Vous êtes sur la page 1sur 10

El suicidio del poeta

Trabajo realizado por Lic. Nahima Caram para la optativa Sobre el amor y la muerte en
Borges dictada por la prof. Dra. Ruth Ramasco en Marzo-Junio, 2018.

“Son innumerables los hombres, son innumerables los tiempos y todo lo que pasa, me pasa
precisamente a mí”. Borges, J. L. El jardín de los senderos que se bifurca.

Este trabajo se propone realizar un tratamiento hermenéutico del problema de


la decisión de darse muerte a uno mismo. Para ello utilizaremos dos relatos de
Borges: El testigo y El espejo y la máscara junto con algunas poesías que tematicen
este hecho. El primero se encuentra en El hacedor y el segundo en El libro de la
arena.

El espejo y la máscara

Como es sabido, Borges acostumbra escribir para un lector que es


posiblemente igual a él, es decir alguien que conoce sobre historia en general, sobre
literatura, sobre filosofía, alguien erudito. Por lo cual cada vez que leemos ya sea una
poesía o un cuento, tenemos que llenar esas lagunas textuales que se forman en cada
lectura buscando información relevante.

Borges nos dice en la primera línea que el contexto espacial y temporal es la


terminación de la Batalla de Clontarf. La batalla de Clontarf tuvo lugar entre las
fuerzas de Brian Boru y las fuerzas lideradas por el rey de Leinster, Máel Mórda.
Terminó con una derrota de las fuerzas de Máel Mórda junto con la muerte de Brian,
que fue asesinado por unos nórdicos que intentaban huir y se encontraron con su
tienda. Después de la batalla, Irlanda volvió a un estado de luchas entre pequeños
reinos que existían desde hacía algún tiempo.

Brian Boru había gobernado la mayor parte de Irlanda desde 1002, pero la isla
distaba mucho de estar sometida a su control y el título de Gran Rey de Irlanda era
más un título ceremonial que una autoridad: Brian contaba con cambiar esto, y unificar
la isla, de lo cual se ocupó durante varios años de su vida.

En el texto de Borges aparece la relación entre el rey y el poeta. El primero le


pide al segundo que realice odas para cantar su victoria, pues la literatura, más
especialmente la poesía es una manera de acceder a la inmortalidad. Ante este
pedido, el poeta reconoce las acciones que puede hacer y las que no, y reconoce que
lo que no puede hacer es: agradecer.

1
Conozco los linajes mitológicos de todas las casas de Irlanda. Poseo
las virtudes de las hierbas, la astrología judiciaria, las matemáticas y
el derecho canónico. He derrotado en público certamen a mis rivales.
Me he adiestrado en la sátira, que causa enfermedades de la piel,
incluso la lepra. Sé manejar la espada, como lo probé en tu batalla.
Solo una cosa ignoro: la de agradecer el don que me haces1.

Sin embargo, el poeta acepta el desafío y compone para el rey. De sus


composiciones las primeras dos son recibidas de manera excelente por el rey. El rey le
manifiesta que ha manejado bien la rima, la aliteración de los metros, la asonancia.
Como signo de su aprobación el rey le obsequia un espejo de plata y manda a
transcribir el verso doce veces por treinta escribas.

Al término de un año el poeta regresa con otra loa. Ante la cual el rey le dice:

De tu primera loa pude afirmar que era un feliz resumen de cuanto se ha


cantado en Irlanda. Ésta supera todo lo anterior y también lo aniquila Suspende,
maravilla, y deslumbra2.

Como muestra de su aprobación el rey le da una máscara de oro. Pero al año


siguiente, por tercera vez vuelve el poeta a encontrarse con el rey por tercera vez,
pero ahora el poema tenía una sola línea. No sabemos qué dice porque Borges no nos
lo hace saber, pero nos dice que los dos personajes, el poeta y el rey, paladearon
como si se tratara de una blasfemia o una plegaria.

El tercer regalo del rey es una daga. Con ella el poeta se da muerte a sí mismo
al salir del palacio. Del rey sabemos que se vuelve un mendigo y que no ha repetido
nunca el poema.

