí un amigo a quien amé con exceso por tanto amaba, le parecían despreciables.
ser condiscípulo mío, de mi misma edad y hallar- Nada pueden y nada valen los demás amigos sin
nos ambos en la flor de la juventud. aquél.
Le había desviado yo de la verdadera fe, y le Tagaste empezó a ser para él insoportable. No
había inclinado a aquellas falsedades supersti- podía vivir donde su amigo había muerto.

36 37
Los recuerdos le atormentaban y la debilidad le
consumía.
Para evitar tales emociones, abandonó Tagaste
y se trasladó a Cartago.
Mónica tuvo que resignarse una vez más. Acep-
tó el martirio de la separación para no quedarse sin
el hijo.
Agustín partió. Iba triste y desconsolado. PROFESOR EN CARTAGO
Mónica queda en Tagaste: Reza, llora y espera.
Agustín partió para Cartago. Le siguieron los
amigos de Tagaste, ansiosos de continuar reci-
biendo sus instrucciones.
Romaniano le proporcionó lo necesario para el
viaje.
En Cartago abrió una cátedra. También Roma-
niano pagó los gastos de la instalación y le ayudó
económicamente.
El deseo de tener buenos discípulos movía a
Agustín más que el dinero; nada le importaba la
ganancia.
Para distraerse y olvidar los recuerdos dolorosos
se entregó por completo al estudio.
Un día sé sintió inspirado, cogió la pluma y em-
pezó a escribir.
Publicó un libro sobre la Belleza, que dedicó a
Hierio, uno de los grandes oradores de Roma.
Agustín, a solas y con sumo placer, leía y releía
páginas admirándose a sí mismo.
Siempre había sido el número uno como estu-
38 39
A medida que iba conociendo más y mejor el
diante. Ahora, maestro, aspiraba a una distinción
maniqueísmo, se sentía menos maniqueo.
parecida.
No le satisfacían los dogmas de la secta. Al prin-
Quiere para sí la fama y el título de Magister pri-
mus, el mejor maestro. Aún pensaba en glorias, fe- cipio, se sintió atraído por la aparente virtud de los
licitaciones y aplausos. que se decían elegidos y santos.
Se anuncia entonces un concurso de poesía. A la larga, descubrió que todo aquello era un mi-
El poeta vencedor será coronado públicamente. to; no tenían nada de perfectos.
Un tal Helpidio, católico, dio conferencias en
Agustín resolvió tomar parte. Escribió un poema
Cartago y atacó duramente al maniqueísmo.
dramático y consiguió la victoria.
Agustín le oyó, impresionado se decía:
Fue coronado ante numeroso público por el mis- I Parece que tiene razón!
mo Procónsul. Sus lecturas le desilusionaron por completo: Era
En la ciencia humana, Agustín no conocía difi- sabio y maestro y no podía creer las explicaciones
cultades,, ni necesitaba maestro: maniqueas.
Oyó una vez ponderar como profunda y admi- La ciencia le decía lo contrario.
rable, pero muy difícil de entender sin maestro, la «Si en la ciencia se equivocan los que se dicen
obra de Aristóteles titulada Las Diez Categorías. inspirados; ¿qué crédito merecerán en lo de-
El la lee a solas y la entiende perfectamente sin más. .. ?».
necesidad de detenerse. No hallaba cosa cierta en tal sistema y, franca-
A pesar de todo, Agustín no halla descanso en la mente, cada vez se siente más intranquilo en el
ciencia de los hombres: Lejos de Dios no se puede maniqueísmo. Ahora está lleno de incertidumbre.
estar bien. Temeroso de que sus dudas pasasen adelante,
Era sabio, y quiere más; quiere otra ciencia. fue a consultar a los maniqueos, a los doctores, a
¿Cuál? los más entendidos; pero éstos no saben qué res-
No lo sabe. ponderle.
Pasaron los primeros fervores maniqueos de Le remiten a Fausto, al famoso Fausto, a su gran
Agustín. Empieza a reflexionar seriamente sobre Doctor.
su posición religiosa. Vendrá Fausto —le dicen— y él te solucionaré
I Cuántas desilusiones! todas las dudas.
40 41
«Yo esperaba con muy profundo deseo la llega-
da de aquel tan mencionado Fausto».
I Es la única esperanza que le quedal
Llegó Fausto. Conversaron los dos. Agustín ex-
pone las dificultades, y Fausto, de quien tanto es-
peraba Agustín, tampoco da con la solución:
«Tan pronto como llegó, pude experimentar que
se trataba de un hombre simpático y de grata con-
versación. Lo que los demás decían en forma ordi- DE ÁFRICA A EUROPA
naria, lo expresaba él con gracia singular». No
decía nada nuevo. Agustín, aunque más aplaudido en Cartago, no
Fausto, incapaz de resolver las dificultades de pudo conseguir en ocho años una cátedra que
Agustín y antes de exponerse a una derrota, optó igualase a la encantadora de Tagaste.
por confesar su ignorancia. En Tagaste, todos, maestro y discípulos, vivían
¿A quién acudirá? unidos en estrecha amistad.
Todos valen menos que Fausto; y Fausto, a En cambio la clase que rige en Cartago le llena
quien los suyos ponen sobre las nubes, no supo de amargura.
responder atinadamente. Así terminó, después de Es verdad que tiene muchos y buenos dis-
muchos años, la crisis maniquea de Agustín; pero cípulos; pero no faltan los ineducados y alborota-
Agustín continuará en la secta hasta encontrar dores que no entran por la disciplina.
otra menos absurda. Agustín ansiaba dejar cuanto antes la clase de
Cartago; le aconsejan cambiarla por otra en Roma.
Los amigos de Cartago le animaban ponderando
los aplausos que recibiría en la ciudad imperial.
Los amigos de Roma procuraban atraerle con in-
vitaciones frecuentes y elogios de los estudiantes
romanos.
Por fin le convencieron y se decidió a partir.
«Mi determinación de ir a Roma no fue por ga-
42 43
nar más ni alcanzar mayor gloria, aunque también pedía que al menos la aceptase como compañera
estas razones pesaban en mí. de viaje.
El principal motivo que me movió fue el haber Agustín se niega rotundamente.
oído que los jóvenes de Roma eran más pacíficos y La madre no le deja solo: teme que se escape.
disciplinados que los de Cartago». «[Espera! —dice el hijo: Tengo que despedir a
un amigo».
Agustín, preocupado del viaje a Roma, se de-
La madre, desconfiada, corre tras él. Están los
sentendió por entonces del problema que no podía
dos cerca del barco.
olvidar.
«iY la felicidad...! Llega la noche y aún siguen paseando en la pla-
I Dónde está la verdad...! ya Agustín, su madre y el amigo.
¿Para qué nuevas discusiones si nadie me ha de Vuelve a decir Agustín: «Mientras el tiempo no
dar la solución?» cambie no hay temor de que el barco salga.
Así pensaba, desilusionado, después de la entre- Vete —añade dirigiéndose a su madre—, vete a
vista con Fausto. descansar un poco. Al despertar te convencerás
Estaba todo preparado. No le faltaba más que de que seguimos aquí el barco y yo».
señalar el día, sacar el billete y subir al barco. Al fin la convenció:
Antes, Agustín había comunicado a su madre la «Pude persuadirle a que permaneciese aquella
resolución. Decía en la última carta: noche en la Iglesia de S. Cipriano, lugar próximo a
¡Me voy a Roma! la nave».
La madre conocía el estado del alma de Agustín, Mónica accede...
Temía que el hijo huyese donde no pudiera cu- «Entre tanto, yo me hice a la vela y la abandoné,
rarle con sus cuidados. dejándola llorando y orando.
Impulsada por el amor que le tenía, partió inme- Sopló el viento, hinchó nuestras velas y desapa-
diatamente y se unió con él en la playa. Agustín es- reció la playa de nuestra vista...»
tá decidido a irse a Roma. Mónica a impedírselo o A la mañana siguiente la madre vuelve... y ya no
marchar con él. ve la nave en que se fue Agustín.
Mónica, con todas las razones de una madre, no ¡Pobre madre!
pudo disuadirle..., incapaz de hacerle retroceder, ¡Cuanto sufres!

44 45
Sola, triste, toda absorta en dolorosos pensa-
mientos y a pasos lentos volvió a Tagaste.
En Tagaste pasa los días y las noches rezando
por la salvación de su infeliz hijo.
Allí estuvo hasta que no pudo resistir más.
Volvió a Cartago, se llegó a la playa, subió al
barco y emprendió un penoso viaje:
...para unirse con su Agustín en Italia. EN LA CÁTEDRA DE ROMA

Agustín llegó a Roma el año 383.


Oficialmente era maniqueo. Personalmente ya
no simpatizaba con el maniqueísmo; deseaba de-
sertar cuanto antes.
Sólo externamente y por conveniencia conti-
nuaba las relaciones con los maniqueos.
En Roma el maniqueísmo tenía muchos adep-
tos, que podían ayudarle. No quiso privarse de es-
te apoyo.
Recomendado por los de la secta, fue recibido
en Roma por un miembro de la misma, el cual le
hospedó en su casa.
Al poco tiempo de llegar cayó enfermo. Doble
enfermedad: la calentura y las dudas.
Agustín empieza a temer la muerte.
«¿Si me muero que será de mí».
i Todo era dudoso para él I
«Yo me moría y caminaba a la tumba cargado de
todos los pecados que había cometido contra
Dios, contra mí mismo y contra el prójimo».

46 47
Realmente se encuentra grave, más grave
quizás que cuando niño pidió el bautismo a su san-
ta madre.
Ahora ni está su madre a la cabecera de la cama,
ni él pide ser bautizado; pero se acuerda de ella,
aunque no del bautismo.
«Con todo, sigue diciendo Agustín, no permitis-
te. Señor, que en tai estado muriese yo doblemen-
te.
[Qué hubiera sido de mi madre!
¿Cómo ibas a despreciar Tú las lágrimas con que
ella te pedía, no oro, ni plata..., sino la salud del hi-
jo?»
Al fin, sanó. Restablecido, abrió escuela de Re-
tórica en Roma, a la que acudían algunos
discípulos, que le siguieron desde Cartago, con
otros nuevos.
Su fama se extiende pronto por Roma; los estu-
diantes le escuchan y aclaman con entusiasmo.
Pero... |ay! el desencanto de Agustín fue enor-
me cuando vio que pasaba el tiempo de cobrar y
los alumnos no le pagaban.
Ciertamente que Agustín no estaba apegado al
dinero; sin embargo, no dejaba de sentir su necesi-
dad.
En la última enfermedad, todo habían sido gas-
tos; necesitaba ingresos.
Tenían que vivir del fruto de su trabajo: él, su hi-

48
jo y su amante que, superando tantas dificultades,
partió para unirse con Agustín en Roma.
Agustín, gravemente enfermo, sufrió física y
moralmente.
Experimentó las congojas de un hombre que es-
té para morir, sin esperanzas, con remordimientos,
sin preparación... y sin Viático.
Por eso después, convaleciente, se sintió impul-
sado más que nunca en pos de la verdad.
Vedle solo, luchando por encontrar esa Verdad
inmutable.
¿Dónde está la Verdad que nunca engaña?
Agustín no murió, pero no puede olvidarse de la
muerte: le preocupa el problema terrible de la eter-
nidad.
Vuelve a examinar al maniquefsmo: le parece
menos verdad.
Sigue el tormento de Agustín: «|S¡ muero sin
haber hallado la Verdad...I
¿Dónde podré hallarla?
En el sistema de Manes veo que es imposible.
¿Dónde/...»
¿En el paganismo? De ningún modo: los mani-
queos se lo describen como un conjunto de inmo-
ralidades y él lo sabía por experiencia.
El cristianismo hubiera podido cautivar su cora-
zón; pero los maniqueos se lo pintan tan mal...;
para él no son despreciables tales prejuicios.
S. OIMIGNANO - Iglesia de San Agustín
Y la Verdad, ¿dónde está?
San Agustín parte de Roma para Milán
(B. GOZZOLI 1465) 48
I Qué estado el de Agustín!
I La muerte)
¿Y la Verdad?
¿Podré hallarla?
Desconfía: conoce profundamente las miserias
humanas.
En la sociedad no encuentra más que indiferen-
cia religiosa.
Y duda; dudaba de Dios y empieza a dudar de ORADOR DE FAMA
los hombres.
I Los escépticos tienen razón! Agustín llegó a Milán el año 384. Tomó posesión
Aquí empieza el mayor martirio del corazón de de la cátedra y la regentó durante dos años.
Agustín. Tenía treinta años contados. Y anhelaba con
Tiene ansias de Verdad y perdió las esperanzas violencia creciente fortuna y gloria...
de poder hallarla. Frecuentaba los círculos ciudadanos, no faltaba
Agustín escéptico. nunca a las fiestas, se le veía a menudo en el
Por entonces cuando mayor era su tormento, teatro...
supo que estaba vacante en Milán la cátedra de Su fama de brillante orador se había acrecenta-
Elocuencia. do y extendido de tal manera que Fiavio Bauto le
La solicitó sin demora. encargó e) panegírico imperial de aquei año 385.
Desarrolló brillantemente un tema oratorio en Cuando iba al lugar de la ceremonia, en una
presencia de Símaco, prefecto de Roma, y la obtu- callejuela de Milán, se cruzó casualmente con un
vo. vagabundo embriagado.
¡De 61 es la catedral El orador del día vestido de gala, miró al mendi-
go, y... suspiró. Pero aquel suspiró no fue de com-
pasión, sino de envidia.
«Ved —exclamó dirigiéndose a sus amigos—,
ved cuánto más feliz que nosotros es ese mendi-
go...»
50 51
Sí, el alma de Agustín hablaba en el fondo consi- Agustín aún no es católico, pero mira con
go misma y..., sufría. simpatía el catolicismo.
El alma de Agustín se hallaba desconsolada y su- Se avergüenza de ser maniqueo.
mergida en un mar de penas. ¿Qué hago ya en el maniquelsmo?
En Milán fue a visitar a S. Ambrosio. Comprendió mejor que nunca la falsedad de la
IY Ambrosio no comprendió a Agustín I secta.
Creía haber recibido a uno de tantos retóricos. Se convenció de que los maniqueos eran unos
Le acogió con protocolo, bastante episcopal- ignorantes, necios e hipócritas. Él no había nacido
mente; se congratuló de su venida, le auguró un para hipócrita.
feliz curso escolar y... se despidieron. «Así decidí abandonar de una vez para siempre
Pero Agustín había quedado prendado de Am- el maniqueísmo.
brosio: Cuando el obispo predicaba corría a Fluctuando entre tantas doctrinas y desconfian-
oírle..., cada vez le agradaba más. do de encontrar la verdad.
Al principio se fijaba más en la forma que en el ...determiné permanecer catecúmeno de la Igle-
contenido. sia católica, que me había sido recomendada por
Con todo, los sermones de Ambrosio iban pe- mis padres, hasta que vislumbrase algo cierto don-
netrando en el corazón de Agustín. de dirigir mis pasos».
Un buen día, se dio cuenta de que las ideas del Agustín se avergüenza de sí mismo.
obispo le interesaban y le hacían reflexionar. Piensa: | Ya he pasado la adolescencia y así me
Agustín pensaba en su interior: es imposible que encuentro...!
un hombre como Ambrosio profese una doctrina I Tanto tiempo y en la duda I
falsa. Y... no se decide.
El catolicismo, a través de las interpretaciones Sigue oyendo a Ambrosio. No se cansa de asis-
de Ambrosio, le parecía no tener nada de absurdo. tir a sus sermones.
«Ambrosio —dice Agustín— no afirma por afir- Le admira el obispo de Milán: |un hombre adora-
mar, sino que da las pruebas». do por todos y tan despegado de los honores...)
Fue dándose cuenta de que la Biblia era como Ambrosio parece un hombre feliz; demuestra
una tierra de maravillas insospechadas. poseer dominio de sí mismo.

