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Wheeler
Arqueología de campo
ARQUEOLOG1A DE CAMPO
)
)
Traducci6n de
JosÉ fans LoRENZo
Revisada por
LAURO JosÉ ZAvALA
Sm MORTIMER WHEELER
ARQUEOLOGIA
DE
CAMPO
Primera edición en inglés, 19S4
Primera edición en español, 1961
Primera reimpresión, 1978
Segunda reimpresión, 1979
I.S.B.N.: 84-375-0153-9
Depósito legal: M-2187-1979
Impreso en España
Quand le sol aura été interrogé, il répondra.
L'ABBÉ COCHET
PREFACIO
HACE ALGO así como un cuarto de siglo que comencé a escribir
este libro. Ahora sé menos de lo que sabia entonces y en las pá
ginas que siguen probablemente voy a recomendar con más fre
cuencia qué es lo que no hay que hacer más bien que qué es lo
que debe hacerse. Así es, quizás, como debe ser. Y he de insistir
en que el mal trabajo de campo acarrea, generalmente, la estéril
destrucción final de las pruebas; infortunadamente esta mala pre
paración prevalece demasiado. En cuanto a lo positivo, describo
ciertos métodos y principios. los que, sobre la base de experiencias
y de muchos errores, he encontrado que son menos dañinos que
otros que han sido empleados. Muchos de los métodos y princi
pios aquí seleccionados provienen del general Pitt Rivers, quien
fuera el mejor de todos los arqueólogos de campo. Otros más los
he tomado de colegas y de los trabajadores que he empleado en
varias partes del mundo. Unos cuantos pueden ser de mi propia
invención. Se ofrecen aquí no como leyes, sino como las notas y
reminiscencias de una larga y variada experiencia en los quehace
res arqueológicos. Me he abstenido, lo más posible, de examinar
los aspectos de la arqueología de campo en los que yo no tengo
un buen conocimiento de primera mano. El uso repetido del
primer pronombre personal es para recordar al lector que por lo
menos algunas de las limitaciones de este ensayo son reconocidas
por el autor.
Si algún tema va a unir las páginas siguientes, es éste: una insis
tencia en el que el arqueólogo no desentierra cosas, sino gentes. Si
los trozos y piezas con los que trabaja carecen de vida para él, si no
tiene sentido de lo normal, más valiera que hubiese buscado otra
disciplina por oficio. Sobre esto he de decir más en el primero
y en el último capítulos; por ahora hay que aclarar, de una vez
por todas, que éste es un libro de sabor terroso, no apto para
manos oficinescas. Ni por un instante, naturalmente, pretendo
que la pala sea más importante que la pluma; son instrumentos
gemelos; pero, en este asunto de excavar, la mente directiva debe
tener, en un grado desarrollado, esa vigorosa calidad en tres di
mensiones que es menos inmediatamente esencial a algún otro
tipo de investigación. En forma muy simple y directa, la arqueo
logía es una ciencia que debe ser. vivida, "sazonada con sentido
humano". La arqueología muerta es el polvo más seco que pue
de soplar.
-[ 7 ]-
8 ARQUEOLOGlA, DE CAMPO:
La sustancia de este libro resulta de lo que fueron las "Con
ferencias Rhind" que ofrecí en 1951. En su preparación conté
con dos estímulos que aquí reconozco públicamente: el de la
Srta. Kathleen Kenyon, mi colega y crítica inmisericorde durante
muchos años; y el de la Srta. Theodora Newbould, que impla
cablemente me empujó de capítulo en capítulo y no puede des
�onocer parte de la responsabilidad en el resultado. Por el permi
so de . reproducir ilustraciones, doy gracias a la Sociedad de
Anticuarios de Londres, al Museo del Louvre, a la Sociedad Pre
histórica, al editor de Antiquity, a la Escuela Británica de Arqueo
logía Egipcia, el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago
y a lasEscuelas Americanas de Investigación Oriental.
R.E.M.W.
Instituto ele Arqueología
Universidad de Londres
1952
I
INTRODUCCION
PRIMERO, quizá sea útil ver algo del desarrollo de la técnica de ex
cavación arqueológica durante el siglo pasado y así establecer,
aunque sumariamente, una perspectiva para nuestro tema. No
aprovecharíamos mucho si proyectásemos el asunto más allá de la
Era victoriana y seguir a otros en una discusión general de la evo
lución del pensamiento anticuario consciente, desde el tiempo del
Renacimiento o antes. Lo que aquí nos atañe es la excavación
metódica para obtener información sistemática. No es el remo•
ver la tierra en busca de huesos de santos y de gigantes, o de arma•
duras de héroes o, simplemente, a caza de tesoros. Para nosotros
no tiene importancia que allá en el siglo XII los monjes de San
Albano * estuviesen excavando, anotando y santificando los restos
de un padre sajón en Hertfordshire; ni siquiera las primeras ca•
las de los curiosos en sitios como Pompeya o Herculano son de
estricta importancia para el tema, aunque sin lugar a dudas tu•
vieron su parte como estímulo para la búsqueda subterránea in
partibus. Cierto es -una verdad más extraña que una ficción
que en época tan temprana como 1784, un futuro presidente de
los Estados Unidos de Norteamérica estaba ya llevando a cabo,
en Virginia, una excavación de sorprendentes lineamientos mo
dernos: la primera exploración científica en la historia. de la
arqueología. Este estupendo episodio será descrito en un capítulo
futuro (p. 54). Dicho episodio fue único, y no sólo en su tiem
po, sino durante mucho después. Creo que sería mejor comenzar
aquí con un incidente de tipo común.
El caso que he escogido sucedió en los cuarentas del siglo XIX,
decenio que fue más fructífero que ningún otro, tanto dentro de
Inglaterra como en cualquier otra parte, por la fundación de nue
vas instituciones que harían adelantar nuestra ciencia. En In
glaterra y Gales se estaban formando, por todos los medios, nue
vas asociaciones de anticuarios. El fin de la década se marcó
por la cesión de las colecciones de la Sociedad de Anticuarios de
Escocia a la Corona, y por el establecimiento de una Sección
especial de Antigüedades Británicas y Medievales en el Museo
Británico. "Desde un período no muy lejano -escribía un ob
servador contemporáneo- el estudio de las antigüedades ha pa-
• Distrito municipal de Inglaterra, al noroeste de Londres. [E.]
-[ 14 ]-
ASPECTO HISTóRICO 15
sado, según el consenso popular, del desprecio a una relativa
honra." 1 Y estaba de acuerdo con el espíritu de los nuevos tiem
pos el que en un día de agosto de 1844, en una desconocida
colina de Kent sobre el valle de Maidstone, se reuniesen un
grupo de encopetados miembros de la nobleza y de la alta bur
guesía locales, reforzados por unos doce o catorce peones, quie
nes procedieron a cortar un profundo tajo a través de un alto
montículo romano-británico.
Fue trabajo de cuatro largos días [nos informa el documento
contemporáneo] el hacer una perforación completa a través del
túmulo, pero nosotros, que no éramos excavadores en absoluto, hi
cimos lo que mejor pudimos para entretenemos a la mayor satis
facción de todo el grupo. . . Un copioso abastecimiento de provisio
nes había sido procurado para comer en la colina, y permanecíamos
cerca del montículo todo el día, mirando y dirigiendo las operacio
nes. . . Nos ingeniamos para pasar el rato, en los intervalos entre la
excavación y el picnic, con juegos de diversos tipos. . . y en otras
clases de entretenimientos. La temporada era, afortunadamente,
exquisitamente buena, y sólo en una o dos ocasiones fuimos visitados
por un fuerte chaparrón del suroeste, cuando el único refugio que
teníamos era el proporcionado por el hoyo que nosotros mismos
habíamos excavado. . . en él nos las arreglamos para entrelazar
paraguas y sombriIIas -parecido a lo que se dice hacían los solda
dos romanos, que juntaban sus escudos cuando atacaban una for
taleza- para así formar un techo, relativamente aceptable, sobre
nuestras cabezas . . .2
Los grabados en madera (véase Lám. I ) hablan por sí mismos.
Este fue el sentido de alegre aventura que empujó a nuestros
bisabuelos en los comienzos de un interés popular a los trabajos
arqueológicos en el campo. Pero no debemos desdeñar dicho espí
ritu. De esta clase de personas salieron, naturalmente, los verda
deros aficionados ( ¡santa palabra! ) o meros curiosos espectadores.
Pero su curiosidad fue la crisálida de la opinión culta de la cual, en
el momento propicio, la moderna arqueología iba a surgir y a
tomar vuelo. De la misma clase eran las damas y caballeros que
un poco más tarde iban a congregarse con sus carruajes contem
plando cómo el canónigo Greenwell excavaba un montículo en
la ondulada campiña de Yorkshire. El canónigo, hombre muy no
table, era capaz, a la edad de 97 años, de pescar su salmón, y
1 "Introductory Address', por E. Oldfield al [Real] Instituto Arqueológico
(fundado en 1 884), Arch. Joum., IX, 1852, l.
2 Gentleman's Magazine (diciembre, 1852), p. 596.
16 ARQU�OLOGIA DE CAMPO:
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Nl14. � f!iju
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Esqueletos
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Mezcla del m antil lo con
C,•1 sedi mentos yesosos � ,,.
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1
o 9. Moneda de Tétrico. Profundidad, 0.8 pies. p r,¡ � { 24. Placa de bronce, adornada con incisiones.
¡:i
r,¡ A O
1 0 . Moneda de Galieno. Profundidad, 1 . 5 pies ,,: Profundidad, 2 .4 pies.
11<
1 1 . Moneda de Constantino 11. Profundidad, 0 .7
pies, cerca del cráneo del esqueleto N9 2 . < r 2 5. Sierra de pedernal. Profundidad, l pie.
1 2 . Moneda d e Tétrico. Profundidad, 1 . 2 pies. ,,:
A 26. Hacha de pedernal. Profundidad, 4 pies.
1 3. Moneda de Tétrico. Profundidad, 1 pie. el 27. Hacha de pedernal pulida. Profundidad, 4 .8
1 4 . Moneda de Constantino I. Profundidad, l pie. p.. pies.
r,¡
1 5 . Moneda de Constantino I. Profundidad, l pie. A 28. Punta de flecha de pedernal. Profundidad,
1 5A. Moneda de Magnencio. Profundidad apro- "' 4 pies.
o
ximada. 29. Punta de flecha de pedernal en las costillas
1 5B . Moneda de Constancio. Profundidad apro � del esqueleto N9 8. Profundidad, 8 pies.
ximada. :;ar,¡ 35. Artefacto de pedernal, de forma paleolítica.
1 6. Punta de venablo de hierro. Profundidad, ...
p.. Profundidad aproximada. ( Dibujado a la es
0.8 pies. � cala del foso. )
FxcuRA 2 . Corte hecho por Pitt Rivers a través d el foso d el túmulo de Wor, Dorset, e n 1 898. S e muestran,
por proyección en el corte y a base de anotaciones tridimensionales, las reliquias encontradas en la excavación.
24 ARQUEOLOGtA DE CAMPO:
plet6 este truco con un fisgoneo a larga distancia, a través de un
telescopio, con resultados que después detalla triunfalmente.8 El
mismo espíritu, con alguno que otro expediente como remedio,
sobrevivió un cuarto de siglo después, en un manual de trabajo
de campo salido de un no menos exaltado cuerpo: la Sociedad
Prehistórica Francesa. En él también aparece la congénita "des
honestidad" de los trabajadores más que la necesidad científica de
una diestra supervisión científica, como el problema más impor
tante; pero el remedio, impreso en letras cursivas y suficientemente
digno de alabanza por sí mismo, es éste : La me;or forma de asegu
rarse la honradez de los traba;adores es no de;arlos un minuto.8
Esto es seguir la misma idea. Volviendo a Petrie, hay que añadir
que lo conocí bien y que, corno todos los que lo conocimos, admi
ramos profundamente su infatigable búsqueda de la verdad por los
medios que él creía adecuados. Pero está sobradamente claro que,
entre las pautas técnicas de Petrie y las de su contemporáneo más
viejo Pitt Rivers, se abría un bostezante golfo dentro del cual, de
hecho, dos generaciones de arqueólogos del Cercano Oriente se han
hundido en la perdición. Petrie trabajó por más tiempo del normal
y con más energía de la normal en un campo particularmente espec
tacular. Sus alumnos formaron legión y su influencia sobre ellos se
manifestaba en una fidelidad sin disputa, comprensible y loable,
por eso mismo un escollo al progreso. Cuando lo visité la última
vez, a principios de 1942, en su lecho de muerte, en Jerusalén, su
infatigable cerebro continuaba revoloteando sobre una multitud
de problemas y posibilidades que sobrepasaban la mentalidad me
nos ágil de sus oyentes, y lo dejé, por la vez última, con esa sensa
ción renovada que sabía inspirar en los corazones de sus alumnos y
-amigos. Es casi con un sentimiento de culpa que, ahora, tras una
experiencia considerable sobre su trabajo y sobre la tradición que
-él tan ampliamente estableció sobre Oriente, me siento obligado
.a deplorar una influencia que en mucho de su técnica ha sobre
vivido a su valor científico.
Treinta años después de la inteligente autorevelación de Petrie,
otro arqueólogo, con argumentos de su experiencia en Palestina
{ donde probablemente se han cometido más pecados en nombre
de la arqueología que, proporcionalmente, en ninguna otra por
ción de la corteza terrestre ), podía aún escribir lo que sigue :
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•
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- -- - - · G B X G AJ • ..,,. ...
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FIGURA 5. Corte a través de una part� del montículo de Sialk, Irán, 1 9 38.
ASPECTO HISTÓRICO 29
recomendación mía. Desde su inauguración en 1890, la Comi
sión del Limes germano, aunque frecuentemente inferior en téc
nica a los campos del general Pitt Rivers, ha producido trabajos
coordinados admirables, de particular valor por la atención pres
tada a los hallazgos de tipo menor. Pero en el área tan limitada
de las Islas Británicas, rica en restos de culturas diferentes, los
arqueólogos de campo, con el ejemplo del General tras ellos, han
trabajado unos cerca de otros, bajo el fuego de una crítica mutua,
constante y a veces feroz. Se ha hecho mal trabajo, es cierto, pero
rara vez impunemente. La experiencia ha sido compartida con
prontitud y, desde los días de J. P. Bushe-Fox, en el primer cuarto
del siglo, hasta los de Ian Richmond y Grahame Clark en el se
gundo, se ha asegurado un progreso firmemente establecido.
Frente a estos logros en casa, ¿qué es lo que no funciona en
la arqueología de campo en el Oriente o en el Cercano Oriente?
La pregunta merece la pena de ser hecha, si es que se puede
encontrar un remedio. La respuesta, en verdad, no es difícil y el
remedio sigue a continuación. El error estriba no en la cantidad,
sino en la calidad. En primer lugar, pocos de los excavadores
que iban al Oriente habían recibido con anterioridad la prepara
ción preliminar adecuada bajo una observación estrecha y crítica
como la que hemos venido comentando para Inglaterra. Por lo
general fueron al Oriente como orientalistas de gabinete o de
museo con el conocimiento único de una lengua antigua, o de las
más o menos clasificadas colecciones y disjecta, pero carentes de
la experiencia práctica de los problemas de campo. Y, una vez
en él, generalmente estaban perdidos. Un excavador puede tra
bajar durante años en un remoto lugar asiático sin poder discutir
sus métodos y resultados in situ con críticos competentes. En
segundo lugar, las excavaciones de Oriente, en el pasado, provo
caban la atracción de fondos relativamente liberales, bien sea por
el cebo natural de un ambiente bíblico, o por la asociación con
civilizaciones famosas y espectaculares, o por el "romanticismo"
general del mismo Oriente, o hasta por ser la zona Este un obje
tivo de turismo invernal para los ricos benefactores occidentales.
