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Tema 1: La crisis y sus manifestaciones. El auge económico de las Provincias Unidas e Inglaterra.

1.1 Características y alcance de la crisis.

La crisis del siglo 17 es motivo de continuas revisiones por parte de los historiógrafos. Ya hace tiempo se abandonó
la idea de una crisis generalizada centrándose en una crisis económica, aunque sea difícil de separarla del aspecto
político y social. Más guerras y más contrastes sociales, junto a sus reacciones y el avance absolutista son causa-
efecto del clima de dicha crisis.

Uno de los indicadores más importantes es el estancamiento primero, seguido de un descenso generalizado de los
precios, que podía ser a causa de la caída en las importaciones de metales preciosos de América, aunque este
aspecto no parece tener origen común. Lo evidente, es que la crisis se inicia en los países mediterráneos, desde
donde se expandirá a mediados del siglo 17 al norte, para generalizarse a partir de mediados de centuria. Según
Michel Morineau, no tienen nada que ver los aspectos antes referidos, es más para él la llegada de metales siguió el
mismo proceso, ya que debemos tener en cuenta el fraude continuo en la entrada de estos productos, y sin duda la
crisis viene de la relación directa entre oferta y demanda de la población, es más, la caída de precios no afecta por
igual a vendedores que ha consumidores.

La idea de crisis generalizada se viene abajo ante las evidencias, en cierta forma en un periodo aproximado entre
finales del siglo 17 y principios del 18, donde lo que realmente se produce es un trasvase de la económica, del
mediterráneo al Atlántico norte. Por lo tanto, lo que desde España se ve como una crisis, en Inglaterra se matiza. Por
lo cual debemos de dejar de hablar de crisis generalizada y debemos atender a los matices, si en el mediterráneo
comenzó sobre 1580 y empezó a remitir sobre un siglo después, en el norte se presentó a mitad del 17
prolongándose hasta 1730. Además, debemos contar que no en todos los países tuvo la misma intensidad, ya que se
cebó principalmente en el mediterráneo y Europa Oriental. En Francia, el Báltico y Europa Central podemos hablar de
leve retroceso económico y por último tanto Inglaterra como los Países Bajos experimentaron un progreso económico
no exento de dificultades. Será el cambio definitivo del protagonismo histórico del mediterráneo al Atlántico que
reportará cambios económicos, sociales, políticos y culturales a Europa.

Las causas de la crisis son diversas; la climática con la denominada “pequeña edad glaciar” a partir de 1560, con los
máximos visibles entre 1640-1665 y 1690-1710, todos ellos con largos inviernos y veranos frescos y lluviosos.
Evidentemente esto ocasiono malas cosechas, en una Europa que había crecido demográficamente en el siglo 16 y
que por lo tanto provocó hambre, enfermedades y muertes.

1.2 La evolución demográfica.

Esta evolución muestra claramente que la crisis no fue generalizada, en términos generales la población europea
según Livi Bacci paso de 111 millones en 1600 a 125 millones en 1700, por lo tanto, débil crecimiento. Las dificultades
demográficas llegarán por zonas y por diferentes causas, desde la peste Atlántica de finales del 16 que se cebó en el
mediterráneo, sobre todo al norte de Italia, hasta la guerra de los 30 años que hará estragos en Alemania entre 1618-
1648. Otro periodo crítico será a mediados del siglo 17, cuando la peste volverá a aparecer en el mediterráneo y
posteriormente en el Atlántico y el Báltico coincidiendo con las diferentes guerras. De todas estas crisis territoriales
William Doyle señala como la peor, la de Finlandia donde una terrible hambruna provocó la muerte de una tercera de
la población entre 1696-1697.

Las guerras mermaron la población, como se comprobó en la guerra de los 30 años donde en Alemania hizo
descender la población de 20 a 17-16 millones, aunque estas cifras rebajan las primeras cifras historiográficas que
hablaban de un descenso cercano al 50%. También la guerra entre daneses y suecos, propició un descenso del 20%
entre 1658-1660. Todas estas cifras son matizables, ya que dentro de los mismos países no tuvieron igual incidencia
entre su geografía. El caso más significativo fue España, donde la crisis se cebó en Castilla, mientras que en el
Cantábrico y el Levante se produjo un aumento de población con un leve crecimiento de 6,8 a 7,5 millones. También,
Italia que, si en la primera mitad del siglo 17 cayó de 13,5 a 11,7 millones, en la segunda mitad recuperó los niveles
iniciales. De todas estas cifras se pueden extraer unos datos generales que refuerzan diferentes hipótesis:

1- El cambio de peso del mediterráneo al atlántico queda contrastado con el aumento de población en
Inglaterra, los Países Bajos y Escandinavia, en este último caso a pesar de guerras y hambrunas. También en
la península Ibérica donde el protagonismo de la crisis del 17 cambiará el centro de gravedad del centro a la
periferia.
2- Otra de las grandes causas de la crisis demográfica fue la peste, que en este caso fue por grandes
oleadas:
La primera, la atlántica (1596-1603).
La segunda en el norte de Italia y Francia (1628-1632), que según Cipolla se llevó a más de un millón de
personas.
La tercera, la mediterránea (1647-1652), desde el sur de Andalucía hasta Cataluña por todo el arco
Mediterráneo de la península, las islas baleares y luego se trasladó a Nápoles (1656) y Génova (1658).
Por último, destacar la que afecto al norte de Europa (1663-1670), en ciudades como Londres.

Aunque las anteriores son las más conocidas, no se libraron de peste o epidemias ninguna región europea. Además,
debemos contar que muchas de ellas son de carácter local por lo que las cifras varían mucho. De forma generalizada,
aunque no de forma definitiva la peste remitió a partir de los años 70 del siglo 17.
3- Al estancamiento demográfico se le pueden encontrar otras causas, de tipo social, como el celibato, el retraso
en la edad matrimonial e incluso prácticas contraceptivas, y algo de menor incidencia tuvo en las nuevas
zonas de expansión de la industria rural, donde la bonanza contribuyó al crecimiento.

La mortalidad se cebó sobre todo en las ciudades debido a los contagios, con lo que el auge de las ciudades
durante el siglo 16 se vio frenado en el siguiente, lo que provocó en especial en España e Italia una ruralización de la
demografía. Es evidente, que no se puede generalizar, por ejemplo, las capitales como Madrid se vieron beneficiadas
por la llegada de las Cortes Barrocas, en detrimento de otras como Toledo o Burgos. A parte de las mediterráneas
sobre las que se cebó la crisis como Valencia o Sevilla ambas por la peste, surgirán ciudades como Málaga y Cádiz
que recogerán el testigo de las rutas atlánticas.

Las tres grandes ciudades europeas a mediados del siglo 17 son Londres, Paris y Nápoles. A finales del 17, Londres,
a pesar de las crisis contaba con más de 500.000 personas. Un estudio de Jan de Vries demuestra el cambio del
peso demográfico del Mediterráneo al Atlántico, basándose en las ciudades que doblaban su población en 3 periodos
diferentes de la Edad Moderna. Así, si en el primer periodo (1500-1600) aparecen 8 ciudades del marco
Mediterráneo, en el segundo (1600-1750) solo aparecen 3 y por último (1750-1800) solo aparece Barcelona. Otro de
los datos que revela el estudio son la pérdida demográfica de muchas ciudades durante el periodo 1600-1750, y el
paso de la población a las capitales de estado y principales puertos.

El siglo 17 continuó con los movimientos de población del campo a la ciudad, algunos estacionales, a los que
debemos sumar los que se dirigieron a otros continentes. La causa era la superpoblación entendida en base a la
posibilidad de subsistencia tanto geográfica, económica o de propiedad de la tierra. También fueron importantes:
Los movimientos internos como en Sicilia, donde los nobles fundaron ciudades interiores entre finales del 16 y
mediados del 17.
Los movimientos agrícolas de los Países Bajos con los nuevos polders que servirán de asentamiento a otras
comunidades-
El repoblamiento de regiones arrasadas por la guerra, este es el caso de Alsacia a la que llegan gran cantidad de
suizos perfectamente organizados.

Otras migraciones tendrán carácter político, como los 14.000 escoceses que emigran al Ulster irlandés, y detrás el
deseo de Inglaterra de mantener la isla. El servicio militar obligatorio, por lo que muchos soldados se quedaban en los
países a los que eran enviados. Pero las más importantes siguieron siendo las de carácter religioso, como la
expulsión de moriscos en España (1609-1614) que expulso a 300.000 personas de Valencia y Aragón al norte de
África. Otra fue la de los hugonotes expulsados de Francia tras la revocación del Edicto de Nantes en 1685, que
recalaron en los Países Bajos, Inglaterra o las colonias inglesas entre otros lugares, siendo una migración importante
ya que los hugonotes eran gente preparada, no simples campesinos. Por último, destacar los movimientos religiosos
internos en Alemania, durante y tras la guerra de los 30 años, que sirvieron para conformar la población de
Brandeburgo, Prusia y Pomerania.

Las migraciones al Nuevo Mundo por parte de los europeos también fueron importantes. De España se calcula que
salieron casi unas 100.000 personas en el siglo 17, y las cifras de Portugal son más difíciles de cuantificar, pero
acudieron en busca del oro brasileño. De Inglaterra partieron 378.000 personas a las colonias y 250.000 holandeses
emigraron en especial a Asia, y más escasa será la de franceses a Canadá y las Antillas, alrededor de 27.000
personas.

1.3 Agricultura y ganadería.

El sector primario fue uno de los más castigados durante el periodo de crisis. Con descenso de precios, menor
consumo y disminución de la producción, la nobleza vio como sus recursos disminuían y ello repercutió sobre las
rentas o la sustracción de los derechos a los agricultores, en especial al inicio de la crisis. A ello se sumará la presión
fiscal de los gobiernos para el sufragio de las guerras. Destacar que esta crisis de la agricultura se cebó más en los
países que perdían demografía llevando a un nuevo abandono de tierras cultivadas.

Todo esto tuvo diferentes repercusiones, por ejemplo, en Europa Oriental, incrementó el poder de la nobleza
aristocrática, al hacerse con las pocas tierras, que quedaban en manos de agricultores, al no poder estos hacer frente
al descenso de demanda de cereales por Occidente, que repercutió en el aumento de la servidumbre, sumiendo a la
Europa Oriental en la precariedad de la sociedad rural. Algo similar sucedió en Inglaterra, pero con diferente solución,
ya que también existió concentración de tierras en manos de los más poderosos, pero el resultado fue la migración a
las ciudades. Los grandes propietarios se harán con la mayoría de territorios cultivables, pero, además, labrarán
nuevas tierras, plantarán nuevos campos de cereales y drenarán territorios nuevos como Fenlands. Estas
circunstancias llevaron a la denominada trilogía del campo inglés; grandes propietarios que arrendan sus territorios a
los arrendatarios, que explotan los territorios para un beneficio económico y poder, tras satisfacer el pago a los
primeros y asalariados al servicio de estos últimos. Todo ello propició la llegada de nuevos productos (plantas
forrajeras, legumbres, etc.) y los métodos capitalistas a la agricultura inglesa. Pero además incrementaron la
producción de cereales, para abastecer las ciudades y no tener dependencia del báltico. El resultado fue una
agricultura y ganadería diversificada y en expansión, que encaminó a Inglaterra no solo al autoabastecimiento, sino
que evitó la crisis y a principios del siglo 18 se convirtió en exportadora de cereales a Europa.

Pero el mejor modelo de agricultura siguió siendo la de los Países Bajos, por especialización y comercialización. A
diferencia del inglés siguió comprando el cereal en el báltico, favoreciéndose de los precios bajos y aprovechó sus
territorios para la producción especializada: quesos, tulipanes, mantequillas o plantas industriales, y a inicios del siglo
17 incrementó el territorio cultivable con la construcción de polders. En términos generales podemos constatar que el
fuerte endeudamiento provocó la caída de los pequeños agricultores y de los intermediarios. Mientras que los
principales beneficiarios serán la nobleza, el clero y los rentistas urbanos, todo ello derivó en un aumento de la gran
propiedad. Desde el punto de vista productivo, el principal protagonista será el maíz, que desde finales del 16 se
había instalado en las costas cantábricas y se expandirá a Francia e Italia, suponiendo un gran avance para mitigar la
crisis por su alta productividad. El arroz se extendió por la Lombardía y Valencia. Los cultivos industriales también se
expandieron, como la morera en el mediterráneo para la seda, o el lino y cáñamo en el Atlántico. Las frutas y
hortalizas para la demanda de las ciudades, como la vid en una Europa cada vez más sofisticada que demandaba
vinos.
1.4 Industria, comercio y finanzas.

La crisis se cebó principalmente en las manufacturas textiles del norte de Italia y los Países Bajos, ambas vinculadas
al tradicional sistema gremial. Se produjo un claro trasvase de la producción al verlag system basado en la industria
rural que se escapaba del férreo control de los gremios, algo de lo que los mercaderes empresarios sacaran
provecho iniciando la carrera hacia el capitalismo, y consolidando nuevos productos como los new draperies, o ropas
más económicas.

El epicentro de este cambio de producción fue Inglaterra. Las causas eran varias: flamencos huidos durante la guerra
con España y su necesidad de trabajar, la crisis comercial entre 1619-1622 y la influencia sobre los mercados de la
guerra en el norte de Europa y por último los cambios alimenticios de los animales que producían una lana de peor
calidad. El triunfo de estas nuevas prendas más económicas vino también de parte del aumento de las exportaciones.
Los ingleses tienen nuevos mercados como el mediterráneo y las colonias, que necesitan de estos productos más
económicos y más ligeros. Pronto también comenzarán las producciones de lino y después de algodón.

Las nuevas pañerías se extendieron a los países Bajos, con epicentro principal en la ciudad de Leiden, que se
aprovechó de la abundante mano de obra experta, y su principal mercado también en el mediterráneo. Pero Leiden
entrará en crisis hacia 1670, por la falta de competitividad contra los paños ingleses y la fuerte dependencia de las
materias primas extranjeras. En lo que si fueron importantes y basaron su industria fue en los tintes, ya que teñían los
paños ingleses y blanqueaban el lino alemán. La industria rural se extendió por otros países:

Francia Tras los problemas de los años 30 y con continuos conflictos sociales con los gremios,
sumados a las consecuencias de las guerras con España, llevaran a la dualidad rural-
urbana en ciudades como Amiens y Beauvais. También contaron con las políticas de
proteccionismo de Colbert. La región más beneficiada será el Languedoc, por la
exportación al mediterráneo desde Marsella, además de Lyon que aprovechará la
crisis de Génova para convertirse en el principal productor de seda.
Italia Tuvieron problemas al ser incapaces de competir con los precios de las new draperies,
en especial por el fuerte control gremial. Para superar la crisis debieron reconvertir su
industria textil, pasando de las producciones de lana a la seda, aunque esta no
absorbiera toda la caída de la primera.
España Más intensa fue la crisis, que en varios puntos supuso casi la desaparición, aunque
aguantaron la producción en Segovia con la ruralización hacia la sierra de Cameros. A
finales de siglo comenzó una recuperación de la pañería en Cataluña centrada en
localidades semiurbanas como Igualada, Sabadell y Terrassa. También se expandió la
seda por Valencia y Barcelona, recogiendo el testigo de Toledo.

Otros grandes sectores industriales adquieren importancia, en especial la metalurgia de Suecia, clave en el poderío
militar y político de ese país. Fueron los principales productores de armamento y fundición de hierro, además de
exportadores de cobre.

La metalurgia inglesa también era importante, más que como productora. para lo cual tenía el problema de falta de
combustibles debido a la deforestación, se dirigió a la industria de transformación en Birmingham o Sheffield. Es el
síntoma de que Inglaterra tenía capacidad de sobreponerse a sus problemas, que le llevará por ejemplo a la
explotación del carbón mineral desde Newcastle, tras las mejoras pertinentes se convertirá en el motor de la
revolución industrial en el siglo 18.

También fueron novedosas las manufacturas holandesas, producción de azúcar, industria pesquera, blanqueo del
lino o la construcción de barcos, aunque seguirán el proceso general de los Países Bajos entrando en crisis a partir
de los años 70 del siglo 17. En conjunto se puede decir que las manufacturas se pueden incluir en el cambio de peso,
del mediterráneo al Atlántico. Italia y en especial Castilla se convierten en importadoras de manufacturas y
exportadoras de materias primas.

El comercio a gran escala también verá los cambios del siglo 17, algunos de los comercios básicos del siglo anterior
como: el de esclavos a América, el de las Indias orientales, o el vacuno de Dinamarca entraran en clara recesión. El
cambio de peso ya comentado también llegó al mercado, donde los venecianos entrarán en crisis definitiva ante el
empuje de los holandeses en el Índico, perdiendo Venecia el control de los productos orientales en Europa. Todo ello
consecuencia del triunfo definitivo de las rutas marítimas atlánticas respecto a las terrestres. También se tiene que
tener en cuenta, la crisis económica mediterránea y alemana por la guerra de los 30 años. Por tanto, el cambio de
peso se volverá definitivo en el siglo 17, el comercio español en América y el portugués en Asia perderán importancia
en el contexto europeo.

La gran beneficiada Amsterdam, como nuevo centro financiero y mercantil de Europa, contó con la ventaja ante
Amberes de poseer la mejor flota mercante. Los holandeses definitivamente romperán el comercio internacional,
además del dominio pesquero de altura (bacalaos o ballenas). En el comercio triunfaron con un nuevo barco “la
flauta”, estrecho y alargado, sin cañones y con menos tripulación y todo eran ventajas para el comercio internacional.
Nuevas financiaciones como el rederijen, un sistema por el cual se repartían el capital pequeñas empresas,
minimizaba riesgos. Así los holandeses apostaron por el comercio marítimo; comerciaban con productos voluminosos
como el trigo o la madera, muy a menudo con productos que no eran suyos y sobre los cuales actuaban como
intermediarios. Esta forma de negocio le llevo a poseer una de las flotas más importantes, ejerciendo el control de la
mayoría del negocio del Báltico. Pero no solo comerciaban en este mar, sus barcos navegaban por todo el mundo,
desde sus colonias en Asia, hasta el mediterráneo, donde en Livorno establecieron un centro de distribución de
mercancías de productos más variados, desde la plata que los españoles traían de América, sus propios textiles, o el
trigo del Báltico.

En 1602 crearon la compañía de las Indias Orientales (VOC), financiada a través de la Bolsa de Amsterdam y
auténticos representantes de los holandeses en Asia. Ello le llevó al enfrentamiento con Portugal, del cual saldrán
victoriosos convirtiéndose en los líderes del comercio entre el Índico y el Pacífico. No tan bien les salió el negocio en
América, donde crearon la Compañía de las Indias Occidentales en 1621 (WIC), con el objetivo de controlar el
comercio del Caribe, Brasil y Guinea, también en disputa con Portugal, pese a algunos éxitos, la Compañía se ahogó
en deudas. Refundándola en los años 70 y dedicada al lucrativo tráfico de esclavos, les llevó a los holandeses de
mitad del siglo 17 a poseer la flota más importante de Europa, con más de 2000 barcos, lo que suponía el 75% de
todos los europeos.

Pero Amsterdam, también se convertirá en centro principal de las finanzas de Europa, con dos instituciones la Bolsa
y el Banco de Amsterdam como protagonistas de este hecho. La principal labor de este último, consistía en ser
intermediarios de letras de cambio, pero además comenzaron a aceptar depósitos y realizar transferencias entre
clientes, todo ello sin producir billetes, aunque sus recibos de depósitos viajaron por todo el mundo. Solo después de
los primeros éxitos comenzarán a prestar dinero, además de propiciar el nacimiento de otros similares como el de
Hamburgo en 1619.

El problema holandés fue la falta de un sistema productivo y un escaso mercado interior, lo que le hizo vulnerable y
excesivamente dependiente del comercio marítimo. Sus competidores aprovecharon esos problemas para
debilitarlos, como Inglaterra que llevó a cabo tres guerras comerciales con ellos, y el rey francés Luis 14 una
agresión en 1672. Todo ello les lleva a un lento declive y el paso del poder mercantil a Hamburgo, aunque Ámsterdam
seguirá brillando en el siglo 18, ya no con la misma intensidad. La supremacía inglesa se basó en aspectos que
carecían los Países Bajos, como su reestructurada producción textil, inicios de las actividades industriales, un sólido
mercado interior y la apuesta por la expansión colonial a América con su renovada flota, y un crecimiento constante
durante el siglo 17. Inglaterra basó su poderío en productos coloniales, como el tabaco o el azúcar que tras
procesarlos reexpedía por el mundo. En 1694 creó el Banco de Inglaterra y su celebré bolsa de valores desde las
tabernas del pequeño callejón de Change Aley.

1.5 El mercantilismo.

Este término es acuñado por la posterior economía liberal, basada en la práctica económica de finales de la Edad
Media y que dominará prácticamente toda la Edad Moderna. Es un conjunto de teorías y prácticas que definen la
economía de la época. Incluso no se puede generalizar, ya que se habla de un mercantilismo, español, francés,
inglés, etc. Alcanza su máximo cenit en el siglo 17, pero sin olvidar de donde procede y pensando en que el siglo 18
aparecerán nuevas corrientes económicas como el liberalismo o la fisiocracia.

Los tres elementos fundamentales son; incremento del poder del estado, apología del trabajo y de los intercambios y
la atención a la balanza comercial, buscando el incremento de población y la riqueza de los súbditos. El mundo se
convierte en una gran tarta de metales preciosos (oro y plata), y por la porción más grande luchaban los estados. Por
lo tanto, hablamos de un nacionalismo económico. Esto se hacía a través de conseguir una balanza mercantil
favorable, a través de la exportación de manufacturas (más caras) y la compra de materia prima (más económica),
pero además nació la competencia por el transporte de estas mercaderías, ya que el negocio que generaban debía
repercutir en las economías estatales, y de ahí la protección de las compañías. En Europa, los estados dejan de
vender sus materias primas, estas deben servir para sus manufacturas, y al servicio de esto se pusieron los
aranceles aduaneros, muy altos para exportar materias primas y para comprar manufacturas extranjeras. Esto llevo a
tres guerras mercantiles entre Inglaterra y las Provincias Unidas entre 1651-1672. El resultado fue la carrera
desmedida por hacerse con colonias, de las que sustraer las materias primas y colocar los productos
manufacturados.

Detrás de todo, la idea generalizada de buscar el crecimiento de la población y su riqueza para aumentar el
consumo interno. El más fiel exponente a estas doctrinas fue Jean Baptiste Colbert, primer ministro francés de Luis
14, donde para él las compañías de comercio son los ejércitos del rey y las manufacturas sus reservas, ya que
Francia paso a luchar por el dominio en China y en especial en América. Así nacieron sus compañías por el mundo,
como las indias orientales y occidentales, la del Norte con Europa e incluso con el mediterráneo oriental. Una de las
más nefastas fue la Compañía de Guinea para la trata de negros.

Colbert promocionó la creación de manufacturas reales, a través de la iniciativa privada y con ayudas fiscales y la
concesión de monopolios, préstamos, etc. Destinadas al consumo interno del estado, desde las necesidades de la
corte, tapicerías, muebles y otros. Los sectores mineros y metalúrgicos, e incluso el monopolio de los artículos de
lujo. El éxito de todo esto fue relativo, con ayudas la iniciativa privada se alejaba de los riesgos y de la innovación,
sumidos en la tranquilidad del apoyo del estado. Francia acometió para ello mejoras en su flota naval y en las
infraestructuras, donde destaca el canal de Midi, que unía Toulouse con el Mediterráneo, completando el del Garona
con el Atlántico, que consiguió unir ambos mares.

El mercantilismo más atípico fue el de las Provincias Unidas, ya que su cometido fue contrario del resto de países, y
ello fomentó la libertad de movimientos de mercancías. Su carácter de intermediarios basados en proteger sus
balanzas de pagos, ya que llevaban plata y oro al Báltico a cambio de trigo, era inverso a sus rivales, y no necesitaba
la protección de su economía interna porque era deficitaria y la compensaba con la libertad de aduanas y políticas de
mares abiertos para su principal fuente de ingresos a través del transporte marítimo. Con ello podemos decir que fue
un mercantilismo no proteccionista, que entró en lucha contra ingleses y franceses en la protección por estos de su
buen mercado interno, lo que produjo el choque entre estos estados.

1.6 Cambios sociales y tensiones.

La crisis lógicamente produjo una serie de tensiones sociales, que si tuvieron algo en común, fue la r eacción de los
poderosos en transferir los problemas económicos al débil campesinado. Una nobleza que gastaba
desmesuradamente, por eso en algunos círculos se habla de crisis de la aristocracia en especial en Inglaterra. Las
tierras de los nobles en crisis pasaban al mercado libre, los reyes tuvieron que intervenir en su ayuda nombrando
administradores que pudieran garantizar el pago de deudas, dejando unos ingresos al noble para que viviera
dignamente.

La reacción ante la crisis de la nobleza fue la presión sobre los campesinos, apropiación de terrenos comunales y
derechos jurisdiccionales. Ante la vieja nobleza se abre otro peligro importante, los comerciantes, los banqueros y los
nuevos cargos públicos reclaman su puesto como nobles. Las dos noblezas, la antigua y la nueva no tuvieron buenas
relaciones, la antigua nobleza se obsesiona por su estatus, y como su nivel económico decrece y el gasto aumenta
es el motivo de sus problemas económicos. Además de su pérdida económica, la vieja nobleza ve mermado su poder
militar y sobre los juristas, con lo que dirigirá sus miradas en el siglo 17 a la política. En Francia se levantan contra los
regentes de Luis 13 y Luis 14, y en España se convierten en una élite de poder.

La polarización social se simplifica. La burguesía que hacía de puente entre las capas altas y bajas, se ennoblece
comprando tierras y títulos, abandonando en parte sus negocios a cambio de la renta de la deuda pública (dinero
prestado a las monarquías). El capital se alejó del progreso, excepto en las Provincias Unidas e Inglaterra que
apuestan más por las actividades creadoras de riqueza. Por todo ello, los principales afectados por la crisis fue el
pueblo llano o tercer estado sobre el que recae la presión fiscal de los monarcas para el sufragio de los gastos de las
guerras. El espacio entre ricos y pobres se incrementa, y no se puede hablar de una nueva dimensión estamental,
sino de un reajuste, ya que tampoco podemos considerar todavía una sociedad estructurada por la riqueza, es más
se reafirma los vínculos estamentales a modo de protección.

Los campesinos, pequeños arrendatarios y jornaleros serán los que sufran esta crisis, convirtiéndose en vagabundos
y marginados. Ante esto las casas de beneficencia creadas por Inglaterra en el siglo anterior se generalizarán en la
Provincias Unidas y Francia. La conflictividad social en el siglo 17 vino de las manos de los campesinos, por motivo
de subsistencia y movimientos de protesta como el de Inglaterra contra los enclousers o contra el pago del diezmo el
alojamiento de tropas etc. Mientras las ciudades se vieron envueltas en conflictos gremiales, contando además que
en muchos casos ambos se unían formando verdaderas revueltas.

Las revueltas campesinas más conocidas, son la de Baja Austria 1596-1597, las de Rusia en 1606-1607, las de
Croquants en Francia 1624-1643, ingleses y alemanes en los años 20. Y de otros en Hungría, Normandía y
Andalucía, y la centuria acabara con el levantamiento de Stenka Razin contra la nobleza rusa en 1670-1671. Las
tensiones populares se produjeron en la década de los 40 desencadenando conflictos políticos en las islas británicas,
Cataluña, Portugal, Sicilia, Nápoles y Francia. Y también en la segunda mitad del 17, como contra Luis 14 en Francia
y las tensiones campesinas de fin de centuria en Valencia y Cataluña.

Tema 2. la Cultura del barroco y la revolución científica.


Conceptos de Barroco y Clasicismo. Características de la cultura barroca y modelos europeos.

El barroco se constituye como forma de expresión dominante en Europa y parte de sus colonias durante la mayor
parte del Seiscientos. Estéticamente está vinculado a conceptos como naturalismo, contraste, exuberancia, y la
cultura barroca dejaría de ser un simple estilo definido meramente por sus elementos formales, para convertirse en la
cultura específica de una época histórica, coincidente con la crisis del siglo 17. El término fue acuñado en el siglo 18,
para definir de forma un tanto despectiva las tendencias artísticas dominantes del periodo anterior. Surge
esencialmente en Italia siendo sus tres vinculaciones esenciales: La Contrarreforma Católica, el auge del mundo
cortesano y las diversas crisis del siglo.

El barroco es la cultura específica del siglo 17, donde hay una conciencia de crisis que presenta como novedad, tras
el Renacimiento, la idea de que es posible la intervención humana para atenuarla e incluso reconducirla, en una
cultura que por muchos conceptos viene a ser la primera auténticamente moderna. El barroco constituye la repuesta
cultural desplegada desde un poder que se siente amenazado desde los múltiples frentes de la crisis. No es pues,
una cultura espontánea y popular, sino claramente inducida desde el poder. Los caracteres sociales del Barroco
serían los de una cultura dirigida, masiva, urbana y conservadora. Así nos encontramos con una poesía o una historia
directamente encargada desde las instancias del poder o con una preceptiva retórica o poética, incluso de huella
clasicista. La sociedad del seiscientos es de mayor complejidad por la aparición de nuevos grupos sociales, en este y
otros aspectos, el Quijote cervantino es uno de los mayores exponentes del Barroco.

Se ha definido al Barroco como la estética de la Contrarreforma Católica y aunque ello no es del todo cierto, si
resulta evidente que su máximo esplendor se da en España e Italia frente a la escasa incidencia en terreno
protestante. No nos encontramos ya ante una cultura ciudadana como la Renacentista, sino urbana, y ahora se
produce por primera vez una cultura vulgar para las masas anónimas como lo prueban los miles y miles de comedias
de consumo o el inicio de la producción en serie de objetos de arte. En este sentido la urbe es el marco privilegiado
como gran concentración de artistas, poderosos, y la ley que rige ahí es la de la ostentación del poderoso. Hay un
Barroco brillante y triunfante: el de la Iglesia romana, ante todo, el de los triunfos de la fe, el de Bernini y Borromini.
Sin embargo, la Barroca no es exclusivamente una cultura eclesiástica o religiosa, sino que continúa y acentúa la
secularización iniciada por el Renacimiento. También hay un Barroco negro y pesimista el de Caravaggio y Ribera,
bien como expresión de un poder que busca deliberadamente difundir sentimientos de violencia, de infundir tanta
admiración como temor entre la masa, bien como una de las escasas manifestaciones de escape o protesta
individual.
Teniendo siempre el referente de la extensión, la duración y la profundidad de la crisis (y de su conciencia) en el
Seiscientos, podemos referirnos a la cronología y la geografía barrocas: su impronta mayor es en Italia y España. Hay
posiciones intermedias como los territorios de los Habsburgo o Francia, y mayor intensidad en los países de la
Europa monárquico absolutista, eclesiástica, señorial y campesina. Generalmente se acepta su inicio en Italia en el
1600 (aunque la frontera entre el último manierismo y el Barroco es imprecisa), tiene su máxima intensidad en las
décadas centrales del siglo 17 y va extinguiéndose, antes de acabar el siglo. Pero eso, no excluye que haya ejemplos
que trasciendan estos límites como Calderón en España o Fenelón en Francia, ni que los elementos expresivos
barrocos se prolonguen durante buena parte del siglo 18 o incluso que evolucione en otros estilos como el Rococó,
pero ya en un contexto histórico muy distinto.

El clasicismo es el estilo francés que florece entre 1660-85, el de Boileau, Corneille, Racine, Moliere y Versalles,
Los límites entre Barroco y Clasicismo resultan permeables y tienden a difuminarse. Así una percepción hispana más
que hacerlos compatibles, ofrece un resultado completamente barroco, y el clasicismo francés no se explica sin el
barroco. El clasicismo fue impulsado por el Rey Luis 14 y su Corte: el palacio de Versalles. El clasicismo se
caracteriza por el culto a la Antigüedad, el imperio de las normas, las líneas rectas y los volúmenes definidos, aunque
incorpora también elementos del barroco. Especial importancia tiene el teatro con Corneille, el dramaturgo Moliere,
autores como La Fontaine, Perrault…. Hay casos paradigmáticos como los de Inglaterra, o la Republica de Holanda,
con culturas abiertas y tolerantes y grupos dirigentes vinculados al comercio y las finanzas. No debe olvidarse el
elemento religioso pues el cristianismo reformado impone un marco estricto que limita considerablemente o prohíbe
recursos estéticos o los temas habitualmente puestos en juego en el Barroco italiano. Fue en esta Francia de Luis 14
donde comienza la llamada querella entre antiguos y modernos, una disputa sobre modelos y fuentes culturales,
artísticos y humanos. El enfrentamiento dio lugar a numerosos escritos y tratados, en Italia por ejemplo destacan
Traiano Bocallini y Alexandro Tassoni entre los antiguos, y Secondo Lancelloti como defensor de la modernidad.

Características de la cultura barroca.

Los templos habían de transmitir a los fieles los conocimientos esenciales del dogma definido en el Concilio de
Trento y nada mejor que impresionar los sentidos y emocionar con imágenes impactantes, donde transmitir la
potencia y el triunfo de la Iglesia sobre la herejía, y por tanto nos encontramos con: formas en agitado movimiento,
abandono de la belleza serena, obsesión por el movimiento, ruptura de formas y la búsqueda de los contrastes. Prima
la decoración fastuosa y detallista, se busca el impacto, sucesión de curvas, contra-curvas, columnas salomónicas,
fachadas ondulantes y salientes, juegos de luces y sombras, los trampantojos o engaños.

En el arte civil encabezado por los monarcas: palacios y villas campestres con parques y jardines que se combinan
con grutas artificiales y fuentes. En el universo barroco hay un mundo dominado por la contradicción y la tensión
entre fuerzas opuestas, aunque complementarias: bien y mal, razón e instinto, materia y espíritu, realidad y
apariencia, luz y sombra…El siglo 17 se presenta como un siglo crítico, lleno de problemas vitales, económicos,
políticos, sociales e ideológicos. La "Trilogía Moderna" (hambre-peste-guerra) asolaron con frecuencia y violencia a la
sociedad europea de esta centuria, por lo que se hacía imprescindible contar con alguna esperanza, elemento
psicológico que sólo podía proporcionar la religiosidad, mucho más sentida que pensada. Los distintos estamentos y
grupos sociales gestaron formas diferentes para manifestar sus esperanzas, terrores y anhelos.

La nobleza y el clero tenían un interés común en cimentar su rango y su estatus, al mismo tiempo que luchaban entre
ellos por conseguir y mantener la posición más elevada dentro de la pirámide social. Entre estas minorías rectoras se
manifestaron dos tendencias opuestas: los que buscaban nuevas respuestas a la insatisfacción intelectual y
quienes pensaban que sólo en la tradición y en la seguridad del dogma religioso radicaba la fuerza del sistema social
privilegiado. La precariedad de la vida de los grupos populares también se manifestó en dos direcciones distintas. La
mayoría de la población asumió con fatalismo sus inciertas condiciones de vida; por otro lado, nunca faltaron los
motines y las rebeliones masivas, en general dirigidos por elementos no populares. En ocasiones reaparecieron las
ideas milenaristas anarquizantes y utópicamente esperanzadoras. La religiosidad siempre estaba presente en la
mentalidad colectiva y en las preocupaciones diarias; de ahí que se produjeran en la misma época las persecuciones
más salvajes contra la brujería y las manifestaciones de fervor popular llenas de mortificación y gusto por lo macabro.
Un Auto de Fe inquisitorial, la decapitación pública de un criminal o los excesos del carnaval eran actos sociales.

La Iglesia Católica intentaba desterrar las prácticas más desgarradas de religiosidad popular, dotando a los
sacerdotes de un mayor conocimiento dogmático y disciplinario. En cada una de las cúpulas jerárquicas de las dos
creencias en lucha (católicos y reformados) se enfrentaban unas concepciones laxistas, basadas en la misericordia
de un paternal Dios-amor, contra las opciones que exigían la más rígida observancia fundada en un terrible Dios-
justicia. Y aunque ambos credos sufrían los mismos problemas internos, no se acabaron las luchas confesionales, por
lo que cada iglesia se dotó de instituciones y buscó a las personas más idóneas para rebatir los argumentos del
contrario. La pequeña nobleza y la burguesía ligaron su existencia como grupo social a la política de las monarquías
absolutistas, desarrollando nuevos saberes filosóficos y jurídicos. En el barroco se iba a profundizar en la esencia del
pensamiento, en la epistemología y en el método, desligando estos procesos de unos designios divinos.
Respecto al sistema educativo, todo estaba supeditado a las ideas, los intereses y el poder relativo de cada uno de
los grupos sociales; los diferentes niveles y grados de conocimiento eran una fuente de prestigio social y de acceso a
una determinada cuota de poder. El pueblo se contentaba con unos rudimentos de doctrina cristiana y el
conocimiento pragmático de las técnicas artesanales para los varones y las habilidades precisas para el gobierno de
la casa en el caso de las niñas. La lectura, escritura y las 4 reglas aritméticas básicas, implicaban cierta preeminencia
dentro del grupo popular. Este nivel inferior de enseñanza estaba a cargo de los maestros de primeras letras,
mientras que las destrezas profesionales las transmitían los maestros gremiales. La pequeña burguesía tenía acceso
a un grado de conocimiento bastante superior, impartido por preceptores privados y las cátedras de latinidad. Esta
"enseñanza media" les suministraba toda la instrucción necesaria para sus negocios y, a veces, de la preparación
imprescindible para acceder a los estudios universitarios. Se ha dicho que la Ciencia Moderna nació al margen y en
ocasiones enfrentada a la Universidad. Pero hay que distinguir entre "conocimiento", que sólo podía ser adquirido
dentro del ámbito universitario, e "innovación", que se tenía que realizar fuera del entorno académico oficial.

Modelos europeos.

Las formas artísticas debían evidenciar la ideología de los grupos de poder, conscientes de la capacidad de la obra
artística para impactar y "convencer" mediante imágenes. No se puede explicar sociológicamente el arte barroco
sino a partir de tres elementos esenciales: la lucha confesional entre católicos y reformados, el absolutismo
monárquico y la sensibilidad de los distintos y opuestos grupos sociales que producían y recibían los
mensajes artísticos. Los Estados se llenaron de construcciones oficiales que mostraban al pueblo su poder. Francia,
paradigma de la Monarquía Absoluta, adoptó para su arquitectura palaciega unos cánones estéticos clasicistas, sin el
rebuscamiento barroco, aunque en el interior la decoración asumía toda su potencia visual. La religión, la cultura y la
posición social se demostraban en la vida cotidiana de unas ciudades que contaban con un centenar de días feriados;
la celebración siempre incluía una ceremonia litúrgica que recordaba el vínculo entre el Trono y el Altar y un cortejo
cívico en el que cada individuo ocupaba el lugar perfectamente predefinido que le correspondía por su categoría. El
Concilio de Trento no sólo definió el dogma católico, sino todo el conjunto de la religiosidad, imponiendo cánones
artísticos a los países católicos. Para oponerse a la doctrina protestante proliferaron las imágenes de vírgenes,
santos y mártires, prohibiéndose las escenas paganas y las imágenes impúdicas.

En arquitectura el modelo específico fue la iglesia jesuítica del Gesú de Vignola. Conocemos la arquitectura efímera
por esquemas y bocetos que muestran el profundo y preciso programa iconológico con el que se adoctrinaba a una
sociedad iletrada pero no inculta. Hay que destacar las obras romanas de Bernini y Borromini, que dan muestra del
patronato de la Iglesia, que en España financiaba a Alonso Cano. En Francia hallamos el estilo clasicista impuesto
por Luis 14, plasmado en los palacios de Versalles y el Louvre. El arte reformado producía una arquitectura simple y
estática, desprovista de ornato y de imágenes, y una pintura interiorista y profesional.

En pintura, la Monarquía Hispánica dio figuras geniales que reflejaban la religiosidad que impregnaba la vida
cotidiana, como el tenebrismo de José Ribera, el realismo del mundo monástico pintado por Zurbarán, el colorismo
preciosista de las vírgenes de Murillo hasta la figura de Velázquez, quizá el mejor retratista de la época y pintor de
Felipe Cuarto. En Italia pintaron fundamentalmente para la Iglesia y los cardenales Carracci y Caravaggio, mientras
que en Flandes destaca Rubens y en Inglaterra Van Dyke, en los Países Bajos Rembrandt y Van Dyck , en Francia
Poussin y Claudio de Lorena. La huella del Barroco en Francia fue escasa. En las Provincias Unidas Rembrandt,
Vermeer… La escultura hispana está llena de retablos policromados e imágenes de vestir, destacando los talleres
de Gregorio Fernández, Martínez Montañés, Pedro de Mena y Alonso Cano. Si las artes plásticas fueron un
instrumento de las élites para dominar a las masas con su impacto visual, la obra literaria fue un artificio de las
minorías para convencer intelectualmente a otras minorías, y el teatro ocupa un estadio intermedio. La obsesión
didáctica en lo político y social de la obra escrita se evidencia en Quevedo, cuya obra refleja el desencanto espiritual,
la violencia vital y lo grotesco de la actuación social. La poesía barroca se divide entre el Culteranismo de Luis de
Góngora frente al Concepcionismo de Quevedo. La literatura profundizó en la novela picaresca con Mateo Alemán
y Quevedo, culminando en el genial Miguel de Cervantes y el Quijote.
El teatro se constituyó en el gran instrumento de la didaxis político-social. Los ejemplos máximos sería n Lope de
Vega, quien perfeccionó la "nueva comedia española" y Calderón de la Barca, donde la supeditación total al designio
supremo, el honor personal y la sumisión al rey manifiestan una ética social basada en el honor del hacendado
labriego. Los autos sacramentales eran dramas religiosos que se utilizaban para inculcar valores espirituales. Una de
las grandes aportaciones del Barroco fue la ópera, mezcla de música y teatro que se inicia en Italia con el Orfeo de
Monteverdi, siendo España uno de los países más influidos por esta cultura coincidiendo además por el Siglo de Oro.

La lenta aplicación de las reformas tridentinas. Tensiones Iglesia-Estado y querellas sobre la gracia.
La religión es motivo de diversos conflictos en este siglo. Por una parte, los provocados por la convivencia de las
religiones salidas de la reforma, especialmente difícil en Alemania donde abocará al gran enfrentamiento de la Guerra
de los Treinta Años, pero también, complicada en otros lugares como Francia, en que la solución del relativamente
tolerante Edicto de Nantes irá evolucionando a una imposición católica hasta concluir con la expulsión de los
Hugonotes en 1685, o también la expulsión definitiva de los moriscos españoles en 1609. Habrá también querellas
doctrinales entre rigorismo y laxismo.

Por otra parte, se agudizan las tensiones Iglesia-Estado de inicios de los tiempos modernos. El regalismo (deseo del
príncipe de gobernar la Iglesia de su reino sin injerencias exteriores) había sido ya motivo de separación de Roma de
la Iglesia de Inglaterra y ahora volverá a manifestarse sobre todo en Francia donde se conocerá como galicanismo
en alusión a los derechos de la iglesia de las Galias. El mundo católico avanzara hacia la imposición de la
Contrarreforma. Los acuerdos del Concilio de Trento serán en este siglo cuando se comiencen a notar los resultados
de las iniciativas destinadas a difundir y consolidar la reforma católica. En este siglo la Iglesia cuenta ya con un
cuerpo de doctrina definido y articulado que le permite hacer frente a las doctrinas protestantes. Su estructura jurídica
e institucional, está fuertemente jerarquizada con el Papa a la cabeza y lo suficientemente organizada como para
garantizar una mejor atención pastoral.

La historia de la Iglesia en este siglo es de una evidente renovación, pero paradójicamente también hay un
establecimiento de los límites de su influencia. La estructura institucional eclesiástica, aunque fue reformada, seguía
siendo en algunos casos difusa y era difícil velar por quienes accedían a altos puestos clericales fuese por vocación o
por lograr ascenso social.

Una de las finalidades básicas del Concilio era la fijación del Corpus doctrinal, que una vez elaborado había que
desarrollar y explicar, y esto requirió un intenso trabajo, formación de clero y miembros de las órdenes religiosas,
catequización de las masas urbanas y rurales. Los estudios teológicos avanzaron en: teología moral, mística,
homilética, liturgia, derecho canónico, teología positiva. Las controversias entre católicos y protestantes fueron en
parte, las responsables del desarrollo de la teología positiva pero también se debió a las exigencias intelectuales
nuevas a partir de las críticas por ejemplo de Francis Bacon y Descartes. Así se abrieron algunas iniciativas entre las
que destacan Jean Bolland y a los jesuitas de Antwerp, y a los benedictinos del monasterio de Saint Germain des
Pres, destacando la obra de Mabilon “De re diplomática”.

Tras el concilio y durante todo el siglo, se insistió sobremanera en el primado del Papa, en la mejora del
funcionamiento de las autoridades curiales, territoriales y de las órdenes religiosas. Esta acentuación del poder
universal del pontífice tenía como finalidad el establecimiento definitivo de su autoridad dentro de la propia Iglesia. El
concilio de Trento reforzó el peso de la jerarquía y configuró la Iglesia con un carácter más clerical que la anterior
reforma. En ambos sectores del cristianismo, católico y protestante, las disputas teológicas se centraron sobre todo
en el problema de la Gracia. El mapa religioso no presenta originalidad con respecto al siglo anterior. Las zonas de
influencia respectiva de católicos y protestantes se mantuvieron estables, a excepción de hechos como la expulsión
de los hugonotes.

En la Iglesia Católica continúa la imposición de la reforma que fue penetrando lentamente en las instituciones, las
creencias y las costumbres. En la segunda mitad del siglo 16, los países pioneros habían sido España y buena parte
de Italia. En Francia, Alemania, Países Bajos, Bohemia y Polonia no se realizó hasta el siglo 17. Este siglo fue una
época dorada para las ediciones religiosas: vidas de santos, sermones, textos litúrgicos, meditaciones místicas…al
tiempo que se revitalizaban en las universidades los estudios de teología y derecho canónico. Aumentó la importancia
del sermón con predicadores populares.

En el aspecto disciplinario hubo una reorganización claramente jerarquizada de la iglesia y una intensa labor de
reforma de los eclesiásticos que encontró resistencias de todo tipo, sobre todo, en las noblezas que tenían algún
miembro en los obispados y no querían perder privilegios y eran reacios a vivir en las diócesis y a cumplir sus
obligaciones pastorales, y también monarcas y gobernantes temerosos del incremento del poder de Roma. Pero poco
a poco había un clero mejor formado, y una actuación muy intensa del clero regular como por ejemplo los jesuitas,
que eran la orden más dinámica surgida la reforma católica con una gran actividad de la enseñanza, otros serán los
capuchinos, predicadores muy activos en el cuidado de apestosos e incurables. Entre las órdenes femeninas se
extendieron Europa las carmelitas descalzas fundadas por Teresa de Jesús en el siglo anterior. La enseñanza y la
asistencia fueron los dos capítulos esenciales de las nuevas órdenes destacando las Escuelas Pías, la Compañía de
María, etc. Los fundadores de las órdenes, habitualmente canonizados se convertirían en el modelo de santidad.
Pero el espíritu renovador también afectó a las órdenes antiguas surgiendo por ejemplo dentro de los Benedictinos
distintas federaciones de conventos.

Tanto la Iglesia Católica como las protestantes hicieron un considerable esfuerzo por extender entre las masas la
instrucción y la práctica religiosa imponiéndose la obligación de bautizar en los tres primeros días del bebé y se
controló la asistencia dominical. Pero donde se impuso un mayor control fue en la práctica de confesar y comulgar.
Las misiones periódicas dirigidas a las clases populares y al mundo rural creaban unos días de exaltación religiosa
con sermones, escenificaciones de la Biblia y de vidas de santos, comulgaciones masivas, etc. En este tipo de
actividades destacan los jesuitas y los capuchinos para popularizar el conocimiento de las oraciones. El arte barroco
era la expresión del triunfo tridentino y la magnificencia de la Iglesia.

Entre los protestantes la parroquia o iglesia fue también el centro de la vida comunitaria con sermones, salmos, la
obligatoriedad de asistir a misa respaldada por sanciones, amonestaciones públicas e incluso tribunales eclesiásticos
que castigaban otros comportamientos como la inmoralidad o la herejía. Los más estrictos eran los calvinistas o los
puritanos como la persecución que hizo Oliver Cromwell en Inglaterra. En Francia destaca la Compagnie du Saint-
Sacrement que se convirtió en una organización política y socialmente muy poderosa contra la que escribió Moliere y
cuya obra de teatro “El tartufo” estuvo prohibida por la influencia de la Compagnie.

Pese a esta amplia labor adoctrinadora subsistían restos de paganismo: exorcismos, rituales propiciatorios, brujería.
Esta última de más importancia fue muy perseguida entre 1580-1650, estimándose una cantidad de víctimas
quemadas en la hoguera superior a 60.000 sobre todo en Suiza, Países Bajos, y Francia, ya que fue más una acción
protestante que católica. En España la brujería fue anecdótica salvo en el norte y en las provincias vascas.

Las querellas sobre la gracia.

La gran preocupación teológica del siglo es la cuestión de la Gracia necesaria para la salvación. Tanto el
catolicismo como en las diferentes confesiones protestantes se vieron afectados por las disputas en torno a ella.
Frente al pesimismo antropológico que había inspirado la Reforma protestante, la restauración católica estaba más
cerca del Humanismo. No obstante, en el seno de la Iglesia católica había tendencias más pesimistas basadas sobre
todo en San Agustín, de las que surgieron planteamientos sobre la Gracia cercanos al protestantismo que inspiraron
formas de religiosidad rigorista y austera no muy lejanas del calvinismo.

El gran problema de fondo era la dificultad de conciliar la potencia infinita de Dios y su omnisciencia que le permitía
conocer desde siempre quien había de salvarse con la libertad humana. Esclarecer si la Gracia divina necesaria para
la salvación, era una concesión genérica de Dios, que el hombre podía aprovechar libremente, o por el contrario una
concesión gratuita y limitada a quienes Dios eligiera para salvarse (predestinación). Volvían así a ponerse sobre el
tapete cuestiones planteadas en los años de la Reforma: libre albedrío o predestinación, buenas obras o justificación
por los méritos de Cristo.

Las distintas interpretaciones dieron lugar en el seno de la iglesia católica a la polémica De auxilis que se desarrolló
a finales de siglo 16 y primeros del siglo 17 enfrentando a los jesuitas que se inclinaban más a la libertad humana en
la figura destacada de Francisco Suarez o Luis de Molina con los Dominicos con Domingo Bañez al frente. En 1607
Paulo quinto acepto que tanto unos como otros pudieran defender sus doctrinas sin calificar la contraria como
herética. Ésta, cerrada en falso de la querella, hizo que subsistieran en posturas enfrentadas que resurgieron en el
siglo 17 con el jansenismo: movimiento religioso de matriz agustiniana basado en una postura extrema de la cuestión
de la Gracia. Su predecesor, Michel Baius ya escribió tesis que fueron condenadas por la Iglesia, pero tuvo sus
seguidores. Años después Corneliuis Jansen conocido por el nombre latinizado de Jansenius escribió una suma en la
que sostenía que Dios quiso salvar a toda la humanidad, pero el pecado original hizo que solo salvara a los
predestinados, por lo tanto, Cristo no murió por todos y la práctica religiosa es un camino para descubrir la
pertenencia a ese grupo selecto. Se extendió por los Países Bajos del sur y sobre todo por Francia.

La postura de la iglesia y los católicos franceses distó de ser unánime, habiendo diferentes persecuciones y castigos
a los seguidores como a las hermanas de Poirt Royal des Champs. En 1668 se firmó la Paz de la Iglesia o Paz
Clementina que dio lugar a una relativa tranquilidad. La abadía femenina y los caballeros de Port Royal fueron el
núcleo del jansenismo francés extendiéndose a la nobleza y a la burguesía de los oficios incluidos muchos
magistrados.

Los protestantes también se vieron afectados por el problema de la Gracia siendo la polémica especialmente viva en
el calvinismo. Los teólogos que dieron nombre a cada una de las dos tendencias fueron Jacobus Arminius y Franz
Gomar. La Universidad de Leiden fue en núcleo de la disputa donde ambos eran profesores. Armenius se acercó a la
doctrina del catolicismo más optimista sobre la capacidad del hombre de contribuir a su salvación y Gomar defendió
el calvinismo estricto. Los gomaristas trataron de expulsar a sus enemigos de púlpitos y cátedras siendo condenadas
finalmente las doctrinas Arminianas en el Sinodo de Dordrecht entre 1618-19. El enfrentamiento teológico surgido en
el seno del calvinismo agudizo en la Inglaterra de la primera mitad del siglo las tensiones entre anglicanos y
puritanos, pues mientras los anglicanos se acercaban al arminianismo, los puritanos defendían las posturas
calvinistas estrictas.

La mística.

Otra de las reacciones frente a la omnipotencia divina fue la mística, puesta de moda en Europa en la segunda mitad
del siglo 17. Solo el libro de “De la oración y la meditación” de Fray Luis de Granada tuvo 125 ediciones y también se
difundieron ampliamente las obras ascéticas del jesuita Juan Eusebio de Nuremberg. En Francia destaca Francois de
Sales y Marguerite Marie Alacoque. Otro místico importante fue Pierre de Beruglle que anhelaba separarse del
mundo y hacer el silencio interior para tocar a Dios sustancia a sustancia. Toda la acción del hombre debía dirigirse a
la gloria divina, imitando a Cristo para llegar al padre.
La mayor novedad en este terreno fue el quietismo, cuyos antecedentes son los alumbrados muy importantes en la
España del siglo 16. Creado por Miguel de Molinos, se extendió por toda Italia y Francia, particularmente entre una
elite de clérigos y laicos deseosos de las formas más elevadas de religiosidad. En Francia lo introdujeron Francois
Lacombe y madam Guyon. El quietismo era una mística de negación que establecía la contraposición entre la
naturaleza (mundo de las criaturas) y el Dios creador, al que solo se podía llegar mediante un camino de aniquilación,
incluido el yo personal. El término quietismo o molinosismo alude a la actitud del dejamiento o abandono que
exalta, sin desarrollar ninguna actividad que pudiera estorbar la unión íntima con Dios. Hay que abandonarse
pasivamente a la voluntad divina en forma de oración contemplativa, interior, puramente espiritual, como medio de
llegar a la unión íntima con Dios, el puro amor sin necesidad de dogmas ni practicas piadosas.

En 1687 Inocencio XI condena 68 proposiciones de Molinos y fue obligado a abjurar condenándolo a reclusión de
por vida. También en el campo luterano hubo sectores que acudieron a la mística con personajes como Johan Arndt
precursor del pietismo o el más complejo Johann Valentin Andreae vinculado al esoterismo. Dentro del propio
anglicanismo hubo sectores que, sin llegar a la mística, postulaban una religión más espiritual e insistían en la vida
interior, llegando en casos extremos a negar la necesidad de una iglesia organizada. Entre los disidentes ingleses los
cuáqueros, con su búsqueda de la iluminación interior, se acercaban también a las tendencias místicas.

El mundo protestante.
El gran problema del luteranismo era hacer frente a las divisiones internas surgidas ya a la muerte de Lutero. Para
evitarlas, los príncipes impulsaron el establecimiento de una línea ortodoxa mediante la Concordia de Wittenberg en
1580 basada en diversos acuerdos en la doctrina. La obra principal fue Loci Theologici de Jophan Gerhad, pero la
gran novedad es el pietismo que tuvo gran difusión en Alemania pese a los ataques de la ortodoxia. El iniciador fue
Philip Jacob Spener que siendo pastor en Frankfurt propuso la creación los collegia pietatis o asambleas semanales
de feligreses escogidos. Philip defendió la necesidad de la renovación religiosa tanto en conocimientos como en la
práctica de una religión de corazón. La recepción del pietismo fue diversa siendo perseguida en algunos estados y
universidades como la de Wittenberg y protegida en otros como en Brandeburgo de Federico tercero. En realidad,
se trataba de sustituir la rigidez del luteranismo ortodoxo por una fe más viva y una práctica más revitalizada.

Se desarrollaron también corrientes o sectas que fueron generalmente perseguidas. Algunas eran frutos nuevos del
viejo tronco de los anabaptistas o husitas, dando lugar a los baptistas en Provincias Unidas y en Inglaterra, partidarios
de bautismo adulto y por inmersión. Otras desviaciones eran nuevas como los menonitas seguidores del anabaptista
Menno Simons que defendía la separación de Iglesia y Estado, y para huir de las persecuciones se establecieron en
la Europa Oriental y desde 1683 en Pensilvania. Más radical fue el socinianismo fundado por Fausto Sozzini que
negaba la Trinidad y la divinidad de Cristo al tiempo que revalorizaba el libre arbitrio y las buenas obras con una
religión tolerante, razonable y sencilla. Los socinianistas se extendieron por Provincias Unidas y más tarde por
América del Norte donde hubo también otros grupos contrarios a la Trinidad o unitaristas llegando a tener a finales de
siglo bastante influencia en algunos círculos cultos como en el propio Newton.

Inglaterra fue el lugar en el que se multiplicaron las sectas también con cambios sociales y políticos. Además de los
baptistas destacaron los cuáqueros o Sociedad de Amigos, fundados por George Fox, insistiendo en la luz interior, el
Cristo inmediato presente en todo hombre, predicando al mismo tiempo el amor fraterno y las buenas obras. Durante
la guerra civil y la época de Cromwell se desarrollaron los independientes o congregacionistas que rechazaban
cualquier control eclesiástico más allá de la congregación local y abogaban por una completa tolerancia; los más
radicales los partidarios de la Quinta Monarquía que consideraban inmediata la segunda venida de Cristo u otras
sectas minoritarias como los seekers o los ranter.

Los principales problemas religiosos en Inglaterra, se derivaron de la lucha entre Iglesia oficial anglicana y los
puritanos de orientación calvinista y contrarios a la existencia de obispos que eran prácticamente funcionarios con
cuyos votos contaba el rey de la Cámara de los Lores y el Tribunal de la Alta Comisión. El conflicto se recrudeció en
el reinado de Carlos Primero con la llegada de William Laud al arzobispado de Canterbury siendo castigados varios
puritanos, censuras de libros y la prohibición de predicar a algunos pastores. Los escoceses en 1638 firmaron un
Covenant que expulsaba a los obispos dando lugar a una guerra que ayudo a desencadenarse la Revolución Inglesa.
El régimen puritano de Cromwell suprimió los obispos y el Prayer Book adoptando una nueva confesión de fe
presbiteriana de 34 artículos. En 1662 el Parlamento votó un Act of Uniformity que obligaba a los eclesiásticos a
aceptar el libro de oraciones oficial. 1760 ministros que se negaron fueron expulsados de sus parroquias. En Escocia
el intento de reintroducir el episcopalismo acarreó una sangrienta represión con 18.000 víctimas. Por el tratado de
Limerick 1690 se obligó también a un juramento anticatólico a quienes ocuparan escaños en el Parlamento de Irlanda
además de otras restricciones.

Los conocimientos heredados en astronomía, física y medicina.


La base del conocimiento físico era Aristóteles y la dinámica de los astros Ptolomeo, completadas por la teoría de
los 4 elementos de Empédocles. En la Edad Media se sacralizan las teorías aristotélicas, al hacerlas corresponder
con la Biblia. La Tierra era centro del universo y en torno a ella giraban el sol y los planetas. Había dos mundos, el
lunar, constituido por los planetas, que se movían en ondas circulares y compuestos de un elemento incorruptible,
llamado quinto elemento, quintaesencia o éter, y el sublunar. La Tierra, cuya característica era el cambio y donde la
materia se componía de los 4 elementos, que servían para explicar física y química.