52 53
Agustín envidia a Ambrosio. Agustín quisiera Otra vez Ménica
ser Ambrosio.
Mónica tenía que estar junto al hijo, cuya con-
Agustín continúa visitando al santo obispo.
versión era su única preocupación.
Algún día va decidido a comunicarle sus dudas y
Agustín iba a entrar en una agonía dolorosísima
desahogarse con él.
y la madre tenía que prestarle el último y supremo
Y se llega donde Ambrosio. Mas...
socorro.
«Le veía leer calladamente. ¿Quién era capaz de
Cuando supo la tristeza que embargaba el alma
molestarle?
de su hijo, resolvió partir a unirse con él.
Y sin atreverme a quitarle el tiempo me
Embarcó en Cartago.
retiraba».
Llegó a Roma; no estaba allí.
Volveré otro día.
Siguió hasta Milán y encontró de nuevo a
Y vuelve otro día y sucede igual.
Agustín.
Y vuelve más días y lo mismo.
Se unieron en un largo y estrecho abrazo...
Así no puede salir de la duda.
Agustín sufre por la Verdad y Agustín no en- El que conozca la historia del alma de los dos,
cuentra la Verdad. que no nos pida describamos la escena de aquel
encuentro.
Agustín no está dispuesto para la Verdad que re-
quiere despego de las cosas del mundo. Luego que pudieron hablarse, Agustín se apre-
Estaba preso de un doble lazo: aquella mujer que suró a decir a la madre:
tenia consigo y su entendimiento incapaz de pen- |Ya no soy maniqueo!
sar en Dios y en su alma. Mónica responde: mi aspiración es verte cris-
No estaba en condiciones de creer ni de recibir la tiano .
fe del Evangelio. Agustín, con una sonrisa de dolor, vuelve a de-
Agustín no podía comprender la felicidad de cir eso es difícil...
Ambrosio. Pero Agustín estaba muy ocupado: apenas tenía
Agustín es hombre terreno. Ambrosio es hom- tiempo para escuchar las piadosas exhortaciones
bre de Dios. de su santa madre.
Su profesión y sus relaciones le absorbían el día
entero.

54 55
Por la mañana daba clase.
Por la tarde se dedicaba a las visitas de amista-
des y cortesía.
Por la noche preparaba la lección del siguiente
día.
A pesar de su ocupada y agitada vida no con-
seguía tranquilizar su ánimo.
Lo poco que ha encontrado más fecundo y
aquistador de su espíritu y corazón le llega a través
de Ménica y Ambrosio.
No sabe de modo cierto, pero sí probable, con
gran probabilidad que lo que él busca se encuentra
en la Iglesia Católica.
Sin embargo, Agustín no se atreve a dar un paso
adelante.
Considera qué rectificar una vez más, sería ad-
quirir fama de voluble.
Piensa que no le conviene ir de prisa, sino más
bien proceder cauta y paulatinamente.
Agustín triste, pensativo, con el corazón llaga-
do, con el alma agitada por multitud de pensa-
mientos contrarios no descansará, no se dará por
vencido, indagará...
Agustín tiene por ciertas algunas cosas para el
régimen de su vida en este momento de crisis:
Tiene por cierta la religiosidad de su santa
madre, su bondad y su inmenso cariño maternal
para con él;

56
tiene por cierta la cultura de Ambrosio: mayor
que la de otros muchos que se consideran sabios;
tiene por cierta, y por muy dulce, la amistad...
Y, sobre todo, tiene por cierta y por muy grande
su propia desgracia, al considerarse tan apartado
de la verdad...
Su resolución: todavía no sabe Agustín a qué
carta quedarse para ordenar su vida.

S. GIM1GNANO - Iglesia de San Agustín


57
San Aaustín lee la carta de san Pahlo-ConversiAn
Agustín se encuentra en un mundo todo ilumi-
nado y bellísimo. Entonces comprende que él es
un extraviado digno de lástima.
Ve la inutilidad de tantos esfuerzos consumidos
en buscar la Verdad.
Los neoplatónicos le habían llevado de la mano
hasta casi la presencia del verdadero Dios, pero en
LUZ EN SU INTELIGENCIA los neoplatónicos Agustín no encuentra a Jesús. Y
Agustín a pesar de todo, buscaba a Jesús.
Los libros platónicos A Jesús se va por el camino de la humildad; y él
camina por la soberbia de la carne y de la sangre.
Ambrosio había desbaratado las objeciones ma-
Las Sagradas Escrituras
niqueas contra la Escritura y Agustín iba profundi-
zando su creencia en la Iglesia. En este estado, Agustín cogió avidísimamente
Dos problemas atormentaban ahora a Agustín: las Escrituras y... las entendía.
la espiritualidad de Dios y el origen del mal. «Para mí ya no eran contradicción. Hallé en ellas
Un amigo le ayudó a encontrar el camino para toda la Verdad que yo conocía».
resolverlos: le facilitó algunos libros platónicos. ¿No encontró más Agustín leyendo las Santas
Esta lectura fue para Agustín una verdadera re- Escrituras?
velación: un segundo Hortensio. Sí:
Esos libros despertaron su antiguo entusiasmo Encontró lo que buscaba y al que buscaba.
por la Verdad y Agustín se siente nuevamente ena- Encontró el camino de la Verdad, encontró a Je-
morado de la Sabiduría. sús.
Creyó haber encontrado la solución. Con emoción lo reconoce y dice:
Concibió a Dios por vez primera, como Espíritu «Sólo Él —Cristo— es camino segurísimo contra
puro y Bien infinito. todos los errores, por ser Dios y hombre:
«Sí, no se puede dudar... Dios a donde se va y hombre por donde se va».
¡Sí, hay Verdad! Entre Dios y los hombres no hay otro camino
La Verdad es Dios...» que Cristo.

58 59
Agustín dejó de las manos el Hortensio de Cice- Ahora comprende que es una aberración; con
rón, porque allí no estaba Jesús. todo, sigue amando lo que no debe amar, porque
Agustín oyó hablar a los maniqueos de Jesús, el corazón se lo exige y el corazón es el que manda
de un falso Jesús; no buscaba ése. en la vida.
Agustín leyó a S. Pablo y encontró a Jesús, al Pero decimos una vez más, y para siempre, que
Jesús que buscaba. Agustín no fue el pecador que se han figurado
Encontró la cruz y a Jesús junto a la cruz. muchos, poco enterados.
Y Agustín, en presencia de ese Jesús y de esa Fue pecador como suelen serlo los jóvenes que
Verdad, perdió las ansias de fama y dinero. viven apartados de Dios, no más.
Pero queda sin resolver todavía el problema Amó los placeres de la carne pero sin ser un des-
afectivo y carnal. vergonzado, como le han considerado algunos, a
Pablo continúa señalando la senda y le repite la fin de hacer resaltar con más fuerza el milagro de la
paradoja de Cristo. gracia.
Para vivir es necesario morir. Esto es una injusticia, porque es una falsedad.
Agustín sufría amargamente. Había encontrado Pero cerremos este paréntesis, para seguir el
la Verdad y la Verdad le curó la inteligencia de to-. proceso del alma de Agustín.
dos los errores y dudas. Agustín ha encontrado la Verdad: Dios es la Ver-
Ahora le faltaba lo más doloroso: la enmienda dad.
del corazón. Se da cuenta de que puede y debe mudarse en
Adora a Dios en la idea, pero no en la realidad; la Verdad.
porque su corazón no acierta a despegarse de los Agustín percibe la necesidad urgente de entre-
goces sensibles. garse a Dios, por lo mismo, no podrá permanecer
No está todo resuelto. mucho tiempo en su estado actual.
Lo más difícil es sanar el corazón, no por causa ¿Cuándo se decidirá finalmente a poner en
de Dios, sino por rebeldía del corazón mismo. armonía su vida con su inteligencia, su corazón
El extravío del corazón es lo terrible. Éste fue el con sus ansias de poseer a Dios?
principal error de Agustín: amaba lo que no debía Antes debe venir la cura del corazón. Y ésta no
amar. Amaba las criaturas con preferencia al tardará en realizarse.
Creador.

60 61
«Y me dejé arrebatar —exclama— la que par-
ticipaba de mi vida: y como mi alma estaba
íntimamente unida a la de aquella en quien tenía mi
corazón, me quedó éste tan lacerado y herido, que
la llaga vertía sangre».
Y la madre de Adeodato vuelve al África. Se
despide de Agustín, convertida, para encerrarse en
un monasterio.
LA CURA DEL CORAZÓN
En cambio, Agustín, no convertido aún, pare-
ciéndole demasiado esperar dos años, para el
El primer paso
matrimonio con la jovencita, y no pudiendo resistir
Intentan sus amigos y sobre todo su madre Mé- los ardores de la carne, toma otra amiga.
nica casar a Agustín, pero no con la mujer que tra- Agustín está llamado a ser y será santo y funda-
ta. Esta mujer va a ser sustituida por otra más jo- dor: pero, para la vida religiosa, se necesita mucha
ven y más digna del profesor de Retórica de Milán. virtud cristiana. Y...
No es Agustín el que la juzga más digna ni me- Agustín todavía no es hombre de Cristo, sino del
nos digna, sino su madre y los amigos. mundo.
Es Ménica principalmente quien pretende otra Esperemos unos años y veremos a Agustín san-
mujer para su hijo. Todo lo arreglará ella. to y convertido en la admiración de los siglos.
Lo primero. Jo que verdaderamente urge, es que Santa Mónica asistía inquieta a este lento rena-
la madre de Adeodato se separe de Agustín. cimiento y hubiera querido precipitar el desen-
Agustín cedió a los requerimientos de Mónica y lace...
los amigos.
Agustín, de un corazón y de un amor inmenso,
Simpliciano
parece que no podía ceder tan pronto.
Extraña que Agustín ceda. Una mañana salió Agustín antes que de cos-
Y Agustín no sabe cómo cede, pero cede. tumbre y fue a ver a Simpliciano.
Obedece a la madre y a los amigos, que es lo Éste era un anciano sacerdote y gran siervo de
mismo que obedecer a la Divina Providencia. Dios.

62 63
Simpliciano comprendió a Agustín. los dos, iniciados en el cristianismo por los libros
Le recibió afectuosamente, le acogió con suma platónicos.
sencillez y le escuchó con toda su alma. Faltaba, por parte de Agustín, la plena conver-
Agustín comenzó a narrar su odisea carnal e in- sión, y serían iguales en todo.
telectual. Después Simpliciano añadió: «No creas que Vic-
Simpliciano le escucha paternalmente y se ale- torino se arrepintió: Habiendo prohibido Juliano el
gra de que hubiese leído los libros platónicos. Apóstata a los cristianos enseñar las letras, Victori-
Discurriendo acerca de ellos, llegó a hablar del no prefirió cerrar la escuela antes que renunciar a
que los había traducido al latín, Mario Victorino. Cristo».
El relato había acabado y Agustín se despidió
Agustín conocía muy bien a Victorino. Sólo ig-
murmurando entre dientes:
noraba una cosa: que estaba convertido. Pero
«¿Por qué no yo, por qué no yo?».
Simpliciano se lo hizo saber.
Otra sacudida más y Agustín abrirá los ojos
El más grande maestro y orador de Roma, Victo-
—aunque sea a través de lágrimas— a la fe de Cris-
rino, había pasado ya de los cincuenta años, y un
to.
día, dijo a Simpliciano:
«Vamos a la iglesia: quiero hacerme cristiano».
Y bajo las bóvedas de la basílica resonó segura y Ponticiano
solemne la voz de Victorino. Pronunció el Credo Un día que estaba solo con Alipio recibió la visita
con aquella voz que los romanos habían aplaudido de un compatriota. Era Ponticiano, alto oficial de la
tantas veces. Corte y cristiano fervoroso.
Fue un acontecimiento de general sorpresa. En Conversaban familiarmente. El visitante cogió
Roma no se hablaba de otra cosa. un hermoso códice que allí estaba sobre la mesa de
Agustín se conmovió hasta el fondo del alma. Agustín y vio que eran las epístolas de S. Pablo;
«Yo ardía en deseos de imitarle». sonrió y, mirando a su amigo, le felicitó...
I Tantas semejanzas...! Pablo habla llegado a ser la pasión de Agustín.
Los dos, africanos; Ponticiano, animado por este hecho, se puso a
los dos, maestros de Retórica; hablar de Antonio, el anacoreta egipcio.
los dos, ávidos de gloria; Al quedar enfermo, a los veinte años, había re-

64 65
partido cuanto poseía y se había retirado a hacer tarlos y se encerraron en un monasterio de vír-
vida de penitencia.... genes».
El enemigo le abrasaba la carne... Aquí Ponticiano concluyó.
Mas él, meditando en el infierno y en los gusa- De nada de esto tenía noticia Agustín, pero el re-
nos preparados para los deshonestos, resistía va- lato le interesó sumamente.
liente y quedaba vencedor. Nadie más necesitado de penitencia y soledad
Agustín se sentía avergonzado. que él.
También en Milán —continúa Ponticiano— ha- Según habla Ponticiano —piensa Agustín— se
bitan muchas almas consagradas a Dios. dedican a servir a Dios personas cuyo desorden de
Los imitadores de Antonio son tan numerosos vida no consta; y yo, sin embargo, no me dedico a
que se han fundado colonias de monjes. pedir perdón a Dios y amarle con toda mi alma...
Oíd esto: Esos monjes de los que habla Ponticiano, le dan
«En Tréveris, mientras el Emperador asistía a los lecciones de sabiduría sublime, de la alta ciencia
juegos, otros tres camaradas y yo salimos de pa- que es Dios y el amor de Dios:
seo al campo. En esto —advierte íntimamente Agustín— se me
Dos de ellos penetraron por casualidad en una han adelantado los dos anacoretas, quizá ignoran-
cabana de monjes y en ella se pusieron a leer una tes de las Artes Liberales que yo domino...
Vida de Antonio.
Uno quedó tan transformado por la lectura que
decidió hacerse ermitaño y convenció a su compa-
ñero a hacer lo mismo.
Nosotros, buscando aquí y allá, los descubrimos
a la puesta del sol.
Ellos nos expusieron su resulución y nosotros
volvimos al palacio edificados con su ejemplo».
Ponticiano añadió después un detalle que debió
aún más asombrar a Agustín:
«Los dos nuevos monjes estaban para casarse, y
sus prometidas, al saber la noticia, resolvieron imi-

66 67
i Se levantan de la tierra los ignorantes, apode-
rándose del cielo, y nosotros, con toda nuestra
ciencia, nos revolcamos en la carne y en la sangrel
¿Es que tenemos a deshonra el carecer de valor
para imitarles?».
Alipio estaba allí, mirándole, atónito, apenado y
silencioso.

