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De las relaciones entre el fantasma y el síntoma

por Gabriela Camaly

Presentación
Buenas noches, agradezco mucho la invitación a estar esta noche aquí presentando las
Jornadas Anuales de la EOL. Quiero tomar algunas cuestiones en relación a la articulación entre
el fantasma y el síntoma. Les cuento un poco de dónde viene esto. Cuando nos pusimos a
trabajar con Débora Nitzcaner y Patricio Álvarez para escribir el argumento de las Jornadas y
pensar los ejes, cada uno de nosotros fue haciendo sus lecturas y sus propios recorridos. En mi
caso, surgió entonces el texto que sobre "Las paradojas del fantasma" publicado en la página
web de las Jornadas. Cuando concluí el último punto sobre la lógica del fantasma y su valor de
goce, luego de hacer cierto recorrido desde el inicio de la enseñanza de Lacan, me di cuenta que
había un paso que necesitaba dar y que me había quedado pendiente, sólo mencionado. Ese
paso es la articulación entre el fantasma y el síntoma y es eso lo que quiero retomar hoy para
tratar de situar qué es lo que entendemos como goce del fantasma, aquello que anuda en el
fantasma como sentido y como modalidad de goce, pero también cuál es su relación con aquel
otro goce que habita a cada uno y que no queda subsumido bajo la articulación fantasmática.
Esta es la perspectiva que quiero presentarles y, si hago a tiempo, también voy a tomar un
testimonio.

Gozar del fantasma


La primera referencia que yo encuentro en Lacan sobre el fantasma está en el Seminario 1. Allí
Lacan habla del fantasma como marco de la realidad, lo cual constituye la visión fantasmática del
mundo. En verdad, no hay otro modo de lazo más que éste, fantasmático, y Lacan lo nombra
exactamente como "la aprehensión fantasmática del mundo"[1]. Hay algo en relación a lo que
planteaba Patricio que me interesa retomar y es que, a nivel del fantasma, encontramos el modo
en el que cada uno se inventa un Otro que goza identificándose de alguna manera a ser el objeto
del cual ese Otro goza, y con eso obtiene a su vez un goce que le es propio. Por lo cual, desde
el inicio de la enseñanza, cuando Lacan lo lee a Freud en "Pegan a un niño", extrae una
estructura lógica en la que se anudan una dimensión imaginaria, una articulación simbólica
hecha por los significantes que enlazan el sentido y un efecto de goce que repercute en el
cuerpo. Con lo cual, el concepto mismo del fantasma constituye un modo de anudamiento entre
esos tres registros -imaginario, simbólico y real- que para cada uno es singular.
Más adelante, en el Seminario 6, Lacan dice que "en la relación fantasmática vemos despuntar
lo que constituye para el sujeto el momento privilegiado de su goce"[2] y plantea que es a nivel
del síntoma donde el sujeto encuentra el lugar exacto de ese goce. Entonces, ya en el Seminario
6 está presente también la articulación entre la construcción fantasmática y la conformación del
síntoma, es decir, lo que de esa construcción ficcional hace síntoma para cada uno. Esto me
pareció importante ya que me permitió ubicar lo que llamé "las paradojas del fantasma"[3]. Por
un lado, tenemos la aprehensión fantasmática del mundo, esto es, el sentido que hace de marco
al lazo con el otro y ahí se pone en juego también que en el fantasma se sostiene la relación con
el objeto a como causa de deseo; en ese plano nos llevamos bien con el fantasma porque nos
funciona de una buena manera. Pero hay otro plano en el que la relación con el fantasma se
complica y es cuando se empieza a presentar esa dimensión de goce que el sujeto registra como
un pathos, es decir, como un sufrimiento; es el momento preciso en el que esa condición de
goce del Otro gozador toma consistencia, y ese tomar consistencia lo implica al sujeto de alguna
manera como objeto de dicho goce.

