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Abril 2017
INDICE
1. Presentación
5. Conclusiones
6. Bibliografía
2
1.- PRESENTACIÓN
Esta investigación tiene por objeto indagar de qué manera se ha ido tomando
conciencia en el discurso público y cuál ha sido y es la acción del Estado peruano
respecto a las industrias culturales, así como los efectos prácticos, tanto legales
como económicos y políticos, que ello ha tenido sobre los sectores específicos.
Para tal efecto abordamos en primer lugar el origen y desarrollo del concepto a nivel
internacional, lo que abarca, así como los otros términos y usos cercanos o alternos
planteados en estos años para definir, englobar y estudiar las industrias culturales.
En segundo lugar nuestra preocupación estará centrada en los alcances y evolución
de las políticas culturales en el Perú, y desde cuándo, y cómo se incluyó a la
Industria Cultural dentro de las mismas. En una investigación posterior tomaremos
el caso de la cinematografía peruana como ejemplo ilustrativo de los alcances y
limitaciones de las políticas públicas relacionadas a las industrias culturales en el
país, comparándola con lo que en el mismo campo se plantea en otros países de la
región y el mundo.
3
al tema, y la propia experiencia personal del autor, luego de ser Director General de
Industrias Culturales y Artes del Ministerio de Cultura (2011-2012).
ANTECEDENTES
4
la noción de lo ‘artístico’, entendido como un adjetivo aplicable a los productos
icónicos considerados de ‘mayor calidad’”1
La sociedad griega es una de las primeras que empieza a reflexionar sobre el arte
y la estética, su concepto y función, sentando las bases de la llamada cultura
occidental. Platón, por ejemplo, hablaba que el arte era la capacidad de hacer cosas
por medio de la inteligencia y la sensibilidad, y por tanto “no era un trabajo racional”:
Para Aristóteles, en cambio, si bien el arte estaba basado en la destreza y la
inspiración, con el objeto de imitar a la naturaleza (la “mimesis”) respondía a la
capacidad humana para “producir cosas de un modo racional”, y Quintiliano lo
definió como una actividad “basada en un método y un orden”. Racional o no, el arte
comienza a diferenciarse de otras expresiones humanas “el arte no es ya un medio
para un fin; es fin y objetivo en sí mismo. En el principio cada forma espiritual se
agota en su utilidad práctica; pero las formas del espíritu tienen la capacidad y la
tendencia a liberarse de su destino primitivo y a independizarse, esto es, a volverse
desinteresadas y autónomas. Tan pronto como se siente seguro y libre de los
cuidados inmediatos de la vida, el hombre comienza a jugar con los recursos
espirituales que él mismo se creó como armas e instrumentos cuando se hallaba
agobiado por la necesidad. Comienza a preguntarse por las causas, a buscar
explicaciones, a escrutar relaciones que poco o nada tienen que ver con la lucha
por la existencia. Del conocimiento práctico nace la investigación desinteresada; los
medios para dominar la naturaleza se convierten en métodos para descubrir una
verdad abstracta. Y, así, también el arte, que era sólo un elemento de magia y de
culto, un instrumento de propaganda y de panegírico, un medio para influir sobre los
dioses, los demonios y los hombres, se vuelve forma pura, autónoma,
‘desinteresada’, arte por el arte y por la belleza”2
1Ramírez, Juan Antonio. Medios de masas e historia del arte. Madrid, 1981. Págs. 19-20.
2
Hauser, Arnold. Historia Social de la Literatura y el Arte (Tomo I) Barcelona, 1985. Págs. 102-
103
5
convierte en otro factor de diferenciación social, pues son los que ostentan las
diversas formas de poder quienes se apropian y determinan lo que puede ser
considerado como tal, relegando el valor de lo “otro”, lo utilitario o ligado a las
manifestaciones tradicionales de consumo popular. En el medioevo, el arte oficial
se consagra al poder religioso, que resulta el albacea, control y a la vez impulsor de
sus más relevantes expresiones.
3
Hauser, Arnold. Op. Cit. Pág. 387.
6
El desarrollo del capitalismo en Europa vino aparejado con la revolución industrial,
el avance de la ciencia y la tecnología, y la concentración y crecimiento de las
ciudades y mercados, lo que permitió la formación de una vasta ciudadanía,
compleja y plural, integrada por profesionales, comerciantes, funcionarios,
artesanos y trabajadores de diversa índole. En ese mismo proceso se van
constituyendo los primeros estados-nación, entendiendo esta última como “una
comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”.4 Y para
reforzar el sentido de pertenencia y cohesión en esta comunidad, el fomento de la
educación universal y gratuita cumplirá un rol fundamental, permitiendo con ello la
ampliación de nuevos públicos para los nacientes productos culturales, antes
circunscritos a la élite con recursos, poder y educada. Como señala Anderson, el
libro fue uno de los primeros productos industriales producidos en masa, al estilo
moderno,5 editados para el consumo, y que para poder sostenerse y expandirse,
requería de lectores. Pero el verdadero producto masivo fue el periódico, su
sucedáneo de menor costo y facilidad de lectura, “vendido en escala colosal pero
de popularidad efímera”.6 En su estudio sobre los orígenes de la cultura masiva,
Martín Barbero identifica en el folletín, publicación seriada de rocambolescas
historias de ficción, que acompañaba a la prensa europea en el siglo XIX, y de gran
éxito popular, como una de las primeras manifestaciones de una nueva y vigorosa
cultura de masas. “Una cultura que en vez de ser el lugar donde se marcan las
diferencias sociales pasa a ser el lugar donde esas diferencias se encubren, son
negadas.”7
4
Anderson. Benedict. Comunidades imaginadas. Buenos Aires 2000. Pág. 23
5 Anderson. Benedict. Óp. Cit. Pág. 59
6 Anderson. Benedict. Óp. Cit. Pág. 60
7 Martín Barbero Jesús. De los medios a las mediaciones. Santafé de Bogotá, 1988. Pág. 164
7
económicos y sociales de la era capitalista, la cultura de masas en gran parte del
orbe al culminarse el siglo, y durante el siguiente, que tuvo a la televisión como el
más poderoso y conocido medio masivo. La importancia e innegable influencia que
estos nuevos medios adquirieron en lo político, económico, social y las costumbres
de las sociedades modernas, motivó el interés por este fenómeno desde la reflexión
filosófica y las ciencias sociales, apareciendo después de la Segunda Guerra
Mundial, en Estados Unidos y Europa, las propuestas e investigaciones iniciales de
lo que después se conocerá como las “teorías de la comunicación”.
LA CULTURA
8
Años después Fitche en “Los Discursos a la nación Alemana” lo relaciona con la
pertenencia a una comunidad nacional. El vocablo alemán kultur se refiere más al
conjunto de atributos que particularizan a una comunidad, como producto del paso
del tiempo o como formación histórica que deviene en espíritu nacional o Volkgeist
8
Vargas Llosa, Mario. La civilización del espectáculo. Lima, 2012. Pág. 66
9
a Bourdieu, plantea que la diferencia entre ambas es “que la sociedad está
estructurada con dos tipos de relaciones: las de fuerza, correspondiente al valor de
uso y de cambio, y, dentro de ellas, entretejidas con estas relaciones de fuerza, hay
relaciones de sentido, que organizan la vida social, las relaciones de significación.
El mundo de las significaciones, del sentido, constituye la cultura”. Concluyendo con
esta definición operativa: “la cultura abarca el conjunto de los procesos sociales de
significación, o de un modo más complejo, la cultura abarca el conjunto de procesos
sociales de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social”.9
9
García Canclini. Néstor. Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad.
Barcelona, 2004. Pág. 34.
10
Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas. Barcelona, 2003. Pág. 20
11
Santillán Güermes, Ricardo. Hacia un concepto operativo de Cultura. En Moreno Oscar
(coordinador). Artes e Industrias Culturales. Buenos Aires 2010. Pág. 46.
10
Enmarcado en la era de la globalización, y de la creciente integración de la cultura
con la economía que se vive en los últimos años, George Yúdice considera en “El
recurso de la cultura” (2002), que se ha dado un proceso de creciente
instrumentalización de la cultura y surgimiento de una nueva división internacional
del trabajo cultural. “También afirma que la circulación global yuxtapone la diferencia
local a la administración y la inversión trasnacionales, reservando para las empresas
trasnacionales la mayor parte del lucro. Es tomando este contexto como referente
que Yúdice considera que la cultura como recurso cobró una legitimidad que antes
no tenía, desplazando otras interpretaciones de la cultura. Para él, está ya no tiene
valor trascendente ni tampoco opera como distinción, ni como una manifestación de
la creatividad popular, dado que, más bien se ha convertido en un medio de
legitimación para, entre muchísimos otros objetivos: el desarrollo urbano (museos,
turismo), el crecimiento económico (industrias culturales), la resolución de conflictos
sociales (antirracismo, multiculturalismo), fuente de empleos (artesanías,
producción de contenidos).”12
12
Santillán Güermes, Ricardo. Óp. Cit. Pág. 47.
13
Mattelart, Armand. Diversidad cultural y mundialización. Paidós. Barcelona, 2006. Pág. 56
11
“Desde su fundación, la UNESCO había ampliado su dominio de competencia a una
política mundial de la cultura. Había militado a favor de la idea de que la cultura es
un asunto demasiado importante para dejarlo librado únicamente a los
comerciantes. Ahora bien, los productos culturales también son mercancías, de
modo que durante la década de 1980, impulsadas por la ola de liberalización de los
intercambios, las organizaciones con vocación comercial habrían de afirmar su
influencia en los intercambios culturales.”14
ESCUELA DE FRANKFURT
14
Warnier Jean Pierre. La mundialización de la cultura. Barcelona, 2002. Pág. 82.
15
Mattelart, Armand y Michelle. Historia de las teorías de la comunicación. Barcelona, 1997. Pág.
52
12
desde 1938. Entre los emigrados se encontraba también el filósofo y musicólogo
Theodor Adorno. La experiencia que vivieron en Europa con el ascenso al poder de
Hitler en medio del fervor de millones de alemanes, y posteriormente en el otro
continente, donde el capitalismo consumista y la sociedad de masas lucía rebosante
luego de la gran depresión; los llevo a considerar en sus estudios como un elemento
diferenciador de la época a los nuevos medios de comunicación masiva y su rol
político como generador de productos culturales, tanto en las democracias
occidentales como en los estados totalitarios.
16
Segobiano García, Jenny. Dialéctica de la Ilustración y sus aportaciones al estudio de los
medios masivos. Monterrey. Pág. 8
17
Martín Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. Bogotá. Pág. 51
13
‘Industria Cultural’: “La tesis sociológica de que la pérdida de sostén en la religión
objetiva, la disolución de los últimos residuos precapitalistas, la diferenciación
técnica y social y el extremado especialismo han dado lugar a un caos cultural, se
ve cotidianamente desmentida por los hechos. La civilización actual concede a todo
un aire de semejanza. Films, radios y semanarios constituyen un sistema. Cada
sector esta armonizado en sí y todos entre ellos.”18 Esta idea de ‘caos cultural’ que
según Martín Barbero implica una pérdida del centro y consiguiente dispersión y
diversificación de los niveles y experiencias culturales que descubren y describen
los teóricos de la sociedad de masas, y que permite afirmar la existencia de un
sistema que regula esta aparente dispersión. “La ‘unidad del sistema’ es enunciada
a partir de un análisis de la lógica de la industria, en la que se distingue un doble
dispositivo: la introducción en la cultura de la producción en serie ‘sacrificando
aquello por lo cual la lógica de la obra se distinguía de la del sistema social’, y la
imbricación entre producción de cosas y producción de necesidades en tal forma
que ‘la fuerza de la industria cultural reside en la unidad con la necesidad producida’,
el gozne entre y otro se halla en la ‘racionalización de la técnica que es hoy la
racionalidad del dominio mismo’.”19
18
Adorno, Theodor Horkheimer, Max..Industria Cultural. En Industria Cultural y Sociedad de
Masas (selección) Caracas, 1974. Pág. 177
19
Martín Barbero, Jesús. Óp. Cit. Págs. 53-54
14
capacidad crítica y disuelve en él las huellas de una experiencia auténtica. La
producción industrial sella la degradación de la función filosófica-existencial de la
cultura.”20
20
Mattelart, Armand y Michelle. Óp. Cit. Pág. 54.
21Adorno, Theodor Horkheimer, Max. Óp. Cit. Págs. 215-216.