CONVERSIÓN Agustín sn el huerto


Agustín cuando hubo dicho esto se lanza hacia
Estos hechos trituraron el corazón de Agustín. la puerta y se retira a un huerto de la casa que
Aquellos hombres se presentaban obstinada- habitaba, porque siente necesidad de estar solo.
mente delante de él, censurando sus cobardes va- Este huerto será su Getsemaní y su Tabor.
cilaciones. Alipio, sin embargo no le deja solo, pues le ve
Agustín se veía «feo, deforme, sucio, lleno de demasiado agitado. El amigo no puede ni debe
muchas úlceras». abandonar al amigo en estas circunstancias crí-
Tuvo asco, tuvo horror de sí mismo. Y no podía ticas.
huirse, y no se sentía con fuerzas para el cambio. Allí estará Alipio sin estorbar, como testigo mu-
Las obras —mejor que las palabras— eran indi- do de una tragedia del alma que ha de terminar en
cio de su lucha interior: «L? frente, las mejillas, los vida inmortal.
ojos, el color, el tono de la voz...» Todo le amonesta a Agustín, lo interior y lo exte-
La batalla que se cernía ahora en el ánimo de rior, a que resuelva definitivamente.
Agustín no era entre la verdad y el error, sino entre Es cuestión de querer: el entregarse a Dios es
la castidad y la lujuria, entre el espíritu y la carne. cuestión sólo de querer.
Y, apenas se marchó Ponticiano, con el rostro y Agustín quiere, y sin embargo, no se entrega..
la mente desencajados, Agustín se precipitó sobre Cree él que quiere; pero en realidad no quiere,
Alipio. pues no se entrega.
«¿Qué es lo que pasa? Esta lucha interior de Agustín es de lo más extra-
¿Has oído? ordinadio y más humano.

68 69
La costumbre antigua y la resolución nueva ba- Si el corazón no se rinde no se adelanta nada en
tallan con armas poderosísimas, haciendo que el camino del bien; es la única fortaleza que debe
Agustín se manifieste como si estuviera loco. rendirse para que se establezca la paz en el alma.
Como de un loco son, en efecto, sus acciones: La pena que ahora siente Agustín en su corazón,
el retorcerse las manos, el golpearse, el arrancarse la amargura honda, la confusión de sentimientos,
los cabellos y otros extremos a que lleva la furia del la ruda batalla de lo que es contra lo que debe ser,
alma contra uno mismo. supera a cuanto pudiéramos decir.
Agustín envidia a Victorino, tan docto y ya cris- Agustín que nunca ha llorado en estos comba-
tiano, y envidia a los indoctos cristianos; son más tes, siente ganas de llorar y de estar completamen-
doctos que él en la verdadera sabiduría; sólo esta te solo para desahogarse. Por eso se aleja unos pa-
sabiduría, que hace doctos y felices a los hombres, sos de Alipio.
es la verdadera. Mucho ha llorado su santa madre por él; ahora él
Pero Victorino no debe su conversión sólo a sus va a llorar sus miserias y su debilidad con amar-
propias fuerzas: es Dios quien le ha dado la victo- guísimo dolor.
ria.
Ve con claridad su propia impotencia para resol-
Agustín se acerca a Dios ver en lo que tanto le conviene; tiene delante de los
ojos del alma lo que ha pecado contra Dios.
Dios no exige de Agustín más que humildad a
las inspiraciones divinas, y Agustín, en vez de hu- Observa ahora la inclinación de todas sus facul-
millarse, se erige en juez de sí mismo. tades hacia Dios.
Pero es natural que un hombre de las condi- Ve el desmoronamiento de los castillos de sus
ciones de Agustín quiera resolver por sí mismo. ambiciones.
De aquí que ni la conversión de Victorino ni la vi- Y rompe a llorar amargamente.
da de San Antonio ni las virtudes de los monjes No llora por tener que despedirse de su vida pa-
muevan eficazmente su corazón; en el fondo de su sada, sino por no haberse despedido antes; y por
alma se cree superior a todos esos hombres. no haberse despedido ya.
Falta la decisión, falta la realidad de la conver- Esta echado en tierra y no se oyen otras voces
sión que consiste en que Dios se posesione de una que las de sus gemidos y ahogadora fatiga.
vez para siempre del corazón de Agustín. La tierra recibe las lágrimas que brotan de sus

70 71
ojos. Nunca ha sido Agustín más grande que aho- «No en banquetes y embriagueces, no en vicios
ra. y deshonestidades, no en contiendas y emula-
Agustín ruega, clama, urge... ciones; sino revestios de Nuestro Señor Jesucris-
Hay perfecta contrición en el corazón, humil- to, y no empleéis vuestro cuidado en satisfacer los
dad en el entendimiento, llanto en los ojos, plega- apetitos del cuerpo».
ria en los labios. No es necesario más; se disipan enteramente to-
Agustín llora y entre sollozo y sollozo se le oye das las tinieblas de sus dudas.
decir «Tú, Señor, hasta cuándo?... ¿Hasta cuándo Agustín se rinde como Pablo a la gracia.
estarás airado?...»
De pronto oye una voz como de niño o niña, que Triunfo definitivo
canta y repite muchas veces: «Toma y lee, toma y
lee». Al fin llega la hermosa y viva claridad: | Agustín
No puede comprobarse esa voz en el terreno hu- es ya todo de Dios, por la gracia de Nuestro Señor
mano. Parece de niño o niña, pero es muy especial Jesucristo.
y, sin duda, de un ángel del cielo. Si Dios no hubiese hablado a Agustín, éste no se
habría convertido. Tenía que hablarle Dios, como
No ha oído él cantar así nunca a los niños, no sa-
aconteció con Pablo de Tarso.
be que haya canción semejante.
Si Agustín fuera un hombre como la generalidad
Pero lo innegable es que le llega a lo más profun- de los hombres, bastaba que otro hombre superior
do del alma, le transforma, le anima, le seduce, le a él en conocimientos y honradez le hubiese habla-
orienta y le hace volar. do, para que con la gracia ordinaria de Dios se hu-
Se levanta entonces Agustín al punto del sitio biera convertido.
empapado en lágrimas. ¿Pero quién había de los que con él trataban o
Marcha rápido donde ha quedado Alipio, porque pudiesen tratar, que fuera más ilustrado y de más
allí está el libro de las Epístolas de San Pablo, cuya ingenio que Agustín?
lectura le parece recomendar esa voz, que consi- Jamás se habría convertido como fruto de una
dera del cielo. disputa. Hablamos en el aspecto humano al que de
Toma el libro con ansia, le abre al azar y lee para ordinario suele acomodarse la acción de la gracia
sí: de Dios.

72 73
A Agustín, maestro de Retórica de Milán, hay
que mandarle, hay que imperarle,, no con voz de
hombre, sino con voz de Dios.
«Toma y lee», le dice, y repetidas veces, la voz
del cielq.
Observa Agustín a ver dónde sale esa voz; le
ha traspasado las entrañas y, sin embargo, antes
de rendirse, examina el origen de esa voz que man-
da.
Y cuando se convence de que no es de la tierra, PAZ DEL CONVERTIDO
de que no es de niño o niña aunque lo parezca por
el timbre de su pureza, de que no es humana sino Había pasado la tormenta de Agustín.
divina, entonces vuela a ejecutar lo que se le orde- Empezaba a entender cuan dulce es el Señor pa-
na. ra los que bien le aman. Lo entendía a través de la
Su semblante ya es otro, su alma ya es otra, su experiencia del corazón:
corazón ya es otro. «Mi alma estaba libre de los cuidados roedores
Quien al fin ha triunfado en el corazón de de la codicia, del aguijón de la carne y de los de-
Agustín es la gracia y el nombre de Jesucristo. seos carnales.
Esto nos avisa que en las cuestiones del alma de- Me regocijaba delante de ti, mi luz, mi riqueza,
bemos cuanto antes ponernos en los brazos de mi salvación, mi Señor y mi Dios».
Dios. El Señor habíale libertado de la triple concupis-
cencia:
de la gloria,
del lucro,
y de la carne.
Las bagatelas que antes le solicitaban y que
temía perder las rechazaba ahora con alegría.
El amor divino las había reemplazado en su cora-
zón.
74 75
Lo primero que Agustín había pensado hacer era
dejar la cátedra de profesor de Elocuencia. Al cabo de dos semanas Agustín se sintió reno-
Continuó las lecciones aquellos veinte o poco vado por completo en su salud.
más días que faltaban para las vacaciones de la Lee la Biblia y canta los salmos bajo las bóvedas
vendimia. del cielo.
Después comunicó a las autoridades de Milán su Poco después empezaron las lecciones. Agustín
renuncia a la docencia. es otro completamente: es el maestro iluminado
Agustín había determinado dejar la cátedra por por el acercamiento a Dios.
motivos de salud: Fue la disculpa que puso para no Quería ante todo inspirar a sus jóvenes dis-
llamar la atención. cípulos el amor a la sabiduría.
De hecho no se encontraba bien y, a juicio de to- No era el único en tomar la palabra.
dos, necesitaba un prolongado reposo. Para cuidar su garganta y su pecho, y también
Más que descanso físico Agustín deseaba y ne- para interesar a sus discípulos daba a sus lecciones
cesitaba recogerse. Dios le iba a conducir a la sole- la forma de sencillas conversaciones.
dad, para hablarle al corazón.
Si llovía o hacía viento, se reunían en la sala de
Agustín contaba entre sus amigos, a un rico pro-
baño.
fesor de gramática, llamado Verecundo.
Cuando hacía bueno, la discusión se desarrolla-
Verecundo poseía una hermosa casa de campo
ba sobre el césped.
en Casiciaco, cerca de Milán.
Lleno de generosidad se la ofreció a Agustín, Allí nacieron tres libros, que han llegado hasta
que la aceptó de buen grado, y un día de fines de nosotros:
septiembre, partió. Contra académicos
Con él iban: Su madre Mónica, Adeodato, su De vita beata
hermano Navigio, sus primos Rústico y Lastidiano, De ordine
y sus paisanos Alipio, Licencio y Trigecio. Se ve allí una vida alegre y estudiosa, presidida
El grupo agustiniano llegó, gozoso, al referido por la amistad y bajo la amorosa mirada de Móni-
Casiciaco. ca.
En esta casita de campo permanecieron seis me- Una vida de orientación hacia Dios.
ses en espera del bautismo de Agustín. Agustín comenzó en Casiciaco a vivir profunda-
mente el Evangelio.
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Oración, penitencia con amargo lloro de sus cul- IY cómo huyól
pas, humildad, pureza de corazón..., eso fue Casi- Nunca desde mi primera edad había experimen-
ciaco para el recién convertido. tado cosa semejante.
La mayor parte del día Agustín la consagraba a Creía que no podría regular su cuerpo por los cá-
sus discípulos y al cuidado de la finca. nones de la pureza, mortificación, humildad..., y
Llegada la noche, se ponía en presencia de Dios, ve que, con la ayuda de Dios, puede realizarlo.
oraba, dialogaba consigo mismo y conversaba con Antes las cosas despertaban en Agustín pensa-
el Señor. mientos desordenados, de ambición, de placer...
De estas vigilias solitarias salieron los Solilo- Ahora en esas mismas cosas ve la imagen de
quios. Una obra incomparable que recoge los ecos Dios.
de su vida interior: Santificado el corazón, se santifican las cosas
«No amo sino a ti solo, Dios mío; no busco sino que usamos.
a ti, dispuesto a seguirte y servirte a ti solo». La naturaleza entera lleva ahora a Agustín a la
Los Soliloquios son meditaciones de San espiritualidad de Dios y a servir a Dios del modo
Agustín, extraordinariamente bellas, y tan suaves más espiritual.
como una música delicada que conmueve el cora- La viveza de los sentidos de Agustín es ahora
zón y hace derramar lágrimas. más viva que antes.
El que allí se desahoga y abre el espíritu no es un Su inteligencia, también más viva, más capaz,
profesor de Retórica; es un amante apasionado, más ilustrada, más segura, más racional que la de
convertido enteramente a Dios. antes por lo mismo que está cierta de sus caminos.
I Con qué fervor oraba y recitaba los salmos! Su imaginación, más fundada, más creadora,
Agustín todo se lo pedía a Dios: la pureza, el más brillante ahora que cuando era solamente
perdón de sus culpas, perseverancia... mundana.
«Atormentado, dice, de un dolor de muelas, y El amor de Dios le hace amar todo (o creado
como arreciase tanto que no me dejase hablar, se dentro del orden debido.
me vino a la mente avisar a todos los amigos pre- Agustín regula maravillosamente por su alma su
sentes, que orasen por mí... cuerpo.
Apenas doblamos la rodilla con suplicante afec- Agustín, embellecido por la gracia, puede excla-
to, huyó aquel dolor», i Y qué dolorl mar:

78 79
I Cuan bello es el reino del espíritu, y cuan
anchuroso y cuan útil y deleitable...!
Agustín sigue orando, preparándose..., anhela
otra salud, la salud del alma:

80
EL BAUTISMO.

Los solitarios de Casiciaco —al principio de la


cuaresma del 387— dejaron la quinta de Verecun-
do para regresar a Milán. Vuelve Agustín más se-
guro de sí y de su fe y más fuerte contra las tenta-
ciones y los errores.
Con su hijo Adeodato y el inseparable Alipio se
hizo inscribir entre los que habían de recibir el
Bautismo en las fiestas de Pascua. Aquel año la
Pascua caía el 25 de abril.
Entre los candidatos Aurelio Agustín era sin du-
da el más notable: era el brillante orador que había
pronunciado el elogio del Cónsul Bauto y el pa-
negírico del Emperador.
Un genio que se hace discípulo con alma de ni-
ño, es una de las cosas más grandes que puede ha-
cer la fe.
Los catecúmenos eran instruidos durante la
cuaresma para hacerse dignos de recibir el triple
sacramento: el Bautismo, la Confirmación y la Co-
.S. GIMIGNANO - Iglesia de San Agustín
81
Muerte de Santa Ménica
munión eran administrados en la misma ceremo- Se acerca el gran momento: se dirigen todos al
nia. baptisterio...
Agustín, aunque suficientemente preparado, Llegó el turno de Agustín.
asistió con atención, piedad y modestia edificantes Ambrosio pronunció sobre él los exorcismos.
a todas las instrucciones. Agustín, de rodillas, prometió solemnemente
Llegó la Gran Semana y el 22 de abril —Jueves observar la ley de Cristo.
Santo—, recitó en alta voz el Credo delante de los Ambrosio le alentó en el rostro y le santiguó en
fieles, y el Viernes y el Sábado ayunó. la frente, en la boca, en los oídos y en el pecho.
En la noche del Sábado Agustín se trasladó a la ...Ahora Agustín está diciendo:
Iglesia con su madre, Adeodato y Alipio. Renuncio a Satanás por toda mi vida.
Llega el obispo Ambrosio, se arrodilla, ora un Después fue ungido con el óleo bendito y, por
instante y empieza la Ceremonia. tres veces, sumergido en la pila bautismal. Al mis-
¡La luz de Cristo! mo tiempo el obispo pregunta y él responde:
¡Gracias a Dios! ¿Crees tú en Dios Padre Omnipotente?
La Vigilia había empezado. Se leían pasajes Creo.
bíblicos: empezaban a recitarse los vaticinios de ¿Crees en Jesús, Hijo de Dios?
Moisés y las palabras de Pablo celebrando el Creo.
Bautismo de Cristo. ¿Crees en el Espíritu Santo?
En medio de estas lecturas resonaban las bóve- Creo.
das de la basílica con el canto de los salmos. A continuación el santo Prelado bautizó a
Y Agustín lloraba copiosamente: Agustín en nombre de la Santísima Trinidad.
«iCuánto lloré al oír aquellos himnos y aquellos Derramó el agua sobre la cabeza del neófito
cánticos que se melodiaban en tu Iglesia tan arrepentido, diciendo:
suavemente y cuan profundamente me conmovían « Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo
aquellas vocesl y del Espíritu Santo».
Aquellas voces resbalaban dentro de mis oídos y Agustín renacía en aquel momento para Dios y
tu verdad derretía mi corazón, con lo cual encen- para la Iglesia, para las almas y para sí mismo.
diéndose en mí el afecto de tu piedad, corrían mis La Confirmación seguía inmediatamente al
lágrimas y yo me encontraba satisfecho». Bautismo:

