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Derecho Indiano
completa.
proyecto.
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Derecho Indiano
INDICE
INTRODUCCIÓN………………………………………………..........................................05
2.1 Introducción………………………………………………………………………15
municipales……………………………………………………………………… 22
BIBLIOGRAFÌA………………………………………………….........................................30
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INTRODUCCIÒN
El presente trabajo es el resultado de una ardua investigación que se nos fue otorgado
por la docente de la materia Historia del Derecho Peruano de la carrera profesional de Derecho
de la Universidad Nacional de Ucayali, como fundamento teórico.
En el capítulo uno se explica de manera sencilla y precisa el origen del Derecho Indiano y
las etapas que conllevó para intentar un acercamiento a la comprensión del Derecho mismo. En
el capítulo dos tenemos a considerar ampliamente la función del corregidor de la legislación
indiana, cómo estos se desempeñaron en las diferentes épocas. Por último, en el tercer capítulo
hacemos mención a la consideración de la legislación española hacia los indígenas a través de
los tiempos.
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La España que llega a América tiene ciertas características que le son propias. Estas
peculiaridades se encuentran profundamente arraigadas en el propio ser del español que acababa
de liberarse de setecientos años de dominio musulmán. Dominación que, como habrá de
saberse, iba más allá de la mera posesión material del territorio ibérico, también lo era desde el
punto de vista cultural y religioso.
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¿Quiere decir esto que la cultura y las instituciones jurídicas musulmanas influyeron en
España para que a partir de ellas surgiera la inspiración que dio vida al Derecho Indiano?
¿Qué tiene que ver todo lo antes dicho con el Derecho Indiano sí a este lo consideramos,
en un amplio sentido, como el conjunto de normas jurídicas emanadas del gobierno español
para reglar la vida en sus colonias americanas?
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Con las normas emanadas de la Corona española se pretendía, aún de forma muy
casuística, crear un ordenamiento jurídico propio para sus colonias, bajo los principios fundar
mentalmente cristianos que espiritualizaban también la vida metropolitana. Si todos somos
iguales ante los ojos de Dios, incluso somos sus hijos, mal podría haber distinciones entre los
súbditos peninsulares y los coloniales. El derecho Canónico clásico del Medioevo, aún a finales
del siglo XVI, iba a ser por mucho tiempo fuente de toda normativa proveniente del gobierno
español. Y este gobierno debía ser la Monarquía como forma típica del final del mundo
medieval.
La Monarquía (o más bien, Diarquía) que se instaura con los Reyes Católicos tiene su
soporte ideológico fundamental en la Escolástica de Santo Tomás; es decir, una nación
subordinada a la fe. Afirmaba Santo Tomás que “Las provincias y ciudades regidas por un solo
rey, gozan de paz y de justicia y abundan en todas las cosas; razón porque el Señor prometa a
su pueblo, como una gran recompensa, que no le dará más que un solo jefe, y que no habrá más
que un solo príncipe (Las formas de gobierno en la historia del pensamiento, 1965; 120). Así
entonces, Dios será la fuente de todo poder de los monarcas, quienes además de tener un origen
divino su tarea fundamental era llevar el evangelio y la fe a los infieles.
¿Y qué mejor que América y los americanos para cumplir este mandato?
Si bien el papel de España en América estaba justificado ante los ojos de Dios, no así
debía estarlo frente a las demás potencias europeas que le adversaban. Tanto portugueses como
españoles alegaron el derecho de posesión, inspirados en los derechos canónico y romano,
comúnmente practicado a finales de la Edad Media. Pero además, echaron mano del verdadero
representante terrenal de Dios.
Lo vasto del territorio colonial español en América y que cada día se ensanchaba más,
va a comenzar a representar un serio problema para la Metrópoli desde las mismas primeras
décadas del siglo XVI. Y es que la misma unidad Raúl Meléndez M. territorial española
peninsular era un asunto aún no resuelto. Los postulados para la concepción de un Estado
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moderno como ya lo anunciaba Maquiavelo eran de difícil cumplimiento para la España que
llegaba a América.