El movimiento del mundo sublunar se explicaba por la tendencia natural de cada elemento, según la teoría
aristotélica de la causa final. Por ello la tierra, el más pesado, tendía a buscar el estado de reposo hacia el centro del
universo, por encima el agua, mientras que la tendencia de aire y fuego era alcanzar estado de reposo sobre los
anteriores, en busca de un equilibrio en esferas concéntricas. La realidad era una intensa mezcla de los 4 que servía
para explicar todo. Por ejemplo, cuando algo se quemaba, perdía su forma porque sus componentes se disociaban
en busca de la tendencia natural que los llevaba a buscar su sitio natural. Ese movimiento era rectilíneo, propio de los
cuerpos que caen o del humo que asciende. La tendencia natural era hacia el reposo, por lo que el movimiento sólo
se explicaba por una causa que lo provocase, cesada esta, cesaba el movimiento. La aceleración se explicaba
porque a medida que se acercaba a su sitio natural el objeto sentía la cercanía de este. Era una explicación sencilla,
incompatible con el incremento del avance científicos, por lo que se buscaban explicaciones alternativas para las
incongruencias como el horror vacui, para explicar porque un proyectil seguía en movimiento cuando cesaba el
agente que lo impulsaba o la teoría de los ecuantes para la centralidad de La Tierra.

La química nunca formó parte de las disciplinas clásicas, ya que entraba en el campo de la alquimia, muy
desarrollada en el mundo árabe y en la Edad Media, muy mezclada con la astrología. En medicina apenas se había
avanzado desde Galeno e Hipócrates, que defendían la teoría de los humores. El diagnóstico se basaba en la
inspección de orina, sangre, esputos y excrementos y sus remedios, la sangría, dieta, purga o uso de drogas,
encaminado a restablecer el equilibrio de los humores que cuando se alteraban, llegaba la enfermedad. Se mezclaba
con saberes astrológicos que aconsejaban ciertos días y horas para los tratamientos. Las drogas se basaban en
plantas con varias propiedades, a veces correctas: diuréticas, laxantes, etc. Los preparados podían componer
extraños componentes como cuerno de unicornio o esperma de rana. La cirugía estaba separada de la medicina y la
practicaba gente que la había aprendido por la práctica, sin pasar por las universidades, incluidos los barberos.

En la interpretación del mundo y la naturaleza existían 3 importantes tradiciones intelectuales:

• El organicismo: presente en el pensamiento político, explicaba el universo por analogía de los seres vivos
• El magicismo: vinculado a tradiciones pitagóricas, neoplatónicas, cabalísticas o herméticas, entendía la
naturaleza como una obra de arte cuyas claves misteriosas había que desentrañar a través de matemáticas
vinculadas a número claves y esoterismo.
• El mecanicismo: consideraba que el universo funcionaba como un reloj cuya exactitud se regía por leyes
matemáticas.

Esta última sería la principal, predominante en la Revolución Científica y la única que se consolidará, pasando a
la Ilustración y al mundo contemporáneo, las otras dos influyeron en impulsores como Harvey, que explica la
circulación sanguínea desde el organicismo o Ticho Brahe, fuertemente influido por el magicismo.

Avances en el conocimiento. La nueva física: de Galileo a Newton.


Ticho Brahe (1546–1601), danés, muy vinculado a la astronomía, es uno de los primeros renovadores en
astronomía, mejorando los instrumentos de observación de los cielos (sextantes, cuadrantes…), a través de las
matemáticas. Como resultado de sus investigaciones se publica Tabulae Rudolphinae (1627) obra póstuma,
completada por su discípulo Kepler, que le permitirían completar la descripción del mundo de los astros desde una
concepción geométrica.

Johannes Kepler (1571-1630), era un luterano alemán que desarrolló su actividad en Graz y Praga, a donde huyó
por un edicto antiprotestante, como matemático de Rodolfo Segundo. Con influencia magicista en su inicio, en 1609
publicó Astronomia Nova, tras Copérnico, el segundo gran libro de astronomía moderna con conclusiones acertadas
desde la matemización de datos suyos y de Brahe. Pese a su creencia en la astrología, fue el iniciador de la
astronomía moderna. En sus leyes sobre el movimiento de los planetas demostró que las órbitas eran elípticas, sus
cálculos predijeron fenómenos astronómicos, culminó la teoría del heliocentrismo, más allá de las suposiciones de
Copérnico y rompió definitivamente con la división aristotélica entre mundo lunar y sublunar, demostrando que la
física era la misma para la tierra y los cielos. Al afirmar que los planetas eran inertes con movimientos que responden
a causas físicas acabó con la creencia de un movimiento natural de cada uno de ellos y puso la base del objetivo de
futuros astrónomos y físicos: la dinámica o estudio del movimiento.

Los inicios del Empirismo. Galileo y Bacon.


Galileo Galilei (1564–1642) trató de aportar una base física al heliocentrismo. Para ello perfeccionó el telescopio
que había aparecido a principio de siglo, descubriendo los satélites de Júpiter y observó las fases de la luna, Venus y
Marte o las manchas solares. Dialogo sopra i due massimi sistema del mondo (1632) fue su principal obra y trataba
los sistemas de Ptolomeo y Copérnico. Fue mecanicista, aportando leyes explicativas al movimiento de los cuerpos
celestes y terrestres, formulando las leyes del péndulo, caída libre de los cuerpos con un movimiento uniformemente
acelerado o de trayectoria de proyectiles. Su mayor aportación fue proponer un método científico. En Il Saggiatore
(1623) escribió que la naturaleza se basaba en un lenguaje matemático, alejándose de la tradición magicista,
identificando la única vía posible para el conocimiento científico.

En la observación de la naturaleza había que buscar lo cuantitativo (medida, peso, forma, movimiento…)
desdeñando percepciones como color, sabor… La tradición aristotélica defiende la imposibilidad de ir más allá de una
naturaleza imperfecta tratando de explicarla con formulaciones abstractas, en cambio Galileo defendió el acuerdo
entre pensamiento y realidad, afirmando que el resultado del conocimiento alcanzado por la mente tiene el mismo
carácter de necesario que el de la naturaleza, y defendía así la autonomía de razón y ciencia, sin que la naturaleza
les pusiese obstáculos.

Los dos pasos para llegar al conocimiento son la experiencia sensata, observación de un fenómeno para extraer los
elementos cuantitativos que permitan realizar hipótesis explicativas, correctas o no y la demonstración necesaria que
consiste en comprobar esa hipótesis forzando la naturaleza mediante el experimento, que constituye el intermedio
entre naturaleza y razón. El método permite pasar de la observación de la realidad a una explicación en leyes
matemáticas, cuya certeza se avala por la posibilidad de repetir el experimento indefinidamente. Puso las bases del
empirismo para llegar a la ciencia que para Galileo tenía como objeto la materia y no la aristotélica abstracción de la
forma.

Galileo tuvo por ello problemas con la Iglesia que en 1616 condena el heliocentrismo, pero siguió investigando y
finalmente en 1633 es condenado a confinamiento perpetuo y obligado a retractarse de su Dialogo. Galileo creía que
la naturaleza y la revelación no podían contradecirse al ser ambas creadas por Dios, pero el problema real era que la
nueva ciencia estaba arruinando el principio de autoridad de la Iglesia.

Francis Bacon (1561–1626) fue más filósofo que científico, aunque contribuyó en el método empírico iniciado por
Galileo, también fue abogado, escritor y político, llegando a canciller de Jacobo Primero, aunque fue encarcelado
por corrupción. Sus observaciones no afectaban solo a la lógica, también a la ciencia, al plantear cómo saber que un
conocimiento es verdadero. En Novum Organum (1620) señala la necesidad de eliminar prejuicios y actitudes
preconcebidas para avanzar en el conocimiento del mundo con observaciones críticas sobre las que elaborar
hipótesis que permitan llegar a conclusiones generales o leyes, mediante la experimentación. Es un método inductivo,
de lo particular a lo general, que introduce como prueba la experimentación. Un solo caso negativo bastaría para
anular la hipótesis. Bacon preconiza la constitución de una comunidad científica organizada como la Royal Society
que se crearía después de su muerte. Su creencia en la unidad de fondo y el progreso indefinido de las ciencias le
convierte en un precursor de la Ilustración.

Descartes y el racionalismo.

El método de Galileo dejaba de lado la forma aristotélica, pero la búsqueda del ser y su esencia a partir de la
observación de la naturaleza hará que surja otra línea dentro de la renovación científica que, aunque usando también
las matemáticas, no abandona la pretensión de construir una ciencia física y metafísica. Se configuran así las dos
grandes corrientes de la renovación científica: empiristas, para los que la función de las matemáticas es hallar leyes
de la naturaleza, buscando el conocimiento a partir de las percepciones de los sentidos y racionalistas que buscan
asegurar la exactitud de los procesos lógicos de su filosofía, partiendo de la razón.

René Descartes (1596–1650) construirá un sistema científico universal, más allá de aportaciones aisladas de
Galileo, adoptando el racionalismo. Limita la validez de los datos que nos ofrecen los sentidos e introduce la
metafísica al basarse en la mente para explicar la realidad. El modelo son las matemáticas, cuya verdad se basa en
la razón y no en la experiencia. En las décadas centrales del siglo 17 el racionalismo mecanicista cartesiano se
impone como la gran aportación de la nueva ciencia.

En Discurso del método (1637), su gran obra, con amplia base religiosa, duda de la realidad del mundo exterior,
pensando que podría ser una ilusión de los sentidos. Llega a la duda metódica, forma de buscar los fundamentos del
pensamiento y de la ciencia. El punto de partida es una intuición (“pienso, luego existo”) que le permite llegar a una
evidencia clara y distinta desde la que iniciar el conocimiento del mundo exterior, en el que los eslabones del
conocimiento han de tener siempre el mismo grado de evidencia. Cree en la autonomía de la razón, a la que la
naturaleza no puede poner obstáculos pues es capaz de llegar a la verdad. El alma, informada por Dios, posee los
principios de la ciencia, lo que lleva a partir de ideas innatas, una de ellas Dios, en quien basa la realidad. Aunque
este es un punto débil de su sistema ya que siempre pretendió construir una ciencia de acuerdo con la fe. Aporta el
método analítico, consistente en dividir un todo, descomponiéndolo en el mayor número de partes posibles, para
observar causas, naturaleza y efectos y proceder a su comprensión. El análisis va de lo general a lo particular e
incluye dos fases, el análisis y la síntesis. Propone cuatro pasos metodológicos:

• No dar como cierta cualquier cosa que sea evidente


• Dividir cada una de las dificultades a examinar en tantas partes como sea posible.
• Realizar las reflexiones por orden, comenzando por los objetos más sencillos de comprender para ascender
gradualmente a los más complejos

• Hacer recuentos tan completos y revisiones tan amplias como para estar seguros de no omitir nada

Las ideas innatas nos hacen ver varias sustancias, una infinita, Dios y dos finitas, espíritu, cuyo atributo es la
conciencia, y materia, con la extensión como atributo. De acuerdo con el mecanicismo, concibe el universo como una
máquina perfecta por haber sido creada por Dios que dictó sus leyes físicas y que responden a un principio de
necesidad. El movimiento fue conferido por Dios en la creación y se conserva eternamente. La mecánica de
Descartes desarrollará el conocimiento del mundo por medio de un método que combina deducción e intuición, sin
desechar la experimentación a la que da un valor auxiliar del pensamiento deductivo. Niega el vació ya que su
existencia supondría negar la materia.

Su mecánica es esencialmente metafísica y cualitativa, lo que contribuye a debilitar su sistema con alguna
explicación poco convincente. Su sistema encadenado lo explica todo, pero queda lastrado por su rigidez, pues el
fallo de un eslabón puede arruinar el conjunto. El racionalismo cartesiano logra un sistema explicativo que supera la
escolástica medieval, con gran éxito de seguidores a mediados del 17, aunque la Iglesia no se sintió satisfecha con la
mecánica cartesiana ya que pensaban que se acercaba al ateísmo, y su obra fue incluida en el índice de libros
prohibidos en 1633.

Blaise Pascal (1632–1662), seguidor de Descartes, consideró que el universo del racionalismo de Descartes era tan
perfecto que podía prescindir de Dios y que la rigidez del pensamiento cartesiano no comprendía los fenómenos de
un universo permanentemente influido por Dios, que podría cambiar sus leyes. Por ello rechazaba entender a Dios y
la religión por la razón.

Pierre Gassendi (1592–1655), sacerdote francés, fue el principal pensador materialista. Filósofo, matemático y
astrónomo, fue el primero en observar el tránsito de Mercurio y uno de los fundadores de la meteorología. Defensor
del atomismo al que incorporó avances científicos, sus átomos eran partículas con masa, dotadas de inercia, que se
movían en el vacío. Durante la segunda mitad del 17 el racionalismo se expande con muchos autores que siguen el
camino de Descartes, pero también hubo desviaciones de algunos hacia posturas sensualistas, al considerar que las
ideas innatas eran producto de las sensaciones. Las tres principales figuras racionalistas de esos años fueron Nicolas
Malebranche, Baruch Spinoza y Gottfried Leibniz, más pertenecientes a la filosofía del conocimiento que a la ciencia,
pese a avances científicos como el cálculo infinitesimal de un Leibniz que llevó al racionalismo a su máxima
expresión con su teoría de la armonía preestablecida propia de un universo perfecto y ordenado por Dios donde la
realidad estaba formada por un número infinito de sustancias individuales que contribuyen a un proceso general del
mundo de acuerdo con la armonía.

Newton y la consolidación de la nueva ciencia.

Parecía que el racionalismo y su método inductivo se impondría, aunque el empirismo resurge a finales del
siglo 17 en Newton, creador de la física moderna que sintetizaría los avances de la física y la astronomía, tanto de las
investigaciones empiristas como de las racionalistas.

Isaac Newton (1642-1697) era partidario del método empírico, a la vez que apasionado por la alquimia, la
interpretación de textos bíblicos o el hermetismo. En su peculiar religiosidad era un antitrinitario que negaba la
divinidad de Cristo, herejía difundida a un escaso número de estudiosos que reducía los mandamientos a amar a
Dios y al prójimo y concebían la Iglesia como comunidad moral inspirada en los primitivos cristianos. No siempre fue
capaz de separar sus planteamientos científicos de la religión y la metafísica hacia la que se desliza al afirmar el
carácter absoluto del tiempo, espacio y movimiento, hipótesis no demostrada que contradecía su método científico,
por su creencia teológica de que los tres habían sido creados por un ser todopoderoso. Para Newton las leyes físicas
no eran necesarias, como afirmaba Descartes, sino que Dios pudo haber dado otras, restituyendo, paradójicamente,
a Dios un universo que el racionalismo había alejado. En realidad, intentaba conciliar su visión del mundo físico y sus
creencias religiosas.

En Philisophae naturalis Orincipia Mathematica (1686) estableció las leyes fundamentales del movimiento
formulando la ley de gravitación universal. Su aportación fue mucho más amplia, desarrolló el cálculo infinitesimal,
formuló el concepto de masa, enunció con claridad el concepto de inercia, además creó instrumentos técnicos como
el primer telescopio reflector y consagró el método empírico como el único que permitía llegar a la verdad científica.
Con John Locke (1632–1704), se consolida el método. En An Eassay Concerning Human Understanding (1689),
base del empirismo, rechazaba las ideas innatas de Descartes, afirmando que todo conocimiento procede de la
experiencia que se deriva de la percepción sensorial. Propone un sistema inductivo que pasa de ideas simples a
generales y rechaza las especulaciones abstractas tratando de sumar la filosofía al avance de las ciencias, poniendo
así la base del pragmatismo de la Ilustración.

La física newtoniana acaba por imponerse, estableciendo definitivamente la visión dinámica del universo, en lugar de
la estática de los antiguos. Con su aportación el universo se hacía comprensible lo que permitió, por ejemplo, a
Edmund Halley predecir el regreso del cometa. El racionalismo quedó relegado a la filosofía, de la que la ciencia se
va apartando, el método experimental se impone a los sistemas deductivos, aunque también Newton adopta partes
esenciales del método cartesiano, estableciendo las bases del método hipotético-deductivo que combina
experimentación y con procedimientos inductivos y deductivos, propios de operaciones mentales. El avance de la
ciencia sobre bases seguras iniciaba una especialización en el conocimiento alejados de los personajes que eran
filósofos, matemáticos, físicos… de épocas anteriores, y los avances en el conocimiento hacían cada vez más difícil
abarcar más de un campo.

TEMA 3. El auge del absolutismo. La Francia del siglo 17.


Las Doctrinas políticas en el siglo 17.
Las principales aportaciones de la teoría política del siglo 17 giraron en torno al Derecho natura, al contrato social y
a la consideración del individuo como punto de partida de toda argumentación. Por otra parte, el pensamiento político
estuvo condicionado por la realidad dominante, el absolutismo, ya sea para defenderlo o para criticarlo. Se puede
distinguir tres grandes líneas de pensamiento:

1- Iusunaturalismo: justificación del Derecho Natural, y critica el poder absoluto.

2- Absolutismo: alcanza en este periodo sus máximas justificaciones teóricas.

3- Constitucionalismo: exaltación del individuo y contrato social.


En Inglaterra, aunque fueron minoritarias, hubo teorías más radicales durante la guerra civil como la de los levellers o
los diggers. Aunque la mayoría de autores partían del Derecho natural para basar la limitación de poder, Thomas
Hobbes lo usó para defender el absolutismo. Con el avance de las ciencias físicas y matemáticas y del racionalismo,
el siglo 17 empezó con un proceso gradual de liberación de la filosofía respecto la teología.
Hugo Grocio justificó el Derecho natural como algo que no es inmóvil, y que parte de la razón. Defiende que el
hombre es social, y debe basarse en estas reglas morales para mantener el orden. La sociedad es para él la
asociación perfecta de hombres libres para proteger sus derechos y por común utilidad. La monarquía absoluta es
necesaria para mantener este orden, y sus leyes, y partiendo de la divinidad son justas, aunque el monarca no puede
saltarse tales leyes naturales. Por otra parte, también se le atribuye a Grocio el derecho internacional o Derecho de
Gentes, en su obra De jure belli e pacis (1625), tratado sobre relaciones entre estados soberanos.
Una figura importante del iusnaturalismo y Derecho de Gentes fue Samuel Pufendorf (1632-94), quien insistió en la
separación entre la razón natural y la teología. Él consideraba que el estado natural es de paz y no de guerra, pero la
paz débil e insegura lleva a la constitución de sociedades y estados, que en sí son la moral cuya voluntad es la suma
de las voluntades individuales. Los mayores defensores del absolutismo son Hobbes, Bossuet y Filmer.
Hobbes (autor del Leviathan) consideraba que el hombre (cada hombre) no busca sino la satisfacción de sus propias
necesidades en aras del egoísmo individual, lo que le enfrenta automáticamente con todos los demás. Sin otra ley
que la ley del más fuerte, un hombre es enemigo de cualquier otro (homo homini lupus) con la consecuencia de la
guerra de todos contra todos. La única salida de este caos es la entrega del poder a un individuo. La clave de Hobbs
es el individualismo tajante, que le lleva a defender el absolutismo. Para él, solo los individuos pueden tener derechos
y actuar. Si un grupo se une colectivamente es porque un individuo actúa en nombre de tal grupo. La sociedad es una
ficción, ya que sin soberano no hay sociedad.
El obispo francés Jacques Bégnie Bousset (1627-1704), por su parte no vincula el absolutismo por la razón, sino
que lo vincula a la divinidad: “El trono regio no es el trono de un hombre, sino el del mismísimo Dios”. Y apoyándose
en Hobbs, argumenta que no puede haber punto medio entre el absolutismo y la anarquía. Filmer (1588-1653),
también se basa en el Antiguo Testamento y en el sistema patriarcal para justificar el absolutismo.
La tercera línea de pensamiento se desarrolla en Inglaterra, antes y después de la Revolución Industrial. El profesor
de Oxford Rochar Hooker, defendía una ley positiva basada en el consenso de los súbditos y en la ley natural. Años
después, entre el 1628-48, sir Edward Coke defendería la limitación de la autoridad del rey. Empezaron a surgir
teorías republicanas como las de James Harrington, que defendió el republicanismo como consecuencia social y
económica, entendiendo que el Parlamento reflejaba una nueva organización surgida de la Revolución, partiendo que
la distribución de la propiedad determinaba el gobierno y su forma. Milton, en su obra Aeropagitica (1644), defendió
la libertad de prensa e información, así como la libertad religiosa, con excepción de los católicos, que consideraba
idólatras sólo fieles al papa.
En Inglaterra de finales de siglo, hubo muchas críticas al absolutismo, aunque el que mayores esfuerzos hizo en la
tarea de proponer un régimen político capaz de evitar el absolutismo fue el empirista y filósofo John Locke. Su
libroTwo Treatistes of Government (1690), triunfó en la segunda Revolución, y marcó los cimientos del liberalismo
decimónico. Para él, los hombres libres por naturaleza, no crean el Estado para anular sus derechos naturales, sino
para salvaguardarlos. El poder civil solo tiene derecho a existir en la medida que se deriva del derecho individual de
cada hombre a protegerse a sí mismo y a proteger su propiedad. Para evitar el abuso de poder, Locke propone una
separación de poderes, el legislativo por el Parlamento y el ejecutivo supeditado por este. En virtud del Derecho
natural de autoprotección (imprescriptible, inalienable e incompatible con el poder absoluto) un individuo o un grupo
que alcanzara un grado suficiente de consenso podía romper legítimamente el contrato en el que se había basado la
comunidad política, sin disolver esta. Con ello, legitimaba las revoluciones que tuvieran un amplio respaldo, sin dejar
claro el derecho de rebelión individual o el grado de consenso necesario. Las ideas de Locke influyeron en la
Revolución norteamericana de 1776 y servirán de fundamento en la división de poderes propuesta por Montesquieu
en el siglo 18.
Las revoluciones y las guerras civiles en Inglaterra hicieron surgir a otro grupo más “radical”: los llevellers y diggers.
Los levellers, liderados por Liburne, defendían que los hombres son, por naturaleza, iguales y semejantes en poder y
dignidad. Su base es el mutuo acuerdo y consentimiento de los gobernados.
Defendían un parlamento de base social más amplia, y no solo de los sectores dominantes de la Revolución, además
de un sufragio universal masculino, o como mínimo menos restringido. No se oponían a la desigualdad económica o
social, pero si a la desigualdad política y legal. Los diggers liderados por Winstanley, se oponían a la propiedad
privada, y fueron precursores de un comunismo utópico.

El absolutismo.
El absolutismo es una práctica política (respaldada por diferentes teorías), en que el rey se sitúa por encima
de la ley positiva. Con bases medievales, alberga su auge entre el siglo 17 y 18, en una sociedad estructurada en
estamentos, lo que viene a ser una desigualdad legal entre hombres y grupos. Este tipo de sociedad requería un
poder superior, capaz de otorgar o quitar dichos privilegios. Hay que aclarar que en el Antiguo Régimen existía una
serie de jerarquías legales:

1- Ley divina, con cierta codificación en las Sagradas Escrituras y los Mandamientos.

2- Ley natural, impresa en la naturaleza humana, pero creada por Dios, que es el creador de la naturaleza.

3- Ley positiva, leyes legisladas por el hombre.


Tal vez, la mayor limitación del monarca fuera su propia conciencia o su temor a Dios. Los reyes tenían deberes que
cumplir, entre ellos, asegurar la buena administración de la justicia y defender a sus súbditos. Algunos políticos
(incluido algunos absolutistas como Hobbes) trataron de establecer ciertos límites al poder absoluto, entre los que se
encontraban el Derecho privado y la propiedad, las corporaciones representativas (parlamentos) o las leyes
fundamentales del reino.
El primero trataba de evitar los impuestos excesivos e ilegales, lo que obligaba al rey en principio a contar con los
acuerdos de los súbditos, a través de las asambleas representativas, para la imposición de una nueva carga. Aunque
este freno era más teórico que real, pues los reyes intentaban evitar la convocatoria de las Cortes y parlamentos.
Pronto el poder absoluto se encontró con numerosas resistencias de otros poderes (parlamentos, Iglesias, noblezas,
letrados, ciudades, etc.). Tales resistencias lograron en muchos casos moderar la realidad del absolutismo y frenar su
avance. No obstante, este se expandió por toda Europa, culminando en el reinado de Luis 14. Todas estas
monarquías del Renacimiento tienen ciertas características en común:
Mayor presión fiscal e incremento de las haciendas reales.

Incremento del poder militar y naval.

Guerras constantes.

Avance de la codificación.

Desarrollo de la diplomacia.

Complicación del aparato administrativo.

Consolidación de la burocracia.
Auge de los financieros y hombres de negocios, dispuestos a prestar dinero al rey, recaudar sus impuestos o arrendar
sus rentas.

Levantamientos populares, rebeliones; años cuarenta en la Monarquía española, La Fronda en Francia, aunque la
verdadera revolución política fue la inglesa, que hizo caer al trono e instauró la república.

Enrique Cuarto y la recuperación de Francia.


Fue el primer rey de la Casa Borbón (1589-1610), y sus tres tareas principales fueron: pacificación del reino, la
reconstrucción material tras las guerras y la vuelta a una política exterior ambiciosa. Para ello se apoyó en los
hombres de leyes, el Consejo, y el aumento de la autoridad real.
En el ámbito financiero, fue el duque de Sully (1560-1641) quién, desde el cargo de superintendente de las finanzas,
logró mejorar la eficacia y doblar los ingresos. El edicto de Paulette otorgó la venta de cargos públicos y su herencia a
cambio de un pago, esto aseguró no sólo un notable ingreso, sino la fidelidad de una clase ascendiente.
Cuando la situación económica dejó de ser favorable, el monarca debió enfrentarse a numerosos problemas, sobre
todo con la gran nobleza. Entre algunos de estos incidentes están la condena del duque de Biron, ajusticiado en
1602, o la huida de Bruselas del príncipe Condé (1609).
También estaba el malestar católico por las concesiones protestantes, o el descontento de algunos sectores por el
aumento de los impuestos indirectos. El resultado fue un atentado contra el rey el 14 de mayo de 1610 con un puñal
por un radical, François Ravaillac, en las calles de París.

Luis 13. La regencia y la obra de Richelieu.

Tras el asesinato del rey gobernó María de Medici, como regenta de su hijo Enrique IV. Ella era católica y partidaria
de la política española. Tuvo problemas con la alta nobleza (duque Angoulême, Guisa, Montemorcey) por su
favoritismo con Concini. Para aplacarlos les entregó cargos en el Tesoro Real temporalmente. Tras esto se inició un
periodo de agitación por lo que la reina se comprometió a suspender el doble matrimonio acordado con España,
entregar nuevas pensiones y convocar los Estados Generales. La reunión de estos entre 1614-15 se demostró poco
eficaz por los desacuerdos de los tres estamentos representados. La petición más demandada fue la suspensión de
la Paulette y de las pensiones de los nobles además de una reducción de impuestos.
La reina decidió celebrar finalmente las bodas reales hispano-francesas en noviembre de 1615. Pronto hubo de
enfrentarse a la alta nobleza, como Condé o el duque Vendôme, mientras el de Rohan reclutaba tropas protestantes.
Se vio obligada a firmar un pacto con Condé, dejándolo formar parte del Consejo, aunque poco después la reina se
las apañó para hacerlo detener, mientras su favorito Concini, reorganizó el Consejo con sus gentes, entre los que se
encontraba Richelieu.
En 1617, Luis 13, de 17 años, alentado por Charles de Luynes, decide ocupar el poder, destituir a Concini (luego fue
asesinado). Richelieu y los demás colaboradores fueron apartados y la reina madre desterrada a Blois. En 1619, la
reina escapó de Blois, y junto con nobles rebeldes se enfrentó a su hijo en la llamada Guerra de la Madre e Hijo. Las
tropas reales dispersaron a las rebeldes en la Batalla de Ponts-de-Cé, después de la cual entró en escena el hábil
Richelieu, quién consiguió reconciliar madre e hijo. A cambio, Luis 13 le conseguiría un capelo cardenalicio.
Después las tropas reales marcharon hacia la Navarra francesa, anexionando definitivamente el territorio y
reinstaurando el catolicismo. Tales medidas desencadenaron una revuelta protestante, que acabó en la renovación
del Edicto de Nantes. En 1624, el rey no encuentra consejeros de relieve, por lo que nombró a Richelieu jefe del
Consejo, que desde hacía dos años ejercía como cardenal.
La principal diferencia de Richelieu con sus predecesores es su inteligencia y capacidad política unida a una gran
ambición, cuya personalidad contrastó con el carácter débil de Luis trece. Hubo dos periodos, uno de asentamiento
de su poder hasta el 1630, y otro de enfrentamientos contra la Casa de Austria y las reformas políticas. En su primera
parte hubo de hacer frente a los protestantes y la Alta nobleza. Estos se rebelaron comandados por el duque de
Rohan y su hermano, respaldados por la importante plaza fuerte de La Rochelle. El cardenal con fuerzas insuficientes
tuvo que pactar. Más tarde el hermano mayor del rey, Gaston de Orléans, junto con la reina madre y otros de la corte
planearon asesinar al cardenal y este, con dureza castigó a los implicados, aunque alguno sólo pudo neutralizarlos.
Este reunió la Asamblea del Notable, más fácil de controlar que los Estados Generales, para aprobar un amplio
programa de reformas entre el 1626-27, aunque la pervivencia de la insurrección protestante, y la Segunda Guerra de
Mantua no le permitieron ponerlas en práctica. Al llegar el momento atacó definitivamente La Rochelle, que contaba
con la ayuda de Inglaterra y el duque de Soubise, e iniciar una política de reforzamiento marítimo, cuyo primer paso
era el control de los puertos.

Finalmente, Richelieu impuso el edicto de Gracia de Alés (1629), que reducía el de Nantes. Se mantenían las
concesiones religiosas en lo civil y lo jurídico, pero se anulaban los políticos (derecho a celebrar asambleas) y las
militares (plazas de seguridad). La política de Richelieu reavivó los descontentos en la corte, y sus enemigos se
agruparon en el partido católico o devoto, que se oponían a cualquier tolerancia con el protestantismo y la casa
Austria. Entre sus enemigos estaban la Reina Madre, Gaston de Orléans, la Reina Esposa, etc. Finalmente, en el
1631 este pudo desmantelar el partido devoto, con destituciones, exilios y alguna ejecución. María de Medici se
refugió en los Países Bajos.
A partir de entonces dio paso a la segunda parte de su mandato (1630-42), donde se centró en su enfrentamiento
con los Habsburgo y la práctica de las reformas orientadas el refuerzo de la autoridad real. El cardenal se basa en las
instituciones existentes, poniendo a gente de su confianza para controlarlas. El principal siguió siendo el Consejo
reducido, que, junto al rey y Richelieu, estaban los principales ministros (de finanzas, justicia, guerra, asuntos
exteriores, etc.) con posesión hereditaria. Para la administración provincial surgen los intendentes, con contacto
directo del Consejo del Rey.
El aumento de la red policial proporciona a Richelieu una detallada red de información. También contrata escritores a
sueldo, para hacer publicaciones semanales, como la Gazette, siendo el primer periódico oficial de toda Europa.
Todas estas cosas requerían de más ingresos, por lo que procuró subir la carga fiscal. El impuesto más importante, la
taille, duplicó su importe en 1635. La necesidad de líquido, hizo aumentar la venta de cargos (Paulette), el crédito,
etc.
Seguía habiendo resistencia en la familia real y en la alta nobleza. Ante el levantamiento del duque Henri de
Montmorency, gobernador de Languedoc (1632), con el apoyo desde el exterior de María de Médici y Gaston de
Orléans. Richelieu reaccionó con dureza y tras derrotarlo militarmente, decapitó al duque en Toulouse siendo el último
de los Montmorency. En 1636 y 1642, el cardenal sufrió dos complots de asesinato, incitados por Gaston de Orléans,
pero fueron descubiertos a tiempo, arrestando a sus colaboradores. A partir de 1635, la Guerra de los 30 Años
somete a Francia a un régimen fiscal de guerra, no exenta de oposiciones y revueltas populares. Estas revueltas
estaban cada vez más apoyadas por los parlamentos, nobleza de toga y gentes de sectores sociales intermedios. En
1643, ya muerto el cardenal, hubo un importante levantamiento en la zona oeste del reino.
Pese a las oposiciones y el amplio malestar, sus políticas dieron un importante paso hacia el fortalecimiento del
poder real, así como una importante presencia a nivel internacional. Pero su obra era frágil, pues dependía de la
capacidad del reino de soportar dicha carga, como los resultados de la política exterior.

La minoría de edad de Luis 14, Mazarino y la Fronda.


Tras la muerte del cardenal Richelieu y la del rey Luis 13, se da comienzo al reinado de Luis 14 (1643-1715) sin
haber cumplido los 5 años de edad, aunque el testamento de su padre dejó la regencia en manos de la reina Ana de
Austria, Gastón de Orleans, Enrique de Borbón (tercer príncipe de Condé y primero de los príncipes de la sangre),
además de colaboradores de Richelieu como el cardenal Mazarino o el canciller Séguier, así como dos ministros de
estado.

La reina consiguió que el parlamento de París invalidara el testamento, otorgándole todo el poder a ella, poniéndose
en manos de Mazarino, y continuando la política de Richelieu. El cardenal se enfrentó a conspiraciones para
asesinarle y apartarle del poder como la protagonizada por el duque de Beaufort o la indisciplina nobiliaria. La guerra
provocó que Mazarino continuara con la política fiscal de su predecesor Richelieu, provocando descontentos e
insurrecciones populares, sobre todo en el sur, incluyendo el malestar de los grupos dominantes que veían atacados
sus privilegios tributarios. El malestar llevaría a la gran revuelta de la Fronda, (sublevación) tal vez influenciada por
las revoluciones inglesas, así como los levantamientos de Cataluña, Portugal, Nápoles o Palermo contra la corona
española. La Fronda (1648-53) transcurre en un periodo de malas cosechas y crisis de subsistencias que agravan la
situación, pero tras superarlas se verá consolidado el poder real. Se divide en cuatro grandes etapas.

La primera Fronda, conocida como Fronda parlamentaria, duró de agosto de 1648 a marzo de 1649. Fue
protagonizada por los miembros del parlamento de París, los cuales, influidos por el parlamento inglés, querían
asumir un mayor papel político. A ello se sumó la inquietud por la posible suspensión de la lit de justice de los
diferentes edictos fiscales que imponían nuevas tasas. Mazarino trato de atraer sin éxito a los miembros
exceptuándoles de la disposición que les obligaba a los de otros tribunales soberanos a ceder varios años de sueldo
para compensar los pagos pendientes por las sucesivas renovaciones de la Paulette. Los parlamentarios se unieron a
magistrados de las otras cortes soberanas en la Cámara de San Luis del palacio de justicia y redactaron un
documento que desmontaba parte de la política de los cardenales, suprimía los intendentes y reforzaba el poder de
los tribunales soberanos, y la revocación de los contratos empréstitos (anticipados, hipotecas) de la Hacienda Real.
Debido al control que exigían sobre los impuestos y tasas sumaron el respaldo del pueblo de París.

El 31 de Julio la reina regente aprobó la mayoría de los 27 artículos presentados por los miembros del parlamento
aconsejada por Mazarino. Pero el 26 de agosto, durante la celebración de la victoria de Lens en Notre-Dame, fueron
detenidos dos de los cabecillas del Parlamento. La ciudad reaccionó con la construcción de barricadas, y Mazarino
reacciona liberando el día 28 a Pierre Broussel, el más popular de los cabecillas, y el parlamento pidió la retirada de
las barricadas, pero el pueblo hizo caso omiso. Ante la tensión, la familia real se trasladó a Rueil, cerca de París,
aunque, en realidad el cardenal quería ganar tiempo mientras reunía tropas, sobre todo mercenarios alemanes. El 24
de octubre la nueva declaración real acepta los 27 artículos, y así la corte regresó a París.
La noche del 5 de enero de 1649, la familia real y el cardenal huyeron por sorpresa de París a Saint-Germain-en-
Laye. Acto seguido la capital es sitiada por unos 10.000 hombres del Condé, y París fue defendida por la milicia
burguesa, popular y algunos nobles, además del hermano de Condé, príncipe de Conti, nombrado general en jefe de
la Fronda. Durante esos días surgieron los conocidos mazarinades, que eran panfletos satíricos contra el cardenal
que seguirían apareciendo años después.

La contienda era favorable para los monárquicos, y se unió a los frondistas, el mariscal vizconde de Turenne, Henri
de la Tour. Ante el peligro de que arrasara al ejército francés de Alemania, Mazarino, fue conjurando hábilmente a
base de pagos y negociaciones con sus principales jefes. Turenne acabó exiliado ante la situación. El parlamento
acabó declarando a Mazarino enemigo del rey y de su estado, y los frondistas recibieron el apoyo de Normandía y de
otras provincias. En 1649, la revuelta se extendió a otros parlamentos como los de Burdeos y Aix. Los rebeldes
contactaron con España, pero el movimiento empezó a desinflarse tras la decapitación de Carlos Primero de
Inglaterra, asustando a los rebeldes más moderados contra la radicalidad de los acontecimientos. Ello les llevó a
pactar con la regente, la cual con la paz de Rueil del 11 de Marzo anunciaba la paz general a cambio de que el
parlamento renunciara a celebrar nuevas reuniones con los tribunales soberanos. En Agosto de 1649 la reina y su
hijo regresaron a París.

La segunda Fronda, llamada de los príncipes (enero-diciembre de 1650) se inicia con el propio Condé tras
reforzar su papel político, y como príncipe de la sangre trata de convertirse en el principal apoyo del rey, y a ello se
une su odio y desprecio a Mazarino. El príncipe es detenido por orden de la reina y enviado al puerto de le Havre
juntos sus familiares Conti y Longueville. A diferencia de la primera Fronda, los sectores populares no apoyaron esta
segunda, pero los tres príncipes fueron respaldados por una serie de nobles que trataron de levantar provincias como
Normandía o Guyena contra el poder real, manteniendo además contactos con España, en el caso de Guyena con la
princesa de Condé, y por otro lado en las provincias fronterizas del norte, la hermana de Condé, la duquesa de
Longueville, que lograba el apoyo del mariscal Turenne. A pesar de todos estos apoyos el ejército real derrotó a
Turenne que había recibido el apoyo de tropas españolas.

La tercera Fronda, llamada unión de las Frondas, transcurrió entre Diciembre de 1650 y Septiembre de 1651.
Protagonizada por el eclesiástico Gondi, a quien Mazarino bloquea el acceso al cardenalato, poniendo de acuerdo a
los descontentos con el cardenal. El parlamento de París recupera el programa de reformas, solicita la libertad del
príncipe y pide la destitución de Mazarino, el cual abandona París dejando a la familia real. Mazarino sigue
influenciando a la regente desde Alemania. En parís la relación entre la regente, el Condé y Retz no son buenas.
Algunos nobles encabezados por Gastón de Orleans, piden la convocatoria de los estados generales, no deseada por
otros frondistas. Gondi, convertido en cardenal de Retz, lidera al clero que se enfrenta al parlamento con quien
tampoco se entiende Condé. El 6 de Septiembre, en nombre del rey, el parlamento redacta una declaración que
confirma la proscripción perfecta de Mazarino. Ante las desavenencias entre los miembros de la Fronda, Condé
marcha a su gobierno de Guyena. El 7 de Septiembre de 1651, Luis Catorce alcanza su mayoría de edad con 13
años.

La cuarta fronda será conocida como la llamada de Condé y durará de Septiembre de 1651 a Agosto de 1653.
Apoyado en Burdeos y la Guyena Condé mantiene contactos con España, con Crowell en Inglaterra y el duque de
Lorena, además de varios territorios descontentos. Mientras tanto la familia real se instala en Poitiers, reuniéndose
con Mazarino, que vuelve desde Alemania con un ejército de 7.000 hombres reclutados en Alemania, lo que provocó
el rechazo del parlamento en contra de Mazarino y Condé. Durante el tiempo en el que trascurre esta fronda, Francia
tendrá la presencia de varios ejércitos nobiliarios, además de presencia española y el ejército real comandado por
Turenne que había cambiado de bando. La batalla decisiva en la que asiste el propio rey tiene lugar en los dos
primeros días de Julio en el faubourg Saint Antoine bajo los muros de París, y en ella triunfa Turenne, con la
intervención de la hija de Gastón de Orleans, Ana María de Monpeiselle, conocida como la gran Mademoiselle, que
salva los restos del ejército de Condé y entrar en París.

Con la entrada de Condé en la ciudad el desorden crece, incapaz de entenderse con el lugarteniente del rey Gastón
de Orleans, el parlamento o el cardenal de Retz. Condé busca entonces apoyo en los sectores populares
radicalizados, que el 4 de Julio cometen varios asesinatos y queman el ayuntamiento. El 13 de Julio Condé huye a
los países bajos, poniéndose a las órdenes del rey de España, Felipe Cuarto, hasta el final de la guerra franco-
española. El 21 de Julio, Luis Catorce y su madre entran en la ciudad aclamados, los bienes de Condé son
confiscados y el príncipe huido condenado a muerte, por otra parte, algunos parlamentarios partidarios a Condé y el
duque de Beaufort son desterrados y el cardenal de Retz apresado. El 3 de Febrero de 1653 Mazarino entra en la
ciudad también aclamado logrando imponer la tranquilidad en las provincias. Lo cierto es que la inestabilidad durante
las Frondas, hizo que creciera el deseo por que volviera el orden monárquico, lo que reforzó el poder centralizado y la
posición de Luis Catorce.

El reinado personal de Luis Catorce.


La muerte de Mazarino en 1661, hizo que el rey cogiera las riendas de su gobierno. Su gobierno se basó en un
pequeño grupo de consejeros herederos de muchos de ellos de Mazarino que el monarca elige cuidadosamente
entre gentes de sectores intermedios, recientemente ennoblecidos, o a los que el ennoblecerá.
La estructura política de Luis catorce, se componía por el Conseil du Roi (Consejo del Rey) institución que hace
referencia al conjunto de los consejos al servicio del rey, desdoblado en diversos consejos especializados, el más
importante es un Consejo reducido que recibe con el tiempo distintos nombres: el Consejo Secreto Etroit (secreto o
restringido), Conseil des Affaires (asuntos) y desde 1643 el Consell d´en Haut, el cual se ocupaba de las cuestiones
internacionales y de las principales cuestiones interiores, del cual excluyo a la reina madre. Luis Catorce detiene a su
principal ministro de finanzas Fouquet, acusado por Colbert, el cual ocupará el lugar de Contrôleur général de
finances, encargándose también de la Marina, Correos, la Casa Real y los palacios reales.

La asistencia al Consell d´en haut se solía limitar a los personajes que asumieron tareas ministeriales. Se creó
una secretaría de estado de la Casa Real y más tarde una de la Religión Prétendue Réformée, es decir, una
secretaría de la religión pretendidamente reformada, encargada del protestantismo francés. Otro cargo importante fue
el de canciller, depositario del sello real, cabeza de la administración de justicia y presuntamente segundo personaje
del reino. Los dos personajes más importantes en la actividad política de la primera parte del reinado de Luis catorce
fueron Colbert y el marqués de Louvois, aunque este último como secretario de estado de guerra.

El conjunto de los consejos que integraban el consejo del rey se dividían entre aquellos que eran presididos por el
rey y aquellos con competencias más administrativas a los que Luis catorce no asistía, siendo representado por el
canciller. Del primer grupo además del consell d’en Haut, formaba parte el:

Consejo de despachos: (Dépêches) Encargado de la administración interior y la correspondencia con las provincias.

Consejo real de finanzas: del que emanaba en ocasiones un Consejo de Comercio.

Consejo de Conciencia: que se encargaba de revisar los méritos de los candidatos a obispados o abadías.

En el segundo grupo de consejos que solían estar presididos por el canciller se encontraban:

Consejo de Estado Privado o de las partes: que administraba justicia civil y criminal en última instancia en nombre del
rey.

Consejo Ordinario de Financias.

Por último, en un tercer nivel, existían una serie de sesiones subalternas que secundan el trabajo de consejos
situados por encima de ellas.

La política interior de Luis catorce se centró en la imposición indiscutida de su poder. Para ello evitó la oposición
que surgió en tiempos anteriores, tanto de la alta nobleza como de magistrados del parlamento, tribunales y otros
altos organismos. Para ello se impulsó la corte y la vida cortesana. Los grandes señores continuaron ostentando los
gobiernos de las provincias, pero por un periodo no superior a tres años, aunque renovables, siendo obligados a vivir
en la corte junto al rey, dejando el gobierno y la función militar de sus provincias en manos de lugartenientes de
nobleza inferior.

Los parlamentos se vieron obligados a registrar los edictos reales sin deliberación ni voto, pudiendo presentar
respetuosas amonestaciones que el rey no estaba obligado a atender. A partir de 1665, las cortes soberanas hubieron
de cambiar el nombre por cortes superiores. Los cuerpos de oficiales y las asambleas del clero fueron vigiladas para
cortar cualquier tentativa de oposición por medio de los intendentes y sus agentes, creando una auténtica red oficial.
Los estados provinciales continuaron existiendo, aunque ya debilitados desde el siglo 16 con reuniones cada vez más
espaciadas, desapareciendo prácticamente la oposición real. Las ciudades también fueron controladas a través del
nombramiento directo de magistrados por parte del rey.

Los intendentes fueron figuras claves para el control del reino, contando todas las generalidades o provincias el suyo,
salvo Bearn y Bretaña. El cargo era permanente siendo la cabeza efectiva de la administración territorial con amplios
poderes como justicia, policía, hacienda o reclutamiento. Del nombramiento de los intendentes elegidos entre los
maitres de requetés se encargaba el controleu general de finances, excepto en territorios fronterizos en que lo hacía
el secretario de estado de guerra.

Colbert fue uno de los personajes que hizo posible la imposición del orden a través de dos instrumentos: la
reorganización de las finanzas reales y la reforma de la legislación. Entre 1660-72 aprovechando la relativa
tranquilidad de la política exterior, reordenó rentas, creó impuestos indirectos como la gabela de la sal, que pagarían
también los privilegiados. Investigó las deudas contraídas y redujo los intereses que pagaba la corona. Con ello y
acompañado de la mejora económica por la política mercantilista, duplicó las rentas y consiguió un presupuesto
equilibrado. Luis catorce creó un consejo de justicia formado por consejeros de estado y parlamentarios, el cual
redactaría 6 grandes ordenanzas que regularon diversas materias legales como: civil, aguas y bosques, criminal,
comercio, marina y colonias (este último conocido como código negro que regulaba la trata y condiciones de los
esclavos).

Luis catorce realizó la supresión del Edicto de Nantes (1685), eliminando oficialmente el protestantismo francés. La
acción fue realizada por diferentes motivos, uno de ellos fue por satisfacer la iglesia de Francia que resultaba ser un
gran apoyo para los enfrentamientos galicanos contra Roma, y a ello se sumaba la aspiración por parte del monarca
francés de sustituir a los monarcas españoles como cabeza del mundo católico, y en principio la política anti-
protestante se limitó a restricciones, pero en 1681, se inició un sistema de violencia militar, alojando cuerpos del
ejército en zonas de población hugonote. Se destruyeron templos, las academias de pastores cerradas y a los
protestantes, apartados años antes de los cargos públicos, y se les prohibió ser abogados, magistrados o médicos.
"1682: inauguración del palacio de Versalles. 1683: muere la reina María Teresa; Luis CATORCE se casa en secreto
con Françoise d'Aubigné, viuda, a la que concedió el título de marquesa de Maintenon, la cual, pese a su origen
protestante, se convirtió en devota católica y a ella se le atribuye la evolución religiosa del monarca y su persecución
a los hugonotes"

En 1685, el edicto de Fontainebleau revocó el de Nantes, ilegalizando el protestantismo, provocando números


conversiones y la huida de entre 150.000 y 200.000 hugonotes hacia territorios protestantes. Ello provocó que una
parte importante de la propaganda en contra de Luis CATORCE, surgida entre 1680 y 1700 procediera de emigrantes
protestantes y países protestantes.

Familia real, príncipes de sangre y la alta nobleza apartados del poder, fueron obligados a desempeñar exigentes
funciones cortesanas relacionados con el culto divino al rey, teniendo su lugar cotidiano en Versalles, donde los
nobles acompañaran al monarca en una vida de fiestas, bailes y lujos, además de ser el medio por el cual se
obtenían favores tales como pensiones, beneficios eclesiásticos y recompensas.

A pesar del incremento del poder real, no se evitaron las revueltas campesinas, motivadas por la guerra, impuestos y
años de malas cosechas, siendo repelidas siempre con dureza por parte de la corona. Las revueltas más importantes
fueron:

Miquelets: en el Rosellón (1666-67).

Torreben o Bonnets Rouges en Guyena y Bretaña (1675).

Camisards: durante guerra de sucesión española, protagonizada por protestantes.

Tema 4. Las revoluciones inglesas.


Interpretación de la revolución inglesa a comienzos del siglo 18.
En el siglo 17 la monarquía inglesa quiso avanzar por la vía del absolutismo, pero fracasó en el intento, provocando
un levantamiento armado que acabó con la decapitación del rey y con el consiguiente gobierno de una república.
Hablamos de esta manera de una revolución que sentó las bases del parlamentarismo con una monarquía limitada
que se impuso décadas más tarde. Los protagonistas de esta revolución buscaban la vuelta a los usos del pasado,
(un pasado idealizado, religioso) frente a las innovaciones de la monarquía, en lo que la revolución inglesa se
diferencia de las posteriores americana y francesa, que pretenden el progreso y no un regreso a una tradición
idealizada.

Existen dos grandes corrientes de interpretación de la revolución, una es la de la historiografía whig, hoy
desprestigiada, que incide en el excepcionalismo inglés para explicar la revolución inglesa, la cual ve en dicha
revolución el preludio de la democracia en occidente. La segunda, de carácter marxista (ChristopherHill), ve en esta
revolución la consecuencia lógica de unos cambios económicos y sociales que llevan a una lucha de clases que
tuvieron su reflejo en la política. Lawrence Stone, toma elementos de ambas corrientes para realizar un análisis
detallado de la historia social. "Historiadores revisionistas: Conrad Russel, más acertado (carácter británico de la
revolución y no sólo inglés; consideración del contexto europeo y del peso de la religión).

A pesar de que la revolución estuvo presente en los tres reinos británicos, ésta tuvo su epicentro en Inglaterra. A
inicios del siglo 17 Inglaterra tenía una de las sociedades más evolucionadas de Europa, con una importante clase
burguesa enriquecida y la participación en las actividades productivas de una gran parte de la nobleza, incluido los
gentry. Este desarrollo económico y social contrastaba con la rigidez política. Mientras que los gentry habían
conseguido ocupar cargos locales, la alta nobleza cortesana seguía atesorando el poder central.

También existieron diferencias entre las dos clases nobles en el plano religioso, estando la nobleza cortesana
vinculada al anglicanismo oficial, mientras que los gentry y la burguesía abrazaban el puritanismo. En el terreno
político la alta nobleza se inclinaba hacia el absolutismo, al cual se oponían los puritanos que buscaban libertades
frente al poder político y religioso y que estaban en contra de la rigidez de la estructura social tradicional, basada en
la sangre, la política fiscal discriminatoria o limitaciones del poder central a los poderes menores.

Tendencias absolutistas de los primeros Estuardo y conflictos con el parlamento.


Jacobo Primero.
Tras la muerte de Isabel Primera sin descendencia, hizo que Jacobo sexto de Escocia y primero de Inglaterra se
convirtiera en heredero del trono, siendo hijo de María Estuardo y por tanto bisnieto de Margarita, la hermana mayor
de Enrique octavo. Jacobo reina en Escocia desde la deposición de su madre en 1567, y en 1604 sus reinados
serían el de Escocia, Irlanda e Inglaterra, siendo el de mayor importancia Inglaterra, por su mayor demografía y
economía.

Accedió al trono de Escocia con tan solo 1 año y fue criado en el puritanismo, de gran influencia en Escocia, pero
cuando se convirtió en rey de Inglaterra abrazó el anglicanismo, y en este cambio de postura, tal vez afectara las
difíciles relaciones con la iglesia reformada escocesa, pero la principal razón fue su clara inclinación hacia el
absolutismo, manifestado en dos tratados de teoría política: the true law of free monarchies (1598) donde se defiende
el origen divino del poder de los reyes, y el Basilikon Doron (1599) escrito para su primogénito Enrique. En 1604 el
rey se dirigió a los dirigentes reformados con la frase, “no bishops, no King” en la que consideraba que la iglesia
anglicana y la organización de la monarquía eran esenciales para la subsistencia de la monarquía. La llegada al trono
de Jacobo Primero, era apoyada por los católicos de Irlanda y los católicos que aún pervivían entre la nobleza sobre
todo al norte de Inglaterra, sin embargo, Jacobo primero, persiguió tanto a católicos como a protestantes disidentes.
En 1605, un grupo de católicos radicales, entre ellos Guy Fawkes, protagonizaron el famoso complot de la pólvora,
donde fracasaron en su intento de inmolar el parlamento, durante una sesión en la que estaría presente el rey.
Durante el reinado de Jacobo primero, numerosos puritanos fueron encarcelados y otros se vieron forzados a
emigrar.

En los parlamentos de Escocia e Irlanda tuvo mejores relaciones que en el inglés, debido en parte a las tendencias
absolutistas del monarca. El rey nombraba a los miembros de la cámara de los Lores, elegidos entre los pares y la
alta nobleza, pudiendo incrementar libremente el número de miembros. La cámara de los comunes elegía sus
miembros mediante sufragio censitario, restringiendo en voto y elección a los propietarios de cierta importancia,
dando así acceso a los sectores más dinámicos de la sociedad, con especial protagonismo de los puritanos,
convirtiéndose así en la principal oposición de la corte.

Al inicio del su reinado en Inglaterra, Jacobo primero se encontró con una difícil situación financiera, con una deuda
de más de 400.000 libras, sumada a una gran inflación. El lord tesorero, Robert Cecil, conde de Salisbury actualizó
en 1608 la suma total de los impuestos y una reorganización de los ingresos reales que fue bloqueada en el
parlamento en 1610, en 1611 se recurrió a un préstamo forzoso y a la venta masiva de cargos y títulos, creando un
título nuevo, el de baronet, ascendiendo así mucha gente a la clase noble perteneciente de la burguesía. El
parlamento no facilitó la situación financiera de la corona y el rey se resignó a vivir de ingresos que no requerían la
aprobación parlamentaria. La situación se agravó con la vuelta de la guerra en Europa. Jacobo primero convocó al
parlamento en 1621 con el pretexto de la ayuda de su yerno, Federico quinto del palatinado, tras ser desposeído de
sus estados tras la derrota de montaña blanca. El parlamento mostró las tensiones entre la asamblea y la corona,
donde se practicó un impeachement (procesamiento) contra el canciller Francis Bacon por corrupción, siendo
desposeído de sus cargos y encarcelado. Debido a las presiones del rey y a una fiscalidad extraordinaria, la
asamblea presento una protestation, por los privilegios y la libertad de expresión que el rey les había quitado en el
parlamento. La reacción del rey fue detener a varios miembros de los comunes, como Edward Coke o John Pym y
disolver el parlamento.

Tras la muerte de Cecil en 1612, el gobierno había evolucionado a un sistema de favoritos, similar al de otras
monarquías europeas. Uno de estos hombres fue George Villiers, nombrado en 1615 gentilhombre de cámara,
caballerizo real y en 1623 Duque de Buckingham, logrando, al igual que otros válidos, acumular un gran poder
político y de patronazgo. La impopularidad de estos favoritos y la del monarca creció, debido a las costumbres de la
corte y el gasto excesivo, además del acercamiento a España, a la tensión, se sumaba la oposición de los puritanos y
burguesía.

En el parlamento de 1624, el rey concedió un subsidio a cambio de la aprobación de una ley contra los monopolios, o
explicado de otra manera, el rey convoca al Parlamento para obtener un subsidio y los miembros del Parlamento
aprovechan la ocasión para pedir una compensación por ese subsidio. El subsidio sirve al rey para obtener fondos
para sufragar gastos y al Parlamento le da la oportunidad de solicitar al rey algún beneficio o contraprestación, en
este caso una ley contra los monopolios, esto coincide con el alejamiento de la corona española, por el fracasado
intento de casar a su hijo Carlos con la hermana de Felipe Cuarto, la infanta María, siendo conocido este episodio
como el Spanish match y fue acompañado por una oleada de anti-hispanismo, provocada por Carlos y la corte.

Carlos Primero.

Jacobo Primero muere en 1625 y su segundo hijo Carlos primero (1625-1649) se convierte en el nuevo rey, debido
a que el hijo mayor Enrique, había muerto de Tifus en 1612. El nuevo rey continuó la tendencia absolutista de su
padre. Durante su reinado se agudizaron los enfrentamientos con el parlamento, a estas tensiones se sumaba el
mantenimiento de Buckingham en el poder. En el plano religioso, su matrimonio con la católica Enriqueta María de
Francia, hermana de Luis trece, provocaba un nuevo enfrentamiento con el parlamento y a ello se añadía la
protección por parte del rey de clérigos religiosos contrarios al calvinismo como Richard Montagu Williamlaud.
En 1625 debido al inminente enfrentamiento contra España, el parlamento aprobó dos subsidios mediante dos
aranceles, el Tonnage y poundage, que afectaba a la importación del vino y la importación y exportación de otras
mercancías, durante un año, con la intención del parlamento de controlar la corona y el sistema de tarifas. Carlos
primero disolvió la asamblea antes del ataque naval a Cádiz en 1625, el cual fracasó frente a la defensa española. El
parlamento de 1626, apenas contribuyó a las finanzas de la corona y responsabilizó al duque de Buckingham, lord
almirante, del fracaso de Cádiz, ante ello el rey de nuevo decidió disolver el parlamento.

La corona intentó recaudar a espaldas del parlamento y estableciendo un préstamo forzoso, lo cual permitió
intervenir a Buckingham frente a Francia en el rescate de la Rochelle (1627) sumando un fracaso más. Los que se
negaron a pagar, fueron castigados y ello acrecentó el malestar, y en 1628 se prepararon dos expediciones más a la
Rochelle que también fracasarían. El parlamento fue convocado de nuevo por el rey, consiguiendo varios subsidios,
pero los comunes presentaron una pettition of Rights (petición de derechos) reivindicado la ilegalidad de los
impuestos no aprobados por el parlamento, el encarcelamiento sin juicio previo, los alojamientos militares forzosos o
la aplicación a civiles del derecho militar. El rey aceptó esta petición de derechos, pero en 1629, encarceló a varios de
los miembros de los comunes y disolvió el parlamento.

Buckingham fue asesinado en 1628, dando inicio a un segundo periodo en el reinado de Carlos primero, (1629-
1640 “la tiranía”, once años) el del gobierno personal, con sus principales colaboradores, Thomas Wentworth (Duque
de Strafford) y William Laud, decano de la capilla real y arzobispo de Canterbury. Ante la falta de recursos para
proseguir la guerra, Inglaterra firmo la paz con Francia en 1629 y con España en 1630. Con las malas intervenciones
en el exterior, se aumentó el desprestigio de la corona. El rey gobernó asesorado por su Privy Council (consejo
privado) y una serie de comités.

La ausencia de los recursos dependientes del parlamento, se palió con importantes ventas de cargos, la creación y
venta de monopolios además de multas nuevas y tarifas aduaneras entre otras medidas como el ship money de
1634, impuesto para incrementar la flota naval que se podía aplicar en tiempos de guerra y zonas costeras, pero el
rey lo aplicó en tiempos de paz y lo extendió a todo el reino en 1635.