Estas dotaciones liberales, unidas al costo relativamente bajo del
trabajo nativo, animaron las excavaciones en masa y al por ma
yor, compensadas con grandes planos de edificios y múltiples
hallazgos, lo que complacía al patrocinador, pero quedaban bien
lejos de ser un registro exacto. En realidad, la mano de obra
oriental, tan barata, ha sido una constante asechanza en el pasado
(véase la Lám. IV A ) . "El máximo de trabajadores empleados
30 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
Pies 10 5 o 10 20 30
N -<
F1cuRA 6. Corte de una parte de Harappa, Pakistán, 1 940.
queños márgenes de error, las fechas en que las viejas vigas habían
sido cortadas tan atrás como su material le permitía: de hecho
hasta el siglo VIII a. c. y más viejas aún. Siempre queda, claro está,
el factor imponderable de la fecha de la construcción con respecto
a 1a fecha en que las vigas de que se trate fueron realmente cor
tadas. Además, las vigas de un edificio pueden haber sido re-usa
das en otro que le sucedió, y una determinada estructura puede
ser, así, algunos siglos más vieja de lo que el fecha-miento de una
o más de sus vigas podrían indicar por sí solas. En otras palabras,
el análisis de los anillos de árbol sólo puede darnos un terminus
post quem.
Se han hecho intentos de aplicar el método del análisis de los
anillos de árbol a material de Europa, basta ahora con éxito limi
tado, aunque algún valor se ha reclamado, sobre evidencia insegu
ra, para 1as gráficas de anillos preparadas en Inglaterra con vigas
romanas y medievales.10 La ausencia de árboles muy viejos, sin
embargo, y lo mucho más remoto de la prehistoria europea, se
combinan con un clima menos discriminante (por lo general} para
luchar contra el éxito. El proyectar las fechas americanas a través
del Atlántico ( "teleconexión") tampoco ha encontrado gran acep
tación. Por otro lado, Africa y Asia no han sido exploradas ade
cuadamente por dendrocronólogos y en el futuro podrían añadir
nuevos laureles a una técnica que ciertamente ha tenido triunfos
espectaculares en su país de origen.
La mención de la radiación solar nos abre amplios horizontes
en el cálculo de tiempo geológico y en el fechamiento del hombre
remoto en su situación geológica. No es para un profano, como
lo soy yo, pretender más que un conocimiento general de los mé
todos empleados. De todas maneras es confortante saber que las
antiguas fluctuaciones climáticas, deducidas del examen de los de
pósitos de loess y del análisis de las gravas fluviales, coinciden bas
tante con ciertas fluctt1aciones de la intensidad de la radiación
solar calculada sobre bases astronómicas; con el corolario de que
estas fluctuaciones, con sus fenómenos humanos relacionados, se
han fechado con bastante apro:dmación. De este modo, se calcula
que en los espacios abiertos del Noroeste de Europa, el hombre
del Paleolítico comenzó su sisífica tarea hace unos 500 000 años,
sin limitaciones pedantes dentro de 30 000 o 40 000 años, en más
o en menos; fecha que se encuentra en excelente coincidencia con
la que ya mencioné como obtenida de las velocidades de intem-
10 A. W. C. Lowthcr: "Dcndrochronology", The Arch. News Letter {Lon
dres, marzo, 1949).
44 ARQUEOLOGtA DE CAMPO:
Christictn Period. . . , p. 4: "No debe suponerse que una serie de fonnas pro
gresivas corresponda a una serie de fechas. Después de que la fonna final se
ha alcanzado, pueden reaparecer pasos primitivos; la serie total fonna un
cúmulo de ornamentos del que el artHice puede sacar lo que quiere.''
18 K. M. Kenyon, en Antiquity, XXIV (1950), p. 200, comentario sobre
C. C. McCown: Tell en-Nasbeh, I (1947), con referencia especial a las
pp. 146-7.
50 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
dentro de su propio y reducido contexto. Por ejemplo los anti•
cuarios, acostumbrados a estudiar las construcciones antiguas, es
tán bastante familiarizados con el valor-tiempo potencial de
las formas estructurales u ornamentales. Así, quienes estudian las
molduras medievales, los estilos antiguos de albaüilería, las obras
antiguas de ladrillo, las escaleras, los marcos de ventanas y los te
chados antiguos han desarrollado criterios de carácter empírico
que resultan ser correctos con más frecuencia de la esperada, pero
si se emplean con precaución: la albañilería "a la rústica" -sille
ría de tosca superficie y de bordes apenas delineados- corres•
ponde, en Roma, a 1-50 d. c.; 19 los ladril1os romanos y sus juntas
varían en el grueso absoluto y relativo, de acuerdo con una escala
temporal; 20 los molduras góticas del siglo xm, que son notable
mente intrincadas, contrastan con las sencillas molduras del XIV
y con las aplanadas del xv; las armaduras para techo con empleo
de péndolas comienzan en la época de Enrique VIII. Y así suce
sivamente. Pero, tras de todas estas reglas se esconden ciertos
peligros. De este modo, fuera de Roma, en Palestina por ejem
plo, la albañilería rustica puede ser al menos tan vieja como del
siglo IX a. c.;21 la pareja cronología de los ladrillos romanos sólo
ha podido establecerse para Roma misma, y allí quizá sólo para
cierta categoría de edificios; las molduras góticas de Gran Breta
ña no son las mismas que las de la Francia gótica; la mayor parte
de las armaduras de péndolas para techo son del siglo xvx, pero a
veces aparecen desde el XIV.22 Tomados aisladamente, sin em
bargo, casi ninguno de estos criterios ni otros semejantes pueden
atrapar al desprevenido. Sus valores son más bien locales que
universales, y deben establecerse de nuevo y objetivamente para
cada nueva localidad. Con este requisito, pueden servir de mu•
cho. Mas el requisito es muy importante.
Ya está bien, por ahora, de algunos de los principios o prácti
cas que son la base de la cronología arqueológica. Su importancia
es manifiesta; tanto, que quizá sea bueno terminar con una nota
de atención. No debemos dejar que la cronología monopolice
10 G. T. Rivoira: Roman Archítecture (Oxford, 1925), p. 70, refiere esto
especialmente al período de Claudia, pero hace notar sn presencia temprana
en tumbas etruscas.
20 Esther B. van Deem:m, en American fournal of Arc/1aaology, 2S., XVI
(1912); etc.
21 G. A. Reisner y otros, en Harvard Excavations at Samaria (Harvard.
1924), p. 104 y Lám. 27.
2!! Royal Commission of Historical Monuments {Inglaterra), Essex, Il,
Central and SW { 1921), p. 76, Gatebouse Farm.
LA CRONOLOGfA Sl
nuestra disciplina. Es un medio para alcanzar un fin, no un fin
en sí misma. Los que sabemos la profunda satisfacción que resul
ta de poner la cronología en su lugar, sabemos algo también del
peligro eminente de esa satisfacción. ¿En qué estamos, realmen
te? Comencé este capítulo describiendo la cronología como la
columna vertebral de la arqueología; y así es, pero el espinazo
no es todo el esqueleto, mucho menos la carne, la sangre ni el
espíritu de nuestro tema. Nuestro objetivo es la reconstrucción
de las realizaciones culturales humanas en todos aquellos aspec
tos de la vida que son susceptibles de una evidencia material. Un
cronólogo no es un arqueólogo. Como ha dicho un escritor nor
teamericano: "La cronología es, desde luego, un factor importante
en cualquier investigación arqueológica y desde el principio y de
la forma más segura debemos tratar de establecerla. Pero una vez
que hemos establecido una secuencia de períodos, si la verdadera
cultura de esos períodos no nos es conocida, podemos justifica
damente preguntamos: '¿Y qué?' " 28 Algo hemos de decir acerca
del "¿y qué?" en le capítulo xvrr. Mientras tanto, debemos pasar
a considerar cómo en la práctica nuestro material cultural puede
ser comparado mejor con nuestra escala temporal, tanto en la
excavación como en las anotaciones que hagamos de elJa.
+ - - - - - - - - - - - - ➔B - - - - - - -C
111. CULTIJRA
ANDHRA
U. CULTIJRA
MEGALITICA
I D. CULTIJRA
HACHAS
DE PIEDRA
(Tardía )
I A. CULTIJRA
HACHAS
DE PIEDRA 1
1
(Temprana)
'
SUELO NATURAL l1
�-- · --------------- - -- - - - - --------------J
•
º 2
' -•==--•=--------=---·
4
ESCALA EN PJES
6 (J
•'--==--.. º------
ESC.1LA EN METROS
I 11 111
HACHAS MEGA·
CAPA
DE LÍTI· ÁNDHRA
PIEDRA CA
-· ---
NIVEL
�;::!¡-
...
�!!:..':
1
C. COR TE CORRECTAMENTE
A. CORTE NO DIFERENCIADO DIFERENCIADO
SÍMBOLOS
PARA LOS CORTES
LADRILLOS CENIZA
• a o O • • • •
o o o Q • • o
Tli:.RRA Sl:ELTA GRAVA º'° ºo oº •ºo• oº.· º
º º " º º · º ·· · 00
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' !LRR.·l COMPACTA ARENA
• 1 1 ¡ 1 1 1 · 1 1 1 · 1 1 • , • 1 1•
' 11 1 1 11 1 ¡ l ¡ 1 ¡ l 1 1 l 1 lt ¡ ' FRAGMENTOS DE
ARCI/.L.-, SL'l:LT.-1 ¡ 1 1 1 1 1 1 1 1 1 f¡ 1
,!1, l 1 ! . l 1 , l , l d 1 , 1 l LADRILLOS. ETC.
l. CALAS o "soNDAGES"
2. EXCAVACIÓN EN ÁREA
Si se sabe que un sitio estuvo ocupado, por lo general la excava
ción en área, no la trinchera de cateo, es la respuesta adecuada
Pero consideremos antes los requisitos indispensables.
Una excavación en área debe ser:
1) Clara y convenientemente subdivisible para llevar el registro
y lograr el control.
2) Capaz de extenderse progresiva y fácilmente en cualquier di
rección, sin destruir o alterar las líneas de referencia preli
minares.
3) Capaz de conservar, hasta la última fase de la excavación y
en un número máximo de lugares, cortes verticales comple
tos para una referencia constante.
80 ARQUEOLOGtA DE CAMPO:
4) Capaz, en última instancia, de integrarse con facilidad a una
excavación regional expuesta en forma continua.
5) Accesible con facilidad desde todos los puntos para la remo
ción ile la tierra, sin el estorbo de roturas intermedias o del
tránsito a través de las superficies excavadas.
6) Lo suficientemente expuesta a cielo abierto para asegurar la
inspección fácil de los cortes, a los que debe llegar bien la luz
a cualquier profundidad que sea necesaria.
En condiciones normales sólo hay un tipo de plan que satisface
todas estas condiciones, a saber: uno en el que la unidad básica
sea el cuadro ( Lám. V) . Se excava una serie de cuadros, una a
manera de rejilla, en tal forma que quede, hasta el final del tra
bajo, un bordo o pared entre cada dos cuadros adyacentes; con
este sistema sí se logran los seis requisitos. Cada cuadro en lo
individual es una sub-unidad claramente definida para el registro
y la inspección; pueden agregarse cuadros suplementarios hacia
cualquier lado, de acuerdo con las necesidades que vayan surgiendo
y sin que se afecte ningún punto de referencia previo. El respon
sable ha de procurar (hasta la terminación de las excavaciones )
llevar un corte completo de cada uno de los cuatro lados verticales
de cada sección cúbica excavada, además de los cortes -completos
o parciales- que considere pertinentes en cualquier otra dirección
dentro de esa sub-unidad; así pueden fácilmente correlacionarse y
registrarse, a lo largo de una serie de líneas arteriales, la estratifi
cación de los cuadros vecinos y, por lo tanto en forma acumula
tiva, la estratificación de todo el sitio; y ello de tal manera que,
al final, los muros que se habían dejado entre los cuadros pueden
quitarse, sin que por ello se pierdan las evidencias verticales, y en
cambio puede convertirse todo el plan en una unidad total, capa
por capa. Antes de removerse los muros o bordos, éstos constitu
yen lugares expeditos para el acceso a los cuadros y de éstos a las
acumulaciones de escombro. Por otra parte, los dichos cuadros, a
diferencia de las calas, tienen la ventaja de dejar entrar suficiente
luz y ofrecer bastante espacio para moverse dentro de ellos, permi
tiendo hacer las interpretaciones y el registro de los datos.
La experiencia muestra que en suelos de estabilidad normal, las
dimensiones horizontales de cada uno de los cuadros deben ser apro
ximadamente iguales a la de la profundidad que se piense darle.
O sea, si se calcula llegar a una profundidad cercana de los 6 m.,
al trazar los cuadros, deben medirse 6 m. por lado. Esta relación
permite espacio para los bordos y escaleras. Del mismo modo, un
EL PLAN DE UNA EXCAVACIÓN SI
cuadro de 9 m. de lado, puede excavarse hasta una profundidad de
9 m., mientras que una profundidad de 3 m. o menos (lo normal
en la Gran Bretaña) sólo necesita un cuadro de 3 m. por lado.
Cuanto menor sea el área superficial del cuadro con relación a su
profundiad, mejor, siempre que penetre luz suficiente y permita
amplitud de movimientos. En vista de estos factores, el cuadro
de 3 m. de lado ha de considerarse como la sub-unidad de tamaño
mínimo.
Estas medidas dejan sitio, como ya se dijo, para los bordos de
acceso. En casi toda clase de suelos, un bordo de 90 cm. de an
cho puede resistir cualquier tipo de tránsito y hemos de conside
rar esta medida como la norma para todos los lugares, menos
aquellos con excavación poco profunda (para cuadros de 3 m., un
bordo de 60 cm. suele ser suficiente). El bordo de 90 cm. implica
que el cordel con el que se marca Ja orilla superior del corte real
queda a unos 4 5 cm. adentro del perímetro de lo estacado para cada
cuadro; por ejemplo, la excavación efectiva en un cuadro de 6 m.,
será con un trazo de 5.10 m.; y en un cuadro de 9 m. lo será de
8.10 m. Igualmente, si la excavación tiene 3 m., con un bordo
de 30 cm., se hará con lados de 2.40 m.
El estacado para los cuadros formará la base del registro y de
la topografía, por lo que el supervisor tiene que asegurarse bien
de su exactitud inicial; en caso contrario, surgirá toda clase de
complicaciones y errores. En cada esquina del cuadro se clavará
firmemente en la tierra una estaca cuya sección no ha de tener
menos de 4 cm. por lado. La estaca tendrá unos 38 cm. de lon
gitud, con uno de los extremos en punta. Las caras de dicho ins
trumento deben quedar diagonales a los lados del cuadro, pero el
punto exacto del vértice se marca con un clavo de unos 5 cm. que
se hiende verticalmente en la cabeza de la estaca y se le deja
aproximadamente como 2.5 cm. fuera para poder enganchar un
cordel o una cinta métrica, según las necesidades del trabajo. En
cierta ocasión, cuando la superficie del suelo era demasiado blanda
para mantener las estacas de esquina con seguridad, vi que men:
cía la pena ponerlas en pequeños bloques de concreto. Esto re-
vela cuán impo�tantes son para la precisión del trabajo.
Usando estos puntos fijos, el hecho de marcar las líneas efec
tivas del corte -para lo que se emplea un cordel como guía, de
jando el suficiente espacio para el bordo- es operación secundaria.
Cuando se han estacado los cuadros se los denomina conve
nientemente por medio de letras en una dirección ( digamos
este-oeste) y por números en la otra dirección (por ejemplo, nor-
82 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
3. TRINCHERAS SUBSTANTIVAS
m.
rro 5" largo
lII 1 '4" X 2'5" - 6'2" ©Tierra suel- Cuenta esfé- En zona lo-
ta rojiza, con rica de ágata cal de ceniza
zonas ocasio- de madera
nales de ce-
niza
TRINCHERA
�
s' -- ' _ ____ _ _ _ _ 3_ ______________ ,: _ _ _ _ _ _ ....
ESTACA O' ESTACA ¡- EST!,O, ll'
A. l�ELAClóN DE LA ESTRATIGRAFIA CON LAS ESTRUCTURAS, B. LA MISMA RELAClóN, PERO DESTRUIDA POR EXPLORACIÓN
MOSTRADA POR UN CORTE VERTICAL EN TRINCHERAS CONTINUAS
FIGURA 1 6. Cortes que ilustran la relación de estratos con un muro y su remoción por excavación sumaria.
