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El poder psiquiátrico – Foucault.

La institución psiquiátrica reina a partir de un discurso que instaura como verdadero. A partir de
esta verdad, se necesita de una institución y de un poder.

Se puede decir por consiguiente una crítica institucional la cual parte de la institución para
denunciar el poder y analizar los efectos del desconocimiento.

Foucault, por el contrario, analiza el problema del poder y no de la institución, vale decir, los
problemas que genera el problema de lo que genera un discurso de verdad sobre la locura. A
partir de este problema, Foucault denomina el efecto de un poder denominado “poder de
disciplina”.

¿Qué es el poder de disciplina?

Una primera hipótesis planta que existe en la sociedad algo llamado poder disciplinario. Es la
forma en que los poderes políticos y en general logran aferrarse a los cuerpos y al concentrarse en
ellos, logran tocar, trabajar y dirigir unas llamadas “fibras blandas del cerebro”. Esto se traduce en
algo que se podría denominar contacto sináptico cuerpo-poder.

Una segunda hipótesis plantea que el poder disciplinario tiene una historia. Esta historia parte en
su conformación desde las sociedades religiosas para luego trasladarse hacia las comunidades
laicas. Se puede evidenciar en los “hermanos de la vida común”, grupo que a partir de técnicas
conventuales pretendía sentar bases para la vida espiritual. De esta manera tenemos métodos
disciplinares que trascienden entre comunidades religiosas o laicas.

Foucault plantea que al poder de disciplina en la historia lo precede otro poder, el cual denomina
“poder de soberanía”.

¿Qué es el poder de soberanía?

Es una relación asimétrica que se da entre el soberano y el súbdito.

Esta relación en primer lugar se da en forma de sustracción y gasto que se presenta cuando el
soberano sustrae cosas de los súbditos, ya sea productos, cosechas, objetos, tiempo, servicios, etc.
Y aunque no está obligado a devolver lo que ha sustraído, lo devuelve en forma de gasto. Este
gasto se devuelve en forma de protección, servicio religioso a cargo de la iglesia. Pero, la
sustracción siempre se impone sobre el gasto y la disimetría es grande por lo que la relación hace
que dentro de este sistema se perfilen prácticas como la depredación, el saqueo y la guerra.

En segundo lugar, esta relación siempre mantiene algo que la subyace. Es aquello que precede casi
como un derecho divino o una conquista. Esto se reactualiza y se mantiene, son todos aquellos
rituales que se van manteniendo y reactualizando tales como las obligaciones de saludos, los
gestos, los hábitos, las insignias, los signos de respeto que se dan en esta relación. El reverso de
esta soberanía sería por consiguiente la violencia, la guerra.
En tercer lugar, estas relaciones no son isotópicas. Esto quiere decir que las relaciones de
soberanía son perpetuas de diferenciación, pero no de clasificación. Esto quiere decir que estas
relaciones se entrelazan unas con otras y carecen de una medida común, dado que son
heterogéneas entre sí. Como ejemplo de relaciones tenemos: al poseedor del feudo y soberano
feudal, el sacerdote y el laico, el siervo y el señor. Estas relaciones no son posible de integrar
dentro de un sistema verdaderamente único.

Es así como se puede decir que la relación de soberanía es una relación que pasa más allá de un
elemento-sujeto como individual, la relación de soberanía se aplica a multiplicidades y está por
encima de la individualidad corporal. Se aplica a familias, usuarios o también a aspectos de la
individualidad, de la singularidad somática.

Es así como en la relación de soberanía se da una “función sujeto”, la cual se desplaza por encima
y debajo de las singularidades somáticas (vale decir de la individualidad corporal), dado que estas
singularidades en algunas relaciones será soberanos o súbditos.

A raíz que se mira hacia la cima, se tiene una tendencia de individualización mayor, vale decir
tendiente a lo soberano. Para que se mantenga esta relación de soberanía, en algún punto debe
existir una individualidad, y esta individualidad se planta en el vértice superior de toda la espiral de
la relación de soberanía y de esta manera así se evidencia una falta de individualidad en los
cuerpos sobre los cuales se aplica la soberanía. Es así como este elemento que se mantiene en la
cúspide se alza como una suerte de “rey”, pero es necesario que este rey no subyace a la
corporalidad, sino que se perpetue la idea de monarquía. Este cuerpo de monarca (que es más
ideológico que corporal), mantiene unidas todas estas relaciones de soberanía que están bajo de
él.

Se puede concluir que la relación de soberanía aplica un poder político sobre el cuerpo pero que
no es referente a la individualidad. Por un lado, cuerpos, pero no individualidad y por otro, una
individualidad, pero no una multiplicidad de cuerpos.

En este apartado vuelve a hablar del poder disciplinario.

En primer lugar, el poder disciplinario puede caracterizarse no por una sustracción de producto,
sino por una captura total. Una captura del cuerpo, los gestos, el tiempo, el comportamiento del
individuo. Es una captura del cuerpo y no de lo que produce, una captura del tiempo en su
totalidad y no del servicio.