82 83
S. Ambrosio le impuso las manos sobre la cabe-
za, le hizo la señal de la cruz en la frente y Agustín
salió transformado de la capilla bautismal. Terminó
la ceremonia.
Después, los bautizados, con la vela encendida
y en procesión, volvían del baptisterio a la basílica.
Avanzaban lentamente en medio de la solemne
DESPEDIDA DOLOROSA
procesión y entre oleadas de cantares. Al paso que
se acercaban a la Basílica de los Mártires los can-
Agustín, antes del Bautismo, había concebido el
tos fluyen de sus labios más apasionados y más
propósito de retirarse a la soledad con sus amigos,
dulces.
donde, alejado del mundo, pasarían los días ocu-
Ya en el templo, Ambrosio, camina por el
pados en la investigación y contemplación de la
centro, se dirige al altar para continuar el divino
Verdad.
sacrificio...
Ahora, bautizado, vuelve sobre el asunto.
Gloria a Dios en el cielo...
Explica el proyecto a sus íntimos. ¿Os parece
La Misa de Pascua —comenzada antes de las
bien?
ceremonias del Bautismo— continuaba ahora.
Asintieron unánimes.
Y... llegó la hora anhelada de la comunión.
¿Dónde convendrá establecerse la comuni-
Agustín se acercó a la mesa junto con su hijo y Ali-
dad?
pio:
Todos eran africanos. No vacilaron. Por unani-
El cuerpo de Cristo. Amén.
midad decidieron volver al África y situarse en Ta-
Recibió la Eucaristía...
gaste.
Ahora Agustín tiene el rostro completamente
Partieron.
bañado en llanto. Corren por sus mejillas lágrimas
Atravesaron los Apeninos, y cuando Dios quiso,
de amor, lágrimas de dulzura, como las que antes
estuvieron en Ostia.
humedecían los ojos de su santa madre Ménica...
Agustín procuraba estar con su madre lo más
Agustín recibió el Bautismo la noche del 24 al 25
posible. El tema de sus conversaciones era siempre
de abril del 387.
el mismo: El triunfo de la gracia.

84 85
Conversaban, asomados a una ventana de la ca- No había hablado por causalidad: cinco o seis
sa de Ostia, y respirando el aroma de las flores que días habían transcurrido desde aquel éxtasis y Mó-
ascendía del jardín. nica cayó gravemente enferma.
Aspiraban con los labios del corazón las aguas Tuvo otro arrobamiento. Agustín teme por su vi-
de esa fuente de vida que es Dios, para beber de da. Vuelve en sí, después de largo delirio, se le oyó
ella lo más posible. exclamar: Enterraréis aquí a vuestra madre.
«Allá arriba —decía Agustín— nos saciaremos «No madre —dijo Navigio creyendo tranqui-
de aquella sabiduría, idéntica a Dios, que afanosa- lizarla— tú no morirás lejos de nuestra patria».
mente buscamos en la tierra, y allí participaremos Ella, mirando a Agustín, ¿Oyes como halaga? Y
eternamente de toda ella, pues carece de pasado o enseguida:
futuro: Es un dichoso presente sin fin. «Enterrad mi cuerpo donde queráis; no os pre-
Y mientras hablábamos y sentíamos ansias de ocupéis de ello. Os pido una sola cosa: donde
aquella Sabiduría —prosigue Agustín— la toca- quiera que os halléis acordaos de vuestra madre
mos con lo más sensible de nuestros corazones y ante el altar de Dios».
dejando allá arriba aquellas primicias de nuestro Y calló.
espíritu, descendimos otra vez hasta el rumor de la Todos recordaban el cuidado con que había pre-
boca en que la palabra empieza y acaba». parado en Tagaste el lugar de su sepultura. Y he
Sí, se elevaron juntos hacia el Señor siguiendo aquí que estando para morir renuncia a este
Agustín a su madre...: ¡Éxtasis de Ostia/ postrer consuelo. Sumisa a la gracia, se había des-
Vueltos de aquel delicioso vuelo a la vida de los pegado de lo terreno:
sentidos se encontraron otra vez en la ventana... «Para Dios nada está lejos y no temo que, al fin
Aquel instante de celestial felicidad, había del mundo, Él no me reconozca para resucitarme».
causado en Mónica el presentimiento y deseo de De este modo, libre de todo pensamiento que no
su fin. fuese el de la patria futura, «al noveno día de su
«Hijo mío —dijo ella— la única cosa que me enfermedad, a la edad de 56 años y a mis 33 —dice
hacía desear vivir sobre la tierra era verte converti- Agustín— esta alma religiosa y pía fue librada de
do. Dios me lo concedió con creces. Tú, ahora, só- su cuerpo».
lo a Él sirves». Agustín, apenado, cerró los ojos de su madre;
¿Qué hago, pues, aquí? pero no derramó una lágrima:

86 87
«Cerraba yo sus ojos, mas una tristeza inmensa derramar y... una repentina explosión de llanto di-
afligía mi corazón; cuando iba a resolverse en llan- solvió la recia pesadumbre.
to, mi alma se imponía y ese manantial de lágrimas Dejó correr lágrimas,
se secaba antes de subir a los ojos, y en esa lucha lloró,
yo sufría horriblemente». lloró copiosamente,
En la estancia se sentía el latir de los corazones. lloró a solas, lejos del orgullo de los hombres y
Adeodato, el nieto, prorrumpió en sollozos... bajo la mirada indulgente de Dios.
Su padre le impuso silencio. Y..., en medio de ¡Qué madre he perdido I
suspiros mal reprimidos, Evodio abrió el Salterio y
entonó el Salmo:
Tus misericordias y tus juicios, cantarán tu gloria
¡Oh Senorí...
La amargura de Agustín no disminuía, pero a es-
te dolor se mezclaba un consuelo dulcísimo. Algún
tiempo antes de morir, Mónica, viendo a su hijo lle-
no de ternura, le había dado un grato testimonio:
«Amorosamente —dice Agustín— me llamó
piadoso; afirmando que jamás había oído salir de
mi boca alguna palabra ofensiva para ella»: Tú
siempre fuiste buen hijo.
Se celebraron los funerales, y no lloró Agustín.
Ni siquiera cuando el cadáver fue arrebatado a su
vista para siempre.
Aquel día por la noche logró conciliar el sueño,
se despertó a media noche con el corazón menos
pesado... pero poco a poco comenzó de nuevo a
pensar en su madre.
Recordó todas las lágrimas que la había hecho

88 89
Y siguiendo con su Filosofía, compuso el De
quantitate animae.
En Roma visitaba las iglesias y lugares santos:
las catacumbas, donde, conmovido, besaba las re-
liquias de los santos mártires.
Visitaba, sobre todo, los monasterios. Los visita-
ba para religiosa edificación de su espíritu, los visi-
taba para la organización de su futuro cenobio de
REGRESO A TAGASTE Tagaste.
En Roma comprendió la grandeza del catolicis-
Después de la muerte de Ménica, Agustín in- mo...
terrumpió el viaje. Se quedó en Italia, porque el A fines de verano del 388 abandonó la capital del
amor le detuvo: le gustaba rezar junto a la tumba Imperio. Reanudó el viaje: Agustín volvía a su Áfri-
que encerraba los preciosos restos de su querida ca para no dejarla hasta la muerte.
madre.
Le acompañaban Alipio, Adeodato y los demás
Se acercaba allí convencido de que una madre lo
amigos.
es aún después de bajar al sepulcro.
¿Qué peregrino ha vuelto a su patria con el
Agustín se normalizó poco a poco, continuó el
espíritu tan transformado?
género de vida que comenzara en Casiciaco y, co-
mo no tenía prisa de volver al África, regresó a Ro- Antes, triste y envuelto en densas sombras.
ma. Ahora, llena su alma de alegría y... de Dios.
Tuvo ocasión de conocer al Papa Siricio y le pa- La nave arribó a Cartago.
reció un magnífico pontífice. En esta ciudad vivía un abogado llamado Ino-
Compuso, tal vez por encargo de Siricio, su tra- cencio, hombre piadoso y ejemplar, que con gusto
tado acerca de las Costumbres de los maniqueos. le ofreció el hospedaje de su casa.
Es una pintura de su vida. Le cubrieron de injurias, Inocencio estaba enfermo, había sufrido una
pero Agustín no se turbó; tomó la pluma y escribió operación sin resultado favorable. Los médicos du-
otro libro: dan: ¿Será necesario repetirla?
Las costumbres de la Iglesia Católica. Le hacen otro examen. Le recetan una nueva
90 91
medicina. Con este remedio, le dicen, sanarás radi- Había tropezado con cierto pasaje oscuro de Ci-
calmente. cerón. Pero he aquí que, una noche, durante el
La medicina se aplica. Los dfas pasan. La enfer- sueño, te me apareciste tú sonriendo con esa ama-
medad continúa. Los médicos piensan en una se- bilidad tuya, y en cuatro palabras me lo aclaraste
gunda operación. todo.
Los familiares, en vista de la incertidumbre de En Cartago se detuvo poco Agustín: tenía prisa
los doctores y de que la operación se difiere, te- de llegar a Tagaste. Cartago por otra parte ya no
men se trate de una enfermedad incurable. era la misma, porque Agustín no era el mismo.
El enfermo piensa en la muerte; se cree en grave Al fin del año (388) estaba ya en Tagaste.
peligro: despide a todos los que se acercan a visi-
tarle.
Al fin, los médicos, sin positiva esperanza, se
deciden a operarle por segunda vez.
Agustín, presente a todo, piensa en otra medici-
na. Se pone de rodillas. Ora acompañado de to-
dos, aun del mismo enfermo.
Llegan los médicos, y, al dar principio a la opera-
ción, advierten que está perfectamente curado.
Agustín, por humildad, atribuye el prodigio a las
oraciones de todos; pero es de creer que el milagro
se ralizase por mediación suya.
Todos querían ver a Agustín: sus amigos de otro
tiempo, sus antiguos discípulos...: |Conservaban
de él tan grato recuerdo...!
Un día vino Eulogio, ya retórico afamado. Había
respondido a las esperanzas de su antiguo profe-
sor.
Agustín le abrazó con amor y Eulogio le contó
un sueño que tuvo a propósito de él:
93
92
Ahora en Tagaste, haciéndose monje, realiza
esa entrega total.
Agustín, acordándose de las palabras de Jesús a
las almas ansiosas de perfección, vendió sus
bienes, dio el precio a los pobres y empezó a vivir
en comunidad con sus compañeros según el modo
y la regla constituidos por los apóstoles.
Vivían para Dios en ayunos, oraciones y buenas
AGUSTÍN, MONJE obras, meditando en la ley del Señor.
El monasterio de Tagaste constaba al principio
Romaniano había anunciado anticipadamente la de pocos solitarios.
llegada de Agustín. Todos los de Tagaste espera- Vemos allí, en primer lugar, al que nada podía
ban con verdaderas ansias ver de nuevo a Agustín, apartar de Agustín, a Alipio. Al lado de este amigo
convertido. había otros. Uno de ellos, particularmente querido,
Llegó Agustín. Llegó a su pueblo. Parientes, se llamaba Evodio, otro Severo...
amigos y paisanos le saludaron. También Navigio entró en comunidad.
Agustín tenía entonces 35 años; le brillaban en Adeodato era el benjamín de la casa. Su padre le
los ojos el fuego de un alma regenerada. quería siempre a su lado para cultivar su alma. Es-
Agustín venía a cumplir un antiguo propósito, el taba admirado de la precocidad de su ingenio. En
propósito que había hecho el día de su conversión: su dulce compañía compuso el diálogo titulado El
entregarse a Dios, ser monje. Maestro.
Con el corazón ya lo era. Efectivamente, el mis- En el cenobio, Agustín se preparaba con la ora-
mo día de su cambio, después de la escena del ción y el estudio.
huerto, había renunciado no sólo al pecado, sino Los ermitaños dedicaban al Señor todo el día,
también a la mujer...: desde las primeras horas de la mañana. A la
«Y concebí —dice— el propósito de dejarlo todo sombra de los árboles disertaban de elevadas ma-
y entregarme únicamente a Vos, y a meditar que terias.
Vos sois mi Dios y mi Señor». En la casa de Dios no estaban incomunicados

94 95
con el mundo. No se pasaba día sin que algún ami-
go traspasase el umbral.
Y cuando no eran amigos eran todos aquellos
paisanos suyos que tenían necesidad de Agustín.
El amigo Nebridio, que no había podido unirse a
él, le escribía por entonces: «¿Es cierto que tienes
la paciencia de preocuparte de los asuntos de tus
conciudadanos y no te concedes el descanso que
tanto deseas?
¿Quiénes son esos que tanto te molestan a ti que
eres tan bueno?
Quisiera poder tenerte en mi finca y darte como-
didades para que descanses. Tus conciudadanos
dirían entonces que yo te había robado; pero no
quiero decidirme a nada. Tú los amas demasiado y
ellos también a ti».
Agustín en su retiro se santificaba y santificaba a
los suyos. Hacía las veces de padre con todos. Ali-
mentaba sus almas y las robustecía con el pan de
las Sagradas Escrituras.
El amor de Agustín es Dios y Dios prueba a los
que ama; por eso Agustín tiene que aceptar la cruz
que esta vez le ofrece el Señor:
Adeodsto enferma y, al cabo de algunos días,
cuando tenía 17 años, murió en la flor de la adoles-
cencia.
Recojamos de labios de Agustín algunas pa-
labras de elogio fúnebre:
«Tú, confieso Señor, le habías hecho bueno...