LA EXCAVACióN DE UNA ESTRUCTURA 93
Este proceso de ahondamiento de caminos puede ser observado en
muchas aldeas de Oriente todavía en nuestros días, y sirve para
recordarnos claramente que el paso del tiempo puede aparecer en
la estratigrafía como un fenómeno de denudación no menos que
como uno de acumulación.
La Fig. 16 B muestra las consecuencias infelices de excavar total
mente a lo largo de las dos caras del muro. La relación de éste
con los estratos adyacentes se ha perdido por completo y la secuen
cia de que hemos hablado en párrafos anteriores es irrecuperable.
Por lo tanto, la exploración se ha convertido en este caso en des
trucción irreparable.
Es tan importante este asunto de la interpretación de los cortes
que daré otro ejemplo, extraído de un viejo informe de la explora
ción del Anfiteatro romano de Caerleon, en Monmouthshire. En
los pasos preliminares de esta excavación, era difícil encontrar
evidencias concluyentes de la fecha de tal construcción, por la
simple razón que un anfiteatro, siendo un lugar que simplemente
se visita, estaba muy desprovisto de la clase de material que
puede producir "hallazgos" fechados. A medida que el trabajo
avanzaba, esta deficiencia fue compensada en varias formas y la
Fig. 1 7 ilustra una de ellas.
En este dibujo, la pared en corte de la izquierda es el muro
externo del anfiteatro. Está construido sobre cimientos profun
dos, la parte superior de los cuales está unida con mortero, mientras
que la inferior es de piedra suelta. Los cimientos ocupan una zanja
en parte de paredes verticales y en parte en forma de V, cavada a
través de tres capas oscuras de ocupación las que, por lo tanto,
son anteriores a la construcción . . Llegamos ahora a la cara del
muro, la base del cual está en contacto con la superficie de un
camino que, claramente, se había construido en conexión con
aquél.
El corte permite ver que este camino fue renovado subsecuente
mente, por lo menos en cuatro ocasiones. Según esto, lógicamente,
la fecha de la construcción del anfiteatro y la del camino más
temprano, deben haber quedado entre las fechas del material de
las tres capas oscuras de ocupación y las de las reparaciones del
camino subsecuentes. Las capas de ocupación anteriores al camino
cumplieron su función admirablemente al darnos materiales de
c. 75 d. c., pues con ello nos señala que el anfiteatro no fue ante
rior a esta fecha; mas las reparaciones del camino fueron impro
ductivas, por lo que el fechamiento quedaba incompleto. A este
respecto, el corte no nos falló; puede observarse que a la derecha
.¡. cJ
,..._ Hum111
del muro del anfiteatro hay una alcantarilla (en corte ) construida
en una zanja que fue cavada a través de los mismos tres estratos de
ocupación que cortó la zanja del muro y luego cubierta por el
mismo relleno y por el mismo camino que cubrió esta última
zanja, lo que la iguala en fecha con el muro mismo. Por lo tanto,
·1a alcantarilla es exactamente contemporánea del anfiteatro. Más
exploraciones en las cercanías nos mostraron que la alcantarilla
estaba conectada estructuralmente con una casa de baños cercana,
fechada en las dos últimas décadas del siglo 1 d. c. La construc
ción del anfiteatro, consecuentemente, pertenece a esta fecha : in
·fcrencia que después fue confirmada por datos derivados de otras
fuentes, pero que en sí misma estaba, como se ve, sólidam::nte
.::imentada.
La moraleja de todo esto es clara: la identificación e interpreta
ción de la evidencia estratigráfica asociada con un edificio es de
importancia fundamental, y sólo es posible mediante la conserva
ción de grandes cortes seccionales durante el proceso de la exca
vación. En otras palabras, la exploración preliminar de una pared
consiste, no en limpiarla en toda su longitud, sino en hacerle cor
tes perpendiculares a intervalos frecuentes, examinando minuciosa
mente cada uno de ellos y relacionándolo con sus vecinos. Sólo
cuando se está de acuerdo en la interpretación de estos cortes y
se han hecho las anotaciones pertinentes, puede removerse el resto,
capa por capa. Y aun en este caso, conviene conservar, como refe
rencia, un corte representativo en su posición, hasta que la excava
ción se termine.
Si de los principios generales pasamos a la aplicación práctica,
queda para el dogma menos lugar. En todo caso, el sistema de
"cuadros" que he recomendado para excavaciones en área (p. 79 ) ,
es el indicado, y en los sitios donde los edificios de plantas dis
tintas se amontonan unos sobre otros, como sucede en muchos
lugares de Oriente, no hay otro método que lleve tan fácilmente
a registros claros y sistemáticos. Pero en un sitio poco profundo,
donde el arqueólogo se enfrenta esencialmente a una estructura
unitaria, como en algunos sitios romano-británicos, puede ser con
veniente tomar individualmente las habitaciones de un edificio,
como la base del registro. Así y todo, es más seguro comenzar
con el sistema de la cuadrícula hasta que se vuelvan claras las
dimensiones del problema; y habiendo comenzado con la cuadrícula
yo dudaría de cambiarla por otro sistema. Trataremos ahora, con
brevedad, dos o tres puntos más.
96 ARQUEOLOGIA DE CAMPO;
11
MUROS "FANTAS1JAS
CONSTRUCCIONES DE MADERA
CONSTRUCCIONES DE ADOBE
6 Ant. Joum., xx ( 1940 ) , pp. 1 58, 1 83, 1 88, etc. Véase también el relato
de la excavación de la cámara mortuoria, ibid., p. 1 58. Una serie de proble
mas, más sencillos pero no menos instructivos, ocurrieron en la excavación del
barco de Oseberg en Suecia. Remitimos al lector a la narración ( en ingles) en
A. Brogger, Hj. Falk, y Haakon Schetelig: Osebergfundet, i (Kristiania, 1917),
pp. 369 SS.
L.\ EXCAVACIÓN DE UNA ESTRUCTURA 103'
Los túmulos (de tierra ) redondos y los cairns (de piedras ) que,
en Gran Bretaña, aparecen desde el final de la Edad de Piedra
hasta el período vikingo y en otras partes del mundo abundan en
varios períodos, nos proporcionan un punto de partida bastante
útil. Pueden ser de pocos pies o de más de 50 de diámetro, y la
altura que hoy tienen presenta iguales variaciones. Mas la excava
ción de estos monumentos, en la mayoría de los casos, sigue uno
de dos procedimientos alternos. La mejor introducción a tales pro
cedimientos es hacer hincapié en cómo no hacerlos.
Todavía no ha pasado mucho tiempo desde que excavar túmu
los, o mejor ,dicho profanarlos era un elegante entretenimiento
para _los días veraniegos. Algo se ha dicho ya sobre esto en el
capítulo 11 (véase también Lám. 1 ): y debe bastamos recordar
ahora cómo, en 1849, el deán Merewether "abrió" treinta y un
túmulos .en veintiséis días, en el distrito de Avebury. Posible
mente éste sea un récord mundial, pero hay muchos más que
apenas le van a la zaga y cuya enumeración aquí sólo sería una
pérdida de tiempo. El método consistía en perforar hacia abajo
desde cl centro del moqtículo, . con la esperanza (por desgracia
muchas veces realizada ) de encontrar un entierro primario o secun
dario, o ambos. El .crimen está, no sólo en la negligencia hacia
todas las minutiae estructurales y rituales que forman la mayor
parte del interés. en un túmulo, sino en que, cavando haci� abajo
-en una perforación central sobre los estratos de las sucesivas estruc
turas o eJ;J.tierros, no hay investigador, por muy experimentado que
sea, que pueda correlacionarlos, debido al simple hecho de que van
siendo suprimidos en el proceso. No es que Merewether y sus
colegas ·no tuvieran, por supuesto, alguna noción de estratigrafía.
Con todo, aun después de que la estratigrafía comenzó a ser más
o menos comprendida, la práctica de hacer una estrecha zanja por
en medio del túmulo siguió empleándose por mucho tiempo.
Recuerdo haber presenciado una excavación de este tipo, la que
en verdad mostró el entierro primario, pero -tan estrecha, sucia
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El implemento F;;
3. CORTE A 33 PIES: E-F EN EL PLANO está proyectado
en este corte
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Zanj:11 Enrr.da a ta un)a
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EL NIVEL
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SIMBOLOS DEL SUELO �
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H't'illa l'ft d a.do E.le.
VIM,E!'II :.• . · ,;· · ·• AASNA al.ANCA y FINA
Cortes 4 y 7
CEMENTERIOS "PLANOS"
º
1 Ur, Excavations II: The Royal Cemetery (Londtes y Filadelfia, 1934) ,
pp. 1 37, 165, 1 84 ss., y Lám. 14.
IX
TRABAJO DE R�LOJERO
"Eso PARECE un trabajo de relojero", observaba un antepasado, des
pués de contemplar larga y meditativamente a un arqueólogo que,
a gatas, manejaba con ahinco un cortaplumas y un pincel de
acuarelista sobre un suelo indócil. Y ocurre que estas tareas no
cuentan entre las menos importantes de las que han de realizar
el director y sus supervisores. "El arqueólogo, que momentos antes
podía haber estado tomando notas en otro lugar d el campo, tiene
ahora que ocupar su tumo con el pico, o más probablemente con
el cuchillo, y puede ser que pase las próximas horas agachado en el
mismo agujero y en la misma incómoda postura, absorto en la lim
pieza, anotación y puesta a salvo de algún objeto especialmente
frágil." 1 Yo no aplaudo toda esta dispersión de esfuerzo ni la
escasez de ayuda competente que queda implícita en la cita ante
rior; salvo en la más deplorable emergencia, el general no tiene
por qué montar sus cañones o componer una culata. Pero el prin
cipio es bastante correcto; la extracción de objetos delicados de
dentro de la tierra, exige la mayor habilidad, y toda la paciencia
y los conocimientos posibles, y esto no se puede delegar con
facilidad.
Antes que nada, sin embargo, hemos de decir unas palabras más
de advertencia. Hay que evitar cualquier asomo de emoción cuan
do algún objeto de categoría especial comience a aparecer. He
visto un director de excavaciones saltar de excitación dentro de la
zanja, en ocasión semejante, comunicando con ello una atmósfera
emocional y falsa al incidente y, por lo tanto, interfiriendo el tra
bajo frío y objetivo. Es necesario refrenar inmediatamente toda
clase de excitación e insistir con firmeza en la tranquilidad de
rutina.2 Sobre todo, que el grupo de peones que allí trabaja siga
l Sir Lconard Woolley: Digging up the Past (Pelican Books, 1940 ) , p. 40.
2 Expresado en forma muy emotiva por un escritor francés so�re excava
ciones: "Il faut laisser les vestiges en place aussi longtemps que possible, ne
jamais se presser et conserver son calme. Le moment le plus dangereux est
celui d'une vraie grande découverte; l'exaltation risque de devenir telle que
le fouilleur oublie la moitié des consignes, pousse des exclamations admira
tives et s'apen;oit trop tard que sa documentation est incomplete. 11 est
vraiment grand s'il a le courage de s'asseoir et d'allumer une cigarrette pour
réfléchir." A. 'Leroi-Gourhan: Les Fouílles préhistoriques (technique et mé
thodes) ( Parls, 1950 ) , p. 7.
-[ 126 ]-
TRABAJO DE RELOJERO 1 27
,con su tarea sin entreactos. No ha sucedido nada anormal. Ahora
la disciplina es más necesaria que nunca, si hemos de mantener
fos valores en su justo sitio. Y segundo, la exhumación de algún
-objeto especial, rara vez justifica que una excavación se convierta
en desorden y en suciedad. Y no deben descuidarse las reglas de
1a estratigrafía; de ser posible, primero hay que limpiar una parte
del objeto en forma tal que el ,resto quede aún enterrado y así
pueda proyectarse con nitidez en un corte local. Aparte de la
importancia de la interrelación con lo que lo rodea, este corte
puede revelamos una información inesperada, como las manchas
<le una envoltura ya desaparecida, que en proyección horizontal
habían evadido el ser percibidas. Dicho de otro modo, las reglas
normales no deben lanzarse por la borda, si no es por causas muy
excepcionales. Este llamado de atención puede parecer innece
,sario, pero la experiencia nos señala lo contrario.
Habiendo dicho esto, pasemos del precepto al ejemplo. Y pro
pongo como primer paso que volvamos al entierro en un barco
<le Sutton Hoo (p. 100 ) , acerca del cual el Sr. W. F. Grimes ha
descrito la "excitante y agobiadora tarea" de sacar el tesoro de la
cámara mortuoria.3 Los extractos que siguen, bastante amplios
por cierto, se reproducen aquí con la debida autorización.
Los recipientes de bronce. . . estaban metidos uno dentro de otro,
y asociados con. varios objetos de hierro. Tres angons ( largas jaba
linas de hierro) habían pasado, de hecho, a través del asa baja del
Tecipiente mayor, junto con puntas de lanza y otros artefactos y
armas en la éercanía. . . La corrosión estaba tan avanzada que era
improbable que hubiera podido sobrevivir algún metal libre en cual
quiera de ellos. . . Las armas se habían adherido ya por la corrosión,
no sólo entre sí, sino también a la pared del recipiente de bronce
con el cual habían venido a contacto. . . Bien claro estaba, pues,
que no podían separarse mecánicamente en aquel lugar. . . Por lo
tanto, se las limpió con cuidado, liberándolas de la arena -tarea
que llevó algún tiempo debido a la gran cantidad de socavones y las
condiciones generales del lugar- y todo el grupo de recipientes y
objetos de hierro fueron sacados intactos. . .
Bajo [ un plato de plata] había una variedad de piezas, la mayor
parte en estado frágil y peligroso, la anotación, remoción y empa
que de las cuales absorbió la atención absoluta de todos los que
trabajaban en el lugar. Lo más urgente eran los materiales orgá
nicos: especialmente algunas pequeñas copas que a la primera ojeada
nos parecieron ser de madera. Pero también había objetos de cuero
y de otros materiales, todos los cuales debían su conservación a ha-
a Antiquity, xiv ( 1940), pp. 69 ss.
128 ARQUEOLOGIA DE CAMPO:
ber estado más o menos cubiertos por telas y por una sustancia como
vedijas de lana, que las habían mantenido en condición de humedad
continua excluyendo el aire por completo. Cualquier espera en este
caso hubiera sido fatal. Las copas mostraban ya signos de distor
sión y dejaban ver otras formas de maltrato. Un sol fuerte y abra
sador llegaba hasta el fondo del barco. Si debían de preservarse
para futuro tratamiento, era obvio que había que tomar medidas
rápidas; igualmente obvio era que la única esperanza para su con
servación consistía en reconstruir las condiciones que hasta ese mo
mento las habían preservado por tantos cientos de años. Conse
cuentemente, las copas se empacaron muy bien en musgo mojado
dentro de cajas con tapas herméticas para excluir el mayor aire
posible y se guardaron en un lugar bastante fresco, alejado del sol.
El cuero y los tejidos se pusieron, de momento, en cuencos llenos
de agua.
Poco hay que decir acerca de la remoción del resto de los obje
tos bajo el plato. Levantamos el pequeño recipiente de plata sin
tocar su contenido, pero protegiéndolo con una espesa capa de mus
go. . . La fina bolsa de cuero en la que yacía el pequeño plato fue
nuestra desesperación. Se había hecho andrajos con el tiempo, es
taba rota y agrietada, ya sin su resistencia original. Estos restos
fueron limpiados y fotografiados in situ; luego se concentró el inte
rés en la pieza más grande que podía ser despegada de la madera
subyacente de la artesa en la que habían sido puestas todas estas
cosas. . . La propia artesa, así como los objetos a su alrededor, se
dejaron para tratarse más tarde, pero protegiendo la madera de la
acción desecadora del sol y del aire con una gruesa capa de telas
mojadas.
