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La historia de la bioética es reciente pues se remonta a los años 70 del siglo pasado, y no
siempre el relato que podemos encontrar en diferentes monografías es exacto ni completo.
Presentamos en este texto un breve repaso histórico de los primeros años y de los primeros
centros de bioética como diálogo entre las ciencias y la salud y las humanidades.
Constituyen un período de tiempo que puede dividirse en una fase preliminar que
comprende la década de los años 1960-1970 y otra de eclosión que se extiende a lo largo
de la década 1970-1978, que tuve la fortuna de conocer de primera mano, que culmina en el
año 1978, cuando se formulan los llamados “principios bioèticos” y nace la niña Louise Joy
Brown, concebida por medio de la fecundación “in vitro” y consiguiente transferencia
embrionaria. Con este nacimiento se abre la prodigiosa etapa de la procreación humana
asistida.
Doy por sentado que una o ambas de las definiciones siguientes pueden satisfacer a la
pregunta legítima sobre qué es la bioética, es decir de qué trata y para qué sirve. Veamos la
más citada de las definiciones:
Esta definición es breve y adecuada a los distintos enfoques iniciales de la bioética y a los
que seguirán hasta el momento presente. Tiene la ventaja de superar el estrecho círculo de
la relación médico-paciente donde estos problemas se trataban antes de los años sesenta,
ampliándolo a la biomedicina y otras ciencias relacionadas con la salud. Va más allá de los
esfuerzos para sanar enfermedades, para incluir su prevención, el cuidado de la salud, la
salud pública y las políticas sanitarias. Creo muy importante subrayar el papel relevante que
debemos reconocer, de hecho y no solamente de palabra, a las enfermeras/os y al equipo
asistencial.
En su día creímos que podríamos enriquecer, con el riesgo de complicarla, esta definición y
propusimos la siguiente. Tiene la ventaja que entronca con la idea de los primeros institutos
de bioética y con los problemas que se enfrenta desde el año 1985, por lo menos el
quehacer bioético.
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De manera implícita se manifiesta que los nuevos conocimientos son fuente de nuevos
poderes que afectan a esferas económicas, sociales y políticas y cuyos efectos van o
pueden ir más allá de una generación. En la expresión del filósofo Hans Jonas se trata de
superar la dimensión de una ética de cercanías para abrirnos a horizontes del futuro de la
humanidad y de nuestro planeta.
Sobre la cuestión para que sirve la bioética, una primera respuesta podría formularse
diciendo que la bioética, en palabras de Edmund Pellegrino, es: la mas científica de las
humanidades y la más humana de las ciencias. La bioética en sus vertientes clínica y
docente tiende a hacer que esto sea una realidad, intentando encontrar las posibles vías
para resolver problemas y dilemas que se nos presentan al intentar conjugar los principios
que puedan entrar en colisión eligiendo con el paciente o sus representantes legales,
aquello que más le conviene. He de subrayar que en el discernir “lo que más conviene”, hay
que dar prioridad a la opción del paciente, debidamente informado. Para el clínico y el
investigador la interiorización de que el saber científico-técnico no agota la comprensión de
la persona y que el bien del paciente ha de ser prioritario frente al bien social o científico
requiere un humilde aprendizaje.
La bioética, tal como la conocemos hoy, nace en los Estados Unidos, donde confluyen
diversos factores que hacen perentoria la necesidad de encontrar respuestas satisfactorias a
los problemas que plantean los progresos biomédicos y tecnológicos. En primer lugar, las
posibilidades de los investigadores de disponer de los medios adecuados para la
investigación básica o la aplicación práctica de nuevas tecnologías. En segundo lugar, la
preocupación social creciente sobre los derechos de los pacientes y, finalmente, el papel de
los medios de comunicación social en la difusión de estos progresos y posibilidades de
futuro que, como es lógico, despertaron el interés colectivo, con sus expectativas y temores,
y los consiguientes debates con amplia repercusión pública.
A principios de los años 60 en el Hospital Johns Hopkins, un grupo de médicos sostenían una
conversación parecida a la de otros colegas en distintos lugares del mundo, maravillados y
preocupados por los progresos médicos y técnicos que abrían puertas insospechadas hasta
aquel momento para salvar vidas humanas. El poder recuperar a muchos pacientes con
traumatismos craneoencefálicos, por ejemplo, gracias a las unidades de cuidados intensivos,
recién creadas, se acompañaba de la inquietante pregunta sobre sus límites, es decir hasta
qué punto resulta aceptable mantener a pacientes en tales unidades cuando el pronóstico
auguraba una existencia con una calidad de vida muy pobre.
En Seattle, por las posibilidades de diálisis repetidas a pacientes con fallo renal y pocos
medios para atender a todas las peticiones, los médicos ponían de manifiesto que su
formación científico-técnica no les daba autoridad para seleccionar qué pacientes debían ser
atendidos con preferencia a otros, cuando todos lo necesitaban para sobrevivir. Desde que
Merril y Murray consiguieron con éxito un trasplante renal en gemelos univitelinos (1954) los
trabajos de investigación en el terreno de los trasplantes no han cesado. Cuando el 3 de
Diciembre de 1967 el Dr. Christian Barnard realiza el primer trasplante cardíaco parece que la
medicina va a conseguir todo lo que se proponga.