Intentaremos complementar este relato con un texto que aparece en La rosa


profunda de 1975 donde Borges escribe un poema titulado “El suicida”:

No quedará en la noche una estrella.

No quedará la noche.

Moriré y conmigo la suma

del intolerable universo.

Borraré las pirámides, las medallas,

1
BORGES, JORGE LUIS. El libro de la arena, Editorial La Nación, Buenos Aires, 2005, p. 98.
2
BORGES, JORGE LUIS. El libro de la arena…., p. 100.

2
los continentes y las caras.

Borraré la acumulación del pasado.

Haré polvo la historia, polvo el polvo.

Estoy mirando el último poniente.

Oigo el último pájaro.

Lego la nada a nadie.

Es imposible entender las razones por las cuales alguien puede darse muerte a
sí mismo. Quizás una sensación de desagrado, de vacío, no hay forma de saberlo.
Pero para los que quedan vivos, la muerte de esa persona es la muerte del universo
entero que la contenía. Karl Menninger3 (1893- 1990) en El hombre contra sí mismo
afirma que existen tres componentes de hostilidad en todo acto suicida: el deseo de
matar, el deseo de ser muerto, y el deseo de morir. Lacan (1901- 1981) va más lejos y
afirma que el hombre no sólo es el único ser que puede suicidarse, sino que también
es el único que sabe que morirá, saber condicionado por la existencia de la palabra,
del lenguaje, donde se enlazan el sentido de la vida y el sentido de la muerte.

El testigo

La particularidad que tiene la muerte auto-provocada es que en ella el que la


ejecuta es testigo del fin de su vida. Borges tiene un relato llamado El testigo donde el
protagonista sabe que va a morir, no sabemos cómo ni porqué, ni en manos de quién,
sino simplemente que va a morir. Pero su muerte va a acarrear otras muertes. Con él
van a morir todos sus recuerdos, ya no habrá manera de que esas representaciones
tengan soporte en la realidad, y esas imágenes de ritos paganos morirán con su
muerte. El mundo entero será más pobre con su muerte.

De acuerdo con Agamben existen dos palabras en latín para decir “testigo” 4. La
primera es testis y la segunda superstes. En el primer caso se testigo es el que se
pone como tercero en un proceso o en una pelea entre dos contendientes. En el
segundo caso, designa al que ha vivido algo, al que ha atravesado hasta el final un
acontecimiento y puede por ello, dar testimonio. Ahora bien, si el suicida es testigo de
su propia muerte ¿cómo puede saber que está muerto? ¿Dónde es que se van los
muertos cuando mueren?

3
Cfr. COHEN AGREST, DIANA. Por mano propia. Estudio sobre las prácticas suicidas, Editorial Fondo de
Cultura Económica, Bs. As. 2007, p. 179.
4
AGAMBEN, Lo que resta de Auschwitz, Adriana Hidalgo Editora, Bs. As., 2017, p. 17.

3
En este texto introduce Borges una disyunción al parecer exclusiva que hace
que el lector se detenga por el peso que pone en cada una de esas posibilidades. Así,
o una cosa (o número infinito de cosas) muere en cada agonía a menos de que exista
una memoria del universo (como conjeturan los teósofos). Así, o cada vez que muere
algo muere el conjunto entero que contenía a esa cosa o existe una especie de
memoria colectiva que hace que todo esté vinculado con todo y cuando muere algo
muere todo. No sabemos qué o quién o cómo se forma esa memoria colectiva, pero
aparentemente traspasa los límites de lo meramente individual para abarcar al
universo entero, o a todos los recuerdos habidos y por haber, a los que fueron, a los
que son y a los que serán.

Entonces nos pone aquí tres ejemplos Borges5:

● “los últimos ojos que vieron a Cristo”


● “la batalla de Junín”
● “el amor de Helena”
Esos acontecimientos nos ponen de manifiesto que algo murió con la muerte de
alguien. Primero alude a la última vez que Cristo fue mirado, después nos ejemplifica
las muertes que acarreó la independencia del Perú y finalmente combina una fórmula
de amor y muerte en Helena, personaje célebre de la mitología griega, quien murió en
la guerra de Troya por su amor por París.