Según aquel autor la figura del Estado en su incipiente modernidad, aparecía para
distinguir a las sociedades post-renacentistas de las formaciones sociales medievales. Entre esta
distinción estaba clara la necesaria presencia del territorio como elemento existencial del
Estado. Decía Maquiavelo: “Todos los Estados, todos los dominios que han tenido y tienen
imperio sobre los hombres, han sido o repúblicas o principados”. (Las formas de gobierno en
la historia del pensamiento, 1965; p. 137)
Como bien se dijo, la España de los reyes católicos más que una Monarquía fue una
Diarquía que viene a tener sentido de unidad territorial con el ascenso al poder del nieto de
aquellos, Carlos I de España y V de Alemania. Rey que por lo demás atendía con más cariño y
esmero sus posesiones germanas que las ibéricas. Al punto de ni siquiera saber hablar español
aun siendo Rey de España.
Según Horacio López Guedez (1976) fueron fundamentalmente tres los elementos
ideológicos que dieron forma al Estado Monárquico español. En primer lugar, tenemos el
principio cristiano. Siendo la Iglesia el núcleo organizador por excelencia a la caída del Imperio
Romano de Occidente, y en España el gran luchador contra los musulmanes, ella va a disfrutar
de un protagonismo de excepción en la formación del gran Estado español. En segundo término,
se tendría el principio romano. El Estado nace bajo la concepción absolutista. El poder del
Monarca se lo delega Dios, siendo así el Rey Soberano Temporal a quien los súbditos no podrán
invocar derechos que él no les haya concedido. “El rey es el único que detenta el poder:
administra, legisla, juzga y hace la guerra (…) es por eso que su autoridad es única, inalienable
y absoluta” (López, 1976; p. 15)
Por otro lado, tenemos que la Capitulación de Santa Fe, el derecho de toma de posesión,
las concesiones o bulas papales y el Tratado de Tordesillas entre España y Portugal
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El texto de esta Capitulación se hizo sin la menor sospecha de lo que se iba a descubrir.
Una cosa sí delata su contenido y es que se presumía de la existencia de un mundo desconocido
o poco conocido por los europeos de entonces. Esto se deduce de una Carta-Merced que a fines
de ese abril de 1492 los Reyes Católicos le conceden a Cristóbal Colón, ratificando básicamente
el contenido de dicha Capitulación y el hecho de ser la Corona española la titular de la empresa
descubridora y Colón el ejecutante.
De todas las bulas que el Papa Alejandro VI concede a España en 1493, quizás la del 25
de octubre fue la más precisa. Puesto que donó, concedió y asignó con la plenitud de su
“autoridad Apostólica todas y cada una de las islas y tierras firmes descubiertas o por descubrir
hacia Occidente y Mediodía que no estuviesen colocadas bajo el actual y temporal dominio de
algunos cristianos señores y dimos la investidura de ellas a vosotros y a vuestros herederos…”.
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(Antología documental de Venezuela, 1971; p. 8) Recordemos que aún para aquel año el Papa
aún representaba el poder temporal de Dios en la tierra, de allí que estas concesiones otorgadas
a los Reyes Católicos debieron constituir títulos de indiscutible legitimidad.
Por otra parte, el mismo Cristóbal Colón en carta enviada a los Reyes Católicos en 1498
a propósito de su tercer viaje, les señala que los indios americanos “son todos de muy linda
estatura, altos de cuerpos, y de muy lindos gestos”. (Antología documental de Venezuela, 1971;
p. 21) Sin embargo, Gonzalo Fernández de Oviedo los definía como viciosos, ociosos,
mentirosos, capaces de ejercer muchas conductas bestiales. Mientras tanto Fray Tomás Ortiz
los acusaba de antropófagos y brutos animales. En descargo de estas dos últimas
consideraciones, Fray Bartolomé de las Casas con su Teoría del “Noble Salvaje”, concluye que
“… estas gentes eran las más bienaventuradas del mundo, si solamente conocieran a Dios”.
(Antología documental de Venezuela, 1971; p. 29)
Como se ve, encontradas fueron las opiniones presentadas en España sobre la naturaleza
y conducta del poblador originario del Nuevo Mundo. Conductas entre ellos mismos, frente a
Dios y, por supuesto, frente al conquistador europeo. A todo evento, el problema fundamental
siempre fue uno sólo; qué trato darle al indígena en razón de su comportamiento ante el
fenómeno histórico que estaba presto a enfrentar y del que sería un protagonista de primer
orden.