También en los años 60 se descifran los mecanismos de acción de los genes y su regulación
vislumbrándose un horizonte de posibilidades casi inmensas de influir sobre todos los seres
vivos del planeta modificando las especies, creándose fuentes de riqueza que podría acabar
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con el hambre en el mundo e incluso con la miseria pero, al mismo tiempo, con el peligro de
que el poder acumulado por unos pocos introdujera mayores desequilibrios en el planeta. El
fantasma de los juicios de Nüremberg, acabada la Segunda Guerra Mundial y el horror de los
experimentos realizados por médicos alemanes durante el nazismo coloreaban las
discusiones de los médicos, clínicos e investigadores.
I.2. La década 1960 – 70. Etapa preliminar de la bioética Fue jalonada por una serie de
encuentros de científicos que desde su perspectiva analizaron la evolución de las ciencias
biológicas y médicas pronosticando las ventajas de los descubrimientos y al mismo tiempo la
ambigüedad de los mismos desde la perspectiva del progreso humano. Estos encuentros se
caracterizaron, al principio por su carácter científico reduccionista, si bien poco a poco fueron
incorporando algunos teólogos y filósofos que ayudaron a crear el fecundo trasfondo de donde
nacería el lenguaje bioético. Los títulos de estos encuentros ofrecen por sí solos los problemas
que preocupaban a los médicos en esta década: "Great Issues of Conscience in Modern
Medicine" (Dormouth College, Hanover, New Hampshire, Septiembre 8-10, 1960); "Man and
his Future" (London, Ontario, 27-30, 1962). Algunos de estos encuentros se bautizaron con el
nombre de Nobel Conferences por la afluencia como oradores de científicos que habían
alcanzado tan alta distinción. Una de ellas la que trató el tema "Genetics and the Future of
Man". Fue aquí donde Paul Ramsey, profesor de Religión en Princeton University dio una
conferencia que puede considerarse como la primera que propiamente puede recibir el
nombre de bioética, al analizar los hechos científicos confrontándolos con principios y valores
(Gustavus Adolphus College, Minnesota, Enero 5-8, 1965). Otra Nobel Conference trató el
tema "Human Mind" donde el teólogo protestante James Gustafson preparó también el terreno
sobre el que florecería la vocación bioética de alguno de sus alumnos como LeRoy Walters,
primer asociado del Kennedy Institute, o Albert R. Jonsen, cuya evolución desde la teología y
filosofía moral hacia la bioética ha descrito detalladamente en su libro "The birth of bioethics"
Esta evolución personal desde la teología y filosofía al diálogo bioético, así como la de Daniel
Callahan y Robert Veatch, (puede considerarse paradigmática de los primeros bioeticistas
americanos). Personas que con sólida formación ética, filosófica y teológica se interesan por
las ciencias y quedan inmersos en una problemática real donde las cuestiones de los
pacientes y de los ciudadanos en general exigen tomas de posición que repercutirán en las
políticas sanitarias.
I.3. La década de los 70, En esta década siguen los progresos médicos y tecnológicos de
manera acelerada, especialmente en relación a los trasplantes por el mejor conocimiento de
los mecanismos inmunológicos del rechazo del órgano trasplantado; el diagnóstico de muerte
cerebral abre infinidad de discusiones entre neurólogos, filósofos y especialistas en la naciente
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disciplina de la bioética; los progresos en psicofarmacología anuncian mejores expectativas
para el tratamiento de trastornos psiquiátricos; los progresos en el diagnóstico prenatal; el
éxito en 1978 de la fecundación in vitro y transferencia embrionaria que dio origen al
nacimiento de una niña, Louise Joy Brown, y los progresos en biología molecular que
convierten en realidad la posibilidad de que el hombre pueda transformar la naturaleza gracias
al DNA recombinante o ingeniería genética.
Con estas posibilidades, medicina, ética, economía, política y derecho quedan íntimamente
relacionadas y llamadas a entenderse a través del diálogo que, dadas las características de la
sociedad ética y culturalmente plural, ha de arbitrar a través del derecho los mecanismos de
armonización de valores.
Resulta casi superfluo subrayar que en sus orígenes la bioética se desarrolla en un contexto
clínico aún cuando sus pioneros no pretendan inicialmente encerrarse solamente en la clínica
sino abrirse a problemas más globales (Potter), al diálogo interreligioso (Hellegers) y a las
políticas sanitarias y participación ciudadana (Callahan).
Para colocar al lector en el ambiente adecuado sería bueno conocer el contexto sociocultural y
político en la década de los 60, cuando nace la bioética. Fue una década de cambios sociales,
políticos, culturales, filosóficos y teológicos. Un terreno propicio para acoger las reflexiones
bioéticas. Esta década conoce la fuerza reivindicativa de los derechos civiles, la revolución
sexual, el reconocimiento de los pacientes como agentes morales autónomos (autonomía
moral), la desconfianza creciente de la sociedad ante el creciente poder médico, el nacimiento
y desarrollo de la medicina defensiva como resultado de las denuncias judiciales.
En el plano político y cultural se viven momentos críticos que acompañan las transformaciones
sociales. No olvidemos las manifestaciones de estudiantes en Berkeley contra la guerra de
Vietnam durante el gobierno del Presidente de los Estados Unidos Lyndon Johnson
(1964-1968); la elección del Presidente Nixon en el año 1968 y su papel y el de Henry
Kissinger poniendo punto final a la guerra del Vietnam, la apertura de los Estados Unidos a
China; los asesinatos del líder de los derechos civiles Martin Luther King (Abril de 1968) y del
Fiscal General y candidato a la Presidencia Robert Kennedy (5 de Junio de 1968). Es también
el tiempo en que Marcuse denuncia, desde la Universidad de San Diego, el marxismo
soviético y la sociedad unidimensional.