Es aquí donde Borges realiza el gran salto en su narración, estaba hablando de un


hombre en tercera persona, alguien anónimo, no nos hace saber ni su nombre ni su
apellido, un hombre x. Conjeturamos que del siglo xi. Y de pronto comienza a hablar
de él mismo, estamos ante un lenguaje que se convirtió en metalenguaje, Borges
hablando de Borges:

“¿Qué morirá conmigo cuando yo muera?” y añade “¿qué forma patética o


deleznable perderá el mundo?” y concluye el hermoso relato con unas respuestas a
modo de interrogantes, como si no se atreviera a poner en palabras aseverativas las
cosas que va a perder el mundo cuando él ya no esté en él. Pareciera ser que no le
queda otra alternativa que poner esas palabras a modo de interrogante, sin la fuerza
de la certeza de lo que está afirmando, solamente en el terreno de la duda. Y se
pregunta:

● “¿La voz de Macedonio Fernandez?”


● “¿La imagen de un caballo colorado en el baldío de Serrano y Charcas?”

5
BORGES, JORGE LUIS. El hacedor, Editorial La Nación, Buenos Aires, 2005, p. 37.

4
● “¿Una barra de azufre en el cajón de un escritorio de caoba?”
El poeta declara su nombradía

Este poema se encuentra en El hacedor, concluye con el verso “ojalá yo


hubiese nacido muerto”. En un solo enunciado, Borges pone en relación,
magistralmente los verbos de “nacer” y de “morir”. Dos acciones que a primera vista
pueden parecer antagónicas en el sentido de que se excluyen mutuamente en un
mismo momento y bajo un mismo respecto.

Sin embargo, también es sabido que continuamente mientras vivimos estamos


constantemente muriendo. Visto desde una óptica dialéctica, mientras respiramos
muchas células de nuestro cuerpo van muriendo y otras van naciendo de nuevo,
muchos tejidos van muriendo y otros naciendo, el aire impuro se muere y al puro lo
inhalamos. Continuamente lidiamos con la vida y con la muerte.

Sin embargo, también es cierto que la muerte rodea nuestras vidas y la de los
otros continuamente. Teniéndola presente o no, mientras vivimos alguien está
muriendo. Así lo dice Roberto Juarroz en Poesía Vertical6:

Mientras haces cualquier cosa,

alguien está muriendo.

Mientras te lustras los zapatos,

mientras odias,

mientras le escribes una carta prolija

a tu amor único o no único.

Y aunque pudieras llegar a no hacer nada,

alguien estaría muriendo,

tratando en vano de juntar todos los rincones,

tratando en vano de no mirar fijo a la pared.

Y aunque te estuvieras muriendo,

alguien más estaría muriendo,

6
JUARROZ, ROBERTO. Poesía vertical en
http://www.paginadepoesia.com.ar/escritos_pdf/juarroz_poesiavertical.pdf

5
a pesar de tu legítimo deseo

de morir un minuto con exclusividad.

Por eso, si te preguntan por el mundo,

responde simplemente: alguien está muriendo.

Así y todo, Borges hace un enunciado desiderativo, expresa un anhelo


subjetivo, no el anhelo de no nacer, tampoco el anhelo de morir, sino la ansía de haber
“nacido muerto”. Si lo pone como un deseo en un plano subjuntivo, pues dice:
“hubiera”, entonces quiere decir que de hecho, “nació vivo”, pero hubiese preferido
“nacer muerto”.

Pero el inicio del poema es un tanto más revelador, dice que es “medido” por el
cielo. Por el título, sabemos que habla el poeta, y conocemos que enuncia su
reputación, fama, o en palabras de Borges “nombradía”. Dice también, que es buscado
por príncipes para llenar con oro su boca. Notemos que el oro es un material
imperecedero, lo cual de alguna manera denota un carácter parecido a la eternidad.

