Vous êtes sur la page 1sur 387

Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

Normas de uso

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.

Acerca de la Búsqueda de libros de Google

El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
^ yu»^. 1 S t W . X

$?aruarii College iLihrarg

FROM THE FUND OF

CHARLES MINOT
Class of 1828
HUESCA IGMENTAL

OJEADA SOBRE SU HISTORIA GLORIOSA,


AP.Ü3VTES BIOGRÁFICOS

NOTICIAS DE LOS PRECIOSOS RESTOS DE SU ANTIGÜEDAD,

Y RESEÑA DE LA CELEBÉRRIMA

UNIVERSIDAD SERTQRIÁNA
¥ DE LOS DISTINGUIDOS VARONES QUE EN ELLA RESPLANDECIERON,

POR EL CATEDRÁTICO

DON CARLOS SOLER Y ARQUES.

HUESCA :-186i.
Imprenta y Libren'a do Jacobo Ufaria Perez. Coso, 14.
StaA'W 5.5"6,Lf. X

H*rvcijd C.-.'.. ... LÍbrwy

MiDOtivaA -
AL MI. AYUNTAMIENTO DE HUESCA,
GENUINO REPRESENTANTE

Con extraordinaria desconfianza tomo la pluma. Sé que el tra


bajo emprendido es superior á mis fuerzas; pero me alienta la fé,
me guia el amor á lo bello, y la coustancía no puede menos
de asistirme, dirigiéndome á un país tan ilustrado. Por
otra parte, nunca puede llegar mi presuncion á persuadirme que
presento un trabajo satisfactorio siquiera. Nó. Mis débiles pince
ladas solo trazan un ligero bosquejo que dejaré incompleto, para
que manos mas hábiles lo vivifiquen, lo perfeccionen, lo acaben.
Mi obra no podrá pues ser digna de V. S.; pero ¿no le
dará mucho prestigio vuestro nombre, compendio y, resumen del
de todos los oscenses?
Aunque no nací bajo el eielo de Huesca, tengo cariño á lo
do lo grande. ¡Quiera el cielo alentarme á llevar una piedra,
por pequeña que sea, al suntuoso edificio de nuestras glorias na
cionales !

I
ADVERTENCIA DEL AUTOR.

Debemos á la amabilidad de nuestro distinguidísimo


amigo, el entusiasta literato Sr. D. Ramon Sans y Rives,
el siguiente prólogo. Su experimentada y bien cortada
pluma mucho nos favorece en él; mucho mas de lo que
merecemos; pero creeríamos faltar, no insertándolo, al sa
grado. deber de la gratitud.

PRÓLOGO.

Miran soleo quod vos minime piwterit.

i\ adie podrá poner en duda que los estudios historicos han


estado sumamente desatendidos en España. El número delos que
podían tomar parle en discusiones históricas era harto reducido.
Y esto no solo respecto de la historia universal, sino de la historia
VI
patria. Sise conocía, no era seguramente con aquella claridad,
distincion y método con que debe saberse para poder clasificar las
época», los reinados y los sucesos. Si algo de historia se habla
ba era mas bien por tradicion, y no hay que indicar que, bebien
do solo en esa fuente, llega el manantial á. enturbiarse y dis
minuirse.
Contribuiria no poco á tal decaimiento ó abandono la escasez
ó falla casi completa de libros históricos, porque cuanto mas
asequiblo y facil sea una obra, mayor número de lectores tiene
y mas en circulacion se halla. No lodos se encuentran en dispo
sicion de adquirir una historia universal ó general, ni lodos pue
den disponer del tiempo necesario para leerla; pero podran com
prar y leer, por ejemplo, el Compendio del' P. Isla. Y si esto
debia tenerse en cuenta en años pasados, ha de considerarse hoy
de mas importancia, no solo en cuanto á la economía del precio,
sino del tiempo. Hoy preferimos los elementos y compendios A las
obras estensas y magistrales. Nuestras atenciones se han multi
plicado en gran manera, y el liempo nos espolea sin cesar. Que
remos enterarnos de las cosas sin gran trabajo, y tan sensible
se ha hecho ya la necesidad de reducir las obras voluminosas
que hasta el Quijote ha sklo abreviado.
Convendria, por lo tanto, que todas las poblaciones de impor
tancia ó ricas en grandes hechos históricos y tradiciones, tuviesen sil
historia particular. Ají llegarian todos á saber fácilmente como
es debido, las hazañas y egregias acciones de nues'ros proge
nitores, y á mirar con entusiasmo, veneracion y carifio el cerco
de tierra en donde nuestras cenizas han de llegar á confun
dirse con las suyas. De lo contrario continuaremos en un lamenta
ble atraso sobre la historia peculiar de nuestra patria. Permíta
senos sino preguntar: ¿Cuántos Oscenses saben clara y cstensa-
menlc la historia de Huesca? Fuera, de las personas ilustradas
y do gusto, pudiéramos afirmar que son muy pocos. ¿Dónde
han tenido ocasion de aprenderlo? ¿Es qué obra pueden, aun
hoy, fijarse con predileccion para obtener un inmediato resulta
Vil
do? En la Historia geueral do EspaEía? Eü los Anales de Zurita? En
les escritos de Aynsa ó dal P. Ramon? No conseguirían su laudable
ofcjelo. Enéjales preciso recurrir á todos los autores y documentos
qie el autor de la presente obra ha consultado; y esto es solo
para muy pocos.
D. Carlos Soler presenta reunido en un solo y economico vo
lumen todo lo mas inleresanlo y mas digno do saberse de la
historia de Uuesca. Su plan nos parece bien concertado, su len
guaje correcto, su estilo adecuado al asunto, las descripciones
biai hechas y no pocas veces elegantes, y bien caracterizados
los personages (1). Creemos por lo tanto que puedo leerso esta

(1) No podemos decir á que escuela historica pertenece esta obra,


poque su mismo autor nos ha manifestado francamente que no abriga
preension de ningun genero. Su objeto ha sido solo popularizar la no-
lab/e historia de Huesca, cediendo al efecto generosamente el pro-
dicto íntegro á la sociedad benefica de las Sras. Uscenscs Si el autor
pu>s no hubiese acertado en todo, si adoleciese la obra de defectos, si
cortuviese lunares que tal vez otro escritor no cometeria, mírense con
heievolcncia, que bien digno es el autor, por su generosa condacta e
;níencion ilustrada, de que se le dispense gracia. El autor ha escrito lo
<ue ha sentid», lo que el mismo ha admirado. Que mas podia pe- ,
tírsele? En esta parte estamos conformes oon Mr. de Chateaubriand,
«...Es para mi una cuestion ociosa—dice— el preguntar como ha de
escribirse la histoiia. Cada historiador la escribe segun su propio genio.
El uno cuenta bien los hechos, el otro los pinta mejor: este es senten
cioso/ aquel indiferente o patetico todos los modos son buenos con tal
de que sean verdaderos. Unir la gravedad de la historia con el interes
di la memoria, ser á la vez un Tucididcs, un Plutarco, Tácito, Suc-
tonio, I5')ssuet y Froissard, y cimentar su trabajo en los principios ge-
lerales de la .moderna escudar es un verdadero prodigio. Pero ¿á quien
U «oncedido el cielo este conjunto do talentos, de los cuales bastaría
mo solo para la gloria do muchos hombres? Escribirá pues cada cual
«roo ve y siente; solamente, se puede exigir del historiador el conoci-
mrmto de los hechos, la imparcialidad en los juicios, y el estilo per
fecto, si le es posible.» Por mucha quesea la modestia del autor, no
podanos menos de manifestar que, cu nuestro concepto, reune gran parte
de citas últimas cualidades. Aunque asi no fuera, siempre le cabrá la glo
ria de haber allanado el camino a \os historiadores futuros.
VIH

obra con provecho, y que su autor ha prestado un gran servi


cio á los oscenses y á lodo el Aragon, porque ademas de fa
cilitarles los conocimiento» de los hechos historicos que han li
údo lugar en esta antiquísima y vencedora ciudad, contribuye á
difundirlos entre personas estrañas. Los transeuntes, los que des
cansan algunos dias en Huesca al ir y venir de Panlicosa, y os
que viajan por instruccion o por recreo podrán formarse— mediante
la lectura de esta historia— una idea bastante clara y exacta de
lo que ha sido, es y llegará tal vez á ser esta ilustre poblacion.
Da esta suerte el nombre, prestigio y crédito de la ciudad lo
Huesca no solo adquirirán mayores , y mas dignas proporciones
entre todos los españoles, sino que servirá tal vez para bac<r
revivir entre los oscenses el decaído espíritu público, tan nec<-
sario al desarrollo y prosperidad de los interese» materiales y m)-
rales de esta poblacion y su provincia. ¿Quién no siente en efec
to arder en su corazon el fuego santo del amor patrio, levan
tarse su mente á nobles y altas concepciones, y disponerse su vo
luntad á la ejecucion da grandes empresas, viendo lo que fuerm
nnestros antepasados, con sus trajes, sus armas, usos y costun-
bres? Podríamos en prueba do ello trasladar aquí algunos pasa-
ges notables y poco conocidos de los que contiene la presente histo
ria; pero no queremos privar al lector del íntimo placer que ha
de. esperimenlar después con su lectura.
lime lege
Tramite diffwüi non remorante, sequi.
Huesca 29 de Febrero de 1864.
HISTORIA.
c-<r-&<5^t9^N£>^>-J
PRIMERA PARTE.

OSCA.

I.
Tiempos primitivos de la Ciudad. (1)

¿ Oomos nosotros los que hemos de descorrer el mis


terioso velo de lo pasado?
¿Hemos de indagar los arcanos del tiempo que fué,
y fallarémos con autoridad magistral sobre las mil du
das históricas que se agolpan bajo nuestra pluma al es
cribir el ilustre nombre de Osca?

(1) No podemos menos de tributar en la primera pagina un justo


homenaje al estudioso capuchino e! P. Ramon de Huesca. En su es-
tensa obra titulada «Teatro histerico de las Iglesias del Reino de Aragon»
nos proporciona muchas noticias; de las que nos valdremos oportuna- ,
mente. Aunque la obra que publicamos no tenga el carácter de la su
ya, seria una falla imperdonable no acudir al erudito manantial que
supo hacer brotar aquel entendido y aplicado Religioso.
12
Nó. Nuestra satisfaccion sería completa y habríamos
satisfecho sobradamente nuestro mas ambicioso deseo,
si pudiéramos añadir una sola flor á la brillante corona
que se ostenta fascinadora sobre la esclarecida ciudad
de Huesca. Y, hemos dicho una flor, no un diamante
ni una piedra de precio, porque no valemos para ar
tistas, y las llores son el símbolo de la naturalidad y
de la sencillez.
Hay en la poética lengua que sirvió para contar los
primeros amores del hombre y sus primeras delicias,
—la espresiva lengua hebrea— , una voz que ha dado
márgen á ciertas conjeturas. Esta palabra es Uose. Pe
ro Hosc significa oscuridad, tinieblas (l). Y ¿es posible
que la denominacion de ciudad tenebrosa pudiera ja
más convenir á la poblacion que levanta su frente bajo
un cielo azul y risueño, descubriendo un horizonte tan
despejado y pintoresco cual pocos presentarse pueden?
¿Tanta habia de ser la espesura y frondosidad de sus
selvas que ellas bastasen á dar el nombre de.oscura a la
ciudad? „ „
No podemos creerlo. Osca, en este sentido, no pue
de sacar su etimología de la palabra Hosc, porque, aun
que se hallase construida entre I03 gratos misterios y
deleitosa sombra de verdes ramages, desde lo alto de
sus edificios se descubrirían, á no dudarlo, los dila
tados campos y los inmensos vergeles del pais de los
Ilergetas!
Sin embargo, asi como algunos elimólogos quieren
que la palabra España signifique país recóndilo por ha
llarse en los confines del continente europeo, los orien
tales emigrantes que fundaron ó poblaron la ciudad de
Osca dieron quizás otra interpretacion á aquella pala-

(1) Genesis.
13
bra, interpretacion figurada que conviniera á las circuns
tancias del pais en aquella 'época lejana. Todo cálculo
empero será, á nuestro modo de ver, inútil, toda inves
tigacion infructuosa, tratándose de arrancar los secretos
al' polvo del pasado y de leer en la noche de los
tiempos (4).
Con la historia en la mano, ni siquiera podemos
precisar la denominacion antigua de la region ó co
marca que ocupaba. Ni las noticias geográficas que te
nemos pueden deslindarlo. Plinio supone que Osca se
halla en tierra de Vasconia y Ptolomeo asegura que está
en el país de los llergelas. Pero, ¿no nos descubre la
verdad esta misma 'discordancia entre algunos historia
dores y geógrafos que de países lejanos hablaban? Si
bien Osca ha sido tenida por todos loa modernos como
Ilergeta, liadie puede dudar que se hallase en los lí
mites de la Vasconia.
Poblacion famosísima debió ser Osca: Plutarco la lla
ma ciudad grande y poderosa, y todos los antiguos es
critores, asi griegos como latinos, la citan como impor
tante; y no es nada estraño que, apoyados en estos
datos, algunos panegiristas exagerados, como Aynsa en
el lib. I. cap. 3. de sus Excelencias y antigüedades, ha
yan querido atribuir su fundacion al poblador de nues
tra España, Tabal, el nieto de Noé. Es arriesgado de
cir tanto; no puede aventurar estas suposiciones un his—

(1) El canonigo Tarafa (lib. de orig. Reg. Ilisp ) dice que Osca
fue fundada por Oseo Betulonense en 'iempos del Rey de España Ro
mo, 1550 años antes de J.-C: Juan íierundense, en el libro I de su
Paralipomenen de urlib. Hisp. ante Herculü adven., afirma que es
ebra del rey de España Licinio Caco, 1239 años antes de J.-C; y
algunos añaden que Osca es equivalente á Os Caá; pero convendría
saber si existieren tales reyes, y en que razones se fundan los citados
auteres para buscar la etimología de Osea en el idioma latino que no
fue conocido en España, sino muchos siglos despues. ~
14
toriador concienzudo; pero, si es verdad, como afirman
muchos críticos (1), que los primeros pobladores de la
Península entráran por el Norte, nada estraño sería que
hiciesen parada en la deliciosa vega é inmensa llanura
donde se asientala ciudad que nos ocupa.
Dejémonos sin embargo de conjeturas poco sólidas.
¿La misma niebla que opaca envuelve la época de la
fundacion de Osca, no es la garantía mas segura de su
indisputable antigüedad?
Recorramos ligeramente la historia, y esta niebla
enojosa desaparecerá de nuestro horizonte, como la de
invierno, á los benéficos rayos de un sol claro y vi
vificador.

II.
Invasion de los Cartagineses y délos Romanos.

La oscuridad y la inverosimilitud se disipan algun


tanto en la historia de Osca, despues de la entrada de
los cartagineses en España.
Dícese que 480 años antes de J.-C , aquellos co-

(1) El arzobispo D Rodrigo en su obra De rebiis Ilisp., Mohe


cíanos en su Historia literaria, Masdeu en su España primitiva, y
otros historiadores moderaos.
15
merciantes que habian heredado los maliciosos artificios
de la Fenicia, desembarcaron en España, aparentando
tan solo lucrar con sus mercancías, cuando la codicia
les impelía á intentar destruir la independencia de aquel
noble pueblo que, en su sencillez, les acogía sin re
celo y les brindaba con sus riquezas. La ambicion de
los cartagineses no tenia medida: no se contentaban ya
con oro; pretendieron edificar, y edificaron, en nuestro
territorio, pueblos y ciudades, fundaron establecimientos
famosos, y, arrojando la máscara y empuñando el acero,
quisieron hacerse dueños del país invadido. Desgracia
damente la desunion y la inferioridad en disciplina no
podían dar el triunfo á los naturales.
Otros lidiadores no tardaron en saltar á la arena del
combate. Una República enemiga de la libertad agena,
Roma la altiva, Roma la dominadora, no podia contem
plar indiferente las victorias de otro pueblo, y, codi
ciosa tambien de la presa, arrojó sobre la desolada Ibe
ria sus huestes aguerridas.
Los combates sangrientos de aquella época terrible
lastiman los oidos y hacen temblar la mano del que con
la pluma intenta recordarlos.
Consta que Roma, para arrojar del territorio espa
ñol á los cartagineses, ajustó tratados de alianza ofen
siva y defensiva con los pueblos que vivían á-las fal
das de los Pirineos, y á orillas del rio Ter y del Ebro.
No serían los poderosos oscenses los últimos llamados
á estrechar la mano de la que, con fingido desinterés,
se ofrecia á pelear por su causa.
El general cartaginés Asdrubal, acostumbrado á la
victoria y burlándose de la actitud amenazadora de los
romanos, se empeñaba con mayor teson en la campaña
de Sagunto, cuando un asesino puso fin á sus dias de
jando el mando de sus tropas al terrible Aníbal.
16
¡Aníbal-! ¡Sagunto! :(í) No podemos pronunciar es
tos dos nombres sin abominar la cruel sangre fria del
conquistador triunfante y admirar la abnegacion herói
ca de los que defienden la santa causa de su inde
pendencia.
Los saguntinos, despues de una defensa desespera
da, prefiriendo una muerte violenta, á la conservacion
de una vida afrentosa, levantaron en medio de una
plaza la hoguera abrasadora destinada á convertir la po
blacion y sus defensores en un monton de escombros
y de cadáveres.
Engreido Aníbal con aquella triste victoria, voló á
buscar nuevos laureles en los campos de Italia y Jogró
hacer temblar por un momento al Senado romano que,
para divertir las fuerzas de los cartagineses, enviaba á
España un ejército formidable á las órdenes de Cneyo y
Publio Scipion.
Felices en un principio estos dos gefes, perdieron
al fin su vida en el campo de batalla. Sucedióles el
gran general Publio Cornelio Scipion que, en la toma
de Cartagena, tuvo la virtuosa delicadeza de dar la li
bertad y conservar el honor á una princesa española de
extraordinaria hermosura, diciendo que los romanos tam
bien sabian respetar el nacimiento, la belleza y la vir
tud. El estaba destinado á acabar con el predominio
cartaginés y por consiguiente con la rivalidad que re
gaba con sangre los campos de la Iberia. Pasó al Africa,
en donde á la sazon se hallaba Aníbal; le derrotó com
pletamente y se apoderó del emporio del comercio uni
versal, la opulenta Cartago, dejando la España pacífi
camente sujeta á los romanos.
Y, durante este periodo que ligeramente hemos bos-

(1) Murviedro ocupa actualmente el lugar de la antigua Sagunto.


37
quejado, ¿qué fué de Osca? ¿Abrazóla causa de los car
tagineses? ¿Abrió tranquila y gozosa sus puertas á los
que vencieron á Gartago?
Ah! Osca fué de los pueblos íntegros que pelearon
por su independencia, como veremos que sigue pelean
do mas tarde. Loslnjos.de Osca pertenecian á aquella
raza ilcrgota que, como los celtíberos, los vascones y as-
tures, sostenían con arrojo, en las escabrosidades de las
montañas, sus libertades y mantenían siempre cnar-
bolada en la Iberia la bandera de la buena causa.
En pos de los triunfos de Scipíon el Grande viene
un período de calma aparente. La Iberia estaba cansada,
y, si sufría^ con disimulo sus cadenas, era para reponer
se y poderlas romper luego mas fácilmente.
Pronto se dió la señal de oíros combates. Un pas
tor llamado Víriato soñó oponerse á las tropelías y vio
lencias de los gobernadores romanos que iban concitando ,
el odio universal. Dió el inmortal Viriato el grito de
guerra, y aquel grito tuvo eco en todos los corazones
verdaderamenle iberos. Al frente de una cuadrilla de
aldeanos que él supo multiplicar y convertir en hé
roes, tuvo eo jaque á las legiones romanas, retó ásus
expertos generalos y los llenó de vergüenza. Melelo
con su formidable ejército tuvo que capitular con Yi-
riato para salvarse de una inevitable ruina, y Quinto
Pompeyo sólo triunfó por medio de un acto de cobar
día, haciendo asesinar traídoramente al héroe que re
chazaba el yugo extrangero.
Muerto Viriato," los numantínos, horrorizados de la
degradacion y vileza de los romanos que, á costa de su
honor, se jactaban de una victoria, acogieron bené
volamente á los partidarios dispersos del caudillo que
acababa do dar su sangre por la regeneraciou de su
patria,
2
18
¡Numancia! (1) ¿Quién es capaz de contar tus glo
rias? Ante los pechos de tus bravos defensores se em
bolaron las lanzas de las huestes del traidor Poní peyo
que en vano pretendió acabar con los enemigos del nom
bre romano. Él pretor Popilio, enviado mas tarde por
el Senado, tuvo tambien que retirarse ignominiosamente,
y Decio-Bruto, nombrado en sustitucion suya con nue
vos ejércitos de refresco, recibió una sangrienta leccion
y sufrió una terrible derrota. Roma se vistió de luto y
Numancia fué apellidada Terror imperii. Era preciso
recurrir á medios estremos: las armas ya no bastaban
contra el escaso número de 8.000 iberos. Era preciso
recurrir á la mala fé, á la traicion, al rompimiento de
los tratados: era preciso convertir la Ftdes romana en
Fides punica. A todo se recurrió.
Emilio Scipion, enviado con un cuarto ejército en
lugar de Decio-Bruto, era el que estaba destinado á re
coger las cenizas de Numancia. Los numantinos como los
de Sagunto, despues de verificar una desesperada salida,
incendiaron sus casas, se degollaron unos á otros, y los
pocos que quedaban se arrojaron á las llamas. ¡Asi pe
reció la inmortal Numancia despues de quiace meses de
bloqueo!
Dispénsenos el lector estas aparentes digresiones. Lo
que acabamos de referir nos conduce, sin transicion for
zada, á una delas mas gloriosas épocas de la historia
de Osca.
Hemos llegado, en efecto, á los tiempos de Sertorio.

(1) Esta poblacion se hallaba situada á 2000 pasos de la actual


ciudad de Soria.
III.
Sertorio.

Y ¿quién era este hombre extraordinario?


Quinto Sertorio, nacido de una familia humilde en
Narsio (Italia), conoció temprano que, en los tiempos
revueltos que alcanzaba, la carrera de las armas era
la que ofrecia dilatado campo á su ambicion de ho
nores y riquezas. Ciñóse con fé la espada de soldado,
y, con su audacia y su genio, no tardó en distin
guirse.
La paz que siguió á la destruccion de Numancia
no era mas sólida que la que, años antes, vino á ci
mentarse sobre las ruinas de Sagunto. Los déspotas fun
dan siempre su imperio sobre un volcan que parece
apagado mientras prepara sus irrupciones. En vano
Quinto Cecilio Metello habia sujetado á los mallorqui
nes, y Calpurnio Pison con Sulpicio Galba pretendieron
haber asentado la paz en la España ulterior; en vano
el Senado romano destinaba ya diez legados para go
bernarla, pues los bárbaros cimbros que dos veces in
tentaron por entónces romper las fronteras de España,
dieron márgen á los celtíberos y á los pueblos inme
diatos á los Pirineos á levantarse para rechazar la in
vasion, y, rechazada, volver sus armas contra los ro
20
manos. El cónsul Tito-Pidio vino á España para apa
ciguar á los valientes celtíberos y moradores de las cor
dilleras pirenáicas (656 años de la Fundacion de Roma),
y en esta guerra, Quinto Sertorio, ya Tribuno de sol
dados, «ganó gran prez y loa por haber salvado la
guarnicion romana de Caslulon que los de la ciudad y
los girisenos tenían concertada.» (1)
Vuelto Sertorio á Italia, tomó, como todos, parle en
las contiendas civiles que convertían la República en un
teatro de crímenes. No los bárbaros, sino los propios hi
jos de Italia eran los destinados por la justa Providen
cia á castigar la insaciable ambicion romana; y, como
dice un escritor contemporáneo, ni Breno con sus impe
tuosos galos, ni Pirro con su ejército formidable, ni Aní
bal con sus cien pueblos sedientos de sangre romana,
ni los cimbros con sus guerreros que infundian espan
to, ni los escitas ávidos de aires mas puros y de cam
pos mas fértiles, podian haber castigado á la desventu
rada Roma con mayor encono del que hicieron pesar
sobre ella sus mismos hijos, Mario, Sila, Cinna y Ser-
torio. No intentaremos hacer la reseña de aquella época
de discordias y de luto para la gran República; nos
basta dejar sentado que Sertorio, aleccionado en esa es
cuela de abominaciones, tambien sintió hervir en su pe
cho la ambicion; quiso ser nombrado cónsul y se afilió
al bando republicano de Mario. Pero Sda, su competidor,
entró triunfante en Roma, y el decreto de proscripcion,
fulminado contra los rebeldes prófugos y contumaces, al
canzó bien pronto á Quinto Sertorio.
Escribiendo eslas líneas en la ciudad de Huesca, "no
debemos ni podemos ser severos con el gran Sertorio;

(I) Mariana: Historia de España.


21
pero nos liemos propuesto ser veraces, y seremos im-
parciales.
Sertorio, proscrito y fugitivo, hubo de pensar séria
mente en los medios de burlarlas disposiciones de Sila.
En el norte de la Iberia estaba mas empeñada que nun
ca la gloriosa guerra de la independencia contra los ro
manos; Osca sostenía muy alto el pendon de los libres,
y el guerrero desgraciado, traspasando los Pirineos, supo
ver en el alto Aragon un refugio seguro, y allí se aco
gió mas tranquilo.
¿Qué iba Sertorio á buscar en Osca? ¿Admirado del
valor de los oscenses, queria contribuir desinteresada
mente á que reconquistaran su independencia? ¿Era mas
bien su ánimo tomarlos como un instrumento de su ven
ganza? ¿Buscaba una buena causa, la causq santa de
un pueblo oprimido, ó queria tan sólo hallarse entre
enemigos de Sila?
Respetemos su intento y estudiemos los hechos.
üícese que su entrada en Aragon (1) fué 83 años
ántes de Cristo. No iba solo: algunas cohortes de tropa
veterana reclutadas entre los partidarios de Mario le se
guían. Los moradores le cerraron el paso, diciendo que,
sin pagar tributo, no podían darle vénia para el Irán-
sito. Los soldados de Sertorio murmuraban, diciendo que
a tal demanda no correspondía otra respuesta que la de
las armas. Lo que conviene, respondió Sertorio, es ga
nar tiempo. Y pagó el tributo.
Dadivoso y magnánimo con los romanos, dice el es
tudioso Ortiz de la Vega de quien tomamos estas no
ticias, generoso y condescendiente con los iberos, á los
primeros repartía oro y promesas, y á los segundos les

(1) Algunos historiadores han pretendido que Sertorio entro en Es


paña por la alta Aquitania; pero tsle aserto carece de fundamento.
22
hacia entrever para el porvenir dias mejores, humillada
para siempre la arrogancia de unos pretores inhuma
nos. Al romano le prometía triunfos, despojos y largue
zas: á los iberos les rebajaba los pechos, y sobre todo
excitaba entre ellos el entusiasmo, dice Plutarco, exi
miéndolos de la carga del alojamiento. En ello ganó dos
cosas; tener siempre al soldado acampado en tiendas, á
punto de entraT en campaña, y tener á raya las po
blaciones con un continuo movimiento y aparato de
fuerzas.
Pero Sila no habia de permanecer inerte ni tolerar
que su enemigo Sertorio conspirara contra su poder en
la Iberia, trabajando para emancipar del yugo romano
á los pueblos conquistados. A los pocos meses, envió á Es
paña á Cayo Annio con un ejército. Sertorio, léjos de des
mayar, mandó que seis mil hombres, al mando de su ca
pitan Julio Salinator, defendieran el paso de los Pirineos.
Annio, el enviado de Sila, tuvo que pararse y valerse
de la traicion. El oro todo lo pudo. La division man
dada por Salinator fué dispersada y el gefe muerto ale
vosamente por Calpurnio Lanario su mayor amigo.
Sertorio no creyó prudente venir á las manos con
el enemigo que se derramaba como un torrente por el
pais que él se veia obligado á abandonar. Con tres mil
hombres se hizo á la vela hácia África en donde le re
chazaron, y, volviendo á las costas de la Península se
apoderó de Piliusa (hoy Ibiza), abordando con ciertas
galeotas de corsarios. Tambien de allí habia de arrojarle
su perseguidor Annio, y, lleno de congoja, despechado,
dicese que pensó retirarse á Canarias, aquellas islas
Afortunadas en donde era fama que se vivia feliz, exen
to de ambiciones, pesares y amarguras; pero lo cierto
es que voló otra vez á la Mauritania en donde supo
que se disputaba un trono. Se declaró contra el prcten
23
diente Ascalis socorrido por Sila, y asalló la ciudad de
Tánger, obtenieudo un triunfo completo.
Desde aquel momento cambió la suerte de Sertorio.
Llamado por los Lusitanos y por otras provincias ibe
ras ansiosas de acabar con la dominacion romana, Es
paña fué otra vez el teatro de sus hechos. Al llegar,
ya se pusieron á sus órdenes 4000 infantes y 700
caballos que se unieron á los 21600 romanos y 700 afri
canos que traia consigo.
España, decimos^ fué el teatro de sus hechos, y Osca,
la valerosa é independiente, el centro de sus glorias.
En efecto, Osca llegó entonces al apogeo del po
der y de la grandeza.
Quinto Sertorio, político, audaz, astuto y ladino, co
mo buen romano, con un talento organizador nada co
mun, no tardó en tener á sus órdenes un ejército nu
meroso y aguerrido y una armada terrible, capaz de ano
nadar á los gefes de Roma y de hacer temblar todo el
poder de Sila. Sertorio y sus cuestores volaban de vic
toria en victoria. Destruyó en el estrecho de Gades la
poderosa escuadra mandada por Coüa; en las riberas
del Guadalquivir derrotó al pretor Didio, dejando dos mil
enemigos tendidos en el campo de batalla, y se hizo
aclamar por la Lusitania entera. No le fallaban muchas
de las buenas prendas de Viriato.
Y Osca, la aragonesa, no hay que dudarlo (\), era
su ciudad predilecta, la capital que él destinaba a ser
la rival de Roma/ la capital que durante muchos años
tuvo con la fíente inclinada á la metrópoli del mundo.
Quinto Sertorio no tardó en rodearse de todo aquel

(1) Algunos han pretendida que Osca la Sertoriana fue Huesear de


Andalucía. No nos entretendremos en rebatir este error porque hoy día
todos reconocen que tal honra corresponde á Huesca del alto Aragon.
u
aparato que siempre halaga á los poderosos. Estableció
en Osca un Senado compuesto de españoles principales
y de algunos senadores romanos procedentes del par
tido de Mario y Cinna refugiados de Italia, y, orgulloso
y satisfecho con el prestigio que le daba la autoridad
suprema, echó los cimientos del establecimiento literario
que, convertido mas tarde en Universidad, estaba destina-
do á ser tan- célebre por sus hombres sabios, como por
la remota fecha de su fundacion. Atrajo con recompen
sas dignas de su munificencia á eminentes profesores ila-
lianos, y dispuso que en aquel instituto, el primero qui
zá de España, se enseñara el latin, el griego, los rudi
mentos de las ciencias y artes, á fin de que allí con
curriesen .los hijos de las principales familias y se for
masen hombres dignos de su patria. Todos los ; gastos
del establecimiento corrían á cargo de Sertorio. Él mis
mo examinaba con frecuencia á los jóvenes alumnos y
les distribuía recompensas para estimularlos y alentarlos
en la carrera de las letras. S-^gun Plutarco, hacia pre
sentar en público á los beneméritos con ricos trajes bor
dados de púrpura y les colgaba del cuello adornos de oro
conocidos con el nombre de bulas ¡Tan grande era ya
entónces el valor de la instruccion!
No somos tan miopes que no trasluzcamos miras po
líticas ó interesada.3 Iras esta loable conducta de Sertorio;
pero, de todas maneras, creemos que Huesca recordará
siempre con predileccion aquella época y tendrá una
palabra de gratitud para el héroe de suengrandecimiento^
Casi todos los historiadores están, en efecto, acordes
en afirmar que la creacion de aquel establecimiento li
terario era un ardid romano. Sertorio, gefe de los in
dependientes iberos y de muchas cohortes romanas que
seguían su buena suerte, tocaba las dificultades de que
aquellas dos razas pelearan tranquilas bajo una misma
2o
enseña. Se habia esforzado en acostumbrar á los solda
dos iberos á la disciplina romana, procurando uniformar
los al estilo de Roma y hacerles perder el recuerdo de
su táctica, de su fisonomía y carácter natural; y, aun no
satisfecho, previsor y diestro, quiso procurarse preciosos
rehenes, teniendo en las aulas de un claustro científico
á los hijos de las casas mas distinguidas del pais. ¡Ra
ras veces la política deja do ser el norte de todas las
acciones de los gobernantes!
La guerra de España iba tomando para Roma un
giro fatal.
Quinto Cecilio Metelo, uno de los mas célebres ge
nerales romanos de aquel tiempo, fué enviado contra Ser-
torio con un nuevo ejército. En vano desplegó todos los
recursos del arte militar y todas sus fuerzas; se hallaba
en pais enemigo, y Sertorio que se encontraba entre
aliados y amigos, le redujo á la impotencia, asi como á
Lucio Domicio que, el año 78 antes de nuestra era, ha
bia acudido en socorro de Metelo desde la Galia Nar-
bonense.
Los generales mas distinguidos de la República am
bicionaban yá el honor de medir sus armas con Serto
rio que, en la flor de sus años, lleno de robustez, acos
tumbrado á las fatigas, á la sobriedad y á las vigilias,
á todos retaba y á todos vencía.
Pompeyo quiso batirse con él. «Habiasele mandado
licenciar sus tropas y desobedeció, intrigando para que
se íc permitiese ir con ellas á España.. Diósele por úl
timo el suspirado mando. Ya tenemos á los dos mejores
generales romanos, Mételo el Pío, y Pompeyo el Grande,
en campaña contra Seriorio. Al primero llamaba este la
vieja, y al segundo el niño, discípulo de Sila; pero en rea
lidad temia á entrambos. Habia burlado distintas veces
á Metelo. Langobriles, pueblo lusitano sito en la boca del
26
Duero, fué sitiado por Metelo. No habia agua en la po
blacion. Sertorio hizo llenar dos mil cántaros, acometió
por un lado á Metelo y los entró por el otro en la pla
za. £1 sitiador quedó á su vez sitiado; sus forrajeado
res fueron derrotados; y para salvarse tuvo que levan-
tar el cerco.
»EI año 77 ántes de nuestra era fué cuando Roma
hizo un esfuerzo extraordinario para acabar con aquel
terrihle enemigo. Adelentábase Pompeyo el Grande há
cia la península, y entró en ella con setenta mil infan
tes y ocho mil caballos. Muchos pueblos se declaran en
su favor, ya por la fama que habia adquirido en otras
guerras, ya porque su formidable armamento parecía ir
resistible. Desde luego, en vez de descorazonarse Ser-
torio, sale al encuentro de Pompeyo, y á su vista pone
sitio á la ciudad de Liria, la antigua Laurona. Mediaba
entre su campo y el de Pompeyo una colina, desde la
cual podian ser muy molestados los lauroneses. Pompe
yo y Sertorio mueven á un tiempo sus huestes para ocu
parla, pero el último llega primero y se hace fuerte en
ella. Pompeyo manda decir á los lauroneses que muy
presto verán sitiado en la colina á Sertorio. El men-
sage es interceptado por éste, y se echa á reír viendo
la candidez de Pompeyo. Cuando éste quiso poner en
ejecucion su designio, vió que Sertorio tenia dispuesta
una emboscada para cortarle la retirada. Laurona se rin
dió á Sertorio, y la ciudad fué entregada á las llamas,
no por un instinto de ferocidad, sino para dar con sus
llamas en el rostro á Pompeyo que se vió reducido á la
impotencia. (1) El resultado de esta campaña fué in
menso. Hasta entonces se habia creido que las ven
tajas obtenidas por Sertorio nacian de la ancianidad de

(1) Diez mil pompeyanos habian quedado en el campo de batalla.


27
Metelo, y desaparecerían ante !a juventyd de Pompeyo.
Nada de esto: la audacia, la táctica y los recursos del
genio de Sertorio crecian con el número y calidad de sus
contrarios.
«Vengóse de su descalabro Pompeyo, atisbando los
movimientos de Herenio y de Perpena, tenientes de Ser-
torio que estaban al frente de un cuerpo de ejército.
Acometióles con brío, matándoles diez mil hombres
Alentado Pompeyo, movió sus tropas contra Sertorio, año
76 antes de Cristo, y en las márgenes del Júcar se
dieron ambos generales una batalla que fué muy reñida.
Venia Sertorio, puesto á la cabeza de su ala derecha,
sostuvo el primer ímpetu de la izquierda romana, man
dada por Afranio. De repente sabe que su ala izquier
da es batida por Pompeyo; acude á ella, rehace sus
huestes, las vuelve al combale, derrota y hiere á Pom
peyo. No pudo efectuarlo sin dejar desguarnecida su ala
derecha, y conociéndolo Afranio, apretó tanto en ella, que
la desordenó y puso en fuga. Vuelve victorioso Serto
rio, se bate con Afranio, y hace en sus legiones un gran
destrozo. Preparábase el día siguiente á sacar partido de
su victoria, cuando supo que se descubrían ya las avan
zadas del ejército de Metelo.— Esta vieja, dijo Sertorio,
ha salvado de una azotina al niño.» (1)
Osca, como hemos visto, era su capital, pero la Ibe
ria entera resonaba con el ruido de sus armas, y sus
miras tendían á hacer que su Senado oscense dictara su
voluntad y sus leyes al Senado del Capitolio.. .! Y po
demos decir con todos los críticos que si Osca no se
elevó realmente sobre Roma, fué por falta de union y
armonía entre los iberos.
Su astucia distintas veces le habia ya sugerido es-

J*-(i) Oiliz de la Vega, lab. III., cap. X.


28
pecular coa la Religion y supersticiones de los pueblos.
Cuando estuvo en África, recordando la fíbula que con
taba que allí existia el sepulcro del titan Anteo, apeló
á lo maravilloso y contó á sus soldados que él mismo
habia tocado un. cadáver de sesenta codos de largo.....
Mas tarde en OscA.se presentaba en el Senado con una
linda cierva- Este animal estaba acostumbrado á comer
en el oido de su amo. Sertorio declaró que era una di
vina emisaria de la diosa Diana que le comunicaba sus ins
piraciones, aconsejándole en sus planes y descubriéndo
le los designios de sus contrarios. Aquella cierya. era te
nida por muchos por la misma Diana.... (1)
La fama de este caudillo traspasó los límites de Eu
ropa y llegó hasta el Asia. El gran Mitrídales, en la
segunda guerra que tuvo con los romanos, ofreció á Ser-
torio su amistad y le envió embajadores que de su par
te le ofreciesen socorro de dineros y de armada. (%)
Quiso Sertorio dar audiencia á estos embajadores con to
da la solemnidad posible en medio de su Senado, y así
consta que lo hizo. No hay pues ninguna duda que esta
célebre embajada fué recibida en Osca con el aparato
que su grande importancia exigía.
Sin embargo la veleidosa fortuna se cansó de ser
la favorita de Sertorio. El año 74 antes de la era cris-
liana aquel hombre extraordinario que habia obligado á
Metelo á buscar cuarteles de invierno en la Galia y
habia acorralado á Pompeyo hasta el país de los vac-
ceos.. fué vencido ya que no por la fuerza, por la trai
cion. Kecordañdo sin duda Metelo de qué manera ha

ll) Se conservan varias medallas o monedas de aquel tiempo con


el nombre de Sertorio en uno de sus lados y en la otra cara una
cierva.
(2) Mañana: Historia de España, cap. XIII.
29
bian los romanos vencido á Víriato, dió un edicto pro
metiendo dos mil fanegas de tierra y cien talentos (l)
á quien le presentase la cabeza del gefe de, los inde
pendientes. Halagadas por tan'as promesas, muchas co
hortes romanas de Sertorio se pasaron al enemigo en
medio de una refriega, y Mételo pudo vanagloriarse de
la primera victoria contra su valiente contrario. Fué tal
la alegría que sintió Metelo, que tomó el dictado de
emperador, y se hizo levantar altares y ofrecer sacri
ficios en los pueblos por donde pasaba.... Ceñíanle co
ronas, le ofrecian suntuosos banquetes, le ponían el traje
de triunfador; por arte teatral se le presentaban como
descendiendo del lecho Victorias cargadas de trofeos de
oro, y mochos coros de niños y niñas cantaban himnos
en honor suyo.... Algunos creyeron que él mas anciano
de los generales de Roma habia enloquecido (t).
Desde aquel dia decayó visiblemente el animo de
Sertorio. Su cierva querida, es decir, la bondadosa Ege-
ria que siempre le acompañó en la prosperidad, habia
desaparecido.... Triste y cabizbajo ya no se atrevía á
tomar la ofensiva, porque de todos desconfiaba, de todos
temia, y la traicion de que era víctima le habia quita
do el vuelo. El Senado que con tanta pompa habia es
tablecido en otro tiempo, le parecía ya un escarnio dé su
inestable poder, y las mismas escuelas que con entu
siasmo habia fundado y cuya prosperidad era antes su
delicia, le entristecian y le daban pesadumbre. La obra
de sus manos, las creaciones de su constancia y de su
valor," no hacian mas que irritarle. Su carácter, ántes
afable y confiado, se trocó en áspero y receloso, y, vol
viendo la vista á su pasado, solo y meditabundo á orillas

(1) Mas de dos millones de reales.


(2) Ortiz de la Vega. Lib. III., Gap. X.
30
del pobre Isucla, suspiraba por su cara patria.... El 'primer
contratiempo despues de tanta fortuna mató aquella
alma heróica.
Lo restante de sus dias no fueron mas que una pro
longada agonía.
Sus últimos momentos son Todavía un problema.
Muchos creen que fué asesinado en Osca por el envi
dioso y cruel Perpena, uno de sus primeros capitanes,
en medio de un gran festín preparado en celebridad de
una fingida victoria. Otros sostienen que su muerte fué
natural (1). Pero, de todos modos, no podemos parti
cipar de la opinion de los que afirman que en sus úl
timos dias el magnánimo Sertorio descubrió una alma
vil ^ instinctos sanguinarios, ensañándose con cuantos
le rodeaban. Diremos tambien, con Plutarco, que la vir
tud que tiene sólidos cimientos no se desmorona tan
fácilmente, por mas quesea blanco de la humana injusticia.

IV.
Dominacion romana.

Muerto Sertorio, la discordia se enseñoreó de sus

(I) Dicen los primeros que en Estrabon debe traducirse Murió en Osca
y los otros Murio de enfermedad. El texto griego se presta á distinta
interpretacion. —Paterculo dice que el asesinato fue en Etosca.
V
31
huestes. Dias de amargura debieron ser aquellos para
Osca. El vil Perpeua, á quien, entre otros crímenes, se
atribuye el asesinato de su gefe, tomó el mando de las
tropas que quisieron reconocerle como continuador de
las glorias sertorianas, y, en su necio orgullo se atre
vió á presentar batalla á Pompeyo. Este le derrotó y le
hizo prisionero, no tardando en hacerle dar la muerte,
cuando supo que quería comprar su odiosa vida, sumien
do en la desgracia á numerosas familias. Perpena ha
bía enviado á Pompeyo la relacion de los senadores y
patricios que desde Roma tenían inteligencias secretas
con Sertorio; y Pompeyo, manifestándose entónces un ge-
fe digno, mandó quemar las listas sin leerlas.
Nos hallamos á los 70 años ántes de la era cris
tiana.
Pompeyo y Metelo, ántes de marcharse, querían to
mar pacifica posesion de toda la Iberia. Empeño inútil.
Muerto Sertorio, los libres que en las faldas de los Pi
rineos sostenían su independencia, á cosía de las zozobras y
privaciones de una vida azarosa y siempre amenazada,
aumentaron cada día. Osca, fiel á sus tradiciones, se
sostuvo largo tiempo con el valor heróico de sus hijos
contra los ataques de los generales romanos. La bandera
de la independencia tremolaba en las almenas de sus for
tificaciones, y Osca sabia defenderla, aunque herida con
los trastornos consiguientes á la muerte de Sertorio. Floro
nos asegura que fué una de las últimas ciudades que
pudieron rendir las terribles huestes de Metelo.
Rendida Osca, su historia es la general de España.
Pero, no olvidemos jamás que muchos de sus hijos, re
chazando siempre como indigna la paz de los vencedo
res, dieron el último aliento por su patria en las esca
brosidades de la montaña.
Pompeyo y Metello entraron en Roma. "Allí se les re
32
cihió con la gloria del triunfo, porque dijeron que la
Iberia estaba pacificada y enteramente sometida á la Re
pública. ¡Presunciones de la vanidad! No tardaron el
pretor Marco Pupio Pison y el cuestor Lucio Placeo en
tener que acudir contra los bandidos (\).
En aquel tiempo empezaba á descollar un romano,
«lleno de ambicion, de vicios y de grandes esperanzas.
Afable, cortés, suntuoso, magnífico en todas sus cosas,
derrochador de lo suyo y de lo ageno...., aspiraba á dar
vida al cadáver de la faccion de Mario, ó por mejor
decir á hacer redundar en provecho propio los recuer
dos - de todos los amigos de la plebe. Su patriotismo
consistía en un deseo ardiente de ser en su patria el
amo. Codiciaba para ella gloria, renombre, monumentos,
riquezas, con tal que todos sus compatricios se anula
sen á los ojos del mundo* reconociéndole á él como
único romano predestinado por los dioses para regir sus
destinos. —Prefiero, decía, ser el primero en un villorrio,
ántes que en Roma el segundo.» (2) Este romano era
Cayo Julio César.
No nos detendremos en la guerra civil que promo
vió, porque ni los límites, ni el objeto de nuestro li
bro lo consienten. Diremos tan solo que César que ya
anteriormente habia estado en España, con un papel se
cundario, volvió a ella al frente de un ejército, y el
año 49 ántes de la era cristiana derrotó delante de Lé
rida á Afranio, Petreyo y Varron, los tres generales de
su rival Pompeyo. Pero es preciso que digamos dos pa
labras sobre esta derrota y esta victoria, porque en ella
tomó Osca una parte muy activa é interesante.

(\) Bandoleros o bandidos llamaban los romanos á los indepen


dientes puros.- - -
(2) Ortiz de la Vega.
33
César volvía de la Galia 'triunfante y ansioso de ba
tir y eclipsar en España á su rival Pompeyo en la per
sona de sus legados. Afranio y Petreyo le salieron al
encuentro para impedirle el paso, y sentaron en Lérida
su campamento. El ejército de César, conforme él mismo
confiesa en sus comentarios de la guerra civil, ocupó el
espacio que media entre el Cinea y el Segre, no léjos
de dicha ciudad, manteniendo comunicacion con la par
le alta de Cataluña y recibiendo víveres por medio de
dos puentes construidos sobre el* Segre por su legado
Cayo 'Favio. Pero, después de algunas escaramuzas par
ciales sin consecuencia, unas grandes avenidas arreba
taron los dos puentes, dejando al ejército de César sin
comunicacion, falto de vituallas, sin medios de lograr
las, y cercado por todas partes de las aguas de la inun
dacion y de enemigos. Un convoy que llegaba de las
Galias con destino al Campamento de César fué acome
tido y dispersado por Afranio que nadaba en la abun
dancia. Este y Petreyo escribieron ya á Roma su se
gura victoria, y Senadores y Próceres, poco adictos á
César, celebraron ya su triunfo y la conclasion de la fu
nesta guerra civil.
El estado de César era ciertamente aflictivo, y, allí hu
biera perecido sin remedio, á no haber recibido un
socorro inesperado. Los oscenses y los calagurritanos (1)
sus contribuios, confiesa el mismo César, le mandaron
embajadores, ofreciéndole toda clase de auxilios morales
y materiales y decidiéndose á abrazar firmemente su cau
sa (2). No tardaron en seguir este ejemplo los tarraco-

(\) Calagurris en sentir de buenos críticos es el actual pueblo de


Loarre
(2J Interira Oscenses et Calagumtani, qui erant cum Oscensibns
contribuli, mittunt ad eum Legatos, seseque imperata facturas pollicen-
tud..>—De Bello civ. lib. I. cap. LX.
3
34
aenses, lacctanos (1) y ausetanos (2), y un poco des
pués los ilurgavonenses. La proteccion de estas cinco
ciudades, que César califica de importantes, bizo que su
suerte cambiara. Satisfechas las mas perentorias necesi
dades de su ejército, no tardó en tener un puente so
bre el Segre, construido con odres llenos de aire, y sus
enemigos, que ya babian entonado los himnos de la
victoria, tuvieron que apelar á una vergonzosa fuga.
Confesaremos con el P. Ramon de Huesca que Osca
debia ser entónces una ciudad muy grande, respetable
y famosa en las armas, cuando se atrevía á enviar em
bajadores que prestaran su obediencia á César. Otras
ciudades lo hicieron tambien, es verdad, pero estas po
blaciones eran de Cataluña, pais protegido por el ejército ce
sáreo, y Osca se hallaba rodeada de Pompeyanos. Esto
mismo prueba igualmente cuán efímeros fueron los triun
fos de Pompeyo en Osca, si es que llegó á dominar
en ella el vencedor de Sertorio. Los oscenses no podian
jamás ver en Pompeyo y en sus generales sino unos ene
migos los mas odiosos, y no dejaron escapar la prime
ra ocasion de manifestárselo.
Julio César fué por otra parte agradecido. Los an
ticuarios Andrés Morel y Vaillant dicen que, atribuyen
do su victoria al socorro de los oscenses, dió á Osca
el dictado de Ciudad Vencedora: Vrbs Victuix (3).
Un año después, 48 ántes de J.-C, César daba la
famosa batalla de Farsalia. Los hijos de Pompeyo se re
fugiaron en España, en donde creian hallar un partido

(1) Habitantes de Jaca.


(2) Los moradores de Vich.
(3) Victrix dicta est, si recte opinamur, á Julio Caesare, quasi ejus
deditione contra Pompeii Legatos victor extitisset — Vaiihnt: De Colon,
et Mumc. par. I.

<
35
que les protegiese contra el triunfante Dictador. Pero
César se presentó tambien en España en su seguimiento,
y en Munda (\) los derrotó, matándoles mas de 30.000
hombres.
Desde aquel dia, César fué el único dominador de
la España romana. Marchó á Roma, en donde el año
siguiente un puñal asesino debia acabar con su ambi
cion y su vida, dejándole yerto en el mismo sagrado
recinto del Senado.
Por aquel entónces las cosas de España debieron
andar tan revueltas como las de Roma.
Demos una ojeada sobre lo que allí pasaba.
Muerto César, varias facciones rivales se disputaron
el poder. Octavio, sobrino de César, se asoció á An
tonio, gefe dela caballería, y á LépiJo, sugeto de mu
chas riquezas, pero desprovisto de talento y por tanto
muy poco temible. Este fué el segundo triunvirato que
dominó en Roma, en donde la autoridad estaba ya á
merced del mas audaz ó del mas hábil.
El primer acto de los nuevos dominadores fué fir
mar largas listas de proscripciones y sacrificar sin com
pasion lo mismo á sus parientes y amigos que á los es-
traños. El gran Ciceron fué del número de las vícti
mas: su cabeza apareció sobre la misma tribuna desde
la que habia defendido los derechos de tantos inocentes!
Roma se llenó de sangre, y el pueblo degradado
sabia avenirse con todos los caprichos de los tiranos.
En vano Bruto y Casio se sacrificaban para volver á
unir el partido republicano de que habian sido repre
sentantes Mario y Sertorio: la batalla de Filipo en Ma-
cedonia les anonadó para siempre.
Los vencedores se dividieron el imperio: á Antonio

(1) Hoy dia Ronda.


36
le cupo en suerte el oriente y á Octavio el occidente;
Lapido, que ya no era necesario, se quedó sin nada,
Sin embargo, Octavio no estaba aun satisfecho. Que
na dominar solo. Y, miéntras que Antonio iba á Oriente
á malgastar sus fuerzas contra los Parios y su tiempo al
lado de la hermosa reina de Egipto Cleopatra, supo, con
destreza y constancia, crearse un poderoso partido en Ro
ma y en toda la Italia. Bien pronto se aprovechó Octa
vio de estas ventajas. Declaró la Guerra á Antonio y le
venció en la famosa batalla naval de Actium, decidién
dose allí la suerte del imperio romano.
Cuando Oclavio volvió á Roma fué proclamado Au
gusto y Emperador. Dió paz á todo el orbe é hizo cer
rar las puertas del templo de Jano. Entonces, después
de largos años de guerras civiles, proscripciones y ma
tanzas, volvió la abundancia, el órden y la prosperidad.
Las letras, que habian perdido á Salustio, Cornelio Ne
pote y Ciceron, hallaron dignos sucesores en Tito-Livio,
Ovidio, Horacio, Virgilio, etc.: Mecenas, amigo de Au
gusto, fué el ilustrado protector de todos los talentos.
Roma se embelleció con magníficos monumentos, y Au
gusto pudo decir con justo orgullo que dejaba cons
truida de mármol la ciudad que él habia encontrado de
cal y ladrillo.
.Pero, las puertas del templo del Dios Jano no ha
bian de estar cerradas mucho tiempo. España que á toda
costa quería ser independiente, hizo una demostracion
enérgica de cuán odioso le era el yugo estrangero, su
blevándose la Cantabria, las Asturias y Galicia. Ni los
mas famosos generales romanos, ni los cuatro Scipio-
nes, ni Pompeyo, ni Julio César, ni 77' años de guerra
habian podido calmar la indómita fiereza de aquellos na
turales.
El emperador Augusto se presentó en España.
37
Que triunfara por completo no nos atrevemos á ase
gurarlo; lo cierto es que el Senado le ofreció espontá
neamente la gloria del triunfo, y tuvo la modestia de no
aceptarla, disponiendo tan solo que se hicieran juegos en
los reales.
En este período empezó la así llamada paz Octavia-
ua, durante cuya época establecieron los romanos va
rias colonias en este pais; edificaron las ciudades de
Emerita Augusta, hoy Mérida, de Pax Augusta, actual
mente Badajoz, la famosa de César Augusta que hoy lla
mamos Zaragoza y otras varias. Los vencidos fueron ad
mitidos a todos los empleos del imperio, y florecieron
sucesivamente los emperadores españoles Trajano, Adria
no y Teodosio, el cónsul Balvo, los dos Sénecas, Mela,
padre de Lucano, Marcial, Floro, Porcio Latron y Pom-
ponio Mela.
En estos tiempos felices, que estaban tambien desti
nados á ver nacer al Redentor del mundo en nn rineon
de la Judea. la importante Osc\ fué muy distinguida por
los romanos.
Consta que César, ya dictador, se vanagloriaba en
Roma de su guardia calagurritana.lo cual prueba en cuan
to aprecio tenia á los de esta comarca; y, á parte de es
to y del carácter de sus habitantes, la celebridad é im
portancia que á Osca habia dado Sertorio, el agradeci
miento del vencedor de Pompeyo el Grande, y la de
tencion de Augusto en este pais, son causas que no
pudieron menos de consolidar de una manera innegable la
importancia de esta poblacion. De ahí el que los romanos
en general la favoreciesen tanto.
En efecto. Osca tuvo los fueros y privilegios de mu
nicipio, es decir que, aun bajo la dependencia de los ven
cedores, pudo gobernarse por sus leyes patrias y seguir
sus costumbres privadas, participando al propio tiempo
38
de todos los honores de Roma; pues nadie ignora que los
principales municipios gozaban del derecho itálico, te
nían sufragio en los comicios romanos y aptitud legal sus
vecinos para obtener empleos (í). Y lo que no debemos
pasar en silencio es que el distinguido conotado de Mu
nicipio lo obtuvo Osca cuando sola se concedía á las
ciudades egregias, á las ciudades que por su impor
tancia y sus hazañas se hacían dignas del mas alto ho
nor que el Senado y el Pueblo romano podían conce
der á una poblacion amiga (2).
Sabido es que, pasados los tiempos de la Repúbli
ca y del primer Imperio, Vespasiano hizo estensiva es
ta gracia á todos los pueblos de España; Adriano y
Antonino Pio la prodigaron, y el emperador Caraculla, á
principios del siglo III. guiado por la codicia, hasta
llegó á hacerla estensiva á todas las ciudades del Im
perio... No es pues estraño que otras ciudades se en
galanen con igual título; lo que no podrán hacer es
acreditar la misma antigüedad.
Otra distincion le cupo tambien á Osca en tiempo
de los romanos. Como Segóbriga, Tolelum y algunos
pueblos estipendiarios, tuvo Osca el privilegio de batir
monedas, fuero solo concedido, como una distincion muy

(i) Municipes sunt cives romani ex munieipiis, legibus suis et suo


jure utentes, muneiis tantúm cum populo romano honorarii participes,
á quo muñera capessendo appellati videntur, nullis alus necesitatibus,
ñeque ulla populi romani lego adstrieti. — Aulo Gellio, lib. 16 cap. 13.
(2) El Rmo. P. Florez cree que ya de tiempos anteriores á Ju
lio Cesar era Huesca Municipio, fundándose en que antes de esta epoca
era ciudad grande y famosa. Nosotras solo diremos que, en tiempos
anteriores á Cesar, Huesca era mas que municipio, era la rival de Ko-
ma, y por esta misma razon es muy fácil que sus habitantes en vez
de ser considerados como ciudadanos romanos, fuesen tenidos por knv
didos. En el sentido que tuvo este último dictado, aun lo considera
mos mas honroso.
39
singular y honrosísima, por el Senado ó por algun em
perador hasta los tiempos de Calígula (i). Sertorio, no
puede dudarse, acuñaba ya sus monedas en Osca, y mas
tarde los emperadores quisieron que estuviese tambien
aquí una de sus principales fábricas.
Son tantas las monedas oscenses que apénas hay
museo en Europa donde no se conserve alguna. Las
hay de cobre y de plata, y ellas son casi la única his
toria de la ciudad en aquellos tiempos. Por ellas consta
que la fuerza, representada por el dios Hércules, la guer
ra, representada por Marte, y los triunfos, representados
por la Victoria, fueron los atributos de la noble Osca,. .
en tiempos de la República: que Publio Léntulo Spin-
ler, Pretor por César de la España citerior, hizo batir
en esta ciudad sus monedas, y que Domicio Calviho ím-
perator y dos veces Cónsul, estuvo tambien en Huesca
39 años antes de Cristo, en la guerra contra los Cer-
relanos. Por ellos consta que, en el reinado de Augus
to, fueron sucesivamente Duumviros de esta ciudad Com
porto y Marulo, Marco Quinctio y Cayo Elio, Sparzo y
Ceciliano, Quieto y Peregrino, individuos de las mas
distinguidas familias de Roma; que en el reinado de
Tiberio desempeñaron los mismos cargos Hospile y Floro,
Marco Máximo y Quinto Elio Próculo, y que Cayo Tar-
racina y Publio Prisco fueron igualmente Duumviros en
tiempo de Cayo César Germánico, llamado vulgarmente
Calígula, que se sentó en el trono de los Césares 37
años después de Jesu-Cristo.
Y, Analmente, con las monedas y medallas que nos
han quedado, preciosa historia grabada en metal, pode
mos afirmar que Osca fué una de las poblaciones mas
(\) Sospechan los anticuarios que Caligula quilo este derecho á
todas las ciudades de España, pues ninguna moneda legítima se ha
descubierto posterior á su sangriento reinado.
40
distinguidas de la España romana. Esta ciudad, en efec
to, en la que florecieron personajes romanos tan ele
vados como los de las familias Cornelia y Domicia, gozó
entónces del singular privilegio de batir monedas de
plata con la espresion de su nombre, privilegio que, se*
gun el P. Florez, solo se sabe que haya tenido Mari
da (1). Estuvo gobernada, cual las mas nobles Colonias
y Municipios, por Duumviros y Decuriones que consti
tuían la elevada magistratura y un verdadero Senado,
con el nombre de Curia, pues el orgullo romano solo
reservaba para los magistrados y legisladores de Roma
los títulos de Cónsules y Senadores.

V.
Urbs Victrix „ Osea.

El renombre de Ciudad Vencedora que ostenta Osca


en sus blasones, es tambien uno de los mas brillantes
timbres de su antigüedad y nobleza.
No se sabe á punto fijo cuando empezó á decorar
se con el dictado de Victrix; pero, como ya hemos in
sinuado, concienzudos historiadores opinan que Julio Cé
sar le concedió esta prerogativa en .memoria del eficaz
apoyo que de Osca recibió cuando se hallaba á punto

(I) Floiez —Utilidad de las medallas, cap. X, n. 1 y 10.


41
de ver menoscabada su reputacion y perdida su gloria en
las márgenes del Cinca. Siendo así, fué una reparacion
muy á tiempo. El verdadero vencedor de Afranio y Pe-
treyo, no fué en aquellas jornadas Cé.ear, fué el oscen
se que le brindó con su amistad y le tendió la mano.
¡Vrbs Victbix Osca! Este bello lema, que-puede leerse
en inscripciones, medallas y armas de esta ciudad, üene
una significacion mas importante de lo que á primera
vista parece. ¡Vrbs! No hizo nunca alarde Osca del dic
tado de Municipio, de Julia, ni de Augusta: como otras
ciudades importantes, no se envaneció jamás con los
fueros y privilegios unidos á aquella cualidad distingui
da. Todo el afan de los oscenses era hacer resaltar la
palabra Vrbs en monedas é inscripciones, es decir: la
palabra que indicaba que Osca era la ciudad por esce-
lencia, la rival algun tiempo de la señora del mundo,
la que se cubrió de gloria en los tiempos de Sertorio.
Roma se llamaba Vrbs por antonomasia, y Osca añadía
Victbix. que supone victorias. De ahí el que Osca ol
vidase muchas veces en sus medallas el nombre de la
efigie y el de sus duumviros, y nunca el de Vrbs, pa-
reciéndole mas notable, dice el Rmo. P. Florez, el dic
tado de Ciudad con el nombre de Vrbs que con el de
Civitas, acaso porque de aquél usaba Roma, intitulándose
Vrbs (lj.
Huesca se envanece aún con aquel elocuente lema;
lo ostenta en su escudo y seguirá ostentándolo, á fin
de que sus hijos y los estraños sepan que á orillas del
modesto Isuela existió en épocas pasadas un baluarte
cuyos defensores llegaron á amedrentar á los Léroesdel
Capitolio levantado junto al Tíber.

(i) Todos los medianamente versados en el -latin conocen la dife


rencia que existe entre Oppidum, Civitas y Vrbs.
12

VI.
Fin de la dominacion romana.—Invasion visigoda,-
Antigüedades.

El Imperio romano estaba corrompido; en sus con


vulsiones se notaba ya algo del estertor de un cadáver.
Una regeneracion se hacia precisa: se vislumbraban ya hor
das innumerables, llenas de vigor y de vida, que lle
vaban en sí el gérmen de una civilizacion naciente
destinada á heredar el legado que, en su agonía, quería
aun retener la orgullosa civilizacion pagana. Mil pue
blos del Norte se disponían á auistír al gran festín que
tenían preparado en el mediodia de Europa, y todos
los dioses del Olimpo temblaban ya en sus pedestales.
Al paso que el terrible caballo de Atila relinchaba de
impaciencia en las comarcas del hielo, la voz de los
discípulos del divino Nazareno entonaba himnos sagra
dos en las pavorosas catacumbas, en las hórridas maz
morras, en los infames circos en donde vertian á tor
rentes por la fé su sangre fecunda.
Osca tuvo tambien sus atletas santos; pero sus proe
zas no son de este lugar.
Y ¿quiénes eran esos emperadores cuyas manos no
podian sostener el cetro de Augusto?... Tiberio, Neron,
á3
Calígula, Domiciano, Diocleciano... ¡Qué crueldades' qué
abominaciones!
Y ¿quiénes eran esos pueblos que lenian su vista
fija en el manio imperial para repartirse sus girones?...
Los hunos, los suevos, los alanos, los vándalos, los go
dos... ¡Cuánta sangre! ¡Cuánto horror!
Todo el mundo verá eternamente en los sucesos de*
aquellos tiempos un justo castigo de la Providencia.
En el reinado del débil Honorio fué cuando las na
ciones septentrionales invadieron nuestras comarcas. Nues
tra España tuvo que admitir por señores á los visigo
dos, ó godos del oeste.
Su historia y sus reinados nos interesan muy poco.
Osca tardó mucho en saludar su venida, y aun cuando
dejaron en el pais algun recuerdo, los sucesos posterio
res borraron toda huella.
Ataulfo, Teodoredo, Eurico, Leovigildo, Recaredo, Mu-
va, Suinthilá, Sisenando, Witiza, etc., etc., reyes godos de
España, poco dicen para la historia de Osca.
La historia de Osca estaba íntimamente enlazada con
la historia de las Aguilas romanas. Sertorio, César, Au
gusto, eran nombres que aun resonaban con agrado en
el recinto de Osca, nombres que recordaban hechos glo
riosos y tiempos de grandeza, nombres queridos por mu
chos, nombres que no era facil se bonaran al empuje
de los bárbaros, singularmente cuando, abriendo tam
bien su campo á la corrupcion, los reyes de aquellos
nuevos invasores dieron mas de utoa vez el triste es
pectáculo de denigrantes disoluciones y de espantosos
crímenes.
Lo hemos dicho mas de una vez y no nos cansa
remos de repetirlo. Creemos que en todos tiempos los
oscenses, como- muchos pueblos del norte de España,
teniendo el valor de sus convicciones, defendieron en
41
las escabrosidades de la montaña su independencia, y si
alguna vez prestaron un ligero tributo á ciertos romanos,
es porque estos romanos fueron enemigos de Roma y
simbolizaban la época en que Osca adquirió mayor pu
janza, ¿r.ómo habian de rendirse al yugo de los septen
trionales cuya dominacion era un horrible escándalo y
tuya historia estaba toda salpicada de sangre?
No es posible con todo precisar la historia de aque
llos tiempos. El primer incendio del archivo de San Juan
de la Peña, acaecido poco despues de la fundacion del
Monasterio, nos priva de todos los documentos anteriores
á la dominaeion de los árabes, y solo no es posible
dilucidar algun tanto el carácter de aquellas épocas por
el contexto de algunos escritos religiosos que se han con
servado al través de mil trastornos en otras bibliotecas.
El año 466.de la era cristiana, es decir, después
de siete siglos de dominacion romana, Osca obedecía
aún al Imperio cuando el rey godo Eurico conquistó
á Pamplona, á Zaragoza y á la provincia tarraconense. Y aún
no es lícito afirmar que Osca quedara entonces sujeta
definitivamente al dominio de los godos, pues leemos en
San Isidoro que antes de Leovigildo era el reino godo
muy reducido, y que Suinthila, cuyo reinado principió en
621, mas feliz que sus predecesores, quitó á los To
manoslas ciudades que aun poseían en España (1).
Lo que sí podemos afirmar es que los obispos de la
antiquísima diócesi oscense no figuran en los codcüios
celebrados en dominios de los godos, hasta el año 589,
en que, por disposicion del glorioso Recaredo, se ce
lebró el Toledano III. En aquella acta se encuentra la
firma de Gavino, obispo de Huesca.

(1) Hispaniae infra oceani fretum monarchia regni primus idera


potitus, quod nulli retro Principura est collatuin —S. Isid. ad ann. 621.
45
De lo dicho se infiere que la dominacion goda fué
para la historia de Huesca un relámpago fugaz cuya im
presion quedó luego borrada por la dominacion sarra
cena. Asi es. que de la dominacion goda no ha quedado
señal, y de la romana mas antigua, pero mas profunda
y permanente, se han conservado muchos vestigios que
no hañ podido borrar el trascurso de tantos siglos, el
genio destructor que ha presidido á tantas guerras, y
el afan delos muslimes de destruir todo lo existente pa
ra fundar sobre estas ruinas una nueva civilizacion y
otras nuevas instituciones.
El curioso viajero puede aun ver hoy dia junto á
la Iglesia de San Vicente el Alto, ahora de las mon
jas de la Asuncion, una denegrida lápida, al parecer
consagrada á la victoria que Augusto consiguió de los
cántabros 19 años antes del nacimiento de Cristo, vic
toria que aseguró la dominacion romana en la Iberia.
En esta lápida lastimosamente expuesta á la intemperie,
apénas puede ya descifrarse la inscripcion siguiente:

V1CTORIAE. AVG.
L. CORNELIVS. PHOEBVS.
L. SERGIVS. QVINTILIVS.
SEVIRI. AVG.
D. S. P. F. C.
Esto es: Victoria Augusti, Lucius Cornelius Phcsbusi
Lucius Sergius Quinlilius, Seviri Augustales. Be sua pecunia
fieri curarunt.—«Lucio Cornelio Febo y Lucio Sergio
Quiutilio, Seviros augustales (1) consagran, á espensasuya,
esta lápida á la victoria de Augusto.»
(1) Distinguido orden de sacerdotes instituidos por Augusto y es
cogidos en las clases libres. Sus funciones eran velar por las ceremo
nias religiosas celebradas en honor de los Lares compítales, a cuyas
divinidades se erigian altares en las encrucijadas.
46
Trasladada de no sabemos donde ni cuando, esta es
" la única antigüedad de los bellos tiempos de la Osca ro
mana existente todavía en esta ciudad. Hay, sí, al
gun trozo de torreon ó quizá de murall.a; pero por
su estado y lo que es, no podemos decir lo que fué.
¡Apénas queda una piedra que pueda atestiguar tanta
gloria y poderío!
En un pedazo de columna del arrasado anfiteatro de
Toledo, hallóse la siguiente inscripcion:

HERCVLI. P. ENDOVELL
TOL. ET. V. V. OSCA.
DEIS. TVTEL.
COMPEDIT.
TAVROS. VRSOS. AVES. LIBIC.
QVODAM. D. D.

Esta lápida nos dice que Toledo y Huesca ofrecian


todos los años á Hércules y á Endovelico, sus dioses
tutelares, toros, osos y aves africanas.
Pero, ¿qué pudieron tener de "comun Toledo y Hues
ca? ¿Qué lazo íntimo pudo unir dos ciudades separadas
por tan larga distancia?
El lazo que une siempre á los magnates de todos
los países: el lazo que hermana á dos ciudades tlo-
rescientes. Toletum y Osca eran dos centros pujantes,
centros predilectos de los romanos, y nada extraño pa
rece que aun desde tan largo trecho procurasen darse
una mano amiga.
Lástima grande es que se haya perdido un ídolo
desenterrado en esta ciudad por el numismático oscen
se, el célebre Lastanosa, que, dicen, representaba al dios
Pán, dios que hubiera recordado los tiempos en que la
mitología latina habia escalado los altares levantados en
47
Osca, ántes de que la luz del Evangelio, traída aquí por
«1 apóstol San Pablo, disipára los tenebrosos errores del
paganismo. Quizás aquella estátua, además de su repre
sentacion histórica, hubiera tambien sido un rayo de
luz para descubrirnos el estado' de la escultura y el
gusto artístico que reinaba entónces en Osca. ¡Y no es
esta, por desgracia, la sola pérdida que tiene que lamen
tar el arqueólogo! Los tiempos sólo nos han legado
polvo; pero respetemos aun este polvo pisado por tantas
generaciones, por tantos héroes, por tantas grandezas;
polvo testigo de tantos hechos y empapado con la san
gre de tantos mártires y tantos guerreros.
La moneda oscense es la que abunda, como hemos
dicho, en todos los museos de Europa. Sacada de los
criaderos del Pirineo, fabricóse en tanta abundancia que
los cónsules y generales romanos la introducian á car
gas en la capital del mundo, en sus ovaciones y triunfos.
Esta misma abundancia, de que nos habla extensamente
Tito-Livio, ha hecho suponer á algunos, entre otras co
sas, que era propia de los oseos, oscuro pueblo de Italia;
pero esta objecion queda disipada, advirtiendo que ja
más los oseos fueron llamados oscenses por los escrito
res antiguos, sino constantemente osci. Muchos han de
mostrado que toda la plata llamada en la historia os
cense es propia de la gran Osca de Sertorio.
Podríamos sostener con copia de razones esta hi
pótesi; pero nos basta saber que en Osca se halló una
de las principales fábricas de moneda romana. Veinte y
tres son los troqueles conocidos hoy dia, y estas 23
clases de moneda nadie puede disputarlas á la ciudad
cuyo nombre llevan.

Daremos una' sucinta relacion de ellas por órden cro


nológico:
ÍS
1."— De plata. En el anverso una elegante cabeza varonil mi
rando á la izquierda como lodas las de Huesca, morrion ondea
do con penacho y punta delante. En el reverso un ginete con
morrion y lanza enristrada, y en el exergo la palabra OSCA. La
cabeza debe simbolizar el dios Marte, segun los anticuarios, quie
nes atribuyen su acuñacion á los tiempos de la República en
que se introdujo la costumbre de poner en efigie las cabezas de los
imperalores.

2."—De plata. En el anverso una cabeza barbada, represen


tando á Hérculas; á la espalda OSCA. En el reverso una figura
sentada, casi desnuda, con un globo debajo del pié, una cornu
copia en la mano derecha y un cetro o asta en la izquierda, mi
rando á la Victoria que vuela con una corona en su derecha y
una palma en la izquierda. Inscripcion: P. LENT. P. F. SPINTt
esto es, Publius Lenlulus, Publii Filius Spinter. Vaillant y
Pygio convienen en atribuir esta moneda á la familia Cornelia.

«•vS.*—Tambien de plata. En el anverso una cabeza varonil con


pelo rizado y uo collar, y detrás la palabra OSCA. Se supone que
esta efigie es de Hércules. En el reverso el ápice, hacha, asper
gio y símpalo, signos pontificales y de sacrificio. Su inscripcion
es: DOM. COS. ITER. IMP., esto es, Domitius Consul iterum
Imperator: Domicio Caivino, general y dos veces consul.

á.*—En el anverso la cabeza descubierta de Augusto, detrás


VRBS, delante V1CT. En el reverso una cabeza varonil de rostro
áspero, con barbas y manto en los hombros, delante de OSCA.
Esta eficie es, al parecer, de Hércules ó de Pan.

5.*—En el anverso la cabeza descubierta de Augusto. En me


dio VRBS VICT. En el reverso un soldado eqiiestre con morrion
y lanza enristrada, y en el exergo OSCA. El soldado que vemos
en muchas monedas alude, segun Florez, al título de Vencedora.
. 'r :.'. ?- ■ ana*
49
6."— En el anverso la cabeza de Augusto laureada, y una
inscripcion que. dice: AVGVSTVS DIVI F. En medio del anverso
OSCA y al rededor COMPOSTO ET MARVLLO II. VIR.
(Duumviris ) £,

7."— En el anverso la cabeza laoreada de Augusto con la ins


cripcion: AVGVSTVS DIVI F. En el reverso un ginete eon casco
y Iauza en ristre, y al rededor M. QVINCTIO. C. EUO. II.
VIR'. Entre los pies del caballo V. V. y en el exergo OSCA; mo
neda que debe leerse. Augustus Divi Filius, Marco Quinclio,
Cajo Mio Duumviris. Vrbs Yictris Osea. Augusto se llama hijo
del divino, esto es, de Julio César, su padre adoptivo.
8.a—En ol anverso la cabeza laureada de Augusto y la ins
cripcion: AVGVSTVS DIVI. F. PONT. MAX. PATER PATR1AE,
esto es, Augustus Divi Filius, Ponlifex Maximus, Pater Patrioi. En
el reverso el ginete con casco y lanza en ristre; entre los pies del
caballo V. V. OSCA, y al rededor: COMPOSTO ET MARVLLO-
II. VIR.

9."—En el anverso la cabeza laureada de Augusto y la ins


cripcion: AVGVSTVS PATER PATRIAE. En el reverso el ginete,
entre los pies del caballo V. V. y en el excrgo OSCA.

10."—En el anverso la cabeza de Augusto laureada y la ins


cripcion: AVGVSTVS DIVI F. PONT. MAX. PATER PATRIAE.
En el reverso el ginete ya citado y al rededor SPARSO. ET.
CAECIL1ANO. II. VIR. VRB. VIC. OSCA.

11."—En el anverso la cabeza del César Tiberio y la ins


cripcion: TI. CAESAR AVGVSTVS. En el reverso el ginete. á
los pies V. V. OSCA, y al rededor QVIETO ET PEREGRINO.
II. VIR.

12."—En el anverso como en la precedente. En el reverso el


50
ginele, entre los pies del caballo VRBS. VIC y en el exergo
OSCA D. D. (Dccrelo Decuriorum). Es la única moneda que es
presa haberse balido por orden de los decuriones.

13.*—En el anverso la cabeza de Tiberio laureada y la ins


cripcion: TI. CAESAIt. P. M. (Ponlifex Máximas). Ocupa el re
verso una corona de laurel, y dentro OSCA.

li."—En el anverso una cabeza laureada de Tiberio y la ins


cripcion: TI. CAESAIt DIVI AVG. F. AVGVSTVS. (Tiberio Ce
sar hijo augusto del divino Augusto). En el reverso un ginele
como en anteriores, V. V. enlre los pie3 del caballo, y en el
exergo OSCA.

15."— El anverso como en las anteriores y en el reverso el


ginele con las dos iniciales V. V. enlre los pies del caballo, OSCA
en el exergo y al rededor HOSPITE ET FLORO. II. VIR.

16 "—En el anverso la cabeza desnuda do Tiberio y la ins


cripcion: TI. CAESAR. DIVI. AVG. F. En el n verso OSCA en
medio con las dos V. V. una arriba y olra abajo y al rededor:
HOSPITE ET FLORO II. VIR.

17 '—En el anverso la cabeza de Tiberio y la inscripcion:


TI. CAESAR AVG. F. IMP. PONT, esto es, Tiberio Cesar, hijo
de Augusto, Emperador y Pontífice. En el reverso y en el centro:
MUN. OSCA; al rededor: M .. MAXUMO... Q. MI. PROCÜLO.
(Marco Maxumo et Quinto JE\io Proculo). Es la única moneda que
espresa ser Huesca municipio: MUN.

18.*—Igual á la precedente, distinguiéndose solo en la abre


viacion II. VIR. en vez de MUN.

19. '—En el anverso la cabeza laureada deCalígulay la iris


51
cripcion: G. CAESAR AVG. GERM. P. M. TRI... Se hallan, á
no dudarlo, borradas por el tiempo las palabras POT. COS., es
to es, Cajus Cesar Augusius Germánicas, Pontifex Náximus,
Tribunica Potestaíe Consul. En medio del reverso OSCA con las
do* V. V. y al rededor C. TARRAC1NA. P. PRISCO II. VIR.
(Gayo Terracioa et Publio Prisco Duumviris).

20'— En el anverso la cabeza desnuda de Germánico padre


de Calígula y la inscripcion: GERMANICVS CAESAR P. C.
CAESAR. AVG. GERM. (Germanicus Caesar, paler Cují Caísaris
Germanici.) En el reverso, el ginete con morrion y lanza en ris
tre, entre los pies del caballo V. V. OSCA, y al rededor C.
TARRACINA. P. PRISCO. II. VIR., inscripcion de la anterior.

21.'—El anverso como la 19. ', añadiendo POT. COS. En


el reverso una corona de laurel, dentro OSCA, y al rededor C.
TARRACINA. P. PRISCO. II. VIR. VRBS. VICT.

