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EL EQUILIBRIO EN LOS VÍNCULOS

Sofía se negaba a aceptar la realidad... Nada más estéril que negarse a aceptarla, pues a
ella poco le importa que la acepten: ella corre con ventaja.

Cuatro años juntos. Sofía lo había entregado todo y Mauro se comportaba ahora como
un patán. En verdad, se comportaba como alguien que no ama; pero, a los ojos de Sofía,
era un canalla. Mauro simplemente tomó lo que necesitaba y desapareció para hacer su
vida. Cuando Sofía intentó acercarse, Mauro se sintió demandado, exigido, entonces
cerró sus puertas, sus teléfonos, sus mails... impenetrable como una fortaleza medieval.
Sofía, contemplaba atónita la fosa repleta de cocodrilos, aturdida por el impacto de cien
toneladas que la aplastaban. Mauro podía irse, porque ya tenía el trabajo que Sofía le
consiguió, el departamento que Sofía le consiguió, la ropa, la computadora... ahora
podía, y, sin dudar, lo hizo.

Los diez años de distancia entre ellos quizás hayan sido la causa de esta asimetría tan
grande en la relación, quizás se mezclaron los papeles de pareja y de madre, aunque
para Sofía estaba muy claro todo, para Mauro al parecer no era así, pues se comportaba
como un hijo adolescente y rebelde.

Los fines de semana solían divertirse mucho. Iban a la Costanera Sur, o a Plaza Francia,
a veces a Puerto Madero donde Mauro andaba con los patines que Sofía le había hecho
traer de EEUU. Hacía toda clase de piruetas mientras Sofía (fotógrafa amateur) le
tomaba fotos, cosa que a Mauro le encantaba. Se ponía como un niño con su juguete
favorito. ¡Lo pasaban tan bien!

Muy distintos eran los fines de semana en los que Sofía su trabajo requería que saliera
de la ciudad. Se tornaban oscuros y pesados. Sofía perdía el sueño, y vivía tensa, pues,
sabía que Mauro se encontraría con alguna amante y así empezaba la persecución y el
ataque mutuo vía teléfono o mensajes. La cabeza de Sofía se disparaba fuera de control,
armando todo tipo de escenarios y buscando pruebas que lo incriminaran. Daba por
sentado que Mauro la traicionaba porque había antecedentes y no era solo una vez. Se
obsesionaba hasta lo más loco, dejaba todo de lado para armar hipótesis y seguir rastros
como sabueso, perdía su concentración y su coherencia.

En verdad todo comenzó cuando, a menos de seis meses de relación, Sofía viajó a Italia
y luego tuvo que ir una semana a Canadá. Mauro trabajaba como Barman y jamás se
privó de seguir conociendo mujeres. Obviamente, con Sofía lejos, comenzó a verse con
varias chicas. Semanas antes, Mauro le había pedido a Sofía que "respetara su ámbito de
trabajo" y no lo visitara mientras trabajaba porque se ponía tenso. Sofía respetó el
pedido y Mauro aprovechaba para invitarle tragos a su nueva amante, y a las cinco de la
mañana, en pleno invierno Sofía llegaba a buscarlo en el auto con la calefacción
encendida para que Mauro no tomase frío.
Cuando Sofía lo supo su confianza y su ilusión se derrumbaron. Cada vez que viajaba,
el viejo fantasma de Mauro y sus amantes la hostigaba. Entonces empezaba a
controlarlo con desesperación. Llamaba al celular de Mauro, a veces apagado. Sofía no
podía pensar otra cosa que "estará con alguien" y entonces le dejaba diez o veinte
mensajes. Mauro siempre respondía que no los recibía, que no tenía señal o no tenía
crédito... A veces Mauro respondía y Sofía se daba cuenta de que limitaba las palabras
de su diálogo porque estaba con alguien.

Sofía pensaba: ¿por qué otras personas tienen parejas en las que confían? ¿por que si
doy todo no puede ser fiel? ¿Por qué no puedo confiar y tener lo mismo si yo le doy:
seguridad, respeto, cuidado, honestidad?

Mauro nunca entendió que no se trataba de ser “propiedad de Sofía”, que no es que ella
se posicionaba como dueña de él. Se trataba de cuidar de quien te cuida. Y si no sientes
nada, simplemente sigues tu camino, no te quedas para sacar provecho.