15
automática de operaciones reguladas- con la organización del trabajo en cadena,
como en la operación ideológica de recargue: la diversión, haciendo soportable una
vida inhumana, una explotación intolerable, inoculando día a día y semana a tras
semana ‘la capacidad de encajar y de arreglarse’, banalizando hasta el sufrimiento
en una lenta ‘muerte de lo trágico’, esto es, la capacidad de estremecimiento y
rebelión.”22
El otro aspecto que conlleva esta industria es la desublimación del arte, que logra
desprenderse del ámbito de lo sagrado para ingresar al mercado y convertirse
también en mercancía de consumo. “De manera que contra toda estética idealista
hemos de aceptar que el arte logra su autonomía en un movimiento que lo separa
de la ritualización, lo hace mercancía y lo aleja de la vida. Durante un cierto período
de tiempo esta contradicción pudo ser sostenida fecundamente para la sociedad y
para el arte, pero a partir de un momento la economía del arte sufre un cambio
decisivo, el carácter de mercancía del arte se disuelve ‘en el acto de realizarse en
forma integral- y perdiendo la tensión que resguardaba su libertad, el arte se
16
incorpora al mercado como un bien cultural más, adecuándose enteramente a la
necesidad. Lo que de arte quedara ahí ya no será más que un cascarón: el estilo,
es decir, la coherencia puramente estética que se agota en la imitación. Y esa será
la ‘forma’ del arte que produce la industria cultural: identificación con la fórmula,
repetición de la fórmula. Reducido a cultura el arte se hará ‘accesible al pueblo como
los parques’, ofrecido al disfrute de todos, introducido en la vida como un objeto
más, desublimado.”24
24
Mattelart, Armand y Michelle. Óp. Cit. Pág. 56.
25
Mattelart, Armand y Michelle. Óp. Cit. Pág. 55
17
verdadero paradigma, sino que lo identifica con su concepto: un ‘concepto unitario’
que relega a simple y alienante diversión cualquier tipo de práctica o uso del arte
que no puede derivarse de aquel concepto, y que termina haciendo del arte el único
lugar de acceso a la verdad de la sociedad.”26
Tal vez el más severo reproche a la tesis de la industria cultural desarrollada por
Adorno y Hornkheimer sea que presuponen la misma casi como una maquinaria
conspirativa de los sectores dominantes para manejar las mentes y sensibilidades
de las personas en la sociedad de masas, alienadas por sus mensajes y convertidas
en autómatas repetidores del discurso mercantilizado. Un público pasivo, dominado
por el consumismo del producto cultural, e incapaz de reaccionar o siquiera
cuestionarlo. “Los dominadores depositan su confianza en que los medios hacen de
los espectadores mercancías, incluso los medios mismos son mercancías que se
sometan a las leyes del mercado. Éstos son instrumentos de cohesión social que
garantiza la reproducción de patrones culturales dominantes en las sociedades.”27
Pero la dinámicas sociales nunca son estáticas y generan resistencias, intercambios
e influencias múltiples entre sus protagonistas, lo que obligaría a verla de otra
manera “¿Y si en el origen de la industria cultural más que la lógica de la mercancía
lo que estuviera en verdad fuera la reacción frustrada de las masas ante un arte
reservado a las minorías.”28
26
Martín Barbero, Jesús. Óp. Cit. Pág. 59
27
Segobiano García, Jenny. Óp. Cit. Pág.16
28
Martín Barbero, Jesús. Óp. Cit. Pág. 58
18
la técnica. No se puede entender lo que pasa culturalmente en las masas sin
atender a su experiencia. Pues a diferencia de lo que pasa en la cultura culta, cuya
clave está en la obra, para aquella otra la clave se halla en la percepción y el uso.”29
Benjamín considera que estas técnicas destruyen el aura del arte, esa especie de
magia y sacralidad de la obra clásica, permitiendo acercar “espacial y humanamente
las cosas”, transformando el comportamiento de las masas con el arte como lo
ejemplifica analizando el impacto del cine como nueva arte frente a la pintura. “La
nueva sensibilidad de las masas es la del acercamiento, esa que para Adorno era
el signo nefasto de su necesidad de engullimiento y rencor resulta para Benjamín
un signo si pero no de una conciencia acrítica, sino de una larga transformación
social, la de la conquista del sentido para lo igual en el mundo. Y en este sentido,
ese nuevo sensorium es el que se expresa y materializa en las técnicas que como
la fotografía o el cine violan, profanan la sacralidad del aura –‘la manifestación
irrepetible de una lejanía’- haciendo posible otro tipo de existencia de las cosas y
otro modo de acceso a ellas.” 30
29
Martín Barbero, Jesús. Óp. Cit. Pág. 62
30
Martín Barbero, Jesús. Óp. Cit. Pág. 64
19
convirtieron en inspiración de movimientos estudiantiles radicales. Por eso en el
prólogo de la publicación de 1969 Horkheimer expuso las precauciones y
aclaraciones que el lector debe considerar, así mismo realizaron correcciones
relacionadas con los conceptos de: capitalismo, monopolio, totalitarismo, fascismo,
sustituyeron el lenguaje marxista empleado por una terminología sociológica,
económica y moral neutra. Por lo anterior se puede ver el cuidado, compromiso y
responsabilidad que los autores tuvieron con el libro.”31 Tal vez por eso el término
Industria Cultural se convirtió en un calificativo, un adjetivo negativo para descalificar
los productos masivos, antes que un instrumento de análisis para entenderlos y
debatirlos, como lo habían pensado sus creadores.
Sea lo que sea, el concepto fue blandido frecuentemente como parte de la “agit-
prop” radical de esos años, que tuvo a otros miembros de la escuela de Frankfurt,
como el filósofo alemán Herbert Marcuse, de inspirador Intelectual de los
movimientos estudiantiles del 68. El decaimiento de estas movilizaciones con la
nueva década vino aparejado por el cuestionamiento a los planteamientos centrales
de Adorno, Horkheimer y otros exponentes de la Escuela por nuevas corrientes de
investigación como el estructuralismo, los estudios culturales, entre otros.
El término Industria Cultural reaparece a fines de los años setenta, por iniciativa de
investigadores franceses ligados de alguna manera a la UNESCO, que empieza a
interesarse por las relaciones entre economía y cultura. “En 1978 se publica la obra
del equipo de investigación animado por Bernard Miége, titulado Capitalisme et
Industries culturelles. Los autores reflexionan sobre la naturaleza de la mercancía
cultural e intentan responder a la pregunta ‘¿Qué problemas específicos encuentra
el capital para producir valor a partir del arte y la cultura?’ Refutan la idea muy
estimada por la Escuela de Frankfurt, según la cual la producción de la mercancía
cultural (libro, disco, cine, televisión, prensa, etc.) responde a una única y misma
lógica. Para ellos, la industria cultural no existe en sí: es un conjunto compuesto,
hecho con elementos que se diferencian extraordinariamente, con sectores que
31
Segobiano García, Jenny. Óp. Cit. Pág.17
20
tienen sus propias leyes de estandarización. Esta segmentación de formas de
rentabilización de la producción cultural por el capital se traduce en las modalidades
de organización del trabajo, en la caracterización de los propios productos y su
contenido, en las formas de institucionalización de las distintas industrias culturales
(servicio público, relación público/privado, etc.), en el grado de concentración
horizontal y vertical de las empresas de producción y distribución o incluso en la
forma en que los consumidores o usuarios se apropian de los productos y
servicios.”32
32
Mattelart, Armand y Michelle. Óp. Cit. Pág. 83
33
Tremblay, Gaëtan. Industrias Culturales, economía creativa y sociedad de la Información. En
Poder, Medios, Cultura. Una mirada crítica desde la economía política de la comunicación.
Buenos Aires, 2010. Pág. 113
21
contemplar el libro como ‘medio de comunicación’ e integrar a la prensa y la
radiotelevisión en la cultura, caracterizando ya a esta última como de ‘flujo’ (flow).”34
De esta manera, la Industria Cultural deja de ser un epíteto casi peyorativo sobre
los productos culturales masivos para convertirse en sustantivo, y una categoría
para definir y englobar a los bienes y servicios culturales, más allá de la valoración
personal de cada uno sobre ellos. Con ello, el término pasa del debate
principalmente académico y filosófico a ser considerado en la configuración de las
políticas públicas sobre cultura. “En 1978 se produce un cambio en las esferas
gubernamentales europeas. La noción de ‘industrias culturales’ adoptada por los
ministros europeos de Cultura, reunidos en Atenas, hace su entrada en los
enunciados administrativos de un organismo comunitario europeo: el Consejo de
Europa”.35 En los años ochenta los nuevos planteamientos sobre las industrias
culturales, y su rol en lo económico como social, van a traducirse en investigaciones,
publicaciones y la apertura del campo de estudio sobre ella en varios países del
viejo continente y Canadá.
34
Bustamante, Enrique. El Audiovisual europeo a la hora de la Diversidad. Entre Economía y
Cultura. En Revista Diálogos de la Comunicación N° 70. FELAFACS. Lima, 2004. Pág. 39
35
Mattelart, Armand y Michelle. Óp. Cit. Pág. 84
22
Ramón Zallo ensaya en 1988 una definición alternativa de las industrias culturales:
“un conjunto de ramas, segmentos y actividades auxiliares industriales productoras
y distribuidoras de mercancías con contenidos simbólicos, concebidas por un
trabajo creativo, organizadas por un capital que se valoriza y destinadas finalmente
a los mercados de consumo, con una función de reproducción ideológica y social”. 36
La misma que tiene el valor de reconocer el carácter diferencial de la “mercancía
cultural” por su carácter simbólico y su función ideológica, lo que la distingue de
otros productos que también pueden ser considerados culturales, en el más amplio
sentido de la expresión, pero que carecen de esa impronta creativa y características
particulares que definen a la industria cultural.
23
los que permiten percibir un estipendio o regalía económica por este concepto.
Detalle de la mayor importancia si se habla de economía y cultura.
Existen varias otras definiciones de Industria Cultural, tal como manifiesta Néstor
García Canclini: “En sentido amplio, podemos caracterizarlas como el conjunto de
actividades de producción, comercialización y comunicación en gran escala de
mensajes y bienes culturales que favorecen la difusión masiva, nacional e
internacional, de la información y el entretenimiento, y el acceso creciente de las
mayorías. En los últimos años, el énfasis en una u otra de estas actividades y
funciones ha llevado a nombrarlas como “industrias comunicacionales”, “industrias
creativas” (creative industries) o “industrias del contenido” (content industries), con
lo cual se alude a que son medios portadores de significados que dan sentido a las
conductas, cohesionan o dividen a las sociedades.”37
Pero tan importante como saber que se designa como Industria Cultural, es precisar
que actividades o sectores comporta esta nomenclatura. En principio se asumió que
la Industria Cultural se refería a los productos o mercancías culturales producidos
en serie y puestos en el mercado. Esto implicaba básicamente tres sectores:
audiovisual, musical y editorial, y productos como las películas de cine (en diferentes
soportes, incluido los caseros), programas de televisión, videojuegos, discos y otros
soportes musicales, libros, revistas, periódicos, etc. “Las industrias culturales tienen
la particularidad que necesitan soporte y contenido al mismo tiempo. Estrictamente
hablando, las industrias culturales propiamente dichas son las de contenido:
producción y distribución de libros, diarios, discos, programas, películas, emisiones
de radio o televisión, etc. Las industrias de soporte –como la fabricación de aparatos
de televisión, aparatos de video, cámaras, lectores de discos, prensado de discos o
37
García Canclini, Néstor. Industrias culturales y globalización: procesos de desarrollo e
integración en América Latina. En Revista de Estudios Internacionales N° 129. Universidad de
Chile, 2000. Pág. 36
24
impresión de libros- se distinguen poco de las industrias de fabricación, como la
industria automovilística o la de los electrodomésticos. Sin embargo, en el ámbito
de la cultura, la evolución de las industrias de soporte y contenido están
estrechamente ligadas, interdependientes, como para que una teoría de industrias
culturales pueda abstraerse de las industrias de soporte. Las particularidades y la
capacidad de las redes de transmisión, las técnicas de videocomprensión, la
televisión de alta definición, la digitalización de señales, por ejemplo, son fenómenos
que condicionan el prototipo, la concepción y la producción de contenidos.”38
38
Tremblay, Gaëtan. Desde la teoría de las industrias Culturales. Evaluación crítica de la
economía de la creatividad. En Industrias Creativas. Amenazas sobre la cultura digital. Editorial
Gedisa. Barcelona, 2011. Págs. 57-58
39
Tremblay, Gaëtan. Óp. Cit. Pág. 58
25
La precisión de los sectores que forman parte de las industrias culturales reviste
importancia para determinar y cuantificar de manera certera su aporte al Producto
Bruto Interno de un país, así como su grado de contribución económica en las
sociedades modernas. La OMPI emplea una metodología que subdivide a las
industrias culturales protegidas por los derechos de autor en cuatro categorías de
acuerdo a sus características y el grado de contribución económica. Esas son:
Industria Base (que se dedican enteramente a la creación, producción, fabricación,
difusión, comunicación, exposición y distribución de material cultural). Industrias
interdependientes (centradas en la producción, fabricación y venta de equipo y cuya
labor es facilitar la creación, producción, y el uso del material cultural). Industrias
Parcialmente Relacionadas (algunas de cuyas actividades se relacionan con los
materiales culturales, y pueden implicar la creación, producción, fabricación,
funcionamiento, difusión, comunicación, exposición, distribución y ventas de los
mismos). Industrias No Dedicadas (en las cuales una porción de sus actividades se
relacionan con facilitar la difusión, distribución o ventas de los materiales culturales).