En lo que respecta a la Metrópoli española el indígena fue considerado vasallo del Rey,
súbdito de la Corona y un hijo de Dios al que tenía que convertirse al cristianismo. Lo que
equivaldría en nuestros días a tratarlo cual si fuera un menor de edad o un incapaz por ausencia
de discernimiento. Imperaba entonces la necesidad de normar de alguna manera el trato a dar
al indígena. Pero esta nueva solución traería consigo una nueva interrogante. ¿Quién crearía la
norma y a quién le correspondería aplicarla? Básicamente si se iba a tratar de normas tan
importantes referidas a la condición del indígena. Normas que deberían emanar forzosamente
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de la Corona por el principio de que toda soberanía descansaba en el Monarca, pero para ser
aplicadas allende los mares por el más común de los conquistadores y colonizadores, cuya
característica, quizás hasta por el imperio de las circunstancias, era precisamente la de no
acogerse a ningún código normativo.
López Guedez (1976) clasifica el Derecho español imperial en: 1.- Derecho
Metropolitano para todo el Imperio español. 2.- Derecho Metropolitano dictado exclusivamente
para América. 3.- Derecho estrictamente Indiano. Dividido en A) Derecho Indiano General, o
sea, para todos los territorios indistintamente. B) Derecho Indiano en particular. C) Derecho
Indiano local o Derecho Municipal. (p. 27)
Por otro lado, la presentación formal de las normas dictadas por el Monarca español
podía ser: 1.- Real Pragmática; 2.- Real Provisión; 3.- Real Cédula; 4.- Ordenanzas y 5.-
Instrucción. En la época del predominio de los borbones (siglo XVIII), se agregaron el Real
Decreto, la Real Orden y el Reglamento. Todas estas normas no tuvieron distinción de fondo
entre sí en razón de la autoridad de la cual provienen, pero sí en cuanto al contenido y a la
materia que pretendieron regular.
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Entrada la cuarta década del siglo XVI los problemas de control colonial se
complicaban. Las leyes y Ordenanzas se promulgaban, se acataban pero no se cumplían.
Mientras el gran Estado español en el Nuevo Mundo, desde el punto de vista de su eficacia
jurídica era casi nulo, y España tenía enemigos por todo el vecindario europeo que la acechaban
aquí en América. El gobierno de Carlos I era lo suficientemente débil como para no estar a la
medida de las circunstancias que rodearon sus años de mandato. Una cosa era cierta, existía la
necesidad Orígenes del Derecho Indiano hasta las Leyes Nuevas de crear instituciones o
fortalecer las ya existentes para hacer más efectivo el gobierno español en América.
Institución que merece especial atención, creada en 1524 y con gran influencia hasta el
siglo XVIII, fue el Consejo Real y Supremo de las Indias, autoridad central propia que le tocaba
dirimir los principales problemas americanos, tanto de orden administrativo, civil y penal. Hasta
esa fecha los asuntos americanos eran resueltos por el Consejo de Castilla. La dificultad fue que
desde su creación el Consejo de Indias, como también se le conoce, no se comportó a la altura
de las exigencias llegando a existir entre sus consejeros casos de extorsión y soborno, lo que
obligó a los Monarcas de turno a realizarle constantes revisiones.
1971; pp. 57-65) Estas normas, técnicamente hablando, fueron Ordenanzas Reales y no leyes
como también se les reconoció. Sin embargo, su importancia radica en la variedad de materia
que contenía, además de las referidas al Consejo de Indias. Con ellas se crean el Virreinato de
Perú y la Audiencia de Lima (Art. 10). También se crea una Audiencia Real de los Confines de
Guatemala y Nicaragua (Art. 11). Se ordenan procedimientos judiciales de Segunda Instancia
(Art. 14). Se prohíbe la esclavitud del indígena (Art. 21). Regula las encomiendas otorgadas a
virreyes, gobernadores y tenientes (Art. 26). En fin, estas y otras regulaciones de distinta
naturaleza se vieron plasmadas en los cuarenta preceptos que componen las Leyes Nuevas de
1542 y los seis que conforman la Real Ordenanza de Valladolid de 1543. He allí su
trascendencia legislativa.
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derecho castellano ocupa un lugar importante. En este sentido, se debe incluir dentro del
concepto de derecho indiano las disposiciones dictadas por las autoridades castellanas ubicadas
en las propias colonias y que tenían reconocida potestad normativa, tales como los virreyes, los
gobernadores y capitanes generales, las reales audiencias, los cabildos, entre otras. A este
último conjunto de disposiciones se le denomina actualmente derecho indiano criollo, con la
finalidad de diferenciarlas de las emanadas directamente de la metrópoli.