Mauro, disfrutaba de la casa de Sofía, de sus comodidades de tener la ropa limpia, y


además se fascinaba con las charlas que sostenía con Sofía. Ella era periodista y además
tenia estudios de filosofía, e historia. Amaba las artes plásticas y la fotografía. Las
charlas eran desafíos en los que Mauro intentaba cuestionar todo y Sofía, serena,
fundamentaba y argumentaba; y mientas lo hacía le iba explicando conceptos filosóficos
o lo que fuere que estaban discutiendo. Sus palabras y sus conocimientos eran un
manjar que Mauro devoraba con avidez principalmente al principio de la relación
cuando el mundo de Sofía aún era sólido y ordenado.

Pero, cuando Sofía preguntaba a Mauro a dónde había estado, inevitablemente Mauro se
enfurecía y respondía con una agresión directa o con una mentira. Era obvio para Sofía
que Mauro nunca había sido amado de verdad. Su familia lo desvalorizó y lo humilló
hasta el hartazgo, así que, quizás, —pensaba Sofía—, lo que faltaba era alguien que
creyera en él; alguien que estuviese allí sólo para él, que apostara el todo por el todo a él
y le diera el amor necesario para sanar sus viejas heridas…

Sofía, aún consciente de las mentiras de Mauro, quizás animada por su sueño
omnipotente de rescatar a Mauro, decidió ayudarlo a construir una verdadera vida.
Nadie la obligó a hacerlo. El mundo, la vida, habían sido piadosos con Ella, y le parecía
bien hacer algo también por otra persona.

Le ayudó a descubrir su vocación, porque Mauro había empezado ya cuatro carreras


diferentes y nunca se sentía conforme, ya estaba dejando también la última carrera
iniciada. Sofía, le tuvo paciencia y pudo ver que, con amor, contención y un ambiente
estable, los miedos e inseguridades de Mauro se fueron debilitando. Sofía le consiguió
un buen trabajo, uno legal y bien pago para su nivel de estudios. Le pidió a una amiga
que le ayudara a Mauro vencer sus obstáculos con el inglés dado que no podía hablar ni
una palabra. Así Mauro en ocho meses alcanzó un buen nivel. Hasta ese momento sólo
había trabajado uno o dos días a la semana, siempre como Barman o camarero, en algún
bar y en ambientes muy sórdidos. Sofía le ayudó a aprender a lidiar con situaciones
conflictivas pues se enojaba con frecuencia y se iba de un portazo. Aprendió a sostener
un buen trabajo.
Una parte de la vida de Mauro se fue acomodando mientras otra parte continuó
creciendo fuera de control. Decidió cambiar una vez más de carrera, ahora incentivado
por Sofía, y eligió la profesión de Sofía. Apenas comenzó a ir a las clases se apasionó
por las materias. Pudo sostener la nueva carrera cada día con más entusiasmo, su nuevo
trabajo también. Todo en su vida iba mejorando pero su mentira y su necesidad de
traicionar a Sofía con quien se le cruzara continuaban. Ahora que tenía su dinero se
sentía mucho más seguro y nada lo detenía. Cuando una mujer le interesaba iba
directamente al grano donde esté y muchas veces conseguía sexo fácil. Llegó a un punto
en el que estaba realmente fuera de si. Entraba en prácticas extremas y en situaciones de
riesgo. Cuando eso sucedía Mauro se asustaba y acudía a Sofía como a una madre, no
como su compañera, pero Sofía no era capaz de protegerse de esa información, y
simplemente quedaba arrasada. Por muy arrepentido que se mostrara. Cuando Sofía
escuchaba esas historias se daba cuenta de que no podría seguir al lado de Mauro. Se le
hizo insoportable y con un dolor difícil de describir, Sofía decidió salir de la vida de
Mauro.

Las veces anteriores que Mauro había hecho cosas así, Sofía le había pedido que se
fuera de la casa, porque no podía soportar eso. Luego Mauro llamaba y llorando decía
que estaba muy deprimido de estar en casa de sus padres, que estaban todos locos... que
quería morir porque allí había humedad y la ropa se le arruinaba. Las ideas lo
enloquecían mostrándole que el era igual que su familia y esto era algo que el rechazaba
muchísimo. Llamaba a Sofía llorando diciendo que no volvería a suceder y Sofía lo
perdonaba y acababa cediendo diciéndole que volviera.