El descontento se incrementaba con los ceremoniales cortesanos, con presencia de pintores flamencos como
Rubens o Van Dyck y un auge de catolicismo cortesano. La política religiosa reforzó la iglesia anglicana, no solo en
Inglaterra, sino también en Irlanda y Escocia donde era más débil. En 1638 un grupo de dirigentes de la sociedad
escocesa, firmó el National covenant (Pacto) donde se comprometían a defender la religión, leyes y libertades del
reino.

El rey reunió un ejército de 15.000 hombres, cuantía modesta por el estado de las finanzas, por lo que también
reclutó en Escocia e Irlanda, y ante la amenaza la iglesia escocesa abolió el episcopado. Antes de empezar la
contienda se acordó la Berwick, una tregua donde la tensión siguió creciendo.

En 1640, el rey volvió a convocar el parlamento, con la intención de recibir un subsidio, pero ante las quejas y
reivindicaciones políticas de los comunes, Carlos primero volvió a disolver el parlamento (Parlamento Corto), con el
consiguiente apresamiento de líderes opositores. Por otro lado, tropas escocesas entraron en Inglaterra, derrotando
al ejército real y ocupando Newcastle. Ante ello Carlos primero volvió a convocar el llamado parlamento largo que
duró hasta 1653. Esta nueva asamblea se decidió a llevar a cabo reformas políticas donde quedaban claras sus
prerrogativas, forzando al rey a prescindir de sus dos principales colaboradores, siendo Strafford ejecutado y Laud
encerrado en la torre de Londres y desposeído de sus cargos. El parlamento suprimía los tribunales de prerrogativa
regia, declaró ilegal el ship money y otros impuestos y aprobó el Triennial Act o Dissolution Act, donde obligaban al
rey a convocar el parlamento cada 3 años.

Tras la retirada de las tropas escocesas en 1641, se produjo en Irlanda un levantamiento católico con la matanza en
los primeros días de 3.000 protestantes. John Pym presentó en el parlamento la Grand Remonstrance (protesta)
criticando la actuación del rey y solicitaba restringir las facultades reales, proponiendo que el nombramiento de
ministros y embajadores, contara con la aprobación del parlamento. El parlamento aprobó la propuesta y el rey
contraatacó en 1642, presentándose con tropas en la cámara de los comunes, con la intención de apresar a los
líderes opositores, sin conseguir su objetivo.

El pueblo de Londres se sublevó, Pym, con ayuda de Cromwell, creó un comité de defensa, con la intención de
hacerse con el control de las tropas. El rey se trasladó a Oxford junto a su familia, con la intención de enfrentarse al
parlamento haciendo uso de la fuerza. El parlamento promulgó una ordenanza de la Milicia. Ambas cámaras
declararon traidores a los seguidores del rey. El rey concentró sus tropas en Nottingham.

La guerra civil.
Encontramos dos bandos diferenciados:
El bando realista, conocido como los cavaliers, respaldado por la iglesia anglicana y la alta nobleza, incluida la
católica y parte de la gentry, además de sectores conservadores, teniendo sus mayores apoyos en el norte y oeste.
Los parlamentarios conocidos como los round heads estaban apoyados por puritanos, gentry, burguesía urbana y
trabajadores de las ciudades, con apoyos en el este y sur.
La guerra hizo surgir diversos grupos y tendencias políticas-religiosas, como puritanos radicales, independentistas
que pedían la creación de una república basada en el sufragio censitario, o los levellers, liderados por John Lilburne,
que pedían la supresión de la cámara de los Lores, la igualdad política social y una completa tolerancia religiosa.

El rey pactó en 1643, con los rebeldes irlandeses e incorporó sus tropas al ejercito real, además de los escoceses
realistas. El parlamento consiguió un importante apoyo en Escocia, con los que además de ofrecer colaboración
militar, querían impulsar el puritanismo en Inglaterra.

Se sucedieron batallas escasamente decisivas y parecía que la ventaja era para los caballeros, debido a una mejor
preparación militar, pero en el bando del parlamento destacó la figura de Oliver Cromwell (1599-1658) el cual creó a
comienzos de la guerra una agrupación de caballería, los ironsides que resultaron decisivos en la batalla de Marstoon
Moor (1644).

El parlamento mantenía diferencias con los sectores moderados, dispuestos a pactar con el rey, lo que llevó en 1644,
al enfrentamiento de los condes de Essex y Manchester contra Cromwell, con el triunfo de los radicales sobre los
moderados. Se creó un ejército de 22000 hombres denominado New Model Army, inspirado en el ejército sueco de
Gustavo Adolfo y de gran influencia puritana entre los soldados. El Parlamento juzgó y ejecutó a Laud y suprimió el
Prayer Book y la celebración de Navidad. En enero de 1645, las tropas mandadas por Cromwell y Fairfax vencieron a
los realistas en la decisiva batalla de Naseby. En 1646 los realistas se rindieron.

El rey fue apresado, el Consejo de Oficiales, creado por Cromwell para contrarrestar el Consejo de Soldados
(agitators), ofreció varias propuestas de paz, donde se planteaban cuestiones como la religión y los poderes del rey,
siendo la más importante la de las proposiciones de Newcastle (1646) que exigía la implantación del calvinismo, pero
ninguna de las propuestas salió adelante.

Entre 1647-49 se presentó el Agrement of the peoble, de Lilburne (soberanía popular, sufragio universal, libertad
religiosa) manifiestos que planteaban una organización republicana, algo que no aceptaban ni moderados del
parlamento ni la alta burguesía ya que no veían con buenos ojos igualarse a la pequeña burguesía. Carlos primero
logró escapar, pactó con los escoceses y se dio inicio a la segunda guerra civil en 1648. Cromwell ganó en la batalla
de Preston en agosto de ese mismo año, entrando al mes siguiente en Edimburgo.

Por otra parte, el coronel Thomas Pride, irrumpió en el parlamento arrestando a 231 de los 470 miembros de la
cámara de los comunes, y de esta manera comienza el Rump parliament (trozo de parlamento) formado por
independientes, donde se creó un Alto Tribunal encargado de juzgar al rey, que, a pesar de la protesta de los Lores, el
tribunal condenó al rey, que fue ejecutado en 1649.

La república y el protectorado de Cromwell (1649-1660).


Tras la ejecución del rey se crea en mayo de 1649, la Commonwealth, nombre que se le dio a la república,
controlada por Cromwell con la ayuda del Rump Prliament, un consejo de estado formado por 41 miembros. El
régimen se desligó en un principio de Escocia, con la que solo se unían lazos dinásticos de la monarquía
desaparecida. Los escoceses por su parte se sentían ofendidos por la ejecución del rey sin consulta previa, además
sentían fidelidad por una dinastía originaria de su reino, y de esta manera no tardaron en reconocer al heredero al
trono Carlos segundo. Inglaterra intervino, además ante una nueva revuelta católica en Irlanda.

El ejército dirigido por Cromwell intervino con éxito en ambos reinos y se volvió a la Gran Bretaña de los tiempos de
la monarquía. Especialmente en Irlanda la represión contra la población civil fue sangrienta, además se promovió la
migración masiva de colonos ingleses, otorgándoles poder social y político y tierras confiscadas a los rebeldes,
forzando la migración de miles de católicos de Irlanda hacia el continente o Norteamérica, y los que quedaron en
Irlanda quedaron subordinados. En 1652, Carlos segundo huyó a Francia y se consumó la unión de Escocia a
Inglaterra hasta 1660, donde la primera quedó sometida a la segunda.

La república era un régimen oligárquico, que encontró oposición en los Levellers, liderados por Lilburne. Cromwell
depuró a éstos del ejército, y se enfrentó a radicales políticos y religiosos, como los diggers, creados a partir de los
Levellers, los cuales defendían la igualdad social y la abolición de la propiedad privada. Otros fueron los milenaristas
que pregonizaban la llegada de una nueva monarquía o los cuáqueros, que defendían una iglesia sin jerarquía y
defendían la igualdad de sexos. Otros sectores de oposición fueron los anglicanos, realistas, católicos o puritanos, a
los que Cromwell controló mediante la represión y la censura. Pronto la república se dejó llevar por el puritanismo,
prohibiendo, burdeles, teatros, tabernas o espectáculos, incrementando la vigilancia de las costumbres y represando
de manera severa prácticas inmorales como el adulterio que era castigado con la pena de muerte. En contraposición
todos estos años sirvieron para el desarrollo del pensamiento como las publicaciones de Hobbes o Milton.

En 1653, tras las tensiones entre el parlamento y el ejército, Cromwell disolvió el Rump Parliament, para crear un
nuevo consejo de estado, el parlamento Barebone, donde los 140 miembros fueron seleccionados por su religión, y
serían conocidos como gobierno de los santos. Entre otras medidas destacan, la legalización del matrimonio civil, la
abolición de los diezmos, pero lo más destacado es la elaboración de una constitución, donde instituía un único
parlamento para los tres reinos y la consolidación del poder de Cromwell, que, tras rechazar el título de rey, fue
proclamado Lord protector de la Commonweath de Inglaterra, Escocia e Irlanda.
El papel de Cromwell fue dictatorial, militarizando el país, manteniendo tensiones con el parlamento debido al
reclutamiento de tropas y la recaudación de impuestos sin respaldo. En 1657, un grupo de parlamentarios redactan
una nueva constitución llamada Humble Pettition and Advice, donde se reforzaba el poder del parlamento, creando
una segunda cámara llamada Other house y donde se volvió a ofrecer a Cromwell el título de rey que volvió a
rechazar, pero se le concedió la facultad de nombrar heredero.

La política de Cromwell fue positiva para el desarrollo económico y la expansión mercantil de Inglaterra, siendo
favorable a la burguesía, pero por otro lado negativa para la alta nobleza, donde encontramos políticas desfavorables
como la supresión de la cámara de los lores, el derecho penal común o el sometimiento a procedimiento judicial. Se
realizó una tarea de unificación legislativa, eliminando diversos estatutos y privilegios locales de ciudades y
condados. La política fue claramente mercantil, apoyando la iniciativa privada en el comercio internacional y el
desarrollo marítimo de Inglaterra.

Inglaterra tenía una fuerte competencia comercial en las Provincias Unidas, y Cromwell propuso una unión política y
económica que fue rechazada por los neerlandeses, por lo que el parlamento promulgó la Navigation Act en 1651, ley
proteccionista que reservaba el comercio en sus puertos a navíos ingleses o del país del que provinieran las
mercancías, en perjuicio de los neerlandeses.

Eso llevó entre 1652-54 a una guerra mercantil entre los dos países que los ingleses acabaron ganando, y finalizó
con la firma del tratado de Westminster, donde los neerlandeses aceptaron el Navigation Act, lo que provocó la
quiebra del monopolio neerlandés del tabaco, pieles o azúcar, y el incremento inglés en el tráfico de esclavos. Así, a
partir de este momento Inglaterra tendrá un creciente protagonismo en el comercio internacional, inverso al de las
Provincias Unidas que irá decreciendo.

El dominio colonial fue uno de los protagonistas de la expansión, ya que la ayuda prestada a Portugal en 1654,
consiguió que ésta se separara de España, y facilitó la expansión mercantil. En la guerra contra España conquistó
Jamaica en 1655 y en 1658 intervino en la batalla de las Dunas, anexionándose Dunkerque. En las colonias inglesas
de Norte América se impuso el Navigation Act, implicando así la subordinación económica a la metrópoli.

Restauración de los Estuardo (1660-1688).


Tras la muerte de Cromwell en 1658 le sucede su hijo Richard (1658-1660) siendo este incapaz de realizar la labor
de su padre y enfrentado a los jefes militares, lo que hizo que Richard Cromwell abandonara el poder en mayo de
1659. El consejo de oficiales convocó el Rump (depositario de la legalidad), donde en los meses siguientes se
sucedieron disoluciones y convocatorias. En 1660 el general George Monk convocó nuevas elecciones en la que
surgió el llamado parlamento Convención, de mayoría monárquica y que llamó al trono a Carlos segundo (1660-
1685) en virtud de la declaración de Breda, donde el nuevo rey aceptó mantener las conquistas revolucionarias, como
el gobierno con el parlamento, la common law, donde se limitaba el poder real.

El rey decretó una amnistía de la que el parlamento convención excluyó a los regicidas, donde 29 fueron juzgados,
10 de ellos ejecutados, y el cadáver de Cromwell fue exhumado y decapitado. En 1660 fue elegido el parlamento
Cavalier con mayoría de grandes propietarios monárquicos y anglicanos.

Las restricciones a la nobleza desaparecieron y el parlamento de nuevo contaba con una cámara de Lores, la iglesia
anglicana volvió a ser la oficial, y tanto a nobleza como iglesia le fueron devueltos posesiones territoriales. El ejército
fue depurado, reemplazando de manera paulatina a la mayoría de puritanos destacados. Pronto se vería la tendencia
absolutista del nuevo rey, al tiempo, el parlamento Cavalier impulsó una dura acción anti-puritana. En 1662 un nuevo
Act Uniformity obligó a todos los eclesiásticos a subscribir el nuevo Prayer Book, y los que se negaron fueron
expulsados de sus parroquias y perseguidos. A ello se sumó una persecución católica a los que la opinión popular
vinculaba con el absolutismo además de acusarles de los males del país, como la peste de Londres de 1655, el
incendio de 1666 o el intento de asesinato del rey en 1678. El parlamento aprobó una serie de leyes, llamadas Test
Acts, donde excluían de cualquier cargo o empleo público a los católicos, incluso el hermano del rey y heredero al
trono, Jacobo, hubo de renunciar a su cargo de gran almirante en 1673 debido a que se había convertido al
catolicismo. En 1678, los miembros católicos fueron excluidos de la cámara de los Lores. En el terreno de la vida
cotidiana, el puritanismo instalado en la sociedad de los tiempos de Cromwell dio paso a una relajación de las
costumbres. Deseo de la población de orden y estabilidad, pero sin perder las libertades ganadas durante la
revolución, lo cual produjo el fracaso de la restauración de los Estuardo.

Durante el reinado de Carlos segundo surgieron dos tendencias políticas, los tories, que defendían el reforzamiento
de la autoridad real, la aristocracia y la iglesia y los whigs, contrarios a la alta nobleza y defensores de los derechos
del parlamento.

El parlamento de los Cavalier, promulgó un nuevo trienial act en 1664, obligando al rey a convocar el parlamento al
menos una vez cada tres años. Pero el rey no lo respetó ya que desde 1681 gobernó sin parlamento. Los Whigs
llevaron hacia delante la ley Habeas corpus de 1679 prohibiendo así los arrestos arbitrarios. Debido a la falta de
descendencia del rey, los Whigs encabezaron en 1679 la aprobación del Bill of Exclusion, logrando así apartar de la
herencia al trono a Jacobo duque de York debido a su condición católica. Carlos segundo no aceptó dicha medida y
disolvió el parlamento al igual que los dos siguientes de mayoría Whig, y tras disolver el parlamento de 1681, no
volvería a convocarlos más.

Los Whighs reaccionaron organizando diversos complots, una organizada por el protector de Locke, segundo conde
de Shaftesbury el cual tuvo que huir a las provincias unidas, y la otra donde el Rye House Plot, planeó el asesinato
del rey y el duque de York, donde el duque de Monmouth, hijo ilegítimo de Carlos segundo, iba a sustituir al rey. El
rey gobernó hasta su muerte de manera absolutista, viviendo de los subsidios de Francia, manteniendo un ejército
permanente para controlar el orden, restaurando la censura y suprimiendo libertades hasta su muerte, aunque antes
de morir se convirtió al catolicismo (1685).

En política exterior, la venta de Dunquerke a Francia, hizo disminuir la popularidad del monarca a ojos del
parlamento, que por otro lado apoyó la política antiespañola del monarca con la alianza de Portugal y el matrimonio
con Catalina de Braganza en 1662. Las nuevas leyes de navegación de 1660-64 y la expansión colonial con la
anexión de Tánger y Bombay y la toma de Nueva Ámsterdam en 1664, que tras la paz de Breda pasaría a
denominarse Nueva York en honor al sucesor del trono inglés.

De 1665-67 hubo una nueva guerra mercantilista contra las Provincias Unidas, donde el almirante neerlandés Ruyter
remontó el Támesis originando destrozos y propagando el pánico, pero, el avance en los Países Bajos por parte de
Francia durante la guerra de Devolución, obligó a los neerlandeses a firmar la paz de Breda con Inglaterra en 1667,
donde a cambio del Surinam y la suavización de las Navegation Acts, las Provincias Unidas entregaban a Inglaterra
sus posesiones en América del Norte. En los meses siguientes Carlos segundo se unió a las Provincias Unidas y
Suecia en la triple alianza de la Haya contra Luis catorce.

A partir de 1668, la política exterior de la Restauración, sería dependiente de Francia en contra de la opinión pública.
En 1670, con el tratado de Dover, Luis catorce, se comprometía a entregar 2 millones de libras a Carlos segundo a
cambio de restablecer el catolicismo, añadiendo otros 3 cada año que Inglaterra interviniera en la guerra que el
monarca francés proyectaba contra las Provincias Unidas.

La relación con los otros dos reinos de la corona británica no mejoro, aunque en 1660 se anuló la unión con Escocia,
además se trató de mejorar las relaciones con Irlanda. Pero la política religiosa y las nuevas leyes de navegación en
favor de los intereses mercantiles de Inglaterra, siguieron creando tensiones.

Tras la muerte de Carlos segundo, le sucede su hermano Jacobo segundo (1685-1688) quien contaba con el
apoyo de los tories, pero que se encontraba en una fase de impopularidad tras la represión de los whigs. De este
modo se produjeron dos rebeliones instigadas por los whigs; la del duque de Monmouth en Cornualles y la de Argyll
en Escocia que se mezclaba con reivindicaciones escocesas. Jacobo segundo presionó para restaurar el
catolicismo en Inglaterra, pese a contar con mayoría tory en el parlamento, no logró eliminar las Test Acts ni el
Habeas Corpus, pero pudo colocar a varios católicos en cargos importantes. Esta política hizo crecer el radicalismo
anticatólico y el despertar de una reacción anti absolutista que provocó que Jacobo segundo abandonara el poder.

La revolución gloriosa de 1688.


Jacobo segundo tenía dos hijas protestantes, María y Ana Estuardo, y se había casado con la católica María de
Módena, con la cual tuvo un hijo varón, que sería el pretendiente Jacobo tercero (1688-1766) bautizado en el
catolicismo. Los whighs y parte de los tories, eran partidarios de que el trono fuera ocupado por el calvinista Guillermo
de Orange, casado con María Estuardo, y desde las provincias unidas colaboraron whighs exiliados como John
Locke. Fue ese bautizo de Jacobo el que originó la Revolución Gloriosa.

A diferencia de la primera revolución, la revolución gloriosa no fue violenta. Diferentes estados protestantes como
Dinamarca o Provincias
Unidas en virtud del acuerdo de Magdelburgo de 1688, se pusieron de acuerdo para distraer a Francia en el Rin,
hasta que Guillermo de Orange se asentara en el trono inglés, y que desembarcó en Inglaterra con 15.000 hombres y
600 barcos. Jacobo segundo acabó en el exilio junto a su familia en Francia. Con Guillermo en el trono se estableció
un parlamento de convención, siendo coronado en 1689 como Guillermo tercero.

El día de la coronación se firmó el Bill of Rights (declaración de derechos) donde se establecían las bases
constitucionales del nuevo régimen, sometiendo la corona a la voluntad de la nación expresada en el parlamento que
mantuvo las dos cámaras tradicionales. La monarquía era limitada y el parlamento tomaba decisiones como la
aprobación de impuestos, elección y control de ministros, además se reafirmaba el Habeas Corpus, se establecía el
derecho a la existencia de una prensa libre y el carácter no permanente del ejército. El monarca se reservaba la
política internacional y tenía derecho a veto. El Triennal Act de 1694, obligaba la renovación periódica del parlamento.

Las tensiones entre la corona y el parlamento continuaron creciendo. Uno de los motivos fue el aumento del ejército
con la intervención de Inglaterra en la guerra de los Nueve Años. El Toleration Act de 1689 puso fin a las
persecuciones de disidentes protestantes, aunque mantenía la exclusión de cualquier cargo público. En la política
económica destaca la creación del banco de Inglaterra en 1694, primer banco nacional de la historia de Europa,
iniciativa impulsada por los tories, debido a la crisis financiera que había ocasionado la guerra de los nueve años.
La monarquía contó con la amenaza constante del pretendiente Estuardo. Jacobo segundo y sus herederos. Con
ayuda de Francia o la ayuda interna de los denominados jacobitas, intentaron poner en el trono inglés a los Estuardo.
En 1689 Jacobo segundo desembarcó en Irlanda con ayuda francesa siendo derrotado, y la consecuencia fue la
abolición del parlamento irlandés. También en Escocia hubo apoyos por el monarca depuesto, un ejemplo fue en
1688 donde el conde de Dundee encabezó una rebelión apoyada por los clanes de los Highlands, siendo muerto en
combate en 1689, pero a pesar de su muerte las rebeliones continuaron.

Si en Francia su potencia se basaba en el fortalecimiento del poder real, en Inglaterra se basaba en la iniciativa
privada, sociedad civil, capitalismo y comercio exterior.

Tema 5. Guerra y Política en la Europa de Luis Catorce.


Las paces de Westfalia (1648) y Los Pirineos (1659), consagraron la emergencia de nuevos poderes, sobre todo
Francia y en el Este, Suecia y Brandeburgo ambos en la órbita francesa.

La política agresiva del Rey Sol.

En 1661 (tras la muerte del cardenal Mazarino), Luis catorce inició su reinado personal. Puede afirmarse, que al
final de su reinado, fue la personificación más evidente del absolutismo monárquico.

En el ámbito internacional: realizó una expansión agresiva lo que acabó suscitando en su contra a la mayoría de los
soberanos europeos. Su capacidad para movilizar sus recursos se debió a su política absolutista y centralizadora. Su
hegemonía tuvo como contrapartida, en las últimas décadas, el empobrecimiento de sectores sociales y zonas
geográficas del país. Los móviles de la política exterior de Luis catorce pasó por la necesidad de reforzar la defensa
continental de Francia, la consecución de sus fronteras naturales en el este, e intereses sobre los territorios de la
Monarquía de España. Sin embargo, la motivación más sólida, parece ser su ansia de gloria en coherencia con su
mentalidad absolutista. Convencido de la preeminencia de la corona de Francia, Luis catorce defendió el origen
divino de su poder absoluto y desarrolló un programa de autoglorificación. En este sentido, generó un aparado de
poder centralizado y eficaz para convertirse en el dominador de Europa. Para ello, los triunfos bélicos eran
esenciales. Su divisa, Nec pluribus Impar manifestaba su disposición a no reconocer como igual a ningún otro
soberano.

El poderío internacional de Francia que culmina con el reinado de Luis catorce, se asienta sobre la política del poder
real emprendida por Enrique cuarto y proseguida por los cardenales Richelieu y Mazarino. La acción internacional de
Luis catorce, fue ante todo el resultado de la buena organización burocrática y la eficacia administrativa del
aparato estatal. El ejército fue su efecto más llamativo (Colbert, Marina; Vauban, fortificaciones; grandes generales,
Condé, Turenne, Schomberg, duques de Luxemburgo, de Berwick y de Vendôme). Francia elevó el número de
hombres bajo sus armas a una cifra nunca antes conocida hasta entonces, perfeccionando su organización, el
reclutamiento, la disciplina, la atención a los soldados. El ejército de Luis catorce se constituyó en un modelo a
imitar. Importante fue el papel de los diplomáticos, la red de informadores y espías distribuidos por las cortes
europeas. El éxito que supuso que el rey de España, Carlos segundo, nombrase heredero a su nieto (Felipe de
Anjou - Felipe quinto), se debió a su inteligencia política, al temor que inspiraba Francia y también a la habilidad de
sus diplomáticos.

Pero la política exterior de Francia tuvo éxitos, pero también fracasos. La hegemónica internacional de Francia
resultó efímera, y no sobrevivió a Luis catorce. El éxito de la contención de su política se debió, en gran medida, a la
creación de sucesivas coaliciones internacionales en su contra, tarea en la que la diplomacia de España jugó un
gran papel. Entre los enemigos figuraban España, Provincias Unidas, Inglaterra, El Imperio, así como políticos
destacados como Guillermo tercero de Orange entre otros. Se aliaron católicos y protestantes contra Francia,
mostrando la secularización y estatalismo a diferencia de los bloques confesionales de épocas pasadas.

Las primeras guerras (1667-1678)


En las relaciones internacionales perduraban muchos elementos tradicionales como los matrimonios principescos,
que tan importante papel jugaron. Luis catorce se casó con la infanta María Teresa, hija de mayor de Felipe cuarto,
e inició simbólicamente una amistad franco-española, tras la Paz de los Pirineos. Luis catorce estaba convencido de
que la gloria de Francia sólo podía edificarse en oposición a los Habsburgo madrileños. A pesar de la amistad oficial,
Luis catorce apoyó a los rebeldes portugueses frente a España. En 1668 mientras los ejércitos de Luis catorce
invadían el Franco Condado, España se veía obligada a reconocer la independencia de Portugal por el Tratado de
Lisboa.
Tras la muerte de Felipe cuarto (1665), Luis catorce basándose en, Usos de Derecho privado, que establecían la
primacía de los hijos del primer matrimonio (aunque fueran mujeres) sobre los del segundo, hizo que sus juristas
defendieran los derechos de su esposa (hija de Felipe cuarto) sobre una serie de territorios de la vieja herencia
borgoñesa de los reyes de España: El Franco Condado, Luxemburgo, Henao y Cambrai. Con el pretexto de la
Devolución de los mismos, su ejército ocupó en un paseo militar amplias zonas de los Países Bajos y posteriormente,
el Franco Condado, iniciándose así una primera contienda entre 1667-68.

El soberano francés había firmado en 1662 una alianza con las Provincias Unidas y al año siguiente una coalición
contra los Habsburgo. En 1668 firmó un tratado secreto con el emperador de reparto de la Monarquía de España. El
riesgo que la agresión francesa supuso hizo que Inglaterra y las Provincias Unidas (concluyeran las guerras en las
que estaban inmersas) y junto con Suecia constituyeran la Triple Alianza de La Haya en enero de 1668. La
mediación de los coaligados llevó al Tratado de Aquisgrán del mismo año, en el que, a cambio de la restitución del
Franco Condado, España cedió a Francia una nueva franja territorial en Los Países Bajos.

La riqueza de las provincias Unidas llevó a Luis catorce a la idea de atacar a los neerlandeses, rompiendo con una
tradición de alianzas que venían de los tiempos de Enrique cuarto. Previamente realizó una minuciosa preparación
diplomática: acuerdos con Inglaterra, Suecia y algunos príncipes alemanes. El Tratado Secreto de Dover de 1670
comprometía a Francia e Inglaterra a auxiliarse en el caso de una futura guerra con las provincias Unidas, a cambio
de lo cual el soberano británico recibiría un importante apoyo financiero. Así Luis catorce pudo deshacer la Triple
Alianza. El peligro que pudiera significar Austria parecía eliminado con el tratado de 1668, reforzado por el ulterior
compromiso de neutralidad firmado por el emperador en 1671

En 1672 los ejércitos franceses mandados por Condé invadieron las Provincias Unidas llegando hasta Utrecht. La
percepción de su fragilidad provocó en Amsterdam una reacción violenta contra el régimen republicano y la entrega
del poder al estatúder Guillermo de Orange. La ruptura de los diques que defendían del mar gran parte de las
Provincias Unidas, logró detener la invasión. La agresión francesa provocó una serie de reacciones que dieron lugar
a la formación de la Gran Alianza de la Haya (segunda de las coaliciones anti francesas) formada por las Provincias
Unidas, España, Austria, el Duque de Lorena, el elector de Brandeburgo y un buen número de príncipes alemanes.

La conocida como Guerra de Holanda se desarrolló especialmente en los países Bajos españoles, atacados por
Francia en 1673, la zona del Rin y Cataluña, y se extendió también al mar del Norte, Canal de La Mancha, el
Mediterráneo, y las Antillas. En los Países Bajos la guerra fue favorable a Francia. Se apoderaron de Lieja,
Luxemburgo, el Condado de Limburgo, entre otras localidades. En el Rin los franceses avanzaron hasta conquistar el
Franco Condado. En la primavera de 1675 el mariscal francés cruzó el Rin, y obtuvo una gran victoria en Salzbahc,
donde encontró la muerte.

En Cataluña las tropas españolas invaden El Rosellón. Sus éxitos iniciales fueron seguidos de un claro retroceso.
En 1675 Schomberg recuperó Bellegarda e invadió la Cataluña española, ocupando Figueras y llegó hasta las
murallas de Gerona. En 1678 los franceses conquistaron Puigcerdà.

La rebelión de la ciudad de Mesina (Sicilia) dio pie a Luis catorce a intervenir en el Mediterráneo complicando la
vida a la monarquía de Carlos segundo. Sus tropas mantuvieron básicamente sus posiciones siendo la reacción de
Sicilia y de Nápoles de lealtad a la monarquía de España. Las dos principales batallas se dieron en el mar con
resultado incierto.

La prolongación de la guerra y la falta de resultados tangibles fueron debilitando la posición de Francia, así como sus
finanzas. A ello hay que unir que su aliada Suecia fue derrotada en 1675 en la Batalla de Fehrbellin, por ello elector
de Brandeburgo, quien conquistó dicho territorio. Inglaterra mantendría su neutralidad, aunque su opinión pública
estaba en contra de la prepotencia francesa. En 1678 el acercamiento anglo-neerlandés se plasmó en una alianza
militar contra Luis catorce, quien aceptó las propuestas para la conclusión de la guerra.

Las paces de Nimega (1678-1679) supusieron un gran triunfo para las Provincias Unidas que recuperaron la
totalidad de su territorio y lograron la abolición de las tarifas proteccionistas francesas de 1667. Territorialmente la
beneficiada fue Francia a costa de España, que perdió el Franco Condado y 14 plazas fronterizas de los Países Bajos
recibiendo a cambio algunas ciudades del interior de los Países Bajos, que estaban en manos de Francia desde la
paz de Aquisgrán. Francia conseguía un nuevo avance territorial en la frontera nororiental del país. Con ello
incrementaba sus territorios y racionalizaba las fronteras con los países bajos españoles. Además Francia incorporó
Friburgo de Brisgovia, y se anexionó de hecho el territorio de Lorena que desde los años treinta había ocupado en
varias ocasiones.

El cenit de la hegemonía francesa. Las reuniones (1680-1684).


Los años que transcurrieron entre Nimega y la tregua de Ratisbona marcan el punto culminante del predominio de
Luis catorce en el viejo continente. Sus cortesanos le otorgaron el nombre de El Grande. En el ámbito internacional
logró el mantenimiento en el Báltico, de una situación favorable a Carlos once de Suecia, en virtud de las paces de
Saint Germain-en-Laye y Fontaineblau. Hasta los años 80 tiene lugar la primera fase de un periodo fecundo con
iniciativas centralizadoras de la maquinaria estatal. A partir de entonces se inicia una segunda fase caracterizada por
inviernos fríos malas cosechas y presión fiscal.

El afán de gloria de Luis catorce le llevaron a aplicar desde 1679 un ambicioso plan de ocupación territorial basado
en las imprecisiones de las paces anteriores especialmente la de Nimega que concedía a Francia una serie de
territorios con sus dependencias, con la llamada política de las reuniones. Consistía en reivindicar jurídicamente a
través de Las Cámaras de Reunión y ocupar después, todos los territorios que en algún momento hubieran formado
parte, o dependido, de cualquier circunscripción de las que pertenecían a Francia. La localización de los archivos que
dieran pie a ello desencadenaba un procedimiento que llevaba a la ocupación del mismo por las tropas francesas sin
previa declaración de guerra. Evidentemente se trataba de una absoluta arbitrariedad de Luis catorce, avalada por
sus juristas, con la finalidad de anexionarse la orilla izquierda del Rin en perjuicio de posesiones españolas y
territorios alemanes.

Por dicho método ocupó diversas zonas en los países Bajos, Luxemburgo, del Franco Condado etc. La anexión más
simbólica fue la de la ciudad libre alsaciana de Estrasburgo, puerta del imperio, en la que el monarca francés entró
solemnemente en 1681 bajo la leyenda: “Francia cerrada a los alemanes”.

Con la vista puesta en el Ducado de Milán logró que el duque de Mantua le cediera la fortaleza de Casale en el
Monferrato. La reacción del resto de Europa ante tales desmanes hizo que se formara una coalición defensiva
integrada por: las Provincias Unidas, Suecia, el emperador y España en 1682. A finales del año siguiente, ante la
invasión de los Países Bajos, España se encontró sola en la Declaración de Guerra a Francia.

España sufrió los ataques de los ejércitos franceses en los Países Bajos, Luxemburgo y Cataluña en 1684. Luis
catorce trató que la Republica de Génova abandonara su tradicional alianza con la Monarquía española sometiendo
la capital a un prolongado bombardeo, y humillando después, al dogo genovés obligándole a desplazarse a Versalles
a presentarle sus excusas. Ninguno de los aliados de España intervino. El emperador luchaba contra los turcos, que
habían sitiado Viena en 1683. La permisividad frente a Luis catorce y el deseo de evitar una guerra llevaron a la
tregua de Ratisbona de 1684 que difería durante 20 años la solución de las cuestiones planteadas, reconociendo
provisionalmente a Francia la libre posesión de los territorios incorporados mediante las reuniones. La tregua fue el
momento más alto la trayectoria política de Luis catorce, antes de su posterior retroceso.

Europa contra Luis catorce. La guerra de los Nueve Años (1688-1697)


Por: Ataulfo Garikoetxea (UNED)
Tres hechos determinan y consolidan el giro anti-francés de los gobernantes europeos en los años ochenta:

• El triunfo del emperador Leopoldo frente a los turcos, le iba a permitir intervenir más activamente en la
política europea.
• La expulsión de hugonotes (entre 150.000 y 200.000) realizada por Luis catorce en 1685 (anulando el
edicto de Nantes), provocó la indignación de países protestantes como Las Provincias Unidas o Suecia.
• La segunda Revolución inglesa (1688) expulsó del trono al católico Jacobo segundo para colocar en su
lugar a su hija María casada con Guillermo tercero de Orange, holandés y enemigo acérrimo del rey francés.
En 1688 se constituye la Liga de Augsburgo, formada por el Emperador, varios príncipes alemanes (Baviera,
Palatinado y Sajonia), España, Suecia y posteriormente Brandeburgo, Inglaterra, Provincias Unidas y el Papado (éste
último por una cuestión de regalías galicanas o derechos del rey sobre la Iglesia francesa). En 1689 se une Saboya y
se firman en Viena los acuerdos de la Gran Alianza. Dos incidentes dieron pie a la guerra: la sucesión del obispo
elector de Colonia donde el Papa confirma al candidato imperial frente al francés y, sobre todo, la sucesión del
Palatinado antes protestante y que recae ahora en Felipe de Neoburgo, católico y suegro del emperador Leopoldo
primero.

Luís catorce defiende aquí los derechos de su cuñada y sus ejércitos invaden el Palatinado, las posesiones papales
en Avignon y el obispado de Colonia, arrasando muchas ciudades de estos territorios. Comienza así la Guerra de los
Nueve Años (de Orange, de la Gran Alianza…) que fue una prolongada lucha de desgaste en varios escenarios:
Países Bajos españoles, Palatinado, Cataluña, Irlanda y norte de Francia. Hay que contar también con la guerra
marítima y la lucha anglo-francesa en América y en la India. Luis catorce, que había acogido al destituido Jacobo
segundo, es apoyado por la Irlanda católica y logra tomar Dublín (1689), aunque al año siguiente es derrotado por las
tropas de Orange. En los Países Bajos españoles, las tropas francesas del Duque de Luxemburgo, derrotan a los
aliados en las batallas de Fleurus, Steinkerke y Neerwinden. También en el Norte de Italia es vencido Eugenio de
Saboya (Staffarde, 1690) y tres años después derrotado completamente en Marsaglia.

Los éxitos franceses vienen también por mar, ya que su flota, de clara superioridad en el Mediterráneo, bombardea
Alicante, y derrota las flotas inglesa y neerlandesa en el canal de la Mancha y en la costa Sur de Portugal. Otro
escenario fue el Caribe y el golfo de México. Los franceses toman Cartagena de Indias (1697) y atacan Nueva
Inglaterra, Nueva York y Massachusetts mientras colonos ingleses hacen lo mismo con establecimientos franceses en
el estuario del San Lorenzo. En India y Senegal toman plazas francesas los aliados. En esa época Vittorio Amadeo
segundo de Saboya se torna amigo de los franceses al restituirle sus territorios, y colabora en la invasión del
Milasenado, al tiempo que, en Cataluña, caen Rosas y Barcelona.

El agotamiento de los contendientes, la crisis financiera en Inglaterra, las paces parciales de Francia con Saboya y el
Papado y la expectativa de la sucesión al trono español, empuja a todos a poner fin al conflicto, aunque el emperador
insistía en recuperar territorios en Alsacia. Se llega así al Tratado de Ryswick (1697), donde Luis catorce reconoce
como soberano inglés a Guillermo tercero y se restablece el orden de Nimega en cuanto a territorios. Francia
devuelve las anexiones pactadas, excepto Estrasburgo y las conquistas que realizó durante la guerra. Conserva
Metz, Toul, Verdun y Longwy y además Sarrelouis en Lorena, que es recuperada por el duque. Pierde también sus
fortalezas italianas: Pinerolo para Saboya y Casale para Mantua.

Las Provincias Unidas obtuvieron buenas condiciones comerciales con Francia y el derecho a establecer
guarniciones en ciertas ciudades de los Países Bajos españoles creando una barrera defensiva contra Francia.
España recupera Luxemburgo y las plazas conquistadas por Francia después de Nimega, ya que Luis catorce
quería mostrar generosidad con los españoles, ante la inminente desaparición de Carlos segundo sin descendencia,
si bien España tuvo que ceder a Francia el tercio occidental de La Española (Haití) y la isla de Tortuga. Ryswick
supone el primer retroceso francés en su trayectoria y un importante triunfo de la alianza contra su política.

Los Tratados de Reparto de la Monarquía de España.


Una de las claves de la política internacional en la segunda mitad del siglo 17, fue la decadencia de la Monarquía
española, que pierde poder ante Francia y se ve incapaz de mantener su estructura territorial. La falta de un heredero
para Carlos segundo podía ocasionar grandes cambios en el mapa político, tanto en Europa como en los demás
continentes. El futuro no dependía de las decisiones tomadas en la Corte madrileña, sino de los intereses de las
demás potencias europeas.

La muerte del monarca sin heredero directo, abre unos derechos dinásticos a los descendientes de las hijas y
hermanas de Felipe cuarto, emparentadas con dos grandes dinastías: Borbones franceses y Habsburgo austríacos.
Existe un paralelismo entre los matrimonios de las hijas de Felipe tercero y las de Felipe cuarto: la hija mayor de cada
rey fue esposa de un rey francés Ana con Luis trece y María Teresa con Luis catorce, y la hija menor de ambos lo
fue de un emperador (María con Fernando tercero y Margarita con Leopoldo primero). Aunque prima el derecho de
las hijas mayores, existían unas capitulaciones matrimoniales que sólo afectaba a las infantas-reinas de Francia y por
las que renunciaban a sus derechos sucesorios en España.

Por otra parte, era conocido el interés de la diplomacia francesa en anular dichas capitulaciones en el caso de María
Teresa, argumentando que no se había satisfecho la dote estipulada en su matrimonio. Llegado el caso, si se
aceptaban o no las renuncias de las infantas, la corona española pasaría a la casa Habsburgo (misma dinastía,
familia y sangre) o a la dinastía de los Borbones.

• Leopoldo primero era sobrino de Felipe cuarto, nieto de Felipe tercero y primo carnal de Carlos segundo y a
su vez casado con Margarita, hermana de padre y madre de Carlos, y que de este matrimonio había nacido la
archiduquesa María Antonia, con derechos sucesorios.
• Luis catorce era también nieto de Felipe tercero y primo carnal de Carlos segundo y reforzó el parentesco
casándose también con la hija mayor de Felipe cuarto, que en este caso era sólo media hermana de Carlos.
De este matrimonio nace un hijo varón, Luis, el gran delfín, hijo y nieto de infantas españolas que transmitirá
sus derechos a su hijo Felipe quinto. El primer varón por la línea de la casa de Austria, sería el archiduque
Carlos, que al ser fruto del tercer matrimonio de Leopoldo primero ya sólo tiene una abuela infanta de
España y por tanto está menos vinculado al trono que Felipe.

Sin embargo, en 1692, aparece otro candidato cuando la archiduquesa María Antonia da a luz un varón, José
Fernando Maximiliano de Baviera, descendiente directo de la infanta Margarita y por tanto de Felipe cuarto. Su
padre era el elector de Baviera, lo que suscitaba menos reticencias en España al tratarse de una casa dinástica de
segundo orden, y menos poderosa que las otras. De hecho, aparece como heredero en los dos primeros testamentos
de Carlos segundo. Borbones y Habsburgo reivindicaban el derecho a la totalidad de la herencia, y es Luis catorce
quien promueve los famosos Tratados de Reparto en nombre de la paz. Aunque la historiografía se refiere a los de
1698 y 1700, existe un tratado anterior, en 1668, de carácter opuesto a los dos posteriores.

• 1668. En esta época, Inglaterra y las Provincias Unidas salían de su segunda guerra mercantil y era prioritaria
la neutralidad del emperador en las pretensiones francesas sobre los Países Bajos españoles. Luis catorce
pacta en Viena con el emperador para hacer desaparecer la monarquía española, distribuyendo los territorios
de la siguiente manera: Francia obtendría Navarra, la plaza catalana de Rosas, Los Países Bajos, el Franco
Condado, Nápoles, Sicilia, Filipinas y plazas costeras africanas. El emperador recibiría la península Ibérica
(menos Rosas y Navarra), Baleares, Canarias, Milanesado, Indias occidentales y en Italia, marquesado de
Finale, presidios de Toscana, Cerdeña y posesiones del Mar de Liguria hasta límites con Nápoles.
• 1698. El panorama europeo es distinto a finales de siglo y ahora interesa aislar al emperador. El matrimonio
de Carlos segundo con la alemana Mariana de Neoburgo, podría beneficiar al imperio y Luis catorce decide
pactar con Guillermo tercero de Orange, rey de Inglaterra y estatúder de Holanda. Los beneficiarios ahora ya
serán los hijos o nietos de los firmantes y Austria quedaba perjudicada en el reparto. Se firmó en La Haya, y
se adjudicó el trono de España a José Fernando de Baviera nacido en 1692 y muerto en 1700 (el sucesor
favorito en Madrid) con la excepción de Nápoles, Sicilia, Finale, Guipúzcoa y presidios de Toscana, para el
Delfín y Milán para el archiduque Carlos. Un artículo secreto nombraba tutor y heredero universal (si moría) a
su padre, el duque Maximiliano segundo, Manuel de Baviera.

• 1700. La muerte del príncipe de Baviera y futurible rey de España, obliga a firmar un nuevo Tratado de
Reparto en Londres y La Haya. Ahora el archiduque Carlos sería el heredero de la monarquía, manteniendo
el mismo reparto para la corona francesa y el Milanesado para el duque de Lorena.

Nada llegó a buen fin, porque el tercer testamento de Carlos segundo, nombra heredero a Felipe quinto, duque
de Anjou, con la condición de que la herencia española no se uniera nunca a su posible herencia francesa. Luis
catorce aceptó sorprendido la herencia para su nieto, aun cuando, en el reparto pactado, los territorios adjudicados a
Francia podrían integrarse a la corona, lo que este testamento, prohibía. Los consejeros del Estado español
consiguen su objetivo de preservar la unidad de la monarquía, aunque diera lugar a una marcada injerencia de Luis
catorce y su política ambiciosa en los años posteriores. Su ambición por el comercio y las riquezas de las indias
Occidentales, provocará en parte la inminente Guerra de Sucesión.

Transformaciones militares del siglo 17.


La importancia que tuvo la guerra durante todo el siglo entre los diversos príncipes europeos, propició la evolución de
los ejércitos, las armas y las tácticas de los enfrentamientos. Se desarrolla la capacidad organizativa y logística que
permite ahora mantener en campaña ejércitos mucho más numerosos. Los nuevos tipos de fortificaciones dan lugar a
fortalezas estrelladas, muy complejas, que se defienden desde todos los ángulos posibles, lo que provoca la casi
desaparición de las batallas a campo abierto. Ahora predomina el asedio o sitio de las plazas, aunque los avances en
la artillería irán debilitando poco a poco las defensas de estas plazas. El mortero de tiro curvo fue el gran invento,
que, combinado con un mayor número de cañones, permitió a Vauban revolucionar las tácticas de sitio.

La infantería continuó la tendencia a reducir las picas en beneficio de las armas de fuego y 2/3 de los infantes eran
ya arcabuces y sobre todo mosquetones, unas armas más pesadas, más largas, pero también con más alcance y
potencia. Las tácticas de combate ahora separaban a arcabuceros y mosqueteros de las picas, cuyo escuadrón les
apoyaba como refugio contra la caballería enemiga.

A finales del siglo 16, los neerlandeses de Mauricio de Nassau adoptan una nueva formación en el campo de batalla
llamada contramarcha, que fue perfeccionada por Gustavo Adolfo de Suecia y que ya aplicaban los españoles en
Flandes con bastante similitud. El objetivo de esta formación era conseguir una cadencia casi continua de disparos y
se lograba al disparar una fila de tiradores, retirarse y disparar la siguiente y así sucesivamente relevándose unas a
otras. Nassau usaba 10 filas de tiradores y Gustavo Adolfo lo redujo a 6 y de 3 en 3 disparaban al tiempo (de rodillas,
encorvados y en pie). También introduce Gustavo Adolfo una nueva formación táctica, la brigada, formada por 4
escuadrones formando en flecha y el cuarto en reserva.

Otras innovaciones en el armamento fueron la llave de chispa (pedernal) y la bayoneta. La llave de pedernal
mejoraba los sistemas de mecha y de rueda para la ignición de la pólvora, pero su mayor precio y la poca fiabilidad
por el desgaste, hicieron que tardara en generalizarse en los ejércitos. La bayoneta permitió dotar de arma blanca al
mosquetero haciendo desaparecer a las picas y la aplicación de la llave de chispa a los mosquetes, los reduce y los
convierte en fusiles o escopetas.

A finales del siglo 17 aparecen los granaderos, que portan bolsas con granadas, a las que prenden con mecha
antes de lanzarse. Son muy útiles en los sitios de plazas y se les dota también de bayonetas. La caballería
evoluciona al igual que la infantería, reclutada ahora por empresarios militares, personajes poderosos que causan
recelo en sus patrones. Entre ellos, Wallenstein reclutó ejércitos para el emperador y el marqués de Hamilton lo hizo
para Suecia que contaba con un ejército novedoso, bien adiestrado, con carácter patriótico, con muchos mercenarios
extranjeros y reforzado por el servicio militar obligatorio por distritos. En Suecia había unas listas de hombres de
donde sacaban a los soldados pedidos por el rey. Además, cada “rotar” o grupo de granjas debía proporcionar un
soldado y mantenerlo, construirle una casa de madera, cuidando de sus tierras si el soldado era movilizado.
Otro caso peculiar es el New Model Army, que aunaba el sentimiento religioso puritano de Cromwell con el carácter
revolucionario. Era un ejército de soldados profesionales y liderados por expertos generales y no por aristócratas. A
inicios del siglo 18 decaen estos empresarios en favor del reclutamiento directamente por la administración estatal,
siendo Francia un buen ejemplo de ello, que reclutando gran cantidad de extranjeros conforma un ejército de más de
300.000 hombres. Luis catorce creó la orden real y militar de San Luis para premiar los méritos en combate,
estructuró un cuerpo de oficiales, una jerarquía de grados y un sistema de ascenso por antigüedad. Generalizó el
uniforme, se crearon más cuarteles, un cuerpo de Inválidos y su gran hospital en París, lo que también se iba
haciendo en otros países como España.

Es difícil aportar las cifras de soldados que componían los distintos ejércitos europeos. Con Felipe tercero
superaban los 100.000 soldados, y con su hijo se acercaban a 200.000, cuando los franceses no pasaban de 80.000.
A partir de mitad de siglo esta cifra se reduce y con Carlos segundo se iguala con los franceses, siendo los más
potentes de Europa ligeramente superiores a las provincias Unidas o el imperio. En épocas de guerra estas cifras
aumentaban para volverse a reducir cuando no había conflictos. Así, Luis catorce movilizó 134.000 soldados en la
guerra de Devolución y 340.000 en la de los Nueve Años. Suecia en la Gran Guerra del Norte movilizó 100.000
soldados. Sin embargo, Inglaterra nunca pasó de 60.000 soldados y la mayoría del tiempo no superaba los 20.000.

El problema de calcular los soldados se extiende también a los barcos o unidades de guerra naval, donde ya no se
utilizaban los buques mercantes armados sino verdaderos barcos de guerra. El problema de la elevada mortalidad en
batalla tampoco es fácil de precisar con cifras, pero se calcula que el ejército imperial derrotado en Breitenfeld, perdió
las dos terceras partes de sus efectivos entre muertos, prisioneros y desertores. En Nördlingen, los protestantes
perdieron la mitad de la tropa (12.000 hombres) en el combate y unos 4000 más fueron hechos prisioneros. En la
firma de la Paz de Westfalia, los enemigos del emperador tenían en su imperio unos 130.000 soldados y los aliados
unos 70.000.

Cuando ambos bandos estaban igualados en fuerzas, la cantidad de muertos era terrible en ambos, y cuando uno de
ellos era muy superior, el bando vencido tenía una gran cantidad de bajas, del mismo modo que cuando huían eran
víctimas de grandes matanzas. Para terminar, Jan Lindegren calcula que Suecia perdió medio millón de soldados en
un siglo, el 30% de los hombres adultos suecos y finlandeses, frente al 10% de bajas castellanas en sus guerras.

TEMA 6. Hacia una nueva demografía – La Sociedad.


El auge demográfico del siglo 18.

El siglo 18 es considerado como el inicio de los grandes cambios, caracterizado por el descenso significativo de la
mortalidad infantil, la mejora sustancial en la alimentación, avances médicos, un considerable aumento de la
esperanza de vida y, por primera vez en la Historia, el crecimiento sostenido de la población. Con todo, subsistirán
muchas de las características de lastre permanente como la elevada mortalidad ordinaria, muy alta mortalidad infantil,
fuerte dependencia de los ciclos naturales de las cosechas, escasa capacidad defensiva frente a enfermedades,
azote periódico de la mortandad extraordinaria con la consecuente baja esperanza de vida. El siglo 18 sigue
perteneciendo al régimen demográfico antiguo, aunque, en determinadas zonas, ya se va intuyendo los cambios, lo
que permite considerarlo un periodo de transición. Por primera vez se superan ciertos topes en la población europea,
pues en conjunto apenas había crecido entre 1350 y 1700.

La preocupación demográfica y el tamaño de la población era un elemento esencial en los planteamientos


mercantilistas. Los tratadistas y políticos, comienzan a considerar el número de hombres como piedra angular de la
prosperidad de un país. Se inician los grandes censos de población organizados por los gobiernos y realizados con
una precisión cada vez mayor. Surge así la demografía, vinculada inicialmente a la que se denominaba entonces
economía política, e interesada en conocer la cuantía y los detalles más concretos de la población (sexo, grupos de
edades, estado civil, etc.), junto a datos de carácter económico, como la distribución geográfica de los habitantes, las
actividades que realizaban y otros.

En la segunda mitad, las monarquías, influidas por la Ilustración, pusieron en marcha censos y averiguaciones. Ya
desde los años 20 Suecia se interesó por la contabilidad de bautizos y defunciones. También en la primera mitad
hubo importantes iniciativas en España; en tiempos de Carlos tercero, se realizaron los promovidos por el conde de
Aranda, presidente del Consejo de Castilla (sexo, edades o estado civil), o el más completo de Floridablanca, que
añade un buen número de informaciones de interés económico y social; con Carlos cuarto hubo un último recuento,
el llamado de Godoy o de Larruga (1796-97). Sorprende que tales iniciativas no se llevaran a cabo en Inglaterra o
Francia, los dos países más avanzados del continente. En la primera, diversos debates parlamentarios plantearon
cuestiones como la licitud moral, la defensa de la libertad individual o el desprestigio que hubiera supuesto la posible
disminución del número de habitantes. En Francia, a mediados de siglo, hubo recuentos parciales de la población,
llevados a cabo por determinados intendentes en sus respectivos territorios.

A los censos oficiales se unieron algunos privados, indicativos del interés que comenzaba a despertar la cuestión
entre algunos ilustrados. Pese a su abundancia, y a la fiabilidad de muchos de tales recuentos, el reconocimiento
detallado de la demografía del siglo 18 sigue basándose como fuente primaria en los registros parroquiales, que
permiten conocer el comportamiento de los factores que determinan el incremento o descenso de una determinada
población: natalidad, nupcialidad, mortalidad y migraciones.

A comienzo de la centuria, el total de la población europea puede calcularse en unos 125 millones de habitantes, y a
finales llegaba aproximadamente a los 195 millones. El crecimiento mayor se produjo entre 1750 y 1800. La
preocupación demográfica dio lugar a posturas contrapuestas entre quienes consideraban que la población de la
Tierra no llegaba a la décima parte de la del mundo antiguo, lo que hacía temer que pudiera despoblarse, y aquellos
que comenzaban a temer las consecuencias de una población excesiva, (como el clérigo anglicano Thomas Malthus,
"An Essay on the Principle of Population", 1798, donde alerta del riesgo de un mayor aumento de la población que el
de la producción agrícola). La población de la Tierra pudo haber pasado de 578 millones (1600), a 680 millones
(1700) y a 954 millones (1800).

Obviamente, el crecimiento no afectó por igual a todos los países europeos, con importantes diferencias regionales.
Los principales incrementos demográficos se dieron en países que vivieron una fuerte expansión económica o en
territorios anteriormente poco poblados y con economías débiles, que fueron objeto de una intensa inmigración
colonizadora. Este segundo motivo explica el que un espacio económicamente atrasado como la Pomerania
prusiana, creciera en un porcentaje superior al de la próspera Inglaterra, siendo también muy elevados los
incrementos de otros territorios con economías poco evolucionadas como el ducado de Prusia (Prusia oriental),
Silesia, Hungría o el interior de la Rusia europea.

Los mayores aumentos demográficos de la centuria se dieron, no obstante, en el Nuevo Mundo, las colonias inglesas
de Norteamérica batieron todos los récords. La causa fundamental fue la inmigración masiva desde Europa, si bien
hay que tener en cuenta también otros factores demográficos. El caso británico es la mejor prueba de los efectos
positivos que solía tener la interrelación entre economía y demografía, Inglaterra y Gales pasaron de 4,9 a 8,6
millones. Se calcula que la Gran Bretaña e Irlanda pasaron hacia América del Norte cerca de 1 millón de personas.
En Alemania, solo entre 1730-40 se recuperaron los niveles anteriores a la Guerra de los 30 Años (unos 20 millones).
Importante fue también el crecimiento de Suecia o Noruega.

Tanto Francia como España e Italia experimentaron un crecimiento más moderado. La primera, en 1700 era el país
más poblado de Europa (22 millones; 29 millones en 1800), pero su crecimiento, relativamente escaso, se explica por
diversos factores, entre ellos, por una estructura económica con una fuerte desproporción entre población y trabajo,
un bajo nivel de salarios reales, la incidencia de las crisis cerealistas, el mantenimiento de una edad relativamente
alta de acceso al matrimonio o una importante proporción del celibato. Algunos de tales elementos contribuyen a
explicar también la compleja crisis que llevaría a la Revolución. En España también tuvo diferencias regionales
importantes. Los mayores crecimientos se dieron en el litoral mediterráneo, mientras que el interior castellano,
Extremadura y Andalucía los tuvieron más moderados, debido a que habían llegado prácticamente al límite de sus
posibilidades tras el aumento demográfico experimentado en el siglo 17 gracias al maíz. Además de medidas de
autocontrol como el celibato o el retraso en el matrimonio, los excedentes de población de Galicia, Asturias o el País
Vasco protagonizaron una emigración con destino a Madrid, Andalucía y América. En España" (de 7,4 a 10,6 millones
en la centuria). En Italia hubo una gran diferencia entre el norte, más próspero, que creció menos, y el sur o las islas,
que aumentaron en mayor medida, especialmente el reino de Nápoles. Un incremento modesto fue el de las
Provincias Unidas.

En la Europa del norte y este, sin embargo, la disponibilidad de espacio y de tierras facilitó los crecimientos
demográficos que debieron mucho a la inmigración. Es el caso de los territorios dominados por la nueva Monarquía
de Prusia, además de la inmigración colaboró la disminución de la edad de acceso al matrimonio o el leve descenso
de las tasas de mortalidad, fruto ambos de la coyuntura económica favorable. Algo similar ocurrió en Rusia, cuyo
aumento espectacular de población solo puede explicarse por el reparto de Polonia y por la intensa colonización de
algunas regiones, especialmente en la segunda mitad de siglo.

En cuanto a la densidad de población, en 1800 las más elevadas eran las de Inglaterra o Alemania, que tenían
respectivamente 66 y 68,6 habitantes por km cuadrado, si bien en las regiones industriales del norte, la llamada
Inglaterra Negra, superaban los 200. Les seguía Italia y Francia, mientras que España ofrecía una media de 21
habitantes por km cuadrado., aunque algunas regiones del norte sobrepasaban los 50-60. En el otro extremo, la
densidad de Rusia era de 7,1, si bien con grandes variaciones regionales, llegando a las zonas del centro con 25,8
habitantes por km cuadrado.

El crecimiento demográfico benefició ampliamente a las ciudades, que, no obstante, fue un porcentaje de la
población muy inferior al del mundo rural. En 1800 el territorio más urbanizado era Holanda, seguido de Inglaterra y
Gales. Más baja era la proporción de Italia, España o Francia, similar a la de Portugal. La más baja de todas era
Polonia. Aunque no ocurrió así en todos los países, la proporción de habitantes de las ciudades aumentó en general a
lo largo del siglo, a causa sobre todo de la inmigración, que corregía la tendencia urbana al predominio de la
mortalidad sobre la natalidad. Poca higiene, excrementos, malos olores, escasa pavimentación, falta de agua, mala
iluminación nocturna, inseguridad, enterramientos dentro de las ciudades (hasta finales de siglo no se insistió en abrir
cementerios en el exterior) eran algunas de las condiciones de la vida urbana, que empeoraban en los barrios más
populares y afectaban de manera especial a los inmigrantes pobres. Otro de los grandes peligros urbanos era el
fuego. En Bruselas, el incendio de 1695 destruyó cerca de 4.000 casas, y en Moscú, en 1773, se llevó una décima
parte de los edificios.

Las ciudades europeas con mayor número de habitantes seguían siendo Londres, París y Nápoles, que continuaron
su crecimiento. Londres se convertía en la segunda ciudad del mundo después de Tokio. Las ciudades que más
población ganan en el siglo 18 fueron las capitales políticas y resulta decisiva en otros casos como el crecimiento de
Berlín, o cortes de estado menores como Dresde, cabeza del electorado de Sajonia. San Petersburgo fue fundada en
1703 por Pedro primero, Zar de Rusia, que se acercaba a los 230.000 habitantes en 1800.