96
...Yo en este niño no tenía otra cosa que el deli-
to. Admiraba en él su ingenio. Mas ¿quién, fuera
de ti, podía ser autor de tales maravillas?
Pronto le arrebataste de la tierra. Con toda tran-
quilidad lo recuerdo ahora, no temiendo absoluta-
mente nada por hombre tal, ni en su niñez, ni en su
adolescencia».
Agustín entregó su hijo al cielo y emprendió con
nuevos bríos sus tareas.
Está componiendo una de sus primeras obras
maestras, el último libro que escribirá en Tagaste,
se titula: De vera Religione. Le escribe para con-
vertir al catolicismo a su amigo y protector Roma-
niano.
Agustín no quería llamar la atención. Escribía
poco aún y no salía del retiro casi nunca.
Evitaba con particular cuidado aparecer en
público; porque empezaba a esparcirse su fama, y
temía le sucediese lo que a Ambrosio y otros
muchos, de quienes el pueblo se había apoderado,
obligándoles a aceptar el sacerdocio y aún el obis-
pado.
Pero el Señor le quería y le había escogido para
que fuese el gran piloto de la Iglesia africana y no
tardará en manifestar su voluntad.

S. GIMIGNANO - Iglesia de San Agustín


San Agustín entrega la regla a los monjes
(B. GOZZOLI 1465) 97
tos: San Teógenes y San Leoncio, tampoco so-
bresalía por su religiosidad.
Poseía una iglesia titulada de los veinte mártires,
en donde los católicos honraban la memoria de los
valerosos defensores de la religión que habían de-
jado a su país el ejemplo de una gran fe.
Pero San Agustín era llamado a colocar el nom-
bre de Hipona entre los más ilustres de la tierra.
MINISTRO DEL SEÑOR Agustín, habiendo llegado allí para entrevistarse
con un señor al que deseaba ganar para su con-
Agustín quería servir en silencio al Señor. Pero vento, entró en la Iglesia.
su fama se extendía cada día más por toda África. Se celebraba entonces la función del día y la
De cuando en cuando tenía que ir a despachar basílica estaba llena de público. Predicaba Valerio,
los asuntos que sus paisanos confiaban a su con- obispo del lugar. Aquel día precisamente el santo
descendencia. obispo dijo, desde la cátedra, que tenía mucha ne-
Otras veces salía para traer nuevos aspirantes al cesidad de ordenar un sacerdote que le ayudase.
monasterio. Soy ya anciano, les dice, y además como griego
Pero Agustín rehuía aquellas ciudades que esta- de nacimiento, poco elocuente en latín.
ban sin obispo, temeroso de que le eligieran para La carga del episcopado pesa más de lo que
esa dignidad. pueden mis fuerzas. Necesito el contrapeso de un
Un día del año 391 llegaba Agustín a Hipona. No sacerdote idóneo.
había para él peligro alguno porque aquella ciudad Sus fieles lo comprenden.
tenía obispo, y era bueno. Agustín sin querer había caído en el lazo.
Llegó a Hipona sin recelo alguno, ni sospechar Los cristianos de Hipona le conocían, le co-
lo que iba a suceder. nocían bien. Pocos días antes había estado allí:
Hipona, la ciudad predilecta de los antiguos re- había ido a buscar sitio para levantar otro conven-
yes de Numidia, había sido hasta entonces poco to.
célebre. Le conocían más que nada, por sus escritos, por
Aunque había tenido como prelados a dos san- su elocuencia y tenor de vida.

98 99
Rodearon al monje de Tagaste y, forzado, le lle- Fue el primer sermón de los innumerables de este
varon ante el obispo Valerio, pidiendo todos, con gran predicador.
clamor unánime, que le odenara sacerdote.
Agustín no se contentaba con predicar.
¡Agustín sacerdote! También en Hipona existía la mala semilla de los
/Agustín sacerdote/ maniqueos. Los católicos le insistían para que hi-
A Valerio le pareció justo aprobar la elección del ciese frente a esos enemigos.
pueblo, y ast el año 391, a la edad de treinta y siete Agustín acepta con mucho gusto.
años, Agustín fue ordenado sacerdote de Cristo. A Fortunato, obispo de la secta maniquea, no le
Durante la ceremonia de la ordenación y en me- agradaba medir sus fuerzas con un tal adversario.
dio de la alegría general, sólo Agustín lloraba. Al fin, para no hacer mal papel ante sus adeptos,
Los fieles, creyendo adivinar el motivo de sus aceptó.
lágrimas, procuraban consolarle: no llores, le Se reunieron los dos. Discutieron. La discusión
decían, no llores... tuvo lugar en dos días distintos. Y Agustín, en pre-
Mereces más, pero ten paciencia, ya que para sencia del pueblo, derrotó a Fortunato. Fortunato
los hombres de tu talla, de presbítero'a obispo el huyó de Hipona y no volvió a ella jamás. Estamos
paso es breve. en agosto del 392.
Pronto llegarás a obispo! Un acontecimiento del año siguiente —393—
I Qué distinta era la causa de sus lamentos! muestra claramente cuan considerado era Agus-
Agustín pensaba en la responsabilidad del sacer- tín.
dote y a lo que exponía su vida en la dignidad del Se reunió en Hipona un concilio. Habían acudi-
sacerdocio. Por eso llora: se cree indigno... do casi todos los obispos de África. Agustín
Valerio nombró a Agustín su sustituto en el ofi- —simple sacerdote— fue el encargado de hablar
cio de predicador. Y Agustín pidió este favor: Dé- acerca de la fe y del Símbolo.
jame algún tiempo, deseo unos meses de retiro pa-
Agustín disertó con tanta doctrina, orden y calor
ra prepararme...
que asombró a toda la asamblea.
El retiro de Agustín no fue de larga duración. Y ¿qué decir del monacato? ¿Dijo adiós a sus
Los fieles tenían demasiada prisa por escucharle. monjes? No.
En las Pascuas de aquel mismo año, e! 931, Su antiguo sueño no se había disipado. Agustín
habló desde el pulpito a la asamblea de los fieles. en su corazón seguía tan monje como antes.
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Valerio lo sabía; Agustín le habla dicho:
«...acepta mi renuncia al sacerdocio, o permíteme
fundar un monasterio donde pueda vivir con mis
amigos».
Y Valerio, de feliz memoria, le regaló un huerto.
Allí se levantó el segundo convento agustiniano.
Agustín era el centro de la comunidad.
Había que verle subir al altar y repartir a los su- PADRE Y PASTOR
yos el Pan de los Ángeles.
i Y cuántas veces anduvo Agustín el camino que Agustín es el brazo derecho del anciano Valerio.
lleva del monasterio al pulpito...! A medida que la fama de Aurelio Agustín se iba ex-
tendiendo, aumentaban las inquietudes del vene-
rable obispo de Hipona.
De todas partes llegan delegaciones para apode-
rarse de Agustín y llevárselo a viva fuerza. Muchas
iglesias le querían hacer su obispo.
Hipona teme que se lo arrebaten. Hasta fue ne-
cesario ocultarlo durante algún tiempo.
El vigilante Prelado pensó que un día u otro lo-
grarían quitárselo, y sin Agustín no podía arre-
glárselas.
Para dar fin de una vez a sus recelos e inquietu-
des, decidió promoverle al episcopado y hacer de
él su auxiliar.
Expuso sus intenciones y deseos al Primado de
África, y éste le dio su asentimiento alabando sus
planes.
Un día en el que, casualmente, una asamblea de
obispos estaba presente en la Iglesia de Hipona,

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Valerio sube el pulpito y anuncia su proyecto (de acercarse a ninguna de las ciudades que carecían
conferir el episcopado a Agustín), al clero y al de prelado. El siervo no pudo contradecir al Señor:
pueblo, reunidos en la basílica. «En el festín del Señor yo no escogí un puesto
El júbilo de los oyentes se desbordó: unánimes elevado... Plugo al Señor decirme: Sube más arri-
aplausos y aclamaciones resuenan en las bóvedas ba.
de la basílica de Hipona. Vine aquí sin otro bagaje que los vestidos que
Esto hace temblar a Agustín. traía puestos. Me creía seguro, puesto que teníais
«¿Cómo voy a ocupar dignamente —decía— el obispo...».
puesto principal de la dirección de la mística nave Agustín ya ocupaba el puesto desde donde, por
de Hipona, si, cual inexperto marinero, con dificul- disposición de la Providencia, iba a iluminar a la
tad puedo manejar un remo?». Iglesia y al mundo.
Pocos meses después, cargado de años y de
Agustín se opone a recibir tanta dignidad. Dice
buenas obras, murió el anciano Valerio, y Agustín
que tal designación va contra la costumbre africa-
se encontró solo, con todo el peso de la diócesis
na, que prohibe haya dos obispos en una misma
sobre sus hombros.
diócesis.
Agustín quedaba único pastor de Hipona. Tenía
Pero de nada le vale este pretexto: los prelados
cuarenta y dos años de edad.
le adujeron varios ejemplos, no sólo de África, sino
En los 34 años que le restan de vida, Agustín dis-
también de otras regiones.
putará públicamente con los enemigos de la fe. Pe-
Al fin, forzado y para no contradecir la voluntad ro la mayor parte la pasará en Hipona.
divina, Agustín dio su consentimiento y a primeros Hablando al pueblo.
del 396 fue consagrado obispo por Megalio, Prima-
Meditando los más profundos problemas de la
do de Numidia. Su discípulo Posidio, contando ta-
Teología.
les sucesos, pudo escribir estas líneas triunfales:
Componiendo con abundancia jamás igualada
«Acaba de ser colocado en el candelero una sus libros.
luz resplandeciente. La Iglesia de África profun-
damente humillada podrá, al fin, levantar la cabe-
za».
De nada le sirvió aquella estratagema de no

104 105
Hacían vida de comunidad y el Pastor de Hipona
era el maestro.
Hizo de la pobreza una obligación para sus cléri-
gos. Nuestro santo hacía poco o ningún aprecio de
los bienes terrenos.
Su alimento era frugal. Todo lo superfluo estaba
rigurosamente prohibido en su mesa.
Se servía especialmente legumbres, alguna vez
V I D A PRIVADA DE AGUSTÍN carne por los forasteros y delicados, siempre un
poco de vino.
A la vez que se alimentaban corporalmente
Agustín estaba profundamente compenetrado
debían oír todos la palabra de Dios, que es el ali-
con la vida cenobítica y por esto transformó su ca-
mento del alma. Recibía con suma amabilidad a los
sa episcopal en una comunidad monástica.
huéspedes que no solían ser escasos.
La formación del clero fue el primer problema
Una inscripción latina, grabada sobre una de las
que afrontó el obispo de Hipona.
paredes del comedor, recordaba a los comensales
Quería que sus sacerdotes creciesen a su lado,
la caridad en las palabras. Venía a decir:
bajo el techo de la casa episcopal, y los quería doc-
Sepa el que murmure que no es digno de estar
tos y piadosos.
en esta mesa.
Decretó que cuantos clérigos se ordenasen en
Jamás permitía a nadie la más mínima libertad al
su iglesia, todos ellos habían de vivir vida de comu-
hablar del prójimo.
nidad:
Su vestido estaba en consonancia con el alimen-
«El que quiera tener algo propio, y vivir de lo
to: ni era tan pulcro que llamase la atención, ni tal
propio, y obrar en contra de estos principios
vil que le hiciera aparecer despreciable a los ojos de
nuestros, no permanecerá en mi compañía, por-
los fieles.
que ni siquiera será clérigo».
Nada le distingía exteriormente de sus pres-
La casa de Agustín era un verdadero seminario.
bíteros y diáconos. Suplicaba a los fieles que no le
Se veían allí clérigos de todas las clases: acóli-
llevasen regalos personales:
tos, lectores, subdiáconos, diáconos, sacerdotes.
«No me deis nada para mi uso particular; si algo
Eran las pupilas de sus ojos.

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queréis darme, sea tal que sirva para el uso de to-
dos los que vivimos juntos, porque visto como to- En fin, la oración era el descanso de sus trabajos
dos los demás. y el alimento de tan penoso cargo.
Al obispo de Hipona le gustaba hablar del amor
Si me dais algo que sea mejor y más precioso
de Dios. De él hablaba en el pulpito delante del
(de lo que usan los que conmigo viven) lo vendo,
pueblo, a sus amigos en su correspondencia, a los
no sería la primera vez...»
lectores en todos los escritos.
Tan desinteresado con respecto a lo material,
De él hablaba sobre todo a los clérigos, monjes y
exigía mucho en lo espiritual.
monjas, y a todas las almas que practicaban el
No permitía tener mujer alguna en su servicio.
ideal del Evangelio.
Su misma hermana, sus primas, aunque religiosas,
Si Agustín habla de este amor con tanto fervor y
estaban exluidas, Si alguna mujer le visitaba, se
con tanta elocuencia es que lo posee y experimen-
hacía acompañar de alguno de sus clérigos.
ta intensamente.
Con los extraviados era de una bondad que
conmovía.
Les exhortaba a que volviesen al buen camino, y
los abrazaba con la ternura de una madre y lloran-
do como un niño.
A la severidad no recurría sino después de haber
agotado todas las medidas amistosas.
Para quien continuaba, tras repetidas amonesta-
ciones, deshonrando su hábito, sabía ser severo e
inexorable.
La influencia de Agustín no se limitaba a su Hi-
pona y a sus clérigos: Se extendió enseguida a to-
do el clero de África.
Y el sentimiento que procuraba inspirar al clero
africano, exaltado e intransigente, era la manse-
dumbre y la condescendencia de que estaba lleno
su propio corazón.

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109
glo V. Agustín, paladín esforzado, sostuvo la lucha
contra los tres; tres terribles batallas. Venció y,
con la victoria, obtuvo tres trofeos.

Maniqueísmo

Este error que esclavizaba las almas le retuvo a él


MARTILLO DE LOS HEREJES mismo durante largos años, vacilante e inquieto.
Para Agustín la refutación del maniqueísmo era
obligación de conciencia, así pensaba él.
En la Historia de la Iglesia, pocas épocas han si- Debía hacerse médico de aquella peste, y co-
do tan peligrosas como aquella del principio del menzó muy pronto —el año 388— con su libro
siglo quinto. sobre Las costumbres de los maniqueos
Manes, Donato y Pelagio han sembrado la con-
Después siguieron otros:
fusión entre los fieles.
Las costumbres de la Iglesia
El maniqueísmo ha arrastrado al pueblo ignoran-
El libre albedrío
te con los fantasmas del bien y del mal.
La verdadera religión
El donatismo ha roto la unidad de la Iglesia divi-
Las dos almas
diéndola en dos bandos.
Contra Adimato
El Pelagianismo niega la necesidad de la gracia
La utilidad de crecer
para conseguir la salvación...
Contra la epístola de los maniqueos
La hora es digna de un magnífico luchador.
Contra Fausto, maniqueo
Agustín se lanza valiente al campo de batalla a
La naturaleza del bien
luchar por la verdad contra el error.
Contra Secundino
Sus armas son la palabra y la pluma, apoyadas
en una elocuencia prodigiosa y en un dominio ab- Y Agustín derrotó a todos los campeones de la
soluto de las Sagradas Escrituras. secta.
Maniqueísmo, donatismo y pelagianismo, son En 392, como hemos visto ya, obligó a Fortu-
los tres enemigos principales de la Iglesia del si- nato a salir de Hipona.