Es también el tiempo del "Mayo del 68" francés: la revolución de los estudiantes y obreros
contra el orden y el poder que conmovió Francia y Europa entera. A nivel universitario se ha
escrito que la causa profunda de los sucesos de Mayo fue el descrédito de un saber de
clases. Como consecuencia se reaccionó negando la diferencia de naturaleza entre maestro y
discípulo. La ciencia no es algo estático, poseído pacíficamente, sino algo por hacer entre
todos. Una sabiduría que impregnaría el diálogo bioético desde sus orígenes.
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Fue también en la década de los 60 cuando la Iglesia Católica celebró el Concilio Vaticano II
(1962-1965). El Papa Juan XXIII, que lo había convocado, murió después de la primera etapa,
el 3 de Junio de 1963, dejando un gran recuerdo por su personalidad afable y por las
encíclicas "Mater et Magistra" (15 de Mayo de 1961) y "Pacem in Terris" (11 de Abril de 1963).
El 21 de Junio fue elegido Papa el Cardenal Juan Bautista Montini, que tomó el nombre de
Pablo VI. Éste publica dos encíclicas que provocaron un tremendo eco en todo el mundo por
razones bien distintas: de aceptación la "Populorum Progressio" (26 de Marzo de 1967) y de
dificultad o claro rechazo de la "Humanae Vitae" (25 de Julio de 1968). Pablo VI es recordado
también por el memorable discurso dirigido a la Asamblea General de las Naciones Unidas en
favor de la paz y del progreso. Hace una llamada a la conciencia moral de las personas para
orientar la ciencia y el progreso para resolver los graves problemas de la humanidad (Octubre
de 1965).
El Consejo Mundial de las Iglesias celebró también un Congreso para tratar de las relaciones
entre las Iglesias y la Sociedad: Primero, en el año 1966 en Ginebra, con el tema: "Los
cristianos en las revoluciones técnicas y sociales de nuestro tiempo"; y después en el año
1979, sobre "Fe, Ciencia y Futuro".
Desde la perspectiva ética no podemos olvidar la gran repercusión teórica y práctica del libro
de Joseph Fletcher Situation Ethics: The New Morality en 1966 y, algo más tarde, en 1969, la
influencia que en relación a la atención a los enfermos terminales tuvo el libro de Elisabeth
Kübler-Ross On Death and Dying.
Para acabar esta visión de conjunto de la bioética en sus orígenes recordaremos que el 21 de
Julio de 1969 el hombre llegaba a la Luna. Parecía que con la técnica todo estaba a su
alcance en una pequeña parte de nuestro sistema solar. Así, mientras quedábamos
extasiados ante tal dominio no pudimos reprimir un cierto sentido de impotencia al ver que el
planeta Tierra era una pequeña partícula dentro del universo, la única habitable en nuestra
pequeña galaxia dentro de la Vía Láctea.
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credo bioético personal concreto para superar los errores evolutivos y la necesidad de una
Etica Global .El objetivo de la ética global es el de enlistar a “verdaderos creyentes” capaces
de percibir la necesidad de futuro y de cambiar la orientación actual de nuestra cultura y que
puedan influenciar en los gobiernos, en el ámbito local y global, para conseguir el control de la
fertilidad humana, la protección de la dignidad humana y la preservación y restauración del
medioambiente. Considera que estos son los requisitos mínimos para poder hablar de
supervivencia aceptable contrapuesta a la supervivencia miserable.
En 1975, en el discurso “Humility with Responsability” como Presidente del 66 Congreso Anual
de la American Association for Cancer Research en San Diego (California), manifestó que su
definición y concepto de bioética no se corresponde con lo que se ha desarrollado con el
nombre de bioética, con una clara alusión a la del Kennedy Institute. Manifestó que desde un
principio había contemplado la bioética como una nueva disciplina que combinaría ciencia y
filosofía y como permanente investigación de la sabiduría por parte de la humanidad,
definiendo tal sabiduría como el conocimiento de cómo utilizar el conocimiento.
Nada hace pensar que Potter creyera que la bioética debía tratar los problemas éticos en la
clínica, a menos que esta actividad fuera englobada en un contexto más amplio de mejorar la
calidad de vida, que se ve amenazada por la población, el consumo y las agresiones al medio
ambiente.
El trabajo de Potter en bioética pasó desapercibido muchos años, por el hecho de que su
filosofía no era conocida, comprendida, o aceptada, Potter da más la sensación de científico
utópico que de filósofo animador, capaz de llevar a los demás, a justificar y fundamentar una
nueva disciplina y ayudarlo a labrar el terreno del diálogo bioético.
En el año 1985, Potter vio parcialmente realizado su sueño, más cercano a la bioética
medioambiental y a los problemas de población, que a la clínica, con su aceptación de
coeditar la revista Global Bioethics, de cuyo nombre se confiesa autor. En uno de sus artículos
manifiesta que los médicos de salud pública han de ser los herederos o transmisores de su
mensaje.