No obstante, la cuestión es mucho más compleja habida cuenta de que durante cierto
tiempo las disposiciones dictadas para las Indias no tenían un carácter general, dándose el caso
de que para una misma situación y en un determinado territorio se dictaba una norma específica
indiana –en cuyo caso era ésta de aplicación obligatoria- mientras en otro se aplicaba
directamente lo estipulado taxativamente por el Derecho castellanoleonés, especialmente si se
daba el caso de la ausencia de una norma de carácter especial o específicamente indiana. Así,
por ejemplo, a mediados del siglo XVI la ciudad de Panamá recibió el Fuero de Sevilla. Pero
esta concesión foral para el caso de las Indias occidentales parece haber sido excepcional, ya
que se desconoce si otras poblaciones americanas se vieron favorecidas con privilegios
análogos. Lo cierto es que esta circunstancia altera de hecho el orden de prelación de las fuentes
jurídicas que debían aplicarse en Panamá y su distrito capitular, ya que el fuero municipal
operaba también como un derecho especial dentro del ordenamiento jurídico castellano.
Tampoco es posible precisar el alcance de la concesión de dicho fuero frente a otras
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disposiciones indianas que regulan materias contenidas en él. En cualquier caso, el silencio que
guarda la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias de 1680 sobre la materia de fueros
lleva a suponer que las concesiones forales fueron, para las Indias, la excepción y no la regla.
Y es que:
A partir de 1680 la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias declara con carácter
general las leyes contenidas en ella, convirtiéndose así en un derecho general para todas las
Indias; si bien se especificaba que en caso de defecto de la Recopilación seguirían vigentes
aquellas reales cedulas y ordenanzas dadas a las reales audiencias que no fuesen contrarias a
las leyes contenidas en ella. Por consiguiente, a partir de dicha fecha estas disposiciones
dirigidas a las audiencias, no recopiladas, así como las emanadas de las autoridades indianas
que tenían reconocida potestad reglamentaria, pasaron a integrar el derecho indiano especial,
frente al derecho indiano general que lo constituye las disposiciones recogidas en la
Recopilación y las posteriores complementarias de ésta. Como bien explica Arcilla Bernal:
Aunque el derecho indiano tiene un carácter eminentemente legal, sería incorrecto no incluir
dentro de este concepto a la costumbre. Esta, lo mismo que en Castilla constituía una de las
fuentes del ordenamiento jurídico. Sin embargo, la legislación indiana es muy poco explícita a
la hora de hacer un tratamiento de la costumbre, siendo muy tangenciales y tardías -1628 y
1636- las disposiciones en las que se intentaba precisar las circunstancias en las que tiene
valor la costumbre en materia de concesiones de mercedes reales. Si la costumbre es secundum
legem, obviamente, apenas presenta problemas; y otro tanto podríamos decir de la costumbre
praeter legem, muy difundida, al parecer, en el ámbito del derecho local.
fuera de duda el reconocimiento de la vigencia de la costumbre en las Indias y, por tanto, debe
incorporarse o inclusive dentro del concepto genérico de derecho indiano. En cambio,
tratamiento muy distinto recibieron los derechos indígenas: esto es, los ordenamientos jurídicos
de la población originaria del llamado Nuevo Mundo que, dado su potencial demográfico, han
debido tener una importancia y un peso indiscutibles en la estructuración del orden jurídico-
político de la América hispano-colonial. De hecho, en 1542 las Leyes Nuevas dispusieron
expresamente que los oidores (los jueces de las reales audiencias) debían substanciar en lo
posible los pleitos promovidos por los aborígenes guardando sus usos y costumbres, siempre y
cuando no fueran claramente injustos. En los años inmediatamente subsiguientes se dictaron
disposiciones en las que se ordenaba que las autoridades provinciales y locales guardaran las
costumbres indígenas. A este respecto, la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias de
1680 se hizo eco de estas normas y ordenó que:
…las leyes y buenas costumbres que antiguamente tenían los indios para su buen gobierno y
policía, y sus usos y costumbres observadas y guardadas después que son cristianos, y no se
encuentran con nuestra sagrada religión, ni con las leyes de este libro, y las que han hecho y
ordenado de nuevo se guarden y ejecuten…
Sin embargo, hay que señalar que en la actualidad los estudios sobre los derechos indígenas,
no sólo anteriores a la presencia española en América, sino también las costumbres que se
conservaron durante la ocupación, son escasos y de resultados poco fiables, habida cuenta de
la escasez de fuentes para su estudio o por la defectuosa transmisión que de las costumbres
indígenas nos han legado los cronistas castellanos.