22.*—El anverso como la anterior. En el reverso el ginete do


otras; al rededor C. TARRACINA. P. PRISCO. II. VIR , y en
tre los pies del caballo V. V. OSCA.

23."— El anverso como- la 19.", y en el reverso el ginete, y


entre los pies del caballo V. V. OSCA, sin nombres de dunra-
viros.

¿Cuántas poblaciones pueden presentar tan rico museo?


¡Lástima es no ver coleccionados y reunidos en un
gabinete estos preciosos documentos históricos y otros mil
que se hallan por desgracia dispersos y perdidos! ¡Con
qué cuidado y á costa de cuántos sacrificios no se cus
todiarían religiosamente en otros pueblos extraños! ¿Con
qué avidez no se buscarían los que hasta ahora no ha
descubierto la casualidad, ó la diligencia de entendidos
52
arqueólogos? ¿Cuánta importancia no darian á ciertas
colecciones numismáticas? ¿Cuántas dudas históricas no
podrían resolver? Sin embargo, sólo con los que existen,
puede Huesca estar sumamente orgullosa; y por mas
que la crueldad del tiempo, los vaivenes políticos y la
furia de las guerras le hayan arrebatado preciosas jo
yas, las retendrá indudablemente en la memoria, y con
servará solícita las pocas, pero elocuentes, que todavía
le quedan.
53

SEGUNDA PARTE.

WESCHKA.

VII.
Irrupcion agarcua.

El año 711 señaló un período nuevo y trascen


dente en los fastos de España.
A orillas del Guadalete desaparecía con el rey Don
Rodrigo la monarquía goda, monarquía extraña en la
Iberia romo lo habian sido años antes primero las re
públicas, mas tarde las dictaduras y el imperio.
Desapareció la monarquía goda para dar entrada á
otros dominadores codiciosos de nuestro fértil suelo.
Y aquí, pemitasenos una ligera reflexion. No somos
de los que se consideran descendientes de los godos, y
extrañamos que algunos busquen aun hoy dia con
M
incalificable alan los timbres de su alcurnia y sus bla
sones en aquella antigua raza. Creemos que los iberos,
los verdaderos iberos, jamás pudieron confundirse cou
los dominadores, jamás transigieron con sus señores. Los
que se consideraban impotentes, lloraban su cautiverio:
los fuertes tomaban las armas. ¿No prueban este aserto los
guerreros emigrantes á las cordilleras pirenáicas á quienes
vemos durante siglos y siglos contra los que avasallaban
las ciudades, ora se llamasen cartagineses, ora romanos
ó visigodos?... ¿Cómo se esplica, si no, la invasion sar
racénica? ¿Los pocos enemigos que figuraban en Guada-
lete eran capaces do conquistar por entero una nacion
tan grande como poderosa? ¿Es bastante una batalla pa
ra aherrojar á todo un pueblo? Ah! no, mil veces no.
La esclava Iberia miró indiferente la entrada de los
sarracenos, porque sólo cambiaba de señores; y, testigo
de la corrupcion de la coi te goda, creyó ganar en el
cambio.
La corte goda, decimos, estaba corrompida; y no es
que el catálogo de sus reyes dejara de contar algunos
genios. Nos sorprende aun la gran figura de Recaredo
dando á España un solo Dios, un. solo rey y una ley,
y trabajando con fé y entusiasmo para confundir en uno
solo los nombres de iberos, godos, suevos y alanos; nos
admira Sisenando, el severo Wamba sabio en la paz y
valiente en., la guerra, y el íntegro Egica; pero todas
estas virtudes se borraban de la mente de los iberos,
ante la depravacion de los Witericos, la sensualidad y
negligencia de los Suintilas y los horribles crímenes de
los Witizas
Sucesor de Witiza fué el famoso Rodrigo, Rodrigo,
que no supo contener Ja invasion de los sarracenos,
y que en la batalla del Guadalctc perdió . el honor, la
corona y la vida.
55
Varias son las opiniones sobre las causas que abrie
ron las puertas de España á los sarracenos
Las mas fundadas quizá suponen que aquella agre
sion fué promovida por Evano y Sisebuto, hijos de Wi-
tiza, refugiados en Africa, que, de acuerdo con sus tios
el arzobispo Oppas y el conde D. Julian, ofrecieron su
patria á los africanos, dando de este modo un libre
desahogo á su furia y venganza. ,
Natlie ignora que Mariaua y con él muchas tradi
ciones encuentran el origen de aquellos sucesos en la
fascinadora belleza de Florinda, llamada la Cava. El
rey, dicen, se enamoró ciegamente de las seductoras
gracias de aquella dama de palacio, hija de D. Julian,
gobernador de Ceuta, y alcanzó á la fuerza lo que no
habia podido su galanteo. La venganza del padre de la
hermosa injuriada fué terrible. Entregó á las huestes de
Mahoma las llaves de España y la cabeza de su Rey.
Tarif ó Tarik fué el caudillo de aquellos invasores.
Solo con siete mil mauritanos se habia lanzado á las
playas de un pais desconocido, y habia hecho doblar la
cerviz á la raza goda afeminada con la mezcla de san
gre romana. Muchos miran aquella época como el pe-,
ríodo más fatal de la historia de, España; nosotros, con
vencidos por las razones de excelentes críticos, solo ve
mos en ella el principio de la regeneracion ibérica.
Al saber Muza, gefe de Tarif, el resultado de la
batalla trabada en los campos de Jerez de la Frontera,
ambicionó los laureles de su subordinado; y, cansado de
las ardientes arenas de los desiertos africanos, quiso
tambien respirar en los perfumados vergeles ibéricos, en
los que soñaba su fogosa imaginacion oriental. Presen
tóse á orillas del Guadalquivir y en los seductores pen
siles de Granada, no seguido como Tarif de una hor
da de esclavos mauritanos, sino acompañado de su se-
56
»
tado mayor de selectos Koreischilas descendientes lodos
de aquella pura raza de Ismael, ágil y atrevida, cuya
vida era la guerra, cuyo mayor amigo era el ligero é
incansable corcel.
Rivalidades surgieron entrc Muza y Tarif, rivalida
des nacidas de los celos y ambicion de ambos, hasta
que Tarif se decidió á prestar homenage á su irritado
superior.
Desde aquel dia la conquista fué dilatándose "de una
manera pasmosamente rápida.
De Toledo partieron los dos reconciliados caudillos
con una idea fija: hacer suya la España goda. Y su
pieron llevar á cabo su atrevido pensamiento con un
éxito que asombra.
Tarif se maravilló de hallar resistencia ante los mu
ros de la celebérrima César-Augusta; pero Muza que
acababa d; dar la vuelta á la alta cuenen del Duero,
se vino en busca de Tarif por el alto Ebro, y am
bos caudillos se hicieron dueños de aquella ciudad que
evitó el saqueo entregando una gran cantidad de oro (\).
Muza y Tarif, combinando entónces sus esfuerzos,
dejaron guarnicion en Zaragoza y en Osca y penetra
ron en Cataluña.
Oóca no se defendió como Zaragoza y otras ciudur-
des: creyó cosa imposible resistir al impetuoso torrente
de los fantásticos hijos del aire que por encanto cu
brian ya la península toda; ó quizá, vertiendo una lá
grima de sangre al' recuerdo de los gloriosos tiempos
de Serlorio y de Augusto, creyó ver en el varonil as
pecto de aquellos orientales, el iris que anunciaba tiem-

(1) Orliz de la Vega. Lili. VI. cap. II.


El P. Itamon a quien el nombre de moro asustaba, cree que Za
ragoza fue saqueada.
57
pos mejores, la resureccion tal vez de su antiguo apo
geo, mas abatido que nunca con la bárbara domina
cion de los godos.
Es portentosa la conquista de los agarenos. Más de
un siglo habia costado á los godos posesionarse de Es
paña, y casi dos á los romanos. Los sarracenos, en me
nos de dos años, no sólo dominaban en todas las ca
pitales de la Iberia, sino que liabian pasado los Piri
neos; invadido la Galia y llevado sus armas victoriosas
mas allá de Narbona. Y es que la Iberia, largo tiempo
aherrojada, ni fuerzas tenia para sacudir sus cadenas.
Dicha fué que Osca abriera sus puertas al vencedor.
. Así pudo conservar mas largo tiempo memorias de su
pasada pujanza: pudo conservar las murallas y fortale
zas romanas que la circuían, como á las mas peregrinas
llores circuyen y defienden punzantes espinas.
Al ceñir Osca el turbante, y al cambiar su trage
godo por el morisco, mudó tambien de nombre.
Los orientales que dominaron en esta ciudad, aspi
rando, como en ellos era natural, el principio de la pa
labra, y haciendo su primera sílaba mas oscura, pero
conservando el mismo radical, convirtieron Osca en
WeschkA', cuya palabra se ha transformado con el tiem
po en Huesca (l).
Desde aquel dio, es decir, desde que la media luna
se alzó triunfante sobre el alcázar de la plaza de la Azuda,

(1) Sabemos que el P. Ramon sostiene que Huesea se llamo Osca


aun despues de la dominaron ag*rena, y confiesa que ignora cuándo
pudo corromperse este vocablo. Creemos con el que el nombre de Osca
- se escribio aun en documentos posteriores á los sarracenos, porque los
mozárabes mas eruditos hablaren siempre un lalin más o menos tosco;
pero á nadie debe caber duda que. la corrupcion de la palabia que nos
ocupa se debe á los verdaderos árabes. La aspiracion era propia de aque
llos cxtrangeros y la alteracion de voca'es muy natural.
58
dos son las historias de Wbsciika: la historia árabe y
la historia ibérica: la historia de los hijos de Osca que
no viendo saña, sino tolerancia en el vencedor, no qui
sieron abandonar sus queridos lares, y la historia de otros
hijos qlie, de diferente parecer, formaban un. solo grupo
con aquellos nobles varones, que reunidos en San Juan
de la Peña, meditaban la reconquista y juraban morir
por la independencia de su patria.
Nos hallamos en la Weschk.v árabe. Aquí hemos de
recordar á nuestros lectores que nos hemos propuesto
ser imparciales; y este mismo propósito nos obliga á
emitir nuestra franca opinion, en contradiccion algunas
veces con lo que juzgamos preocupaciones de escritores
mus eminentes . De una manera negra, muy negra, nos
pinta el P. Ramon y algunos historiadores antiguos la
entrada de los agarenos, y su establecimiento en la Es
paña goda. «Es increible, dicen, la celeridad y liereza
con que los vencedores corrieron nuestras provincias,
regándolas de sangre cristiana, poblándola de, cadáveres
y arrasando los pueblos.... No quedó en toda nuestra
Península ciudad que no cayese en poder de los bárba
ros, ni Iglesia Catedral que' no fuese arruinada ó con
vertida en mezquita....» Estamos léjos nosotros de inten
tar defender la invasion de los infieles; pero no pode
mos conformarnos tampoco con la opinion de, aquellos
que tienen solo pajabras injustas para el árabe y sien
ten la caída de la monarquía goda; pues, como dice un
sabio escritor contemporáneo, «ni los godos reinaban á
gusto de los iberos, ni su dominacion habia sido otra
cosa que una conquista y una tiranía, ni su catolicis
mo era puro, ni su cristiandad ha podido merecer el
nombre de acendrada, ni habia entre ellos otra sangre
real que la de los generales entre quienes todos y cada
uno se creía con títulos para ocupar el trono, ni ha
59
oían, sobre todo, sucumbido de una manera digna de
dejar recuerdos nacionales, para que España pudiese to
mar á pecho su restauracion y su venganza.» Y por
otra parte, tocante á Jos árabes, todos sabemos que si
los versículos del Khorán hablan de cuán glorioso es el
fin de los que mueren por Alláh .y su Profeta, sus or
denanzas militares no prescribian el exterminio prime
ro, el saqueo en seguida, segun costumbre de los ro
manos y de los bárbaros; sino que prohibian el botin
sin permiso del gefe, auu en las ciudades tomadas por
asalto.. (\)
Pero, limitémonos á Weschka.
En Weschka, como en todos los pueblos conquista
dos, los árabes dieron la libertad de cultos; de modo
que las familias cristianas de los oscenses que perma
necieron en la poblacion, conocidos en la historia con
el nombre de mostárabes ó mozárabes, pudieron seguir
ofreciendo el tributo de su adoracion y sus votos al san
tísimo Mártir del Gólgota. Los árabes profanaron, sí, la
santa iglesia catedral, conviniéndola en mezquita; pero
asignaron á los cristianos la de S. Pedro el Viejo para
la celebracion de los misterios y oficios divinos.
Para comprender las alternativas históricas de la
Weschka árabe es preciso que no perdamos de vista los
sucesos de España.

(1) Queremos copiar el siguiente pánafo d* la Historia general de


España por [). Modisto L;¡fuenle. — «A ser autenticas, como no se duda
ya, las capitulaciones de Cordoba, de Toledo, de Meiida, y aun la de
Zaragoza, revelase en ellas mas la política -de un proselitisma religio
so que el afán de esterminio, y algunas de sus condiciones fueron mas
humanitarias de \o que podia esperarse de un pueblo invasor que ocu
paba por conquista un pais don'le hallaba diferente religion y distintos
hábitos y costumbres: cieeinos que en este punto no puede compararse
la conducta de los árabes á la de los romanos y godos ..» Parte II,
libio i. ,
60
Ya hemos indicado las desavenencias nacidas de la
ambicion de los dos gefes Muza y Tarif, ambos subdi
tos de Walid. califa de Damasco; pero aquellas desave
nencias no eran más que el preludio de imponentes y
trascendentales discordias. Los gefes que habian con
quistado el territorio «spañoi habian venido acompaña
dos de dos razas distintas: los mauritanos ó berberiscos
que acaudilló Tarif y los asiáticos ismaelitas de pura ra»
za árabe puestos á las órdenes de Muza; y estas dos
grandes razas contaban áun sirios, egipcios, persas y
yemenitas, sectarios todos de Mahoma. Así es, que pri
mero el odio de raza y la lucha, de unas tribus que
riendo predominar sobre otras y emanciparse de la so
beranía de Siria, y mas tarde las escisiones y revueltas
promovidas en la misma corte de Damasco que derrum
baron la dinastía de los Omeyas y entronizaron á los
Abassidas, convirtieron' por largo tiempo la Iberia mus
límica en un horroroso teatro de interminables guerras
civiles. No es, pues, maravilla que veamos á los walis,
emires ó gobernadores árabes de Weschka sacudir el
yugo de los emires ó califas de Córdoba y erigirse en
reyezuelos independientes, así como los emires de Cór
doba se habian proclamado independientes del califato
'de Damasco.
Demos una ojeada sobre esta parte tan interesante
de nuestra historia.
Gl

VIII.
Walies de Weschka.

Las discordias nacidas entre Muza y Tarif obligaron


al califa Walid ben Abdelmelek á llamarlos á entrambos
a Damasco, creyendo que este era el mejor medio de
reconciliacion.
El galante y entusiasta Abdalaziz, hijo de Muza, fué
encargado del gobierno de España, La historia de Ab
dalaziz forma un muy bello poema. Enamoróse perdida
mente de su linda cautiva, la jóven Egilona, viuda del
desventurado Rodrigo, y, poniendo á los piés de la be
lla su fortuna, le dió la mano de esposo, sin exigir que
abrazase el islamismo, antes bien permitiéndola que si
guiese siendo cristiana. Solo quiso que cambiase su nom
bre de Egilona por el de Ommahsan, es decir, la de
los lindos collares. Todo es poético entre los orientales.
Supo regularizar la administracion de España; pero
su tolerancia cada dia creciente con los cristianos hí-
zole sospechoso á los musulmanes, algunos de los cua
les creyeron que habia abrazado secretamente la fé de
Cristo. Murió bárbaramente asesinado de órden del or
gulloso y sombrío califa de Damasco Sulei man ben Ak-
delmelek sucesor de Waüd, miéntras, oraba en la mez
quita.
62
Sucedióle en el mando su primo hermano, el justo
emir Ayub ben Habid El Gahmi quien trasladó el asien
to de gobierno, de Sevilla, en donde hasta entonces ha
bia estado, á Córdoba; pero no tardó en ser depuesto de
órden del Califa, por ser pariente de Muza, y se nombró
en lugar suyo á Aluaurben Abderraman, llamado co
munmente El Horr y Alahor en las crónicas cristianas.
El Horr fué el que primero llevó las huestes muslími
cas á la Galia, señalándose con varios triunfos, princi
palmente con la toma de Narbona; pero fué depuesto por
sus exacciones.
No es nuestro propósito seguir paso á paso la cro
nología y los hechos de los emires de Córdoba. Nos
basta señalar ligeramente los sucesos mas culminantes
que influyeron mas ó menos en la historia de Weschka.
No nos detendremos pues en pintar los reveses
de las armas muslímicas en la Galia, cuya comarca tem
bló por un momento ante los victoriosos invasores que,
como un formidable torrente, asolaban cuanto les oponía
resistencia; no nos detendremos en pintar la rebelion
del moro Munuza que quiso sobreponer la raza berbe
risca á la ismaelita, ni la gran derrota de los sarrace
nos en Poiliers, en donde Cárlos Martell les hizo sentir
todo el vigor de su terrible brazo. Un suceso mas tras
cendental que tenia lugar muy léjos de España, en Da
masco, nos exige algunas palabras.
La gran familia de los Abassidas fBcni- Alabas) ambi
ciosa, cruel y traidora, que se decia descendiente de Abbas,
tio de Mahoma, acababa de levantar en Oriente su negro pen
don contra el estandarte blanco de los generosos Ommiadas
y Omeyas, que ocupaban el trono imperial de Damasco,
cuando Muza y Tarif se enseñorearon de España. Se
enarboló aquel negro pendon y el bando que se cobijaba
consiguió un triunfo; pero triunfo cobarde é infame, pues
63
asesinó á los Omeyas en un banquete que habian fin
gido celebrar para la reconciliacion de los dos bandos;
y, con tan feroz atentado, entronizándose sobre la san
gre de la dinastía reinante, vió colmadas sus antiguas
pretensiones. Este crimen se perpetró hácia el año 756,
es decir, cuarenta y tantos años despues de la entrada
de los musulmanes en España. Solo un ausente, tierno
vastago de los Beni-Omeyas, pudo librarse de la ma
tanza: este era el jóven Abderrahman ben Moawiah, nie
to- del califa Hixem. Tendremos luego ocasion de hablar
de este predestinado mancebo.
¿Qué pasaba entre tanto en nuestra península?
Los sucesos de Oriente habian de ejercer necesa
riamente su fatal influencia en la España muslímica. Mal
avenidos los sarracenos en la distribucion de lotes y co
marcas, siempre eu pugna unas tribus con otras, dis
putándose la supremacía, iba fraccionándose, con estas
reyertas intestinas, el terrible poder de los primeros do
minadores.

Vemos que en 758, cuarenta y siete años despues


de la entrada de los moros en España, era Walí ó pre
fecto de Weschka cierto Abderramen, v, si hemos de
dar erédito á las crónicas, este Cadi ó Walí *e habia de
clarado independiente del emir de Andalucía. Nada mas
fácil en aquellos tiempos revueltos. Zaragoza no reconocía
ya tres años antes á otro soberano que ú Amer ben Amru,
llamado Rey, lo mismo que el de Huesca, "por los cro
nistas cristianos.
Sin embargo aquella independencia no fué duradera.
Córdoba habia abierto ya sus puertas á un joven.
64
príncipe que sabia atraerse las simpatías de casi toda
la España árabe. Los jeiques y ancianos reunidos en
consejo determinaron separarse del califato de Oriente,
de que Abul-Abbas se habia enseñoreado de un modo
bárbaro é infame, llenando de sangre las gradas del tro
no. Abderrahman ben Moawiah, ilustre vástago de la
familia de los Omeyas, único que, como hemos dicho,
pudo escaparse de aquella horrible matanza, fué llama
do de los aduares del África en donde se hallaba fu
gitivo y proscrito para ser el fundador de otro Califato
de Occidente. Aquel jóven, recibido en Andalucía coa
palmas y vítores, fué pues el primero qne en 755 le
vantó en Córdoba un trono independiente de Damasco.
Trabajos habia de costar consolidar aquel trono. Tuvo
primero que luchar con varias facciones de la gente mu
sulmana. El caudillo Jussuf El Fehri, al frente de mu
chos partidarios, se declaró su mortal enemigo, infa
mándole con el nombre de adaghel, d intruso. Almu-
ñecar, Hins Almunecáb, esto es, fortaleza de las lomas,
fué el teatro de las primeras glorias del jóven y animo
so príncipe. En sus filas descolló un hombre extraor
dinario: el célebre Abdelmelek ben Omar, el famoso
Marsilio de las crónicas cristianas y romances moriscos,
que levantó en su vigorosa diestra la ensangrentada ca
beza de Jussuf.
En 763, se intentó tambien enarbolar en la España
árabe el manchado pendon de los Abassidas (1). Los ca
lifas de Damasco que no podian ver formarse pujante
otro califato en Occidente, confiado á un descendiente de
sus mortales enemigos los Omeyas, habian preparado
aquella tentativa; pero aquel negro pendon fué pisolea-

(1) La bandera de los Beni-Omeyas era blanca y la de los Abas-


sidas negra.
65
do por el esfuerzo de las tropas del prudenle monarca
y el valor sin par del terrible Marsilio.
Despues de estas y otras luchas siempre afortunadas,
quiso recorrer las comarcas de su dilatado reino que
aun no habia visitado, mezclando quizás á su curiosi
dad la mira de hacer suyas provincias todavía no com
pletamente sujetas.
Entonces Weschka tuvo en sus muros al primer ca
lifa de Córdoba. Si Abderramen walí de Weschka, pudo
algun dia, á imitacion de sus vecinos, proclamarse in
dependiente, se vió sin duda alguna forzado, en aquella
ocasion solemne, á doblar la rodilla y prestar homenage
al gran califa Abderrahman ben Moawiah. (7(58)

Pocos años despues, en 778, encontramos walí de


Weschka al famoso Abitauro, famoso por haber traba
jado con ahinco en pró del malogrado proyecto del cé
lebre Carlomagno. Era entónces walí de Zaragoza Sulei-
man ben Alarabi, comunmente llamado Ibnalarabi, quien,
favorecido . por la alianza de Abitauro y de otros cadies
vecinos, labia proyectado la comun independencia, ofre
ciendo su amistad y quizá las llaves de España al
hijo del valeroso Pepino, emperador de Francia.
Carlomagno acababa de sujetar la Sajonia y se ha
llaba en el fondo de la Alemania cuando fué sorprendido
por una singular embajada. El mismo Ibnalarabi acom
pañado de otros jeiques movidos por odios de raza, en
tre los que figuraba tal vez Abitauro, cubiertos con sus
albornoces, se presentaron ante aquel gran príncipe
de la cristiandad, ofreciéndole su amistad y apoyo en
cambio.de su proteccion á favor de los walíes que in
5
66
tentaban separarse del emirato de Córdoba. Tal emba
jada no podía ménos de ser bien recibida. Fijó Cario-
magno su mirada en la codiciada Iberia, y en la pri
mavera del año 778 invadió nuestro suelo. Abitauro
abrió las puertas de Weschka- y entregó las llaves de
la ciudad á Carlomagno. Se adelantó este emperador á
Zaragoza; pero Zaragoza le negó la entrada (l).
«Grande debió ser su sorpresa al encontrar sus puer
tas cerradas y sus habitantes preparados á defenderla.
¿Qué se habian hecho los ofrecimientos y compromisos
de Ben Alarabi? ¿Es que se arrepintió de su obra al ver
á Cárlos presentarse, no como auxiliar, sino con el aire
y ostentacion de quien va á enseñorearse de un reino?
¿O fué que los musulmanes llevaron a mal el llamamien
to de un príncipe cristiano y de un ejército estrangero,
y se levantaron á rechazarle aun contra la voluntad de
su mismo walí? Las crónicas no lo aclaran y todo pu
do ser (2).»
La retirada de Carlomagno fué una terrible derro
ta. Es de creer que el mismo Abitauro walí de Weschka
le persiguió en su fuga, obligándole á trasmontar los
Pirineos, como algunos aseguran.
Carlomagno abandonó presuroso el Aragon, entró en

(i) El P. Ramon siguiendo á algunos cronicones franceses atribu


ye la empresa de Carlomagno á sus religiosísimos deseos de aliviar y
consolar á los cristianos sujetos al yugo Sarracenico, y la despoja de
toda mira interesada. Respetamos su opinion; pero, á fuer de impar-
cíales, trascribiremos las palabras de Eginhard secretario y cronista del
mismo Carlomagno y, por tanto, persona nada sospechosa: «Entonces, di
ce, concibiendo el rey, á persuasion del mencionado sarraceno, la es
peranza de tomar algunas ciudades en España... Tune rex persuasione
praedicti sarraceni, etc.» Creemos que Carlomagno medito una conquis
ta. Lo prueban los bagages y tesoros recogidos durante la expedicion
en nuestras campiñas y poblaciones taladas y devastadas.
(2) Lafuente.=Part. II. Lib. I.
67
Navarra é hizo desmantelar á su paso los muros de Pam
plona. Pero, ' al llegar al valle de Roncesvalles pobla
do de montañeses vascos, su retirada se convirtió en
uDa funesta derrota. «Los lamentos y alaridos de los mo
ribundos soldados de Carlomagno se confundían con la
gritería de los guerreros vascones, y retumbando en. las
rocas y cariadas aumentaban el horror del sangriento
cuadro. Allí quedó el ejército entero, allí todas las ri
quezas y bagages; allí pereció Egghiard, prepósito de la
mesa del rey, allí Anselmo, conde de palacio, allí el
famoso Roland, prefecto de la Marca de Bretaña, allí,
en fio, se sepultó la flor de la nobleza y de la caba
llería francesa, sin que Cárlos pudiera volver por el ho
nor de sus pendones ni tomar venganza de tan ruda agre
sion (1).» Aun conserva Vizcaya el recuerdo de aquella
inmensa victoria; aun recuerda cuando sus hijos para
petados en las breñas y riscos aplastaron bajo los pe
ñascos que hacian rodar de las crestas de los montes
á los altivos soldados francos que llenaban la hondo
nada; aun se oye á veces, acompañado del cuerno sal
vaje, alguna estrofa del canto de guerra que inmorta
lizó aquella acoion. ¡Herdurida! herdurida! cer ¡anlzazco
sasia!
Carlomagno vino á España con un proyecto de con
quista y tuvo que escaparse, viendo que en esta na
cion se eclipsaba su gloria (2).

(1) Lafuente. Ibid.

(2) El P. Ramon de Huesca, fijo en su ¡dea, nos dice: «No se


puede dudar que en los tratados que estipulo este religiosísimo prin
cipe (Carlomagno) con los prefectos de Zaragoza y Huesca, sacarían
grandes ventajas los cristianos que moraban en ellas, puesto que em
prendio tan larga y costosa jornada por su alivio y consuelo, y que
dichos prefectos los tratarían con humanidad por respeto á Cárlos á quien
G8
Segun Casiri en tiempo de Abderrahman I de Cór
doba fué tambien walí de Wescuka Taman ben Alcama
Abu Caleb, vencedor de Toledo y uno de los primeros
dignatarios del califa. Fué walí de W escura, deTarazo-
na y de Tortosa, en cuya ciudad murió de vejez, de
jando un magnífico poema sobre la venida de Tarik
ben Zaid á España, guerras que se originaron y reyes
y walíes que la gobernaron. (1)
Tambien consta que el califa posteriormente á la
visita que hizo á sus apartadas provincias, nombró walí
de Zaragoza y de la España oriental al célebre Marsilio,
de quien ya hemos hablado; y nos parece muy verosí
mil que aquel famosísimo caudillo haya dirigido á la vez
el gobierno de Weschka.

Reinaba ya en Córdoba el hijo predilecto del pri


mero de los Ommiadas, Hixem f, apellidado por los
suyos Al Adliil y Al Rahdi, esto es, el Justo, el Afable.
El principio de su reinado fué tan turbulento como el

debian sus estados, y sin cuya proteccion no podian mantenerlos con


tra la prepotencia de los reyes de Cordoba....»
Creemos un sueño estos tratados y casi estamos seguros que el P.
Ramon, al escribir las anteriores líneas, tenia á la vista algun croni
con cristiano de la otra parte de los Pirineos.

(1) Taman ben Alcama Abu Caleb, rege Abdel-rahmanno, huyus


nominis primo, in Hispaniam venit: ibique apud illum Viziri munere
functus est. Eo duce Toletum urbs ad deditionem coacta, Use», Tu-
riasoni, et Dertosas prsefuil, ubi senio confectus obüt. Carmen scripsit
de Tareki Bon Zaid in Hispaniam ingressu, de bellis ibi gestis, atque
de illius Regum et Prefectorum serie.
Casiri: vol. 2., pag. 36.
09
de su padre. Además de tener que luchar con la am
bicion de sus rebeldes hermanos hallóse en fíente de los
berberiscos que jamás podían resignarse á recibir le
yes de la raza árabe.
Said bcn Hussein, walí de Tortosa, negóse á reco
nocerlo por sucesor del gran Abderrahman I, y con
certóse con los franceses para emaneipar las plazas de
Gerona, Ausona y Urgel. Balhul, caudillo de la fron
tera, unido á los walíes de Wescuka, Tarragona y
Barcelona, tomó á Zaragoza y se proclamó indepen
diente. (790) Era tiempo de obrar con vigor para ase
gurar el combatido trono de Córdoba. Hixem I mandó
publicar el alghíed, óseala guerra santa en los minbhares
ó pulpitos de todas las mezquitas de su reino, y, po
niéndose á la cabeza de sus fieles soldados, no sólo re
dujo á la obediencia á los rebeldes moriscos y pa
cificó la España oriental, sino que llevó sus armas vic
toriosas al otro lado del Pirineo.
En 790 murió Hixem I, despues de haber visto ter
minada la gran mezquita de Córdoba. Sucedióle su hijo,
el tercer Ommiada, Alhakem I, que, como sus predece
sores, habia de iniciar su reinado haciendo frente á la
guerra civil promovida por sus dos lios Suleiman y
Abdallah que le disputaban el trono.
El hijo de Carlomagno, Ludovico el Pio, rey de la
Aquilania, aprovechándose de estas discordias y ayudado
de sus leudes y caudillos, recobró á Narbona, batió á
Balhul y Abu Tahir gefes musulmanes de la fron lera,
rindió á Gerona y consiguió que se le entregasen Lé
rida, Pamplona y finalmente Weschka. Este bloqueo de
Weschka por Ludovico acaeció en 797, despues de la.
rendicion de Barcelona, y segun se colige del texto del
citado cronista Eginhard, la toma de Weschka fué el fin
principal de esla feliz expedicion dispuesta por Cario-
70
magno (\). La posesion de Weschka era en efecto de
suma trascendencia para los planes de Carlomagno. Si
tuada esta fuerte ciudad entre los sarracenos y los do
minios franceses, podia convertirse en una avanzada ter
rible y en un punto estratégico de la mayor impor
tancia. Entónces era Prefecto de Weschka Hassan, quien,
segun los escritores árabes, entregó la ciudad con villa
nos contratos.
Sin embargo, los triunfos del rey Ludovico no habian
de ser duraderos. Alhakem I que por su buena fortuna
fué distinguido con el renombre de Almudhaffar, ven
cedor afortunado, personóse en la España oriental, re
cobró á Weschka y otras poblaciones, y traspasó los
Pirineos.
Segun las mas probables conjeturas, cierto Bahaluk
fué walí de Weschka durante estos tiempos.

El indómito ffassan que volvemos á encontrar walí


de Weschka en 799, intentó de nuevo separarse de la
soberanía de Córdoba. Envió un legado á Carlomagno,
que se hallaba en Aquisgran, con varios regalos y las
llaves de la ciudad, ofreciéndole la entrega del pueblo,
venida la ocasion f2). No trató de desperdiciar estas
buenas disposiciones Carlomagno^ deseoso siempre de ha-

(1) Qua recepta (Barcinona) Rex filium suum Ludovicum ad obsi-


dionem Oseas cum excrcitu in Hispaniam missit.
Eginhard: Annal.

(2} Aian Sarracenus Prefectus Oseas claves urbis cum alus donis"
Rejri missit, promitens eam se tiaditurum si opportunitas evenírtt.
Eginhard: Annal.
71
ccr de España una provincia de su vasto imperio de
Occidente. Su hijo Ludovico emprendió una nueva cam
paña contra la España oriental el mismo año 799. Sa
lió de Tolosa el rey de la Aquitania, pasó por Barce
lona defendida por el sagaz é intrépido Zaid, rindió las
fortalezas de Lérida, arruinó la poblacion y pasó ade
lante, destruyendo y abrasando todos los municipios de
las riberas del Cinca hasta llegar á los muros de Weschka.
Entónces Hassan no quiso cumplir á las huestes. fran
cas su oferta; cerró las puertas de la ciudad y se dis
puso á una vigorosa defensa. Tal conducta era muy na
tural en aquellos prefectos que, con sus ungimientos,
sólo buscaban proteccion y alianza para sostener su in
dependencia.
El sitio de Weschka duró desde el tiempo de la
siega hasta A invierno, esto es, más de cinco meses.
Era demasiado fuerte la ciudad para querer rendirse fá
cilmente. Ludovico desistió de tomarla y se retiró, no sin
consumir y llevarse todas las mieses, despues de haber
talado y devastado cuanto habia hallado fuera de la
ciudad. (í)
Pero lo que sólo se explica atribuyéndolo á una po
lítica egoista y sin pudor, el mismo Hassan que se ha
bia distinguido en tan valerosa defensa, volvió algun
tiempo despues á poner la ciudad en manos de Lu
dovico (2J.
Entre tanto Barcelona, despues de una desesperada
defensa, se habia rendido á las fuerzas del rey de la

(1) Cujus agros segetihus plenos manus roilitaris secuif, vastavif, in-
cendit; et quaecumque extra civitatem sunt reperta, incendio depascente
sunt consumpta. Quibus explctis ¡inminente jara hieiue, ad propria redüt.
(Eginhard: Anual.)

(2) Marca Hispan, lib. 3. cap. 16.


72
Aquitania que ya se habia apoderado de algunas oiras
ciudades del oriente de España. El emir Alhakem I se
dirigió con parte de su ejército á Zaragoza, entró en
Weschka, en donde se opina que mandó decapitar al
walí Hassan traidor á los moros y á los cristianos, y
restableció su dominio en varias ciudades.

Escenas sangrientas é inauditas señalaron los últimos


dias del reinado de Alhakem I. Lo que pasó en To
ledo fué horroroso. Los vecinos de aquella poblacion
quedaron una mañana aterrados ante el atroz espectá
culo de cuatrocientas cabezas de nobles toledanos sepa
radas» de sus troncos. El cruel walí que durante las som
bras de la noche habia llevado á cabo aquella venganza
se llamaba Amrú. Y este Amrü era natural de Weschka.
Abderrahman, hijo de Alhakem I, dirigióse en aque
lla época á Zaragoza, pasó por Weschka y, arremetien
do á los francos que trataban de estender sus conquis
tas, consiguió señaladas victorias; pero, jóven de 19 años,
deseando recoger los aplausos de sus primeras hazañas,
quiso correr á Córdoba, y cometió la doble ligereza de
nombrar walí de Zaragoza, Weschka y oiras poblacio
nes importantes de la España oriental al famoso Amrú,
el verdugo de Toledo (\).

(1) El P. Ramon de Huesca cita á cierto Ambroz prefecto 6 rey


de esta ciudad en 805, y en 809 á otro Amaroz. Confrontando fe
chas y consultando autores, nos hemus persuadido de que el P. Ramon
tomo por dos persunages lo que no es mas que uno, cuyo nombre no
es Ambroz ni Amaroz sino Amrú. El Ambroz de nuestras cronicas, o
sea Obeida ben Anua, habia sido dpgollado muchos años ántes por el
mismo Amrú.
73
El gobierno de estas comarcas «era tentador para
un musulman del temple de. Amrü. Distante del gobier-
bo central, y comprendiendo bajo su dependencia por
cion de ciudades importantes de las fronteras de la Mar
ca y de la Vasconfo, comprendió Amrü el partido que de
su nueva posicion podia sacar, haciendo un doble papel
con el emir su señor y con Carlomagno, el gefe de la
cristiandad. Y como por muerte del conde franco Au
reolo se apoderase bruscamente de las plazas de la Mar
ca, por un lado escribia al emir poniendo á su dispo
sicion, con la alegría de un celoso musulman, su nueva
conquista, miéntras por otro despachaba un mensage á
Carlomagno, ofreciendo ponerse á su servicio: mensage
en el que el emperador creyó de lleno, correspondiéndole
con otro y enviándole legados para acordar la ejecucion
de lo prometido. Pero el astuto y falaz moro manejóse
con tal maña, que los legados hubieron de volverse sin
llevar otro resultado que buenas y muy atentas pala
bras y nuevas promesas.» (1)
A fines de dicho año 809 ó á principios de 810, el
mismo hijo de Alhakem arrojó á Amrü de Zaragoza.
Amrü se retiró á Wescuka y quiso formar aquí el cen
tro de su poder.
Nacido en esta ciudad, érale fácil adquirir las sim
patías de sus habitantes, á cuyo fin no tardó en enta
blar amistosas relaciones con cristianos y moaladunes,
hijos de ambas religiones.
No abandonaba entre tanto Carlomagno sus proyec
tos de conquista. En breve, presentóse en España un
nuevo ejercito franco, provisto de todo género de má
quinas de batir, á las órdenes de Ingobcrto, uno de los
leudes de su mayor confianza. Esta empresa tuvo un fin

(I) Lífucnto.— rail. !t. Lib. I.


74
vergonzoso, estrellándose ante el valor del Avalí de Tor-
tosa Obeidalah.
Un año mas tarde, en 811, Carloinargo envió otro
ejército á la Marca de España, ejército mandado por el
conde Heriberto y dirigido contra Weschka en primer
lugar; pues la conducta del falaz Amrü y la importan
cia de esta poblacion le movían a ello. No lardó Heri-
berto en presentarse á los muros de esta ciudad, plan
tando sus reales á cierta distancia, al arrimo de sus
tozales. Durante este sitio' «algunos jóvenes francos mal
disciplinados y deseosos de acreditar su valor cometie
ron la temeridad de aproximarse á la muralla mas de
lo que convenia, retando y provocando con palabras y
obras á los sitiados. Abrieron éstos las puertas de pron
to, y saliendo con gran ímpetu, se trabó una batalla
muy sangrienta, á que puso término la retirada de los
sitiados á la ciudad y de los sitiadores á sus reales.»
Tampoco fué esta tentativa mas feliz que .las ante
riores. Ni Carlomagno, dice Lafuente, ni su hijo, ni sus
leudes y condes ganaron en ellas gran reputacion...
Al finar el otoño, el rigor de la estacion obligó á
Heribcrto á levantar el sitio de Weschka, cuya ciudad
dejó libre, causando ántes cuantos daños pudo en la
comarca (lj.
Para poner término á estas peligrosas alternativas y
prepararse á la guerra que le amenazaba por distintos
puntos, Alhakem I firmó la paz con Carlomagno, en
vendole una solemne embajada y devolviéndole al con
de Aimerico prisionero, durante varios años de los sar
racenos. Este suceso debió quitar a Amru y á sus imi-

(1) Proracta igitur obsidione, perada devastalione, et qua?qumque


visa sunt contra inimicos agenda pro irse satisfactione,' ad regem sunt
reversi =Eginhard: Anual.
75
ladores (oda esperanza de hacer de la proteccion del
emperador cristiano un escudo para librarse de las re
clamaciones de los soberanos de Córdoba.

Por los años 840 encontramos walí de Weschka á


Zumahil, llamado tambien Zumel ó Ismael. Afirman los
Breviarios de esta diócesi que. este walí gobernaba la
ciudad á nombre del emir de Córdoba Abderrahman II,
hijo de Alhakem. La historia eclesiástica ha hecho exe
crable el nombre de Zumahil, como tirano que decretó
el martirio de Nunilo y Alodia. En el lugar correspon
diente referiremos el suplicio de estas dos santas her
manas.

Carlomagno habia muerto en 814 yLudovico el Pio,


incapaz de sostener el pesado cetro del emperador su
padre, dejaba tambien la vida en 840, viendo á sus hi
jos empuñar ambiciosos las armas para disputarse la
vasta herencia de su abuelo que habia ceñido la corona
del mundo occidental. Y en tanto, en España,, miéntras
la corte de Córdoba presenciaba impotente la formacion
y prosperidad de las monarquías cristianas, tenia que
emplear toda su prevision y sus fuerzas para contener y
reprimir las escisiones, cada dia nuevas, habidas en los
mismos campos de los defensores del mahometismo. Ya
en vidade Alhakem I, corrompido y libidinoso en el úl
timo tercio de su vida, Córdoba, con motivo de un nue
vo tributo, habia presenciado el suplicio de trescientos
70
nobles musulmanes, la horrible destruccion de un inmen
so arrabal y la emigracion de veinte mil cordobeses.
Su lujo Abderrahman II creyó conveniente abandonar el
camino de tolerancia seguido por sus antecesores los
primeros Ommiadas, y, durante su refiado, los cristianos
mozárabes experimentaron rudas persecuciones. «Comenzó,
dice el historiador Lafuente, una série de martirios á que
ayudaba por una parte el celo religioso, á veces in
discreto y exagerado, de algunos cristianos, y por otra
las ardientes excitaciones, de los monjes y sacerdotes,
que ó alentaban á los demás ó se presentaban ellos
mismos á buscar la muerte. El monje Isaac bajó espon
táneamente de su monasterio, y comenzó á predicar el
cristianismo en la plaza y calles de Córdoba, y aun á
provocar al cadi ó juez de los musulmanes: el cadi le
hizo prender, y de órden de Abderrahman le dió el mar
tirio que buscaba. El presbítero Eulogio,- varon muy
versado en las letras divinas y humanas, exhortaba in
cesantemente con sus palabras y sus cartas á despreciar
la muerte, á persistir en la fé de Cristo y á injuriar
la religion de Mahoma.... Multitud de sacerdotes, de vír
genes, • de todas las clases y estados del pueblo fueron
martirizados en este sangriento período, sufriendo todos
la muerte con una heroicidad que recordaba la de los
primeros siglos dela Iglesia Vióse con este motivo
un fenómeno singular en la historia de los pueblos; el
de un concilio de obispos católicos congregado de órden
de un califa musulman. Convencido Abderrahman de que
cada suplicio do un mártir no producía sino provocar
la espontaneidad de los martirios, convocó un gran con
cilio nacional de obispos mozárabes en Córdoba, presi
dido por el metropolitano de Sevilla, Recaredo. „El ob
jeto de esta asamblea era ver de acordar un medio de
poner coto á los martirios voluntarios, y los obispos, ó
77
por debilidad 6 por convencimiento, declararon no deber
ser considerados como mártires los que buscaban ó pro
vocaban el martirio, lo cual dió ocasion al fogoso Eu
logio, mas tarde santo tambien por el martirio, para es
cribir con nuevo fervor contra esta doctrina, calificán
dola de debilidad deplorable. No cesó por esto ni la au
dacia de los fieles, ni el rigor de los mahometanos: si
guióse una dispersion de mozárabes, y el mismo obispo
de Córdoba, Saul, se vió preso en una cárcel por el me
tropolitano de Sevilla.»
Ya hemos indicado que Weschka tiene tambien már
tires de aquella época terrible, y hemos prometido ocu
parnos en otro lugar de las vírgenes Nunilo y Alodia.
En aquellos tiempos que coincidieron con la muerte
de Abderrahman II y la elevacion al trono de su hijo
Mohammcd I, llamaba la atencion en otro estremo de
España un rebelde, que tambien fué walí de Wescbka,
llamado Muza. Vamos á ocuparnos de este persooage

Muza llamado el renegado era godo de origen y


habia en efecto renegado de la religion cristiana en la
que habia nacido, abrazando la secta de Mahoma, no
por convencimiento, sino para ver cuanto ántes realiza
dos los cálculos de su ambicion. Sus esperanzas no que
daron defraudadas; y quizás este mismo éxito en su car
rera comenzada en tiempo de Abderrahman, la suerte
en sus empresas y su reputacion creciente, le abrieron
un nuevo horizonte, haciéndole concebir los mas vastos
designios.
Poniendo en tortura su imaginacion, consiguió
crearse un partido, y con astucia y con fuerza se apo
78
deró primero de Zaragoza y luego de Weschká, Tíl
dela y Toledo. Dejó á su hijo Lupo, el Lobia de los
árabes, encargado de esta última comarca, reservándose
para teatro de sus hechos otras regiones. Dueño ya de
importantes poblaciones del norte y del oriente de Es
paña, levantó cerca de Logroño una nueva ciudad que
quiso hacer capital de sus estados, llamándola Albayda
ó Albelda. Despues de alcanzar señalados Iriuufos, en
vanecido con los laureles de muchas victorias, quiso que
le llamasen el tercer rey de España, trató de igual á
igual al emir de Córdoba é hízose temer y respetar de
Ordoño I rey de Leon y del rey de Francia Cárlos el
Calvo, hijo de Ludovico el Pio.
La fortuna se cansó sin embargo de favorecerle. El
mismo Ordoño le venció en 850 en la Rioja, causándo
le tres heridas con la lanza. Lupo tuvo tambien que huir
de Toledo, cuya ciudad abrió sus puertas á Mahom-
med I.
Así terminó el poder del titulado tercer rey de Es
paña que tambien hemos debido continuar entre los
walíes de Weschka.

En los tiempos revueltos que estamos recorriendo,


en que España se estaba fraccionando en cien monar
quías, parecia lícito á cualquier aventurero proclamarse
independiente.
Destruida la faccion de Muza, levantóse otro caudillo
que prometía libertar á las ciudades del yugo de sus
walíes.
El nombre de este nuevo caudillo era Hafsün. Y
Hafsün era un hombre oscuro, originario de aquellas
79
tribus berberiscas que en los tiempos de la conquista
se establecieron en las escabrosidades del Pirineo, y aun
que nacido en Andalucía, era hijo de la proscrita raza
delos judíos. Artesano en Ronda, en donde vivia con
su trabajo, no lardó en cansarse de aquella vida, y, en
busca de mejor fortuna, fué salteador, primero en los
alrededores de Torgiela> (Trujillo) y mas tarde capitan de
bandidos. Arrojado de aquel país cuando ya iba toman
do incremento su cuadrilla, fuése á las fronteras de
Afiancen donde se apoderó del fuerte de Rotah-el-Yehud,
Roda de los Judíos, situado entre riscos y asperezas
inexpugnables.
Los judíos berberiscos le recibieron como á un sal
vador, y los cristianos de Ainsa, Benabarre y Benasque
se confederaron con él para hacer la guerra á los ma
hometanos. Quedó pronto reunido un pequeño, pero atre
vido ejército, que, arrojándose sobre Barbastro, Weschka
y Fraga, hicieron insurreccionar estos pueblos contra
el emir cordobés. Varias circunstancias concurrieron á
su prosperidad. El walí de Zaragoza no se opuso á sus
correrías; el de Lérida, Abdelmclik, se declaró abier
tamente por él y le entregó la ciudad, haciendo lo mis
mo los alcáides de otras ciudades y fortalezas; de modo
que el artesano de Ronda, el bandolero de Torgiela fué
en breve el árbitro de casi toda la España oriental. A
todos los descontentos admitía bajo su bandera: maho
metanos, judíos y cristianos.
La corte de Córdoba no pudo ménos de quedar sor
prendida, y Mohammed I quiso aplicar á tanto mal un
pronto remedio. La guerra contra los francos seguía
distrayendo sus tropas; para poder atajar mas pronta
mente la insurreccion acaudillada por Hafsün, firmó pa
ces y alianzas con Cárlos el Calvo y, llamando á todos
los hombres de armas de Andalucía, Valencia y Murcia,
80
resolvióse á dar un golpe de mano decisivo contra el
rebelde.
Hafsün que no podía resistir á todas las fuerzas del
emir, vió su pérdida irremediable, y para evitar el gol
pe que le amagaba, recurrió á una estratagema solo
digna de un hombre de tan villano origen. Escribió,
dice el moderno historiador de España, al emir hacién
dole mil protestas, al parecer ingénuas, de obediencia y
sumision, y jurando por cielos y tierra, que todo cuan
to hacía era un artificio para engañar á los enemigos
del Islam; que á su tiempo volvería las armas contra
los cristianos y malos muslimes; que Je diese al menos
el gobierno de Weschka, y vería como oportunamente
y de improviso daba á los enemigos el golpe que tenia
pensado.
Mahommed I fué sorprendido y creyó en la buena
fé de estas protestas. Ofreció á Hafsün no solo el go
bierno de Weschka sino el de Zaragoza, despidió á mu
chas de sus tropas, y, encomendando á su nieto Zeid
ben Cassim que se avistara y pusiera de acuerdo con
Hafsün, se dispuso á regresar á Córdoba.
Las tropas de Zeid llegaron confiadas al campamento
de Hafsün que las recibió como amigas en los campos
de Alcañiz. Mas, cuando, llegada la noche, los solda
dos del emir se hallaban entregados al sueño, fueron
bárbaramente degollados por los satélites de Hafsün que
no perdonaron ni al jóven Zeid.
Tan atroz conducta hizo con justicia exasperar
á todos los buenos muslimes que juraron vengarse del
feroz aventurero.
Almondhir, hijo de Mohammed I, quiso castigar el
crimen de Alcañiz. Innumerables voluntarios se ofrecie
ron á tomar parte en aquella espedicion. Hafsün se ha
bia ya parapetado en las escabrosidades de la fortaleza
81
de Roda; pero las huestes de Almondhir, ciegas de co
raje, allí le atacaron. «Todo lo allanaron aquellos hom
bres frenélicos, si bien á cosía de no poca sangre: Ab-
delmelik, el walí de Lérida que se habia incorporado
al pérfido Ilafsün, aunque herido, peleó todavía hasta re
cibir la muerte, y su cabeza fué cortada para presen
tarla á Mohammed; muchos rebeldes se precipitaron de
las rocas: Hafsun logró escapar á los montes de Arbe,
aconsejó á sus secuaces que se sometiesen al vencedor
para conjurar su justa saña, y repartiendo sus tesoros
entre los que le habian sido mas fieles, desapareció di-
een, en aquellas fragosidades.» :,
Esta victoria de Almondhir, conseguida en 866, le
hizo dueño de todas las comarcas ocupadas por los re
beldes de Hafsun. Es muy probable que se afianzó en
tónces en Weschka el gobierno del emir.
En 870, los árabes capitaneados por Almondhir sitia
ron la ciudad de Zaragoza con ánimo de castigar al
viejo Muza que aun conservaba aquel gobierno. Des
pues de un bloqueo de un año se rindióla ciudad, ocur
riendo la muerte de Muza que algunos suponen asesi
nado. Se ignora cuanto tiempo estuvo Weschka sujeta
á aquel walí que pretendió ser único soberano de
España.
A principios de 882 vuelve á parecer en escena el
terrible Hafsun, el bandido, el revolucionario, el que ase
sinó a las confiadas tropas de Mohammed. En inaccesi
bles guaridas y en la espesura de dilatados bosques ha
bia organizado numerosas huestes, y, aliándose con él
rey de Navarra Garcia Iñiguez, recorre con los cristianos
todo Aragon.
El walí de Weschka, cuyo nombre se ignora, y el de
Zaragoza intentaron detener aquel desbordado torrente;
pero sus fuerzas se estrellaron contra las innumerabbs
6
82
hordas de los contrarios. Solo Mohammed poniéndose per
sonalmente aí frente do su caballería pudo desbaratar
á sus temibles contrarios, en un lugar llamado Larum-
be. en el valle de Aybar ó Eibar. El rey García Iñi-
guez murió en aquella sangrienta batalla y Hafsün fué
mortalmente herido.
Eutre tanto, al anochecer del domingo 29 de la luna
de Safar, año de la hegira 273 (886 de J. C), murió el
anciano ÁIohammed I, dejando por sucesor del Imperio á
su hijo, el infatigable guerrero Almondhir.
Y aquel mismo año, miéntras el nuevo emir tomaba
posesion del trono, el hijo del sanguinario Hafsün, de
seoso de vengar la muerte de su padre, dirigió un, po
deroso ejército; contra Weschka,, y Wescura tuvo que ren
dirse al número de los enemigos, como tuvo tambien
que rendirse Zaragoza. Caleb ben Hafsün, no contento
con sus primeros triunfos, unióse con los cristianos de
Toledo, apoderóse de la célebre Tolaitola y se hizo
proclamar allí rey. Pronto el hijo del gefe de los ban
doleros fué dueño de la mayor parte de la España
oriental y central y desalió el poder de la corte de Cór
doba. Valiéndose de estratagemas y villanías como su
padre, consiguió hacer temblar el trono de Córdoba y
matar en una refriega al mismo emir ántes de los dos
años de su reinado. , « ' ,.
Subió al trono de Córdoba el hermano del desgra-^
ciado Almondhir, Abdallah, feliz en muchas campañas
que tuvo que emprender contra la complicacion de guer
ras -Y sediciones en. que se hallaba envuelto su reino.

Son escasas las noticias que hallamos de los go


83
bcrnadores ó walíes de 'Weschka durante el tiempo que
recorremos.
Ensalza Casiri al profundo jurisconsulto, hijo de
Weschka, Mohamad ben. Soliman, walí, segun dice de
esta ciudad y de la de Zaragoza que falleció en el año
295 de la hegira, ó sea el 909 de la era cristiana (1).
Es posible que este mismo Mohamad fuera el que
no pudo resistir á Ids hordas del fogoso hijo de Hafsun.

.-', . .j'i1 -.ür : i-, i,!.-; i - !i: ', ::,i. .-.! ,'.-, ¡'.. « -
El mas brillante de los reinados sé habia iniciado
en Córdoba el año 912,. ¡recibiendo el jóven Abderrah-
man III los títulos de Califa, de Imam (sucesor de
Mahoma), de Al-Nasir Ledin Allah (amparador de la ley
de Dios) y de Emir Almumenin (príncipe de los fieles),
título que los cristianos convirtieron en Miramamolm (2).
Uno de los primeros cuidados de este príncipe fué
sofocar la rebelion de los hijos Hafsun. Hizo sus pre
parativos de guerra y se puso en campaña. En una jor
nada terrible, en la que, peleó como valiente, desalojó
á los rebeldes de Toledo. ',-,¡/'* '-> '• ' * .
Siguió Abderrahman III Con singular buena suerte
una guerra activa contra sus diversos enemigos. Sobre
todo su bondad y sus virtudes que en alas de la fama
se estendian más y más, parecian allanarle1 el camino de
las empresas que proyectaba.

(1) Mohamad ben Solimán, ben Talid, Oscensis, Jurisconsulto», Oseas


et CajSHragusté Preturam gessit. Üiem' obi'i't anno Egirae 295.,—BiHwt.
Arábico Hisp. velum. 2. pag. i 33.
(2) Es el primer monarca árabe que en España tomo el título de
califa e hizo grabar su nombre en las monedas.
84
Zaragoza, ciudad adida á Hafsún desde muchos años,
abrió sus puertas al califa sin otra fianza que su cono
cida generosidad.
No tardó Ben Hafsün en proponerle tratos de paz.
«El rey, dice la crónica árabe, los recibió sin apa
rato ni ostentacion en su campo á orillas del Ebro. El
mas anciano de los dos. que era alcáide de Fraga, le
expuso en muy atentos términos que los deseos de Ben
Hafsün eran de vivir en paz con él; que sentía como
el que más la sangre que "se derramaba en los com -
bates, y que por lo mismo, si le reconocía la tranquila
posesion de España oriental para sí y sus sucesores,
él mismo le ayudaría á defender las fronteras de aque
lla parte; en cuyo caso y en prueba de su lealtad le
entregaría inmediatamente las ciudades de Toledo y
Weschka, y los fuertes que tenia en su poder. Oyó
Abderrahman el estraño mensaje y respondió:— Por un
csceso de paciencia he sufrido que un rebelde se atre
va á proponer tratos de paz al príncipe de los cre
yentes con aire de soberano: agradeced á vuestra cali
dad de parlamentarios el que no os haga empalar; vol
ved y decid á vuestro gefe, que si en el término de
un mes no viene á rendirme homenage, pasado este
plazo no le admitiré ni con ninguna condicion ni en
ningun tiempo. —Volviéronse, pues, los dos mensajeros,
poco satisfechos del éxito de su mision, y Abderrahman,
arreglado lo necesario al gobierno de Zaragoza, y de
jando otra vez á su tio Almudhaffar el cuidado' de la
guerra, regresó nuevamente á Córdoba» (1).
Creemos que ántes visitó tambien á Weschka.
Apénas tuvo tiempo para llegar á la capital de su
reino ruando ya recibió la noticia de la muerte del obs-

(t) Conde, cap. 71.


. 83
tinado Cabeb ben Hafsún, acaecida en eí mes de ma
yo de 919 en un castillo de las inmediaciones de Weschka.
Quedaban aun dos hijos suyos, Suleiman y Giafar, he
rederos del espíritu revolucionario y del odio á la di
nastía de Córdoba que habian animado á su padre y
á su abuelo, y estos dos Ilafsünes que quedaban die
ron no poco que hacer al bondadoso Abderrahman III.

Incompleto, como ya hemos insinuado, el catálogo de


los walíes de Weschka, los esfuerzos delos historiado
res no bastqn para llenar ciertos vacíos y tenemos que
pugnar contra la escasez de noticias.
En 947, reinando D. Garcia Sanchez en Pamplona
y Aragon, D. Ramiro en Oviedo y Galicia, Mahoined
Abenlupe en Vallierra y Mahomad Aíhanael en Weschka,
segun se lee en un antiguo pergamino del archivo de
San Juan de la Peña, D. Garcia concedió al mismo mo
nasterio ciertos derechos sobre el lugar de Yiniés. El
nombre de este walí, Mahomad Aíhanael, es el solo que
se conoce hasta los años 1046.
Se sabe no obstante que el walí de Wkschka se
hallaba entre los confederados que en el año 956 ar
remetieron a los cristianos montañeses y talaron su ter
ritorio. Se sabe que posteriormente cuando España se
fraccioniiba en tantos estados cuantos eran los caudillos,
el walí de Weschka, gobernándose ya con entera in
dependencia, tomó el dictado de emir, esto es, de rey
de una pequeña monarquía que no llegaba á tener los
límites de la actual provincia. Y vemos tambien que el
gefe musulman de Weschka figura en 1036 como auxi
liar de Ramiro de Aragon cu la derrota de Tafalla, á
86
donde se habia dirigido este último contra su hermano
García,, creyéndose con mejor derecho al trono do Na
varra (1). ■ . •'

l:i ■
j ..)..'■■.,>; . i. ' .. . ; <:j ¡, "

Por los años 1046 reinaba en Weschka, segun la


«biblioteca arábico-hispana», cierto M ahornad Abu Jahía.
Fué víctima este emir de contiendas civiles que le obli
garon á abandonar la ciudad y á refugiarse en Valen
cia. El rey de Valencia Abdelaziz, por otro nombre Al-
manzor, no solo le acogió benévolamente, sino que dió
en matrimonio dos hermanas suyas á los dos hijos de
Mohamad. (2) Maan, el mayor de estos hijos, despues
de sucesos varios, se apoderó del reino de Almería con
el auxilio de su suegro en 1052 (443 de la hegira).
D, Ignacio de Asó, en la página 61 de su obra, lla
ma á este emir Mohamad ben Abmed bei» Somaded
(3), y supone que lo arrojó de Huesca su primo Al-
monder ben Jahía Altagibeo, rey de Zaragoza; añadien
do que fué varon prudente, sagaz y tan ejercitado en
las armas, que rfo tuvo igual.
i í' i •' • : ■ : ' .• . . i •

(1) Zurita, lib. I, cap. \&. ,


■ (2) Mohamad Abu Jshia, bello civili, relicta Osea ubi regnabát, Va-
lentiam ad iliius Pnncipem Abdelazium Abulliassam ben Abi Alamer
cognomine Almansorero, se eontulit, qui ¡llura humaDissime excepit; so-
roresque quas habebat duas. duobus ejus filiis in matrimotiium cledit...
— Bibliot. Arab. Hisp. ex Eben. Alabaro. Volum. 2, pag. 214-.
(3J Sabie'ndo .que ben significa hijo, Mohamad Abü'Jahia podía muy
bien ser hijo'de Abmed} él que •ertr'^yo de Somádeh. Las dos nom
bras :,'puí'den ¡ser exactos. .-,; . , «_ , / ,¿ . :'
87
¿Qué era entre lanío del califato de Córdoba?
Abderrahman III lo habia elevado á la cumbre de
la magnificencia y esplendidez; y su hijo Alhakcm que
le sucedió en 961, hizo dela corte muslímico una vas-
la academia, cuyos genios profundos dejaban admirado
al mundo. Abderrahman III recibía solemnes y oslento-
sas embajadas del emperador griego Constantino Porphi¿-
rogeneta y de otros distinguidos príncipes extrongeros que
buscaban su amistad; y Alhakem, rodeado de doctos y
eruditos, y mugeres literatas, tenia comisionados espe
ciales en Africa, Egipto, Siria y Persia para atraer á
su lado profesores de mérito y obras raras, y reunía y
clasificaba en su célebre biblioteca del palacio de Me-
rúan cuatrocientos mil volúmenes-.
Sin embargo, aquel imperio poderoso y temible que
se habla liécho célebre por la magnanimidad, justicia y
elevadas miras de muchos de sus califas, caminaba á su
destruccion por el fatal carácter de los últimos Ommiadas.
En 976. fué proclamado califa el imbécil niño Hixem II;
y su primer ministro, tutor y regenté del Reino,
Almanzor, queriendo hermanar las armas con los libros
y la guerra con la paz, juró ser implacable enemigo*
de los cristianos. Sus triunfos fueron tantos como sus
acometidas, y solo, derrotado, expiró en Mediuaceli, des
pues de veinte y cinc*o años de victorias, y de cincuenta
batallas felices. í <-'.,»
Muerto el gran Almanzor el año 1002, los primeros
ministros ó wasires quisieron seguir siendo los verda
deros califas, y se fomentaron las discordias, elorguMo
y las ambiciones desmedidas. Llegaron los wasires á ha
cerse nombrar sucesores del califa; llegaron á en
cerrar cu una cárcel á Hixem II y .á publicar su
muerte. Desde el año 1002 á 1031 la soberanía do
Córdoba caminó rápidamente á su ruina. Los nombres
88
de los úllimos califas, casi todos intrusos, Alí, Abder-
rahman IV, Alkasim, Yahia, Abderrahman V é Hixem
III son otros tantos eslabones de una cadena de sedi
ciones, partidos, guerras civiles, disoluciones, destrona
mientos, usurpaciones y crímenes. En dicho año, 1031,
acabó el imperio Ommiada, y entónces vióse á las claras
el espectáculo de un fraccionamiento que, satisfaciendo
á los gobernadores, rompia el nervio que ántes unía á
los sarracenos; entónces cada walí quiso ser otro califa
y se proclamó emir; entónces se formaron los reinos
muslímicos independientes de Córdoba, Toledo, Badajoz,
Zaragoza, Almería, Valencia, Málaga, Granada, Sevilla,
Weschka y otros, y el odio de familias y de razas,
encendido por envidia á un vecino cualquiera mas afor
tunado, dió origen á cruentas luchas entre Abeditas,
Alameríes, Zeiritas, Edrisitas, Tadjibitas.... y otras y otras
dinastías. Era fácil prever entónces, el triunfo de las
armas de la Cruz. .,-., ;•
Ya se acercaba el momento en que la agarena
Weschka tenia que abrir sus puertos al vencedor ejér
cito cristiano. Próximos estabau los dias de reconquista.

Para terminar nuestra reseña de los prefectos ó re


yes musulmanes de Weschka, solo nos resta añadir que
sus últimos emires, escasos á menudo de fuerza y poder,
fueron muchas veces tributarios de los reyes cristianos.
En 1055, D. Ramiro de Aragon venció dos veces
en batalla campal al emir de Weschka que se negaba á
prestarle vasallage. Se ignorad nombre de este emir (\).

(1) Zurita, lib. 1., cap. io.


89,
«En el año 1063, los reyes moros de Zaragoza, Tu
llela y Huesca eran tributarios de D. Ramiro, segun se
colige del Concilio de Jaca celebrado en este año, en
que dicho D. Ramiro concede á la santa Iglesia de
Huesca y á su obispo, establecido en la ciudad de Jaca,
hasta que con el favor de Dios se sacase de la servi
dumbre la capital del obispado, la tercera parte de los
tributos que le pagaban los moros de Huesca, Zaragoza
y Tudela. De Oska sive de Coesar augusta, necnon el Tu
tela de omnibus terciam patiem ipsius decimationis su-
pradictw Ecclesiw ,vel Episcopo concedimus el donamus.
Así se lee en el pergamino antiquísimo que se conser
va en el archivo de esta Catedral...» (\)
Cuando los emires de Weschka no eran tributarios
del Rey de Aragon, lo eran del de Castilla.
(lítase en los últimos tiempos de la ocupacion de
Weschka por los musulmanes á Man ben Ategibi, de la
poderosa familia de los Alegibies, casado con Borija hi
ja de Abderrahman el Hagib hijo del célebre Almanzor,
cuyo enlace no podría ménos de acrecentar el poder de
los dueños de esta ciudad, más que más durante la
anarquía de que era víctima la España árabe desde
principios del siglo XI. (1)

El emir de Weschka, Abderramen II, hijo y suce


sor del nombrado Man ben Ategibi, era el último que

(1) Teatro historico de las iglesias del reino de Aragon. Tom. V.


cap. XII.
(2) Conde, 5/ parte, cap. 1 .* , .
90
estaba destinado a respirar el ambiente de esta ciudad
querida.
Un rey de poderosas b uestes cristianas, mandando
enarbolar la cruz, juraba sobre los santos Evangelios ha
cer triunfar la moral pura de Jesus y quemar el libi
dinoso Khoran, ó perecer en la demanda. •-.
Y los esfuerzos del poderoso Abderramen, animando
á sus soldados, preparando defensas v pidiendo auxilio,
fueron vanos. * •i••'
El rey cristiano triunfó. •• •■
Del famoso y desgraciado reinado de Abderramen,
último rey moro de Weschka pronto quedaron borrados
todos los vestigios. Decimos mal: el eco que solo alcan
za la celebridad, aun ha becho llegar hasta nuestros dias
el nombre ái-, Abdelrahman ben Chuza Abi Derhatn; co
nocido por Almlmathrepk, jurisconsulto, hijo y propretor
hereditario de Weschka. Autor de una historia de esta
ciudad, nos proporcionaría hoy eseelentes datos, si su
obra, como tantas otras preciosas, no hubiese perecido
entre los trastornos del tiempo.
':'

IX.
Últimos momentos de Weschka.

Nos toca asistir á los últimos momentos de la Wescuka


musulmana. Nuestro espíritu se halla embargado y nos
91
hallamos bajo la presion de un religioso recogimiento,
Eareciéndonos ya presenciar el solemne instante en que,
ajando cabizbajo el muezztn (1) de la torre ó minaret
de la gran mezquita, cede el paso á un sacerdote *a-
lólico que planta en lo alto el signo de nuestra reli
gion entrelas voces y vítores dfc cien mil cautivos y
libertadores. " '-„_ , .., ,;."".;,.n m.'..-
Pero no adelantemos los sucesos.;.; - ,'-'/
Un rey cristianoT-rSu nombre y su historia pertene
cen á otro capítulo—despues de haber ¿lado- toda la
campiña hasta el rio Vero y ahuyentado ji- tos castella
nos que, querían oponerse a su marcha, conquistadora,
sentaba, sus. reales, como ya hemos dicho, ep frente, do
WeschkA;' - ,'„.',-... . r. \- ; ;'. ,',<,-. --,'''".'.' S,' \ \

Era el año-"} 094, Aquel, rey miraba ya suya desde


una altura inmediata, la riquísima joya que codiciaba, la
ciudad ¿opulenta y poderosa, solo inferior, á Zaragoza du
rante la dominacion agarena, la ciudad cuya posicion y
circunstancias babia en todos tiempos atraído . la ávida
mirada de los guerreros; miraba ya suya aquella joya,
cuando una saeta enemiga, le hizo abandonar con su
último aliento sus combinados proyectos de conquista.
Dos años y medio pasaron, durante los que no se
levantó el cerco. Despues de sucesos varios, el hijo del
difunto rey cristiano decidió llevar el último golpe á
la media luna, que, aun erguida, parecía desafiar las
amenazas de los defensores de la cruz. Toda resisjencia
fué inútil. En vano, al divulgarse aquellas noticias, la
campiña se cubrió de turbantes; en vano, se dirigían
fervientes preces al Profeta. La muchedumbre de guer
reros moros guiados por la bandera del terrible rey de
Zaragoza Almostain Billah Abu Giafar, llamado por los

(1) Musulmán que llamaba á la oracion.


92
cristianos Almozaben, y el mismo -Mahoma eran impo
tentes para salvar de la ruina á la amenazada Weschka:
era temeridad en ellos querer medir sus armas contra
los que se preparaban á pelear confiados en el auxilio
del cielo y seguros de obtenerlo. El Dios de las ba
tallas infundía aliento*á aquellos campeones que pelea
ban por su santa causa.
Valientes y bizarros eran los moros; pero no lo eran
ménos los cristianos. Acariciaban ya con rencor sus al
fanjes los primaros, y los segundos disponían en tanto
sus disciplinadas tropas y animaban á sus auxiliares, los
rudos montañeses de largas melenas, á preparar sus gro
seras mallas de hierro, á manejar la honda, á blandir
el dardo ibero, el puñal cántabro, la horquilla, el afi
lado chuzo, la cortante guadaña y la terrible maza. La
sangre embriaga. Todos saboreaban ya el placer de atra
vesar el pecho, cortar la cabeza y aplastar el cráneo
de sus enemigos.
A los mismos muros de Weschka, en una llanura
hoy dia venerada de los Oscenses y visitada por todos
los extrangeros, dióse una de las mas célebres batallas
que* registran los anales de España.
Los cristianos quedaron dueños del campo.
No referimos ahora pormenores de tan memorable
victoria, porque destinamos un capítulo para contarla.
Poco despues de aquella batalla que dejó la comarca
llena de albornoces y de destrozados cadáveres, Weschka
abría sus puertas á los vencedores.
El palacio ó la Azuda recibia á otros señores; los
harenes estaban desiertos; silenciosa la Misleida, y caida
la media luna.. . Y en tanto el entusiasmo de los mo
zárabes que recibian con palmas y vivas al ejército vic
torioso y el delirio de los héroes de aquella gloriosa y
terrible jornada, rayaban en el frenesí.
93
Un pendon con cruz roja tremolaba ya en las mas
altas torres, y los cánticos sagrados de una solemne pro
cesion purificaban la ciudad, y se elevaban como un
grato incienso hasta el trono del Eterno que bendecía las
armas cristianas. . ' -
Ir

X.
Weachka musulmana.
o

Antes de dar una idea de quienes eran los nuevos


conquistadores de Weschka, conviene dar una éltima
ojeada sobre el estado de esta ciudad durante la domi
nacion árabe.
El wali ó cadí de Weschka, andando el tiempo,
quiso y alcanzó llamarse definitivamente emir ó sobe
rano de un reino que. si bien pequeño, no era de los
mas insignificantes de España, pues, segun Mariana, ocu
paba un lugar distinguido despues de Córdoba, Sevilla,
Toledo y Zaragoza. Asi es que Weschka constituyó una
corte musulmana con todos los usos y costumbres, con
todos los caracteres y pasiones orientales de los domi
nadores de España, sectarios de Mahoma. Las guerras y
la paz, el odio y el espíritu de imitacion, reunieron á
no dudarlo en esta ciudad, como en Córdoba y Sevilla,
como en todas las capitales muslímicas, los odios mor
tales, las venganzas terribles extrañamente hermanadas
94
con los amores vehementes, la poesía exaltada y dulcí
sima, el sensualismo arraigado en aquellos corazones for
mados con la lectura del Khorán que, por premio, sólo
promete á los buenos, hurles, vírgenes eternas, de se
ductora hermosura, y pensiles de delicias sin fin. Parece
cosa innata en aquello* ardientes hijos del Africa y del
Asia mirar impasibles y con sangre fria la cabeza de un
hermano ó de un amigo, ensangrentada y separada del
tronco, y no tener valor para resistir á la súplica de
una Amina ó á las caricias de una Maliba; (\) decre
tar el degüello de mil subditos, y luego embriagarse
con el suave perfume y frescura de una flor, el mur
mullo de la brisa ó del -arroyo» ó Ja^sbeltez de un ár
bol de Oriente, de uta palmera.
Verdad es que el código religioso que poseen, le
jos de restringir, anima á saborear los deleites de la ma
teria, y da una alma de acero para las bélicas escenas.
¿En qué consiste el islamismo? A esta pregunta que
hizo un ángel, dicen, en figura de beduino, Mahoma
contestó: «Mi religion consiste en creer en un solo Dios
»y en que yo soy su profela, en la rigurosa obser
vancia de las horas de oracion, en dar limosnas* en
»ayunar el Ramadan (cuaresmaj, y en hacer, si se pue-
»de, la peregrinacion á la Meca.»
¡Estraña religion! Se ,* prescriben algunas estériles
prácticas externas, y no se trata de modificar y dirigir
las pasiones, ni de establecer una. moral que. espíritua-
lico el sagrado tabernáculo que encierra el dogma. ¡Es
traña religion! Le bastan al creyente ciertos ayunos, li

li) Todos los nombres de mugeres árabes significan cierta cualidad


feliz. Maliba significa bella-, Amina, fiel; Zaiia, dichosa; Éob na, blan
ca como la leche; Nazihá, deliciosa; Sobeiha, aurora: Nocima, gra
ciosa; Kinza, tesoro; Zaliira, florida, etc., etc.
95
mosnas y algunas oraciones orales, para oblener en la
otra vida un paraíso que su fé convierte en un lu
gar de placeres lúbricos, en un lupanar inmundo.... Al
paso que la tradicion y las creencias trasmitidas de vi
va voz y compiladas en la Suma prescriben, entre
otros ejercicios, muchos de ellos tomados de los he
breos, la chotba ú oracion pública semanal por el califa
y cinco oraciones diarias, á saber, ántes de salir el sol,
Al-Sohbi, al mediodía, Al-Dohar, ántes y despues de
ponerse y á la primera vigilia de la noche; se leen en
el Khorán, versículos como el siguiente: «La oracion con
duce al creyente hasta la mitad del camino del cielo,
el ayuno le lleva hasta la puerta del Altísimo, la limos
na le abre la entrada.» Pero nada para refrenar las in
clinaciones, nada para contener los movimientos del de
seo, nada contra los ímpetus febriles, nada que pueda
inspirar las bellas contemplaciones del divino idea), na
da que satisfaga el alma. , :
El Khorán no es solo un libro religioso, sino un có
digo civil y político y principalmente un compendio mi
litar. El alfanje es en este libro la suprema ley. «La es-
»pada, dice otro versículo, es la llave del cielo y del
«infierno; y una sola gota de sangre derramada en de-
»fensa de la fé ó del territorio musulman es mas acep-
»ta á Dios que el ayuno de dos meses. ;Oh creyentes!
»no digais jamás de los que mueren en la pelea por
»la religion de Dios que han muerto: ellos viven: " pero
«vosotros no entendeis- esto.... ¡Oh Profeta! Dios es tu
»apoyo, y los verdaderos creyentes que te siguen. Alen
dad los fieles ala" guerra: si veinte de vosotros per-
aseveran constantemente, destruirán á doscientos; si cien
to, ellos derrotarán á mil infieles. El soldado musul-
»mán, cuando vá á la guerra no debe pensar ni en
»su padre, ni en su madre, ni en su esposa, ni en sus
»hijos; debe apartar todos estos recuerdos de su co
razon, y pensar sóto en la guerra; porque si su espí
ritu desfallece, no solo pecará contra la ley, sino que
»Ia sangre de todo el pueblo caerá sobre él, porque su
«cobardía será la causa de que se derrame la sangre del
«pueblo.» En el Khorán queda consagrada como un de
recho la invasion, y reputada como un mérito la con
quista.
Basta lo dicho para comprender el estado de Weschka
durante la dominacion muslímica.
Al atravesar la actual plaza de la Universidad, la
imaginacion exaltada presenta á veces, como un ensue
ño, el antiguo palacio del emir, y' nuestra vista quiere
entrar en aquellos voluptuosos salones adornados con
gusto oriental, y descubrir allí sobre cogines de plu
ma, entre perfumes y colgaduras damasquinas, á otro
Zuinahil ó Abderramen (1), ora rodeado de su impo
nente mexuar, ó consejo de estado, con sus wasires,
cadies y alwaciks, ora distraído por sus odaliscas 6 por
la melodiosa guzla de su favorita, en los mismos salones
quizás en donde Sertorio fraguaba sos proyectos y Au
gusto meditó la pacificacion de la Iberia.... Al pasar por
la plaza de la Catedral, recordamos, sin quererlo, los
tristes tiempos en que allí se levantaba la Misleida ó
mezquita-, los tristes tiempo? en que los alfaquies (2)
limaban el profanado santuario, el lector almokñ susti
tuía al levita católico, el doctrinero alhafil usurpaba la
palabra al sacerdote evangélico; los tristes tiempos en

(I) Los nombres de varones suelen denotar tambien buenas cuali


dades: Abder-el-Ramhan significa el servidor del Misericordioso; Al-Sherif,
el ilustre; Obeid-Allah, humilde servidor de Dios; Al Admed, el de
seado; Al-Radhi, el benigno, etc., etc.
(2) Doctores del Khorán.
97
que, no retumbando jamás el sagrado eco de la cam
pana, el muezzin subia á la torre, minarel ó alminar, pa
ra convocar con su voz y recordar !a hora de las ora
ciones á los enemigos de nuestra santa Fé. Al cruzar
una calle estreeha y empinada, se nos figura aun ver
agitarse en ella aquellos hombres, bruñidos por el sol
de Africa, que, debajo su ancho albornoz y su tur
bante, ocultaban quizás el alma de un artista de genio,
quizá de un poeta inspirado, de un guerrero atrevido ó
de un pirata feroz; ó nos parece tambien ver, envuelto
en aquel trage moruno, un hombre del temple de mu
chos musulmanes; un artista, un poeta, un guerrero y
un pirata á la vez.
Pero pasaron, para no volver jan<ás, aquellos tiem
pos en que el alfanje de Mahoma pretendió derribar
en España la cruz de Cristo.
Pasaron, y por lo mismo podemos mirar tranquilos
el sitio que en mala hora ocupaban.
No es nuestro ánimo desatarnos en injurias. Lo he*
mos dicho en otro lugar: apesar de toda su arrogancia
de conquistadores, apesar de los vicios de su gobierno
y escisiones que produjeron, no titubeamos en afirmar
que entre los dominadores de España son los que ménos
daño nos han hecho; los que mas bienes nos han pro
curado. En manos de los árabes estaban las artes, las
ciencias, los progresos y, en una palabra, la civiliza
cion, cuando la raza ibera que no disponía de mas tiempo
que el necesario para ejercitarse en las armas, tenia
relegadas las letras: hubo en tiempo de los árabes ver
daderos siglos de oro.
Se nos objetará sin embargo: ¿Y el estado de la
Iglesia durante la dominacion musulmana?
En verdad fué deplorable; pero no tanto como era
7
98
de esperar de unos dominadores fanáticos cuya primera
máxima religiosa es el proselitismo.
¿Y las víctimas del furor de los sectarios de Ma-
homa? ¿Y los mártires de nuestra sacrosanta Religion que
logaron con sangre los cadalsos mandados levantar por
los emires ó walíes?
¡Ah' hubo tambien épocas de persecuciones terri
bles; pero, con la historia en la mano, no podemos me
nos de reconocer la verdad de lo dicho por escclentes
críticos; las disensiones entre mozárabes y musulmanes
eran naturales, y las persecuciones contra los primeros
inevitables. Los moros eran los amos, y los cristianos los
vencidos. Creyentes se llamaban á sí propios los pri
meros, y motejaban á nuestros correligionarios con el
calificativo de infieles. Añadamos á esto que ámbos pue
blos eran intransigentes en materia de religion, ambos
casi fanáticos, ambos celosos de su culto y de sus
creencias. ¿Era fácil con estos revolucionarios elementos
llegar á una armonía perfecta? Califas hubo que lo pre
sumieron: procuraron á los cristianos toda la libertad
compatible con el nuevo órden de cosas; mantuvieron á
los obispos en sus capitales y consignaron rentas para
el culto catóhco. Abderrahman, fiel á su política sagaz y
conciliadora, llegó á crear un magistrado con el cargo
y título de protector de los cristianos.... Pero todas estas
medidas no podian impedir que los alfaquíes, al oir los
sonidos de la campana, se tapasen los oidos, pronun
ciasen frases ofensivas, y orasen por los infieles.... ni
que los cristianos, escandalizados al ver al muezzin en el
alto del minaret, exclamasen en alia voz: «Salva nos,
Domine, ab audito malo, et nunc, et in aelcrnum.» Esta
conducta no podia ménos de agriar los ánimos, mante
ner encendidas las pasiones y producir reyertas y un
estado violento que solo podia calmarse con disposicio
99
nes que redundasen en menoscabo de la libertad de los
vencidos, en perjuicio de los cristianos.
Leyes tenibles obraban tambien á favor de los mu
sulmanes. E! cristiano que una vez pronunciare, aunque
involuntariamente, la fórmula sagrada del Khorán: «No
hay mas Dios que Dios y Mahoma es su Profeta»; el
que hubiese tenido íntimo trato con muger musulmana;
el hijo de mahometana y cristiano ó vice-versa, es de
cir, el mulado ó muzlila, quedaban obligados ipso fado
á elegir entre el mahometismo ó la muerte. De ahí la
tibieza y las apostasías de algunos; de ahí las perse
cuciones de que muchos íueron víctimas; de ahí los már
tires que á, primera vista nos sorprenden.
No podia ser tan bárbara la conduela de unos so
beranos que han dejado impreso su genio colosal en las
magníficas obras que se han conservado hasta nuestros
dias. No serian tan feroces puesto que aun admiramos
ejemplos inolvidables y máximas sublimes que nos han
legado. — «No hagas sin necesidad la guerra, solia acon
sejar á menudo Alhakem II á su hijo Hixem: manten la
paz para tu ventura y la de tus pueblos: no desenvai
nes tu espada sino contra los malvados: ¿qué placer hay
en invadir y destruir poblaciones, arruinar estados y lle
var el estrago y la muerte hasta los confines de la tier
ra? Conserva en paz y en justicia los pueblos, y no te
deslumhren las falsas máximas de la vanid.ad: sea tu
justicia un lago siempre claro, modera tus ojos, pon fre
no al ímpetu de tus deseos, conQa en Dios, y llegarás
al aplazado término de tus dias.»
En resumen. La dominacion muslímica, políticamente
hablando, fué para Weschka y en general para la Ibe
ria menos fatal que las dominaciones goda, romana y
cartaginense: casi nos atrevemos á decir que no fué una
fatalidad. Religiosamente hablando, fué una dominacion
100
mala, cruel; pero sirvió quizá para depurar la fé de los
cristianos, que, pasando por el crisol de la desgracia,
pudo luego levantarse mas viva, mas pura y mas triun
fante que nunca.
Dejemos ya á Weschka. De su arquitectura sólo dos
quedan algunas ruinosas casas particulares. De su sun
tuosa mezquita y de sus mágicos palacios ni polvo han
quedado. Sus pensiles encantados, sus harenes voluptuo
sos, sus pintorescos khioscos, sus baños perfumados, sus
odaliscas, su lujo y todas aquellas maravillas creadas por
una religion sin trabas y una imaginacion oriental solo
pueden resucitar á los sonidos de la lira del inspirado poeta.
101

TERCERA PARTE.