En el extremo Oeste de la cámara mortuoria se reveló
un objeto de hierro que resultó ser de naturaleza y tamaño inespe•
rados. Los distintos elementos que fueron apareciendo, con la lim
pieza, nos hicieron llamarle pie de lámpara. Estaba muy corroído,
pero parecía ser bastante fuerte y, a pesar de su tamaño, fue sacado
con facilidad. Se le quitó por completo la arena que lo rodeaba y
se emplearon tres personas para sostener equitativamente el peso
del objeto. Se colocó así sobre un tablón ancho y de longitud apro
piada en el que las partes que no se apoyaban fueron calzadas con
rellenos recubiertos de algodón.
Cerca del pie de lámpara había un cubo de madera afianzada
con hierro que estaba en avanzado estado de destrucción. Los cin
chos de hierro estaban bastante corroídos; la madera se había vuelto
deleznable. Por lo tanto, el recipiente se había desmoronado sobre
sí mismo y convertido en una masa más o menos informe. A pesar
de ello, parecía posible que con una remoción cuidadosa pudieta
TRABAJO DE RELOJERO 129
VERULAMIO
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P.Jc,,Ja en Küóme1,01
DISTRIBUCIÓN DE
CERÁMICA CON
PUNTEADO DE RULETA_.
CERÁMICA ANDHRA
PINTADA _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Q
SITIOS CON AMBAS _ _ _ _ _ _ •
CIUDADES MODERNAS_ _ _ _ g
Escala en Millas
F1cuRA 2 1 . Mapa de la India, con los sitios que han producido "cerá-
mica con punteado de ruleta" del siglo I d. c.
EL DIRECTOR
-de las lorn brices de tierra de Darwin corno "biología sucia". Corno
<JUiera que sea, no tenernos por qué preocupamos más ni por aque
lla persona que lo dijo, ni por el Oxford English Dictíonary. La
"erudición", corno monopolio de conocimiento clásico murió de
hecho desde 1850, cuando el Hombre de Neanderthal, las hachas
de mano de Boucher-Prestwich y el Origen de las Especies, casi si
multáneamente, la arrancaron de raíz.
En la interpretación liberal y única válida de "erudición", la
arqueología de campo y la excavación, no menos que la crítica
textual, serían calificaciones apropiadas del erudito. Pitt Rivers
fue un erudito.
Pero la excavación no es, por sí misma, naturalmente, más eru
dición que la habilidad que se tenga de explicar la Eneida. Pitt
Rivers fue un erudito no sólo porque excavó bien, sino sobre todo
porque su poderosa imaginación lo hizo percibir y crear nuevos
cánones de precisión científica. Su precisión, por sobre todas las
cosas, era la cualidad cardinal de su erudición. No sólo se trata de
que fuese metódica y pedantescamente preciso; unida al método
iba una comprensión de las relaciones causativas de las cosas que
daban estructura y cuerpo a sus observaciones y a lo que él escri
bía : "conocimiento comprensivo expresado con propiedad"; así es
corno yo creo haberlo entendido. Y esta comprensión de las rela
ciones causativas es una cualidad vital en el trabajo de campo del
erudito. Es una cualidad que no puede ser inicial, pero que puede
desarrollarse inmensamente con el adiestramiento. De hecho, es
una parte necesaria de la educación arqueológica moderna. El des
arrollo evolutivo de los artefactos de pedernal, de los tipos de
cerámica, de la escritura, de las realizaciones pictóricas o escultó
ricas, se le enseña hoy al joven arqueólogo corno una cuestión ruti
naria.
Pero déjese al director bisoño tornar a su cargo semejante
estudio sobre una base objetiva, déjesele explorar por sí mismo las
posibilidades y negaciones de las diversas categorías de evidencia
existentes acerca de algún grupo de material seleccionado: déjesele
disciplinar su mente por algunos meses en la exacta apreciación
de los valores probatorios y las interrelaciones, y conseguirá adqui
rir parte de la gramática de ese terna, sin la cual nunca llegará
a ser un literato completo. No importa nada que sus estudios
subsecuentes lo lleven a Asia o a Africa. Un estudio detallado de
las cerámicas de la Edad de Bronce en Wiltshire lo prepararán
para que emprenda el estudio detallado de las cerámicas del cal
colítico de Persia.
1 60 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
Después de todo, Pitt Rivers escogió las armas de fuego. El pro
cedimiento es · el mismo en lo esencial, y el paso de uno a otro es
la reorientación de unos ojos ya entrenados.
Y ya que estamos discutiendo algunos de los elementos compo
nentes del director, no omitamos el entendimiento de las relacio
nes estructurales, que es otro aspecto de la relación causativa de
la que he estado hablando. El director bien preparado es aquel
que ha tenido, entre otras muchas cosas, algún adiestramiento es
pecífico en arquitectura. Su interpretación del Palacio de Minos
o del Ziggurat de Ur, no será la peor si conoce las enseñanzas que
C. F. Mitchell ofreció desde hace tiempo en su Building Con
struction (la 12� edición es de 1945 ). Tarde o temprano el exca
vador de las culturas neolíticas y posteriores se enfrentará a la
evidencia estructural materializada en piedra, ladrillo o madera, y
estas pruebas pueden significar poco o nada, si no se les contempla
con una idea clara del significado de los factores estructurales.
Pero, en un contexto más amplio, el sentido estructural es uno de
los cuales también es de gran valor para comprender la relación
de los estratos que se estudian. Para mí es una fuente de perple
jidad continua el ver con cuanta frecuencia es incapaz una mente
ordinaria de comprender, al hacer el análisis de un corte, lo que es
y lo que no es es!ructuralmente posible. Por todo esto, no tengo
empacho en decir que urge un curso sistemático de conocimiento
arquitectónico ( que dure, por lo menos, digamos seis meses) para
cualquiera que intente dedicarse a la arqueología de campo.
Es cierto que no hay límite para los desiderata que se le pue
den echar a cuestas al ya comprometido director. Sin embargo,
antes de intentar imponerle una carga imposible de soportar, he
mos de distinguir con ecuanimidad entre dos clases de calificacio
nes : aquellas que pueden ser delegadas y las que no pueden serlo.
Entre las primeras están, como ya he sugerido, la fotografía y el
dibujo. Uno de los mejores excavadores arqueológicos que conozco
-inmejorable como entregado y minucioso analista de la cerámi
ca- es un hombre que carece de toda habilidad como dibujante.
Los análisis químico, físico y botánico de los suelos son, desde
luego, tarea de un especialista distinto con equipo de laboratorio.
Hasta dónde el director ha de ser también un lingüista, es ya más
discutible. Técnicamente, los métodos de excavación son idénti
cos, ya se trate de una cultura letrada o iletrada. El punto de
vista de Petrie, era que "la antigua lengua de un país, por muy
importante que sea en el estudio de los restos, en sus aspectos
críticos no es tan esencial durante los trabajos de campo. Pero el
EL PERSONAL 16I
excavador debe, por lo menos, ser capaz de intuir el sentido del
material escrito que encuentre". f:sta es una declaración bastante
acertada. Sin embargo, el grupo que va al campo a estudiar una
antigua civilización que tuvo escritura, ha de incluir, o ha de prever
tener al alcance de pocas horas, a un epigrafista calificado que
pueda indicar, con prontitud y con algún detalle, el valor poten
cial de una tablilla, un sello o una moneda. Los obligados análisis
lingüísticos y epigráficos son de tal naturaleza que monopolizan
el tiempo y la capacidad del especialista y rara vez pueden com
binarse con las funciones, tan diversas, y las calificaciones que debe
tener un director. Gon las reservas de lo dicho por Petrie, la efi
cacia en lingüística puede considerarse susceptible de ser delegada.
Ahora bien, las cualidades que no pueden delegarse son la com
prensión instántanea de los problemas estructurales y estratigráfi
cos, la coordinación, rápida y precisa, de los distintos grupos de
pruebas a medida gue vayan apareciendo, la apreciación razonada
( a veces erróneamente llamada "intuición" ) de las necesidades in
mediatas del trabajo según se adelanta de día en día, la capacidad
de tomar una decisión pronta pero sólidamente fundamentada, y
la habilidad de asegurar un progreso regular en los distintos depar
tamentos y subdepartamentos de la empresa. A estas cualidades
debe añadirse una anticipaci6n clara de lo necesario para el infor
me final, y una prepara,ción de presentar tal informe de manera
clara, concisa e inteligible. En otras palabras y para sintetizar las
cualidades de un director de una expedición arqueológica, éstas
son: una mente precisa y entrenada y una imaginación informada y
capaz de informar. Y al decir esto me doy cuenta de que he llevado
al lector no siempre, por cierto, sobre el camino de mayor altura.
Como quiera que sea, hay algunas cosas que yo he encontrado
útiles en un intento de aproximación a estas cualidades en el
campo, y las anoto aquí por lo que puedan tener de valiosas.
Para comenzar y antes que nada, el director debe ser un indivi
duo libre; es decir, libre de las tareas administrativas. Su deber prin
cipal y constante es ir de un lugar a otro, de taller en taller. Cada
corte, con sus últimos datos, debe figurar con claridad en su mente,
y él debe estar familiarizado con el desarrollo completo del tra
ba jo, hora por hora, de todo su equipo. Si se van a levantar planos
o cortes, debe asegurarse de su exactitud; si el dibujante está tra
bajando con cerámica, debe comprobar las muestras. Debe super
visar críticamente a su topógrafo, lo mismo que a su fotógrafo.
Sobre todo, debe familiarizarse con la cerámica, tanto la que esté
en las bateas al lado de las calas, como la que acaba de ser lavada
162 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
y, ocasionalmente, debe asegurarse de cómo la están marcando.
Día a día han de inspeccionarse los índices de los pequeños
hallazgos. En algún momento o momentos durante el día, ha de
examinar las libretas de campo de sus supervisores. Y debe man
tener a sus colegas y empleados constantemente interesados, en
diversos grados, y asegurarse de que cada quien se dé cuenta de la
importancia de su contribución para todo el trabajo.
Este último punto es esencial para el mantenimiento de la mo
ral y de la eficiencia. Asegura la cooperación más completa e in
teligente de cada miembro del personal. Una vez más vuelvo al
tema militar para buscar una analogía. Una de las grandes cuali
dades de un famoso jefe era su costumbre de tomar por confidente
casi a cada uno de sus soldados, desde el general hasta el soldado
raso, antes de la batalla. Casi cada combatiente inglés en El
Alamein era partícipe del plan de su general y pudo colaborar inte
gcntemente en la victoria. Como sucede con _frecuencia, las lides
militares y el trabajo de la arqueología de campo se asemejan en
esto. Hay que explicar a cada unidad, antes de comenzar a exca
var, qué problema exactamente es el que se procura resolver, cómo
se intenta atacarlo y, si es posible, cuál es la disposición del tiempo
que se tiene programada. Esto último es deseable en particular
con un grupo no muy experimentado. Recuerdo al respecto cómo
en Arilcamedu, al sur de la India, donde buscamos y encontramos
evidencia extensiva de la cultura romana por primera vez, en con
tacto significativo con una cultura hindú hasta entonces descono
cida, para comenzar expliqué detalladamente la naturaleza del pro
blema y nuestros métodos, y terminé con la advertencia de que,
en unos quince días, no podíamos tener resultados significativos.
De hecho, la excavación comenzó mal; el lugar había sido muy
revuelto y por nueve días no encontramos nada de importancia. Al
décimo día, uno de mis estudiantes hindúes salió muy excitado de
las lodosas profundidades de uno de los cortes a nivel del mar
con la base, estampada, de un plato Arretino en su mano. Después
de eso los resultados fueron satisfactorios por demás, pero durante
aquellos primeros días, lidiando con empleados y estudiantes sin
adiestrar aún y con el temperamento veleidoso propio del sur de
la India, nos habíamos salvado, por un aviso a tiempo, de algo
que habría estado muy cerca del desastre.
Con esto no quiero dar a entender que todo puede predecirse
y que no hay lugar en la excavación para el oportunismo. Pero
todo el encuadre del problema ha de ser construido cuidadosamen
te antes de que comience el trabajo, y el empleo de la oportunidad
EL PERSONAL 163
ha de quedar sujeto a ese encuadre que, por lo mismo, debe ser lo
bastante comprensivo para poder incluirlo. Con todo, en esto es
toy ya otra vez pisando el terreno del problema general de la estra
tegia arqueológica ( capítulo x ) .
Y todo el tiempo que el director está atendiendo sin descanso
todos estos detalles, tan variados e importantes, la creciente acumu
lación de evidencias e inferencias está actuando en su mente, ori
ginando nuevas ideas, sugiriendo teorías de trabajo o probabilida
des que comprobar, confirmando o modificando su plan. Sólo él
puede ( y debe) conocer todos los últimos elementos de prueba
según surjan, e integrarlos dentro de un esquema lógico. No debe
diferir esta operación hasta llegar al remoto santuario de su ofi
cina. Las inferencias de tipo general o de gran alcance deben refe
rirse continuamente a la detallada observación ya hecha en el
campo, exigiendo nuevos ensayos y nueva apreciación de la evi
dencia material. Cuanto más pueda el director pensar ante la
presencia de dichas pruebas, tanto mejor; y huelga decir que la in
terpretación de los hechos ha de ser absoluta y final ante tal pre
sencia. A este propósito Petrie expresó que
En el momento en el que un hecho está ante nuestros ojos -un
hecho que quizá no pueda ser visto otra Vf:l. y quizá jamás tenga
paralelo--, es necesario para el observador estar seguro de todos los
detalles, verificar cada punto que sea de valor nuevo y anotar todo
lo que es nuevo con exactitud y certeza. . . Todo lo que se vea ha
de ser captado mentalmente, y comprendidos sus significados y men
sajes en el momento del descubrimiento, tan claramente que pueda
formularse una exposición definitiva, que sea tan cierta y absoluta
como cualquier cosa que depende del sentido humano.
Poco espacio queda aquí para el esprit d'escalier, y el director
debe estar lo bastante liberado por su grupo de las cosas rutinarias
para tener todo su juicio presente activa e incesantemente. Un
director que sabía esto y siempre escogía su equipo con cnidado
fue acusado, más de una vez, de llevarse el crédito del trabajo
ajeno. Desde luego, la acusación era cierta; él conocía sus obliga
ciones y escogía un personal capaz de hacer gran parte de su pro
pio trabajo. Quizá, después de todo, lo mejor en un director sea
su capacidad de seleccionar y entrenar un grupo competente. Pa
semos ahora a ese grupo y consideremos algunos de los requisitos
necesarios para el mismo.
164 ARQUEOLOGIA DE CAMPO:
EL SUBDffiECTOR
EL CAPATAZ
El capataz es como el suboficial. Ha sido probado como excavador
y debe ser el mejor trabajador del lugar. Puede ayudar en el desen
terramiento de objetos muy frágiles o muy importantes. Pero
debe, sobre todo, ser de tal carácter que pueda controlar a sus
hombres con firmeza y sin favoritismos. En la mañana y (en
Oriente) después de la pausa de mediodía es quien pasa lista y orga
niza a los peones el día de paga. Debe conocer a sus hombres
particularmente desde un plano un poco distinto al de cada super
visor y debe mostrar paciencia y asiduidad en su preparación. Al
final de cada semana, él es el responsable de dar al subdirector
toda la información necesaria para los efectos de pago. Los mejo
res capataces son también personas entusiastas. William Wedlake
-en Inglaterra-, mi capataz y colega en Maiden Castle, y Thomas
Hepple -en Francia-, que ayudó al Sr. J. J. P. Gibson y al Sr. Ger
ald Simpson en la Muralla de Adriano, así como W. E. V.
Young, capataz del Sr. Keiller en Avebury, son tres ejemplos sobre
salientes de capataces-arqueólogos y amigos. En la India tuve uno
así, un campesino del Punjab, cuya mente estaba siempre en el
trabajo, ya fuera en horas de labor o fuera de ellas; acostumbraba
venir por las noches, para discutir conmigo los problemas de la
excavación. Uno o más de los capataces iraqueses de Sir Leonard
Woolley, según tengo entendido, acostumbraban cruzar el desierto
voluntariamente, a varios cientos de kilómetros, cada año, para
unirse al grupo de su viejo jefe durante el siguiente trabajo, cerca
de Antioquía. Estas amistades cuentan entre las más altas recom
pensas que un director pueda desear. Tienden un puente sobre
los conocimientos librescos y ayudan a ligar los hechos inferidos
con el conocimiento básico de lo terroso.