ANDRÉ HELLEGERS (1926-1979), de origen holandés, emigró a los Estados Unidos cuando
tenía 27 años, después de acabar la carrera de Medicina y la especialidad de Obstetricia y
Ginecología, con un profundo conocimiento de Humanidades. Hombre genial, se distinguió
como investigador en fisiología fetal y, más en concreto, de las circunstancias que condicionan
el crecimiento uterino retardado. Le gustaba utilizar como ejemplo la expresión “Mount Everest
in utero” para explicar a profanos de la medicina la importancia del las condiciones de el
desarrollo humano intrauterino. En el año 1963 la Fundación Kennedy financió a Hellegers los
trabajos como investigador en el Johns Hopkins Hospital, y un año más tarde le patrocinó en
el mismo hospital un centro para estudiar los problemas éticos en el terreno de la reproducción
humana.
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El día 1 de Octubre de 1971 se inauguró oficialmente, después de unos meses de
funcionamiento- desde el 1 de Julio del mismo año- el llamado Joseph and Rose Kannedy
Institute for the Study of Human Reproduction and Bioethics –más adelante llamado y
conocido como Kennedy Institute-. El Instituto abrió sus puertas el primero de julio del mismo
año. Las características que desde el comienzo se quieren promover desde el Instituto
despiertan cierta incredulidad en los medios de comunicación, sorprendidos por el hecho de
que la ética como diálogo ecuménico con las ciencias entrase por la puerta grande en una
Universidad y, todavía más, en una Universidad Católica.
Enytre los miembros del Consejo del Instituto, presidido por el Honorable Sargent Shriver,
estaba el profesor de Teología Moral de la Universidad Pontificia Lateranense: Bernard
Häring; el profesor de Religión de Princeton: Paul Ramsey; el profesor de Genética de
Stanford University: Joshua Lederberg, y el Premio Nobel Jacques Monod, Director del
Instituto Pasteur de París.
La idea inicial de André Hellegers fue la de institucionalizar el diálogo bioético con la finalidad
de explorar cómo podían iluminarse mutuamente los sistemas éticos herederos de la tradición
socrática, con una tradición ética racionalmente estructurada. De ahí surgió la idea de la
creación de las tres Cátedras de ética arriba mencionadas. En resumen, André Helleguers,
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médico, buscó particularmente el diálogo de los médicos con los teólogos en un ambiente
ecuménico.
Es mérito de André Hellegers haber impulsado el diálogo bioético teniendo en cuenta los
problemas que se planteaban con los nuevos descubrimientos en todos los aspectos clínicos y
éticos, sociales, filosóficos y teológicos, económicos y demográficos. Estaba convencido que
en el futuro los grandes problemas se concentrarían en las dimensiones de distribución de
recursos y justicia social. De aquí la necesidad de entrar en diálogo con la economía de la
salud, los datos demográficos y los estudios de población. Consideró que si bien la iniciativa y
el liderazgo tienen que venir de la medicina y de sus profesionales, los interlocutores tienen
que provenir de las humanidades, especialmente de la ética filosófica y teológica.
DANIEL CALLAHAN con una sólida formación filosófica en Yale y Georgetown vive con
inquietud las discusiones de la filosofía analítica imperantes, las cuestiones metaéticas y
desea que las preguntas fundamentales de la filosofía se orienten a dar respuestas a
cuestiones profundamente humanas y con repercusión social y política para un mundo más
justo. En el año 1970 publica un libro sobre el aborto, Abortion: Law Choices and Morality, en
el que trabajó durante dos años. Un año, (1967-1968) en calidad de residente estudiando los
problemas éticos de los programas de limitación del crecimiento de la población en el
Population Council en Nueva York, le ayuda a orientar definitivamente su formación hacia una
ética aplicada. Las ciencias de la salud le parecen el terreno más adecuado tanto por la
aceleración creciente de los progresos científicos, médicos y biológicos asociados a los
tecnológicos, como por los recuerdos de su infancia, que a causa de repetidas infecciones le
obligaron a ingresos hospitalarios en la era pre-antibiótica. Daniel Callahan, filósofo, busca el
diálogo con los científicos.
Callahan subraya la importancia de clarificar los problemas éticos y delinear las políticas de
gobierno con valores sociales consensuados. Con esta idea decide poner en marcha un
centro que sirva para orientar esta tarea en el año 1969. Al cumplirse los 25 años del hoy
universalmente conocido Hastings Center, Daniel Callahan, su fundador y director, hasta su
jubilación en el año 1997, nos explica los orígenes: cómo, llevado por la preocupación por los
problemas planteados por los progresos médico-biológicos, y consultando a mucha gente,
decide proponer a su íntimo amigo Willard Gaylin la creación de un centro para ayudar a
clarificar problemas éticos e iluminar las políticas del gobierno (public policies) sobre estos
temas y otros derivados. Daniel Callahan, filósofo doctorado en Harvard, y Williar Gaylin,
profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia (Nueva
York), vivían en el pequeño pueblo de Hastings-on-Hudson, de 10.000 habitantes, en el año
1964, cuando se conocieron. La idea tomó cuerpo en 1969, comenzando en este lugar,
modestamente, el llamado Institute of Society, Ethics and the Life Science, más conocido
como el "Hastings Center".
En el mes de Junio de 1971 el Instituto publica el primer número del "The Hastings Center
Report", publicación bimensual de consulta obligada para todos los que se dedican a la
bioética. En la editorial del primer número, Callahan explica que su objetivo es el de ayudar a
la comprensión de los profesionales y del público en general de los problemas éticos y
sociales derivados del progreso de las ciencias de la vida. Por esto es necesario conocer los
hechos, valorarlos desde una perspectiva ética y estudiar los procesos de decisión. Sólo de
esta forma podemos dar sentido a preguntas como el tratamiento jurídico del aborto; de si la
clonación humana puede ser buena o no; del condicionamiento psicológico de la conducta.
