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Honduras Post Mortem, Guatemala In Vitro

Aquiles Faillace

La actual crisis que vive nuestro vecino, Honduras, me hace recordar cuando
nos toca compartir un taxi con otro pasajero con una fuerte gripe. Si, altamente
contagioso.
Todo inicia un par de años antes de que, en 2009, el Presidente Zelaya
despertara en pijama, en un avión rumbo al exilio. El deseo de los gobernantes
de aferrarse al poder, aunado al poco sano consejo de supuestos magos
consejeros, hacen de las mieles del poder un elixir que amerita desintoxicación
en un centro de rehabilitación.
En efecto el presidente Zelaya promovió cambios a la Constitución con el fin de
lograr la reelección, y como decimos en buen chapín, le salió el tiro por la culata.
Las elites empresariales y políticas se encargaron de abortar dicha pretensión. E
inicio el proceso de agonía de la democracia hondureña. Los promotores del golpe
de estado instalaron un régimen que los protegiera de cualquier cambio que
afectara su “estabilidad” y se dio un doble recambio de las autoridades del vecino
país, pero siempre el tiempo pasa y llego el momento del tercer cambio de
autoridades, lo cual parece haberles tomado por sorpresa, ya que no se cuidaron
de generar nuevos liderazgos y ahora descansa su “estabilidad” en la
permanencia del actual presidente en el poder.
El problema de Honduras no es el recuento de votos sino quien se queda y por
qué. Zelaya intento un burdo golpe de estado para reelegirse y la respuesta de la
oposición, poco creativa, fue idéntica, lo que deslegitima el resultado, cualquiera
que sea y evidencia claramente que en el tablero de ajedrez pelean, como siempre
ha sido, extrañas piezas que nadie coloco allí al inicio de la partida. De tal forma
Honduras se convierte en el país más alejado de la democracia en el área, tal
como lo mostraron las fallas del sistema durante las últimas elecciones con el
componente agregado de ser uno de los estados menos transparentes del mundo.
¿Pero dónde y cuándo inicia este rompecabezas?
En 2012 mientras Porfirio Lobo presidia el Organismo Ejecutivo y Juan Orlando
Hernández el Congreso (ambos del mismo partido Nacional) cuatro magistrados
de la Corte de Constitucionalidad Hondureña (técnicamente una Sala de la Corte
Suprema de Justicia) fueron destituidos ilegalmente por el Congreso. Esto abrió
la posibilidad de ganar el control sobre dicha sala y obtener fallos favorables a
las intenciones del partido de gobierno. De tal manera en 2015 mediante
sentencia en un proceso de Inconstitucionalidad planteado por 16 diputados

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oficialistas se declara Inconstitucional el artículo 239 de la propia Constitución.
Un total contrasentido declarar inconstitucional un artículo pétreo de la propia
Constitución, sin embargo, esto fue posible lograrlo en forma espurrea teniendo
el control político de la Sala de lo Constitucional. Con el agravante que el propio
artículo 274 de la Constitución Hondureña definía el articulo 239 como PETREO,
o sea que no se podía reformar por ningún motivo en ningún momento. Esto a
pesar que los Constituyentes Hondureños previendo esta clase de políticos
incluyeron en dicho artículo que “el que quebrante esta disposición o proponga
su reforma, así como aquellos que lo apoyen cesaran de forma inmediata en el
desempeño de sus cargos y quedaran inhabilitados para el ejercicio de la función
pública.” Y nada ha pasado. Tres magistrados, suplentes de los cuatro
destituidos ilegalmente por el Congreso de un plumazo borraron del
ordenamiento jurídico, abrogándose facultades propias de una Asamblea
Constituyente, un artículo pétreo de la Constitución y abrieron las puertas para
la reelección presidencial.
Es necesario analizar como la “estabilidad institucional” descansa en dos pilares
fundamentales, la ley y las sentencias. En el presente caso fue la sentencia la
que modifico la propia ley, cuando lo normal es que la sentencia deriva de la
correcta aplicación de la ley. Las sentencias en tiempos dictatoriales no son más
que documentos que abren la puerta a la represión bajo el discurso de
“estabilidad institucional” pero sobre todo legitima la injusticia y la opresión. En
este contexto, la “sentencia” que declara la inaplicación de la propia Constitución
para permitir la reelección presidencial muestra el descaro con que esa arma
legal fue redactada para burlar como fuera, la aplicación del derecho.
¿Pero cómo nos afecta en Guatemala todo este enredo?
Acá el primer precedente de inaplicación de la Constitución se dio en 2003
cuando la Corte de Constitucionalidad declaro inaplicable el precepto
constitucional que prohíbe que el caudillo de un golpe de Estado pueda optar a
la presidencia (caso Ríos Montt). Posteriormente el remedio fue que la propia
Corte de Constitucionalidad expulso este fallo de la Jurisprudencia
Constitucional. Pero el acto de sicariato contra la Democracia ya estaba hecho,
y nada impide que el mismo sirva de catalizador para envalentonar al ya
reconocido e identificado “pacto de corruptos” aquí en Guatemala. El silencio
rotundo de la Organización de Estados Americanos (OEA) y demás organismos
internacionales en ambos casos es extremadamente confuso y alarmante.
Una Corte de Constitucionalidad donde se da la antinomia de debilidad política
(por lo tanto, cooptable) y poder de decisión jurisprudencial supremo (ya que no
hay recurso contra las decisiones de dicha corte) es la debilidad suprema de