EL ASISTE..�TE DE CERÁMICA
EL FOTÓGRAFO
Las calificaciones esenciales para el fotógrafo de campo son : a) que
sea técnicamente competente con relación a los problemas de las
luces y en todas las tretas del color, y b ) que sea rápido e inge
nioso para la improvisación de andamiajes para su cámara y, en
particular, para un cuarto oscuro de fácil acceso; debe, en todo
momento, estar en posibilidad de entregar al director la placa o
la película reveladas a los 20 minutos de la exposición para que
sea inspeccionada. A esto debe añadir un conocimiento completo
de la preparación de su sujeto, bien al aire libre, bien en el estudio,
. aunque esto, en última instancia, sea de la responsabilidad personal
del director. En el capítulo sobre fotografía (p. 206) se encontra
rán más datos al respecto.
Un fotógrafo inteligente y experimentado es un sine qua non.
Desde el principio de la excavación, se dedica, en sus ratos perdi
dos, a hacer un estudio del lugar a distintas horas del día, con el
fin de estar preparado para aconsejar en cuanto a luces y posición.
170 ARQUEOLOGIA DE CAMPO:
También en esto el director es el primer responsable, pero un
buen fotógrafo, que sea observador, puede ayudarle mucho. Lo
mismo que un médico, el fotógrafo debe estar a la mano y pre
parado al instante y en todo momento. En una excavación de cier
ta importancia, sus obligaciones no pueden combinarse con las de
ningún otro miembro del personal.
EL TOPÓGRAFO
EL QUÍMICO DE CAMPO
Un pequeño laboratorio de campaña y un químico de experiencia
y recursos son esenciales, salvo en las raras ocasiones en que un
laboratorio fijo queda a poca distancia. El trabajo de conservación
en el campo se limita, por lo general, a la curación de urgencia de
algún objeto; y es de mucha importancia para el tratamiento sub
secuente que el químico de campo lleve un registro cuidadoso y
detallado de todo lo que haga al respecto. Este registro debe acom
pañar a cada objeto hasta el laboratorio base, ya que el tratamiento
futuro está condicionado por el primero. Por ejemplo, no hace mu
cho llegó a Bruselas una escultura al parecer en perfecto estado;
poco tiempo después toda ella se resquebrajó: el excavador había
dejado sales dentro del objeto al cubrir la superficie con celuloide,
pero omitió decírselo a quienes recibieron la pieza.
Es de particular importancia que el químico sea capaz de tratar
monedas de cualquier metal con un mínimo de retraso, ya que
su evidencia puede ser solicitada de inmediato por el director. Por
lo demás, las funciones más importante del químico son: a) pre
venir una posterior descomposición, y b ) consolidar los objetos
frágiles lo suficiente para su levantamiento y transporte. De esto
hablaremos más ampliamente en el capítulo xiv (p. 200 ) .
EL DIBUJANTE
El trabajo del dibujante es diverso, y supone cualidades raramente
poseídas por un solo individuo. En la práctica, yo he encontrado
necesario emplear tres dibujantes, aunque he conocido uno o dos
hombres excepcionales que cubrían todas las necesidades.
Sea uno o sean tres, es esencial que el dibujante sepa compren
der totalmente la técnica de la reproducción en grabado a línea
EL PERSONAL 173
{p. 233) y, por lo mismo, sea capaz de ponerse a tono con la
máquina: emplear líneas de la firmeza y espesor necesarios, te•
niendo en cuenta el grado de reducción que vaya a necesitarse
para la publicación, y evitar una proximidad excesiva de una línea
o otra, ya que las finas tiras de metal que finalmente ·represen•
tarán esas líneas en los clisés, corren el riesgo de unirse. Líneas
limpias y sombreado nítido, sin innecesaria tosquedad en el de•
talle, indican una firmeza de mano y ojo que, combinada con la
experiencia, son las calificaciones principales en todos los tipos
de dibujo científico.
Sobre estas bases comunes, el trabajo cae dentro de tres catego•
rías: el trazado y hechura de letras en mapas y planos, el dibujo de
objetos y la preparación de esquemas sencillos de la cerámica. El
ojo crítico del director es una necesidad presente en todas estas
cosas. Como siempre, el director debe ser capaz de imponer su cri•
terio, con una cierta autoridad, sobre el de su dibujante. Al mismo
tiempo, debe animarse la iniciativa del dibujante; su consejo, co
mentarios y críticas merecen, o deben merecer, la pena de ser excu•
chados: a mí con frecuencia me han sido provechosos. No sólo
en asuntos de interpretación científica, sino también en la presen•
tación atractiva de su material, el dibujante puede ayudar al ar•
queólogo a "captar" la atención del público: al científico no menos
que al no especializado. Pocos científicos están tan desprovistos
de humanidad como para no contemplar con más cuidado y aten•
ción un diagrama atractivo que un dibujo geométrico sin ningún
relieve. La colocación de un plano en la página, su relación res•
pecto a los letreros, la escala, la orientación y la clave, el encuadre,
la calidad de una cuenta o de un brazalete en líneas claras desde
un ángulo expresivo, todos estos factores merecen considerarse.
Tales atributos estéticos no implican ninguna medida especial de
elaboración; en verdad, la simplicidad de expresión es tan impor•
tante en la ilustración como en el texto. A veces, la ilustración
científica ha sido.demasiado recargada. Buen gusto es la medida,
pero el buen gusto es una cualidad muy especial que en parte de•
pende del instinto y en parte de la formación. El director y su
dibujante han de discutir juntos con frecuencia, aprovechando el
mutuo sentido común y tanto instinto como les haya sido otorgado.
La diferencia entre un plano bien presentado y uno mal conce•
bido es, por cierto, inmensa. Me he referido ya a la colocación
o encuadre: éste ha de hacerse de tal forma que no se pierda es•
pacio innecesariamente, pero que al mismo tiempo permita al pla·
no su equilibrio con los letreros y pueda agradar a la vista. Sea
1 74 ARQUEOLOGÍA DE CAMPO:
-que el observador se dé cuenta plena de ello o no, el espacio mal
empleado perturba y desagrada. Lo mismo, por cierto, debe evitar
:se siempre el recargo, aunque es una falta menos frecuente. Sobre
todo, que cada una de las palabras y cifras del plano sean legibles
con facilidad después de la reducción del dibujo. Es preferible que
sean demasiado grandes a demasiado pequeñas; no hay nada más
descorazonador y molesto que una escala ilegible : falla muy común,
por cierto. Y déjese al dibujante evitar todos los subrayados y rin
gorrangos, vicios éstos a los que los dibujantes de ingeniería están
especialmente predispuestos. Hasta dónde debe llegarse en la li
bertad de decoración adicional y científicamente innecesaria, repi
támoslo, es cuestión de gusto. Los antiguos cartógrafos que adorna
ban los siete mares con ballenas y barcos, y escribían sus títulos
-sobre cintas sostenidas por querubines; o Stukely, que añadía ruinas
románticas, produjeron obras de arte que con frecuencia oculta
ban una falta de información científica. En tiempos recientes,
Heywood Summer, ha adornado sus planos y mapas con un décor
<J.Ue con frecuencia es un placer para la vista, pero que a veces es
exagerado.3 Asimismo, la Comisión Real de Monumentos Histó
ricos (Inglaterra), a su Westmorland y otros volúmenes recien
tes ha hecho un intento valiente para aligerar la monotonía de los
pequeños planos de círculos de cabañas y otros semejantes, aña
·cliendo títulos grandes y bastante ornamentados, que son bien in
tencionados, pero no siempre vienen a cuento. Por otro lado, la
flecha que indica el Norte es campo libre para el_ decorador, dentro
de cierta moderación, y tiene una tradición ornamental establecida.
Por lo general, cuando la duda exista, lo mejor es atenerse a la
-simplicidad.
La expresión que el dibujante dé a un objeto, por ejemplo un
prendedero, requiere un mayor adiestramiento artístico. Per con
tra, he conocido dibujantes que podían lograr esto, pero que eran
bastante incapaces para trazar líneas nítidas en un plano, o rotular
bien y con claridad. Aquí hace falta un artista, en el sentido más
propio de la palabra, y sucede que dicho artista, por lo general,
desdeña la técnica más mecánica del dibujante de arquitectura. El
-artista, sin embargo, se inclina a imponer su personalidad sobre los
objetos de otros tiempos y la precisión objetiva de su producto
es, en tales casos, dudosa. Se necesita vigilancia. La elección de
un ángulo expresivo, hasta donde se hace necesario un elemento
3 Por ejemplo, en su Descriptive Account of Roman Pottery Sit!s at Sloden
( Londres, l 92 l ) , su mapa general tiene un marco pesado e innecesario, pero,
a mi juicio, sus otros planos y diagramas son perfectqs.
EL PERSONAL 175
o un suplemento diagramáticos, son asuntos que debe decidir el
-director. El director, por su parte, debe conocer esto, gracias a su
preparación y experiencia.
Debemos mencionar un truco de dibujante que en ocasiones he
encontrado sumamente útil: delinear objetos frágiles sobre un
vidrio antes de removerlos del suelo. En particular, los objetos
<le hierro se encuentran a veces en condición tan friable que hay
que encerarlos o escayolados (p. 202 ) antes de poder levantarlos.
Cuando esto sucede, hay que hacer, de inmediato la anotación
correspondiente y el método más sencillo es poner una lámina de
vidrio (por ejemplo, una placa fotográfica vieja que haya sido
limpiada con un trozo de algodón mojado en alcohol ) sobre el
objeto y sobre ella dibujar con tinta china. De la placa pueden
sacarse copias negativas de contacto y, en el momento oportuno,
dibujos en positivo; entretanto el vidrio se somete a limpieza para
volver a usarlo . Es un método rápido y preciso.
Por último, está el asunto muy importante del dibujo de la cerá
mica. En algunos a�pectos es la tarea más sencilla de las tres, pero
también requiere un adiestramiento cuidadoso. Lo más importante
es la precisión y una serie de aparatos pueden venir en su ayuda:
sobre todo reglas graduadas, verticales y horizontales, con una ex
tensión graduada que pueda deslizarse hacia arriba y hacia abajo
<le la regla vertical. La vasija se pone sobre la regla horizontal fija,
apoyándola en el montante vertical también fijo; la regla vertical
ajustable se mueve hasta la vasija y la regla horizontal ajustable
se baja hasta el tope superior de aquélla. De esta manera se en
cuadra la pieza en un rectángulo graduado por todos lados, en pul
.gadas o en centímetros, y se pueden tomar las medidas necesarias
a los intervarlos apropiados.
Un tiesto, naturalmente, no puede tratarse en la misma forma;
es necesario sujetarlo con plastilina en el ángulo correcto y medirlo
con una escala vertical. Para asegurarse de la corrección del ángulo
es preciso hacer la operación con mucho cuidado, poniendo el
borde ( si lo tiene ) apoyado firmemente y boca abajo sobre el ta
blero, o comprobando la horizontalidad de las marcas del torno
en cerámica hecha en torno de alfarero. El diámetro de un borde
fragmentario se consigue aplicando el fragmento de borde sobre un
patrón con círculos concéntricos preparado para este propósito.
La práctica general en nuestros días es dibujar la mitad del reci
piente en corte y la otra mitad en elevación. Todos los recipientes
deben dibujarse en tamaiio natura!, a menos que sean excesiva
mente grandes; la costumbre, adoptada a veces, de dibujarlos a
176 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
LOS TRABAJADORES
l. Picos.
2. Picos pequeños o herramientas de trinchera.
3. Palas grandes.
4. Palas chicas o paletas.
5. Azada.
6. Cortador de césped, o alguna otra cortadora plana.
7. Canastas o cubetas ( en Oriente, sirven para transportar la
tierra ) .
8. Carretillas ( se usan en Occidente) .
9. Cuchillos o cucharas de albañil.
10. Tablones.
l l. Barra de hierro.
12. Mandarria ( especialmente para clavar postes) .
De éstos, el pico es el instrumento primordial de excavación, no
sólo para aflojar la tierra, sino también, cuando lo sabe manejar
un peón competente, para trabajos en cierto modo delicados, de-
184 ARQUEOLOCfA DE CAMPO:
bido a su peso, el cual le da un control que, relativamente, no re
quiere mucho esfuerzo. Esta herramienta es susceptible de ser mal
empleada con facilidad, y el hombre de pico necesita un adiestra
miento y una atención especiales. Por ejemplo, la tendencia a
emplear el extremo ancho debe restringirse con frecuencia : el ex
tremo en punta causa menos daños accidentales. Y a menudo es
deseable evitar el desmenuzamiento de la tierra con el pico, em
pleando más bien este instrumento como una palanca para arran
car trozos considerables de tierra, y dando el picazo, para este
propósito, bastante alejado de la cara del corte que se lleve. Sobre
todo, salvo en los estratos que se sepa son de profundidad consi
derable, hay que avisar al trabajador para que no clave el pico
demasiado profundo en el suelo. La excavación "al mayoreo" os
curece las pruebas. Por último, habiendo ya aflojado una can
tidad apreciable de tierra, el peón debe hacerse a un lado y dejar
el sitio libre para su limpieza, su observación y el trabajo de deta
lle. · Un buen trabajador de pico debe pensar con la punta de su
herramienta, observando no sólo con sus ojos, sino tomando en
cuenta las pequeñas diferencias al "sentir" la tierra. Los picos
deben mantenerse afilados.
El pico pequeño o herramienta de trinchera es el instrumento
de excavación esencial del capataz o del supervisor o de un ayu
dante ya con bastante experiencia. La ligereza de este instrumen
to lo hace particularmente sensible a los pequeños cambios del
suelo o, inclusive de sonido : por ejemplo, cuándo se trabaja hacia
un muro de adobe (p. 103). El cuchillo es útil para desprender
objetos de la tierra. Es el instrumento normal para excavar el
pozo de control (p. 82), en el que el supervisor trabaja en mate
rial desconocido. Es oportuno aquí un toque de atención: el tra
bajador holgazán (en Oriente) siempre tratará de cambiar su
pico grande por uno de los pequeños, de modo que pueda acucli
!larse y picotear desidiosam.ente en la superficie, con un mínimo
<le esfuerzo. El supervisor aprenderá pronto a darse cuenta de la
diferencia entre el escapista y el hombre honesto que emplea
el pico pequeño por una razón justa e inteligente.
El cortador de césped, o algún instrumento equivalente, viene
a ser una herramienta esencial. Su característica es su hoja en
forma de creciente y afilada, que va en el mismo plano que el
mango. Se emplea en la tarea, muy importante, de refinar los
lados de los cortes hasta obtener un frente limpio, vertical, sin el
cual el examen correcto y la anotación son difíciles o imposibles.
Con todo, no debe emplearse en la excavación principal, en parte
LAS HERRAMIENTAS 1 85
porque no es lo suficientemente fuerte para la tarea y, en parte
también, porque necesariamente cortará cualquier objeto frágil
que pueda aparecer. De su empleo adecuado en los suelos que lo
Tequieren, depende en no pequeña medida, la limpieza y efecti
vidad de una excavación en detalle.
La canasta o cubeta de metal se emplea en Oriente: a) para
la remoción de la tierra excavada y b) cuando se le pone su eti
queta adecuada que indique el lugar y el estrato, para recoger la
cerámica. La vida de una canasta puede aumentarse reforzán
dola con alambre. Para transportar tierra polvorienta, el interior
debe cubrirse con lodo o forrarse con un trapo. Por cierto, ha de
hacerse operación de rutina el asegurarse que ningún terrón que no
haya sido examinado se pase con el polvo.
En la Lám. XVI se ilustra un conjunto bastante completo de
las herramientas de una excavación en la India. Las únicas ausen
cias notables son, la azada de bordes cortantes y la cizalla o tije
ras. Los objetos que. se muestran son: ,
SERVICIOS
Es obvio que la parte de la zona que se escoja para almacena
miento y trabajo estará relacionada directamente con el tipo de
excavación y con la localidad. Para los propósitos de la presente
descripción, nos proponemos tomar una excavación de tamaño
moderado, en un lugar que produzca una buena cantidad de ha-
1 Gustosamente agradezco aquí a la Sra. M. Aylwin Cotton, O.B.E., F.S.A.,
por su ayuda en la preparación de este capítulo.
