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Alberto Moretti
Prof. Titular Regular de Lógica
Departamento de Filosofía
FF y L - UBA
Si lo que ha pasado puede, luego, dejar de haber pasado (por ejemplo por
intercesión divina) parece un pseudo interrogante. Pero ciertas paradojas, cuando son
pensadas por personas de muchas luces, mueven a tratar de asir algo que tal vez asome en sus
entresijos. Sobre aquella escribe Borges en “La otra muerte” 1.
Hay una pregunta muy general respecto de la cual la reflexión sobre si Dios puede
cambiar el pasado es un camino didáctico: ¿podemos concebir la posibilidad de un pensar o
un devenir sin reglas constitutivas?, o más modestamente, ¿a qué responde, o qué procura,
una pregunta como esa?, o en versión preliminar ¿puede Dios hacer que P y no-P sean ambas
verdaderas? La pregunta es más seria de lo que parece. No es una solución apelar a lógicas
donde algunas contradicciones son verdaderas (entre otras cosas porque en tales casos no se
necesita a Dios para verificarlas). Cualquier lógica genera una diferencia entre lo posible y lo
imposible. La gracia (Gracia) está en poder violar cualquier lógica (no por turnos sino
"simultáneamente"). Ningún ser humano puede hacerlo, no podemos pensar ningún proceso
natural que lo haga (pensar siempre es pensar con alguna lógica y proyectándola). De modo
que una manera de indicar la abismal diferencia entre Dios y sus criaturas, el carácter
esencialmente otro de Dios, consiste en decir que Él puede. Nos resulta completamente
indiscernible lo que esto quiera decir (ergo: es un sinsentido). Ese es, precisamente, el valor
de decirlo. Proferir esta insensatez es de lo mejor que racionalmente podemos hacer para
vislumbrar a Dios (o aquello por lo que usemos este nombre). Sabemos que esa oración no
tiene sentido, sabemos, por ende, que al emitirla no estamos diciendo nada, sin embargo
podemos querer pronunciarla como si dijera algo, y a veces alguien cree (o siente) que algo
nos señala. El meollo racional está en decirla sabiendo que es un sinsentido. Tiene poco
1
En julio de 2005 tuve oportunidad de leer la primera versión de “Pedro Damián y ‘La otra muerte’ de J. L.
Borges”, un erudito y sagaz artículo de Silvia Magnavacca que, revisado, integrará su libro Borges y los filosófos
medievales (Buenos Aires; Miño y Dávila). También de entonces data el texto que sigue, que fue el segundo
paso de esa conversación.
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interés el mero decirla, por esperanzado que sea. Por eso no es raro que entre quienes lo
saben (los que han pensado la conexión entre el lenguaje y la lógica) haya unos cuantos
místicos.
II
2
El asunto obliga a precisar que la versión consultada es la que figura en J. L. Borges, Obras completas, Buenos
Aires, Emecé, 1974, pp.571-575. Allí se indica que formó parte de El Aleph, editado en 1949.
3
op.cit., p. 571.
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III
No hay (no debe haber) una clara solución borgeana al desconcierto de preguntar
por la posibilidad de que Dios haga que lo pasado deje de haber pasado. Un narrador quiere
hacer creer que quizás crea que en el pasado Damián murió y no murió en 1904, o que, por un
milagro menor, vivió en dos mundos distintos. El otro narrador (probablemente el mismo), se
cobija en el barajar relatos. Si alguna salida queda más sugerida que otra7, no es la más acorde
con la tesis de que Dios existe y es absolutamente otro que los hombres, al punto de poder
hacer posible lo que es racionalmente imposible. No parece que el bibliotecario haya querido
seguir la sugerencia que atribuye a Pier Damiani 8 (sobre si a su pesar contribuyó a ella diré
algo más abajo). Borges tiende a hacer pensar que los mundos posibles, las variaciones
4
“En la primera 〈historia〉 (digamos), Pedro Damián murió en Entre Ríos, en 1946, en la segunda, en Masoller,
en 1904. Ésta es la que vivimos ahora”, op.cit. p. 575.
5
Op.cit., p. 574. Y la ambigüedad de “crear” y de “historia” le da lugar para interpretaciones diferentes.
6
Op.cit., p. 573
7
Seguramente por la tendencia a otorgar más carnadura a uno de los narradores.
8
Op.cit., p. 575: “algunas circunstancias mitigan ese privilegio temible”:el de creer lo impensable.
4
posibles de nuestro mundo, sólo pueden ser para nosotros narraciones permitidas por el
lenguaje, narraciones posibles, contradictorias entre ellas pero coherentes internamente 9. Que
el mundo real incluya y no incluya la muerte de Pedro Damián en 1946 es ininteligible (si
adoptamos el principio clásico de no contradicción), pero que haya varias narraciones muy
parecidas que empiezan a diferir en 1904 es perfectamente concebible. Si además son
narraciones muy incompletas y los narradores no tienen motivos suficientes para creer en una
más que en las otras, pero sólo por tales motivos podrían identificar algo como perteneciendo
al mundo real, entonces Borges, en lugar de promover la creencia en varios mundos reales
simultáneos, puede indicar una salida racionalmente aceptable para los dialécticos, basada en
la falibilidad de la memoria, la percepción y la creencia. Dios puede cambiar el pasado, sin
violar la lógica, porque puede cambiar el mundo sin que nos demos cuenta. Pero,
simultáneamente y lejos, creo, de las veladas preferencias metafísicas de Borges, esta salida
también conduce a la vía de quienes ven a Dios libre de toda limitación racional. Porque nos
hace advertir que Él no necesita descubrirse al violar nuestras lógicas para cambiarnos el
pasado (cambiarnos, no olvidemos que la sucesión temporal es cosa nuestra). Él es el que
puede anular toda lógica, desde luego, pero nada, ni su voluntad de cambiar(nos) el pasado, lo
obliga a hacerlo.
IV
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Hay personas que dan discutibles razones para ser más audaces, cf. Lewis, David: On the Plurality of Worlds,
Oxford, Blackwell, 1986, y hasta temerarios, cf. Notre Dame Journal of Formal Logic (Special issue on
imposible worlds), Vol 38, Nº 4, 1997
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En tales casos será un tema menor el de saber quién haya escrito esa página.