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FACULTAD DE TEOLOGÍA DEL URUGUAY

“MONS. MARIANO SOLER”

ECLESIOLOGÍA

TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO


Estudiante: Cristhian BENÍTEZ Docente: Pbro. Dr. Valentín GOLDIE

El Vaticano II presenta varias formas de concebir a la Iglesia en relación con las


personas de la Trinidad: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo.
Mi enfoque será relativo a esta última mirada.
Cuando hablamos de templo podríamos caer en el error de confundirlo con el
edificio frío y vacío de muchos lugares del mundo cuando en realidad es el lugar de la
presencia activa de Dios en el mundo. Y con la expresión del Espíritu Santo no dejamos
fuera a las otras personas de la Santísima Trinidad, sino que justamente nos demuestra
la misión del Espíritu Santo, que es hacer presente a la Trinidad hasta hoy en la Iglesia.
Cuando se hace un planteamiento sobre el rostro polifacético de la Iglesia, lo
primero que llama la atención es la pluralidad de la mirada estructural. Esta nueva
mirada nos hace afirmar nuestra fe en que «la Iglesia ha sido instituida por Dios mismo
como una comunidad que, por su finalidad y esencia, está destinada a los hombres de
toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap. 5,9; 7,9; 14,6)»1.
La Iglesia ha nacido, mediante el soplo del Espíritu Santo, ha llevado a las
comunidades a fortalecerse en la fe en Jesucristo, cuyo testimonio ha inspirado a
muchos a seguir uniéndose para formar parte de las experiencias comunitarias que
posteriormente serán las iglesias de cada lugar.
Cuanto más fue institucionalizándose la Iglesia, necesitaba más consistencia, lo
que llevó a un Cristocentrismo haciendo a un lado la realidad de la presencia del
Espíritu que ha sido enviado por Jesús para asistir a los apóstoles: «yo le pediré a Dios,
el Padre, que les envíe al Espíritu Santo, para que siempre los ayude y siempre esté con
ustedes» (Jn 14, 16). Esto ha llevado a no darse cuenta que, tanto en el Hijo como en el
Espíritu Santo, hay una complementariedad que viene a ser la misión encomendada por
el Padre.
Eloy Bueno de la Fuente en su manual de Eclesiología afirma:

1
J. AUER, La Iglesia v. III, Barcelona, AÑO, 83.
El Espíritu Santo siempre ha sido considerado como el alma de la Iglesia, pero
su acción parecía limitarse a la santificación personal de los fieles y a garantizar
la validez de los actos sacramentales y de las intervenciones doctrinales del
Magisterio. Es por eso que en un momento dado se llegaba a denunciar que el
Espíritu había sido convertido en un funcionario de la Iglesia2.

Pero al correr del tiempo se fueron encontrando fundamentos claros para decir
que la Iglesia entendida como lugar privilegiado donde sucede el encuentro de Dios con
la comunidad, es el lugar animado por el Espíritu Santo porque, como dice en el
evangelio según san Mateo: «donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos» (Mt 18,20).
La Iglesia, que es el misterio mismo de Cristo, divina y humana, en donde actúa
el Espíritu que la mantiene fiel, sin dejar de ser una realidad humana y próxima, está en
medio de los tiempos y se mantiene fiel a los orígenes por la fuerza del Espíritu que la
anima3.
Esta Iglesia, animada por el mismo Espíritu, que es comunidad con el Padre y el
Hijo, convoca a la comunidad entera a hacerse parte de ella siendo hermanados en una
misma fe4.
San Agustín, en uno de sus sermones hablaba justamente de la importancia del
Espíritu Santo para la Iglesia, que se va haciendo una comunidad de creyentes: «Lo que
nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es el
Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia»5.
El papa Francisco en una de sus catequesis habla claramente de la edificación de
ese templo centrado en Cristo y asistido por el Espíritu Santo, cuyas piedras vivas
somos cada uno: «Cristo es el Templo viviente del Padre, y Cristo mismo edifica su
“casa espiritual”, la Iglesia, hecha no con piedras materiales, sino con “piedras vivas”
que somos nosotros»6.
La imagen utilizada por el papa Francisco ayuda a mirar a la Iglesia como
comunidad de personas relacionadas entre sí para un bien mayor:

2
Cf. E. BUENO, Eclesiología, Madrid, 1998, 60.
3
Cf. Tres imágenes bíblicas de la Iglesia [en linea], <http://composi.info/eclesiologa.html?page=2>
[consulta: agosto 2018].
4
Cf. E. BUENO, Eclesiología, 61.
5
AGUSTÍN, Sermón 268, 2 ([en línea], <https://www.augustinus.it/spagnolo/discorsi/discorso_379_testo
.htm> [consulta: agosto 2018]).
6
FRANCISCO, Audiencia General «La Iglesia, Templo del Espíritu Santo» 26 jun. 2013 [en linea]
<https://www.revistaecclesia.com/la-iglesia-templo-del-espiritu-santo-catequesis-del-papa-francisco/>
[consulta: agosto 2018].
El Templo somos nosotros, la Iglesia, vivos, nosotros somos Iglesia, somos el
Templo vivo, y cuando estamos juntos está el Espíritu Santo que nos ayuda a
crecer como Iglesia. No estamos aislados, somos el pueblo de Dios, y ésta es la
Iglesia: Pueblo de Dios7.

Ciertamente la Iglesia está constituida por un abanico de realidades, lo cual es la


mayor riqueza, donde uniendo las variedades se edifica un templo espiritual, donde no
ofrecemos sacrificios materiales, sino a nosotros mismos, nuestra vida. La Iglesia no es
una trama de cosas e intereses, sino que es el templo del Espíritu Santo, el Templo
donde Dios obra, el templo en el que cada uno de nosotros con el don del Bautismo es
piedra viva. Esto nos dice que nadie es inútil en la Iglesia8.
La lógica de este razonamiento está en que la santidad, de la que es fuente el
Espíritu Santo, es la compañía perfecta de la Iglesia y de sus miembros en cuanto dure
nuestra peregrinación hasta llegar a las moradas eternas9.
De esta manera podríamos decir que el Espíritu Santo no está disperso
difusamente por la tierra, sino que se da a conocer en la constitución histórica de la
Iglesia. Por esta razón, no puede dejar de ser considerado también el mundo como lugar
donde se juega la relación Espíritu-Iglesia. Sin embargo, esta apertura universal siempre
está circunscripta por un elemento determinante, que es la participación de los hombres
en el Espíritu10.
La Iglesia como realidad continente, actuada por el Espíritu, es un don del Padre
en Cristo que se encuentra profundamente entroncada en el misterio trinitario. La Iglesia
es verdadera receptora de este regalo divino11.
San Pablo cuestionaba a los corintios: «¿No saben que son templo de Dios y que
el espíritu de Dios habita en ustedes?» (1 Cor 3,16). Con esto no cabe duda nuestra
condición de templo del Espíritu Santo que somos cada uno y todos sus fieles en
totalidad.
Jesús Sastre, hablando de la Iglesia como Templo del Espíritu Santo afirma:

La acción del Espíritu Santo que recibimos todos los bautizados nos hace a
todos iguales en lo fundamental (Gál 3, 27-28), pero con ministerios, carismas y

7
Cf. FRANCISCO, La Iglesia, Templo del Espíritu Santo.
8
Cf. Ibid.
9
Cf. JUAN PABLO II, Audiencia General «El Espíritu Santo, fuente de la santidad de la Iglesia» 12 dic.
1990 [en linea], <https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1990/documents/hf_jp-
ii_aud_19901212.html> [consulta: agosto 2018].
10
Cf. Ibid.
11
Cf. A. NICOLA, La dimensión pneumatológica de la Iglesia según Ireneo de Lyon, en Teología y Vida
(2013) [en línea] <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32227009001> [consulta: agosto 2018]
servicios distintos (1 Cor 12, 4-7), corresponsables de la vida y misión de la
comunidad y necesitados los unos de los otros12.

Concluyo con la última frase del numeral 17 de la Lumen Gentium que sintetiza todo lo
expuesto: «la Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se integre en el Pueblo de
Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu Santo»13.

12
J. SASTRE, Templo del Espíritu Santo, en Diccionario de Eclesiología [en linea]
<http://www.mercaba.org/Pastoral/T/templo_del_espiritu_santo.htm> [consulta: agosto 2018]
13
LG 17

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