(O.B.E. = Oficer -of the Order- of the British Empire.-F.S.A. = FellO\Y'
of the Society of Antiquaries. [E.] ) .
-[ 1 86 ]-
EL DEPARTAMENTO DE CERAMICA 187
llazgos y en un país con clima lluvioso; pero los mismos principios
básicos se aplican a todas las excavaciones, con independencia de
la situación y del problema de que se trate.
El director (o el subdirector) de la expedición debe haber he
cho los arreglos necesarios para los servicios de manejo y almace
namiento. Sin embargo, es del asistente de cerámica de quien se
espera que pueda emplear esas facilidades tan veJ:!tajosamente
como le sea posible, y hay por lo general muchas posibilidades
de aplicar su propia iniciativa en este campo. :f.:l ( o ella ) debe
procurar organizar:
a) Un departamento de cerámica en el cual el grueso del ma
terial pueda ser manejado y guardado.
b) Un gabinete en el que los "pequefios hallazgos" puedan ser
registrados y almacenados.
Si la cerámica o los objetos van a ser dibujados en la zona, es
de desearse un gabinete de dibujo, que sea tranquilo; y un pe
quefio laboratorio de campo será igualmente necesario ( p. 200 ) .
Deben cerrarse con candado todos estos cuartos o cobertizos.
HORAS DE TRABAJO
EQUIPO
El mínimo de elementos que se requieren para trabajar con como
didad en un departamento de cerámica en el campo, consiste en
una mesa grande de caballetes y un banco o varias sillas. Varias
cajas, desde el tamaño de un cajón de té, hasta el de un caja de
cerillos, son de .lo más importante. Los cajones grandes pueden
usarse para el almacenamiento, para el empaque y para el trans
porte de los hallazgos pesados; pero cuando no es factible conse
guirlos con facilidad o baratos, pueden usarse para este fin banastas
o cuévanos y cajas de cartón que sean fuertes. Las cajas de madera
para fruta son muy útiles para almacenar y transportar materiales
ligeros, y en ellas puede ponerse cerámica también, si no es dema
siado pesada. Estas cajas pueden obtenerse en el mercado local,
bien de un comerciante en frutas, bien del almacenista de un
comercio grande.
Una vez compradas se ponen en el tinglado de cerámica, con
sus lados abiertos hacia afuera, de modo que formen estantes para
el almacenamiento temporal de los materiales. Las cajas de car
tón y de hojalata más pequeñas, de todas formas y tamaños, son
igualmente útiles para empacar vasijas, pequeños hallazgos y mues
tras de tierra.
LAVADO DE CERÁMICA
que no deba ser lavado en absoluto, o que deba ser lavado c_on
cuidado especial. En ambos casos se recomienda aislar este ma
terial en bateas separadas y, naturalmente, con etiquetas duplica
das. La cerámica blanda o frágil ha de secarse muy bien, a cu
bierto, antes de ser lavada. Si todavía continúa no apta para el
lavado, debe limpiarse con una brocha suave e impregnarse con
bedacryl en toluol para consolidarla : si no se puede obtener beda
cryl, una solución de celuloide al 10 % puede ser el sustituto.
Cada lavador de cerámica, al principar con un lote de piezas
de barro sin lavar aún y de otros objetos de su tarea, necesita una
batea de secado o una estera limpios para poner en ellos las pie
zas, un recipiente con agua y las brochas necesarias. El primer
paso es poner una de las dos etiquetas en aquel recipiente de seca
do. Esto es esencial, ya que asegura que el material mantenga su
identidad aunque la persona sea llamada a otro lugar y la batea
todavía sin terminar sea movida de su sitio. El material separado
de su etiqueta, y todavía sin marcar, no puede emplearse como
prueba para fechar; y el descuido a este respecto por parte de la
persona que lava, puede echar a perder el cuidadoso trabajo del
excavador. Así, pues, el material se lava, pieza por pieza, y se pone
en la bandeja o estera limpios para que allí se seque. No es con
veniente meter un grupo de tiestos en el recipiente con agua. Pue
de ser que no sea bueno para ellos el que absorban el agua, puede
suceder también que se queden entre el lodo que pronto se acumu
la en el fondo del recipiente y que sean tirados cuando se cambie el
líquido sucio por otro limpio y, en cualquier caso ¡el recipiente
del agua no tiene etiqueta! Las cerámicas duras, hechas en torno
de alfarero, bien cocidas y burdas, pueden frotarse con un cepi
llo de uñas o de dientes. La cerámica hecha a mano, la cerámica
vidriada (por ejemplo, la Samia) * y la cerámica mal cocida, se
lavan con una brocha suave especial. La cerámica pintada, el estu
co pintado, etc. no deben lavarse hasta no haber consultado al
director. Los bordes de los tiestos deben cepillarse lo mismo que
las paredes internas y externas. Se ahorrará mucho al marcar y
clasificar, si el material se pone a secar en forma ordenada. Todos
los bordes, las bases y los tiestos decorados deben ponerse en la
mitad superior, los tiestos sencillos en la parte inferior y los obje
tos diversos como conchas, clavos, tejas, baldosas, etc., en pequeños
montones separados. Finalmente, cuando se ha terminado de lavar
el contenido de una batea, se pone la segunda etiqueta en la ban
deja de secado. A no ser que la provisión de agua sea escasa, debe
• De la isla de Samos. [E.]
EL DEPARTAMENTO DE CERAMICA 191
,cambiarse con frecuencia este líquido del recipiente. (La cerámica
que se lava en agua lodosa retiene una capa fina de lodo al secar
se que puede obligar a un nuevo lavado. ) La batea de secado se
pone entonces al aire libre o bajo un cobertizo hasta que su con
tenido esté seco, y se tiene cuidado de fijar bien su etiqueta.
Ha de animarse a los lavadores para que tomen interés en el
material que manejan y en su origen; su memoria sobre dónde
puede encontrarse una pieza en particular, cuando ésta se necesita
para una rápida inspección, ha demostrado ser valiosa.
Las bateas de material seco deben mostrarse a los supervisores
<le sitio para que puedan anotar su contenido en su libreta de
campo, de modo que puedan desechar en el futuro los materiales
que no son necesarios. La cerámica que no ha reaccionado bien
al simple lavado con agua, puede lavarse otra vez con teepoI ( un
detergente ) y agua, o, si es que está cubierta de calcio el cual se
desea quitar, se trata con una inmersión en solución diluida (al
10 o 20 % ) de ácido nítrico, a la que siguen bastantes enjuagato
Tios en agua limpia. La cerámica que se trata con ácido debe man
tenerse en observación: a veces sólo hacen falta 10 minutos, en
otros casos hay que esperar hasta que cese la efervescencia. Los
tiestos pintados sólo deben sumergirse en la solución, probando
previamente, en una de sus esquinas, si el color no es fugitivo.
EMPAQUE
·,·
Al terminar la temporada de excavaciones posiblemente habrá que
empacar el material para llevárselo de allí. Si hay que enviarlo
por tierra o por mar, se debe procurar que las cajas queden bien
empacadas, cerradas con sus tapas o láminas y que en ellas vayan
adheridos buenos marbetes con la dirección. Las vasijas complet:Js
se rellenan con virutas de madera u otro material de empaque. . El
material de relleno en las cajas de embalaje ha de fijarse con cal
zas de madera al interior, de modo que resulte todo tan c:ompac;to
que las vasijas no queden sueltas y se rompan en el viaje. El ase
rrín no sirve para esto. Se pone una lista del contenido de cada
caja en su interior y un duplicado se envía por correo o se incluye
con las notas de la excavación.
19i ARQUEOLOC(A DE CAMPO:
RESTAURACIÓN DE LA CERÁMICA
Si se ha de restaurar la cerámica sobre el terreno, el departamento
de cerámica debe estar equipado con cajas con arena, plastilína y
frascos con solución de celulosa, acetato de amylo y acetona. Los
métodos empleados para ello han de demostrarse, que no descri
birse.
ANOTACIÓN DE "LOS PEQUEÑOS HALLAZGOS"
REGISTRO DE MONEDAS
HUESOS Y SUELOS
que percibe el ojo humano. El filtro rojo adarará todos lo� rojos
y amarillos, oscureciendo todos los verdes y azules (por e1emplo
en el cielo acentuará las nubes), y separará el rojo del negro. Las·
variantes de exposición para las películas pancromáticas son las
siguientes :
Con filtro verde, una exposición seis veces la normal.
Con filtro amarillo, una exposición dos veces la normal.
Con filtro rojo, una exposición cuatro veces la normal.
Las placas ortocromáticas o sensibles al amarillo no se emplean
con filtro rojo. El filtro amarillo con estas placas adarará el ama
rillo hasta el naranja claro y oscurecerá todos los azules. Las dife
rentes exposiciones son las siguientes :
Con filtro verde, una exposición nueve veces la normal.
Con filtro amarillo, una exposición cinco veces la normal..
Otros asuntos de importancia son la distancia focal del lente - y
la regulación de su abertura o diafragma. Estos factores están
relacionados uno con otro y con el tamaño de la cámara. Se pue�
den obtener muy buenos resultados con cámaras muy pequeñas,
y en expediciones a lugares muy distantes puede hacerse necesario
su empleo único. Pero no tengo empacho en recomendar la cá
mara de placa grande ( 6½ X 8½ pulgadas) siempre que sea
posible. La razón más importante para esta elección ha sido con
cisamente expresada hace poco por la Srta. Alison Frantz, en la
siguiente forma :
Los lentes se describen e identifican por sus distancias focales.
La distancia focal, que es invariable para cada lente, es aproximada
mente la distancia entre el lente y la imagen en la película cuando
el lente está enfocado a un punto distante. Por lo tanto, deben
emplearse lentes de diferentes distancias focales, dentro de límites
razonables, con cámaras de distintos tamaños. Sin embargo, para
uso general, un lente de distancia focal igual o un poco mayor que
la diagonal del cuadro de la fotografía, es lo que se acostumbra.
Consecuentemente, cuanto mayor sea la cámara, mayor será la dis
tancia focal de su lente normal. Las imágenes proyectadas, a una
distancia dada del objeto, en la película por lentes de la misma dis
tancia focal, tendrán el mismo tamaño, independientemente del
tamaño de la cámara; y aumenta el tamaño de la imagen con la
distancia focal. Por ello, una cámara más grande tomará un campo
mayor que una cámara chica equipada con el mismo lente.4
• Archaeology (Arch. Inst. of Ainerica ) Dic., 1950, p. 205.
210 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
Los lentes con distan�ia focal pequeña y gran ángulo de visión
proporcional son necesarios a veces, sobre todo a distancias cortas
en lugares reducidos. Pero estos lentes exceden la capacidacl- del
ojo humano y reducen el énfasis visual normal del objeto, o sea
que lo aplanan; de ahí un efecto de distorsión y por lo tanto de
falsedad. La regla de oro es emplear una longitud focal tan grande
(esto es, un ángulo visual tan estrecho) como lo permita el sujeto.
Y ya que, como quedó explicado antes, una placa grande facilita
este procedimiento al aportar un campo mayor y más inclusivo,
con su lente dado, una cámara grande es preferible a una chica.
En la práctica, cada cámara para arqueología requiere tres len
tes cambiables: un lente de foco largo ( ángulo pequeño) , un lente
de foco medio y un lente de foco corto (gran angular) . Para usos
normales serán algo así corno un lente de 1 2 pulgadas, otro de
9 y otro de 6, respectivamente. A éstos puede añadirse un tele
objetivo, a veces de gran utilidad, aunque no siempre.
El empleo de una cámara grande con lente de foco grande, sin
embargo, requiere una buena comprensión del empleo del dia
fragma; quiere decir la regulación de la abertura delante del lente.
La. profundidad del campo, o dicho de otra forma, la distancia
entre el punto más cercano y el más lejano dentro de foco, dismi
nuye según la distancia focal del lente aumenta. Por otro lado, la
profundidad del campo focal aumenta según la abertura del dia
fragma ( o pantalla que cierra el lente) disminuye. En un sujeto
de profundidad apreciable, por lo_ tanto, un factor ha de enfren
tarse con el otro. Un lente largo o algo largo, preferible para
asegurar una perspectiva sin distorsiones, debe recibir una mayor
profundidad de foco, reduciendo el tamaño de su abertura; esto
es, "cerrando" el diafragma. Por lo general, el diafragma mayor
i
es de 6.3 el menor de 64, siendo la serie más empleada 6.3, 8,
11, 16, 22, 32, 45 y 64. Para sujetos de profundidad mediana, una
abertura entre los dos extremos -por ejemplo f. 32- es general
mente adecuada. Debe recordarse que, según se disminuye la aber
tura, aumenta la duración de la exposición, ya que penetra menos
luz: la razón del incremento es de x2 por cada abertura menor
del diafragma. Así, si f. 22 requiere una exposición de medio mi
nuto, f. 32 debe tener una exposición de un minuto.
Digamos algo más respecto al diafragma: cuando se reduce
apreciablemente la abertura, el lente debe enfocarse sobre el pri
mer plano -digamos, 1 5 pies de distancia a la cámara, por tér
mino medio- y no sobre la distancia media o fondo de la foto
grafía.
LA FOTOGRAFfA 211
Al hacer el disparo debe tenerse cuidado de evitar el halo. Aun
que las películas modernas tienen tratamientos especiales para
reducir esto, no por ello se ha� reducido las dificultades. El cielo
a través de los árboles o sobre un edificio o amparo, puede quedar
mal delimitado o nebuloso si se da una exposición larga para
tener detalles de un primer plano oscuro. Cuando el lente está
dentro de los 4 5 grados del sol, debe dársele sombra cuidadosa
mente mediante un sombrero o un libro o un cartón.
A todo lo indicado para fotografías de exteriores, algo más he
mos de añadir : una torre móvil de 3 a 4. 5 m. de alto. En Oriente,
donde la mano de obra y los abastecimientos eran relativamen
te abundantes, tenía yo una torre de madera para cada sitio de
importancia (Lám. XIX) . En. Gran Bretaña también se han em
pleado mucho torres de varios diseños, aunque aquí por lo gene
ral uso caballetes prestados en la vecindad: solución para un hom
bre holgazán.
Hasta aquí me he referido a los exteriores. Para la fotografía
de objetos individuales en interior, se aplican muchas de las reglas
o recomendaciones precedentes; pero hay que añadir algunas po
cas más. Cuando sea posible, existe la convención de iluminar los
objetos por su lado superior izquierdo, pero este uso hay que alte
rarlo con frecuencia para hacer hincapié en un diseño o inscrip
ción para el cual conviene más otro ángulo. En todos los casos,
nna cierta porción de luz refleja, trasmitida mediante una car tu
lina blanca o una lámina de estaño o un tablero recubierto con
papel metálico es necesaria para mostrar el lado en sombra y le
vantar el objeto de su fondo. En un estudio bien equipado, la luz
artificial puede emplearse en forma total; esto aunado a una ex
periencia apreciable produce los mejores resultados.
Para fondo prefiero el terciopelo negro, salvo cuando el mismo
objeto se acerca a este color. Para los objetos oscuros se emplea
una lámina de vidrio levantada 4 o 5 pulgadas, mediante unos
tacos de madera en las esquinas, sobre una hoja de papel de col(!r
claro (no blanco ), lo que da un fondo sin sombras. El papel
blanco puede producir un ligero halo. Cuando, como en la foto
grafía de monedas, se desea reproducir ambos lados de un objeto
en la misma placa, interrumpiendo la exposición y dándole la
vuelta, se hace necesario un fondo negro.
Al fotografiar un objeto que se encuentra a corta distancia es
un hecho muy importante asegurarse de que la escala empleada
se encuentre en o cerca del plano frontal. De no hacerlo así
y si el objeto es de alguna profundidad y la escala se ha colo-
212 ARQUEOLOGIA DE CAMPO:
cado en el fondo, resultará una disparidad apreciable. En estas
circunstancias la escala debe levantarse hasta la altura requerida
sobre una tira delgada de madera o plastilina.