110 111
En 394 refutó a Adimato, el más célebre discí- para invitar a los obispos disidentes a tener confe-
pulo de Manes. rencias que permitiesen acercarse y entenderse.
Y en diciembre del 404, derrotó al doctor Félix, Pero la orden de Petiliano, donatista, es de «no
que adjuraba, durante la sesión, la herejía y abraza- discutir con el obispo de Hipona».
ba la doctrina católica. Y el obispo de Hipona les responde:
«La caridad de Cristo, para quien yo quiero ga-
nar todas las almas que pueda, no me permite
Donatismo
callar...»
No menos preparado y dispuesto se revela Y entonces Agustín escribe. He aquí la serie:
Agustín contra el movimiento de Donato, al que
Contra la carta de Donato
los varios edictos de unión, de Constantino (a.
Contra su partido
316), de Constante (a. 347) y de Teodosio (a. 404),
Contra la epístola de Parmeniano
no fueron capaces de destruir.
Del único Bautismo, contra Petiliano
Desde que era simple presbítero —el año 392—
Contra la pastoral de Petiliano
Agustín se había fijado en la gravedad del cisma
Carta a los católicos
donatista, y había trabajado para hacerle desapare-
Contra Cresonio
cer.
Y el triunfo agustiniano se decidió en la gran
En una composición poética del 393, cuenta los
conferencia celebrada en Cartago a primeros de ju-
orígenes del cisma y suplica a los disidentes que
nio del 411, presidida por el Procónsul de África,
entren en el redil.
Marcelino.
Después de cada estrofa seguía un estribillo,
Fue una disputa pública entre el episcopado ca-
que invitaba a todos los amigos de la paz a recono-
tólico —286 obispos— y el donatista —278 obis-
cer la verdad:
pos—, en la que Agustín fue el alma, y que termi-
Omnes que gaudetis de pace.
nó con la derrota donatista seguida de la supresión
Modo verum judicate.
legal del cisma.
Hacia la misma época escribió a Máximo, obispo
donatista, para llamar su atención sobre el gran
mal y sobre los medios para hacerlo desaparecer.
Apenas consagrado obispo multiplicó sus cartas

112 113
Pelagianismo Todo esto supone un trabajo enorme. Agustín
El infatigable campeón de Cristo, vencedor del luchó toda su vida por la verdad y contra el error.
cisma de Donato, volvió las armas de su espíritu Fue siempre el tema de su apostolado en este
contra la tercera herejía: la pejagiana. punto aquella frase sublime:
Los pelagianos sostenían que la voluntad del Amad al pecador y odiad el pecado...
hombre lo puede todo. Que se puede llegar a la vir-
tud y a la salvación sin necesidad de la gracia divi-
na.
Eran los enemigos de la gracia.
Pero ¿quién mejor que Agustín conocía lo con-
trario? Esta vez iba Agustín a luchar no por la pe-
queña grey de África, sino por la Iglesia universal.
Agustín quisiera encontrarse con el mismo Pela-
gio y refutarle personalmente.
Pero el adversario está lejos y no queda otro re-
curso que empuñar la pluma. Así lo hizo y empezó
a escribir:
El espíritu y la letra
La Naturaleza y la Gracia
La perfección de la justicia humana
La gracia de Cristo y el pecado original
El matrimonio y la concupiscencia
Contra las cartas de los pelagianos
Y la controversia de Agustín terminó solamente
con su muerte, que cortó una obra que estaba
escribiendo contra Julián de Eclana.
Pero para entonces tanto África como Italia es-
taban limpias de la herejía.

114
115
Pero Agustín es pastor de las almas más bien
que de los cuerpos. Por eso piensa en las almas...,
y si un alma corría el peligro de perder la fe, acudía
a ponerla en salvo.
Sus benjamines eran los hijos de la miseria y del
hambre.
Sus preferidos eran los pobres.
Es triste —decía— ver a un feligrés sin vestido,
T O D O PARA TODOS con la cabeza baja y sin pan.
En los pobres —piensa Agustín — , lleno de
hambre y mortificado, está Cristo, que baja por las
«Soy hombre y no creo que nada humano me
escaleras del domicilio episcopal.
sea ajeno».
Agustín podía aplicarse verdaderamente estas A la llegada de los inviernos recogía cuantas
palabras de un escritor pagano. Su gran corazón prendas podía y, en un día convenido, las dis-
se abrió plenamente a todos. tribuía amorosamente.
Después de S. Pablo, es quien mejor ha realiza- Los necesitados rendían gracias al amor y a la
do aquel dulce precepto: «Hacerse todo para to- sonrisa de aquel gran amante de Dios y de los
dos a fin de ganarlos a todos». pobres.
El corazón de Agustín se abrió plenamente a los Cuando no sabía qué dar al que se moría de
católicos, a los herejes y a los mismos paganos. hambre, vendía los cálices de oro de la Iglesia.
A los católicos: El corazón de Agustín se entre- «Se puede consagrar —decía— en un cáliz me-
gó plenamente a los católicos y a sus queridos nos precioso con tal de que no perezcan de frío los
fieles. cálices de carne, que son los pobres de Cristo».
Un cristiano de Hipona acude a él para manifes-
Agustín no se negaba a nadie..., por eso abusa-
tarle que carece de recursos con que pagar a sus
ban de él.
acreedores. Agustín se apresura a tomarlo bajo su
Los obispos y los sacerdotes, los monjes, las
protección.
matronas devotas, los oficiales celosos, todos...,
Y el santo obispo pidió dinero prestado a un ve-
todos le proponían sus dificultades espirituales.
cino y él mismo se encargó de pagar las deudas.
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Y Agustín respondía a todos de palabra o en car- Que el Dios único y verdadero libre vuestras al-
tas. mas y las convierta, hermanos amadísimos».
A los herejes: El corazón de Agustín se abrió Agustín es todo para todos. Todos pueden verle
plenamente a los herejes: A sus amenazas y aten- porque su puerta está abierta.
tados respondía con palabras apostólicas: El corazón de Agustín era inmenso..., cabían to-
«Vosotros queréis vivir en el error y perecer; pe- dos los sentimientos que podían caber en la más
ro yo no quiero que tal suceda ni lo quiere Dios... excelsa de las almas.
Llamaré, pues, sin temor a nadie ni a nada, y
buscaré a las ovejas perdidas y a las que han erra-
do la senda de la verdad; y haré todo esto aun
contra su voluntad».
A la fuerza no recurría sino después de haber
agotado todas las medidas amistosas.
Pero, si recurre a la fuerza, no olvida jamás la
mansedumbre y la misericordia. Y pide a los ofi-
ciales del Emperador que los castigos no sean de-
masiado rigurosos, y jamás la pena de muerte:
«Prefjero ser muerto por ellos, a verlos condena-
dos por vuestras órdenes».
A los paganos: El corazón de Agustín se abrió
plenamente a los paganos.
A los madaurenses que seguían siendo paganos,
a pesar de la luz vivísima que por todas partes pro-
yectaba la religión del crucificado, les dice:
«Despertad, oh hermanos y padres míos de Ma-
daura; es Dios quien me proporcionó esta ocasión
para escribiros... Os suplico, en nombre de Cristo
a quien habéis invocado en vuestra carta, que mis
palabras no sean inútiles...

118 119
Agustín desterraba de sus predicaciones la retó-
rica y las bellezas del lenguaje. Sabía, no obstante,
todos los secretos de impresionar y mover los co-
razones.
Y le salen homilías encantadoras, homilías ilumi-
nadas con la luz de mil imágenes, comparaciones y
semejanzas.
Agustín predicador no es más que un padre que
habla con sus hijos.
EL PREDICADOR Y todos le aman porque Agustín es el gran
amante del pueblo.
Agustín ve con dolor el destrozo que hacen en Cuando anuncia que tiene que partir para una
su patria el cisma y la herejía. fiesta, para un concilio, para una disputa..., el
Ya vimos cómo el santo obispo, consciente de pueblo protesta.
su deber, emprendió resueltamente una cruzada De ningún modo: «Su diócesis es Hipona y debe
defensiva de disputas con los enemigos de la fe. permanecer aquí».
Pero Agustín no se limitó a sólo eso; emprendió Y si alguno observa: «Es una gloria para vo-
una segunda cruzada: la de ¡luminar e instruir a su sotros que todos conozcan cuan grande es el obis-
grey con la predicación. po de Hipona».
«Predicaba con la palabra y con el ejemplo»; No —replican— Agustín es nuestro obispo y de-
Y la potente oratoria de Agustín se impuso a to- be quedarse con nosotros.
dos con absoluta seducción. Pero África quería oírle...
Predicaba ordinariamente en Hipona, algunas Un día fue a Cesárea de Mauritania. En esta
veces en Cartago, Tuburso, Cesárea, Constantina, ciudad estaba en moda el juego de la Caterva:
Cálama, Subsana, Fussala, Milevi... No solamente los ciudadanos, sino también los
El auditorio era gente sencilla, Agustín se hacía parientes, los hermanos, los padres y los hijos, di-
entender de todos. vididos en dos bandos, en un determinado día del
Prefiero ser entendido por el pescador, a ser ala- año, se hacían la guerra a pedradas, y c?tia cual
bado por el doctor. mataba al que podía.

120 121
Agustín alcanzó un éxito que basta por sí para tumbres, porque toda mi alegría en este mundo
consagrar la fama del más grande orador: predicó está en vuestra buena conducta».
al pueblo y fue tal el ímpetu de aquel discurso que I Qué página más hermosa!
el pueblo prometió decididamente no volver a Y Agustín habla diariamente, algunos días predi-
manchar con sangre las calles de la ciudad. ca dos sermones y hasta tres...
«Y, finalizado mi discurso, excité a todos a que Habla y predica porque es ministro del Señor.
con el corazón y con la boca diesen gracias a Dios. ...y tenía que vigilar contra los lobos del cisma y
Desde entonces, que hace ya ocho años, por la de las herejías, lanzados a devorar las ovejas de
misericordia de Jesucristo, no se ha intentado se- Cristo por Donato, por Manes y por Pelagio.
mejante cosa en aquel pueblo».
¿Cómo gozar de tanta fama, conquistarse tantos
éxitos y alabanzas, sin sentir el aguijón del orgullo?
Así pensaban y eso decían sus enemigos:
«Son muchos los que me acusan de hablaros
para ser alabado de vosotros —dijo un día Agustín
a sus oyentes—.
Dicen que este es mi fin y mi intención...»
Pero he aquí la página del santo:
«¿Por qué he salido a esta cátedra y hablo? ¿Y
por qué vivo yo, sino para vivir con Cristo en unión
vuestra? Esta es mi ambición, mi pasión, mi gloria,
mt alegría y mi patrimonio.
Yo sé bien que si no me canso de predicaros el
bien me salvaré aun cuando vosotros no me es-
cuchéis. Pero no quiero salvarme sin vosotros.
Vosotros deseáis mi palabra, yo quiero vuestras
obras. No me contristéis con vuestras cos-

122 123
tragos..., meditaba y allí aprendía aquello que des-
pués predicaba a sus queridos fieles.
Devoraba la Biblia con pasión.
Si no es tiempo de recibir a los fieles penitentes,
si no urge escribir un libro, si el pulpito no le
llama..., Agustín estudia las Escrituras.
En la Biblia encuentra soluciones para todo: Ar-
mas para luchar con los enemigos, doctrina para
LAS DELICIAS DE LAS ESCRITURAS sus sermones, páginas para sus libros, principios
para su vida...
La Biblia influirá tanto en su modo de pensar y
Señor, haz que las Escrituras sean mis caras de- de tal modo se reflejará en su vida interior y en sus
licias. escritos, que para entender bien a Agustín es pre-
Y el Señor le escuchó. ciso mirarle a la luz del libro de Dios.
Su alma sedienta de amor y felicidad, había vaci- Mientras leía la Biblia, Agustín hablaba con el
lado largo tiempo entre los deleites que se disputan Señor. Leyendo las Escrituras en la soledad, pe-
el corazón del hombre: el inferior y el superior. netraba en el profundo sentido del libro divino; el
Ahora, ante las dulzuras contenidas en la Escri- espíritu de Dios le contagiaba. Llegada la hora...,
tura, las bellezas humanas eran ya a sus ojos ali- volvía a sus ocupaciones; por eso, en el momento
mentos pintados. Este mundo, dice Agustín, exci- de predicar, subía al pulpito y hablaba con una un-
ta el apetito del alma sin poderlo satisfacer. ción tal que conmovía los corazones. Parecía inspi-
Agustín era amante como pocos de la soledad y rado por Dios.
de la vida retirada; para ello fundó los monasterios ...Y Negaba otro rato libre, y Agustín volvía a la
de monjes. Él no pudo disfrutar largo tiempo de es- soledad de su celda y a las Escrituras.
ta vida pacífica que tan ardientemente había desea-
«La Biblia —decía— tiene por autor principal a
do. Sacerdote primero y ahora obispo tuvo que
Dios que la inspiró; contiene por tanto la verdad
consagrarse a la salvación de las almas.
íntegra...».
Y, a pesar de todo, Agustín ansiaba de veras los Y Agustín no podía dejar de la mano el libro de
ratos libres... entonces corría a la soledad, a las Dios.
Sagradas Escrituras; bebía de su doctrina a largos
125
124
Decía: en este libro está la ciencia de la vida. Los crímenes, los adulterios, los delitos, todas
Resuelve el problema de la historia de todos; de las injusticias ¿no es el amor el que las causa?
la historia de cada uno y de la historia universal. Purifica, pues, tu amor... ama; pero mira qué
Lloraba recitando los Salmos... amas.
S. Agustín explicó todo el Salterio, los ciento El amor de Dios, el amor del prójimo se llama ca-
cincuenta salmos. ¿Quién ha sacado jamás de es- ridad; el amor del mundo, el amor de este siglo se
tas páginas eternas cosas más frescas, más sus- llama concupiscencia.
tanciosas, más poéticas y más vivas que él? Refrénese la concupiscencia, excítese la cari-
Pero Agustín leía y meditaba sobre el Nuevo dad»;
Testamento. Le encantaban las Epístolas de S. Pablo, que leía
Allí estaba y allí encontró a Jesús: detenidamente, volvía a leer...
«Dijo Cristo: yo soy la Vida. ¿Temes, quizá, Pero el que más le emocionaba era el discípulo
errar? amado del Señor, Juan.
Añadió: y la Verdad. ¿Quién se desvía de la Ver- Este discípulo es comparado con el águila por la
dad? Se desvía quien se aparta de ella. La Verdad altura a que se elevó al escribir su sagrado Evange-
es Cristo: Camina. lio. Y Agustín era digno de él por el esplendor del
genio y por el dulce fuego del alma.
¿Temes quizá morir antes de llegar? Yo soy el
Camino. Yo soy, dijo, el Camino, la Verdad y la Vi- S. Juan escribió un evangelio y Agustín lo expli-
da. có. |Gracias, Agustín, por estos comentarios!
Como si dijera: ¿qué temes? Por mí caminas, en La Iglesia casi siempre que introduce en el rezo
mí caminas, en mí descansas». divino alguna parte del Evangelio de San Juan,
sírvese de los tratados de Agustín como sabroso
Bellamente dice el santo: «ningún placer es
comentario.
comparable al que siente el corazón cuando entra
en contacto con Cristo».
Y algunas veces en esos ratos de a solas con Je-
sús, cogía la pluma y escribía así:
«¿Qué es lo que en cualquier hombre produce
aun lo malo sino el amor?