Una vez había conocido a una mujer en el subte. Le advirtió a Sofía gritando que se
encontraría con quien quisiera, que no pensaba irse de la casa y que no tenía el derecho
de echarlo cada vez que discutían... (es decir cada vez que el se iba con alguna)... Mauro
no iba a detenerse. Una noche que Sofía tenía que trabajar y Mauro fue con Leo, amigo
de él, al teatro. Al día siguiente apareció entre sus contactos de Internet un nuevo
juguete que había encontrado. Sofía sabía que eran descartables. Mientras, Mauro se
veía a si mismo como alguien con mucho éxito, comenzaba a darse cuenta de que su
vida no tenía sentido, que sólo quería alguien que se hiciera cargo de él, pero luego, a la
hora de asumir su parte del compromiso, se sentía asfixiado. Las mujeres que conocía se
encariñaban, Mauro empezaba a escuchar reproches; eso no le agradaba así que se
marchaba.

Aún sabiendo que esas mujeres eran descartables, Sofía se negaba a seguir viviendo
juntos. Llegó al su límite, quebrada y ya sin ganas de nada, Sofía salió a buscar un
departamento para Mauro. Apenas Mauro tomó posesión, Sofía pasó a ser visita no
grata. Engrosó rápidamente la lista de personas prescindibles. Ni siquiera contestaba ya
sus mensajes ni sus mails.

Darse cuenta de que lo que Mauro tiene lo tiene porque Sofía se lo dio y que todo eso
hoy lo usa sin ella, o mejor dicho, lo comparte con otras. Es como cuando alguien está
en peligro y le das tu única defensa, tu puñal para que se defienda, pero lo usa para
clavártelo en la espalda. Eso sentía Sofía, que lo que le había dado a Mauro, era usado
por Mauro para humillarla y rebajarla cada vez más.
Sofía se repetía la frase: —Debería haberlo dejado trabajando en aquel bar, en las
noches de invierno saliendo a las 5 de la mañana y no ir a buscarlo, debería haberlo
dejado con su vida y su miedo en el cuarto con cocina y baño en el que vive su familia...
pero no lo hice.

Mauro logró lo que Sofía no había podido hacer con él: Expulsarla de su vida. Después
de vivir cuatro años juntos en los que cada desayuno almuerzo y cena eran compartidos
ahora: la nada.

Sofía no pudo más. Estaba quebrada. Su vida toda se derrumbaba fuera de control.
Tomó su auto y salió de la ciudad a ver al anciano chamán que siempre le había podido
ayudar. Luego de casi tres días en la ruta, bajó y corrió hacia un monte atravesándolo.
Fue hasta una pequeña colina que rodeó corriendo. Agotada fue donde el viejo estaba le
preguntó sin explicarle nada sobre la situación:

—¿Cual fue mi error?


—Siéntate aquí —le dijo—. ¡Mírate un poco! ¡Estás hecha un desastre! ¡Tu vida es un
caos total!
No puedes seguir exponiéndote a tanta polución mental. La capacidad que tenemos de
procesar el caos no es ilimitada, ¡tus emociones están caóticas por causa de eso!... debes
buscar orden, busca armonía. Bebe esto. —y le dio una especie de té, fresco—.

—Ahora sólo dedícate a detener tu vorágine interna. Así como estás ahora no podrás
escuchar —le dijo— te quedas en quietud. Siéntate aquí —señaló un lugar en el pasto—
. Obediente Sofía se sentó. De inmediato una sensación de frescura recorrió su cuerpo y
empezó a relajarse. El hombre se alejó y la dejó allí, tendida, el resto de la tarde.

Cuando regresó dijo:

—Ahora podrás escucharme. ¿Quieres saber cuál es tu error...? El error es que no


entiendes nada de las fuerzas que cohesionan el mundo de la naturaleza y de las
personas.

—Puede que hayas obrado con buena intención y seguramente ayudaste a ese
muchacho, pero tu ignorancia hizo que esa ayuda sea a un costo altísimo, tanto para ti
como para él. Como si para fabricar un mondadientes hubieras talado un bosque. ¡Fíjate
como estás ahora!