Otro tipo de ciudad que experimentó un importante crecimiento fueron los puertos de mar, como en Francia con
Nantes, cuya fortuna se basaba en el comercio de esclavos. Puertos franceses importantes eran también Le Havre,
Marsella y sobre todo Burdeos. En Inglaterra, destacan Bristol, cuyo auge fue posterior a la independencia de los
Estados Unidos, y más aún Liverpool.

Un tercer grupo de ciudades que ahora crecen son las industriales, especialmente en Inglaterra: Leeds, Birmingham
o Manchester, que se convertirá en el siglo 19 en el símbolo por excelencia de la Revolución Industrial.

El número de ciudades que superaban el listón de los 10.000 habitantes durante la Edad Moderna se situaban en la
mitad sur, aunque dicha proporción se había reducido en 1800 a poco más de un tercio como consecuencia de una
“dramática transformación estructural ocurrida en la primera mitad del siglo 17”.

Otra constatación es que, en el siglo 18 el aumento de la población urbana no estuvo relacionado necesariamente
con la expansión demográfica de la zona respectiva, pues los mayores incrementos se dieron tanto en territorios cuya
población crecía como en otros en los que estaba estancada o retrocedía. Solo en la segunda mitad del siglo 16
habían coincidido un rápido crecimiento de la población y una rápida urbanización. En cuanto al ritmo, el único
territorio europeo que experimentó un proceso de urbanización gradual durante toda la Edad Moderna fueron las Islas
Británicas, incluida Irlanda. Las demás áreas registraron la mayor parte de su crecimiento urbano en un periodo
relativamente breve de la misma.

Causas del crecimiento de población.


La natalidad estaba en relación directa con la marcha de la economía. La producción seguía dependiendo
estrechamente de la naturaleza. El siglo 18 contempló una mejora generalizada del clima, que disminuyó la
frecuencia e intensidad de las crisis de subsistencias. En plena Guerra de Sucesión de España, fue especialmente
crudo en Francia el invierno de 1709, en el que la gente se moría de frío y hambre en las calles de París, hecho que
ocurrió también en algunas ciudades españolas. A partir de entonces, la situación mejoró y las carestías no volvieron
a provocar mortandades masivas en la Europa occidental y nórdica, hecho novedoso que anticipaba el cambio de
régimen demográfico, si bien las crisis provocadas por las malas cosechas y el alza de los precios fueron frecuentes
en las dos últimas décadas del siglo. La expansión de los intercambios y la integración progresiva de los mercados
ayudaron a paliar las crisis de subsistencias, pues ampliaron el radio de acción del comercio, facilitando el
abastecimiento a zonas más lejanas.

Otro elemento favorable a este crecimiento fue la mejora de la alimentación, gracias a la difusión de cultivos
de rendimientos muy superior a los cereales tradicionales como el maíz o la patata, aunque también contribuyó la
expansión del trigo y algunos cereales secundarios. A finales del siglo 18, buena parte de Europa constituye un área
de baja nupcialidad como forma de limitar la reproducción. Lo más novedoso fue el inicio de cierto control de los
nacimientos. En la Francia posterior a 1770, hubo una tendencia a la reducción de la natalidad debido a causas como
el descenso de la nupcialidad, el aumento del celibato, el retraso de la edad del matrimonio o la reducción de la
fecundidad. Las prácticas contraceptivas (existentes en todo tiempo y lugar) alcanzaron en Francia, una extensión
hasta entonces desconocida, con la particularidad de que tal fenómeno afectó en buena medida a sectores sociales
elevados, llegando en las últimas décadas a los grupos populares. Aunque los datos no son claros y tales prácticas se
deducen sobre todo de testimonios literarios y tratados de moral, el incremento de la contracepción por métodos
naturales ha sido interpretado en ocasiones como una consecuencia de la incipiente descristianización.

Otro de los factores fue la disminución de la mortalidad, si bien las tasas de la ordinaria no experimentaron
cambios significativos. Los limitados avances de la medicina no fueron más allá de las mejoras en la distribución y el
uso de sustancias contra las fiebres, las enfermedades venéreas o la inoculación de la viruela. Mayor incidencia
tuvo probablemente las mejoras higiénicas (apertura de cementerios fuera del recinto urbano y prohibición de
enterrar dentro de las ciudades, medidas para propiciar la limpieza de calles y retirar basuras, pavimentación,
canalización de agua potable y alcantarillado, saneamientos de tierras pantanosas, etc.). Con frecuencia no tuvieron
gran éxito, entre otras, por la escasez de cambios en la higiene personal de la mayoría de la población. Mayor fueron
las mejoras en la alimentación y la mayor disponibilidad de alimentos.

La variación principal afectó a la mortalidad extraordinaria, que atacó con menos virulencia que en el siglo
anterior. El hecho más descollante fue la desaparición de la peste en Europa occidental, aunque continuó siendo
endémica en los Balcanes. Durante la Gran Guerra del Norte, la epidemia de 1708-13 devastó los Balcanes, Austria,
Bohemia, Europa oriental y el Báltico, llegando al sur de Alemania e incluso Italia. Los últimos brotes de peste en el
Mediterráneo fueron consecuencia de contagios transmitidos por vía marítima. Especial importancia tuvo el brote en
Rusia durante las revueltas populares de los 60. La lucha secular contra dicha epidemia, las severas cuarentenas, los
cordones sanitarios o las drásticas medidas para cortar el contagio fueron muy eficaces, aunque siguió habiendo
epidemias distintas a las pestes y se mantuvo la vinculación mortífera entre malas cosechas, desnutrición y
enfermedades (tifus, viruela, sarampión, tos ferina, gripe, difteria, disentería, tuberculosis…) tuvieron distintas
oleadas.

Los mayores avances médicos se dieron en la lucha contra la viruela, con una especial incidencia en la población
infantil. Un primer método fue la inoculación que tuvo defensores y detractores. Era una práctica preventiva que
consistía en introducir en un individuo sano pus varioloso procedente de uno enfermo para provocar su inmunización,
pero no era muy eficaz y provocaba infecciones. Mayor importancia tuvo, a fines de siglo, la primera vacuna (1796),
cuyo nombre procede de la vaca, pues se observó que la viruela de estos animales inmunizaba a los humanos. Fue
descubierta por el médico inglés Edward Jenner. A inicios del siglo 19 se llevó a cabo la Expedición de la Vacuna,
dirigida por el médico Francisco Javier Balmis, por las colonias españolas donde vacunaron a 50.000 personas en la
que fue la primera expedición sanitaria del mundo.

Se ha señalado también la menor envergadura y frecuencia de las guerras, así como la mayor disciplina de los
ejércitos (redujo los saqueos y actos vandálicos). No obstante, hubo muchas guerras y la mortalidad fue muy elevada.
La Guerra de Sucesión de España fue la más mortífera desde la Guerra de los Treinta Años hasta las napoleónicas
del siglo 19 (1.250.000 víctimas).

El fuerte crecimiento demográfico de muchos territorios de la Europa oriental halla su principal explicación en la
colonización de nuevas tierras y la emigración generada por ella. Al retirarse los turcos, muchos colonos germanos
avanzaron hacia zonas escasamente pobladas de Hungría y el sur de Rusia. La conquista de Silesia por el monarca
prusiano (1740) fue seguida de una intensa colonización con vistas a consolidar su dominio. La disponibilidad de
tierras favorecía en todas estas zonas la reproducción de los recién llegados. Menos éxito tuvo en cambio la política
de atraer población extranjera para colonizar Siberia. Otro caso fue Alsacia, desolada durante la Guerra de los Treinta
Años, que ya desde mediados del siglo 17 acogió una importante inmigración. Carlos tercero promovió el
asentamiento de colonos católicos suizos y alemanes en Sierra Morena (Andalucía). Con todo, la migración más
importante fue la que se desplazó a otros continentes.

Hacia 1800 América del Norte e Iberoamérica estaban pobladas respectivamente por 5,5 y 4 millones de habitantes
de origen europeo, sobre todo británicos, españoles y portugueses. En conjunto, el fuerte incremento de la población
obedeció a causas/consecuencias diversas, pues sirvió de estímulo para la expansión agraria y la mejora de cultivos,
el incremento de la producción manufacturera e industrial, el auge del comercio y las comunicaciones, etc.

Los privilegiados: Nobleza y Clero.


Durante el siglo 18 persistió la sociedad estamental alterada en la última década por los cambios revolucionarios en
Francia. Los privilegiados eran la consecuencia de la desigualdad ante la ley propia del Antiguo Régimen, protegidos
por leyes privadas, más favorables que las que afectaban al común, y amplificadas por el reconocimiento de los
demás y el respeto social que se debía a su superioridad. Los códigos del honor, las etiquetas y los usos sociales
codificaban los comportamientos, imponiendo obligaciones tanto a los inferiores como a quienes disfrutaban del
privilegio.

Con frecuencia, el siglo 18 se consideraba como una etapa de decadencia y debilidad de la nobleza ante el acoso de
la burguesía, pero la realidad es que los privilegios se mantuvieron en vigor y en ciertas zonas se reforzaron,
considerando un periodo de apogeo nobiliario, visible tanto en la participación de nobles en el poder político, como en
el volumen de sus patrimonios o el predominio social de sus valores. No obstante, la crítica ilustrada se cebó con
frecuencia en las desigualdades, lo que contribuyó al desgaste del estamento. En casi toda Europa, el siglo 18 fue un
periodo de estrecha colaboración entre la corona y la nobleza, una vez superadas las tensiones anteriores, condición
ineludible para el triunfo del absolutismo. En Prusia y Rusia, potencias emergentes del este europeo, el incremento
del poder real se basó en el fortalecimiento de los privilegios nobiliarios. Ningún monarca podía prescindir del apoyo
de sus nobles, como lo demuestra el fracaso de la política del emperador José segundo, empeñado en limitar sus
privilegios.

El predominio social del modelo nobiliario hizo que fueran muchos en la Europa occidental los personajes
procedentes del estado llano que ansiaban consagrar su ascenso social integrándose en la nobleza. Ello, unido a las
necesidades fiscales y al deseo de los monarcas de ampliar su respaldo social, los llevó a dispensar de forma
generosa títulos y reconocimientos de nobleza, al tiempo que se hacían menos exigentes los requisitos para acceder
a ella. Tal política propició un cambio importante en los componentes de los sectores más elevados de la nobleza.
Algunos viejos linajes, dañados por la crisis económica del siglo anterior, el agotamiento biológico o la pérdida de
poder político, se vieron relevados por nuevos nobles. El factor decisivo de su encumbramiento fue el servicio al rey
(en la economía, la política, el ejército, etc.), lo que muestra la importancia que había alcanzado la corona en el juego
de poderes. En buena parte de Europa, la aristocracia tradicional se vio obligada a compartir el poder político con
burgueses y nuevos nobles. Esta promoción la practicaron hábilmente, entre otros, los reyes españoles de la dinastía
Borbón, lo que les permitió reducir el elevado protagonismo político que había alcanzado la alta nobleza en la etapa
final de sus antecesores de la Casa de Austria. La vieja nobleza quedó relegada a organismos como los consejos
españoles o los parlamentos franceses, mientras los burgueses y nuevos nobles ocupaban mayoritariamente los
nuevos cargos unipersonales: miembros de gabinete en Francia o Inglaterra, o secretarios de estado en España.

El origen burgués influyó en incierto cambio de mentalidad de la nobleza. Muchos miembros de la nobleza supieron
gestionar hábilmente sus patrimonios para obtener de ellos un mayor beneficio. Aumentaron sus posesiones agrarias,
las modernizaron aplicando en ellas medidas propuestas por la fisiocracia o por el naciente capitalismo agrario. En
Inglaterra participaron ampliamente de los encloures, que les permitieron aumentar sus propiedades, pero tanto en
Francia como en otros países hubo nobles implicados en fenómenos similares de concentración y utilización
capitalista de tierras, en perjuicio habitualmente de los pequeños campesinos y los usos comunitarios de la tierra.
También participaron en las mejoras en la explotación de fraguas o minas existentes en sus tierras. Muchos de los
nuevos nobles se habían enriquecido con ellas y continuaron haciéndolo, miembros de la vieja nobleza,
especialmente en Inglaterra, también supieron adaptarse a los nuevos tiempos.

Algunos gobiernos trataron de animar a la nobleza a que participara en los negocios. Ya desde tiempos de Colbert,
diversos edictos la exhortaban a ello. En España, la autorización para comerciar se les dio en 1765 con las
Sociedades Económicas de Amigos del País. Con todo, persistieron las prevenciones contra determinadas
actividades, así como la tendencia del estamento a cerrar sus filas frente a los advenedizos.

La nobleza era siempre minoritaria, pese a que hubiera variaciones importantes entre unos y otros países o
territorios (en Francia, 1,4% de la población). En España (4,5%), la proporción variaba enormemente entro los
territorios cántabros con una alta concentración de hidalgos, y los que mantenían proporciones bajas, como en la
meseta sur o Andalucía. Por regla general, allí donde eran menos abundantes los nobles se diferenciaban más del
común, mantenían mayores privilegios y eran más ricos. Otra constatación que la proporción de nobles tendió a
descender. Ciertamente se crearon muchos nuevos, pero también hubo familias que desaparecieron o fueron
incapaces de mantener su estatus, al tiempo que el aumento generalizado de la población contribuyó a reducir el
porcentaje de nobles.

Más compleja resultó la situación del clero en los países católicos. La Ilustración favoreció la secularización y el
absolutismo ilustrado se empeñó en reforzar el control regalista de los monarcas sobre las Iglesias nacionales, lo que
les permitió reducir las exenciones fiscales, los derechos de asilo y otros privilegios. Muchas de las reformas católicas
tenían en el punto de mira la enorme propiedad territorial de la Iglesia, que serviría para aliviar las necesidades
fiscales de la corona y para modernizar la propiedad y mejorar el rendimiento de la tierra. Muchos ilustrados
consideraban que había un número excesivo de clérigos, frailes, monjes y monjas; criticaban el celibato al no
contribuir al aumento de la población, o consideraban que se trataba de un sector improductivo y ocioso, cuando no
ignorante. El más criticado era el clero regular. Todos los gobernantes inspirados en la Ilustración deseaban reducir
su número.

En el mundo protestante no existía un clero tan variado y estructurado como el católico. Sus pastores y obispos no
se veían tampoco respaldados por la enorme propiedad territorial y riqueza de la Iglesia dependiente de Roma, por lo
que no puede hablarse propiamente de un clero privilegiado similar al católico, aunque gozaba también del
reconocimiento y el respaldo social, junto a la capacidad de orientar las conciencias y los comportamientos. También
en los territorios no católicos, el clero quedó subordinado a los intereses del soberano, quien controlaba su formación
y actuación. Parecida era la situación de Suecia, donde en la segunda mitad del siglo 17 se habían convertido casi en
funcionarios. En Inglaterra y la Irlanda anglicana, la dependencia de los pastores con respecto a los propietarios
territoriales atrajo hacia tales puestos a muchos segundones de la gentry.

La consolidación de la burguesía.

La burguesía no tenía un lugar preciso en el orden estamental. Su sola existencia suponía una anomalía, pues no
encajaba dentro del mismo. Formaba parte del tercer estado, estado llano o común. Pero el elemento revolvedor fue
que el dinero le había permitido romper la división horizontal estática de los estamentos para elevarse hacia los
superiores. Sus diferencias con muchos de sus integrantes del estado llano eran mayores que las que le separaba de
la nobleza. La peculiaridad del siglo 18 es la consolidación de dicho grupo, por lo que podemos hablar de burguesía
como sector social específico de rasgos definidos.

Sus miembros estaban vinculados a las actividades capitalistas, que en la Edad Moderna fueron esencialmente de
carácter mercantil, si bien el desarrollo de las finanzas, y posteriormente de la industria, comenzaba a definir otras
figuras. Los principales burgueses eran comerciantes internacionales, armadores, propietarios de manufacturas
destacadas (sobre todo en Inglaterra) de las nuevas industrias, empresarios mineros, asentistas y arrendatarios de
impuestos, inversores de cierta cuantía en las compañías por acciones, banqueros y otros. Más que una mentalidad,
lo que les definía era un nivel aceptable de riqueza obtenida en actividades capitalistas, distintas tanto a las formas
tradicionales de acumulación. Habría que sumar otro sector que también venía desarrollándose desde los siglos
anteriores, los miembros de la burocracia de monarquías y poderes soberanos. Sus medios de vida provenían de su
nivel de ingresos y de disponibilidad de bienes materiales, por su mentalidad, sus relaciones sociales y, en muchos
casos, por su cultura, que estaban más cerca de los sectores más elevados de la sociedad, y con quienes
frecuentemente se relacionaban. Al igual que los burgueses capitalistas, muchos se integraron en la nobleza como
venían haciendo desde siglos anteriores.

Un tercer sector, quizás el más novedoso, era el de las profesiones liberales, que se consolidaron durante esta
centuria: abogados, médicos, impresores, periodistas, libreros, militares, etc. Algunas consolidaron y otras, como la
militar, abrieron sus filas a los burgueses con la ventaja de que el ejército podía suponer un ennoblecimiento rápido.
Los distintos tipos de burgueses son un sector uniforme. Los más ricos eran los más importantes, y por debajo había
un grupo numeroso, de clase media, constituido por gentes cuyas actividades y niveles de riqueza o de influencia
eran menores. La desigualdad entre ellos dio lugar a la Revolución francesa, por rencor de una burguesía inferior,
quienes habían ido creando unas expectativas que el Antiguo Régimen no fue capaz de satisfacer.

Los burgueses triunfantes no planteaban un conflicto con la nobleza, pues aspiraban a beneficiarse de las ventajas
que ofrecía su inclusión en ella además de los valores que incorporaban. Lentamente estaba esbozándose la
transición de la sociedad estamental hacia la sociedad de clases, basada en la riqueza y en los valores burgueses,
que no acabarían de imponerse hasta el siglo 19. Será entonces, con el liberalismo fruto de la Revolución francesa,
cuando se afirme propiamente una ética burguesa. No obstante, el hecho de que los burgueses se hicieran así
mismos implicaba una valoración nueva del trabajo y el mérito, además de virtudes y actitudes distintas a las de la
nobleza, principios propios de un sector social que llevaba en su desarrollo un germen de destrucción de los valores
nobiliarios, y especialmente los privilegios.

La propia Ilustración fue en gran medida el resultado de una concepción burguesa del mundo. Otra característica
apreciable es la presencia entre los burgueses de numerosos disidentes religiosos. Muchos mercaderes,
manufactureros o industriales británicos eran baptistas, congregaciones o cuáqueros, de la misma forma que casi la
comunidad mercantil irlandesa era católica o presbiteriana, o la burguesía de las ciudades del sur de Francia era
mayoritariamente protestante. La Hacienda Real francesa estuvo frecuentemente en manos de banqueros
protestantes con sede en Suiza, y en Alemania y la Europa oriental los judíos desarrollaban buena parte del
comercio.

Fueron los países más avanzados los que experimentaron una mayor presencia burguesa, sobre todo Inglaterra, la
más abundante y diversa de Europa, gracias al inicio de la Revolución Industrial. Este caso es paradigmático, pues
los principales grupos sociales participaban y obtenían beneficios de la economía capitalista sin las contradicciones
que se daban en el continente, manteniendo a la vez los valores sociales tradicionales. La nobleza intervenía
ampliamente en las actividades económicas, mientras que los financieros tenían intereses también en la agricultura y,
si lograban ennoblecerse no tenían la obligación de abandonar sus actividades.

El modelo contrario es el de Francia, cuya crisis sociopolítica responde al estancamiento de los modelos sociales y la
consiguiente falta de perspectiva para los burgueses fuera del camino clásico de ennoblecimiento mediante la compra
de tierras u oficios y el olvido del comercio, finanzas o cualquier otra actividad que les hubiera hecho ascender.
Mientras que los burgueses ingleses accedían a la Cámara de los Comunes, los parlamentos franceses estaban
vetados para estos.

Más débil era la burguesía de otros países, limitándose a una burguesía esencialmente mercantil en las principales
capitales políticas, ciudades importantes o puertos de mar con mayor actividad. En España, la burguesía industrial
solo aparece tímidamente en Cataluña y vinculada al sector textil. La burguesía es evidentemente una clase urbana.
A medida que avanzamos hacia el este de Europa, la ausencia de ciudades importantes y el fuerte predominio
agrícola señorial dejaban escasas opciones a los pocos burgueses. La propia nobleza terrateniente polaca o rusa se
ocupó de gestionar el comercio, las manufacturas o la minería, beneficiándose en tales actividades del trabajo de los
siervos, igual que hacían en sus tierras

Campesinos y trabajadores de las ciudades.


Pese al auge de la ciudad, la gran mayoría de los europeos seguía siendo campesina, cuyos porcentajes se situaban
en Francia y España en torno al 80% de la población. Se mantenía la vieja división del río Elba, entre el campesinado
libre al oeste, y la servidumbre al este, que se reforzó incluso en Polonia o Rusia. Aún subsistían restos de
servidumbre en regiones de Alemania o Francia. Dentro del campesinado de occidente existían numerosas
diferencias, marcadas habitualmente por la cantidad de tierras que poseían, si bien los arrendatarios de cierta
importancia y con arrendamientos cómodos formaban parte de la élite rural. Francia era probablemente el país con
mayor porcentaje de propiedad campesina, aunque éste disminuyó entre 1600-1800 al 30%.

Pero el cambio más importante en este sentido se dio en Inglaterra donde los Enclosure Acts dictados por el
Parlamento facilitaron la concentración de la propiedad en manos de aristócratas y miembros de la gentry, en
perjuicio de arrendatarios y propietarios de menor envergadura (yeomen). Muchos campesinos emigraron a la ciudad
o a las nuevas industrias, al tiempo que el incremento de las explotaciones y la búsqueda de una mayor productividad
ampliaba la demanda de mano de obra jornalera, en un claro proceso de proletarización que implicaba un deterioro
de las condiciones de trabajo. A finales de la centuria, los pequeños propietarios poseían cerca del 20% de la
superficie cultivada en Inglaterra. La decadencia de la propiedad campesina, general en Europa, tenía excepciones
como la de Suecia con el 52,6%. En España era del 22% y se concentraba principalmente en las regiones del norte.

En la Europa continental, la situación del campesinado apenas varió, y las ideas ilustradas sobre la educación
popular, o la exaltación de la producción agraria tuvieron escasos efectos. La estructura de la propiedad experimentó
pocos cambios, en manos de la nobleza y el clero en los países católicos, y la actividad agrícola y ganadera continuó
dependiendo estrechamente de la naturaleza y sus ciclos, todo ello agravado por el peso de la fiscalidad real, las
rentas señoriales en su caso, los diezmos y las contribuciones a la Iglesia católica, la renta de la tierra se si trataba de
arrendatarios, o de deudas contraídas. Quienes se encontraban en peor situación eran los jornaleros, que sólo
disponían de su trabajo para subsistir, o emigrando y pasando a engrosar en muchos casos la amplia categoría de los
pobres y mendigos. Muchos campesinos complementaban su actividad con labores manufacturas de trabajo a
domicilio, especialmente en el sector textil de la lana o el lino; numerosos trabajadores urbanos realizaban alguna
tarea agraria destinada generalmente al autoconsumo.

Artesanos agremiados y trabajadores asalariados convivían en la ciudad. Entre estos últimos, los más numerosos
eran criados y sirvientes, de distinto nivel, sobre todo en ciudades donde abundaban nobles y ricos burgueses. Pese
a ventajas como la garantía de la alimentación, alojamiento y vestuario, estaban sometidos a un fuerte control, que
les impedía encontrar trabajo sin referencias positivas del anterior. Otro número importante de trabajadores urbanos
se dedicaban a trabajos eventuales, contratados en muchos casos por un solo día. Para la mayoría de los nuevos
inmigrantes era la salida laborable más viable.

Los gremios estaban fuertemente instalados en toda Europa, y especialmente en los países centroeuropeos y
mediterráneos. Las ansias de libertad económica llevaron a muchos tratadistas a atacarlos de forma reiterada,
convirtiéndolos en el chivo expiatorio de todos los males de la producción. Las autoridades solían defenderlos para
poder estructurar y controlar el mundo del trabajo. El sistema gremial entró en decadencia en buena parte del
continente, antes de su desaparición definitiva con las reformas liberalitas decimonónicas. En muchos lugares, la vida
gremial se veía alterada por tensiones derivadas del dominio de los maestros, la dependencia excesiva y el bajo
salario de muchos de los aprendices, o la frustración frecuente de los oficiales, que veían cerrado por diversos
medios el paso a la condición de maestro y, con ella, la posibilidad de establecerse por su cuenta. El alto precio a
pagar, la exigencia de la obra maestra o las facilidades que encontraban los hijos de los maestros para suceder a sus
padres eran algunos de los motivos de su descontento.

Por otra parte, la dependencia del patrón del taller era en ocasiones muy grande. A los problemas existentes se
añadían el de la competencia de los gremios con los mercaderes empresarios. Entre otros muchos ejemplos está en
de Lyon, donde el principal antagonismo era que el conjunto de los productores de seda se enfrentaba con los
grandes mercaderes empresarios, que dominaban la producción y el mercado de la que era la principal manufactura
de la ciudad.

El control de los trabajadores no se limitaba a los agremiados, pues se intensificó con los sistemas de trabajo
vinculados a la naciente industria. Se vigilaba su vida privada, las tabernas que frecuentaban, sus viviendas, se les
prohibía circular a partir de una hora determinada de la noche, etc. En Francia, una ley de 1781 impuso a todos los
operarios la posesión de una cartilla que debían ser firmadas por cada patrón. Los trabajadores trataron de
defenderse con asociaciones, las cuales fueron prohibidas reiteradamente tanto en Francia como en Inglaterra; en
esta última, la prohibición fue gradual, dependiendo de los oficios, hasta hacerse universal en 1799. Entre las
existentes destacaban los compagnonages, surgidos inicialmente para agrupar en Francia a oficiales descontentos
(se extendieron también a otros sectores).

Con todo, el sistema gremial no dejaba de ser una estructura protectora; fuera de ella las condiciones de trabajo
tendían a empeorar, con jornadas aún más abusivas, más disciplina horaria y mayor exigencia productiva. Esto
ocurría especialmente en las nuevas fábricas, concentraciones de trabajadores que surgen allí donde se inician las
primeras fases de la Revolución industrial. En cuanto a los salarios, quedaron en general por detrás de los precios,
adecuándose únicamente en áreas en que creció rápidamente la demanda de trabajo, como el norte de Inglaterra o
Cataluña. Por otra parte, las leyes de mercado, útiles para el empresario y el empleador, desprotegían ampliamente a
los trabajadores, con salarios que apenas cubrían la subsistencia. Ello se manifiesta sobres todo en las
concentraciones de trabajadores y especialmente en las primeras fábricas, cuyos ambientes poco higiénicos
propiciaban además la aparición de enfermedades laborales. En muchos casos, como ocurría en las minas, proliferó
el trabajo infantil, por no hablar del tradicional trabajo de las mujeres en la hilatura, o en la manufactura sedera del
norte de Italia o del valle del Ródano.

La obsesión por la productividad en los inicios de la Revolución industrial deterioró las condiciones del trabajo, las
viviendas y la salubridad que rodeaba la vida de los trabajadores, la mayoría de los cuales se había visto forzada a
abandonar el más protector mundo campesino del que procedían. Se iniciaba así el proceso de proletarización, que
acercaba los trabajadores a los pobres difuminándolo con frecuencia las fronteras entre ellos, lo que implicaba el
aumento de la pobreza en unas dimensiones que no había tenido hasta entonces. En la Europa del este, la situación
del trabajador de las minas o la metalurgia no era distinta a la de los siervos del mundo campesino.
En la tecnificación de la producción, sin embargo, dio auge a la figura del especialista, capaz de obtener importantes
salarios y ventajas en virtud de sus conocimientos y el dominio de unas técnicas que todos deseaban copiar. Tanto
los especialistas como la competencia se incrementaron. Las ofertas para atraerles allí donde se quería instaurar una
producción novedosa formaban parte en ocasiones de un auténtico sistema de espionaje industrial, en una época que
seguía fuertemente caracterizada por la competencia mercantilista entre los diversos países.

Pobreza y marginación. La conflictividad social.


Las mayores concentraciones de pobres se daban en las ciudades, atraídos también por la mayor presencia en ellas
de las instituciones de caridad y asistencia. En momentos de carestía, masas de pobres acudían a la ciudad, que
solía reaccionar expulsando a muchos de ellos. En Francia, coincidiendo con la crisis económica de los 60 y 80, el
número de pobres aumentó enormemente, y en Alemania, a finales de la centuria cuando se extendió la pobreza,
muchas ciudades reforzaron la vigilancia en las puertas para impedir la entrada.

Los tratadistas ilustrados se preocuparon de distinguir al pobre coyuntural, merecedor de ayudas, del vago y ocioso,
que vinculaban a la delincuencia, por lo que propusieron que fuera aislado y reprimido para proteger el orden público.
Desde los siglos anteriores venían creándose instituciones que combinaban la reclusión con el trabajo obligatorio, las
cuales proliferaron en el siglo 18: casas de trabajo en Berlín, hospitales en los que también se trabajaba; las
workhouses inglesas, las cuales se extendieron desde la creación de la primera en Bristol gracias a un consorcio
entre varias parroquias; los alberghi dei poveri de Nápoles o Palermo; o el hospicio y casa de corrección creado en
San Fernando de Henares.

En el mundo rural los desórdenes solían ser una reacción frente al precio excesivo o la mala calidad de la harina o el
pan, generalmente en los periodos de malas cosechas. El desabastecimiento recaía habitualmente sobre las
autoridades municipales, y en los casos más graves tendía a desplazarse hacia los más ricos, a quienes se culpaba
de especular con la escasez para enriquecerse. En los años de carestía, una de las reacciones habituales era la
oposición a la salida de cereales hacia otras localidades, que provocaba el miedo al desabastecimiento de la propia.
Un carácter más general tuvo la oposición suscitada por la liberalización del comercio de granos que fue decretada
inicialmente en Francia o España. Los abundantes motines que tuvieron lugar en España en 1766, generados en
última instancia por la carestía, respondían a motivaciones diversas, y entre ellas el malestar creado por la
liberalización en 1765 del comercio interior de granos; en el caso del tumulto que se desarrolló en Madrid, conocido
como motín de Esquilache, el descontento fue aprovechado para organizar un motín de corte con intenciones
evidentemente políticas. También en Francia, la llamada “guerra de la harina”, 1775, no se debió exclusivamente a la
mala cosecha de aquel año, sino a los temores creados por la eliminación el año anterior de las restricciones al
comercio de cereales. Los desórdenes provocados por la carestía fueron frecuentes en toda Europa en los años de
malas cosechas que hubo a lo largo del siglo. Habitualmente se trataba de motines, rurales y urbanos, de carácter
local.

Ciertas manifestaciones de violencia rural obedecen al malestar provocado por fenómenos como el avance de los
enclosures en Inglaterra. En 1742 se produjo en el sureste de Escocia la llamada Levellers Revolt (revuelta
igualitaria), caracterizada por acciones de violencia nocturna contra los propietarios de cierta importancia, con la
finalidad de evitar que expulsaran a sus arrendatarios para cercar sus tierras y convertirlas en pastos. En los 60, los
whiteboys irlandeses se opusieron también a los enclosures, destruyendo las vallas o mutilando el ganado.
Posteriormente amenazaron a los recaudadores de los diezmos, propietarios y otras gentes, aunque tal acción logró
frenarse con medidas drásticas. La protesta violenta seguiría caracterizando el mundo rural irlandés. Otra forma de
protesta, no específicamente rural o urbana era la destrucción de instrumentos de trabajo, una forma de atacar al
empresario para obtener aumentos salariales en un sistema de producción dispersa, como lo era también la
destrucción de materias primas, el incendio de la casa del empresario, etc. La introducción de máquinas amplió las
posibilidades de protesta, añadiendo al descontento de los operarios el temor de que redujeran el número de
trabajadores.

Una de las principales revueltas campesinas en la Europa occidental fue la de los camisards en Languedoc, entre
1702-05, en plena Guerra de Sucesión de España. Los participantes eran hugonotes y el desencadenante fue la
persecución de los campesinos protestantes de las Cévennes. Al igual que harían posteriormente los whiteboys, se
opusieron a los diezmos, aunque por distintos motivos. Para los irlandeses, católicos, la causa era el excesivo rigor
en el cobro, mientras que los camisards rechazaban mantener al clero de una Iglesia que fuese la suya. Las malas
cosechas aumentaron el descontento. Pese a la dura represión, que incluyó la destrucción de centenares de pueblos,
el protestantismo no pudo ser erradicado de entre los campesinos de Languedoc.

En conjunto, sin embargo, el siglo 18 fue un periodo de relativa tranquilidad en el mundo rural, gracias a la buena
coyuntura económica y a la menor incidencia de epidemias, guerras y otros azotes. Pero esto no vale para la Europa
al este del Elba, donde la mala situación del campesinado, sujeto a la servidumbre, hizo de las revueltas un
fenómeno endémico. En algunas zonas dependientes del rey de Prusia, no padecieron grandes desórdenes, tal vez
por el rígido control de la nobleza. Pero en otros países hubo frecuentes levantamientos contra las corveas. Una de
las principales fue la revuelta de Bohemia en 1755. El año anterior, el emperador José segundo trató sin éxito de
suavizar las presiones sobre el campesinado, pero agudizó la desesperación del mundo rural. Bandas armadas se
apoderaron de buena parte del reino, quemaron castillos, amenazaron a los administradores y proclamaron la
abolición de las corveas. Al carecer de armas y preparación militar, fueron dispensados con facilidad. Con todo, los
rebeldes habían logrado atemorizar a los señores, y en los años siguientes, el emperador pudo atemperar las
corveas y otras prestaciones sin la oposición que había encontrado antes de la revuelta.

En Hungría, tuvo especial importancia la revuelta de Rákóczi (1703-11), levantamiento nacional generalizado, que
creó grandes dificultades al emperador que estaba involucrado en la Guerra de Sucesión de España. Al igual que
Bohemia, en otros territorios de los Habsburgo los levantamientos campesinos lograron mejorar la legislación. Así, en
la zona del Danubio se promulgó disposiciones en dicho sentido, de la misma forma que las revueltas de Transilvania
en 1784 dieron lugar a la abolición de la servidumbre en Hungría.

El campesinado ruso era el que padecía la servidumbre más dura, lo que explica la mayor frecuencia, amplitud y
violencia de las rebeliones. Con todo, la pulsión principal del siervo ruso era la huida, frecuente pese a las muchas
leyes que trataron de evitarla. Uno de sus principales destinos era la tierra de los cosacos, en el Sureste, junto a los
ríos Don, Volga y Jaik, territorios fronterizos dedicados principalmente a la ganadería. La importante llegada de
fugitivos, el uso habitual de armas y el ambiente de libertad que en ella se respiraba, dio lugar a muchas de las
grandes revueltas en respuesta al intento del gobierno de perseguir a los siervos allí refugiados, pero que recogió
posteriormente diversas oposiciones a las reformas de Pedro primero y al cisma surgido en el seno de la Iglesia rusa
en la segunda mitad del siglo 17, en la que se veía al occidentalizante zar como un Anticristo.

Muchos cosacos se desplazaron entonces más al este del Jak, donde se iniciaría en 1772 la formidable revuelta
encabezada por Yemelián Ivánovich Pugachov, un aventurero que se hizo pasar por el popular y asesinado zar Pedro
tercero (con este zar, los campesinos tuvieron la esperanza de ser emancipados). Pugachov provocó
levantamientos de siervos en el curso del Volga, hasta implicar quizás a unos 3 millones de campesinos. Pero cuando
más peligrosa parecía, la revuelta se deshizo por la hostilidad de los cosacos del Don, el invierno o la firma de la paz
con Turquía que permitió a Catalina segubda reforzar el ejército con el que combatía. La dura represión tuvo
además el efecto de reducir la cantidad e importancia de los levantamientos campesinos en los años siguientes. Las
revueltas llevaron a una identificación aun mayor entre la zarina y los intereses de la nobleza, que acentuó el control y
la represión de los siervos.

Aunque no siempre resulta fácil distinguir las protestas urbanas de las rurales, que con frecuencia se mezclan, había
una tipología específica de alteraciones urbanas, entre las que se incluyen las huelgas, que a menudo generaban
incidentes. La causa principal de las protestas urbanas eran los bajos salarios, coincidiendo con los periodos de
carestía, por lo que se las denominaron tumultos del pan. Una forma de manifestar las quejas, en Inglaterra o Francia
eran las peticiones al rey o a los Parlamentos, aunque no solían ser eficaces, eran frecuentes las marchas hacia
Westminster o Versalles, lo que denotaban una notable capacidad organizativa de los convocantes. A veces las
alteraciones eran el reflejo de la lucha política, como ocurrió en Ginebra (1781-82), cuando los residentes que
carecían de la condición de ciudadanos se levantaron contra la oligarquía y tomaron el poder hasta que las tropas de
Francia, Saboya y Berna, tras asediar la ciudad, restablecieron su antigua constitución. Era una reacción típica de los
sectores sociales emergentes y excluidos del poder, que se produjo también en otras ciudades antes, como en Lieja,
antes de que las tropas prusianas restablecieran la situación precedente (1789-90).

TEMA 7. Las transformaciones económicas en una fase de expansión.


El siglo 18 supone un cambio decisivo con el comienzo de la Revolución Industrial que supone un paso a una nueva
fase del capitalismo, aunque solo es un comienzo.

El Pensamiento Económico.
El Mercantilismo o sus distintos tipos que dominaron el pensamiento económico durante toda la Edad Moderna
continúa durante todo el siglo 18, aunque surgieron pensamientos nuevos que evidenciaban el agotamiento de sus
propuestas clásicas como la necesidad de sopesar otros aspectos desarrollados por nuevas teorías. Un ejemplo de
teóricos vinculados al mercantilismo fue Jerónimo de Ustariz (1670-1732) con su “Teórica y práctica del comercio y
marina”. Otros más innovadores fueron los mercantilistas Pierre Le Pesant (opuesto a Colbert que fijaba la riqueza
de los países en su producción e intercambios reclamando una política de expansión, libertad de mercados y
equilibrio natural de precios) François Melon y François Veron Duverger (que valora el papel del crédito y más que la
masa monetaria insiste en la importancia de la velocidad de su circulación).

Avanza el siglo adaptándose cada vez peor a las necesidades de una economía en pleno auge, ya que sus principios
eran más un obstáculo que un medio de conseguir el desarrollo mercantil y manufacturero. Aparecieron pensadores
críticos, el principal Richard Cantillon que en su obra “Essai sur la nature du commerce en général” de 1755
cuestionaba las bondades de un comercio exterior excesivo y defendía la preeminencia de los propietarios
territoriales lo que le vincula a la fisiocracia. David Hume (1711-76) defendía un régimen de libre concurrencia y libre
cambio, así como el equilibrio de la balanza comercial sin necesidad de intervención política. La novedad del siglo 18
será la aparición de dos corrientes de pensamiento económico ambas fuertemente vinculadas a la naturaleza del
pensamiento ilustrado y a la idea de Newton que al igual que existe un orden en la naturaleza, se cumple también
para las economías y las sociedades que hay que restablecer, y solo así sería posible conseguir la prosperidad
material y social para garantizar la felicidad individual y el progreso colectivo.

La fisiocracia (gobierno de la naturaleza) tendrá una pervivencia escasa limitada al siglo 18. Constituyó una
poderosa fuente de pensamiento económico y exaltaba una economía basada en grandes propiedades, respaldadas
por una gran aportación de capital y un orden social encabezado por los propietarios agrícolas. François Quesnay
médico francés que en su obra “Tableau Economique” formula los principios básicos de dicha escuela, siendo el
principal de todos ellos la agricultura, como fuente única de riqueza al crear algo nuevo, y siendo el resto meros
transformadores y estériles, aunque necesarios para que determinados productos lleguen al consumidor,
completándose el ciclo económico. Para ello ambas actividades y especialmente el comercio han de ser libres. La
importancia de la agricultura exige el incremento de la producción por lo que defiende la propiedad libre de la tierra
con la supresión de las viejas estructuras de poder feudal. Su aportación a la formación del capitalismo es evidente y
no se limitó a Francia extendiéndose a partir de los 70 por países gobernados por el absolutismo ilustrado. En las
últimas décadas del siglo sus propuestas fueron superadas coincidiendo con el auge del comercio internacional y la
industria.

El liberalismo que, aunque nace ahora se desarrollará posteriormente convirtiéndose en la gran doctrina económica
del capitalismo en los siglos 19 y 20. El padre del liberalismo será el escocés Adam Smith (1723-90) con su obra
“Ensayos sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las Naciones” de 1776, como cumbre del pensamiento
económico y considerado como el primero que plantea en su conjunto la economía política (la actual economía),
aunque algunos autores le atribuyen el mérito a Cantillon, es el respeto al orden natural que le induce a buscar el
principio que regula la economía, una especia de “física económica” en expresión de Pierre León. Es decir, el
mercado se regulará de forma automática, gracias a la “mano invisible” de los intereses mutuos, pues nadie comprará
caro si puede hacerlo barato o producirá un artículo que ninguno quiera comprar. Es la ley de la oferta y la demanda
que rige el mercado de forma natural consecuencia del trabajo que cuesta fabricarlas y de la necesidad que el
comprador tiene de ellas, el valor del trabajo aumenta cuanto más especializado sea, lo que reduce la oferta de la
mercancía resultante y también en la medida en que el fabricante logre mejorar la productividad mediante la inversión
de capital que puede ser fijo (equipamientos) y capital circulante (materias primas y salarios). La acumulación de
capital y su inversión son los motores esenciales de la economía y el crecimiento económico. Smith había
puesto las bases del pensamiento económico liberal, que estimulaba la iniciativa privada. Es cierto que la ausencia de
regulaciones pronto daría lugar a abusos, pero el propio autor aludió a la necesidad de una actitud moral capaz de
evitarlos.

Las teorías partidarias de la liberalización de la economía ya fuera fisiocracia o el naciente liberalismo, encontraron
fuertes resistencias como la pervivencia de las aduanas interiores en casi toda Europa o la frecuente adopción de
medidas proteccionistas, así como el enorme poder que poseía la compañía East India Company. La flojedad de las
políticas mercantilistas era aún muy grande. La exaltación del individualismo que hacían las nuevas teorías despertó
reacciones que se pueden considerar como proto-socialistas o antecedentes del comunismo. Étienne-Gabriel Morelly
en su obra Code de la Nature de 1755, basado en las ideas de Rousseau, defendía la supresión de la libertad
individual y el establecimiento de una sociedad donde primara la igualdad. En Gran Bretaña William Godwin (1756-
1836), criticó el derecho de propiedad en nombre de la utilidad social, reclamando un nuevo reparto de los bienes en
razón de la solidaridad humana.

La Coyuntura. Moneda y Precios.


En las décadas finales del siglo 17 se inicia una recuperación económica a pesar del desarrollo de dos guerras que
abren y cierran el siglo: la guerra de los Nueve Años y la de Sucesión de España. La estabilidad no se alcanzará
hasta los años 20-30 donde se reafirma la expansión llegando con diferencias regionales hasta los años 70-80, lo que
se traduce en medio siglo de crecimiento intenso durante la segunda mitad, siendo las décadas finales las más
complejas con dificultades en muchas zonas de Europa y que choca con la crisis abierta por la Revolución Francesa
y los conflictos internacionales a partir de 1793.

Entre 1685 y 1715 los precios, anteriormente a la baja, se mantienen. Desde los años 30 y especialmente a partir de
los 50 se produce un nuevo ciclo de alza que se agudiza hasta 1780. Fueron los precios agrícolas los que más
aumentaron en Inglaterra un 250%, cuantía que superaría por las Provincias Unidas y Austria. En Alemania y el norte
de Italia fue de un 200%, en Francia 163%, en el conjunto de Europa al menos se duplicaron. Los cereales y sobre
todo el trigo fueron los que más se encarecieron. La renta de la tierra y el beneficio de los propietarios aumento
bastante más que los precios de la industria o del comercio, lo que revalorizó el suelo agrícola, elevó los
arrendamientos perjudicando el poder adquisitivo de los campesinos, sobre todo a final de siglo. En Inglaterra las
rentas de algunos propietarios llegaron a aumentar hasta un 400% entre 1760 y 1800.

El incremento de los salarios fue muy por debajo del aumento de los precios lo que daño a los sectores
urbanos y a los asalariados del campo y de la ciudad. El crecimiento de los precios, obedece a múltiples factores,
entre ellos el notable aumento de metales preciosos disponibles en Europa, superando los mejores momentos del
siglo 16, destaco sobre todos el oro de Minas Gerais de Brasil, descubierto en la última década del siglo 16 y que
tuvo su auge en 1730, aunque comenzó a descender a mediados de siglo, al contrario de la plata en la América
española, que a pesar del estancamiento inicial a la recuperación, con un auge de la mexicana en las dos décadas
finales de siglo, fueron los dos grandes beneficiarios España y Gran Bretaña, que, al igual que en el quinientos
acabaron beneficiando a Inglaterra y otras economías más avanzadas. La moneda se vio beneficiada con una gran
estabilidad propiciada por la abundancia de metales preciosos que perduró hasta los años 80 y que fueron decisivas
las reformas adoptadas en España entre 1680-1686 que pusieron fin a las manipulaciones anteriores, o en Francia en
1726 que estabilizaron su moneda hasta la Revolución. España y Portugal volvieron a sufrir a finales de siglo sendas
inflaciones monetarias agravadas por la introducción del papel moneda. En 1774 Inglaterra adopta el patrón oro,
gracias a su dominio del brasileño.

Agricultura y ganadería.
Pese a la escasa atención del mercantilismo, la gran mayoría de la población europea trabaja en la agricultura, que
es imprescindible para la alimentación regular, el aumento de la renta de la tierra y el desarrollo del comercio y las
manufacturas. El clima en el siglo 18 fue mucho más benigno que el anterior lo que se tradujo en una mejora de las
cosechas, aunque con malos años y crisis de abastecimiento.

Predominan aun en el siglo 18 el dominio de los campos abiertos, aunque cada vez aumentan más los cercamientos
vinculados para hacer más rentable la explotación agraria y separar agricultura de ganadería. Incrementa también, la
propiedad privada y el tamaño de las fincas con restricción de usos y aprovechamientos comunales. Se tiene que
producir más para abastecer a una población creciente, lo que se conseguirá mediante la extensión de superficies
cultivadas y los pastos en prejuicio de bosques y tierras estériles, aunque se cuestionaron los sistemas tradicionales
de propiedad y uso de la tierra.

Ya en la segunda mitad de siglo al haber una menor disponibilidad de tierras para labrar hubo zonas en la que las
innovaciones técnicas que incrementaron la producción mediante el aumento de la productividad eliminando el
barbecho, como en algunas zonas más evolucionadas de la agricultura europea, fueron progresos muy localizados
que ya señalaban el camino que se seguiría durante el siglo siguiente. La agricultura tuvo que adaptarse a la
progresiva importancia de las ciudades, las cuales condicionaban la producción de un amplio territorio de su entorno.

En el siglo 18 crece el interés por la agronomía o revalorización de la naturaleza propia de la Ilustración, la


importancia de la tierra concedida por la fisiocracia, el auge de los precios agrícolas y del suelo. Se extiende el deseo
de mejorar la productividad de la tierra y la cría de ganado con métodos más eficaces analizados en tratados,
publicaciones que son difundidas a los campesinos a través de sociedades y escuelas agrarias. Importante fue
Jethro Trull cuya aportación más importante fue el invento de una nueva máquina cosechadora que difundió en su
obra “La nueva labranza mediante la tracción equina” de 1731, siendo conocida ampliamente en Francia.

La química colaboraría al proceso de la agronomía con los primeros estudios sobre la composición de los suelos,
iniciándose especialidades como la zootecnia. En los Países Bajos empieza a usarse el arado brabante más
complejo y eficaz, y más adelante en los 80’ se desarrollan en Inglaterra máquinas de trillar y aventar rudimentarias.
En cuanto a la ganadería destaca la experiencia del granjero Robert Bakewell quien mediante de una serie de
cruces estudiados mejoro el ganado bovino y ovino, y en diversas zonas se producía una mejora de la alimentación y
cuidado de los animales.

Los gobiernos impulsados por el absolutismo ilustrado efectuaron reformas agrarias para mejorar la distribución de la
propiedad, limitar privilegios señoriales y aumentar la productividad de la tierra. Pero los cambios son frenados entre
otros motivos por el peso de la fiscalidad, calidad del suelo, conservadurismo agrario, etc. Los mayores éxitos se
produjeron por la desecación de las zonas pantanosas, en la organización de migraciones para colonizar espacios
vacíos, especialmente en Rusia, Austria o Prusia. En los Países Bajos hubo a partir de 1765 una fiebre de
construcción de polders. El objetivo principal de los tratadistas es difundir la rotación de cultivos para eliminar el
barbecho y establecer una nueva relación entre la agricultura y la ganadería como en Inglaterra o Lombardía. Se
introdujo el nabo en Norfolk, que permitió un sistema de 4 hojas (Norfolk system) con trigo, cebada, avena y trébol o
nabos. Esto junto al abono procedente del ganado, facilita la recuperación del terreno cultivado y permitía eliminar los
periodos de descanso consiguiendo 4 cosechas al año orientadas a la alimentación humana o ganadera. Allí donde
se pusieron en marcha aquellas innovaciones se logró un avance productivo importante basado en el triángulo:
producción agraria intensiva, cría de ganado estabulado y acceso al mercado urbano.

Se experimento con la producción de frutales, huertas, sistemas de regadío, etc ., que fueron promovidas la
mayoría de las veces por los reyes en las tierras de sus palacios. En general, no hubo grandes mejoras, pero el
interés científico por la tierra puso las bases para los grandes cambios posteriores. Hubo una expansión del trigo
candeal, más valioso para la alimentación humana, también se incrementó el cultivo de la vid por la mejora del
nivel de vida y la demanda de la vida urbana especializándose algunas regiones en mercados más amplios como el
caso de Champagne en Francia o Jerez en España.

El maíz se afirma ya avanzado el siglo 16 lo que supuso una mejora alimenticia notable dada su alta productividad
en comparación con los cereales tradicionales, otra ventaja es que eliminaba el barbecho aunque requería grandes
cantidades de abono animal y agua, lo que lo limitaba a las regiones húmedas. El cultivo más novedoso fue la
patata cuyas ventajas eran su adaptación a suelos pobres, elevado rendimiento y su alto valor nutritivo, a cambio
exigía una abundante mano de obra, aunque esto se convirtió en una ventaja por el alto crecimiento demográfico. En
Irlanda y Alemania se introdujo a raíz de las malas cosechas entre 1740-1770 y en algunas zonas de Dinamarca,
Prusia o Sajonia era ya casi un monocultivo a final de siglo. En España se difundió en Galicia en la segunda mitad de
siglo, generalizándose en la primera mitad del siglo 19.

Importante fue el avance de la ganadería estabulada y el aumento de la demanda de carne, especialmente para el
consumo humano. Se dio en diversas partes de Europa y tuvo su apogeo en Gran Bretaña. Mientras que en
Inglaterra y el norte de Europa predominó la ganadería bovina, en el área mediterránea lo hacia la ovina con gran
crecimiento. El país en el que la agricultura y la ganadería experimentaron mayor progreso fue Inglaterra con factores
como la importancia de la tierra libre gracias al desarrollo de los enclousers, los comienzos de la Revolución Industrial
o la disponibilidad de financiación. En 1700 los campos abiertos ocupaban la mitad de la tierra, y ya en 1820 solo
quedaba sin cercar un 3% de la misma.

Otro hecho fue la especialización productiva de comarcas y regiones, surgiendo así regiones orientadas a la industria
cuya alimentación provenía de fuera de las mismas y otras dedicadas a la producción agrícola y ganadera,
especialmente los condados del sur y del este. La especialización mejoró la organización y aplicación de rotaciones
en los cultivos lo que hizo posible, por ejemplo, que en 1794 Norfolk no solo contribuyera al abastecimiento de
Londres, sino que exportase más trigo que todo el resto de Inglaterra. El auge económico del campo atraía dinero y
proporcionaba importantes beneficios, muchos de los cuales se reinvertían como, por ejemplo, en la construcción de
canales para el riego o el transporte. Aunque la mejora de los rendimientos agrícolas era compleja, Pierre León
señala un incremento en Inglaterra y Francia en relación con los siglos 16 y 17 dentro de los modestos límites de una
agricultura del antiguo régimen.

El auge del comercio.


El aumento de demanda y el crecimiento económico del siglo 18 va a ser beneficioso para un comercio que había
sido pionero en introducir medidas capitalistas y que será el sector más dinámico de la centuria. Los mercados
alcanzarán niveles de relación e integración muy superiores a siglos anteriores, lo que redujo las posibilidades
especulativas y los márgenes de beneficio, regularizaron la actividad mercantil y contribuyó decisivamente a la
expansión de intercambios.

Aunque los estudios se fijan en el gran comercio transoceánico, la actividad más constante y que movía mayor
volumen de productos era la diaria en mercados de escaso radio. Muchos gobiernos facilitaron las comunicaciones
construyendo caminos, puentes y canales o mejorando la seguridad. Se legislan disposiciones orientadas a la
eliminación de obstáculos interiores como aduanas, peajes, prohibiciones, etc., aunque no siempre fueron del todo
efectivas.

Este auge comercial favorecido por el avance de las comunicaciones contribuyó a ampliar el radio de los mercados.
En tierra mejoran los caminos, construidos con técnicas basadas en las calzadas romanas, y también se erigen
puentes y posadas para descansar. En la Europa continental (España, Francia, etc.) la iniciativa fue de los
gobernantes que buscan modernizar su país, mientas en Inglaterra las obras las hacen particulares o compañías de
acciones, que se financiaban cobrando peajes y derechos de paso. La construcción de canales ampliaba la vía fluvial,
más rápida y barata que la terrestre, lo que propició su extensión, y fueron más frecuentes en países pequeños como
Provincias Unidas o Inglaterra, aunque también hubo en Francia y se extendió a países del este, al enlazar con ríos
navegables permitiendo crear una red fluvial para mercancías pesadas.

En navegación se inventó el cronómetro (1763) que fijaba la longitud. En construcción naval, los barcos
mercantes se armaron aumentando el espacio de carga, prescindiendo de cañones y zonas defensivas, diferenciando
así barcos comerciales y de guerra. Se perfeccionan las técnicas que aumentan resistencia y duración del casco, se
eliminan los castillos elevados de proa y popa, predominan buques alargados y estrechos que facilitan rapidez y
maniobrabilidad y en 1705 se inventa el timón de rueda. Los prototipos desarrollados son el indiamen, para
comercio trasatlántico, la corbeta, la goleta o el brick. Estas mejoras necesitaban de puertos cada vez más
preparados, disminuyendo el número de ellos que eran importantes.

En comercio interior la tienda permanente en la ciudad va sustituyendo a mercados y ferias, cada vez más
limitados al espacio rural. Los comerciantes se agrupan en gremios. Lo más novedoso es la expansión de un
mercado interior, sobre todo en Inglaterra, con tal crecimiento que se convirtió en el principal consumidor de sus
propios productos, por encima del exterior, reflejando la consolidación de una extensa clase media de creciente poder
adquisitivo.

El transporte sufre importantes transformaciones, más especializado y con menos riesgos, lo que trajo reducción
del precio de los fletes y aumento de las compañías de seguros. Gran Bretaña se convirtió en la primera potencia
mercantil, afirmando su predominio desde principios del siglo 18, sobre todo tras llegar a tratados que facilitaron su
presencia legal en las posesiones ultramarinas lusas y españolas, hegemonía conformada por la Guerra de los 7
años (1756-1763) que consolidó su presencia en la India y Norteamérica.
El Mediterráneo, tras haber perdido su predominio, tuvo cierta reactivación del comercio con Próximo Oriente,
dominado por los turcos, con participación inglesa, neerlandesa y francesa, ésta, por sus buenas relaciones con el
Imperio Otomano, a través del puerto de Marsella. Otros puertos fueron Livorno y Trieste, puerto de los Habsburgo,
que tuvieron un crecimiento que les permitió competir con Venecia que también experimentó una recuperación en el
siglo 18.

Mayor fue la reactivación del Báltico donde comerciaban neerlandeses, británicos junto a otros países alejados
que necesitaban productos procedentes de este mar, sobre todo para la construcción naval. Prusia o Rusia y su auge
económico también ayudan a explicar la gran actividad del Báltico. San Petersburgo desplaza a Riga en el
protagonismo portuario. Al norte de Alemania se desarrollan Hamburgo y Konigsberg, en detrimento de Lübeck.

Las rutas eran múltiples y relacionaban áreas diversas en distancias variables, siendo la más llamativa la
comunicación entre las economías de norte y sur, que se resumía en los intercambios entre el Báltico, que
aportaba hierro, cobre, lino, maderas, alquitrán pieles o cereales y el Mediterráneo, con frutos secos, aceite, vino,
lana o seda. La reexportación hacia las colonias circuló mucho más que en tiempos anteriores.

El gran comercio por el Atlántico con América aportaba, entre otros, los medios de pago para el comercio y la
economía europeos. Se centralizaba en pocos puertos: Ámsterdam, Londres, Liverpool, Nantes, Burdeos, Lisboa y
Cádiz, siendo el londinense el principal puerto europeo. En América había 3 grandes áreas de comercio:

Al Norte las 13 colonias británicas, tuvieron gran aumento demográfico y económico.

En el Centro, las Antillas donde se habían asentado varias potencias en el siglo 17.

Las extensas colonias portuguesas y españolas.

Decisiva fue la expansión de cultivos de plantación basados en mano de obra esclava de África, que afectó a las 3
áreas, aunque en distinta medida. La mayoría de artículos que producían eran de consumo, pero no de primera
necesidad, aunque muy demandados en Europa y a coste muy inferior a los llegados de Oriente: azúcar, ron, café,
tabaco, cacao o algodón. Esto conllevaba un régimen de monocultivo que no dejaba espacio para otros productos
agrícolas, que eran traídos, junto a otras manufacturas, de Europa. Era el pacto colonial, por el cual las colonias
anglosajonas de Norteamérica exportaban artículos de sus plantaciones del sur, además de productos agrícolas y
ganaderos, madera, hierro o pescado a Gran Bretaña, que a cambio compraban a la metrópoli sus manufacturas y,
sobre todo, esclavos negros, saldando con oro o plata, el mayor valor de estos productos. Similar eran las
condiciones de las Antillas con franceses, neerlandeses y otros. La colonia portuguesa de Brasil aportaba azúcar y
oro, lo que benefició a los británicos, y en las colonias españolas había una producción más diversificada (azúcar,
cacao, café…) y metales preciosos, que también servían para compensar el mayor valor de los productos que
aportaban las metrópolis.

En el comercio con el Extremo Oriente también destacaba Gran Bretaña a través de la East Indian Company,
mientras que los neerlandeses controlaban Indonesia. La actividad fue mucho menor que con América, además el
alto valor de los productos que se traían a Europa (té, café, seda en rama, hilo de algodón, perlas, especias…) no
podía compensarse con los europeos, poco atractivos para el mercado oriental. Pese a los intentos de dominación
política o de intervención colonial, el comercio con Oriente siempre fue deficitario lo que se salvaba con armas o
metales preciosos procedentes de América.

Gran Bretaña fue la gran dominadora del comercio internacional del siglo 18, aumentando un 523% sus
importaciones y un 568 sus exportaciones, mientras que el tonelaje de su marina lo hizo un 326%, sobre todo en las
últimas décadas. El segundo fue Francia, aumentando un 300% su mercado exterior y un 204% el tonelaje de su
marina, teniendo el comercio europeo un peso mayor que el intercontinental.