El poder disciplinar no necesita ser ritual o cíclico, de ceremonias o marcas. El poder disciplinario
implica un control constante, dado que implica en la corporalidad del individuo un sistema que lo
hace sentir perpetuamente bajo la mirada de alguien o en la situación de ser observado. En este
tipo de poder se apunta por consiguiente a que todo funcione por si solo y la vigilancia es de
carácter virtual, vale decir, que sea un hábito.

Los ejércitos son una buena forma de ejemplificación de la aplicación del poder disciplinario.
Antiguamente los ejércitos se caracterizaban por el ejercicio de lo pagano y el libertinaje al tomar
ciertas tierras, pero luego se convirtió en toda una disciplina cuando los soldados comenzaron a
ser acuartelados y se construyó una disciplina y la aplicación de un poder disciplinar que
significaba el ser soldado. De esta forma se realizaba una colonización de la corporalidad, la
mentalidad de lo somático.

El ejercicio corporal que se realiza en los ejércitos, por ejemplo, se instaura como una repetición
cíclica que marca una continuidad genética en lo somático para perpetuar la disciplina.

La escritura se marca como la perpetuación del poder disciplinar, dado que lo que se enseña va
rodeando los discursos de los individuos, así como de los comportamientos y va codificando lo
disciplinar. La escritura así, va constituyendo una individualidad esquemática y centralizada, que
está sujeta a evaluaciones, ya sea de aprendices y profesores o la evaluación policial sobre
infractores de ley. Se funde en los cuerpos la necesidad de evaluar, de categorizar.

El poder disciplinar se hace presente de manera intrínseca y trata de estar presente antes de que
se lleven a cabo los propios actos a través de premios, castigos y presiones que subyacen a lo
visible y que se impregnan en lo somático. Pero este poder se impregna aún más allá del cuerpo,
se impregna en algo que se define a un nivel de “alma” que tiene una definición muy distinta a la
que le da la cristiandad.

Este carácter de panóptico (Torre alta que tiene un vigilante sobre ella, pero que no se ve desde
fuera) se representa como una presión sobre el individuo más allá de la corporalidad.

Como última característica, el poder disciplinario tiende a ser isotópico. Vale decir que cada
elemento tiene su lugar definido, todo está clasificado, tiene niveles y grados que deben
mantenerse rígidos para efectos de control (por ejemplo, los rangos etarios, los rangos de los
ejércitos, la asimetría en los establecimientos educativos). Es así como al haber clasificaciones y
lugares definidos, también existen los marginados, los residuos y aquello que no puede clasificarse
dentro de lo establecido. Es aquí donde encontramos a los desertores, quienes no existían antes
de que los ejércitos fuesen entidades rígidas. Es así como incluso en las entidades educativas aquel
que no puede aprender a leer o tiene dificultades es marginado. De este modo ¿En qué punto
aparecen los delincuentes? Estos se constituyen como un grupo irreductible, marginal y sin lugar
en esta sociedad clasificadora y disciplinar. Es así como llegamos al residuo de los residuos, el
enfermo mental, quien es inadmisible en cualquier clasificación impuesta socialmente: La
escolaridad, los ejércitos, la policía, etc.

Es así, como nacen entidades que deben encargarse de estos residuos y así, de los residuos de los
residuos ad infinitum. Y la búsqueda de estas sociedades isotópicas es recuperar a estos residuos
para reinsertarlos dentro de este poder disciplinar.

Resumiendo, se puede decir que el poder disciplinario fabrica cuerpos, fija con exactitud la función
del cuerpo. Es individualizante y el individuo no es otra cosa que el cuerpo sujeto. El poder
disciplinario individualiza porque ajusta las funciones del sujeto a través de todo un sistema de
vigilancia y escritura, establece además la norma como principio de partición y la normalización
como prescripción universal para todos los individuos así constituidos. También por resultado
caracteriza las divisiones de lo normal y lo anormal.

El sujeto por consiguiente nace de esta normalización la cual lo convierte en un individuo. Es a


partir de esta psicologización del sujeto que nacen los discursos, la fundación de las ciencias. Es a
partir de las clasificaciones que los individuos se pueden constituir como sujetos separados que se
auto clasifican, se cuestionan y cuestionan a los otros por pertenecer a lo normal o no.

Foucault así dice que las ciencias humanas tratan de acoplar al individuo jurídico y al individuo
disciplinario. Este individuo jurídico que es aquel que la tecnología política recorta y constituye
como disciplinario, este individuo jurídico que dicen las ciencias humanas (Psico, sociología, etc.)
que si se raspa se encuentra un hombre disciplinario. Ese hombre disciplinario que habla de un
individuo alienado, que carece de autenticidad y que si es raspado estará el individuo jurídico
detrás. Es así como estos dos se homologan hasta cierto punto y que sientan las bases de las
búsquedas de las ciencias humanas.

En los siglos XIX y XX se llama hombre a esta especie de imagen que oscila entre estos dos
individuos. Un individuo jurídico que es reivindicación del poder y un individuo disciplinario que es
un instrumento del ejercicio material. Es así como se establece esta ilusión que llamamos
“hombre”.

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