— No entiendo de qué habla Ud. —respondió Sofía—


— Te daré algunos principios sobre el arte de dar y de tomar. Quiero que pongas
atención:
1) Nadie debería dar aquello que necesita para sí:

Diste más, mucho más de lo que podías —dijo el Chamán en tono grave—. Diste
espacios que necesitabas para ti, esto te creó un vacío interior tan grande que te quitó tu
balance. Después de dar tanto te quedas carente y victimizada, y no eres víctima más
que de ti misma —sentenció—. Y lo peor de todo esto es que, sin balance esperabas que
el otro llenara ese vacío que tu misma creaste... Pero dime, honestamente, ¿con qué iba
ese muchacho a llenar tus vacíos? —Sofía supo que tenía razón, era absurdo esperar
eso.— ...Y aquí el segundo principio:

2) Nadie puede dar a otro aquello que no tiene.

Te has empeñado en "recibir de una persona (que no existe) algo que ella no tiene"
—¿Qué es lo que dice? —preguntó Sofía perpleja.
—Digo que no has mirado a ese muchacho. Él no es lo que tú crees o quieres que sea.
Es sólo un muchacho carente y consentido por ti hasta el hartazgo y no tiene cómo darte
ni la mitad de lo que le diste. ¡El no sabe nada sobre el dar porque nunca antes había
recibido algo valioso, ¡no sabe reconocer el valor de las cosas! ¡Sólo puede recibir hasta
que aprenda! El no es la persona que tú imaginas, tiene limitaciones, miedos y deseos de
vivir, de experimentar y de aprovechar todo lo que tenga a mano, tiene una fuerte
voracidad de vida porque tiene la marca de la carencia en su alma. Vivirá tomando todo
lo que pueda, no importa si a los demás les causa dolor. Deberá recorrer mucho para
darse cuenta de ello. Pedirle con tanta insistencia sólo lo aleja pues al pedirle ponemos
en evidencia su propia carencia, su dolor y su vacío. Sabe que su deuda es tan grande
que no podrá pagarla. Tu pedido le hace sentir su propio vacío y, entonces, trata de
lograr que tú desaparezcas de su vida haciéndote las cosas lo más difícil que pueda. Si
tú desapareces su deuda se va.

Verte es saber que lo que tiene no le pertenece. Por más que se apropie de ello, sabe que
no podrá retenerlo por mucho tiempo porque no lo conquistó él mismo. Puede
engañarse pensando que no tendrá que honrar sus deudas; pero, sólo las cambiará de
lugar o las aplazará para descubrir que no tiene caso: esos sabuesos lo hostigarán la vida
entera. Tú no desaparecerás para él. Estés o no siempre te verá, aunque ya no lo veas
seguirás en su vida. No tienes cómo desaparecer porque ya eres parte crucial de su
historia: has sido su punto de inflexión. Marcaste una diferencia al cambiar su destino.
Ya no hay remedio para eso. Ahora sólo puedes dejar las cosas así, dejarlo en paz. ¡Y no
sigas esperando que él resuelva tu vacío! ¡Tu vacío no es responsabilidad de él, sino
tuya! Procura llenar tu vida ahora con cosas nuevas, y recuerda esto: si das hasta
vaciarte, entonces sólo podrás dar vacío.
3) No des más de lo que el otro puede afrontar como deuda.

Diste más de lo que el muchacho podía retribuirte. Exclusividad, amor, respeto,


cuidado, atención tiempo completo, educación, y perdón... ¿Acaso piensas que todo el
mundo tiene eso para darte en retorno? ¡Si todos pudieran retribuir semejante donación
el mundo entero sería otra cosa!

Cuando das tanto dejas al otro en una posición de incapacidad, de inferioridad y deuda.
Si haces eso a alguien pasas a ser, de alguna forma, dueño de su vida, y eso no es
posible porque la única dueña de nosotros es la Pachamama, (madre tierra), o el Todo o
como diablos quieras llamarle. No puede ser nuestra dueña otra pieza del gran
rompecabezas. Por ello, si intentas adueñarte, acabas alejando de ti a esa persona,
porque le quitas la dignidad, lo esclavizas. Nadie puede pagar con su libertad; con su
vida o con su cuerpo. Todos merecemos decidir sobre nuestras vidas. Así que, ya que él
no podrá pagar, se alejará, y tú te sentirás como te estas sintiendo: usada. Y él se sentirá
inferior. En un escenario que podría ser diferente los dos se sienten víctimas: tu porque
diste de más y el porque ni siquiera puede disfrutar de lo que ha recibido.