126 127
EL ESCRITOR

Agustín fue el gran enamorado del Señor. Por


eso, a partir de su conversión, fue apóstol:
Apóstol del buen ejemplo.
Apóstol de la palabra.
Apóstol de la caridad.
Apóstol del deber.
Apóstol de*la pluma.
Y Agustín, por sus escritos, sigue siendo todavía
apóstol.
I Agustín escribió tanto!
No escribía como los demás hombres, ciencia
humana para inmortalizarse como literato o sabio
de este mundo.
Agustín escribió movido e iluminado por Dios.
Sus escritos son oraciones, y su ciencia* sabiduría
celestial y divina.
Escribe así:
Primero, una oración. Después, un capítulo. A
continuación, otra oración y otro capítulo...; pri-
mero un libro, después otro.

1-28
..'.Hasta 1130.
I Mil ciento treinta escritos en cuarenta años!
Escribió contra todas las herejías y errores que
podían tener alguna influencia:
Contra los maniqueos, académicos, estoicos,
escépticos, novacianos, donatistas, priscilianistas,
pelagianos, semipelagianos, primianistas, ...maxi-
mianistas, arríanos, jovinianos, catafrigas, asturi-
tanos, luciferianos, paternianos, benustianos, sa-
belianos, sarabaítas, ...tertulianistas, apolinaristas,
abeloístas, judíos, paganos...
Escribió en contra de todos los enemigos de la fe
anteriores a él o contemporáneos suyos.
Para decir que no tenía razón Adimancio, Par-
meniano, Basílides, Fausto, Celestino, Ceciliano.
Crispino, Donato, Eunomio, Feliciano, ...Fotino,
Gaudencio, Joviniano, Juliano el Apóstota, Lucila,
Lucifer, Maximiniano. Marción, Petiliano, Prisci-
liano... y Julián de Eclada.
Se conservan más de quinientos sermones en
los que el santo obispo habla:
148 veces sobre Jesús.
79 sobre la resurrección de la carne.
63 acerca de Dios.
57 sobre la fe.
54 sobre la vida verdadera.
53 sobre el pecado.
52 sobre la muerte.
50 sobre la Iglesia.
S. GIMIGNANO - Iglesia de San Agustín
San Agustín, escritor 129
(B. GOZZOLI 1465)
48 sobre la candad. El tratado De la Trinidad formado por 15 libros,
46 sobre los ricos y las riquezas. que empezó a esdribir «siendo joven, terminándolo
45 sobre la gracia. en la vejez».
43 sobre San Pedro. Las retractaciones. Dos libros en los que
41 sobre San Pablo. Agustín pasa revista a todas sus obras para corre-
37 sobre la justicia. gir íos errores...
30 sobre la humildad. Suman en total más de 132 obras extensas.
29 sobre los pobres. ¿Y su correspondencia?
23 sobre la encarnación... etc. La labor epistolar completa ese cuadro de las
Aún tuvo tiempo Agustín para escribir hermosas ocupaciones ordinarias de Agustín.
obras o para explicar las Escrituras o para ¡lustrar a Actualmente se conservan alrededor de 280 car-
los católicos en las Verdades Eternas. tas suyas sobre las más variadas materias:
Cartas confidenciales, pastorales, doctrinales y
Es el autor:
oficiales.
Del Tratado de la vida feliz.
I Verdaderamente la producción de Agustín es
Los libros Del Orden.
toda una Enciclopedia!
Contra Académicos.
Solos sus escritos bastan para formar una
Soliloquios.
Biblioteca.
Tratado de la Inmortalidad del alma.
Para copiar en limpio las obras completas de
Tratado de la Verdadera Religión.
San Agustín sería necesario escribir más de
De la Doctrina cristiana.
cuarenta millones de letras.
Las confesiones: Historia de su vida de pecador,
I Cuándo meditaba lo que escribía?
escrita por él mismo para humillarse públicamente.
¿Cuando escribía lo que meditaba?
Sucedió lo contrario: Este libro le conquistó mayo-
res aplausos. /Agustín escribió tanto!
África cuenta con un número elevado de escrito-
La Ciudad de Dios: Obra grande y difícil. Consta
res, pero ninguno puede comparársele. Fuera de
de 22 libros. Agustín empezó a escribirla a los 59
África, sólo Orígenes puede medirse con él.
años de edad y la publicó con 72 cumplidos, des-
pués de 13 años de trabajo y cuatro antes de su Y Agustín se ha volcado en sus libros y allí palpi-
muerte. ta y respira de tal modo que parece se le siente en

130 131
ellos. Agustín conoce a todo el mundo y todo el
mundo le conoce a él.
Agustín responde a las consultas, da consejos,
anima, resuelve cuestiones, discute con los here-
jes, fomenta la amistad...
Agustín mantiene sabia correspondencia con el
español Pablo Qrosio, con San Paulino de Ñola en
Italia, con San Próspero y San Hilario en Francia,
con San Jerónimo en Belén, con los Sumos EL CORAZÓN DE AGUSTÍN
Pontífices, con los emperadores de Oriente y Occi-
dente, con los hombres más ilustres de su tiempo.
Parece increíble que un solo hombre, con tantas «Mi amor es mi peso».
ocupaciones, hubiese podido ni siquiera coger la Agustín fue todo corazón: Siempre amó mucho.
pluma... Mucho antes de su conversión; y después mucho
más.
/ Y Agustín escribió tanto!
Sin duda poseyó como pocos el arte de utilizar A m ó a Dios. Agustín, no convertido, se equi-
los escasos momentos del tiempo. voca, es verdad. Su amor no tiene dirección fija.
Una vez recibida la gracia el corazón de Agustín
se enamora de Dios:
«Señor, no quiero de ti sino a ti mismo».
Después de \a conversión todo le invita a amar a
Dios:
«El cielo, la tierra y todo cuanto en ellos existe
siempre me dicen que te ame».
Y Agustín corresponde a esta invitación.
Amó a Jesús. Antes, no convertido, Agustín
no podía olvidar el nombre de Jesús que con tanto
cariño le había enseñado su madre, desde niño.
Ahora, convertido, habla con entusiasmo de ese
Jesús, cuyo nacimiento le hace poeta: ¿Quién se
132
133
ha emocionado como Agustín ante el Dios del es- tidamente por sus nombres. El Santo Obispo les
tablo? llama sus señores y se alegra de poderlos servir.
Si es verdad —como el santo ha escrito— «que Y Agustín descendió a la humanidad de todos
el Señor ha querido temblar de frío, para hacer sus hijos haciéndose como uno de ellos.
temblar de amor a los hombres», pocos corazones Son transformaciones de la fe y deliciosos mi-
habrán temblado más fuertemente que el suyo. lagros de la gracia.
La vida de Agustín es la vida del amor y del amor
A m ó a la Iglesia. Agustín amó intensamente a
intenso, constante, que no desfallece ante la difi-
la Iglesia:
cultad.
«Yo no creería el Evangelio si no me moviese la
autoridad de la Iglesia...». Agustín empleó más de cuarenta años en la pro-
paganda y defensa de la Verdad y no tuvo un mo-
A m ó a la Virgen. Afirma todas sus prerrogati- mento de fatiga.
vas, desde la concepción Inmaculada hasta la divi- Y Agustín, tenía que ser así, no gastó menos
na Maternidad. tiempo en la difusión de su amor.
Ofrece a María las flores de su corazón de tierno
Su anhelo único era que todos amaran a Jesús
hijo.
con amor tan fuerte como el suyo. Centenares de
La llama madre con toda la ternura, con todo el
veces repite ese deseo en sus sermones y libros.
cariño y con todo su corazón de hijo.
Murillo —el gran pintor de Agustín— nos lo Agustín no vino al mundo nada más que para
representa en un cuadro inmortal en medio de sus dar testimonio de Dios-Hombre, de Jesús, como
dos amores, Jesús y María, indeciso, dudoso, sin Juan y Pablo, y su testimonio es el amor.
saber a cuál de los dos dirigirse primero. En sus comentarios al Evangelio de San Juan
A m ó a los hombres- Se le encuentra por las hay arrebatos magníficos dignos de estar al lado de
calles, extrertieciéndose de lástima frente a cual- las páginas bíblicas.
quiera que se le presenta vestido de andrajos. Agustín ama a Dios. Ama a Jesús, y a la Iglesia.
Conversa con los pobres —miembros doloridos Ama a la Virgen...
del Cuerpo Místico— y los trata con una piedad y Predicó hasta el delirio estos amores.
una gracia realmente encantadoras. Aquellos cam- Y Agustín no pudo olvidar el segundo precepto:
pesinos y aquellos pescadores se oyen llamar repe- la caridad para con el prójimo.

134 135
Toda su vida pastoral la pasó, como San Juan,
repitiendo en diversas formas, aquel sublime:
Hijitos míos, amaos los unos a los otros.
Amar y solo amar... esa es tu historia, Agustín.

A L M A DE LA IGLESIA DE ÁFRICA

Sacerdote grande que en sus días levantó los ex-


celsos muros del Templo. Eso fue Agustín.
Era aquella alma buena que menciona el libro de
la Sabiduría; creación especial de Dios, cuando
son sus adorables designios forma el tipo de una
criatura escogida.
El corazón de Agustín era un corazón bondado-
so.
Un corazón que en el hogar sólo tiene ternura y
bendición para los padres.
Corazón que hace de la amistad el vínculo pro-
tector y fuerte de la vida, y como dos mitades de
un alma.
Corazón que ama la rectitud y la justicia y que
hace del honor casi un ídolo.
Corazón que anhela esparcir como flores todo li-
naje de dicha entre cuantos padecen y lloran; por
eso Agustín se sentía amigo y hermano de todos.
I Se hacía tan amable por la ternura de su co-
razón...!

137
136
Inteligencia que sólo Dios pudo conocer perfec-
Porque asistió a casi todos los concilios celebra-
tamente. Un genio. Santo y sabio; que ilumina y
dos siendo él obispo, y sus palabras fueron verda-
abrasa.
deros cánones.
Y el juicio humano, y el Magisterio de los roma-
Porque siempre le tocó hablar y decir la última
nos pontífices, ha colocado a San Agustín al frente
palabra.
de los doctores de la Iglesia.
Porque orientó, protegió y defendió el cristianis-
Por todo eso Agustín fue astro sol, el sol de Áfri-
mo de África.
ca.
Porque en vida, Agustín fue el todo de la espiri-
El sol es luz, es calor, es fuerza misteriosa. Y eso
tualidad africana.
mismo fue Agustín en la sociedad cristiana:
Y porque, a su patria y a la Iglesia, dejó, en tes-
Luz intensa que ilumina la mente.
tamento, una biblioteca y un monacato.
Calor saludable que vivifica el espíritu.
Fuerza incontrastable que dirige los pueblos.
Sí, Agustín fue:
Luz del mundo.
Sal de la tierra.
El alma de la Iglesia de África.
Y fue el alma de la Iglesia africana por todo lo
que queda dicho hasta aquí:
Porque fue obispo de todos.
Porque no se contentó con atender a su dióce-
sis.
Porque fue el apóstol de toda África cristiana.
Porque, entre Cartago y Cesárea de Mauritania,
tanto le conocían.
Porque fue el martillo de los herejes.
Porque resonó su voz desde los principales pul-
pitos de las diócesis africanas.
Por su enorme correspondencia.

138
139
«Ocupado por vuestros asuntos temporales no
tengo libertad para orar y estudiar como quisiera.
He aquí al joven sacerdote que escogí para suce-
derme.
Permitidme descargar sobre él mis cuidados».
El pueblo exclamó: {Gracias por tu afortunada
EL RETIRO DE HIPONA elección!
Pero Agustín siente casi un remordimiento; se
Agustín tiene setenta y dos años. apresura a tranquilizar a los importunos:
Es el 26 de septiembre del 426, y la basílica de la «Podéis acercaros a mí y verme como antes, mi
Paz rebosa de gentío. puerta estará siempre abierta».
Agustín sube al pulpito y dice: Y enseguida se levantó para celebrar el santo
«Todos somos mortales y nuestro último día es sacrificio, no sin antes suplicar al pueblo que pi-
incierto. diese fervorosamente al Señor por la Iglesia de Hi-
Sin embargo, en la infancia se espera la niñez, pona, por su anciano Obispo y por Heraclio.
en la niñez la adolescencia, en la adolescencia la El Obispo de Hipona no permanecerá inactivo en
juventud, en la juventud la edad madura, en la su medio retiro.
edad madura la vejez, pero la vejez no tiene nada Siente la necesidad de analizar su pasado: Ha
que esperar. escrito mucho. Puede haberse equivocado, puede
Por la voluntad de Dios yo vine aquí en el vigor haber empleado expresiones impropias.
de la vida; era entonces joven y vedme ya viejo.
Es preciso recorrer ese pasado. Y lo hace
Vengo a haceros conocer a todos vosotros que
Agustín en sus dos libros de Las Retractaciones,
es mi voluntad tener por sucesor al presbítero He-
donde examina, por orcten de tiempo noventa y
raclio».
tres obras.
Sea Heraclio nuestro obispo, respondió el
pueblo. Agustín era pluma y lengua al servicio de Dios y
Y Agustín recordó a los fieles de Hipona una hasta el final hubo de hablar y escribir.
súplica que años antes les había hecho: que le de- Nuevos libros salían año tras año de la mansión
jasen libre algunos días. episcopal de Hipona.