Considera que en el mundo occidental los procesos de decisión se han movido por dos
excesos: uno, por creer que la solución sólo puede venir de conclusiones lógicas sacadas de
los grandes principios y axiomas; el otro, por creer que las conclusiones correctas surgen de la
simple consideración de los datos empíricos. Callahan considera que una buena toma de
decisiones necesita sensibilidad humana, unos principios iluminadores y útiles, el acceso a la
información adecuada y unos métodos para sopesar y buscar el equilibrio entre diversas
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opciones posibles (razón y sentimiento, reflexión personal y discusión pública, buen criterio y
fina sensibilidadad).
Potter anunciaba una nueva disciplina, sin profundizar en ninguna cuestión epistemológica;
Hellegers manifestaba que se trabajaba para llegar a definir la bioética como disciplina; pero
es Callahan quien, a partir de la llamada “evidencia circunstancial”, es quien defiende la
bioética como disciplina, como hemos visto.
Después de cinco años en los Estados Unidos, de los cuales tres y medio fueron en el
Kennedy Institute -Georgetown University- de Washington, D.C. (desde Abril-Mayo de 1972
hasta Septiembre de 1975), regreso a Barcelona, acabada mi tesis doctoral, con una idea muy
clara: la de comenzar un centro o instituto de bioética copiando el modelo del Kennedy
Institute, con las debidas modificaciones.
La elaborarción de mi tesis doctoral en medicina sobre fisiología fetal, al lado del Prof. André
Hellegers, codirector de la misma junto con el Prof. Víctor Cònill Serra (1917-1999), me
proporcionó la oportunidad de reinserción en el mundo científico después de 7 años de
formación en la Compañía de Jesús (noviciado, filosofía y teología) y un par de años de clínica
en el Hospital de Sant Pau y uno en el Saint Vincent's Hospital (Nueva York). Tenía claro que
mi camino era intentar servir de puente de dialogo entre las ciencias médico-biológicas y las
humanidades, convencido de la autonomía de las ciencias y del valor que podían aportar al
dialogo. Convencido también de la dimensión iluminadora para todos de la filosofía para la
más amplia comprensión del ser humano y del sentido de la vida.
Ante los interrogantes éticos planteados por los progresos médico-biológicos era necesario
actuar de acuerdo con la actitud que propone el Vaticano II cuando afirma: "La Iglesia, que
guarda el depósito de la palabra de Dios, de donde se derivan los principios del orden religioso
y moral, lo que no quiere decir que tenga siempre la respuesta a punto para cada cuestión,
desea unir la luz de la revelación a las experiencias de todos para iluminar el camino que la
humanidad acaba de emprender". (Gaudium et Spes, núm. 33).
Teniendo en cuenta que mi relación con André Hellegers fue en muchos aspectos más
cercana que la de otros miembros del Kennedy Institute, he de confesar que a excepción de
nosotros dos y de los miembros del Centro de Población, la sensibilidad hacia los problemas
internacionales era bastante reducida. Sin duda alguna nuestras preocupaciones quedan
reflejadas en la definición de bioética que hemos dado en la primera página de este artículo, y
que repetimos ahora: Estudio interdisciplinar (transdisciplinar) orientado a la toma de
decisiones éticas sobre los problemas planteados a los diferentes sistemas éticos por los
progresos médicos y biológicos, en el ámbito microsocial y macrosocial, micro y
macroeconómico y su repercusión en la sociedad y en su sistema de valores, tanto en el
momento presente como en el futuro.
En nuestro país, como en todo el ámbito español, el nombre de bioética que empezamos a
utilizar en el año 1975, fue aceptado fácilmente, en parte, porque no sonaba a la moral
asociada al "nacionalcatolicismo". Los inicios fueron, con todo, difíciles por falta de medios,
pero el entusiasmo era grande. Creíamos, de todo corazón, que teníamos un mensaje
importante: el de la fecundidad del diálogo entre las ciencias de la salud y la ética.
En los aspectos jurídicos, desde el año 1975 hasta 1981, el Instituto funcionó, con una cierta
autonomía, como “Seminario de Bioética” adscrito a la Sección San Francisco de Borja de la
Facultad de Teología de Barcelona. Con el deseo de ayudar a comprender que la dimensión
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ética no debe ser necesariamente religiosa, nos quisimos disociar jurídicamente de la Facultad
de Teología. El P. Dezza, en funciones de General de la Compañía de Jesús, aprobó los
estatutos como fundación el 2 de Junio de 1982. Y el 17 de Febrero de 1984 el P. General
Peter Hans Kolvenbach daba la autorización para pasar a ser Fundación Privada de ámbito
civil.
Quiero dejar constancia que en el Hospital Materno-Infantil Sant Joan de Déu (Barcelona) ha
sido el foro donde se ha realizado por vez primera el diálogo bioético tal como Hellegers pensó
debía hacerse en la clínica. En el año 1976 comencé a colaborar en la estructuración del
Comité de Ética Asistencial del Hospital Sant Joan de Déu, de Esplugues (Barcelona),
continuando el proyecto que desde 1974 llevaba a cabo el llamado Comité de Orientación
Familiar y Terapéutica, fundado por iniciativa del Dr. Luís Campos Navarro quien trataba de
promover por medio del comité interdisciplinario el diálogo competente y comprometido para
encontrar los caminos más razonables en la toma de decisiones clínicas cuando surgían
conflictos de valores.