El fantasma, el goce y el síntoma


A partir de acá, entonces, lo que quisiera plantear es que podríamos decir que hay un
anudamiento entre el fantasma, el goce y el síntoma que está presente a lo largo de toda la
enseñanza de Lacan: el fantasma como un articulación de sentido, el goce como aquello que
insiste volviendo siempre al mismo lugar y el síntoma como formación del inconsciente -es su
dimensión interpretable- y como goce que va a permanecer fuera del sentido y del alcance de la
interpretación. Respecto de este trío que conforman el fantasma, el goce y el síntoma, que se
puede rastrear a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, podemos decir que también está
presente a lo largo de toda la experiencia de un análisis y que, en todo caso -es una hipótesis
que traigo esta noche para conversar con Uds.- existen distintos modos de relación de cada uno
de nosotros con ese anudamiento entre el fantasma, el goce y el síntoma.
Como ya sabemos, en el Seminario 11 Lacan pregunta cómo se vive la pulsión una vez que se
ha atravesado el fantasma fundamental. Esta es una pregunta que persiste y, tal vez, podemos
preguntarnos qué cambia para cada uno en la relación con el goce cuando se ha atravesado el
fantasma fundamental, es decir, cuando la construcción del fantasma conduce a la separación
del sentido gozado que estaba enlazado a él, pero también cuando nos encontramos con esa
otra dimensión del goce que no entra en el marco del fantasma. Digo esto porque el fantasma,
finalmente, puede ser reducido a una fórmula gramatical, puede ser nombrado con los
significantes que existen en el campo del Otro pero hay un goce en más que escapa al sentido.
En el análisis uno hace la experiencia de que, finalmente, ese sentido no es más que una ficción,
pero hay una parte del goce que habita al ser vivo que no llegamos a nombrarla jamás, es decir,
no llegamos a reducirla con lo imaginario y lo simbólico que se articulan en el fantasma.
Entonces, siguiendo estas elaboraciones, encontré una frase de Miller que me interesó traer
especialmente para esta noche. En el curso sobre el partenaire-síntoma, luego de trabajar la
relación entre la pulsión y el síntoma en su articulación con el fantasma, Miller dice que el
problema que tenemos en la relación entre el fantasma y el síntoma es que, como la pulsión
empuja hacia la formación del síntoma, más allá de todo lo que se diga, con el goce sólo resta
saber arreglárselas. Y afirma que, por eso, "podríamos decir que es posible definir al fantasma
como lo que impide arreglárselas con el goce del síntoma"[4]. Esta frase me interesa porque
ubica cómo el sentido del fantasma -esa ficción en la que cada uno vive y sobre la que Lacan
llega a afirmar el sujeto cree que sus fantasmas son la realidad e incluso en el Seminario
19 dice: "Uds. no gozan más que de sus fantasmas"[5]; bien, esa relación de creencia en el
fantasma, ese modo de vivir en el fantasma hace de obstáculo a saber arreglárselas con el
síntoma de una buena manera, una manera que no sea bajo la forma del padecimiento. No lo
había leído en otro lugar tan claramente como en este pasaje de su curso, que el fantasma como
ficción del goce del Otro -que me afecta porque gozo con eso-, hace de obstáculo respecto de la
invención sintomática.
De esto se desprende una diferencia entre el fantasma y el síntoma. El fantasma es un aparato
de goce que se sostiene en una articulación de sentido simbólico-imaginaria; en cambio el
síntoma, desprendido de su sentido, está más bien del lado de un acontecimiento de goce que
afecta al cuerpo del ser hablante y que va a permanecer fuera del sentido.