HUESCA.

XI. -

Conquistadores de la Weschka musulmana.

¿Qué origen tenían los conquistadores de la Weschka.


musulmana?
La indómita y libre raza ibera que nunca, desde
los mas remotos siglos, habia podido mirar con bene
volencia á ninguno de los distintos conquistadores que
en el curso de las edades habian usurpado el suelo
que le pertenecía, miraba como un eterno baldon el
dominio del alfanje agareno.
Muchos oscenses, animados del espíritu religioso, del
patriotismo, del sentimiento de su dignidad y de todas
las nobles ideas de aquellos tiempos, iban á engrosar
102
cada dia as Olas de los independientes. Las breñas del
Pirineo fueron, como en todo tiempo, su refugio.
En las ásperas cimas que circuyen los pintorescos
valles de Jaca, un hombre extraordinario llamado Juan,
dió origen á un reino que primero se denominó de
Navarra, y mas tarde habia de dar nacimiento al de
Aragon. De un modo distinto, un guerrero llamado Pe-
layo, hombre tambien extraordinario, habia dado naci
miento, en las soledades de Covadonga, á la monarquía
de Asturias.
Juan, dicen las crónicas, era un varon justo que,
refugiado entre las muchas gentes escapadas del yugo
muslímico, cristiano entusiasta, lleno de santo fervor,
determinó retirarse a la vida ascética. Estableció su mo
rada léjos de todo el bullicio, convirtiéndola pronto en
santuario. Allí, entregado á santas prácticas y á divi
nas contemplaciones, oraba sin cesar por el triunfo de
nuestra -Religion veneranda. Pero aquella pobre cabana
del monte Orihuela, aquella solitaria ermita solo am
parada por los seculares troncos de la selva; aquel pe
queño oratorio dedicado á San Juan Bautista, pronto fué
visitado por el afligido que iba & buscar palabras de
consuelo para sus cuitas; pronto una muchedumbre de
dolientes, encontró allí remedio para sus afecciones. La
fama del ermitaño se estendia cada (lia más; y ya cua
tro penitentes le pidieron amparo, construyeron cerca de
la suya sus cabañas y se entregaron á la misma vida.
Murió Juan, el santo varon, y aquella pequeña er
mita, medio oculta entre la vigorosa vegetacion de aquel
suelo, fué visitada por casi todos los cristianos refu
giados en los Pirineos: entre ellos se contaban unos seis
cientos nobles cristianos.
El santo fin de tributar las últimas honras al que
habia llevado una vida tan ejemplar, les habia reunido;
103
pero, terminados los funerales, viéndose en número con
siderable, trataron naturalmente de los medios necesa-,
rios para sacudir el yugo sarraceno y devolver la li
bertad á su patria.

Pronto eligieron y proclamaron á un caudillo. Este


caudillo se llamaba Garci-Gimenez.
El nuevo gefe, distinguido por so valor, tenia en
sus venas pura y ardiente sangre ibera, estaba casado
con una noble dama llamada Doña Iñiga, y era señor
de Amescua y de Abarsusa. Con tesón y fortuna dió co
mienzo á sus proyectos de reconquista; desalojó á los
moros de las faldas de aquellas montañas, y dió á aquel
territorio el nombre de reino de Navarra. Agradecido á
la memoria del ermitaño Juan por su naciente prospe
ridad, convirtió la gruta del cenobita en un magnífico
templo que recibió mas larde el nombre de San Juan
de la Peña y fué sepulcro de muchos de sus descen
dientes. (750)
El primer sucesor de Garci-Gimenez fué su hijo á
quien habian puesto por nombre Garci-Iiliguez, «para
que reuniera los nombres del padre y de la madre.» ;
Los primeros reinados de Navarra son aun actual
mente uno de los puntos mas oscuros de nuestra his
toria... Para evitar digresiones que en este lugar po
drían con razon tacharse de inoportunas, solo diremos
que es muy presumible que la monarquía no pudo en sus
principios vivir independiente. Y los que, como noso
tros, tal presumen, presentan el siguiente catálogo de
reyes navarros dependientes del trono que había tenido
su origen en Covadouga: Portan García, sucesor de
104
Garci-Ifiiguez, Sancho /, Gimeno Iñigucz, Iñigo Gime
nez, y Garda Gimenez II.

García Sánchez Iñiguez fué el primer rey de Na


varra que, apesar de la resistencia del rey de Astu
rias» se proclamó independiente. Solo reinó seis años, mu
riendo con su esposa á manos de los moros en La-
rumbe. (891)

Sancho Garcés (Abarca) hijo de García Sanchez Iñi


guez quedó bajo la tutela de algunos nobles que go
bernaron el reino durante su menor edad. A los cator
ce años empuñó el cetro de su padre, y dió pronto
pruebas de escelente guerrero. Acometió la Gascuña, ó
Navarra francesa y fué feliz en no pocas empresas. Ha
llándose en la otra parle de los Pirineos, tuvo noticia
de una tentativa de los moros contra su capital Pam
plona, cruzó los montes por el paraje mas corto, cal
zando á su egército con abarcas de cuero crudo para
atravesar los riscos y salvó á su reino. Murió en 938
y la historia le ha conservado el sobrenombre de San
cho Abarca.

García II, hijo del anterior, fué Hamado el Trémulo,


segun unos, por haber quedado convulso de resultas de
105
ciertos ataques nerviosos; y, segun oíros, porque, ántes
de entrar en batalla, su fogosidad y su coraje le po
nían tembloroso. Murió en 984, dejando la corona a su
hijo Sancho.

Sancho II, llamado el Mayor y por algunos el Em


perador (4), casó con doña Elvira, hija del conde de
Castilla, la que heredó dicho condado. No se contentó con
la agregacion de Castilla á la Navarra, sino que llevó
sus armas victoriosas á Francia, á Leon, á las provin
cias Vascongadas y á Aragon, realizando importantes con
quistas. Al morir, en el año de 1048, guiado sin duda
mas del amor que profesaba á sus hijos que de calcu
ladas miras políticas, dejé á su hijo mayor García el
reino de Navarra; á Fernando el antiguo condado de
Castilla, á Gonzalo el señorío de Sobrarve y Rivagorza,
y á Ramiro, su predilecto hijo bastardo, el territorio de
Abagon.
Abandonemos pues ya la línea de los reyes de Na
varra, que acaba de dar un rey á la comarca que recibe
su nombre del pequeño rio Aragon.
Aragon formaba en la época á que nos referimos
un condado dependiente de Navarra. El primer conde
habia sido Aznar, hijo de Eudon el Grande, emperador
de Francia, el cual, prévio el permiso del rey de Na
varra, habia presentado batallas á los moros y con
seguido victorias, logrando posesionarse del pais. Al

(1) El epitafio do la reina su consorte decia asf: Híc requiestil


fatmila Dei Domna Mayor Regina, uxor Sancii imperatoris,
106
conde de Aragon Aznar heredó su hijo Azar; á éste su
hijo Galindo y á Galindo Gimeno Aznar.

Ramiro I (el Espúreo), (1) hijo de don Sancho de


Navarra, no quiso contentarse con el título de conde, y
se proclamó rey de Aragon.
Deseando ensanchar los límites de su reino, (2) Ra
miro I empezó por declarar la guerra á su hermano me
nor García de Navarra; mas sorprendido y vencido en Ta-
falla, hubo de retirarse á sus montañas, y, olvidando
rencores engendrados por la ambicion, imploró la paz
que ántes habia aborrecido. En 1036 tomó por esposa
á Gisberga, hija de Bernardo Roger, conde de Bigorra,
la que tomó el nombre de Ermesiuda, y en 1038 em
pezó á recibir el suspirado ensanche su pequeño reino.
Cierto Ramonet de Gascuña mató á traicion á Gonzalo,
el hermano de Ramiro; y los habitantes de Sobrarbe y
Ribagorza, viéndose sin señor, quisieron formar parte del
reino de Aragon.
El dia 1." de setiembre de 1049, fué enterrada en
San Juan de la Peña la reina Ermesinda que dejaba
cuatro hijos: Sancho, heredero del trono; García, mas tarde
obispo de Jaca; y Teresa y Sancha á quienes recibieron
por esposas los condes de Provcnza y Tolosa. Ramiro

(\) Los cronistas aragoneses abogan de consuno con copia de ra


zones en pro de la legitimidad de este Rey conocido en la historia por
el espureo. Veanse las obras del P. Pedro Abarca y de sus predece
sores.
(2) El reino de Aragon, segun muchos historiadores, no tenia en
tonces mas que veinte y cuatro leguas de largo, sobre la mitad poco
mas o menos de ancho.
107
tenia además otro hijo llamado Sancho, no legítimo, que
heredó mucha parte de sus estados, como luego veremos.
Dudosas cuando ménos son muchas de las conquistas
de Ramiro, referidas por los cristianos y negadas por los
autores árabes. Su fervor católico y su gran piedad son
mas conocidos porque nos ha legado pruebas evidentes
de ello en los concilios de su tiempo y en varias do
naciones. El papa Gregorio. YII llegó a llamarle cris
tianísimo príncipe (1).
La muerte de este Rey, acaecida, segun algunos en
el cerco que puso al castillo de Graos, ha sido con
trovertida. El historiador que al parecer alega mejores
datos es el árabe de Zaragoza Al Tortoschi (%). Dice
así: «Al Mokladir Billah dejó á Zaragoza para ir con
»su hueste al encuentro del tirano Radmil (Ramiro),
»príncipe de los cristianos. Los dos reyes reunieron el

(1) En el concilio celebrado en Jaca en 106o, en el que asistie


ron el rey don Ramiro y sus -hijos, el legítimo y el bastardo, nueve
obispos, á saber, el de Aux, el de Urgel, el de Rigorra, el de Olo-
ron, el de Calahorra, el de Lcytosa, el de Aragon (Jaca), el de Zara
goza in parlibus infidelium y el de Roda, tres abades, un conde y
todos los proceres da la corte del Rey, concilio notable por haberse res
taurado en el la antigua silla de Huesca, declarando que cuando esta
ciudad se recobrara del poder de los mahometanos, la de. Jaca le fue
se subdita y la obedeciese como hija á su matriz, don Ramiro y su
hijo Sancho hicieron donacion a Dios y 4 San Pedro (beato piscatori) ido
todo el diezmo de sus derechos, del oro, plata, trigo, vino y demás
cosas que de grado ó por fuerza les pagaban así cristianos como sar
racenos, de todas las villas y castillos, así en montañas como en los
llanos... de todos los tributos que al presente ó de futuro percibieran
ó pudieran percibir con la ayuda do Dios » «Y donamos, añaden, á
dicha iglesia y obispo, la tercera parte del diezmo rio lo que recibi
mos de Zaragoza y deTuriela.» «Y yo Sancho, hijo del precitado Rey,
encendido en amor divino, concedo á Dios y a San Podro (beato cla-
vigero) la casa que tengo en Jaca con todas sus pertenencias. »
(i) Ka su obra titulada Sirádjo'l moluc, citada por Du¿y en sus
Investigaciones, pag. 45a.
108
»mayor ejército posible, y se dieron vista musulmanes e
«infieles; cada uno de los dos ejércitos estableció su
«campo y se colocó en órden de batalla. El combate
«duró una gran parte del día; pero los musulmanes sa
lieron derrotados. Consternóse Al Moktadir; la lucha
»habia sido tan encarnizada que los musulmanes se dis-
«persaron acá y allá. Entónces Al Moktadir llamó á cier-
»to musulman que aventajaba á todos los demás guer
reros en conocimientos militares, el cual se llamaba
«Sadadáh.—¿Qué piensas de este dia? le preguntó Al
«Moktadir.—Desgraciado ha sido, le respondió Sadadáh;
«pero aun me queda un recurso. Y dicho esto se mar-
«chó. Llevaba este tal el trage de los cristianos y ha-
«blaba muy bien su lengua porque vivía á su vecin-
«dad y se mezclaba con ellos muchas veces. Penetró
«pues en el ejército de los infieles, y se acercó al ti-
- «rano Radmil. Encontróle armado de piés á cabeza, con
«la visera calada de suerte que no se le veía mas que
«los ojos. Sadadáh le acechó esperando una ocasion de
«poderle herir. Presentesele ésta, lanzóse sobre Ramiro y
«le hirió en el ojo con su lanza. Ramiro cayó boca abajo
«en tierra. Entónces Sadadáh comenzó á gritar en ro-
«mance:—-¡El Sultan ha sido muerto, oh cristianos!—
«Difundida por el ejército la noticia de la muerte de Ra-
«miro, dispersáronse los cristianos y huyeron precipila-
«damente. Tal fué, por la permision del Todo-poderoso,
«la causa de la victoria de los musulmanes.»
No murió, sin embargo, Ramiro I de aquella herida;
pero murió, á consecuencia de ella, el mes siguiente,
dia 8 de mayo de 1063.
En su testamento que habia otorgado dos años án
tes, durante una enfermedad que pasó en San Juan de
la Peña, declaraba sucesor de todas sus tierras y se
ñoríos á su hijo legítimo Sancho, y al otro Sancho, el
qastardo, le dejaba el señorío de Áybar y los condados
109
de Ribagorza, Javierre, y Latre con las villas de su per
tenencia, para que las poseyera en fendo por sn her
mano (1).
Hemos llegado ya al reinado de un jóven valeroso
y de altivo ánimo que estaba destinado á dar no po
cos dias de gloria á su patria.

De diez y ocho años subió al trono de su padre, en


1063, Sancho Ramírez.

(1) «Y si, lo que Dios no permita—dice el testamento—hiciese la


infamia de separarse de la obediencia de su hermano o de querer le
vantarse contra los reyes de Pamplona, que sea echado de estas tier
ras y del señorío que le dejo, y que estas tierras y este señorío ven
gan á poder de mi hijo Sancho, hijo mio y de Ermesinda, cuyo nom
bre bautismal fue Gisberga.» En otra cláusula dice: «Pero mis armas,
que pertenecen a barones y caballeros, sillas, frenos de plata, espadas,
escudos, adargas, cascos, cinturones y espuelas, los caballos, muías, ye
guas, vacas y ovejas, las doy á mi hijo Sancho, al mismo á quien
dejo aquella mi tierra, para que lo posea todo; á escepcion de mis
vacas y ovejas que estuvieren en Santa Cruz y en San Cipriano, que
las dejo por mi ánima, mitad á San Juan y mitad á Santa Cruz. En
cuanto á mi moviliario, oro, plata, vasos de estos metales, de alabas
tro, de cristal y de macano, mis vestidos y servicio de mesa, vaya to
do con mi cuerpo á San Juan, y quede allí en manos de los se
ñores de aquel monasterio; y lo que de este moviliario quisiere com
prar o redimir mi hijo Sancho, comprelo o redímalo, y lo que no
quisiere comprar, vendase allí á quien mas diere; y aquellos vasos que
mi hijo Sancho comprare o redimiere, sea peso por peso de plata. Y el
precio de lo que mi hijo comprare 6 redimiere, y el precio de todo lo demás
que fuere vendido, quede la mitad por mi ánima á San Juan, donde
he de reposar, y la otra mitad distribuyase á voluntad de mis maes
tros, al arbitrio del abad de San Juan y del obispo que fuere de
aquella tierra, y del señor Sancho Galindez y el señor Lope Garces y
el señor Fortuno Sanz y de otros mis grandes barones, por la salud
de mi ánima pártase entre los diversos monasterios del reino, y en
construir puentes, redimir cautivos, levantar fortalezas o terminar las que
están construidas en fronteras de los moros para provecho y utilidad de
los cristianos....»
110
Este segundo rey de Aragon, fiel á la política de
su padre, con respecto al ensanche del reino, desen
vainó sn espada y, tomando un continente varonil y ar
mándose de una resolucion y firmeza inquebrantables,
superiores á tan temprana edad, dirigió amenazadora su
acerada punta contra las almenas ea donde Vió tremolar
el pendon de la media luna. La victoria coronó sus pri
meras armas. Barbastro no pudo resistir el empuje del
valiente aragonés, y las muslímicas huestes que la de
fendían tuvieron que entregarle las llaves de la plaza.
Ya no se contentaba Sancho Ramírez con las montañas
y riscos en donde habia tenido sentado el trono su pa
dre: las delicias de la tierra llana le agradaban, el be
nigno clima le seducía y su mente calurosa vislumbraba
ya en grato ensueño la mas brillante de las conquis
tas: la conquista de Huesca.
Huesca llamaron en efecto los cristianos á la codi
ciada ciudad, de la cual las pacíficas aguas del latino
Flamen incesantemente han de recordar días . de , gran
diosa pujanza. Los cristianos corrompían la pal-abra Wese/ika,
de la misma manera que Tos musulmanes habian cor
rompido la palabra Osea.
En la época á que nos referimos, nuestro héroe, abo
lió en las iglesias de sus estados el rito católico mozá
rabe que á tantos embates y á tantos siglos habia re
sistido, adoptando el romano. En la historia de la Igle
sia de Huesca nos ocuparemos de este asunto. (1) No

(1) Sabido es qne, en el concilio de Jaca, Ramiro I acepto ya el


breviario romano.
Leemos en la obra titulada «Los reyes de Aragon en Anales his
toricos, escrita, en el reinado de Carlos II, por el jesuíta y catedrático
de prima de Teología de Salamanca, P. Pedro Abarca, el párrafo si
guiente: «En fin dio el Rey (D. Ramiro) en este concilio á todos los
príncipes cristianos el ejemplo do admitir las ceremonias romanas, de-
111
queremos ahora, con Zurila y demás cronistas aragone
ses, ensalzar aquella disposicion., ni tampoco deprimirla
con Lafuente, Ortiz y demás críticos de nuestros dias.
A nuestro modo de ver, la abolicion en fispaña del rito
mozárabe, políticamente hablando, fué una derrota; reli
giosamente un caso que no podemos juzgar, é histórica
mente un suceso que asestó un terrible golpe contra
tradiciones venerandas y recuerdos nacionales siempre
respetables. Mucho costó arrancarlo del suelo aragonés;
no bastaba llamarlo supersticion inicua, fueron menester
anatemas. La corte de Roma y la política francesa al
fin triunfaron. (1071)
Sin embargo, la guerra llamaba al valiente Sancho
Ramírez, y no era este Rey capaz de desoir aquella voz
sagrada.
No nos detendremos en sus primeras y rápidas víc

jando las del Ofieio gotico (español): punto que se hacia tan duro á los
españoles, gente nada ligera en sus costumbres, que ea Castilla des
pues de muchos escándalos se llego á la prueba feroz y faláz de la
batalla, para saber por el suceso de ella cual era el culto mas religio
so y mas agradable á Dios; y venciendo el caballero del gotico o mo
zárabe, se paso á otra menos costosa, pero mas temeraria prueba; cual
fue la de pedir un milagro, y con esa necia confianza pusieron am
bos Breviarios en una alta hoguera: y afirma el arzubispo D. Rodrigo
que el romano se quemo todo, y el toledano o godo, salto, como vo
lando sobre las mismas llamas. Asi aclamaron á la victoria los que re
sistieron á la mudanza, dándola por condenada del Autor de este mila
gro y Juez infalible de la verdad. Pero D. Fernando de Castilla, aten
diendo como catolico príncipe á la regla mas firme de la piedad y de
la Religion, que es el Vicario de Cristo, hizo justo desprecio de la pri
mera prueba y tuvo por engaño la segunda que la califico el papa Gre
gorio VII con nombre de ilusion toledana: mas el pueblo que es mons
truo de ignorancia y de porfía, viendo desterrados sus ritos, dijo el
adagio que nos ha quedado: 'Allá van leyes do quieren reyes.' —Cap.
$. Fol. 110.
El rito romano no fue sin embargo observado definitivamente hasta
el arribo a Aragon del cardenal Hugo Cándido, legado de Alejandro II,
en 1071, reinando Sancho Ramirez.
112
torias, ni tampoco en particularidades de su vida pri
vada y política que, sobre no conducir completamente á
nuestro objeto, traspasaría los límites que nos hemos
propuesto. Sabida es su tradicional deferencia á la santa
Sede y su religiosidad meticulosa. Sabido es que aque
jado de ciertos escrúpulos de conciencia por haber apli
cado algunas rentes eclesiásticas, décimas y primicias,
aunque con anuencia del Sumo Pontífice, para los gastos
de la guerra, se decidió á pedir perdon y satisfaccion á
Dios, snjetándose á una pública penitencia en la Iglesia
de Roda.
Bien es verdad que el Cielo bendecía cada día su
reinado. Un accidente imprevisto puso en sus manos otro
codiciado cetro: el de Navarra. «El I de junio de 1076,
hallándose entretenido en el ejercicio de la caza su pri
mo Sancho Garcés de Navarra en los bosques de Peña-
len, fué alevosamente sorprendido por su hermano Ra
mon, y precipitado por él y sus amigos de lo alto de
una elevada roca, de lo cual le quedó en la historia el
nombre de Sancho el Despeñado y de Sancho el de
Peñalen. (1)»
El fratricida no debia, sin embargo, alcanzar el fin
que se propuso con su crimen. Los Navarros, horrori
zados de aquella alevosía, proclamaron por su Rey á
Sancho, el de Aragon. Dirigióse éste á Pamplona á to
mar posesion de su nuevo reino, mas Alfonso VI de Cas
tilla que se creia con derecho á aquella corona, guió
sus soldados hácia la Navarra, y se apoderó de la Rioja,
de Calahorra y de otras plazas limítrofes, en tanto que
Ramon el fratricida, perseguido por los navarros, pedia
amparo al walí de Zaragoza, del que obtenía casa y ha
ciendas con que poder vivir con el decoro correspon-

(1) Lafuente. ton», IV, part. II, lib. I.


113
diente á su clase de príncipe. El rey aragonés no qui
so disputar por entónces las plazas de la Rioja. Urgíale
más pelear contra los infieles.... (1)
Su designio capital, como ya hemos dicho, era la
conquista de Huesca. Ésta era su idea fija y dominan
te, idea que le traía sin sosiego, plan al que consa
graba sus vigilias, proyecto que deseaba ver cuanto án
tes realizado.
No perdonaba medios para pouerlo en ejecucion.
Trabajaba para allanar rápidamente el terreno. La
conquista de Barbastro, la Barbastar de los mauritanos,
no habia sido más que su primer paso hácia su codi
ciada joya. No tardó en apoderarse de Naval, fortaleza
muslímica que mantenía en continua alarma al reino
de Sobrarbe; del castillo de Marcuello, centinela avan
zado entre Huesca y Jaca, y de Loarre, la célebre 6a-
lagurris násica, tan célebre en la guerra de los celtí
beros y romanos (2). No pudo ménos de acudir pre
suroso Abderramen, el emir de Huesca, á prestar so
corros á aquella preciada y fuerte plaza militar; pero
fué .rechazado, apesar de su arrojo, en sangrienta lid, y
se vió obligado á encerrarse en los muros de su ca
pital.

(1) Annal. Comport. p. 320. —Moret, Anal de Navarra, lib. Xllt.


—Id. Invest. lib. III. —Zurita, Anal lib. I. cap. 23. — Lafuente, tomo
IV, parte II.
(2) Que Loarre es la celebre Calapurris násica ncs parece hoy dia
incuestionable Ne solo lo sostienen los analistas aragoneses y sus comen
tadores, sino tambien los navarros. Leemos en el fol. 117 del citado
libro de Abarca: «En el tiempo de. S. Jeronimo, Loarre era una al-
dehuela, reliquia triste de esta celebre ciudad, de la cual era taberne^
ro el infame hereje Vigilando, frances de la vecina tierra de Comenje;
como lo averigua todo bien el P. Morct, deshaciendo con clara luz la
infeliz y como fatal equivocacion de los que la lian imaginado natural
de Pamplona.»
8
114
«En 1 078, se atrevió á pasar á la vista de Zaragoza,
taló sus campos, siguió las corrientes uYl Ebro y cons
truyó la fortaleza de Castelar, desde la cual tenia en res-
peto toda aquella comarca mahometana. En los años si
guientes, obligó al rey de . Zaragoza á comprar la paz
con un tributo anual, tomó varias fortalezas, se pose
sionó por asalto del castillo de Graus, lugar que lan fu
nesto habia sido á su padre, fortificó á Ayerbe, con
quistó á Piedra Tajada, y por último, en 1086 ganó á
Monzon, que con título de rey, dió á su hijo D.Pedro,
que ya lo era d3 Sobrarbe y Ribagorza (1).»
Las riberas del Ebro y del Gállego, del ("inca y del
Alcanadre habian ya sido testigos de la energía, acti
vidad y valor de Sancho Ramírez. Terrible enemigo de
los reyes mahometanos de Huesca y Zaragoza, en más
de una ocasion les hizo sentir el vigor de su diestra.
Se prometía cansar y rendir al fin á aquellos dos do
minadores del pais que tanto ambicionaba y que consti
tuía su dorado sueño. Siempre dominado del mismo pen
samiento, unas veces le vemos aliarse con Berenguer de
Barcelona y otras con el emir agareno de Tortosa y De-
nia, arrostrando el enojo de Rodrigo Diaz de Vivar, y
viéndose precisado á medir sus armas con las del cé
lebre é invencible Campeador,
Nada le arredraba. Hubiérase dicho que de la con
quista de Huesca dependía la salvacion ó la muerte del
reino aragonés, y que en aquella poblacion le esperaba
la esplendente corona que habia entrevisto en sus en
sueños de gloria.
No sólo no nos estraña este anhelo vehemente de
Sancho Ramírez, sino que, encontrándolo justo, hasta
creemos comprenderlo. La celebridad inmemorial de

(1) Lafuente, Tumo IV., parte II , libro I.—Zurita, Anal. cap. 27 y 29.
115
Huesca, su posicion topográfica finire los montes y la
tierra llana y sus terribles fortificaciones hacían de ella
una plaza digna de fijar la mirada de águila y de ser
el blanco de los deseos de aquel rey guerrero.
Próximo estaba el dia supremo; el dia en que ha
bia de ver puesto en ejeeucion el mas vasto plan com
binado por su ambicioso genio.
Con la conquista de las fortalezas que hemos men
cionado, ya tenia á Huesca cercada como por una mu
ralla de yerro: no era fácil que se escapara de sus
acerados brazos la favorita esquiva por cuya posesion
deliraba.
Próximo estaba el dia supremo.

XII.
Memorable cerco de Huesca.

Un dia del año 1091, dicen las crónicas, las altu


ras que dominan la ciudad de Huesca aparecieron
coronadas de aragoneses cristianos. El rey D. Sancho Ra
mirez los acaudillaba. Tenia muy bien tomadas sus me
didas. Acababa de conquistar las fortalezas de Santa
Olalla y Almenara y de recobrar la peligrosa plaza de
Naval, en las raíces del monte Arbe. Habia fortificado
todos los collados vecinos de Huesca, tenia llenos de re
paros, armas y víveres los famosos castillos de Lohar
11C
re, Marcnello y Alquézar, y, con sus rápidos y repeti
dos triunfos, tenia aterrada á la morisma de las orillas
del Ebro, del Gállego, del Alcanadre, del Vero, del
Guatazulema, del Cinca y del Segre. Monte-Aragon, fun
dado recientemente por él, con un aspecto mas militar que
monástico, dominaba toda la comarca y parecía un reto
terrible dirigido á los que no léjos se agrupaban en
torno de la media luna.
Sin embargo, en 1092, un nuevo suceso le hizo
suspender el sitio por algun tiempo. No desistía ante
la fortaleza de los muros de Huesca, ante sus pertre
chos de guerra y el valor de sus defensores: la tor
menta se formaba en otra parte, y tuvo que acudir á
disiparla. Coaligados los vvalíes ó emires do Lérida,
Fraga y Tortosa, se proponían acabar con'el poder del
conquistador de Üalaguer, el conde de Urgel Armengol
de Gorp, y volver luego sus armas contra el audaz
aragonés. No titubeó un momento. Depositó y dejó ase
gurados en los castillos inmediatos los bélicos aparatos
de sitio y voló á socorrer al conde de Urgel.
Breve y feliz fué aquella campaña. Los jeiques aga-
renos, sobre ver perdidas sus esperanzas, tuvieron que
pagar su derrota con subidisimos tributos á Armengol y
á sus auxiliares y compañeros de armas, D. Sancho Ra
mírez, el conde de Pailars y el vizconde de Cardona.
£1 año siguiente 1093 volvió el rey de Aragon á
emprender con nuevo vigor el sitio de Huesca. Miles
de soldados coronaban de nuevo la cima de los pro
montorios vecinos, resonaban los clarines de guerra, tre
molaban los estandartes, y moros y cristianos se apres
taban á la pelea.
Si no decayó el ánimo del Hey ante la inexpug
nable cindad, fué porque un espíritu eminentemente re
ligioso le sostuvo en aquella arriesgada empresa. Nada
117
perdonaba para atraer sobre su ejército las propicias mi
radas del cielo, y en un rapto de fervoroso cnlusiasmo
llegó á qfrecer al santuario á su hijo menor, el tierno
Ramiro. Todas las precauciones y medidas le parecían
insuficientes y mezquinas cuando contemplaba ante su
vista el codiciado premio de sus virtudes religiosas y
guerreras, la terrible poblacion defendida por las forlí-
simas noventa y nueve torres de que nos habla el his
toriador Aynsa. No le bastaba tener á su lado á sus dos
valientes hijos D. Pedro y 9. Alonso destinados á con
quistar una corona de inmarcesible gloria; no le bastaba
hallarse rodeado de, sus ricos- hombres y caballeros, hé
roes en cien combates, ni del numeroso ejército que en
tantas batallas campales se habia acreditado de inven
cible. Necesitaba que su tercer hijo, el nombrado Ra
miro, se consagrase á Dios, á fin de que aquel inocente
vástago, desde el fondo del claustro, fuese su mas pro
pio y poderoso intercesor a] pié del trono del Omni
potente y le alcanzase el tesoro de gracias que desea
ba. La escritura latina por la que el Rey consagró
el tierno infante al servicio de Dios, en el monasterio
de San Poncio de Tomeras, cerca de Narbona de Fran
cia, sólo respira religiosidad acendrada. En ella se
leen estas palabras: «Yo el dicho D. Sancho, rey de
»los Aragoneses \ Pamploneses, queriendo agradar en
»todo á Dios, por los inmensos beneficios recibidos, en
cendido con el calor del Espíritu Santo, ofrezco mi ama-
»da prenda Ramiro, mi hijo carísimo, á Dios, á la
«gloriosísima Virgen Maria y al glorioso Mártir Poncio
»de dicho monasterio, á su Abad y Monjes, para que
«sea uno de ellos, segun la Regla de S. Benito, yrue-
»gue á la bondad divina por mí, por su madre y por
«todos sus parientes.» Y mas abajo añade: «Vosotros
«pues, hermanos míos de S. Poncio, tened miscricor-
US
»dia de mi amantísimo hijo Ramiro que doy y ofrezco
»á Dios y á vuestro monasterio con aquella devocion y
»fé con la cual Abraham ofreció su hijo á Dios, y Ana
»tambien el suyo al sacerdote Helí; para que le sirva
»siempre en su Templo, y yo incitado con el ejemplo,
»vida y doctrina de mi hijo, y ayudado con sus oracio
nes y las vuestras, pueda llegar a los gozos del pa-
»raiso, Amen.»
Por otra parte, no permanecía tampoco ocioso Ab-
derramen, el emir de Huesca. Al paso que preparaba
y animaba á sus tropas muslímicas, y mozárabes á sos
tener una heróica defensa, no perdonaba ningun medio
capaz de proporcionarle la alianza y los auxilios de
otros soberanos. No sólo halló un decidido protector en
el emir de Zaragoza, sino que pudo conseguir que el
cristiano rey de Casulla se declarase paladin de su cau
sa; y si no alcanzó el eficaz apoyo del famoso Cid y
de Ramon Berenguer III, qpnde de Barcelona, fué qui
zá porque el primero se hallaba comprometido en su em
presa de Valencia, y el segundo ocupado con las dis
cordias domésticas y civiles de que era entonces víctima
aquel condado.
El rey de Castilla fué indudablemente la causa prin
cipal de que se prolongara más el sitio. Para distraer
las fuerzas de Sancho Ramirez suciló de nuevo sus an
tiguas pretensiones al reino de Navarra; y uno de sus
condes entró por órden suya en Álava á la cabeza de
dos mil lanceros y muchos soldados de infantería. Tuvo
el rey de Aragon que acudir á proteger sus estados, no
tardó en presentarse en Vitoria y ante sus huestes se
retiraron las de Castilla.
Victorioso sin haber llegado á las manos, Sancho Ra
mirez, dejando guarnecidas las fronteras de su reino, se
separó de su ejército y tomó con su hijo D. Pedro, rey
119
ya de Sobrarbe y Ribagorza, el camino de San Juan
de la Peña para encomendar á Dios sus personas y su
empresa eu el sosiego de aquellas soledades, y quiza
tambien para ofrecer y cumplir votos por la conquista
de Huesca.
Llegó por fin otra vez ante los muros de Huesca, y,
fortalecido con la oracion, se preparó á dar un golpe
de mano decisivo.
Cansado de las escasas peripecias de aquel sitio, y
poco á propósito su fogosidad para prolongar mas largo
tiempo aquella monotonía, se propuso intentar el asalto.
El espíritu de sus tropas, animadas por otra parte con
el refuerzo de las que le habian acompañado en su ex
pedicion á Navarra, favorecería sus planes.
Era un dia de los «primeros de Junio, cuando mon
tado en un brioso corcel examinaba cuidadosamente el
estado de las fortificaciones de la plaza, y, parándose en
un pequeño promontorio que á oriente de la ciudad y
á izquierda del Isuela aun contempla el pensativo via
jero, promontorio al que la tradicion ha conservado el
nombre de Pueyo del rey Sancha, y sobre el que se
levantó mas larde un santuario dedicado á las Mártires,
las santas vírgenes Nimilo y Alodia, vió un puesto, al
parecer monos resguardado, y, entusiasmado, lo señaló
con su diestra á los gefes que le acompañaban. Lejos
estaba de presumir el valeroso príncipe que detrás de
aquel muro se ocultaba el agareno destinado á cortar
el hilo de sus días. Aprovechándose, en efecto, un dies
tro flechero de los sitiadores de la postura del Rey,
le asestó un proyectil mortífero que penetró por la aber
tura de la loriga que dejaba cñ descubierto el levanta
do brazo.
La (lecha estaba envenenada y el Rey conoció muy
pronto, toda la gravedad de aquella herida. Retiróse con
120
sigilo á su tienda, y, llamando á sus hijos, á los ricos-
hombres y caballeros, les confió el terrible secrelo, dis
poniendo ántes de su muerte la jura de su hijo don
Pedro á quien legaba su brillante y pesada corona. Con
ánimo sereno y cristiana resolucion recibió, dicen las
crónicas, los santos Sacramentos y despidióse de los
principales personages que le rodeaban, anegados to
dos en lágrimas de ternura. Y despues de hacer jurar
á su hijo D. Pedro que no abandonaría el sitio de
Huesca por motivo alguno, arrancó de su costado la
fatal saeta; y, coa la sangre que de la herida brotara,
se escapó tambien su vida.
Así murió mártir de sus buenos deseos, el dia í de
Junio de 1094 el rey Sancho Ramirez, aquel célebre
campeon que habia humillado á los emires de Zaragoza
y de Huesca, que habia conquistado á Barbastro, Loar-
re, Bolea, Graus y muchos castillos, fortificado á Ayerbe,
vencido á sus contrarios en Pina, en Muñones, enTu-
dela, arrebatando otro triunfo al mismo Cid en Morella;
y, no contento con tanta gloria, habia dado fueros á Ja
ca y contribuido personalmente á la conquista de To
ledo.
Su cadáver fué depositado en Monte-Aragon, siendo
trasladado mas tarde, segun Briz Martínez, al monas
terio de San Juan de la Peña, at lado de su esposa Fe
licia que allí descansaba desde 1086.
121

XIII.
Continuacion del sitio de Huesca,

Túvose oculta en los primeros momentos la muerte


del rey D. Sancho. No con venia que se divulgase re
pentinamente aquella terrible desgracia, capaz de mitigar
los b'rios de los soldados sitiadores y de propagar el de
saliento en todo el campo.
El nuevo rey D. Pedro, jurado ya por los nobles y
los caballeros, hízose despues de algunos dias reconocer
por el ejército, y sin la menor resistencia levantáronse
pendones á nombre suyo en todas las poblaciones de
Aragon y Navarra que ántes obedecian á su padre.
La muerte de Sancho Ramírez fue* entonces llorada
por todos los cristianos interesados en la conquista de
Huesca, y festejada con ruidosas zambras por la ame
nazada morisma. Las fiestas y la algazara de los sitiados
llegaba hasta las trincheras de los silíadores, y entón
ces el animoso D. Pedro, encendido en justo enojo, de
bió repetir á sus ricos-hombres el juramento prestado á
su padre moribundo.
Pedro I, léjos de debilitar las esperanzas de los su
yos, supo en efecto manifestarse digno hijo de D. San
cho. Ni su difícil posicion, ni las contrariedades que sue
len surgir al principio de todo reinado fueron capaces
122
de arredrarle y hacerle desistir del empeño de lomar á
Huesca. En vano los régulos y alcáides acarenos de las
orillas del Vero se arrojaron sobre la ciudad de Bar-
bastro y vencieron á su escasa guarnicion cristiana; don
Pedro no abandonó el cerco de Huesca, seguró de que
esta capital seria luego la llave de todo el Aragon, aun
que la pérdida aeBarbastro le cerrase momentáneamente
las puertas á los socorros de los condes de Urgel y Bar
celona.
La actitud decidida y amenazadora de D. Pedro
no pudo ménos de alarmar al emir de Huesca, que se
decidió ya á echar mano de cuantos recursos se ha
llaban á su alcance. Hiciéronse frecuentes las acometi
das en las trincheras y las escaramuzas en el campo.
Los auxilios de los emires de Lérida, Tortosa y Valen
cia juntamente con las fuerzas de los Almoravides que
entónces invadian la Península y eran recibidos con pal
mas por el de Zaragoza, contribuyeron por algun tiem
po á animar al agareuo.
Y no es que fuesen muy felices en sus empresas los
defensores de Huesca. La relacion del escritor musulman
Ben Hudeil que^el orientalista Conde nos ha hecho co
nocer, en el capítulo XVIII de la 3." parte de su obra,
da. algunos detalles de los triunfos de las armas cris
tianas delante de la ciudad sitiada, ántes y despues de
la muerte de D. Sancho.
Oigamos el curioso relato á que nos referimos.
«El rey de Zaragoza Almostain Billah Abu Giafar,
»cuando creia descansar, y que los cristianos escarmen
tados en Zalaca le dejarian gozar de la felicidad de
»aquella victoria, se vió acometido de muchedumbre de
»infieles que acaudillaba el tirano Aben Radmir (]).

(1) El hijo de Ramiro: Sancho Ramirez,


123
«Salió contra él con cuanta gente pudo allegar, que
«serian veinte mil hombres entre ginetes y peones,
«gente muy esforzada, y robusta columna del Islam.
«Encontráronse estas tropas con las del tirano Aben
«Radmir, que eran en igual número entre caballos y
«peones. Fué el encuentro de estas dos huestes, dice
»Ben Hudeil, cerca de Medina Huesca, fronteras de Es-
«paña oriental (fortifíquelas Dios y ampárelas). Estaban
«ámbos ejércitos muy confiados cada uno en su poder
»y en el valor y destreza de sus caudillos, hijos de
«la guerra, leones embravecidos. Presentáronse la bata-
«11a, y al principio de ella dijo Aben Radmir (destruya -
«le Dios) á sus principales campeadores: «Ea, mis ami-
»gos, señalemos con piedra blanca este día; ánimo y á
«ellos.» En este punto se trabaron las dos contrarias
«huestes con igual denuedo y valor, y fué la batalla
«muy reñida y sangrienta,- que ninguno tornó la cara
ȇ la espantosa muerte, ni queria ceder ni perder su
«puesto ni fila, y mucho ménos el campo: cada uno
«quería que su caudillo le viese peleando como bravo
«leon, hasta que fatigados ámbos ejércitos, que no po-
«dian menear las armas, suspendieron la cruel matanza
»á la hora de Alahzar. Estuviéronse mirando unos á
«otros como una hora, y luego haciendo señal ellos con
«sus bocinas y trompetas, y nosotros con nuestros atam
bores, se trabó con nuevo ímpetu la porfiada y san-
«grienta lid: acometieron los cristianos con tal pujanza
«que de tropel entraron dividiendo nuestra hueste, y así
«hendida aquella fortaleza que se mantenía, se siguió
«la confusion y desordenada fuga, y la espada del ven-
veedor se cebó en las gargantas mustímicas hasta la
avenida de la noche, y el rey Almostain el Zagir Aben
«Hud y los suyos se acogieron á la ciudad de Huesca.
«-«Luego los cristianos cercaron la ciudad y la com
124
»batian con máquinas é ingenios, y los valientes mus
limes salían y daban rebatos, y se los destruían, y ea
»uno de estos fué herido y muerto de saeta Aben Rad-
»mir, el rey de los cristianos: pero no por eso levan
taron el sitio, ántes Lien con nuevas tropas vinieron
»á la conquista. Estaban los muslimes muy apurados....»
Asi se espresa el escritor árabe; y lo cierto es que,
desengañado el emir de Huesca y previendo su ruina,
se decidió á ofrecer al rey de Aragon que si levantaba
el cerco le pagaría desde luego todos los gastos de la
empresa y para siempre un tributo superior á todos los
pasados.
Esta proposicion ni siquiera fué discutida por el con
sejo de los nobles que la rechazó con ironía é in
dignacion.
Sólo el cumplimiento de un deber sagrado pudo
distraer á D. Podro de sus. bélicas tarcas. Fió el honor
de su ejército y el baston de mando á su valeroso her
mano el infante D. Alonso, destinado á empuñar mas
tarde muchos codiciados cetros, y se dirigió á San Juan
de la Peña. Dos poderosas razoucs le guiaban al céle
bre monasterio. Honrar las cenizas de su difunto pa
dre, dejándolas depositadas entre las de sus mayores (1)
y asistir á las augustas y solemnes ceremonias de la
segunda consagracion del templo de San Juan. Un lu
cido séquito le acompañó en aquella breve, pero bri
llante expedicion. Formaba parte de la regia comitiva
la condesa Doña Sancha hermana del rey difunto, el
venerable Amato arzobispo de Burdeos, el legado del

(I) Algunos opinan que Sancho Ramírez no ocupo su panteon de


San Juan de la Peña sino despues de la conquista de Huesca. Cree
mos mas pru. lente conformarnos con la opinion de Abarca y de otros
historiadores.
125
Papa en esta guerra, .los obispos de Jaca y Magallon,
los abates de Tomeras, Leyre y del mismo San Juan,
v muchos ricos-hombres, deseosos todos de contribuir
al mayor lucimiento de aquellas solemnidades.
A principios del año 1095 el rey D. Pedro se ha
llaba ya en su puesto junto á los fosos de Huesca, en
donde sabia mostrarse tan buen político como guerrero,
mandando un legado al Papa á fin de atender á cier
tas reclamaciones de su digna milicia contra pretensio
nes del episcopado, pretensiones que el gefe de la
Iglesia, secundado por la ilustracion del legado régio,
el célebre Aymerico, abad de S. Juan, supo corregir
con solicitud digna de encarecimiento. Bien merecia don
Pedro el dictado de rey excelentísimo de las Españas
y las muchas otras gracias que le dispensó el Sumo
Pontífice, pues á sus dotes militares y civiles reunía la
acendrada piedad de sus padres. Lleno de santa de
vocion, dícese que pasó la cuaresma de aquel mismo
año 1095 en San Juan de la Peña, pidiendo fervoro
samente á Dios que le fuese permitido enarbolar el pen
don de la cruz en las almenas de aquell.i ciudad, la
patría de gloriosos mártires, la que dió la muerte á su
querido padre.
Vino el año de 1096 y el curso de los aconteci
mientos trajo el desenlace de aquel prolongado y tris
te drama.
Convencido estaba el rey D. Pedro de que la ciu
dad sólo podía rendirse con el hombre y no desistia de
estrecharla, cuando el emir de Zaragoza, poniéndose al
frente de un ejército innumerable y acompañado de
poderosos auxiliares agarenos y tambien cristianos, de
cidióse á emprender una campaña para libertar á la
oprimida Huesca, presentando una terrible batalla á las
126
fuerzas del rey D. Pedro, en los mismos muros de la
poblacion.

XIV.
Batalla de Alcoraz,

A muy poca distancia de los muros de Huesca y ha


cia el occidente de la ciudad, se estiende alrededor de
un cerro aislado, una espaciosa y fértil llanura, teatro
algun tiempo de escenas gloriosas y sangrientas. Desde
aquel cerro, eterno testigo de tantos hechos terribles y
dramáticos, coronado por un santuario histórico, se des
cubre un dilatado y vistoso panorama en el que se pre
senta en primer término, por una parte la antiquí
sima poblacion y, por otra, los campos de Alcoraz.
¿Quién al contemplar aquella, tierra sagrada, al través
de las vagas emanaciones producidas por un sol de es
tío, no inclina, apesar suyo, su frente y no saluda con
movido las heróicas sombras de los que la pisaron aquel
dia en que Dios se sirvió dar á las armas cristianas
uno de los mayores triunfos que registran los anales
del mundo, triunfos propios de las grandes batallas tra
badas entre los defensores de la Cruz y los del Islam?
«Dos años y medio habian trascurrido, dice un ele
gante escritor contemporáneo, desde que Huesca con
templó con triunfo la pompa fúnebre del monarca si
127
fiador, esperando cada día ver deshacerse el falal cír
culo de lanzas que la cenia, ó asomar por el Jado de
Zaragoza la salvacion, cuando al amanecer del 25 de
Noviembre de 1096 levantó un grito de alborozo á la vista
de los campos hechos un mar de turbantes, en medio
de-Ios cuales apénas se distinguían las armaduras del
ejército cristiano como un punto oscuro que las olas
iban á envolver por momentos. Sin embargo el valor
multiplicaba su número, las hazañas revelaban su nombre.
El brioso mancebo puesto al frente de la vanguardia era
el hermano de Pedro I, el príncipe Alfonso que tantas
coronas debía reunir, y que entónces no soñaba sino en
las de- laurel: á su lado peleaban dos campeones: Gas
ton de Biel y Barbatuerta, tronco el uno de la ilustre
familia de Comeles, el otro de la de Corellas. En el
centro se distinguían los bizarros caballeros Ferriz de
Lizana, Briocalla ó Barchalla, Garcia de Trusillo, Lope
Ferrench de Luna y Gomez de Luna; y á retaguardia
el rey D. Pedro, rodeado de sus valientes Gimeno Az-
nares de Oteiza, D. Ladron y Sancho de la Peña, im
pedia la salida á los sitiados, volviendo los ojos con so
brenatural confianza á la urna levantada en alto donde
reposaban las cenizas de S. Victorían, seguro de la vic
toria que en sueños le babia prometido. Distinguíanse
por su cstrangera armadura y su imperial divisa dos com
batientes, hijos entrambos, segun las crónicas, de Enri
que IV de Alemania, atraídos por la piedad como pe
regrinos al sepulcro de Santiago, y de allí al cerco de
Huesca por su espíritu belicoso; llamábanse Conrado y
Maximiliano, y los genealogistas no escrupulizan en ha
cer derivar del segundo la noble prosapia de los Gime
nez de Urrea. A la cabeza de trescientos montañeses ar
mados de ferradas mazas erizadas de púas que destro
zaban los cráneos sarracenos no protegidos ya por los
128
muelles turbantes, hendia las huestes Fortun de Luana,
redimiendo á fuerza de hazañas la culpa que en el an
terior reinado le habia valido un destierro: no parece
sino que de aquel dia datan todas las glorias de Ara
gon, y que sus mas ilustres estirpes brotaron fecunda
das con la sangre de Alcoraz. Pero nadie conoció á un
ginele de refulgentes armas, con cruz roja en el pecho
y en el escudo, seguido á pié por un guerrero de igual
divisa; diríase que sus formas eran aéreas, tan ligera
mente penetraba por entre los mas cerrados escuadro
nes, que su brazo era la muerte, que su espada era el
rayo matando sin herir apénas.
»Todo el dia no fué sino un espantoso estruendo de
trompetas y añafiles, de clamores y gemidos, un caos
confuso, una densa polvareda. á fuera, una zozobra pal
pitante adentro. Al caer de la larde la furia de aquella
tempestad habia amansado; aún parecía el campo como
en la mañana un mar de turbantes, pero surcado ya por
arroyos de sangre: los treinta mil que allí - yacían no
habian de dispertar. El rey Almozaben con tos restos de
su ejército corría á encerrarse en Zaragoza, perseguido
por los cristianos hasta Almudevar; el conde de Cabra
García Ordoñez, en mal hora aliado con los enemigos
de su fé, tomaba con los suyos el camino de Castilla,
confuso al par por su derrota y por el generoso per-
don que se le otorgaba; el walí de Huesca Abderramen,
biznieto por su madre del Terrible Almanzor, se des
pedia de su harem y de sus mezquitas; el reyD. Pedro
mandaba enarbolar las cruces para entrar en su nueva
corte.» (1)
Tal fué el resultado de aquella sangrienta batalla en
la que habian tomado parte tantas tropas agarenas que

(1) Quadrado: Aragon,


129
cubrían todo el camino desde las riberas del Ebro hasta
las del Gállego, y el mismo gefe de los castellanos, el
conde Garcia, temiendo de veras por la suerte de los
aragoneses, se habia atrevido á enviar ántes de venir á
las manos, un atento mensage á su enemigo el rey don
Pedro aconsejándole amistosamente que levantara el sitio,
porque no era posible que escapara ningun cristiano....
Tan precipitadamente huyeron los musulmanes que
no sólo dejaron á los treinta ó cuarenta mil cadáveres
en el campesino que tuvieron que abandonar sus tien
das y tantas armas, tantos caballos, tantos adornos pre
ciosos y ricas joyas .que oda soldado aragonés, si he
mos de dar crédito á las crónicas, se vió dueño de una
fortuna jamás esperada.
Pero, «en el repartimiento del botin sy en la pro
fusa distribucion de mercedes en vano se buscó al Ca
ballero de la cruz roja; no se cncontró más que á su
compañero, quien, atónito entre desconocidas gentes, y
Je nadie comprendido en su idioma aleman, pregun
taba por Antioquía, pregnnlaba por los cruzados, pre
guntaba por el misterioso campeon que, salvándole de
las cimitarras árabes á orillos del Oronles, y colocán
dole a la grupa de su caballo, le habia trasladado, hen
diendo los aires, á otra batalla no ménos sangrienta con
tra idénticos enemigos. Espresóse como pudo en latin
bárbaro ante los sacerdotes, y oída su relacion, todos
se postra'on á adorar al Altísimo y reconocieron en el
invicto caballero al glorioso San Jorge, cuya cruz roja
con las' cuatro cabezas de jeiques moros recogidas en el
campo de batalla formaron por algun tiempo el blason
de la monarquía. Este episodio mas propio de la epo
peya que de la historia, pero que aproxima poética
mente los extremos de la Europa y del Asia puestos
á un tiempo en armas contra el islamismo, se ha per-
9
130
petuado en la tradicion; y desde entónces un monu
mento erigido en lo alto del cerro, una ermita que ha
cambiado de forma con los siglos, y que retiene la que
en el siglo XVI le dió el maestro Domingo Almanzor,
imitando en pequeño la catedral de Barbastro en sus tres
naves iguales y en su esmaltado techo, recuerda la apa
ricion de S. Jorge y la victoria de Alcoraz, enlazando
la fé con la gloria, y rodeando los laureles de sobre
natural aureola.» (\)
Así cuentan los cronistas cristianos la célebre bata
lla de Alcoraz, uoa de las mas famosas de la reconquis
ta; y no puede, en verdad, dejar de ser muy cierta,
cuando los mismos autores árabes -confiesan avergonza
dos su terrible derrota. Puede decirse que la narra
cion de los vencidos casi - no discrepa en nada de la.
de los vencedores.
Oigamos al citado Al-Tortoschi, •contemporáneo de
los hechos que refiere.
«Estaban los muslimes muy apurados, y como Al-
»mostain hubiese logrado salir de la ciudad, allegó mu-
«cbas gentes, y* pidió auxilio á los emires de Albarra-
»cin y de Jáliva y Denia, que luego fueron en su ayu-
»da. Con la fama de la venida de este socorra los
«cristianos levantaron su campo de Huesca, y salieron
»con poderosa hueste al encuentro de los muslimes. Fué
»el encuentro en las cercanías de la fortaleza de Alcoraza,
«acometiéronse con grande ánimo y la pelea fué tan
«reñida y sangrienta que duró hasta la venida de la
«noche: en ella los muslimes recibieron grave daño, y
«muchos principales, así que, como fuesen gentes diver-
«sas, culpando los unos á los otros del suceso, no qui

(1) Quadrado, Ibid.


131
asieron esperar al día siguiente la suerte de nuevo com-
«bate, y unos por una parte y otros por otra, sere-1
Miraron aquella* noche, dejando muchos muertos y he-
»ridos en montes y valles para agradable pasto de las
«fieras y de las aves carnívoras. El rey Almostain se
«retiró á Zaragoza perdiendo la esperanza de mantener
«aquella ciudad, y pocos días despues se entregó Huesca
»á los cristianos.» (1)
Mucho debieron sufrir los agarenos dominadores de
Huesca. Los que, durante la batalla, se habían quedado
para defender la ciudad, las mujeres y los ancianos, aso
mados todos en lo alto de las murallas con la vista fija
en el campo, esperarían con ánsia el desenlace de aque
llas escenas sangrientas. Y vieron "que la campiña que
dada sembrada de cadáveres, y que cuatro jeiques mo
ros con sus innumerables huestes yacian en el campo de
batalla revueltos entre sus ensangrentados albornoces,
perdidas las cimitarras y destrozados los turbantes. Y vie
ron que, en medio de la refriega, cuando con mas ca
lor se cruzaban las armas y cada soldado aragonés se
defendía de veinte contrarios, por ensalmo habia apare
cido un apuesto guerrero montado en un brioso caballo
que no tocaba al parecer la yerba; gincte cuya arma
dura, herida por los rayos del sol, despedía centellas de
ore, y que, con la espada en la mano, corría, acometiá
y dispersaba y vencia.
Los agarenos mirarían con pavor como los cristianos
paseaban los trofeos de su inmenso triunfo al pié de los

(1) La relacion de Al-Tortoschi se halla en todo conforme con la


de los cristianos, si se esceplúa que llama Almostain Billah Ahi Giafar
al rey de Zaragoza que nuestros cronistas llaman Almozaben y supone
que mediaron algunos meses entre la batalla de Alooraz y la loma de
Huesca.
132
fosos de Huesca. Perdidas tenían sus esperanzas y trata
ron de entablar capitulaciones.
La batalla habia tenido lugar el 2S de Noviembre
de 1096, y el dia 28, esto es, tres dias mas tarde (1),
los moros abandonaban con sus armas la ciudad de Huesca,
que durante siglos habian poseido, miéntras que D. Pe
dro, el conquistador, el favorecido de los santos, entra
ba por otra puerta para tomar posesion del premio de
la victoria de Alcoraz.
Suntuoso y magnífico era el cortejo. Precedian la
cruz, el pendon y las insignias reales; venrian luego los
prelados y el clero, entonando con fervoroso entusias
mo cánticos sagrados; detrás la imponente caballería real,
los pagos coa lanza y espada, y finalmente el Rey en
trage triunfal, con corona y con cetro, montado en un
caballo enjaezado con gualdrapa de damasco blanco re -
camado de oro, en cuyos estreñios, reparadas por una
cruz carmesí, se veian figuradas las cabezas de los cua
tro jeiques vencidos. La comitiva se dirigió al templo
cristiano entre vivas y vítores de una muchedumbre mo
zárabe frenética, delirante de entusiasmo y con el co
razon lleno de gozo tan intenso como inexplicable. Dia
grande fué aquel para Aragon y para la cristiandad.
Pedro I se instaló luego en la Azuda, caliente aún
con la estancia de Abderramen, el último emir de Huesca.
Allí se celebró un oficio divino en accion de gracias, y
el Rey recibió los plácemes de toda su gente y de mu
chos extrangeros de Francia, Alemania é Inglaterra,
atraídos por lo memorable del sitio. Allí decretó Pedro I
las franquicias y las extraordinarias libertades y exen-

fl) Suponen algunos que la rendicion de la plaza fue ocho dias


despues de la batalla.
133
ciones que concedía á los que quisiesen habitar la ciu
dad, casi despoblada con la marcha de la mo
risma. (\)

XV.
Fin del reinado de Pedro I,—Don Alfonso el Ba
tallador.—Interregno.

Con la toma de Huesca D. Pedro I adquirió una fa


ma inmensa entre toda la cristiandad. Diéronle !os nom
bres de el Feliz, el Pio, el Victorioso, el gran Príncipe;
y el Papa Urbano II llegd á llamarle por antonomasia
Rey de las Españas.
Dió por armas á Aragon la cruz roja de su celes
tial protector y las cuatro cabezas de los reyes venci-

(1) Poco, casi nada queda en Huesca de la dominacion agarena.


En tiempo del historiador Aynsa, un labrador hallo un hermoso y do
rado alfanje, arando un campo del termino de Alcuiaz; alfanje estra-
viado sin duda en la memorable batalla que hemos reseñado. El la
brador lo regalo al deán Puyvecino, y actualmente se ignora su pa
radero. Entre todos los monumentos importantes, de aquella epoca ha
desaparecido tambien un gran conducto subterráneo, construido al pa
recer darante e.l ultimo sitio de Huesca, que iba desde la mezquita ma
yor hasta Boqueras do Quarte, distante una legua de la ciudad. En
la parte correspondiente nos ocuparemos de algunos restos de construc
cion árabe que van desapareciendo poco a poco cediendo el !uirar á las
construcciones modernas.
134
dos, en campo de plata, y dedicóse á regularizar el go
bierno de su importante reino. Uno de sus primeros cui
dados fué la consagracion de las mezquitas, convirtien-
do la Misleida en Catedral; y despues de arreglar las
pretensiones y diferencias suscitadas entre varios prela
dos, declaró obispo de Huesca y Jaca con residencia en
la primera de estas dos ciudades al que hasta entónces
lo habia sido de Aragon con residencia en Jaca.
Recibió felicitaciones de todos los príncipes cristia
nos, y el Cid Campeador le pidió su alianza y le man
dó embajadores que reclamaron su auxilio á favor de
aquel terrible conquistador de Valencia á la sazon seria
mente comprometido. No titubeó en emprender una ex
pedicion á Valencia. Dejó encomendada la custodia de
la ciudad, dice Aynsa, á D. Fortun Garcés de Biel, hijo
de D. Gastan de Biel, que fué llamado Príncipe de Huesca
y fué el primero que tomó por armas las cinco cor
nejas,' siendo sus sucesores conocidos por los Comeles;
á D. Ferriz de Lízana de quien descienden los Mazas, y
á D. Pedro de Vergua. El príncipe D. Alfonso tomó
parle en los triunfos alcanzados en las márgenes del
Turia. De regreso á Huesca, en donde fué recibido con
grandes demostraciones de júbilo é inexplicable alegría,
«prosiguió el rey D. Pedro atacando denodadamente los
castillos y fortalezas de los moros, entre ellos el formi
dable de Calasanz, el de Pcrlusa, con que terminó la
campaña de 1099, y por ultimo la importante plaza de
Barbastro (1100), con los castillos de Bcllovar y Velilla,
últimas reliquias del reino de Huesca. Viósole en 1102
correr las fronteras de Cataluña, donde habian quedado
¿ Iqs moros algunos asilos que les quitó sin dificultad,
y en 1104 entrar atrevidamente por tierras de Zarago
za, hasta poner el pié cerca de sus muros, talar y des
truir su campiña, y retirarse á Huesca, donde pronto
: 13o
ban á verse malogradas las esperauzas que á los ara
goneses habia infundido la reputacion de su jóven mo
narca. La pérdida de un tierno príncipe de su mismo
nombre que habia tenido de su esposa Hería acibaró los
dias de aquel ilustre soberano, en términos que sobre
vivió muy poco tiempo á la prematura muerte de su
hijo. Ni sus glorias de conquistador fueron bastantes á
consolarle, ni la robustez de la edad; pues contaba en
tónces sólo treinta y cinco años, pudo neutralizar el estrago
que en su naturaleza produjo el dolor de aquel infor
tunio, y el 28 de setiembre de aquel mismo año f 1 1 04)
lloraron los aragoneses el fallecimiento det conquistador
de Huesca.» (1)

Algun tanto mitigaron el dolor de los oscenses las


virtudes del jóven heredero de lar corona, el príncipe Al
fonso, hermano de D. Pedro.
Coronado en Huesca Alfonso I, no tardó en unirse
en matrimonio con la heredera legítima del trono de
Castilla, la jóven y poco recatada viuda doña Urraca.
Aconsejado y llevado á cabo este enlace más que por
el cariño por el cálculo y las miras políticas, vióse
pronto que era el gérmen de calamidades é infortunios
sin cuento. La conducta de la reina que muchos escri
tores califican de poco honesta, provocó la separacion
de los regios esposos," parientes en tercer grado como

(1) Lafuente Parte 11. Libro II


130
descendientes de Sancho el Mayor de Navarra; y Alfon
so I declaró una ruda guerra á su consorte y á su en
tenado el tierno príncipe Alfonso- Raimundez, hijo de
Doña Urraca y de su primer esposo D. Ramon de Bor-
goña.
Heredero el rey de Aragon del valor y arrojo de
sus antepasados, llevó sus armas contra Castilla y lle
gó á hacerse proclamar soberano de Asturias, Castilla y
Leon, y reducir á prision á su esposa; acto que no
pudo menos de producir alternativas de avenencias y
discordias, y disensiones y guerras entre castellanos y
aragoneses. En aquel lamentable periodo presencióse el
triste espectáculo de ver guerrear más de una vez en
tre sí al rev y á la reina, á la madre y al hijo, á
Enrique de Portugal, al obispo Gelmirez, á doña Urraca
y á su hermana doña Teresa. Declaróse la nulidad del
matrimonio fundada en el grado de parentesco de los
contrayentes, y puede afirmarse que las turbulencias no
hubieran desaparecido; si la muerte no hubiese arre
batado á'doña Urraca cuyas virtudes tan contestadas
han sido por los historiadores.
Entónces empezó á ser grande el rey D. Alonso I;
entónces desistiendo de sus malhadadas pretensiones so
bre el reino de Castilla, volvió sus armas contra los sar
racenos, probándoles el vigor de su corazon, la fuerza
de su brozo, el temple de sus armas y el brío de las
tropas aragonesas. «Habiales ganado á Ejea, dice Lafuen-
te, á cuyos pobladores otorgó grandes franquicias, y de
nominó de los Caballeros, eu honor de los que á con
quistarla le ayudaron; Tauste. sobre las riberas del Ebro,
en cuyo triunfo debió mucho á la valentía y esfuerzo del
intrépido D. Bacalla; Castelar, en que tuvo presa á la
reina de Castilla, y" rn que puso una guarnicion de aque
llos terribles Almogavares, que tan formidables se hi
137
cieron á los moros (1); y por último Tudela, á las már
genes del Ebro, donde pereció el rey de Zaragoza Al-
mostain Abu Giafar, aquel célebre emir que basta en
tónces habia sabido mantenerse independiente entre los
cristianos y los Almoravides. El árabe Abdallah ben Aita
que se bailó presente en la batalla de Tudela con el sh-
bio Asafir, la cuenta de este modo: «El virtuoso yes-
forzado rey de Zaragoza Abu Giafar Almostain Dillah sa
lió contra los. cristianos que tenían puesto cerco á Tu-
dila, y con escogida caballería fué á socorrer á los su
yos.... y peleando el rey Abu-Giafar valerosamente por
su persona, le pasaron el pecho de una lanzada y cayó
muerto de su caballo. Con esto los muslimes cedieron el
campo, y la ciudad fué entrada por los cristianos.... Lle
varon los musulmanes el cuerpo de su rey á Zaragoza
y le enterraron con sus propias vestiduras y armas..:.
y luego fué en ella proclamado su hijo Ábdelmelik,
llamado Amad-Dola, que ya habia dado muestras de su
valor en la batalla de Huesca y en las algaras de Tauste
y de Lérida.»
El pensamiento dominante del difunto hermano del
rey babia sido la toma de Huesca: Alfonso I soñaba con
la importante conquista de Zaragoza.
Intrépido é incansable marchó contra Zaragoza,, y,

(I) Eran los almogávares una tropa o especie de milicia franca que
se formo de los montañeses de Navarra y Aragon, gente robusta, acos
tumbrada á la fatiga y á las privaciones, que mandados por sus pro
pios caudillos hacían incesantes corroi ías por las tierras de los moros,
cuando no servían á sus reyes, viviendo solo de lo que cogian en los
campos 6 arrebataban á los enemigos. Iban vestidos de pieles, calzaban
abarcas de cuero, y en la cabeza llevaban una red de hierro á modo
de casco: sus armas eran espada, chuzo y tres 6 cuatro venablos: lle
vaban consigo sus hijos y mugeres para que fuesen testigos de su glo
ria o de su afrenta.
Lafuente: tomo IV., parte II , libro 11
138 •
apesar de que los agarcnos recibieron considerables refuer-'
zos y se sostuvieron con valor por algun tiempo, les
obligó á entregar la plaza. Siguió atacando el valiente
monarca aragonés las plazas ocupadas por los musul
manes en el reino de Aragon y, con el mayor heroís
mo, les obligó á replegarse en los confines de Valencia.
Emprendió una atrevida espedicion á Andalucía; re
pitió nuevas invasiones en Castilla, y no contento con
los repetidos triunfos obtenidos en España, franqueó dos
veces los Pirineos y se hizo dueño de Narbona.
Su última y desgraciada empresa fué el sitio de
Fraga.
«Acometió D. Alfonso la difícil empresa de apode
rarse de Fraga, fuerte por su natural posicion, en es
trecho lugar colocada en un recuesto de tan angosta
subida que muy pocos bastaban á defenderla, cuanto
más que todo aquello lo tcnian los moros grandemente
fortificado. Así fué que por dos veces se vió obligado
D. Alonso á levantar sus reales. Pero esta misma re
sistencia y dificultad le empeñaba más y más y com
prometía á no cejar en su empresa, y juró por las san
tas reliquias no desistir hasta no verla coronada con
buen éxito. Asegúrase que ya los sitiados se allana
ban á rendirse por capitulacion, y que el aragonés de
sechó con indignacion su oferta, agriado con la ante
rior tenacidad de los moros. Entónces estos se prepa
raron á hacer un esfuerzo desesperado, y llamando en
su ayuda con instancia á Aben Ganya, walí de Lérida,
y acudiendo este caudillo con un refuerzo de diez mil
Almoravides que acababa de recibir de Africa, trabóse
un recio y fiero combate, en que los cristianos fueron
atropellados y rotos, sufriendo tal mortandad, que mi
llares de aragoneses quedaron tendidos en las llanuras.
Allí pereció tambien el heróico monarca, Alfonso el lia-
139
tallador, con oíros valientes nobles aragoneses y fran
cos, en Ire ellos los hijos (fel de Bearne, Centullo de
Bigorra, los obispos de Rosas y Jaca y muchos oíros
señores principales. Fué esta desgraciada batalla en ju
nio de 1134. —El famoso dia de Fraga, dicen los es
critores árabes, no le olvidarán nunca los cristianos.
»Así acabó el conquistador de Tudela, de Zara
goza, de Tarazona, de Calatayud, de Daroca, de Bayo
na, de Mequinenza, y de mil plazas y ciudades; el ven
cedor de cien batallas, la gloria de Aragon, y el ter
ror de los moros. Don Alfonso I de Aragon fué un rey
cual convenia en aquellos Hempos, batallador, activo, in
cansable; jamás hizo alianza, ni transijió con los Ín
fleles.
«Réstanos dar noticia del extraño é inconcebible tes
tamento de este príncipe, que tanto hizo cambiar la si
tuacion no sólo de Aragon, sino de toda España. Hallán
dose este monarca en Octubre de 1131 con su ejér
cito sobre Bayona, y viéndose sin hijos que. pudieran su-
cederle en el reino, otorgó su célebre y ruidoso testa
mento que ratificó dos años despues en el fuerte de
Sariñena. Despues de^dejar multitud de ciudades, villas,
lugares, castillos,- términos y rentas á otras tantas igle
sias y monasterios que señalaba, declaró herederos y
sucesores de sus reinos y señoríos por partes iguales al
Santo Sepulcro, y á los caballeros del Templo y á los Hos
pitalarios de Jerusalem, de tal manera que le suce
diesen en todos sus derechos sobre sus subditos y vasallos,
prelados y eclesiásticos, ricos -hombres y caballeros, abades,
canónigos, monjes, militares y burgeses, hombres y mu-
geres, grandes y pequeños, ricos y pobres, con la mis
ma ley y condicion que su padre , su hermano y él
habian poseido el reino. «Doy tambien, añadía, á la
milicia del Templo mi caballo y todas mis armas, y si
140
Dios me diera á mí á Tortosa, sea para el hospital de
Jerusalem.... De esta manera todo mi reino, toda mi
tierra, cuanto poseo y heredé de mis antecesores y
cuanto yo he adquirido y en lo sucesivo con el auxi
lio de Dios adquiriere y cuanto al presente doy y pu -
diere dar en adelante, todo sea para el Sepulcro de
Cristo y el hospital de los pobres y el templo del Se
ñor, para que lo tengan y posean por tres justas é
iguales partes.... con la facultad de dar y quitar, elc.(l)»
Con sobrada razon le ha conservado la historia el
renombre de Batallador y de Emperador habiendo
sido su vida una cadena de triunfos, y habiendo rea
lizado casi tantas conquistas como pudo concebir su ima
ginacion fogosa.
Controvertida su muerte hasta por sus contemporá
neos que no podian ver más que prodigios y miste
rios en aquel hombre extraordinario, no quedó iden
tificado su cadáver, habiendo sido disputada su sepultura.
«Su conocido sepulcro, dice Abarca, fué el campo de
»batalla con la bóveda del .cielo: sus adornos militares
»los pedazos del escudo, de la lanza, maza y loriga: su
»almohada fué el morrion abollado á golpes: fué fére-
»tro su caballo muerto: tumba los cuerpos de los ene-
amigos sobre que cayó, y los de los amigos que le cu-
»briercn. Baños y bálsamos, la sangre propia y agena,
»las heridas y destrozo de su cuerpo y el barro del
»polvo, sudor y sangre. Los corazones de sus reinos
»derretidos en dolor fueron hachas que ardian á todas
»horas: banderas las que de treinta y nueve batallas y
»de infinitas murallas tremolaban en los templos: elo-
»gios y trofeos los' reinos conquistados y los reyes ava-

(t) Lafuente: tomo IV., parte II., libro II — Archivo de la Co


rona de Aragon, lleg. I. fot. 5.
441
«sallados y muertos: cantos fúnebres los lloros de la
«victoria, de la piedad y de la religion, asistidas del
«coro lleno de las virtudes. Fué el templo un millar
«de templos que quitó á Mahoma, y un millon de ellos
«que fundó y preservó para Cristo: túmulo la tierra, la
«fama y el cielo. Y era, en fin, y será epitafio, la me-
«moria de España y el agradecimiento * de la Iglesia.»
Las tradiciones colocaron, sin embargo, su tumba en
el rgonasterio de Monte Aragon y-Jas cenizas, que di
cen, ser suyas, han sido trasladadas en nuestros dias al
claustro de S. Pedro el viejo de la ciudad de Huesca.

La muerte de D. Alfonso y su singular testamento


dieron márgen á un interregno, durante el que no po
dían menos de ponerse en juego las intrigas y fomen
tarse las ambiciones.
Reunidos en córtes los ricos-hombres, los caballeros
y los procuradores de las ciudades y villas, ó sea de
las universidades de Aragon y Navarra, como se deno
minaban, es decir, la nobleza y la milicia, el clero y
el pueblo, trataron de dar un sucesor ó la corona de
estos estensos reinos.
Las sesioües se celebraron en Borja. Ni siquiera se
discutió sobre la ilegalidad del extraño testamento del
Batallador que para nada se tuvo en cuenta. Pero no
por haber muerto sin hijos el úllim.0 monarca dejaba de
haber pretendientes. Presentábase en primer lugar D. Pe
dro de Atarés, rico-hombre, señor de Borja y biznieto,
bastardo segun algunos escritores, de Ramiro I; pero,
dos caballeros aragoneses que conocian bién ciertos
142
vicios de su carácter, y á quien tachaban principalmen
te de arrogante y presuntuoso, tuvieron bastante per
suasiva para torcer las voluntades de los unos y bas
tante maña para agriar é indisponer con él á los otros,
y ya no se pensó mas en D. Pedro de Alarés. Fijá
ronse entónces los aragoneses en D. Ramiro, hermano
del Batallador, 'monje del monasterio de San Poncio de
Torneras (Saint Pons de Thomiéres).... Parecióles á los
navarros desacordadjyproposiciou la de elegir para .rey
á un monje, y así por esto como por aprovechar la
ocasion de recobrar su independencia y darse otra vez
un rey propio, determinaron retirarse á Pamplona, y allí
por sí y sin contar con los de Aragon, alzaron por rey
de Navarra á D. Garcia Ramírez, hijo del infante D. Ra
miro el que casó con la hija del Gid, y nieto de D. San
cho, aquel á quien mató en Roda su hermano D. Ramon,
De esta manera volvieron á separarse Aragon y Navar
ra despues de haber formado por cerca de medio sigla
un mismo reino. (\)

XVI.
Don Ramiro el Monje.—Campana de Huesea;

Celebraron los aragoneses nuevas córtes en Monzon,

(1) Lafuente; tomo IV., parte II., libro II.