4) No puedes dar aquello que el otro no quiera tomar de ti.

En la vida son muchos los lugares de los que podemos abrevar y nutrirnos. Como si
paseáramos por una multitud de negocios en una feria. Todos los productos, aunque se
parezcan, son diferentes y tienen precios diferentes. Por eso, quizás el otro ya no quiera
tomar más de ti, y quiera tomarlo de alguna otra parte. Esto es frecuente también en la
gente a la que ya le has dado algo y que aún se siente en deuda. Se muestran resueltos y
orgullosos; como si no necesitaran nada; pero, muchas veces, el orgullo es el último
reducto de nuestra dignidad. Si llegaste a ese punto entonces nada puedes hacer. No
puedes darle algo a quien no lo quiere, por muy convencida que estés de que le haría
bien y por mucho que te sientas con el derecho a darle. Aún si no esperas
reconocimiento alguno, la deuda estaría igual. No se puede dar a la fuerza, pues, si lo
hicieras, no le das algo, en verdad le estás quitando. En esas condiciones lo que des no
sería valorado y no sería aprovechado, y, entonces, quien recibe no honraría su deuda.

5) No deberíamos tomar más que lo que necesitamos.

Tomar algo pone en marcha una dinámica que es como tirar de un elástico: puedes
mantenerlo tenso mucho tiempo pero rebotará tarde o temprano, el movimiento irá hacia
el otro lado como un péndulo. El tomar algo pone en marcha el dar también, y si tomo
lo que no necesito tal vez para equiparar el movimiento tenga que dar algo que necesito
para mí, y me sentiría despojado, o carente después de ese dar. Cuando tomo sin que
exista necesidad es más difícil que dé el valor correcto a aquello que tomé. Ese
muchacho tomó de más y ahora no consigue darle valor.
6) Todo lo que tomemos deberemos entregarlo luego.

Nada nos pertenece, aunque tengamos la infantil idea de que podemos ser "dueños" de
algo, todo lo que tomamos deberemos luego devolverlo, ¡incluso nuestro cuerpo! Es
por eso que deberíamos ser bien cuidadosos al tomar algo de otros o del mundo.
Debemos a toda costa evitar la devastación, tomar sólo aquello que necesitamos y dejar
el resto para otras personas.

7) Destruir es una forma de apropiación que no reconoce lo que ha tomado

Cuando destruimos algo estamos apropiándonos de ello, no para su uso y para su


aprovechamiento, sino por el mero afán de negárselo a otros. Quien destruye no suele
asumir la deuda que contrajo con el mundo, y con otros seres, no valoriza aquello que
tomó y redujo a nada y por lo tanto no se siente obligado a honrar su deuda. Sin
embargo como te he dicho, su elástico estará tenso hasta que repare de alguna forma lo
que dañó y no hay límite de tiempo para ello.

8) Sobre la voracidad en el tomar:

Puede ocurrir que traigamos marcas de antiguas carencias en el alma. Esas marcas
pueden ser personales, familiares, o de una tribu o un pueblo entero. Si mis ancestros
pasaron hambre antes de mi nacimiento yo puedo aprender a sentir el miedo a esa
carencia. Quizás pueda desarrollar cierta voracidad igual a la que tienen ciertos
animales expuestos a largos períodos de ayuno, cuando por fin consiguen comer y lo
hacen vorazmente. Cuando la supervivencia fue amenazada por la carencia se crea una
"marca" a la que podemos responder tomando más de lo necesario, como si tratáramos
de garantizar que eso que nos marcó no vuelva a suceder. Este muchacho, marcado por
la carencia, tomó más de lo que necesitaba, y ahora no puede reconocer la deuda que
tiene, porque es el miedo a la carencia lo que lo impulsaba, porque, en su alma, la
sensación era que su vida estaba en peligro. Por eso debemos hacernos conscientes de
esas marcas para saber que esa carencia antigua no puede ser subsanada con abundancia
y exceso en el presente.