Junto a este nivel de conocimiento del derecho indiano que, de acuerdo a la terminología
de García Gallo podríamos denominar oficial, en las Indias se desarrolló también otro nivel de
conocimiento y de aplicación del derecho que podríamos calificar de vulgar. Es decir, el
derecho indiano vulgar comprensivo de un conjunto de soluciones jurídicas que se apartan
expresamente de las contempladas por el derecho oficial, independientemente de que se trate
de normas de carácter legal o de orden consuetudinario, para atender a situaciones de hecho
previamente reguladas por éste. Y es que:
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En todo caso, cualquiera que fuera su forma, pero en particular el derecho indiano
oficial, regulaba la estructura y atribuciones de las instituciones y sus funcionarios y empleados;
el comportamiento de las personas y sus relaciones entre sí y con los bienes muebles e
inmuebles; todo lo concerniente a la religión, el culto y su preservación de las herejías; el
tratamiento a la población indígena y sus relaciones con españoles y criollos; y lo relativo a las
llamadas “castas” o población de color, fuese libre o esclavizada. Dentro de esta regulación, se
entiende la aparición de normas para definir el alcance y atribuciones de la figura del corregidor
como funcionario y del corregimiento como institución. Entre esas normas tenemos la primera
legislación sistemática de dicha institución: los llamados Capítulos de Corregidores del año
1500. Veamos a continuación su caracterización como parte del derecho castellano, con
proyección en las Indias americanas.
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El oficio de corregidor existió en el reino de Castilla y León desde el siglo XIII, aunque
de manera intermitente, según las necesidades que se le plantearon a los monarcas castellanos
con relación a la coyuntura política que se daba en ciertas localidades del reino. Por ello no será
sino hasta el siglo XV, especialmente bajo el reinado de los Reyes Católicos (Isabel I de
Castilla-León y Fernando II de Aragón-Cataluña y V de Castilla-León, 1469-1517), cuando
adquiera unas características institucionales más definidas. El corregidor, nombrado por el
monarca, se convirtió a partir de entonces en una pieza clave para satisfacer la aspiración
monárquica de intervenir más firmemente en la vida de las poblaciones, restando
paulatinamente autonomía a los municipios e incrementando la presencia de la autoridad real
en ellos.
De esta forma dentro del ayuntamiento, cabildo o concejo, órgano por excelencia del
gobierno municipal, la figura del corregidor fue –en tanto representante directo de la autoridad
real- la más importante de entre todos los oficiales o funcionarios que lo componían. Los Reyes
Católicos apostaron firmemente por extender este oficio a todas las ciudades castellanas, en
particular a las que tenían representación en las Cortes, y por dotarle de mayores poderes que
les permitiera restablecer el orden político que se había perdido en el reinado de Enrique IV de
Trastámara (1425-1474, rey entre 1454 y 1474) con motivo de algunas disensiones ocurridas
con la nobleza y la disputa por la sucesión entre su hija Juana y su hermana Isabel. Por ello, se
vieron en la necesidad de regular jurídicamente dicho oficio de una manera más clara y precisa,
y este es el origen de los llamados Capítulos de Corregidores.
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único bajo la signatura 118-7-22. El ejemplar está impreso en letra gótica o de Tortis y consta
de ocho folios, o diez y seis páginas, incluida la portada. En esta se encuentra el escudo de los
Reyes Católicos encuadrado en un marco con cardina gótica, y bajo él, en seis renglones, el
extenso título antes mencionado. Su estado de conservación no es el óptimo, dado los deterioros
causados por la polilla.
En cuanto a su contenido general, los capítulos son ochenta. De ellos, los primeros
cincuenta y seis se refieren a los corregidores y sus oficiales; los veinte y tres siguientes regulan
las atribuciones y tareas que debían cumplir los jueces de residencia y lo que debía guardar los
oficiales que se sometían a juicio de residencia. El último capítulo ordena que los individuos
que sean nombrados como gobernadores, asistentes y corregidores juren la puntual observancia
de los Capítulos bien ante el Consejo Real, o bien ante el respectivo ayuntamiento o cabildo.
