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En el Sermón del Monte, Mateo alcanzó su primer clímax, y desde entonces empieza a
preparar el segundo. Permítanme recordar cómo se ha desarrollado este evangelio
hasta este punto, de forma que nadie se pierda.
Mateo empezó introduciendo material nuevo en el relato sobre Jesús, material que
nunca antes había aparecido en ningún lugar de la tradición cristiana. Primero estaba
su genealogía, en la que trazó una línea de antepasados de Jesús a lo largo de unos
1800 años de la historia judía. Esta genealogía incluía las cumbres de dicha historia:
desde la vocación de Abraham, para fundar un nuevo pueblo, pasando por el
establecimiento de la dinastía de David, hasta los tiempos amargos de la derrota ante
los babilonios y el subsiguiente exilio del pueblo en tierra extranjera. La genealogía
culminaba con el nacimiento de Jesús. ¿Era históricamente exacta? ¿Reproducía Mateo
literalmente algún registro antiguo? ¡Por supuesto que no! Nadie, ni entonces ni ahora,
tiene registrados 1800 años de historia ni familiar ni tribal. Con su reconstrucción
genealógica, Mateo simplemente se había propuesto mostrar la tesis que iba a
desarrollar en su narración. Afirmar que Jesús portaba el ADN de su nación y que
satisfacía todas las expectativas mesiánicas con las que los judíos soñaban. Era
heredero del trono de David. Había nacido en Belén, la ciudad de David y hubo
señales cósmicas cuando su nacimiento. Mateo ponía así las bases para afirmar que
Jesús era el regalo al mundo esperado por los judíos.
En dicha genealogía, Mateo había sorprendido a sus lectores al incluir a cuatro mujeres
que, segúnlas fuentes y las historias del Antiguo Testamento, habían practicado el
incesto, la prostitución, la seducción y el adulterio. Con esta extraña maniobra, Mateo,
en realidad, estaba preparando la defensa de la naturaleza divina de Jesús; defensa que
debía culminar cuando, al introducir el relato del nacimiento milagroso de Jesús,
mostrase que Dios puede hacer surgir la santidad a partir de cualquier fallo o
distorsión de los humanos. Mateo dice así que Jesús es de Dios; hijo del Espíritu. Pero
Mateo no tarda en informar de que esta historia no tiene que ver con la biología.
Simplemente se enfrenta antes con los críticos que rechazan a Jesús y sugerían entonces
que sus orígenes no eran honestos. La narración de Mateo tiene mucha fuerza pero deja
claro que no debe interpretarse literalmente. Por otra parte, a continuación, en el
episodio de los sabios de oriente, Mateo introduce a los gentiles que acuden a Jesús.
Jesús era para él “el resplandor de la aurora de Dios”, y, a través de los regalos (oro,
incienso y mirra), Mateo señaló algunos aspectos importantes de la persona de la que
iba a hablar en su evangelio. En Jesús, había que ver al rey del Universo, lo cual hace
oportuna la ofrenda del oro; había que ver la manifestación de lo que Dios es, lo cual
hace oportuna la ofrenda del incienso; y había que ver a alguien cuya misión iba a
concluir con una muerte sufriente, lo cual hace oportuna la ofrenda de la mirra. Mateo
nunca pensó que nadie fuese a interpretar literalmente este espléndido retrato pintado
con palabras. Su auditorio judío comprendería lo que estaba haciendo porque estaba
familiarizado con las Escrituras a partir de las cuales había compuesto con destreza su
presentación de Jesús.
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(*) N. del T. En el Israel de los tiempos bíblicos, el “yobel” era el cuerno que se utilizaba como
instrumento sonoro para convocar al pueblo o anunciarle un acontecimiento importante, como
el año santo (una de las posibles etimologías de “jubileo” relaciona dicho término con el nombre
de este instrumento, el “yobel”).