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Evolucionismo

el evolucionismo sostiene que las sociedades o culturas humanas se han desarrollado de modo
progresivo desde formas más simples o elementales hacia formas más sofisticadas o
complejas, si bien –como veremos– en él coexisten concepciones diferentes acerca de las
causas que determinan ese movimiento, la caracterización de las secuencias temporales que
comprende y la determinación de las instituciones sociales que deben tomarse como
referencia para definir estadios evolutivos.

En términos generales, en la historia de la humanidad, sus cultores presuponen la afirmación


de una tendencia de tipo unilineal (según la cual todas las sociedades deberían atravesar por
etapas evolutivas semejantes), o bien multilineal (que reconoce divergencias en el despliegue
de esos estadios evolutivos, las cuales explican las singularidades que puede presentar la
historia de cada sociedad en particular).

El evolucionismo, entonces, tiende a enfatizar una perspectiva diacrónica, pues en la línea del
tiempo es posible reconocer el movimiento de la evolución progresiva de las sociedades o
culturas desde las formas más simples a las más complejas. Como veremos, por ejemplo, en
Lewis Morgan, esta afirmación se evidencia en la determinación de la secuencia evolutiva que
va desde los estadios inferior, medio y superior del salvajismo a los tres estadios más
avanzados de la barbarie y, por último, el estadio de la civilización. Por su parte, el
difusionismo articula sincronía y diacronía, ya que puede en un mismo corte temporal
delimitar centros y periferias en la difusión de la cultura y, luego, integrar el análisis en una
secuencia temporal donde las invenciones más antiguas corresponden a un centro de creación.

LL En Cultura primitiva, Tylor formuló una definición antropológica totalizadora u holística de la


cultura, comprendiendo diferentes dimensiones sociales. Consideraba que: “en el sentido
etnográfico amplio, la cultura o civilización es esa totalidad compleja que incluye el
conocimiento, las creencias, el arte, el derecho, la moral, las costumbres y cualquier otro
hábito o capacidad adquiridos por el hombre en cuanto perteneciente a la sociedad”
(1991:125).

Tylor entendía que la evolución cultural no era un proceso aleatorio, sino que se desplegaba
conforme a “leyes de la naturaleza humana” que regulan el comportamiento de los hombres;
por ende, “los fenómenos de la cultura pueden clasificarse y ordenarse, etapa tras etapa, en
un probable orden de evolución” (1991:130). Así, era posible reconocer en la evolución de las
culturas la existencia de “supervivencias” del pasado, las cuales revisten importancia en su
análisis, pues las define como “procesos, costumbres, opiniones, etc., que la fuerza de la
costumbre ha transportado a una situación de la sociedad distinta de aquella en que tuvieron
su expresión original y, de este modo, persisten, como prueba y ejemplos de la antigua
situación cultural partiendo de la cual se ha llegado a la nueva” (1991:142). Es decir, las
“supervivencias” culturales eran concebidas como objetos y fenómenos cuya identificación
permitía verificar el sentido de los cambios evolutivos que se suceden en una cultura o entre
culturas. Era factible reconocer esas “supervivencias” incluso al estudiar las sociedades más
“civilizadas”

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