Las Finanzas.
El auge comercial propició el desarrollo financiero, especialmente el último tercio de siglo. Desde sus orígenes la
actividad financiera y bancaria surgió desde el mundo de los comerciantes. Para el negocio una de las claves era la
información sobre precios y mercancías. Al igual que la centuria anterior, Ámsterdam siguió siendo la principal plaza,
donde grandes firmas y comerciantes centralizaban operaciones mercantiles a través del crédito. No obstante,
sendas crisis (1763 y 1773) implicaron que los financieros de Ámsterdam reorientaran parte de su actividad hacia el
préstamo a gobiernos europeos, práctica cuyo peso crecía también en Génova, Ginebra o Frankfurt.

Hasta comienzos de los 80, la mitad de los capitales neerlandeses se invirtieron en Gran Bretaña, sobre todo el
Banco de Inglaterra, la East India Company y títulos de deuda pública. En 1777 Lord North estimaba que los
neerlandeses controlaban tres séptimas partes de la deuda pública británica. El exceso de dinero disponible hizo que
la Banca Holandesa se dejara “atrapar” por estos préstamos a los Estados, lo que le provocó serias pérdidas con la
quiebra de Francia en 1789, y la posterior Revolución y guerras. Por debajo de este nivel de grandes bancos y firmas,
existían por toda Europa financieros a diferentes niveles que, como en el pasado, realizaban asientos y gestionaban
deuda pública a escala municipal y local.
Actividades como el cambio, el crédito o el depósito venían realizándose en los bancos, los cuales se desarrollan y
asumen actividades nuevas, como la gestión de inversiones o la emisión de billetes. Los primeros billetes fueron
emitidos por orfebres ingleses en el siglo 17, y en 1661 el Banco de Estocolmo fue pionero en la emisión de papel
moneda con el objetivo de eliminar las pesadas monedas de las grandes transacciones, aunque tal iniciativa le llevó a
la ruina en 1664, siendo refundado como Banco de Suecia en 1668.

El gran banco europeo del siglo 17 había sido Ámsterdam. No obstante, en 1694 se creó el Banco de Inglaterra,
vinculado a las necesidades financieras de la Corona Británica, lo que acabó convirtiéndolo en regulador de las
finanzas británicas y modelo a imitar. Progresivamente consiguió gestionar el crédito y la deuda pública, y emitió
billetes apoyado por el Parlamento. Su carácter estatal tardaría en consolidarse, sufriendo la competencia de otras
entidades. En Francia no hubo un Banco Nacional hasta 1800, si bien en 1776 se creó una Caja de Descuento que
prestaba dinero a la Hacienda Real y que estuvo al borde de la quiebra por la voracidad de ésta y el impago de sus
créditos. En España, más cercana al modelo inglés, los poderosos cinco Gremios Mayores de Madrid ejercieron de
Banco Público con apoyo real, hasta que en 1782 Carlos tercero creó el Banco de San Carlos, origen del Banco de
España, constituido (como el de Londres) por un consorcio de financieros.

En las bolsas, el auge de las compañías por acciones extendió la compra-venta de sus títulos. La de Ámsterdam
comerciaba con numerosas empresas privadas y también con títulos de deuda pública. En 1711 se organizó la Stock
Exchange en Inglaterra, agrupación de agentes que negociaban con títulos de compañías del país. Una bolsa similar
se creó en 1720 en Hamburgo, París (1724), Berlín o Viena (1771). La especulación y el deseo de rápidas ganancias
provocaron problemas, el más significativo el de la South Sea Company, que en 1719 ofreció a la Corona la
consolidación de 31 millones de deuda pública sobre la base de los beneficios esperados del comercio con la
América española, gracias al derecho de asiento de negros. La compañía se desplomó cuando sus acciones se
inflaron, pero los esperados beneficios no llegaron.

Otro caso de especulación nociva fue la Banque Royale de Francia en 1716, que por medio de depósitos y emisión
de billetes trató de hacer frente a parte de la enorme deuda de la Hacienda Real. Los beneficios se esperaban del
monopolio del comercio con Luisiana gracias a la Compañía de Occidente. Pese a la oposición del Parlamento de
París, el Banco Real se inmiscuyó en la recaudación de impuestos indirectos, mientras la Compañía de Occidente
absorbió a otras y se convirtió en la Compañía de Indias. En 1720 Banco y Compañía se funden, pero la promesa de
desorbitados dividendos a sus accionistas generó una burbuja especulativa que explotó haciendo quebrar el banco.
El papel moneda fue retirado de circulación, y Francia quedó profundamente recelosa de aventuras financieras.
Francia impidió entonces que la Hacienda Real se beneficiara de “créditos ventajosos” y dividiera la carga de los
costosos préstamos. Por otra parte, en Francia, los hombres de negocios particulares ejercían un control sobre las
finanzas del Reino que contribuía a orientar el capital hacia la renta, más que hacia la inversión.

En España el aumento de la deuda pública y la intervención en la Guerra de Independencia de EEUU llevó a emitir
Vales Reales, propuestos por el banquero Francisco Cabarrús, que eran títulos de deuda que podían usarse también
como papel moneda. Pronto se devaluaron, y en 1788 la deuda superó los 2.000 millones, mientras que los ingresos
estaban en 618 millones. La creación en 1782 del Banco de San Carlos obedeció, entre otros, a la necesidad de
regular el valor de los Vales Reales y otorgarles confianza, si bien volvieron a devaluarse por nuevas emisiones para
financiar guerras. A finales del siglo 18 se creó una Caja de Amortización para hacer frente a los pagos derivados de
dichos Vales.

Manufacturas e industria. Los comienzos de la revolución industrial.

Aunque los primeros pasos de la Revolución Industrial en Inglaterra aparecieran en las últimas décadas del siglo 18,
en el continente, estos correspondieron más a las formas de organización del trabajo que al desarrollo en sí de la
revolución que llegará en el siglo 19. El siglo 18 se presenta como la etapa final del sistema gremial, pese la fuerza
que todavía atesoraban en algunas zonas. Pero estuvieron en el punto de mira de las nuevas teorías económicas. En
la Toscana fueron suprimidos en 1770, en Francia a duras penas resistieron hasta la Revolución francesa, y en
España perdieron a partir de 1770 sus privilegios y monopolios. En Inglaterra estaban en plena decadencia desde
comienzos del siglo 18. En el siglo 18 aparecerán nuevas formas de organización que tenderán a sustituir a los
gremios:
EMPRESAS PROTOCAPITALISTAS MANUFACTURAS SISTEMA DOMESTICO
REALES (Verlagssystem)
Tras la sombra de los estados, serán Desde la Francia del siglo Fue el sistema impuesto por los
las denominadas primeras fábricas, con 17 e impulsadas por mercaderes de la Baja Edad
concentración de producción y de Colbert, se expandirán por Media, de distribución de
trabajadores para realizar las diferentes los países del absolutismo materias primas y maquinarias
fases de misma, a través de fuertes ilustrado. Realizaban los por el mundo rural y lejos del
inversiones en infraestructuras. Serán productos de lujo, desde control de los gremios. Conocido
en el campo de la minería, la espejos, tapices o también como sistema de
trabajo a domicilio. Se convertirá
construcción naval, de armamentos, porcelanas. Su problema es
en un importante precursor de la
metalúrgicas y para la producción de el restringido mercado y
Revolución Industrial
vestidos para los soldados. Son el pese al apoyo de los
anticipo de las fábricas de la príncipes, estaban
Revolución Industrial, pero todavía condenadas al fracaso por
lejos en aspectos como la la falta de competitividad en
productividad, la comercialización, etc. el mercado.
ya que seguían el patrón de industria
de subsistencia.

El sector más representativo del Verlagssiystem fue el textil, desde la manufactura lanera que llevará consigo
el cambio de producción de los paños tradicionales a las producciones de menor calidad como las telas y lanas en
zonas de Inglaterra, Francia, Alemania o España. Además, con este sistema crecieron otros sectores textiles. La
sedería en torno sobre todo a Lyon, pero también en el Piamonte y Valencia. El lino en Flandes, Normandía, Bretaña
o la Baja Sajonia entre otros. El algodón en las Midlands, Suiza, Bélgica o Cataluña.

Otros sectores conocidos de la industria a domicilio fueron la cuchillería de Solingen y Sheffield, la ferretería de Lieja
o la pequeña metalurgia (cadenas, clavos, etc.) de zonas como Birmingham, o la más famosa relojería de Suiza. El
resultado fue la regionalización de la producción a través de empresarios que tenían a sus órdenes a miles de
trabajadores. La empresa familiar de Van Robais de Abbeville fundada en 1665, a propuesta de Colbert y dedicada a
la pañería, llegó a contar con 10.000 trabajadores con 1.800 en un mismo centro de producción. Este sistema fue una
solución intermedia y provisional, pero con problemas varios como:

Dependencia de la estacionalidad agrícola.

El difícil control de la producción dispersa.

Los altos costes de transporte.

La escasa flexibilidad a la demanda.

Los tres sistemas eran el embrión de la Revolución industrial, pero era necesaria la llegada de la separación del
capital del trabajo y las nuevas máquinas industriales, ya que ninguna de las primeras era capaz de hacer frente al
incremento de producción con la reducción de tiempo y costes. Este será el reto del siguiente sistema de trabajo que
llega con dicha revolución: el sistema de fábricas.

Uno de los principales productos que impulsó a la Revolución fue el algodón en Inglaterra, simplemente por ser el
que mejor se adaptó a las nuevas máquinas. El éxito del tejido en su distribución hizo el resto, aunque se siguiera
produciendo lana, lino o seda, mientras estas disminuían el algodón aumentaba producción.

La revolución industrial arrancaba en Inglaterra las dos últimas décadas del siglo 18. Las causas fueron
múltiples y complejas. Elementos previos como aumento del capital fijo, mecanización progresiva y producción en
serie facilitaron el proceso. El porqué de Inglaterra podemos buscarlo en un mejor sistema de propiedad industrial,
una estructura de la sociedad más evolucionada y mentalidad comercial abierta. Inglaterra se encaminó al comercio
exterior como exportadora de productos manufacturados y como importadora de materias primas (algodón, tintes…),
y se convirtió en claro exportador y sus beneficios repercutieron económicamente en inversiones para la industria.

La acumulación de nuevos inventos, no fue producto de la casualidad, sino de un trabajo de varias generaciones
que se aprovechan de las buenas condiciones económicas, para la financiación de estos proyectos. También se
basaron en la tradición, sin ir más lejos la máquina de vapor de Watt se aprovecha del sistema de biela-manivela
medieval. El hilo conductor fue el algodón, residual a principios del siglo 18 frente a la lana, que se convertirá en el
elemento a mejorar y que potenciará la mejora en la maquinaria. Los principales hitos del siglo 18 serán:

• En 1731 la lanzadera volante de John Kay, que doblaba la producción de tejidos, pero además introdujo la
necesidad de mejoras en el hilado, más rapidez y resistencia.
• En 1765 llegó la Spinnig-Jenny de James Hargreaves, un utensilio portátil que aceleraba el hilado y en la
que un solo operario podía hacer varios carretes de hilo. Esta será rápidamente superado y mejorado por
otros. En los 80 nos encontramos con un sistema que ha basculado, y ahora se necesita mejores máquinas,
para tejer la gran cantidad de hilos.

• En 1785 aparece un rudimentario telar mecánico inventado por Edmund Cartwrigth, aunque difícil de
manejar se irá complementado con las mejoras oportunas.

Todos estos inventos llevaron a la importación de algodón bruto a multiplicarse por ocho entre 1780-1800. Pero otro
invento paralelo revolucionará la industria. La máquina de vapor de Watt en 1769, trabajada sobre los avances de
antecesores, como los físicos de finales del siglo 17, Edme Mariotte y Robert Boyle. Perfeccionada en los años
siguientes gracias al industrial Matthew Boulton, esto acabo con la dependencia de la naturaleza (energía hidráulica)
y abrirá las puertas de la Revolución Industrial. En 1789 las máquinas de vapor llegan a los telares de algodón.

La metalurgia fue la otra gran industria de la Revolución. Los productores en bruto de hierro eran Suecia y Rusia,
pero en especial la primera importaba y sobre todo Inglaterra y menor medida los Países Bajos lo transformaban. El
principal avance vino de la familia Darby de Gales, con la introducción del carbón mineral y las mejoras en los altos
hornos. Poco después en 1784 Henry Cort inventó el procedimiento de pudelación para mejorar la producción de
acero y hierro. En todos los avances se ve la aplicación de la química, que alcanza su estatuto científico en el siglo
18. También produce un cambio de ubicación de la metalurgia de los bosques, a las zonas carboníferas de Gales y
las Midlands al borde de ríos y canales navegables.

Pero los avances irán llegando a todos los productos, como a la seda por los franceses, los cuales también aportan
mejoras a la proliferación de telas pintadas. La Provincias Unidas ponen durante el siglo 18 las bases de la
producción automática de papel. Pero como ya se ha comentado, la verdadera revolución vendrá de la mano de
producción de algodón. Como muestra un gráfico de la evolución de la importación de algodón en Inglaterra, donde si
en 1709 apenas pasaba del millón de libras (medida de peso), en 1804 casi llegaba a los 43 millones, y a principios
del siglo 19 lograría superar a la lana. En cuanto a las exportaciones del producto manufacturado creció entre 1700-
1780 un 5.367%. En otras partes de Europa como Cataluña y Francia también se vio esta expansión del algodón,
aunque en ningún caso con la fuerza de Inglaterra. A finales de siglo la expansión de máquinas por Europa era un
hecho, pero complejo a la hora de hablar de Revolución Industrial, ya que esto acarreaba otras repercusiones no
propiamente mecánicas.

En cuanto a la metalurgia los números también demuestran el progreso del siglo 18. Si a principios una fábrica
de los Darby producía 600 toneladas al año, a finales de la centuria pasaban de las 14.000. Los avances de la
metalurgia se extendieron por otras partes de Europa como el Macizo Central francés, Ruhr o Silesia, pero tampoco
en ningún caso como en Inglaterra, ya que en la mayoría de Europa se seguía produciendo mediante el sistema de
fragua.

La mecanización será el sistema que propiciará la llegada de las fábricas. El elevado coste de transportarlas a los
talleres supuso la concentración en las ciudades de las fábricas, ya que era menos costoso mover la mano de obra.
Aparecía así el “factory sistem”, la nueva forma de organización del trabajo, que produjo rápidamente las primeras
regiones industriales, en el eje Liverpool-Manchester, Birmingham, Newcastle y los primeros “trust” (concentración de
empresas del mismo sector), y esto se expandió rápidamente a Lorena y Alsacia.

También nacerá otra forma de concentración vertical, en la que una misma empresa se ocupaba en la metalurgia
desde la extracción al producto final, de igual forma que en la textil que se ocupaba de la materia prima hasta la
confección. Nacen así los primeros cárteles (grupos de empresas del mismo producto), para su control de precios,
mercado o producción. Los ejemplos son los metalúrgicos para la fabricación de barcos o los hulleros de Newcastle.

El cambio estaba en marcha, los inventos y el vapor, se traducen en una nueva forma de trabajo. Se pasa del
artesano que produce por habilidad un producto para el consumo cercano y destinado a cubrir las necesidades
básicas  A una producción en masa, por personal no cualificado y para un consumidor que vive a miles de
kilómetros.

TEMA 8: EL SIGLO DE LAS LUCES.


La ilustración: conceptos y características.
Elemento cultural del siglo 18, complejo, con múltiples matices y manifestaciones, se considera un sistema de ideas
y valores, movimiento ideológico-cultural, o actitud individual, y abarca la totalidad del pensamiento y actitud de
quienes participan en ella. Fue, como afirmara Kant, la salida de la minoría de edad del ser humano, proceso de
autonomía por el que la interpretación del mundo y vida se emancipan de la teología, tradición o principios de
autoridad y se guía por la razón. El lema de la Ilustración será Sapere aude (atrévete a saber). La razón es la luz para
guiar a la humanidad, opuesta a las tinieblas de la ignorancia. La confianza en la razón la une a la Revolución
científica del siglo 17, de la que será una consecuencia o culminación. El rechazo del principio de autoridad y la
importancia de la razón se acaba convirtiendo en la regla imprescindible en todos los ámbitos. Cuenta con
antecedentes en el Renacimiento, sus padres son los grandes pensadores científicos, pero el concepto de razón
ilustrado se vincula al empirismo de Newton, o Locke, quien rechaza las ideas innatas y usa la razón para ordenar la
experiencia sensible, sin excluir otras influencias como Leibniz vinculado al racionalismo.

La ilustración se inicia entre finales del siglo 17 y las tres primeras décadas del 18. Son pioneros Inglaterra y
Provincias Unidas, por el clima de tolerancia, industria editorial y huella de personajes como Spinoza o el francés
Bayle allí exiliado. Eran los dos países más prósperos en el Seiscientos, que desvela el matiz burgués de la
Ilustración. Pronto arraiga en Francia, donde adquiere sus peculiares características que le hacen el prototipo que se
difunde desde mediados de siglo por Europa y la América anglosajona e ibérica, sin alcanzar el desarrollo e
importancia de Francia. El final de la Ilustración y las reformas tuvo que ver con la política, pues la Revolución
francesa extendió los temores frente a unas ideas que habían influido en ella. Las últimas décadas del siglo,
coincidiendo con dificultades económicas y repercusiones sociales, comienza a percibir el influjo de la filosofía que
exaltaba el sentimiento y algunos elementos del prerromanticismo, como irracionalismo, sensibilidad y otros. En el
terreno social muchos ilustrados pertenecieron a varias categorías de la burguesía, sobre todo las vinculadas al saber
y cultura (letrados, juristas, médicos, universitarios, escritores, periodistas, …) pero hubo nobles, eclesiásticos y
mujeres de la nobleza y burguesía, aunque la presencia de éstas fuera minoritaria. Fue un fenómeno urbano,
proliferando en las ciudades, ya fueran en cortes, centros de vida cultural o grandes ciudades portuarias o
mercantiles.

Sus características se deducen del papel de la razón, su uso se dirige contra ideas y conocimientos heredados, han
de pasar por su tamiz para ser admitidos o rechazados. Es la crítica universal y actitud crítica frente a todo. Hay una
secularización de la cultura emancipada de la obsesión por la salvación y el interés por el hombre y naturaleza,
elementos esenciales de realidad terrena, con antecedentes en el Renacimiento; el afán por conocer el orden natural
para aprovechar sus fuerzas sin alterar sus leyes; el cosmopolitismo más allá de estados y fronteras; el utilitarismo o
búsqueda de lo práctico contra los saberes especulativos como teología o metafísica; idea de progreso por la
confianza en avances de ciencia experimental y técnica con deseo de mejorar la vida y sociedad de donde surgen
interés por economía política y propuestas de reformas; optimismo ante posibilidades de la nueva actitud vital; la
búsqueda de felicidad luchando contra la ignorancia con afán de divulgación de conocimientos útiles; y la valoración
de la educación y pedagogía. Se consideraban capaces de cambiar la realidad.

Hay que insistir en la idea de progreso, que surge y supone un cambio decisivo, ya que el pasado idealizado como
edad de oro deja de ser referencia, y se sitúa la idea de futuro hacia un mundo nuevo a alcanzar y por el que luchar,
estando plagado de significados e implicaciones. Por ejemplo, si hasta entonces todos los levantamientos políticos o
sociales reivindicaban la vuelta a un pasado ideal, ahora se sustituye por el mundo del mañana. El afán por difundir
conocimientos explica el cambio del latín por las lenguas nacionales, como el francés, lengua internacional de los
ilustrados. La prensa adquiere gran desarrollo desde el siglo 17, facilitando la difusión de ideas, frenada por el
analfabetismo, pese a los esfuerzos por enseñar a leer y extender las luces. Una de las formas de ejercer la crítica es
la ironía, más o menos respetuosa, llegando al sarcasmo, con maestros refinados destacando Voltaire.

Las universidades, centros tradicionales de enseñanza superior, quedan en casi toda Europa al margen de las ideas
ilustradas, excepto unas pocas como Göttingen, Leiden, Halle, Viena, Edimburgo o Glasgow, por lo que los lugares
de expresión de aquellas, además de libros y prensa, fueron las academias científicas que proliferan en distintos
países, tertulias y salones, clubes de Inglaterra, agrupaciones privadas que surgen (como las Sociedades
Económicas de Amigos del País de España), logias masónicas, cafés o teatro. Con frecuencia anfitrionas de salones
fueron mujeres de alta nobleza o burguesía, como los casos de París, la marquesa Deffand en la rue Saint-
Dominique, el de madamme Geoffrin en la rue Royale, mantuvo Anne Catherine de Ligniville junto a su marido el
Barón D´Holbach, con reuniones domingos y jueves.

El personaje clave es el philosophe, no se refiere a quien estudia la filosofía, sino que se usa en sentido amplio,
equivalente a intelectual o escritor. La filosofía se entiende de forma utilitaria, y se concibe al filósofo como alguien
que trata de realizar una tarea útil. Por la practicidad, la filosofía del siglo 18 tiene contenido divulgador de principios y
saberes. Como en el Humanismo, similar a la Ilustración, los filósofos se reconocen miembros de una comunidad
transnacional mayor que en los siglos 16 y 17. Procuran reunirse y debatir entre ellos, como en Francia los miembros
del grupo constituido en torno a la Enciclopedia, la parti philosophique. En su lucha por cambiar las cosas se
enfrentan a la realidad, sus inercias y los enemigos que surgen. Los antiilustrados, de diversos sectores con un
denominador común, son la defensa del viejo orden: nobles que ven amenazado el régimen señorial y sus
propiedades, eclesiásticos alarmados por el proceso secularizador que pone en riesgo la estructura sacralizada y su
dominio, gentes partidarias del orden imperante, y otros. En muchos casos, como España, se apoyan en las
universidades, reductos de la vieja escolástica cuyas cátedras pertenecen en su mayoría a miembros de órdenes
religiosas. Los medios de difusión de sus ideas son los mismos que los enemigos, también cuentan con sermones y
castas pastorales de algún prelado. El cruce de críticas entre ambos dio lugar a polémicas, muchas a través de
panfletos, escritos breves agresivos y respuestas contrarias. La ironía y sátira están presentes entre los enemigos
que usan “filósofo” en sentido despectivo.
Una oposición protagonista viene de las iglesias, muchas de las ideas provocaron cierre de filas, mayor cuanta más
jerarquía. Desde la Iglesia católica hubo ataques contra la Ilustración, en defensa del sentimiento o basados en
argumentos racionales o históricos con frecuentes errores y exageraciones. Los apologetas franceses, que buscan
pruebas para demostrar la verdad de la religión revelada, crearon irónicamente el término onomatopéyico cacouat,
burlándose del cacareo. Otros autores reaccionan frente al espíritu crítico, intentan refutar las ideas de los filósofos o
atacan el deísmo. La mayoría fueron de poco interés, carentes de habilidad dialéctica, con escaso éxito en el mundo
de las ideas, que influyen a través del clero en sectores sociales con menor formación. Los más radicales presentan a
la Ilustración como un monstruo, infernal y vinculado a la herejía, ateísmo o judaísmo, con los que asocian la ciencia
moderna del siglo 17. El obispo de Santander, Menéndez Luarca, culpa al “ateísta, diabólico, infernal filosofismo,
llamado Siglo de las Luces, de haber convertido la tierra entera en el lugar de las tinieblas que es el infierno”.

En el mundo protestante también hubo reacciones en contra. En Gran Bretaña se manifestaron en la crítica del
deísmo y el sensismo. En la primera hay apologetas cristianos, algunos clérigos, destacando a principio de siglo
Samuel Clarke, que trata de defender la existencia de Dios con argumentos metafísicos, en contra de Hobbes, que
defiende el carácter eterno de toda ley positiva de la distinción entre el bien y el mal. Después, el clérigo anglicano
Joseph Butler (1692-1752) reaccionando contra las ideas deístas y la moral natural, defendió que las dificultades que
plantea la revelación en la Biblia no son mayores que la idea de Dios implícita en la naturaleza. Afirmó que además
del sentido moral existe la conciencia. En Alemania, más que crítica hubo reacciones, como la de la exégesis bíblica
protestante o las de ciertos pietistas, sobre todo en la Universidad de Halle u otros lugares de la Prusia de Federico
segundo, los cuales adoptan tendencias místicas e irracionalistas que se extienden por Europa llegando a Francia.
Las reformas religiosas protestantes postulan un cristianismo de corazón, en la línea del pietismo, que tenía
respuesta contra la Ilustración.

No sólo hay una tendencia antiilustrada en la Iglesia, hay una Ilustración cristiana, no exclusiva católica, que acepta
la depuración de creencias y practicas derivada de la crítica ilustrada, así como nuevas explicaciones de la ciencia
del siglo 17. Pero entiende que los valores de la Ilustración (razón, dominio de la naturaleza, felicidad terrena, …) y
los avances científicos pueden convivir con la fe y práctica religiosa. La mayoría de ilustrados conocidos, sobre todo
en Francia, fueron deístas o ateos, pero la Ilustración cristiana afectó a numerosos personajes referidos y seguro que
a muchos anónimos. En el mundo católico la actitud tiene precedentes en figuras humanistas como Erasmo, Luis
Vives o Tomás Moro y, al igual que ellos, se plasmó con frecuencia en la crítica de la organización eclesiástica y el
clericalismo y algunas devociones y prácticas religiosas u otros aspectos, en la búsqueda de una religión más
auténtica en la que los laicos tuvieran un papel mayor.

La Ilustración tuvo sus límites, pero al valorarla se debe evitar el anacronismo de analizarla desde época actual. Uno
fue la consideración de la mujer, que apenas varió, con la salvedad de que se tiende a secularizar las relaciones
sociales. Filósofos como Montesquieu, Diderot, Helvétius o Voltaire apoyaban el divorcio, que se aprobará en plena
Revolución en 1792, pero no una condición social igualitaria para las mujeres, que solo defenderá Condorcet a
principios de la Revolución. Para la mayoría, como D´Holbach o Diderot, las mujeres son incapaces de concebir
pensamientos profundos y complejos. La Enciclopedia afirmaba que el destino de la mujer era “tener hijos y
alimentarlos”, y Rousseau le asignaba un papel doméstico, vinculado a la maternidad y dependiente del hombre.
Había gentes como el funcionario prusiano Theodor Gottlieb von Hippel (1741-96), amigo de Kant, quien, después
de haber escrito un tratado conservador sobre el matrimonio (1772) publicó en 1792 un estudio en el que aboga por
la igualdad de la mujer y una educación igualitaria. En el siglo 18 vivió la escritora inglesa Mary Wollstonecraft (1759-
1797) defensora de los derechos de la mujer y precursora del feminismo .

Gran Bretaña y Francia.


La difusión del pensamiento ilustrado se vio favorecida por libertades políticas y la opinión pública en Gran
Bretaña, que contaba con prensa (primer diario se funda en 1702), clubes, cafés, gabinetes de lectura y otros lugares
de encuentro y debate. No tuvo el carácter subversivo de la francesa, ya que fue moderada y esencialmente
filosófica, centrada en estudio de problemas del conocimiento y religión, y como la crítica social. Daniel Defoe, cuyas
novelas encierran una visión optimista sobre las posibilidades del ser humano (Robinson Crusoe y Moll Flanders),
contrapuesta por la sátira del eclesiástico Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver).

La teoría del conocimiento profundiza en la senda del empirismo de John Locke. El obispo anglicano irlandés
Georges Berkeley (16851753), cuyo pensamiento es conocido como inmaterialismo o idealismo subjetivo (que influirá
en Kant), afirmó que solo es evidente la existencia del espíritu o la mente, que se identifica con las cualidades que
aprecian los sentidos, sin que pueda desmontarse la realidad de las sustancias corpóreas que le sustentan, es decir ,
la materia.

El escocés David Hume (1711-76) negó la posibilidad de demostrar la existencia de la sustancia, tanto material
como espiritual. En sus estudios sobre el conocimiento diferencia impresiones (lo único cierto y proceden de los
sentidos o experiencias), y las ideas (que desarrollan impresiones). El conocimiento se obtiene por los sentidos, pero
la mente o espíritu humano (percepciones cuya existencia tampoco puede demostrarse de forma convincente),
obtiene una representación de la naturaleza que no prueba la existencia del mundo exterior, el cual es solo probable.
Hume niega la causalidad (relación causa-efecto) que considera indemostrable. El escepticismo de Hume o el
inmaterialismo de Berkeley les sitúa en una vía escasamente ilustrada, aunque Hume lo es en otros aspectos como
su ética orientada a la búsqueda de la felicidad, la crítica de la religión revelada y los milagros con argumentos
racionales. Más ilustrado es el escocés Thomas Reid (1710-96), que en sus Investigaciones sobre la mente humana
defendió el papel de la razón y capacidad de conocer la realidad, y establece como norma de conocimiento y moral el
sentido común, y afirmó que el sentido común indica la existencia del mundo exterior.

Otra aportación británica es la preocupación por cuestiones religiosas y morales. El deísmo, actitud religiosa de
muchos ilustrados, encontró a sus principales formuladores teóricos en las Islas a finales del siglo 18. Se desarrolla
tempranamente posturas partidarias de una moral natural al margen de la religión, basadas en la idea iusnaturalista
de la existencia de un sentido moral innato del ser humano. El tercer conde de Shafterbury, Anthony Ashley Cooper
(1671-1713), hijo del protector de Locke, defiende como norma de moralidad la utilidad y búsqueda de la máxima
felicidad, afirmando que la regla moral se adapta a la armonía del universo, la belleza y serenidad, frente a los que
llama extremismos religiosos. Cree en el perfeccionamiento de la humanidad y mantiene una postura optimista, a
diferencia del médico Bernard de Mandeville (1670-1733), quien defendió la utilidad del vicio para la vida pública en
su fábula La fábula de las abejas: o vicios privados, públicos beneficios”, en que demostraba que no solo triunfan los
malos y es necesario que existan vicios como fraude, lujo y vanidad.

En la Gran Bretaña del siglo 18, antes que lo hiciera Rousseau, hubo exaltaciones del sentimiento, como las novelas
de Samuel
Richardson, y poesía prerromántica como Thomas Gray o Edward Young y los llamados poetas de cementerio.
Francia fue epicentro de Ilustración, sus pensadores, escritores y divulgadores, ejercieron de forma amplia la
capacidad crítica basada en la razón, que llevó a muchos al radicalismo avanzado el siglo. Sus precursores fueron
Bayle y Fontenelle, e influyeron pensadores del siglo 17 como Spinoza, y la admiración por la política y sociedad
inglesa, que muchos conocen en sus viajes a las islas. El afán divulgador hizo que gentes como Voltaire se ocuparan
de difundir a Newton o Locke, siguiendo la tradición inaugurada por Fontenelle que introduce el pensamiento
newtoniano en Francia.

A mediados del siglo 18 el ilustrismo francés había llegado a su plenitud con el comienzo de la Enciclopedia o
Diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios. La idea inicial era traducir del inglés y con ampliaciones la
Cyclopaedia de Chambers (1728), pero el objetivo se fue ampliando. Bajo la dirección de Diderot (1713-84) y el físico
y matemático Jean Le Rond d´Alembert (1717-83), se unieron en un ambicioso proyecto en el que, como afirmará
Diderot, se quiso dar fuerza a los “esfuerzos del género humano en todos los géneros y siglos”. La obra exaltaba la
razón, critica tradición y religión, colaboran más de 150 personas, con especialistas en todo tipo de saberes,
incluyendo los principales ilustrados franceses. Evitando la censura inicia su publicación en 1751 (Primer volumen),
provocando la polémica entre partidarios y detractores, y en 1752 (Segundo volumen), la Iglesia la paraliza. La
edición continúa gracias a los protectores de la corte, especialmente la poderosa madamme Pompadour.

La polémica crece con el resto de volúmenes, a los que se oponen autoridades religiosas, jesuitas o el delfín
Luis Fernando de Borbón (1729-65) hijo de Luis CATORCE, aunque el Parlamento de París tardará en pronunciarse.
Para los enemigos era la “Biblia de Satán”, o “Torre de Babel”, mientras que para partidarios era el futuro de una
“santa confederación contra el fanatismo y tiranía”. Tras pronunciarse en contra el
Parlamento de París y la condena de Clemente TRECE, la publicación se suspende en 1759, aunque se imprime de
forma clandestina. Tras la Guerra de los Siete años, el gobierno permite los volúmenes preparados. En 1765 contaba
con 17 volúmenes, a los que en años siguientes se añaden otros 11 de plachas, hasta los 28 en 1772, si bien en la
segunda mitad de los años 70 y se edita e imita por iniciativas asimilables en Francia, Inglaterra o Alemania, la
Enciclopedia supuso una formidable puesta al día de todos los conocimientos de la época, desde variación de sus
autores, iluminados todos pero con diferencias de criterio en las diversas materias (filosofía, religión, economía,
política,…) muestran la variedad de la Ilustración, y todos compartían dos elementos básicos, razón y espíritu crítico.

Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755) se sitúa en una fase inicial de la Ilustración como
magistrado, miembro de la noblese de robe, presidente del Parlamento de Burdeos, y humanista con ciertos
paralelismos con Montaigne. Sus dos obras principales: “Cartas Persas” (1721), para criticar el despotismo, dogmas
absurdos, papa, clero,… desde el recurso que son dos viajeros persas, y “El espíritu de las leyes” (1748), importante
y uno de los libros clave de las democracias. Admirado por la política británica, que conoció en su estancia en
Inglaterra, se propuso analizar las condiciones de que depende la libertad, para descubrir medios de restaurar las
antiguas libertades de los franceses, de acuerdo con una referencia tradicional a una edad dorada. Se basa en unos
métodos similares a los que se comienzan a desarrollar con éxito en las ciencias de la naturaleza.

Montesquieu trató de aplicar al estudio de la realidad política y social, unos instrumentos teóricos tomados de la
física. El objetivo es elaborar una teoría sociológica del gobierno y derecho, mostrando que la estructura y
conocimiento de ambos dependen de las circunstancias en que vive un pueblo: condiciones físicas, clima, estado de
artes, comercio, producción, temperamentos, constituciones políticas, costumbres, hábitos… pese a tal relativismo,
difícilmente compatible con las morales evidentes por sí mismas. Montesquieu, influido por el iusnaturalismo, cree
que la naturaleza aporta un canon de justicia absoluta anterior al Derecho positivo y consideraba que la sociedad se
rige por una ley fundamental, que identifica con la razón, la cual al operar de distintos medios y lugares produce
diferentes instituciones. Las formas de gobierno, inspirada en la división tripartita clásica, son república, monarquía y
despotismo, basadas en virtud, honor y temor. En el libro XI atribuye la libertad de Inglaterra a la separación de
poderes y los frenos y contrapesos entre ellos.Pese a la transcendencia de tal doctrina, era una idea muy antigua.
Platón en Las Leyes defendió una forma mixta de gobierno, y está presente en Polibio del s. II a.C., así como la
división de poderes del constitucionalismo medieval y moderno, por no citar los precedentes ingleses del siglo 17 con
James Harrington y John Locke. La idea de una forma mixta no había tenido un significado muy definido y la
aportación de Montesquieu consistió en modificar la antigua doctrina y convertir la separación de poderes en un
sistema de equilibrios y contrapesos jurídicos. El Espíritu de las leyes fue editado 22 veces en pocos meses y
traducido a numerosas lenguas, lo que prueba su éxito, pero las críticas hacia muchas de las realidades y prácticas
políticas (venalidad, desigualdades fiscales, intolerancia, esclavitud, tortura, etc.) suscitaron la oposición de
importantes sectores, en Francia y fuera, y en 1751 fue incluida en el índice de libros prohibidos de la Iglesia católica.

El philosofhe que ha personalizado en mayor medida la Ilustración ha sido, especialmente para sus enemigos,
François Marie Aroeut, conocido como Voltaire (1649-1778), hasta el punto de establecerse el adjetivo volteriano,
usado en plan denigratorio, sinónimo de maldades que, especialmente en terreno religioso, se vinculaban al
pensamiento ilustrado, y que se utilizaría por reaccionaros e integristas para descalificar como librepensadores,
ateos, o enemigos de Inglaterra, le llevó a admirar su sistema político y avanzada sociedad. Vivió en Prusia, llamado
por Federico II, antes de recluirse en Ferney, cerca de frontera de Francia y Suiza. Su carácter vehemente, irónico,
agresivo, se combina con virtudes como inteligencia y capacidad de trabajo, independencia de criterio y amplitud de
intereses. Todo le llevó a protagonizar numerosas polémicas, en las que sacaba a relucir la ironía, sátira y sarcasmo.

Escéptico y deísta, hostil a las religiones reveladas, criticó la intolerancia, la Biblia, la Iglesia católica y el cristianismo,
llegando a Jesucristo. Su obra fue enorme, abarcando diversos géneros: historia, filosofía y ensayo. Como historiador
destaca El siglo de Luis CATORCE o Ensayo sobre costumbres y espíritu de las naciones, en que realiza un amplio
recorrido por la historia y plantea cómo abordarse su estudio. Sus Cartas filosóficas o Cartas inglesas (1734) critica la
sociedad de Francia en contraposición a Inglaterra. Otras obras son Tratado sobre la tolerancia (1763) en que
manifiesta su deísmo y anticlericalismo, y el Diccionario filosófico (1764) que muestra su mentalidad cercana a la
burguesía y la opción por la reforma en línea del absolutismo ilustrado, contraria a extremismos políticos. En una de
sus novelas, Cándido o el optimismo, criticó el optimismo ilustrado, basado en Leibniz, ante la realidad del mal.

El tercero de los grandes ilustrados franceses es Jean-Jacques Rousseau (1712-78), pensador, ilustrado, precursor
del romanticismo por su exaltación del sentimiento en sus novelas La nueva Eloísa (1760) o Las confesiones, escrita
al final de su vida. Doble adscripción que tiene que ver con sus contradicciones, que afectaron a su propia vida. Pese
a su defensa de la educación, con el tratado Émile ou de l´Éducation, envió al hospicio a sus 5 hijos. Vivió en diverso
lugares, como París o Ginebra y tras ser desterrado de Suiza, viajó a Inglaterra para regresar a Francia. De carácter
difícil, se enfrentó con los enciclopedistas en 1756, con quienes rompe a finales de los 50. Como filosofo ilustrado es
de los que más influencia tiene en la Revolución francesa por su crítica social o su defensa de igualdad y soberanía
popular. En su Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755) denuncia los
males que se derivan del paso del estado de naturaleza, hombres libres e iguales, a la sociedad civil, que les
corrompe con propiedad privada, el afán de riqueza, la injusticia o despotismo, conviene aclarar que no concibe el
estado de naturaleza como algo que haya existido o pueda existir, sino como una abstracción conceptual.

En el Contrato Social (1762) desarrolla estas teorías y sus propuestas políticas. El hombre, a quien, al contrario de
Hobbes, considera bueno por naturaleza, al pasar al estado de sociedad pierde su libertad natural a cambio de una
más segura libertad civil, en la que la comunidad, el pueblo, cuerpo moral o colectivo que se establece en el contrato
pasa a ser depositario de la soberanía. Dicha cesión se realiza a cambio de ventajas como el imperio de la razón, el
Derecho, la propiedad, siempre que no se oponga al interés público, o la igualdad, y puede dar lugar a tres fórmulas,
definidas por la relación entre la soberanía, pueblo, y los gobernantes: democracia, aristocracia y monarquía. En
Émile ou de l´Éducation (1762), condenado por el arzobispo de París y autoridades de Ginebra igual que el Contrato
social, propugna una educación basada en tendencias naturales frente a la influencia negativa de la sociedad y en la
que, además de la razón, se insiste en la importancia de los sentidos. Pese a su condición de deísta, como una
reacción de alabanza al autor de la naturaleza, lo que contribuiría a reavivar el sentimiento religioso. La huella de
Rousseau ha sido enorme, probablemente la mayor, siendo reivindicado por liberales, socialistas, revolucionarios o
comunistas, entre otros.

Con los tres grandes no se agota el panorama de la Ilustración francesa. Podrían establecerse cuatro grupos de
autores. El primero con personajes difíciles de clasificar cuyo denominador común es haber participado en la
Enciclopedia; el segundo de los defensores del materialismo; y el tercero y cuarto a los clasificados como filósofos del
progreso y utópicos socializantes. Entre los participantes en la Enciclopedia destacan tres: Diderot, animador,
Condillac y Helvétius.

Denis Diderot, filósofo influido por Locke y Shaftesbury, autor teatral, novelista ensayista y polifacético,
contradictorio, pasó de una confianza inicial en la razón al escepticismo y materialismo. Su postura religiosa
evoluciona desde el deísmo, Pensées philosophiques (1746), a una indiferencia, Lettre sus les Aveugles (Carta sobre
los ciegos 1749), en que sostiene que es “importante no confundir el perejil con la cicuta, pero da lo mismo creer o no
creer en Dios”, que le valió la acusación de ateísmo y encarcelamiento. En la moral, como otros ilustrados desligan de
la religión, y acepta una norma basada en altruismo y sacrificio propio. Evolucionó en la política, desde el apoyo al
absolutismo ilustrado a la crítica de la sociedad y posturas favorables a la rebelión social. Su novela más conocida es
La religieuse.

El ábate Condillac (1715-80), perteneciente a una familia de la noblesse de robe, se ocupó de problemas de
conocimiento, que consideraba fruto de las sensaciones en la línea del empirismo lockiano, y pensaba que las
reflexiones no eran más que sensaciones transformadas, sin que en el intelecto hubiera nada que no procediera de
estas. Su Tratado de las sensaciones (1754) es la principal exposición de su pensamiento sensualista o sensista.

Helvétius (1715-71) es una figura compleja e ilustrado peculiar, era fermier général de impuestos, que le proporcionó
fortuna. Considerado como uno de los filósofos materialistas, lo fue de forma relativa. Consideraba la creencia en
Dios y el alma como resultado de la incapacidad del humano de comprender la naturaleza, y veía en las religiones un
despotismo destinado a mantener la ignorancia para explotar mejor a los hombres. Por otro lado las referencias a un
Dios al estilo de los deístas son frecuentes en su obra. La base de la moral es el interés egoísta, definido como el
impulso hacia la búsqueda del placer y eliminación del dolor. Las leyes habían de procurar equilibrar intereses
generales y el particular, tratando de lograr el bien del mayor número de personas. De sus aspectos más avanzados
de su pensamiento es la omnipotencia que concede a la educación, que consideraba el instrumento esencial para
reforma de la sociedad, convencido de que todos tienen la misma capacidad para el conocimiento. La condena del
Parlamento de París y la Sorbona de su obra Sobre el espíritu (1758), quemada, influyó en la prohibición de la
Enciclopedia en 1759.

Los dos principales defensores de la existencia exclusiva de la materia fueron La Mettrie y el barón D´Holbach. El
primero, médico, (1709-51), publicó dos libro de títulos reveladores: Historia natural del alma (1745) y El hombre
máquina (1748); el primero le obligó a abandonar el ejército y el segundo le valió la expulsar las Provincias Unidas.
Como ateo, su norma moral es el hedonismo y defendía la inexistencia del alma. Más radical y coherente era el barón
D´Holbach (1723-89), alemán, autor de artículos para la Enciclopedia sobre geología, mineralogía y metalurgia. Para
él solo existe la materia, eterna y con movimiento. Ateo declarado, contrario a todas religiones, las considera
obstáculo para el avance moral de la humanidad, admite como único criterio moral el egoísmo, identifica el bien con
lo útil y el mal con lo inútil, considerando que, como ser social, el hombre busca el propio interés ilustrado, tienen en
cuenta y se interesa por los demás, lo que redunda en su beneficio. El cristianismo desvelado (1661) y El sistema de
la naturaleza (1770) se publicaron en Provincias Unidas e introducidas en Francia de forma clandestina, el
Parlamento de Parías condenó a la hoguera a la segunda y otras más.

Los filósofos del progreso y utópicos socializantes, se desarrollaron avanzado el siglo, al tiempo que se agudizan los
problemas en Francia. Entre los primeros destaca el fisiócrata Turgot, el conde de Bolney y el marqués de Condorcet,
futuro girondino, para quien el progreso del espíritu humano haría desaparecer la desigualdad política y social,
defendía el derecho de ciudadanía de las mujeres y el voto femenino. Perteneciente a una generación posterior
participa de la corriente Benjamín Constant, que confiaba en que el progreso llevara a un Estado y religión perfectos.
Entre los utópicos ideales destacan Morelly que postula la abolición de la propiedad privada; el ábate Bonnot de
Mably que mantiene tesis igualitarias o el benedictino Dom Deschamps, que defendía la comunidad de bienes y amor
libre, pero el extremismo de este último provocó la desconfianza de gentes como Rousseau o Helvétius.

Alemania y otros países.


A pesar de la presencia de Voltaire o Helvétius en la corte prusiana, la Ilustración alemana fue bastante autónoma,
más profunda, menos orientada a la divulgación, más moderada y vinculada al mundo universitario. Como la inglesa
fue un movimiento filosófico en su sentido genuino, sin menoscabo de que implicara una actitud vital. El aspecto
importante fue el desarrollo en universidades alemanas, desde comienzos del siglo, y con base en el iusnaturalismo
precedente, del cameralismo o ciencias camerales, procedente de órganos de gobierno de finanzas, cuyo objetivo era
la enseñanza de los principios económico-administrativos y políticos que sirviera de base a la intervención de los
gobiernos en capas diversos, desde los tradicionales a otros como sanidad, educación o asistencia social., con la
finalidad de conseguir el bienestar público.

Christian Thomasius (1665-1728) influido por el iusnaturalismo de Grocio o Pufendrof, fue profesor universitario en
Leipzig y Halle, y abandonó sus orígenes pietistas para exaltar la importancia de la razón, capaz por ella sola de
conocer el Derecho natural. Tuvo interés por la utilidad de la filosofía, y abogaba por reformas como la lucha contra la
tortura o procesos de brujería. Christian Wolf (1679-1754), continúa la corriente racionalista de su maestro Leibniz.
Fue un divulgador metódico del pensamiento de su maestro, y lo hace con una obra amplia pero no demasiado
profunda, convencido del carácter práctico de la filosofía, incluida la metafísica. Profesor en la universidad pietista de
Halle, expulsado en 1723 por un discurso en que defendía enseñanzas de Confucio que llevan al bien por la razón
natural. Pasa por la de Maburgo, en 1740 y regresa al ser llamado por Federico segundo. Con gran prestigio en
Alemania y Europa central, hasta Kant le consideró el “mayor de los filósofos dogmáticos”, antes de que la influencia
de la filosofía inglesa y evolución kantiana determinaran su decadencia. Thomasius y Wolf tuvieron una contribución
al desarrollo del Derecho de gentes.
Posterior y enlazando Ilustración y prerromanticismo alemán está Lessing (1729-81), en su obra destaca la vertiente
literaria (poesía, prosa y contribución a la renovación del teatro alemán). En La educación del género humano (1780)
consideró que la aportación fundamental de las religiones era la contribución al proceso de una moral más elevada, la
cual espera que sea el fruto de la ética racional. Al final de su vida el texto utópico Ernst y Falk. Diálogos para
masones anuncia un futuro sin prejuicios religiosos, en que triunfen la fraternidad, justicia e igualdad. Destaca su
oposición al absolutismo de Federico segundo que materializa en diversas obras.

Gran figura del pensamiento alemán, superando la Ilustración es Immanuel Kant (1724-1804), precursor del
idealismo, constituye una de las grandes cumbres del pensamiento universal, y uno de los filósofos con más
influencia en el mundo contemporáneo. En su teoría del conocimiento afirma que la mente humana es capaz de
alcanzar la verdad en las ciencias, defendiéndolo de la objetividad de los principios de estas. En su Crítica de la
razón pura (1781), ataca a la metafísica, ya que considera que no conocemos las cosas como son, si no como las
presentan ante nuestra facultad de conocer. Supera la dicotomía racionalistas/empiristas, y considera que el
conocimiento se basa en conocimientos a priori (anteriores a la experiencia) y en formas a posteriori de la percepción.
Espacio y tiempo son propiedades reales de las cosas. Con esta teoría pone límites a la razón, reduciendo su
capacidad objetiva al mundo sensible y ciencia experimental. Fuera de ellos la inexistencia de pruebas obliga a
suspender su uso, y que es igualmente posible sostener que el alma es inmortal o que no lo es. En su Crítica de la
razón práctica (1778), estudia los fundamentos de la moral y el problema de la libertad humana. Afirma que existe
una razón de orden práctico que se funda en el hecho de la ley moral, en una experiencia en la base de nuestro ser,
el imperativo categórico. La ley moral como fundamento de las acciones crea en los seres humanos la conciencia del
deber, concepto básico de su ética. Lo no sometido a condiciones del mundo sensible tiene sus raíces en el mundo
inteligible, imposible de demostrar teóricamente. Los postilados de la razón práctica (Dios, inmortalidad del alma,
libertad,…) son creencias razonables que es necesario suponer para que la acción moral sea de hecho posible.

En la segunda mitad de siglo se desarrolla el movimiento cultural “Tempestad e ímpetu”, exaltador de lo germánico, y
precursor del Romanticismo. Destaca Herder, historiador y filósofo de la historia, en contra del cosmopolitismo
ilustrado y la idea de una cultura basada en modelos de validez universal. Defendió la pluralidad de culturas,
arraigadas en los diferentes espíritus de cada pueblo, lo que abrirá un cauce a la valoración de las características
nacionales que hará el Romanticismo. En cuanto a Goethe, con obra excepcional, se inscribe más propiamente en el
periodo posterior de la Revolución francesa y el mundo napoleónico, aunque en 1744 iniciara la ética romántica con
la novela Las desventuras del joven Werther.

Carente de la originalidad de los modelos analizados, la Ilustración se manifestó en otros países, entre ellos los
mediterráneos. En España fue tardía y con alcance menor, centrada en el intento de depurar la religión y las reformas
que buscaban modernizar el país. Después de los novatores de finales del siglo 17 y principios del 18, preilustrados
pusieron los cimientos de la renovación científica y valoración de la razón. La figura principal de la primera mitad del
siglo 18 fue el benedictino fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), con su obra El teatro crítico Universal, que
constituye una aportación fundamental en su empeño por criticar supersticiones, errores y costumbres irracionales.
Otro personaje del primer momento fue el valenciano Gregorio Mayans y Siscar. Desde mediados de siglo, con
Fernando sexto y Carlos tercero, muchos principales ilustrados fueron políticos comprometidos con el reformismo
como el marqués de la Ensenada o José de Carvajal, y más adelante los condes de Campoamanes y Aranda, el
conde de Floridablanca, incluso Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811).

En Italia, la primera mitad de siglo, destacan Ludovico Antonio Muratori, el jurista e historiador Pietro Giannone o el
filósofo de la historia napolitano Giovanni Battista Vico. En plena Ilustración el jurista milanés Cesare Beccaria,
humanizador del Derecho penal con su obra De los delitos y las penas, o el filósofo y economista Antonio Genovesi,
quien en 1754 ocupó en la Universidad de Nápoles la primera cátedra de economía política existente en Europa.

Ciencia y cultura en el siglo 18.


Ciencia y cultura progresaron a partir de las bases que proporcionan la Revolución científica del siglo 17 y la propia
Ilustración. Después del cambio de la centuria anterior, las ciencias físico-matemáticas avanzan con la seguridad del
nuevo método. En matemáticas, que como se había demostrado son el lenguaje en que se escribe el universo,
destacó, entre otros, el desarrollo del cálculo infinitesimal o la aparición de la geometría descriptiva. El principal
matemático fue el suizo Leonhard Euler, quien desarrolló su obra en S. Petersburgo y Berlín. Continuaron los
avances de la Revolución anterior, física y astronomía.

En física, los estudios se realizaron en tres frentes, electricidad, calor y en menor medida propagación de sonido en
agua o aire. En electricidad, frente a la idea de que la conductividad dependía del calor de los cuerpos, el inglés
Stephen Gray descubrió que la causa eran los materiales, que clasificó en buenos y malos conductores ( 1729), y
puso las bases para el estudio de la corriente eléctrica, que se iniciaría a finales de siglo. El francés Charles François
Du Fray tras comprobar la posibilidad de electrizar cualquier cuerpo, puso de moda los experimentos con electricidad,
que continuó el holandés Pieter van Musschembroek, quien descubrió la “botella de Leiden” (1745), primer
condensador eléctrico. El padre Nollet electrificó simultáneamente a 180 guardias franceses y a 300 monjes unidos
con barras de hierro (1746).
Destacan entre otros los italianos Luigi Galvani que descifró la naturaleza eléctrica del impulso nervioso y
Alessandro Volta inventor de la pila eléctrica (1800). Más práctico resultó ser el invento del pararrayos por Benjamín
Franklin (1752) que suponía un avance ilustrado pues demostraba que el rayo era un fenómeno físico y no
manifestación de cólera divina y contribuía a desterrar el miedo que provocaba.

En el estudio del calor se avanzó en su medición, se elaboraron varias escalas destacando el polaco Farenheit
(1714), el francés Ferchault de Réaumur (1713) y el sueco Anders Celsius (1742). De especial importancia fueron
los avances en el conocimiento del calor específico y construcción del calorímetro por Laplace y Lavoisier (1783)
que servirá a Watt para perfeccionar la máquina de vapor.

Las mejoras en el conocimiento de la trayectoria de los cuerpos celestes permites a Claude Colairaut predecir con
exactitud el regreso a París del cometa que Edmund Halley observó en 1682. La exploración del cielo mejora por los
avances en telescopios, el alemán Herschel descubrió Urano (1781) y estudió el anillo de Saturno y nebulosas de la
Vía Láctea. El ábate Louis de Lacaille descubrió y puso nombre a numerosas estrellas y constelaciones. A finales de
siglo Laplace, en El sistema del mundo (1796) explicó el universo de forma ordenada, indicando su origen a partir de
una nebulosa o remolino de polvo y gas, algo que ya se había planteado Kant a mediados de siglo, que constituye la
base de las teorías actuales.

En medicina se describen mejor algunas enfermedades conocidas, se localizan otras como diabetes, fiebres
tifoideas, varicela o tuberculosis ósea. Temperatura y pulsaciones sirvieron para detectar la enfermedad, se empleó
electricidad contra parálisis, gota o reumatismo. En farmacia se utiliza quinina contra fiebre y malaria, la ipecacuana
contra disentería o digital para fortalecer el corazón. Hubo avances en obstetricia y cirugía que adquiere rango
académico al crear Luis quince una academia para su estudio (1735). Hubo progresos en valoración de higiene y
medicina preventiva, con inoculación y vacuna contra la viruela.

Una de las novedades fue la vinculación de la química a la nueva ciencia. Se produce avanzada la centuria, durante
varias décadas continuó ligada a la teoría del flogisto, lo que no impidió algunos avances en las investigaciones,
especialmente en la determinación de cuerpos simples. El francés Lavoisier (1743-94) abrió una nueva época al
convertirla en una nueva ciencia que opera con magnitudes, igual que la física, dotándola de un lenguaje y un
método. Entre otras aportaciones estableció el concepto de elemento, sustancia simple que no se puede dividir,
contribuyó a elaborar la ley de conservación de materia, al demostrar que en una reacción la cantidad de materia es
la misma al principio y al final, e investigó la composición del agua y la combustión, rechazando la teoría del flogisto.

Se desarrollan las ciencias de la naturaleza, que permite un mejor conocimiento de la Tierra, materiales que la
componen y seres vivos que la habitan. Grandes naturalistas son el francés Louis Leclerc, conde de Buffon y el sueco
Karl Linneo. El francés, basado en la observación y experimentación, escribió un compendio de conocimientos, con
ayuda de colaboradores, de 44 volúmenes. Les époques de la Nature (1778), condenada por la Iglesia, señaló unos
periodos de evolución de la Tierra, abriendo un abanico de posibilidades de estudio que desarrollarán más adelante
diferentes ciencias. Linneo se dedicó al mundo vegetal y animal, especialmente plantas. Por su esfuerzo de
clasificación, con la nomenclatura binominal, se le considera padre de la moderna taxonomía. Participaba de una idea
estática de la naturaleza, obra de la creación, contrastada por el botánico francés Jean Marchant a principios de la
centuria, o Moreau de Maupertius, quienes consideraban que las especies actuales son el resultado de cambios
lentos y evoluciones, intuyendo la selección natural y posterior evolucionismo.

Junto a la ciencia, en el siglo 18 se vivió el avance de la técnica, que permitió inventos fundamentales como los
analizados en industria textil o energía. Mezcla de ciencia y técnica fueron los inicios de la aeronáutica que hacía
realidad el sueño de elevares en el aire, con los primeros globos aerostáticos, en los que destacan los hermanos
Montgolfier (1783). Entre las experiencias iniciales de navegación aérea cabe citar al francés Blanchard y el
americano Jeffries, que en 1785 atraviesan en globo el Canal de la Mancha. Se desarrolló el telégrafo óptico de
señales y a finales de siglo los primeros experimentos con telégrafo eléctrico.

En cultura y letras fueron protagonistas los ilustrados analizados. En géneros literarios predominó la prosa,
manifestada en novela, ensayo, correspondencia y memorias. El teatro, secularizado, se centró en la vida diaria con
la comedia de costumbres. En artes continuó inicialmente el Barroco, produciendo la tendencia al Rococó, sin
grandes pretensiones intelectuales y con principal manifiesto en artes menores, interiores y decoración. En la
segunda mitad de siglo se impone el Neoclasicismo, vuelta a modelos clásicos, equilibrio y simplicidad de líneas. Sus
principales realizaciones se dan en arquitectura civil, destacando palacios en Europa inspirados en Versalles. En
pintura comienza a predominar el retrato, signo de una época que reivindica el ser humano, vinculado en la pintura
inglesa a la belleza del paisaje. Especial importancia tuvo la música, barroca en su comienzo, con figuras como los
alemanes Bach o Händel y más adelante con el austriaco Hydn o gran figura austriaca Mozart, principal
representante del estilo clásico, y tal vez el mayor genio.

El catolicismo y las otras confesiones cristianas.


En el Setecientos, a medida que avanzan tolerancia e indiferencia religiosa, desciende el interés por la Iglesia y la
religión. La Iglesia carece de figuras y parece que se hubiera suprimido cualquier impulso del catolicismo, se debilitó
la mística y la vida se desliza hacia el laxismo. Como si concluidos Reforma y Contrarreforma, con atonía y nostalgia
de otras épocas. A mediados del siglo 16 había concluido el ciclo de fundación de órdenes religiosas. Las que se
crean en el siglo 18 son de poca relevancia y escasa trayectoria. Importantes fueron los redentoristas ( 1732),
fundados por el noble napolitano Alfonso María de Ligorio.

Desde sectores ilustrados surgen críticas al clero y religiosos católicos. Se censuraba el número excesivo, escasa
formación e ignorancia de muchos, el fanatismo, inutilidad, tales críticas, no siempre justas, influyen en gobernantes
ilustrados, que adoptan medidas para reducir el número de eclesiásticos. Fuera por ellas, por efectos de la época o
por otros, en la segunda mitad del siglo el clero experimenta una disminución, a veces drástica. En muchas zonas
disminuyen entre el 10 y 75%. La Paz de Westfalia consagró la pérdida del poder del papa que se agudiza. El
desplazamiento hacia el norte del centro de gravedad de la política europea acaba perjudicándolo, tanto la nueva
potencia dominante, Gran Bretaña, y las emergentes, Rusia y Prusia, no católicas. En la Europa obediente a Roma,
se intensifican luchas regalistas anteriores, que obedece a las aspiraciones de príncipes absolutistas ilustrados para
controlar la iglesia en sus territorios y la desaparición de los conflictos religiosos anteriores. La existencia de una
corriente episcopalista y conciliarista, refuerza las aspiraciones regalistas. Era importante el galicanismo francés,
mezclado con jansenismo político, e importante en otros territorios, regalismo en España, josefinismo en Austria,
jurisdiccionalismo en Italia, febronianismo en Alemania… con frecuencia en España e Italia se usa jansenismo
tomado de Francia.