143
y en ellas decidieron definitivamente terminar el inter
regno con la proclamacion de Ramiro II.
Cincuenta años tenia D. Ramiro y cuarenta llevaba
ya de vida monástica cuando fué sacado del fondo del
claustro para ocupar el sólio del Batallador, de Pedro I
y de su padre Sancho Ramirez. Era monje, sacerdote
y prelado, segundo dicen (\); pero pidieron los arago
neses y obtuvieron de la Sede pontificia la anulacion
de los voIqs de obediencia y pobreza y tambien la dis
pensa del de castidad, á fin de que pudiese contraer
matrimonio y dar sucesion directa á sus subditos (2).
«Entramos en un reinado triste y deslucido— dice en
»sus Anales el jesuíta Abarca —sin que le puedan con-
»solar para lo humano ni las ilustres virtudes de este
»religioso príncipe, porque eran mas de monje que de
»rey. Así la eleccion no fué tan aprobada de todos, que
»muchos no la condenasen con el desprecio del elegi-
»do y con los deseos de elegir á otro. De ellos ó de
»sus familiares empezaron los apodos irreverentes, que
»llamaban á D. Ramiro Rey Cogulla y Rey Carnicol; y
»se hizo él. ménos indigno de estas rabiosas risas con
»su incauta liberalidad y con la ignorancia que le tur-
»baba en los súbitos ahogos de tan combatido y di-
»ficultoso oficio. Pero siendo necesario desatarse cou
»priesa, salió de Monzon para Rarbastro y de aquí pa-
»ra Huesca para juntar algun dinero...»
En la ciudad de Huesca fué coronado el rey D. Ra-

(I) Mariana, Zurita, Traggia y Briz Martinez dicen que D. Ra


miro fue Ahad de Saliapun y obispo electo de Burgos, de Pamplona,
de Roda y Barbaslro Algunos le niegan el orden sacerdotal.
(i) Mariana y otros afirman que la dispensa, le fue concedida por
Inocencio II. Sabau, siguiendo i Forreras, la atribuye al antipapa Ana
delo.
144
miro. Es curiosa y está llena de verdad una relacion
que de aquella ceremonia nos hace en cierta crónica un
sabio escritor de nuestros dias (1). «Aquel dia, dice la
leyenda, todas las casas de Huesca estaban engalanadas
con cortinas de colores varios y ramos de llores recien
cortados, y alfombradas las calles con juncias y siem
previvas, y con arcos á mucha altura levantados, com
puestos con ramas de 'álamo y ciprés, arrancadas en los
sotos del Isuela. Los villanos de la famosa hoya de Hues
ca acudian á las puertas de la muralla de tierra, que
á la sazon cercaba los arrabales; y, reuniéndose en ella
con los cultos oseenses que al propio tiempo desocu
paban sus casas, agolpábanse todos en tumulto á los ro
bustos arcos, flanqueados por altas y tortísimas torres
que daban entrada á lo interior de la ciudad. Mirá
banse revueltos y confundidos en aquella gran multitud
muy diversos hombres y trajes. Allí los caballeros con
labrados arneses y broqueles, montados en hermosos ca
ballos. Allí los ciudadanos y gente comun con sus abi
garrados colores y caprichosos adornos. Allí los mozára
bes, vestidos todavía como sus abuelos romanos y go
dos. Allí los moros recien conquistados, con sus resplan
decientes albornoces y turbantes. Allí los cristianos de
las mesnadas cargados de hierro. Allí el almogavar que
por primera vez bajaba acaso de la montaña con su
ancho capuchon de malla que caía desde la cabeza hasta
las rodillas, y su piel de toro ó de lobo, amarrada con
una soga á la cintura, desnudo el pecho y los brazos y
piernas; armado con su corta y ancha espada, sujeta en
tre la piel y la soga, y dos dardos enganchados en es
ta, de ménos que mediana labor, pues consistían en pa
los de encina ó roble sin descortezar, y puntas de hierro

(ti D. Antonio Cánovas del Castillo.


145
<le cuatro lados, agudísimas y limpias, como si sus due
ños se ejercitasen continuamente en afilarlas contra las
piedras, Gente esta última de mal ver y. de poca cris
tiana catadura, que andaba con singular desembarazo,
mirando, con mas desprecio que asombro, las pintadas
telas y el limpio metal que ostentaban otros del con
curso El nuevo rey D. Ramiro, despues de haber
velado las armas toda la noche, segun ordenaba la ley
del Fuero, habia oido misa y comulgado en ía Misteida,
ofreciendo luego ante el altar púrpura y oro en mone^
das, las primeras batidas en su reinado-
»Ocho ricos-hombres de los mejores del reino al
earon sobré un largo pavés á D. Ramiro, gritando al
propio tiempo muy esforzadamente: — Real, Real, Real. Y
todos los circunstantes repitieron tres veces e¡ grito. En-^
lónces el Rey, desde lo alto del pavés, arrojó á la mu
chedumbre copia de monedas nuevas que podrían valer
hasta cien sueldos. Luego pusieron el pavés en tierra
los ricos-hombres; y acercándose el rey al aUar donde
estaban la espada y la corona, se ciñó una y otra por
sí mismo, como en señal de que nadie del mundo te
nia derecho sobre él para ponerle ó quitarle los atri
butos de la magestad y soberanía. Anduvo algo torpe en
él ceñir de la espada, como si no estuviese acostum
brado á ello; pero, bien ó mal, ello se puso la espada
y corona, y luego se encaminó á un tablado dispuesto
á la mano derecha del altar, y ricamente forrado de
lela de seda con las armas de Aragon aquí y allá bor
dadas. Encima del tablado habia una silla de ébano,
con primorosas labores de nácar y marfil y aún tal
cual de oro y piedras, donde el Rey se sentó, aguar
dando que llegase el reino á tomarle juramento.
«Subió primero el arzobispo de Zaragoza acompa
ñado de otros dos prelados, y poniéndole delante la
10
14G
i

cruz y los santos Evangelios, dijo: —¿Jurais ser fiel á


1a santa Iglesia católica y obediente á sus príncipes y
prelados?— Sí juro, respondió el Rey. —¿Jurais respetar
las decisiones de la Iglesia en sus concilios y las sen
tencias de los santos padres en todo lo que atañe al
dogma y á la interna y externa disciplina?—Sí juro,
volvió á responder el Rey.— Pues si tal haceis, con
cluyó el prelado, Dios os lo premie, y si no os lo de
mande; que sí, os lo demandará así en esta vida co
mo en la otra.
»Bajó el arzobispo del tablado y subieron tres ricos-
hombres, que fueron Roldan, Gil de Atrosillo y Garcia
de Vidaura; y el primero de ellos, presentándole tam
bien la cruz y los santos Evangelios, habló al Rey de
esta suerte: —¿Jurais respetar los fueros y privilegios que
nosotros los ricos-hombres del reino disfrutamos desde
ab inicio, por la gracia de Dios y nuestro propio me
recimiento, en paz y en guerra?— Sí juro, respondió el
rey. —¿Jurais devolver á todos y cada uno de los ri
cos hombres del reino los castillos y lugares de que in
justamente los han desposeido vuestros predecesores?—
Sí juro, dijo de nuevo el rey. — Pues si todo ello lo
cumplís, repuso Roldan, conservareis el reino hasta la
muerte, y si no, lo perdereis en justo castigo del per
jurio...... Al sonar estas últimas palabras, se sintió gran
rumor entre el pueblo, que por lo confuso no parecía
claramente si era de aprobacion ó de extrañeza No
bien acabó el juramento del rey á los vasallos, comen
zó el de los vasallos al rey, que fué de esta manera:
Subieron al tablado unos tras otros todos los arzobis
pos, y obispos, y abades, y todos los barones y ricos-
hombres, y allí juraron guardarle el cuerpo y
ayudarle á mantener la tierra, el pueblo y los fueros.
Y jurándole, iban besando todos su mano en señal de
m
obediencia y vasallage.... No es de olvidai* que ett el
punto de jurar los brazos del reino, cayeron del techo
de la iglesia multitud de papelicos, de colores varios,
con leyendas y trovas escritas en el mal latín y peor
romance que por entonces andaba en uso. Costumbre ésta
de echar papelicos á la muchedumbre en fiestas de re
yes no tan abandonada como debiera estarlo en nues
tros dias.
»Asi eomo acabó la coronacion y jura, el Rey y
su comitiva, dejando el labiado y el altar, se encami
naron á la puerta principal del templo... Eo el átrio
de la catedral, plantado de álamos blancos muy altos,
paró la procesion: montaron á cáballd«el Rey y sus ca
balleros, y luego tomaron todos juntos el camino del
alcázar. Iban primero dispersos bailes y danzas de los
oficios de la ciudad. Detrás iban los bordonadores y
tablajeros y justadores que habían de tomar parte en
las fiestas de por la tarde, montados en soberbios ca-
ballos, con paramentos de oro y sedería. A estos seguía
el pendon real, que traía en las manos D. Miguel de
Azloi\ señor de Monzon, de los principales del reino;
y en pos de él asistían muchos caballeros y gentiles-
hombres de su casa". Luego venia un gran castillo do
madera con cinco cirios ardiendo, el uno mayor que
todos en medio, y los otros cuatro en las esquinas. Se
guían doce gentiles-hombres á pié con sendos blando
nes de cera encendidos, en los cuales se miraban pin
tadas las armas del Rey. Traía la espada del Rey el al
mirante de Aragon, D. Sancho de Fontova, á quien acom
pañaban, éste á un lado, aquel al otro, dos ricos-hom
bres de los mejores, como en custodia de su persona.
Y. por fin, llegó el propio D. Ramiro, vestido con la
dalmática y el chapelete real, montado en un fogosísi
mo caballo blanco, con paramentos de oro y terciopelo
1i8
pegro. Cerraban la comitiva muchedumbre de, barones y
nobles, caballeros y. escuderos, Jos síndipos y jurados dé
las ciudades, y otra mas ,gente principal é hidalga, con
los arzobispos, obispos y abades del reino. a
D. Ramiro que ya habia trocado el hábito de mon
je por el manto real, el báculo por el cetro, y la vida
monástica por la de la córle, tampoco se opuso á aiia-
dhr el sacramento del matrimonio al del órden que ya
habia recibido. Casóse el Rey con doña Inés, hija de
los condes de Poiliers, hermana de los duques de Aqui-
tanja. (1 )
Sin . embargo, educado en el convento sin mas conoci
miento que las psáclicas religiosas de su órden, habian
le de faltar necesariamente dotes de caballero, de guer
rero, y aún de monarca pacífico.
Pronto tuvo Aragon motivos para conocer que el
Monje era incapaz, por su educacion, de figurar digna
mente al lado de sus antecesores.
Aragon y Navarra formaban ya dos reinos separa
dos; pero no paró aquí la desmembracion de los esta
dos conquistados por los últimos reyes aragoneses. El
rey de Castilla Alfonso VII se presentó, declarando abier
tamente sus pretensiones á ambas coronas y diciéndose
único sucesor legítimo de su padrastro D. Alfonso el
Batallador.
Surgieron complicaciones sin cuento y pérdidas que
si no tuvieron mas estensas proporciones fué por el odio
que naturalmente profesaban navarros y aragoneses al
castellano desde las desavenencias de su último rey con
doña Urraca.
El rey de Castilla casado con una hermana del con-

(I) Algunos han llamado a ta esposa del rey# Monje Matilde, y


otros Urraca. Los de mas nota Ines.
149
de de Barcelona y auxiliado seguramente por ' los ca
balleros catalanes, despues de haber recobrado á Nájera
y á varias plazas de la Rioja, se apoderó de toda la ribera
occidental del Ebro, y no tardó en apoderarse de la ciu
dad de Zaragoza. Allí tuvo una amistosa entrevista cou
el conde de Barcelona, hermano de la reina de Casti
lla, Armengol conde de Urgel, y otros señores de aque
lla comarca, en tanto que D. Ramiro lí retirándose á
Huesca, su córte, se contentaba con el título de rey de
Aragon, de Sobrarbe y de Ribagorza, y con llamaren
los documentos oficiales vasallo suyo á García Ramírez
rey de Pamplona.
Todavía no se hallaba satisfecho el castellano. Vien
do que no podia vencerla resistencia de los nobles ara
goneses, quería que, á lo ménos, D. Ramiro le rindie
se homenage por los dominios, tierras y poblaciones qoe
aquel tenia ganadas. No falta quien asegura que así le
fué otorgado con ánimo de denegarse al cumplimiento
luego que se le viese distante.
En 1135 el castellano se tituló emperador de Es
paña, y muy probable es que aragoneses y navarros,
bastante atareados con sus graves y recientes discor
dias, procurasen á toda costa la amistad con el pode
roso Alfonso Vil. .
Un jurado plenipotenciario (I) reunido en Valdo«-
luengo para pronunciar un fallo inapelable sobrelas pre
tensiones de Aragon que quería conservar sus antiguos
derechos, y de Navarra que consideraba inepto á D. Ra
miro y quería ser independiente, decidió que cada uno
de los dos monarcas gobernase sus respectivos estados,
siendo sin embargo D. Ramiro considerado como padre,
y D. García Ramírez como hijo. Los límites de Aragon

(t) Compúsose de seis arbitros, tres aragoneses y tres navarros.


150
y Navarra lenian que ser los que en oiro uempo ha
bia señalado D. Sancho el Mayor; y algunos añuden la
estraña especie de que D. Ramiro habia de mandar so
bre el pueblo y D. Garcia sobre el ejército y los no
bles.
Las amonestaciones de los prelados y abades de los
monasterios, encareciendo la conveniencia de la union en
tre cristianos, contribuyeron eficazmente á aquella con
cordia. D. Ramiro, apresuróse á ratificar personalmente
el convenio en Pamplona. Fué recibido con grandes de
mostraciones de júbilo; pero, dicen, que el astuto navarro
intentó prender al aragonés, y éste se vió precisado á
escaparse como pudo de los lazos que le preparaban.
«Desde este momento vió enemigos por todas parles,
prodigó mercedes entre sus cortesanos para tenerlos
propicios, y no consiguió otra cosa que ensoberbecer
los y enseñarles á menospreciarle. Entónces, recordó que
el abad de S. Poncio de Tomeras, á quien habia obe
decido sumiso durante algunos años, era un hombre ca
paz de darle un consejo que le animase en tal con
flicto.» (\)
Oigamos lo que dice la tradicion sobre esta consul
ta y sus terribles consecuencias.
Llegó el mensagero de í). Ramiro ante el reveren
do Abad. Expúsole en sencillas palabras los conflictos del
afligido Rey, y lo rogó humildemente que se sirviese
trasmitirle un consejo digno de su ilustracion y sabi^-
duría.
Reflexionó un breve instante el Abad, sintióse ilur-
minado repentinamente de una idea feliz; pero consi
derando cosa imprudente confiar a la pluma ó á un sim
ple mensagero su manera de pensar, decidióse á va-

(I) Oitiz de la Vega: lib. VII, cap III.


51
lerse del idioma enigmálico, al que ya estaba muy acos
tumbrado el Monje. Llevó al enviado á un jardín, y, allí
los dos, entretúvose el Abad en cortar y destruir desa
piadadamente los mas altivos tallos de las plantas, las
llores mas brillantes y los mas lozanos capullos. —Id, di
jo luego al mensagero, y contad al Rey por toda res
puesta cuanto habeis visto.
D. Ramiro entendió el consejo del Abad y lo en
contró bueno.
No tardó en preparar la ejecucion de sus desig
nios. En una habitacion subterránea dispuso el drama
mas terrible de que nos hablan las crónicas aragonesas.
El lugar de la lúgubre escena que vamos á contar se en
seña aún hoy dia al curioso viagero: el decorado de
aquella estancia era, el dia á que nos referimos, un tajo
y una enorme espada; un poco de paja destinada á em
paparse en sangre y un garfio clavado en la bóveda.
¡Atroces preparativos para un sacrificio cruento!
Habíanse reído irónicamente los ricos- hombres, ca
balleros y procuradores de las villas y lugares de Ara
gon reunidos en Huesca, al oír manifestar al rey su pro
pósito peregrino de querer fundir una campana cuyo son
habia de oírse por todo el reino. No comprendían la
misteriosa significacion de aquellas palabras. Acudieron,
confiados, los magnates al palacio del Rey, y allí les es
peraban almogavares desapiadados que, en cumplimiento
de las instrucciones que habian recibido, degollaban
atrozmente, uno á uno, á los orgullosos que un dia se
mofaron del poder del débil Monje. Allí fueron coloca
das en sangriento círculo y pendientes del tosco garfio
las cabezas de Lope Ferrench de Luna, Rui Gimenez
de Luna, Pedro Martínez de Luna, Fernando de Luna,
Gomez de Luna, Ferríz de Lizana, Pedro de Bergua, Gil
de Atrosillo, Miguel de Azlor, Pedro Cornel, Garcia de
152
Vidaura, Ramon de Foces, García de la Peña y Pedro de
Luesia, y la cabeza del úllinio, la del prelado Ordás,
sirviendo de badajo á la horrenda campana...!
Sabemos que así como se ha defendido, se ha ne
gado calorosamente este hecho. Pero, ¿por qué, diremos
tambien nosotros, hemos de negar lo que no puede evi
dentemente refutar el historiador? ¿Qué importa que
el consejo del abad de S. Poncio de Tomeras sea un
plagio del que Tarquino el Mayor dió á su hijo en Ro
ma? Trasibuto tirano de Mileto ¿no se valió tambien de
igual enigma para dar un consejo al de Corinto?
Verdad es que el apocado carácter del Rey ha he
cho inverosímil un castigo tan tremendo impuesto á sus
ricos-hombres tan poderosos y envalentonados con sus
prerogativas y sus fueros; pero, como muy bien dice Qua-
drado aquel era el tiempo delos actos violentos y aven
turados, y tal soberano que no se atrevía á abrogar un
privilegio, se deshacia de sus enemigos con la espada.
Dícese que el Monje mandó luego enterraF á sus
ricos-hombres en la iglesia de San Juan próxima á su
palacio. (1) Debieron afectarle hondamente aquellos ac
tos violentos: vió sin duda que no habia nacido para
el trono, y se determinó á renunciar una corona para
él tan pesada y áizada de espinas. Tenia ya una hija
y se resolvió á manifestar á los nobles de Aragon con
gregados en córtes que, ya que la reina doña Inés les
habia dado una heredera del trono, su mision habia ter
minado y se retiraba de nuevo á la vida monástica.
Esta heredera, que apénas llegaba á los dos años,

(1) A principios del año 1850. cuando la demolicion de aqnelia


hermosa iglesia bizantina llamada de S. Juan, con cuyos despojos ha ve
nido á construirse la actual plaza- de totos, enconlraren los trabajado
res, y vieron muchos osconses, urnas que solo contenían cabezas y se-
153
se llamaba Petronila; y. a pesar de quesólo contaba vein-
y cuatro meses, pensó su padre en un enlace, y no des
cuidó el desposarla con D. Ramon Berenguer, conde de
Barcelona.
No tardó en formular el acta de abdicacion á favor
de su hija, reservándose el lílulo de rey durante la me
nor edad de la princesa.
El reinado de D. Ramiro II es todavía y será siem
pre misterioso. Monje, sacerdote, obispo, rey, esposo y
padre á la vez, no es fácil decidir qué sentimientos
predominaban en su alma. ¿Fué su abdicacion efecto
del misticismo y hastío de las grandezas de la tierra?
¿Fué un acto forzoso en vista de su impericia para el
gobierno de sus pueblos? ¿Tenia amor á su esposa Inés,
cariño á. su tierna hija, ó cifraba sólo en el cláustro
sus delicias, y, acosado por los remordimientos, lloraba
el dia en que habia dejado á sus hermanos de San Pon-
cio para engolfarse en un mundo que desconocía?
El documento testimonial de la abdicacion á todas

pulcros que solo encerraban troncos de cuerpos humanos. Las urnas que
contenían las cabezas tenian una campana y una espada pintadas. Den
tro de algunos de los sepulcros se hallo tambien una espada, propia tal vez
del caballero allí encerrado Solo un nombre se leia, sirviendo de epi
tafio á todos los sepulcros. Era el nombre de Ordás, y junto á el un
escudo de armas con la campana, una mata de col y una ciuz, insig
nias que recordaban que- aquel era el caballero cuya cabeza sirvio de ba
dajo á Ta famosa campana. La codicia o la ignorancia todo lo destruyo
desapiadadamente: ni resto ha quedado, que sepamos, de aquellos precio
sos objetos historicos. Sin embargo ¿qué significaban aquellas cabezas se
paradas de sus troncos, precisamente en el mismo sitio que una tradi
cion constante señalaba como senultura de los que formaron la celebre
campana? No hay memoria en Huesca de ninguna otra ejecucion san
grienta. En antiguos anales catalanes se lee que «en la era de 1174,
correspondiente al 1136 fueron muertos los Postades en Huesca.' Zu
rita se toma la libertad de traducir esta palabra por rehenes; nosotros
estamos en nuestro derecho, traduciendola per magnates..
154
Jas conjeturas se presta. En él, despues de describirsfl
los límites que tenia entónces su reino, fija los com
promisos contraídos con los tratados estipulados con los
reyes de Castilla y de Navarra; se descubre el afan del
Monje por conservar su dignidad real, y el deseo de
satisfacer sus inclinaciones religiosas, reservándose el do
minio sobre los monasterios.
Se conserva una copia casi contemporánea de dicha
testimonial, hallada entre los documentos de Monte-
Aragon. Dice así, en latín de aquel tiempo:
«Ego Ranimirus Sancii regís filius rex Aragonensis, dono (ibi
Raimundo comili Barchinonensi cum filia mea meum re gnu m
Aragonis totum ab integro, sicut divisit eum Sancius rex major
avus patris mei, et sicut divisi ego cum cum Rege navarrorum
García Remiriz in Pampilona excepto illas lenenzas quas dedit
Sancius supra scriptus regí Ranimiro avo meo in Navarra. Ex
parte de Caslella dono tibi de Ilariza usque Ferrera, de Perrera
usque Tarazona, de Tarazona usque Tutela, villas et Castella.
Tutellam vero adquisivit el cepit fraler meus rex Adefonsus et
dedit eam comili de Perges pro honore. Ipse autem dedit eam
Garsie Remiriz cum filia sua; do hoc sicut melius poteris facere
facías vel cum eo convenías. Cesaraugustam vero dedi impera-
tori de Castella cum suis apendiciis in vita sua tanlum, et fecit
mihi nomenage de ea ul reddalur mihi vel succesori meo post
obilum sunm. Quidquid enira mihi debebat facere volo et
mando ul tibi facial. Hoc ex parte de Castella. Ex parle vero
de Navarra dono tibi de Sía. Gralia de Portu quam palcr meus
Rex Sancius bone memorie dedil Slo. Salvalori suo monasterio
usque Biozal cum tolo Roncali qui est honor de Rosta; et de
Riozali sicut vadit aqua de Sarasazo el cadil in Ida, inde vero
ad ponlem Sli. Martini, el de ponio Sli. Marlini sicut curril Ida
el dividít Navarra el Aragona usque cadil su fluvium Aragonis,
et inde per medim ponlem ad Yadum longum, et de Vado
138
longo ad Galipenzo sicul currit aqua, de Galipenzo aulcm sicut
eurril fluvius Aragonis et jungit se cum Arga et cadit in Ibero
flumine magno, inde vero sicut currit Iber usque jam dictam
Tutelam. De Roncali namque et Alasos et Quadreita el Ballerra,
sic dico tibí quia dedi eas Regi Navarrorum Garsie Remiriz tan-
tuna in vila sua, et fecit mihi nomenage ul post obilum suum
reddantur mihi vel succesori meo: quidquid enim mihi dcbebat
lacere volo et mando ut tibi facial. IIoc dono libi et concedo
filiis filiorum tuorum qui fuerint de generatione de mea filia in
secula seculorara. Tu vero convenís mihi in verbo veritalis, et
mittts manus lúas inter manus meas ul non alienes ñeque facías
alienare regnum istud qnod ego dono libi á generatione filiorum
filia? mese, nec post obilum regís Garsie Remiriz dimitías filio suo
Roncal et Alasos el Quadreita et Ballerra, el ul in tota vita mea
teneas me sicut palrem et dominura. Tamen relineo mihi regale
dominium snper omnes ecclesias regni mei, super monasleri uní sci-
licel Sti. Salvalori» Ligerensis eui dono illam meam medielalcm
de illo olivare de Ara?quos propter ensem quem ibi accepi qui
fuit de Lop Johan, el super monasterium Sli. Johannis de Pinna,
el super monasterium Sti. Victorianí, et super omnes .ceclesías
parrochiales, el proprie proprium super Stum. Pelrum de Ciresa
cum suis pertinensiiset Perlusa et SanlUrbiz el Sta. Cecilia. Licet
rrgnum libi tradam, tamen dignilatem meam non amillo. (Luego
de letra moderna se añade lo siguiente:) Facía caria Jacc mense
nov. aera MGLXXXVI regnanle me rege Ranimiro in Suprarb.
Ripacurt, et in imperio meo gener meus Raymund. Bereng. comes
Barehin. Subscripserunt hanc carlam Joffie eps. Barbastrens.
et Rode, Doda eps. Oscens. el Jaccens, Bernardus eps. Cesar-
august, Michelius eps. Tirasomen, Sanclius eps. Hirunnie, M¡-
chael dnus Sature, Petrus Remon dnus. Astrada?, Lope Sánchez
dnus. Aynarez, Armengolus comes Pallars, Petrus Mir Fonlovse et
Olasqnarre, Petrus Gisbert de Benabarre, Petrus Remon de Arillde
S. Esteban, Gombaldus dnus. Zapila? et Castro, Bernardus Pérez
dnus. Pkdre Ruvie, Fortum Guerra dnus. Arroste.»
156
La fecha parece equivocada; pues si es verdad que
Ramiro II abdicó á los tres años de su mando y cuando
su hija Petronila contaba tah "solo dos, en vez de 1148
debe leerse 1138.' ■•". t
Desde aquel dia el Monje se reliró al cláustro de
S. Pedro el Viejo que él mismo habia mandado cons
truir en esta antigua iglesia mozárabe de Huesca. Allí
habia de vivir pacíficamente diez años entregado á sus
meditaciones y a su silencio; en tanto qne el conde de
Barcelona, el esposo de Petronila, afianzaba con sus ele
vadas miras la union de dos grandes pueblos»* herma
nando á Cataluña y Aragon, haciendo de dos brillantes
historias una sola historia, constituyendo- con dos gran
des estados un solo estado.

A. Vil.

Reyes de Aragon hasta la agregacion del reino


á Castilla.

«Aragon no tuvo por que arrepentirse, sino mucho


por que felicitarse de haber unido su princesa y su
reino al conde y al condado barcelonés, dice el histo
riador Lafuente. Digno era de la doble corona Ramon
Bereoguer IV. Merced á su hábil política, el empera
dor castellano le trata como amigo y como pariente, y
le alivia el feudo que desde Ramiro el Monje pesaba
137
sobre Aragon: gracias á su destreza y á la actitud; del
pueblo aragonés, los maestres y las niiljcias de Jeru-
salen hacen oportuna reouncja.de la herencia del reino,
producto de una indefinible estravagancia del Batallador;
y aunque los resultados de la pretension hubieran sido
los mismos, la espontaneidad de la renuncia ahorró los
disgustos de la resistencia: merced á su actividad, ; do
quiera que los orgullosos magnates se le insolentan y
revuelven son escarmentados, y atendiendo con desvelo
prodigioso al Ampurdán y á Provenza, á Navarra y á
Castilla:, y al gobierno de Cataluña y Aragon, se. en
cuentra casi tranquilo poseedor de un estado sobre el
que pocos' años ántes lodos alegaban derechos; y mantenían
pretensiones. En la conquista de Almería, áque tanto ayudó
el conde-príncipe, moros y cristianos vieron ya dónde ra
yaba eí poder marítimo de Cataluña. Viéronle tambien
los republicanos de Pisa y Genova, y ya pudieron bar
runtar que no había de concretarse la marina catalana
á proteger su costa, sino que llamaba su propio empuje
á derramarse por lo largo del Mediterráneo y á ense-
ñorear apartadas islas y naciones. Unido el poder na
val y el espíritu emprendedor de los hijos de la antigua
Marca Hispana al genio marcial, brioso, perseverante é
inflexible de los naturales de Aragon, dicho se estaba
que de esta amalgama habian de resultar con el tiempo
empresas grandes, atrevidas y gloriosas. Despues de la
conquista de Almería caen sucesivamente en poder del
barcelonés Tolosa, Lérida, Fraga, los mas fuertes y an
tiguos baluartes de los moros en aquellas tierras. Con
tales empresas y tales triunfos ensanchábase y crecia el
reino,, unido, ofreciéndose cada dia ocasiones nuevas pa
ra regocijarse catalanes y aragoneses del feliz acuerdo de
haber ceñido con la doble corona al conde-príncipe que
tan digno se mostraba de llevarla.»
15*
Én 1162, despues de ennoblecer á Aragon y Cataluña1,
bajó al sepulcro Ramon Berenguer IV. No sólo los ara
goneses se conformaron con el testamento verbal del
difunto en que legaba la corona á su hijo Ramon, ex
cluyendo á su viuda la reina Petronila, sino que la mis
ma Petronila «no satisfecha con manifestar su resigna
cion y conformidad con la escfusion de heredamiento
que envolvía la disposicion testamentaria de su esposo,
convocó córtes para renunciar explícita y solemnemente
en su hijo todos los derechos al reino aragonés, confir
mando en todas sus partes el testamento de su marido:
gran satisfaccion para los catalanes, á quienes lison
jeaba, al propio tiempo que quitaba toda ocasion de que
ja ó de recelo, de reclamaciones y de disturbios. Pero
quiso que su hijo Ramon se llamase en adelante Alfonso,
nombre querido y de gratos recuerdos para los arago
neses: admirable manera de halagar los gustos de un
puebla, aun en aquello que parece de ménos significa
cion.» Muy digna de aplauso es sin duda la conducta
prudente, política y desinteresada de la viuda del con
de cataten.
da

No es nuestro ánimo estendernos narrando biogra


fías de la série de los reyes de Aragon que raras ve
ces tuvieron ya su córle en Huesca.
No haremos apénas más que citarlos.
El hijo de Ramon Berenguer y de Petronila subió af
trono con el nombre de Alfonso II. Digno imitador de
su padre, tomó á Teruel y sembró de cadáveres ene
migos las márgenes del Turia que resonaron con el mi
do de sus numerosas victorias. Aliado con el castellano'
recobró muchas plazas de la Navarra, continuando la
obra interminable del engrandecimiento de su reino. Al
sentirse enfermo de gravedad, nombró por sucesor á
159
D. Pedro, su hijo primogénito, bajo la tutela de su ma
dre doña Sancha. Su muerte acaeció en 1196, cien años
precisamente despues de la memorable toma de Huesca.
. Los sucesores de D. Alfonso II fueron:
Pedro II, llamado el Católico por haber recibido la
corona de manos del Sumo Pontífice Inocencio III, y ha
berse declarado feudatario del Papa, feudo que no se
estendió á sus sucesores. EsJuvo casado con la esposa
del conde Cominjes en vida de éste. Pidió separarse de la
reina, y la sentencia declaró legítimo á su hijo D, Jaime.
Murió en 1213.
Jaime I, el Conquistador. Tuvo que pugnar desde
su infancia contra las pretensiones de su tio D. Fernan
do, abad de Monte-Aragon, y de D. Sancho, conde -de
Rosellon y tio del difunto rey D. Pedro, que le .dispu
taban la legitimidad y el trono. Llegado á mayor edad
supo disipar la tormenta que habia amagado sa cuna;
y fué llamado el Conquistador por el brillante resultado
de sus expediciones, entre las que descuellan la que
dirigió contra las'islas Baleares en 1229 y contra Va
lencia en 1238. Hallándose en goerra con la moris
ma, en Alcira, sintióse herido de una enfermedad mor
tal y retiróse á Valencia, en donde murió en 1276. Fué
célebre el reinado de este príncipe por sus violentos
amores con la hermosa catalana doña Teresa Vidaura,
por la que repudió á su muger legítima. Casóse á la
muerte de su muger con Yolanda, hija del rey de Hun
gría, y la catalana movió contra él las excomuniones
del Papa. Dícese que ganó treinta batallas y erigió dos
mil templos.
Pedro III, tan belicoso" como su padre, pero ménos
feliz en sus guerras contra los musulmanes. Se apoderó
luego del reino de Sicilia, prevalido de so enlace con
Constancia hija de Manfredo, el cual se había hecho
160
dueño de aquel estado á la muerte de su padre na
tural el emperador Federico. No contento Pedro III con
aquella corona, trató de arrojar á los franceses de Sici
lia, fomentó una conspiracion en la isla, y contribuyó
no poco en provocar las célebres Vísperas Sicilianas.
Murió en 1285.
Finalmente, á I». Pedro III sucedieron D. Alfonso III,
llamado el Liberal, que murió en 1291.
D. Jaime II, hermano del último monarca, que fa
lleció en 1327.
D. Alfonso IV que con desagrado de los estados de
Aragon cedió á su esposa D.a Leonor de Castilla la
ciudad de Huesca, y murió en el mes de Enero de 1336.
D. PedroIV, llamado el Ceremonioso, que murió en 1387.
D. Juan /, que murió en 1305.
D. Martin, hermano menor de D. Juan, que murió
sin hijos en 1410. • -
D. Fernando, el que mas derechos tenia ála dis
potada corona de Aragon, tuvo que hacer frente á una
horrible guerra civil. Venció á sus enemigos y murió en
Igualada en 1416.
D. Alfonso el V que murió en 1458.
Y D. Jmn II que murió en 1479, dejando he
redero del trono aragonés á su hijo D. Femando que,
casándose luego con la reina de Castilla Doña Isabel la
Católica, estaba destinado á ceñir la corona de todos los
reinos iberos y á presenciar un prodigio de aquellas
edades, fundando la unidad nacional, destruyendo el úl
timo baluarte de la morisma española, y dando su ma
no protectora á uno de los mas grandes genios del mundo,
al inmortal Cristobal Colon.
161

XVIII.
Importancia de Huesca después de la reconquista.

La ciudad cuyo origen se perdía en las nieblas de


la antigüedad; la ciudad lan distinguida por el célebre
Sertorio y mas larde por los Césares romanos; la ciu
dad tan querida de los agarenos y de los cristianos; la
ciudad que habia ocasionado la muerte al rey D. San
cho y habia merecido en todos tiempos los favores del
cielo, jamás podia estar desuñada á ver sus glorias y su
grandeza perderse en la noche de los tiempos. Así es
que todos los reyes trataron despues de la reconquista
de engrandecerla cual correspondía. Huesca fué la corte
habitual de Pedro I y de Ramiro II, y si las conquis
tas de Alfonso el Batallador, la toma de Zaragoza y el
advenimiento al trono de Aragon del conde de Barce
lona pudieron disminuir algun tanto la importancia po
lítica de esta capital, los gobiernos todos se placieron
constantemente en honrarla con leyes libres y un sin
número de privilegios, y en elegirla como el lugar más
á propósito y respetable para la celebracion de impor
tantes córles.
El municipio de Huesca fué siempre libérrimo. La
mas alta magistratura municipal, esto es, el cargo de
11
162
Justicia fué de nombramiento real, basta que, en 12S9.
Alfonso III sólo se reservó el derecho de entregar la
temible y respetable vara negra h la persona que eli
giese de entre cuatro sacadas por suerte. El Justicia
ejercía la jurisdiccion civil y criminal durante un año,
y después de haber jurado con gran pompa, nombraba
su Lugar-teniente ordinario, tenia sn Zalmedina ó en
cargado de dar cumplimiento á sus sentencias, y, en casos
extraordinarios y en tiempos difíciles, nombraba su juez
Albarránea revestido de tales poderes que no estaba te
nido á respetar los fueros; y tan terribles y ejecuto
rias debieron ser sus sentencias, que motivaron aquel
célebre refrán citado por Aynsa: «Líbrate de la Albar-
rana de Huesca.»
El Rey nombraba tambien primitivamente á ocho
Jurados. El 127$, Pedro III los redujo á seis que tan
sólo debian ser aprobados por él, siendo elegidos por
el Consejo. Y aun se modificó mas tarde la institucion
de los Jurados. Quedaron reducidos á cuatro, y el prin
cipal tomó la denominacion de Prior de ios Jurados,
cargo parecido al de nuestros actuales alcaldes encar
gados de las localidades exclusivamente. El Jurado Prior
Labia de tener por lo ménos 45 años de edad, trein
ta y seis el Jurado 2.", y treinta los demás, siendo pre
ciso que hubiesen pertenido una, dos, ó tres veces al
Consejo, ántes de revestir la gramalla. Se sorteaba su
nombramiento, saliendo de la bolsa de los infanzones
el Jurada primero y segundo, y su cargo duraba un
período dada, despues del cual volvían á formar parte
del Consejo.
El Consejo, dividido en brazos, constaba de veinte
y cuatro Consejeros, en esta forma: catorce Consejeros
llamados preeminentes, ocho segundos, y dos de los lla
mados terceros. Formaban tambien parte del Consejo,
16.')
además del Prior y de los otros tres Jurados, el Al-
motazen encargado de velar sobre el peso, medida y
buena calidad de las mercancías; el Padre de los huér
fanos, á quien incumbía limpiar la ciudad de vagos y
personas de mala vida, y proteger á los huérfanos y
desamparados; el que últimamente hubiese sido Justicia;
los cinco Contadores, encargados de vigilar la conduela
de los empleados y de recibir y decidir las quejas for
madas contra ellos por el público; el Abogado de la ciu
dad; el Regidor del hospital, encargado de este estable
cimiento, que, caso de dimitir su cargo, estaba obliga
do á pagar veinte y cinco escudos á favor de la be
neficencia, y el Mayordomo de la ciudad, esto es, el
encargado de la contabilidad del municipio. Formaban
estos funcionarios treinta y nueve votos, y se necesitaban
veinte y seis á lo ménos para formar acuerdo. Asi es
que con tantos elementos de conservacion y unidad en
el poder, como dice Quadrado, y con la multitud y opu
lencia de los feudos creados en el alto Aragon desde
los principios de la monarquía, no es de admirar que
en Huesca predominara la aristocracia, á pesar de los
privilegios con que la distinguieron los reyes, y que más
de una vez se la encuentre aliada con los ricos-hom
bres, así en las exigencias de las córtes, como en ligas
sediciosas
No hablaremos de los cargos subalternos, como eran
el de Procurador astricto para todos los pleitos civiles
y criminales, el de Mayordomo, Administrador clavario,
el de Cambrero Yl). de Administrador del aceite y pes-

( 1) Dics Aynsa: «Hay tambien dos cargos llamados el uno de Ad


ministrador clavario que cuida del recibo y gasto de las compras y
despedidas del trigo del granero de la ciudad. Al otro llaman Cam
brero, á cuya custodia está el trigo y el librarlo á los panaderos del
164
ca, de Pesador, Veedor, Tasadores de la huerta , Prior
de arrendadores, Secretario, Vergueros, Carcelero, Bayle,
Merino, etc.
Pero apesar del predominio en Huesca de la aris
tocracia, grandes señales daba de vida el elemento po
pular. La aristocracia y el brazo ciudadano á la par
alcanzaron grandes mercedes de los reyes, no sin que
dej;isen de producir algunas desavenencias de vez en
cuando la diferencia de clases y los bandos de familia.
En 1134, Ramiro II el Monje promulgó un privi
legio en virtud del cual declaraba francos á todos los
habitantes de Huesca, en sus personas y en cualesquie
ra bienes que compraren de caballeros, de moros ó de
judíos; eximióles de toda reclamacion que por ellos se
jes intentare al cabo de un año y un dia de posesion,
sin otra, obligacion que la de seguirle á sitio de cas-
talo con pan para ires días; y, en fin, cedió tambien
mil sueldos anuales de sus rentas para la conservaciou
de los antiquísimos muros de la ciudad. (1)
Muchos son los privilegios concedidos á la ciudad de
Huesca desde D. Pedro I: largo y muy pesado seria
relatarlos. Varios soberanos concedieron y confirmaron
franquezas de peaje, señalaron dehesas de aprovecha
miento comun, destinaron dias de ferias, prohibieron
que ningun vecino de Huesca pudiese ser preso en su
casa ni sacado de ella, y diciaron oíros y otros fueros
y prerogativas de que la ciudad se ha envanecido por

famoso granero alio y bajo, que par» ella Huesca tiene, capaz de siete
mil y mas cahíces de trigo, con el cual ha tenido algunas veces a
j aya la codicia de los avariciosos mercaderes que tanto gusto tienen de
ver t-ncareci'ios los panes....» — Libro I.

(I) Este privilegio se conserva en el archivo, municipal.


163
mucho tiempo. En 12Í2, prevaleciendo el brazo ciuda
dano, Jaime I derogó la exencion del impuesto de ace
quias y muros hecha á favor de los infanzones. En 1382,
las rivalidades de clases produjeron serios disturbios que
fueron castigados por Juan I con la mulla de setenta
mil sueldos jaqueses. Mayores todavía debieron ser las
violencias cometidas en la ciudad en 1388; pues el mis
mo Rey sólo se resignó á indultar á sus habitantes im
poniéndoles la multa de mil quinientos tlorines de oro.
Gravísimas debieron ser entónces las disensiones: Gra
ma dispendio, dice la primera- cláusula del indulto,
mulHpIicioque debitorum onera auibus subjicitur civilas
nostra Osea seu ejus cives et habüatores pretexto ban-
dosüatam. jurgiorum el plurimorum scandalorum, quw vi
ea, procurante humano generis mímico, fuerunt suscítala
f/uodammodo nos inducunt ad faciendum eis remissioncm, etc.
Mas no siempre se encerraba dentro de los muros la
discordia, dice Quadrado; á veces salían de Huesca im
provisados escuadrones á revindiear los derechos de su
vasto dominio sobre los pueblos circunvecinos, ó bien á
asolar el castillo de algun poderoso que los agraviaba;
así se vengaron en 1322 de Jimeno de Foces, logrando
la remision de la mitad de los sesenta mil sueldos que
por ello se les impuso, y ofreciéndose generosamente á
pagar de mancomun la otra mitad que pesaba sobre
varios particulares; así lograron en H40 absolucion com
pleta del Justicia de Aragon por el asalto dado al lu
gar y castillf de Arasqués en odio á su señor Sancho
de Pomar. Durante el interregno sobrevenido por muer
te del rey Martin, miéntras las gentes del conde de Ur-
gel y de D. Antonio de Luna saqueaban é incendia
ban la comarca, Huesca se mantuvo neutral entre los
pretendientes á la corona; pero sus naturales aprove
charon la ocasion para asolar los lugares de Monflorilc,
166
Bellester y otros de D. Lope de Gurrea, excediéndose en
especial contra los moriscos.
Pero, como ya hemos insinuado, lo que nos dá una
idea clara de la importancia que no podian ménos de
prestar á Huesca sus grandes recuerdos, son las córles
que en esta ciudad se han celebrado en ocasiones so
lemnes.
Once veces se reunieron en los siglos XII y XIII den
tro de sus muros.
Dos veces convocó córtes en. Huesca D. Ramiro el
Monje: en 1134 para ceñir la corona que en Monzon se
le habia adjudicado, y en 1136 para deponerla en las
sienes de su tierna hija.
Tambien la egregia Petronila tuvo córtes en Huesca,
en 1162, á los pocos meses de hallarse viuda, para trar
tar principalmente del cumplimiento y ejecucion de la
última voluntad de sn difunto esposo el Conde-príncipe.
El hijo de Petronila, Alfonso II, las convocó en 1179
y 1188 para arreglar varias cuestiones políticas de aque
llos días azarosos.
Tres veces las celebró Jaime I en los difíciles prin
cipios de su reinado, todas encaminadas á regularizar y
mejorar su gobierno. La primera vez en 1215; en Se
tiembre de 1219 la segunda, y la tercera en Abril de
1221, habiendo asistido á estas últimas córles la reina
doña Leonor, el obispo de Zaragoza D. Sancho Ahones,
el de Huesca D. Garcia, y otros distinguidos persona-
gcs. Mas "larde, en 1247, mandó el mismo D. Jaime I
reunir en Huesca las célebres córtes convocadas para
ordenar y corregir los fueros del reino, y bajo la sá- ,
bia inspeccion de Vidal de Candías obispo do Huesca,
formar un código que recopilase todas las leyes del rei
no, declarándose en la Epifanía del citado año que, en
las cosas que no estaban dispuestas por fuero, se si-
167
? míese la equidad y la razón natural (\). Quizás en aque
tas córles fué donde se levantó la primera voz conde
nando los terribles juicios de Dios, y las bárbaras prue
bas, tan acreditadas por la supersticion de aquellos
tiempos, llamadas del agua y del fuego.
La libertad que Aragon gozaba está retratada en las
dos últimas y tumultuosas córles celebradas en Huesca,
que tan mal parada dejaron la autoridad real. En las
de 1285 se negaron los zaragozanos á pagar el mone-
daje al gran Pedro III, y se decidió que toda clase de

(I) Este codigo, el mas antiguo de Aragon, compuesto de los fue


ros de Sobrarve y de las leyes expedidas por el mismo D. Jaime I,
abraza en sus ocho libros las materias que en los antiguos impreso}
llevan los títulos sigientes: — De sacrosanctis Ecelesiis, et earum mims-
tris. —De his qui ad Ecclesiam confugiunt, vel palacia infaocionum. —,
De Judeis et Sarracenis baptizandis.
—De edendo. —De contumacia.— De promissione sine causa. — DeAd-
vocatis. —De Procurstoribus. —Quod cujuscumque universilatis. — De ne-
gotiis gestis. —De privilegio absentium causa reipublicas. — De Satisdan^
do. —De Postulando.
—Dejudiciis.—De consiliariis. —D& dilationibus. —De jurisdictione om-
nium judicum.^— De foro oompetenti. —De mutuis petitionibus. —De agua
pluviali arcenda. —De rivis, furnia et molcndinis. —De Pascuis gregibus
et campannis — De arboribus incidendis. —De scalis. — De venatoribus. —
De lege Aquilia. —Si quadrupes pauperiem fecisse dicatur. —Familias her-
ciscundas, et de adipiscendis avitis. —De communi dividundo. —De con-
fortibus ejusdem rei. —De finium regundorum.--De pedianda baereditate.
— De confinalibus arboribus. '
— De Jurejurand*. — De sacramento deferendo^ —De baeredlbus fide-
jussorum. — De haeieuibus furum. —Ne lilius pro natro vel matre tenra-
lur. — Ne pater vel maler pro filio teneatur.—Ne vir sine uxore, airt
uxor sine viro alienare possit. — De rerum lestationc. — De probalionibus
— De testibus. — De testibus cogendis. — Quo modo debent examinari tes
tes. —De fide inslrumentorum. — De labellionibus. — Commodati.— De Lez-
dis. — De usuris.— De milite usurario. —De deposito ^De cmptione et
venditione. — De pactis inter emptorem ct venditorem.--Mandati. — De
moderatione lerum venaltutn. —De muneribus agnoscendis. — Locati rt con-
ducti. —Do mercenariis. .
168
cuestiones originadas entrc el monarca y los súbdilos se
dirimiesen por el Justicia mayor del reino, con arre
glo á los fueros. En las que se celebraron el año 128G
presentóse ya ante Alfonso III, mas altiva y osada y
sin máscara la aristocrácia. El Rey era impotente para
resistir á las exageradas pretensiones de la union, y só
lo pudieron salvarle momentáneamente las disensiones
que existían entre los mismos individuos de la nobleza;
sin que, por esto, se librase de los serios alborotos que,
en breve, le obligaron á desprenderse en gran parte de
su autoridad tan poco temida.

—•De jure dotiuru — De conlratis conjugum. —De rerum amotarum. —


De fecundis nuptüs. —De alimentas. —De natis ex damnato coitu. —Do
eentractibus minorum. — De tutoribus, curatoribus, manumissoribus, spon-
dalariis et cabezalariis.
— De furto et nominando autore. — De furto avium. — De furto ca-
num. — De testamentis.—De exhsredatione filiorum. — De rebus vincu-
latis. —De verborum significatione.
--De creatione militum.—De conditione infantionatus, et deprocla-
mantibus in servitutem. — De slipendfis et stipendiariis. —De re militan.
—De expeditionibus. —De expeditione infanlionam. —De praescriptionibus.
—De re judicata. —De justitia reddenda et non vendenda. — De paena
temere litigantium. — De confessis.
— De constructione, sustentatione et reparatione'' fossatuum et muro-
rum. — De munilione et constructione munitionum. —De pignoribus. — De
fidejusso.ibus. —De solutionibus.—De adoptionibus. — De donationibus.
. —De aecusationibus. — De receptatoribus. —De custodibus carcerum. —
De adulterio et stupro.— De homicidio. —De venenas.- -De crimine falsi.
— De confirmatione monetae. — De divisione pecuniaeípenaüs.— De injuriis.
~-De paenis.~De proditoribus. — De proditionibus.-^De candentis ferro
judicio abolendo.— De basllludio. —De pace et protectione regali. — De
violatorilras regalis protectionis. — De invasoribus viarum publicarum. — De
confirmatione pacis.--De duello.-^De forma dissidamenli.
Oíros y oíros fueros se agregaron á los precedentes. Jaime II, Pe
dro IV, Juan I, Martin y otros soberanos fueron hacinándolos sin or
den, hasta que en las cortes de Monzon, en 1S47, separaron los inu
tiles y distribuyeron los útiles en nueve libros por orden de materias.
169

XIX.
Sucesos notables desde Fernando el Católico hasta
nuctros días.

Llevada á eabo la unidad de la gran monarquía es


pañola con el enlace del rey de Aragon y la princesa
heredera de Castilla, Huesca vino á ser uoa simple ciu
dad del reino formado por casi toda la península ibera.
Su importancia política declinaba á medida que se en
sanchaban las fronteras de los dominios de los suceso
res de Alfonso el Batallador. Huesca vino á ser una po
blacion subalterna que sólo vivia con sus grandes re
cuerdos; pero, aunque el brillo de la corte y el mo
vimiento palaciego dela capital de un reino habia hui
do de su recint*, conservaron siempre sus habitantes
aquellos sentimientos, aquellos hábitos y aspiraciones,
aquella firmeza de carácter y dignidad que supo im
primir á la ciudad un aspecto indefinible, aristocrático
é imponente á l| vez.
Pero, apesar'de todos los contratiempos y aún en
las épocas de mas visible decadencia, se ha respirado
constantemente en Huesca cierto ambiente de literatura
que ha coutribuido no poco á formar algunas eminen
cias. La célebre universidad sertoriana, protegida duran -
te muchos siglos por todos los gobiernos, convertía la
170
poblacion en un agradable reliro de las letras y de las
ciencias; multitud de jóvenes acudían de todas partes
á beber sábias doctrinas desde los bancos de sus escue
las; las silenciosas alamedas de los atrededores de la
ciudad sólo servían de recreo al profesor profundo ó al
aplicado escolar; las reuniones ó tertulias familiares te
nían siempre cierto sabor artístico; y, en una palabra,
Huesca conservó siempre el carácter particular de los
antiguos distritos universilarios, y sus habitantes el ge
nio ora relraido y ceremonioso, ora investigador y sa
tírico semejante al que se observa en las reducidas ciü»
dades de Alemania en donde existen sábias universi
dades.
Huesca, sin embargo, habia perdido su importancia
política, y raras veces tomó ya una parle activa, vi
gorosa, eficaz, en los negocios del reino y generales que
pudieron debatirse.
Sólo su tranquilidad fué turbada momentáneamente
en 1568 por cierta conmocion popular, al cundir la voz
de que la acendrada y tradicional piedad de sus habi
tantes iba á ser privada del precioso depósito de las
reliquias de los sanios Justo y Pastor; pero cesó pronto
aquel movimiento de alarma, sabiéndose que el Rey só
lo reclamaba para la ciudad de Alcalá* una parte de
aquellas reliquias por mandato del Sumo PontíOce.
Su amor á los fueros, grandiosa conquista de tan
tos siglos y tantas glorias, luvo sobreestados los áni
mos, cuando Felipe IF, queriendo castigar á Antonio Pe
rez, atropellaba en Aragon la autoridad üel célebre y des
graciado Justicia La-Nuza. Natural era el estado violento
en que se encontraba Huesca, cuando, segun decían los
inquisidores, «toda la república, hasta los clérigos y frai
les y monjas, estaban tan movidos que en las mas con
versaciones y ayuntamientos no se trataba sino de ts
171
»ie negocio con demostracion de ponerse á cualquier
«peligro por defensa de la libertad...» Y tambien sa
lieron de esta ciudad para defender la integridad de su
suelo, 300 hombres, entre los que se contaban muchos
clérigos y frailes capitaneados por el obispo, cual si se
tratase de una guerra de religion, en el año 1592, al
verificarse la entrada de los bearneses.
Finalmente, Huesca ha manifestado sus patrióticos
sentimientos siempre que para ello se le han presentado
ocasiones. Tenemos ejemplos muy recientes. En la ter
rible guerra napoleónica, cada uno de sus hijos se con
virtió en un soldado, en un héroe que iba á engrosar
las filas de los independientes. El gobernador Clavería,
á quien acusaban de afrancesado, murió víctima á ma
nos del pueblo, en uno de aquellos sensibles actos de
impremeditacion á que suelen verse arrastradas aún las
gentes de mayor sensatez cuando su ánimo se halla su
blevado por el odio y el despecho. Napoleon I decla
ró á Huesca capital de un departamento francés; pero
los Oscenses se encargaron de demostrarle que todos
sentían correr en sus venas pura sangre española.
Seremos breves, muy breves en esta parte de nues
tra historia moderan, porque así conviene á nuestra
imparcialidad de simples narradores.
En 1820 abrazo el código de 1812, señalándose en
su defensa.
En 1835 hubo* cierto motín en Huesca á causa de
un bando del gobernador civil que producía algunas pri
siones; pero habiéndose devuelto la libertad á las per
sonas comprometidas, se restableció el órden.
En el mes de Agosto del mismo afio pasó por Hues
ca el ejército carlista mandado por Guergué.
El liberal Conrad sostuvo una sangrienta accion eu
Angüés.
172
En 1836 se publicó en esta capital la Constitucion
de 1812, á imitacion delo que acababa de hacerse en
Zaragoza. Vióse amenazada por las divisiones carlistas. de
Torres y Montbiola unidos, que sufrieron una derrota en
Cásbas.
El 24 de Mayo de 1837 D. Cárlos ocupó la ciu
dad. El general de la reina Isabel II, Irribarren y el
comandante general de la division de la ribera, D.Die
go Leon y Navarrele, con menores fuerzas, se compro
metieron en accion, y ámbos sucumbieron víctimas de
su arrojo; éste último en el campo de batalla y el pri
mero en Almudévar hasta donde fué perseguido, espi
rando al poco tiempo de recibir sus mortales heridas.
Segun datos oficiales, sufrieron mas de 400 bajas las
tropas dela Reina, dejando tambien los carlistas elcam-
po sembrado de cadáveres.
En la primavera de 1838 presentóse otra vez en
la comarca una division carlista mandada por Tarragual.
Se atribuye entre otras cosas á la milicia nacional de
Huesca la aprehension de una partida carlista proce
dente de la expedicion de Guergué.
Tambien ha participado Huesca de algunos movi
mientos populares en últimas crisis gubernativas.
Pero basta. Los sucesos recientes de todos son co
nocidos, y la historia contemporánea es un escollo en
el que zozobran y han zozobrado los mejores veleros.
Huesca, España, en todo ha sido yr es siempre glorio
sa; y la gloria no puede ser exclusiva de determinadas
opiniones. Las evoluciones modernas se han mirado al
través de diferentes prismas; y, por nuestra parte, pre
ferimos dejar íntegro á la posteridad el derecho de juz
garnos con crítica imparcial y severa.
¿No le basta á Huesca, para envanecerse, contení-
173
piarse en su glorioso pasado? ¿No está llena de tim
bres, justo orgullo de las generaciones que fueron?
Hemos contemplado á Huesca saliendo de las som
bras del misterio que envuelve la apartada época de su
fundacion, y la hemos visto atravesar serena las prime
ras edades de nuestra patria y llegar á so brillante apo
geo, cuando, despues de los celtíberos, púnicos , car
taginenses, luchaba nuestra querida patria por su dis
putada independencia, peleando contra los nuevos inva
sores, los formidables romanos. Hemos visto levantarse
entónces en esta ciudad el verdadero baluarte de los
iberos, acoger en su seno á Sertorio, el mas intrépido
enemigo de Roma, y llegar con su arrojo á ser el cen
tro terrible de donde partían los rayos que pulveriza
ban á los implacables y ambiciosos enemigos de la in
dómita Iberia.
Hemos visto como saludaban la bandera Oscense el
brioso César, el políiico Augusto y otros famosos can-
dillos de las márgenes . del líber, llenándola de privi
legios y favores que ella posponía siempre á su gran
título de Vencedora.
Y cuando Roma caía envuelta entre los girones de
su púrpura envilecida, y sus vastísimos dominios eran
presa de otros pueplos; cuando el Visigodo llegaba á
entronizarse en Esjaña sobre las ruinas de las genera
ciones pasadas, henos visto que Huesca se mantenía
aislada, viva siempre en su pecho la llama del amor
pátrio, viviendo só!) con sus recuerdos de gloria.
Mas tarde, durfnte la dominacion árabe, la hemos
visto capital de un emirato que supo desbaratar los
planes del coloso franco, del prepotente Carlomagno cu
yas vencedoras armas se estrellaron contra los muros de
esta ciudad.
Favorecida del cielo, al oírse en la eomarca de los
171
antiguos ilergetas la voz que anunciaba la caída del is
lamismo, supo en aquella hora suprema sacudir con po
deroso brío sus cadenas forjadas en los desiertos dei
Oriente, y los heróicos reyes y paladines cristianos com
pletaron sus glorias.
Vencedora en las guerras romanas, heroína en la edad
media, puntó de reunion de celebérrimos concilios, si
lenciosa testigo de los mas grandes hechos y dignísima
en todos tiempos, su historia será siempre interesante.
¿Quién no ha de admirar á la poderosa Osca sertoria-
na, á la fuerte Weschka muslímica, á la Huesca de Pe
dro I, del rey Batallador y de Ramiro el Monje?
Y, ahora que hemos recorrido ligeramente su pasado,
preguntaremos:
¿En qné condiciones se halla la Huesca del siglo XIX?
¡ Ali ! Huesca, capital de una provincia privilegiada y
fecunda, estrechamente enlazada con lo restante de la
próspera monarquía española, abre anhelante sus brazos
á las conquistas de la civilizacion moderna, y llena de
felices esperanzas, vislumbra ya un porvenir tan risueño
como glorioso ha sido su pasado.
,-

LA CIUDAD.
e-o&G^SJtSyi^Sr^'
v
PRIMERA PARTE.

LA CIUDAD ANTIGUA

XX.
Dificultad de las investigaciones.

Di"ificilísima es íucstra tarea! Volney pudo contar las


ruinas de Palminj pero las columnas derribadas, los atrios
de caídos, templo, , los abandonados pedestales, las mu
tiladas estátuas, t dos aquellos restos de una civilizacion
pasada, colocados \n medio de la soledad del desierto y
alumbrados por la melancólica y silenciosa luz de la lu
na, eran circunstancias que se prestaban á la resurrec
cion de un pueblo grande en la mente del inspirado
poeta. Las dos antiguas ciudades del imperio romano,
Herculano y Pompeya, han sido minuciosa y delicada
mente descritas en nuestros dias; pero es que una mo
12
178
le inmensa los ha protejido durante centurias; es que
las lavas del Vesubio, posadas sobre sus lechos, han pro
tejido las riquezas de aquellas poblaciones con sus ca
lientes cenizas, salvándolas de la mano del hombre mil
veces mas destructora que la mano del tiempo!... Mas,
en Huesca» ¿dónde encontraremos sus invencibles mu
ros, sus almenadas torres, sus profundos fosos, sus sun
tuosos palacios, que puedan recordarnos otros tiempos y
otras generaciones? ; \h! con sobrada razon hemos dicho
que era muy difícil nuestra tarea.
Todo, casi todo ha desaparecido de la Osca romana
y de la Weschka agarena. Poquísimo queda de la Huesca
de Pedro I.
No nos desanimemos, sin embargo; digamos al cu
rioso viagero que mire en torno suyo. ¡Mucho queda que
admirar! ¿No vé por do quiera muros que cuentan si
glos, torreones de la edad media, paredones demolidos,
edificios mutilados, piedras informes y empolvadas pro
tegidas por nombres históricos y hechos imperecederos?
Síganos entre estas ruinas: déjese guiar por la constan
cia y el buen deseo: no decaiga su ajumo ante el con
fuso panorama que se desarrolla á su pista, y entónces,
aunque tampoco sea perfecto artífice, t con un trozo de
mármol reconstruirá en su mente un| palacio, con un
pedestal una estátua; con el mismo polvo una ciudad
entera. .
¡Qué mano tan terrible la de las [generaciones que
pasan! Borra la huella de las edailes como la mo
vilidad del agua hace desaparecer de su superficie el
surco de un bajel. Pero ¿no es cierto que, en casos da
dos, es una inmensa ventaja que la nave pierda y deje
sobrenadando alguna prenda destinada á indicarnos su
rumbo?
Busquemos, busquemos pues, con afan, esas joyas
1?9
numismáticas perdidas por la antigua Osca en las evolu
ciones y naufragios de las diversas edades que ha re
corrido.

XXI.
La ciudad primitiva.

Si es verdad que antiguos pobladores de España


Vinieron atraidos por el oro y la plata que en su rico
seno con tenia el Pirineo; si es verdad que el espíritu
de especulacion llenó constantemente nuestra patria de
colonias extrangeras; si son verdaderas las conjeturas
publicadas por Anio Viterbiense, Aynsa y otros muchos,
habremos de conJesar que Huesca es una de las mas
antiguas ciudades de la península ibérica, ya que no
nos permitamos jafirmar con algunos que fué la pri
mera. I
Prescindiendo! enteramente de las hipótesis mas ó
ménos verosímiles sobre la primitiva poblacion de Es
paña, no cabe yaj ninguna duda de que el origen do
esta ciudad se reponía mas allá de los tiempos histó
ricos y se pierde en las remotas épocas fabulosas. Este
es uno de los principales títulos de su merecida im
portancia.
Por otra parte, es muy cierto que Osca la antigua,
ya fuese fundada por una colonia de mercaderes que
ISO
se propusieron convertir sus rústicas cabanas en cómo
dos palacios con el rico metal sacado de los criaderos
de la montaña, ya fuese fundada por una turba de
gente agrícola y de pastores, desprendida ó descen
diente de la inmensa familia de Tubal siempre deseosa
de un clima benigno, de un suelo feraz y de hermo
sos verjeles, es muy cierto, decimos, que, despues de
las guerras de Cartago contra los iberos, debia haber
llegado á figurar en primer término entre las ciudades
de la Península.
No cabe disputa sobre el particular. Aunque no lo
afirmaran, como lo afirman, tantos escritores antiguos,
¿quién dudará que cuando Sertorio fijó sus miradas en
esta ciudad, queriendo hacerla rival de la opulenta Ro
ma, sus antiguos y mezquinos tugurios se habrían ya
convertido en buenas habitaciones, y su vallas y em
palizadas en fuertes muros capaces de resistir al ariete,
y en profundos fosos capaces de detener al enemigo
mas osado?
Y no se nos arguya que algunos autores han sen
tado como hipotético el que la célebre Osca romana sea
la Osca aragonesa. No basta una plumada atrevida pa
ra borrar las glorias de. un pueblo; y| aún nadie se ha
atrevido á impugnar las disertaciones del escritor del
Teatro histórico; nadie ha podido hast i hoy emancipar-
se impunemente de la tradicion venenada, base de to
das las creencias humanas.
Las humildes chozas de los pastorea, las pobres ha
bitaciones del hombre del campo, los (mezquinos alber
gues del codicioso minero, los rústicos techos se habian
ido modificando, tomando mayores proporciones. La ci
vilizacion de Fenicia y mas tarde de Carlago, andando
el tiempo, habian ejercido aquí su intluencia. Antes de
que Sertorio concibiera sus vastísimos designios en el
181
suelo ibero, Osca la antigua era ya una ciudad po
derosa.
¿Qué nos importa que su origen sea oscuro? La bri
llantez de su historia nos descubre parle de aquel enig
mático pasado.
Mucha razon tuvo un poeta amigo nuestro al escri
bir los siguientes sentidos versos (1):
Huesca, ciudad victoriosa,
¿de do lu nombre procede?
Es acaso de Hosc umbrosa,
o bien de Osca poderosa
que á otras mil en gloria escede?
Del tiempo en la niebla oscura
se pierde lu oscuro origen;
y esto lu alcurnia asegura
a quienes .hoy por ventura
en su busca se dirijen.
Es preferible ignorar
quien la vida supo dar
á una ciudad que yo adoro, '
si el que la empezo & fundar
imprime en ella un desdoro.
Pero tú Huesca, feliz
viendo tu fértil llanura
que tulriqueza asegura,
irgue lu noble cerviz,
que eies grande siendo oscura.
Qul no en vano tu destino
le aselto en este vergel,
pues me le enseño el camino .
quo cdhduce de conllno
(le la «loria so el dosel.

(1) D. Ramon Sans y Rives, ha dedicado con sobrada complacen


cia algunos ratos á los presentes humildes escritos nuestros. A 61 de
bemos la composicion que insertamos con sumo gusto, como lo haremos
con otras que le hemos visto improvisar, y que por lo mismo tienen
mayor merito á nuestros ojos.
m
Y que tu suelo preciado
fué desdé remotos años
de héroes con sangre regado,
porque áiempre codiciado
de propios fuera y estrenos.
No solo el grande Sertorio
enamorose de tí,
queriendo, como es notorio,
transformarle en rico emporio
con ardiente frenesí;
Sino qué ef diestro agareno
ambicioso y pertinaz,
descansar quiso en tu seno,
sin pensar que, en dia ameno,
tumba hallara en Alcoraz.
¿No fué tambien esta tierra
quien contra Roldan se alzo
dando un grito que aún aterra?
Y sin embargo esa guerra
fué la que a Aragon salvo.
Sangre parece destila
aquella horrible campana,
ruda hecatombe, inhumana....
Y ella elevo á Petronila,
y á Cataluña la hermana.
Y aquel acto de fiereza
de aquella almogaravía «
trocose en alta proeza \
por donde sin duda empieza
de Aragon la nombradla.
Y como si no bastara
que á tan fecundante suelo
el orbe entero admirara,
quiso aun el alto cielo
parle una gloria mas clara.
Quiso que aquí sin quebrantos
nacieran y sin desvelo
altos marlires y santos,
que enlazaran con sus cantos
esta tierra con el eielo.
¿Qué importa que en vasto erial
183
el rey Felipe segundo
erigiera el Escorial?
de Lorenzo—sabe el mundo—
cual es la tierra natal.
Salud, pues, Huesca querida,
rica en suelo y en historia;
pues tengo aquí mi guarida
quiero que a mi humilde vida
llegue un poco de tu gloria.
Inútil es que repitamos lo dicho en la parte his
tórica: hemos citado el testimonio de graves escritores,
con cuya opinion nos adherimos, para asegurar que es
ta ciudad fué grande é insigne ántes de la época ro
mana.

XXII.
La ciudad sertoriana.

Los pasmofos hechos del valiente Sertorio me-


dilados much y llevados á cabo en su querida
Osca, formida i baluarte de la España citerior, no pue-
den ménos de! darnos una idea grande del brillante es-
lado de la ciuí ad en aquella época de engrandecimiento.
No sin polerosas razones la llama el estudioso Zurita
ciudad populosa y principal en la época romana. Una
tradicion jamás desmentida ha trasmitido basta nuestros
dias la creencia de que el Isuela dividía en dos partes
184
la' ciudad, la que se estendia ála izquierda del rio, mas
allá del actual santuario de Santa Lucia. Si esto no es
cierto, confesaremos que es muy verosímil atendida su
posicion topográfica, cuya parte mas alta, la plaza de la
Universidad, debió ser ya en aquellos tiempos el punto
céntrico y el mas importante, quizás el mismo, donde
se levantó el palacio de Sertorio ó de su Senado. Las
leyes de la guerra así lo exigían y la costumbre de los
romanos que, recordando sin duda que Roma se hallaba
construida sobre las siete famosas colinas, gustaban de
ver las ciudades construidas en las alturas y dominando
risueñas campiñas.
Al recordar los hechos gloriosos que ya hemos ex
puesto, al fijar nuestra imaginacion en la capital de la
independencia ibera regida por un hijo de íá gran re
pública, no podemos ménos de figurarnos una vasta po
blacion ceñida por forlísimos muros y conteniendo en
su recinto y atrededores un elocuente remedo de cuan
to encerraba la opulenta y grandiosa Roma cuya rival
pretendía ser. Creemos aún contemplar las reuniones del
foro ó de !a basílica; creemos asistir á algun espectá
culo en el odeon, en el anfiteatro, en el circo ó en el
hipódromo; nos parece asistir á los juegos del gimna
sio y ver pasear por los toscanos pórticís á los graves
senadores revestidos de sus togas imponentes....
Todo contribuye $ nuestra ilusion. Lhs familias pa
tricias que en Qsca habitaban, sus distinguidos duum-
viros, sus severos augustalcs y demás autorizadas per-,
sonas cuyos nombres han llegado hasta r esotros.
Aunque de la época romana sólo se conserva en la
Huesca moderna algun trozo de muralla, mlgun torreon
informe y una lápida casi indescifrable, n ucho dicen las
monedas oscenses y los grandes rasgos trazados por las
generaciones pasadas en la historia patria.
185
La gran figura de Sertorio es bastante por si sola
para resucitar en nuestra mente á la ciudad rival de Ro
ma; la gran figura de Sertorio inspiró tambien al
poeta y arrancó de su lira estos acordes, poético com
pendio de la vida de aquel caudillo:
Nacido en humilde cuna
en Narsio, Quinto Sertorio,
hervir senlia en su alma
alto aliento generoso.
De la guerra cruel teatro
, Roma la reina del globo,
vasto campo á la ambicion
ofrecía de Sertorio.
Lugar-Teniente de Mario,
de Sila sintió el enojo,
y & los campos de la Iberia
refugiose presuroso.
Tremolaban los Iberos
el noble pendon indomito
de independencia sublime
contra el romano ambicioso.
Al mirar de los osceases
el esclarecido arrojo,
de venganza y de grandeza
formara vastos propósitos,
Y humillar á Sila quiso
y al pjfeblo romano lodo,
valerosa como Aüibal,
alrevidj como él solo,
Oscj fue pues la elegida
por rH il del Capitolio,
y doe;4>Ilonces Osea á Roma
miedo ¡ausára y asombro,
Ved aquí un noble senado,
cohortei grandeza y todo
cuanto liorna audaz creía
sólo de sí misma propio. .
Ved aquí digna Academia
instalada por Sertorio
186
para difundir las luces,
para exterminar el ocio.
Cuando de la lid volvía
de laurel cubierto y oro,
en vez de darse al descanso
culto al saber daba honroso:
Y con sus fibrosas manos,
hechas al acero indomito,
del cuello de los alumnos
colgaba medallas de oro.
Despues con su cierva Egeria,
adiestrada en alto modo,
presentábase al Senado
a rovelar sus propositos.
Gomia la hermosa cierva
en la oreja de Sertorio,
y él decia era de Diana , .
oráculo misterioso.
De esta suerte sos empresas,
ademas de un sello heroico,
adquirían la sancion
de un mándalo religioso.
La magnifica embajada
de Mitridate á Sertorio
ofreciéndole en dinero
y en armada gran socorro,
En Osea la vencedora
tuvo lugar con asombro «
de Roma, y sus generales ",
Metelo y Pompeyo aun moz .
Pero al ñn dé la fortuna
cambióse el voluble rostro,
y en torno de si traidores
vio tan solo el gran Sertorio
Desaparecio la cierva... t
y un escarnio y un desdoro r
era aquel alio Senado r
que al de Roma daba enoji/j.
Su genio franco y alegre
severo tornose y hosco,
y un fatal presentimiento
187
tenia de su fin proximo.
Orillas del minso huela ,
acuitado y melancolico,
paseábase exclamando:
«¡Osea, Osea á quien adoro!
Soñé para tí fortuna,
quise que fueras emporio
de grandeza, y veo ¡ay triste!
que mi esperanza no logro.
Tu eres mi patria adoptiva ,
por tí suspiro tan solo;
nunca me serás traidora,
los traidores serán otros.
¡Narsio, Narsio!... Tu me viste
abrir al mundo los ojos...
Osca me verá cerrarlos
y honrará mi nombre heroico.» (1)

Grandes restos de su pujanza conservaba aún Osca


durante la dominacion visigoda y en tiempos posterio
res. En antiquísimos documentos se citan la plaza de
San Julian, la de Jigena y otros nombres de los que ni
siquiera se halla la menor memoria. Las antiguas par
roquias de S. Miguel, S. Ciprian y S. Agustín que se
hallaban fuera del rádio de la actual ciudad prueban
igualmente su ¿stension. El Alcázar, convertido hoy dia
en establecimiíj ito de enseñanza, que debió levantarse
imponente en j 1 centro de la ciudad, cerca de su gran
templo, como ^ i todas las de los pueblos cuya divisa
fué «Dios y el Rey,» puede darnos por su actual situa-
cion una ideal de la decadencia de la Huesca de nues-
Iros dias comp rada con Osca la ilergela.

(t).D. Ramon ífans y Rives.


188

XXIII.
La ciudad muslímica.

El espectador que, al través de la vistosa alameda


que se esliendo á la falda del célebre Pueyo en el
que Sancho Ramirez recibió la muerte, contemple la
ciudad no podrá ménos de tamentar los estragos de que
ha debido ser víctima, si al propio* tiempo su pensa
miento se halla embargado por gratos recuerdos tradi
cionales é históricos.
¿Qué ha sido de la magnífica Misleida, símbolo de
los errores musulmanes, que coronaba la altura? ¿Dónde
está el suntuoso alcázar, mansion de los Abderrahmanes,
de los Muzas y Abitauros que mas tar|c habia de ser
convertido en palacio de los Alfonsos? ¿ 'Jónde están las
decantadas noventa y nueve torres (1) que ceñían la
ciudad como gigantescos y terribles cerf inelas de una
fortaleza invencible? ¿Dónde aquellas nquebrantables

(t) Aynsa dice que antes se leia en la rauraja la estraña ins


cripcion siguiente: O. Osea, Osea, nonaqinta el n\'vem turres habes,
alíenos amplecteris et propios despicis. Pero Calixto II, en el libro de
los milagros de Santiago escrito poco despues de la reconquista, dice,
hablando del siglo VIH, que tenia noventa: >Osclia in qua nonaginta
turres esse numero solent.* I .
189
murallas que los muslimes repararon y redujeron con
los enormes sillares cortados, sin duda, en los tiempos
de Sertorio? ¡Ah! Ningun vestigio árabe se distingue.
La Misleida, convertida en Catedral cayó envuelta entre
ruinas; la Azuda fué transformada, las torres han
desaparecido y los sillares de los muros han servido
para construcciones modernas! Si ocultas entre la yedra
se descubren algunas piedras informes, algun torreon
ruinoso, es sin duda para atestiguar glorias pasadas y
como única prueba de tantas tradiciones.
Pero, penetremos en la ciudad: recorramos sus de
siguales calles cuya arábiga planta tan sólo conservan.
Hasta los nombres de la mayor parte han cambiado,
y sólo llaman nuestra atencion edificios posteriores á la
reconquista adornados con patios platerescos, y en su
parte superior galerías al gjisto del siglo XVI y ca
prichosos aleros.
Sin embargo, que la ciudad árabe era importantísi
ma, no cabe ponerlo en duda. En un privilegio conce
dido por D. Pedro I á la Catedral recientemente con
sagrada se leen las palabras siguientes: Devicto namque
Ccesaraugustano rege cum inmmerabili sarracenorum, fal-
sorumque cristitmorum multitudine, atque ferme qwdra-
ginta ccessis mtiibus, inclytam atque famosissimam urbem
Oscam ccepimus.i
Y gran parjede la grandeza y opulencia de la Huesca
muslímica se cánservó indudablemente en siglos poste
riores. Lo pruertan los .antiquísimos templos de S. Mi
guel y S. Cipriln, (í) en otro tiempo parroquias que,
como tales, deMeron hallarse en medio de un barrio po-

(1) El magnífica! templo de S. Ciprian, del que hablaremos en otro


lugar, ocupo un siü| entre la iglesia de S. Miguel y la actual carre
tera de Jaca.
190
puloso; lo prueba, como ya hemos dicho, la siluaciofl
del palacio real, y tambien los vestigios de antiguos mu
ros que, en la parte baja, hacia Santa Clara, se veian
manifiestos en tiempo de Aynsa.
El que quiera ver las huellas de la antigüedad, di
ríjase desde la vieja cuadrada torre coronada de salien
tes matacanes que se levanta á pocos pasos del con
vento de S. Miguel, en el estremo septentrional de Huesca,
y, guiado por los restos de la antigua muralla, admire
de paso otros torreones desmochados ó el hueco que ocu
paron, pase delante de la torre mejor conservada que flan
quea la derribada pue rta de Santo Domingo, enfrente de
la carretera de Barbastro, y encamínese hácia la parte
alta del Coso. Allí, en aquel centro de animacion, ten
drá á su derecha el núcleo de la ciudad de los recuer
dos, á la qne dan paso los morunos arcos de Alpargan
y los de Alquibba y de Ramian, llamados hoy de la Cor
rería y del Coso, a la izquierda tendrá los mas recien
tes y populosos barrios meridionales, barrios tal vez en
tiempo de los agarenos, y residencia de moros y ju
díos cuando la ciudad cayó en poder de los cristianos;-
barrios cuyo verdadero nombre hizo plfder el celo har
to nimio de un Obispo (1). i
Quizás un arrabal que vemos se lfc »naba de Rabal-
gerü fuese Barrio -nuevo ó la antigua J iderá; quizás el
mercado de la Cibera, sea tambien el lietual mercado;
pero ya en el siglo XVII se habia peidido la memo
ria de muchas calles, como la de la Pmlkeria mayor y
la plaza, ya nombrada, de Jigena, y f.tras varias.
. [l._ ,
(1) En 1607, el obispo Monreal concedio cuarenta días de indul
gencia ¿ todos los que llamasen calle de S. Martin i á la Morería, Barrio-
nuevo i la Judería, y Plaza de S. Lorenzo á la que los moros llama
ron de la Alquibba, o sea, del Mediodía.
191
Lo que hubiera sido precioso hallazgo para el cu
rioso, y objeto de grande estudio para el que deseara
apreciar debidamente el estado de la Weschka muslí
mica, es el antiguo alcázar de los emires agarenos.
Pero, convertido en palacio de los reyes cristianos, des
tinado en parte para Universidad, por Pedro IV, y ce
dido del todo á la misma por Felipe III, no sólo nada
conserva de la Azuda, sino que, del mas moderno pala
cio, sólo guarda una mutilada, si bella torre, que nada
dice relativamente á la época de los musulmanes.
¡Estraña fatalidad! En vano buscaremos en la po
blacion restos de aquella arquitectura muslímica que tan
prodigada debió hallarse en ella. En vano buscaremos
cúpulas y torreones de los que sostenían la media luna:
sólo se encontrarán mutilaciones. En vano buscaremos
los arcos de herradura de las" mezquitas: apénas si en
contramos algunos chapiteles árabes, ya informes por
la incuria, sosteniendo una- mugrienta viga en una cua
dra inmunda (1).
A falla de monumentos, es preciso contentarnos con
lo que hemos podido consignar en nuestra historia.
Otro romance/se ocupa tambien de la época musul
mana, y reasuma los hechos principales. Dice así:
Eipaña la codiciada
de f «icios y romanos,
tuvo jque sufrir lambien
de lo| del Khoran sectarios.

