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La Arquitectura no es la solución

Por Juan Manuel Del Castillo *

Teleféricos, escaleras mecánicas, jardines sociales, parques-bibliotecas…, elementos de una charada


arquitectónica con respuesta única, que resuena casi como una cacofonía en el espectro de la ciudad
latinoamericana: Medellín.

Convertida en un modelo de desarrollo urbano largamente promocionado en importantes medios


internacionales, que no se cansan de exaltar la mejora en la calidad de vida de sus habitantes más pobres
gracias al rol de sus infraestructuras, ha sido incluso sede del último Foro Urbano Mundial 7, el cual ha
servido, entre otros propósitos, para resaltar las bondades de su llamado ‘urbanismo social’.

Sin embargo, al analizar este fenómeno, los estudios más recientes nos hablan de una realidad bastante
distinta a la que se nos muestra. En Medellín, los ricos están muy lejos de los pobres, y el 10% más rico
tiene 50,7 veces el ingreso del 10% más pobre (Angulo, 2014), convirtiéndola en la ciudad con mayor índice
de desigualdad de Colombia, además de poseer altos índices de desempleo y violencia urbana (ONU-
Habitat, 2014). Tendencia que se ve reforzada con el último Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad,
que plantea simples estrategias de espacios arbolados para definir la periferia urbana, a sabiendas de que
estos servirán de poco para contener la especulación inmobiliaria tanto en laderas como en suelo agrícola.
Siendo una ciudad que ha congelado su coeficiente Gini (que mide la inequidad en los últimos años) debido
—sobre todo— a las grandes inversiones inmobiliarias que no permitieron que baje, ¿podemos entonces
hablar de un urbanismo social y psicopedagógico o estamos ante un modelo regido por el mercado, que
busca volver invisibles los problemas estructurales a través de una escenografía urbana cuidadosamente
armada?

No nos debe parecer extraño que en este modelo de ciudad, la lógica de acumulación de capital intrínseca
de la globalización suponga una serie de continuas pero bruscas transformaciones de las relaciones
espaciales, características de la geografía histórica de la era burguesa (desde vías férreas hasta autopistas,
pasando por los viajes aéreos y el ciberespacio). Es así que los estratos privilegiados velan por mantener
la desigualdad y la miseria en los estratos trabajadores (76,3% de la población de Medellín pertenece a los
tres estratos más bajos) para seguir contando con la base que provee aquella acumulación de capital; pero,
al mismo tiempo, desaceleran la inminente crisis, a través de inversiones a largo plazo en
infraestructura (Harvey, 2000). La constante producción, por parte de una élite, de inclusiones menores
para no realizar la gran inclusión general y el carácter contradictorio de este proceso se muestran en todo
su esplendor.

Asistimos, entonces, a la producción de una fachada arquitectónica de gran magnitud que, muchas veces,
se nos pretende vender como modelo de desarrollo urbano eficaz para la ciudad latinoamericana. En
nuestro contexto, esta misma lógica de desarrollo insostenible —que tiene como pilar a la infraestructura y
justificada por rollos participativos—, está siendo agresivamente promovida desde varias organizaciones
privadas y públicas, a través de diferentes programas urbanos para intervenir en las periferias de Lima.

Sin embargo, se colige fácilmente que estrategias que no ataquen la base del problema, sin asidero
institucional en el tiempo, por más bien intencionadas que estas puedan parecer, no aportarán ningún tipo
de cambio estructural en la calidad de vida de los habitantes de estas zonas de riesgo, y solo actuarán
como simples placebos de una realidad que les seguirá siendo adversa.

Y es que los problemas de las ciudades del Perú van mucho más allá de lo que los arquitectos puedan
plantear como soluciones. La prueba es que Lima, la mayor de estas ciudades, se ha construido
prácticamente prescindiendo de estas. La definición de los bordes de la capital es un tema crucial, ante el
cual no se pueden plantear soluciones partiendo desde la infraestructura al mejor estilo belaundista. La
inversión en espacio o equipamiento público por sí sola (en clave paisa) no garantiza la mitigación de riesgos
o la lucha contra la pobreza, por más que se copie hasta la misma terminología. Este es un tema transversal,
interdisciplinario y de escala mayor que implica directamente políticas nacionales de reforma del agro para
dar valor a las tierras de cultivo y contener la mancha urbana en el caso de los valles; y de reasentamiento
para población en riesgo, en el caso de las laderas.