No son solo derechos sobre iglesias de sus estados, si no que cortes católicas tratan de intervenir en la cúspide del
poder pontificio, como se manifiesta en cónclaves. La supresión de la Compañía de Jesús (1773) fue consecuencia
de la presión de las coronas. Muchas consecuencias regalistas se plasmaron en concordatos: Benedicto 14 con
Cerdeña y Piamonte (1741), Nápoles-Sicilia (1741), España (1743) o Austria (1757). Los intentos de conseguir poder
sobre Iglesias nacionales continuaron, con logros como el tribunal de la Rota, organismo bajo el poder real obtenido
por Carlos tercero en 1773. Antes tuvo lugar el principal conflicto regalista del siglo que influyó en la supresión de
jesuitas, cuando el Monitorio de Parma (1768), documento que condena política regalista del ducado, provoca la
reacción de otros príncipes de la familia Borbón, que en España da lugar a la publicación del Juicio imparcial sobre el
Monitorio de Parma del conde Campomanes, y restablecimiento del exequátur o pase regio, autorización real para
documentos pontificios en desuso. La tensión regalista se acentúa con del sínodo diocesano de Pistoia (Toscana
1786), que aspira a reformar la iglesia en línea de las doctrinas episcopalistas, siendo condenada por Pío sexto. En
primeros años de la Revolución francesa se aprueba la Constitución Civil del Clero ( 1790), que supone el triunfo de
tesis galicanas y jansenistas, antes que Napoleón atacara directamente el poder de los papas.

Una de las repercusiones del regalismo fueron las expulsiones y supresión de la Compañía de Jesús, con oposición
desde sectores diversos, entre ellos ilustrados y jansenistas, desde el siglo 17 su bestia negra. El poder e influencia
de jesuitas y el apoyo del absolutismo explican las enemistades. La enemiga es específica, es un orden peculiar, ni
monjes ni frailes, dotada desde su fundación de protagonismo e importancia en el seno de la Iglesia, en que
cuestiones como probabilismo y laxismo moral, o defensa de ritos orientales le dan numerosas antipatías. No solo
ocupaban buena parte de confesonarios reales, su labor educativa con élites sociales y destacado papel individual,
congregaciones marianas y otras formas nuevas de devoción que originan envidias y enemistades entre otras
órdenes, que les disputaban aspectos como el influjo social o dominio de cátedras universitarias. La oposición no
provenía solo de fuera, sino también de dentro de la Iglesia, que explica el éxito de las medidas contra ellos. En
España la defensa de creencia en la inmaculada concepción les enfrenta a los dominicos, otra orden que preocupa
por el cultivo intelectual y compite con ellos por el confesionario regio. La clave contra jesuitas es su oposición al
regalismo y sumisión al papado, ya que una de sus características es que sus miembros destacados, y profesos,
hacían voto de obediencia al Papa. Desde mediados de siglo tuvo importancia el enfrentamiento con la casa de
Borbón. Algunas cuestiones les desgastan, especialmente en conflictos de las reducciones del Paraguay o quiebra de
las empresas comerciales en la Martinica del padre Lavalte, que le lleva a la expulsión de Francia. Primero fueron
expulsados de Portugal (1759), después en estados de los Borbones (entre 1764 Francia, y 1768 Parma). La
expulsión en España, apoyada en la acusación de participar en los motines de 1766, dio paso a la elaboración de una
pesquisa secreta que, por métodos variados, recopiló material en su contra. Con los datos, el conde de
Campomanes, fiscal del Consejo de Castilla, escribió el Dictamen final en que se basa la expulsión, que constituye
una suma de todos los argumentos. El odio llevó a las órdenes borbónicas, a conseguir en el conclave de 1769 la
elección del franciscano Clemente catorce quien, influido por pretensiones como el nuevo embajador español José
Moñino, que firmó el breve Dominus ac Redemptor (1773), decreta la suspensión de la compañía, y en compensación
Francia y Nápoles devolvieron los territorios ocupados al papa como reacción al Monitorio de Parma, la primera
Aviñón y Venaissin, y Nápoles, Benenvento y Pontecorvo.

Las expulsiones y supresión dieron origen a una desamortización eclesiástica, y sus bienes sirvieron de base para
parroquias, seminarios e instituciones educativas. Los soberanos no católicos protegen a los jesuitas, como el
protestante Federico segundo de Prusia y la ortodoxa Catalina segunda de Rusia. María Teresa de Austria
inicialmente neutral, acabó respaldando a los borbones antijesuitas, bajo influencia de sus hijos, futuro José segundo,
corregente de Austria desde 1765, y María Carolina, consorte de Nápoles desde 1768. La Compañía de Jesús se
restablece en 1814.
La decadencia religiosa afecta al mundo protestante, especialmente las más organizadas, como el calvinismo
neerlandés, afectando desde finales del siglo anterior por tolerancia o descristianización, o de la anglicana, cuya
jerarquía se convirtió en un cuerpo de funcionarios al servicio del poder. Los wihgs exigían sumisión absoluta como
requisito para clérigos que desearan hacer carrera, al gremio porque el gobierno dominaba al episcopado, integrado
por la nobleza y gentry. La decadencia afectó menos a luteranos y otros menos organizados. Durante el siglo
continua pujante el pietismo alemán del siglo anterior, y de su seno surge una de las iniciativas reformistas más
notables, protagonizada por el conde Zinzendorf con una reacción contra el racionalismo ateo de la Ilustración y
contra la falta de tensión religiosa del protestantismo de su época. Tenía como arrendatarios de sus tierras de Sajonia
a grupos perseguidos de los hermanos moravos de inspiración husita, de Bohemia y Moravia, con los que crea la
Comunidad de Hermanos de Hernbut (1727).

Con ingredientes del pietismo, de hermanos moravos y de sus cosechas, se propuso crear pequeñas iglesias que
actúan como la levadura para revitalizar y unificar iglesias dentro de la confesión luterana, por lo que es también
unionista. La comunidad rígidamente organizada, con severas reglas, que afectan a vida familiar y atrae pietistas
alemanes y hermanos moravos, pero la alarma de nobles, gremios e Iglesia luterana provoca la reacción de
autoridades que les expulsan de Sajonia (1732). Se establecieron hermandades en otras zonas de Alemania,
Provincias Unidas, Países Bálticos, América Británica, e Inglaterra, y en 1747 se permite volver a Sajonia y su Iglesia
fue reconocida, a pesar de excesos irracionalistas y sensuales que dan argumentos a sus enemigos. En 1773 le
consagra el obispo de los hermanos moravos considerándoles renovadores en su iglesia.

Su influencia se extiende al reformador inglés John Wesley que, tras el contacto con los hermanos moravos de
Londres, se lanza a predicar con su hermano Charles exaltando experiencia religiosa, perfeccionamiento con el amor
a Dios y santificación mediante los sacramentos. Al no permitirle predicar en iglesias lo hizo en cales con gran éxito
entre clases medias y bajas, con una propuesta de religión de corazón y solidaridad humana. Su Iglesia se basa en
pequeñas comunidades que tiene prácticas religiosas que vigilan y ayudan para buscar la salvación. Eslay no deseó
el establecimiento de una nueva Iglesia, sin no continuar en el seno del anglicanismo. El nombre de metodismo
donde se conoce su reforma procede del método y disciplina interior que elaboró, logrando una amplia difusión por
Bran Bretaña y Norteamérica, donde se convertirá en la confesión más numerosa con la predicación de Whitefield.
Importante en el metodismo fue su preocupación social, que llevó a postular la reforma de prisiones y abolición de la
esclavitud. Siguiendo a Leibniz y otras, en Francia el abogado del Parlamento de París se dirige a sus seguidores, en
tiempo de Luis 16, partiendo de la base que las diferencias entre cristianos eran escasas pero no parece que todos
piensen lo mismo.

Deísmo, masonería y descristianización.


Muchos ilustrados se oponían a las religiones reveladas, y defendían una religión natural, basada en la razón y
opuesta al Dios cristiano. Consideraban dogmas y milagros contrarios a la razón, que sí admite un dios creador, ser
supremo o causa primera, arquitecto del mundo, geómetra o relojero, autor de leyes eternas e inmutables de la
naturaleza, cuya existencia se aprueba por la perfección de esta, pero que no interviene en asuntos del mundo ni
humanos. Tales son las características básicas de esta postura conocida como deísmo, que tiene paralelismos con
los librepensadores, quienes reclaman para la razón la independencia de criterios sobrenaturales, con la peculiaridad
de aceptar un dios al que se llega con la razón. Más que un deísmo habría que hablar de más, por la dificultad de
reducir a una las diversas posturas. Los ingleses destacan en análisis teórico, frente al francés, más práctico y
generalizado, siento Voltaire uno de sus representantes y el más ingenioso.

El deísmo no surge en el siglo 18, ya que tiene precedentes anteriores. Importantes son los deístas ingleses, una de
las corrientes del pensamiento ilustrado, más potente en las islas. Johb Toland atacó al cristianismo y exaltó la
religión natural, en su obra Christianity not Mysterious (1696) donde rechaza estos como opuestos a la razón,
evolucionando a posturas cercanas al materialismo. Menos radical, Matthew Tindal defendió que le cristianismo era
un trasunto de la religión natural. Henry Saint-John, líder de los tories fue deísta, pero se cuidó de oponerse a la
Iglesia anglicana por los posibles problemas para su vida pública. Alexander Pope, también torie, representa un
deísmo poético. En su Ensayo sobre el hombre ensalzó la felicidad humana dispuesta por el artesano eterno,
diseñador de una sociedad en que cada uno tiene su lugar. Algunos deístas crearon una comunidad espiritual, con
himnos, titos y ceremonias. Por influjo de la masonería se saludaban con frases como “Florezca entre nosotros la
filosofía” y se respondía “con las demás artes liberales”.

La masonería se inspira en agrupaciones o confraternidades de maçons (albañiles) surgidas en la Edad Media ,


especialmente en la construcción de grandes templos. Basados en principios religiosos, se dotaron de símbolos y
contraseñas, con secreto para protegerse. Es la masonería que después será la operativa, que se mantiene en siglos
posteriores, y que a partir del siglo 17 acepta personas de clase social más elevada, con mayor o menor formación
intelectual, en calidad de miembros honorarios o free-maçons, origen del término “francmasón” que les identificará
posteriormente. En Gran Bretaña muchos fueron jacobitas, deístas o de otros grupos mal considerados, que
encontraron en la logia (nombre del local de reunión), una forma de relacionarse y organizarse. Al cabo, los
francmasones se separan de las agrupaciones originarias, y en 1717, fecha inicial de la masonería especulativa o
filosófica, 4 logias de Londres se federaron, constituyendo la Gran Logia de Inglaterra, que adoptó una estructura
interna basada en los gremios. En 1723 se aprobó las Contituciones de Anderson que la regiría.
Pronto se difunde por el continente, variando según países. Evolucionó y surgieron divisiones, como el rito escocés,
que se desarrolla en Francia avanzado el siglo. El recelo de las autoridades se debió a su esoterismo y secretismo.
En Francia fue más abierta y celebró reuniones con presencia de filósofos y otras gentes. En 1738 el gobierno
neerlandés la prohibió. Más adelante Clemente DOCE la condenó, y lo harían sus sucesores, a lo que se suman
prohibiciones de diversos gobiernos. En España apenas tuvo presencia, ya fue prohibida por Fernando sexto y su
hermano Carlos tercero la puso fuera de la ley primero en Nápoles, y luego en Madrid. En Prusia fue apoyada al
principio por Federico segundo, luego se sintió, y decepcionado, igual que Catalina segunda, reaccionó contra ella
en 1779. Llegó a América, primero la anglosajona y luego la ibérica. Franklin y los tres primeros presidentes de
EEUU fueron masones, aunque allí tuvo cuño británico, conservador, reglamentista y aristocrático, distinto del
anticlerical y politizando de los masones mediterráneos.

La masonería fue fruto de la Ilustración, con otras influencias. Opuesta a los ateos, defendía el deísmo, el culto al
gran arquitecto, la moral natural, la fraternidad y tolerancia. La razón y la idea de progreso eran parte esencial de sus
convicciones, que lleva a promover la virtud y caridad. Entre sus miembros pese a las jerarquías internas se
practicaba fraternidad e igualdad, si bien muchas logias estaban limitadas a nobles y la mayoría excluía mujeres y
judíos. Además, hubo en el siglo 18 numerosas sectas, destacan los Rosacruces, que reivindicaban precedentes en
siglos anteriores, o los iluminados (Illuminati) fundados en Baviera por Weishaupt (1776) para ayudar al triunfo de la
razón y religión natural.

En Alemania donde tuvieron mayor presencia ambas se mezclaron con la masonería, lo que contribuyó al
desprestigio de esta. A lo largo del siglo aumentaron ateísmo e indiferencia religiosa, especialmente en Francia, y se
extendió en ciertos ambientes la descristianización. En Francia Jean Meslier ("Mémoire despensées et des
sentiments") y la antología de Voltaire, ("Testament de Jean Meslier") que desde el deísmo y absolutismo ilustrado
desdibuja el ateísmo y el radicalismo político del primero, un párroco considerado fundador del ateísmo y
anticlericalismo franceses. El cura Meslier habla con acritud de la inexistencia de Dios, la falsedad de divinidades y
religiones, critica la Iglesia y a Jesucristo. Su ateísmo radical es una reacción frente a la injusticia y explotación del
pueblo, denuncia la vinculación de iglesia y el poder, y preconiza la revolución y abolición de la propiedad privada. De
la Ilustración arranca la fractura entre razón y fe, que produjo a su vez entre la cultura y la religión. Se emancipan al
tiempo que se inicia la marginación de lo sobrenatural, lo que suponía un cambio radical con respecto al pasado y
será una de las características del mundo actual. En otro sentido, la secularización tuvo efectos positivos como la
mejora de condiciones de vida de minorías religiosas y la desaparición de quema de brujas o decadencia de la
Inquisición.

TEMA 9: LAS RELACIONES INTERNACIONALES.


El siglo 18:

- Fue un periodo de intensas guerras.


- Los intereses o derechos dinásticos continuaron teniendo una enorme importancia en las relaciones entre
príncipes, como se puede apreciar en la gran cantidad de conflictos sucesorios que se produjeron.
- La religión fue disminuyendo su protagonismo.
- Desaparecida la hegemonía española y al final la francesa, el predominio se repartirá entre varias potencias,
lo cual fue un elemento de inestabilidad.
- Se profesionalizó la diplomacia, con el desarrollo de los grados propios de una carrera.
- Surgieron algunos centros específicos de formación: la efímera Academia Política creada en Francia por el
Marqués de Torcy, o el Institutum Historico Politicum de Estrasburgo (École Diplomatique), en el que se
formarían numerosos diplomáticos franceses. En este punto, lo habitual es que se aprendiera con la práctica
y con libros como El Embaxador, escrito en el siglo 17 por el español Juan Antonio de Vera y Zúñiga, L
´Ambassadeur et ses fonctions de Abraham de Vicquefort y De la manière de négocier avec les souverains
de François de Callière.
- El número de embajadas y de representaciones creció de forma considerable, al igual que la red consular
para las cuestiones económicas y comerciales.
- La diplomacia quedaba reservada a súbditos del príncipe al que representaba, con la excepción de Rusia en
la que había numerosos extranjeros. Los diplomáticos solían proceder de la nobleza, aunque no siempre de
la más alta. Para el buen éxito de su actividad, las secretarías de estado encargadas de los asuntos
exteriores desarrollaron servicios auxiliares de traductores, archiveros, expertos en cifras y asesores jurídicos
entre otros.

La Guerra de Sucesión de España.


En 1700, tras la muerte de Carlos segundo, la mayor parte de las potencias europeas, a excepción del Imperio (que
defendía los derechos del Archiduque Carlos), reconocieron como heredero a Felipe quinto. Sin embargo, Luis
catorce, que influía descaradamente en su nieto no tardó en sacar beneficio de la situación. Así Luis 14, proclamó
los derechos de Felipe al trono francés y se apresuró a enviar tropas a los Países Bajos Españoles, de donde expulsó
a las guarniciones neerlandesas establecidas en virtud de la Paz de Ryswick. También mandó flotas y comerciantes
franceses a los puntos estratégicos del comercio hispano con las Indias y logró la concesión a una compañía
francesa del monopolio del tráfico de esclavos (1702). Su prepotencia alertó a Inglaterra y a las Provincias Unidas,
que decidieron apoyar al Emperador, con quien constituyeron la Gran Alianza de la Haya (1701). La respuesta de
Luis 15 fue reconocer como rey de Inglaterra al pretendiente Estuardo, Jacobo tercero, lo que provocó toda una
serie de oleadas de belicismo entre los whigs ingleses, que dirigían entonces el gobierno.

En Mayo de 1702, la Gran Alianza declaró la Guerra a los Borbones, iniciando un proceso que afectaría a buena
parte de Europa, en el que entraban en juego dos cuestiones esenciales: la hegemonía continental vinculada a la
posesión de toda o una parte sustancial de la herencia de Carlos segundo, y el comercio colonial. El conflicto dividió
al continente europeo en dos bandos antagónicos:

- Los aliados: a quienes se unieron Dinamarca, Prusia, la mayoría de los Príncipes Alemanes, y a partir de
1703, Saboya y Portugal. - Por otra parte: Francia y España, a los que apoyaron únicamente el elector
de Baviera y el Duque de Mantúa.

El 12 de Septiembre de 1703, en Viena, los Aliados proclamaron Rey de España al archiduque Carlos de Habsburgo
con el nombre de Carlos tercero. La unidad de ambos bandos distaba de ser real, y existían dentro de ellos grandes
desavenencias, especialmente entre los Aliados. Por ejemplo, Inglaterra y las Provincias Unidas tenían sus propios
objetivos, y más que defender los derechos del Archiduque, pretendían un reparto de la Monarquía de España.

La Guerra se desarrolló en el norte de Italia, los Países Bajos, el Rin, y ocasionalmente Francia. A España apenas le
afectó hasta 1705 y se desarrollaron acciones menores en ambas Américas. Las primeras batallas importantes se
dieron en el norte de Italia, concretamente en Baviera en 1704, cuando los Aliados, mandados por el Duque de
Malborough, el príncipe Eugenio de Saboya y Luis de Baden, vencieron en dos ocasiones sucesivas a las tropas
francesas y bávaras, que pretendían tomar Viena, la segunda de ellas es la Batalla de Höchstädt, con el resultado
de que Baviera permanecería ocupada por los austriacos hasta el final de la guerra y Francia, amenazada, hubo de
abandonar los territorios alemanes. Los franceses también sufrieron retrocesos en los Países Bajos y en el Norte de
Italia, donde su alianza con Saboya se había roto en 1703.

Por primera vez, en 1705, Luis 14 intentó negociar, dispuesto a un reparto de los territorios de la Monarquía de
España. Pero la situación empeoró (según Joaquim Albareda, 1706 fue el annus horribilis para el bando borbónico).
En Mayo el triunfo del inglés John Churchill, duque de Malbourgh, en Ramillies (norte de Namur), obligó a los
franceses a abandonar buena parte de los Países Bajos españoles. En Italia tuvieron que levantar el asedio a Turín,
tras lo cual, los aliados conquistaron los Ducados de Milán y Mantua, y en la Península Ibérica, una expedición aliada
conquistó Madrid, brevemente, durante el verano.

En 1707, se produjo la gran divergencia entre la gran guerra internacional y la que se combatía en España. En la
Guerra Internacional, una expedición austriaca de 10.000 soldados se apoderó sin apenas resistencia del Reino de
Nápoles. En dos años, España había perdido ante Austria sus dos principales enclaves italianos. Cuando peor
estaban las cosas para el bando borbónico, el Duque de Berwick, hijo natural del desposeído rey de Inglaterra
Jacobo segundo Estuardo, derrotó a las tropas aliadas en la Batalla de Almansa, que cambiaría el rumbo de la
guerra en la Península Ibérica, facilitando la conquista de los Reinos de Valencia y Aragón y el inicio de la de
Cataluña.

El avance aliado en Europa continuaría en los años siguientes. En 1708 conquistaron el Reino de Cerdeña y lograron
el importante triunfo de Oudenarde, en el alto Escalda, que obligó a los franceses a retroceder a la zona entre Gante
y Brujas. Meses después los Aliados entraron en territorio francés donde se apoderaron de localidades apoderadas
anteriormente por Luis 14, como por ejemplo Lille. En 1708, la situación de las tropas de Luis 14 llegó al límite tras la
rendición de Tournai y Mons. A ello había que sumar el invierno tan frío que llevó a una mala cosecha, extendiendo la
carestía y el hambre. Tras la derrota en la llanura de Malplaquet (septiembre 1709) y las posteriores conquistas
aliadas, Luis 14, con su territorio invadido por el ejército procedente de los Países Bajos y el país exhausto, estuvo a
punto de abandonar a Felipe quinto a su suerte en las Conversaciones de Paz de Gertruydenberg (1710), y solo
lo impidió la presión excesiva de los aliados, quienes le exigieron que contribuyera a expulsar a su nieto del trono, a
lo cual se negó.

En 1710, se produjo en España el proyectado ataque aliado, una vez que el emperador José primero, tras vencer a
los rebeldes húngaros, a los que apoyaba Luis 14, pudo enviar tropas a Barcelona. Una segunda expedición
(después de 1706), les permitió reconquistar el Reino de Aragón y entrar de nuevo en Madrid, pero por poco tiempo,
sufriendo en su retirada las derrotas de Brihuega y Villaviciosa en diciembre de 1710, a manos del Duque de
Vendôme, que les impidieron conservar el Reino de Aragón.

Pese a los éxitos borbónicos en el frente español, la Guerra en Europa mantenía la tendencia que tuviera desde el
principio, claramente favorable a los aliados. Pero la situación cambió con la nueva década: como la llegada al poder
de los Tories (1710) en Inglaterra, que cansados de la guerra y los daños a sus intereses mercantiles se inclinaban al
pacifismo, o la muerte del Emperador José primero en 1711, que convirtió al archiduque en el nuevo emperador
Carlos sexto. La solución austriaca dejaba de convenir a sus aliados, para convertirse más bien en una amenaza.
Ambas circunstancias, junto al cansancio de los combatientes, el incendio de Río de Janeiro por los corsarios
franceses (1711) o el triunfo del Duque de Villars sobre Eugenio de Saboya en Denain (1712), aceleraron las
conversaciones de paz. Por otra parte, la Guerra de España se había decantado claramente en favor de Felipe
quinto, gracias sobre todo al apoyo de los castellanos. La resistencia austriaca continuó, con dos enclaves que
tardaron en caer. El 11 de Septiembre de 1714, el general francés Duque de Berwick tomó Barcelona, y al año
siguiente fue conquistada Mallorca.

El Sistema de Utrecht.
En las conversaciones de paz había un temor a que se reforzaran demasiado las Casas de Borbón o Habsburgo, lo
que llevó a iniciativas como la formulada por los Británicos en 1712, y que fue aceptada por Luis 14 aunque no por
Felipe quinto, de que el Duque de Saboya fuera coronado rey de España y Felipe quinto obtuviera a cambio Sicilia,
Piamonte y Saboya, manteniendo como era el deseo de su abuelo, sus derechos a la Corona de Francia.

Otra posibilidad, sugerida por el archiduque-emperador era que España y Las Indias pasaran al Duque de Saboya,
que le entregaría a cambio sus estados y le reconocería de forma honorífica, el título de Rey de España, además de
casar al príncipe de Piamonte con una de las hijas del fallecido emperador José primero. El problema de fondo era,
que Luis 14 no aceptaba la renuncia de Felipe quinto al trono de Francia, lo que incrementaba las posibilidades de
que un tercero, el Duque de Saboya (descendiente de Felipe segundo, y citado en el testamento de Carlos
segundo) se convirtiera en Rey de España.

Al final, Felipe quinto aceptó la exigencia británica de renunciar a sus posibles derechos a la Corona de Francia,
haciéndolo formalmente ante las Cortes de Castilla el 5 de Noviembre de 1712, y el Tratado firmado en Utrecht en
1713 (complementado con los de Rastatt y Baden de 1714) fue mejor para él de lo que podía haber sido.

La derrota del bando borbónico en la guerra europea supuso la desmembración de la Monarquía transmitida por
Carlos segundo a Felipe quinto. El objetivo de Carlos II en su testamento de mantener íntegra su Monarquía se
incumplió. En adelante, España se reduciría básicamente al territorio actual, aunque conservó su imperio ultramarino.
Las paces reorganizaron Europa mediante el reparto de los territorios que habían pertenecido a la Monarquía
de España, pero marcaron la derrota final de Luis 14 y el fin de la hegemonía francesa.

Las paces incluían acuerdos de carácter político, territorial y comercial. Entre los acuerdos de carácter político
destaca el reconocimiento de Felipe quinto como rey de España, que aceptaron todos los firmantes a excepción del
Emperador, quien seguiría utilizando el título de Rey de España (Carlos TERCERO). Luis 14 se vio obligado a
interrumpir su apoyo a los Estuardo. Dos soberanos europeos fueron elevados a la categoría de reyes: el elector de
Brandeburgo que había obtenido del Emperador el título de Rey de Prusia y el Duque de Saboya que pasó también a
ser rey al recibir de España el Reino de Sicilia. También se aceptó la creación por Leopoldo primero (1692) del
noveno electorado imperial: Hannover, vinculado a Inglaterra por el Act of Settlement (1701), que adjudicaba a los
duques la sucesión del trono inglés, como habría de hacerse efectivo en 1714 cuando el duque elector Jorge Luis se
convirtió en Jorge primero de la Gran Bretaña.

Austria, que mantuvo en su poder el Ducado de Mantua recibió, todos los dominios europeos que hasta entonces
dependían de España, a excepción de Sicilia: Los Países Bajos, Luxemburgo, el Ducado de Milán, los presidios de
Toscana, el Reino de Nápoles y el de Cerdeña. El Duque de Saboya obtuvo Sicilia y territorios de la Lomellina y la
Valsesia y el Ducado de Monferrato.

Francia tuvo que abandonar algunas de las localidades más avanzadas conseguidas recientemente en los Países
Bajos: Furnes, Ypres, Menin, Tournai y Poperinghe, y demoler las fortificaciones de Dunquerque, frente a la costa
inglesa. Pero sus pérdidas principales fueron en América, donde tuvo que ceder a Inglaterra, Acadia y la Isla de
Terranova, importantes por las pesquerías como la Bahía de Hudson, en la que se abastecía de pieles, y la Isla de
San Cristóbal, en las Antillas. A cambió incorporó definitivamente el Ducado de Orange.

Las Provincias Unidas fueron poco recompensadas, recibieron el derecho a situar guarniciones, de carácter
eminentemente defensivo, en una zona fronteriza entre los Países Bajos y Francia, la llamada barrera, que abarcaba
las plazas de Tournai, Menin, Ypres, Furnes, Mons, Charleroi, Gante y Namur. Prusia, pasó a dominar el Güeldres
español y el principado de Neuchâgel en Suiza.

Fue realmente curioso que el botín de Gran Bretaña en Europa se redujera a Gibraltar y Menorca, tomados ambos
por sus agrupaciones navales en el curso de la guerra, el primero en 1704 y Menorca en 1708, ya que su interés
prioritario estaba en el ámbito marítimo y mercantil. Por ello, las llamadas cláusulas comerciales le abrían unas
enormes posibilidades en las Indias Españolas.

Gran Bretaña recibió el derecho de asiento y el navío de permiso. El primero le permitía durante 30 años el
monopolio del comercio de negros (4.800 esclavos anuales), con una escala en el Río de la Plata, mientras que, por
el segundo, tenía derecho a enviar, una vez al año con cada flota española y libre de aranceles, un buque mercante
de 500 toneladas a las Indias Españolas (Veracruz y Portobelo). Estas concesiones supusieron la primera quiebra
legal del monopolio hispano sobre el comercio de sus Indias. La realidad superaría con creces ambas concesiones.
Las cláusulas comerciales afectaban también a Francia, que hubo de conceder a Gran Bretaña el restablecimiento
del arancel de 1664, mucho más liberal que el de 1667 y se comprometió a otorgarle el tratamiento de nación más
favorecida, al tiempo que renunciaba a los privilegios concedidos por Felipe quinto a los comerciantes franceses.
Gran Bretaña se consolidaba como la gran potencia mercantil del futuro, apoyada además en las grandes
ventajas que el Tratado de Methuen le otorgaba en relación con Portugal y sus colonias.

La Paz de Utrecht consolidó el predominio comercial británico frente a Francia, en una época en la que las Provincias
Unidas estaban ya muy lejos de su antiguo esplendor. En adelante, los capitales de los neerlandeses se dirigían con
mayor frecuencia hacia las empresas, las compañías y los empréstitos ingleses que hacia los negocios de su propio
país. La rivalidad colonial anglo-francesa no estaba aún resuelta y se agudizaría durante el siglo 18, aunque la Paz
de Utrecht inclinaba claramente la balanza en favor de Gran Bretaña. Los territorios cedidos por Francia fueron el
primer paso hacia el monopolio británico de América del Norte, que llevaría a nuevos conflictos, ya que el Canadá
francés se veía acosado por los británicos y los territorios oficialmente franceses desde el río San Lorenzo al
Mississippi lindaban ya con colonos ingleses.

El objetivo principal de los tratados era evitar que pudiera surgir una nueva hegemonía. Solo la existencia de una
normativa de carácter superior podía poner cierto freno, pero el Derecho internacional apenas se había desarrollado.
No quedaba otra alternativa que la fuerza disuasoria y es lo que trató de hacerse al establecer el sistema del
equilibrio europeo o balance of power. Su base eran Francia y Austria, dos poderes fuertes y enfrentados, quedando
Gran Bretaña como el fiel de dicha balanza, el garante exterior desde su aislamiento insular y su dominio de los
mares. Pero el principio rector de las relaciones internacionales exigía la colaboración de todos, que es lo que se
intentó realizar con poco éxito, mediante la organización de congresos (Cambrai y Soissons).

Gran Bretaña y Francia como garantes de la paz.


El sistema diseñado en las paces que pusieron fin a la Guerra de Sucesión era de un equilibrio inestable, no por
Francia, sino por Austria. El emperador seguía reivindicando la herencia española, a lo que se uniría su carencia de
un heredero varón, que convirtió la sucesión en la obsesión diplomática de Carlos sexto, obligándole a una
negociación continua en el Imperio y en las Cancillerías europeas para conseguir que reconocieran la Pragmática
Sanción promulgada en 1713. Tal disposición establecía el derecho preferente de sus hijas en caso de ausencia de
varón, pero su aceptación internacional no iba a ser fácil, y muchos países lograron sacar partido de su debilidad.

Inglaterra, molesta por las ambiciones mercantiles del emperador, no la aceptó inicialmente. Francia, vio la ocasión
para debilitar al enemigo. Carlos sexto fue sumando apoyos en diversas cortes del Imperio, pero no pudo evitar los
movimientos en su contra, estimulados en su mayor parte por Francia. Los problemas citados impidieron a Austria
ejercer el papel como segundo centro de gravedad de la política de equilibrio. Ello obligó a una temprana rectificación
del esquema inicial, sustituido por una alianza entre la Gran Bretaña y Francia acordada ya en 1716 una vez
desaparecido Luis 14, que no se rompería hasta 1731.

El primer ataque al equilibrio surgió con el revisionismo español de Utrecht, consecuencia del malestar por la
pérdida de los territorios italianos. Se trataba de una reivindicación del monarca Felipe quinto, quien había viajado a
sus posesiones italianas, que seguía considerando parte de su patrimonio dinástico. Otro elemento era que los
intereses de la segunda esposa del monarca, Isabel de Farnesio (Farnese), quien tenía evidentes posibilidades
sucesorias tanto a los Ducados de Parma y Piacenza, pertenecientes a su familia, como al de Toscana, carente de
heredero. A todo ello se unió a que el consejero de Felipe quinto fuese entonces el eclesiástico parmesano Giulio
Alberoni, que había desempeñado un papel muy importante en el matrimonio del rey. Con el pretexto de un incidente
motivado por la detención en Milán del inquisidor general José Molines, se organizó una flota, que conquistó sin
demasiados problemas Cerdeña en 1717, aprovechándose que el emperador estaba ocupado en la guerra contra los
turcos (1716-1717). La facilidad de la conquista, a la que colaboró el apoyo de los sardos, estimuló una segunda
expedición, en la que se apoderó del Reino de Sicilia, en manos desde Utrecht del duque-rey de Saboya, también
con apoyo interior.

Las dos conquistas eran prueba de la capacidad naval y militar de España, pero, no obstante, la preparación
diplomática de las mismas no había logrado el apoyo francés, por lo que Francia, las Provincias Unidas, Gran
Bretaña y Austria constituyeron la Cuádruple Alianza (1718). En agosto, la flota inglesa infligió a la española una
severa derrota en la Batalla del Cabo Passero, en el extremo suroriental de Sicilia. En diciembre, el resto de los
integrantes de la alianza declararon la guerra a España, que hubo de negociar después de que un cuerpo de ejército
francés tomara Fuenterrabía y San Sebastián.

Por el Tratado de la Haya (1720) Felipe quinto renunció a las conquistas, se adhirió a la alianza, aceptó sin
condiciones las cláusulas de
Utrecht y renunció nuevamente a sus aspiraciones al trono francés. Ya en sus primeros contactos, el regente y el
ministro inglés James Stanhope habían acordado satisfacer tanto a Austria como a España. A cambio de que
abandonara cualquier tipo de reivindicación sobre esta, el emperador recibiría el Reino de Sicilia, inmediato a
Nápoles, que cambiaría al duque-rey de Saboya por el menos importante de Cerdeña. En España, el infante Carlos
de Borbón, hijo mayor de Felipe V e Isabel de Farnesio, sería reconocido como heredero del gran ducado de
Toscana. De momento, solo tuvo efecto el cambio de Sicilia por Cerdeña.
La primera crisis del sistema de Utrecht había reforzado la alianza franco-británica, que se veía respaldada por las
ambiciones del regente a heredar el trono en caso de que muriera el pequeño Luis 15, y por la necesidad de apoyos
de Jorge primero, recién instalado en el trono británico. El acuerdo entre ambas coronas fue una solución débil y
provisional. La emergente supremacía rusa en el báltico era una amenaza para la hegemonía marítima británica, lo
mismo que las ambiciones de Austria en el comercio marítimo, al que accedía desde el norte del Adriático y, sobre
todo por los puertos de los Países Bajos. En cuanto a Francia, la mala sintonía con la rama española de la rama
Borbón era un fuerte elemento de debilidad. Para reforzar la relación familiar firmaron un tratado defensivo en 1721,
que estipulaba un doble matrimonio hispano-francés que incluía a Luis 15 y al Príncipe de Asturias y acordaba la
colaboración francesa para la recuperación de Gibraltar, después se unieron a este acuerdo el rey de Inglaterra y el
Duque de Hannover, que no tenían buenas relaciones con el emperador, comprometiéndose a solicitar del
Parlamento la devolución de Gibraltar.

El malestar español constituía en los primeros años 20 el principal motivo de inquietud en la política europea. El
objetivo de Italia no era ya tanto la recuperación de los antiguos reinos del sur, cuanto los ducados de Parma,
Piacenza y Toscana, cuyos duques carecían de sucesor directo. En 1724 se reunió en Congreso de Cambrai, para
resolver las tensiones suscitadas entre Austria y España a propósito de los ducados. Este intento de entendimiento
fue un fracaso, a lo que influyó la resistencia del emperador a renunciar a la soberanía sobre Parma y Piacenza o el
conflicto hispano-inglés sobre Gibraltar, y a lo que habría que sumar el alejamiento entre Francia y España. En Enero
de 1724 Felipe quinto abdicó, pero volvería al trono meses después tras la muerte de su hijo Luis primero.

Más tarde se produjeron una serie de cambios de alianzas que acercó a Madrid y Viena, las dos cortes necesitadas
de apoyo internacional para sus aspiraciones. El personaje clave en España fue el barón de Ripperdá, un aventurero
neerlandés que alcanzó un gran poder en la Corte.

El acercamiento a Austria implicaba para España el abandono de la alianza francesa. Semanas después, el 30 de
Abril de 1725 se firmó el Tratado de Viena, por el que el Emperador reconocía al rey de España y Felipe quinto la
Pragmática Sanción, ambos pactaban una alianza defensiva frente a Francia e Inglaterra, y Carlos sexto prometía
en matrimonio a una de sus hijas y aceptaba la herencia del infante Carlos a los tres ducados italianos.

A instancias de Gran Bretaña, se formó como reacción La Liga de Hannover, que incluía a Francia, las Provincias
Unidas y a Prusia durante un tiempo, que abandonó la Liga intimidada por la formalización de la alianza entre Austria
y Rusia en 1726. La situación no llegó a la guerra, gracias sobre todo a la llegada al poder en Francia del cardenal
André Hercule de Fleury.

Fleury, fue el principal consejero de Luis 15 entre 1726-1743, era partidario de una política de paz y deseaba
restablecer la alianza entre los Borbones, una vez caído Ripperdá, para lo que negoció con Viena y con Madrid. De la
primera logró el compromiso de suspender por 7 años los privilegios de la Compañía de Ostende y renunciar a las
ventajas mercantiles obtenidas de España, de quien consiguió que levantara el sitio de Gibraltar. Más tarde se formó
un congreso en Soisson (Francia) en 1728, para resolver los contenciosos entre Inglaterra y España, para lo que se
celebró también la Convención de El Pardo en 1728. Como el Cardenal esperaba, el entendimiento entre Viena y
Madrid, duró poco tiempo, por la reticencia austriaca a formalizar el matrimonio de Carlos y María Teresa y permitir la
entrada de guarniciones españolas en los ducados italianos. El resultado fue el restablecimiento de las alianzas
previas entre Francia, Gran Bretaña y España, formalizadas en el Tratado de Sevilla en 1729, que aseguraba al
infante Don Carlos la herencia de los ducados de Parma, Piacenza y Toscana. A finales de 1731 murió sin sucesión el
Duque de Parma y Piacenza, Antonio Farnese, y las tropas del emperador ocuparon los ducados, pero la mediación
inmediata de Inglaterra logró que se mantuvieran los acuerdos gracias a un nuevo tratado firmado en Viena en marzo
de 1731.

Las Guerras de Sucesión en Polonia y Austria.


En Polonia la muerte del rey Augusto segundo (quien era también elector de Sajonia y había obtenido la corona
polaca gracias a la ayuda rusa) en 1733 dio lugar a la Guerra de Sucesión al trono polaco (1733-1738), cuyo trono
electivo solía ser una fuente de problemas. El monarca fallecido había deseado que su sucesor fuese su hijo como
Augusto tercero, pero parte de la poderosa alta nobleza polaca defendió la candidatura de Estanislao Leczinski,
suegro de Luis 15, quien pese a todo ese apoyo aristócrata vio como el emperador elevó al trono al heredero,
Augusto de Sajonia, es decir, Augusto tercero. A cambio del apoyo imperial, éste apoyaría la Pragmática Sanción.
Por otro lado, Augusto contó (como su padre) con apoyo ruso, país que se movía por el interés de bloquear a
Leczinski, ya que éste era, a su vez, apoyado por Suecia, enemiga de Rusia (En resumen: Austria y Rusia eran
partidarias de Augusto tercero mientras que Francia, Suecia y la mayoría de la Dieta lo eran de Leczinski). Pese a
que en un primer momento Leczinski consiguió ser proclamado Rey de Polonia con el apoyo de la mayoría de la
Dieta Polaca, un ejército ruso invadió Polonia y logró entronizar a Augusto tercero aun contando con los apoyos de
un sector asambleario minoritario.

La guerra que siguió entre Francia y Austria (con sus respectivos aliados) fue la primera ocasión en que se
enfrentaron los dos grandes poderes de la balanza diseñada por Utrecht. Además de la neutralidad de las Provincias
Unidas, Francia contaba con los apoyos de España y de Saboya-Cerdeña. El acuerdo con España (Primer Pacto de
Familia -entre Borbones-, 1733), garantizaba la restitución de Gibraltar y la entrega al Infante Don Carlos de los
dominios que se conquistaran en Italia. Inglaterra, por su parte y pese a ser partidaria de Austria, prefirió mantenerse
al margen. Uno de los objetivos prioritarios de Francia era el Ducado de Lorena, lo que explica que dicho territorio
fuese uno de los frentes de batalla pese a su neutralidad.

Por otra parte, Francia deseaba alejar la guerra de la zona del Báltico para evitar que Provincias Unidas e Inglaterra
rompiesen su neutralidad. No obstante, la decisiva participación rusa determinó la victoria de Augusto TERCERO.
Austria, sin el apoyo prusiano e inglés perdió el Reino de Nápoles (Batalla de Bitonto, 1734) frente al ejército español del
Conde de Montemar. Posteriormente Austria perdió también Sicilia.

La Paz de Viena: Estipulaciones  El compromiso entre el duque Francisco tercero, Esteban de Lorena y la hija mayor
del emperador, María Teresa, permitió llegar a los acuerdos de paz preliminares de Viena en 1735. Pero el acuerdo de
paz, dadas las reticencias de Inglaterra, España y Saboya, se hizo esperar tres años, materializándose finalmente en
1738 en Viena. Los términos respetaban el trono polaco para Augusto tercero de Sajonia, pero en compensación
Estanislao Leczinski recibiría el ducado de Lorena, aunque solo en régimen vitalicio, pues el territorio debía pasar a
Francia a su muerte. Francisco tercero, esposo de María Teresa, quedaba como Gran Duque de Toscana mientras que
Parma y Piacenza pasaban al emperador. El infante español Carlos de Borbón tuvo que renunciar a los ducados italianos
cedidos en el Tratado de Sevilla, pero como contraprestación se le reconoció un botín más jugoso: Los Reinos de
Nápoles y Sicilia, junto con los presidios de La Toscana. Saboya por su parte recibía las ciudades de Novara y Tortona, y
Francia aceptaba la Pragmática Sanción.
Resultado de la Guerra  España Lograba revertir en beneficio de su dinastía parte de las pérdidas sufridas en
Utrecht, equilibrando el predominio austriaco sobre Italia con su presencia en Nápoles y Sicilia. Francia perdió
influencia en el Este y en el Báltico, en beneficio sobre todo de Rusia. Dicha pérdida de poder en la zona (sumada al
alejamiento franco-británico) llevó a Francia a formar una entente con Austria, cuyo entendimiento derivó, entre otras
cosas, al freno de las ambiciones españolas en Italia.

La Sucesión en Austria  Aunque Gran Bretaña tardó en intervenir, la Guerra de Sucesión austriaca (1740-1748)
fue escenario del primer choque entre británicos y franceses desde el conflicto de la Sucesión de España. Pese a que
muchos países habían reconocido la Pragmática Sanción, la presencia de una mujer en el trono austriaco acabó por
despertar los apetitos tanto del Duque Carlos Alberto de Baviera como del Rey de Polonia (que también era Duque
elector de Sajonia) Augusto tercero, ambos casados con sendas hijas del emperador José primero y reclamando el
trono austriaco para sí. El detonante de guerra fue la acción de Federico segundo de Prusia, que aprovechando el
desconcierto momentáneo por el conflicto sucesorio ocupó en 1740 la rica región de Silesia. Francia, que inicialmente
había reconocido a María Teresa, se retractó y apoyó ahora a Carlos Alberto de Baviera, organizando con Prusia una
coalición a su favor, a la que se sumaron los electorados de Sajonia, El Palatinado, y los tres eclesiásticos (Maguncia,
Colonia y Tréveris). Siete de los nueve votos para elegir emperador le avalaban.

Las tropas francesas y bávaras tomaron Linz y Praga en 1741, al tiempo que el Duque de Baviera Carlos Alberto se
coronaba Rey de Bohemia y en 1742 se convirtió en el Emperador Carlos séptimo (no es de extrañar si contaba con
7 votos de los 9). Pero los austriacos, con respaldo húngaro, movieron ficha y tomaron Múnich el mismo día que el
emperador era coronado en Frankfurt. En realidad, la coalición que respaldaba al ahora emperador estaba unida por
lazos débiles, y ya en 1742 Prusia firmó la paz con Austria, y también se retiró de la refriega Sajonia.

Gran Bretaña tardó en intervenir porque estaba ocupada en la Guerra Colonial con España. El “nuevo” Primer
ministro británico William Pitt, sucesor de Walpole, consideraba necesario frenar a Luis 15, respaldar a Austria y
hacer de Alemania un enemigo de Francia en el continente. Una de sus primeras iniciativas fue una alianza defensiva
con Prusia (Tratado de Westminster, 1742, con Federico segundo). En 1743 el Duque-Rey de Saboya y Cerdeña
se pasó al bando de los Habsburgo a cambio de cesiones territoriales en Milán. Un mes después, el Segundo Pacto
de Familia entre Borbones (Tratado de Fontaineblau) vinculaba a España al bando francés (España también se
movía por sus intereses sobre Italia, dada la herencia italiana de Isabel de Farnesio). En Junio de 1743 la victoria
anglo-hannoveriana en Dettingen permitió unir éste ejército con el austriaco, cuyas tropas penetraron la Baja Alsacia.
Pero Federico segundo, alarmado por el avance austriaco, volvió a entrar en acción. En 1744 firmó sendos pactos
con el emperador Carlos séptimo y con Francia, dando lugar a la 2ª Guerra de Silesia (1744-45), en la que su
ejército invadió Bohemia y tomó Praga, lo que obligó a Austria a concentrar sus fuerzas en ese punto. No obstante, la
llegada de las tropas de Carlos de Lorena obligó a Federico a replegarse, firmando la paz con María Teresa a finales
de 1745.

Mientras tanto en el Norte tropas francesas comandadas por Mauricio de Sajonia iniciaron la conquista de Los
Países Bajos tomando buena parte del territorio incluida Bruselas (1746). Las reducidas tropas austriacas,
menguadas por la necesidad de atender otros frentes, fueron ayudadas por Gran Bretaña y Provincias Unidas. En el
frente italiano, los enfrentamientos franco-españoles y austro-saboyanos se dieron en Niza, Saboya, Génova, Milán y
el Valle del Po. Pero la muerte de Carlos séptimo en 1745 facilitó la reconciliación, pues su hijo Maximiliano Alberto
firmó la Paz con María Teresa y reconoció como emperador al marido de ésta, Francisco de Lorena. Tanto Francia
como Inglaterra y España deseaban concluir las hostilidades, por lo que se reunió en Aquisgrán un congreso (que
manifiesta de nuevo el auge de la diplomacia) que llegó al Tratado de Aquisgrán (1748), en el que los contendientes
se devolvieron las conquistas territoriales. Significó además el reconocimiento definitivo de la Pragmática Sanción,
que confirmó a María Teresa como heredera en los territorios Habsburgo y a su esposo como emperador. Austria
hubo de ceder a Saboya parte del Milanesado; y al Infante Felipe de Borbón (segundo hijo de Felipe quinto e Isabel
de Farnesio) los Ducados de Parma, Piacenza y Guastalla. Con ello se completaba la instalación en Italia de los dos
primeros hijos varones del segundo matrimonio de Felipe quinto, lo que a efectos prácticos significó el aumento de la
presencia borbónica en Italia.

Pero la peor pérdida para Austria fue Silesia, que hubo de ceder a Prusia. Los acuerdos de Aquisgrán dejaron
insatisfechos a varios contendientes (Austria, Francia, España –que ansiaba Gibraltar y Menorca-). Y es que, en
realidad, las dos grandes fricciones (rivalidad austroprusiana y enfrentamiento colonial anglo-francés) no estaban
resueltas, lo que hizo que muchos viesen los pactos de Aquisgrán como una tregua.

El ascenso de Prusia alteró la balanza de poderes establecida en Utrecht. Dentro del ámbito alemán supuso un
competidor para Austria, lo que llevó a María Teresa a replantearse sus alianzas. Con el objetivo de intentar
recuperar Silesia, la Reina encomendó a su embajador en Versalles que estudiase allí establecer una posible alianza
secreta. También el auge prusiano motivó un acercamiento ruso-británico.

La Guerra de los siete años


La guerra llegaría derivada de las conflictivas relaciones coloniales anglo-francesas. Ya anteriormente hubo
escaramuzas tanto en Norteamérica como en La India, y tras la Paz de Aquisgrán los problemas no hicieron más que
aumentar. Las tensiones derivaron en choques en la desembocadura del rio San Lorenzo, la zona de los Grandes
Lagos y el Valle de Ohio, lo que llevó a Francia a declarar la guerra a Inglaterra. Mientras en el continente, Federico
segundo de Prusia, receloso del poder francés, firmó con Inglaterra un tratado de garantías territoriales mutuas
(Tratado de Westminster, 1742, con William Pitt). Como el documento solo cubría posesiones terrestres en el
continente europeo, la guerra marítima-colonial anglo-francesa recién declarada quedaba excluida del compromiso y
por lo tanto en teoría no le afectaba. No obstante, una indignada Francia propició el cambio de alianzas que acabó
con el eterno antagonismo franco-austriaco, convirtiendo a Austria en su aliada. Este acercamiento entre potencias se
formalizó en el primer Tratado de Versalles, 1756, donde Austria y Francia firmaron un pacto defensivo en caso de
agresión británica. Al pacto se sumaría Rusia, pues la Zarina Isabel también consideró el Tratado de Westminster
poco menos que un insulto. Se formaría así una Triple Alianza: Francia-Austria-Rusia.

La alteración de alianzas despertó oposiciones, pero los bloques se consolidaron irremediablemente y llevaron a la
guerra, nuevamente como consecuencia de la acción de un osado Federico segundo, que esta vez optó por invadir
Sajonia. Sajonia no era territorio fácil de tomar, ya que pertenecía a Augusto tercero: Rey de Polonia, Duque
Elector de Sajonia, aliado de Austria, casado con María (hija del emperador José primero de Habsburgo), y suegro de
Luis, Delfín de Francia. No era objetivo aconsejable. La agresión prusiana propició en 1757 el Segundo Tratado de
Versalles, que convirtió la triple alianza defensiva en ofensiva, incorporándose a la misma Suecia (4 aliados ahora),
que ambicionaba Pomerania. Por su parte el eje aliado británico-prusiano logró el apoyo de algunos príncipes
alemanes. Se planteaba una guerra general de la que quedaban fuera España (con un Fernando sexto decidido a
mantener su neutralidad pese a ser requerido por ambos bandos) y Provincias Unidas.

Comenzaba así La Guerra de los Siete Años (1756-63), caracterizada no solo por la incorporación de las colonias a
los conflictos europeos, sino también por el hecho de que tanto a Francia como a Gran Bretaña les interesó mucho
más la guerra marítima que continental. En realidad, se desarrollaron dos conflictos paralelos: uno entre Francia e
Inglaterra en los mares, las colonias y la parte occidental de Alemania; y otro entre Federico segundo y la coalición
de enemigos que él solo se forjó, librada en Alemania Oriental, Silesia y las fronteras bohemias y polacas.

Tras penetrar Sajonia, Federico segundo entró en Bohemia, con intención de tomar Praga, pero la derrota ante los
austriacos en Kolin, 1757 le obligó a replegarse. Sin poder contar con ayuda de sus aliados británicos (estaban
ocupados combatiendo a los franceses en el conflicto marítimo-colonial), Prusia vio amenazado su territorio desde
varios flancos. Pero cuando Prusia estaba a punto de ser asfixiada, la habilidad militar de Federico II le permitió
aplastar a una coalición franco-austriaca en Rossbach (Sajonia), recuperando Silesia y expulsando a los rusos en
1758 (supremacía Prusiana ante los tres aliados: Austria, Francia y Rusia). Renovó el pacto con Gran Bretaña, la cual
aumentó los recursos y tropas que aportaría a la alianza. Prusia se manifestaba como potencia en la zona. Francia
por su parte, hostigada por el Duque Fernando de Brunswick-Lüneburg, tuvo que abandonar en la retirada el Ducado
de Hannover. La derrota francesa en Krefeld ante el Duque, en 1758, les desplazó más allá de la orilla occidental del
Rin. Pero en el frente mediterráneo los franceses tomaron Menorca a los ingleses (1756), lo que generó una crisis
política británica que acarrearía el nombramiento de Pitt como secretario de Estado. El nuevo ministro francés, duque
de Choiseul, decidió firmar un acuerdo con Viena (Tercer Tratado de Versalles, 1759) ante la situación de
emergencia de las colonias francesas, para centrar así su dedicación al conflicto marítimo, lo que sin embargo no
evitó derrotas navales y ataques a puertos, con el consiguiente perjuicio comercial.

Mientras tanto en el Este, austriacos y rusos seguían enfrentando al enemigo prusiano, con algún triunfo importante
como en Kunersdorf, 1759, la mayor derrota sufrida por Federico SEGUNDO. Ésta victoria de los aliados dejó el
camino expedito hacia Berlín, pero la falta de coordinación entre las potencias aliadas salvó una vez más in extremis
a Prusia. De nuevo Federico SEGUNDO supo maniobrar en el último momento para sacar provecho de la indecisión
de sus enemigos, derrotándoles en 1760 tanto en Silesia como en Sajonia. No obstante, era patente su agotamiento
y se hacía evidente la falta de colaboración del aliado inglés, pues Jorge TERCERO deseaba la Paz. Pero los
británicos sí avanzaban en el frente marítimo, cosechando victorias en 1759.

En Norteamérica las operaciones se iniciaron en 1758, ya con Pitt en el poder, y los británicos pusieron allí de
manifiesto su supremacía hostigando, entre otras zonas, algunos enclaves importantes para Francia como Canadá, la
zona de Los Grandes Lagos, el valle del rio Ohio o la Luisiana. Los británicos conquistarían Duquesne, donde
iniciarían la construcción de Pittsburg en honor al ministro. En 1759 toman Quebec y en 1760 capitula Montreal
(última plaza francesa en Canadá). En el Caribe los franceses perdieron Guadalupe (1759) y Martinica (1762). En la
India los británicos extienden su dominio a toda Bengala (1757), y toman Pondichéry (1761), al norte de Ceilán, así
como Mahé, en la costa de Malabar. Ante semejante despliegue británico y tratando de superar su evidente
desventaja Francia logró involucrar a España mediante el Tercer Pacto de Familia (entre Borbones), firmado en
1761 con Carlos TERCERO de España. Es evidente que a los españoles tampoco les interesaba el poderío marítimo
británico, pero la incorporación española al conflicto no cambió la dinámica de victorias inglesas y solo sirvió para que
Francia compartiese la derrota con España. También en el continente Francia tuvo que ver como la triple Alianza se
disolvía, pues el nuevo Zar Pedro TERCERO firmó la Paz con Prusia, por lo que solo le quedaba Austria. También
Suecia alcanzó la paz con Prusia. El agotamiento de todos los contendientes llevó a dos Tratados, ambos en 1763: El
Tratado de Hubertsbourg (Polonia), puso fin al enfrentamiento austro-prusiano, y el Tratado de París hizo lo propio
con el conflicto marítimo-colonial.

El Tratado de Hubertsbourg (Polonia): Prusia se hace finalmente con la ansiada Silesia y con el condado de Glatz,
aunque devuelve Sajonia al Duque-Rey Polaco. También se compromete Federico SEGUNDO a apoyar al hijo de Mª
Teresa en su candidatura al trono imperial.

Tratado de París: Indiscutible triunfo británico. Obliga a Francia a cederles la isla de Cape Breton y las del río San
Lorenzo, el Valle de Ohio y la orilla izquierda del Mississippi, lo que suponía la casi desaparición de presencia
francesa en Canadá. En el Caribe, no obstante,
Francia pudo recuperar las ricas islas azucareras de Martinica, Guadalupe y Santa Lucia, pero perdía Dominica,
Granada, San Vicente y Tobago. También retrocedió en el Mediterráneo donde hubo de devolver Menorca a los
ingleses; y en África, donde perdió las factorías senegalesas. En cuanto a España, recuperó de las manos británicas
La Habana y Manila, pese a que hubo de cederles Florida. En compensación por su involucración Francia le cedió
Luisiana Occidental, que incluía Nueva Orleans.

La Paz no hizo sino ratificar la expansión y poderío de Prusia (pese a haber estado a punto de sucumbir), lo que
originaba una peligrosa bipolaridad con Austria en el seno del Imperio. También Rusia aspiraba a un poder creciente.
En los años siguientes, las fricciones en la zona estuvieron casi siempre vinculadas a las complicadas sucesiones al
trono electivo polaco. En el ámbito marítimo, la aplastante victoria inglesa redujo a la mínima expresión la presencia
colonial francesa en América y La India. Pero, pese a su indiscutible hegemonía marítima y colonial, Inglaterra
quedaría aislada diplomáticamente del continente las dos décadas posteriores a la Paz de París, tras romper sus
relaciones con Prusia a raíz de la paz de ésta con Rusia.

En el continente, las relaciones diplomáticas se estructurarían sobre los dos ejes formados por las alianzas Francia-
Austria y PrusiaRusia. Desde la Paz de París hasta el inicio de las guerras derivadas de la Revolución Francesa
(1792) los conflictos tendrían lugar en Europa Centro-Oriental, mientras que la parte Occidental se mantuvo pacífica,
si exceptuamos la Guerra de Sucesión de Baviera (1778-79), que enfrentó nuevamente a Prusia y Austria.

Las Potencias, exhaustas, concentrarían sus esfuerzos en la competencia colonial, al tiempo que perdían
importancia en el Este, especialmente Francia, cuya diplomacia tuvo como objetivo aislar a Inglaterra y a cuya
consecución ayudó la anexión de Lorena a la muerte de Leczinski en 1766 (como estaba previsto) y la compra de
Córcega a Génova en 1768.

La rebelión de las colonias británicas contra Jorge TERCERO daría a Francia y España la oportunidad de resarcirse,
mediante la intervención en apoyo de los colonos, mientras que los países del Norte de Europa formarían la Liga de
los Neutrales. Francia se fortalecería los años posteriores y en el Tratado de Versalles de 1783 recuperó el
archipiélago de Saint-Pierre y Miquelon, la isla de Tobago, sus posesiones en Senegal y, en La India, Pondichéry. A
España le fueron devueltas Menorca y las dos Floridas (Oriental y Occidental), pero no Gibraltar. Buscando romper su
aislamiento Inglaterra firmaría en 1786 un Tratado comercial con Francia, pero el inicio de la Revolución provocaría
un profundo cambio en las relaciones diplomáticas.

Transformaciones militares y navales


Las guerras del siglo 18 fueron tan sangrientas como en el siglo anterior. Geoffrey Parker señala que en las batallas
de Federico SEGUNDO hasta un 40% de sus unidades podían causar baja. Lo que más estragos causó fue el
dañino tiro a corta distancia y la mejora de la cadencia.

En técnicas y armamento el siglo 18 consolidó avances del siglo anterior. Se abandonaron las picas en favor de la
bayoneta, la cual unificó el arma de infantería. Las armas de mecha fueron sustituidas por fusiles de chispa, más
rápidos y ligeros. En el caso sueco hablaríamos de una evolución temprana, con el ajuste manual de tornillo (más
precisión) y la reducción del tiempo entre descargas como mayores avances. Artilleros e ingenieros vieron
incrementado su prestigio gracias al servicio prestado en las estrategias bélicas, por lo que en la segunda mitad de
siglo se multiplicaron las academias militares.