En las estimaciones económicas debe considerarse también la producción y
consumo de “economía sombra” representada por bienes y servicios culturales tanto
informales como ilegales, que no pueden ser incluidos en las estimaciones oficiales,
pero que innegablemente tiene un peso importante en el mercado, en especial en
países como el Perú donde existe una fuerte piratería, entre otras actividades.
26
medida, la comunicación cultural y la información (…) La tercera comprobación es
que las transmisión de las tradiciones culturales se basa en el patrimonio heredado
del pasado.”40 En ese sentido, las iniciativas de promoción y fomento que se
desarrollan de diversas maneras y cantidades por parte de las entidades públicas
hacia las industrias culturales tendrían finalidades culturales, económicas, sociales
y políticas, dada la cada vez mayor presencia e impacto de esos sectores en las
sociedades contemporáneas.
ECONOMIA CREATIVA
40
Warnier Jean Pierre. La mundialización de la cultura. Barcelona, 2002. Pág. 71
27
carácter central del conocimiento y la información, sino la aplicación de ese
conocimiento e información a aparatos de generación de conocimiento y
procesamiento de la información/comunicación, en un círculo de retroalimentación
acumulativo entre la innovación y sus usos". Y acota: "La difusión de la tecnología
amplifica infinitamente su poder al apropiársela y redefinirla sus usuarios. Las
nuevas tecnologías de la información no son sólo herramientas que aplicar, sino
procesos que desarrollar. (...) Por primera vez en la historia, la mente humana es
una fuerza productiva directa, no sólo un elemento decisivo del sistema de
producción"41
41
Castells, Manuel. La era de la información. Economía, sociedad y cultura. (Vol. 1.) Alianza
Editorial. Madrid, 1986. Pág. 47 y 58.
42
Schlesinger, Philip. Intelectuales y políticas culturales. La política británica de industrias
creativas. En Bustamante, Enrique (editor) Industrias Creativas. Amenazas sobre la cultura
digital. Editorial Gedisa. Barcelona, 2011. Pág. 88
28
industrias culturales. Y esto tiene importantes consecuencias para las políticas
públicas. En otras palabras, la cultura es desplazada por la creatividad.”43
“El origen de la economía creativa realmente data del momento en que estas
antiguas tradiciones de trabajo cultural e industrial –en diseño, elaboración,
decoración y representación- empezaron a dialogar con un rango mayor de
actividades productivas modernas –publicidad, diseño de ropa, diseño gráfico y
medios de imágenes en movimiento- y, sobre todo, cuando adquirieron mayor
alcance gracias al poder de la tecnología digital” menciona un texto británico,
introductorio a los conceptos de economía e industria creativa. Y agrega después:
“Una de las características distintivas de las industrias creativas es que en ellas la
creatividad juega un papel más protagónico que en otros segmentos de la
economía. La innovación constante en términos de productos, procesos y métodos
es la norma y no la excepción. De hecho, en todo el mundo existe un interés cada
vez mayor en ver hasta qué punto este marco conceptual de innovación se puede
43
Schlesinger, Philip. Óp. Cit. Pág. 88
44 Citado en Tremblay, Gaëtan. Industrias Culturales, economía creativa y sociedad de la
Información Pág. 122
29
aplicar en otros sectores de la economía, lo que convertiría a las industrias creativas
en un catalizador para cambios más amplios y fundamentales.”45
Las industrias creativas parecen superar por su impacto y amplitud a las industrias
culturales, lo que la hace más atractiva como política pública y resultado económico.
“En la extensión de la lógica propia de las industrias culturales a los sectores más
dinámicos de la economía, fundados en el uso de tecnologías digitales, verán una
‘culturalización’ de la economía, un regreso de lo político, el fin de una visión
estrictamente ‘economicista’ de los asuntos humanos. Convertidas en un modelo a
seguir, las industrias culturales verían su rol social reconocido, su contribución
económica valorizada, el apoyo del estado reforzado. La creatividad, dirán, es la
imaginación al poder. Esta hipótesis que descansa por un lado sobre la ciega
45
Newbigin, John. La economía creativa: una guía introductoria. Serie Economía Creativa y
Cultura N°1. British Council. Londres, 2010. Pág. 17
46
Newbigin, John. Óp. Cit. Pág. 14-15
30
aceptación de los resultados metodológicamente dudosos evocados anteriormente,
postula por otro un consenso ideológico inexistente.”47
Pero no faltan voces críticas, incluso dentro de los propios británicos, que alertan
que esta sustitución pueda llevar más bien a una invisibilización de las industrias
culturales tradicionales, subsumidas por el entorno “creativo” y las reglas de juego
del copyright y el libre comercio. “Desde otro punto de vista, la amalgama de las
industrias culturales y de las industrias ‘creativas’ encierra un peligro potencial: la
disolución de la especificidad de las industrias culturales y el debilitamiento del
argumento a favor de la intervención de los poderes públicos. Las nociones de
servicio público y de los bienes de mérito, por ejemplo, bastante maltratadas por el
neoliberalismo de las últimas décadas, corren el riesgo de perder toda credibilidad
si se intenta extender su aplicación a dominios como la moda o el videojuego.
Desacreditados por reivindicaciones injustificadas, cada vez será más difícil recurrir
a esos argumentos para legitimar la intervención del estado en materia de
radiodifusión, producciones artísticas y servicios culturales. En pocas palabras,
podría resultar una mayor integración de las industrias culturales en la lógica
capitalista, más que una problemática de ‘culturalización’ de la economía.”48
En suma, podría decirse que la economía e industria creativa fue más que un
cambio de denominación de las industrias culturales, significó más bien un
intento por darle una nueva orientación a sus procesos y productos. “De hecho,
la mayoría de los textos dedicados a defender esas ‘Industrias Creativas’
mezclan elementos muy heterogéneos en dosis variables: insisten en el esfuerzo
individual (y no colectivo), en su combinación con las nuevas tecnologías
digitales (no en las interacciones sociales), en su explotación inmediata en
patentes (sin cuestionar el copyright sino reforzándolo), en las grandes
organizaciones (y no en las PYMES), en su necesario enriquecimiento por las
47
Tremblay, Gaëtan. Desde la teoría de las industrias Culturales. Evaluación crítica de la
economía de la creatividad. Pág. 73
48
Tremblay, Gaëtan. Óp. Cit. Pág. 74.
31
técnicas de management, en su proyección exportadora (y no de cooperación
horizontal entre culturas y pueblos). En suma, al contrario que las Industrias
Culturales, las Creativas han perdido todo complejo cultural y democrático y se
orientan exclusivamente hacia el ámbito del mercado y de la rentabilidad a corto
plazo. De ahí la orientación descarada hacia políticas industriales, organizadas
por los departamentos económicos (Hacienda, Industria, Comercio)” 49
32
economía, protagonizado preferentemente por enormes unidades empresariales
que nunca se cuestionan.”50
50
Bustamante, Enrique. España y Latinoamérica. Economía creativa del entretenimiento digital.
En Bustamante, Enrique (editor) Industrias Creativas. Amenazas sobre la cultura digital. Editorial
Gedisa. Barcelona, 2011. Págs. 117-118.
51
Miller, Toby. Le Défi Américan en tiempos de globalización: las Industrias Culturales en los
Estados Unidos. En Revista Diálogos de la Comunicación N° 70. FELAFACS. Lima, 2004. Pág. 77
33
Esta forma de actuar de las empresas concentradas y monopólicas dio origen a la
Motion Picture Association of America (MPAA), que desde fines de los años veinte
representó a las grandes empresas productoras y estudios de cine de Hollywood, y
que para fines internacionales cuenta con la Motion Picture Export of America
(MPEA), encargada de defender los intereses de la industria cinematográfica de
Estados Unidos y, en concreto, los de la majors, en cualquier parte del mundo donde
se consideren amenazados. Todo ello fue posible por una estrecha relación entre el
gobierno norteamericano y sus industrias del entretenimiento. “Los complejos
vínculos que teje el gobierno con el lobby corporativo contradicen la doctrina del
libre flujo. Como observa el historiador norteamericano del cine, Toby Miller: ‘La
industria del cine norteamericano ha sido amparada durante décadas por esquemas
de créditos-impuesto, comisiones sobre películas, una logística de representación
no sólo a través del departamento de Estado, sino del departamento de Comercio,
una política de divisa, etc.’(Miller, 1998, pág. 372).”52Esta práctica se extendió
posteriormente a otros conglomerados del sector entretenimiento en Estados
Unidos, agrupados a finales de los años 90 en la Entertainment Industry Coalition
For Free Trade (EIC) que reúne a los principales productores y distribuidores de
televisión, video, cine y música para fines de negociación internacional sobre
liberalización de los mercados de bienes y servicios culturales. Visto así, el término
entretenimiento no resulta tan inocuo y neutro como se quiso pintar por sus
propiciadores.
52
Mattelart, Armand. Diversidad cultural y mundialización. Barcelona, 2006. Págs. 72 y 73
34
una mayor sensibilidad por la cultura y su especificidad.”53 El uso fue promovido
por instituciones como la Sociedad General de Autores de España (SGAE) que para
cuantificar su impacto económico y empleabilidad pretenden abarcar la totalidad de
la “industria de la cultura y del ocio”, sumando a los sectores de la I.C. (incluyendo
a la publicidad) a las conocidas tradicionalmente como de “entretenimento, ocio y
esparcimiento”: turismo, deportivas, taurinas, parques recreativos, ferias, salones,
loterías y apuestas, juguetes.
53
Bustamante, Enrique. El Audiovisual europeo a la hora de la Diversidad. Entre Economía y
Cultura. Pág. 45
54Bustamante, Enrique. Óp. Cit. Pág. 46
35
La llamada cultura del entretenimiento se reconfigura con la tecnología digital, que
permite integrar sectores en un contexto más virtual que material, al tiempo que se
expande sin límites por las redes a través de todo el orbe. Ello se traduce también
en una confusión entre los espacios de ocio y trabajo, de entretenimiento y cultura,
que se dan de forma simultánea, haciendo que cambie la experiencia cultural de los
consumidores, de espectadores circunscritos y eventuales a participantes
permanentes y con fuerte interactividad. “Ahora bien, a lo que asistimos desde hace
unos años no es tanto a la desmaterialización del bien cultural, sino quizá a una
‘transfiguración’ o ‘transubstanciación’ tan radical que nos cuesta trabajo entender
que sea ‘materia’ esas nuevas figuras o sustancias. No es tanto que el producto se
esfume, sino que se hace voluble, maleable, líquido como diría Bauman, admite su
convertibilidad, debido a una especie de ‘equivalencia’ digital. Pero quizá el
extrañamiento que nos causa que bibliotecas, hemerotecas, fonotecas o filmotecas
quepan dentro de un ordenador o incluso en un lápiz de memoria –digamos
«downloaded», «off-line»– o, más allá, que se hagan accesibles y se vinculen entre
sí en el vasto territorio de la Red (digamos en línea, en ese territorio mancomunado
que se ha dado en llamar ‘la nube’) y a partir de él se nos hagan presentes al alcance
de un clic no es de un género distinto al que acometía al melómano de principios
del siglo XX que escuchaba un gramófono o una radio, o a los primero usuarios de
receptores de televisión a mediados del mismo siglo. En cualquier caso, hechas
estas precisiones, la conversión del producto cultural –digamos clásico: el libro, el
disco, el filme convertido en vídeo– en archivo digital o en documento accesible «on-
line», y su asimilación en un soporte como el ordenador, donde la lectura, audición
o visionado de esas obras converge y se revuelve con el de otras formas de ocio –
como los videojuegos, los pasatiempos y los juegos de azar, las apuestas deportivas
y loterías, el chat– favorece la asimilación de la cultura entre las oportunidades de
entretenimiento, además de propiciar un disfrute absolutamente indiscriminado,
36
ubicuo, portátil, desacralizado, ajeno a momentos, lugares, rituales y oficiantes
especiales y especializados.”55
No son las únicas denominaciones que se han utilizado en estos años para estos
sectores. Además de las industrias “culturales”, “creativas” o “entretenimiento” se
han usado también de manera esporádica las expresiones de industria del
“contenido” (en referencia a su capital simbólico), “comunicacional” (dada la
vinculación directa con lo mediático y las relaciones de consumo interpersonales),
“imaginario” (por sus posibilidades de amplitud sobre lo existente), “conocimiento”
(al ser moldeadores de conductas y formadores sociales) y, en los últimos años,
“digital”, tomando en cuenta la revolución transformación tecnológica que ha
operado en el sector con el avance informático. Como hemos visto antes, no se
trata solo de un mero cambio de palabras. Más importante es la implicancia
semántica detrás de cada concepto, y en qué manera determinan una visión del
sector, las actividades que engloba y su forma de abordarlos desde la perspectiva
de los países desarrollados que son los que han llevado adelante este debate.