En una rápida visión hemos mencionado a V.R. Potter que acuñó el término "bioética"; a
André Hellegers y Daniel Callahan quienes crearon los primeros centros de bioética. A ellos
unimos los nombres de David Roy que fundó el Instituto de Bioética de Montreal (1976) y el
mío propio unido al Institut Borja de Bioética (1975) y al Hospital Sant Joan de Déu de
Esplugues (Barcelona) –primer CEA 1976-. Posiblemente, en Estados Unidos hubo algún
otro centro en alguna Universidad, como el Baylor College of Medicine (Huston), o Berckeley
(California), por lo que merecerían ocupar un espacio estelar en los inicios de la bioética.
Sin embargo, a pesar de que muchas veces no se reconoce la tarea del Institut Borja de
Bioètica desde sus inicios, debe decirse que éste fue el pionero en España y en Europa,
aplicando los conceptos y criterios de la bioética americana a nuestro contexto y adaptándolos
a nuestro entorno médico-sanitario. Además, completando su tarea, el Instituto inició también
en el año 1975 su Biblioteca y Centro de Documentación especializado en bioética, nutrido en
sus inicios con monografías y revistas americanas, y adoptando el sistema de funcionamiento
y catalogación del Kennedy Institute. Aún hoy, la biblioteca del Instituto es una de las más bien
dotadas de España y también de Europa.
Hemos de destacar también la influencia que sobre la práctica médica ha tenido la obra de
Childress y Beauchamp, con su obra Principles of Medical Ethics”. La última edición en
castellano, “Principios de Ética Biomédica”, del año 1994, fue editado por Masson, S.A.
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II.- MADURACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LA BIOÉTICA
Si consideramos el período del nacimiento, maduración y consolidación de la bioética como
una realidad del siglo XX y lo contemplamos sin ánimos de precisión cronológica, podemos
afirmar que el período de gestación y creación de los primeros centros que hemos descrito, se
confunde y solapa con los descubrimientos y acontecimientos de las dos décadas siguientes.
Así, podemos considerar el último cuarto de siglo como el presente de la bioética mientras su
futuro inmediato comienza en el año 2000. Con esta consideración, es decir, poniendo entre
paréntesis el período de gestación y el inicio de los primeros institutos de bioética, dividiremos
este período de manera algo arbitraria en tres décadas señalando para cada una de ellas los
hechos que consideramos más relevantes.
Si quisiéramos precisar algo más este período que comprendería el presente de la bioética,
elegiría el año 1978 para señalar su inicio -admitiendo de buen grado que no hay solución de
continuidad con los años anteriores. En este año se dan: el nacimiento de la primera persona
obtenida por fecundación "in vitro" y transferencia embrionaria; la publicación del Informe
Belmont y la preponderancia de la biología molecular, que anuncian el necesario diálogo de
las ciencias de la salud con la antropología filosófica, el derecho, la economía y la política. El
año 1999 cierra este período, a mi parecer, con la firma del Convenio Europeo de
Biomedicina y Derechos Humanos, cerrándose un ciclo en el cual la bioética ha pasado de
evolucionar, para bien y para mal, hacia el bioderecho. A lo largo de estas tres décadas la
bioética clínica claramente disociada de la evolución de la ética medioambiental alcanza su
momento álgido.
La pregunta bioética, ya clásica, sobre si podemos hacer todo lo que técnicamente resulta
posible, recorre toda la historia de la bioética a partir de los años setenta, pero pronto deja de
preocupar a la sociedad en general. Nuestra sociedad, cuyos sentimientos oscilan entre la
admiración y el temor ante las posibilidades tecnológicas, aplicadas en las áreas de la
reproducción, biología molecular, biotecnologías, investigación y tratamiento de pacientes en
situación límite, va tomando conciencia de que la dinámica del progreso tecnológico lleva a
realizar primero lo que es técnicamente posible si hay medios para ello. Y sólo después
aparecen preguntas éticas de manera refleja. Por ello la pregunta más adecuada sería ¿qué
podemos hacer para llegar a un acuerdo sobre los límites aceptables por la sociedad en el
terreno de la investigación, de la asistencia sanitaria, de la biogenética, de la reproducción
humana asistida, de los trasplantes, etc.? Esta es la razón por la que este período 1978-1999,
ha estado marcado por un gran número de recomendaciones ético-jurídicas, regulaciones y
leyes. Nunca antes, había existido tanta interacción entre ética y normativas legales con todo
lo que comporta de ventajas e inconvenientes.
Como ventajas, no hay ninguna duda de la importancia que tiene la homologación de criterios
para una buena calidad asistencial y defensa de los intereses de los pacientes. Como
inconvenientes, destacaríamos que la reflexión ética no alcanza a ofrecer argumentaciones
sólidas y suficientemente contrastadas debido a la velocidad de los cambios que se producen
constantemente. Esto exigiría que médicos y científicos con preparación bioética suficiente,
pudieran aplicar los principios éticos, generales o intermedios, a las situaciones concretas.
Además, la presión social fuerza a legislar de manera que nos parece, a veces,
excesivamente precipitada. Los intereses políticos acentúan esta dinámica. Por otro lado, el
excesivo énfasis en el lenguaje de los derechos individuales con el recurso frecuente a los
tribunales para dirimir situaciones de conflicto, acentúan como mecanismo defensivo los
deseos de ampararse en la legislación, antes que pensar en la conveniencia de profundizar o
recurrir a las posibles mediaciones éticas, más aptas para el diálogo.