9) No deberíamos tomar algo que no valoremos

Tomar algo que no valoramos nos hace sentir que no hemos tomado, y eso lleva a eludir
la responsabilidad por lo que recibimos y también a desaprovecharlo. Por otra parte
quien nos haya dado eso, sentirá que no le damos valor, sentirá que entregó algo y que
no reconocemos su esfuerzo.
Es por eso que, aunque hayas hecho mucho bien a su vida, y aunque él haya dado color
intensidad y compañía a la tuya; todo eso se malogró, se echó a perder y ahora sólo
queda el dolor, por no ponerse limites en el dar tuyo y en el tomar de él.

En ocasiones, cuando hemos recibido demasiado de alguien, una forma de evitar sentir
una deuda tan grande es desvalorizar lo que hemos recibido. Así da la impresión que
nuestra deuda es menor. Ese muchacho ha hecho eso desde el comienzo. Quitando valor
a lo que le diste siente que tiene una deuda menor; pero, lo duro es que una parte de él
sabe exactamente cuánto es lo que debe y eso es lo que más lo angustia. No puede tomar
completamente lo que recibió y disfrutarlo ni tampoco puede renunciar a ello o
devolverlo.
No debiste darle acceso a cosas que él mismo no conquistó, pues ahora sabrá que él no
fue capaz de construir eso por él mismo, y nunca tendrá la certeza de lo que hubiera
podido hacer si tenía más tiempo. Sus padres no confirmaron sus talentos y sus
capacidades y tú tampoco lo hiciste, pues le diste todo hecho y listo para su uso. Le
conseguiste el trabajo, el apartamento la ropa, ¡hasta sus juguetes electrónicos y los
patines! Es decir que profundizaste aún más su incompetencia. ¡Lo echaste a perder!

Si era necesario dormir a la intemperie, o en un cuarto lleno de humedad, ese era el


camino de su aprendizaje. Si era necesario lavar copas durante toda su vida, quizás ese
era su camino para transformarse en un hombre libre, o incluso en un maestro. Pero, al
intervenir, creaste una perturbación en su mundo, y por eso te ataca: para quitarte lo
mismo que le quitaste tú cuando le diste todo: el derecho a ser el autor de su propia
vida. Si él no lo pidió no deberías haber dado lo que diste. Y si lo pidió deberías haber
llegado sólo hasta donde él pudiera devolverte o compensar de alguna forma que no
involucre su libertad y pueda quedarse a tu lado por elección y no por deuda. Ahora las
cosas están mal, porque él ha perdido su dignidad frente ti. El no tomará el regalo de tu
amor; lo desperdiciará y se orinará en él, sólo para mostrarte que no soporta su deuda.
Que echaste a perder su desafío y ahora no puede probar que: “el lo hubiera podido
hacer igual que tu lo hiciste en su momento”.

Ahora lo único que puedes hacer es renunciar a toda compensación por lo que diste y
quedarte en tu vacío. Como hacen las empresas: anota esto en la "cuenta de pérdidas" y
déjalo ya, déjalo buscar nuevos desafíos y no lo asistas, no puedes seguir arrebatándole
sus éxitos. —la voz del anciano era grave; apenado miró a Sofía a los Ojos y le dijo
ahora con mucha ternura:

—Y debes saber algo mas: "lo que has dado, aunque creas que lo perdiste, aún está en
ti”. Saber esto es liberador y es lo único que puede hacer que recuperes tu
integridad. Todo lo que das sigue en ti.

Y luego, por favor, —le hablaba como quien habla a un niño pequeño— nunca vuelvas
a dar sin límite, porque acabarás arruinando algo maravilloso que es el equilibrio entre
las personas, la naturaleza de la vida: el equilibrio entre el dar y el tomar.

Sofía lo abrazó. Estaba emocionada. Se volvió silenciosa y se fue caminando lentamente


por el monte. Al salir al campo abierto notó que estaba lloviendo. Sintió que la lluvia
era un regalo, la bañaba, limpiaba su llanto y su dolor. Sintió por primera vez sintió que
algo de lo que había dado estaba creciendo en algún otro lugar. Eso fue suficiente para
ella. Nunca antes se había percatado de que, al darle todo a Mauro, le quitó lo más
importante, lo que toda persona tiene derecho a sentir: el mérito por cada conquista; así
es como nos convertimos en adultos y dueños de nuestras vidas y de nosotros mismos.

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