En el primer caso, la transferencia tecnológica, tecnificación del riego, eliminación de intermediarios,


conexión a mercados internos y externos, incentivos económicos y créditos para el campesinado son
caminos claros para agregar valor a los valles agrícolas y evitar que la especulación inmobiliaria termine de
devorarlos. En el segundo, las negociaciones para el reasentamiento, la ubicación-gestión de nuevos
terrenos en el área urbana y el control de las áreas evacuadas son condiciones necesarias para que
cualquier política de vivienda e infraestructura pública pueda existir.

“Hay que cuidarse de que las buenas intenciones perpetúen


condiciones de precariedad o embellezcan la pobreza para la
foto de revista al estilo Medellín, ya que eso representaría la
formalización y continuidad de políticas de desigualdad en el
ámbito urbano. Consolidar la pobreza no incomoda a nadie. ¿O
acaso a las élites de nuestra sociedad les incomoda que las
barriadas se queden donde están, allí donde son invisibles a la
Lima de Caretas o Cosas?”

El tema auto-gestionario resulta interesante en un contexto como el de los años 70 u 80, cuando las
invasiones desbordaban toda capacidad estatal de respuesta ante la realidad. No obstante, en la Lima de
hoy, donde la avalancha de migraciones del pasado se sigue reduciendo notablemente (una tasa de
crecimiento poblacional de 2.1% en el último periodo intercensal y aún en caída), las luchas son otras; y
pasan, además, por fortalecer la institucionalidad de un país que hoy más que nunca puede y debe dar
respuesta a las necesidades de sus habitantes. Los 800 millones de soles destinados a la Ley Nº29869 de
reasentamiento de poblaciones para las zonas de muy alto riesgo no mitigable son solo una prueba de ello.

Esto no significa, de ninguna manera, que no deba hacerse nada hasta que todo sea perfecto. Por el
contrario, el ‘hacer’ en diferentes frentes y escalas, a manera del ‘arquitecto insurgente’, propuesto por
Harvey, es la única forma de lograr cambios reales y estructurales. Hay que estar allí donde no llega la
arquitectura formal, subir laderas, entender las necesidades de sus pobladores, empolvarse las botas,
empujar el carro de a pocos y sin perder los objetivos. Pero, también hay que cuidarse de que las buenas
intenciones perpetúen condiciones de precariedad o embellezcan la pobreza para la foto de revista al estilo
Medellín, ya que eso representaría la formalización y continuidad de políticas de desigualdad en el ámbito
urbano. Consolidar la pobreza no incomoda a nadie. ¿O acaso a las élites de nuestra sociedad les incomoda
que las barriadas se queden donde están, allí donde son invisibles a la Lima de Caretas o Cosas?

Donde la acumulación de miseria se hace una condición necesaria para la acumulación de capital, es obvio
que la arquitectura no es la solución. No hay que perder el objetivo principal, hay que atacar el olvido con
respuestas que generen empleo, educación, salud, alternativas reales de desarrollo. De esta forma, la
arquitectura acompañará el proceso como consecuencia lógica y como elección.

La solución no está en tener barriadas pintorescas con plazas de colorcitos, escaleras solidarias enclenques
o vías que solo servirán para recoger a las miles de víctimas en caso de desastres naturales. La solución
está en que no haya la necesidad de que esas barriadas existan.

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Referencias:

Angulo, R. (21 de Abril de 2014). Desigualdad en las ciudades de Colombia: ¿cómo vamos? Obtenido de Razón Pública.
Harvey, D. (2000). Spaces of Hope. Edinburgh: Edinburgh University Press.
INEI. (1993 y 2007). Censos Nacionales de Población y Vivienda . Lima: INEI.
Lugo, H. (2014). ¿Espacio para la especulación urbanística o para la vida? Desde abajo.
ONU-Habitat. (2014). Construcción de ciudades más equitativas: Políticas públicas para la inclusión en América Latina. Bogotá: ONU

(*) MA in Architecture & Urbanism, University of Manchester. Arquitecto PUCP. Planificador urbano y docente universitario. Su trabajo
explora el campo de las Mega-Regiones, Futuros Urbanos y Ecología Política. Es Co-autor del libro "Memoria territorial y patrimonial: Artes
y fronteras". Blog: catarqsisurbana.blogspot.com; Twitter: @juanmadelc

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