55
Rodríguez Ferrandiz, Raúl. De las industrias culturales a las industrias del ocio y creativas:
los límites del campo cultural. Págs. 3 y 4
37
3.- POLÍTICA E INSTITUCIONALIZACION CULTURAL EN
EL PERÚ
La historia cultural del Perú se encuentra marcada por una ruptura esencial que es
la que se produce en el siglo XVI con la colonización del territorio por los españoles,
y el sometimiento violento a la población originaria y su cultura, que había llegado a
constituirse en una de las importantes en el continente americano, para tratar de
imponer la cultura y visión del mundo occidental y católico, dominante en Europa.
Este hecho, que se ha calificado desde diversas ópticas como “descubrimiento”,
“encuentro”, “conquista” o “choque” de culturas, va a determinar muchos
acontecimientos del país en los tiempos de la colonia y posteriormente la república,
donde la hegemonía económica de un pequeño sector ha venido aparejada de la
étnica y finalmente cultural. “Todo en el Perú sigue siendo indicio inmediato de la
conquista, como anotó Toynbee, y no porque vivamos un presente congelado, como
a primera vista podría parecer, sino porque vivimos la presencia del cambio mismo,
el drama de sus términos sin desenlace. Para nosotros los tiempos de la historia no
se disuelven en su cronología, sino que perviven como la inminencia de un país que
no termina de producirse. Los hechos mismos han ocurrido en el origen, pero las
transformaciones que esos hechos desencadenaron no han cesado de ocurrir.
Somos todavía un país profundamente definido por la zozobra de la marginación y
las subculturas, por el debate de las pautas superpuestas, cuya interacción no es
todavía la metamorfosis capaz de potenciar en una cultura nueva todas las
alternativas de la experiencia peruana.”56
La independencia del Perú, que era el centro del virreinato de Sudamérica, fue
resultado de la conjunción de esfuerzos de los ejércitos libertadores del continente
y las elites criollas nativas, preocupadas no solo por liberarse del dominio español
56
Ortega, Julio. La cultura peruana. Experiencia y conciencia. México D.F. 1978. Págs. 28 y 29
38
sino prevenirse de cualquier rebelión subalterna como la que encabezará Túpac
Amaru al finalizar el siglo XVIII. “Uno de los factores decisivos que impulsaron
inicialmente el movimiento para la independencia de Madrid, en casos tan
importantes como los de Venezuela, México y Perú, era el temor a las
movilizaciones políticas de la ‘clase baja’, como los levantamientos de los indios o
los esclavos negros.”57
57
Anderson. Benedict. Comunidades imaginadas. Buenos Aires 2000. Pág. 78.
58
Flores Galindo, Alberto. Buscando un Inca. . Lima, 1987. Págs. 116 y 117
39
hizo que muchos prefirieran defender un orden que, aunque no los beneficiaba, les
otorgaba algunas mínimas prerrogativas.”59
La república que se funda en el siglo XIX es una nación de criollos, heredera del
dominio y cultura española, que durante todo el siglo no llega a consolidarse. “la
aristocracia criolla no pudo, como algunos lo hubieran querido, servir de equipo de
reemplazo y estabilidad. Destruida la cabeza patrimonial metropolitana y la
aristocracia colonial, que daban orden y concierto a la organización de la sociedad
y la política, el ‘cuerpo’ social se fragmentó, descoyuntándose en parcelas
gobernadas por grupos señoriales que ostentaban una importante autonomía como
para decidir la suerte de sus respectivas jurisdicciones. La permanente tensión
patrimonial entre la metrópoli y los grupos oligárquicos, al romperse el pacto
colonial, se resolvió con la ‘feudalización de la política’”60 Pese a los intentos de
sectores liberales por hacer más inclusiva la nación emergente, la herencia colonial,
con sus profundas brechas económicas, sociales y culturales impidió tal propósito.
“Es claro que el problema central de la definición del régimen post-hispánico
quedaba establecido por el status socio-económico de indios y esclavos. A este
respecto, y durante todo el siglo XIX, se dieron múltiples dispositivos liberando la
situación de dicha población, decretando la ruptura de los lazos extraeconómicos
que la mantenían sujeta a la nueva población dominante. Sin embargo, las
condiciones estructurales en que emergía la naciente República hizo posible que la
realidad colonial se impusiera sobre los designios ideológicos de los liberales que
intentaban a través de modificaciones de la superestructura, modificar las bases
económico-sociales.”61
40
está en la base de derrotas históricas como la guerra con Chile en 1879, al decir de
Manuel Gonzáles Prada. Las élites intelectuales muchas veces propiciaron este
discurso discriminador para justificar el dominio criollo. “Las ideologías racistas han
permeado los diversos proyectos de construcción de la nación elaborados desde el
siglo XIX. En sus rasgos esenciales, los intelectuales orgánicos de la oligarquía
veían al Perú como un “país vacío”, puesto que a la población nativa no se la
consideraba peruana. Para la elite criolla y los sectores mestizos que compartían
sus valores y su visión del mundo la constitución de la nación pasaba, para los más
retrógrados, por la desaparición de los indios: su exterminio puro y simple -la “vía
inglesa”-, una posición suscrita ampliamente por fracciones de los gamonales, que
aparentemente no reparaban en la contradicción que suponía desear la eliminación
del sector social que producía el excedente económico gracias al cual ellos existían.
Para otros, algo de zootecnia: promover la inmigración de individuos de “razas
vigorosas”, que permitieran superar las taras biológicas de los indígenas a través
del mestizaje biológico, gracias a una política de cruces sabiamente administrada.
Aún a fines del siglo XIX “desarrollo nacional” era sinónimo de inmigración y ésta a
importación de población europea, como lo consigna la Ley de Inmigración de 1893
en su artículo primero. Para los progresistas, en fin, se trataba de redimir al indio
por medio de la educación, entendida directamente como la desindigenización: La
redención del indio –como diría Guillermo Bonfil Batalla- a través de su
eliminación.”62
La República Aristocrática que devino a fines del siglo XIX e inicios del nuevo siglo
permitió un dominio más definido y absoluto de los grupos oligárquicos a través de
un Estado que excluye a las grandes mayorías de la vida económica, política y
social. “La oligarquía no desarrolla un programa político, no contó con un proyecto
en torno al cual aglutinar a las otras clases, por eso tampoco se preocupó por
constituir un grupo orgánico de intelectuales que ayudaran a su dominación de
62
Manrique, Nelson. Algunas reflexiones sobre el colonialismo, el racismo y la cuestión
nacional. Pág. 5
41
clase. Si bien la oligarquía no omitió monopolizar la vida universitaria o el
periodismo, no mostró tampoco mayor entusiasmo por los intelectuales, casi como
si ignorara su rol de profesionales de la ideología, llegando en algunos casos a una
profunda incomprensión, como ocurrió con Riva Agüero. Todo esto guarda directa
relación con la carencia de un sustrato cultural común entre la oligarquía y las clases
subalternas: mientras los oligarcas se expresaban en español, conocían otras
lenguas modernas (inglés o francés) se educaban en Europa o en colegios
europeos, las clases populares seguían siendo mayoritariamente indígenas,
portadoras de una tradición cultural diferente que era ignorada o menospreciada
por la clase dominante. Ni siquiera -en muchos casos- tenían una lengua en común,
lo que tornaba bastante difícil la constitución de un consenso alrededor de la
oligarquía.”63 Cabe anotar que en estos años el país, en especial la capital, asiste
en sus capas altas y sectores medios, a la modernización tecnológica proveniente
de Europa y Estados Unidos, con la llegada de los nuevos medios de comunicación
como el telégrafo, telefonía, fotografía, prensa gráfica, fonógrafo, carteles, cine y
radio, que van a significar un enorme impacto cultural, comercial y en las
costumbres, tanto en los sectores dominantes como dominados de la sociedad.
63
Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto. Apogeo y crisis de la República Aristocrática. Lima,
1984. Pág. 88.
42
régimen.”64 Para poder lograr ese proyecto de modernización del país Leguía busco
construir un poder hegemónico “sustentado en sectores sociales más amplios,
nuevos y que antes habían sido sistemáticamente marginados por los regímenes
civilistas. Sus aliados fundamentales parecen haber sido el imperialismo
norteamericano y la nueva plutocracia que surgía de la industria, la especulación
urbana y el comercio. También se sustentó sobre los sectores medios urbanos
conformados por la burocracia estatal y privada, sectores que Basadre llama la
mesocracia civil durante el leguiísmo.”65
64
Nuñez Gorritti, Violeta. El cine en Lima 1897 -1929. Lima, 2011 Págs. 164 y 165
65
Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto. Óp. Cit. Págs. 133 y 134
66Cotler Julio. Óp., Cit. Pág. 189
43
expresiones plásticas, literarias y musicales que tuvo un gran eco en ciudades como
Cusco, Puno, Arequipa, Huancayo y Trujillo. Pero al lado de la expresión artística
estuvo la preocupación científica de arqueólogos, antropólogos, historiadores,
lingüistas, sociólogos y médicos volcados al mundo andino, y no falto también la
política, que quiso traducirse en una corriente reivindicatoria. En ese sentido, cita
Manrique a Mirko Lauer sobre la diferencia entre el indigenismo político y cultural, y
la manera como este último mistifica al indígena: “En el movimiento político,
indígena es sobre todo una metonimia de campesino, mientras que en el
movimiento cultural indígena es una metonimia de autóctono. Lo que tenemos en
ambos casos es el clásico deslizamiento del significado respecto del significante y
la formación de nuevos núcleos de sentido (...). La primera figura –
indígena/campesino- es reducible a una categoría histórica concreta de relación
productiva con la tierra (...). No obstante, la segunda figura –indígena/autóctono- no
es, aunque lo parezca, una categoría de relación concreta con la cultura sino, en el
mejor de los casos, con la geografía (autóctono de un territorio dado). En lo cultural
lo autóctono es un concepto genérico referido a una totalidad, con muy poco poder
explicativo, que se fragmenta en numerosas especificidades que la mirada criolla
no logra articular en la cultura, y que no se han logrado articular ellas mismas por
fuera del programa político antioligárquico, programa que les es esencialmente
ajeno”67
Cabe agregar que durante este período, la reflexión sobre el Perú integral y su
destino comienza a inquietar a los intelectuales de distintas procedencia, desde el
pensamiento conservador y católico de Víctor Andrés Belaúnde y Riva Agüero, la
plataforma aprista de Víctor Raúl Haya de la Torre y el socialismo “sin calco ni copia”
de José Carlos Mariátegui. Tres visiones del Perú y el mundo, que se expresaran
en corrientes políticas fundamentales durante el siglo XX. Estas divergencias se van
a expresar también en el debate sobre el llamado “problema del indio”, con
posiciones que iban desde la asunción hispanista como componente central de
44
nuestra identidad, hasta la demanda de una nacionalidad mestiza que integre a la
diversidad étnica y cultural del país en un proyecto modernizante, o la posibilidad
de pervivencia de la comunidad andina y su esencia colectivista en encuentro con
el programa socialista como proyecto de transformación. “La literatura indigenista
no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo
y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de
mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena. Una literatura indigenista, si
debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de
producirla.”68
En los años siguientes la idea del mestizaje se fue consolidando, sirviendo “para
sumir en la marginalidad a los indígenas. Bajo el concepto de ser iguales por
peruanos y mestizos, las leyes y las costumbres lograron el pleno dominio de la
exclusión de los indígenas, cuya única opción era abandonar sus comportamientos
para ser ‘iguales’ al resto de los peruanos. Así ganó terreno la castellanización y la
marginalidad de lo que no tenía raíz criolla.”69 Lo criollo popular se legitima en los
medios de comunicación y la escena oficial como expresión de lo nacional, como
sucede en el caso de la música, mientras que la procedente de la sierra sigue
arrinconada en coliseos y casi inadvertida para la radio o la recién inaugurada
televisión. “Pero es precisamente ese período de posguerra el que enfrentó al
Estado a una realidad diferente, dado el inicio de un proceso de crecimiento del
componente indígena en las diversas esferas de la actividad social. Se produjo, en
ese tiempo, el tránsito de un proyecto de país rural al de un país urbano, con una
oferta de desarrollo basada en la producción industrial y el comercio. El saldo de la
propuesta generó un estallido de las ciudades, donde se formaron cordones de
campesinos alentados por la oferta de bienestar. Se ‘cholificaron’ los espacios
68
Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Pág. 335
69
Lumbreras, Luis Guillermo. El papel del Estado en el campo de la Cultura. Lima, 2006. Págs.80
y 81
45
criollos –que siempre fueron urbanos- y la demanda del mestizaje comenzó a surgir
desde el mundo indígena. El tema de la cultura peruana adquirió entonces
tonalidades étnicas y se inició un nuevo período de la historia.”70
46
En 1968 un golpe militar lleva al poder a un régimen castrense sui generis en la
historia del Perú, que se proclama revolucionario, y se enfrenta a los poderes
oligárquicos e imperialistas que dominaban el país. “Su vocación política puede ser
ubicada en tres aspectos centrales que se expresan no solo en discursos y medidas
legales sino en una variedad de acciones coherentes: i. la extirpación de la llamada
oligarquía de base terrateniente; ii. La implantación de un conjunto de reformas
dirigidas a ‘homogenizar’ el país en términos de distancias sociales o contrastas
entre clases y, de este modo, eliminar los focos de la tensión social que, en una
visión castrense, dificulta el logro de la seguridad social; y iii. El desarrollo de una
posición internacional propia, afirmadora de la soberanía nacional contra el
hegemonismo norteamericano en procura de una mejor base de negociación
económica y política.”72 El gobierno de Velasco lleva adelante una serie de
reformas, de la que sin duda la más importante es la agraria, no solo por su impacto
económico y patrimonial, sino especialmente social y cultural, al liquidar la
feudalidad y permitir que miles de campesinos sean ciudadanos, asumiendo la
bandera reivindicativa del indígena contra el patrón que “ya no comerá más de tu
pobreza” y resolviendo la cuestión nacional que habían propuesto décadas atrás
los partidos políticos, pero ninguno fue capaz de encararla.