Pasaje al reverso
En esta línea, les voy a leer algo que está en el final de Sutilezas analíticas que permite
mantener la tensión entre fantasma y síntoma, y pensar cómo la experiencia del análisis puede
permitirle a un sujeto arreglárselas de otra manera tanto con el goce del fantasma como con el
goce del síntoma, porque no podríamos decir que se vive sin fantasma después del análisis, ni
que se vive sin goce, ni que se vive sin síntoma, sino que más bien hay una relación distinta, que
habrá que ver en cada caso cuál es, con el fantasma, con el goce y con el síntoma. Entonces,
aquí viene lo que les quería leer. Miller plantea que en la última enseñanza de Lacan hay un
pasaje al reverso que va del estatuto simbólico del lenguaje a sus efectos de goce. De este
modo, en esta inversión, "el aparato de goce ya no está contenido en los límites del fantasma, es
el lenguaje mismo el que aparece como este aparato", produciendo goce. Y dos renglones más
abajo agrega: "Por lo tanto, en el pasaje al reverso, en el lugar del fantasma aparece el
sinthome. La relación fundamental con el goce no está encerrada en el fantasma, que debería
ser atravesado, sino que está en el sinthome, no como condensación de sentido sino como
modalidad de funcionamiento"[vi].
Quisiera iluminar este punto a partir de un testimonio. No lo voy a leer, se los voy a contar. Se
trata del testimonio de Marie-Hélène Blancard, "Tomar el goce a la letra", que muchos de
ustedes escucharon en el Congreso del 2012 que se hizo en Buenos Aires. Voy a recortar dos
escenas. Ella es hija de un secreto familiar: la madre estaba enamorada de quien fue su padre
cuando eran novios y éste parte para la guerra. Al tiempo, lo creen muerto y su madre se casa
con otro hombre, pero cuando el hombre amado vuelve de la guerra, ante esta situación, él se
casa con la hermana menor de la madre. No obstante, los amantes se encuentran y ella queda
embarazada. Esto constituye el secreto familiar por el que la madre es maldecida por la familia
de ambos y el padre tratado como un paria. La exigencia de silencio prima sobre los
protagonistas de esta historia. Hay un síntoma que M.-H. Blancard refiere, su propio silencio:
"permanecer muda como una tumba", a la vez que relata el momento en el que interroga a su
madre sobre las condiciones de su venida al mundo. En el momento en que la madre le relata
toda esta trama de amor y de dolor; ante este relato, el sujeto conmocionado por el sufrimiento
materno, se desvaneció: "En ese instante me hice la sufre dolores del Otro" define la posición de
goce que encarnó en su vida amorosa hasta el límite de lo insoportable. Esa posición de
"hacerse la sufre dolores del Otro" entra de lleno en su relación con el Otro, y se encarna en la
relación con el partenaire sexual.
Ya muy avanzado el recorrido del análisis, una escena de la película Portero de noche, la
reenvía a su propia posición de goce masoquista: un alemán somete a una joven judía que se
arrastra implorante. Extrae entonces su posición fantasmática de sumisión a un Otro
implacable: "ese era el índice de mi posición femenina como objeto de causa del deseo y objeto
del sacrificio". Se circunscribe de esa manera su posición a nivel del fantasma a partir de
hacerse partenaire del Otro materno en el marco de las contingencias de su venida al mundo, y
cómo esa posición hace síntoma en su relación el partenaire sexual. Pero hay un goce, que es
un goce del cuerpo que tiene que ver con cierta amenaza de muerte, que surge como una
sorpresa al final del análisis. Hay un sueño a partir del que recuerda algo que tenía olvidado y le
brinda la clave de su goce. Se trata del recuerdo del relato de su abuela materna mientras que
era adolescente, por el cual se entera que su madre embarazada de ella, en el medio de aquella
trama de amor y desesperación, intenta suicidarse arrojándose al Sena. Su abuela logra
detenerla; entonces, ella misma le debe la vida. Ante ese relato, el registro del cuerpo fue como
si todo su cuerpo se licuara, como si la vida misma pudiera deshacerse y desaparecer. Se
recorta ahí, entonces, aquello que para ella funcionó siempre como una amenaza respecto de la
vida y que tiene una connotación directa a nivel del cuerpo, que hace acontecimiento.
Lo que me resulta muy interesante de este testimonio es, en primer lugar, la distinción entre el
goce del fantasma y el goce del síntoma como acontecimiento de cuerpo, y en segundo lugar,
que ella relata cómo su salida del análisis ha tenido que ver con encontrar el reverso de esas dos
modos de goce, es decir, un pasaje al reverso del goce del fantasma como objeto sometido -en
silencio- al sacrificio del Otro, y un pasaje al reverso de la amenaza mortificante de la licuación
del cuerpo. Entonces, el final de su análisis le permite nombrar una nueva relación con el goce
que se articula al deseo, ella dice que ha pasado a ser "una glotona de la vida", si bien hay un
resto de goce en relación a "la vida que hubiera podido no ser" que ella también sitúa.
Quise traer este testimonio porque me parece que permite localizar muy bien cómo desde el
inicio hasta el final del análisis están presenten tanto el goce fuera del sentido, aquello que va a
anudar el síntoma, así como el goce del fantasma que se va construyendo hasta que queda
reducirlo a su mínima expresión. Y se puede situar cómo en el final se trata de encontrar un
arreglo, una invención por el lado inverso al del padecimiento. No se trata de un "me acostumbré
a eso y convivo" sino de una operación por el reverso, una operación por la cual se separa del
sentido anudado al fantasma y se trata el goce mortífero del síntoma.
A mí me parece que en el análisis se va produciendo la construcción del fantasma, que esa
construcción está hecha de las ficciones y mutaciones que van surgiendo a lo largo de todo el
recorrido, pero está también lo que yo agregaría al costado más que en el más allá: se trata de
aquello que va cerniéndose cada vez como lo que no se puede nombrar del goce. Pienso, es
una hipótesis, que ese goce opaco está presente desde el inicio aunque no se lo pueda localizar.
Desde el comienzo de la experiencia está lo que se puede ir nombrando, abrochando con el
significante, lo que va tomando sentido, pero ese sentido mañana es otro y en la sesión siguiente
vuelve a modificarse porque no hay sentido definitivo en lo que se dice. Si existe un lugar en el
mundo donde cambia el sentido de lo que se va diciendo, ese lugar es el análisis justamente
porque se está dividido todo el tiempo, eso habla en uno y a la vez, se escapa. En el caso de
Marie-Hélène Blancard, la amenaza de licuación del cuerpo está siempre allí como algo que la
acompaña; es la presencia de un goce oscuro que ella sólo puede leer en el final y que
retroactivamente puede decir algo así como: ah! era eso, estaba desde el inicio amenazando el
sentimiento de estar viva. Al inicio el sujeto no lo puede reconocer, no lo puede decir pero lo
siente, eso está presente afectando su modo de estar en la vida y sus lazos. Bueno, hasta aquí
lo que les quería contar.
NOTAS
1. Lacan, J., El Seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 1986, p.
29
2. Lacan, J., El Seminario 6 El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014, p.
483
3. Camaly, G., Las paradojas del fantasma. Publicado
en http://www.jornadaseol.com/026/index.php?file=lecturas/textos-de-orientacion/las-
paradojas-del-fantasma.html [en línea]
4. Miller, J.-A., El partenaire síntoma, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 90
5. Lacan, J., El Seminario 19 … o peor, óp. cit., 2012, p. 111
6. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 302

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