(i) Visitamos en lia calle de las Herrerías un edificio que, segun


nos dijeron, fue una ' intigua mezquita. Vimos, en erecto, dos chapite
les de los que arranc n ras líneas de un truncado arco árabe; pero tan
estropeado que pront< ni señales han de quedar de lo que fue. La
antigua mezquita es I oy dia un establo. .
Al construirse la i ueva carretera de Baibastro, se hallaron unas lá
pidas, sin duda sepulcrales, cen inscripciones arábigas. Creemos que se
remitieron á la Academia de la Historia.
192
Huesca no podia ménos,
por sus muros y sus campos,
do caer bajo su yugo
y de llorar su quebranto.
Vino empero en son de guerra
el valiente Carlo-Magno
á. conquistar de los moros
lo que habían conquistado.
Era entonces rey de Weschka
el afamado Abilauro,
no se si por lo valiente,
o por lo pórfido 6 cauto.
En transaccion fingió entrar
con el Adalid cristiano,
ofreciendo que pondría
la ciudad bajo su mando.
Fiose de él en mal hora
el potente Carlo-Magno,
y en vez do salir airoso
sufrio insolito quebranto;
Pues Abitauro y los suyos
los de Lérida y Barbastro,
los do Sálduba la heroica,
y los navarros y vascos,
Le persiguieron sin tregita
por los montes y los llanos
y en Roncesvalles su fama
esclarecida mancharon.
Mas vino otro tiempo, vine
eu pro de ibéros cristianos
una jornada que brilla,
como el sol, en nuestros fastofc.
Lo que por valor ni ardide I
no lograra Carlo-Magno, h
lo pudo Sancho Ramírez i
con su hijo D. Pedro el brafa.
Salud, Sancho, que moriste
del pueyo en el vasto campo |
meditando como en Weschha
podrías entrar ufano.
Pero Dios un hijo fuerte
193
por dicha te habia dado,
que tu levantado intento
debia llevar á cabo.
El cerco que tu pusiste
á la ciudad, reyD. Sancho,
mantuvo firme D. Pedro
con aliento soberano.
Y viéndose el rey do Weschka,
tras largo cerco, angustiado,
pidio al de Salduba auxilio
y á otros reyes comarcanos.
Presentáronse arrogantes
porque asaz fácil juzgaron
levantar súbito el cerco
y derrotar los cristianos.
En los campos de Alcoraz
ambas huestes se encontraron:
la lucha fué encarnizada,
el arrojo temerario.
Mas al fin resuena un grito
que aterro el moruno campo:
¡Victoria, gritan, victoria!!
los vencedores cristianos.
Huye el moro, y el que no
tendido queda en el campo:
moni* forman los cadáveres
y fo «ia la sangro un lagcv.
Alraostain con tres reyes
sucuilben desesperados,
y sol sus cuatro cabezas
de ella gran jornada el lauro.
ftJpnte-Aragon que hasta ahora,
cual ienlinela avanzado,
erguijs tu altiva frente
la clidad amenazando,
Discansa de tus fatigas,
diiermfe ya bajo tus lauros:
la titilad cayo vencida
al imiilso de tu brazo.
Del hoy mas el clarín guerrero
no resonará en tus ámbitos,
13
194
y en vez de gran fortaleza
serás religioso claustro.
En vez do ardientes arengas
para alentar al soldado
oirás tan solo preces
dirigidas al Dios santo.

Después (Jo la reconquista, la ciudad tuvo aún lar


gos dias de envidiable pujanza.
Favorecida por los muchos privilegios que le conce
dieron los agradecidos hijos del malogrado Sancho J,
veia dilatarse su recinto, aumentarse prodigiosamente su
poblacion, y, alegre y venturosa, se reponía de sus pa
sados quebrantos.
Mas tarde, empero, con las complicaciones políticas
que surgieron y las conquistas que se realizaron, los
Reyes no tuvieron tan á la visja aquella brillante joya
de su corona, y muchos ricos-homes, por disfrutar del
brillo deslumbrador del Trono, dejaron sus patrios la
res, y la decadencia de la ciudad fué lastimosa y pro
gresiva.
Huesca, sin embargo, siguió tranquila su marcha en
tre deliciosos dias de paz; y, si volviaVla vista á su pa
sado, era para fortificarse en la idea de un porvenir
igualmente rico de gloria y ventura.
!
SEGUNDA PARTE.

LA CIUDAD MODERNA.

XXIV.
Situacion topográfica, calidad y circunstancias del
terreno, "y categoría de la ciudad.

La ciudad ddj Huesca se halla situada á los 4 í" 5'


latitud, y 3o 25'tlongitud oriental del Meiidiano de
Madrid. f
Colocada sobre! un plano inclinado de unas 70 va
ras de altura, sustcalles y sus edificios se presentan al
espectador en form \ de anfiteatro coronado por la im
ponente mole de !i Catedral.
Esta pequeña C ninencia se halla en medio de la
196
célebre hoya, feraz llanura de mas de seis leguas de
ostension, sembrada de pueblos y caseríos y tan sólo
limitada al Sud por la sierra de Álcubierre, por otras
dos sierras de poca altura al Este y al Oeste, y por la
de Guara al Norte, á cuatro leguas de la ciudad.
¡Qué hermoso es en un dia sereno contemplar des
de una altura aquellos dilatados y fértiles campos, sem
brados de alegres ermitas, de monumentos históricos y
de rústicas casas, y limitados por las pintorescas que
braduras de las sierras, una de las cuales aun nos trae
á la memoria la tradicion famosa del sallo de fíoldanl
Antes de pasar adelante, entes de entraren la ciu
dad moderna, nos parece oportuno examinar la -calidad
y las circunstancias del terreno sobre el que nos ha
llamos.
El geógrafo Madoz nos lo describió con bastante pro
piedad. «El terreno de Huesca, dice, es llano casi todo:
no liene apénas desigualdad, y sólo en la parte del Norte
y Nordeste toma una casi imperceptible elevacion, la cual
en el límite de Fornillos, se hace de repente muy no
table, formando aquél una colina de más de cien varas
de altura que can>bia de direccion allí cerca, y parte
en línea recta hácia el Sud. Llámase 'esta parte el se
cano, porque no pueden alcanzar á é: las aguas, y es
mas ligero, no tan fuerte como el de la hoya; pero mas
propio para viñedo por hacer el vino| muy superior al
de la huerta. Tiene algunos olivos y piros árboles que
abundan más por la parte del Norte ¡y Nordeste, hasta
dar la vuelta por donde está situada li ermita de Nuestra
Señora de Jara. El terreno de la ho\ja es de mas miga
y mas gredoso y fuerte, á propósito /ara el cultivo de
cereales, y aún mejor para hortalizasj yerbas filamen
tosas, con especialidad el cáñamo que crece desmesura
damente. La vid presja abundante nuto; pero de info
197
rior calidad que la del secano, como liemos dicho: no
así el plivo que se hiela con frecuencia. Las huertas
propiamente dichas, delas que se sacan las fruías, las
legumbres y -Jodo lo comprendido en la palabra gené
rica hortaliza, se encuentran en la partida que llaman
de la Almunia en la confluencia de los rios Flúmen é
Isuela, lo mas fértil de todo el término y al mismo tiem
po lo mas delicioso, y tambien en una zona de un tiro
de bala de ostension atrededor de la ciudad con cer
cas de tapias, donde se encuentran las fecundísimas huer
tas llamadas de Mendoza, de los Descalzos, del Carmen,
de la Compañía y otras infinilas sombreadas de diversa
variedad de árboles y plantas. (]) En todo lo demás de la
huerta ó tierra de regadío, ¿o siembra, en pagos alter
nados de barbecho y rastrojo, trigo, cebada, llamada en
el pais órdio, algo de avena y escalla, ó carron.
nias aguas que fertilizan este terreno están distri
buidas bajo un perfecto sistema de igualdad, por me
dio de azudes y acequias bien conservadas y limpias:
se toman de los rios Flamen é Isuela, pero principal
mente del grande pantano construido á tres leguas al
Norte, en una de las gargantas que dán salida á un
valle mas acá del/pueblo de Arguis. Esta obra tan só
lida y magnífica Icomo útil y provechosa, se construyó
á últimos del simo XVII, bajo el plano y direccion del
profesor de matfmálicas D. Francisco Artigas, natural
de Huesca. En ll estrecho que forma el citado valle y
de una á otra fakla de las dos colinas que le forman,
atraviesa un fucile murallon, que corta el paso á las
aguas que descienden de los montes vecinos, formándo
se un depósito a| laguna de medía legua de superficie

(I) Hemos de añ! lir las del termino de Morana, Capuchinos, etc.
198
cuando está colmada ó llena. Es de gruesos sillares de
muy dura peña con cimientos de extraordinaria profun
didad: tiene 100 palmos, do elevacion. Su anchura es
de 60 por igual, con Í70 de longitud, .que es la dis--
lancia que media entre los dos lados del estrecho. Al
pié del murallon, en su centro; hay practicada una aber
tura ó galería que -facilita la salida del agua> pana lo
cual hay una compuerta de bronce de 05 arrobas de
peso, en contacto con el agua, y que sube ó baja un
solo hombre, segun la major ó menor cantidad de agua
que se necesita, poniendo en juego un torno ó máqui
na colocada dentro de la misma galena. Debajo de es^
ta boquera hay dos grandes estanques ó albercas que
se llenan con las, aguas sobrantes del pantano, y que
son suficientes para regar una vez ocho ó diez mil fa
negas de tierra. Generalmente se usa de ellas en los
meses de Diciembre y Enero. La gran laguna se acre
cienta con las lluvias, con los manantiales que en for
ma de riachuelos entran por diversos puntos, y particu
larmente con un abundante raudal que se conduce de
una copiosa fuente, por medio de un cáuce abierto a
pico entre peñascos, A falta de otras noticias que in
diquen mejor el peso y cantidad -de wguas que puede
contener er pantano, diremos que con] las que recoge,
se podjan regar tres veces las 34,00 < fanegas á que
aquellas alcanzan.
»Esta suntuosa obra costó dos m llones de reales;
pero áun cuando hubiera costado muc'ios más, han sh
do de mas importancia las utilidades,' que ha propor
cionado y proporciona á los labradores en particular, y
á los habitantes de la ciudad en general que ven hoy
cambiado en una fértil y saludable cafnpiña el crecido
terreno casi inculto y mal sano, falto! de vegetacion y
hermosura que rodeaba la poblacion.
199
»Y no obstante esto, y no obstante tambien que de
la conservacion del Pantano pende la seguridad de las
cosechas, pues aún en los anos mas escasos de lluvias
proporciona riego á las tierras, ha estado á pique de
verss perdido y abandonado hace algunos años,, y así
hubiese sucedido sin la celosa autoridad de un gefe po
lítico en buen hora llegado á esta, provincia, el cual
arrostrando la oposicion de los mismos á quienes tra
taba de favorecer dando riego á sus tierras, formó el
proyecto de reconstruir la pared de aquel monumento
que hacia diez y seis años estaba destruida; y vencidas
por fin todas las dificultades, se liizo la obra de repa
racion, se elevó la pared y se limpió el interior de la
laguna, aumentando en una tercera parte las aguas que
ántes retenía el dique, sin llegar á seis mil duros el im
porte de todos los trabajos ejecutados. Tambien se fer
tilizan las tierras de la partida del Alcoraz con las aguas
de una bal<a ó alhena, que á media legua de la ciu
dad hay cerca del convento de Lorcto, y que, en su
mayor altura, ocupa de veinte á veinte y cinco cahí
ces de tierra. La acequia que llaman de la Ribera y
que toma las aguas del rio Flúmen, riega asi mismo de
cinco á seis mil fanegas. Este rio, como el Isucla, en
tra en el término/ siguiendo una direccion de Norte á
Sud y ámbos coaren al Este de la poblacion, besando
el último el pió Ale sus murallas; y reuniéndose á aquel
fuera ya de su jurisdiccion, una legua mas abajo, en el
pueblo de Tabernas.
»En el terreno de monte hay un antiguo y famoso
carrascal llamado! de Pebredo, que tendrá una superfi
cie de tres cuard s de legua, y que merced al cuidado
y vigilancia que •; ienc en su conservacion el Ayunta
miento, presenta n la actualidad el aspecto do un her
moso y espeso 1 ¡)sque de encina, criado después de la
200
invasion francesa., en que (juedó destruido entera
mente. (\)
«Segun se deduce de los documentos y escrituras
de venta, ó de trasmision de predios del tiempo delos
árabes y de los moriscos, está muy distante de ser hoy
este terreno tan productivo como lo era entónces. Aque
lla época sobresalió en agricultura, y no se descuidaba
en eüa como en éstá la plantacion de toda clase de
árboles; así es que la vasta llanura de Pebredo, era un
frondoso vergel que por ninguna parte quedaba des
mida como ahora lo está en distintos puntos. Sin em
bargo, aunque no tan adelantada aquella industria co
mo en otras parles, no está tampoco tan descuidada
aquí como en algunas. El monte de que hablamos abun
da así mismo en buenas yerbas de pasto para los ga
nados, y para este esclusivo objeto está destinado igual
mente el monte llamado de San Juan, y algun otro
campo que queda yermo por sus escasos productos en
cultivo (2). Él cultivo de la morara que alimenta el gusa
no de seda, empieza á desarrollarse en el terreno que
describimos, y de algunos años á esta parte, se obser
va en el mismo, mayor esmero en la plantacion y cul-

(1) El carrascal de Pebredo ya no pertenece ctualmente al Ayun-


tamiento. Ha pasado al dominio particular, y en este último año se
ha hecho en el un corte de mucha importancia |ue ha contribuido no
poco á impedir la subida del carbon.

(2) El monte de San Juan pertenece ahora í. un rico, capitalista


catalán que se ha propuesto roturarlo, eonviitienialo en herniosos cam
pos de labranza. Este laborioso propietario ha maUdado principiar los
trabajos de un pozo artesiano que proporcionará undante riego á »us
heredades, lia construido tambien una magnífica franja que puede con
templar el viajero al pie de las llamadas cantera de Almudevar, y no
perdona medios para conseguir su objeto.
i
201
tivo de toda clase de árboles, sin duda por el conven
cimiento de los males que produce su falla.»
Lo dicho basta para conocer que Huesca es una po
blacion esencialmente agrícola, y que toda su riqueza
radica en los hermosos campos que hasta larga distan
cia la circuyen.
Con este precedente, entremos ahora en la ciudad.
Es capilal de la provincia de su nombre, partido judicial,
comandancia general, y residencia del obispo de la diócesi.
Tiene todas las oficinas propias de esta categoría, y
corresponde á la audiencia territorial, capitanía general
y arzobispado de Zaragoza. Se decora tambien con el
título de Muy noble, muy leal y siempre vencedora ciudad
de Huesca.
La ciudad presenta dos aspectos completamente di
versos, y causa dos impresiones, heterogéneas del to
do, al viagero que por primera vez la visita. El que
entrando un día de verano por los paseos de la her
mosa carretera de Zaragoza, se pare ante el palacio de
la Diputacion provincial, creerá hallarse en una elegan
te ciudad moderna. Quedará sorprendido, á no dudar
lo, al verse ante elevadas casas y simétricos pórticos
que le conducen á una anchísima calle de cómodas
aceras y construcciones modernas... Y su ilusion adqui
rirá á cada monden to mayores proporciones. El entrar y
salir de los emuleados y personas de negocios en las
oficinas del goberno, los viajeros en los despachos de
diligencias, la curiosidad de los ociosos, las bien pro
vistas tiendas de los comerciantes de todas clases, los
cafés y casinos y, ¿un poco mas léjos, todo el movimiento y la
animacion de u^ mercado, le harán dudar de si mismo
y no podrán mi, ios de tenerle perplejo por un instan
te y de arrancar] una pregunta. ¿Dónde se halla, dirá,
la ciudad antiqu¡ sima, la ciudad de los grandes recuerdos?
Ab! La ciudad de Sertorio no existe: uwrguna me-
moria dejnfon aquí les pueblos visigodos, y el fervor
católico hasta ros nombre* musulmanes ha borrado! Pe
ro, separándonos del Ceso, nombre tomado, ski duda,
del antigoo foso, fes caites ya se estrechai*, la irregu
laridad se presenta en casi todas las construcciones,
muchas son las casas; que cuentan siglos: ya nos baila
mos en una ciudad de la reconquista en toda su pe
culiar pureza.
Después de esta> ojeada general, eneremos en algu
nas particularidades.

XXV.-
Calles y plazas.—Paseos y diversiones púl> Sicas.-Co
mercio —Vias de comumcacion.—Imporlancia de la
ciudad.

Gran parte de la poblacion, la mas Intigua, se halla


dentro del recinto de la muralla para cuya conserva
cion Ramiro II señaló una renta y que I). Jaime el con
quistador mandó respetar. El perímetrokle la faja que
separa este rfeinto tiene unos ocho m\V piés de esten
sion y se halla cortado por algunos ai eos y viejas tor-
res desfiguradas con el tiempo. Fuera i !e esta agrupa-
cion de manzanas, y separados por las íspaciosas calles

f
203
de Sanio Domingo y del Coso, se hallan tres grandes
barrios llamados de San Lorenzo, de San Martin y
Barrio-nuevo, formando el Coso una tangente con todos
tres que los une y enlaza ec-n aquél, de modo que la po
blacion no presenta en realidad, sino un solo grupo.
Don Pascual Madoz que tanto conocía esta ciudad
por haber pasado los alegres años de su vida escolar
enr las áulas de la célebre Sertoriana, ya dió ála pren
sa en 1847 exactas noticias de la Huesca moderna.
Las seis plazas que se hallan dentro de la parroquia
de la Catedral, dice at viagero, son la de la Seov de la
Constitucion ó del, Teatro nuevo, del Hospital, ántes de
la Azuda, del Peso, de San Bernardo y la Nueva, Las
cinco primeras son de figura de un paralelógramo rec
tángulo, aunque algo imperfecto en algunas, y la úl
tima un polígono irregular. La de la Seo ocupa un área
de 2,600 varas cuadradas y está situada en lo mas cul
minante de la poblacion. Los lados de Este y Norte lo
forman la hermosa fachada de la Catedral, que adelanta
hácia su centro un átrio espacioso, todo de piedra coa
barbacana labrada, y asientos en su parte interior, in
terceptada por tres* puntos, que son las entradas con
escaleras que conducen al átrio. Sigue la misma línea
el palacio episcopal en direccion al Norte, que cambia
después hácia ©este formando un ángulo recto.
Este edificio! embellece la plaza, porque, aunque de
poca altura, esí« terminado por una galería de agracia
da, si bien sencilla construccion, con columnas, delga
das que ocupan los dos lados de dicho ángulo.
El lado deti Oeste se compone de dos ultos y no
tables edificios: lia casa consistorial y el colegio mayor
de Santiago, y 1 del Sud se señala por unas casas que
nada ofrecen d{ particular observacion. Desembocan en
esta plaza seis calles, una de las cuales lo hace por
20 i
bajo de un arco de bastante luz en la fachada del pa
lacio. La plaza del Teatro, Hospital, del Peso, San Ber
nardo y la Nueva, tienen una estension igual con corta
diferencia, y no se vé nada notable en ellas, mas que el
edificio que les dá nombre, y ocupa alguno de sus
costados.
' La plaza que se encuentra dentro de la parroquia de
S. Pedro lleva su mismo nombre. Las dos de la de San
Lorenzo, se denominan la Corralaza y de Santa Clara; y
la de S. Martin, de Santo Domingo. Todas son anchas
y espaciosas, y forman polígonos irregulares, esceptuan-
do la de Santa Clara, la mayor de todas, en el límite
Sud de la ciudad, que es un trapecio algo irregular en
su base, y cuyo lado menor lo marca el convento, fren
te al cual se vén algunas casas que son las únicas que
hay en toda ella.
Las calles, especialmente las del centro de la mu
ralla, son estrechas y tortuosas, limpias por las alcan
tarillas secretas que las cruzan, y empedradas, aunque
con notable desigualdad y desnivel. Las de los distri
tos de fuera del recinto, son mas rectas, y algunas de
buena perspectiva como la de San Martin, las de Salas
y Poblacion. La primera empieza en frente del arco del
Alpargan, y termina en la. puerta, frente del puente de
su nombre: las otras dos, en direccion paralela entre sí,
y perpendicular á la del Coso, concluye)! en la espre
sada plaza de Santa Clara. il
Pero entre todas merece particular mencion la ya
repetida del Coso, que cortando por el centro la Pobla
cion, como ya hemos dicho, y que principiando en la
puerta del Cármen., corre con una anchura muy pro
porcionada, hasta unirse con el mercad'; y, por medio
de él, con la calle de Sanio Domingo terminando en
la plaza de esle nombre: En esta línea prolongada, que
205
pe dislinguc con los Ires nombres que acabamos de espre
sar, se encuentran las principales tiendas, los abastos
de todo género, y sirve tambien de paseo para toda clase
de personas, particularmente en las primeras horas de
las noches de verano. '
Las plazuelas que se encuentran en todos los dis
tritos, son por lo comun solares de grandes edificios que
hubo en otro tiempo, y que por la decadencia constante
de la ciudad no han vuelto á reedificarse Los notables
que hoy denotan la antigüedad que por todas partes
presenta la poblacion, son casas adornadas con una ga
lería arqueada debajo del tejado, cuyo alero suele estar
compuesto de molduras, artesonados y figuras. El in
terior constaba de largos y elevados salones, que los
modernos, adoptando mas bien la comodidad que la mag
nificencia y las prácticas y usos de los tiempos anti
guos, han cortado y rebajado de mil modos diferentes,
respetando sin embargo los grandes y espaciosos patios,
llamados lunas en el pais, construidos segtin el arte y
gusto de aquella época, y las anchas y suaves escale
ras. Entre estas casas deben citarse las del conde de
Guara, la de los Abarcas, la que hoy posee el mar
qués do Nibbiano y otras, y con particularidad la cé
lebre de Lastauosa, cuyos salones ricos en recuerdos
históricos fueroJ convertidos en el siglo XVII en Museo
Aragonés, muy» célebre en antiguos tiempos. Hoy ad
ministracion de correos,' no presenta á los estraños ni
un vestigio de lo que fué. Hasta su fachada caducó,
porque habiendo mandado un gefe político, que blan
queasen las faenadas de las casas, cúpole la misma suer
te á la de Lasi nosa, y la desgracia mayor de que los
alhamíes picaral el magnífico cuadro de armas, y los
arabescos que dornaban las jambas de los balcones.
Todas las icmás de la ciudad son de dos ó tres
206
pisos poco uniformes, escepluando la elegante llamada
de Vega-Armijo, y las del Coso, Mercado y Santo Do
mingo en las cuales se va observando, como ya' hemos
dicho, una agradable regularidad.
Huesca cuenta tambien con hermosos edificios des
tinados á espectáculos públicos. Tiene un elegante teatro
y una buena plaza de toros. En otro lugar nos ocu
paremos de estos monumentos.
Todos los caminos que parten de las diferentes puer
tas de la ciudad, hermoseados por hileras de árboles,
se llaman paseos; pero realmente sólo puede darse
este nombre al que, llamado glorieta, fué concluido en
1847, y ocupa el solar del derribado convento de San
to Domingo al estremo Nordeste de la poblacion. Tiene
110 varas de longitud y 50 de latitud, formando una
superficie de unas 5,500 varas cuadradas. Se divide en
5 calles que, plantadas de álamos y moreras, corren
paralelas, todas de la misma anchura, ménos la del
medio que es' de triple latitud por servir de entrada
á la carretera de Barbastro. Es susceptible de muchas
mejoras; pero es fácil que quede en tal estado y tal
vez abandonado si se consigue formar otro nuevo en las
inmediaciones de la estacion del ferro-carril de Tar-
dienta.
Un camino carretero, paralelo al peomeno rio Isue-
ía, que corre desde la puerta de San Miguel á la de
San Martin, cubierto por ámbos lados de copudos y fron
dosos árboles que dan una sombra agradable y que sen-
tifiamos se siguiese mutilando, es un bunio delicioso
y el paseo predilecto que los oscenses llaínan la Alameda.
Tiene un cuarto de legua de largo, y I se en Ira en él
por tres distintas partes, cada una de as cuales salva
el rio por medio de' un puente. Los dofr de los estrenoos
son el de las Miguelas y el de la carrejara de Barbas-
!
207
iro. El primera de piedra, con tres arcos y contem
poráneo de Jas murallas, existe todavía. El segundo es
de reciente construccion, pues el antiguo, llamado de
San Martin, quedó demolido en unas avenidas que inun
daron las huertas y varias casas, causando desgracias de
consideracion. El tercer puente, que comunica por el
centro con el paseo, es el de la Misericordia, de ma
dera, y tiene que renovarse frecuentemente.
Pasemos ahora á examinar rápidamente los elemen
tos vitales con que cuenta la ciudad que nos ocupa.
La industria agrícola es la principal Este suelo pri
vilegiado abunda en trigo, cebada y demás cereales, le
gumbres, hortalizas de todas clases, y muchas y esqui-
sitas frutas de variadas especies, señalándose las peras
que han llegado á adquirir nombradla. Se crian tambien
yerbas de pasto para ganados y otras odoríferas y me
dicinales, como la agrimonia, malvavisco, ele y hay una
regular cosecha de vino y algo de aceite. Se cojeo perdices,
liebres y conejos, y algunas tórtolas y codornices: la pesca
es insignificante en los ríos; pero de alguna considera
cion en las albercas que abundan en tencas y anguilas.
Se ejercen tambien en la ciuda'd todos los oficios
mecánicos y de primera necesidad con regular perfeccion.
La industria de los peines que algun tiempo llegó á ser pro
verbial, es en el día insignificante. Hay algunas fábricas
y molinos, aunque en corto número.
El comercio consiste en la importacion de géneros
ultramarinos, hierro, lienzos finos, telas y paños que se
traen de Catalura y de los puertos de Vizcaya y Gui
púzcoa, arroces I sedas de Valencia; garbanzos de Cas-
lilla, y quincalla|extrangera; telas y ganado mular de
Francia. Para la facilidad de este comercio hay muchas
tiendas de todas ijclases, y se celebra anualmente la feria
llamada 'de San Andrés que dura seis ú ocho días, cé
208
lebre sobre todo por el mucho ganado mular y caballar»
que atrae á no pocos traficantes de Valencia, Murcia y
Castilla.
Los medios de comunicacion de que dispone la ciu
dad cada dia van mejorando. Como el terreno es llano,
casi todos los caminos que atraviesan el término de Huesca
son carreteros. Sólo los que se dirigen á la montaña son
de herradura. Los mas notables de los primeros son los
que conducen á Jaca por Ayerbe, á Zaragoza y á Bar-
bastro. Están en construccion otros muchos.
Por último está tocando á su fin el ramal de via fér
rea que ha de enlazar la ciudad con el ferro-carril de
Barcelona á Zaragoza, y por consiguiente con el núcleo
de la red de ferro-carriles españoles. Quizá consiga un
dia este ramal formar parte de una via importante que
llegue á ver realizada la debatida perforacion del Pirineo.
No nos es lícito augurar; pero es lo cierto, que Huesca
camina sin tropiezo por la senda de los grandes ade
lantos.
Hasta las sociedades de crédito y los bancos esta
blecidos de algun Jiempo á esta parte en la capital,
proyectan mejoras considerables. La compañía anónima
titulada aBanco de Madrid» acaba de comprar varios
improductivos solares en la descuidada plaza de Sania
Clara para edificar en ellos varias casas de planta mo
derna.
MONUMENTOS.
*^&f<a&sy&&>^

u
¿OYÜáftUHOl
PRIMERA PARTE.

MONUMENTOS CIVILES.

XXVI
. - -i l

Casa consistorial.

D, 'espués de haber expuesto á la vista del lector, trazados á


grandes rasgos, les mos gloriosos cuadros de la his
toria de Huesca; ¡lespués de haberle dado un ligero
bosquejo de la ciuí ad antigua y moderna, y de haber
le presentado en figradable panorama cuanto hay de
admirable en su i onjunto, justo nos parece que, si
212
quiera de paso, fijemos un momento nuestra atencion
en aquellos edificios que pueden calificarse de nota
bles, ya por lo que valen, ya por los recuerdos que
encierran.
Demos principio á nuestra tarea.
En frente de la Catedral se levantan magestuosas
las casas Consistoriales, respetable archivo de las glorias,
de las virtudes cívicas oscenses y de los privilegios y
libertades que en todos tiempos envanecieron á la ca
pital del reino aragonés de Pedro I y Ramiro II.
Su sencilla fachada de ladrillo termina por una vis
tosa galería cubierta de un alero caprichosamente traba
jado, hallándose flanqueada por dos cuadrados torreo
nes. Diñase que son dos centinelas encargados de su
custodia y de su defensa.
Una elevada puerta cuadrangulas coronada en su re
mate con el escudo de la vencedora Ose* romana, y
con columnas en relieve y adornos de sillería que imitan
un frontispicio de un templete de arquitectura romana,
dá paso » un notable vestíbulo.
Allí, admirando el espectador el labrado maderaje
del lecho, fija al propio tiempo su vista en las co
lumnas que á su derecha sostienen tres arcos llenos de
adornos platerescos, al través de los cuales se descubre
la magestuosa escalera, tambien plateresca y recargada de
bustos, que conduce al piso superior. ¡Lástima grande que
el agradable efecto que producia aquel conjunto haya
desaparecido en gran parte con los tabiques levantados
últimamente!
Consérvanse aún en frente de los tres arcos, al pié
de la escalera, y en regular estado, lafs sillas del Jus
ticia de la ciudad y demás miembro»; de su tribunal'
Aún dos medallones colocados encima rde los arcos re
cuerdan á aquel antiguo jurado, conlsus dos iuscrip-
213
•- ,
ciones, castellana la una y latina, la otra, los sagrados
deberes de la justicia.
QUIEN QUIERA ADMINISTRAR JUSTICIA
CIERRE LOS OJOS AL ODIO Y ALA AMJCIUA.
1578.
SI VERÉ UTIQUE JUST1TIAM DILIGITIS,
JUSTE JUDICATE FILIOS HOMINUM.
157S.

En el fondo del vestíbulo se halla la sala del Con


sejo ó de las sesiones, adornada en su parte exterior por
distintos escudos de Aragon, y en su interior con los
retratos de los cuatro reyes principales favorecedores de
Huesca, Sancho Ramírez y sus tres hijos: Pedro I, Ra
miro II y Alfonso el Batallador. Aquella sala de levan
tado techo, imponente por la misma sencillez que la dis
tingue, no puede ménos de traer á la memoria aquellas
épocas prepotentes en que Jas discusiones y la diver
gencia de sentimientos entre los vecinos de noble linage y
los bandos ciudadanos llegaron tambien á afectar á la dig
nidad real. ¡Lástima que esté tan deteriorada aquella
sala de sesiones! Aquel viejo dosel de terciopelo car
mesí, aquellos bancos esculpidos que recuerdan otras
costumbres y otros tiempos, prestan al local cierta fiso-
nomía que participa de la formalidad y de la sencillez
de nuestros padres.
Las habitaciones! del segundo piso se hallan conver
tidas en calabozos;! pues por falta de otros locales el
Ayuntamiento tuvo tjm habilitarlas para cárcel municipal
y de partido. Sin cnpargo, pronto desaparecerán aquellas
rejas que tanto afcauíla fachada del edificio; pronto los pie-
214
sos serán trasladados á la nueva cárcel arreglada en el edifi
cio, antiguo ex-convento de Carmelitas descalzos; pero tam
bien presentimos que si por entónces se proyectan obras en
las casas consistoriales, estas obras tendrán mas bien el
carácter de reforma que de restauracion, y toda reforma
destruye necesariamente gran parte de lo existente. ¿A
qué ocultarlo? Tememos estas reformas. ¡Es tan bello
poder resucitar en nuestra mente las generaciones pa
sadas y entregarse á las meditaciones que sugieren los
siglos/ El que, hallándose cerca de los arcos adornados' de
caprichos platerescos, oiga los timbales que aún en el dia
anuncian una sesion ordinaria de los concejales, creerá
indudablemente oir la señal de audiencia dada en an
tiguos tiempos; creerá hallarse en la barra del Justicia
cuyo tribunal contempla, y no podrá ménos de pro
nunciar una palabra de gratitud en favor del pueblo que,
sabiendo conservar vivos tantos recuerdos; despierta en
el alma tan gratas emociones. : -

XXVII.
La universidad sertoriana.

Sin remontarnos á demostrad :i origen de la uni


versidad de Huesca, sucesora de as escuelas de Ser-
torio, punto bastante cuestionado victoriosamente de-
/
215
fendido por D. Francisco Diego de Aynsa (i), por el doctor
D. Juan Francisco Andrés de Uztaroz, cronista del Reí»
no (2J, por el P. Pauta Albiano de Rojas, célebre anticua
rio del siglo XVII (3), y por el P. Ramon de Huesca (4),
nos limitaremos á dar una ligera idea de las vicisitu
des por que ba pasado este famoso establecimiento.
Afirman los historiadores que 77 años ántes de J.-C,
Sertorio quiso que su Osca ilergola rivalizára en las
letras griegas y latinas con las escuelas de' Atenas y de
Roma. Seria fácil tambien añadir que, aún largos años
después de sucumbir aquel caudillo bajo el traidor puñal de
su asesino Perpena, continuaron los estudios sertorianos
con igual brillo y pujanza que en la época en que los
protegía aquel valiente enemigo de la dominacion lati
na en la Iberia. Julio César, por cuya causa, como ya
hemos visto, se decidió esforzadamente la ciudad, con
firmó todas las franquicias, derechos é inmunidades que
Osc4 gozaba, autorizándola á tener, como Roma, escue
las públicas; y bajo el imperio de Augusto, los estu
dios oscenses llegaron á su mayor apogeo.
Sólo sufre su historia gloriosa una interrupcion la
mentable cuando la invasion de los bárbaros del Norte
se enseñoreó de la península, y cuando fué dominada
por los árabes, cuyos hechos son poco conocidos.
Mas tarde, cuando las armas cristianas recobraron
palmo á palmo el pais que les habia pertenecido, res-

({) En tos tres primeros capítulos del libro V de su Historia.


(2.) En su Discurso sobre las medallas antiguas, impreso con el
Museo de Lastanesa.
(5) En su Descripcion, manuscrita, del Reino de Aragon.
(i) En el toni) Vil del Teatro historico de las iglesias del Reino
de Aragon.
116
tauráronse las letras y las ciencias en la antiquísima
Osca, adquiriendo una preponderancia que llegó á es
tender su fama por (oda la Europa.
Veamos como se verificó esta restauracion dichosa.

A mitad del siglo XIV, vencidos ya los agareuos


y entronizado y fuerte el nuevo órden social, pensa
ron seriamente lososcenses en restablecer los estudios famo
sos á los que eran deudores de gran parte de su celebridad.
No fueron necesarios grandes esfuerzos para conse
guir ver atendidas sus pretensiones. El día 12 de Mar
zo de 1354 el rey J>. Pedro el IV de Aragon conce
dió su autorizacion, en las córles de Alcañiz, para res
tablecer los estudios oscenses con el título de Universi
dad literaria, académica y estudio general, y acordó que
esta Universidad de Huesca, fundada por el caudillo ro
mano Quinto Sertorio, fuese la única y el esclusiro es
tudio general del reino en que se diese la enseñanza de
la Teología y sagrada Escritura, la Jurisprudencia civil y
canónica, la Medicina, la Filosofía y las demás cien
cias y artes aprobadas, con espresa prohibicion de que
estas facultades pudiesen enseñarse en ningun otro es
tablecimiento, escepto la Teología que se podia seguir
enseñando en las iglesias y monasterios facultados.
Varios Sumos Pontífices confirmaron tambien á fa
vor de la nueva universidad los privilegios y gracias
apostólicas de que gozaban las de Tolosa, Montpeller y
Lérida. El papa confirió á la sertoriana todas las
esenciones de que se enorgullecía la cél bre Universidad
de Bolonia. Y finalmente «los reyes Dj Juan el II de
Aragon, D. Fernando el Católico, el Enperador Carlos
217
V, y lodos los Felipes desde el II al V, han acumu
lado donaciones, derechos é inmunidades, con las que,
y la beneficencia y liberalidad de los obispos y cabil
dos que en varias épocas aplicaron á la misma las ren
ta* de machas prebendas, raciones y beneficios, creció
en riquezas esta institucion de tal manera, que, en el
informe que dió el Cláustro al real Consejo de Castilla
en el año de 1793, dice que ascendían sus rentas á
132,281 reales, y que después de cubiertos los sueldos
de los 24 catedráticos que contaba, y las demás aten
ciones, quedaba un sobrante de 50,581 reales, para la
fábrica y gastos extraordinarios. La celebridad que en
todo tiempo tuvo este establecimiento, no hay para qué
encomiarla, siendo su mejor elogio el catálogo de los
esclarecidos varones que han esparcido por todas partes,
dentro y fuera de España, la doctrina y saber que ad
quirieron en él, asi como el crecido número de alum
nos que acudían á estudiar al mismo, aún después de eri
gidas otras Universidades. La fama que disfrutaba; la severa
disciplina que se observaba entre los escolares; el esmero y
asiduidad con que sus sabios profesores prodigaban la
enseñanza; la repeticion de las academias; los ejercicios
literarios; la solemnidad de los actos públicos, y su nu
meroso y respetable Cláustro de doctores, dieron tal im
portancia á estas escuelas, que, segun las palabras del
ilustrado y esclarecido Abarca, podían compararse con lo
mas precioso de todas las Universidades, y nunca podrá
borrarse su memoria, por más que en el día hayan de
saparecido con el decreto de supresion de algunas Uni
versidades de España.»
En efecto: el día 2 de Octubre del año 1815, el
M. I. Sr. Rector fie la Universidad de Huesca, el doctor
D. Jorge Sichar, reunió el Cláustro general para mani
festarle que por é Decreto de 17 de Setiembre, publi
218
eado en la «Gaceta» de 25 del rnismo mes, se de
claraba suprimida la Universidad, quedando reduci
da á Instituto de segunda enseñanza, y que sin em
bargo de do haber recibido oficialmente la noticia, creia
conveniente reunir el Cláustro para tratar sobre este pun
to y esplorar la opinion de cada uno.
Esta fué la última vez que se reunió el Claustro de
la Universidad df Huesca, el cual, aunque, quiso dar
en su agonía, una prueba del cariño que profesaba á
su esclarecida escuela, acordando interponer toda clase
de influencias para pedir al Gobierno de S. M. la conti
nuacion de la Universidad, vid, sin embargo, frustrados sus
afanes. El día 9 de aquel mismo mes, en virtud de Real
órden de 28 de Setiembre comunicada á los señores
Gefe político y Rector, se constituyeron ámbos en el edi
ficio de la suprimida Universidad para dar cumplimiento
á aquella soberana disposicion, formalizando los inven
tarios y tomando posesion del edificio, en nombre del
Gobierno español, el Gefe político, como Director del
Instituto provincial.
Así terminó la existencia de la celebérrima Univer
sidad sertoriana que tantos hijos ilustres habia produ
cido en la larga y brillante carrera de su historia.
Nombrada en seguida la Junta Inspectora, no tardó
en designar catedráticos interinos que desempeñáran las
cátedras del nuevo Instituto, definitivamente instalado.

La nueva institucion académica* el Instituto provin


cial, espresion la mas feliz y legítin/a de las reformas
administrativas iniciadas en España w de las aspiracio
nes de la cultura moderna, era pufes el heredero de
219
ja gloria de las aulas scrtorianas y el que estaba des-
ijna^ó, a, sostener el esplendor que durante laníos siglos
jj$ ¿existencia habian aquellas adquirido.
'.¿ y D> Julian Pprez Muro fué el primer catedrático á quien
el Gobierno nombró Director de la EscuéR
.. .Sucesor del Sr. Perez fué el catedrático D. Vicente
Ventura y Solana. Su administracion duró desde últimos
de 1851 á últimos de 1862.
.,%¡je El vice- Director, el jurisconsulto D. Mauricio
Maria Martínez, tuvo á su cargo el mando de la es
cuela hasta que, en virtud de Real órden de 7 de
Abril de 1863, se posesionó solemnemente de la di-
. ..reccion el doctor D. Ramon Sans y Rives. (1)
No nos incumbe á nosotros juzgar las cualidades
del nuevo gefe (%). Sólo una advertencia, nacida
de nuestro sincero y desinteresado, afecto nos atre-

(I) En la Memoria leída en k solemne inauguracion del curso aca


démico de 18ti3 á 186i en el Instituto de Teruel por D. Natalio de
San Román Catedrático y Vice-Director del mismo, leemos las siguien
tes palabras: «En 7 de Abril de 1863 fue trasladado al Instituto de
Huesca D, Ramon Sans, Director interino de este Instituto, quedando
en el desempeño de dicho carpo, basta la resolucion de S. M., el que
licnc la honra de dirigiros la palabra. —No puedo menos de recordar
las cualidades que adornaban á este antiguo Gefe y compañero al hacer
mencion del mismo. Dificilmente se hallará sugeto mas amante del tra
bajo, de mayor actividad y laboriosidad en todo. Puedo asegurar que
era incansable. Su carácter templado no le permitía reprender con acri
monia y parecía evitaba con el mayor cuidado exacerbar á sus subdito.'.»
Página 4.
(2j En el momento en que eBcriEiuios estas lineas, compenen el
Cuerpo profesional del Instituto los señores D. Ramon Sans y Rives,
Director; D. Mauncio Maria Martinez, Vice-Director; D. Vicente Ven-.
tura y Solana; Di Antonio Aquilue y Galán; D. Serafín Casas y Ahad;
D. Antonio Vidal Jy Domingo; D. Carlos Soler y Arques, Secretario
D. Jose Maria Sancho; D. Cándido Campo, sustituto y D. José Blasco,
Presbítero, encargrjdo
!#' de la enseñanza de Moral y Religion.
220
vemos á hacerle. No pierda nunca de vista que 1»
índole del Instituto de Huesca y su tradicion veneranda
le llaman á un altísimo puesto entre los establecimien
tos de instrutaion pública de España; dediquese pues á
destruir con mano fuerte los obstáculos que se inter
pongan en la senda del progreso á que la nueva insti
tucion camina, y así conservando el afecto (fe tos oscen-
ses, querido de sus comprofesores y de las personas
rectas, no podrá ménos de ser auxiliado, como hasta
aqu^or todo Gobierno justo y todas las autoridades
dignase* un día, su' nombre figurará tal vez en et
catálogo (fe los varones qite ilustraron las célebres es
cuelas de Scrtorio.

El edificio destinado á antigua Universidad, boy día


Instituto, parece que ha ocupado siempre el mismo sitio
que ahora ocupa.
Felipe III cedió en 1611 los restos de la antigua
Azuda, posteriormente palacio de los reyes de Aragon*,
para ensanchar las escuelas, reservándose tan sólo una
hermosa torre, como testigo de las grandezas pasadas,
torre que mas larde se ha corlado en paFte por ame
nazar ruina. Se aprovecharon las sólidas murallas del
alcázar que aún se conservan en la parte del safan de
actos académicos, y á fines del siglo XVII se derribó
todo lo restante de la fábrica antigua para construir el
magnífico patio en que -están las cátedras. D. Francisco
Artiga, el laborioso Oscense catedrático de matemáticas
que ya hemos citado como autor del panfyno, es á quien
debemos el plan del edificio, del cual solí» se ha ejecu
tado el primer cuerpo de los dos que el diseño presen
ta. El pórtico y las columnas de la deiecba son obra

/
m
de Pedro de Aguirre, cantero navarro, y las de la iz
quierda de Juan Ostret, cantero de Huesca. Dióse prin
cipio a la obra el dia primero de Octubre de 1690, y
bendijo la primera piedra, vestido de pontifical, el limo.
Obispo de esta diócesi D. Pedro Gregorio y Anlillon,
con asistencia del cabildo, de las autoridades 'del Mu
nicipio y Cláustro universitario, colocando en una cavi
dad de los cimientos del pórtico algunas monedas y una
inscripcion que espresa la fecha citada, el reinado de
Cárlos II, el pontificado de Inocencio XI y tambjen el
nombre del Obispo.
Examinemos ahora por parles el edificio que nos ocupa.
Lo primero que naturalmente" se presenta es la sen
cilla fachada barroca construida basta más de su mitad
con piedra negra del pantano, y ton ladrillo el segundo
cuerpo. Ostenta en su parte superior el escudo univer
sitario en el que campean las armas reales y ponticias
debajo de los santos patronos tutelares Tres balcones
corresponden al espacioso salo» de los consejos, y una
elevada puerta da entrada al elegante patio.
Treinta y dos columnas monolitas de las cante
ras de Orlilla, de veinte y dos palmos de elevacion so
bre los zócalos y pedestales correspondientes, rodean es
te octógono pálio de gusto moderno, cuyo diámetro es
de cincuenta varas. fc
La elevada puerta, adornada con el escudo de que
ya hemos hablado, da paso al ciega ule cláustro. A la
derecha se halla la escalera que conduce al salon de los
consejos, la secretaría, la sala de descanso de los cate
dráticos, la direccion, la bien ordenada biblioteca, (1) el
(1) La biblioteca^ aumentada considerablemente con los libros de los
extinguidos conventos,, se resiente sin embargo de la falta de obras ao-
dernas.
Se halla actualmente i cargo del joven letrado D. Mateo de Lasala.
gabinele.de historia natural y una cátedra. A la izquier
da se hallan cinco cátedras, los gabinetes de física y quí
mica, la capilla adornada con muchos cuadros de la Co
mision de Monumentos artísticos, y la subida al obser
vatorio. En frente de lít puerta de entrada, en el otro
lado del claustro, un elegante pórtico Conduce al gran
salon de actos académicos, conocido con el nombre de
Teatro, cuyo pórtico sostiene en su parte superior la
torre de moderna construccion destinada á observatorio
meteorológico (í). . -»- ,
Los distintos departamentos y las cátedras que hemos
citado se han reformado completamente con arreglo á
las disposiciones del Gobierno y han mejorado de un
modo notable desde que la Universidad se convirtió en
Instituto; y si aún faltan mejoras importantes, reformas
de trascendencia, si algunos departamentos reclaman
otras condiciones científicas, es presumible que las Di
putaciones Oscenses secundarán, Con largueza bien enten
dida, cuantos proyectos tiendan á mejorar un edificio
que tantas glorias representa.

El salon 'de actos académicos, ó sea el Teatro, es


magnífico y espacioso. Se halla rodeado de barandillas
con altos y bajos asientos, y las paredes se hallan cu
biertas de grandes cuadros, retratos de célebres perso-
nages que fueron alumnos de esta escuela. Delante de

(1) La cuadrada torre construida para observatorio presenta bástante


buen golpe de vista, apesar de apartarse visiblemente de la perpendi
cular las lineas verticales de los ángulos laterales, no sabemos por que
-accidente.

/
413
la pared que hace frente al salon, se levanta á una altura
conveniente una especie de proscenio, rodeado de una
barandilla, al que conducen algunas gradas y en el que
toma asiento el Cláustro de Catedráticos en los actos
públicos. Ocupala testera, bajo"aterciopelado dosel, una ima
gen de la Purísima Concepcion, escelsa Patrona del estable
cimiento. Una tribuna á la derecha del espectador desde
la que, en la apertura del curso, suelen leerse los dis
cursos inaugurales, y algunos miradores, ó sean tribunas
reservadas, contribuyen á prestar á aquel local una so
lemnidad muy propia de los actos académicos que allí
se han celebrado y se celebran.
Los retratos de los esclarecidos discípulos á que nos
liemos referido son los siguientes:
En el centro del lienzo de la pared opuesta al
dosel, se halla colocado él retrato del conde de Arau-
da, el célebre ministro de Cárlos III, Excelentísimo. Sr.
D. Pedro Pablo Abarca de Bolea, Gimenez de Urrea.
En la inscripcion puesta á los pies del personagé se
le prodigan los títulos de vi-rey de Castilla, consejero
supremo de España, general del ejército, etc., etc., 1769.
Trage de córte.
. A la derecha del retrato anterior se halla el del
Ilustrísimo doctor D. Martin Funes, alumno del colegio
imperial y mayor de Santiago, catedrático.de Decreta
les, canónigo de la Seo de Zaragoza, luego obispo de
Albarracin y confesor de Felipe IV. Viste el trage de
obispo y sostiene abierto sobre una mesa el libro titu
lado: Ordinaciones del Bey D. Pedro el IV para los
confesores ó padres de conciencia de los SS. Beyes de
Aragon. Fué retratado por acuerdo de la Universidad,
siendo Redor ej Dr. D. Joaquín Palacion y Hurtado de
Mendoza. ....
Siguen á la izquierda del conde de Aranda:
22í
D. Bartolomé Leonardo de Argensola, esclarecido
poeta y reputado cronista. Viste los hábitos de coro.
1788.
El doctor D. Martin Dolz del Gastelar, catedrático,
canónigo doctoral y vicario general. Regaló su biblio
teca. 1652.
El limo. Sr. D. Antonio Veian y Monteagudo. Fué
colegial en el mayor de S. Vicente, catedrático de vís
peras de cánones, alcalde del crimen, oidor de la real
audiencia de Cataluña, regente de la de Asturias y del
supremo Consejo y Cámara de Castilla. 1780.
El limo. Sr. Dr. D. Pedro Ric y Ejea, alumno del
colegio de San Vicente, catedrático de Decretales y juez
de la Cámara de Castilla. Murió el 1 * de Octubre de
1767.
El Justicia de Aragon D. Segismundo Monter. Viste
la toga de la magistratura, y tiene abierto el libro de
los fueros. Año 1805
El Eminentísimo cardenal Bardají, hijo de Graus. Viste
la púrpura.
Encima del dosel de que ya hemos hablado, vése
un cuadro alegórico de grandes proporciones. Minerva
se acerca á un ginele Romano, seguido de la fama que
hiende los aires acompañando los pasos del guerrero.
Es Quinto Sertorio que recibe de la diosa de las cien
cias el plano de la Universidad á la que debe su mas
legítima gloria.
Debajo de este cuadro se lee esta inscripcion:
Q. Sebtoeius. Roma. Düx. Universitatis. Oscensis.
FüNDATOB.
Tambien sobre el retrato del conde de Aranda hay
un sanio Tomás de Aquino, y en la entrada del salon
el retrato del limo, doctor D. Agustín Nardisa y Na-
' '
/
2Í5
sarre, alumno del colegio de S. Vicente, Togado, Vi
cario general, Canónigo, Inquisidor y Arzobispo electo
por Cárlos II Murió el 10 de Agosto de 1704, á los
54 años.
Una baja y disimulada puerta, á un lado del pros
cenio, conduce por medio de unas cuantas gradas á un
lóbrego subterráneo, mansion que recuerda las sangrien
tas tradiciones del reinado del rey-monje D. Ramiro II.
Aquel local es conocido por el fatídico nombre de
la Campana de Huesca.
Allí, evocando los recuerdos que inspiran aquellas
sombrías paredes, el historiador busca solucion á los
enigmas del pasado, y la Musa inspira al poeta.
No podemos dejar de transcribir, la bella composi
cion que sigue, escrita á la media luz de aquel sub
terráneo.

1,4 CAMPANA IIE HUESCA.

Veo en la historia de Aragon brillante


Dibujarse (ios Inclitas figuras,
Humilde la una y pálido el semblaote,
Hermosa la otra, augur de honras futuras:
Unidas por el lazo interesante
De la sangre y amor y desventuras.
El pedestal grandioso levantaron
De Aragon á las glorias que asombraron.

Salud, noble ciudad, cuya pujanza


Los restos de tus, torres preconizan.
Salud tú, cuya* aguas en bonanza
Campos de gloria un tiempo fertilizan:
Salud á tu valor, a tu esperanza
i á tus glorias que en mármol se eternizan,
15
i
226
Salud tú. cuya fúlgida memoria
Conservala en sus página? la historia.
t

Tú, quo \Utu di-I noble la arrogancia,


Y del pechero humilde la paciencia,
Y de no monje la (erca repugnancia
A gozar de un gran trono la opulencia:
Tú, que miraste en pavorosa estancia
Ejecutarse una feroz sentencia ...
Allí mis pasos temblorosos guia,
Que allí mi vista penetrar ansia.
¡Ah! Yo os contemplo piedras corroídas
Testigos mudos de una horrible h ¿zafia,
Cómo en profunda soledad perdidas
Para ocullar de un rey la altiva safía:
Al veros sin embargo ennegrecidas
(Quizá el vapor de sangre aun os empaña)
Mi corazon ardiente y fantasía
Se estremecen convulsos á porfía.
Antes de verte, lóbrego recinto,
Mi ansioso corazon le interrogaba;
Antes de ver tu suelo en sangre tinto
El horror á mi cuello se enroscaba:
Un triste, vago y temeroso instinto
Hacia tí sin descanso me llevaba,
Cómo para sentir el pecho mismo
El terror que se siente en un abismo.
Dó quier lóbregas sombras me rodean
Porque el sol jay! apénas te saluda;
Ténues rayos tardíos centellean
Que á la honda oscuridad prestan ayuda:
¿Será por que los ojos mejor vean
La sombra de Lizana corajuda
Resistiendo al verdugo temerario
Que convirtió esta cueva eu un osario?
Brotan en sangre en la pared escritos
Los nombres de los Proceres que fueron;
227
Aún se oyen, aun, los roncos gritos
De cuando ai filó agudo incumbieron:
Quiza muy grandes fueron sus delitos,
Mas lambien gran disculpa merecieron,
Porque á su clara indomita braveza
Debe mucho Aragon de su nobleza.

¿Quién dijera ¡gran Dios! que tanta hazaña,


Ganada en brava lid con la morisma,
No bastara á calmar la negra saña
De aquella alma medrosa de si misma?
Al ver del monje-rey la audacia cstrafia
La mente en hondos cálculos se abisma,
Y vé de un débil rey én la inclemencia
Arcanos de celeste Providencia.

¡Oh! Dime: ¿quién prestó fuerza bastante


A tu menguado espíritu medroso?
Repugnábate acaso la arrogante
Turbulencia del noble belicoso?
¿Ó acogías, cual rey y padre amante,
La sonrisa del ángel candoroso
En cuya sien querías la corona
Afirmar de Aragon y Barcelona?

¡Oh! rey de un día y padre inesperado


Que sin tregua tu espíritu afligías!
¿Cenias la corona mal tu grado
Y sin embargo audaz la defendías?
¿Eras padre cual otro apasionado
Y de serlo quizá te arrepentías,
Anidando en opuesta mescolanza
Sentimientos de amor y de venganza?

Errante por los bosques y montañas


Huyendo del osado feudalismo
Hallaste, sin pensar, sendas estrafías
Poj* do precipitarlo en el abismo:
¡Ay! sientes de improviso en tus entrañas
Un valor ignorado de ti mismo,
228
Y, decretando audaz sentencia impia,
logras afianzar la Monarquía.

¡Oh si tuviera voz este recinto


Mansion de horror, de llanto y de agonía!
Si aqueste breve suelo en sangre tinto
Pudiera descubrir su entrada tria!
Sí lo que es hoy misterio, tan distinto
Verse pudiera cual la luz del di*...
¡Cuánto remordimiento y gloria vana
Ofreciera esta lúgubre campana]

Adios, horribles piedras misteriosas


Por ignorado rey amontonadas,
Trayendo á la memoria desastrosas
Calamidades de épocas pasadas:
Al veroá tan enhiestas y orgullosas,
Mas no temidas ya, ni desdeñadas,
¿No pregunta la mente con asombros
Por qué no sois palacio 6 sois escombros?

Adios, adios. Ya seáis de torpe raza


Cruento testimonio, o ya á porfía
Con tradicion que el tiempo no rechaza
Ejemplo noble seais de bizarría;
Si vuestro nombre horrífico amenaza
Igual que al despotismo á la anarquía...
De independencia os miro, templo rudo,
Y reverente, estático os saludo!

Aquella ennegrecida estancia, especie de mazmorra,


es lúgubre é impresiona profundamente.
Dos arcos apuntados; cruzándose en el centro, com
ponen la bóveda del techo, y del punto donde los dos
arcos se cruzan cuelga un garfio de hierro del que, es fa
ma, colgaron las cabezas de los ricos-hombres que for
maron la tristemente célebre campana. La bóveda y las
gruesísimas parede¿ son de grandísimos y fuertes sillares.
Él suelo no tiene abrigo alguno y la areua que lo for
229
ma parece siempre mojada. Sólo se cuentan allí (res
yentanas, abiertas en el grueso de la pared como nues
tras modernas aspilleras, de modo que, comenzando por
tener una regular anchura hácia la parte de adentro,
no muestran por defuera sino una línea, una cinta, el
espacio indispensable para que se. distinga una triste é
incierta claridad en medio del día.

Volviendo al salon de actos académicos, otra puerta


colocada á la testera oculta una .estrecha escalera que
conduce á una pieza construida sobre la misma campana,
únicas que, como hemos indicado, se conservan del real
palacio construido sobrelos restos de la muslímica Azuda.
Aquella estancia, hermosísimo ejemplo de la altura á
que rayaba el verdadero arte cristiano, el arte bizan
tino, sorprende agradablemente con sus arcos de medio
punto y sus numerosas columnas de labrados capiteles.
Algunos opinan que aquella linda pieza era el ga
binete particular de la reina, la bella Inés, la desventurada
esposa de Ramiro II, Y aquella arquitectura severa y
religiosa hace presumible que allí debió existir uno de
aquellos aliares portátiles que solían formar el oratorio
reservado de los monarcas y personas distinguidas, y trae
espontáneamente á nuestra memoria las lágrimas y la
tristeza que embargó largos dias á la jóven reina, viu
da ya en vida de su esposo.
Nada más se conserva del alcázar. Aquellos nume
rosos arcos, las torres, las, columnas, los capiteles con fi
guras de medio relieve, las almenas y pinturas que da
ban al historiador Aynsa tan grande idea del lus'tre y
530
suntuosidad del edificio han desaparecido con las traes■
formaciones que ligeramente hemos reseñado.

Abandonemos la Universidad. El erudito puede to


davía revisar en su archivo antiguos documentos salva
dos de los calamitosos tiempos que ha atravesado. Va
rios y notables privilegios de los reyes de Aragon y
de España, bulas honoríficas de machos Sumos Pontífi
ces, distinciones del Municipio que recuerdan .los es
fuerzos de la ciudad para sostener la brillantez de una
escuela que. por su antigüedad y renombre ocupó uno
de los puestos mas eminentes á que puede aspirar el mas
ilustre establecimiento literario.

XXVIII.
Colegio de Santiago.

El Colegio de Santiago, situado en la plaza de la


Catedral al lado de las casas consistoriales ron las cua
les forma su arquitectura una agradable simetría, tiene
tambien una historia digna de hojearse.
D. Ikrenguer de San Vicente, natural de Huesca,
Maestro en Artes de su Universidad, y años después

/
231
Canónigo de su Catedral, varon insigne en virtud y le
tras, nos dice el P. Ramon; considerando que los co
legios son las columnas que sostienen, honran y per
petúan las academias literarias, y que en ellos se for
man hombres eminentes dignos de ocupar los primeros
cargos de la Iglesia y de la República, concibió el pro
yecto de fundar y dotar un colegio en Huesca, bajo
la advocacion del apóstol Santiago. El Maestro Diego
Pujol, abad del monasterio de Santa María la Real de
Mallorca, del Orden de Cister, natural de aquella isla,
no ménos celoso del esplendor de las ciencias y del bien
público, tenia los mismos deseos, y en consecuencia otor
gó poderes al Maestro Berenguer para instituir y fun
dar dicho colegio, consignando para ello todos sus bie
nes y la hacienda que habia heredado por muerte de
una hermana suya, segun consta del documento firma
do en Mallorca á 30 de Marzo de 1532. La ciudad
de Huesca, con quien comunicó sus ideas el Maestro
Berenguer, comprendiendo las ventajas que debia pro
ducir tan útil establecimiento en beneficio del reino y
principalmente de la ciudad y de su universidad litera
ria, resolvió promoverlo con todo su poder, contribuyen
do á ello con liberalidad y munificencia. Lo primero que
hizo el Municipio fué suplicar á Cárlos V en las Córles de
Monzon del año 1533 que se dignase prestar su con
sentimiento para suprimir el priorato de la iglesia de
San Pedro el Viejo y aplicar sus rentas al Colegio de
Santiago que estaba para fundarse: y el emperador,
atendiendo á la súplica de la ciudad, lo concedió be
nignamente á condicion de que no se disminuyese el
culto en la iglesia de San Pedro (\).

(1) Privilegio dado en Monzon á 12 de Diciembre de 1533. Aren,


de la ciudad.
232
Conseguido el deseado permiso, el mismo Bereoguer
por sí y con poderes del abad Pujol, fundó el espre
sado colegio en su casa habitacion, nombrándose pa
trono durante su vida, y después al emperador Cárlos
V, y como sucesores al obispo de Huesca que por aquel
tiempo fuere, al cabildo catedral, á los inquisidores del
reino, al justicia de Aragon, y á los barones, hoy mar
queses de Ayerbe. Su Magestad Católica dió tambien
su aprobacion á estas disposiciones, en 1535, y con
cedió multitud de gracias, preeminencias, inmunidades y
prerogalivas al colegio y á los colegiales, con la fa
cultad de poner en el edificio las armas imperiales.
Pero, Berenguer no estaba aún satisfecho de la obra
debida á su celo y al del abad de Santa Maria la
Real de Mallorca, Diego Pujol. Solicitó tambien de Su
Santidad la aprobacion que ya habia obtenido del Em
perador, y no tardó Paulo III en concedérsela, por bula
de Í2 de Setiembre de 1535.
Vacante el priorato de San Pedro, sus rentas se
agregaron al colegio, y por confirmacion pontificia el
rector del espresado establecimiento literario fué nom-
brodo prior in perpetuum de dicha iglesia.
Con estas rentas y otras que le fueron agregando,
el Colegio Imperial y Mayor de Santiago llegó á au
mentar sus riquezas de tal modo que podia competir
con los famosos de Salamanca y Valladolid. Ejercía ju
risdiccion civil y criminal en los lugares de Bentué,
Santa Ciüa y Belillas en que nombraba alcaldes y re
gidores, y en las Pardinas de San Urbez y Órlato en
donde sólo nombraba alcaldes. Cobraba los diezmos y
primicias de sus iglesias, y parte de los de Panzano,
Morrano, Baslaras y Yaso, con oíros derechos pertene
cientes antes al priorato de San Pedro.
Trece era el n limero máximo delos colegiales quepo-

/
233
dian admitirse; y, para conseguir una plaza, era preci
so ser hijo de legítimo matrimonio, de padres nobles
por las cuatro partes, no haber ejercido oficios me
cánicos, ser mayor de veinte años, haber nacido en Ara
gou, Navarra, Cataluña ó Valencia, ser bachiller en la
facultad de la beca vacante que se pidiese, y hacer el ejer
cicio que los estatutos señalaban. Regularmente, no sa
lía ninguno del colegio- sino para ocupar una prebenda,
una judicatura ó cualquier otro destino de categoría.
El trage de colegial de Santiago era manto de paño
buriel, beca de grana y bonete negro.
En el catálogo de sus alumnos se cuentan un sin nú
mero de varones eminentes que ocuparon los prime
ros puestos del Reino, asi en lo civil como en lo ecle
siástico. Baste decir, en compendio, que de allí han sa
lido cincuenta y tres obispos y arzobispos, ocho regen
tes del Supremo Consejo de Aragon y gran número de
magistrados en las Audiencias; cuatro lugartenientes de
Justicia de Aragon, cuatro cancilleres, cuatro auditores
de la Rota, once inquisidores, veinte y Ires catedráticos
de Prima de la Universidad, y un número considerable de
consejeros, oidores y canonigos de oficio.
Muchos alumnos de este colegio ilustraron - con sus
escritos. la república de las letras.
El doctor D. Miguel de Aniñon, natural de Zarago
za, catedrático de Leyes en la Universidad sertoriana,
escribió un libro titulado « Traclalas de nmtate ovilis et
pastorts,» impreso en Zaragoza en el año de 1578.
El Ilustrísimo D. Juan Pablo Duran, natural de Es
parraguera en Cataluña, catedrático de Vísperas de Le
yes de la Universidad de Huesca, auditor de la Rota,
y obispo de Urge I, quien murió siendo arzobispo electo
de Tarragona en el año 1641. imprimió en Palma,
siendo vicario general del obispo de Mallorca, en el año

i
234
1612, un tomo en folio, con el título: «De conditionibus,
et modis impossibilibus, et jure prohibilis, contractibus, et
testamwlis adscriptis,» que dedicó al Colegio. Tambien
escribió las decisiones de la sagrada Rota pronunciadas
duraute el tiempo en que fué auditor, impresas en dos
tomos en folio, en el año de 1638, bajo el título de
"Decisiones sacros Rotee Romance, coram Rmo. Domina
Pmilo Duran, Episcopo Urgeknsi.»
El doctor D. Juan Astor, natural de Tortosa, cate
drático de la Universidad oscense y abad de la Real de
Perpiñan, publicó un tratado «De Synodo Uicecesana.»
El Ilustrísimo D. José Martínez del Villar, obispo de
Barbastro, dió á luz dos tomos en 4.°, uno de Pupillari
substitutione, impreso en Huesca en el año de 1685, y
otro de la Vida de San Nicetas, Mártir. Dejó tambien
escritos otros dos que se conservaban inéditos en la
librería del Colegio, uno de" RepudiaL hceredit., y otro
con el título: «Evidens demonstratio nullitatis senlentice,
guce contra leges profertur.»
I). Miguel Franco, natural de Belmente, diócesi de
Tarazona, doctor en ambos derechos, catedrático de Pri
ma de Cánones en dicha Universidad, canónigo del Se
pulcro de Calatayud y de la metropolitana de Zaragoza,
escribió un libro en 4.° de poesías latinas con el título:
«Samarmonici concentrn», impreso en Zaragoza en 1727,
y tradujo á nuestro idioma la vida del cardenal Cisne-
ros escrita en francés" por Mgr. Flechier obispo de N¡-
mes, cuyo libro se imprimió en Zaragoza en el año de
1696.
El doctor D. José Panzano, natural de Huesca y abad
de Monte-Aragon, publicó un alegato muy docto sobre
la precedencia del abad de aquel monasterio en las cór
tes y juntas del reino respecto al comendador mayor de
Montalvan. Tambien escribió un tomo en folio, en el cual
235
expone las causas mas difíciles y árduas que ocurrieron
en su tribunal, con las sentencias que pronunció, siendo
vicario general del arzobispado de Valencia; y otro en
que extractó lo mas notable que se halla en el libro
Verde y en el Lumen domus de Monte -Aragon, espe
cialmente lo relativo á la dignidad abacial. Estos manus
critos se conservaban inéditos en aquella real casa.
Por fin, han salido tambien del imperial colegio de
Santiago dignísimos ejemplares de virtud, descollando,
entre otros, el Venerable Martin Funes, obispo de Al-
barracin, que, segun una piadosa creencia, oyó algu
nas veces, siendo canónigo de la Seo de Zaragoza, la
divina palabra de los labios del Crucifijo que está de
trás del coro de aquella iglesia metropolitana.

El Colegio Imperial y Mayor de Santiago forma ac


tualmente parte del Instituto provincial y sigue siendo
un establecimiento de educacion y de enseñanza.
El año próximo pasado, 1863, el Director del Ins
tituto promovió su reorganizacion como colegio de in
ternos agregado, y gracias al celo de los diputados pro
vinciales, quedó definitivamente establecido al principiar
el curso, con arreglo á las superiores disposiciones vi
gentes, y. con el personal facultativo y subalterno que
prescribe el reglamento general de colegios.
Una nueva éra de gloria se ha inaugurado para
aquel establecimiento literario, si llena satisfactoriamente,
como no hay duda que lo hará, los altos fines á que
está llamado.
Sító
El editício es magnífico y no desdice seguramente
de su antigua fama y grandeza. Todo 61 revela el gus
to y la buena arquitectura del siglo XVI, y los ador
nos platerescos que todavía conserva en su interior, y
su hermosísima escalera corresponden del todo á la
suntuosidad de su reducida fachada.
El nuevo destino que acaba de recibir exije sin
embargo, algunas reformas, reformas pedidas por las ne
cesidades de un colegio moderno que quiera hallarse al
nivel de los adelantos de la época nuestra.

XXIX.
Colegio de San Vicente,

En 1587, una persona rica, sin sucesion, empleaba


sus cuantiosas rentas en obras dignas de merecerle el
aprecio de sus semejantes* á cuyo bien se consagraba.
y de conquistarle un nombre para la posteridad. Ya en
Barbastro habia fundado un legado de setecientos es
cudos de rédito anual para limosnas; y en Berbegal,
diócesi de Lérida, su pueblo natal, habia fundado dos
capellanías, un legado de doscientos escudos anuales pa
ra casar doncellas, y cincuenta para un magisterio de
Gramática. No se satisfizo con esto, y el año citado,
este bienhechor, llamado D. Jaime Callen, fundó en Huesca

i
«37
él colegio de San Vicente Mártir, santo que corres
pondía al mismo dia de la fundacion.
Para el sostenimiento del colegio, señaló la renta
anual de mil y cien escudos, y dispuso que hubiese do
ce colegiales: un bachiller eu Teología elegido por «1
Obispo de Huesca, otro bachiller en Cánones elegido por
el Cabildo, otro bachiller en Leyes por el Justicia, el
Prior y Jurados de la misma ciudad: tres cuyo nom
bramiento encomendaba al Justicia, Prior y Jurados de
Barbastro, y los seis restantes á los dos capellanes y
al Concejo de Berbegal. Estos seis debian ser parientes
del fundador ó de su mujer Gerónima Lobico, y uno
podía cursar Medicina.
Nombró Callen por patronos al cabildo, á la ciudad
de Huesca y al Concejo de Berbegal con sus dos cape
llanes, dando todas las facultades necesarias para que cada
uno de estos tres cuerpos nombrase á dos personas de su
seno para formar los estatutos; lo que hicieron en 1619.
Por consentimiento de los patronos se refundieron
mas tarde sus derechos en la Capilla, Redor y colegía
les, con las mismas facultades de hacer estatutos, ad
ministrar las rentas y proveer las becas. Para obtener
una era preciso ser bachiller en facultad mayor, y ha
cer la justificacion de limpieza de sangre. El traje era:
manto de paño buriel, bonete negro y beca azul, que
en un principio fué morada, tan larga como el manto.
D Cárlos II lo tomó bajo su proteccion en 1597,
concediéndole el derecho de salvaguardia, el escudo de
armas reales y el título de Colegio Real. Felipe V en
1712 lo igualó en un todo con el de Santiago, expi
diendo una Real cédula concebida en estos términos: He
venido en conceder al colegio de San Vicente Mártir de
¡a ciudad de Huesca los mismos honores y tratamientos
que goza el de Santiago, con las propias prerogativas, y

I
238
en su consecuencia mandar que los expresados dos cole
gios sean tratados sin diferencia.
Los Colegios de San Vicente y de Santiago, dignos ri
vales siempre en el saber, do lo fueron sin embargo
en fo relativo á sus rentas; porque menguaron consi
derablemente las de San Vicente, que consistían en cen
sos, y últimamente los colegiales eran asistidos por sus
casas-, no alcanzando aquellas para el preciso gasto del
establecimiento.
De este Colegio salieron tambien varones eminentí
simos en virtud y en saber.
Se cuentan varios mitrafos, entre ellos el distingui
do y virtuoso obispo de Vich D. Francisco Veyan, doc
toral que fué de la Iglesia de Tarazona y de la me
tropolitana de Zaragoza, arcediano de Santa Maria y can
ciller del reino de Aragon.
Dos Inquisidores.
Un Justicia de Aragon, el señor D. Segismundo Mon-
ter, natural de Laluengü, quien, como tal, en el año
1701 dió la jura á Felipe V, primer rey de España de
la casa de Borbon.
Dos Camaristas, los IlustrísimOs señores D. Pedro Ric,
natural de la villa de Fonz, y D. Antonio Veyan deja
de Tamarite, siendo los primeros aragoneses que consi
guieron tomar asiento en la Cámara de Castilla, el pri
mero en 1767 y el segundo en 1782.
Cuatro Lugar-tenientes del Justicia de Aragon.
Cinco Regentes del Consejo supremo de Aragon y de
varias Audiencias.
Cuatro Cancilleres ó jueces de competencias del reino
de Aragon.
Cinco Catedráticos de Prima de la Universidad Scr-
toriana.
Cuarenta y siete Rectores de la misma.

.
239
Y un número considerable de Consejeros, Oidores y
Canónigos de oficio que fueron elevados á sus puestos
distinguidos después de muchas oposiciones y muchos
años ile enseñanza pública.
Los alumnos del colegio de San Vicente que más se
distinguieron como escritores, son los siguientes:
El Dr. Fr. Domingo la Ripa, natural de Hecho, mon-
ge de S. Juan de la Peña, Cronista del reino de Ara
gon, escribió tres tomos en fólio: dos con el título de
«Corona Real del Pirineo,» y el tercero «Defensa his
tórica por la antigüedad del Reino de Sobrarve,» impre
sos en Zaragoza en 1675.
D. Miguel Estarrués, hijo de Huesca, doctor en ám
bos derechos y catedrático de Filosofía en su Univer
sidad, imprimió la vida de S. Victorian en Huesca, 1714,
D. Agustín de Arbisa y Nasarre, hijo de la misma
ciudad, catedrático de cánones de su Universidad, ca
nónigo penitenciario de la catedral de Teruel, doctoral
de la metropolitana de Zaragoza, inquisidor de Aragon
y arzobispo electo de Blindis, escribió un tomo en fólio
titulado «Dictionarium -judicum» el cual existia iné
dito en el Colegio con todos sus muchos libros. Se
conserva, como ya hemos dicho su retrato, y es tenido
por fundador de la biblioteca.
El doctor D. Miguel Mange, natural de Hecho, ca
tedrático de Filosofía y de Durando en la Universidad
oscense, el cual, siendo en 1723 Inquisidor en Pa-
lermo, publicó un tomo en i." titulado «La verdadera
práctica apostólica del Tribunal de la Inquisicion contra
la herética pravedad.»
El doctor D. Lorenzo Lopez de Porras, marqués de
Villa-Lopez y caballero del Hábito de Santiago, hijo de
la ciudad de Huesca, catedrático de Leyes de su Uni
versidad y fiscal de la real audiencia de Oviedo, es
240
cribió cinco tomos en fólio, con el título de Alphabetum
Juris el Fori, que regaló al Colegio con la obra de los
ltolandos.
I). Victorian Villava, hijo de Zaragoza, doctor, ca
tedrático de Códigos en la Universidad de Huesca y des
pues fiscal de la Audiencia de Charcas, publicó tradu
cidas del italiano las lecciones de comercio ó economía
civil del abate Genovesi con un discurso preliminar y
notas impresas en Madrid, en tres tomos en 4.°, titulado
uCarta del conde Carli al marqués Majfei sobre el em
pleo del dinero,» con notas del traductor.
El doctor D. Vicente Novella escribió cinco tomos
con el tílulp ((Ceremonial de la Iglesia Oscense,» y otros
tres tomos en fólio, titulado el primero «índice crono
lógico car(oral de las sanias Iglesias de España;» el se
gundo (dndice de las carias de nuestros señores Reyes,
sus Reales Cédulas, Ordenes especiales suyas y de sus
Tribunales,» y el tercero es una memoria de los ex
tractos y noticias sacadas del archivo de la catedral de
Huesca por algunos anticuarios que lo reconocieron en
su tiempo, añadiendo, como en los precedentes, notas
muy oportunas y eruditas que ilustran los varios asun
tos de que se trata.
Finalmente, entre los alumnos del colegio de San Vi
cente merece especial mencion por su virtud y celo
apostólico el doctor D. Francisco Ferrer, natural de Mo-
nesma. Llamado de Dios para reformar las costumbres
del clero y del pueblo, empleó su vida apostólica en dar
ejercicios eclesiásticos y en hacer misiones en casi to
dos los obispados de Aragon, Cataluña, Navarra y en
algunos de Castilla. Fundó el seminario sacerdotal de
Nuestra Señora de la Bella, en la diócesi de Barbastro,
y sucesivamente fundó el de Nuestra Señora de la Ja
rea en la villa de Sesa, diócesi de Huesca, dos en la

(
241
de Zaragoza,—uno en la ciudad y otro en Belchiíe,—
y otros en los obispados dé Tarazona, Lérida, Teruel,
Albarracin y Urgel con autoridad de sus respectivos
Ordinarios. Fué á Madrid, llamado por el cardenal ar
zobispo de Toledo, emprendió varias misjones, trabajó
para la ereccion del seminario del Salvador, y fué res
petado como un verdadero varon apostólico. Arregló las
constituciones para el régimen de dichos seminarios con
tan feliz éxito que el Sumo Pontífice Clemente XII las
alabó y aprobó, transcribiéndolas á la le!ra en su Breve
dado en Santa María la Mayor el dia 6 de Noviembre
de 1731. Noticioso' tambien Benedicto XIII de las ta
reas apostólicas del doctor D. Francisco Ferrer le di
rigió otro Breve, dado en San Pedro de Roma á 27 de
Enero de 1727, lleno de ternura y amor paternal, ex
hortándole á proseguir en su santo ministerio y reci
biéndole bajo su proteccion. Dichos Breves se ¡mprimie*
ron con las constituciones. El P. Arbiol, coetáneo suyo,
trata largamente de este varon apostólico en el libro IV,
capítulo VIII de la «Vocacion eclesiástica». Murió oc
togenario en olor de santidad á 17 de Agosto de 1746,
en el seminario de Nuestra Señora de Jarea en donde
fué sepultado á la entrada de la iglesia, como lo ha
bia dispuesto, para que fuese pisado de todos.... (1)

- Él edificio, antiguo colegio Real y Mayor de San Vi


cente, situado cerca de la muralla, en el estremo oriental
de la poblacion, tiene una herniosa fachada de piedra

(i) El P. Ramon de Huesca: tomo Vil. .


16
242
al Suil, ail»rnada en sus dos pisos con diez balcones;
cinco por hilera.
Su interior contiene comodas y espaciosas habita
ciones y un grau portal, desde el que arranca la escalera.
Desde la extincion de la Universidad ha servido pa
ra cuartel y para cdsa de huérfanos. En la actualidad
creemos que, si bien perteneciente aí Instituto, es acci
dentalmente un edificio auxiliar del ramo de benefU
cíncía.