72
Pásara, Luis. Velasco, el sueño frustrado. Lima 1985. Pág. 334
47
se alimentaba de nuestras tradiciones colectivistas y de nuestra tradición critica;
además porque dinamizaba la producción de un sentido nacional – no meramente
nacionalista- en un país caracterizado por su condición multiétnica y por la jerarquía
de subculturas dominadas bajo una sola subcultura central dependiente.” 73 Dos
hechos en el ámbito de la cultura han quedado como los más recordados de su
gestión: la expulsión y cancelación del concierto en 1971 de los miembros del grupo
de rock norteamericano Santana, por supuesta actitudes indebidas, y el concederle
el Premio Nacional de Fomento a la Cultura en 1976 al retablista ayacuchano
Joaquín López Antay, hecho de enorme simbolismo cultural e histórico que fue
duramente cuestionado por los sectores tradicionales de las artes plásticas que
objetaban el reconocimiento al “artesano” y no “artista”; lo que revelaba la
pervivencia del pensamiento elitista y discriminador de un “arte superior” por sobre
el supuesto “oficio comercial” entre los propios artistas y críticos culturales. No es
de extrañar, por tanto, que hasta el presente el gobierno de Velasco y sus
consecuencias en lo político, económico, social y cultural provoque aun reacciones
encendidas, entre quienes lo culpan de los males actuales del país y los que por el
contrario lo añoran, aun sin haberlo vivido.
73
Ortega, Julio. Óp. Cit. Pág. 108
48
era admitirse incurso en la ley antiterrorista. De esta manera, la guerra, al terminar
1984, se convirtió en una arremetida del lado occidental del Perú contra su vertiente
andina. Las cifras de muertos, heridos y desparecidos translucen la realidad,
muchas veces ocultada, de un país donde los ciudadanos tienen varias categorías,
unos son más iguales que otros, y donde las relaciones entre los hombres están
contaminadas por el racismo; un problema tan antiguo y tan profundo como el de la
violencia.”74 Racismo que no solo se daba entre supuestos “blancos” contra “indios”,
sino entre gente declarada mestiza, con ancestros y sangre india en sus venas,
tratando de negar su propia identidad. Fue el caso de muchos líderes y militantes
senderistas, como también de las Fuerzas Armadas y policiales, conforme lo
describe Manrique: “Un dato significativo, para entender la violencia política de los
ochenta, es que los cuadros intermedios que constituyen la columna vertebral de la
estructura partidaria de Sendero Luminoso (los denominados ‘mandos’), no
provienen de las capas más pobres de la sociedad peruana sino principalmente de
la clase media baja provinciana: individuos jóvenes, provenientes de procesos de
descampesinización reciente, en su mayoría con estudios universitarios, étnica y
racialmente caracterizados como mestizos.”75
Pero estos años no sólo fueron de guerra fratricida, inflación económica y crisis
política, implicaron también la explosión del desborde popular como expresa José
Matos Mar en su conocido texto, con cientos de miles de familias de migrantes
internos provenientes del campo, y trasladados a Lima y otras ciudades del país;
fenómeno que Carlos Franco identifica como la “otra modernidad”, construyendo en
la periferia de las metrópolis su propia economía, relaciones sociales y cultura
“mestiza”, “chola” o “chicha”, no necesariamente en oposición ni enfrentamiento,
pero si en paralelo y alterna a la dominante y oficial. “Quienquiera observe la
evolución del Perú en los últimos 40 años reconocerá en la urbanización, la
economía informal, la cultura chola y la organización popular cuatro de los más
74
Flores Galindo, Alberto. Óp. Cit. Págs. 355 y 356
75Manrique, Nelson. Óp. Cit. Pág. 27.
49
poderosos, profundos y complejos cambios de la fisonomía de nuestra sociedad.
Estos cambios alteraron dramáticamente el modo de reproducción y de
autogeneración de la sociedad peruana de forma de hacerla irreconocible para
cualquier observador del Perú de los 50. Estos cuatro cambios son inexplicables sin
la migración, lo que es otra manera de decir que sin esta el Perú actual no podría
reconocer su rostro en el espejo de los 90. Por cierto, no estoy afirmando que la
migración sea su única y exclusiva causa. Lo que digo es que sin ella, ni esos
cambios ni ese rostro del Perú serían los que conocemos.”76
76
Franco, Carlos. Exploraciones en otra modernidad: de la migración a la plebe urbana. Cusco,
2014. Pág. 29
77
Ugarteche, Oscar. La arqueología de la modernidad. DESCO. Lima, 1999. Pág. 101
78 Ugarteche, Oscar. Óp. Cit. Pág. 78
50
forma de sobrevivencia, y que se disputaban sin control a sus pasajeros, saltándose
todas las normas de tránsito y sentido de seguridad. El proyecto de modernidad
globalizada, que puso al alcance de la población urbana los últimos avances de la
tecnología finisecular como la telefonía celular, el cable o el internet; dejaba traslucir
sin embargo las contradicciones de una sociedad peruana postconflicto, divida entre
los avances del siglo XXI y las taras discriminatorias y prejuiciosas ancladas en el
siglo XVIII, reveladas crudamente en uno de los episodios más terribles de este
período que fue la esterilización masiva de mujeres indígenas, campesinas y
analfabetas para cumplir los programas de planificación forzada de la población
pobre, auspiciados por organismos financieros y de cooperación internacionales.
51
verdadera. O, más precisamente, como una versión verosímil, con mayor
credibilidad que otras. Pasamos, de esta forma, de la política como espectáculo al
espectáculo como política o, en palabras más exactas, a los escenarios propios de
los espectáculos —un set de TV, un estrado de baile— como arena política.”79
79
Degregori, Carlos Iván. La década de la antipolítica. Lima, 2001. Pág. 107
80
Wiener Fresco, Christian. La ilusión representativa de la ‘Marca Perú’. En Nuevos desafíos
para la Comunicación Social en el Perú y América Latina. Lima, 2015. Pág. 88
52
la ilusión del consumo propio que nos venden los medios. Más que una comunidad
imaginada al decir Anderson, una comunidad ilusionada.”81
Un hecho sin duda clave de estos años fue la presentación en el 2003 del Informe
Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) sobre el grave conflicto
armado en el país durante las dos últimas décadas del siglo XX, y sus causas y
consecuencias sean políticas, económicas, sociales y culturales. Su elaboración y
resultados motivaron una recuperación de los estudios y relatos sobre la memoria
histórica y social en variados campos, así como el reconocimiento en las ciencias
sociales y estudios culturales de la diversidad y complejidad cultural del país, y la
necesidad de un abordaje ya no desde la perspectiva unificadora del mestizaje sino
las más plurales de la multiculturalidad, y en especial la de la relación intercultural
entre iguales, que empezó a desarrollarse en el marco de la educación bilingüe para
ampliarse luego a otras disciplinas y quehaceres en la academia y el Estado. No
obstante, las brechas sociales y culturales ancestrales, además de las urgencias
políticas, no lograron evitar que el dialogo intercultural en conflictos sociales muchas
veces no lograra concretarse, pese a que la propia legislación lo demandaba (la ley
de consulta previa a los pueblos indígenas, según Convenio con la OIT) con
resultados trágicos a lo largo del territorio nacional. “Eliminar la dominación sin
aspirar a esa separación clara y tajante entre culturas. Surge así la noción de
interculturalidad. El concepto desborda los marcos de la problemática educativa e
ingresa al debate sobre diversidad cultural, enfatizando la noción de proceso
relacional, ubicándose en la historia y sorteando los esencialismos, avanzando de
la mera tolerancia a la posibilidad de enriquecimiento mutuo entre diferentes cada
vez más conectados por la globalización. En estas reflexiones sobre
interculturalidad se encuentran ecos de la utopía arguediana, para nada arcaica
81
Wiener Fresco, Christian. Óp. Cit. Págs. 91 y 92
53
como imagina Vargas Llosa, de "unir el caudal" de las diferentes culturas del Perú
sin que ello signifique la aculturación de los subalternos.”82
82
Degregori, Carlos Iván & Sandoval, Pablo. Dilemas y Tendencias en la Antropología
peruana. Del paradigma indigenista al paradigma intercultural. Lima, 2007. Pág. 52
54
geográficas, grabados y planos.”83Ese mismo año se constituye un Museo Nacional
(de las riquezas naturales y obras indígenas) y la Sociedad Patriótica para el estudio
de las condiciones del nuevo Estado. “Estas tres instituciones fueron el primer
diseño de los intentos de institucionalizar una política cultural de Estado republicano.
Con ellas se dieron también los primeros dispositivos de protección de nuestro
patrimonio nativo, precisando la prohibición de exportar las antigüedades indígenas
y las riquezas naturales.”84
Este intento de los sectores criollos e ilustrados en los albores de la república por
sentar las bases de una patria “culta” chocaba con una realidad insoslayable, como
ha señalado Basadre, que se expresaba en la inexistencia de una solución de
continuidad entre la educación colonial y la republicana. “Perduraron el
analfabetismo en las masas, la tendencia clásica y formalista en la instrucción en
todos sus grados, el alejamiento de la orientación técnica, el régimen de los colegios
universitarios, el descuido de la preparación de la mujer.”85 Es decir, una educación
reservada a una elite criolla, masculina y con recursos, que menospreciaba la
educación técnica, y que mantenía a la gran mayoría de la población, especialmente
rural, al margen y en el analfabetismo. Por esa razón, los espacios públicos para la
cultura en la capital, si bien estaban al acceso de todos, en la práctica estaban
reservados para unos cuantos.
En las décadas siguientes, y hasta bien entrado el siglo XX, no hubo mayores
iniciativas públicas por posicionar la cultura y generar una política propia.