Frecuentemente el interés por la bioética viene motivado más por el temor a la ley que por el
deseo a profundizar en la ética. Por esta razón asistimos al lamentable desarrollo de la
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medicina defensiva paralelo al de los descubrimientos, que dan a los médicos mayor poder
real para influir en decisiones que afectan a los valores de los pacientes.
No puedo pasar por alto un rasgo que se ha acentuado progresivamente en el diálogo bioético
a lo largo de estas tres décadas. El diálogo bioético que en sus orígenes se realiza entre
médicos y teólogos morales con formación filosófica, se caracteriza por un gran silencio de los
profesionales filósofos. Los filósofos, en general, estaban ocupados en los años sesenta,
tratando cuestiones de filosofía analítica, del neorealismo, filosofía del lenguaje, marxismo y
neomarxismo, de diferentes escuelas. El diálogo con las ciencias de la salud tarda mucho en
captar la atención de los filósofos, si bien hay importantes excepciones como las de Häns
Jonas, Paul Ricoeur, Tristram Engelhardt, Baruch Brody. Es en la década siguiente , a partir
del año 1975 aproximadamente, filósofos de la ciencia e historiadores, comienzan a
interesarse y a profundizar en el diálogo bioético.
Sería injusto no mencionar los aspectos positivos que se dan en este período de desarrollo y
expansión de la bioética. Junto con los importantes progresos biomédicos y tecnológicos
hemos de destacar 1) La publicación del Informe Belmont de los Estados Unidos; 2) La
Comunidad Europea con sus organismos; Consejo de Europa, Parlamento Europeo y comités
específicos, y la UNESCO como centros de reflexión y de acción en materia de ética
biomédica; 3) la creación en varios países europeos de Comités Nacionales para el estudio,
discusión y elaboración de normativas ético-jurídicas que serán una excelente base para
normativas jurídicas, proyectos de ley y leyes en el ámbito de la bioética; 4) la creación de
centros universitarios de reflexión y docencia de la bioética como disciplina con mayor
fundamentación filosófica o jurídica según los centros. Presentamos, ahora, algunas notas
sobre los progresos biomédicos que consideramos más relevantes en las últimas tres
décadas. Daremos después una visión rápida del trabajo de los organismos mencionados y,
finalmente consideraremos los grandes capítulos abiertos de la bioética que nos acompañarán
durante largo tiempo en el siglo XXI.
Esta década se caracteriza sobre todo por los progresos en el terreno de la fisiología de la
reproducción, en la biología molecular y en las técnicas de diagnóstico prenatal. El 25 de Julio
de 1978 Lesley Brown tuvo una hija, Louise Joy, como resultado de la fecundación "in vitro" de
un óvulo suyo con el esperma del marido Gilbert John Brown. La fecundación "in vitro" y la
transferencia embrionaria en la matriz de la madre fue un éxito conjunto del investigador R.
Edwards de Cambridge y de P. Steptoe, ginecólogo de Oldham (Inglaterra). En este momento
empieza el debate sobre el llamado estatuto moral del embrión humano y el de la filiación de
los nacidos por esta técnica cuando el óvulo o el esperma proceden de donantes. Las
posiciones se polarizan, tanto en el terreno de la ética como en el del derecho, y van desde el
"personalismo biológico al experimentalismo biológico", para utilizar una acertada formulación
del filósofo italiano Pietro Prini, es decir, de considerar al óvulo fecundado como persona, a
considerarlo como simple objeto de experimentación.
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permite son de gran amplitud: en medicina estas técnicas permiten la producción masiva de
agentes biológicos como hormonas, vacunas, anticuerpos, etc. En la agricultura y
alimentación la producción de alimentos, proteínas y diversos procedimientos que permiten a
las plantas la fijación de nitrógeno atmosférico, la intensificación de la fotosíntesis y la
resistencia a diversos factores ambientales. En el campo de la energía el acceso a fuentes no
contaminantes, y en el sector químico la producción de productos intermediarios de
importancia industrial.
Estas tecnologías representan un poder real y un peligro de abuso de este poder, que va
desde las patentes biológicas hasta la secuenciación del genoma humano (posibilidad de
"leer" directamente la secuencia de bases nitrogenadas que tiene un determinado fragmento
de DNA) y la posibilidad de almacenar DNA humano.
Se necesita sensibilidad ética y controles estrictos para respetar los derechos humanos
(intimidad, no ser discriminados, protección de los débiles). La ingeniería genética y su
potencial económico obliga a profundizar en la ética de los negocios. El posible impacto en el
medio ambiente hace también imprescindible desarrollar una ética ecológica si queremos que
los beneficios que puedan seguirse de la ingeniería genética sirvan al desarrollo integral de la
persona y de todas las personas. No hay métodos científicos fiables para calibrar las
consecuencias, a medio y largo plazo, de introducir en el medio ambiente organismos
genéticamente manipulados. Se necesitan controles adecuados, físicos y biológicos, con
seguimiento de los trabajos de investigación.
La terapia génica de células somáticas comenzó a perfilarse como posible en el año 1989,
gracias a los trabajos y paciencia de W. French Anderson, Steven A. Rosenberg y Michael
Blaese, y se hizo realidad en 1990. La terapia génica de células germinales queda aun muy
lejana y está sujeta a los principios éticos de la experimentación humana en medicina.