XXX.
Colegio de Sauta Orpsla y otros* establecimientos
de enseñanza,

El colegio de Santa Orosia virgen y mártir perte


necía á la clase de los mayores; pero fué extinguido
muchos años ántes de cerrarse la Universidad.
Lo fundó en Jaca el celoso Bayle D. Martin Ban-
drés. Fué trasladado á Huesca en 16IU y quedó es
tablecido en la casa que habia sido convento de las
monjas del Cármen Calzado, en la calle de la Magda
lena, casa que. en cuanto á su fábrica, no liene nada
de particular. Sus rentas eran muy cortas, y el nú
mero de colegiales que las instituciones designaba, ora
el de seis. Uno graduado en Teología y otro en Cáno
nes con obligacion de tener repasos públicos , V los

i
m
«ua.tro restantes liabian de ser parientes de D. Martín
Bandrés ó de su moger D." Julia Borau; y, en falla
ile estos, naturales de Jaca, ó los pretendientes mas dig
nos, á juicio de los patronos. Sin embargo por la exi
güidad de las rentas, sólo acostumbraban ser dos los
colegiales, cuyo trage consistía en manto de paño bu
riel con mangas, beca y bonete negro. Sus patronos
eran el obispo de Jaca, el corregidor y los regidores,
quienes nombraban Rector, proveian las becas y admi
nistraban sus rentas.
Felipe V se declaró el prolector del colegio de Santa
Orosia, concediéndole en 1722 el escudo y nombre real.
Tambien ha formado este reducido colegio varones
eminentes. Entre otros, merecen especial mencion los
siguientes:
D. Blas de Torrejon y Lasala, natural de Jaca, In
quisidor de Aragon y Arcediano de Gorga. En 1721,
Felipe V y el Nuncio de España le nombraron Visi
tador regio y apostólico de la Universidad de Huesca
y de los eolegíos de Santiago, San Vicente y Santa
Orosia. Redactó los estatutos de la Universidad y re*
formó los de Santa Orosia.
D. Bernardo Torrejon sobrino del precedente escri
bió (.«.Avisos importantes á toda la juventud y á los que
siguen la profesion militar.» Un tomo en 4.', impreso en
Madrid en 1720.
D. Nicolas Estaun y Ciria, natural de Chimillas,
primer rector del Colegio en su nueva planta, cate
drático de la Universidad, y mas larde arcipreste de
Ager, dignidad casi episcopal con territorio veré nullius.
Ó. Lucas de Hago, de Jaca, Ministro del Consejo
supremo en 1733.
D. Pedro Laforcada, tambien de Jaca, Oidor en la
Cancillería de Granada en 17G7, y enviado por el Rey
24Í
á Italia con una comision de confianza sobre asuntos
de Jesuítas, de donde regresó en 1788, siendo Alcalde
de Casa y Córle. Escribió varios tratados, y entre otros,
uno titulado « Parecer y dictamen sobre cátedra episco
pal en Sétabt, Játiva ó San Felipe,» impreso en Ma
drid en 1761.
D. Bernardo Olivan, catedrático de Altes y canó
nigo de Huesca, murió en 1773.
D. Ventura Sabatier, natural de Huesca, catedrático
de Filosofía y regente de Prima de Teología, murió
siendo canónigo de Monte-Aragon en 1794.
D. Domingo Terreu, natural de Ponzano, canónigo
de S. Isidro el Real de Madrid, bien conocido en la Córte
por sus escritos y. profundos conocimientos en materias
teológicas.
D. Andrés Torres, natural de Jaca, canónigo ma
gistral y Dean de aquella Iglesia.
El frustrísimo Sr. D. Simon Casaviella, catedrático
de Decretales en la Sertoriana, Doctoral en Jaca, luego
. Dignidad en Huesca con jurisdiccion régia y pontificia
en su Universidad y Obispo de Tudela.
D. José Sobrevía, natural de Barbastro, catedrático
de Digesto viejo, en Huesca, Rector y Catedrático de
Moral y Disciplina eclesiástica en el seminario- conci
liar de Zaragoza, y canónigo de su Iglesia metropolitana.

Créese que el obispo de Huesca fué el primero de


España que dió cumplimiento al decreto d.d concilio de
Trento relativo á la ereccion de seminarios.
El santo pontífice Pio V, á instancia del rey Feli
pe II designó en 1571 para seminario conciliar la igle-

(
245
sia y casa de Sania Cruz perteneciente al abadiato de
Monle-Aragon, con quinientos escudos anuales desmem
brados de las rentas del Monasterio. El obispo oscense,
D. Pedro del Frago, despues de ordenar con pruden
cia y oportunidad los primeros estatutos, dispuso tam
bien que á los quinientos escudos que llegaron á pro
ducir mas de dos mil, se agregasen doscientos de pen
sion sobre la Mitra; disposicion que, al parecer no lle
gó á quedar sancionada debidamente, ignoramos por
qué circunstancias.
Antes de sufrir las últimas modificaciones, el semi
nario conciliar de Santa Cruz admitía tres clases de
colegiales: alumnos mantenidos con las rentas del Se
minario; alumnos llamados porcionistas que estaban obli
gados al pago de la cantidad tasada por los alimentos,
y los llamados medio porcionistas atenidos al pago de
la mitad de los gastos de manutencion. El número de
alumnos del seminario, variable como las rentas, solía
ordinariamente ser de unos treinta, que, con arreglo á
los estatutos, se procuraba fuesen de la diócesi.
El canónigo de la metropolitana de Zaragoza D. Josó
Velazquez y Lucas fundó tambien una beca destinada á
darse por concurso á los hijos del valle de Broto.
Despues de varias modificaciones bochas en los es
tatutos, principalmente en los años 1728 y 1791, el
Seminario de Santa Cruz ha venido a" recibir en nues
tros días un inesperado empuje que le ha hecho rayar
á una altura- que jamás habia alcanzado. Hoy, ya oo
está obligado, como en otro tiempo, á llevar sus alum
nos á las aulas de Fdosofía y Teología de la Universi
dad; ya no está limitado hoy á ser un colegio de in
ternos para futuros ministros del Altar: ha ampliado su
enseflanza, tiene cátedras propias, y admite en sus ban
cos alumnos, tanto internos como externos, cuyo nú
216
Micro cada dia va en aumento, gracias á las ventajosas
condiciones en que le coloca la subvencion que perci
be del Estado, como los demás establecimientos de su
clase, importante noventa mil reales anuales.
La beca de los seminaristas ba pasado sucesiva
mente por los colores morado, azul y en la actualidad
grana, este último sin duda para imitar el traje de los
célebres alumnos del antiguo colegio de Santiago.
El edificio es sólido y espacioso y no ofrece otra
particularidad que la de haber formado parte de la
Azuda; de manera que la capilla del palacio de los mo
narcas aragoneses debió ser la reformada iglesia de
Sania Cruz, á ser ciertas las aseveraciones trasmitidas
desde los mas remotos tiempos.

La instruccion pública cuenta ademas en Huksch


con otros establecimientos consagrados á la primera en
señanza. Entre ellos descuella la Escuela Normal ele
mental y superior de maestros que ocupa el edificio,
antiguo colegio de San Bernardo de monges cistercien-
ses, colegio cuya fundacion se remonta casi á los tiem
pos en que empezaron á instalarse los demás de que
en el siglo XVII se envanecía ya la ciudad de Ser-
torio. La Congregacion cisterciense de la Corona de
Aragon en 1617 erigió, en efecto, el colegio de San
Bernardo en la misma forma que los de Castilla y Por
tugal con autorizacion del Pontífice Paulo V y del rey
Feíipe 111. «Por muerte del Bmo. P. Juan Jimenez de
Tobar, abad de Vcruela y primer vicario general de dicha
Congregacion, leemos ca el Teatro histórico, se celebró
el segupdo capítulo en el monasterio de Rueda á 27

/
de Marzo de 1618, en que presidieron D. Juan Mo-
riz de Salazar, obispo de Huesca, en nombre del Rey,
y el P. Andrés Cabrera, mongo de Benifaza y defini
dor general, diputado por la Orden. En este capítulo
en el que se eligió por seguado vicario general al
Rmo. P. Sebastian de Cisneros, abad del monasterio de
Piedra, se debia tratar de la fundacion de uu Colegio
en que se leyesen Arles y Teología. Noticiosas la ciu
dad y universidad de Huesca de que, segun las ór
denes de S. M., debia fundarse dicho colegio en esta
ciudad ó en ;Ja de Lérida, enviaron al Capítulo sus
diputados á suplicar que se hiciese la fundacion en
Huesca. El Capítulo aceptó la oferta, y diputó luego
á Fr. Sebastian Bonfil, abad de Rueda y al Maestro
Fr. Tomás Gilberle definidor por el reino de Aragon,
para venir á Huesca á dar las gracias en nombre de
toda la Congregacion á la Ciudad y Universidad, y
elegir el sitio en que se habia de fundar el Colegio.
Eligieron las casas del arcediano Vera, y el Munici
pio, usando de su liberalidad acostumbrada, dió por
ellos dos mil escudos con la condicion, que se cum
plió puntualmente, de que para el dia de San Lucas
del mismo año i 61 3 se habia de formalizar el cole
gio y residir en él veinte mongos, colegiales, por lo
menos, segun resulla de la concordia celebrada sobre
el particular en 24 de Abril de dicho ano.»
Despues de instalado el colegio de San Bernardo,
siguieron allí sin interrupcion los estudios, hasta que por
los años 1794 y 1795 se destinó aquel edificio pa,r»
alojamiento de tropas, con motivo de la guerra de Fran
cia y de haberse establecido en Huesca el cuartel ge
neral de Aragon.
En la actualidad oste antiguo edificio sirve, como
hemos dicho, de Escuela Normal de. maestros. Ha sido
248
elemental hasta últimamente. El 12 de Judío de 1864,
fué elevada por Real órden á superior, gracias á la Di
putacion provincial que habia votado las insignificantes
cantidades necesarias para realizar esta importante me
jora.

Los demás edificios dedicados ántes á la enseñan


za, ó son conventos que ya no existen ó casas parti
culares de poca importancia que nos abstenemos de men
cionar y en las que están instaladas diferentes escue
las de instruccion primaria y de párvulos.

XXXI.
Palacio de la Diputacion provincial.

El convento de San Francisco, despues de desamor


tizado, dejó parte de su vasto solar para las oficinas
del Gobierno y para palacio de la Diputacion de la pro
vincia.
Este último edificio, construido recientemente con al
gunas exageradas pretensiones, satisface sin embargo
muchas de las necesidades que está llamado á cubrir,
y su estucada fachada que ostenta una espaciosa ga-

i
249
leria en su parle superior y todo aquel caprichoso con
junto contribuye á prestar una agradable vistosidad á
la calle llamada de Vega-Armijo.
En el piso bajo se encuentran actualmente las ofi
cinas de Telégrafos, la Contaduría y la Tesorería de
Hacienda pública, etc.
Kn el piso principal, al que conduce una ancha es
calera dos veces derribada y vuelta á construir, existen
las diversas dependencias de la Diputacion provincial y
del Gobierno civil, y la espaciosa sala de sesiones pinta
da bajo la direccion de un jóven oscense.
Por lo demás aquellos despachos, aquellos departa
mentos y aquellos salones lian de sufrir- necesariamente
algunas modificaciones y mejoras; pues siendo el edificio
de nueva construccion en su mayor parle, es probable
que dentro de algunos años reciba la regularidad y qui
zá tambien el ensanche que las circunstancias reclamen.
Puesto que nuestra tarea es puramente describir lo
que se presenta á nuestra vis!a, creemos ocioso csten-
deinos sobre el particular.

XXXII.
Edificios destinados á espectáculos públicos.

Al sencillo y reducido teatro de la calle de Santo


Domingo, edificio que por sus modestas condiciones trae

4
250
aún a Ja memoria el sencillo aparato de los corrales
y las alegres farsas del tiempo de nuest.ro inraorlal in
genio Lope de Vega, ha sucedido en nuestros días el
elegante coliseo de la plaza de la Constitucion, cuyo
frontispicio mira á la calle del Coso.
Este Teatro se estrenó en 1846.
Ocupa el terreno del que fué convento de Agus
tinos descalzos, tomado á censo por el Ayuntamiento
y cedido á la casa de Misericordia, la cual lo levantó
con sus íondos y limosnas. Es todo de ladrillo con
una buena fachada á Ja plaza, adornada de balcones
y ventanas y de (res puertas arqueadas que dan paso
al espacioso y claro vestíbulo, sobre el qtfe hay un
gran salon que sirve de café y otras pequeñas habi
taciones: su interior es de figura moderna con dos
órdenes de palcos, y sobre la segunda upa galería
con gradas en anfiteatro. Está bien iluminado con una
hermosa lámpara de cristal de dos órdenes de quin
qués, y es capaz para 1,100 personas.
El teatro sigue todavía á cargo de la beneficencia,
y tenemos una satisfaccion en consignar que la Junta
provincial se esmera en cuanto cabe en las mejoras
posibles y en el ornato del local, habiéndose última
mente mandado construir hermosas y cómodas butacas
que sustituirán ya á las viejas que ' desdecian de aquel
hermoso coliseo.

La plaza de toros formada con los sillares del


derribo de la antiquísima iglesia de San Juan y si
tuada en el mismo sitio que ocupó aquel histórico
templo, es muy capaz y de buenas condiciones. Los

(
ni
palcos no se hallan aún del todo concluidos; pero to
das las localidades, los sólidos tendidos y la dispo
sicion de la plaza, toda, hace que reuna Us mejores
circunstancias para la clase de animadas y tradiciona
les lides á que está destinada. En su redondel han lu
cido y lucen anualmente su maestría los mejores dies
tros españoles, con motivo de las fiestas que la Ciu
dad dedica á su insigne Patrono, el invicto S. Lorenzo.
Huesca, pueblo agrícola y algun tanto mercantil.
entregado completamente á las tareas de su regene
racion moderna, ha perdido la memoria de aquellas
diversiones popukres que antes caracterizaban cada
valle, cada ciudad, cada comarca. Huesca se confunde
ya en ese indefinible, pero visible progreso .que tiende
á hermanar en un mismo sentimiento y en idénticas
aspiraciones todos los pueblos de la tierra.

XXXIII.
Establecimientos de beneficencia.

Pródigamente estudiados los establecimientos de be-


nelicencia de la ciudad de Huesca por el autor del
Diccionario geográfico - estadistico - histórico de España,
poco podremos añadir á los datos que nos suministra,
atendida la íudole de nuestras breves resenas.
Síganos, pues, el lector en nuestra corta visita á

«
. 252
esos piadosos asilos cuyas puertas abre la filantropía al
desamparado y menesteroso.
El Hospital civil, titulado de Nlra. Sra. de la Es
peranza por su favorable y ventilada posicion, por la
limpieza de los enseres destinados al servicio del esta
blecimiento, por el cambio frecuente de sus ropas, y
por el esmerado cuidado de los enfermos y de las her
manas de la Caridad, ofrece al desvalido que en él se
acoje el reposo y la tranquilidad tan apetecida de los
enfermos.
Situado en lo maí elevado de la problacion y al
'Norte de la misma, tiene su fachada y puerta prin
cipal á la plaza llamada ántes de la Azuda y ahora
del Hospital ó de la Universidad.
Su fundacion se remonta á los años de 1417 á
1443, que rigió la diócesi de Huesca el obispo Don
Hugo de Hurries; y antiguamente era gobernado por
cinco personas, á saber: el vicario general, un canóni
go nombrado por el cabildo, el jurado 2." de la ciudad
y su antecesor, y un ciudadano elegido por suerte. En
la actualidad está á cargo de la Junta de Beneficencia.
Se presenta, luego de su entrada, un gran patio
con un pórtico, sostenido por seis fuertes columnas de
piedra; y á la izquierda de aquel dá principio la an
cha y suave escalera que guia basta lo mas alto del
edificio. En los corredores que comunican con el pa
tio del cual reciben abundante luz por medio de las
rasgadas ventanas que hay en las fachadas, se en
cuentran salas espaciosas, ventiladas y muy bien arre
gladas, capaces de admitir cómodamente hasta 200 en
fermos, con la debida separacion de sexos, enferme
dades etc., entre cuyas salas hay una llamada de dis
tinguidos. Tiene además una sala de depósito de ca
dáveres y de autopsias, con su gran lápida de már-

l
ido! blanco, habitaciones para los encargados del esta
blecimiento, botica, almacen de drogas, laboratorio far
macéutico químico, una bien surtida ropería de sá
banas, camisas, vendajes y demas ropas de lienzo; y
otra de colchones, mantas y almohadas: el' personal
para la asistencia de los enfermos consiste en un ecle
siástico, un médico, un cirujano, un farmacéutico, algun
practicante de cirujía, otro de farmacia, varias herma
nas de la Caridad y los enfermeros necesarios.
Al lado de este Hospital, cuya fábrica es tan an
tigua, quisieron levantar otro mas en armonía con to
das las . exigencias de nuestra época, é invirtiéronse
en la nueva construccion grandes caudales; pero las
obras no pudieron ser aprobadas por la Superioridad
por carecer de las condiciones bigiénico-arquitectónicas
que el deslino del edificio reclamaba.

Dejando ya el Hospital, dotado además con una igle


sia contigua al edificio, la cual sirve tambien para el
público, (1) nos trasladaremos á la Casa de Misericor
dia, extramuros ya de la poblacion.
La Casa de Misericordia Ha sufrido muchos contra
tiempos, y pasado por diferentes vicisitudes hasta lle
gar á organizarse segun el estado que tiene actual
mente.

(1) Esta iglesia, suíicienfementn capaz luce en su frontispicio una


lápida sobre la que el habil cincel de un antiguo artista supo hacrr
destacar un bajo relieve que. representando la resurreccion de- Lázaro,
aun llama la atencion del viajeio.
2!i 4
Por los años 1 328 trataron tos religiosos Agustinos
de fundar hb convento en la iglesia de las Santas Vír
genes, con cuyo nombre se distinguía la que noy es
Casa de Misericordia, validos de ciertos contratos estipu
lados entre ello* y Raimundo de Acuti, arcediano de
Serrablo y restaurador de dicha iglesia, segun se des
prende del testamento de este último. Pero dicha fun
dacion no tuvo efecto' hasta 1510 en que D. Juan de
Aragon y Navarra obispo de Bcesca, singular devoto de
aquella religion frajo k ella sus hijos y les dio para
fundar convento la iglesia de que se trata, que ya ha
bía sido parroquia y tambien convento de las monjas
del Cambron. Así permaneció hasta el año de 1788 en
que el rey Cárlos III hizo merced á tos frailes del co
legio que habia sido de Jesuítas, y trasladados á éste,
quedó la iglesia de las Santas Vírgenes cerrada' de nue
vo. En 1794 el señor obispo Cutanda convirtió el con
vento en casa de recepcion de niños expósitos, y que
dó por ello constituido en establecimiento de Materni
dad, á cargo de dos directores prebendados de la santa
iglesia catedral. El año de 1830 sustituyó á estos di
rectores una junta de Sitiada, en virtud de decreto del
rey D. Fernando, y en el de 1838 se instaló la lla
mada de Beneficencia. Por último, por Real órden de
7 de Abril de 18ÍG, se declaró establecimiento pro
vincial, quedándole dos casas de tránsito en Jaca y
Barbastro, con el cargo de recibir en uno y otro punto
los niños expósitos de aquellas dos partes de la pro
vincia, á Qn de que, laclados y bien conducidos, puedan
llegar con mas facilidad y esperanzas de vida á la
capital.
El edificio, á poca distancia de los antiquísimos mu
ros de la capital, en una hermosa llanura, rodeado de
deliciosa campiña y de una. muy frondosa alameda,
25S
pertenece á; un género arquitectónico muy antiguo y
aun conserva en la torre los dos aposentillos ó pri
siones en qne sé custodiaban" los reos procesados y
juzgados por la inquisicion particular de la diócesi de
Hcescí.
Eii el dia se encuentra en muy buen estado, mer
ced al infatigable celo desplegado por el Excmo. Se-*
ñbt Don Francisco Váldés, gefe político que en 1842,
para evitar una inminente ruina, hizo que se repa
rara, renovando las paredes maestras é introduciendo
en el interior muchas mejoras de consideracion y ador
nando la fachada principal, con varias ventanas que
colocadas en órden simétrico presenta una bonita pers
pectiva, dc&pues de prestar mas salubridad al estable
cimiento. Agradecida la Junta de Beneficencia á tan
distinguida mejora, debida esclusivamente á los pro
ductos de las mullas que aquella Autoridad le conce
diera, quiso perpetuar su nombre, y colocó sobre la
portada principal una bonita lápida de mármol negro
y letras dé oro primorosamente esculpidas, cuya ins
cripcion se reduce á manifestar el testimonio indele
ble de reconocimiento que acompaña á dicha Junta.
Ilasla la época en que la Casa fué declarada estable
cimiento provincial, ingresaban en ella de 40 á 48
expósitos, desde aquella época este número ha ascen
dido extraordinariamente. El cuidado de los expósitos
se halla encomendado á algunas celosas hermanas de la
Caridad que sin mas que una insignificante asignacion
aprobada po/ la Junta para las mas urgentes necesi
dades de cada una, prestan con todo esmero toda
clase de servicios á aquellos sérss desgraciados. Un
profesor de medicina, otro de cirugía, y otro de far
macia, de los establecidos en la ciudad, asisten igual
mente en caso de necesidad á esta casa por una pe
256
quena retribucion. Varios talleres y una academia de
música ocupan á los jóvenes recogidos.
En una palabra la (¡asi de Misericordia satisface
á una imperiosa exigencia, y si el corazon filantrópico y
compasivo, si el alma cristiana y caritativa aún tiene
que verter lágrimas de dolor en aquel recinto, viendo
á algunas de aquellas tiernas criaturas desfallecidas y
hambrientas (t), es probable que un estado tan an
gustioso sólo sea transitorio, y que las autoridades todas
atenderán con predileccion al sustento y á la debida
educacion de aquellos niños que, sin padres conocidos
en el mundo, piden el amparo y la proteccion de la
sociedad que está obligada á dispensárselo completo.

No podemos hablar de la Gasa de locos de Huesca,


porque es un mezquino y ruinoso edificio que carece
de todas las condiciones mas precisas en un. manico
mio. Creemos poco duradero tal estado de cosas. ¡Tam
bien muy dignos de lástima son estos pobres demen
tes, de cuyo tratamiento depende á veces el recobro
de la razón!
Podríamos, sí, detenernos todavía en algunos edi
ficios particulares; pero de machos de ellos hemos ha
blado en general al describir la ciudad, y su impor
tancia no nos parece tanta que,* atendido el plan de
nuestra obra, merezcan un capítulo á parte.

(t) Por falta de recursos d por otras causas que no nos incumbe
examinar hemos visto algunas amas de leche que tenían que amaman
tar á tres cuatro y hasta cinco expositos! ¡Que horroroso, Oios mio,
verles abrir su pequeña boca y buscar en. vano la leche que su cruej
madre les negara!
*57

SEGUNDA PARTE.

MONUMENTOS RELIGIOSOS,

XXXIV.

La Catedral.

El colosal monumento de que vamos á ocuparnos


exige nuestra particular atencion, ya por su grande im
portancia artística, ya tambien por contener dentro de
sus sagrados muros toda la brillante historia de la Igle
sia Oscense.
Primero trataremos pues del monumento artístico; eu
otro artículo nos ocuparemos de la crónica eclesiástica.
La Catedral ha sido ya descrita en todos los tonos:
diversos bardos se han sentado al pié de su elegante
pórtico, entonando el cántico que las ojivas góticas les
inspirára.
17

é
íüfc
Los autores de Recuerdos y bellezas de España me
recen, por su florido estilo y elevados conceptos, nues
tra predileccion. Sus pasos seguiremos; porque, entre
gados solamente á nuestras impresiones, podria nues
tra imaginacion extraviarse fácilmente en el precioso la
berinto que forma el conjunto, y, extraviados, ser vic
timas de la ilusion quizás ó del apasionado mirar
nuestro*
Nos hallamos en frente de la Catedral, levantada so
bre los cimientos de la Misleida árabe.
«Muchos años y áun siglos despues de la recon
quista permaneceria en pié la hermosísima Misleida,
como llamaban los moros de Huesca á su principal mez
quita de primer órden entre las de España, desalojan
do de sus labradas bóvedas las alabanzas del Dios hombre
á las del falso profeta, pues que purificada y consa
grada en 12 de Diciembre de 1096 no cedió el puesto
sino al templo actual en el siglo XIV. Sus arcos de
herradura no tuvieron por sucesores los robustos arcos
semicirculares, ni reemplazaron á sus delicados arabes
cos los groseros relieves bizantinos: «1 arte gótico, no
ya en su infancia, sino en todo su adulto refinamiento
recojió el último suspiro de la antigua mezquita y he
redó su elegancia con mayor esbeltez. En 1327, en un
sínodo de Barbastro cuyas actasse hallan en el archivo de la
Catedral de Jaca, habla el obispo p. Gaston de Mon
eada' de la nueva iglesia diocesana de Jesus Nazareno
que en Huesca se' construye, implorando la caridad de.
los fieles y avivándola con indulgencias. Probablemen
te en aquella época es cuando el vizcaíno Juan de 01<H-
zaga, cuyo nombre nos ha conservado Aynsaj trazaba
él pían de la suntuosa fábrica que no debia concluirse
sino dos siglos despues de 1515, por la munificencia
de un prelado de la' real sangre de Aragon.
Sin embargo Olólzaga se anticipó á la muerte, de
jándonos muestra en el portal niayor de la Cate
dral de lo que ésta hubiera1 sido ejecutada bajo su
direccion., y embellecida con los adornos de su
brillante fantasía. Los siete arcos ojivos en degradacion
con que disimuló el sspésor del muro, le fueron acaso
inspirados por la idea de los siete ciclos, y pobló sus
huecos de bellas estátuas de bienaventurados, divididos,
como allá- eu el Empíreo, por g'erarquías. Así-, en el
arco mas interior, distribuyó ocho profetas, en el íep-
éero diez ángeles, en el quinto catorce vírgenes y en
el séptimo diez y seis mártires, todos; cual en su tro
no, bajó afiligranados dóselétes que sirven de pedestal
á su compañeró dé mas arriba; todos risueños ó' gra
ves, con cítaras, eóñ palmas ó con instrumentos de
Suplicio, contemplártelo al fiel que entra por aquellas
puertas é invitándole á la oracion y ál ajnor divino.
Los arcos intermedios, segundo, cuarto y sesto, los
ocupan guirnaldas en que la indicada ejecucion supera
ál gusto, y sobre los cuales destacan como sobre un
fondo de encaje las figuras y los doseletes, cuya es-
cesiva aglomeracion hubiera perjudicado á su efecto.
En el fondo dé la arcada, encima de la puerta, la
Virgen, colocada en el centro, presenta benigna su hijo
á la adoracion de los .tres reyes orientales puestos de
relieve á su lado, miéntras al otro Jesucristo resuci
tado, apareciéndose á la Magdalena, consuela las seque
dades del alma y los anhelos del amor. Varios escu
dos, entre los cuales se notan los blasones del reino y
los de la ciudad, recuerdan en el dintel la memoria
dé los que contribuyeron á la ' fábrica con sus tesoros.
Correspondientes á los siete arcos, á cada lado del
portal, sobre pe'anaá formadas por grupos de tres fi
guras y debajo de bien cincelados guardapolvos, están
260
en fila siete estátuas mayores que el natural, represen
tando once apóstoles cuyo número completan hasta ca
torce el santo Precursor de Cristo y los ilustres már
tires de Huesca Lorenzo y Vicente. Una antiquísima
y singular costumbre hace revestir de ropas sacerdo
tales á estas catorco efigies en el dia del Señor, como
si debiera infundirles alma aquella grandiosa solemni
dad. Desgraciadamente el artífice no tuvo en la elec
cion de material el mismo acierto que en el trabajo;
y la ingrata piedra, .desgastándose, pierde los contornos
de las figuras y la limpieza de los detalles que en
ella imprimió el cincel. De los dos estremos del arco
exterior arranca un ángulo ó fronton sobre el muro
de la fachada, cuyo centro borda un roseton de pie
dra en medio de elegantes calados Aquí expira la
obra de Olólzaga; el fronton ya no se elevó esbelto á
toda su altura, terminando en pirámide, ó bien le trun
có el rústico cobertizo que ahora lo defiende; el vacío
que á cada lado dejó, destinado sin duda para mas no
ble compañía, lo ocupó una mezquina serie de ventanas;
las dos puertas laterales que debian acompañar á la prin
cipal, ó no llegaron á abrirse, ó fueron ahogadas en
su nacimiento, segun manifiesta la de. su izquierda, no
sólo tapizada, sino picada su castiza escultura gótica que
aun se diseña sobre el muro para vergüenza de su des
tructor. Encima del cobertizo se eleva el segundo cuer
po de Ja fachada gótico áun, pero ¡cuán mudado del
primero! Flanquéanlo dos torreones, y otros menores lo
dividen, los cuales aunque boceiados y delgados suben
perezosamente, fallándoles para mayor desgracia el re
mate; labores de poco gusto cobijan la sencilla, clara
boya central, miéntras que atrás, por el mismo estilo,
adornan las dos ventanas laterales cuyo arco forma ca
prichosas é irregulares líneas-, síntoma cierto delaago
261
nía de aquella arquitectura. Sin duda esta obra perte
nece á los tiempos del obispo D. Juan de Aragon que
cubrió la bóveda del templo, á principios del siglo XVI;
pero temeríamos ser injustos imputándosela a! artífice
del atrevido techo y de los esbeltos áreos de su in
terior.
No con mayor gracia y desnuda de todo adorno,
descuella á su derecha la torre de las campanas, cua
drada en el primer cuerpo, octógona en el segundo,
.divididos por un mezquino filete y rematando én el
tercero con un capitel insignificante. Siguiendo el ex
terior del edificio, admírase su robusto y terso muro,
y se eleva la vista hasta los bolareles piramidales que
á la par que sirven de estribo á sus naves en nú
mero de veinte y ocho, aunque no muy ligeros, em
bellecen de lejos el edificio, cortando las líneas hori
zontales de su perfil, é imitando un bosque de ci-
preses. En el flanco derecho de h iglesia se tropieza
con una puerta lateral de un gftfico puro y sencillo,
cuyo arco ocupan, en el fondo, el Crucificado con sus
dos fieles compañeros, la madre y el discípulo, á un lado
de él las tres Marías, y al otro un ángel sentado so
bre el. santo sepulcro.
Mas unidad presenta el interior del templo, y me
jor se funden en él, digásmolo así, los barnices de
distintos siglos. En medio de las dos sombrías naves
laterales, lánzase casi á doble elevacion la principal á
132 palmos de altura, cortada en cruz por el ancho
crucero que, igual á ella en dimensiones y formas,
ocupa con sus dos brazos toda la anchura de las pri
meras y la profundidad de las capillas. El que con
templa la uniformidad y pureza de gusto que reina
en el conjunto, y la armonía de sus parles exentas
de destructoras reformas y como nacidas de una idea;
262
se preguntará qué bóvedas son aquellas para las cuá--
tes el bijo natural del infortunado Príncipe de Viana,
el generoso prelado D. Juan de Aragon y Navarra, di6
1500 florines de oro, y que tanto celebró ver termi
nadas en 1515; ó bien qué catedral tenia Huesca, tiem
pos atrás, desde 1327, si la actual careció de techo por
tantos años, mayormente, no hablándose de hundimien
to alguno. Observad empero las naves laterales; ellas han
permanecido fieles al plan primitivo: sus lisas bóvedas
no admitieron los florones de la época del renacimien
to, las columnas que las dividen de la principal no imi
tan todavía un delicado manojo, sino que, con mas sen
cillez, en cada una de sus cuatro superflcies resalta una
media caña, elevándose ligerísima hasta los arranques
de la bóveda, donde una cornisa enlaza sus capiteles.
Pero la nave principal, sobresaliente antes ya sin duda
entre sus compañeros, se levantó ambiciosamente á
principios del siglo XVI, y entónces sus arcos se en
trelazaron ingeniosos en su techo de crucería, y ,se
esmaltaron con doradas claves, aunque no con tanta
prodigalidad como más larde los de la catedral de Barbastro,
y en sus altos muros se abrieron holgadamente ras
gadas ventanas ojivas partidas por una columnita y
adornadas en su parte superior con arabescos que, por
sus blancos cristales, dejan penetrar en harta copia la
luz reflejada, sobre la pintura ya demasiado clara de
las paredes. Y entóncea en dos años, con el diario su
dor de trescientos hombres, segun tradicion, se levautó
á rivalizar con ella el vasto crucero, remedándola por
completo, y engalanando además el estremo de sus dos
brazos con dos claraboyas de pintados vidrios. Tal fué
seguramente la empresa grandiosa del artífice, por cuya
alma los agradecidos canónigos en tiempo de Áynsa
bacian aún resonar anualmente con fúnebres oraciones
las bóvedas suspendidas en el aire con tanta honra de
su génio.
Si las naves laterales hubieran pasado por igual
reforma, su altura se hubiese nivelado más con la
del centro, conforme á la constante tendencia que en
su desarrollo siguió la arquitectura gótica, terminando
en el siglo XVI por identificar con la nave principal
las que en el estilo bizantino empezaron por una es
pecie de corredor ó galería baja. Mas ahora, bello es
por entre sus bajos y oscuros arcos contemplar en se
gundo término, inundado de claridad el crucero, y
ahondar más adentro en las dos capillas ojivas que
presenta en frente cada uno de sus brazos, y ver ele
varse, abarcando toda la anchura de él, las tres gra
das del espacioso presbiterio que no tiene, de largo
ménos de 45 palmos sobre 55 de ancho, distando su
estremidad 209 de la puerta ' principal. Enlosan su
pavimento numerosas lápidas de obispos, satisfechas
unas con llevar su nombre, y trasmitiéndo otras sus
efigies esculpidas; hermosos colgadizos de piedra ador
nan su gigantesco arco; y matizan su bóveda de bri
llantes colores Ires grandes ojivas abiertas en el ápside,
cuyos pintados cristales representan en la del medio
la crucifixion, y en las otras dos la transfiguracion del
Señor y el juicio final.. Nólanse en este último extraños
caprichos de espíritus infernales que arrebatan ya á una
muger, ya á un religioso, caprichos sugeridos al artis
ta por reminiscencias de su vida, por venganzas per
sonales, ó por la singular amalgama de lo grotesco con
lo sublime y terrible, tan usual en aquellos tiempos.
En el fondo del presbiterio destaca el sorprenden
te retablo, obra esquisila de Damian Forment que á
principios de 1500 sembró por Aragon los prodigios de
su genio, haciendo su nombre sinónimo de primor y
264
delicadeza, focos cincelaron como él el finísimo ala
bastro, pocos le trabajaron como él á manera de la
más preciosa joya de platería, dándole á la par la tras
parencia de una cristalizacion. Trece años costó el re
tablo de Huesca á Forment ya en el apogeo de su
carrera, de 1520 á 1533, y ciento y diez mil sueldos
al cabildo; y no se sabe si admirar más la econo
mía del tiempo que la del gasto, al contemplarle por
partes atentamente. Sobre un basamento plateresco des
cansa el primer cuerpo ó pedestal subdividido en dos órde
nes, y su riqueza de ejecucion deja muy atrás á la de su
alabastro; forman el primer órden siete relieves que, con es-
presion en las figuras y novedad en la idea, representan
los amargos trances con que inauguró su pasion el
Redentor, la cena, la oracion en el huerto, el beso
de Judas, la flagelacion, la coronacion de espinas, el
Ecce Homo, y la presentacion á Herodes. Encima de ca
da uno de estos pasages divididos por afiligranadas
pirámides, se agrupan bajo lindisimos doseletes dos
apostóles cuyas figuras respiran toda la mogestad y
belleza que cabe en su pequeño tamaño; el mismo
Salvador domina el centro, y sobre dos puertas late
rales, siguiendo igual órden, se ven los santos diáconos
Lorenzo y Vicente á quienes su patria asocia siempre
aL apostolado. Remata este pedestal un elegante friso
que sirve de base al cuerpo principal dividido en tres
compartimientos por unas altas y esbeltas agujas cu
yas delgadas aristas, como si áun se las hubiera crei
do sobrado compactas, cobijan aéreos nichos y deli
cadas figuras. Ocupan los compartimientos tres grandes
cuadros de relieve entero, de los Cuales el del cehiro
retrata la sangrienta escena del Calvario- con todos sus
episódios de horror y ternura, y los dos laterales á
Jesus con la cruz á cuestas y el descendimiento de la
265
cruz, asuntos felices para un artista y correspondientes
al Utular antiquísimo üc la catedral, á Jesus Naza
reno. La lumbrera, colocada sobre el cuadro principal
y cercada de ángeles, correspondiente á una alia ca-
pillila en la cual, segun costumbre de las catedrales
de Aragon, se reserva el pan eucarístico. eleva el
compartimiento del centro un tercio más sobre los
laterales, cortando así la monotonía de la igualdad en
las líneas y en la altura de los grandiosos cimborios
de crestería que á los tres coronan. ¿Por qué no se
cimbrean al aire, resaltando sobre el mismo muro con
toda la gracia de la copa de un álamo, aquellos gran
des pináculos piramidales que se elevan como una
aspiracion de amor, y que anidan un primor en cada
uno de sus nichos, en cada una de sus efigies, en
cada uno de sus innumerables calados? ¿Por qué brillan,
encerrados como en un marco, dentro de las pulseras
de madera que en líneas recias" ciñen el retablo, y
que condenaríamos si no las hubiera prescrito la mo
da de la época, por más que sus follages nada des
merezcan en delicadeza y elegancia, que las esmallen,
sostenidos por ángeles, los escudos del cabildo, y que
dos espresivos ancianos sostengan con vigor sus ar
ranques, levantando en actitud atónita la cabeza? Tal
es la obra de Forment, no siempre modelo de pureza
gótica, pues que el plateresco invadía ya la península
y despuntaba hasta en las obras de los que conserva
ban con más celo las buenas tradiciones arquitec
tónicas, pero, sí, modelo siempre de buen gusto y
perfeccion.
Asiéntase el coro en el centro de la nave prin
cipal, ocupando con su longitud el ancho de dos ar
cadas. El Irascoro dispuesto en forma de altar coro
nado por la estátua de la Fé, con un crucifijo en el
18

i
£66
centro y á los latios S. Lorenzo y S. Vicente, ménos
por su ejecucion que por su moderno gusto greco-
romano y el colorido de su pintura, distrae las mi
radas y contrasta desagradablemente con el conjunto del
templo. No así los lados esteriores del coro, que aunque
sin más adorno que los arcos ojivos de sus cuatro capillas
y el balaustre que las corona, conservan su primitivo
carácter de cuando, en 1402. trabajaba dentro de su
recinto la antigua sillería Mahoma de Borja, uno de
los artistas sarracenos que empleaban su genio en ho
nor del cristianismo, y la hermoseaba con pilareles
y la pintaba de vermellon, segun de los libros de fá
brica se desprende. Poco digna acaso de la riqueza
del templo, no tardó en ceder el puesto á la actual,
empezada por Nicolás de Verástegui en 1587, y con
cluida en 1594 por Juan de Vermela (1). Y en efec
to no dejan lugar á sentir el cambio la belleza de
su estilo del renacimiento, la bondad de las escultu
ras de que parecen cuajados los brazos y respaldos
de las sillas, y la espresion de los santos de medio
relieve que rodean el muro, correspondientes á cadj

(I) De la concordia que se halla entre las notas de Geronimo Pi


lares, notario, resulta que en 1587 Nicolás de Verástegui, se obligo a
trabajar la sillería habiendose convenido con el cabildo en que la madera
fuese de roble, y en que se le dieran por cada una de las sillas altas
90 libras jaquesas, por cada una de las bajas 35, por las tres de en
me dio con sus capitel. s 270, por las cuatio de los rincones 500, y
pof las dos puertecillas 150. Resulta que siendo 85 las sillas del coro,
costaron 6590 libras, i las cuales, añadiendo el don que al maestro
se hizo de la sillería vieja del enro, bien puede afirmarse que costó
toda la obra mas dn 7000 libras, conforme se expresa en la resolucion
capitular de 21 de junio de 1594. Con la misma fecha aparece un fini
quito del cual se deduce que concluyo la obra de la sillería Juan de
Yerrueta natural de Sangüesa. [Archivo de la Catedral.}
S67
silla superior, en especial la de los doce apóstoles y
del Bautista que se ven en frente. Encima de todos
ellos brilla, cual aureola, la insignia de su dignidad ó
el instrumento de su martirio; y, con su ejecucion, ri
valizan en mérito los bustos de ancianos tambien de
medio relieve, ocultos casi en la sombra del friso que
sobresale en derredor, á manera de guardapolvo, rema
tando desentonadamente con adornos y dorados mo
dernos. No se sale del coro sin tropezar con la ta
bla que cubre una losa donde está esculpida sin in
terrupcion la efigie de un caballero no muy antiguo,
cuyo nombre fué lo único que á falla de memorias
escritas averiguamos por noticias orales, y era el de
Faustino Cortes, vizconde de Torres-secas; aunque de
bió de ser gran bienhechor de la iglesia, atendido el
lugar privilegiado de su tumba y el epíteto de fun
dador que le dá el vulgo.
A lo largo de cada nave lateral hay cuatro pro
fundas capillas cuyos barrocos aliares contienen bue
nas pinturas: la reforma ha invadido el interior de
alguna, distinguiéndola con pesado cimborio, pero en
todas ha respetado el arco ojivo de la entrada, con
tentándose los fundadores ó patronos con imponer en
cima su brillante escudo. En una de ellas se venera
el Sto. Cristo de los milagros, cuyo sudor, es fama,
cayó sobre las manos del que lo llevaba en procesion
en un dia de 1497, conjurando la peste que amena
zaba á la ciudad; y en otra subterránea, panteon de la
familia de los Laslanosas que produjo en rl ligio XVII
un ilustre anticuario, se ven sobre los fastuosos sepul
cros, cubiertos de inicripciones aun mas fastuosa6, las
estátuas de mármol del caüónigo Orencio Juan Laslano-
sa y de su hermano Juan Vicente. Todavía no haa
concluido para el viagero las impresiones que le re
2G8
serva et edificio; áun le falla eoutemplar en la sala de
cabildo, colocada á los piés de la iglesia, los copio
sos cuadros, y no pocos excelentes, que lapizan sus
muros; áun le falta oír en la sacristía ante una gran
multitud y variedad de relicarios, la enumeracion de
bienaventurados restos, y ver telas de oro y ornamen
tos y las piezas del altar de piata, ménos precioso que
i'l retablo, que en los más solemnes dias encubre hasta
su mitad: Aun le falta sacudir en el archivo el polvo
de los venerables pergaminos, y entre ellos encontrar
originales las actas del concilio de Jaca de 1063 y
admirar ya por- su singularidad, ya por su belleza,
las letras iluminadas y las viñetas de las antiguas
biblias y breviarios, legados sucesivamente por los
obispos.
Otra impresion más profunda despertará en su áni
mo el cuadrilongo cláustro, recuerdo de la vida reglar
de los canónigos, y compañero de la catedral mucho
ántes de que naciera el actual templo, como al par de
muestra su irregular arquitectura y la fecha de las lá
pidas que lo circuyen. Sálese á él desde la iglesia por
una elegante puerta bizantina de tres arcos en dismi
nucion, sobre cuyo fondo pintado con antiguas (¡guras
de santos, destaca una Virgen de piedra y dos ángeles
con copas en ¡a mano. Varios arcos y capiteles del
cláustro y un trozo de cornisa in'lican su primitiva
forma bizantina, que el obispo D. Guillen Ponz de Fc-
nollet intentó reformar hácia 1459, edificando una ala
entera cuya elevada bóveda y esbeltas ojivas contrastan
con el ruinoso aspecto y órden desigual de las demás.
Metidos en el muro aparece una tila de sepulcros con
cubierta en declive debajo de un arco ojivo, pocos con
algun adorno de escultura, todos sin inscripcion, escep-
to si algun apellido, esculpido en una piedra como al
$69
descuido, sirve de epitafio á una familia miera (i). En
las alas más antiguas, interpolándose con nichos de
arco semicircular, revisten las paredes inscripciones se
pulcrales del siglo XII al XIV ya groseras, ya trabaja
das artísticamente dt relieve, oía recordando la memo
ria de un canónigo, ora la de un guerrero; pero todas
sencillas como su época, y humildes como la fé de los
que allí descansan (2J. Sólo una se aparta del comun

(1) Junto al nombre de Ordás, se ve, en un escudo de armas, una


campana con una mata de col y una cruz, insignias que, recordando
ser aquel el apellido del caballero cuya cabeza, segun tradiecion, sirvio
de badajo a la famosa campana, se presentan co.2.0 nacidas y derivadas
de aquetla sangrienta memoria.
(2) Empezando por el dintel de la puerta que conduce al palacio
episcopal la primera- inscripcion es la que se lee en una piedra muy
gastada V como hecha con cuchillo: VII Kal. Novem. ob. W. Rayner
ara M.CCCXXXVI (1298.)
Sigue otra mejor conservada: /// Kal. Junii obiit Michael Sancii
filias dhi. Petri Sancii de Insano militis cujus anima requiescat in pace,
ara MCCCXX (1282.)
F.n una misma lápida se leen muy distintamente estos dos epitafios:
Pridie nonas Novembris obiit Cyprianus de Argüís, miles, ara MCCXLV.
(1207.)—Octavo idus Februarii obiit Sancius de Áraseos miles, ara
MCCLVIII (1220.)
En letras de relieve medianamente conservadas se lee esta antiquísima:
// idus Aprilis obiit Eximimis Alvarez miles, ara 3ICC. (U(52.)
Siguen otras tres de canonigos sin fecha de año: III Nonas septem-
bris obiit Joannes C". XVI Kal. Maji obiit Exidius Eliti Oseen, cano-
nicus. — Quinto idus Angustí obiit Dominicas Eliti Oseen, canonicus,
ánimos eorum requiescant in pace. Amen.
La "lápida puesta por Damián Formeat á la memoria de Pedro Mu
ñoz su discípulo se billa picada y con trabajo se lee el dístico. Si
podemos daría por entero, lo debemos á Aynsa que nos !a conservo.
Decia: «
D. O. M.
Lex mihi natura, et te, Petre, offensa tulerttnt
Numina; quod possum do, lapidem et ¡ackrymas.
Pctro Monyosio patria Valentino, Üatnianus Forment, arte statua~
ria Phidiae Praxitelisque wm,uhts, alumno sito charissimo ac clientili
sun B. M. (benf>merenli¡ flens posuil. Vi.v. ati. XVII, mem, ,Y dies
XXVIII. Ob. XVIII Kal. Jamm. MDXXH,
270
estilo, porque pertenece á muy diferente siglo, y es la
que el célebre Forment puso á su amadísimo discípu
lo, Pedro Muñoz de Valencia: siguiendo las ideas que
en literatura lo mismo que en las arles introdujo el
renacimiento de la civilizacion pagana, no duda llamar
se en ella á sí mismo émulo de Fidias y de Praxíteles,
se queja de las deidades ofendidas, y no encuentra otra
cosa que dar á su alumno sino lágrimas y una losa:
su mérito sirva de disculpa á lo primero, su dolor á
lo segundo. Junto á esta lápida una pieza siempre cer
rada, antiguo refectorio de los canónigos reglares, con
serva el nombre de casa de la limosna, aludiendo á la
comida dada diariamente á los pobres que llenaban la
sala y el cláustro, á dos hileras, en tiempos no tan re
motos que no alcanzaran el siglo XVII.
El palacio episcopal que por medio de un patio co
munica con el cláustro, contiene dos anchurosas salas de
pintadas techumbres, construidas por D. Antonio Espés
obispo desde 1466 hasta 1483, y en cuyos muros al
guna ventana gótica de estraña figura anuncia una cons
truccion anterior. Ningun otro vestigio revela allí la mo
rada de unos pastores, que remontan el origen de su
iglesia más allá de la mitad del siglo VI, y recuerdan
la celebracion de un concilio provincial en el reinado
de Recaredo; que, refugiados en las breñas durante la
domiuacion sarracena, conservaron su dignidad con el
título de obispos de Aragon y luego de Jaca, y que,

Al lado de esta se ve otra lapida horrada que decia segun Aynsa:


XIIII Kal. Decembris obiit Joannes Dadusay Prior de Raba el Eccle-
ííus Oseen, cera MCCCVJI ¡1269.) Otras insciipciones refiera el mismo
Aynsa deque nos hallamos vestigio*, y algunas leimos en que solo se re
la fecha o un nombre truncado. Uní de ellas dice en romance: Esta es
la sepultura de Luijs de Almoranci.
571
fijando por fía su silla cu Huesca, reunieron á su mitra
por espacio de cinco siglos las de Jaca y Barbastro.
En aquellas salas vagan los recuerdos do grandes
prelados compañeros de los monarcas, así en el cam
pamento como en los consejos »
Pero no precipitemos el ya ligero relato de unos su
cesos que ban de detener algun tanto nuestra atencion.
El palacio episcopal trae á la memoria toda la his
toria eclesiástica oseense.
Abramos los santos anales, y saludemos de paso la
sombra de aquellos eminentes varones que tienen un
lugar señalado en el episcopologio de la iglesia de
Huesca.

XXXV.
Historia eclesiástica osecnse.

Remontarnos á los primeros tiempos en qué los


reflejos de la divina luz evangélica que portentosamen
te irradió en la cima del Gólgota se derramaba por
todos los confines de la tierra, sería empeño harlo di
fícil para nuestras pocas fuerzas, tarea que, despues
de ímprobo trabajo, quizá ningun resultado apreciable
pedria darnos.
En efecto: apesar de los admirables esfuerzos hechos
272
por los que nos han narrado la historia de los prime
ros años del cristianismo, falla claridad para apreciar
debidamente los sucesos y distinguir los hechos con to
da la verdad que debe presidir en los juicios históricos.
Que los celosísimos apóstoles Santiago y San Pablo
en su predicacion por España visitaran la distinguida
Cesaraugusta y se personaran en la no ménos célebre
Osca, ó mandaran allí á sus inspirados discípulos, se
rá por ahora una hipótesi; pero hipótesi lanío mas pro
bable ctianto que la España Tarraconense en general y
especialmente las riberas que bafia el Ebro se fecun
dizaron con la sangre de los mártires de la nueva fé.
La primitiva Iglesia cristiana pasó por terribles
dias de prueba, y con frecuencia vió perecer en la
hoguera sus memorias y sus verídicos anales. De ahí
surgen opiniones, dudas y controversias, y la verdad
sólo puede entreverse, á veces, al través de una es
pesa niebla que todos los esfuerzos son incapaces do
, disipar.
El catálogo de los obispos de Huesca, magnífico
compendio de todas las grandezas de esta Iglesia, es
tambien incompleto como la mayor parle de los de
España. Las acias de los Concilios son los documentos
mas antiguos y legítimos que h;m facilitado los nom
bres y los datos que á continuacion inseríamos. Se
guro es que Huesca tuvo Prelados antes del siglo VI;
pero, desprovistos do crédito y reputados como falsos
los cronicones de Flavio Dextro, Marco Máximo, Au-
berto y Ltiitprando, forzoso nos es atenernos estricta
mente á la verdad y seguir las huellas ya trazadas
por el constante investigador que dos legó el Teatro
histórico de las iglesias del reino aragonés.
Hé aquí el catálogo. Al lado del nombre de cada
prelado apuntaremos ya loa ',pchos mas culminantes
273
en que tomó pnrte, ya aquellos en que sólo pudo
influir, durante su vida.

1. Vincencio, Monge. —Fué obispo de Huesca en


tiempo de los Godos, por los años 553. Discípulo de
San Vicioriau y condiscípulo de S. Gaudioso obispo
de Tarazoha, fué el orgullo de la iglesia Oscense,
satisfecha de tener por prelado un monge del mo
nasterio por todos respetado, monasterio en el que se
albergaba S. Victorian.
Dos documentos firmados por el obispo Vincencio
se conservan en el archivo de la Catedral. Una do
nacion de sus bienes al monasterio Asaniense y á su
abad Victorian, hecha siendo diácono en el reinado
de Agila (550), y un testamento, sin fecha legible,
por medio del cual instituye heredera á su ama
da Iglesia. Críticos tenidos siempre por muy impar-
cíales acusan de sospechosos estos instrumentos que
no podemos dar á conocer á nuestros lectores con
todas sus particularidades por no querer extendernos
más de lo que nos hemos propuesto.
2. Pompeyano'. —Obispo por los años 570. Casi no
podemos más que citar su nombre, pues está comple
tamente desprovista de verosimilitud la sospecha del
P. Argaíz que no titubeó en verter la idea de que es
te Prelado podia ser aquel Pompeyano, discípulo de S.
Jknito y abad del monasterio de S. Miguel, en Italia,
del que habla S. Gregorio Magno en sus Diálogos.
3. Gavino.—Obispo por los años 589 y 592. Fi
gura su firma entre la de los mas antiguos que sus
cribieron las actas del concilio toledano III. Tres años
274
despues, su ancianidad lal vez no le permitió ya asistir
al concilio cesaraugustano II, celebrado por los P. P. de
la provincia tarraconense, cuando envió á Antedio, su
diácono, para que firmara en nombre suyo: Anthedius in
Christi nomine Diaconus, agens vicem Domini Gaviin
Episcopi subscripsi.
Tiempos difíciles fueron los que atravesó el obispo
Gavino. Loi errores de Arrio pretendían enseñorearse,
i fuerza de violencias, del suelo español. El rey Leo-
vigildo arrojaba de sus sillas á los obispo» católicos,
confiscaba sus bienes y seducia á no pocos con oro y
con dádivas (1). En tiempos tan peligrosos, dice el
P. Ramon, gobernó Gavino la Iglesia de Huesca con
tan singular celo y doctrina, que supo mantener puro
el sagrado depósito de la fé, alimentando su grey con
el pasto de la doctrina apostólica; basta que, lleno de
dias y de buenas obras, pasó á recibir el premio del
supremo Pastor de los pastores.
Aquí se nota falta de datos y un ligero vacío en
el episcopologio oscense. En el año 598, se congre
garon en Huesca los padres de la provincia Tarraco
nense, celebraron un Concilio encaminado á reformar
las poco morigeradas costumbres del clero, y ningun
documento nos descubre quien era obispo de Huesca
en aquella ocasion solemne.
4. Ordulfo. —Obispo de Huesca desde 633 á 638.
Cuarenta y un años médian sin tener noticia de obis
po alguno en Huesca, desde que el anciano Gavino
no podía asistir al concilio de Zaragoza hasta que
Ordulfo Ggura entre los mas modernos en el Toledano III.
Es muy verosímil que hubo un obispo intermedio cu
yo nombre ignoramos.

(1) S Isidor. Ilist. de Ileg. Gothor. ai ann. 568.


275
Ordulfo, en 633, asistió al concilio toledano IV,
tan fecundo en cánones y decretos, y al que concur
rieron personalmente 62 obispos inclusos los seis me
tropolitanos de España y de la Galia gótica, siendo
presidido por el mas antiguo, S. Isidoro, obispo de
Sevilla. En este Concilio se decretó la práctica uni
forme del oficio eclesiástico llamado gótico ó mozárabe.
Tambien se bailó el mismo prelado en el concilio
VI de Toledo, celebrado cinco años después, en cuyas
actas firmó: Ego Orduífus Ecclesice Oscensis Episcopus
subscripsi.
5. Edsebio. — Reunidos en Toledo 52 obispos, 10
vicarios, 12 abades y 15 proceres del reino, cele
braban allí el Concilio octavo el 16 de Diciembre de
653. Uno de los mas modernos concurrentes, el que
en las actas de aquella respetable asamblea firmó el
penúltimo, fué Eusebio, obispo de Huesca.
6. Gadiscaldo. — En el año 683 celebróse el con
cito toledano XIII, al que, no pudiendo asistir perso
nalmente Gadiscaldo que en algun otro documento se
llama Gadisclo, firmó á nombre suyo su vicario, el abad
Audeberto: Audebertus Abbas agens vicem Gadiscaldi Epis-
copi Oscensis Gadiscaldo murió luego despues del Concilio.
7. Audeberto. — El nombre de este Obispo se ba
ila entre los concurrentes al concilio toledano XVI, ce
lebrado el dia 2 de Mayo de 693. Se cree que es
el mismo abad Audeberto que diez años ántes asistió
al concilio XIII en calidad de Vicario de Gadiscaldo.
Es probable que este Prelado asistiera tambien al con
cilio cesarauguslano III, en 6'JI.

El celo de los prelados oseenses que les llevaba,


en alas de sus sanios deseos, ¿í la sala de los con
cilios nacionales, ha conservado felizmente sus nom
bres estampados al pié de las actas de aquellas se
siones ilustres habidas hasta la irrupcion de los árabes
Pero, cuando las huestes agarenas, destrozando en
Ouadalete el trono de los godos, se posesionaban triun
fantes de todas las ricas comarcas de la iberia, mu
chos oscenses se retiraron, como ya hemos visto, á las
montañas pirenaicas que se estienden desde los sitios
en que el Ciuca tiene su cuna hasta la Navarra. El Obis
po de Huesca, sin salir de su diócesi, pudo retirarse
allí con la parte mas escojida de su grey
Huesca, sin poder vanagloriarse de tener formado un
episcopologio completo, es una de las ciudades de Es
paña que felizmente conservan memorias y documentos
ciertos de la sucesion de sus obispos durante la domi
nacion de los sarracenos.
Eu los tiempos de la formacion del condado de
Aragon, los obispos de Huesca creyeron tambien mas
propio titularse obispos de Aragon: Qui (Episcopi) cum
nevera Oscenses essent, Oscensesque appellari debuissent;
Aragonenses ' lamen Episcopi jam ab ipsius Camilalus ini-
tiis vocabaníur. como dice Blancas.
En S;in!a Maria de Sasave, allí en el fragoso va
lle de Hecho, fué donde primero lijaron su residencia
los obispos oscenses. Así lo prueban los sepulcros de
siete obispos que allí descansan, y distintos privilegios
reales de los primeros tiempos de la reconquista. Triun
fantes luego las armas cristianas, pudo la silla episco
pal trasladarse á San Pedro de Siresa, lugar fortificado,
célebre monasterio de monjes benedictinos, asilo de los
primeros condes aragoneses y santuario donde se cus
todiaban innumerables reliquias salvadas por los cristia
nos de la profanacion de los sectarios de Maboma. Tam
277
liion residieron los obispos titulados de Aragon en San
Juan de la Peña y mas larde en Jaca. A medida que
los trabajos de la reconquista se adelantaban, iban los
prelados recuperando su perdido dominio pastoral sobre
las iglesias de su desmenbrada diócesi, hasta que de
Jaca pudieron Analmente restituirse á Huesca, su legí
tima y propia silla episcopal.
Sin embargo, los nombres de obispos que se ha
llan en los cronicones de Auberto y de otros, nom
bres reputados como ficciones, por les mas fervorosos
y concienzudos analistas, no pueden ménos de infun
dir sérias sospechas y dar márgen á graves medita
ciones. ¿Hubo en la Wescbka muslímica, como en las
capitales de la antigua Bélica, obispos mozárabes? ¿Ape-
sar de la existencia del obispado de Aragon, verda
dero obispado oscense de los soldados de la recon
quista, no pudo existir otro, circunscrito al culto de
San Pedro el Viejo? Una sensible falta de documen
tos creemos que impide contestar afirmativa ó nega
tivamente. Estudios futuros derramarán quizá suficiente
luz para poder leer claro en la historia eclesiástica
oscense del tiempo de los muslimes.
Dejemos ahora estas suposiciones nuestras, y recor
ramos el catálogo de los obispos de Aragon que pos
teriormente, como luego veremos, se titularon de Jaca.
8. Nitidio, obispo a fines del siglo VIH. — Coetá
neo de San Urbez, de quien escribió algunas noticias
y dió á conocer muchos milagros. Su nombre se ha
conservado en los breviarios antiguos de la diócesi y
en un respetable manusciito sobre la vida del santo
ermitaño.
9. Frontiniano. —Colaborador este Prelado en los
santos trabajos de Mundo, sucedióle por los años 800,
• 278
siendo un dechado de virtudes y de celo apostólico.
Las acias -de San Urbez han salvado su memoria.
10. Fermolo. — La firma de este prelado, Ferriolus
Episcopus in Sáneto I'etro el in Jacca, se halla en una
donacion hecha , ántes de 815, á favor de Galindo
Aznares, conde de Aragon.
El nombre de Ferriolo vuelve á aparecer el año
835, en el privilegio de ereccion del monasterio de
Ntra. Sra. de Alaon, actualmente de la O, hecho por
el rey de Francia Carlos el Calvo.
41. Iñigo, obispo por los aüos 842.—Autorizó la
renovacion y ampliacion de la Iglesia de S. Juan de la
Peña, en la que se erigieron nuevas aras, y fueron ele
vados de tierra los cuerpos de los siervos de Dios San
Juan de Atarés, primer ermitaño de aquella cueva, y
de los santos hermanos Voto y Felix, lo que, segun
la disciplina de aquellos siglos, equivalía á cano
nizarlos.
12. Sancho I.—Ha perpetuado la memoria de este
Prelado una donacion de D. Garcia Jimenez, rey de
Pamplona y de D. Galindo, conde de Aragon, en que
dan en 858 á San Juan de la Peña el pequeño mo
nasterio de S. Martin de Cillas, con el lugar del
mismo nombre.
13. Maiscio I, Obispo por los años 880. — Estam
pó su firma en una donacion que hizo el rey Don
Garcia Iñiguez de las villas de Lerda y Anjués al mo
nasterio de Leyre: Episcopus Mancius in Aragonia con-
firmat.
lí. Fortuno, Obispo por los años 889. —Figura
en la régia comitiva, cuando D. Garcia Iñiguez, rey
de Navarra y Sobrarbe, informado por su suegro Don
Fortun Jimenez, VI y último conde de Aragon, de la
santidad del abad y monges de San Juan de la Peña,
279
quiso visitar solemnemente aquel monasterio y dejar
allí las pruebas de su piadoso afecto.
15. Oriolo, obispo desde 921 en adelante.—Fi
gura el nombre de este Prelado repetidas veces en
muchas escrituras de donacion de D. Sancho García
(Abarca), en que fué testigo. «Tuvo especial comision
de D. Sancho Abarca para edificar de nuevo muchas
iglesias y monasterios, como refiere Benter; y así se
cree que muchos de los monasterios que hubo en las
montañas de Aragon fueron erigidos por este Prelado.
En tiempo de Oriolo y en los inmediatos se fundaron
tantos que pasan de 60 los anejos al monasterio de
San Juon de la Peña, sin otros muchos incorporados
á los de S. Victorian y de Ntra. Sra. de la O, y á
la Real casa de Montc-Aragon.
16. Athon. —Varios documentos de San Juan de
la Peña y de la catedral de Jaca hacen mencion de
este obispo oscense por los años 958.
17. Degio, obispo en los años de 971 y 973. —
Tenemos memoria de este obispo por una donacion
que trac el cardenal Aguírre de D. Endregoto Galin-
dez y de los reyes de Aragon y Pamplona á la Igle
sia de S. Pedro de Siresa, y por la confirmacion cuarta
de los privilegios del monasterio de Alaon otorgada
en 973 por Athon Conde de Ribagorza y por la con
desa Maria su muger.
18. Mancio II, obispo desde 1005 á 1033.—Son
tantos los documentos en que figura este Prelado que
fuera prolijo relatarlos. Basta decir que formaba fre
cuentemente parte del acompañamiento del Rey, y fi
guraba por tanto en casi todos los actos importantes.
19. García I, obispo desde 1034 hasta 1055.—
Varios y auténticos documentos recuerdan el nombre
de este prelado de quien no tuvieron noticia el abad
280
Carrillo ni Diego de Aynsa. Además de les instru
mentos citados por Briz Martínez, historiador de San
Juan de la Peña, el pudre Ramon alega o1 ros tres
en los que se liace mencion del obispo D. García. El
primero tiene la fecha de 1034 y el último do 1055.
20. D. Sancho I.— El pontificado de D. Sancho,
tan abundante en sucesos notables, puede formar época
en la historia eclesiástica de Aragon. En su tiempo
se celebraron los concilios Pinatense y Jacelano, se
estableció en Jaca la silla episcopal de Huesca hasta
que se reconquistase la capital de la diócesi, silla que
desde la irrupcion de los moros no habia tenido lu
gar fijo; se anejó á su sede la iglesia de las Santas
Masas, ó Reliquias de los innumerables mártires de
Zaragoza, que era de mozárabes, y se introdujo el
rito romano en la celebracion de los divinos oficios.
Quebrantada su salud, quiso dimitir su cargo; pero
San Gregorio VII, prendado de su celosísimo ca
rácter, no quiso acceder á ello, y le facultó para nom
brarse un auxiliar ó coadjutor para el mejor desem
peño de sus larcas apostólicas. Consta que era Obispo
en el año 1062 y en 1075.
21. D. Gaucia II, infante de Aragon. —En 11 de
Julio de 1070 encontramos ya obispo de Aragon al
infante D. Garda. Es notable este pontificado por las
diferencias que tuvo el prelado con los de Roda y de
Pamplona, el primero de los cuales - pretendía las igle
sias de Barbastro, Bielsa, Gistao y Alquezar y el se
gundo quería retener la Valdonsella. Los Sumos Pon
tífices accedieren á todas las pretensiones de D. Garda.
Acérrimo defensor de los derechos episcopales, ade
más de los pleitos mencionados sobre los límites de su
diócesi, tuvo otros mas sensibles y amargos con el rey
su hermano, por la exencion de los monasterios y el
581
destino de las renías eclesiásticas, como ya hemos in
dicado en otro lugar. Zurita lo ha juzgado con alguna
dureza. «Procedia contra cualesquier personas que se
querian eximir de su jurisdiccion, dice el analista, y
Iraia sobre esta causa muy molestados á los religio
sos é inquietado al Rey!» Vacante el obispado de
Pamplona, tomó posesion de aquella silla que retuvo
hasta 1084.
Señalóse tambien este pontificado con la traslacion
de las reliquias de S. Indalecio obispo de Urci, hoy
Almería, á S. Juan de la Peña, reliquias que pudieron
sacarse milagrosamente del poder de los infieles. Hay
memorias de este pontificado hasta 1086.
22. D. Pedro I. — Fué el tercero y último de los
que tuvieron la sede en Jaca por decreto del concilio
referido, y el primero de Huesca, despues de su res
tauracion. Tuvo la dicha este prelado de poder plan
tar la cruz sobre la Misleida y verla convertida eu
Catedral, cuando las armas victoriosas del rey D. Pedro
se enseñorearon de Weschka, la muslímica. Su pontifi
cado debió durar de 1087 á 109».

Los (lias previstos por el concilio de Jaca habian


llegado; la diócesi acababa de recobrar, su verdadera si
lla, y sus obispos ya no se dominaron de Aragon, ni
de Jaca, sino de Huesca y Jaca y algunas veers tam
bien de Barbastro ha>ia la separacion de estas Iglesias.
Sigamos el interrumpido catálogo.
23. Esteban I. — Este prelado autiguo monge
de S. Juan de la Peña, señaló su pontificado por
actos violentos, sugeridos por su ambicion ilimitada.
19
282
Despues de ruidosos litigios con el abad de Motile -
Aragon y el de S. Juan de la Peña, concibió el atre
vido proyecto de reunir violentamente á su diócesi la
ciudad y el territorio de Barbastro. Su carácter era
á propósito para ello. Era en estremo sagaz y artifi
cioso., dice el P. Ramon, versado en la política del si
glo, de genio altivo y ambicioso, fácil á emprender
grandes empresas y "tenaz para llevarlas á efecto, á
pesar de los mayores obstáculos. Intimo confidente de
D. Alfonso el Batallador, nada temia con tan alta pro
teccion. Pasó D. Estéban con gente armada á la ciudad
de Barbastro, y, allí, arrancó del altar en el que se ha
bia refugiado al obispo S. Ramon, y le arrojó del tem
plo y de la ciudad. El Sumo Pontífice, Pascual II, es
cribió una carta al Rey y otra á D. Estéban, intiman
do á este último que restituyese la ciudad de Barbas-
tro á S. Ramon, y amenazándole con la suspension
del cargo episcopal y sacerdotal si no lo hacia en et
término de dos meses. I). Esteban no obedeció. Muerto
Pascual II, vino el brevísimo pontificado de Gelasio II,
al cual sucedió Calixto II. Este último Papa, des
pues de amonestar al obispo rebelde, y de haber reu
nido un concilio en Clermont (Francia) al que no
quiso aistir D. Estéban, lunzó contra él la excomunion.
Interpúsose el rey D. Alfonso, y, condescendiente el
Papa, comisionó para absolverle al obispo de Lesea
(Francia), mandándole comparecer ante la Santa Sede
en un tiempo determinado. D Esteban empeñó su
palabra; pero no cumplió su compromiso, apesar de
habérsele otorgado una próroga. Se le declaró de nue
vo rigurosamente excomulgado. Habiendo muerto en
tretanto Calixto II, D. Esteban pasó á Roma, con car
tas de sa real protector, para reconciliarse con el nue
vo papa, Honorio II. Juró, entónces, sobre los santos
283
evangelios, restituir á la iglesia de Roda los bienes mue
bles usurpados á S. Ramon y atenerse, en cuanto á sus
pretensiones, al juicio de la Silla apostólica, en cuyo tri
bunal siguieron el pleito por muchos años los obispos
de Huesca y de Roda. Con esto volvió absuelto de las
censuras.
Murió D. Esteban, despues de un pontificado de 31
auos, (de 1099 á 1130), fecundo en sucesos turbu
lentos, que hacen poco honor á su nombre y me
moria. Afirman algunos que murió miserablemente á
mano airada, y otros honrosamente en el campo de
batalla.
Un suceso glorioso tuvo lugar en Huesca durante
el pontificado de D. Esteban. Nos referimos á la con
version del sábio judio que dejó el nombre de M oseh
por el de Pedro Alonso, por deferencia á su augusto
padrino el rey Batallador. (1)

(1) D. Jose B.odrigufz de Castro nos da noticias muy individuales


de este sabio, sacadas de sus mismas obras.
tRabi Moteh, uno de los sabios muy acreditados de su tiempo, na-
« cio en la ciudad de Huesca en el año de Cristo 1062, y dejo el nom-
«bre de Moseh por el de Pedro, cuando á los 44 aí.os de su edad
«abjuro el judaismo y recibio el bautismo en la Catedral de Huesea, su
«patria, en el año 1106, en el dia del glorioso apostol S. Pedro, y
«el de Alfonso, porque fue su padrino de pila el rey D. Alonso VI de
«Leon, y primero de Castilla. Asi lo refiere el mismo en el prologo de
«su obra contra los judíos, que intitulo Diálego, y se imprimio en Co-
«lonia por Juan Gymnico en el año 153C. Compuso esta obra para co-
«nocimiento de los judíos; y la dio el titulo de Diálogo, porque en
«ella habla como judío, y como cristiano, poniendo en nombre de Mo-
«seh, que era el suyo propio antes de convertirse, los errores de la
«nacion judáica, y en el de Pedro Alfonso, que fue el que tomo en
«el santo bautismo, la refulacien de aquellos errores, y una clara de-
« mostracion de las verdades de la religion cristiana. Consta este diá—
«logo do doce partes o capítulos (aqui íos expresa todos.) Tritemio, en
«el libro de Scriptoribus Ecclesiasticis, dice que Pedro Alfonso escri-
«bio un libro en que trata de las ciencias y de la filosofía: que acaso
284
24. Abnaldo.—Electo en 1130 bajaba este Prela
do al sepulcro en 1134, dejando su nombre consigna
do en varios privilegios y oíros documenios, figurando
así mismo en la lisia d« los personages que acompa
ñaron á O. Alfonso el Batallador á algunas expediciones.
25. Dodon.— Fué electo para la silla de Jaca y
Huesca en 1134, al propio tiempo que D. Ramiro el
Monge lo era para la de Barbastro y. Roda. Sospéchase
que fué monge y abad de S. Juan de la Peña, y exis
ten documentos que lo presentan íntimo privado del rey
D. Ramiro II. Sostuvo con empeño los derechos de su
Dignidad contra las pr«tensiones de los obispos de Ro
da sobre el antiguo tema de las iglesias de Barbastro,
Bielsa, Gistao y Alquezar, hasta que consiguió una fa
vorable sentencia definitiva, por las vías legales que no
habia querido seguir el impetuoso Esteban. Desde aquel
dia firmó: Ego Dodo Occensis, sive Jacensis, necnon et
Barbastrensis Episcopus. Siguió también Dodon algunos
pleitos con Bernardo obispo de Zaragoza sobre la igle
sia de San Gil y la de las Santas Masas, y al fin con
cordaron que la de San Gil fuese del obispo de Zara
goza, y la de Santa Engracia del de Huesca, cediendo
éste el derecho que tenia sobre la primera para ase
gurar la posesion de la segunda. La última memoria de
este Prelado es del año 1160.
26. Martin I. —Sucesor de Bodon, ha dejado me
moria de su pontificado, asistiendo en 1162 al con
venio de amistad celebrado entre los dos primos, el

■ será la obra latina intitulada: Proverbiorum, seu Clericalis disciplina


tlibri tres, que se conserva M. S. en la real biblioteca del Escorial, en
■ un codice en folio, escrits en pergamino de letra del principio del
■ siglo XIV, del que da razo» el señor D. Francisco Perez Dayer en
«sus apuntamientos.»
28o
rey de Aragon y el de Castilla, y en el mismo año
á las Córles mandadas reunir por doña Petronila pa
ra cumplimentar el testamento del conde de Barcelo
na su esposo.
27. Esteban II. —Fué monge cisterciense y abad
dfrl real monasterio de Poblet. Las primeras memorias
de este Prelado pertenecen» al año 1 162. Hallóse en el
famoso concilio general lateranense III, que celebró Ale
jandro III, y alcanzó de este Sumo Pontífice la con
firmacion de las bulas de Eugenio 111 y Adriano IV so
bre la pertenencia de las iglesias de Barbastro, Alqué-
z-ar, Bielsa y Gistao. Los últimos documentos en que le
vemos figurar pertenecen al año 1 182. Durante su Pon
tificado, en 1173, se fundó el monasterio de monjas
cistercienses de la villa de Cásbas.
28. Jaime I. —Obispo desde el año 1182 hasta
1187. Intervino eu el milagroso hallazgo de la imá
gen de la Virgen de Sijena, y redactó estatutos pai'h
su catedral:
29. RicAnDo. —Hombre de grandes virtudes, é in
timo consejero de los Reyes por su profunda sabidu
ría, ocupó la silla episcopal de Huesca despues de la
muerte de D. Jaime. Figura entre los asistentes á las
exequias d<i I). Alfonso II, el Casto, y ocupó algun
tiempo la atencion por sus diferencias con el obispo
de Lérida sobre límites de la diócesi. Hacen honor
á su nombre las Instituciones que compuso para el
monasterio de Sijena. Las últimas memorias de Ricardo
pertenecen al 'año 1201.
30. D. García, de Guadal. —Hijo de una de las mas
distinguidas familias de caballeros palatinos ó mesnaderos
del reino de Aragon, y al parecer natural de Cataluña,
empezó á desempeflar las tareas del episcopado en 1201.
Hizo la division de las mensas episcopal y canonical,
286
repartiendo entre ellas con acuerdo del capítulo, las
rentas que basta entónces habian estado indivisas. En
1202 fué llamado á Roma para ciertas aclaraciones so
bre los litigios con el obispo de Lérida, y durante su
permanencia en la capital* de la cristiandad obtuvo del
Papa la confirmacion del privilegio que los. pontífices y
reyes habian concedido á su Iglesia. El rey D. Pedro II
le dió diez y siete pueblos, entre ellos Almudévar y La-
naja, con todas sus décimas, derechos y patronato, en
prueba del afecto que tenia á la iglesia de Huesca, t»
qua prima vitoe spiritualis pabula suscepi. Asistió D. Gar
cía á dos concilios tarraconenses, en Lérida, en 1229,
y en Tarragona el año siguiente. En su tiempo se ce
lebraron varias córles, tres en la ciudad de Iluesca, y
en casi todas asistió este distinguido Prelado.
Llegado á una edad decrépita, vióse forzado á re
nunciar su cargo en 1236.
31. D. Vital ns¡ Canellas. — Catalán y pariente
del rey D. Jaime el conquistador, recibió el báculo por
renuncia del anterior obispo. Fué varon versadísimo en
los derechos civil y canónico, y en especial de este rei
no, dice el P. Ramon. Recopiló con maestría en un có
digo compuesto de nueve libros, por encargo del Rey y
de las córtes, los fueros y leyes de Aragon, lo que le
ha valido las alabanzas de todos los críticos. Acompañó
al Rey á varias conquistas, estableciendo las leyes con
que habian de gobernarse los pueblos, é ilustró con
su profunda sabiduría las córles y los concilios á que
asistió constantemente. Murió en 12132, despues de diez
y seis años de pontificado.
32. D. Domingo de Sola. —Figura ya este obispo
en 12o3, en un concilio celebrado en Tarragona.
Consta como uno de los principales personages en
muchos actos é importantes documentos; pero el he
28T
clip mas notable de este Obispo es la secularizacion
de la iglesia de Huesca, regular durante mucho tiempo
como lo prueban los cláustros y refectorio, las supri
midas dignidades de prior, prepósito, camarero, ci-
llerero, enfermero y limosnero, así como el nombre
de convenio que, en documentos- antiguos,- se da fre
cuentemente al eapítulo. De ahí se originaron ruido
sos litigios que sólo terminó el Pontífice Bonifacio
VIH, en 31 de Enero de 1302, declarando secular
la iglesia oscense, en uso de la plenitud de su po
testad apostólica. Consta que Sola muriden- 1269.
33. D. García Pérez de Zoasco, obispo electo,
desde 1269 á 1273.—Reñida fué la eleccion del su
cesor de D. Domingo de Sola, hecha en tiempo en que
los electores litigaban con ardor sobre el estado de su
iglesia, queriendo unos que fuese regular y otros secu
lar, y aspirando todos á colocar en la sede á una per
sona de su faccion. (\)

({) «El capítulo de Huesca, con fecha 4 de Marzo del año del Se
ñor 1268, hizo saber al capítulo de Jaca que el dia primero de di
cho mes habia muerto el obispo D. Domingo de Sola, convocándole
para tratar de la eleccien del sucesor para el jueves mas proximo des
pués de S. Gregorio, que seria el dia 1 i de Marzo; todo lo cual se
notifico á doce canonigos en pleno capítulo, y á dos mas en sus casas
por estar enfermo». Donde se va que todos los canónigos de Jaca te
nían voto en la eleccion del Obispo lo mismo que los de Huesca. Con
gregados en dicho dia en el palacio episcopal los capítulos de Huesca
y Jaca, Bonifacio arcediano do An>o, Bernardo de Estiron y Fernando
de Aquís, en su nombro y como procuradores de tres más, adictos á
la Regularidad, dijeron que estaban prontos á tratar de la eleccion si
se excluían algunos que eran intrusos, y otros que estaban excomul
gados, teniendo por intrusos á los canonigos seculares, y por excomul
gados á los que habían dejado el hábito y vida regular. Se les
respondio que no constaba los hubiese: y viendo que se invocaba al
Espíritu Santo para proceder a la eleccion, protestaron y se salieron del
capítulo. Lueg» se nombraron tres escrutadores que debian preguntar,
i cada uno de los vocales, a qutón nombraba por obispo, y escribir su
La oposicion que hizo el partido de la Regularidad
fué tan eficaz qnc, aunque vivió D. Garcia cuatro años
despues de elegido, no llegó & ser consagrado. Murió
D. García á principios de 1273 en la ciudad de Viler-
bo, a donde debió pasar en defensa de su causa.
34. D. Jaime de Roca. —Congregados de nuevo los
capítulos de Huesca y Jaca para elegir otro obispo,
acordaron nombrar á tres canónigos de Huesca y dos
de Jaca con facultades para nombrar Obispo á uno
de los capitulares precisamente. La eleccion recayó en
D. Jaime de Roca, sacristan de la iglesia de Lérida
y canónigo de la de Huesca. Algunos canónigos y el
infante D. Juan protestaron; pero el arzobispo de Tar
ragona, confirmó al fin la eleccion. Fué D. Jaime ca
talan, dice el historiador eclesiástico que vamos siguien
do; desde niño se crió en palacio bajo la proteccion
de D Jaime el Conquistador, quien le amó con ter

respucsts. La eleccion recayo en B. García Perez de Zuaszo, canoniga


y pieposito de la iglesia de Muesca, sujeto noble, virtuoso ) versado
en ámbos derechos De treinta y un votos que concurrieron tuvo los
treinta, y solo le falto el suyo que aplicó al maestro Aldeberto. Para
que se vea el método observado en ¡as elecciones de aquel tiempo,
pondremos el sufragio de dicho Aldeberto que fue uno de los escru
tadores, y dice así: ítem. Magister Aldebertus Canonicus Oscensis Eccle-
sice Subiiaconus, depulutus Scrululor, requisitus á duobus aliis Scru-
tatoribus superius nominatis, de. qua persona videbatur sibi melius esse
provissum. Ecclesice Oscensi de Pastore, et in quem consentiebat, res-
pondil sic: Piltres sunt in Oscensi et Jaceensi Eeclesiis sufficientes ad
Episcopatum, ticut credo: lamen circunspectis omnibus et consideralis
reputo Ínter ceteros dopnum G Pelri de Zuaszo Canonicum et Prepo-
situm Oscensem su/pcientem et idoneum ad Episcopatum, et eum nomino,
et in ipsum consentio, sciens ipsum in utroque jure peritum, cui etiam
more* convenuint, et etat matura, vulentem jura Ecclesim defendere
per se et amicns sitos, quod miiltum Eccled'B Oscensi expediret credo,
i hspecta malitia lemporis. »
Los contrarios presentaron su apelacion al Colegio apo-lolico.
«89
Dura, le hizo caneilicr del reino, le llevaba siempre
á su lado, y se valia de su consejo en los negocios
más árduos; á todo lo cual se hizo acreedor por su
talento, probidad, fidelidad y juicio. En 1275 asistió
á las solemnísimas exéquias de S. Rimon de Peña-
íort, á las que se hallaron presentes el rey de Ara
gon, el rey y la reina de Castilla, cinco infantes, los
magDatcs de ámbas córtes y tres obispos. Coronó á
D. Alfonso III,' asistió á varios concilios tarraconenses.
y finalmente murió este sabio y celoso prelado en el
mes de Enero del año 1290, habiendo gobernado la
diócesi diez y sirte años, en los reinados de D. Jaime
el Conquistador, D. Pedro el Grande y D. Alfonso III.
35. D. Martin Lopez de Azlou. — Fué natural de
Hcesca y descendiente de la ilustre familia de los
Azlores, señores de Panzano, Tavana, Costea y otros
lugares, condes de Guara y actualmente duques de
Villahcrmosa. Convocados los capítulos en 1290 para
la eleccion de prelado, uno de los canónigos levantó
su voz, protestando contra la proyectada eleccion, y
recordando que los papas Martino y Nicolás IV que
gobernaba la Iglesia, habian reservado á la Santa Sede
la provision de los obispados del reino aragonés. Esto
sin embargo, D. Martin quedó elegido. Pero Nicolás IV
nombró obispo de Huesca á Fr. Ademaro, quien en
vió inmediatamente con poderes y documentos á Be-
lengucr de Cuaranta, canónigo y sacristan de Jaca,
para tomar posesion del obispado. Algunos parciales
de los canónigos le quitaron , en los cláustro:» de la
catedral, el sobrepelliz y pusieron en él su mano....
Tomó el Rey parte en este desagradable asunto, y,
viendo lo1» canónigos que se trataba de prenderlos,
admitieron la procura y vicaría general de Belenguer,
protestando ?1 derecho que pretendian tener á elegir
290
prelado, ü. Martin desistió de sus pretensiones y en
tregó el báculo á Fr. Ademare aquel mismo año 1290\
Murió D. Martin, dice el P. Ramon, á 26 de Agosto
de 1291, año y medio despues de -su eleccion, en
la que sucedieron las turbaciones referidas y otras que
se omiten.
36. Fr. Ademaro. —Natural de Cataluña, religioso
de la Orden de predicadores, doctor consumado en
teología, graduado en la universidad de Barcelona, y
predicador general de su orden, bailábase provincial
de la Corona de Aragon cuando Nicolás IV le nom
bró obispo de Huesca. Apesar de los sucesos pasados,
conservó inviolable armonía con el cabildo y se unió
decididamente á él en defensa de la seculandad. Asistió »
á córtes y á concilios provinciales, muriendo en su
palacio episcopal el úliimo de Jimio de 1300.
37. D. Martin fll (Lopez de Azi.or). — Sobrino del
competidor de Fr. Ademaro, fué elegido por los ca
bildos de Huesca y Jaca en 1300, y el metropolitano
de Tarragona confirmó la eleccion. La iglesia oscense
le es deudora de varios estatutos. Parece que murió
en 1313. Durante su pontificado, el prior emperó á lla
marse deán, y á los tres brazos de que se componían
las córtes del reino, el de nobles, el de infanzones y
el de las universidades, se añadió el brazo eclesiástico con
preferencia á los otros, formado de los obispos, abades,
cabildos catedrales y colegiales, maestres de las órde
nes militares y otras personas privilegiadas.
38. Fu. Martin Oscabio. —En 1313, fué obispo de
Huesca, Jaca y Barbastro Fr. Martin Oscabio, religioso
de la Orden de S. Francisco. En 1318, despues de eri
gida en metropolitana, por Juan XXII, la iglesia de
Zaragoza, asistió Fr. Martin al primer concilio de la
provincia ccsaraugustana convocado por el Arzobispo.
291
Murió en 1324, y fué enterrado en la -capilla que ac
tualmente es del Sanio Cristo de los Milagros. Cuando en
1500 se ensanchó dicha capilla, su cuerpo fué encer
rado en una urna con 'otros cinco obispos que allí se
hallaron vestidos de pontifical. En la urna se escribió
el epitafio siguiente:

Oscenses sex rrcesules claudit hcec urna preclaros,


Celso quorum nomina scripta servanlur olympo.