En el aspecto táctico tampoco hubo grandes novedades. Carlos TRECE logró una organización más flexible de
tropas, que ofrecía mayor capacidad ofensiva. También perfeccionó el sistema de señales por banderas. A partir de
1759 se desarrollan en Francia las divisiones, que permiten controlar contingentes mayores, y en 1778 los batallones
de infantería ligera. Una aportación importante fue el orden de ataque oblicuo, que exigía gran adiestramiento,
disciplina y rapidez, y otorgó éxitos a Federico SEGUNDO.

Pero los principales avances del siglo 18 se dieron en la organización, jerarquización y dependencia de los ejércitos
respecto a los monarcas, convirtiéndose Rusia y Prusia en modelos a emular. Federico Guillermo de Prusia aumentó
el tamaño del ejército prusiano y su disponibilidad, de forma que cuando en 1740 subió al trono Federico segundo el
ejército de Prusia era el mayor de Europa en proporción con la población del país. La organización y la disciplina se
regularon con Ordenanzas Militares que sirvieron de modelo a otros países, como a la España de Carlos TERCERO.
Geoffrey Parker destaca sobre todo el sistema de abastecimiento y la disciplina de las fuerzas prusianas, lo que
permitía desplazar los contingentes con rapidez. No obstante la Guerra de Sucesión en Baviera (1778-79), librada en
terreno bohemio principalmente, puso de manifiesto también puntos flacos prusianos, como la falta de suministros,
una caballería indisciplinada o la falta de recursos médicos.

Los cambios en Rusia fueron más complicados porque se dieron en mitad del conflicto con Suecia, pero esos
cambios le dieron la victoria. El responsable fue el Zar Pedro primero, quien se apoyó en avances anteriores como
los impulsados por su padre Alexis primera. Al igual que su padre, Pedro primero no quería depender de la
caballería nobiliaria, por lo que creó el primer ejército permanente ruso (1698). Su derrota en Narva (1700) le hizo
reflexionar y profundizar en las reformas, siendo la principal un sistema de reclutamiento general basado en el
modelo sueco, que le permitió contar en 1720 con unos 130.000 soldados o más. Como era costumbre en Rusia
muchos oficiales eran extranjeros, pero Pedro primero impulsó un proceso de nacionalización. También hizo construir
una flota naval para la campaña de Azov de 1696, creó academias navales y militares, y convirtió durante su reinado
al ejército en verdadero eje de unidad nacional, haciendo de Rusia una potencia militar temible.

Antes o después las potencias fueron aplicando los avances. En Austria tras concluir la Guerra de Sucesión (1748)
se marcó como objetivo un ejército potente, dependiente del poder real y capaz de hacer frente a turcos y prusianos.
La principal reforma fue un ejército profesional con oficiales formados en academias que pronto constituyeron una
nobleza de servicio, y también se concedió la nobleza hereditaria a los oficiales plebeyos con más de 30 años de
servicio. La Reina fundaría la Orden Militar de Mª Teresa en conmemoración de la Batalla de Kolin en 1757 y al año
siguiente se estableció el Estado Mayor Austriaco, en adelante coordinador de todas las acciones de tropas.

Francia no aplicó las reformas necesarias hasta después de la derrota ante Federico SEGUNDO en Rossbach
(1757). Sus resultados empezarían a verse a partir de 1792, a pesar de las circunstancias especiales de la
Revolución. También la marina francesa evolucionó y se crearon escuelas navales. En Francia entre 1706-12 se
introdujo la fórmula del sorteo para reclutar tropas. Su ejército era de los mayores de Europa con 130.000 efectivos
hacia 1750. Tal tamaño contrasta con el ejército de Gran Bretaña, que generalmente fue pequeño salvo en
momentos puntuales como durante la Guerra de Sucesión de España, en contrapunto con su poderosa armada
naval. En las contadas participaciones armadas británicas en el continente, solían recurrir a la contratación de tropas
de príncipes aliados.

En lo relativo al reclutamiento se fue reduciendo el % de extranjeros y voluntarios gracias a la implantación


progresiva de un sistema de servicio militar de los propios súbditos. En Rusia cada 20 hogares proporcionaban un
recluta, en un servicio basado en la servidumbre y que al principio era vitalicio, pero luego se redujo a 25 años. En
Prusia se instaló un sistema cantonal en el que a cada regimiento se le asignaba una zona de captación, y los
hombres generalmente servían 20 años. En tiempos de paz los soldados vivían con sus familias y atendían
ocupaciones civiles. También en tiempos de María Teresa se instaló en Austria el servicio obligatorio. Conviene
recordar no obstante que ninguna guerra posterior al siglo 18 movilizó tantos hombres como entre 1689-1713.

LAS FUERZAS NAVALES: predominio británico indiscutible, que tenía 137 navíos en 1790. Francia contaba con
75 navíos en 1775. 74 naves tenía España en 1790. La combinación de armadas franco-española era la verdadera
amenaza para los británicos. Otra potencia naval era Rusia, con 49 navíos en 1785, y cuya base naval de Sebastopol
impresionó al mismísimo emperador José SEGUNDO.

TEMA 10: Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos.


Francia y Gran Bretaña eran los dos grandes poderes europeos. Sus políticas tuvieron desarrollos distintos en el
siglo 17 dando lugar en la primera al modelo más acabado del absolutismo y en la segunda un régimen parlamentario
que limita el poder real. Había semejanzas como solidez de economías, intereses en colonias y comercio mundial,
disputa por el papel hegemónico o importancia de pensamiento y cultura ilustrada. La evolución fue diferente durante
el siglo 18, abocando en Francia la crisis del Antiguo Régimen y la Revolución, y en Gran Bretaña se superan
dificultades, la pérdida de las colonias de Norteamérica, y alcanza estabilidad política, respaldado en lo económico
por la Revolución industrial.

Francia después de Luis CATORCE. La Regencia.


Luis CATORCE muere en Septiembre de 1715, tras 72 años de reinado, marcado por su personalidad, siendo rey el
bisnieto Luis 15 (171574), de 5 años, tras desaparecer su abuelo el gran delfín y su padre el duque de Borgoña,
hermano del rey de España Felipe V, y sus dos hermanos mayores. La regencia le correspondió al duque Felipe de
Orléans (1674-1723), sobrino del fallecido rey y primero de los príncipes de la sangre, al que Luis CATORCE trató de
controlar mediante un Consejo de Regencia, pero el duque consiguió que el Parlamento de París anulara el
testamento y le otorgara plenos poderes. Tenía posibilidad de poder reinar si el rey falleciera, anhelo también de
Felipe quinto, que consideró su superior derecho a posible herencia.

En los primeros años de Regencia Felipe de Orléans se apoya en los descontentos de la política de Luis CATORCE,
la nobleza de epeé y de robe. Traslada la corte de Versalles a París, y prodigó el lujo y las fiestas, a pesar de la
delicada economía por los enormes gastos en guerras. Una deuda superior a los 2.300 millones de libras, con
intereses anuales de un centenar, obligará a varias crisis y bancarrotas en los años de regencia. A instancias del
duque de Saint Simon (1675-1755), del partido aristocrático y autor de memorias críticas sobre la corte, el duque de
Orléans modificó la estructura administrativa, sustituye las secretarías de estado por 6 y luego 8 nuevos consejos,
dominados por la nobleza. A cambio de la anulación del testamento devolvió a los parlamentos el derecho a objetar
disposiciones reales, perdido con Luis CATORCE. Entre 171823, por el fracaso del alto coste del sistema polisinodial,
suprime los nuevos consejos y restaura las secretarías. 1718 marca el paso de una regencia permisiva a una
autoritaria, con la principal figura en Guillaume Dubois, secretario de Asuntos Exteriores.

El Parlamento de París fue el epicentro del conflicto interior de la Regencia por su oposición a la bula Unigenitus
(1713), que había condenado proposiciones jansenistas. Al morir Luis CATORCE el Parlamento se opone y pide un
concilio general, no por la adhesión al jansenismo, si no por el galicanismo de la mayoría de parlamentarios que
rechazaba intromisión del papa en la Iglesia de Francia. Se vio favorecido porque el arzobispo de Paris, Noailles
(1651-1729), de tendencia jansenista, es nombrado en 1715 presidente del Consejo de Conciencia. La tolerancia
inicial del regente cambió, como toda su política, en 1718. En Septiembre el papa excomulga a los que se oponen a
la bula, que incrementa las protestas y petición del concilio, no solo por el Parlamento. El abad Dubois impulsó la
observancia de la bula, ordenada en Agosto de 1720 por declaración real que el Parlamento registra en Diciembre.
Las protestas son acalladas por el influjo del obispo preceptor de Luis 15 André Hercule de Fleury, miembro del
nuevo consejo creado en 1720, que hace de la defensa de la bula una cuestión de principios considerando a los
jansenistas rebeldes frente a la autoridad real.

Otro problema de la Regencia, que enfrenta al duque con el Parlamento de París, fueron las especulaciones del
banquero escocés John Law, cuya quiebra en 1520 produjo grandes pérdidas a los inversores y no resuelve la crisis
de la deuda. El malestar llevó al Parlamento a tratar de poner fin a la Regencia, adelantando la mayoría de edad del
monarca, que le valió el destierro a Pontoise. Como un símbolo de la vuelta al pasado tras diversos fracasos, la corte
regresó a Versalles, Dubois, cardenal desde 1721, fue nombrado primer ministro en Agosto de 1722. En Octubre se
corona rey a Luis 15, al morir Dubois en 1723, y vuelve unos meses el duque hasta que muere en Diciembre.

El reinado personal de Luis 15 (1723-1774).


Durante los primeros años de reinado, el duque de Borbón y príncipe de Condé, dirigió el gobierno (1723-1726) a
pesar de la antipatía que el rey tenía hacia éste, aconsejado por su preceptor Fleury, además de gozar de
impopularidad por el enriquecimiento con la especulación de Law. Durante el gobierno del duque de Borbón, gestionó
el matrimonio del rey con María Leczinska, hija del exrey de Polonia Estanislao.

Sus años de gobierno estuvieron marcados por problemas económicos, con una fuerte crisis financiera y monetaria,
para ello creó nuevos impuestos como la cinquantiènme (quincuagésimo) en 1725 de carácter directo, que gravaba
con un 2 por 100 la producción y las rentas sin excluir a los privilegiados. El momento elegido para este impuesto fue
malo, debido a la crisis agrícola de 1724-25, ocasionando motines por parte de los sectores más desfavorecidos. A
pesar de ello su política tuvo resultados favorables ya que, en 1726 tras estabilizar la libra, la deuda había bajado a
1700 millones y su coste anual a unos 47 millones. Durante estos años se recrudeció la persecución a los
protestantes, provocando numerosas migraciones a Provincias Unidas o Prusia, sobre todo desde Languedoc o el
Delfinado.

En 1726 el Duque de Borbón es remplazado por Fleury (1726-43) elevado unos meses después al cardenalato. El
gobierno de Fleury contribuyó a la estabilidad política, no pudo evitar guerras, pero buscó la paz debido a la
pervivencia de los problemas interiores como la situación de la Hacienda Real donde adoptó una actitud
conservadora dejando la administración a la Feme Générale, que era el sistema tradicional en manos de asentistas
por el que se recaudaban la mayoría de los impuestos sobre todo indirectos. Suprimió el cinquantième y siguió
luchando por estabilizar la moneda. Más que elevar los impuestos exigió una mayor contribución a los arrendatarios
de los mismos, controló el gasto y elevó algunos tributos con las guerras de sucesión de Polonia y Austria, duplicando
el donativo del clero o reestableciendo la dixième (décima) un impuesto sobre propiedades y rentas creado en 1710 y
suprimido durante la regencia. Gracias a su política económica se redujo significativamente la deuda.

Con el Jansenismo, mezclado cada vez más con el galicanismo, mantuvo una política firme. El 1729, el rey nombró
arzobispo de Paris a Charles Vintimille du LLuc, un anti-jansenista que prohibió ejercer a cerca de 300 curas. Exigió
que la bula Unigenitus fuera registrada como una ley del reino en 1730, encontrando ante ello la resistencia del
parlamento. El parlamento afirmó en un decreto que los eclesiásticos debían responder ante el rey y el parlamento,
Fleury hizo que Luis 15 les obligara a registrar una Declaración de disciplina en 1732 que restringía a los
parlamentarios a oponerse a las disposiciones reales. El parlamento suspendió su actividad y 139 parlamentarios
fueron castigados al exilio a Pontoise. Ello provocó un bloqueo institucional debido a que el Parlamento se encargaba
del abastecimiento de alimento y leña en la capital, la higiene en los lugares públicos, la regulación de gremios de
hospitales y prisiones, causando una presión de la opinión pública que obligó a la corona a recular, suspendiendo la
declaración de disciplina.

A pesar de que el galicanismo había servido como reforzamiento del poder real, éste en un aparente
contrasentido sería causa de enfrentamiento. El enfrentamiento entre el poder real y el galicanismo es debido a que
los parlamentarios utilizaban este para reivindicar su papel constitucional frente al absolutismo. De esta manera la
corona persiguió el jasenismo y el galicanismo por las consecuencias que estos podían tener sobre la iglesia y la
sociedad. Otra corriente perseguida fue el richerismo, denominada así por el teólogo Edmond Richer (15601631) que
extendía la idea de la superioridad colectiva frente la individual, no solo de los concilios frente a los papas sino
también de los sínodos diocesanos frente al obispo o las asambleas parroquiales frente a las parroquias.

Los años de Fleury en el gobierno fueron positivos para la economía francesa, gracias a la fase expansiva de la
economía, pero también gracias a la administración y la política mercantilista de Philibert Orry controleur général de
las finanzas entre 1730-45 que facilitó el auge de las manufacturas y el comercio. El canciller D´Aguesseau hizo
también una importante aportación con la modernización de los textos legales y procedimientos judiciales. Tras la
muerte del cardenal, Luis 15 manifestó su deseo de gobernar personalmente, pero el periodo desde 1745 iba a estar
marcado por el de su amante Jeanne Antoinette Poisson, marquesa de Pompadour (1721-64) rodeada por un círculo
de amistades de entre los que figuraban los financieros hermanos Paris, la marquesa de Tencin y su hermano el
cardenal o el mariscal Richelieu. A pesar de ser la Pompadour protectora de la ilustración el sistema da un paso atrás
debido a las intrigas cortesanas.

Entre 1743-58 hay ausencia de un ministro principal, tras la guerra de sucesión de Austria, en 1748, y Francia sufre
de nuevo el problema económico con una deuda de 1200 millones de libras y con un déficit en la Hacienda real de
100 millones al año. Para paliar la situación el controleu général de las finanzas Machault d´Amouville creó el
vingtième en 1749, un impuesto que gravaba con un 5% todos los ingresos y rentas, incluido los privilegiados,
provocando movilizaciones populares y la oposición de los parlamentos, e incluso el clero también se indignó con el
edicto de manos muertas que trataba de limitar las donaciones a favor de la iglesia. En su contra se desató una fuerte
campaña anticlerical con la participación de filósofos como Voltaire y el parlamento de París. La corona reaccionó con
dureza contra la asamblea del Clero que fue disuelta y contra los estados de Lanquedoc y Bretaña, pero finalmente
cedió y en 1751 eximió al clero del nuevo tributo.

El auge de la ilustración francesa alentó a los opositores del absolutismo. El problema del jansenismo-galicanismo
persistía, y los obispos trataron de imponer su autoridad a los jansenistas como el de Amiens, que ordenó a los
sacerdotes negar la confesión a fieles sospechosos de jansenismo. En 1752 Beaumont, arzobispo de París tomó
medidas similares, provocando así el enfrentamiento con el parlamento, el cual en 1753 publicó las Grands
Remonstrances, reivindicando su papel en el orden constitucional, y se atribuía la representación de los estados
generales que no se convocaban desde 1614. Esta acción provocó que el rey suspendiera su actividad y desterrara a
los magistrados a Pontoise.

Meses después regresaron los miembros del Parlamento continuando sus ataques hacia los obispos anti-
jansenistas. Para acabar con ello, en 1755, Luis 15 impulsó una ley del silencio sobre la bula Unigenitus, e intentó
evitar el parlamento reforzando el Grand Conseil (tribunal soberano creado por Luis DOCE). La guerra de los siete
años provocó necesidades fiscales que derivaron en la creación de la segunda vingtième en 1756, también se creó
una nueva declaración de Disciplina, limitando aún más la capacidad del parlamento a objetar disposiciones reales y
prohibía la huelga de sus magistrados, muchos dimitieron. A principios de 1757, Luis 15 sufrió un atentado en
Versalles a manos de Damiens, un antiguo criado, culpando a jansenistas y jesuitas del hecho, el clima de tensión se
solventó cuando el rey suspendió la Declaración de Disciplina a cambio de que los magistrados que habían dimitido
volvieran a sus puestos.

Choiseul fue nombrado secretario de estado de asuntos extranjeros, acabando así con la inestabilidad ministerial, se
convirtió en ministro principal desde 1758 a 1770, y la guerra de los siete años, obligó a nuevas tasas incluyendo una
tercera vingtième en 1760 suprimida tras finalizar el conflicto ese mismo año. Tras la guerra el gobierno de Choiseul
fue positivo para la economía, continuando la fase expansiva favorecida por la política de impulso de manufactura,
comercio y agricultura, aunque el cerramiento del campo en perjuicio de los comunes generó la oposición del
campesinado. Sus grandes problemas fueron la oposición de los parlamentos, la magistratura y las dificultades
financieras que se vieron agravadas por la deuda generada por la guerra que fue desfavorable para Francia, ya que
perdió parte de sus colonias. La oposición del parlamento se articuló en torno a la fiscalidad, el conflicto con el poder
real no se limitaba ya a los parlamentos si no que se extendía a las altas magistraturas del reino que incluía a los
miembros de varios conseils souverains (consejos soberanos) chambres des comptes (cámaras de cuentas) y las
cour des aides (relacionados con los impuestos).

En 1762, se produce la expulsión de los jesuitas, enemigos de la mayoría galicana o jansenistas del parlamento.
Esta expulsión vino precedida por las actividades mercantiles del padre Lavalette en la Martinica que arrastró a una
serie de comerciantes de Marsella a la ruina con el consiguiente proceso en 1761 y la apelación final de los Jesuitas
en el parlamento de París. Varios parlamentos provinciales imitaron la decisión del parlamento de París, suponiendo
un triunfo del parlamentarismo frente a la corona seguido por un conflicto entre el comandante militar de Bretaña,
duque de Aiguillon y el parlamento de Rennes, que fue apoyado por los estados de aquella provincia. Estp provocó
que el rey ordenara el traslado de los magistrados para amonestarlos, y provocó la dimisión en bloque de los
parlamentarios y la detención de varios de ellos, hasta que finalmente el duque hubo de presentar su renuncia para
restablecer el parlamento en 1769. Los magistrados quisieron someter a juicio al duque pero en su condición de par
del rey el duque exigió ser juzgado por el parlamento de París, anulando el rey el proceso en 1770.

Tras la muerte de la marquesa Pompadour en 1764 el rey tuvo una nueva amante y favorita del monarca con
madame du Barry, vinculada al partido devoto, donde además de las hijas del rey figuraban entre otros Maupeou,
enemigo del parlamento nombrado canciller en 1768 o el abate Terray al frente de las finanzas desde 1769. El
entorno de madame Du Barry, debilitaba la posición de Choiseul, una de cuyas últimas gestiones fue el matrimonio
del Delfín con María Antonieta de Austria, siendo destituido en 1770 por el duque de Aiguillon, el cual constituyó un
triunvirato junto Maupeou y Terray entre 1770-74.

Los años del triunvirato se caracterizaron por la reacción de la corona frente a los parlamentarios. En 1770 un nuevo
reglamento de disciplina provocó la oposición del parlamento de París, que se declaró en huelga, lo que provocó la
disolución del parlamento de París y otros parlamentos díscolos. Maupeou inició una reforma con la intención de
restar poder al parlamento, que incluía la supresión de la venalidad y del derecho a heredar las magistraturas, la
abolición de tasas judiciales, el nombramiento de jueces cuyos cargos podían revocarse o el establecimiento de
tribunales de nuevo cuño (conseils supérieurs). La Cour de Aides que había protestado pidiendo la convocatoria de
estados generales y el Grand Conseil fueron eliminados. Estos cambios encontraron eco favorable en la opinión
pública, el partido devoto o el propio Voltaire, pero encontró oposición por su arbitrariedad, entre ellos la del filósofo
Diderot que indicaba que se avanzaba hacia un despotismo.

En la Hacienda, Terray, aplicó una política autoritaria, logrando una importante reducción del déficit. En la fiscalidad
prorrogó las dos vingtièmes y creó algunos impuestos. Su inclinación hacia el liberalismo económico le llevó a
suprimir la Compañía de las Indias Orientales y los bienes comunales. Las iniciativas del triunvirato provocaron
críticas y descontentos. Paulatinamente se fue conformando una oposición de los magistrados tratando de frenar el
absolutismo.
Luis 16 y el planteamiento de la crisis.
Luis 16(1774-1793), último rey del Antiguo Régimen, tuvo como principal cargo de gobierno al conde Jean-Frederic
de Maurepas, y a Chales Gravier, conde de Vergennes, para asuntos exteriores y al fisiócrata Anne Robert Jacques
Turgot, para Hacienda. El reinado comienza conciliador y suspende la reforma de los parlamentos, restableciéndose
en Noviembre de 1774 el de París, aunque con funciones reducidas. A pesar de ello, los parlamentos estaban
debilitados y entre 1774-87 no se opusieron a las iniciativas del Gobierno. Los mayores problemas de los años
siguientes fueron, sobre todo a partir de 1778, por una coyuntura negativa que afectó a la Hacienda real y creó
tensiones sociales.

La fiscalidad seguía basándose en el comercio o manufacturas y poco en la tierra, a lo que se sumaba la exención
de los privilegiados, desigualdad entre territorios y abusos en la recaudación, y todo ello obstaculizaba el desarrollo
económico y traía efectos sociales negativos. La tributación más cuantiosa venia de la taille, impuesto directo cobrado
según se tratase de un Pays d´états o pays d´elections, seguido de la gabelle, impuesto indirecto sobre la sal.

En 1774, Turgot, liberaliza el comercio de cereales, pero la coincidencia con una mala cosecha favoreció la
especulación que dio lugar a motines en abril de 1775, la “guerra de la harina”, duramente reprimidos. Sus ideas
liberalizadoras en agricultura e industria incluían la supresión de aduanas interiores, aboliciones de derechos de
origen feudal, corveas y gremios, aunque su mayor propuesta fue un impuesto territorial que habría de ser pagado
por todos los propietarios rurales, excepto el clero. La oposición de parlamento y nobleza de corte provocó su salida
en mayo de 1776. Su sucesor Jacques Necker hubo de hacer frente a los gastos de la guerra de independencia de
Norteamérica que le obligo a conseguir más créditos, con gran popularidad al financiarla sin impuestos. Proyectó
crear asambleas consultivas provinciales con miembros de representación estamental (idea de que no cabe introducir
un impuesto sin representación) que inicialmente, el rey, limitó a Berry (1778) y Guyena (1779), pero el intento de
generalizarlas encontró la oposición del Parlamento de París y miembros del clero molestos con protestantes en esos
gobiernos. En Mayo de 1781 presentó su dimisión al no lograr que el rey le ampliara sus poderes.
En 1783, por los gastos de la guerra americana, se impone durante 3 años la tercera vingtieme. Se encarga
entonces de la Hacienda Charles Alexandre de Calonne e insiste en propuestas de sus antecesores como sustituir la
vingtieme por un impuesto territorial en especie, liberalizar el comercio de grano o crear asambleas consultivas de
propietarios. Para evitar la oposición del Parlamento recurrió a la Asamblea de Notables, en desuso, en Versalles
(1787) que rechazaría sus propuestas por la negativa a aprobar un impuesto sobre la tierra. Le sustituye el arzobispo
Lomenie de Brienne, que se topa con una mala cosecha que provoca bancarrotas y mantiene propuestas de su
antecesor que vuelven a chocar con la Asamblea de Notables.

Ante el bloqueo, en Agosto de 1787 el Parlamento indicó que sólo podían corregir las decisiones de la Asamblea los
Estados Generales. La protesta de sus magistrados cuando el rey les obligó a registrar los nuevos edictos fiscales
provocó un nuevo destierro del Parlamento, seguido de una lit de justice con presencia del rey. La imposición real
hizo que los parlamentos insistieran en convocar los Estados Generales. Era el inicio de la revolución de los
privilegiados, que implicó a muchos nobles y actos de rebeldía. Finalmente, el rey, el 8 de Agosto de 1788, convoca
los Estados Generales para reunirse en Mayo de 1789. Unos días después declaró la bancarrota y volvió a poner a
Necker en Hacienda.

El endeudamiento de los estados de la época era muy elevado, pero no significa que estuvieran en quiebra ni les
impedía nuevas guerras. En 1789 Francia destinaba el 60% de los ingresos a pagar deuda, aunque podía ser
soportada a no superar el doble del PIB, cosa que no ocurría, pero el problema estaba en su política financiera,
incoherente e ineficaz (a diferencia de Inglaterra, que tenía mayor deuda, pero consolidada).

La crisis financiera y el desmoronamiento del Antiguo Régimen fue resultado de muchos factores políticos,
económicos, sociales, ideológicos, etc. El empeoramiento de la situación política llevó a la revuelta de los
privilegiados, y la mala coyuntura económica, desde fines de los 70, con crisis agrícola, disminución de beneficios
agrarios, reducción de la capacidad adquisitiva del campesino, epidemias, desocupación de los jóvenes, contracción
del mercado artesanal o malestar social en campo y ciudad, contribuyeron a las posteriores propuestas
revolucionarias. También influyó la Ilustración, la independencia americana y los debates políticos sobre la
convocatoria de elecciones de los delegados a los Estados Generales de 1789

Consolidación del parlamentarismo británico.


Al final del reinado de Guillermo TERCERO, el Act of Settlement 1701, que exigía que el rey fuera anglicano, había
asignado su sucesión al duque de Hannover, (dinastía alemana) cuya anciana madre era la pariente protestante más
cercana a los monarcas británicos. Esto provocó tensiones y resistencias sobre todo en Escocia, tierra de los
Estuardo, y firmaron la Acts of Unión, el parlamento británico y escocés en 1707 y consistía en que ambos reinos se
convertían en una unión política, Reino Unido de la Gran Bretaña. (Cuando en 1800 se unió Irlanda, seria Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda). Esta unión fue el resultado de un acuerdo parlamentario que, aunque Inglaterra
tenía más peso, había un deseo de los escoceses por participar en la prosperidad mercantil británica y en la aventura
colonial. Por tanto, en 1702 y hasta 1714 subió al trono Ana primera hija del primer matrimonio de Jacobo
SEGUNDO con la que acabo la dinastía Estuardo, ya que aunque tuvo 19 hijos, ninguno sobrevivió.

El reinado de Ana no solo fue importante por esta unión que comienza sino por el triunfo internacional de la Gran
Bretaña en la Guerra de Sucesión española, siendo esto el paso definitivo a su hegemonía continuada hasta el siglo
18: cesiones territoriales francesas en América, privilegios que conseguiría de España en el comercio con las Indias,
el tratado de Methuen con Portugal consiguiendo un amplio acceso al imperio colonial luso estableciendo una clara
dependencia portuguesa respecto a Inglaterra. En la política británica destacaron los whigs que representaban sobre
todo los intereses mercantiles y propiciaron las dos coaliciones contra Francia ya que eran partidarios de la guerra y
los gastos militares y su poder se mantendría hasta 1714.

Una cuestión muy importante es que la sociedad británica era una de las más modernas del momento, con una
opinión pública con influencia en el gobierno y en la que se discutía con profundidad, para lo que era muy importante
la difusión de la prensa. (Solo en Londres había 3.000 clubs y coffee-houses donde se leían estas publicaciones).
Cada grupo político tenía sus propias publicaciones y sus autores favoritos. Destaca por ejemplo Daniel Defoe entre
los whigs, aunque apoyó a los tories en algunos momentos de su vida. Los whigs dominaron la política británica más
de medio siglo. En los últimos años del reinado de Ana primera cuando los tories tenían mayoría, hubo intentos de
cambiar ley sucesoria para favorecer a los Estuardo, y una de las primeras medidas del nuevo monarca fue alejar del
poder a los tories. En las siguientes nuevas elecciones ganarían de nuevo los whigs.

Como había de comprobarse de manera reiterada, el gobierno y su clientela tenían una amplia capacidad de para
controlar el sistema electoral. Nada más constituirse el nuevo parlamento en 1715, fueron procesados por traición
algunos tories entre los que están el Conde de Oxford que fue encarcelado en la Torre de Londres dos años. Pero las
protestas populares de comerciantes y artesanos demostraron que la oposición a la nueva dinastía no era exclusiva
de los tories. Además, en Escocia en ese mismo año hubo una rebelión jacobita con Jacobo TERCERO al frente
llegado desde Francia. La revuelta fracasó pese al apoyo de los highlanders (habitantes de las tierras altas
escocesas) al no ser capaz de aunar los descontentos. Para evitar más problemas el gobierno decidió consolidar la
mayoría que tenía en la Cámara de los Comunes aprobando el Septentrial Bill que prolongaba 7 años el plazo
previsto para la Triennial Act para convocar nuevas elecciones.

El hecho de que la nueva dinastía se consolidara no deja de ser sorprendente ya que Jorge primero (1714-1727)
que llegó al trono con 54 años viajaba mucho a su ducado alemán, apenas hablaba inglés y tenía poco interés en los
asuntos británicos con los que no le ligaban lazos. (Lo que no ocurría con los Estuardo cuya corte permanecía en la
cercana Francia, pero los Estuardo suscitaban una amplia oposición por su catolicismo y por la intromisión de
potencias extranjeras en la política británica).

En el gabinete el papel importante era el de James Stanhope y sus años de gobierno se basaron en la buena
relación con Francia y en una complicada política interior: los tories habían aprobado en 1711 la Occasional
Conformity Act que reservaba los cargos públicos a los anglicanos y Stanhope fracasó en el intento de modificarla,
así como el Peerage Bill un proyecto que limitaba la prerrogativa real de crear pares garantizando la mayoría de ellos
que tenían los whigs. En 1720 Walpole triunfa con la oposición en los Comunes tras la crisis de la South Sea
Company llevando a muchos inversores a la ruina y la consecuente impopularidad de Stanhope por su presunta
responsabilidad en la misma y acusaciones de lucro.

Durante todo el siglo, los partidarios que accedían al Parlamento carecían de liderazgos nacionales claramente
definidos, y eran agrupaciones no estructuradas en las que los diputados no siempre realizaban una política común.
El eje del debate político y de la acción legislativa era la Camara de los Comunes con 558 diputados varones que
reflejaban los intereses de los propietarios de la tierra y del mundo urbano mercantil. Cada circunscripción elegía 2
diputados, y se daba la situación de que había poblaciones “podridas” casi despobladas con 2 diputados y otros
importantes núcleos de población como Liverpool o Manchester, que no estuvieran representados. Por otra parte las
elecciones no eran limpias, había un alto grado de manipulación y corrupción.

Mucho menos importante era la Cámara de los Lores cuyos poderes eran más judiciales que políticos, al tratarse del
máximo tribunal de apelación. Eran 220 miembros, 26 eran obispos y el resto pares o altos nobles ingleses y 16
escoceses, cuyos puestos eran hereditarios y dueños de importantes porciones de tierra con gran influencia local. El
poder de los grupos dirigentes se extendía al territorio a través de dos instituciones: el lord lieutenant y los jueces de
paz, controlados por la aristocracia terrateniente y la gentry.

Robert Walpole propietario territorial de Norfolk, paso a controlar el gabinete en 1721. Aunque no existía el cargo de
primer ministro lo fue de hecho hasta 1742 en su condición de primer lord del Tesoro, coincidiendo los años con el
cardenal Fleury en Francia. La política de Walpole abandonó el belicismo de los whigs para centrarse en el desarrollo
económico y social de Inglaterra. Mantuvo el poder con Jorge SEGUNDO aunque el monarca trato de sustituirle en
un momento, luego retomó la confianza en él, gracias sobre todo, a la reina consorte Carolina de Brandeburgo-
Ansbach. La inclinación de Walpole a la paz y la neutralidad como la que tuvo en la Guerra de Sucesión de Polonia
tuvo un precio de pérdida de influencia en el continente. En 1739 no tuvo más remedio que declarar la guerra a
España ante la reacción del parlamento y la opinión pública tras los incidentes del comercio con América. En política
interior todo estuvo marcado por el miedo a nueva conspiración jacobita (encarceló a sospechosos) y a suspender el
Habeas Corpus Act que prohibía el arresto arbitrario de súbditos. También, impuso una tasa a los católicos para los
gastos que causaba evitar el complot.

En economía redujo la deuda pública y sus tasas de interés, lucho contra el fraude y el contrabando, y mejoró el
sistema fiscal creado en el siglo 17. Su base eran los impuestos indirectos como el excise o conjunto de tasas sobre
el comercio de muy diversas mercancías y las aduanas que aportaban cerca del 70% de los ingresos. El principal
impuesto directo era el land tax sobre las propiedades territoriales. Bajo su mandato y por todo esto se dio un
importante crecimiento manufacturero y mercantil gracias al cual Inglaterra vivía a mediados de siglo un
extraordinario desarrollo comercial. La quiebra especulativa de la South Sea Company había puesto en crisis el
modelo de las compañías monopolistas de las que solo sobreviviría la East India Company frente a la emergencia de
empresas comerciales libres.

La clave del poder de Walpole fue su capacidad de ganar elecciones con las alianzas con magnates locales, el
clientelismo, la habilidad para controlar las mayorías o la corrupción en un Parlamento donde se compraban los
votos. Desde finales de los años 20 se enfrentó a una fuerte oposición encabezada por lord Bolingbroke en la que
estaban los tories, parte de los whigs y algunos recalcitrantes jacobitas. Su habilidad para controlar la Camara de los
Comunes y las elecciones le permitió enfrentarse a ellos como lo prueban sus victorias del 1727 y 1734, la última hizo
que Bolingbroke abandonara y volviera a Francia. Entonces su principal opositor fue William Pitt. El descenso de las
elecciones del 1741 de los que le apoyaban le hizo abandonar el poder en 1742. Una vez caído no hubo proceso
contra él pese a las acusaciones e intentos de la oposición. Tras sus años de gobierno el principal cambio fue en la
política exterior: con John Carteret se impulsó la intervención en Europa.

En 1745 estando el rey en Hannover, se inició en Escocia un nuevo levantamiento jacobita encabezado por el hijo del
pretendiente Carlos Estuardo, conocido como el Bonnie Prince Charli, que tuvo ayuda de Francia y que llego a
proyectar una invasión naval que resultó fallida. Los jacobitas tomaron Edimburgo y en Septiembre derrotaron al
ejército real en la Batalla de Prestonpans. En Abril sufrieron una derrota ante el ejército del duque de Cumberland,
hijo del segundo rey británico, lo que hizo que el levantamiento se deshiciera lentamente. La represión fue muy dura,
con arrestos y 120 ejecuciones además de medidas para desorganizar el sistema de clanes imperante en las
montañas escocesas que llevo a muchos a emigrar a América. El movimiento jacobita se extinguió prácticamente a
finales de los 80 con la muerte de Carlos Estuardo, ultimo descendiente de Jacobo SEGUNDO.

Henry Pelman estuvo al frente del gobierno hasta su muerte en 1754 sucediéndole su hermano mayor Thomas.
Ambos contaron con Pitt que controlaba la mayoría del Parlamento y llegó a controlar la política militar durante la
guerra de los Siete años.

El reinado de Jorge TERCERO.


A la muerte del rey le sucede su nieto Jorge TERCERO (1760-1811), ya que su padre Federico había muerto en
1751. Su reinado consolida la dinastía, no solo por la desarticulación del movimiento jacobita, si no por ser el primer
monarca Hannover nacido y formado en Gran Bretaña. Interviene en política de forma más directa que sus
antecesores, con tendencia a reforzar las prerrogativas reales, reivindicando la capacidad de elegir ministros,
inclinado hacia los tories, más cercanos a tales ideas. Decidido a acabar con la mayoría whig del Parlamento desde
el cambio de dinastía, se inmiscuyó en el control de las cámaras con sobornos y prebendas. En 1761 pone al frente
del gobierno al tory escocés John Stuart, conde de Bute, su preceptor. Con él se concluye la guerra, a pesar de los
intereses mercantiles partidarios de continuar, representados por Pitt y su gente. El malestar de éstos y el respaldo de
la opinión pública le llevó a dimitir en Abril de 1763, dos meses tras la firma de la paz, abriendo paso a años de
gobierno whigs inestables, mientras en el Parlamento se formaba un partido que respalda la política real.

La situación era delicada, las repercusiones de la guerra llevaron a incrementar la presión fiscal sobre las colonias
agravando el descontento. En la vida política y opinión pública británica aparecían corrientes radicales, que no se
sentían representadas por los partidos y desean mayor libertad de prensa y reforma del sistema electoral. Se crean
numerosas asociaciones especialmente en Londres y Yorkshire. John Wilkes (1725-97) periodista y diputado, fue
objeto de arrestos y expulsiones desde 1763 y sirvió de detonante para una campaña de prensa y opinión con
incidentes en Londres entre 1768 y primeros setenta. Pese a las dificultades fue elegido diputado varias veces y en
1744 lord-alcalde de Londres.

En 1770 el rey trata de recuperar la estabilidad y frenar descontentos, pone al frente del gobierno al tory lord
Frederick North (1732-92) que se mantiene en el poder entre 1770-82, respaldado por el triunfo de los amigos del rey
en las elecciones de 1774 y 1780 y con el apoyo de los sectores del clero anglicano y metodistas. Se logra una nueva
estabilidad y el saneamiento financiero que permite reducir los impuestos. Como sus predecesores en el ministerio la
clave estuvo en los sistemas poco ortodoxos de control de mayorías parlamentarias. El gran escollo fueron la
sublevación de las colonias de Norteamérica y las guerras que le siguen, obligando a incrementar la fiscalidad,
avivando la oposición en el Parlamento y la oposición pública, responsabilizando al ministro y al rey de la pérdida de
las colonias.

Otros problemas fueron Irlanda y los católicos, independientes entre sí. Irlanda sometida a un trato colonial desde el
siglo anterior, asistía al desarrollo del sentimiento nacionalista, que tratan de calmar mediante la anulación de los Test
Acts, que excluyen a católicos de la vida pública, o la concesión de autonomía legislativa al Parlamento de Dublín
(1782). Para esto se revoca la legislación de la época Tudor que sometía al Parlamento irlandés al control del Privy
Council, así como las facultades legislativas sobre Irlanda del Parlamento británico y condición de la Cámara de los
Lores de tribunal supremo de apelación para el reino, ambas de 1719. Tras un decreto de 1783, el lord lugarteniente,
representante real en Irlanda, se constituye casi como única instancia que permite armonizar las legislaciones
irlandesa y británica, lo que suponía un paso adelante.

La iniciativas para mejorar las situación legal de los católicos en Gran Bretaña, Papists Act (1778) también para
Irlanda, provocan en Londres los Gordon´s Riots (Junio 1780) motines contra los cambios, organizado por el diputado
escocés lord George Gordon, con motivaciones fruto del descontento político y crisis económica por años de guerra.
Hubo amenazas al Parlamento, agresiones personales, quema de capillas católicas, ataques a propiedades de whigs
notorios y fuente de elevada posición, incluida la casa del arzobispo anglicano de York. La reacción de temor bloqueó
cualquier acuerdo con el movimiento reformista.

La marcha negativa de la guerra contra las 13 colonias marcó el final del gobierno de lord North, el cual, dimite en
Marzo de 1782, sucedido por otros gabinetes, uno encabezado por él mismo y Charles James Fox, que reconoce la
independencia de los Estados Unidos. La derrota frente a colonos americanos supuso la vuelta de los whigs, en
Diciembre de 1783. Jorge TERCERO designa primer lord del Tesoro a William Pitt (1759-1806), conocido como el
Joven para distinguir de su padre el Viejo. Llega al poder con 24 años, controla la política hasta su muerte, más de
dos décadas, sin abandonar el poder hasta 1801, con capacidad para aunar intereses de la gentry y los negocios,
habilidad política que le llevó a apoyarse en sectores de ambos partidos. Huyó de los whigs más radicales, que
desean limitar el poder real, y favoreció la renovación de los tories. En 1785 fracasa en intentar una reforma electoral
que hubiera eliminado unos burgos podridos, pero logra una cierta renovación de la Cámara de los Lores,
incorporando algunos miembros de sectores sociales enriquecidos.
Redujo la deuda de la guerra contra las colonias, crea amplios impuestos indirectos sobre artículos más variados,
siendo una característica de la Hacienda británica, servicio doméstico, caballos de paseo, coches de alquiler,
licencias de caza, ladrillos, azulejos, velas, telas de lino, indianas, sombreros masculinos, cintas usadas por mujeres,
guantes, perros y escopetas de caza y otros. Como consecuencia en parte por la guerra, el gasto público asciende de
10,4 millones de libras a 29,3 entre 1776-82, y se gastaron 114,6 millones y la deuda pasó de 127 millones de libras a
232 entre 1775-83. La ventaja sobre Francia era que el desarrollo de un sistema de deuda respaldado por el Banco
de Inglaterra permitió una reducción de los tipos de interés en préstamos a largo plazo que bajaron desde el 14% en
1690 a 6-7 en años de la Guerra de Sucesión de España, 9% en 1714 y se reduce después al 3-4%.

En los años de gobierno de Pitt, Gran Bretaña se reafirma en su hegemonía marítima y colonial y se inicia la
Revolución industrial. Desde finales de los ochenta la enfermedad mental del rey y las repercusiones de la
Revolución francesa refuerzan su gobierno. La decapitación de Luis 16 lleva a un sector tory a coaligarse con él en
1794, que origina su giro conservador contra el radicalismo. En Irlanda, por ejemplo de Francia, se alienta el
independentismo que lleva a la revuelta de 1798. En 1800 Pitt promueve incorporar Irlanda a la Unión, formándose el
Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Intentó abolir las leyes contra los católicos, pero la oposición de Jorge
TERCERO le lleva a dimitir en 1801.

La independencia de las colonias de América del Norte.


El levantamiento de las colonias de América del Norte puso los mimbres de la crisis del sistema del Antiguo Régimen
entre finales del siglo 18 y principios del 19, completado con la revolución francesa y la emancipación de
Latinoamérica de España y Portugal. Las causas son complejas. Por un lado, las económicas: impuestos asfixiantes
y obligación de mercado con la metrópolis, exportarle las materias primas e importar maufacturas inglesas. Pero más
importantes será la lenta creación de la conciencia política, de su propia identidad, por una serie de personas que
se ven obligadas a huir de de la metrópoli por diferencias religiosas o políticas.

Las trabas venían de la diversidad entre las colonias, que retrasó la llegada de los valores ideológicos transmitido por
escritores e ideólogos. Estas ideas venían de la Ilustración como la libertad, tolerancia, secularización e identidad
individual, y promovidas desde los mismos fundadores de las colonias, por una serie de personajes como:

• John Wise (1652-1725), que promovía la participación democrática de la vida pública.

• Jonathan Mayhew (1720-1726), que teorizaba sobre el derecho de resistencia ante la metrópoli.

• Thomas Paine (1737-1809), promovió los derechos individuales y la independencia política.

Pero como se ha comentado las diferencias entre las colonias era un lastre, a pesar del gran crecimiento económico
y demográfico:
Colonias del Norte Colonias del Centro Colonias del Sur
Pobladas por puritanos ingleses y Con población de ingleses, Con economías de
dedicados a la agricultura, la holandeses y alemanes. plantación basadas en los
madera y la pesca. En tierras Dedicados a la agricultura de esclavos africanos. Una
muy económicas hasta 1750. Su cereales y madereros. Su agricultura subtropical de
ciudad más importante era ciudad más importante algodón, tabaco o arroz.
Boston con Filadelfia con 45.000
20.000 habitantes. Nueva habitantes.
Inglaterra.

En las colonias del norte y del centro su comercio crecía constantemente, a pesar de las restricciones británicas,
estos comerciaban con el Caribe. Ya que el gobierno de la metrópoli no perseguía esta especie de contrabando por
considerarlos beneficioso para sus intereses. Por ejemplos las colonias compraban melaza para la fabricación de ron
que vendían a la metrópoli. Peor era la situación en las colonias del sur, con un comercio único con la metrópoli y
obligados a endeudarse para comprar los productos manufacturados ingleses. Todas las colonias se regían
políticamente por un gobernador (representante del rey) y una asamblea de propietarios. En Londres existía una
Junta de Comisarios de Comercio y Plantaciones que apenas intervenía.

La guerra de los siete años agrandó la brecha política entre colonias y metrópoli. Los colonos veían como el premio
por la ayuda a Inglaterra, se pagaba con subida de impuestos para paliar los gastos de la guerra. Pero además la
movilización había creado un sentimiento común. Este se vería plasmado en el congreso de las siete colonias, en el
cual Benjamín Franklin propuso la creación de un Comité federal entre los colonos. Otros problemas se vendrán a
sumar, como por ejemplo las promesas incumplidas de colonizar más allá de los Apalaches. Hecho que levantó las
protestas de los perjudicados en este caso las compañías de colonos, los nuevos inmigrantes y los soldados
veteranos.

Además, la metrópoli continúo con la asfixia económica. La ley del azúcar de 1764, trató de acabar con el comercio
del Caribe. Los aranceles de los productos de la metrópoli se doblaron. La ley del Timbre de 1765 grabó actos
administrativos. Estos nuevos impuestos venían del Parlamento británico y no por medio de la Corona, con la que los
colonos se sentían vinculados. Además, estos últimos no tenían participación política en dicho parlamento, hecho que
agravaba la situación. Los colonos se sintieron desprotegidos y ofendidos, y fue como surgieron las primeras
protestas en común. Delegados de nueve colonias reunidos en Nueva York plantean un boicot y la formación de un
grupo organizado denominado Los Hijos de la Libertad.

Las primeras protestas de los colonos surgieron efecto, con la caída del responsable del Tesoro y la abolición de las
leyes del Timbre y el Azúcar en 1766. Pero un año después, vuelta al problema: Las leyes Townshend gravaban la
entrada de productos a América entre otros el té, el papel, etc. Surgieron nuevas protestas y una nueva abolición, con
la excepción del té. En 1773 se dictó la ley del Té, por la cual la Compañía de las Indias Orientales podía vender té a
las 13 colonias sin pasar por Gran Bretaña, con la consiguiente disminución de precios, pero manteniendo el
impuesto Townshend. En Diciembre ese año llegó el Motín del té, donde los Hijos de la Libertad disfrazados de
indios, tiraron al mar el cargamento de un barco de las Indias Orientales. La respuesta no se hizo esperar, el
parlamento británico, sanciona al puerto de Boston, envía tropas y niega el derecho a reunión.

A pesar de todo, la primera reunión se convocó por Benjamín Franklin en 1774. En el Congreso Continental de
Filadelfia, el resultado fue seguir buscando el consenso con la metrópoli, por encima de los partidarios de la
independencia. Sin embargo, no se produjeron avances y los colonos comienzan a movilizarse a través de milicias
armadas, en especial en Massachusetts y Virginia.

Los primeros indecentes armados comenzaron en 1775 en Lexington. Pese a lo cual el Parlamento Británico, con el
fin de parar la guerra, llama a negociar a Benjamín Franklin a Londres. Sin resultado visible, la segunda reunión del
Congreso Continental manda la formación del ejército de las colonias, con George Washington militar con amplia
experiencia contra los franceses en Ohio, como comandante en jefe. La guerra estaba en marcha, los primeros
resultados sonríen a los colonos (Boston cae en mayo de 1776) y el gobierno británico decide el envió de más tropas
(18.000 mercenarios de Hesse incluidos). Ante los cual el Congreso de Filadelfia aprueba la declaración de
Independencia el 4 de Julio de 1776, redactada por Thomas Jefferson e inspirada en la Ilustración.

A partir de ese momento se inició una guerra de siete años. Los colonos tenían varios hándicaps: sin gobierno
central, un ejército sin experiencia, sin industria de armas ni fuerzas navales. Pero contaban con el entusiasmo, el
elevado coste de Gran Bretaña al estar lejos y con la figura de George Washington. Además, Franklin se fue a buscar
apoyos a Europa, consiguió financiación francesa, armamento y voluntarios a la causa como el Marques de Lafayette,
y sin olvidar a prusianos y polacos.

En Septiembre de 1776 un destacamento británico desembarca en Nueva York (ciudad afín a Gran Bretaña). Otro
ejército británico bajaba de Canadá. Los primeros llegaron a conquistar la capital de las colonias, Filadelfia. Pero el
segundo agotado fracasó y se rindió en Saratoga. Los siguientes años se unieron a las colonias, Francia, España y
los Países Bajos. También surgió un Liga de los Neutrales en 1780 contra el dominio marítimo de Gran Bretaña en
ellas estaban Rusia, Suecia, Dinamarca, Nápoles o Portugal. De esta manera la guerra también se trasladó al mar
tanto al Caribe como al Índico.

La gran victoria de las colonias con ayuda francesa, en territorio continental se produjo en la batalla de Yorktown
en 1781. Pese a lo cual continuó la guerra en el mar, hasta el Tratado de Versalles de 1783 donde Gran Bretaña
reconoció la independencia de las trece colonias. Acabada de nacer la primera república fuera de Europa.

Tras lo cual las colonias necesitan organizarse, pagar los gastos de la guerra, dotarse de moneda única, organizar la
expansión al oeste, etc. A petición de Virginia se celebró en Filadelfia una Convención con poderes constituyentes,
con 55 representantes de las trece colonias. Así nació en Mayo de 1787 en Filadelfia, la primera constitución de
los EE.UU, como un consenso entre federalistas y autonomistas. Esta Constitución sigue vigente con las
respectivas enmiendas. En ella se distinguían las competencias de los estados y del poder federal. Este último posee
bien definido la separación de poderes: Legislativo con dos cámaras, la de representantes y la del Senado. Jurídico
con un tribunal Supremo. Y por último el Ejecutivo, con un presidente que elige su gobierno. George Washington
será el primer presidente del país de los principios ilustrados, su modelo será reivindicado en Europa por países
en crisis políticas y sociales (Irlanda, Provincias Unidas e incluso Francia).

TEMA 11. La Europa del Centro y el Sur.


El Absolutismo ilustrado.

El concepto “absolutismo ilustrado” surge de la revisión del término “despotismo ilustrado”. Se puede definir
como la actuación política de unos gobernantes (no necesariamente “déspotas”) cuyas reformas pretendían la mejora
económica y social de sus territorios, a la vez que tendían al reforzamiento de su poder. Esta forma de gobierno se
extiende por buena parte de Europa en la segunda mitad del siglo 18, aunque no afecta a los países más avanzados
del continente, como Gran Bretaña, Francia y las Provincias Unidas.

Pese a que las ideas de la Ilustración rechazaban el absolutismo, muchos ilustrados consideraban que la única forma
de realizar reformas profundas era por medio del poder real, que debía ser reforzado en sentido absolutista,
liberándolo de las trabas de otros poderes, especialmente el de la Iglesia. Estos monarcas del absolutismo ilustrado
toman como modelo a Luis CATORCE y se rodean de destacados representantes de la Ilustración, aunque no
siempre están dispuestos a seguir todas las propuestas ilustradas. Podemos resumir los objetivos del absolutismo
ilustrado en los siguientes:

➢ Incremento y centralización del poder, con un aumento de la burocracia, que se hace más eficaz y se
extiende por todo el reino.
➢ Aumento del prestigio internacional de la dinastía.
➢ Incremento de los ingresos de la Hacienda Real, reorganizando la fiscalidad y haciéndola más eficaz.
➢ Reordenación y clarificación de la justicia, incluyendo la recopilación y modificación de códigos para hacer la
justicia más dependiente del soberano y mejorar su aplicación a los súbditos.
➢ Estímulo de la actividad económica, removiendo obstáculos que impidan el crecimiento (restricciones a la
circulación, propiedad en manos muertas, etc.).
➢ Promoción de la educación, la ciencia y la cultura.
➢ Secularización de la sociedad y la enseñanza, para superar viejas intolerancias religiosas.

En aras de los objetivos anteriores destaca la actuación política tendente a atacar los privilegios de la Iglesia, a fin de
facilitar la expansión de poder real. Además, se intentaba aumentar el patrimonio y los ingresos de la corona, clarificar
y simplificar la estructura jurídica, reordenar la propiedad de la tierra y lograr la laicización de la cultura. Atacando
estos privilegios de la Iglesia se facilitarían las reformas en el terreno de la educación.

El regalismo (derechos y prerrogativas exclusivas de los reyes, inherentes a la soberanía del Estado, especialmente
de las que chocaban con los derechos del Papa como supremo soberano de los reinos católicos), practicado por
estos soberanos concordaba muy bien con los objetivos del absolutismo ilustrado. Los monarcas ilustrados (incluso
los católicos convencidos como Carlos TERCERO y María Teresa de Austria) toleraban mal que la Iglesia de sus
territorios dependiera de una instancia exterior como el papado. Además, la riqueza y patrimonio de la Iglesia incitaba
su codicia a la hora de obtener recursos económicos.

También los privilegios de la nobleza eran un límite al poder de los monarcas y un obstáculo para las reformas de la
propiedad de la tierra que proyectaban los ilustrados. Pero aquí las resistencias fueron mayores que en el caso de la
Iglesia, por lo que muchas de estas reformas no pudieron ponerse en práctica, lo que es un síntoma de los límites del
absolutismo ilustrado, que en realidad nunca pretendió cambiar en profundidad las estructuras del Antiguo Régimen.

Se considera que el absolutismo ilustrado tiene su inicio en el año 1740, con la subida al trono de Federico segundo
de Prusia y de María Teresa de Austria, y su fin en 1790, con la muerte de José SEGUNDO de Austria (inicios de la
revolución francesa). Es precisamente la revolución la que alertará a los monarcas del peligro de las ideas ilustradas,
que interrumpen de forma brusca sus reformas. Es en este medio siglo cuando las medidas reformistas adquieren
gran frecuencia e intensidad.

Además de los citados Federico segundo y Maria Teresa, destacan como representantes del absolutismo
ilustrado soberanos como Carlos TERCERO de España, Catalina SEGUNDA de Rusia y el gran duque de Toscana
Pietro Leopoldo.

Las Provincias Unidas.


A la muerte de Guillermo TERCERO de Orange en 1702, se inicia un enfrentamiento entre los partidarios del
régimen republicano y los defensores de la dinastía Orange. El republicanismo se impone y el poder lo tiene una
oligarquía burguesa encabezada por el gran pensionario Antonio Heinsius. Su muerte en 1720 propicia una nueva
pugna, en la que se vuelven a imponer los republicanos, pero a costa de debilitar a las Provincias Unidas.

Las cosas cambian cuando en el curso de la guerra de los Siete Años las Provincias Unidas se ven invadidas por el
ejército francés (1747). Se produce una reacción nacional, apoyada por Gran Bretaña, que permite a Guillermo
cuarto (1747-1751) lograr un poder como estatúder similar al que había ostentado Guillermo TERCERO. El hijo de
Guillermo cuarto, Guillermo quinto (1751-1795), era menor de edad y fue necesaria una regencia, primero de su
madre Ana de Hannover y después de su preceptor Ernesto de Brunswick, hasta la mayoría de edad del príncipe, en
1766.
Guillermo quinto contaba con el apoyo de Gran Bretaña y Prusia, pero con el tiempo fue creciendo la oposición
republicana, inspirada en el federalismo norteamericano. Este movimiento patriótico fue sobre todo respaldado por la
baja burguesía, mientras que las oligarquías urbanas se decantaban por limitar los poderes del estatúder. En 1787
muchas ciudades se levantaron contra Guillermo quinto, lo que propició la intervención del ejército prusiano, apoyado
navalmente por Gran Bretaña.

La autoridad de Guillermo quinto fue restablecida, dado que Francia no pudo intervenir en el conflicto, agobiada por
sus propios problemas. Sin embargo, en 1795 los ejércitos de la Francia revolucionaria, al mando del general
Pichegru, invaden las Provincias Unidas y crea con ellas la República Bátava, que en la práctica es un vasallo de
Francia.

Pese a la debilidad política que acabamos de ver, la economía de las Provincias Unidas era fuerte. Tras un inicio de
siglo titubeante, que llevó a la suspensión de pagos en 1715, la economía comenzó a recuperarse, si bien en el siglo
18 se había perdido buena parte del protagonismo mercantil que había ostentado durante buena parte del siglo 17.
Sus manufacturas tampoco presentaban el vigor de antaño y parte de su burguesía adoptaba títulos y modos de vida
más propios de la nobleza, especialmente en lo referente a la posesión de tierras.

Pero lo cierto es que su economía era una de las más evolucionadas del continente. El sector más importante era
ahora el de las finanzas y las Provincias Unidas prestaban dinero a buena parte de Europa, incluyendo una
importante participación en la deuda nacional británica. Ámsterdam era un gran centro de negocio en lo relativo a
seguros marítimos, en fuerte competencia con Londres.

Por último, hay que destacar que en las Provincias Unidas existía una mayor libertad política que en otros países
europeos, con una prensa abundante y una actitud bastante permisiva hacia el debate político e ideológico.

El auge de Prusia
La monarquía prusiana comienza en 1701, cuando el margrave-elector de Brandeburgo y duque de Prusia, Federico
primero, se convierte por concesión imperial en Rey de Prusia. Se trataba de una monarquía de agregación, fruto de
la incorporación de territorios de forma sucesiva. Así en el s. XIX Prusia logrará la unificación de Alemania. Las señas
de identidad del reino de Prusia (centralización del poder y la administración y fuerza militar) se ponen de manifiesto
con el sucesor de Federico primero, Federico Guillermo primero (1713-40). La propia estructura social se fue
adaptando progresivamente al modelo de monarquía militar, donde el ejército es el elemento fundamental para la
integración de los diversos territorios de la monarquía. Reformó el ejército, la Hacienda (duplicando los ingresos de la
corona) y la administración, para reforzar el poder central. Se crea un amplio cuerpo burocrático, bien formado y
dependiente directamente del poder real.

A partir de 1723 el órgano clave de gobierno en Prusia es el Directorio General y Supremo de Hacienda, Guerra y
Dominios (Generaldirektorium) que fue un auténtico consejo de gobierno, bajo la dirección del monarca. El gobierno
se situó en Berlín y extendía su poder a las restantes provincias de la monarquía, en buena medida gracias a la
creación de los comisariados de guerra, que tenían importantes competencias gubernativas y judiciales y que
dependían fuertemente de Berlín. En las ciudades esta misma reforma crea los comisariados de guerra e impuestos,
con importante función tributaria. En materia de manufacturas y comercio aplicó doctrinas mercantilistas, a la vez que
favoreció la agricultura mediante nuevas roturaciones. Así la economía experimentó un fuerte crecimiento durante su
reinado. En 1732, 20.000 protestantes expulsados por el obispo de Salzburgo fueron ubicados en Prusia oriental.

El apogeo de Prusia en el siglo 18 llega con Federico SEGUNDO (1740-86), uno de los máximos exponentes del
absolutismo ilustrado. Tuvo una amplia formación ilustrada, lo que le llevó a frecuentes enfrentamientos con su padre.
De todos modos, las reformas de éste hicieron que Federico SEGUNDO se encontrase con una estructura
institucional sólida, que apenas tuvo que modificar. Acabó con algunos restos de instituciones anteriores y sustrajo
una parte de la Hacienda al Directorio, poniéndola directamente bajo su autoridad. Con el paso de los años Federico
SEGUNDO fue sustrayendo competencias al Directorio (minas, montes, imposición sobre el consumo, etc.), ya que
consideraba a este organismo como demasiado lento. Mejoró el funcionamiento de la administración y de la
fiscalidad, logrando que los ingresos pasaran de los 7 a los 18 millones de taleros. En el campo de las reformas
propiamente ilustradas cabe destaca la eliminación de la tortura y la casi total supresión de la pena de muerte.
Impulsó un amplio proyecto de codificación, que culminaría con el nuevo Código Civil de 1794. Además, modernizó el
procedimiento judicial en 1781.