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realizó, según lo ordenado en el Capítulo 56. Mientras que el Capítulo 55 prescribía que en el
acto de toma de posesión se debían leer los Capítulos a fin de renovar su recuerdo, además de
copiarse al pie del auto de recibimiento del funcionario. El Capítulo 1 también contempla como
parte del juramento que todos los funcionarios a que va dirigida la Ordenanza manifiesten de
viva voz “…usar bien y fielmente sus oficios, guardando el Real Servicio, el bien común de la
tierra, el derecho de las partes y la obediencia de los preceptos”.
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que se produjera una sentencia firme. Simultáneamente, el Capítulo 7 les prohibía participar de
los derechos que correspondían a los escribanos, al tiempo que el Capítulo 15 ordenaba que no
debían cobrar derechos por el seguimiento de las causas de homicidios, a menos que el
encausado fuera condenado a muerte. Mientras que el Capítulo 12 ordenaba que tampoco
podían participar de las setenas, pues esto derechos eran exclusivamente para la Real Cámara,
aunque hubiere costumbre en contrario.
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Isabel la Católica fue la primera persona que se preocupó por los derechos de los indios:
determinó que seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con
anterioridad a la llegada de los españoles y en el año 1500, dictó un decreto prohibiendo la
esclavitud.
En ese momento la esclavitud era una realidad normalmente admitida y, según algunos
autores, se calcula que en España había entonces unos 100.000 esclavos.
Mediante esta Cédula Real de 20 de junio de 1500, la reina Isabel ordenó poner en libertad a
todos los indios vendidos hasta ese momento en España y decretó su regreso a América en la
flota de Bobadilla, quien apresó y juzgó, por encargo de los reyes, a Cristóbal Colón, para
seguidamente trasladarlo con grilletes a España.
Puede afirmarse que la esclavitud fue abolida en España por la citada cédula
permitiéndose su existencia sólo en tres supuestos: antropofagia (1503), prisioneros de guerra
(1504) y venta por parte de otras tribus que ya los tuvieran como tales (1506), todo ello sin
perjuicio de la abolición formal operada por la Ley de 13 de febrero de 1880.
La última voluntad que la Reina Isabel la Católica dirigió a sus súbditos en su testamento
(1504) fue: “… y no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas
Islas, y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes,
mas manden, que sean bien y justamente tratados, y si algunos agravios han recibido, lo
remedien y provean de manera, que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas
de la dicha concesión nos es mandado…”.
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Luego de esto se dieron las primeras leyes de la corona hispana, llamada Leyes de
Burgos, sancionada el 27 de diciembre de 1512, de la cual surge como preocupación de las
Corona por el constante maltrato a los indígenas, de acuerdo a los informes de los padres
dominicos. Las Leyes de Burgos fue aplicada a todas las Indias, el Nuevo Mundo o a las
Américas, aboliendo la esclavitud indígena y organizando su conquista.
Dichas Leyes fueron consecuencia política y jurídica del sermón pronunciado por Fray
Antonio de Montesinos en la isla de Santo Domingo, el cuarto domingo de Adviento de 1511,
y en el cual se planteaba la cuestión ética de la conquista, de la condición humana de los
indígenas y su sentido de libertad intrínseco a dicha condición. Fue esta la primera vez que la
Corona convocó a teólogos y juristas para que le aconsejaran sobre el problema del Nuevo
Mundo.
Constaban de 35 artículos y como resumen, sobre los indios decían: Los indios son
libres y deben ser tratados como tales, según ordenan los Reyes. Han de ser instruidos en la fe,
como mandan las bulas pontificias. Tienen obligación de trabajar, sin que ello estorbe a su
educación en la fe, y de modo que sea de provecho para ellos y para la república. El trabajo
debe ser conforme a su constitución, de modo que lo puedan soportar, y ha de ir acompañado
de sus horas de distracción y de descanso. Han de tener casas y haciendas propias, y deben tener
tiempo para dedicarlas a su cultivo y mantenimiento. Han de tener contacto y comunicación
con los cristianos y deben de recibir un salario justo por su trabajo.