39. D. Gaston de Moncada. —Reunidos los cabil


dos de Huesca y Jaca para la eleccion de obispo,
y no pudiendo llegar á un acuerdo en tos diferentes
escrutinios, acordaron unánimamenle atenerse á la de
cision del metropolitano de Zaragoza á quien rogarían
se dignase hacer la eleccion. Él arzobispo agradeció
tanla deferencia y nombró al canónigo D. Caston de
Moncada, hijo de una de las mas ilustres familias de
Cataluña y cuñado del rey D. Jaime II. Celebró un
sínodo en la iglesia de Huesca, en 1325, y otro en
la de Barbastro en 1327 para tratar de la fábrica de
la catedral que se hallaba construyendo. Ordenó una
lujosísima edicion de un breviario para su diócesi. En
1328 fué trasladado á la Sede episcopal de Gerona.
40. D. Pedro de Urrea.— Permutó con el obispo
anterior, y en consecuencia se trasladó del obispado
de Gerona al de Huesca, con anuencia y acuerdo de
Juan XXII. Era de la distinguida familia de los con
des de Aranda, y varon de grandes virtudes y mé
ritos. Murió á 30 de Abril de 1336, habiendo sido
sepultado en el presbiterio de la catedral.
41. Fr. Bernardo Oliver. —Natural de Valencia,
religioso de la Orden de S. Agustín, y tan versado en
las ciencias que, segun el rey historiador, D. Pedro IV,
292
era uno de los mejores teólogos tlel mundo en su tiem
po. Aunque electo en Í336, no tomó personalmente
posesion de su elevado cargo hatta 1340. Celebró im
portantes sínodos y fué embajador del rey en ocasiones
difíciles. A principios de 1345 fué trasladado de la Sede
oscense primero a la de Barcelona, poco despues á la
de Tortosa, y Analmente fué promovido á la dignidad
cardenalicia.
42 D. Gonzalo Zapata. — De noble y reputado
linaje D. Gonzalo, fué elegido obispo por los cabildos
de Huesca y Jaca, y el Papa Clemente VI confirmó su
eleccion. Hizo estatuios, asistió á córles y dió siem
pre grandes pruebas de celo y sabiduría. Golígese que
murió en 1348 ó en el siguiente 1349, siendo sepul
tado en el crucero de la Catedral junto á la capilla de
S. Gil, en frente de la del Santo Cristo de los Milagros.
4.3. D. Beltran de Cornudilla— Corto fué este
ponJificado, y escaso lo hallamos por otra parte de
noticias. Consta que era D. Beltran obispo en 1350,
y en Setiembre de 1351 ya tenia sucesor. Fué se
pultado en el coro de la catedral.
44. D. Pedro Gl\sc*rio. — Existe un documento
por el que consta que D. Pedro era obispo en 1351.
Figuró este prelado en varios actos de importancia
histórica; firmó por el rey de Aragon la concordia
celebrada con D. Enrique conde de Trastamara, re
presentó en Lérida al Rey en el parlamento general
de las villas y ciudades tle Cataluña y en oiras di
ferentes ocasiones.
D. Bartolomé Daiz, coetáneo de este obispo, dice
que era natural de Barcelona, que despues fué promovido
al arzobispado de Tarragona, y que, á consecuencias
de varios disgustos, se fué á Aviñon, de donde re
gresó trascurridos algunos años, muriendo en un lu
S93
gar de Cataluña llamado Ayguas. «Sus huesos, con
cluye Daiz, fueron trasladados á la catedral de Tar
ragona por mi amigo D. Guillermo Lonch, que fué
su mayordomo.»
Sin embargo, el escritor D. Antonio Agustín le Ma
ma Pedro Clasquermo, dice que fué obispo de Huesca,
luego de Mallorca, y mas tarde de Tarragona en don
de celebró tres concilios provinciales; añade que fué
patriarca de Antioquía y que', habiendo huido á Fran
cia, murió en Agde, cerca de Narbona, en Enero del
año 1380, de donde despues se trasladaron sus cenizas.
Los últimos documentos que suscribió como obispo
de Huesca datan de 1357.
45. D. Guillen de Torerllas. — Era natural del
reino de Aragon, catalan al parecer, canónigo y pre
boste de la catedral de Barcelona. Fué obispo electo en
1358. En el mes de Junio de 1361 le promovió Ino
cencio VI á la silla de Barcelona, y más tarde Urbano V
le trasladó á la de Tortosa. Ordenó en su último tes
tamento que su cuerpo fuese sepultado en la catedral
de Huesca, lo que así se verificó, depositándolo en la
capilla del Cristo de los Milagros, llamada entónces de
Sania Catalina.
46. D. Bernardo Folcact — Fué elevado á la dig
nidad episcopal, en 1361, siendo arcediano de Santa
Engracia, y dignidad de la iglesia de Huesca. Era na
tural de Navarra. Su pontificado se señaló primero por'
las diferencias que mediaron entre él y D. Garcia obis
po de Pamplona sobre el arcedianato de la Val de Un-
sella. Pero poco despues vacó el obispado de Pamplona,
y á él fué promovido D. Bernardo en 1364. Desde en
tónces lomó la contraria, y jamás consintió en devolver
los instrumentos que se habia llevado.
Refiere D. Bartolomé Daiz que, siendo D. Ber~
sai
nardo obispo de Pamplona, gobernó, el reino de Na
varra en ausencia del Rey; y que por haberlo difa
mado algunos émulos, se dirigió á los Estados Pon
tificios, en donde murió.
47. D. Eximino de Ribabellosa.— Cancelario del
rey D. Pedro IV, fué elevado al obispado de Huesca
en 1361; pues aquel mismo año asistió ya, en cali
dad de obispo, á las córles celebradas por el Rey en
Zaragoza. D. Eximino era natural de Segorbe. Fué di
putado para la correccion de los fueros del reino y
figuró en varios actos potíticos de alia importancia.
Devotísimo de María, mandó que todos los sábados
se rezase de la Virgen en toda la Diócesi. Murió
en 1369.
48. D. Juan Martínez. —Natural de Zaragoza y
obispo de Segorbe fué trasladado á la silla de Huesca
en 1370. Fué uno de los catorce diputados que se
nombraron para adoptar las medidas necesarias á la
defensa del reino en la guerra contra el infante de
Mallorca y el bastardo de Bearne, en 1354. Se ig
nora el año de su muerte.
49. D. Fernando Pérez Muñoz.— Oriundo de Va
lencia, doctor en ámbos derechos, versado en las ar
les liberales, auditor del sacro palacio por espacio de
quince años, y familiar del cardenal de Canslato, fué
obispo electo de Valencia; mas no llegó á tomar po
sesion , porque el ray pidió al Papa aquella mitra
para D. Luis de Prades. Vacó Ínterin el obispado de
Huesca, y lo proveyó el Papa en D. Fernando, segun
D. Bartolomé Daiz. Falleció en Tortosa en 1383. La
primera memoria cierta que existe de este prelado de
Huesca pertenece al año 1381.
50. Fn. Francisco Viqueu ó Basterio. — Este Pre
lado á quién antiguos documentos llaman Viqueu ó
295
Rigueu y Carillo y Aynsa Basterio, era natural de Bar
celona y religioso de la Orden de Menores. Su elec
cion debió ser en 1385. Permutó con su sucesor el
obispado de Huesca por el de Vich por los años 1394.
De Vich lo trasladó Benedicto XIII á la Sede de Se-
gorbe y Albarracin, en 1400, á súplica del rey Don
Martin. Murió en Barcelona, en donde está sepultado.
51. D. Juan de Bafes. — Natural de Brojs (Fran
cia), fué particularmente protegido por el rey de Na
varra, Cárlos III el Noble, quien influyó en su per
muta del obispado de Vich por el de Huesca. Se ti
tulaba: Jeannes Episcopus Oscensis vel de Ausona. In
tervino, á favor de Benedicto XIII, en la crisis, que en
aquella época atravesaba la Santa Sede. Agradecido el
Papa, le confirió el obispado de Lérida á 17 de Agos
to de 1403. Pocos días despues, falleció en Marsella,
y sus familiares trasladaron su cuerpo á Broys en donde
Labia nacido.
52. Fr. Ju.vn de Tauste. —Por traslacion del an
terior fué nombrado para la silla de Huesca, Fr. Juan
de Tauste, natural de Tauste (Aragon), fraile menor
de S. Francisco y maestro en teología. En 1410
lo trasladó Benedicto' XIII al obispado de Segorbe y
Albarracin, cuyas iglesias estaban unidas, habiendo go
bernado la de Huesca durante el espacio de siete anos.
53. Fr. Benedicto Bono.— Se ignora el tiempo de
su pontificado, que debió ser muy corto, á juzgar por
la falla absoluta de documentos que nos recuerden al
gun acto en que haya iutervenido. Sólo puede conjetu
rarse que fué obispo oscense en el siglo XIV ó en el XV.
54. D. Domingo Ram. —Este fué uno de los pre
lados de la sede oscense que llegaron á los más al
tos puestos del estado y de la iglesia. Natural de Al-
cañiz é hijo de una familia ilustre, doctor y letrado
596
en ámbos derechos y Icólogo insigue, fué nombrado
obispo dé Huesca en 1410, siendo prior de la igle
sia metropolitana de Zaragoza y referendario del Su
mo Pontííice. Tomó parte muy activa en la eleccion de
soberano, al morir sin hijos el rey D. Martin, y, ele
gido ya el infante D. Fernando, le consagró y coronó
solemnemente. «A principios de 1415, dice el citado
historiador, el rey D. Fernando envió á D. Domingo
por su embajador á la reina Doña Juana de Nápoles.
Desde allí pasó á Sicilia, y en 13 de Noviembre del
mismo año le nombró Benedicto XIII para el obispado
de Lérida, dándole por sucesor cu la iglesia de Hues
ca á D. Avinio. Fué Vi-rey de Sicilia en ausencia del
infante D. Juan, hermano de D. Alonso IV rey de
Aragon. En el año 1431 le creó cardenal de la iglesia
romana Martino V, y por su muerte, lo publicó Eu
genio IV. A 25 de Agosto de 1434 fué promovido al
arzobispado de Tarragona. Asistió al concilio de Ba-
silea con el carácter de embajador del rey de Aragon.
Este mismo le envió de embajador al de Castilla:
fué árbitro en una concordia entre dichos reyes y el
de Navarra: y apénas se ofreció asunto grave en su
tiempo que no manejase este sabio, político y virtuoso
prelado. Finalmente murió en Boma obispo Portnense
en el año 1445.
55. Fr. Avinio ó Aviñon. — La misma bula de Be
nedicto XIII que promovió á D. Domingo Bam á la
iglesia de Lérida nombraba para el episcopado de Huesca
á Avinio. obispo SeDdense: . Venerab'ücm frotrem nostrum
Avmonem tune Kpiscopum Senctensem. Era uatural de
Francia, maestro en Teología y religioso de la ór'den
de Predicadores. El Sumo Pontífice Martin V lo trasla
dó de la iglesia de Huesca á la de S. Poncio de To
meras en 13 de Marzo de 1421.
297
56. D. Hugo de Urries.—Aragonés, de la nobilí
sima familia de los Urries, señores de la baronía de
Ayerbe, ahora marquesado, era doclor en cánones y
dean de Huesca, cuando Martin V, le nombró obispo
por traslacion de su antecesor. En la bula dice el
Papa que la Silla apostólica se habia reservado mucho
ántes la provision de los obispados vacantes por la
promocion de sus pastores á otras Sedes. Esto esplica
quizá las muchas permutas y promociones habidas en
ios siglos XIV y XV. A los caritativos sentimientos de este
prelado se debe la reedificacion del hospital de Ntra. Sra.
de la Esperanza. Hizo en Jaca el estatuto que llaman
dorado, asistió á las córtes generales celebradas en
Alcañiz en 1441, y murió á 21 de Febrero de 1443.
Fué sepultado en el presbiterio de la Catedral, en la
parte del Evangelio.
57. D. Guillermo de Siscar. —El papa Eugenio IV,
en una bula expedida á 21 de Marzo del año de la
Encarnacion 1442, que es de la Natividad 1443,
nombró para la Sede vacante de Huesca á D. Guiller
mo de Siscar, canónigo de Valencia, doctor en Cáno
nes, y notario apostólico. Celebró sínodos é hizo varios
estatutos. En su tiempo, el clero y la ciudad de Bar-
bastro consiguieron erigir en colegial la iglesia de Santa
María, anteriormente cátedra episcopal, y entónces simple
parroquia con veinte racioneros. El Prior y juntamente
los diez y seis canónigos fueron de nombramiento del
Obispo.
Las últimas memorias de D. Guillermo llegan á 1457,
sabiéndose que falleció en Roma, cuya ciudad por se
gunda vez visitaba.
58. D. Guillermo Pons de Fénollet. —Fué nom
brado por Calixto III en 1458, siendo canónigo de Bar-
pelona. Un párrafo de la bula, «Electum episcopum Os-
to
298
censis et Jaccensis Ecclesiarum intiicem canonice unitarum,*
le dió algun disgusto, obligándole á pedir al Papa su
correccion. Fué embajador y mediador en las discordias
ocurridas entre D. Juan II y su primogénito D. Cárlos,
príncipe de Viana. Asistió á las córtes de Fraga, Zara
goza y Calatayod, y celebró sínodo, confirmando todas
las constituciones de sus predecesores.
Púsose esta inscripcion en su túmulo en la Catedral:
Sepultos est híc Reverend. in Chrisío Pater dominus
Guillermus Ponz de Fenolleto Episcopus Oseen, qui obiit
die XXII1 mensis ecembris anno Dni. MCCCCLXV.
59. D. Antonio de Espés. —Siendo arcediano de
la iglesia de Santa Engracia y dignidad de la de Hues
ca, fué promovido al episcopado en 1466. Celebró
sínodo en su catedral, en 1470, y suprimió cuatro
raciones de su diócesi para aliviar con esta economía
el erario municipal en el sostenimiento de la Universidad.
Mandó construir dos espaciosas salas en el palacio.
episcopal con techumbres de talla y pintura del gusto de
aquella época. Sus armas se rodearoo del lema: Tu es mea
spes. Trabajó con constancia para devolver á su igle
sia de Jaca el arcedianato de la Valdonsella, consi
guió tres sentencias favorables, y, habiendo presentado
las letras apostólicas para su ejecucion, murió en Lérida,
ántes de conseguir su deseo, el 15 de Mayo de 4484.
Su cuerpo fué sepultado en la iglesia de Santa En
gracia con la siguiente inscripcion:
O Clemens! Hic jaceí Reverendus Dominus Antonius
de Espes, Episcopus Oscensis, et Cancelarius Regis Ara-
gonum. Obiit quindecima Maji anno á Nativitate Do~
mini M.CCCC.LXXXIIII.
60. D. Juan de Aragon t Navarra.— Este pre
lado, hijo de D. Cárlos príncipe de Viana, vió la luz
primera en la ciudad de Palermo. El dia 10 de Mayo
299
de 1476, á los 18 años de edad, fué elegido abad de
S. Juan de la Peña por el cabildo de aquel monas
terio. Sixto IV, en 24 de Octubre de 1482, teniendo
D. Juan 24 años y hallándose ordenado de menores,
le nombró administrador del obispado de Pati en Si
cilia. Inocencio VIH, en 1." de Octubre de 1484, le dió
el obispado de Huesca y Jaca, dispensándole la edad,
pues sólo tenia 27 años, y concediéndole, extra tempora,
ordenarse de subdiácouo, diácono y presbitero en tres
dias festivo?.
Las grandes dotes que le adornaban ban hecho de
este Prelado uno de los más eminentes varones de que
se envanece la iglesia oscense.
Se le deben lujosas y magníficas ediciones de mi
sales y breviarios, y, sobre todo, supo distinguirse en
la restauracion de la Catedral, obra admirable, co
menzada dos siglos antes y suspendida por falla de
fondos.
En 1497, un Crucifijo de la Catedral sudó copio
samente ante todo el pueblo, y en aquel momento cesó
una cruel epidemia que diezmaba la ciudad. Este sor
prendente milagro enardeció el celo de D. Juan de
Aragon y Navarra. Puso en práctica cuantos recursos
le sugirió su fecunda imaginacion, y comenzó á tratar
con el cabildo de la fábrica del retablo mayor.
Su piedad no conoció límites. Fundó un convento
de la órden de San Agustin, amplió el hospital de
Ntra. Sra. de la Esperanza y reparó la iglesia de
Salas.
Amante de las letras, llegó á suprimir hasta 16
rectorías, adjudicando sus rentas á la Universidad. Tam
bien han hecho su nombre memorable los acertados
estatutos, que supo dictar para el buen régimen de su
iglesia. Y sin embargo,, ¿quién habia de presumir que
300
tantas virtudes recibieran por premio, acá en la tierra,
terribles desengaños?
Los últimos años del pontificado de D. Juan fue
ron tristes y llenos de amargura. D. Felipe de Urriés,
que debia á la intriga el título de obispo de Filadel-
fia, consiguió ser nombrado por el papa Leon X coad
jutor de D. Juan con el derecho de ffftura sucesion
en el obispado de Huesca. El Obispo, á quien habian
supuesto achacoso é inhabilitado por su edad, y el ca
bildo de Huesca se negaron á obedecer las letras eje
cutoriales expedidas por Cárlos V en Bruselas, y protes
taron solemnemente, apelando á la santa Sede. Felipe
de Urriés insistía en tomar posesion con violencia, y
la fuerza de las armas intervino en aquella singular
contienda que escojiÓ por teatro de sus tristes escenas
la villa de Ayerbe y otros lugares. Gracias al arzo
bispo metropolitano de Zaragoza, D. Alonso de Aragon,
primo hermano de D. Juan de Aragon y Navarra, y
á la intervencion de poderosas influencias, la sania Sede
revocó la coadjutoría del obispo de Filadelfia, y dos
años más tarde nombró para este cargo á D. Alonso
de Só Castro y Pinos, clérigo cesaraugustano de veinte
y tres años de edad, previniendo que D. Juan retu
viese durante su vida el título de obispo de Huesca
y Jaca con todos sus derechos y rentas, y la admi
nistracion espiritual y temporal de sus iglesias. Quedó
D. Juan en pacífica posesion de su obispado, y consta
que hizo estatutos y que ejerció otros actos de juris
diccion hasta su muerte, en tanto que sus dos com
petidores seguían " disputándose el derecho de sucederle.
Gobernó las iglesias de Huesca, Jaca y Barbastro por
espacio de mas de 42 años, en los reinados de don
Fernando el Católico, tio suyo, y de Cárlos V su so
brino. Murió á los 70 años de edad no cumplidos, y
o
01
su cuerpo fué sepultado en medio del presbiterio de
h Catedral, en donde se grabaron sus armas, su busto
y la inscripcion siguiente:

Híc jacet Ule, qui de Prwsul tam inchjtus Oscce,


Regius ipse Joannes Gallorum alma propago.
Lucia caidcs Ido superávit Nestoris annos,
Idibus in aurora á Christi natkitate Decembris, 1526.

61. D. Alonso de Só, de Castro t de Pinós.—


Muerto D. Juan, los dos pretendientes se disputaron en
carnizadamente la sucesion del obispado, apesar de las
sérias medidas adoptadas pon, el Emperador. Finalmen
te, despues de disturbios y sangre, escenas que quere
mos pasar por alto, Roma declaró obispo á D. Alfonso,
y el Emperador mandó despachar las ejecutoriales para
la posesion. Resistiéronse los partidarios de D. Felipe,
vinieron de nuevo á las manos los dos bandos, y las
casas de los enemigos de D. Alonso fueron espantosa
mente saqueadas por la soldadesca desenfrenada al man
do del conde de Ribagorza
Era D. Alonso hijo de los vizcondes de Evol, abad
de los monasterios de Monlearsgon y S. Victorian, y
cancelario electo por el Cláusiro de la universidad os
cense. Su fin fué precoz y lastimoso. Diiigiéndose á su
obispado, despues de la última sentencia, fué atacado
de la pesie en Sora, ciudad del reino de Nápoles, á
los 30 años de su edad, el mismo dia 12 de Octu
bre de 1527 en que su procurador tomó posesion del
obispado (1).
62. D. Diego Cabrera. —Sabida la muerte de Don

(I) Dormer lib, 2, cap. SO.


302
Alonso, D. Felipe de Ürriés intentó tomar posesion del
obispado; pero, reunidos los canónigos, en número de
diez y seis, en un célebre capítulo, discutieron si de
bía declararse la Sede vacante ó reconocerse el preten
dido derecho de D. Felipe. Siete canónigos votaron
que debia darse la solicitada posesion al Sr. de Urriés
y nueve declararon vacante la Sede, y procedieron al
nombramiento de un vicario general.
Cárlos V presentó para este obispado á su confe
sor 1). Diego Cabrera, ó Cabrero, natural de Orihuela,
canónigo de Segovia y obispo in partibus, cuyo título
se ignora. Corto fué su pontificado. Nombrado en las
córtes de Monzon celelraflas en Junio de 1528, mu
rió eu 1529. Créese que no llegó á ocupar la Sede
oscense.
63. El Cardenal I). Lorenzo Campegio.— Cod la
muerte de D. Diego se renovaron las pretensiones de
D. Felipe de Urriés, quien tenia esta vez en su favor
á la diputacion del reino, porque ésta veia que el Em
perador estaba inclinado á presentar á un extrangero
para el episcopado, procedimiento contrario á los fueros de
Aragon. Esto no obstante, el Emperador dió la adminis
tracion del obispado á D. Lorenzo Campegio, natural
de Bolonia y cardenal de la Iglesia romana con el tí
tulo de Santa Marta (rans Tiberim. El papa Clemente .
Vil confirmó la provision á 2! de Setiembre de 1530.
El cardenal envió á Huesca, en calidad de vicario ge
neral y gobernador de la Mitra, á su sobrino Marco
Antonio Campegio, que tomó posesion el día 8 de Marzo
de 1531, y gobernó el obispado hasta el año siguiente
en que lo renunció el Cardenal por haber sido ele
gido para el de Mallorca.
6i. El Cardenal D. Gerónimo Doma.—El nom
bramiento para la mitra de Huesca y Jaca hecho á fa
303
vor de D. Gerónimo Doria, natural de Génova y car
denal de la. Iglesia romana con el lílulo de Sanio To
más, fué mal recibido en todo el reino, por creerse contrario
á los fueros. El Emperador estaba, sin embargo, compro
metido en ello, y este cardenal tomó posesion del obis
pado el dia 30 de Diciembre de 1533. D. Gerónimo
Doria renunció la mitra de Huesca á 4 de Marzo del
siguiente año 1534, y fué promovido á la de Tarra
gona.
65. D. M*nnN de Gurrea.— Presentado por Cár
los Y, en 10 de Junio de 1534, añadióse á sus títu
los de obispo de Huesca y Jaca el de Barbastro, cir
cunstancia que lejos de calmar las ruidosas querellas
que, sobre el particular, desde antiguo existían, sólo
sirvió para inflamar más y más la intransigente rivali
dad entre ámbas iglesias.
El cabildo de Huesca protestó, creyendo perjudicial
el título de obispo de Barbastro; el nuevo prelado se
negó á jurar los estatutos de la iglesia, y la posesion
se defirió hasta el 10 de Marzo de 1535, despues de
nueve años de Sede vacante. D. Martin no frustró las
esperanzas de su grey. Con esquisito tacto, prudencia y
sabiduría concilió los ánimos discordes, restituyó á su
antiguo vigor la disciplina eclesiástica, y desterró mil
abusos. Durante su glorioso pontificado se echaron los
cimientos del colegio de Santiago y se perfeccionó la
iglesia de Nuestra Señora de Salas. En 1543 pasó con
Gárlos V á Italia y á Alemania, y. siguiendo la córte,
murió en Bruselas el dia 22 de Noviembre de 1544,
despues de haber dispuesto que su cuerpo fuese sepul
tado en la iglesia del Pilar de Zaragoza.
66. D. Pedro Agustín. — Hijo de una distinguida
familia de Zaragoza, nació en Valladolid, siendo su pa
dre vice-canciller del reino. Fué doctor en ambos de
301
reehos, muy versado en literatura, prior de Roda y
obispo electo de Helna. Antes de salir de Roda, le pro
puso Cárlos V para el obispado de Huesca, del que
tomó posesion el dia 30 de Mayo de 1545.
Asistió á todas las sesiones del Concilio de Trentov
desde 1545, en que se. inauguró-, hasta sa conclusion en
1562, distinguiéndose por su ilustracion y superior cri
terio. Supo defender victoriosamente la patria de S. Vi
cente, y consiguió que en el breviario romano se es
tamparan las palabras: Vincentius Oscce in Híspanla ci~
teriore natus.
Siguiendo las huellas de D. Antonio Espés y de
B. Juan de Aragon y Navarra, aplicó á la universidad
oscense las primicias de Poleñinoque eran de la Mitra,
los diezmos de Torres de Alcanadre y otras rentas ecle
siásticas.
Murió el dia 26 de Febrero de Í572 á los 60 años
de su edad, habiendo gobernado la Sede en los reinados
de Cárlos V y de Felipe II. Quiso que se abriese su
tumba á la izquierda del presbiterio, diciendo que era
indigno de ocupar la derecha del gran príncipe y dis
tinguido prelado, D. Juan de Aragon y Navarra.
Aynsa ha salvado del olvido la inscripcion de su
sepulcro:
PETRUS AUGUST1NUS AN. ET.
EPISCOPUS OSCENSIS ET JACEN.
EX HELENEN. EPIS. ET ROTEN.
PRJORE QU1 BIS TRIDENTI CONCILLE .
CAUSA AFEUIT.
VIXIT ANNOS LX, DIES III!.
SEDIT ANNOS XXVI, MENSES VIH, DIES XVIII.
IN A. D. V KAL. MARTII M. D. LXXII.

Aun se conservan algunas de las preciosas joyas


305
que, procedentes de Trento, legó á su iglesia para el
servicio divino.

Prescindiendo de la demarcacion de las diócesis de


España hecha por el rey godo Waraba, — documento que
no adivinamos por qué eventualidades pudiera hallarse
en la antigua Osca (1), y el que es tenido por apó
crifo por el mismo P. Ramon y oíros críticos, —el con
cilio de Jaca celebrado en 1063 señaló vastos límites
á la diócesi de Huesca, fundándose en que eran los
que tuvo desde antiquísimos tiempos. Una bula de San
Gregorio VI] confirmó tambien la demarcacion hecha
por el concilio.
Dichos límites eran los siguientes:
Por el E. el Cinca limitaba la diócesi, y, desde el
valle Luparia a Vallobar, formaba límite la línea que
de S. á O. iba ¡i terminar en Cinco -Villas. Desde allí
corria la línea divisoria hácia el N., comprendiendo
hasta el último lugar del valle de Ansó, y todo el
Pintado y la Valdonsella con los lugares de Sos, Un-
castillo, Luesia, Hiel. Agüero y otros. El límite N. era
la cumbre del Pirineo.
Fácil es conocer, como hace observar el P. Ramon,
que. con tan dilatada diócesi, los prelados oscenses no
podian hacer las visitas con la frecuencia dispuesta

(\) En el archivo de la oatedral de Huesca existe el códice lla


mado ilacion del rey Wamba, esto es, una division de arzobispados
y obispados foticos del antiguo territorio de España escrita cor carac
teres goticos en pergamino, a dos columnas por pagina, con ciucuenta
líneas en cada coturno).
306
por los sagrados cánones: fácil es conocer la terrible-
exposicion de contaminarse en que se hallaban los
paises inmediatos á las montañas de Jaca, cuando las
heregías de (/alvino hacian tan fatales progresos en el
confinante principado de Bearne.
Todas estas circunstancias y .el deseo de dar fin á
los ruidosos pleitos áun pendientes entre las iglesias
de Huesca y Barbastro movieron el ánimo de Feli
pe II y de S. Pio V á erigir en catedrales las igle
sias de S. Pedro de Jaca y de Santa Maria de Bar-
Lastro, devolviéndolas el Jionor y la dignidad que hir
vieron en otro tiempo, y separándolas con su terri
torio de la diócesi de Huesca.
Sigamos pues el interrumpido catálogo de los obis
pos de Huesca, desde la desmembracion de^ las iglesias
de Jaca y Barbastro hasta nuestros dias. *
67. I). Diego de Arnedo. —Azarosa en estremo fué
la vida de este Prelado nacido en la parroquia de San
Pedro el viejo de Hupsca é hijo de los nobilísimos se-
Sores D. Jaime Arnedo y D.a Inés Iser. Colegial en
S. Clemente de Bolonia, el abad y capítulo de Monte -
Aragon lo nombraron ya canónigo de aquella real casa,
y Felipe II visitador dV■1 patrimonio real y patronazgos
de S. M. en Sicilia, mision delicada que llevó sin em
bargo á cabo con un tacto y una habilidad dignos del
mayor encomio. Abadiatos visitó cuyos uionges habian
burlado todas las inspecciones anteriores. Algunos de
gran valimiento impetraron del Papa un breve por el
que revocaba las facultades concedidas á D Diego; mas
éste no quiso obedecer, dice el P. Ramon, alegando
obrepcion cu la súplica, y así continuó la visita basta
darle fin. Volvió á España muy satisfecho de haber lle
vado á feliz término la árdua comisioD que le habian
confiado.
307
Agradecido el Rey, le nombró lugar- teniente del ca
pellan mayor de su real capilla, y poco después lo pre
sentó para el obispado de Mallorca. El Papa le negó las
bulas. Insistió el Rey en la presentacion, y entretanto le
nombró vicario general de la armada y del ejército que en
el año 1560 pasó al Africa á las órdenes del duque de
Medinaceli. Derrotada la armada. D. Diego quedó cau
tivo. Luego que pudo verse libre, dirigióse á Roma,
corrió á echarse á los piés del Sumo Pontífice sin mu
dar el hábito y traje de cautivo, dióle satisfaccion cum
plida de su conducta en la visita de los monasterios
de Sicilia, de tal modo que, admirado el Papa de su
celo, de su ingenio y elocuencia, y compadecido de sus
desgracias, mandó que le despachasen gratis las bulas
del obispado de Mallorca.
Felipe II agregó á su dignidad espiritual la de Vi-
rey de aquella isla. Finalmente, hallándose visitando de
real órden un convento de monjas en Barcelona, re
cibió la noticia de su promocion al obispado de Hues
ca. Tomó posesion el dia 30 de Noviembre de 1572. Ne
góse á jurar los estatutos y privilegio?, y sobre dife
rentes cuestiones, se suscitaron tan ruidosos pleitos entre
el obispo y su cabildo, que fué precisa la mediacion
de la suprema autoridad de la Iglesia. La muerte de
D. Diego, acaecida en Zaragoza, puso fin' á tantas dis
cordias. Su cuerpo fué sepultado en la iglesia del con
vento de Sanio Domingo de Zaragoza, en la capilla
de su amigo el duque de Villahcrmosa; de allí fué
llevado á la villa de Pedrola al sepulcro de los mis
mos duques; años despues, á instancias de D ' Gracia
de Arnedo,. sobrina suya, se trasladaron sus restos á
la iglesia del castillo de Torresecas, y últimamente, á
23 de Setiembre de 1613 fueron trasladados á la igle
sia de S. Salvador de Huesca, y de allí á la Cate
308
dral, en cuyo presbiterio se les. dió' sepultara. Los
que hacían misteiio de estas casualidades decian, se
gun el P. Ramon, que todavía despues de muerto, no
hallaba reposo.
6S. D. Peduo del Frago. —Natural de la villa de
Uncastillo, fué primero obispo uselense en Italia. Con
sumado doctor en Teología y muy versado en las le
tras latinas, griegas y hebreas, se distinguió por sn
vasta erudicion en el concilio de Trento celebrado en
tiempo de Pio IV.
Eu 1573, le nombró Felipe II primer obispo de
Jaca, y en 1577 le dió el obispado de Huesca, del que
tomó posesion el dia 30 de Octubre del mismo año.
Distinguióse por su celo en la fundacion del Semi
nario de Sania Cruz, el primero que se abrió en Ara
gon con arreglo á las disposiciones del concilio de
Tiento. Veló también cuidadosamente por la fábrica de
las iglesias parroquiales de S. Pedro, S. Lorenzo y San
Martin, aplicando para ello quinientos escudos en frutos
de las primicias pagadas por los feligreses; trabajó para
instituir y dejó, en efecto, instituida en la iglesia Ca
tedral la dignidad de Maestrescuela, á quien se adjudi
có la amplísima jurisdiccion civil y criminal, real y
pontificia que tenia el cancelario de la Universidad so
bre todos los graduados y matriculados, dotándose con
parte de las rentas del priorato de Bolea, desmembrado
de Monte -Aragon; sostuvo enérgica y satisfactoriamente
varios pleitos contra las pretensiones del cabildo de su
Iglesia; trasladó de Loreto á la Catedral las cabezas de
S. Orencio y de Sta. Paciencia; recibió con pompa y
solemnidad la reliquia de S. Lorenzo, mártir, que trajo
de Roma D. Juan de Olivito, dean de la iglesia de
Huesca, quien la pidió á Gregorio XIII ,con ocasion de
las reliquias que se mandaron al Eseorial, á súplica de
309
Felipe II; publicó, en 23 de Setiembre de 1582, la
célebre correccion del calendario, hecha de órden de
Gregorio XIII, y por fin murió casi repentinamente
en su palacio, sofocado por el tufo de un brasero mal
encendido, el dia 2 de Febrero de 1584, á los 85 años
de edad. Por disposicion suya, fué sepultado en la igle
sia del hospital de S. Andrés de su pueblo, la viila de
Uncaslillo. Es autor de un libro sobre diezmos y pri
micias, impreso en 1579 con el título de «Edicto doc
to inal y exortatorio;» lo es tambien de las «Ordenacio
nes para el Seminario conciliar» y de varios epigramas.
69. D. Mabtin Cleriguech.—Nacido de una noble
familia de la parroquia de S. Lorenzo de la ciudad de
Huesca, fué maestro en Artes, doctor en Teología y ca
tedrático de la Sertoriana. Ganó por oposicion una beca
en el colegio mayor de Valladolid, y de allí fué agra
ciado por concurso con el pingüe curato de Car
mena en el obispado de Toledo. Felipe II que queria
aplicar las rentas de aquel curato al monasterio del
Escorial, le presentó para el obispado de Huesca, en
Marzo de 1584, y tomó posesion el 14 de Noviembre
de aquel mismo año. Durante su pontificado sucedieron
los imponentes trastornos movidos por el antiguo favo-
rito del Rey, Antonio Perez. Al salir trescientos ciu
dadanos de Huesca al encuentro de los hugonotes bear-
neses que invadian el territorio aragonés, no conten
tándose con tomar una parte activa en las providencias
del municipio, con disponer una procesion general en
la que sacó el Crucifijo de los Milagros, quiso exponer
su vida en aras de la patria y (te su té. P.eunió á
todo el clero secular y regular, lo armó como pudo, v,
montando un caballo de guerra, se ponia al frente de
todos, cuando llegó la noticia de la derrota de los
herejes.

-
310
Murió con gran sentimiento de la ciudad ei 19 de
Noviembre de 1593.
Celebró un sínodo y varios capítulos generales para
determinar lo correspondiente á la liturgia. Su patria
le debe un luminoso escrito en el que demuestra que
San Vicente Mártir fué natural de Huesca; y las le
tras sus «Discursos sobre los fueros de Aragon.»
70. D. Diego de Monreal- — Nació en Zaragoza,
fué doctor insigne en Teología, colegial del mayor de
San Ildefonso en Alcalá y luego del de Oviedo en Sa
lamanca, en cuya universidad leyó Artes. Hallándose
allí, fué nombrado por el obispo de Segovia y de
Cuenca visitador de sus obispados, y, mis larde, ganó
por concurso la canongía magistral de Orense, siendo
al poco tiempo, nombrado canónigo de Id metropoli
tana de Zaragoza. El cabildo le envió á la corte de
Felipe II á fin de que, á nombre de aquella corpo
racion, reprobase los disturbios políticos promovidos por
Antonio Perez. Apreciando el monarca católico las pren
das de D. Diego, le dió el obispado de Jaca, y en
4594 le nombró para el de Huesca.
Ya en 28 de Agosto del mismo ¡mo celebró sí
nodo en su nueva iglesia, y durante el resto de su
vida se dedicó con santo ahinco á la prosperidad mo
ral y malerial de su diócesi. Piadoso y caritativo, con
el mismo santo celo estudiaba saludables reformas en
el hospital, que atendia á la fundacion del convento de
"^nüC-hÍDOS y alargaba su mano protectora á los agus
tinos aV £oreto. Pasó en busca de su perdida salud
á la villa de ¡Se¿2, y más tarde á Zaragoza, en donde
murió el dia 31 de Julio de 1607, habiendo sido se
pultado en la capilla do Santiago de la iglesia de San
Pablo, capilla fundada y dotada por el mismo.
311
Eu su sepulcro se grabó este epitafio:

D 0. M.
HIC JACET SEPULTOS DON D1DACUS
A MONREAL EPS. OSCENSIS. V1XIT ANN. LXX.
0BI1T D1E ULTIMA JULI1 ANN. DOMINI cío.
ix. Vil. ANIMA EJUS REQUIESCAT IN PACE.

Es digno de citarse el fatal azote con que Dios


castigó en 1599 el pueblo de Lopofzano, distante le
gua y media de Huesca. Una terrible peste arrebató á
la tercera parte de los habitantes de aquel lugar, y la
capital de la diócesi sólo pudo librarse del contagio
por la proteccion manifiesta del cielo y las saludables
medidas de incomunicacion dictadas por las autori
dades. •
71. Fr. Belenguer de Bardají.— Era natural de
Zaragoza, hijo de uno de los nueve electores del rey
D. Fernando 1, Justicia de Aragon, y de una bija de
los condes de Sástago. Muy jóven todavía tomó el há
bito de S. Francisco, esplicó muchos años Teología y
desempeñó con acierto el provincialato.
Presentóle el Rey para el obispado de Huesca, del
que tomó posesion en su nombre c! doctor D. Mar!1?]
Carillo el dia 13 de Abril de 1608.
Hallóse en el solemne recibimiento de las reliquias
de S. Orencio obispo de Aux. Sus más eminentes do
tes fueron una piedad ejemplar y un espíritu de cari
dad que brilló más y más durante aquella época cala
mitosa, el año 1614, en que el hambre primero y lue
go la peste arrebataron 1209 oscenses al cariño de
sus familias.
Marió en 20 de Diciembre de 161 S, y sobre la
312
negra losa que en la catedral cubrió sus cenizas, se
grabaron las síguientes palabras:
FRATER DON BERENGARIUS Á BARDAXI EPISCOPUS OSCENSIS,
OB11T DÉCIMO TERTIO KALEN. JANÜARII. ANNO M.DC.XV.

72. D. Juan Moriz de Salazab. —Nació en Valla-


dolid, en cuya universidad esplicó Cánones, despues de
haber sido aiumno de la de Salamanca. Felipe II le
nombró inquisidor de Aragon en 1592; en el año 1604
le nombró Felipe III obispo de Barbastro, y el dia
25 de Mayo de 1616 fué presentado para el obispado
de Huesca. La iglesia catedral le debe la capilla del
santo Cristo de los Milagros de quien era devotísimo.
Murió, llorado de todos, por su dulce carácter, el dia
de la Circuncision del año 1628.
73. D Francisco Navarro de Ecgüi.— Siendo te
sorero de la Santa iglesia de Tarazon}, fué nombrado
para la silla de Huesca en 1628; pero dificultades
que ocurrieron acerca de las pensiones anejas á la
Mitra retardaron algunos meses su posesion. Adornado
de todas las dotes de un verdadero prelado, fueron sus
virtudes puestas á prueba de una manera terrible. Como
el anciano Tobias perdió la vista, y hubo de nombrár
sele un coadjutor. Murió el dia 1." de Enero de 1641.
74. D. Esteban de Esmir.—Natural de la villa de
Graus en el condado de Ribagorza, fué catedrático de
Cánones en la universidad de Lérida, y era canónigo
de Zaragoza y consultor de la inquisicion cuando le
nombraron obispó de Castoria in parlibus, y auxiliar
de D. Francisco Navarro de Eugui con el derecho de
sucederle en el obispado. La sede le pertenecia pues
pleno jure, y se le dió la posesion sin dificultad el
dia 5 de Enero de 1641.
En la villa de Graus so hallaba en 1651, ocupado
SIS
en la construccion de un colegio de jesuítas en el
que invirtió muchos millares de escudos, cuando supo
3 ne la peste cruel hacia estragos en la capital de su
iócesi. Trasladóse inmediatamente en medio del pe
ligro, y allí, entre los aves de los moribundos, dió
el mayor ejemplo de abnegacion heróica.
«La peste, dice el P. Ramón, comenzó en Huesca
en el mes de Setiembre de 1651, y fueron tales y
tan rápidos sus progresos que el dia 17 de dicho
mes ya se habia prohibido en Zaragoza la comunica
cion con esta ciudad y dado aviso á las otras para
precaverse. Muchas familias y personas acomodadas se
ausentaron de Huesca luego que comenzó el contagio:
el colegio de Santiago se trasladó á Bolea: en la ca
tedral no quedaron sino 5 prebendados que continua
ron el coro y demás oficios divinos sin interrupcion.
En las calles de Poblacion y Barrio-nuevo es donde más
se enfureció la voracidad del contagio, pues consta que
se tomó la providencia de tapiar las bocas-calles por
donde se comunican con las otras, y sólo se permitía
;'i sus habitantes no apestados salir al campo, llevando
en la mano una caña de ocho palmos de longitud para
ser conocidos. En los pocos meses que duró la peste
murieron mas de mil y cuatrocientas personas.»
En este lastimoso conflicto hizo la ciudad Iros so
lemnes votos: ir en procesion todos los años, el domin
go ¡nfraoctavo de la Concepcion, á la iglesia de S. Fran
cisco á celebrar los divinos oficios; hacer igual proce
sion á la iglesia del hospital de Ntra. Sra. de la Es
peranza el dia de S. Roque; labrar una lámpara de
plata y dolarla para que pudiera arder perpetuamente
delante los cuerpos de S. Orencío y Sla. Paciencia en
la iglesia de Loreto, y finalmente construir un oratorio
en el sitio en que estuvieron escondidas las Formas
II
314
consagradas cuando las robó de la catedral una mano
sacrilega, é ir á ella todos los años, en procesion, el
dia de S. Andrés.
Así nos cuenta el P. Ramon el hecho á que se re
fiere este último voto:
«En la noche del 29 de Noviembre, víspera de S.
Audrés Apóstol, en que es grande el concurso en esta
ciudad con motivo <le la feria, un hombre perverso y sa
crilego robó de la capilla de la parroquia de la cate
dral el copon con las sagradas Formas, y lo ocultó en
un monton de estiércol junto £ la muralla. Pero, ¡bendito
sea el Señor y su inefable providencia! Al mismo tiempo
que manifestó su infinito sufrimiento, permitiendo ser
ultrajado de un modo tan execrable, hizo ostension de
su magestad y gloria enviando un resplandor milagro
so sobre aquel lugar inmundo en que estaba escondido
el tesoro de los cielos. Subiendo el campanero á la
torre, la mañana de San Andrés , á tocar á misa de
alba, vió el resplandor prodigioso: quedó sorprendido y
lleno de un pavor santo: bajó luego á la sacristía: re
firió la novedad á los que halló en ella : fueron todos
al sitio, deseosos de ver el misterio que encerraba uií
fenómeno tan peregrino, y llegando al reconocimiento,
vieron con asombro que el origen de aquellas luces so
beranas era el sagrado copon, ó mejor, el Sol de jus
ticia contenido en él...»
Se ignora el año en que sucedió el robo del sa
grado copon; pero, sí, consta que en 1648, el doctor
oscense don Juan Orencio Lastanosa construyó á sus
espensas una rica y suntuosa capilla para preservar las
sagradas Form.is de otro insulto.
Falleció /l. Esteban de Esmir, en su palacio, el
dia 81 de Febrero de 1654.
75. D. Fernando de Sada t Azcona.—Hijo de la
315
ilustre familia de los marqueses de Campo-Real fué ar
cediano de Daroca y dignidad de la iglesia metropoli
tana de Zaragoza. Estudió leyes y cánones en la uni
versidad cesaraugustana, en la que recibió el grado
de doctor en ambos derechos y de la cual fué rector
en el año 1630. En 1643, el cabildo le nombró vi
cario general del arzobispado en Sede vacante.
Tomó posesion del obispado de Huesca, para el
que fué presentado por Felipe IV, en 31 de Diciem
bre de 1655.
Fué posteriormente diputado del reino y vivió lar
gas temporadas en Zaragoza.
Murió en su palacio episcopal el dia 5 de Marzo
de 1670, y sohre su sepultura, en el presbiterio de
la Catedral, se grabó la inscripcion siguiente:
Jímus. D. D. Ferdinandus de Sada el Azcona Epts-
copus Oscensis.
76. Fb. Bartolomé de Foncalda.— Retirado d«sde
sus mas tiernos años en el convenio de agustinos cal
zados de Zaragoza, habia hecho admirables progresos
en la virlud y en los estudios. Esplicó Filosofía y Teo
logía en su órden y en la universidad cesaraugustana
de la que fué catedrático de vísperas. Fué prior de
los conventos de Zaragoza y Huesca, dos veces pro
vincial, y el tribunal de la Inquisicion le honró coa
la cruz y el título de calificador.
Se le nombió obispo de Jaca en 1652, y en 1670
se le trasladó al obispado de Huesca, del que tomó
posesion el 31 de Enero de 1671. Su gobierno fué
pacífico, pues decia, con S. Pablo, que los obispos
no han de ser litigantes....
Murió coq sentimiento general el 28 de Febrero
de 1674.
116
77. D. Ramon de Azlou. —Hijo de los condes de
Guara, hoy duques de Villahcrmosa, fué el último dean
de la iglesia del Salvador de Zaragoza. Su hermano,
el canóuigo D. Pedro Azlor, tomó, en su nombre, po
sesion del obispado de Huesca, el día 6 de Setiem
bre de 1077.
Este prelado residió muy poco en su Iglesia por
hallarse ocupado en las córtes y en otros negocios pú
blicos. Murió en Huesca, el 7 de Setiembre de 1685.
78. D. Pedro de Gregorio y Artillon. — Doctor en
ambos derechos, tomó la beca en el colegio imperial
y mayor de Santiago, y obtuvo varias cátedras de cá
nones.
Por su mérito fué agraciado -con el vicariato de
Madrid, habiendo sido ántes racionero de la iglesia del
Pilar de Zaragoza. Nombrado canónigo de Zaragoza, y
obispo Trivicense en el reino de Nápoles, de cuyos car
gos no llegó á tomar posesion, y siendo todavía vica
rio de Madrid, Cárlos II le presentó para el obispado
de Huesca, al morir D. Ramou Azlor.
Llevó con celo las cargas del pontificado, celebró dos
sínodos y fué diputado del reino. Finalmente, entregó su
alma al Creador el dia 8 de Agosto del año 1707. So
bre la losa de su sepulcro, en el presbiterio de la Ca
tedral, se grabaron su figura, sus armas y la inscrip
cion siguiente:

lllmus. ac Rmus. D. D. Peírus á Gregorio et An-


tillon Terticen. Episcopus, Oscensem rexit episcopalum
aunos XXI. Obiit die 8 Angustí auno 1707.

79. Fu. Francisco Garcés de Marcilla. — Esle pre


lado, hijo de una noble familia de Teruel, hizo su car
rera literaria en el insigne colegio de Rolonia; pero, de
317
sengañado temprano de la vanidad de este mundo, to
mó el hábito de la Orden de los mínimos.
Provincial ya á los treinta y seis años, trasladó su re«
sidencia á la Córte, en donde fué predicador de Cárlos II,
calificador del supremo tribunal de la Inquisicion y de
sus juntas secretas, y visitador general de las librerías
de España. En el año 1699 el Rey \e nombró obispo
de Barbastro, y en 1798 lo trasladó Felipe V á la igle
sia de Huesca." de la que el dean de Barbastro, Don
Gonzalo Aniñon, tomó posesion en su nombre, el dia
II de Diciembre del mismo año.
Distinguióse sobre manera en la guerra de sucesion
por su fidelidad á Felipe V; por k) que este rey le
nombró gobernador de Aragon y juez del real erario.
Con este motivo residió algun tiempo en Zaragoza.
Sus enfermedades le obligaron á ir á las aguas mi
nerales de Arnedillo, en donde murió repentinamente el
dia \h de Julio de 1713.
80. D. Pedho de Padilla.— Nacido en el pueblo
de Alhama, bizo los estudios gramaticales y filosóficos
en Calatayod, y cursó la Teología en la universidad de
Zaragoza, en ha que recibió el grado de doctor. Fami
liar y tpólogo de cámara del arzobispo Palafox, le acom -
pañó á Palermo y más tarde á Sevilla, siendo su con
sultor mas íniimo y de la mayor prudencia.
En el mes de Diciembre de 1708 Felipe V le nom
bró obispo de Barbastro, y en 1714 le trasladó á la
Sede de Huesca, de la que tomó posesion cu su nom
bre el dean D. José Latre, el dia 18 de Noviembre
del mismo año.
Espléndido en todo lo concernicnte al culto di
vino, regaló para el ara mayor de la Catedral un ri
quísimo frontil de plata con primor labrado; verifi
có la iglesia de la Virgen de Salas, y envió dos mng-

"
318
nfficos relicarios de piala á la iglesia de Alhama. Ver
dadero padre de los pobres, llegó á dar al hospital su
coche y sus muías.
Sus virtudes fueron finalmente á recibir un glorioso
premio en la vida eterna, el día 24 de Octubre de
1734, á los 88 años de su edad.
81. D. Lucas Cuartas, Castro t Oviedo.— Natural
de la Mancha y alumno de Salamanca, fué algun tiem
po inquisidor de Llerena, hasta que en 1730 Felipe V
le nombró abad de la iglesia colegial de Santander, de
donde le trasladó al obispado de Huesca. Tomó pose
sion de su nuevo cargo el día 8 de Octubre de 1735,
y murió trece meses más larde, el dia 1.° de Diciem
bre de 1736.
82 Fr. Plácido Baylés y Padilla.— Jóven todavía,
tomó en Sevilla el hábito de la Orden de San Agus
tín. El favorable concepto con que bien pronto todos
le distinguían, le mereció el provincialato de An
dalucía.
Más larde, Felipe V le nombró para el obispado
de Huesca, del que tomó posesion el 2 de Mayo de
1738; pero en 1743, fué promovido por sus rele
vantes prendas al obispado de Palencia, uno de los
mas ricos de España, en el cual vivió muy poco.
88. D. Antonio Sánchez Sardinero. —Nació de una
humilde y honrada familia de labradores en Talavera
de la Reina, arzobispado de Toledo.
Despues de su carrera literaria, precedido ya de
la fama de su virtud y saber, consiguió que Felipe V
le nombrára su capellan de honor, luego su predicador
y mas tarde tesorero, dignidad de la iglesia metropo
litana de Granada.
No lardó en distinguirse en Granada por su elo
cuencia y las bellas prendas que le adornaban. El
319
Rey le presentó para el obispado de Huesca, del que
tomó posesion el dia 17 de Enero de 1744.
Dedicóse desde luego á reprimir toda clase de abu
sos y á morigerar al clero y á todos sus diocesanos
por medio de la predicacion y de santos ejercicios
espirituales. Con su claro talento, comprendió en bue
na hora que el más poderoso medio para reformar la
sociedad es una educacion bien entendida. Creó pues
y dotó dos escuelas gratuitas, una para niños y otra
para niñas pobres de la diócesi, encargando la ense
ñanza de estas últimas á las religiosas del beaterio de
Santa Rosa de Lima de la tercera órden de Santo
Domingo.
Renunció la Mitra de Plasencia y el arzobispado
de Zaragoza para consagrarse enteramente al bienestar
de la grey que el Señor le habia confiado.
Emprendió y llevó felizmente á cabo una nece
saria reforma en la planta de los encargados del culto
en la Catedral, racioneros, canónigos y dignidades; es
tableció escalafon en el ascenso de los curatos; tomó
saludables medidas sobre el régimen de los estableci
mientos públicos, particularmente en lo concerniente
al hospital que supo poner en el estado que recla
maba la caridad y h decencia: en una palabra, su
celo era inagotable y su prevision extrema, pudiendo
decirse de este prelado que fué uno de los mas ricos
florones de la iglesia oscense.
Murió, llorado de propios y extraños, el dia 5 do
Mayo de .1775.
Habia dispuesto que lo enterrasen en la capilla de
San Gerónimo, que él habia renovado, con el epitafio:
Terra caduca, vale: Vermes, salvele: fíeqvicscam. Y así
se hizo. Cubrió su sepulcro una lápida negra con tres
mitras de alabastro rebutido, una tn la cabecera con
320
la inscripcion: Oscensis dilecta, y dos á los piés con
las palabras: Cmaraugustana rejecta. Placentina (¡especia,
Y en medio el epilafio:

Hl/nus. D. D. Antonias Sanchez Sardinero Episcopus


oscetisis, obiil die o Maji anno M.D.CC.LXXV. et hos
ápices sculpere mandavit: Terra caduca, vale: Vermes,
salvete: Requiescam.

En liempo de esle prelado floreció el doctor Don


Vicente Casulla, hijo de esta ciudad, catedrálico jubi
lado de leyes, canónigo, maestrescuela y vicario ge
neral de la diócesi, á quien se debe el magníQco
templo de S. Vicente Mártir, en el sitio en que se
gun la tradicion nació el santo.
81. 1). Pascual Lopez y Estain. — Nació en Santa
Olaria de la Peña, lugar poco (lisiante de la ciudad de
Huesca, de una familia de acomodados labradores. To
mó, durante sus estudios, la beca en el colegio impe
rial y mayor de Santiago, y graduado más tarde de
maestro en Filosofía y de doctor en Teología en la
universidad sertoriana, obtuvo cátedras en ámbas facul
tades, y últimamente la de Escritura.
Canónigo desde algun tiempo y vicario general de
la iglesia de Huesca, fué, en 175o, nombrado obispo de
Jaca por Fernando VI. Su vida apostólica presentó un
verdadero recuerdo de los obispos de la primitiva
Iglesia.
Siendo obispo de Jaca, acudió á Zaragoza para re
cibir á Cárlos III, cuando de Nápoles vino á tomar po
sesion de la corona de Espaí>a.
Formando el Itey un alto concepto del prelado ja-
quense, le nombró obispo de Cuenca, y, habiendo dimi
tido, le dio el obispado de Huesca vacante por muerte
321
de D. Antonio Sanchez Sardinero. Tomó posesion de su
nuevo cargo el día 2i de Junio de 1776, á la edad
de 69 años; pero lleno, no obstante. de actividad y
siempre con ánimo superior á sus muchos padecimien
tos físicos.
En 1783, cargaron sobre su ancianidad tantos acha
ques que, no pudiendo desempeñar por sí mismo el
ministerio pastoral, nombró gobernador de la Mitra á
su sobrino D. Agustín Lopez, vicario general, doc
tor, arcediano de Scirablo y dignidad de la iglesia
de Huesca, dando el cargo de visitador del obispado al
doctor D. Lorenzo Lopez, canónigo hermano del pre
cedente. Desde entónces se dedicó exclusivamente al
negocio de su salvacion eterna.
Finalmente. purificada su alma en la santa resigna
cion, dió el último suspiro el dia 13 de Octubre de
1789 á los odíenla y dos años cumplidos de edad. Fué
sepultado en la capilla de S. Andrés de la iglesia Ca
tedral, grabándo«e en la lápida que habia de cubrirle
la inscripcion siguiente:

Jacel híc lllmus. D. D. Paschasius de Lopez et Estaun,


virlutum, et lüierarum gloria insignia; Publicas in Serlo -
riona sacro? Pagino? Professor, Cunonicus, rt Episcopus Os-
censis, Jaccensis antea, dimissaque Conchensi, docuit, scrip-
sit, nimisque laboravit, ac detmtm in animarían salute
procurando defaligatus, obiil pridic idus Oclobris atino
M.DCC.LXXXIX. cetatis suoe LXXX1I. Vixil in Pouti-
ficatu annos XXXIV natura? diu, Patria? parum, Gloria:
semper.

Escribió algunas obras, de las que sólo se publi


caron las vidas del canónigo D. Pedro Lopez, lio suyo,
varon eminente que dirigió los primeros años de su
m
carrera, y de la sierva de Dios Maria Maza, naturaí
de Arasqués.
85. D. Cayetano de la Peña t Granda. —Nació
en Madrid de una familia de noble linaje. Estudió en
Toledo y más tarde en Valladolid y en Avila. Fué vi
cario general del obispo de Ceuta, y algun tiempo des
pues visitador y juez eclesiástico de Madrid, y últi
mamente vicario, en la córte, del arzobispado de Toledo.
En aquel distinguido y delicado puesto se bizo acree
dor al obispado de Huesca para el cual le nombró Cár
los IV en el mes de Febrero de 1790. Consagrado, en
Madrid por el cardenal Lorenzana, hizo su entrada
pública en Huesca el 17 de Octubre del mismo aña
1790.
Muy celoso de las preeminencias de su dignidad,
consiguió que, contra costumbre, se le pusiese dosel cu
el presbiterio de la catedral; que se declarase á favor
de la parroquia de Santa Engracia de Zaragoza la per
tenencia de la nueva poblacion del canal real en el
término de Miradores, y ganó en la Audiencia una pro
vision para visitar las cuentas delos Obreros de la par
roquia de S. Pedro el Viejo, quienes jamás las habian
dado.
Su carácter fué el desinterés, la generosidad y la
magnificencia en el Ireo de su palacio.
A fines de 1792, cuando la revolucion francesa
obligaba á millares de sacerdotes á buscar su salvacion
pn España, Italia, Alemania é Inglaterra, llegaron á
Huesca en pocos dias hasta ciento cincuenta. El prela
do oscense los recibió con las atenciones debidas á la
desgracia, trinando luego con el cabildo de formar un
fondo para socorrerlos. Así se hizo, á imitacion, sin
duda del año 1569, en que se refugiaron en Huesca
muchos sacerdotes católicos del principado de Beame,
MI
que se libraron de la persecucion promovida por la
reina Juana, madre de Enrique IV.
Murió el día 15 de Octubre de 1792, á los cua
renta y nueve años de edad. Eran tañías las obras y
reformas que babia puesto en planta, tantos los gastos
sufragados, que ni los expolios de la Mitra, ni los bie
nes que trajo al obispado fueron bastantes á cubrir las
deudas que dejó á su muerte, habiendo sido preciso
vender hasta su pontifical, y quedando su sepultura sin
lápida ni inscripcion alguna.
86. D. Juan Francisco Ahmada y Aratjjo. —Hijo de
una ilustre familia de San Salvador de Arnoya (Orense),
fué presentado para el obispado de Huesca en el mes
de Febrero de 1793, despues de haber sido durante
20 años maestrescuela de la caledral de Orense. Con
sagrado por el cardenal Lorenzana en la iglesia de las
Salesas de Madrid, varios asuntos debieron detenerle en
la córte hasta el dia 4 de Junio 1794 en que entró
por primera vez en su obispado.
Su vida fué ejemplar; su muerte santa.
87. D. Joaquín Sánchez Cutaisda. — En 1798, cuan
do la revolucion francesa llegaba casi al parasismo de
su terrible agonía, ocupó la Sede osecnse el distinguido
Sánchez Cutanda. Difíciles eran aquellos tiempos: las
exageradas ideas que llegaron á arrancar de su sólio
al bondadoso Pio VI, amenazaban' invadir la Europa
entera. El prelado osecnse supo estar á la altura de
su mision.
Por otra parte las cuantiosísimas rentas de la Milra
le permitieron rodearse de toda la esplendidez propia
de un príncipe de la Iglesia. Nunca como entónces pu
do un prelado ser tan fastuoso: el palacio episcopal fué
una mansion verdaderamente régia, y el prelado pudo
adquirir un prestigio extraordinario.
Murió en 1809, cumulo la guerra napoleónica tenía
convertida la península en un palenque de béroes, don
de la sangre se derramaba á torrentes.
88. D. Eduardo Saenz de la Guardia. — Despues
de diez y seis años durante los que la Iglesia oscense
gemia en triste orfandad (1), fué elevado á la silla
episcopal de D. Eduardo Saenz, que habia visto su luz
primera bajo el templado cielo de la fértil Rioja. To
mó posesion en 1815; y entendido cuanto rígido ca
nonista, distinguióse, durante su pontificado, por la exac
titud con que quiso se llevaran siempre las prescripcio
nes de la disciplina eclesiástica.
Bajó á la tumba llorado por su grey, en 183?.
89. I). Lorenzo Ramo de S. Blas. — Procedente de
Valencia, tomó posesion de la silla episcopal de Huesc*.
en 1833, siendo general tJe las Escuelas-Pías. Profundo y
distinguido teólogo, su voz elocuente babia encontrado el
secreto de penetrar en el fondo del corazon, cuando, con la
frecuencia de costumbre, resonaba por el sagrado templo.
Muchísimos oscenses recuerdan todavía sus escelen-
tes dotes, su santa uncion, su piedad acendrada y todas
las relevantes cualidades que le distinguían.
- Entregó su bella alma al Criador en 1 8 15.
90. D. Pedro José de Zarandu y Exoara. —Aunque
ordenado de sacerdote este ilustre navarro, dejóse llevar
del mas laudable patriotismo, y, como partidario de las

(i) No hemos querido citar en el catálogo de los obispos oscenses


el nombre dul intruso P. Santander. Nombrado obispo de Huesca por
los delegados do N ipoleon I, entró en la capital de su pietendida diocesi
escollado por las fuerzas del general París. Mal recibido, subio al pul
pito de la cat tira! y predicó sobre el tema: Dad á Dios lo que e$
de Dios y al Cesar lo que es del Cesar. Estas palabras, cu su boea.
parecieron un verdadero sarcarmo. Poco después, abandonaba la ciudad
con el general qae le 'habia escoltado. *
325
glorias española?, sufrió en el extranjero un honroso
cautiverio. Volvió cuando las águilas imperiales, ame
drentadas y heridas de muerte, huían ante nuestra
bandera nacional.
En 1815 fué agraciado con una canongía de la
catedral de Jaca.
En 1833 se le confirió una canongía en ia cate
dral de Calahorra.
En 13 de Setiembre de 1847 fué nombrado para
el obispado de Orense.
Eu 10 de Mayo de 1851 fué trasladado á la silla
episcopal de Huesca.
Era la providencia de los pobres, el ángel de la
caridad,— nos dice su ilustrado biógrafo, el jóven sacer
dote oscense D. Vicente Cardereru.—Sin hablar de sus
limosnas secretas, de la generosidad y santa dulzura
con que acogía á cuantos necesitados se le acercaban, ó
que buscaba por sí mismo, consideramos suficiente re
cordar lo que todos han visto, los cuantiosos y fre
cuentísimos donativos y el constante celo con que pro
curó los adelantos de los establecimientos de beneficen
cia, y el fomento de las asociaciones caritativas en la
capital y en la diócesi, porque á todas partes se e»-
tendia su amorosa solicitud... .
Exhaló su espíritu, en medio de las bendiciones de
sus querido* y desconsolados diocesanos el dia 24 de
Marzo de 1861.
91. D. Basilio Gil Bueno.—Nunca mejor que al
hablar del ilustre prelado que con tanto acierto diri
ge la iglesia oscense, puede citarse el precepto del
Eclesiástico: Ante mortem ne laudes.
Apartado desde largos años de la diócesi de Si-
güeuza— en la que v^ la luz primera, —para desem
peñar con brillantez ll cargo de dean de la caledral
326
de Barbastro, hubieron de merecer sus relevantes mé
ritos y su ilustracion que la Reina tratára de elevarle
¿ la silla vacante por muerte del ilustrísimo Zarandia.
El juicio desus hechos pertenecerá pues á su biógrafo,
la alabanza de sus altas dotes á cuantos le sobrevi
van, y el premio de sus glorias y de sus virtudes
sólo a Dios.

XXXVI.
San Pedro el Viejo.

Despues de haber visitado el primer monumento


religioso de la ciudad; despues de haber admirado los
bellos cuadros de la historia de la Iglesia oscense
con la simple inspeccion del catálogo cronológico de sus
esclarecidos prelados, justo nos parece rendir el tri
buto de nuestro bomenage á la antiquísima iglesia de
S. Pedro, cuyo pavimento no poede pisarse sin recor
dar con emocion las mas grandes y trascendentales re
voluciones de nuestra patria.
Aquella iglesia de arquitectura cristiana; sagrado re
cinto donde por largos siglos se conservó inmaculada
la fé de nuestros padres; aquella iglesia cuyo sombrío
y caprichoso cláustro recuerda una de las mas intere
santes epopeyas de la historia aragonesa, merece un sa
ludo afectuoso del viagero, una wacion del alma cató
3S7
Üca, un suspiro del poeta y la atencion del que vive
entusiasmado en los recuerdos del pasado.
/Triste retiro del acongojado mozárabe enlutado se
pulcro del incomprensible y taciturno Monje, yo te
saludo!
Tambien ha sido bellamente descrita la iglesia de
San Pedro el Viejo.
«Sólo realza su humilde esterior una maciza torre
sexágona que, en tiempo de Ainsa, se elevaba 168
palmos hasta las primeras almenas, sobre la cuales se
asentaba un hermoso capitel de 56: truncada ahora á
más de una milad de su altura, sin adorno y sin re
mate, conserva una ruda magestad que la asemeja al
torreon de homenage de un castillo. Su ancho pié en
cierra una pieza tambien sexágona con arcos y colum
nas bizantinas, que sirve de ante-sacristía, y comunica
con el presbiterio por medio de una puerta adornada
de labores del mismo estilo. Desde que los mozárabes
adoraban allí en pobre templo la Cruz, único consuelo
de su esclavitud; desde que en los años inmediatos á la
conquista lo ocuparon y reedificaron sin duda los be
nedictinos, alternando en sus cantos y oficios con los
clérigos que mantenían, y coaservando al edificio el
doble carácter de parroquia y monasterio, grandes vi
cisitudes y reformas ha experimentado aquella iglesia bi
zantina. La cal ha revesiido hasta el mas recóndito
ángulo de sus pardos muros; las gruesas columnas que
dividen su nave principal de las laterales han sido des
mochadas para dar mus ensanche á aquella, debilitando
al par que desfigurando la construccion primitiva; la
cuadrada cúpula que cobija su presbiterio presenta ta
piadas sus cuatro claraboyas que, aunque de fecha más
reciente, enviarían una luz ménos chillona que la que
penetra esclusivamente por las naves laterales; el re
318
tibio mayor consagrado en 1211 por el arzobispo de
Tarragona, y cuyo aspecto, segun Ainsa, era de por
sí una prueba de antigüedad, fué reemplazado por el
actual en 1603. Ocupa los piés de la iglesia un coro,
cuya sillona pagada por el prior D. Juan Cortés á
principios del siglo XVI, conserva aún el gusto gótico
con sencillez y elegancia.
En una capilla decorada con cimborio, descansan
sobre un arco encima del retablo en el fondo de una
especie de galería, los santos Justo y Pastor martiri
zados en Alcalá de Henares por órden de Daciano.
Venerados con fervor en su patria basta la irrupcion
sarracena, perdióse en aquel trastorno su memoria; y
de pronto aparecen hácia el siglo IX en el valle de
Nocito dentro de la cueva de un santo ermitaño lla
mado Urbicio, que, ni aun en muerte, quiso separarse
de ellos. En Nocito permanecieron, acrecentándose con
el tiempo y con los límites del reino la devoción de
los fieles y la santa codicia de los paises vecinos, al
canzando la catedral de Narbona parle de sus reli
quias de Ramiro II. Ménos feliz Alcalá su patria, des
pues de agotar los medios de negociacion y de sus
traccion oculta ó violenta, vanamente intentados para
recobrar su perdido tesoro, alcanzó por mediacion del
Rey y del Pontífice parte de sus huesos en 1568. Se
tenta años ántes, en 1499, si hemos de creer á Am
brosio de Morales, habian traido los dos cuerpos á
Huesca siete bandidos que los robaron de Nocito por
encargo del arzobispo de Zaragoza, y que 9 turdidos
con su sagrado botín, en medio del clamoreo de las
campanas de S. Pedro que por sí solas tañían á mi
lagro, los entregaron á su prior 6 cura, á cuya ju
risdiccion desde ántes de la conquista pertenecía por
donacion de Sancho Y la primitiva residencia.
329
Anídase la lobreguez en el inmediato cláustro, única
memoria legada á la parroquia por los monges que
la poseyeron; señoras del recinto las tinieblas sólo ce
den por algunas horas el puesto á un pálido crepús
culo, amigo del silencio y propicio á las sombras de
los finados que allí yacen; los rayos del sol, estre
llándose en el tabique que á escepcion de un estre
cho semicírculo tapia sus arcos bizantinos, no calientan
el húmedo suelo desnudo de baldosas; y jamás la luz
de mediodía y el cielo de primavera se reflejan en
aquellos pardos muros y en el bajo lecho de made
raje que cubre en declive sus alas. Y, como si no le
bastaran las injurias del tiempo y su ancianidad de
«ieíe siglos, viejos enseres y muebles de iglesia obs
truyen por dó quiera su tránsito, montones de escom
bros cubren hasta 'arriba los sepulcrales arcos que sin
duda cobijan urnas é inscripciones, y hasta el capricho
de albañiles y sacristanes dispone ántes de sazon de
la memoria de los difuntos que compraban un sepul
cro con una herencia, y anejaban sus bienes al suelo
que encerraba su cadáver. Entónces el brillo de la
gloria humana y las bendiciones de Dios, la proximi
dad de un monarca y las oraciones de los cenobitas,
todo contribuía á consagrar aquel local venerado, la
pureza de su arquitectura lo realzaba, y sus columnas
ostentaban desembarazadamente y á la luz del día los
adornos y figuras de los capiteles casi ocultos en la
actualidad. ¿Logrará su objeto de restaurar el cláustro
monumental de S. Pedro algunas de estas comisiones
artísticas, sin proteccion y sin fondos, cuya formacion
es el achaque del siglo XIX, y el único y estéril ho-
menage rendido á lo pasado por nuestros gobernantes?
Respeto infunde, despues de lanzar una mirada al
antiquísimo relieve de la adoracion de los Reves colo
22
330
cado sobre la puerta que dá paso á la iglesia, desalojar
palmo á palmo las sombras, y á la luz de uoa vela,
cuyas oscilaciones agrandan y dán movilidad á los ob
jetos, descifrar letra por letra las gastadas inscripciones
que á mano izquierda lapizan el muro. Profundas ca
pillas pobladas de sepulcros, aunque obstruidas por mue
bles é iluminadas apénas por una rendija, ocupan toda
el ala inmediata, seguida de otra que presenta una
serie de nichos sepultados bajo escombros. Sólo en uno
de ellos aparece una urna gigantesca sostenida por
leones; en un relieve encima de la inscripcion, dos
ángeles sostienen una alma de infantiles formas que
con las manos ¡untas parece volar al cielo: aquel es
el sepulcro de Ramon Perez, en medio de otras dos
inscripciones de Martin y de Milita de Val (1). Dis
tingüese, entre las capillas, la más cercana á la igle
sia, de capiteles y bóveda bizantina, dedicada á S. Bar-

(1) No copiaremos mas inscripciones que las que nos fue dable ver;
Aynsa trae algunas más, sin mencionar otras quitadas para renovar las
capillas o borradas por el tiempo. '
A mano izquierda del que sale de la iglesia se leen las siguientes.
Cal. Octobris obiit ilmtrisimus Bonet, ara M.CCLXV (1227).
Sexto idus Oclobris obiit Forcius de Tena, ara MCCLXXXVII (ÍU1).
XI Cal. Octobris obiit Domnus Michael Petñ ' Romei Jurisperitos,
tujus anima in pace requiescat, anno Dom. MCCXCI.
A continuacion es de notar una larga inscripcion pintada, cuya pin
tura ha saltado i trechos-, consiste en una memoria de fundaciones y de
aniversarios, hecha en 1299, en la que se habla del Miguel Perez Romeo
de la lápida anterior y de otros de su familia. La primera cláusula
recopilando ingeniosamente el testamento de Jesucristo, dice: Actor ipte
pietatis Dnus. J. C. testamentum suum faciens, discipulis suis reliquit
paccm, Apostolis persecutionem, lalroni paradysum, Virgini paranymphum.
Judaeis corpus, crucifixoribus vestem, et cum non haberet ulterius quid
rtlimjueret, ¡argitus est nobis suam deitalem. etc. •
Siguen en la misma ala del claustro tres lápidas ríe obreros de la par
roquia, y tras ellas un Crucifijo de relieve.
III Nonas Martii obiit Deodatus operarius cera MCCXXXV1 (1198).
—Vi tal. Angustí, obierunt Wus. operarius etvxor ejus Amalia quo-
331
tolomé cuyo antiguo retablo ocupa el fondo, capilla te
mida de los espíritus infernales, alivio de los ende
moniados, y testigo, segun viejas memorias, de los más
espantables conjuros. Los dos sepulcros de sus lados
encierran el periodo de la vida monástica en aquel edi
ficio durante cuatro siglos: la magestuosa efigie tendida
sobre una turaba de alabastro, con el báculo y el li
bro en la mano y dos ángeles á los piés, representa á
Bernardo Zapila, rioo en virtudes, último prior del mo
nasterio en tiempo de los reyes católicos que seculariza
ron el priorato; miéntras la urna romana de mármol,
decorada con gentílicas figuras, conserva los despojos
del coronado monge que revistió de nuevo sus hábitos
en aquella capilla, cambiando el trono por la silla de
coro, y un pueblo por un monasterio. El que espere
bailar sobre su túmulo severos emblemas ó ruda sen
cillez, preguntará: ¿qué significa aquel busto dentro de
un medallou sostenido por dos génios, aquellos dos cu-
pidillos á cada lado, aquella ninfa y aquel anciano con
mitológicas insignias? Los incultos contemporáneos de
Ramiro II ningun lecho de descanso mejor bailaron pa
ra su príncipe que ese sepulcro de la antigua Osea
respetado por godos y sarracenos, y destinado sin du

rum animee reqúiescaní in pace.—Vil idus Octnbris obüt Guiüermvt


operarius sacerdos, cera MCCXCV (1257).
En la orla del sepulcro de Zapila dentro de la capilla de S. Bar
tolome, se lee: Bernardus Alter Zapila jacet viuens. sancti Petri prior:
deveiio, vita, (idesque, speculum religionis. El de Ramiro II carece de
inscripcion.
La del sepulcro de Ramon Perez está muy bien conservada, y dice:
/// cal. Murtii obüt Raimundus Petri, cera MCCLXXXIX Í1251). A
cada lado se ven estas dos: Mense Augusti obüt Martinus de Val anima
ejus requiescat in pace, cera MCCXLVI (1208).—// idus Junii obüt
domna Milita de Tal, anima ejus requiescat in pace, otra MCCLXXXI
(1243).
332
da en su origen á pcrsonage consular ó á delicada ma
trona. ¿Quién diria al profano arlista, que trabajaba pa
ra un rey, para un rey de la raza bárbara del Norte
dos veces conquistadora, para un rey pontífice como
los emperadores de Roma, pero humilde adorador de la
Cruz que ellos pisoteaban?
Despierta tú que duermes envuelto en pardo burel
bajo esta losa, sin tu querida espada tan temible acaso
en manos de Lope Juan su primitivo dueño, y dón de
Jos mongos de S. Salvador de Le\re á lí monge rey,
que basta el siglo XVI permaneció contigo en el se
pulcro (1). .Pasea el sombiío cldustro testigo de tus me
ditaciones durante los quince años que sorueviviste á tu
reinado; y dínos si el cetro se te encapó, ó si lo abdi
caste gozoso. ......
En estos cláustros que le recordarían los de S. Pon
do de Tomeras, allá en Languedoc, donde se deslizó
tranquila tu edad florida, y de donde saliste para ocu
par sucesivamente las sillas episcopal. s de Burgos. Pam
plona y Roda, se te presentarían como un sueño los
tres años calamitosos en que ceñiste corona, y acaudi
llaste ejércitos y Armaste tratados; y serian para tí una
pesadilla aquellas jornadas de ansiedad por las monta
ñas mientras el emperador de las Castillas ocupaba tus
principales ciudades, y aquella nocturna salida de Pam
plona, huyendo del rey navarro, que en el momento de
llamarte padre te tendia asechanzas. Dínos por fin si es
cierto que ía memoria de tu escesivo rigor le atormen
taba, y que, al condensarse las sombras en los corre
dores, desfilaban ante tí quince troncos ensangrentados
con su cabeza entre las manos, y que le estremecias

(1) Al abrirse su sepullura en 1579, se llevo esta historica espa


da Blasco de Axlor, señor de Panxano.
333
al son de la campana, pensando en la terrible que hi
ciste resonar en Aragon y que trasmite aún tu nombre
á la posteridad (1) -
Al celoso gefe político de Huesca é ilustrado lite
rato Sr. D. Eugenio Ochoa debe el curioso cláustro de
San Pedro el Viejo ' ser depositario de los restos de
D. Alfonso el Batallador, que indudablemente se habrían
perdido entre los escombros de su sepulcro, como se
perdieron mil preciosidades contenidas en el célebre mo
nasterio de Monte-Aragon (2).
Felizmente tambien para las glorias aragonesas, la
magnífica obra de D. Valentín Carderera titulada «Ico
nografía española» nos ha trasmitido un elegante y fiel
diseño de aquel sepulcro que pudo copiar, ' árHes de la
desamortizacion del monasterio y alcázar levantado por
Sancho Rsmircz. Oigamos la descripcion que el mismo
nos hace:

(i) Cuadratín: Bell, de Arag.


