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Informe de lectura: “Nacionalismo e industrialización, 1850-1914”.

Estudio de las

civilizaciones occidentales. Vol. II. Capítulos 49 y 50. John B. Harrison y otros.

Juliana Chaparro Pineda

A finales del siglo XIX, una nueva ola de imperialismo permearía la realidad global
bajo motivaciones fundamentalmente políticas, económicas e ideológicas, lo cual
convertiría a gran parte del mundo no industrializado, en la colección colonial de unas
cuantas potencias occidentales. Este nuevo imperialismo, como se le ha denominado en
la historiografía y cuyo transcurso se entiende entre 1871 y 1914, fue impulsado
principalmente por el capitalismo industrial y el nacionalismo, que suponen dos
explicaciones diferentes, aunque no opuestas, del origen de este fenómeno.

El panorama económico mundial, para la segunda mitad del siglo XIX, nos muestra
una industria en expansión acelerada ocurriendo en Estados Unidos y Europa,
expansión que demandaba nuevos mercados, nuevas fuentes de materia prima y nuevas
salidas para invertir el capital. Esto se traduciría en la necesidad de buscar nuevos
territorios que pudieran satisfacer tales demandas capitalistas de la economía. Por otro
lado, en la esfera política e ideológica, el nacionalismo estaba tomando más fuerza,
fomentando así la idea de dominación sobre otros territorios por prestigio nacional y en
función de la ubicación de bases navales y militares estratégicas y de una supuesta
misión de “llevar las bendiciones de la civilización a gentes atrasadas”1.

Muchos académicos, sin embargo, consideran que la interpretación que le otorga al


capitalismo el mayor peso como causa, puede ser errónea pues afirman que parte de los
territorios tomados durante este fenómeno representaban más un gasto para las
potencias colonizadoras que una ventaja económica, y de igual manera, señalan que los
más grandes mercados y fuentes de materia prima, durante esta época, se mantuvieron
en la civilización occidental2. Mientras tanto, hay quienes en la academia se mantienen
en un punto medio considerando que ambas interpretaciones fueron factores que en

1 John B. Harrison y otros, Nacionalismo e industrialización, 1850-1914 (México: McGraw-Hill, 2003) 181

2 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 182


conjunto explican mejor el suceder del nuevo imperialismo. De igual manera se señala
que las intenciones evangelizadoras del cristianismo abrirían paso a la exploración,
como también lo permitirían los avances en la ciencia y la tecnología que facilitaría el
dominio militar sobre los territorios no industrializados.

Como parte del repertorio de territorios repartidos, estaría China, que durante mucho
tiempo había logrado mantenerse sólida y aislada, pero que bajo la corrupta dinastía
que dominaba en ella para el siglo XIX, se encontraba en profunda decadencia 3. Los
británicos llegarían a buscar dominio primero, y tras derrotar a China fácilmente,
crearían tratados en función de abrir el comercio, pero ellos no eran los únicos
interesados en este territorio, y la presión que otras naciones ejercían contra los
británicos, le permitió a China mantener parcialmente su independencia. Posteriormente
este territorio seria repartido además entre alemanes, franceses, rusos y japoneses, lo
que junto a la inicial dominación británica representaría una apertura de esta sociedad al
mundo, y con esto las ideas del nacionalismo tocarían tierras chinas, fomentando esta
ideología y muchos intentos de rebeliones y movimientos de liberación, que a pesar de
no resultar exitosos en un principio, eventualmente empezarían a generar cambios en la
configuración política, mas sin embargo su situación en general como país terminaría
siendo, para este periodo del nuevo imperialismo, de debilidad y división.

Japón por su parte, aunque compartía características iniciales muy similares a las de
China, al ser una sociedad que había preferido mantenerse en el aislamiento, había
logrado con una impresionante rapidez un proceso de industrialización, modernización
y fortalecimiento militar significativo, alcanzando así el estatus de potencia
occidentalizada y uniéndose al fenómeno expansionista del nuevo imperialismo4.