Probablemente porque los grupos dominantes en lo político y económico, solo
buscaban copiar los modelos europeos (inglés y francés) y luego norteamericano,
83
Díaz Sánchez, Nicolás. Historia de la Biblioteca Nacional de Perú. En:
http://www.cervantesvirtual.com/portales/biblioteca_nacional_del_peru/historia/
84
Lumbreras, Luis Guillermo. El papel del Estado en el campo de la Cultura. Lima, 2006 Pág. 78
85
Basadre, Jorge. Perú: Problema y Posibilidad. Lima, 1979, Pág. 22
55
por lo que carecían de una propuesta nacional, más allá de una reivindicación vaga
y estilizada de los fastos incas para consumo exterior. “Su política cultura estuvo
diseñada en una dirección ajena a las condiciones de desarrollo nacional,
asumiendo que todo lo que venía del mundo originario andino o amazónico era
atrasado, y por lo tanto indeseable para construir el futuro, y considerando que el
‘progreso’ estaba en los deslumbrantes logros de los países centrales de la
Revolución Industrial (…) Nuestra capacidad de ser modernos debía limitarse a
consumir o reproducir lo que venía de los países ‘punta’”.86
86
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág.79
87
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 82
56
Esta situación no se modificará sustancialmente en la República Aristocrática, pese
a la llegada de los nuevos medios de comunicación que van a permitir una
ampliación a los sectores medios urbanos del antes muy reducido mercado de
consumidores de productos culturales. A diferencia de lo que sucede en otros
países de la región como Argentina, Brasil o México, no hubo en el Perú una clase
dirigente ni élite política que apostara a construir y divulgar las expresiones
culturales locales, con sus rasgos de identidad y costumbres cotidianas, sea desde
el Estado o la empresa privada (salvo excepciones como la experiencia de empresa
Amauta Films en los años treinta) y por eso en nuestro caso no llegan a consolidarse
las nacientes industrias culturales, ni mucho menos a proyectarse fuera del territorio
como si sucedió con los países antes mencionados. “Los medios masivos desplazan
o arrinconan otras versiones de la vida social, uniforman el sentimentalismo y, al
tipificarlos, asimilan los impulsos populares. La vida pública es cosa del Estado; de
las emociones privadas se responsabilizan los estudios de cine, las cabinas de
grabación, los estadios deportivos. Para el Estado lo nacional es sucesión de
obligaciones (respeto a la autoridad, pago de impuestos, aprobación electoral,
apoyo tácito a las decisiones gubernamentales) más la entrada libre a algunos
festejos. Por eso, lo nacional se traslada, en gran medida de la política a la industria
cultural y allí se mantiene cosificado, deformado. El ‘sabor infalsificable’ de lo
autóctono se hace a pedido y el ‘romanticismo proverbial de la raza’ es asunto de
escenógrafos, camarógrafos, actores, cantantes, argumentistas, publicistas. La
Mexicanidad se divide en las tradiciones que el hogar y las culturas regionales
preservan como pueden, y las tradiciones que el comercialismo inventa. Los títulos
de películas revelan la conversión de la idea de nación en fantasía para turistas:
Allá en el Rancho Grande, ¡Ay Jalisco no te rajes!, ¡Qué lindo es Michoacán!, ¡Ay
qué rechina es Puebla!, Flor Silvestre, Soy puro mexicano, Como México no hay
dos, Charros contra gánsteres, Nosotros los pobres, Ustedes los ricos, Esquina
bajan. El Estado le ofrece a las masas una nación convertida en impulso
declamatorio; la industria propone una nación vertida en fórmulas artificiosas. Que
57
sólo se salven las tradiciones fotogénicas.”88Tal vez el único intento en esos años
por construir una organización cultural algo más inclusiva, aunque limitada, fue con
la creación de la sección de Asuntos Indígenas en tiempos de Leguía mencionada
anteriormente, y que sirvió de base para impulsar al movimiento indigenista en
diversos campos. Pero su existencia fue efímera y sin solución de continuidad.
88
Monsiváis, Carlos. Cultura urbana y creación intelectual. El caso mexicano. México D.F. 1984
Pág. 38
58
otros aspectos. ”Ninguna norma legal, menos una tan simple, como la citada, podría
revertir la organización de las leyes del mercado de distribución y exhibición, más
aún cuando aquélla no obligaba a las salas de cine a programar la película peruana
de largometraje, única beneficiaria de la exoneración, sino que llevaba a una
negociación con las salas de cine, de resultados francamente desalentadores para
el productor peruano.”89
En ese mismo año, pero en el mes de agosto, se crea la primera Comisión Nacional
de Cultura por Decreto Supremo dado por la Junta Militar que presidía el general
Ricardo Pérez Godoy, que señalaba que la Dirección de Cultura del Ministerio de
Educación creada veintiún años antes resultaba “muy limitado para afrontar las
responsabilidades de un crecimiento extraordinario de las actividades culturales que
en su periodo de formación, han obligado a crear establecimientos que actúan con
independencia de dicha Dirección.”90 Esta Comisión, organizada por el entonces
Ministro de Educación, vicealmirante Franklin Pease, se fundamentaba en la
convicción que “es deber del Estado fomentar y difundir la cultura como parte
integrante y principal de la Educación del pueblo". Para este fin se desarrollaron
algunas líneas de acción a través de diversas comisiones “La noción de cultura se
sustentaba en la concepción tradicional que la asocia al campo de las artes y las
humanidades, con prescindencia de las ciencias y humanidades (…) el Estado
incorporó en su proyecto de ‘cultura’, el estudio de la historia, la geografía, las
lenguas, las bellas artes y el folclor (…) Participar en la esfera cultural suponía,
siguiendo esta línea, cubrir los espacios extracurriculares de las artes escénicas o
plásticas, las letras y loe eventos cívicos conmemorativos, que complementaban los
cursos de letras o humanidades. La historia, la arqueología, la antropología y la
sociología, normalmente asociadas en ese tiempo a los ensayistas y humanistas
(más que a los técnicos y laboratoristas) era parte de ‘las letras’. Por eso el tema
89
Perla, José. Censura y promoción en el cine. . Lima, 1991. Pág. 81
90
Citado por Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 85
59
del estudio y manejo de los monumentos se incorporó al campo de la cultura, a
diferencia de las disciplinas de estudios de la naturaleza.”91
91
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Págs. 85 y 86.
92
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 88
60
iban a desarrollar en los años siguientes: la gestión y protección del patrimonio
histórico nacional, y el fomento y promoción de las artes. No fueron incluidas la radio
y la novel televisión nacional, como la editorial del Ministerio, pese a estar adscritas
al sector educación, lo que revela la poca consideración que las todavía
desconocidas industrias culturales tenían para las autoridades de la época.
Tampoco se hace mención a la legislación sobre cine y de otro tipo relacionada con
la cultura. El reconocido escritor peruano José María Arguedas fue entre 1963 y 64
director de la Casa de la Cultura, impulsando una importante labor para el rescate
de la lengua y cultura indígena.
Con esta norma se crea el Sistema Nacional de Cultura como entidad autónoma
adscrita al sector educación, que agrupa el Consejo Superior de Fomento a la
Cultura, la Casa de la Cultura del Perú, y las Casas de la Cultura departamentales,
lo que fue el aporte más innovador por su carácter descentralizado que reconocía
61
a las entidades de esta naturaleza organizadas de acuerdo a ley, “con lo que se
inhibía la voluntad generalizada de crear este tipo de instituciones en diversos
lugares del país, como había estado ocurriendo hasta entonces.”93 Como señala
Lumbreras el régimen establecido por esta Ley tuvo corta vida y no llegó a
transformar las estructuras vigentes desde 1962 “pese al interés manifiesto de las
comunidades de intelectuales de provincia, que vieron en él la posibilidad de
desarrollar sus quehaceres.”94 Paralelamente, se debe mencionar que en 1966
entra en vigencia la Ley N° 15975 de Promoción Editorial, por la cual se exoneraba
de impuestos a la importación de maquinarias, insumos y materia prima para
incentivar la producción de artículos culturales. La misma que tuvo un escaso
impacto en la industria editorial nacional, especialmente de libros.
El gobierno militar que asume el poder en 1968 también planteó una nueva
institucionalidad en el campo cultural, con el Decreto Ley 18799, Ley Orgánica del
Sector Educación, promulgado en marzo de 1971, y que establece como
organismos públicos descentralizados a las Universidades, Instituto Nacional del
Deporte y el recién creado Instituto Nacional de Cultura (INC). Este último fue
encargado de “proponer y ejecutar la política cultural del Estado, realizar extensión
educativa; proteger, conservar y poner en valor el patrimonio monumental y cultural
de la Nación y ofrecer educación artística.” En enero de 1972 sale el Decreto Ley
19268, estableciendo los lineamientos de política cultural a desarrollarse desde este
organismo, y aprobándose el reglamento de organización y funciones del mismo.
“Los principios que regían esta política cultural tenían un sesgo definidamente
nacionalista, claramente diferente al de la ley de 1965, que ponía el centro de la
política cultural al servicio de la inserción del país en el contexto internacional. Eso,
desde luego, coincidía con los esfuerzos que hacía el Estado por lograr un proceso
de ‘transculturización’ de las poblaciones rurales de base indígena. De algún modo
era una respuesta a las demandas de ‘modernización’ que suponían que nuestra
93
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Págs. 91 y 92.
94
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 93
62
base de retraso económico y social partía de la existencia de las comunidades
indígenas, a las que se debía cambiar, logrando su progresiva aproximación a las
formas de comportamiento que se dieron por llamar ‘occidentales’ a la que se
proponían las ‘misiones’ en tiempos coloniales.”95 Expresión de ello fue el
reconocimiento del quechua como idioma oficial, y la ampliación de la cultura a
todos los medios creativos existentes, tanto de elites como populares.
95
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 94.
96
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 96.
63
de películas peruanas. Y esta es –si nos atenemos al testimonio del director de cine
Armando Robles Godoy, quien lo ha expresado en múltiples foros- la del
protagonismo del jefe de Gobierno en entonces, el cual al escuchar el pedido de un
grupo de empresarios, directores y productores, para dar impulso legal al proyecto
de ley que había venido gestándose desde antes de 1968 para mejorar la ley 13936
de 1962, toma con agrado el argumento de que es necesario llenar las pantallas de
las salas de cine, con imágenes peruanas, ya desde la llegada del cine al país,
dominan las extranjeras. Este argumento, real por cierto, de que el cine peruano no
tiene posibilidad de difusión en salas de cine peruanas porque están íntegramente
tomadas por extranjeros, mueve al general a promover la ‘recuperación’ de las salas
cinematográficas.”97 En lo sustantivo esta nueva Ley otorgaba el beneficio de la
exhibición obligatoria para todas las películas peruanas de cortometraje y
largometraje que recibieran el certificado de la Comisión de Promoción
Cinematográfica (COPROCI), además de la exoneración del tributo a las salas de
exhibición que proyecten cine nacional en beneficio de las empresas productoras
peruanas. Y de alguna manera, aunque sin proponerlo, esta disposición que
buscaba fomentar la posibilidad de construir una “industria cinematográfica”
reconocía por primera vez el concepto de una “industria cultural” en el país, y por
eso el organismo rector no fue asignado al Instituto Nacional de Cultura o el
Ministerio de Educación, sino al Ministerio de Industria y Comercio.
64
reducción presupuestal del organismo año tras año, y la imposibilidad para cumplir
las tareas básicas asignadas, para no hablar de otros tipos de emprendimientos. La
década de los 80 se inició con la excelente noticia de la declaratoria del santuario
inca de Machu Picchu en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, lo
que significó un fuerte impulso a la actividad turística –y fuente de ingreso para la
sede regional de Cusco, que se convirtió en la más importante después de Lima-,
además de establecer vínculos más sólidos y permanentes entre la dependencia
representante de la cultura peruana y su par internacional. Aunque, y eso también
ha sido señalado por algunos sectores, ello acentuó la priorización del trabajo
arqueológico y patrimonial del INC –con perspectivas turísticas- por sobre otras
manifestaciones culturales existentes en el país.
Con el Decreto Legislativo N° 135, nueva Ley Orgánica del Ministerio de Educación
que se dictó en junio de 1981, y el Decreto Supremo 17-84-ED de mayo de 1984,
se fijan los nuevos propósitos, alcances y estructura del INC. “Los lineamientos de
política que se expresaron en los fines que se atribuyeron al INC reprodujeron
básicamente los principios enunciados en la ley que le dio origen en 1971, olvidando
los códigos extranjerizantes de la ley de 1965, aun cuando en la asignación de
funciones del INC se buscó reducir el énfasis nacionalista o más bien estatista de
los dispositivos velasquistas, propiciando una participación más activa del sector
privado y la cooperación externa. El discurso oficial, aparentemente externo a las
preocupaciones de la cultura, tenía un componente nacional basado en la consigna
del ‘país mestizo’ y en la exaltación del valioso patrimonio arqueológico que
enaltecía a los antiguos peruanos.”98 En este nuevo organigrama, el Consejo
Nacional de Cultura, presidido por el ministro de Educación o su representante e
integrado por siete personalidades del sector, pasó a depender de su despacho,
pese a que se reafirmaba la autonomía del INC. Se constituyeron además tres áreas
técnicas: Dirección de Patrimonio Cultural, Dirección de Museos y Dirección de
Actividades Culturales, esta última “encargada de promover la investigación para el
98
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 99
65
rescate, valoración y difusión del acervo cultural, así como cautelar los derechos de
los autores, compositores, artistas, intérpretes y ejecutantes de sus obras y
creaciones.” Tuvo como órganos de ejecución al Centro de Investigación y Apoyo
al Folklore; el Registro y Protección del Derecho de Autor; el Registro y Apoyo a
Asociaciones y Entidades Culturales; y las oficinas de Fomento al libro, Recursos
Humanos, Difusión Cultural y Medios de Comunicación Social y Técnicas
Audiovisuales. Eso quiere decir que aspectos relacionados con las industrias
culturales, como los derechos de autor y conexos eran reconocidos por el Estado
(así como a las Sociedades de Gestión subsecuentes) y otras incidencias menores
todavía, y sin mayores fundamentos teóricos, en su política cultural.