Añade que sus versos son conocidos por los ángeles, y lo saben de memoria.
Esas criaturas celestiales conocen los versos del poeta. Tendríamos que preguntarnos
si acaso conocen la angustia y la humillación con la cual fueron escritos esos versos,
pues eso no nos lo hace saber Borges. ¿Hasta dónde pueden conocer los ángeles?
¿Pueden saberse los poemas y no el dolor que los ha causado? ¿O acaso saber el
poema, es equivalente a saber el dolor? O más bien ¿el poema es el dolor?

Algo así como leer un jeroglífico, leemos unos signos pictográficos puestos
sobre algún soporte en algún milenio de la historia egipcia por ejemplo, supongamos
que en el tercer milenio antes de Cristo. Pero eso no importa, ¿Cuándo vemos la fuete
escrita en jeroglífico vemos el dolor que lo ha llevado a semejante construcción? No lo
vemos, sólo vemos la fuente. El dolor no se lo puede ver, y aún más si no es nuestro.
El dolor no se puede tocar, es tan abstracto que sólo podemos sentirlo y no todos y no
de la misma manera, y sólo si es nuestro. ¿Vemos el dolor de Borges en este bello
poema? No lo sé, sólo veo palabras que fluyen unas a otras, atisbo el dolor…No sé si
da igual atisbar o mirar.

La figura del poeta

Retomando nuestro primer relato nos preguntamos ¿quién es el poeta?


Curiosamente, Agamben describe al poeta no como aquel que tiene la capacidad de

6
crear, como si fuese un dios pero con palabras, sino como alguien que realiza y
después puede. ¿Primero podemos escribir y después escribimos? Para Agamben no
sería así. No es que obramos porque podemos, sino al revés primero obramos y
después nos damos cuenta de que hemos podido hacerlo. Precisamente por eso han
sido posibles tantas aberraciones en la historia como el exterminio de judíos. Alguien
lo ha hecho, en este caso, Hitler y toda su ingeniería de la destrucción, y después ha
construido su potencia para hacerlo. Pero si ha podido hacerlo, entonces también
puede no hacerlo. La potencialidad también vale para la omisión de los actos. El
hombre puede matar a los otros y a sí mismo. Lo maravilloso es que decida no hacerlo
cuando perfectamente puede hacerlo.

Agamben nos advierte de no confundir “potencialidad de obrar” con obrar”. No


es que cuando hacemos algo, lo hacemos porque antes teníamos la posibilidad de
hacerlo. Para Agamben sucede al revés actuamos y después de actuar descubrimos
esa posibilidad porque ya lo hemos consumado al acto.

Así:

Poeta no es aquel que tiene la potencia o facultad de crear, que, un


buen día, a través de un acto de la voluntad (la voluntad es, en la
cultura occidental, el dispositivo, que permite atribuir las acciones y
las técnicas en propiedad a un sujeto), decide, como el Dios de los
teólogos, no se sabe cómo ni por qué poner en obra. Y, como el
poeta, también el carpintero, el zapatero el flautista y aquellos que,
con un término de origen teológico, llamamos profesionales- y en fin,
todo hombre- no son los titulares trascendentes de una capacidad de
actuar o de hacer: son más bien, vivientes que, en el uso y
únicamente en el uso de sus miembros como del mundo que los
circunda, hacen experiencia de sí y se constituyen como usantes (de
ellos mismos y del mundo)7.

El “uso” vendría a ser la forma de vincular “potencia” y “acto” en Agamben. No


es que el carpintero sea tal porque tiene la potencialidad de construir y efectivamente
pueda poner en obra dicha potencia. Por el contrario el carpintero utiliza su cuerpo
para configurar una obra que luego tiene la potencialidad de realizar o de no realizar.

Vale la pena hacer incapié en la noción de “uso” porque alguien puede tener la
potencialidad de hacer algo pero si no lo hace dicha posibilidad es vacía. Así, alguien

7
AGAMBEN, GIORGIO. El uso de los cuerpos, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2017, p. 127- 128.

7
puede tener “ojos” pero si no los usa para ver entonces no tiene sentido esa posesión
de la vista.