El Medio y Cercano Oriente, representarían otro territorio de gran interés para las
potencias, no tanto por sus recursos, pues antes del desarrollo de la industria petrolera se
trataba más bien de territorios pobres, si no por su posición estratégica. Estas tierras
representaban la oportunidad de dominar el paso entre tres continentes, y siendo así,
Francia entraría a buscar ventaja y construiría el Canal de Suez, entre 1859 y 1869; este
significo una reducción bastante significativa en las distancias navegables lo cual

3 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 183


4 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 186
“duplico el valor estratégico del Cercano y Medio Oriente”5 tornándose de gran interés
para otras potencias. Gran Bretaña compraría territorios egipcios donde se instalaría
militarmente un tiempo después. No obstante, Alemania podría llegarle a Egipto a través
de la amistad entre su káiser y el sultán, la que permitiría la construcción del Ferrocarril
Berlín-Bagdad, en 1898, que amenazaba la posición estratégica que había ganado
Francia e Inglaterra con la construcción de Canal de Suez. Rusia que estaba igualmente
interesada desde años atrás en esta zona, no tuvo realmente como entrar en ella una vez
Alemania había empezado a ganar dominación, por lo que solo tendría la opción de
unirse con Gran Bretaña para intentar bloquear las intenciones y alcances de los
alemanes en este territorio. La confluencia de tantas rivalidades sobre un mismo
territorio terminaría por hacer de este, una zona caliente por los debates entre grandes
potencias.

África, por su parte, aunque tenía establecido ciertos dominios europeos (españoles,
británicos, holandeses y portugueses) alrededor de toda su zona norte y costera, aun
contaba con una gran extensión de tierra, hacia el interior del continente, totalmente
desconocida6. Para finales del siglo XIX, historias respecto a extraños animales, gentes
primitivas y metales preciosos motivarían a los exploradores a abordar tan extenso
territorio, que finalmente terminaría, tras guerras entre las potencias y los pueblos
nativos, por ser repartido entre Francia, Gran Bretaña, Alemania, Portugal, Bélgica,
Italia y España.7

Pero el nuevo imperialismo no sería el único fenómeno en ocurrencia para finales del
siglo XIX, en específico entre los años de 1850 y 1914, una nueva fase de
industrialización y unos significativos cambios sociales se desarrollarían a través de
importantes acontecimientos. El rápido avance de la ciencia permitiría, lo que se conoce
como una segunda industrialización, la cual llegaría a tener una mayor extensión que la
primera. En esta, la ciencia tuvo un papel vital, que posibilito el desarrollo de la
industria del petróleo, la industria química, y la eléctrica, también el acero pasaría a ser
de fundamental importancia en la construcción de maquinaria de industria y transporte.
La movilidad mejoraría, igualmente, con la construcción de trenes y ferrocarriles en

5 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 187


6 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 187
7 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 191
tiempos reducidos, al igual que sucederían progresos en el transporte naval, en
específico, en el barco a vapor, y también se daría la invención del automóvil. Si el
mundo andaba más rápido, la información no se quedaba atrás con las facilidades que
la invención del telégrafo había permitido para el ámbito de las comunicaciones.8

Proporcional al crecimiento de las industrias, aumentaba la población de clase


trabajadora, y con esta la formación de organizaciones que buscaban el respaldo de la
clase obrera. Se crearían sindicatos, que tomarían solidez e influencia adoptando
programas socialistas, ideología que también se estaba movilizando entre la gente
alcanzando gran recepción y popularidad. De igual manera, el crecimiento de la
industria, estaba movilizando a la población significativamente del campo a la ciudad,
que representaba ahora más y mejores oportunidades laborales, pero adicionalmente,
también se da una migración significativa hacia los Estados Unidos, que al ser el
epicentro industrial representa para muchos europeos un nuevo mundo de oportunidades
económicas.9 Estas sociedades industriales continuaban su ruta hacia la división y
diferenciación entre clases, los estilos de vida, valores y creencias que las rodeaban, y
la clase media, que estaba en crecimiento, empieza a ganar estatus e influencia.
Finalmente, en cuanto al papel de la mujer en la sociedad, para este momento de
cambios y avances, se puede decir que se encontraba en un conflicto entre los ideales
liberales que empezaron a tocar temas sobre la desigualdad y las restricciones sociales
por la que ella pasaba, y las expectativas sociales de lo que una mujer debía representar,
especialmente en cuanto al hogar. No obstante, se puede resaltar que surgirían intentos
de organizaciones en función de defender los derechos de la mujer, que aunque no
solieran alcanzar su cometido, iniciarían una conversación social que tendría radical
influencia en el siglo posterior.10

Bibliografía

Harrison, Marc. Nacionalismo e industrialización, 1850-1914. México: McGraw-Hill,


2003. 180-203

8 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 194 -196


9 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 199
10 Harrison, Nacionalismo e industrialización, 201-202

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