En otras materias hay que destacar la aplicación del principio de libertad religiosa, lo que permitió la presencia de
gente de distintas confesiones en sus reinos. Además, trató de reducir las discriminaciones que padecían los judíos.

Fracasó al tratar de extender la enseñanza obligatoria hasta los 13 años, debido a la falta de maestros. La
universidad experimento un importante auge, pero en los campos de la opinión o la prensa puso el límite de la crítica
a su poder y a su obra de gobierno. También fracasó Federico segundo en el tema de los siervos, ya que no pudo
implementar las medidas necesarias por la presión de los grandes terratenientes (junkers).
Durante su reinado se vivió un fuerte crecimiento económico, favorecido por su política proteccionista hacia la
agricultura y por su actitud mercantilista. Favoreció las manufacturas de lujo (porcelana, seda, terciopelo), así como
las minas de carbón y de hierro, lo mismo que la metalurgia. También mejoró las infraestructuras (canales) y redujo al
mínimo las barreras internas, al objeto de favorecer el comercio interior. En 1765 creó un banco nacional, cuyo
modelo fue el Banco de Inglaterra. También intensificó la colonización interior de sus territorios, que se incrementaron
con la conquista de Silesia en 1740. Esta colonización fue más intensa en los territorios del este.

A la muerte de Federico SEGUNDO le sucede su sobrino Federico Guillermo SEGUNDO (1786-1797). Continuó la
política expansiva de sus antecesores, especialmente con los repartos de Polonia, pero no mantuvo el absolutismo
ilustrado de sus predecesores, sino que más bien se impuso una política de ortodoxia cristiana, contraria a la
Ilustración.

Austria y la Monarquía de los Habsburgo.


La monarquía austriaca del siglo 18 es la más compleja de todas las monarquías de agregación europeas. Se trata
de un imperio extenso, variado y diverso, donde no es fácil construir estructuras de gobierno eficaces. La conquista
de gran parte del antiguo reino de Hungría, más los territorios en Italia y Países Bajos ( Paz de Utrech), suponen un
engrandecimiento territorial, pero la situación es inestable.

El problema de la falta de sucesores masculinos al trono, que ya se había planteado en el siglo 17, vuelve a
producirse en el siglo 18. El segundo hijo de Leopoldo primero, Carlos sexto (1711-1740), promulga la Pragmática
Sanción en 1713, a fin de beneficiar a su propia descendencia, concretamente a su hija mayor María Teresa. Carlos
VI mantiene las instituciones centrales heredadas, pero se apoya sobre todo en la Conferencia Privada, órgano más
restringido que el antiguo Consejo Privado. Creó además consejos para los territorios que llegó a controlar en
España, Italia y Países Bajos, pero en 1736 debe asumir la pérdida de Nápoles y Sicilia.

Su hija María Teresa Primera (1740-80) hubo de enfrentarse a enormes dificultades al hacerse con la herencia de
su padre. Con habilidad logró el apoyo de los húngaros y logró convertirse en uno de los modelos más típicos del
absolutismo ilustrado, al tratar de aumentar su autoridad y fortalecer sus estados. Sus primeras reformas se realizan
en los territorios patrimoniales de los Habsburgo y en Bohemia, núcleo de su poder. Así crea la Magistratura
Suprema, con competencias judiciales, la Cancillería estatal, para dirigir la política exterior, y las cuestiones militares
las mantiene en el preexistente Consejo de Guerra.

Poco a poco fue creando una administración civil, separada de la judicial. La justicia se fue unificando y
centralizando, con ayuda de un nuevo código penal (1768). Además, se fue creando un cuerpo burocrático
dependiente de la corona, que reemplazó a los estamentos en tareas tan importantes como la recaudación de
impuestos o el reclutamiento, haciendo cada vez más efectiva la presencia del poder real.

En el plano de la Hacienda se reorganizó la recaudación y se crearon nuevos impuestos, como la contribución sobre
la tierra. También introdujo reformas en la educación, como por ejemplo la secularización de la Universidad de Viena
y la creación de academias militares y diplomáticas. Su aversión a los judíos le llevó a expulsarlos de Bohemia en
1744, aunque la presión internacional le lleva a anular dicha medida en 1748.

En 1765 su hijo José SEGUNDO es coronado emperador, por lo que madre e hijo comparten el poder. A partir de
esa fecha las reformas se aceleran, en un sentido más absolutista, al tiempo que se extienden a más territorios
dependientes de la monarquía Habsburgo. Así en Hungría se convierte a los siervos en arrendatarios de la tierra
(1767), limitando sus aportaciones a los señores. De este modo, pese a fuertes resistencias, se logró mejorar la
situación del campesinado.

En estos años se inician las medidas regalistas, donde se ve la influencia de José SEGUNDO. En 1768 se impuso
una contribución al clero y más adelante fueron desamortizados algunos bienes de monasterios y conventos.

En educación, la corona se hace cargo de los niveles básicos de la enseñanza, desde 1774. En economía se aplican
medidas mercantilistas, de apoyo a la producción y al comercio, que son complementadas con mejoras en las
comunicaciones.

La muerte de María Teresa en 1780 da paso al reinado en solitario de José SEGUNDO (1780-90), que mantiene su
política reformista de un modo más intransigente. Su modo de tratar los asuntos relacionados con la Iglesia fue tal
que se ha llegado a hablar de “josefismo”, como una variante peculiar del regalismo. Muy influido por las doctrinas de
Febronius, que estaba contra el poder temporal de los Papas, deseaba una Iglesia nacional al servicio de los
intereses dinásticos de una monarquía de derecho divino. Por ello gobernó la Iglesia de sus territorios como si de un
Papa se tratase. Así trató de convertir obispos y párrocos en dependientes del poder real, al tiempo que subordinaba
los seminarios a las universidades. Además, modificó las circunscripciones de diócesis y parroquias, eliminó las
órdenes contemplativas, redujo el número de miembros de las órdenes regulares, las sometió a la autoridad de los
obispos, fijó el número de novicios, etc. En el campo del ceremonial y la religiosidad popular también introdujo
novedades, como la supresión de las procesiones, las cofradías religiosas y las peregrinaciones.
En otros campos podemos destacar que obligó a que el matrimonio fuera validado por autoridades civiles y permitió
el divorcio. Abolió la Inquisición y la censura eclesiástica sobre la prensa y la imprenta, además de dictar una ley de
tolerancia religiosa, que beneficiaba a luteranos y judíos. En educación asumió la enseñanza a cargo de la corona en
1783, lo que fue otro golpe contra el dominio de la Iglesia en este campo.

En la corte fusionó organismos, a fin de lograr una mayor centralización y reducir gastos. También dividió el territorio
en distritos bajo el mando de gobernadores nombrados por él mismo. Algunas reformas de tiempos de su madre se
empezaron a aplicar en todos los territorios, lo que lleva a una nueva unificación de los derechos de propiedad
territorial. En 1786 se publicó la primera parte del nuevo Código Civil y en 1787 un nuevo Código Penal, el cual
limitaba la pena de muerte y abolía la tortura.

Intentó repartir la fiscalidad de forma más equilibrada, acabando con exenciones de la nobleza y diezmos, lo que
provocó descontento en los afectados, lo mismo que la abolición de la servidumbre en Hungría (1785). Las
resistencias y revueltas le hicieron anular algunas disposiciones. En aras de una mejor fiscalidad, realizó un censo y
un catastro. Pese a tal cantidad de reformas, al final de su reinado se estaban produciendo revueltas en diversos
territorios de su reino, además de un intento de reparto de Austria entre Prusia, Turquía y Polonia, que fue abortado
por la intervención de Gran Bretaña.

Su hermano y sucesor Leopoldo SEGUNDO (1790-92) hubo de negociar con los estamentos y moderar las
reformas, suprimiéndose muchas de las medidas del absolutismo ilustrado “josefino”. El sistema fiscal vuelve a los
tiempos de María Teresa y se restablece la servidumbre. Además, la reacción anti-ilustrada que provoca la revolución
francesa hace que queden abolidas la mayor parte de las reformas de José SEGUNDO. A Leopoldo SEGUNDO, le
sucederá su hijo Francisco SEGUNDO, como último emperador del Sacro Imperio (1792-1806) y pasará a ser
Francisco primero, primer emperador de Austria (1804-1835).

Los territorios italianos.


En Italia encontramos reformas de corte ilustrada en los territorios atribuidos a Austria en al tratado de Utrech. Así en
el reino de Nápoles, pese a que el dominio austriaco fue de corta duración, se asiste a un fuerte regalismo, que es
un reflejo de una concepción del mundo basada en valores civiles frente al predominio de los valores morales y
religiosos.

En el ducado de Milán el reformismo fue más eficaz y prolongado, también con un fuerte componente regalista. Se
intentó realizar un catastro, para establecer una fiscalidad más justa, lo cual suscitó una fuerte oposición,
especialmente por parte de la Iglesia, lo que frenó el proyecto. Las disposiciones de corte regalista se fueron
intensificando y llegaron al máximo con la incorporación a poder de José segundo (1765). Se suprime una buena
cantidad de monasterios (apropiándose la corona de sus bienes). En realidad, el norte de Italia se convirtió en un
campo de pruebas de muchas de las medidas de José SEGUNDO, especialmente las relativas a la Iglesia y a la
religión, medidas que con posterioridad aplicaría a sus territorios austriacos. También, en línea con la Ilustración, se
procedió a la abolición de gremios, a la supresión de aduanas interiores, a la abolición del Senado ( 1786) y a la
división del ducado en 8 intendencias. A la muerte de José segundo, al igual que pasó en otros territorios, la mayoría
de estas reformas fueron anuladas.

El gran ducado de Toscana fue otro territorio vinculado a los Habsburgo. Allí las principales reformas fueron las
llevadas a cabo por Pietro Leopoldo (1765-1790), que será el futuro Leopoldo segundo de Austria tras la muerte de
su hermano José SEGUNDO. Como gran duque de Toscana liberalizó el comercio de granos en 1767. En 1770 inicia
la supresión gradual de los gremios y posteriormente abolirá las aduanas interiores. También entrega a los aparceros
las tierras pertenecientes a la corona, a cambio de un canon anual, y se preocupa por mejorar la formación de los
campesinos. Su colaborador Giulio Rucellai es el principal artífice de la política regalista, que se plasma en medidas
como la abolición del derecho de asilo en sagrado, el cierre del Tribunal del Santo Oficio y la supresión de la
nunciatura en Florencia. En 1786 se publicó el nuevo Código Penal, que suprime la tortura, la pena de muerte y la
confiscación de bienes a los condenados. En cambio, el proyecto de redactar una nueva constitución que implicaba la
separación de poderes se quedó en un simple proyecto. Ya en 1790, cuando Leopoldo partía hacia Viena, se
manifestaba un fuerte descontento popular hacia muchas de sus medidas.

A partir de 1735 los reinos de Nápoles y Sicilia pasan a ser regidos por Carlos de Borbón, hijo de Felipe quinto y
futuro Carlos TERCERO de España. Este monarca ilustrado lleva a cabo una amplia política reformista. Contó a su
favor con una coyuntura económica favorable y una buena acogida de sus súbditos, descontentos con las
imposiciones fiscales de los austriacos. Sus reformas buscaban imponer la superioridad política e institucional del
monarca, recortando para ello poderes de los barones, la nobleza togada y la Iglesia. Para ello suprimió el poderoso
Consejo Colateral y lo sustituyó por una Junta de Gabinete y varias secretarías, siguiendo el modelo de su padre
Felipe quinto en España. De acuerdo con las doctrinas mercantiles creó una Junta de Comercio en 1735 y en 1739
instituyó el Magistrado de Comercio, tribunal con amplias competencias en materias económicas (no sólo
mercantiles). También reformó la jurisdicción feudal y reorganizó la hacienda. En 1737 inicia la elaboración de un
catastro general. Impulsó la actividad manufacturera, como las fábricas de seda, porcelana, cristales y espejos,
arcabuces, etc.

Su hijo y sucesor Fernando cuarto (1759-1825) prosiguió con las reformas administrativas y legislativas, al tiempo
que se lucha contra los privilegios feudales y eclesiásticos. En Sicilia el virrey Caracciolo limitó la jurisdicción señorial
y trató de elaborar un catastro, que no llegó a concluirse. El regalismo napolitano es conocido como
“jurisdiccionalismo” y destaca por su gran fuerza, ya que arranca desde finales del siglo 17. Ya en época austriaca se
dio el regalismo napolitano y su huella permanece, hasta desarrollarse plenamente en la época de la plena
Ilustración. Este jurisdiccionalismo se plasma sobre todo en conflictos y tensiones con Roma. En 1741 Carlos de
Borbón y el Papa Benedicto CATORCE firman un concordato, que confiere al rey de Nápoles derechos fiscales y
jurisdiccionales sobre la Iglesia y que es preludio de la supresión de la Inquisición romana en este reino ( 1746).
Fernando cuarto también vive tensiones con la Iglesia, como por ejemplo la expulsión de los jesuitas y la expropiación
de muchos de sus bienes en 1767. También intentó reformar la enseñanza mediante la creación de escuelas
públicas. Los intentos de reforma agraria, repartiendo tierras expropiadas a cultivadores, tuvieron un éxito más bien
escaso. Quizá el punto culminante de la política regalista se dio en 1789, cuando se suprime la chinea, la ofrenda
simbólica que reconocía la dependencia feudal de Nápoles respecto a Roma. Estos soberanos también realizaron
obras públicas: como excavaciones en Pompeya, teatros, palacios, etc.

Pese a todo lo anterior el balance de las reformas fue escaso, debido a la resistencia de los grupos poderosos:
Iglesia, nobleza, señores feudales. Los avances se deben más a las nuevas fuerzas sociales (burguesía, letrados,
intelectuales) que a la propia dinastía borbónica. Al estallar la Revolución francesa los Borbones napolitanos
abandonaron la política reformadora, lo mismo que hicieron otros soberanos ilustrados.

Los ducados de Parma, Piacenza y Guastalla fueron atribuidos a Felipe de Borbón (1748-1765). Destaca aquí el
regalismo, uno de los más marcados de Europa en la década de 1760, impulsado por el francés Dutillot (1756-1771).
En 1765 se tasan muchas de las propiedades eclesiásticas, lo que es un fuerte recorte en la inmunidad fiscal del
clero. En 1768 se prohíbe la apelación a tribunales extranjeros (es decir, a Roma) y se produce la expulsión de los
jesuitas, lo que permite una reforma educativa. La reacción de Roma fue anular los edictos en materia eclesiástica,
reafirmar el origen pontificio del ducado y amenazar con excomuniones. Dutillot responde confiscando bienes de
algunas congregaciones religiosas y suprimiendo la Inquisición (1769). El nuevo duque, Fernando I (1765-1802),
destituye a Dutillot y se reconcilia con Roma (1771), al tiempo que retrocede en muchas de las medidas regalistas de
los años anteriores.

En el reino de Saboya las reformas ya venían produciéndose desde el siglo 17, sobre todo con Víctor Amadeo
SEGUNDO, que gobierna hasta 1730. En 1712 se tiene ya un catastro, que permite recuperar para la corona
territorios usurpados, así como reducir las tierras libres de impuestos y las exenciones fiscales de los privilegiados.
Durante la guerra de sucesión española el duque Víctor Amadeo logra el título de rey, que le será de gran ayuda a la
hora de emprender sus reformas centralizadoras. Creó nuevos consejos de gobierno y reforzó las competencias de
los intendentes, que extendió a los nuevos territorios incorporados de Monferrato y Cerdeña. También promovió la
codificación de leyes en las llamadas “constituciones piamontesas” (1723-1729), a la vez que suprimía la venta de los
cargos de justicia. Reformó los estudios universitarios, lo que le llevó a enfrentarse a las órdenes religiosas, que
dominaban hasta entonces la universidad. Pese a que sus logros en la reforma educativa fueron escasos, sirvió de
modelo para gobernantes ilustrados posteriores.

Carlos Manuel TERCERO (1730-1773) tuvo como máximo exponente del reformismo a Battista Bogino, el cual a
partir de 1748 reorganiza la administración local (reforzando el papel de los intendentes) y comienza un catastro.
Además decreta la abolición de la feudalidad en Saboya (1771). Desde 1759 se ocupa de la reorganización de
Cerdeña. Su sucesor, Víctor Amadeo TERCERO (1773-1796) continúa la política reformista de su padre, pese a la
desaparición de Bogino, y en 1783 funda la Academia de Ciencias de Turín. Apenas puede hablarse de reformismo
ilustrado en las repúblicas oligárquicas de Venecia y Génova.

En Venecia lo más destacado es el regalismo, que contaba con importantes precedentes. Se logran reducir las
competencias de la Inquisición romana, limitar las amortizaciones eclesiásticas, suprimir algunos conventos, etc. En
el terreno económico se liberaliza la exportación de cereales en 1754 y se desarrolla la marina mercante a partir de
1780. Pese a ello no se frenó la decadencia veneciana en el comercio internacional, fenómeno al que se unía el
descontento de los sectores burgueses excluidos del poder político.

Más tradicional aún fue la política de Génova, donde el descontento popular condujo a la insurrección de 1746. La
situación continuó sin cambios, agudizando el malestar de territorios como Córcega, que se encontraba en situación
de permanente rebeldía desde 1729, hecho este que llevó al Senado genovés a vendérsela a Francia en el año 1768.

El poder del Papado experimenta un claro retroceso en el siglo 18, consecuencia lógica de la política regalista
seguida por numerosos príncipes católicos, a lo que se unen otros factores tales como las críticas del pensamiento
ilustrado y el avance de la descristianización. Este retroceso se plasma en un descenso de las cantidades de dinero
que los papas recibían de los países católicos, lo que acaba alentando tensiones separatistas en el interior de los
Estados Pontificios (especialmente, Bolonia). Estas tensiones se agudizaron por el efecto negativo de las campañas
militares de las guerras de la primera mitad del siglo 18. Clemente DOCE (1730-1740) llevó a cabo una política de
reformismo político y económico, intentado mejorar las comunicaciones y el comercio. Benedicto CATORCE (1740-
1758) intentó establecer cauces de entendimiento con soberanos católicos, por medio de concordatos. Además trató
de abrirse al pensamiento ilustrado y mejorar las relaciones entre la Iglesia y la sociedad. Pío sexto (1775-1799)
promovió el libre comercio y elaboró un catastro de propiedades durante su pontificado.

España y Portugal.

En España la llegada al poder de los borbones con Felipe quinto (1700-46) propició reformas tanto en la estructura
del reino como en su forma de gobierno. Estas reformas fueron de inspiración francesa y se trató de reducir el poder
político de la alta nobleza, además de reordenar el sistema de gobierno, para lograr un incremento del poder real y
una mayor centralización.

La sublevación de parte de los territorios de la corona de Aragón llevó a la promulgación de dos decretos de Nueva
planta (1707 y 1716), que abolían las constituciones y privilegios de estos reinos, a medida que el rey iba
reconquistando sus territorios. Se van creando nuevos organismos de gobierno, dependientes del poder real, a la vez
que se van aboliendo los ordenamientos jurídicos particulares, a excepción del derecho civil catalán. En el terreno
fiscal se crea un nuevo impuesto, que es equiparable a las rentas provinciales de Castilla. También se suprimen las
aduanas entre Castilla y Aragón y se posibilita a los súbditos de la Corona de Aragón, el comercio con los territorios
americanos. A partir de entonces sólo Navarra y las provincias vascas mantendrán sus privilegios y particularidades.

Para gobernar el reino se crea un Consejo de Gabinete, de inspiración francesa, formado por un reducido grupo de
personas. Con el tiempo este Consejo cede importancia ante una serie de secretarias de estado, antecedente remoto
de los futuros ministerios. Durante el siglo 18 lo más habitual fue encontrar cinco de estas secretarías: Estado,
Guerra, Marina e Indias, Hacienda y Justicia. El Consejo de Castilla fue el único de ellos que pervivió, extendiendo su
poder a la corona de Aragón, con competencias en el gobierno interior y en la administración de justicia. También
perviven algunas juntas, como la de Comercio y Moneda, dependiente desde 1730 de la secretaría de Hacienda. Las
Cortes de Castilla también se extienden a Aragón, pero su importancia es prácticamente nula.

Con Felipe quinto se produce una mejora económica, basada en el mercantilismo, y una reconstrucción militar y
naval, pero las continuas guerras dejarán la hacienda en situación precaria. El reinado de su hijo y sucesor Fernando
VI (1746-59) permite mejorar la hacienda y poner en marcha una serie de proyectos, protagonizados por el marqués
de la Ensenada. Se impulsa la construcción naval, los canales y puertos y se crea el Real Giro, que es el primer
antecedente de un banco nacional, aunque fue suprimido tras la caída de Ensenada en 1754. Para mejorar la
fiscalidad se realiza el llamado Catastro del marqués de la Ensenada (1749-59), para conocer la población y riqueza
de las provincias de Castilla. Este documento nos ha legado quizá la más completa información de un territorio
europeo a mediados del siglo 18, pero en el aspecto práctico fracasó, al no poder llevarse a cabo la conocida como
Única Contribución, por las muchas resistencias que hubo en su contra. También se firmó el concordato de 1753 con
Roma, para poner fin a los conflictos regalistas del reinado anterior.

El reinado de Carlos TERCERO (1759-88) marca la culminación del absolutismo ilustrado en España. Su política
reformista, cuya principal instancia impulsora fue el Consejo de Castilla, abarcó desde el ejército a la economía,
pasando por la educación y el sistema de valores sociales. Estas iniciativas reformistas fueron puestas en marcha por
gobernantes ilustrados, como el conde de Campomanes, el conde de Aranda o Jovellanos. Trataron de conseguir el
progreso económico y social, y estaban respaldados por una minoría reformista, agrupada en las llamadas
“sociedades económicas de amigos del país”.

En lo que a economía se refiere hubo proyectos de reforma agraria, repoblaciones, ataque a los privilegios de la
Mesta, libertad de comercio interior de granos, construcción de canales y puertos, el establecimiento de manufacturas
reales, la protección de los artesanos o la erosión del sistema gremial. Además, se crea el Banco de San Carlos,
primer banco nacional (1782).
Otras medidas tienden a limitar el poder de los estamentos privilegiados, como por ejemplo la tímida política de
incorporación de señoríos a la corona o la tendente a disminuir las atribuciones jurisdiccionales de los señores y así
evitar abusos. También se produce la expulsión de los jesuitas y se trata de controlar la Inquisición, mermando
progresivamente sus atribuciones. En lo que a la Iglesia se refiere, Carlos TERCERO siguió la política regalista de
sus predecesores y se alzaron voces a favor de una desamortización eclesiástica.

Pese a todo lo anterior muchas de las iniciativas de este reinado carecieron de coherencia, no fueron eficaces o
simplemente no pasaron de ser meros proyectos. Al morir Carlos TERCERO todas las instituciones que habían
denunciado los ilustrados seguían vigentes (Mesta, Inquisición, señoríos, mayorazgos, privilegios estamentales, etc.).
El ataque a los estamentos privilegiados, por tímido que fuera, acabó generando reacciones que provocaron el
fracaso de las iniciativas reformistas, como es el caso del famoso motín de Esquilache (1766), promovido por
aristócratas descontentos. Se inició una división política en dos grupos: partidarios y enemigos de las reformas
ilustradas.

El estallido de la revolución francesa pone en cuestión todo el sentido de la ideología ilustrada, provocando una
fuerte reacción contra ella y sus presuntos excesos. Los propios ilustrados, como es el caso de Floridablanca, dan
marcha atrás, alarmados por los acontecimientos que se daban en Francia. Así Carlos cuarto (1788-1808) mantuvo
ciertas iniciativas reformistas, como la desamortización de Godoy (1798), que afectaba a la Iglesia. Sin embargo, las
guerras, la dependencia de Francia, la mala coyuntura económica y el desastroso estado de la Hacienda llevarán a la
caída de Godoy y a la abdicación de Carlos cuarto, lo que anuncia el inicio del desmoronamiento del antiguo régimen.

Portugal inicia el siglo 18 siendo aliado de Inglaterra, iniciando así una vinculación secular entre ambos países. El
rey Juan quinto (1706-50) se vio favorecido por el oro que afluyó de Brasil. Este hecho permitió al monarca avanzar
en el absolutismo, pero tales riquezas no se emplearon en la modernización de la economía del país. A medida que
avanzaba su reinado, Juan quinto fue sustituyendo los consejos de gobierno por secretarías de estado, al estilo
francés o español, destacando las tres siguientes: de asuntos del reino, de territorios de ultramar y la de diplomacia y
guerra. Sus relaciones con Roma fueron tensas, incluyendo la ruptura de los años 1728-1732.

El máximo representante del absolutismo ilustrado portugués sería en el reinado de José primero (1750-77), el
marqués de Pombal, gobernante estricto donde los haya. Pombal trató de impulsar el crecimiento económico tanto en
Portugal como en Brasil, lo que le llevó a reducir el dominio que Gran Bretaña ejercía sobre su país, especialmente
en lo referente a la reducción del contrabando británico. También intentó proteger los intereses de la nobleza
terrateniente, frente al dominio británico del mercado de vino. Pero acabó perjudicando a muchos pequeños
productores y el malestar desembocó en el motín de Oporto (1757), sofocado de modo sangriento por Pombal. La
defensa de los jesuitas a los guaraníes en sus reducciones de América del Sur, que por el Tratado de Límites (1750)
pasaron de España a Portugal, enemistó a Pombal con la Compañía de Jesús. En 1758 se produjo un intento de
asesinato contra el rey José I, hecho que Pombal aprovechó para ajustar cuentas a sus enemigos. Así son
ajusticiados el duque de Aveiro y varios miembros de la familia Távora. Además, inculpa a varios jesuitas y aprovecha
para declarar su expulsión en 1759, confiscando todos sus bienes. Estas agresiones contra la nobleza y contra los
jesuitas dejan bien claro el régimen de terror que Pombal había impuesto en Portugal.

En los siguientes años se incrementan las reformas. Así en 1761 se crea el Erario Regio, para centralizar la gestión
de la hacienda portuguesa. Con Roma se rompen las relaciones entre los años 1760-69. Se establece la superioridad
de los tribunales portugueses sobre los jueces eclesiásticos, a la vez que se reducen las competencias de la
Inquisición. Como efecto de la expulsión de los jesuitas hay que citar la reforma educativa, para reorganizar los
planes de estudios y subordinar la enseñanza al poder civil. Las reformas fueron frenadas por hechos como la guerra
de los siete años, las presiones británicas contra los monopolios portugueses o la crisis económica de la década de
1770, provocada por la reducción de la llegada de oro brasileño. Los enemigos de Pombal aprovechan para
acercarse a la heredera del trono y así, a la muerte del rey en 1777, el ministro es cesado y sometido a un proceso
por corrupción y abuso de autoridad, que no llegó a concluir. Con el cayeron muchos de sus colaboradores y se liberó
a muchos encarcelados y pudieron regresar al país los exiliados.

Parte de la obra de Pombal fue desmontada, al suprimirse las compañías privilegiadas, pero otras disposiciones
siguieron vigentes. María primera (1777-1816) prosiguió las reformas, si bien a ritmo más pausado. En los años
noventa el futuro Juan sexto asume la regencia por enfermedad mental de la reina y con él vuelven a puestos
destacados antiguos colaboradores de Pombal, que rescatan reformas anteriores, como la supresión de bienes en
manos muertas y la reforma del sistema penitenciario.

Tema 12. El Báltico y el Este europeo.


Conflictos en el báltico y el NE. Los repartos de Polonia.
La Gran Guerra del Norte (1700-21), resultado de la nueva relación de fuerzas, comenzó cuando Augusto
SEGUNDO de Sajonia, rey de Polonia formo una coalición con Rusia y Dinamarca. A comienzos del siglo 18 los
daneses invadieron Gottorp, Augusto SEGUNDO atacó Riga y los rusos Narva. Carlos DOCE, rey de Suecia, marcho
sobre Copenhague obligando a Federico cuarto a separase de la coalición, reconociendo la independencia del
ducado de Holstein-Gotttop y, unos meses después, derrotó a Pedro primero de Rusia en Narva. En 1701 levantó el
sitio de Riga y se apodero de Curlandia. A mediados de 1702 invadió Varsovia, gracias a conflictos entre el rey y la
nobleza polaca, derrotando a Augusto SEGUNDO en Klissow, lo que le permitió dominar Polonia en unos años,
poniendo como rey a Estanislao Leczinski. Luego invadió Sajonia forzando a Augusto a dejar la coalición renunciando
a la corona polaca.

Luis CATORCE le propuso a Carlos DOCE que atacara Austria, pero el duque de Malborough y una serie de
concesiones hicieron que desatendiera la demanda, y se enfrentara con Rusia. Entre 1701 y 1705 el zar había
arrebatado a Suecia: Ingria, Carelia, Estonia y Livonia, buscando salida al Báltico, fundado San Petersburgo en 1703.
Carlos DOCE trató de atacar Moscú, pero los rusos recurrieron a la táctica de tierra quemada, derrotándolo
finalmente ante los muros de Poltava, en Julio de 1709. La derrota activó la coalición anti-sueca (Rusia, Polonia y
Dinamarca), con la que Augusto SEGUNDO recupero Polonia, los daneses ocuparon Escania y los rusos Riga,
Reval y Viborg. La Pomerania Sueca fue invadida y los coaligados recibieron la adhesión de Prusia (1713), Inglaterra
y el elector de Hannover (1715). Tras su fuga de la prisión de Demotika, Carlos DOCE acudió a defender Stralsund,
que cayó de todas formas en 1715 junto con la isla de Rügen. Carlos DOCE decidió intentar conquistar Noruega e
inició un acercamiento anti británico a Rusia. Gran Bretaña y Francia se apresuraron a impedirá esa alianza. En 1718
murió el monarca sueco en el sitio de Friedrikshald.

Entre 1719-20 se firmó el tratado de Estocolmo, en la que Suecia cede a Dinamarca el Schleswig, a Prusia buena
parte de Pomerania occidental con Settin y a Hannover los territorios de los obispados de Bremen y Verden. En 1721
se firmó la paz de Nystad con Rusia, recuperando Finlandia meridional y entrando Ingria, Estonia y Livonia, una
parte de Carelia con Viborg, y las isas Dago y Ösel. También fue abolida la exención de las aduanas danesas de la
que disfrutaban los barcos suecos que atravesaban el Oresund. Estos repartos del imperio sueco dieron lugar a una
situación de equilibrio, dando lugar a un siglo 18 bastante pacifico, con la aparición de Rusia, el pacifismo danés y el
interés de Prusia en la política continental, salvo por alguna repercusión lateral de grandes conflictos europeos,
donde Suecia tuvo un papel protagonista a pesar de que su fuerza ya no era lo que había sido, por lo que no logro
recuperar su territorios perdidos. Además de su alianza con Dinamarca, Rusia ejercería tutela sobre Polonia (que
acabará desapareciendo a base de repartos) y ocasionalmente sobre Suecia.

La alianza concluida entre Prusia y Rusia (Alianza del Norte o Sistema Nórdico, ideada por el ministro Nikita
Ivanovich Panin), establecía apoyo mutuo (excluyendo ataques turcos a Rusia) y se comprometían a mantener sin
cambios la situación en Polonia y Rusia. La posterior alianza de Catalina segunda con José SEGUNDO en 1781
puso las bases para un acuerdo más amplio. La estabilidad polaca se veía comprometida con cada nueva ascensión
al trono; desde la de Estanislao SEGUNDO en 1764 donde la influencia rusa había aumentado, compitiendo con la
de Prusia y Austria. Prusia quería incorporarse la Prusia Real, que la separaba de la Pomerania. Por el primer trato
de reparto de Polonia, Catalina segunda anexiono parte de la Livonia polaca y la Rusia Blanca hasta el Dvina y el
Dniéper, María Teresa y Federico segundo la Prusia occidental (menos el puerto de Danzing) y el territorio polaco
hasta el rio Netze. Francia intentó sin éxito evitar el reparto.

En 1788, aprovechando el conflicto ruso-turco, el monarca sueco ataco San Petersburgo, sin contar con la
conformidad de la Dieta. Dinamarca le declaro la guerra, pero fue forzada por Gran Bretaña y Prusia a cesar el
conflicto. Suecia llego a negociar un acuerdo con los turcos y Polonia mientras obtenía algunos éxitos y se creaba
una alianza anti rusa en 1788 entre Gran Bretaña, Prusia y las Provincias Unidas.

Catalina segunda y Suecia firmaron un acuerdo en 1790, sin cesiones territoriales, por el que Rusia aceptaba el
instrumento de gobierno sueco y se comprometía a no intervenir en su política exterior. Al año siguiente, Gustavo
TERCERO firmó un acuerdo con Rusia ante el temor de movimientos revolucionarios como en Francia. Un temor
parecido en Polonia llevó a Catalina segunda a pactar con Prusia un segundo reparto de Polonia, incorporándose
Podolia, Ucrania occidental y el oeste de Bielorrusia, y Prusia se quedó Danzing, la región de Thorn y Posnania. Un
tercer y último reparto de Polonia (entre Rusia, Austria y Prusia), hizo desaparecer al país. Rusia obtuvo Curlandia y
el resto de Lituania, Austria la Polonia meridional con Cracovia y Prusia se quedó con el territorio restante, Varsovia
incluida.
El retroceso internacional de Turquía.
El paneslavismo en Ucrania llevo a Pedro I a intervenir en la zona, como liado de los príncipes de Valaquia y
Moldavia, para expulsar a los otomanos. La derrota en el rio Prut le obligo devolver hasta Azov a los turcos. El sultán
entrego los principados de Valaquia y Moldavia a los griegos del barrio ortodoxo de Fanar (Estambul), que en
adelante serían conocidos como príncipes fanariotas.

El contraataque turco para reconquistar Morea (cedida a Venecia en 1699), provoco la alianza austriaco-veneciana y
una nueva guerra. Eugenio de Saboya reconquistó Belgrado, pero se vio frenado por una epidemia de malaria. La
intervención de Gran Bretaña y las provincias unidas llevó a la paz de Passarowitz en la que Turquía recupera
Morea pero sufre un mayor retroceso, y Austria recibe Temesvar, Bosnia, el norte de Serbia con Belgrado y Valaquia.
En 1735, con el pretexto de que las tropas turcas contra Persia habían atravesado el Daghestán, los rusos recuperan
Azov, invadiendo Crimea al año siguiente. Mientras el emperador invadía la Serbia en poder turco, Valaquia y
Bulgaria. Con el apoyo francés, Turquía firmo la paz con Persia. Gracias a las mejoras técnicas introducidas por el
conde de Bonneval (noble francés renegado) los turcos reconquistaron Nis e infringieron varias derrotas al ejército
imperial, mientras obligaban al ejército ruso a retroceder hasta Ucrania. Por los tratados de paz de 1739 firmados en
Belgrado y Nis, Rusia devolvió sus conquistas excepto la franja territorial entre los ríos Bug y Deiéper y la fortaleza de
Azov, que sería desmantelada. Las provincias del Cáucaso serían independientes, quedando el mar negro cerrado a
los barcos rusos. Austria devolvía la ciudad de Nis y las posesiones arrebatadas en la paz de Passarowitz de las que
Carlos sexto únicamente conservaría el banato de Temesvar (Timisoara, frontera hasta 1914).

En 1768 los intentos rusos por someter Crimea llevaron a la guerra con Turquía. Rusia invadió Crimea y avanzo por
Besarabia, Moldavia y Valaquia e infringieron una derrota naval a los turcos en el Mediterráneo. De las demás
potencias, solo Francia deseaba la continuación de la guerra, esperando la derrota rusa. Tras la petición de armisticio
por los turcos y el reparto de Polonia, Rusia volvía a tacar los Balcanes, llegando hasta Bulgaria y obligando a
Turquía a capitular en 1774. Por la paz de Kütchük-Kaynarda, Rusia devolvió Valaquia, Moldavia y
Besarabia, conservando Azov y parte de la costa del Mar Negro, pero a cambio, logro la libre circulación por el Mar
Negro y estrechos de Dardanelos y el Bósforo, el derecho a proteger los ortodoxos del Imperio turco y la
independencia de Crimea, que se anexionó en 1783, fundando Sebastopol, siendo reconocida su posesión, junto
con la región de Kubán, por la convención de Edirne de 1784.

Por disputas territoriales los turcos declararon una nueva guerra a Rusia en 1787. Rusia recibió apoyo de Austria,
pero sus operaciones militares, con falta de apoyo ruso, resultaron un fracaso y abandonó la guerra por presiones de
Prusia y Gran Bretaña. Con la paz de Jassy en 1792, Rusia adquirió los territorios entre los ríos Dniéster y Bug,
dificultando una alianza turco-polaca. En 1784 se funda Odessa. Los tratados firmados entre Rusia y Turquía entre
1774 y 1804 hicieron desaparecer las zonas autónomas entre ambos, dando a los rusos ventas mercantiles con las
que quedaban (como Moldavia y Valaquia). El enfrentamiento acabo pues con un retroceso turco y avance ruso por el
SE europeo.

Dinamarca y el reformismo
El absolutismo Ilustrado de Dinamarca noruega duraría de 1660 hasta 1848. Los monarcas de la casa Oldemburgo
se apoyarían para gobernar en una nueva nobleza de servidores civiles y militares, procedente de otros países, y
también en la burguesía danesa, lo que permitía mantener al margen a la aristocracia terrateniente. El rey actúa con
su consejo o gabinete, por debajo del cual se sitúan diversos colegios (Kollegier) encargados de la administración,
pronto aparecieron las camarillas propias de monarquías absolutistas. Ambos reinos pasaron a estar en pie de
igualdad (Reinos Gemelos).

Los primeros reinados: Federico cuarto (1699-1730) Cristian sexto (1730-76) y Federico quinto (1746-66) fueron
de recuperación económica, y el de Cristián séptimo (1766-1808) reformista. Pese a estar en el bando ganador en
la Gran guerra del Norte no logro incorporar totalmente los ducados de Schleswig y Holstein, que garantizaran su
seguridad, y el resto del siglo vivió en paz y en desarrollo económico. El mayor problema fue el ducado de Holstein-
Gottorp vinculado primero a Suecia y luego a Rusia.

La guerra agravo la situación en el campo. En 1702 Federico cuarto abole la servidumbre y la fijación del campesino
a la tierra, y se reduce a los 6 años de servicio militar, pero el despoblamiento del campo llevó a restablecerla
parcialmente en 1733, fijándole a la tierra 20 años (de los 14 a los 36). Esto garantizo el trabajo en el campo y el
suministro de soldados, y se le añadirían otras medidas de corte mercantilista (compañías privilegiadas, apoyo a la
marina, promoción de manufacturas, el Banco de Copenhague de 1736, etc.). Se crearon 240 escuelas rurales en los
territorios pertenecientes a la corona en tiempos de Federico cuarto y se llevó a cabo la reconstrucción de
Copenhague, quemada en 1728. Se inicia también la expansión del pietismo procedente de Alemania.

Con Federico quinto la alta nobleza volvió a la dirección de los asuntos públicos, en la que intervinieron también
algunos alemanes con el objetivo de mantener a Dinamarca fuera de los conflictos entre las potencias. Si durante la
guerra de los Siete años permaneció en la órbita francesa, su debilitamiento posterior la llevo a la alianza con Rusia.
Aunque, por enfermedad mental, no participo, el reinado de Cristián séptimo tuvo dos periodos reformistas:

• Con el gobierno de Johann Friedrich Stunesse (1770-72): médico alemán del rey, con relaciones íntimas
con la reina carolina logro que su firma sustituyera a la del rey. Disolvió el Conejo y prescindió de los colegios
de la administración, imprimió miles de decretos en alemán, llevando a cabo una reforma autoritaria basada
en ideas ilustradas, con libertad ilimitada de prensa y expresión, abolición de la tortura, tolerancia religiosa,
reducción de fiscalidad campesina, asistencia pública, y protección a la infancia, entre otras. Estas medidas lo
enfrentaron, por su rapidez, a casi todos, provocando su caída, proceso y ejecución, siendo la reina exiliada a
Hannover. La mayoría de las medias se perdieron menos la legislación de pobres, igualdad en el acceso a la
justicia y una menguada libertad de expresión.

• Con Ove Hoegh Guldberg (1772-84), fue un gobierno conservador con tintes nacionalistas. Se reinstauró el
consejo, se restringió a daneses, noruegos y habitantes del Holstein el acceso a empleos públicos y se
fomentó la enseñanza del danés. Gracias a la mediación de Rusia, el encargado de la política exterior, Peter
Bernstorff, logro, por fin, incorporar el ducado de Hosltein-Gottorp.

En 1784, el futuro Federico sexto se encargó de la regencia y aparto a Guldberg. Posteriormente, Bernstorff
volvió a ocuparse de la política exterior y fue la figura clave del gabinete, rodeándose de ministros eficaces que
llevaron a cabo una serie de reformas, entre las que destacan las agrarias (con ministros como Christian Ditilev
Reventlow y Christian Colbjornsen).La Gran comisión Agraria de 1786 cuyas deliberaciones eran publicas abolió la
servidumbre, dando un plazo de 12 años para acabar con ella, impulsando un contrato libre en sustitución de la
corvea, y otras medidas facilitaron el acceso de los campesinos a la propiedad, mientras hacían desaparecer los
privilegios económicos aristocráticos.

También se acabó con los monopolios. Noruega dejo de ser un mercado exclusivo del grano danés y Copenhague
perdió sus privilegios respecto a otros puertos, el mercado de Islandia se abrió a todos los súbditos, los nobles
perdieron sus privilegios de exportación de ganado, se suprimieron las tareas aduaneras y las restricciones a la
importación y los gremios se liberalizaron. En 1792 Dinamarca abolió la trata de esclavos. Estas medias fueron fruto
de la negociación y contaron con el apoyo de una opinión pública muy desarrollada desde la Ley de Libertad de
Prensa de 1794. A finales de siglo diversos factores, como la revolución francesa, pusieron fin al reformismo.

Suecia, entre el parlamentarismo y el absolutismo.


Tras la derrota en la Gran Guerra del Norte, la política sueca del siglo 18 se centro en el gobierno interior. La larga
ausencia del rey (Carlos DOCE) provoco el rechazo al absolutismo y su repentina muerte sin descendencia permitió
al parlamento (riksdag) la creación de tres instrumentos que darían paso a un sistema más parlamentario: La forma
de gobierno (1719), la constitución (1720) y el Reglamento (1723). Este periodo Frihetstiden, o Era de la Libertad, que
duraría hasta 1772 fue un periodo complejo por los desacuerdos entre los 4 estados del parlamento (nobleza, clero,
burguesía y campesinado libre), con un claro predominio de la primera.

Entre las comisiones que nombraba el parlamento destaca el Comité Secreto (centro de poder permanente entre las
sesiones parlamentarias), que se reunían cada 3 años. Lo formaban 50 nobles, 25 eclesiásticos y 25 burgueses, sin
campesinado. El rey presidia el Rad, consejo que ya no era del rey, sino del reino, formado por 18 consejeros
nombrados y responsables ante el parlamento, destacando el presidente de la Cancillería (especie de primer
ministro). Cada miembro tenía un voto y el rey dos. La nobleza monopoliza los cargos, y la aristocracia terrateniente
va dejando paso a la de servicio. Sigue habiendo tensiones entre los diversos sectores nobiliarios.

Para el trono vacante había dos candidatos: Carlos Federico de Holstein-Gottorp (hijo de la hermana mayor de
Carlos DOCE) y Federico
(Príncipe heredero de Hesse y esposa de su hermana pequeña Ulrika Leonor). No fue elegido ninguno de los dos
sino un hermana menor de Carlos DOCE, cuyos derechos eran inferiores a los de su sobrino. Se le exigió renunciar
a derechos hereditarios y jurar la forma de gobierno. Ulrika Leonor fue obligada a abdicar en poco más de un año, por
sus tendencias absolutistas, en su esposo Federico primero, que carecía de derechos sucesorios, lo que le hacía
dependiente del parlamento.

Bajo el mandato del primer ministro Arvid Horn (1720-38), partidario de la paz, hubo recuperación económica,
debido al proteccionismo mercantilista, y al saneamiento de la hacienda pública. Sus enemigos calificaron su política
de bonnet de nuit (nattmössa), de donde surgirán los nombres de los dos partidos:

• sombreros (hattarna), por el sombrero militar, se constituyen en los años 30 en torno a la idea de una
revancha con Rusia, y una restauración política y económica. Son oficiales del ejército, aristocracia de
servicio y burguesía
• gorros (mössorna), eran partidarios de Horn, compuestos por terratenientes, dignatarios del clero y clase
media.
En los años de los sombreros Suecia se enfrentó a Rusia, dentro de la Guerra de Sucesión de Austria. Al acabar
hubo de cederle parte del sur de Finlandia y, por el tratado de Abo, la sucesión de la Casa de Holstein-Gottorp,
emparentada con los Romanov. Adolfo Federico primero fue el primero de esa familia y el ultimo de la Era de la
Libertad. Intentó un fallido golpe de estado para aumentar su poder en 1756.Tras su alineamiento con Prusia en la
Guerra de los Siete Años, los sombreros salen del poder y entran los gorros que cuentan con el apoyo de Gran
Bretaña, Dinamarca y Rusia. En los años 60 desarrollaron una política menos mercantilista y más centrada en la
agricultura, iniciativa privada, libertad de prensa (salvo para escritos religiosos) y eliminación de privilegios. Esto
alarmó a la nobleza y no obtuvo resultados, trayendo de nuevo a los sombreros al poder en 1769. Tras su victoria
electoral en 1771, los gorros plantearon la igualdad de nobles y plebeyos en el acceso a las funciones públicas. Ese
año muere Adolfo Federico y sube al trono Gustavo TERCERO (1771-92) que da dos golpes de estado (en 1772 y
1789) acabando con la Era de la Libertad. El primero le permitió asumir totalmente el poder ejecutivo y la dirección de
gobierno, compartiendo el legislativo con el parlamento. En los años siguientes, hasta 1786, los rusos favorecieron la
oposición al rey y el separatismo finlandés, y hubo varias reformas: libertad del comercio de grano, religiosa (aunque
no se puede abandonar el luteranismo), abolición de la tortura, orden y eficacia en la administración y política
monetaria, pero con el retroceso en la igualdad y libertad de expresión.

En 1789, en el parlamento la nobleza censuro al rey por haber entrado en guerra con Rusia sin la autorización del
Riksdag y la mala marcha del conflicto provocó una reacción anti nobiliaria en los plebeyos. El miedo jugo a favor de
Gustavo TERCERO, quien en una reunión del Riksdag logro aprobar el Acta de Unión y Seguridad en 1789 que le
otorgaba plenos poderes. Con la victoria sobre Rusia en la segunda batalla de Svensksund en 1791, inicia una
etapa más absolutista aunque apoyada en otros sectores sociales. Los privilegios nobiliarios se redujeron,
aboliéndose los derechos feudales del campo y se transformo el estatuto jurídico de los campesinos que pudieron
acceder a la propiedad de la tierra y sus representantes tuvieron acceso al Comité Secreto. Esto, unido a las malas
finanzas por la guerra llevo a un grupo de nobles a asesinar al rey en 1792. Luego hubo una regencia (1792-96) de
su hermano menor, que subió al trono como Gustavo cuarto Adolfo (1792-1809), pero que sería depuesto por un
golpe de estado, poniendo fin al absolutismo en Suecia.

El fortalecimiento de Rusia
En el siglo 18 Rusia se convertía, junto con Prusia en el otro gran poder europeo, con un acercamiento problemático
por su extensión y situación. Pedro primero afianzo su poder tras la derrota de los Streltsi (cuerpo militar de elite que
pretendía el retorno de su hermanastra Sofía), pero hubo de cancelar su viaje de incognito por Europa al enterarse de
la conjura. El viaje fue fundamental para su formación, e hizo que apostara por la occidentalización y se interesó
sobre todo por la construcción naval. Disponía de salida al Mar Negro en Azov y al Báltico por San Petersburgo y la
cercana base de Constad.

En su política para superar los atrasos del país conto con ayuda de militares extranjeros y las elites ucranianas, de
cultura europea, destacando la Academia de Kiev. Contaba con un gran poder autocrático, de base sagrada, que no
evito resistencias, por parte de los antiguos creyentes, y del pueblo contra las reformas occidentales (calendario
juliano, ropa, afeitado, etc.) y malestar por la fiscalidad y reclutamiento de mano de obra y soldados. Tuvo revueltas
como la de los cosacos de Bulavin en el Don (1707-08) o Iván de Ucrania que se unió al ejercito sueco antes de su
derrota. En 1700 creó la Cancillería, dependiente en teoría de la Duma pero dependiente del Zar, formada por los 8
jefes de los principales Prikazy, y estaba encargada de dirigir el gobierno y las finanzas. También creó un Senado en
1711 de 9 miembros encargado de la coordinación política y administración en su ausencia, aunque luego se hizo
permanente, controlando la hacienda y el ejército y haciendo de tribunal supremo. Los antiguos Prikazy se
reestructuraron como colegios administrativos, como en Suecia. El Reglamento General de 1720 pretendía organizar
el territorio. Dividió el territorio en varios Gubernii, estos en provincias (regidas por voivodas) y estas en distritos. Creó
una marina de guerra y actualizó el ejército. La creación de la armada estimularía la siderurgia de los Urales y el
desarrollo industrial.

Dejo vacante el patriarcado durante dos décadas por su oposición a las reformas absolutistas, nombrando un vicario
como administrador y aboliéndolo del todo en 1721, dando un nuevo estatuto a la Iglesia ortodoxa, y situando a su
frente al Santo Sínodo (14 eclesiásticos elegidos por el zar y presididos por un procurador supremo laico, al estilo de
un colegio administrativo), y todos los obispos pasan a ser iguales.

En la reforma de la sociedad introdujo el principio de primogenitura y la Tabla de Rangos, que mantenía la


preeminencia de las antiguas familias de boyardos, pero convertía el servicio al rey en la única vía posible de
ascenso social e introducía títulos como conde y barón. En cuanto a educación, en 1701 creó el Colegio de
Matemáticas y Náutica de Moscú, tanto para la armada como para la sociedad civil, y posteriormente, varias
academias militares. Para la enseñanza primaria ordeno la creación en cada provincia de escuelas de números (por
la importancia que se le daba las matemáticas, que llegaron 40 en décadas posteriores), y escuelas episcopales
vinculadas a la iglesia. En 1718 financio la academia de Ciencias, que se inauguraría poco después de su muerte.
El enfrentamiento con su hijo Alexis (encarcelado y muerto en prisión en 1718) lo dejó sin heredero y cambio el
sistema sucesorio, por un ucás, que le permitía elegir al zar su sucesor, pero no llegó a hacer uso de tal prerrogativa,
por lo que al morir 3 años después se inició un periodo de inestabilidad con varios zares y zarinas intrascendentes,
con poder de la nobleza y las camarillas. Los dos únicos periodos de cierta estabilidad fueron los de las Zarinas:

✓ Ana (1730-40), hija de Iván quinto y duquesa de Curlandia, dominio de la nobleza del Báltico

✓ Isabel Petrovna (1741-61), hija de Pedro primero, restableció la administración central, se abolieron las
aduanas interiores, se creó el Banco de Empréstitos de la Nobleza y avanzó en la occidentalización de la
cultura rusa mediante el incremento de las traducciones de libros, salones aristocráticos y demás. Nombró
sucesor a su sobrino Pedro, duque de Holstein-Gottorp, que se casaría con la princesa alemana Catalina de
Anhalt (Sofía Federica Augusta.

Pedro TERCERO (1761-62) duró poco, ya que una facción de la nobleza le hizo abdicar en su esposa, esperando
que ella proclamara zar a su hijo y se quedara como regente. El desposeído zar fue asesinado, así como Iván sexto.
Con ayuda de aliados, como los hermanos Orlov, Sofía Federica Augusta, sería zarina (1762-96) tras convertirse al
cristianismo ortodoxo, y cambiando su nombre por Catalina. Continuó con la centralización y engrandecimiento de
Rusia. Su reinado tuvo dos etapas:

De sus primeros años destacan dos documentos que le valieron la estima de ilustrados como Voltaire, en los que
pretendía llegar a un absolutismo ilustrado: El Manifiesto (1762), en que animaba a extranjeros a sentarse en Rusia y
la Instrucción, Nakaz (1767) para la Comisión legislativa, convocada el año anterior para la codificación del derecho,
pero demasiado heterogénea y tuvo que ser disuelta en un par de años. En lo religioso, acabó con la poca
autonomía de la Iglesia, suprimiendo conventos y quedándose con sus bienes. Paró las persecuciones a los
disidentes ortodoxos y acogió a jesuitas expulsados, permitiendo a los musulmanes de los territorios conquistados
mantener sus mezquitas. En Polonia había católicos tanto rutenos (que fueron separados de Roma a la fuerza, sus
iglesias entregadas a los ortodoxos) como de rito latino, que también sufrieron intolerancia, pero en menor medida.
En 1783 la zarina creó para los católicos la archidiócesis de Moguiliov, en Bielorrusia. Concentró el poder en el
Senado formado por 25 o 30 dignatarios, dejando más de lado el Consejo imperial, y creando seis departamentos
que se repartían los asuntos de gobierno. En 1788 creó el Consejo de la alta corte con gentes cercanas a ella como
Potemkin.

Su segunda etapa fue tras la rebelión de Pugachov, quien fue ejecutado en 1775. Centralizando la administración
y elevando el número de gobernaciones a 50, con un gobernador dotado de amplios poderes, divididas en distritos, al
frente de los cuales puso a la nobleza local. Creó órganos judiciales para cada uno de los estamentos,
responsabilizando a la nobleza del gobierno de los distritos. Su política social fue favorable a la nobleza que formaba
parte del aparato burocrático. La Carta de la Nobleza (1785) reafirmaba su autonomía, dignidad y privilegios;
dándoles el monopolio de la posesión de tierras con siervos y el dominio del subsuelo y las actividades industriales y
mercantiles. También promulgó una Carta de las Ciudades, reglamentando el gobierno urbano y los derechos de sus
habitantes.

Económicamente favoreció el libre comercio, las manufacturas y la industria, liquidando monopolios y basándose en
ideas de la fisiocracia. Rusia experimentó un gran crecimiento económico. También favoreció las instituciones y
sociedades científicas y culturales así como el teatro la música y la expansión de la prensa creando la academia rusa
en 1783 e iniciando la colección artística que decoraría el palacio de invierno, origen del museo del Hermitage. El
Estatuto de las Escuelas Públicas (1783) promovió la enseñanza elemental estableciendo una escuela pública
principal en cada ciudad cabecera de los guberniya, para todos los niños e hijos de los siervos, y pequeñas escuelas
de primeras letras en las cabeceras de distrito. En los años 90 los ecos de la Revolución Francesa frenaron el
reformismo y fomentaron la represión.

El final de Polonia
El fracaso de Polonia se debió a su incapacidad de crear un poder político centralizado, debido a su enorme
extensión (850.000Km2), la carencia de fronteras naturales y sobre todo a la resistencia de la nobleza a aceptar un
poder monárquico fuerte. Polonia era de hecho una república aristocrática sometida al poder de las grandes familias,
con sus propios ejércitos privados y su dominio sobre la numerosa pequeña nobleza. El poder de veto de cualquiera
de los miembros de las dos cámaras de la Dieta (sejm) era la demostración de la ineficacia del sistema que
conduciría a la desaparición de Polonia a finales del siglo. El gobierno provincial estaba en manos de las asambleas
de nobles (dietinas).

Tras la muerte de Juan TERCERO Sobieski, la Dieta eligió rey al elector de Sajonia Federico Augusto primero que
se había convertido al catolicismo y reinaría como Augusto segundo, iniciando el llamado período de los reyes
sajones que llegaría hasta la muerte de su hijo Augusto TERCERO en 1763. La sucesión al trono estuvo sometida a
disputas durante el reinado del primero y a una guerra de sucesión a su muerte.

Los primeros años de su reinado estuvieron marcados por los desastres ocasionados por la Gran Guerra del Norte
tanto en lo económico como en lo político, con la nobleza dividida entre los partidarios de Suecia y Rusia. Tras el
retorno del rey sajón, después de la batalla de Poltava, y tras la paz con Rusia mantuvo guarniciones en Polonia
confirmando la dependencia polaca al tiempo que respaldaba a la Dieta para debilitar aún más el poder del monarca.
A la muerte de Augusto segundo la guerra de sucesión, y la intervención extranjera volvió a poner de manifiesto la
dependencia extranjera y con la entronización de Augusto TERCERO se testimoniaba la dependencia de Rusia.

Augusto TERCERO (1733-63) demostró escaso interés por el poder permaneciendo en Dresde, la capital de su
electorado de Sajonia. Curiosamente la economía agraria vivió una fase positiva a partir de los años 30 por la
reducida intervención en las guerras. Al morir el rey, los candidatos al trono eran su hijo Francisco Javier de Sajonia,
al que apoyaban a Austria y Francia; el noble polaco Stanislas Augusto Poniatowski, respaldado por el clan
Czartoryski y Rusia; y el conde Banicki que contaba con partidarios en Polonia. Fue el coronado, con apoyo de tropas
rusas en 1764. Estanislao segundo, fue un monarca ilustrado que trató de frenar la anarquía del país, aunque su
poder está muy lejos del absolutismo lo que frustró muchas de sus iniciativas. En sus primeros años creó una especie
de Gabinete, con ministros nombrados dependientes de él, elimino el veto de la dieta sustituyéndolo por el voto de la
mayoría y restringió las atribuciones de esta a la economía y administración. La Dieta aceptó la libertad de culto y
acceso de los no católicos a cargos públicos. Los desordenes internos llevaron a la intervención militar de Catalina
segunda en 1767 y Rusia paso a tutelar Polonia, deshaciendo las reformas absolutistas. Federico segundo propuso
el primer reparto de Polonia (1792), entre Rusia, Prusia y Austria, por el que Polonia perdió el 30% de su territorio y
35% de su población.

La nobleza, a través de la Dieta de la Partición (1773-75) trato de reorganizar el poder en beneficio propio, creando
un Consejo Permanente, encargado del gobierno y dividido en 5 ministerios con la creación de la Comisión Nacional
de Educación, modificaciones del procedimiento penal en línea humanista, modernización del Derecho con
codificación de leyes, reorganización de la administración financiera, etc., pero la oposición interna e intromisión rusa
limitaron su éxito.

Aprovechado la guerra de Rusia con Suecia y Turquía, el Partido Patriota planteó en la Gran Dieta la Constitución
(1791), que establecía la soberanía nacional, separación de poderes y el carácter hereditario e irresponsable del rey.
Despertó la reacción interna conservadora y pro-rusa, la contrarrevolución de Targowica, y provoco que las tropas de
Catalina segunda invadieran Polonia y la anularan.

En 1793 Rusia y Prusia impusieron un nuevo reparto por el que se apoderaron de 3/5 de lo que quedaba de Polonia,
dejándola en un pequeño protectorado ruso. La reacción fue una serie de revueltas, que trató de aglutinar el general
Tadeus Kosciusko, quien proclamó el Acta de Insurrección, estableciendo un jacobismo radical confuso que sirvió de
excusa para que Austria, Rusia y Prusia invadieran el país produciéndose el tercer y último reparto, con la
desaparición de Polonia (1795).

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