140 141
Como se ve, el pastor de Hipona no se per-
tenecía; era hombre de sus hermanos y sus herma-
nos eran todo el mundo.
A ejemplo de San Pablo se habla hecho todo pa-
ra todos. Llevó a todos sobre sus hombros. Los lle-
vó en su misericordia.
San Agustín despide aún luces y llamas, pero
son los últimos resplandores del genio y las últimas
ráfagas del santo, que se va. INVASIÓN DE LOS V Á N D A L O S
Sí, quien lo tratara de cerca tenía la impresión de
que el fin no podía estar lejos. Los bárbaros, que hacía un siglo recorrían las re-
giones nórdicas, estaban para llegar al suelo africa-
no.
En el año 430, los vándalos, arrojados de Espa-
ña, pasan al África.
Por todas partes siembran la desolación, el pilla-
je, el asesinato, el incendio y otros mil horrores.
Destruyen iglesias y lo llevan todo a sangre y
fuego.
Los obispos abandonan sus diócesis y, lo que es
peor, a sus hijos desamparados para huir del ene-
migo.
Agustín se mantiene firme en la suya y con los
suyos. Estaba decidido a no abandonar el puesto,
aun a costa de la vida. Propaga a los cuatro vientos
estas mismas ideas:
«No está bien que el padre deje solos a sus hijos,
ni el pastor a su rebaño...»
«Este hombre de Dios —dice S. Posidio— vio

142 143
el principio y los progresos de este azote divino. Y
descubrió males más terribles.
Presentía la muerte de las almas.
Pasó los últimos días de su ancianidad en triste-
za y amargura incomparables.
Siempre tenía presentes las iglesias quemadas y
desprovistas de sus pastores, los mártires... ¡tan-
tos obispos y sacerdotes reducidos a la última mi-
seria...!».
Pensaba: |No se pueden administrar los sacra-
mentos. .. I
I Cuántos cristianos hay que piden el bautismo o
la penitencia y mueren sin poderlos recibir...!
El santo obispo lo pensaba día y noche.
Han ido cayendo todas las ciudades de África.
Ya sólo quedan Cartago, Cirta e Hipona, donde es-
tán refugiados multitud de obispos, sacerdotes y
monjes.
Agustín sigue en Hipona.
Los vándalos llegan, están a las puertas...
Ya cercaron la ciudad.
Agustín anima a los suyos:
Hermanos míos —dice— oremos juntos a fin de
obtener que cesen estas desgracias o que Dios me
retire de este mundo.
Agustín cada vez se siente más débil.
... K tan intenso dolor le iba consumiendo.
Sigue animando a sus hijos:

144
...¡Señor! da a tus siervos fuerzas para soportar el
peso de tanta desventura.
Pero no podía, no quería presenciar la desola-
ción de aquellos hijos:
.../Señor/ llévame pronto contigo.

Sepulcro de San Agustín


Basílica de San .Pedro in ciel d'oro
Pavía
145
Desde la cama, para recoger los últimos latidos
de su corazón y de su amor a Dios, escribió la últi-
ma carta: Una carta pastoral.
Se dirige a todos los obispos de África. Decía en
síntesis:
i Guardad vuestro puesto!
No abandonéis la diócesis. No seáis cobardes.
MUERTE DE AGUSTÍN Dad ejemplo de resignación y paciencia. Animad a
vuestros hijos. Enseñadles a morir. No os avergon-
céis de ser mártires por Dios.
Un día Agustín, desde el pulpito y reflejando sin-
Y Agustín confirmaba sus palabras con su
ceridad, se dirigió al pueblo pidiendo perdón a to-
ejemplo. Estaba en Hipona con los suyos y...
dos por si alguna vez les había ofendido:
Estaba gravemente enfermo.
«Muchas veces —les dice—, en lugares angos-
tos, la gallina pisa a sus polluelos, mas no por eso Cuando se supo en la ciudad que Agustín estaba
deja de ser su madre». próximo a morir, fue rodeada la casa por todos los
fieles que querían ver a su obispo por última vez.
Otro día les había dicho:
«Tanto deseo vuestra salud que casi me atrevo a Las madres se llegan a su lecho y le ofrecen a
decir: No quiero salvarme sin vosotros». sus hijos para que los bendiga.
Y uno de los últimos días, también desde el pul- Ahora es un buen hombre el que suplica: De ro-
pito dijo así: dillas y con fe pide a su santo obispo moribundo
Hermanos míos: oremos juntos a fin de que el que imponga las manos a un enfermo grave y lo
Señor nos dé fuerzas para sufrir persecución por la sane.
justicia... «Si yo tuviese tal poder, dijo sonriendo Agustín,
El Señor escuchó su oración. empezaría por curarme á mí mismo».
Agustín, agotado por los trabajos, era milagro Pero al fin, cediendo a los ruegos de aquel supli-
hubiese resistido tanto. cante, le puso las manos sobre la cabeza, y quedó
Habían pasado unos pocos días, y el santo, ata- curado.
cado por la fiebre, tuvo que guardar cama de la A mediados de agosto del 430 la enfermedad se
que no se volvió a levantar. agrava.

146 147
El santo obispo, comprendiendo que se acerca- Así se eclipsó ese brillante sol de doctrina, se se-
ba su fin, mandó copiar en la pared de su aposento có ese río de piedad.
los Salmos Penitenciales. Así fue trasportado al cielo la perla de los docto-
Los repetía con gran fervor. res.
Pidió que le dejasen solo, para rezar con más
atención.
Empleaba las últimas horas en purificar su alma.
Y dice S. Posidio:
«Por fin, aproximándose la última hora, los obis-
pos se reúnen en torno a su lecho, y entre abrazos
y suspiros el alma del santo voló al seno de Dios».
Era el 28 de agosto del 430.
«Hacía 77 años que Mónica le había dado a luz,
43 que le había convertido con sus lágrimas y 42
que le aguardaba en el cielo».
Alipio, su íntimo amigo, le cerró los ojos.
Así dejó de correr aquel río de elocuencia, que
regaba los campos de la Iglesia.
Así fue convertida la alegría en dolor.
Así desapareció la gloria de los sacerdotes, el
maestro de los doctores, el refugio de los pobres,
el abogado de las viudas, el protector de huérfa-
nos, la luz del mundo.
Así dejó de hablar el gran anunciador de la pa-
labra divina.
Así falleció el martillo de los herejes que dio
muerte a la bestia de cien cabezas.
Así murió el insigne arquitecto que restauró la
casa de Dios.

148 149
Agustín supo mejor que nadie Jo que son esas
horas dolorosas y de inquietud...
Comprendió y experimentó el tormento de un
hombre sin felicidad y sin Dios... Situación más
dura que la muerte.
«Amar y ser amado» era el sueño de su vida. Pu-
so el amor en las criaturas, en cosas vanas y vio
desvanecerse su sueño.
EL SANTO
¿Y quién como Agustín puede decirnos lo que
vale la reconciliación con Dios?
Agustín es santo, un santo muy humano: en su
vida hubo pecados y errores. También después de la conversión el «amar y ser
Un santo que fue transformando su vida huma- amado» era el sueño de su vida. Puso en Dios el
na en una vida divina. amor y se cumplió su sueño.
Un santo que demostró que todos los hombres Uno de sus biógrafos ha dicho, y no hay exage-
empezamos siendo iguales, y que está diciendo e ración en sus palabras, que, después de S. Juan,
indicándonos ahora, desde el cielo, el verdadero S. Agustín es el ? •óstol de la caridad. La predicó
camino. en sus libros y en sus cartas, en su vida y en su
Este santo nos llama, y... sabe lo que son dificul- muerte.
tades. Agustín ¡qué santo! y sin embargo, se le estudia
Agustín se ofrece a enseñarnos su secreto: más que se le reza.
El secreto es éste: S. Agustín fue y es un cora- No está bien arrancar la figura de Agustín del
zón. Pero no sólo eso: S. Agustín es una inteligen- templo para ponerla en la biblioteca.
cia.
Es muy fácil relacionar a Agustín con la ciencia y
Todavía más: S. Agustín es un hombre.
olvidarlo como santo.
Y quedaba por decir: Agustín es un santo.
La inteligencia de Agustín pasó por las crisis del Conviene entrar en Agustín por la santidad: es la
error, y vio como nadie la Verdad. puerta principal.
Su corazón corjoció todos los secretos del amor Y, si se viene haciendo lo contrario, merece la
en su forma humana y divina. pena de corregir este error.

150 151
Mal podrá entender la ciencia de San Agustín el
que no conozca su corazón.
Estudiar sus obras en la biblioteca, sin arrodillar-
se ante la imagen en el templo, es como si, para
mirarle mejor, nos vendásemos los ojos.
No olvidemos que Agustín desde el cielo nos
ama, como amaba en su vida terrena.
¡Vuelve, Agustínl La humanidad de hoy vive tu
drama y necesita tu experiencia. ¿No lo ves? SUS RELIQUIAS
Nos hallamos sin metas y sin guías.
Los hombres modernos no creen ni siquiera en
la razón. Enséñanos a creer en ella. El cuerpo de San Agustín fue enterrado en la
Ven, ábrenos el pecho y ponnos el dedo en la lla- Iglesia de San Esteban de Hipona, donde perma-
ga, antes de que el mal se apodere de nosotros. neció hasta finales del siglo Vil.
Haz resonar en nuestro mundo el grito que te sa- Invadido el norte de África por los musulmanes,
lió del corazón hace mil quinientos cuarenta y los cristianos que huyeron llevaron consigo las reli-
nueve años: «Nos has hecho, |oh Señor!, para ti y quias del santo de su devoción y las trasladaron a
nuestro corazón está inquieto hasta que descanse Gagliari (Isla de Cerdeña).
en ti». En Cagliari se veneraron probablemente en la
Iglesia de San Saturnino.
La seguridad fue momentánea. Los sarracenos
pasaron el mar, conquistaron la isla y las reliquias
de San Agustín quedaron en su poder.
En vista de la extraordinaria devoción que los
cristianos tenían al gran obispo de Hipona, Liut-
prando envió una embajada a los moros con el fin
de rescatar los preciosos restos.
Y el rey compró el cuerpo de San Agustín por la
enorme suma de 70.000 escudos de oro.
Las santas reliquias se recibieron en Genova, y
152 153
Iglesia, llevaron consigo el cuerpo de su Fundador
fueron trasladadas a Pavía en una inmensa proce- a la Iglesia de Jesús.
sión. Poco tiempo después vino la revolución, la Or-
En Dertona —según refiere una tradición— hi- den Agustiniana fue abolida y los restos del obispo
cieron alto y pasaron la noche en vela y oración. Al de Hipona se trasladaron a la Catedral.
pretender reanudar la marcha fue imposible mover En ésta permanecieron algún tiempo un tanto
la urna del santo. abandonados, hasta que fueron colocados en un
El rey, np sabiendo a qué atribuir el contratiem- precioso relicario y expuestos a la veneración de
po, pidió consejo al obispo de Novara. Obtuvo la los fieles.
siguiente respuesta: En 1900 el Papa León XIII devolvió la basílica de
«Agustín fue muy amigo de la pobreza; puede Pavía a la Orden Agustiniana e hizo trasladar a ella
ser que no le agrade tanta pompa». las reliquias de San Agustín.
Dócil el rey, se despojó de la púrpura real. Des- La urna fue llevada procesionalmente y en
pués, ayudado de otros, la levantó felizmente. hombros de cuatro Obispos agustinos españoles:
P. Tomás Cámara, Obispo de Salamanca.
Siguió la procesión y llegaron a Pavía.
P. José López Mendoza, Obispo de Pamplona.
Los sagrados restos fueron colocados en la crip-
P. Francisco Valdés, Obispo de Jaca.
ta de la basílica real de San Pedro in Coelo Áureo.
P. Toribio Minguella, Obispo de Sigüenza.
Al ser colocados en su lugar —dice la misma
tradición— se vio brotar una fuente milagrosa, que
devuelve la salud a los enfermos. La traslación tu-
vo lugar hacia el año 725.
Para que estas reliquias no desapareciesen en
tiempo de guerra, fueron escondidas en la cripta.
Se descubrieron casualmente en 1695. En 1743
ya estaba terminado el precioso mausoleo que los
Padres Agustinos habían empezado en el siglo
XIV. Con gran pompa trasladaron a él los restos de
San Agustín.
Hacia 1790, los PP. Agustinos, despojados de la
155
154
siempre nueva. Regla de amor y fraternidad que ha
encaminado muchas almas hacia la santidad.
Primer hombre moderno: En vida, desde H¡-
pona, dominaba Agustín espiritualmente no sólo el
África, sino también el mundo del siglo V.
Esto mismo realiza después de su muerte me-
diante sus escritos y a través de sus monjes.
EL INMORTAL La Edad Media, hasta el siglo XIII, se desenvuel-
ve bajo su dirección.
En la «Suma» de Santo Tomás sigue vislum-
Harnack se pregunta si hubo alguien jamás, en
brándose claramente la marca de Agustín.
el mundo del espíritu, que tuviese dominio más du-
radero que el de Agustín. «Primer hombre moderno», pasa las fronteras
La Regla: Agustín escribió una Regla para sus del Renacimiento. Es el más estimado y leído de
monjes copiando los sentimientos de su espíritu y los Padres de la Iglesia.
de su corazón. Lutero, Calvino, Jansenio... se afanan en en-
A su muerte se la dejó en testamento como el contrar en las obras de Agustín argumentos en pro
mejor tesoro. Y como una joya la guardan sus hi- de su doctrina. Pero con sus mentes heréticas lo
jos. desfiguran.
Que es un tesoro lo demuestran las muchas co-
Los Padres del Concilio de Trento piden a
munidades que, esparcidas por el mundo, se ali-
Agustín las fórmulas para definir la naturaleza y los
mentan de ella.
efectos del pecado original, la gracia, los sacra-
Los Agustinos, Dominicos, Jerónimos, Pre-
mentos...
mostratenses. Trinitarios, Servitas... Religiosas
Pascal, Descartes, Malebranche... se enrique-
contemplativas, misioneras, de enseñanza, de ca-
cen con el pensamiento djel gran Doctor.
ridad...
Son cerca de trescientas las Congregaciones Lástima que a veces lo entiendan al revés.
que profesan la Regla de San Agustín. Enrique Newman, W . Soloviev..., los grandes
Regla llena de vigor espiritual, siempre antigua y convertidos de la historia siempre han ponderado y
agradecido la pauta que les marca Agustín.
156
157
Hoy sigue en todo su vigor el magisterio de
Agustín que nunca pasa.
Este mundo nuestro sigue viviendo el drama de
Agustín en toda su agudeza, por eso necesita de
su experiencia.
Y nosotros seguimos considerando a Agustín
como un hombre de nuestros días.
No hay duda: si hoy volviera Agustín podría con-
tinuar el mismo método de apostolado y seguir ÍNDICE
reimprimiendo sus libros.
A todos nos parece Agustín apóstol y escritor de
la hora presente. |Toma y lee! 5
Agustín fue, lo hemos visto, predilecto de la na- Su familia 7
turaleza; y fue, además y sobre todo, predilecto de Niñez de Agustín 11
la gracia, porque Dios, mediante ella, le escogió Colegial de Tagaste 14
A Madaura 17
para explicar y defender con palabra eternamente
Vacaciones 21
actual la sabiduría divina.
En Cartago 25
Así, mientras haya hombres en el mundo a Maniqueo 29
quienes preocupen los problemas más altos de la Maestro en Tagaste 33
vida, Agustín será maestro y guía seguro. Profesor en Cartago 39
De África a Europa 43
En la cátedra de Roma 47
Orador de fama 51
Luz en su inteligencia 58
La cura del corazón 62
Conversión 68
Paz del convertido 75
Bautismo 81
Despedida dolorosa 85
Regreso a Tagaste 90

158 159
Agustín monje 94
Ministro del Señor 98
Padre y Pastor 103
Vida privada de Agustín 106
El martillo de los herejes 110
Todo para todos 116
El predicador 120
Las delicias de las Escrituras 124
El escritor 128
El corazón de Agustín 133
Alma de la Iglesia de África 137
El retiro de Hipona 140
Invasión de los vándalos 143
Muerte de Agustín 146
El Santo 151
Sus reliquias 154
El inmortal 157

160

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