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Ilustración: Decur
En medio de un escenario de caídas en las ventas de libros -que llegan al 25%
respecto del año anterior- la VI Feria de Editores (FED) que se realizó en
junio, en Colegiales, reunió a más de 8000 personas (¿lectores?), que
hicieron hasta una hora y media de cola para entrar. Lo que iban a ver eran
mesas con libros, atendidas por sus propios editores. A hablar con ellos, a
escuchar charlas alrededor del libro y la edición. En ese espacio -que reunió a
140 editoriales (25 de ellas extranjeras)- se vendieron 12.000 ejemplares en
15 horas. Y parecía que la crisis era algo que le pasaba a otros.
En la "zona difusa"
"La edición independiente es, para mí, lo más interesante culturalmente que
surgió en la Argentina después de 2001. Por lo tanto, valoro mucho los
catálogos de al menos 10 ó 15 editoriales colegas. Uno de los rasgos
centrales es la gran cantidad de traducciones que publican esas editoriales.
Teniendo en cuenta que los grandes holdings multinacionales traducen sus
libros en España (y aquí los importan o simplemente los imprimen), si no
existieran las editoriales independientes argentinas desaparecerían las
traducciones al castellano de inflexión rioplatense. También, por supuesto,
valoro el riesgo que toman al elegir autores, el talento para darles cabida a
muchos autores nuevos, el seguir las obras de esos autores, de libro a libro",
dijo Damián Tabarovsky, editor de Mardulce. (Esto lo podemos poner en un
apartado al estilo de un reacuadro chiquito parafraseándolo)
Ilustración: Decur
Si bien antes de la crisis económica de 2001 existían editoriales
independientes, fue después de entonces que florecieron entrando en una
nueva fase de desarrollo dentro de esa "zona difusa". "Este espacio que uno
puede definir en oposición a otro tiene una temporalidad. Hubo un primer
momento de creación, pionero, heroico, de las editoriales independientes.
Fuertemente retórico, muy asociado a una situación económica y política del
país. Que se ligaba a otras expresiones de formas contraculturales como
fábricas recuperadas, festivales autogestionados. Ahí surgió por ejemplo la
Feria del Libro Independiente y Alternativo (FLIA), que buscaba dar a conocer
sus títulos por fuera de los canales tradicionales, con una retórica más
abiertamente política. Paralela a eso, como una versión más empresarial y de
mercado, surgió la Alianza de Editores Independientes (Edinar), representada
por Guido Indij, que implicó tomar una noción que ya había circulado de Chile
hasta Francia: editoriales más consolidadas que peleaban el espacio
comercial en la vidriera, a través de promociones. Creo que ahora estamos
en otro momento. Algunas fueron desapareciendo, otras se fueron
afirmando y las que quedaron fueron entendiendo que para editar hay que
distribuir, hay que hacer prensa, hay que reimprimir? Es una tercera
experiencia, un momento distinto", analiza Alejandro Dujovne, investigador
del Conicet y uno de los coordinadores del Núcleo de Estudios sobre Historia
y Sociología del Libro y la Edición en el IDES.
¿En qué sentido el boom de la última Feria de Editores puede leerse como un
signo de prosperidad y vigor del sector? "Que a la FED le haya ido bien no
implica que al sector le vaya bien. La feria supo interpelar a un tipo de lector
muy allegado a estos catálogos. Y está logrando consolidarse a medida que
los medios también la ayudaron a hacerse conocida. De los que se acercaron,
vemos que hay un ?núcleo duro' de lectores que distinguen perfectamente
las diferencias entre estas editoriales, y saben que, por ejemplo, Eterna
Cadencia publica narrativa contemporánea y Blatt y Ríos también, pero
puede distinguir el matiz de sus catálogos. Y, por otro lado, un ?segundo
anillo' de lectores que son aquellos que pueden comprar narrativa de
Alfaguara y otro día un libro de Mansalva (por nombrar dos editoriales, una
del polo comercial y la otra del polo cultural) sin preocuparse mucho de
quién los editó. Y después hay que entender que la feria también es un
evento cultural. Viene gente a la que le gustan las ferias, gente que viene a
mirar", dice Víctor Malumián, coautor de Independientes ¿de qué? y uno de
los organizadores de la FED.
Espíritu cooperativo
"Las librerías son fundamentales. También las bibliotecas. Este año en la FED
hicimos un desayuno con la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares
(Conabip) donde fueron libreros a recomendar nuestros títulos. Queremos
que sea un lugar de encuentro para bibliotcas populares. Primero porque acá
vienen muchas editoriales que en la Feria Internacional del Libro no están.
Segundo, porque muchas de esas editoriales acceden mostrando un gran
abanico de su catálogo que de otra manera no mostrarían. Queremos que la
FED empiece a ser una parada cultural para ellos dentro de su calendario
anual", explica Malumián.
Entre las dificultades puestas en común en los tiempos que corren, con esta
coyuntura económica está la preocupación por ser competitivos en el
mercado interno. "Haber paralizado el consumo de las clases medias atentó
directamente contra el mercado editorial. No es ésta la típica queja del editor
ante el mercado, sino una invitación a plantear urgentemente estos temas
que ponen en riesgo la viabilidad misma de todo el sistema independiente
del libro. En la Argentina hay siempre una discusión pendiente acerca de qué
queremos hacer con las industrias culturales y particularmente con la
industria editorial", analizó Tabarovsky.
Para Malumián la caída de las ventas golpeó muy duro: "La forma en que se
hizo la apertura de saldos nos perjudicó. En lo conceptual no creo que ningún
editor se oponga a que ingresen en el país libros de editoriales extranjeras
como Capitán Swing, Pepita de Calabaza o Malpaso, sólo por nombrarte
algunas que hacen libros muy lindos. Pero lo que nadie va a querer es que
entre un libro de saldo que fue producido en otras condiciones. Los libros van
a competir de igual a igual en el mercado. Pero no llegan de igual a igual".