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nuestro sistema, el cual debería ser el tema central de cualquier reforma al sector
justicia.
Honduras cuenta con los partidos más longevos de Centro América y el próximo
mandato dará al traste con cualquier legitimidad del sistema político, así como
el bi-partidismo centenario en ese país, eso sí de manera “legal y valida” porque
tiene el reconocimiento de la autoridad y eso constituye “estabilidad
institucional”.
¿Y la legitimidad dónde queda? Si la institucionalidad no sirve para conservar
y proteger el derecho, quienes encarnan esa institucionalidad deben ser
purgados de servicio público. Una versión neoliberal de modelo de captura del
Estado por intereses políticos y económicos ya se instaló en Nicaragua. ¿Vamos
los demás países de Centro América en ese rumbo? ¿A una región basada en la
creación de empleo precario donde seis de cada diez personas padecen de
pobreza? La Republica conceptualizada, así como pura cuestión de mercadeo e
intereses.
El hambre, la delincuencia y la desesperación social están azotando al triangulo
norte en Centro América, y a pesar de ello el pueblo hondureño creyó en la
democracia formal, pero la respuesta fue la implementación de un grotesco
fraude que generara un caos de insospechadas consecuencias. Y al igual que
Honduras, en nuestro país, la corrupción, la pobreza y la delincuencia serán los
carburantes que nos habrán de llevar a una catástrofe social sin precedentes.
En Honduras se fraguo y ejecuto un burdo fraude constitucional y acá el proceso
ya se inició de igual manera ya que las reformas a la ley electoral son una farsa
y la consigna es evitar la participación de nuevas organizaciones políticas.
Ya puramente en la arena política llama la atención que ningún partido o líder
político nacional se halla expresado, fuera de la desafortunada llamada de
nuestro presidente al probable dictador hondureño “reconociendo su victoria
electoral”. Esto evidencia el carácter antidemocrático de la partidocracia local.
Y este hecho debe hacernos reflexionar sobre la necesidad de que el Tribunal
Supremo Electoral Guatemalteco sea un organismo fuerte e independiente de los
partidos en contienda, porque es esto lo que está en el fondo de la crisis
hondureña, la supeditación de la autoridad electoral a los intereses partidarios.
Y sobre todo a los intereses del ejército y la oligarquía hondureña, que controla
también los principales medios de comunicación con el total apoyo de la
embajada del Imperio. Ya el Parlamento Europeo había recomendado un cambio
urgente en la despolitización del Tribunal Supremo Electoral Hondureño.

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Debemos evitar a toda costa el efecto Jimmy Morales en lo político, donde se
busca un presidente títere de los intereses oscuros, donde un personaje de
amplio conocimiento del electorado es pura fachada de los grupos facticos que
ejercen el poder a la sombra, donde los intereses de las grandes mayorías carecen
de prioridad alguna, ya que la corrupción es el cemento que funde a funcionarios
y políticos con empresarios, narcotraficantes y otros delincuentes. Se ha
capturado lo público para privilegiar el interés de camarillas políticas y
económicas particulares con graves impactos en el ambiente, la igualdad y la
gobernabilidad. ¿Pero que viene? ¿Y cómo reaccionamos?
Honduras se encuentra en un callejón sin salida ya que las dos fuerzas
enfrentadas son antidemocráticas (autoritarista continuista y chavista) y por lo
consiguiente sus estrategias y tácticas políticas incluye vías de hecho y no están
orientadas al fortalecimiento de la democracia institucional, sino que por el
contrario buscan la imposición, la dominación y el abuso de poder.
Esto deja solo una opción, al igual que deberá suceder en Guatemala la única
vía es la resistencia ciudadana. Hace más de 200 años los franceses dejaron
claro en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que la
finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales
e imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la
seguridad y la resistencia a la opresión.

Así que solo queda al pueblo hondureño como cura y al pueblo guatemalteco
como prevención su legítimo derecho de ejercer la resistencia ciudadana frente
a los efectos “formales” de una sentencia que pretenda variar la ley (en lugar de
que la sentencia sea consecuencia de la aplicación de la ley), que lejos de
articular límites al poder los puede ampliar de manera exponencial. El derecho
a la resistencia a la opresión es un concepto liberal clásico, por lo que no podrá
ser tachado por aquellos leedores de las bolas de cristal que siempre siembran
miedo como medio para crear caos y zozobra.
Y termino con decir que las dictaduras son contagiosas de allí que debemos
vacunarnos con tiempo, sobre todo que agregado a todo este caos, al norte de
nuestro país, en México se debate una ley que permitiría la militarización de país
sin cortapisas. La formación de frentes amplios como herramienta política para
alcanzar los cambios sociales necesarios y cambiar el destino del país y la
valentía de un pueblo para movilizarse para defender la democracia y su
voluntad soberana son los dos salvavidas que nos quedan de reserva ante el
embate del retorno del oscurantismo.

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Y recordemos que la diferencia fundamental en Guatemala es que el proceso de
elección está a cargo de la ciudadanía, aquellos que el día de las votaciones se
levantan a las 4 de la mañana y conforman las mesas electorales donde los
demás depositamos nuestro voto y luego son ellos los que cuentan y levantan
las actas. Sin la valentía de ellos y la decisión de mantener un régimen
democrático nuestra alternabilidad del poder no sería posible, de tal manera el
fortalecimiento de la conciencia ciudadana es un deber imprescindible de los que
creemos en la democracia.

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