Cualquiera que sea el sujeto, el fondo y la iluminación deben
ser tales que no haya que retocar luego la película o la placa.
Tener que quitar una sombra innecesaria o cualquier otra cosa es
una confesión de fracaso y, sobre todo, si el objeto es una pieza
de arte, se reduce materialmente el valor del registro.
Por último, todas las fotografías de campo deben revelarse in
mediatamente. Muchas de ellas no podrán repetirse en fecha
posterior, y el director debe asegurarse de los resultados a los 20
minutos de tomadas. Pueden tenerse impresiones toscas dentro
de las 12 horas.
Harappa
Sitio E. Corte X. Cara sur
1 1.45 hs. Fuerte luz solar
Lente de 12", Filtro rojo, f. 22, 3 segs.
-
VI
Registro de Negativos
RANCHI
N9 de Sitio Corte Dibujo Libreta Observaciones
Serie N9 de
Campo
237 E X 15 10 Humus removido.
Cara Sur p. 41 Ldm. X: Informe
preliminar,se hizo
diapositiva.
EQUIPO
E: n � urna, el fotógrafo de arqueología de campo necesita el equipo
-sigmente:
1 . Una cámara de campaña de construcción fuerte, tamaño
placa grande ( 6 ½ X 8 ½ pulgadas ), con dispositivo para lentes
intercambiables y movimientos de enfoque.
214 ARQUEOLOGtA DE CAMPO :
Debe agregar seis portaplacas, por lo menos, cada uno con capa
cidad para dos placas o películas. Dichos portaplacas deben estar
numerados.
2. Por lo menos tres lentes : uno de foco largo, otro de foco
mediano y uno de foco corto o gran angular. Todos deben ser
de la mejor calidad y anastigmáticos, con una abertura máxima de
f. 6.3 ( la mayor parte de las exposiciones han de ser de "tiempo" ) .
Conviene añadir un teleobjetivo para usos ocasionales.
3. Un juego de filtros ( rojo, verde y amarillo ) que sirvan para
cada lente o adaptables a toda la serie.
4. Un trípode pesado, capaz de levantar la cámara hasta una
altura de 6 pies, con cabeza articulada que permita tomar fotos
verticales.
5. Un nivel de burbuja de 6 pulgadas.
6. Un trapo grande para las maniobras de enfoque y sombra
7. Una cámara chica del tipo Retina Contax o Rolliccad para
trabajo rápido o en color.
8. Una pequeña caja en la que se puedan poner brochas, escalas
pequeñas, alfileres y plastilina.
9. Tanques para química fotográfica: uno para el revelado, otro
para el fijado y otro para el lavado. Por economía, es mejor com
prar revelador en paquetes y polvo de hiposulfito de sodio en latas.
10. Marco para impresiones de contacto. En el campo deben
hacerse impresiones para verificar los negativos y ya que las con
diciones pueden ser difíciles, es mejor la copiadora de contacto.
También es necesario papel de bromuro en tres grados ( suav�
normal y para contraste ) .
Este es el siglo del hombre corriente. Así como en los siglos XVIII
y x1x la arqueología se hacía presente en las colecciones de arte, en
la arquitectura, en la decoración interior y en los muebles de los
ricos y de los aristócratas, así debemos hacer lo posible para incor
porarla a la vida de la sociedad democrática. La arqueología tiene
responsabilidades sociales y oportunidades que debe aprovechar me
diante la educación escolar y a través de museos y libros y todos
los instrumentos que, más a menudo que de otro modo, en inglés
se les llama "mass comunications" : prensa, radio, películas y, ahora,
televisión. Si la arqueología ha de dar su contribución a la vida con
temporánea y no arriesgarse de ser tarde o temprano olvidada por la
sociedad, sus seguidores, incluso el especialista de criterio más es
trecho, han de estar contentos de tomar parte en su difusión. Más
aún, no debemos olvidar los problemas de la difusión popular cuan
do planeemos nuestras investigaciones.12
Ciertamente, en la época actual el público está preparado, hasta
se diría ansioso, para ir al encuentro del científico más allá de lo
que se supone. Corresponde al científico poner su parte en esto .
Para hacerle justicia, digamos que no está al margen de sus deberes.
Pueden quedar arrinconados en remotos lugares algunos pedantes
de la vieja guardia que no participan de esta vulgarizaci6n, pero el
ritmo de su desaparición- es, por fortuna, rápido. El científico
moderno reconoce cada vez más al público como su compañero.
Hoy extiende lo empíreo a sus pies; le ofrece los principios de la
evolución en un lenguaje simple, salpicado, a veces, de una ligera
tendenciosidad trivial. Una obra monumental en diez volúme
nes titulada A Study of History, es u n libro de gran venta. Prehis
toric Britain y Prehistoric India son libros populares de la Colec
ción "Pelican". Una descripción erudita de las Pirámides de Egipto
encuentra miles de lectores. De Diggi.ng up the Past, según creo,
se ha vendido un cuarto de millón de ejemplares. Y así por el
estilo. En este tumulto no hay refugio secreto para el arqueólogo
de campo. Y si es que había de ocultarse debe hacerlo en la pro
pia publicidad.
Y está bien que así sea todo esto. Una excavación en nuestros
días debe ser algo de actividad rutinaria para el gran público. Este
público, aunque sea i ndirectamente, costea una buena parte de la
arqueología, a través de los Museos Nacionales o subvencionados,
a través del Ministerio de Obras Públicas, a través de las distintas
Comisiones Reales, a través de las Universidades, a través de las
'12 "Purpose in Prehistory", en London and Middlesex Arch. Soc. Trans.,
n. S., X ( 1951), 198.
PUBLICACIÓN Y PUBLICIDAD 227
Escuelas Arqueológicas de allende los mares, en Italia, Grecia,
Turquía, Irak y Jerusalén, a través del Consejo Británico y en
muchas otras formas. A pesar de los impuestos, también contri
buye algo en lo personal como un testimonio de su interés prác
tico. Los papas y príncipes del Renacimiento han sido reempla
zados, de hecho, por el contribuyente británico. Por molestas que
sean sus preguntas en muchos casos, en una forma u otra, el pú
blico es ahora nuestro patrón y debe . cultivársele y gratificársele
convenientemente.
De acuerdo con esto, en todas mis excavaciones grandes, siempre
tomé las medidas necesarias para este compañero incidental. Ci
taré otra vez uno de mis informes sobre un sitio arqueológico en
Dorset.
Bajo condiciones de moderada disciplina, se animó al público a
visitar el sitio. Al visitante se le dirigía mediante anuncios desde
la carretera vecina principal. Se le decía (también mediante anun
cios) dónde estacionar su automóvil y dónde pedir informes. Era
la obligación de un empleado, guía y relator a la vez, fuera el ex
plicar las excavaciones a los visitantes, fuera el organizar relevos
de estudiantes-conferencistas quienes, a intervalos regulares, toma
ban su puesto. Esto, incidentalmente, daba a dichos estudiantes
un adiestramiento magnífico para pensar con claridad y exponer
los datos sin complicaciones. Al público no se le cobraba por estos
servicios, pero se le invitaba a contribuir para el costo de los traba
jos: sistema que en la práctica es más democrático y más productivo
que una tarifa fija. Y, por último, un puesto bien organizado de
venta de tarjetas postales es tan popular como provechoso. Se po
dían hacer postales del lugar [podían hacerse antes de 1939] al
costo de algo más de medio penique cada una y luego venderse con
facilidad a 2 peniques. Los informes preliminares del trabajo, he
chos a un costo de cuatro peniques, se vendían a un chelín cada
uno. [En el lugar a que nos referimos, se vendieron 64 000 posta
les y 16 000 informes preliminares aproximadamente] . . . De modos
tan distintos, pues, puede llevarse al público de nuestros días a
contribuir, directa o indirectamente, a la investigación arqueológica.
Haré hincapié en el valor que, para el mismo arqueólogo, tiene
el escribir y hablar para el gran público. No es difícil ser un
especialista, escribir bastante inteligiblemente para dos o tres co
legas de la especialidad, producir "un preparado de opio destilado
por una minoría para otra minoría".13 Conozco a un distinguido
13 R. le Gallienne: Prose Fancies ( 189 5 ) , p. 81, hablando de poesía, pero
singularmente apropiado en gran medida a la arqueología.
228 ARQUEOLOG1A DE CAMPO:
arqueólogo, quien dice que escribe tan sólo para cinco personas:
la mayor parte de nosotros somos menos ambiciosos. Como espe
cialistas tenemos la tendencia a desarrollar una especie de jerga
profesional que aleja a gran parte del público y que, en última
instancia, es una desventaja para el propio especialista. En este
mismo capítulo ya he citado las obras de la Asociación Británica
y ahora viene a mi memoria un discmrso de inauguración en una
junta anterior de la misma eminente asamblea. En esta reunión
se llamó la atención sobre la plaga de la pedante verborrea que
había infestado la ciencia moderna, y se hizo un ruego en beneficio
de la simplificación y el orden. Este ruego fue oportuno, y bien
podría haberse extendido de la ciencia profesional al deporte pro
fesional, a la industria cinematográfica y al periodismo profesional.
El peligro de toda esta jerga, en la ciencia, no es sólo el de ale
jar al hombre de educación media; también es un bumerang capaz
de volverse y dejar sin sentido a quienes lo emplean. Para usar las
palabras del infalible Quiller-Couch: "Si vuestro lenguaje es una
jerga, vuestro intelecto, si es que no todo vuestro carácter, casi
seguro que le corresponderá. . . Donde vuestra mente tenga que ir
derecho, lo hará mañosamente: las dificultades que hay que mirar
de frente y asegurar con mano firme, se evadirán o tomarán un ca
mino torcido." He estado hojeando las páginas de un excelente
periódico cuyo objetivo es presentar los resultados de la arqueolo
gía científica al gran público, y mi mirada se ha detenido en tres
artículos de tres de los arqueólogos más eminentes de nuestro
tiempo. En una de dichas páginas he caído en el entrecortado
trabalenguas "complejo-cultural-sable-en-forma-de-hoja"; en otra se
me invita a considerar "el valor diagnóstico de los lynchets nega
tivos"; en una tercera se me informa de que algunos toponímicos
"fueron dejados por los inhumadores ecuestres que trajeron la Cul
tura Hallstatt tardía". (Uno casi se queda esperando encontrar, al
dar vuelta a la página, una referencia a los "quemadores de cadá
veres que viajan en tranvía" ) . Un excelente amigo mío, en un
intento de distinguir entre los aspectos significativos y los acciden
tales de las tumbas megalíticas, ha dado a luz dos espantosos
monstruos, los gemelos genomorfo y fenomorfo. A decir verdad,
espero que tengan muy poca vida. Otro de mis amigos ha querido
transformar la frase tan sencilla "enfoque histórico", que es de
fácil empleo para nosotros, definiéndola como "el intento de ob
tener una integración conceptual de los fenómenos individuales
en términos de tiempo y espacio específicos". Para un paralelo
menos académico de este tipo de cosas, no necesito buscar más
PUBLICACióN Y PUBLICIDAD 229
lejos del periódico que tengo a mi lado mientras escribo: en su
página titular hay una cita de un manifiesto diplomático en el
cual los Estados Unidos reafirman que "ello va contra la cancela
ción unilateral de las relaciones y acciones contractuales de natu
raleza confiscatoria": ¡encantadora frase! Bien, bien; así podríamos
seguir. . . ; de hecho, he citado ejemplos relativamente inocuos de
una enfermedad extendida y maligna: cosas peores pueden en
contrarse fácilmente. Desde luego, una ciencia que avanza se
enfrenta de tiempo en tiempo con la necesidad, genuina y racio
nal, de una nomenclatura nueva, de una nueva fraseología. Pero
dejemos que la necesidad se satisfaga con freno y circunspección. ·
Una palabra no es necesariamente más económica que dos, aunque
pueda haberse dicho lo contrario ( en otros contextos ) . Por otra
parte, una palabra es suficiente para describir el argot científico
del que hablo, y esa palabra es hokum, * sinónimo de la "jerga" de
Quiller-Couch. Limpiemos del hokum nuestra escritura y nuestro
pensamiento. Es un mal al que están predispuestos tanto el hom
bre muy educado como el analfabeto. G. M. Trevelyan se lamentó
alguna vez de deficiencia semejante entre los historiadores. "El
cambio de un estilo literario por una atmósfera seudo-científica en
los círculos de la historia -escribió- no sólo ha hecho mucho
para divorciar a la historia del público de fuera, sino que también
ha disminuido su poder humanizador entre sus propios devotos
en la escuela y en la universidad".14
No hay que buscar muy lejos para encontrar un remedio casero
a esta enfermedad. Se encuentra en la vulgarización deliberada y
periódica. Mi consejo para el arqueólogo aspirante es: "Ve y ex
plica tus ideas, a la Sociedad de Anticuarios de Villaburrillos de
Cartón y al Club Campestre. Evita todo lo que sea "bla-bla-bla",
magnífica expresión para la pomposa palabrería de paja;111 emplea
un lenguaje inteligible para el obrero de la localidad. Entonces
comenzarás a entenderte a ti mismo, si es que tienes algo que
decir. No desdefiemos al profanum vulgus. Es cierto que algunos
de nuestros mejores arqueólogos y antropólogos no han necesitado
que se les recuerde este asunto. La clásica Romanization of Roman
Britain, por Haverfield; la Golden Bough, de J. G. Frazer (antes
de que se convirtiera en enciclopedia ) ** y, más recientemente, la
• Palabra inglesa para "payasadas", "tonterías", [E.]
u Clio, p. 25.
111 Sobre el "bla-bla-bla" [gobbledygook], véase E. Gowers: ABC of Plain
Words (H. M. Stationery Office, 1951 ), p. 57.
• • Esta obra apareció originalmente en 2 vols., en 1 890: más tarde se am•
.,lió a 12 vols., en 1907-14. Existe edición en espafiol con el título de Lo
230 ARQUEOLOGfA DE CAMPO:
Prehistoric Britain, por Jacquetta y Christopher Hawkes; así como
la Archaeology and Society, por Grahame Clark, son muy buenos
ejemplos del enfoque erudito para un público muy amplio : Sir
Leonard Woolley es un famoso adepto a este arte. Pero, quizás,
para obras maestras de popularización de trabajos científicos en
general, tengamos que recurrir a los de hombres como J. H. Jeans,
J. B. S. Haldane o Julian Huxley o, en última instancia, al mismo
Charles Darwin, cuya prosa fuerte y simple destruía todas las ba
rreras entre hombres y mentes. El estilo horaciano no campea en
Darwin.
Una prosa tersa, vigorosa y directa es, en realidad, hija de la
sensibilidad del escritor, pero la más pequeña semilla es suscepti
ble de cultivarse. Conozco arqueólogos muy capaces, pero que son
tan miopes que apenas pueden leer un libro fuera del "tema"
estrecho de su campo. Y encuentro que el Sr. St. John Ervine ha
observado el mismo fenómeno : "Los arqueólogos -dice- son pe
ces raros adictos a períodos, poco deseosos de tomar interés en lo
que no sea de su propia especialidad." Ellos han cesado, o no han
comenzado, a cultivar su jardín; en el mejor de los casos, sólo se
interesan por un terreno de coles. ¿Qué es lo que pueden com
prender de los trabajos y de los días, o cómo pueden expresar lo
que comprenden? Es una perogrullada que las palabras crean pen
samientos, sólo que en menor escala que los pensamientos crean
palabras. Y la creación de palabras no es una tarea simple. "No lle
garás allí -.dice el infalible 'Q'- quitando a golpes tus propios in
cultos impulsos. Primero has de ser tu propio lector, cincelando el
pensamiento para ti .mismo; y después de esto habrás de tallarlo
más profunda y cuidadosamente, si es que quieres imprimir su ima
gen en la cera de las mentes de los demás." "Se sabe -añade- que
incluso para el Hombre de Ciencia, este tallar, neto y limpio, de
las palabras ha sido siempre una necesidad." Sí, las palabras son
cosas sumamente importantes, aún para el Hombre de Ciencia.
