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¿Qué es conocer a Jesús? ¿Qué es encontrarme con él?

Jesús es el hombre, es quien envío Dios, para demostrar que no hubo obediencia a las
palabras de Dios nuestro Señor. Jesús viene a nosotros, a darnos nuevamente un mensaje
para estar bien ante los ojos de Dios y derramar en nosotros bendiciones, ser escuchados,
atendidos, tocados por Dios. ¿Pero cómo podemos llegar a Dios, sino es a través de Jesús?
Para estar con Jesús, hay que estar con él y con el Espíritu Santo. Estar con Jesús es obedecer
sus consejos, llevarlos a la acción. Jesús nos enseña que no nos preocupemos por lo que
hemos sido, lo que hayamos hecho. Él nos expone que solo debemos ser leales al Espíritu
Santo, a Dios y a su hijo. Los pecados pueden ser perdonados, pero no insultar al Espíritu
Santo.
“Se perdonará a los hombres cualquier pecado e insulto contra Dios” (Mateo 12, 31) Por
eso debemos estar tranquilos, el nos perdonará. Pero tenemos que tener esa confianza de
que Dios perdonará, Jesús perdonará lo que estemos haciendo, pero tenemos que hacer un
ejercicio de conciencia y dejar una vida de pecado atrás”. Tenemos que identificar lo que es
un insulto contra Dios y buscar la transformación en nosotros y estar con Jesús. Jesús nos
puede conocer por nuestros frutos, frutos buenos o frutos malos. Nosotros somos un árbol,
sembrado en la Tierra del Señor, se nos riega con agua, se nos brindan rayos del sol para
alimentarnos. Él nos da la capacidad de crecer, echar raíces, dar frutos, pero de nosotros
depende qué frutos quiero dar para que Dios y Jesús me conozcan.
“Porque el árbol se conoce por sus frutos” (Mateo 12,33)
Si somos un árbol y damos frutos, ¿qué frutos estamos dando? ¿Qué hablamos?, ¿qué
hacemos?, ¿qué pensamos? Lo que hablamos todos los días quizá sea un fruto bueno o uno
malo. Lo que sea que hablemos, Jesús nos dice que viene del corazón. Si hablamos cosas
buenas él sabe que guardamos cosas buenas porque guardamos el bien adentro. Pero, qué
guardamos sino rencor, envidia, dolor, crítica. “La boca siempre habla de lo que esta lleno
el corazón” (Mateo 12, 34) y es aquí donde debemos hacer un alto y reflexionar, ¿qué
tenemos en nuestro corazón? ¿Qué dolor hay? ¿Qué tenemos que nos hace ver al prójimo
como nuestro enemigo? ¿Hay una carencia fuerte de amor que nos imposibilita de ver en
el otro un buen amigo, compañero? ¿Hasta donde eso que falta en el corazón nos impide
vivir en armonía? Jesús viene a curarnos del pecado y también del corazón, pero nos hace
pensar que jamás daremos buenos frutos sino cambiamos en el fondo del corazón.
Las palabras que decimos en contra de los demás es una señal de lo que hay en el corazón
de cada uno de nosotros, por eso es una excelente oportunidad hacer reflexión de lo que
hacemos y hablamos. ¿Qué difamé hoy de otro? ¿Qué critiqué de otro? ¿De qué me queje
de otro? Lo que digamos mal viene del corazón y es ahí donde debemos detenernos y
preguntarnos ¿qué traigo en mi corazón? ¿Podría yo quedar en las tinieblas por mi lengua?
No, claro que no, no es por mi lengua, sino lo que hay en mi corazón. “…en el día del juicio,
los hombres tendrán que dar cuenta hasta de cualquier palabra difamatoria. Tus propias
palabras te justificarán, y son tus palabras también las que te harán condenar”. (Mateo 12,
36)
Tenemos que ser responsables porque quizá no es necesario esperar un juicio final sino que
en vida estemos viviendo en las tinieblas. Quizá vivimos en ambientes negativos,
circunstancias negativas, con personas negativas, y todo en sí negativo. Pues es ahí donde
debemos observar nuestras palabras porque son las que nos están condenando.
Nosotros queremos una vida mejor, un mejor trabajo, un mejor ingreso, quizá una buena
pareja, buenos hijos…bueno todo. Eso que deseamos depende de nosotros y de lo que
exista en nuestro corazón y las palabras que broten de él. Jesús nos deja claro que “se
perdonará a los hombres cualquier pecado” y por eso debemos regocijarnos de esto e
intentar iniciar un nuevo día en compañía de Jesús, y eso significa vivir su doctrina hasta la
última instrucción que nos enseña. Vivir en y para Jesús será nuestro paraíso aquí en la
tierra. ¡Vivamos a Jesús!

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