Entre los progresos habidos durante este período no podemos olvidar los de la inmunología y
las técnicas quirúrgicas que han hecho posible mejorar notablemente los resultados de los
trasplantes de órganos y tejidos. Hay todavía muchas cuestiones éticas y legales que
requieren ser más profundas y ampliamente investigadas. El problema de criterios de muerte
cerebral y la valoración de las pruebas necesarias se irán perfilando cada vez con mayor
precisión. Hay que recordar, también, que en el año 1972 se describe el síndrome del estado
vegetativo persistente, que comporta la pérdida irreversible de las funciones cognitivas y de
relación. Con este síndrome aparece la gran discusión ética, legal y social sobre la legitimidad
de interrumpir, en estos enfermos, la hidratación y nutrición artificiales que persiste hasta
nuestros días.
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un accidente. Prácticamente no se refiere nunca al concepto de "vidas sin valor", contra el que
hablan con frecuencia los moralistas al analizar el problema de "calidad de vida".
El Informe Belmont.- El Congreso de los Estados Unidos, creó en el año 1974 una Comisión
"The National Commission for the Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral
Research" con un mandato de cuatro años para que elaborara un documento que definiera 1)
los principios a los que debe atenerse toda investigación con sujetos humanos, y 2) que
examinara los problemas éticos planteados en la investigación con fetos humanos, niños,
prisioneros y enfermos mentales.
El respeto a las personas incluye por lo menos dos convicciones éticas: primera, que
todos los individuos deben ser tratados como agentes autónomos, y segunda, que
todas las personas cuya autonomía está disminuida tienen derecho a la protección. La
autonomía se define en este contexto como "capacidad de las personas para deliberar
sobre sus fines personales y de obrar bajo la dirección de esta deliberación". Respetar
la autonomía significa dar valor a las consideraciones y opciones de las personas
autónomas, y abstenerse a la vez de poner obstáculos a sus acciones a no ser que
estas sean claramente perjudiciales para los demás.
Quisiéramos añadir un cuarto principio a tener en cuenta en los comités de ética, que es el de
la coherencia: la acción no ha de minar a la larga, el valor que quiere protegerse.
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Los Dres. Beauchamp y Childress han dado difusión universal a los principios bioéticos en su
obra "Principles of Medical Ethics" que es probablemente la obra de bioética más leída en el
mundo occidental.
Preguntas fundamentales
Las preguntas fundamentales de la bioética tienen una secuencia lógica en la medida en que
se suceden los progresos científico-técnicos y la sociedad evoluciona con los mismos. A
principios de los años 70 maravillados y temerosos nos preguntábamos si todo aquello que
técnicamente es posible realizar, es aceptable éticamente. Esta pregunta continua teniendo
actualidad teórico práctica y se solapa con otra pregunta que surge de la realidad misma.
Dando por supuesto que lo técnicamente posible, se realizará si existen los medios necesarios
para ello, cómo y quien pondrá unos límites para asegurar que aquello que se haga ayude al
progreso humano. Finalmente, puesto que estos progresos se traducen en ámbitos de poder
económico, social y político que necesitan ser controlados para no caer en la corrupción, la
pregunta bioética se convierte en quién y cómo se controlará a los controladores.
Reflexión final
La bioética nace como diálogo entre las ciencias de la salud y las humanidades con una
orientación claramente aplicada a la Medicina. Es lo que constituye la bioética clínca. Con
todo, los pioneros de la bioética estuvieron profundamente preocupados por problemas más
globales en relación al crecimiento demográfico, medio ambiente, y utilización de recursos. Es
decir, lo que desde el año 1985 cae bajo la denominación de bioética global. Sin embargo,
ésta preocupación cedió pronto a lo que parecía más inmediato y urgente por el incontenible
progreso de las tecnologías biomédicas. Por otra parte, la bioética como reflexión sobre
contenidos, fue cediendo el paso a una concepción de la bioética como procedimiento en la
toma de decisiones clínicas, científicamente correctas y éticamente aceptables en situaciones
de pronóstico incierto. Así, mientras se va definiendo la bioética como disciplina, se asiste al
nacimiento de otras éticas aplicadas como son la ética ecológica y la ética de los negocios y
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gestión de recursos con las que las ciencias de la salud entran necesariamente en diálogo,
manteniendo las distintas éticas aplicadas, sus propias dinámicas de crecimiento, expansión y
consolidación.
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BIBLIOGRAFÍA:
ABEL F. Bioética: Orígenes, Presente y Futuro. Madrid: Instituto Borja de Bioética y Fundación
Mapfre Medicina, 2001
BEAUCHAMP T., CHILDRESS J. Principles of Medical Ethics. New York: Oxford University Press; 1979,
1983, 1989, 1994. La cuarta edición en inglés (1994) ha sido traducida al español. Principios de Ética
Médica; Barcelona: Masson, 1999.
CALLAHAN D. Values, Facts and Decision Making. The Hastings Center Report, 1971; 1 (1): Editorial.
POTTER, V.R. Bioethics: The Science of Survival. Perspectives in Biology and Medicine, 1970; Aut.:
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POTTER, V.R. Bioethics: Bridge to the Future. New Jersey: Prentice Hall, 1971.
REICH W. Editor. Encyclopedia of Bioethics. Revised edition. 5 vol. New York: MacMillan, 1995.
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