66
o intelectual, a más de impedir resolver los problemas que ya de por si procedían
de la crisis general, contribuyendo enormemente al debilitamiento estructural del
INC y de sus órganos desconcentrados.”99
99
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 104.
100
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 105
67
los gremios cinematográficos, que incluye un proyecto de ley aprobado inicialmente
en el Congreso pero observado por el Ejecutivo, finalmente fue promulgado en 1994
la Ley N° 26370, o Ley de la Cinematografía Peruana. “El eje de esta Ley ya no es
el cine como industria, sino como actividad cultural. En la autógrafa que acompaña
al proyecto, el jefe de Estado señala por primera vez en su Gobierno, lo que a su
juicio debería ser la política cultural del Estado en los tiempos del liberalismo, al
afirmar que ‘una de las obligaciones del Estado es la de desarrollar, difundir y
preservar la cultura con el propósito de afirmar la identidad cultural del país, sin
buscar una retribución económica.’ Para ser coherente con lo anterior, el Ejecutivo
plantea un abierto subsidio, consignando una partida presupuestal cercana al millón
y medio de dólares anuales para la realización de concursos de proyectos y obras
de largos y cortometrajes.”101 Al Estado de los 90 ya no le interesaba, ni apostaba,
a generar una industria audiovisual, solo apoyar y promoverla como actividad
cultural por fuera del mercado (la nueva ley no contempló mecanismos reales para
asegurar la exhibición comercial del cine peruano). Por esa razón, el nuevo
organismo rector del cine peruano, el Consejo Nacional de Cinematografía
(CONACINE) fue adscrito al sector Educación, y con presencia de un representante
del INC, a diferencia del anterior.
Llegando al siglo XXI, el país salía de un nuevo proceso de crisis que afectó a un
Estado privatizado y sometido a la corrupción de sus principales funcionarios. En
estas circunstancias, el INC “había devenido en los últimos diez años de sus treinta
años de existencia, en una institución desprestigiada y burocrática ante la imagen
pública, incapaz de enfrentar los retos que presentaban las diversas esferas que,
de acuerdo a su propia estructura, era de su competencia. Se había convertido en
una institución financieramente quebrada, con la mayor parte de sus órganos de
101
Wiener Fresco, Christian. Los cazadores de la ley perdida. En Contratexto N° 9. Lima,
diciembre 1995. Pág. 108.
68
operación colapsados, con falencias de todo tipo y magnitud y una indeseable
condición mendicante, que se agravaba por una administración llena de
compromisos laborales, que debía sustentar la burocracia como objetivo principal
de sus quehaceres.”102Debido a ello, la primera tarea que acometieron las sucesivas
administraciones del INC estuvo centrada en la reorganización y reingeniería del
Instituto, lo que no era nada fácil por su desprestigio público como entidad
burocrática e incapaz de preservar e impulsar la cultura, además de la escasez de
presupuesto, que se mantuvo como lastre del pasado. El gobierno de Toledo
convocó el 2001 a un grupo importante de intelectuales para conformar el Consejo
Nacional de Cultura, encargado de elaborar los lineamientos y programas de política
cultural para el país hasta el 2006. El documento resultante definía la cultura como
“las formas de ser, sentir, pensar y actuar de los seres humanos, se deduce que la
cultura es la interacción entre personas y entre éstas y su entorno. Se trata del
comportamiento de los seres humanos consigo mismos y de la forma como su
actividad afecta el territorio que ocupan. Todo eso está asociado con las pautas de
convivencia y realización plena de los pueblos y su búsqueda del bienestar colectivo
e individual, lo que históricamente se traduce en las condiciones sobre las que se
asientan sus posibilidades de desarrollo.”103 Seguidamente analizaba la diversidad
y complejidad cultural del país, su carácter multiregional, y la escasa incidencia que
el Estado tenía en ese campo frente a la sociedad, constatando el agotamiento del
INC en esa función, y recomendando su reemplazo por una nueva entidad acorde
a lo que se impulsaba en otros países, que era un Ministerio de Cultura: “Se propone
la creación de una instancia pública, encargada de conducir una política cultural y
científica del Perú, con capacidad de movilizar a los actores y productores del
patrimonio cultural vivo del que dispone el país, y garantizar la preservación y
promoción de dicho patrimonio y del que hemos heredado de nuestros antepasados
de todos los tiempos. La propuesta es que sea una instancia de rango ministerial.”104
102
Lumbreras, Luis Guillermo. Óp. Cit. Pág. 106
103
Consejo Nacional de Cultura del INC. Lineamientos y programas de Política Cultural del Perú
2003 – 2006. Documento de Trabajo. Lima, diciembre 2002. Pág. 3
104
Consejo Nacional de Cultura del INC. Lineamientos y programas de Política Cultural del Perú
2003 – 2006. Documento de Trabajo. Lima, diciembre 2002. Pág. 10
69
El planteamiento fue recogido por el Presidente Toledo recién a final de su mandato,
por lo que solo se quedó en frases del discurso.
105
Consejo Nacional de Cultura del INC. Óp. Cit. Pág. 22
70
de libros, y la exoneración del impuesto general a las ventas a la importación de
publicaciones, lo que a la postre termino favoreciendo más a la industria editorial
extranjera que la nacional, en especial la de escaso tiraje como las llamadas
independientes, en desmedro de las más importantes, cuyo mercado más rentable
fue el escolar. El Consejo creado por la ley era presidido por el ministro de
Educación, sector responsable de su aplicación, en coordinación con la Biblioteca
Nacional.
71
estados a las industrias culturales. “Fue gracias a la presión de los sectores de la
cultura nacional, al igual que en Colombia y Ecuador, que se logró poner en
discusión y finalmente obtener una Reserva Cultural en cuanto al principio de nación
más favorecida (lo que permite al Perú entablar convenios y acuerdos con otros
países, sin por ello comprometer a los norteamericanos), así como una cuota de
pantalla televisiva no superior al 20%. Pero esta reserva no incluye el principio de
trato nacional, lo que reduce la autonomía del Estado en cuanto a fijación de
políticas de apoyo a la producción cultural peruana (incentivo tributario, subsidio,
exoneraciones) que supuestamente no discrimine a la contraparte y, por otro lado,
liberaliza todo el campo de las telecomunicaciones, y el uso del soporte digital para
la difusión cultural, presente y futura.”106 Agréguese a lo anterior, la adhesión del
Perú a la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad Cultural del
UNESCO, herramienta esencial a nivel internacional en la salvaguarda de la
diversidad de expresiones y creaciones culturales, y el derecho al libre acceso y
disfrute de ellas.
Para el segundo gobierno de Alan García el interés sobre la Industria Cultural era
cada vez más creciente, influenciado por otros países de la región que venían
desarrollando políticas para impulsar el sector y empoderar a las organizaciones
gremiales en ese campo. Lo más visible fue el sector audiovisual y la generalización
en la mayoría de países de normas y leyes de cinematografía en diversos sentidos
y características. También la dación de dispositivos legales para la promoción del
sector editorial y en algunos casos de los nuevos soportes digitales (Argentina,
Brasil). “Desde la década de los 80, una vez que se impuso paulatinamente el nuevo
paradigma de la libertad de mercados en los países de la región, el estado perdió
su hegemonía transfiriendo en gran parte la prestación de servicios públicos
fundamentales a organismos privados. Así mismo, en no pocas ocasiones, la
institucionalidad cultural de algunos países se debilitó económica, conceptual y
106
Wiener Fresco, Christian. El espacio audiovisual y los acuerdos culturales internacionales.
En Políticas culturales en la región andina. Lima, enero 2010. Pág. 78
72
políticamente. El nuevo paradigma social indicaba que el derecho a la cultura era
individual, teniendo como trasfondo la defensa de la libertad de pensamiento, de
creación y de expresión. Esto trajo consigo el fortalecimiento de las expresiones de
alta cultura en detrimento de las manifestaciones culturales populares. De este
modo se acentuaron los desequilibrios regionales y las desigualdades sociales. Si
bien los gobiernos reconocieron los derechos culturales fundamentales desde hace
décadas, no definieron los mecanismos para hacerlos exigibles. Esto afectó
evidentemente los derechos implicados en la convivencia de diversas culturas y
nacionalidades. En 1990, el Informe Pérez de Cuellar de la UNESCO concluyó que
el desarrollo y la economía forman parte de la cultura de los Estados. En esta
relación desarrollo-cultura cobró importancia la dimensión económica de la cultura
y, como parte de esa dimensión, el impacto que tienen las industrias culturales. En
ese entonces existían suficientes antecedentes para otorgar un nuevo estatus en la
sociedad a ciertas expresiones culturales ya que generaban ingresos y
oportunidades de empleo. Esto se fue demostrando cuantitativamente de modo
paulatino, de tal forma que hoy se calcula que en los países desarrollados la
contribución del sector cultura al producto nacional bruto es significativa y
corresponde al 3.4% del PIB mundial (Informe UNESCO 2011). En este marco, se
reafirma la tendencia a establecer alianzas entre políticas estatales e industrias
culturales para obtener un desarrollo cultural general de los distintos estados.” 107
Este cambio de políticas se tradujo, entre otras cosas, en el fortalecimiento de la
institucionalidad pública en el sector con la creación, en la mayoría de países, de
Ministerios, así como Secretarias y Consejos de rango ministerial.
Al inició del siglo XXI, el Convenio Andrés Bello (CAB) inicia una serie de estudios
sobre las dimensiones económicas y sociales de las Industrias Culturales en
diversos países de América Latina (Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela),
107
SICSUR. Los Estados de la Cultura. Estudio sobre la institucionalidad cultural pública de
los países del SICSUR. Caracas, julio 2012. Págs. 89-90
73
en lo que constituye el primer trabajo de recopilación de información sobre la IC y
su impacto en la región, con su respectiva cuantificación estadística. El trabajo sobre
el Perú fue realizado por el Instituto de Investigación de la Escuela Profesional de
Turismo y Hotelería de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y
Psicología de la Universidad de San Martín de Porres, y fue publicado el 2005 con
el título de “El impacto económico de la cultura en Perú”. Allí se analiza el
comportamiento y posible repercusión de sectores de la IC más característicos
(cinematografía, editorial y fonográfico), medios complementarios y sucedáneos
(radio, televisión, publicidad), y de otros sectores más cercanos a la cultura
tradicional (artes escénicas, artesanía, museos y museografía). El balance de este
primer estudio son unas industrias culturales en general bastante débiles, poco
gravitantes económicamente, con escaso mercado interno e insignificante
presencia internacional, y que sin embargo, en algunos campos, comporta una
importante empleabilidad (editorial, artesanías). Se constata además que esta
debilidad responde a diversos factores, entre los que puede mencionarse el
reducido apoyo o impulso del Estado, la permisividad frente a la producción cultural
pirateada, y el dominio de los mercados por la producción extranjera. En el 2009
sale publicado otra investigación sobre las IC en Perú realizada por el INDECOPI,
promovido por la Organización Mundial para la Propiedad Intelectual (OMPI), y
titulado “Contribución económica de las industrias culturales basadas en derechos
de autor en el Perú.“ Utiliza las categorías de la OMPI de industrias basadas en
derechos de autor (IBDA) donde reconoce cuatro: las principales (lo que sería las
IC más conocidas), interdependientes (ligadas al sector, por ejemplo tecnología),
parciales (basado más en el concepto de economía creativa) y no dedicados
(servicios y otros sectores con relación externa al campo cultural). El balance en
cuanto a las IC en el país es bastante similar al del trabajo antes mencionado, pero
la metodología utilizada permite relacionar mejor todo el circuito productivo cultural.
Se debe mencionar también el estudio impulsado por la Asociación Española para
la Cooperación Internacional (AECI) y realizado conjuntamente con el INC, con la
participación de actores culturales de diversos campos, que fue hecho público el
2009 con el título de “Documento técnico y aportaciones pragmáticas del Programa
74
IMPULSO para las Políticas Culturales en el Perú.” que desarrolla una serie de
propuestas de Políticas Culturales ya avanzadas por la Comisión formada en el
2001, adelantando algunos planteamientos y acciones que sirvieron para enriquecer
el debate sobre cultura que se trabajaba en el país.
75
cultural e Industrias culturales, y Pluralidad étnica y cultural de la Nación;
proponiendo en tal sentido un cambio importante en la composición del Ministerio
con los viceministerios de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, y de
Interculturalidad.