Y al final, el vulgus no es un mal juez. Es deber, pues, del ar
queólogo, como el de todo científico, el llegar al público y dejarle
una impresión, así como moldear las palabras en la arcilla simple
y directa de su entendimiento.
b) CLISÉS DE ÚNEA
-[ 256 ]-
lNDICE ANALlTICO *
A B
Acrópolis, 109 Babilonia, 97, 98
Adobes, 102-4; Lám. XII Ilactra, 109
construcciones de ( véase Construc- Bade, William Frederic, 2 5 n, 56 n
ciones de. . . ) B:igdad, 41
Adriano (véase Muralla de . . .) Baker, T., 170 n
Afganistán, 38, 109 Baksheesh, 180 ss
Africa, 30, 43, 169, 239, 242, 249 Balá Hisár (Fuerte Alto), 108, 1 10
Agua, para fines fotográficos, 206, Baliol, John de, 241 n
provisión de, 187 Balk, 109, l l 0
Alaja Hüyük, 38 Barrie, J. M., 1 58, 220
Albañilería, estilos antiguos, de, 50 Hcdfordshire, 1 1 5
Alejandro el Grande, 108 Bcech Bottom, 140, 141
Alemania, 39 Bengala, Golfo de, 1 50, 169
Alojamiento del personal, 164 Bersu, Gerhard, 27, 75, 1 54
Allcroft, Hadrian, 249 Bethel, 25, 27
Amaravliti, 146 Bhir, 40
Anderson, E. C., 46 Bhubaneswar, 1 5 1
Andhra, 61, 62 n, 63 n, 64, 146, 149, Birdoswald, 59
1 50 Blackbum, Kathleen, 60
Angons (jabalinas de hierro), 12 7 Bohemia, 39
Angulo de reposo, 73 Bombay, 17
Area, excavación en, 79 Box Moor, 218
Arikamedu, 70, 145, 1 46, 147, 1 48, Btahmagiri, 62, 63, 1 1 8, 146, 148,
1 50; Lám. XVI 149 ss; Lám. III
Arizona, 42 Brnidwood, R. J., 48
Armaduras para techo, 50 Brentford, 225
Amold, Matthew, 237 Broadmayne, 121 n
Amold, R. J., 46 Brogger, A., 102 11
Arpachiyah, 69 Browning, Robert, 251
Arretium, 145 Bruselas, 172
Asia, 30, 37 n, 43, 1 42, 249 Buchan, John, 249
Asia Menor, 37, 38 Bulldozer, amenaza del, 1 19
Asociación Británica para el Avance Burgh, Castillo de, 97
de la Ciencia, 46 n, 219, 228 B!ishe-Fox, J. P., 29, 99, 208
Asokano, imperio, 1 50 Bushnell, G. H. S., 46 n
At:iúdes, 99, 1 19, 1 2 5
Atkinson, R . J. C., 170 n c
Atlántico, 43
Augusto, 106, 142, 145, 147, 196 n Caerlon, Anfiteatro de, 93 ss, 94
Austria 39 Cairns, 1 8, 1 14 n, 120
Avebury, 1 1 4 Calas, 78-9, 106
Aventura, 249 s Calcuta, 19, 1 1 7 ,
p Q
Pakistán, 30, 31, 34, 40, 108, 153 Quiller-Couch, Arthur, 229, 230
Palacio de Minos ( véase Minos) Químico de campo, 172
Palatino, 242 R
Palestina, 24, 25, 26, 27, 37, 40, 49,
59, 117, 246, 250 Radiación solar, 43
París, 109 Ras Shamra, 37
Paris, Matthew, 96 Reconstrucción prehistórica, Lámi
Partia, 154 na XXII
Parry, R., 170 n Registro, de datos, 6 5, 84, 217
Paso de Khyber,249 tridimensional, 23, 87-8
Paso de la Muerte, 249 Reiser, G. A., 50 n
Pater, Walter, 254 Richborough, 99; Lám. IX
Pax Romana, 142 Richmond, Ian, 29, 59, 239
Pengelly, W., 68 n Rivanna, 54
Penk, 39 Rivoira, G. T., 50 n
Pentridge, cursus de, 121 n Roma, 31 n, 50, 94, 140, 174 n, 242
Pequeños hallazgos, 186 246
cómo se anotan, 194-5 Romana (moneda) , Beech Bottom,
quién los anota, 166 141
"Peristalitos", 124 India, 141, 150
Persia, 144 registro, 217
Personal de una excavación, 156-81 Rotulación, 68-9
Peshliwar, 108 Rowntree, A., 41 n
Petrie, W. W. Flinders: 21, 24, 40, Roy, general, 13
48, 65, 103, 105, 106, 112, 144, Royal Society, 19, 219, 220
215, 216, 217; Lám. XX
Phillips, C. W., 99 ss, 122 s
Piggott, Sra. Stuart, 239
Piggott, Stuart, 153, 222 Sabratha, 53
Piltdown, 44 n, 45 Salamina, 9
Pitt Rivers, 7, 13, 19, 20, 23, 24, 29, Salisbury, 154
30, 121, 122, 154, 215, 216, 217, Samia, cerámica, 190, 218
222, 223, 225, 240 Samos, 190 n
Plenderleith, H. J., 133. 200 n, 202 n San Albano, 14, 138, 143
Polen, análisis de, 39, 198 San Germán de Auxerre, 138
Pompeya, 14 Scarborough, 40, 41 n; Lám. 11
Pond Caim, 119 Schaeffer, Claude, 37, 38
Pondicherry, 55, 145 Schetelig, Haakon, 102 n
Pozos, de control, 82 Schliemann, 17, 55
de entierro, Lám. XIV Seamer, 48, 98
para almacén, 58 Sellos, 204
INDICE ANAL1TICO 263
Servicios en el campo, 186. Tarsus, 38
Servicio Civil (Ingl.), 220 Taxilia, 40, 84, 1 07, 109 n, 1 53, 1 54;
Sialk, 25, 28 Láms. V, VII y X
Sikh, restos tipo, 108 Taylor, Meadows, 16, 17, 18, 148
Silchester, 1 52, 1 54, 254 Taylor, Walter W., 10 n, 51 n, 235
Simpson, F. Gerald, 41, 59 Tel Brak, 38
Sin, Lám. 11 Tell, 31, 105, 108, 109, 1 1 0, 1 1 1,
Singapur, 34 1 12; Lám. XIII
Siria, 37, 1 17 Tell el Ajjül, 25, 26
Sirio ( véase Sothis) Tell el Amama, 37
Sirkap, 40, 107 Tell en-Nasbeh, 49, 56 n
Sisupalgarh, 1 51 Temblores de tierra, 37-8
Sitios de poblado, exploración de, Tepe Gawra, 38
105-12 Tepe Sialk, Lám. XIV
Skendleby, 99 ss, 1 22, 124; Lám. X Terra sigillata, 168, 176, 217
Sloden, 174 n Thickthome, 121 n
Smith, William, 53 Tiberio, 147, 1 50; Lám. XV
Sociedad de Anticuarios de Escocia, Tipología, 48-9
14 Tirinto, 55
Sociedad de Anticuarios de Lon Topografía, 170-2
dres, 8 Torquay, 68 n
Sociedad Prehistórica Francesa, 24, Torre de Londres, 1 06
180 Toynbee, Amold, 240
Solifluxión, 39 Trabajadores en el campo, 176-81
Sondages, 78, 106, 253 Trevelyan, G. M., 220, 225, 229, 244
Sothis, 36, 37 Trincheras, 84, 86; Láms. I, VI, VII,
Spengler, 242, 243 VIII, X, y XVIII
St.ael, Madame de, 249 Tripolitania, 5 3
Stanwick, 1 3 3 Troya, 17, 38, 55, 254
Stoffel, coronel, 17, 79 Túmulos, 1 5, 16, 54 s, 99, 1 14, 1 1 5,
Stukeley, 174, 240 1 16, 1 1 7, 1 20, 1 24
Stüpas budistas, 1 20 Turkestán, 30, 109, 248
Subdirector de una excavación, 164-5 Tyne, río, 60
Suecia, 38, 57, 102 n
Suelos, 196-7 u
coloración, Lám. IX
Suez, 30 Ucrania, 39
Suffolk, 97, 99; Lám. XI Ugarit, 37, 38
Summer, Heywood, 174 Uquair, 69
Supervisores de sitio, 165-6 Ur, 1 1 3, 125, 1 31, 1 32
Susa, 70 Uruk, 69
Sussex, 4 5 Ussher, arzobispo, 36
Sutton Hoo, 99, 1 00, 102, 1 1 3, 127,
129, 1 31, 1 37; Lám. XI V
Swanscombe, 4 5
Swat, rlo, 1 08 Van Giffen, 27, 98, 1 20
Varvas, 38, 39
T Vegetación, 60
Ver, río, 141
Táctica en una excavación, 135-55 "Vertical", excavación, 1 51
T:imesis, 225 "Verticalidades", l 00
264 ARQUEOLOG1A DE CAMPO:
Verulamio, 96, 97, 99 n, 1 38, 1 39, Wooley, Leonard, 125, 126 n, 131,
140; 141, · 143; Láms. VJII y 2 30
XVIII \\'or, 21, 2 3 n, 121, 122
Virginia (E.U.A.), 14, 54, 55 n Wroxeter, 208, 2 17
w y
Wave-farers, 113 Yorkshire, 1 5, 40, 48, 98, 120, 133,
Westmorland, 60 n 2 39; Um. II
Wheathampstead, 141, 143
Wheeler, T. V., 133 Ysceifiog, 115, 1 16, 1 17
Wiltshire, 19, 21; Um. XXII
VVinclcelman, 249 z
Winkelbury, 2 1
Wisconsin, glaciación de, 48 Zanjas, 84, 90, 1 15, 116, 1 17
Withman, Walt, 70 Zeuner, F. E., 39 n, 42, 44 n, 46 n,
Woodward, Llewellyn, 2 37, 245 250
fNDICE DE LAMINAS
-[ 267 ]-
1NDICE GENERAL
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
I.INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . • • 9
11.ASPECTO HISTÓRICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
III. LA CRONOLOGÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • • • • 33
IV. LA ESTRATIGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
V. EL PLAN DE UNA EXCAVACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • 77
l. Calas o "sondages" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
2. Excavación en área . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
3. Trincheras substantivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
VI. LA EXCAVACIÓN DE UNA ESTRUCTURA . . . . . . . . . . . . . . . 89
Muros "fantasmas" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
Empalmes rectos en los muros . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
Construcciones de madera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Construcciones de adobe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
VII. EXPLORANDO SITIOS DE POBLADO . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
VIII. Los ENTIERROS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . 113
Túmulos redondos y "cairns" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 14
Túmulos alargados y "cairns" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Cementerios "planos" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
IX. TRABAJO DE RELOJERO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
X. TÁCTICA Y ESTRATEGIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 37
XI. EL PERSONAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 56
El director . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 57
El subdirector . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Los supervisores de sitio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
El capataz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
El anotador de pequeños hallazgos . . . . . . . . . . . . . . 166
El asistente de cerámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
El fotógrafo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
El topógrafo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
El químico de campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
El dibujante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
Los trabajadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
XII. LAS HERRAMIENTAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
a) Equipo del grupo dirigente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
b) Equipo de los trabajadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
XIII. EL DEPARTAMENTO DE CERÁMICA . . . . . . . . . . . . . . . . . 186
Los "hallazgos" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186
-[ 269 ]-
270 ARQUEOLOG1A DE CAMPO:
Servicios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186
Horas de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
Lugar y abastecimiento de agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
Equipo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
Lavado de cerámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Cómo se marca la cerámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191
Clasificación y puesta en bolsas . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
Almacenamiento de cerámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Empaque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Restauración de la cerámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 94
Anotación de "los pequeños hallazgos" . . . . . . . . . . . 194
Registro de monedas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
Huesos y suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Plan para climas secos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198
XIV. EL LABORATORIO DE CAMPO . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . 200
l. Objetos metálicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202
2. Monedas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202
3. Tablillas o sellos de arcilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 204
4. Objetos de madera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 204
5. Huesos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
XV. LA FOTOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . • . . . . . . . . . 206
Administración y mantenimiento de control . . . . . . . 212
Equipo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
XVI. PUBLICACIÓN Y PUBLICIDAD • . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . 215
Apéndice al capítulo XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
a) Clisés de medio tono . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
b) Clisés de línea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
e) Litografía . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234
XVII. ¿QuÉ DESENTERRAMOS Y POR QUÉ? . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 35
Bibliogafía Selecta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256
Indice Analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
1ndice de Láminas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265
1ndice de Figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
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este libro,
Arqueología de campo,
el día 30 de Enero de 1 979,
en los Talleres de Gráficas
Elica - Boyer, S - Madrid-32
Edición preparada por el
Departamento Editorial
del F.C.E., México.
LÁMINA l. Excavación de un túmulo en 1844. (Gentleman's Magazine, 18;2.)
(Véase p. 15.)
,.,
LÁMINA II. A. Pozo de la Edad de Hierro Temprana, en ·Scarborough, Yo,k
shire, cortado para mostrar 3 fases interrumpidas del relleno. B . Corte que
mucs.tra
• 16 capas sucesivas de aplanado en el mnro del templo de Sin, deidad
lunar, en Khaff•jah, Irak. (Véase p. -+I .)
Lhr1:-..- 111. Estratigrafía en Brahmagin, Est:1do de \l)SOTl Ind,a.
(Véanse pp. 6 1 y 62.)
i..., ,,1:-- \ \ l. l'nnc:hcra c:on sus cst. 1<.:as para el rcg1stw maw,cns1onal. \la1clu,
Castk:. 193'í. (Véase p. 8·U
t..,,11, \ \'Il ,\_ Trim:hcra con sus estaca� para el registro trid11,1u1,1 ,i 1 .
1 :l\ciLi-Sirkap. 19-t5.) 13. l 'rinchera semejante a la anterior. y la <11.d nu,. t,. ,s
:írt'a, de rementcrio. J larappa, Punj·1b. 19-t6. l\ 1et1,e p. '--1 l
l .u11:-. 1 \ lll. ,-\_ :\!uro "fant.1sma" en \'crulamio, l lcrtford\h1rc. l l/�J
H \ <"111l.111110, entrada norte. PJrte del plano que se obt111o al l1mp1ar L1,
lri11c-ht'ras hechas por lo, ladrones de muros. (Véase p. 96. 1
L '"1", !'\. . \. ConstnKción roma11.1 hecha c·on trom·o� dl! :írhol. u1 !{1< h
boron¡;h Kmt. trazada mediante colorac:iú11 del �ndo. B. J, 1111010 cid
M1n :111111 ,1 c.. aproximadamente, en Jlarappa, Pnnjah. Se ,c:n l;l\ !.11111:"
dd ataúd de madua. 1 \'ea�e p. 99. i
l . i,11,, '\ llul'!las de la armazon a manera ele zarzo o ca1,i1,1 rn d t111111il11
largo d,· Skrndlel>y, Lincolnshirc (\ éa,c p. 1 1 )
o..
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1 ,,11,, '11. Cw tc a tra1és de lls dckma, de adoh� de la c:mdad de I l.1r-ipp'i.
1', ni:ih. rnnstruida antLS del aiw 2000 a. e:. ( \'éasc: p. ] IH )
r
¡,.
L
Ln11'\", X[\'. A. Un tell típico ( T epe Sialk, Irán central ) . La figura humana
q11c indica la flecha sin·c de escala. (Véase p. 108.) B. F.�<:avación de un
pozo de entierro (Siglos I ó u a. c. ) , en Brahmagiri, Estado de \Irsorc,
India. \quí se muestra el ''método de cuarteles" o "de cuadrantes" que se
siguió en la exca,·ación. (Véase p. 1 1 S.)
L \ 1 n,u., ilc: pl ta, l', 1 1 'lCP ,, , fcch,
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(\'éasc p. 185.)
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pp. 206 y 207.)
LÁMINA XIX. Torre para fotografiar desde un ángulo alto. (Véase p. 2 1 1 . )
A. ''Sir Flindns PetriL lll �I p,1
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