(2) Lafuente, Ortiz d<i la Vega y con ellos lodos los historiado
res y ansiólas de nuestros dias manifiestan dudas aeeica det lugar en quo
fue enterrado el insigne D. Alfonso el Batallador, poniendo en leta de
juicio los asertos de Zurita y Curibay. Debemos confesar, sin embargo.
que los citad jS escritores que, sin dula, han prestado alguna atencion
á las fábulas »le que fue objeto la muerte úA Batallador, no han tenido
quizás á la vista 6- han juzgado demasiado severamente un privilegio.
exh'bido por el P. Fr. Ramon d.j Huesca y otorgado por D Alfonso II
«por et amor de Dios, .por la remision de sus pecados y por el alm.i
de «u tio el rey D. Alfonso que deicama en la i;/!esia de Jesus Na
zareno de Monte -Aragon:* et anima; regís AJcfvnü, qui in wc lesia
Jesu Nasareui Monih Amgonis requiescit. Kue firmado el año 1173, en
presencia de Esteban, obispo de Huesca, Pedro, obispo de Zaragoza, Juan,
obispo de Ta razona y diez y ocbo ricos -hombres. Otro documento ori
ginal del mismo archivo del Monasterio viene en corroboracion de lo
mismo. Es una donación de D. Ramiro II, el Monge, en -1151. con rl
fin de que ardiera perpetuamente una lámpara ante el altar de Jesus
Nazareno y se alimentase á un pobre en sufragio del aloia de su her
mano D. Alfonso.
331
«Este sepulcro — dice el ilustrado artista — es de pie
dra y presenta bien el estado de la arquitectura robus
ta y austera del siglo XII como el monarca á quien
se destinó. Su decoracion de arcada» conserva la dis
posicion tradicional de los sarcófagos cristianos de Ro
ma de los siglos V y VI, manifiesta filiacion de los de
la Roma pagana, imitndos en los túmulos de lujo en
casi toda la edad media, prolongándose su uso hasta el
segundo renacimiento de las artes. Seis columnas harto
groseras en cada uno de sus lados mayores sostenían
cinco arcadilas angreladas que, á pesar de su tosca
robustez producian muy buen efecto, así como las en
jutas ó espacios que entre una y otra arcada atenua
ban lo macizo de éstas- con unas rosetas rehundidas, de
cinco hojas El otro sepulcro que, segun opina el
expresado P. Ramon de Huesca, contenia los restos de
una infanta de Aragon de pocos años, se hallaba co
locado inmediato al de D. Alfonso. Era de dimensiones
un tanto menores que el del Rey, y aunque obra del
mismo siglo, al parecer, bien se conoce que debió la
brarse algunos años mas larde, acaso al rayar eb si
glo XIII. La cubierta aparece ya engalanada con un
adorno liarto original, y no hay duda que el entallador
debió consultar algun frngmeuto de escultura pagana,
segun el modo de llenar las enjutas de las tres arca
das que forman el fienle.»
333

XXXVIL
Los demás templos de la ciudad.

Despues de las dos monumentales. iglesi?s de quo


liemos hablado, siguiendo el órden de importancia, dos
incumbe acompañar á nuestros lectores á la parroquial
de S. Lorenzo.
Prosternémonos en aquel sagrado templo edificado,
segun una tradicion constante, en el mismo lugar en
que un dia se levantó la casa de los padres de aquel
santo Mártir, patrono y compatricio de los devotos os-
censes. Aquel costoso edificio es doblemente admirable:
es la casa de oracion dedicada á un gran Santo os
eense y costeada con la ofrenda del ciudadano, el óbolo
del pobre, el mísero jornal del bracero.... Diez y seis.
sueldos y seis dineros fueron Jos primeros fundos con
que contaba la fábrica; pero á todo suplió la piedad
de los oscenses: el rico ofreció su dinero, el pobre su
trabajo, y la obra por ensalmo fué llevada á feliz tér
mino.
Ya ántes de la dominacion agarena, la casa de los
afortunados padres de S. Lorenzo fué consagrada al
culto, sin embargo de que el Santo, segun la tradi
cion, no habia nacido en ella y sí en una granja que
336
en el campo tenían. Recobrada la ciudad por las aguer
ridas huestes cristianas de Pedro I, encontróle der
ruida la sagrada casa, y sobre sus antiguos cimientos
levantóse un edificio del que subsisten, como bellos
restos, doce pedestales con los doce signos del Zodiaco
que sostienen labores y arcos góticos, en la portada
de la actual iglesia levantada sobre el último edificio,
en el siglo XVII.
Divídese en trrs naves el interior de la moderna
iglesia, y su bóveda, sostenida por seis macizas colum
nas, se eleva á 100 palmos de altura. En las pa
redes se cuentan hasta diez capillas, y dentro de la
sacristía, á espaldas del altar mayor, está la del Santo,
en la que se venera su milagrosa imagen y se guar
dan sus reliquias.
Deber nuestro es consignar en esta página nom
bres de cilios personages que se distinguieron por su
aficion al engrandecimiento de esta Iglesia. D. Jaime II,
devotísimo del Santo por haber nacido en su día, fué
inscrito en 1307 en la cofradía instituida en el año
1283 por el obispo D. Jaime Carro?.: los reyes Don
Fernando el católico, y los Felipes II, III y IV ayu
daron á su obra; pero ninguno ha escedido en libe
ralidad á los condes de Torrcsecas á quienes la igle-
- sia de S. Lorenzo debe inmensas donaciones en me
tálico, en ricas telas, en preciosos ornamentos y en
fundaciones de capellanías y beneficios dotados con mag
nificencia casi régia.
La planta de 1774 estableció que el culto de Sm
Lorenzo fuese servido por un capítulo compuesto de
un prior, un vicario y diez y nueve beneficiado?.
San Martin. — Edificada la antigua iglesia.de este
nombre en el año 1250 sobre el sitio que ocupaba una
mezquita vieja, en medio del barrio árabe y en la mis
337
ma calle que se llamaba de los Moros, está ya hoy dia
ruinosa y casi cerrada al culto público, habiéndose trasla
dado el servicio parroquial á la iglesia de Sio. Domingo.
Es la iglesia de S. Marlin de una sol;» nave; pero
pertenece al siempre precioso estilo gótico, y es sen
sible que, por su lastimoso estado, tenga que desapa
recer envuelta en el negro polvo que sepulta tantos re
cuerdos y-A*-** ¿*~ t~Th**^~ n<**'~c'*-l*-*~>~~S'r~ ¿* a.&'e,''!'» *,/>*- fr*Sui
^^antoDomingo. — Esta iglesia fué la del convenio
de la orden de predicadores de Santo Domingo, con
vento cu\a demolicion ordenó la Junta de Gobierno de
1840, desapareciendo entonces entre otras preciosidades
la magnífica y fastuosa escalera del convento, la que,
segun afirman muchos, sólo tenia igual en uno de los
mas célebres monumentos de Roma. El templo muy
capaz, de buenas proporciones y de elegante arqui
tectura, fué concluido en 169"5. Tiene doce capillas,
siendo la mayor y más suntuosa la llamada del Ro
sario, pintada con gusto y adornada de estátuas de
estuco bellamente ejecutadas.
El derruido convento debia su fundacion al primo
génito de D. Jaime I de Aragon, el infante D. Alonso
heredero jurado del trono, quien con este objeto com
pró, en 1251, un solar extra-muros de la ciud:¡d.
Deseó ser enterrado en él, obtuvo bulas para que así
se verificase, y, sin embargo, no pudo conseguirlo.
La obra del infante i). Alonso permaneció en p é hasta
que, con motivo de las guerras entre D Pedro IV de
Aragon y D. Pedro 111 de Casulla, tuvo que demolerse
por su proximidad á la muralla. Pasadas, no obstante
aquellas circunstancias, volvieron los frailes á construir
su convento en el mismo sitio que ántes ocupaba.
Quince eran los religiosos, en 1835, el dia (le la
exclautracion.
338
San Vicente el Real. —Esta iglesia, vulgarmente lla
mada de la Compañía, es migestuosa y bella, obser
vándose la misma arquitectura, el mismo órden en el
decorado y en la forma que en todas aquellas cuya
construccion ha sido dirigida por los Jesuítas de Espa
ña. Ei coro es alto y con galerías cubiertas que se
prolongan por ambas paredes laterales hasta la nave
que (¡gura el crucero. La portada esterior, toda de pie
dra rojiza del pais, es bastante notable, aunque senci
lla, y corresponde perfectamente á la solidez, anchura
y elevacion del resto del edificio.
El convento contiguo, hoy convertido en cuartel, fué
ocupado algun tiempo despues de la espulsion de los
jesuítas, en 178S, y en virtud de concesion que otor
gó Carlos III, por los agustinos calzudos que hasta aque
lla fecha habian tenido su convento en la casa iglesia
do Santa Maria de Foris, hoy Misericordia, cedida á
favor suyo, en 1510, por el obispo de Huesca D.Juan
de Aragon y Navarra.
Muchos convenios de religiosos de todas órdenes ve
mos desde antiguos tiempos en la ciudad de Huesca;
pero algunos de ellos dejaron de existir hace siglos, y
otros que se habían salvado hasta nuestros dias, como
los de carmelitas, mercenarios, franciscanos, etc., acaban
de desaparecer todos bajo la piqueta destructora de la
especulacion moderna.
Esto sin embargo, numerosas iglesias existen toda
vía, abiertas al culto público, en la ciudad que nos
ocupa. De muchas hemos ya tratado incidentalmente, y
otras por su poca importancia histórica y monumental
no deben sujetarse á largas descripciones.
Citaremos las capillas del Espíritu Santo en la ca
lle de la Correría y de Nuestra Señora de Monserrat
en la calle de Poblacion.
339
La primera perteneció en el principio de au ins
titucion-, en el siglo XII, á la órden de Sancti Spiri~
tus, y tenia un hospital contiguo y agregado. Faltaron
despues sus reñías y se abandonó. Reediíicada la igle
sia en 1616, sólo conserva de su primitiva forma la
portada bizantina sobre la que campea el lábaro de
Constantino. En el dia suele rezarse en ella el rosario
llamado de la Aurora, y celebrarse el santo sacrificio
de la misa.
La segunda es una capilla del año 1627. Fué hos
pital tambien agregado al monasterio de Monserrat de
Cataluña; despues fué vendida, con la casa dentro la
cual está, á la familia de Gastejon, y ésta la vendió
á otras que sólo por devocion la ban conservado.
Tambien existen en Huesca, seis conventos de mon
jas; pero su fábrica y la de sus iglesias son sencillas,
y sólo se distinguen por el esmero con que las reli
giosas atienden á su conservacion y buen aspecto. Úni
camente la iglesia del de £an Miguel, situado á la
márgen derecha del Isuela, llama la atencion por su
marcada antigüedad. Aquel templo de piedra, con sus
ojivales arcos interiores y exteriores, sus fuertísimos
estribos y sus lechos de labrados y pintados arteso
nes, nos descubre una fecha remota, un gusto arqui
tectónico de transicion, en boga cuando para iglesia
parroquial fué levantado el edificio. Hasta por los años
de 1621 al 162i no se establecieren allí las religiosas
carmelitas calzadas que hoy lo ocupan.
Las encomiendas de los caballeros del Temple, de
los Hospitalarios de San Juan, del Santo Sepulcro y
de Santa Maria de Montegandío tuvieron en Huesca
sus casas y sus templos.
Las tres primeras debieron establecerse en Aragon
por los años 1141, cuando D. Ramon Bercnguer, le
340
niendo en cuenta el singular testamento de D. Alfonso'
del que ya hemos hablado, quiso mostrarse agrade-
cido á.las órdenes militares que le dejaban en pací
fica posesion de su corona. Pidió á los grandes maes
tres que le enviasen caballeros, y les concedió renta*
en varios punios. En su privilegio conservado en el
archivo de la Casti llanía de Amposta, por lo que hace
al año ll6o, se hace mencion de la encomienda del
Temple de esta ciudad: Fr. íiobert Clariger, servas do-
mus Templi el cusios domas Oscoe.
La de Monfegandío se introdujo en Aragon en 1180,
.y de la casa de Huesca no quedó vestigio, despues de
haberse agregado, como las de otras parles, á la mi
licia del Temple, en 1106.
La del Sepulcro-, establecida primero en la que fué
iglesia de Jesuítas y despues convento de agustinos cal
zados, se agregó- á la de! mismo nombre de Cala-
tayud.
Sólo se conservaba hasta Lace poco la de San Juan
de Jcrusalen, cuyos caballeros hospitalarios se instala
ron, en esta ciudad en 114 1, teniendo en ella una de
sus primeras casas. Cuadrado nos rt cuerda aún su igle
sia histórica construida en 1204, la que ha desapare
cido ya para destinar sus materiales en la construccion
do la actual plaza de toros —De la iglesia de Sania
Cruz, antigua capilla de la azuda, bajando hacia el Nor
te. — nos dice —se despliega una melancólica al par que
risueña perspectiva. Descuella, en primer término la igle
sia de S. Juan, mole oscura á la luz del mismo sol;
de su nave bizantina cerrada por tin torneado ápside
y rodeada de una cornisa y de rudas ménsulas, arran
ca un fuerte estribo, en el cual se diseña una grande
ojiva que, estrechándose en su parte superior, sirve de
341
pedestal á la cuadrada torre. Animado por la fantasía
ofrécese aquel edificio como un gigante sentado en el
declive de la cuesta, con el ápside por rodillas, el
estribo por cuerpo y hombros, y por cabeza la torre,
que, presentando en sus cuatro lados dos ventanas semi
circulares, parece lanzar por ellas fijas miradas som
breadas por molduras, á modo de pobladas cejas
Aunque la actual iglesia en su pura forma bizantina,
en el portal de su entrada, y en las tres ventanas
que adornan su ppside por dentro, ofrece el vene
rando sello de la antigüedad, conserva á su lado ves
tigios de otra más antigua que sirvió hasta 1204,
año de la consagracion de aquella. Aun permanece en
la entrada un humilde campanario, sin duda el pri
mitivo; áun se divisan en el recinto hoy destinado á
cuadra, arcos, tapiados unos en la pared medianera
con la iglesia, y otros rebajados, que fueron por ella
divididos; aun se lee un epitafio entre los muchos que
cubrian el suelo y las paredes de aquel santuario. Allí
tropezamos todavía con el sangriento rostro de las víc
timas del rey Monge De la iglesia antigua debió
igualmente ser trasladada á la actual la urna que se
vé colocada en el alto y sostenida por leones, si con
tiene en verdad, como se conjetura, los restos del pri
mogénito de Ramon Berenguer y de Petronila, el in
fante D. Pedro, fallecido niño en Huesca La anti
gua morada de los caballeros de S. Juan, convertida
en Granja, presenta robustísimos arcos en varias es
tancias, subterráneas bóvedas, abandono y ruina en to
das partes »
Sirvan estas lineas de triste recuerdo dirigido á las
sagradas ruinas que para siempre desaparecieron, en
estos momentos en que acabamos de ver derruir otro
edificio que, aunque sin gran mérito artístico, habia perte
342
cido á una comunidad de religiosos que por largos
años subsistió entre los oscenses (1).
Allí á dos pasos agoniza tambien la iglesia de la
Magdali na, existente en 1 1 0 i , y colegiata segun la
tradicion.
Y, poniendo fin á esta ligera reseña, bendigamos
finalmente la misma pobreza que ha hecho conservar
el carácter tradicional de algunos edificios, como vemos
en el citado templo de San Miguel, protegido sólo por
los gigantescos álamos del Isuela; templo en cuyo pór
tico, segun la patriurcal costumbre de pasados tiempos,
han celebrado consejo los jurados; templo que mira ú
sus plantas la fertilísima huerta en la que Alfonso el
Batallador, apeándose del caballo, trazó con sus victo
riosas plantas los límites de un sagrado cementerio en
presencia del obispo, de los próceres y ciudadanos que
bendecían á Dios y á San Miguel (2).

(1) Lt iglesia de carmelitas descalzos, demolida este año para ve


rificar la prolongacion de la calle de Vega-Armijo.
(2) Ego rex descendi de caballo meo et deambu'aví totum ¡llura
predictum locum in facie epi. Stephani ct ín presentía procerum, vi-
dentibus civibus de cívitate et Deum laudantibus et Sanctum Michaelem.
Documento de la fundacion de la iglesia de S. Miguel. (Aren, de la Cat.)
MISCELÁNEA.
PRIMERA PARTE.

APUNTES BIOGRÁFICOS.

XXXVIII
Patronos de Huesca.

A, .ntes de dar comienzo á los ligeros bosquejos que


nos proponemos presentar de la vida de aquellos ilus
tres mortales que, con su conducta ejemplar y porten
tosa, supieron conquistarse un puesto eminente en las
gradas del excelso trono de Dios, incúmbenos asegurar
a nuestros lectores que todos los actos, todos los he
chos que citemos están confirmados por los legendarios
23
3ÍC
eclesiásticos y documentos tradicionales de la diócesis
oscense y del monasterio de Monte-Aragon, alegados
ya por distintos autores.
Hecha esta protesta, daremos comienzo á nuestra
brevísima tarca.

SAN ORENCIO Y SANTA PACIENCIA.— Era Orencio


un varon justo y temeroso de Dios, nacido á principios del
siglo III para consuelo y ejemplo de sus conciudadanos.
Su linaje era distinguido y rica su hacienda. En la
ciudad era Prócer, y pnsaba no corlas temporadas en
la granja de su propiedad llamada Lloret, en donde
su espíritu, libre de oiras ocupaciones, se hallaba en
más inmediata comunicacion con el Ser Supremo.
Muy jóven, prendóse de las escelentes dotes de una
virtuosa doncella llamada Paciencia, y no tardó en unirse
con ella por medio de los indisolubles lazos del ma
trimonio. Feliz la sania pareja, no tardó en ver ben
decido su tálamo. La jóven Paciencia dió á luz de un
solo parto dos hijos: Lorenzo se llamó el primero,
Orencio el segundo: dos lumbreras destinadas á dar
dias de gloria á la Iglesia católica.
En el regazo de Paciencia y con los consejos de
Orencio, crecian, siguiendo el camino de la virtud, los
dos tiernos gemelos. En las aulas de Huesca se per
feccionaron lambien pronto en el estudio de las letras
y de las ciencias, y, preparándose para la carrera
eclesiástica, recibieron á su debido liempo las órdenes
sagradas. Coincidió en aquella época el viaje por Es
paña de San Sixto, y el ilustre viajero fué á parar á
la reputadísima casa de Lloret. Admiróse sobremanera
347
de las apostólicas virtudes del jóven levita Lorenzo, y
quiso, prévio el consentimiento de sus padres, llevarlo
en su compañía á Roma, en donde le aguardaba la
gloriosa palma del martirio.
Al poco tiempo murió la bondadosa Paciencia, des
pues de haber practicado en la tierra todas las vir
tudes que habian de merecerle la corona inmortal y
el renombre de Santa.
Orencio sufrió con resignacion cristiana la pérdida
de su querida esposa, la madre de sus hijos, y, se
gun aviso del cielo, abandonó el grato país que le ha
bia visto nacer y emigró á tierras lejanas. Su hijo, lla
mado tambien Orencio lo siguió en aquella larga pere
grinacion. Atravesaron los fríos y escarpados Pirineos.
y no pararon hasta el val!e de Labedan ó Levitania en
la diócesi de Tarbes.
Aquel valle era víctima de los furores de una le
gion de espíritus infernales que lo tenían consternado.
La presencia del santo varon y sus fervorosas preces
al Eterno devolvieron la calma á los habitantes de la
comarca.
Conoció Orencio que era la voluntad de Dios que
allí se detuviese algun tiempo.
Y largos días Orencio y su hijo comieron el pan
con el sudor de su rostro, cultivando la tierra.
Y añade el legendario de Monte-Aragon que, no
hallando San Orencio para el cultivo más que dos
novillos bravos, los amansó con la señal de la cruz,
y que el demonio, tomando la figura de un mozo ro
busto y llamándose Experto, entró al servicio del San
to; pero en vez de trabajar, sembraba zizaña, congre
gaba á las aves y lanzaba los lobos del desierto con
tra los novillos. Uno de éstos fué devorado. El Santo
domó en nombre de Dios á la fiera, y el lobo feroz
3Í8
dobló la cerviz al yngo y siguió desem peñando las fun
ciones del novillo devorado. Experto pretestó una en
fermedad, quedóse en casa y se apoderó del cuerpo de
una anciana que servía al Sanio. A su regreso, Orencio
mandó al maligno espíritu que abandonase aquel cuer
po. El fingido Experto pidió permiso para entrar en el
cuerpo de una Corneja. Concedióselo el Santo. Mas la
Corneja de que se apoderó el espíritu infernal, no fué
una negra avecilla, sino la hermosa Lija de un pode
roso gefe de la Gilia.
El padre de Corneja ó Cornelia acudió á Orencio,
y libre quedó la jóven. El breviario de Huesca y de
Monte Aragon dicen que para ello tuvo Orencio inspi-^
raGion del cielo, y otros que, oida la embajada, clavó
en tierra la aguijada y esta brotó hojas y (lores, dán
dole á conocer que aquella jornada era del agrado
de Dios.
Cuando padre é hijo volvían al valle de Levitania,
fué elegido obispo de Aux el jóven Orencio, como re
feriremos más tarde. Separáronse con lágrimas' aquellos
virtuosos oscenses, y el anciano Orencio, prévia órden
del cielo volvió á su patria querida y á su casa de
Lloret.
Por falla de aguas, una sequedad espantosa ame
nazaba á toda la comarca; pero lodo lo remediaron
las preces de Orencio.
Por fin, murió santamente, lleno de méritos y vir
tudes.
Es inútil añadir que es un eficacísimo abogado que
la ciudad de Huesca, que tan preciosas reliquias suyas
conserva, nunca en vano implora.
SAN LORENZO MÁRTIR..— Ya hemos visto que, al
pasar por Huesca el ateniense San Sixto que de Roma
iba al parecer á un concilio toledano, se llevó en su
349
compañía á Lorenzo, hijo dé S. Orencio y de Sania
Paciencia. Al poco tiempo, San Sixto fué elegido para
ocupar la Silla apostólica, y Lorenzo filé nombrado ar
cediano, canciller y guardador de los tesoros de la
Santa Sede.
Poro el tiempo de una. terrible prueba habia llegado.
En el año 25K publicó el Emperador el cruel edic
to de esierminio fulminado contra los cristianos:
La primera víctima fué S. Sixto que fué conducido
cargado de hierro y cadenas á la cárcel Mamertina.
Apénas llegó á oidos de Lorenzo la - prision del. santo
Fap;i, corrió á la cárcel, resuelto á no separarse de él
en los suplicios.
—¿Cómo habeis ¡do á ofrecer el sacrificio sin vues
tro diácono? Preguntó, lleno de entusiasmo, Lorenzo.
—Consuélate, hijo mio le respondió S. Sixto, que
presto cumplirá el cielo tus ardientes deseos: para ma
yor triunfo le reserva su amor. Anda; distribuye á los
pobres, sin perder tiempo, los tesoros que se fiaron á tu
cuidado, y prevente para recibir la corona del martirio.
No se detuvo Lorenzo ni un momento. Entregó á
los fieles los ornamentos y vasos sagrados, y á los po
bres el dinero de limosnas de que era depositario.
Su hora mas gloriosa,, en efecto, se acercaba, figu
rándose el emperador Valeriano, por delaciones recibi
das, que aquel jóven diácono era dueño de inmensas
riquezas, no lardó en mandarle parecer á su' presen
cia, exigiéndole los imaginados tesoros. Prometió Lorenzo
rccojerlos, pidiendo un día de término. Y convocando
á todos los pobres, se puso al frente de la andrajoas
muchedumbre, y compareció con ella ante el tribunal del
emperador, diciéndole con el mayor respeto que aque
llos desvalidos eran las principales riquezas de los cirs-
lianos y los verdaderos deposilarios de los tesoros de
3i;o
la Iglesia. El príncipe tomó esta accion como un in
sulto á su dignidad, y mandó azotar á Lorenzo como
al más vil de los esclavos. Mandó despues que tra
jesen á su presencia todos los instrumentos que ser
vían para atormentar á los mártires, y, dirigiéndose á
nuestro Sanio, le dijo:
—Resuélvete á sacrificar á nuestros dioses, ó dis
ponte á padecer tú sólo mucho mas de lo que han pa
decido cuantos profesaron tu infame secta.
— Vuestros dioses, señor, respondió San Lorenzo, ni
siquiera merecen aquellos vanos honores que se tribu
tan á los hombres, y ¿quereis que yo les rinda ado
racion?....
Valeriano mandó que le restituyesen á la cárcel, en
donde, entre oíros, habia de convertirse Hipólito, uno
de los principales oficiales de la guardia imperial.
Al dia siguiente, recibió el prefecto de la ciudad
órden del Emperador para que hiciese comparecer á Lo
renzo ante su tribunal y no perdonase medio alguno
para obligarle á ofrecer sacrificio á Júpiter; pero la fé
y la constancia del Santo fueron tan inalterables por
las promesas y halagos como por los tormentos. Ten
diéronlo en un potro, y, despues de haberle dislocado
los huesos, le despedazaron las carnes con agudos gar-
lios. Crejó el Sanio que su último momento habia lle
gado; pero una voz del cielo le aseguró que Dios le
reservaba para más gloriosa victoria.
— Mirad, romanos, exclamó enfurecido el prefecto;
los espíritus infernales alientan á este mago que no
teme á los dioses del cielo ni á los príncipes de la
tierra; pero veremos si sus encantos son superiores al
rigor de los tormentos.
Entónces fué cuando Roman, soldado de la guardia,
vió á un ángel en figura de hermoso mancebo, que
151
enjugaba el sudor y la sangre de las heridas del Már
tir; visioa que acabó de convertirle.
Por segunda vez compareció Lorenzo ante el tri
bunal del prefecto.
—¿Quién eres? le preguntó.
—Soy español de nacimiento y de origen, contestó
el Santo; pero he pasado en Roma gran parte de mi
juventud. Desde la cuna tuve la dicha de ser cris
tiano, y mi educacion fué el estudio delas divinas leyes.
— llalla, insolente. ¿Llamas estudio de las divinas
leyes al que te enseña á menospreciar á los dioses
inmortales?
— Precisamente. La ley divina me inspira odio á
vuestros ídolos.
Arrebatado de cólera, le dijo el juez:
— Pasarás esta noche en un género de tormento
que te hará mudar de opinion y de lenguaje.
—No lo creas, replicó Lorenzo, tus tormentos son
mis delicias, y la noche con que me amenazas será la
mas bella de mi vida.
No pudiendo tolerar el tirano tanto valor, ordenó
que con guijarros le moliesen las quijadas; y noticioso
el Emperador de lo que pasaba, mandó que le tosta
sen á fuego lento.
Indecibles son los terribles suplicios por que pasó
nuestro S.mto. Dícese que en medio de sus mas atro
ces padecimientos, vuelto al prefecto, le dijo sonrién-
dose con cierto aire de alegría:
— De esta parte ya estoy tostado; puedes mandar,
si te parece, que me vuelvan!....
Su cuerpo fué secretamente recogido por Hipólito
y enterrado en una gruta del camino de Tívoli. en el
mismo lugar en donde, andando el tiempo, Constan
tino el Giande habia de erigirle un célebre templo.
352
De oriente á occidente resonó el santo nombre de
Lorenzo, y repetirán sus alabanzas todas las genera
ciones. El hijo de Orencio, el niño nacido en Loreto
llena boy con su gloria todos los ámbitos del mundo
cristiano. (1)
SAN ORENCIO OBISPO DE AUX, hermano de San
Lorenzo. —Hemos dicho que muy jóven todavía Orencio,
despues de haber perdido la tierna compañía de su her
mano gemelo que habia ido á Roma á buscar la pal
ma del martirio, y las caricias y ios saludables conse
jos de su sania madre que ya estaba en los cielos, si
guió á su padre cuando éste emigró á la Galia. Su es
píritu contemplativo le obligó á construirse un oratorio
en un lugar solitario, en donde, á solas, pudiera satis
facer libremente las aspiraciones de su alma angélica.
Aun en el siglo XVII se conservaba este oratorio.
Compadecido el Santo de la necesidad que padecían
los pueblos comarcanos por falta de molinos, construyó
uno en un pequeño arroyo con singular ingenio y ar
tificio.
La fama de los dos Orencios volaba por todas par
tes, y eran innumerables las personas que á ellos acu
dian en busca de un remedio para sus necesidades es
pirituales y corporales.
Habian salvado á la jóven Cornelia, de cuya cura
cion hemos hablado, y padre é hijo regresaban á su
amada soledad en ocasion en que los obispos provin
ciales se habian reunido en Anx para elegir prelado.
No pudiendo convenir en la persona elegible, ayunaron
tres dias, é hicieron continua oracion para que Dios

(1) Creemos inútil defender la patria de S. Lorenzo tan calorosa


mente disputada antes de las muchas y victoriosas defensas de reputados
escritores que ya se han oeupado de la historia eclesiástica dt Aragon.
353
les auxiliase . con superiores luces; y el Señor les re
veló, en efecto, que debian consagrar al primero que
entrase en la ciudad llamado Orencio. Salieron al punto
los obispos, el clero y el pueblo á buscar al elegido
de Dios á tiempo en que llegaba el joven Orencio que
por disposicion divina se habia adelantado á su padre.
Reconocieron todos en el nombre, gravedad y modestia
de Orencio que era el varon predestinado; le llevaron
á la iglesia cantando el Te Deum, y, apesar de su re
sistencia, le sentaron en la silla episcopal.
Y como dice un breviario: Ad Eccleslam cum can-
tico Te Decm laudamos produxerunt: siegue in Archiepis-
copotu plenus bonis operibus vixit.
Preciosas reliquias guarda Huesca de este Santo,
reliquias traidas de Aux con extraordinaria pompa y
solemnidad.
SAN VICENTE MÁRTIR—Nació S. Vicente de ilus
tre linaje. Su padre se llamó Euliquio, hijo de Agresto,
varon consular, y su madre Enoh natural de la ciu
dad de Huesca. Se ejercitó en las virtudes y aprendió
las ciencias bajo la direccion y magisterio do S. Va
lero, obispo de Zaragoza, el cual prendado de la san
tidad y claro ta'ento de su educando, le -nombró su
diácono y le confió el delicado ministerio de la pre
dicacion que ól no podia desempeñar por sí mismo por
estar impedido de la lengua.
En aquel tiempo, á principio* del siglo IV, el cruel
Daciano, legado de los emperadores Doeleciano y Maxi-
miano, formuló en Zaragoza terribles decretos contra los
que profesaban la sagrada religion de Cristo; y sabedor
de que Valero y Vicente eran las mas fuertes colum
nas de la iglesia cesaraugualana, habiendo inutilmente
tratado de seducirlos, los envió á Valencia cargados
de cadenas.
Allí fueron encerrados en un calabozo pscuro y he
diondo, del que sólo salieron para comparecer olía vez
ante el tribunal del soberbio Daciano.
Fueron inútiles las promesas, inútiles las amenazas.
Valero permanecía firme, y Vicente, con su acostumbra
da elocuencia, hizo comprender al tirano lo inútil de
sus gestiones y la fortaleza de los atletas de Jesucristo.
El santo oliispo fué desterrado por desobediencia á
los edictos imperiales, y el intrépido y animoso Vicente
fué condenado al ecúleo por su rebeldía.
Sus miembros fueron estendidos sobre el fatal ins
trumento y descoyuntados sus huesos.
Antes faltaron las fuerzas á los verdugos que al
Mártir. Ni los garfios, ni las uñas aceradas pudieron
abatir el ánimo de nuestro héroe, que finalmente pasó,
del ecúleo al fuego, en el que debia morir lentamente
abrasado. Y al fuego lento añadieron los sayones cuan
to pudo dictarles su venganza: aplicaron al bendito cuer
po planchas encendidas, echaron sal en las llagas é hi
cieron correr por todas partos el licor que se despren
día de su víctima.
Moribundo fué trasladado á una cárcel tenebrosar
sembrada de cascos agudos; pero Dios le consoló en
este lance, convirtiendo la cárcel en cielo, Jos agudos
cascos en fragantes llores, la noche en dia, y el de
samparo de los hombres en alegre compañía de ángeles.
Daciano, para placerse sin duda en verle sufrir
nuevos tormentos, mandó trasladarle á un mullido le
cho en donde pudiese restablecerse. Mas. apénas el cuer
po de Vicente fué colocado en el lecho, su alma voló
al cielo á recibir la corona de justicia merecida por
su martirio.
Un cuervo se encargó en el campo de defender de
la voracidad de las fieras el santo cuerpo insepulto; y
85$
cuando Daciano, noticioso del portento, mandó arrojarlo
al mar, atado á una pesadísima piedra, fué respe
tado por las olas y ántes llegó á la orilla que el
barquero Eumorfio que habia dado cumplimiento al sa
crilego encargo.
Los moríales restos de San Vicente Mártir perma
necieron en Valencia hasta el siglo VIH, en que, ha
biéndose apoderado los agarenos de la ciudad, lo tras
ladaron los cristianos al sacro promontorio de Algarbe,
llamado por este motivo cabo de S. Vicente. De allí
fué llevado á Lisboa en tiempo de D. Alfonso I de
Portugal, en cuyo reino es muy venerado y tenido por
eficaz patrono.
Sobre la arruinada casa de su nacimiento, junto
á la puerla nueva del muro de Huesca, se levanta hoy
la bella iglesia de la Compañía de que ya hemos ha
llado; y S. Vicente el alto se llama todavía la igle
sia del convento de las religiosas Asuntas edificada
en el sitio que, dicen fué ocupada por los abuelos de nues
tro gran Santo.
SANTAS VÍRGENES NUNILO Y ALODIA.-Dos rlus-
trísimos mártires de la Iglesia habia ya dado Huesca á Roma
y á Valencia, cuando Dios quiso recompensarla con el
martirio y el sepulcro de dos esclarecidas vírgenes
naturales de la villa de Adahuesca.
Cuando la cristiana Huesca y su comarca gemían
bajo el yugo de los infieles agarenos, nacieron dos tier
nas niñas en la villa de Adahuesca, hijas de un infe
liz mahometano y de una fervorosa cristiana.
Nunüo v Alodia eran los nombres de las dos hermanas.
Murió su padre dejándolas en la infancia por lo que
su madre pudo ilustrarlas en los admirables misterios
de nuestra religion sacrosanta. Desgraciadamente el Khorau
prescribe que todo hijo ó hija de padre ó madre ma
31)6
homelanos deba forzosamente profesar la religion mus
límica. Este artículo del libro sagrado del falso profeta
dió márgen á un drama tan sangriento como bello é'
interesante.
Seductora por su hermosura era ya Nunilo y alcan
zaba la edad en que una jóven está llamada al matri
monio, cuando murió su bondadosa y querida madre.
Mas jóven era su hermana Alodia, aunque no ménos
virtuosa.
El serero Ziimahil era entonces walí de Weschka ó
Huesca por el califa de Córdoba Abderrahman II.
Un pérfido pariente de las gañías doncellas, ya de
masiado celoso de su falsa ley, ya queriendo evitar que
muriesen afrentosamente en un suplicio y fuesen con
fiscados sus bienes, tomó á empeño persuadirlas de que,
abandonando la religion cristiana, abrazasen la de Ma-
homa. Vanos fueron sus halagos, vanns sus promesas:
inútiles sus amenazas y castigos. Resentido de la inuti
lidad de sus esfuerzos, las denunció al cadí, ó juez or
dinario, llamado Galaf, que segun la tradicion residía
en Alquézar. Compadecido el cadí de -tan tierna edad,
contentóse con reprenderlas ásperamente porque no se
guían las huellas de su padre, y las devolvió á su pa
riente. Pero este malvado, disgustado de la blandura de
Calaf, presentó la denuncia á Zumahil.
Anduvieron las santas la di-lancia de siete leguas
que separa su patria de la ciudad de Huesca, con los
piés descalzos y sufriendo toda clase de malos trata
mientos. Presentadas al Walí mantuviéronse firmes en
su propósito de sufrir hasta la muerte por la fé de
Jesucristo.
Uno de los artificios con que combatieron la forta
leza de las santas vírgenes fué separarlas y decir á ca
da una de ellas que ya su hermana habia tomado me
357
jor partido, abrazando el mahometismo Mas las dos,
sin creer la apostasía de su hermana, estaban dispues
tas á dar la vida por su fé.
Cuarenta dias pasaron en estas terribles pruebas, y
dos dias ántes de morir tuvieron la dicha de abrazarse
con lágrimas de alegría.
— Hermana querido, preguntó Nunilo, ¿estás Orme
en la fé que hemos prometido á Jesucristo?
—No lo dudes, hermana mia, respondió Alodia. En
vida y en muerle seguiré tus ejemplos.
Hasta se recurrió á un sacerdote apóstata para per
vertirlas.
Cansado Zumahil, las mandó llevar al cadalso.
Nunilo aló con alegria sus cabellos para que no sir
viesen de estorbo, y presentando su garganta al verdugo,
— Hiere con presteza, le dijo.
El golpe fué desgraciado, y la santa, en su terrible
agonía, descubrió sus piés; pero á su lado estaba su
hermana Alodia que corrió á cubrírselos sin la menor
turbacion. Este espectáculo llenó de asombro á todos
los espectadores.
Compadecido Zumahil, quiso aún en aquella última
hora tratar de disuadir á la más jóven.
—Hiere, hiere, dijo Alodia, que quiero acompañar
á mi hermana.
Y con la vista fija en el cielo, á donde vió que
volaba el alma de Nunilo acompañada de ángeles, ligó
sus vestidos con una cinta para que no se descubrie
sen sus piés al caer muerta, se limpió el rostro con
sus cabellos, y se puso de rodillas sobre el cuerpo de
su hermana.... ¡Digno altar de tan pura víctima.
Así consumaron su glorioso martirio las dos Santas
hermanas, triunfando de la tiranía y de la muerte en
un mismo dia v á una misma hora.
358
Créese que fué el 21 de Octubre del año 840.
Sus cadáveres, abandonados primero á los perros
que supieron respetarlos, fueron arrastrados al lugar
de las horcas (1), en donde, defendidos por dos bui
tres, fueron luego sepultados por los cristianos mozá
rabes; pero Zumahil, queriendo borrar su memoria, los
bizo traer á la ciudad y mandó arrojarlos secretamente
á un pozo, en donde un resplandor celestial hubo de
descubrirlos.
En la plaza en que fueron degolladas, cerca del
templo de San Pedro el Viejo, se edificó posteriormente
una iglesia dedicada al Salvador y á las Santas vírgenes;
iglesia que más tarde, por su lastimoso estado, vino á
convertirse en escuela de primera enseñanza.
A poca distancia está el pozo en el que fueron ar
rojados los sagrados cuerpos, permaneciendo dos años;
pozo en el que aparecieron las luces del cielo y obró
Dios los milagros mencionados por San Eulogio.
D. Sancho Ramirez en su agonía mandó construir,
en el lugar de las horcas, una iglesia á Jesus Nazareno
y á las santas Nunilo y Alodia bajo cuya proteccion pu
so su victorioso ejército.

Huesca cuenta además con el celestial patronato de


varios Santos que, aunque nacidos bajo distinto cielo,
manifestaron desde antiguo su particular deferencia á
esta patria de ilustres varones.
Debemos citar á SAN URBEZ, natural.de Burdeos
é hijo de la virtuosa Artería, el cual en el asperísimo
monte de Ayrial, á espaldas del elevado Guara, fué fiel
y celoso custodio de los santos cuerpos de los niños

(1) Pueyo en donde recibió su mortal herida el valeroso Sancho


Ramírez.
359
Justo y Pastor, durante los largos años de su -vida pe
nitente:
Los SANTOS JUSTO y PASTOR nacidos en Com-
pluto, hoy Alcalá de Henares, y trasladados de su pa
tria al valle de Nocito. Santos cuyas reliquias fueron
custodiadas más tarde en Huesca, si bien vivamente
codiciadas por los complutenses que, por mediacion del
Hey y del Padre Santo, obtuvieron una parte en 1568:
SAN DEMETRIO MÁRTIR, procónsul de Tesalónica,
cuyo cuerpo por una milagrosa é inexplicable coinci
dencia se venera en Loharre.

Tambien debemos por fin mencionar en este sen


cillo y sagrado catálogo los ínclitos nombres del mila
groso y Venerable P. Fr. LORENZO DE HUESCA, sa
cerdote capuchino, natural de la calle de Ballesteros en
la parroquia de San Martin; del Venerable Fa. FRAN
CISCO DE DAROCA, religioso lego capuchino, uno de
los fundadores del convento de Huesca en 1602 y de
la fervorosa laumaturga la Venerable SOR JOSEFA BE-
RIDE, natural, como Fr. Lorenzo, de la por tantos con
ceptos esclarecida ciudad de Huesca.

XXXIX.
Oxcenses ilustres.

Si fecunda en lumbresas de nuestra religion fué la


patria del gran mártir de Occidente, San Lorenzo, no
ba producido menor número de celebridades científi
cas y literarias, hombres de estado y artistas eminentes.
360
En (oüos tiempos hubo oscenses famosísimos, bajo
todas las dominaciones que han pasado por nuestro
suelo. Ya, al reseñar la historia árabe de Huesca, he
mos registrado nombres tan distinguidos en las letras
como el de los Abdetrahman ben Chuza Abi Derham ó
Abulmathreph. Al rerorrer los establecimientos literarios
de la ciudad, hemos visto que en ellos se formaron
literatos de tanto renombre como los Argensolas, di
plomáticos tan encumbrados como los condes de Aranda,
magistrados lan sábios como los Monter. La historia
eclesiástica nos ha permitido saludar á verdaderas emi
nencias en virtud y saber, ora en el catálogo epis
copal, ora en los cabildos ó en el fondo de un cláus
tro. En numismática hemos presentado nombres tan
famosos como el de Lastanosa; en historia tipos de la
boriosidad y acierto, como Aynsa y el P. Ramon; y
si en nuestras ligeras escurcones vimos algun colosal
monumento, digno de los tiempos heróicos, hemos sa
bido que sus autores se decoraban con un nombre tan
ilustre como el de los Artigas....
Aun en los dias que alcanzamos viven altos per
sonajes que tuvieron su cuna en esta patria fecunda:
hombres políticos de la más alta importancia.. , gefes
encumbrados en los más respetables cargos de la ad
ministracion española..., pintores émulos de los más
grandes maestros..., notabilidades en diversas car
reras.... Sus nombres y sus hechos son conocidos de
sus compatricios, y los anales oscenses tienen prepa
rada para lan eminentes varones una de sus páginas
mas brillantes para que sirvan de estímulo á la ge
neracion naciente.
361

SEGUNDA PARTE.
ALREDEDORES DE HUESCA.

XL.
Monte-Aragon.

Hácia el Oriente, á una legua escasa de la cía-


dad, un paisage inmenso es dominado por las elocuen
tes ruinas del monasterio de Monte-Aragon, edificado
sobre la cumbre de una elevada colina.
Emprenda el viajero y el amante de fuertes impre
siones el camino tantas veces recorrido por el coche del
poderoso abad. A medida que se acerque á aquel aba
tido coloso sentirá mas violentas las palpitaciones de su
pecho oprimido, y si, anhelando contemplar de muy
cerca aquel monton informe de negruzcas piedras, trepa
en alas de su fantasía la ancha senda que, caracoleando,
disimula la rapidez de la pendiente, su deseo ha de tro
carse en honda angustia.
Y su triste sorpresa crecerá de punio. Los fuertes
muros y altísimos torreones llenos de grietas y boque
rones, las rasgadas ventanas que sólo permiten ver la
crecida yerba de los derruidos cláustros ó la azulada
bóveda del cielo, el musgo que por do quiera cubre
24

J
362
los abandonados sillares, el graznido de las aves de ra
piña turbadas en su soledad espantosa, todo, todo po
drá hacernos dudar de si es cierto que el tan nombrado
siglo XIX haya presenciado frio é impasible el derrum
bamiento de la obra de tantos héroes y la muerte de
las mil venerandas tradiciones que vivían con la exis
tencia de aquel gigante monumento.
¿En dónde está el monje armado de punta en blan
co, personificado en aquella mole que tenia el doble
carácter de inexpugnable fortaleza y de monasterio?
¡Ah! Ahora comprendemos las exclamaciones del poeta.
Ahora comprendemos los apóstrofes del jóven que,
al pié de las sombrías ruinas, decia no lia muchos años:
¡Qué otro estás, Monte- Aragon, de como fuiste un tiempo!
¿Quién conociera en ti aquel recinto que fué asiento de pre
lados, y ciudadela de guerreros, y corte de magníficos reyes? ¿Quién
diría al verte que en ti anduvo cifrazada la esperanza y la for
tuna de aquella gente heroica que conquistó luego á Sicilia y
Atenas, y dio pavor con sus armas á los mas altos principes de
la tierra?
Hubo en ti abad que contase ciento y cuatro iglesias debajo
de su jurisdiccion espiritual, y veinte y ocho villas y aldeas de
bajo de su jurisdicion temporal y mero y mixto imperio. No te
igualaba cabeza alguna de obispado, puesto que, con el territorio
que tú sota regías, hubo para formar dos de ellos, los años ade
lante. Ni se hallaba corte de rey ma9 rica y poderosa que tú,
cuando tú armabas hueste y gaoabas pueblos de moros, y al
zabas por tu cuenta fortalezas. Reyes y principes envidiaron la
mitra de tus prelados, y la pusieron por honra en sus sienes.
Poseíste rios donde sólo á tus señores era permitido pescar, y
montañas donde sólo' de ellos era el perseguir y matar las fieras.
Contase en el munJo por Era el año de lu fundacion.
¡Ah! ¡Muy otro estás, Monte- Aragon, de cómo te vieron los
pasados siglos!
Ya no hay en tí ni corte, ni templo, ni fortaleza. Levantá
banse tus torres ciento y sesenta palmos sobre el alta montaña,
y hoy, rebajadas y carcomidas, no son sipo pregoneros de tu
mengua. En tus muros, de doce palmos de espesor, no quedan
363
almenas ni matacanes, ni se ven más que portillos y escombros. '
Del adarve donde Sancho Ramírez planto sus pendones por reta
V afrenta de Ebn-Hud el de Huesca, cuelga viciosa y lozana la
higuera del Diablo. Y las enormes piedras que en hombros su
bieron lo» cristianos á lo alto, rodando de la cima, acrecentaron
la fragosidad de la montaña.
Solo abrigan tus bovedas altares deshechos y tumbas abiertas,
v cenizas mezcladas con el, polvo de las ruinas; cenizas de con
quistadores y de santos. Y quien busca en ti á D. Alonso el
Batallador, halla únicamente el hundido pavimento donde yacio
por largos siglos, y viles fragmentos de la urna donde guarda
ron sus restos nuestros padres.
Santos y héroes, tumbas y aliares, todo le lo arranco la ciu
dad vecina. Porque hubo un dia en que se dijo: es preciso des
truir aquel nido (1), que oido eras de fé y de recuerdos de glo
ria, y la codiciosa mano del mercader cayo sobre tí. Y se ven
dieron á precio vil tus tejas; y tus maderas, cortadas ocho siglos
antes en el Pirineo, y conducidas en hombros de mártires.
Verdad es que cuando el despojo infame estaba reunido, y
la mezquina ganancia más halagaba el corazon de los especula
dores, cayó ignorada llama, fuego quizás del cielo, que todo lo
redujo á pavesas. Y fué noche de horror para Huesca aquella
en que miro coronada tu frente magestuosa de rojos cabellos,
hogueras inmensas del incendio; tanto, que acaso no lo sintiera
igual desde el dia en que por primera vez vio alzada la cruz
sobre la mas alta de tus torres, anunciando la perdicion de su
gente mora. Pero tú en tanto quedaste en ruina, y no volverás
á ser lo que fuiste.
¡Ay, al recordarle, los ojos que te han visto se llenan de
llanto, y el corazon que ha respirado el aire misterioso de tus
ruinas, se avergüenza de esta edad tan celebrada y tan triste en
que vivimos! ¡Quién retrocediera á los tiempos en que tú eras rey
de los Pirineos y de la llanura! ¡Quién peleara cual tu peleaste
por aquella raza de monarcas que habim costumbre de morir
en lides contra moros, y en defensa y' prez de sus vasallos! ¡Quién
como tú los conociera y oyera sus alias voces de fé y de valor
y de gloria!
Los que vivimos en esta edad de cristiana indiferencia, te
mamos mucho que aprender en aquellas piedras, levantadas por
(t) Frase historica.
364
hombres que sabian hacer guerras de ocho siglos, y edificar ca
tedrales y descubrir mundos.
Ahora que apénas queda piedra sobre piedra, ¿quién traerá
ta resignacion á los menesterosos y la fé á los desvalidos? ¿Quién
ensenara la lealtad antigua? ¿Quién resucitará el antiguo amor
de La patria? Todo eso lo aprendian nuestros padres en las pie
dras que heredaron de lo pasado; y todos los discursos humanos
no lograrán lo que lograba una sola de las tradiciones, nao solo
de los monumentos, uno solo-de los nidos que hemos arrancado
de la moniaña. (1).
Nosotros tambien quisimos encaramarnos á la cum
bre del histórico monte; quisimos pisar aquel pavimento
consagrado á la religion y á la guerra por generacio
nes que uos precedieron.... Allí evocámos los recuerdos
históricos de aquella masa hoy informe, y pudimos em
belesarnos leyendo en aquellas páginas de piedra $n
glorioso pasado.
En efecto. Aun tremolaba en Huesca el pendon de
la media luna cuando el valiente Sancho Ramirez con
sagró aquella fortaleza á Jesus Nazareno, instalando allí
los canónigos reglares de S. Agustín, miéntras dictaba
providencias para estrechar el cerco de la ciudad ve
cina. De allí salieron muchos monarcas en busca de
una segura victoria, de allí salieron aquellos generosos
reyes que pagaron con donaciones de pueblos y pro
ductivas tierras los favores recibidos del cielo.
Antes de 1845, se conservaba todavía intacta la
muralla de fuertes sülares, de 80 varas de altura y 3
de espesor que rodeaba el castillo, las diez altísimas
torres que la guarnecían, y la segunda muralla que
servía de barbacana, formando las dos un espacioso pa
seo de 330 varas de circuito. En el interior del edi
ficio se hallaban todavía patios con hermosos aljibes,

(1) Cánovas del Castillo,


365
varios cláustros- y sobre -cláustros en que estaban la
iglesia, las capillas, las casas de los canónigos, racio
neros, capellanes y sirvientes, y el magnífico palacio del
abad con su galena arqueada en la parte meridional....
Un incendio, maligno ó casual, devoró luego todas aque
llas bellezas, y los escombros informes de que hemos ha
blado vénse ahora por doquiera. Sólo se conserva parle
ife la iglesia antes colegial (\) que se envanece con su
bellísimo retablo de alabastro, nada inferior á la obra de
Damian Forment en Ja catedral de Huesca, respecto al
mérito de la ejecucion, pero superior en- pureza de
gusto. Una mano desconocida cinceló allí en cinco pa-
sages la adoracion de lo* Reyes, la predicacion de San
Yictorian, la soledad de la Virgen, la degollacion de
los inocentes y la Resureccion. En el centro figura el
juicio final, y á los lados la transfiguracion 'y la Asun
cion. Preciosos doseleles sombrean estas escenas; pirá
mides afiligranadas dan á la obra gracioso remate, y la
ciñen elegantes pulseras con los blasones del rico abad
que costeó la obra en 1195, es decir, del infante Don
Alonso, hijo del rey Católico.
Antiquísimas insciipciones, indescifrables algunas por
la incuria, nos traen á la memoria los hechos del Ba

íl) El personal de esta iglesia se componía de un abad de real


nombramiento que ejercía jurisdiccion exenta de la episcopal, tres cano
nigos, uno con título de prior, seis racioneros y cuatro beneficiado!. El
templo era depositario de las muchas e insignes reliquias procedentes d«l
monasterio do Santa Rufina: allí las habun llsvajj los cristianos cuando
la invasion agarena.
Época hubo en que las rentas de aquella renombrada casa ascendieron á
40.000 ducados por las decimas y primicias que pagaban los pueblos
de la jurisdiccion de la abadía.
La venta del edificio produjo i la Hacienda pública un millon da
reales en papel sin interes.
Despues del incendio, su propietario lo dono á S. M. la Reina.
366
tallador que allí, segun el P. Ramon, luvo su sepulcro
al lado del ambicioso abad, el infante D. Fernando, que
con tanto encarnizamiento disputó la corona á su jóven
sobrino D. Jaime I.
¿Es posible, pregunta uno á la vista de aquellos
sillares, lavas del volcan que una noche amenazó con
vertir en pavesa la montaña toda, es posible sea éste
el religioso castillo que, enarbolando la bandera ara
gonesa, amedrentaba á la morisma?
Dejemos correr una lágrima sobre aquel monte sa
grado, y terminemos este capítulo meditando las pala
bras de un escritor contemporáneo.
«Si con la robustez de las generaciones ha de ir
gradualmente degenerando la grandiosidad de la arqui
tectura; si el individualismo ha de matar para siempre
las vastas construcciones, si lo cómodo ha de reempla
zar por todas partes á lo bello, como lo bello reem
plazó á lo magestuoso y sublime; cuando perezcan las
tradiciones, y la' fábrica de Moute-Aragon se haya ni
velado con el suelo, se asombrarán nuestros raquíticos
descendientes á vista de sus profundos cimientos y
gruesos murallones, y, al seguir su vasta cerca, se pre
guntarán el objeto y significado de aquellas moles ci
clópeas, y se perderán en conjeturas, sin acertar jamás
que fuera simplemente aquella una casa de oracion le
vantada, como de paso, durante los ocios de un asedio.»

XLI
Monumentos celebres de las cercanías de Huesca.

NUESTRA SEÑORA DE SALAS.—Tal es el nom-


367
bre del santuario levantado á la margen derecha del
Isuela, y á un kilómetro de la poblacion, santuario tan
querido de la piadosa Sancha de Castilla y del rey Don
Jaime I. Dedicada la iglesia á la Virgen de la Huerta
ántes de 1200, tomó mas tarde el nombre de Nuestra
Señora de Salas, cuando la milagrosa imagen que se
veneraba en el pueblo de Salas Altas en el obispado
de Barbastro, abandonando su altar, vino á refugiarse
al lado de la Virgen de la Huerta. Desde entónces com
partieron el mismo modesto trono las dos sagradas imá
genes, y bajo el título con que encabezamos este ar
tículo, dispuso la reedificacion del santuario la citada es
posa de Alfonso II.
Es bella la sencilla portada bizantina de aquel edi
ficio, sin otro realce que un cuerpo saliente flanqueado
por dos columnilas y coronado por una cornisa; y el
artista se siente agradablemente sorprendido ante los
ricos adornos del portal, sus hermosos seis arcos en
degradacion, los acertados follajes del primero que nos
hacen entrever la aurora del género gótico, y los ele
gantes capiteles, faltos de columnas, que los sostienen,
capricho muy propio de una construccion que data del
primer año del siglo XI. ¡Lástima que eHnterior no
corresponda á tanta belleza! Aynsa nos cuenta que so
componía de tres naves con diez y seis columnas á
dos hileras, siendo el techo de madera pintada con
arreglo al estilo de aquella época; pero reedificada la
iglesia en 1727 por el obispo D. Pedro Gregorio de
Padilla, sólo st* conservó la portada de que. hemos
hablado, habiendo el interior perdido con esto su carácter
primitivo. Actualmente es de una sola nave. Su bóveda es
alta y por su cúpula entra quizá demasiada luz para que
el templo conserve aquella agradable severidad y aquel
tinte melancólico tan favorable "al misticismo v al santo
468
recogimiento que inspiran las iglesias católicas de la
edad media (1).
SAN JORGE.—A poca distancia de la ciudad, so
bre un cerro que se levanta á la derecha de la car-
relera de Zaragoza, distingüese la pintoresca ermita eri
gida á San Jorge en conmemoracion de la célebre ba
talla de Alcoraz, de que en otro lugar nos hemos ocu
pado. Lindísimo es el interior de la iglesia, acertada
miniatura de la gótica catedral de Barbastro. con sus
delgadísimas columnas, sus florones y sus claves de per
fecta y elegaute construccion (2).

(1) Tiene la actual nave los 180 palmos de longitud y 83 de la


titud que medían juntas las tres antiguas.
Muy favorecedores fueron los reyes de Aragon de este santuario y
general era la devocion que inspiraba. De todas partes acudían pelegrí-
nos que lo enriquecían con sus dádivas, y llegaron á reunirse 26 lámparas
de plata, doce cálices y 15 coronas guarnecidas de piedras preciosas.
I). Pedro IV, auesar de la extraordinaria devocion que tenia á Nuestra
Señora de Salas, apurado por los compromisos de la guerra de Cas
tilla, hubo de echar mano de las lámparas de plata, pero pasada la
penuria regalo en cambio, un magnílico altarcito de plata de bellísimo
trabajo con siete relieves do la historia de la Virgen, sobre su pedestal.
Así se desprende de la inscripcion lemosina de su respaldo que decia:
• Aquest retaule h3 fet fer de manament del senyor Rey en Peie
Desvalí de la tesorería del dit senyor á servey de la osgleya de ma-
dona Santa Maria de Salas, en esmena 6 satisfacio de cert nombre de
lantes d'argent, les quales lo dit senyor feu pendre de la dita esgleyi
per mans del gobernador D'arago per gran neccsital de la gueira de Castella,
com no agües de que Dagás los soldats, e perço lo dit P. Desvalí vene
les dites lantes de manament del dit senyor, e distribuy la moneda per lo
tresorer, ha procurat ab lo -dit senyor, quel dit retaule hi sia fet:
perço suplica al senyor Vispe e als preberes de la. dita Esgleya que tots
disaptrs sia dita una missa de la dona Santa Maria per lo senyor Rey
e per la senyora Reyna, e que en remissio de sos pecats sia feta co-
meiuoracio del dit I*. Desvalí en satisfaccio dels travalls que ha sostenut
en fer fer c prycurar fos fet lo present retaule.»

(2) Se halla construida en paraje diferente de la antigua; pe o ám-


369
IGLESIA DE LORETO.— Eu el mismo sitio en que
estaba la casa en donde nació el invicto San Lorenzo,
á media legua de la ciudad, fué establecido el convento
de Agustinos cateados de Loreto que ya no existe. Fe
lipe II, hallándose en las córtes de Monzon, mandó
formar el diseño de la iglesia que subsiste (l). Es de
muy buena planta, espaciosa y clara. Tiene tres naves
con algunos altares de estuco én ámbos lados, y su fá
brica se terminó en 1777. En los risueños días de
Mayo, concurren allí en solemnes romerías la ciudad y
los pueblos circunvecinos.
EL TOZAL DE LAS MÁRTIRES.-En la parte dia-
metralmente opuesta, en el fatídico lugar de las horcas (2),
en el mismo sitio en donde fueron expuestos á las aves
los puros y santos cuerpos de las dos mártires del fa
natismo musulman, mandó el malogrado Sancho Ramí
rez construir un templo, poro ántes de que allí mismo
exhalára su último aliento. Largo, y poco interesante
además, fuera referir las muchas reparaciones y reedifi
caciones que desde aquella fecha ha sufrido la iglesia.
La actual es clara, de alia bóveda y de regular aspecto
interior y exterior. Contiguo está el cementerio viejo, en
elcual se dió sepultura hasta 31 de Diciembre de 1846

has fueron consagradas á un mismo olijeto. En el friso de la cornisa


que corre al rededor de la nave se lee esta inscripcion.
En el tiempo del rey D. Pedro el I, ;ey de Aragon, timada Huesca
(le los moros en la memorable batalla con los reyes y multitud de ellos,
y por los cristianos vencida: en este lugar 'aparecio este glorioso sanio
armado con annas de Ouz, por lo cual y 4 cabezas de reyes que allí
se hallaron, les reyes lo tomaron por insignias, y esta iglesia se edifico,
y despues venida en ruina se reedifico de nuevo cm favor del reino
y espensas de la ciudad de Huesca. Ario MCI. lili. Fué el Maestro
Domingo Almanzor.
(1) En la construccion no se siguio exactamente el plano mandado
trazar por el Rey.
(2) Véase la reseña del martirio de las hermanas Nuni'.o y Alodia-
370
en que se abrió el nuevo, al lado del camino de Za
ragoza (1).
Un poco más léjos, hácia el Norte, dejando á la
izquierda la huerta del que fué convento de Capuchi
nos, se halla la pobre ermita dedicada á SANTA LUCÍA;
y más arriba, dominando un agradable llano poblado
de árboles, vése la risueña iglesia de NUESTRA SEÑORA
DE JARA, edificada sobre una altura á cuyo pié brotan
mil fuentes de agua pura y cristalina, á la sombra de
álamos gigantescos.
Finalmente en direcciou N. O., hállase en un lugar
amenísimo el santuario de NUESTRA SEÑORA DE
CILLAS, parroquia un tiempo del pueblo que se hal|d'
en aquel mismo sitio. Aquella iglesia, fundada en tiempo
de D. Juan I, fué renovada en 1744 por el arquitecto
Lofi, á espensas de la cofradía de Cillas. Muy concurrida
es este santuario.
Pero ¿á qué hemos de proseguir? ¿A dónde diri
girémos nuestra vista en esta tierra de tantos recuerdos
que no veamos el sello de un glorioso pasado impreso
con caractéres dignos de eterna memoria?
Trabajo prolijo fuera seguir paso á paso todos los
sitios protegidos por un nombre histórico, ó por su cele
bridad, ó por una de aquellas leyendas sencillas y en
cantadoras en todo pais clásico en tradiciones. Trabajo
prolijo fuera..., y nosotros hemos traspasado, casi sin ad
vertirlo, los límites que nos habiamos propuesto. Resig
némonos—en gracia de las dulces emociones que hemos
sentido y que nunca olvidarémos—resignémonos á dejar
para inspiraciones mas felices el minucioso relato de todas
(1) El nuevo cementerio, situado á media hora escasa de la ciu
dad, es capaz y ventilado. Figura un paralelogramo rectángulo marcado
con una tapia de tres varas de altura. Tiene su capillita y casas vi-
viondas para el capellán y sepulturero, simetricamente colocadas.
371
las bellezas que hacen memorable la ciudad del ginete
vencedor en los tiempos de Roma, la de las cuatro cabezas
muslímicas coronadas, la de la muesca, y del inexpugnable
muro en épocas posteriores; la ciudad en fin enalte
cida siempre por las augustas barras del reino de Aragon.

CONCLUSIÓN.
Hemos llegado al fin de nuestra tarea; tarea gratísima, pero su
perior a nuestras fuerzas ó incompatible con las multiplicadas aten
ciones que nos rodean. Hemos quitado al descanso, durante al
gun tiempo, cuantas horas nos ha sido dable para consagrarlas
al noble recuerdo de las más gloriosas páginas de la historia de una
ciudad ilustre; y, si entusiasmados hemos procurado abarcar de una
ojeada los admirables hechos de los héroes que la inmortaliza
ron, nos hemos tambien sentado, con el corazon henchido de gozo
y de respeto, al pié de mustias ruinas, y hemos recordado gran
dezas pasadas. Abrumados alternativamente de dolor al pensar
en pérdidas para siempre irreparables, hemos desempolvado la
inscripcion donde dejo estampada su planta atrevida el victorioso
romano y besado con labios temblorosos la negra y carcomida
piedra testigo de los triunfos de aquellos héroes que durante
siete siglos jamás abandonaron el asombroso proyecto de recon
quistar palmo á palmo las llanuras de que fueron arrojados
*us padres... ¡Oh! ¡Quién poseyera la citara sonora del antiguo
vate, el melodioso laud de nuestros bardos o el lenguaje sublime
de la poesía para cantar la codicia del cartaginés, la ambicion
y los proyectos del romano, la constancia y el heroísmo ibéricos,
el sentimentalismo y las pasiones árabes, y las victorias de la
€ruz!... ¡Qué vario y dilatado campo! ¡Qué epopeyas tan inte
resantes y llenas de magnificencia!
Nuestra mision ha sido mas humilde. Hemos querido recordar al
oseense nombres, épocas y escenas inolvidables: hemos querido de
cir al estraño que la ciudad, que hoy vé decaída, fué ayer gloriosa:
será mañana pujante; mañana, cuando sus habitantes reciban llenos
de natural entusiasmo las mejoras que no se dejarán esperar mu
cho, y victoreen los pacíficos triunfos y las ventajas que propor
cionan los progresos materiales y la civilizacion de nuestros dias.
No debemos dejar la pluma sin manifestar nuestro sincero agra-
372
decimiento á todos los suscritores y particularmente á los disiin -
guidos individuos del Ayuntamiento de esta ciudad, presidido por
una Autoridad tan celosa y ajniga del lustre de su patria, como
D. Mariano Castañera y Alegre. Una simple indicacion sobre el
plan de nuestra publicacion y sobre el destino de su producto,
reservado á la Caja de la Junta de Señoras oscenses de la ca
ridad, basto para que aquel ilustre Cuerpo se suscribiera por
CIEN EJEMPLARES. ¿Qué mucho? Se trataba de la ciudad
esclarecida de que eran los representantes. Se trataba de los pobres;
Léanse los nombres que siguen. Muchos se habrán suscrito
por el objeto caritativo de la publicacion, otros quizá por eficaces
gestiones de las señoras de la Junta, y algunos, á no dudarla,
por el favorable juicio que anticipadamente formarían de esta obra
al ver el bien escrito prólogo con que me favorecio un amigo
distinguido; pero nadie por que pudiese esperar una línea de mérito
de quien reconoce no tenerlo. ^Sirvan estas palabras de espansioa
á nuestro profundo agradecimiento.

LISTA DE LOS §EÑ03ES SÜSCRITORES.


íjemp I

M. I. Ayuntamiento de Huesca. tOO Mariano Viseasillas.


* M. I. Sr. Gobernador de id. 1 D." Concepcion Bueno de Claver.
*. Hmo. Sr. Obispo de id. i D. Jose Bragat.
M. 1. S. D. S. M. San*., Rector i JD." Francisca LarrugadeLasals.
do la U. de Zaragoza. 1 D. Juan Carderera.
M. I. S. D. R. Sans y Rives. 1 jD." Joaquina Allue de Lnpez.
Sr. Canonigo Secretario delOois- i Jacoba Allue de Lasala.
pado de Huesca. 1 Gregoria Lasala de Lasala.
Seminario Conciliar de id' 1 Gregoria Larruga de Nasarrc.
Baron do Alcalá. 1 Pilar Nasarre de Macias.
L). Hilario Larrosa. i Maria Cruz Zapatero.
Manuel Vilas. \ Antonia Sabau de Ordás.
Hilarion Rubio. 1 D. Jose Vidosa,
Mariano Perales. 1 Sixto Vilas
♦. D." Carmen Pedios de Malo. , i D.' Gonza'a García de Horneo.
-+ D. Bisilio Gonza'ez. I ttomualda Lambea de Sopeña.
Patricio Ga marra. 1 D. Juan Casajüs.
Eulogio Sancb<iz. i Jose Campoy.
Victor de Veia. 1 Lino Martínez.
Juan Benedet. 1 D.* Josefa Guarga.
Domingo Monreal. i \ Angela Borderas.
373
D Simen Ena. D. Vicente Pueyo.
Pedro Abollan. ♦D." Francisca Muxica de Palacin.
•D.* Nicolasa Larruga. (D. Ramon Alaman.
D. Gregorio Barrio. Rudesindo Lopez
Orencio Garces v Banzo. •f-Gregorio Gonzalvo
Juan Tello. Ramon Lachen.
Nazaiio Placer. D.* Maria Dolores de Allue.
Juan de San J¡nn. Micaela Samitier de Aparicio.
Doña MagJalcna Orihuela- Angela Vallier de Ger.
f- D. Mariano Tercero. -fMaria Pedros de Castrillo.
Benito Ciria. D. Leopoldo Angles.
Severo Alvarez. fD.* Joaquina Espluga de Gasús.
Doña Maria Loieto Santolaria. D. Enrique Escardivol.
■*■ D. Sebastian Guillen. jD.* Antonia Perez.
+ Tomas Lalaguna. D. Lorenzo Recaj.
■t- Mariano Cliver. Manuel Carilla.
Leon Claver. H).1 Sebastiana Sevil.
Pablo Perez. D. Manuel Villanova.
D.* Antonia Labastida de Gomez fD.* Tomasa Nogues.
D. Benito Jose Mur. Mercedes Lobera.
D.* Antonia Negueruela de Colet Pilar Batalla.
•*-'D. Juan Coronas. D. Benito Calvo,
Antonio Cruella. -f Felipe Baron.
Pedro Salaberri. Padre Domingo.
Jose Cavero. Mariano Roca.
Damaso Benedet. Manuel Arizon.
Escolástico Ruiz de Santay ana. Antonio Paraíso.
Pablo Laliena. Oreneio Piraces.
Vicente Faboloro. Pascual Villanía.
Serafín Güira!. D." Leon isa Soler de Casas.
t- Julian Oclioa. D. Juan Bernad.
Pascual Tosat. Francisco Borres.
Damaso Tresaco. D.* Francisca Escuer de Ortega.
D.* Margarita Paraíso. Concepcion Veslasco.
<.©. Antonio Penosa. -fCírculo de la Union.
Joaquín Sancho. D. Juan Gonzalez
Justo Formigales. D.* Isabel Solana de Orús.
Jose Patricio Lopez. D. Domingo Boned.
Jose Majan. Fructuosa Sender.
Pedro Lain. Mariano Marco,
Santiago Monreal. ■f Mariano Durango.
Andres Lacostena. D.' Teresa Valles de Orús.
Pascual Dumas. D. Benito Lafarga.
Mariano Anzon. D.* Emilia Guallart.
Simon Banzo. Comisario de Guerra.
D * Cesárea MonUner. D.* Loreto Tello de Susin.

y
874
Andres Casajús. 2 Sr. Areipreste de id.
+ D." Josefa Bielsa de Díago. Sr. Maestrescuelas de id.
D. Luis Arbos. Sr. Penitenciario de id.
Manuel Sánchez. Secretario del limo. Sr. Obispo
Agustín Sistar. Sr. Arcediano de id.
Alejandro Lázaro. Sr. Rector del Seminario de id.
D.* Pabla Gabarre de Tolosana. Manuel Sevil.
D. Francisco Casaus. Maiiano Durango.
Raimundo Coronas. Jose Broto.
Paulino Casaus. Pedro Armisen.
Antonio Cajal >, Casimiro Soriane.
Josa Abizanda. 4~ Mariano Chivílli.
JoaquÍD Sierra. Pedro Bernad.
Matías Navarro. Rafael Muzás.
Manuel Fornies. Jose de Bielsa.
Fideneio Ferrer. Rafael Fanlo.
D.* Margai ita Ferrer. Mariano Purroy.
D. Agapito Callejas. Pedro Perez.
Juan Lafarga. Bernardo Larrosa.
Doña Julia Villacampa. Ramon Cotia.
D. Lorenzo Usieto. Jose Maria Prieto.
Mariano Colomer. Romualdo Domenech.
Mariano Vallier. Señora Viuda de Heredia.
.fPascual Ralla. D. Desiderio Escosura.
^Geronimo Lacostena. Valero de Grasa.
Martin Quintana. Antonio Morillo y Bara.
Manuel Camo. Sra. Marquesa Viuda de Artasona
D.1 Rosalia Borderas de Camo. D. Manuel Alvarez.
D. Manuel Gros. Manuel Sancho.
-/-Jose Fraga. Manuel Larruga.
Jose Blanc y Uson. Ángel Lozano.
Valentín Fernandez, Híginio Cejador.
-f Domingo Lasaosa. Ramon Pínula.
Cipriano Boned. Braulio Vicente Castilla.
D.* Andresa Alvarez de Lasala. Sr. Director del Instituto de
D. Fidel Ferrer. Teruel.
Jose Rubio. Melchor Lafita.
Lorenzo Frago. Emeterio Serra.
Luís Ferrer. Jose Oncins.
Antonio Secorun. Fermín Escartin.
D.* Luisa Nasarre de Lopez. Antonio Carrera.
D. Francisco Abizanda. Bafael Cabezas.
Nicolás Monreal. Estevan Alincrge.
f-Ilmo. Sr. Obispo de Jaca. Rafael de Lapuente.
Sr. Dean de id. Doña Celestina Zabala.
FIN.
Página .

Dedicatoria -. .. .... III


Prologo. .......... V

HISTORIA.
PRIMERA PARTE.—Osca.
I. Tiempos primitivos de la ciudad. . . . . .11
II. Invasion de los Cartagineses y de los Romanos. , . 14
III. Sertorio . .19
IV. Dominacion romana. 30
V. Ubbs Victrix Osca 40
VI. Fin de la Dominacion romana.—Invasion visigoda. —Anti
güedades 42

SEGUNDA PARTE.—Weschka. *

Vil. Irrupcion agarena , . 53


VIH. Walíes de Weschka. .61
'IX. Últimos momentos de Weschka 90
X. Weschka musulmana. . 93

TERCERA PARTE.—Huesca.

XI. Conquistadores de la Weschka musulmana 101


XII. Memorable cerco de Huesca , . . 115
XIII. Continuacion del sitio de Huesca. 121
XIV. Batalla de Alcoraz. . 126
XV. Fin del leinado de Pedro I.—Don Alfons* el Batallador.
—Interregno. . 133
XVI. Don Ramiro el Monje—Campana de Huesca. . . . 142
XVII. Reyes de Aragon hasta la agregacion del reino i Castilla. 156
XVIII. Importancia de Huesca despues de la reconquista. . .161
XIX. Sucesos notables desde Femando el Catolico basta nues
tros dias ,..,.-.. 169

LA CIUDAD.
PRIMERA PARTE.—La ciudad antigua.
XX. Dificultad de las investigaciones • 177
*
XXI. La ciudad primitiva. 179
XXII. La ciudad sertoriana 185
XXIII. La ciudad muslimica 18S

SEGUNDA PARTE.—La ciudad moderna.

XXIV. Situacion topográfica, ¿alidad y circunstancias del terreno-,


y categoría de la ciudad . 195
XXv. Calles y plazas. — Paseoa y diversioses públicas. — Comer
cio. —Yias de comunicaaion. —Importancia de la ciudad. . 202

MONUMENTOS
, PRIMERA PARTE.— Monumentos civiles.
XXVI. Casa consistorial . . 211
XXVII. La universidad sertoriana 214
XXVIII. Colegio de Santiago .230
XXIX. Colegio de San Vicente 23(5
XXX. Colegio de Santa Orosia y otros establecimientos de r 3-
ñanza. . - . . 242
XXXI. Palacio de la Diputacion provincial. . . . • 248
XXXII. Edificios' destinados i espectáculos publicos. . ". 249
XXXI II Establecimientos de beneficencia. . . . . 231

SEGUNDA PARTE.— Monumentos religiosos.

XXXIV. La Catedral ...'". . .237


XXXV. Historia eclesiástica oséense. . ...... 271
XXXVI. San Pedro el Viejo , . 526
XXXVII. Los demás templos de la ciudad -. 335

MISCELÁNEA.
PRIMERA PARTE.—Apuntes biográpicos..
XXXVIII. Patronos de Huesea 343
XXXIX. Oscenses ilustres 359

SEGUNDA WRTE.—Alrededores db Huesca.

XL. Monte-Aragon 361


XLI. Monumentos celebres de las cercanías de Huesca . . 366
Conclusion 371
Lista de los Srcs. suscritores , 572
' ,

3 2044 035 960 301

This book should be returned to


the Library on or before the last date
stamped below.
A fine of five cents a day is incurred
by retaining it beyond the specified
time.
Please return promptly.
i

Vous aimerez peut-être aussi