La tradición medieval priorizaba la evangelización del indio, pero ese bien superior no
impedía otros posibles males. Teniendo el Rey de España justos títulos de dominio sobre el
continente americano y el indio naturaleza jurídica de hombre libre con todos los derechos de
propiedad, no podía ser explotado, pero como súbdito debía trabajar a favor de la corona, a
través de los españoles allí asentados. Para lo que fueron creadas dos instituciones indianas: el
requerimiento y la encomienda.
varios indios como servidores. Esta normativa altamente protectora de los indios, fue
parcialmente incumplida en su aplicación en América, registrándose muchos casos de
reclamaciones y protestas.
En 1518 una ley estableció ya «que sólo podrán ser encomendados aquellos indios que
no tengan recursos suficientes para ganarse la vida, así como que en el momento en que fuesen
capaces de valerse por sí mismos habrían de cesar» en este régimen.
Pero dado que, pese a las limitaciones fijadas desde España, en muchas ocasiones se recurría a
las armas sin que hiciese falta, una Real Orden de 1526 impuso en todas las expediciones
militares la compañía de sacerdotes con el fin de poner fin a los abusos.
La Real Cédula del Emperador del 27 de noviembre de 1543, ordenaba a los virreyes,
Audiencias y gobernadores que usaran de suavidad y paz para reducir a la obediencia a los
indios sublevados,” sin guerra, robos, ni muertes… y si fuere necesario otorgarles algunas
libertades o franquezas de toda especie de tributos, lo puedan hacer y hagan”.
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Aunque inicialmente Felipe II se dejó presionar por los colonos del Caribe haciendo
concesiones especiales para Puerto Rico y La Española, poco más tarde dejó clara su repulsa
hacia la esclavitud, prohibiéndola una vez más, e incluso haciendo extensiva dicha prohibición
a la incipiente importación de esclavos negros.
•Libro 1: Refiere a los asuntos religiosos, tales como el regio patronato, la organización de la
Iglesia, la cultura y la enseñanza.
•Libro 2: Trata la estructura del gobierno indiano con especial referencia a las funciones y
competencia del Consejo de Indias y las audiencias.
•Libro 5: Legisla sobre diversos aspectos del derecho público, jurisdicción, funciones,
competencia y atribuciones de los alcaldes, corregidores y demás funcionarios menores.
•Libro 7: Resume los aspectos vinculados con la acción policial y de la moralidad pública.
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•Libro 9: Refiere a la organización comercial indiana y a los medios de regularla, con especial
referencia a la Casa de Contratación.
Para finalizar y aunque no entra directamente en la materia de la que trata esta entrada,
las consecuencias en la forma de conquista fueron significativas en relación con otros países
europeos. Por ello cito al historiador Juan Sánchez Galera que hace una comparación con el
modelo de colonización anglosajón:
Por su parte, los colonos anglosajones formaron comunidades donde regía una especie
de apartheid que separaba a británicos de indígenas. «No crearon nada, simplemente aniquilaron
a los indios y sus culturas, para más tarde reocupar sus territorios, a los cuales trasladaron sus
formas europeas de vida.
Si los españoles conquistaban para expandir su cultura y su fe, los ingleses lo hacían,
sobre todo, por motivos puramente mercantiles “.
«Para los colonos protestantes los indios no eran unas almas esperando recibir la fe, sino
unos ingratos pecadores que no habían sabido rentabilizar las tierras y talentos que Dios les
había dado. Así, Dios, dolorido por tan ingrata actitud, había decidido re adjudicarlas a sus
fieles hijos anglosajones»
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Bibliografía
1. Antología documental de Venezuela: 1492-1900 (1971). Compilación Santos Rondulfo Cortés. Caracas –
2. Las formas de gobierno en la historia del pensamiento político (1965). Selección de textos. Juan Carlos Rey. Vol.
3. López Guedez, Horacio (1976). La formación histórica del derecho indiano. Mérida – Venezuela. Ediciones de la
ULA.
4. Mañongo24 - http://servicio.bc.uc.edu.ve/postgrado/manongo24/24-7.pdf
https://www.researchgate.net/publication/318716650_El_derecho_indiano_concepto_clasificacion_y_caracteristica
https://es.wikipedia.org/wiki/Leyes_de_Indias
7. https://www.abc.es/sociedad/20130303/abci-leyes-indias-derechos-humanos-201303012122.html
8. Las Leyes de Burgos de 1512 y la doctrina jurídica de la conquista. Rafael Sanchez Domingo, de:
http://usuaris.tinet.cat/fqi_sp02/cogno_sp.htm
9. https://es.wikipedia.org/wiki/Leyes_de_Burgos
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