Integrar un equipo de Dirección desde hace tantos años, me ha llevado
permanentemente a pensar ¿cuál es la forma en que se puede desempeñar nuestra tarea y la de mis pares y superiores? A veces intento el ejercicio de “poner en papel”, algunas reflexiones que van dando vueltas en mi cabeza; acá trataré de reflejar algunas, que tienen relación con esta temática. Las tareas de responsabilidad demandan a quienes las ejercemos, tener un pleno conocimiento de lo que implican en cuanto a: qué, cómo, cuándo, por qué y para qué, las hacemos. En los tiempos actuales, con los enormes cambios que se suceden de forma vertiginosa -también- en las formas como se gestan los vínculos interpersonales, hace que la dirección –tanto de un centro docente, parroquia u obra social- sea una tarea que requiere de: mucha apertura, comprensión, disponibilidad, trabajo en equipo y liderazgo. Si como responsables de la dirección de un centro docente, no gestamos relaciones interpersonales saludables, seguramente la forma de dirección que ejerzamos, no sea de “servicio”, sino de poder y peligrosamente autoritaria; con lo cual es factible que nos corramos o nos corran hacia el lugar del “temor-terror”. Entonces me pregunto: será desde allí, desde donde nos ¿”respetarán”?, o más probablemente, nos ¿rechazarán?. Y si esto ocurre ¿cómo lideraremos la gestión? Desempeñar la Dirección –ya sea por períodos cortos o prolongados-, exige interrogarnos constantemente, sobre la modalidad conque lo hacemos; máxime, cuando se trata de instituciones -como las educativas- donde el vínculo, siempre es para con otras muchas personas (y no, con cosas). Ejercer la Dirección como “autoridad y poder”, probablemente, generará que: nos aislemos, nos deje creídos de ser –siempre- dueños y portadores de la verdad, nos aleje -en vez de acercarnos- de las personas a quienes se la ejercemos, nos dificulte el diálogo y la búsqueda de aquello que podría ser lo mejor para el colectivo que orientamos y nos torne poco humildes y por el contrario muy soberbios. Arrogarnos la certeza de poseer todas las respuestas y verdades, por el sólo hecho de desempeñar tal cargo, nos predispone muy mal, a la hora del trabajo en equipo y la búsqueda conjunta de las mejores respuestas. En cambio, ejercer la Dirección como servicio, no es sinónimo de rehuir las responsabilidades y los controles a que la misma está sujeta; al contrario, rendir cuentas y estar sujeto a supervisión y control, es la garantía que quienes ocupamos esos roles debemos exigir. Desde esta concepción como servicio, que no está exento de errores -desde que somos y poseemos virtudes y defectos como todos los mortales humanos- entiendo que es posible construir un mejor trabajo colectivo, en equipo, donde la reflexión, revisión y evaluación sobre nuestras prácticas y la proyección de las mismas, se imponen permanentemente necesarias. Es más, seguramente que el trabajo en equipo, de forma complementaria, intercambiando pareceres, respetando la cultura de cada lugar y reconociendo la historia local y del colectivo mayor al que se pertenece, redundará en una más eficaz gestión de la tarea a la cual fuimos llamados. Para seguir pensando, complementando y mejorando; y revisándonos.