En general la creación del Ministerio de Cultura no era bien vista por la mayoría de
medios y analistas políticos. Se objetaba su necesidad política y operativa, y que
implicaría mayor gasto del presupuesto público por el aumento de personal y
funciones que conllevaba, a lo que el gobierno respondió que se mantendría el
mismo presupuesto asignado al INC. Esto fue severamente cuestionado por los
artistas y gestores culturales, que habían reclamado durante años mayores recursos
para el sector cultural, y que temían que todo no pasase de un cambio de nombre,
pero con igual relegamiento en el aparato estatal. Finalmente el 15 de julio del 2010,
al lado de las ruinas prehispánicas de Pachamacac, al sur de Lima, el Presidente
de la República Alan García promulga la Ley 29595 que crea el Ministerio de
Cultura, en base al documento que había sido sancionado semanas antes por el
Legislativo. Cabe mencionar que fruto de las negociaciones políticas, finalmente se
terminó adoptando en el texto de la Ley la propuesta viceministerial del nacionalismo
a cambio de incluir en las disposiciones complementarias finales parte del dictamen
de la Ley de Mecenazgo que la congresista aprista Luciana León había estado
promoviendo de manera infructuosa, ante la negativa del Ministerio de Economía y
Finanzas. Se establecía además que el Instituto Nacional de Cultura (INC),
Biblioteca Nacional del Perú (BNP), Instituto de Radio y Televisión Peruana (IRTP),
Academia Mayor de la Lengua Quechua, Archivo General de la Nación (AGN), e
Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuano
(INDEPA) se adscribieran al nuevo ministerio. En cuanto a las Industrias Culturales,
en la Ley 29565 señalaba en el artículo 14, como parte de las funciones del
Viceministerio de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, el “formular, coordinar,
ejecutar y supervisar las políticas relacionadas con el fomento de las artes vivas, el
76
cuidado del patrimonio artístico de la Nación, la promoción de la creación artística y
el desarrollo de las industrias culturales.”
77
“Estado como Arquitecto”108 Pero la realidad peruana estaba bastante lejos de sus
modelos de referencia, debido a la debilidad política del Ministerio peruano, así
como su magro presupuesto, y la prescindencia de funciones claves para las IC
como las referidas a los derechos de autor (en manos del INDECOPI) y las
relacionadas con los medios masivos de comunicación (radio, televisión).
Agréguese a lo anterior, el desarrollo incipiente o limitado de nuestras industrias
culturales, y su reducido impacto en el desarrollo social y económico de la
ciudadanía, además de la escasa normativa promotora al respecto. Con todo, sin
embargo, esta nueva institucionalidad permite visibilizar por primera vez la
problemática de las IC a nivel del Estado y la sociedad, con un fuerte trabajo de
recopilación y ordenamiento estadístico de la información cultural que permite
realizar un mapeo de su presencia e impacto en el país (gracias al “Atlas de
Infraestructura y Patrimonio Cultural de las América en su capítulo Perú”, elaborado
por el Ministerio de Cultura con el auspicio del Banco Interamericano de Desarrollo
–BID en el 2012) y, posteriormente, con la implementación de los 22 Indicadores de
UNESCO de la Cultura para el Desarrollo en el 2015, donde relievan el aporte del
sector para la economía, educación, gobernanza, participación social, igualdad de
género, comunicación y patrimonio. La DGIA en el gobierno de Ollanta Humala
participa también del Plan Nacional de Diversificación Productiva (PNDP)
promovido en el 2015 por el Ministerio de la Producción, buscando insertar a las
industrias Culturales peruanas entre los posibles beneficiarios de una política de
impulso empresarial a través de la Mesa de las Industrias Creativas que permitiera
identificar cadenas de valor con potencial demanda en dicho sector (sin resultados
concretos hasta la fecha). Aunque tal vez lo más significativo fue la participación y
presencia de las industrias culturales peruanas en los Mercados de Industrias
Culturales del Sur –MICSUR, realizados en Buenos Aires y Bogotá el 2014 y 2016.
108
Citado en SICSUR. Los Estados de la Cultura. Estudio sobre la institucionalidad cultural
pública de los países del SICSUR. Caracas, julio 2012. Págs. 33 y 34
78
El 2013 el Ministerio de Cultura presentó un documento de Lineamientos de Política
Cultural, que a la fecha constituye el único escrito oficial con la visión del Estado
peruano sobre su accionar en el campo cultural. En el mismo se dedica el
lineamiento 6 al apoyo a las Industrias Culturales: “La cultura es identidad, pero
también un bien y servicio de intercambio en el mercado, por lo que un proyecto de
política cultural debe relacionarse creativamente con las reglas de este. Las
competencias en el mercado son desiguales y los consumidores solo pueden elegir
entre aquello que el mercado ofrece, lo que no agota la diversidad de la producción
cultural. Pero sobre todo, la cultura es un sector que genera empleo y que sigue
siendo una fuente desaprovechada de generación de recursos económicos. Su
impacto en el PBI y en el volumen de las exportaciones puede ser cada vez mayor
y por ello es necesario tomar algunas medidas que desarrollen las potencialidades
de este sector. Se trata de promover una mejor gestión de las industrias culturales
a partir de políticas de fomento y de asesoramiento a las pequeñas empresas
culturales. A pesar de que las industrias culturales existentes suelen tender hacia
los oligopolios y los bienes culturales no pueden ser disfrutados en iguales
condiciones, dados sus precios relativamente elevados o su escasa circulación, lo
cierto es que hoy el mercado se constituye en el agente más influyente en la
producción cultural. Es en el libre mercado donde se definen muchas
representaciones colectivas y se construyen los gustos mayoritarios.”109 Más
adelante se presentan algunas consideraciones sobre los cambios legislativos
requeridos en campos como la cinematografía, editorial, musical y las nuevas
tecnologías digitales. Sobre estas últimas sugiere que el Ministerio pueda
desarrollar una plataforma virtual “que permita salvaguardar la exclusividad
otorgada por los creadores, posibilitando únicamente la visualización de la obra, no
su descarga ni su modificación. Dicha plataforma virtual requiere también de un
blindaje legal que permita la cesión de derechos de autor y derechos conexos, tanto
para su uso y difusión en la plataforma como para la generación de alianzas entre
creadores y productores o editores.” Y culmina haciendo una reflexión sobre lo que
109
Ministerio de Cultura. Lineamientos de Política Cultural (versión preliminar) Ministerio de
Cultura, Lima, 2013. Pág. 27
79
puede aportar las IC al rol cultural que deberían cumplir los medios masivos de
comunicación predominantemente privados que utilizan radiofrecuencias del
espectro de dominio público, a pesar que la entidad no tiene mayor injerencia en
ello fuera de lo declarativo: “Las industrias culturales son un agente clave en la
construcción de ciudadanía y, por tanto, requieren el diseño y puesta en práctica de
estrategias para que los medios masivos de comunicación difundan contenidos que
promuevan valores democráticos y que no discriminen a ninguna de las identidades
o grupos culturales existentes en el país.”110
No deja de ser significativo que a dos años del primer ROF, el Ministerio de Cultura
sancionará uno nuevo, aprobado mediante Decreto Supremo N°05-2013-MC. Allí
se termina reduciendo el peso específico de la DGIA en el Viceministerio de
Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, al pasar de tener tres a cinco direcciones
a su cargo, cuatro de ellas referidas al campo patrimonial. (reducción de 20 al 14%
su peso específico en la Alta Dirección), lo que trae consecuencias en cuanto a
cuotas de poder, ámbito de funciones, representación y recursos al interior de la
institución. La DGIA por su parte amplió sus órganos de línea a cuatro direcciones:
del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO), del Libro y la Lectura,
de Arte y de Elencos Nacionales. Es cierto que la misma norma determina que las
Direcciones Desconcentradas, que reemplazaron a las Direcciones Regionales de
Cultura, deberían contar en su organigrama con subdirecciones referidas a
Patrimonio, Industrias Culturales e Interculturalidad como en el Ministerio, lo que
parece muy importante para descentralizar la gestión, pero lamentablemente ha
tenido poca incidencia y solo en algunas regiones como Cusco, Junín, Arequipa,
Lambayeque o La Libertad, en especial por falta de presupuesto y personal
capacitado para esas funciones.
110
Ministerio de Cultura. Lineamientos de Política Cultural (versión preliminar) Ministerio de
Cultura, Lima, 2013. Pág. 28
80
En suma, puede decirse que la puesta en funcionamiento del Ministerio de Cultura
no resolvió los problemas fundamentales que atravesaba el sector desde la gestión
del INC, si bien logró una mayor presencia política y mediática de la gestión cultural,
así como facilitó los intercambios con el exterior. En cuanto a las Industrias
Culturales, si bien resulta positivo que se visibilice el sector, así como sus
potencialidades y necesidades en lo social, económico y valorativo; todavía asoma
como insuficiente, débil y más aún precario en cuanto a su desarrollo. Sin duda
queda mucho por hacer en este campo, y con los gremios, asociaciones y empresas
que forman parte de las Industrias Culturales peruanas, incluyendo sus gestores y
canales de distribución, en diversos campos como el legislativo, promoción
económica, desarrollo de infraestructura, difusión, entre otros. Tareas que en su
gran mayoría siguen pendientes por parte del Estado y la sociedad.
81
4.- INDUSTRIAS CULTURALES EN EL PERU
(Indicadores de consumo)
RADIO Y TELEVISION
82
LIBROS E INDUSTRIA EDITORIAL
83
INDUSTRIA CINEMATOGRAFICA
84
FUENTES DE LOS GRAFICOS ESTADISTICOS:
1.- CONCORTV
2 y 3.- GFK
4 y 5.- SUNAT
6.- BIBLIOTECA NACIONAL
7 y 8.- DAFO, MINISTERIO DE CULTURA
85
5.- CONCLUSIONES
1.- Desde un principio el arte y la cultura no tuvo solo un valor estético o social sino
económico y productivo, que conforme las sociedades y sus relaciones fueron
creciendo y complejizándose, fue aumentando su importancia y presencia. No
obstante ello, los Estados, funcionarios y operadores políticos demoraron en
asimilar esta otra dimensión del rol cultural, y lo que debiera ser su participación de
cara a los sectores productivos y comerciales relacionados.
86
4.- En el Reino Unido, en los años 90, surge el concepto de Economía Creativa (o
también Industria Creativa) que buscó ser una ampliación y diversificación de lo que
se entendía como Industria Cultural, sumándole sectores estratégicos como el
tecnológico informático, diseño, medios de comunicación y publicidad, entre otros.
El propósito era darle mayor consistencia y presencia al sector, empezando por su
peso económico; pero algunos cuestionaron que terminara diluyéndose las I.C.
clásicas y las creaciones culturales ante el empuje de los otros sectores.
6.- El Perú, al igual que otros países latinoamericanos, casi siempre relegó el papel
de lo cultural a lo meramente decorativo y exterior. No existió, como si hubo en
Argentina, Brasil o México, una clase dirigente claramente comprometida con la
construcción de un concepto de nación donde la cultura asumiera un rol central de
identidad compartida más allá de la retórica oficial. Tal vez por los abismos
culturales existentes desde la colonia y que la republica no supo resolver, no se tuvo
87
mayor interés por lo cultural, con la excepción del pasado milenario prehispánico
como motivo de orgullo pero también de explotación turística. Los artistas y
creadores contemporáneos sin embargo fueron más bien dejados de lado y
abandonados a su suerte, lo que motivó el destierro de muchas o las perdidas y
mercantilización de otros. No hubo, hasta bien entrado el siglo XX, ninguna
preocupación del Estado por este sector, lo que en buena parte explica su desarrollo
incipiente y escasa presencia en un mercado nacional dominado por lo importado.
7.- Recién los últimos cuarenta años podría decirse que empieza a haber una
preocupación en el Estado peruano por apoyar a nuestras Industrias Culturales.
Esto explica la dación de leyes y normas a favor de las industrias cinematográficas
y editoriales, que a pesar de ser limitadas y muchas veces mal aplicadas, dinamizan
los sectores y evidencian una preocupación cada vez mayor y más visibles del
Estado por el sector. La misma que llevó en el plano institucional a constituir un
Instituto Nacional de Cultura en los años 70 y un Ministerio de Cultura en el 2010,
luego de un largo proceso de propuestas y debates al respecto, y en medio de un
creciente empoderamiento político del sector en la región. Con esta nueva
institucionalidad se ha reconocido por fin a nivel oficial a la Industria Cultural como
sector y responsabilidad, pero los problemas al respecto están lejos de haberse
resuelto, por lo que urge trabajar más desde lo público y lo privado, por impulsar y
consolidar este importante sector.
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