“(…) el pintor, el poeta, el pensador- y en general, quienquiera que


practique una poiesis y una actividad- no son los sujetos soberanos
de una actividad creadora y de una obra; son, más bien, vivientes
anónimos que, al volver inoperosas las obras del lenguaje, de la
visión, de los cuerpos, buscan hacer experiencias de sí y constituir su
vida como forma de vida”8.

Acertadamente, aquí Agamben puede hacerlo hablar a Wittgenstein en sus


Investigaciones Filosóficas donde a partir de la noción de “juego lingüístico” puede
justificar el uso de una determinada “forma de vida” sin necesidad de apelar a
“explicaciones” que den cuenta de ello. Es decir, cuando actuamos, no hace falta
“explicar” la acción realizada, más bien, la obra se explica por sí sola.

Sobre todo porque cuando actuamos muchas veces no conocemos de


antemano el final de la acción, creemos que somos ejecutores de una acción cuando a
veces sucede que la obra se realiza en nosotros, o como diría Heidegger la obra de
arte se realiza en el artista. Así, lo dice Fernando Barcena:

Nunca conocemos con absoluta certeza el final de una acción, por


ejemplo la de la acción de leer, se puede, se debe, y se tiene que
decidir, ya que de lo contrario más que de una decisión libre
estaríamos ante una deducción lógica o una causación mecánica.
Porque no conocemos el resultado, y porque no podemos, por tanto,
definir una competencia antes de ponernos a prueba9.

Nada y nadie

¿Hacia dónde van los poetas cuando mueren? Si se han dado la muerte a sí
mismos por considerar que su yo no puede ser llenado con algo entonces realizan un
acto de des-subjetivación para transformar su nombre en el nombre de nadie. Allí
donde había una persona ya no la habrá más.

¿Cómo decir: nada? Nos encontramos delante de una gran paradoja


de escritura: nada sólo puede decirse nada; nada es tal vez el único
vocablo de la lengua que no admite ninguna perífrasis, ninguna
metáfora, ningún sinónimo, ningún sustituto, pues decir nada por su

8
AGAMBEN, G. El uso de los cuerpos…, p. 441.
9
BÁRCENA, FERNANDO. El aprendiz eterno, Miño y Dávila Editores, Buenos Aires, 2012, p. 139.

8
solo puro y denotante (la palabra “nada”) es al instante llenar la nada,
desmentirla: como Orfeo que pierde a Eurídice volviéndose a ella,
nada pierde un poco de su sentido cada vez que se la enuncia (que
se la de-nuncia). Por lo tanto es necesario hacer trampa. La nada
solo puede ser asida por el discurso obicuamente, al sesgo, mediante
una especie de alusión deceptiva.10

En palabras del escritor argentino, acudimos al poema Soy11:

Soy el que sabe que no es menos vano

que el vano observador que en el espejo

de silencio y cristal sigue el reflejo

o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe

que no hay otra venganza que el olvido

ni otro perdón. Un dios ha concedido

al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos

de errar, no ha descifrado el laberinto

singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.

Soy el que es nadie, el que no fue una espada

en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

Nada mejor que citar a un poeta que murió por suicidio, se trata de De Paul
Celan12 (1920- 1970):

Nadie nos forma otra vez de la tierra y el barro,

nadie sopla en nuestro polvo.

Nadie.

10
BARTHES, ROLAND. El grado cero de la escritura, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 2015, p. 164
11
BORGES, JORGE LUIS, en https://www.poemas-del-alma.com/soy.htm
12
https://verseando.com/blog/poemas-paul-celan-salmo/

9
Alabado seas tú. Nadie.

Por ti queremos

florecer

hasta ti.

Nada

fuimos, somos, seremos,

floreciendo:

la nada,

la rosa de nadie.

Con el lápiz transparente,

con las fibras de polvo baldías como este cielo,

con la corona roja

de la palabra púrpura

cantamos a las,

oh, a las espinas.

10

Vous aimerez peut-être aussi